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información identitaria a cambio de dinero: “Estoy a punto de reunir los doscientos dólares que
cuesta la primera visita. En una semana, al fin, podré visitar a Samantha y conocer mi pasado.
Saber quién soy. Es curioso cómo algo tan arbitrario como un nombre nos ayuda a confiar en
nosotros mismos; tener un nombre significa poseernos” (37). En la segunda parte, se agrega la
posibilidad de buscar la identidad a partir de internet, a través de ésta es más fácil acceder a la
comunidad a la que se pertenece.
Acceder a un adivino, se ha convertido en el primer objetivo de los nuevos (así se llama a
los recién llegados), y a pesar de ser una práctica no legalizada, la mayoría recurre a estos en
busca de su nombre. Hay dos tipos de identidades: 1) la numérica y 2) la verbal, la primera ligada
a lo estatal, pues es el gobierno el encargado de clasificar a los ciudadanos a partir de una
identidad numérica y por consiguiente, abstracta, en cambio, esta identidad es incompleta, le
corresponde al ciudadano descubrir su identidad verbal a partir del nombre. Encontrarlo es
crucial para los personajes de Los muertos, de lo contrario, los individuos son llevados a los
túneles o sitios de explotación, donde las personas son encadenadas a máquinas de coser. Cuando
Gaff al comienzo busca trabajo (aún sin saber su nombre) y entra en una agencia de empleo, es
advertido por la empleada de la misma que “sin identidad verbal y sin memoria de habilidades no
puede aspirar a un trabajo de remuneración alta, pero sí puede trabajar de peón” (29). Gaff
todavía no tiene nombre, tampoco ha recordado sus habilidades primarias, es por eso que se ve
obligado a aceptar el trabajo de mozo de almacén. El nuevo no tiene ningún derecho en la
sociedad, recién a los cuatro años de haberse “materializado”1 puede votar.
Del mismo modo que se desdibuja la identidad de los personajes, el género novela se
disipa, en Los muertos confluyen una amplia cantidad de géneros que dialogan con la novela. El
diario personal, el ensayo, el blog, el género cinematográfico, la entrevista, la crónica, el correo
electrónico, y el guión de series. Es por eso que Sergi De Diego Mas, la define como “novela
multiplano”, donde se conjuga un plano narrativo que “se nutre de técnicas procedentes de la
imagen como del ensayo”, pero que nunca deja de ser novela. Por ejemplo, al final de la primera
parte, en el apartado titulado “Reacciones”, se incluye un artículo apócrifo publicado en la revista
The New Yorker en 2011, donde su “autora” Martha H. de Santis hace referencia acerca de un
post proveniente del blog oficial de los telespectadores de Los muertos, que fue luego enviado
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Los personajes no nacen, se materializan, aparecen de repente en los denominados puntos de llegada, y no hay una edad
determinada para la materialización. Podemos establecer una relación entre esta repentina forma de llegar a una sociedad y la
inmigración que es uno de los temas que al autor le interesa (ver entrevista a Carrión en ProDavinci, 2011).
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por e-mail a Fox Television Studios. De Santis, reproduce el post insertándolo en su artículo,
pero al no conservar su formato original, el texto pierde su identidad al fundirse con el texto
soporte y de este modo, la identidad textual se vuelve totalmente ambigua. Otro ejemplo lo
tenemos al final, donde se reproduce un fragmento de la novela Los muertos. La novela oficial
(2012) también de Martha H. De Santis, donde el género novela adquiere características de
lenguaje cinematográfico, pareciéndose más a un guión que a una novela convencional.
La manera de narrar confunde al lector, quien cree estar viendo por momentos una serie,
este efecto se logra por el modo en que se narra la novela, los saltos abruptos entre las escenas
(párrafos) contribuyen a crear este efecto. Del mismo modo, podemos afirmar que es una novela
que invita al lector a una búsqueda de su propia identidad como tal, con Los muertos, el lector
pone a prueba su capacidad receptora, ya que Carrión nos presenta una narrativa hipersaturada de
referencias a otros textos ficcionales, ya sea del ámbito literario, cinematográfico y televisivo. En
una entrevista que le hicieron al autor en el año 2011 para el sitio cultural ProDavinci, Carrión
habla de un “lector ideal”, que “sería uno que barajara todos los referentes posibles. Que hubiera
visto Los Soprano, que hubiera visto la trilogía de El Padrino, que hubiera leído Macbeth,
etcétera” (ProDavinci, 2011: 03). De todos modos, él reconoce que el mundo de los personajes de
Los muertos es autónomo, pero que la lectura sería mucho más enriquecedora si el lector cuenta
con el conocimiento de estas películas y series. Por ejemplo, el ensayo de Martha H. De Santis
hace visible estas intertextualidades y descubre que “Jessica es la niña vestida de rojo de la Lista
de Schindler, que McClane es el detective McClane de la tetralogía La jungla de cristal, que
Selena es Lady Macbeth, que la comunidad protagonista procede de Blade Runner” (74-75).
Carrión utiliza la excusa del género ensayo y del paper al final de la novela, para hacer explicito
cuestiones intertextuales a aquellos lectores que no cuenten con este conocimiento.
Es a partir de estos protagonistas de obras literarias y cinematográficas que el autor (re)
construye las identidades de sus propios personajes. Carrión reivindica la figura del personaje
ficcional sin importar el medio de producción de donde provenga y lo vuelve reutilizable, es la
ficción dentro de la ficción misma.2 Sin embargo, como advierte Marcelo Topuzian en su artículo
“Leer una serie y ver una novela: sobre las funciones de la ficción literaria en Los muertos de
Jorge Carrión”, el personaje no vuelve a tener su “estatuto original de personaje”. Si bien estos se
identifican a partir de la narración ficcional compartida, no vuelven a ser los mismos (Topuzian,
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Jorge L. Borges fue uno de los primeros en experimentar con estos temas, ya sea teorizando sobre el personaje en sí (“Las ruinas
circulares”) o retomando personajes de la literatura para seguir escribiéndole una historia (“El fin”).
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2014:14). Podríamos decir, que si bien es cierto que no recupera su estatuto en su totalidad, sí
recupera su esencia, por ejemplo, el personaje Michael Corleone le dice a Tony Soprano que no
importa la apariencia que se tiene en esta vida, se puede ser “negro o asiático”, pero que en
realidad siguen siendo italianos, que el papel del personaje, en su esencia sigue siendo el mismo.
En este sentido, Carrión retoma la tradición unamuniana, en Niebla, el personaje le pregunta a su
autor Unamuno (ficcionalizado) cuál es el papel (léase identidad) que le ha sido otorgada.
El ingreso de las red social “MyPain”, con el fin de recordar a cientos de personajes,
como La Maga de Julio Cortázar entre tantos otros, funciona como una suerte de “Memorial por
los Muertos de la Ficción”. Los personajes se subastan, y son adquiridos por individuos que
pagan grandes sumas de dinero, y le otorga características identitarias propias. Por ejemplo,
Martha H. De Santis compra al capitán Ahab (de Moby Dick), al que relaciona con su padre que
le leía una versión infantil de la novela de Melville en su infancia, las imágenes que ponen rostro
a su versión del capitán Ahab “se mezclan los retratos realizados por descenas de ilustradores con
las fotografías de Gregory Peck y con las de mi padre” (82). Esas imágenes se van
intercambiando en su perfil de la red social. A partir de este ejemplo, podemos ver cómo se
entremezclan los deseos personales de Martha, con sus propias lecturas, con films y con su propia
vida. La intertextualidad en la novela coincide con la intertextualidad de la vida del personaje y
de los lectores, como si el mundo se construyera con los materiales de la realidad y de la ficción.
Ahora bien, ¿cómo es posible recuperar la identidad proveniente de un mundo irreal como
es el de la ficción? Este es el problema que atraviesan los personajes de Los muertos, la
incertidumbre de no saber a ciencia cierta cuán verdadera y efectiva ha sido su otra vida, porque
constantemente experimentan una sensación de doble vida, las interferencias y los sueños suelen
ser tan reales e intensos que pone en cuestión la propia existencia: “Tú tienes a tu mujer o a tu
mejor amigo, pero sueñas constantemente con otra mujer y con otro mejor amigo, y tu vida
sexual o afectiva del sueño o de la interferencia es más intensa que la de la vida real; es como
para volverse loco…” (57). Si el deseo de buscar la propia identidad se facilita a partir del
encuentro con los otros pertenecientes a la misma comunidad, los sueños e interferencias
entorpecen y desestabilizan cualquier tipo de certeza identitaria. La memoria recuperada a partir
de estas representaciones, que sólo ocurren en la mente de los individuos, es una memoria secreta
y que se acrecienta en la vejez. Los personajes prefieren no compartir tales vivencias, de lo
contrario, verían amenazada su identidad actual. No importa si se tiene un nombre falso, lo
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principal es tener uno, de lo contrario la existencia es angustiante y lleva al hundimiento del
personaje. Dice Julia a la adivina después que le ha sido revelado su nombre: “Julia, me llamo
Julia, muchísimas, muchísimas gracias, necesitaba un nombre al que agarrarme, necesitaba frenar
esta sensación de estar siempre cayendo” (63). Parecería que lo importante es conservar la
identidad, obtener el reconocimiento de la comunidad, aún teniendo sospechas de ser otro, como
le sucede a Roy: “„Todos los recuerdos que creía compartir con ellos no existen, son falsos, los he
creado yo solito […] Lo jodido es que la verdad, la verdad […] la he tenido siempre delante de
mis narices: las interferencias eran lo único verdadero, y nunca supe interpretarlas‟” (102).
Carrión reconstruye la memoria, y por ende la identidad de sus personajes, sin conocimiento
seguro de que algo sea cierto, en Los muertos no hay certezas de ningún tipo. Al final, podríamos
decir que lo importante no es el nombre que remita a un pasado, sino que la novela quizá nos
quiere decir que lo importante es pertenecer a una comunidad, sentirse parte.
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Bibliografía
Fuentes primarias:
Fuentes secundarias:
DE DIEGO MAS, Sergi. “La novela multiplano. Una lectura de Los muertos, de Jorge Carrión (o
el fin del mundo no es un juego)”. Interferencia sónica. 20 de julio, 2010. Disponible en:
http://interferenciasonica.blogspot.com.ar/2010/07/la-novelamultiplano-una-lectura-de-los.html
TOPUZIAN, Marcelo. “Leer una serie y ver una novela: sobre las funciones de la ficción literaria
en Los muertos de Jorge Carrión”, 2014.