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Introducción

En su famosa predicación en el Aerópago, tal como es relatada en el libro de los He-


chos, Pablo afirma que la disposición de Dios fue que la humanidad le buscara, por si a
tientas le encontraran, por más que no surge (ὑπάρχει) lejos de cada uno de nosotros.

Normalmente se ha entendido que esta búsqueda tiene un carácter “religioso”.


Pero, ¿en qué consiste la religión? Curiosamente, en el texto citado, Pablo no emplea la pa-
labra “religión”. De hecho, la lengua griega no disponía de un término que se pueda tra-
ducir exactamente por “religión”. Tampoco el arameo o el hebreo, que Pablo había de co-
nocer. En realidad, la palabra “religión” comenzó a adquirir su sentido actual mucho tiem-
po después. Y, sin embargo, muchos no dudarían en decir que Pablo, o que sus interlocu -
tores helénicos, eran “religiosos”.

Esto nos pone ante la necesidad de elaborar una reflexión sobre qué sea lo religioso.
A esta reflexión están dedicadas principalmente estas páginas. Desde la época del positi-
vismo, se habla con cierta frecuencia del “hecho” religioso. Con ello se pretende decir que
las religiones, con independencia de las posiciones ideológicas o teológicas de quien las es-
tudie, constituyen un fenómeno que está dado en la historia de la humanidad, y que, por
tanto, puede ser estudiado de una manera “objetiva”, tal como se estudian los hechos his -
tóricos, económicos, sociológicos, etc. Al tratarse de un hecho, la religión podría ser estu-
diada por las ciencias humanas tales como la historia de las religiones, la psicología de la
religión, la sociología de la religión, la antropología religiosa, etc. Son las llamadas “cien-
cias de las religiones”.

En el conjunto de estas aproximaciones “científicas” al “hecho” religioso, la filosofía


puede comenzar preguntándose qué es lo que se quiere decir exactamente cuando se habla
de un “hecho”, especialmente en el caso de las ciencias humanas, y más concretamente en
el caso del “hecho” religioso. Ciertamente, los hechos religiosos no son semejantes a los
hechos con los que trata la astronomía. Normalmente se entiende que los hechos positivos
son observables por cualquiera. Cuando se habla de hechos “científicos” se suele entender
que no sólo estamos ante algo observable por cualquiera, sino también ante un “hecho”
que está representado dentro del sistema de conceptos propios de una ciencia. Y es que un
mismo fenómeno, observado por cualquiera, como puede ser la caída de un cuerpo, puede
ser categorizado desde el punto de vista de las ciencias físicas (gravedad), de las ciencias
biológicas y médicas (heridas que un cuerpo sufre en su caída), de la psicología (intento de
suicidio), de la sociología, etc.
Si nos dirigimos a las religiones, pronto nos damos cuenta de que en ellas nos en-
contramos con “hechos” muy complejos. Piénsese, por ejemplo, en todas las distintas
perspectivas desde las que se puede analizar la realización del más sencillo de los sacrifi-
cios, y que nos servirían para entender los elementos históricos, sociológicos, lingüísticos,
psicológicos, antropológicos, etc., que están implicados en un acto de culto. Por supuesto,
cabe hacerse preguntas más radicales, y considerar, por ejemplo, hasta qué punto lo reli-
gioso queda esclarecido si tenemos en cuenta solamente aquello que, como en todo “he-
cho”, es observable para cualquiera. ¿No hay en la religión aspectos que escapan a toda
observación, y que, sin embargo, podrían ser esenciales para entender cualquier acto reli-
gioso? Una experiencia religiosa, por ejemplo, ¿no escapa en muchos aspectos a lo que
normalmente se entiende por un “hecho”, observable por cualquiera?

Las preguntas filosóficas no acaban aquí. Porque, como hemos indicado, no pode-
mos comenzar presuponiendo que ya sabemos qué es la religión, de modo que las ciencias
positivas no tendrían que hacer más que dirigirse a esos fenómenos que se pueden consi-
derar como religiosos, y hacerlos objeto de su estudio. Sin embargo, no es tan fácil decir
qué se entiende por “religión”. En realidad, la idea moderna de la religión como un “siste-
ma de creencias” no se corresponde con el significado del término latino religio, que más
bien se refería al culto a los dioses (cultus deorum), y no a los contenidos creídos de una fe.
Los griegos, por su parte, nos hablarían, por ejemplo, de “devoción” (εὐσέβεια), de “pie -
dad” (ὁσιότης), de “culto” (θρησκεία) o de algo así como “superstición” (δεισιδαιμονία),
pero, como dijimos, ninguno de estos términos se corresponde unívocamente con lo que
muchos entenderían hoy por “religión”.

En este mismo orden de cuestiones, podríamos preguntarnos también, por ejemplo,


si la magia es un fenómeno religioso, o si es algo distinto de la misma. En el contexto del
cristianismo protestante aparece a veces la contraposición entre “fe” y “religión”. ¿Está
justificada esta contraposición? De hecho, los romanos no consideraban el cristianismo
como religión, sino como superstición. ¿Qué sentido tiene esta distinción? Por otro lado,
cabe preguntarse si determinados fenómenos como el nacionalismo, el “culto a la persona-
lidad”, la aclamación de las estrellas del espectáculo, los fenómenos ligados a los deportes
de masas, tienen o no alguna relación con lo religioso. Para enfrentar este tipo de pregun -
tas se requiere, obviamente, de una cierta idea de lo que sea la religión.

Si atendemos a la misma historia de las religiones, resulta llamativa su misma plu-


ralidad y diversidad. Quien dice que “todas las religiones son iguales” muestra un enorme
desconocimiento de la historia religiosa de la humanidad. Más bien encontramos, de en-
trada, una llamativa multiplicidad de prácticas y de creencias, de las cuales no es fácil de-
terminar qué es lo que puedan tener en común como para ser llamadas, todas ellas, “reli-
giosas”. De hecho, la filosofía tiene que preguntarse qué es lo que nos permite hablar de
“religión”, en lugar de pretender ingenuamente que ya sabemos en qué consiste, de modo
que pudiéramos con facilidad determinar qué experiencias, prácticas o instituciones han
de ser calificadas como “religiosas”. Aclarar esto es una tarea impostergable de la filosofía
de la religión.

Tradicionalmente se distingue entre distintas aproximaciones al hecho religioso. En


primer lugar, tendríamos las consideraciones “científicas” de lo religioso, que serían las
propias de las ciencias de las religiones. La historia, la sociología, la psicología, la antropo-
logía, y otras disciplinas como la neurociencia investigarían los hechos religiosos, mostran-
do sus elementos constitutivos, las relaciones que se establecen entre ellos y con otros fe-
nómenos relacionados. En segundo lugar, tendríamos la contribución de la llamada “feno-
menología de la religión”, la cual pretendería una indagación descriptiva, y no explicativa,
de la estructura esencial de las vivencias religiosas, y que algunos considerarían también
como una ciencia de las religiones. Finalmente, estaría la aproximación propia de la filoso-
fía de la religión, que trataría de explicar las razones por las que aparece el fenómeno reli-
gioso en la historia de la humanidad, respondiendo así también a la cuestión de su verdad
o falsedad.

De hecho, como iremos viendo a lo largo de estas páginas, las fronteras entre unas
aproximaciones y otras no siempre son tan nítidas como pudiera parecer a primera vista.
Con frecuencia, las ciencias de las religiones han tratado de responder, mediante diversas
explicaciones, a la cuestión, últimamente filosófica, sobre la verdad o falsedad de las afir-
maciones hechas por las religiones. Por otra parte, como dijimos, no parece posible hacer
ciencia de las religiones sin una idea de lo que sea la religión, y esta idea normalmente está
tomada de la fenomenología o de la filosofía. La fenomenología y la filosofía de la religión,
si quieren hablar de las religiones realmente existentes, en su riqueza y diversidad, no
pueden desatender a los resultados de las ciencias de las religiones, por más de que ellas
dispongan de sus métodos propios...

En estas páginas trataremos de llevar a cabo un tratamiento multidisciplinar de las


religiones, integrando los resultados de las ciencias de las religiones y de la fenomenología
de la religión, pero sin descuidar una intención últimamente filosófica. Y esto significa una
intención de explicar las razones de los hechos religiosos, entendiéndolos a partir de sus
estructuras más profundas.

Dada la limitación de estas páginas, ya de suyo bastante extensas, no podremos en


modo alguno pretender abarcar la historia entera de las religiones. Algunas religiones de
enorme interés e importancia, como las de Grecia o China, no podrán ser tratadas de un
modo sistemático. Sin embargo, la investigación que aquí emprendemos intentará de pro-
veer al lector con los instrumentos necesarios para poder realizar ulteriormente, por su
propia cuenta, una evaluación de otras experiencias y tradiciones religiosas. De un modo
extenso, nos limitaremos a tres series de fenómenos. En primer lugar, atenderemos a los
hechos más antiguos y originarios que, por más que sean difícilmente accesibles a la inves-
tigación directa, nos proporcionan, con sus escasos vestigios, algunas informaciones esen-
ciales para plantearnos la pregunta por el surgimiento de eso que ha venido a llamarse re-
ligión. En segundo lugar, atenderemos a una serie de tradiciones que no sólo tienen gran
riqueza y relevancia, sino que disponen de un testimonio documental que abarca siglos de
historia: nos referimos a las religiones nacidas en el subcontinente indio. Finalmente, in -
vestigaremos la tradición monoteísta, igualmente bien documentada, y de enorme impor-
tancia para entender nuestro propio contexto religioso.

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