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(Hemer y Jeanneth)
2. ENTRONIZACIÓN Y CANTO
Señora y Madre nuestra: tú estabas serena y fuerte junto a la cruz de Jesús. Ofrecías
tu Hijo al Padre para la redención del mundo.
Lo perdías, en cierto sentido, porque Él tenía que estar en las cosas del Padre, pero
lo ganabas porque se convertía en Redentor del mundo, en el Amigo que da la vida
por sus amigos.
María, ¡qué hermoso es escuchar desde la cruz las palabras de Jesús: "Ahí tienes a tu
hijo", "ahí tienes a tu Madre".
¡Qué bueno si te recibimos en nuestra casa como Juan! Queremos llevarte siempre a
nuestra casa. Nuestra casa es el lugar donde vivimos. Pero nuestra casa es sobre
todo el corazón, donde mora la Trinidad Santísima. Amén.
La Virgen María, nunca cometió pecado, pero asumió con su Hijo Jesús, todo el peso
de los pecados para la redención del mundo.
Acudamos a nuestra Madre, a ese mar de amargura en que está sumida, hoy Sábado
Santo, para que interceda por nosotros y podamos recibir la gracia del Señor para
arrepentirnos de nuestros pecados y prometer llevar una vida cristiana más
auténtica y no hacer inútil en nosotros la muerte de su Hijo.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
(Hemer y Jeanneth)
* Salmo 42
+ Son mis lágrimas mi pan, noche y día; mientras me preguntan ¿dónde está tu Dios?
CANTO
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
(Leonel y Diana)
5. REFLEXIÓN DEL EVANGELIO POR EL PAPA FRANCISCO
Cuando Dios había decidido venir a la tierra había pensado ya desde toda la
eternidad en encarnarse por medio de la criatura más bella jamás creada. Su madre
habría de ser la más hermosa de entre las hijas de esta tierra de dolor, embellecida
con la altísima dignidad de su pureza inmaculada y virginal. Y así fue. Todos
conocemos la grandeza de María.
Pero María no fue obligada a recibir al Hijo del Altísimo. Ella quiso libremente
cooperar. Y sabía, además, que el precio del amor habría de ser muy caro. “Una
espada de dolor atravesará tu alma” le profetizó el viejo Simeón. Pero, ¡cómo no
dejar que el Verbo de Dios se entrañara en ella! Lo concibió, lo portó en su vientre,
lo dio a luz en un pobre pesebre, lo cargó en sus brazos de huida a Egipto, lo educó
con esmero en Nazaret, lo vio partir con lágrimas en los ojos a los 33 años, lo siguió
silenciosa, como fue su vida, en su predicación apostólica...
Ella nos enseña la gallardía con que el cristiano debe sobrellevar el dolor. El dolor no
es ya un maldito hijo del pecado que nos atormenta tontamente; es el precio del
amor a los demás. No es el castigo de un Dios que se regocija en hacer sufrir a sus
criaturas, es el momento en que podemos ofrecer ese dolor por el bien espiritual de
los demás, es la experiencia de la corredención, como María. Ella miró la cruz y a su
Hijo y ofreció su dolor por todos nosotros.
¿No podríamos hacer también lo mismo cuando sufrimos? Mirar la cruz. Salvar
almas. La diferencia con Nuestra Madre es que en esa cruz el sufrir de nuestra vida
está cargado en las carnes del Hijo de Dios. Él sufrió por nuestros pecados. Él nos
redimió sufriendo. Ella simplemente miró y ayudó a su Hijo a redimirnos.
CANTO
CANTO
(Andrés e Ivonne)
7. ORACIÓN DE FIELES
Invoquemos a Dios nuestro Padre, que escogió a una Mujer de nuestra raza para
Madre nuestra y digámosle: “Que la llena de Gracia ruegue por nosotros”.
Señor nuestro, que quisiste que la Virgen María participara en cuerpo y alma de la
gloria de Cristo, haz que caminemos a esa misma gloria.
Tú que nos diste a María por madre, concede por su mediación salud a los enfermos,
consuelo a los tristes y perdón a los pecadores.
Tú que coronaste a la Virgen María como Reina del cielo, ten piedad de nuestros
hermanos difuntos.
Tú que diste a María el consuelo en su dolor, ayúdanos a llevar nuestras penas con
esperanza en tu amor.
Oremos a María con el rezo de la Salve: “Dios te salve, Reina y Madre”.
8. PADRE NUESTRO
(Carlos y Noiby)
9. BENDICIÓN FINAL
Con María, unidos en la oración, esperamos la resurrección del Señor. Con ella
también esperamos nuestra resurrección definitiva en la Resurrección final. Que la
esperanza de la Virgen Santísima sea también nuestra propia esperanza. Vayamos en
la en la paz del Señor.
CANTO FINAL