DOSIS PARA USO PERSONAL Y DOSIS DE APROVISIONAMIENTO EN

COLOMBIA COMO RESULTADO DEL CONSTITUCIONALISMO Y DE LA

REALIDAD SOCIAL

Wilson Junior Ariza Jaramillo1

Introducción

La problemática de la alta producción y consumo de drogas en el mundo ha venido

siendo, desde hace muchos años, un tema de gran controversia y frente al cual no se ha
logrado un consenso mundial respecto al manejo que debe dársele teniendo en cuenta las
características propias de cada sociedad. En Colombia, es un tema que aún sigue generando
grandes controversias e innumerables discusiones. Sin embargo, jurídicamente se ha
logrado la construcción de un marco normativo que contempla permisiones, prohibiciones y
sanciones a conductas relacionadas con las drogas, en general, y con los llamados
estupefacientes, en particular.

Así las cosas, se tiene que en la actualidad, dentro de la realidad jurídica

colombiana, la existencia de ciertas figuras jurídicas como, por ejemplo, la dosis para uso
personal y la dosis de aprovisionamiento, son el resultado de concepciones jurídicas más
permisivas respecto al consumo de drogas, las cuales han sido sustentadas en una realidad
social que muestra la existencia de las drogas como parte de la historia cultural de la
sociedad mundial, y, también, en el respeto de derechos humanos, constitucionales y
fundamentales que entran en juego en el consumo de drogas como lo estupefacientes;
siendo este el caso del derecho al libre desarrollo de la personalidad y a la salud, como
ejemplos.

La anterior, corresponde a la tesis que en este ensayo se sustentará, a fin de tratar de

demostrar que la realidad social mundial y la colombiana, junto con la existencia de
constituciones con una amplia de gama de derechos, ha generado la creación e
institucionalización dentro del marco jurídico nacional de figuras como dosis para uso
personal y la dosis de aprovisionamiento. Instrumentos normativos que en Colombia
regulan el consumo de estupefacientes bajo los límites que ellos mismo establecen.

1
Estudiante de décimo (10°) semestre del pregrado en Derecho y de segundo (2°) semestre del pregrado en Farmacia de
la Universidad del Atlántico. Técnico laboral por competencias en Investigación Criminalística de la Corporación
Internacional de Educación Integral Elyon Yireh. Oficial Mayor del Juzgado Once Penal del Circuito de Barranquilla. E-
mail: ariza_wilson9a@hotmail.com

1
 1. La Drogas en la historia de
la humanidad. –
En primer lugar, es importante
mencionar que la temática en torno al
consumo de drogas, en general, y de
estupefacientes en particular, tanto en
Colombia como en cualquier otra parte
del mundo ha venido siendo uno de los
temas siempre presente en las grandes
mesas de discusiones. Es así como Bustos
(2008) al referirse al Tráfico de Drogas
menciona, con intención explicativa, que
este resulta o ha resultado ser un tema
muy controvertido en tiempo recientes,
sobre el cual se ha escrito demasiado y
que despierta un gran interés en cualquier
país, independientemente de que tenga un
alto o bajo consumo de droga; lo anterior,
continua exponiendo, debido a la
colaboración internacional en contra de la
droga, lo que ha traído una fuerte
intervención punitiva en aquellos países
identificados por ser grandes productores
de droga – Bolivia, Perú o Colombia-
(p.626).
Es común observar en la doctrina
como siempre se menciona que el
desarrollo cultural y social de los pueblos
ha venido estando ligado al consumo de
una droga. Precisamente frente a este
punto en la obra Derecho Penal Especial
se dice que las drogas a lo largo de la
historia aparecen aceptadas y vinculadas a
los ritos sociales y religiosos, teniendo
como ejemplos el alcohol, el tabaco, el
hachís, drogas provenientes de hongos o
plantas. (Bustos, 2008, p.626).
Refiriéndose también a lo
anteriormente planteado, y tratando de
consignar cómo ha sido el origen o
presencia de las drogas en la historia de la
humanidad en sentido general, y en las
prácticas culturales en sentido particular,
Ferreira (2006) realiza un sucinto
recuento de cómo surgieron y han venido
haciendo presencia las drogas en la
historia universal, diciendo lo siguiente:
[…] El opio o también llamado
papiro egipcio era utilizado en
Asia hacia el año 1500 a.C., esta
sustancia fue traída a la
civilización occidental por George
Moritz Ebers en el año de 1873 a
manera de cápsulas para dormir un
¨sueño reparador ¨.
Por su parte, la Morfina surge de
un aislamiento de la amapola
realizado por el farmaceuta
francés de apellido Setürner,
utilizándola para dormir con
tranquilidad, razón por la cual la
denominó morfina haciéndole
honor al dios mítico Morfeo, dios
del sueño.
La heroína es descubierta por la
casa Bayer en la parte final del
siglo XIX, tal descubrimiento se
produjo en un intento por tratar de
encontrar un químico con las
mismas ventajas de la morfina
pero sin su capacidad de adicción.
El caso de la coca se resume a que
fue encontrada por los europeos en
el Norte de Suramérica, mas
particularmente en aquellas zonas
que eran habitadas y gobernadas
por los Incas, y era utilizada por
2
 otras tribus como los Chibchas en
el territorio comprendido en la
Sabana de Bogotá. Estas tribus
mascan la hoja de coca,
utilizándola como un
reconfortante para las duras
labores del campo, siendo
considerada, por estas razones,
como sagrada. Es el médico
alemán Karl Koller quien en 1858
sintetiza por primera vez el
clorhidrato de cocaína para la
realización de una cirugía
oftalmológica; ahora, para el año
de 1884 sería Freud quien
utilizaría esta sustancia para
combatir la morfinomanía y hasta
1885 insistía en la inocuidad de la
droga para el tratamiento
antidepresivo.
El LSD o ácido lisérgico es un
hongo parásito que ataca lo
ovarios no fecundados del
centeno. Fue procesado por
primera vez por el químico Albert
Hoffman en 1938, quién lo ingiere
para descubrir sus verdaderos
efectos (p.222, 223).
Todo lo anotado muestra lo que
inicialmente se había planteado respecto a
la presencia de las drogas en la historia de
la humanidad y su aceptación en las
distintas manifestaciones culturales de
todas la épocas ya superadas.
2. La prohibición de las
Drogas. -
Frente a este acápite, es imperioso
señalar de entrada que Bustos (2008),
citando en su obra a Bentham, referencia
que este último se hacía la siguiente
pregunta: ¿Con qué posibilidades de
éxito… podría un legislador extirpar el
alcoholismo o la fornicación a través de la
sanción legal? El mismo Bentham
reflexionaba diciendo que ni con las
torturas que pueda el ingenio inventar
sería suficiente para lograr tal objetivo; y
que antes de haya hecho algún progreso
que merezca ese nombre, el castigo habrá
producido un gran daño excediendo más
de mil veces el agravio producido por la
ofensa (p.626). De lo anterior se deduce
que la postura de este autor está orientada
a mostrar como las acciones más crueles
y representativas de enormes castigos
resultarían tan ineficaces como
contraproducentes en la búsqueda de la
erradicación del consumo de drogas,
logrando incluso causar exageradamente
un daño que superaría de gran manera el
agravio o la problemática que provoca o
puede llegar a provocar el consumo de
drogas y la permanencia de las mismas en
la vida y en la historia de la humanidad.
Resulta pertinente traer a colación
lo que continúa referenciando Bustos
(2008) frente a la situación de cómo se
está abordando el tema del consumo y
tráfico de drogas, mostrándose como
crítico, apoyándose en la postura de
Bentham respecto a la manera o visión
prohibicionista que en la actualidad se
hace presente en los distintos Estados a
través de sus ordenamientos jurídicos,
con la cual se está pretendiendo erradicar
el problema de las drogas. Dice entonces
este autor lo siguiente:
3
 El hecho que se prohíban ciertas
drogas y no otras que tienen igual
o más poder destructor sobre el
organismo, nos obliga a
reflexionar sobre el tema y a
considerar el problema de la droga
como algo que está mucho más
allá de una solución penal, la cual
solo podría aparecer en relación a
determinados aspectos.
Recogiendo las palabras de
Bentham, así como en relación a
la fornicación no se puede prohibir
la prostitución, aunque sí
determinadas modalidades que
afecten la formación o libertad
sexual de las personas, tampoco en
relación a la droga (el
alcoholismo, u otra) se puede
entrar simplemente a prohibir,
sino que es necesario precisar en
forma muy clara y restringida el
punto en que va a incidir la
prohibición (p.627).
Así las cosas, se tiene que de otro
lado existen autores que se han destacado
por la posición crítica que han sentado en
contra de la llamada política antidrogas o
de la guerra contra las drogas. Es
importante mencionar que estas
posiciones propenden que propenden por
un cambio de concepción de los Estados
para encontrar una buena alternativa para
solucionar, contrarrestar o manejar en
mejor medida los efectos y consecuencias
del fenómeno de las drogas.
Tenemos como ejemplo, de lo
planteado con anterioridad, a Camacho,
López y Thoumi (1999) quienes en su
texto mencionan como una de sus
llamativas conclusiones que
particularmente:
Colombia no podía eludir varias
realidades que transcienden las
diferencias de poder e injusticia en
las relaciones internacionales:
primero, el consumo de drogas
psicoactivas ilegales genera altos
costos sociales y es temido por la
mayoría de la población en todos
los países, incluso Colombia. Las
encuestas en Latinoamérica
muestran que Colombia está
aislado del resto de países en el
sentido de que es el único país en
que la gran mayoría responsabiliza
a los consumidores de drogas
mucho más que a los productores
(p.203).
Podemos mencionar también la
posición de Daniel Mejía Londoño quien
en el prólogo que realiza en la obra
DROGAS, INSEGURIDAD Y ESTADOS
FALLIDOS.LOS PROBLEMAS DE LA
PROHIBICIÓN menciona que la política
prohibicionista emprendida por el Estado
colombiano y financiada por los Estados
Unidos falló en tres pilares a pesar de
haberse visionado como una política
razonable. Dichos pilares son: (1) Se
suponía que si se invertían sumas de
dinero suficientemente grandes en
programas de reducción de oferta, se iba a
lograr restringir o, por lo menos, controlar
el flujo de drogas hacia los países
consumidores. (2) Probablemente se
subestimó los costos colaterales que iban
a tener que enfrentar los países
4
productores y de tránsito que se
embarcaran en una guerra frontal contra
el narcotráfico. (3) Supuesto según el cual
los países productores y de tránsito de la
región iban a continuar hipotecando sus
intereses de seguridad y estabilidad
institucional a cambio de cuatrocientos o
quinientos millones de dólares en
subsidios para la lucha contra el
narcotráfico (Inkster & Comolli, 2013,
p.13, 14 y 15).
De esta manera podemos ahora
pasar a exponer brevemente algunos
aspectos relacionados con la problemática
de las drogas en Colombia, situación que
va a permitir ir logrando aterrizar hasta
llegar al punto en el cual se observe como
en Colombia se alcanzó un punto en el
cual, tal y como lo mencionó Bustos
(2008) compartiendo la postura de
Bentham, se le dejó al derecho penal una
serie de situaciones que para el resultan
relevantes y exigen su intervención y
acción, ultima ratio, mientras que al
mismo tiempo se extrajo de la acción del
derecho penal, bajo una serie de
condicionamientos y exigencias legales y
constitucionales, ciertos escenarios que
han salido del cordón del prohibicionismo
y de la penalización, nos referimos
entonces a la atmósfera de la llamada
dosis para usos personal, dosis de
aprovisionamiento y al consumo de
estupefacientes con fines médicos o
terapéuticos. Este trabajo pretende, en
cierta parte, estudiar las dos primeras
situaciones o atmósferas.
3. La problemática de las
Drogas en Colombia.
En primera medida, y con la
finalidad de enriquecer este acápite,
resulta importante traer a colación que en
virtud al Programa Rumbos de la
Presidencia de la República de Colombia
del año de 1998, se llevó a cabo una
encuesta que mostró datos de gran
relevancia para entender la dimensión del
contexto colombiano para la época con
relación al consumo de drogas. Esta
encuesta realizada a 250.000 jóvenes de
29 departamentos de Colombia, entre 10
y 24 años, arrojó los siguientes
resultados:
a. El 88,3 % de los encuestados
nunca ha consumido droga
estupefacientes, sí alcohol y/o
tabaco.
b. El 15,2 % se inicia en el
consumo de alcohol en edad
menor a diez años. El 65.5 %
en edades entre diez y catorce
años. El 18,8 % entre quince y
diecinueve años. El 0,4 % a
los veinte años.
c. El 6,8 % en consumo de
tabaco en edad menor de diez
años. Entre diez y catorce años
el 61,9 %. Entre quince y
diecinueve años el 30 % y
entre veinte y veinticuatro
años el 1,3 %.
d. Marihuana se consume por
menores de diez años en un
2,5 %; 45,4 % en edades entre
diez y catorce años; 48,4 % en
edades entre quince y
diecinueve años y el 3,6 % en
edades entre veinte y
veinticuatro años.
5
 e. Cocaína y otros tóxicos se
consumen en edad inferior a
diez años en 2,2 %. Entre diez
y catorce años en un 45,1 %.
Entre quince y diecinueve
años en un 49,2 %. Entre
veinte y veinticuatro años un
3,4 %.
Es más alta la tasa de consumo
de fármacos por universitarios
(7,1 %) que en bachillerato y
elementales (4,7 %) (Ferreira,
2006, p. 223).
El anterior estudio referenciado
nos muestra con gran calidad el tamaño
de la situación del consumo de drogas en
Colombia para inicios de este, el nuevo
milenio, siendo unos de los resultados
más impactantes el hecho consistente en
que los menores de diez años ya son
consumidores de alcohol y /o de otras
drogas.
Muchos años más adelante
tenemos el Estudio Nacional de Consumo
de Sustancias Psicoactivas en Colombia
del año 2013, en el cual se obtienen como
alguno de los resultados más llamativos
los siguientes:
La conclusión central del estudio
tiene que ver con el aumento del
consumo global de drogas ilícitas
(marihuana, cocaína, basuco,
éxtasis o heroína), en comparación
con el estudio realizado en 2008.
La prevalencia de vida pasó de
8.8% en el 2008 a 12.2% en el
2013, aumentando algo más de
tres puntos porcentuales. También
aumentó el reporte de uso en el
último año (de 2.6% a 3.6%).
La marihuana continúa siendo la
droga ilícita de mayor consumo en
el país. De hecho, el incremento
en el grupo de drogas ilícitas
se explica por el aumento en el
uso de marihuana. Mientras el
7.9% de la población declaró
haber usado marihuana alguna
vez en la vida en el estudio
del 2008, un 11.5% declaró lo
mismo el 2013, señalando un
aumento de casi cuatro puntos
porcentuales. Respecto del uso en
el último año, la
prevalencia aumentó
significativamente a nivel
nacional de un 2.1% en el
2008 a un 3.3% en el 2013.
Se observa un incremento
significativo a nivel nacional en
el uso de cocaína alguna vez en
la vida que pasó de 2.5% en 2008
a 3.2% en 2013. El uso reciente
(último año) se mantiene estable a
nivel nacional en 0.7%, lo que
implica que aunque la exposición
a la sustancia creció, no sucedió
lo mismo con su consumo
continuado (Observatorio de
Drogas de Colombia y el
Ministerio de Salud y Protección
Social, 2014, p. 178).
De esta manera podemos
comprender con mayor claridad el
contexto colombiano en lo que respecta al
consumo de drogas en general, y de
6
estupefacientes en particular, logrando
percatarse de como en Colombia el índice
de consumidores cada día aumenta.
4. “Dosis para uso personal” y
“Dosis de
aprovisionamiento”:
Resultados de la realidad
social y del respeto por
derechos constitucionales y
fundamentales.
Después de haber descrito el
contexto colombiano en lo que tiene que
ver con la problemática de las drogas,
resulta útil y necesario describir como se
construyó en Colombia un andamiaje
normativo que, como ya se había anotado,
extrajo una serie de circunstancias
respecto al uso de estupefacientes del
castigo o de la represión penal. Hablamos
entonces de la dosis para uso personal y
dosis de aprovisionamiento.
En Colombia se puede decir que
relativamente con la expedición de la Ley
30 de 1986 – Estatuto Nacional de
Estupefacientes- entra al tránsito
normativo la expresión Dosis para uso
personal o Dosis personal. Son
precisamente las distintas manifestaciones
en torno a esta expresión, hechas por las
altas cortes de la jurisdicción ordinaria y
constitucional, las que estructuran un
andamiaje normativo en torno al consumo
de estupefacientes bajo el concepto
contenido en la referenciada expresión.
Acto seguido, entramos a
referenciar someramente las distintas
manifestaciones legislativas y debido a que se demandaron los artículo
jurisdiccionales que frente a la expresión
se han gestado en el Estado colombiano.
En un primer momento, como ya
se había mencionado, se expide el
Estatuto Nacional de Estupefacientes,
consagrándose en su artículo 2°, literal f,
la definición de dosis para uso personal.
Se estipula lo siguiente:
j) Dosis para uso personal: Es la
cantidad de estupefacientes que
una persona porta o conserva para
su propio consumo. -Declarado
Exequible por la Corte
Constitucional, Sentencia C-221
de 1994-.
Es dosis para uso personal la
cantidad de marihuana que no
exceda de veinte (20) gramos; la
de marihuana hachís la que no
exceda de cinco (5) gramos; de
cocaína o cualquier sustancia a
base de cocaína la que no exceda
de un (1) gramo, y de metacualona
la que no exceda de dos (2)
gramos.
No es dosis para uso personal, el
estupefaciente que la persona lleve
consigo, cuando tenga como fin su
distribución o venta, cualquiera
que sea su cantidad (Congreso de
la República, 1986)
Posteriormente sería la Honorable
Corte Constitucional la que se
pronunciaría en sentencia C-221 de 1994,
2, literal f, contentivo de la definición de
7
dosis para uso personal, y el 51, donde se
penalizaba el consumo de la misma, de la
ley 30 de 1986, declarando la
exequibilidad de la definición de dosis
para uso personal, consagrada en ese
estatuto, por considerar que:
[…] pues constituye un ejercicio
de la facultad legislativa inscrito
dentro de la órbita precisa de su
competencia. Porque determinar
una dosis para consumo personal,
implica fijar los límites de una
actividad lícita (que sólo toca con
la libertad del consumidor), con
otra ilícita: el narcotráfico que, en
función del lucro, estimula
tendencias que se estiman
socialmente indeseables […]
(Corte Constitucional, 1994).
De lo anterior, se observa como
este alto tribunal constitucional le pone
un límite muy claro al legislador frente a
la fijación de líneas o barreras que
permitan diferenciar y dividir dos
actividades, por un lado, la lícita que sería
el consumo de estupefacientes dentro de
un límite que no traspasa la libertad del
consumidor, y por otro la ilícita, es decir
el Narcotráfico.
En esa misma sentencia, se
pronunciaría el honorable Tribunal frente
a la prohibición o penalización del
consumo de dosis para uso personal,
situación ésta que se consagraba en el
artículo 51 del Estatuto Nacional de
Estupefacientes, disposición normativa en
la cual erigió como contravención el
porte, conservación para el consumo o
consumo de cocaína, marihuana o
cualquier otra droga que produzca
dependencia, en cantidad considerada
como dosis personal. Frente al examen de
constitucionalidad dijo la Corte:
Es el reconocimiento de la persona
como autónoma en tanto que
digna (artículo 1o. de la C.P.), es
decir, un fin en sí misma y no un
medio para un fin, con capacidad
plena de decidir sobre sus propios
actos y, ante todo, sobre su propio
destino. La primera consecuencia
que se deriva de la autonomía,
consiste en que es la propia
persona (y no nadie por ella) quien
debe darle sentido a su existencia
y, en armonía con él, un
rumbo. Si a la persona se le
reconoce esa autonomía, no puede
limitársela sino en la medida en
que entra en conflicto con la
autonomía ajena.
[…]
Si el derecho al libre desarrollo de
la personalidad tiene algún sentido
dentro de nuestro sistema, es
preciso concluir que, por las
razones anotadas, las normas que
hacen del consumo de droga un
delito, son claramente
inconstitucionales (Corte
Constitucional, 1994)
Por las anteriores consideraciones
y otras de gran importancia, la Corte
Constitucional declaró inexequible la
norma demandada, art. 51. Esa decisión
gestaría o sería el primer ladrillo de la
8
nueva concepción licitud de consumir
estupefacientes bajo la dosis para uso
personal, además se deja inmediatamente
por sentado la facultad que tiene el
legislador colombiano para regular el
ejercicio de tal actividad.
De otro lado, la jurisdicción no se
quedaría atrás en el tema. La Corte
Suprema de Justicia, en su Sala de
Casación Penal, va a estructurar un
interesante lineamiento conceptual de la
expresión dosis para uso personal. Lo
anterior situación, es debido a que esta
Corte tuvo resolver interesante problemas
jurídicos frente a la configuración o no
del punible, tipificado en el vigente
Código Penal – Ley 599 de 2000- ,
Tráfico, fabricación o porte de
estupefacientes.
El concepto de dosis personal al
que se ha hecho referencia, deslindado
por completo de conductas que
evidencien tráfico oneroso o gratuito de
drogas, emerge como parámetro de
racionalización del poder punitivo del
Estado cuando se trata de examinar la
conducta de los adictos o de personas no
dependientes, que se encuentren en
posesión de cantidades mínimamente
superiores a la legalmente permitida,
porque a pesar de la percepción
simplemente objetiva de haberla
superado, es lo cierto que la actividad que
desarrollan (el consumo de dosis
personal) es lícita y corresponde al
exclusivo ámbito de libertad de esa
persona […] (Corte Suprema de Justicia,
2009)
Sería en la anterior sentencia en la
cual el referenciado tribunal, haciendo
uso el principio de lesividad en la teoría
del delito, empezaría a sentar un claro
lineamiento para diferenciar cuando se
está ante la hipótesis delictiva del artículo
376 del C.P. o ante el consumo lícito de
estupefacientes.
Diría también la Corte Suprema de
Justicia (2009) que el concepto de dosis
personal se encuentra ligado al de
“aprovisionamiento”, dicho concepto es
el que evidencia en dependientes
(habituales, disfuncionales, destructivos)
o experimentadores y ocasionales apenas
en proceso de iniciación en ese mundo, a
quienes como “consumidores hormiga” se
les sorprende llevando consigo
marihuana, cocaína (derivados) o
cualquier otra droga que produzca
dependencia física, psíquica y fenómenos
de tolerancia, en cantidades escasas que
sobrepasen los topes legalmente
permitidos, eventos en los que antes que
producir un daño o peligro de menoscabo
al bien jurídico socio colectivo de la salud
pública de que trata el Título XIII de la
Ley 599 de 2000, lo que se pone de
presente es un comportamiento “auto–
destructivo” o de “auto-lesión” el cual
incumbe los ámbitos exclusivos de la
libertad de esa persona, es decir, a un
fenómeno singular carente de
antijuridicidad material (ausencia de
lesividad) y que, por ende, no es punible.
Ahora, es importante mencionar
que con esta sentencia iniciaría la
creación y solidificación de un
lineamiento jurisprudencial en torno a la
9
dosis personal y dosis de
aprovisionamiento como situaciones en
los cuales se presenta la ausencia de
lesividad o antijuricidad material, lo que
implica la inexistencia de una conducta
relevante o que le interese al Derecho
Penal. Es así como podemos referenciar
las sentencias que conforman dicho
lineamiento jurisprudencial, que puede
denominarse Línea jurisprudencial
vigente en relación a la ausencia de
antijuricidad material y la no existencia
de conducta punible, las cuales son:
Proceso No. 31531-CSJ/S. de C.P. – Julio
08/2009 M.P. Yesid Ramírez Bastidas;
Proceso No. 33409-CSJ/S. de C.P.-
Septiembre 03/2014 M.P. José Leonidas
Bustos Ramírez; Proceso No. 42617-
CSJ/S. de C.P. Noviembre 12/2014 M.P.
Gustavo Enrique Malo Fernández y
Proceso No. 41760-CSJ/S. de C.P. Marzo
09/2016 Yesid Alexander Arias Pinto.
A manera de conclusión, se tiene
que existe en Colombia un andamiaje
normativo que muestra como el ejercicio
del consumo de estupefacientes bajo los
límites que ha establecido el primera
medida el legislador, con fuerte influencia
de la producción jurisprudencial de la
Corte Constitucional y de la Corte
Suprema de Justicia, es concretamente
lícito, legal y constitucionalmente
aceptado y validado. Lo que implica,
entonces, la existencia de un marco
normativo que ha estructurado una
concepción clara de la dosis para uso
personal y dosis de aprovisionamiento,
siendo estas dos figuras productos
indiscutibles de la realidad social de un
mundo altamente consumidor de drogas
y/o de un país que además de ser gran
consumidor es un notable productor y
exportador; así como también son
resultado de una concepción
constitucional o de derechos que ha
venido prevaleciendo en Colombia,
perfectamente observable en las
decisiones de la Honorable Corte
Constitucional.
No obstante a lo anterior, se
encuentra vigente una situación
consistente en que nada se ha dicho frente
a un lugar o espacio, a condiciones
mínimas y dignas, garantías
institucionales o políticas públicas que
regulen o controlen el consumo de
estupefacientes como una actividad que
cualquier ciudadano, cumpliendo lo
establecido por el legislador, puede
plenamente ejercer, sin que ello implique
una segregación o expulsión de la
sociedad o de la ciudad, entendida no solo
como un ente físico sino también como
estructura social, o que se crea que el
consumidor no se hace acreedor de todos
los derechos que la normatividad estatal
ha establecido para todos los
colombianos.
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Congreso de la República. (1986). Ley 30 de
1986. Por la cual se adopta el
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Ferreira Delgado, F. J. (2006). Derecho Penal

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11