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MACRO I

Complementos teóricos
Parte I

Cátedra: Mario Damill


Macroeconomía y políticas económicas en la argentina:
Una visión panorámica del análisis macroeconómico

Mario Damill

CEDES
Buenos Aires, agosto de 2004
El enfoque de la macroeconomía

¿Qué es la macroeconomía?
No intentaremos aquí comenzar con una definición. Antes que recurrir a fórmulas
sintéticas, procuraremos acercarnos a este campo del conocimiento en aproximaciones
sucesivas, examinando sobre todo qué es lo que hacen o hacemos los macroeconomistas.
Como primer paso describiremos, a grandes rasgos, lo que puede catalogarse como el
enfoque macroeconómico. Sería quizás conveniente empezar definiendo a la “economía” en
general, antes de considerar qué cualidades caracterizan a un enfoque particular dentro de
ella, pero no es esa una tarea simple y nos llevaría inmediatamente a un terreno pantanoso.
Suele pensarse en la economía como una disciplina cuyo tema central es la escasez: la
cuestión de cómo resuelven las sociedades humanas el problema de asignar recursos
escasos a fines alternativos. Sucede, sin embargo, que la macroeconomía se ocupa, con
bastante frecuencia, de situaciones en las cuales la escasez no es precisamente lo que nos
quita el sueño: por ejemplo, frente a un cuadro de desocupación masiva, el trabajo no es un
recurso “escaso”; al contrario, la sociedad cuenta con una capacidad de trabajo superior a la
que el sistema productivo parece capaz de emplear. El problema que hay que resolver no es,
en ese caso, exactamente de escasez, sino de empleo de un recurso que está siendo
subutilizado. Es claro que, desde la perspectiva de los desocupados, habrá “escasez de
puestos de trabajo”, pero en esa situación habrá también, posiblemente, máquinas ociosas;
la abundancia de trabajo suele venir acompañada por subutilización de los recursos
productivos físicos. Estos tampoco “escasean”, en tales circunstancias. Están las máquinas y
están los trabajadores, pero por alguna razón no se juntan: hay un problema de coordinación.
Problemas de ese tipo se hallan en el corazón de la macroeconomía y son también el objeto
de intensas controversias. Dejemos entonces en suspenso, como anticipamos, la cuestión de
definir la disciplina en general, y tratemos de aproximarnos a ella a través de un atajo:
caracterizando el enfoque “macro”.
Cuando observamos un sistema económico (por lo general una economía nacional, pero
también puede tratarse de una región, de varias ,o de todo el globo) desde esta perspectiva,
procuramos establecer una visión de conjunto de ese sistema. Esa es la idea básica.
Observar el bosque y no los árboles, para decirlo con un lugar común.
Aunque se trata de una simplificación tal vez excesiva, suele decirse que, en líneas
generales, el enfoque macroeconómico apunta a captar una totalidad, sin perderse en los
detalles de firmas individuales o mercados específicos, por ejemplo. En otras palabras,
intentamos trazar una imagen comprehensiva del sistema, de sus características más
importantes y de sus articulaciones internas (y también externas, con el resto del mundo).
Tratamos de entender su forma de funcionamiento, sus “leyes”. Hacemos todo esto con la
esperanza de comprender los ejes centrales de su evolución y seguramente con el ánimo de
evaluar la calidad de su desempeño global. Ésta última tiene que ver, en lo esencial, con la
capacidad de la organización económica para generar inclusión social y bienestar. Claro que
a algunos observadores esto les interesará menos que la posibilidad de anticipar algunos
hechos de modo que les sea posible ganar dinero, pero aquí trataremos de plantarnos en
una perspectiva científica, si se quiere. Nos interesa conocer. Y conocer es esencial para
pensar qué cursos de acción son preferibles para mejorar la calidad del desempeño de un
sistema económico. Aquí arribamos al terreno de las políticas y, en nuestro caso, de las
políticas macroeconómicas. Entendido en un sentido amplio, este campo es el de las
políticas fiscales, monetarias, cambiarias, financieras, de ingresos y otras, cuyos significados
se irán desplegando a lo largo del texto. Incluye también las cuestiones relativas al diseño de
las instituciones (fiscales, monetarias, etc.) que están involucradas en el proceso
macroeconómico.

Los agregados

Pero, ¿cómo hacemos para observar el sistema económico “en su conjunto” y


examinarlo? Los hechos económicos que tienen lugar, aún en un segmento relativamente
pequeño de cualquier sociedad y en un período breve, son muy numerosos. Todos nosotros
tomamos cientos de decisiones económicas cada día o cada semana, muchas veces casi sin
notarlo, porque con frecuencia se trata de la reiteración de conductas habituales como
comprar un boleto de tren u optar por el colectivo. El funcionamiento del sistema global
resulta de innumerables decisiones de ese tipo, aunque algunas son de pequeña importancia
relativa y otras de mayor peso. Esas decisiones generan flujos de información. Cuando
pagamos el boleto del tren, por ejemplo, esa transacción queda registrada en el sistema que
opera el expendedor. Tiempo después y tras varias operaciones, esa suma aparecerá en
algunos registros o estados contables de la compañía ferroviaria. Y más adelante será
incluida en el cómputo del valor de los servicios generados por el sector “Transporte”, que
forma parte del cálculo del producto total de la economía. De modo que estamos rodeados,
en nuestra vida cotidiana, de múltiples informaciones económicas de detalle; se refieren a
transacciones realizadas por agentes económicos individuales como nosotros mismos o
nuestras familias, la empresa en que trabajamos, el municipio, etc.. Observar el sistema
económico quiere decir, en realidad, examinar flujos de información que se generan a partir
de las decisiones económicas que se toman cotidianamente. Pero es fácil concluir que no
podemos seguirle la pista a las innumerables decisiones y transacciones que tienen lugar
cada día, aunque todas deban reflejarse , de algún modo, en el resultado global. No
podemos materialmente hacerlo y además, si fuera factible, sería de todos modos inútil,
como el mapa de los cartógrafos de Borges, que “tenía el tamaño del Imperio y coincidía
puntualmente con él”, según nos cuenta en “Del rigor en la ciencia”.
En otros términos, para hacer posible una visión panorámica o de conjunto del sistema
se requiere, previamente, construir la información sintética que la haga factible. Y así se
hace: esa información la recibimos ya compilada y “compactada” a través de instrumentos
que llamamos indicadores. Esos indicadores son una mediación entre el observador y el
sistema económico concreto. Por esto, es imprescindible prestar alguna atención a la forma
en que se producen y elaboran, a fin de tener en claro qué naturaleza tienen los objetos
informativos de los cuales nos vamos a ocupar. Avanzaremos en ese camino en el capítulo
siguiente, antes de entrar propiamente en el terreno del análisis.
Muchos de los conceptos que empleamos en el análisis macroeconómico podemos
referirlos a determinados flujos de información. Por ejemplo, si nos interesa examinar el
consumo (sin definirlo precisamente todavía), encontraremos cifras correspondientes a ese
concepto, para la economía argentina, producidas y publicadas por un organismo oficial con
frecuencia trimestral.
Gran parte de los flujos informativos que utilizamos en macroeconomía corresponden a
conceptos que calificamos como "agregados", vocablo que proviene de "agregar" o
simplemente sumar. Así, el producto interno bruto, por ejemplo, que es una suerte de "suma"
de todos los bienes y servicios producidos en una economía en cierto período,es un ejemplo
de la “información compactada” de la que habláramos más arriba. Hay muchos otros: cuando
nos referimos al nivel general de precios, al nivel de empleo, a la tasa de desempleo, a la
tasa de interés, estamos hablando de agregados. Estos elementos son la materia prima del
análisis macroeconómico y son, también, de primera importancia en el examen de las
políticas macroeconómicas, de sus problemas de diseño y de su eficacia.
Los agregados son extremadamente útiles porque nos suministran información en forma
sintética. Sin ellos sería imposible articular una visión de conjunto del sistema económico:
simplemente nos perderíamos en una densísima jungla de números e informaciones
particulares o detalladas.

Sobre los agregados

Si bien, por constituir información sintética, los agregados son


imprescindibles para el análisis macroeconómico, es recomendable
no olvidar que al construirlos “se pierde” mucha información, la que
al agregarse a otra en cierta forma desaparece de nuestra vista.
Ése es un costo que suele valer la pena pagar, pero frente a él es
prudente mantenerse alerta, porque no siempre está claro que
alguna información perdida por agregación no sea relevante para
el problema específico que el analista quiere abordar.
El desacuerdo acerca de cuáles son los agregados apropiados
para examinar determinado problema no es un hecho raro y
constituye una de las fuentes de disenso difíciles de resolver en la
disciplina.

Las fluctuaciones económicas

Tomemos el agregado más típico de todos los que solemos emplear: el producto interno
bruto (PIB). Examinaremos brevemente algunos datos de la Argentina para transmitir de un
modo más o menos palpable la noción del campo del que nos estamos ocupando y para
comenzar a reflexionar, además, acerca de nuestra historia y de algunos de nuestros
problemas económicos.
En el capítulo siguiente nos detendremos en la explicación de qué es y cómo se contruye
ese indicador que llamamos “producto”. Aquí tomémoslo provisoriamente, de un modo
todavía algo impreciso, como una medida de las “cantidades” o de los volúmenes totales de
bienes y servicios generados en la economía por unidad de tiempo (es decir, por trimestre o
por año, por ejemplo). En otras palabras, se trata de algo así como una medida de “volumen
físico” de lo que se produce. Si una sociedad sólo produjese una mercancía, como trigo, por
ejemplo, no tendríamos problemas para concebir esta medida. Claro, ese es un supuesto
que bordea lo insensato, pero la economía recurre frecuentemente a simplificaciones
extremas para explorar algunos problemas. Nos imaginamos cómo resultarían ciertas
acciones en el mundo económico de Robinson Crusoe, por ejemplo, qué caminos seguirían
los intercambios comerciales entre dos países en condiciones de producir los dos mismos
bienes (y sólo esos...), como vino y telas. Si viviéramos en la economía imaginaria que
produce sólo trigo podríamos contabilizar las toneladas producidas en cada período y así
sabríamos, sin ambigüedad, si esas cantidades crecen o declinan a lo largo del tiempo. El
economista británico David Ricardo, por ejemplo, utilizó una simplificación semejante para
razonar acerca de problemas importantes relativos al crecimiento y a la distribución del
ingreso ("Imaginemos una economía que produjese una única mercancía..."). Pero basta con
introducir un bien más (trigo y vino, quizás), para que ya resulte complicado concebir el
producto total de la economía. Hay que encontrar una forma de "sumar" entidades
heterogéneas, como trigo, acero, manzanas, servicios médicos, servicios de educación, etc..
Pero el esfuerzo vale la pena.
Sin entrar aún en la forma de resolver ese incómodo problema, pensemos, por el
momento, que la representación gráfica que sigue representa la evolución, a lo largo de poco
más de un siglo, de (algo así como) las cantidades de bienes y servicios producidas por la
Argentina, por año.1 A esa medida de cantidades la llamamos producto interno bruto. Le
hemos asignado al PIB del año 2002 el valor 100. Como se ve, eso indica que el PIB de ese
año duplicaba aproximadamente al de 1964, y equivalía a unas 18 veces el generado en
1900.2, 3

Gráfico 1
Evolución del Producto Interno Bruto
de la Argentina entre 1900 y 2003
(datos anuales, 2002=100)
140 140

120 120

100 100

80 80

60 60

40 40

20 20

0 0
00 10 20 30 40 50 60 70 80 90 00
Año

1
Este y los restantes gráficos del producto y de tasas de crecimiento incluidos en este capítulo deben
entenderse como si fuesen series de “cantidades”. El significado de esto será aclarado en el capítulo siguiente,
cuando nos ocupemos de los conceptos básicos del sistema de cuentas nacionales.
2
Además del problema ya mencionado de "sumar entes heterogéneos", hay otros. Uno muy importante del
que cabe ya alertar es que la composición del producto total cambia a lo largo del tiempo, aunque al utilizar una
medida agregada o única perdemos estos cambios de vista. Esto hace que esa medida sea de utilidad relativa
para comparaciones que abarcan períodos prolongados. Por otro lado, cuando se examinan lapsos extensos es
también corriente que se mire el producto por habitante. Incluimos gráficos relativos al PIB por habitante un
poco más adelante.
3
La fuente de los datos del PIB de la Argentina presentados en este capítulo es:
Elaboración propia a partir de datos de Cuentas Nacionales (Ministerio de Economía de la Nación) y de:
CEPAL, Recopilación de series históricas del producto y del ingreso, Buenos Aires, 1999. LC\BUE\R.242.2, e
INDEC para los datos a partir de 1993.
La línea del PIB sigue una trayectoria sinuosa como un río de llanura. Tal como se vería
en cualquier economía, el producto se expande en ocasiones y a veces se contrae, oscilando
entre picos y valles; atraviesa expansiones (o auges) y recesiones (o contracciones). Esos
meandros ilustran lo que llamamos “fluctuaciones económicas”, aunque a veces se les
denomina también “ciclos”, palabra que parece menos neutra puesto que sugiere una cierta
regularidad que podría no estar garantizada. Buena parte de la tarea de los
macroeconomistas corresponde al análisis de estos problemas. ¿Por qué hay recesiones?
¿Es posible evitarlas? ¿Es deseable hacerlo?
Examine cuidadosamente la línea de esa ilustración, tratando de asociarla con lo que
sabemos de la historia económica. Es apenas un dato entre muchas cuestiones relevantes,
pero es muy importante. Destaquemos algunos rasgos de su evolución.
En el primer tercio del siglo XX se observan períodos de fuerte expansión, cortados por
dos notables declinaciones. La primera de ellas se extiende a lo largo de los años de la
guerra mundial iniciada en 1914 (aunque la caída del producto comienza en 1912 y se
extiende hasta 1917: fue la contracción más larga del siglo). La segunda gran caída del PIB
se asocia con la depresión desatada por el crack de 1929 y dura tres años, hasta 1932.
Luego hay una extensa fase de crecimiento bastante estable del PIB, desde mediados de
los años treinta hasta mediados de los setenta, en la que se observan sin embargo varios
episodios recesivos, aunque de menor tamaño y duración que las contracciones de la etapa
anterior. Dentro de este período sobresale la prolongada fase de crecimento sostenido (y
relativamente rápido), que va desde 1963 hasta 1975.
Posteriormente, desde mediados de los años setenta, sobreviene un período notable,
que se destaca nítidamente, por contraste, de todo lo anterior: la economía sufre marcadas
fluctuaciones sucesivas, pero en torno a una tendencia estancada, hasta alrededor de 1990.
Luego vuelve a crecer, con bastante rapidez, para declinar violentamente entre 1998 y 2002.
Afortunadamente, desde la primera mitad de ese año la actividad económica interna ha
vuelto a repuntar, aunque en 2004, cuando escribimos esto, todavía no se ha recuperado el
valor del PIB alcanzado en 1998.
Un gráfico como el que acabamos de presentar puede resultar un poco engañoso, sin
embargo, para el ojo no entrenado. Observe que la inclinación de la curva nos induce a
pensar que el ritmo de crecimiento del PIB fue mayor, por ejemplo, en la primera mitad de
los años noventa, o en la fase 1963-75, que a comienzos del siglo; pero tal vez no sea así.
Una pequeña digresión ayudará a entender por qué. Tomemos cualquier indicador, como el
tamaño de una población, por ejemplo, o cualquier otra variable, y supongamos que se
incrementa año a año al mismo ritmo. Por ejemplo, siguiendo una tasa (acumulativa) de 4%
anual. La gráfica correspondiente resultaría así:
Gráfico 2
Evolución de una población (o de cualquier variable)
hipotética que crece a una tasa constante (1900=100)

6000

5000

4000

3000

2000

1000

0
1900 1920 1940 1960 1980 2000

Esa curva se denomina exponencial. Si bien la población crece año a año al mismo
ritmo, la gráfica tal vez dé la errónea impresión visual de un crecimiento más lento al principio
y más rápido al final. Es cierto que los incrementos anuales en los primeros años son
menores a los que se dan en los últimos años, pero se comparan con niveles de la población
también mucho menores. Las tasas anuales de variación representadas en la ilustración son,
como hemos dicho, iguales.
Con las cifras que presentamos en el gráfico 1 sucede algo parecido. Si el producto
creciera a tasas relativamente estables en períodos prolongados, generaría una curva con
forma exponencial. En efecto, si observamos el comportamiento del PIB desde 1900 hasta
1975, podremos constatar que se asemeja a una curva exponencial, aunque algo "abollada"
aquí y allá. Eso indica que, efectivamente, en promedio, las tasas de crecimiento fueron
bastante estables en ese lapso, como mostramos más adelante.
La información disponible indica que las tasas de crecimiento del producto fueron en
realidad muy elevadas a comienzos del siglo XX, por ejemplo, pero en el gráfico parecen
palidecer, por este problema visual, frente a las de los tempranos años noventa. 4
Existe una forma de uso corriente de ajustar el gráfico para corregir este problema visual,
pero requiere la utilización de logaritmos y por eso la dejamos de lado aquí. Emplearemos
un camino más sencillo.
En un primer intento de corregir este problema de percepción podemos presentar
directamente los datos de las tasas anuales de variación del PIB, como hacemos en el
gráfico siguiente.

4
La información de la primera parte del siglo XX es ciertamente bastante menos confiable que el resto. Los
sistemas de cuentas nacionales se desarrollaron en el mundo en el período de entreguerras, y la Argentina
comenzó a realizar estimaciones sistemáticas luego de la creación del Banco Central, en 1935. Las series del
PIB se inician en 1940.
Gráfico 3
Tasas anuales de variación del PIB de la
Argentina (1900-2003)
25

20

15

10

-5

-10

-15
00 10 20 30 40 50 60 70 80 90 00

Sin embargo, esta ilustración resulta difícil de interpretar, porque las subas y bajas de
esas tasas son muy frecuentes y, más allá de las fuertes oscilaciones del primer tercio del
siglo, que se atenúan después, no es mucho lo que podemos decir a simple vista. El dibujo
luce como un electroencefalograma para un lego.
Para poder lograr un poco más de claridad vamos a someter a los datos del PIB a
algunas transformaciones: dejando por el momento el tema de las fluctuaciones (al que
retornaremos luego), prestaremos ahora un poco más de atención a las tendencias, es decir,
a los comportamientos en períodos largos. Para hacerlo obtenemos, utilizando un
procedimiento habitual, una “línea de tendencia” que superponemos a la del PIB.5
Presentamos ambas curvas en el gráfico siguiente.

5
Hay varias formas de obtener una tendencia a partir de una serie fluctuante. Aquí hemos utilizado un
procedimiento denominado "filtro de Hodrick-Prescott". Más allá de las cuestiones técnicas, puede verse que se
trata, en este caso, de una línea que parece trazada a mano alzada, atravesando a la del PIB "por el medio".
Gráfico 4
Producto Interno Bruto de la Argentina
y su comportamiento de tendencia
(datos anuales, período 1960-2003,
PIB de 2002=100)
130
120

110
100
90
80
70
60
50
40
60 65 70 75 80 85 90 95 00 05

PIB Tendencia

Representamos en el gráfico sólo el período 1960-2003, a título ilustrativo.6 La llamada


línea de tendencia atraviesa los meandros del PIB, revelando el comportamiento del producto
en períodos largos o, en otros términos, abstrayendo expansiones y recesiones.
Así, entre 1960 y mediados de los años setenta la tendencia del producto (la línea
continua) es creciente, y las fluctuaciones del PIB (indicadas por las oscilaciones de la línea
de puntos en torno a esa tendencia) son relativamente pequeñas. Luego, en la fase 1975-90,
el producto fluctúa marcadamente alrededor de una tendencia estancada. La pendiente de la
línea continua se torna nuevamente positiva a comienzos de los años noventa, para
achatarse otra vez hacia el final del período considerado. Si bien el PIB ha repuntado desde
el primer semestre de 2002, el procedimiento de cálculo de la tendencia no refleja todavía la
recuperación del sendero positivo, lo que requerirá de la persistencia de este
comportamiento por algún tiempo.
Ya introducido el concepto de tendencia del PIB y trazada la línea correspondiente,
podemos ahora examinar lo que sucede con las tasas de crecimiento de esa línea (es decir,
de las tasas de crecimiento del “PIB tendencial”) en todo el lapso 1900-2003.
El gráfico del crecimiento tendencial del producto de la Argentina en el siglo XX (y lo que
va de éste) que incluimos a continuación nos muestra, entonces, un comportamiento
suavizado de las tasas de crecimiento, abstrayendo las fluctuaciones de corto plazo.7

6
Lo hacemos por razones de claridad. Si se grafica todo el lapso 1900-2003, ambas líneas aparecen
prácticamente superpuestas en buena parte del trayecto, dificultando la lectura.
Situándonos en un mirador muy distante, podemos identificar, a grandes rasgos, tres
etapas en la centuria contemplada en la gráfica. En el primer tercio del siglo XX se observan
oscilaciones muy marcadas en las tasas de crecimiento tendencial. Se registran, por una
parte, las tasas positivas más elevadas del período, pero también son muy fuertes las
declinaciones.
Luego, a partir del punto bajo al que llevaron los años de la Gran Depresión, comienza
una prolongada etapa con variaciones mucho menores en el ritmo de crecimiento tendencial,
en general en el intervalo que va de 3 a 4,5% anual. El fin de este período puede ubicarse
en 1975. Desde entonces comienza una nueva fase, signada también por tasas de
crecimiento tendencial muy fluctuantes a lo largo del último cuarto del siglo XX.
El primer tercio de ese siglo corresponde todavía a la economía con eje en la integración
de la Argentina al comercio mundial como país agroexportador, con una relativamente baja
protección de las actividades productivas internas y un grado elevado de apertura a los
movimientos de capitales, como orientaciones generales. Con excepción de algunos
períodos críticos en que la convertibilidad de la moneda nacional fue suspendida, el pilar
central del andamiaje macroeconómico en esa fase es el patrón oro. La intervención del
sector público en la economía es menor.

Gráfico 5
Tasas anuales de variación del PIB tendencial
de la Argentina (1900-2003)
14

12

10

8
porcentajes

-2
00 10 20 30 40 50 60 70 80 90 00

El largo período siguiente, extendido entre la depresión de 1930-32 y la crisis de 1975 es


muy diferente en sus lineamientos centrales. El crecimiento del producto se articula en torno
al proceso de industrialización orientada a la sustitución de importaciones (un crecimiento
"hacia adentro"), bajo elevadas barreras de protección de la producción industrial local frente
al comercio internacional. El sector público interviene activamente de diversas maneras en la

7
Compare los gráficos 3 y 5. El primero presenta las tasas anuales de variación del PIB. El segundo, las
tasas anuales de variación del “PIB de tendencia". Como esta última línea ignora las fluctuaciones de corto
plazo, resulta mucho más suave.
economía, y ésta permanece esencialmente aislada del resto del mundo en el plano
financiero, por mecanismos de regulación de las operaciones con divisas (controles de las
operaciones de cambio de monedas) que bloquean la movilidad de capitales.
Como puede verse en la tabla que incluimos más abajo, las tasas medias de crecimiento
(estimadas) del PIB son muy similares en esas dos grandes etapas históricas (aunque las
variaciones en torno a esas medias fueron mucho más elevadas en el primer tercio del siglo
que en el período subsiguiente).8
Luego, el último cuarto del siglo XX marca un nuevo cambio de rumbo. Los ejes centrales
de la evolución macroeconómica se modifican sustancialmente: es la etapa de apertura
financiera y endeudamiento. En esta fase las fluctuaciones económicas internas están
también conectadas en gran medida con los vaivenes en las condiciones internacionales,
pero ahora los cambios en el contexto financiero externo dominan largamente a los
asociados a modificaciones en los flujos comerciales, que habían tenido un impacto más
determinante a comienzos de la centuria.
Los dos hitos que nos permiten dividir el siglo XX en tres grandes fases son muy nítidos:
la Gran Depresión, en primer lugar, y la crisis económica y política de 1975, con el shock
devaluatorio conocido como “el rodrigazo”, en segundo término. Por cierto, cada una de las
etapas que hemos identificado contiene además subperíodos bastante nítidamente
diferenciados que vale la pena examinar con cuidado. Más adelante analizaremos algunos
aspectos de estas fases históricas con algún detenimiento, en particular las posteriores a
1930.

8
En realidad el corte en 1900 no corresponde al inicio de la etapa de crecimiento orientado hacia fuera, que
había comenzado mucho antes. Las tasas de crecimiento del último cuarto del siglo XIX, que no incluimos aquí,
fueron muy altas, y elevarían considerablemente el ritmo medio de incremento del PIB de esta larga etapa.
Tasa media de crecimiento en
Período el quinquenio la década cada gran etapa histórica
1901-1905 9,71
8,34
1906-1910 6,97
1911-1915 -3,30
0,22
1916-1920 3,73 (1) 3,89
1921-1925 6,74
5,57
1926-1930 4,40
1931-1935 0,23
1,50
1936-1940 2,76
1941-1945 2,74
3,92
1946-1950 5,09
1951-1955 3,07
3,08 (2) 3,72
1956-1960 3,10
1961-1965 4,52
4,41
1966-1970 4,30
1971-1975 2,88
2,60
1976-1980 2,32
1981-1985 -1,88
-1,04
1986-1990 -0,19
(3) 1,04
1991-1995 5,78
4,22
1996-2000 2,66
2001-2002 -7,67

(1) 1900-1932
(2) 1933-1975
(3) 1976-2002

Para complementar lo que hemos planteado hasta aquí, agregamos ahora las
ilustraciones correspondientes a la evolución del PIB por habitante (Gráfico 6) y a la
evolución del producto y de la población tomadas por separado, en cada una de las grandes
fases históricas mencionadas.
Gráfico 6
Evolución del Producto Interno Bruto por habitante
de la Argentina entre 1900 y 2003
(datos anuales, 2002=100)
140

120

100

80

60

40

20
00 10 20 30 40 50 60 70 80 90 00

Gráfico 7a
Evolución del PIB de la Argentina y de la población
en el primer tercio del siglo XX
(1901=100)
400

350

300

250

200

150

100

50
00 05 10 15 20 25 30

PIB Población
Gráfico 7b
Evolución del PIB de la Argentina y de la población
entre 1932 y 1975
(1932=100)
500

400

300

200

100

0
35 40 45 50 55 60 65 70 75

PIB Población

Gráfico 7c
Evolución del PIB de la Argentina y de la población
entre 1975 y 2003
(1975=100)
160

150

140

130

120

110

100

90
1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005

PIB Población

El producto por habitante aumentó a un ritmo medio de 0,82% al año entre 1900 y 1932.
En la fase siguiente, entre 1932 y 1975, creció bastante más rápido: un 1,75% anual. Sin
embargo, las tasas medias de aumento del PIB no fueron muy diferentes en esos lapsos,
como ya se vio. La diferencia resulta de que las tasas de crecimiento de la población
declinaron significativamente. Interpolando a partir de los datos censales puede estimarse el
crecimiento poblacional entre 1900 y 1932 en un 2,74% anual. Pero esa tasa declina a 1,86%
en la fase subsiguiente.
Como puede verse en el gráfico 7c, la tercera etapa ha sido la más desfavorable en
materia de PIB por habitante, pese a que el crecimiento poblacional siguió declinando. A
comienzos del tercer milenio, el producto per capita se encontraba por debajo de su nivel de
1975. Entre 1900 y 2003 la población aumentó a un ritmo medio de 2% anual, mientras que
nuestra serie de producto estimado arrojaría un crecimiento de casi 3% por año.

El contexto externo

Para completar esta periodización histórica planteada a vuelo de pájaro, introductoria,


haremos ahora una breve mención a ciertos rasgos del contexto internacional que tuvieron
gran relevancia en el curso de los acontecimientos internos. Estos aspectos también serán
abordados con mayor detenimiento más adelante.
Lo primero que cabe señalar es que las tres grandes fases de la historia económica
argentina que hemos mencionado tienen contrapartida en etapas también nítidamente
marcadas de la evolución del contexto mundial. El primer tercio del siglo XX estuvo
caracterizado, entre otros rasgos, por una intensa movilidad internacional de capitales y por
la expansión del comercio mundial. El sistema monetario de patrón oro era el eje del
mecanismo de regulación de los pagos internacionales. Los movimientos de capitales,
intensos en buena parte del período (desde aproximadamente 1870 en adelante), mostraron
sin embargo un comportamiento cíclico, con períodos de marcada retracción, como el de la
Primera Guerra, ya referido. La Argentina se integró al comercio mundial, desde el último
cuarto del siglo XIX, como país receptor de fuertes flujos de capital, exportador de productos
agropecuarios e importador de manufacturas.
La depresión de 1930 dio lugar a un cambio muy drástico en el panorama externo. A
diferencia de lo que había sucedido luego de la Primera Guerra, superada la cuál el
dinamismo económico mundial se recompuso, las consecuencias de la depresión serían
mucho más perdurables. En efecto, se inició entonces un largo período que, en algunos de
sus rasgos principales, se extendería hasta comienzos de los años setenta, aunque es
posible identificar varias fases diferenciadas en su desarrollo.
Inicialmente se pasó, con el derrumbe del patrón oro, a una etapa de "devaluaciones
competitivas" y de cierto desorden en el sistema de pagos internacionales. Los flujos de
capitales se retrajeron sustancialmente, dando lugar a una prolongada fase de baja
movilidad. Las economías nacionales se tornaron más cerradas comercialmente (correlato
bastante natural de la retracción de los flujos de capitales, puesto que, como veremos más
adelante, el acceso limitado a fondos externos limita también las posibilidades de una
economía de tener déficit en su comercio exterior, a menos que su moneda sea una moneda
de reserva, mantenida por ejemplo por los bancos centrales de otras naciones como
respaldo de su propia emisión monetaria).
Esta fase tiene un hito intermedio en 1944, cuando los acuerdos de Bretton Woods, que
dieron lugar, entre otros aspectos, a la creación del Fondo Monetario Internacional y del
Banco Mundial, establecieron un nuevo orden en el sistema de pagos internacionales. Este
se basó en la determinación de paridades cambiarias fijas (pero ajustables) entre las distintas
monedas nacionales, con el FMI como institución destinada a velar por la salud de ese
sistema de pagos y a apoyar a los países miembros (del Fondo) que enfrentaran eventuales
déficits en sus balances de divisas. La mayor parte de las naciones mantuvo, ya bajo este
nuevo esquema, controles (limitaciones, restricciones) a los movimientos de capitales, por lo
que los flujos internacionales de fondos continuaron siendo relativamente limitados por largo
tiempo.
Este es un punto muy importante para el análisis de las políticas macroeconómicas,
puesto que el grado de movilidad de capitales hacia y desde una economía nacional modifica
en gran medida la forma de operación de las políticas internas y afecta también su eficacia,
como examinaremos detenidamente en capítulos posteriores.
Hacia fines de los años cincuenta, sin embargo, el panorama que acabamos de trazar
comenzó a cambiar con cierta rapidez. Un factor importante en este sentido fue el desarrollo
del llamado "euromercado". Esta innovación comienza en la plaza bancaria londinense. Los
bancos británicos empiezan a operar en dólares de los Estados Unidos, en cantidades
significativas. Estas operaciones, de captación y de préstamo, no afectan a la oferta
monetaria británica (es decir, a la oferta de libras esterlinas), por lo que permanecen sujetas
a bajas regulaciones por parte de las autoridades monetarias locales. Resultan así muy
atractivas para los bancos, ya que su rentabilidad aventaja a la que generan las operaciones
en moneda local, sometidas, por ejemplo, en el caso de los depósitos, a requisitos de
encaje.9 Ese mercado, que opera en dólares estadounidenses pero fuera de los EE.UU., se
expande de un modo bastante rápido canalizando, entre otras transacciones financieras, las
que realizan empresas estadounidenses que extienden por entonces su esfera de negocios
hacia Europa. Más tarde este mercado atraería flujos importantes de fondos provenientes de
la Unión Soviética, resultado de excedentes comerciales en dólares que son canalizados
hacia allí, en plena guerra fría, con la intención de mantenerlos a distancia de posibles
acciones (como un potencial embargo) del gobierno de los Estados Unidos.
Con la expansión del euromercado los flujos internacionales de capitales comienzan a
adquirir mayor volumen. Este proceso actúa en cierta forma como un ariete favorable a la
liberalización de los flujos financieros entre naciones, y al interior de las mismas. Esto es
promovido en buena medida por las instituciones bancarias: la mayor rentabilidad de las
operaciones en eurodólares desata presiones competitivas muy fuertes y hace que los
bancos presionen procurando desarticular las regulaciones financieras aún vigentes en
distintas economías nacionales. Se van creando también así condiciones favorables para un
progresivo desmantelamiento de los controles a las salidas y entradas de capitales, aunque
este proceso se limitaría, en un principio, a las naciones industrializadas.
Las economías de la periferia tienen inicialmente, y por bastante tiempo, muy limitada
presencia en las transacciones en eurodólares, aunque hay algunos casos relativamente
aislados de toma de fondos en ese mercado durante los años sesenta. Pero puede decirse
que, en líneas generales, hasta comienzos de la década siguiente, las economías de
América Latina, entre otras, tienen un muy limitado acceso al crédito externo (de fuentes
privadas). El financiamiento que podían obtener provenía primordialmente de los organismos
multilaterales (FMI, Banco Mundial, BID) y de gobiernos, con algún lugar también para cierto
volumen de crédito comercial de origen privado. Eran, en síntesis, economías relativamente
"aisladas" del resto del mundo en el plano financiero.
El contexto financiero externo cambiaría nuevamente de modo muy profundo a
comienzos de los años setenta. Dos eventos deben destacarse: en primer lugar, el final del
esquema basado en "paridades cambiarias fijas pero ajustables" que se había acordado en

9
El encaje o “efectivo mínimo” es una fracción de los fondos que los bancos captan como depósitos, que
deben mantener en forma líquida, es decir, que no pueden prestar. Veremos, en un capítulo posterior, qué
papel tiene el encaje en el proceso monetario y en el funcionamiento macroeconómico.
Bretton Woods. A comienzos de los setenta, los Estados Unidos, seguidos luego por el
conjunto de las naciones industrializadas, ingresan en una fase de tipos de cambio
fluctuantes. Esta transformación abre un espacio sustancial para la expansión de las
transacciones financieras internacionales, al crear las condiciones para el desarrollo de un
extenso mercado donde se compra y vende el riesgo cambiario.
En segundo lugar, en 1973 se produjo el primer shock de los precios del petróleo. La
suba sustancial de los precios del crudo tuvo un amplio conjunto de efectos. El que
queremos destacar aquí es financiero: enormes excedentes de fondos obtenidos por las
naciones exportadoras de petróleo se canalizaron hacia el euromercado. Apareció una masa
de recursos prestables gigantesca y, con ello, el acceso al financiamiento externo,
principalmente bancario, para economías como las de Latinoamérica, que hasta entonces
habían estado financieramente aisladas, se hizo mucho más fluido. Es el comienzo de la
tercera “gran etapa” de la centuria que estamos enfocando. Coincide con la llamada “nueva
globalización” financiera, y se extiende hasta nuestros días.
Esta etapa tiene, a su vez, observada desde la perspectiva de la Argentina, tres
subperíodos. Una etapa inicial de grandes ingresos de capitales y expansión económica que
concluyó en la crisis de la deuda de 1981-82, seguida por una fase de racionamiento del
crédito hasta comienzos de los años noventa. Y luego, desde allí en adelante, una nueva
fase de ingresos de capitales que culminaría con la crisis de 2001-2002. Estos rasgos son en
parte compartidos con otros países, en especial de América Latina, aunque hay divergencias
importantes, particularmente en los años recientes.
Según se verá más adelante, los cambios en el contexto financiero externo producidos
desde mediados de los años setenta modificaron significativamente la forma de
funcionamiento de las economías de la región, de algunas más que otras, y afectaron tanto la
viabilidad cuanto la eficacia de distintas políticas o conjuntos de políticas macroeconómicas.
El aumento inicial de la disponibilidad de crédito internacional de fuentes privadas fue una
condición necesaria, por ejemplo, para los procesos de endeudamiento que desembocarían,
a comienzos de los años ochenta, en la crisis de la deuda. Antes de esta fase, cuando la
movilidad de los capitales era todavía baja y el acceso al crédito externo muy limitado, las
deudas externas de economías como la nuestra se mantenían, por lógica, en niveles
relativamente pequeños.
Como ya se señaló, la crisis de la deuda de comienzos de los años ochenta fue seguida
por una nueva fase de relativo "aislamiento" de América Latina (en el sentido de que por casi
una década se perdió el acceso al crédito privado voluntario), que se extendió hasta
comienzos de la década de los noventa.
Posteriormente, en el último decenio del siglo XX, hemos atravesado nuevamente una
época de liberalización financiera y alta movilidad de capitales. Al igual que en otras etapas
históricas, como la extendida entre 1870 y 1930, estos movimientos presentaron un
comportamiento fluctuante, y la fuerte expansión de la primera mitad de la década dio
después lugar a una etapa de mayor volatilidad y a una sucesión de crisis, incluyendo la
experimentada recientemente por la Argentina. Nos ocuparemos más adelante sobre estos
temas, puesto que la intención principal de los desarrollos conceptuales y de teoría que
plantearemos en los capítulos siguientes es precisamente la de procurar comprender estos
procesos que nos envuelven todavía.

Perturbaciones y fluctuaciones

Luego de esbozar una visión a vuelo de pájaro, de muy largo plazo, de la evolución
macroeconómica argentina y de algunos rasgos del contexto externo, queremos retornar
ahora, para completar esta introducción, al tema de las fluctuaciones del PIB. Con ese
propósito, enfocaremos con un detalle algo mayor que anteriormente, aunque de todos
modos en forma sintética, las últimas dos décadas.
Para hacerlo, podemos recurrir a cifras de mayor frecuencia que las que empleáramos
hasta aquí. Hemos venido examinando datos anuales, pero las estimaciones del PIB se
publican trimestralmente. Siempre considerándolas como una suerte de medida de
cantidades, las presentamos a continuación. Son en verdad los mismos datos utilizados en el
Gráfico 1, pero aquí en secuencia trimestral en lugar de anual. La ilustración que sigue
corresponde únicamente al período 1980-2004.10
La línea del PIB presenta una trayectoria muy quebrada. Sin embargo, pueden fácilmente
constatarse ciertas regularidades. Lo que más resalta es el hecho de que siempre, en todos
los años el primer trimestre presenta un punto relativamente bajo en la serie.
Si al observar el dato del PIB correspondiente al primer trimestre de cualquier año, y
constatar que esa cifra es inferior a la del último cuarto del año precedente, concluyéramos,
sin más, que la economía se está moviendo hacia una recesión, estaríamos en grave riesgo
de cometer una insensatez. En el primer trimestre del año mucha gente se toma vacaciones
en esta región del globo. Y si bien eso incrementa la actividad económica en algunas áreas y
actividades, como las ligadas al turismo, el nivel general declina sistemáticamente. Se trata
de un fenómeno propio del verano en casi cualquier parte. En otros términos, es un
fenómeno estacional.

Gráfico 8
Evolución del Producto Interno Bruto
de la Argentina entre 1980 y 2004:1
(datos trimestrales, promedio de 2002=100)
130

120

110

100

90

80

70
1980 1985 1990 1995 2000

Si queremos saber, sobre bases más firmes, si el producto del primer trimestre de un año
resulta "realmente" inferior al cuarto del año anterior, tenemos que corregir de algún modo
las cifras crudas, depurarlas del “efecto vacaciones”: corregirlas por estacionalidad. Por
cierto, el ejemplo del primer trimestre es muy claro, pero cada trimestre tiene su

10
De 2004 se incluye sólo el trimestre inicial, único dato disponible al momento de escribir este texto.
estacionalidad característica, positiva o negativa. Existen métodos estadísticos para depurar
una serie de la estacionalidad (es decir, para “desestacionalizarla”). Lo que esos métodos
hacen, en esencia, es “levantar” las cifras correspondientes a los períodos que tienen
estacionalidad negativa (como es el caso del primer trimestre) y “bajar” un tanto las de los
períodos con estacionalidad positiva (como, por ejemplo, el tercer trimestre). En el gráfico
que sigue presentamos de nuevo la misma serie quebrada anterior, de los datos crudos del
producto (la que aparece ahora en línea punteada), superponiéndole la serie de trazo
continuo, del PIB desestacionalizado. A los efectos de que pueda verse con más claridad la
línea del PIB corregido por estacionalidad la presentamos nuevamente, en soledad, en el
Gráfico 9b.

Gráfico 9a
Evolución del Producto Interno Bruto
de la Argentina entre 1980:1 y 2004:1
(datos trimestrales con y sin estacionalidad,
promedio de 2002=100)
130

120

110

100

90

80

70
1980 1985 1990 1995 2000

PIB desestacionalizado PIB


Gráfico 9b
Evolución del Producto Interno Bruto desestacionalizado
de la Argentina entre 1980:1 y 2004:1
(promedio de 2002=100)
130

120

110

100

90

80

70
1980 1985 1990 1995 2000

En la ilustración 9a puede verse, por ejemplo, que en el primer trimestre de 1996 el


producto estaba aumentando (contra el trimestre inmediato anterior) según las cifras
desestacionalizadas, mientras que los datos con estacionalidad mostraban, como es
habitual, una declinación.11
La serie corregida nos permite observar mejor la historia de recesiones y expansiones
del período, sin el “ruido” que introducen las vacaciones y otros factores estacionales. Por
eso, en adelante trabajaremos sobre la línea continua únicamente, para examinar los
procesos que nos interesa comprender.
El Gráfico 9b nos muestra otra vez una secuencia de marcadas fluctuaciones, tanto en
los años ochenta como en los noventa. Observe estas curvas con detenimiento. Ellas nos
cuentan, en verdad, aspectos de nuestra propia historia de vida y la de nuestros padres,
parientes y vecinos. Muchas veces las fluctuaciones están asociadas con episodios
históricos muy fácilmente identificables. Por ejemplo, la recesión de comienzos de los años
ochenta se vincula con la crisis de la deuda (y con el fracaso de la política de estabilización
de la "tablita" cambiaria iniciada a fines de 1978, de la que nos ocuparemos más adelante).
Los fuertes "valles" de recesión de fines de aquella década se asocian con los episodios de

11
Las cifras del PIB trimestral se publican multiplicadas por 4, es decir, “anualizadas”. De modo que el
producto de un año no lo calculamos como la suma de lo producido en cada período intraanual, sino como el
promedio de cuatro trimestres. Así, cuando decimos que el PIB de un año varió en tanto por ciento en relación
con el año anterior, estamos comparando los promedios de las cifras publicadas del producto en ambos
períodos anuales. La tasa de crecimiento del PIB de un año no se mide “entre puntas” (diciembre contra
diciembre, por ejemplo), sino entre promedios. Esto tiene algunas consecuencias interesantes relativas a la
forma de leer la información que se publica corrientemente. Para presentar un ejemplo al respecto, vinculado
con una cuestión relevante como es el impacto de la depreciación cambiaria de 2002 en la Argentina, incluimos
una nota periodística publicada por el diario Clarín en abril de 2003, al final de este capítulo.
hiperinflación de 1989 y 1990; la recesión de 1995 con el efecto tequila y la iniciada a
mediados de 1998 con el impacto de la crisis rusa de agosto de ese año.
También algunas expansiones pueden vincularse con episodios bien definidos, como las
experimentadas al inicio del plan Austral, en 1985-86, y del plan de convertibilidad, a partir de
1991.
En realidad, parece posible "contar la historia" de la economía (de la que por cierto
estamos mirando aquí apenas uno entre múltiples aspectos importantes) como una sucesión
de shocks o perturbaciones, seguidos por procesos de adaptación o respuesta del sistema
económico a esos impulsos. Estos procesos son, justamente, las fluctuaciones.
Si estuviésemos escribiendo una introducción a la macroeconomía de un país
desarrollado, sin embargo, difícilmente adoptaríamos esta perspectiva. Esto es así porque,
sobre todo en economías de grandes dimensiones, como la de los Estados Unidos, es más
habitual pensar en las fluctuaciones como resultado de fuerzas endógenas, internas, que
como la adaptación o respuesta a shocks.
Por ejemplo, durante un auge, las ventas de las firmas están aumentando y las
expectativas de rentabilidad mejoran; en consecuencia, se hacen más atractivas nuevas
inversiones; las inversiones contribuyen a su vez a un mayor crecimiento de las ventas y
consolidan las expectativas favorables. En tales circunstancias, es posible que el optimismo
no sea un consejero del todo bueno: algunas firmas, llevadas por el entusiasmo inversor, tal
vez encaren proyectos que son relativamente riesgosos, o que dependen para ser rentables
de que la expansión continúe a un ritmo elevado. Así, el proceso expansivo se hace más
frágil. En algún punto, comienzan a surgir dudas, o algunas inversiones acaban resultando
menos rentables de lo que se esperaba o incluso dan pérdidas. El optimismo decae y los
más cautos adoptan conductas más austeras para precaverse de un eventual freno. Con
esto, la expansión puede efectivamente tender a detenerse o incluso a revertirse. El giro
desfavorable de las expectativas se alimenta a sí mismo, porque menos optimismo resulta en
menos ventas, y menos ventas en todavía menos optimismo. Con el tiempo, la recesión
destruye las inversiones excesivas que se habían llevado a cabo en el clima optimista del
auge. Pero también genera desempleo y un aumento en el número de quiebras. Esto que
estamos describiendo es un proceso endógeno, en el que cada etapa va creando las
condiciones de la fase subsiguiente. La expansión crea condiciones que preparan el terreno
de la recesión subsiguiente, y así sigue la historia.
Sin embargo, en economías relativamente pequeñas como las de Argentina o países de
grado de desarrollo similar, es frecuente que las fluctuaciones no se originen en procesos de
ese tipo, sino en cambios de contexto, y predominantemente, en modificaciones en el
contexto externo, aunque muchas veces también, por ejemplo, en reformulaciones
importantes de la política económica. Abundan los ejemplos de ambos tipos. De allí que
tendamos a pensar en las oscilaciones del PIB a partir de secuencia “shock-fluctuación”, más
que como un proceso movido por sus propias fuerzas.

Perturbaciones, información y fluctuaciones

Varias de las perturbaciones que acabamos de mencionar al mirar la evolución del PIB
de la Argentina desde 1980 tomaron la forma de cambios muy significativos en algunas de
las condiciones del contexto externo. En las series más largas que comentamos previamente
se destacaban, por ejemplo, las recesiones vinculadas a la Primera Guerra Mundial o la
depresión del treinta. Fuertes variaciones en las tasas de interés internacionales o en los
precios de los bienes que comerciamos con el resto del mundo, una devaluación en un país
vecino, o el "derrame" de una crisis en otra economía que provoque cierto contagio (por
ejemplo, en la forma de un mayor riesgo percibido por los prestamistas internacionales y
menores ingresos de fondos) son ejemplos posibles de perturbaciones de origen externo.
Entre las de origen interno pueden destacarse: el lanzamiento (o el derrumbe) de un plan de
estabilización, como en los casos del plan de la "tablita", el Austral o el de convertibilidad.
Además de “shocks externos” o “de política económica”, también puede haber, entre otros,
de origen político, tecnológico, o provocados por circunstancias climáticas. Y naturalmente,
pueden ser positivos (favorables) o negativos, aunque muchas veces veremos que un shock
positivo puede tener también algunos efectos negativos, y viceversa.
Para ilustrar, aunque de un modo todavía bastante abstracto, los efectos de un shock,
permítasenos imaginar un estado de equilibrio, lo que entenderemos aquí como una
situación en la que los planes de los agentes que operan en la economía de que se trate (o
con ella, si no son residentes) resultan mutuamente compatibles y en consecuencia pueden,
todos ellos, hacerse efectivos (pueden realizarse, diremos frecuentemente) de manera
simultánea.12 Si un milonguero planea bailar con una señorita, y ella estuviera planeando lo
mismo, los dos podrán eventualmente realizar sus planes. Se trata de algo semejante,
aunque aquí nos interesan sobre todo los planes de naturaleza económica, es decir, las
transacciones económicas que se piensa realizar. En economía se utiliza la noción de
equilibrio para referirse a una situación (ideal) en la que esa correspondencia (o
“consistencia”) entre magnitudes planeadas se da de manera generalizada (es decir, en
todos los mercados). Es concebible que, en esas circunstancias, las transacciones que se
realicen sean, grosso modo, las que se planeaba ejecutar. Podemos además suponer que,
en tanto los planes se realizan, no hay incentivos para cambiarlos. En ausencia de algún
nuevo impulso la economía seguirá, probablemente, en el curso en el que viene
desenvolviéndose.
¿Cómo pensar un shock? Imaginemos una suba de las tasas de interés internacionales,
por ejemplo. Este cambio modifica el conjunto relevante de informaciones a partir de las
cuales muchos de nosotros tomamos decisiones económicas y elaboramos planes. Ésa es
una manera productiva de pensar una perturbación: es una alteración importante del
conjunto de informaciones a partir de las cuáles los individuos toman decisiones.
Podemos imaginar que muchas personas reaccionarán al shock calculadora en mano,
rehaciendo cuentas, revisando decisiones y redefiniendo planes, porque es posible que, con
los nuevos datos, algunos cursos de acción que se pensaba seguir ya no resulten apropiados
(debido a que algunas inversiones, para citar un ejemplo, quizás no sean rentables en la
nueva configuración).
Trate de concebir esta nueva escena: muchos agentes económicos (individuos, firmas)
reaccionan simultáneamente, revisando planes y estrategias. Podría decirse, de un modo
meramente descriptivo o "impresionista", si se quiere, que el sistema económico, que estaba
"ordenado" o en equilibrio, según lo imaginamos, sufrirá muy probablemente un cierto
desorden luego del shock. Tome en cuenta que este proceso de revisión se da, en las
economías de mercado, de manera individual, descentralizada.
Una acentuada división del trabajo, y la descentralización de las decisiones son, en
efecto, dos características muy importantes de las modernas economías de mercado. Son la
matriz que da pie a la existencia potencial de problemas de coordinación entre las distintas
actividades económicas individuales. Luego del shock, es natural que la revisión de algunos
planes individuales lleve a cambios de conductas que no resulten compatibles con los
cambios que se producirán, simultáneamente, en las conductas y planes de otros individuos.

12
En términos tal vez más familiares, esa compatibilidad de planes simplemente significa que los distintos
mercados muestran ofertas y demandas que aproximadamente se igualan.
Podría configurarse así un estado de desequilibrio. Lo que sugerimos es que es muy posible
que en diversos puntos del sistema económico los planes individuales ya no sean
compatibles entre sí, y por lo tanto no podrán realizarse todos de manera simultánea. En ese
caso, algunos planes (y algunos agentes) se verán frustrados.
Un estado de desequilibrio puede suponer la aparición de "racionamiento".13 Quizás en el
mercado laboral se presente un exceso de oferta: hay más trabajadores que quieren trabajar
al salario vigente que puestos vacantes. En ese caso decimos que algunos trabajadores
están racionados porque no pueden vender todo el trabajo que querrían a esos salarios.
Situaciones similares pueden presentarse en algunos mercados de bienes y de servicios.
¿Cómo se restablecerá el "orden"? En términos más concretos, la pregunta es: ¿de qué
mecanismos dispone una economía de mercado para recuperar una situación de adecuada
coordinación entre las actividades económicas individuales, luego de un shock?¿Cuán
eficaces son los mecanismos que promueven la recuperación espontánea o automática del
equilibrio?¿Cuánto podemos confiar en ellos?
Esas preguntas han estado siempre en el corazón de los debates macroeconómicos,
aunque a veces detrás del telón. No pretendemos abordarlas ni mucho menos intentaremos
responderlas aquí. Pero seguramente vale la pena enunciarlas desde ya, y también decir
algo acerca de cuáles son los principales caminos que se han seguido para buscar las
correspondientes respuestas, con la intención de seguir configurando una imagen inicial del
campo de problemas de los que nos ocuparemos.
Los mecanismos autorreguladores de que disponen las economías de mercado son
básicamente los mecanismos de precio. Los precios de mercado, en efecto, tienen varias
funciones, y una de ellas es la de coordinar las decisiones y planes individuales. Volviendo a
nuestro shock, esto simplemente quiere decir que en la situación de relativo "desorden" que
sigue a la perturbación, cuando aparecen excesos de oferta en algunos mercados y
posiblemente excesos de demanda en otros, se espera que los precios se muevan en el
sentido requerido para reequilibrarlos. Es decir, para restablecer la compatibilidad entre los
planes de los agentes que operan en ambos lados (oferta y demanda) de los distintos
mercados. Sencillamente, se espera que los precios suban allí donde aparezcan excesos de
demanda, y que bajen donde la demanda sea insuficiente para absorber la oferta.
Los economistas a los que, en los debates macroeconómicos, suele asociarse con el
calificativo de clásicos, se caracterizan porque tienden en general a suponer que los
mecanismos autorreguladores que operan vía precio son muy potentes en las economías de
mercado (al menos en ausencia de "interferencias" como regulaciones estatales u otras
trabas político-institucionales), de manera que, cuanto mayor es el shock, mayor la
consiguiente reacción espontánea en el sentido de restablecer el equilibrio. Quienes adoptan
esta perspectiva suelen confiar, así, en la capacidad de la economía para reencontrar de
manera automática un estado ordenado si un shock las ha desplazado de esa posición. En
una visión extrema, en realidad, se suele interpretar a las fluctuaciones como manifestación
de procesos en equilibrio continuo. No creemos que sea una interpretación atractiva en
general, aunque pueda tener sentido en alguna situación concreta, pero tiene prestigio en
ciertos círculos académicos. Las fluctuaciones del PIB podrían simplemente reflejar, por
ejemplo, la absorción de cambios tecnológicos, determinados por la evolución del
conocimiento, que hasta cierto punto podemos considerar “exógena” (lo que en este contexto

13
Decimos que los agentes están racionados cuando no pueden realizar sus planes, es decir, no son
capaces de concretar las transacciones que estarían dispuestos a hacer a los precios vigentes, porque a esos
precios no hallan compradores (o vendedores), es decir, no encuentran contraparte. Este problema constituye la
manifestación de un estado de desequilibrio tal como lo entendemos aquí.
quiere decir, no explicada por la argumentación económica), con los precios moviéndose de
modo de mantener todo el tiempo el equilibrio de los mercados . Sin embargo, en tal caso las
recesiones deberían explicarse como resultado de “regresiones tecnológicas” y la evidencia
no parece favorable a una hipótesis de ese tipo.
De cualquier manera, hay muchos macroeconomistas que son más escépticos en
relación a la capacidad del sistema de mercado de restablecer espontáneamente el
equilibrio. Como señaláramos ya en la introducción, es frecuente que se los reúna
(seguramente para incomodidad de muchos de ellos) bajo la etiqueta común de
keynesianos.14 Los hay de diversas vertientes, pero creemos que los unifica la creencia en
que, al menos a veces, hay circunstancias en las que los mecanismos autorreguladores
están "trabados", no funcionan con rapidez y eficacia para restablecer el equilibrio luego de
una perturbación, lo que puede dar lugar a la configuración de fallas masivas de
coordinación.
Una falla de coordinación se produce cuando un desequilibrio no tiende a autocorregirse.
En realidad, en los enfoques keynesianos es habitual que aparezcan también mecanismos
amplificadores de las perturbaciones. El multiplicador keynesiano, por ejemplo, que
abordaremos algo más adelante, es uno de los más populares. Estos mecanismos no sólo
dificultan el tránsito de retorno hacia el equilibrio sino que pueden hacer que la economía,
librada a su propia dinámica, se aleje, espontáneamente, todavía más de un estado
coordinado.
Así, por ejemplo, una suba de las tasas de interés internacionales podría, al aumentar el
costo del crédito, desalentar la inversión interna, algunos proyectos se dejarían de lado o se
postergarían para más adelante, esto podría afectar el nivel de ventas de las firmas, lo que a
su vez generaría una reducción de las horas de trabajo y eventualmente cierto desempleo.
Como los ingresos de algunos trabajadores declinarían, se reduciría un tanto la demanda de
bienes, por lo que la declinación de ventas se extendería a otras firmas, no alcanzadas por la
primera oleada contractiva. De este modo, en sucesivas ondas, el impacto negativo inicial
podría amplificarse y observaríamos una recesión. Naturalmente, estamos hablando aquí de
un fenómeno de desequilibrio.
Del enfoque clásico emana, más o menos naturalmente, una mayor proclividad hacia las
políticas económicas pasivas (es decir, a no recurrir a la acción estatal, dejando en cambio
que el sistema se autorregule, o bien a atar al gobierno a reglas de conducta en materia de
política monetaria, cambiaria y fiscal, por ejemplo, para reducir el grado de interferencia
estatal en el curso de las actividades económicas privadas).
Por el contrario, el enfoque keynesiano conlleva una mayor propensión a las políticas
activas. En efecto, si se considera que, al menos a veces, hay fallas masivas de
coordinación, ya no se puede descansar en una capacidad automática del sistema para
reordenarse y se abre al menos un espacio para discutir las políticas activas o el tipo de
intervención que podría resultar adecuado para mejorar su funcionamiento.
La historia de la macroeconomía moderna tiene, como eje de su desarrollo, a la
controversia en torno a estas cuestiones; el contenido dramático de esa historia está
sostenido principalmente por la tensión entre las dos visiones básicas que hemos
esquematizado aquí muy sucintamente.

14
Aunque hay, por cierto, otras corrientes "no clásicas" de pensamiento, como la marxista, la
poskeynesiana, la llamada estructuralista, etc..
Sobre la noción de equilibrio

La noción de equilibrio juega un papel tan central en el análisis


económico que frecuentemente se convierte en un totem al que debe
reverenciarse y perdemos de vista que dice relativamente poco
acerca de, por ejemplo, el bienestar. Que el sistema se encuentre en
un estado bien coordinado como el que hemos mencionado más
arriba no implica que se trate necesariamente de un óptimo
(entendido, en el sentido de Pareto, como una configuración tal que
no puede mejorarse la situación de alguien sin empeorar la de
alguien más). Por otro lado, como se sabe, los planes económicos
individuales de los que nos ocupamos están trazados a partir de las
restricciones (de dotación de recursos, de presupuesto) que cada
uno enfrenta, y está claro que nunca, o casi nunca, estamos
cómodos dentro de nuestras restricciones. Por ende, la idea de
equilibrio macroeconómico no es la de una "edad de oro". Puede
también ser concebida, en algún caso, como una situación con
mucha gente muy descontenta. Pero no estamos sugiriendo que se
trate de una noción equívoca o engañosa. El concepto de equilibrio
es un instrumento útil, si no lo llevamos más allá de su campo.

Modelos

¿Cómo se desarrolla esta discusión acerca de la capacidad de autorregulación de las


economías de mercado, y a las políticas macroeconómicas, su papel y su eficacia? ¿En qué
lenguaje se argumenta?
Como sabemos, el debate económico suele desarrollarse en un lenguaje formal
particular, que plasma en modelos, frecuentemente matemáticos. Nosotros vamos a utilizar
también ese lenguaje como complemento de la argumentación verbal, pero manteniendo un
grado de complejidad matemática bajo, utilizando bastante apoyo de gráficos, diagramas y
ejemplos numéricos, y poniendo el énfasis en las cuestiones conceptuales más importantes,
antes que en los problemas formales de la construcción de argumentos. Pero queremos
dejar establecida esta idea: un modelo es simplemente una argumentación, más allá del
lenguaje particular en el que la elaboremos, y por lo tanto traducible, en lo sustancial, a un
lenguaje diferente.
Como cualquier modelo, los económicos están estructurados a partir de conceptos, los
ladrillos básicos del razonamiento, a los que normalmente llamamos también variables,
porque en general podemos medirlos (o concebirlos como mensurables), lo que hace factible
tratarlos como una variable matemática. Es el caso, por ejemplo, de los agregados que
mencionamos más arriba.
Los modelos económicos son sistemas de interrelaciones entre conceptos o variables.
Las relaciones entre variables (las proposiciones) que aparecen en ellos son básicamente de
tres tipos.
En primer lugar, están las relaciones contables (o de definición), que suelen constituir el
punto de partida de la argumentación, en parte porque suministran el marco en el que
solemos reunir y sistematizar buena parte de los datos que empleamos. Se trata, en este
caso, de identidades, es decir, de relaciones que se cumplen siempre (como la que nos dice
que el patrimonio neto de una firma es igual a su activo menos su pasivo). Esto es
interesante porque tales relaciones establecen una suerte de "límite contra el error". Pero
esta cualidad también constituye una limitación, puesto que si bien sirven como primer paso,
para ordenar la información disponible y para avanzar en la descripción, no nos permiten
desarrollar verdaderas explicaciones.
Para esto es necesario ir más allá de la contabilidad e introducir vínculos de otro tipo
entre los conceptos que utilizamos: se trata de relaciones de comportamiento, que
constituyen en principio hipótesis acerca de regularidades que es posible esperar que se
cumplan entre determinadas variables. Estas regularidades suelen expresar justamente
"comportamientos", y deben estar sujetas, como es lógico, a escrutinio y evaluación
empírica. Son imprescindibles para construir explicaciones, porque introducen elementos de
causalidad. Así, nos permiten entender que cierto fenómeno es el origen de algún otro.
Decimos, por ejemplo, que "la inversión en maquinaria y equipos depende del nivel de las
tasas de interés...", con lo que establecemos una relación de determinación y una secuencia.
Si anticipamos un cambio en las tasas de interés, por ejemplo, preveremos que tendrá algún
efecto sobre las decisiones de inversión, etc..
Finalmente, en los modelos aparecen también relaciones que llamamos reglas de cierre
o condiciones de equilibrio. Sobre éstas últimas volveremos más adelante, al comenzar a
construir nuestras primeras argumentaciones relativas al funcionamiento global de la
economía.
Nota periodística:

La reactivación cumple un año

Mario Damill
Economista del CEDES.

Publicado en el Suplemento Económico del diario Clarín, 6 de abril de 2003.

Tengo una buena noticia para darle (no es una primicia, pero es muy probable que no
la haya leído de este modo): comenzó el otoño y la reactivación continúa.
El veranito se extendió al verano y ya lleva, en verdad, cuatro estaciones. Proponer un
festejo sería una frivolidad frente a los rasgos abrumadores de la crisis social y económica
que todavía nos envuelve. Pero vale la pena al menos tomar nota del hecho. Reconocerlo.
Un año.
¿Qué quiere decir eso? Ateniéndonos estrictamente a los datos disponibles, significa
que a partir del primer trimestre del año pasado, el producto bruto interno de la Argentina
comenzó a ascender sostenidamente. Las golondrinas se fueron, volvieron, pronto partirán
de nuevo, y todo indica que ese proceso, hasta aquí, sigue adelante.
El producto bruto interno es, simplificadamente, una medida de las cantidades de
bienes y servicios que se generan dentro de nuestras fronteras, por período. Para que la
“noticia” que comentamos adquiera mayor nitidez, le propongo que la contraste con lo que
venía pasando anteriormente: el producto empezó a contraerse a mediados de 1998 y lo hizo
(casi) ininterrumpidamente hasta comienzos de 2002. Faltaba apenas un trimestre (los datos
del producto total de la economía tienen frecuencia trimestral) para que esa depresión
completara cuatro años. Ahí, ya no estamos.
El nivel actual del PIB es, sin embargo, todavía bastante más bajo que el máximo
alcanzado a mediados de 1998 (un 15% menor, aproximadamente), lo que dificulta, sin
dudas, que percibamos el cambio de tendencia.
Segunda buena noticia: todas las cifras disponibles (de carácter sectorial, como la
producción industrial, la del sector de la construcción, y de servicios públicos) coinciden en
señalar que el ritmo de la reactivación ha sido más intenso en el primer trimestre de 2003 (los
datos agregados se publican naturalmente con demora, marzo acaba de terminar). A lo largo
del año pasado el PIB se expandió a un ritmo (anualizado) de 3%. Ahora lo está haciendo,
aparentemente, algo más rápido, pese a la falta de crédito y a la incertidumbre política, entre
otras amenazas.
Tercera buena noticia (y prometo que será la última): en el cuarto trimestre de 2002
aumentó a una tasa muy alta la inversión (claro, lo hizo desde niveles extremadamente
bajos, a los que había caído en la larga contracción de fin de siglo).
Detengámonos brevemente en este punto. La reactivación comenzó impulsada por el
comportamiento del comercio exterior. En los primeros dos trimestres de vida de este repunte
(digamos, otoño-invierno de 2002), la expansión se sustentó en un moderado aumento de las
exportaciones, pero sobre todo en la caída de las importaciones. Para mantener la
argumentación en términos simples, digamos que la sustitución de bienes importados por
bienes producidos internamente tuvo un papel destacado. Por el contrario, todos los
componentes de la demanda interna (el consumo privado, el consumo del sector público, y la
inversión), siguieron declinando en esa fase inicial, como lo habían hecho a lo largo de la
depresión, aunque a un ritmo considerablemente atenuado.
Ese panorama cambió en el último trimestre de 2002. El comercio exterior no fue
entonces un factor expansivo, no tanto por el comportamiento de las exportaciones (que
siguieron creciendo moderadamente), sino porque las importaciones se incrementaron
mucho (en términos porcentuales). En cambio, en contraste con lo que venía sucediendo
hasta entonces, todos los componentes de la demanda interna aumentaron. Muy levemente
en el caso del consumo (público y privado), pero visiblemente más en el de la inversión.
Esta última tiene, a su vez, dos grandes componentes. Uno de ellos es la inversión en
construcciones, que aumentó casi 6% en el trimestre, contra el trimestre anterior. Es una tasa
muy elevada. Considere que, anualizada, daría alrededor de 25%. Pero la inversión en
maquinaria y equipo, el otro componente, dio un paso (para no hablar de un salto, tomando
nota del débil punto de partida) hacia arriba de alrededor de 22% entre trimestres contiguos.
En conjunto, considerando ambos elementos, la inversión aumentó más de 10% en ese
último cuarto del año pasado. Por supuesto que, además de que se parte de un nivel
extremadamente deprimido, los datos de un solo trimestre no alcanzan para hacer una
historia. Pero registremos lo que pasa.
Lo decimos, en especial, algo abrumados por la forma extraña en que, con demasiada
frecuencia, estos que llamamos quizás exageradamente “hechos” (cuando son “datos”), son
presentados al público mientras desayuna.
El ejemplo que daremos al respecto se refiere estrictamente a esta reactivación.
Muchos lectores se habrán informado recientemente de que, poco más o menos, “el producto
bruto interno de la Argentina cayó un 10,9% en 2002, el año posterior a la devaluación”,
contra 2001. Dos hechos se dan por sobreentendidos: que esa caída se dio a lo largo de
2002, y que la devaluación fue su causa mater. Pero este es el tema del que hemos venido
hablando hasta aquí (en un tono muy diferente): el comportamiento reciente del producto.
¿Cómo es posible presentar la noticia de un modo tan distinto? Confieso que me cuesta
entenderlo, pero procuraremos explicar qué sustenta esta segunda visión (llamémosla la
visión “ready made”) de los hechos, o de los datos, apoyándonos en el gráfico adjunto.
Allí puede verse una línea continua, que corresponde a las cifras del producto bruto
interno publicadas. No se preocupe por las unidades en que se mide. Observemos su
comportamiento en el tiempo, tomándola como una medida de las "cantidades" producidas
de bienes y servicios. Queremos destacar, en primer lugar, la caída vertical que se produce
desde mediados de 2001 (es decir, desde un semestre antes de la devaluación). Y
nuevamente el hecho de que la línea continua, el producto, comienza a ascender a partir del
primer trimestre de 2002. Hasta aquí, estamos en nuestro terreno.
Ahora bien, el valor “promedio” del producto de 2002 es mucho más bajo (alrededor de
11% menor) que el del año precedente (como muestra la comparación de las líneas
punteadas). Esa es la comparación que usted quizás leyó hace algunos días. Una
comparación interanual entre promedios. Los promedios son buenos para muchas cosas,
pero es aconsejable tratarlos con delicadeza.
Contemplando el gráfico, cualquiera puede constatar que la parte sustancial de esa
caída “entre promedios” se gestó en el segundo semestre de 2001, cuando todavía vivíamos
bajo el 1 a 1. En otros términos, esa declinación de casi 11% no pertenece plenamente a
2002. En su mayor parte refleja hechos anteriores (esto se conoce como arrastre estadístico,
y en este caso "explica" alrededor de 60% de la caída de la que hablamos). Lo sorprendente
en relación con la depreciación cambiaria es en realidad lo contrario de lo que sugiere el
tratamiento “ready made”: la contracción del PIB se frenó rápidamente y enseguida comenzó
a revertirse. No estamos ofreciendo aquí otra respuesta "ready made" de signo contrario a la
anterior. Menos ambiciosamente, nos remitimos a un conjunto de datos y a una pregunta:
¿cómo es posible que, considerando la forma traumática que adquirió la salida del régimen
macroeconómico de los años noventa, y todo el daño que ese proceso (que tuvo a la
depreciación cambiaria entre uno de sus ingredientes centrales) trajo sobre los contratos y
sobre la distribución del ingreso, la caída del producto haya cesado apenas al trimestre
siguiente? No le pedimos una respuesta (ni el FMI la tiene), pero ojalá que nos acompañe en
el reconocimiento de los hechos y en el interés por comprenderlos.

Producto Interno Bruto de la Argentina,


datos trimestrales (a precios de 1993)
del período 2001-2002

280000

270000
Millones de pesos de 1993

Promedio de 2001
260000

250000

240000

Promedio
230000 de 2002
01:1 01:2 01:3 01:4 02:1 02:2 02:3 02:4 03:1 03:2

Trimestres
Introducción al marco contable del análisis macroeconómico

La información macroeconómica

Comencemos con una nota de alerta: este capítulo será de lectura algo más trabajosa
que el anterior. Antes de retornar al análisis de los temas de política económica que
seguramente nos resultan más interesantes, tenemos que construir paso a paso y
pacientemente un conjunto de herramientas. Empezamos ahora a recorrer ese camino.
En el capítulo anterior señalamos que el conjunto de relaciones que solemos establecer
entre los conceptos que empleamos en el análisis macroeconómico incluye a las que son de
tipo contable. Se trata de identidades, es decir, de relaciones que siempre se cumplen. Estas
constituyen frecuentemente el punto de partida de la argumentación, lo que se debe en parte
a que mucha de la información que utilizamos se reúne y organiza en sistemas contables.
Los principales datos cuantitativos relativos a los bienes y servicios que la sociedad
produce, por ejemplo, los genera el Sistema de Cuentas Nacionales, del que nos
ocuparemos enseguida. Hay otros tres sistemas contables que nos suministran también
informaciones básicas para nuestra tarea de análisis macroeconómico. El primero de ellos es
el Sistema de Cuentas Internacionales, cuya pieza central es el balance de pagos, que
informa acerca de las transacciones económicas entre los residentes y los no residentes en
el país. Luego contamos con las Cuentas Monetarias, con eje en los balances del Banco
Central y del resto del sistema bancario, y también con el Sistema de Cuentas Fiscales.
Utilizamos, asimismo, cifras que provienen de otras fuentes y que no se encuentran en
formato contable, como las que se refieren al comportamiento de distintos conjuntos de
precios (al consumidor, mayoristas, etc.), o al empleo, el desempleo, las tasas de interés y
otras. En este capítulo nos concentraremos en algunas cuestiones fundamentales de las
cuentas nacionales, y dejaremos por el momento de lado las restantes cuentas, sobre las
que retornaremos, una a una, en capítulos posteriores.

A la búsqueda de una medida de cuánto se produce

Hemos visto ya algunos datos que provienen del Sistema de Cuentas Nacionales. En el
capítulo anterior presentamos gráficos con índices del producto. Este concepto lo
concebimos entonces, provisoriamente, como una medida de las cantidades de bienes y
servicios producidos en el país, en cierto período. Sobre ese tema nos detendremos ahora:
vamos a indagar cómo se construye una medida aproximada de las cantidades de bienes y
servicios que una sociedad produce.

Flujos, “stocks”, períodos

Una primera cuestión que hay que dejar establecida es que una medida de este tipo
tiene que estar asociada a cierto período. ¿Las cantidades de bienes y servicios producidas
cuándo?¿Entre qué fechas? Las variables que se miden así, en “tanto por período”, suelen
llamarse flujos. Los flujos se diferencian de los acervos (aunque es frecuente que utilicemos
la palabra stocks, tomada del inglés, para referirnos a lo mismo). Los stocks se pueden medir
en un instante determinado. Si hablamos de cuantos fideos produce una firma, decimos,
“produce 300 toneladas por trimestre”; eso es un flujo. Pero hoy tiene en sus depósitos 150
toneladas acumuladas. Eso es un acervo.
Puede ilustrarse esta distinción con la imagen de una canilla abierta. El flujo de agua que
sale de la canilla es, digamos, de 20 litros por hora. Hace una hora y media que está abierta,
de modo que en la pileta (suponemos que está tapada) se han acumulado 30 litros. Este es
un acervo. Los acervos suelen originarse en la acumulación de flujos a lo largo del tiempo. El
producto generado por una economía lo concebimos como un flujo.
Retornemos entonces a nuestro problema: construir una medida agregada de lo que la
sociedad produce.
Parece razonable empezar por reconocer que todo el tiempo se están elaborando
muchísimos bienes diferentes (y servicios; en adelante hablaremos de “bienes”, entendiendo
que nos referimos a “bienes y servicios”, para simplificar). Asumamos que se producen “M”
bienes. “M” es un número muy grande, seguramente, pero no precisamos, a nuestros fines
presentes, definir cuántos son, por eso los describimos con una letra. Nuestro problema es,
justamente para no extraviarnos entre ese denso conjunto de M bienes diferentes, construir
un agregado.
Ahora podemos asignar a cada bien un número, desde 1 hasta M. Utilizaremos otra letra,
la N, para designar a las cantidades producidas de los distintos bienes, de modo que N1
corresponde a las cantidades del bien que ubicamos primero en nuestra lista, N2
corresponde a las cantidades producidas del segundo bien, y así sucesivamente, hasta llegar
a NM, el último considerado. Tendremos entonces, por ejemplo:

N1: toneladas de trigo


N2: toneladas de harina
N3: kilogramos de pan
N4: litros de vino
...
etc.
...
NM-1: servicios médicos
NM horas de clase de macroeconomía dictadas

El primer impulso podría llevarnos, en el afán de construir nuestra medida agregada, a


sumar directamente las cantidades en cuestión (todas ellas correspondientes a cierto
período, el mismo para todas, no lo olvide), haciendo N1+N2+N3+...+NM. Eso aparenta ser
sencillo y natural, pero desafortunadamente tal suma carece de todo sentido. No podemos
sumar directamente esas cantidades. ¿Qué se obtiene si a doscientas toneladas de
manzanas se suman 4000 barriles de petróleo, y 432 horas de servicios médicos?
Este problema de adicionar entes heterogéneos no tiene solución única y perfecta. Es
imprescindible recurrir a alguna convención para construir el agregado que necesitamos. Es
decir, nos tenemos que poner de acuerdo acerca de alguna forma razonable de hacerlo.
La convención que se sigue consiste en multiplicar las cantidades de cada bien por el
precio unitario correspondiente (un buen candidato es el precio promedio del bien en el
período de que se trate). Eso hace que todos los sumandos se expresen en las mismas
unidades monetarias, y así, la suma es viable. En definitiva, sumamos los valores producidos
de cada mercancía, en el período. Para ilustrarlo de una manera simplificada (sin afectar la
generalidad), imaginemos que se producen sólo dos bienes. Estamos proponiendo un
procedimiento como el siguiente:

P1.N1 + P2.N2 = H.

Allí multiplicamos la cantidad (Ni) producida de cada bien “i”, por el correspondiente
precio Pi. Al sumar los valores resultantes obtenemos un agregado, H, que contiene la
información relativa a los dos bienes que produce nuestra economía hipotética (o a “M
bienes”, en el caso más general).
Como ya hemos indicado, esta cuenta tiene que estar referida a un período determinado.
Hablamos de las cantidades producidas entre dos momentos en el tiempo. Es decir, a lo
largo de un trimestre, o de un año. Supongamos que se trata del año 2003. Tendríamos que
hacer explícito esto en la fórmula, para evitar confusiones. Escribiríamos entonces:

P1,2003.N1,2003 + P2,2003.N2,2003 = H2003.

De modo que N1,2003, por ejemplo, designa a las toneladas de trigo producidas en ese
año. P1,2003 debería ser, en consecuencia, el precio medio de la tonelada de trigo en ese
período. El agregado H2003 es entonces una medida de lo que la economía produjo en 2003.
Podemos utilizarla para hacer comparaciones: ¿H2003 resultó mayor, menor o más o menos
igual que H2002 (la que seguramente fue calculada mediante una fórmula semejante a la
anterior, pero sustituyendo el subíndice 2003 por 2002, allí donde aparece)?
Si efectivamente la nueva H resultó mayor que la anterior, ¿podremos concluir que, en
algún sentido, las cantidades de bienes y servicios que la economía produce aumentaron?
Parece evidente que no. Ese agregado no nos permite sacar una conclusión semejante.
En efecto, un problema de la medida agregada que acabamos de concebir es que si la
misma cambia, es decir, si el valor de H varía a lo largo del tiempo, no sabremos si esas
variaciones se deben a que cambiaron las cantidades, o los precios, o alguna combinación
de ambos.

Precios corrientes y constantes

Ese es un problema que aqueja a las medidas obtenidas a precios corrientes, como es el
caso de nuestra H. Decimos que una medida es “a precios corrientes” cuando se utilizan en
el cómputo, para cada período, los precios del mismo período, que multiplican a las
correspondientes cantidades de los distintos bienes. Así, el H de 2003 la hemos calculado
multiplicando las distintas “N” de ese año por los precios de los bienes en el mismo 2003. La
H de 2004 se calculará multiplicando las distintas “N” de 2004 por los precios de 2004, y así
por delante.
Ya construimos un agregado de lo que la economía produce, pero este nos enfrenta,
como vemos, a un nuevo problema: tenemos que ser capaces de distinguir las variaciones
de las cantidades producidas de las variaciones de los precios de los bienes.
El procedimiento al que apelamos, de nuevo recurriendo a una convención, para
aproximarnos a una medida de las "cantidades" consiste en trabajar utilizando en el cómputo,
para todos los períodos, los mismos precios. Se trata de los precios de algún período
determinado, escogido como "base" de las estimaciones. Actualmente, el año base de las
cuentas nacionales de la Argentina es 1993. De modo que, tomando en cuenta esto,
replantearíamos el cálculo de una medida como la “H” más o menos así:

P1,1993.N1,2003 + P2,1993.N2,2003 = H2003,1993.

Ahora H2003,1993 quiere decir: la suma de todos los valores de los bienes y servicios
producidos en 2003, pero calculados a precios de 1993.
Si hacemos el mismo cálculo para 2002, por ejemplo, tendremos:

P1,1993.N1,2002 + P2,1993.N2,2002 = H2002,1993.


Si comparamos el lado izquierdo de las dos últimas expresiones, vemos que lo único que
cambia son las cantidades. Los precios son los mismos en las dos cuentas. Siendo así, si H
varía entre esos dos años, es decir, si H2003,1993 y H2002,1993 son distintas, sólo puede deberse
a que se modificaron las cantidades producidas. Si H aumentara, por ejemplo, lo leeríamos
así: la suma de las cantidades (una suma donde los precios son "ponderadores") se
incrementó entre esos dos períodos. Las cantidades, en síntesis, están aumentando,
medidas por este agregado. La economía está generando un H mayor, está, en principio,
produciendo más.
Esa es una medida a precios constantes. Recurrimos a ella precisamente para abstraer
las eventuales variaciones de precios.

El problema de la múltiple cuenta

Tenemos todavía un problema serio si queremos utilizar a H como una medida de las
cantidades de bienes y servicios que la economía produce. Observe que si hacemos esa
suma incluyendo en la cuenta a todas aquellas mercancías que la economía genera
tendremos, por ejemplo, las toneladas de trigo por un lado, la harina por otro, y también el
pan, y los triples que compramos en la confitería, etc.. Es decir, estaremos sumando algunas
cosas dos o más veces. Parte del valor del trigo producido, por ejemplo, aparecerá
nuevamente cuando sumemos el valor de la harina, y otra vez en el valor del pan producido,
y así sucesivamente.
Tenemos que corregir también este problema si queremos tener una medida más
ajustada de lo que la sociedad produce.
Un procedimiento razonable es el de restarle, al valor producido de cada bien, el valor
correspondiente a los "insumos intermedios" utilizados en su elaboración. Los insumos
intermedios son las materias primas que se emplean para producirlo. Esta resta evita que
contemos nuevamente, al incluir en nuestra adición el valor del bien “pan”, por ejemplo, el
valor de la harina en él contenida, que ya se ha considerado al agregar a la cuenta el valor
generado por el sector harinero.
Conviene que asociemos cada bien a un sector. El bien 1, por ejemplo, lo produce el
sector 1. En nuestro caso, es el sector triguero. Si al valor del trigo producido (P1 . N1) le
restamos el valor de los insumos intermedios utilizados en su elaboración obtenemos el valor
agregado por ese sector.
Llamaremos VINT1 al valor de los insumos intermedios empleados para producir el bien 1,
VINT2 al mismo concepto para el bien 2, y así sucesivamente. La notación VINT1,2003,1993
quiere decir: valor de los insumos intermedios empleados en la elaboración del bien 1, en
2003, a precios de 1993.
En nuestro esquema sencillo con sólo dos bienes tendríamos entonces las siguientes
cuentas (que planteamos aquí a precios del año base, aunque podríamos hacerlas también a
precios corrientes):

P1,1993.N1,2003 - VINT1,2003,1993 = VA1,2003,1993

P2,1993.N2,2003 - VINT2,2003,1993 = VA2,2003,1993

H2003,1993 - VINTTOT,2003,1993 = VATOT,2003,1993


Presentamos allí la cuenta del valor agregado para los bienes (o sectores) 1 y 2, en las
primeras dos líneas, y en la tercera sumamos las dos expresiones superiores, miembro a
miembro.
El valor agregado es una medida más precisa de lo que se ha producido en el período,
porque evita el problema de la múltiple cuenta. Nuestra medida anterior, H, que es una suma
de multiplicaciones que tienen la forma (Pi.Ni), se denomina "producción", o "valor bruto de la
producción". Como hemos visto, al restarle el valor de las compras intermedias se obtiene el
valor agregado.
El valor agregado de un sector se denomina también "producto" del sector, y VATOT, el
valor agregado total generado en la economía, es el "producto agregado". Como estamos
refiriéndonos a las actividades productivas que se desarrollan en el interior de nuestras
fronteras, ese concepto podemos designarlo como producto interno.

El producto y los bienes finales

Una alternativa al procedimiento que hemos seguido hasta aquí para obtener el producto
es la de medir únicamente, si fuese posible, el valor de los bienes que llamamos "finales",
situándonos justamente al final de la cadena productiva. Así, si medimos el valor del pan que
compramos en la panadería, por ejemplo, (y nos referimos a “todo” el valor del pan, no sólo
al valor agregado del sector panificador, que en él está contenido) no será necesario sumarle
luego el valor que genera el sector harinero, puesto que ya está contenido en el del pan, y
tampoco el del trigo, por la misma razón. Podemos pensar, así, en resolver el problema de la
doble o múltiple cuenta con una estrategia diferente, eligiendo, para nuestra suma, un
subconjunto de los bienes producidos: sólo aquellos que llamamos "finales".
Y es así, en efecto, como suele definirse el producto: es el valor de los bienes y servicios
finales generados en una economía en determinado período. Ya sabemos, sin embargo, que
eso es igual al valor agregado generado en todos los sectores productivos. Como también
sabemos, estos conceptos podemos medirlos a precios corrientes y también a precios
constantes.

El producto y el ingreso

El valor agregado es, por otra parte, el ingreso que obtienen quienes participan en el
proceso productivo. Esos ingresos son esencialmente salarios y beneficios. Salarios más
beneficios (distribuidos y no distribuidos) son entonces el valor agregado en la economía, y
son también el ingreso total del sector privado. De modo que el ingreso total es
necesariamente equivalente al producto.
Por eso, en adelante, pensaremos al producto y al ingreso como sinónimos.
Consideraremos a esas dos nociones como dos formas distintas de medir el mismo flujo de
valor.

El producto "por origen"

Una de las presentaciones habituales del producto nos ofrece la cifra agregada pero
también su descomposición por sectores de origen (como “Agricultura, caza, silvicultura y
pesca”, “Industrias manufactureras”, etc.). De manera que, llamando “Y” al producto total, el
mismo resulta de una cuenta como la siguiente:

VA1 + VA2 + ... + VAM VATOT Y,


es decir que es igual a la suma de estimaciones de los valores agregados por distintos
sectores económicos. (No olvidamos que es necesario tener presente la cuestión del período
al que se refieren los datos, cuya indicación hemos omitido en la fórmula anterior, ni que es
también necesario señalar si estamos hablando de las cifras a precios corrientes o
constantes).

El producto según "destino"

Otra desagregación habitual del producto clasifica a los bienes que integran el valor de Y
según su destino (o su tipo de “uso final” dentro del período de que se trate). Los destinos
que suelen distinguirse son cuatro.
Una parte de los bienes producidos tiene destino en las familias. A este agregado, que es
un subconjunto de “Y”, lo designamos con una letra C y lo llamamos consumo. En realidad,
todos los bienes adquiridos por las familias, con la única excepción de las viviendas (de las
que hablaremos enseguida), se incluyen en este grupo. Observe que no importa si el bien fue
efectivamente utilizado o “consumido” en el período. Una familia puede adquirir una botella
de vino y guardarla para una celebración que acontecerá el año próximo; para las cuentas
nacionales, sin embargo, esa botella estará dentro del consumo de este año, no del
siguiente. El momento en que el vino se utiliza efectivamente no le interesa a la oficina de
cuentas nacionales.
Un segundo destino posible de los bienes producidos es lo que llamamos “inversión”. En
las cuentas nacionales, digámoslo antes que nada, este concepto no tiene vinculación con
nada “financiero”. Llamamos aquí inversión a uno de los destinos posibles de los bienes
producidos en cierto período. Es un flujo de bienes, o de valor corporizado en bienes. Un
depósito en un banco, o la compra de acciones o de títulos, que son inversiones en el sentido
corriente, no lo son para las cuentas nacionales.
Los bienes que integran este concepto son esencialmente de dos tipos (es decir, hay dos
grandes componentes de la inversión): construcciones, por un lado, y maquinaria y equipos,
por otro. En la inversión en construcciones se incluyen los nuevos caminos, instalaciones,
galpones, etc., y también las viviendas, que si bien tienen, en muchos casos, destino en las
familias, no están contenidas, como ya dijimos, en el consumo. Se trata siempre de las
nuevas construcciones generadas en el período de que se trate (y de las nuevas máquinas),
y no de los cambios de manos de inmuebles (o maquinaria ya usada) producidos en períodos
anteriores. Si una familia compra este año una casa producida el año anterior, eso puede
considerarse una inversión desde la perspectiva de esa familia, pero hay alguien más que
está “desinvirtiendo”. Por ende, no es inversión para la economía como un todo. Esa vivienda
fue seguramente considerada en el cómputo de la inversión (en construcciones) del año
anterior, cuando fue construida.
La suma de las nuevas construcciones y las nuevas maquinarias y equipos constituye la
“inversión fija”. Hay un tercer componente de la inversión que es la “variación de existencias”
o acumulación de inventarios de bienes. Las firmas productivas mantienen normalmente
existencias de mercancías para hacer frente a las ventas del día a día, mientras nuevos
bienes están siendo producidos. Si una firma que elabora fideos cuenta, al final del período,
con existencias de fideos aún no vendidos superiores a las que tenía al comienzo del mismo,
esa diferencia es, para las cuentas nacionales, inversión en existencias. Este componente de
la inversión puede ser negativo y lo será muy frecuentemente. Tendremos, en esos casos,
una declinación del valor de los inventarios de bienes entre los extremos del período de que
se trate.
Designaremos a la inversión total, que incluye los tres componentes que acabamos de
describir, con la letra “I”.
Un tercer destino posible de los bienes generados en la economía es el sector público.
Este puede, por ejemplo, adquirir leche, harina, fideos, para un programa alimentario.
También adquiere materiales para las oficinas de la Administración, servicios de transporte y
otras mil cosas.
Pero la introducción del sector público nos lleva a considerar aspectos menos obvios,
obligándonos a revisar algunas de las ideas que hemos planteado en este capítulo.
En primer lugar, recordemos que hemos supuesto que la cuenta del producto puede
concebirse como la suma de una serie de multiplicaciones de la forma (Pi.Ni), es decir, de
productos de “precios” por “cantidades”. Sin embargo, hay productos que la sociedad genera
y que no tienen precios de mercado (asumimos de hecho que nuestros Pi lo son).
Consideremos por ejemplo los servicios de defensa, justicia, salubridad, parte de la
educación y de la salud. Muchos de ellos, malos, buenos o regulares, el sector público los
ofrece sin cargo a la población. Pero deben considerarse en el cómputo de Y, naturalmente.
¿Cómo se lo hace? El criterio básico aquí es el de contabilizar el valor de los bienes
producidos por el sector público tomando en cuenta el costo de producirlos. En el caso de la
justicia, por ejemplo, se mide su contribución al producto, o al valor agregado total, tomando
en cuenta lo que cuesta producir ese servicio. En ese cómputo, el elemento principal son los
salarios de magistrados y funcionarios. Entonces, se trata también de la multiplicación de
“precios por cantidades”, pero los correspondientes precios son en realidad salarios, de
distintas categorías de trabajadores, que se multiplican por las cantidades de tiempo
remuneradas (horas, meses, según corresponda).
Contabilizado de ese modo, el valor agregado por la justicia está adicionado en el valor
de Y, por origen. Del mismo modo se procede con los servicios de defensa, con los de
administración pública y otros semejantes. Es posible que usted recuerde el nombre de algún
juez cuya “contribución al producto”, calculada así o de otro modo, pueda quizás
sospecharse dudosa. Otro tanto podría decirse de los gastos de defensa y de varios
conceptos más. Pero, en fin, se trata de medidas imperfectas.
Ahora bien, cuando pensamos en el “uso final” de los bienes y servicios producidos”, ese
servicio, el de justicia, que integra el valor de “Y” ¿dónde está? ¿En qué destino? No está en
el consumo, porque el servicio del sistema judicial no es “adquirido” por las familias.
Tampoco está en la inversión. Estará sumado en el nuevo agregado que estamos
presentado, que designaremos como “G”, y que reúne los bienes y servicios adquiridos por el
sector público. Ese agregado no comprende sólo, en síntesis, los fideos y la harina de los
planes alimentarios, y los materiales de oficina, sino también los costos de producir defensa,
seguridad, justicia, educación pública, etc.. Se procede como si el sector público adquiriera
esos servicios, de justicia por ejemplo (lo que de algún modo hace pagando los salarios de
los jueces, etc.), y luego los distribuyera sin cargo a los habitantes. La G que utilizamos para
representar este nuevo destino de lo que se produce proviene de “gasto” (público, en este
caso), pero no se refiere a todo tipo de gasto que el gobierno pudiere hacer. Sólo comprende
los bienes y servicios que adquiere (no incluye, por ejemplo, transferencias como las
correspondientes a pagos jubilatorios y de pensiones, seguros de desempleo, y otras
erogaciones como pagos de intereses de la deuda pública; vale la pena insistir: estamos
clasificando el valor de los bienes y servicios producidos según su destino).
Nuestra “G” tampoco contiene el gasto del sector público en bienes de capital (como
caminos, construcciones, maquinaria y equipos). Este último tipo de destino es en realidad la
inversión que viéramos más arriba. Lo que deberíamos aclarar ahora es que la inversión total
puede a su vez descomponerse en privada y pública. Hoy en día, privatizaciones de por
medio, el gasto público en inversión es relativamente pequeño, muy inferior a lo que fuera
antes de la década de los noventa. En tanto no incluye la inversión pública, la variable G se
suele también denominar “consumo público”, o consumo del gobierno.
Nos queda un único casillero adicional en nuestra clasificación de los bienes de acuerdo
con su uso final. Si no están en alguno de los tres anteriores, seguramente los bienes
producidos fueron a parar al exterior. A esta fracción del flujo de producto la llamamos
“exportaciones”, y la designamos con una “X”.
Nótese que esta clasificación por destino no tiene que ver con la naturaleza de los bienes
sino con su uso en el período del que se trate. Volviendo a nuestro paquete de fideos: podría
estar en el consumo si lo adquirió una familia, o en la inversión, si se acumuló en las
existencias de fideos sin vender en una firma (o en los stocks de un supermercado); también
podría estar computado en G si el sector público lo hubiese adquirido para, quizás, utilizarlo
para alimentar a los pacientes internados en un hospital. Por último, también podría haberse
exportado, en cuyo caso estaría computado en el valor de las exportaciones.
Sintetizando, tenemos, como primera aproximación, esta descomposición del flujo de
bienes por destino:

Y I

Las importaciones y el concepto de producto interno

Si los cuatro destinos señalados agotan el producto, podríamos pensar en una nueva
forma de medición de Y, además de las que ya hemos presentado. Imaginemos que
fuésemos capaces de medir separadamente todo el gasto de consumo que hacen las
familias (C), el gasto de inversión (I), el que hace el sector público en bienes y servicios (G),
y el valor de las exportaciones (X) de cierto período. Como primera aproximación, parece que
entonces la suma de esos cuatro conceptos nos daría el valor de Y.
No es así, sin embargo. En el consumo total de las familias, por ejemplo, habrá también
bienes que no fueron producidos internamente. Fideos importados de Italia, por ejemplo,
entre otros muchos bienes elaborados más allá de nuestras fronteras. Y esos no forman
parte de nuestro producto. Lo mismo sucede con I, G y X: cada uno de esos componentes
del gasto agregado podría descomponerse en una fracción “de origen interno” y otra “de
origen externo”. Así, C, por ejemplo, podría desagregarse en Cy y Cq, donde la primera
comprende el valor de todos los bienes y servicios que tuvieron como destino las familias
(menos las viviendas) y que fueron producidos internamente, mientras que Cq designa al
valor de los bienes que, estando contabilizados en C, fueron producidos en el exterior. Esto
mismo se puede hacer con las restantes variables de gasto, incluso con las exportaciones,
porque una parte del valor de un automóvil exportado por la Argentina, por ejemplo, contiene
piezas o elementos, como el motor, eventualmente, producidos en el exterior, que entraron
previamente como importación y luego volvieron a salir. De modo que tenemos:
C = CY + CQ

Y I = IY + IQ

G = GY + G Q

X = XY + XQ

Puesto que nos interesa el valor generado internamente, está claro que el producto Y no
coincidirá con la suma (C + I + G + X). Será igual, en realidad, a la suma de (Cy + Iy + Gy +
Xy), del diagrama anterior.
En otros términos, a la cuenta (C + I + G + X) hay que corregirla restándole los bienes
importados, para obtener el valor del producto. Ahora bien, la adición de los valores de todos
los bienes importados, (Cq + Iq + Gq + Xq), la designamos como “Q”. Así, en definitiva, el
producto interno resultará de la siguiente igualdad (que es en realidad una identidad):

Y C + I + G + X - Q.

Esa expresión es una de las más importantes en el campo de la macroeconomía y se


conoce como "identidad básica del Sistema de Cuentas Nacionales", o identidad de ingreso-
gasto. Nos indica que el producto (o el ingreso), además de ser igual al valor agregado total y
al valor de los bienes finales, como ya sabemos, es también igual, en las cuentas
nacionales, al gasto total en bienes producidos internamente.

Una digresión sobre la variación de existencias y los períodos

Acabamos de decir, por ejemplo, que el consumo puede descomponerse en el


abastecido por bienes producidos internamente y por bienes importados (C = Cy + Cq). Ese
razonamiento involucra una simplificación que vale la pena hacer explícita. Para simplificar el
argumento estamos ignorando, al hacer ese planteo, que una parte del consumo actual, por
ejemplo, puede abastecerse con bienes provenientes del pasado. Es decir, con bienes
producidos o importados en períodos anteriores. Lo mismo sucede naturalmente con la
inversión y con los restantes componentes del gasto.
Supongamos que yo adquiero $10 de fideos producidos el año pasado. Fueron
contabilizados en el producto de aquél año, pero están en C de este período. ¿Habrá un
error en el cómputo de Y, medido “del lado del gasto”? No, porque esos fideos se
encontraban en los depósitos del supermercado, o en las góndolas, y estaban contabilizados
como existencias. Ahora, luego de mi compra, estarán dentro de C, sumando. Pero
simultáneamente, esos $10 estarán restando en la cuenta “variación de existencias”, que es
uno de los rubros que integran la inversión. Ambos asientos se cancelan, de modo que esos
diez pesos, correctamente, no aparecerán en el producto del período actual.

Producto bruto y neto


Hemos caracterizado ya al producto interno. ¿Por qué se lo suele calificar de “bruto”? La
cuestión aquí es que en la inversión fija pueden a su vez distinguirse, conceptualmente, dos
componentes. Una parte del valor de las maquinarias y equipos y de las construcciones que
integran la inversión fija de un período determinado viene, en realidad, simplemente a
sustituir a las maquinarias, equipos e instalaciones preexistentes que se han desgastado por
el uso o que simplemente se han tornado obsoletos. Podemos entonces concebir la noción
de “inversión neta”, que es la inversión total (bruta), menos la depreciación del acervo de
capital heredado de períodos anteriores. Es posible sintetizar eso mediante la siguiente
expresión:

I = IN + D,

donde I es la inversión total, bruta, que resulta igual a la inversión neta (IN) más la
depreciación del acervo de capital preexistente (que designamos como “D”).
La inversión es una variable crucial en la determinación del crecimiento, o de la capacidad
de crecimiento de una economía, porque indica qué parte del producto se acumula,
esencialmente en la forma de nueva capacidad productiva. Pero IN es una mejor medida de
esa acumulación, ya que toma en cuenta el desgaste de la capacidad productiva heredada.
En consecuencia, cuando se discuten los problemas del crecimiento económico, IN suele
aparecer como una variable posiblemente más relevante que I. Sin embargo, si bien eso es
cierto en un plano conceptual, en la práctica, debido a que es muy difícil obtener una medida
agregada razonable de la depreciación, es bastante habitual que IN no se calcule. Con
frecuencia sólo dispondremos de datos de I, es decir, de la inversión bruta.
Volviendo ahora al producto: en la identidad básica de cuentas nacionales incluida más
arriba se encuentra sumando, del lado derecho, la inversión bruta. Por eso definimos a Y
como el producto interno bruto (PIB). En cambio, si en esa misma identidad sustituyésemos a
I por IN tendríamos el producto interno neto (PIN, que designaremos aquí como YN). En
otros términos:

YN Y–D C + IN + G + X - Q.

Algunas variantes a partir de la identidad básica

Retomando ahora la identidad básica de cuentas nacionales, podemos introducir otras


definiciones de uso habitual, mediante algunas manipulaciones sencillas. Por ejemplo,
pasando las importaciones a la izquierda de la igualdad tenemos:

Y+Q C + I + G + X.

La suma (C + I + G + X) constituye lo que se designa como demanda global, y (Y + Q) es


la oferta global, ambas idénticamente iguales para las cuentas nacionales.
Además, dentro de la demanda global, una parte proviene de los agentes económicos
residentes en el espacio geográfico nacional, y otra del resto del mundo. La que proviene de
los residentes es la suma (C + I + G), y se le designa como “absorción interna” (AI). Por otro
lado, la cuenta (X-Q) representa el balance comercial con el resto del mundo (BC), de modo
que podemos rescribir nuestra identidad básica así:
Y AI + BC.

Por lo tanto,

Y - AI BC.

Identidades y causalidad

Observe la última expresión. El término de la derecha, el balance comercial, podría ser


negativo, si las exportaciones fuesen inferiores a las importaciones. La ecuación nos dice
que, en tal caso, necesariamente, tendremos que AI, el gasto interno, es mayor que Y, el
ingreso interno. En algunos textos, alcanzado este punto, se podrá leer que si una economía
tiene déficit en el comercio, es porque los residentes están gastando “más allá de sus
medios”. Esta es una lectura causal de esa ecuación. Se nos dice que la causalidad va del
lado izquierdo al derecho:

Y < AI => BC < 0.

Eso puede ser cierto, pero en ocasiones no lo será. Queremos decir que no es válido en
general interpretar que un déficit en el comercio aparecerá porque los residentes gastan más
que su ingreso. Las identidades no habilitan una interpretación causal. Ambos lados del
signo tienen el mismo peso. Es decir, cabría afirmar que:

Y < AI <=> BC < 0.

En el caso de un país con déficit en el comercio, podríamos por ejemplo pensar en


alguna causa, no visible en la identidad, que da origen tanto al déficit del comercio cuanto al
exceso del gasto interno sobre el ingreso.
Las identidades nos permiten organizar la información y avanzar en la descripción: esta
variable ha venido incrementándose, aquella otra por el contrario está en declinación, etc.
etc., pero no habilitan interpretaciones de causa-efecto. Para avanzar en el terreno de la
interpretación se requiere más que la contabilidad. Son necesarias relaciones de
comportamiento como las que ya hemos mencionado en el capítulo anterior, y que
comenzaremos a introducir en el próximo.

Miscelánea de cuentas nacionales

Hemos mencionado algunos problemas en la elaboración de la medida del producto,


como por ejemplo la ausencia de precios de mercado de algunos servicios. Hay muchos
otros. A los efectos del análisis macroeconómico, esos temas no son en general relevantes y
por eso no los trataremos con detalle aquí, pero mencionaremos algunos de los más
importantes.
Uno se refiere a la aparición de bienes nuevos. Consideremos por ejemplo el caso de
una computadora de última generación, aparecida este año. Ese bien no existía en 1993, el
año base de las cuentas nacionales. Por ende, cuando se estima el PIB a precios
constantes, hay que resolver el problema de qué precio “de 1993” asignarle. Esta dificultad
es mucho más corriente de lo que podría parecer en una primera aproximación, porque
involucra también los cambios de calidad de los bienes, por ejemplo. Un automóvil modelo
2004 puede tener mejoras en relación con el mismo modelo correspondiente al año anterior.
En tal caso, se trata en cierta forma de un bien distinto, nuevo.
Otra cuestión se refiere a como tratar los bienes en proceso. Por ejemplo, una plantación
de cereal que, al cierre del período, está a medio crecer. ¿Qué valor debería asignársele?
Estas y otras muchas cuestiones requieren de convenciones para su tratamiento. En general,
esas convenciones se apoyan en los criterios fijados por las Naciones Unidas, en manuales
de cuentas nacionales elaborados por oficinas de ese organismo internacional que son
seguidos por la gran mayoría de los países.
Algunas cuestiones son polémicas, como la no consideración del trabajo realizado por
amas o amos de casa en el hogar en el cómputo del producto interno bruto. Pero esa
convención, como otras, puede cambiar a lo largo del tiempo. (Un chiste de economistas dice
que el producto bruto se reduce si un señor(a) se casa con su mucama(o), a quien antes
pagaba un salario. ¿Comprende por qué? No puedo explicarlo aquí, no tendría gracia).
Una cuestión que suele dar lugar a cierto debate es la calidad del PIB o del ingreso
agregado como medida de bienestar. Una consideración obvia es la de que la distribución del
ingreso seguramente tendrá una gran relevancia en lo que se refiere al bienestar, además de
su nivel. La medida del PIB tomada aisladamente no nos dirá quizás demasiado. Pero hay
cuestiones menos evidentes. Imagine una economía en la que el producto industrial está
creciendo rápidamente, pero generando enormes efectos negativos sobre el medio ambiente,
como contaminación y agotamiento de recursos no renovables. Estos efectos negativos que
son “producidos conjuntamente” con los bienes industriales no se miden en el cómputo del
PIB.
Hay otra cuestión que merece mención. Hemos visto que al calcular el producto a precios
constantes realizamos una suma de cantidades de distintos bienes, en la que utilizamos
como “ponderadores” a los distintos precios. Pero son los precios de un período
determinado: el período base. Para ilustrar una consecuencia de este procedimiento
imaginemos un país en el que determinado bien, la papa, tiene un peso muy grande en el
PIB. Supongamos ahora que en el año base el precio de la papa tenía, por razones
climáticas, un precio (relativo, es decir, en comparación con los restantes precios) muy
elevado. Ese precio elevado será utilizado luego para ponderar las cantidades de papas
producidas en todos los períodos siguientes. La papa tendrá así una ponderación elevada en
el cálculo del producto. Eso se reflejará, por ejemplo, en las tasas de crecimiento calculadas
para la economía de ese país. Lo que queremos señalar es que las tasas de crecimiento del
PIB estimadas resultarían entonces más altas, por esta ponderación fuerte de ese producto,
de lo que serían si el precio de la papa en el año base hubiese sido relativamente bajo. En
resumen, lo que estamos argumentando es que las tasas de crecimiento medidas no son
independientes del período que se elija como base. Por eso, entre otras cosas, es una buena
práctica que si las cuentas nacionales se elaboran de este modo, al cambiar la base se
recalcule el PIB (y con ello las tasas de crecimiento) de períodos anteriores, para poder tener
una perspectiva temporal más o menos amplia, es decir, para contar con series homogéneas
para un lapso razonable.
Normalmente, sin embargo, las tasas reestimadas al cambiar la base no diferirán
sustancialmente de las obtenidas con los precios de la base anterior, aunque a veces sí
puede haber cambios importantes. Posiblemente esto suceda con las cuentas nacionales de
la Argentina cuando la base 1993, todavía vigente, se cambie. Esto es así porque la
depreciación cambiaria de 2002 produjo un enorme cambio de precios (relativos), en
comparación con los que se observaban en la década anterior.
El PIB y el nivel general de precios

Dividamos ahora el PIB medido a precios corrientes por el PIB medido a precios
constantes de 1993. Siguiendo con nuestro ejemplo de una economía de dos bienes,
tendríamos este cociente:

P1,2003.N1,2003 + P2,2003.N2,2003
P1,1993.N1,2003 + P2,1993.N2,2003

Puede verse que las cantidades Ni de los distintos bienes son las mismas en el
numerador y en el denominador. De modo que si ese cociente tiene un valor distinto de uno,
eso se deberá a que los precios de 2003 (que son los ponderadores en el numerador)
difieren de los del año base (que aparecen en el denominador). En efecto, esa es la fórmula
de un índice de precios. El valor de ese cociente será uno en el año base (o cien, si
multiplicamos esa expresión por 100, como suele hacerse), y a partir de allí subirá si los
precios se mueven al alza, o bajará si descendieran. Llamemos P a ese índice de precios.
Esta nueva variable se denomina, en el Sistema de Cuentas Nacionales, Índice de Precios
Implícitos del Producto, o deflactor del PIB. En definitiva, y multiplicando por 100, tenemos:

P1,2003.N1,2003 + P2,2003.N2,2003 .100 = P2003,1993


P1,1993.N1,2003 + P2,1993.N2,2003

La notación P2003,1993 se refiere al valor del índice de precios implícitos del PIB en 2003,
con base 100 en 1993.
Llamando Y al PIB a precios constantes y YNOM al PIB a precios corrientes, podemos
escribir:

YNOM
P,
Y

que es en forma sintética la misma expresión de arriba, o bien

YNOM Y .P,

donde el PIB a precios corrientes se expresa en cierta forma como el producto entre
"cantidades y precios".
Esta es una forma útil de desagregar el producto o el ingreso a precios corrientes,
porque, como viéramos en el capítulo anterior, con frecuencia nos preguntaremos, ante un
shock, en qué medida la economía responderá mediante ajustes de precios y en qué medida
mediante ajuste de cantidades (como una recesión, ante un shock negativo).
Naturalmente, también podemos escribir

YNOM
Y,
P
donde estamos “deflactando” el producto a precios corrientes por el índice de precios
implícitos del PIB, para obtener el producto a precios constantes.
“Deflactar” quiere decir dividir una magnitud nominal por un precio (o un índice de
precios). Consideremos por ejemplo el salario. Llamemos W al salario nominal. Se trata de
cierta cantidad de pesos, por tiempo de trabajo. Es en esas unidades que se mide (pesos por
hora de trabajo, por ejemplo). Ahora calculemos el precio (es decir, el costo) de una canasta
básica de consumo. Designémoslo como PC. Si hacemos la cuenta

W
PC

estamos deflactando el salario nominal por el precio de esa canasta básica. ¿En qué
unidades se mide el resultado? Se mide en horas de trabajo por canasta básica. Es decir,
nos dice cuántas horas de trabajo se requieren para adquirir esa canasta. Note que se trata
de una tasa de cambio entre mercancías (trabajo y los bienes que componen esa canasta).
Las unidades monetarias aparecen en principio tanto en el numerador cuanto en el
denominador, por lo que pueden simplificarse y desaparecen. Estamos hablando, en
realidad, de una medida posible de lo que se llama el “salario real”. Si lo designamos como
WR escribiremos:

W
WR .
PC

Decimos que esa es una medida “real” justamente porque las unidades monetarias no
intervienen en ella. Aunque podamos emplearlas para el cálculo, el concepto del que
estamos hablando es, como hemos señalado, la tasa de cambio de horas de trabajo por
bienes. Ambos entes son “no monetarios”. En economía suele llamarse real a una variable
con esas características, es decir que, como sucede con WR, es “no monetaria”.
¿Acaso el dinero no es algo “real”? Parece que sí lo es, pero muchos pensadores han
concebido al dinero como un “velo” que apenas cubre las cosas verdaderamente reales,
sobre las cuáles los fenómenos monetarios tendrían escasa o nula gravitación. Heredamos
este uso del vocablo “real”, muy posiblemente inadecuado, de esa visión particular del
funcionamiento del sistema económico.
Normalmente, para obtener el salario real, por ejemplo, dividimos W por el valor del
Índice de Precios al Consumidor (IPC). Este índice refleja efectivamente la evolución del
costo de una canasta determinada de bienes (y servicios) de consumo. El IPC se calcula
según una fórmula que se asemeja a la que presentamos arriba para el Índice de Precios
Implícitos del PIB, pero con una diferencia importante. Mientras que en esa fórmula hemos
incluido, en el numerador y en el denominador, las cantidades del período corriente (N1,2003 y
N2,2003, en nuestro ejemplo), las cantidades que se toman en cuenta en el cálculo del IPC son
siempre las mismas, es decir, permanecen fijas en los distintos períodos. Se trata de
determinado número de pasajes de colectivo, tantos kilogramos de manzanas, etc.,
permaneciendo la composición de esa canasta fija. El de precios implícitos es, en cambio, un
índice de “canasta variable”, porque las cantidades cambian todos los períodos. El índice de
precios mayoristas (IPM) es también de canasta fija.
Nota sobre la medición del producto en la Argentina

En la Argentina el PIB se mide “por origen”, es decir, por sector productivo. Se lo hace
esencialmente a partir de datos de precios y cantidades producidas de los distintos bienes y
servicios, aunque en algunos casos, especialmente para ciertos servicios, no existen
propiamente “mediciones” sino estimaciones a partir de indicadores indirectos.
Los datos de precios y cantidades de los distintos bienes permiten en realidad estimar el
“valor bruto de la producción” de cada uno de ellos, y no el valor agregado. Para obtener este
último dato, que es la contribución efectiva al producto, habría que restar el valor de los
insumos intermedios, pero esta información no se releva regularmente.
¿Cómo se pasa entonces del VBP al valor agregado? Pues bien, sí se cuenta con
estimaciones de los valores agregados para el año base de la serie de cuentas nacionales.
Esto es así porque normalmente uno de los requisitos que un año base debe cumplir es el de
que se haya realizado, en ese año, un censo económico. En función de esto, se cuenta, para
el período base, con mucha más información que la que se releva corrientemente. Entre
otros datos, puede contarse con la relación entre el valor agregado en cada sector productivo
y el correspondiente valor de la producción. Luego, para los períodos subsiguientes,
simplemente se supone que la relación entre el valor agregado y el valor bruto de la
producción es igual a la observada en el año base. Así, el PIB es en realidad una suma de
valores agregados estimados, estimación que se hace a partir de datos sobre precios y
cantidades, y del supuesto de constancia de las relaciones VA/VBP sectoriales del año base.
Por supuesto que estas relaciones cambiarán a lo largo del tiempo, por lo que al suponerlas
constantes se establece una fuente de error. Esta es una razón más para modificar
periódicamente el año base de las cuentas nacionales, a fin de reconocer estos cambios.
Si bien el PIB se mide fundamentalmente por sector de origen, se publican también los
datos de composición del gasto. ¿Cómo se obtienen? Los datos de X y Q derivan de la
información de Aduana, mientras que los de G se obtienen a partir de los datos de las
cuentas fiscales. Los problemas más complejos se vinculan con la inversión y el consumo.
La inversión interna bruta fija se estima indirectamente, recurriendo también a la
información “del lado de la oferta”. En efecto, hay información sobre las máquinas y las
construcciones producidas en el país en el período de que se trate. Se asume,
razonablemente, que el gasto en inversión fija debe ser igual al valor bruto de dichas
máquinas y construcciones, menos el valor de la maquinaria exportada en el período, más el
valor de los bienes de capital importados.
En cuanto al consumo, durante muchos años se midió simplemente por diferencia. Es
decir, se obtenía residualmente, haciendo la cuenta:

C Y IBIF G X Q.

donde IBIF es la inversión bruta interna fija.


La estimación residual del consumo es naturalmente muy poco satisfactoria, entre otras
razones porque cualquier error de medición en las restantes variables se reflejaría allí, al
igual que la “discrepancia estadística” originada en la diferente metodología de cómputo de
distintos componentes del gasto y de Y. Además, C es de hecho la componente más
importante de la demanda global, por lo que obtener residualmente a una variable tan
significativa es de por sí chocante. Un punto destacable es que si la estimación se hace de
este modo, y la inversión estimada del lado de la oferta es la IBIF, la variación de existencias
queda de hecho sumada al consumo, lo que es una fuente considerable de error. En
Argentina, por ejemplo, hay fuertes variaciones de existencias propias del sector
agropecuario (acumulación de existencias cuando se levanta la cosecha, desacumulación
cuando se envían los granos al exterior), que en tal caso quedarían captadas erróneamente
como variaciones en el consumo.
En forma relativamente reciente, se han venido publicando cifras del consumo privado
estimadas a partir de encuestas de consumo, de manera que aparece una nueva variable
residual, que se denomina “discrepancia estadística y variación de existencias” (DEYVE):

Y C IBIF G X Q DEYVE .

Las cuentas nacionales y la descripción de la evolución económica

Ya hemos dicho que las cuentas nacionales suministran información que nos permite
avanzar en la descripción de lo que sucede en una economía, aunque no dan lugar, sin la
incorporación de otros elementos, a la interpretación de los hechos observables. Pero una
buena descripción es un muy buen punto de partida de un análisis aplicado. Veamos cómo
podemos comenzar a organizar la información si se nos pide que avancemos en el análisis
de una economía determinada.
Para comenzar, podríamos por ejemplo dividir por Y la ecuación que nos presenta la
desagregación del PIB por origen. Tendríamos entonces:

Y VA1 VA2 VAM


1 ... .
Y Y Y Y

Asumimos que hay M sectores productivos. La ecuación así presentada nos da la


participación de cada sector (o de cada bien, si asimilamos, por simplicidad, un bien a un
sector) en el PIB total. De manera que organizando la información cuantitativa que
proporciona el Sistema de Cuentas Nacionales de este modo podemos caracterizar la
estructura de la oferta de la economía de que se trate: cuál es el tamaño relativo del sector
agropecuario, del sector industrial, etc.. Si además miramos lo que sucede con esas
proporciones a lo largo del tiempo, tendremos naturalmente una idea de cómo está
cambiando la estructura productiva. Estaremos en condiciones de constatar, por ejemplo, si
el sector industrial ha venido ganando o perdiendo participación, etc..
Un procedimiento similar podemos seguir con la ecuación del PIB por destino.
Tendríamos en este caso lo siguiente:

Y C I G X Q
1 .
Y Y Y Y Y Y

Con la información presentada de este modo podemos observar otras características de


la economía. Por ejemplo, los cocientes (X/Y) y (Q/Y) nos indican cuán grandes son los flujos
de comercio internacional en relación con el tamaño de la economía, medido por su PIB. En
otros términos, nos hablan de cuál es el grado de apertura comercial en la práctica. A su vez,
(I/Y), la tasa de inversión, revela qué proporción de los bienes producidos se acumula en la
forma de nueva capacidad productiva. Esta variable, como se dijo con anterioridad, se
correlaciona muy directamente con el crecimiento económico, sobre todo si se considera la
inversión neta. Por su parte, (G/Y) informa acerca del tamaño económico del sector público.
Nuevamente, podemos observar lo que sucede con estas relaciones a lo largo del tiempo, y
constatar si el grado de apertura aumenta o no, etc..

Hacia las explicaciones

Si bien la información que nos suministran las cuentas nacionales no permite por sí
misma construir explicaciones de los fenómenos observables, es el punto de partida.
Podemos, en principio, identificar algunos de los fenómenos que resulta interesante explorar,
y la propia observación de los datos puede comenzar a sugerir preguntas interesantes, así
como argumentos explicativos. Del examen de las cifras puede surgir, por ejemplo, la
constatación de ciertas regularidades que son una rica fuente de ideas e hipótesis a partir de
las cuáles es posible luego seguir trabajando.
Cerramos el capítulo mostrando una regularidad interesante. La destacamos porque lo
que ésta revela constituirá materia central de los desarrollos que plantearemos un poco más
adelante, en el capítulo 4 y siguientes.
El gráfico siguiente presenta datos del PIB (en realidad del desvío del PIB en relación
con su tendencia) y de la cuenta (X-Q), es decir, del balance de comercio, en ambos casos a
precios constantes.

Componente cíclico del PIB


y balance comercial de la Argentina
a precios constantes
(1986:1-2002:2)
8

-4
6000
-8
4000 -12

2000

-2000
86 88 90 92 94 96 98 00

Balance comercial Componente cíclico


Es inmediato concluir que estas variables se mueven juntas, pero en sentido contrario.
Como la serie incluida en la parte superior de la ilustración constituye una descripción del
“ciclo”, y la otra variable, el balance comercial, se mueve al revés, solemos decir que esta
última tiene un comportamiento “contracíclico”. Cuando una variable se mueve en el mismo
sentido que el desvío del PIB, decimos que es “procíclica”. La principal razón de lo que se
observa allí es que las importaciones tienen, en la Argentina, una elasticidad-producto muy
alta: aumentan rápidamente cuando la economía se expande, y declinan también mucho más
velozmente que el PIB cuando este se contrae, mientras que las exportaciones tienen una
muy baja vinculación con el ciclo de actividad interno. Así, por ejemplo, la recesión de 1998-
2001 condujo la economía de una zona de déficit comercial a un fuerte superávit.
No esperaríamos encontrar una gráfica semejante en cualquier economía. Por ejemplo, en
una en la que el PIB crezca fundamentalmente porque se expanden las exportaciones,
posiblemente el producto pueda crecer, y quizás bastante rápidamente, sin un deterioro
apreciable del balance de comercio. El comportamiento contracíclico del saldo del comercio
era, sin embargo, bastante típico en las economías que seguían, en la posguerra, el modelo
de industrialización orientada a la sustitución de importaciones; y en la Argentina sigue
siendo aún evidente, muchos años después de que ese estilo de crecimiento se convirtiera
en historia. Los argumentos que estamos introduciendo aquí involucran relaciones de
comportamiento (decimos, por ejemplo, que “las importaciones dependen del producto”), y
con ello estamos ya asomándonos a los temas de los capítulos que siguen.
Sobre la representación de los comportamientos

Antes de sumergirnos propiamente en el análisis macroeconómico introducimos, en este


capítulo, algunos recursos analíticos y elementos del lenguaje y de la forma de razonar de la
economía, con el fin de facilitar la comprensión de lo que se planteará más adelante.
No es extraño, aunque casi seguramente inapropiado, que se arribe a un primer curso de
macroeconomía sin haber pasado por uno de microeconomía con anterioridad. Es por eso
que incluimos esta sección, que resulta innecesaria, y por ende puede pasarse por alto, si se
ha dado ese paso previo. Si es así, puede saltar directamente al capítulo 4.
Articularemos la exposición que sigue en torno a la explicación de lo que es un
“mercado”. La noción de mercado es muy antigua y, como se sabe, designa a un lugar donde
se realizan intercambios de bienes, o de bienes por dinero. Para cada bien particular que se
negocia en un mercado, hay un conjunto de oferentes y un conjunto de demandantes. En
consecuencia, hay cantidades ofrecidas y cantidades demandadas, y en la interacción de
oferentes con demandantes se establecen precios, a los que se realizan las transacciones.
Sin embargo, con el tiempo, la asociación del “mercado” con un lugar físico fue
desdibujándose. Muchos bienes, zapatos, por ejemplo, se ofrecen en diversas bocas de
venta, en muchos comercios, diseminados por la ciudad y por todo el país. Sin embargo,
seguimos hablando de un “mercado de zapatos”, y lo entendemos como una suerte de lugar
abstracto en el que de algún modo se encuentran oferentes y demandantes y hacen
transacciones a ciertos precios. Si bien esas transacciones se han desconcentrado
físicamente, sigue siendo posible pensar en cantidades demandadas, cantidades ofrecidas, y
precios. Podemos seguir razonando acerca de cómo se comportan, de cómo evolucionan
determinados “mercados” así entendidos.
¿Cómo representamos el funcionamiento de un mercado, como el de zapatos? Estamos
ahora en el terreno de la microeconomía, pero tomaremos de aquí algunos elementos que
luego utilizaremos en el análisis macro.
En primer lugar, asumiremos que hay dos conjuntos de agentes. Los demandantes de un
bien y los oferentes del mismo. La siguiente cuestión es caracterizar el comportamiento de
ambos. Es decir, ¿de qué dependen las decisiones de unos y otros en relación con este
mercado? ¿Qué factores determinan la demanda de zapatos y cuáles la oferta?
Comencemos por la demanda. Lo primero que tenemos que decir es que los
demandantes de zapatos tomarán decisiones sujetos a una restricción, que es la
disponibilidad de recursos. En otros términos, tienen una “restricción de presupuesto”. Esta
restricción se plantea como una identidad, que es el punto de partida del análisis (los
recursos disponibles de cada uno son necesariamente iguales a los usos que se da a esos
recursos). Dada la restricción presupuestaria, ¿de qué dependerá la demanda de zapatos (y
de cualquier otro bien, ya que el razonamiento es generalizable)? Presumiblemente, nos dice
el texto de microeconomía, del precio del par, en primer lugar. Por cierto, hay muchos tipos
de zapatos diferentes y muchas calidades y precios distintos. Para no complicarnos más,
supongamos que estamos hablando de un bien “homogéneo”. Esto puede significar que
decidimos ignorar esas diferencias, o que nos restringimos, en nuestro análisis, a un
subconjunto específico de zapatos (los mocasines con suela de cuero, quizás), en el que las
diferencias tal vez sean menores o despreciables. Si nos concentramos entonces en un solo
bien, diremos simplemente que “la demanda depende del precio”, con “precio” en singular.
Seguramente, en el texto de micro se incluirá, en esta sección, un gráfico como el
siguiente:
Pz

Dz

Qz

Allí medimos las cantidades de zapatos (Qz) en el eje de abscisas (medidas en “pares”), y
el precio del par en el eje de ordenadas.15 La línea Dz es una representación del
comportamiento de los demandantes de zapatos. Decimos que la curva de demanda tiene
“pendiente negativa” cuando baja hacia la derecha. ¿Qué señala esa inclinación de la línea?
Que ante un menor precio, habrá una mayor demanda de zapatos. Para verlo con más
claridad, vayamos al gráfico siguiente.

Pz

Pz1

Pz2
Dz

Qz1 Qz2 Qz

Si la cantidad demandada de zapatos, al precio Pz1, es Qz1, con un precio más bajo,
como Pz2, habría una demanda Qz2, mayor. ¿Por qué, dada la restricción presupuestaria de
los demandantes, se espera que haya una demanda mayor de un bien ante un precio más
bajo? La razón más importante es el llamado “efecto sustitución”. Si el precio de un bien baja,
los demandantes posiblemente sustituirán otros bienes por ese que se abarató. Así, si cae el
precio de la manzana, posiblemente comeremos más manzanas y algo menos de peras. En
el caso de los zapatos, tal vez habrá más demanda de zapatos y menos de zapatillas, que
son un “sustituto” de ese bien.
¿Cuánto responde la demanda de zapatos al cambio en el precio? Eso depende de cómo
sean las preferencias de la gente. Si los zapatos son un bien muy valorado y con pocos
sustitutos próximos, posiblemente una suba del precio desalentará poco a los demandantes.
Distintas inclinaciones de la curva de demanda reflejarán diferentes configuraciones posibles.

15
Atención: en el capítulo anterior utilizamos la “Q” para designar a las importaciones. Aquí, Qz significa algo
completamente distinto: “cantidades de (pares de) zapatos”.
Pz Pz Pz

Dz Dz

Dz

Qz Qz Qz

Estas curvas representan comportamientos diferentes de la demanda de zapatos. La de


la izquierda indicaría una escasa respuesta de los demandantes ante cambios en Pz. La del
centro una respuesta mayor, y la de la derecha una respuesta muy alta: basta una pequeña
reducción del precio para provocar un gran aumento de la demanda, por ejemplo.
Estos razonamientos nos conducen al concepto de elasticidad. La elasticidad de una
variable en relación con otra es la medida de cuánto responde la primera ante cambios en la
segunda. Si decimos que la elasticidad de la demanda de zapatos en relación con el precio
Pz es nula o muy baja, estamos diciendo que frente a modificaciones en Pz habrá poco
cambio en las cantidades demandadas. Eso se corresponde con una situación como la
ilustrada por el gráfico de la izquierda. El de la derecha, en cambio, muestra una “elasticidad-
precio” de la demanda de zapatos muy elevada.
Pasemos ahora a examinar la oferta de zapatos. ¿Cómo se comporta? En general,
esperaremos que la oferta de un bien aumente con el precio. Aquí las razones son un poco
menos evidentes. En primer lugar, recordamos que también los oferentes actúan sujetos a
restricciones semejantes a las presupuestarias. En este caso, podemos pensarlas como
restricciones de recursos productivos. El productor de zapatos requiere de ciertos
instrumentos, de alguna maquinaria, instalaciones, etc. Su disponibilidad de recursos limita la
cantidad de zapatos que puede hacer.
Por otra parte, normalmente, a medida que usa sus recursos con mayor intensidad, le
resultará cada vez más costoso aumentar su producción: los instrumentos se desgastan
más, a partir de cierto ritmo de trabajo los rendimientos que pueden obtenerse de un uso
más intenso comienzan a declinar, y entonces sólo será rentable producir más zapatos si los
precios son más elevados. La curva de oferta de zapatos (Oz) tendrá, en consecuencia, al
revés que la línea Dz, pendiente positiva, lo que significa que sube hacia la derecha. La
incluimos a continuación, junto con la curva de demanda.
Pz

Oz

Dz

Qz

Por supuesto, también con la oferta podríamos presentar casos de diferentes


elasticidades. Dejando de lado esa cuestión, representamos en el gráfico los elementos
principales de nuestro mercado de zapatos. ¿Cómo funciona?
Para explicarlo supongamos que el precio de los zapatos hoy es Pz1, como se muestra
en la ilustración siguiente.
Con esos precios, la demanda de zapatos sería Dz1, y la oferta Oz1. Es decir, hay un
exceso de oferta. Se supone que, en tales circunstancias, los precios tenderán a bajar.
A medida que Pz desciende, los comportamientos se modifican tal como las curvas
indican: la demanda de zapatos se incrementará, y la oferta declinará. De modo que el
exceso de oferta se atenúa con el tiempo, hasta desaparecer cuando se alcanza el precio
Pz*. Con ese precio de los zapatos, las cantidades ofrecidas y demandadas son iguales, es
decir, los planes son “consistentes”, como dijéramos en nuestro capítulo introductorio, y
pueden realizarse, todos ellos, simultáneamente. Las cantidades vendidas y compradas de
zapatos serán, en tal situación, iguales a Qz*. El par (Pz*,Qz*) describe entonces la situación
de equilibrio del mercado de zapatos, a la que se supone que normalmente el mercado
tendería. Si hubiésemos partido de un precio inferior a Pz*, el razonamiento hubiese sido

Pz

Oz
Pz1

Pz*

Dz

Dz1 Qz* Oz1


Qz
semejante pero invertido: a tales precios habría exceso de demanda, y Pz subiría, también
hasta alcanzar su nivel de equilibrio.
Pz y Qz de equilibrio son variables endógenas. Dependen de las características de las
curvas Oz y Dz, y nuestra argumentación, nuestro modelo, indica cómo se determinan. Una
variable endógena es, en definitiva, una cuya determinación es “explicada” por el modelo.
Pero hemos dejado muchos elementos detrás del telón. Por ejemplo, apenas dijimos algo
del precio de las zapatillas. La demanda de zapatos varía con Pz, como hemos señalado,
pero ese razonamiento vale si suponemos que el precio de las zapatillas (y de otros bienes
sustitutos de los zapatos, e incluso de otros que no lo son)16 permanece constante mientras
tanto.
Volvamos a nuestra última representación del mercado de zapatos. ¿Dónde está, allí, el
precio de las zapatillas? En realidad no está explícito. Pero la demanda de zapatos
seguramente dependerá de él. Esa curva Dz esconde en su seno la información sobre este
otro precio. Para verlo, supongamos que, ceteris paribus, es decir, sin que nada más cambie,
se reduce el precio de las zapatillas. ¿Qué sucederá en el mercado de zapatos? Parece
sensato esperar que, para cualquier precio Pz, haya una menor demanda de zapatos luego
de este cambio que antes, puesto que habrá algo de sustitución entre estos bienes.
Representamos eso como un desplazamiento de la curva de demanda de zapatos, que se
mueve hacia la izquierda, desde Dz hacia Dz’, como ilustra el gráfico siguiente.
Movimientos sobre una curva y movimientos de la curva son dos cosas muy diferentes y
es importante que logremos distinguirlas con claridad. Cuando nos movemos sobre la línea
Dz, estamos observando únicamente cómo influye el precio Pz en las cantidades
demandadas de zapatos. Es decir, estamos representando la respuesta de los demandantes
de zapatos ante cambios en ese precio y en nada más. Cuando cualquier otro de los
diversos determinantes de la demanda de zapatos que están tras el telón se modifique (como
el precio de las zapatillas, o el de la pomada para zapatos, o el ingreso de los demandantes
de zapatos que contribuye a definir su restricción presupuestaria, etc.), tendremos que
representar esos cambios como movimientos de la curva. (Note que en los ejes del gráfico se
miden únicamente Qz y Pz, por lo tanto, las curvas expresan relaciones entre esas variables,
dados los valores de todas las demás).

Pz

Oz

Dz
Dz'

Qz
Demos un ejemplo más de lo mismo. Si aumenta el ingreso de los demandantes de
zapatos, seguramente estos podrán demandar más pares a cualquier precio Pz. En tal caso
la curva Dz se desplazaría hacia la derecha.
16
Son también muy importantes los precios de algunos bienes que pueden considerarse complementarios,
en lugar de sustitutos. Por ejemplo: si sube mucho el precio de la pomada para zapatos, con lo que se encarece
su uso, tal vez algunos nos veamos más inclinados a las zapatillas.
Esas variables de las que decimos que están tras el telón, como el precio de las
zapatillas, son, en nuestra argumentación, variables exógenas. Una variable es exógena en
una argumentación cuando es un dato para la misma. En otros términos, esa variable no es
“explicada” en la argumentación.
Esta distinción entre variables exógenas y endógenas es muy importante y la utilizaremos
abundantemente en el futuro. Note además que un cambio en una exógena, como la baja del
precio de las zapatillas, produce luego una modificación en los valores de equilibrio de las
endógenas. Como puede verse en el gráfico anterior, el precio de los zapatos declinará, y
también bajarán las cantidades de zapatos vendidas y compradas en equilibrio, ante una
baja en el precio de las zapatillas.
También en el análisis macroeconómico dedicaremos mucho tiempo al examen de cómo
los cambios en ciertas variables que consideramos exógenas modifican el valor de las
endógenas. Cambios en las exógenas son, por ejemplo, una vía común para representar un
shock o perturbación, retomando un tema del que tratáramos en nuestro capítulo
introductorio. Y el consecuente cambio en las endógenas refleja el proceso de adaptación o
de respuesta de la economía ante el shock.
Con los elementos aquí expuestos, ya estamos en condiciones de introducirnos en el
análisis macroeconómico, a partir del capítulo siguiente.
Un esquema sencillo de determinación del producto.

En este capítulo avanzaremos más allá de la contabilidad, introduciendo algunas


relaciones de comportamiento, que nos permitan avanzar en el terreno de la interpretación y
la explicación del funcionamiento de la economía.
Vamos a presentar una argumentación muy sencilla del proceso de determinación del
PIB en una economía de mercado. Se conoce como "el Modelo Keynesiano Simple”. Lo
haremos partiendo de una drástica simplificación de las interacciones que se dan en la
práctica en cualquier economía de este tipo. Pero luego iremos introduciendo, paso a paso,
en los capítulos siguientes, los elementos más importantes de los que hacemos abstracción
inicialmente.
En este primer argumento dejaremos fuera de la escena a las relaciones con el resto del
mundo e incluso al sector público. Tampoco haremos foco aún en las relaciones monetarias
y financieras. Nuestro punto de partida será la identidad básica de cuentas nacionales, pero
para una economía cerrada y "sin gobierno". Tendremos entonces:

Y C I.

En otros términos, en las cuentas nacionales de esta economía hipotética sólo


encontraremos información sobre dos componentes del gasto agregado: el consumo y la
inversión. Allí no aparecen G, ni X ni Q. El supuesto de "economía cerrada" podríamos
entenderlo simplemente como reflejo del hecho de que las transacciones con el resto del
mundo son de pequeño monto y poco relevantes en este caso. La ausencia de G podría
suponer que esa variable de gasto está agregada en C y no nos interesa observarla en
particular. Como ya dijimos, un poco más tarde incluiremos estos elementos que ahora
permanecerán ausentes.
Otro supuesto importante es el de "precios constantes", o precios “dados”, fijos.
Utilizaremos el símbolo P para designar al nivel general de precios. Supondremos que los
mismos están, por ahora, estables en esta economía. Las variables Y, C e I están medidas "a
precios constantes", pero como P no cambia, no necesitamos prestar especial atención a las
variables medidas en términos nominales.
Asumiremos, asimismo, que el producto que esta economía genera puede aumentar (o
contraerse, por supuesto) más o menos rápidamente ("en el corto plazo"). Que pueda
aumentar rápidamente indica que no se están utilizando en forma plena los recursos
productivos con que esta economía cuenta. Por cierto, esto hace que el razonamiento que
vamos a desarrollar resulte más plausible en un contexto recesivo que en otro en que la
economía esté operando con muy bajo desempleo, por ejemplo.
Entrando en asunto: ¿Cómo se determina Y?
Bien, en esta primera argumentación sostendremos que las decisiones de gasto de los
consumidores y de las firmas son el determinante fundamental. Suele decirse que es el gasto
planeado (en el sentido de “decidido”) por parte de quienes toman decisiones de consumo y
de inversión (las dos variables de gasto que aparecen en la ecuación que incluimos más
arriba) lo que determina el nivel en que se ubicará Y. Trataremos, en lo que sigue, de
explicar por qué y cómo.
¿Qué es el "gasto planeado"? Lo entenderemos como el gasto que desean (y pueden)
llevar a cabo consumidores y firmas (asumimos que las firmas productivas son los "agentes"
que toman decisiones de inversión). Decimos que "pueden" para tener presente que los
planes de gasto a los que nos referimos están condicionados por las restricciones que la
gente y las firmas tienen para decidir. Todos querríamos posiblemente tener acceso a más o
mejores consumos, pero el consumo planeado lo entendemos aquí como el gasto en
consumo que el sector privado en su conjunto desea llevar a cabo bajo las circunstancias en
que la economía se encuentra, y respetando las restricciones que ese gasto enfrenta (que
son restricciones "de presupuesto").
Las cifras de gasto (en consumo y en inversión) de las que nos informan las cuentas
nacionales no se refieren a magnitudes "planeadas". Los registros o estimaciones de gastos
que hace ese sistema de cuentas nada saben de "planes". Solo observan lo que
efectivamente sucede, más allá de qué ideas pasen por la cabeza de quienes toman
decisiones. Por eso, al consumo y a la inversión medidos u observados los consideramos
magnitudes "realizadas". Y estas pueden diferir de las planeadas, como veremos enseguida.
Nuestra primera argumentación se basa en una idea muy simple, que consiste en la
distinción de dos tipos distintos de gastos planeados: aquellos que no vamos a explicar (es
decir, que asumimos como un dato en nuestro razonamiento), y que solemos llamar
"componentes exógenos" (o también autónomos) del gasto, y otros componentes que sí se
"explican" en la argumentación. A estos los calificamos como componentes endógenos del
gasto (también conocidos, en el contexto de esta argumentación, como "gasto inducido"). En
síntesis, tenemos gastos planeados exógenos y endógenos. Los primeros los consideramos
dados, los segundos se determinan según establezca nuestra argumentación.
Concretemos un poco más esto: diremos que el consumo planeado (al que llamaremos
C*) tiene en realidad dos componentes o partes. Un "consumo autónomo" o exógeno al que
designaremos Ca, y otro inducido, al que llamaremos Cy.
¿Cómo se determina el consumo inducido? Supondremos que guarda proporción con el
ingreso. Asumamos, para comenzar, que el sector privado consume, además de Ca, un 60
por ciento de su ingreso total (es decir, un 60% de Y; recuerde que el producto y el ingreso
son sinónimos para nosotros).
En síntesis, el consumo total planeado C* será igual a Ca (cuya determinación no
explicamos) más un valor equivalente a 60% del ingreso total generado en la economía.
Nos falta decir cómo se determina la inversión planeada, a la que designaremos como I*.
Aquí seremos muy "económicos": la consideraremos por completo exógena. Se determina tal
vez como resultado de los estados de ánimo de los empresarios, de sus creencias acerca de
cómo va a ser el futuro de nuestra economía, creencias que a su vez no explicamos. I* será
entonces, por ahora, un dato.
Nuestro razonamiento es, muy sucintamente y como primera aproximación, el siguiente:
el gasto planeado total (en consumo e inversión) constituye la demanda agregada (DA) en
esta economía sencilla, y la demanda agregada determina el nivel del producto que se
genera (enseguida veremos qué sucede si ambos son distintos).
Tendremos entonces lo siguiente:

Diagrama 4.1

I*
DA Y
C*
Se comprenderá inmediatamente que ese diagrama es incompleto, porque el consumo
planeado C* tiene a su vez, como hemos dicho, un componente, Cy, que depende de Y, de
manera que tiene que haber un "loop" en la ilustración. Es más correcto plantearla así:

Diagrama 4.2

I*
DA Y
Ca

Cy

Tenemos entonces que tres componentes del gasto sumados constituyen la demanda
agregada (la inversión autónoma o exógena, el consumo autónomo y el consumo inducido).
La demanda agregada determina el valor de Y, pero este a su vez afecta a la decisión de
gasto de consumo (incidiendo en Cy).
Un ejemplo numérico tal vez nos ayude a comprender los procesos involucrados.
Consideremos una situación en la que el valor del producto o del ingreso generado en la
economía es $100. Eso significa que las firmas están elaborando productos por ese monto.
En otros términos, ese es el valor de los bienes que están siendo producidos por período
(puede ser un año o un trimestre, eso no nos importa mucho aquí).
Asumamos que ese producto se vende en su totalidad: la demanda agregada (el gasto
planeado) es también $100. Tenemos que decir algo acerca de los valores que asumen los
distintos componentes de esa demanda. Con uno de ellos no tenemos dudas. Si
mantenemos el supuesto de que la gente gasta en bienes de consumo un 60% de su ingreso
(además del gasto "autónomo" de consumo), entonces Cy será $60. Asumiremos que Ca es
igual a $10, mientras que I* asciende a $30. De manera que la suma (Ca + Cy + I*), que
constituye la demanda agregada, es, efectivamente, igual a $100.
Esa situación es reflejada por la primera línea de la tabla siguiente. Es la situación inicial.
Cada variable tiene el valor mencionado.
Ahora, para hacer que nuestro ejemplo numérico resulte más comprensible, vamos a
asumir que Cy depende de Y, como hasta ahora, pero con una pequeña corrección: no
depende del Y contemporáneo sino del valor de Y del período anterior. Es decir, el consumo
inducido depende del ingreso obtenido por el sector privado en el período precedente. Eso
facilitará el análisis que sigue.
Tabla 4.1

Gasto Gasto
Producto = Consumo Consumo Inversión Variación de
Planeado Realizado
Período Ingreso Autónomo Inducido Planeada Existencias
(2) = (7) =
(1) (3) (4) (5) (6)
(3) + (4) + (5) (2) + (6)
0 100 100 10 60 30 0 100
1 100 110 10 60 40 -10 100
2 110 110 10 60 40 0 110
3 110 116 10 66 40 -6 110
4 116 116 10 66 40 0 116
5 116 119,6 10 69,6 40 -3,6 116
6 119,6 119,6 10 69,6 40 0 119,6
7 119,6 121,76 10 71,76 40 -2,16 119,6
8 121,76 121,76 10 71,76 40 0 121,76
9 121,76 123,056 10 73,056 40 -1,296 121,76
10 123,056 123,056 10 73,056 40 0 123,056
Variación total
+23,056 +23,056 +13,056 +10 +23,056
(de 0 a 10)

Asumiremos que la situación inicial es "de equilibrio". Eso quiere decir que la DA, el gasto
planeado, y el producto Y son iguales. En otros términos, que el gasto planeado es igual al
valor del producto, al que también podemos llamar "gasto realizado". Este último es el que
miden las cuentas nacionales.
Si las magnitudes planeadas y las realizadas son iguales, los planes son "realizables",
todos ellos, simultáneamente. Esta es una forma más precisa de entender un equilibrio. Pero
enseguida veremos una situación de "desequilibrio" y tal vez eso nos ayude a perfilar mejor
este concepto.
Para eso vamos ahora a complicarnos un poquito. Sigamos con cuidado el
razonamiento. En el período siguiente al inicial, el "1", indicamos un aumento en la inversión
planeada. Esta pasa de $30 a $40. Por alguna razón las firmas han modificado sus planes de
inversión. Esto es, en este contexto, una perturbación exógena. Es decir, un cambio en uno
de los datos de nuestro problema. La perturbación también es un dato para nosotros.
Nuestra argumentación no explica qué la determina, pero nos ayuda a explorar sus
consecuencias.
Hemos escrito $40 en la casilla correspondiente a la Inversión Planeada (I*) en la fila 1.
Ahora, al sumar todos los componentes del gasto planeado, tenemos que esa cuenta da un
total de $110, en la misma fila. En otros términos, la demanda agregada aumentó.
Sin embargo, inicialmente la economía sigue produciendo por un valor de $100, como
puede ver en la primera columna. El producto todavía no reaccionó, no cambió. Fíjese que,
entonces, la DA supera al producto que miden las cuentas nacionales: el gasto planeado es
mayor al "realizado". Esto indica que no todos los planes (de gasto) están teniendo el
resultado esperado. Estamos frente a una inconsistencia de planes. Tal como están las
cosas, no todos ellos pueden realizarse simultáneamente. Eso define una situación de
desequilibrio.
¿Cuáles se verán frustrados? Bien, comenzaremos a explorarlo a partir de otra pregunta:
si la DA suma $110, pero las firmas sólo están produciendo por un valor de $100, ¿puede
esa DA ser satisfecha?
Asumimos que sí, como la tabla en realidad indica: esos $10 "faltantes" se satisfacen con
bienes que se encontraban antes en los depósitos de las empresas, almacenados. Luego,
hemos anotado allí una cifra negativa de $10 en la columna "Variación de existencias".
Dicha columna se refiere, más precisamente, a la variación no planeada de existencias
(porque la variación "planeada" de los inventarios debería estar ya dentro de las cifras de la
columna 5; las existencias son, como sabemos, parte de la inversión).
Conclusión: la inversión total que registran las cuentas nacionales en el período 1 no es
igual a $40. A eso hay que sumarle la variación no planeada de existencias, que
conceptualmente integra la inversión. Como esta es negativa, la inversión realizada será de
sólo $30. Enfaticemos este hecho: la inversión planeada es $40 pero la realizada es $30. Las
firmas están desagotando inventarios en cantidades que no planeaban. Son los planes de
inversión, en consecuencia, los que no se están cumpliendo acabadamente.
¿Qué sucederá luego? Algo que parece claro es que esta situación no puede perdurar
indefinidamente, período tras período. Esto es así porque las existencias de bienes tenderán
a agotarse. Las firmas no podrán estar por mucho tiempo cubriendo una demanda de $110 si
siguen produciendo $100. Como asumimos que no están trabajando al máximo de su
capacidad, ni empleando en su totalidad alguno de los recursos necesarios para producir,
concluimos que van a reaccionar a esta situación, a este aumento de la demanda,
aumentando el ritmo de producción. Reflejamos eso en la fila (o el período) 2. Allí las firmas
han incrementado el valor de lo que producen a $110 y dejan de desacumular existencias.
Pero nuestra historia no ha terminado aún. Ahora el ingreso es también de $110, y
entonces el consumo inducido tendrá que aumentar en el período siguiente. Recuerde que
asumimos que el sector privado consume un 60% de su ingreso (además del consumo
autónomo). Con el nuevo nivel de Y, Cy debe pasar a $66, tal como indicamos en la fila 3.
Ahora el gasto planeado sube a $116. Si las firmas están produciendo por un valor de $110,
entonces caerán nuevamente las existencias. Ahora esa caída (no planeada) es de $6, como
se indica en la misma fila, en la casilla correspondiente de la columna 6.
Y a empezar de nuevo: esa situación no perdurará, porque los inventarios tienden a
agotarse, y las empresas productivas seguramente responderán incrementando el valor del
producto. Así, en el período 4 éste sube a $116. Como se comprenderá, de nuevo el
consumo inducido aumentará en el período 5, y así sucesivamente.
No tema, que si bien podríamos continuar de manera indefinida con estas rondas de
sucesivas variaciones, ello no es, por suerte, necesario. Como puede verse, los cambios son
cada vez menores. El proceso converge a un resultado definido, que puede obtenerse
fácilmente aunque no hace falta que nos ocupemos aquí de eso. Los incrementos inducidos
del gasto planeado serán cada vez más reducidos y al final cesarán. En ese momento el
gasto planeado y el realizado serán iguales.17
Lo que sí vale la pena mostrar es que si bien la perturbación inicial fue de sólo $10 (el
aumento original de la inversión planeada), al cabo de 10 rondas (o períodos), el producto (o
el ingreso) aumentó más que eso: a los $10 que subió la inversión se agrega el incremento
"inducido" del consumo, que aumentó más de 13 pesos. Y que subiría todavía un poco más
si siguiéramos con las iteraciones, como indicamos en la nota de pie de página. Esta

17
En este ejemplo los cambios cesarán cuando Y alcance el valor de 125 pesos. El consumo inducido será
entonces de $75, Ca se mantendrá en $10 y la inversión planeada en $40. La situación se asemejará a la
inicial, en el sentido de que la demanda agregada (el gasto planeado) y el producto (es decir, el ingreso, o el
gasto realizado) serán iguales, cumpliéndose además que Cy=0,6.Y. Es de nuevo, por ende, una situación de
equilibrio. En este ejemplo el valor del multiplicador es 2,5: un aumento de $10 generó un incremento de $25 en
el producto agregado.
reacción inducida del consumo amplifica el impacto del cambio inicial. Este mecanismo de
amplificación se conoce como "el multiplicador (keynesiano simple)".
Naturalmente, el razonamiento también vale en principio para una perturbación negativa.
Si hubiésemos partido de una contracción de la inversión, hubiésemos tenido acumulación
involuntaria de existencias, en lugar de desacumulación. Como las firmas no desearían
seguramente acumular mercancías sin vender indefinidamente, suponemos que ajustarían el
nivel del producto, en este caso hacia abajo. El ingreso declinaría y con él descendería luego
el consumo inducido. Como ya hemos visto, ese proceso convergería a un valor de equilibrio
del producto, pero menor que el inicial. Nuevamente, la caída del PIB total sería mayor que la
declinación de la inversión, porque la misma induce una contracción (endógena) del
consumo.
Como sugiere una somera inspección de la tabla anterior, el valor del multiplicador
depende de cuál sea la sensibilidad del consumo inducido en relación al Y. A mayor
respuesta de Cy ante cambios en Y, mayor amplificación.

La introducción del sector público

Una vez presentado el mecanismo básico de determinación de Y y la idea del


multiplicador, podemos dar un paso más reintroduciendo al sector público en la
argumentación. En primer lugar, tenemos que reformular la identidad contable básica. Ahora
tendremos:

Y C I G.

Seguirán todavía ausentes, a la espera de un próximo capítulo, las exportaciones e


importaciones.
No son esas las únicas variantes que introduciremos en relación con la argumentación
anterior. La inversión planeada seguirá siendo exógena, y supondremos lo mismo en relación
con el gasto de consumo del gobierno (G*). Pero definiremos una nueva variable adicional, el
"ingreso disponible del sector privado" (YD), que es igual al ingreso total pero después de
pagar los impuestos T:

YD Y T .

Asumiremos, a diferencia de lo que hiciéramos más arriba, que el consumo inducido


depende de YD, es decir del ingreso disponible, en lugar de hacerlo directamente de Y.
Parece razonable suponer que los impuestos, a su vez, dependen de Y. Es decir, cuando el
producto sube, aumenta la recaudación. La recaudación T depende también de las tasas
impositivas. Las representaremos como “t”: tasa promedio de impuestos sobre el ingreso.
Nuestro diagrama de determinación de Y se hace, entonces, un poco más complicado.
De aquí en adelante, cuando una flecha implica una relación causal negativa (en el sentido
de que cuando una variable crece la que de ella depende declina) la dibujamos con una línea
de puntos:
Diagrama 4.3
I*

G*
DA Y
Ca

Cy
YD T t

Suponemos que el gobierno puede actuar directamente sobre G y sobre las tasas
impositivas, representadas aquí por “t”. G y las tasas impositivas son entonces viariables que
entenderemos como instrumentos de política fiscal.
La forma de determinación de Y y el mecanismo del multiplicador son semejantes a lo
que explicáramos más arriba, aunque con algunas interacciones adicionales que antes no
estaban presentes o no aparecían explicitadas.
Una suba de $10 en la inversión planeada podría analizarse como hiciéramos en la Tabla
4.1, aunque podríamos o deberíamos incluir algunas columnas más: una para G y otra para
T, y eventualmente también una para YD. Sin embargo, la descripción cambiaría poco. La
suba de I* aumentaría la demanda agregada, llevando luego a un aumento de Y y
posteriormente a varias rondas de incremento del gasto inducido, Cy, tal como sucediera en
aquella explicación.
Pero los sucesivos aumentos de Y darán lugar, ahora, a incrementos de YD un poco
menores, dado que una parte del ingreso adicional se destinará al pago de impuestos; es
decir, alimentará a la variable T. Se comprende que esto atenuará un poco el tamaño del
multiplicador, al debilitar el impacto de variaciones de Y sobre el consumo. La recaudación
impositiva actúa como una suerte de “filtración” hacia afuera de la corriente de gasto.
Tal vez usted esté pensando que no será así si el gobierno decide a su vez gastar esos
ingresos adicionales, y tiene razón, pero nosotros estamos considerando a las decisiones
acerca de G como independientes, en principio, de lo que suceda con la recaudación. G* es,
hasta aquí, exógena. Si T sube, mientras que G* no varía, estará reduciéndose el déficit
fiscal (o aumentando el superávit; depende de cuál sea el punto de partida), pero en esta
argumentación eso no tiene ninguna consecuencia (aunque podrá tenerla en capítulos más
avanzados, cuando los temas financieros, por ejemplo, entren en escena). El déficit fiscal en
este contexto sería la cuenta (G-T), y el superávit fiscal es la misma cuenta, pero con signo
cambiado (es decir, es T-G).
Supongamos ahora que la inversión planeada se contrae en $10, en lugar de aumentar.
Preferimos este ejemplo porque nos lleva al “clima” del origen de la macroeconomía
moderna, como veremos enseguida.
Como ya sabemos, esta perturbación llevará, vía multiplicador, a una reducción del
producto mayor a $10. Aparece ahora como posibilidad la utilización, por parte del gobierno,
de los instrumentos de política macroeconómica de que dispone, con el fin de evitar esa
contracción. Más en general, el gobierno puede actuar para estabilizar el valor de Y (evitando
en este caso una recesión), o para alcanzar cierta meta de producto.
En el ejemplo que estamos dando, si I* está declinando, el gobierno podría recurrir a una
política fiscal compensatoria, por ejemplo aumentando G*. En este tratamiento sencillo, una
suba de G* de $10 bastaría para dejar las cosas como estaban, en lo que se refiere al nivel
de Y.
La alternativa sería operar por la vía de los impuestos. Como muestra el Diagrama 4.3, la
tasa impositiva “t” es la otra variable que el gobierno puede manipular. En este caso, si
quiere compensar una declinación de la inversión, debería bajar los impuestos. Si “t” es
reducida, por cada peso de Y quedará una fracción mayor en manos de los consumidores
(es decir, YD será mayor que antes, para todo Y, si t es menor). Luego, es de esperar que el
consumo inducido aumente. El gobierno debería estimar qué reducción de las tasas
impositivas habría que adoptar, en función de cuán fuerte sea la contracción que espera en
la inversión privada.
De cualquier modo, podríamos argumentar que este canal es menos seguro que el que
opera por vía de G. Mientras que una suba del gasto público se traducirá rápidamente en un
aumento de la demanda agregada, una baja de las tasas impositivas podría dar lugar a un
aumento del consumo o no. Eso depende de cuál sea la reacción de los consumidores, y
esta no siempre es fácil de prever.
La política fiscal compensatoria así planteada es una versión un tanto primitiva e
introductoria de lo que se entiende por “políticas fiscales keynesianas de estabilización”. En
el origen de la macroeconomía moderna, los keynesianos de primera generación solían
enfatizar el carácter problemático de la variabilidad de la inversión. Como esta se hace
“mirando hacia el futuro”, puesto que los empresarios invierten para obtener ganancias en
períodos venideros, y lo hacen en función de lo que esperan que suceda por entonces, la
inversión es una variable propensa a marcadas fluctuaciones. Esto debido a que las
expectativas acerca del futuro pueden ser, a su vez, muy variables. Cambios en los estados
de opinión suelen ser frecuentes, muchas veces se originan en información pero también con
frecuencia en rumores o versiones que pueden o no tener fundamentos sólidos. Estos
cambios se reflejan en volatilidad de I* y, vía multiplicador, se traducen en oscilaciones
todavía mayores de Y (y, seguramente, del empleo). De manera que la política fiscal
compensatoria aparece como una vía central para enfrentar el problema de la estabilización,
que en esa época, en los años treinta y cuarenta, se refería generalmente a la estabilización
del empleo y del producto, más que a la del nivel de precios.

No es tan sencillo, sin embargo

Esta primera visión de la política fiscal, planteada en el marco de un modelo o


argumentación muy simple, puede también parecer un tanto "primitiva" y en cierta medida lo
es. Se trata apenas de un primer paso. A pesar de ello, es bastante corriente que se
identifique al keynesianismo con el fiscalismo elemental que trasunta nuestro análisis
anterior. Desde esa perspectiva, una guía para la política fiscal podría ser por ejemplo la de
actuar en en forma simétrica al sector privado, en materia de gasto, si el objetivo es
estabilizar el nivel de actividad. Si nos concentramos en el manejo del gasto público más que
en los impuestos, y si pensamos en la inversión como la variable de gasto privado
probablemente más volátil, razonaríamos del siguiente modo: si la inversión cae en $10, el
gasto público debería aumentar en $10, ocupando su lugar, para evitar una contracción del
producto. Sin embargo, y si bien el Modelo Keynesiano Simple permite una primera y muy útil
aproximación al tema, es por cierto posible y recomendable pensar a la política fiscal de
estabilización de un modo más complejo. Considere, por ejemplo, el párrafo incluido en el
siguiente cuadro.18

Sobre la política fiscal keynesiana

"En los albores de la macroeconomía moderna, el problema típico que se


planteaba a la política económica derivaba de la volatilidad de las decisiones
privadas de inversión. La inestabilidad de esta variable era percibida como la
causa principal de la eventual existencia de fallas masivas de coordinación. La
inversión se hace ‘mirando al futuro’ y la información con la que se cuenta es,
de manera irreductible, incompleta. Cambios en los estados de opinión acerca
del futuro, que gravitan en los ‘animal spirits’ de los empresarios, son fuente de
alteraciones en las conductas del presente, a veces significativas y de grandes
consecuencias. Estas reacciones pueden incluso ser inconsistentes con el
estado de las variables fundamentales de la economía. En efecto, la
configuración de un estado de expectativas deprimidas, en principio ‘erróneas’
pero que tienden a autorrealizarse en vez de autocorregirse, constituye quizás
el problema keynesiano por excelencia. Y la consiguiente prescripción de
política fiscal anticíclica, basada en la idea de "cebar la bomba", debe
entenderse en ese marco: se trata de ir en contra de las expectativas
pesimistas, que en la medida en que no se vean confirmadas serán
probablemente modificadas, permitiendo a la economía moverse hacia otro
punto de equilibrio, con un nivel de gasto privado más elevado. Es decir, esa
interpretación presupone la existencia de equilibrios múltiples, asociados a
diferentes estados de las expectativas".

18
Extraído de: Damill, M. (1999), “Convertibilidad, capitales volátiles y estabilización. El papel de las finanzas
del gobierno”, Revista de Economía Política, volumen 19, número 1(73), San Pablo, Brasil, enero-marzo.
Universidad de Buenos Aires
Licenciatura en Economía

Macro I

Nota de cátedra Nº1


El modelo de un mercado walrasiano19

por Nicolás Salvatore

Introducción

El estudio de la macroeconomía de un país como Argentina puede ser abordado a partir de un modelo
desplegado a lo largo de 4 mercados -bienes, trabajo, dinero y bonos- que interactúan en una economía
abierta. Más allá de los rasgos particulares que caracterizan a cada uno de estos de estos mercados,
podríamos identificar un patrón de funcionamiento común a todos ellos, propio de todo mercado que es
descripto mediante un modelo.

El objetivo de esta Nota es, pues, analizar ese patrón común, que servirá de marco metodológico para
todo el curso. Para ello, intentaremos aquí responder dos preguntas fundamentales:

a) cómo funciona un modelo (lineal)? ; y


b) cómo funciona un mercado competitivo?

1. El Rematador de Walras20

Un mercado de “competencia perfecta” asume, entre sus principales supuestos, que existe un número
muy grande de oferentes y demandantes atomizados tal que ninguno de ellos tiene capacidad individual
para modificar el precio establecido por el mercado, es decir, por todos ellos como conjunto. A su vez,
este proceso de toma de decisiones –relativamente rápido- se basa en que cada participante tiene
información completa sobre el set de precios y cantidades de ese mercado. Bajo estos supuestos,
oferentes y demandantes concurren a ambos lados de una larga mesa donde todo se ve, el mercado, a
vender o comprar una única e indiferenciada mercancía que allí se transa (llamémosle “mercancía A”)
bajo la coordinación del rematador walrasiano. Y concurren con una hipótesis previa, construida
“ex ante” al mercado A, acerca de sus posibilidades de ofrecer o demandar dicha mercancía.

19
En algunos pasajes de esta Nota se ha empleado un lenguaje más coloquial, menos riguroso que el de un libro de texto.
La idea es resignar un poco de rigor científico, aunque no mucho, a cambio de “accesibilidad”.
20
León Walras, uno de los grandes economistas de la historia, perteneciente a lo que se catalogó como la escuela (neo)
clásica ortodoxa, más precisamente uno de los fundadores de la llamada “revolución marginalista” en la década de 1870.
(www.eumed.net/cursecon/economistas/Walras.htm)
Una vez sentados a la mesa del rematador, o tal vez parados y a los gritos –están apurados-, exponen
sus hipótesis de oferta y demanda. Si bien lo hacen individualmente, el rematador coordina la subasta,
que es observada por todos los participantes en tiempo real. De este modo, si los demandantes ofrecen
un precio muy bajo, el exceso de demanda resultante dejará fuera del mercado a los oferentes cuya
estructura productiva sea lo suficientemente ineficiente como para quedar fuera de competencia a ese
precio. Si, por el contrario, los oferentes requieren que el precio sea muy alto, no todos los
demandantes podrán realizar su demanda debido a que su hipótesis de gasto previa no se los permite,
generando un exceso de oferta de la mercancía A.

Esta subasta tiene una condición de equilibrio21: las transacciones no se realizan mientras persistan
estos desequilibrios, es decir, hasta que el rematador, escuchando a oferentes y demandantes, no baje el
martillo; cuando el rematador baja el martillo, establece un precio que “limpia el mercado”, es decir,
elimina los excesos de oferta y demanda; este precio es tomado por todos los oferentes y demandantes,
que venden y compran todas las cantidades que sus hipótesis de producción y gasto previas les
permitan a ese precio de equilibrio. Desde ya, no “todos” los oferentes y demandantes que habían
concurrido al mercado A pueden participar efectivamente de las transacciones a ese precio, es decir,
“todos ex post” se refiere a “todos los que sobrevivieron al precio que estableció el rematador”.

Gráfico 1. Mercancía A
Pa
Qsa

P1 M N

PE E

P2 J K
Qda
qdE=qsE Qda,Qsa

Tal como seguramente los lectores de esta Nota han aprendido en el pasado, el Gráfico 1 es una
representación de este mercado competitivo en esta versión del rematador walrasiano, que suele ser
formalizado mediante:

Función Demanda: Qda = f(Pa, Pn, Y, G, etc.) = a – b.Pa (1)


Función Oferta: Qsa = g(Pa, Pn, K/L, etc.) = c + d.Pa (2)
Condición de equilibrio: Qda = Qsa (3)

+
a, b, c, d , donde:

21
El fallo lógico que Uds. puedan encontrar en este argumento del párrafo que sigue no es propio del autor de estas
páginas, sino de la teoría económica (cuál es?). El debate epistemológico respecto a este fallo lógico excede el contenido de
este curso.
Qda y Qsa: cantidades demandadas y ofrecidas de la mercancía A
Pa: precio de la mercancía A
Pn: precio de un conjunto de mercancías distintas de A aunque no indiferentes a ella
(sustitutas, complementarias, etc.)
Y: nivel de renta agregado
K/L: relación tecnológica Capital/Trabajo
G: estructura de gustos de los demandantes
Se asume aquí que el fundamento económico de las relaciones funcionales que existen entre las
variables de las ecuaciones (1) y (2) es conocido por los lectores de esta Nota.22 En cuanto a la forma,
dichas ecuaciones suelen ser presentadas de este modo, es decir, la variable dependiente (Qda o Qsa)
como función “f” o “g” de un grupo de variables independientes. A su vez, esta relación funcional, sólo
por simplicidad23, puede ser expresada en términos lineales24: Pa continúa siendo la variable
independiente y el resto de las variables se agrupa en un valor dado (“a” para la demanda y “c” para la
oferta), la ordenada al origen de la ecuación de la recta25.

De este modo, este modelo de mercado walrasiano queda definido por un sistema de 3 ecuaciones
lineales, cuya solución supone determinar valores particulares de equilibrio, qda, qsa y pa,
correspondientes a nuestras 3 variables, Qda, Qsa y Pa (son 3 o 2 las variables en realidad?). En
consecuencia, este modelo queda representado por un sistema lineal “3x3”, compatible determinado
toda vez que dicha solución existe y es única.

2. El proceso de ajuste natural

La representación gráfica de la escena del rematador walrasiano descripta anteriormente nos muestra
más claramente las leyes de movimiento que rigen el proceso de ajuste natural que opera en este
mercado.

22
A propósito, estarían Uds. en condiciones de explicar el significado económico de la pendiente “d” de la función de
+
oferta, tal que “d” ?
23
Simplicidad que se mantendrá a lo largo del modelo lineal que utilizaremos a lo largo de todo el curso.
24
Recuerden Uds. que existe un supuesto (matemático) que nos permite, al “simplificar” nuestro análisis y reducir estas
relaciones funcionales a dos variables, hacerlo en forma “lineal”, cuando en realidad esta relación es no-lineal (qué
significa esto en términos económicos en relación a las funciones de oferta y demanda?). El supuesto es que el mundo en el
que nos movemos gira en un “entorno” (muy pequeño) de nuestro equilibrio inicial (el punto E del gráfico 1). Es decir, las
variaciones de precios y cantidades a partir del punto E son de una magnitud pequeña, tanto como para suponer que en ese
entorno matemático estas rectas son una aproximación lo suficientemente buena de las curvas de oferta y demanda (no-
lineales), de modo tal que los resultados de nuestro análisis no se ven significativamente afectados por esta diferencia.
25
Noten Uds. que en realidad el Gráfico 1 tiene “los ejes cambiados” respecto al planteo algebraico hecho aquí, no
obstante las conclusiones de nuestro análisis no variarían si lo hiciéramos al revés (es decir, matemáticamente al derecho).
Este gráfico sigue con la tradición económica de mostrar –siempre que sea posible- precios en el eje de ordenadas y
cantidades en el de abscisas, tradición que respetaremos a lo largo del curso ya que facilita la comprensión intuitiva.
Un precio bajo como P2 generaría un exceso de demanda K-J>0, puesto que las cantidades demandadas
qK por los demandantes, según sus hipótesis de gasto ex ante mostradas por la función demanda Qda,
son mayores que las cantidades ofrecidas qJ por los oferentes, cuyas posibilidades de oferta a ese
precio P2 eran también conocidas ex ante según sus diferentes hipótesis de oferta mostradas por la
función oferta Qsa. Este exceso de demanda impulsaría el precio al alza. Análogamente, un precio alto
como P1 generaría un exceso de oferta N-M>0 que impulsaría el precio a la baja26.

Estos impulsos de movimiento de los precios, que duran mientras dure la subasta, no cesarán hasta que
los desequilibrios que los generaban desaparezcan también; a su vez, estas leyes de movimientos son
tales que provocan la desaparición de dichos desequilibrios, tendiendo a un precio de equilibrio PE.

A ese precio el rematador baja el martillo porque observa que a ambos lados de la larga mesa las
cantidades ofrecidas qsE por los oferentes son iguales a las cantidades demandadas qdE por los
demandantes, según las hipótesis previas de oferta y gasto, que no han variado. Recién cuando el
rematador baja el martillo, es decir, luego de finalizada la subasta, comienzan a realizarse las
transacciones, todas ellas al precio PE, que es tomado por “todos” los participantes, sobrevivientes, del
mercado.

La línea de flotación que marca la supervivencia de los participantes ya estaba establecida en las
hipótesis previas de oferta y gasto, dadas por las funciones de oferta y demanda. Es decir, la cantidad
de oferentes dispuestos o ofrecer la mercancía A a un precio PE es menor a la que hubiera existido al
precio P1, al que estaban dispuestos a ofrecer qN cantidades. Los productores menos eficientes no tienen
posibilidades de producir y ofrecer la mercancía A al precio PE, aunque sí lo hubieran podido hacer a P1
y, en consecuencia, cuando el rematador baja el martillo a PE se retiran del mercado. Análogamente, los
demandantes que, dada su hipótesis de gasto previa Qda, hubieran podido comprar qK cantidades de la
mercancía A si el precio hubiera sido P2, no pueden hacerlo a PE, por lo que también quedan fuera del
mercado cuando el rematador baja el martillo.

De este modo, y sólo así, el punto E es un punto de equilibrio en el que todos los demandantes y
oferentes que estén dispuestos a realizar transacciones a ese precio PE participan del mercado. Pese a
que existen oferentes y demandantes que ex-ante estaban interesados en participar del mercado A, el
hecho de que no puedan hacerlo ex-post no implica la existencia de desequilibrio alguno, puesto a que
al precio PE muchos oferentes y demandantes ya no desean (ex-post) realizar transacciones y se retiran
del mercado A “voluntariamente”, tal como lo indicaban sus hipótesis previas (ex-ante) de producción
y gasto.

26
El tiempo de verbo potencial indicado con letra versalita en este párrafo está íntimamente relacionado con el fallo
lógico señalado en la nota la pie N°3. Por qué?
3. Elementos de un modelo

A. Ecuaciones

Las Ecuaciones (1) y (2) describen la relación funcional entre cantidades ofrecidas o demandadas y
precios, es decir, cuántas cantidades estarían dispuestos a ofrecer o demandar los participantes del
mercado a cada uno de los posibles precios que A pudiera adoptar. Es decir, son hipótesis ex ante
acerca del comportamiento de estos participantes, es decir, de las diferentes reacciones en sus
cantidades ofrecidas o demandadas ante diferentes precios. Este tipo de ecuaciones se suele llamar,
pues, ecuaciones de comportamiento.

La ecuación (3) tiene una doble lectura, según sea observada ex ante o ex post a la baja del martillo.
Ex ante, es una condición necesaria del modelo para que el punto E refleje el equilibrio de precios y
cantidades que limpia el mercado. Si no le pidiéramos esa condición al modelo, el rematador podría
bajar el martillo a cualquier precio y las transacciones podrían realizarse en desequilibrio. En términos
matemáticos, el sistema lineal tendría 2 ecuaciones y 3 variables a determinar, por lo que podría existir
más de un equilibrio (cuántos?), por lo que el sistema sería compatible (la solución existe) pero
indeterminado (la solución no es única). Es por esto que la ecuación (3), considerada ex ante, es una
condición de equilibrio, sine qua non para que este equilibrio exista y sea único.

En cambio, ex post, es decir, una vez bajado el martillo y establecido el punto E, la ecuación (3) se
transformó en una identidad, puesto que siempre ocurre que Qda Qsa una vez que finalizó la subasta
(que, a su vez, finaliza sólo una vez alcanzado E).

Finalmente, mencionemos otro tipo de ecuaciones presente en un modelo, las definiciones. Por
ejemplo, detrás de la función oferta, al establecer su línea de flotación cada oferente observa su
ecuación de beneficios, definida por “Beneficio Ingreso – Costo”. El hecho de que la diferencia entre
ingresos y costos se llame “Beneficio” es algo arbitrariamente “definido” por la teoría económica en
algún momento (también podría haberse llamado, por ejemplo, “excedente sobre costos”). En otro
ejemplo, otra definición establece que a la diferencia entre la tasa de interés nominal y la inflación
esperada la llamaremos “tasa de interés real”.

B. Variables

Se llama endógenas a aquellas variables (Qda, Qsa y Pa) cuyos valores particulares (qdE, qsE y pE) surgen
como consecuencia del desarrollo del modelo, puesto que son los valores que el modelo pretende
determinar. En un gráfico, las variables endógenas son las que le dan nombre a los ejes de abscisas y
ordenadas.
Se llama exógenas a aquellas variables cuyo valor se determina fuera del modelo, es decir, para el
modelo están dadas y su valor es cierto. En el ejemplo del modelo que explica el mercado A, dichas
variables están condensadas en “a” y “c”, dos valores dados.

Por qué son entonces “variables”? Porque su variación ocurre fuera del modelo, en forma “exógena” a
él. Por ejemplo, el nivel de renta agregado “Y” depende de un conjunto de relaciones macroeconómicas
que exceden al mercado de la mercancía A. Todos los años “Y” varía según un país crece más o menos
y esa variable “Y” es tomada por nuestro modelo A como un dato, fijo durante cada año, pero tal vez
diferente al año siguiente. Por ejemplo, en el mercado A un aumento de “Y” podría modificar la
“variable” “a” de modo tal de arrojar una nueva función demanda para A al año siguiente.

Es “a” un valor dado, cierto, es decir, un número en nuestro modelo? Sí. Varía “a”? Sí, aunque su
variación es externa al mercado A, “exógena” a él, y la consideramos por lo tanto fija en el corto plazo.
Es decir, si fijáramos arbitrariamente el “corto plazo”27 en un año, diríamos que cada año “a” está fija =
valor cierto = está dada = es un número, y en base a ella analizamos el funcionamiento del modelo A a
partir de ese valor para hallar los valores de equilibrio endógenos qdE, qsE y pE. Al año siguiente “a”
puede variar, por lo que volveremos a calcular nuevos valores de equilibrio endógeno a partir de ese
nuevo valor dado de “a” para ese nuevo año.

Finalmente, nuestro modelo A nos muestra un tercer grupo de variables, los parámetros, que también
son valores dados (“b” y “d”) pero, a diferencia de las variables exógenas, los parámetros permanecen
constantes por un período sensiblemente más largo de tiempo, al que podríamos llamar largo plazo28.

En nuestro modelo A, “b” y “d” miden las sensibilidades de la demanda y la oferta a variaciones en el
precio Pa, como toda pendiente de una recta29. Estas sensibilidades dependen de un conjunto de factores
(por ejemplo, la conducta de los agentes económicos) que no se modifican durante largos períodos de
tiempo y que, por lo tanto, caracterizan a un mercado (o a una sociedad). En el modelo A, si la
pendiente “b” de la recta Qda fuera mayor, entonces dicha recta estaría más “plana” (Ojo! Recuerden
que los ejes están invertidos!). Conceptualmente, ante aumentos en el precio Pa, los demandantes
reducirán ahora más que antes su demanda de la mercancía A.

Un ejemplo macroeconómico de una variable “paramétrica”, que caracteriza a una sociedad, podría ser
la propensión a consumir, que en el modelo lineal que usaremos a lo largo del curso determina –junto a
otras variables- la pendiente de la demanda agregada. Por ejemplo, el hecho de que la sociedad
estadounidense sea más consumista que la sociedad japonesa -más austera- es un parámetro fijo en el

27
Una medida de tiempo relativa y, por ende, subjetiva, no observable.
28
Otra medida también relativa, subjetiva, no observable.
29
Concepto ya estudiado por los lectores de esta Nota (que no obstante bien podría ser revisado en cualquier texto
elemental de álgebra lineal).
largo plazo que caracteriza, describe a esa(s) sociedad(es), y que depende de “parámetros de conducta”
de largo plazo como podría ser, por ejemplo, la filosofía confuciana en Japón.

No obstante, estos parámetros también pueden variar y de hecho varían, pero su variación es
absolutamente esporádica, no planeada por los agentes económicos (al menos no se dan cuenta que lo
hacen) y, por lo tanto, muy difícil de anticipar. Cuando esto ocurre, estamos en presencia de un cambio
estructural, que cambia los parámetros de largo plazo de nuestro modelo y redefine el modelo o la
sociedad que estamos analizando. Por ejemplo, la segunda guerra mundial introdujo cambios profundos
en los hábitos de conducta de muchas sociedades europeas.

4. Shocks exógenos

Gráfico 2. Shocks exógenos

Pa
Qsa
N
E2
PE2
E1
PE1 M
Qd´a
Qda
(qdE=qsE) (qdE=qsE)´ Qda,Qs

El Gráfico 2 muestra la formalización de un argumento desarrollado más arriba, el caso de un aumento


de la renta agregada Y, una variable exógena al mercado A. Al aumentar Y, cambia la hipótesis
ex ante con que los demandantes concurrían al mercado A. Puesto que ahora son más ricos (o menos
pobres), a los mismos niveles de precio Pa tienen la posibilidad de demandar más cantidades qda que
antes. Como ello sucede para cada uno de los posibles niveles de precio, entonces representamos esta
nueva hipótesis mediante un desplazamiento de la función demanda Qda.

En términos del modelo, la variación de una variable exógena desplaza una curva. Por el contrario,
podríamos ahora revisar el Proceso de Ajuste Natural en términos del modelo y veríamos que,
partiendo de un punto de equilibrio como el E del gráfico 1, si variara30 una variable endógena (es
decir, Pa, Qda o Qsa), dado que no se modificaron las hipótesis previas de oferentes y demandantes, se
produciría un desequilibrio que ajustaría “naturalmente” al punto de equilibrio inicial E a través del
mecanismo del rematador.

Volviendo al caso del aumento de Y, partiendo del equilibrio E1 del gráfico 2, los demandantes ahora
pueden demandar qM cantidades. Dado que la función demanda se desplazó definitivamente debido a la
30
El tiempo verbal vuelve a hacer referencia al fallo lógico (lo encontró?)
mayor riqueza de los demandantes, al antiguo precio de equilibrio pE1 existe ahora un exceso de
demanda de la mercancía A. En consecuencia, este exceso de demanda impulsa una alza del precio,
comenzando a partir de allí un nuevo proceso de ajuste natural como el descripto anteriormente,
proceso que girará ahora alrededor de E2, el nuevo equilibrio walrasiano determinado por la nueva
hipótesis de los demandantes. Dadas las leyes de movimiento de un mercado competitivo, este proceso
convergerá a E2.

Es decir, la variación de una variable exógena es un shock sobre el equilibrio inicial que genera
transitoriamente un desequilibrio que, proceso de ajuste walrasiano mediante, impulsa la convergencia
hacia un nuevo equilibrio acorde a la nueva hipótesis de demanda.

En este caso, la comparación de las variables endógenas y sus valores particulares en este equilibrio
final E2 respecto del inicial E131 arroja que:

la función demanda Qda aumentó, aumento que se ve en el desplazamiento de esta curva


la función oferta Qsa no varió
las cantidades demandadas qdE aumentaron hasta qdE’
las cantidades ofrecidas qsE aumentaron hasta qsE’
el precio de equilibrio Pa aumentó desde su valor particular inicial pE1 hasta su valor particular final
pE2

Cabe destacar que entre E1 y E2 los oferentes se movieron a lo largo de su hipótesis inicial de oferta,
que no varió: a mayor precio -una de las variables endógenas de dicha función-, mayores cantidades
ofrecidas -la otra variable endógena. Es decir (desde el punto de vista de la función de oferta): la
variación de una variable endógena implicó un movimiento a lo largo de una curva.

Finalmente, debe tenerse en cuenta que el mecanismo de ajuste descripto aquí guarda estrecha relación
con la velocidad de ajuste del modelo. El hecho de que E2 sea alcanzado rápidamente y el rematador
pueda bajar el martillo y las transacciones comiencen nuevamente a realizarse bajo las reglas del nuevo
equilibrio, depende crucialmente de cuán transitorio sea el desequilibrio E1-M generado. Si este no
fuera lo suficientemente rápido y durara mucho tiempo, la economía realizaría transacciones en
desequilibrio. Es decir, los participantes de la subasta no podrían esperar dos años al rematador para
que éste se decida a bajar el martillo, por lo que comenzarían a intercambiar la mercancía A antes de
que ello ocurriera. En ese caso (no explicado en estas páginas), el proceso de ajuste podría tomar otro
sendero distinto al que conduce a E1.

En términos de una prestigiosa economista de la escuela de Cambridge, Joan Robinson32, un modelo se


desarrolla en tiempo lógico, mientras que la realidad que ese modelo pretende explicar lo hace en

31
Este ejercicio comparativo suele llamarse “Estática comparada” (por qué se le ocurre que esta comparación podría ser
“estática” y no “dinámica”?).
tiempo histórico. Para que el primero sea una aproximación lo suficientemente buena del segundo, el
proceso de ajuste debe ser lo suficientemente veloz33.

32
www.eumed.net/cursecon/economistas/robinson.htm
33
Por ejemplo, un ajuste de stocks en una empresa que se realiza en algunas semanas de tiempo real.
Universidad de Buenos Aires
Licenciatura en Economía

Macro I

Nota de cátedra Nº2


Marco de consistencia macroeconómico
por Nicolás Salvatore

1. Oferta, demanda y coordinación

Una de las más famosas ideas de J. Say fue inmortalizada en la literatura económica como la Ley de
Say34, que podría resumirse en la frase “toda oferta genera su propia demanda”.

Esta idea supone una poderosa noción de equilibrio, por la cual la suma de los ingresos de una
actividad económica (a su vez idéntica al valor del producto generado por dicha actividad) se
transforman en la demanda que necesita dicha actividad para existir. Desde ya, Say no desconocía el
hecho de que los empresarios y los trabajadores que producen acero no sólo consumen acero en su
canasta de consumo. Por lo tanto, su idea va más allá y supone que, de ocurrir esto en diferentes
actividades, se cruzarán las demandas y de este modo toda oferta estaría generando directa e
indirectamente su propia demanda.

No obstante, para convalidar la profecía de Say resta aún que otra condición necesaria se cumpla.
Desde una visión microeconómica, un empresario decidirá asumir el riesgo inherente a una decisión de
inversión que le permita ampliar su oferta, decisión ex–ante, siempre y cuando espere una demanda
acorde a esa decisión. Y ese mismo riesgo es asumido por cada empresario en base a la sumamente
escasa información que posee respecto de lo que efectivamente demanden de su producción individual
cada una de las familias y empresas de la economía en el futuro, es decir, ex–post a su decisión de
inversión.

Por lo tanto, una condición necesaria para que toda oferta genere su propia demanda es que en
determinado momento exista en una sociedad cierto grado de coordinación entre planes de oferentes y
demandantes. En las sociedades modernas, mercantiles, existen ciertas señales de coordinación que les
permiten a los empresarios -en forma individual- inferir en forma más o menos acertada dichos planes.
Existen diferentes mecanismos de coordinación que envían estas señales. El principal es el sistema de
precios de los diferentes mercados, corporizado en la Nota de Cátedra Nº1 en la figura del Rematador
walrasiano. Existen también otras potentes señales de coordinación como, por ejemplo, las que parten

34
www.eumed.net/cursecon/economistas/say.htm
de la política económica, o algunos shocks exógenos como, por ejemplo, el “efecto Tequila” sobre la
economía argentina.

Si estas señales de coordinación no existieran, o fueran muy negativas, difícilmente alguno de los
empresarios en forma individual tomaría la primer decisión de inversión, porque la probabilidad de que
esta decisión presente de oferta encuentre en el futuro cercano su demanda, algo incierto, sería muy
baja. Si así fuera, esta sociedad tendría serias dificultades para crecer. Puesto que la sumatoria de
empresas individuales conforman la oferta agregada de la economía, esta falta de señales
coordinadoras desde la demanda inhibirían a la oferta a ampliarse, conformándose así una profecía
autocumplida inversa a la de Say: la posible debilidad de una demanda incierta, posibilidad existente
debido a fallas de coordinación, inhibe la expansión de la oferta, y hasta la contrae.

Antes de la crisis del ’30 los economistas ortodoxos clásicos tendían a subestimar este fenómeno en
términos agregados. Es decir, los desequilibrios de algunos grupos de agentes económicos serían
compensados por otros grupos de agentes. Una de las ideas que J. M. Keynes35 desarrolló a partir de
esta crisis es que existía la posibilidad de que se produjera un exceso de oferta agregado, producto de
una falla de demanda efectiva.

Los oferentes, ante cada decisión de oferta, deben estimar los planes futuros de los demandantes, que
conforman la demanda planeada en términos agregados, es decir, la demanda agregada. Los errores de
predicción acerca de cuál será finalmente la demanda efectiva los llevarán a acumular o desacumular
stocks en existencia, según hayan cometido ese error en exceso (de oferta) o en defecto (exceso de
demanda).
Yt = DAt + EIt (1)

La ecuación (1) condensa todo lo expuesto hasta aquí. El producto (Yt) es ofrecido en el período t
actual en función de la estimación que los oferentes hicieron previamente, en (t-1), de la demanda
planeada por los demandantes, es decir, la demanda agregada para el período t (DAt). Debido a que el
futuro es incierto, existen en todo momento fallas en la estimación de esos planes (ex-ante). Si las
empresas los habían sobrestimado y ofrecieron un producto acorde a esa sobrestimación, es decir, en
exceso, entonces acumularán existencias no planeadas, indeseadas (EIt) en sus stocks en este período.
Es decir, este flujo (variación de stocks) de existencias EIt>0 no es otra cosa que el reflejo de un exceso
de oferta = Yt – DAt (positivo). Luego, en el período siguiente (t+1), corregirán su anterior error de
predicción y disminuirán su producción, ajustándola a la menor demanda.

Si, por el contrario, los oferentes hubieran subestimado los planes de los demandantes, entonces
ofrecerían un producto Yt menor a la demanda agregada DAt. El exceso de demanda resultante, Yt –
DAt < 0, llevará a las empresas en el período presente a desacumular stocks previos, por lo que estos

35
www.eumed.net/cursecon/economistas/keynes.htm
sufrirán una variación negativa, es decir, EIt < 0. Luego, en (t+1) corregirán su anterior error de
predicción y aumentarán su producción para satisfacer la mayor demanda.

En todo momento las empresas cometen estos errores de predicción, por lo que se verifican
habitualmente variaciones de stocks en cada período. Si estos errores de predicción no son muy grandes
en términos agregados, son corregidos al período siguiente sin mayores problemas, operando a nivel
agregado un ajuste suave de existencias y planes de producción en cada período. Por el contrario, un
gran error de predicción agregado generado debido a, por ejemplo, un shock exógeno negativo
producido con posterioridad a muchas tomas de decisiones de inversión, implicaría una gran
acumulación de existencias en stock, es decir, un gran exceso de oferta de bienes, que podría no llevar
a un ajuste suave sino a una crítica recesión. Una falla de demanda efectiva de esta magnitud haría que
los procesos de ajuste natural explicados en la Nota de Cáterda Nº 1 no operen con la suficiente
velocidad de ajuste como para evitar la recesión.

2. Oferta y demanda agregadas en equilibrio

Como Uds. saben, la ecuación (2) define la demanda agregada DA en una economía abierta:

DA C+I+G+X–M (2)

donde:
C : demanda del sector privado doméstico de bienes y servicios de consumo
I : demanda de bienes y servicios de inversión
G : compras del Gobierno
X : demanda de exportaciones desde el "Resto del Mundo" (R del M) de bienes y servicios
producidos domésticamente
M : importaciones desde el mercado doméstico de bienes y servicios producidos en el R del M.

En equilibrio, y sólo en él, se cumple ex–post la profecía de Say pues toda oferta encontró su propia
demanda, es decir:
Y = DA (3)

Recuperando la terminología utilizada a lo largo de la Nota de Cátedra Nº 1 referida a los elementos de


un modelo, la Ecuación (3) es pues una condición de equilibrio ex-ante y una identidad ex-post. Es
decir, se cumplirá la igualdad de la ecuación (3) siempre que EI = 0, algo que en sentido estricto no se
cumple nunca, ocurre sólo por casualidad. La razón por la que se cumple siempre la ecuación (3) a
modo de identidad ex- post es que una vez finalizado el período t las EI pasan a formar parte de la
demanda de inversión I como su parte no deseada. Para el sistema de Cuentas Nacionales, que es un
sistema de cuentas en equilibrio y, por ende, ex-post, Y = DA se transforma en la identidad Y DA.

Noten Uds. que tanto la noción de equilibrio contable del Sistema de Cuentas Nacionales como la de
equilibrio macroeconómico usadas aquí son ambas nociones de equilibrio agregado entre oferta y
demanda de bienes y servicios, mientras que la noción de equilibrio del rematador walrasiano
corresponde a un mercado individual.

Nota precautoria. En muchos libros de texto suele leerse directamente las ecuaciones (2) y (3) juntas =
igualadas = en equilibrio ex-post:
Y=C+I+G+X–M (4)

No obstante, Uds. ya están en condiciones de advertir que esta ecuación (4) es sólo una condición de
equilibrio que: a) está formada por dos variables, la oferta y la demanda, diferentes cualitativamente
por cierto, que son los dos miembros de la igualdad; b) dicha igualdad es cierta sólo en equilibrio; y c)
se la presenta como una identidad no en el marco de la macroeconomía, sino en el de las Cuentas
Nacionales, en donde las transacciones se contabilizan sólo en equilibrio.36

El lado derecho de la ecuación (4), es decir, la demanda agregada DA, está conformada pues por
diferentes clases de demandas agregadas: la demanda privada de consumo, la demanda privada de
inversión, la demanda del sector público de consumo e inversión, la demanda externa de nuestras
exportaciones y nuestra demanda de importaciones desde el resto del mundo. La ecuación (4) expresa
entonces la igualdad entre la Oferta Agregada y la Demanda Agregada.

Un error común al leer esta ecuación consiste en no responder adecuadamente la siguiente pregunta:
"por qué las importaciones aparecen en esta ecuación "restando" si no son bienes o servicios
producidos domésticamente?" Si intentaron responder adecuadamente a esta pregunta, a modo de auto-
test podrán chequear su respuesta con la nota al pie de esta página37.

Reagrupando los términos podemos obtener:

Y+M=C+I+G+X (5)

Visto de este modo, el lado izquierdo de esta identidad (ex–post) muestra la Oferta Global de bienes y
servicios que existe en el mercado doméstico, es decir, tanto de bienes y servicios producidos
domésticamente (Y) como de aquellos producidos en el resto del mundo (M). El lado derecho muestra
la DA incluyendo las importaciones. Por lo tanto, este miembro expresa la Demanda Global de bienes,
es decir: la demanda doméstica de bienes y servicios producidos tanto domésticamente (C+I+G sin M)

36
La lectura errónea de esta ecuación como una identidad ex-ante lleva a suponer que el lado derecho de esta igualdad
está compuesto por diferentes “clases de producto”, “los bienes de consumo producidos”, “los bienes de inversión
producidos”, etc.
37
RTA: Sólo por una razón: porque estaban incluidas en el resto de las otras “demandas” y, puesto que no son
producidas domésticamente, deben ser deducidas. Ejemplos: el componente de importaciones que poseen las exportaciones,
bienes de capital importados por el sector privado doméstico (pertenecientes a “I”) o un electrodoméstico importado por un
comerciante mayorista nacional que funciona como bien de consumo durable, o un gasto del gobierno consistente en la
compra de una fabulosa PC importada para instalar en la casa de un profesor universitario.
como en el resto del mundo (M), más la demanda externa de bienes y servicios producidos
domésticamente (X).

3. Las Tres Brechas de la Macroeconomía de una Economía Abierta38

Restando miembro a miembro la Recaudación Impositiva Total (T) en la ecuación (4), obtendremos:

Y–T=C+I+G+X–M–T

Luego, reagrupando términos nuevamente y recordando que el Ahorro Privado doméstico “S” se define
como S = Y–C, obtendremos una nueva identidad ex-post:

(S-I) + (T-G) + (M-X) 0 (6)

donde:
(S-I) = (C+S) – (C+I) > 0 : ahorro del sector privado doméstico
(T-G) > 0 : ahorro del sector público
(M-X) > 0 : ahorro del resto del mundo39

De este modo la ecuación (6) nos dice que el déficit de un sector es siempre necesariamente financiado
por el superávit de alguno de los otros dos sectores (uno de ellos o la suma de ambos).

El mecanismo de financiamiento empleado para financiar desequilibrios de unos sectores con


desequilibrios de otros son las transacciones con activos financieros, a los que llamaremos “Bonos” en
su sentido más amplio40.

El funcionamiento de la economía a través de estos desequilibrios financiados por los mercados de


Bonos es lo que nos dará el Marco de Consistencia para el desarrollo del modelo que analizaremos a lo
largo del curso. Es de destacar, nuevamente, que la ecuación (6) es una identidad ex-post que supone
un determinado nivel de “Y” de equilibrio y, por lo tanto, “Y” está fijo.

38
Por simplicidad, y sólo debido a ello, a los fines expositivos, en esta presentación esquemática de las tres brechas se
omitió la desagregación de las transferencias TR del sector público al sector privado en las cuentas fiscales (se considera
que "T" representa "Impuestos que el sector público le cobra al sector privado netos de las transferencias que le paga").
Desde ya, desagregar esta variable no modifica en nada las conclusiones del análisis aquí expuesto, sólo las refinaría un
poco más.
39
Estrictamente, el ahorro del resto del mundo se corresponde con la Cuenta Corriente del Balance de Pagos (cambiada
de signo), por lo que la brecha externa quedaría definida por: (M+Z-X), agrupando Z pagos corrientes realizados por
residentes hacia el exterior (básicamente servicios financieros, más utilidades y dividendos de empresas de propiedad
extranjera radicadas en el país). A su vez, la definición de producto consistente con esta ecuación es la del PBN. Sólo por
simplicidad omitiremos por el momento estas diferencias, que serán abordadas en la Parte II de este curso.
40
Es decir, no nos estamos refiriendo a instrumentos de renta fija específicamente sino a todo papel financiero en
general existente en “el mercado de bonos”.
Presentaremos este mecanismo de funcionamiento a través de 6 casos que surgen de suponer –sólo a
los fines expositivos, por simplicidad- que uno de los tres sectores está en equilibrio, para así analizar
los desequilibrios de los dos restantes. Con signo (+) indicaremos superávit, con (-) déficit y con (0)
equilibrio.

Caso 1. (S-I) + (T-G) + (M-X) 0


(-) (+) (0)

Déficit privado financiado con superávit público. El Gobierno emplea su superávit en “rescatar”
(comprar) deuda pública anterior, financiando de este modo el déficit del sector privado, quien gracias
a este financiamiento puede sostener una demanda de I mayor a su propia capacidad de ahorro.

Caso 2. (S-I) + (T-G) + (M-X) 0


(+) (-) (0)

Déficit público financiado con superávit privado. El gobierno emite nueva deuda (“bono”) que
compra el sector privado debido a su exceso de S sobre I, financiando de este modo el déficit fiscal.
Noten que “exceso de S” no significa necesariamente que esta sociedad “ahorra mucho”, sino que este
desequilibrio puede deberse también a que parte del ahorro privado fue direccionado hacia la compra
de un bono público que ofrecía atractivas condiciones

Caso 3. (S-I) + (T-G) + (M-X) 0


(+) (0) (-)

Déficit del R del M financiado con superávit privado. El sector privado doméstico le presta (divisas)
al R del M para que éste pueda comprar nuestras exportaciones, cuyo valor es mayor al de nuestras
importaciones. Es decir, un residente argentino compra un bono (público o privado) de un país
extranjero. Por ejemplo, partiendo de una situación de equilibrio en las tres brechas, una empresa
argentina realiza una exportación financiada por un banco argentino a través de una carta de crédito
contra el R del M (que también es un “bono” suscripto por un no-residente). A la vez que X>M,
Argentina destina su superávit privado a financiar al R del M. Si ese superávit no existiera, no se
podría haber realizado la venta, porque el R del M, que suponemos también en equilibrio al inicio, no
poseería las divisas necesarias para comprarnos más exportaciones argentinas, puesto que tiene que
gastar más divisas de las que obtiene por nuestras importaciones. Es decir, nuestro superávit privado es
el déficit del resto del mundo, son la misma cosa.
Caso 4. (S-I) + (T-G) + (M-X) 0
(-) (0) (+)

Déficit privado financiado por nuestro déficit de Cuenta Corriente del Balance de Pagos
(superávit del R del M). El ahorro excedente del R del M nos financia nuestra demanda de I
doméstica, mayor a nuestra capacidad de ahorro. Por ejemplo, partiendo de una situación de equilibrio,
una empresa argentina importa un bien de capital con una carta de crédito. Se genera, a la vez, tanto un
desequilibrio privado (I>S) como externo (M>X). Noten Uds que Argentina tiene en esta ocasión dos
déficit, privado y externo, fruto de una única operación en este ejemplo. Es decir, nuevamente, el
déficit privado es a la vez déficit de nuestro sector externo (superávit del R del M).

Caso 5. (S-I) + (T-G) + (M-X) 0


(0) (+) (-)

Superávit de Cuenta Corriente financiado por superávit público. El sector público utiliza su
superávit para rescatar Deuda Externa emitida anteriormente y así disminuir su stock (“stock” conocido
como Deuda Externa Pública). Al comprarle dicho bono a un no-residente, financia de este modo al R
del M para que éste pueda comprar exportaciones argentinas por un valor mayor a las importaciones
argentinas que nos vende. Por ejemplo, un no-residente, tenedor de un bono externo del gobierno
argentino, compra nuestro exceso de X sobre M y financia esta compra vendiendo ese bono en el
mercado secundario (internacional) de deuda, donde el gobierno argentino lo “rescata”.

Caso 6. (S-I) + (T-G) + (M-X) 0


(0) (-) (+)

Déficit público financiado por R del M, es decir, por nuestro déficit de cuenta corriente. Por
ejemplo, partiendo de una situación de equilibrio, el gobierno compra (a través de una licitación) una
hermosa computadora importada para un profesor universitario, y financia esa compra con la emisión
de un bono externo, comprado por un no-residente. Esa importación transforma el original equilibrio
fiscal en déficit (gastos mayores a ingresos = G>T) y el original equilibrio externo en déficit (M>X). A
esta situación se la conoce como “déficits gemelos”. Como siempre, un déficit es el reflejo del otro.

Estos 6 casos, a modo de ejemplo, se basaron en dos simplificaciones. La primera consiste en que sólo
2 de las 3 brechas están en desequilibrio al mismo tiempo. Combinando los casos Uds. podrían darse
cuenta fácilmente cómo sería la dinámica de un desequilibrio financiado por los otros dos.

La segunda simplificación consistió en suponer que, por el hecho de estar en desequilibrio, un sector no
participa de las transacciones. En realidad esto es falso, ese sector participa, aunque al final del período
termina en equilibrio porque las transacciones que se realizaron en esa brecha arrojaron como resultado
un valor de su ahorro neto igual a cero.
Por ejemplo, partiendo de una situación de equilibrio en cada una de las tres brechas, el caso 6 podría
ser replanteado del siguiente modo. El sector privado compra computadoras importadas endeudándose
con un no-residente a través de la emisión de un bono privado externo. A su vez el Gobierno gasta
G>T, es decir, compra otros bienes al sector privado doméstico, y financia el déficit público resultante
emitiendo deuda pública y colocándola en el mercado interno. En consecuencia, el ahorro neto de
nuestro sector privado finalizó en cero, fruto de: importó computadoras, M, y vendió bienes al
Gobierno por montos equivalentes, financiando dichas transacciones reales con un préstamo que tomó
del R del M (emisión de bono privado externo) y un préstamo que otorgó al Gobierno para que éste
financie su déficit, ambos por montos equivalentes. El resultado de las otras dos brechas es el mismo
del caso 6 visto anteriormente.
Macroeconomía y políticas económicas en la Argentina :
El dinero, el crédito y la determinación de la tasa de interés

Mario Damill

CEDES
Buenos Aires, setiembre de 2004
En este capítulo enfocaremos las interacciones entre los procesos monetarios y la
determinación de los equilibrios interno y externo discutidos con anterioridad, pero
manteniéndonos todavía en una economía abierta únicamente al comercio.
En el capítulo siguiente y ya incorporados algunos elementos básicos referidos a los
procesos de creación de dinero y crédito, replantearemos estas mismas cuestiones para el
caso de una economía en la que los movimientos de capitales, desde y hacia el exterior, son
posibles. Es decir, estudiaremos una economía financieramente abierta, abordando las
cuestiones más importantes relativas a los grados de libertad y la eficacia de las políticas
macroeconómicas (monetaria, cambiaria, y fiscal, en particular) en tal contexto.
Luego, un poco más adelante, nos valdremos de los instrumentos de análisis
desarrollados aquí para analizar algunos aspectos de las experiencias de liberalización y
apertura financiera en Argentina y América Latina en los años setenta, previas a la crisis de
la deuda, y también en la década de los noventa.

El dinero en la economía financieramente aislada

El dinero ya asomó a la discusión en la sección anterior, en especial cuando hicimos


referencia al mercado de cambios. En la economía simplificada que estamos tratando,
suponemos que las transacciones de comercio exterior se realizan en moneda extranjera,
mientras que las operaciones internas se efectúan en pesos. Bajo un régimen de tipo de
cambio fijo, la autoridad cambiaria canjea dólares por pesos y viceversa, a la paridad
establecida, con lo cual expande la cantidad de moneda nacional en circulación o bien la
reduce, según el caso. Veremos esto con mayor detalle en las próximas secciones.

La creación primaria de dinero

Supongamos, para comenzar de la manera más simple posible, que la autoridad


cambiaria (y monetaria) se concentra en una institución llamada “caja de conversión”, cuya
única actividad es precisamente esa: la conversión de monedas. El balance de esa caja
luciría resumidamente así:

Diagrama 7.1

CAJA DE CONVERSIÓN
ACTIVO PASIVO

E. R CIRCULANTE
Bajo un esquema como éste (semejante al que caracterizara al patrón oro), el dinero que
circula en la economía es el pasivo de la caja de conversión, es decir, es una deuda de esa
institución. Su contrapartida (o su respaldo) son las reservas de oro (o de divisas;
supondremos en adelante que se trata únicamente de divisas para simplificar) que la misma
posee (que designamos R), multiplicadas por el tipo de cambio E.
Bajo un esquema monetario como éste, la caja de conversión interviene todo el tiempo,
comprando el excedente de divisas, o vendiendo si hubiere un exceso de demanda de
moneda extranjera. Es decir que lo que sucede con el balance de pagos se refleja de manera
inmediata y directa en las condiciones monetarias internas. Si el balance de pagos registra
un superávit ( R>0), la caja de conversión verá incrementarse su activo, es decir, sus
tenencias de moneda extranjera y, simultáneamente, se expandirá el circulante. Observe que
el resultado del balance de pagos es (medido en pesos) igual a la variación del activo de la
caja de conversión. En el caso de que el balance de pagos esté en déficit sucede lo mismo
que antes pero con el signo contrario: las reservas declinarán y con ellas caerá el circulante.
En otras palabras, las variaciones de la cantidad de dinero en circulación son el resultado de
las operaciones de intervención que describiéramos en el apunte anterior.
Una autoridad monetaria de este tipo actúa pasivamente. Se limita a realizar las
operaciones de cambio que le son solicitadas por el público a la paridad establecida, pero no
utiliza otros medios para regular la cantidad de dinero existente en la economía. El circulante
evoluciona de manera endógena, reflejando lo que sucede con el balance de pagos y, en
consecuencia, con las reservas.
Si bien las cosas funcionaban aproximadamente así bajo los regímenes de patrón oro, hoy
en día las autoridades monetarias (los bancos centrales) tienen en general a su alcance
diversos otros medios a través de los cuales pueden crear o retirar recursos monetarios de la
circulación. La correspondiente hoja de balance, algo más compleja aunque de todos modos
muy simplificada en la presentación que hacemos aquí, luciría más o menos así:

Diagrama 7.2

BANCO CENTRAL
ACTIVO PASIVO

E.R GOB RED CIRCULANTE

Vemos que, a diferencia del balance de la caja de conversión, aquí aparecen otras dos
cuentas en el activo. Además de las tenencias divisas (y oro), valuadas en pesos (E.R), el
banco central posee normalmente en cartera (es decir, en su activo) títulos-valores emitidos
por el Tesoro nacional (cuyo saldo designamos como GOB), y también registra compromisos
de deuda de los bancos41 originados en créditos concedidos por la autoridad monetaria a los
mismos. El saldo de los créditos otorgados por el banco central a los bancos se denomina
RED (por redescuentos, que es el término con el que suelen designarse esos créditos en
nuestro país) en la hoja de balance que acabamos de presentar.
Así, el banco central puede normalmente modificar la cantidad de dinero en circulación a
través de tres tipos básicos de operaciones. Las de intervención cambiaria ya las hemos
mencionado. También es posible incrementar el circulante otorgando créditos a los bancos.
Una operación de este tipo incrementaría simultáneamente el pasivo del banco central y el
saldo de la cuenta RED en el activo, sin afectar, naturalmente, el patrimonio neto42 de la
institución monetaria.
Por último, el banco central puede operar con bonos públicos. Cuando decimos esto nos
referimos a que puede comprar o vender, en los mercados secundarios, títulos emitidos por
el Tesoro, que es la institución que maneja la caja fiscal y eventualmente emite deuda para
financiar al sector público. Queremos remarcar la distinción entre las cuestiones relativas al
manejo financiero fiscal, que pertenece a la órbita del Ministerio de Economía y del Tesoro
(que de él depende) y las relativas al manejo de la política monetaria, que describiremos en
este capítulo y que es el terreno del banco central.
Volviendo a las operaciones de éste último: si, por ejemplo, la autoridad monetaria compra
bonos en el llamado mercado secundario, adquiriéndolos a tenedores particulares, inyecta
dinero en circulación al tiempo que aumenta el saldo de la cuenta GOB en su activo. Si, por
el contrario, quiere por alguna razón reducir el circulante, podría vender bonos públicos que
tiene en cartera (adquiridos en períodos anteriores). Estas transacciones de la autoridad
monetaria con títulos públicos se suelen denominar operaciones de mercado abierto.
Las operaciones de mercado abierto y las que se realizan a través de los redescuentos
pueden en general emplearse para regular la cantidad de dinero en circulación, y las
denominamos operaciones de política monetaria.
El tercer tipo de operación, correspondiente a la intervención cambiaria, estará presente o
no de acuerdo con las características del régimen cambiario. Con un régimen de tipo de
cambio fijo o a alguna variante del mismo veremos con seguridad intervenciones frecuentes.
Por el contrario, en condiciones de flotación pura el banco central se abstendría de comprar o

41
Las instituciones bancarias aparecen por primera vez aquí, pero juegan un papel primordial en los
procesos monetarios de la economía, como describiremos enseguida.
42
En la hoja de balance que hemos presentado se ha supuesto que el patrimonio neto del banco central (es
decir, la diferencia entre el activo y el pasivo) es nulo (hicimos lo mismo en el caso anterior, con la caja de
conversión). Ésta es una simplificación útil y razonable, puesto que dicho patrimonio es muy pequeño en
relación con el tamaño normal de las operaciones monetarias, y porque además nos interesa aquí describir el
proceso de creación y absorción de dinero, en el que esa cuenta no juega un papel relevante.
vender divisas, con lo cual las variaciones de la cantidad de dinero en circulación quedarían
en cierto modo “aisladas” de lo que sucede con las transacciones entre residentes y no
residentes que refleja el balance de pagos (este tendría un resultado nulo). Las variaciones
en el circulante dependerían únicamente, en ese caso, de las operaciones de mercado
abierto y de los créditos que la autoridad monetaria pueda conceder a los bancos. Éste es un
aspecto muy importante de diferenciación entre distintos regímenes cambiarios, que
volveremos a tocar más adelante.
Otro punto que cabe enfatizar al examinar la hoja de balance del banco central se refiere
al financiamiento monetario al gobierno. Ya hemos destacado la distinción institucional entre
la autoridad monetaria (el banco central), y la autoridad fiscal. Se comprende que si el banco
central compra títulos públicos a terceros mediante operaciones de mercado abierto, aunque
no los está adquiriendo a la Tesorería, la está financiando, indirectamente. Se convierte en el
acreedor de esa deuda.
En ocasiones, sin embargo, el banco central podría recibir directamente de la Tesorería
ciertos papeles de deuda a cambio de circulante. Es decir, podría actuar como comprador
primario, en lugar de hacerlo en el mercado secundario. En este caso la hoja de balance del
banco central no mostraría, de todos modos, nada distinto que cuando se trata de una
operación expansiva "de mercado abierto". Sin embargo, el sentido económico de esa acción
será diferente, en la medida que los pesos que se emiten pueden estar cubriendo
necesidades fiscales, en vez de engrosar directamente las tenencias de recursos monetarios
de particulares.
En ocasiones, los bancos centrales pueden también contraer o expandir el circulante
vendiendo o comprando letras de corto plazo emitidas por la propia autoridad monetaria,
como es el caso de las Lebac (Letras del Banco Central) utilizadas actualmente en la
Argentina. Para incorporarlas en nuestro análisis tendríamos que introducir una nueva cuenta
(“Lebacs”) en el pasivo de nuestro banco central. Las emisiones de esos instrumentos
engrosan el saldo de esa cuenta, pero en detrimento de la base monetaria, sin modificar el
pasivo total. Colocar (o amortizar) esos instrumentos financieros es otra forma de hacer
política monetaria, es decir, de procurar alcanzar ciertas metas en materia de cantidad de
dinero en circulación (o de tasas de interés, según veremos un poco más adelante).
Para avanzar hacia una mayor precisión en la caracterización de los aspectos monetarios
de la economía, digamos ahora que el dinero que el banco central crea (y que hemos
designado hasta aquí con el término genérico de “circulante”), se denomina más propiamente
base monetaria, o también, a veces, dinero primario43 o “dinero de alto poder”.
De modo que podemos replantear nuestra hoja de balance así:

43
Para distinguirlo del dinero que resulta del proceso de expansión “secundaria” en el que intervienen los
bancos y que veremos enseguida.
Diagrama 7.3

BANCO CENTRAL
ACTIVO PASIVO

E. R GOB RED BASE MONETARIA

La base monetaria (BM) es un pasivo del banco central y, naturalmente, un activo de otros
agentes económicos. ¿Cuáles? Una parte del dinero emitido por la autoridad monetaria se
encuentra en poder de los particulares. Se trata de los billetes y monedas en circulación. La
poción de esos recursos monetarios que está en manos del sector privado no financiero la
llamaremos CM44.
El resto de los billetes y monedas en circulación está en poder de los bancos, es su caja.
Pero los bancos tienen asimismo depósitos en cuenta corriente en el banco central. Éstos
también forman parte de sus disponibilidades e integran la base monetaria. Llamaremos ENC
a la suma de estos dos últimos componentes de la base monetaria (es decir, los billetes y
monedas en poder de los bancos y los depósitos en cuenta corriente que esas instituciones
mantienen en el banco central). La designación ENC proviene de la palabra "encaje" y unos
párrafos más abajo explicaremos por qué la hemos adoptado.
En resumen, nuestra base monetaria, el pasivo del banco central, será:

(1) BM = CM + ENC,

y, en consecuencia, la ecuación de balance de nuestro banco central podría escribirse así:

E.R + GOB + RED = CM + ENC,

donde el lado izquierdo de la igualdad representa el activo y el derecho el pasivo de las


autoridades monetarias.

Convertibilidad y creación primaria de dinero

44
Por “circulación monetaria”, aunque el concepto no corresponde con exactitud a lo que se denomina así
en la práctica. La circulación monetaria incluye los billetes y monedas en poder del público pero también los
billetes y monedas en caja de los bancos, que nosotros consideraremos a continuación. El tratamiento que
seguimos aquí está un poco simplificado a fin de facilitar la comprensión de los procesos monetarios básicos.
Un banco central puede, como sucediera en la Argentina en los años noventa, estar
sometido a una regla asimilable a la de una caja de conversión. Sería así: debe comprar o
vender divisas ilimitadamente a la paridad establecida, según le sea requerido por el público,
y la base monetaria tiene que estar respaldada en divisas. La hoja de balance no lucirá
diferente de la que planteáramos para nuestro banco central algo más arriba, sólo que
además deberá cumplirse que:

BM R.E.

Es decir que el banco central podrá realizar operaciones de mercado abierto o de


préstamo a los bancos, pero dentro de la restricción impuesta por esa condición de respaldo
del circulante en divisas. Si aumenta, por ejemplo, los redescuentos que otorga a las
entidades bancarias, expande la base, pero sin acumular reservas. Si al hacerlo alcanza el
límite en el que se cumple que

BM = R.E,

ya no podrá seguir incrementando el circulante mediante operaciones de ese tipo.


Volveremos a referirnos al régimen de caja de conversión en capítulos posteriores, al
examinar algunos aspectos de la experiencia de la Argentina en los años noventa.

Los bancos y la creación secundaria de dinero y crédito

Estamos ya en condiciones de abordar el estudio del papel de los bancos en el


proceso monetario. Para hacerlo examinaremos una hoja de balance muy simplificada del
sistema bancario consolidado:

Diagrama 7.4

BANCOS
ACTIVO PASIVO

CRED ENC DEP RED

La actividad principal de los bancos consiste en captar depósitos del público (DEP), y con
esos recursos otorgar préstamos (CRED). Esas son las dos cuentas más importantes de esa
hoja. Pero los activos de estas instituciones pueden también financiarse mediante créditos
otorgados a ellas por el banco central (la cuenta RED del pasivo bancario). Además, los
bancos tienen una parte de su activo en la forma de recursos disponibles (o líquidos), que
hemos designado ENC y, como ya sabemos, forman parte de la base monetaria, es decir,
son recursos monetarios creados por el banco central.
Hemos definido a ENC como las existencias de caja de los bancos más las
disponibilidades de esas instituciones mantenidas en la forma de depósitos a la vista (es
decir, en cuenta corriente) en el banco central. Como ya indicamos, la denominación de esta
cuenta la tomamos del término encaje. Este término hace referencia a los recursos que los
bancos están obligados a retener en forma líquida, y que se establecen como proporción de
los depósitos captados. Habitualmente, distintos tipos de depósito tienen requerimientos
diferentes de encaje (o de efectivo mínimo). Aquí ignoramos esas variantes, dado que
trabajamos con un agregado de todos los depósitos (DEP).
Por otro lado, los bancos pueden mantener ENC en el nivel mínimo establecido por la
autoridad monetaria (que fija los requerimientos correspondientes), o, si lo prefieren, ubicarse
por encima de esos valores. En lo que sigue supondremos en general, por simplicidad, que
ENC se mantiene normalmente en el mínimo legal (si una entidad se ubica por debajo del
nivel requerido, estará sujeta a punición por parte de la institución reguladora).
Conviene, por otro lado, explicitar las más importantes de las diversas simplificaciones
que estamos haciendo al plantear las hojas de balance. De manera congruente con el
supuesto de que, por el momento, tratamos con una economía financieramente cerrada,
ignoramos las operaciones financieras con agentes residentes en el resto del mundo. En
economías financieramente abiertas, tanto el banco central cuanto el sistema bancario
pueden tener pasivos externos (lo mismo que el gobierno y el sector privado no bancario,
pero nos concentramos aquí en las instituciones que tienen el papel central en el proceso de
creación monetaria).
Así, los bancos, por ejemplo, estarán normalmente en condiciones de financiar parte de
sus activos con deuda externa, y eso debería incorporarse en la hoja del balance, como una
nueva cuenta del pasivo. Por contrapartida, también podrán conceder créditos al resto del
mundo (más en general, podrán poseer activos contra no residentes45), aspecto que también,
por el momento, ignoraremos.
Otro punto importante es que, como hiciéramos con el banco central, supondremos nulo
el patrimonio neto bancario. Esta simplificación apunta a poner el foco en la actividad de
intermediación financiera (es decir, en la relación entre depósitos y créditos), que es un tema
central de esta sección y la actividad bancaria por excelencia.
Asumiremos también que las tenencias de base monetaria por parte del sector público
son insignificantes (es decir, consideraremos a CM como un activo del sector privado,

45
Incluyendo tenencias de moneda extranjera en caja. Los dólares en poder de los bancos locales, por
ejemplo, son pasivos de la Reserva Federal de los Estados Unidos.
exclusivamente) y que el crédito bancario está dirigido, en su totalidad, al sector privado (y no
al sector gubernamental). Estos supuestos simplificadores pueden levantarse sin
inconvenientes y no afectan en lo sustancial a la argumentación que se desarrolla en este
apunte.
Además, en lo que sigue supondremos que RED es igual a cero, es decir, ignoraremos a
los redescuentos.
Para concluir, cabe destacar una simplificación muy importante, en especial si se mira
esta cuestión a la luz de la experiencia argentina de los años noventa. Supondremos que los
bancos captan depósitos y otorgan créditos denominados en moneda nacional, y no en
moneda extranjera. En casi todas las economías del mundo los sistemas bancarios operan
fundamentalmente en la moneda local, por lo que no se trata de una simplificación forzada.
Sin embargo, en la Argentina de los años noventa una parte muy significativa (y creciente a
lo largo de la década) de las transacciones financieras internas se realizó en moneda
extranjera. Más concretamente, los depósitos y créditos se denominaban, en una alta
proporción, en dólares de los Estados Unidos.
En términos del planteo analítico, la incorporación de este elemento requeriría desdoblar
cada variable del sistema bancario agregado, distinguiendo una fracción denominada en
pesos y otra en dólares. Tendríamos algo así como un sistema superpuesto a otro,
distinguiéndose por la moneda de denominación de sus operaciones. A los efectos de la
descripción del proceso de creación de dinero, podemos evitar esta duplicación sin daño, y
casi seguramente ganando en claridad. En capítulos posteriores retomaremos la cuestión de
la dolarización, al examinar el caso concreto de la Argentina en la última década del siglo XX.
Volviendo al balance de los bancos, y dejando ahora de lado los redescuentos, tenemos:

(2) CRED + ENC = DEP.

Los depósitos, al igual que una fracción del circulante, constituyen lo que denominaremos
recursos monetarios en poder del público, es decir, integran una definición ampliada del
concepto de dinero, a la que designaremos con la letra M. De modo que tenemos:

(3) M = CM + DEP.

La hoja de balance46 del sector privado no financiero no financiero será:

46
Nos referimos aquí únicamente a los pasivos y activos financieros del sector privado no financiero en su
conjunto, ignorando los derechos de propiedad sobre activos físicos. También, por las mismas razones
esgrimidas en el caso de los bancos, suponemos por el momento que este sector no tiene activos ni
obligaciones financieras con el exterior.
Diagrama 7.5

SECTOR PRIVADO
NO FINANCIERO
ACTIVO PASIVO

CM DEP CRED

Examinaremos a continuación el proceso de creación secundaria de dinero concentrando


la atención en dos relaciones fundamentales, que reflejan el comportamiento del sector
privado no financiero (SPNF) y de los bancos, respectivamente.
La primera de ellas se refiere a las preferencias del SPNF relativas a la composición de su
cartera financiera activa, conformada por billetes y monedas (CM) y depósitos (DEP). Para
tratar de esas preferencias de cartera asumiremos que las mismas se reflejan en una
relación deseada que llamaremos “cm” y que definimos así:

(4) cm = CM/DEP.

Caracterizar este comportamiento implica establecer de qué dependerá la relación cm. En


un principio, a fin de facilitar el razonamiento, supondremos que ese cociente está dado
exógenamente en un nivel que designamos como cm0. En otros términos, razonaremos
inicialmente como si el sector privado no financiero tuviese unas preferencias fijas acerca de
qué proporción de su cartera quiere tener en la forma de circulante (o de depósitos).
La otra relación crucial en el proceso monetario refleja el comportamiento de los bancos,
y es la que se establece entre las disponibilidades bancarias (ENC) y los depósitos. La
designaremos como “e”:

(5) e = ENC/DEP.

En este caso supondremos también, para comenzar, que "e" está dada, exógenamente,
en el nivel e0, que coincide con el coeficiente de efectivo mínimo que la autoridad monetaria
exige mantener a los bancos.

El multiplicador bancario: un ejemplo numérico

Para comprender el proceso de expansión secundaria de la cantidad de dinero es útil


recurrir a una ilustración numérica sencilla. Permítasenos asumir que las relaciones "cm" y
"e" adoptan valores determinados (cm = 1; e = 0,1), para construir el ejemplo. Es decir,
asumiremos que la cartera deseada por parte del sector privado financiero se compone de
depósitos y billetes y monedas en partes iguales (eso es lo que indica que cm sea igual a
uno), mientras que los bancos mantienen como encaje un monto equivalente a 10% de los
depósitos que captan (como indica que “e” sea igual a 0,1). Describiremos una sucesión de
transacciones y asientos contables, en hojas de balance semejantes a las planteadas más
arriba, aunque dejando de lado algunas variables de las que hemos hablado pero que no
intervienen en el razonamiento que tenemos que hacer para presentar los mecanismos de la
expansión secundaria.
Participan en el proceso el banco central, los bancos y el sector privado no financiero. En
el cuadro que se incluye más adelante, debajo de cada balance y debajo también de la
variable que corresponda anotaremos sucesivos asientos, que reflejan el efecto de distintas
transacciones. Los números a la izquierda de cada línea indican el “día” (en sentido figurado,
simplemente para construir una secuencia temporal) en que se concreta da la transacción o
el asiento contable de que se trate (día 1, 2, etc.). La línea correspondiente a la transacción
que “domina” en cada ronda (es decir, en cada "día") aparece destacada en negrita.
Esperamos que la ilustración que se presenta abajo le resulte más clara siguiendo la
descripción paso a paso que presentamos enseguida.
El proceso se inicia el “día 1”, con una transacción que se refleja en la primera línea
debajo de la hoja de balance del banco central. Asumamos que en ese momento un
exportador vende cien dólares, que recibió por una exportación, a la autoridad monetaria47,
recibiendo (a la paridad 1 a 1 que utilizaremos para simplificar) 100 pesos a cambio.
Como se ve, el pasivo y el activo del banco central se incrementan simultáneamente en
esa cantidad. El sector privado no financiero, por su parte, tendrá ese mismo día un
incremento de $100 en sus tenencias de circulante. Se ha creado dinero por $100 a través
de una operación de intervención cambiaria.
¿Cómo sigue el proceso? Bien, si la cartera del sector privado no financiero estaba
inicialmente en equilibrio48, ahora ese sector tiene una proporción de circulante mayor que la
deseada. Por lo tanto, esa cartera habrá de ser recompuesta. En el ejemplo, eso sucede en
el día 2.
Tal vez el exportador49 que recibió los $100 deposite $50 en su banco. Entonces su
tenencia de circulante se reduce y sus depósitos aumentan en la misma cantidad. Con ello,
la relación “cm” retorna a su valor 1.
Esta última operación la vemos en la segunda línea debajo de la hoja de balance del
sector privado no financiero: el circulante en poder de este sector cae en 50 pesos, mientras
que suben correspondientemente las tenencias de depósitos.
Al mismo tiempo, también el "día 2", los bancos registran un aumento de $50 en su
pasivo (DEP). Asumimos que aún no han tenido tiempo de prestar esos fondos, por lo que la

47
Como sabemos, eso indica que el banco central está interviniendo en el mercado de divisas.

48
En este contexto, ese equilibrio inicial simplemente significa que se verificaba que cm = 1.
49
Para simplificar la exposición, razonamos como sí cada agente individual se comportara igual a los restantes
de su sector. Es decir, como sí cm = 1 para cada individuo (y e = 0,1 para cada banco). Pero estos cocientes
reflejan en realidad el comportamiento promedio de cada sector.
contrapartida de esos nuevos depósitos es un asiento positivo similar (es decir, por $50) en
la cuenta ENC.
Observe ahora la línea correspondiente a ese "segundo día" en la hoja del banco central.
Esta institución no ha intervenido en las operaciones producidas este día, y no se modifican
ni su activo ni su pasivo total, pero cambia la composición de éste último (es decir, la
composición de la base monetaria). Como resultado de las transacciones ocurridas entre el
SPNF y los bancos habrá 50 pesos menos de circulante y 50 pesos más de encaje que "el
día anterior".
Pero ahora son los bancos los que han pasado a estar en desequilibrio. Sobre los nuevos
depósitos están obligados a retener como encaje sólo el 10%, es decir $5 (según indica la
razón “e”). En consecuencia, pueden prestar los $45 restantes. Eso es lo que suponemos
que harán en el “día 3”, en el que los bancos tienen la voz cantante. Vea el asiento en la fila
correspondiente debajo de su balance: ENC se reduce en $45, al tiempo que CRED sube en
la misma magnitud.

Diagrama 7.6

BANCO CENTRAL
ACTIVO PASIVO

E. R BM = CM + ENC

1) +100 +100
2) - 50 + 50
3) + 45 - 45
4) - 22,5 + 22,5
5) + 20,25 - 20,25

BANCOS
ACTIVO PASIVO

CRED ENC DEP

2) +50 +50
3) + 45 - 45
4) +22,5 +22,5
5) + 20,25 - 20,25
SECTOR PRIVADO
NO FINANCIERO
ACTIVO PASIVO

CM DEP CRED

1) +100
2) - 50 +50
3) + 45 + 45
4) - 22,5 +22,5
5) + 20,25 + 20,25

¿Qué impacto tiene esto en el sector privado no financiero? Bien, en ese tercer día
alguien ha recibido un crédito por $45, y suponemos que retiró el dinero (que proviene de la
caja de los bancos). Luego, CM aumenta en esa cantidad, en la hoja de balance del SPNF.
La contrapartida es, como se ve, un aumento semejante del pasivo financiero de ese sector
(es decir, de CRED).
De nuevo habrá un cambio en la composición de la base monetaria, que puede
constatarse en la hoja de balance del banco central. El pasivo de las autoridades monetarias
con los bancos (ENC) se reduce en $45, y aumenta concomitantemente el circulante. El nivel
de BM no se modifica. En realidad, no cambiará en todo el ejercicio, luego del impulso inicial
de cien pesos que ya hemos descrito.
Ahora, una historia semejante a la anterior se inicia. De nuevo las carteras del SPNF
están en desequilibrio, ante el aumento de la tenencia de circulante (de $45, el tercer día, por
si hace falta recordarlo). De modo que podemos anticipar que, en el “día 4”, otra vez una
parte de los billetes y monedas en poder del público ingresará a los bancos. Éstos captarán
nuevos depósitos (ahora por $22,5) de los cuales luego prestarán una fracción, y así
sucesivamente.
No es necesario continuar con las rondas siguientes. Como puede verse, los incrementos
del crédito y los depósitos que se producen en las sucesivas etapas son decrecientes. El
proceso expansivo converge hacia cifras definidas que pueden calcularse de manera
relativamente sencilla, aunque no es necesario hacerlo aquí.
Lo que queremos destacar ahora es que la intervención de los bancos ha dado lugar a
una expansión adicional de la cantidad de dinero en circulación, en la definición amplia que
hemos designado como "M". Tomemos en cuenta lo sucedido hasta el momento en que
quedó completada la quinta ronda en nuestro ejemplo. El circulante (CM) en poder del sector
privado no financiero ha acumulado un incremento de $92,7550. Al mismo tiempo, los
depósitos del mismo sector aumentaron en $72,5.
Es decir que la cantidad total de dinero (en la definición M = CM + DEP) ha aumentado en
$165,25, a partir de los $100 de expansión primaria en la primera operación considerada en
nuestro ejemplo, correspondiente al banco central.

50
Es la suma algebraica de los sucesivos asientos en la cuenta CM del balance del sector privado no
financiero en el cuadro precedente.
Usted puede ver que esos 165,25 pesos equivalen a la variación inicial de la base
monetaria ($100) más el incremento posterior del crédito creado por los bancos.
Hemos presentado una descripción del proceso de expansión secundaria, a través del
cual los bancos crean simultáneamente dinero y crédito.
Es fácil percibir que ese proceso de creación de dinero bancario y de crédito será más o
menos intenso según qué valores tomen cm y e.
Será más intenso cuanto menor sea cm, porque en ese caso una fracción más elevada
de CM volverá a los bancos en cada ronda, dando así lugar a una mayor expansión del
crédito, también ronda tras ronda. Asimismo, será mayor cuanto menor sea "e", porque en
ese caso los bancos prestarán en cada ronda una fracción más elevada de los depósitos que
captan.
En síntesis, y poniendo el foco en el crédito, diremos que la cantidad de crédito que se
crea en la economía, que llamaremos “oferta de crédito” (CREDo), tiene tres determinantes
fundamentales: el tamaño de la base monetaria, y las relaciones de comportamiento cm y e:

Diagrama 7.7

cm

o
e CRED

BM

En principio, podemos decir entonces que el banco central puede afectar la creación de
crédito por dos vías principales. La primera es mediante operaciones que modifiquen la base
monetaria, como las que se han descrito al comienzo de este apunte. Si el banco central
expande la base, ese incremento dará luego lugar a un aumento de la oferta de crédito (y de
los depósitos, como acabamos de mostrar en el ejemplo numérico).
Las autoridades monetarias pueden lograr un efecto semejante operando sobre la razón
“e”. Si se reduce el encaje, la oferta de crédito normalmente aumentará. Puesto que la
cantidad total de dinero M crecerá más que la base monetaria, según ilustra el ejercicio
precedente, puede deducirse un “multiplicador” de la base monetaria, que nos dice que
relación existe entre la misma y la cantidad total de dinero (o eventualmente, un multiplicador
bancario que nos indica qué relación habrá entre la base monetaria y el total del crédito). El
tamaño de ese multiplicador depende de los valores que asuman cm y e).

El mercado de crédito

Ahora, ya caracterizada la oferta de crédito, pasamos a considerar la demanda. La


llamaremos CREDd. Supondremos, para comenzar, que la demanda de crédito, definida en
términos nominales (es decir, la demanda de crédito medida en pesos corrientes) depende
positivamente del nivel general de precios (P) y del ingreso real (Y). Esto es así porque es
razonable pensar que cuando aumenta el valor de las transacciones realizadas en la
economía, las necesidades de financiamiento se incrementan. Las variables P y Y reflejan el
comportamiento del volumen de transacciones, medidas a precios corrientes.
Para caracterizar el mercado de crédito asumamos, por el momento, que P e Y están
dados (en los niveles P = P0, Y = Yint, por ejemplo). En el mercado de crédito confluyen la
oferta y la demanda de esa mercancía, y allí entonces se determina el precio del crédito, que
es una nueva variable en nuestra argumentación: la tasa de interés i51.

Diagrama 7.8

cm

o
e CRED

BM i

d
P CRED

La ilustración nos indica que, por ejemplo, un aumento de la base monetaria, al


incrementar la oferta de crédito, tenderá a reducir la tasa de interés, mientras que una suba
de Y, al hacer que crezca CREDd, tendrá el efecto contrario, es decir, elevará i, ceteris
paribus.
Pero es necesario desarrollar un poco más esta argumentación para comprender más
acabadamente cómo funciona el mercado de crédito.
Consideremos primero la demanda, CREDd. Está claro que una mayor demanda de
crédito dará lugar, ceteris paribus, a una suba de i. Pero la relación es de ida y vuelta, puesto
que la tasa de interés es el costo del crédito, y entonces una tasa más alta desalentará a los
demandantes de fondos. (Por las dudas, vale notar que lo mismo sucede en cualquier
mercado: una mayor demanda de tomates tenderá a incrementar el precio, pero cuando el
precio del tomate sube, la cantidad demandada se contrae).
Veamos ahora con mayor minuciosidad qué sucede con la relación entre la oferta de
crédito y la tasa de interés.
51
La letra “i” designa a la tasa de interés nominal. La tasa real aparecerá en escena más adelante, cuando
examinemos el problema de la inflación.
Hemos supuesto hasta aquí que los cocientes cm y e están dados exógenamente. Un
paso razonable hacia una formulación algo más compleja y posiblemente más realista
consistiría en asumir que ambas relaciones dependen de la tasa de interés.
En el caso de la relación cm, una tasa de interés52 más alta podría llevar al público a
incrementar la proporción de depósitos bancarios en su cartera, para beneficiarse con esa
suba. De modo que parece razonable asumir que cm se vincula negativamente con i.
¿Podemos imaginar que “e” depende también de la tasa de interés? Bien, los bancos no
están en verdad forzados a operar con las tenencias de efectivo mínimas establecidas por
las autoridades monetarias. En ocasiones mantendrán reservas de liquidez por encima de
ese piso, por precaución o para reducir el riesgo de su cartera activa. Pero esos saldos
líquidos excedentes tienen un costo de oportunidad, que es justamente lo que el banco deja
de ganar por no prestar esos fondos. Ese costo está reflejado por la tasa de interés (además,
el banco paga un interés por obtener esos fondos del público, y lo que abona por esos saldos
que no utiliza no está siendo recuperado). En consecuencia, una mayor tasa tenderá a
reducir las tenencias de caja en estas instituciones.
Ahora, asumiendo que cm y e dependen de i, la oferta de crédito será también una
función de la tasa de interés. ¿Cómo será esta relación? Veámoslo paso a paso. Si i sube,
cae cm. Eso hará más intenso el proceso de expansión secundaria. Por ende, el crédito
ofrecido aumentará cuando la tasa de interés suba.
¿Y qué sucede con “e”? Este dependerá seguramente del coeficiente de efectivo mínimo
establecido por las autoridades monetarias (que llamaremos “emin”). Pero además, una tasa
de interés más alta llevará a los bancos a reducir su caja (es decir, a aumentar sus
préstamos), siempre que no se encuentren sobre ese valor mínimo (emin) exigido por las
regulaciones. De modo que también en este caso i estará positivamente vinculada con la
oferta de crédito. Correspondería afirmar que la oferta de crédito dependerá entonces de la
tasa de interés (porque cm y e dependen de ella), y dependerá también del coeficiente de
efectivo mínimo y de la base monetaria.
La relación entre el crédito ofrecido y la tasa de interés no presenta ambigüedad: a mayor
tasa, mayor oferta de crédito.

52
Si “i” es el costo del crédito (o tasa “activa”, porque es la que pagan las operaciones de crédito que
corresponden al activo de los bancos), los depósitos pagarán en realidad un rendimiento algo menor (o tasa
“pasiva”). La diferencia (denominada spread) es la fuente principal del valor agregado generado por los bancos,
a partir del cual cubren costos operativos y obtienen utilidades. Ignoramos aquí la diferencia entre ambas tasas.
Podríamos alternativamente suponer, por ejemplo, casi sin alterar nuestro tratamiento, que el spread es una
magnitud exógena, de manera que las tasas activa y pasiva se mueven juntas. Eso nos dejaría con una única
tasa de interés determinada endógenamente.
Por otro lado, no todos los depósitos pagan intereses, y no todos pagarán la misma tasa, lo que también
dejamos de lado aquí.
Para representar gráficamente el mercado de crédito con estos “ajustes”, puede ser útil
hacerlo recurriendo a las habituales curvas de oferta y demanda de mercado, en un
diagrama de coordenadas cartesianas:

Diagrama 7.9
El mercado de crédito

o
i CRED (BM, emin)

i*

d
CRED (P,Yint)

CRED

La curva CREDo muestra la relación entre la oferta de crédito y la tasa de interés. Como
acabamos de indicar, la misma es positiva, porque cm y e dependen de la tasa de interés del
modo que ya indicamos. Pero la posición de esa curva dependerá a su vez del valor de la
base monetaria (BM), y del coeficiente de efectivo mínimo (emin). Así, por ejemplo, una suba
de la base monetaria, o una reducción de emin, aumentarán la oferta de crédito (por los
canales que ya hemos explorado más arriba), de modo que para cualquier tasa de interés
habrá más oferta de fondos luego de esos cambios que antes. En el gráfico que sigue
ilustramos el efecto de una suba de la base monetaria, desde BM hasta BM’:

Diagrama 7.10

o
i CRED (BM, emin)

o
CRED (BM', emin)
a
i*

i**

d
CRED (P,Yint)

CRED
Si el mercado de crédito estaba inicialmente en equilibrio a la tasa de interés i*, la
expansión de BM crea un exceso de oferta de fondos ejemplificado en el gráfico por la
distancia “a”. Eso producirá una declinación del precio del crédito, es decir, del tipo de
interés, hacia i**. A medida que la tasa de interés declina, la demanda de crédito se
incrementa (es un movimiento sobre la curva CREDd, desde el punto de equilibrio anterior
hacia el nuevo. Al mismo tiempo, la oferta de crédito se contrae, lo que podemos pensar
como un movimiento hacia “el sudoeste”, sobre la nueva curva CREDo.
En este razonamiento estamos asumiendo que la curva de demanda no se mueve. La
posición de la misma depende, como el gráfico indica, de los niveles de P y de Y. Si Y
aumentara, por ejemplo, la curva CREDd se desplazaría hacia la derecha.
En síntesis, estamos argumentando que la tasa de interés de equilibrio puede ser
afectada por medidas de política monetaria. Si el banco central aumenta la base monetaria o
baja el coeficiente de efectivo mínimo, el interés de equilibrio debería descender, ceteris
paribus. Lo contrario se obtendría con medidas de política monetaria de carácter contractivo.

La tasa de interés y el gasto agregado

Planteados hasta aquí los elementos esenciales relativos a la determinación de la tasa de


interés, tenemos ahora que conectar nuestro análisis de los procesos monetarios con el
equilibrio de ingreso-gasto de los apuntes precedentes. Para eso es necesario introducir la
tasa de interés en el esquema de determinación de Yint. Es lo que hacemos a continuación.
Por varios canales puede conectarse el análisis monetario con el relativo a la
determinación del equilibrio de ingreso-gasto.
La vía que ocupa el lugar central en las argumentaciones macroeconómicas más
corrientes se da a través de la tasa de interés. Parece razonable suponer que algunos
componentes del gasto planeado, en especial el consumo y la inversión, dependerán de esa
variable. Si una empresa planea realizar un proyecto de inversión financiándolo con fondos
propios, por ejemplo, el costo de oportunidad de esos recursos aumentará al subir el
rendimiento de los mismos en una colocación financiera. Con esto, algunas decisiones de
inversión (física) serán desalentadas por una tasa de interés más alta. Por otro lado, si la
firma pensaba financiar sus proyectos de inversión con recursos de terceros (con crédito),
también una tasa más alta desalentará la ejecución de algunos de ellos, al hacerlos más
costosos. Asumiremos, en consecuencia, que la inversión se vincula negativamente con la
tasa de interés.
Dejando por unos instantes de lado el mercado de crédito, concentrémonos en el
equilibrio de ingreso-gasto: el mismo dependerá ahora de la tasa de interés. Concetraremos
el argumento en la relación negativa entre inversión e interés:
Diagrama 7.11

i I*

G*

X*
DA Y
Ca
E
Cy
YD T

Q*

La política monetaria

Si el nivel de equilibrio del producto depende de la tasa de interés, se concluye que


podría en principio ser afectado por las decisiones del banco central.
¿Cómo opera la política monetaria? Para examinarlo conviene tomar en cuenta los
últimos dos diagramas, puesto que habrá varias interacciones entre los dos conjuntos de
variables, las del mercado de crédito y las consideradas en el esquema de determinación de
Y en función de la demanda agregada. Consideremos inicialmente una medida de política
monetaria expansiva. El banco central aumenta los redescuentos53 a los bancos, por
ejemplo.
Mediante esa operación expande la base monetaria. Eso induce una expansión de la
oferta de crédito. A la tasa de interés vigente, aparece, en consecuencia, un exceso de oferta
de crédito y la tasa de interés de equilibrio bajará.
Alcanzado este punto en el razonamiento, es decir, habiendo concluido que la política
monetaria expansiva tenderá a reducir la tasa de interés, tenemos que desplazar la mirada
53
Dada nuestra descripción de las operaciones normales de un banco central, podríamos haber pensado
también en una operación de mercado abierto. Las autoridades monetarias podrían actuar, por ejemplo, en el
mercado secundario de bonos públicos, comprando bonos, con lo que expandirían también la base.
Eso es correcto, pero en verdad no es completamente lícito plantearlo en el modelo que estamos desarrollando
aquí, porque para hacerlo deberíamos, en rigor, desplegar otro mercado en dicho modelo: el mercado de bonos,
en el que posiblemente se determinaría otro precio, es decir, otra tasa de interés. Si optamos por no hacer esto
último, debemos suponer que los bonos están agregados al crédito, el único activo no monetario que tenemos
en danza. Es decir, están ocultos, integrando ese agregado. A los efectos de esta sección es práctico
simplemente dejar en suspenso a los bonos, y pensar que las medidas de política monetaria, expansivas o
contractivas, operan esencialmente por la vía de los redescuentos.
hacia la determinación de Y. Este cambio en el costo del crédito alentará la inversión, y la
demanda agregada DA aumentará. ¿Cuánto? Depende de la magnitud de la caída de "i" y de
cuán grande sea la respuesta del gasto de inversión a variaciones en la tasa de interés.
Cabe aquí una referencia inicial a la eficacia de la política monetaria. Vemos, en una
primera aproximación, que la misma dependerá de algunos parámetros de comportamiento.
Es inmediato reconocer que la “elasticidad-interés” de la inversión (o, más en general, del
gasto planeado) es uno de ellos. Si esta elasticidad fuese nula, la tasa de interés no
gravitaría en la determinación de la inversión y tampoco, en consecuencia, en el ingreso de
equilibrio. Éste se establecería tal como lo vimos en la versión más simple del modelo
keynesiano. Por cierto, dada la forma en que estamos planteando nuestra argumentación
aquí, la eficacia de la política monetaria dependerá también de cuánto se expanda la oferta
de crédito luego del impulso monetario. Sobre esto último gravita el comportamiento de cm y
de e, como hemos visto más arriba. El otro dato relevante corresponde a la sensibilidad de la
demanda de crédito a la tasa de interés. Cuanto menor sea ésta, es decir, cuanto menos
sensible sea a cambios en el interés, mayor será la variación de la tasa de interés que
seguirá a determinada variación de la oferta de crédito.
En realidad esta historia no ha concluido aún. Pese al riesgo de complicar un poco las
cosas, debemos decir que al subir Y como consecuencia de la caída de la tasa de interés,
aumenta la demanda de crédito (recuerde que CREDd es una función de Y, entre otras
variables). Esto a su vez hace que "i" no decline tanto como lo haría con un ingreso agregado
constante. Pero es claro que la tasa de interés declinará de todos modos (porque si no fuese
así, la inversión no aumentaría, como tampoco Y ni la demanda de crédito).
Una política monetaria contractiva tendá, normalmente, efectos del mismo tipo pero de
signo contrario. La tasa de interés tenderá a subir, y el ingreso de equilibrio se reducirá.

La política fiscal

Con la introducción del dinero y del mercado de crédito, nuestro análisis de la política
fiscal se modificará también un tanto.
Consideremos, por ejemplo, una política fiscal expansiva. Un aumento del gasto público
G o una reducción del componente autónomo de T generarán un aumento del producto o del
ingreso de equilibrio, como anteriormente. Pero ahora, el aumento del ingreso que seguirá
tendrá una repercusión que antes, en una versión más simple de esta argumentación, no
podíamos considerar: se incrementa la demanda de crédito, y por lo tanto la tasa de interés
de equilibrio sube.
La suba de i, por su parte, afectará negativamente a la inversión privada. El ingreso de
equilibrio se incrementará, en definitiva, pero menos de lo que lo haría sin la presencia de
este factor amortiguador, que se conoce como "efecto desplazamiento".54
Por otra parte, una política fiscal contractiva llevará a un menor nivel de equilibrio de Y,
pero también amortiguado, ceteris paribus, por un aumento de la inversión privada motivado
por la declinación de la tasa de interés.
La magnitud del efecto desplazamiento dependerá no sólo del tamaño del impulso fiscal
inicial, sino también de los mismos factores que gravitan en la eficacia de la política
monetaria, que mencionáramos más arriba.

Dinero, crédito y el resultado del balance de pagos

Ya es tiempo de reintroducir las relaciones con el resto del mundo y el balance de pagos,
que dejamos en suspenso, hasta aquí, en este apunte.
El punto que atraerá nuestra atención ahora es el referido a la relación entre el balance
de pagos y el mercado de crédito.
Enfatizamos esa interrelación porque estamos suponiendo, por el momento, que estamos
en presencia de un régimen de tipo de cambio fijo. En estas condiciones, la autoridad
cambiaria estará interviniendo en el mercado de divisas. Eso tiene gravitación sobre la
cantidad de dinero y crédito, es decir, incide en los procesos monetarios y financieros. Como
hemos indicado más arriba y retomaremos más adelante, esta conexión entre el sector
externo y las cantidades de activos y pasivos monetarios será bien diferente con un régimen
de tipo de cambio flotante, en especial si se trata de flotación pura, es decir, sin ninguna
intervención.
Retornemos ahora al caso en el que el comercio que nuestra economía mantiene con el
resto del mundo arroja un déficit y, como consecuencia, las reservas de divisas en poder del
banco central están declinando. Como explicáramos en el capítulo precedente, éste es el
resultado de la intervención cambiaria, en una situación en la que, como caracterizáramos,
se verifica que Yex es menor que Yint.
La declinación del acervo de reservas se manifiesta también en una reducción de la base
monetaria, como ya vimos al discutir el papel del banco central en la creación de dinero. Es
decir, la intervención cambiaria tiene, en la economía de nuestro ejemplo, un efecto
monetario contractivo.

54
Porque la expansión del gasto público (o del consumo privado, si la medida fiscal se basa en una
modificación de las tasas impositivas) produce un "desplazamiento" de parte del gasto privado en inversión. Se
utiliza a veces la expresión en inglés crowding out para designar al mismo fenómeno.
Esterilización

Pese a ello, el banco central podría preferir mantener estable a la base monetaria, por
ejemplo para evitar que se altere la tasa de interés. Para ello sería necesario que la autoridad
monetaria compensara la reducción del circulante que resulta del déficit de balance de pagos
a través de operaciones monetarias expansivas de otro tipo. Hay más de una posibilidad.
Puede, por ejemplo, expandir el crédito a los bancos (los redescuentos). O, si lo prefiere,
reducir el coeficiente de efectivo mínimo. Naturalmente, por este último camino no se evitaría
la contracción de la base pero, al menos durante cierto tiempo, sería posible contener la
consecuente reducción de la oferta de crédito. A través de cualquiera de esas acciones el
banco central podría apuntar a mantener la tasa de interés de equilibrio aproximadamente en
el nivel en el que eventualmente se encuentre. Todas estas medidas destinadas a
compensar el efecto monetario resultante de las operaciones cambiarias se denominan
acciones de esterilización55 monetaria.
Ahora bien, si el banco central de nuestra economía hipotética, que presenta un déficit en
el balance de pagos, esteriliza el impacto monetario de ese déficit, estaremos nuevamente
ante el cuadro insostenible, que no es otro que el que examináramos en los apuntes
precedentes, al analizar el conflicto entre el balance de pagos y el ingreso de equilibrio
interno. La insostenibilidad deviene, aquí también, del carácter limitado del stock de reservas.
¿Qué sucederá si, en cambio, la intervención cambiaria no es esterilizada? En este caso,
la base monetaria va a contraerse acompañando la caída de las reservas. Esto dará lugar,
posteriormente, a la contracción de la oferta de crédito, con la consiguiente aparición de un
exceso de demanda en ese mercado. La consecuencia inmediata será una suba de la tasa
de interés. En nuestro gráfico del mercado de crédito, al caer la base monetaria, la curva
CREDo se moverá hacia la izquierda.
Posteriormente, la suba de i repercutirá en el gasto total planeado. Este bajará y con él se
contraerá Y. El efecto es igual al que tendría una medida de política monetaria contractiva,
aunque aquí se trata de un proceso endógeno y no de una medida de política. (Como ya
sabemos, el cambio en Y tiene repercusiones posteriores, en una "segunda vuelta". Observe

55
Hablamos aquí de la esterilización de una contracción monetaria originada en un déficit del balance de
pagos. Si tuviéramos, en cambio, un balance de pagos superavitario, la acumulación de reservas estaría
acompañada por expansión del dinero y el crédito. En este caso, la esterilización podría consistir en
operaciones de venta de bonos preexistentes en la cartera del banco central (que retirarían dinero de la
circulación), o en subas del encaje, por ejemplo. En ocasiones, los bancos centrales también emiten sus propios
papeles de deuda, con fines de regulación monetaria, los que suelen ser de corto plazo y no constituyen,
naturalmente, deuda del Tesoro, como hemos visto más arriba al mencionar las “Lebac” que emite el Banco
Central de la Argentina. Las medidas de esterilización monetaria apuntan a mantener la cantidad de dinero o de
crédito, o bien la tasa de interés, según cuál sea la variable que la autoridad monetaria esté procurando
estabilizar o esté monitoreando como indicador principal del estado de los mercados financieros internos.
que, puesto que el nivel de actividad se reduce, lo mismo sucederá con la demanda de
crédito, de manera que la suba de la tasa de interés se ve atenuada).
¿Hasta cuándo (o mejor, hasta dónde) seguirá la contracción? La respuesta es clara: la
presión alcista sobre la tasa de interés persistirá en tanto haya déficit de balance de pagos y
caída de reservas. Por ende, el proceso sólo se detendrá cuando el ingreso de equilibrio
interno haya declinado tanto como para coincidir con Yex.
Acabamos de describir, en consecuencia, un mecanismo de ajuste automático de las
cuentas externas de la economía, cuyo "motor" es de naturaleza monetaria. Ésta es nuestra
primera versión de lo que se conoce como el enfoque monetario del balance de pagos. Este
enfoque indica que, en una economía con tipo de cambio fijo, basta con que el banco central
no esterilice el efecto monetario del balance de pagos para que éste encuentre de manera
automática su equilibrio.
Es claro, sin embargo, que al igual que la política fiscal contractiva que explicáramos en
capítulos anteriores, este mecanismo de ajuste es, en el caso que estamos discutiendo, de
carácter recesivo.56

56
Recordemos que que estamos enfocando una situación de déficit de las cuentas externas. Si, en cambio,
éstas estuvieran en superávit, las reservas aumentarían, y con ella lo harían el dinero el crédito, caerían las
tasas de interés y la economía se expandiría (siempre suponemos, por ahora, que no se está operando sobre la
frontera de recursos) hasta que el aumento de las importaciones lleve al balance de pagos al equilibrio.
Evolución y perspectivas del empleo y del desempleo
La Nación 09/4/00
por Roberto Frenkel

La información que recoge habitualmente la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC


permite un seguimiento bastante preciso de la evolución de las condiciones de empleo de la población
urbana del país. Sin embargo, los boletines periódicos que difunde el organismo no facilitan al público
una lectura directa de esa información. Por ejemplo, mientras la tasa de desempleo publicada es el
cociente entre el número de desempleados y la población activa, la tasa de subempleo involuntario se
presenta como el cociente entre el número de subempleados y la población total. (Los subempleados
involuntarios son las personas que trabajan involuntariamente menos de treintaicinco horas a la
semana. Su ingreso promedio es aproximadamente la mitad del ingreso medio de los trabajadores a
tiempo completo).
En el Gráfico 1 se procura subsanar esa dificultad mostrando el desempleo y el subempleo
involuntario como porcentajes de la población activa, lo que permite sumarlos y considerar el
agregado. Como puede verse, la tasa de desempleo, la de subempleo involuntario y consecuentemente,
el agregado de ambas, tuvieron una tendencia creciente en los años ochenta hasta alcanzar un pico en el
primer semestre de 1990. Luego se redujeron, en correspondencia con la reactivación que comenzó en
el segundo semestre de ese año, y permanecieron prácticamente constantes hasta 1992. En estos años el
agregado representaba aproximadamente 15% de la población activa. Actualmente (en la encuesta de
octubre de 1999) esa suma representa 28%, dividida por mitades entre desempleados y subempleados
involuntarios. Puede observarse que ese verdadero salto se produjo entre 1993 y 1995 y que buena
parte de éste tuvo lugar antes de la recesión del tequila, aún con la economía en franco crecimiento.
Una perspectiva más detallada puede obtenerse expresando los datos que suministra la encuesta
como porcentajes de la población urbana total del país. Esto es lo que hacemos en el Gráfico 2. Sobre
cada una de las series está dibujada la línea de tendencia correspondiente. La línea superior es la tasa de
actividad: el porcentaje de la población que participa (o, mejor, quiere participar) en el mercado de
trabajo. Era 38% en 1980 y es casi 43% en la actualidad. Esto es bueno. El potencial de crecimiento y
la capacidad de sustentación de la población dependen de la participación en el trabajo. A mayor
desarrollo corresponde mayor participación.
La línea inferior representa el porcentaje de la población ocupada a tiempo completo (esto es,
más de trintaicinco horas semanales; en promedio trabajan unas 55 horas a la semana). Está incluído en
este porcentaje la proporción de la población que trabaja voluntariamente menos de treinticinco horas a
la semana (significa alrededor de 3%). Entre las líneas correspondientes a la tasa de actividad y a la
tasa de ocupación a tiempo completo se observan el subempleo involuntario (entre la línea inferior y la
línea central) y el desempleo (entre la línea central y la línea superior).
El Gráfico 2 ofrece una explicación más rica sobre los problemas de empleo. Puede observarse,
en primer lugar, que la ampliación del desempleo y del subempleo involuntario desde 1992 está
asociada con la contracción del porcentaje de la población ocupada a tiempo completo, que muestra
una acentuada tendencia negativa desde entonces. Entre 1992 y 1996 ese porcentaje se redujo algo más
de 5 puntos, como consecuencia de la reestructuración, primero, y de la recesión, en 1995-96. Unos dos
tercios de esta caída corresponden a la contracción del empleo en la industria. Pero también se contrajo
el empleo en comercio y en la construcción.
Con la expansión que siguió a la crisis del tequila el porcentaje de empleo a tiempo completo se
incrementó algo más de 2 puntos y volvió a contraerse con la recesión más reciente. En resumen, entre
1992 y 1999 el porcentaje se redujo 4.5 puntos (número equivalente a un 10% de la población activa).
La tasa de empleo a tiempo completo es la variable del mercado de trabajo que más refleja los
procesos económicos, tanto los efectos de la reestructuración como la incidencia del ciclo del nivel de
actividad. En cambio, el porcentaje de subempleo involuntario (que se adiciona al de empleo a tiempo
completo para totalizar el porcentaje de empleo total) tiene un comportamiento contracíclico similar al
del desempleo. Cuando cae el empleo a tiempo completo, por reestructuración o por recesión, el
subempleo involuntario aumenta junto con el desempleo. A la inversa, cuando aumenta el nivel de
actividad, se incrementa el empleo a tiempo completo y se reducen el subempleo involuntario y el
desempleo.
Las mencionadas características de la variable hacen de ésta el mejor instrumento para ensayar
un pronóstico de la evolución del empleo y del desempleo. A este fin consideramos en primer lugar el
efecto de la reactivación sobre la tasa de empleo a tiempo completo. Mediante técnicas econométricas
estimamos que el porcentaje de la población total empleada a tiempo completo tiende a crecer
aporximadamente un octavo de punto (0.13) por cada 1% de crecimiento del PIB. Esto implica que si
se verifica la hipótesis oficial de crecimiento de 4%, ese porcentaje aumentaría en un año 0.5 punto
porcentual. Ese crecimiento no se reflejaría completamente en la tasa de empleo total, porque se
observará también una reducción de la tasa de subempleo involuntario. Tomando esto en cuenta,
estimamos (econométricamente) que un 80% del aumento de la tasa de empleo a tiempo completo se
refleja en la tasa de empleo total (el 20% restante se refleja en la contracción del subempleo
involuntario). En consecuencia, la tasa de empleo aumentaría el 80% de 0.5 punto, esto es, 0.4 punto
porcentual.
Para pronosticar la evolución del desempleo nos resta considerar la tasa de actividad. Esta tiene
una tendencia creciente desde mediados de la década de los ochenta que significa 1 punto porcentual
cada tres años. Resulta principalmente de la progresiva incorporación de la mujer. Dado que la tasa de
participación femenina es aún bien inferior a la observada en muchos países desarrollados y
subdesarrollados, puede suponerse razonablemente que la tendencia observada permanecerá en el
futuro cercano. A favor del argumento puede agregarse que desde 1996 los datos de tasa de actividad se
colocaron casi exactamente sobre su línea de tendencia, como puede verse en el gráfico, aún con
cambiantes condiciones económicas. La hipótesis implica que en el año que estamos pronosticando la
tasa de actividad aumentaría un tercio de punto, digamos 0.3 punto porcentual para redondear.
Se concluye que si el PIB crece 4%, el porcentaje de desempleados en la población urbana total
se reduciría en 0.1 punto porcentual (0.4 de aumento de la tasa de empleo menos 0.3 de aumento de la
tasa de actividad). Puesto el número en porcentaje de la población activa, como se publica
habitualmente, la tasa de desempleo se reduciría en un año en 0.24 punto porcentual. Digamos,
aproximadamente, del 13.8% de la última medición, a 13.6% ó 13.5%.
Roberto Frenkel es investigador del CEDES y profesor de las universidades de Buenos Aires y
Palermo.
Gráfico 1
Tasas de desempleo y subempleo involuntario
En porcentajes de la población activa
35

30

25

20 DESEMPLEO+SUBEMPLEO
INVOLUNTARIO
15

10

5 DESEMPLEO

0
80 82 84 86 88 90 92 94 96 98 00
Gráfico 2
Tasas de actividad y empleo
En porcentajes de la población urbana del país

44

40 ACTIVOS
desempleo

36
EMPLEO

subempleo
32 OCUPADOS involuntario
TIEMPO COMPLETO

28
80 82 84 86 88 90 92 94 96 98 00
Variaciones de precios nominales y equilibrio macroeconómico

Mario Damill

(Setiembre de 2003)
Pleno empleo y ajustes del nivel de precios

Más arriba, en este capítulo, hemos examinado los efectos de perturbaciones


exógenas sobre la demanda agregada, con precios dados. Frente a una suba del gasto
público, por ejemplo, la economía se expandiría. Hemos visto detenidamente como,
adoptando el supuesto de precios nominales fijos, todos los ajustes son por cantidades. A
precios constantes, se modifican los volúmenes producidos de bienes y servicios.
El caso polar opuesto está representado en el gráfico anterior, en el que
representamos la curva OA neoclásica. Allí, Ype designa al producto de pleno empleo, cuyas
características y connotaciones también analizamos al describir la visión neoclásica del
mercado laboral.
Asumamos ahora que los mecanismos de precios y salarios funcionan como describe
la visión neoclásica, y que responden muy rápidamente, de modo que la economía se
mantiene todo el tiempo en pleno empleo. Esto es muy exigente, porque supondría que los
mecanismos autorreguladores son muy potentes y eficaces, de manera que cualquier shock
se resuelve mediante ajustes de los precios en los distintos mercados, sin que varíen las
cantidades producidas.
¿Cómo operan esos mecanismos de ajuste de precios, si los observamos en el plano
macroeconómico? Veamos paso a paso lo que ilustra el gráfico siguiente (por simplicidad,
hemos representado ahora a las curvas de demanda como simples rectas).

Perturbaciones de demanda y
ajustes del nivel de precios nominales

P0

P1

DA0

DA1

Y0 Ype Y

Allí, el punto (P0,Ype), situado sobre la curva DA0, corresponde a la situación inicial.
Imaginemos ahora que, por alguna circunstancia, la demanda agregada se contrae. Tal vez
los empresarios se tornan súbitamente más pesimistas en relación con el futuro y deciden
invertir menos a cualquier tasa de interés. Eso se representa en el gráfico mediante el
desplazamiento de DA hacia DA1.
Al nivel de precios P0, el ingreso de equilibrio sería Y0. Allí concluiría nuestro análisis,
según hemos procedido en los capítulos anteriores. Pero ahora las cosas cambian, porque
hemos adoptado el supuesto de pleno empleo. En la situación que estamos describiendo, el
gasto agregado (ex ante) que la economía genera (que es igual a Y0, a los precios P0
vigentes) resulta insuficiente para absorber el producto de pleno empleo, Ype. Aparece lo que
suele designarse como una brecha deflacionaria, reflejada por la distancia entre Ype y Y0.
¿Qué sucederá entonces? Bien, podríamos suponer que, en tales circunstancias,
dado el nivel insuficiente del gasto agregado, el nivel de precios descenderá. (En general,
asumiremos ahora que si DA>OA los precios suben, y si sucede lo contrario, bajan). Al bajar
P, nos moveríamos ahora sobre la nueva curva de demanda agregada, desde el punto
(P0,Y0) hacia el sudeste. La brecha deflacionaria persistirá, aunque tenderá a reducirse a lo
largo del tiempo (y muy rápido si asumimos que los ajustes vía precio son muy veloces),
hasta que se alcance el punto (P1,Ype), que es el nuevo equilibrio de pleno empleo.

El efecto Keynes

Lo que sucede a lo largo de esa trayectoria de ajuste del gasto agregado ya lo hemos
descripto: al caer los precios nominales, se alteran las condiciones monetarias y financieras
(aumenta la oferta de dinero medida en términos reales) de modo que cae la tasa de interés.
Esto a su vez lleva a una recomposición del gasto de inversión (y eventualmente también de
consumo, si éste dependiera de la tasa de interés), el que luego es potenciado por la acción
del multiplicador.
Este efecto de la deflación nominal sobre el gasto agregado, que pasa por la tasa de
interés, se denomina efecto Keynes. Se lo interpreta como un mecanismo autorregulador de
la economía de mercado. Permitiría, en el ejemplo que estamos examinando, recomponer el
equilibrio de pleno empleo luego del shock negativo que debilitó a la demanda agregada.
Recuerde qué sucede en el mercado de trabajo a lo largo del ajuste. La caída de los
precios nominales genera un exceso de oferta de trabajo al salario inicial (W0), de manera
que éstos tienden a caer, restableciendo el equilibrio (como los precios bajan, los
trabajadores querrán trabajar más que antes, dado el salario nominal, y los empresarios, por
el contrario, querrán reducir sus planteles laborales). Si el ajuste es instantáneo, de manera
que estamos todo el tiempo en equilibrio, los salarios nominales caen pari passu con los
precios y el salario real no varía. Ese es el movimiento de “descenso vertical” a lo largo de la
curva de oferta agregada neoclásica, desde (P0, Ype) hacia (P1, Ype).

Trampa de liquidez

La cuestión de si la caída de los precios nominales pondría en marcha mecanismos


expansivos capaces de corregir una brecha deflacionista (como el efecto Keynes que
acabamos de presentar) ha merecido extensísimas discusiones a lo largo de décadas de
debate macroeconómico.
Algunos de esos debates, dejando de lado por ahora la cuestión de la rigidez a la baja
de los precios o de los salarios, pasan por la plausibilidad del efecto expansivo de la
deflación que operaría vía tasas de interés.
Un caso de gran fama en la literatura económica es el de la llamada trampa de
liquidez.
Considere el mercado de dinero del gráfico siguiente, por ejemplo.
El mercado de dinero

s
m (M0/P0)
i

i0

d
m (Y0)
i'

En nuestras explicaciones anteriores del comportamiento de la demanda de dinero


simplemente la asumimos como una recta de pendiente negativa, en el plano (i,m). Pero es
posible que la elasticidad-interés de la demanda monetaria se haga mayor a medida que las
tasas bajan. A tasas muy altas, por ejemplo, podemos imaginarnos que la gente desea tener
un mínimo de dinero, apenas el que requiere para hacer transacciones, porque, dadas sus
percepciones del riesgo, a un interés suficientemente elevado preferirán minimizar sus saldos
monetarios ociosos. En ese caso, la demanda de dinero se convierte en una línea vertical, lo
que indica que la elasticidad-interés de la función md es, en esa zona, nula (asegúrese de
comprender que a esa “zona” de md corresponde un tramo vertical de la curva LM). Para
tasas más bajas, la demanda de dinero se incrementa, porque así lo hacen los saldos
“ociosos”. A medida que i desciende, más dinero retendrá el público, reduciendo así el riesgo
de sus carteras.
Sin embargo, es posible que, en ciertas circunstancias, la demanda de dinero crezca
fuertemente a medida que las tasas bajan. En un caso extremo, podemos pensar que la
demanda de dinero se hace horizontal: a una cierta tasa de interés (i’, en el gráfico), la
demanda de dinero podría absorber toda la riqueza.
¿Qué significa esto? Pensémoslo así. Recuerde que la tasa de interés guarda relación
inversa con el precio de los bonos. De modo que una tasa relativamente “baja”, como i’,
estará asociada con un precio de los bonos (Pb’), “relativamente alto”. Supóngase que ese
precio de los bonos es en realidad tan alto que un precio apenas superior será considerado
inseguro por los tenedores de bonos. Inseguro quiere decir: un precio que probablemente no
se sostendrá en el futuro. Los tenedores de bonos, supongamos, tienen expectativas muy
firmes acerca del precio futuro probable de los activos de largo plazo, y en función de ello,
reaccionan. Hasta un precio como Pb’, todavía están dispuestos a retener bonos. Pero a un
precio levemente mayor, saldrán a vender. Si actúan así, saliendo a vender en cuanto Pb
sube unos centavos por sobre Pb’, lo que lograrán, posiblemente, sea que Pb no suba. Salen
a vender y así “planchan” el precio de los bonos. No lo dejan subir. Pero eso es lo mismo que
decir que la tasa de interés encontrará un “piso” (el piso de las tasas se corresponde con el
techo del precio Pb) por debajo del cuál será muy difícil que descienda. Ese piso es i’.
Imaginemos ahora que el banco central realiza una política monetaria expansiva. La
curva de oferta monetaria se desplaza hacia la derecha. Normalmente eso tenderá a reducir
la tasa de interés de equilibrio. Pero tal cosa no sucederá si ya nos encontramos en la zona
de md en la que esta curva es horizontal. El banco central tal vez quiera reducir las tasas,
pero las operaciones de mercado abierto no lo lograrán. Cuando el precio de los bonos
“amenace” con ascender, los tenedores de bonos (los agentes a los que la literatura designa
como “especuladores bajistas”) saldrán a vender y no lo dejarán subir. Ergo, el banco central
se verá en grandes dificultades para bajar las tasas de interés. (Cerciórese de que
comprende que el tramo horizontal de la curva de demanda de dinero se corresponde con
una zona horizontal de la correspondiente curva LM; recuerde la expresión de la pendiente
de esta última).
La consecuencia de una situación como la que acabamos de describir es clara: la tasa
de interés no baja, o lo hace muy limitadamente, debido a esta preferencia por liquidez por
parte del público. Y si la tasa de interés no baja, tampoco se recupera la inversión. De modo
que si estuviéramos en presencia de una brecha deflacionista, ésta no sería corregida, en un
caso como el que estamos enfocando, por el llamado efecto Keynes.
Ahora bien, lo que hace ineficaz a la política monetaria, bloquea también la operación
del “mecanismo autorregulador” que actúa por la vía de la deflación. La caída de los precios
nominales aumenta el valor real del dinero existente, pero la tasa de interés no baja. El
efecto Keynes está bloqueado. La economía encuentra serias dificultades para que el gasto
agregado retorne automáticamente al nivel requerido para mantener el nivel del producto de
pleno empleo.
Como se comprenderá, este argumento se relaciona con la pendiente de la función
DA. Si la deflación no afecta al gasto agregado, estaríamos en presencia de una línea DA
vertical, en el plano (P,Y). Como hemos indicado, en este caso, si DA<OA, la economía no
podría corregir espontáneamente la brecha deflacionista. Tome en cuenta que un resultado
semejante se verificaría si, aunque la tasa de interés pudiese bajar, la demanda de inversión
fuese muy inelástica en relación con la tasa de interés (es decir, si nuestro coeficiente b2
fuese muy pequeño, próximo a cero. Vuelva a la expresión (3.3). Compruebe allí lo que
estamos afirmando: cuando “l” tiende a infinito, los precios dejan de intervenir en la
determinación de Y. Lo mismo sucede si b2 se anula).
Ya hemos indicado que las circunstancias que hacen ineficaz a la caída de precios
nominales para corregir una brecha deflacionista mellan también el filo de la política
monetaria. Muy por el contrario, en tal situación la política fiscal puede tener un efecto pleno.
Si se está operando en la zona en que la curva de demanda monetaria se hace horizontal,
una expansión económica no incrementará la tasa de interés de equilibrio (la LM será
también horizontal, no lo olvide). Esto significa que no habrá efecto desplazamiento, y el
impacto de la política fiscal será tal como el que calcularíamos con el modelo keynesiano
simple. Podemos pensar así que aquél modelo sencillo de los primeros capítulos tenía por
detrás, implícito, un funcionamiento de los mercados financieros semejante al que estamos
examinando aquí: si la demanda monetaria es muy elástica a la tasa de interés, la
disponibilidad de recursos líquidos no actúa como una restricción para la expansión
económica. Se entiende entonces que, si el mercado monetario presenta este panorama, las
recomendaciones de política deberían inclinarse en favor de medidas expansivas de orden
fiscal, no monetario.

Pigou y Fisher

En la historia de los debates sobre la capacidad de autorregulación de las economías


de mercado, otro “efecto” vino a remendar el problema asociado a la trampa de liquidez. Se
trata del efecto Pigou.
Muy resumidamente, el mismo puede incorporarse en el modelo asumiendo que la
riqueza financiera del sector privado, medida en términos reales, es un determinante
adicional del gasto de consumo. Cuando los precios bajan, los activos financieros netos del
sector privado aumentan de valor real, es decir, aumentan medidos en mercancías. En esas
circunstancias, es posible que la gente se sienta más rica y que, en consecuencia, aumente
la proporción de su ingreso que destina al gasto de consumo.
Observe que, de este modo, los precios nominales aparecerían también como un
argumento de la función consumo y, por ende, entrarían en la expresión relativa al equilibrio
de ingreso-gasto, es decir, en la IS. Precios en declinación aumentarían la riqueza financiera
neta privada, y con ello el gasto de consumo.
En tal caso, aunque el efecto Keynes esté “bloqueado” y la tasa de interés no baje, el
consumo probablemente repuntará, de todos modos. Eso lo representaríamos como un
desplazamiento hacia la derecha de la curva IS, que podría corregir la brecha deflacionista,
devolviendo a la curva DA su pendiente negativa y “resolviendo” así el problema de la trampa
de liquidez.
Si bien el efecto Pigou, también llamado efecto saldos reales, o efecto liquidez real,
tuvo una presencia muy importante en los debates teóricos, su relevancia empírica fue
siempre considerada dudosa, cuando no puesta decididamente en cuestión.
En realidad, la visión de este mismo tema que se asocia con el nombre de Irving
Fisher lleva a conclusiones opuestas. El argumento de Fisher puede resumirse como sigue.
En una economía moderna, los activos monetarios y financieros privados tienen
contrapartida (en su mayoría) en pasivos de otros individuos del propio sector privado. Así
sucede, por ejemplo, con los depósitos bancarios. De manera que una deflación tiene
también, entre sus resultados, una transferencia de riqueza desde quienes tienen pasivos
(cuyo valor real aumenta cuando declinan los precios nominales) hacia quienes son
acreedores netos. En nuestro esquema analítico este elemento no aparece, porque no
hemos prestado atención a las relaciones financieras “intraprivadas”, pero no sería
complicado hacerlo. De todos modos, la argumentación es intuitiva. Las consecuencias que
las redistribuciones de riqueza asociadas a cambios en P y, por ende, en el valor real de
activos y pasivos, tienen sobre el gasto agregado fueron ignoradas en la sección precedente,
cuando planteáramos el argumento relativo al efecto Pigou. Implícitamente, supusimos
entonces que la contracción del gasto de aquéllos cuya riqueza neta cae con la deflación (los
deudores), es compensada por el aumento del gasto de quienes, con hojas de balance
acreedoras, se benefician.
¿Es eso razonable? Seguramente no lo será siempre. En primer lugar, podría suceder
que la propensión a gastar, a partir de la riqueza, sea mayor para los deudores que para los
acreedores financieros. Si es así, la transferencia patrimonial que la deflación produce podría
ser seguida por una declinación de la propensión media a gastar, porque la caída del gasto
de los deudores no sería completamente compensada por una eventual menor frugalidad del
otro grupo.
Pero hay que considerar, además, algunos riesgos. El riesgo de quiebra en el caso de
firmas endeudadas. Y también el de que los acreedores pretendan ejecutar las garantías, en
el caso de familias con deudas hipotecarias, por ejemplo. Los deudores ven subir el valor real
de sus compromisos, con lo que esos riesgos aumentan. Es posible que reaccionen
procurando morigerar su fragilidad financiera. Es decir que tal vez contraigan su gasto para,
a su vez, reducir en lo posible sus deudas, alejando el riesgo de quiebra o de otro evento
desagradable de ese tipo. Postergarán gastos, reducirán sus inversiones, eventualmente
intentarán vender activos para responder a los acreedores, con lo que los precios de dichos
activos también podrán declinar.
Todo esto indica que existe la posibilidad de que, en ciertas circunstancias, una caída
de precios nominales no corrija una brecha deflacionista. Al contrario, podría tender a
agravarla, si esto que llamaremos efecto Fisher predomina sobre los mecanismos
expansivos de la deflación que en la literatura se asocian a los nombres de Keynes y de
Pigou.
En otros términos, si el efecto Fisher predomina podríamos estar en presencia de una
curva de demanda agregada de pendiente positiva, de manera que si al nivel de precios
vigente el gasto agregado es menor a Ype, la brecha deflacionista tal vez tienda a aumentar,
en lugar de corregirse.
Con nuestro modelo no podemos decir más que eso, pero es sencillo anticipar que
esta trayectoria, en la medida en que la situación de los deudores tenderá a hacerse cada
vez más vulnerable al caer P, podría llevar a una crisis financiera, en ausencia de acciones
de política que procuren recomponer, por la vía de las políticas fiscal o monetaria, el nivel del
gasto agregado.
Vale la pena mencionar que Irving Fisher planteó una interpretación de la Gran
Depresión en la que argumentaba según las líneas que acabamos de presentar: sostenía
que la deflación no sólo no corregía la brecha deflacionista, sino que, por el contrario, era
razón principal de su agravamiento, debido precisamente al impacto de los precios nominales
declinantes sobre el valor real de las deudas.
Tome en cuenta que no se trata de un argumento abstracto referido a hechos del
remoto pasado.
Si se observa el comportamiento del índice de precios implícitos del producto en la
Argentina, a partir de 1996 y hasta 2001, por ejemplo, se constata una deflación bastante
importante y, sobre todo, muy inusual en las economías del mundo desde, al menos,
mediados del siglo veinte.
Ese indicador de precios es, además, un promedio, y naturalmente algunos sectores
sufrieron caídas mucho más importantes, mientras que otros estuvieron por arriba.
Pero es bien posible que parte de la declinación de la tasa de inversión observada
desde mediados de 1998 en adelante, en particular, se vincule con un mecanismo como el
efecto Fisher. Muchas firmas, puestas en riesgo por la suba del valor real de sus deudas (es
decir, por la suba de sus obligaciones financieras medidas en cantidades de las mercancías
que producen), tuvieron incentivos para revisar, reducir o postergar proyectos de inversión.
Naturalmente, esto se agrega al efecto negativo que devino de la sostenida declinación del
producto, a lo largo de la depresión que puso fin al régimen de convertibilidad del peso con el
dólar a una paridad uno a uno y llevó finalmente a la mayor crisis económica de la que
tengamos memoria. Volveremos sobre este tema al tratar del caso argentino, un poco más
adelante.

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