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LA PREGUNTA POR LA TÉCNICA


Martin Heidegger

Traducción de Eustaquio Barjau en Heidegger. M. Conferencias


y artículos, Ediciones del Serbal, Barcelona, 1994, pp. 9-37.

MEAF

POR ROSA GUTIÉRREZ GARCÍA

ANÁLISIS DEL PENSAMIENTO POSTMETAFÍSICO

PROF. CARMEN SEGURA


El primer paso para dilucidar la cuestión de la técnica, por obvio que parezca, es preguntarse por
la técnica. En opinión de Heidegger, toda pregunta indica una precomprensión de aquello que se
pregunta; precomprensión que todos tenemos sobre la pregunta formulada, de ahí que éste sea el
primer paso en la cuestión: “Preguntamos por la técnica y con ello quisiéramos preparar una
relación libre con ella”.1 Heidegger constata, en este primer momento, un adelanto de lo que será
la tesis nuclear que regirá este estudio, digamos, una declaración de intenciones: “la técnica no es
lo mismo que la esencia de la técnica”. […] de este modo, la esencia de la técnica tampoco es en
manera alguna nada técnico”.2 Persiguiendo este fin, a partir de este momento, Heidegger
establecerá aproximaciones o definiciones que, como veremos, irá rechazando progresivamente
con el fin de corroborar que lo que prevalece en toda técnica no es algo propiamente técnico. Por
tanto, técnica en el sentido cotidiano se entiende como una causa para la producción de algo. En
el pensamiento aristotélico, existen cuatro tipos de causas, y en este contexto, la técnica actúa
como causa eficiente, forma de comprensión de la técnica que, en opinión de Heidegger, se ha
generalizado en la modernidad, reduciendo causalidad a causa eficiente: “desde hace tiempo
acostumbramos a representar la causa como lo que efectúa […] causalidad no tiene
absolutamente nada que ver con el actuar (obrar) y el efectuar”.3

Dice Ramón Rodríguez que lo que le interesa a Heidegger, en este sentido, no es la capacidad de
la técnica de crear toda suerte de máquinas tecnológicas, sino la capacidad universal de ésta, lo
que tiene de actuar como “acuñador de una civilización”.4 La técnica como un medio para un fin,
por un lado, y la técnica como un hacer del hombre, por el otro, se dan necesariamente en
relación de copertenencia, porque el hacer del hombre busca, a la vez, procurarse estos medios
para lograr sus fines.5 La τέχνη, para los griegos, constituía una forma de conocimiento, y siendo
instrumento para la producción, ello definía a la técnica en su vertiente antropológica e
instrumental. Sin embargo, el carácter de la técnica como instrumento no es lo que la técnica es.
En este punto, cabe señalar que “la concepción habitual de la técnica como un instrumento es, al
igual que la adecuación en la idea de la verdad, lo inmediatamente dado”.6 La técnica avanza en
correlación con la metafísica y con el olvido del Ser; así, la técnica se convierte en el sustituto de
la propia verdad y del Ser. La modernidad acentúa lo que la técnica ya de por sí era –
instrumentum–, pero al introducir la verdad como adecuación, hace de la misma un instrumento
más, trazando, digamos, un camino hacia la adecuación de la naturaleza, de un modo
encorsetado de la realidad como puro medio. La técnica deviene etapa final de la metafísica por el
mismo motivo por el que Ramón Rodríguez la define como acuñadora de civilización, puesto que,
ciertamente, ésta es una herramienta de dominación del hombre sobre el mundo, configurándolo y
tergiversándolo. La técnica constituye la última etapa de la metafísica porque ésta da una imagen
del mundo, tal y como hace aquélla: “La posibilidad de un acercamiento a la esencia de la técnica
se la brinda Heidegger, como decía, la idea de la consumación de la metafísica, que, en cuanto tal
consumación, nos saca, en cierto, sentido, fuera de ella misma y fuera, por tanto, de su producto
final, la figura tecnológica del mundo”.7 Esta idea está íntimamente relacionada con la voluntad de
poder nietzscheana (Der Wille zur Macht), entendida como la pujanza del hombre en el mundo,
que busca dominar las existencias, no en sentido exclusivamente material, sino en cuanto
“encargables y disponibles para mi voluntad de dominio”.8 La voluntad quiere su querer; y ese

1 Heidegger, M. (1994). La pregunta por la técnica. Barcelona: Serbal, p. 9.


2 Ibidem.
3 Heidegger, M. (1994). Op cit, p. 11
4 Rodríguez García, R. (2006). Heidegger y la crisis de la época moderna. Madrid: Síntesis, p. 160.
5 Heidegger, M. (1994). Op cit. p. 9.
6 Rodríguez García, R. (2006). Op cit. p. 161.
7 Ibidem.
8 Rodriguez, García, R. (2006). Op cit. p. 163
querer, por su naturaleza, siempre está imponiéndose: existe una indefinida imposición de la
voluntad.

A Heidegger le interesa mostrar, ante todo, que técnica se refiere a producción, a hacer salir de lo
oculto; ésta es una apropiación que ejerce el hombre hacia la naturaleza, y no tan solo como
forma de desocultamiento, sino como forma, de hecho, propia de la época moderna: “lo decisivo
de la τέχνη, pues, no está en absoluto en el hacer y en el manejar, ni está en la utilización de
medios, sino en el hacer salir de lo oculto del que hemos hablado […] pero no como fabricación, la
τέχνη es un traer-ahí-delante”.9 Pero este traer-ahí-delante de la técnica moderna difiere del de la
técnica antigua porque éste no es tan agresivo como aquél a la hora de ver la naturaleza como
fuerza de producción. Para Heidegger, las ciencias físicas modernas desplazan el sentido de ver a
la naturaleza como energía (molino de viento)10 a verlas como existencias por el hecho de
medirlas cuantitativamente. “Lo traído-ahí-delante como un modo artesanal y artístico, por
ejemplo, el ejemplo de la copa de plata, no tiene la eclosión del traer-ahí-delante en el mismo sino
en otro, en el artesano y el artista”11, esto es, la poiesis (creación): “La τέχνη pertenece al traer-
ahí-delante, a la poiesis; es algo poiético”.12

Para Heidegger, este cambio de paradigma en el modo de considerar a la naturaleza necesita de


una estructura de emplazamiento, a la que denomina Ge-stell que significa “lo coligante de aquel
emplazar que emplaza al hombre”.13 Sin embargo, esta forma de desvelamiento no es neutral
porque en sí misma contiene una forma de comprender la naturaleza, digamos, preconcebida en
su propio desvelamiento. Entonces ¿cuál es la esencia de la técnica que hace que la verdad se
desoculte oscuramente? Lo Ge-stell. La propia técnica engloba al hombre en un dinamismo en el
cual se proyecta solidificado. Desvelar la verdad, mediante la técnica, consiste en mirar naturaleza
como un objeto que nos proporciona existencias constantemente. “¿Qué tiene que ver la esencia
de la técnica con el salir de lo oculto? Contestación: es lo mismo”.14 Entonces, la esencia de la
técnica moderna es hacer salir lo oculto de esta forma no neutral y el modo por el cual sucede
este desocultamiento es lo Ge-stell. Esta estructura de emplazamiento, propia de técnica
moderna, es una forma de acercar al hombre a la naturaleza como mero solicitador de
existencias, por ello Heidegger, en un primer momento, define a lo Ge-stell como lo coligante que
emplaza, en primer lugar, al hombre. Ciertamente, la técnica emplaza al hombre; le sitúa en un
lugar de comprensión en el que pierde su ser. El hombre pierde su ser en la técnica, cadena que
engloba a todos, donde el hombre se “despeña”. Lo propio en la época moderna es lo Ge-stell “de
un modo especialmente llamativo, se encuentra bajo la provocación de hacer salir lo oculto”.15 Un
desvelamiento forzado, por tanto, agresivo, del hombre con la naturaleza.

Después de considerar al hombre como solicitador de existencias, dirá Heidegger que esto
concierne, además “ante todo a la naturaleza, entendida como almacén principal de existencias de
energía”.16 En este punto, se pregunta Ramón Rodríguez “¿y el hombre?” “¿qué ocurre con él?”
El hombre es, ciertamente, sujeto de provocación, pero nos equivocaríamos diciendo que por ser
sujeto, éste domina a la técnica; en realidad, lo que sucede es, más bien, que la técnica lo

9 Heidegger, M. (1994). Op cit, p. 13.


10 “Pero el molino de viento no alumbra energías” dirá Heidegger “del aire en movimiento para
almacenarlas” […] “sus aspas se mueven al viento, quedan confiadas de un modo inmediato al soplar de
éste”, en Heidegger, M. (1994). Op cit, p. 14.
11 Heidegger, M. (1994). Op cit, p. 14.
12 Ibidem.
13 Heidegger, M. (1994). Op cit, p. 18.
14 Heidegger, M. (1994). Op cit, p. 13.
15 Heidegger, M. (1994). Op cit, p. 18.
16 Ibidem.
requiere, dominándolo. El peligro entonces es precisamente este: que el hombre está enviado,
requerido, impelido a desocultar, a hacer salir lo oculto (“el sino de hacer salir lo oculto, es, como
tal, en cada uno de sus modos, y por ello necesariamente, peligro”).17 Entonces, hay un peligro18
intrínseco a ser hombre; porque éste, por el mero hecho de serlo, se ve impelido a hacer salir de
lo oculto. Digamos que su fatum, su sino, es este estar siempre y necesariamente enviado a
desocultar, pero al hacerlo de este modo en que prevalece lo Ge-stell “entonces el peligro es
supremo”.19 El sino del hombre es hacer que se desoculten las cosas, lo cual es peligroso, y en la
técnica éste peligro, por el modo en que acontece, es peligro supremo, debido a esta estructura
del emplazamiento que deviene imposición sobre el hombre, proceso en el que éste se convierte
en solicitador de existencias, y por tanto, ya no vive como “existente”: “entonces el hombre anda al
borde de despeñarse, de precipitarse allí donde él mismo va a ser tomado sólo como existencia”.20

Sin embargo, dirá Heidegger, incluso inmerso en este peligro supremo “se pavonea [el hombre]
tomando la figura del señor de la tierra” “esta apariencia hace madurar una última apariencia
engañosa”21, ésta es la idea, no solo de que el hombre domina a la técnica y no al contrario, sino
que esto, además, conlleva a que la verdad de hoy, –del hombre– es que éste no se encuentre
en ninguna parte consigo mismo, sino que se ha olvidado, y debido a este olvido, ha perdido su
esencia. ¿Y cuál es su esencia?, pues, su libertad. Tan interpelado se encuentra por este
emplazamiento que se ha olvidado de su ser. “La esencia de la libertad no está originariamente
ordenada ni a la voluntad, ni tan siquiera a la causalidad del querer humano”,22 dirá Heidegger. Es
decir, que esta forma de la esencia de la técnica es un modo de no ser libres, de estar dominados,
si el hombre no se da cuenta de ello, constituye una pérdida de su libertad, de su esencia, por lo
cual podríamos decir que el hombre lleva una existencia impropia, en el sentido de que no le
pertenece propiamente.

Dado el peligro, cabe preguntarse ¿por qué prevalece, a juicio de Heidegger, este modo de
técnico actual de desvelar? “el prevalecer de ésta pertenece al sino”,23 dirá Heidegger. La fuerza
de esta estructura de emplazamiento, –el peligro supremo de la técnica–, es que por su modo de
desvelar no permite ver el fondo de lo que ella es; no permite al hombre ver la técnica como lo que
es, ni verse a sí mismo de otro modo que no sea como solicitador, y, además, este modo técnico
excluye otras formas de desvelar: “no hay ya más que una forma de manifestarse las cosas, o lo
que es lo mismo, no hay más que existencias”;24 por lo que en este momento “la diferencia
ontológica queda, como tal cegada”25, porque en esta forma de acercamiento a la realidad hemos
entendido que solo hay entes como objetos, y el Ser se olvida porque los entes se convierten en
existencias disponibles para el uso, para el consumo. Por este motivo dirá Heidegger las
pesimistas pero bellas palabras: “La técnica nos desarraiga de la tierra. Donde el hombre vive ya
no es la tierra” (Der Spiegel). La técnica deja al hombre sin suelo, sin patria, en palabras de
Hölderlin.

17 Heidegger, M. (1994). Op cit, p. 21.


18 El peligro no se entiende en el sentido de “fatalidad”, sino de “posibilidad”. Heidegger se refiere al peligro
de desocultación cuando dice que “la Naturaleza se presenta como trama efectiva y computable de
fuerzas” de manera que, por este motivo, puede permitir “constataciones correctas” a la vez que también
puede suceder “que la verdad se retire en todas las direcciones”. (Heidegger, M. (1994). op cit, p. 18.)
19 Ibidem.
20 Ibidem.
21 Íbidem.
22 Heidegger, M. (1994). Op cit, p. 19.
23 Ibidem.
24 Rodríguez García, R. (2006). Op cit, p. 164.
25 Rodríguez García, R. (2006). Op cit, p. 165.
¿Cómo salvarse? “pero donde está el peligro crece también lo que salva” (Hölderlin), recordará
Heidegger. Por esta característica ambivalente de la técnica (la técnica es peligro y salvación)
¿podemos decir de la salvación, entonces, que es de orden técnico? En efecto, la salvación no es
de orden técnico, porque de ningún modo la esencia de la técnica –ya lo hemos dicho– es técnica
propiamente dicha. La esencia de la técnica es de orden metafísico, y la salvación tendrá que ser
de orden postmetafísico, porque supondría un desasimiento, una serenidad, si se quiere. Ante la
técnica solo cabe distanciarse: “Quisiera denominar esta actitud que dice simultáneamente “sí” y
“no” al mundo técnico con una antigua palabra: la Serenidad (Gelassenheit) para con las cosas”.26
Parece colegirse de esta demanda una reformulación axiológica, en la que el hombre,
meditativamente, aprende a percibir el mundo dejando que sea tal cual es.

Si lo pensamos así, la técnica constituiría la última etapa de la metafísica, por lo que la esencia de
la técnica es de orden metafísico; por ello, la salvación no puede ser sino de orden postmetafísco;
precisa de un pensar esencial, un pensar original, que ni represente ni objetive, es decir, un
pensar artístico-poético. La salvación es aletheiológica: impele un desocultar original. Bien, pues,
esta forma de acontecer, de desocultar la realidad, que es la técnica, puede tener un reducto para
salvarnos, estamos diciendo. Volver a rehabilitar lo que los griegos entendían por τέχνη, el arte, la
poiesis: la poesía. En esta época, dominada por la técnica, la rehabilitación de ésta como poiesis
hace que el hombre se distancie de la realidad que vive y no vea la naturaleza como mero
producto existente, y, al verlo con distancia, le hará, en este sentido, reconciliarse con su esencia
y la esencia de las cosas. Recordar, en definitiva, la vida propiamente vivida. “Poéticamente mora
el hombre en esta tierra”, ─recuerda Heidegger─ “todo hacer salir lo que esencia al entrar en lo
bello” (Fedro). Solo por el arte puede el hombre habitar la tierra. Es necesario, entonces, el
misterio. El misterio es la conditio sine qua non de la verdad, que se resiste a ser desocultada; y
por este movimiento somos interpelados para que desocultemos. Solo nos salva la verdad, su
acontecer, y solo podremos darnos cuenta de esto si entendemos la realidad como misterio,
mediante la existencia meditativa, original. Solo por aquí, solo por el arte, dirá Heidegger, puede el
hombre re-encontrar su suelo, su patria, su morada,

Esta región es el arte. Aunque sin duda, sólo cuando, por su parte, la
meditación sobre el arte no se cierren a la constelación de la verdad
por la que nosotros preguntamos.27

26 Heidegger, M. (1989). Serenidad, Barcelona: Serbal, p. 25.


27 Heidegger, M. (1994). Op cit, p. 28.

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