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EL PSICÓPATA, LA SUBJETIVIDAD VACÍA

Alfredo Moffatt
Como marco psicopatológico vamos a describir los tres modos de patologías
básicas: neurótico, psicótico y psicópata.

El neurótico pertenece a dos mundos, el mundo subjetivo y el mundo objetivo.


Tiene trastornos que no le impiden la inclusión social, se comunica con los
demás (el mundo objetivo) y también tiene un diálogo interior (el mundo
subjetivo).

El psicótico, por el contrario, no tiene mundo externo, se tragó el mundo, se


volcó totalmente hacia su interior, metió el mundo adentro y él quedó encerrado
en ese mundo que armó y que nosotros llamamos delirio. El delirio es
equivalente a un mundo, porque tiene reglas, personajes y define espacio y
tiempo. Con esto obtiene una percepción omnipotente porque puede transmitir
pensamientos y manejar ilusoriamente la realidad, interpretándola desde su
sistema delirante. No es peligroso, porque su mundo es virtual (a lo sumo, te
puede arrojar un tomate radioactivo…)

El brote psicótico es el momento en el que a la persona se le desarma la


realidad, no sabe quién es ni dónde está, qué época de su vida es, el momento
histórico no tiene sentido, tampoco los vínculos, queda aislado y le desaparece
la identidad. A este proceso lo vive de forma tan aguda y desolada, que inventa
un vínculo con un personaje, o confabulaciones imaginarias que, en el caso de
la paranoia, lo persiguen.

La identidad depende de una cantidad de vínculos y de ubicaciones en


espacios temporales, de normas, roles, mitos que la cultura asigna, se es en
función de un entorno que se llama la realidad, si la realidad se desarma, se
desarma el yo.

Muchas veces la esquizofrenia, que en el primer momento es sólo


fragmentación, produce mucho desconcierto en los demás, y por eso al loco, al
psicótico se lo encierra. Entonces éste percibe que lo van a forzar y se asusta,
es decir aparece un componente paranoide, se imagina que hay un complot de
los demás, todos son enemigos, inventa un marciano que lo persigue, etc. En
general tienen delirios persecutorios, por eso se encierran o se aíslan, no
hablan con la gente para no ser vulnerables, y uno se pregunta: “qué tonto ¿por
qué se busca un enemigo?” Lo hace para poder interactuar con alguien, porque
ese enemigo, al perseguirlo, le da una estructura de vida, que es huir y
defenderse.

De alguna manera reconstruye un mundo, pesadillesco, y empieza a controlar,


no lo que dicen los otros, sino los gestos que hacen. Por ejemplo: “se está
tocando la boca, está disimulando algo que tiene en la boca, que a lo mejor es
un veneno para mí, el otro está anotando lo que digo, aquél hace creer que es
ciego pero me ve perfectamente…” Todo el mundo se le convierte en una
pesadilla y con eso tiene, de alguna manera, un argumento. No inventa un
amor, porque quedó aislado, el amor exige la respuesta del otro, en cambio el
miedo no. No me importa si Frankenstein me quiere, lo que me importa es
solamente que me persiga. Todo delirio se da por el fracaso del amor, que es
un vínculo dialógico con el otro.

El psicópata, en cambio, es muy peligroso porque es una computadora, no


pierde el tiempo en emociones, porque no puede sentirlas.

Podríamos decir que el psicópata es una persona que está vacía; así como el
psicótico está lleno y el mundo queda vacío porque lo metió adentro, el
psicópata es exactamente lo inverso, quedó encerrado afuera, su vida es una
exterioridad.

Desgraciadamente, psicótico y psicópata son parónimos, suenan parecido, por


lo que muchas veces se lee en el diario: “Un psicópata se escapó del Borda… “
y en el Borda, sólo hay psicóticos.

Entonces, el esquizofrénico es lo contrario del psicópata. El psicópata es el


asesino serial, el estafador, el cana brutal y sin compasión, el torturador, es la
persona que tiene un interior completamente vacío y maneja el mundo, él está
fuera de sí mismo, está en el mundo, es como un robot y controla a los demás,
vive afuera porque adentro no hay nadie.

Esto de que adentro no hay nadie, es una sensación que se tiene con los
psicópatas graves, no hablo de los aspectos psicopáticos, un poco
manipuladores que tenemos todos. Cuando se es un psicópata grave, su
mirada en la interacción, nos da como un escalofrío, nos damos cuenta de que
nos está mirando como a un objeto a manipular, no como un sujeto con el que
interactuar.

Vi mucho esa mirada, desgraciadamente, en algunos de los pibes del instituto


Almafuerte, que estructuraron personalidades psicopáticas, chicos con varios
homicidios, a veces homicidios gratuitos. Había uno especialmente que
inspiraba miedo, hasta los guardias le temían porque podía hacer un ataque
inesperado. Un día agarró un lápiz y se lo enterró en el ojo a otro compañero
sin ningún motivo, sólo para intimidar, porque con eso generaba el terror. En el
taller de carpintería estaba “el jefe” que era muy grande (también le dicen el
“pesado” o el “poronga”), y como él quería disputarle ese lugar, sin decir nada,
sin que medie ninguna provocación, tomó un punzón y se lo clavó, sin que se le
moviera un pelo, y así él quedó como jefe.

Lo que también vi ahí es que, el que estaba adentro y el que estaba afuera
eran muy parecidos, porque los dos estaban con miedo de que el otro lo
agrediera. Los pibes estaban verdugueados, y los guardias estaban esperando
que en un motín les pongan al cuello un hueso de pollo afilado. Existe una
paranoia mutua, el sistema es loco y produce psicópatas de los dos lados. El
sistema judicial condena al chico sin que el juez lo vea, y el edificio se parece
más a una perrera que a un lugar de rehabilitación.
El psicópata es el manipulador feroz. Esta característica, de tener vacío
adentro, está percibida incluso por el lenguaje popular, el self que nosotros
llamamos el núcleo yoico se puede superponer al término popular de alma, el
alma es el núcleo más profundo que tenemos, independientemente de lo
religioso, es el yo, es ese con el que hablamos cuando queremos ir hacia
adentro, el lenguaje popular dice desalmado, que no tiene alma, y es que
realmente da esa sensación, porque en la mirada no tiene ninguna arruga, son
esas miradas frías, que producen inquietud.

Esto no tiene nada que ver con la violencia del alcohólico o la del golpeador. El
psicópata es el manipulador, por ejemplo, podría ser un psicópata si golpea a la
mujer muy cruelmente y la mujer lo sigue, no por miedo, sino por haber
quedado fascinada por el sadismo de él, porque ya tenía un núcleo masoquista
que el psicópata detectó. Es un juego donde la mujer queda atrapada en la
dialéctica sadomasoquista, no es el juego del gato y el ratón, sino el de la
serpiente y el pajarito; la serpiente desconcierta al pajarito porque está quieta y
de pronto el pajarito se da cuenta que eso que está quieto es una serpiente, lo
paraliza y en un instante se lo come.

El golpeador no, el golpeador puede ser una persona epileptoide, alcohólica,


violenta, pero no manipula. El que manipula, a lo mejor golpea y desespera a
una mujer y la lleva a que se mate, pero antes logró que pusiera la casa a su
nombre porque manipula para delinquir.

El verdadero psicópata es el que hace que la victima se entregue sola, por eso
es tan siniestro, porque manipula, percibe la escena deseada y la fascina con
eso.

Un psicópata puede tener un núcleo paranoico, depresivo o histérico. El


paranoico, es el militar que conduce a la muerte, como Hitler, o Videla. El
histérico, es el gran seductor, que enamora y abandona, y el psicópata
depresivo es el que detecta a una mujer depresiva grave y le dice: “quiero
hacer con vos un pacto de muerte”. Adivina esa escena de amor y muerte de
la mujer, pero antes le dice: “pongamos la casita a nombre de los dos”. Y
cuando están en la cornisa del séptimo piso, le dice: “yo me tiro primero” y ella
responde: “no, no, primero me mato yo, porque no soportaría verte muerto...”
(que es lo que el psicópata había supuesto) y cuando ella se tira, él se asoma y
piensa: “¡ Uy… cómo quedó! bueno… ahora, a vender la casa”.

Por eso el psicópata es muy difícil de detectar, porque fundamentalmente es


seductor. Cuando una persona es demasiado encantadora los primeros diez
minutos, me preocupo, porque casi seguro es un manipulador.

El psicópata es muy interesante de estudiar, porque es un personaje muy


importante en épocas de crisis. Cuando fallan las instituciones, el psicópata
llega al poder por manipulación, en cambio, cuando los encuadres
institucionales funcionan, el psicópata no puede operar.

Por ejemplo, Menem era un psicópata histérico, manipulador, seductor, hay


anécdotas de él que lo muestran como un gran tramposo. Fue muy peligroso
por el lugar al que llegó, Menem hubiera sido un buen almacenero en La Rioja,
un turco almacenero que vende y, a lo sumo, roba en el peso, pero que llegara
a presidente y vendiera el país, fue culpa nuestra. En este caso, los argentinos
nos comportamos como una mujer golpeada.

En cambio Videla era un psicópata mesiánico y Camps un psicópata sádico,


todo torturador es un psicópata sádico.

Nosotros no podríamos ser psicópatas, nos resultaría muy difícil. Si nos


obligaran a ser torturadores y empezáramos a cortar con un vidrio roto a una
persona, cuando viéramos a la persona ensangrentada nos desmayaríamos,
porque no podemos evitar identificarnos. En cambio el psicópata piensa: “Este
vidrio no corta nada” y rompería otra botella.

En el caso de algunos de los pastores evangelistas, el pastor Jiménez, por


ejemplo, se trata de un manipulador histérico. Trabaja para un público femenino
que él seduce porque les hace caritas y les habla con voz de radioteatro. Los
observadores de nuestra escuela que estuvieron en su templo dijeron que
sintieron culpa porque estaban observando en forma tramposa y la gente
estaba realmente entregada, vieron cómo generaba una histeria colectiva. Él
hablaba de Dios y de cómo devolverle a Dios por los milagros concedidos a
través de su Iglesia. En ese momento pasaban un sobre para que la gente
depositara la plata.

El pastor norteamericano Jim Jones hizo que casi mil personas se suicidaran,
¿cómo lo consiguió? Como la hermandad estaba aislada, no había testigos, el
único que hablaba era él y la gente no podía confrontar con la opinión de otros,
estaban en un campamento en la mitad de la selva, en la Guyana, y él tenía
todos los pasaportes, así que nadie podía irse. En general eran personas
marginadas, sin destino, ex drogadictos, población negra. Decía que para
aumentar la santidad y demostrar la lealtad, proponía un suicidio simulado.
Simulaba poner cianuro en los refrescos y se los hacía tomar, la gente lo hacía
porque consideraba que era un ritual religioso y de fidelidad a él.

Repitieron esto varias veces sin que hubiera veneno. Pero como el psicópata
no puede admitir perder el control, cuando fue al lugar una inspección de la
embajada de EE.UU. para cerrar la Comunidad, Jones prefirió destruir todo a
través del exterminio, antes que caer él solo, porque el psicópata se considera
el dueño de los demás, para él son objetos, no sujetos.

Para esto, hizo poner cianuro realmente, y como maniobra psicopática, hizo
que primero le dieran de beber a los niños. Cuando los padres vieron que los
niños morían, ellos, por la desesperación, se mataron. Esa es la habilidad del
psicópata, los controló con la culpa.

Hitler era otro psicópata, proveniente de un pueblo que tiene características


paranoides. Los alemanes, cada tanto, hacen un delirio guerrero. Hitler creaba
una hipnosis colectiva, porque hacía los actos en los bosques, en base al
fuego, con miles de banderas al viento, algo que es ancestral de los pueblos
teutones. Lo hacía ante diez mil personas, a los alemanes no les cuesta nada
ponerse en formación, bien rígidos. El resto se lograba con reflectores y luces,
generaba una hipnosis colectiva, gritaba y gesticulaba, como salido de una
ópera de Wagner, hablaba del sionismo internacional, los enemigos que iban a
destruir Alemania, y con eso generaba el trance.

¿Cómo se distingue un psicópata de un líder? San Martín, por ejemplo,


convenció a tres mil o cuatro mil campesinos de Mendoza que cruzaran Los
Andes, con hambre y frío, para ir a pelear al otro lado de la cordillera. Hitler
también preparó una guerra, pero, ¿cuál es la diferencia? que el final del juego
para Hitler fue Alemania totalmente destruida, perdieron todos, y el final del
juego para San Martín fue que consiguieron la independencia, ganaron todos.

El psicópata histérico es el menos peligroso, su secuencia es: seducción,


engaño y abandono, después de prometer el amor eterno.

En cambio el psicópata paranoico es el más peligroso, porque puede llegar a


ser un asesino. La psicopatía es funcional al sistema, en los cuerpos de
seguridad, no podrían pertenecer a esas fuerzas personas que no tuvieran esa
característica. Imaginemos que un policía le rompiera la cabeza a alguien y
después dijera: “¿qué le hice?... usted no hizo nada y yo le reventé la cabeza,
está lleno de sangre, y ahora yo me siento mal…” Si le pasara esto lo
echarían, argumentando que no está cumpliendo con su deber.

En el momento actual el psicópata tiene dos destinos: si es pobre va a la cárcel


y si es rico va al poder. En las épocas de crisis sociales, ningún político llega al
poder sin componentes psicopáticos, pues la guerra por el poder se realiza en
base a traiciones y mentiras.

El psicópata no siente culpa debido a que no tiene núcleo yoico, no lo pudo


desarrollar, es alguien que desde chico fue tratado como objeto, no le
permitieron percibirse como sujeto ni que percibiera la subjetividad ajena, con
la cual poder construir su propia subjetividad, no aprendió que no somos
objetos, que somos distintos a una piedra o a un animal, porque hay una
percepción subjetiva empática que resuena con el otro. Seguramente le decían:
“¿Estás triste? Bueno, andá y pegale a ese chico”, o: “¿Tenés miedo? Ahora
viene papá y te pega”. No fue estimulado en sus sentimientos de empatía, de
ponerse en el lugar del otro y suponer que adentro de ese otro hay un ser
humano igual al que el tiene en la cabeza, aprendió que los vínculos humanos
son una serie de actos y no una serie de emociones.

El psicópata es un personaje difícil de percibir, porque es nadie subjetivamente,


es parecido a un robot, en las películas americanas aparece mucho el tema del
extraterrestre, es el replicante, el que tiene rueditas en la cabeza, que no es
una persona, es un aparato, un doble, no hay nadie adentro.

Cuando estuve en el manicomio de Nueva York, ya a punto de volverme, tuve


ganas de hacer algo que, de haberlo hecho, seguramente hubiera ido preso, y
era abrir un americano para ver “si había alguien adentro”.
El poder en EE.UU. tiene características psicopáticas, un imperialismo tiene
que tener una personalidad psicopática, es inimaginable un imperialismo con
una personalidad melancólica, que tire NAPALM a los vietnamitas y después
sienta culpa: “¡Qué barbaridad, todos los pibes quemados…! No, ellos dicen:
“dos mil quinientos mayores y quinientos menores muertos, la operación fue un
éxito”.

Mataron a tres millones de vietnamitas y dijeron que fue para que ellos
aprendieran lo que es la democracia. Y siguen tan simpáticos y sonrientes
(ahora matan iraquíes).

Cuando se estaba por terminar el contrato del Canal de Panamá, decían que
Noriega, el presidente, era traficante de drogas y era un delincuente, con esto
justificaron la invasión para capturar a Noriega ¿y Pinochet, qué era?, ¿y
Videla qué era? ¿y en Colombia, Escobar? No, el malo era Noriega, justamente
donde estaba el Canal. Siempre tienen que tener la razón, siempre fueron
ellos los agredidos y los buenos, todos criados por Walt Disney…

Rambo, por ejemplo (que es un psicópata oligofrénico) está todo el tiempo


asesinando gente, y por supuesto que al final de la película no dice: “¡qué
cantidad de gente que maté! a veces siento culpa”.

En cambio, en el Martín Fierro, cuando él mata al negro (que incluso lo había


provocado), se siente culpable, y, como le contaron que no fue bien enterrado,
piensa: “tendría que ir a rezarle un responso…” Fierro se dolió del otro, porque
es un héroe épico melancólico, en cambio Rambo, el héroe de los
norteamericanos, es un héroe robot de esa cultura de plástico, que no puede
deprimirse ni sentir empatía.

Un psicópata nunca va a buscar terapia, porque le va bien, él manipula a los


demás ¿para qué va a ir a terapia? ¿Para enterarse que está vacío adentro?

Por supuesto que hasta aquí estamos hablando de los casos graves, aunque
hay psicopatías de distintos grados. Un psicópata puro por ejemplo, es un
asesino serial, un torturador, es un Videla, un Massera, que no sólo no se
arrepienten, sino que además lo justifican “en defensa de la cultura occidental
y cristiana”, “pero usted cortó al bebé en pedacitos…”, y responden: “sí…, pero
fue por la patria”.

Por supuesto hay formas intermedias, todos nosotros manipulamos un poco. Si


yo no manipulara un poquito… en el año 1971 llevé treinta chicas de la
Escuela de Pichón al fondo del Borda, todos los sábados, para hacer La Peña
Carlos Gardel, pero, ¿por qué no soy un psicópata y soy más bien un líder?
Porque la gente quedó contenta, aprendió, se sintió buena, se enriqueció
emocionalmente con los muchachos de adentro; realmente fue una experiencia
hermosa de solidaridad. Pero si yo no hubiera tenido alguna capacidad de
enganchar, no hubiera convencido a nadie de que fueran todos los sábados al
fondo de un manicomio… La diferencia con un psicópata, es que éste haría
una Peña para enriquecerse él, usando para eso a los pacientes.
El psicótico, en cambio, nos mira y pensamos: “¿a quién está mirando?, ¿al de
atrás?” porque no nos mira, nos atraviesa con la mirada, está mirando a otro
imaginario, y por eso produce inquietud, porque nos hace desaparecer. El
psicópata, en cambio, nos mira y nos capta, nos hace sentir que está
calculando cómo nos va a cortar en pedacitos sin que se le mueva un pelo.

El psicópata grave no tiene cura porque no le conviene. Cuando yo atendía en


el hospital de Nueva York, algunas veces, vinieron personalidades bastante
psicopáticas, y en realidad venían a que yo les hiciera un certificado de locos,
para que pudieran quedar impunes las cosas que hacían: “Yo soy enfermo
mental, por eso le pego a mi mujer, soy así, eso es lo que pasa, no es que sea
culpable”. Entonces yo les contestaba: “Ah, ¿usted quiere un certificado de
impunidad?… Yo no doy ese certificado, para eso tiene que ir a la policía, ellos
se lo dan a sus amigos”.

Muchas veces me preguntan: “Si no tiene cura ¿por qué lo explica?”… La


respuesta es: para que nos defendamos de ellos. No lo explico para curarlos
sino para defendernos, para no ser manipulados.

Una hipótesis que explica la conducta sádica (pues el sádico muchas veces
registra lo que hace, filma el sufrimiento del otro, lo mira) es que, de alguna
manera, busca salir de ese estado de ser cosa a través del dolor del otro, se
comunica emocionalmente de una forma muy primitiva y sin éxito, no es que se
conmueva, pero es como si con eso lo intentara.

En las películas aparece muchas veces el prototipo del sádico que lo es, no
tanto por lo que hace, sino por la cara de goce que pone cuando lo hace, casi
como si fuera un orgasmo.

En general el psicópata tiene que violar, porque no puede producir la emoción


amorosa, el psicópata, por su sangre fría, es como un reptil, por eso la
violación va muchas veces acompañada de atrocidades. En las películas
americanas aparece demasiado, cada cinco películas una es de un sádico, las
otras tres son de otro tipo de psicópatas. El delincuente es un psicópata y el
policía, cuando lo mata violentamente, lo hace del mismo modo que el
psicópata.

Astiz, por ejemplo, es el psicópata perfecto, puede mentir, simular. Para el que
no tiene ningún sentimiento, es mucho más fácil simular cualquier cosa, puede
ser un gran benefactor, una víctima, etc. Recordemos que cuando se infiltró en
Madres lo aceptaron por su aspecto de niño indefenso.

Pero si uno está prevenido, puede detectar al psicópata, especialmente por la


frialdad intimidante de su mirada, su rostro no tiene ninguna expresión.

Si aprendemos a percibir como terapeutas la mirada de quien vamos a asistir,


distinguiremos las patologías y los matices en la histeria, la fobia, la depresión,
la psicosis y la psicopatía.
A Astiz no lo he visto de cerca, pero he visto otros psicópatas. Yendo a los
programas de televisión, uno a veces se encuentra con ellos, tienen una
frialdad amenazante, y cuando se quieren hacer los compasivos es peor
todavía, porque es una compasión falsa, dan más miedo que si sacaran un
revólver. Como imagen, al psicópata grave, lo vemos como una mezcla entre
un reptil y un robot.

Que el psicótico existe, lo creen todos enseguida, pero el psicópata es más


difícil de aceptar como enfermo, porque no delira, maneja la realidad mejor
que nosotros, porque justamente, no tiene interferencias provenientes de sus
emociones internas, de las proyecciones e introyecciones, no se enamora
realmente, no adquiere culpa, no se deprime, tiene grandes ventajas sobre
nosotros, los pobres neuróticos (que nos pasamos sintiendo culpas y
deprimiéndonos por los dolores de los demás…)

El chico de la calle tiene características psicopáticas, pero como es chico,


todavía está en una etapa plástica, todavía puede aprender a empatizar. Al
comienzo, el chico de la calle es frío, porque la vez que se entregó le fue mal,
cada vez que manifestó emociones le fue mal, lo abusaron o lo abandonaron,
entonces se fabricó una coraza. Además ¿se imaginan dormir donde otros
caminan, en la calle? Él debe estar siempre hacia afuera, porque está
permanentemente en riesgo, pibe que se duerme pibe que pierde, duermen
con un ojo cerrado y otro abierto.

Volviendo al psicópata, lo definimos como el que quedó encerrado afuera, no


tiene subjetividad, en cambio el psicótico es pura subjetividad, quedó encerrado
adentro, por lo tanto es inofensivo.

El Borda es el lugar más seguro, no hay ninguna posibilidad de un ataque, y


menos sexual, pero podríamos decir que no es seguro emocionalmente porque
te encariñás. Por ejemplo, te dicen: “Hola, el año pasado viniste vos, Marta, y te
habías separado de Eduardo…” y vos pensás: “Nunca se acordaron tanto de
mí…” y te conmovés.

En cambio el psicópata está en el poder o en las fuerzas de seguridad. A los


del servicio penitenciario, por ejemplo, el sistema los hace de piedra y ellos
verduguean a los presos, que entonces se transforman en lo mismo, esto es un
círculo vicioso. En este sentido es difícil cambiar el juego, porque si fueran
todos los psicólogos a Devoto, de un día para otro y con una actitud de
contención, se los comerían, o los matarían, porque primero hay que hacer una
rehabilitación. Antes, y durante un buen tiempo, habría que ablandar esos
corazones (de presos y guardia cárceles) y después sí podrían entrar los
psicólogos.

Esta “paronimia” entre psicópata y psicótico, a veces confunde, se tendrían


que llamar de otra manera, porque no sólo no tienen nada que ver, sino que
son opuestos. En otros tiempos, el psicópata era llamado loco moral, ese era
su diagnóstico psiquiátrico.
El psicópata verdadero, como algunos políticos, no va en cana. Un amigo
criminólogo (Elías Neuman) me decía: “A la cárcel van los delincuentes
fracasados”, los pobres, los que no pudieron aprender a psicopatear, porque el
verdadero psicópata se transforma en juez coimero, en jefe de las fuerzas de
seguridad, en estafador de bancos… lo hace bien porque es muy hábil.

El psicótico no, se retiró del mundo, se cree omnipotente y maneja el mundo


desde su delirio, no tiene estrés, no somatiza. El psicópata tampoco somatiza
pero hace somatizar a todos los demás.

Entre los psicópatas de la dictadura ninguno se sintió culpable ni se suicidó,


porque tienen una superestructura ideológica: la defensa de la sociedad
occidental y cristiana. Para los psicópatas paranoicos, todos los demás son
agresores, y ellos mataron para salvar el país.

Hay una obra de Tato Pavlovsky que se llama “El señor Galíndez”, en donde el
psicópata tortura al prisionero, y después se va a su casa y está con los hijos y
les lee el Pato Donald. Está disociado, como ese asesino serial que mató a
toda su familia y lo que dice el vecindario es: “Era tan amable, saludaba a todos
sonriendo…”

En cambio nuestros bandidos rurales, Bairoletto, Mate Cocido, delincuentes


grandes, no eran psicópatas, eran chorros, robaban a Bunge y Born pero
repartían con los pobres. Bairoletto y el Gauchito Gil llegaron a ser santos
populares, eran justicieros sociales.

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