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y
SACRIFICCIONES
Presentación
Tragacomedias-Sacrificciones es un título genérico con el cual denomino a la fracción de
mi obra poética escrita entre los años 1988 y 1993, de forma aproximada. Durante ese
período, cada año di por terminado un libro Tragacomedias en forma simultánea con un
Sacrificciones, y cada año agregué o quité alguno de estos libros al corpus final. De este
modo, se obtuvo el volumen que se imprimió en impresora de matriz de punto en 1993 y
también el que se difunde ahora. Todo lo que está es Tragacomedias y todo lo que falta,
también. Hablo de un texto único, de naturaleza múltiple, que se crea y devora y se expulsa,
para re-crearse con lo que resta de sí mismo. Hablo también de una puesta en escena de la
lengua, de la cual participan actores de varia calidad, a los cuales se les encarga -con la
promesa de una participación en futuras ganancias-, papeles que, casi siempre, superan sus
capacidad interpretativa. Se produce entonces el siguiente efecto: el fracaso del actor es
regocijo del público. Mientras tanto, el actor sufre y se desgarra, y su amor propio queda
por el piso. Convertido en alfombra, es, precisamente de esta suerte, cuando nace la poesía.
Porque la materia idiomática de la cual está compuesto el cuero del actor, pisoteada y
curtida, de pronto comienza a exhalar un aroma, análogo al de los zapatos veteranos, al que
no es indiferente aún la persona más insensible. Ese amasijo de palabras, que hasta ese
momento está bajo nuestros pies, nos recuerda que alguna vez hubo alguien, que no
sabemos bien quién fue, y que alguna vez dijo algo, que ahora no sabemos comprender.
David Wapner
Beer-Sheva, Israel, el 15 de marzo del 2000
SACRIFICCIONES
SACRIFICCIONES/PRIMERA PARTE
UNA NOVELA
I
De cómo Romualdo Zurita zurció los puntos corridos del velo de sombra acaecido a dos
metros del baldío que lindaba con un puente imaginado en sueños de larga data no tanto
como las luces que se estaban quemando en consecuencia.
II
De cómo se manifestó el desacuerdo entre dos partes que jamás limitaban entre sí aunque
fuesen dedos de una mano o menos tal vez pero el roce.
III
De cómo Zurita avanzó desvelado entre tanta malaria jamás vacunada aún siendo evidente
una fiebre que abrazaba a pobrecitos que lamían la gran aspirina del planeta por los tiempos
de los tiempos.
IV
De cómo la globa macha tuvo un desinfle con olor a brasas que ardían en la lengua de un
hombre llamado Zurita.
V
De cómo hubo un túnel que estaba cavado en los oídos de Zurita y por donde viajaba el
Tren Bala del Oeste.
VI
De cómo Zurita parió dieciocho Zuritas quienes parieron Zuritas y Zuritas quienes
zurcieron los puntos corridos del velo de sombra que nacía en la panza del mundo.
VII
De cómo Zuritas tuvieron dolores de garganta clavos en los pies bolos fecales dolor de
corazón muelas de juicio tardías pero nunca murieron Zuritas y hubo velo de sombra claro
que sí.
UNA PELICULA
Plano general de por ejemplo una ciudad avistada desde una avioneta que la sobrevuela en
medio de una tormenta.
Lueg,o cuando la avioneta se está estrellando, se observa la imagen fugaz de la persecusión
del caco.
Toma a ras de piso del actor invitado quien fuma algo mareado por efectos del sol. Cuando
una docena de campesinos pasa detrás de un tractor, aquél dice: "miren, allí va el flaco
Aldo.
Así nos damos cuenta de que nos robaron la cámara: primer plano: otro es el que filma la
película.
Todos juntos se alejan y buscan sábana en donde estrenar aunque sea un poquito.
Plano general fuera de foco.
PRODIGIO
Prodigio está cerca es un tonto.
Es ciego no ve ni a su madre.
Padre dijo "Prodigio parí la gloria" y padre huyó por las dudas.
Prodigio crece a sus anchas caderas, ya avanza o bambolea: ¡Alto, Prodigio!
Yo soy los restos salvados de aplastarse por Prodigio.
HACIENDA GUACHA
I
Hola.
II
Prodigio no habiste tenido tu halma.
De tu alma hablo.
III
Un fantasma niño aprieta fragmentos de luna:
¡Arre, espectros, al trote!
IV
Mire, jefe
se han quebrado las tibias y no hay por qué:
¿sacrificamos la yunta
o que lo tiró al carro
V
Una hacienda guacha me ha tomado por asalto.
yo que nada tengo que ver con ganados sufro no sé qué dolor
por un destino cruzado.
Forzando la compuerta que me separa de los bueyes
espío el muro bovino que ahora enjuga la parte líquida
de mis lamentos.
Pero es que lloro para echar a las vacas, alguno me dijo que
ansina había de ser.
VI
Pero es que lloro para desoír los mugidos la voz del invasor:
la tantación de la carne.
EL AROMA
I
Aunque vade retro rondó por aires espesados se percibió
la punta de la cola de un bicho que libando una flor
amarilla supo exhalar cierto aroma de recuerdo probable.
Dirigimos las narices a los puntos menos cardinales y
cuando el hombre del olfato más hábil creyó adivinar el
nombre del perfume que volaba montado a la grupa de un
insecto saltó el gato aquel que siempre moría de hambre.
Y ya sabemos qué pasó: los hombres carnearon al gato en
busca del aroma.
II
Este hecho no fue ni comienzo ni final de la desgracia
puedo afirmar que estaba casi al medio que dividía
la desgracia sur de la desgracia norte.
III
Un insecto dejó una roncha roja en la axila del recuerdo
pero a pesar del dolor que muerde el brazo oeste alguien
hace memoria: por aquí pasó un olor.
IV
Uno dijo: probemos con sonidos que seguro alguno hay.
Yo recuerdo la última plaga que arrastró una yunta de
ruidos pero uno se salvó y anda cuerpeándole a la parca.
Otro dijo: el ruido era un bicho y se lo comió el gato.
Y otro dijo: al gato ya lo comimos está distribuido entre nos.
V
No quiero revelar que yo sobreviví manco tuerto capón
porque quiero evitar cualquiera sospecha.
VI
Aquí estoy: en un supuesto confín con la boca cerrada los
oídos tapados y un broche en la nariz.
Será mejor "trabajar un sollozo" y hundir los dedos en la
tierra.
VII
Mas luego abro la boca desabrocho mi nariz descorcho
las orejas miro me acaricio.
Salí de una situación incómoda y ya no estoy morado.
VIII
Solución es ilusión y qué de mis hermanos: me los comí y
ahora tengo culpa y mi eructo me delata.
Pero ante quién.
IX
Ya no me siento culpable.
Voy a dormir mi siesta rica.
Que nadie me despierte.
MUCHACHO
I
Todos decían muchacho la cabeza y muchacho golpeaba la cabeza y profería otras lenguas
otra danza otro salto de sapo en el vacío.
II
Todos decían este cuero está dormido clavado en la llanura y muchacho inconciente quién
sabe cómo volado no no daba sensación.
III
Todos decían muchacho por ejemplo dónde están tus horrores y muchacho dónde estaba
que no había hasta el último colmillo.
IV
Todos decían vámosnos muchachos que muchacho no responde pero justo muchacho
resumido en una uña quería gritarles MUCHACHOS pero muchachos muchachos refalaban
la pendiente.
RESPONDA
Un hombre mira por el agujero que se cavó en la sien, responda:
1) Quién metio la mano en el hueco autogestionado por alguien que no supo apreciar la
tierra arrasada que hubo de fundarse en las pampas de su mente.
2) Por qué esfinter era virgen ese cuerpo que alguien alcanzó a manotea causándose heridas
que sangraron en un cuello alto con tendencia a la joroba.
3) Quién se hizo cargo del centro de la duda incrustada para siempre en su cabeza.
SACRIFICCIONES/SEGUNDA PARTE
EL EDUCADOR
Decidí una tarea educativa
Es que yo decía que era imposible esperar tanto. Allí fue que decidí emprender una labor
educativa de largo alcance. Me hice de un cuaderno y un bolígrafo y me puse a bosquejar
una estrategia. Al principio no se me ocurría nada. Luego vislumbré algo. Una luz titilaba a
metros mío. Qué notable idea está alumbrando en mí, pensé. La sospecha creció hasta
sobrepasar el estado de certeza y se esfumó en un santiamén. Me quedé triste y sin
respuestas a nada inmediato. Cerré el cuaderno y me recosté un rato en el sofá contiguo a
mí. Dormí algunas horas y aún hoy soy incapaz de recordar lo que soñé. No obstante, estoy
seguro de que aquello que no recuerdo tuvo una influencia decisiva en los momentos
subsiguientes que pude vivir. Desde aquel día hasta hoy tuve la oportunidad de dormir
muchas veces y de soñar otras tantas. Recuerdo un sueño en el cual yo tenía una guitarra
eléctrica blanca. La guitarra no funcionaba debido a que alguien la había encordado con
cuerdas de nailon. Era tan bella que era una lástima. Era tan suave e inútil que el sueño
acabó pronto y desperté al cabo con una idea opaca. Estaba mi cuaderno sobre la mesita de
luz y lo consulté. Estaba vacío y el tanque del bolígrafo lleno. Fuí al baño y fluí con
facilidad.
Regresé a mi lecho y no dormí. Esperé hasta que amaneciera y cuando ocurrió me dí
cuenta de que estaba sediento. Bebí el vaso de agua que tenía junto a mí y al persistir la sed,
me incorporé y fuí hasta la cocina. Bebí tres vasos de agua que me dejaron el estómago con
sobrecarga de líquido. Presuroso busqué mi cuaderno y escribí: "en una hora, más o menos,
voy a orinar el doble que todo lo que hice durante toda la noche". En efecto, a la hora oriné
bastante pero menos de lo que había sido durante mi noche. Dudé de mí y de mi sueño
hasta que tuve la oportunidad de recordar que cierta vez yo había encordado una guitarra
clásica de jacarandá con cuerdas de acero. La guitarra se desformó al cabo de dos semanas
pero para entonces yo me sentía poderoso. Anoté esto en mi cuaderno y el tanque del
bolígrafo comenzó a vaciarse. Así, de esta forma, iba transcurriendo un día de mi vida y
otro también hasta que pasó un año. Mi cuaderno tenía todavía treinta páginas vacías y mi
labor no sólo estaba inconclusa sino que era inconexa. Pasaba de un sueño al otro y del
baño a la cama y de la mesa a la calle. En la calle caminaba y pensaba. Me daba cuenta de
que los días transcurrían y cada vez quedaba menos tiempo. Pensé, le dí vueltas y no se me
ocurrió nada. Un día me encontré con un amigo y me invitó a tomar un café. Me dijo que
me encontraba pálido y que me recomendaba tomar sol. Ese amigo al que yo estimaba en
parte era médico y me prescribió una serie de cosas por receta. Cuando quise hacer uso de
ella ya había prescrito por el paso del tiempo. Nadie durante meses fue capaz de reconocer
que me sentía mejor y que estaba con autánticas ganas de emprender mi labor educativa.
Conseguí carpetas, lápices, gomas de borrar, láminas, mapas y algunos libros para darme
más ánimo. Estaba leyendo en una novela de un irlandés un pasaje en el cual se describían
los horrores de los castigos infernales cuando el libro, no sé cómo ni por qué se me
extravió. Mi proyecto allí llegó a un punto de inflección en el cual estuve a punto de largar
todo y dedicarme a otra cosa. Mis carpetas y cuadernos comenzaron a ponerse amarillos y
yo comencé a enflaquecer. Era el momento adecuado para reencontrar a mi amigo médico
pero fue imposible. Decidí entonces retirarme un tiempo y refleccionar algo más ante de
dar pasos más audaces. Fue una época en la que dormí bastante y me sentía repuesto.
Compré un cuaderno y comencé a entrenarme. En un par de días emprendería mi labor
educativa.
FAMILIA
Nosotros constituímos familia.
Somos más o menos cinco; la realidad no sobra.
Más bien somos seis.
Y puedo contar hasta siete.
Mi madre está incluída.
Mis hermanos son menores y mi perro el menor de todos.
Mi padre está en el trabajo tarde y noche. Luego cena, habla conmigo y duerme de mañana.
Nuestra familia inventó algo que fue un fracaso. Era una máquina y ya no recuerdo para
qué servía.
Eso fue hace mucho.
Situaciones así dejan una marca: nuestra familia la tiene y profunda. Es así: hay palabras
que no sabemos pronunciar. Erramos el sentido. Decimos vamos cuando venimos y cuando
venimos vamos. Si se nos mira de frente, arqueamos las cejas. Nos pica siempre entre los
dedos de los pies y nuestros zapatos están siempre torcidos. No somos rengos, pero damos
la impresión contraria. Nuestro balanceo provoca en los demás reacciones que oscilan entre
la simpatía y la mofa., "ahí va uno de aquellos", dice alguien que nos sorprende en tránsito.
En el patio del fondo, donde estaba el árbol limonero, Hijito Mayor jugó con su triciclo.
Cejas levantadas, pedaleaba con energía pero avanzaba lento. Fue que la rueda estaba algo
trabada, a causa de un vuelco reciente, que abolló el guardabarros y torció el eje. Hijito
Mayor se cansó luego y estacionó junto a la fuente del león que, cuando se giraba un grifo
oculto, escupía un hilo de agua. Descendió y en cuclillas buscó un hormiguero que en
forma periódica se encargaba de diezmar. Las hormigas, que eran de las negras, daban a
Hijito Mayor, dado su mayor tamaño, la posibilidad de mutilarlas con mayor precisión y
comodidad. En momentos en que estaba ocupado en el asesinato de un espécimen que
trataba de huir perdiendo en su carrera un pétalo de flor de azahar que llevaba para lo
suyos, apareció Padre que lo llamaba por su nombre. Hijito Mayor pensó "acunajú esteitei
bubú", pero dijo "sí". Acudio a Padre y Padre lo alzó (Hijito mayor era pequeño, pero ya
existía Hijito Menor). Padre lo sacudió de abajo a arriba, muy alegre, e Hijito Mayor reía,
pensaba "adadei apapai". No dijo nada.
Una canción que hizo Hijito Mayor, cuando tuvo la edad de seis años:
uendilá
sandi gron gron gron
uendusí
sandi shmec shmec shmec
MADRE HIJO
1
"¡Alguien, madre, ha tirado de mi barba y me ha causado pánico! ¿Es que debo echarme a
llorar, con todo lo que me ha costado esta abstinencia de diez años?"
Madre, que observa a Hijo de reojo, responde de modo modal.
"Te quejas tanto, Hijo, que tendré que deprimirte con un lamento, a fin de que te rías y me
des motivo para darte una bofetada".
Madre muestra dos dientes amarillos y frunce la nariz, ese gesto que tanto irrita a Hijo. Hijo
apunta a Madre con gesto admonitorio.
"Madre, he sido víctima de la intolerancia y aún así tu burla es más fuerte que eso y no
sería el primer matricida sobre esta tierra que, bien vale la pena recordarlo, está bastante
malherido. Rectifícate o te escupo".
Madre es presa de una convulsión que se manifiesta con abundante espuma en la boca. Un
borbotón de su saliva hace mella en la nariz de Hijo. Hijo toma un papel higiénico que
alcanza a manotear y lleno de asco se limpia. Entre nauseas anuncia:
"Me has calumniado, Madre, y yo no se esperar más tiempo. Será mejor que te revuelvas en
tus trastos y te vistas y te vayas. O si no, te mato, ¡te mato!
Madre, visiblemente repuesta, se aparte de Hijo y se dirije a su cuarto. Reaparece envuelta
en una mortaja. Anuncia a Hijo:
"Asesino, malvado, salvaje. Me voy".
2
Hijo en una calle peatonal de la ciudad de Buenos Aires busca un árbol en donde orinar y se
da cuenta de que eso no será pósible. Engresa a un bar y antes de hallar al baño se orina
encima. Lamenta:
"Esta humillación es una infinita o millonésima parte de los sufrimientos que me esperan en
el infierno que acabo de merecer. Maté a mi madre y ella es inmortal como el demonio.
Ella presidirá el escuadrón que habrá de torturarme por toda la eternidad. ¡No me resigno!
Debo buscar a Hermano!"
3
Hermano visitaba a Hija Suya en la casa de Esposa de El y saludaba con los dedos entre
una y la otra. Un ojo suyo bailaba al ritmo de una música inasequible a los profanos. Hija,
en cambio, cantaba una canción estridente y pentatónica, con el único fin —inconciente—
de perturbar a su padre y quebrar algún acorde que pudiera escaparse de sus manos.
Hermano pronunció una palabra de afecto para satisfacción de Hija e Hija respondió para
satisfacción de su padre. Hermano recordó a Padre que ya estaba en una tumba y a Madre
que lo había tumbado. La muerte de Padre sucedió cuando Madre tuvo un ataque de
espuma y Padre intentó rescatar a su esposa pero terminó ahog´ndose el mismo y sucumbió
en minutos. Hermano estaba con él y le hizo masajes en el pecho pero casi se acalambra y
por no perecer desistió. De esto se enteró Hijo y de inmediato hizo una analogía entre
Madre y un extinguidor de fuego. Madre era más peligrosa. Razonó: "habrá en adelante que
usar trapos de amianto en presencia de ella.
4
Madre, mientras tanto, seguía su derrotero errando por las tinieblas de una barrio
suburbano.
Dormía aquí y allá y mendigaba para comer.
Con el tiempo llegó a hacerse fuerte en una estación de ferrocarril y así logró amasar una
pequeña fortuna.
A Hijo llegaron noticias de la sobrevida de Madre y fue sacudido por una patada en el
esófago que lo mantuvo inemne toda una tarde. Por fin reaccionó y armado de un cuchillo
fue en busca de ella para hacerse justicia.
Halló a Madre comiendo un sandwich de milanesa en compañía de un mendigo de nombre
Diego, cuya característica saliente era una calva lustrosa color aceituna orlada de un
mechón negro y pegoteado. Ambos lucían ropas ajadas pero Madre conservaba la blancura
de su mortaja.
Hijo encaró a madre en un tono de coz subido y el cuchillo blandido por su mano derecha:
"¡Madre, encima que no moriste te has hecho rica! ¡Y yo que ya no tengo con qué vivir!
¿Con qué derecho me has despojado, Madre? ¿Quieres que desaparezca como has hecho
con tantos otros? No, Madre. Ya mismo me das la mitad de tus riquezas o no repondo de mí
y para eso he venido. ¡Justicia para mí! ¡Dame, dámela, Madre! ¡Dame la plata! ¡Dame las
joyas! ¡Dame comida que no tengo! ¡Piedad o te mato!".
Madre, que estaba a punto de hacer crisis, refleccionó y dijo:
"Toma la mitad de mi sandwich".
EL REGRESADO
Regresó el que siempre regresa y esto debe llamarnos a reflección. Más bien, esperemos a
que regrese de nuevo. Cuando esto suceda estaremos todos esperándolo.
Haremos una valla alrededor de nuestros sitios y él se detendrá de súbito.
Uno de nosotros preguntará "qué hay", "a qué vienes tantas veces".
Nosotros lo apoyaremos con nuestras miradas.
El propósito de ésto es que aquél que regresa sepa que somos concientes de su regreso. Allí
se verá que actitud toma él.
Nosotros le ofrecemos un lugar de paso. En la vallá habrá un sitio en donde falte alguien.
Es natural que cualquiera de nosotros querrá ocuparlo.
No obstante, nuestro regresante tendrá la oportunidad de atisbarlo y colarse por ese
resquicio que en cualquier instante será clausurado.
Se requiere del regresante una suma de aptitudes y reflejos. Larga visión y olfato preciso.
Con tacto sutil sabrá conquistarnos. Pero nosotros no somos tontos. Somos capaces de
defendernos y harto podemos demostrarlo. No obstante tenemos puntos flojos que es
menester ocultarlos. Recorto, por ejemplo, nuestra mirada ambivalente. No revelemos esto
nunca a nadie. Esto no quiere decir que seamos ingenuos: el que regresa bien sabe todo lo
que sabemos porque es uno de nosotros. Por éllo el enfrentamiento puede ser feroz. El
regresante debe ser noble al respecto, no hace gala de su retorno. No hay qué criticarle al
respecto. Pero, ¿y si se ufanare? ¿Qué agregaría a esta historia? Confesemos que hay quien
lo espera cada vez que está ausente. Sienten una congestión en sus pechos que se agiganta a
medida que su ausencia se hace más notoria. Y desinflan estos pechos en llantos capaces de
embeber al regresante por largas horas.
También hay quienes abominan de él. Yo diría que estos existen en proporción adversa
para los añorantes. No en número, pero sí quizás en fuerza decisoria. Son capaces de anular
cualquier deseo noble. Ya hice referencia a la nobleza y yo me hacía cargo de ella. La
verdad es que no sabría decir en cual de los bandos estoy. Y la mayoría fluctúa entre
ambos. No los critico. Ellos no querrían estar allí, duros de frío, a la espera de un regreso
inminente.
Y llorar mucho produce desgaste que a la larga se paga.
La valla la armaremos todos a partir de las cinco de la mañana.
Nos vestiremos todos con ropas de abrigo para atemperar el frío que es intenso a esa hora.
Habrán banquitos y sillas plegables por si la espera se hace prolongada.
BISSO
Uno
Dos
Tres
Cuatro
Era desde el final un hecho que no pudo ser soslayado. Un cuerpo aparecido en la
penumbra de una habitación cerrada y muerto desde hacía largo tiempo, al parecer por la
momificación que ostentaba quizás por siglos nunca antes vistos. La habitación solitaria,
abandonada en el campo vasto de la región más árida del país. Tierra ya misteriosa por el
abandono que habían hecho de ella sus habitantes que ahora eran muy lejanos, ni siquiera
recuerdos. La carne reseca estaba desnuda salvo las manos. Dedos huesudos estaban
calzados con guantes negros de cuero de potro, aquel animal que galopa ciclicamente en
busca de agua y pasturas.
Cinco
Algun día se hará realidad un helicóptero abatido que se retuerce de dolor, quizá sin su
piloto que quién sabe adónde fue a parar.
2/Acerca de nosotros
Algo está vacío al mirar de frente. Si se extienden las manos, en gesto de "ya te alcanzo", se
verá que, si algo hubo, ya huyó. Si se camina en dirección prefija, con el ánimo de arribar
en un tiempo ya sabido a un lugar de rutina, se podrá observar que el sitio aún está allí, pero
su sensación se nos escapa. El alma, que es fiel, a veces duda y se pone a nuestra espalda.
Creemos, entonces, que alguien nos persigue y nos damos vuelta: no hay nadie. Estamos
solos.
Movimientos del aire, más figuras de nubes, más silbos en los oídos, son todas señales que
no acabamos de discernir. Rumores, supongo, que nos murmuran para hacernos detener
nuestra marcha, que, por otra parte, no se explica. Es grande el cansancio que sentimos
sobre todo en los muslos y un dolor creciente a la altura de los senos paranasales nos
dispone mal ante todo lo que no sea una cama tibia. Aún así, andamos como ruedas que
giran y no pueden decir que no.
Entonces, por qué nos vigilan desde helicópteros.
4/Entonces
Sabemos que estamos así, confusos y desabridos, discoordinados y huidizos, por causa de
helicópteros que cade vez más nos perturban. Aquellos que se sienten agraviados, o reciben
molestias agudas en el alma o en el cuerpo, e intuyen que el peligro, al principio sordo y
socavado, nos compromete más cada día, se dirigirán en delegación a las bases en donde se
entrenan, comen y duermen —con sueño liviano, alertas— los pilotos policías, sin los
cuales los helicópteros no podrían volar. Irán con discurso preparado y ánimo de conciliar.
Les dirán, más o menos, que por qué tanto empeño en hostigar a la gente que no tiene
posibilidad alguna de ascender más allá de las terrazas, siendo tal actitud cobarde e indigna
de seres tan parecidos a nosotros que hasta se diría que son nuestros hermanos. Les dirán,
entonces, hermanos, quédense en el suelo y vacíen de combustible los tanques de sus
máquinas voladoras. Unanse a nosotros y juntos lucharemos contra cualquiera que nos haga
frente. Luego, tras palabras de alabanza al amor entre los hombres, cantarán una canción
compuesta en forma especial. De ese modo, el acto concluirá y el grupo, exiguo, se retirará,
en completo fracaso. En el camino de regreso, éste y aquel se gritarán recriminaciones
agrias, que no vale la pena aquí reproducir, por su pobreza conceptual y por falta de
espacio. Quedarán dos o tres que, reunidos en la casa de alguien, para comer unos fideos,
decidirán una estrategia más agresiva.
SACRIFICCIONES/TERCERA PARTE
SACRIFICIOS
Una mujer de estas provincias, al borde del llanto, un río, llevaba una piedra preciosa
gigante atada a su cuello y hacía ademanes de arrojarse al torrente.
Cuando, con los ojos velados por oportuna negrura, iba a zambullirse, la Tierra se abrió a
sus pies y la tragó: "en qué idioma me empujaste", dijo.
ROSTROS A TIROS
Engañado por la luz inoportuna de aquello que era la noche, lo cosió a balazos a él.
Uno era un hombre malo, el otro una basura. Sus razgos no era fáciles de olvidar: eran la
misma persona.
A sus muertes sobrevivieron sus rostros.
Así nació la máscara de Anselmo
ELLA INSISTIO
Una mujer se vació lo mejor que pudo para dar a luz, pero, a pesar de sus esfuerzos, no le
nació nadie.
Ella quiso insistir y nosotros le advertimos: "lo único que te queda es tu cabeza".
Ella no nos oyó y no creo que vuelva a hacerlo
TE JURAMENTO AMOR
Amanecía en Epecuén una luz insospechada para un cerebro moderno, cuando sobrevino
una tormenta argentina con folklore de secuelas.
Dos ataúdes flotaban a merced de corrientes cruzadas y, por supuesto, guardaban los
cuerpos de los amantes suicidas.
El juramento de eterno apareamiento iba a vencer y casi iban tomados de la mano.
Era victoria —¿qué eran las victorias?, ¿alguien guarda en su vitrina alguna victoria
fósil?—, cuando la tormenta divirgió en dos frentes que dejaron entre sí un abismo de
tormentas mezcladas.
Selvas emergieron, naciones se hundieron: ¿qué fue de los amantes?
BALAS PUÑALES
El hombre que cazaba patos en sus sueños dormía junto a una escopeta cargada.
De puntería subsidiaria del diablo, despertaba a las ocho de la mañana sin heridas que lo
delaten: ¿qué hacía, entonces, aquella su última noche, con puñales por fuera y por dentro,
si hasta el cuchillo más diestro no puede acertar a un pato en vuelo?
POBRE VIDRIO
Aquí se exhibe el pensamiento vitrificado de un hombre que vivió y murió para hecer
posible tal hazaña.
Es de un vidrio delgado y se mancha al menor aliento.
Las figuras representan contorsiones de índole diversa, gestos en todas gradaciones,
matizados con colores que maravillan.
Pero, ¿y las palabras?
No hay palabras.
NADA, NADA
No hay palabras en el bolsillo del pantalón.
No hay palabras en el orificio nasal.
No hay palabras en la bala en la sien.
No hay palbras en el hongo plantar.
Este hombre murió desangrado.
LLEVEME TU AMOR
Ella arrobada miraba el exótico conducir del colectivero suicida.
Seducida hasta borrar la última huella de pudor, se le acercó, le habló al oído, le acarició el
cabello y el apuesto conductor aceptó el convite: se le arrojó encima, dieron tumbos y un
fuego los devoró junto a todo el pasaje.
El nunca reveló su identidad.
PIEL DE GALLINA
Dentro de un gallo eviscerado se hallaron las plumas de un pavo real ingresado a esta
frontera en contrabando absurdo: ¿qué indio habría de hacerse un tocado tan exótico si
apenas pudimos salvar las cabelleras?
FUGA Y FUGA
Hoy es el día en que van a cortarle la cabeza al general.
Pero el general huyó y reemplazó su cabeza por una imitación de plástico.
¿Se dará cuenta el pueblo del engaño?
NO ME ARREPIENTO
Sepultan a la señora tan anciana.
A varios kilómetros de allí, un hombre de canas hace penitencia en un rincón.
Es su hijo: ella olvidó de perdonarle.
PEDAZOS DE TRIZAS
Con gesto canino, con furia, un hombre apalea a una estatua.
La escultura intenta reproducir un hombre de rostro sonriente que porta un cigarrillo
encendido del que surgen volutas de humo imaginario.
En algo más de un minuto la imagen de mármol está destruida y el cigarrillo liberado
El hombre lo recoge y lo fuma, lento, en paz, su venganza.
LA CRUZ
SI bien faltaban tres días aún, la escena de la crucificción estaba lista.
Estaban los maderos, clavos especiales y dos manos y dos pies.
Sin embargo, pese a que habían sido masacradas toneladas de hombres, ninguno daba el
tipo para el ícono buscado.
Mas, como había un compromiso contractual que cumplir, se sacrificó al único orangután
con que contaba nuestro zoológico.
Hasta ahora estamos pagando las consecuencias.
FIEBRE MALABALA
Acontece en un pecho discoordinado en los vasos proximales que borbotean sin control y
mancillan los conductos bien profundos que transmiten vía nervío el más dolor en la
espalda inferior al cuello. Así el cuerpo atacado se agarrota y pierde voluntad con posibles
convulsiones que fulminan en el paso subsiguiente que es un rugido en los ojos.
HONGO CRUEL
Ocurre de repente un rush cutáneo que se torna enseguida en llaga carmesí que punza en
sentido vertical con un picor inalcanzable que desespera al sistema digestivo e impulsa a la
víctima a clavarse un facón apestado de antemano con el germen criminal.
SOPOR VAPOR
La boca se abre de improviso por la violencia de un aire que ebulle y baña de inmediato a la
nariz que aspira entonces un sopor que embauca al cuerpo indefenso y abusa de él hasta
acabarlo.
PENA OLIVA
Los ojos se hinchan y comienzan a llorar en conjunción con un moco espeso que sale por
boca y nariz al tiempo que una cera verde brota de los oídos cuando las manos no dan
abasto para atenuar el llanto que es convulso y la garganta se inflama y el pecho late hasta
llegar a un tos que se une a la tristeza general y el hombre o mujer se abandona con los
brazos caídos y la cabeza que apoya el mentón en el tórax y un lamento largo cada vez más
lejano.
PENA RIO
La aguja de la pena se clava en la parte distal del esternón para dar comienzo a un paulatino
derretir de la piel que asciende por el cuello a la vez que interesa a la laringe quien deja de
alojar a las cuerdas vocales y estas flotan en el río que asciende hasta un rincón oscuro de la
mente que se aloja en el lóbulo negro que nadie se animó a esplorar cuando ya es tarde y el
agua que fue humano se escurre ya por las baldozas.
PENA SUBITA
A una sensación de sol aguda con ingredientes de plenitud sostenida y aires salubres que
interesan a los pulmones e insuflan vigor al entramado celular sobreviene repentino
abrumamiento en todo el espacio que se estrecha junto al aire que se envicia, se va.
SACRIFICCIONES/CUARTA PARTE
QUE ME BUSQUES
Espero.
Te digo que te espero sentado en este banco
No, no en el banco que vos conocés.
Qué te importa cuál, allí te espero.
A esta altura de mi vida no perderé el tiempo explicando a alguien cómo se hace para
buscar a una persona sentada en un banco.
Mirá, en lugar de preguntar tonterías comenzá a buscarme porque vas a llegar tarde.
¿Que la ciudad es grande? Depende para quién.
Conozco alguna gente que es capaz de extraviarse en su propia casa y y no hallar jamás la
salida.
Otros, llegan al extremo de perderse en su propio cuerpo y eso es más grave porque nunca
encuentran la puerta de entrada.
Tántos seres, que aparentan estar perdidos, suelen encontrarse entre sí sobre todo en una
ciudad.
La ciudad puede ser cualquiera, famosa o fantasma.
Ellos mismos son fantasmas y esperan sentados en un banco.
Ellos saben que el otro vendrá; entonces, ¿cómo vos no me vas a encontrar a mí? ¿Por el
sólo hecho de que no te revelo el sitio en que estoy y te espero?
No, no podrás sonsacarme nada.
Te espero, pero no a la hora de siempre.
No, será más temprano.
Pero ni pienso decirte cuándo, tendrás que adivinar.
Y será mejor que llegues puntual.
¿Que es imposible? ¿Me decís "imposible" cuando hasta el más burro sabe que el día tiene
venticuatro horas?
Buscá hora por hora, en una de ellas te estoy esperando.
De ningún modo, no te daré el gusto.
Que vengas.
O si no, todo acabó entre nosotros.
ESCENA DIECISEIS
Uno que junta fuerzas y trata de asomarse y atisba más adelante de sus párpados una
penumbra que trata de abrirse tímida por entre la luz omnipresente.
Señas particulares: sujeto de ojos marrones con tendencia al trapo en la dermis que exhuda
todos los líquidos que el más morboso pueda imaginar, pero mucho más sucios y con
menos posibilidades de inducir apetitos de los que uno, luego, no tiene posibilidad de
arrepentirse.
Tumultos de dunas que se mueven de aquí para allá y mudan consigo el antiguo aroma del
trigo molido, base del viejo pan de Eurasia.
Polvo imperial que compite con las harinas locales de mandioca y maíz.
Prestigio es la palabra: hay que deglutirlo con vinos de uvas transplantadas de las tierras
del conquistador: ¡pan y vino para el buche del señor!
Un tipo al que le pesan demasiadas palabras para poder moverse de su postura símil turista
en doradas arenas, que lo tiene postrado desde el día en que arribó a esta zona crítica.
Vanos son los esfuerzos por modificar su estado que, en realidad, lo empeoran e inflan,
obligándolo a abrir su gran boca por la que escapan bocanadas de discursos sin esperanza.
Se es libre o no se es libre y el ejemplo más patético es el tomate, sometido a la patria
potestad italiana, bajo la forma de tucos, napolitanas, pomarolas, etcétera. Vastos ríos de
salzas ocupan un lugar preferente en la laringe del caballeroide tropezada hace meses con
este infierno que carece —y no precisa— de palabras de futuro.
Y, he aquí que el hombre, si no escupe lo que tiene a cada instante en la punta de sus labios,
se atraganta y muere por asfixia. El instinto más primitivo lo impulsa a desangrarse en
parrafadas borrascosas para poder sobrevivir. Todo un revoltijo de memorias y asuntos no
digeridos concluye bajo la forma de una alocución tumultuosa que alivia sólo en el instante
del borbotón, pero que resurge en tanto convulsión violenta ni bien trata de respirar aire
puro. Son pelotas de sonidos, modulados a moddo de idiomas exquisitos, que tienen por
destino dilución en el aire saturado de sal. No hay tormenta posible que pueda detener la
verborrea de este malhadado ser que, inexorablemente, debe hablar para no morir. Hay
profusión discursiva que compite —y con éxito— con otras manifestaciones igual de
dolorosas de su cuerpo sufrido. Es una voz que a horcajadas declara una verdad tan
supuesta como otra.
Es una verba inflamada.
Es una lengua viperina.
Son dardos con veneno.
Es una letanía autista.
Es un monólogo interior que huye y aquí, es lamentable, no hay eco.
Un orador ha caído.
Pero habla, cómo habla.
NADA
Me fuí, aunque no había motivo para hacerlo y en realidad no tenía ganas.
Entonces, dejé a ellos la responsabilidad de cuidar la cajita que contenía aquello por lo cual
tánto habíamos luchado.
En la calle me esperaban ciertas gentes que se medían en el espejp que mi estatura les
prestaba.
Eso fue lo que intuí cuando me sumergí en aquel negocio de vidrieras grandes como el aire.
Quién sabe qué hacía yo allí, escudriñando pedazos de objetos en perfecto estado de
conservación pero con la impronta de lo corrupto para siempre.
Voy a obviar el episodio según el cual casi pierdo una mano por culpa de un filo
inadvertido.
Preso de un dolor que alguna vez creí olvidado, colgado de hilos que presentí en pesadillas
matutinas, me senté en un banco que encontré en una esquina junto a otros objetos que
esperaban cartonero.
Me puse a contemplar el silencio que salía de ese coche abandonado como yo.
Me puse a masticar unos maníes.
A mi sombrero no lo tenía desde mi infancia, así que para qué apenarme por él.
Mi pensamiento estaba cerca de mis amigos, que seguro irían a tirar la cajita al río y yo no
me iba a enterar, confiado en que ellos la iban a cuidar como a un cachorro.
No sé con qué objeto, estaba yo esa noche en la avenida que llaman Costanera.
Estar allí era la mejor forma de tener frío y hacerme ilusiones de que abajo, en el fondo, el
frío alcanzaba para congelar hasta el hueso más pequeño del alma.
Estaba acordándome de mis monos, de mi gata que un día comió pescado, apoyado en la
baranda carcomida por aquello que llamamos país.
Al lado mío, una pareja repetía "este río es como un mar", entre toses y moqueos.
Yo me dije: "no, no les voy a hacer el juego", y me fuí, tratando de abrigar mi cuello con
nada.
Nada, justamente, nada.
Están los dos mirando aquel gran agujero de agua. Que a estas horas se llena de frío para
justificar cualquier especie de abrazo.
Se supone que a sus espaldas hay un aeropuerto, pero esta noche se esfumó.
Abrazados:
Este río.
Un pescador, apoyado a la baranda, sostiene su caña que se curva, tanza mediante, por el
peso de algo que nadaba en el río y mordió el anzuelo porque evidentemente era un pez.
El hombre, hábil, efectúa movimientos precisos mientras rebobina el riel en una noche que,
como se sabe, es sin luna. Sólo el resplandor de de este hombre que ya tiene su gran
pescado en la mano.
EL Y EL
El le dice que es una de sus pocas habilidades.
El otro se asombra y lo felicita.
El repite su declaración, tentando quizás una respuesta más efusiva de su compañero.
El compañero declara que está muy contento y que aprueba que él posea tal habilidad.
El agradece, pero insiste en proclamar que aquella es una de sus pocas habilidades.
El otro, que comprueba que algo no está del todo codificado en la charla que mantienen,
responde que muy bien, que está todo bien, pero que a qué viene tanta insistencia.
El se silencia por un instante, mira a otro con la boca abierta y lo señala pero no dice nada.
El silencio que ocurre ahora en la mesa de café en donde ambos están tiene un peso
evidente y específico.
En todo el recinto vibra un murmullo, pero en esta mesa se ha instalado un hueco.
Los dos compañeros han quedado con sus miradas en recíproca caución y no hay
posibilidad siquiera de un desmayo.
La situación, por fortuna, no es eterna y él, aquél que insistía en su habilidad única, retoma
su discurso, ahora en cierto modo modoficado.
Dice que su habilidad es única y públicamente notoria.
El otro, tras breve reflexión, se incorpora y, de pie, hace un gesto con sus manos que llama
a silencio a los parroquianos.
Cuando se ha obtenido el clima de atención, improvisa un discurso que, en síntesis, alaba
las virtudes de su amigo e insta a los presentes a coronar sus palabras con un aplauso, el
cual sucede y luego se extingue.
Luego, una nueva instancia de silencio, montada sobre todo en la perplejidad de aquél, el
hombre hábil.
Este, invadido por una sensación de intimidad profanada, retoma la iniciativa para sí.
Asevera que su habilidad es trascendente, pero que, en vista de la incomprensión puesta de
manifiesto por su amigo, que de alguna forma es un representante arquetípico de la
sociedad y la cultura que lo toma en parte, la ocultará para siempre de la vista de todos.
Dicho ésto, se levanta y se va sin pagar su consumisión.
Lo hace su amigo.
CAMION
Vea, el camión que está estacionado a la vera del bar ahora actuará.
Ha sido equipado con un motor potente capaz de trenzarse en gresca con diez automóviles.
Pero, hace muchos años de esto y hoy está casi fundido.
Diez autos están a punto de atropellarlo en este rincón de la calle sin futuro.
¿Y qué hace el camión desahuciado para defender su integridad? Nada, porque es una
máquina y su chofer lo abandonó.
¿Qué placer tendrían diez automóviles en destruir un camión indefenso?
Ninguno y, de hecho, nada harán.
El camión ha imaginado todo.
NADIE, NADIE
No debo aclarar a nadie mi situación aquí.
Soy un hombre sentado en un bar y que mira de vez en cuando a un hombre trepado a un
andamio que martilla una pared.
Debo estar tranquilo y no delatarme bajo ningún aspecto. Si, en cierto modo, disfruto de
esta situación, es asunto mío y a nadie le importa.
Estoy sentado y tomo un té; todo lo hago sin aspavientos.
Si alguien mira mis ojos no hallará fulgor pero tampoco opacidad.
Las columnas de este edificio están en buen estado. No me asusta la tanta luz que entra al
recinto; por el contrario, la acepto como un buen regalo para horas más tarde. Ahora no, y
no hago demostración de afecto. Si tuve prisa hace algunos minutos, ya no me acuerdo y
estoy ahora sereno junto a la mesa de un bar. Sólo contemplo y me abstengo de esperar a
alguien.
Nada debe tentarme y me limito a permanecer, como lo hago desde hace algunos minutos.
Aquí estoy, nadie espere otra cosa.
GORDON
Da gracia la Luna empinada allí.
Cuatro cráteres visibles, veamos.
En el mayor alunizó Gordon.
Gordon tiene cuatro incisivos retraídos que le dan expresión resentida.
Lo expulsaron de la base en que vivía y, por añadidura, del país.
Siempre soñó con comidas abundantes.
Robaba bollos salados y lo pescaron.
Lo embutieron en un traje espacial defectuoso para internarlo en un trasbordador espacial.
La tarde en que lo lanzaron estaba su hija.
Su hija usaba escafandra; le dijo "papá, ¿tendrás aire?"
Gordon la miró; respondió en un soplo "no te preocupes, yo me ocupo de eso".
No obstante, ella le alcanzó un a lata de conservas cerrada. "tomá, es aire puro", "en dónde
lo conseguiste", "no te importa, es de buena calidad".
Entre tanto, se apersonó el alcalde de Houston, Texas, "señor Gordon, soy portador de este
documento imprescindible para su viaje. Es el Auto de expulsión, que pasaré a leerle".
Gordon y su hija se tomaron de las manos. jugaron con los dedos. El alcalde se irritó,
"déjense de macanas y atiendan por favor".
Gordon hubiera querido obviar aquella instancia desagradable. Esa voz de sapo que fuma.
Las palabras expulsivas: "Vete de aquí, Gordon. Fuiste un hombre desagradable. Pregúntale
a tus vecinos. Ti hija se las arreglará sin tu presencia. Una institución de caridad se hará
cargo de ella. Lo hará mejor que vos, Gordon. Vos, que fuiste tan ladrón en tu calle. Vos,
desagradecido de la base que te entrenó. Perro, tuviste escuela gratuíta.los mejores
alimentos del país. Te vas por tu culpa. Adiós. Gordon. Aquí no te queremos. En la Luna,
¿qué vas a hacer en la Luna? Eso a nosotros no nos importa. El transbordador te dejará en
el cráter Aldrin. El peor lugar. Allí van los indeseables. Y no hay más que discutir. Vete,
vete, y jamás regreses".
Gordon asintió y dijo a su hija "no te preocupes, algún aire he de encontrar". La hija
adolescente respiraba agitada como si fuese para ella la condena a vacío perpetuo. Dijo "no
te quites la escafandra, bajo ninguna circunstancia".
Gordon ensayó un guiño y, a continuación, frunció la frente y abrió la boca hasta dejar ver
sus dientes hundidos .Quiso de este modo expresar una pena o algo aproximado a ese
sentimiento. Lo interrumpió el empellón de dos guardias "vamos, rápido, a la plataforma de
lanzamiento". Gordon optó por el práctico adiós y el gesto correspondiente de mano.
"Adiós", él y ella "adiós, no llores, se te empañará la luneta de la escafandra".
Gordon ya estaba lejos y no oía.
ESO
Eso lo vendían en el negocio de las mejores ofertas de nuestro barrio.
Valía menos de lo acostumbrado y nos llevamos tres.
El primero se nos rompió al cabo de una cuadra.
El segundó duró dos días más.
El tercero aún está con nosotros pero nunca lo usamos.
Es un objeto difícil pero sensible.
Casi nunca lo toco aunque me tienta.
Por semanas lo olvidamos y hacemos nuestra vida habitual.
Por otros meses nos invade y lo maldecimos.
En general lo tolero y lo dejo estar.
Mañana lo pondremos en venta.
Será exhibido en la vidriera de un comercio amigo.
Pediremos por él la mitad de lo que vale.
Oiremos ofertas y quizás bajaremos el precio.
Regatearemos no obstante para obtener algún lucro.
Si alguna razón ajena a nuestra influencia frustra nuestro proyecto de transacción, lo
ofreceremos en regalo.
Alabaremos de él sus virtudes innatas y surtiremos de leyenda sus más oscuras entrañas.
Lo destriparemos de ser necesario y lo mostraremos desnudo.
Si nada de ésto resulta, lo despeñaremos por un barranco.
Si no hay barranco, lo reduciremos a cenizas.
Si no hay fuego, lo tiraremos al agua.
Si no hay agua, lo destruiremos a martillazos.
Si nada puede hacerse, mal signo para nosotros.
La intervención
A pesar de estos reparos, el Presidente fue internado en una clínica privada y sometido a
una operación quirúrgica de urgencia, a cargo de un equipo de médicos presidenciales
dirigido por un cirujano principal cuyo nombre se mantiene en estricto secreto. Mas nada
de ésto nos importó y sólo quisimos enterarnos de las inmundicias que le hallaron luego de
tajearlo del ombligo para arriba. Todos sabemos muy bien que el Presidente es un ser
malvado, cínico, embustero y traidor. Y si bien el Primer Mandatario había vetado toda
publicidad sobre el contenido neto de su intimidad intevenida, esta salió con violencia a la
luz y mató a un cirujano.
Destino inamovible
Esta bravata, es necesario recalcar, no salvó ni salvará al Presidente de su evaporación
inexorable. Así lo ha dictaminado el más grande especialista en la materia.
Nosotros no dominamos el tema con la suficiente solvencia como para explayarnos en
extenso sobre el asunto. Para éllo necesitaríamos un equipo de doctores del que carecemos
en absoluto.
Esto, no obstante, no nos impide emitir nuestro parecer: estamos seguros de lo que vimos,
nadie nos ha lavado el cerebro y el Presidente está a punto de de extinguirse.
El futuro
¿Qué ocurrirá cuando de extinga el Presidente? ¿Habrá elecciones para sustituirlo?
Se podría decir que, como no hay nadie más abyacto que nuestro Presidente, cualquier
reemplazante sería ventajoso. Pero de algo no estamos seguros: ¿resistirá la población
autóctona? ¿Se sentirá en desventaja con respecto a los paises vecinos? ¿Se puede vivir sin
un puñal en la espalda?
No podemos hacer previsiones y no tenemos cómo.
No habrá funerales
Las ceremonias fúnebres serán obviadas para evitar el pánico de la población. De un día
para el otro el Presidente será una historia concluída por demás y la mayoría no se dará
cuenta. Se mantendrá la incertidumbre hasta que se vislumbre el sucesor y se convoque a
elecciones generales. Mientras tanto, a algunos pocos les llegará ese pavor que sobreviene
al desaparecer para siempre un alguien. En ese momento comenzará el desbande y quién
sabe cómo acabará.
Tranquilidad
Para que la incertidumbre no empañe el éxito de esta primicia, les decimos que la extinción
del Presidente se hará en forma paulatina y progresiva. La situación es grave pero el
desenlace, que es inminente, quizás se postergue. No hay que hacerse muchas iluciones; tan
sólo se debe esperar unos días de gracia en donde refleccionar sobre esta desaparición
irremediable. Se dice que al Presidente le comenzarán a caerse las pestañas pero esta
situación se ocultará con inobjetables postizos. Lo mismo es de esperar de las demás partes
que componen su apariencia. Así será hasta que no lo veamos más.
Entonces
¿Encontrarán algunos grupos perisféricos este hecho propicio para rebelarse? ¿Habrá en
este conjunto fuerzas suficientes capaces de empujar sin permiso de las autoridades?
¿Entrarán demasiados en este juego asumiendo el riezgo bien posible de caer en una
trampa? En los hechos que sucedan a posteriori puede estar la clave de lo que ahora nos
parece incomprensible. Sin embargo, nada está dicho todavía. Sólo esta presencia que se
extingue.
RAZONES
1
Supongamos que alguien no se explica su propia visión de las cosas y desea, al margen de
su propio orgullo, asegurarse de la veracidad de su existencia. Supongamos, esto es lo más
justo, que lo más aproximado a su lectura es un retrato confeccionado en fotografía
convencional en blanco y negro. Supongamos, con mucha audacia, que este retrato
representa la más alta tecnología en reproducción de imágenes terrenales. Supongamos que,
en tal caso, la reproducción es óptima y aún superior al modelo mismo. Supongamos que la
imagen obtenida está en movimiento y aún baila y canta y por lo tanto tiene sonido. Y uno
mira ésto con asombro y supone que aquél es uno mismo y dice "qué bello y grácil y cantor
soy". Y canta y baila imitando a la imagen que ve reproducida en una pantalla o un trozo de
cartón. Ya se olvidó de su pregunta inicial y sale a la calle dispuesto a entablar
conversación con alguien de disposición similar. Pero llueve tanto que es imposible y cierra
la puerta y suspira. ¿Qué camino queda a este individuo curioso de sí y de lo que lo tiene
por referente y de las referencias de sí ante los otros y los objetos perisféricos?
2
Estaba en estas dudas y en otras colaterales y consecuentes, cuando devino en acción lo que
hasta ese momento eran ideas. Aunque no aquellas maquinaciones que precedieron a su
actual decisión. Yo hablaría, en concreto, de una gran desilusión, provocada por la
magnitud del hecho convocado que no correspondía con la pequeñez del hecho evocado.
Quizás esto suene a ensueño hermético para aquel que haya estado ajeno a este evento pero
es imposible explicarlo bajo un criterio más popular. Nada le es extraño al reino de las
sensaciones, lo difícil es ponerse en contacto con ellas.
3
Esta aventura comenzó un día, muy temprano y de mañana, con mucho calor que soportar y
toda una vida por delante. Ese alguien era de sexo masculino y usaba alguno de los
atributos que le han conferido a este género un cierto renombre. Portaba en sus ojos
bastante fiereza que inhibía una comunicación de tipo frontal y sus puños eran crispados de
antemano con nudillos machucados con rudeza. el ceño era poblado y su barba era
evidente; su calvicie estaba en pleno desarrollo y no mostraba signos de recuperación.
Cuando sorbía su taza de café los brazos que acompañaban al movimiento de las manos se
enarbolaban como barreras ferroviarias en un paso a nivel y completaban un gesto de
oclusión premeditada. Todo en su tronco hacía prever una potencia muscular que se
diversificaba en los muslos, con proporcionada merma en su equivalente sexual. Las
zapatillas calzadas en los pies brindaban la necesaria tierra firme para el par que sabía
marchar muy bien. Este hombre tenía una mujer que se adaptaba a sus característica forma
de mostrar por doquiera su inobjetable imagen de estrecho. Tenía mirada abundante que
solía mezclar con sus cabellos rizados que caían sobre sus hombros semiplenos. Su boca
permanecía abierta aún en los momentos de silencio y este detalle le confería una seducción
sólo comparable a la de sus pechos que para nuestra mirada eran uno sólo y fundido.
Bastaba observar su entrepierna para confirmar que no todas las puertas poseen umbral. Sus
muslos eran inobjetables medios de tracción y afirmaban la velocidad de sus piernas. Qué
más puedo decir.
4
Por desgracia las cosas no fueron tan bien y así sucedió en los días subsiguientes. El, que de
ningún modo se había apropiado de ella, pretendía ejercer sus derechos de omnipotencia
bestial. Ella, por su parte, resistía los embates con argucias dignas de mejor causa. Los
enfrentamientos se tornaron diarios y obligaban a la pareja a mantenerse distante durante
horas prolongadas, instalándose cada uno en cuartos diferentes como gallos cebados o
peces de riña. A pesar de los recaudos, en algún momento confluían y sobre todo a la hora
de la comida. Ese momento devino el más peligroso debido a las armas blancas que suelen
ser tenedores y cuchillos.Todo estaba dado para que uno mate al otro y así transcurrían los
días en tensión cada vez más de rutina. Debido a esta falla, suspendieron este encuentro y
cada uno resolvió para sí y de acuerdo a su esperiencia el acto de comer. Ya no había
peligro mortal.
5
El hombre, que ya había formulado todas sus preguntas acerca de sí y su entorno y futuro
viable o no, sin obtener más respuesta que los hechos que ahora se desarrollaban ante sus
propias narices, optó por prescindir de cualquier reacción airada y retirarse con prudencia
no exenta de riesgo. Ella acechaba por varios flancos, obligándolo a pertrecharse de
vituallas como para un sitio a Moscú.
Ella, que no era tonta, permanecía en vigilia.
La espera fue tensa hasta la exasperación a pesar de que nadie cedía. El conflicto se
enredaba en su propia madeja y no dejaba atizbar una luz porque todo estaba premeditado.
La falta de salida hizo estallar —en forma figurada— las paredes. Ahora estaban frente a
frente.
6
—¿Qué me decís de mí, qué cosa me decís vos?
—¿Y vos, qué cosa decís de mí y a mí, me querés decir?
—¿Y vos, desgraciada, por qué me lo decís así, no exenta de ironía, más bien con acidez y
bastante maldad?
—¡Malo, malo, agarrate de los pelos que te quiero ver! ¡Ruin, explotador, chupasangre!
—Algún día te mataré.
—Yo también.
7
Se separaron no sin gran trabajo. Esto es lo más difícil de narrar.
8
—Es tan exacto que no me atrevo a mirarlo.
Ambos estaban extasiados ante la contemplación del fenómeno pero tan sólo uno era el que
hablaba.
—Es burdo como una metáfora.
Sonreían sin malicia. El espacio era demasiado grande y sin embargo albergaba a los dos.
Carecía de las comodidades necesarias y todo se limitaba en sí mismo. No obstante,
permanecieron allí buen rato. Acababan de comer, entonces estaban satisfechos. Tenían,
digamos, todo el tiempo para ellos. Sobre todo el hombre llamado Marcos. Ella, bastante
menos. Supongo que estaba embarazada. No era tan notorio porque la mujer, llamada
Estela, era obesa natural. O quizás a causa de una medicación a base de corticoides. Tal vez
nunca fue delgada o quizás sí. A él no hace falta describirlo.
La atracción hacia el objeto maravilloso tuvo su momento más alto cuando este dio
muestras de inteligencia. No podrían describirse como signos contundentes pero sí de cierta
translucidez por sobre lo común. Una vivacidad algo más que latente y una intención de
rebelión contra sí misma. Su actividad provocó un estado de hipnosis —esto en forma
metafórica pues Marcos y Estela permanecían con total lucidez. Pero la espectativa no
rindió sus frutos y muy pronto la tensión emotiva decayó hasta sumergirlo todo en abulia.
Los ojos de cada cual se miraron sin poder soportarse. El calor ahora extenuaba y la
humedad roía los huesos. El nivel de tolerancia rayaba con lo más bajo de su umbral, pero
todo parecía tan tranquilo. Marcos pasó una mano por su cabello y se arrancó un mechón.
Ella se puso a reir, por primera vez en toda la noche. El, en primera instancia, no
comprendió. ¿Por qué habría de reírse ella? ¿Qué gracia le hacía un hombre atacado de
seborrea aguda al borde de la calvicie? Sin embargo, esto tenía su borde agradable. Ella
había reído por primera vez y lo había exitado. Se reprimió porque estaba exhausto y
deseaba salir de allí. ¿Qué los había llevado hasta aquel sitio inhóspito? ¿Por qué ella
arriezgó su estado de gravidez? ¿Valía la pena el fenómeno? Luego de mucho tiempo,
cuando el hijo de ella tenía cinco años, comprendieron que se trataba de un fraude. Claro,
habían logrado salir pero, ¿éso que importaba? Nada había cambiado.
9
Sin embargo, estaba la necesidad. Las ciudades son congestiones humanas que transpiran
por contacto recíproco y sobre todo en este hemisferio. La falta de una alimentación
adecuada lanza a al gente a a la calle en contra de sí misma con grandes perjuicios, como es
obvio. En un sueño que Marcos tuvo cierta vez, la ciudad se llamaba Buenos Aires. Luego
no, la ciudad se transformó en Nueva Veira y al instante pasó a ser Día Viejo. Al promediar
el sueño, la ciudad era un pueblo o tal vez un barco. Cuando el sueño se tornó demasiado
confuso, Marcos despertó: estaba solo; en apariencia, Estela lo había abandonado. Ya había
sucedido otras veces y con mucha más zozobra que ahora. "Necesidad": había soñado esa
palabra. Aún no había amanecido.
10
"¿Qué me dicen de los logros de este supuesto hombre? ¿Es acaso la veleidad del que siente
genuino y falso a al vez? ¿Es el supremo motivo del aburrimiento perpetuo? Yo no puedo
defender a este hombre ni tampoco obligarlo a que se defienda. Prefiero no verlo más. Que
se cocine en su propio caldo. Que se ahogue en su lago personal. Y que deje de llorar."
11
Soy más grande que bueno, y con eso me sobra. Me vi forzado, lo siento, pero yo estaba en
mis cabales. No me arrepiento. Mejor dicho, a veces reflexiono. Ella no tiene parentezco
alguno conmigo. Es muy distinta a mí y me ufano de ello. A veces la quiero como una
muñeca. La peino y le cambio los vestidos. Le arranco un brazo y se lo vuelvo a poner. La
muerdo y le dejo mi marca. Hago que parpadee hasta que me canso. Con un marcador, le
escribo palabras obscenas en el vientre. La acuno para que duerma y ella duerme. Allí es
posible que olvide qué es lo que creo. Al día siguiente recuerdo que ella es la de siempre y
me viene un odio animal. Me refreno, me refreno y le doy palmaditas en el lomo. Ella es
simpática. Tiene ocico afilado y mirada triste. No es como yo, aunque me esfuerce no lo
voy a lograr. Me aburre mucho y la olvido muy fácil.
12
Siempre hay algo nuevo en qué creer. Ayer me dijeron: "los límites del universo están en
permanente huída, brindándonos de esta forma una sensación de infinito. El universo en sí
se nos escapa de las manos y esa angustia se resuelve encerrándonos entre paredes sólidas
que nos ilusionan acerca de un más allá ilimitado y feliz." Escuché con atención a la
persona que me ofreció semejante modo de ver las cosas. Lo observé sin inmutarme; él
estaba ansioso. Le dije que se tranquilice, que yo no estaba de acuerdo, pero qué le íbamos
a hacer. El me pidió razones pero yo no se las dí. No tengo razones y no me propongo
tenerlas. Y si las tuviere, quién sabe, quizás le diría que no las tengo. ¿Se habrá ofendido
este señor? ¿Me considera un insensible y por lo tanto me ubica en un lugar muy bajo de su
estima? Mientras me revuelvo en mi cama, insomne, pienso en estas cosas. Que son las que
me producen insomnio. Cuando logre dormirme, entonces ya habré pensado demasiado en
ella y será la hora de despertarme. Es por eso que me duermo de pie, en cualquier sitio en
que me encuentre. Yo creo que el universo tiene límites y demasiado precisos. No son otra
cosa que los ojos, capaces de ocultar lo evidente y lo burdo. Porque si no, ¿ella dónde está?
¿Qué hizo para desaparecer así como así? ¿Y yo qué le hice? ¿Daño? ¿Alguna cosa
irreparable?
13
Ella, acomodada en el recinto más oliváceo de una playa de harina.
Se presiente que posee una tristeza tan remordida que se confunde con facilidad con una
dentellada de perro feroz.
Ella trata de ocultarla por medio de apósitos que sólo logran concentrar las miradas en esa
región nostalgiosa.
Una niebla plúmbica avanza ahora hasta cubrir el espacio escénico y por un segundo se
interrumpe la visión de lo que es dado observar en este paraje.
Luego, la bruma se retira y no resulta honesto convenir que todo ha quedado indemne.
La perisferia ha mutado, del modo en que lo hacen las tierras medanosas y cuando sopla
algún viento notorio. (Todos sabemos qué son capaces de hacer las dunas cuando están
molestas). (En caso de tener que estarse uno, irremediablemente, en medio de alguno de
estos movimientos, se aconceja ponerse cuerpo a tierra, boca abajo, las orejas tapadas, de
modo de evitar cualquier lesión en las córneas o algún alvéolo profundo).
Más allá de las modificaciones ambientales, que hasta cierto punto son anecdóticas, la
tristeza flota y, por qué no decirlo, más que nunca. La diferencia radica en que ella ha
perdido sus apósitos protectores y las heridas, en llaga viva, impresionan bastante. No sólo
por su crudeza y color, sino por su hondura insospechada. Un ojo agudo y entrenado podría
diagnosticar con alguna certeza, y a través de la observación atenta del tajo, la histogénesis
de las pasiones y abulias de esta mujer que, como es notorio, todavía sangra.
Allí está, en postura decúbito dorsal.
Quién la moverá.
¿Aparecerá alguien con los músculos adecuados?
Alguien dijo: "Ella pesa tanto."
14
En esta ciudad, donde nada sirve más que algún puño, se fundó un pozo en donde irán a
yacer los deseos, iluminaciones y demás aparatos imposibles. Encima habrá un monolito
que tendrá un orificio inalcanzable al cual se dirigirán todos los rezos.
En este charco, donde capotó un gran barco, ayer salió a flote una caja y estaba vacía.
Maldición, el tesoro, la última ayuda de ultratumba se esfumó.
TRAGACOMEDIAS
TANGO MONGO
Cinco escenas con interludio bélico y dos epílogos
Un bandoneonista sentado en un inodoro.
Un guitarrista sentado en un bidet.
Escena uno
En un baño están ambos, sentado cada uno en su aposento, blandiendo sus respectivos
instrumentos musicales. Interpretan un tango, el Tango Mongo.
Mongo
Billar animal.
¿Café?
¿Sufrir?
Yo fumo.
El fumo.
Minas, ¡ay!
Yiros sí.
Por Mongo vivo,
a Mongo canto,v sin Mongo no.
Guitarrista
¡Malhaya mis nalgas! ¿Adónde está mi banda mitológica de rocanrol? (Silencio) ¿Y mis
cuatro compactos de poesía virtual, con mediano éxito de crítica y escasa o ninguna
aceptación del público? (Lo mira al bandoneonista) ¿Y usted, oiga usted, usted, porqué es
usted mi vecino?
Bandoneonista
(Hace un gesto mínimo) ¡Jé! (Se frunce, hace fuerza, suelta un acorde). Hemos
transmigrado, brader.
Guitarrista
No me diga esa mentira más grande que este baño.
Bandoneonista
(A dúo con su bandoneón) ¡Claro que no miento! ¡Dígame su nombre, a ver!
Guitarrista
Maicl Yorsh Merd, de Ñu Yersi, IUESEI, guitarrista y lider absoluto de De Críminal Dogs.
Bandoneonista
Está perdido, Cacho.
Bandoneonista
¡Cacho Rodriguet, el que mea en un bidet!
El bandoneonista ríe con estruendo, a duo con un acorde a dos manos que causa espanto
en el guitarrista. Luego, sucede un silencio.
Guitarrista
Creo que me siento mal. ¿Me permite el inodoro?
Bandoneonista
No.
Breve silencio.
Guitarrista
¿Por qué?
Bandoneonista
¡Porque mi nombre es Teodoro!
ESCENA DOS
Se encienden las luces. Ambos músicos sentados en sus respectivos asientos, con una soga
al cuello cada uno.
Guitarrista
Yo estoy mal.
Bandoneonista
Yo estoy muy bien.
Guitarrista
Eso a mí me ofende.
Bandoneonista
No sabe cuánto me alegra.
Guitarrista
Me parece que lo voy a matar.
Bandoneonista
Yo a usted también.
Guitarrista
Entonces, no lo mato.
Silencio.
Bandoneonista
¡Por qué no! El tango es así. No soporto la traición. Toquemos.
En ese instante cae del techo un zapallo. Ambos lo miran en su recorrido hasta el piso. El
zapallo queda entre ambos, a una distancia por delante de un metro, más o menos. Tras un
instante de indecisión, los dos se abalanzan sobre él.
Guitarrista
¡Mí...!
Bandoneonista
¡Mí...!
ESCENA TRES
Guitarrista y Bandoneonista
¡Alegría, alegría!
Guitarrista
¡Jujujuy!
Bandoneonista
¡Ajajáy!
Jajarajajay
jajarajia
ujujú
jojorojojó
Eh,
quequerequequé.
Ah,
cacaracacá.
Bandoneonista
quequerequequé
Guitarrista
cacaracacá
Bandoneonista
quequé
Guitarrista
cacá
Guitarrista
Caca. Casi cinco años sin hacer caca.
Bandoneonista
Qué, qué, qué se lo impide.
Guitarrista
Usted, que usurpa el inodoro.
Bandoneonista
¿Acaso no puede hacerlo en el bidet?
Guitarrista
Se tapa, ¡cínico! ¡Restitúyanse mis derechos o no responderé de mí!
Bandoneonista
¿Me amenaza?
Guitarrista
¡Más que éso!
Bandoneonista
¿Guerra?
Guitarrista
¡Guerra!
Pausa tensa.
Guitarrista y Bandoneoista
¡Guerra!
Apagón o telón
ESCENA CUARTA
Guitarrista
Era un año desgraciado. Los autos chocaban todos los días. Los hospitales se llenaban
como si fuera para siempre. La levadura no levaba y había que comer pan ácimo. Los
cantantes no superaban dos octavas. La leche se cortaba aún dentro de las tetas. Siempre
que llovía se arruinaba algún manuscrito. Cuando soplaba el viento se derrumbaba alguna
pared que aplastaba a un anciano o a un perro y al gato perseguido por este. Cuando salía el
sol se apagaba otro. No era posible avanzar; era imposible retroceder. Aún había esperanza.
Bandoneoista
Era un año excelente. Doquiera que alguien llegaba a la parte que fuere se le daba
bienvenida. Doquiera que alguien resultaba ofendido recibía disculpas. Doquiera que volare
un avión era un avión. Los pastos engordaban a las vacas hasta hacerlas exquisitas. Los
perros olían delicias hasta saciarse. La luna no presagiaba peligro. Un tren descarriló sin
tragedia. Miente quien diga lo contrario.
Apagón o telón
Interludio
LAS BATALLAS
Advertencias
"no es la guerra
lo que anda sucediendo
es lo que tiembla
detrás de las puertas"
Atiendan al buey:
BATALLA PRIMERA
araca brutalidad
acá patada antigua
allá qué pasa
araca joraca
el bobo esperando
¿me escuchan?
acá todo nervio no sé si me entienden
TENDIDO
PERO ACA NADA BANDIDO
CLARO
MIEEEDO
LA RUINA ACA TAMBIEN
¿entonces nervioso?
ENTONCES TRANQUILA
dudoso allí
TAMBIEN ALLA
ah futuro
AH FUTURO
BATALLA SEGUNDA
BATALLA TERCERA
¡JESUS!
¡satán!
¡PADRE!
¡puta!
¿NO ME AMAS?
¡te desteto!
NO SERA POSIBLE
TANTA RATA CRUEL
dolerá más que tu infarto
NADIE SUFRE MAS
QUE MI AORTA
DESANGRADA
¿nada más sufrís?
NI LLANTO
¡entonces volví por qué!
PORQUE AHORA VOS
¡SUFRI!
¡solo!
SOLOS
¿somos rendidos?
VIEJA TRUCA PERO SI
a caballo de quién
cuadrumano
NIMPORTA SI DA LECHE
¡importa si da huesos!
ESO SOBRA
¡MIRA!
no puedo: cegué
¡SORDO!
¡mudo!
BATALLA QUINTA
¡superhombre!
¡LOS HUESOS!
LOS HUESOS
ESCENA quinta
El escenario a oscuras. Se oye en off las voces de locutores radiofónicos.
Locutor 1
En este preciso momento, siendo la hora que es, y en proyección de futuro, dos bandos
enemigos se están enfrentando en forma cruel y violenta, con enormes bajas en cada orilla.
La guerra ha comenzado.
Locutor 2
Un fuego apasionado arresia en el campo de batalla. La sangre cubre el césped recién
cortado y animales de aire y tierra han huído en busca de mejores pasturas.
Locutor 1
Las hembras en celo se abren en dos y reciben en premio tantas balas amorosas como
machos se desgüellan en batalla.
Locutor 2
Aquí, en el campo de combate está el olor. Es El, lo reconozco. Huele fuerte y me desmayo.
Abandono la transmisión por ahora.
Locutor 1
¡Cuidado, cuidado, allá vienen!
Locutor 2
Descuide, ya se van.
Locutor 1
Pero... ¡El botín! ¡Se llevan el botín!.
Locutor 2
Así es, el botín. Deberá jugarse el fútbol rengo. Habrá que adaptar las leyes del malambo.
Se implantará la bicicleta unilateral. La guerra ha terminado.
EPILOGOS
porque
adónde van a ir
ellos
el difunto
y los demás
CUENTESE ALGO
no hay nada sabroso
QUE PASA QUE QUE
se me acaban las ideas
ALGO INVENTE
todo vendí
LA SOLEDAD
la negocié
II
Hipótesis: Mezcla de prosa y verso: un verso lo más antimusical posible, que abarca
casi siempre una oración, y una prosa que nunca enuncia frases como "la marquesa salió a
las cinco". Autonomía de la frases: muchas de ellas, por sí solas, narran, describen y
exponen ¿qué? La artificiosa expansión de un momento brevísimo donde la sucesión de
acontecimientos y percepciones se agolpa. Beckett: "Supon que nos arrepentimos"
"¿Arrepentirnos de qué" "Oh...(reflexiona) No haría falta que entráramos en detalles": ésta
es la estructura de muchas de las situaciones presentadas. Jarry: humor de alta escuela,
lógica alterna, el rey que declama sublimemente para huir después ante la primera laucha.
Parra: como el chileno, Wapner encuentra ese límite inferior del habla donde cualquier
artificiosidad resulta posible a costa de su propia irrisión. Lamborghini: Wapner parece
haber entendido mejor que su autor, más concretamente, el concepto de "horrorreír". Una
lectura de Beckett, Jarry, Parra y Lamborghini que no esta en los papeles del congreso
permanente de poetas de los últimos años. Dos temas dominantes: el cuerpo y el discurso.
Un cuerpo que se enferma o se rebela contra su propietario con una multitud de tics, que
sufre mutaciones de ciencia ficción y con el que nunca se puede contar. Un discurso que
nunca logra encontrar la correspondencia clásica con el mundo, por exceso o por defecto.
Una galería de personajes atornillados a máquinas fantasmales o lanzados a proyectos
desmesurados con la certeza del fracaso. Un espíritu iconoclasta que, por ejemplo, lo lleva
a burlarse de los poemas metapoéticos comparando la vejiga que se vacía con una lapicera
que se descarga sobre el papel. El mundo de Wapner ha sufrido un disloque fundamental:
donde estaba el espíritu está la materia, donde estaban los lazos familiares está la muerte,
donde estaba la piel está el esqueleto o un par de guantes de seda negros. La imaginación de
Wapner, "las cosas que se le ocurren", es tan fértil que sería inútil tratar de ejemplificarla
con una o dos citas. Baste decir que ha cumplido con el precepto juvenil de Borges: no
vestir nociones comunes con el método conceptista, sino instalarse en un plano fantástico
más alto.
Alejandro Rubio