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Contiene 20 casos de ética pública

( PANAMERICANA )
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Yarce, Jorge
¡Por favor, no roben más al Estado! Ética pública vs.
corrupción / Jorge Yarce. -- Editor Javier R. Mahecha López. --
Bogotá : Panamericana Editorial, 2016.
240 páginas ; 20 cm.
ISBN 978-958-30-5206-4
1. Ética política 2. Administración pública - Aspectos éticos
y morales 3. Corrupción política - Aspectos éticos y morales
4. Exceso de poder (Derecho administrativo) I. Mahecha López,
Javier R, editor II. Tít.
172.2 cd 21 ed.
A1527397

CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

Primera edición Panamericana Editorial Ltda., Editor


junio de 2016 Panamericana Editorial Ltda.
© 2016 Jorge Yarce Edición
© 2016 Instituto Latinoamericano de Liderazgo Javier R. Mahecha López
Calle 74 Nº 10 - 33 Oficina 808, Bogotá D. C. Diagramación
© 2016 Panamericana Editorial Ltda. William Brijaldo Valderrama
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Fax: (57 1) 2373805 Diego Martínez Celis
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Bogotá D. C., Colombia

ISBN 978-958-30-5206-4

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Impreso en Colombia - Printed in Colombia


¡Por favor, no roben
más al Estado!
Ética pública vs. corrupción

Jorge Yarce

Ediciones
CONTENIDO

Prólogo............................................................................7

Introducción.................................................................13

Primera parte: El marco social de la corrupción

Capítulo I. La corrupción: la suma


de todos los males............................25
Capítulo II. Las corrientes éticas
más influyentes.............................41
Capítulo III. Urgencia de la ética
en las instituciones...........................61
Capítulo IV. El bien común debe prevalecer.........71

Segunda parte: Repensar la ética pública

Capítulo V. El Estado debe dar


ejemplo de ética................................83
Capitulo VI. Una nueva cultura
ética de lo público.................................91
Capítulo VII. La cultura de la legalidad..................97
Capítulo VIII. La cultura de la integridad..............105
Capítulo IX. Los ámbitos de legalidad
e integridad.......................................113

Tercera parte: El corazón de la ética pública

Capítulo X. El punto de partida: políticas


y estrategias....................................125
Capítulo XI. Cómo promover acciones
y prácticas éticas............................133
Capítulo XII. La fuerza de los principios
y los valores...................................143
Capítulo XIII. Cómo vivir los valores..................151
Capítulo XIV. La multiplicación de los valores...159
Capítulo XV. Los valores se aprenden.................167

Cuarta parte: Valores para vencer la corrupción

Capítulo XVI. La importancia de ser honesto......175


Capitulo XVII. Sin el respeto, ni hablar..................185
Capítulo XVIII. La confianza lo es todo..................195
Capítulo XIX. Solo la solidaridad
crea comunidad..............................205
Capítulo XX. Servir a todos los ciudadanos
para trascender...............................215

Conclusiones..............................................................225

Bibliografía.................................................................233
PRÓLOGO
La honestidad: la verdadera esperanza

¿D e qué sirve que muchos hombres y mujeres


—la mayoría pertenecientes a las élites de
la sociedad— hayan estudiado en las mejo-
res universidades del mundo y del país si cuando llegan
a los altos cargos de la política o del mundo empresarial
no ayudan a los demás sino que se dedican a robar?
Existe claramente una enorme crisis de ejemplari-
dad de las élites y una gigantesca responsabilidad de
las clases privilegiadas por la podredumbre moral por
la que atraviesa la sociedad.
El ciudadano común y corriente, abrumado por tan-
ta corrupción, se pregunta: ¿por qué no me voy a robar
yo un millón de pesos si los de arriba roban miles de
millones? El problema es que quienes guían no dan
ejemplo: el padre con la botella en la mano diciéndole
al hijo que no tome. El contralor distrital encargado de
vigilar el buen uso de los dineros públicos recibien-
do comisiones por debajo de la mesa. El defensor del
pueblo encargado de proteger los derechos humanos
dejándose comprar. El gerente de una refinería esta-
tal no sabe por qué su construcción costó el doble de
lo presupuestado. La superintendente de servicios pú-
blicos no es capaz de explicar dónde están los cinco
mil millones de dólares que estaban reservados para
proteger energéticamente a los colombianos en caso
de sequía. Un alcalde mayor que recibe multimillona-
rios recursos de contratistas mafiosos favorecidos con
7
8 Prólogo

enormes proyectos de infraestructura pública. Un gene-


ral, jefe de seguridad de la Presidencia de la República,
en la nómina de los capos del narcotráfico. Un director
del Departamento de Seguridad del Estado envuelto
en el asesinato de un defensor de derechos humanos.
Un magistrado de la Corte Constitucional acusado de
recibir sobornos para fallar en favor de una empresa.
Un presidente de la República sindicado de financiar
su campaña de elección con dineros del narcotráfico.
Otro presidente de la República acusado de tener ne-
xos con grupos paramilitares responsables de múltiples
crímenes. Un gobernador de departamento sindicado
de ordenar el crimen de uno de sus oponentes políti-
cos. Decenas de senadores de la República envueltos en
robos y saqueos de las cuentas públicas en centenares
de municipios. Decenas de representantes a la Cámara
acusados de corrupción por desviar recursos públicos
pertenecientes a la red hospitalaria y a las secretarías
de educación departamentales. Agentes de policía que
reciben dineros de vendedores de estupefacientes en
los mismos centros de expendio. La lista es de nunca
acabar. El boletín diario que ofrecen nuestros noticieros
y periódicos sobre el comportamiento ético de la élite
gobernante es lamentable.
Y a nivel mundial el panorama resulta aterrador.
Basta mencionar “los papeles de Panamá”, cuya difu-
sión inició un consorcio internacional de periodistas
de investigación. Millones de documentos que com-
prometen, en operaciones aparentemente ilegales de
evasión de capitales y de fraude fiscal, a personajes
de la élite (políticos, empresarios, gobernantes, figuras
del deporte…), de todas las latitudes: Islandia, China,
La honestidad: la verdadera esperanza 9

Rusia, Argentina, Inglaterra, Ucrania, Emiratos Ára-


bes y muchos más. Han empezado ya a rodar cabezas
y a abrirse investigaciones, el asunto va para largo.
Esa información ha puesto en evidencia la existen-
cia de una gran olla podrida de evasión fiscal de mu-
chos poderosos del mundo que esconden utilidades o
evaden impuestos, robando a sus países; eso demuestra
su insensibilidad frente a las necesidades de los pue-
blos, porque parte de esas riquezas ayudarían a satis-
facer necesidades de sus respectivas sociedades, como
ocurre con los dineros de la corrupción. Esa insensibi-
lidad evidencia la falta de ejemplaridad de las élites del
poder y los antivalores éticos predominantes en ellas.
En el fondo todos los personajes hasta ahora men-
cionados coinciden en el mismo punto: son agentes
de la gigantesca corrupción que desangra a los paí-
ses. Todos hacen lo mismo, dan las espaldas al bien
común y no comparten las riquezas. Su individualis-
mo extremo los hace capaces de cualquier cosa para
colmar su afán de enriquecimiento y poder. Solo la
vigorosa reacción de la sociedad civil puede llevar a
que los Estados tomen decisiones drásticas, de modo que
los Gobiernos intercambien la información financiera
para que desaparezcan los paraísos fiscales y se pueda
aplicar la ley a cabalidad.
Es absolutamente necesario abandonar las arenas
movedizas de la corrupción que nos hunden día tras
día. Casi sin darnos cuenta estamos al borde de un
abismo moral. La honestidad es la verdadera esperan-
za. Sé honrado, con eso estarás seguro de que hay un
bribón menos en el mundo: uno mismo. Efectivamen-
te, todo comienza con nosotros mismos.
10 Prólogo

Si las élites económicas y políticas de nuestro país


tienen la mayor responsabilidad por la corrupción de
nuestra sociedad, también tienen el más grande de-
ber de controlarla, disminuirla y al fin desaparecerla.
De esto no cabe la menor duda. Pero también es res-
ponsabilidad del maestro enseñarles a sus alumnos
todos los trucos necesarios para volverlos diestros en
la magia del bien. Asimismo es responsabilidad de
los padres de familia dar ejemplo y estar atentos en
todo momento a que ni un caramelo y menos la bolsa
entera será robada jamás. Igualmente es responsabi-
lidad de las empresas encargadas de prestar servicios
de salud evitar que la gente se muera haciendo colas
interminables o esperando citas que no llegan. Tam-
bién es responsabilidad del tendero pesar con preci-
sión la libra de carne, la del vigilante no dormirse y
la del cajero devolver las vueltas exactas. Incluso es
responsabilidad de los líderes religiosos de cualquier
culto insistir ante sus fieles que Dios no mirará las
manos llenas sino las manos limpias.
La honestidad siempre ayuda a alguien. La corrup-
ción siempre afecta a alguien. En realidad, no es la co-
rrupción, sino las pequeñas corrupciones las que nos
llevan poco a poco a ser una sociedad pobre y medio-
cre. Y no es la honestidad en general, sino el compor-
tamiento de cada uno y la suma de todas las honestida-
des lo que nos hace un país grande.
¿Que muchos políticos roban y no les pasa nada?
¿Que muchos mafiosos trafican y viven como re-
yes? ¿Que muchos funcionarios se aprovechan de sus
cargos para enriquecerse y son intocables? ¿Que muchos
comerciantes cobran más de lo justo por los productos
La honestidad: la verdadera esperanza 11

que venden y triplican sus ganancias? Sí. Pero alégrate


de no ser como ellos.
¿Que los obreros que construyen las grandes ave-
nidas no tienen carro propio? ¿Que los operarios que
construyen los grandes colegios no tienen cómo enviar
a sus hijos a la universidad? ¿Que los trabajadores que
construyen los grandes edificios no tienen un aparta-
mento propio? Sí. Pero alégrate, como tantos obreros
y trabajadores de servir bien a los demás, aun cuando
sean claramente injustas todas sus carencias. Alégrate
por no confundir nunca pobreza material con pobreza
espiritual. Alégrate por saber diferenciar lo correcto de
lo corrupto.
Alégrate de tu honestidad. Alégrate de no hacerle
daño a nadie. Alégrate por ese tesoro que se llama paz
interior. Sonríe con tranquilidad al saberte una persona
que cumple con su deber. Se alegra el jardinero por
podar con cuidado las plantas. El obrero por pegar con
precisión los ladrillos. El taxista por manejar con pre-
caución. El político por invertir adecuadamente el di-
nero de los demás.
Millones de padres y madres de familia nunca serán
noticia en un periódico o en un reportaje de televisión.
Pero serán una gran noticia para millones de hijos que
saben en sus corazones que esos padres y esas madres
gastaron treinta o cuarenta años de sus vidas trabajan-
do diariamente de manera honesta, sin robarle un peso
a nadie, y que con grandes dificultades lograron sa-
carlos adelante, legándoles con su ejemplo el poder y
el valor de la honestidad; heredándoles quizá no sus
bienes, pero sí la invaluable y perdurable fortuna de
saber qué es el bien.
12 Prólogo

Se pueden diseñar las mejores políticas públicas


anticorrupción y crear todas las oficinas de transpa-
rencia que se quieran, pero, si en las familias no se
enseñan valores éticos a los hijos y en los colegios y
universidades no se enseña a vivir valores éticos a los
estudiantes, jamás tendremos unas élites que se dedi-
quen a servir y no a robar y tener claro en la mente y el
corazón lo que es el bien común.
Es posible que si redoblamos y triplicamos nues-
tros esfuerzos por inculcar valores en las nuevas gene-
raciones, tal vez algún día nuestras élites económicas
y políticas no estén tan pendientes de sus chequeras y
de sus bolsas de valores, sino que en algún momento
comprendan que lo más importante en la vida es crear
una bolsa de valores éticos que enriquezca espiritual-
mente a nuestros niños y a nuestros jóvenes.
Tal vez algún día ese grupo de colombianos privi-
legiados que logren ocupar los cargos directivos “y
alcanzar las posiciones de poder en el nuevo país que se
vislumbra en el horizonte” comprendan que la fortuna
verdadera de una sociedad es tener el capital moral su-
ficiente y la solvencia ética necesaria que permita a sus
ciudadanos vivir con dignidad.
Ojalá llegue el día en que las nuevas generaciones
de colombianos no tengan que decirles nunca más a sus
clases dirigentes: “¡Por favor, no roben más al Estado!”.
INTRODUCCIÓN

¡Por favor, no roben más al Estado!

L
a corrupción (“el abuso de posiciones de poder
o de confianza para beneficio particular en de-
trimento del interés colectivo” [Transparencia
por Colombia]) es sin duda el enemigo número uno del
Estado y un fenómeno generalizado en muchos paí-
ses del mundo. Aunque tiene un relieve más acentuado
en los países latinoamericanos, también ha crecido en
otras latitudes e involucra a todos los sectores de la
sociedad, no solo al Estado.
La corrupción lleva a la pérdida de confianza y
credibilidad de los ciudadanos en los funcionarios e
instituciones públicas, como garantes que deben ser
del bien común. Sin embargo, quienes roban al Esta-
do en el sector público son incitados por políticos o
por empresarios privados, mientras la sociedad civil
permanece como espectadora pasiva, que no reacciona
con suficiente fuerza para frenar el saqueo de los di-
neros públicos. Todo esto causa un profundo deterio-
ro económico y social y amenaza la estabilidad de las
instituciones y la democracia misma. Los resultados
negativos y el poco avance, incluso el retroceso, como
lo revelan las cifras de los organismos especializados
en la lucha contra la corrupción, significa que las leyes
no se llevan a la práctica o que son insuficientes, porque
13
14 Introducción

superan la capacidad de los Gobiernos, sobre todo si


quienes lo ejercen resultan comprometidos con la co-
rrupción. Basta recordar el caso del destituido y encar-
celado presidente de Guatemala.
Los estudios de competitividad del Foro Económi-
co Mundial indican que la corrupción es el primer obs-
táculo para la economía de los países. Las cifras son
alarmantes. Hay consenso en que se deben aumentar
las medidas y los controles legales, los cuales deben
aplicarse más estrictamente, al tiempo que se acepta,
tal vez lentamente, la necesidad de complementarlos y
reforzarlos con la formación ética de los funcionarios
para lograr una prevención efectiva y transformacio-
nes reales en la cultura pública. Un botón de muestra
es que en Colombia alrededor del veinte por ciento de
quienes tienen algún proceso acuden al soborno de los
funcionarios de la rama judicial.

El robo sistemático al Estado

Es importante señalar, como lo dice Susan Ro-


se-Ackerman, que no se debe confundir la corrupción
con el terrorismo y con el narcotráfico, aunque exis-
tan relaciones entre ellos. Son tres mundos diferentes,
complejos y globales, en los que, a veces, coinciden
los actores, pero no es conveniente mezclar el análi-
sis de unos con otros. Para evitar, entre otras cosas,
que eso dificulte todavía más su control. Entre los tres
han desquiciado a la sociedad en proporciones gigan-
tescas. Si pensamos, por ejemplo, en las cifras que se
manejan en las grandes contrataciones del Estado, eso
da lugar a la corrupción en gran escala.
¡Por favor, no roben más al Estado! 15

Ese fenómeno se da más en los países pobres y


subdesarrollados, pero no se debe estrictamente a la
pobreza y al desarrollo, porque se presenta también
en los países ricos y desarrollados, y sus raíces tienen
que ver con aspectos no solo económicos. Tampoco es
aceptable decir que la corrupción es un problema natu-
ral al ser humano, como si se tratara de algo inexorable
o que formara parte de la cultura pública. Es cierto que
hay factores histórico-sociales que ayudan a explicarla
en un país determinado, lo cual no significa que haya
que resignarse ante el problema.
Otro gran campo de corrupción es el sistema electo-
ral. Desde ahí se ponen bases sólidas para que quienes
son elegidos en cargos públicos vendan su conciencia
y se conviertan en saqueadores de lo público a través
de las muy variadas formas de clientelismo político.
Algunos piensan que en el Estado se puede robar, por-
que él es ladrón, “todos lo hacen”, y sería una tontería
no hacer lo mismo: hay que aprovechar las ocasiones
para hacer favores o para enriquecerse. Los que así
piensan no tienen “prejuicios” morales. Es un autén-
tico ejército de personas dedicadas sistemáticamente
a robarle al Estado. Se trata de prácticas y mecanis-
mos que se repiten de elección en elección y de país en
país, con modalidades cada vez más ingeniosas para
disimular que en realidad se está robando descarada-
mente. Además de la corrupción en grandes proporcio-
nes, existe un sinnúmero de corrupciones menores que
se han generalizado: favoritismo, omisión de trámites,
descuidos de los bienes públicos, desorden burocráti-
co, que demuestran el debilitamiento de la conducta de
los funcionarios y también de los ciudadanos.
16 Introducción

Qué hacer para que no se robe más al Estado

Lo primero que hay que hacer es pensar que los


países con menor corrupción son mejores como so-
ciedades que viven orgullosas de sí mismas. Demues-
tran que sí es posible lograr un manejo honesto de lo
público, y que para alcanzarlo se requiere el esfuerzo
de la sociedad entera. Es el caso de algunos países de
Europa, como Suecia y Dinamarca, que ofrecen índi-
ces de corrupción muy bajos. No hay que pensar que
es fruto de factores que los hacen únicos en el mundo.
En ellos ha echado raíces una cultura de lo público que
responde a una cohesión social y a un aporte de los
sectores que convergen en su defensa por encima de
las diferencias políticas.
Una de las cosas que más hacen falta en nuestro
entorno es una auténtica renovación moral de las ins-
tituciones públicas, que lleve a poner medios para que
la formación ética de los servidores públicos dé como
resultado un cambio en los hábitos de comportamien-
to. Eso no se alcanza con conferencias, cursos o semi-
narios, que solo son parte de los medios por emplear.
Hay que crear una cultura basada en la práctica efec-
tiva de los valores, a partir de una conciencia seria del
problema. Hay que buscar con creatividad métodos y,
sobre todo, planes de sostenibilidad, que aseguren ha-
cia el futuro que esa tarea no corresponde a una moda
o a un trabajo superficial, sino a algo consistente y es-
table para alcanzar una auténtica transformación ética.
Las causas estructurales de la corrupción hunden
sus raíces en la debilidad de las instituciones, en la
¡Por favor, no roben más al Estado! 17

imperfección de los controles, en la inadecuación de


las leyes, en el desprestigio de la autoridad, en la in-
congruencia de los principios y valores que se propo-
nen con los que se viven en la realidad, en el afán de
enriquecimiento ilícito, en el clientelismo político, en
la inequidad social que da pie a la violación de la jus-
ticia, en la voracidad de los empresarios privados, en
el capitalismo de los mercados, etc. No hay sector que
se escape a este flagelo. Hay una enorme incidencia de
factores políticos y económicos, en los que convergen
casualmente los sectores público y privado, que deben
trabajar juntos en las soluciones.

Una crisis ética

Todo lo anterior está vinculado a una crisis de ética.


Hoy casi nadie duda de la necesidad de la ética públi-
ca, porque el problema de la corrupción no se combate
únicamente con leyes y represión, que es lo usual. In-
cluso podría decirse que hay demasiadas leyes escri-
tas y poca estructura ética. Hay que reforzar la labor
preventiva y educativa. Falta un conocimiento serio de
cómo implantar culturas éticas, de cómo interiorizar
los valores éticos para que se proyecten colectivamen-
te. El Estado tiene que hacerlo y promoverlo en todos
sus estamentos. Pero también el sector privado y la
sociedad civil deben respaldar el esfuerzo público y
fortalecer la ética en su propio campo. No se trata de
dos éticas distintas, sino más bien complementarias.
Hay que trabajar por la prevención y por los aspectos
culturales, educativos y éticos del problema. Este libro
quiere ser una ayuda para trabajar en este campo.
18 Introducción

Existe una clara necesidad de que la ética no se que-


de en discursos y declaraciones que no cambian nada,
sino que lleve a políticas, estrategias y prácticas que
mejoren las empresas y las instituciones del Estado.
Hace falta empeñarse más en la labor formativa de
los funcionarios para que exista una pedagogía social
a gran escala, promovida desde el Estado y el sector
privado, que busque la transformación de la conduc-
ta de los servidores públicos, para que actúen guiados
por el bien común por sobre los intereses particulares.
La convocatoria es urgente para todos los sectores de
la sociedad, porque todos ganan si se cuenta con unos
servidores públicos más honestos, transparentes y res-
ponsables, que cumplan ejemplarmente su labor como
funcionarios y como ciudadanos.

Recobrar la confianza en lo público

Hay una urgente necesidad de devolver la credibi-


lidad en lo público demostrando que afortunadamen-
te la mayoría de los servidores públicos conservan la
rectitud moral en su función. Por eso, es necesario ca-
pacitar a los funcionarios no con un aprendizaje solo
conceptual, sino buscando desarrollar en cada uno
la inteligencia ética o capacidad de advertir racional
y emocionalmente la conveniencia de hacer el bien y
realizarlo efectivamente a través del comportamiento.
El Estado no puede vacilar, a través de adecuados
marcos de integridad, en promover la ética en sus
funcionarios, junto con marcos de legalidad necesa-
rios para combatir la corrupción y para hacer eficaz la
orientación de las entidades en la consecución del bien
¡Por favor, no roben más al Estado! 19

común. Es tarea ardua que requiere la voluntad políti-


ca y también la sostenibilidad de los planes dirigidos a
la formación de los funcionarios en el campo de la éti-
ca y los valores. Son un esfuerzo y una inversión que
vale la pena hacer. Lo que no conviene son los planes
y proyectos aislados, esporádicos, no respaldados por
políticas de Estado. Es mucho el tiempo y el dinero
que se pierden cuando esa planeación no se hace te-
niendo en cuenta todos esos factores.
Las personas responden si se les llega a tiempo, si
los medios que se emplean tienen bien presente las ca-
racterísticas propias de la cultura de cada entidad pú-
blica y las propias de la cultura pública del país. Puede
ocurrir lo mismo que pasa cuando se habla del bien
común y luego en realidad todo se queda en buenas
intenciones, sin llegar al orden operativo que vincule a
personas, grupos, instituciones, comunidad y Estado.
La inmensa mayoría de los servidores públicos es
gente trabajadora, responsable y honesta, que ha con-
sagrado la mayor parte de su vida a servir a la socie-
dad y que procura hacer bien las cosas y actúa con
honestidad. Pero hay una minoría corrupta muy fuerte
que, con la riqueza y el poder adquiridos, ejerce una
conducta perversa que causa un inmenso daño a la so-
ciedad. Debido a eso, la ciudadanía podría pensar que
todo lo público está contaminado por la corrupción.

Una oportunidad única: la paz

El proceso de paz representa una oportunidad única


para repensar el país. Llevamos más de sesenta años
de violencia fratricida y ha llegado la hora de decir no
20 Introducción

más. Se trata de una revolución de la paz, una revolu-


ción de la moral, de las responsabilidades de cada uno,
de la equidad social, en la que el poder no puede ser el
camino para enriquecer a unos y defraudar a la mayo-
ría. Hay que repensar la política y salir de la polariza-
ción que lleva a la falta de diálogo para poder construir
de común acuerdo las bases de la convivencia. Todo
eso tiene que llevar a un ataque frontal contra la co-
rrupción, tema en el cual el país parece no avanzar,
como lo revelan los índices publicados por Transpa-
rencia Internacional.
O no se roba más al Estado o el proceso de paz será
una nueva estafa al país. El Estado en muchas regiones
apenas va a empezar a construirse, pues, allí no existe.
Pero si apenas empiece su construcción comienzan ro-
bándolo, la frustración será total. Y si los miles de mi-
llones para la reparación a las víctimas salen solo del
Estado, porque los guerrilleros que pactan la paz dicen
que no tienen dinero, a pesar de lo que se sabe pública-
mente de las inmensas riquezas fruto del terrorismo y
el narcotráfico ejercidos durante décadas de conflicto,
surge un interrogante sobre el futuro del proceso de
reconstrucción del país.
Robando al Estado se llega a la no viabilidad
de los países, a su ingobernabilidad y a que, al final de
cuentas, peligre la convivencia, o derive en violencia,
anarquía, injusticia e inequidad social, panorama nada
deseable para una nación o para la comunidad inter-
nacional. Por esa razón, esta obra pretende contribuir
a la creación de una cultura pública diferente, basada
en el potencial moral de las personas y en el respeto
al orden institucional haciendo realidad valores funda-
¡Por favor, no roben más al Estado! 21

mentales expresados en la legalidad y la integridad en


la conducta.
No es este un libro sobre la corrupción, ni busca
describir en detalle cómo se realiza el robo en lo públi-
co o en lo privado, ni se detiene en dar cifras estadísti-
cas que cambian continuamente. Pretende ofrecer una
solución respecto de la cultura ética de lo público. Por
eso, el subtítulo “Ética pública vs. corrupción”, para
indicar la urgencia de fortalecer la ética pública. Es
una propuesta para pasar de las palabras y los gestos a
los hechos, que demuestren que es posible defender lo
público desde dentro, teniendo presente ciertos facto-
res que en las entidades del Estado facilitan la corrup-
ción, pero contando con el valor moral de los funcio-
narios para rechazarla efectivamente.
Esta obra debe mucho al proyecto Cultura de la le-
galidad y la integridad para Colombia (2011 y 2014)
de la Procuraduría General de la Nación, siendo pro-
curador Alejandro Ordóñez, con el apoyo del Banco
Interamericano de Desarrollo (BID). He utilizado aquí
los materiales preparados para esa ocasión como direc-
tor del equipo formativo del proyecto con los aportes
del equipo de consultores del ILL y de la Universidad
Católica de Colombia, del Comité Coordinador —en-
cabezado por el procurador delegado para la descen-
tralización y entes territoriales, Carlos Augusto Mesa
Díaz—, que tomó como base el informe realizado por
el Centro de Proyectos para el Desarrollo (Cendex) de
la Universidad Javeriana sobre la cultura de la legali-
dad y la integridad. Agradecimiento muy especial a mi
amigo Ricardo Armenta, quien revisó el original del
libro y le hizo valiosos aportes.
22 Introducción

Finalmente, cabe señalar que al término de cada ca-


pítulo se presenta un caso o dilema para la reflexión,
con la idea de que los lectores lo analicen y discutan
para saber qué decisiones tomarían si se vieran enfren-
tados a los dilemas expuestos.

Jorge Yarce
ill@liderazgo.org.co
Primera parte

EL MARCO SOCIAL DE LA CORRUPCIÓN


Capítulo I

LA CORRUPCIÓN: LA SUMA DE TODOS


LOS MALES

Y
a se indicó la extrema gravedad del fenóme-
no de la corrupción en el ámbito mundial y
específicamente en los países latinoamerica-
nos, señalando a grandes pinceladas lo que sobre él
dicen los organismos internacionales al considerarlo el
enemigo número uno del Estado y el mayor obstáculo
para la economía. Podemos afirmar que es el mal del
siglo.
La corrupción, hay que decirlo con absoluta cla-
ridad, tiene atrapados a los países y opera como un
cáncer que carcome las instituciones y obstaculiza la
marcha normal del manejo del Estado y del sistema
democrático, porque retrasa el desarrollo del país, pro-
duce inequidad y causa graves injusticias. De ahí que
ni el Estado ni la sociedad puedan permanecer pasivos
o indiferentes ante el avance de sus efectos devasta-
dores; al contrario, deben contar con leyes, planes y
permanentes acciones para frenar su expansión y para
fortalecer la cultura de las instituciones, contando con
la participación del sector privado.
Por cada corrupto que se logre encarcelar debería
haber diez ciudadanos convencidos de que hacer lo
correcto es el mejor bien que se le puede hacer al país.
25
26 El marco social de la corrupción

A los corruptos les conviene la pasividad, la debilidad


y la ineficacia de las normas, y que la sociedad acepte
la corrupción como un mal necesario e irremediable,
para seguir transitando tranquilamente por el camino
del delito, de la ilegalidad y la inmoralidad. Precisa-
mente esto puede ocurrir en la medida en que no haya
plena conciencia en todos los sectores sociales sobre
la profunda incidencia que la corrupción tiene en el
ámbito empresarial y público y en el sistema social: es
algo así como una pandemia que va contaminando las
fuerzas vitales de una nación.

El impacto general

La corrupción engendra violencia, porque atenta


contra los bienes de todos, arrebatados en forma frau-
dulenta. Donde hay individualismo hay siempre riesgo
de violencia y, con frecuencia, su fin es apropiarse de
los bienes de los demás. La corrupción es también una
forma de violencia sobre lo colectivo y una causa clara
de injusticia social.
A mayor permisividad de las leyes, habrá mayor
corrupción: la avidez de dinero fácil y el apetito des-
mesurado de consumir engendra mecanismos que
llevan a la gente a buscar caminos torcidos, y esos
caminos fácilmente derivan en la corrupción. Los co-
rruptos buscan neutralizar la ley y para ellos no hay
argumentos morales que valgan, con tal de conseguir
su objetivo. En la familia, la corrupción viola sus de-
rechos fundamentales, afecta sus ingresos, les arrebata
muchas veces el sustento, desintegra su núcleo básico
y aumenta su índice de pobreza.
La corrupción: la suma de todos los males 27

Los funcionarios corruptos tienen sobre su con-


ciencia el terrible mal que causan al bien común, de-
fraudando a sus conciudadanos. Además del daño mo-
ral que se hacen y el riesgo que corren de acabar en la
cárcel y con su carrera, incluso hasta con su familia.
En el contexto social actual, la corrupción no en-
cuentra suficientes resistencias personales o colecti-
vas, en un ambiente dominado por el individualismo
y el relativismo. Se crea, se fomenta y tolera como
fruto de un ambiente moralmente permisivo, unido a
la ineficacia del sistema normativo de persecución del
delito. Más que a una patología social inevitable, se
debe al desmoronamiento interior de los individuos,
a la laxitud de las instituciones públicas y a la marca-
da ausencia de una cultura ética que sirva como dique
moral para contener sus efectos.
Uno de los peores males que trae consigo la co-
rrupción es su aceptación social, lo cual afecta pro-
fundamente a las instituciones públicas y privadas. De
ahí la necesidad de una vigorosa reacción del Estado
y de la sociedad civil para que los poderes públicos, las
entidades y empresas, el sistema educativo, las familias,
la política y la comunidad rechacen a los corruptos y
contrarresten enérgicamente su poder con el peso de la
ley y con el comportamiento ético ciudadano. Hay que
combatirla represivamente, pero más decididamente en
forma preventiva, mediante la promoción de la ética.

La peor lacra del siglo

Cuando advierta que para producir necesita ob-


tener autorización de quienes no producen nada;
28 El marco social de la corrupción

cuando compruebe que el dinero fluye hacia


quienes trafican no bienes sino favores; cuando
perciba que muchos se hacen ricos por el sobor-
no y por influencias más que por el trabajo, y
que las leyes no lo protegen contra ellos, sino,
por el contrario, son ellos los que están protegi-
dos contra usted; cuando observe que la corrup-
ción es recompensada y la honradez se convier-
te en un autosacrificio, entonces podrá afirmarse
sin temor a equivocarse, que su sociedad está
condenada (Andy Rand).

La escritora rusa Alissa Zinovievna Rosenbaum re-


dactó esas palabras hace sesenta años, pero parecen
escritas ayer en cualquier capital latinoamericana.
Palabras que describen certeramente lo que está pa-
sando: como cuervos carroñeros, los corruptos chupan
la sangre de los países que ellos han reducido prácti-
camente a cadáveres jurídicos. Los tribunales no dan
abasto para atender los casos de corrupción. La co-
rrupción en el Gobierno, las cortes, los partidos, los
entes de control, los organismos de salud y un largo
etcétera, es decir, el resto del país, están bajo condena,
juicio, sospecha o averiguación judicial por cuenta de
la corrupción.
Se ha dicho desde el comienzo que este libro no es
sobre la corrupción, pero sí podemos decir que el pro-
blema es viejo y existirá siempre. Sócrates decía a sus
amigos, los cuales querían salvarlo de la muerte sobor-
nando a sus carceleros, que en su alma había razones
más poderosas que la de salvar la vida de esa forma; y
a quienes le susurraban que debía incumplir las leyes
La corrupción: la suma de todos los males 29

les respondía: “Atentar contra ellas solo puede causar


males; hay que obedecerlas con todas sus consecuen-
cias”. Como afirma Raúl Franchi: “La corrupción es la
peor lacra social que ha padecido la humanidad. Como
algunas enfermedades epidémicas, no puede ser erra-
dicada pero es controlable… Hoy la corrupción está
matando más gente que todos los genocidios y dicta-
duras”.

Tremendos efectos en la sociedad

Los Gobiernos trabajan en lograr una represión efi-


caz que permita rebajar los altos índices de corrupción
para fortalecer la ética a todos los niveles. Es una labor
formativa de largo aliento, que empieza en el seno de
la familia y continúa en las demás organizaciones, a
través de la promoción de una cultura de la legalidad y
la integridad. Las organizaciones tienen que fomentar
prácticas en las condiciones y circunstancias de cada
tipo de trabajo para resolver los dilemas éticos. No
pensamos solo en las grandes decisiones que pueden
dar paso a la corrupción a gran escala, sino en las más
pequeñas que si se afrontan a tiempo y con el debido
criterio, logran evitar males mayores.
Su impacto se hace sentir en la salud, la educación,
el empleo, la justicia, el transporte, las obras públicas
y el Gobierno en todos sus niveles. Se menoscaba el
dinero del Estado —o de las empresas— de muchas
formas. Por ejemplo, no se terminan o se acaban de-
fectuosamente grandes obras de infraestructura, por-
que se desvían los recursos destinados a ellas que van
a parar a los corruptos.
30 El marco social de la corrupción

Como afirma un estudio del Centro de Proyectos


para el Desarrollo (Cendex), se debilita la autoridad
o se disminuye la adhesión a la ley, se da prioridad al
interés individual sobre el público, no hay coherencia
entre los valores que se proclaman y los que se viven,
se pierde la ordenación al bien común y crece la des-
confianza en las instituciones públicas. Sin dejar de
mencionar que se incurre en un enriquecimiento ilícito
y en otros delitos contra los bienes públicos. Otro as-
pecto nocivo de la corrupción es el empobrecimiento
del Estado y de las instituciones públicas directamente
afectadas.
A su vez, la lucha contra la corrupción lo es tam-
bién contra la injusticia social y una defensa del bien
común. El empobrecimiento de los países y del Esta-
do redunda por fuerza en el recaudo de los impuestos
que también sufre defraudación. La cadena de sucesos
vinculados a este fenómeno produce un deterioro de
la economía y de la sociedad que amaneza la gober-
nabilidad, por el poder que adquieren los corruptos
y por los mecanismos de desestabilización empleados
por ellos. Los organismos internacionales proponen
normas y dan a conocer cifras sobre la influencia de
la corrupción en la economía de los países, y revelan
dramáticamente la inoperancia de las leyes y de las
autoridades encargadas de aplicarlas.

¿Será lícito robar al Estado ladrón?

Si, por ejemplo, una persona manda con la tarjeta


de felicitación de Navidad un reloj como regalo, es
algo completamente sospechoso. Surge lo que pode-
La corrupción: la suma de todos los males 31

mos llamar “relaciones peligrosas”, que van forman-


do una telaraña de intereses en la que se puede estar
ingenuamente envuelto. En ocasiones, no es directa-
mente la falta de carácter o de valores: es un ataque a
la integridad que puede ser muy sutil. No se pide, por
ejemplo, que se favorezca a alguien en particular, sino
que se faciliten los datos sobre cómo va el estudio de
los documentos de una licitación o un concurso —que
es algo reservado—, simplemente para que el resulta-
do no tome por sorpresa al interesado. Puede tratarse
de una insinuación de corrupción.
Ha prosperado, desafortunadamente, la idea de que
al Estado, en determinadas circunstancias, se le puede
robar, aduciendo que él es ladrón a veces, y al ladrón
sería lícito robarle. Todo esto encierra un sofisma,
porque el robo al ladrón es tan robo como cualquier
otro. No resulta extraño, entonces, que haya países en
el mundo en los que las personas se hacen nombrar
con el objetivo de defraudar al fisco. Aunque exista en
muchas partes, estaríamos de todos modos ante la co-
rrupción generalizada, que de ninguna manera podría
justificarse, mucho menos alegando que se trata de un
problema cultural o de una patología social.

Donald R. Cassey explica el fenómeno de la co-


rrupción usando un triángulo: en un ángulo está la
racionalidad humana que juzga y adopta actitudes
no correctas justificándolas; en otro la presión in-
terna y externa sobre las personas (los servidores
públicos), y en el último, la oportunidad facilitada
por la debilidad de los controles internos y exter-
nos. Se genera la conducta ilegal y de falta de in-
32 El marco social de la corrupción

tegridad. Yarce opone a ese triángulo otro distinto


para rechazar la corrupción: un ángulo sería la
motivación trascendente basada en la orientación
al bien común; otro la racionalidad aplicada como
razonamiento moral que distingue bien la conduc-
ta recta de la deshonesta, y el tercer ángulo es el
comportamiento ético con base en la práctica de
valores que se proyectan en la cultura corporativa
(C. A. Mesa). .

Algunas prácticas de corrupción

• Corrupción electoral en la democracia (compra


de votos y cargos).

• Corrupción en el poder ejercido como dictadura


o totalitarismo.

• Tráfico de influencias en sus variadas manifes-


taciones.

• Pago de dineros para lograr agilizar trámites en


el Estado.

• Enriquecimiento ilícito con bienes del Estado.

• Incumplimiento de los deberes públicos.

• Cleptomanía en las oficinas.

• Autopréstamos de dineros de la entidad para


cubrir necesidades personales.
La corrupción: la suma de todos los males 33

• Uso personal de bienes y equipos de la organi-


zación en favor de amigos o familiares.

• Favores e invitaciones a periodistas para ganar


apoyo en los medios.

• Auxilios económicos a falsas instituciones de


servicio social.

• Publirreportajes pagados con dineros del erario.

• Hacerse el de la vista gorda en las aduanas para


permitir el ingreso de mercancías.

• Sobrefacturación en compras para entregar la


diferencia bajo la mesa.

• Adecuación de cotizaciones, de modo que de


antemano se escoge la ganadora.

• Ejercer presiones indebidas sobre quienes fijan


tarifas para ciertos servicios.

• Abuso desde la posición o cargo para influir en


nombramientos.

• Dejar de comprobar los documentos que respal-


dan las hojas de vida para ocultar deficiencias o
para favorecer a alguien.

• Hablar a nombre de los superiores para obtener


favores o acortar plazos.
34 El marco social de la corrupción

• Tráfico de cargos, derivando beneficios econó-


micos de los favorecidos.

• Incumplimiento habitual de los horarios del


cargo por asuntos personales.

• Pagar para lograr fallos judiciales favorables.

• Uso indebido de información confidencial o


restringida.

• Violación del secreto de oficio, que obliga en y


después de ejercer el cargo.

• Manipulación de compras y suministros bus-


cando siempre un beneficio personal o hacer fa-
vores a terceros.

• Peculados o malversaciones de fondos públicos


según sobrantes de gastos aprobados.

• Falsificación de documentos o de soportes de


erogaciones.

• Fraude en contratos públicos en detrimento de


los bienes del Estado.

• Evasión de impuestos.

• Facilitación del fraude fiscal.

• Asesorías incompatibles con el cargo.


La corrupción: la suma de todos los males 35

• Divulgación anticipada e indebida de informa-


ciones oficiales sobre alzas de precios.

• Aceptar viajes propuestos por concursantes o


licitantes para conocer mejor los productos o su
producción y ser objeto de atenciones o dádivas
personales.

• Uso de la papelería y utiles oficiales para asun-


tos personales.

• Aceptación de regalos o propinas para acelerar


trámites.

• Indelicadezas en gastos de viaje, respaldándo-


los con recibos falsos.

• Violación del acceso reservado a cualquier tipo


de bases de datos.

• Pagos en especie a funcionarios.

• Donaciones a obras sociales que tienen que ver


con los funcionarios.

• Pedir participación para favorecer la adjudica-


ción en las contrataciones.

• Autocontratación a base de testaferros.

• Abuso de poderes recibidos para derivar benefi-


cios directos o indirectos.
36 El marco social de la corrupción

• Cobro de porcentajes por adjudicación de licen-


cias para vehículos de servicio público.

• Silencio cómplice ante las faltas de otros funcio-


narios.

• Amenazar con multas para obtener arreglos di-


rectos ilegales.

• Falta de escrúpulos en el manejo de los dineros


y las cuentas.

• Desviaciones de fondos cambiando en la prác-


tica la destinación.

• Uso financiero no previsto de dineros que ad-


ministran organismos externos.

• Aquiescencia incondicional con los jefes para


evitar sanciones por faltas.

• Doble moral: actuar de un modo en la entidad y


de otro en la vida social.

• Inasistencia a juntas y comités para evitar un


quórum o para facilitar la sustitución indebida de
alguno de sus miembros.

• Declaraciones a los medios para presionar deci-


siones de las autoridades.

•Nóminas paralelas o fantasmas.


La corrupción: la suma de todos los males 37

• Malversación de fondos de la organización por


negligencia o por interés.

• Dar a conocer a terceros la situación económica


de la entidad.

• Sacar provecho ilegal o inmoral de la empresa.

• Beneficiarse de variaciones cambiarias con di-


neros del Estado.

• Deserción en el trabajo, fruto de un cumpli-


miento que se limita al mínimo.

• Conflictos de intereses, como cuando se facilita


hacer negocios con la empresa de un pariente con
el fin de favorecerlo.

• Mantener dineros en paraísos fiscales con el fin


de evadir el pago de impuestos.

• Aprovechamiento del otorgamiento de becas


sin cumplir normas exigidas.

• Enriquecimiento ilícito a costa de los intereses


de la entidad.

• Peculado o malversación de fondos públicos


por apropiación.

• Vinculación de familiares a cargos estatales


existiendo prohibición explícita.
38 El marco social de la corrupción

• Arbitrariedad de los funcionarios con un interés


de favorecer a terceros.

• Abandono del cargo para facilitar operaciones


en provecho personal.

• Como funcionario cobrar por actos del cargo.

Seguramente, el listado anterior es incompleto y se


podrían añadir muchas cosas más. Pero con él se da
una idea de los campos múltiples en los que se pre-
senta el fenómeno de la corrupción. Todo lo anterior
conduce a la implantación de antivalores que socavan
el buen Gobierno y la buena Administración pública.
Todo eso, a pesar de que hay una normativa cada vez
más clara en el Estado para ponerle un dique a la co-
rrupción, buscando proteger no solo los intereses del
Estado, sino de la comunidad misma, a la que esos bie-
nes pertenecen en último término.
Las veedurías ciudadanas funcionan cada vez más
para supervisar los grandes contratos del Estado, lo
cual ayuda a garantizarle a la comunidad el buen ma-
nejo de los recursos públicos. Hay necesidad de una
vigorosa reacción de la sociedad civil para que el Esta-
do, la política, todos los poderes públicos, estén alertas
y se emprendan acciones de fondo para fortalecer la
ética pública y privada y la fe en las instituciones.

Caso para la reflexión

Un funcionario ha hecho carrera contando con


el apoyo de conocidos empresarios, amigos de
La corrupción: la suma de todos los males 39

su padre, que le ayudaron en su vida política


y a los que ha favorecido en contrataciones
de proyectos de infraestructura vial. Se pre-
senta la oportunidad de que ellos intervengan
en uno de los proyectos más grandes del país
para la construcción de una megautopista. El
funcionario tiene la posibilidad de participar
en la selección de los proponentes. Recibe la
visita del gerente de una de las empresas de
los amigos de su padre, quien le recuerda los
favores hechos a padre e hijo, y que es una
oportunidad de retribuirles el favor. El geren-
te le hace una velada amenaza al recordar los
problemas surgidos en contratos de su padre
con algunos de sus socios.

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