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LENGUA Y CULTURA LATINAS II

PROF. JORGE RUIZ


PROFESORADO EN LENGUA Y LITERATURA
ESTUDIANTE: M. GALA FERRARI

El claroscuro que baña los dos filos de la espada:


la ratio y el furor en “Fedra” de Séneca

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INTRODUCCIÓN

Este trabajo trata acerca de la dualidad estoica ratio/furor en el texto Fedra de Lucio
Anneo Séneca basado en el mito de Fedra e Hipólito. Trayendo a colación elementos
comparativos de otros textos también basados en este mismo mito de la autoría de Licofrón,
Sófocles, Ovidio y, sobre todo, del trágico griego Eurípides.
La ratio concebida cm la impertubilidad anímica y el uso de la razón para llevar a cabo
el accionar por parte de los personajes y el furor como el desenfreno de las pasiones que
lleva a actuar de una manera arrebatada y brusca. Estas dos concepciones las trabajamos
desde dos esferas simbólicas contrapuestas que, mayormente, estarán representadas por las
figuras de los personajes trágicos principales, es decir, Fedra e Hipólito. Cabe destacar, que
este contraste también nos permite establecer una vinculación entre los elementos
senequianos que estructuran esta tragedia con los elementos del barroco como, por ejemplo,
cuando hablamos de desenfreno pasional y modos de accionar bruscos que son elementos
arquetípicos del movimiento barroco.
Otra de las grandes esferas simbólicas a destacar es la relacionada a la temática de la
intervención divina que se encuentra ausente en la obra senequinana, ya que, es
reemplazada por una humanización de los personajes que no está presente en los pretextos
Hipólito velado e Hipólito coronado de Eurípides. Asimismo, Séneca hace utilización de
ciertos elementos como la espada de Hipólito y el toro proveniente de la ascendencia de
Fedra que la persigue para estructurar su tragedia.
Estos temas son aquellos que articulan nuestro trabajo acerca de la Fedra de Séneca.

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DESARROLLO

Fedra de Séneca tiene como pretextos Hipólito velado e Hipólito coronado del autor
trágico griego Eurípides, dos textos de los cuales solamente nos ha llegado el último, y las
tragedias acerca de Hipólito y Fedra de la autoría de Sófocles y Licofrón, que no se han
conservado). Existe la posibilidad de que la razón por la cual Eurípides produjo dos obras
centradas en el mito de Fedra e Hipólito es porque el Hipólito I había sido causa de gran
conmoción en lo que concierne a la caracterización y los modos de actuar de los personajes.
Aun así, este hecho no puede ser verificado de manera absoluta, a pesar de la gran cantidad
de hipótesis que se han llevado a cabo para disipar estas dudas, en ausencia de fuentes
suficientes para hacerlo. Por otra parte, el recorrido que trazaremos a través de la Fedra
senequiana podría echar luz sobre aquellas caracterizaciones y modos de actuar que
generaron tanta turbación en el ámbito ateniense del "siglo de Pericles".
Nuestro planteo se centra en rastrear las nociones contrapuestas de ratio y furor que se
atraviesan a los personajes de Fedra vinculadas a ciertos elementos del barroco y
estableciendo una relación con la filosofía estoica senequiana. Asimismo, Séneca mostró
una inclinación por tratar en sus obras temas que involucraban la violencia y el desenfreno
para complacer los gustos de la época y, también, que se adaptaban de mejor manera a sus
proyectos dramáticos. Muchos teóricos se muestran de acuerdo respecto a que los textos de
Séneca no fueron concebidos para ser representados en escena, sino para ser leídos por
cierto público más o menos restringido que incluía al emperador Nerón, la corte y el círculo
de Séneca.

La invocación de Hipólito
La tragedia da comienzo con una monodia de Hipólito donde el personaje describe los
preparativos para salir de caza hacia la selva, entre estos preparativos es esencial la
invocación a la diosa Diana: “Sé propicia, tú, diosa: la señal ya han lanzado/ los penetrantes
perros. ¡Me llaman las selvas!/ Por aquí, seguiré, por aquí que el atajo/ acorta el recorrido”.
(Hipólito, v. 81). Aquí podemos ver el contraste del plano de Hipólito presidido por la
diosa Diana en oposición al plano de Fedra que está presidido por la diosa Venus, que
podemos rastrear en la ascendencia misma de los personajes, ya que, Hipólito es

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considerado hijo de Antíope o de Hipólita (mujeres amazonas que se caracterizaban por su
celibato), mientras que, Fedra es hija de Pasífae y Minos y hermana de Ariadna quienes
fueron víctimas de grandes pasiones amorosas. “Venus venga a través de nosotros las
cadenas de su amante Marte y las suyas propias/ de nefandos oprobios carga a toda la
descendencia de Febo./ Ninguna hija de Minos ha conseguido un amor apacible/ se le une
siempre la impiedad.” (Fedra, v. 125) No obstante, esta apelación a los dos planos divinos,
el texto se caracterizará por la ausencia de las deidades y el centro de atención recaerá en el
rasgo de humanización que mueve a los personajes a accionar conforme a sus propias
decisiones, en lugar de depender de la intervención divina para hacerlo. Es decir, Séneca
poner en escena la humanitas con su repertorio de conflictos que se convierte en uno de los
agregados espectaculares de su tragedia. Esto podemos notarlo claramente en los consejos
de la nodriza dedicados a las cuestiones de una Fedra irresoluta que veremos a
continuación.

Los sentimientos pasionales desenfrenados de Fedra


Después de la introducción del personaje de Hipólito mediante una monodia entran en
escena Fedra y la nodriza con una escena de diálogo. Esta es la escena clave de la obra a
partir de la cual comienza a desarrollarse el conflicto protagonizado por Fedra quien se
halla sumida en un estado de indecisión en lo que concierne a actuar conforme a sus
sentimientos y actuar acorde a los mismos declarándolos o permanecer callada y
reprimirlos: “Alguna cometió un crimen sin riesgos,/ ninguna, sin remordimientos.” (Fedra,
v. 163) Aquí podemos notar el conflicto interior que se libra en la protagonista, una lucha
entre la ratio y el furor que se apodera de ella. Es por esta característica que a Fedra se la
considera la “tragedia de la pasión”, puesto que, la pasión es la que articula la estructura
trágica de Fedra, donde la protagonista no es dueña de sí misma y se deja llevar por el
arrebato pasional que la arrastra a declarar su amor impuro a su hijastro Hipólito, a pesar de
los ruegos de la nodriza, aquel personaje que cumple el rol de presentar una perspectiva
distinta: “Refrena, te l ruego, las llamas de un amor sacrílego” (Nodriza, v. 165). Las
razones que enumera la nodriza son las siguiente: en primer lugar, que n debe seguir el
ejemplo de sus antepasados; en segundo lugar, que n debe ofender a los dioses actuando de

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una manera tan nefanda; en tercer lugar, que no debe deshonrar a su esposo Teseo; y, en
último lugar, que n debe albergar sentimientos de esa naturaleza hacia el joven Hipólito.
Aquí también podemos observar cómo el protagonismo recae en la figura de Fedra quien es
el motor en torno al cual giran los conflictos, mientras que, en la obra de Eurípides el papel
protagónico l tuviera asignad el personaje de Hipólito.
En un primer momento, la protagonista accede a retractarse, ya que, no consentirá que su
honor se manche de esa manera. Sin embargo, al final, perecerá a su desenfreno en un acto
de rendición a los placeres de la vida que es expresada por el coro que cumple la función de
desvelar el estado emocional de los personajes en escena: “Venus instiga a emprender
empresas de locura” (Coro, v. 340). Esta noción de perecer a las pasiones está vinculada a
las concepciones de plenitud, vicio y poder contra los cuales predican los estoicos. En sus
antípodas, tenemos al hombre imperturbable y compuesto que podemos anticipar en la
respuesta de rechazo dada por Hipólito, una vez que su madrastra le ha declarado sus
afectos impuros. Hipólito se caracteriza por ser un personaje dueño de sí mismo y am de
sus pasiones. Aun así, Hipólito mismo es víctima del furor, debido al hecho de que detesta
a las mujeres (para él no son más que urdidoras de crímenes) y huye de sus obligaciones
sociales yendo a la selva invocando a Diana. Fedra, una vez que se ha entregado a sus
pasiones completamente y ha sido rechazada, se haya derrumbada y sin ánimos de seguir
con vida. El pathos ingobernable de la estirpe de Fedra la ha alcanzado y el efecto
espectacular ha quedado resaltad por la impresión de fuerzas incomprensibles que se
funden en los estados de ratio y furor de los personajes de Fedra e Hipólito.

La espada de Hipólito
Repentinamente, Hipólito huye de la escena dejando atrás su espada. Entonces la
nodriza urde el engaño en aras de salvaguardar la honra de Fedra quien yace decaída en su
lecho ante la humillación sufrida ante Hipólito al confesarle ella su amor nefando por él.
Fedra emerge de sus aposentos para corroborar los dichos de la nodriza a Teseo, diciéndole
a su esposo que quien la ha ultrajado no ha sido otro sino el dueño de aquella espada que
presenta las insignias de la casa real de Teseo. El recién llegado reconoce la espada de su
hijo y decide que ha perdido Hipólito en el momento en que ha urdido convertirse en un

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seductor y deshonrar su lecho matrimonial. Fedra se apodera de esta espada, simbólico de
que aun cuando Hipólito fuera quien saliera de caza, hubiera terminad convirtiéndose en la
presa de Fedra. Como también, la espada podría remitir a las características masculinas de
la protagonista que conlleva ciertos modos de accionar impropios de los personajes
femeninos de la época, un rasgo que ha llamado la atención a muchos críticos y autores
posteriormente.

El deseo cumplido de Teseo


Al ser comunicado Teseo el engaño concebido por la nodriza, el héroe es acometido por
el furor que lo determina a invocar uno de los deseos que le fueran otorgados por Neptuno
y maldice el nombre de su hijo Hipólito deseándole las mayores de las calamidades. Un
mensajero, el personaje encargado de relatar los sucesos que acontecen fuera de escena, se
presenta ante Teseo y le relata detalladamente el destino mortal que ha acaecido a Hipólito.
La marea ha confundido a sus caballos que han arrastrado a su dueño hasta desmembrarlo y
esparcirlo por muchas partes, todos estos detalles de la descripción de la muerte de Hipólito
es considerado un elemento barroco en Séneca que persigue el fin de producir un efecto en
los espectadores. Cabe destacar que el oleaje cobra forma de toro azulado, el mismo toro
que perturbara a Fedra en sus debates acerca de sí actuar guiándose por aquellos
sentimientos desbordados que la acometían contando con el saber acerca de su madre
Pasífae que había perecido a su arrebato de pasión por un toro, un amor inconcebible que
había producido como resultado el nacimiento del monstruo Minotauro. Al ser comunicada
Fedra de estas terribles nuevas y de aquella muerte en la cual a desembocad su arrebato
pasional, se suicidará frente a Teseo con la espada de Hipólito, entregándose de alguna
manera a su furor en un acto de ratio si consideramos el simbolismo de la espada como un
falo. Y es de esta manera, cómo se cumple el fatum inevitable donde los elementos
simbólicos introducido por Séneca de la espada y del toro, vinculado a los antepasados de
Fedra, fuera los elementos que dieran fin a las vidas de Fedra e Hipólito en una escena
violenta digna del cataclismo barroco.

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CONCLUSIÓN

A modo de conclusión, podemos establecer que al contrastar los textos originales


griegos a la tragedia senequiana nos permite dar cuenta de que el tratamiento del mito
griego en la obra de Séneca es libre y original, ya que, los cambios introducidos son muy
notables debido a la forma en que afectan el desarrollo de los personajes, tanto como el
desarrollo de los acontecimientos dentro de la obra, permitiéndonos el acceso a una lectura
completamente diferente. Además, no debemos perder de vista (aunque no podamos
comprobar su completa certeza) que este texto seguramente fuera escrito para su lectura
entre ciertos círculos reducidos allegados a Séneca, en lugar de su representación a un
público más general. De esta manera, las alteraciones que Séneca introduce en su tragedia
como: la declaración abierta de Fedra a Hipólito en su arrebato pasional, el rechazo del
joven a la propuesta de su madrastra en un acto de ratio debido a lo impuro de los
sentimientos de Fedra hacia él y en un acto de furor debido a su negación a entregar su
amor a una mujer, el deseo de Teseo en un acto de furor contra su hijo y su posterior
arrepentimiento al enterarse de que su muerte era injustificada y, finalmente, el suicidio de
Fedra en un acto de ratio para redimir su imagen de la humillación por parte de Hipólito y
la consecuencia mortal que ella le deparara al haber urdido mentiras acerca de un ultraje
que él no hubiera cometido para ocultar su nefanda declaración de amor hacia el joven.
Todos los elementos mencionados anteriormente operan cambios que alejan la obra
senequiana del prototipo de tragedia griego por completo. Asimismo, la contraposición de
la dualidad ratio/furor presente en los personajes traslada los modos de actuar del orden
divino al orden de lo humano y en esta humanización de los personajes ellos son quienes
deben dar cuenta de sus maneras de accionar.
Finalmente, podemos decir que la obra de Séneca es indiscutiblemente reconocida en la
historia de la literatura más allá de las relaciones que puedan establecerse entre sus
tragedias y las tragedias griegas, puesto que sus textos han influenciado el teatro europeo
del siglo XVIII. Entre los autores de mayor renombre que han recibid su influencia,
podemos citar a Corneille y a Racine (quien ha producido una Fedra inspirada en la Fedra
senequiana) en Francia, como también a Shakespeare en Inglaterra quien incorpora

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monólogos de características senequianas como el famoso monólogo "to be or not to be" de
Hamlet en Hamlet.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

HOWATSON, M. C. La entrada de Séneca, Lucio Anneo en: Diccionario abreviado de la


literatura clásica, Alianza, Madrid: 1999
LLAGÜERRI PUBILL, NURIA. “Fedra en Eurípides, Ovidio y Séneca”, Universidad de
Valencia, 2010
PÉREZ GÓMEZ, LEONOR. Capítulo 3: “La tragedia” en Historia de la literatura latina
de CARMEN CASTAÑER (ed.), Cátedra, Madrid: 2007
SEGAL, CHARLES. “Séneca barroco: la muerte de Hipólito en Séneca, Ovidio y
Eurípides”, Brown University, 1984 (traducción: Jorge Ruiz)
SÉNECA, LUCIO ANNEO. Fedra, Gredos, Madrid: 1980
VIDAL GUZMÁN, GERARDO. “Séneca: La asimilación romana de la filosofía” en
Retratos de la antigüedad romana y la primera cristiandad, Editorial Universitaria,
Santiago de Chile: 2007

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