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CONOCIMIENTO
Tipos de conocimiento
El conocimiento común u ordinario “es vago, e inexacto; en la vida diaria nos preocupamos poco
por dar definiciones precisas, descripciones exactas” (Bunge, 1988, p. 22). Esto le otorga una
característica nebulosa en cuanto a que no provee caracterizaciones fiables y precisas. El
conocimiento científico en cambio, se rebela en contra del carácter difuso, superficial y vago del
sentido común. Lo anterior se deriva de la búsqueda de precisión de la ciencia, la cual no está
exenta de problemáticas, puesto que también podría volverse indeterminada. No obstante, para
enfrentar dicha vulnerabilidad, el conocimiento científico procura formular problemas en forma
clara y parte de nociones que están en permanente purificación, es decir, en transformación
progresiva, hasta confluir en constructos teóricos. Por ello, la dimensión semántica de la ciencia
define términos para delimitar el alcance de los conceptos. Es así como crea lenguajes y
significados. Lo anterior establece la distinción entre el conocimiento común y el científico en
cuanto a que el primero está compuesto por rasgos muy generales que no ha recibido muchas
rectificaciones, a diferencia del segundo que se rectifica y normaliza (Bachelard, 1978).
El conocimiento común opera sobre la base del ensayo – error para resolver problemas, sin
abordarlos a través de métodos específicos y dirigidos para esos fines, mientras que el
conocimiento científico se orienta a la medición y el registro de los fenómenos con el fin de
establecer regularidades que expliquen la realidad. Para ello, sistematiza la recolección de
información y su posterior análisis.
Las distinciones establecidas entre conocimiento común y científico, se relacionan también con las
definiciones de: conceptos definidores y sensibilizadores. Blumer (1970), en Elliott (2010), delimita
el concepto definidor como aquello que refiere a los aspectos compartidos de los objetos que
implica la delimitación de atributos o rasgos demarcadores que le otorgan singularidad. Mientras
que los conceptos sensibilizadores carecen de especificidad, en cuando a aquellas características
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que lo vuelven particular y que priva al usuario de orientación para su comprensión. En otras
palabras, “el concepto definidor nos enseña lo que hemos de observar, mientras el concepto
sensibilizador nos proporciona meramente una orientación general en torno a la cual observar”
(Elliott, 2010, p. 28).
A diferencia de los conceptos definidores y los sensibilizadores es que éstos últimos son propios de
la experiencia concreta en la realidad. Su significado se aprende a través de la vivencia directa con
el mundo y de este modo se accede a los conceptos. Éstos últimos refieren a construcciones
abstractas sobre referentes de la realidad y que se vinculan con palabras específicas disponibles en
la lengua. Los conceptos, a diferencia de las palabras, pueden variar su sentido en el tiempo y el
espacio, mientras que las segundas, son estables ya que forman parte del sistema de la lengua.
Según Bunge (1988), el conocimiento científico cumple con ciertos criterios que lo distinguen de
otros modos de conocer. Los elementos que lo caracterizan son los siguientes:
CIENCIA
El concepto de ciencia, puede ser abordado desde una perspectiva nomotética o idiográfica. La
primera concepción está dirigida hacia el establecimiento de leyes generales, es decir, “explicar un
fenómeno consiste en mostrar cómo su ocurrencia se sirve de ciertas leyes científicas. Esas leyes
son generalizaciones universales sobre cómo suceden las cosas” (Searle, 1990, p. 81). Desde una
perspectiva nomotética, la ciencia busca otorgar explicaciones generalizables que confluyan en el
planteamiento de leyes absolutas.
Lo anterior, se relaciona con lo que Hempel (1979) identifica como “la explicación científica”. Una
explicación, consta de un explanandum, que es “un enunciado que describe el fenómeno a
estudiar” (Osorio, 2007, p. 259) y un explanans, que consta de dos conjuntos de enunciados
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utilizados para explicar. Entonces, las afirmaciones planteadas para dilucidar el fenómeno, se
sostienen sobre una ley general, que constituye una ley natural.
La llamada predictibilidad significa que “conociendo una situación, un estado Ei, podemos
establecer las siguientes premisas poseen una formulación de ese orden, ya que relacionan un
estado de cosas que desencadena un efecto predecible:
Si disminuye la oferta y la demanda del determinado producto se mantiene igual, el precio subirá.
La predictibilidad se expresa, generalmente con las marcas discursivas: Si y entonces. Por tanto,
tomando los enunciados anteriores:
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Se desprende entonces que los objetivos de la ciencia son fundamentalmente analizar, explicar,
predecir y actuar en cuanto permiten establecer relaciones de las partes y elementos de la
realidad. El conocimiento del cómo y porqué de la realidad la faculta para actuar sobre ella, para
influirla. “El elemento fundamental para definir una ciencia es el fin. Todo estudio que desee estar
en el rango científico (…) debe buscar un fin particular, propio del objeto que ordene sus intereses
y especificidad” (Caldarola, 2005, p. 23). En ese sentido, el saber científico busca métodos propios
para la concreción del fin. Entonces, cada ciencia, de acuerdo a su objeto de estudio, tiene un
método propio.
El origen de la ciencia puede contextualizarse desde los tipos de saberes que menciona Comte: el
saber de la salvación, el de las esencias y el de dominio. El primero de ellos connota con el
conocimiento religioso, que estaría fuera del saber científico. Por tanto, la orientación del
conocimiento humano desde las esencias y el dominio serían el germen de la ciencia como
producto y proceso. Implican la valoración de los objetos en su singularidad y el impulso a
comprenderlos y explicarlos.
Época Antigua
Las antiguas culturas históricas como las egipcias y mesopotámicas, ya se emplazaban a desarrollar
un saber esencial y de dominio, puesto que progresaron en cuanto a procedimientos técnicos
como la construcción de edificaciones, fabricación de ungüentos, tratamiento con metales, así
como también en operaciones curativas, de organización estatal y económica, acciones que
suponían la construcción de un saber científico.
En Grecia, el saber transitó desde el mito a la ciencia, naciendo la física. Un científico destacado
fue Tales de Mileto, quien descubrió las propiedades del imán, formuló teoremas de geometría y
explicó las inundaciones del Nilo por acción de los vientos. Otros exponentes como Pitágoras,
progresaron en el conocimiento de las matemáticas e Hipócrates en el desarrollo de la medicina,
relevándola como una técnica basada en la observación y el diagnóstico, considerando la
información previa que permita “predecir” la consecución de una dolencia. Lo anterior evidencia
la emergencia del método científico en sus bases primigenias. La filosofía por su parte desarrolló la
perspectiva sofista, la cual se basaba en la retórica en el uso del lenguaje y el ornamento para
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persuadir. La Escuela Platónica desarrolló el idealismo, considerando que los seres humanos
venían dotados de ideas previas que se configuraban como intuiciones sobre la realidad.
Aristóteles por su parte, postuló que solo hay ciencia de lo universal. La experiencia para ciertos
casos puede establecerse de manera general y ser aplicable a todos los casos análogos.
En cuanto a la ciencia hebrea, mejoraron las habilidades en astronomía y el estudio del cosmos, así
como también en materia médica y farmacológica.
Edad Media
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Edad Moderna
La edad moderna es uno de los periodos más brillantes de la historia, pues se cultivaron todas las
ramas del saber. En este periodo destacan dos grandes etapas artísticas: El renacimiento y el
barroco.En la época del renacimiento se desarrolla la economía, ciencia que introduce el ideal de
cálculo exacto, con lo cual se descubre el valor cuantitativo como algo medible, impersonal,
abstracto y sobre todo útil.Otro instrumental que obtuvo sustantivas mejoras fue la brújula. Con
ella, se planificaron viajes de descubrimiento y exploración. Así también se descubre la pólvora y
se desarrollan las armas de fuego, imponiéndose la renovación de los sistemas de combate.
Hacia el siglo XV aparece el grabado y la imprenta de Gutenberg, con ello la difusión del
conocimiento, aspecto que descentraliza el saber. En el plano de la astronomía, Copérnico postuló
la esfericidad de la Tierra y el movimiento circular de los astros, insistiendo en su relatividad.
Varios exponentes de esta disciplina aportaron diversos conocimientos, siendo Galileo quien
destaca en cuanto a la idea de que la ciencia surge de la experiencia, cuando logra interpretarla
mediante una ley, principio o axioma. Formuló la primera ley del movimiento y perfeccionó el
catalejo como instrumento.
El Siglo XVII, considera una nueva posición del hombre frente a la realidad: la mente humana
descubre el sentido de las leyes que determinan los fenómenos. Es así como las leyes universales
del movimiento de los cuerpos celestes transforman la visión providencialista del acontecer de la
realidad, que estaba centrada en la voluntad divina. En esta época se instala la idea de la
causalidad natural.
Uno de los pensadores más influyentes de dicha época es René Descartes, quien pone en duda
todos los conocimientos de índole sensible e intelectual. De este modo, estableció cuatro reglas
que rigen su método:
Dividir las dificultades en los elementos que sean necesarios para resolverlas.
Uno de los científicos que destacó durante este siglo fue Newton, quien crea los principios
matemáticos de la filosofía natural, en los que establece que:
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Debe admitirse las causas naturales precisas y suficientes para explicar los fenómenos.
De ser posible, es necesario asignar las mismas causas a los efectos naturales del mismo género.
Las propiedades que convienen a los cuerpos sobre los que es posible experimentar, deben
considerarse como propiedades generales de todos los cuerpos.
Tales reglas conducen a una visión sintética y reductiva, ya que concibe los fenómenos en un nivel
estrictamente experimental.
Durante el siglo XVIII, la ciencia experimenta un incremento en el estudio de las ideas. Se conoce
como el siglo de las luces y es en definitiva, el siglo de la razón, sin embargo corresponde a una
razón dinámica y modificable. En ciencias naturales, se problematizó en torno a la existencia del
huevo como agente reproductivo, sin embargo se descubrió al espermatozoide como sustancia
viva y como homúnculo.Los hallazgos convierten a la ciencia en un dominio de alcurnia e incluso
de moda. La anatomía toma especial relevancia e incluso por ley, en Inglaterra se autorizó la
intervención sobre cadáveres de los criminales como objetos de ciencia.Se desarrollan las ciencias
básicas como la química, la física y la matemática. En el área de la cosmogonía, Kant formula que
el origen del cosmos se halla en un caos primordial. Laplace, propone a partir de dicho supuesto
una nebulosa incandescente que presentaría un movimiento de rotación, lo cual constituye la base
de la explicación que hoy en día de acepta como plausible.
Edad Contemporánea
Durante esta época, el positivismo y el materialismo desplazan el idealismo, por considerar que se
basa en lucubraciones. La nueva perspectiva de la ciencia se basa en lo evidente y en la afirmación
de las teorías a partir del método científico. Los exponentes principales del positivismo son:
Comte, Saint-Simon y Stuart Mill. Dicha perspectiva afirma que existe un mismo método para
todas las ciencias (monismo metodológico) y que la explicación científica posee una forma regular.
Tal distinción constriñe el alcance de la ciencia a un tipo de conocimiento, lo cual da lugar a las
visiones cuantitativas de la investigación.
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Otro de los hallazgos importantes de la época es el descubrimiento de Neptuno a partir de los
estudios de Le Verrier, quien determinó la masa y posición del planeta. En el área de la biología,
destacó Charles Darwin, quien con su teoría del origen de las especies propone que sobreviven
aquellos seres que poseen variaciones que sean ventajosas para su desarrollo. El fenómeno de la
selección natural es una consecuencia de la adaptación de dichos organismos ante las demandas
del ambiente. Se distingue de la idea transformacional de Lamarck, puesto que Darwin considera
que las modificaciones orgánicas son azarosas, a diferencia del primero, quien considera que las
adaptaciones son siempre evolutivamente ventajosas ante las necesidades.
Por su parte, Einstein modificó la teoría de Planck respecto del comportamiento de la luz. Postuló
que la luz no es una emisión continua, sino que se halla compuesta de partículas energéticas que
denominó fotones. Su teoría de la relatividad no solo revolucionó el campo específico de su
investigación, sino que permeó el conocimiento en general.
Una de las disciplinas que tiene mayor desarrollo durante este siglo es la Psicología, a partir de la
teoría psicoanalítica de Freud, quien señala que la conducta del hombre puede estar motivada por
contenidos inconscientes. Su teoría fue extendida por Adler y Jung, quienes desarrollan métodos
psicoanalíticos terapéuticos para la neurosis.
Otro de los investigadores que marcaron el siglo fue A. Fleming, quien descubrió los efectos
antibióticos de la penicilina.
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El área de la cibernética se desarrolló a partir de la creación de máquinas de cálculo y la creación
de las primeras computadoras. La inteligencia artificial tiene su origen en la creación de la
máquina de Turing, “capaz de realizar cualquier cálculo concebible”. (Gardner, 1985, p. 33). En ese
contexto, Wiener postula que la cibernética es un campo de la teoría del control y la
comunicación, ya sea de un animal o una máquina.
La astronáutica por su parte, desarrolló la carrera espacial que consistió en una competencia entre
Estados Unidos y la Unión Soviética. Implicó el esfuerzo de ambas naciones en la exploración del
espacio exterior a través de satélites artificiales. Dicha empresa, derivó en el primer viaje del
hombre a la Luna en 1969.
Hoy en día, la ciencia se desarrolla en el marco de cada disciplina, a partir de los métodos y
objetivos de cada una, estableciéndose distintas formas de promoción de la ciencia de acuerdo a
los ámbitos del saber.
En el campus virtual encontarrán una serie de preguntas cuya intención es focalizar la atención
sobre aspectos específicos de la información que han ido procesando.
Para analizar la ontología de la ciencia como proceso, es preciso establecer distinciones respecto
de su naturaleza formal y fáctica. La ciencia formal estudia las relaciones entre signos, mientras
que la ciencia fáctica refiere a sucesos y procesos. Para los lógicos y matemáticos, circunscritos en
la ciencia formal, un objeto de estudio es una idealización de la realidad, es decir implican la
construcción de entes abstractos para analizar. No se ocupan de los hechos en sí mismos, sino de
las abstracciones de estos. A contrario sensu, las ciencias fácticas reciben dicha denominación,
debido a que toman objetos de estudio de la propia realidad (los hechos) que acaecen
naturalmente.
Junto con las distinciones entre ciencia fáctica y formal, desde su objeto de estudio, otro elemento
a analizar es el método. El concepto método es polisémico, puesto que, se entiende desde
distintas definiciones, siendo la más frecuente la referida a los instrumentos que se utilizan para
recoger información o tratamientos estadísticos de los datos (Páramo & Otálvaro, 2007), e
inclusive, se emplea para hacer alusión a posturas ideológicas o epistemológicas, es decir, usada
en el contexto de: el método positivista o alternativo.
Si tomamos en consideración la referencia del concepto como una vía de acción, la ciencia
entonces, requiere definir un método de acuerdo al objeto de estudio, sin embargo, la selección
del mismo toma diversas expresiones, puesto que no hay caminos preestablecidos para operar
metodológicamente. Para Bunge (1988, p. 48); “no hay avenidas hechas en ciencia, pero hay en
cambio una brújula mediante la cual a menudo es posible estimar si se está sobre una huella
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promisoria”. Entonces, el método guarda relación con la orientación del proceso científico, es
decir corresponde a la “lógica procedimental que guía el proceso de construcción del
conocimiento” (Páramo & Otálvaro, 2007, p. 17), lo que lo posiciona en una relación dependiente
con los fundamentos epistemológicos, es decir, en la medida que la ciencia selecciona un objeto
de estudio y una postura epistemológica, exige la coherencia interna entre aquello y su método.
Para Páramo y Otálvaro (2007, p. 17): “Es en el método donde el discurso hegemónico de la
ciencia ha buscado su lugar de purificación, en la medida en que allí adquiere su transparencia y
posibilidad de lograr el isomorfismo entre la realidad y observación – razón, a pesar el sujeto
mismo”,
Es así como, las ciencias formales emplean la lógica para demostrar sus tesis, la ciencia fáctica
requiere un proceso de experimentación. Para las ciencias fácticas, la experiencia resulta
fundamental, debido a que es su medio de verificación, es decir, “para afirmar que un enunciado
es verdadero se requieren datos empíricos” (Bunge, 1988, p.14). Dentro de las llamadas ciencias
fácticas, se encuentran las ciencias de la naturaleza y de la sociedad (sociales). Sus rasgos
esenciales son la racionalidad y la objetividad. Por conocimiento racional se entiende: “que está
constituido por conceptos, juicios y raciocinios” (Bunge, 1988, p. 14), es decir, por procesos de
pensamiento crítico, en el cual las ideas se combinan con el fin de producir nuevas ideas
(inferencia deductiva) y que están organizadas en conjuntos ordenados de proposiciones y que
verifica la adaptación de las mismas a los hechos.
Si bien, filosóficamente existen distinciones entre una ciencia natural y una social,
fundamentalmente en lo que concierne al objeto de estudio, que en el caso de la primera son los
fenómenos biológicos y la segunda a los procesos derivados de las acciones humanas y la
organización social, resulta fundamental atender la problemática de la difusión de dicha distinción,
puesto que el hombre en cuanto es, “tienes sus raíces en las ciencias naturales, sin estar incluidas
en ellas” (Bunge, 1999, p. 18), lo que implica la consideración del hombre como realidad biológica,
acercándolo al objeto de estudio de la ciencia natural. Sin embargo, la problemática
anteriormente planteada debe enmarcarse en un contexto teórico en el cual la ciencia social
estudia el hombre y sus relaciones, evidenciando con ello diferencias con la ciencia natural, ya que
toma en cuenta todas las dimensiones humanas.
La distinción que tiene como criterio el objeto de estudio entre las ciencias naturales y sociales, en
el plano de la explicación a los fenómenos de la realidad, es ontológica, debido a que, si bien,
ambas se ocupan de los hechos de la realidad, las ciencias naturales se centran en los llamados
“hechos brutos” (Posada, 2007), mientras que las ciencias sociales, de los “hechos institucionales”
(Posada, 2007). Los primeros corresponden a aquellos que no requieren el acuerdo humano, es
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decir, funcionan independientes, prescindiendo de la existencia humana. Por ejemplo, el
movimiento de la Luna, que no requiere de una convención humana para ser explicado. Los
segundos, en cambio, dependen del acuerdo humano, por cuanto, yacen en la existencia humana
y la exigen. Los hechos brutos, refieren a rasgos intrínsecos del mundo, es decir, que son
independientes a las actitudes subjetivas en la explicación de los fenómenos. Esta propiedad los
distingue de los objetos de estudio de las ciencias sociales, en este caso, los hechos sociales (o
anteriormente denominados hechos institucionales), puesto que estos últimos si dependen de la
interpretación de los observadores. Es una “realidad socialmente construida” (Posada, 2007, p.
34), lo cual le adjudica un carácter convencional. Dicha característica, le otorga una tendencia
subjetivista al objeto de estudio, debido a que depende de la interpretación de los observadores.
Este punto de vista fenomenológico de la interpretación, trae consigo la discusión sobre la
subjetividad en el análisis de las ciencias sociales, catapultando a la ciencia natural, por el carácter
de su objeto de estudio, como exponente hegemónico de la objetividad.
Sin embargo, existe también la concepción de la naturaleza humana como artefacto, es decir; “Las
personas son artefactos. Como todos ellos, se nos moldea a partir de entidades naturales; empero,
a diferencia de otros artefactos, estamos en gran medida autoconstruidos y a veces incluso
autodiseñados”. (Bunge, 1999, p.19).
En consecuencia, las Ciencias Sociales poseen un objeto de estudio distinto al de las ciencias
naturales, independientemente de la naturaleza artefactual del Hombre y sus productos, puesto
que, aquello que pertenece a la construcción social constituye un producto creado y consensuado
por la comunidad de observadores.
Para Searle (1990), la explicación científica propia de las ciencias naturales no se aplica a la lógica
de las ciencias sociales, y no necesariamente porque no sea posible formular leyes para explicar el
comportamiento humano, sino que resultan inútiles para su explicación, ya que, dada nuestra
naturaleza singular, no podría aceptarse la generalización como explicación de la conducta.
Sumado a lo anterior, la generalización articulada en leyes no es posible porque el Ser Humano no
comparte rasgos comunes. Las leyes sociales, entonces, tendrán que tener excepciones.
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Método científico
De acuerdo a Masías (2008, p. 172), el método es “un conjunto de reglas para la acción,
dependiente de los consensos a los que llegan las comunidades de conocimiento sobre su
contenido”. Congruente con aquello, Tamayo (2003), señala que “el método científico es un
procedimiento para descubrir las condiciones en que se presentan sucesos específicos,
caracterizado generalmente por ser tentativo, verificable, de razonamiento riguroso y observación
empírica” (p. 28).
Si bien es cierto, hoy no se entiende que exista un mismo método para todas las ciencias
(monismo metodológico), hay cierto consenso en sus componentes. Es así como sus pasos
característicos son:
Dentro de las actividades propias del método científico y que es de carácter transversal está la
inferencia. Ésta se entiende como una operación mental que realiza el sujeto para obtener como
conclusión a partir de una proposición previa (Parodi, 2005). La función más importante de la
inferencia es la producción de nuevo conocimiento, razón por la cual opera en el proceso de
investigación en el ejercicio de proponer hipótesis o supuestos previos y deducir sus
consecuencias.
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Los objetos y sujetos de la ciencia
El sujeto, en tanto, corresponde al agente que conoce y la unidad de análisis en la que recae la
investigación o bien, refiere al propio investigador como ente cognoscente. En el ejercicio práctico
de la investigación se debe procurar el acercamiento del sujeto (investigador) a la realidad, a
través de la objetivación de la misma. Aquí surge entonces el problema de la subjetividad.
Por tanto, la relación que se establece entre ambos conceptos es dinámica, puesto que se
configura en aproximaciones sucesivas y dista a partir de la percepción del sujeto y el objeto que
percibe.
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