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MACARENA CORDERO
1
Arlette Farge, Lugares para la historia (Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales,
2008), 23.
2
Peter Burke, La cultura popular en la Europa moderna (Madrid: Alianza Editorial, 1996), 20.
3
Mauricio Rojas, Las voces de la justicia. Delito y sociedad en Concepción (1820-1875). Aten-
tados sexuales, pendencias, bigamias, amancebamientos e injurias (Santiago: Centro de Investi-
gaciones Barros Arana, 2008).
372
19. RASTROS DEL DOLOR EN LOS REGISTROS JUDICIALES 373
debieran ser, y también, sobre cómo no debieran ser, los sentimientos, las emo-
ciones y las pasiones4.
4
María Eugenia Albornoz, “Recuperando la presencia del sentir en los expedientes judiciales
de Chile. Ecos, olvidos, nudos”, en Sentimientos y justicia. Coordenadas emotivas en la factura de
experiencias judiciales. Chile, 1650-1990 (Santiago: Acto Editores, 2016), 12-26, 19.
5
Michel Foucault, Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión (Buenos Aires: Siglo XXI edito-
res, 2004).
6
Las emociones son entendidas como “un complejo estado funcional de todo el organismo
que implica a la vez una actividad fisiológica. Un comportamiento expresivo y una experiencia
interna, sin proponer un orden secuencial de estos tres niveles”, en Susana Bloch, Al alba de las
emociones (Santiago: Uqbar editores, 2008), 4. Así, las emociones comparten el rasgo de patro-
nes innatos de todo ser humano, no pudiéndose “entender la conducta en ausencia de aspectos
biológicos”: Mariano Chóliz Montañez, “La expresión de las emociones en la obra de Darwin”,
en F. Tortosa, C. Civera y C. Calatayud (comps.), Prácticas de historia de la psicología (Valencia:
Promolibro, 1995).
7
El desafío es aún mayor, puesto que a partir de estructuras que obedecen a una racionali-
dad propia del derecho, debemos lograr dar a conocer las pasiones humanas, o los claroscuros
que puedan develarnos los sentires. En buenas cuentas, se trata del “redescubrimiento de la
importancia de las emociones en el seno de las mismas redes racionales que sostienen a las
sociedades”. Roger Bartra, “La batalla de las ideas y las emociones”, en Mabel Moraña, Sánchez
e Ignacio Prado (eds.), El lenguaje de las emociones. Afecto y cultura en América Latina (Madrid:
Iberoamericana / Vervuert. 2012), 17-39, 19.
8
Justo Serna y Anaclet Pons, La historia cultural (Madrid: Akal, 2005), 82.
374 HOMO DOLENS. CARTOGRAFÍAS DEL DOLOR
9
Tomás Cornejo, “Testimonios y testigos: el problema de la fuente”, en Tomás Cornejo y
Carolina González (eds.), Justicia, poder y sociedad en Chile: recorridos históricos (Santiago: Edi-
ciones Universidad Diego Portales, 2007), 241-266 y 261.
10
Para más detalles respecto al rol de los escribanos y su sensibilidad para rescatar y plas-
mar las emociones de quienes testifican en su presencia u otorgan documentos en su presencia,
ver Aude Argouse, “De los momentos del delito al monumento archivístico: el expediente crimi-
nal del oidor León. Santiago de Chile, 1673-1675”, Revista historia y justicia 1 (2013): 1-27.
11
Manuel Hespanha, “La senda amorosa del derecho. Amor y justicia en el discurso
moderno”, en Pasiones del jurista, amor, memoria, melancolía, imaginación (Madrid: Centro de
Estudios Constitucionales, 1997), 23-74, 27.
12
En este punto se ha seguido a Marcela Aspell de Yanzi Ferreira, “El amor, el coraje y el
perdón. La regulación de la vida cotidiana en Indias. Siglo XVIII”, Cuadernos de historia, Univer-
sidad de Córdoba, Argentina, 5 (1995): 123-147.
13
En el mismo sentido, Aude Argouse, “Confianza y caridad en los protocolos notariales.
¿Emociones solemnes ante el escribano? Santiago de Chile, siglos XVII-XVIIII”, en Sentimientos y
justicia, 28-59.
14
María Eugenia Albornoz, “La justicia, el sentimiento y el sentir. Usos y declinaciones del
verbo en pleitos por injuria en Chile, 1670-1870”, en Sentimientos y justicia, 72.
19. RASTROS DEL DOLOR EN LOS REGISTROS JUDICIALES 375
15
Bloch, Al alba de las emociones, 3.
16
René Millar, La Inquisición de Lima (1697-1820) (Madrid: Editorial Deimos, 1998).
17
Jorge Traslosheros, “Los indios, la Inquisición y los tribunales eclesiásticos ordinarios en
Nueva España, Definición jurisdiccional y justo proceso”, en Ana de Zaballa y Jorge Trasloshe-
ros (coords.), Los indios ante los foros de justicia religiosa en Hispanoamérica virreinal (México:
Universidad Autónoma de México, 2010), 58.
376 HOMO DOLENS. CARTOGRAFÍAS DEL DOLOR
18
En sentido similar María Eugenia Albornoz, indica: “No existe pretensión de conocer
exactamente qué se sintió, porque es imposible; se trata de comprender los universos concep-
tuales, las palabras e imágenes que se usaron para nombrar, describir y compartir el mundo del
sentir”, en “La justicia, el sentimiento y el sentir”, 63. William Reddy, The Navigation of Feeling:
A Framework for the History of emotions (Cambridge: Cambridge University Press, 2001). Bar-
bara Rosenwein, Emotional Communities in the Early Middle Ages (Ithaca: Cornell University
Press, 2006).
19
Las causas por las que las partes en un juicio actúan en el mismo pueden ser muchas,
entre ellas la rabia, la ira o el dolor. Para más detalles de las causas personales que tienen los
actores en un proceso para iniciar un juicio, ver Daniel Smail, The Consumption of Justice.
Emotions, Publicity and Legal Culture in Marseille, 1264-1423 (Ithaca-London: Cornell Univer-
sity Press, 2003). Carolina González considera que las emociones fueron también utilizadas
estratégicamente por las esclavas negras para conseguir su libertad en el contexto colonial. Para
más detalles, ver: Carolina González, “Me es intolerable su sevicia. Dolor por crueldad y deman-
das por el papel de venta de esclavos negros y mulatos. Santiago, 1770-1800”, en Sentimientos y
justicia, 126-153 y 129.
20
Farge, Lugares para la historia, 23.
21
Albornoz, “Recuperando la presencia del sentir”, 25.
19. RASTROS DEL DOLOR EN LOS REGISTROS JUDICIALES 377
Se trata de dar cuenta del dolor, una experiencia que puede ser propia o
ajena23, aunque también se trata de referir la manipulación a que puede con-
ducir su expresión. El dolor, además, tiene valoraciones distintas para quien
lo sufre y para la comunidad de la que es parte, toda vez que esta le concede
una significación colectiva distinta porque “los dichos del sufrimiento no
expresan una relación estable con el mundo: es cosa sabida que la recepción
que se otorga al sufrimiento del otro es infinitamente compleja”24. También es
distinta la valoración de quien debe reflexionar e interpretar los hechos acon-
tecidos en el pasado25, puesto que del mismo modo la propia experiencia nos
conduce a realizar interacciones con elementos valorativos, intelectuales y
emocionales propios, los que deben conciliarse con los ajenos o estudiados26.
El grado de “simpatía” que podemos tener ante el homo dolens.27 Así, el dolor
22
En efecto, como indica Arlette Farge, “podemos pensar, con razón, que este dominio tan
interior y tan íntimo de la desgracia, solo la literatura es capaz de dar, con sus palabras y su
lenguaje, un verdadero estatus del sufrimiento. Yo pienso solamente que la emoción, el dolor, la
desgracia son sentimientos que la historia también debe interpretar, y el relato literario, por
muy sublime que sea, no puede paliar una ausencia de la historia en este ámbito”, en Lugares
para la historia, 29.
23
Javier Moscoso, Historia cultural del dolor (Madrid: Taurus, 2011), 14.
24
Farge, Lugares para la historia, 26.
25
El observador que reflexiona puede operar desde diversas perspectivas. “1. Una mirada
desde la que, él o ella, describe lo que ve al distinguir lo que se distingue. 2. Una mirada en la
que, él o ella, atiende a los procesos que dan origen a lo que ve en lo que distingue; 3. Una
mirada en la que, él o ella, ve que puede tratar a los procesos que resultan en los que ve al distin-
guir lo que distingue como si ocurriesen, de hecho, con independencia de su distinguirlos; 4
Una mirada en la que él o ella, ve lo que está haciendo en cada una de las miradas anteriores por
separado y en conjunto; y 5. Una mirada reflexiva siempre posible que abarca todo lo que distin-
gue o piensa, en cualquier instante de su vivir, en su hacer y su reflexionar, y reflexionar recursi-
vamente sobre todo ello.” A partir de estas cinco miradas que utilizaremos para dar cuenta del
dolor, es posible crear y explicar todo “y en particular del explicar científico y el crear tecnoló-
gico como generadores de mundos en el ámbito del operar del observador en la realización de
su vivir”, en Maturana y Dávalos, El árbol del vivir, 262.
26
Al respecto, Arlette Farge advierte que la narración histórica del sufrimiento requiere de
ciertas precauciones debido a que “es posible dejarse arrastrar rápidamente hacia la fascinada
descripción de una suerte de exotismo de la pobreza, desviarse insensiblemente del camino
hasta adquirir una mirada que vuelve inferiores a quienes se está estudiando”, en Lugares para
la historia, 28.
27
Así, se mezclan las supuestas objetividades del escribano que consignó el relato de las par-
tes y de quien le corresponde analizar los hechos acontecidos en el pasado, con la mirada subje-
tiva de todos los que hablan o dan cuenta de la historia, puesto que de alguna manera al
describir y reflexionar los acontecimientos se transmite una experiencia semejante a la relatada.
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Livia de Freitas Reis, “La memoria en expansión: textualidades y afectos en el Brasil de fin de
siglo”, en El lenguaje de las emociones, 273-282, 275.
28
Bloch, Al alba de las emociones, 17.
29
Maturana y Dávila, El árbol del vivir, 66.
30
Pilar Gonzalbo Aizpuru y Verónica Zárate Toscano (coords.), Gozos y sufrimientos en la
historia de México (México: El Colegio de México, Instituto de Investigaciones Dr. José María
Luis Mora. 2007), 11.
31
Gonzalbo y Zárate, Gozos y sufrimientos, 12.
32
En sentido similar Gonzalbo y Zárate, Gozos y sufrimientos, 12.
33
En sentido similar Sonya Lipsett-Rivera, The faces of Honor: Sex, Shame, and Violence in
Colonial Latin America (Albuquerque: University of New Mexico Press, 1998) y “Honor, familia y
violencia”, en Gozos y sufrimientos, 185-199. Seguidamente, Maturana y Dávila consideran que
el dolor es de origen cultural en El árbol del vivir, 10.
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38
Maturana y Dávila, El árbol del vivir, 22.
39
Para más detalles, ver Chóliz Montañez, “La expresión de las emociones en la obra de
Darwin”, en Prácticas de historia de la psicología. Bloch, Al alba de las emociones.
40
María Eugenia Albornoz, “La actualidad de una reflexión situada sobre las experiencias de
conflicto”, en Experiencias de conflicto. Subjetividades, cuerpos y sentimientos en Chile siglos XVIII
y XIX (Santiago, Acto Editores, 2015), 133.
41
El dolor es entendido a partir de la categorización realizada por Agnes Heller. Así, se trata
de una categoría de sentimientos ligados a la preservación, que está en el umbral de la supervi-
vencia y por tanto busca su resolución, es una señal para el organismo de que algo no está bien.
El dolor puede ser físico, que no cede hasta que se encuentra qué lo originó y su remedio. Y
mental, que asociado al sufrimiento, sí logra sublimarse y cesar en Teoría de los sentimientos
(Barcelona: Editorial Fontaman, 1980), 18, 84 y 91.
19. RASTROS DEL DOLOR EN LOS REGISTROS JUDICIALES 381
dada. No obstante, siete años más tarde esta madre alzó su voz ante situacio-
nes que le parecieron injustas y que le causaron dolor. Su hija era maltratada
de palabra y obra, se le castigaba como si fuera una esclava42. Por ello pidió
a la máxima justicia del Reino que Luciana fuera sacada de la casa de Bea-
triz y llevada con “su madre legítima pues es justicia”. Así sería bien alimen-
tada y vestida; en otras palabras, se pondría fin al sufrimiento y al daño que
padecía la menor.
Lo expresado por Francisca trasunta dolor por la pérdida, dolor por el
maltrato de palabra, así como por el castigo físico al que ha sido sometida su
hija, quien además debe soportarlo lejos de su madre. Ellas han cumplido un
rol en la matriz cultural de la que forman parte, lo que hace posible y “signi-
ficativa” la demanda interpuesta por Francisca. En efecto, la demanda cons-
tituye una representación dramatizada de la experiencia dolorosa, de lo que
han vivido madre e hija.
La Real Audiencia no esperó a dar traslado a la parte acusada, sino que
inmediatamente proveyó un decreto en el que se ordenó la entrega de Luciana
a su madre. Para cumplir la orden emitida por la Audiencia, un “ministro de
vara” se apersonó con el mandamiento hasta la casa de Antonio Escobar y
Guzmán, padre de Beatriz, quien impidió que Luciana fuese devuelta a Fran-
cisca Segura, con el argumento de que seguramente el protector general del
Reino estaba mal informado, pues la niña no estaba allí para prestar servi-
cios, puesto que en realidad era la hija natural del capitán Alonso de Escobar,
hijo legítimo del dueño de casa y hermano de la demandada.
La situación, entonces, era mucho más compleja de lo que afirmaba la
demandante, pues se trataba del conflicto entre la familia paterna y la madre,
quienes se disputaban los cuidados de una hija, aunque “natural” o ilegítima
de nacimiento, estaba vinculada afectivamente a la familia de su padre. Tal vez
la niña había sido arrebatada a su madre, una india que ante un capitán espa-
ñol no pudo hacer mucho. Sin embargo, esta debió pensar que tenía alguna
posibilidad de recuperar a su hija, y que dirigirse a la Audiencia le daba mayo-
res posibilidades que ante una autoridad o justicia inferior, la que probable-
mente habría sido parcial y desventajosa para los intereses de Francisca43.
Para ello recurrió al drama del dolor, invocando el maltrato y la pérdida.
42
Segura Francisca, india, con Beatriz de Escobar, sobre maltrato de una menor, en Archivo
Histórico de Chile (AN), Fondo Real Audiencia (RA), vol. 2.910, pieza 9, 1674.
43
Los indígenas, de acuerdo a su Estatuto Protector, debían ventilar sus causas judiciales
ante las máximas autoridades coloniales, en el caso de Santiago de Chile, ante la Audiencia. No
obstante, podían renunciar a ello y presentar demandas ante autoridades inferiores, puesto que
se trataba de un privilegio que podían declinar. Para más detalles, ver Macarena Cordero,
“Estrategias indígenas ante los foros de Justicia. Traducción y resignificación de las prácticas
judiciales”, en Macarena Cordero, Rafael Gaune, Rodrigo Moreno, Cultura legal y espacios de
justicia en América, siglos XVI-XIX (Santiago: Centro de Investigaciones Diego Barros Arana,
DIBAM, 2017).
382 HOMO DOLENS. CARTOGRAFÍAS DEL DOLOR
44
Segura Francisca, india, con Beatriz de Escobar, sobre maltrato de una menor, en AN, RA,
vol. 2910, pieza 9, 1674, fj. 170v.
19. RASTROS DEL DOLOR EN LOS REGISTROS JUDICIALES 383
me consta de vista de ojos ser la dicha hija de Francisca llamada Luciana mes-
tiza tenida y reputada por hija del capitán don Alonso de Escobar y nieta de el
dicho capitán Don Antonio y que está en traje de española con toda la decencia
por lo cual a Vuestra Alteza pido y suplico mande hacer en este caso lo que fuere
justo a lo cual pido y costas y en lo necesario […] Bartolomé Jorquera45.
45
Segura Francisca, india, con Beatriz de Escobar, sobre maltrato de una menor, en AN, RA,
vol. 2910, pieza 9, 1674. fj. 172.
384 HOMO DOLENS. CARTOGRAFÍAS DEL DOLOR
obra y palabra, con la finalidad de que su hija le fuese restituida. Por su parte,
los Escobar también debieron sentir dolor al saber que les podían quitar a la
niña. No obstante, la emoción que los llevó a defenderse fue la esperanza de
poder retenerla como también la rabia contra una mujer que ellos considera-
ban de malos hábitos. Así, la causa que la india siguió estratégicamente ante
la Audiencia de Santiago constituyó una teatralización del dolor, de la expe-
riencia de haber perdido una hija, pero que, como otros dolores, podía ser
transitorio.
46
Bustos de la Lastra Narciso. Injurias. 1793, en Archivo Arzobispal Santiago (AAS), Fondo
Asuntos Diversos, 238, fj. 1.
47
AAS, Fondo Asuntos Diversos, 238, fj. 1.
19. RASTROS DEL DOLOR EN LOS REGISTROS JUDICIALES 385
Tras las palabras de Bustos se puede inferir dolor y pena hacia su mujer,
a la que, según sus dichos, respetaba. Y ese dolor que experimentaba y trans-
mitía era por ver dañado su matrimonio por una tercera persona, “socio” de
su mujer.
Seguidamente, Bustos, quien tenía “preludios de sospechas”, interrogó a
su criada, le preguntó por qué le advirtió sobre la bebida. María Isidora le
hizo saber que ese mismo 6 de agosto durante el transcurso de la mañana
Tadeo Noguera había visitado la casa y le entregó a ella un papel doblado
dirigido a doña Tránsito. La criada, curiosa, revisó su contenido y se dio
cuenta de que en él había “solimán crudo”49 o veneno.
Ante ello, la criada María Isidora, impulsivamente, decidió botar el
veneno bajo el mostrador y lo mezcló con la tierra que ahí estaba. Luego
llamó al cajero Fernando Rojas y le mostró lo que había tirado al suelo. Jun-
tos recogieron lo que pudieron del presumible veneno con la intención de
comprobar si lo era. Para ello pusieron en un plato de plata lo que alcanza-
ron a rescatar y lo hirvieron formando un caldo. La sorpresa fue que el caldo
se tornó negro “como el carbón” y una espuma del mismo color brotaba de
él; luego de ello, se hizo muy difícil despegar del plato los restos del incues-
tionable veneno. Tres días no fueron suficientes para que lavado tras lavado
el plato quedara impecable. La criada y el cajero acordaron, para no tener
problemas con su patrona, que esperaba que Tadeo Noguera le hiciese llegar
su encargo, introducir en el papel un poco de almidón molido, para así disi-
mular la inexistencia del veneno.
Bustos, al relatar estos sucesos, dejó entrever que estaba desolado,
sufriente y con dolor. Dolor porque su esposa se vinculará con Tadeo Noguera
y permitiese las injurias o daños, alterando la paz matrimonial que pública y
notoriamente era conocida. Así, por las “desaprobadas intenciones como
igualmente las penosas consecuencias que precisamente deben conspirar en
odio de nuestro matrimonio”50, Bustos se querelló contra Noguera y solicitó
las máximas penas ante el alcalde ordinario Nicolás Rodríguez.
La criada María Isidora Olivares y el cajero Fernando Rojas depusieron
ante el alcalde ordinario, siendo clave el testimonio de la criada, quien había
48
AAS,Fondo Asuntos Diversos, 238, fj. 1.
49
Aunque, dicho sea de paso, el solimán durante el Antiguo Régimen y hasta bien entrado el
siglo XIX, era utilizado como medicamento cáustico, para eliminar callosidades, úlceras, man-
chas u otras alteraciones de la piel. Ver Laurencio Heister, Instituciones Chirurgicas o Cirugía
Completa Universal, tomo IV (Madrid: Imprenta de Pedro Marín, 1781). En el proceso en
comento, el abogado de Tránsito Game indica que todos saben que el solimán “es de uso común
por las mujeres para sus adornos”. AAS, Fondo Asuntos Diversos, 238, fj. 22v.
50
AAS, Fondo Asuntos Diversos, 238, fj. 2.
386 HOMO DOLENS. CARTOGRAFÍAS DEL DOLOR
le mandase aquello, sin dar a entender que cosa era y el que declara sospecho
que fuese solimán crudo por los antecedentes que tenía los mismos que le había
comunicado doña Tránsito y a más de esto le conocer claramente la distancia tan
grande que esta le profesaba a su marido […]52.
No pone duda que esta solicitase el solimán crudo respecto a haberle comuni-
cado al que declara quería dar celo temerosa de experimentar algunos malos
ratos de su marido don Narciso por hallarse en cinta cuando se juntó con él y
que siendo un agravio en sumo grado ofensivo y conocer esta el delito gravísimo
que sobre ella carga53.
51
AAS,
Fondo Asuntos Diversos, 238, fj. 7.
52
AAS,
Fondo Asuntos Diversos, 238, fj 7v.
53
AAS, Fondo Asuntos Diversos, 238, fj. 7v.
54
De acuerdo al Derecho Canónico, el divorcio “Estricta y propiamente significa la separa-
ción perpetua o temporal solo en cuanto al lecho y cohabitación, con la permanencia del vín-
culo matrimonial”. Para ello, el mismo cuerpo legislativo contempla una serie de causales que
dan pábulo para solicitar el divorcio vincular por cualquiera de los cónyuges. Para más detalles,
ver Pedro Murillo Velarde, Curso de derecho canónico hispano e indiano (Michoacán: El Colegio
de Michoacán, Facultad de Derecho. 2005), vol. III, libro IV, C173, 600.
19. RASTROS DEL DOLOR EN LOS REGISTROS JUDICIALES 387
Por su parte, la querellada, doña Tránsito, negó cada una de las acusa-
ciones realizadas en su contra. Rabia y mucho sufrimiento debió producirle
esta querella, más aún porque en ella se indicaba que estaba embarazada
antes de casarse, situación que la mujer negó tajantemente, e indicó y pre-
cisó que su marido podía dar fe de ello.
A su vez, doña Tránsito reconoció haber elaborado el ponche y habérselo
entregado a su marido. Precisó que lo blanco que estaba encima era “pasti-
lla”, y aclaró que su marido dos o tres veces había bebido del vaso. Pero negó
haber intentado envenenarlo, como también haber conversado con Tadeo.
Solo admitió que había visto a Noguera una vez en casa de José Díaz. Res-
pecto de Pedro Pascual y la pequeña mulatilla María Calderón, declaró que
los conocía y que le habían llevado cosas a su casa en diversas ocasiones.
Es posible que toda esta historia solo fuera una maquinación del marido,
Narciso Bustos, cuyo propósito era tener los argumentos suficientes para
divorciarse de su mujer. Para ello afirmó sentirse traicionado y apenado.
Sentimientos tal vez falsos, pero necesarios para lograr separar los cuerpos.
Tal vez, esta querella fue usada por el marido con la finalidad de lograr un
arreglo extrajudicial con su legítima esposa y obtener un divorcio ventajoso,
lo que era una práctica bastante extendida en el Antiguo Régimen55. Para
Tránsito, constituía una historia terrible, pues se orquestaban situaciones
que, aseveraba, eran completamente falsas.
Desconocemos qué falló el alcalde ordinario, aunque sí estamos en con-
diciones de estimar que los argumentos entregados por don Juan de Dios
Toro, representante de doña Tránsito Game, echaron por tierra la querella
del marido y el aparente “dolor” sufrido a causa de la supuesta “desfachatez
de su mujer al intentar asesinarlo”. En efecto, la defensa de Toro aclaró,
desde un comienzo, que el solimán no era un veneno, cuestión que evidente-
mente restaba valor a las declaraciones de los testigos. Luego, hizo saber que
la criada declaró en contra de su patrona porque la había pillado en “delitos
caseros”, posiblemente algún hurto menor, y que ello empujó a María Isi-
dora a lanzar la amenaza de que levantaría un falso testimonio si la acusaba
de estos delitos. A su vez, Toro intuye que hay un viejo ajuste de cuentas
entre la criada y Tadeo Noguera, posiblemente un amor no correspondido o
55
En efecto, durante el Antiguo Régimen las partes en conflicto demandaban institucional-
mente y paralelamente negociaban al margen de la justicia institucional. Se puede, por tanto,
distinguir la práctica “extrajudicial”, esto es, los acuerdos alcanzados entre partes sin mediar la
acción institucional, y la “infrajudicial”, que hace alusión a los acuerdos y negociaciones de las
partes en disputa tanto por las vías institucionales como extrajudiciales, con la intención de
obtener el mejor acuerdo privado. Para más detalles ver Alfred Soman, “L’infra-justice á Paris
d’après les archives notariales”, Histoire, économie et société: 1-3 (1982): 369-375; Benoît Garnot,
“Justice, infrajustice, parajustice et extrajustice”, Crime, histoire et sociétés/Crime, History and
Societies 4-1 (2000). Tomás Mantecón, “El peso de la infrajudicialidad en el control del crimen
durante la edad moderna”, Revista de Historia Moderna 28 (2002): 43-76.
388 HOMO DOLENS. CARTOGRAFÍAS DEL DOLOR
56
AAS, Fondo Asuntos Diversos, 238, fj. 25.
19. RASTROS DEL DOLOR EN LOS REGISTROS JUDICIALES 389
todos han experimentado y sentido alguna emoción antes los hechos descri-
tos; emociones que pueden ser disonantes y discordantes, aunque en algunos
momentos coincidentes entre sí, y que son posibles develar al lector puesto
que dichas pasiones y dolores que las partes han experimentado, subyacen
tras las declaraciones y los relatos plasmados durante la tramitación de las
causas.
Más aún, se trata de realidades concretas, que los diversos sujetos han
vivido, y que se manifiestan en diversos niveles, estadios e intensidad, según
lo que cada uno de ellos siente y padece al momento de relatar su historia o
de escuchar el testimonio del otro. Las subjetividades que los actores han
permitido que descubriéramos, constituyen las pretensiones que han hecho
presente ante las justicias y que legitiman su accionar. Y que en esta oportu-
nidad las hemos dado a conocer, sacado del olvido y, a veces, del anonimato
en que se encontraban.
Francisca Segura realizó un esfuerzo por visualizar y narrar el dolor que
como madre experimentaba al no tener cerca a su hija. Si bien, el expediente
está plagado de formulismos jurídicos y mediado por representantes judicia-
les protector y jueces, ciertamente es posible dar cuenta de lo que este juicio
significó para la madre y para los parientes paternos de la niña. Se trata de
un relato reconstruido a partir de fragmentos de diversas emociones, cuyos
significados podemos descubrir dada la forma en que fueron presentados los
acontecimientos. En lo cotidiano y en lo público, se manifestaron diversos
dolores, aunque manipulados por las partes, sobre todo por Francisca, quien
pretende sensibilizar a los jueces y a todos aquellos que quieran oírla, gene-
rando en el imaginario judicial y social la convicción de injusticia hacia esta
madre y su hija, aun cuando no nos es posible ver el dolor en sí.
En el caso de Tránsito, Narciso, Tadeo e Isidora, se manifiestan sufri-
mientos reales y falsos, emocionales y físicos, todos ellos utilizados por Nar-
ciso Bustos con la intención de lograr desembarazarse de su mujer legítima,
Tránsito Game. En efecto, es el divorcio vincular lo que pretende Bustos,
aunque seguramente carecía de los motivos enumerados y contemplados por
el derecho canónico, por lo que se vio forzado a “construir” una historia, en
la que hábilmente involucró a la criada, quien detestaba a su ama, mujer
legítima de Narciso. A su vez enredó en esta situación a Tadeo, probable-
mente por un amor no correspondido o por alguna vieja rencilla no resuelta
entre ellos. Con todo, lo cierto es que se develan ante el lector sufrimientos
aparentes y reales, cruzados por intereses contrapuestos, todos ellos en
busca de lograr alguna interpretación del mundo, de sus precariedades, de lo
bueno o malo que ofrece “la vida”, lo que da cuenta de los límites o vaivenes
de comportamiento de quienes interactúan. Es en este contexto que se mues-
tran las acciones intencionalmente degradantes hacia Tránsito, las que la
denuestan familiar y socialmente al presentarla como una homicida frus-
trada.
390 HOMO DOLENS. CARTOGRAFÍAS DEL DOLOR
57
Lipsett-Rivera, “Honor, familia y violencia”, 185-199.