You are on page 1of 20

el comunismo es un movimiento político que promueve la formación de

una sociedad sin clases sociales, donde los medios de producción sean de propiedad común.
Esto implica que la propiedad privada de dichos medios no existiría, lo que llevaría el poder a
la clase trabajadora.

En su fin último, el comunismo busca la abolición del Estado: si no existe la propiedad privada
de los medios de producción, no existe la explotación. Por lo tanto, la organización estatal no
sería necesaria.

Las bases del comunismo fueron desarrolladas por Karl Marx y Friedrich Engels a finales
del siglo XIX en libros como “El capital”. En el siglo XX, el revolucionario ruso y líder
bolchevique Vladimir Lenin se propuso llevar a la práctica dichas teorías, a partir de su propia
interpretación.

El comunismo ha recibido críticas desde distintos sectores. Hay quienes consideran que la
sociedad sin clases es imposible (siempre algún grupo ostentará poder; en el caso del
comunismo, serían los burócratas). Por otra parte, muchos creen que el capitalismo y su afán
de ganancia es el único sistema que promueve el desarrollo económico.

El régimen de Nicolae Ceausescu

A lo largo de la historia han existido diversos gobiernos comunistas; sin duda uno de los que se
ha destacado negativamente por sus políticas genocidas y programas anticonstitucionales fue
el régimen de Nicolae Ceausescu, quien gobernó Rumanía entre los años 1945 y 1989 y fue
derrocado violentamente por la revolución popular; cabe mencionar que Rumanía fue el único
país de Europa Oriental que consiguió deshacerse de su líder a través de la fuerza.

Unas décadas más tarde el comunismo de Ceausescu fue catalogado de ilegítimo y criminal;
pese a lo obvio que puede resultar esta declaración, fue Rumanía el primer ex miembro del
bloque del comunismo que dio este paso y lo hizo después de una intensa investigación
realizada por el historiador Vladimir Tismineanu en la que se analizaron los crímenes y
los abusos de la dictadura.

Durante el mandato de Nicolae Ceausescu las clases más desfavorecidas fueron los pobres,
quienes condenados al hambre, al frío, a la falta de recursos sanitarios y de
educación sufrieron una devastadora aniquilación; además, se implementaron políticas de
exterminio a todos los que se opusieran al régimen, torturándolos y
asesinándolosindiscriminadamente.

La aceptación de los crímenes por parte del actual gobierno rumano no es, como muchos han
creído, una postura anti-rumana, sino el deseo de limpiar el pasado, de condenar a los que se
han comportado de forma inconstitucional a fin de caminar limpios hacia una democracia más
real. Cabe mencionar que no hace mucho este país ha sido aceptado para formar parte de la
Unión Europea.

Diferencias entre comunismo y socialismo

Aunque muchas veces se utilizan como sinónimos, debe tenerse en cuenta que comunismo
y socialismo no son lo mismo.
Mientras que el comunismo propone medidas radicales para la expropiación de la propiedad
individual para ser explotada por el Estado y sus consecuencias son reales; el socialismo es una
doctrina, no propone medidas efectivas de cambio sino un plan de economía económico que
se basa en la posesión democrática y el control administrativo colectivo de los sistemas de
producción, junto al control de las estructuras políticas por parte los ciudadanos.

Ambas ideologías se basan en una serie de escritos y estudios desarrollados a lo largo de la


historia por diversos pensadores; de este modo, el comunismo se apoya en las ideas
propuestas por Carl Marx y Friedrich Engels mientras que el socialismo lo hace en las
plasmadas por Henri de Saint-Simon y Carlos Fourier (aunque éstos también tenían ideas
marxistas).

Cabe mencionar que pese a que muchos aseguran que el socialismo es la fase previa al
comunismo, algunas corrientes políticas las separan rotundamente colocando al socialismo en
un límite más cercano a la democracia y al comunismo, cerca de los regímenes autoritarios e
inconstitucionales.
La historia del Comunismo está sumamente unida al pensamiento que el filósofo
prusiano Karl Marx delineó el siglo XIX. Este vio al comunismo como el estado
óptimo, Socialización de los medios de producción. Para Marx, sólo después de que la
humanidad fuese capaz de producir en exceso, la propiedad privada se desarrollaría de
forma masiva y permanente. Sin embargo en Occidente, el comunismo era una idea de
una sociedad basada en la propiedad común, idea que se remonta incluso desde
la Antigüedad clásica. Su forma moderna como un movimiento político de masas surgió
en Europa con el movimiento de los trabajadores durante la Revolución industrial.
En el siglo de la cabra, el ascenso del comunismo como una idea política fue expresada
por Karl Marx, que desarrolló el Marxismo, y Friedrich Engels, que desarrolló la concepción
moderna de comunismo como el resultado de una revolucionaria lucha de clases entre
el proletariado y la burguesía.
La primera vez en donde un Partido Comunista logró el poder fue en la Revolución
rusa de 1917. El marxismo-leninismo surgió como la bandera principal del comunismo en
la política mundial. Posteriormente surgieron otras corrientes comunistas como
el Maoísmo, que acentúa el papel de la clase campesina como los agentes de revolución.

De la Antigüedad al siglo XVIII: el pre-


comunismo[editar]
El comunismo de Platón[editar]
Comunismo cristiano[editar]
Otros "comunismos" anteriores a Marx[editar]

Marx, Engels y el Manifiesto Comunista[editar]


Karl Marx, el padre del comunismo moderno

Aunque Marx tratara muchísimos temas, su amplia fama deriva de su análisis de historia
en términos de lucha de clases, resumida en la famosa introducción al Manifiesto
Comunista:
“La historia de toda la sociedad hasta ahora existente es la historia de lucha de clases”
El Manifiesto Comunista, también conocido como el Manifiesto del Partido Comunista,
publicado el 21 de febrero de 1848 es uno de los tratados políticos más influyentes en la
historia del mundo. Comisionado por la Liga Comunista y escrito por Karl Marx y Friedrich
Engels, este presentó los objetivos de la Liga y el programa. El Manifiesto aconsejó un
curso de acción para una revolución proletaria dispuesta a derrocar el capitalismo y,
eventualmente, construir una sociedad sin clases. La introducción del texto comenzaba
con un llamado a las armas:
Un espectro recorre Europa - el espectro del comunismo. Todos los viejos poderes de Europa han
establecido una alianza santa para exorcizar este espectro: el Papa y el Zar, Metternich y Guizot,
Radicales franceses y espías de policía alemanes. ¿Dónde está el partido en la oposición que no ha
sido censurado como comunista por sus opositores en el poder? ¿Dónde está la oposición que no
tiene el reproche de estar marcada de comunista, contra los partidos de oposición más avanzados,
así como contra sus adversarios reaccionarios?

El programa descrito en el Manifiesto es el llamado socialismo o comunismo. La política


incluía la abolición de la hacienda y el derecho a la herencia, el impuesto sobre ingresos
progresivos, y la nacionalización de los medios de producción y el transporte. Esta política,
que sería puesta en práctica por un gobierno revolucionario (la dictadura del proletariado),
sería (como creían los autores) un precursor a la sociedad apátrida y sin clases. El término
"comunismo" también es usado para referirse a las creencias y las prácticas del Partido
Comunista, incluyendo él de la Unión Soviética, que se diferenció considerablemente del
concepto de Engels y Marx.
Este al concepto de la transición del socialismo al comunismo que muchos críticos del
Manifiesto, en particular durante y después de la era soviética, han
apuntado. Anarquistas, liberales y conservadores se preguntaron cómo una organización
como el estado revolucionario podría alguna vez autodesintegrarse. Tanto los acuerdos
tradicionales de la atracción del poder político como las teorías más recientes del
comportamiento de la organización sugieren en cambio que un grupo asentado en el poder
político tenderá a conservar su privilegio antes que permitirse autodesintegrarse, incluso si
se dan aquel privilegio en nombre de la revolución y del establecimiento de la igualdad:
Cuando, en el curso del desarrollo, las distinciones sociales han desaparecido, y toda la producción
ha sido concentrada en las manos de una asociación enorme de la nación entera, el poder público
perderá su carácter político. El poder político, correctamente supuesto, es simplemente el poder
organizado de una clase para oprimir a otra. Si obligan al proletariado durante su competición con la
burguesía, por la fuerza de las circunstancias, a organizarse como una clase; si, mediante una
revolución, ella se hace la clase dirigente, y, como tal, barre por la fuerza las viejas condiciones de
producción, entonces esto, con estas condiciones, habrá barrido las condiciones para la existencia
de antagonismos de clase y de clases generalmente, y así habrá suprimido su propia supremacía
como una clase.

Las famosas últimas líneas del Manifiesto Comunista son a su vez el llamado a generar las
condiciones para crear una nueva sociedad sobre la base de quienes no tienen nada que
perder: Los trabajadores del mundo.
Los Comunistas no se dignan a ocultar sus opiniones y objetivos. Ellos abiertamente declaran que
sus fines pueden ser logrados sólo por el derrocamiento total de todas las condiciones sociales
existentes. Dejen a las clases dirigentes temblar en una revolución comunista. Los proletarios no
tienen nada para perder, salvo sus cadenas. Ellos tienen un mundo para ganar.

El comunismo es un sistema social, así como también un modo de organización


socioeconómica, caracterizado por la propiedad en comúnde los medios de producción, la
ausencia de propiedad privada en los medios de producción y la inexistencia de clases
sociales y de un Estado.123
El comunismo como proyecto de socialización de los medios de producción surgió en el
siglo XVI bajo la forma de diversas utopías basadas en el colectivismo agrario. Las más
conocidas fueron la obra Utopía de Tomás Moro y la ideología revolucionaria babuvina que
derivó del movimiento jacobino de la Revolución francesa. El ideario comunista se convirtió
a comienzos del siglo XIX en un complejo proyecto económico industrial gracias a las
diferentes corrientes del llamado socialismo utópico, del anarcocomunismo y las ramas
obreras del comunismo cristiano. El actualmente más conocido de estos movimientos fue
el que adoptó la escuela del denominado socialismo científicode los pensadores
alemanes Karl Marx y Friedrich Engels, bajo la cual sería rebautizado como Liga de los
comunistas. Por la influencia de su obra, el movimiento comunista adoptó una
interpretación revolucionaria de la historia y la forma de partido político, convirtiéndose
luego en una organización internacional unificada bajo la doctrina marxista.
Según el marxismo, la historia es entendida como un permanente conflicto por el
excedente material, cuyo inicio se debe a la aparición de la propiedad. Las diferentes
formas de propiedad ponen fin al comunismo primitivo y estratifican a
la sociedad en clases de acuerdo a sus relaciones de producción. Las diferentes
relaciones de producción que vinculan a los hombres y mujeres requieren de
la explotación, y estas relaciones generan con el tiempo las condiciones para ser
reemplazadas por otras formas de explotación superiores, en una secuencia revolucionaria
de modos de producción. En cada uno de estos modos se desarrolla una lucha de
clases interna entre los diferentes tipos de trabajadores y explotadores que los integran, y
que se resuelve con el surgimiento de nuevas clases dominantes. Sin embargo, la
sociedad capitalista genera una serie creciente de crisis internas y cíclicas que sólo
pueden ser resueltas por sus trabajadores asalariados en una revolución proletaria, que
requiere a su vez de la construcción del comunismo.4 Para llegar a este fin debe
organizarse un partido comunista que conquiste el poder político liderando una fase de
transición en la que el Estado funcione como una dictadura del proletariado. Este período
termina cuando desaparecen las clases sociales, lo cual lleva a que el Estado, de acuerdo
a su concepción como herramienta de dominación de una clase sobre la otra, deba
extinguirse. A esta transición le siguen inmediatamente dos períodos en el desarrollo del
comunismo: una primera fase y una fase superior. Existen discrepancias cruciales entre
las diferentes corrientes del marxismo sobre cual debería ser la naturaleza de cada una de
estas tres fases.2

LA CONCENTRACION DE LA PRODUCCION
Y LOS MONOPOLIOS*

V.I. Lenin

El incremento enorme de la industria y el proceso notablemente rápido de


concentración de la producción en empresas cada vez más grandes constituyen una de
las particularidades más características del capitalismo. Las estadísticas industriales
modernas suministran los datos más completos y exactos sobre este proceso.
En Alemania, por ejemplo, de cada mil empresas industriales, en 1882, tres eran
empresas grandes, es decir, que contaban con más de 50 obreros; en 1895, seis, y en
1907, nueve. De cada cien obreros les correspondían, respectivamente, 22, 30 y 37. Pero
la concentración de la producción es mucho más intensa que la de los obreros, pues el
trabajo en las grandes empresas es mucho más productivo, como lo indican los datos
relativos a las máquinas de vapor y a los motores eléctricos. Si tomamos lo que en
Alemania se llama industria en el sentido amplio de esta palabra, es decir, incluyendo el
comercio, las vías de comunicación, etc., obtendremos el cuadro siguiente: grandes
empresas, 30,588 sobre un total de 3,265,623, es decir, el 0.9%. En ellas están
empleados 5.7 millones de obreros sobre un total de 14.4 millones, es decir, el 39.4%;
caballos de fuerza de vapor, 6.6 millones sobre 8.8, es decir, el 75.3%; de fuerza
eléctrica, 1.2 millones de kilovatios sobre 1.5 millones, o sea el 77.2%.
¡Menos de una centésima parte de las empresas tienen más de 3/4 de la cantidad
total de la fuerza de vapor y eléctrica! ¡A los 2.97 millones de pequeñas empresas (hasta
5 obreros asalariados) que constituyen el 91% de todas las empresas, corresponde
únicamente el 7% de la fuerza eléctrica y de vapor! Las decenas de miles de grandes
empresas lo son todo; los millones de pequeñas empresas no son nada.
En 1907, había en Alemania 586 establecimientos que contaban con mil obreros y
más. A esos establecimientos correspondía casi la décima parte (1.38 millones) del
número total de obreros y casi el tercio (32%) del total de la fuerza eléctrica y de vapor[1].
El capital monetario y los bancos, como veremos, hacen todavía más aplastante este
predominio de un puñado de grandes empresas, y decimos aplastante en el sentido más
literal de la palabra, es decir, que millones de pequeños, medianos e incluso una parte
de los grandes “patronos” se hallan de hecho completamente sometidos a unos pocos
centenares de financieros millonarios.
En otro país avanzado del capitalismo contemporáneo, en Estados Unidos, el
incremento de la concentración de la producción es todavía más intenso. En este país,
la estadística considera aparte a la industria en la acepción estrecha de la palabra y
agrupa los establecimientos de acuerdo con el valor de la producción anual. En 1904,
había 1,900 grandes empresas (sobre 216,180, es decir, el 0.9%) con una producción de
1 millón de dólares y más; en ellas, el número de obreros era de 1.4 millones (sobre 5.5
millones, es decir, el 25.6%), y la producción, de 5,600 millones (sobre 14,800 millones,
o sea, el 38%). Cinco años después, en 1909, las cifras correspondientes eran las
siguientes: 3,060 establecimientos (sobre 268,491, es decir, el 1.1%) con dos millones
de obreros (sobre 6.6 millones, es decir el 30.5%) y 9,000 millones de producción anual
(sobre 20,700 millones, o sea el 43.8%[2]).
¡Casi la mitad de la producción global de todas las empresas del país en las manos
de la centésima parte del número total de empresas! Y esas tres mil empresas
gigantescas abrazan 258 ramas industriales. De aquí se deduce claramente que la
concentración, al llegar a un grado determinado de su desarrollo, por sí misma conduce,
puede decirse, de lleno al monopolio, ya que a unas cuantas decenas de empresas
gigantescas les resulta fácil ponerse de acuerdo entre sí, y, por otra parte, la
competencia, que se hace cada vez más difícil, y la tendencia al monopolio, nacen
precisamente de las grandes proporciones de las empresas. Esta transformación de la
competencia en monopolio constituye de por sí uno de los fenómenos más importantes
—por no decir el más importante— de la economía del capitalismo moderno, y es
necesario que nos detengamos a estudiarlo con mayor detalle. Pero antes debemos
eliminar un equívoco posible.
La estadística norteamericana dice: 3,000 empresas gigantescas en 250 ramas
industriales. Al parecer, corresponden 12 grandes empresas a cada rama de la
producción.
Pero no es así. No en cada rama de la industria hay grandes empresas; por otra
parte, una particularidad extremadamente importante del capitalismo, que ha
alcanzado su más alto grado de desarrollo, es la llamada combinación, o sea la reunión,
en una sola empresa, de distintas ramas de la industria que representan en sí, o bien
fases sucesivas de la elaboración de una materia prima (por ejemplo, la fundición del
mineral de hierro, la transformación del hierro en acero y, en ciertos casos, la
elaboración de tales o cuales productos de acero), o bien distintas ramas que
desempeñan unas con relación a otras un papel auxiliar (por ejemplo, la utilización de
los residuos o de los productos accesorios, producción de artículos de embalaje, etc.).
El economista burgués alemán Heymann, que ha consagrado una obra especial a
las empresas “mixtas” o combinadas en la industria siderúrgica alemana, dice: “Las
empresas puras perecen, aplastadas por el precio elevado de los materiales y el bajo
precio de los artículos manufacturados”.
Resulta lo siguiente:
Tal es la conclusión a que se vio obligado a llegar un economista burgués —
concienzudo, por excepción. Hay que observar que considera a Alemania como un caso
especial a consecuencia de la protección de su industria por elevadas tarifas
arancelarias. Pero esta circunstancia no ha podido más que acelerar la concentración y
la constitución de asociaciones monopolistas patronales, cartels, sindicatos [trusts], etc.
Es extraordinariamente importante hacer notar que, en el país del librecambio, en
Inglaterra, la concentración conduce también al monopolio, aunque un poco más tarde
y acaso en otra forma. He aquí lo que escribe el profesor Hermann Levy en su estudio
especial sobre los Monopolios, cartels y trusts, hecho a base de los datos del desarrollo
económico de Gran Bretaña:
En Inglaterra, las asociaciones monopolistas de patronos, cartels y trusts, surgen
en la mayor parte de los casos —a diferencia de otros países, en los que los aranceles
proteccionistas facilitan la cartelización— únicamente cuando el número de las
principales empresas competidoras se reduce a “un par de docenas”. “La influencia de
la concentración en el nacimiento de los monopolios en la gran industria aparece en este
caso con una claridad cristalina[5]”.
Medio siglo atrás, cuando Marx escribió El capital, la libre concurrencia era
considerada por la mayor parte de los economistas como una “ley natural”. La ciencia
oficial intentó aniquilar por la conspiración del silencio la obra de Marx, el cual había
demostrado, por medio del análisis teórico e histórico del capitalismo, que la libre
concurrencia engendra la concentración de la producción, y que dicha concentración,
en un cierto grado de su desarrollo, conduce al monopolio. Ahora el monopolio es un
hecho. Los economistas escriben montañas de libros en los cuales describen
manifestaciones aisladas del monopolio y siguen declarando a coro que “el marxismo
ha sido refutado”. Pero los hechos son testarudos —como dice un refrán inglés— y, de
grado o por fuerza, hay que tenerlos en cuenta. Los hechos demuestran que las
diferencias entre los diversos países capitalistas, por ejemplo, en lo que se refiere al
proteccionismo o al librecambio, condicionan únicamente diferencias no esenciales en
la forma de los monopolios o en el momento de su aparición, pero que el
engendramiento del monopolio por la concentración de la producción es una ley general
y fundamental de la fase actual de desarrollo del capitalismo.
Por lo que a Europa se refiere, se puede fijar con bastante exactitud el momento
en que se produjo la sustitución definitiva del viejo capitalismo por el nuevo: fue
precisamente a principios del siglo XX. En uno de los trabajos de recopilación más
recientes sobre la historia de la “formación de los monopolios”, leemos:
Se pueden citar algunos ejemplos de monopolios capitalistas de la época anterior a
1860; se pueden descubrir en ellos los gérmenes de las formas que son tan corrientes en
la actualidad; pero esto constituye indiscutiblemente la época prehistórica de los cartels.
El verdadero comienzo de los monopolios contemporáneos lo hallamos no antes de la
década de 1860. El primer gran periodo de desarrollo del monopolio empieza con la
depresión internacional de la industria en la década de 1870, y se prolonga hasta
principios de la última década del siglo.
Si se examina la cuestión en lo que se refiere a Europa, la libre concurrencia alcanza el
punto culminante de desarrollo en los años 1860-1880. Por aquel entonces, Inglaterra
terminaba la edificación de su organización capitalista de viejo estilo. En Alemania, dicha
organización entablaba una lucha decidida contra la industria artesana y doméstica, y
empezaba a crear sus propias formas de existencia.
Empieza una transformación profunda con el crac de 1873 o, más exactamente, con la
depresión que le siguió y que —con una pausa apenas perceptible, a principios de la
década de 1880, y con un auge extraordinariamente vigoroso, pero breve, hacia
1889— llena veintidós años de la historia económica europea.
Durante el corto periodo de auge de 1889-1890, fueron utilizados en gran escala
los cartels para aprovechar la coyuntura. Una política irreflexiva elevaba los precios
todavía con mayor rapidez y aun en mayores proporciones de lo que hubiera sucedido sin
los cartels, y casi todos esos cartels perecieron sin gloria “enterrados en la fosa del crac”.
Transcurrieron otros cinco años de malos negocios y precios bajos, pero en la industria
reinaba ya un estado de espíritu distinto del anterior: la depresión no era considerada ya
como una cosa natural, sino, sencillamente, como una pausa ante una nueva coyuntura
favorable.
Y el movimiento de los cartels entró en su segunda época. En vez de ser un fenómeno
pasajero, los cartels se convierten en una de las bases de toda la vida económica,
conquistan una esfera industrial tras otra, y, en primer lugar, la de la transformación de
materias primas. Ya a principios de la década de 1890, los cartels consiguieron en la
organización del sindicato [trust] del cok, el que sirvió de modelo al sindicato [trust]
hullero, una técnica tal de los cartels, que, en esencia, no ha sido sobrepasada por el
movimiento. El gran auge de fines del siglo XIX y la crisis de 1900 a 1903 se desarrollan ya
enteramente por primera vez —al menos en lo que se refiere a las industrias minera y
siderúrgica— bajo el signo de los cartels. Y, si entonces esto parecía aún algo nuevo, ahora
es una verdad evidente para todo el mundo que grandes sectores de la vida económica
son, por regla general, sustraídos a la libre concurrencia[6].

Así, pues, el balance principal de la historia de los monopolios es el siguiente:


1. 1860-1880, punto culminante de desarrollo de la libre concurrencia. Los
monopolios no constituyen más que gérmenes apenas perceptibles.
2. Después de la crisis de 1873, largo periodo de desarrollo de los cartels —pero
éstos constituyen todavía una excepción; no son aún sólidos, aún representan un
fenómeno pasajero.
3. Auge de fines del siglo XIX y crisis de 1900-1903; los cartels se convierten en una
de las bases de toda la vida económica. El capitalismo se ha transformado en
imperialismo.
Los cartels se ponen de acuerdo entre sí respecto a las condiciones de venta, a los
plazos de pago, etc. Se reparten los mercados de venta. Fijan la cantidad de productos
a fabricar. Establecen los precios. Distribuyen las ganancias entre las distintas empresas,
etc.
El número de cartels era en Alemania aproximadamente de 250 en 1896, y de 385
en 1905, abarcando cerca de 12,000 establecimientos[7]. Pero todo el mundo reconoce
que estas cifras son inferiores a la realidad. De los datos de la estadística de la industria
alemana de 1907 que hemos citado más arriba, se deduce que esos 12,000 grandes
establecimientos concentran seguramente más de la mitad de toda la fuerza motriz de
vapor y eléctrica. En Estados Unidos, el número de trusts era, en 1900, de 185; en 1907,
de 250.
La estadística norteamericana divide todas las empresas industriales en empresas
pertenecientes a personas aisladas, a firmas y a corporaciones. A las últimas
pertenecían, en 1904, el 23.6%; en 1909, el 25.9%, es decir, más de la cuarta parte del
total de las empresas. En dichos establecimientos estaban ocupados, en 1904, el 70.6%
de los obreros; en 1909, el 75.6%, las tres cuartas partes del número total. La cuantía de
la producción era, respectivamente, de 10.9 y de 16.3 mil millones de dólares, o sea el
73.7% y el 79% de la suma total.
En las manos de los cartels y trusts se encuentran a menudo las siete o las ocho
décimas partes de toda la producción de una rama industrial determinada; el sindicato
[trust] hullero del Rin y Westfalia, en el momento de su constitución, en 1893,
concentraba el 86.7% de toda la producción del carbón en aquella cuenca, y en 1910, el
95.4%[8]. El monopolio constituido en esta forma proporciona beneficios gigantescos y
conduce a la creación de unidades técnicas de producción de proporciones inmensas. El
famoso trust del petróleo de Estados Unidos (Standard Oil Company) fue fundado en
1900...
Su capital era de 150 millones de dólares. Fueron emitidas acciones ordinarias por
valor de 100 millones de dólares y acciones privilegiadas por valor de 106 millones de
dólares. Estas últimas percibieron los siguientes dividendos: en el período 1900-1907, 48,
48, 45, 44, 36, 40, 40 y 40% o sea, en total, 367 millones de dólares. Desde 1882 a 1907,
se obtuvieron 889 millones de dólares de beneficio neto, de los que 606 millones fueron
distribuidos en dividendos y el resto pasó al capital de reserva[9]. En todas las empresas
del trust del acero (United States Steel Corporation) estaban ocupados, en 1907, no
menos de 210,180 obreros y empleados. La empresa más importante de la industria
minera alemana, la Sociedad Minera de Gelsenkirchen (Gelsenkirchener
Bergwerksgesellschaf) tenía, en 1908, 46,048 obreros y empleados[10].

Ya en 1902, el trust del acero producía 9 millones de toneladas de acero[11]. Su


producción constituía, en 1901, el 66.3% y, en 1908, el 56,1 % de toda la producción de
acero de Estados Unidos[12]. Sus extracciones de mineral de hierro, el 43,9% y el 46,3%,
respectivamente.
El informe de la comisión gubernamental norteamericana sobre los trusts dice:
Del mismo modo está organizado todo cuanto se refiere a los perfeccionamientos
técnicos en la gran industria alemana; por ejemplo, en la industria química, la cual se ha
desarrollado en proporciones gigantescas durante estas últimas décadas. El proceso de
concentración de la producción creó ya en l908 en dicha industria dos “grupos”
principales, que, a su manera, evolucionaban hacia el monopolio. Al principio, esos
grupos constituían “alianzas dobles” de dos pares de grandes fábricas con un capital de
20 a 21 millones de marcos cada una; de una parte, la antigua fábrica de Meister, en
Höchst, y la de Cassella, en [el Franckfurt] del Main; de otra parte, la fábrica de anilina y
sosa en Ludwigshafen y la antigua fábrica de Bayer, en Elberfeld. Uno de los grupos, en
1905, y el otro en 1908, se pusieron de acuerdo, cada uno por su cuenta, con otra gran
fábrica, a consecuencia de lo cual resultaron dos “alianzas triples” con un capital de 40
a 50 millones de marcos cada una, y entre las cuales se inició ya una “aproximación”, se
estipularon “acuerdos” sobre los precios, etc.[14]
La competencia se convierte en monopolio. De aquí resulta un gigantesco
progreso de la socialización de la producción. Se efectúa también, en particular, la
socialización del proceso de inventos y perfeccionamientos técnicos.
Esto no tiene ya nada que ver con la antigua libre concurrencia de patronos
dispersos, que no se conocían entre sí y que producían para un mercado ignorado. La
concentración ha llegado hasta tal punto, que se puede hacer un cálculo aproximado de
todas las fuentes de materias primas (por ejemplo, yacimientos de minerales de hierro)
en un país, y aun, como veremos, en varios países, en todo el mundo. No sólo se realiza
este cálculo, sino que asociaciones monopolistas gigantescas se apoderan de dichas
fuentes. Se efectúa el cálculo aproximado del mercado —el que, según el acuerdo
estipulado, las asociaciones mencionadas se “reparten” entre sí. Se monopoliza la mano
de obra calificada, se toman los mejores ingenieros, y las vías y los medios de
comunicación —las líneas férreas en América, las compañías navieras en Europa y
América— van a parar a manos de los monopolios citados. El capitalismo, en su fase
imperialista, conduce de lleno a la socialización de la producción en sus más variados
aspectos; arrastra, por decirlo así, a pesar de su voluntad y conciencia, a los capitalistas
a un cierto nuevo régimen social, de transición entre la plena libertad de concurrencia y
la socialización completa.
La producción pasa a ser social, pero la apropiación continúa siendo privada. Los
medios sociales de producción siguen siendo propiedad privada de un número reducido
de individuos. El marco general de la libre concurrencia formalmente reconocida
persiste, y el yugo de un grupo poco numeroso de monopolistas sobre el resto de la
población se hace cien veces más duro, más sensible, más insoportable.
El economista alemán Kestner ha consagrado una obra especial a la “lucha entre
los cartels y los outsiders”, es decir, empresarios que no formaban parte de los cartels.
El autor ha titulado dicha obra La organización forzosa, cuando hubiera debido hablar,
naturalmente, para no embellecer al capitalismo, de la subordinación forzosa a las
asociaciones monopolistas. Es instructivo echar una simple ojeada aunque no sea más
que a la enumeración de los medios a que acuden dichas asociaciones en la lucha
moderna, novísima y civilizada, por la “organización”: 1) privación de las materias primas
(“uno de los procedimientos más importantes para obligar a entrar en el cartel”); 2)
privación de mano de obra mediante “alianzas” (esto es, mediante acuerdos entre los
capitalistas y los sindicatos obreros para que estos últimos acepten trabajo solamente
en las empresas cartelizadas); 3) privación de medios de transporte; 4) privación de
mercados; 5) acuerdo con los compradores para sostener relaciones comerciales
únicamente con los cartels; 6) disminución sistemática de los precios (con objeto de
arruinar a los outsiders, es decir, a las empresas que no se someten a los monopolistas,
se gastan millones para vender, durante un tiempo determinado, a precios inferiores al
coste: en la industria de la bencina se ha dado el caso de bajar el precio de 40 a 22
marcos, es decir, ¡casi a la mitad!); 7) privación de crédito; 8) declaración del boicot.
Nos hallamos en presencia, no ya de una lucha de competencia entre grandes y
pequeñas empresas, entre establecimientos técnicamente atrasados y establecimientos
de técnica avanzada. Nos hallamos ante la estrangulación, por los monopolistas, de
todos aquellos que no se someten al monopolio, a su yugo, a su arbitrariedad. He aquí
cómo se refleja este proceso en la conciencia de un economista burgués.
Aun en el terreno de la actividad económica pura —escribe Kestner—, se produce
cierto desplazamiento de la actividad comercial, en el sentido tradicional de la palabra,
hacia una actividad organizadora especulativa. Consigue los mayores éxitos no el
comerciante que, basándose en su experiencia técnica y comercial, sabe determinar
mejor las necesidades del comprador, encontrar y, por decirlo así, “descubrir” la demanda
que se halla en estado latente, sino el genio (?!) especulador que por anticipado sabe
tener en cuenta o intuir el desenvolvimiento en el terreno de la organización, la
posibilidad de determinados lazos entre las diferentes empresas y los bancos.

Traducido al lenguaje común, esto significa: el desarrollo del capitalismo ha


llegado a un punto tal, que, aunque la producción [libre] de mercancías sigue “reinando”
como antes y siendo considerada como la base de toda la economía, en realidad se halla
ya quebrantada, y las ganancias principales van a parar a los “genios” de las
maquinaciones financieras. En la base de estas maquinaciones y de estos chanchullos se
halla la socialización de la producción; pero el inmenso progreso logrado por la
humanidad, que ha llegado a dicha socialización, beneficia . . . a los especuladores. Más
adelante veremos cómo, “basándose en esto”, la crítica pequeñoburguesa y
reaccionaria del imperialismo capitalista sueña con volver atrás, a la concurrencia
“libre”, “pacífica”, “honrada”.
La elevación persistente de los precios, como resultado de la constitución de
los cartels —dice Kestner—, hasta ahora se ha observado sólo en lo que se refiere a los
principales medios de producción [materias primas], sobre todo a la hulla, el hierro, la
potasa, y, por el contrario, no se ha observado nunca en lo que se refiere a los artículos
manufacturados. Como consecuencia de ello, el aumento de los beneficios se ha limitado
igualmente a la industria de los medios de producción [industria de transformación de las
materias primas]. Hay que completar esta observación con la de que [dicha] industria (y
no la de productos [producción de objetos] semi-manufacturados) no sólo obtiene, como
resultado de la constitución de cartels, ventajas en forma de las ganancias elevadas, en
perjuicio de la industria dedicada a la transformación ulterior de los productos
semimanufacturados, sino que ha pasado a mantener, con respecto a esta última
industria, relaciones de dominación, que no existían bajo la libre concurrencia[15].

Las palabras subrayadas por nosotros muestran el fondo de la cuestión, que de


tan mala gana y sólo de vez en cuando reconocen los economistas burgueses, y la cual
se empeñan tanto en no ver y pasar por alto los defensores actuales del oportunismo,
con K. Kautsky al frente. Las relaciones de dominación y de violencia —violencia que va
ligada a dicha dominación—: he aquí lo típico en la “nueva fase del desarrollo del
capitalismo”, he aquí lo que inevitablemente tenía que derivarse y se ha derivado de la
constitución de los monopolios económicos todopoderosos.
Citaremos otro ejemplo de los manejos de los cartels. Allí donde es posible
apoderarse de todas o de las más importantes fuentes de materias primas, la aparición
de cartels y la constitución de monopolios es sobremanera fácil. Pero sería un error
pensar que los monopolios no surgen también en otras ramas de la producción en las
cuales la conquista [el acaparamiento] de todas las fuentes de materias primas es
imposible. En la industria del cemento, la materia prima existe [está disponible] en todas
partes. Sin embargo, también esta industria está extremadamente cartelizada en
Alemania. Las fábricas se han agrupado en sindicatos [trusts] regionales: el de Alemania
del Sur, el renanowestfaliano, etc. Los precios establecidos son precios de monopolio:
¡de 230 a 280 marcos por vagón, cuando el valor de coste [costo de producción] es de
180 marcos! Las empresas dan dividendos del 12 al 16%; además, no hay que olvidar
que los “genios” de la especulación contemporánea saben canalizar hacia sus bolsillos
grandes sumas de ganancias, aparte de las que se reparten en concepto de dividendo.
Para eliminar la competencia en una industria tan lucrativa, los monopolistas se valen
incluso de artimañas diversas: hacen circular rumores falsos sobre la mala situación de
la industria; publican en los periódicos anuncios anónimos: “¡Capitalistas! ¡No coloquéis
vuestros capitales en la industria del cemento!”; por último, compran
empresas outsiders (es decir, que no forman parte de los sindicatos [trusts]), abonando
60, 80, 150 mil marcos al que “cede[16]”. El monopolio se abre camino en todas partes,
valiéndose de todos los medios, empezando por el pago de una “modesta”
indemnización al que cede y terminando por el “procedimiento” [norte]americano del
empleo de la dinamita contra el competidor.
La supresión de las crisis por los cartels es una fábula de los economistas
burgueses, los cuales lo que hacen es embellecer el capitalismo a toda costa. Al revés,
el monopolio que se crea en varias ramas de la industria aumenta y agrava el caos
propio de todo el sistema de la producción capitalista en su conjunto. La desproporción
entre el desarrollo de la agricultura y el de la industria, desproporción que es
característica del capitalismo en general, se acentúa aún más. La situación privilegiada
en que se halla la industria más cartelizada, la llamada industria pesada,
particularmente [la d]el hierro y la hulla, determina en las demás ramas de la industria
“la falta mayor aún de coordinación sistemática”, como lo reconoce Jeidels, autor de
uno de los mejores trabajos sobre “las relaciones entre los grandes bancos alemanes y
la industria[17]”.
“Cuanto más desarrollada está la economía nacional” —escribe Liefmann,
defensor acérrimo del capitalismo— “tanto más se entrega a empresas arriesgadas o,
en el extranjero, a empresas que exigen largo tiempo para su desarrollo o, finalmente,
a las que sólo tienen una importancia local”[18].
El aumento del riesgo es consecuencia, al fin y al cabo, del aumento gigantesco de
capital, el cual, por decirlo así, desborda el vaso y se vierte hacia el extranjero, etc. Y,
junto a esto, los progresos extremadamente rápidos de la técnica traen aparejados
consigo cada vez más elementos de desproporción entre las distintas partes de la
economía nacional, de caos, de crisis.
Y las crisis —las crisis de toda clase, sobre todo las crisis económicas, pero no sólo
éstas— aumentan a su vez en proporciones enormes la tendencia a la concentración y
al monopolio. He aquí unas reflexiones extraordinariamente instructivas de Jeidels
sobre la significación de la crisis de 1900, la cual, como sabemos, desempeñó el papel
de punto crucial en la historia de los monopolios modernos:
La crisis de 1900 se produjo en un momento en que, al lado de gigantescas empresas
en las ramas principales de la industria, existían todavía muchos establecimientos con una
organización anticuada —según el criterio actual, establecimientos “puros” (esto es, no
combinados)—, que se habían elevado sobre las olas del auge industrial. La baja de los
precios, la disminución de la demanda, llevaron a esas empresas “puras” a una situación
calamitosa que, o no conocieron en modo alguno las gigantescas empresas combinadas.
o que sólo conocieron durante un breve periodo. Como consecuencia de esto, la crisis de
1900 determinó la concentración de la industria en proporciones incomparablemente
mayores que la crisis de 1873, la cual efectuó también una determinada selección de las
mejores empresas, pero, dado el nivel técnico de entonces, esta selección no pudo crear
un monopolio de las empresas que habían conseguido salir victoriosas de la crisis.
Precisamente de un tal monopolio persistente, y, además, en un alto grado, gozan las
empresas gigantescas de la industria siderúrgica y eléctrica actuales, gracias a su técnica
complicadísima, a su extensa organización, a la potencia de su capital, y, en menor grado,
también las empresas de construcción de máquinas, determinadas ramas de la industria
metalúrgica, las vías de comunicación, etc.[20]

El monopolio es la última palabra de la “fase más reciente del desarrollo del


capitalismo”. Pero nuestro concepto de la fuerza efectiva y de la significación de los
monopolios contemporáneos sería en extremo insuficiente, incompleto, reducido, si no
tomáramos en consideración el papel de los bancos

MONOPOLIO CAPITALISTA: convenio, unión o agrupación de capitalistas que concentran en sus


manos una gran parte de la producción y de la venta de mercancías con el fin de asegurarse
elevadas ganancias monopolistas. Surge el monopolio cuando la producción y el capital alcanzan un
elevado nivel de concentración. Al convertirse el capitalismo premonopolista en imperialismo (ver), a
finales del siglo XIX y comienzos del XX, los monopolios capitalistas empezaron a influir de manera
decisiva en la economía y en la política de los países capitalistas. Las formas más simples de
monopolio son los "corners", "rings", "pools" y convenciones todos ellos asociaciones fundadas en
acuerdos a corto plazo concernientes sobre todo a la esfera de la circulación; se dedican a la
compra de ciertas mercancías con el fin de revenderlas a precios más elevados y obtener ganancias
monopolistas y dejan de existir al vencer el plazo del acuerdo. Constituyen formas más
desarrolladas de monopolio, los cártels, los sindicatos, los trusts y los consorcios. Los capitalistas
que forman parte de un cártel y producen artículos homogéneos, con el fin de obtener
superganancias se reparten los mercados de venta, establecen de común acuerdo altos precios de
monopolio, mas conservan la independencia comercial y de producción. Los sindicatos efectúan
conjuntamente la venta de mercancías y la compra de materias primas; las empresas de los
capitalistas aislados, conservan la independencia de producción, mas pierden la independencia
comercial. Los trusts unifican la actividad comerciar y productiva de las empresas. Los capitalistas
que entran en el trust pasan a ser socios o accionistas del mismo y se subordinan a una dirección
única. Los consorcios abarcan conjuntos de empresas heterogéneas, compañías enteras en
diversas esferas de la economía sobre la base de la dependencia general respecto a un
determinado grupo de la oligarquía financiera (ver). En el período del tránsito al imperialismo, en los
países capitalistas de Europa Occidental se dieron como característicos los cártels y los sindicatos
en los Estados Unidos alcanzaron además, amplio desarrollo los trusts y consorcios; en la Rusia
prerrevolucionaria, la forma característica de los monopolios fueron los sindicatos. En la actualidad,
en todos los países capitalistas los trusts y los consorcios constituyen las formas de monopolio
dominantes. Con el fin de obtener elevadas ganancias, los monopolios utilizan al Estado burgués,
convertido en comité de administración de la burguesía monopolista. En el seno de los monopolios y
entre ellos, se sostiene una encarnizada lucha competitiva por obtener elevadas ganancias
monopolistas. Con frecuencia ello conduce a la desintegración de las agrupaciones monopolistas a
la absorción de los débiles por los monopolistas más fuertes. El dominio de los monopolios acentúa
la anarquía de la producción capitalista, destaco más aun el parasitismo y la descomposición del
capitalismo, ahonda las crisis económicas agudiza la lucha de clases en la sociedad burguesa así
como el movimiento de liberación nacional de los pueblos coloniales y dependientes contra el
imperialismo. Por otra parte, los monopolios capitalistas socializan en alto grado el trabajo y la
producción en el marco de la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción con lo
cual preparan las premisas objetivas de la revolución socialista

Capitalismo monopolista. Es el estadio de desarrollo del capitalismo que


correspondió aproximadamente al último cuarto del siglo XIX y que alcanzó plena
madurez después de la Segunda Guerra Mundial, el estadio que había de conducir
inexorablemente al derrumbamiento del sistema y al advenimiento del comunismo,
después de un período transitorio de dictadura del proletariado

Leyes objetivas del imperialismo


En la postrimería de los siglos XIX y el XX, en la sociedad capitalista aparecieron
nuevos fenómenos. Algunos de ellos atrajeron la atención de Engels. Pero
fue Lenin quien desarrolló por primera vez un estudio profundo y sistemático de los
nuevos fenómenos del capitalismo creando sobre esta base la teoría científica del
imperialismo, expuesta, en su obra “El imperialismo, fase superior del capitalismo” y
en otros trabajos de comienzo del siglo XX que constituyeron un valioso aporta al
marxismo, un nuevo peldaño en su desarrollo.

Anterior a Lenin, la mayoría de los teóricos de diferentes orientaciones reducían el


imperialismo a la política de anexiones colonialistas, pasando por alto sus
importantes rasgos económicos. Lenin sometió a profundas críticas estas
concepciones anticientíficas. Estudió el imperialismo desde las posiciones del
materialismo histórico y la dialéctica revolucionaria, apoyándose en todos los
postulados de la teoría marxista.

Cada formación económica social integrada por clases antagónicas pasa en su


devenir histórico por dos fases diferentes, a saber, por el período en que
sus relaciones económicas contribuyen al desarrollo de las fuerzas productivas y
por la fase en que estas relaciones dejan de ser una forma de desarrollo de
las fuerzas productivas para convertirse en sus trabas. Marx reveló las condiciones
generales bajo las cuales el régimen capitalista habría de entrar en la época de
conflicto.

La lógica objetiva de la acumulación, decía, en primer lugar, conduciría


inexorablemente a la dominación de un número insignificantes de magnates del
capital sobre la sociedad; en segundo lugar, provocará “…la absorción de todos los
países por la red del mercado mundial y, como consecuencia de esto, el carácter
internacional del régimen capitalista” dijo Marx; en tercer lugar, llevará, debido a eso,
la contradicción entre el carácter social de la producción y la forma capitalista privada
de apropiación a su extremo, cuando el “monopolio del capital se convierte en grillete
del régimen de producción que ha florecido con él y bajo él.”, y entonces sonará
ineludiblemente la hora de la propiedad capitalista, como decía Marx, se expropiará
a los expropiadores.

Lenin estudió los cambios operados en el sistema capitalista en el período del


imperialismo y demostró que al viejo capitalismo de la libre competencia le sucedió
el monopolista, pasó a una nueva fase, superior y última, de su historia.

La teoría del imperialismo y la revolución socialista, elaboradas por Lenin, es un


importante aporte al desarrollo de la teoría marxista. En la actualidad, la teoría del
imperialismo es desarrollada por los partidos comunistas y obreros y el movimiento
antimperialista mundial que toman en consideración los nuevos fenómenos
registrados en la vida económica del mundo actual y la práctica de la lucha de la
clase obrera.

Rasgos económicos del imperialismo


Apoyándose en la teoría marxista, Lenin mostro que desde el punto de vista
económico, el imperialismo se caracteriza por cinco rasgos principales.

a) La concentración de la producción y del capital llega hasta un grado tan elevado


de desarrollo, que crea los monopolios, los cuales desempeñan un papel decisivo
en la vida económica.

b) La fusión del capital bancario con el industrial y la creación, sobre la base de este
“capital financiero”, de la oligarquía financiera.

c) La exportación de capitales, a diferencia de la exportación de mercancías,


adquiere una importancia particularmente grande.

d) Formación de asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas, las


cuales se reparten el mundo.

e) El reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes.

Todos estos rasgos son distintas formas de manifestación de la propiedad


fundamental del imperialismo: el dominio de los monopolios. De acuerdo acuerdo
con la definición de Lenin, desde el punto de vista económico el imperialismo es
capitalismo monopolista.

Lenin puso al descubierto además la esencia de la política del imperialismo,


demostrando que, políticamente, al imperialismo le es inherente no sólo la
aspiración de apoderarse de colonias y de nuevos territorios, sino en general, un
viraje de la democracia burguesa a la reacción y la violencia en todos los campos
de la vida social.

Analizó también la particularidad del imperialismo y su lugar histórico. Al caracterizar


la triple singularidad del imperialismo, señaló que el imperialismo es
el capitalismo monopolista en descomposición o parasitario y agonizante.

En comparación con el capitalismo premonopolista, el imperialismo en su fase


superior, siendo, no obstante, a la vez, su última fase, es la antesala de la revolución
socialista.
El sistema del capitalismo mundial en su totalidad ha madurado para la revolución
socialista. Sin embargo, debido a la acción de la ley del desarrollo desigual de los
países capitalistas en la época del imperialismo, la victoria de la revolución socialista
fue posible inicialmente en varios países o incluso en un solo país. Sobre la base
del análisis del imperialismo fue creada una nueva teoría de la revolución proletaria
que constituyó un notable aporte a la teoría marxista.

La teoría leninista del imperialismo encierra, orgánicamente en sí misma un estudio


científico profundo de los complejos fenómenos del capitalismo monopolista y una
despiadada crítica a las concepciones burguesas y oportunistas del imperialismo.
Esta crítica desempeña un papel decisivo en la denuncia de las ideas apologéticas
burguesas contemporáneas y es un instrumento probado en la lucha contra las
concepciones reformistas y revisionistas sobre el imperialismo.

Concentración de la producción y los monopolios


La concentración de la producción constituye la base material del surgimiento de la
dominación de los monopolios.

El último tercio del siglo XIX estuvo signado por varios importantes descubrimientos
científicos y adelantos técnicos en la metalurgia y la construcción de maquinaria, en
la industria química y electrónica. En ese período comenzaron a emplearse nuevos
tipos de máquinas, se efectuaron cambios radicales en la energética y en la
tecnología de la producción aparecieron y se desarrollaron nuevas ramas de la
industria y se produjeron cambios en su estructura. En estas condiciones, la
concentración de la producción se intensificó aún más.

La superioridad técnica, la mejor organización del proceso de producción, la


economía en los gastos generales, una alta productividad del trabajo y grandes
posibilidades para la obtención de créditos, siendo importantes ventajas de las
grandes empresas, aumentaban cada vez más su papel en la producción industrial.

A fines del siglo XIX y principios del XX, sobrevino un período en que el desarrollo
de la concentración y la centralización del capital y de la producción sobre la base
de la libre competencia originó fenómenos sustancialmente nuevos. La parte
fundamental de la producción social fue concentrada en unas pocas empresas
grandes, monopolizadas por ellas. El monopolio vino a sustituir a la libre
competencia. Surgió del proceso de concentración de la producción y del capital]]
en determinado escalón de su desarrollo. A varias decenas de empresas
gigantescas les resulta más fácil llegar a un acuerdo que a una multitud de empresas
pequeñas. Estableciendo la relación causal entre la concentración y la
monopolización de la producción. Lenin escribió: “…la aparición del monopolio,
debida a la concentración de la producción, es una ley general y fundamental de la
presente fase de desarrollo del capitalismo.”

Etapas en el desarrollo de los monopolios

V. I. Lenin

Lenin distinguió tres etapas en el desarrollo de los monopolios: la primera etapa


fueron los años 60-70 del siglo XIX, cuando la libre competencia llegó a su más alto
nivel y los monopolios apenas empezaron a formarse. La segunda etapa abarca el
período posterior a la crisis de 1873 hasta fines del siglo XIX. En este tiempo, los
monopolios proliferaron bastante, pero eran todavía muy débiles. La tercera etapa
comenzó en el período del auge industrial de postrimerías del siglo XIX y continuó
después de la crisis de los años 1900-1903, cuando la concentración de la
producción se acentuó aún más y los monopolios adquirieron significado decisivo en
la vida económica. Fue precisamente en esta etapa en que el capitalismo industrial
se convirtió en imperialismo.

Esencia del monopolio


Tres rasgos esenciales componen la esencia del monopolio: a) concentración en
sus manos de una gran parte de la producción que le asegura una situación
dominante en una o varias ramas de la economía; b) posibilidad de imponer dentro
de ciertos límites los precios en el mercado; c) apropiación de una alta ganancia de
monopolio como forma de realización económica de su dominio.

Formas de los monopolios


Existen distintas formas de monopolios en la producción: cartels, sindicatos, trusts y
consorcios.

El cartels: es una agrupación de varias empresas de una misma rama de la


producción, en que sus participantes conservan la propiedad de los medios de
producción y del producto elaborado. Los participantes del cartels venden por su
cuenta la producción en el mercado. Pueden ser objeto del acuerdo de cartels las
cuotas de sus miembros en la producción general, los precios de venta, la
distribución de los mercados de venta, etc. Para los miembros del cartels que violen
las cláusulas del acuerdo suele preverse un castigo en forma de multas.

El sindicato: es una asociación de varias empresas que producen, por regla


general, productos homogéneos y cuyos participantes mantienen la propiedad de
los medios de producción, y el producto se realiza como propiedad del sindicato. A
diferencia del cartels, el sindicato rompe la vinculación directa de las empresas con
el mercado.

El trust: es una forma de monopolio que supone la propiedad conjunta de un grupo


dado de capitalistas sobre los medios de producción. al organizar un trust, los
propietarios de empresas transfieren a la asociación su propiedad de los medios de
producción, la tecnología, las patentes, etc, y, por consiguiente, de los productos
elaborados. Reciben por el valor del capital transferido acciones del trust y, con ello,
el derecho a coparticipar en la dirección del trust y a percibir una parte
correspondiente de su ganancia. En la actualidad, los trust no surgen, por lo común,
como resultado de la unión de varias empresas independientes, sino que se crean
por poderosos grupos financieros como empresas propias o controladas por ellos.

Con el desarrollo del proceso de monopolización, la trustificación “horizontal”, es


decir, el agrupamiento de empresas de una misma rama es completada con
creciente frecuencia, por la “vertical”, cuando integran un trust empresas de ramas
industriales relacionadas entre sí en el sentido tecnológico, por ejemplo, la hullera,
la metalúrgica y la de construcción de maquinarias. Por el carácter de las empresas
que los componen, tales trusts constituyen complejos.
El consorcio: es un conjunto de empresas heterogéneas, en ocasiones, de
monopolios, distintas ramas de la industria y del comercio, de bancos, compañías
de seguros y de transporte controlados por un mismo grupo financiero. Las
empresas que forman parte del consorcio, formalmente conservan su independencia
productiva, comercial u jurídica, pero se hallan vinculadas entre sí con relaciones de
dependencia financiera. El poder real sobre las empresas controladas lo ejerce la
sociedad principal.

Hoy día, los monopolios abarcan a todas las ramas de la economía. La forma
principal de las asociaciones monopolistas son los consorcios diversificados
multisectoriales.

El objetivo de los monopolios es asegurar la ganancia de monopolio sobre el capital


invertido por los magnates capitalistas más grandes.

La acumulación en la actualidad
La concentración de la producción fue premisa del surgimiento y crecimiento de los
monopolios. En el período actual, el dominio de los monopolios se convierte en
enorme fuerza motriz de la concentración y la centralización del capital.

Los principales factores de crecimiento de la concentración de la producción son:


aceleración del progreso científico-técnico; crecimiento considerable de las
inversiones en los trabajos de investigación científica; diseño y proyección
experimental; incremento de inversiones en la creación y aplicación de nuevas
maquinarias y nuevas tecnologías. El aceleramiento del proceso de concentración
de la producción está condicionado además por la extraordinaria agudización de la
competencia en el mercado mundial, ante todo, debido a la acentuación de la
desigualdad del desarrollo del imperialismo y a las grandes conmociones de la
economía capitalista mundial provocadas por las crisis monetarias, energéticas y de
materias primas.

Dentro de los monopolios la concentración de la producción se efectúa mediante la


unión de empresas que tienen la misma base tecnológica o de empresas de distintos
sectores y tipos de producción controladas por un mismo grupo financiero. La
agudización de la competencia, el surgimiento de nuevos sectores y tipos de
producción y el crecimiento del surtido de productos han generado una tendencia a
la diversificación de la producción, es decir, a la penetración de grandes monopolios
en otros sectores que no se encuentran en interconexión productiva o funcional
directa con el sector básico en el cual aquellos realizan su actividad.

La concentración de la producción se lleva a cabo además sobre la base de la


división y la especialización del trabajo mediante los acuerdos y la cooperación de
los monopolios con empresas medianas y pequeñas. Actualmente muchas veces,
miles de empresas pequeñas cumplen encargos de grandes monopolios,
especializándose en la fabricación de una o dos piezas. Estas empresas han perdido
el vínculo directo con el mercado, con los consumidores. Su producción se
encuentra de hecho concentrada en manos de los monopolios.

La monopolización de la producción comprende dos procesos: no sólo su


concentración, sino también su centralización. Gracias a la dirección ejercida desde
un centro único de numerosas grandes empresas de un sector industrial concreto,
en el marco de un trust o un consorcio se concentra una parte considerable de la
producción de uno u otro producto y se crean condiciones favorables para la
obtención de ganancias de monopolio.

El principal método de centralización del capital es actualmente la fusión y la


absorción por los monopolios más fuertes de sus rivales. Son absorbidas no sólo
empresas, sino también grandes compañías.

La internacionalización de la producción hace que el proceso de su concentración


rebase los marcos nacionales. Los grandes monopolios internacionales absorben a
las compañías locales y organizan compañías mixtas con participación de estas.

Monopolio y competencia
La unidad contradictoria del monopolio y la competencia fue puesta al descubierto
ya por Marx. “En la vida práctica – escribió – encontramos no solamente la
competencia, el monopolio y el antagonismo entre una y el otro, sino también si
síntesis, que no es una fórmula, sino un movimiento. El monopolio engendra la
competencia, la competencia engendra el monopolio. Los monopolistas compitan
entre sí. Los competidores pasan a ser monopolistas…La síntesis consiste en que
el monopolio no puede mantenerse sino librando continuamente la lucha de la
competencia.”

Desarrollando este postulado en su aplicación a la época del


imperialismo, Lenin mostró la multiplicidad de formas y métodos de lucha
competitiva en el capitalismo monopolista. “…Los monopolios que surgen de la libre
competencia – escribió -, no la eliminan, sino que existen por encima de ella y al
lado de ella, dando origen así a contradicciones, roces y conflictos particularmente
agudos y bruscos.”

La realidad evidencia que la monopolización de la producción, salvo raras


excepciones, no lleva a la concentración de toda la producción de una u otra
mercancía en manos de un monopolio único. Con la dominación de los monopolios,
puede haber un gran número de outsiders, empresas no monopolizadas. En cada
país, los monopolios enfrentan también la competencia de compañías extranjeras
que tratan de penetrar en el mercado interno, nacional.

Se conservan también los tipos fundamentales de la competencia propios del


capitalismo industrial: la competencia intrasectorial y la intersectorial. Bajo el
imperialismo, la competencia intrasectorial se libra, en primer lugar, entre los
monopolios que producen mercancías homogéneas. A esta lucha se incorporan
también los monopolios extranjeros. En segundo lugar, la lucha se libra dentro de
los monopolios entre los propietarios del capital por posiciones más ventajosas, por
puestos de dirección y por el control del monopolio. En tercer lugar, luchan
monopolios y empresas no monopolizadas que producen el mismo producto. En
cuarto lugar, numerosas empresas no monopolizadas llevan a cabo su actividad de
acuerdo con el principio de la libre competencia en la cual ejercen influencia los
monopolios.

La libre competencia abarca bajo el imperialismo sólo una parte insignificante de la


economía capitalista, ya que la proporción del sector no monopolizado en el volumen
de la producción elaborada, pese al gran número de empresas en él, no es grande;
la libre competencia ejerce influencia limitada también en el progreso técnico, ya que
el personal dedicado a la investigación científica y la masa fundamental de
perfeccionamiento técnico se concentran preferentemente en manos de los
monopolios. La libre competencia entre las empresas pequeñas y medianas que
venden y compran mercancías a los monopolios, permite a estos imponer
condiciones ventajosas para ellos de realización, y explotación a los outsiders.

La competencia intersectorial se libra mediante el trasiego de capitales de los


sectores menos rentables a los más rentables. En la fase imperialista, la nivelación
de las cuotas de ganancia en los distintos sectores se realiza a través de la acción
de las dos tendencias opuestas. Por una parte, las grandes dimensiones de
empresas y el elevado valor de sus equipos técnicos dificultan el trasiego de
capitales entre los sectores de la producción. los monopolios “antiguos” de cada
sector también impiden la penetración del capital “extraño” en su sector. Por otra
parte, el hecho de que los monopolios posean acumulaciones monetarias
disponibles y el desarrollo de la forma anónima de propiedad capitalista contribuyen
a la rápida centralización de cuantiosos recursos monetarios y a su conversión
en capital productivo, y esto facilita el trasiego del capital de un sector a otro. La
revolución científico-técnica y el surgimiento de nuevos sectores aceleran este
trasiego.

Bajo el imperialismo surgen nuevos métodos de competencia. Además de los


métodos tradicionales de lucha contra los rivales como la privación de materias
primas, de mercados de venta, de créditos y el hacerles bajar los precios, “el
monopolio se abre camino en todas las partes, valiéndose de todos los medios,
empezando por el pago de una “modesta” indemnización y terminando por el
“procedimiento” norteamericano del empleo de la dinamita contra el competidor.”
Escribió Lenin.

En la competencia se utilizan también ampliamente factores como el surtido y la


calidad de los productos. Se usa cada vez más la publicidad comercial y las formas
de lucha fuera del mercado: la lucha por los encargos gubernamentales, la
aceleración o el entorpecimiento de la adopción de leyes de regulación de la
economía, la compra de especialista, maquinaciones financieras, etc.

Así pues, el imperialismo, se caracteriza por la unidad de contrarios del monopolio


y la competencia, lo cual origina contradicciones socioeconómicas particularmente
agudas

El Imperialismo es una relación entre países —generalmente en forma de un imperio—


que se basa en ideas de superioridad y aplicando prácticas de dominación, que implican la
extensión de la autoridad y el control de un Estado o pueblo sobre otro. También puede
ser una doctrina política que justifica la dominación de un pueblo o Estado sobre otros;
habitualmente mediante distintos tipos de colonización (de poblamiento, de explotación
económica, de presencia militar estratégica) o por la subordinación cultural (aculturación).
El sociólogo estadounidense Lewis Samuel Feuer identificó dos subtipos principales del
imperialismo: el primero es el "imperialismo regresivo" identificado con la pura conquista,
la explotación inequívoca, el exterminio o reducciones de los pueblos no deseados, y el
asentamiento de los pueblos deseados en esos territorios. El segundo tipo identificado por
Feuer es "imperialismo progresista" que se basa en una visión cosmopolita de la
humanidad, que promueve la expansión de la civilización a las sociedades supuestamente
atrasadas para elevar los estándares de vida y la cultura en los territorios conquistados, y
la asignación de la gente conquistada a asimilarse a la sociedad imperial. Aunque los
términos "imperialismo" y "colonialismo" están muy relacionados, no son sinónimos.
Los imperios han existido a lo largo de toda la historia, desde su mismo comienzo en
la Edad Antigua, pero el uso del término "imperialismo" suele limitarse a la calificación de
la expansión europea que se inicia con la era de los descubrimientos (siglo XV) y se
prolonga durante toda la Edad Moderna y Edad Contemporánea hasta el proceso
de descolonización tras la Segunda Guerra Mundial.
Más específicamente, la expresión Era del Imperialismo, utilizada por la historiografía,
denomina al período que va de 1871 a 1914, en que se produjo una verdadera carrera
para construir imperios coloniales, principalmente con el llamado reparto de África. A ese
periodo se refieren dos de los textos más importantes que fijaron el concepto: Imperialism,
a study, de Hobson, y El imperialismo, fase superior del capitalismo, de Lenin.
La perspectiva marxista entiende el imperialismo no esencialmente como una forma de
dominación política, sino como un mecanismo de división internacional del capital y el
trabajo, por el que la propiedad del capital, la gestión, el trabajo de mayor cualificación y la
mayor parte del consumo se concentran en los países "centrales"; mientras que en los
países "periféricos", que aportan el trabajo de menor cualificación y los recursos naturales,
sufren un intercambio desigual que conduce a la explotación y el empobrecimiento. En
politología también se emplea la nomenclatura "norte-sur" para esta forma de relación.

You might also like