Professional Documents
Culture Documents
Resumen general
Mi opinión:
Capítulo 1: Sinfuturo
Este capítulo inicia con Pierre Ruche, un intelectual de ochenta y cuatro años el
cual una mañana recibe el mayor tesoro de su ya desaparecido amigo: la mejor
biblioteca matemática que pudiera existir. Su viejo amigo Elgar a quien no veía
desde hace medio siglo le había regalado tal tesoro. En una carta emotiva, el
menciona lo siguiente” ¿Por qué tú? Porque éramos los mejores amigos del
mundo y tú eres el único librero que conozco. Voy a mandarte mi biblioteca. Todos
mis libros: varios cientos de kilos de libros de matemáticas.
…No lo dudes: es la colección privada de obras de matemáticas más completa
que se ha reunido jamás. Una palabra más. Si tú no has cambiado, como
supongo, con respecto a esa biblioteca tengo pensado que: 1) como sé la poca
atracción que sientes por el dinero, no la venderás, y 2) como soy consciente de lo
poco que te atraen las matemáticas, no leerás ninguna de esas obras, y así no las
estropearás más de lo que ya lo están. La provocación de la última frase era
evidente. Elgar Grosrouvre no había cambiado. Ruche se prometió a sí mismo
que, por una vez, iba a contrariar los retorcidos planes de su amigo. Si recibía
esos libros, se prometió que los leería. Y que los vendería.
¡Exactamente lo que Grosrouvre había supuesto! Sabía que Ruche no procedería
de otro modo para actuar como librero: en primer lugar leer los libros, y luego
venderlos. Pero también sabía que, tras su lectura, Ruche nunca los vendería. Sin
embargo, desde hacía tiempo, Ruche no esperaba nada; cómodamente instalado
en la vida, dejaba pasar los días en lenta sucesión; Pero he aquí que una carta,
que aún sostenía en la mano después de que Perrette hubiera abandonado
discretamente el garaje-habitación, una carta escrita por un fantasma que habitaba
en el otro extremo del mundo, pretendía turbar la blanda quietud en la que estaba
inmerso pero estaba decidido a acomodar estantes en la espera de dichos libros.
Este capítulo se centra sobre Max y el loro. Tras el accidente del loro y luego que
Max lo acobijara, después de un tiempo, el loro se balanceaba como el péndulo de
un reloj al que hubieran dado cuerda de repente. Estaba posado en la moldura,
bien firme; le relucían las plumas, brillaba el rojo vivo de los extremos de las
remeras. Centelleaban las plumas azules de la cabeza, en la que se percibía una
marca más oscura que correspondía a la cicatriz de la herida. Léa observó que
algunas plumas tenían allí un color distinto, como un mechón color pastel. Perrette
reaccionó de inmediato: -¿No decíais que no hablaba? -¡Sí que habla! -manifestó
Jonathan-, pero sólo ha hablado para decirnos que no hablará. Ruche precisó: -
Sólo hablará en presencia de su abogado. -¿Por qué dice eso? -preguntó Léa-.
Está loco de remate. -Se lo habrá oído a alguien y por eso lo ha dicho -arguyó
Jonathan. -Seguro que su dueño es un abogado -dijo Léa. -No -rectificó Max-, un
granuja. Eso lo dicen los granujas. -¿No crees que es lo que les gritaba a los dos
tipos que se lo querían cargar en las Pulgas, Max? -aventuró Jonathan. El golpe
que había recibido en la cabeza tenía consecuencias; aunque la herida había
cicatrizado con rapidez, el ave parecía que no se acordaba de nada. Eso lo
convertía en un ejemplar único: un loro que repetía lo que jamás había oído. Por
eso decidieron llamarle Sinfuturo. Sinfuturo se convirtió, con su penacho de
plumas multicolor erizadas sobre el cráneo, en el primer loro punk de la gran
familia de las aves parlantes. Por otro lado, el estudio de artista se había
convertido, al cabo de tanto tiempo, en un auténtico batiburrillo de antigüedades.
Ruche decidió vaciarlo del todo. Max escogió las mejores piezas y las vendió en
las Pulgas, antes de que los Traperos de Emaús vinieran a llevarse lo demás.
Tuvo buen cuidado en no pasar por delante del almacén de excedentes coloniales.
Cuando el carpintero de la calle Trois-Fréres colocó el último estante de la futura
biblioteca de Grosrouvre en el primer local, Ruche le llamó al garaje-habitación,
dándole directrices precisas para arreglar el segundo estudio. Estaba contentísimo
porque acababa de dar con una idea que perseguía desde hacía mucho tiempo.
¡Tales de Mileto!
A orillas del mar Egeo, cerca de la ciudad jonia de Mileto, el hijo de Examio y
Cleobulina, cuyo nombre era Tales, paseaba por la campiña.
Jonathan, como todos los estudiantes del mundo, había estudiado a Tales en
diversas ocasiones. En cada una de ellas, el profesor había hablado del teorema
pero nunca del autor. En las clases de matemáticas nunca se hablaba de las
personas sino de sus teorías. De vez en cuando se mencionaba a Tales,
Pitágoras, Pascal o Descartes, pero eran solamente nombres, como los de una
parada de metro o una marca de queso, de quienes no se decía ni dónde ni
cuándo habían vivido. Las fórmulas, demostraciones y teoremas llenaban la
pizarra sin indicar quién los había creado, como si existieran desde siempre, al
igual que las montañas y los ríos, aunque ni las unas ni los otros fueran eternos.
Con ello se conseguía que los teoremas parecieran aún más eternos que las
montañas y los ríos. Las matemáticas... no eran como la historia, la geografía o la
geología. Pero ¿qué eran con exactitud? La respuesta no interesaba a la mayoría.
-En la época de Tales, el siglo VI antes de nuestra era, la filosofía y las
matemáticas estaban totalmente unidas. De hecho, esas palabras no existían.
Fueron inventadas más tarde y, bastante después, se separaron. Hoy todos
pretenden olvidar que, en su origen, marchaban al unísono.
Ya que les había puesto a Tales ante los ojos, Ruche se dijo que no podía parar.
Conocía muy bien al pensador, era uno de los que había situado en lo más alto de
su Panteón particular. Sin embargo, debía refrescar su memoria con respecto a la
vertiente matemática de la obra del griego. Tales no se ocupó mucho de los
números; centró su interés en las figuras geométricas, círculos, rectas, triángulos.
Fue el primero en considerar el ángulo como un ente matemático de pleno
derecho, constituyendo la cuarta dimensión de la geometría, añadido a la tríada ya
existente: longitud, superficie y volumen. Tales afirmó que los ángulos opuestos
por el vértice formados por dos rectas que se cortan, son iguales. Relación entre
círculos y triángulos. Demostró que a cada triángulo puede corresponder un
círculo: el círculo circunscrito, aquel cuya circunferencia pasa por los tres vértices,
del que propuso una construcción general. Tales demostró que un triángulo
isósceles tiene dos ángulos iguales, estableciendo así una relación entre
longitudes y ángulos: a lados iguales, ángulos iguales.
Los antiguos lo hacían y hablaban de trilátero, palabra formada sobre el mismo
esquema que cuadrilátero. Después de tratar las relaciones que Tales estableció
entre círculos y triángulos, y entre ángulos y lados, abordó las que se establecen
entre rectas y círculos. Con esa finalidad se enfrascó en la lectura de una obra
sobre los comienzos de las matemáticas griegas.
Mientras escribía lo que había extractado, le vino a la memoria un fragmento de la
carta de Grosrouvre: Hay en estas obras historias comparables a las de nuestros
mejores novelistas. ¿Zola, Balzac, Tolstoi en matemáticas? Grosrouvre había
cargado las tintas, como solía. Pero Ruche admitió que, por lo menos, era una
forma original de ver las matemáticas. La respuesta de Tales no se refiere a un
círculo concreto sino a cualquier círculo. No hace la más mínima alusión a un
resultado numérico establecido desde un solo objeto, como habían hecho antes
que él los egipcios o los babilonios. Ambiciona llegar a verdades generales acerca
de una clase completa de objetos del mundo, infinita, a ser posible. Ello constituye
una ambición de absoluta novedad. Para llegar a obtener esas verdades
generales, Tales se verá obligado a concebir, sólo con su pensamiento, un ser
ideal, «el círculo», el cual es, de algún modo, ¡el representante de todos los
círculos del mundo! Y como está interesado en todos los círculos existentes y no
en un grupo determinado, quiere afirmar verdades que pertenezcan a su
naturaleza de círculo. Por ello le podemos otorgar el título de «primer matemático
de la historia». Era una manera extremadamente nueva de ver las cosas. Es difícil
imaginar la novedad que representó una frase como: Toda recta que pasa por el
centro de un círculo lo corta en dos partes iguales. Max sonrió con aspecto de
complicidad. Le había hecho esa misma observación a Ruche por la tarde cuando
ensayaban el espectáculo. Todo se desarrolló con extremada rapidez: una tupida
cortina tapó el ventanal dejando la habitación sumida en la oscuridad, en tanto que
por la pared opuesta descendía una tela blanca. Max puso en marcha un
proyector, cuyo motor comenzó a zumbar. Una cantidad indeterminada de
lamparillas se iluminaron por todas partes proyectando halos de luz en la noche
artificial.
Jonathan-y-Léa habían nacido y se habían criado, como quien dice, entre libros.
Les resultaban tan familiares como los chasis de los coches a los chavales que
juegan en los suburbios entre las chatarras de los desguaces. No obstante, esta
vez era otra cosa. Ver a Ruche transformado por la biblioteca llegada del otro
extremo del mundo les fascinaba. Sin poner en juego demasiada imaginación la
bautizó la Biblioteca de la Selva. La BS. Ruche se decidió a adoptar un orden
cronológico secundado por un orden temático: con eso el sitio que ocupaba una
obra dependería, en primer lugar, de la fecha de su primera edición o edición
original, y luego del tema tratado. Los grandes periodos de la historia de las
matemáticas constituirían las secciones. Las diferentes ramas de las matemáticas
serán las subsecciones, que no permanecerán inamovibles, ya que evolucionan
en las distintas épocas y con el tiempo. Unas ramas, absorbidas por ramas
nuevas, acaban por agotarse y desaparecer; otras se transforman y se subdividen,
y algunas totalmente inéditas aparecen y hay que hacerles un lugar.
Esta clasificación no conseguía reconstruir completamente la estructura
matemática. Para conseguirlo Ruche tendría que convertirse en geógrafo e
historiador y levantar el mapa del universo matemático, no estático sino histórico.
b es la media geométrica de a y c
b2 = ac
Por fin la recién llegada, la media armónica, es más complicada de definir: «El
primero sobrepasa al segundo con una fracción de sí mismo, mientras que el
segundo sobrepasa al tercero con la misma fracción del tercero.»
Aunque la frase estaba absolutamente clara, Ruche no entendió su significado. El
texto de donde tomaba esta información, proponía un ejemplo con los números 6,
4 y 3. Ruche les aplicó la definición: 4 es la media armónica de 6 y de 3. Dar una
base numérica al conocimiento de la naturaleza, ése era el proyecto de los
pitagóricos. Para llegar a ello tenían que estudiar los números por sí mismos. Así
fue la fundación de la aritmética, la ciencia de los números, que ellos diferenciaron
de la logística, el arte puro del cálculo. Con esta separación, elevaron la aritmética
por encima de las necesidades de los mercaderes.