Imagínate, lector, en un café de barrio, y es otoño. Te has sentado en
compañía de tu Maga (Gricel se llama en mi novela, esa que todos reescribimos) y al calor de un capuchino dejas tu mano sobre la suya. Un leve toque, apenas, y te vienen los versos de Aleixandre:
Pero otro día toco tu mano. Mano tibia.
Tu delicada mano silente. A veces cierro mis ojos y toco leve tu mano, leve toque que comprueba su forma, que tienta su estructura, sintiendo bajo la piel alada el duro hueso insobornable, el triste hueso adonde no llega nunca el amor. Oh carne dulce, que sí se empapa del amor hermoso.
Es por la piel secreta, secretamente abierta, invisiblemente
entreabierta, por donde el calor tibio propaga su voz, su afán dulce; por donde mi voz penetra hasta tus venas tibias, para rodar por ellas en tu escondida sangre, como otra sangre que sonara oscura, que dulcemente oscura te besara por dentro, recorriendo despacio como sonido puro ese cuerpo, que ahora resuena mío, mío poblado de mis voces profundas, oh resonado cuerpo de mi amor, oh poseído cuerpo, oh cuerpo sólo sonido de mi voz poseyéndole.
Por eso, cuando acaricio tu mano, sé que sólo el hueso rehúsa
mi amor -el nunca incandescente hueso del hombre. Y que una zona triste de tu ser se rehúsa, mientras tu carne entera llega un instante lúcido en que total flamea, por virtud de ese lento contacto de tu mano, de tu porosa mano suavísima que gime, tu delicada mano silente, por donde entro despacio, despacísimo, secretamente en tu vida, hasta tus venas hondas totales donde bogo, donde te pueblo y canto completo entre tu carne.
El poema, Mano entregada, pertenece al libro Historia del
Corazón (1954) y es uno de los ejemplos más hermosos de un Aleixandre que ha dejado atrás su imaginería surrealista y escribe un libro al calor del hombre más cercano, en palabras de Carlos Bousoño (léanse el comentario de este poema en su libro Teoría de la expresión poética). Sin entrar en un análisis estilístico del poema, me gustaría comentarles por qué me gusta Mano entregada. No, no es el amor pasión, surrealista, de Se querían, de La destrucción o el amor. Es el amor del café otoñal y la, digamos sin temor a la ternura, de la mirada morosa que la piel deposita sobre la piel amada. En ese contacto con la piel alada, no obstante el duro huso insobornable- esa frontera inexpugnable-, la voz del poeta, la voz del amor va penetrando de manera morosa y oscura, por inexplicable, hasta poblar la vida entera de la amada. Dice Bousoño que en la contemplación de la mano amada, “parece como si el autor hubiese acercado una lupa al cuerpo de la persona querida y observase a su través con pausado deleite cada mínimo pormenor de su realidad física.” Y sí, digamos, que el versículo magistral de Aleixandre es el más adecuado para llevarnos a ese descubrimiento, como si de un encantador de serpiente se tratase, en la plaza de Marruecos, con su fraseado largo, moroso, de ida y vuelta, que nos comunica de manera asombrosa la sensación cotidiana y digamos, ciudadana, del leve toque a una mano entregada.
Recuerdo que Gil de Biedma comentaba que un poema debe leerse de
corrido, casi como si tocásemos un instrumento musical. Me encantaría escuchar este poema en notas, trasladado a la música, digamos, de un violín o un piano (Mahler, Beethoven? elijan). Lean Mano entregada como si tocasen el violín. Vuelvan sobre el poema y léanlo como si cada palabra fuera una nota del pentagrama moroso, demorado, tranquilo y auténtico de un poeta que supo decirlo todo, de la manera más sencilla y profunda. Sí, dos manos se querían, permítame el poeta malagueño y de la manera musical, diríamos, de sonata, que el poeta nos trasmite.
Ya sé que la poesía es minoritaria y, a veces, difícil (mucha gente me
dice que no lee poesía porque no la entiende). Bueno, pues empiecen por este poema, de un libro no difícil estilísticamente, y se aficionaran, a uno de los ejercicios espirituales más recomendables sin salir de casa. Bueno, en todo caso, al café de la esquina.
A los que interese un análisis estilístico de este poema, dejo algunos
enlaces y el, para mí, fundamental, de Carlos Bousoño.
Los poemas "Mano entregada" y "La frontera" tratan el tema del
deseo. Tanto uno como otro expresan una exaltación de la pasión que se ve dificultada ("rehusada") por una frontera (hueso en "Mano entregada" o piel en "La frontera"). Se manifiesta la pasión como un deseo interior envuelto por el hueso y por la piel, que distancian a los amantes mientras que al sujeto poético lo domina un impulso pasional.