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IDEAS DE LIBERTAD No.

29

TEMAS LIBERALES
Por Franklín López Buenaño
INDICE

Ideas Liberales

Las Bases Filosóficas del Mercado Libre

El Contrato Social y la Constitución

Los Derechos a la Propiedad Privada

Las Virtudes de la Competencia

La Violencia y la Falta de Justicia

Libertad y Seguridad

La Importancia de la Administración de la Justicia

La Dispersión del Conocimiento y el Proceso Político

Hayek y el Orden Espontáneo

El Orden Espontáneo y el Papel del Estado

Errores Comunes

Saltos de Lógica

Las Conveniencias de la Pobreza

¿Socialismo Liberal?

Declaración de Gratitud

El Liberalismo Político en el Ecuador

Sólo para Neoliberales

N.D. El Instituto Ecuatoriano de Economía Política se complace en presentar en este número


de su serie “Ideas de Libertad”, una colección de artículos escritos por el Dr. Franklin López
Buenaño y publicados en el Diario El Universo de Guayaquil. En sus artículos el Dr. López hace
una defensa apasionada, firme y clara de los principios que constituyen la filosofía liberal.
TEMAS LIBERALES

Por Franklin López Buenaño*

No cabe duda que en los tiempos actuales el Estado intervencionista,


estabilizador, asistencialista, planificador e igualitario es un fracaso. La caída del
Muro de Berlín y el desmantelamiento de la Unión Soviética son la manifestación
fehaciente del desencanto de los pueblos con el modelo estatista; sin embargo,
este desencanto no se circunscribe a los antiguos países comunistas sino que se
extiende a todos los confines de la tierra. Las reformas político-económicas que
se han ejecutado en muchos países aunque tienen diversos matices
conceptuales, desafortunadamente, se han venido a aglutinar bajo neoliberalismo
o liberalismo. Así se ha calificado la política de Collor de Mello de Brasil, la de
Carlos Andrés Pérez de Venezuela, la de Salinas de Gortari de México y la de
Menem de Argentina. Si bien es cierto que algunas de estas políticas tienen un
corte liberal, no es menos cierto que la praxis que estos regímenes han aplicado
no tiene una cohesión conceptual liberal auténtica. Por eso muchos no saben o
confunde lo qué es o lo que propone el liberalismo.

Para algunos, la alternativa frente al fracaso del Estado intervencionista es


el caos, el desorden, la anarquía, la ley de la selva, en otras palabras el
capitalismo salvaje decimonónico, que supuestamente sería el resultado de la
aplicación del liberalismo manchesteriano o anarcocapitalista. Nada más lejos de
la realidad, el liberalismo es una doctrina de Estado, cuyo fin primordial consiste
en crear y defender un marco legal e institucional en el cual pueda florecer la
libertad individual. Carlos Alberto Montaner dice: "El liberalismo es un modo de
entender la naturaleza humana y una propuesta para conseguir que las personas
alcancen el más alto nivel de prosperidad potencial que posean, dentro del mayor
marco de libertad"

El liberalismo busca una sociedad en la cual cada individuo tenga la


potestad de elegir los medios que más le convengan para obtener sus fines y que
esta búsqueda o afán también conduzca a mejorar las condiciones de la
sociedad. Pedro Schwartz afirma: "Nosotros [los liberales] no nos ocupamos del
individuo, que sabe lo que quiere, que lleva su propia vida la mayor parte de las
veces con buen seso; nos preocupamos del Estado, por las razones de su
existencia, por la necesidad de que funcione bien, por el temor de que se desvíe
de su tarea para convertirse en un mecanismo opresor".

A pesar de esto, se confunde al liberalismo con el capitalismo


mercantilista, o se le asocia con el libre mercado siendo que éste es sólo un
aspecto del pensamiento liberal. El liberalismo implica libertad política y
económica, propiedad privada e imperio de la ley, estabilidad fiscal y
administración de justicia, moneda sana y orden público, defensa nacional y
librecambismo. Ser liberal no es sólo amar la libertad, o defender el

*
El Dr. Franklin López Buenaño tiene un B.S. y M.S. en Ingeniería Química, un M.A. y Ph.D. en
Economía. Es profesor de la Universidad de New Orleans y comentarista semanal del diario El Universo
de Guayaquil.
individualismo, o propugnar la privatización de las empresas públicas, o ser
tolerantes de la flaqueza ajena. Es eso y mucho más: Ser liberal es conocer las
condiciones necesarias de la libertad y la prosperidad individuales y luchar por su
aplicación.

Estas condiciones no son producto del sentido común ni son verdades


absolutas o evidentes. Son resultado de la discusión, del debate y del estudio. Se
llega a ellas primero a través de la duda, buscando su confirmación o su negación
en el quehacer humano y en la experiencia de la vida diaria. Cuando uno está
convencido se arriesga y se atreve a defenderlas, para luego volver a dudar y
volver a estudiar. Esta es la esencia del liberalismo verdadero.
11 de noviembre de 1995

Las Bases Filosóficas del Mercado Libre

¿Puedo saber con certeza si el césped es verde? No. ¿Puedo probar que el
césped no es azul? Sí, si defino como azul el color del cielo. La búsqueda de la
verdad, el proceso científico, requiere de definiciones, de supuestos, de
aproximaciones porque la verdad absoluta no se puede probar. Para el filósofo
español Ortega y Gasset la consecución de la verdad implica duda, tanteo. La
verdad sin la duda no existe, se la puede definir pero no conocer con certeza. Es
sumamente peligroso y anticientífico instalarse en ella como si fuera una casa
para siempre. La razón nunca puede alcanzar científicamente la verdad absoluta
pero nos acercamos a ella experimentando, analizando, sintetizando, corrigiendo
y rechazando errores, volviendo a empezar desde un nivel de verdad más
avanzado. El liberalismo no niega la existencia de la verdad absoluta o de
verdades absolutas sino que sostiene que sólo en libertad el hombre puede
buscarlas o afanarse por conseguirlas.

El economista español Pedro Schwartz, en su libro Bases filosóficas del


Liberalismo, afirma que las instituciones más beneficiosas para una sociedad son
aquellas que más facilitan el descubrimiento y la eliminación de los errores. Y
que para solucionar el problema económico de la escasez es indispensable
disponer de arreglos institucionales que permitan usar los recursos eficazmente
en el presente como también facilitar mecanismos y oportunidades para mejorar
su uso en el futuro.

Desde este punto filosófico el neoliberalismo proclama que la ausencia de


certeza en el conocimiento de la verdad exige el no intervencionismo. Si los
gobernantes, si los economistas conociéramos con certeza--presente y futura--
cómo asignar óptimamente el uso de recursos, cómo distribuir la producción
equitativamente, cómo crear mecanismos para continuar mejorando los procesos
tecnológicos y científicos, entonces sí se justificarían la planificación y la
ordenación estatal. Al no tener tal conocimiento, es preferible dejar que cada
individuo decida por si mismo cómo va a emplear sus recursos para producir o
para consumir.

Corolario concomitante al del mercado libre es el de la democracia


representativa. Si los hombres somos falibles necesitamos mecanismos para
corregir los errores, para buscar nuevas formas de hacer las cosas, nuevos
rumbos en la dirección social. Si bien es absurdo pensar que el pueblo nunca se
equivoca (aun en las democracias más maduras los pueblos pueden elegir
equivocadamente) es reconfortante saber que el proceso electoral nos permite
rectificar los errores. La libertad política y la libertad económica son dos caras de
la misma moneda. La libertad política debe ir acompañada de un sistema jurídico
y de administración de justicia que proteja eficazmente el derecho de cada
individuo al usufructo de sus propios recursos, a realizar contratos, a buscar
empleo y negociar sueldo y horas de trabajo, a ingresar a cualquier actividad
económica que desee. Sin libertades económicas las libertades políticas no son
suficientes para impulsar el desarrollo.
18 de enero de 1995

El Contrato Social y la Constitución

A diferencia de la concepción socialista, el liberalismo no profesa que el


Estado representa o personifica el bien común. El Estado existe para el beneficio
de los individuos; el hombre no existe para beneficio del Estado. El Estado
encarna una relación contractual de conveniencia, una asociación voluntaria
consagrada (1) para la defensa de sus miembros en contra de enemigos
foráneos, (2) para mantener el orden interno cómo árbitro en la adjudicación de
conflictos y (3) para la provisión de bienes que por su naturaleza son
extremadamente indivisibles o no-excluibles (como la pureza del aire). El Estado
pierde legitimidad si en lugar de beneficiar a sus miembros impide u obstaculiza el
proceso de búsqueda de la felicidad, a la cual tiene derecho todo individuo. La
relación contractual se manifiesta en la Constitución, por ello cuando el Estado no
cumple con su cometido, los pueblos civilizados revisan y refinan el contrato, que
es lo que estamos haciendo actualmente en el Ecuador.

Esta concepción liberal del Estado implica que los derechos de los
ciudadanos anteceden al Estado, el contrato social se suscribe para defender los
derechos de sus participantes; el gobierno no define ni confiere derechos, por
eso, la autoridad nacional (el gobierno) sólo puede tener suficiente poder para
asegurar o garantizar los derechos individuales. El Contrato Social confiere
poderes a la autoridad pero al mismo tiempo limita el poder para evitar los
excesos. Por lo tanto, las libertades individuales se deben concebir sólo de una
manera negativa, como limitaciones al poder del Estado en defensa del individuo.
Por ejemplo, la libertad de prensa significa que el gobierno no puede dictar ni
obligar a la prensa a expresarse de esta manera o aquélla, pero esto de ninguna
manera significa que el Estado está en obligación de dar a los ciudadanos
"derecho" a una página en un periódico o a una hora en una estación de radio.
La libertad de trabajo significa que el Estado no puede impedir ni obligar a una
persona a dedicarse a la ocupación de su preferencia, tampoco puede obligar a
que acepte un determinado salario o trabaje un número determinado de horas.
Pero esto no implica que el gobierno esté en obligación de dar empleo u
ocupación a cualquier ciudadano que lo solicite.

Esta concepción del Estado también da lugar a que los principios


constitucionales se definan para defender una gran variedad de libertades,
inclusive el derecho a la propiedad privada, mas no para obligar a los ciudadanos
a adoptar ciertos métodos de producción, o que los recursos pasen a ser
propiedad del Estado porque son "estratégicos" para el bien común o porque los
individuos no saben administrarlos (como cuando el gobierno asume la
administración de empresas privadas que dan de quiebra). De igual manera que
la libertad de prensa puede dar lugar a la pornografía, o la libertad de ocupación a
la prostitución, el derecho a la propiedad privada puede dar lugar al desperdicio o
despilfarro del recurso. La libertad es una condición a priori al comportamiento. El
Estado sólo tiene derecho a castigar el comportamiento a posteriori, cuando el
accionar de un individuo ha afectado nocivamente la libertad de otro y sólo
cuando el poder judicial ha adjudicado culpabilidad.

Cuando se conciben los derechos de una manera positiva, o sea cuando el


Estado es responsable de satisfacer los "derechos" de los ciudadanos que lo
solicitan (exigen), se generan los grupos de poder. Como cada persona a nivel
individual es prácticamente impotente de conseguir que el Estado cumpla con su
responsabilidad, busca asociarse con otras que tengan similares "derechos" y de
esta manera se forman los grupos de poder. A su vez, cada grupo busca
aumentar el bienestar de sus miembros mediante "negociaciones" con otros
grupos para así repartirse las prebendas estatales. Por ello se forman
asociaciones escandalosas entre grupos que en determinado momento eran
enemigos acérrimos. Esta concepción de las libertades y de los derechos es la
razón por la cual el Estado se convierte en botín político de los triunfadores en la
competencia por el poder.
7 de diciembre de 1994

Los Derechos a la Propiedad Privada

Obstinadamente los socialistas han desconfiado del sector privado y del


mercado, y esa desconfianza se origina en el supuesto "comportamiento egoísta"
que genera los derechos a la propiedad privada. Desde el grito de guerra de
Proudhon: "la propiedad es robo" hasta la tesis marxista de la explotación del
proletariado--inclusive la teoría del "fracaso del mercado" de los keynesianos y
socialdemócratas--reflejan una enorme miopía sobre la trascendencia de la
propiedad privada para el desarrollo de los pueblos. A pesar de que hubo una
época en la que parecía habían ganado la batalla, la historia los ha contradecido
y los pueblos han ido tomando conciencia cada vez mayor de que sin derechos a
la propiedad privada no es posible el progreso económico ni la armonía social.

Santo Tomás de Aquino sostiene que la propiedad privada: (1) aumenta la


productividad de los recursos porque "cada individuo es más solícito para
procurar lo que sólo a él le compete ya que cuando es de todos cada uno rehuye
el trabajo y deja a otros que lo hagan"; (2) incrementa la especialización y división
del trabajo porque "habría confusión si indistintamente todos se ocupan de todo";
(3) se propicia el orden y la armonía social porque "cada uno está contento con lo
suyo mientras que cuando se posee en común son frecuentes las contiendas".
Pero para que la propiedad privada sea motor de desarrollo y armonice el orden
social debe estar enmarcada en ciertos derechos cuyas características son:
La delimitabilidad. Los límites del derecho deben estar definidos con
claridad. El dueño y los no-dueños deben conocer específicamente qué es lo que
está bajo el dominio del dueño.
La exclusividad. Todos los costos y beneficios deben atribuirse al dueño y
solamente al dueño. Por consiguiente, éste debe tener potestad para excluir a los
que él desee pero no tiene el derecho de traspasar costos a los no-dueños.
La transferibilidad. El dominio del recurso y los frutos de los recursos deben
estar al libre albedrío del dueño. Éste puede negociar, transferir, regalar,
enajenar, alquilar y aun destruir la propiedad si así lo desea.
La inviolabilidad. Los derechos a la propiedad deben ser acatados por todos
los miembros de la sociedad y protegidos por alguna autoridad para que los no-
dueños no se aprovechen voluntaria o involuntariamente de los beneficios de la
propiedad.

Estas características no implican que la propiedad sea individual, bien puede


darse en propiedades de tipo colectivo como una sociedad anónima, una
cooperativa, una comuna. Tampoco implica que la propiedad privada tenga
como objetivo el afán de lucro. Las fundaciones, las Organizaciones No-
Gubernamentales (ONG), las instituciones de beneficencia social, pueden tener
derechos con las mismas características anteriores. Por eso cuando los liberales
hablamos de privatización nos referimos a las características que deben gozar los
derechos a la propiedad, no a la forma particular que pueda tener la misma.

Las cuatro características son condiciones necesarias, no se puede prescindir


de ninguna de ellas. De la última se deduce claramente la necesidad de un
gobierno o una autoridad para garantizar estos derechos. Estas cuatro
características en conjunto constituyen una condición suficiente para generar
progreso.
6 de septiembre de 1995

Las Virtudes de la Competencia

Una de las críticas más frecuentes contra el capitalismo liberal se refiere al


"afán desmedido de lucro" de ciertos individuos o empresas que supuestamente
llevan a la concentración del poder económico a manos de unos pocos. Por
consiguiente, el Estado debería "domar el capitalismo salvaje" de estos
depredadores de los recursos del pueblo. A lo cual el liberalismo hace esta
pregunta ¿y quién doma a los domadores? Porque el afán de lucro no
desaparece simplemente porque se pertenece al sector público. Es así que
cuando el Estado se convierte en "regulador" lo más común es que domados y
domadores se confabulen para maximizar sus propias conveniencias dejando a
un lado el bien común.

La mejor manera de controlar el afán autointeresado de unos es contraponerlo


al de otros. Se ha demostrado claramente que la competencia es el mecanismo
más apropiado para diluir y esparcir los beneficios del quehacer interesado
personal. Nadie duda de sus efectos positivos, pero cuando se trata de introducir
competencia en algún sector vienen las quejas y los cantos de sirena de los
"protegidos".
Se entiende por competencia a la ausencia de restricciones a la actividad
económica, dentro del marco de derechos a la propiedad privada. La
competencia no es otra cosa que el esfuerzo que hacen las empresas o
individuos para ganarse los favores de sus clientes. Estos esfuerzos, por ser
dirigidos a satisfacer los deseos de otros, dan como resultado mejores precios,
mejor calidad, mejores servicios. No obstante, los detractores del capitalismo
creen que cuando hay competencia los chicos desaparecen absorbidos por los
grandes. Ignoran que la competencia propicia la especialización. Cuando hay
libertad de ingreso las empresas chicas compiten exitosamente con las grandes a
base de crear "nichos" especializados. Porque la humanidad es heterogénea,
compuesta de personas de distintos gustos, distintas culturas, distintos ingresos,
etc. uno de los resultados de los mercados competitivos es la variedad y
heterogeneidad de las empresas. Un ejemplo nacional salta a la vista, la
competencia en restaurantes ha dado lugar a que existan miles y miles de locales
que venden la más enorme variedad de comidas, de muy distintos precios y
calidad. ¿Quién se atrevería a sugerir que los restaurantes chicos o los puestos
de comida de los mercados, corren peligro de desaparecer?

Entonces, ¿bajo qué circunstancias se dan los monopolios o la


monopolización de la actividad económica? Es verdad que existen monopolios
naturales pero son tan pocos que se pueden contar con los dedos de la mano: la
distribución de la electricidad y del agua potable, la telefonía alámbrica, y eso es
todo. Los monopolios existen porque el Estado los ha hecho, los respalda y los
protege. Las leyes de defensa profesional, la exigencia de diplomas y licencias
ocupacionales, los aranceles y las cuotas de importación, los requisitos de capital
social, las leyes laborales, los precios políticos, los subsidios, los créditos
blandos, el IVA selectivo, las políticas de fomento agrícola, industrial, comercial y
financiera, la política monetaria y la política cambiaria, etc., etc. son actividades
estatales que impiden, obstaculizan y hasta destruyen la competencia. El afán
regulador del Estado ha dado como resultado que tanto domados como
domadores saquen tajada y el pueblo siga muriéndose de hambre.
4 de octubre de 1995

La Violencia y la Falta de Justicia

El elemento más importante para el desarrollo económico es el derecho de los


individuos al usufructo de sus recursos, al ingreso que proviene del trabajo y
esfuerzo humano, de los bienes de capital, de los bienes raíces, o de la
propiedad intelectual. Para que la creatividad dé impulso al crecimiento se
requiere que estos derechos sean protegidos por un sistema eficaz de justicia.
La pobreza y la violencia tienen el mismo origen: la falta de justicia.
Cuando el trabajador se ve frustrado porque no recibe lo justo por su trabajo,
cuando el agricultor no recibe el precio justo por su producción, cuando el
terrateniente tiene temor a que mañana le quiten su propiedad, cuando se
maniata al industrial con mil y un trámites burocráticos, cuando la carga de
impuestos para el profesional es complicada y onerosa, cuando se "piratean" las
obras de los intelectuales o de los artistas, y cuando no se puede acudir a los
tribunales porque las leyes son sumamente complicadas, engorrosas o
contradictorias, el camino inexorable es primero la informalidad y a la violencia no
hay más que una paso.
El proceso económico tiene un motor: la producción. De hecho nos
identificamos por nuestra actividad productora: el maestro tal, la doctora cual, etc.
A nadie se le ocurre presentarse como: "Soy fulano de tal, consumidor de
camarón". Y sin embargo, nos preocupa más el consumidor que el productor. El
consumidor se defiende fácilmente; cuando el precio es demasiado alto se
amarra el cinturón, se priva de esto o aquello, busca otros productos; por eso se
dice que el consumidor es soberano. El productor no tiene la misma flexibilidad,
su única defensa está en las leyes y en el sistema jurídico.

Pero hay leyes buenas y leyes malas. Las malas leyes son las que impiden la
competencia, las que transfieren la propiedad al Estado, las que se dictan para
controlar precio o producción, las que obligan a la uniformidad. (La normalización
o estandarización desincentivan la búsqueda de la excelencia y la especialización
de los mercados). Las buenas leyes no permiten saber de antemano a quienes
va a beneficiar, son simples, claras, ciertas y generales. Si son complicadas o
nadie las entiende, si son ambiguas o sujetas a muchas interpretaciones, si no
son ampliamente reconocidas y establecidas para regir a largo plazo o si se
aplican a solo un grupo o una clase, la ley es fuente de corrupción y de abuso, no
de justicia. Aun si todas las leyes fueran buenas, si no hay quien las haga cumplir,
si no existe un gobierno y un sistema judicial adecuados, es como si no
existieran. Si el sistema de administración de justicia no es expedito, si no es
justo, no hay confianza para producir.

La administración de la justicia es indispensable para entrar en negociaciones,


para contratar o para intercambiar. Es a este nivel donde germina y vive la muy
mentada "igualdad de oportunidades". La falta de una buena administración de la
justicia se revela en la pérdida de producción. Y es la falta de ésta la que da
origen a la pobreza. Si no enmendamos la administración de la justicia, y pronto,
la violencia y la pobreza inexorablemente continuarán aumentando.
1 de marzo de 1995

Libertad y Seguridad

Decía Benjamín Franklin: "Quien busque renunciar a la libertad para obtener


seguridad, al final no tendrá ninguna de las dos". No obstante, no se puede negar
que sin seguridad el individuo no pueda desarrollar sus aspiraciones, perseguir
sus intereses sociales, intelectuales o económicos. Sin paz no hay progreso.

Seguridad, paz, tranquilidad, significa ausencia de temor para hacer algo. Si


no puedo salir a la calle sin temor a ser asaltado, si no puedo expresar mis ideas-
-por absurdas que puedan parecer—a mi antojo, si no puedo comprar sin miedo a
que me estafen, si no puedo asegurarme de que los contratos que hago se lleven
a cabo, si la moneda que utilizo no tiene poder adquisitivo cierto, no voy a poder
prosperar ni mejorar mis condiciones de vida. La seguridad, tanto doméstica
como internacional, es el bien público por excelencia. Y así como es
responsabilidad del Estado la protección contra el invasor extranjero, también lo
es la seguridad interna.

Este es el gran dilema de los amantes de la libertad, cómo garantizar la


seguridad con la menor injerencia posible. Porque para que haya creatividad,
capacidad emprendedora, ahorro, inversión de riesgo, se tiene que proporcionar
la mayor capacidad de autoexpresión y autorrealización con el mínimo de
coerción. Para los ciudadanos el Estado es un contrato faustiano (hecho con el
diablo), porque cuando se concede a otros hombres el poder de coaccionar
implícitamente se corre el riesgo del abuso del poder.

Por ello hay que establecer límites precisos al poder. La frase "poder que no
abusa no es respetado" tiene que desaparecer del horizonte social. Lo contrario
debería cierto "poder que abusa no es respetado". El déspota no puede salirse
con la suya. Pero así como el poder del gobernante debe ser limitado, también se
debe impedir el despotismo del gobernado. La frase "la ley se acata pero no se
cumple" es la otra cara de la misma moneda. Cuando el abuso de gobernantes y
de gobernados es ubicuo, el pueblo se vuelve cínico y pesimista, para
compensar--a la larga--el abusivo será abusado, y el ciclo se perpetuará.

Sabemos que uno de nuestros grandes defectos es el no cumplir la ley. Soy


de los que cree que los derechos a la propiedad privada son indispensables para
el progreso, pero ¿de qué me sirve que estos derechos estén en los libros si no
se los respeta? Es como si no lo estuvieran. Los socialistas que creen en las
regulaciones, multas o impuestos, para controlar los excesos del capitalismo se
topan con el mismo problema. Y aun los "socialistas de derecha", los que creen
que se puede utilizar el Estado para fomentar la industria o el comercio, se
enfrentan con el problema del abuso. Porque la falta de respeto a la ley es escollo
donde fenecen los ideales y las ilusiones, las intenciones y los anhelos. En esa
tumba la única seguridad la tienen los muertos.
22 de febrero de 1995

La Importancia de la Administración de la Justicia

He venido sosteniendo que la estructura de los derechos a la propiedad es


crítica para el desenvolvimiento armónico de la sociedad. Empero la asignación
de estos derechos no ha sido ni es un proceso armónico ni pacífico. La historia de
la humanidad nos demuestra que cronológicamente primero existe la propiedad
privada y luego las leyes que rigen su respeto. Las guerras y los conflictos han
surgido debido a las ambiciones por la propiedad de otros. Primero se ha
adjudicado la propiedad a los que han podido defenderla por la fuerza y luego se
han establecido las leyes y los tribunales que han institucionalizado el derecho.
No obstante, actualmente se considera que la asignación de los derechos a la
propiedad es un proceso dinámico, resultado tanto de las fuerzas del mercado
como de los procesos políticos que responden a la interacción de gobernantes y
gobernados. Estos cambios pueden ser revolucionarios, violentos u ordenados.

Muchos pensadores actuales, como James Buchanan, sostienen que el orden


social es producto de un proceso espontáneo. Los procesos socioeconómicos se
conocen como catalaxia, es decir, los acuerdos en los cuales los ciudadanos
participan voluntariamente. De la catalaxia surge un orden impredecible.
Buchanan dice: "Lo que emerge del proceso de intercambio político, económico
o social, no es la solución a un problema de maximización, a pesar de la
existencia de escasez de recursos o del conflicto entre varias alternativas. Lo que
surge es lo que surge y nada más". A pesar de que el orden resultante no se
puede predecir, sí se puede conocer el proceso del cual emerge. Al estudio de
estos procesos se dedica la Escuela de la Opción Pública. Esta escuela de
pensamiento sostiene que tanto los procesos económicos como los procesos
políticos se pueden explicar aplicando los supuestos del cálculo económico.

El punto de partida de este pensamiento es la constitución o contrato social.


Las leyes e instituciones constituyen una catalaxia, el proceso por el cual
interaccionan los individuos, tanto en el contexto económico como en el político.
El papel del economista consiste en investigar, inventar e intermediar en los
arreglos y re-arreglos que permitan mejorar el bienestar de todos.

En el aspecto positivo, el enfoque del análisis consiste en describir cómo las


diferencias socioeconómicas de los ciudadanos pueden ser explicadas por el
sistema político existente. Desde un punto de vista normativo, los proponentes de
esta escuela sostienen que las instituciones políticas se deben estructurar bajo
los mismos principios del mercado, es decir, diseñar estructuras que minimicen
los costos de las decisiones.

El enfoque cataláctico pone énfasis en la habilidad y competencia de las


Cortes Judiciales para resolver los conflictos. Si el contrato social es el resultado
de un consenso, la interpretación de la constitución y la constitucionalidad de las
reglas e instituciones recae en el Poder Judicial. La adjudicación de beneficios y
costos es también un problema para las cortes. La administración de la justicia,
según el pensamiento cataláctico, es el sine qua non de la paz y la justicia social.
8 de febrero de 1995

La Dispersión del Conocimiento y el Proceso Político

Nada es más cierto hoy día que el adagio de Sócrates: "sólo sé que nada sé".
El mundo moderno confirma que el conocimiento humano es indefinido e
inconmensurable. No importa cuanto llegamos a saber, sigue siendo minúsculo
en comparación con lo que desconocemos. El ser humano tiene una propensión
innata a la curiosidad, a saber más. Transcender las barreras de la ignorancia es
una constante humana, la vida misma es una serie sin final de saltos
espontáneos de aprendizaje, y al final, cuando más se aprende más consciente
se vuelve uno de su propia ignorancia.

El mundo de la computación personal, de la supercarreteras informáticas, de


las comunicaciones instantáneas, en lugar de facilitar la planificación estatal nos
ha enseñado lo contrario, que el conocimiento es tan disperso que concentrarlo
para planificar es imposible. Los guarismos del Producto Bruto Nacional, o los de
la balanza de pagos, o los de la inflación pueden ser más precisos, pueden ser
calculados más eficientemente y distribuidos más rápidamente, pero lo que
determina hacia donde vamos es el resultado de elecciones, de decisiones, de
acciones individuales imposible de centralizarlos. Se creyó que si poníamos al
individuo en una camisa de fuerza se podía acelerar el crecimiento y lograr el
paraíso terrenal, sabemos que no se pudo, el muro de Berlín y todo el esquema
planificador central se derrumbó estrepitosamente.
Pero el totalitarismo fracasa por la misma razón por la cual la democracia
tiene problemas. El proceso político, es decir, la solución "desde arriba", sea por
voluntad de los gobernantes o por la de los gobernados no puede resolver el
hecho de la individualidad del individuo, como diría Cantinflas. Cada uno de
nosotros es distinto, a pesar de las muchas características que nos son comunes
y nos hacen humanos. Nuestras aspiraciones, nuestros talentos, nuestros afanes
son singularmente subjetivos. Por ello es que la democracia no puede satisfacer
a todos. La regla "mayoría manda" conduce a la presencia constante de minorías
insatisfechas. El voto individual no es intensivo, no es, ni nunca será, igual al voto
del consumidor en el mercado. En éste, el consumidor puede escoger entre
productos que satisfacen deseos específicos. Si no le gusta la piña compra un
mango, si no le gusta un barbero se va a otro, si el servicio de un banco es
defectuoso busca otro que le dé el servicio que desea. El voto mercantil es
intensivo. El voto político no. Los candidatos tienen buenas y malas propuestas,
no se las puede separar. Votamos por el que ofrece un programa ideológico afín
a nuestras ideas, aunque no todas sean de nuestro agrado o aprobación.

La consulta popular se acerca más al proceso mercantil. Se puede votar por


programas concretos o por propuestas específicas, pero el problema de las
minorías no se resuelve. En el mercado, mientras las minorías estén dispuestas a
comprar siempre habrá un productor que ofrezca satisfacer sus deseos. Me dirán,
es que hay consumidores que "no pueden comprar" y sus bajos ingresos los
marginan del mercado. Acepto el argumento, pero la solución no es eliminar el
mercado y sustituirlo por el proceso político (aunque sea el democrático) que es
inferior, sino que la solución radica en buscar maneras de incorporar los
marginados al proceso mercantil, como la privatización en masa. La solución
política se debe buscar sólo cuando el proceso del mercado no es factible.
29 de noviembre de 1995

Hayek y el Orden Espontáneo


Friedrich A. Hayek es quizás el pensador liberal más profundo de este siglo.
Su perspicacia sobre la naturaleza de la sociedad es incisiva y clave para
mantener y preservar las libertades que poco a poco han sido cercenadas por el
Estado benefactor.

El primer punto de Hayek es colocar al individuo como protagonista de los


fenómenos sociales y como la unidad de análisis de la historia, de la sociedad, y
de las instituciones humanas. Para Hayek, no existe un organismo colectivo (a
excepción de la familia), sea material, dialéctico, o histórico, otro que no
constituya aspectos del accionar individual.

El segundo punto hayekiano tiene que ver con el orden. Para una gran
mayoría de gente el orden en el mundo es físico (árboles, montañas, sistema
solar) en el cual sus elementos surgen y evolucionan naturalmente, o es artificial
(relojes, mesas, estatuas), producto del diseño intencional de la planificación del
hombre. Esta última concepción da lugar a que socialistas y estatistas crean que
gobernantes y burócratas bien intencionados pueden planear y benévolamente
dirigir las economías hacia la prosperidad; de igual manera, los conservadores y
ciertos moralistas creen que los gobernantes también pueden enderezar y crear
una sociedad civil y ética.
Para Hayek, existe un tercer orden: uno espontáneo que surge del
quehacer individual pero que no es planeado ni diseñado específicamente para
un propósito preconcebido. Un ejemplo clásico es el dinero. Nadie lo inventó.
Apareció y se desarrolló por los beneficios que los hombres encontraron en su
accionar diario, porque reduce de manera considerable lo que los economistas
llaman costos de transacción: costos de trueque, transporte, falsificación,
duración, etc.

El tercer punto de Hayek trata de los límites del conocimiento humano, sobre
todo en lo concerniente al mercado. Es imposible para cada individuo conocer la
combinación de bienes y servicios que satisfacen mejor los deseos de los
consumidores, cuáles son los precios que se deben poner a las mercaderías o al
trabajo y quiénes son los individuos más eficientes para desempeñarse en esta o
aquella ocupación. Como toda ciencia, el mercado es un proceso de
descubrimiento en el cual tanto trabajadores como empresarios, comerciantes o
industriales, profesionales o empleados, experimentan con lo que pueden ofrecer
para maximizar sus propias conveniencias. Los precios surgen como señales
reveladoras de los deseos de los participantes en el mercado.

Esta perspectiva implica que aun los mejores hombres, por sabios o
benévolos que sean, apenas pueden vislumbrar una pequeña parte de los
resultados de las políticas propuestas por los gobernantes. Según Hayek,
cualquier intento de manipulación de los sistemas sociales siempre tendrá como
resultado consecuencias adversas y hasta perversas. Y mientras mayor el
esfuerzo de los gobernantes para enderezar la sociedad mayor la pérdida de
libertad y más rápido el camino hacia el totalitarismo.

De todo esto Hayek deduce que la mejor manera de que los individuos
contribuyan al progreso de la sociedad es el establecimiento de leyes generales
(como las que castigan el asalto, el robo, el fraude) y que dejen a los individuos la
libertad para que ellos mismos encuentren las mejores maneras de resolver sus
problemas. Sólo en un Estado de Derecho, el individuo puede experimentar y
descubrir lo que más le conviene, al fin de todo, este es el desafío de vivir.
15 de mayo de 1996

El Orden Espontáneo y el Papel del Estado


Una característica común de toda economía moderna es su complejidad.
Se producen miles de productos por miles de empresas, utilizándose desde la
maquinaria más sofisticada hasta los instrumentos de labranza más rústicos.
Aunque es posible concebir la existencia de familias y aun de grupos
autosuficientes, la autarquía para la mayoría de la humanidad es virtualmente
imposible. La división y especialización en el trabajo es una realidad a nivel
mundial. La especialización tiene como corolario el intercambio. Para poder
subsistir se necesita depender de la producción de otro. La acción por separado
de cada individuo requiere, directa o indirectamente, acciones complementarias
de miles de otras. Por consiguiente, obligadamente algo o alguien deben
coordinar la producción. Muchos economistas, desde los días de Adam Smith,
han explicado cómo las fuerzas invisibles del mercado coordinan
espontáneamente las acciones individuales. En el mercado los precios son las
señales que guían y dirigen las acciones personales movilizando así los recursos
hacia aquellos usos que más valoriza la sociedad.

Así como un orden dirigido encierra la necesidad de una agencia central y


una burocracia para administrar la asignación y uso de los recursos, el orden
espontáneo también necesita de una superestructura que haga posible la
existencia y el funcionamiento del sistema. Sería un grave error creer que una
economía de mercado puede existir y funcionar sin un gobierno, sin una autoridad
que resuelva, al menos, dos problemas: el establecimiento de derechos a la
propiedad y la facilitación del intercambio voluntario.

El establecimiento de derechos de propiedad. Es fácil comprender el


porqué los mercados no pueden florecer a menos que el Estado asigne y
garantice los derechos a la propiedad de bienes escasos. La escasez crea
conflictos. Durante cualquier período, una vez que los recursos y la tecnología
han sido aplicados no es posible producir más que el grupo de bienes o servicios
producidos; aunque todos en conjunto no puedan obtener más, una sola persona
lo puede hacer a costa de otras. En ausencia de una autoridad externa o
exógena, los más fuertes o ingeniosos se apropiarían de los bienes y recursos de
los más débiles o no muy inteligentes. La vida estaría regida por la "ley de la
selva".
Al asignar derechos a la propiedad, el gobierno establece líneas
demarcatorias de comportamiento. Clarifica quién tiene derecho a qué bienes y a
cuáles recursos. Al establecer derechos a la propiedad el Estado difunde el poder
económico, facilita la resolución de conflictos y define las áreas de
responsabilidad.

La facilitación del intercambio voluntario. También es fácil comprender


el porqué los mercados no operarían eficazmente en ausencia de una autoridad
que proporcione a todos los individuos la oportunidad para el uso más extenso
posible de los derechos a la propiedad. Para que estas oportunidades se hagan
realidad, el gobierno debe: (1) permitir el intercambio de derechos, es decir, el
derecho a transferir su propiedad a otros; (2) instituir un sistema uniforme de
pesos, medidas; (3) establecer un sistema de leyes, policía y cortes judiciales
para asegurar y garantizar que los individuos no sean coaccionados por otros a
utilizar propiedad en contra de su voluntad o a impedir los usos voluntarios de su
propiedad. En otras palabras, si una persona tiene la potestad para hacer algo,
todos los demás deberían tener igual potestad. Si alguien no está permitido en su
accionar, esa misma prohibición debe extenderse a todos los miembros de la
sociedad; y, (4) finalmente, el gobierno debe establecer un sistema monetario
estable y confiable. La unidad de cuenta o moneda nacional debe estar
respaldada por bienes reales para poder ser de curso legal, es decir, para que
sirva de medio de pago eficaz. Estos principios deberían ser parte de nuestro
ethos nacional si queremos un mañana mejor.
11 de enero de 1995
Errores Comunes

Tengo un amigo muy inteligente, muy preparado y de mentalidad abierta;


cada vez que converso con él creo que se convence más de las bondades del
liberalismo. No obstante, cuando se trata de la realidad, sea cuando vota o
cuando expresa su preferencia por esta o aquella política, normalmente lo hace
por el candidato de izquierda o elige la política estatista. Ya pueden imaginarse
mis lectores mi frustración. Luego de una reflexión no poco superficial, he llegado
a la conclusión de que el filtro que utiliza mi amigo en el proceso de decisión está
viciado por tres errores:

El qué sin considerar el cómo. Para muchos las intenciones de obtener


unos resultados son más importantes que el camino para lograrlos. Los políticos,
de todo color, utilizan este recurso muy a menudo: debemos disminuir la inflación
ya; la pureza del aire es un derecho de los pueblos; la educación debe llegar a
todos y cada uno de los niños; la desnutrición, la falta de higiene, el crimen, la
violencia, etc., etc. son males que no se corrigen sólo por falta de decisión
política. ¿Quién puede estar a favor del analfabetismo o a favor de agua
contaminada? Sólo un desalmado. Pero cuando se medita en el cómo, las
decisiones no son fáciles; se deben considerar los costos de llevar a cabo tal o
cual medida y mucho más importante los incentivos que acarrean, y aquí es
donde hombres inteligentes y de buena voluntad (no desalmados) pueden tener
diferencias profundas.

No se distingue entre el mensaje y el mensajero. La Iglesia Católica ha


sido una de las más perjudicadas por este error. A pesar de estar iluminada por
el Espíritu Santo, la miopía humana hace que muchos crean que curas malos
invalidan su mensaje. Y sabemos que no es así. Tampoco un buen mensajero
implica buena doctrina. Hombres íntegros, inteligentes, motivados con las
mejores intenciones pueden equivocarse. Por ejemplo, creo que el Dr. Rodrigo
Borja es un magnífico mensajero de la social-democracia, aunque estoy
convencido que lo que predica está errado. La prueba de una buena doctrina no
está en el mensajero, está en la enseñanza bíblica: "por sus frutos los
conoceréis". Un buen árbol da buenos frutos, aunque sus raíces se inicien en el
fango. Un mal árbol, aunque sus raíces estén en el mejor de los suelos, da malos
resultados. El capitalismo liberal es bueno porque reduce la pobreza y mejora la
condición humana en general, aunque se apoye en el afán del interés personal.
El mercantilismo es malo porque crea incentivos perversos, propicia la corrupción
y la envidia, aunque se apoye en la idea de que el Estado debe favorecer a
ciertos grupos para mejorar el bien común.

El poder es superior a la voluntariedad. Para muchos el remedio a los


males sociales es imponer una solución a la fuerza o con la amenaza de la
fuerza. Las soluciones voluntarias son demasiado dilatadas para ser útiles. Si no
se obliga no se consigue lo que se busca. Este "paternalismo" es atávico y
crónico en nuestra cultura. Las crisis se superan recurriendo a la dictadura. Las
leyes no están diseñadas para facilitar el accionar individual sino para obligar al
individuo a comportarse de acuerdo a los deseos de las autoridades. Y, sin
embargo, las únicas soluciones perdurables son las que nacen del libre albedrío.
Invito al lector a reflexionar sobre estos puntos. El hombre siempre está
tomando decisiones, elige y escoge frecuentemente, pero el filtro por que cual
procesamos la información debe estar limpio de prejuicios si queremos buenos
resultados.
20 de diciembre de 1995

Saltos de Lógica

Los socialistas han utilizado la bandera de la igualdad, fraternidad, solidaridad


para atacar al liberalismo "concentrador de riqueza". Edmundo Durán Díaz,
articulista de este diario, afirma que "En seis mil años de historia, las ideologías
liberales (énfasis mío) no han podido solucionar [el desigual reparto de las
ingentes riquezas naturales...los horrores del tugurio, del desempleo y de la
delincuencia nacida de la pobreza]". Éste es un gran salto de lógica, un sofisma
con un serio error histórico. En primer lugar, el liberalismo nació como sistema
político (en los Estados Unidos) y como teoría económica (con Adam Smith) en
1776. Ningún historiador serio puede negar que la gran prosperidad económica
de Occidente se deba al capitalismo liberal. El mismo Marx sostuvo esta tesis.
Tampoco se puede negar que, a pesar de las grandes desigualdades que todavía
existen, el liberalismo ha sido el gran igualador de oportunidades.

El salto de lógica tiene dos partes, la primera consiste en achacarle al


liberalismo los males del mercantilismo y la segunda en creer que el "estado
socialista", es decir, un gobierno con intenciones de bien social puede lograr los
resultados de igualdad, fraternidad y solidaridad. Sostengo que el sistema político
que ha regido en América Latina es el mercantilismo-cum-socialismo. Para el que
busque pruebas fehacientes de este argumento sugiero la lectura de El Otro
Sendero de Hernando de Soto. La segunda parte del sofisma es la que el
socialismo ha enarbolado como bandera de lucha y en él caen los hombres de
buena voluntad. ¿Qué hombre de bien no puede estar por la igualdad, la
fraternidad, la solidaridad humanas? Y sin embargo, simplemente el desear unos
resultados no significa que automáticamente exista el camino adecuado para
conseguirlo. Éste el salto de lógica que hace el socialismo. El camino (léase
gobierno) no garantiza en ningún momento ni de ninguna manera que sea el más
idóneo para lograr los fines "socialistas".

El problema radica en que el gobierno está constituido por hombres, tan


frágiles y pecadores como los demás. El hecho que alguien se convierta en
"servidor público" no garantiza que sus intereses personales coincidan con los del
bien "común". A diferencia del sector privado, en el cual el mercado, los precios,
las utilidades, facilitan la "coordinación" de los intereses de consumidores y
productores (y por ende a una coincidencia feliz de intereses), en el sector público
no existe un mecanismo similar que logre esta coordinación. ¿Por qué? Porque
los dineros, los recursos y los medios de los que disponen los gobernantes no
son de ellos. Por lo tanto, los administran sin tener que sufrir o gozar de los
resultados de sus decisiones. Ludwig von Mises utilizó este argumento para
pronosticar el descalabro de cualquier sistema socialista. Aún más, el Estado es
depositario del poder de coerción y por ello entraña un contrato faustiano, un
acuerdo por el cual se corre el peligro de que los hombres que lleguen al poder lo
utilicen para sus fines personales.
El sistema liberal de mercado no es perfecto ni es una utopía. En el
liberalismo, la solución a los problemas que habla Durán Díaz no radica en el
gobierno, sino en el pueblo mismo, en la familia, en los educadores, en las
instituciones religiosas, en los grupos no-gubernamentales. Por ello el sistema es
perfectible, ni seis mil años más serán suficientes si no le damos al hombre, al
individuo, la oportunidad y la responsabilidad de su propia redención.
31 de mayo de 1995

Las Conveniencias de la Pobreza

Soy profesor universitario y por eso me conviene que el número de


estudiantes que asistan a la universidad vaya en aumento. Aún más, me
beneficia si estos estudiantes tienen suficientes fondos para pagar una
matrícula, una pensión, o puedan comprar libros. También tengo pretensiones
de escritor y de ninguna manera me conviene que haya analfabetos, ignorantes
o incultos. Mientras mayor sea el número de lectores que puedan comprar mis
libros mejor. Tengo un amigo cercano que vende automóviles y otro que vende
pasajes de avión. Tampoco a ellos les conviene que haya pobres. Es que a los
productores (de lo que sea) lo que más les interesa es que el número de
pobres vaya en descenso. Mientras más ricos, mejor el negocio. En el
capitalismo, al contrario de lo que sostienen los marxistas, una población pobre
beneficia a los empresarios, a los vendedores, a los productores. Nadie se
hace rico negociando con pobres.

En la búsqueda de soluciones muchas veces ignoramos el papel de los


incentivos. Durante la guerra fría, los guerrilleros de Guatemala y El Salvador
recibían fondos de la Unión Soviética y Cuba, mientras que los ejércitos de
esos países eran los destinatarios de la “generosidad” de los Estados Unidos.
A ninguno de los dirigentes de los dos grupos les convenía dar terminada la
contienda. A ambos les interesaba hacer creer a sus patrocinadores que
estaban ganando. Esta es la verdad, aunque me acusen de cínico. Y la prueba
está en que cuando se acabaron los fondos se sentaron a negociar. Algo
similar ocurre en la guerra contra las drogas. Tanto a los que producen y
venden droga como a los que luchan contra ella no les interesa acabar con el
problema. Todos sabemos que mientras haya consumo habrá producción,
todos sabemos que son los consumidores la causa del problema. No obstante,
el porcentaje de lo que se gasta para disminuir la demanda no llega al 10% de
lo que se gasta en combatir la distribución. La razón radica en que hay pocos
incentivos para atacar el problema por donde importa y, como en el caso
centroamericano, para seguir recibiendo fondos se debe demostrar algún
progreso. Por eso creo que mientras haya fondos para atacar la oferta, el
problema de la droga continuará.

Volviendo al caso de la pobreza, ¿a quién le conviene que haya pobres?


Por ejemplo, les conviene que haya pobreza a los que reciben fondos del
extranjero y han hecho un modus vivendi en combatirla y, al igual que en los
casos anteriores, les importa demostrar que hacen algún progreso pero no les
conviene buscar soluciones que verdaderamente erradiquen la pobreza.
También les interesa que haya pobreza a los políticos cuya elección se apoya
en los votos de los pobres. Por otro lado, no les conviene que haya ricos a los
envidiosos, a los perezosos y a los que creen que todos debemos ser iguales.
Pero a la gran mayoría del pueblo, inclusive a los ladrones, les conviene que
haya ricos.

Cuando oímos tantos discursos rimbombantes sobre la erradicación de la


pobreza, cuando se habla de “redistribuir” la riqueza, cuando se enarbola la
bandera de la “igualdad”, debemos preguntarnos, ¿qué ganan los que así se
expresan? Y pronto nos daríamos cuenta que poco tienen de altruistas y de
filántropos. Casi siempre detrás de las palabras se escuda el egoísmo, ese sí
“salvaje” porque se negocia con la sangre y el sudor de los más humildes.
23 de octubre de 1996

¿Socialismo Liberal?

La gran paradoja del socialismo fue buscar el uso del poder y concentrarlo
para extenderlo y difundirlo. Fue esa la razón por la cual se nacionalizó la
industria, igual se justificó el control de precios, las regulaciones, la creación de
agencias gubernamentales, etc. Todo el engranaje estatista tuvo como propósito
restarle poder a] sector privado y transferirlo supuestamente a la generalidad,
representada por el Estado. Y tuvo su razón de ser, el sistema colonial fue
feudalista y mercantilista. Las estructuras de poder habían concentrado la riqueza
en manos de individuos y grupos que poco o nada se preocuparon de progresar,
ni siquiera invirtieron en sus propios negocios. Así, de las empresas grandes que
existían en el Ecuador en el siglo pasado, no queda ni una sola. Todas,
absolutamente todas, se cerraron por voluntad de los dueños o por quiebra. Hoy
resulta que este afán de concentración de poder--a pesar de sus buenas
intenciones--simplemente reemplazó a unos oligarcas por otros; el poder que se
buscaba difundirlo a las masas hizo poderosos a los líderes de las masas; los
monopolios privados se sustituyeron por los públicos; los burócratas y
tecnócratas sucedieron al empresario y al emprendedor. Es irónico que esta
transferencia de poder se diera sin revoluciones tipo Castro, pero se dio, aunque
en el proceso no se despojó de poder a todo el sector privado (como ocurrió en
Cuba), se dejaron instancias para que los empresaurios continúen. Es por ello
que tildo el sistema como mercantilista-cum-socialista.

La búsqueda de la desconcentración del poder no es exclusive del


socialismo, es la premisa básica del liberalismo. Esta es una área de
yuxtaposición entre las dos doctrines. Hoy el neoliberalismo persigue restarle
poder al Estado y devolverlo (por eso neo) a los individuos, no a la colectividad, ni
al pueblo como pretende el socialismo, sino a las familias, por ser éstas las
células básicas de la sociedad. Colectividad, pueblo, comunidad, son palabras
genéricas, no son representaciones orgánicas con un mismo fin; cada persona
tiene intenciones y propósitos diversos. Los grupos se comportan de acuerdo a
los intereses de sus dirigentes, no a los del grupo en general. Cuando se los
considera como una unidad se corre el peligro de entregar el poder a los jefes. Y
esto es lo que ocurrió con la praxis socialista.
Los socialistas especulan que los neoliberales no buscan la devolución del
poder a las familias sino regresar al status de principios de siglo. También tienen
cierta razón. Hay muchos que se escudan en el liberalismo para acaparar el
poder y los verdaderos liberales corremos el peligro de ser tontos útiles en sus
esquemas políticos. No obstante, a mis amigos socialistas sinceros, les invito a
reflexionar en los siguientes puntos: (1) la necesidad de abandonar el mito que se
necesita poder para luego difundirlo; (2) el establecimiento de una constitución
cuyo expreso propósito es limitar el poder del cual surjan leyes generales, ciertas,
abstractas y justas (en el sentido conmutativo de dar a cada uno lo suyo y no en
el distributivo); (3) el único sustento legítimo al uso del poder reside en el que se
obtiene en las urnas electorales, por consiguiente, el único camino por el cual se
puede devolver el poder es la democracia; (4) la descentralización política y
atomización de la sociedad, el ideal que aspiro es un número enorme de
gobiernos municipales con libre migración y libre comercio: (5) la libertad no se
hereda, se consigue, por ello se requiere de eterna vigilancia a la concentración y
búsqueda de poder. Cuando esto suceda, quizá algún día, el socialismo se habrá
transformado en socialismo liberal.
3 de enero de 1995

Declaración de Gratitud

Cuando la campaña política comienza a entrar en calor y cuando las


promesas de un mañana mejor abundan, sugiero a los diputados de la república
que pasen la siguiente ley, a llamarse:

DECLARACION DE GRATITUD

CONSIDERANDO:

1. Que los recursos de los ecuatorianos son escasos


2. Que el uso de los recursos para una actividad disminuye los recursos
disponibles para otra
3. Que todos los ecuatorianos sacrifican recursos para que el Estado pueda
realizar su labor y
4. Que cada sucre que se gasta en el sector público es sucre obtenido del
bolsillo del pueblo

SE DECRETA

1. Que en los avisos de toda obra pública se incluirá la siguiente frase:

ESTA OBRA ES PRODUCTO DEL SACRIFICIO DE TODOS LOS


ECUATORIANOS, POR LO CUAL, TODOS LOS QUE NOS BENEFICIAMOS
DE ELLA AGRADECEMOS A NUESTROS COMPATRIOTAS SUS
ESFUERZOS Y SU BUENA VOLUNTAD

2. Que los nombramientos de todo empleado público así como todos los
contratos colectivos que se firmen entre el gobierno y los empleados de las
empresas públicas incluirán la siguiente cláusula:
YO (Fulano de tal) AGRADEZCO LOS SACRIFICIOS QUE HACEN MIS
COMPATRIOTAS PARA QUE PUEDA DISFRUTAR DE ESTA FUENTE DE
TRABAJO

3. Que todos los elegidos a ocupar un puesto público cuando juramenten su


acceso al poder manifestarán el siguiente testimonio:

AGRADEZCO A TODOS LOS ECUATORIANOS QUE CON SU SACRIFICIO


HACEN POSIBLE QUE POR LOS SIGUIENTES CUATRO AÑOS SEA
(diputado, alcalde, concejal, ministro, etc.)

4. Que toda deuda en la que incurra el gobierno o empresa pública llevará la


siguiente declaración:

LOS BENEFICIARIOS DE ESTE PRÉSTAMO AGRADECEN SOBRE MANERA


A LAS GENERACIONES FUTURAS DE ECUATORIANOS QUE, A PESAR DE
NO ESTAR PRESENTES, CON SU SACRIFICIO HACEN POSIBLE ESTA
OBRA

Querido lector, ¿no cree Ud. que estas declaraciones de gratitud harían
reflexionar un poco, tanto a los que aspiran a ser elegidos como a los electores?
¿Sería posible que por ahí haya alguien que le remuerda la conciencia y que en
recuerdo de esta declaración de gratitud haga algo para compensar el sacrificio
del pueblo?
14 de febrero de 1996

El Liberalismo Político en el Ecuador

El principio básico del liberalismo se puede expresar con la frase "el poder
para nadie". Esto lo hace incompatible con las dictaduras o con los gobiernos
autocráticos mientras que encaja perfectamente bien con la democracia, en
donde la autoridad es legítima cuando representa una mayoría del pueblo a la
vez que se respetan las posiciones de las minorías. Si bien es cierto que la
partidocracia ecuatoriana ha desvirtuado el liberalismo político pues no ha
permitido que el pueblo participe en toda su extensión, no es menos cierto que
existe una observancia religiosa, constantemente observada y supervisada, de
los derechos de las minorías. Aunque estamos acostumbrados a pensar que tal
o cual candidato puede darle al país un nuevo rumbo, nuestra democracia no es
"presidencialista" como la de Argentina o Perú. En otras palabras, en el Ecuador
para llegar al poder se ha necesitado defender y propugnar un sistema de valores
aceptados por la generalidad de la población lo cual ha dado lugar a la
competencia política y a la neutralización mutua de las ambiciones de muchos
"redentores" del pueblo.

En la utopía liberal la relación entre clase gobernante y la minoría opositora


requiere principalmente de un acuerdo sobre temas generales y sólo de manera
secundaria uno para la creación de leyes. Cualquier ley adoptada por la mayoría
debe proporcionar a la minoría la oportunidad para vivir y prosperar. El
gobernante, o el partido gobernante, si desea mantener el poder debe desarrollar
programas para toda la sociedad y no exclusivamente para sus intereses
particulares. Es por ello que se llama a la política el "arte de lo posible", pues se
tiene éxito cuando se logra armonizar los intereses de la mayoría con los de la
minoría para beneficio de la sociedad en conjunto.

Cuando se avecina una contienda electoral debemos tener esto muy en claro,
porque nuestro sistema impone tanto a electores como a candidatos un camino
del cual poco nos podemos desviar. En primer lugar, el sistema se ha
desarrollado espontáneamente, no lo diseñó nadie, y por ello tiene una enorme
inercia. No es fácil cambiarlo, los últimos cuatro años son prueba fehaciente de
esta afirmación. En segundo lugar, para cambiarlo se necesita de un consenso,
de agrupar a los partidarios y negociar con los opositores. Cuando los
Fundadores de los Estados Unidos diseñaron su forma de gobierno se
preocuparon extremadamente de poner trabas al populismo, es decir, a aquellos
esfuerzos cortoplacistas de imponer los deseos de la mayoría. Por ello inventaron
el Senado, ahí se mueren las ideas de moda. Claro que esto frustra a los
reformistas y, en esta trampa, caemos los liberales que vemos con angustia que
el status quo se perpetúa y que los grupos de poder siguen haciendo de las
suyas. No obstante, este camino es preferible porque el otro implica demasiados
riesgos. ¿Quién nos asegura que un "déspota benévolo" no pueda volverse
"malévolo"? Y aunque ahora escogiéramos bien, nos podríamos equivocar
mañana. En este sentido, la democracia ecuatoriana es sólida, porque no niega
los derechos de las minorías ni es posible imponer esquemas radicales o
revolucionarios.

Por todo esto, debemos tener muy en cuenta que este sistema exige la
elección no sólo de un hombre o un binomio, ni siquiera de un grupo de hombres
para el Ejecutivo, sino también del Congreso que los va a acompañar. Si el
Ejecutivo no tiene el apoyo del Congreso, seguiremos a la deriva, igual que en los
últimos cuatro años.
27 de marzo de 1996

Sólo Para Neoliberales

Si Ud. es socialista convencido (marxista o socialdemócrata) esta columna


no es para Ud. Pero si es liberal o sospecha del liberalismo sin rechazarlo,
estas palabras pueden ayudarle en su convicción. Una de las tácticas utilizadas
inmemorialmente para acabar con un movimiento político es estigmatizar con
las palabras. Durante la guerra fría, el calificativo de “comunista” se lo
achacaba a cualquiera que estuviera en contra de la política norteamericana.
Los del otro lado utilizaron el de “capitalista”. Hoy se emplea aquello de
“neoliberal”. Por ello no pude menos que soltar una carcajada cuando el
presidente Abdalá Bucaram empleó el término para atacar a los dirigentes
sindicales. Por eso les pido, no nos dejemos arrebatar la palabra. La palabra
liberalismo se deriva de libertad, el neoliberalismo no es más que la concepción
contemporánea del pensamiento de Espejo, Mejía Lequerica, Montalvo, Alfaro,
los Plaza y muchos más.

Para confundir se usa “neoliberalismo salvaje”. Esto es una contradicción de


términos, es como decir “catolicismo agnóstico”, “protestantismo ateo” o
“marxismo libertario”. El liberalismo nunca puede ser salvaje. El neoliberalismo
es doctrina de Estado, consecuentemente se preocupa de la organización de la
sociedad con leyes, con cortes de justicia, con orden y seguridad internas. Pero
dentro de un estricto respeto a los derechos del hombre: vida y propiedad. Los
que utilizan lo de “salvaje” confunden el mercantilismo con el capitalismo
liberal. El mercantilismo es el sistema bajo el cual la empresa privada se
beneficia del poder del Estado. En un sistema neoliberal ideal no hay
privilegios, ni prebendas, ni favoritismos para nadie. Tal vez sea una utopía,
pero sin ideales quedan pocas esperanzas de progreso.

También debemos cuidarnos de la palabra “social”. Desafortunadamente, el


socialismo por muchos años fue el paradigma ideológico de intelectuales y de
gente bienintencionada. Ser “socialista” fue bandera de honor. Antes de la
caída del muro de Berlín, inclusive los liberales tuvimos miedo del estigma y
utilizamos aquello de economía “social” de mercado. No más. Lo que
pretendemos es el sistema liberal de mercado. El término “social” debemos
dejarlo de lado. No porque a los liberales no nos preocupe la situación de los
pobres o la de las masas. No. Porque para los liberales lo que importan son los
medios, el camino, no las intenciones; porque a los neoliberales nos interesa
erradicar la pobreza, porque nos conviene que todos seamos prósperos y ricos.
¿De qué vale decirse estar en contra de la pobreza cuando los medios que se
utilizan empobrecen? ¿De qué vale “creer que se hace bien” o “sentirse”
altruista si los remedios son peores que la enfermedad? La evidencia histórica
nos va demostrando que el verdadero estigma es el socialismo, inclusive el que
se dice ser social-demócrata.

Finalmente, unas palabras de aliento. La historia está de nuestro lado.


Contamos con el afán de libertad del hombre. Por ahí alguien afirmó que el
“neoliberalismo no inspira”. El que lo escribió debe haber sido alguien que cree
que el neoliberalismo es estrictamente macroeconomía. ¡Qué miopía! ¿Cómo
no va a inspirar, cuando el neoliberalismo tiene que ver con la libertad, con los
derechos individuales, con la igualdad ante la ley, con la fraternidad (bien
entendida)? La libertad fue la bandera de la Revolución Americana y la de la
Francesa. Fue la del 10 de Agosto y la del 9 de Octubre. Y la de Eloy Alfaro. Si
hoy la hacemos nuestra, será mañana la que flamee en toda la patria.
16 de octubre de 1996

NÚMEROS ANTERIORES DE IDEAS DE LIBERTAD

No. Publicación Autor

1 Política sin Benefactores Dora de Ampuero

2 El Derecho de Propiedad: Historia de un Dora de Ampuero


Concepto

3 Encrucijada de la Agricultura Ecuatoriana Enrique Ampuero Pareja


4 Privatización y Desarrollo Steve Hanke

5 Gobierno, Capital Humano y Crecimiento Gary S. Becker


Económico.

6 Hacia una política moral de Drogas. Richard Dennis

7 Economía y Medio Ambiente. Juan F. Bendfeltd

8 Los Costos Escondidos de la Acción del Lydia Durán Ortega


Gobierno.

9 El Papel del Estado en una Sociedad Libre. Franklin López.

10 Cómo y Por qué se desarrollan los pueblos. Carlos Alberto Montaner

11 Límites al Poder del gobierno de establecer


impuestos. Dora de Ampuero

12 La Previsión en Chile Ayer y Hoy Impacto de


las Reformas Hernán Cheyre

13 La Conservación de los Recursos Naturales Enrique Ampuero Pareja


renovables y los Derechos de Propiedad.

14 La Constitución y las Libertades Económicas. Franklín López

15 Comercio Exterior. Alberto Benegas Lynch

16 Inflación. Ludwig Von Mises

17 Libertad Política y mecanismos de participación


ciudadana en democracia. Dora de Ampuero

18 Desarrollo Económico de Abajo hacia arriba. Michael Novak

19 Introducción a la Teoría Económica de la


Opción Pública. Randy Simmons

20 El Marco Jurídico del Libre Mercado. Armando de la Torre.

21 Un enfoque para el desarrollo rural. Luis Renteria Guerrero.

22 Crisis de la Legitimidad Democrática. La Crisis


del Liderazgo Laboral Fabián Corral

23 Algunas consideraciones filosófico-políticas en


torno al problema de la corrupción. Ricardo Rojas
24 Egoísmo, Interés propio y altruismo. Rafael Termes

25 Distorsión de los incentivos en la agricultura


ecuatoriana. Enrique Ampuero Pareja

26 Egoísmo, Interés propio y altruismo. Rafael Termes

27 Reglas para la Eco-sanidad: Treinta y seis hechos


y reglas para pensar críticamente a fin de mejorar la Joseph Bast, Meter J. Hill,
efectividad del movimiento ambientalista Richard C. Rue

28 Cansancio Civil y Gobernabilidad. Roque Farto

29 Temas Liberales. Franklín López Buenaño.


“Todos los políticos, todos los
gobiernos, los reyes lo mismo que las
repúblicas, recelaron siempre de la
propiedad privada. Las autoridades
inherentemente tienden a no admitir
restricción alguna en su actividad,
procurando ampliar todo lo posible la
esfera pública. Intervenir por doquier,
no dejar parcela alguna incontrolada,
que nada se produzca
espontáneamente, sin licencia del jefe,
he aquí la íntima aspiración del
gobernante. ¡Ojala hallara yo una
fórmula -suspira el jerarca- que
impidiera a la propiedad privada
interferir mi camino”.

Ludwig von Mises. LIBERALISMO.


Unión Editorial, S.A., 1977, pág. 89

“No es libre ninguna sociedad, cualquiera


que sea su forma de gobierno, en la cual
estas libertades no estén respetadas en su
totalidad; y ninguna es libre por completo si
no están en ella absoluta y plenamente
garantizadas. La única libertad que
merece este nombre es la de buscar
nuestro propio bien, por nuestro camino
propio, en tanto no privemos a los demás
del suyo o les impidamos esforzarse por
conseguirlo. Cada uno es el guardián
natural de su propia salud, sea física,
mental o espiritual. La humanidad sale
más gananciosa consintiendo a cada cual
vivir a su manera que obligándole a vivir a
la manera de los demás”.

John Stuart Mill, SOBRE LA LIBERTAD,


Alianza Editorial, 1988, pág. 69

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