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Vigilancia
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The Global Positioning System

Me encuentro con J.-P., jubilado de banco, en un almuerzo de familia. Como


muchos jubilados, ahora tiene un pasatiempo invasor pero que ya no es el bricolaje o
la jardinería, con el taller en el garaje o el cobertizo lleno de herramienta; es la
informática y la multimedia, con un escritorio donde se repantiga como en trono un
material último berrido. Luego de comer, él tiene que mostrarme su reciente
adquisición, un computador de bolsillo que posee la aplicación GPS. Sostiene el
objeto con una admiración sacudida de una cierta febrilidad. No puede ocultar su
excitación ante este “milagro de la tecnología”. “Es como un computador, pero
además ¡me puedo conectar a los satélites GPS!”. Manipula el objeto y lo orienta
ligeramente hacia el techo girándolo sobre sí mismo, como con un celular que no coge
bien la señal. “Espera, es necesario que encuentre el satélite”. Y mientras esperamos:
“si ves, está el mapa de Francia, memorizados los planos de todas las ciudades, ¡pero
no solamente de Francia! Caminas en una ciudad para ir a casa de alguien;
únicamente con la dirección él te dice: ¡upa! ¡a la izquierda! ¡upa! luego a la
derecha… y ya estás”. “Puedes ponerlo también sobre el tablero de tu vehículo, y
seguir tu trayecto en tiempo real”. “Mirá, puse todos los radares automáticos… así
¡me puede advertir cuando me acerque a uno de ellos!”. La excitación sube hasta el
momento en que el computador capta la señal del satélite. Luego, en la medida en
que estamos en la cocina de una torre de zona residencial, un domingo por la tarde a
la hora de siesta, no podemos sacarle mayor partido a todas las posibilidades del
aparato. Rápidamente lo abandonamos. “En todo caso es increíble lo que se puede
hacer ahora”.
Sin embargo, el origen del GPS es todo lo que hay de más serio: la
investigación militar estadounidense. Sin entrar en la historia de las técnicas de
posicionamiento, digamos que el GPS se impuso mundialmente, en particular gracias
a su gratuidad y a la extensión de su cobertura. El sistema permite determinar en
tiempo real la posición y la velocidad de un receptor por medio de una flota de
satélites que cubren todo el planeta. El principio es relativamente simple: gracias al
tiempo que se gasta una señal enviada por un satélite, se puede determinar la posición
del receptor puesto que se conoce la del satélite y la velocidad de la señal emitida. Se
requieren solamente cuatro satélites para determinar la longitud, la latitud y la altitud
del receptor. Todo objeto que se mueva provisto de un receptor GPS puede conocer
en tiempo real su posición y su velocidad en un indicador terrestre. Las aplicaciones
militares son múltiples: el salvamento de soldados en gran peligro o el manejo de
misiles de crucero. Por lo demás la propiedad de la señal es del ejército
norteamericano, que puede disponer de ella a su antojo, cerrarla o abrirla totalmente.
Las aplicaciones civiles del GPS están en pleno desarrollo y en plena diversificación,
sobre todo gracias a la asociación con otras tecnologías (telefonía, redes telemáticas,
multimedia). Esto va de la baliza para marinos, al seguimiento de animales en la
naturaleza, pasando por la brújula para turistas. Lo que nos interesa particularmente
aquí es el lugar del GPS en lo cotidiano. El objeto se “democratiza”, pero sus envites
éticos, sociales, políticos, no están aún claros por la buena razón de que se trata de
algo que apenas se está haciendo. Es por esto necesario tratar de captar lo que ocurre
entre estado de los lugares y ligera anticipación.
Y ante todo, se tratará de saber de dónde viene esa afición duplicada en
excitación. ¿De dónde viene ese deseo de localizar y ser localizado? No estamos
pretendiendo hacernos los sociólogos, y mucho menos los psicólogos, nos
contentamos con proponer algunas pistas. Primero, es un deseo de seguridad.
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Muchas tecnologías como el teléfono inteligente han normalizado esa necesidad de


saber siempre donde estamos y dónde están las personas con las que uno cuenta. Esto
es bastante explicable en un entorno hostil como lo es la mar, la selva, la montaña. El
GPS permite a los aventureros de alto nivel disminuir los riesgos que corren y a los
trotamundos aficionados practicar actividades que les estarían prohibidas, o alcanzar
zonas antes inaccesibles. “Con una precisión del orden de tres metros, la serie
SporTrak permite visualizar todas las informaciones que Ud. necesite para llevarlo a
su destino y regresar sano y salvo” 1. La utilidad de la geolocalización es menos
evidente en la ciudad. Sin embargo, el turista inmerso en el entorno oscuro de un país
ajeno puede evitar perderse o entrar en zonas peligrosas. Y sin mucho orden, digamos
que los ciegos pueden sacar partido de esta tecnología para que no abusen de ellos los
taxis malintencionados2. Un fabricante de celulares acaba de lanzar un aparato para
ancianos. Sólo posee tres botones de los cuales uno permite llamar a un centro
médico para obtener un telediagnóstico. También existe un electrocardiograma
susceptible de dar una alerta. Un sistema GPS permite localizar la persona que está
en peligro. El quídam puede utilizar el GPS en el vehículo para no perderse o, mejor
aún, para evitar un accidente dado que no tiene que estar atendiendo a las vallas o a
los mapas, gracias a la existencia de un manejo automático visual o auditivo.
Segundo, el deseo de localizar o de ser localizado es un deseo de eficacia. Un
empresario tiene necesidad de saber donde están sus cosas, y dónde van, en tiempo
real. Los trabajadores independientes y los asalariados pueden mejorar sus
actuaciones gracias al GPS. Es necesario limitar los desajustes temporales y
espaciales. Es menester evitar que algo o alguien esté en el lugar equivocado en un
mal momento, que llegue retrasado o adelantado. Es preciso soslayar la pérdida o la
huida de objetos, o de fuerza de trabajo. Se requiere medir, evaluar, mejorar los flujos
productivos. En Francia, siete millones de asalariados son llamados “nómadas”, es
decir que pasan más del 20% del tiempo de trabajo por fuera de los muros de la
empresa. Es una de las razones que empujan tanto a las pequeñísimas empresas como
a los grandes grupos a adoptar soluciones de movilidad. El GPS les permite por
ejemplo a los trabajadores itinerantes desplazarse más rápidamente con más facilidad.
El mensajero no tiene ya que buscar su camino y el cliente está informado en tiempo
real del estado de su encomienda. “Con la posibilidad de localizar la posición de los
vehículos, el tiempo de reacción es mínimo, el trayecto puede ser modificado y
además los costos de explotación son calculados de manera más precisa. En efecto,
las informaciones transmitidas son detalladas: distancias, recorridos, itinerarios,
lugares y duración de las paradas, velocidad…”3. La mejora de las prestaciones
gracias al GPS no concierne únicamente las empresas. Las apuestas son tanto
políticas y globales como individuales y éticas. El GPS permite por ejemplo una
vigilancia planetaria de los movimientos de animales. En colaboración con todas las
imágenes-satelitales, las redes de comunicación y las técnicas de control locales. Se
trata principalmente de seguir desplazamientos individuales o flujos migratorios con

1
Fuente Internet: www.maisondugps.com
2
“El objetivo de Trekker es guiar a los limitados visuales en su entorno (…) Trekker les ofrece mayor
autonomía a los que padecen alguna limitación visual, y aumentará su nivel de confianza y su habilidad
para viajar en su localidad, o en otra parte, por motivos de trabajo o de placer. Aumenta igualmente
para ellos la accesibilidad y la apreciación de los recursos más útiles y los más interesantes que se
encuentran en su entorno”. Fuente Internet: www.visuaide.com
3
Fuente Internet: www.mobilnews.info
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fines de conservación o de racionalización de su explotación4. En un nivel


completamente distinto, el deseo y la necesidad de ser eficaz en todos los segmentos
de la vida empujan a los individuos a medirse, a evaluarse, a mejorar
permanentemente. Un mercado se desarrolla que le permite a los deportistas
aficionados a imitar a los profesionales para optimizar sus entrenamiento dominicales.
“El sakater dispone finalmente ahora de una solución inteligente para medir sus
actuaciones personales. ¿Quién es el más rápido en la carretera? ¿Quién recorrió la
distancia más larga sobre sus patines? El S300 da las respuestas”5.
Tercero, el deseo de localizar y ser localizado es un deseo de intensificación de
la existencia. El GPS es eminentemente un gadget “sexy”. Como muchos otros
objetos hight tech, él no es tontamente utilitario sino que comporta una fuerte carga
erótica. Es el último grito de la “cultura” tecno-nómada que surfea gustoso en el
pensamiento rizomático deleuziano. Esta ola porta innumerables fantasmas de
emancipación ligados a nuevas tecnologías informáticas, telemáticas, digitales.
Compone alegremente el cyberpunk, el tribalismo y la anarquía –el informático
“geek”, el indio y el pirata– en una pobre fantasmagoría a menudo pretenciosa. Por
otra parte, el GPS permite intensificar la experiencia del visitante, del viajero, del
turista, al densificar su entorno siguiendo criterios lúdicos. Puede señalarle en tiempo
real las cosas que hay que ver, los barrios interesantes, los buenos restaurantes, con el
fin de no perder tiempo. Se puede operar una escogencia de la realidad en tiempo real
para dejar de lado las experiencias débiles, y escoger las que una fuente de
información cualquiera juzga más intensas, más ventajosas, con el fin de optimizar
nuestros descansos. En fin, el GPS coloca al individuo en el centro de un plano
cartesiano experimentando el placer de hacerse triangular, atravesado tres veces, en x,
y & z. Triple suplicio insensible del palo. También el placer de estar en medio del
mapa, seguido, pisteado, trakeado como lo dicen los productos de la gama “TraceME,
TrackME”. Toda una nueva erotización del cuerpo atravesado de ondas, este cuerpo
como elemento no formado en una circulación a toda velocidad, desmaterialización y
levedad, suspensión en el espacio, desaparición de las limitantes de la materia y del
tiempo. Fantasmas publicitarios que suscitan, relanzan y siguen todo un haz de
deseos en silicio.
Pero el impacto del GPS sobre la vida cotidiana no se opera sólo en este
sentido. El condenado que purga su pena bajo la forma de una “Colocación bajo
Vigilancia Electrónica”, no podemos pretender ciertamente que esté muy contento
con su localización forzada. Acá no se trata de un deseo de ser localizado sino más
bien de una localización de su deseo, si nos dejamos llevar por una pirueta fácil. El
CVE clásica que concierne en Francia actualmente al menos 2.000 personas, no
utiliza tecnología satelital. Pero en Escocia, se comenzó en 2004 las pruebas para una
tecnología de rastreo por satélite para solicitantes de asilo. “La precisión es de
algunos centímetros; se será pues capaz de saber de que lado de la calle está
caminando un individuo”6. El brazalete electrónico móvil se utiliza en los EE. UU.
desde hace muchos años, en particular en la Florida donde tiende a destronar al
brazalete fijo. Más recientemente, en Inglaterra y en el país de Gales, es utilizado
para delitos “sexuales” y violencias conyugales, y está actualmente en

4
Marc S. Boyce & Alan Haney (colectivo), Ecosystem management, en particular “Geographic
information systems and remote sensing applications for ecosystem management”, Yale University
Press, 1997, p. 222.
5
Fuente internet: www.maisondugps.com
6
Tanya Thompson. “Scotland to be testing ground for tagging of asylum seckers”, The Scotsman, 8 de
julio de 2004.
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experimentación en Francia. Pero de hecho, ese tipo de dispositivo puede aplicarse a


toda suerte de personas. No hay ninguna razón para limitar este esquema tecnológico
al tratamiento de condenados. El término utilizado por el ministerio de justicia para el
brazalete electrónico señala esa universalidad potencial. El individuo en CVE no es
un acusado, un delincuente, un prisionero, sino un “colocado”. Lo único que se
necesita es encontrar razones para “colocar” y ser “colocado”. De la misma manera
que con el GPS, las gentes se vuelven “seguidas”, “los que hay que seguir”, y se
pueden encontrar muchas razones legítimas para hacerlo.
Las familias tienen el derecho de impedirle a sus viejos afectados por la
enfermedad de Alzheimer que se fuguen, poniéndoles un brazalete GPS en su muñeca
o en su tobillo. El brazalete GPS puede tranquilizar a los padres para controlar a sus
hijos en sus salidas escolares en grupo. “Los padres pueden conectarse en un
computador y, justo con un ratón, seguir las huellas de sus hijos, que los niños
almuercen o visiten el Lincoln Memorial”7. Antes de que existiera el teléfono celular
había que creerle al asalariado cuando decía que había estado en tal lugar de visita en
tal momento; ahora el empleador puede solicitarle en todo momento que testimonie
esa presencia. Con un teléfono inteligente equipado de una tecnología GPS, todo
disimulo se vuelve imposible. “El celular está en tal lugar y es el empleado indicado
el que está contestando”. El desarrollo de la geolocalización en las empresas ha
empujado a la Comisión de Informática y Libertad a redactar una guía para los
empleadores que precisa lo que tienen derecho a hacer. Como es habitual, las
restricciones se limitan a promover el “voluntariado” y a proteger la “vida privada”.
Ahora bien, la cuestión no es saber si se pueden respetar los derechos del ciudadano
espiándolo en tiempo real, sino de comprender el lugar que ocupa la geolocalización
en la evolución de las tecnologías de poder en general. Desde este punto de vista, es
interesante constatar que los primeros seguimientos satelitales en tiempo real se
experimentaron en animales desde mediados de los años 1980 con el sistema Argos.
Tanto mejor que con ellos no hubo ningún problema jurídico ni humanitario, puesto
que esto muestra que no se trata de estar por las buenas utilizaciones de las
tecnologías de vigilancia y contra las que ridiculizarían la dignidad humana. Porque
el asunto es uno solo. Si se espía por satélites a pájaros, pingüinos, rebaños,
prisioneros, asalariados, enfermos de Alzheimer, ciegos, marineros, skateurs y
turistas, es siempre al mismo tiempo para controlarlos y protegerlos.
Se ve claramente el cruce de dos lógicas. El deseo de seguridad es también un
deseo de localizar los deseos inquietantes. El deseo de eficacia es también el deseo de
impedir los retrasos, los desajustes y las huidas. El deseo de intensificación de la
existencia es también un deseo de eliminar las experiencias penosas o simplemente
inútiles. El deseo de ser localizado exige la localización de los deseos y, en cierta
medida, ella lo legitima. De este modo, del brazalete GPS para niños:
¡La tranquilidad para los padres, el relajamiento para los hijos! Los niños tiene una
fuerte propensión a explorar el mundo. Los padres tienen un deseo natural de saber
que sus hijos estén seguros (…) el GPS ayuda a cuidar de los seres queridos (…)
Entonces, tranquilícese. Ud. puede ahora tener el espíritu en paz las veinticuatro
horas mientras que su hijo high tech hace que le envidien sus vecinos8.
Esta conexión entre finalidades inversas de las tecnologías de poder es lo
propio de lo que se puede llamar la “sociedad de control”, término que corre el riesgo
de volverse una vulgaridad que fastidia tanto en nuestra boca puesto que se vuelve

7
Ellen R. Delisio, “Using satellites to track wandering students”, Education World, 2004.
8
Fuente Internet: www.wherifywireless.com
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asmático. Sin embargo, se continúa teniendo necesidad de él para decir algo bien
preciso. La disciplina, cuyo desarrollo se puede situar en instituciones como los
monasterios, los internados y los cuarteles, funciona separando, aislando, excluyendo
el cuerpo disciplinado. Ella hace entrar los individuos en un espacio-tiempo especial
y limitado en el que es posible un control extremadamente apretado. Así mismo, la
disciplina –en esta versión dura– tiene por vocación bloquear, romper, reprimir el
deseo de los disciplinados. Debe lograr una rectitud de los cuerpos y de los espíritus
que permita utilizar la energía de los individuos de alguna manera siempre contra su
voluntad9. A la inversa, lo que se llama aquí el control consiste en integrar el cuerpo
y los deseos de los individuos en el funcionamiento de los dispositivos de poder, de
las instituciones, del sistema social. Además, el control debe poder ejercerse en
medio abierto, de los individuos en movimiento a los flujos de masa. El bloqueo se
vuelve mayoritariamente contra-productivo, se trata hoy de poder medir, evaluar,
modificar los desplazamientos, las producciones, los comportamientos, al mismo
tiempo que se los impide lo menos posible. Ahora bien, desde el punto de vista de la
disciplina, disciplinar el deseo es claramente diferente a desear la disciplina; son dos
posiciones opuestas aunque funcionen en pareja: guardia y prisionero, capataz y
obrero, institutor y escolar, médico y enfermo, etc. Ya esto no ocurre para nada con el
control. Éste dibuja un punto en el horizonte, a la vez ideal y ya ahí, donde ya no se
puede hacer la diferencia entre un asalariado a la búsqueda de una actuación y un
delincuente buscando la reinserción. El punto donde los dos aceptan ser localizados
en tiempo real por razones que se han vuelto indiscernibles, aparte jerárquicamente
por supuesto. Es el punto de convergencia entre deseo de control y control del deseo
el que da el sentido de lo que se está haciendo.
“No es preciso apelar a la ciencia ficción para concebir un mecanismo de
control capaz de proporcionar a cada instante la posición de un elemento en un medio
abierto, ya sea un animal dentro de una reserva o un hombre en una empresa”10.
¿Pero no era esto lo que ya hacían los dispositivos disciplinarios como la prisión, el
hospital, la escuela, la fábrica o la ciudad obrera? A cada quien su sitio en la rejilla, la
célula, la pieza, la oficina, la máquina, el apartamento. Pues no señor. En aquel
entonces estábamos bajo el régimen del topo –dice Deleuze– a cada uno su hueco del
que sobre todo no debe salir. Ahora bien, el control no se hunde como el topo, ondula
como la serpiente. El individuo ya no es sino un estremecimiento que recorre sus
escamas. El control es continuo mientras que la disciplina es discontinua. El GPS
representa el último grado de esta evolución, porque incluso el brazalete electrónico
es aún esencialmente disciplinario, transforma el domicilio en prisión, sumerge al
condenado en el fondo de su apartamento de topo. Las tecnologías móviles de
vigilancia en tiempo real liberan al individuo, liberan su energía y su deseo con el fin
de que él trabaje en su integración, siempre efímera y perfectible.
Para Deleuze, la resistencia más activa al poder consiste en huir, seguir líneas
de huida imprevisibles y creadoras en tanto que destructoras. Se ve claramente cómo
la huida se opone a las tentativas de encierro de un poder disciplinario. Huir de un
calabozo, huir de un trabajo, huir de un estatuto social. ¿Pero cómo huir de un poder

9
Se trata aquí de lo que Foucault llama la disciplina-bloque que describe claramente los mecanismos
propios de los siglos XVI y XVIII. Es necesario claramente distinguirla de la disciplina-mecanismo
que funciona para la regulación y la optimización que Foucault coloca en el siglo XIX, y que dibuja ya
lo que Deleuze llama “sociedad de control”. Ver Michel Foucault (1975), Vigilar y castigar. México:
Siglo XXI, 1976. p. 230.
10
Gilles Deleuze, “Post-scriptum sobre las sociedades de control”, in <
http://www.oei.org.ar/edumedia/pdfs/T10_Docu1_Conversaciones_Deleuze.pdf > p. 8.
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que os sigue por todas partes? Apenas se esboce el cambio de dirección, apenas se
dibuje la ramificación inesperada, cuando ya quedará registrada, y la máquina que
conserva las trayectorias pasadas en sus archivos, que conoce la dirección actual,
puede incluso prever todas las bifurcaciones posibles. Si extiende metafóricamente la
idea del GPS en una secuencia permanente de todas las manifestaciones de nuestro
deseo, como diagrama de las “sociedad de control”, entonces para nada sirve fatigarse
con huir. Tanto como permanecer en el lugar y negarse a moverse, o mejor todavía:
tratar de moverse en el lugar en una metamorfosis inmóvil. ¿O quizás habrá una
multitud de medios para que ellos pierdan nuestra traza, y que una vez la encuentren,
la pierdan una vez más? Todo es asunto de velocidad relativa. O quizás pueda
ocurrir que a partir de un cierto momento nuestra huella ya no les interese. Si hay que
desconfiar del control, la paranoia es también una “pasión del poder”11.

11
Artículo publicado en Fresh Theory (colectivo), Ed. Leo Scheer, 2005.
33

La música de las delimitaciones del espacio

El espacio no es liso. “Estamos segmentarizados por todas partes y en todas


las direcciones”12. Hay tres modos de delimitación del espacio. Se pueden recortar
superficies como cuando uno traza un círculo en torno a sí. Se define un aquí y un
allá, un territorio. Los territorios pueden ser concéntricos y sucederse de lo próximo a
lo lejano, el círculo del barrio, de la ciudad, de la región, del país… Segundo, se
pueden segmentar las líneas. Se define un antes y un después, una escala,
frecuentemente jerárquica. Es el caso del edificio de negocios cuyo último piso está
ocupado por la dirección, o de la fila de espera en el que cada escalón acerca a la
entrada o a la salida. Tercero, se puede separar un interior y un exterior, un mismo y
un otro. Se define un acceso y un rechazo, una elección binaria, un sí o un no. En la
entrada de un almacén o de una discoteca, se decide dejar entrar, o no, a los clientes.
El trayecto es la circulación a través de esas delimitaciones espaciales. Se pasa de un
aquí a un allá abajo, siguiendo un recorrido jerárquico, suspendido a una selección en
cada umbral franqueado.
En un espacio liso es el trayecto el que establece la ocupación del espacio; en
un espacio estriado es la ocupación del espacio la que determina los trayectos
posibles. Esta ocupación está asegurada por dispositivos, sistemas de inscripción
espacial de las relaciones de poder. El dispositivo de base de una ocupación
sedentaria del espacio es la interfaz de acceso. Está compuesto por una frontera,
portales y una instancia de escogencia. La frontera está trazada por elementos
estáticos: muros, vidrios, etc., o dinámicos: cámaras, guardianes… Ella determina un
aquí y un allá. Los portales son instrumentos de detección de información. Captan y
transmiten los datos pertinentes para autorizar o rechazar las entradas y las salidas.
Señalan y actualizan el permiso o la negativa de acceso del candidato. La mayor parte
del tiempo los portales de acceso son distintos de los portales de salida, porque la
naturaleza de las informaciones útiles cambia. Los portales determinan un antes y un
después en el trayecto hacia el territorio definido por la frontera. La instancia de
selección trata las informaciones ofrecidas por los portales y rebota una decisión
basada en criterios físicos, comportamentales o simbólicos. Ella determina un sí o un
no para el paso defendido por los portales.
La interfaz de acceso a un gran almacén comprende una primera frontera
compuesta por los muros y los vidrios que separan del exterior, y de uno o dos
portales de entrada libre, aunque restringida. Se accede a una zona filtro ante la línea
de las cajas que dibuja una segunda frontera. La entrada está custodiada por
vigilantes de acogida, y por cámaras que ejecutan una selección suave. A la salida de
cada caja los clientes son insensiblemente esculcados por portales electrónicos que
tienen informadores magnéticos para detectar. Ellos le informan a los vigilantes de
recepción todo paso no autorizado, gracias a una alarma sonora y/o luminosa. La
instancia de escogencia está representada por un control audio-visual que trata las
informaciones y da órdenes a los vigilantes por walkie-talkie. El dispositivo de
segmentación circular, lineal y binario de un supermercado determina los trayectos
posibles de los candidatos consumidores.
Cuando se pasa de un lugar a otro se efectúa un trayecto marcado por etapas
espaciales. Si estamos en la calle, nos acercamos a la entrada vistosa del almacén,
pasamos el umbral y estamos ante las codiciadas mercancías. Ese trayecto se toma
una cierta duración; está pues igualmente constituido de etapas temporales: antes de
12
Gilles Deleuze & Felix Guattari (1980). Mil mesetas. “Micropolítica y segmentariedad”. Valencia,
es: Pre-textos, 1988. p. 214.
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entrar, durante el pasaje, una vez dentro. Ahora bien, una de las cualidades del
trayecto es a la vez espacial y temporal, se trata del sonido. Pasar de un lugar a otro
es hacer que se sucedan etapas sonoras bien precisas, es hacer un trayecto sonoro que
se superpone al trayecto espacial.
Primero, se parte de un lugar con un ambiente sonoro que lo distinga. Uno se
desplaza hacia otro lugar con un ambiente sonoro propio, conocido o imaginado. Se
está rodeado por sonidos particulares y se va hacia otro paisaje sonoro, allá adelante,
que uno comienza a adivinar progresivamente. Uno se está acercando, los dos
ambientes sonoros se equilibran hasta un momento en que se franquea el umbral de la
interfaz de acceso al lugar al que se va. Este paso puede ser silencioso o bullicioso.
Frecuentemente sólo habrá un sonido cuando se niega el paso. Un bip agresivo
detiene al indeseable tan eficazmente como una barrera física. Si se está bloqueado,
el ambiente sonoro buscado permanece inaccesible. Está delante, no alrededor, y la
señal de rechazo tiene el tono de fracaso. Si se pasa, el nuevo ambiente queda a los
lados, el viejo atrás. El desenvolvimiento musical del trayecto y el ambiente sonoro
final forman la melodía del éxito. El ambiente sonoro es una cualidad de la
delimitación circular de un territorio. La señal sonora es una de las actualizaciones
del escogimiento. El trayecto musical es la forma sonora de la segmentariedad lineal.
El ambiente es el conjunto de las cualidades físicas, estéticas y afectivas que
caracterizan un lugar. Un ambiente sonoro se produce por la actividad ruidosa y por
las condiciones acústicas del lugar. Diversas son las fuentes de ruido. Puede ser
desde el viento en los árboles, el gorjeo de un riachuelo, el canto de los pájaros o el
ruido de un avión, de una carretera, de una conversación… Cada sonido posee una
cualidad propia según su frecuencia, su intensidad y su timbre. Un ruido es más o
menos audible, más o menos potentes, más o menos agradable. De la emisión hasta la
recepción, los sonidos se propagan por el aire o a través de los sólidos en
interferencias los unos con los otros. El ambiente es pues una mezcla de sonidos de
diversos orígenes. Ahora bien, las condiciones acústicas del lugar actúan sobre la
propagación del sonido y transforman su cualidad. La energía sonora es reflejada y
absorbida por las superficies que toca. La geometría del lugar determina la distancia
recorrida por los sonidos antes de que sean reflejados por muros y objetos. Se
produce entonces un eco más o menos caótico y armonioso según que los sonidos se
enfrenten o se asocien. Los grados de absorción o de reflexión dependen del tipo de
materiales de las superficies y de los sólidos encontrados. A veces, la absorción de la
energía sonora provoca la resonancia de un objeto. Una frecuencia particular induce
una vibración interna potencialmente molesta como la de un bibelots o de una
vidriera. El ambiente de un lugar es tanto más típico y reconocible en la medida en
que sus ruidos y sus condiciones acústicas sean estables. Es lo que ocurre en el
ambiente sonoro de una iglesia, hecho de la reverberación armoniosa de las pequeñas
pisadas, de los vestidos que rozan y de los cuchicheos.
Hasta hace poco, los ambientes sonoros no eran objetos de investigaciones
particulares, por fuera de la acústica de las salas de espectáculos. Sin embargo, el
aumento por las preocupaciones sanitarias ha provocado la pregunta del impacto del
ruido sobre la salud y la eficacia en el trabajo. Aparece actualmente una
preocupación creciente por el control de los ambientes sonoros cotidianos. Es ante
todo una preocupación negativa de disminución de los perjuicios, de insonorización
de los lugares de trabajo, de consumo y de vivienda. Las reglamentaciones fijan las
normas de construcción de los edificios y el nivel sonoro de los equipamientos. El
aislamiento acústico consiste en proteger un local de los ruidos externos. Se aleja o se
aísla las fuentes de ruido. Se limita la propagación de los sonidos. Los ruidos de
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impacto son detenidos por paredes elásticas, revestimientos antivibratorios que


absorben los golpes dados contra el suelo. Contra los ruidos aéreos, se utilizan
paredes reflectantes, a menudo dobles, llenas de aire o de un material elástico. Se
disponen igualmente zonas tapones, tamices acústicos para impedir la irrupción de los
sonidos exteriores a cada entrada. De una manera general, el aislamiento sonoro
consiste en cortar la continuidad de los materiales rígidos que transmiten las
vibraciones. Y por el otro lado existe la corrección acústica que no ha de confundirse
con el aislamiento. Su objetivo es darle a un local condiciones acústicas propias a su
función. Por ejemplo, un salón de clase debe ser reverberante para que la voz del
profesor sea fácilmente audible, pero no al punto de producir una cacofonía.
Inversamente, una sala de lectura debe ser absorbente para ayudar a la concentración,
pero ella debe también permitir la discusión en voz baja de un grupo de trabajo.
Finalmente, se trata más bien de una gestión funcional del sonido que de una simple
supresión del ruido. Más allá de la insonorización, se desarrollan ahora técnicas de
control positivo de los ambientes sonoros. Buscan producir sonidos y disponer
condiciones acústicas de una cualidad precisa; neutra, cálida, relajante,
tranquilizadora, etc. Este diseño sonoro consiste ante todo en esculpir sonidos. Hay
programas que permiten trabajar sobre todas las características de una onda para
obtener una sonoridad precisa. El sonido producido por un objeto participa
muchísimo de la representación que uno se hace de él. Se busca así darle una
identidad sonora a objetos según objetivos de mercadeo. Los ruidos de un vehículo
familiar, tanto los del motor como los de las puertas, deben producir una impresión de
cualidad, de solidez, de seguridad. Los diseñadores trabajan igualmente sobre fondos
sonoros, musicales o ruidosos, que modifican el ambiente de un lugar. Es el caso de
las músicas de parqueaderos o de ascensores cuyo rol es disminuir la inquietud de una
agresión o de una falla.
Pues un ambiente sonoro posee dos dimensiones; es un conjunto de datos
acústicos medibles y objetivados; es igualmente la recepción de esos sonidos por un
cuerpo, una inteligencia, una sensibilidad. El ambiente sonoro juega un papel
importantísimo en la impresión subjetiva que un lugar suscita. El control de los
sonidos y de las condiciones acústicas permiten crear ambientes sonoros que inducen
un espectro preciso de tonalidades afectivas. Por ejemplo, el compositor del nuevo
ritornelo publicitario de la S<ociedad>N<acional>de C<hemin de> F<errocarriles>
tuvo que integrar la imagen de la empresa, las condiciones acústicas de las estaciones
del tren, su sistema de difusión y la recepción por parte de los clientes. “Toda la
dificultad estribaba en que era preciso hacerse escuchar por parte de miles de personas
que vocean al mismo tiempo, sin nunca agredirlos. Se les tiene que decir cortésmente
‘Cállense por favor que tengo algo para decirles’ limitando al mínimo el efecto áspero
y ansiógeno del anuncio”13. La composición de los ambientes sonoros permite
suscitar sensaciones y acciones adecuadas para el funcionamiento de un lugar. Por
ejemplo, se habla de un efecto metábola cuando los sonidos se funden los unos en
los otros, y cuando se vuelve imposible distinguir una figura precisa por encima del
fondo sonoro. Este efecto se presenta cuando el contexto sonoro es llano y continuo,
cuando los ataques son imprecisos y cuando la reverberación de lo local superpone los
sonidos. El efecto metábola produciría un sentimiento de euforia debido a la
impersonalidad de los sonidos. En un ambiente metabólico ningún sonidos se impone
13
Louis Dandrel citado en le Monde interactif, “los Escenógrafos de la acústica”, Stéphane Mandard,
15 de septiembre de 1999.

<La Metábola es un nuevo concepto de Figura Retórica propuesto por estudiosos del lenguaje que
consiste en la unión del concepto de la Metáfora y la Metonimia. De la Internet, Paláu >
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por encima; permite una escucha desconectada de todas las fuentes sonoras como si
sólo hubiera un sonido fluido y homogéneo en su diversidad continua. Hay que
distinguirlo del efecto ubicuidad en el que los sonidos pueden surgir de cualquier
punto del espacio. El efecto de ubicuidad sería angustiante a causa del anonimato de
los sonidos, desconocidos y sorprendentes14. Un supermercado produce un efecto
metábola en el que diversos sonidos se funden en una sopa consumista. Las voces,
los pasos y los chirridos de los carritos del mercado se mezclan con los llamados de
los altoparlantes, con la música de fondo y los ruidos de las cajas registradoras para
producir el torpor excitado de la compra pasiva. Pero incluso en este ambiente
enfurtido pronto ocurre un accidente: individuos no autorizados buscan forzar las
entradas y las salidas.
Una señal tiene por función atraer la atención. Su particularidad es ser corta y
densa. Recoge en una expresión mínima significaciones que la desbordan. Como el
símbolo, está ligada a un referente distinto. Pero, si el símbolo recuerda un concepto,
una idea, la señal suscita directamente una reacción psicológica o física. Su
materialidad toca el cuerpo y el espíritu y los hace reaccionar de una manera
automática y más o menos determinada. La luz de freno adaptativa impacta por su
intermitencia. La sirena golpea la oreja y hace vibrar cuerpo y alma al unísono de su
tonalidad. Muy frecuentemente las señales sonoras son pequeños conjuntos de notas
del mismo timbre que se suceden rápidamente o son tocadas en acordes simples. Son
utilizadas solas o como refuerzo de señales visuales. Y está la sirena de los vehículos
de la policía, la señal de las puertas del metro que se cierran, o la alarma de las puertas
magnéticas en los almacenes. La señal sonora posee muchas ventajas sobre la señal
visual. Cubre un círculo entero en vez de un arco de círculo. Puede pues alcanzar
personas que le están dando la espalda. Es más difícil de ocultar. Un simple
obstáculo cubre una valla, pero es raro que fuentes parásitas lleguen a sobrepasar la
potencia de la alarma. La señal sonora alcanza su objetivo a pesar de ella. De todos
los sentidos, el oído es el más difícil de clausurar. Cuando se cierran los ojos, o
cuando nos tapamos la nariz, nada pasa. Cuando se taponan las orejas el sonido pasa
todavía por el cuerpo, por los huesos. Es fácil decir: “no vi el aviso”; es menos fácil
decir: “no escuché la sirena”. El sonido tiene una conexión directa con el cuerpo y el
afecto, gracias a la cual produce efectos más rápidos, más inconscientes, más
universales.
Una señal de acceso debería ser siempre silenciosa. El orden de las
circulaciones es la fluidez sin colisiones. El accidente aparatoso rompe la
tranquilidad de los desplazamientos. La mayor parte del tiempo las interfaces de
acceso tienen interés de no marcar el paso. Una señal es un gasto de energía y la regla
de economía de los dispositivos impone sólo señalar las excepciones, los casos
minoritarios. Por ejemplo, cuando el buen funcionamiento de un lugar exige la
circulación más libre posible, la entrada y la salida son insensibles. Se entra o se sale
como si no hubiera ningún impedimento. Se penetra un territorio prohibido como si
se tratase de un lugar público, abierto a todos, en los centros comerciales, los
aeropuertos, los parques de diversión… Sin embargo, se puede marcar el privilegio
que constituye el derecho de entrar por medio de una agradable señal de acreditación.
Por ejemplo, en los hoteles de lujo donde el portero acoge al huésped de marca por
medio de un “Buenos días Señor”. Por el contrario, una señal de bloqueo es
necesariamente sonora. El ruido está connotado negativamente, representa la

14
Ver Grégoire Chelkoff en Jean-François Augoyard & Henry Torgue, À l’écoute de l’environnement.
Répertoire des effets sonores. Marsella: Parenthèses, 1995.
37

confusión, el caos. El ruido se escucha de dos maneras. Es ante todo lo que no es


armonioso a causa de una falta de proporción. Un sonido es bullicioso cuando es
desproporcionado en intensidad para el oído que lo capta, cuando está formado de
frecuencias alejadas, cuando está compuesto de timbres mal acordados. El ruido es
también una perturbación indeseable en un canal de transmisión de informaciones.
Resulta de la resistencia material al paso del flujo de energía y distorsiona la claridad
del mensaje de origen. Una señal de bloqueo combina estas dos significaciones: es un
sonido sin armonía que denuncia una perturbación funcional en las circulaciones de
un lugar.
La señal de bloqueo emitida por un dispositivo de escogimiento tiene tres
funciones. Le indica a todo el mundo que está aconteciendo algo negativo, algo malo,
peligroso. Previene inmediatamente a los agentes del portal sobre la naturaleza de la
infracción. Le informa al intruso de su condición. En estos tres casos la señal sonora
provoca reacciones automáticas. El ruido modulado suscita arcos reflejos aprendidos.
Cada uno en la muchedumbre se fija y se encoge instintivamente <”a mí que me
esculquen”> para manifestar su inocencia. El guardia pone en marcha su programa de
eyección o de cierre. El indeseable o el que comete la contravención es fijado por la
tonalidad petrificadora de la alarma. De la misma manera, el pito de un vehículo le
advierte al peatón imprudente el choque inminente. Provoca una reacción instintiva
de detenerse para evitar el peligro. El reflejo provocado por la señal se debe a una
verdadera doma sonora. El hábito de la asociación entre un tipo de sonido y un tipo
de reacción se incorpora en una selección comportamental binaria. El sonido es ora
positivo, ora negativo, la reacción puede ser tanto de tranquilidad (gozo, calma, etc.)
como de inquietud (miedo, cólera…). Es una capacidad auditiva social, que se ha
vuelto una segunda naturaleza. Lo único que se puede constatar es que los sonidos
medios son percibidos positivamente y los sonidos excesivos negativamente. Los
sonidos medios son armoniosos, conocidos y no muy fuertes. Los sonidos excesivos
son disonantes, extraños y potentes. Estas significaciones sonoras se deben a la
repetición de las asociaciones de un sonido dado para una situación precisa en la
mayoría de los contextos de audición, tanto en la televisión, como en el ordenador o
una máquina, y en los dispositivos de delimitación espacial15.
Los trayectos a través de las delimitaciones del espacio componen cada vez
una cierta música, es decir una combinación de sonidos que produce efectos
subjetivos particulares. Más allá de las tonalidades afectivas suscitadas por los
ambientes y de las impresiones causadas por los signos, hay una sensación global que
resulta de la combinación y del encadenamiento de esos sonidos. Por una parte, los
ambientes y los signos se mezclan siguiendo el desenvolvimiento del recorrido. Los
ruidos del afuera interfieren con el ambiente de adentro, los bips y las alarmas suenan
sobre un fondo de metábola o de ubicuidad. El trayecto toca notas y acordes

15
Sufiente con pensar en la semejanza entre los sonidos positivos y negativos ya sea el ruido de fondo
(ganado/perdido) que se usa en los juegos de televisión, los mensajes de error o de éxito de los
computadores, o el bip del buen código de barras y la alarme de la puerta magnética.

< Jean Laplanche: Sí, el concepto de metábola es más extenso que el de significante enigmático.
Yo introduje el término "metábola" para crear una categoría general que englobe a la vez metáfora y
metonimia. A diferencia de Lacan, yo no digo que la metáfora sea la única sustitución significante, ya
que hay dos tipos de sustitución significante, dos tipos de traducción, dos tipos de simbolización, una
simbolización por la vía de la analogía y una simbolización por la vía de la contigüidad, es decir
metáfora y metonimia. El lazo entre los significantes (aquel que se sustituye a otro es el significante
primero) puede ser un lazo de analogía, o un lazo de contigüidad. Entonces creé esta noción de
metábola, como una categoría que engloba a la vez a la metáfora y a la metonimia, las dos como
modalidades de la sustitución significante, y propuse este esquema un poco matemático para
38

particulares. Por otra parte, la sucesión de tales notas se hace siguiendo un cierto
ritmo, rápido o lento, fluido o escandido, interrumpido o claramente frenado. De este
modo, esas sucesiones ritmadas de sonidos particulares componen “melodías”. Ellas
son la actualización concreta y sonora de las operaciones de un dispositivo de
ocupación del espacio sobre cada cuerpo que atraviesa.
Los dispositivos espaciales interpretan dos géneros de fragmentos 16. Está la
música del acceso y la música del rechazo, la del éxito y la del fracaso. El paso de la
calle al gran almacén es musicalmente tranquilizador. Se pasa de un ambiente donde
sonidos violentos y desconocidos no dejan de irrumpir en la barahúnda, a un ambiente
fluido donde todo acontecimiento sonoro está suavizado. Y al mismo tiempo, se pasa
de un espacio abierto, público y desordenado, donde uno es un peatón cualquiera, a un
lugar cerrado, privado y organizado donde uno es un cliente privilegiado. La audición
de la secuencia sonora de acceso produce y sostiene una impresión de comodidad y de
seguridad merecida, porque el ambiente buscado es fácilmente logrado. Por el
contrario, la música del fracaso es desgarrada y bulliciosa. El ambiente codiciado
permanece delante, cubierto por la señal agresiva del bloqueo que se mezcla al
ambiente que uno quería abandonar. El “¡No!” del portero <del lugar> se interpone
ante la música inaccesible y resuena en el oído del juerguista decepcionado que
camina por la calle silenciosa. Esos pequeños encadenamientos sonoros tocados y
percibidos se parecen a ritornelos publicitarios de música concreta. Están compuestos
de sonidos reales cuya sucesión es de entrada significante. Esas musiquillas concretas
no son efectos residuales del funcionamiento de los dispositivos espaciales; son su
parte esencial. Producen las tonalidades afectivas adecuadas al funcionamiento de las
delimitaciones. No solamente se seleccionan los accesos sino que se induce una
sensación estética de orgullo y de privilegio por el que es admitido y de vergüenza y
de inferioridad en el indeseable. La música de las delimitaciones es la herramienta
afectiva de las jerarquías espaciales. Ella sostiene su eficacia, la discreción y la
legitimidad. Es por esto que el control de los ambientes sonoros y la utilización de los
signos se desarrollan en los lugares de trabajo, de consumo y de habitación. El sonido
cotidiano se ha vuelto una apuesta importante de las tácticas de poder.
Estas dos músicas de delimitación distinguen dos tipos de músicos-oyentes, de
usuarios de los dispositivos espaciales. Están los que tocan y escuchan un trayecto
musical suave, fluido y previsible, y los que chapucean la melodía general
provocando la irrupción del ruido. El estribillo publicitario de fracaso estigmatiza al
indeseable a los oídos de los autorizados que lo rodean. Él materializa afectivamente
su diferencia y, al mismo tiempo, empuja a constituir masa en torno a la melodía del
privilegio. Por la composición de sus trayectos musicales, el mal elemento agrede a
los melómanos de la comodidad acolchada, al mismo tiempo que ataca la frontera que
los protege. Por este motivo, estos últimos tienen tendencia a engancharse
musicalmente con los dispositivos. Están prestos a defender la tranquilidad de su
paisaje sonoro contra la efracción ruidosa de un exterior amenazador. Al mismo
tiempo, cualquiera puede ser una causa ocasional de disonancia, de la misma forma

formalizar, si se quiere, un modo fácil de retener el tipo de metábola que es la metábola reprimente. A
diferencia de la sustitución que no crea restos, la sustitución reprimente crea un resto. Por eso ofrecí
este esquema de la metábola, pero no es el esquema de toda metábola, es el esquema de la metábola
reprimente http://www.elpsicoanalisis.org.ar/old/numero3/reportajelaplanche3.htm - (6) >
16
Más precisamente, son los individuos los que tocan la música de las delimitaciones del espacio. Sus
desplazamientos hacen que se sucedan sonidos seguiendo la estructura de un dispositivo/director de
orquesta.
39

que ocurre que la suave música de acceso nos produzca vergüenza. El quídam 
puede entonces por un tiempo reunirse con las virtuosas del ruido en la orquesta
abigarrada de los que transforman los instrumentos sonoros del orden espacial, en
instrumentos de una bulliciosa cacofonía17.


< Sujeto despreciable y de poco valer, cuyo nombre se ignora o se quiere omitir DRA>
17
Artículo publicado en Sonic Process, une nouvelle géographie des sons (colectivo). París: Centro
Pompidou, 2002.
40

Las confesiones del gen

La cuestión de la utilización de la genética en materia criminal es un desarrollo


reciente de lo que Foucault ha llamado el biopoder, precisamente en tanto que uno de
los procedimientos esenciales del funcionamiento de ese biopoder es el examen, ya
sea médico, escolar, psiquiátrico, y por supuesto policial y judicial bajo la forma del
interrogatorio, la investigación o el proceso. En Foucault el examen posee tres
figuras. Es primero, en Vigilar y Castigar “una mirada normalizadora, una
vigilancia que permite calificar, clasificar y castigar”18. Es un poder disciplinario de
control sobre los cuerpos que permite guiar la mirada inquisidora. Es al mismo
tiempo un saber que produce el archivo de cada individuo y que le permite así al
poder ponerlo en el sitio que conviene. Segundo, el la Voluntad de saber, el examen
es la relación discursiva entre un individuo encargado de revelar los secretos de su
sexo y una instancia capaz de interpretarlo y de erigirlo en verdad central del sujeto.
Tercero, en la continuación de la Historia de la sexualidad, Foucault se interesa en el
examen de conciencia helenístico y romano puesto en perspectiva con las técnicas
cristianas de confesión. El examen es pues un procedimiento de individualización, de
sujetamiento y de subjetivación de los individuos por la puesta en operación de un
medio disciplinario, de una relación de poder hermenéutica y de una introspección
ética.
Por este hecho, la confesión es una componente esencial de la catexización de
la vida de los individuos por parte del poder. Lo que nos concierne más
particularmente aquí es la confesión de boca en el examen-interrogatorio, cuando una
persona está sometida a decir lo que ha hecho, pero también lo que ella es, qué
personalidad es la suya para haber hecho lo que ha hecho. Se trata de cuestionar el
lugar de la genética en estos procedimientos de confesión con el fin de señalar la
especificidad y las rupturas que ella puede introducir.
En materia criminal, la genética pues ser utilizada en dos procedimientos de
examen bien distintos que conducen a confesiones de naturaleza diferentes. En
primer lugar, se utiliza el ADN siempre singular de un individuo para compararlo con
las trazas dejadas en el lugar de un crimen o sobre el cuerpo de una víctima. Si se
constata una similitud entre estas dos huellas genéticas, se puede concluir en una
cierta implicación de aquel que se examina. En este caso, el gen “confiesa” en lugar
del sujeto. El cuerpo confiesa dócilmente su propia presencia. Más aún, el gen puede
revelar la presencia de un individuo ausente gracias al establecimiento de ficheros de
huellas. Se trata de lo que se puede llamar una confesión-evidencia que revela
acciones con una cuasi-certidumbre19.
Esta confesión-evidencia se distingue de la confesión-signo que revela las
características de un sujeto. La genética es cuestionada en este sentido por la
psiquiatría, la psicología y la criminología, con el fin de saber si un individuo posee
una disposición hereditaria al crimen o a la desviación. Uno se pregunta si el paso al
acto delictivo puede explicarse en parte por un terreno genético que favorecería la
constitución de una personalidad criminal. Luego de un período de investigación de
una causalidad genética dura, situada en un gen o en un cromosoma fallido, la

18
Michel Foucault. Vigilar y Castigar.pdf p. 113.
19
Habrá que precisar que estamos jugando entonces con el sentido de la palabra confesión.
Rigurosamente, uno no puede decir que el gen confiese nada. La confesión pasa por una declaración,
por un discurso que compromete al que lo pronuncia. Sin embargo, esto no impide que la genética sea
utilizada en procedimientos de confesión y conduzca a concebir la extraña noción de confesión
“biológica”.
41

genética de los comportamientos se orienta hacia modelos de explicación


multifactoriales. Se trata de evaluar factores de riesgo genéticos susceptibles de
permitir un señalamiento de los individuos antes de que pasen al acto y de determinar
medidas apropiadas (químicas, psicológicas, sociales). Este nivel teórico balbuciente
por el momento tiene muy pocos efectos prácticos. Por ejemplo, la experticia
psiquiátrica o el examen médico-psicológico siguen permaneciendo en una
concepción pre-científica de la herencia. La redacción de una misión de examen
puede plantear tranquilamente como objetivo “decir cuáles son, desde el punto de
vista psicológico, los elementos individuales, hereditarios o adquiridos, de
temperamento, de carácter, de humor y los factores ambientales […] cuya acción
puede ser descubierta en la estructura mental, el grado de evolución y las formas de
reactividad del interesado”. Sin embargo es muy difícil determinar en qué medida
consideraciones sobre la herencia de un comportamiento criminal o criminógenos (el
alcoholismo por ejemplo) pueden influir sobre una conclusión de abolición o de
limitación del discernimiento del inculpado en el momento del acto, de la
peligrosidad, o también sobre la naturaleza del tratamiento que hay que dispensarle.
Esto depende de las conclusiones y de la suputaciones del experto, en las que el medio
familiar y la historia personal tienen un peso mucho más grande. Sin embargo es
inevitable que la descripción de un linaje de anormalidad, de delincuencia o de
asocialidad incite a considerar al individuo como parcialmente determinado a actuar
como él lo ha hecho. Los jueces utilizan todas las informaciones que estiman
pertinentes para atenuar, o no, la responsabilidad penal y por tanto adaptar el quantum
de la pena. En este proceder ellos integran consideraciones sobre la herencia que
pertenecen al sentido común desde el siglo XIX. Este déficit de cientificidad le ha
permitido a los análisis psicológicos y sociales del crimen dominar procedimientos de
experticia desde hace cincuenta años. Ahora bien, la aceleración de los progresos de
la genética de los comportamientos no puede sino cuestionar este equilibrio. Viene al
caso para dar un estímulo al desarrollo de los dispositivos seguritarios así como para
calmar, gracias a la tranquilizadora explicación científica, los miedos que suscita la
persistencia de la anormalidad en nuestras sociedades “pacificadas”.

Otra economía de la confesión


Las “confesiones del gen” introducen una cuádruple ruptura en la economía de
la confesión como ritual de discurso. Primero, el sujeto que habla no corresponde ya
al sujeto del enunciado. La confesión ya no es una palabra por y sobre el que habla.
El examen genético penetra en profundidad el cuerpo del sujeto y lo hace hablar con
una voz extraña. Como una marioneta, él vomita la verdad de sí mismo en una
ventriloquia de sangre que suplanta las manipulaciones del discurso. Segundo, la
instancia que requiere y produce la confesión toma la frialdad de la ciencia dura. En
el examen discursivo, la relación de poder le da al que escucha la facultad de “juzgar,
castigar, perdonar, consolar, reconciliar”20. La genética introduce en la confesión un
efecto de poder no relacional; la imposición por lo alto de un dato científico que
alcanza directamente al cuerpo traspasando el sujeto. Tercero, la veracidad de la
confesión ya no depende de las peripecias de su desenvolvimiento. La confesión
discursiva es “un ritual donde la verdad se autentifica gracias al obstáculo y las
resistencias que ha tenido que vencer para formularse”21. Aquí, la verdad es

20
Michel Foucault. Historia de la sexualidad 1: la Voluntad de saber. (sicario infernal).pdf p. 38
(siglo XXI, p. 78).
21
Ibidem.
42

testimoniada por el rigor científico de los procedimientos utilizados, en particular por


su capacidad para levantar los obstáculos y las resistencias para alcanzar la
formulación positiva más clara y más simple. Cuarto, la confesión clásica es un ritual
en el que la sola enunciación produce modificaciones en el que habla. Los
procedimientos de confesión deben tener allí un efecto directamente terapéutico. En
la medida en que la causa profunda de la anormalidad toma la forma de un discurso
secreto, su sola revelación se supone que “abre el absceso” y le devuelve al sujeto el
sentido de sus acciones. Aquí el secreto es reducido a un determinismo sobre el cual
el sujeto no tiene ninguna acción.
De esta manera en el caso de la confesión-evidencia, como de la confesión-
signo, la genética o la herencia modifican profundamente la organización de la
confesión. Ahora bien “la "economía" de los discursos, (…) su tecnología intrínseca,
las necesidades de su funcionamiento, las tácticas que ponen en acción, los efectos de
poder que los subtienden y que conllevan —es esto (…) lo que determina los
caracteres fundamentales de lo que dicen”22. Dicho de otro modo: la manera como la
biología puede irrumpir en las tácticas discursivas del examen modifica
necesariamente lo que ellas producen. Ella implica en particular que la confesión del
gen suplanta la del sujeto. Por ejemplo en el caso Caroline Dickinson, un SDF que
había confesado el crimen se encontró declarado inocente por su ADN. En la
confesión-evidencia, el ADN retira el obstáculo de todos esos discurseos por los que
habría que pasar para lograr, sin seguridad, establecer la verdad. Así mismo en la
confesión-signo, el establecimiento de predisposiciones hereditarias o genéticas
determina las características psico-sociales de un individuo. Ellas se colocan
doblemente antes de la personalidad individual, biológicamente en tanto que “causas
primeras”, e históricamente como origen insuperable. Las confesiones biológicas
saltan por encima del sujeto, o más bien: más acá, para hacerlo callar o hacerlo hablar
a pesar suyo.

Confesiones biológicas e identidad


Las revelaciones del gen tienen a pesar de todo un efecto parecido al de la
confesión del sujeto; luego de ellas, el individuo concernido ya no puede seguirse
viviendo de la misma manera. Se encuentra frente a frente, sin apelación, con una
formulación científica de él mismo. Es culpable, inocente, peligroso, normal, poco
importa lo que él tenga por decir. Necesitará gritar muy fuerte para voltear así sea un
poco esta verdad que se le impone. La confesión clásica tenía por función
individualizar los cuerpos y las almas. Por el mandamiento de decir lo que se hace, lo
que uno es, ella produce el sujetamiento, es decir: que liga a los individuos a una
historia, a un carácter, a una forma de vida. Adhiere a un sentido revelado, en la
medida en que es claramente el sujeto que “dice” su propia verdad por intermedio de
la instancia hermenéutica. Por supuesto que esta verdad es el resultado de una táctica
discursiva disciplinaria. Reduce el sujeto a lo que se le escapa, a lo que lo escinde y
lo separa de lo que él puede. Lo conduce a lo que lo determina, a la vez en sí mismo
y como otro, a la inconsciencia del traumatismo, de la pulsión, de la perversión…
Ahora bien, cuando lo que es el sujeto, o lo que él ha hecho, es revelado, no “por él
mismo” sino por la intervención de una tecnología sobre su cuerpo, el sujetamiento
del individuo ya no es de orden psicológico sino biológico.
Desde este punto de vista, el examen genético sostiene una dinámica esencial
de la confesión moderna: la incorporación de lo que caracteriza al individuo. La

22
Ibid, p. 42 (p. 86).
43

medicalización de los comportamientos pone de relieve hasta el ínfimo detalle de cada


vida; lo reúne y lo ordena en categorías esencialmente somáticas. “La mecánica del
poder que persigue a toda esa disparidad no pretende suprimirla sino dándole una
realidad analítica, visible y permanente: la hunde en los cuerpos, la desliza bajo las
conductas, la convierte en principio de clasificación y de inteligibilidad, la constituye
en razón de ser y orden natural del desorden”23. Desde este punto de vista, el examen
genético de los comportamientos participa de la producción de sujetos realmente
biopolíticos. Sujetos que se viven como cuerpos y cuya fisiología tiene lugar de
inconsciente. Se puede suponer que estos “sujetos biológicos” elaboran relaciones
particulares con la culpabilidad y la inocencia, la de ellos y la de los otros. Aquel
cuyos comportamientos se explican, en última instancia, por causas biológicas, es
declarado inocente en tanto que voluntad conciente y libre. Y una vez más, es
evidente que este fenómeno no es inédito. Pero vivirse como un psiquismo dividido
no es lo mismo que percibirse como un cuerpo determinado. La inocencia biológica
es siempre, al mismo tiempo, una culpabilidad total. Si se utiliza el cuerpo para
disculparse en tanto que sujeto, uno se resuelve a ser absolutamente culpable en tanto
que cuerpo. El castigo de un sujeto supone la evaluación compleja de su libre arbitrio
y por ende de su responsabilidad; ella está indizada en la relación particular entre el
consciente y el inconsciente que ha determinado el acto. Por el contrario, la gestión
de un cuerpo peligroso es unívoca; plantea sobre todo los problemas técnicos del
control y de la domesticación.
Los progresos de la genética del comportamiento van a modificar ampliamente
la economía actual del examen y de la confesión, y por consiguiente lo modos de
sujetamiento del biopoder. No se puede predecir la influencia futura de la genética de
los comportamientos, pero la manera como son desde ya utilizadas las huellas ADN
como evidencias, nos dan indicaciones en este sentido. En particular es cada vez más
claro que, cualesquiera sean los dominios, la explicación biológica de los
comportamientos tiende a determinar los análisis psicológicos y sociales. Ella es el
zócalo a partir del cual se puede comenzar a ocuparse del espíritu y de sus relaciones.
Es pues muy probable que la genética relance la dinámica biopolítica de los
dispositivos de gestión de la desviación, de tal manera que el equilibrio actual de los
procedimientos judiciales no podría conservarse. La componente jurídica y legal no
puede sino retroceder aún ante la componente médica y normativa. Desde hace dos
siglos, el tratamiento de la delincuencia se reparte entre una concepción de la
responsabilidad del individuo conciente y libre, y la de la peligrosidad de un elemento
anormal de la sociedad. ¿Cómo no ver que la biologización de la desviación no puede
sino encontrar una reacción social que exige la mejor protección posible? Habrá que
considerar más seriamente que la constitución jurídica de los sujetos no es ya, desde
hace mucho tiempo, no es sino un vestido en pedazos sobre la organización biológica
de los cuerpos. No es reclamándose para ello de los derechos fantasmáticos o
adhiriendo a la fábula del sujeto soberano como se “dominarán” los peligros de la
tecnología del viviente24.

23
Ibid, p. 28 (p. 57).
24
Intervención en el marco del Forum Diderot titulado “las Confesiones del gen: genética,
criminalidad, justicia”. Universidad París 7, enero de 2002.

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