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DEL CIBERESPACIO
UNA VISIÓN DESDE LAS TEORÍAS
DE LA COMUNICACIÓN
www.uned.es/publicaciones
ISBN electrónico:978-84-362-7217-8
Introducción
1. Clasificación de las teorías
1.1. Clasificación de las teorías según la estructura del Ciberespacio
1.2. Clasificación según los efectos
2. Antecedentes teóricos
2.1. Antecedentes optimistas����������������������������������������������������������������������������������������������������
2.1.1. Introducción: El nacimiento de la técnica-tecnología
como concepto������������������������������������������������������������������������������������������������������
2.1.1.1. Erns Kapp
2.1.1.2. P. K. Engelmeier
2.1.1.3. F. Dessauer
2.1.1.4. Otros autores
2.1.2. Primeros teóricos de la comunicación: Theilard de
������������������������������������������������������������������
2.1.2.1. Theilard de Chardin
2.1.2.2. Marshall McLuhan
2.1.2.3. Alvin Toffler
���������
2.2.1. El hombre frente a la máquina: de Rousseau al romanti-
cismo
2.2.2. La respuesta filosófica: Mumford, Ortega, Heidegger y Ellul
2.2.2.1. Lewis Mumford, frente a las tecnologías autori-
tarias
2.2.2.2. Ortega y Gasset y la humanización de la tecno-
logía
2.2.2.3. Heidegger: la técnica como estado del Ser
2.2.2.4. Jacques Ellul: alerta sobre la tecnología del poder
2.2.2.5. Desde el behaviorismo a la Escuela de Frankfurt
2.2.2.6. La tecnología como pesadilla del futuro en la
literatura y el cine de ciencia-ficción
La génesis del Ciberespacio
3. ����������������������������������������������������������������������������
INTRODUCCIÓN
Desde la aparición del concepto a comienzos de los años 80, muchas han
sido las tentativas de definición y estudio del Ciberespacio, desde diversos
enfoques metodológicos. Proporcionar una panorámica lo más completa po-
sible de estos enfoques es el objetivo del presente libro.
El Ciberespacio puede ser estudiado desde diferentes ámbitos, social, tec-
nológico, antropológico y muchos otros, y sin duda uno de los más relevantes
es analizarlo desde las teorías de la comunicación y los efectos sociales de la
tecnología. Y más aun, resulta pertinente preguntarse cómo realizar este aná-
lisis cuando somos parte integrante del propio sistema.
Como base de partida, consideramos que debemos establecer una definición
metodológica de Ciberespacio que nos permita acotar bien los límites teóricos de
este trabajo. Así pues, definimos Ciberespacio como el conjunto de posibles co-
municaciones que se desarrollan en el ámbito digital, a través de los diferentes
dispositivos, canales y medios, y que permiten la interactividad entre usuarios.
Partiendo de esta base, realizaremos a continuación un estudio diacrónico y
representativo de la aplicación sucesiva de modelos teóricos al estudio de las tecno-
logías de la comunicación existentes en cada momento, así como los que también
se proyectan sobre el Ciberespacio. El estudio de la evolución de los discursos sobre
la comunicación y sus tecnologías, aspecto central de la problemática de la comu-
nicación en la era moderna y contemporánea, nos permitirá comprender mejor la
perticencia del enfoque sistémico, por su capacidad superadora de los obstáculos
epistemológicos en los que —según el planteamiento de Niklas Luhmann— ha
incurrido desde sus orígenes el discurso sociológico de la tecnología.
sistema social, pero, en tanto observador de los fenómenos sociales, está den-
tro del objeto de observación y siempre tiene una posición «parcial». No se
trata, por tanto, de asumir una posición «escéptica» o meramente «empirista»
o «psiologicista», sino de establecer la autonomía de los sistemas de comuni-
cación.
En segundo lugar, por una cuestión metodológica: el enfoque sistémico-
constructivista nos permite examinar bajo qué parámetros han actuado las
teorías de la comunicación a lo largo de la historia, y ver cómo han situado al
sujeto en el centro del sistema, en lugar de a la comunicación (lo que consti-
tuye uno de los cuatro obstáculos epistemológicos). Y siguiendo la teoría de
sistemas, así emprender una observación de segundo orden (es decir, la obser-
vación de las observaciones). De esta manera, veremos cómo funcionan las
teorías de la comunicación hasta llegar al Ciberespacio, y cómo, a partir del
análisis de este y aplicando la perspectiva sistémica-constructivista, resulta
más fácil comprender la autonomía de la comunicación. Una autonomía que
implica la autodeterminación de las identidades como realidades comunicati-
vamente construidas, la autogeneración del sentido como sistema diferencia-
do de su entorno.
Pensamos que ello no es posible sin realizar el trabajo descrito: un recorri-
do diacrónico y descriptivo por las teorías de la comunicación hasta llegar a
aquellas que abordan la emergencia del Ciberespacio como nuevo espacio co-
municativo. Para ello nos remontaremos a los orígenes de las teorías de la co-
municación, en cuya base —en líneas generales— encontramos las dos pulsio-
nes antagónicas que han dominado las interpretaciones sociológicas ante
cualquier innovación tecnológica: el optimismo y el pesimismo, la tecnofilia y
la tecnofobia, aquellas que remarcan el carácter emancipador de las tecnologías
de la comunicación, o su naturaleza alienante. Observaremos si todas estas
teorías tienen como eje los efectos de la nueva tecnología sobre el individuo,
reproduciendo el antropocentrismo que constituye uno de los obstáculos epsi-
temológicos (al situar al sujeto en el centro del objeto de observación).
Este estudio será, por tanto, la observación de la observación, una obser-
vación de segundo orden. La metodología es, a su vez, su propio objeto de
estudio.
Como hemos señalado, la aparición de una nueva tecnología de la comu-
nicación reabre cíclicamente el debate sociológico acerca de los efectos socia-
Introducción
1
CLASIFICACIÓN DE LAS TEORÍAS
tará aludiendo al plano del sentido, es decir, que a pesar de existir estructuras
globales de conectividad en forma de red, el sentido se disgrega, descentra y
abandona el marco de la totalidad para disolverse en una miríada de posibles
interpretaciones imposibles de articular entre sí.
Desde este punto de vista, ambos enfoques serían posibles: el aglutinador,
que se relacionaría con la estructura del sistema, y el diversificador, que ten-
dría que ver con el sentido —o los sentidos— del sistema.
Sin embargo, esta ref lexión, salvo en Lévy y en las teorías constructivis-
tas, no está presente en las teorías existentes acerca del Ciberespacio, que
tienden a no diferenciar con precisión estos dos planos y a mezclarlos. Nuestro
recorrido sincrónico y diacrónico distinguirá, pues, las diferentes teorías
atendiendo a la construcción del sentido y no a la globalidad estructural: lo
aglutinador («hacia lo mismo») y lo diversificador («hacia lo diverso»).
Otra dificultad que nos encontramos en esta división estriba en que el
concepto «aglutinador» («hacia lo mismo») puede interpretarse, asimismo, de
diversas maneras cuyos matices inf luirán en la valoración ética del proceso,
calificándolo como positivo o negativo. En este sentido, y siguiendo a Joan
Mayans i Planell (Mayans i Planell, 2001), tenemos cuatro variantes del
proceso aglutinador que caracteriza el Ciberespacio:
1. Globalización: entendido como un proceso específicamente económico y fi-
nanciero y basado en la expansión del capitalismo en todo el mundo.
2. Transnacionalismo: entendido como un proceso político e ideológico como
sustitución de los sentimientos de pertenencia nacionales por otros transna-
cionales.
3. Desterritorialización: entendido como un proceso cultural y social, en tanto
que pérdida de referentes nacionales y locales.
4. Homogeneización: entendido como proceso global de asimilación en todas las
áreas descritas, desde la económica hasta la cultural, política e ideológica.
Podríamos añadir un quinto punto, el de la «glocalización», que describe
un mundo en el que el sentido, la identidad y el sentimiento de pertenencia se
conecta desde lo local directamente hacia lo global.
El proceso de homogeneización, a nuestro juicio, contendría la «totalidad»
descrita por Pierre Lévy, al proponer como válida una misma visión del mundo.
Clasificación de las teorías
2
ANTECEDENTES TEÓRICOS
Antes de realizar una lectura analítica de lo que han sido las distintas vi-
siones teóricas del Ciberespacio, hasta llegar a la propuesta sistémica, conviene
mirar a las raíces de la ref lexión sobre la tecnología (primero, de la tecnología
en general, y poco a poco, de la tecnología de la comunicación) ya sea en la
filosofía, en la ciencia, la literatura o en las artes. En este capítulo iremos de
lo general (el debate sobre la técnica) a lo específico (el debate en torno a las
tecnologías de la comunicación), haciendo un somero recorrido histórico,
arqueológico, cuya pretensión no es ofrecer una nueva perspectiva sobre el
discurso tecnológico (ampliamente examinado ya), sino crear un marco des-
criptivo general sobre el que abordar, en el capítulo siguiente, la exploración
del ecosistema teórico sobre el Ciberespacio, como paso previo a la propuesta
constructivista hacia la que se orienta este trabajo.
Conviene realizar este breve recorrido histórico porque, con la emergen-
cia de cada nuevo avance tecnológico (y el Ciberespacio no ha sido, en este
caso, una excepción), el debate se retoma con matices propios, pero con ele-
mentos comunes a todas las épocas. Trataremos de rastrear el origen de la re-
f lexión sobre el desarrollo de la técnica y sus efectos, sirviéndonos instrumen-
talmente, a modo de clasificación, de una tensión clásica entre partidarios y
críticos de la tecnología, una división no mejor que otras, pero tal vez sí más
esclarecedora de cuál ha sido la problemática básica que conlleva el progreso
tecnológico, en base al antropocentrismo clásico que examinábamos en el
planteamiento de este trabajo, como obstáculo epistemológico: si este desa-
rrollo de la técnica ha impuesto una mayor o menor capacitación de las cua-
lidades humanas, ampliando sus libertades y poderes, o una sustitución alie-
nante de la sustancia humana por una exterioridad técnica involuntaria. Es
preciso añadir, solo a modo de apunte, que esta categorización meramente
instrumental de las teorías y visiones sobre la tecnología se ha servido de di-
ferentes nomenclaturas, y aunque en la literatura más reciente abunda el uso
del binomio tecnófilos vs tecnófobos, que seguimos aquí como réplica de opti-
mistas vs pesimistas, también está presente la obligada dicotomía planteada
Antecedentes teóricos
por Umberto Eco entre apocalípticos e integrados (Eco, 1968), u otra —recien-
te— de cariz más vulgar que opone a los techies (pro-tecnología) frente a los
humies (defensores del humanismo).
Se trata, en fin, de diferentes formas de señalar el mismo fenómeno, esto
es, la inevitable controversia que ha acompañado el desarrollo social desde sus
inicios y que, teniendo al hombre como referencia ética, pero sobre todo epis-
temológica, enfrentaba a los partidarios de una naturaleza humana inherente y
primigenia, pre-social y pre-tecnológica, y a quienes opinan que la humani-
dad es en sí una construcción, un hacerse, sin más base predeterminada que sus
límites biológicos. Ambas posturas1 parecen ref lejar polos extremos, lo cual no
debe ocultar que, en buena medida, este binarismo teórico ha coexistido con
posturas más matizadas, intermedias, o simplemente críticas, en las que la tec-
nología no era vista como algo positivo o negativo en sí mismo, sino que pre-
figuraba un abanico amplio de efectos en uno u otro sentido, y en las que se
contemplaba un margen para la decisión humana. Como veremos, parece que,
especialmente en el ámbito de la filosofía y de la literatura —no así, lógica-
mente, en el de la ciencia— las visiones más alarmistas o distópicas se produ-
cen en la cercanía temporal con los avances de la revolución industrial (en la
estela de las filosofías de la sospecha que, de la mano de Marx, Nietszche y
Freud, no son sino la reacción crítica a la modernidad), durante casi todo el
siglo xix y la primera mitad del xx, mientras que, a partir de los años 50 o 60
en el panorama intelectual es hegemónica la postura tecnofílica u optimista.
Es cierto que las taxonomías tienen todas, en última instancia, un compo-
nente de elección, de preferencia conceptual voluntaria. Existen otras posibles
categorizaciones del discurso sobre la tecnología. La alternativa más interesante
es la que resume Andrew Feenberg, al recoger la división entre la teoría instru-
mental, que trata a la tecnología como supeditada a principios establecidos en
otros ámbitos como la cultura o la política, y la teoría sustantiva, que otorga a la
tecnología una «fuerza cultural autónoma (…) que prevalece sobre todos los valores tra-
dicionales o sobre los que le hacen competencia», en cuyo caso la tecnología deja de ser
neutral para tener contenido propio, y determinando la evolución de la socie-
dad en sus diferentes aspectos (política, económica, etc.) (Feenberg, 1991, p. 5).
He aquí otro eje fundamental de análisis, no del todo independiente del ante-
1
Carl Mitcham (Mitcham, 1989) habla de las dos grandes tradiciones de la reflexión sobre la tecnología: una
liderada por tecnólogos o ingenieros, que él llama «filosofía mecánica» o «de los manufactureros» otra donde son
mayoría los filósofos, con una visión más crítica.
La Génesis del Ciberespacio
2.1. ANTECEDENTES OPTIMISTAS
2.1.1. Introducción: El nacimiento de la técnica-tecnología como
concepto
2.1.1.2. P. K. Engelmeier
exitosamente el reto, lo primero que deben hacer es adquirir una amplia vi-
sión de las interacciones entre tecnología y sociedad, atendiendo a su inf luen-
cia en la economía, la ciencia, la ética, la historia…
Engelmeier considera que estos procesos dependen de la voluntad huma-
na, y que esta ha de buscar la aplicación de la racionalidad ingenieril a todos
los ámbitos posibles. La definición de cómo se proyecta la visión tecnológica
del mundo a dichos ámbitos de conocimiento y acción humana es la misión
de la «filosofía de la tecnología».
«Debemos desarrollar un cuadro completo de la tecnología, en el cual analicemos
tantas manifestaciones técnicas como sea posible (…), porque la tecnología es la pri-
mavera en el gran reloj mundial del desarrollo humano.» (Engelmeier, 1899, p. 21).
2.1.1.3. F. Dessauer
en ideas’, esto es, el engendro de una existencia fuera de la essentia, el material imbui-
do de una realidad trascendente. (…) En Dessauer la tecnología se convierte en
experiencia religiosa, y la experiencia religiosa toma un significado tecnológico.»
(Mitcham, 1989, p. 48).
Habría que incluir aquí, por constituir una parte esencial del discurso
pro-tecnológico, a las vanguardias futuristas que, a comienzos del siglo xxi,
desde la pintura, la literatura, la escultura o el cine, realizan una exaltación de
las bondades de la máquina, de la velocidad y del desarrollo. Desde que en
1909, en París, se hiciera público el «Manifiesto de Fundación del Futurismos»,
de Filippo Tommaso Marinetti, un conjunto de creadores, artistas e intelec-
tuales convierten el discurso tecnófilo en expresión artística. Entre ellos, des-
tacan a los pintores Russolo, Carrà, Boccioni, Balla o Severini; el arquitecto
Sant’ Elia; el músico Pratella o el cineasta Ginna.
hecho de que en la base del sistema nervioso está la centro complicación de los ele-
mentos materiales, cuya máxima expresión es el cerebro humano, órgano de pensa-
miento capaz de hacerse cargo de sí mismo. En el “hacerse cargo de sí” consiste la
conciencia reflexiva, que no es otra cosa que “saber que sabe”.» (Hernández, Lucas,
y De Sahagún, Juan, 1996, p. 25).
ción aéreos y etéreos, disminuye a ojos vistas, hasta convertirse en un ámbito irriso-
riamente pequeño. Paralelamente a esta reducción geográfica (la más impresionante y
rápida), el Mundo sufre claramente otros géneros de agotamiento bajo nuestras con-
tinuas investigaciones.» (De Chardin, 1963, p. 42).
Sin embargo, si bien Toff ler explica el siglo xx como el paso de la Segunda
Ola (o industrial) a la Tercera Ola (informacional), este sociólogo no verá en
este proceso una redirección de la historia hacia un conocimiento común
socialmente compartido, sino todo lo contrario, hacia la disgregación de los
elementos que lo componen al amplificar el yo desagregado del resto de per-
sonas de la sociedad. Toff ler indica que a la pluralidad de modelos y de estilos
de vida que conlleva la implosión de los nuevos medios de comunicación, hay
que sumar el hecho de que estos medios tampoco suministran «trozos plena-
mente formados, sino quebrados fragmentos y destellos de imágenes». Es de-
cir, estos medios no nos ofrecen identidades coherentes entre las que elegir,
La Génesis del Ciberespacio
sino que, a modo de catálogo de Ikea, se nos exige que ensamblemos nosotros una:
un «yo» configurador o modular». Esto explicaría por qué tantos millones de per-
sonas se encuentran buscando una identidad de manera desesperada (Toffler,
1980, p. 375).
Estas teorías entroncarían con las de la «identidad molecular» de Gilles
Deleuze, con las de la deconstrucción derridiana, el pensamiento débil de
Giani Vattimo o las teorías de Gilles Lipovetzsky acerca del personalismo he-
donista en la «era del vacío», que apuntan hacia un sujeto descentrado propio
de la posmodernidad (Lipovetsky, 1986; Harvey, 2004).
La pregunta, llegados a este punto, es: ¿constituyen el Ciberespacio y el
Hipertexto verdaderas plataformas creadoras de Hiperconsciencia o Noosfera?
Para algunos autores como hemos visto, la irrupción del Ciberespacio es una
oportunidad tecnológica para que estas proyecciones colectivistas se cumplan.
leza humana y debe ser vencido por las fuerzas del bien. De ahí que
Próspero se arrepienta, y lance su varita mágica al mar como símbolo de la
renuncia expresa a este poder pretecnológico, denominado en este contex-
to isabelino como «magia», y al final de la obra comparezca, en solitario,
ante el público implorando su perdón («Let your indulgence set me free»; «de-
jad que vuestra indulgencia me libere», en español), necesario para ser ab-
suelto ante Dios4.
La literatura es, en el siglo xix y principios del xx, una de las primeras
expresiones en alertar de los posibles peligros de la evolución tecnológica, y lo
es en gran medida por su capacidad fabuladora para imaginar el efecto de di-
cha evolución en mundos futuros. Esto es, para realizar proyecciones y con-
cebir distopías. Más adelante nos ocuparemos de la literatura que fabula sobre
el desarrollo de las tecnologías de la comunicación propiamente dichas, que
acompaña al surgimiento de la cultura de masas, pero en un primer estadio lo
que encontramos es literatura llamada de «anticipación» sobre el decurso ge-
neral de la tecnología característica de la revolución industrial, con las figuras
destacadas de Julio Verne y H. G. Welles.
Antes de entrar en la interpretación pesimista, que, a lo largo del siglo xix
y xx va surgiendo como literatura de acompañamiento del desarrollo de los
medios de comunicación de masas, es preciso identificar las primeras críticas,
desde la filosofía (es decir, filosóficamente), a la técnica en un sentido amplio.
Para ello, nos centraremos en las visiones de Lewis Mumford, José Ortega y
Gasset, Martin Heidegger y Jacques Ellul.
para guiar a la vida en su relación con la realidad. Ortega no tiene una visión
negativa de la tecnología, pero sí una visión crítica. No propone una regresión
a un mundo mítico y pretecnológico, una Arcadia feliz o estado de ingenui-
dad anterior al desarrollo, pero desconfía de que la técnica, por sí misma, se
convierta en el proyecto del futuro humano, y sustituya el concepto occiden-
tal de civilización por otro aún ignoto. Como apunta Gonzalo Navajas:
«A diferencia de la reacción en defensa del humanismo clásico ante la invasión de
la ciencia y la técnica, propia de la crisis antipositivista y antidarwiniana, Ortega asi-
mila la técnica al proyecto humanístico; en realidad, la convierte en el modo más
eficaz de redimir al humanismo de sus crisis y reconfigurarlo para nuestro tiempo.»
(Navajas, 2003, p. 3).
Ortega distingue tres tipos históricos de técnica: técnica del azar (una téc-
nica se descubre por azar), la del artesano (una técnica descubierta por azar es
concienciada y transmitida a otra generación por medio del artesano), y la del
ingeniero (sólo al incorporarse la ciencia moderna a la técnica, hasta ese mo-
mento definida como destreza, surge la técnica científica o, propiamente,
tecnología).
La tecnología, que inf luye por igual en el plano de la praxis como en el
teórico, no es ya una técnica sino «la técnica», o sea, un nuevo modo de ser,
pensar y hacer. De ahí se deriva la principal amenaza que ve Ortega en la tec-
nología: el tecnicismo de la técnica, ya que la humanidad, al tener en la tec-
nología un método general para transformar cualquier plan en realidad (es
decir, para realizar cualquier proyecto antes de pensar cuál es mejor o más
conveniente), el ser humano parece haber perdido la capacidad de imaginar y
desea ciegamente cualquier fin. Se trata, en definitiva, de caer en el puro for-
malismo de contemplar a la técnica como fin en sí mismo, como ser, y no
como instrumento del ser, del yo y su circunstancia. Cuando esto sucede, el
ser humano olvida que lo técnico, en sí mismo, no es nada definido. Para pa-
liar esta falta de imaginación, Ortega propone mirar a las técnicas orientales.
una silla, sino que dispone un fondo («Bestand»), o depósito continuo e in-
agotable de objetos de consumo que funciona a modo de catálogo de cosas sin
valor inherente aparte del uso que le pueda dar el ser humano.
Esto separa definitivamente la voluntad humana —tanto colectiva como
individual— de la técnica, detrás de la cual subyace lo que él denomina
Gestell, una categoría que Mitcham traduce como «marco», «estructura» o
«estantería» (op. cit., p. 69) y Boutot otorga el sentido de «persuasión» (op. cit.,
p. 79.), y que funciona como una especie de precondición trascendental de la
tecnología moderna, utilizando términos kantianos. Por tanto, para com-
prender la visión de la tecnología en Heidegger hay que establecer que esta se
convierte en una categoría involuntaria de nuestro conocimiento, o una «ca-
tegoría cognoscitiva impersonal». Somos, por tanto, seres técnicos (en esto su
visión es coincidente con la de Ortega), en el sentido de que la técnica nos
tecnifica, nos impone su esencia, desvinculándose de los objetos que produce
y convirtiéndose en una forma de nuestro conocer. Desde un punto de vista
comunicativo, la visión de Heidegger es paralela y va en consonancia a los
análisis que ven en el avance de las tecnologías de la información —más allá
de su capacidad instrumental para producir objetos de comunicación— un
cambio en el sentido de la modernidad y de nuestras formas de conocer. La
convicción de que, al menos, esta es una opción teórica y una posibilidad
presente ante el desarrollo de toda técnica de comunicación, también, en la
aparición del Ciberespacio, está en la génesis de este trabajo.
La sociedad como espectáculo no deja de ser vista por gran parte de estos
teóricos de raíz hegeliana y marxista como un espacio alienante, en cierta
sintonía con la Escuela de Frankfurt (excede del objeto de este trabajo entrar
a analizar similitudes y diferencias entre escuelas y autores).
Estamos, por tanto, sometidos a los sistemas simbólicos que articulan la
única realidad posible: «lo real» emerge y naufraga en el propio lenguaje y la
apariencia es la única huella del mundo. Austin (1962) analizó cómo el len-
guaje no se limita a describir un hecho sino que ese hecho, por el mismo acto
de ser expresado, se realiza a sí mismo, se auto-ejecuta. Esa performatividad
del lenguaje se da, según Austin, en el «acto ilocutivo», en la medida en que la
Antecedentes teóricos
En Blade Runner (Ridley Scout, 1982) se recrea la figura del androide: los
llamados «replicantes» son construcciones humanas tan perfectas que resultan
indistinguibles de los hombres. Esta película, de estética cyberpunk, contiene
todos los rasgos de una narración distópica y en ella se plantean las cuestiones
filosóficas esenciales de la amenaza tecnológica. Tal y como nos señala Alvyen
el blog Microsiervos (www.microsiervos.com), la película toca aspectos como:
— «La humanidad. Qué significa realmente ser humano. El miedo. La esclavitud.
La inmortalidad.
— Las implicaciones morales de la manipulación genética, la creación de inteli-
gencia artificial, y la amenaza construida por el hombre contra sí mismo.
— El efecto del exagerado desarrollo de la civilización en el medioambiente, los
problemas de la colonización de nuevos mundos, la tecnología avanzada que
no puede evitar la decadencia de las ciudades ni de la sociedad.
— El control sobre los individuos, la corporación como entidad poderosa, la
policía omnipresente, la paranoia, el control sobre la naturaleza.
— La mente, los recuerdos, qué es real y qué no lo es, cómo distinguir un ser
humano de un ser artificial, cómo una inteligencia artificial se vería a sí
misma.» (En Microsiervos: http://www.microsiervos.com/archivo/peliculas-
tv/blade-runner.html)
3
CIBERESPACIO COMO AGLUTINADOR SOCIAL: «HACIA LO COMÚN»
También hemos notado cómo los antecedentes de las teorías más sombrías
acerca de la inf luencia de Internet y del Ciberespacio en el futuro de la huma-
nidad tienen su origen en las fantasías distópicas con las que la literatura de
principios del siglo xx traza un futuro imaginario. Sin duda, el empleo inten-
sivo de la tecnología (señaladamente las de la comunicación) por parte de los
fascismos, y consecutivamente, en las guerras mundiales, supone una quiebra
de la fe en el discurso de la racionalidad y la exaltación de la tecnología como
camino hacia la liberación y la plenitud de la humanidad. Con esa experien-
cia, escritores como George Orwell, Aldous Huxley o Ray Bradbury crean la
ficción de un futuro dominado por la tecnología, que somete y vigila al hom-
bre en lugar de ofrecerle más espacios de libertad.
Si la modernidad ha sido descrita como el proceso por el cual el hombre
controla la naturaleza mediante la tecnología, este proceso se ha desarrollado
basculando entre la aceptación optimista de ese desarrollo tecnológico y el
rechazo negativo del proceso. Ambas perspectivas, no obstante, poseen una
raíz humanista: la primera, basada en los principios de la Ilustración, ve en la
tecnología, y en concreto en las tecnologías de la comunicación, la posibili-
dad de extender el conocimiento, ampliar la libertad humana y promover el
progreso social. La segunda se centra, en cambio, en los efectos alienantes; en
la deshumanización de las relaciones sociales, ahora mediadas por la tecnolo-
gía; en las desigualdades entre quienes controlan esa tecnología y quienes son
controlados por ella; entre quienes la poseen y quienes no; y en la tecnología
como forma de poder y control.
Las raíces filosóficas y políticas de estas segundas opciones pesimistas po-
dríamos encontrarlas, entre otros, en el movimiento ludista, en el marxismo
humanista y en el romanticismo. Este último realiza una crítica de la sociedad
burguesa y capitalista, basada en aplicar criterios de racionalización a la pro-
ducción como vía hacia el bienestar, y se refugia en la naturaleza como expre-
sión de un edén primigenio, un paraíso perdido y amenazado por el proceso
modernizador, pero alienante, de la tecnología.
Aunque es posible encontrar optimistas y pesimistas radicales ante la apa-
rición del Ciberespacio, no nos parece, sin embargo, que se den en una canti-
dad suficiente como para hallarnos ante una nueva versión ciberespacial del
debate entre apocalípticos e integrados, entre tecnófilos y tecnófobos, que
dominó el auge los mass media como la televisión. La realidad del debate nos
remite a posturas mucho más porosas y eclécticas en las cuales el análisis del
La génesis del Ciberespacio
fenómeno se realiza con una visión más cabal y, en la mayoría de los casos,
señalando las ventajas y apuntando los temores. Si bien se han dado fenóme-
nos de defensa a ultranza de la nueva tecnología y de detractores de la misma,
de los quedaremos cuenta, no lo han hecho en número e inf luencia suficiente
como para polarizar el debate entre estos dos extremos. El optimismo y el
pesimismo se barajan juntos en la mayoría de las teorías que describen-a-la-
vez-que- proponen, buscando una dimensión política y social del Ciberespacio
que entra en la esfera del debate ideológico.
pía como proyecto de alter-globalización, que no tiene por qué implicar una
tendencia totalizadora, sino universalizadora, tal y como habíamos señalado
al principio, mediante la posibilidad técnica de crear una plataforma mundial
de pensamiento deliberativo participativa y abierta, en la línea de Kerckhove,
es decir, el Ciberespacio, lejos de unificar contenidos o formas de pensamien-
to únicas, globaliza la pluralidad, la hace posible a todo aquel que puede acce-
der al Ciberespacio. En definitiva, lo universal frente a lo total, como hemos
señalado al principio, son los dos baremos que subestructuran esta clasifica-
ción de las utopías dentro de la función aglutinadora positiva del Ciberspacio.
Más allá del subtipo cyborg, que ha dado lugar a una interesante literatura
utópica que ha cuestionado los límites de lo humano, el movimiento cyber-
punk más general ha optado por elaborar espacios de resistencia, creando uto-
pías libertarias y ofreciendo códigos de uso del propio Ciberespacio. Es decir,
han pensado el Ciberespacio desde un punto de vista político como lugar que
debe mantenerse al margen de las estructuras de poder, tanto estatales como
privadas, y servir como plataforma desde la cual la sociedad civil pueda recla-
La génesis del Ciberespacio
Es decir, en este sentido los cyberpunks se han convertido, al igual que los
hackers, en defensores de un Ciberespacio libre, gratuito, sin barreras de en-
trada y desregulado, ya que consideran que su fuerza responde precisamente a
ese carácter abierto, participativo y exento de dominio político o económico.
Ciberespacio como aglutinador social: «hacia lo común»
Sin embargo, para que ese espacio sea ecológicamente viable, se enfrentan a la
paradoja de la necesidad de unas leyes estatales que protejan dicho entorno.
Ahí es donde los cyberpunks se convierten en agentes políticamente activos.
Como veremos más adelante, en las teorías socialdemócratas liberales de
Manuel Castells, la problemática espacio de libertad y espacio desregulado es
muy compleja, puesto que la libertad termina exigiendo sus controles y, por
tanto, la existencia de una autoridad reguladora.
En la «Carta de identidad» de este grupo podemos leer las siguientes afir-
maciones que narran el origen y, en definitiva, la orientación ideológica del
movimiento ciberpunk acerca del Ciberespacio:
«A la defensiva en un mundo nuevo: “bajo toda arquitectura informacional
se oculta una estructura de poder”
1989, en los días de la caída del Muro, Berlín es el centro del mundo. Un gran
sumidero por el que desaparecerán bajo los cascotes 40 años de Guerra Fría, símbolos
y miseria. A poca distancia del Muro, en las zonas alternativas de aquel cogollito
bullente, teníamos nuestra primera conexión a Internet. Disfrutábamos por primera
vez la sensación de las redes, esa nueva libertad que convertía en real aquellos juegos
de rol de los que éramos practicantes habituales. Redes de personas (los ordenadores
en Internet son herramientas no sujetos), que no respetaban aquellas rígidas fronteras
físicas, ideológicas y sociales que a pocos metros de nosotros caían a pedazos. Ninguna
ideología tradicional había predicho aquello, ni la velocidad con que se produjo.
Había que vaciar la biblioteca y comenzar de cero, o casi. Buscar nuevos referentes
que valieran en cualquier parte del mundo, que reconocieran sus propias limitaciones
para entenderlo.
de vista del eje derecha-izquierda, así como en relación con los referentes intelectua-
les en los que éste se apoya, y sentimos a nuestra vez ajeno y extraño ese eje, un mito
inútil más, una cáscara de las muchas que han sobrevivido, vacías, al 89. Nos resulta
imposible encerrarnos en un eje ineal, porque nuestras vidas son multidimensionales,
multidireccionales.
La clave está en que al construir desde mitos de futuro, la tecnología se nos pre-
senta tan importante para las libertades en el siglo xxi como lo fuera la economía en
el veinte o la formación de los estados nacionales en el diecinueve. Algo que a fin de
cuentas ya estaba implícito al decir que bajo toda arquitectura informacional se ocul-
ta una estructura de poder. Paradójicamente para un movimiento nacido en la revo-
lución, nuestra lógica era defensiva, al modo de las oscuras distopías del cyberpunk
literario de la época.
Entendíamos que tecnología no era neutral, que el poder tecnológico en manos
de grandes empresas y estados, es decir, de aquellos que monopolizaban el poder eco-
nómico, mediático y político, podía ser sumamente peligrosa para las libertades indivi-
duales. Pero no entendíamos todavía que había una forma emergente en la estructura
informacional, las redes distribuidas, que lo cambiarían todo. Eso puede verse bien en
la siguiente declaración que inauguraba ciberpunk.com todavía en 1996:
Muchas veces vemos asociados cyberpunk, hacking y criptografía, esto es porque
en realidad hacking y criptografía son dos caras de un mismo movimiento frente a las
posibilidades totalitarias de las tecnologías de la información: Si el hacking busca
liberar la información (¡¡La información quiere ser libre!!) como forma de minar el
poder de su concentración por parte de los grandes grupos de poder, el cifrado y la
criptografía protegen al individuo de estos mismos poderes en su intento de violar la
intimidad para aumentar su poder de control social.
Es decir:
«Internet, como red distribuida, ofrece de modo efectivo numerosos modos de
explotar la identidad individual y también una nueva manera de contrarrestar el peso de
las instituciones: no individualizándolas, sino institucionalizando el individuo. Suena
retorcido, pero no lo es. Podemos publicar y llegar a un público afín (construyendo por
tanto una identidad) sin tener un periódico, siendo periódico nosotros mismos en la web.
Si, por una parte, hemos visto cómo algunos visionarios han querido ob-
servar en el Ciberespacio una herramienta para cambiar el mundo, una utopía
aplicada que, dependiendo de la voluntad del hombre, emancipará nuestra
existencia de la tiranía de las instituciones presenciales y de su coacción, otros
teóricos han visto la utopía dentro del propio Ciberespacio. Se trata de una
visión tecnocéntrica y autoproclamada como a-ideológica, aunque, como
bien se nos advertirán desde posiciones más críticas como la de Díaz
Nosty (1997), el «paradigma digital» constituye en sí una ideología, es decir,
sería un discurso político que ocultaría una visión parcial del fenómeno tec-
nológico y favorecedora de determinados intereses, especialmente en el ámbi-
to económico.
Es la tecnología la que nos llevará a una nueva forma de vida, inevitable-
mente. Otorgan al fenómeno tecnológico un estatuto autónomo: Internet y,
sobre esta plataforma, el Ciberespacio, actúan como un gran «cerebro mun-
dial» cuyo crecimiento resulta imparable y positivo y solo nos resta —a las
personas— sumarnos al fenómeno.
Al albur del desarrollo de la tecnología que la hacía posible, especialmente
en el ámbito geográfico donde surge y evoluciona (Sillicon Valley) y en torno
a las investigaciones del MIT (Massachussetts’ Institute of Technology), el
La génesis del Ciberespacio
Por tanto, nuestro pensamiento, nuestro cerebro, está conectado a una pró-
tesis externa que amplía sus capacidades. Es en este sentido en el que De
Kerckhove habla de «inteligencia conectiva» e «hiperpensamiento» (hyperthin-
king), entendido como un proceso siempre abierto de autoevaluación continua:
«El proceso de hiperpensamiento debería ser participado por un grupo de per-
sonas. Yo me podría beneficiar de las entradas desordenadas provenientes de otros
cerebros aparte del mío, pero el desorden debería tener un mínimo de control.» (De
Kerckhove, Derrick: «Psychotechnologies: interfaces of language, media and mind»:
http://www.siptech.it/psychotec.html).
2
http://www.wired.com/wired/archive/13.08/tech.html
La génesis del Ciberespacio
forma de pensar (búsqueda perfecta, memoria total) y una nueva mente para la
antigua especie. Era el comienzo.» (Trad. propia; 2005).
Antes de describir las visiones que, acerca del Ciberespacio, se han diseña-
do desde enfoques socialdemócratas o críticos, es necesario realizar unas bre-
ves precisiones sobre esta corriente ideológica cuya vigencia ha sido amplia y
profundamente debatida en las últimas décadas. Sin duda, la aparición de un
factor de modificación social como es Internet —vinculado a la emergencia
de la globalización y de la economía informacional— ha podido acelerar la
crisis conceptual de la socialdemocracia, pero esta puesta en cuestión teórica
es anterior a la irrupción del Ciberespacio.
El concepto de socialdemocracia empieza a ser cuestionado a mediados de
los ochenta, con el progresivo agotamiento del Estado del Bienestar en un
contexto de creciente globalización y desregulación de los mercados, que
provocó en los Gobiernos la consiguiente necesidad de recortar gastos públi-
cos y promover economías más competitivas. Si los ataques más directos a la
Ciberespacio como aglutinador social: «hacia lo común»
actuación del Estado para garantizar esa autonomía del sujeto, algo que no
ocurre en el mercado libre y desregulado. Frente a las teorías neoliberales
basadas en el consumidor, las teorías republicanistas recuperan la noción de
«ciudadanía» y de espacio público compartido.
En este sentido, como señala Daniel Innerarity, el republicanismo reivin-
dica una «idea de ciudadanía según la cual los miembros de una sociedad no
solo tienen derechos, sino unos deberes que van más allá del mero respeto
hacia los derechos de los demás, un cierto compromiso en relación con los
intereses de la sociedad en su conjunto» (2006, p. 25). El republicanismo rea-
signa el concepto de lo público a la totalidad de la sociedad, impregna a la
ciudadanía de sentido de Estado, instándola a participar activamente en los
debates, y reclama una «democracia deliberativa» que conciba el espacio pú-
blico como un lugar para el debate donde se pueden formar opiniones, y no
solo se manifiesten donde las opiniones previamente consolidadas.
Estas teorías participativas hablan de un poder descentralizado, horizon-
tal, capaz de hacer colaborar a los movimientos ciudadanos, instituciones y
empresas, en un juego que no es exclusivamente de poder, sino cooperativo.
Emerge y se consolida el concepto de «gobernanza» como forma de gobier-
no capaz de mirar a medio y largo plazo, de integrar en sus decisiones la
participación ciudadana, y sobre todo, una forma de gobierno «responsable»
en el sentido amplio del término, que contempla las consecuencias impre-
vistas o no deseadas de sus acciones y tiene en cuenta la noción de «sosteni-
bilidad».
Se busca un espacio público capaz de gestionar la diversidad como un
todo, sin limitarse a dirimir los intereses privados y particulares: se trata, en
definitiva, de una vuelta a lo público, pero no desde el Estado fuerte y centra-
lizado de la socialdemocracia clásica, sino desde una ciudadanía activa y di-
versa, una sociedad heterogénea y basada en el conocimiento mutuo, la laici-
dad y el respeto a los demás, dentro de un sistema de leyes iguales para todos.
En este sentido, muchos actores políticos empiezan a ver en Internet un
posible aliado para ese proyecto de republicanismo participativo, un foro
abierto a esa «democracia deliberativa», inspirada en las teorías radicales cy-
berpunks y hacker, pero alejadas de todo propósito neoliberal de descompo-
sición de la política entendida como estructura legal y sostén cívico.
La génesis del Ciberespacio
Fenómenos como las redes sociales, los blogs, los foros, las páginas de candi-
datos o webs-sites mediante las cuales los partidos pueden hacer públicos sus
argumentos y programas, y al mismo tiempo recibir las aportaciones de los
ciudadanos y/o someter a valoración pública sus propuestas, irán en la línea
con un modelo horizontal que refuerza la visión ciber-democrática de la so-
cialdemocracia, si bien desde esta perspectiva existen varios temores que con-
viene tener en cuenta. Por tanto, antes de seguir y describir las propuestas
utópicas acerca del Ciberespacio provenientes de la socialdemocracia, vamos a
glosar los temores que desde esta concepción se vierten a modo de adverten-
cia de cara al futuro de los usos de la tecnología:
—— En primer lugar, algunos socialdemócratas se preocupan por la propiedad
de las redes, y sostienen que el Ciberespacio, lejos de ser un espacio auto-
generado (autopoiético), está controlado por los poderes económicos.
Quién de manera más vehemente ha expuesto esta tesis ha sido Javier
Echeverría:
«Mantendremos la tesis de que Telépolis está en una situación neofeudal.
Contrariamente a quienes piensan que Internet realiza el ideal de una democracia
directa y global, en la que los ciudadanos participan de manera directa en el gobierno
a través de la nueva ágora electrónica, en esta obra se afirma que, en su situación actual,
las decisiones principales concernientes a la construcción de dicha urbe telemática
escapan por completo al control de los telepolitas, es decir, de los/as ciudadanos/as de
Telépolis.» (Echevarría, 1999, p. 173).
Por su parte, los sociólogos suecos Jan Soderqvist y Alexander Bard aler-
tan sobre el mismo peligro con otros términos, y hablan de la nueva clase
social dominante en la era del informacionalismo, la «netocracia», afir-
mando de ella que «juega irrespetuosamente con las vacas sagradas de la
burguesía: la identidad individual, la responsabilidad social, la democracia
representativa, el proceso legislativo, el sistema bancario, los mercados de
valores, etc.» (Soderqvist, Jan, y Bard, Alexander, 2003, p. 39).
—— Otra alerta lanzada a menudo desde la izquierda sería que el Ciberespacio
se convirtiese en una réplica automática, y más potente, del mercado, una
especie de enorme salón de subastas o «Casino global», en la expresión de
Manuel Castells. Fenómenos como la especulación o las transferencias
fantasmas de dinero provocarían que el Ciberespacio no se construyera
como espacio público mundial, sino como lugar donde se barajen y donde
La génesis del Ciberespacio
—— otras más liberales, que defenderían que la acción humana libre es capaz
de generar, por sí misma, y sin ayuda de la intervención de ningún Estado
providencial, un espacio público de convivencia.
Por su parte, Bernardo Díaz-Nosty, como veremos, critica el acogimiento
acrítico del nuevo «paradigma digital» discurso hegemónico que supuestamen-
te describe un fenómeno neutro o aparentemente carente de ideología. Sin
embargo, analiza cómo detrás del discurso de optimismo entreguista a Internet
subyace una visión ideológica que pugna por ser hegemónica. Su propuesta
pasa por proyectar una mirada crítica hacia el nuevo fenómeno tecnológico,
partiendo del principio de que, como ocurre con la creación de cualquier nue-
va estructura de base material, no es neutra, sino que tiene implicaciones so-
ciales y encubre intereses económicos, políticos, ideológicos, etc.
podría generar una autoridad propia, pero a su vez, en paralelo o en una segun-
da fase, no es descartable que la existencia de esa autoridad en Internet ponga de
manifiesto la necesidad de adoptar una visión política común en otros temas, tal
vez sobre supuestos más amplios que los de la ONU.
Este último Estado, como propone el propio Javier Echevarría, supondría
la realización internacionalista ilustrada del proyecto kantiano que culmina-
ría el ideal cosmopolita. Según este autor,
«… la modernidad encuentra en el tercer entorno un nuevo espacio social en el que
volver a poner en práctica su programa universalista de progreso científico, económi-
co y tecnológico, dominio de la naturaleza y control de las personas, teniendo, eso sí,
que reformular dicho proyecto.» (1999, p. 408).
lista chino Falung Gong, integrado por millones de adeptos y que desafiaron
al poder del Partido Comunista, las experiencias «hackeractivistas» en multi-
tud de conf lictos, como el palestino-israelí (en varias ocasiones hackers pro-
palestinos de todo el mundo han saboteado páginas web pro-israelíes o nor-
teamericanas) son ejemplos de esta nueva ágora abierta a todo tipo de nuevas
inquietudes y movimientos ciudadanos posibilitados por el Ciberespacio.
Según el propio Castells, por consiguiente, el Ciberespacio pasaría de ser
un medio a formar parte, como señalaba McLuhan, del propio mensaje. Es
decir, el Ciberespacio hace posible el mensaje al sentar las bases de una nueva
realidad social y comunicacional, inédita hasta la aparición de esta tecnología:
«Internet no es tan solo una herramienta útil que se puede utilizar simplemente
porque está ahí, sino que además se adapta a las características básicas del tipo de
movimientos sociales que están surgiendo en la era de la información. Como estos
movimientos encontraron un medio de organización apropiado, se fueron desarro-
llando y abrieron nuevas vías para el cambio social que, a su vez, potenciaron el papel
de Internet como su medio preferido.» (2003, p. 181).
tica desde abajo. Como señala Castells, lo óptimo, y lo posible, dentro de una
descripción utópica de la función política del Ciberespacio, será que «en lugar
de que el Gobierno vigile a las personas, las gente podría vigilar a su Gobierno,
algo a lo que deberían tener derecho, ya que en teoría el poder reside en el pue-
blo.» (2003, p. 200).
El panóptico de Michel Foucault se da la vuelta a sí mismo. Es el ciudada-
no quien observa y fiscaliza ahora al poder, y no la inversa. Sin embargo, esto
no es más que una proyección, una utopía, que contrasta con la realidad sobre
la que Castells nos alerta:
«Los gobiernos, a todos los niveles, utilizan Internet principalmente como tablón
de anuncios electrónico para publicar su información, sin realizar un verdadero
esfuerzo de interacción real. Los representantes parlamentarios suelen tener sus pro-
pios sitios web pero no les prestan demasiada atención, ni en el diseño ni en las res-
puestas a las peticiones de los ciudadanos. Los empleados de sus gabinetes responden
por ellos, más o menos del mismo modo que lo hacían anteriormente con el correo
convencional.» (2003, pp. 200-201).
1. Abundancia
Sobre el primer mito, «la abundancia», Díaz-Nosty señala que bajo la apa-
rente fecundidad de informaciones, canales y medios, el mito de la abundan-
cia oculta varias disfunciones. Una se centra en el efecto que esto tiene sobre
la práctica periodística, y se basaría en que la dinámica del f lujo informativo
deja de depender del lado de la producción, con sus obligadas exigencias de
elaboración, para depender de un consumo que se antoja ilimitado y conti-
nuo, que ejerce una presión insoslayable y modifica las pautas periodísticas
clásicas basadas en las dinámicas temporales tradicionales. Además, fuera ya
del ámbito del periodismo, la abundancia informativa por el lado de la oferta
se enfrenta a las características biológicas del sujeto, cuya capacidad de absor-
ción de información es limitada. Díaz-Nosty se apoya en la aportación de
autores como Dupuy (1980) o Mosco (1986) para señalar que la abundancia
de información puede suponer menos información organizada, un deterioro
del sentido y de la calidad de los contenidos.
2. Transparencia
Sobre la transparencia, Díaz-Nosty nos señala que se trata de un «predica-
do de carácter ideológico, ya que expresa, en términos políticos, la contribu-
ción de la tecnología de la información a la construcción de esa gran casa de
cristal, absolutamente diáfana, que acoge la sociedad utópica de Wiener.»
(1995, p. 19). El autor se cuestiona la licitud de considerar el espacio digital
como un espacio público homologable a un parlamento democrático, que
supondría estar realizando una peligrosa transferencia desde un ámbito públi-
co y legítimo de decisión a otro informal bajo el que se cobijan intereses pri-
vados.
3. La ubicuidad/globalidad
La ilusión de la ubicuidad o de dominar, en cierta manera, el espacio físi-
co natural, de superarlo mediante la técnica, es, según Díaz-Nosty, uno de los
vectores del paradigma digital que reproduce la pretensión recurrente de la
práctica totalidad de avances e innovaciones en el ámbito tecnológico. El
autor establece dos niveles de análisis en los que se bifurca esa nueva realidad,
el técnico y el discursivo. En el discursivo —el plano ideológico—, Díaz-
Nosty apela a la construcción del sentido último inducido por los avances
Ciberespacio como aglutinador social: «hacia lo común»
4. La instantaneidad
Junto a la ilusión del dominio espacial, la del dominio temporal, enmar-
cada dentro del objetivo clásico de todos los avances de las tecnologías de la
información: llegar al receptor en tiempo real, equiparando simultáneamente
lo que sucede, el acontecer, con su relato. El autor subraya la naturaleza «vir-
tual» de esta sensación que puede ser inducida a través de la simulación artifi-
cial de escenarios, a los que se puede viajar retrospectivamente o adelantándo-
se a un futuro hipotético.
5. Interactividad
Por último, la interactividad, sobre la que Díaz-Nosty señala:
«… hablar de interactividad es, una vez más, hablar de las simulaciones. La interacti-
vidad, como virtud comunicativa, dialogante, oculta o puede ocultar las tendencias de
aislamiento individual, esa especie de transferencia de los vínculos de vertebración
social desde el plano del entorno humano, a través de la amistad, la identidad colec-
tiva, la solidaridad, el afecto, una cultura específica, etc., a la representación de los
entornos a través de las tecnologías de la información.» (1995, p. 24).
los años 90 donde surgieron las primeras tecnológicas (las denonimadas punto-
com), impulsadas por la emergencia de un capital riesgo interesado en invertir
en un sector novedoso de rápido crecimiento. Cierto es que muchos de estos
proyectos fracasaron, pero los que triunfaban producían unos beneficios tan
ingentes y rápidos que mantuvieron viva la espiral hasta que su sobrevalora-
ción bursátil hizo estallar la burbuja que produjo la crisis de las tecnológicas.
Las causas y los efectos del auge y declive de las tecnológicas, que comienza
en el año 2001, así como sus consecuencias en el mercado financiero y en la
economía han sido ampliamente estudiadas y se escapan al objetivo de esta
investigación, pero sí convenía dar cuenta de este fenómeno.
La segunda y más consolidada manera de observar al Ciberespacio desde
una perspectiva liberal (o neoliberal) consiste en verlo, no como un fin en sí
mismo (visión tecnocéntrica), sino como un medio (visión instrumental),
como un gran bazar o hipermercado global. Es decir, una especie de ilimita-
do anunciador de dimensiones planetarias capaz de acelerar, simplificar y sin-
tetizar el proceso continuo de adecuación y satisfacción entre la oferta y la
demanda y de integrar los mercados.
Sería, siguiendo a Van Dijk, el «Modelo de mercado» (1999), que precisa-
ría, por una parte, un sistema seguro y de garantías internacionales para las
transacciones, y un sistema logístico desarrollado para hacer real ese f lujo eco-
nómico de bienes y servicios; y por otra, una progresiva eliminación de trabas,
aranceles y barreras comerciales entre países y áreas económicas. Regulación y
desregulación, más seguridad en las transacciones a cambio de más libertad de
intercambio entre diversos mercados, sería el efecto paradójico de la aparición
de las redes en la economía mundial, en un contexto de globalización.
Dentro de este marco, el consumo y la cultura del consumo sería un proce-
so homogeneizador, una nueva ideología e instrumento de socialización que
impregnaría las nuevas tecnologías de la comunicación y se expandiría a través
de éstas. El Ciberespacio es, esencialmente, un «mercado global», visitado por
millones de «consumidores globales» que tienen acceso a los mismos productos.
Según Gilles Lipovetsky, en la era posmoderna,
«… el consumo es una estructura abierta y dinámica: desembaraza al individuo de los
lazos de dependencia social y acelera los movimientos de asimilación y de rechazo,
produce individuos flotantes y cinéticos, universaliza los modos de vida a la vez que
permite un máximo de singularización de los hombres.» (Lipovetsky, 1986, p. 112).
La génesis del Ciberespacio
¿Cómo afecta esta emergente economía global, facilitada por las TIC, a la
política y a la sociedad? Para Ohmae, el Ciberespacio y las TIC son un instru-
mento útil a la hora de modernizar el concepto de administración y agilizar la
política, siempre al servicio de la economía. Un gobierno debe ser conse-
cuente con el nuevo contexto en el que opera: un «continente invisible» con
unos ciudadanos llamados «ciberitas».
La antigua burocracia no es competitiva, ralentiza los trámites y puede ser
sustituida por servicios telemáticos basados en plataformas TIC. Los gobier-
nos del siglo xxi se parecen más a una empresa: son ágiles, se ponen metas a
corto y medio plazo dentro de una visión estratégica de largo alcance:
La génesis del Ciberespacio
«Los gobiernos del futuro que quieran seguir siendo dinámicos y competentes
(…) han de perseguir el objetivo de facilitar, en lugar de frustrar. También deben con-
siderar el tiempo de una forma nueva, diferente. El servicio público de cualquier país
debe estar preparado para trabajar más en proyectos a corto plazo con metas identifi-
cables, en lugar de entrar en un régimen de empleo permanente.» (2005, p. 298).
Hasta ahora hemos visto y analizado las teorías y las perspectivas liberales,
tanto económicas como sociales, que ven en el Ciberespacio un lugar de avance
de la libertad, tanto económica como civil. Pero, ¿han existido políticas libera-
les para convertir al Ciberespacio en ese mercado o ese lugar de tránsito para
individuos libres y autónomos? Sí, fundamentadas en la asunción del informa-
cionalismo como nueva forma de capitalismo e impulsoras de las denominadas
«autopistas de la información» como infraestructura de desarrollo económico.
Por lo general, todas estas iniciativas surgen al albur de la decisión de la
Administración Clinton en 1993 de crear una Infraestructura Nacional de la
Información (NII) para cuya creación la NTIA (Administración Nacional de
Telecomunicaciones e Información, por sus siglas en español) elaboró un in-
forme en 1993 titulado «La infraestructura nacional de la información: plan
de acción» (www.ntia.doc.gov/ntiahome) inspiradas en el documento elabo-
rado en 1994 por Esther Dyson, George Goder, Gerge Keyworth y Alvin
Toff ler en el seno de la Fundación Progress & Freedom(www.pff.org). El
documento se tituló «Cyberespace and The Americcan Dream: A Magna
Carta for the Knowledge Age» («Ciberespacio y el sueño americano: Una
Carta Magna para la Era del Conocimiento»).
5
Op. cit.: «La sociedad abierta permite probar, equivocarse y corregirse. Pero, ¿y si nadie intenta ya recorrer nuevos caminos?
¿Y si la apatía acaba reemplazando a la participación activa en la vida de la comunidad?», p. 29.
La génesis del Ciberespacio
Sin embargo, todas estas teorías no se hacen una pregunta sobre la que los
marxistas o neomarxistas insistirán una y otra vez: ¿quién produce los bienes
materiales?, ¿dónde está el trabajo y dónde el capital?, ¿es el Ciberespacio una
máscara para una nueva disociación entre trabajo alienante y capital?
«… practica la lucha religiosa como una lucha ideológica. Wittemberg, la capital inte-
lectual del protestantismo alemán, fue un centro impulsor de hojas volantes y libelos,
impresos o manuscritos, que llevaron la crítica del papado a todos los confines de
Europa». (…) «El estudio de las técnicas empleadas por los propagandistas protestantes
alemanes revela intenciones muy certeras sobre la eficacia de la comunicación.»
(Vázquez-Montalbán, 1997, p. 65).
4
TEORÍAS HETEROGENEIZADORAS
conjunto social, que pasa de ser un ente acrítico, pasivo y de reacción inme-
diata (estímulo-respuesta) a una corpus complejo, diverso y activo.
huir. Según Zizek: «¿Qué es, entonces, la Matrix? Simplemente lo que Lacan
llamó el «gran Otro», el orden simbólico virtual, la red que estructura la rea-
lidad para nosotros. El gran Otro tira los hilos; el sujeto no dice, el sujeto «es
dicho» por la estructura simbólica. Este gran Otro es el nombre de la sustan-
cia social, a causa de ello el sujeto no domina nunca totalmente los efectos de
sus actos; su actividad siempre es algo más de lo que había perseguido o anti-
cipado.» (Ibídem).
Desde esta perspectiva lacaniana, también se podría observar el
Ciberespacio con el esquema de Internet propuesto por Van Dijk: las redes no
son sino un laberinto simbólico que dice al sujeto, que crea opciones y rami-
ficaciones pero que, a su vez, limitan la libertad del individuo, lo define, lo
dice, lo estructura y lo aísla.
En su crítica materialista, los marxistas ven el Ciberespacio como repro-
ducción del mercado que termina siendo una plataforma no para la creación
de vínculos sociales, sino para la desintegración de los mismos, al someter
cualquier tipo de relación o intercambio de información al interés atomizador
del mercado, disolviendo nuestra autonomía personal y nuestra libertad en el
molde del consumidor pasivo que se mueve según el esquema estímulo-res-
puesta behaviorista que, mediante el determinismo psíquico, daba forma al
concepto de alienación.
Por tanto, sobre todo en las perspectivas críticas o negativas, hay que tener
en cuenta que el proceso de atomización y masificación, lejos de ser opuestos,
son concomitantes. Es en la sociedad de masas donde el individuo es absorbi-
do por la cultura dominante y aparca su naturaleza ciudadana para convertir-
se en un número más al servicio del Estado, el mercado o el orden simbólico
dominante.
Subyace, en las críticas de raíz marxistas al Ciberespacio, tanto en su ex-
presión simbólica y superestructural, como en su realidad material, una críti-
ca frente al discurso del positivismo tecnológico. Portillo y Saéz reproducen
esta desconfianza en los «usos» de la tecnología:
«Este horror vacui del discurso tecnológico conecta directamente con el mismo
horror al silencio que padecemos los seres humanos, y esta comunión permite a la
ciencia institucional reclutar sus fieles. El lugar del vacío, el silencio, es el momento
donde puede aparecer la angustia, donde se puede sospechar que la comunicación
total del sujeto con el mundo no es posible. La ciencia no solo no calla, sino que
La génesis del Ciberespacio
tampoco pregunta a ese sujeto. Esto nos enfrenta al reto de repensar una ciencia que
se interese por la subjetividad y sus paradojas.» (Portillo y Sáez, en http://www.
hartza.com/ciber.html).
4.1.2. Distopías neorrealistas
orden alienado: «“Il n’y a pas de hors texte” ya que las realidades con las que
se nutre la política, y las formas de manipularlas, son inseparables de las estrc-
turas discursivas y sistemas de significación, o lo que Derrida llama “el texto
global”.» (Culler, 1984).
El tradicional pensamiento dialéctico y negativo no puede comprender el
fenómeno que se basa en la positividad total, en la creación constante del
mundo simbólico por sí mismo: «¿Qué puede el pensamiento crítico, el pen-
samiento negativo contra el estado de denegación? Nada. Para pensar los fe-
nómenos extremos, tiene que convertirse él mismo en fenómeno extremo». Y
unas líneas más abajo, Baudrillard propone: «Hay que ser más hiperreal que lo
real, más virtual que la realidad virtual. Hace falta que el simulacro del pen-
samiento corra más que los demás. (…) Ya no luchamos contra el fantasma de
la alienación, sino contra el de la ultra-realidad.» (Baudrillard, 1996, pp. 93-
94). La realidad se busca a sí misma en un proceso de fragilidad ontológica que
la conduce a la necesidad de una autoafirmación constante. De ahí proviene la
densidad simbólica, el «horror vacui» que describe Gilles Lipovetsky en La era
del vacío (Lipovetzsky, 1986).
Lo que está en juego en todas estas críticas es la identidad del sujeto, el
sujeto como marca del discurso, que desaparece en un entramado de símbolos
que dicen al sujeto, en lugar de ser dichos por él. Si el signo era el espacio de
comunión entre el significante y significado, el símbolo efímero y digital de
ahora empieza y termina en sí mismo, reproduce su propia realidad —la crea-
da por él—, es recursivo y solo se relaciona, en todo caso, con otros símbolos,
conformando constelaciones virtuales. En este punto, la comunicación, mul-
tiplicado su imperio por la hegemonía tecnológica de los medios de masas,
convierte al mundo en «texto global» lo que, paradójicamente, y dada la auto-
nomía que cobra el proceso comunicativo, como nos señala Vattimo, no pro-
duce un aumento en la auto-transparencia de la sociedad:
«En lugar de avanzar hacia la autotransparencia, la sociedad de las ciencias huma-
nas y de la comunicación generalizada parece orientarse a lo que de un modo apro-
ximado se puede denominar “fabulación del mundo”. Las imágenes que nos ofrecen
los media y las ciencias humanas, aunque sea en planos diferentes, constituyen la
objetividad misma del mundo y no solo interpretaciones diversas de una realidad de
todos modos “dada”.» (Vattimo, 1990, pp. 107-108).
La génesis del Ciberespacio
Los críticos culturales y los teóricos de la identidad tienen, ante sí, el difícil
reto de redefinir el Ciberespacio como dispositivo del sujeto descentrado. Si
fue Michel Foucault el que analizó, a través de la noción de «microfísica del
poder» (Foucault, 1979), cómo la dialéctica dominación-resistencia se daba,
no entre clases sociales, sino entre sujetos dominados y los dispositivos, tecno-
logías y métodos disciplinarios del poder (como brazos de sujeción del «discur-
so»), fue también él quién habló de «resistencia», de la reapropiación de dichos
dispositivos, tecnologías y disciplinas por parte del sujeto para su autoafirma-
3
Sobre la centralidad de los debates en torno a la noción de cultural, apuntamos la aportación del antropólogo
Adam Kuper que en Cultura, La versión de los antropólogos (2001) hace un interesante recorrido por la historia de la
palabra cultura desde la Ilustración hasta el concepto de cultura «superorgánica» (que le sirve para dar paso a las pro-
puestas antropológicas de Geertz y Schneider). Señala que, a partir de la Ilustración, se pueden seguir dos grandes
corrientes intelectuales. Una, de origen francés, que defiende el concepto de «civilización» como construcción racio-
nal del nuevo hombre de la Ilustración y otra, de origen alemán, que como reacción enarbola el concepto de «cultu-
ra» como «alma de un pueblo». Kuper también habla sobre las limitaciones del uso de la noción de «cultura» como
categoría analítica de la ciencia social más que como fenómeno a explicar.
La génesis del Ciberespacio
ción, dando así lugar al nacimiento del concepto moderno de «identidad» (lo
mismo), que se basa en la noción derridiana de «diferencia» («differance»).
No es de extrañar que los críticos del Ciberespacio hayan querido ver en
este un «panóptico», es decir, un dispositivo disciplinario a la orden de un
«discurso» que lleva implícita la posibilidad de su reapropiación.
El sujeto, por tanto, es disciplinado por la exterioridad del discurso (el
texto del mundo) que impone el Ciberespacio, que representa al «gran Otro»,
pero también se afirma allí reapropiándose de la tecnología, reivindicándose
dentro del orden simbólico, diciéndose a sí mismo como sujeto incompleto,
inacabado, sexuado (o «barrado», como insiste Judith Butler siguiendo a
Lacan). La paradoja del Ciberespacio es que, en tanto que dispositivo de po-
der, produce un sujeto «productor» de sí mismo: la tecnología se convierte en
un arma para el reapropiamiento cultural, una prótesis para la indisciplina
identitaria y la generación de nuevos vínculos identitarios como manifesta-
ción o como «proceso comunicativo de negociación y producción de una
comunidad de significados, de texturas, de culturas...» (Fernback, 1999,
p. 205). Es, de partida, una «tecnología del yo» foucaultiana (Foucault, 1990),
a la carta, sin centro y diseminada, siguiendo a Derrida; hedonista, narcisista
(en el sentido especular del mito de Narciso), según Lipovetsky (1986). Como
señalan Bermúdez y Martínez: «Las comunidades entablan modos de interac-
ción cultural en el que las identidades se fabrican al compartir los f lujos de
mensajes e imágenes.» (Bermúdez, Martínez, 2001, p. 22).
El descubrimiento que adoptan de Foucault los estudios culturales fue
que, cuando analizaron la tecnología, no lo hicieron preguntando el qué del
fenómeno, sino el quién: quién está detrás de este dispositivo, quién está detrás
de esta institución, de esta construcción, de esta tecnología. Desenmascarando
al discurso —identificado con el «saber»— que ocupa el lugar del quién,
Foucault trazó toda una genealogía del poder y de la dominación. Sin embar-
go, con el Ciberespacio, la pregunta sobre el quién se vuelve circular. A la
interrogación, ¿quién habla?, siempre sucede la misma respuesta: el propio su-
jeto. No hay nadie detrás. Habla el lenguaje. Habla el hablar. El lenguaje, en
términos heideggerianos, es el ser, el acontecimiento donde puede darse el
hombre, en el que el hombre puede aconteder. En palabras de Vattimo:
«La relación del ser-ahí con el lenguaje, es más, en su típica estructura de depen-
dencia recíproca (el hombre habla de lenguaje, pero es el lenguaje que “dispone” de
Teorías heterogeneizadoras
Sin noción de un exterior con el que establecer una estrategia fija de per-
tenencias (país, religión, tradición, familia, pasado, paisaje, ideología) el suje-
to vive en un presente continuo sin coordenadas espacio-temporales estáticas,
sin clausura semántica, en un permanente hablar, decir, comunicar, como
puro acontecimiento del ser.
El campo referencial y simbólico es adaptable, abierto, interconectado,
f luido y laxo. Como señala Zygmunt Bauman,
«… así como el peregrino fue la metáfora más adecuada para la vida moderna preo-
cupada por la sobrecogedora tarea de la construcción identitaria, el paseante, el vaga-
bundo, el turista y el jugador proponen (…) la metáfora de la estrategia posmoderna,
motorizada por el horror a los límites y a la inmovilidad.» (Bauman, en Hall y Du
Gay, 2003, p. 53).
dos veces el mismo texto, porque la posición del sujeto ante el texto ha cam-
biado con respecto a la segunda vez y porque el texto «ya no es el mismo».
Pasamos, pues, de lo «textual» a lo «textil»: En este caso, no existe un su-
jeto fijo que lee textos cerrados, sino una identidad nómada, fraccionada, un
turista del sentido que reactualiza lo que lee y lo reescribe al leerlo. El texto,
el hipertexto (el más allá del texto), ha asesinado al «autor» y ha enterrado al
«discurso»: en la hegemonía de las prácticas textuales, la mirada se vuelve
múltiple y la identidad, en este caso microscópica, diseminada, contingente y
contextual, se define siempre ante su propia finitud: ante una frontera o mar-
ca, que a su vez da forma a otras «diferencias». El Ciberespacio teje un mundo
ilimitado de «similitudes» y «diferencias» en una red de identificaciones y
desidentificaciones infinitas y diseminadas. La identidad nunca se nutre del
significado, sino del «suplemento» del significado que, en último término, es
la superficie del texto: lo textil del texto.
Bajo este enfoque, el Ciberespacio supone el fin del sujeto: se modifica,
como había predicho Foucault, el concepto de «lo humano», como noción
medular de la identidad.
El «ser humano» universal, autónomo, portador de una naturaleza eterna
y unos derechos naturales o metafísicos, pero constituyentes, al fin ha desapa-
recido para dar lugar a la identidad infinitamente mutable y constituida por
categorías —identidades, marcas, labels— que se convierten en definitorias
del sujeto: «mujer», «negro», «homosexual», «vasco», «policía», «vegetariano»,
«veinteañero», «deprimido» o «lector de Shakespeare».
El sujeto, cuando ha de decirse, cuando está obligado a hablar de sí, des-
truye su humanidad —su abastracción— y observa su «differance», esto es, la
barra que lo escinde del «Otro», la prótesis o el suplemento que, a su vez, lo
vincula a otros sujetos. El sujeto es ahora una práctica textual, un nomadis-
mo, una estrategia simbólica descentrada, porque incluso su identidad es
siempre provisional, inverificable, transitoria y negociable. Esta posición del
sujeto no como principio del texto, sino como parte del mismo, ya la había
visto Roland Barthes, como nos señalan Christa y Peter Burger:
«No es este [el sujeto] el que aparece como el origen del texto, sino el lenguaje
mismo: “C’est la langage quie parle, ce n’est pas l’auteur”. El yo que escribe es el
sujeto de un acto enunciativo, una posición prevista en el lenguaje, no persona.»
(Burger, Christa y Peter, 2001, p. 298).
Teorías heterogeneizadoras
incluso un guetto tiene sus normas, su centro de decisiones) que queda desac-
tivada en el laberinto. Los poderes naufragan en este espacio porque el discur-
so es una y otra vez deconstruido, diseminado y fragmentado.
que fue impulsado primero con fines defensivos (Arpanet), luego académicos
y finalmente culturales y sociales, mediante la cultura hacker.
Desde entonces, han pasado muchas cosas y podemos preguntarnos qué
ha cambiado en la utopía libertaria y anarquista que estuvo en la génesis del
surgimiento del Ciberespacio. Los estados ven en la red un espacio para la
impunidad y el delito y buscan rebajar la libertad para aumentar la seguridad
nacional. En el nuevo espacio desterritorializado y anónimo —y a veces, anó-
mico— el Estado ha perdido el control sobre los f lujos comunicativos, econó-
micos o de otro tipo y busca recuperar terreno. Por ello, las tecnologías de
control estatal —la ciberpolicía, la legislación para acceder al contenido entre
comunicaciones— comienzan a desarrollarse poniendo en jaque el paraíso
prometido de libertad ácrata.
Otra amenaza para la libertad genética del Ciberespacio está en la crecien-
te ambigüedad ambivalente de los conceptos de lo público y lo privado. Como
explicamos en el capítulo dedicado al espacio del Ciberespacio, este constitu-
ye un ágora fragmentada que actúa como ente socializador y difumina las
categorías de primario (familia) y secundario (Estado) como focos clásicos de
socialización al insertar, en un mismo eje, las esferas de lo íntimo, lo privado
y lo público, hasta el momento físicamente separadas.
Esta creciente ambigüedad de los ámbitos de actuación plantea un proble-
ma legislativo al no quedar nítidos los terrenos de la libertad privada y la pú-
blica, y esta confusión se manifiesta claramente en los casos específicos de
transmisión de música, películas o incluso en la transferencia de imágenes de
pedofilia, ante los que la Justicia encuentra múltiples obstáculos legales y con-
ceptuales para su catalogación como delito y persecución posterior. Lo obvio
es que los Estados han decidido acortar el espacio de la privacidad y generar
mecanismos de control ante el vacío legal creado. Pero la capacidad tecnoló-
gica para perseguir el delito y ampliar el control sobre el Ciberespacio tiene su
reverso, pues también sirve para controlar a los individuos y restringir la li-
bertad inherente al medio. Es aquí donde los ciberanarquistas emprenden la
lucha contra esta nueva forma de control y dominación, con el fin de proteger
el Ciberespacio como lugar esencialmente libre donde ni la censura ni el con-
trol ni la vigilancia de los poderosos son posibles.
En este sentido, el ciberanarquista Phil Zimmermmann creó en 1991 el
sistema criptográfico PGP (Pretty Good Privacy), que permite a dos cibern-
La génesis del Ciberespacio
autas transferirse mensajes cifrados inviolables incluso para los programas más
sofisticados de desencriptación. Según Pierre Lévy,
«PGP pone en manos de cualquier individuo un poder (el secreto absoluto de la
comunicación) que era anteriormente privilegio exclusivo de los ejércitos más poten-
tes. Además, aparta a los ciudadanos del control de las comunicaciones (apertura de
cartas, escuchas telefónicas, interceptación de mensajes digitales) que todas las policías,
incluso las de los Estados más democráticos, han practicado y practican todavía.»
(Lévy, 2007, p. 179).
1. Entre las tecnologías de control se hallan las cookies que los sitios web
colocan automáticamente en los discos duros de los usuarios para identificar
sus movimientos. Cuando el ordenador se conecta, la cookie envía la informa-
ción al servidor del sitio web. También están los procesos de autentificación,
como los protocolos de transmisión de datos que se emplean en las compras
electrónicas.
2. Las tecnologías de vigilancia, según Castells, se basan en la identifica-
ción para poder localizar al usuario individual:
«… interceptan mensajes y colocan marcadores que permiten rastrear los flujos de
comunicación desde un determinado ordenador y controlar la actividad de la máqui-
na día y noche. Pueden identificar un servidor en el origen de un mensaje. Entonces,
mediante la persuasión o la coacción, los gobiernos, las empresas o los tribunales
pueden obtener del proveedor de servicios Internet la identidad del potencial sospe-
choso.» (op. cit., p. 221).
blica el portal. Por otra parte, WikiLeaks usa una versión modificada del
software de MediaWiki3 y su servidor principal está alojado en el ISP sueco
PRQ. Para proteger el anonimato de sus informantes, WikiLeaks utiliza
OpenSSL, Freenet, Tor y PGP.
El surgimiento de WikiLeaks se incardina en el contexto de la post guerra
de Irak y de Afganistán, con las restricciones a la libertad individual y el tra-
tamiento de datos privados impuestos por la Administración Bush con la
coartada de la seguridad nacional. En esa coyuntura, a finales de 2006 el pe-
riodista australiano Julian Assange funda el portal WikiLeaks, que desde 2007
empieza a filtrar documentos hasta el momento secretos de gobiernos y otras
organizaciones.
Según dice la propia organización en su página web, se inspiran en el
Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humano:
«It states that everyone has the right to freedom of opinion and expression; this right inclu-
des freedom to hold opinions without interference and to seek, receive and impart information
and ideas through any media and regardless of frontiers. We agree, and we seek to uphold this
and the other Articles of the Declaration.
Establece [el artículo 19] que todo el mundo tiene derecho a la libertad de opi-
nión y expresión; este derecho incluye la libertad de mantener opiniones sin interfe-
rencias y de buscar, recibir y divulgar información e ideas a través de cualquier medio
y más allá de toda frontera. Estamos de acuerdo, y procuramos defender este y otros
artículos de la Declaración.» (https://wikileaks.org/About.html).
De esta manera, Julian Assange y WikiLeaks han sido defendidos por po-
siciones tan, en principio, opuestas, como la del congresista republicano por
Texas Ron Paul o el presidente de Ecuador, Rafael Correa. Y criticado por
Obama o Sarkozy. Otras críticas, como la del periodista hispano-ruso Daniel
Estulin (autor de «Desmontando Wikileaks») inciden en que Wikileaks sería
un montaje con el que se pretende poder establecer la censura en Internet,
justificándola por razones de seguridad y orden público.
Junto al fenómeno de WikiLeaks han surgido otros casos de posible lucha
ciberanarquista, siendo el más destacado el caso Snowden.
En junio de 2013, el entonces agente de la CIA, Edward Snowden, filtró a
los periódicos The Guardian y The Washington Post documentos clasificados
como alto secreto sobre varios programas de la NSA, incluyendo los programas
de vigilancia masiva PRISM y XKeyscore. Posteriormente, huyó de Estados
Unidos, que lo persigue al atribuirle delitos contra la seguridad nacional.
Sobre las motivaciones que animaban a Snowden, The Guardian ofrece
algunas pistas: describe a Snowden como alguien apasionado por la privacidad
y señala que su ordenador portátil está adornado con pegatinas de organiza-
ciones que apoyan la libertad en internet, como la Electronic Frontier
Foundation (EFF) y el proyecto Tor.
Sobre este proyecto, cabe destacar que se trata de una red de comunica-
ciones distribuida de baja latencia y superpuesta sobre internet, que permite a
los usuarios comunicarse sin revelar su identidad. Esta red funciona a partir de
un conjunto de organizaciones e individuos que aportan su ancho de banda y
poder de procesamiento. Según los documentos filtrados por el propio
Edward Snowden en 2013, la Agencia de Seguridad Nacional de Estados
Unidos (NSA) habría, supuestamente, logrado «romper» Tor y así descubrir
las identidades de los usuarios que buscan el anonimato.
Terminar con las reglas que protegen supuestos privilegios de las indus-
trias culturales, como expresión del capitalismo global, es uno de los objetivos
del movimiento copyleft. El término surge en las comunidades de software
libre, apadrinado por el programador Richard Stallman en 1984, y, según
explica Cesar Rendueles en «Sociofobia», «no es un hecho trivial. Las carac-
La génesis del Ciberespacio
5
EL PARADIGMA SISTÉMICO-CONSTRUCTIVISTA
5.1. EL POSITIVISMO
sistema tendente al equilibrio. Para descubrir las leyes que rigen este equili-
brio, se ha de utilizar un método lógico experimental basado en la observa-
ción y la inferencia lógica.
El equilibrio del que habla Pareto es dinámico, las fuerzas internas reac-
cionan contra las externas, compensándolas y evitando el desequilibrio y el
desorden. Esta noción será el antecedente más directo del concepto de ho-
meostasis. De sustrato sistémico, será también el concepto de «óptimo de
Pareto», aplicado por este pensador a la economía, según el cual una situación
es mejor que otra cuando ella no disminuye a nadie, pero mejora a alguno, es
decir, que una situación será mejor que otra solo si en la nueva podemos com-
pensar las pérdidas de todos los perjudicados... y queda un sobrante, con lo
que su análisis económico está impregnado también de un enfoque sistémico.
El concepto de autopoiesis
El cambio de enfoque que plantean los biólogos chilenos Humberto
Maturana y Francisco Varela, se materializa mediante el concepto central de
La génesis del Ciberespacio
El sistema autopoiético, por ser cerrado y por producir los elementos que lo
componen, es incompatible con la noción de control, tan capital en la ciberné-
tica. La diferencia radical con la Teoría General de Sistemas es que los sistemas
autopoiéticos no solo se organizan a sí mismos (autoorganizados) sino que se
producen a sí mismos, que es el verdadero proceso de la autopoiesis, generando
los propios elementos que lo componen. Mientras para Bertalanffy los sistemas
son abiertos al intercambio de información y cerrados al intercambio de ener-
gía, para Maturana es a la inversa: los sistemas permanecen cerrados al inter-
cambio de información, y solo pueden intercambiar energía con su entorno.
En cuanto a los sistemas sociales, Maturana señala que están integrados
por personas que tienen como vínculo la aceptación y el reconocimiento mu-
tuo que se resumen en el amor, como emoción básica de todos los fenómenos
sociales. Maturana señala que cualquier sistema que no esté basado en esta
emoción, será un sistema productivo o de poder, que instrumentaliza a los
individuos y los somete, donde lo que se persigue será el lucro o el control,
pero no constituirá un sistema social.
Maturana rechaza que sus teorías pertenezcan al campo del constructivis-
mo radical, pero sí han inf luido en las teorías de Von Foerster y otros autores.
EVOLUCIÓN TEÓRICA
Relación Funcionalidad
Teoría Operación
con entorno del sistema
Bertalanffy Tª G Sistemas Totalmente abiertos Neguentropía/equilibrio Homeostasis
inputs/outpus
N Wiener Cibernética Abiertos a información Feedback (entropía nega- Morfostasis
tiva)
Maruyama Cibernética de segundo Abiertos a información Entropía positiva Morfogénesis
orden Cerrados a energía
Ashby Cibernética de segundo Abiertos a información Selección Reducción de la com-
orden Cerrados a energía plejidad, viabilidad
Von Foerster Constructivismo Cerrados a informa- Observación Autoobservación
ción
Maturana Constructivismo radical Cerrados solo abierto a Experiencia/Distinción Autopiesis
la energía
5.11. TALCOTT PARSONS
1. Que la sociedad está compuesta por hombres concretos y por sus relaciones
entre sí.
2. Que la sociedad se establece a través del consenso.
3. Que las sociedades son unidades regionales con una base político-territorial
definida, basada en la nación.
4. Que las sociedades pueden observarse desde el exterior.
Siguiendo la tesis del sentido como aspecto selectivo central del sistema
social, la comunicación diferencia entre dos tipos de selección: la «informa-
ción» (tema, contenido) y la «expresión» (acción de comunicarlo). La «infor-
mación» (Information) hace referencia al sistema o a su entorno; la «expresión»,
o «dar a conocer» (Mittelung), por su parte, es la acción que hace posible la
reproducción autopoiética del sistema.
Ambos aspectos cooperan constituyendo una unidad que hace posible la
comprensión (Verstehen), elemento fundamental de la comunicación, sin cuya
participación se quedaría en un sistema de meras percepciones. La compren-
sión (Verstehen) de la comunicación requiere la participación de la conciencia
—sistema psíquico— que, como hemos visto, está acoplado estructuralmente
al sistema social —acoplamiento operativo o estructural— y hace posible el
sentido. Ambos sistemas son autopoiéticos, autorreferenciales y cerrados, pero
se gatillan mutuamente.
Los dos sistemas se acoplan en el proceso comunicativo que presupone dos
agentes, Alter y Ego, que, en su relación comunicativa, generan expectativas
acerca del otro y acerca de las expectativas del otro (expectativas de expecta-
tivas, o doble contingencia):
«Las expectativas se construyen con referencia a identidades estables, como
objetos, individuos, valores conceptos, normas. Es posible observar expectativas
simples...
Se espera que Alter, contrariamente al asfalto y los árboles, sea capaz de seleccio-
nes propias. De un Alter capaz de escoger se debe esperar variabilidades e imprevisi-
bilidades. Es necesario formar expectativas de selecciones contingentes e imprevisibles
por parte de Alter: esta expectativa de selectividad imprevisible amplifica los riesgos
existentes en la contingencia del mundo, que se vuelve doble contingencia. Alter es
libre de variar y, por lo tanto, puede también equivocarse o engañar a Ego.
El paradigma sistémico-constructivista
Los medios de masas son, por tanto, un factor de estímulo social constante:
Los medios aumentan la capacidad de estimulación de la sociedad y con ello su
capacidad de procesar más información. O todavía con más exactitud: aumentan la
complejidad del entramado del sentido, en el que la sociedad responde a la estimula-
ción mediante distinciones autoproducidas.» (Luhmann, 2000, p. 127).
quiénes son los buenos y quiénes los malos: «La moral necesita claramente,
para rejuvenecerse, del escándalo; necesita de los mass media y en especial de
la televisión» (Luhmann, 2000, p. 116).
Tomando la novedad como marca que identifica lo informativo,
«… el sistema puede producir “cambio de valores”, puede realzar las opiniones mino-
ritarias precisamente porque son espectaculares, ricas en conflictividad, e inclinadas a
la desviación. Así se soluciona lo que Elisabeht Noelle-Neumann ha identificado
como “la espiral del silencio”. Pueden existir muchas posibilidades, pero todas corre-
rán en aquella dirección en la que los mass media producen resistencia contra sí
mismos.» (Luhmann, 2000, p. 129).
Los medios, por tanto, construyen una realidad, pero no una realidad ne-
cesariamente consensual, sino diversa y en conf licto, en base a ese proceso de
selección. La multiplicidad de observadores, propia de la complejidad social,
es alimentada paradójicamente por los medios de comunicación:
«Si este diagnóstico es certero, entonces se entiende por qué bajo estas condicio-
nes de comunicación se desarollan toda clase de fundamentalismos. Cualquiera se
puede erigir con la afirmación: este es mi mundo, y el que considero importante.»
(Luhmann, 2000, pp. 134-135).
Enunciados:
1. La sociedad es un sistema autopoiético, complejo, mundial y omnia-
barcante, autocontenido y autoobservante —no hay nada fuera de la socie-
dad—, compuesto por comunicaciones, y no por hombres.
2. La comunicación construye la identidad del sistema (el sentido), en
base a la distinción sistema/entorno, mediante una reducción de la compleji-
dad de dicho entorno.
3. Estas operaciones de distinción se dividen en autorreferencia y hetero-
rreferencia en función de si aluden al propio sistema o a su entorno.
4. La comunicación se produce a sí misma de manera autónoma, y sienta
las bases de su propio desarrollo, aunque está estructuralmente acoplada a su
entorno y al sistema de la conciencia.
5. La sociedad no es teleológica: no tiene un principio, un fin, ni un des-
tino.
6. Los medios de comunicación de masas crean sentido mediante un pro-
ceso de selección de las irritaciones del sistema, que a su vez produce más
irritación sistémica.
7. Los medios de masas constituyen un subsistema social acoplado estruc-
turalmente a su entorno a través de los «temas». Su éxito se fundamenta en su
capacidad para imponer los temas.
plejo que el sistema social, sino tan o más complejo. Es, en todo caso, el siste-
ma social, a través del subsistema de los medios de comunicación de masas, el
que selecciona las irritaciones del Ciberespacio a través temas, y esas irritacio-
nes, transformadas en información, así como esos temas, son devueltos al
Ciberespacio, que de esta manera puede autoobservarse. Es más, el
Ciberespacio es la autoobservación del sistema social, porque recoge la poten-
cialidad de todas las comunicaciones sociales.
2. En el enunciado número 2 del modelo seleccionado para aplicar la teo-
ría de Luhmann al estudio del Ciberespacio, señalábamos: «La comunicación
construye la identidad del sistema (el sentido), en base a la distinción sistema/
entorno, mediante una reducción de la complejidad de dicho entorno.»
Cabe preguntarnos, ¿cuál es el sentido del Ciberespacio? Señalábamos la
tesis de que el Ciberespacio distingue entre lo dado a conocer y lo no dado a
conocer: lo que está en línea y lo que está fuera de línea. Sin embargo, cual-
quier comunicación realizada en el sistema de medios es susceptible de ingre-
sar dentro del hipersistema. El Ciberespacio solo permanece impenetrable para
lo no comunicado que, en la perspectiva sistémica, es un elemento no social.
Como hipersistema social, esto quiere decir que su complejidad interna está
siempre en aumento, y la operación mediante la cual lo potencial se actualiza
solo requiere de «tiempo». Esta circunstancia choca con la concepción kerckho-
viana y gibsoniana del Ciberespacio como «espacio» virtual, o nueva dimensión
que amplía en la realidad tomando como metáfora el «espacio». Desde el punto
de vista de Luhmann, la distinción que, constantemente, realiza el Ciberespacio
en tanto que hipersistema, no es espacial, sino temporal. El tránsito de lo «no
conectado» a lo «conectado», de lo no dado a conocer a lo dado a conocer, de lo
no expresado a lo expresado, es una cuestión de tiempo. En el tiempo se actua-
lizan las potencialidades de la comunicación. El tiempo no es entendido aquí
como una secuencialización lineal, sino como coevolución simultánea de la
hipercomplejidad interna del sistema: «Para pasar de un lado a otro de la forma
(para cruzar la frontera) se necesita tiempo, de la misma manera que hay nece-
sidad de tiempo cuando se pretende actualizar lo que es potencial.» (Luhmann,
2007, p. 107). Adquiere pleno sentido la afirmación luhmanniana de que «el
futuro no puede comenzar» (Luhmann, 1976), ya que esa evolución no teleo-
lógica tiene carácter sistémico y es un continuo devenir de los procesos auto-
poiéticos que son propios al sistema, una condición de su propia complejidad.
El paradigma sistémico-constructivista
del entorno, tanto interno como externo del sistema. Como apunta Gila J.
Hayim en referencia a la teoría social de Luhmann en relación a la identidad
de grupos,
«To achieve collective self-interpretation, a certain measure of distancing from the environ-
ment is necessary, a distancing that points to the capacity of the organism as an individual, or
of the social system as a whole, to separate itself from the embedding surrounding, instead of
projecting itself on it or merging completely with it 3» (Hayim, 1994, 307).
Sin embargo, los medios de masas no son, en su amplio sentido del térmi-
no, un entorno definido, sino un sistema. La ambivalencia del Ciberespacio
consiste en funcionar como sistema —autopoiesis, clausura operativa, auto-
observación— y como entorno para el resto de subsistemas sociales.
La diferencia reside en que el Ciberespacio «no selecciona» las irritaciones
del sistema, sino las suyas propias, que a su vez, previamente, ha generado. Las
selecciones de las irritaciones internas provocan más irritaciones, en un proceso
de creciente complejidad exponencial. En la doble relación del Ciberespacio con
los sistemas sociales, en tanto que sistema y entorno de sistemas, el Ciberespacio
no cumple la función de mero selector de elementos, y por tanto, de reductor y
semantizador de la realidad externa. Al contrario de lo que sucede con los me-
dios de comunicación de masas, que destacan del entorno aquello que creen
relevante, y de esta manera lo dotan de sentido, el Ciberespacio no «selecciona»,
sino que «absorbe» los signos-irritaciones, a partir de los cuales crea nuevos sig-
nos —nueva complejidad— y los reintroduce en su entorno, que es quien, ya en
calidad de sistema social, los selecciona y dota de sentido. Dicho de otro modo,
es la sociedad la que estudia, observa y trata de comprender al Ciberespacio, que
no tiene, en sí, una función sistémica, sino hipersistémica, como sistema de sis-
temas y entorno de sistemas. Este trabajo de investigación sería una muestra de
este ejemplo. A su vez, el Ciberespacio se autoobserva, pues los signos mediante
los que ha sido observado desde su entorno, son reintroducidos en el Ciberespacio
y, convertidos en irritaciones internas, origen de nuevas observaciones.
7. En el punto siete señalábamos que el acoplamiento estructural de los
medios de masas con su entorno se realizaba a través de los «temas», y que su
éxito y supervivencia como sistema se fundamenta en su capacidad para im-
poner dichos temas.
Sin embargo, el Ciberespacio no puede imponer «temas» porque carece de
entorno y no funciona como «selector» de las irritaciones, sino solo como
productor de dichas irritaciones. Son, antes bien, los sistemas sociales, los que
«extraen» y seleccionan los temas que se tratan en el Ciberespacio.
El acoplamiento estructural del Ciberespacio con su entorno no se realiza
mediante su capacidad para imponer los temas sociales —algo que otros teó-
ricos de la comunicación de masas han denominado «agenda setting»
(Mccombs y Shaw, 1972)— sino para generar identidades sociales, lo que
constituye la hipótesis de nuestro trabajo.
<--- Índice
RESUMEN FINAL
meno es, ante todo y en primer lugar, una infraestructura, una nueva realidad
material), lo que les lleva a otorgar a la tecnología un carácter instrumental y
no sustantivo, alejado del determinismo tecnológico del discurso tecnocéntri-
co que veíamos en el epígrafe anterior (3.1). Los efectos descritos dependerán
del uso que, como sociedad, hagamos de la nueva infraestructura, teniendo
en cuenta que no es buena por sí misma (discurso tecnofílico-optimista), ni
mala (discurso tecnofóbico-pesimista), en lo cual subyace la necesidad de un
análisis en otros dos planos: el de la identificación de los usos, las prácticas y
los roles de los diferentes actores en el Ciberespacio (análisis de la estructura)
y el del discurso en torno a esta nueva realidad (superestructura).
Este último enfoque, cuya raíz última podríamos encontrar en el huma-
nismo marxista y en sus posteriores desarrollos llevados a cabo por los teóri-
cos la Escuela de Frankfurt, Georg Luckács, Lunciend Goldman o el filósofo
Antonio Gramsci, pivota sobre el concepto implícito de «alienación», que nos
sitúa en una perspectiva antropocéntrica, heredera de la Ilustración. Como
hemos visto, un análisis sistémico, especialmente bajo la óptica luhmanniana,
prescinde del antropocentrismo metodológico en tanto que «obstáculo episte-
mológico» para comprender el funcionamiento del Ciberespacio como siste-
ma, y pondría el énfasis en una visión global del fenómeno (supranacional)
intuida, en algunos de estos autores.
Para el pensamiento liberal el Ciberespacio supone, en resumen, una am-
pliación del horizonte de posibilidades económicas y la potenciación del cibe-
rita (Ohmae, 2005) o internauta, en su faceta de consumidor. Este enfoque
presupone la razonabilidad del individuo y del medio: frente a la televisión
que, como Marshall McLuhan planteó, evocaba el mundo mágico del oído,
restauraba la socialización tribal y demiúrgica a través de la palabra físicamen-
te dicha, el Ciberespacio se corresponde más a una imprenta universal inte-
ractiva y distribuida, una galaxia Guttember en red1, una infinita biblioteca
de Babel borgiana donde no solo es posible leerlo todo, sino escribirlo y com-
partirlo todo, transformando al hombre cartesiano y racional en un sujeto
posmoderno que, a las facultades del razonamiento lineal, añade el privilegio
del pensamiento asociativo o, como señaló De Kerckhove, «conectivo».
1
Para un aplicación del pensamiento de McLuhan a la realidad digital, ver: Levinson, Paul: Digital McLuhan. A
guide to the information millennium. Routledge, London-New York, 1999.
Resumen final
BIBLIOGRAFÍA
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http://www.wired.com
SOCIETÀ ITALIANA DI PSICOTECNOLOGIE E CLINICA DEI NUOVI MEDIA:
www.siptech.it
UNIÓN EUROPEA:
http://europa.eu.int
WEB SOCIAL DE HARTZA:
www.hartza.com
ZIZEK EN CASTELLANO:
http://es.geocities.com/zizekencastellano
<--- Índice
FILMOGRAFÍA CITADA
Blade Runner
Dirección: Ridley Scott
Producción: Warner Bros Pictures
EE UU. 1982
City of Dark
Dirección: Bruno Lázaro
Producción: Bruno Lázaro Et Alts
Canadá. 1998
Cube
Dirección: Vicenio Natalli
Producción: Colin Brunton
Canadá. 1997
La Génesis del Ciberespacio
Mad Max
Dirección: George Miller
Producción: Mad Max Films
Australia. 1979
Metrópolis
Dirección: Fritz Lang
Producción: Ufa
RFA. 1927
La Génesis del Ciberespacio
The Matrix
Dirección: Andy y Larry Wachowsky
Producción/dist: Warner Bross
EE UU. 1999
Solaris
Dirección: Andréi Tarkovsky
Producción: Viacheslav Tarasov
URSS. 1972
Tron
Dirección: Steven Lisberger
Producción: Walt Disney
USA. 1982
<--- Índice
NOTA DE AGRADECIMIENTO DEL COAUTOR ANTONIO ASENCIO