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¿EXISTEN LOS COLORES EN LA NATURALEZA?

Aparentemente esta pregunta parece absurda, ¿Cómo no van a existir los bellos
colores de los paisajes que podemos observar a diario? El azul del cielo, el verde
de las hojas de los árboles... parece evidente que los colores existen y son uno
de los atributos más fundamentales de todos los objetos que observamos.

Sin embargo, como veremos a continuación, la respuesta a esta pregunta es


asombrosa e inesperada. Lo primero que tenemos que hacer para tratar de
responderla es analizar brevemente cómo y por qué vemos los objetos que nos
rodean.

¿Por qué vemos los objetos?

Como todo el mundo sabe para observar un objeto necesitamos luz, con luz
podemos en principio observar y describir cualquier objeto (excepto si éste es
totalmente transparente o si es negro y se encuentra sobre un fondo negro).

Podemos ver los objetos porque la luz se refleja en ellos y llega hasta nuestros
ojos. Sabemos que un espejo refleja la luz ya que podemos ver nuestra cara
reflejada en él pero ¿un trozo de madera, una piedra o un trozo de acero también
reflejan la luz? ¿por qué objetos tan distintos reflejan la luz? ¿por qué unos son
transparentes y otros no?

Como sabemos todos los objetos están compuestos por átomos. Los átomos a
su vez se componen de un núcleo central formado por protones (carga +) y
neutrones (sin carga) y de una "nube" de electrones (carga -) que "giran" a su
alrededor.

Son estos electrones los que permiten que veamos los objetos. Los electrones
se distribuyen alrededor del núcleo formando capas como los de una cebolla,
las capas más cercanas al núcleo tienen mayor energía ya que el núcleo con su
carga positiva los atrae con mayor fuerza mientras que los electrones de las
capas más exteriores poseen menor energía al estar más lejos.

Las energías en los átomos se miden en eV (1 eV es la energía que adquiere un


e- cuando se le aplica una diferencia de potencial de 1 voltio), los electrones de
las capas interiores (en átomos con muchos electrones) pueden tener energías
del orden de varios KeV mientras que los e- exteriores, que son los que
intervienen en el proceso de la visión tienen una energía típica del orden de
varios eV. La luz visible abarca energías entre 1,9 eV (luz roja) y 3,1 eV (luz
violeta) aproximadamente.

Lo que sucede realmente en el proceso de la visión es lo siguiente: un fotón de


luz que incide sobre el objeto choca contra un e- de las capas exteriores de los
átomos exteriores del objeto, el e- absorbe el fotón y "salta" a un nivel con una
energía mayor a la que tenía. En una mayoría de casos el nuevo nivel no es
estable por lo que inmediatamente el e- regresa a su nivel original devolviendo
la energía absorbida emitiendo un NUEVO fotón. Este nuevo fotón emitido por
el e- posee una energía que es igual a la diferencia entre la energía de los niveles
(o capas) que tiene el e- antes y después de la emisión.

Por tanto, la energía del fotón emitido depende de la diferencia de energía entre
los distintos niveles de energía permitidos.

Cada sustancia posee una cantidad de e-, p+ y neutrones característica, esto


produce que tenga una distribución de niveles energéticos característica. En los
niveles exteriores los niveles están muy juntos, con diferencias de energía del
orden de 1 eV precisamente el orden de energía del espectro visible por el ojo
humano (en realidad es el ojo el que a lo largo de la evolución se ha ido
adaptando para captar estas frecuencias y poder ver los objetos).
Son los fotones que los e- emiten en sentido contrario (como si fuera una
reflexión) los que permiten que veamos los objetos.

La probabilidad de que el fotón sea emitido hacia fuera (reflexión) o hacia


dentro depende de la distribución atómica del material. En los objetos
transparentes la probabilidad de reflexión es menor que en los objetos opacos
(en los objetos opacos la probabilidad de que el fotón emitido viaje hacia
adentro siendo absorbido y reemitido por los e- de los átomos interiores en la
misma dirección es casi nula. En su lugar el fotón se "difunde" por el material
en todas direcciones calentando el material).

Este fenómeno de absorción y emisión de un fotón por un electrón es uno de


los fenómenos más importantes de la física y explica innumerables fenómenos
de todo tipo. Por ejemplo, en la dispersión atmosférica la luz del sol choca con
los e- del aire de nuestra atmósfera, estos son absorbidos y reemitidos en todas
direcciones, produciendo la dispersión de la luz.

Para un observador en el suelo la luz parece venir de todas direcciones y por


eso ve el cielo iluminado. En la Luna por ejemplo, al no haber atmósfera no se
produce la dispersión de la luz por lo que el cielo lunar es negro (por eso en
todas las fotos de la Luna parece que siempre es de noche).
Los colores: ¿Existen realmente en la naturaleza?

Como sabemos la energía de un fotón viene dada por la fórmula E= h f donde


"h" es la constante de Planck y "f" la frecuencia del fotón. Así a mayor
frecuencia (o equivalentemente a menor longitud de onda) más energía tiene el
fotón y viceversa. El sol o una bombilla corriente emite luz que contiene una
mezcla de todas las frecuencias.

Los objetos, en función de su configuración atómica absorben y reflejan luz de


determinada frecuencia. Los objetos verdes absorben la luz de todos los colores
(o frecuencias) excepto la verde que la refleja. Los objetos blancos reflejan la
luz de todas las frecuencias del espectro visible y los negros absorben todas las
frecuencias.

De izquierda a derecha soluciones de: Co(NO3)2 (rojo); K2Cr2O7 (naranja); K2CrO4 (amarillo); NiCl2
(turquesa); CuSO4(azul); KMnO4 (violeta).

La luz de determinada frecuencia, emitida por los electrones exteriores, de los


átomos exteriores de los objetos que nos rodean llegan a nuestra retina. En
nuestra retina existen unas células foto receptoras llamadas conos y que son los
encargados de mandar la información del color al cerebro mediante impulsos
eléctricos.
Los conos pueden de ser de 3 clases según el pigmento que posean: pigmento
rojo, pigmento verde y pigmento azul. Estos 3 colores corresponden a la
frecuencia menor, intermedia y mayor respectivamente del espectro visible, es
decir, la retina detecta solamente estos 3 colores y luego según la intensidad de
cada uno produce los otros colores como una mezcla de los 3.

Espectro de absorción de la clorofila: como se ve en la imagen esta molécula absorbe los colores azul
oscuro y rojo oscuro y refleja todos los colores intermedios. Los conos de la retina detectan y mezclan
estos colores lo que resulta en una media predominante del color verde, por eso vemos las hojas de los
árboles de color verde.

De todo esto se concluye algo sorprendente: la retina detecta distintas


frecuencias de luz y el cerebro ASIGNA un SÍMBOLO GRÁFICO a cada
intervalo de frecuencia para distinguir una frecuencia de la otra. Es decir, los
colores propiamente dichos NO EXISTEN, lo que realmente existe es un
intervalo de frecuencias de luz emitido por los objetos en función de una
determinada estructura atómica. Los colores son solo una ILUSIÓN creada por
nuestro cerebro. El hecho de que un mismo objeto pueda emitir colores
diferentes según su temperatura (si calentamos un objeto este cambia de color,
pasando de rojo a amarillo y luego a azul al aumentar su temperatura), estado
de movimiento (objetos que se mueven a grandes velocidades respecto a un
observador en reposo cambian de color, se ven rojos si se alejan rápidamente y
azules si se acercan) o posición relativa del objeto con respecto al observador
(ver figura abajo) demuestra claramente que los colores no son una propiedad
fundamental de los objetos al menos en el mismo sentido que lo son por ejemplo
el tamaño o la forma. Lo que si es una propiedad fundamental de los objetos es
el espectro de absorción o de emisión ya que está determinado por la estructura
atómica de sus átomos exteriores.
El Sol cambia de color al atardecer cuando cae sobre el horizonte. En este horario la luz del Sol atraviesa
una mayor cantidad de aire de la atmósfera (linea roja), por tanto la dispersión de la luz por los electrones
del aire es mayor. Las frecuencias mayores que tienen una mayor energía (violeta, azul) chocan más con
los electrones de la atmósfera (sufren una mayor dispersión) y se dispersan en todas direcciones mientras
que las menores que tienen una menor energía (rojo) experimentan menor dispersión y atraviesan con
mayor facilidad las capas de aire llegando con más facilidad hasta nuestros ojos, por esto el sol se ve de
color rojo al atardecer.

A lo largo de la evolución, aprovechar la información que nos proporciona la


frecuencia de la luz que recibimos se volvió una ventaja evolutiva muy
importante. Imaginar la importancia de distinguir en medio de un bosque verde
la presencia de un depredador cuyo pelaje es de un color diferente (por esto
muchos animales desarrollaron la habilidad de camuflarse en el entorno
adaptando su color al del sitio donde se encuentran) o la importancia de
distinguir organismos venenosos (muchos de los cuales "avisan" de su
condición con colores muy llamativos). Para concluir y para no degradar
completamente a los bellos colores de su status podemos afirmar lo siguiente:
los colores no tienen una existencia ONTOLÓGICA aunque probablemente si
epistemológica.
COLORES EN LA NATURALEZA

Los colores y la luz…

La naturaleza de la luz y del color es, obviamente, idéntica... para los profanos;
porque son conceptos bien distintos. La primera es, técnicamente, una banda de
radiación del espectro electromagnético, el conjunto de “las ondas
electromagnéticas que los humanos somos capaces de percibir con nuestro
sistema visual”, define Hernández-Andrés. El sistema, formado por los ojos y
el cerebro, solo es sensible a las ondas cuyas longitudes de onda están entre los
380 y los 780 nanómetros. Por contra, “el color no es una cualidad física de la
luz, sino una percepción que se produce en nuestro cerebro”.

Para conseguir efectos interesantes, tanto desde el punto de vista de aplicación


como desde el científico, el material debe mantener cierta semejanza de escala
respecto a la luz con la que interacciona. Es un asunto de fundamental
importancia, puesto que la luz es un tipo de onda que se propaga por diferentes
medios, que tiene un “tamaño”. Este tamaño lo da la distancia a la que se
completa una vibración, que recibe el nombre de longitud de onda. De este
modo, hay luz infinitamente pequeña, como los rayos X, más que un átomo, y
hay luz muy grande, como las ondas de radio. Cada tipo interacciona con
materiales de dimensiones semejantes y, en función de ese tamaño, varían los
resultados.

Por ejemplo, el arco iris se produce cuando un rayo de luz se encuentra con una
gota de agua, mucho mayor que su “tamaño”: la luz se descompone en sus
diferentes colores, sus distintas longitudes de onda, cuando atraviesa la primera
pared de la esfera de agua, luego rebota en la pared posterior y vuelve a
descomponerse al salir de la gota, en sentido casi opuesto al que tenía cuando
entró. En la jerga física: se refracta, se refleja y vuelve a refractarse. Por contra,
cuando la luz que procede del sol se encuentra en la atmósfera con una molécula
de oxígeno, que es mucho más pequeña que la longitud de onda de la luz visible,
el resultado es bien distinto: solo nos llegan ciertas longitudes de onda de la luz,
de manera que percibimos el cielo azul de mediodía y el rojo de la tarde. El
fenómeno se conoce como scattering (dispersión), y está íntimamente ligado a
la plasmónica, una especialidad en pleno auge.

A la velocidad de la luz…

“Cuando la luz tiene una longitud de onda muy corta, con determinados metales
se puede conseguir una amplificación de la luz muy grande”, resume
Pecharromán. El scattering de la luz en nanopartículas de oro, plata y cobre se
convierte en una especie de lupa para identificar moléculas. “Si, por ejemplo,
quieres hacer un análisis químico muy complicado, en el que tienes muy poca
cantidad de la sustancia que buscas, lo que puedes hacer es poner la muestra en
la zona iluminada y es como si multiplicaras la concentración 10.000 veces”,
explica el físico. Este proceso es clave en sistemas de detección de moléculas
que pasarían inadvertidas por su baja concentración, como en algunos casos de
contaminación biológica. También supone un importante paso adelante en las
técnicas de análisis clínico.

La luz alienígena…

Mientras algunos iluminan la escala más diminuta del mundo, otros exploran el
viaje del color en el universo. La luz y el color ofrecen una información muy
valiosa a científicos como la directora del departamento de Planetología y
Habitabilidad del Centro de Astrobiología, la geóloga Olga Prieto. Por ejemplo,
Marte, el Planeta Rojo, se ve desde lejos en unos tonos rojizos que se asocian a
un entorno rico en hierro, oxidado, muerto. Más cerca, parece que sí, que está
globalmente oxidado, pero que entre la sequedad hay minerales que han
retenido la humedad. El hielo da colores blancos, las dunas pasan del blanco al
negro según los minerales que las forman. Esta información cuenta un relato, la
historia del planeta.

Desde la Tierra, “una de las pocas maneras para reconocer materiales es la


espectroscopía”, tanto si se trata de estudiar la composición del suelo como la
de la atmósfera del planeta. Con suerte, los espectros obtenidos, testigos de
cómo los cuerpos reflejan la luz, dan pistas sobre si son planetas habitables o
sobre si podrían hospedar vida. Si se detecta la firma del agua, lo más lógico es
que el entorno sea habitable. Si la información que la luz trae a la Tierra incluye
la huella de pigmentos orgánicos como la clorofila y los carotenos, habría que
pensar en vida alienígena.

La opción del radar…

Aunque la luz infrarroja, que es la que suele emplearse en mineralogías, no


siempre da los mejores resultados, a pesar de su capacidad para penetrar en
atmósferas densas. Entonces se recurre a otro rango del espectro, el radar.

“Tenemos que cambiar el chip, porque ya no estamos viendo las formas de la


estructura de la superficie, o los materiales, sino que lo que vemos con radar
son las texturas”, admite Prieto. Y añade: “Estamos acostumbrados a ver el
universo en una ventana muy pequeña, y al poder mirar sin orejeras por los dos
lados del espectro eres capaz de reconocer estructuras y materiales que en
principio no ves”.

Pero los científicos quieren saber cómo veríamos los planetas extrasolares. Y
un artículo publicado el año pasado en la revista científica The Astrophysical
Journal Letters causó revuelo. El equipo liderado por Thomas Evans y Frédéric
Pont describía en él, por primera vez, el color de un planeta extrasolar: “Azul
en su hemisferio diurno y, al ser tan cálido, de un brillo rojo apagado en su
hemisferio nocturno”, según Evans, satisfecho de contribuir a expandir la
frontera del teatro del aire libre.

El negro perfecto.

La foto de abajo muestra el material más oscuro del mundo. Es tan


profundamente negro que es imposible distinguir sus contornos. La estructura
de nanotubos de carbono se traga el 99,96% de la luz, algo que no se había
visto antes.

En 1810 Goethe propuso una interesante Teoría de los Colores que involucra
a estos directamente con las sensaciones del ser humano; los colores dejan
de ser sólo una percepción visual y se convierten en simbolismos
relacionados con el contexto histórico y sociocultural del hombre. Cada tono
se transforma en un elemento de asignación y representación en el medio,
natural y como estructura social. Partiendo de esta idea, los colores se
entienden como un lenguaje no verbal que representan conceptos con los que
se abordan las distintas interpretaciones del mundo.
Escenas repletas de color y sensaciones son confeccionadas por factores socio-
culturales y estéticos plasmados por hombres que alcanzaron la inmortalidad
entre los mortales gracias a su talento, conocimiento y pasión.

Las paletas de color para los artistas fungen como gama de emociones y
sentimientos, esos que salen por las manos y quedan plasmados en lienzos que
les otorgan inmortalidad no sólo con quienes conviven, pues la inmortalidad se
hace presente en la sala de una casa cualquiera con la copia de uno de sus
cuadros, en una computadora con “Los girasoles” como fondo de pantalla o una
taza cafetera con el autorretrato de un pintor.

La elección de color resulta algo no tan fácil cuando de combinaciones se


trata, de esto son conscientes no sólo artistas sino diseñadores, urbanistas y
mercadólogos quienes se han enfrentado a diversas teorías del color.
Para la naturaleza la combinación no resulta tan complicada y las paletas de
colores que surgen de cada uno de sus paisajes resultan, simplemente,
perfectas. ColorSmart es una aplicación que te permite conocer la paleta de
colores de cualquier fotografía que tomes, pues descompone la imagen para
conocer sus tonalidades.

Esta aplicación permite al usuario obtener una vista previa de más de 2 mil
colores y encontrar la combinación perfecta para cualquier proyecto de
decoración.
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