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Sobre la periodización de la relación de clase

capitalista

Screamin’ Alice

Marzo 2011

Herramientas apropiadas para la tarea: ¿subsunción o reproducción?

La relación de clase capitalista no es en modo alguno una totalidad


estática. Es una contradicción en movimiento, que tiene una historia, o también
una contradicción que genera historia. Este texto es una contribución a los
intentos en curso por desarrollar las categorías apropiadas para la tarea de
periodizar la historia de la época capitalista, es decir, para periodizar la relación
de clase capitalista1.
A primera vista parece innegable que a lo largo de su historia la relación de
clase capitalista ha experimentado importantes cambios estructurales. Poca
gente negaría, por ejemplo, que desde la década de 1970 ha habido una
reestructuración capitalista (o mejor, una reestructuración de la relación de
clase). Ahora bien, lo que es una cuestión abierta es el fundamento teórico en
función del que pueden comprenderse los cambios estructurales en la relación
de clase capitalista2. A continuación vamos a presentar un examen preliminar de
algunos criterios que podrían ser fundamentales para periodizar la relación de
clase capitalista; después explicaremos provisionalmente los contornos de esa
periodización3.
1
Este texto fue elaborado en el transcurso de debates en el seno del colectivo editorial Endnotes.
No obstante, ha sido propuesto a Sic sobre una base individual, y no hay que dar por sentada la
adhesión del colectivo Endnotes a sus tesis y su enfoque.
2
Se han propuesto muchas periodizaciones rivales del desarrollo capitalista. Podemos
comparar, por ejemplo, las teorías neoclásicas del crecimiento dependiente de las tasas de
ahorro y de crecimiento de la población, las teorías del crecimiento endógeno (en las que la
variable fundamental está representada por las economías externas o las mejoras tecnológicas),
las ondas de Kondratiev y otras variantes de la teoría de las ondas largas, ya se conciban en
términos de expansión y contracción de los ciclos económicos en relación al ritmo de la
innovación tecnológica (como en el caso de Schumpeter, por ejemplo) o en términos de ciclos de
crédito (por ejemplo, basándose en la «hipótesis de inestabilidad financiera» de Minsky), las de
Braudel como precursor de la teoría del sistema-mundo de Wallerstein, Arrighi, Silver, Gunder
Frank y otros, la «gran transformación» de Polanyi, las etapas de «capitalismo de mercado»,
«capitalismo monopolista» y «capitalismo tardío» de Mandel, las fases de «libre comercio»,
«monopolio» y «capitalismo financiero» de Hilferding, los períodos de «capitalismo
concurrencial» y «monopolista/monopolista de Estado» de Sweezy, los períodos de
«capitalismo primitivo»/«acumulación primitiva», «colonialismo» e «imperialismo» teorizados
por Hobson, Lenin y Bujarin; las diversas versiones de la teoría de la decadencia de la izquierda
comunista, la periodización desarrollada por la llamada «Escuela de la Regulación» (Aglietta,
Lipietz, Boyer y Mistral y otros) en la que la interacción entre «modos de regulación» y
«regímenes de acumulación» engendra «modos de desarrollo» históricos, así como las
periodizaciones basadas en la subsunción formal y real, las composiciones de clase y los modos
de impugnación teorizadas por Camatte y Negri respectivamente, y que se analizan en «Historia
de la subsunción», Endnotes # 2.
3
Este texto tiene sin duda un carácter un tanto heurístico, y está concebido a un nivel bastante
alto de abstracción. Como toda propuesta de criterios para una periodización histórica, resulta
forzosamente esquemático. Sin duda, habrá que desarrollar criterios ulteriores con el fin de
teorizar de forma más concreta los determinantes cualitativos de la configuración cambiante de
la relación de clase capitalista.
El punto de partida (y hasta cierto punto, el objeto de la crítica) de esta
investigación es la periodización desarrollada por Théorie Communiste (TC).
Las líneas generales de la periodización de TC han sido esbozadas en el
«Epílogo» a Endnotes #1, y en «Historia de la subsunción» (Endnotes # 2)
desarrollamos una crítica del empleo de las categorías de subsunción formal y
real como base de esta periodización4.
En su periodización, TC teoriza la subsunción real en términos de la
transformación del capital en un sistema orgánico que se constituye y se
reproduce a sí mismo como tal. TC define la subsunción real como «el capital
convirtiéndose en sociedad capitalista», como el proceso mediante el cual los
dos circuitos del doble molinete (la reproducción del capital y la reproducción
de la fuerza de trabajo) se tornan funcionales a la producción de plusvalor
relativo. Esto es cierto en la medida en que el principio de estructuración en el
que se basa la subsunción real del trabajo en el capital es el plusvalor relativo,
que se basa a su vez en transformaciones en las modalidades de reproducción
del proletariado. Por supuesto, estas transformaciones son mediadas a su vez
por transformaciones del proceso de trabajo, por la capitalización de las ramas
de la producción de bienes que forman parte del consumo de los trabajadores,
por la mercantilización de nuevos ámbitos de la actividad reproductiva y por
transformaciones en los pactos sociales y las modalidades de la confrontación de
clase. En efecto, en el período actual la reproducción del proletariado está
mediada por transformaciones en el circuito de reproducción del capital, a
saber, todos los cambios fundamentales en la forma en que el plusvalor se
transforma en capital adicional (por ejemplo, la importancia cada vez mayor del
capital financiero, la interpenetración de los mercados globales y la tendencia a
la disolución de los obstáculos a la fluidez y la movilidad mundial del capital). El
capital y el proletariado se enfrentan de forma directa, no solo en la esfera de la
producción, sino a nivel de su reproducción (o cada vez más, como veremos más
adelante, a nivel de su no-reproducción).
El esquema histórico y sistemático de TC otorga un lugar central a la
subsunción del trabajo en el capital. Desde cierta perspectiva, esto está
justificado, ya que la valorización del capital se produce a través de la
subsunción del trabajo en el capital (que es la dinámica histórica dominante de
la época capitalista). Sin embargo, aunque la subsunción del trabajo en el capital
sea el núcleo del sistema, caracterizar el desarrollo histórico de la totalidad de
las relaciones sociales capitalistas en términos exclusivos de esta categoría es
insuficiente. De hecho, el propio análisis de TC apunta hacia una concentración
histórico-sistemática en la evolución de las modalidades de integración de los
circuitos de reproducción del capital y de la fuerza de trabajo. En
consecuencia, utilizando el análisis de TC como punto de partida crítico, podría
establecerse una periodización de la relación de clase que distinguiera fases de
la integración de los circuitos de reproducción del capital y del proletariado.
Estas pueden ser teorizadas provisionalmente de forma sistemática bajo la
rúbrica de modalidades de la reproducción de la relación entre capital y
proletariado. Emplear las categorías de esta forma nos permite determinar la
interconexión sistemática entre la subsunción del trabajo en el capital y las
modalidades de integración de los circuitos de reproducción del capital y de la
fuerza de trabajo. Este enfoque tiene la ventaja de situar en primer plano el
desarrollo sistemático-histórico de la reproducción de la relación de clase, lo
que nos proporciona una base con la que teorizar la historia y la actualidad de la
4
Endnotes # 1, «Epílogo», pp. 208-216; Endnotes # 2, pp. 144-152.
contradicción en movimiento entre capital y proletariado. Tal producción
teórica evita los escollos de los enfoques subjetivistas y objetivistas (que tienden
a hacer hincapié unilateralmente en la lucha de clases o el curso de la
acumulación capitalista, respectivamente). Por tanto puede entenderse que el
capital y el proletariado se encuentran en una relación de implicación recíproca,
y el curso histórico de la reproducción de esta relación se entiende al mismo
tiempo como una historia de lucha de clases y como una historia del
movimiento de categorías económicas objetivas, es decir, como una historia de
la relación de explotación.

Hacia una periodización de las modalidades de reproducción de la relación


clase capitalista

Una periodización histórica provisional basada en las modalidades


cambiantes de reproducción de la relación de clase nos permite identificar
heurísticamente y a grandes rasgos tres períodos históricos. La relación entre el
capital y el proletariado es siempre interna, en el sentido de que cada polo de la
relación presupone el otro y lo reproduce, ya que se trata de una relación de
implicación recíproca. Sin embargo, quizá sea posible discernir ciertas
transformaciones históricas amplias en la forma en que los circuitos de
reproducción del capital y del proletariado se configuran el uno en relación con
el otro, y que corresponderían a cambios en los patrones de acumulación y a
dinámicas cualitativamente diferentes en la lucha de clases. En el primer
número de Endnotes se propuso una periodización derivada de una
interpretación y modificación de la que proponía TC en la forma que sigue: un
período en el que los circuitos de reproducción del capital y de la fuerza de
trabajo están relacionados de forma externa; un período en el que la relación
interna entre estos circuitos está mediada, y por último, un periodo en el que
estos circuitos están relacionados internamente de forma inmediata. Esto se
bautizó como un proceso histórico de «dialéctica de la integración de los
circuitos de reproducción del capital y de la fuerza de trabajo». Sin embargo, es
preciso modificar el esquema provisional de periodización de la acumulación
capitalista y de la lucha de clases según las modalidades de reproducción de la
relación de clase. Ahora bien, esto no significa que el fundamento de semejante
periodización histórica haya desparecido ni que la reproducción de la relación
de clase ya no sea la matriz de semejante periodización.
En el primer número de Endnotes se caracterizó el período actual como
definido por una relación inmediatamente interna entre los circuitos de
reproducción del capital y de la fuerza de trabajo. Ahora resulta cada vez más
evidente que hasta cierto punto el período actual también está caracterizado por
la tendencia inversa: el desacoplamiento parcial de estos circuitos. Junto al
proceso centrípeto de integración de los circuitos de reproducción del capital y
de la fuerza de trabajo (o en contradicción con este proceso) identificamos una
tendencia opuesta hacia el proceso centrífugo de su desintegración o
desacoplamiento. Podría decirse que estas tendencias contradictorias en el seno
de la acumulación capitalista, basada como está en la explotación del trabajo
asalariado, representan la realización de aquellas que Marx identificó bajo el
título de la «ley general de la acumulación capitalista5».

5
Marx, El capital vol. 1, cap. XXV. Véase la discusión de la ley general de la acumulación
capitalista en «Miseria y deuda», Endnotes # 2, pp. 20-51.
La inesesencialización de la fuerza de trabajo: composición orgánica del
capital en alza, tendencia al descenso de la tasa de ganancia (la
sobreacumulación de capital)

La propia dinámica interna de la acumulación capitalista tiende hacia la


inesesencialización de la fuerza de trabajo y su expulsión de la producción como
consecuencia del desarrollo de las fuerzas sociales de producción. Marx teoriza
esta tendencia como la ley general de acumulación capitalista y de la producción
de una sobrepoblación relativa. No obstante, el trabajo asalariado es el
fundamento del modo de producción capitalista, la explotación del trabajo
asalariado es el fundamento de la acumulación capitalista, y es el trabajo vivo de
los asalariados el que produce plusvalor. Por tanto la acumulación capitalista
tiende a minar su propio fundamento: a medida que progresa la acumulación
capitalista, el trabajo asalariado tiende a desaparecer. Esta tendencia a la
sobreacumulación de capital fue expresada por Marx en el «Fragmento sobre las
máquinas» de los Grundrisse6, y más detalladamente como tendencia al
descenso de la tasa de ganancia debido a la creciente composición orgánica del
capital (es decir, a un aumento de la composición de valor del capital como
reflejo de la creciente composición técnica del capital, es decir, la relación entre
medios de producción y fuerza de trabajo) en los diversos borradores a partir de
los cuales Engels recopiló el volumen III de El capital tras la muerte de Marx 7.
Cabe señalar que Marx teorizó cierto número de «contratendencias», algunas
endógenas y otras exógenas, del modo que sigue: una intensificación del trabajo
que incrementa la tasa de explotación, la reducción de los salarios por debajo
del valor de la fuerza de trabajo, la reducción del valor del capital constante
mediante el aumento de la productividad del trabajo, la reducción del tiempo de
rotación del capital, la expansión hacia nuevas ramas de producción con una
menor composición orgánica del capital y tasas de explotación más elevadas, las
relaciones mercantilistas de comercio con las colonias, y el aumento del capital
social. Las dos contratendencias que pueden considerarse endógenas son: la
reducción del tiempo de rotación del capital, en la medida en que las mejoras
tecnológicas en el proceso de trabajo, la industria del transporte y las
infraestructuras reducen el tiempo de rotación del capital, lo que contrarresta
poderosamente el descenso de la tasa de ganancia (¡aunque esta tienda
asintóticamente hacia cero porque no puede haber tiempo de rotación
negativo!) y la reducción del valor del capital constante mediante el aumento de
la productividad del trabajo. La cuestión de la fuerza relativa de esta última
contratendencia endógena en relación con la tendencia queda abierta. Marx era
de la opinión de que tendía a «moderar la realización de esta tendencia» en
lugar de negarla8.

Ciclos de valorización y desvalorización

Si puede comprobarse que la ley de la tendencia al descenso de la tasa de


ganancia se afirma en la historia de la acumulación capitalista, el resultado son
6
Marx, Grundrisse, pp. 690-712.
7
Marx, El capital vol. 3, caps. XIII-XV.
8
Marx, El capital vol. 3, p. 343. Se requiere más investigación para demostrar que sea ese
necesariamente el caso. Aquí tampoco disponemos de espacio suficiente para evaluar las teorías
que intentan explicar el descenso de la tasa de ganancia en términos de la importancia cada vez
mayor del trabajo improductivo (véase Moseley, The Falling Rate of Profit in the Postwar
United States Economy).
crisis periódicas de sobreacumulación de capital. Siempre hay
sobreacumulación de capital en relación con las condiciones de su valorización
renovada (es decir, en relación con las posibilidades de extraer nuevo plusvalor
a un ritmo suficiente para valorizar el capital acumulado 9). Las crisis resultan
ser violentas correcciones al problema de la sobreacumulación de capital a
través del mecanismo de la desvalorización (es decir, la destrucción del valor de
los medios de producción, que «corrige» la relación del capital constante con el
capital variable y permite reanudar la acumulación sobre la base de una
composición orgánica inferior10).

La importancia del plusvalor absoluto y relativa en la acumulación capitalista

Dada esta tendencia central de la acumulación capitalista, que se expresa


como aumento de la productividad del trabajo, incremento de la composición
orgánica del capital, descenso de la tasa de ganancia, producción de una de
población excedente consolidada y sobreacumulación de capital, la relación
entre plusvalor absoluto y relativa se vuelve decisiva. El incremento del
plusvalor absoluto aumenta la rentabilidad a un ritmo exponencialmente
superior al incremento de el plusvalor relativo, que tiende asintóticamente
hacia cero. Como dice Marx, uno de los factores fundamentales para
contrarrestar la tendencia al descenso de la tasa de ganancia es la
intensificación del trabajo, lo que incrementa la tasa de explotación, es decir, el
aumento del plusvalor absoluto en relación con la extracción de plusvalor
relativo. Por supuesto, la extracción de plusvalor absoluto tiene unos límites
fisiológicos y neurológicos absolutos inscritos en la necesidad del tiempo de
descanso para la reproducción de la fuerza de trabajo y en la velocidad máxima
a la que se puede realizar el trabajo durante la jornada laboral 11. Dada la
importancia de la relación entre plusvalor relativo y absoluto para el curso de la
acumulación capitalista (es decir, para el curso de la relación de explotación
entre capital y proletariado y por tanto para el curso de la lucha de clases), es
plausible que pudiera servir como criterio central para la periodización de la
relación de clase. La hipótesis sometida aquí a examen es que la relación entre la
extracción de plusvalor absoluto y relativo está sujeta a cambios históricos, y
que esos cambios corresponden a mutaciones en la forma en que se reproduce la
relación de clase (es decir, en la forma en que los circuitos de reproducción del
capital y del proletariado se configuran mutuamente). Una periodización
semejante de la configuración estructural de la relación de clase —o de las
modalidades de su reproducción— debería permitirnos identificar períodos
correspondientes —o ciclos de lucha— de acuerdo con el carácter cambiante de
la lucha de clases.
9
Roland Simon argumenta de forma convincente que para Marx y a pesar de lo que sostiene
Paul Mattick (en Crisis y teoría de la crisis), la teoría de la tendencia a la sobreproducción de
capital no se opone a la teoría de la crisis como tendencia al subconsumo, es decir, como un
problema de realización. Simon sostiene que para Marx se trata en realidad de distintos
aspectos de una misma dinámica: «la escasez de plusvalor en relación con la acumulación es su
sobreproducción en relación con su realización». Véase
<http://sites.google.com/site/radicalperspectivesonthecrisis/finance-crisis/general-theories-
of-crisis/rolandsimoncrisistheorytheories>.
10
La desvalorización del capital puede adoptar la forma de amortizaciones, liquidaciones, o
incluso la destrucción física de los medios de producción, que puede adoptar, entre otras
formas, la de la guerra.
11
Por supuesto, estos dos límites se compensan en cierto modo, pero eso no cambia el hecho de
que existen límites absolutos a la extracción de plusvalor.
Problemas con la periodización: su esquematismo y alcance

Los criterios propuestos aquí para una periodización provisional no son


exhaustivos, y los fenómenos descritos sin duda están sobredeterminados, y
como tales, han de teorizarse a un nivel superior de concreción y de
complejidad. A este nivel de abstracción la periodización sugerida es
forzosamente esquemática. Un problema estrechamente relacionado es el de la
extensión geográfica y la validez de la periodización. Si bien una periodización
más sofisticada quizá tendría que tener en cuenta una «teoría desigual y
combinada» de la evolución de la relación de clase capitalista, aquí el enfoque
consiste en considerar los polos dominantes de la acumulación capitalista (es
decir, Gran Bretaña, Estados Unidos y Alemania) en el siglo XIX y la primera
mitad del siglo XX12, y ampliar posteriormente el ámbito geográfico de la
periodización al resto de Europa Occidental, Japón, después a los «nuevos
países industrializados» (NPI) y por último a las «economías emergentes» (es
decir, Brasil, Rusia, India, China o grupo BRIC) y el resto del mundo 13.

Primer período: relación externa entre los circuitos de reproducción del


capital y del proletariado

La acumulación capitalista está plagada de crisis desde sus inicios: en los


siglos XVII y XVIII ya se produjeron burbujas especulativas, crisis y pánicos
financieros, y durante gran parte del siglo XIX se produjo algo así como un ciclo
de expansión y colapso de diez años de duración En Gran Bretaña y Estados
Unidos se producen depresiones graves y crisis financieras entre 1873 y 1896
(sobre todo en Gran Bretaña, donde este periodo se conoce como la «Larga
Depresión»), con importantes y recurrentes crisis financieras en Estados Unidos
en 1907 y 1929, la última justo antes de la «Gran Depresión» de comienzos de la
década de 1930. Entre estas crisis, hundimientos y depresiones, se dan periodos
de fuerte crecimiento. La cuestión de saber si cada una de estas crisis puede ser
explicada en última instancia en términos de la tendencia a la sobreacumulación
de capital, o si algunas de ellas solo corresponden a episodios especulativos, a la
creación y eliminación de capital ficticio, a crisis monetarias y a problemas de
realización (crisis comerciales), independientes de la tendencia al descenso de la
tasa de ganancia sigue estando abierta.
Ciertamente, se diría que a comienzos del siglo XX la reproducción
ampliada de capital llega a sus topes de sobreacumulación. Según TC, este es el
momento en el que la subsunción real de la producción agrícola y la producción
de los bienes fundamentales necesarios para la reproducción de la fuerza de
trabajo arraiga de manera real y sistemática, es decir, el momento en que la
expansión capitalista se lleva a cabo de modo predominante sobre la base de la
extracción de plusvalor relativo. Sin embargo, aquí deberíamos señalar que la
designación de una fase de la subsunción formal hasta este momento por parte
12
Durante el último cuarto del siglo XIX la economía estadounidense superó a la británica en
términos de volumen.
13
El carácter de «sistema mundo» de la acumulación capitalista data de la formación de un
mercado mundial; en una periodización más sofisticada de la relación de clase capitalista
tendrían que tenerse en cuenta las relaciones entre centros y periferias de la acumulación.
También hay que señalar que el carácter del mercado mundial y la internacionalización de la
acumulación capitalista (y por tanto de la relación de clase) son un criterio importante para la
propia periodización, como veremos infra.
de TC es discutible, en la medida en que cualquier transformación y
reorganización del proceso de trabajo presupone ya la subsunción real. Si el
argumento de TC es que los aumentos de productividad sistemáticos y
sostenidos por medio de la subsunción real (la industrialización y la
mecanización) de la producción agrícola no se producen hasta la última parte
del siglo XIX, esa tesis parece insostenible: como señala Brenner, las raíces del
capitalismo europeo son agrarias, y la transición al modo de producción
capitalista se produce principalmente mediante la transformación de la
producción agrícola14. En la medida en que en los centros dominantes de la
producción capitalista las mercancías que entran en el consumo obrero ya se
producen de forma predominante como mercancías capitalistas a lo largo del
siglo XIX, esto parece ir en contra de la designación de una fase de subsunción
formal basada predominantemente en la extracción de plusvalor absoluto por
parte de TC, y por extensión en contra de su designación de dos fases sucesivas
de la subsunción real.
De hecho, a partir de una mirada superficial a la evidencia empírica
existente acerca de los salarios reales y la productividad en algunos de los
centros avanzados de la acumulación capitalista, aparece el siguiente cuadro: en
el Reino Unido, la productividad aumentó, la tasa de ganancia se duplicó, y los
salarios reales se estancaron entre 1800 y 1840; los salarios reales solo
comenzaron a aumentar después de 1850, y sobre todo a partir de 1871 15. En
Estados Unidos, entre 1871 y 1914, tanto los salarios reales como la
productividad aumentaron de forma significativa, y el aumento de los salarios
reales solo se fue ligeramente a la zaga con respecto al de la productividad 16. En
este período, en Alemania los salarios reales también aumentaron en
conjunción con la industrialización acelerada y el aumento de la productividad 17.
Parece claro que en esta etapa la acumulación en estos centros ya está
caracterizada por la subsunción real del trabajo en el capital y la extracción de
plusvalor relativo, y que ya se ha establecido un vínculo sistemático entre
aumento de los salarios reales y productividad cada vez mayor del trabajo 18. Por
tanto, resulta difícil argumentar que en este periodo la relación de clase se
caracteriza por la relación externa entre los circuitos de reproducción del capital
y los del proletariado. Si existe semejante período, hay que retrotraerlo en el
tiempo, hasta al menos antes de 1850 (en el caso de Gran Bretaña, y por lo
menos antes de 1871 en el de Alemania y Estados Unidos 19).
14
Véase Aston y Philpin (eds.), The Brenner Debate: Agrarian Class Structure and Economic
Development in Pre-Industrial Europe [ed. cast.: El debate Brenner: estructura de clase
agraria y desarrollo económico en la Europa preindustrial, trad. I. Moll, P. Iradiel, Barcelona,
Crítica, 1988]. Brenner y Glick también critican un error similar de la escuela de la regulación
(formulado en la idea de un «régimen de acumulación extensivo»): véase Brenner y Glick, “The
Regulation Approach: Theory and History”, New Left Review N º 188, julio-agosto de 1991.
15
R. Allen, “Capital Accumulation, Technological Change, and the Distribution of Income during
the British Industrial Revolution” <http://economics.ouls.ox.ac.uk/12120/>.
16
Fuentes citadas por Brenner y Glick, “The Regulation Approach: Theory and History”, pp. 67-
72. Cabe señalar que las estadísticas económicas oficiales sobre productividad, por supuesto, no
distinguen entre las categorías marxistas de la productividad y la intensidad del trabajo. Sin
embargo, a partir del crecimiento de la inversión bruta fija no residencial, cabe conjeturar que la
productividad del trabajo (en términos marxistas) se elevó durante este período.
17
Vögele, Urban Mortality Change in England and Germany, 1870-1913, p. 132.
18
Lógicamente se podría pensar que la extracción de plusvalor relativo exige el descenso de los
salarios reales, pero ese no es el caso, siempre y cuando el ritmo de incremento de la
productividad del trabajo sea superior al del crecimiento de los salarios reales.
19
Sería interesante tener en cuenta las muchas luchas de los trabajadores británicos (y
europeos) contra la introducción de maquinaria nueva durante los siglos XVII, XVIII y principios
Ahora bien, aunque admitamos que las categorías de la subsunción formal
y real no son las más apropiadas para una periodización histórica, no por ello
dejaría de ser instructivo contemplar la relación entre los diferentes modos de
extracción de plusvalor (es decir, los diferentes modos de acumulación de
capital) en relación con las distintas modalidades de reproducción de la relación
de clase. Tanto la producción de plusvalor absoluto como la de plusvalor relativo
recorren toda la historia del modo de producción capitalista que estamos
examinando. No obstante, podemos decir de forma muy general y muy
esquemática que en los principales centros de producción capitalista los límites
a la jornada laboral fueron establecidos por feroces luchas de clase como
máximo a finales del siglo XIX y comienzos del XX (luchas que tuvieron su
primera expresión jurídica en la sucesión de leyes fabriles en Gran Bretaña
desde 1802 en adelante), y que, en consecuencia, a partir de ese momento, la
extracción de plusvalor relativo adquiere una importancia creciente para la
acumulación capitalista en relación con la extracción de plusvalor absoluto. La
extracción de plusvalor absoluto, por supuesto, persiste junto con la extracción
de plusvalor relativo a partir de ese momento, y de hecho una de las funciones
del aumento de la productividad obtenido mediante la mecanización, etc.
también consiste en intensificar el proceso de trabajo, es decir, acelerar el ritmo
al que trabajan los trabajadores, lo que se traduce en un aumento en la
producción de plusvalor absoluto. Sin embargo, la intensificación del trabajo
también tiene límites intrínsecos. Cabe destacar que lo que se debate aquí no es
que el plusvalor absoluto desaparezca después de que la lucha de clases haya
impuesto límites a los horarios de trabajo, ya que esta sigue siendo la base sobre
la cual puede procederse a extraer plusvalor relativo. Sin embargo, el margen
para incrementar el plusvalor absoluto se reduce un tanto a partir de ese punto,
lo que da un impulso adicional a la extracción de plusvalor relativo mediante el
desarrollo de la productividad del trabajo.
Así pues, las luchas en torno al plusvalor absoluto tienen relevancia
sistémica hasta finales del siglo XIX o principios del XX. La relevancia sistémica
de la producción de plusvalor absoluto hasta entonces reside en que es capaz de
mantener las tasas de rentabilidad y actuar como motor de la acumulación
capitalista junto a la extracción de plusvalor relativo. Debido al margen cada vez
menor para la producción de plusvalor absoluto a partir de entonces, el
plusvalor relativo adquiere una relevancia sistémica mayor, ya que sobre esta
base la acumulación tiende de manera decisiva a la sobreacumulación.
Hemos visto que en Gran Bretaña, Estados Unidos y Alemania, la
acumulación parece proceder sobre la base de una conexión sistemática entre el
aumento de los salarios reales y la productividad cada vez mayor del trabajo,
sobre todo a partir de 1871. Podría decirse, entonces, que este período ya está
caracterizado por la relación interna entre los circuitos de reproducción del
capital y del proletariado.

del XIX (tal como lo documenta Marx en la sección titulada «La lucha entre el trabajador y la
máquina», El capital vol. 1 pp. 553-564) en el contexto del periodo putativo de la relación
externa entre los circuitos de reproducción del capital y los del proletariado, que duró hasta
1850. Del mismo modo podríamos examinar la historia de las Leyes de Pobres y la agitación
contra ellas desde esta perspectiva. Por último, el movimiento cartista, la derogación de las
Leyes del Maíz, y los movimientos revolucionarios europeos de 1848 quizá podrían ser
esclarecidos por una periodización, y podría argumentarse que el conjunto de estos
movimientos constituye un ciclo de luchas que corresponde a esta configuración primitiva de la
relación de clase, o a esta modalidad de su reproducción.
En un borrador previo de este artículo, se consideró que el primer período
de la relación de clase y su ciclo de luchas correspondiente se extendía hasta las
dos primeras décadas del siglo XX: «En este primer período, el de la relación
externa entre los circuitos de reproducción del capital y de la fuerza de trabajo,
donde predomina en la composición de clase del proletariado de los principales
centros de producción la figura del trabajador cualificado, los polos de la
relación de clase se relacionan entre sí como antagonistas externos en la lucha
en torno a la división entre salarios y beneficios y en torno a los límites de la
jornada laboral. La clase obrera, como clase del trabajo productivo, es capaz de
afirmar su autonomía contra el capital, incluso en las instituciones organizadas
del movimiento obrero empoderadas dentro del modo capitalista de
producción. La oleada revolucionaria de finales de la Primera Guerra Mundial, y
las contrarrevoluciones que acarrea a su paso son la máxima expresión de esta
configuración contradictoria de la relación de clase, y la culminación de un ciclo
de luchas con esta configuración de la relación de clase como base.»
Cabe señalar que la caracterización anterior también deriva en parte de la
tesis de Sergio Bologna sobre la relación entre composición de clase y formas de
organización revolucionaria en Alemania y Estados Unidos a comienzos del
siglo XX desarrollada en “Class Composition and the Theory of the Party at the
Origins of the Workers’ Council Movement20”. Ahora, sin embargo, parece que
hay que revisar esta evaluación parcial, si admitimos que en los principales
centros de acumulación capitalista los circuitos de reproducción del capital y del
proletariado ya estaban internamente relacionados a partir de 1850 (o de
1871)21. Ciertamente, 1917-1921 marca un hito en la historia de la relación de
clase capitalista, y supone la culminación de un ciclo de luchas. Si los circuitos
de reproducción del capital y del proletariado estaban internamente
relacionados con anterioridad a esta oleada de revolución y contrarrevolución,
podría decirse que a partir de entonces el carácter de esta relación interna
experimenta un cambio cualitativo: se institucionaliza y sistematiza
progresivamente, en el marco de las áreas nacionales de acumulación, en tanto
relación entre la clase obrera organizada y los conglomerados que constituyen
un capital cada vez más concentrado y centralizado, junto a una creciente
intervención del Estado capitalista en la reproducción de esta relación 22.

Segundo período: integración mediada de los circuitos de reproducción del


capital y del proletariado

20
Telos n º 13, 1972 <http://libcom.org/library/class-composition-sergio-bologna>.
21
Por supuesto, es posible que esto no fuese aplicable a Rusia.
22
Podría ser que tuviéramos que explicar el cambio más en términos de las instituciones de la
lucha de clases, modos de organización y lucha, así como en términos de las formas
institucionales adoptadas por las relaciones intercapitalistas que tenga en cuenta la tendencia
hacia la concentración y centralización del capital (pero guardándonos de realizar una
periodización demasiado esquemática sobre la base del capitalismo «competitivo» y
«monopolista»). Una periodización de la relación de clase capitalista, podría tener que
comprender entonces cuatro períodos en lugar de tres, para reflejar este cambio cualitativo a
una relación interna entre los circuitos de reproducción del capital y del proletariado, cada vez
más institucionalizada, sistematizada y cada vez más mediatizada por la intervención estatal.
Semejante periodización de la relación entre los circuitos de reproducción del capital y del
proletariado podría ser la siguiente (teniendo en cuenta las salvedades normales): 1) relación
externa (hasta 1850), 2) integración espontánea o no institucionalizada (1850-1914/1917), 3)
integración mediada o institucionalizada (1914/1917-1973), 4) integración y desintegración
inmediata (a partir de 1973).
Como hemos visto, el incremento de los salarios reales y los aumentos de
productividad caracterizan la relación entre los circuitos de reproducción del
capital y del proletariado a partir de 1850/1871 en Gran Bretaña, Alemania y
Estados Unidos. El paso a esta modalidad de reproducción de la relación de
clase en los centros dominantes de la acumulación capitalista se produce en el
contexto de las luchas en curso sobre la limitación de la jornada laboral (estas
luchas abarcan todo el siglo XIX y principios del XX). Podría decirse que estas
transformaciones deben entenderse en su relación mutua, pues constituyen una
nueva configuración de la relación de clase, un nuevo ciclo de luchas y un nuevo
patrón de acumulación capitalista en el que la producción de plusvalor relativo
adquiere una nueva relevancia sistémica en relación con la producción de
plusvalor absoluto. La reducción del margen para la extracción de plusvalor
absoluto actúa cada vez más como un estímulo para el desarrollo de nuevas
técnicas productivas; este proceso ya caracteriza a los principales centros de
acumulación capitalista en las últimas fases del siglo XIX, pero podría decirse
que adquiere un nuevo nivel de sistematización e institucionalización tras la
oleada revolucionaria y contrarrevolucionaria que tiene lugar al final de la
Primera Guerra Mundial. En términos generales, y dicho de manera
esquemática, la organización científica del trabajo taylorista y las técnicas
fordistas transforman el proceso de producción y desembocan poco a poco en
una nueva composición de clase industrial en torno a la figura hegemónica del
«obrero-masa» no cualificado o semicualificado de la cadena de montaje. La
acumulación de capital queda ligada a la industria de producción en masa de
bienes de consumo destinados a la clase obrera.
Durante la década de 1920, caracterizada por el estancamiento económico,
la sobreacumulación de capital ya se hizo sentir. En la década de 1920 y sobre
todo en la de 1930 (en el New Deal de Roosevelt), en el nuevo centro emergente
de la acumulación de capital —Estados Unidos— el Estado capitalista comienza
a poner en práctica estrategias para gestionar los excedentes gemelos que
representan las manifestaciones de la sobreacumulación (el excedente de capital
y la población excedente): subsidios directos al sector productivo y
transferencias directas a los trabajadores en la forma de pagos de jubilación y
prestaciones de asistencia social. Esta gestión «keynesiana» de los excedentes
gemelos (excedente de capital y población excedente) facilitó el boom de la
posguerra, que también fue posible sobre la base de la desvalorización masiva
del capital producida por la Segunda Guerra Mundial 23. El capital se exporta a
Europa occidental, Japón, Brasil, etc. En cada país capitalista avanzado vemos
una configuración de la relación de clase en la que el salario (y el salario social
en un sentido más amplio) está ligado a los aumentos de productividad, es decir,
que la reproducción del proletariado se convierte en uno de los motores de la
acumulación de capital. En este período, pues, los circuitos de reproducción del
capital y de la fuerza de trabajo están integrados a través de la mediación del
movimiento obrero y la regulación estatal en zonas de acumulación delimitadas
a nivel nacional24. La relación de explotación se transforma de tal manera que en
gran medida la lucha de clases adopta la forma de procesos de negociación
colectiva industrial; el capital y el proletariado se enfrentan entre sí como
23
Por supuesto, uno de los efectos de la guerra también consiste en «administrar» el problema
de la sobrepoblación de una forma particularmente brutal.
24
Por supuesto, la división geopolítica del mundo en los bloques Este y Oeste representa una
dimensión importante de la división de la economía mundial en estos ámbitos nacionales de
acumulación.
antagonistas en el conflicto de clases en torno a las condiciones del compromiso
entre productividad y salario social en el seno de un pacto social mediado por el
Estado capitalista. En esta configuración de los circuitos de reproducción del
capital y de la fuerza de trabajo, cada uno de los circuitos es impulsado por la
fuerza del otro. Los aumentos salariales, mientras vayan ligados a aumentos de
productividad, cubren la reproducción ampliada de las necesidades del
proletariado; el valor de los salarios reales aumenta de forma absoluta y la
acumulación de capital continúa sobre la base de la pauperización relativa del
proletariado (en relación con el valor social total producido).
Si bien es cierto que en este período, que llamaremos provisionalmente el
período de la integración mediada de los circuitos de reproducción del capital y
del proletariado, el plusvalor relativo tiene una relevancia sistémica para la
acumulación de capital en relación con el plusvalor absoluto, eso no quiere decir
que el plusvalor absoluto haya desaparecido como factor. De hecho, el aumento
de la productividad del trabajo mediante la introducción de nuevas técnicas
productivas suele ir acompañado de una intensidad cada vez mayor del trabajo.
Los «pactos de productividad» concertados en los convenios colectivos entre
sindicatos y direcciones de empresa contienen, sin duda, en términos marxistas,
tanto una componente de productividad del trabajo como una componente de
intensidad del mismo, ya que se acelera el ritmo del proceso de trabajo. Por
tanto, el incremento del plusvalor absoluto («la eliminación de los poros de la
jornada de trabajo») mitiga hasta cierto punto la tendencia a la
sobreacumulación de capital. Este factor atenuante podría contribuir en parte a
explicar el dinamismo prolongado de la expansión de la posguerra. Sin
embargo, como hemos visto, la intensidad del trabajo no se puede aumentar
indefinidamente, y de hecho, dado el creciente poder del proletariado en el seno
de las «fortalezas obreras» del fordismo, ese aumento de la intensidad del
trabajo es cada vez más susceptible de ser impugnada por prácticas de rechazo
del trabajo.
Las formas de lucha de clases de este período, así como el horizonte de una
superación revolucionaria de la relación de clase capitalista, reflejan el creciente
poder del proletariado dentro del modo de producción capitalista. En el punto
álgido de este ciclo de luchas (que es también su final), la superación
revolucionaria del capital se plantea de forma contradictoria, no solo como
generalización de la autonomía proletaria y la capacidad de esta de dictar las
condiciones de la reproducción social, sino también como rechazo del trabajo y
de la condición obrera. Estas tendencias contradictorias representan el límite de
la dinámica revolucionaria basada en la integración mediada de los circuitos de
reproducción del capital y de la fuerza de trabajo.
A largo plazo esta configuración de la relación de clase resulta insostenible.
La tendencia a la sobreacumulación de capital parece reafirmarse a escala
mundial a finales de la década de 1960 y principios de la de 1970, a medida que
la erupción de la nueva oleada de luchas revolucionarias y la contrarrevolución
consiguiente ponen fin a otro ciclo de luchas.

Tercer período: una dialéctica de integración inmediata y de desintegración


de los circuitos de reproducción del capital y del proletariado

La contrarrevolución adopta la forma de la derrota de la clase trabajadora y


de la reestructuración de la relación de clase a escala mundial, por lo que la
integración de los circuitos de reproducción del capital y de la fuerza de trabajo,
así como todas las mediaciones de la gestión «keynesiana» de los excedentes
gemelos por parte del Estado capitalista asociado antagónicamente a la clase
obrera industrial organizada, que constituyó la base del boom de la posguerra
en los países capitalistas avanzados, se transforma como consecuencia de la
reestructuración, que hace a un lado estas mediaciones.
La reestructuración representa, en cierta medida, el desacoplamiento de
los circuitos de reproducción del capital y de la fuerza de trabajo: la
acumulación capitalista ya no se caracteriza por una serie conflictiva de
acuerdos y convenios colectivos sobre salarios y productividad. La
reestructuración de la relación de clase supone que el proletariado ya no está
estructuralmente en condiciones de afirmarse a sí mismo en su confrontación
con el capital, de vincular el aumento de los salarios reales a aumentos de
productividad. A partir de la reestructuración, en la mayoría de los países
capitalistas avanzados se produce una desvinculación entre el aumento de la
productividad y el nivel de los salarios reales, que han tendido a estancarse en
casi todas partes. China ha sido una excepción a esta tendencia, pero es dudoso
que otras «economías emergentes», también gocen de este estatus excepcional
en la misma medida o incluso en absoluto 25. La reestructuración ha alterado las
condiciones en las que proletariado y capital se encuentran en el mercado de
trabajo, y que tienden a unificarse a escala global desde el punto de vista del
capital, sobre todo a raíz de la mediación cada vez más fluida de las finanzas y la
liberalización de los mercados, lo que permite que los flujos de inversión de
capital se muevan más o menos libremente por todo el planeta 26. Esto ha tenido
el efecto de permitir que la acumulación capitalista prosiga hasta cierto punto
independientemente de las limitaciones que experimentó antes en relación con
la necesidad de garantizar la reproducción del proletariado a cierto nivel de
necesidades históricamente desarrolladas, o de garantizar siquiera la
reproducción ampliada de las necesidades proletarias. En resumen, el circuito
de la acumulación de capital ha mostrado en cierto modo una tendencia a
autonomizarse relativamente (o, quizá mejor, a desacoplarse parcialmente) del
circuito de la reproducción de la fuerza de trabajo.
Esta disociación de los circuitos de reproducción del capital y del
proletariado es la consecuencia de la reestructuración y la derrota del
movimiento obrero, así como de la tendencia fundamental a la
sobreacumulación en el corazón de la relación capitalista, y en efecto, se trata de
momentos del mismo proceso histórico. Desde 1974, la expansión de las formas
financiarizadas de inversión de capital sobre la base del patrón dólar es
sinónimo de la tendencia a la sobreacumulación y la reestructuración de la
relación de clase; las crisis de la deuda y las burbujas financieras, el
keynesianismo de precios de activos (junto con el ataque contra la clase obrera y
el aumento de la tasa de explotación) representan diferentes momentos de la
postergación de la crisis de sobreacumulación a escala global.
Por un lado el salario parece haberse descentrado cada vez más, es decir,
que ha sido cada vez más desplazado de su papel central en la interfaz de los
25
Entre 2000 y 2009, los trabajadores chinos obtuvieron aumentos salariales reales de un
promedio de un 12,6 por ciento al año, en comparación con el 1,5 por ciento en Indonesia y 0 en
Tailandia, de acuerdo con la OIT <www.ft.com/cms/s/0/52449d1c-3926-11e0-97ca-
00144feabdc0.html#axzz1Ffop67sT>.
26
Una parte importante de este proceso ha sido la disolución de la división del mundo en
bloques geopolíticos fruto de la Guerra Fría, cada uno con sus programas rivales de patrocinio
de los programas nacionales de desarrollo en los Estados de la periferia de la acumulación
capitalista.
circuitos de reproducción del capital y de la fuerza de trabajo. El consumo
proletario se ha visto cada vez más financiado mediante la deuda, y hasta cierto
punto mediado a través de préstamos con garantía hipotecaria, que se hicieron
posibles gracias a la escalada de los precios de la vivienda, y se ha vuelto
dependiente de la rentabilidad financiera de los fondos de pensiones, procesos
todos ellos que parecen quebrar el vínculo entre el consumo y la venta de la
fuerza de trabajo. Del mismo modo, la obtención de beneficios ha sido
impulsada cada vez más por el aumento de los precios de los activos y la
especulación financiera que por el rendimiento de las inversiones productivas.
Podría parecer, por tanto, que ha habido una tendencia al desacoplamiento total
de los dos circuitos de reproducción del capital y de la fuerza de trabajo, en
lugar de una integración cada vez mayor (o una relación interna cada vez más
estrecha). También podría sostenerse que la integración de los dos circuitos
tiende a ser mediada menos a través del salario, como se constata por ejemplo
en el fenómeno, cada vez más frecuente, de que las instituciones financieras se
apropien directamente de una parte de los ingresos de los trabajadores en forma
de tasas y honorarios27. Sin embargo, así se perdería de vista el grado en que
tanto el consumo financiado mediante la deuda por un lado, y la inflación de
los precios de los activos por otro, se basan en la extracción futura de
plusvalor, la cual no puede tener otro fundamento que el salario (la
explotación de proletarios mediante la venta de su fuerza de trabajo).
Por tanto, se puede argumentar que, de hecho, la reestructuración ha
supuesto una integración acelerada de los circuitos de reproducción del capital y
de la fuerza de trabajo, incluso una hiperintegración. El salario adquiere una
mayor significación para la reproducción de la relación de clase a pesar de su
tendencia a ser descentrado. El auge del crédito al consumo tal vez pueda
considerarse como un cortocircuitado de los circuitos de reproducción del
capital y del proletariado: ciertas fracciones del capital se apropian directamente
de una parte de los ingresos de los trabajadores, y el consumo de los
trabajadores tiende a desacoplarse de su participación activa en la producción.
Sin embargo, tal vez sea más exacto ver que en última instancia el crédito tendrá
que ser pagado con los ingresos de los trabajadores, es decir, principalmente
con el salario; la apropiación directa y el consumo sin trabajar solo son en
realidad meras formas de anticiparse a futuros flujos de ingresos, y el problema
de la creación real de valor para que coincida con estas demandas anticipadas
sobre la riqueza se difiere hasta el momento en que esta dislocación se impone
violentamente en forma de crisis. El crédito al consumo se revela como una
forma de salariado encubierto y distorsionado (o desplazado). A medida que la
crisis pone al descubierto la tendencia a la sobreacumulación de capital, la
importancia decisiva del salario en el centro de la contradicción de clase se hace
patente en la deslegitimación de la reivindicación salarial, la represión policial
de los intentos de defender el salario o incluso de obtener indemnizaciones por
despido, y en los intentos de modificar las condiciones de explotación en favor
del capital.
Tanto la inflación de los precios de los activos como el consumo basado en
el endeudamiento pueden parecer durante un tiempo profecías autopropulsadas
y autocumplidas. Pero la vuelta a formas financiarizadas de inversión de capital,
tal como se señala en «Miseria y deuda», es indicio de sobreacumulación. Sin
27
Véase Costas Lapavitsas: “Financialised Capitalism: Direct Exploitation and Periodic
Bubbles”, Historical Materialism Vol. 17, nº 2, 2009, pp. 114–148.
www.soas.ac.uk/events/event43769.html.
embargo, la relación también funciona en el otro sentido, lo que equivale a decir
que el capital financiero actúa como factor disciplinario sobre la explotación en
la producción. La creciente tasa de explotación es una consecuencia de las
exigencias a las que el capital financiero somete al capital productivo. Las
formas de inversión financiarizada también facilitan la movilidad del capital en
su enfrentamiento con la fuerza de trabajo en el mercado mundial. Por tanto, los
procesos de liberalización financiera y de mediación e intermediación pueden
aplazar la crisis de sobreacumulación durante un tiempo limitado también en
este aspecto. En última instancia el curso de la acumulación de capital en este
período consiste en una alternancia de «estrategias» de aplazamiento de la
crisis de sobreacumulación: burbujas financieras y de precios de activos;
aumentos en la tasa de explotación y desvalorizaciones masivas. Frente a la
incipiente crisis de sobreacumulación, tanto el capital como los proletarios
cortocircuitan los procesos normales de reproducción, al mismo tiempo que
tanto la necesidad de estos procesos normales como su tendencia a hundirse no
tardan en reafirmarse. Vemos, pues, en tándem los procesos contradictorios e
intensificados de integración centrípeta y de desintegración centrífuga de los
circuitos de reproducción del capital y de la fuerza de trabajo.
A nivel mundial, la producción de una sobrepoblación absoluta
consolidada confirma la crisis de sobreacumulación. Esto se expresa en la
paradoja de que la reproducción de la relación de clase supone cada vez más la
no-reproducción de amplios sectores del proletariado, cuya fuerza de trabajo ya
no tiene ningún valor de uso para el capital. La reproducción del proletariado
puede entenderse como la forma en que se reproduce la fuerza de trabajo de los
proletarios, o bien como la reproducción del proletariado en tanto proletariado
(es decir, la reproducción de la condición proletaria), en tanto clase carente de
propiedad que no tiene otra cosa que vender que su fuerza de trabajo; en tanto
trabajadores doblemente libres, a los que el capital no duda en arrojar a la calle
en cuanto ya no tiene necesidad de explotarlos. Nos encontramos, pues, ante
una integración cada vez mayor de los circuitos de reproducción del capital y del
proletariado en un núcleo que tiende a contraerse de forma relativa, y la
consiguiente producción de una sobrepoblación relativa cada vez mayor en la
periferia e incluso en el propio núcleo28.
Por tanto, podemos identificar una dialéctica de integración y
desintegración de los circuitos de reproducción. La sobreacumulación y la
producción de sobrepoblación tienen lugar de forma simultánea, e incluso como
consecuencia de la integración de los circuitos de reproducción. Otra forma de
expresarlo sería decir que el proceso de integración de los circuitos de
28
En realidad, el panorama es un poco más complicado. Siguiendo a TC, cabe identificar un
nuevo patrón zonal tripartito de las relaciones globales de producción:

1. Zonas de alta tecnología y finanzas.

2. Zonas de producción con un alto grado de subcontratación y externalización, zonas francas,


maquiladoras.

3. Zonas de basura - sobrepoblación.

Estos tres elementos de la zonificación espacial de las relaciones globales de producción se


distribuyen de manera desigual entre de los territorios de la superficie planetaria y dentro de
ellos. Véase “A Fair Amount of Killing”, de TC
<http://theoriecommuniste.communisation.net/English/Archives,18/A-Fair-Amount-of-
Killing,19/> y “The Present Moment” en este número.
reproducción del capital y de la fuerza de trabajo engendra su contrario: la
expulsión de los trabajadores de la producción y de los circuitos «normales» de
reproducción mediados por el salario/salario social. Las tendencias centrípeta y
centrífuga coexisten; es más, la una es función de la otra. La sobreacumulación y
la producción de una sobrepoblación es consecuencia de la integración de los
circuitos de reproducción del capital y del proletariado; igualmente, la
sobreacumulación dota de nuevo ímpetu a los intentos de intensificar la
integración de los circuitos de reproducción de clase, de manera cada vez más
frecuente en forma de aumento de la extracción de plusvalor absoluto mediante
la intensificación del trabajo y la prolongación de la semana laboral y el
incremento de la tasa de explotación mediante la presión a la baja sobre los
salarios y el desmantelamiento ulterior de la asistencia social y otras
modalidades del salario social. Un aspecto parcial de este cuadro de una vuelta a
la extracción de plusvalor absoluto (o más bien su mayor relevancia sistémica a
la hora de contrarrestar la tendencia a la sobreacumulación de capital) en la
época actual es, por supuesto, el traslado de la producción a países y regiones
que disponen de inmensas reservas de fuerza de trabajo barata, escasa
legislación laboral, y el desplazamiento de la inversión hacia industrias y ramas
intensivas en fuerza de trabajo y por consiguiente con baja composición
orgánica de capital29.
Parece, pues, que nos hallamos ante una dinámica compleja: la
reestructuración supone el desacoplamiento tendencial y parcial del circuito de
reproducción del capital del circuito de reproducción de la fuerza de trabajo,
simplemente en virtud de la modificación de las condiciones en las que el capital
y la fuerza de trabajo se enfrentan entre sí en el mercado de trabajo mundial; el
capital queda liberado de la restricción que supone mantener una cierta
expansión del nivel de reproducción del proletariado, o para ser más precisos, se
ha roto el vínculo entre la reproducción ampliada de las necesidades del
proletariado y la reproducción ampliada del capital, que corresponde a un modo
anterior de acumulación o de configuración de la relación de clase. Ahora
estamos ante un modo de acumulación basado en el plusvalor relativo (y cada
vez más en el retorno al plusvalor absoluto) en el que la tendencia a los
incrementos salariales se ha invertido o se ha estancado en el mejor de los casos,
y en el que a escala mundial el precio de la fuerza de trabajo desciende cada vez
más por debajo de su valor.
La integración de los circuitos de la reproducción en el período actual es tal
que a nivel mundial la valorización del capital tiende a empobrecer
absolutamente al proletariado, cuando antes el proletariado, al menos en los
países capitalistas avanzados, pese a empobrecerse en términos relativos, se
beneficiaba en términos absolutos de un «nivel de vida» cada vez mayor
(medido por el valor de las mercancías que entraban en el consumo de la clase
obrera30).
Por tanto, hay varias formas distintas de caracterizar el período actual en
términos de una dialéctica de integración y desintegración de los circuitos de
reproducción del capital y del proletariado. Una de las que debe subrayarse es el
efecto que tiene la expulsión de la fuerza de trabajo de la producción a medida
que prosigue la acumulación de capital (la tendencia a la creación de una
29
Véase, por ejemplo, la importancia cada vez mayor de la producción textil en Bangladesh,
Vietnam, Camboya y otros países.
30
Por supuesto, esta afirmación tiene que matizarse de manera que refleje la estratificación (o
fractalización) del proletariado internacional. Véase nota 28.
sobrepoblación consolidada) sobre la relación entre capital y proletariado en el
mercado de trabajo mundial. Basta con referirnos a lo que dijo Marx acerca de
la formación de un ejército industrial de reserva, la erosión del poder de los
trabajadores y la presión a la baja sobre los salarios. En esta dialéctica de
integración y desintegración, los integrados son vulnerables a la expulsión
(también mediante la erosión de la asistencia social). La formación de una
población excedente repercute sobre la población activa mediante la formación
o transformación del ejército industrial de reserva —que es un ejército de
inmigrantes— lo que permite a los Estados capitalistas controlar los flujos
migratorios en función de los requisitos del mercado de trabajo global.
La dialéctica de la integración y la desintegración de los circuitos de
reproducción del capital y de la fuerza de trabajo es tal que la contradicción
entre clases se sitúa a nivel de su reproducción. En esta nueva configuración de
la relación de clase, los proletarios no son nada fuera de su existencia para el
capital. Los compromisos en materia de productividad, empleo y salarios entre
interlocutores sociales antagónicos, que fueron el modus operandi de la
reproducción de la contradicción de clase durante el ciclo que concluyó a finales
de la década de 1960 y principios de la 1970, han dado paso a una situación en la
que ya no hay negociaciones que emprender para determinar el ritmo de la
acumulación y la distribución de los beneficios 31; en algunos países, la defensa
del salario (es decir, no solo del nivel salarial, sino del salario en sí como forma
de acceso a los medios de reproducción) adopta cada vez más la forma de una
guerra de guerrillas contra los poderes represivos del Estado. Algunas regiones
experimentan algo así como un resurgimiento de formas salvajes e
intermitentes de acción, como secuestros de patronos, amenazas de volar
fábricas, amenazas de contaminar o contaminación efectiva de ríos, ocupaciones
de fábrica (no con el fin de reanudar o autogestionar la producción, sino como
intento desesperado y a menudo inútil de aferrarse a unas cuantas bazas de cara
a una negociación32). En muchas economías capitalistas avanzadas las luchas
violentas a menudo van de la mano de la resignación y la aparente ausencia de
lucha a medida que los trabajadores sopesan la inutilidad de tratar de mantener
los niveles de reproducción previamente adquiridos (del salario social). Podría
decirse que tanto las luchas desesperadas como la resignación aparente son
indicio de un deslizamiento desde la pauperización relativa hacia la
pauperización absoluta en tanto producto de una configuración de la relación de
clase carente de perspectivas y de futuro.
La contradicción entre las clases se sitúa ahora al nivel de su reproducción.
¿Qué quiere decir eso? Por un lado, significa que la reproducción del
proletariado (es decir, la reproducción de su fuerza de trabajo) ya no puede ser
garantizada mediante la afirmación de su poder en el transcurso de su relación
conflictiva con el capital. Las bases de su poder y de esta relación conflictiva
fueron socavadas hace tiempo. La amenaza de la no-reproducción extiende cada
vez más su sombra sobre franjas cada vez más amplias del proletariado. Para
aquellos sectores del proletariado que siguen integrados en el núcleo de la
acumulación capitalista, la integración de los circuitos de reproducción, de
modo que la contradicción entre clases se desplaza al nivel de su reproducción,
31
O los términos de las negociaciones que se llevan a cabo están en gran medida dictados por el
capital. La negociación colectiva ha tendido a erosionarse tanto en la forma como en el
contenido.
32
Sería interesante ver cómo el nivel de los conflictos de clase actuales se compara con el punto
más alto de finales del ciclo anterior (es decir, entre 1968 y 1973).
no tiene lugar simplemente a través de la interfaz de la producción, sino a través
de todos los circuitos. De ahí que la reproducción del capital incide ahora sobre
cada uno de sus tres momentos (la compraventa de la fuerza de trabajo, la
producción de plusvalor y la realización del plusvalor y su transformación en
capital adicional) o está en contradicción con la reproducción del proletariado a
nivel de cada uno de esos tres momentos.
La desaparición del movimiento obrero y de la negociación colectiva, así
como el retroceso del Estado del Bienestar a raíz de la reestructuración en los
países capitalistas avanzados afecta a las condiciones del primer momento, la
compraventa de la fuerza de trabajo (y en última instancia, del tercero, la
transformación de la plusvalor en capital adicional). La derrota del movimiento
obrero y la reestructuración de las relaciones de producción también incide en el
proceso inmediato de producción y por tanto en la producción de plusvalor; un
aspecto importante de la reestructuración capitalista en tanto contrarrevolución
es la reimposición del trabajo (es decir, la intensificación del trabajo después de
haber derrotado y debilitado las luchas orientadas en torno al rechazo del
trabajo). Aspectos de la evolución de la economía y la geopolítica mundiales
como la expansión de formas financiarizadas de inversión de capital, la
eliminación de las restricciones a la movilidad del capital, la liberalización del
comercio, en definitiva, la tendencia a eliminar los obstáculos al funcionamiento
fluido del mercado mundial, transforman las condiciones de la transformación
del plusvalor en capital adicional (lo que también repercute sobre los otros dos
momentos).
Si nos fijamos en la reestructuración de la relación de clase desde el punto
de vista de las transformaciones en el circuito de la reproducción del
proletariado, vemos que cada vez más aspectos del trabajo reproductivo se
mercantilizan y se convierten en bienes o servicios (por ejemplo, la comida
rápida, el cuidado de los niños, la privatización/mercantilización de la
educación) es decir, en industrias en las que el trabajo reproductivo se vuelve
productivo para el capital; entretanto, el salario familiar ha dado paso cada vez
más al salario doble (en muchas unidades familiares hay dos asalariados). Para
aquellos sectores del proletariado que siguen integrados en la dinámica
fundamental de la acumulación capitalista, la reproducción de la fuerza de
trabajo está cada vez más inmediatamente integrada a lo largo de todo su
circuito con el circuito de reproducción del capital.
La dialéctica de integración y desintegración de los circuitos de
reproducción del capital y del proletariado engendra nuevas modalidades de
lucha de clases y una nueva dinámica de esta, en la que a medida que la crisis de
la relación de clase se intensifica participan proletarios situados dentro y fuera
del núcleo de la acumulación capitalista; de modo similar, el horizonte de la
superación de la relación de clase también se transforma. Esa superación ya no
puede tener como fundamento la conquista política y económica del poder por
parte del proletariado, ni tampoco una visión alternativa de la gestión de la
producción o de la economía. La exclusión de los proletarios de la dinámica
fundamental de la acumulación capitalista por una parte, y su integración total
en esta dinámica mediante la eliminación de las bases de la autonomía del
proletariado por otra son las dos caras de una misma moneda, los dos aspectos
de una misma verdad: el proletariado no es nada sin el capital. Ya no existe
ninguna perspectiva de que el antagonismo de clase produzca un nuevo modo
de acumulación. El antagonismo proletario solo puede tener ahora expresión
negativa: no puede hacer otra cosa que poner en tela de juicio la propia relación
de clase33.
La periodización provisional que hemos esbozado, de forma muy
esquemática y en el plano de la evolución y las tendencias generales de las
modalidades de reproducción de la relación de clase (es decir, según las
distintas modalidades de integración de los circuitos de reproducción del capital
y del proletariado) puede contemplarse desde la perspectiva del curso de la
acumulación y la sobreacumulación de capital; desde esta perspectiva puede
considerarse como una periodización de los distintos modos de acumulación o
«estrategias» para diferir la sobreacumulación. Al mismo tiempo puede
considerarse como una periodización de ciclos de luchas que corresponden a las
transformaciones del modo en que se reproduce la relación de clase. Vemos así
que las modalidades cambiantes de la reproducción de la relación de clase y la
forma cambiante de la lucha de clases están basadas en el curso de la
acumulación capitalista y viceversa34.
La periodización puede ser tematizada en función del ascenso y caída del
poder del proletariado dentro del modo de producción capitalista. La lucha de
clases de un proletariado cada vez más concentrado y empoderado limita
primero la duración de la jornada de trabajo, y después el proletariado
desempeña el papel de socio antagónico o actor en el modo de acumulación
organizado en torno al acoplamiento de los aumentos de salario (social) y de la
productividad. La disolución de este modo de acumulación mediante la
reestructuración de la relación de clase deja al proletariado cada vez más
desempoderado en relación con el capital y precarizado dentro y fuera de la
relación de explotación, y le fuerza a impugnar su propia existencia como
proletariado en sus luchas contra el capital.

33
En el período actual (post 1973) el proletariado se relaciona negativamente consigo mismo en
su relación con el capital; ya no posee la relación afirmativa consigo mismo en su relación con el
capital que caracterizó a configuraciones anteriores de la relación de clase y por tanto, a ciclos de
lucha anteriores.
34
Este enfoque puede ser considerado hasta cierto punto afín a una historiografía estructuralista
de la relación de clase capitalista: el proceso histórico de esta relación contradictoria es una de
las configuraciones cambiantes de los circuitos de reproducción del capital y del proletariado, en
las que cada configuración corresponde a un ciclo de luchas y a un patrón de acumulación.

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