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Sir Anthony Fisher, campeón de la libertad

por Carlos Ball

4 de noviembre de 2002

Carlos Ball es Periodista venezolano, director de la agencia de prensa AIPE


(www.aipenet.com) y académico asociado del Cato Institute.

Tuve el privilegio de conocer a Antony Fisher en Queens' College,


Cambridge, en 1984, durante la conferencia de la Sociedad Mont Pelerin que
celebraba el 40° aniversario de la publicación de "El camino de Servidumbre",
dedicado por su autor -y fundador de la Mont Pelerin- Friedrich Hayek a los
socialistas de todos los partidos. Indiscutiblemente que ese fue uno de los
libros más trascendentales del siglo XX, logrando despertar a la humanidad de
los sueños colectivistas que entonces predominaban a ambos lados del
Atlántico. Hayek argumentó que la barbarie es la consecuencia inevitable,
aunque no intencional, del proyecto socialista de reorganizar nuestra
civilización comercial, advirtiendo que la gradual pérdida de libertad
individual conduce al ciudadano, drogado por las nobles ideas de la "justicia
social", del Estado nodriza sueco a los campos de concentración soviéticos.

Recientemente ha sido publicada biografía "Antony Fisher, campeón de la


libertad" por Gerald Frost (Profile Books, Londres 2002). El autor relata que
Fisher leyó en la revista "Selecciones del Reader's Digest", de abril de 1945,
una versión condensada del libro de Hayek. Esta impactó tanto al joven piloto
de la Real Fuerza Aérea que pronto fue a visitar al profesor Hayek al London
School of Economics, fundada por socialistas fabianos que continuaban
dominando la cátedra de ciencias políticas, mientras que en economía
prevalecían profesores liberales, críticos de Keynes, como Arnold Plant,
Lionel Robbins y el mismo Hayek.

Fisher consultó a Hayek sobre la mejor manera de influenciar las políticas


públicas y éste lo disuadió de lanzarse a una carrera política, explicándole que

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las grandes batallas de las ideas las llevan adelante los intelectuales. En el
mundo de entonces predominaban las ideas socialistas que veían erradamente
la Gran Depresión como una falla del capitalismo, sin detectar que el nacional
socialismo, el fascismo y el comunismo son los resultados finales de la
planificación central, la nacionalización de los medios de producción, la
inflación y devaluaciones provocadas por el intento de combatir el desempleo
a través del gasto público y las regulaciones con las cuales se intenta
redistribuir la riqueza y "proteger" al débil, violando así los derechos de
propiedad y el imperio de la ley. Ya en los años treinta, el famoso periodista
estadounidense Walter Lippmann había descrito a las dos ideologías más
poderosas de la época, el fascismo y el comunismo, como versiones extremas
del impulso colectivista.

La recomendación de Hayek a Fisher fue unirse a otros en la creación de un


instituto de estudios públicos para suplir ideas y soluciones, a través de
investigaciones, conferencias, seminarios y publicaciones, a los intelectuales,
profesores, periodistas y políticos, demostrando la aplicación práctica de los
fundamentos de la filosofía de la libertad y la economía de mercado.

Antony Fisher siguió al pie de la letra el consejo de Hayek, dedicando gran


parte de su fortuna personal a la creación de institutos de estudios públicos,
primero en Londres, con la fundación del Institute of Economic Affairs, bajo
la magistral dirección de Ralph Harris y la guía editorial de Arthur Seldon,
quien puso a los economistas a escribir prosa inteligible. Fisher se aseguró que
sus institutos persiguieran el objetivo de la persuasión intelectual, en lugar del
activismo político.

El modelo del IEA fue repetido por Fisher en la creación del Pacific Research
Institute en San Francisco y el Manhattan Institute en Nueva York. Luego
tuvo la brillante idea de fundar una organización internacional que se ocupara
de promover, guiar y ayudar a intelectuales de todo el mundo a crear sus
propios institutos o "think tanks", llamándola Atlas Economic Research
Foundation, hoy presidida por el economista argentino Alejandro Chafuen.

Al final de la biografía hay una lista de 90 fundaciones en 39 países, desde


Albania a Venezuela, en cuya creación y desarrollo Antony Fisher y Atlas
colaboraron. De esa misma reunión de la Sociedad Mont Pelerin en 1984 y de
las conversaciones con Antony Fisher surgió la idea de fundar el Centro de
Divulgación del Conocimiento Económico (Cedice) en Caracas y ese mismo

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año Hernando de Soto, por recomendación del profesor Hayek, se puso en
contacto con Fisher para fundar el Instituto Libertad y Democracia en Lima.

Para los amigos y admiradores de Antony Fisher fue grato recibir ejemplares
de su biografía durante la reunión de la Mont Pelerin en Londres a principios
de octubre. Allí tuvimos la oportunidad de honrar a distinguidos miembros,
como Milton Friedman, James Buchanan, Gordon Tullock, Gary Becker,
Harold Demsetz, Henry Manne y Armen Alchian. Y también celebramos el
premio Nobel de economía concedido este año a otro miembro de nuestra
sociedad, Vernon Smith. La organización de la conferencia fue
responsabilidad del Institute of Economic Affairs y allá elegimos presidente
de la Sociedad Mont Pelerin al gran historiador liberal estadounidense
Leonard Liggio, actualmente vicepresidente ejecutivo de Atlas Economic
Research Foundation. Fisher falleció en 1988, pero su obra florece alrededor
del mundo.

Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)


© Todos los derechos reservados. Para mayor información dirigirse a:
AIPEnet

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OBITUARIO

Arthur Seldon, el mentor de Thatcher


Por Gorka Echevarría

El mundo no siempre recuerda a sus genios,


especialmente cuando van contracorriente. Éste ha
sido el caso de Arthur Seldon, que murió el pasado 11
de octubre, a los 89 años. En su ochenta aniversario,
Margaret Thatcher declaró que su mentor había hecho
“una contribución invalorable al mapa político y
económico de Gran Bretaña”.

La Dama de Hierro rendía tributo con estas palabras a quien le enseñó a creer que
"la misma existencia del Estado, con su enorme capacidad para el mal, es un
peligro potencial para todos los beneficios morales, culturales, sociales y
económicos de la libertad".

El profesor Seldon fue uno de esos valientes luchadores por la libertad que no cejó
en su empeño de defender el capitalismo en tiempos en los que nadie daba un
penique por el sistema que más prosperidad ha traído al mundo. Con su
contribución en el think tank más importante del Reino Unido, el Institute of
Economic Affairs (IEA), consiguió dar fuelle al proyecto de Thatcher.

Su historia no fue la de un niño rico, sino más bien lo contrario. Huérfano a los tres
años, le adoptaron un zapatero y su mujer. Gracias a su increíble talento, fue
becado en la prestigiosa London School of Economics,
que le permitió estudiar codo con codo con
economistas de la talla de Hayek y Lord Robbins.

Tras la Segunda Guerra Mundial conoció a Fisher, un


empresario que estaba pensando en crear una
fundación liberal para difundir ese ideario en la
Inglaterra de entonces, carcomida por el socialismo.
Convencido del proyecto, Seldon dedicó el resto de sus
días a editar libros y dirigir los estudios del IEA, con
tanto éxito que, a su muerte, dejó escritos más de 28

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libros y 230 artículos; y coeditó alrededor de 350 obras.

Seldon libró la batalla contra el socialismo, al que calificó de "vasta maquinaria de


producción de bienes marcados por un simple 'O lo tomas o lo dejas'". El
socialismo, aparentemente, iba a traer el paraíso a la Tierra, crear riqueza y
repartirla de forma que todos vivieran como reyes. Sin embargo, el Welfare State
garantizaba todo lo que alguien deseara, pero con una pésima calidad y a un alto
coste. Además, impedía la libertad de elección. Por eso señaló que en "los
servicios de la Administración los individuos están, en general, atados".

Los resultados del Estado del Bienestar, como anticipó, fueron desastrosos: paro,
inflación, impuestos altos y una creciente dependencia personal del Estado.
Seldon, que no se dejaba llevar por las modas del momento, alabó el capitalismo
porque, tal y como dejó dicho en su libro homónimo, "los valores del mercado son
superiores a los del proceso político porque permiten a los ciudadanos expresar
sus puntos de vista, sus preferencias, sentimientos, lo que les gusta o les
desagrada (…) sin necesidad de tener que pasar por el filtro político de la
aprobación de la mayoría".

Observando que el libre mercado es el único sistema compatible con la libertad y


con el bienestar, estudió las fórmulas para ir reduciendo el tamaño del Estado
Providencia. En esto fue uno de los pioneros, casi a la par que sus buenos amigos
Milton Friedman y Friedich Hayek. De hecho, es probable que a él debamos buena
parte de las soluciones liberales, desde cómo privatizar el sistema de pensiones a
la mejor forma de introducir la libertad de elección en materia educativa. Años
después, sus tesis prosperaban. Chile llevaba a cabo la revolución de las
pensiones con gran éxito. Hasta en Suecia se ha empezado a ofrecer a los
ciudadanos la posibilidad de que decidan en qué colegio gastar los impuestos que
pagan.

Para no ceder ante lo políticamente correcto, sostuvo una convicción muy clara:
"Creer que cada uno de nosotros es suficientemente adulto para que le dejen libre
o le ayuden, para vivir su vida como desee". En suma, deseaba que la gente fuera
independiente, que no tuviera que pedir permiso para actuar y perdón por triunfar,
como desgraciadamente sucede hoy en día.

Por eso fue un duro crítico del papel del Estado en la sociedad. En su estudio
sobre Thomas Paine resaltó una cita del célebre revolucionario norteamericano:
"El Gobierno no es necesario más que para proveer en unos pocos casos aquello
para lo que la sociedad y la civilización no están convenientemente capacitados".

Animado por estas ideas, emprendió un análisis detallado de lo que luego se ha


denominado "los fallos del Estado". Los políticos y burócratas, al conducirse por su
propio interés y tratar de maximizar su poder e influencia, cometen errores mucho
más graves que cualquiera de los que pueda incurrir el libre mercado. Al fin y al

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cabo, mientras que en el capitalismo el empresario se juega su dinero, los
defensores del bien común administran bienes ajenos y, por tanto, no sufren en
sus propias carnes los costes de sus decisiones. Su irresponsabilidad es total, y
en cada acto que llevan a cabo nos arrastran a todos.

Cuando muere un político, salvo raras excepciones, no hay demasiado por lo que
apenarse. Sin embargo, al llegar la hora de ciertos grandes hombres el lamento
constriñe el alma, y ya sólo cabe esperar que llegue otro que retome su legado.
Nos ha dejado Arthur Seldon, pero, gracias a Dios, sus escritos, entre los cuales
destaca Capitalismo, siguen ahí, para que los descubran otras personas y no se
apague nunca el faro que guía al hombre en su vida: la libertad. Q.E.P.D

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