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En 1916, el radical Yrigoyen asumió la presidencia, siendo el primer presidente elegido por
el voto universal, secreto y obligatorio según la Ley Sáenz Peña sancionada en 1912. En
las últimas cuatro décadas el país había crecido gracias a una asociación mutuamente
beneficiosa con Gran Bretaña. Los inmigrantes fueron integrados con éxito en una sociedad
abierta con abundantes oportunidades. Quienes se sentían desplazados del poder no
estaban de acuerdo con la transición hacia la democracia. La Primera Guerra Mundial que
había estallado en 1914 trajo el fin del progreso con crecientes dificultades.
Entre 1810 y 1880 hubieron muchas guerras civiles entre las provincias y Buenos Aires.
Desde 1862, el Estado nacional fue dominando a quienes lo desafiaban al asegurar el
monopolio de la fuerza con el Ejército nacional. Se definieron los límites territoriales con la
guerra del Paraguay y la Conquista del Desierto, en la cual se incorporaron vastas
superficies de tierra apta para la explotación que fueron transferidas a los más poderosos,
en 1879.
En 1880 asumió por primera vez Roca. Se consolidó un centro de poder fuerte con bases
en la Constitución sancionada en 1853, que aseguraba un poder presidencial ejercido sin
limitaciones, exceptuando la no posibilidad de reelección “monarquía vestida de república”.
Estaban delineadas las instituciones del Estado debían ser desarrolladas. El Estado
intervino para la inserción de la Argentina en la economía mundial profundizando sus
relaciones con Gran Bretaña. Incapaz de afrontar la competencia de la aparición de rivales
como Alemania y Estados Unidos, Gran Bretaña optó por relaciones monopólicas. Los
británicos invirtieron en el país a través de empresas, tierras, infraestructura y hasta la gran
expansión del ferrocarril, que sirvieron para expandir tanto la agricultura y ganadería como
la presencia del Estado a todo el país. Desde 1880, Argentina se llenó de inmigrantes y el
Estado se dedicó a modificar su política inmigratoria selectiva para fomentarla con
propaganda y subsidios. Los inmigrantes se adaptaron a las condiciones del mercado de
trabajo concentrándose primero en las grandes ciudades trabajando en la construcción de
sus obras públicas y volcándose masivamente al campo en la década siguiente. Vivían
hacinados en los conventillos de la ciudad en pésimas condiciones. En el Litoral se
inclinaron por la agricultura y en Buenos Aires, gracias a la instalación de los frigoríficos
británicos se dedicaron a la ganadería. Las condiciones cambiantes del mercado mundial
hacían conveniente mantener la flexibilidad para rotar, cada año, por la actividad con
mayores ganancias. Los arrendatarios prefirieron alquilar por tres años extensiones de tierra
antes que adquirir la suya propia. Entre 1892 y 1913 se quintuplicaron las exportaciones y
crecieron en menor medida las importaciones. Tanto las ganancias de los terratenientes,
como la de los socios extranjeros y como las del Estado fueron elevadas, provenientes de
los impuestos a la importación. El ingreso rural generó mucho empleo y nuevas
necesidades de industrias. La crisis de 1890 frenó por una década el avance de la
economía. Se dió debido al endeudamiento y a la gran dependencia de Argentina con Gran
Bretaña.
Debido a las diferencias de la cultura y el lenguaje, había poca integración entre
inmigrantes. Era muy importante la educación de los hijos, quienes lograron alfabetizarse
gracias a la implementación de la educación primaria laica, gratuita y obligatoria,
permitiendo que la sociedad se desarrolle. La constitución de la ciudadanía fue lenta debido
al escaso interés de los extranjeros por nacionalizarse.
Mientras que los inmigrantes se mezclaban con los criollos y creaban formas de vida
híbridas, las clases altas se cerraban en sí mismas y sentían superiores y afirmaban su
argentinidad creyéndose dueñas del país al que los inmigrantes habían venido a trabajar.
Estos hombres manejaban la política, debido a que el país tenía un sistema republicano en
cuyas elecciones solo podían participar unos pocos. No había competencia entre partidos
políticos ya que el unico que habia era el Partido Autonomista Nacional. Existían los
caudillos electorales que ejercian control sobre ciudadanos para boicotear padrones.
En el medio de los festejos por el Centenario de la Revolución de Mayo, hubo una huelga
general y una bomba en el Colón por parte de los anarquistas. Todos los conflictos podían
ser atribuidos a los inmigrantes incapaces de valorar lo que el país les había ofrecido. Los
anarquistas lograron dirigirse a la masa trabajadora adulta y analfabeta. Sus instrumentos
eran la huelga general y el levantamiento espontáneo. Buscaban rehacer la sociedad sin
patrones ni Estado. Fueron altamente reprimidos. Los socialistas eran obreros argentinos
con educación básica quienes querían una mejora gradual en la sociedad a través de
reformas por vías parlamentarias. Los sindicalistas tuvieron importancia en los grandes
gremios, como los ferroviarios. También eran partidarios de las reformas graduales pero no
estaban interesados en la lucha y los partidos políticos. La UCR creía en la Constitución, la
pureza del sufragio y la moralización de la función pública.
La eficacia del nuevo gobierno debía quedar demostrada por su capacidad para enfrentar la
difícil situación económica. La depresión que comenzó en 1928 y continuó hasta 1932
golpeó a las economías abiertas del mundo. Los países centrales utilizaron su poder de
compra para defender a sus mercados, haciendo que Gran Bretaña se refugiara en él
proteccionismo comercial. En 1931, se estableció el impuesto a los réditos, antiguo
proyecto vedado de Yrigoyen, que sirvió para que el Estado equilibre su presupuesto.
A partir de 1933, con la designación de Pinedo como ministro de Hacienda, se empieza a
implementar la intervención del Estado y el cierre de la economía. En 1935, se creó el
Banco Central cuya función era regular las fluctuaciones de la masa monetaria y controlar la
actividad de los bancos. Para defender los productores locales se comenzó a regular la
comercialización de la producción agrícola asegurando un precio mínimo. El Estado fue
asumiendo funciones mayores en la actividad económica y pasó de la simple regulación de
la crisis a la definición de las reglas del juego. La industria comenzó a crecer en la crisis
debido al cierre de la economía permitiendo sustituir los bienes importadas por otros
producidos localmente. La combinación de un mercado cerrado con pocas empresas por
cada actividad hizo que la presión por la mayor eficiencia y menor precio no sea relevante.
Presionada por el avance de Estados Unidos, Gran bretaña optó por reconcentrarse en su
Imperio y fortalecer sus vínculos con las colonias y acotar en ellas la presencia
estadounidense. Se decidió reducir en un tercio las compras de carne argentina, tomando la
base las bajas compras de 1932. Era un punto sensible para el país. En 1933, el
vicepresidente Roca negoció en Londres las condiciones para el mantenimiento de la cuota
de carne. Logró que se mantengan las condiciones de 1932 y que se consultarían
eventuales reducciones posteriores que fueran necesarias. A cambio, Gran Bretaña se
aseguró que las libras generadas por este comercio se emplearían en importaciones de su
país y de un “tratamiento benévolo” que apuntaba a reflotar empresas británicas en
dificultades como las ferroviarias, ammenazado por él transporte automotor y los altos
gastos fijos. Aunque el tratado de Londres no trajera beneficios parejos, fue apoyado por los
grupos propietarios, aunque cuestionado por los socialistas, preocupados por las
repercusiones en los consumidores. Desde 1933 empezó la recuperación económica
absorbiendo el desempeño y se adormeció a actividad sindical hasta 1937. En 1935, el
senador Lisandro De La Torre, que había manifestado reservas ante él tratado, solicitó una
investigación sobre las actividades de los frigoríficos. Se reconoció la existencia de abusos
por parte de estos con precios excesivamente bajos pagados a los productores y la evasión
de impuestos. De la Torre unió el ataque de los frigoríficos con una embestida contra el
gobierno alegando que los funcionarios recibían “beneficios”. Fue una intervención que duró
varios días hasta que cayó asesinado el senador Bordabehere por un disparo que iba
dirigido a De La Torre, haciendo que el debate terminara abruptamente, sin resolución. Por
otro lado, empezó la reivindicación de la figura de Rosas, quien servía para identificar a
quienes rechazaban la influencia británica y el liberalismo. Rosas representaba la tradición
de una sociedad autoritaria, jerárquica y catolica.
Pese a su éxito económico, el régimen de Justo fue visto como ilegítimo y ajeno a los
intereses nacionales. En 1935, los trabajadores iniciaron una huelga que duró más de
noventa días y la CGT realizó una de dos días, al cabo de la cual los huelguistas
consiguieron la satisfacción de gran parte de sus demandas. En 1936, la UCR, que había
levantado la abstención electoral, triunfó en las elecciones de diputados en los principales
distritos y alcanzó la mayoría en la Cámara de Diputados. El gobierno reaccionó aplicando
en 1937 la ley de residencia, deportando a los principales dirigentes. Para equilibrar las
fuerzas reunidas que reclamaban la democracia, Justo le dio más libertad a los sectores
nacionalistas quienes hicieron una militancia fascista. Desde 1935 se unieron los sectores
democráticos para enfrentar él nazifacismo ya que el gobierno de la Concordancia era el
enemigo común. Los trabajadores consiguieron mejoras con la licencia por enfermedad,
indemnización por despido y la reducción de la jornada. El presidente Ortiz, radical
antipersonalista, que sucedió a Justo en 1938 procuro mantener buenos contactos con los
ferroviarios y formar una base de apoyo en ellos. El Estado era intervencionista y sus
dirigentes tendían a reducir el espacio de la política partidaria y de las instituciones
representativas, como el Congreso. Para enfrentar la candidatura de Alvear se recurrió a
procedimientos fraudulentos. A Ortiz le resultó difícil mantener el equilibrio con los grupos
conservadores y nacionalistas de su partido y lo atrajo la posibilidad de acercarse al
radicalismo con el apoyo de Alvear. Ortiz depuró los mecanismos electorales y desplazó a
los dirigentes conservadores. Los radicales triunfaron y consolidaron su predominio en la
Cámara de Diputados. En 1940, la enfermedad de Ortiz lo obligó a delegar el mando al
vicepresidente Castillo, quien deshizo todo lo construido en favor de la democratización.
En 1939, estalló la Segunda Guerra Mundial. Aumentaron mucho las ventas de carne a
Gran Bretaña y disminuyeron las importaciones británicas, creando un sueldo a favor de
Argentina. Por otra parte se aprovecharon las dificultades del comercio internacional para
exportar productos industriales a países limítrofes. Las exportaciones tradicionales parecían
tener pocas expectativas mientras las industriales eran promisorias. Ambas alternativas
implicaban aumentar la intervención del Estado y un cierre mayor de la economía local. En
1940, Pinedo propuso el audaz Plan de Reactivación Económica, que proponía insistir en
la compra de las cosechas por parte del Estado para sostener su precio y a la vez estimular
la construcción , capaz de movilizar las diversas actividades. Pinedo advertía el problema
de una economía cerrada en sí misma y proponía estimular las industrias naturales para
que exporten las materias primas a los países vecinos y a Estados Unidos. El proyecto fue
aprobado por el Senado, con mayoría oficialista, pero rechazado por los diputados. Fue un
fracaso político, no económico, ya que los radicales habían decidido bloquear cualquier
proyecto como forma de repudio al fraudulento gobierno de Castillo. Para seguir
comerciando con sus tradicionales clientes, Argentina adoptó la neutralidad en la guerra. En
1941, Hitler invadió la Unión Soviética y los Japoneses atacaron a los estadounidenses,
haciendo que estos entren en guerra, quienes pretendían forzar a los países americanos a
acompañarlo, pero Argentina se negó.
Debido a que él frente que se agrupaba en torno de las consignas democráticas comenzó a
crecer, Castillo buscó apoyo entre los militares. Creó la Dirección General de Fabricaciones
Militares y el Instituto Geográfico Militar, impulsando el avance de las Fuerzas Armadas. La
presencia de los militares fue cada más visible y se convirtieron en un actor político. Se
desarrolló entre ellos una conciencia nacionalista tradicional, antiliberal y xenófobo. Se
requería orden y paz social ante la reconstitución del Frente Popular, cosa que no se veía
posible en él gobierno tambaleante de Castillo. Nació el nuevo nacionalismo antibritánico
cuyo principal enemigo no eran los inmigrantes o los trabajadores sino que culpaba a Gran
Bretaña y a la oligarquía “entreguista” por los problemas nacionales y económicos. En 1943,
el Ejército depuso al presidente e interrumpió por segunda vez el orden constitucional.
La circunstancia externa favorable comenzó a invertirse hacía 1949, los precios de los
cereales y las canes volvieron a su normalidad y las reservas acumuladas se agotaron. El
desarrollo de la industria hacía al país más dependiente de sus importaciones cuya alta
dificultaba el desarrollo de la industria y provocaba la inflación y desocupación. En 1952,
hubo una fuerte crisis y murió Eva Perón. Se lanzó el Segundo Plan Quinquenal. Para
reducir la inflación se eliminaron subsidios a bienes de uso popular y se estableció un límite
en el consumo de carne. Se empezó a estimular a los productores rurales y se le daba
prioridad a la importación de maquinaria agrícola, esto apuntaba a aumentar las ganancias
para seguir impulsando el desarrollo del sector industrial, pero los efectos no fueron
apreciables. El estancamiento industrial era evidente debido a su reducida eficiencia
causada por la antigua maquinaria y el deterioro de los servicios como la electricidad y los
transportes. Debido a la falta de competencia habían subsistido procesos productivos
ineficientes y costosos y la industria empleaba una alta proporción de mano de obra cuyo
peso de los salarios era alto y difícil de reducir gracias a la capacidad de los gremios. La
nueva política appunto a esos problemas. En 1953, el gobierno sancionó una ley de
radicación de capitales que permitía el ingreso de capitales extranjeros para fomentar la
industria lo cual suponía una modificación fundamental respecto a los ideales de la
independencia económica. Hubo una reconciliación con Estados Unidos, medida que
desafiaba convicciones hondamente arraigadas y provocó un debate público. Los logros de
este nueva política fueron modestos ya que aunque se redujo la inflación no se apreciaron
cambios sustanciales en el agro y en la industria. Esa política marcaba un rumbo nuevo que
anticipaba la de los gobiernos posperonistas, pero su aplicación que moderado y tuvo en
cuenta la necesidad de resguardar la situación de los sectores popular, manteniéndose en
la tradición peronista. En los comienzos de la crisis se manifestaron los sindicatos y el
Ejército. Hubo grandes huelgas en todos los sectores que constituyeron un fuerte desafío al
régimen debido a que no podían ser ignorados. Perón optó por reprimir y encarcelar a los
dirigentes rebeldes. Los militares empezaron a poner en duda al régimen y se preguntaban
acerca de la solidez del orden proclamado. En 1951 hubo un intento de golpe de estado que
sirvió como llamado de atención para Perón, quien aprovechó para establecer el estado de
guerra y restringir más la acción de los políticos opositores.
Perón inició su segundo mandato consolidado por el nuevo plan económico, que parecía
tener éxito, y la victoria sobre los rebeldes militares y sindicalistas. La muerte de Evita fue
ocasión para unos funerales convertidos en manifestación plebiscitaria. Fue evidente la
dificultad para llenar el vacío de Eva Perón y se advirtió una pérdida de iniciativa. Perón
manifestó cansancio y menor concentración en la conducción política. Se avanzó en la
“peronización” de la administración pública, la educación y las Fuerzas Armadas. Los
espacios de la oposición fueron reducidos al mínimo mientras el régimen marchaba al
autoritarismo. En 1953, estallaron bombas colocadas por grupos opositores en una
concentración de Plaza de Mayo mientras que Perón hablaba y murieron varias personas.
Los peronistas respondieron violentamente incendiando varios edificios icónicos de la
oligarquía.
La fundación del Partido Demócrata Cristiano marcó el comienzo del conflicto entre Perón
y la Iglesia, que rápidamente llevó a su caída. La peronización de las instituciones de la
sociedad era un proyecto ejecutado por funcionarios que actuaban independientemente del
líder. Las voces disconformes del Ejército eran cada vez más fuertes. El peronista y la
Iglesia empezaron a chocar: las beneficencias mediante la fundación Perón, la educación
por su culto laico y la falta de predominio de la religión en la educación. Para el gobierno la
presencia de este partido resutaba subversiva. Se prohibieron las procesiones, se suprimió
la enseñanza religiosa en las escuelas y se envió un proyecto de reforma constitucional
para separar la Iglesia del Estado. La Iglesia inundó la ciudad con panfletos opositores. El 8
de junio 1955 se celebró una multitudinaria procesión en donde un jefe de policía hizo
quemar una bandera argentina y acusó de ello a los opositores católicos. El 16 de junio se
produjo un levantamiento de la Marina contra Perón, aunque estos fueran laicos pero
aprovecharon la ocasión. El proyecto de los marinos consistía en bombardear la Casa de
Gobierno para asesinar a Perón cuya pésima ejecución culminó en el ametrallamiento de
unos civiles reunidos en Plaza de Mayo para apoyar a Perón, ocasionando trescientas
muertes. Como en 1953, se incendiaron iglesias en venganza. Perón adoptó una actitud
conciliadora y concluyeron los ataques. El 31 de agosto presentó su renuncia y convocó por
última vez a los peronistas a la Plaza de Mayo. El 16 de septiembre estalló en Córdoba una
sublevación militar. Entre las fuerzas leales había poca voluntad de combatir a los
sublevados. Perón había perdido la iniciativa y tampoco manifestó la voluntad de
defenderse. El 20 de septiembre de 1955, Perón se refugió en la embajada de Paraguay y
el 23 de septiembre el general Lonardi se presentó en Buenos Aires como presidente
provisional de la Nación.