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Jacques-Alain Miller
( IV )
-φ
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- “Contrer” = “doblar” en el bridge (desafiar al adversario de cumplir su baza) //
Contrarrestar con éxito (Dic. Hachette Langue Française // Dic. Uso del Español, M.
Moliner). (N. de la T.).
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Hegel –“Es eso” o “Es así”-, ya no ante la montaña, sino ante el agujero:
“Eso me faltará siempre.”
Está en Lacan presente así la idea de que es posible destituir al sujeto
de su fantasma fálico, la idea –si puedo poner esto en imágenes aun más
sencillamente- de que es posible hacer que el ser hablante (no
simplemente el hombre) le diga sí a la feminidad, renuncie a ese rechazo
de la feminidad que lo afecta.
Por otra parte, el mejor ejemplo al respecto lo constituye, a los ojos
de Lacan, el psicoanalista como tal. Es por eso que la posición analítica es
la posición femenina o, al menos, es análoga a ella. Esto quiere decir que
no podemos ser analistas mientras estemos instituidos por el fantasma
fálico. Lacan vuelve entonces, por sesgos, por rodeos diversos, sobre la
afinidad especial de la posición del analista y la posición femenina.
Resulta ser algo verificable: en el s. XXI, como ya lo dije, ¿quién
puede dudar que el psicoanálisis estará en manos de las mujeres?
¡Conserven a los hombres como una especie a proteger en el psicoanálisis!
Por lo demás, es preciso decir que están en vías de desaparición rápida. No
sólo en el psicoanálisis: hoy, esa aspiración a la virilidad de la que hablara
Freud, das Streben nach Männlichkeit, no es algo que esté muy a la vista; lo
que parece constituir con mayor precisión la corriente dominante es das
Streben nach Weiblichkeit, la aspiración a la feminidad.
Hay quienes no están de acuerdo, pero esto produce, en efecto, un
cierto número de fundamentalismos que buscan reconducir esta aspiración
al orden androcéntrico, del que las grandes religiones de la humanidad
constituyen un espléndido ejemplo. Es algo que los pone especialmente
nerviosos. Por supuesto, están las causas sociales, históricas, todo lo que
Uds. quieran, ciertos movimientos a los que asistimos ... A partir de todo
eso pienso que el fenómeno más profundo es la aspiración contemporánea
a la feminidad, así como las resistencias, el desorden, el delirio y la rabia en
los que vienen a quedar inmersos, a causa de todo esto, los partidarios del
orden androcéntrico. Es a partir de esto mismo que las grandes fracturas a
las que asistimos entre el antiguo orden y el nuevo, pueden descifrarse –al
menos en parte- como el orden viril que recula ante la protesta femenina.
No digo que el debate quede zanjado así, pero lo que está en juego parece
al menos poder ser planteado en esos términos.
y el borde es, para Lacan, una función significante. Y por fin, lo que resulta
formidable: la pulsión insiste. Esto quiere decir que está dotada de
memoria y una memoria es significante.
Lacan trae, además, otra idea; la encontré en ocasión de redactar el
Seminario VII, “La ética del psicoanálisis”; cuando vi por entonces que
llegaba a asignarle una dimensión histórica a la pulsión, tengo el recuerdo
de haberme dicho que empujaba las cosas un poco lejos. En nombre de la
insistencia de la pulsión, que responde a una fijación precisamente
invariable, Lacan afirma: es cuestión de memoria, por lo tanto de historia.
Busca así todo cuanto puede volver a traer la pulsión a la palabra,
defiende la causa que restablece la pulsión a la palabra. Es siguiendo ese
modelo enunciativo que presenta la pulsión.
Tranquilizo a quienes se espantan por la horrible crítica que hago del
pensamiento de Lacan; es preciso decir que siempre tuve ganas de hacerla,
pero me dedico a criticar un Lacan en nombre de otro Lacan, doy ese paso
que daba el propio Lacan: muestro cómo ...
Entonces, dado que se trata de un modelo enunciativo, así como hay
un cierre del circuito de la significación en el nivel de la palabra, es preciso
que haya otro cierre aquí. Es el del célebre S ( A ), convertido después en
el Santo de todos los Santos del psicoanálisis.
Algo tuve que ver yo en eso, por lo demás; se trata, en efecto, de una
contrucción amanerada, cuando en definitiva, allí situado, ¿qué significa S (
A ) ? Viene a dar cuenta del estatuto de la pulsión como enunciado, a
saber: no hay garantía en el Otro; es lo que corresponde a su vertiente de
“ilustre desconocido”. Uno toma la guía telefónica, busca “Pulsión” ... ¡No
hay nadie! No figura en la guía, el número que Uds. buscan no corresponde
a ningún abonado.
Para decirlo en términos arquitectónicos, es algo que responde a una
falta en el Otro, al hecho que toda la pulsión, según Lacan, está organizada
en significantes; esos objetos de la pulsión –aunque Lacan se cuide mucho
de decirlo- son significantes. La pulsión busca trato, es una correa
significante ; no decimos que como tal está fuera de la palabra sino al final,
una vez reunido y concentrado todo lo que hace a su descalce respecto del
Otro. Mientras la pulsión avanza sobre la cadena significante, está bien
situada allí; es hacia el final que Lacan toma el problema en su conjunto y
en ese punto, no hay significante que responda. Por consiguiente, allí, en
cierta forma, no es posible dar cuenta de la pulsión desde el nivel del
significante.
En efecto, ¿cómo dar cuenta desde el nivel del significante, el nivel
del Otro, de todo cuanto hay de arbitrario –o con mayor precisión, de
contingente- en el goce que no se despliega? Podemos incluso decir que
justamente por eso, Lacan ya formula en ese momento que el Otro no
existe a nivel de la pulsión; el Otro de la palabra, del saber, del lenguaje, no
está allí.
Hay así visiblemente una gran tensión entre el estatuto de esta
respuesta, S ( A ), por un lado, y por otro aquél acordado a la pulsión como
cadena de significantes. Lo cual no impide que Lacan hable de la pulsión y
sitúe para el goce un lugar preciso, ubicándolo en el punto de partida de un
vector. Ahora bien, ¿cómo hablar de la pulsión sin tener en cuenta el
goce ? Pero también, ¿cómo hacer entrar el goce en ese sistema?
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Hasta pronto.
Jacques-Alain Miller
(V)
Retomé la cuestión de lo real una vez más en otro Curso, bajo el título
de La experiencia de lo real en el psicoanálisis. En esa ocasión, me
interrogaba acerca de la resistencia de lo real, aquélla que ofrece a la
acción del psicoanálisis o, en términos de Lacan, al acto psicoanalítico. La
experiencia de esta resistencia en psicoanálisis es la experiencia de los
límites del psicoanálisis. El primero que la hizo fue Freud, quien se vio
conducido a partir de ella a modificar lo que él llamaba su Primera Tópica,
para formular la Segunda, aquélla que distingue el Ello, el Yo y el Superyo.
Siguiéndole los pasos, otros también hicieron la experiencia de los límites.
Y finalmente abordé la cuestión de lo real cuando les hablé del último
y muy último tramo de la enseñanza de Lacan, donde la pregunta acerca
de qué es lo real se vuelve apremiante, urgente, dominante, hasta llegar a
cuestionar la pregunta en sí misma: no es seguro que lo real tenga una
esencia; por el contrario, es por el sesgo de su existencia que lo real se
impone y apaga cuanto se refiere a su esencia.
Ese muy último tramo de la enseñanza de Lacan fue proferido a ese
título, por cuanto Lacan sabía que se acercaba hacia el final de su
existencia y no hablaba más para sí, sabía que hablaba para nosotros,
hablaba -diría yo- en profeta. Y en esto que hacemos todos los días,
tenemos que preguntarnos cómo nos situamos respecto de lo que él nos
dejó entrever en cuanto a ese ¿qué es lo real?
Pues bien, considero que aquello que le abrió la puerta a ese muy
último tramo de la enseñanza de Lacan, aquello que le permitió ir más allá
del campo que él mismo había abierto y circunscripto, pensar de veras
contra Lacan, tomar la posición contraria a la que había argumentado
durante más de veinte años, es lo que él designa el goce femenino. Es por
aquí que Lacan se despegó con esfuerzo de sí mismo.
$x . Fx
$x . Fx
∀x . Fx
evidencia, pero más allá de esto, digamos que el muy último tramo de la
enseñanza de Lacan explora el más allá del Edipo y no lo hace sólo en
beneficio de la mujer. En definitiva, ese último tramo de su enseñanza
afirma que esa es también la Ley a la cual responde como tal el ser
hablante: ∀x . Fx
Si es a partir de la mujer que pudo apreciar esa Ley en primer lugar,
esto le permitió situar que en el goce no todo obedece a los esquemas
freudo-hegelianos, por decir así. Así, es en definitiva porque generalizó
esta fórmula, que pudo despejar algo que dio en llamar el sinthoma,
indicado aquí como ∑ :
∃x . Fx
Pienso que esto refuta o en todo caso muestra al mismo tiempo, por
un lado, lo que aporta como modelo la investigación de Barthes y por otro,
el hecho que en el universo de la ficción es imposible, en efecto, aislar un
elemento que registrase, que llevase consigo la significación de lo real,
porque él mismo no tendría significación.
Centradas en el barómetro, creo que las consideraciones de Barthes
son discutibles en ese punto. Es posible, en cambio, encontrar en Flaubert
un detalle sin duda superfluo; lo ubicó Rose-Marie Bognar y reside en una
frase amputada del texto, porque el editor consideró que verdaderamente
no cabía publicar eso ... y Flaubert le dio su consenso. Se trata de un
momento en que Rodolphe, el amante de Madame Bovary, examina las
viejas cartas que ella le había enviado y queda establecida una cierta lista:
esas cartas “(...) estaban llenas de explicaciones referidas al viaje de ellos,
breves, técnicas y apremiantes, como cortas circulares de negocios. Quiso
volver a ver las extensas, aquéllas de antaño, y para encontrarlas en el
fondo de la caja Rodolphe desordenó todas las otras; [y aquí viene la frase
que la Revue de Paris pidió que fuese suprimida ] sus ojos se toparon con
esta frase: [de Madame Bovary] “No olvides la centolla, encanto” (N’oublie
pas le homard, amour d’homme”).
Hay allí, a todas luces, un juego de palabras entre “homard” y
“homme”. Uno comprende, en efecto, que Emma quedó prendada por el
hombre, que su amor está allí como atenazado, atrapado entre dos fuegos;
cabe decir que en el fondo, con “Madame Bovary” Flaubert intentó mostrar
hasta qué punto algo de la sexualidad femenina no encontraba su lugar en
el mundo del hombre, algo que puede llegar incluso a conducirla al suicidio.
También lo demostró con “Salammbô”: Salammbô y Madame Bovary son
dos figuras de esta vertiente de lo femenino que resulta imposible ubicar
en el mundo del hombre, al punto que por mi parte hablaría de
Salammbôvary.
Por otra parte, “La educación sentimental” está hecha para
demostrar que todas las Salammbô son en verdad otras tantas Bovary. La
solución ofrecida por Flaubert es, al fin de cuentas, “Bouvard et Pécuchet”,
es decir, para nada Adán y Eva, sino dos hombres juntos, consagrados a la
repetición del saber.
En definitiva, si constatamos el fracaso en cuanto a situar algún
efecto de lo real, cualquiera fuese, en el universo de la ficción, es preciso
retomar como punto de partida lo planteado por Lacan en su primera
definición: LO REAL ES LO QUE VUELVE SIEMPRE AL MISMO LUGAR . Lo real es lo fijo.
Lacan lo definía así respecto de la dialéctica, que es por excelencia aquello
que se desplaza, empujado por la contradicción, por el “No”.
Yo lo había convencido a Lacan de ubicar su texto acerca de “La carta
robada” en el comienzo de los Escritos, argumentando diversas razones; en
primer término, porque la primera página de ese Seminario me parecía
indicar la orientación principal de su enseñanza, a saber, la supremacía de
lo dialéctico respecto de lo fijo, del significante respecto de lo real. Cuando
Lacan situaba la función de lo fijo como inercia, lo hacía en relación con la
dialéctica donde el significante se desplaza. En particular, en ese texto de
“La carta robada” es posible seguir los desplazamientos del significante, en
este caso bajo la apariencia de esta carta robada, que transforma en cada
ocasión a su propietario momentáneo y le acuerda atributos diferentes.
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Entre esos dos extremos, ¿QUÉ ERA EL PASE? Era la idea según la cual
una cierta revelación de la verdad podía tener consecuencias en lo real;
con mayor precisión, podía tener esta consecuencia que se llama la caída
del objeto a, es decir, despegar al sujeto de su ventana abierta a lo real, de
aquello que otorga para él significación a lo real. El punto de vista del
sinthoma, en cambio, es el de considerar que esa revelación de algo de la
verdad deja intacto lo real; puede tener incidencia, en efecto, respecto de
aquello que para el sujeto le da significación a lo real, pero lo real como tal
se mantiene intacto; no sólo es inerte, sino que encuentra su engranaje en
la cadena del sinthoma.
Encontramos allí la idea de una lucidez sin consecuencias sobre lo
real, la idea de que subsiste –más allá del fantasma, más allá incluso de
cómo se resuelva la relación con el objeto a- algo del goce con lo que
todavía hace falta ponerse de acuerdo. Porque el fantasma, después de
todo, no es más que la significación acordada al goce, a través de un
escenario. Pero incluso cuando esta significación llega a ser evacuada, el
goce persiste.
El pase, entonces, queda todavía tomado en la máquina de la
transgresión: es necesario hacer estallar, atravesar el velo. Ahora bien,
como se expresa Lacan en su Seminario “... O peor”: la transgresión
resulta inverosímil cuando se trata del verdadero imposible, el verdadero
imposible es lo real.
Por consiguiente, no es cuestión de transgredir, como lo planteaba
todavía el pase; sólo se trata de que el sujeto, en el final del análisis, pueda
delimitar un cierto número de puntos donde reside lo imposible para él. Y
lo imposible, así y todo, admite ser demostrado. Si existe una vía más allá
de la verdad mentirosa, esa vía sería –diría por mi parte –y retomaré a
partir de aquí la próxima vez- la de LO REAL QUE SE DEMUESTRA. Será, en cierto
modo –si alcanzo a hacerlo- la definición de UN NUEVO PASE.
Hasta la semana próxima.
FIN DE LA QUINTA SESIÓN 2011 (02.03.11)
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Orientación Lacaniana III, 13
Jacques-Alain Miller
Sexta sesión del Curso 2011 / Miércoles 9 de marzo
2011
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( VI )
S (+) S
S (-) s
SS
1 2
{
El S1 S2 está allí en el horizonte, donde se desarrolla,
una vez producida la separación de la metáfora y la
metonimia, en efecto, se puede ir en el sentido del
significante separado de su significación y en definitiva,
uno llega al hecho que el significante está separado de
su significación esencialmente porque está articulado
con otro significante.
Entiendan bien Uds. aquí que estoy forzado a hacer
un desgarro en Lacan; algunos quizá sufran viendo que
lo tejido por él con inexorable agudeza, de manera tal
que no nos enteremos de nada, nos dejemos tomar de la
mano y conducir allí donde él quiere conducirnos, venga
a ser brutalizado así como lo hago. Pero como quiera
que sea, hay momentos donde aquello que está en
juego emerge, donde esta deformación topológica,
metonímica que da cuenta del nuevo estatuto del
significante produce efectos de sentido. Hay metáforas
y “significante separado de su significación” es una de
ellas: ESE NUEVO ESTATUTO DEL SIGNIFICANTE TRAE CONSIGO
TAMBIÉN UN NUEVO ESTATUTO DEL GOCE.
El goce no está muy presente en la primera
enseñanza de Lacan; figura ante todo como imaginario
y, de toda evidencia, Lacan debió admitir poco a poco
que era insuficiente ese estatuto. ¿De dónde lo había
sacado? Para quienes tamizaron una y otra vez las fases
siguientes de su enseñanza, este goce imaginario
resulta casi incomprensible, tanto nos hemos habituado
a asociar el goce, en mayor o menor medida –incluso en
la confusión- a lo real. El goce imaginario es aquello que
Lacan elaboró a partir de la teoría freudiana del
narcisismo. La noción de goce imaginario ... ¡no fue
elaborada a partir de la teoría de las pulsiones, sino de
la teoría del narcisismo! Es esencialmente el goce de
naturaleza narcisista de la imagen y el estatuto
imaginario de este goce resulta insuficiente cuando se
trata de dar cuenta del goce del síntoma. Como me
encargué de subrayarlo en otros tiempos, en el fondo se
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ontología henología
ser Uno
x ƒx
Y el círculo cuadrado tiene sentido; acudiendo a la
retórica es posible traducírselos, ponerlos en presencia
del círculo cuadrado, el recurso a una puesta en escena
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- hénologie: No encontramos el significado del término así escrito. Probab., juego de
homofonía con “Un” en lo que respecta a la primera sílaba, para hacer referencia a una
doctrina del Uno y, a la vez, recurso a la “h” muda, a la manera de lo ya sucedido con
“être” (ser) y “hêtre” (árbol de madera dura). (N. de la T.).
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