El científico se ensimisma en su tarea, por exigencias de la misma. No puede estar preguntándose
a cada momento qué sentido tiene lo que hace, porque no lo haría; necesariamente ha de enfrascarse en su trabajo, lo que puede hacer que pierda la perspectiva. Si el científico, el “sabedor de las cosas” y “poseedor de ideas”, al verse solo y desplazado en el mundo, recapacita y entra en sí mismo, ¿qué encuentra dentro de sí con que justificarse? Posee, desde luego, unos métodos para conocer, que dan espléndidos resultados, como jamás los hubo en ninguna época de la historia. La exuberancia de la producción científica alcanza grados tales, que se tiene la impresión de que la cantidad de descubrimientos científicos excede enormemente de las actuales capacidades humanas para entenderlos. No se trata de ponerlo en duda, ni de suscitar un fácil pesimismo que, en definitiva, sólo pueden brotar en inteligencias pusilánimes y débiles. Nunca la inteligencia humana ha contado con más posibilidades que aquellas de que hoy dispone. Pero, mirando más hacia dentro y examinada la situación con sinceridad, se ve: Que, en el científico, sus métodos comienzan, a veces, a tener muy poco que ver con su inteligencia. Los métodos de la ciencia van convirtiéndose con rapidez vertiginosa en simple técnica de ideas o de hechos – una especie de meta-técnica -; pero han dejado de ser lo que su nombre indica: órganos que suministran evidencia, vías que conducen a la verdad en cuanto tal. Que, el científico comienza inquietamente a estar harto de saberes. No es un azar. Porque lo que confiere rango eminente a la producción científica es el sentido que posee en orden a la intelección de las cosas, a la verdad. Por este sentido, es el hombre rector de su investigación y se afirma en plena posesión de sí mismo y de su propia ciencia. Pues bien: en este conjunto de métodos y de resultados de proporciones ingentes, la inteligencia del hombre actual, en lugar de encontrarse a sí misma en la verdad, está perdida entre tantas verdades. El intelectual se ve invadido, en el fondo de su ser, por un profundo hastío de sí mismo, que asciende, como una densa niebla, del ejercicio de su propia función intelectual. Y es que sus saberes y sus métodos constituyen una técnica, pero no una vida intelectual. Está a veces como dormido para la verdad, abandonado a la eficacia de sus métodos. Diferencia entre ciencia y filosofía. En primera instancia, Ortega y Gasset presenta una diferencia fundamental: la ciencia se caracteriza porque resuelve cuantos problemas se plantea; la filosofía, porque ni siquiera sabe si sus problemas tienen solución. …la filosofía es un saber radical y lo es porque se plantea los problemas últimos y primeros, por tanto, los radicales; y porque se esfuerza en pensarlos de modo radical. Este radicalismo del pensamiento filosófico le distingue de los otros modos de conocimiento, sobre todo, le distingue de las ciencias porque éstas, lejos de plantearse problemas radicales, no admiten más problemas que los que son, en principio, susceptibles de solución, por tanto, problemas mansos, como animales domésticos, problemas que lo son en la medida en que ya están por anticipado medio resueltos y entran en la investigación como en la pista de circo los leones amaestrados, es decir, previamente morfinizados. Pero los problemas de la filosofía son los problemas absolutos y son absolutamente problemas, sin limitación alguna de su brío pavoroso, son los problemas feroces que acongojan y angustian la existencia humana, de que el hombre es portador y sufridor permanente y que no ofrecen garantía alguna de ser solubles, que acaso no lo son ni lo serán nunca. Por eso es la filosofía el único conocimiento que para ser lo que tiene que ser no necesita lograr la solución de sus problemas, por tanto, no necesita tener buen éxito en la empresa. Aun siendo un perpetuo fracaso está perpetuamente justificada como humana ocupación porque la fuerza de la filosofía, a diferencia de los otros modos de conocimiento – ciencia, técnica, sapiencia vital o saber mundano, etc.- no se funda en el acierto de sus soluciones sino en la inevitabilidad de sus problemas. Con esto entrevemos ya, por uno de sus lados, que la filosofía no es una ciencia sino otra cosa, no sabemos aún si superior o inferior en la jerarquía de los conocimientos. Verdad formal y verdad material Kant mantiene la concepción de la verdad como correspondencia entre el conocimiento y el objeto, y niega la posibilidad de encontrar un criterio que satisfaga universalmente esa exigencia, atendiendo a la materia. Se dice que la verdad consiste en el acuerdo entre el conocimiento y el objeto. Según esta simple definición de palabra, mi conocimiento debe concordar con el objeto para tener valor de verdad. Ahora bien, el único modo que tengo de comparar el objeto con mi conocimiento es que yo mismo lo conozca. De ese modo, mi conocimiento debe confirmarse a sí mismo; pero esto está muy lejos de ser suficiente para la verdad. Porque, dado que el objeto está fuera de mí y el conocimiento está en mí, todo cuanto puedo apreciar es si mi conocimiento del objeto concuerda con mi conocimiento del objeto. Los antiguos llamaban vicioso a un círculo tal en la definición. Y en efecto tal es la falta que los escépticos no han dejado de reprochar a los lógicos; decían que con esta definición de la verdad ocurre como con el hombre que hiciera una declaración ante un tribunal, invocando como testigo a alguien a quien nadie conociese, pero pretendiera ser creído diciendo que aquél al que invoca como testigo es un buen hombre. El reproche está absolutamente justificado, pero la solución del problema en cuestión es absolutamente imposible para cualquiera. De hecho, la cuestión que se plantea es saber si, y en qué medida, hay un criterio cierto de verdad, universal y prácticamente aplicable. Tal es en efecto el sentido de la cuestión ¿qué es la verdad? Para estar siquiera en disposición de enfrentarnos con esta importante cuestión, hemos de distinguir cuidadosamente en nuestro conocimiento lo que pertenece a la materia y se refiere al objeto, de lo que concierne a la simple forma como condición sin la cual un conocimiento no sería, de manera general, un conocimiento. Habida cuenta de esta distinción entre el aspecto objetivo, material y el aspecto subjetivo, formal, de nuestro conocimiento, la cuestión precedente se subdivide en las dos cuestiones siguientes: 1) ¿Hay un criterio de la verdad universal y material? 2) ¿Hay un criterio de la verdad universal y formal? Un criterio material y universal de la verdad no es posible, e incluso es contradictorio en sí mismo. Porque en tanto que universal, válido para todo objeto en general, no debería tomar en consideración la menor distinción entre los objetos, sirviendo no obstante, precisamente en tanto que material, a esta distinción misma, para poder determinar si un conocimiento concuerda precisamente con el objeto al que es referido y no a un objeto cualquiera en general, lo que nada querría decir propiamente. Porque la verdad material ha de consistir en este acuerdo de un conocimiento con ese objeto determinado al que se refiere. En efecto, un conocimiento es verdadero si se refiere a un objeto, puede ser falso si se refiere a otro. Es, pues, absurdo exigir un criterio material universal de la verdad que debería a la vez hacer abstracción de toda diferencia entre objetos. Por otra parte, si de lo que se trata es de criterios formales universales, es fácil decidir que puede perfectamente haberlos. Porque la verdad formal consiste simplemente en el acuerdo del conocimiento consigo mismo, haciendo abstracción por completo de todos los objetos y de toda diferencia entre ellos. Y por consiguiente los criterios formales universales de la verdad no son otra cosa que los caracteres lógicos universales de la concordancia del conocimiento consigo mismo, o, lo que es igual, con las leyes universales del entendimiento y de la razón. ACTIVIDADES. 1. Según la lectura, ¿hay un criterio de la verdad universal y material? 2. ¿Cuál es el criterio de la verdad universal y formal? 3. Elaborar un ensayo de 20 renglones. 4. Confeccionar un vocabulario de 20 palabras y su significado.