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La revolución de la terapia centrada en el cliente de


Carl Rogers
Por Buenaventura del Charco Olea - 07/03/2017

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C
arl Rogers es sin lugar a ninguna duda una de las grandes figuras de la
psicología del siglo XX. Sus aportaciones van más allá de crear de la
creación de la psicoterapia centrada en el cliente, (también conocido
como Counselling) un modelo de intervención y concepción del ser humano de
corte humanista, sino que aportó a todos los psicólogos clínicos las bases de
cómo debe ser la relación entre el paciente y su psicólogo en sus afamadas
actitudes rogerianas, la base de lo que actualmente llamamos Alianza
Terapéutica, factor que la investigación ya ha señalado como clave para que una
psicoterapia sea eficaz. A lo largo de su carrera desempeñó importantes cargos
como investigador, psicoterapeuta y referente en el mundo de la psicología como
la presidencia de la APA, cátedras y puestos de profesor en diferentes
universidades (Ohio, Chicago, Wisconsin-Madison o el Instituto de Ciencias de
la Conducta del Oeste) y también fue un referente y requerido para otros
ámbitos como el educativo, con importantes instituciones como la CIA (en la
Human Ecology Fund, que realizaba estudios sobre la persona para la agencia de
inteligencia) o como mediador en los conflictos de Irlanda del Norte, Sudáfrica,
Estados Unidos o Brasil.

Este psicólogo norteamericano nació en un pequeño pueblecito de Illinois, y a


edad temprana empezó a observar (podríamos decir escuchar, que era lo que él
sabía hacer mejor que nadie) la naturaleza en la granja que compró su padre. Un
día, observando las patatas acumuladas en un almacén, en el que la luz sólo
entraba por un pequeño tragaluz pegado al techo del mismo, pudo contemplar
algo que fue para Rogers revelador: Al estar privadas de algo básico para sus
necesidades, las patatas, echaban raíces que crecían hacia arriba, buscando la luz
que necesitaban para sobrevivir.

¿Cómo podía una patata, un ser biológicamente tan primario, tener esa
capacidad innata a la adaptación y al desarrollo? Observando otras formas de
vida más complejas, Rogers entendió que todas las formas de vida tienen al
crecimiento y a ser plenas, entonces, ¿por qué los humanos se volvían a veces
enfermos o se bloqueaban en sus problemas?

EL SER HUMANO TIENE ANTE TODO LA CAPACIDAD


DE, ESCUCHÁNDOSE A SÍ MISMO Y A SU PROPIA
SUBJETIVIDAD, ELEGIR HACIA DONDE QUIERE
PROYECTAR SU VIDA.
Esta idea sería una de las bases de su concepción del ser humano, y de su forma
de entender la labor del psicólogo no como un “maestro” o “técnico” que enseña
a su paciente sino como un ser humano abierto a la experiencia y al contacto con
su paciente, postulados que presentó en su mítica conferencia del 11 de
diciembre de 1940 en la Universidad de Minesota en la que creó alta expectación
y polémica al plantear las bases de lo que luego se llamaría la psicoterapia no
directiva o centrada en el cliente, y al abrir, junto con Maslow o Fritz Perls, lo
que se denominaría la Tercera Vía o Humanismo, un paradigma dentro de la
psicoterapia con una visión más optimista del ser humano y basada en la no
directividad.
La teoría rogeriana muestra una concepción del ser humano basada en unos
pocos principios, con los que, a pesar de su aparente sencillez, logra explicar la
naturaleza del ser humano:

Tendencia a la Actualización: El ser humano tiende de manera natural al


crecimiento y al desarrollo. Las personas son capaces de autodirigir su conducta
hacia lo que necesitan y desean en cada momento siempre y cuando sean
capaces de aceptarse plena e incondicionalmente a sí mismos.

Congruencia entre el Yo Real – Yo Ideal: Las personas que más logran


poner en marcha dicha tendencia y acercarse más a la autorrealización son
aquellas que logran tener un nivel de ajuste mayor entre su propia realidad y la
visión ideal que se obligan a ser de sí mismos. Aceptar la propia verdad de cada
uno permite que podamos avanzar hacia aquello que queremos conseguir y nos
aporta estabilidad, en cambio, forzarnos a ser una imagen irreal e idealizada,
rígida de nosotros mismos nos impide observar nuestra propia realidad y nos
atasca en gastar nuestros esfuerzos en tratar de avanzar hacia algo que no
somos.

Libertad: El ser humano es algo más que la suma de los condicionamientos


habidos y una visión mecanicista del individuo que planteaban las terapias de
modificación conductual y tampoco es esclavo de aquellos conflictos que ocurre
en su inconsciente, y que, por tanto, no es capaz de controlar. El ser humano
tiene ante todo la capacidad de, escuchándose a sí mismo y a su propia
subjetividad, elegir hacia donde quiere proyectar su vida.

Es en base a esta concepción que Rogers desarrolla la psicoterapia centrada en el


cliente, un modelo de psicoterapia, que se basa en la no directividad (el ser
humano es capaz de autodirigir su conducta, y por tanto, no necesita ser dirigido
por otros), en estar centrada en el cliente (es el psicólogo y su metodología las
que se adaptan al cliente, y este es el experto en sí mismo y no al revés), y en
crear unas condiciones a través de las actitudes del terapeuta y en el
establecimiento del vínculo relacional entre el psicoterapeuta y su paciente, que
favorezcan esta tendencia innata del ser humano al crecimiento.
Actitudes del terapeuta de la terapia centrada en el
cliente
Aceptación Incondicional: Los seres humanos tratan de no mirar los
aspectos de su naturaleza que le son dañinos o amenazantes (por historia de
aprendizaje, pero fundamentalmente, por miedo a ser rechazados o juzgados por
otros), si en la relación terapéutica el paciente puede sentirse aceptado
incondicionalmente y no juzgado por su psicólogo, podrá empezar a mirar estos
aspectos, y por tanto, elegir que decide hacer con ellos y autodirigir su conducta
para alcanzar dichos objetivos y solucionar sus problemas por sí sólo.
Únicamente a través de la experiencia de ser aceptado por otro plenamente,
puede una persona sentirse digna de ser aceptada, lo que le permite comenzar a
mirar su propia realidad y aceptándola tal y como es, empezar a poder cambiarla
si lo desea. Además, dejará de gastar sus energías en aquellos conflictos y
conductas que hace para ser más cercano a su “Yo ideal” que simplemente, busca
ser su mejor versión, la más “aceptable” o “querible” para otros, pero que, es por
ello mismo, no incondicional (sólo soy aceptado en la medida que hago lo que
otros perciben como bueno).

Empatía: Esta habilidad, capaz de ponerse en el lugar del otro, y no sólo eso,
sino tratar de entender su realidad tal y como la percibe el otro (con sus sistemas
de creencias, forma de entender la vida, valores…), permite al psicólogo señalar
al paciente a través del reflejo empático (operativización conductual de la
empatía) aquello que le ocurre y experiencia, su verdad por encima de sus
rumiaciones cognitivas y obligaciones sociales e idealizadas, lo que facilita al
paciente poderse “ver” en ese espejo para entenderse a sí mismo.

Autenticidad: La relación terapéutica debe despojarse del rol de


seguridad del psicólogo para pasar a ser un encuentro de ser humano
a ser humano. Sólo si el psicólogo es genuino y auténtico, la aceptación
incondicional y la empatía de éste le valdrán al paciente, que de lo contrario, lo
vivirá como algo forzado y puesto en el “papel” que desempeña el terapeuta, por
lo que dicha validación sería también condiciona (en este caso al rol de
psicólogo). Rogers, plantea además que si el psicólogo es auténtico puede
mostrar al paciente una forma de aceptarse, un aprendizaje por modelado a
través de la propia aceptación del psicólogo hacia sí mismo que se envidencia en
la autenticidad al poder mostrar el terapeuta sus emociones y propias penas y
glorias.

Con todo esto, los pacientes pueden tener un encuentro donde al ser aceptados,
pueden percibirse aceptables, y, por tanto, empezar a mirar la parte de sí
mismos que evitan, y al entenderla y conocerla, pueden reaccionar a ella y elegir
libremente que desean hacer. Este proceso es facilitado por la empatía del
psicólogo que refleja y muestra la verdad y el yo real que percibe del otro,
siempre como una sugerencia y no como una interpretación impuesta.

LA RELACIÓN TERAPÉUTICA DEBE DESPOJARSE DEL


ROL DE SEGURIDAD DEL PSICÓLOGO PARA PASAR A
SER UN ENCUENTRO DE SER HUMANO A SER
HUMANO
Finalmente, la autenticidad del psicólogo le da la validez y legitimidad a esta
aceptación y le muestra al paciente una forma para la propia aceptación de sí
mismo.

Rogers, que pocos conocen de él su gran faceta como investigador y académico y


que aportó notables avances técnicos en la investigación, como por ejemplo el
hecho de ser el primer psicólogo que grabó y analizó cientos de horas de sus
propias psicoterapias para ver los patrones y formas que seguían, pudo
comprobar que los pacientes que realizaban su tipo de psicoterapia
evolucionaban hacia el crecimiento y desarrollo en los sentidos que ellos
decidían y que presentaban un cambio en su personalidad que pasaba por
diferentes fases:
Cambios en el Concepto de Sí Mismo: El cliente adquiere un mayor de grado
de consdieración positiva hacia sí mismo, gracias a la integración de las
experiencias rechazadas anteriormente. La consdieración positiva
incondicional del terapeuta ha favorecido esta integración; La empatía ha
ayudado a reconocer sus propios sentimientos y la congruencia del terapeuta
ha servido para la introyección de esta actitud.
Cambio en el Locus de la Evaluación: Se produce un desplazamiento desde la
consideración de los valores ajenos hasta la asunción de los suyos propios. La
mayor confianza que se estimula a través de la terapia favorece la
autodirección y la percepción de que su conducta está bajo su control.
Cambio en la Relación de los Demás: La percepción y valoración de los demás
se hace más tolerante y realista.
Cambio en las Defensas y en la Manera de Experienciar: El cliente se hace más
abierto, congruente y menos defensivo en cuanto a su experiencia. Disminuye
su vulnerabilidad a la amenaza gracias a una mayor congruencia y flexibilidad.
Cambios en la Madurez y Organización de la Personalidad: La persona se
vuelve más objetiva y realista en sus percepciones, más capaz de solucionar
sus problemas y de tolerar la frustración. Las exigencias de su yo ideal están
más acordes con sus posibilidades. Su conducta se vuelve más creativa y
adaptada.

Articulo publicado en el mes de Febrero del 2017 en Aprende Viendo Terapia, la


plataforma online y presencial del entrenamiento de habilidades clínicas para
psicólogos

Bibliografía

Barceló, T. (2013). Las actitudes básicas rogerianas en la entrevista de relación


de ayuda. Miscelánea Comillas. Revista de Ciencias Humanas y Sociales,
70(136), 123-160.

Carl Rogers (1997). Psicoterapia centrada en el cliente. Barcelona: Ediciones


Paidós Ibérica.
Buenaventura del Charco Olea
http://aprendeviendoterapia.com

Buenaventura del Charco Olea es director de Aprende Viendo Terapia, centro oficial de Prácticas de

Grado o Máster de Psicología General de diversas universidades en España.

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