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NORMAS GENERALES
Preámbulo
Como preámbulo para esta sección del Código de Derecho Canónico, es importante tener en cuenta lo
que afirman los cánones 46 – 47, a saber:
- Cualquier acto de administración realizado no cesa en su eficacia cuando se acaba, por
cualquier motivo, la potestad de quien lo hizo, a no ser que se haya dispuesto expresamente otra
cosa en lo que concierne a dicho acto.
- Para revocar un acto administrativo se requiere que la autoridad competente en ejercicio lo
notifique legítimamente al destinatario. Sólo hasta ese momento se considera auténticamente
revocado el acto administrativo a través de otro legítimo acto de administración.
En orden a una mejor comprensión lógica más que secuencial del tema, a mi modo de ver, es importante
continuar nuestro recorrido por esta sección del CIC comprendiendo en qué consiste el ejercicio del poder
(potestas – potestad) en la Iglesia, quiénes lo detentan, cómo se ejerce, cuáles son sus características, sus
formas y ámbitos de acción.
Desde la visión canónica, existe en la Iglesia por institución divina una potestad (poder) de régimen,
llamada también potestad (poder) de jurisdicción, lo cual guarda relación con el oficio de regir que Cristo
– Rey encomienda a los bautizados al hacerlos partícipes de su función regia.
No obstante, desde las prescripciones del CIC se hace claridad que la potestad (poder) de régimen o de
jurisdicción en la Iglesia tiene sólo como sujetos hábiles aquellos hombres que han sido sellados por el
sacramento del orden (Cf. c. 129 § 1), mientras que los fieles laicos pueden cooperar con ellos; haciendo
claridad que dicha potestad de régimen se ejerce en el fuero externo, aunque algunas veces deba ejercerse
también en el fuero interno únicamente, de manera que los efectos que debe tener en el fuero externo no
se reconozcan allí (en el fuero externo), a no ser que la normativa del código establezca lo contrario en
algún caso concreto (Cf. c. 129 § 2).
Además, es necesario tener en cuenta que en derecho se utiliza el término “ordinario” para referirse al
Romano Pontífice, los obispos diocesanos y todos los que han sido nombrados para ejercer la potestad
de régimen en una Iglesia particular o una comunidad que se equipara a ella. Adicionalmente, son
considerados ordinarios los que en una Iglesia particular son vicarios generales o episcopales, los
superiores mayores de institutos religiosos clericales de derecho pontificio y sociedades clericales de
vica apostólica, también de derecho pontificio, que tengan potestad ejecutiva ordinaria (cf. 134 § 1)
Este poder para regir en la Iglesia tiene varios tipos. En primer lugar, encontramos la potestad de régimen
ordinaria, es decir, aquella que le pertenece de suyo al ejercicio de “de propio derecho a un oficio” (Cf.
c. 131 § 1). Por otro lado, está la potestad de régimen delegada, la cual es concedida a una persona por
sí misma y no en razón del oficio que se le ha encomendado (ibid).
De igual manera, según el oficio que tiene quien ejerce la potestad de régimen, ésta puede ser propia (si
el sujeto tiene la autoridad en la materia por el oficio delegado) o vicaria (si el sujeto tiene delegada la
autoridad como vicario en un asunto), según lo dispuesto en el c. 131 § 2, haciendo la salvedad que quien
tiene que probar la delegación es quien afirma que ha sido delegado para determinado oficio que implique
la potestad de régimen (cf. c. 131 § 3).
En ese sentido, teniendo en cuenta lo que se ha dicho en el preámbulo, es importante tener en cuenta que
la facultad de ejercer la potestad de régimen no se extingue cuando cesa en el oficio quien la ejerce, sino
que pasa a la siguiente persona llamada a ejercer el gobierno (cf. c. 132 § 2). Sin embargo, sí es posible
declarar un acto de potestad de régimen como nulo, toda vez que quien lo ha realizado haya excedido los
límites de sus funciones sobre el objeto o las personas implicadas en dicho acto (cf. c. 133 § 1), aclarando
que este exceso o abuso de las propias funciones de las que habla el canon citado NO existe si solamente
se trata de que la autoridad ha ejercido su potestad de una manera distinta a la que determina el mandato,
a no ser que ese mandato ordene una determinada manera exclusiva para ejercer la potestad (cf. c. 133 §
2).
De manera similar al ejercicio del poder público civil, también en la Iglesia existen tres áreas o ramas
de potestad de régimen: legislativa, ejecutiva y judicial (cf. c. 135 §1).
La potestad legislativa
La potestad judicial
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Potestad ejecutiva
- Se puede ejercer fuera del territorio sobre los propios súbditos, inclusive si están ausentes del
territorio (a no ser que se indique otra cosa por la naturaleza del asunto o por prescripción del
derecho).
- Se ejerce también sobre los peregrinos que se hallan en el territorio de jurisdicción de una
determinada autoridad eclesial, siempre que se trate de ejecutar leyes universales o particulares
que sean obligatorias para ellos.
Ampliamente han de interpretarse todos los actos de potestad de régimen ejecutiva ordinaria o delegada
siempre que ésta sea para la generalidad de los casos. Estrictamente se han de interpretar todos los demás
actos, presuponiendo que la autoridad que ha recibido potestad delegada para algún asunto, tiene per se
concedido todo lo necesario para poder ejercer dicha potestad (cf. c. 138)
Existen en la Iglesia niveles superiores e inferiores de potestad ejecutiva, tanto ordinaria como
delegada. Para el manejo de esta realidad hay que tener en cuenta que:
Cuando se ha delegado a dos o más personas con potestad ejecutiva para un asunto concreto se debe
tener en cuenta:
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- Si una persona delegada empieza a actuar excluye la actuación de los demás, a no ser que
después quede impedido o no quiera seguir adelante con el asunto que se ha empezado a llevar
adelante (cf. c. 140 §1).
- Según el canon 140 §3, siempre que se delega a varios la potestad ejecutiva se presume que se
ejercerá entre todos (solidariamente).
- Cuando se delega sucesivamente la potestad de régimen a varias personas, el asunto a resolver
debe ser tratado por la persona delegada cuyo mandato es anterior, a no ser que le haya sido
revocado (cf. c. 141).
- Una vez se cumple el mandato de la autoridad o cuando se agota el número de casos para el que
fue concedida.
- Cuando se cumplió el objetivo (causa final) de la delegación.
- Cuando la revoca el delegante y el delegado es notificado.
- Renuncia del delegado y aceptada por el delegante.
Nota: No se exingue o cesa la delegación per se, cuando ha cesado o extinto la potestad del delegante.
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II. DECRETOS Y PRECEPTOS SINGULARES (TÍTULO IV – CAPÍTULO II)
Comprendida la lógica canónica del ejercicio del poder en la Iglesia, bebiendo siempre de las fuentes
primeras del evangelio desde las cuales la potestad se entiende en términos de servicio (Lc 22, 27), en
seguida analizaremos los medios a través de los cuales una autoridad eclesial ejerce su poder para el bien
de la comunidad de los bautizados.
UN DECRETO SINGULAR
Se define como un acto administrativo de quien ejerce la autoridad ejecutiva, por el cual se toma una
decisión o se hace una provisión que, por su naturaleza, NO presuponen la petición de un interesado. (Cf.
c. 48).
- Recabar las informaciones necesarias para determinar su conveniencia y escuchar a las personas
afectadas de alguna manera por el decreto (cf. c. 50)
- Darlo por escrito y hacer constar allí los motivos del decreto (cf. c. 51).
- Comprender que el decreto sólo afecta a las personas de que trata y a las personas a las que se
dirige. A ellos los obliga en cualquier lugar a no ser que conste lo contrario (cf. c. 52).
- Tener en cuenta que si existen dos decretos contradictorios el particular siempre prevalece sobre
el general sobre lo que se establece particularmente, si son igualmente generales o particulares,
se supone que el más reciente deroga el más antiguo en los asuntos que contradice.
Para su ejecución
- Puede encomendarse a un ejecutor. En ese caso surte efecto en el momento que éste lo ejecuta.
Si el mismo que decreta es quien lo ejecuta, entonces el decreto surte efecto desde que se notifica
al destinatario (cf. c. 54 §1).
- Debe haber sido notificado el destinatario del decreto de manera legítima (cf. c. 54 §2) a no ser
que exista una causa gravísima que impida dicha notificación escrita, en cuyo caso basta con la
lectura del decreto al destinatario ante notario y dos testigos levantando acta (cf. c. 55).
- Basta con que se haya convocado al destinatario para recibir el decreto o escuchar su lectura, si
no acude a la cita o se niega a firmar sin justa causa, se puede considerar que ya ha sido notificado
genuinamente (cf. c. 56).
En las siguientes situaciones la autoridad debe emitir un decreto en un plazo no mayor a 3 meses (u otro
plazo prescrito particularmente por la ley):
Cuando la autoridad competente lo revoca o cesa la ley que el decreto pretendía ejecutar (cf. c. 58 §1)
UN PRECEPTO SINGULAR
Se define como un decreto emitido con documento legítimo por el cual, directa y legítimamente, se
impone a una persona o personas la obligación de hacer u omitir algo, sobre todo para urgir al
cumplimiento de una ley. En el momento en que cesa la autoridad del preceptor, cesa el precepto dado
por él (cf. c. 58 §1-2).
UN RESCRIPTO
Se define como un acto administrativo que emite la autoridad ejecutiva competente por escrito para
conceder un privilegio, una dispensa u otra gracia a petición del interesado. Funciona de la misma
manera la concesión de una licencia o de gracias a viva voz (cf. c. 59).
Si se nombra un ejecutor, en el momento que este lo ejecuta de acuerdo a los plazos del rescripto. Si no
se nombra ejecutor el rescripto surte efecto desde su expedición (cf. c. 62). En el caso de que el rescripto
tenga ejecutor, éste puede según su arbitrio y conciencia otorgar o denegar la gracia concedida (cf. c. 63).
Cuestión documental
Si el rescripto es concedido por la Santa Sede y éste ha expirado, se puede prorrogar una sola
vez y con justa causa por el obispo diocesano, pero con un plazo máximo de 3 meses (cf. c. 72).
Una ley, aunque le sea contraria, no deroga per se lo que se ha concedido a través de un
rescripto, a no ser que en el texto legislativo se diga expresamente otra cosa (cf. c. 73).
En el fuero interno se puede hacer uso de una gracia concedida de palabra, pero en el fuero
externo debe probar su concesión cuantas veces se le exija (cf. c. 74).
Cuando es otorgado por la Santa Sede y no se designa ejecutor, debe presentarse al ordinario
del destinatario sólo cuando está mandado en el documento o se trata de cosas públicas (cf. c.
68).
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¿Qué puede hacer inválido un rescripto?
Cuando se esconde u oculta la verdad para obtener una gracia (a no ser que se trate de un
rescripto entregado a Motu proprio).
Cuando se da una falsa narración de los hechos, cuando no corresponde a la verdad ni siquiera
una de las causas que se expusieron ante la autoridad (cf. c. 63. §2).
Cuando, en el momento que se entrega el rescripto que no tiene nombrado un ejecutor, la causa
motiva es falsa (cf. c. 63. §3).
Cuando, en el momento de la ejecución del rescripto por parte de un ejecutor, la causa motiva
es falsa (cf. c. 63 §3).
Cuando la gracia se obtiene del obispo diocesano sin haber hecho mención de que antes había
sido denegada por parte del vicario general o un vicario episcopal. De igual manera, es inválida
la gracia concedida por un vicario general o episcopal luego de que el obispo diocesano la había
denegado (cf. c. 65 § 2 - 3).
En la curia romana, cuando un dicasterio concede una gracia que había sido denegada por otro
dicasterio o autoridad inferior al Romano Pontífice, sin el consentimiento del dicasterio que
comenzó el trámite y denegó dicha gracia (cf. c. 64)
No debe pedirse a otro ordinario sin hacer constar la denegación del ordinario propio. Luego de
dársele a conocer al otro ordinario, éste debe conocer las razones de la denegación antes de
conceder la gracia (cf. c. 65 §1).
La gracia que es denegada por el vicario general o un vicario episcopal, no puede ser concedida
válidamente por otro vicario del mismo obispo, aun conociendo las razones por las que fue
denegada (cf. c. 65 §2).
Si existe duda sobre la invalidez del rescripto, se debe recurrir a quien lo emitió (cf. c. 65 §3)
Contradicción de rescriptos
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LOS PRIVILEGIOS
Se definen como una gracia otorgada en favor de determinadas personas, físicas o jurídicas1, concedidas
por la autoridad legislativa o también a la autoridad ejecutiva que haya recibido dicha potestad por parte
del legislador (cf. c. 76 § 1). No obstante, también existen privilegios cuya posesión es centenaria o
inmemorial, por lo cual se presume su concesión, aun cuando no conste una autoridad legislativa que
haya intervenido. (cf. c. 76 § 2)
Se debe interpretar siempre de manera que el destinatario realmente consiga una ventaja real (cf. c. 77),
presumiéndose que es perpetuo, a no ser que se pruebe lo contrario (cf. c. 78).
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Ver el próximo apartado de la presente síntesis para comprender la distinción entre personas físicas o jurídicas en la
Iglesia.
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LAS DISPENSAS
Se definen como la relajación de una ley meramente eclesiástica en un caso particular, la cual puede ser
concedida, dentro de sus límites, por la autoridad ejecutiva o a quienes les corresponde la potestad de
dispensar, por propio derecho o legítima delegación (cf. c. 85).
Para esto, es necesario tener en cuenta que NO son dispensables en la Iglesia las leyes que determinan
los elementos constitutivos esenciales de las instituciones o de los actos jurídicos (cf. c. 86). De esta
manera, el obispo diocesano sí puede dispensar leyes disciplinares, tanto universales como particulares,
siempre que se redunde en bien espiritual de los fieles, pero no lo podrá hacer en lo que concierne a leyes
procesales o penales, ni aquellas cuya dispensa se reserva únicamente a la Santa Sede o a otra autoridad
(cf. c. 87 §1). En caso de que la dispensa sea exclusiva de la Santa Sede y sea difícil recurrir a ella con
presencia de grave daño en la demora, cualquier ordinario puede dispensar esas leyes, siempre que se
suela conceder estas dispensas en las mismas circunstancias (cf. c. 87 §2).
Por ejemplo, en lo que se refiere a la obligación del celibato, es importante aclarar que la pérdida de
estado clerical no conlleva dicha dispensa, ya que ésta se encuentra reservada únicamente al Romano
Pontífice (cf. c. 291)
El ordinario del lugar en lo que concierne a leyes diocesanas o, por el bien de los fieles, de leyes
promulgadas por el concilio regional o provincial o también de la Conferencia Episcopal (cf. c.
88).
El ordinario sobre sus súbditos, incluso si están fuera del territorio o ausentes del mismo,
también sobre los transeúntes que se hayan de hecho dentro del territorio (cf. c. 91)
El párroco, los presbíteros o diáconos sobre una ley universal o particular, a no ser que la
potestad le haya sido delegada expresamente (cf. c. 89)
Interpretación
Una dispensa se debe interpretar estrictamente, al igual que la potestad de dispensar para un caso
determinado (cf. c. 92).
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¿Cuándo cesa una dispensa?
Una dispensa cesa de la misma forma que un privilegio (ver más arriba) y también cuando ha cesado
total y ciertamente la causa motiva para relajar la ley (cf. c. 93).
ESTATUTOS Y REGLAMENTOS
Los estatutos se definen como normas que se establecen a tenor del derecho en corporaciones o
fundaciones. En ellos se determina su fin, constitución, régimen y forma de actuar (cf. c. 94 §1). Los
estatutos de una corporación obligan sólo a las personas que son miembros legítimos de ella, mientras
que los estatutos de una fundación obligan sólo a quienes la gobiernan (cf. c. 94 §2).
Por otro lado, los reglamentos se definen como reglas o normas que se deben observar en las reuniones
de personas tanto convocadas por una autoridad como libremente promovidas por los fieles o en otras
celebraciones. En este documento se determina la constitución, el régimen y procedimiento en la
reunión. Son obligatorias para quienes toman parte de determinada reunión o celebración (cf. 95 §1-2).
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III. PERSONAS FÍSICAS Y JURÍDICAS (TÍTULO VI).
PERSONAS FÍSICAS
Se define como una persona que ha recibido el sacramento del bautismo y por él se ha constituido en
persona dentro de la Iglesia, con deberes y derechos propios según su condición, mientras que
permanezca en la comunión y no lo impida ninguna sanción legítimamente impuesta (cf. c. 96).
Características
El domicilio y cuasidomicilio
Una persona es vecina de un lugar cuando tiene su domicilio en él, forastero donde tiene
cuasidomicilio o vago si no tiene domicilio ni cuasidomicilio en ningún lugar (cf. c. 100).
Un hijo tiene su lugar de origen en aquel donde sus padres al tiempo de nacer tenían su
domicilio o cuasidomicilio. Si se trata de un hijo de vagos, el lugar de origen es donde ha
nacido, si es un expósito (niño abandonado) su lugar de origen es aquel donde ha sido hallado
(cf. 101)
El domicilio se adquiere por la residencia en un territorio de una parroquia o de una diócesis
con la intención de permanecer allí perpetuamente si nada lo impide o más de 5 años completos
(cf. 102 § 1). Por otro lado, el cuasidomicilio se adquiere por la residencia en una parroquia o
diócesis con la intención de permanecer allí al menos tres meses si nada lo impide o ya se haya
prolongado de hecho 3 meses (cf. 102 § 2).
Los miembros de un I.V.C o S.V.A adquieren domicilio allí donde está la casa a la que
pertenecen y cuasidomicilio en el lugar de la casa donde residan (cf. c. 103).
Los cónyuges han de tener un domicilio o cuasidomicilio común, a no ser que exista un caso de
separación legítima (cf. c. 104).
El menor debe habitar en el mismo domicilio o cuasidomicilio de sus tutores. Luego de salir de
la infancia, el joven puede adquirir su domicilio propio y si ya está emancipado, puede tener
domicilio propio (cf. c. 105).
El domicilio o cuasidomicilio se pierde para efectos jurídicos cuando se ausenta del lugar con
intención de no volver (cf. c. 106).
Por su domicilio o cuasidomicilio le corresponde a cada persona su párroco y su ordinario (cf.
107)
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Consanguinidad
Las personas físicas son consanguíneas según líneas y grados. En línea recta hay tantos grados cuantas
generaciones descontando el tronco. En línea colateral, hay tantos grados cuantas personas hay en ambas
líneas, descontando el tronco (cf. c. 108).
Afinidad
Surge por el matrimonio válido, aunque no consumado. Se da entre el varón y los consanguíneos de la
mujer e igualmente entre la mujer y los consanguíneos del varón. Para contar los grados, es importante
tener en cuenta que los consanguíneos del varón son en la misma línea y grado afines de la mujer y
viceversa (cf. c. 109 § 1 – 2).
Los hijos que se han adoptado de acuerdo a la ley civil se consideran en todo como hijos de los adoptantes
(cf. c. 110).
Todo hijo cuyos padres pertenecen a la Iglesia latina, se incorpora a ella por el bautismo. Si uno de ellos
es de otro rito y se ponen de acuerdo puede incorporarse a la Iglesia Latina. Si no hay acuerdo, el hijo
pertenecerá al rito al que pertenece el padre (cf. c. 111. §1). Si el catecúmeno tiene ya cumplidos catorce
años, él mismo puede elegir libremente el rito en el que va a bautizarse y pertenecerá a esa Iglesia (cf. c.
111. §2).
Una vez se ha recibido el bautismo se puede hacer un tránsito a otro rito de la siguiente manera (Cf. c.
112 §1 - 2):
Haciendo la salvedad que aun cuando una persona tenga la costumbre de recibir los sacramentos según
alguna Iglesia ritual autónoma, no lleva necesariamente consigo la adscripción a esa iglesia.
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LAS PERSONAS JURÍDICAS
Como punto de partida, hay que comprender que la Iglesia Católica en cuanto tal y la Sede Apostólica
en particular se constituyen por ordenación divina en personas morales (Cf. c. 113 §1). Adicionalmente,
también existen en la Iglesia personas jurídicas que son sujetos en derecho de obligaciones y derechos
que responden a su índole (cf. c. 113 §1-2)
Una persona jurídica en la Iglesia se constituye o por la prescripción del derecho o por especial concesión
por parte de la autoridad competente mediante un decreto (cf. c. 114 §1).
Para constituir una corporación se requieren al menos tres personas, es colegial si su actividad es
determinada por los miembros, con o sin igualdad de derechos, los cuales participan en las decisiones de
acuerdo a los estatutos. Si no hay participación entonces se trata de una corporación no colegial.
La fundación autónoma o persona jurídica patrimonial consta de unos bienes o cosas, espirituales o
materiales, y es dirigida según la norma del derecho y de sus propios estatutos. Una fundación peude ser
dirigida por una o varias personas físicas o un colegio (cf. c. 115 §2-3).
De piedad.
De apostolado.
Caridad
No confiera esta personalidad jurídica sino a corporaciones o fundaciones que busquen un fin
verdaderamente útil y que dispongan de medios para alcanzar dichos fines (cf. c. 114 §3).
No confiera esta personalidad jurídica si sus estatutos no han sido aprobados (cf. c. 117).
Conozca quiénes representan la persona jurídica pública para actuar en su nombre según los
propios estatutos (cf. c. 118).
Existen personas jurídicas públicas, es decir, corporaciones o fundaciones constituidas por la autoridad
eclesiástica competente para que, dentro de los límites señalados, cumplan en nombre de la Iglesia la
misión que se les confía mirando al bien público. Las que no cumplan con estas condiciones entonces
serán personas jurídicas privadas (cf. c. 116 §1).
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La personalidad jurídica pública se adquiere en virtud del mismo derecho o por decreto especial de la
autoridad competente; mientras que la personalidad jurídica privada sólo se obtiene mediante decreto
especial de la autoridad competente que se la concede (cf. c. 116 §2).
Una persona jurídica es, por su naturaleza, perpetua en la Iglesia. Sin embargo, puede extinguirse como
tal por las siguientes razones (Cf. c. 120 § 1)
Cuando se extingue la persona jurídica pública, el destino de sus bienes y derechos patrimoniales, sus
cargas, se rige por el derecho y sus propios estatutos. En caso de que estos no contengan los
procedimientos necesarios, éstos pasan a la persona jurídica superior, quedando a salvo la voluntad de
los fundadores o donantes y los derechos adquiridos. Si la persona jurídica extinta es privada, sus bienes
y sus deudas se rigen por sus propios estatutos (cf. c. 123).
UNIÓN
Si se da una unión entre corporaciones y fundaciones ya constituidas como personas jurídicas públicas,
el resultado es una nueva persona jurídica que hace suyos los bienes y derechos patrimoniales de las
anteriores y asume las cargar que pesaban sobre las mismas, quedando a salvo lo que concierne a sus
bienes, el cumplimiento de las deudas, la voluntad de fundadores y donantes, además de los derechos
adquiridos (cf. c. 121).
Si se da una división de una persona jurídica pública, dando como resultado una persona jurídica nueva
a partir del desmembramiento, la autoridad que realiza la división debe respetar la voluntad de los
fundadores y donantes, los derechos adquiridos y procurar por sí mismo o por un ejecutor que (Cf. c.
122):
Que los bienes y las deudas se repartan proporcionalmente y equitativamente entre las personas
jurídicas.
Que ambas personas jurídicas puedan gozar del uso y usufructo de los bienes comunes que no
pueden dividirse.
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LOS ACTOS COLEGIALES
Toda persona jurídica debe actuar como tal, por lo cual se hace necesario que existan algunos tipos de
actos colegiales. Para ello, se debe tener en cuenta que lo que afecta a todos y a cada uno, debe ser
aprobado por todos. Estos actos colegiales son:
Elecciones: que tienen valor jurídico si, hallándose presente la mayoría de los que deben ser convocados,
se aprueba por mayoría absoluta. Después de dos escrutinios ineficaces se debe hacer una votación sobre
los dos candidatos con mayor número de votos o sobre los de más edad (si son más de dos). Después del
tercer escrutinio, si existe empate, queda elegido el que tenga más edad (Cf. c. 119).
Votaciones: Para dirimir otros asuntos, es jurídicamente válido lo que, hallándose presente la mayor
parte de los convocados, se aprueba con mayoría absoluta. Si después de dos escrutinios persiste la
igualdad de votos, el presidente resuelve el empate con su voto (Cf. c. 119).
ACTOS JURÍDICOS
Validez
Para que un acto tenga validez jurídica se requiere que haya sido realizado (cf. c. 124 § 1-2):
Invalidez
Para que un acto pierda toda validez jurídica se requiere que (cf. c. 125 § 1-2; 126):
Haya sido realizado por una violencia exterior a la que de ningún modo se ha podido resistir.
Haya sido rescindido por sentencia del juez atendiendo a que el acto ha sido realizado por miedo
grave o dolo.
Haya sido realizado por ignorancia o por error en lo que afecta a la esencia del acto (una condición
sine qua non) o atendiendo a la ignorancia o error del agente, una sentencia judicial declara nulo
el acto.
En diversos casos se establece que la autoridad legítima para realizar un acto jurídico debe contar con el
consentimiento o el consejo de algún colegio o grupo de personas. De esta manera, esta agrupación debe
convocarse, a no ser que se trate sólo de pedir consejo y que el derecho particular permita otro medio de
hacerlo (cf. c. 123 1-3).
Cuando se hace necesario recurrir a una agrupación, para la validez de los actos se requiere obtener el
consentimiento de la mayoría absoluta de los presentes o pedir el consejo de todos. Si se exige
consentimiento, es inválido el acto de la autoridad si no cuenta con dicho consentimiento. Si tan solo se
exige que el superior escuche los consejos de estas personas, es inválido el acto que realiza si no ha
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cumplido con este dictamen. Se recomienda seguir el consejo de la agrupación, especialmente si es
unánime, a no ser que el superior tenga una razón que a su juicio sea más poderosa para actuar en su
contra. Por otro lado, los que han de ser consultados están obligados a manifestar sinceramente su opinión
y, si la materia lo requiere, guardar cuidadosamente secreto.
Si alguien causa a otro un daño ilegítimo a través de un acto jurídico o por otro acto realizado con dolo
o culpa, debe reparar el daño causado (cf. c. 128).
DEFINICIÓN
Un oficio eclesiástico es cualquier cargo, constituido de manera estable por disposición divina o
eclesiástica, que tenga un fin espiritual (cf. c. 145 § 1-2). Las obligaciones y derechos que tiene cada
oficio se determinan por el derecho que lo constituye o por decreto de la autoridad competente que lo
constituye y a la vez lo confiere.
PROVISIÓN (Capítulo 1)
Sólo se obtiene válidamente un oficio eclesiástico por provisión canónica (cf. c. 146), la cual se realiza
por (Cf. c. 147):
Decisión y colocación libre de la autoridad eclesiástica competente (art. 1): compete al obispo
diocesano proveer los oficios eclesiásticos en su propia Iglesia particular (cf. c. 157).
Por institución del candidato cuando precedió una presentación (art. 2): Cuando a alguien le
compete por derecho presentar a la autoridad a alguien para que realice un oficio eclesiástico,
deberá hacerlo en un plazo de 3 meses desde que se tuvo noticia de que dicho oficio quedó
vacante (Cf. c. 158 § 1).
Así pues, nadie puede ser presentado contra su voluntad (no ha rehusado en un plazo de 8 días) y, quien
presenta puede presentar uno o varios candidatos, simultáneos o sucesivos. Ninguna persona física puede
presentarse a sí misma. Además, si a alguien no se le considera idóneo, quien presenta puede presentar
otro candidato en el plazo de un mes. Si el presentado renuncia o fallece antes de ser instituido, el que
presenta puede presentar otro en el plazo de un mes (cf. cc. 159 – 161).
Por otro lado, es necesario tener en cuenta que quien tiene el derecho de presentar los candidatos a la
autoridad competente pierde el derecho de hacerlo si (cf. c. 162):
De lo contrario, la autoridad instituirá al legítimamente presentado que sea considerado idóneo y que
haya aceptado. Si son varios, debe instituir a uno de los presentados (cf. c. 163).
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Por confirmación-admisión por parte de dicha autoridad cuando ha precedido elección o
postulación.
Si los estatutos permiten que un colegio tenga derecho a elegir para un oficio, no se debe diferir más de
3 meses la elección desde el día en que el oficio quedó vacante. De otra manera la autoridad legítima
deberá proveer libremente este oficio (cf. c. 165).
Se debe proceder así para una elección (cf. cc.166 – 174 § 1.):
a. El presidente del colegio debe convocar a todos los miembros. Cuando la convocatoria deba ser
personal será válida si se hace en el lugar de residencia. Si alguien no es tenido en cuenta y por
ello no se hace presente, la decisión puede ser echada atrás por la autoridad competente, aun si
ya fue confirmada, siempre que el recurso haya sido interpuesto por la persona afectada dentro
de los 3 días después de recibir la noticia de la elección. Si no han sido tenidos en cuenta la tercera
parte de los electores, la elección es nula.
b. Tienen derecho a votar quienes se hallen presentes en el lugar al que han sido convocados, a no
ser que el derecho propio diga otra cosa o que alguno de los electores esté presente en la casa
donde se celebra la elección, pero no pueda asistir por enfermedad. En ese caso, los escrutadores
recogerán su voto escrito. Si alguien tiene derecho a votar por varios títulos, solamente podrá
emitir un voto.
c. No tiene derecho a votar alguien que sea ajeno al colegio o grupo o quien es inhábil para hacerlo
debido a que es incapaz de actos humanos o porque carece de voz activa o porque está
excomulgado o se ha apartado de la comunión de la Iglesia. Si alguno de ellos llega a votar, su
voto es nulo pero la elección vale, a no ser que su voto haya sido decisorio.
d. Para que se considere un voto válido se requiere que sea libre, secreto, cierto, absoluto y
determinado (cf. c. 172 § 1).
e. Antes de comenzar la elección deben designarse dos escrutadores dentro de los miembros del
colegio o grupo, estos deben recoger los votos, comprobar ante el presidente que el número de
papeletas corresponde al número de electores y hacer público cuántos ha conseguido cada uno.
f. Puede hacerse por compromiso, siempre que los electores se hayan puesto de acuerdo unánime y
escrito para transferir el derecho de elección a una o varias personas idóneas para que procedan
en nombre de todos. No obstante, todos recuperan el derecho al voto si se revoca por el colegio
o grupo, si no se ha cumplido alguna de las condiciones del acuerdo o si la elección fue nula.
Registro
Debe haber alguien encargado de levantar acta cuidadosa de la elección, la cual, firmada por él, el
presidente y los escrutadores, se guardará en el archivo del colegio (cf. c. 174 § 4).
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El elegido
Cuando se logra la mayoría absoluta de los votos, el elegido debe ser notificado inmediatamente y cuenta
con 8 días para manifestar su elección, en caso contrario la elección no surte efecto. Si éste no acepta,
pierde todos los derechos adquiridos por la elección y el colegio debe volver a elegir en el plazo de un
mes.
Cuando acepta la elección, el elegido obtiene inmediatamente de pleno derecho el oficio, a no ser que la
elección necesite confirmación. En ese caso, los derechos los adquiere después de haber sido confirmado
en el oficio, lo cual debe suceder en un plazo no mayor a 8 días. Si la autoridad competente halla idóneo
al elegido, no puede negar la confirmación escrita. Mientras el elegido no haya sido confirmado, no puede
ejercer el oficio ni en lo espiritual ni en lo temporal (Cf. cc. 176– 179)
Si el elegido tiene un impedimento canónico que puede y suele dispensarse, pueden mediante sufragio
postularlo a la autoridad competente (cf. c. 180 - 182). Para ello se requiere:
La postulación es nula si no se envía dentro del plazo establecido, quedando el colegio privado de elegir
o postular, a no ser que no haya sido enviada por justo impedimento o dolo o negligencia.
La autoridad competente, por su parte, no tiene obligación de admitir la postulación y los electores, con
el consentimiento de la autoridad, pueden revocar la postulación. Si no se admite al postulado, el derecho
de elegir vuelve al grupo o colegio. Si el postulado acepta la postulación que ha sido admitida por la
autoridad, adquiere su oficio de pleno derecho (cf. cc. 182 § 3-4; 183)
Puede darse también, en algunos casos, una simple elección y aceptación del elegido que no
necesita ser confirmada.
Quien provee es la autoridad a quien corresponda la erección, innovación o supresión de cada oficio
eclesiástico (cf. c. 148).
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Cura de almas
Si el oficio conlleva la plena cura de almas, se requiere (cf. cc. 150 – 151)
Características de la provisión
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DE LA CONSTITUCIÓN JERÁRQUICA DE LA IGLESIA
Por iniciativa y disposición divina, Pedro y los demás apóstoles se constituyen en colegio, unidos al
Romano Pontífice, sucesor de Pedro y los Obispos sucesores del ministerio apostólico (Cf. c. 330).
El obispo de Roma permanece la función que el Señor encomendó de manera particular a Pedro, por lo
cual, él es la cabeza del colegio episcopal, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia Universal. En virtud
de su oficio, el Papa ejerce un poder ordinario, supremo, pleno, inmediato y universal en la Iglesia, lo
cual puede ser ejercido de forma libre por él (Cf. c. 331). En consecuencia de ello, no cabe ninguna
apelación o recurso frente a una sentencia o decreto del Romano Pontífice (Cf. c. 333 § 3)
Su elección legítima debe ser aceptada juntamente con la consagración episcopal. Si el elegido ya tiene
el carácter episcopal, la potestad papal la obtiene desde el mismo momento que acepta la elección. En
caso de que el elegido no sea obispo consagrado, debe recibir inmediatamente la ordenación episcopal
(Cf. c. 332).
La potestad papal ordinaria se extiende sobre todas las Iglesias particulares y sus agrupaciones, con lo
cual se fortalece y defiende al mismo tiempo la potestad propia, ordinaria e inmediata que compete a
los Obispos en sus Iglesias. En el ejercicio de su potestad eclesial, el Romano Pontífice siempre está
unido por la comunión con los demás obispos y a él compete el derecho de determinar cómo ejercer, si
de forma personal o colegial, el oficio que le ha sido encomendado. (Cf. c. 333 § 1-2).
A disposición del Papa en el ejercicio de su oficio se encuentran los obispos, quienes le prestan su
cooperación de distintas maneras, especialmente a través del Sínodo de los Obispos. Los Cardenales y
otras personas e instituciones son llamados a cumplir, en nombre del Pontífice y con su autoridad, la
función que éste les encomienda (Cf. c. 334).
El Romano Pontífice puede renunciar a su oficio, acto que sólo necesita para su validez que sea libre y
se manifieste formalmente, pero no requiere la aceptación por parte de nadie (Cf. c. 332 § 2)
LA SEDE VACANTE
Cuando la sede episcopal de Roma está vacante o totalmente impedida, no se puede innovar en nada el
régimen de la Iglesia Universal, se deben observar las leyes especiales emanadas para estos casos (Cf. c.
335). En caso de que la sede quede vacante durante la realización del concilio, éste debe interrumpirse
por propio derecho hasta que el nuevo Papa decida continuarlo o disolverlo (Cf. c. 340).
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Cuando se produce la sede vacante, el colegio de los cardenales asume en la Iglesia una potestad que se
le atribuye en una ley particular.2
EL COLEGIO EPISCOPAL
Está compuesto por el Sumo Pontífice y todos los obispos en virtud de su consagración sacramental y de
la comunión jerárquica con la cabeza y los miembros del colegio (Cf. c. 336).
Como Colegio, los obispos pueden ejercer de modo solemne su potestad en un Concilio Ecuménico o
mediante una acción conjunta de los obispos dispersos por el mundo, promovida o libremente aceptada
por el Papa (Cf. 337. § 1-2). En ese sentido, el Romano Pontífice es el que debe determinar y promover,
de acuerdo a las necesidades, la forma como los obispos han de ejercer colegialmente su función para
toda la Iglesia (cf. 337 § 3).
Por norma canónica del actual código, sólo compete al Papa la convocatoria de un Concilio Ecuménico,
debe presidirlo personalmente o por medio de otros, puede trasladarlo, suspenderlo o disolverlo, además
de aprobar los documentos que emanan de allí, determinar las temáticas que se han de tratar, establecer
el reglamento y permitir que los padres conciliares añadan otras cuestiones a ser tratadas (Cf. c. 338 § 1-
2).
EL CONCILIO ECUMÉNICO
Todos los obispos en tanto miembros del colegio episcopal y sólo ellos tienen derecho y deber de asistir
al Concilio Ecuménico con voto deliberativo. Otros que no son obispos pueden ser llamados por el Papa
a participar del Concilio y a él le corresponde determinar la función que cumplirán en la asamblea
conciliar (cf. c. 339 § 1-2).
Solamente tienen fuerza obligatoria si, habiendo sido aprobados por el Papa y los Padres Conciliares,
son confirmados por el Romano Pontífice y promulgados por mandato suyo. Se necesita también para
que sea un documento obligatorio que sea confirmado y promulgado por el Papa cuando se trata de un
decreto dado por el Colegio Episcopal.
El sínodo de los Obispos se define como una asamblea de obispos escogidos de las distintas regiones
del mundo que se reúnen en algunas ocasiones para (Cf. c. 342):
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Actualmente vigente la Constitución Apostólica de S. Juan Pablo II “Universi dominici Gregis” promulgada en el año 1996.
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En consecuencia, el sínodo de Obispos debe debatir las cuestiones que han de ser tratadas, manifestar
su parecer, pero no dirimir esas cuestiones ni dar decretos acerca de ellas, a no ser que el Papa les haya
otorgado potestad deliberativa. En cualquier caso, es el Papa quien debe ratificar las decisiones del
sínodo (Cf. c. 343).
a) Asamblea general: para tratar cuestiones que miran al bien de la Iglesia Universal. Ésta puede ser
ordinaria si es en el tiempo acordado o extraordinaria si es convocada fuera de tiempo por el
Papa
Sus integrantes son en su mayoría Obispos, unos elegidos para cada asamblea por las conferencias
episcopales, según la legislación propia del sínodo, otros designados por el mismo derecho, otros
nombrados por el Papa, además de algunos miembros de I.V.C o S.V.A Clericales.
b) Asamblea especial: para tratar problemas que conciernen a una o varias regiones determinadas.
Sus integrantes serán obispos designados por el derecho peculiar del sínodo en razón del oficio
que desempeñan, otros nombrados por el Papa, además de algunos miembros de I.V.C o S.V.A
Clericales. Todos estos deben ser miembros seleccionados principalmente de aquellas regiones
para las que ha sido convocado.
En el momento que el Papa clausura la asamblea sinodal, cesa la función que en la misma se había
confiado a los Obispos y demás miembros (Cf. c. 347). Además, se puede suspender el sínodo si se
produce la sede vacante, hasta que el nuevo Papa la declare disuelta o decrete su continuación (Cf. c.
347 § 2)
El Sínodo de los obispos debe contar con una secretaría general, cuyo secretario general es nombrado
por el Papa. Dicha secretaría es asistida por un consejo de la secretaría (unos nombrados por el sínodo
y otros por el Papa). Su función termina cuando comienza una nueva asamblea general (Cf. c. 348 § 1).
Adicionalmente, se nombran algunos secretarios especiales, los cuales son designados por el Romano
Pontífice y permanecen en el oficio hasta que se concluye el sínodo (Cf. c. 348 § 2).
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LOS CARDENALES DE LA IGLESIA ROMANA (Capítulo III)
Existen en el colegio cardenalicio tres órdenes (Cf. 350 § 1): el orden episcopal, al que pertenecen los
cardenales que tienen asignada una Iglesia Suburbicaria, los patriarcas orientales adscritos al colegio. El
orden presbiteral y el orden diaconal. De este último hay que decir que el cardenal proto-diácono es quien
anuncia el nombre del nuevo Papa elegido al pueblo. De igual manera, es él quien impone el palio a los
metropolitanos o lo entrega a sus procuradores en representación del Papa (Cf. 350 § 2).
Cada cardenal del orden presbiteral y diaconal tiene como asignación del Papa un título o diaconía de la
Urbe (Roma). Los patriarcas orientales, por su parte, tienen como título su sede patriarcal. Por otro lado,
los cardenales a quienes se les asigna una Iglesia suburbicaria o una Iglesia en la urbe, una vez que hayan
tomado posesión de la misma, han de promover el bien de esas iglesias con su consejo y patrocinio, pero
no tienen potestad de régimen sobre ellas y no deben inmiscuirse en su administración (Cf. c. 357).
El cardenal Decano tiene como asignación la diócesis de Ostia, a la vez que la otra Iglesia de la que ya
era titular antes de su nombramiento como decano. Él es quien preside el colegio cardenalicio, a no ser
que esté impedido, momento en el cual ejerce el subdecano. Su presidencia del colegio no les otorga
potestad alguna sobre los demás cardenales, sino que se les considera como primus inter pares (Cf. 357
§ 4; 352)
El decano se elige, una vez el oficio está vacante, los cardenales obispos, bajo la presidencia del sub-
decano, nombran a alguno dentro del grupo para ejercer el oficio. Posteriormente el Papa debe aprobar
al elegido. De igual manera, con la presidencia del decano se elige al subdecano, también aprobado por
el Romano Pontífice. En caso de que el elegido como Papa no sea obispo en el momento de su elección
el decano ha de darle la ordenación episcopal y si éste se halla impedido, le corresponde al subdecano.
Si ambos están impedidos, debe hacerlo el cardenal más antiguo del orden episcopal (Cf. c. 355)
Por todo lo anterior, tanto el decano como el subdecano están obligados a residir en Roma (Cf. c. 352 §
4)
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diaconal accede por opción al orden presbiteral, precede a los demás cardenales presbíteros elevados al
cardenalato después de él (Cf. c. 350)
Para ser creados cardenales, el Papa elige libremente entre aquellos varones que hayan recibido al menos
el presbiterado y que destaquen por su doctrina, costumbres, piedad y prudencia en la gestión de los
asuntos. Los que aún no son Obispos deben recibir la consagración episcopal (Cf. c. 351). Los cardenales
se crean por decreto del Papa, hecho público en presencia del colegio cardenalicio.
CONSISTORIOS
El modo más habitual mediante el cual los cardenales ayudan al Papa es un consistorio (Cf. c. 353). En
ellos se reúnen por mandato del Romano Pontífice y bajo su presidencia. Existen consistorios ordinarios
(se convoca al menos a todos los cardenales que viven en Roma para consultar sobre cuestiones graves9
y extraordinarios (de acuerdo a especiales necesidades de la Iglesia se convocan a todos los cardenales).
De ellos, sólo el consistorio ordinario puede ser público, admitiendo además de los cardenales a otras
personas externas al colegio.
Se les ruega a los padres cardenales que están al frente de dicasterios u otros intitutos de la Curia y del
Vaticano que, al cumplir setenta y cinco (75) años de edad, presenten su renuncia al Papa, el cuál
proveerá teniendo en cuenta todas las circunstancias (Cf. c. 354).
Los cardenales que tienen como encargo un oficio en la curia y no sean obispos diocesanos, están
obligados a vivir en Roma. Los cardenales a quienes se ha confiado una diócesis, deben ir a Roma
cuantas veces sean convocados por el Papa (Cf. c. 356).
EXENCIÓN CANÓNICA
Los cardenales que se encuentran fuera de Roma y de la propia diócesis, están exentos de la potestad de
régimen del Obispo de la diócesis en la que habitan (Cf. c. 357 § 2)
Organismos
Para tramitar los asuntos de la Iglesia Universal en nombre y por autoridad del Papa, la Curia romana
consta de (Cf. c. 360):
El Papa tiene derecho de nombrar a sus propios legados y enviarlos, tanto a Iglesias Particulares como a
diversas regiones, ante estados y autoridades públicas, puede transferirlos y hacerles cesar en su cargo,
teniendo en cuenta el derecho internacional sobre el envío y cese de legados ante los estados (Cf. c. 362).
Así pues, el Papa puede encomendar a un cardenal que le represente en alguna celebración solemne como
Legatus a latere, es decir, como si fuera él mismo. A eso, el legado le compete únicamente aquello que
el Romano Pontífice le ha encargado (Cf. 358)
También, a cualquiera de los legados del Papa, se les encomienda el oficio de representarle de modo
estable ante las Iglesias particulares o también ante los Estados a donde son enviados. De igual forma,
hacen parte de este grupo los que son enviados en Misión Pontificia ante algún Organismo Internacional
o Conferencia (Cf. c. 363 § 2)
Procurar que sean cada vez más firmes y eficaces los vínculos de la Santa Sede y las Iglesias
particulares.
Informar a la Sede Apostólica acerca de las condiciones en las que se encuentran las Iglesias
Particulares y todo lo que afecte a la misma vida de la Iglesia y al bien de las almas.
Prestar ayuda y consejo a los obispos, sin menoscabar su potestad legítima.
Mantener frecuentes relaciones con la Conferencia Episcopal y prestarles colaboración.
Trasmitir o proponer a la Sede Apostólica los nombres de los candidatos al episcopado e
instruir el proceso informativo de los que han de ser promovidos.
Promover iniciativas en favor de la paz, el progreso y la cooperación de los pueblos.
Colaborar con los obispos para que se fomenten relaciones oportunas entre la Iglesia y otras
iglesias e incluso con religiones no cristianas.
Defender juntamente con los Obispos ante las autoridades todo lo que pertenece a la misión de
la Iglesia y de la Santa Sede.
Ejercer las facultades y cumplir los otros mandatos que le confíe la Sede Apostólica.
Si es frente a un Estado, el legado debe promover y fomentar las relaciones entre la Santa Sede
y las Autoridades del Estado.
Trabajar en la negociación de concordatos con los estados, pidiendo siempre el parecer y
consejo a los Obispos de la circunscripción eclesiástica y les informará sobre la marcha de las
gestiones.
En virtud de estas funciones, el legado pontificio está exento de la potestad de régimen del Ordinario
del lugar, a no ser que se trate de la celebración de matrimonios. De igual forma, el legado puede
celebrar en todas las iglesias de su legación, incluso celebraciones pontificales (Cf. 366).
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Por último, el legado pontificio cesa en su oficio si:
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