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Andar en el barro

Construcciones populares en tiempos de capitalismo explícito

Vos que le echas la culpa


a bolivianos y peruanos,
a los que cortan rutas
o están sus tierras reclamando,
no seas tan tarado,
el que te jode está a tu lado
Los diarios le dan tapa
y la tele un buen horario,
se sienta a cualquier mesa
a negociar la sangre nueva
León Gieco – Idolo de los Quemados

La alegoría puede llevarnos por caminos fructíferos para pensar-sentir lo que


está aconteciendo y las características que asume hoy la dinámica estructural del
capitalismo. Si bien, es un camino elíptico, nos permitirá confrontar nuestras
realidades y rumiarlas desde otro punto de vista. La idea de este escrito podría
resumirse así: seguir el campo de la alegoría para hablar más claro.

Los que dominan siempre han tenido –y tienen- conciencia de clase. Más allá de
las facciones internas, en lo estructural, operan como un bloque sólido que se lleva por
delante todo lo que se les oponga o estove. Malthus desarrolló una teoría –podríamos
llamarla así, aunque en realidad es una justificación ideológica de la dominación
imperial- para legitimar el genocidio de innumerables pueblos de América Latina,
Africa, Oceanía y Asia. Esta falsa concepción sostiene que el crecimiento demográfico
sigue un ritmo de crecimiento aritmético mientras que los recursos –alimentos, sobre
todo- lo hacen a un ritmo geométrico es uno de los fundamentos de la economía-
política capitalista. Bienes escasos, necesidades infinitas rezan todos los capitalistas
como un dogma. La muerte temprana por hambruna, las epidemias, las guerras son
expresiones de la regulación natural –según la mirada capitalista- de la población. El
territorio de ejecución de la economía-política capitalista es todo el planeta. Siempre
lo fue. La materialización de esta intención fundante se fue concretando a medida que
la tecnología lo fue posibilitando. La mayoría de la humanidad es prescindible para los
grupos económicos trasnacionales. Justificantes ideológicos les sobran. Desde hace
siglos forman cuadros que planifiquen, ejecuten y legitimen la imposición de procesos
sociales cada vez más injustos y desiguales. Desde Smith y Ricardo pasando por
Hobbes hasta Friedman y Hayek el listado de mercenarios es impresionante. En
América Latina Vargas Llosa se ha propuesto para sumarse a esta cohorte de
alcahuetes de los dueños del dinero.

Las hambrunas, las matanzas, la reducción a la esclavitud, las migraciones


forzadas son realidades cotidianas en múltiples geografías del planeta. En todas
partes menos en los países centrales, ellos tienen gendarmes que vigilan sus fronteras
y matan a todos aquellos pobres de otras latitudes –empobrecidos por empresas de los
países centrales- que quieren llegar a las ciudades que disfrutan de la expolición de
sus geografías natales. Los eufemismos tiñen todos los discursos que el sistema
difunde a través de múltiples medios de comunicación porque pretenden mostrar un
rostro no tan despiadado. Responsabilidad social empresarial, campañas de donaciones,
millones gastados en publicidad, auspicios de eventos deportivos, aportes a campañas
políticas son algunas de las caras que asumen las empresas trasnacionales para desviar
la mirada de su verdadero interés. Proper & Gambels hace hoy una publicidad de un
producto que ellos fabrican que –según ellos- es capaz de potabilizar el agua esté en la
condición que esté después de que contaminó todos los cursos de agua cercanos a sus
establecimientos productivos durante décadas. Monsanto se presenta como el
portador de la solución para el hambre del mundo mientras sus productos envenenan la
sangre de millones de niños, mujeres y hombres con sus agrotóxicos que son hijos de
agente naranja que desarrolló para el ejército Norteamericano para quemar la selva
vietnamita con ellos adentro. Mirar más allá es condición necesaria para pensar-sentir
críticamente la dinámica de lo real y, desde allí, engendrar andares nuevos.

El posibilismo, las políticas paliativas, las estrategias que favorezcan la


inclusión, los dispositivos que tiendan al fortalecimiento de los sujetos son, también,
parte de los discursos políticamente correctos. Todos juegan en los límites de lo que
la dinámica estructural de la realidad constituida en la trama capitalista permite –y,
hasta, promueve- que algo cambie para que nada cambie. Esta supuesta flexibilidad
tranquiliza muchas conciencias, posterga transformaciones radicales para tiempos que
nunca llegarán, moraliza la mirada sobre los procesos sociales. Por ello, ejercer
nuestro pensar-sentir crítico implica también ejercerlo sobre nuestras propias
prácticas.

Embarrarse

Hace unos años me referí a la siguiente experiencia. Una tarde de un invierno


lluvioso organizamos una asamblea en la Capilla del barrio. El día estaba horrible. Hacía
más de una semana que no llovía casi todos los días. Las calles de tierra se habían
convertido en lodazales. Era casi imposible atravesar las bocacalles. A la hora
acordada éramos solo tres. Hablábamos si era o no conveniente reprogramar el día de
la asamblea. En ese momento llegó una abuela de la comunidad. Ante el panorama del
salón casi vacío se sentó despacio y dijo unas palabras que no voy a olvidar jamás. En
el barro uno camina más despacio, pero igual si uno quiere ir a un lugar se las arregla
para llegar. Sólo hay que saber dónde pisar, si hay que volver para atrás se hace y dar
pasos firmes. Muchas veces no son las piedras los mejores lugares para pisar, los
pastitos agarran mejor la tierra y hacen más firme la pisada. Escuchando a la abuela
esperamos. La asamblea se armó y fue una de las más fructíferas de las que participé.
Siempre que camino por calles de tierra convertidas en barriales recuerdo aquellas
palabras. La alegoría del andar comunitario siempre me pareció fructífera y quiero
aplicarla a los andares comunitarios que encarnamos hoy en tiempos en los que la
dinámica capitalista manifiesta su crueldad casi sin filtros.

La dinámica estructural de la realidad bajo el signo del capitalismo no se dirige


solo a construir aquello que desea y quiere sino que dedica gran parte de sus
esfuerzos para entorpecer, impedir y combatir a todos aquellos que sueñan y
construyen otros mundos posibles. Gransci conceptualizó la dinámica por la que una
clase o sector de clase impone su hegemonía sobre la totalidad de dinámica social en
un tiempo determinado. El control de los medios de producción es algo que desarrolló
adecuadamente Marx en sus escritos. Gransci complejizó la mirada y nos permitió
comprender el entramado simbólico que exige la imposición de un dirección
hegemónica, la necesidad de constituir un sentido común que sustente como natural un
orden de cosas, un sistema institucional que permee los diferentes ámbitos de la vida
cotidiana con el mensaje oficial, medios de comunicación que cuenten historias que
sustenten el mismo relato y que tiendan a generar aspiraciones dentro de lo esperable
para el lugar que la vida le ha otorgado a cada uno. Foucault señalaba en este mismo
sentido que el ejercicio del poder en el capitalismo no es punitivo sino,
fundamentalmente, productivo. La voluntad por generar consensos de los grupos
económicos trasnacionales concentrados llega hasta dónde ellos consideran que ya no
están dispuestos a dejar de ganar. Cuando esto sucede el consenso deviene en
coerción y para ello estos grupos tienen sus gobiernos que controlan las fuerzas de
seguridad. Estos las ponen al servicio del capital sin dudarlo, incluso sienten placer en
demostrar su utilidad. La dinámica capitalista genera y promueve las crisis para
ejecutar de forma más violenta los mecanismos de ajuste que posibiliten la
transferencia de recursos hacia los grupos concentrados en detrimento de las
grandes mayorías populares. La declaración de estados de emergencia es un lugar
propicio para aceitar los mecanismos de acumulación y profundizar las desigualdades.
Así como no hay barro en todas las calles de la ciudad, en tiempos de crisis los
cañones del ajuste y las fuerzas represivas que los acompañan no miran para todos
lados, están concentrados en las organizaciones y en los movimientos populares. Ellos
son los que embarran la cancha y si te ven tambalear son los primeros en empujarte.

Una de las cualidades de la realidad que tenemos que asumir desde los sectores
populares es que la cancha está bien embarrada por los grupos concentrados
trasnacionales. A partir de allí, sabemos –existencial y vitalmente- que atravesarla es
una tarea costosa, delicada, artesanal, comunitaria y conciente. Finalmente –por lo
menos en este primer momento- que la tarea no consiste en secar la cancha del
capitalismo, consiste en engendrar una nueva. Este dar a luz no acontece al final del
camino, se manifiesta en nuestros andares comunitarios cotidianos. Este andar no
tiene final, porque es un andar histórico. Tampoco es lineal, no siempre hay que ir para
adelante para crecer. Muchas veces hay que frenar, mirar bien –discernir- el
panorama, quizás retroceder algunos pasos para atrás para elegir otro camino que nos
permita llegar más lejos. Una cosa es importante. En el barro hay que ser concientes
de los pasos que damos, saber dónde ponemos el pie. Este saber mirar y saber elegir
se aprende en el diálogo y en la práctica comunitaria. La tentación del asfalto siempre
está presente. Una de las estrategias preferidas por los personeros de los grupos
concentrados –que muchas veces se presentan como representantes del poder
popular- es dividir a las organizaciones populares ofreciéndoles facilidades, contactos,
bienes, dinero. Caminar por el asfalto nos da la sensación de que podemos llegar más
rápido, pero esto nunca es así. Cuando decidimos salirnos del barro, cuando optamos
por seguir a un líder carismático en lugar de protagonizar construcciones comunitarias
caminamos por el asfalto del capitalismo. Será por calles marginales, pero esas calles
están diseñadas por otros y nunca nos van a llevar al socialismo, siempre desembocan
en más capitalismo. Esta es una discusión que nos debemos al interior de los sectores
populares, porque por más tentación que venga de afuera la decisión de salirse del
barro para caminar por rutas que otros trazaron surge desde nuestros propios
compañeros. La caminata –siempre me pareció muy adecuado que las Comunidades
Eclesiales de Base en Brasil llamaran caminhada a sus andares- por el barro siempre
nos va a exigir protagonismo. Allí los caminos no están trazados de antemano.
Discernir por dónde seguir es una tarea diaria. Conocer el terreno, saber leer las
señales, mirar a los compañeros para saber –existencialmente- cómo estamos, mirar
cerca y lejos a la vez para pisar firme sin perder de vista el horizonte de la utopía
libertaria. Todas esta acciones –y otras más que escapan a mi capacidad de análisis-
son fundamentales para que los andares populares engendren algo verdaderamente
nuevo. Para finalizar, es fundamental reconocer que es una caminata en terreno hostil.
Reconocer la violencia que atraviesa la dinámica histórica nos posibilita ser críticos de
sus múltiples expresiones. Aquellas que son más bestiales es más sencillo repudiarlas,
pero en la profundización de la construcción de nuevos calendarios o geografías más
humanos reconocemos –y nos reconocemos- atravesados por tramas vinculares,
dispositivos institucionales, prácticas comunitarias que reproducen la estructura
violenta propia de la dinámica capitalista de forma más sutil. Por eso, el ejercicio del
discernimiento en el diálogo comunitario debe ser cada vez –en la medida de lo
posible- honesto y profundo para que nuestros andares alumbren verdaderamente
otros mundos. Enfrentar la violencia sin usar los mismos métodos que a ella la
engendran es tarea fundamental. Mantenernos firmes, ejercer con potencia y vigor
nuestras convicciones; mirar de frente y decir claramente quiénes y cómo nos roban,
explotan, asesinan; celebrar nuestras conquistas, encontrarnos para soñar más allá son
posicionamientos que asumimos porque nuestros andares se constituyen en la
conflictividad propia de todo proceso histórico.

Hacernos pueblo

La modernidad-conquistadora ha generado una subjetividad que se encuentra


satisfecha existencialmente cuando cosifica los procesos sociales, los vínculos, las
tramas identitarias, todo. El sustancialismo es una derivación necesaria de la
hegemonía de la racionalidad instrumental. Si el propósito del conocimiento es
controlar en función de alinear la realidad para que sea útil al propósito de maximizar
los beneficios es entendible que se busque cosificar todo aquello que camina, sobre
todo a los sujetos. Igualmente la fuerza de lo real se impone mostrando la
insuficiencia de los esquemas diseñados desde la racionalidad instrumental y
ejecutados a través de complejos dispositivos disciplinares. Los sujetos se salen de
los esquemas. Es por ello que necesita como apoyatura a sus dispositivos un marco
moral normativo que califique como anormal, disfuncional, peligroso a aquellos sujetos
que vayan más allá o más acá de lo esperado y permitido. Como todo proceso
hegemónico el sustancialismo se ha hecho carne en nosotros y está profundamente
arraigado en nuestro sentido común. Tendemos a pensar-sentir que los sujetos son o
no son, igual con las instituciones, con los procesos comunitarios, con todo. En este
caso particular, nos genera mucha angustia sentir que no somos un sujeto colectivo, no
somos un Pueblo capaz de articular la fuerza suficiente para oponerse y derrotar la
embestida ajustadora y asesina de los grupos concentrados trasnacionales. Quizás,
volver el corazón y la mirada a la utopía libertaria nos permita complejizar y
deconstruir el sustancialismo que anida en nosotros para pensar-sentir crítica y
dinámicamente la realidad. Realidad que en sí misma es movimiento.

La destrucción de los lazos comunitarios, de las organizaciones sociales, de


nuestra capacidad de reconocernos Pueblo y actuar como tal fue el propósito central
de los procesos represivos que se desplegaron por, casi toda, América Latina durante
las décadas del ’60 y el ’70. El plan sistemático orquestado para imponer el terror
mediante el secuestro, la tortura, la desaparición y el asesinato de millares de
mujeres y hombres, la entrega de sectores estratégicos de la economía –energía,
puertos, recursos naturales, comunicaciones- conjuntamente con la consolidación del
endeudamiento externo como mecanismo de dominación permanente es un golpe que
nos sigue afectando a más de cuatro décadas de iniciado. Reconocernos en esta
complejidad y en esta debilidad nos permite reconocer y valorar las fortalezas que sí
tenemos. Estamos siendo Pueblo en algunas circunstancias y en determinados lugares.
Nos constituimos Pueblo en la materialización de procesos libertarios. Asumir
concientemente la decisión de construir en el barro –siguiendo la alegoría- nos abre a
la provisoriedad esencial de todo lo humano. Engendrar tramas vinculares y prácticas
libertarias hoy es un punto de partida para dialogar y discernir cómo hacerlo mañana.
Puede ser que en algunos casos la respuesta sea seguir el mismo camino, en otras
ocasiones puede exigirnos cambiar un poco el rumbo. También la dinámica de lo real, el
contexto histórico-social pueden pedirnos cambios radicales. Caminar por el asfalto
condiciona la dirección porque el rumbo ya está trazado por otros, por ello la
tendencia que promueve la dinámica capitalista es siempre conservadora. En el barro
el camino no está hecho, los protagonistas de su construcción somos nosotros. Cuando
nos enamoramos del pedacito de tierra firme que logramos alcanzar seguimos el mismo
rumbo conservador que promueve el sistema. Constituirnos, cada vez, con mayor
potencia transformadora como sujeto colectivo Pueblo implica abrirnos al dialogo
crítico intracomunitarios y con otras organizaciones y animarnos a andar por senderos
nuevos. La clave de esta apertura esencial es sostener la centralidad de la vida y la
dignidad como eje del discernimiento y de la praxis. Vamos despacio, no siempre para
adelante, muchas veces tenemos que parar y reagruparnos. Ciertamente nos falta
mucho para constituirnos como sujeto colectivo que sea capaz de incidir
significativamente en la dirección excluyente de la dinámica capitalista. Pero también
es cierto que vamos siendo, que incidimos y que podemos dar más de nosotros. La
esperanza consiste en esto, no todo lo que es hoy tiene que seguir siendo mañana. La
convicción de que otro mundo –otros mundos- es posible está arraigada en nosotros y
nos anima a seguir caminando.

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