Allan Carrasco Alexander Barrera Anthony Almazán Cesar Carrión
Tema: El Espectador
Curso: 2do Bachillerato
El Espectador Los claroscuros parecen terra ignota en el archipiélago de los espectadores del arte: todo es rematadamente profundo o trivial; todo es demasiado «comercial», demasiado mainstream, demasiado pretencioso, demasiado aburrido, demasiado «intelectual»; o bien: todo va a pedir de boca si es ligero, si entretiene, si es espectacular, si le propina al pueblo una pequeña felicidad. El aplauso o la rechifla parecieran ser las únicas alternativas.
En este número, Cuadrivio presenta a tres autores a su vez
espectadores que asumen posturas claras pero matizadas sobre cómo debería ser el espectador del arte, no en aras de prescribir sino de incitar al debate en tiempos de aversión generalizada por la toma de partido, de temor a que el cuestionamiento de la pasividad del público o de la homogeneidad de opiniones desate acusaciones de elitismo. Abre la edición Mariana Contreras, quien cartografía y defiende al «espectador emancipado», aquel que participa activamente en el proceso artístico para establecer una relación crítica con el artista y la obra de arte. Le sigue Davo Valdés, quien se pronuncia por la emergencia de un espectador que, desde la sala de cine, se libere y vuelva creador a través de la crítica. Cierra la pinza Zabel Castro con una reflexión acerca de los elementos que debe contener una obra de teatro para ser excepcional y seducir lo mismo a los espectadores novatos que a los avezados. Como complemento, tres autores más dialogan sobre el museo recinto por excelencia del arte y su no siempre armoniosa relación con el espectador. Cristian Antoine pasa revista a la forma en que los museos han estudiado a sus visitantes para comprender y mejorar su goce del arte; David Ruiz describe el uso que los museos hacen de las tecnologías de la información para reforzar sus vínculos con el público o atraer a nuevos espectadores, y Patricia López analiza los mecanismos que permiten que los objetos y costumbres populares se vuelvan piezas de museo. Porque también nos interesa el papel del espectador ciudadano frente a los acontecimientos políticos, ofrecemos en este número un mosaico sobre la democracia en México a la luz de un trienio borrascoso. La reforma del estado, la transparencia y el acceso a la información, la comunicación político-electoral, las redes sociales en manos de la juventud politizada, y la participación ciudadana, las protestas, los partidos políticos y las candidaturas independientes tras las elecciones intermedias son materia de estudio de ocho jóvenes analistas dispuestos a construir la democracia a partir de un cuestionamiento razonado de la realidad.
Con su decimosexta edición, Cuadrivio cumple cinco años de animar
la creación artística y la crítica cultural. Y, pese a las enormes adversidades que enfrentan las revistas producidas por jóvenes independientes, el equipo editorial redoblará esfuerzos para que sean muchos lustros más de cultura libre y conversación inteligente. Partiendo del precedente de las vanguardias históricas, se analizan los factores implicados en el proceso de producción y recepción de las obras de arte. Se describe el tratamiento que estos factores reciben por parte de ciertos artistas contemporáneos que los integran en sus creaciones como elementos sustanciales de las mismas. Entre las propuestas artísticas señaladas destacan las que se refieren a la crítica de los espacios de exposición museos, galerías, colecciones y a la figura del espectador como parte integrante del proceso creativo. Cuando el artista, crítico y pedagogo Luis Camnitzer está escribiendo un discurso, para él es más importante escucharlo que leerlo: suele hacer ajustes de la forma sin variar el fondo, porque el fin es comunicarse mejor. Como artista, se preocupa por ponerse en el lugar de quien lo escucha, quien lo ve. Camnitzer nació en Alemania, creció en Uruguay y reside en Nueva York desde 1964. Es profesor emérito de la Universidad Estatal de Nueva York. En 1998 recibió el Premio Anual de la Crítica de Arte Latinoamericana, otorgado por la Asociación Argentina de Críticos de Arte. Sus obras han formado parte de prestigiosas bienales de arte de Venecia, La Habana, Whitney, Mercosur de Porto Alegre, Liverpool, entre otras. Fue el cofundador del taller experimental New York Graphic Workshop, del Museo de Arte Latinoamericano y del Movimiento por la Independencia Cultural de América. Sus obras forman parte de las colecciones permanentes de instituciones como el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Museo Metropolitano el Whitney Museum of American Art, el Tate Modern de Londres, el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana. Camnitzer estuvo recientemente en Guayaquil para impartir un seminario titulado ‘Reflexionando en torno a la pedagogía en el arte hoy’, al que asistieron docentes y estudiantes del ITAE y la Universidad de las Artes. En esta entrevista, habla sobre la relación entre el artista, la obra de arte y el espectador. El problema con el cine comercial es que está diseñado como un espectáculo de consumo. Lo que le interesa al cineasta comercial es que venga mucha gente, que pague la entrada y vea la película, y después no importa. Entonces es muy difícil dar una respuesta esclarecida sobre el tema... Se asume además de que hay un público único, el comercial digamos, y hay que encontrar el promedio de comunicación que tiende a ser el nivel más bajo para conseguir mayor concurrencia. Y eso lleva a una especie de demagogia cinematográfica, dirigida al consumo y no a la parte educativa que el arte podría tener. Una vez que subdividís el público en distintas categorías de acuerdo con la educación, tenés cines distintos: tenés un cine elitista con una cinematografía artística el club de cine que tiene fanáticos del medio y que están muy informados sobre los precedentes y las referencias y es como un juego dentro del cine mismo— o tenés el público no preparado, que lo único que quiere es un estímulo superficial y muchas veces sentimental.