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El 8 de setiembre de 1990 fue publicado el Código del Medio Ambiente y los Recursos

Naturales, Decreto Legislativo N° 613. Han transcurrido 25 años. Se promulgó en medio de un


contexto muy difícil. El Perú vivía una de las peores crisis de su historia.

La nueva norma tenía como origen legal la Ley N° 25238 dictada en junio de 1990. Esta creó la
Comisión Revisora del Proyecto de Código del Medio Ambiente y los Recursos Naturales, la
que debía revisar –en un plazo de 90 días– el proyecto que había elaborado una comisión
redactora que había sido designada por el Poder Ejecutivo. La Ley N° 25238 facultó al Poder
Ejecutivo para que, mediante Decreto Legislativo, promulgara la propuesta. La Comisión
Revisora, conformada por tres senadores, tres diputados y tres técnicos nombrados por el
Poder Ejecutivo, cumplió con el encargo.

En el plano internacional se vivía un período inédito para la agenda ambiental. La llamada


“Cumbre de la Tierra” estaba en pleno proceso de preparación. La cita ocurriría en 1992, en
Río de Janeiro. En 1987, la Comisión de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el
Desarrollo” había publicado su informe denominado “Nuestro Futuro Común”. Este introdujo
el concepto –hoy ampliamente difundido– del desarrollo sostenible. Esto tuvo un importante
impacto en América Latina. Por ejemplo, la Constitución Colombiana de 1991 –actualmente en
vigor – fue bautizada como la constitución “verde” o “ecológica” por las disposiciones
ambientales de avanzada que introdujo.

Es por ello que el Código del Medio Ambiente y los Recursos Naturales no era tanto una
sistematización de instituciones y prácticas ya existentes –como las áreas naturales
protegidas–, sino un auténtico programa de reforma institucional. En tal sentido, introdujo un
conjunto de derechos, políticas e instrumentos de gestión que siguen siendo centrales para la
política ambiental actual.

Algunos de ellos se institucionalizaron y siguen siendo objeto de discusiones sobre sus límites y
opciones de mejoras. Es el caso del Sistema Nacional de Gestión Ambiental, la Evaluación de
Impacto Ambiental, la conservación de la diversidad biológica, o el uso del derecho penal para
la sanción de determinadas conductas dañinas para los bienes ambientales. Otras han tenido
un desarrollo aún incipiente, como ha ocurrido con el ordenamiento y la planificación
ambiental territorial.

Sin embargo, en 1991, las presiones de distintos actores económicos lograron la derogación de
algunas disposiciones de la norma –por ejemplo, la que establecía la obligación de contar con
un Estudio de Impacto Ambiental aprobado por la autoridad competente. Casi la totalidad de
las disposiciones derogadas serían luego reintroducidas por otras leyes. Finalmente, hace casi
10 años, el código fue reemplazado por la vigente Ley General del Ambiente.

La Defensoría del Pueblo inició su trabajo en el marco del Código del Medio Ambiente. Durante
sus casi 19 años de existencia, ha promovido que el programa de reforma institucional que
propuso para el país se concretara. Ese proceso aún no culmina. Es evidente que la
institucionalidad ambiental sigue siendo limitada e incluso débil en varios campos. No
obstante, hoy nadie duda sobre la necesidad de contar con ella. El proceso de incorporación a
la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), nos llevará a revisar nuestra
política ambiental, y constituirá una nueva oportunidad para hacerla más eficiente y eficaz.

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