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capitalista
Screamin’ Alice
Marzo 2011
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Marx, El capital vol. 1, cap. XXV. Véase la discusión de la ley general de la acumulación
capitalista en «Miseria y deuda», Endnotes # 2, pp. 20-51.
La inesesencialización de la fuerza de trabajo: composición orgánica del
capital en alza, tendencia al descenso de la tasa de ganancia (la
sobreacumulación de capital)
del XIX (tal como lo documenta Marx en la sección titulada «La lucha entre el trabajador y la
máquina», El capital vol. 1 pp. 553-564) en el contexto del periodo putativo de la relación
externa entre los circuitos de reproducción del capital y los del proletariado, que duró hasta
1850. Del mismo modo podríamos examinar la historia de las Leyes de Pobres y la agitación
contra ellas desde esta perspectiva. Por último, el movimiento cartista, la derogación de las
Leyes del Maíz, y los movimientos revolucionarios europeos de 1848 quizá podrían ser
esclarecidos por una periodización, y podría argumentarse que el conjunto de estos
movimientos constituye un ciclo de luchas que corresponde a esta configuración primitiva de la
relación de clase, o a esta modalidad de su reproducción.
En un borrador previo de este artículo, se consideró que el primer período
de la relación de clase y su ciclo de luchas correspondiente se extendía hasta las
dos primeras décadas del siglo XX: «En este primer período, el de la relación
externa entre los circuitos de reproducción del capital y de la fuerza de trabajo,
donde predomina en la composición de clase del proletariado de los principales
centros de producción la figura del trabajador cualificado, los polos de la
relación de clase se relacionan entre sí como antagonistas externos en la lucha
en torno a la división entre salarios y beneficios y en torno a los límites de la
jornada laboral. La clase obrera, como clase del trabajo productivo, es capaz de
afirmar su autonomía contra el capital, incluso en las instituciones organizadas
del movimiento obrero empoderadas dentro del modo capitalista de
producción. La oleada revolucionaria de finales de la Primera Guerra Mundial, y
las contrarrevoluciones que acarrea a su paso son la máxima expresión de esta
configuración contradictoria de la relación de clase, y la culminación de un ciclo
de luchas con esta configuración de la relación de clase como base.»
Cabe señalar que la caracterización anterior también deriva en parte de la
tesis de Sergio Bologna sobre la relación entre composición de clase y formas de
organización revolucionaria en Alemania y Estados Unidos a comienzos del
siglo XX desarrollada en “Class Composition and the Theory of the Party at the
Origins of the Workers’ Council Movement20”. Ahora, sin embargo, parece que
hay que revisar esta evaluación parcial, si admitimos que en los principales
centros de acumulación capitalista los circuitos de reproducción del capital y del
proletariado ya estaban internamente relacionados a partir de 1850 (o de
1871)21. Ciertamente, 1917-1921 marca un hito en la historia de la relación de
clase capitalista, y supone la culminación de un ciclo de luchas. Si los circuitos
de reproducción del capital y del proletariado estaban internamente
relacionados con anterioridad a esta oleada de revolución y contrarrevolución,
podría decirse que a partir de entonces el carácter de esta relación interna
experimenta un cambio cualitativo: se institucionaliza y sistematiza
progresivamente, en el marco de las áreas nacionales de acumulación, en tanto
relación entre la clase obrera organizada y los conglomerados que constituyen
un capital cada vez más concentrado y centralizado, junto a una creciente
intervención del Estado capitalista en la reproducción de esta relación 22.
20
Telos n º 13, 1972 <http://libcom.org/library/class-composition-sergio-bologna>.
21
Por supuesto, es posible que esto no fuese aplicable a Rusia.
22
Podría ser que tuviéramos que explicar el cambio más en términos de las instituciones de la
lucha de clases, modos de organización y lucha, así como en términos de las formas
institucionales adoptadas por las relaciones intercapitalistas que tenga en cuenta la tendencia
hacia la concentración y centralización del capital (pero guardándonos de realizar una
periodización demasiado esquemática sobre la base del capitalismo «competitivo» y
«monopolista»). Una periodización de la relación de clase capitalista, podría tener que
comprender entonces cuatro períodos en lugar de tres, para reflejar este cambio cualitativo a
una relación interna entre los circuitos de reproducción del capital y del proletariado, cada vez
más institucionalizada, sistematizada y cada vez más mediatizada por la intervención estatal.
Semejante periodización de la relación entre los circuitos de reproducción del capital y del
proletariado podría ser la siguiente (teniendo en cuenta las salvedades normales): 1) relación
externa (hasta 1850), 2) integración espontánea o no institucionalizada (1850-1914/1917), 3)
integración mediada o institucionalizada (1914/1917-1973), 4) integración y desintegración
inmediata (a partir de 1973).
Como hemos visto, el incremento de los salarios reales y los aumentos de
productividad caracterizan la relación entre los circuitos de reproducción del
capital y del proletariado a partir de 1850/1871 en Gran Bretaña, Alemania y
Estados Unidos. El paso a esta modalidad de reproducción de la relación de
clase en los centros dominantes de la acumulación capitalista se produce en el
contexto de las luchas en curso sobre la limitación de la jornada laboral (estas
luchas abarcan todo el siglo XIX y principios del XX). Podría decirse que estas
transformaciones deben entenderse en su relación mutua, pues constituyen una
nueva configuración de la relación de clase, un nuevo ciclo de luchas y un nuevo
patrón de acumulación capitalista en el que la producción de plusvalor relativo
adquiere una nueva relevancia sistémica en relación con la producción de
plusvalor absoluto. La reducción del margen para la extracción de plusvalor
absoluto actúa cada vez más como un estímulo para el desarrollo de nuevas
técnicas productivas; este proceso ya caracteriza a los principales centros de
acumulación capitalista en las últimas fases del siglo XIX, pero podría decirse
que adquiere un nuevo nivel de sistematización e institucionalización tras la
oleada revolucionaria y contrarrevolucionaria que tiene lugar al final de la
Primera Guerra Mundial. En términos generales, y dicho de manera
esquemática, la organización científica del trabajo taylorista y las técnicas
fordistas transforman el proceso de producción y desembocan poco a poco en
una nueva composición de clase industrial en torno a la figura hegemónica del
«obrero-masa» no cualificado o semicualificado de la cadena de montaje. La
acumulación de capital queda ligada a la industria de producción en masa de
bienes de consumo destinados a la clase obrera.
Durante la década de 1920, caracterizada por el estancamiento económico,
la sobreacumulación de capital ya se hizo sentir. En la década de 1920 y sobre
todo en la de 1930 (en el New Deal de Roosevelt), en el nuevo centro emergente
de la acumulación de capital —Estados Unidos— el Estado capitalista comienza
a poner en práctica estrategias para gestionar los excedentes gemelos que
representan las manifestaciones de la sobreacumulación (el excedente de capital
y la población excedente): subsidios directos al sector productivo y
transferencias directas a los trabajadores en la forma de pagos de jubilación y
prestaciones de asistencia social. Esta gestión «keynesiana» de los excedentes
gemelos (excedente de capital y población excedente) facilitó el boom de la
posguerra, que también fue posible sobre la base de la desvalorización masiva
del capital producida por la Segunda Guerra Mundial 23. El capital se exporta a
Europa occidental, Japón, Brasil, etc. En cada país capitalista avanzado vemos
una configuración de la relación de clase en la que el salario (y el salario social
en un sentido más amplio) está ligado a los aumentos de productividad, es decir,
que la reproducción del proletariado se convierte en uno de los motores de la
acumulación de capital. En este período, pues, los circuitos de reproducción del
capital y de la fuerza de trabajo están integrados a través de la mediación del
movimiento obrero y la regulación estatal en zonas de acumulación delimitadas
a nivel nacional24. La relación de explotación se transforma de tal manera que en
gran medida la lucha de clases adopta la forma de procesos de negociación
colectiva industrial; el capital y el proletariado se enfrentan entre sí como
23
Por supuesto, uno de los efectos de la guerra también consiste en «administrar» el problema
de la sobrepoblación de una forma particularmente brutal.
24
Por supuesto, la división geopolítica del mundo en los bloques Este y Oeste representa una
dimensión importante de la división de la economía mundial en estos ámbitos nacionales de
acumulación.
antagonistas en el conflicto de clases en torno a las condiciones del compromiso
entre productividad y salario social en el seno de un pacto social mediado por el
Estado capitalista. En esta configuración de los circuitos de reproducción del
capital y de la fuerza de trabajo, cada uno de los circuitos es impulsado por la
fuerza del otro. Los aumentos salariales, mientras vayan ligados a aumentos de
productividad, cubren la reproducción ampliada de las necesidades del
proletariado; el valor de los salarios reales aumenta de forma absoluta y la
acumulación de capital continúa sobre la base de la pauperización relativa del
proletariado (en relación con el valor social total producido).
Si bien es cierto que en este período, que llamaremos provisionalmente el
período de la integración mediada de los circuitos de reproducción del capital y
del proletariado, el plusvalor relativo tiene una relevancia sistémica para la
acumulación de capital en relación con el plusvalor absoluto, eso no quiere decir
que el plusvalor absoluto haya desaparecido como factor. De hecho, el aumento
de la productividad del trabajo mediante la introducción de nuevas técnicas
productivas suele ir acompañado de una intensidad cada vez mayor del trabajo.
Los «pactos de productividad» concertados en los convenios colectivos entre
sindicatos y direcciones de empresa contienen, sin duda, en términos marxistas,
tanto una componente de productividad del trabajo como una componente de
intensidad del mismo, ya que se acelera el ritmo del proceso de trabajo. Por
tanto, el incremento del plusvalor absoluto («la eliminación de los poros de la
jornada de trabajo») mitiga hasta cierto punto la tendencia a la
sobreacumulación de capital. Este factor atenuante podría contribuir en parte a
explicar el dinamismo prolongado de la expansión de la posguerra. Sin
embargo, como hemos visto, la intensidad del trabajo no se puede aumentar
indefinidamente, y de hecho, dado el creciente poder del proletariado en el seno
de las «fortalezas obreras» del fordismo, ese aumento de la intensidad del
trabajo es cada vez más susceptible de ser impugnada por prácticas de rechazo
del trabajo.
Las formas de lucha de clases de este período, así como el horizonte de una
superación revolucionaria de la relación de clase capitalista, reflejan el creciente
poder del proletariado dentro del modo de producción capitalista. En el punto
álgido de este ciclo de luchas (que es también su final), la superación
revolucionaria del capital se plantea de forma contradictoria, no solo como
generalización de la autonomía proletaria y la capacidad de esta de dictar las
condiciones de la reproducción social, sino también como rechazo del trabajo y
de la condición obrera. Estas tendencias contradictorias representan el límite de
la dinámica revolucionaria basada en la integración mediada de los circuitos de
reproducción del capital y de la fuerza de trabajo.
A largo plazo esta configuración de la relación de clase resulta insostenible.
La tendencia a la sobreacumulación de capital parece reafirmarse a escala
mundial a finales de la década de 1960 y principios de la de 1970, a medida que
la erupción de la nueva oleada de luchas revolucionarias y la contrarrevolución
consiguiente ponen fin a otro ciclo de luchas.
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En el período actual (post 1973) el proletariado se relaciona negativamente consigo mismo en
su relación con el capital; ya no posee la relación afirmativa consigo mismo en su relación con el
capital que caracterizó a configuraciones anteriores de la relación de clase y por tanto, a ciclos de
lucha anteriores.
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Este enfoque puede ser considerado hasta cierto punto afín a una historiografía estructuralista
de la relación de clase capitalista: el proceso histórico de esta relación contradictoria es una de
las configuraciones cambiantes de los circuitos de reproducción del capital y del proletariado, en
las que cada configuración corresponde a un ciclo de luchas y a un patrón de acumulación.