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LECTURA 1
Acabo de hablar de los “órganos del habla”, y podría parecer, a primera vista que esto
equivale a admitir que el habla misma constituye una actividad instintiva biológicamente
predeterminada. Pero no debemos dejarnos extraviar por esa simple expresión, no
existen, en sentido estricto, órganos del habla; lo que hay, son solo órganos que de
manera incidental, pueden servir para la producción de sonidos del habla.
Y es que no puede ser de otra manera, pues está demostrado fehacientemente que todo
lo hecho por el ser humano tiene un sustento social. El hombre es verdadero hombre
porque vive en sociedad. De allí que concebir el lenguaje fuera de este entorno y la
educación resulta algo impensable. Los casos más patéticos se han dado en los niños
secuestrados (como KaspersHauser, en Nuremberg) o los “niños-lobos” de la India, en
los cuales se puso de manifiesto que la ausencia del medio social- entendido no como
una reunión sinérgica de varios individuos, sino de relaciones en el nivel de lo psíquico-
era la causa del no desarrollo lingüístico, y por tanto no había permitido el uso de un
sistema de lengua.
Cuando abordamos el fenómeno del lenguaje estamos frente a una de las creaciones
más extraordinarias del género humano, gracias al cual el hombre ha podido vivir en
sociedad. Sin embargo, es necesario esclarecer que el lenguaje no es el único medio por
el que los seres humanos interactúan, pues existen otras formas al interior de la
comunicación, entendida como un concepto más genérico.
Por esta razón es necesario entender que el lenguaje solo es una forma de
comunicación, pues también se pueden trasmitir mensajes a través de señas, gestos,
gritos, movimientos, y otras formas sorprendentes.
(Eugenio Magallanes, Lenguaje y Comunicación)
Se supone que el hombre usaba simples piedras y palos mucho antes de adquirir las
técnicas de conformarlos para sus necesidades. Sin embargo, se sabe que, hace un
millón y tres cuartos de años ya sabía partir un guijarro dándole un golpe fuerte con otro
para tener aristas cortantes. Así eran los eolitos o “piedras del amanecer”, los primeros
artefactos del hombre. En forma semejante, los homínidos ancestrales habrán
comenzado produciendo gritos instintivos y después aprendido a usarlos con intensión
comunicativa. Eso fue en el amanecer del lenguaje, o sea la edad eoglótica. Los restos
craneales de los primeros tiempos los mismos que permiten hasta cierto punto inferir la
capacidad mental, del hombre confirman su lento desarrollo. El pitecántropo tenía un
volumen cerebral bastante más grande que el de los simios, pero todavía lejos del Homo
sapiens.
Es factible que los individuos más excepcionales de aquel entonces hayan podido
manejar en forma elemental un idioma moderno, si hubiera habido quien se los
enseñara, pero todavía no había llegado el momento en que tal lengua pudiera ser
aprendida por los tiernos bebé ni servir como instrumento de toda la sociedad.
De algún modo el desarrollo del lenguaje tuvo que ser semejante al de la capacidad de
fabricar y utilizar los implementos. Sin poder comprobar los periodos detalladamente,
es correcto pensar en grandes etapas del desarrollo, y bien podríamos hablar de un
paleoglótico, quizá hasta con divisiones en inferior, medio y superior, así como de un
neoglótico.