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LA CREACIÓN DESDE UNA PERSPECTIVA HUMANA

1. EN EL ANTIGUO ORIENTE.

El Poema del ENUMA ELIS

Caos acuoso inicial, anterior a los dioses

Cuando en lo alto el cielo no había sido nombrado,


no había sido llamada con un nombre abajo la tierra firme,
nada más había que el Apsu primordial, su progenitor,
y la tumultuosa Tiamat, la que parió a todos ellos,
mezcladas sus aguas como un solo cuerpo.
No había sido trenzada ninguna choza de cañas,
no había aparecido marisma alguna,
cuando ningún dios había recibido la existencia,
no llamados por un nombre, indeterminados sus destinos,
sucedió que los dioses fueron formados en su seno.

Y de donde los dioses tienen su origen

Lahmu y Lahamu fueron hechos, por un nombre fueron llamados.


Durante eternidades crecieron en edad y estatura.
Anshar y Kishar fueron formados, superando a los otros.
Prolongaron sus días, acumularon años.
Anu fue su hijo, rival de sus propios padres,
sí, Anu, primogénito de Anshar, fue su igual.
Anu engendró a su imagen a Nudimmud.
Nudimmud se hizo de sus padres dueño,
sabio sin par, perspicaz, fuerte y poderoso,
mucho más fuerte que su abuelo Anshar.
No tenía rival entre los dioses sus hermanos.
Juntos iban y venían los hermanos divinos,
alteraban a Tiamat al agitarse de un lado para otro,
sí, alteraban el talante de Tiamat
con sus risas en la morada del cielo.

Motivo de la destrucción de los dioses

No podía acallar Apsu sus clamores


y Tiamat estaba sin habla ante su conducta.
Sus actos eran odiosos hasta [...]
Aborrecible era su conducta; se hacían insufribles.
Entonces Apsu, progenitor de los grandes dioses,
gritó, dirigiéndose a Mummu, su visir:
«Oh Mummu, mi visir, que alegras mi espíritu,
ven junto a mí y vayamos a Tiamat».
Fueron y se sentaron ante Tiamat,
deliberando acerca de los dioses, sus primogénitos.
Apsu, abriendo su boca, dijo a la resplandeciente Tiamat:
«Su conducta me resulta muy odiosa.
De día no encuentro alivio ni reposo de noche.
Los destruiré, aniquilaré sus obras, para restaurar la calma.
¡Tengamos descanso!».

Paciencia de Tiamat y consejo maligno de Mummu

Tan pronto como Tiamat lo oyó,


se sintió irritada y gritó a su esposo.
Gritó llena de enojo, sola en su furor,
poniendo amenaza en su tono:
«¿Qué? ¿Vamos a destruir lo que hemos edificado?
Su conducta, ciertamente, es enojosa, pero esperaremos con paciencia».
Entonces respondió Mummu y aconsejó a Apsu.
Malicioso y desgraciado fue el consejo de Mummu:
«Destruye, padre mío, la conducta rebelde.
Así tendrás quietud de día y reposo de noche».
Cuando Apsu lo oyó, su rostro se puso radiante,
por el mal que maquinaba contra los dioses sus hijos.
Mummu lo abrazó por el cuello,
sentándose en sus rodillas para besarle.

Ea destruye a Apsu

Pero cuanto habían tramado entre ellos


fue repetido entre los dioses, sus primogénitos.
Cuando los dioses oyeron todo aquello, se agitaron,
cayeron luego en silencio y quedaron sin habla.
Soberano en saber, perfecto, ingenioso,
Ea, sapientísimo, adivinó su conjura.
Un designio dominador formuló y envió,
capaz hizo su conjuro contrario, soberano y santo.
Lo recitó e hizo que subsistiera en lo profundo,
derramando el sueño sobre él, despierto del todo permanece.
Cuando a Apsu tuvo postrado, cargado de sueño,
Mummu, el consejero, ya no pudo excitarlo.
Aflojó su banda, se despojó de la tiara,
dejó su aura y se la puso él.
Después de encadenar a Apsu, lo mató.
Ató a Mummu y lo encadenó.

Reinado de Ea (todas las mitologías tienen este esquema)

Después de haber así establecido su morada sobre Apsu,


se apoderó de Mummu, anillándolo por la nariz.
Después de vencer y pisotear a sus enemigos,
Ea, asegurado su triunfo sobre los adversarios,
descansó en su cámara sagrada sumido en paz profunda.
«Apsu» la llamó al asignar los santuarios.
Allí mismo su choza de culto estableció.

Creación de Marduk

Ea y Damkina, su esposa, allí moraron en esplendor.


En la cámara de los destinos, morada de los hados,
un dios fue engendrado, poderoso y sabio más que los dioses.
En el corazón de Apsu fue Marduk creado.
El que le engendró fue Ea, su padre,
la que lo concibió fue Damkina, su madre.
Al pecho de la diosa fue amamantado.
La nodriza que lo crió lo hizo terrible,
Seductora era su figura, la luz brillaba en sus ojos.
Señorial era su paso, soberano desde antiguo.

Gloria de Marduk

Cuando lo vio Ea, el padre que lo engendró,


exultó y se iluminó su rostro, su corazón lleno de gozo.
Perfecto lo hizo y doble divinidad le otorgó.
Exaltado fue entre todos ellos, en todo excelente.
Perfectos eran sus miembros sin medida,
imposible de comprender, difícil de percibir.
Cuatro eran sus ojos, cuatro eran sus oídos.
Cuando movía sus labios, fuego escapaba de ellos.
Grandes eran sus órganos para oír,
y los ojos, en número igual, escrutaban todo.
Era el más alto de los dioses, soberana era su estatura,
enormes sus miembros, era alto sobremanera.
«¡Hijito mío, hijito mío! Mi hijo, el Sol, ¡Sol de los cielos!».
Revestido del halo de diez dioses, era fuerte
cual ninguno, con todos sus terribles destellos.

Ofrecimiento del reino a Marduk

Sobre todo el universo te confiamos el reinado.


Cuando tomes asiento en la asamblea, prevalecerá tu palabra.
No fallarán tus armas, aniquilarán a tus enemigos.
¡Oh Señor, perdona la vida al que en ti confía,
pero quítasela al dios que eligió el mal!».

Poder de la palabra de Marduk

En medio pusieron un paño,


a Marduk, su primogénito, hablaron:
«Señor, en verdad tu decreto prevalece entre los dioses.
Si decides crear o destruir, así se hará.
Abre tu boca, desaparecerá este paño, habla otra vez, y el paño estará entero».
A la palabra de su boca desapareció el paño.
Habló de nuevo y se rehizo el paño.

Entronización de Marduk

Cuando los dioses, sus padres, vieron el fruto de su palabra,


gozosos le rindieron homenaje: « ¡Marduk es rey!».
Le entregaron cetro, trono y palu;
armas invencibles le dieron, para ahuyentar al adversario.
Fijado así el destino de Bel, los dioses, sus padres,
le pusieron en el camino del éxito y la victoria.
Él se hizo un arco, que marcó como arma suya,
añadió además la flecha, fijó la cuerda.
Alzó la maza, la empuñó con su diestra.
Arco y carcaj fijó a su costado.
Ante sí envió el relámpago, de llama abrasadora llenó su cuerpo.
Hizo luego una red para envolver en ella a Tiamat.
Los cuatro vientos sujetó para que nada de ella escapara,
el viento sur, el viento norte, el viento este, el viento oeste.

Combate entre Marduk (el orden) y Tiamat (el caos)

Entonces entablaron la lucha Tiamat y Marduk, el más sabio entre los dioses,
trabaron combate singular, se atenazaron en la pelea.
Desplegó su red el señor para atraparla,
el viento malo, que seguía detrás, le soltó en el rostro.
Cuando Tiamat abría su boca para devorarlo,
por ella le lanzó el viento malo para que no cerrara los labios.
Cuando los vientos salvajes llenaron su vientre,
su cuerpo quedó hinchado, la boca abierta.
Lanzó él su flecha, que atravesó su vientre,
le desgarró las entrañas, le destrozó el corazón.
Dominándola así, acabó con su vida.
Arrojó su carcaj para alzarse sobre ella.
Después de dar muerte a Tiamat, el señor,
su banda quedó destrozada, su tropa desbaratada.

Creación del cielo y de la tierra a partir de Tiamat

Y se volvió a Tiamat, a la que había atado.


Holló el señor las piernas de Tiamat,
con su maza despiadada destrozó su cráneo.
Cortó las arterias de su sangre
que el viento norte llevó a lugares ignorados.
Al ver todo esto, sus padres se llenaron de gozo y exultaron,
y a él acudieron con presentes, para rendirle homenaje.
Se detuvo entonces el señor para ver el cuerpo muerto,
porque iba a desmembrar al monstruo y hacer obras estupendas.
La partió como una concha en dos partes;
una mitad alzó y la puso como un techo, el cielo,
fijó una barrera y puso guardianes
a los que mandó que no dejaran escapar las aguas.

Construcción de la morada de los dioses

Cruzó los cielos y revisó (sus) regiones.


Escuadró el cuartel de Apsu, la morada de Nudimmud,
según medía el señor las dimensiones de Apsu.
La Gran Morada, su semejanza, fijó como Esharra,
la Gran Morada, Esharra, que hizo como el firmamento.
Anu, Enlil y Ea recibieron sus lugares.

Creación del firmamento

Construyo una morada para los grandes dioses


instalando los lumasi, las estrellas que son su imagen
Determinó el año, delimitando sus secciones:
Estableció tres constelaciones para cada uno de los doce meses
Después de determinar los días del año por medio de figuras celestes
estableció sólidamente la morada de Nebiru para determinar sus secciones celestes
de modo que ninguna falte ni se extravíe

Juntó a él estableció las moradas de Enlil y de Ea.


Y abriendo grandes puertas a los dos lados,
reforzó los cerrojos a la izquierda y a la derecha;
y en su interior colocó las regiones superiores (zenit).

Creación de la luna

Hizo brillar a Sin, y le confió la noche;


y le encargó, como cuerpo nocturno, determinar los días:

“Cada mes, sin cesar, le da la forma de una corona:


Al principio del mes para brillar sobre el país
tú mostrarás los cuernos para determinar seis días;
al día séptimo serás media corona.
Al día catorce te pondrás de frente (al sol), a medio mes;
cuando el sol te (alcance) en la base de los cielos,
disminuye (tu corona) y haz menguar la luz.
(Y al desaparecer) aproxímate al curso del sol, y
(en el día veintinueve) te pondrás de nuevo en oposición al sol.”
Decisión de Marduk de crear al ser humano

Cuando oye Marduk las palabras de los dioses,


su corazón le impulsa a realizar obras estupendas.
Abre su boca y se dirige a Ea,
para comunicar sus planes habla a Ea,
para comunicar el plan que ha concebido en su corazón:
«Amasaré la sangre y haré que haya huesos.
Crearé una criatura salvaje, 'hombre' se llamará.
Cierto, crearé un hombre salvaje.
Tendrá que estar al servicio (el culto) de los dioses,
para que ellos vivan sin cuidado.
Con maña cambiaré la vida de los dioses.
Venerados por igual, en dos grupos estarán divididos».

Decisión de los dioses de crear la humanidad a partir de uno de ellos

Ea respondió, y le dirigió una palabra,


para exponerle un plan en beneficio de los dioses:
«Que sea entregado uno sólo de sus hermanos;
sólo éste perecerá para que sea formada la humanidad.
Que se junten aquí los grandes dioses en asamblea,
que el culpable sea entregado para que ellos permanezcan».
Convocó Marduk en asamblea a los grandes dioses;
graciosamente los presidía y daba instrucciones.

Ajusticiamiento de Kingu y creación del ser humano

A sus sentencias prestaron atención los dioses.


El rey dirigió una palabra a los Anunnaki:
«Si vuestra declaración fue sincera, decid ahora la verdad y por mí juradla.
¿Quién provocó la revuelta, provocó a Tiamat a rebeldía y azuzó el combate?
Sea entregado el que maquinó la rebelión.
¡Con su culpa le haré cargar para que viváis en paz!».
Los Igigi, los grandes dioses, le replicaron,
a Lugaldimmerankia, consejero de los dioses, su señor:
«Fue Kingu quien maquinó la rebelión,
quien hizo rebelde a Tiamat, quien azuzó el combate».
Lo ataron y llevaron a presencia de Ea.
Le cargaron con su culpa y cortaron (los vasos de) su sangre.
De su sangre formaron la humanidad,
a la que él impuso la servidumbre, dejando libres a los dioses.

2. EN PLATÓN

En el libro del Timeo, Platón nos relata el modo como el demiurgo hace el universo.

A continuación, partió a lo largo todo el compuesto, y unió las dos mitades resultantes por el
centro, formando una X. Después, dobló a cada mitad en círculo, hasta unir sus respectivos
extremos en la cara opuesta [14] al punto de unión de ambas partes entre sí y les imprimió un
movimiento de rotación uniforme. Colocó un círculo en el interior y otro en el exterior y
proclamó que el movimiento exterior correspondía a la naturaleza de lo mismo y el interior a la
de lo otro. Mientras a la revolución de lo mismo le imprimió un movimiento giratorio lateral
hacia la derecha, a la de lo otro la hizo girar en diagonal hacia la izquierda y dio el predominio a
la revolución de lo mismo y semejante; pues la dejó única e indivisa, en tanto que cortó la
interior en seis partes e hizo siete círculos desiguales. Las revoluciones resultantes estaban a
intervalos dobles o triples entre sí y había tres intervalos de cada clase. El demiurgo ordenó que
los círculos marcharan de manera contraria unos a otros, tres con una velocidad semejante, los
otros cuatro de manera desemejante entre sí y con los otros tres, aunque manteniendo una
proporción. Una vez que, en opinión de su hacedor, toda la composición del alma hubo
adquirido una forma racional, éste entramó todo lo corpóreo dentro de ella, para lo cual los
ajustó reuniendo el centro del cuerpo con el del alma. Ésta, después de ser entrelazada por
doquier desde el centro hacia los extremos del universo y cubrirlo exteriormente en círculo, se
puso a girar sobre sí misma y comenzó el gobierno divino de una vida inextinguible e
inteligente que durará eternamente. Mientras el cuerpo del universo nació visible, ella fue
generada invisible, partícipe del razonamiento y la armonía, creada la mejor de las criaturas por
el mejor de los seres inteligibles y eternos.

Primeramente realiza el tiempo imitación de la eternidad.

Antes de que se originara el mundo, no existían los días, las noches, los meses ni los años. Por
ello, planeó su generación al mismo tiempo que la composición de aquél. Éstas son todas partes
del tiempo y el «era» y el «será» son formas devenidas del tiempo que de manera incorrecta
aplicamos irreflexivamente al ser eterno. Pues decimos que era, es y será, pero según el
razonamiento verdadero sólo le corresponde el «es», y el «era» y el «será» conviene que sean
predicados de la generación que procede en el tiempo -- pues ambos representan movimientos,
pero lo que es siempre idéntico e inmutable no ha de envejecer ni volverse más joven en el
tiempo, ni corresponde que haya sido generado, ni esté generado ahora, ni lo sea en el futuro, ni
en absoluto nada de cuanto la generación adhiere a los que se mueven en lo sensible, sino que
estas especies surgen cuando el tiempo imita la eternidad y gira según el número --y, además,
también lo siguiente: lo que ha devenido es devenido, lo que deviene está deviniendo, lo que
devendrá es lo que devendrá y el no ser es no ser; nada de esto está expresado con propiedad.
Pero ahora, quizá, no es el momento oportuno para buscar exactitud. El tiempo, por tanto, nació
con el universo, para que, generados simultáneamente, también desaparezcan a la vez, si en
alguna ocasión tiene lugar una eventual disolución suya, y fue hecho según el modelo de la
naturaleza eterna para que este mundo tuviera la mayor similitud posible con el mundo ideal
pues el modelo posee el ser por toda la eternidad, mientras que éste es y será todo el tiempo
completamente generado.

A partir del tiempo, hace los cuerpos celestes.

La decisión divina de crear el tiempo hizo que surgieran el sol, la luna y los otros cinco cuerpos
celestes que llevan el nombre de planetas para que dividieran y guardaran las magnitudes
temporales. Después de hacer el cuerpo de cada uno de ellos, el dios los colocó en los circuitos
que recorría la revolución de lo otro, siete cuerpos en siete circuitos, la luna en la primera órbita
alrededor de la tierra, el sol, en la segunda sobre la tierra y el lucero y el que se dice que está
consagrado a Hermes, en órbitas que giran a la misma velocidad que la del Sol pero con una
fuerza contraria a él, razón por la que regularmente se superan unos a otros el sol, el planeta de
Hermes y el lucero. Si alguien quisiera detallar dónde colocó los restantes planetas y todas las
causas por las que así lo hizo, la argumentación, aunque secundaria, presentaría una dificultad
mayor que la que merece su objeto. No obstante, quizá más tarde, con tranquilidad, podamos
explicarlo de manera adecuada. Una vez que cada uno de los que eran necesarios para ayudar a
crear el tiempo estuvo en la revolución que le correspondía y, tras sujetar sus cuerpos con
vínculos animados, fueron engendrados como seres vivientes y aprendieron lo que se les
ordenó, comenzaron a girar según la revolución de lo otro, que en un curso oblicuo cruza la de
lo mismo y es dominada por ella. Unos recorren un círculo mayor y otros, uno menor; los del
menor tienen revoluciones más rápidas, los del mayor más lentas. Como giran alrededor de la
revolución de lo mismo, los más rápidos parecen ser superados por los más lentos, aunque en
realidad los superan. Aquélla, como todos los círculos avanzan en dos direcciones opuestas al
mismo tiempo, los retuerce en espiral y hace aparecer al que se aleja más lentamente de ella
como si la siguiera más de cerca a ella que es la más rápida. Para que hubiera una medida clara
de la lentitud y rapidez relativa en que se mueven las ocho revoluciones, el dios encendió una
luz en el segundo circuito contando desde la tierra, la que actualmente llamamos sol, con la
finalidad de que todo el cielo se iluminara completamente y los seres vivientes correspondientes
participaran del número, en la medida en que lo aprendían de la revolución de lo mismo y
semejante.

Dando lugar a los meses y a los años.


Así y por estas razones, nacieron la noche y el día, el ciclo de tiempo de la unidad de revolución
más racional. El mes se produce, cuando la luna, después de recorrer toda su órbita, supera al
sol; el año, cuando el sol completa su revolución. Como tan sólo unos pocos entienden las
revoluciones de los restantes, ni se las nombra ni, por medio de la observación, se hacen
mediciones relativas, de modo que, en una palabra, no saben que sus caminos errantes de una
magnitud enorme y maravillosamente variada son tiempo. Sin embargo, es posible comprender
que, cuando las velocidades relativas de las ocho órbitas, medidas por el círculo de lo mismo en
progresión uniforme, se completan simultáneamente y alcanzan el punto inicial, entonces el
número perfecto de tiempo culmina el año perfecto. De esta manera y por estos motivos, fueron
engendrados todos los cuerpos celestes que en sus marchas a través del cielo alcanzan un punto
de retorno, para que el universo sea lo más semejante posible al ser vivo perfecto e inteligible
en la imitación de la naturaleza eterna.

El demiurgo decide producir los seres vivientes

A pesar de que ya el demiurgo había completado todo lo demás en lo que atañe a la similitud
con aquello a lo que se asemejaba, hasta la generación del tiempo inclusive, el universo todavía
no poseía en su interior todos los animales generados, en lo que aún era disímil. Este resto lo
llevó a cabo estampando una impresión en la naturaleza de la copia. Pensó, pues, que este
mundo debía tener en sí especies de una cualidad tal y en tanta cantidad como el intelecto ve
que hay en el ser viviente ideal.

Los dioses, las aves, los peces y los animales terrestres.

Hay, ciertamente, cuatro: una es el género celeste de los dioses, otra el alado y de los animales
que surcan el aire; la tercera es el género acuático y la cuarta corresponde al que marcha sobre
los pies y a los animales terrestres.

Produce los planetas

Hizo la mayor parte de la forma de lo divino de fuego para que fuera el género más bello y más
luminoso para la vista, y lo construyó perfectamente circular, semejante al universo. Lo colocó
en la inteligencia de lo excelso, para que lo siguiera, y lo distribuyó por todo el cielo en círculo,
de modo que fuera un verdadero adorno bordado en toda su superficie. A cada uno le dio dos
movimientos, uno en lo mismo y según lo mismo, para que piense para sí siempre lo mismo
acerca de lo mismo, el otro hacia adelante, dominado por la revolución de lo mismo y
semejante, pero inmóvil y fijo respecto de los cinco movimientos, para que cada uno de ellos
llegara a ser lo más perfecto posible.

Las estrellas

Por esta causa, por tanto, surgieron las estrellas fijas, que son seres vivos divinos e inmortales
que giran según lo mismo en el mismo punto y permanecen siempre. Las que tienen un punto
de retorno y un curso errático, como fue descrito más arriba, nacieron como fue dicho.

La tierra

Construyó la tierra para que sea nodriza nuestra y, por medio de su rotación alrededor del eje
que se extiende a través del universo, guardia y artesana de la noche y del día, la primera y más
anciana de las divinidades que hay en el universo. Sería un esfuerzo vano nombrar sin
representaciones visuales las danzas corales de estas últimas, sus mutuas conjunciones, el
retorno de las órbitas sobre sí mismas y sus avances y qué dioses se unen en los encuentros y
cuántos se oponen, y en qué y después de qué tiempos se nos ocultan colocándose uno delante
de otro y, al reaparecer, producen temor, y dan signos de lo que ha de suceder a los que no son
capaces de calcular. Sea éste, por tanto, un final adecuado para estos asuntos y para lo dicho
acerca de la naturaleza de los dioses visibles y generados.

Los dioses
Decir y conocer el origen de las otras divinidades es una tarea que va más allá de nuestras
fuerzas. Hay que creer, por consiguiente, a los que hablaron antes, dado que en tanto
descendientes de dioses, como afirmaron, supongo que al menos conocerían bien a sus
antepasados. No es posible, entonces, desconfiar de hijos de dioses, aunque hablen sin
demostraciones probables ni necesarias, sino, siguiendo la costumbre, debemos creerles cuando
dicen que relatan asuntos familiares. Aceptemos y refiramos pues el origen de los dioses tal
como lo exponen ellos. Océano y Tetis fueron hijos de Gea y Urano, de ellos nacieron Forcis,
Cronos, Rea y todos los de su generación; de Cronos y Rea, Zeus, Hera y todos los que
sabemos que son llamados sus hermanos y, además, los restantes que son descendientes de
éstos.

Diálogo del demiurgo con los dioses

Después de que nacieran todos los dioses que marchan de manera visible y todos los que
aparecen cuando quieren, el creador de este universo les dijo lo siguiente:

«Dioses hijos de dioses, las obras de las que soy artesano y padre, por haberlas yo generado, no
se destruyen si yo no lo quiero. Por cierto, todo lo atado puede ser desatado, pero es propio del
malvado el querer desatar lo que está construido de manera armónicamente bella y se encuentra
en buen estado. No sois en absoluto ni inmortales ni indisolubles porque habéis nacido y por las
causas que os han dado nacimiento; sin embargo, no seréis destruidos ni tendréis un destino
mortal, porque habéis obtenido en suerte el vínculo de mi decisión, aún mayor y más poderoso
que aquellos con los que fuisteis atados cuando nacisteis.

Ahora, enteraos de lo que os he de mostrar. Hay tres géneros mortales más que aún no han sido
engendrados. Si éstos no llegan a ser, el universo será imperfecto, pues no tendrá en él todos los
géneros de seres vivientes y debe tenerlos si ha de ser suficientemente perfecto. Pero si nacieran
y participaran de la vida por mi intermedio, se igualarían a los dioses. Entonces, para que sean
mortales y este universo sea realmente un todo, aplicaos a la creación de los seres vivos de
acuerdo con la naturaleza e imitad mi poder en vuestra generación.

Comenzaré por plantar la simiente de lo que conviene que haya en ellos del mismo nombre que
los inmortales, dado que es llamado divino y gobierno en los que quieren obedecer siempre a la
justicia y a vosotros, y os lo entregaré. Vosotros haréis el resto, entretejiendo lo mortal con lo
inmortal. Engendrad seres vivientes, alimentadlos, hacedlos crecer y recibidlos nuevamente
cuando mueran.»

Produce los seres vivos

Dijo esto y vertió nuevamente en el recipiente, en el que antes había mezclado el alma del
universo, los restos de la mezcla anterior y los mezcló de una manera que era en cierto sentido
igual, aunque ya no eran igualmente puros, sino que poseían una pureza de segundo y tercer
grado. Una vez que hubo compuesto el conjunto, lo dividió en un número de almas igual a los
cuerpos celestes y distribuyó una en cada astro. Después de montarlas en una especie de
carruaje, les mostró la naturaleza del universo y les proclamó las leyes del destino. Todas
tendrían prescrita una primera y única generación, para que nadie fuera perjudicado por él.

Por último, produce el hombre

Después de implantadas en los instrumentos del tiempo correspondientes a cada una, deberían
nacer en el más piadoso de los animales, pero, puesto que la naturaleza humana es doble, tal
género mejor sería el que luego se habría de llamar hombre.

La vida del hombre en la tierra

Cuando se hubieran necesariamente implantado en cuerpos, al entrar o salir, deberían tener,


primero, una única percepción connatural a todas producida por cambios violentos; en segundo
lugar, amor mezclado con placer y dolor; además, temor e ira y todo lo relacionado con ellos y
cuanto por naturaleza se les opone. Si los dominaran, habrían de vivir con justicia, pero si
fueran dominados, en injusticia. El que viviera correctamente durante el lapso asignado, al
retornar a la casa del astro que le fuera atribuido, tendría la vida feliz que le corresponde, pero
si fallara en esto, cambiaría a la naturaleza femenina en la segunda generación; y si en esa vida
aún no abandonara el vicio, sufriría una metamorfosis hacia una naturaleza animal semejante a
la especie del carácter en que se hubiera envilecido. Sometido al cambio, no dejaría de sufrir si,
conjuntamente con la revolución de lo mismo y semejante que hay en él, no controlara la gran
multitud de ruidos e irracional hecha de fuego, agua, aire y tierra que le ha nacido como un
agregado posterior y, tras haberla dominado con el razonamiento, no llegara a la forma de la
primera y mejor actitud moral.

El descanso del demiurgo

Después de establecer estas leyes para no ser culpable luego del vicio de cada una, las plantó,
unas, en la tierra, otras, en la luna y las demás, en los restantes instrumentos del tiempo. Tras la
siembra, encargó a los dioses jóvenes plasmar los cuerpos mortales y comenzar a hacer cuanto
aún restaba por generar del alma humana y todo lo relacionado con ello, y gobernar en la
medida de lo posible de la manera más bella y mejor al animal mortal, para que no se
convirtiera en culpable de sus males. Una vez que hubo dispuesto lo que antecede, retornó a su
actitud habitual.

(mundo material de Platón de abajo hacia arriba: físico, matemático, unidad/diada )(mundo
inteligible: ideas-múltiples-mundo matemático, el uno o bien).
3. EN ARISTÓTELES.

Aristóteles no llego a un Dios creador, sino a un Dios que era el Motor inmóvil del
movimiento eterno del universo. Justamente analizando los distintos tipos de movimiento, señala
que los movimientos rectilíneos no podrían dar razón de la eternidad del movimiento, como nos
dice Joseph Moreau.1
.
El movimiento circular. ¿Cuáles tienen que ser la forma y la estructura del Universo?
Aristóteles va a definirlos indagando las condiciones de la eternidad del movimiento. No habría
movimientos en el Universo si no fuesen unos naturales, los del aire y el fuego hacia arriba,
hacia la periferia del Universo, y los del agua y la tierra hacia abajo, hacia su centro. El
Universo habrá de poseer, pues, una periferia y un centro; pero ello no nos informa exactamente
todavía acerca de su configuración, menos aún acerca de su estructura; tampoco hemos acabado
nosotros todavía de realizar el análisis dé las condiciones del movimiento. El movimiento
natural de los elementos es anterior a todos los demás movimientos que pasan de ser derivados
y forzosos; ¿pero el movimiento hacia o hacia abajo es un movimiento absolutamente primero?
¿Es capaz de fundar naturalmente la eternidad del movimiento? Obsérvese ante todo que un
movimiento de esta índole, un movimiento rectilíneo, es necesariamente finito: se realiza entre
límites, entre un punto de partida y un punto de llegada; no puede traspasar los confines del
Universo, continuarse indefinidamente, a menos que retroceda en su camino; pero no sería ya
entonces un movimiento continuo. Si, no hay otro movimiento natural que el movimiento
rectilíneo de los elementos hacia arriba o hacia abajo, la infinitud movimiento no puede resultar
más que de una serie infinita de movimientos en direcciones contrarias; pero una serie de
movimientos discontinuos, aunque sea infinita, no contiene en sí la razón de su infinitud ni el
principio absoluto del movimiento.

Esta eternidad sólo puede producirla el movimiento más perfecto que es el movimiento
circular, que presupone un quinto elemento de naturaleza diversa a los otros.

La eternidad movimiento sólo se funda en un movimiento continuo e infinito por esencia: ahora
bien, a esta condición no responde más que la ciclofonia, la traslación circular, la revolución de
la esfera sobre sí misma. Sólo un tal movimiento es verdaderamente primero; es uno a la vez
que infinito, y por su continuidad se opone a la sucesión discontinua y sin fin de los
movimientos finitos; es un movimiento que no tiene ni comienzo ni medio ni fin; no es tránsito
de potencia a acto por efecto de otro acto anterior; escapa a la alternancia de la potencia y del
acto: es actualización perpetua. Tal tiene que ser el primer movimiento del Universo; por eso
1
Moreau Joseph, Aristóteles y su escuela, EUDEBA, Buenos Aires 19933, pág. 126-129.
atribuye Aristóteles al Universo la forma de una esfera, y exige, para constituir la sustancia de
la esfera celeste, un cuerpo de una especie distinta de los cuatro elementos, de los que se
mueven naturalmente en línea recta, hacia arriba o hacia abajo, un elemento cuya naturaleza lo
induzca a moverse circularmente. A esa sustancia incorruptible y que se mueve perpetuamente,
se le ha dado, dice, el nombre de éter.

Por tanto, la estructura del universo está formado por el movimiento de la esfera celeste de
las estrellas fijas con el centro inmóvil de la tierra.

Estructura del Universo. Es preciso, pues, que el Universo sea una esfera en revolución sobre sí
misma, no sólo porque tales son la figura y el movimiento que le convienen a causa de su
perfección, sino porque tal es la condición de la eternidad del movimiento, y hasta la condición
sin la cual no habría ningún movimiento en el mundo, ya que el movimiento no puede haber
comenzado en el tiempo. Ahora bien, ¿cómo podría la esfera del Universo ejercer una
revolución sobre sí misma si fuera de ella no hay nada respecto de lo cual pudiera considerarse
como en movimiento, ni siquiera el espacio vacío, o sea posiciones imaginarias con las cuales
se pudiera relacionar su movimiento? Es, pues, imprescindible que se produzca una dislocación
en el seno mismo del Universo y que la esfera celeste gire mientras la Tierra permanece inmóvil
en su centro. Es preciso, por lo tanto, que haya una Tierra que se contraponga por su
inmovilidad a la revolución perpetua del éter.

En que se hallan los distintos elementos que cambian

Pero la Tierra no podría existir sin que se diese al mismo tiempo su contrario, el fuego, y entre
ellos dos intermediarios, el aire y el agua. Así se infiere, en opinión de Aristóteles, la existencia
de los cuatro elementos, dotados de cualidades contrarias y sujetos por ello mismo a la
generación y a la corrupción; de ese modo se distingue del mundo sideral, hecho de una
sustancia incorruptible y que se mueve circularmente, el mundo sublunar, en el que unos
elementos corruptibles se mueven naturalmente hacia arriba o hacia abajo para ocupar su
respectivo lugar, y entrando así en conflicto, padecen incesantes trasmutaciones?

Produciendo la variedad de cosas debido al movimiento de las restantes esferas celestes de


los planetas

Pero esos conflictos y la transmutación recíproca de los elementos terminarían si nada


compensase la tendencia natural de cada elemento hacia su propio lugar. Para que el mundo
sublunar no caiga en el estancamiento, es preciso que el equilibrio de los elementos en sus
respectivos lugares, su sedimentación concéntrica, sea impedida por una influencia periódica, la
alternancia de las estaciones, la cual no puede provenir más que del mundo sideral. Es preciso,
pues, que en el mismo mundo sideral aparezca una dislocación que posibilite una pluralidad de
revoluciones, y ante todo la distinción entre la revolución del primer Cielo, el movimiento
diurno de la esfera suprema y de las estrellas fijas, y las revoluciones del Sol, de la Luna y los
demás planetas, que se realizan en el plano de la eclíptica, cuyo eje está inclinado con relación a
los polos. Se ve, pues, que no es solamente la configuración exterior y el movimiento
primordial del Universo lo que para Aristóteles se infiere de sus atributos trascendentales, la
unidad y la eternidad; son también su organización interna, la estructura del mundo sideral y los
elementos del mundo sublunar los que aparecen exigidos por su naturaleza de Todo, en virtud
de una exigencia de unificación que se extiende a toda la diversidad sensible.

4. EN LA CIENCIA CONTEMPORÁNEA.

Cuando en Ciencia se plantea el tema del inicio del universo, se piensa inmediatamente en la
Gran Explosión (Big Bang). Esa explosión originaria que dio principio a todo el universo. Pero,
¿qué es realmente lo que afirma la ciencia? ¿cuáles son las experiencias sobre las que se apoya para
formular está hipótesis o teoría?

El primer tema a analizar es la dispersión de la luz por medio de un prisma, como nos
muestra Fernández y Galloni en un libro elemental de Física.
DISPERSION DE LA LUZ POR EL PRISMA. — RECOMPOSICIÓN. -- COLORES
COMPLEMENTARIOS. — ESPECTROS.
92.— Dispersión de la luz por el prisma.— Se ha visto ya que la luz se refracta al llegar a la
superficie de separación de dos medios de distinta refringencia, pero, como el índice de
refracción varía con el color de la luz, incidiendo un rayo formado por la superposición de
varios de distinto color, cada uno de ellos experimentará distinta desviación y el conjunto se
propagará en el segundo medio formando un haz divergente (fig. 153).

Fig. 153.– Dispersión de la


luz blanca en la refracción

Este fenómeno se llama dispersión de la luz.


Para observarlo con mayor claridad se realiza la experiencia interponiendo un prisma en el
camino de un haz de rayos de luz blanca: La dispersión se produce en la entrada y salida del
prisma, recogiéndose sobre una pantalla el haz de rayos emergentes. Se obtiene, así, un espectro
luminoso en que los colores están coloca-dos siempre en el mismo orden. Los rayos menos
desviados son los de color rojo y los más desviados de color violeta (fig. 154). Entre ambos
extremos del espectro se sitúan los demás colores. Aunque la tonalidad varía gradualmente, se
los suele clasificar en siete colores: rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul, índigo y violeta.
Deducimos de esta experiencia que la luz blanca está formada por la superposición de luces de
colores que llamamos simples, pues .si en la pantalla en que recogemos el espectro practicamos
un pequeño orificio y la luz que sale por él la hacemos pasar por otro prisma, como indica la
figura 154, comprobaremos que ya no se descompone.

Fig. 153.– Dispersión de la luz


blanca en el prisma. Colores simples

Recíprocamente, si con una lente u otro sistema óptico reunimos, en un punto todos los rayos
que emergen del prisma, observaremos que se recompone la luz, blanca. Utilizando prismas de
igual ángulo refringente, pero de diverges sustancias, se comprueba que a igualdad de las demás
condiciones, la longitud del espectro obtenido varía con la sustancia, lo mismo que la longitud
de las distintas zonas del espectro.
Fig. 155.-Diferencia en la dispersión total del agua y de dos vidrios de tipos
flint y crown. Posición de las principales líneas de Fraunhofer en cada caso.

En la figura 155 se han representado las longitudes relativas de tres espectros obtenidos
respectivamente con prismas de crown, de flint y de agua. Decimos que en esos casos las
dispersiones totales son diferentes pero además, se comprueba que en cada caso, las distancias
entre los diversos colores, comparadas con la longitud total del espectro, son diferentes. Es
decir, que si en uno de ellos el amarillo se encuentra, por ejemplo, a una distancia del rojo igual
a 1/4 de la longitud total del espectro, en el otro se encuentra a 1/3. En la figura 155 están
indicadas ciertas líneas que aparecen oscuras en el espectro solar (líneas de Fraunhofer § 96) y
cuyas posiciones sirven como puntos de referencia para estudiar la distribución de los colores
en el espectro. Se designa a las más importantes con las letras del abecedario. Con su auxilio se
observa fácilmente que según la sustancia de que está hecho el prisma, varia la posición relativa
de los colores.
Decimos en este caso que difieren las dispersiones parciales de las distintas sustancias.
De la observación del espectro deducimos que el índice de refracción es mayor para el color
violeta que para el rojo. La diferencia. en los índices de refracción correspondientes a ambos
colores extremos del espectro, da la medida de la dispersión total de la sustancia y la diferencia
entre los índices de refracción para dos colores cualesquiera mide la dispersión parcial
correspondiente.

§ 96.— Espectros de absorción. Líneas de Fraunhofer en el espectro solar.— Hemos dicho


que interponiendo una sustancia en el camino de los rayos luminosos se obtiene el espectro de
absorción. Si la sustancia absorbente se encuentra en estado sólido o liquido aparecen
absorbidas algunas zonas o bandas del espectro, que dependen de la sustancia. En la plancha II
se puede ver el aspecto que presenta el espectro de absorción de la hemoglobina de la sangre.
Cuando el absorbente es un gas o vapor monoatómico que se encuentra a temperatura menor
que la fuente, aparecen absorbidas las líneas que el mismo gas o vapor daría en el espectro de
emisión. Es lo que se ve en el espectro solar si se observa con el espectroscopio bien enfocado y
con la ranura muy estrecha. Aparece sobre el fondo continuo un conjunto de líneas oscuras que
se conocen con el nombre de líneas de Fraunhofer. Las más notables se han designado con las
letras del abecedario desde la A en el rojo hasta la H en el violeta, pero aparecen muchas otras
en gran cantidad. La línea D coincide con la que emite el sodio, por ello se encontrará siempre
la luz del sodio aludida con esa letra. Así, por ejemplo, si decimos que el índice de refracción
del agua es nD = = 1,3336, significa que es el índice de refracción para la luz del sodio.
En la plancha II se observa el espectro solar con las principales líneas de Fraunhofer y allí
puede comprobarse que las C, D, F, G y h, se corresponden con las del espectro de emisión del
sodio y el hidrógeno.
De acuerdo con lo dicho, estas líneas oscuras se producen como sigue: el núcleo solar,
incandescente, emite un espectro continuo, pero los gases y vapores que constituyen su
atmósfera, algo más fríos que el núcleo, absorben los colores que ellos emitirían y disminuyen
la intensidad de los mismos en el espectro.
Se ha comprobado que las radiaciones correspondientes a las líneas de Fraunhofer no están
completamente absorbidas, sino solamente disminuida su intensidad,
Este estudio permite decidir cuáles son los cuerpos que se encuentran en la atmósfera solar. Se
han clasificado hasta ahora varios miles de líneas de Fraunhofer.
Estos aspectos de la espectroscopia son los que la colocan en lugar predominante dentro de la
Astrofísica, ciencia que se ocupa del estudio de las estrellas en el aspecto físico.

Fig. 159.-Espectro de líneas del helio. La escala indica longitudes de onda en centésimo de
micrón.

Fig. 160.-Espectro de líneas del mercurio.

Fig. 161.-Espectro de bandas del nitrógeno. Se observa un conjunto de bandas que


corresponden a la zona del espectro visible y ultravioleta próximo.

Es decir, con el análisis da las líneas espectrales de las estrellas nosotros podemos conocer
su composición.
Estas líneas espectrales presuponen el carácter ondulatorio de la luz, es decir, considerar la
luz como una onda electromagnética, análoga a las ondas sonoras.

Ahora bien, en las ondas del sonido, hay un efecto llamado Doppler, que Fernández y
Galloni nos describe del siguiente modo.

§ 210.— Efecto Doppler. — La frecuencia de un sonido depende de la velocidad relativa de la


fuente y el observador. Cuando oímos el silbato de una locomotora que se acerca percibimos un
sonido más agudo que cuando en las mismas condiciones la locomotora se aleja.
Cuando la fuente sonora se acerca, el observador percibe un sonido más agudo, cuando se aleja,
más grave.
Lo mismo ocurre si el observador se acerca o se aleja de la fuente.
Las formulas que dan la variación aparente de frecuencia según que el observador se mueva con
respecto a la fuente o la fuente con respecto al observador, son algo distintas. En este problema
el movimiento se considera con referencia al medio elástico en que la onda se propaga.
Se obtienen las siguientes fórmulas:

a) El observador se acerca o aleja de la fuente:


 v' 
n'  n1  
 v

b) La fuente se acerca o aleja del observador:


1
n'  n
v'
1
v

En ambas fórmulas el signo superior corresponde al caso de acercamiento; v' es la velocidad


relativa y v es la velocidad del sonido en el medio en que se propaga.

Este efecto también sucede en las ondas electromagnéticas de la luz; los sonidos más agudos
serian equivalente a los colores más violetas y los sonidos más graves a los colores más rojos.

Ahora bien, justamente analizando los espectros de las estrellas se descubrió que las estrellas
más lejanas tiene un corrimiento mayor de las líneas espectrales al color rojo que las estrellas más
cercanas. Esto significa que las estrellas más lejanas se alejan con mayor velocidad que las estrellas
más cercanas. Es como si dibujásemos en un globo distintos puntos que representan a las estrellas.
Si inflamos este globo, los puntos más alejados de donde soplamos se distanciaran más rápidamente
entre sí, que aquellos puntos que se hallan más cercanos de lugar donde soplamos.

Este descubrimiento lo realizó Hubble como nos señala Juan José Sanguineti:

En 1912 V. M. Slipher advirtió que las rayas espectrales de una serie de galaxias (conocidas
todavía entonces como “nebulosas extragalácticas”), cuanto más distantes se encontraban, se
iban desplazando progresivamente cada vez más hacia el rojo, es decir, hacia mayores
longitudes de onda, lo que implicaba que se estaban alejando de nosotros. Hubble prosiguió en
esta búsqueda con la ayuda de H. Humason, extendiendo las observaciones a conjuntos
estadísticos de galaxias cada vez más amplios, hasta llegar a la confirmación definitiva del
desvío hacia el rojo de las rayas galácticas de manera directamente proporcional a su distancia
respecto a la tierra.
Esta proporcionalidad significaba no que la tierra o la Vía Láctea ocupaban un sitio central
respecto del cual las demás galaxias se alejaban sino que el fenómeno era recíproco respecto a
cualesquiera galaxias (si el alejamiento no fuera proporcional a la distancia, en cambio, no se
podría sacar esta conclusión). En definitiva, todas las galaxias del universo se están alejando
unas de otras con velocidad creciente según la distancia, lo que implica evidentemente que en el
pasado la velocidad de fuga era siempre mayor (el efecto no se produce dentro de las estrella de
una galaxia, ni entre las galaxias vecinas del Grupo Local).
En 1929 Hubble formuló su sensacional descubrimiento, quizás el más importante de la
cosmología observativa del siglo XX, conocido normalmente como ley de Hubble. Conforme a
esta ley, las galaxias se alejan con una velocidad proporcional a su distancia, siguiendo una
constante universal (constante de Hubble): v = H or (v: velocidad r: distancia; Ho: constante
universal).

Esto hizo pensar, si pensamos el proceso de modo inverso, que hubo en un número finito de
años hacia atrás que toda la materia del universo se hallaba concentrada en un solo punto, desde el
cual comenzó a expandirse. El primero que presentó esta hipótesis fue G. Lemaître

El primer físico que propuso seriamente un modelo de universo expansivo fue G. Lemaître
(1894-1966), belga y sacerdote católico (más tarde sería presidente de la Academia Pontificia
de Ciencias). “Fue Lemaître el primero que introdujo la auténtica física en la cosmología”,
reconocerá más tarde Bondi, quien sería adversario de la teoría evolutiva. Lemaître estudió en
Cambridge (1923-24) en el laboratorio de física solar, recibiendo también enseñanzas de A.
Eddington (1882-1944), el gran difusor de la teoría de la relatividad en Inglaterra; en los años
1925-27 trabajó en el observatorio de Harvard, donde conoció los estudios de Shapley y de
Hubble. En 1927, año en que fue nombrado profesor de astrofísica en la universidad de
Lovaina, sobre la base de la teoría de la relatividad general (sin conocer los artículos de
Friedmann) explicó la recesión de las galaxias con la hipótesis de un universo en expansión, en
su trabajo Un univers homogène de masse constante et de rayon croissant, rendant compte de
la vitesse radiale des nébuleuses extragalactiques. El radio del universo crecía con el tiempo y
el cosmos podía ser parangonado a una creciente pompa de jabón.
La memoria de Lemaître fue dada al conocimiento del gran público por Eddington en 1930,
cuando ya había llegado la confirmación del alejamiento de las galaxias según la ley de Hubble
de 1929. Einstein se adhirió a la teoría expansiva en 1931, eliminando de las ecuaciones la
constante cosmológica, que en cambio fue mantenida con otro sentido por Lemaître y por
Eddington. Einstein - De Sitter propondrán un modelo de universo en expansión indefinida en
1932.

Este modelo que fue perfeccionado por los distintos autores a lo largo de los años y obtuvo
diversas confirmaciones experimentales desde otras perspectivas científicas. Esta visión científica
del Big Bang la podemos ver, desde una perspectiva cientificista, en el video Cosmos de Carl Sagan,
capítulo 10.

A partir de este modelo se plantea tres hipótesis sobre la evolución futura del universo como
indica Juan José Sanguineti.

Tras las hipótesis de modelos expansivos de un universo en evolución en la línea de las


soluciones de Friedmann - Lemaitre a las ecuaciones relativistas einsteinianas, formuladas
normalmente con la métrica propuesta en 1935-36 por H. Robertson (americano) y A. Walker
(inglés) se abría para la cosmología un problema dinámico que podía dar lugar
fundamentalmente a tres posibles cuadros evolutivos (asumiendo que lambda = 0):

a) universo en expansión desacelerada indefinida: universo abierto como se ve en la figura 4 (la


desaceleración de la expansión cósmica se denomina con el índice qo);

b) la expansión desacelerada llega a cierto límite en el que empieza a prevalecer la atracción


gravitatoria, con una consiguiente contracción cósmica: universo cerrado (figura 3).
Eventualmente se podría pensar en un universo oscilante, con ciclos de expansión contracción;

c) universo en expansión indefinida casi en el límite entre a) y b); universo plano.

La curvatura geométrica K del espacio en el modelo abierto sería hiperbólica (K = -1), casi
euclidiana en el cosmos chato o plano (K= O), y esférica o elíptica en el cosmos cerrado (K =
+1).

Cada una de estas posibilidades depende del hecho de que la fuerza cinética de la expansión
consiga o no prevalecer sobre la gravitatoria, lo que se decide por el valor de la densidad media
rho (P) de la materia cósmica.

Densidad crítica es la mínima que se requiere exactamente para detener la expansión. La


densidad actual P dividida por la densidad crítica P crit suele indicarse con la letra griega Ω
(omega). De esta manera, en el modelo plano Ω = 1, en el abierto Ω < 1, y en el cerrado Ω > 1.

Si la densidad media de materia no alcanza el valor crítico, el universo se expandirá


indefinidamente, cada vez con menor fuerza. En la práctica tenemos dos posibilidades: cosmos
abierto con “muerte térmica final”, o cosmos cerrado con un gran “colapso final” (Big Crunch).
Se suele decir que el universo abierto es infinito y el cerrado finito. En realidad, el cosmos
abierto extiende su radio tendencialmente al infinito: las líneas de universo (geodésicas) de la
representación relativista no acaban o son prolongables al infinito, pero se trata obviamente de
una infinitud matemática, que no obliga a pensar en una finitud física, sin excluirla; el universo
cerrado, en cambio, es por necesidad físicamente finito, ya que su radio se cierra sobre sí
mismo.

Como se ve, estas tres posibilidades asignan un particular destino a la evolución definitiva de
nuestro cosmos, un destino que queda determinado desde las condiciones iniciales, así como un
satélite lanzado desde la tierra podría recaer sobre ésta, si vence a la gravedad, proyectarse
indefinidamente en el espacio si prevalece el impulso inicial, o quedar girando alrededor de la
tierra si la velocidad adquirida es “crítica”.

Advirtamos que la hipótesis b) significaría la eventualidad de una serie sucesiva de


expansiones – contracciones cósmicas, que podrían ser indefinidas. Evidentemente esta posibilidad
escapa a las posibilidades del estudio de la ciencia.

Podemos finalizar esta perspectiva humana de la creación, con las palabras del Papa Juan
Pablo II en su Mensaje al Director del Observatorio Astronómico Vaticano con ocasión del III
centenario de la publicación de los “Philosophiae naturalis principia mathematica” de Newton:
Interrelación entre la ciencia natural, la filosofía y la teología.

Si las antiguas cosmologías del cercano Oriente pudieron ser purificadas y asimiladas en los
primeros capítulos del Génesis, ¿no podría, del mismo modo, la cosmología contemporánea
ofrecernos algunos elementos para nuestra reflexión sobre la creación? ¿Puede una perspectiva
evolutiva arrojar algo de luz sobre la antropología teológica, el significado de la persona
humana como imago Dei, el problema de la cristología, e incluso sobre el desarrollo de la
misma doctrina? ¿Cuáles son, si las hay, las implicancias escatológicas de la cosmología
contemporánea sobre todo a la luz del inmenso futuro de nuestro universo? ¿Puede el método
teológico hacer fructíferamente suyas las intuiciones de la metodología científica y de la
filosofía de las ciencias?
Son muchas las cuestiones de este tipo que se podrían suscitar. Su prosecución exige aquel
intenso diálogo con la ciencia contemporánea que ha faltado, en general, entre los teólogos
dedicados a la investigación y a la enseñanza. Esto supondría que por lo menos algunos
teólogos fuesen suficientemente competentes en las disciplinas científicas, de modo que
pudiesen hacer un uso auténtico y creativo de los recursos ofrecidos por las teorías mejor
probadas. Tal pericia les prevendría de la tentación de hacer un uso acrítico y precipitado con
finalidades apologéticas de las más recientes teorías, como por ejemplo la cosmológica del “Big
Bang”. Igualmente les impediría caer en la fácil solución de desestimar en su totalidad la
potencial relevancia de tales teorías para la profundización del conocimiento en las áreas
tradicionales de la investigación teológica.
Una contribución clave a este proceso de mutuo aprendizaje pueden darlo aquellos miembros de
la Iglesia que son científicos activos, o en casos particulares, científicos y teólogos
simultáneamente. Además, pueden ofrecer una gran ayuda a todos los que luchan por integrar
ciencia y religión en su propia vida intelectual y espiritual, así como a todos los que deben
afrontar graves decisiones morales en materias referentes a la investigación y aplicación
tecnológicas. Este tipo de servicios de mediación deben ser favorecidos y alentados. Hace ya
tiempo que la Iglesia reconoció la importancia de tales vínculos creando para ello la Academia
Pontificia de las Ciencias, en la que se reúnen periódicamente científicos prestigiosos de todo el
mundo para discutir sus investigaciones e informar a toda la comunidad humana las tendencias
por los que trascurren los diversos descubrimientos.

5. EN LA FANTASÍA ÉPICA CONTEMPORANEA.2

John Ronald Reuel Tolkien (1892-1973), filólogo y escritor sudafricano de fantasía épica.
Fue profesor de anglosajón en la Universidad de Oxford entre 1925 y 1945, y profesor de lengua y
literatura inglesa entre 1945 y 1959. Fue un Católico Romano muy comprometido con su fe. Es el
autor de obras como El Hobbit, El Señor de los Anillos (1954-55) y El Silmarillion (publicada
2
Subgénero de la literatura fantástica que se caracteriza por la presencia de seres mitológicos (dragones, elfos, etc.) y un
fuerte componente mágico y épico. Como en las viejas epopeyas, el protagonista es un héroe que debe hacer frente a las
fuerzas del mal (monstruos, magos malignos...) y derrotarlas. Suelen estar ambientadas en tiempos remotos e
indefinidos.
póstumamente en 1977 por su tercer hijo, Christopher Tolkien), que narra la mitología que
concibiera para una etapa antigua en la historia de Arda.

Ainulindalë

La Música de los Ainur

En el principio estaba Eru, el Único, que en Arda es llamado Ilúvatar; y primero hizo a los
Ainur, los Sagrados, que eran vástagos de su pensamiento, y estuvieron con él antes que se
hiciera alguna otra cosa. Y les habló y les propuso temas de música; y cantaron ante él y él se
sintió complacido. Pero por mucho tiempo cada uno de ellos cantó solo, o junto con unos
pocos, mientras el resto escuchaba; porque cada uno sólo entendía aquella parte de la mente de
Ilúvatar de la que provenía él mismo, y eran muy lentos en comprender el canto de sus
hermanos. Pero cada vez que escuchaban, alcanzaban una comprensión más profunda, y crecían
en unisonancia y armonía.

Y sucedió que Ilúvatar convocó a todos los Ainur , y les comunicó un tema poderoso,
descubriendo para ellos cosas todavía más grandes y más maravillosas que las reveladas hasta
entonces; y la gloria del principio y el esplendor del final asombraron a los Ainur, de modo que
se inclinaron ante Ilúvatar y guardaron silencio.

Entonces les dijo Ilúvatar: — Del tema que os he comunicado, quiero ahora que hagáis, juntos y
en armonía, una Gran Música. Y como os he inflamado con la Llama Imperecedera, mostraréis
vuestros poderes en el adorno de este tema mismo, cada cual con sus propios pensamientos y
recursos, si así le place. Pero yo me sentaré y escucharé, y será de mi agradó que por medio de
vosotros una gran belleza despierte en canción.

Entonces las voces de los Ainur, como de arpas y laúdes, pífanos y trompetas, violas y órganos,
y como de coros incontables que cantan con palabras, empezaron a convertir el tema de Ilúvatar
en una gran música; y un sonido se elevó de innumerables melodías alternadas, entretejidas en
una armonía que iba más allá del oído hasta las profundidades y las alturas, rebosando los
espacios de la morada de Ilúvatar; y al fin la música y e1 eco de la música desbordaron
volcándose en el Vacío, y ya no hubo vacío. Nunca desde entonces hicieron los Ainur una
música como ésta aunque se ha dicho que los coros de los Ainur y los Hijos de Ilúvatar harán
ante él una música todavía más grande, después del fin de los días. Entonces los temas de
Ilúvatar se tocarán correctamente y tendrán ser en el momento en que aparezcan, pues todos
entenderán entonces plenamente la intención del Único para cada una de las partes, y conocerán
la comprensión de los demás, e Ilúvatar pondrá en los pensamientos de ellos el fuego secreto.

Pero ahora Ilúvatar escuchaba sentado, y durante un largo rato le pareció bien, pues no había
fallas en la música. Pero a medida que el tema prosperaba, nació un deseo en el corazón de
Melkor: entretejer asuntos de su propia imaginación que no se acordaban con el tema de
Ilúvatar, porque intentaba así acrecentar el poder y la gloria de la parte que le había sido
asignada. A Melkor, entre los Ainur, le habían sido dados los más grandes dones de poder y
conocimiento, y tenía parte en todos los dones de sus hermanos. Con frecuencia había ido solo a
los sitios vacíos en busca de la Llama Imperecedera; porque grande era el deseo que ardía en él
de dar ser a cosas propias, y le parecía que Ilúvatar no se ocupaba del Vacío, cuya desnudez le
impacientaba. No obstante, no encontró el Fuego, porque el Fuego está con Ilúvatar. Pero
hallándose solo, había empezado a tener pensamientos propios, distintos de los de sus
hermanos.

Melkor entretejió algunos de estos pensamientos en la música, e inmediatamente una


discordancia se alzó en torno, y muchos de los que estaban cerca se desalentaron, se les
confundió el pensamiento, y la música vaciló; pero algunos empezaron a concertar su música
con la de Melkor más que con el pensamiento que habían tenido en un principio. Entonces la
discordancia de Melkor se extendió todavía más, y las melodías escuchadas antes naufragaron
en un mar de sonido turbulento. Pero Ilúvatar continuaba sentado y escuchaba, hasta que
pareció que alrededor del trono había estallado una furiosa tormenta, como de aguas oscuras
que batallaran entre sí con una cólera infinita que nunca sería apaciguada.

Entonces Ilúvatar se puso de pie y los Ainur vieron que sonreía; y levantó la mano izquierda y
un nuevo tema nació en medio de la tormenta, parecido y sin embargo distinto al anterior, y que
cobró fuerzas y tenía una nueva belleza. Pero la discordancia de Melkor se elevó rugiendo y
luchó con él, y una vez más hubo una guerra de sonidos más violenta que antes, hasta que
muchos de los Ainur se desanimaron y no cantaron más, y Melkor predominó. Otra vez se
incorporó entonces Ilúvatar, y los Ainur vieron que estaba serio; e Ilúvatar levantó la mano
derecha, y he aquí que un tercer tema brotó de la confusión, y era distinto de los otros. Porque
pareció al principio dulce y suave, un mero murmullo de sonidos leves en delicadas melodías;
pero no pudo ser apagado y adquirió poder y profundidad. Y pareció por último que dos
músicas se desenvolvían a un tiempo ante el asiento de Ilúvatar, por completo discordantes. La
una era profunda, vasta y hermosa, pero lenta y mezclada con un dolor sin medida que era la
fuente principal de su belleza. La música de Melkor había alcanzado ahora una unidad propia;
pero era estridente, vana e infinitamente repetida, y poco armónica, pues sonaba como un
clamor de múltiples trompetas que bramaran unas pocas notas, todas al unísono. E intentó
ahogar a la otra música con una voz violenta, pero pareció que la música de Ilúvatar se
apoderaba de a1gún modo de las notas más triunfantes y las entretejía en su propia solemne
estructura.

En medio de esta batalla que sacudía las estancias de Ilúvatar y estremecía unos silencios hasta
entonces inmutables, Ilúvatar se puso de pie por tercera vez, y era terrible mirarlo a la cara.
Levantó entonces ambas manos y en un acorde más profundo que el Abismo, más alto que el
Firmamento, penetrante como la luz de los ojos de Ilúvatar, la Música cesó.

Entonces Ilúvatar habló, y dijo: — Poderosos son los Ainur, y entre ellos el más poderoso es
Melkor; pero sepan él y todos los Ainur que yo soy Ilúvatar; os mostraré las cosas que habéis
cantado y así veréis qué habéis hecho. Y tú, Melkor, verás que ningún tema puede tocarse que
no tenga en mi su fuente más profunda, y que nadie puede alterar la música a mi pesar. Porque
aquel que lo intente probará que es sólo mi instrumento para la creación de cosas más
maravillosas todavía, que él no ha imaginado.

Entonces los Ainur tuvieron miedo aunque aún no habían comprendido qué les decía Ilúvatar; y
se lleno Melkor de vergüenza, de la que nació un rencor secreto. Pero Ilúvatar se irguió
resplandeciente, y se alejó de las hermosas regiones que había hecho para los Ainur; y los Ainur
lo siguieron.

Pero cuando llegaron al Vacío, Ilúvatar les dijo: — ¡Contemplad vuestra música! — y les
mostró una escena, dándoles vista donde antes había habido sólo oído; y los Ainur vieron un
nuevo Mundo hecho visible para ellos, y era un globo en el Vacío, y en él se sostenía, aunque
no pertenecía al Vacío. Y mientras lo miraban y se admiraban, este mundo empezó a desplegar
su historia y les pareció que vivía y crecía. Y cuando los Ainur hubieron mirado un rato en
silencio, volvió a hablar Ilúvatar: — !Contemplad vuestra música! Este es vuestro canto y cada
uno de vosotros encontrará en él, entre lo que os he propuesto, todas las cosas que en apariencia
habéis inventado o añadido. Y tú, Melkor, descubrirás los pensamientos secretos de tu propia
mente y entenderás que son sólo una parte del todo y tributarios de su gloria.

Y muchas otras cosas dijo Ilúvatar a los Ainur en aquella ocasión, y por causa del recuerdo de
sus palabras y por el conocimiento que cada uno tenía de la música que él mismo había
compuesto, los Ainur saben mucho de lo que era, lo que es y lo que será, y pocas cosas no ven.
Sin embargo, algunas cosas hay que no pueden ver, ni a solas ni aun consultándose entre ellos;
porque a nadie más que a sí mismo ha revelado Ilúvatar todo lo que tiene él en reserva y en
cada edad aparecen cosas nuevas e imprevistas, pues no proceden del pasado. Y así fue que
mientras esta visión del Mundo se desplegaba ante ellos, los Ainur vieron que contenía cosas
que no habían pensado antes. Y vieron con asombro la llegada de los Hijos de Ilúvatar y las
estancias preparadas para ellos, y advirtieron que ellos mismos durante la labor de la música
habían estado ocupados en la preparación de esta morada, pero ignorando que tuviese algún
otro propósito que su propia belleza. Porque sólo él había concebido a los Hijos de Ilúvatar; que
llegaron con el tercer tema, y no estaban en aquel que Ilúvatar había propuesto en un principio,
y ninguno de los Ainur había intervenido en esta creación. Por tanto, mientras más los
contemplaban, más los amaban, pues eran criaturas distintas de ellos mismos, extrañas y libres,
en las que veían reflejada de nuevo la mente de Ilúvatar; y conocieron aun entonces algo más de
la sabiduría de Ilúvatar, que de otro modo habría permanecido oculta aun para los Ainur.

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