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Cultus, cultura y hábitos alimenticios

Andrés Avellaneda - www.aporrea.org


14/03/10 - www.aporrea.org/ideologia/a97028.html
Según los estudios de la pre e historia de los europeos, la mayoría de los pueblos del mundo
pasaron de nómadas (vivían de la caza, pesca y recolección) a sedentarios, gracias al
descubrimiento de las semillas, pues a partir de allí comenzó el cultus (latín) es decir, el
cuidado del campo. Nace de allí el término cultura, de modo que las culturas de los pueblos
sedentarios se desarrollaron a partir del conocimiento del cultivo del campo. El
conocimiento de la semilla como generadora de comida, fue conllevando a la
domesticación de diversos vegetales, lo que fue construyendo y consolidando todo el
bagaje cultural de los pueblos asentados. Al sementarse, los pueblos moldearon su quehacer
y sentir a la nueva realidad, surgieron nuevas formas de relacionarse, organizarse y
dividirse socialmente. Había que laborar la tierra, cuidar el cultivo, cosechar, almacenar el
producto; e idear múltiples formas de utilización y consumo de los productos y
subproductos de la cosecha. De modo que el cultus dio origen a la cultura y en ella va
implícita toda la creación social, sus relaciones, valores, conocimientos, tecnologías,
creencias, sentires y quehaceres. Con el devenir, la academia del iluminismo se apropió del
término cultura para denotar el cultivo del hombre individual, el hombre cultivado,
ilustrado; dejando el término agri-cultura, para diferenciarse de los hombres que cultivaban
o cuidaban los campos.

Las culturas desarrolladas a partir del sedentarismo estaban influenciadas por las
condiciones geoambientales (latitud, altitud, topografía, clima), pues éstas determinaban
qué tipo de cultivos se podían establecer. Pero de igual forma las comunidades nómadas,
fueron desarrollando conocimientos, costumbres, hábitos, creencias (cultura) según los
espacios geográficos que iban recorriendo. Esto implica que tanto para sedentarios como
nómadas, la relación con la naturaleza ha sido muy estrecha, no sólo para originar diversas
cosmogonías, si no también para sustentar y concretar sus modos de vida.

Las condiciones geoambientales tropicales (período seco y lluvioso bien delimitados,


ausencia de invierno, altas temperaturas y humedad relativa, aporte constante de
luminosidad y energía solar a lo largo del año, etc.) producen crecimiento vegetativo
durante todo el año; así como una gran biodiversidad, siendo ésta una de las mayores
potencialidades de la zona intertropical. Las comunidades originarias al conocer e
interpretar la naturaleza tropical obviamente desarrollaron cultus tropicales, domesticaron
especies silvestres como el emblemático maíz, aprendieron cómo seleccionarlos, cómo
almacenarlos, cómo consumirlos. El aporte de energía radiante constante (sol) a lo largo del
año, los llevó a utilizar más plantas permanentes y semi-permanentes, como fuentes
fundamentales de su nutrición, a diferencia de los europeos en cuyas latitudes templadas se
presentan inviernos y por ello utilizan más cultivos de ciclos cortos como los cereales
(trigo) para su alimentación. Es por ello que nuestra alimentación se basó más en la yuca,
ocumo, ñame, frutas, etc. También entendió que su ambiente le proporcionaba la
posibilidad de utilizar cultivos asociados, a saber maíz, frijol, yuca, papa, ocumo, ñame,
piña, aguacate, guanábana o catuche, auyama, ají, etc. sabiduría condensada en el
sempiterno conuco. Nuestros ancestros desarrollaron hábitos alimenticios vegetarianos
complementados con el consumo de algunos animales de caza, pesca o domesticados, en
contraste con la cultura eurocéntrica que consume mucho más carnes (vaca, cochino,
chivos, ovejas, pollos).

Para el caso de Venezuela, cultivos como: el maíz, frijol, auyama, ají, cacao, aguacate,
piña, yuca, papa, algodón, hierba caracas definieron nuestra cultura aborigen y desarrollo
endógeno. Los hábitos alimenticios respondían a lo que se daba o sembraba en los conucos,
lo que se criaba, cazaba o pescaba. El ingenio popular se desplegaba a partir de sus
realidades y necesidades. El cultus y la cultura eran garantía de apropiación social de los
procesos alimenticios, por tanto de la vida y la libertad. El cultus y sus hábitos alimenticios
eran para sustentar las comunidades con productos de alto valor biológico, nutritivos,
sanos, frescos, accesibles y palatables.

El proceso de sustitución cultural y de mestizaje producto de la invasión eurocéntrica, fue


penetrando el cultus y la cultura, llegando a niveles en donde la mayoría de la población
mestiza desprecia o ni siquiera conoce nuestro legado ancestral culinario. Son pocos los
adolescentes e infantes actuales que han degustado las arepas de maíz pelao o pilao,
mazamorra, pan de horno, gofio, palo a pique, etc. Nuestros hábitos alimenticios fueron
distorsionados aumentando el consumo de carnes, de trigo, comidas preservadas, enlatadas,
frutas exóticas, comidas chatarras, desnutridas, contaminadas. Pero ese proceso también fue
enriqueciendo nuestra diversidad gastronómica con plantas tropicales traídas de otros
continentes pero de similar latitud. El arroz, las musáceas (plátano, cambures, topochos),
son cultivos tropicales, que se dan bien en nuestras condiciones agroecológicas y han sido
adoptados por la gastronomía popular actual.

Los procesos de alimentación-nutrición son un acto cotidiano de soberanía alimentaria.


Nada se logra ampliando la frontera agrícola, aumentando la productividad, inyectando alta
tecnología al campo, trasplantar cultivos exóticos, si el pueblo no retoma el camino de los
principios de los quehaceres y sentires culturales indocampesinos, es decir cultura de
producción; consumir lo que producimos; cultivar para el sustento y no para la generación
de ganancia; alimentarnos para nutrirnos y no para intoxicarnos, producir en armonía con la
Madre Tierra, producir y consumir cultivos tropicales, retoma de nuestros patrones de
consumo y hábitos alimenticios. Un pueblo con hábitos alimenticios distorsionados jamás
logrará su autodeterminación alimentaria y por ende estará condenado al vasallaje. De allí
la importancia de retomar el riquísimo acervo culinario propio de nuestra cultura
indocampesina (considerada como la conjunción de la diversidad originaria, afro e ibera) y
de cultivos tropicales adoptados por nuestra gastronomía.

“No basta con aceptar ser genéticamente “la mezcla perfecta” y mantener un
comportamiento meramente eurocéntrico. Aceptar ser mestizo con la diversa carga
cosmogónica del indio, del negro y del ibero en igual proporción, es verdaderamente
revolucionario” A. Avellaneda

Prof. Univ. Nac. Exp. Simón Rodríguez. Miembro del “COA” Colectivo de Aragua.
ndresavellaneda42@yahoo.com
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