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Marc Angenot.

1889 : pourquoi et comment j'ai écrit ce livre – et quelques autres

Médias 19. URL: http://www.medias19.org/index.php?id=13856.


[trad. esp: Marc Angenot, « 1889: Por qué y cómo escribí este libro –y algunos otros », Cuadernos LIRICO, 15 |
2016, URL : http://lirico.revues.org/3176 ; DOI : 10.4000/lirico.3176]

El texto está encabezado por una cita de Louis Blanc ―político e historiador francés―
extraída de sus Questions d’aujourd’hui et de demain (Paris: Dentu, 1873, V, p. 400): «Bien mirado,
no son los individuos los que piensan, son las sociedades; no son los hombres los que
inventan, son los siglos» [À bien réfléchir, ce ne sont pas les individus qui pensent, ce sont les sociétés : ce
ne sont pas les hommes qui inventent, ce sont les siècles].
Lo que hará Angenot en este texto es repasar su propia trayectoria intelectual desde
que en 1967 defendiera su doctorado en la Universidad libre de Bruselas con dos tesis bajo
la dirección del filólogo y estilista Albert Henry: una sobre la retórica del surrealismo y otra
sobre el criollo haitiano. Otros profesores que destaca de estos años son: Chaïm Perelman
(nouvelle rhétorique), Roland Mortier (especialista en el s. XVIII) y Lucien Goldmann (pionero
de la sociología de la literatura). De ahí, da el salto a Canadá, al departamento de lengua y
literatura francesas de la Universidad McGill, donde ahora es profesor emérito (y, desde 2001,
titular de la cátedra James McGill de estudio del discurso social).
Sus primeros libros «se ocuparon de los márgenes de la literatura canónica y de los
sectores desatendidos por la tradición universitaria» (§5); por ejemplo, Le roman populaire:
recherches en paralittérature (1975), que aborda los temas y géneros de la novela-folletín del XIX,
estudios sobre la utopía y las primeras obras de ciencia ficción francesas, y la co-dirección de
la revista Science-Fiction Studies (1978-1984). En paralelo, empezó a trabajar «sobre la
revitalización de la antigua retórica en el marco de los nuevos métodos de análisis semióticos»
(§8); por ejemplo, La parole pamphlétaire (1982) o Les Champion des femmes (1977). La retórica
de la argumentación le parecía ser un elemento más dentro de una disciplina que, por
entonces, era aún emergente y dubitativa, pero a la que acabaría consagrando el resto de su
carrera, el análisis del discurso, que parte de la siguiente idea sencilla (§10):
[L]o que se dice y se escribe en la vida en sociedad jamás es aleatorio ni “inocente”: una
disputa doméstica tiene sus reglas y sus roles, su tópica, su retórica, su pragmática, y esas
reglas no son las mismas, desde luego, para un mandamiento episcopal, un editorial político
o la profesión de fe de un candidato a diputado. Tales reglas no derivan del código lingüístico.
Forman un objeto particular, plenamente autónomo, esencial para el estudio del hombre en
sociedad. Este objeto, sociológico y por lo tanto histórico, es la manera en que las sociedades
se conocen al hablarse y al escribirse, en que el hombre-en-sociedad se narra y se argumenta.
La disciplina se forja también en el encuentro con Régine Robin, historiadora que funda la
llamada «Escuela francesa de análisis del discurso» y que acaba trabajando en la Université
du Québec à Montréal a fines de los setenta1. En aquellos años, los primeros ensayos de
Angenot sobre el tema se aproximan más a la historia de las ideas que a los estudios literarios,
tal y como se entendían entonces: “Malaise dans l’idée de progrès” (Mots: les langages du politique
nº19, junio 1989), “Savoir et autorité: le discours de l’anthropologie préhistorique” (Littérature
nº50, 1983) y “Lecture intertextuelle d’un texte de Freud” (Poétique, nº56, 1983). Es también
en esos años cuando decide realizar el esbozo de una teoría del discurso social y un proyecto
para su aplicación en un vasto corpus de corte sincrónico: el análisis sistemático de la cosa
impresa producida en lengua francesa en el curso de 1889, un año elegido por su condición
de bisagra. Dedica siete años a examinar el corpus y a sistematizar un método de trabajo
concienzudo, fruto de los cuales ve la luz un libro-mamotreto: Mil huit cent quatre-vingt-neuf: un
état du discours social (Le Préambule, 1989).

1Angenot, M. (2007). Régine Robin à ses débuts, ou: L’invention de l’analyse du discours. En : Caroline Désy et al. (dir.),
Une Œuvre indisciplinaire: Mémoire, texte et identité chez Régine Robin, Québec: Presses de l’Université Laval, pp. 13-22.
¿Qué elementos o descubrimientos destaca de esa vastísima investigación? En primer
lugar, la infinita diversidad (por su estatus social, su régimen cognitivo, sus destinatarios) de
los objetos temáticos y las formaciones discursivas que allí encuentra. A primera vista, da la
impresión de ser un caos total [tohu-bohu], una multiplicidad cacofónica que hace recordar
aquello que Bajtín llamó heteroglosia o heterología. Sin embargo, más allá de ella es posible
encontrar recurrencias y principios que le dan una co-inteligibilidad orgánica; el objeto que
Angenot buscaba describir y sintetizar no era el todo de la superficie, sino las reglas,
tipologías, repertorios, etcétera, que lo subyacen. Otro elemento importante es la sincronía,
opuesta a la de la lingüística estructural (construcción ideo-típica), puesto que se basa en la
contemporaneidad: descripción de una especie de atmósfera a la que el sentido común le da
coherencia. También la no-división de las disciplinas o campos discursivos, al optar más bien
por una red interdiscursiva global que reconquiste una suerte de perspectiva totalizadora.
Para designar esas constantes, recurrencias y reglas de lo escribible, utiliza el término
de hegemonía que, sin embargo, no quiere designar una prevalencia en cuanto a su nivel de
legitimidad, ni su dominación cuantitativa, sino al «conjunto de mecanismos reguladores que
arbitran a la vez la división del trabajo discursivo y sus jerarquías, todo ello asegurando un
grado de homogenización de la retórica, de la doxa y de los tópicos interdiscursivos» (§22).
Esta aparece como un sistema que se regula a sí mismo sin que haya detrás nadie que mueva
los hilos. El discurso social hegemónico sobredetermina la legibilidad de los textos que
componen la masa discursiva y, al mismo tiempo, tiene el monopolio de la representación de
la realidad: produce y fija las credibilidades y validaciones, al tiempo que rechaza y censura lo
impensable. Señala una idea que resuena a Rancière: «Todo debate en la opinión “pública” o
en un sector dado, por ásperos que sean los desacuerdos, supone un acuerdo previo basado
en el hecho de que el tema “existe”, que “merece” ser debatido ―y que un denominador
común mínimo sirve de primer rango a los desacuerdos y a las polémicas» (§24). A propósito
cita a Régis Débray:
No hay necesidad de adherir las mismas ideas para respirar el mismo aire. Basta con que
acordemos tener esto o aquello por real: lo que es digno de ser debatido. Por medio de esta
elección previa, tan espontánea como inconsciente, se despliega lo esencial, a saber, la
distinción entre lo decisivo y lo accesorio.2
Continúa equiparando discurso social e ideología, al menos en uno de los tantos sentidos que
se le otorgan a este último término: «conjunto de la materia ideológica propia de una sociedad
dada en un momento dado» (§25) y más adelante «coexistencia más o menos armoniosa de
“ideas” recurrentes que disimula los intereses de la clase dominante para los espíritus
simplistas». Toma la idea de El marxismo y la filosofía del lenguaje (Volóshinov, 1929) de que «el
dominio de la ideología coincide con el de los signos» y, por ende, todo lenguaje es ideológico;
y señala que «[e]l sentido universal de la ideología constituye un concepto vacío de sentido,
un concepto que se reduce a un principio heurístico que le resulta fecundo». Este principio
heurístico tiene que ver con pensar históricamente el discurso social, sin dejarse llevar por la
recepción inmediata, a menudo muy distanciada (estéticamente, por ejemplo, pero también
éticamente) del tiempo histórico del texto; para ello hay que formular «el principio de una
hermenéutica de la totalidad» (§27). Revelarse, por tanto, contra la supuesta inmanencia de
los discursos y ver cómo estos están en conexión con otros que ya estaban ahí; por ejemplo,
en Le cru et le faisandé (1986) trata de mostrar que no se puede hablar de sexo en 1889 sin
trabajar también sobre otros ideologemas que están activos entonces. Hay, por tanto,
migraciones ―difusión de ciertos esquemas, ideas, valores, procedimientos retóricos― entre
unos géneros discursivos y otros; un ejemplo: “La lutte pour la vie: usages et migrations d’un
idéologème” (1986).

2Il n'est pas besoin d'épouser les mêmes idées pour respirer le même air. Il suffit qu'on s'accorde à tenir ceci ou bien cela
pour réel : ce qui est digne d'être débattu. Par ce choix préalable aussi spontané qu'inconscient s'opère l'essentiel, qui est le
partage entre le décisif et l'accessoire (Régis Débray, L'Emprise, Paris, Le Débat-Gallimard, 2000, p. 82).
También es interesante preguntarse por la «no-contemporaneidad» de algunos de los
discursos: ¿qué se encuentra en los márgenes y es, aparte de antagonista, incomprensible o
incompatible? (Ungleichzeitigkeit, Ernst Bloch, traducido al inglés como non-simultaneity3).
El trabajo sobre el discurso social también le ha llevado a trabajar acerca de ámbitos
no explorados: café-concert, literatura mundana, novelas para damas. Aparte, ha tenido la
ocasión de explicar, corregir, completar o ilustrar su investigación: “Théorie du discours
social. Notions de topographie des discours et de coupures cognitives”4 y en las actas del
coloquio 1889 a eu vingt ans: Questions à Marc Angenot (Discours social, vol. 36, 2010). Aquí
supongo que podría incluirse también el número de The Yale Journal of Criticism dedicado a su
figura (2004).
A continuación pasa a enumerar alguna de las fuentes que inspiraron su problemática:
las Mitologías de Roland Barthes ―el análisis innovador de la cultura mediática―, Michel
Foucault en el periodo que va de Las palabras y las cosas a Vigilar y castigar ―¿de qué manera, a
lo largo de la historia, el sujeto humano se ha tomado a sí mismo como objeto de
conocimiento?; redefinición de su propósito como una “historia de la verdad” (vol. 2 de
Historia de la sexualidad)―, ¿Creyeron los griegos en sus mitos? de Paul Veyne ―la noción de
“programa de verdad”―, el análisis de discursos políticos de Jean-Pierre Faye (Langages
totalitaires, Récit hunique y Le siècle des idéologies) y la pregunta que plantea Charles Grivel en
Production de l’intérêt romanesque (1975): ¿qué cuenta, en el curso, de algunos años, la ficción en
su conjunto y qué funciones socioculturales desempeña el tópico novelesco? También el
enfoque intertextual e interdiscursivo del pensamiento de Bajtín, Volóshinov y Medvedev; la
problemática de la sociología y la historia cultural a partir de los ensayos de Edgar Morin
(L’Esprit du temps), Bourdieu (La distinction), Claude Grignon y Jean-Claude Passeron (Le
savant et le populaire. Misérabilisme et populisme en sociologie et en littérature), Pascal Ory (La culture
comme ouverture, treize exercices d’histoire culturelle) y Roger Chartier (“Le monde comme
représentation”, Annales, vol. 44, nº6, 1989); la Escuela de Frankfurt, el Anti-Edipo de Deleuze
y Guattari ―desterritorialización― y Gramsci ―hegemonía―, y una manera de escribir la
historia muy influida por Michel de Certeau, Ricoeur y el ya mencionado Veyne. El libro que
quiso imitar fue La droite révolutionnaire, 1855-1914 (1978) del historiador israelí Zeev Sternhell.
Habla también de las colaboraciones intelectuales: Régine Robin, el Grupo µ de la
Universidad de Liège y en particular Jacques Dubois, quien se orientó posteriormente hacia
la sociología de la literatura y la cultura ―cita, a propósito de este, un libro de Uri Eisenzweig
sobre novela policíaca: Le Récit impossible―, Georges Vignaux (L’Argumentation: essai d’une
logique discursive, Le discours, acteur du monde), Ruth Amossy y Elisheva Rosen ―teoría de los
clichés, lugares comunes, estereotipos―, Michel Meyer ―problematología y pensador de la
retórica―, “Círculo Bakhtine” de la UQAM ―“Bakhtine mode d'emploi”, en la revista Études
françaises (vol. 20, n°1, 1984)― y el CIADEST (Centre interuniversitaire d'analyse du discours
et de sociocritique des textes).
Y termina por señalar como predecesores del discurso social a los literatos de la “era
de la sospecha”, que volvieron una y otra vez a la exégesis de los lugares comunes: Flaubert,
Proust, Léon Bloy, Robert Musil o Sarraute (Fruits d’Or y Vous les entendez): «los novelistas
son los que han escuchado y han sabido transcribir con mayor sutileza e ironía el vasto rumor
heterológico de los lenguajes sociales» (§50).
Otros libros del propio Angenot que proceden de la amplísima investigación llevada
a cabo para 1889: Le cru et le faisandé: sexe, discours social et littérature (1986), Le Centenaire de la
Révolution (1989), Ce que l’on dit des Juifs en 1889, antisémitisme et discours social (1989) y Un juif

3 Concepto extraído de Herencia de esta época (Erbschaft dieser Zeit, 1935); aparece a menudo en la tradición marxista,
especialmente en el marxismo estructural (Althusser, Balibar) y Fredric Jameson lo cita también en Postmodernism, or the
Cultural Logic of Late Capitalism (Duke University Press, 1991: p. 307).
4 Discours social, vol. 27, 2006 y Contextes, no 1, 2006: https://journals.openedition.org/contextes/51?&id=51
trahira : le thème de la trahison militaire dans la propagande antisémitique (1995), Le Café-concert.
Archéologie d’une industrie culturelle (1991), L’œuvre poétique du Savon du Congo (1992). Su interés
bascula durante los años noventa hacia la historia de las ideas políticas y de las ideologías de
masa, a lo que llama “grandes relatos” (siguiendo a Lyotard): Topographie du socialismo français
1889-1890 (1990), L’Utopie collectiviste (1993), etcétera.
Por último, dedica el apartado final al lugar y rol de la literatura, anticipando que el
estudio del texto literario le parece carente de interés si este se aísla de la red socio-discursiva
en la que está inmerso y sobre la cual trabaja. Sin una teoría y práctica del discurso social, es
poco factible abordar la literatura sin caer en el a priori. Lo que señala es la doble capacidad
consensual-disidente de esta: «Tomado del discurso social, producido según los “códigos”
sociales, el texto puede ciertamente reproducir la doxa, la aceptable, lo preconstruido y el
prejuicio, pero también puede transgredir, desplazar, confrontar, ironizar, exceder la
aceptabilidad establecida» (§69). De ahí procede su legibilidad (inmediata o futura). La tesis
sobre el conocimiento de segundo grado de la literatura procede de su lectura del
pensamiento de Bajtín ―en sentido amplio, también de los textos que se le han atribuido― y
de los análisis sociocríticos de Claude Duchet―: la literatura como suplemento del discurso
social. Contra la autonomía e inmanencia del texto literario, su condición supuestamente
transhistórica ―cfr. “L’Inscription du discours social” (artículo de Angenot y Robin,
Sociocriticism, I, nº2, 1985).
The Yale Journal of Criticism, vol. 17, nº 2 (2004)
“Marc Angenot and the Scandal of History”

Robert F. Barsky: Introduction (pp. 163-182)


Robert F. Barsky: “You Cannot Transform the History of Ideas Into a Comic Strip”: An
Interview by Marc Angenot (pp. 183-197)
M. Angenot: Social Discourse Analysis: Outlines of a Research Project (pp. 199-215)
M. Angenot: What Can Literature Do? From Literary Sociocriticism to a Critique of Social
Discourse (pp. 217–231)
F. Jameson: Marc Angenot, Literary History, and the Study of Culture in the Nineteenth
Century (pp. 233-253)
Michel Pierssens: A State of Social Discourse (pp. 255-261)
Marie-Christine Leps: Critical Productions of Discourse: Angenot, Bakhtin, Foucault (pp.
263-286)
Darko Suvin: Besinnung and What May the Century Amount To: On or About or Because
of Marc Angenot as Goad and Stimulus (pp. 287-311)

***
En la Introducción a este número dedicado a Angenot, Barsky señala que, igual que otros
de los más prominentes teóricos y críticos en la escena estadounidense, Angenot tiene una
educación clásica y rigurosa en filosofía, retórica, literatura y filología que, sin duda, marca su
acercamiento a los estudios histórico-literarios, pero sin embargo su trabajo se distancia del
de los grandes figurones de la French Theory (más adelante profundizará en ello: cfr. p.176 y
ss.). Acerca de Foucault dice que «la influencia no implica necesariamente adhesión» (p.164):
Entrar en contacto con el trabajo de Foucault me ha enseñado mucho, pero casi siempre a
contrario, puesto que admiré sus conjeturas y su desarrollo, pero, al final, rechacé la mayoría
de sus premisas, enfoques y conclusiones. […] Decir esto ante todo de ninguna manera
subestima el talento innovador de Michel Foucault, pero tampoco sus obvios fallos.5
Lo que sigue en esta introducción es un repaso a la genealogía intelectual de Angenot, a sus
fuentes más destacadas, así como a los hitos de su carrera (se puede usar para ampliar o
verificar lo dicho por sí mismo en el artículo anterior). Acerca de la influencia tangible de
Bajtín:
El “social” del discurso social de Angenot significa que la práctica del lenguaje no puede
aislarse de otras prácticas discursivas, no solo en el caso de los textos relacionados entre sí,
como sugiere la idea de intertextualidad, sino en toda la cacofonía ambiental de voces. Esto
sugiere que para entender a Angenot, uno debe estar versado en un conjunto de teorías que
han considerado la relación entre “lengua” y “habla” de Saussure o, en términos más sociales,
palabra y contexto, o expresión y hegemonía (p.166).
Con respecto a esto, en el artículo llamado “Social Discourse Analysis: Outlines of a Research
Project” incluido en este dossier, Angenot reconoce la influencia de este autor, pero también
de Gramsci, Raymond Williams y Foucault, pero también del semiólogo argentino Luis
Prieto, del novelista, filósofo e historiador del fascismo Jean-Pierre Faye, y de Bourdieu, entre
otros (estos otros pueden consultarse en el artículo anteriormente reseñado y en el citado a
pie de página: “One does not write…”). Barsky destaca las de Bajtín ―cita The Dialogic
Imagination6― y Bourdieu porque, a su entender, son las que sienten las bases de sus propias

5 Angenot, M. “’One does not write good literature with good sentiments’: French Theory, Modernist Writing, American
Militancy” (University of West Ontario, 2000) <http://groups.msn.com/pagedemarcangenot/discourssocial.msnw>.
6 «Estamos tomando el lenguaje no como un sistema de categorías gramaticales abstractas, sino más bien el lenguaje

concebido como ideológicamente saturado, el lenguaje como una visión del mundo, incluso como una opinión concreta,
que asegura un máximum de comprensión mutua en todas las esferas de la vida ideológica. Así, un lenguaje unitario da
expresión a fuerzas que trabajan para la unificación verbal e ideológica concreta y la centralización, que desarrolla en
conexión vital con los procesos de centralización sociopolítica y cultural» (Bajtín, M. “Discourse in the novel”).
reflexiones acerca de la relación entre la expresión y el mundo discursivo en el que se inscribe
(p.167); ver la idea de “modas” discursivas y estratificación del lenguaje. Con respecto a la
descripción ambiental o atmosférica del discurso social, Angenot propone una diferencia con
respecto a Bajtín; mientras que este último describe la relación entre la atmósfera que
prevalece y el resto en términos vitalistas, como si la expresión fuera orgánica y tomara vida
por sí misma, Angenot es mucho más materialista en su enfoque del “discurso social” y por
tanto mucho más apto para pensar la expresión como producto-mercancía antes que como
ser viviente (cfr. “Social Discourse Analysis”). Esto lo acerca más a Bourdieu: el intercambio
lingüístico como transacción económica (cfr. Langage et pouvoir symbolique, 1991).
Los límites de lo decible y otra diferencia más (de énfasis) entre Bajtín y Angenot: «para
Angenot lo “decible” está ligado a las condiciones bajo las cuales el sujeto hablante produce
su expresión; para Bajtín esta misma palabra aunque en sentido restringido es, sin embargo,
el producto de los individuos vivientes y hablantes que están situados, de maneras muy
específicas, en el espacio y el tiempo» (p.170). Aunque el enfoque de Angenot es más material,
esta idea de los “discursos vivientes” lleva a un punto de intersección entre Angenot, Bajtín
y Bourdieu, en lo que respecta a la posibilidad de aplicar una metodología rigurosa, científica,
al ámbito del discurso; para los tres, por razones similares aunque distintas, todo diálogo está
demasiado mezclado con la ideología, la atmósfera, las intenciones y las percepciones situadas
como para poderse abordar de manera útil a través de las formas sistemáticas, desconectadas
y metodológicas de la lingüística y semiótica estructural (cfr. Angenot, Critique de la raison
sémiotique: fragment avec pin up, 1985: denuncia cómo la historia y la ideología son borradas de
estas disciplinas). «Bajtín les recuerda la historia y la ideología a los formalistas de su época;
Angenot trae a la nuestra el escándalo de la historia» (p.172).

***
Algunas citas extraídas de la entrevista (realizada en una visita a la University of Western
Ontario en 2001) que se incluye en el dossier:
La generación de personas que empezaron la universidad en los sesenta empezó con un gran
número de preguntas, relativamente nuevas y por responder, acerca de la cultura, la ideología,
el valor estético, la interrelación de los valores sociales y los estéticos, etcétera.
Experimentamos con paradigmas diferentes. Yo intenté no desatender este conjunto de
asuntos en favor de respuestas cómodas. Con mi teoría del discurso social intenté explorar
las controversias básicas sobre la ideología. Por ejemplo, ¿cómo intenta una sociedad
producir valores? ¿Y por qué tipo de intereses? (p.185).
Lo que señalará justo a continuación es que su trabajo sobre el discurso social «le llevó a
intentar entender en qué consistía la modernidad» y, en particular, la manera de lidiar con el
mal y con el escándalo del mundo empírico. Ese escándalo es el punto ciego en el que se
enfoca su pensamiento: ¿cómo enfrentarse a él?
Lo que se necesita, lo que siempre se ha necesitado, y lo que esperamos de los seres humanos
modernos, es la sospecha. Estamos inmersos en un estado determinado del discurso social,
con sus axiologías, valores y paradigmas, y todo lo demás que podamos intuitivamente tratar
de ubicar ahí dentro. No basta con aceptar esta posición como si fuera natural y trabajar
dentro de ella, como si chapoteáramos en un baño templado. Lo que tienes que decir es,
como en Porgy and Bess, “it ain’t necessarily so” [“no es necesariamente así”]. ¿Qué significa?
Es bastante fácil decir “no es necesariamente así” cuando te estás haciendo cargo de otra
gente, otras evidencias, y otros lugares. Pero desde luego es mucho más exigente, y más
urgente, intentar ver tu propia sociedad como extremadamente raro y extravagante (p.187).
Y más adelante, acerca de su objeto de estudio o interés:
La literatura ocasionalmente desempeña un papel especial, pero estoy interesado en algo más
que no estoy seguro de querer nombrar o etiquetar, algo que no es ni literatura ni verdadera
civilización cultural. Estoy estudiando la extrañeza de la inventiva simbólica durante los
últimos dos siglos, intentando entender cosas cuya ubicación no se encuentra necesariamente
en lo que llamamos literatura. Puede ser música, pueden ser tiras cómicas, puede ser
propaganda política, Se lo que estoy buscando, pero no estoy seguro de que sea algo que
pueda encontrarse en un ámbito cultural específico. No es inventiva en el sentido de
creatividad, lo que parece una especie de fenómeno psicológico. La literatura como tal, como
una institución establecida, no provee necesariamente de aquello que estoy buscando. En
ciertos momentos, las ideas más prometedoras y creativas proceden de lugares distintos a la
literatura (p.189).
Quiero averiguar cómo, en momentos muy distintos, en círculos distintos, y en distintos
ambientes, la gente ha tratado de explicar [o dar significado: to account for] el escándalo social
(p.190).
También sobre su particular metodología, consistente en estudiar la vasta masa del discurso
social a partir de un corte sincrónico:
Lo que me sorprende acerca de la idea de trabajar dentro de un denominado corte sincrónico,
aparte de los asuntos metodológicos que entraña, es la contemporaneidad de las personas
que viven en la denominada misma sociedad. Estudiando una sociedad de finales del siglo
diecinueve, como Francia en 1889, se descubren un conjunto de valores comunes, topoi, ideas
dominantes y paradigmas, mientras que al mismo tiempo, se encuentran personas dentro de
esta denominada hegemonía que operan en direcciones totalmente divergentes hasta tal
punto que no parecen ser contemporáneos los unos de los otros (p.191).
Quiero averiguar cómo esos nudos gordianos de preguntas se cortaron, porque la historia no
nos dice cómo de efectiva fue una solución. Supongo que es por esto que podemos rehabilitar
la literatura, para regresar a una de tus primeras preguntas: la literatura nunca propone una
solución final. Esto es lo que Flaubert y Kafka tienen en común, y mi última observación en
“¿Qué puede hacer la literatura?”. Cualquier persona externa al campo literario pensaba que
tenía la solución correcta, y lo más lógico fue pedirle a las figuras literarias que se pusieran al
servicio de esas certezas. Generalmente no creemos que una literatura teocrática o estalinista
sea lo mejor, pero debemos ser capaces de decir por qué no lo fue. […] La literatura como
discurso no provee de respuestas a las preguntas legítimas, lo que no significa que esas
preguntas seas irrelevantes. […] Probablemente haya una función, una muy específica, para
la literatura, en lo que llamo el modelo gordiano del pensamiento moderno. No nos dice que
podamos desenmarañar ese nudo de contradicciones, o que podamos cortarlo por el medio
como la mayoría de militantes harían. Lo que nos dice es: mirad las preguntas, porque si sois
pacientes, podréis aprender algo (pp.194-195).
Esta función se asimila a la que propone Michel Meyer en libros como Meaning and Reading.
A philosophical Essay on Language and Literature (1984), con cuyas conclusiones Angenot declara
acordar: «La literatura no proporciona significado, en el sentido en que no ilumina un mundo
contradictorio y luego transforma esas contradicciones en certezas» (p.195).
La literatura es un dispositivo que nos ayuda a descifrar no solamente el mundo, sino el texto
que es parte integrante del mundo de una manera más honesta que los paradigmas
monosémicos y no contradictorios que tenemos a nuestra disposición. La literatura no puede
transformar el mundo, […] no puede emancipar la vida humana, […] no proporciona una
respuesta a la paradoja. Entonces, ¿por qué es útil? Porque no lo hace (p.196).
Freud encontró dos dinámicas contradictorias en el sueño: la lógica superficial de la
consistencia narrativa y las discrepancias sistemáticas que supuestamente emanan de los
elementos inconscientes reprimidos en el sueño. Los seres humanos operan con dos tipos
básicos de imaginería simbólica, argumentos y narremas. Los argumentos sugieren que
estamos en una situación dialógica, elaborando un argumento a partir de un conjunto de
preguntas implícitas o explícitas y contraargumentos. No podemos construir solo la
argumentación. Los narremas son otra lógica, una más subjetiva. Estas son las dos caras. No
podemos enfrentarnos solo a la narratología, debemos lidiar también con la retórica y la
argumentación. La mayor parte de narraciones son en realidad dispositivos argumentativos.
Son parábolas, secuencias de acontecimientos. Son también respuestas a una pregunta.
Ofrecen solución a un problema práctico u ontológico. Es por eso que no podemos aislar la
narratología de los análisis retóricos. El asunto básico en narratología es la fantasía de
coherencia que hace parecer que una narración funciona de manera similar a un sueño. […]
Intentaría generalizar este tipo de acercamiento hermenéutico diciendo que el punto en el
que una narración empieza a ser disfuncional es el punto que más merece nuestra atención
(p.197).

***

El siguiente texto, “Social Discourse Analysis: Outlines of a Research Project”, apareció


en el primer número de Discours social/Social Discourse, la revista que Angenot empezó en 1988
en McGill University. El ensayo original era casi una presentación oral y de alguna manera
se ha intentado mantener ese carácter en su reedición.
El texto se presenta como unas cuestiones preliminares: antes de entrar en la
discusión sobre el estado de los estudios literarios (en historia literaria, dice) y la sociocrítica,
conviene describir la problemática de un tipo de investigación que inscribe (o devuelve) la
producción literaria al conjunto del discurso social, y en la que recalan numerosas fuentes
(cfr. la introducción). Lo que se propone a continuación es exponer el marco de esta
investigación, limitándose a señalar los presupuestos e hipótesis generales.
El proyecto, 1889: un estado del discurso social, se basa en el análisis de una extensa
muestra a partir del conjunto de materiales impresos producidos en Francia durante ese año,
un corte sincrónico que abarca una variedad de libros, periódicos, folletos, panfletos, etc. «Mi
objetivo es tratar de inscribir campos discursivos que tradicionalmente se investigan por
separado ―como la literatura, la filosofía o los escritos científicos― en la totalidad de lo
escrito, impreso y difundido en una determinada sociedad desde esos espacios entrecruzados
del periodismo, la opinión pública y la propaganda, hasta las formas etéreas de la
investigación estética, la especulación filosófica, y descender hasta los bajos fondos de la
pornografía, las canciones de cabaret, las bromas y monólogos burlescos, sin omitir aquellas
producciones aparentemente disidentes de los grupos marginales, espiritistas, adeptos de la
religión positivista, ni los contradiscursos del socialismo, el anarquismo o (la palabra
“feminismo” aún no se había acuñado en Francia) el Movimiento por la Emancipación de
las Mujeres» (pp.199-200). Tal esfuerzo no busca resultar en una descripción analítica y
compartimentalizada, sino que implica la elaboración de un paradigma teórico, un paradigma
que el análisis y la interpretación del material examinado deberían ilustrar y justificar.
¿Qué quiero decir con Discurso Social (DS)?
«Todo lo que se dice o escribe en un determinado estado de la sociedad, todo lo que
se imprime o sobre lo que se habla o que se representa hoy día a través de medios
electrónicos. Todo lo que se narra y argumenta, si se considera que la narración y la
argumentación son los dos tipos básicos de discursividad. El DS no puede ser abordado
como un “todo” empírico, sino más bien como un objeto construido, esto es, la
extrapolación de esas reglas discursivas y temas que subyacen al rumor incesante de los
discursos sociales sin que ellos mismos se objetifiquen jamás» (p.200). Para ello, se han de
poner en conexión los distintos ámbitos (literario, científico, político, filosófico) y sin
desdeñar las limitaciones de cada uno, extrapolar reglas transdiscursivas y descubrir vectores
de intercambio: SD en singular y no en plural, ya que no se trata de una mera coexistencia y
yuxtaposición.
Este enfoque es cercano al de la historia de las ideas, los estudios culturales, lo que el
marxismo denomina ideología, la episteme foucaultiana, la hegemonía de Gramsci, aunque
propone aportar una nueva actitud y herramientas conceptuales relativamente novedosas,
«para así deshacerse de ciertas presuposiciones acríticas, análisis mecánicos, sesgos elitistas,
y puntos ciegos convencionales que saturan este campo de investigación heterogéneo»
(p.201). Para ello hay que entender que una cultura o un DS nunca está hecho de un conjunto
estático de ideas dominantes, representaciones, sistemas de creencias o “ideologías”, sino que
se compone de antagonismos regulados entre imágenes y conceptos en conflicto, discrepancias
cognitivas e incompatibilidades estabilizadas hasta cierto punto, aunque nunca en pleno
equilibrio; de ideologemas o sociogramas en tensión. «Es a través y más allá de estas
tensiones, conflictos y compartimentalizaciones, más allá del rumor cacofónico de los
lenguajes sociales, que se descubre algo como una hegemonía que sienta antecedentes y
realiza arbitrajes entre los discursos en conflicto, disimulando los axiomas tópicos y los
principios básicos de la verosimilitud social, los tabús universales y la censura que marca las
frontera de lo “pensable”. No se debería disociar de esta hegemonía la imposición normativa
del lenguaje legítimo, siempre saturado con tropos y modismos, fraseologías, y ampulosas
estructuras del sentir». Una de las funciones de la literatura, dentro de tan amplio compendio,
es proporcionar emparejamientos, conexiones y acoplamientos de ideologemas.
Aspectos metodológicos
Investigación necesariamente interdisciplinar, ya que busca descompartimentalizar e
integrar procedimientos y herramientas conceptuales de distintas tradiciones o disciplinas,
llevando a cabo una suerte de bricolage (Lévi-Strauss), alejado a veces de una cientificidad o
un rigor que podría ser mayor de usar herramientas distintas. «Tienes que desarrollar una
“bulimia” sistemática frente a tu gigantesca muestra y recurrir a cualquier medio razonable
para intentar extraer algún significado de todo ello» (p.202).
Ideología = Discurso Social
El ámbito de la ideología coincide con el de los signos, se corresponden mutuamente
(cfr. Problems of Dostoevsky’s Poetics de Bakhtin). «Todos los discursos y lenguajes son
ideológicos, lo que significa que todo aquello que pueda ser registrado e identificado en ellos
está marcado por las maneras de conocer y representar el mundo conocido que no son
naturales ni necesariamente universales, sino que esconden valores sociales específicos,
expresan de manera más o menos indirecta intereses sociales y ocupan una posici´n
determinada en la economía de los discursos en un tiempo determinado» (p.203).
“In eo movemor et sumus” = Hegemonía
«En cualquier momento dado, en cualquier sociedad, el papel fundamental del
discurso social consiste en funcionar como el medio obligatorio de comunicación,
inteligibilidad y racionalidad. Todos los temas prescritos de la interacción social se formulan
y difunden en el discurso social: produce creencias y transmite poderosos encantos, legitima
y publicita ciertas visiones, gustos, opiniones y temas mientras que reprime otros al
calificarlos de quiméricos o extravagantes, media entre sociolectos y homogeniza la
“heteroglosia” (Bajtín) de las clases sociales» (p.203). Esa interdiscursividad generalizada se
ha descrito como Zeitgeist, “ideología dominante”, hegemonía cultural, episteme
transdiscursiva, estructuras del sentir dominantes, etc; términos todos ellos que buscaban dar
cuenta de una cierta unidad orgánica, al menos regulada, de un momento de la producción
simbólica. «Debe señalarse que este intento de extrapolar los elementos predominantes en la
omnipresente y omnipotente hegemonía no impide que el investigador perciba allí toda una
gama de contradicciones, disfunciones, desequilibrios locales, cambios subrepticios en la
polarización y las supremacías, y huecos que las fuerzas homeostáticas tratan continuamente
de acordonar» (p.204).
¿Qué se puede encontrar en una hegemonía discursiva?
1. Un conjunto de topoi (Aristóteles), presupuestos básicos, ideologemas irreductibles de
verosimilitud y credibilidad, y debates, antagonismos, polémicas que son posibles por esta
multitud de axiomas implícitos y compartidos.
2. Un paradigma temático difuso que puede aparecer bajo muchas formas pero que
proporciona los rasgos básicos de una cosmovisión dominante.
3. Una estructura cognitiva dominante que puede entrar en competencia con otros
paradigmas cognitivos.
4. Fobias discursivas; ciertos seres o grupos que se rechazan y señalan con disgusto y
desconfianza.
5. El lenguaje literario, cómo se imponen ciertas formas canónicas.
6. Los tabús y censuras que marcan los límites de lo decible y pensable, en contraposición
con lo anterior (lo impensable, absurdo, quimérico).
División del trabajo, tipología discursiva
¿Cómo se asignan las funciones discursivas y se dividen las tareas? Esta división se
puede enfocar según la lógica del mercado y las mercancías: «Los discursos circulan, su valor
se regula por la oferta y la demanda, se comercia con ellos y se intercambian» (p.207).
No solo textos
No solo se han de tener en cuenta los textos, sino las aptitudes y talentos, gustos e
intereses hacia ciertos complejos discursivos (por ejemplo, las audiencias). Rechazo al
inmanentismo y al terrorismo formalista. La retrospección histórica requiere recuperar
efectos que se escapan a la mirada presente.
La producción social de los individuos
Al hablar del análisis del DS no se debe suponer que solo se toman en cuenta los
fenómenos colectivos, anónimos, comunes, públicos, sino que también se incluye la
producción social de las individualidades, originalidad, competencia, talento, especialización.
«No se compone solo de fetichismos colectivos y doctrinas dominantes, sino también de
formas reguladas de disidencia, opiniones “cismáticas”, y distinguidas estructuras del sentir,
no solo la doxa sino también esas paradojas que permanecen bajo su influencia» (p.208). Los
individuos no son fenómenos contingentes bajo una hegemonía colectiva, sino que se
producen específicamente dentro del DS.
Estado presente de la investigación
Recorrido por su obra. Cfr. lo que hace en otro lugar.
La sociocrítica en Francia
La lógica de este trabajo no consiste, entonces, en poner a la literatura en un primer
plano y relegar al DS a una posición de rumor de fondo; este es el objeto primero y principal
sin necesidad de tomar como punto de partida ninguna idea preconcebida acerca de la
función de la literatura o la esencia de lo literario. De hecho, esta última es una variable
determinada por el DS y, más allá de él, por relaciones de poder y estructuras institucionales.
La sociocrítica de Duchet frente a la sociología literaria, para combatir una doble
ceguera: la incapacidad de la semiótica estructural y el formalismo para reconocer el carácter
social de la literatura y la de la teoría marxista para lidiar con el carácter material y concreto
de los signos lingüísticos. Fuentes, incluso no directas (quizá no los conocen pero recuperan
sus problemas y planteamientos): “On Literary Evolution” (1929) de Tinianov, Bakhtin y su
círculo, Mukarovski.
¿Dónde se desarrolla esta sociocrítica y quiénes lo hacen? Revista Littérature. Claude
Duchet, Henri Mittérand y Jacques Leenhardt, Edmond Cros, Pierre V. Zima, Charles
Grivel, Jacques Dubois. Raymond Williams, aunque sus textos no se estudian
verdaderamente.
La inscripción del discurso social en los textos literarios
cfr. “L’inscription du discours social”, de Angenot y Robin. De ahí toma algunas
observaciones y tesis para este apartado. Principio: la literatura solo lidia con referentes
textuales, se refiere o relaciona con otros discursos, incluso si el propósito del escritor es de
algina manera es alcanzar o entender lo extratextual y conocer y representar una de las
verdades de este mundo. Los discursos y lenguajes funcionan como mediación, estos
conocen el mundo de manera diferente e incluso contradictoria. «El escritor es antes que
nada alguien que escucha, desde la posición que ocupa en la sociedad, el inmenso y diseminado
rumor del discurso social, que llega a oídos del hombre-en-la-sociedad como fragmentos
erráticos, imágenes, expresiones que aún llevan marcas de los asuntos y debates en los que
estaban implicados, llevan el sello de las migraciones y cambios por los que han pasado»
(p.211). Y más adelante: «El escritor, al menos el escritor realista, es alguien para quien lo
real, mediado por el discurso social se ofrece como un puzle desperdigado; pero como
cualquier puzle, lo hace con la garantía de que cierto trabajo, conjeturas y manipulaciones
permitirán la producción de algún tipo de forma» (p.212). Observar, discriminar, transcribir
y manipular.
Los textos literarios son vistos como aparatos intertextuales que seleccionan,
absorben, transforman y re-difunden ciertas imágenes, máximas y nociones que migran a
través de la red sociodiscursiva. Cumplen una función dentro de la economía cultural al
completo, y lo hacen desde su aparente a-funcionalidad
La imposible historia “literaria”
La historia literaria no es sino un epiciclo o una personificación de la propia ideología
del campo literario que a lo largo de este último siglo ha luchado por ganar autonomía y por
verse como autárquica y autosuficiente. El propósito de Angenot es salir de ahí. Diferencia
en su concepto de sincronía. «Cuando se lidia con un texto literario con cualquier tipo de
retroactividad histórica, la primera cosa de la que hay que ser consciente es de que está
lidiando con un objeto descontextualizado, un monumento jeroglífico cuyo encanto estético
se puede deber, en gran medida, a su grado de extrañeza» (p.214). Mallarmé: la literatura debe
donner un sens plus pur aux mots de la tribu, pero ¿qué pasa si se suprime ese lenguaje de la tribu
para dejar lo literario aislado?

Angenot, Marc. Interdiscursividades. De hegemonías y disidencias


(Córdoba: Editorial Universidad Nacional de Córdoba, 1998)

Selección de textos varios por parte de María Teresa Dalmasso y Adriana Boria, de la UNC,
cuya formación lingüística y semiótica (cfr. las enseñanzas de Luis Prieto, a quien Angenot
también cita como referente) les lleva a entrar en contacto con los planteamientos de
Angenot y su obra, no traducida al castellano.
«La crítica del Discurso Social: a propósito de una orientación en investigación» (pp. 17-27)
«Hegemonía, disidencia y contradiscurso. Reflexiones sobre las periferias del Discurso Social
en 1889» (pp. 29-45)
«Las ideologías no son sistemas» (pp. 47-68)
«La historia en un corte sincrónico: literatura y discurso social» (pp. 69-88)
«Frontera de los estudios literarios; ciencia de la literatura, ciencia de los discursos» (pp. 89-
96)
«La conversión al socialismo» (pp. 97-111)
«La Propaganda Socialista. Elementos de retórica y de pragmática» (pp. 113-161)
«“Un judío traicionará”: La prefiguración del Affaire Dreyfus (1886-1894)» (pp. 163-196)
«“El fin de un sexo”: el discurso acerca de las mujeres en 1889» (pp. 197-219)
La crítica del Discurso Social: a propósito de una orientación en investigación
Definición una vez más de su objeto de estudio, que aparece también en otros textos:
qué es el discurso social, la necesidad de ese enfoque, por qué en singular y no en plural,
hegemonía e ideología, interdisciplinariedad, etcétera.
Al final del texto se hace eco de lo que en el ámbito anglosajón se llamó una “crisis
de los estudios literarios”, tanto del concepto mismo de la literatura, de esta en tanto
institución, como de su enseñanza dentro de los planes de estudio, etcétera. Termina con
una conclusión que, reconoce, le debe a Una introducción a la teoría literaria de Terry Eagleton:
La literatura no puede analizarse y enseñarse hoy más que en un contexto interdisciplinario,
a partir de trabajos teóricos contemporáneos, que engloban rectamente el conjunto de los
hechos de cultura, aquellos de masa y aquellos de “circuito restringido”. Enseñanza que,
contra las ortodoxias de toda naturaleza, debe apoyarse sobre aquello que – en la crítica
social, feminista, tercermundista, - resiste la influencia hegemónica de las ideas recibidas y
pone al desnudo los privilegios y los intereses sociales que se quedan pegadas a la cultura
“desinteresada” (p. 26).

Hegemonía, disidencia y contradiscurso. Reflexiones sobre las periferias del Discurso Social
en 1889
El análisis del discurso social se condujo, en un primer momento, como una
búsqueda de lo homogéneo: el enfoque consistió en buscar legitimaciones, dominancias y
recurrencias, en buscar lo homogéneo dentro de la cacofonía aparente, los principios de
cohesión, de imposición y coalescencia; en escuchar el rumor de un bajo continuo. Hubo,
por tanto, que reconstruir el concepto de hegemonía.
Ahora bien, ¿qué sucede con las rupturas críticas y cómo diferenciarlas de los golpes
audaces permitidos por las reglas del juego? La llamada heteronomía: aquello que en el discurso
social escapa a la lógica de la hegemonía, situándose por fuera de la aceptabilidad e
inteligibilidad normales, los «puntos donde la red de las mallas sociodiscursivas se deshace y
donde, a través del agujero, uno cree ver aparecer una lógica “otra”» (p.31).
Hay una hipótesis según la cual esa heteronomía no puede existir, que Angenot
califica de “pesimismo cultural” (Barthes en la Lección inaugural, Foucault, Habermas):
El lenguaje sería, por naturaleza, totalitario, y la imposición total de los decibles bajo la
apariencia engañosa de la “libertad de pensar” jamás produciría otra cosa que la servidumbre
voluntaria; pondría en boca de los individuos las palabras mediante los cuales estos creen
escapar a sus condicionamientos. El discurso social, en su diversidad falsamente tornasolada,
sólo sería un dispositivo implacable del monopolio de la representación, donde toda
divergencia pronto se vería recuperada, neutralizada, llevada a pesar de sí misma a contribuir
a la reproducción indefinida de los poderes simbólicos.
Algunos criterios y precauciones para no dejarnos engañar por los señuelos y ser capaces de
detectar aquello que no es heteronomía:
- Todo lo que los contemporáneos percibieron como nuevo, original e inaudito corre
el peligro de no serlo, dada su inteligibilidad inmediata. Lo nuevo, dice Angenot, llega
al discurso social caminando con patas de paloma y a menudo no es percibida como
tal por sus contemporáneos, que la asimilan a sus propias referencias. Solo la
percepción global puede prevenirnos contra esto.
- Lo que solo es persistencia o reactivación de lógicas arcaicas, aunque es cierto que a
menudo la novedad trabaja sobre material olvidado u obsoleto.
- Identificación retroactiva del novum a través de su éxito posterior y en relación con su
función de precursor.
Puesto que el discurso social de una época no es un bloque dogmático, hay que buscar las
heteronomías en los márgenes, en la periferia, en aquellas disidencias grupusculares que
producen un discurso autosuficiente e impermeable a las influencias externas, organizándose
así como resistencias. Sin embargo, ese fraccionamiento múltiple de las periferias responde
también a la lógica hegemónica; en ellas, la cohesión solo puede obtenerse por la imposición
dogmática de una contraviolencia simbólica:
El analista del discurso no se apresurará a concluir que existe ruptura cada vez que se enfrente
con enunciados expresamente paradojales o protestatarios. Verá de qué poder de atracción
dispone el discurso social hegemónico para restringir la autonomía crítica de los doctrinarios
socialistas o feministas, así como la independencia especulativa o imaginativa del pensador y
del artista. Verá cómo los pensamientos supuestamente contestatarios se desarrollan en la
movilidad de la hegemonía invisible contra la cual intentan plantear su crítica, cómo se infiltra
constantemente en ellos el discurso dominante que reprimen (p. 39).
La categoría de lo heterónomo está profundamente imbricada con la de aceptabilidad
histórica y con las consiguientes fluctuaciones del ideologema de lo impensable y lo indecible;
no es, por tanto, de orden formal, sino que ha de apreciarse en la lógica de una pragmática
sociohistórica. No parece excluir, sin embargo, la capacidad de sus contemporáneos para
percibir la lógica interna de un discurso al tiempo que manifiestan que ese discurso es incapaz
de afectarlos, de dirigirse a ellos: «Un tipo discursivo puede ser mi contemporáneo sin dejar
de ser letra muerta para mí, para mi grupo, para mi estrato cultural, porque no me dice nada,
porque todos sus efectos, su pathos, sus sugestiones figurales, tienen sobre mí (que no soy su
destinatario por elección) un efecto adverso a la recepción pertinente: me hace reír, me resulta
revulsivo, me exaspera, me aliena, en lugar de encantarme, de estimularme, de darme una
identidad» (p.41).
Por último, conviene señalar que más que rupturas (o antes de estas) hay que hablar
de deslizamientos: «No hay, nunca hubo, emergencia de un lenguaje nuevo perfectamente
acabado en la cabeza de nadie; no hay, en la historia de los discursos y las ideas, rupturas
(epistemológicas o de otra clase) francas e irreversibles» (pp.43-44). Todo es, primero, una
erosión o un balbuceo torpe que trata de elaborar un nuevo lenguaje, «sin medir el conflicto
interno suscitado por la coexistencia de lo legitimado y de lo inaudito».
Propuesta final de síntesis: «Lo heterónomo no es una cualidad intemporal de ciertos
textos, sino un hecho histórico e “impuro” que se produce en el enfrentamiento y bajo
presiones que lo vuelven fundamentalmente ambiguo y balbuceante» (p.45).
Las ideologías no son sistemas
Existe la necesidad de delimitar la noción de ideología, que se suele tomar en un sentido
demasiado extenso y, por tanto, resulta inoperante. Para ello, parte de la definición que da
Althusser para, posteriormente, criticarla término a término: «Una ideología es un sistema,
que posee su lógica y su rigor propios, de representaciones (imágenes, mitos, ideas o
conceptos según los casos) dotado de una existencia y de un rol históricos en el seno de una
sociedad dada». Lo que va a defender Angenot, por el contrario, es que las ideologías no son
sistemas más que por la apariencia que les otorga su retórica de autolegitimación, sino
bricolages, esto es, collages heterogéneos cuyas costuras y enlaces dicha retórica se esfuerza
por ocultar. No tienen lógica ni rigor propios, puesto que son producciones sectoriales del
discurso social total y, en este sentido, son heterónomas e interdiscursivas. Aparecen al
análisis como nudos gordianos de antinomias y aporías más o menos disimuladas; son, por
tanto, espacios de enfrentamiento.

La historia en un corte sincrónico: literatura y discurso social

Frontera de los estudios literarios; ciencia de la literatura, ciencia de los discursos

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