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Alfredo Moffatt
Como marco psicopatológico vamos a describir los tres modos de patologías
básicas: neurótico, psicótico y psicópata.
Podríamos decir que el psicópata es una persona que está vacía; así como el
psicótico está lleno y el mundo queda vacío porque lo metió adentro, el
psicópata es exactamente lo inverso, quedó encerrado afuera, su vida es una
exterioridad.
Esto de que adentro no hay nadie, es una sensación que se tiene con los
psicópatas graves, no hablo de los aspectos psicopáticos, un poco
manipuladores que tenemos todos. Cuando se es un psicópata grave, su
mirada en la interacción, nos da como un escalofrío, nos damos cuenta de que
nos está mirando como a un objeto a manipular, no como un sujeto con el que
interactuar.
Lo que también vi ahí es que, el que estaba adentro y el que estaba afuera
eran muy parecidos, porque los dos estaban con miedo de que el otro lo
agrediera. Los pibes estaban verdugueados, y los guardias estaban esperando
que en un motín les pongan al cuello un hueso de pollo afilado. Existe una
paranoia mutua, el sistema es loco y produce psicópatas de los dos lados. El
sistema judicial condena al chico sin que el juez lo vea, y el edificio se parece
más a una perrera que a un lugar de rehabilitación.
El psicópata es el manipulador feroz. Esta característica, de tener vacío
adentro, está percibida incluso por el lenguaje popular, el self que nosotros
llamamos el núcleo yoico se puede superponer al término popular de alma, el
alma es el núcleo más profundo que tenemos, independientemente de lo
religioso, es el yo, es ese con el que hablamos cuando queremos ir hacia
adentro, el lenguaje popular dice desalmado, que no tiene alma, y es que
realmente da esa sensación, porque en la mirada no tiene ninguna arruga, son
esas miradas frías, que producen inquietud.
Esto no tiene nada que ver con la violencia del alcohólico o la del golpeador. El
psicópata es el manipulador, por ejemplo, podría ser un psicópata si golpea a la
mujer muy cruelmente y la mujer lo sigue, no por miedo, sino por haber
quedado fascinada por el sadismo de él, porque ya tenía un núcleo masoquista
que el psicópata detectó. Es un juego donde la mujer queda atrapada en la
dialéctica sadomasoquista, no es el juego del gato y el ratón, sino el de la
serpiente y el pajarito; la serpiente desconcierta al pajarito porque está quieta y
de pronto el pajarito se da cuenta que eso que está quieto es una serpiente, lo
paraliza y en un instante se lo come.
El verdadero psicópata es el que hace que la victima se entregue sola, por eso
es tan siniestro, porque manipula, percibe la escena deseada y la fascina con
eso.
El pastor norteamericano Jim Jones hizo que casi mil personas se suicidaran,
¿cómo lo consiguió? Como la hermandad estaba aislada, no había testigos, el
único que hablaba era él y la gente no podía confrontar con la opinión de otros,
estaban en un campamento en la mitad de la selva, en la Guyana, y él tenía
todos los pasaportes, así que nadie podía irse. En general eran personas
marginadas, sin destino, ex drogadictos, población negra. Decía que para
aumentar la santidad y demostrar la lealtad, proponía un suicidio simulado.
Simulaba poner cianuro en los refrescos y se los hacía tomar, la gente lo hacía
porque consideraba que era un ritual religioso y de fidelidad a él.
Repitieron esto varias veces sin que hubiera veneno. Pero como el psicópata
no puede admitir perder el control, cuando fue al lugar una inspección de la
embajada de EE.UU. para cerrar la Comunidad, Jones prefirió destruir todo a
través del exterminio, antes que caer él solo, porque el psicópata se considera
el dueño de los demás, para él son objetos, no sujetos.
Para esto, hizo poner cianuro realmente, y como maniobra psicopática, hizo
que primero le dieran de beber a los niños. Cuando los padres vieron que los
niños morían, ellos, por la desesperación, se mataron. Esa es la habilidad del
psicópata, los controló con la culpa.
Mataron a tres millones de vietnamitas y dijeron que fue para que ellos
aprendieran lo que es la democracia. Y siguen tan simpáticos y sonrientes
(ahora matan iraquíes).
Cuando se estaba por terminar el contrato del Canal de Panamá, decían que
Noriega, el presidente, era traficante de drogas y era un delincuente, con esto
justificaron la invasión para capturar a Noriega ¿y Pinochet, qué era?, ¿y
Videla qué era? ¿y en Colombia, Escobar? No, el malo era Noriega, justamente
donde estaba el Canal. Siempre tienen que tener la razón, siempre fueron
ellos los agredidos y los buenos, todos criados por Walt Disney…
Por supuesto que hasta aquí estamos hablando de los casos graves, aunque
hay psicopatías de distintos grados. Un psicópata puro por ejemplo, es un
asesino serial, un torturador, es un Videla, un Massera, que no sólo no se
arrepienten, sino que además lo justifican “en defensa de la cultura occidental
y cristiana”, “pero usted cortó al bebé en pedacitos…”, y responden: “sí…, pero
fue por la patria”.
Una hipótesis que explica la conducta sádica (pues el sádico muchas veces
registra lo que hace, filma el sufrimiento del otro, lo mira) es que, de alguna
manera, busca salir de ese estado de ser cosa a través del dolor del otro, se
comunica emocionalmente de una forma muy primitiva y sin éxito, no es que se
conmueva, pero es como si con eso lo intentara.
En las películas aparece muchas veces el prototipo del sádico que lo es, no
tanto por lo que hace, sino por la cara de goce que pone cuando lo hace, casi
como si fuera un orgasmo.
Astiz, por ejemplo, es el psicópata perfecto, puede mentir, simular. Para el que
no tiene ningún sentimiento, es mucho más fácil simular cualquier cosa, puede
ser un gran benefactor, una víctima, etc. Recordemos que cuando se infiltró en
Madres lo aceptaron por su aspecto de niño indefenso.
Hay una obra de Tato Pavlovsky que se llama “El señor Galíndez”, en donde el
psicópata tortura al prisionero, y después se va a su casa y está con los hijos y
les lee el Pato Donald. Está disociado, como ese asesino serial que mató a
toda su familia y lo que dice el vecindario es: “Era tan amable, saludaba a todos
sonriendo…”