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Fran Fe rnánd e z
E L A R T E D E TO CARTE
{COLECCIÓN ETCÉTERA}
Cuarta edición, septiembre 2017
ESDRÚJULA EDICIONES
Calle Martín Bohórquez 23. Local 5, 18005 Granada
www.esdrujula.es
info@esdrujula.es
Edición a cargo de
Víctor Miguel Gallardo Barragán y Mariana Lozano Ortiz
Diseño de cubierta: PerroRaro
Fotografía de solapa: Noa Pérez
Impresión: Ulzama
Escribe:
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Es entre desolador y romántico
mirar por la ventana del tren
y ver esas fábricas abandonadas,
esas construcciones ya deshabitadas.
Son como lugares muertos
con un halo de belleza pasada inquebrantable
pero con el color ocre de lo que fue,
un periódico antiguo.
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la madrugada, en esa soledad de los amantes, los cuerpos son
ajenos y, al mismo tiempo, parte de la misma piel.
Siempre he creído que la verdadera poesía está en esa
capacidad de hacer de las palabras imágenes deslumbrantes.
Fran Fernández tiene esa capacidad. Sus imágenes son peda-
zos de belleza, destellos de un sol imaginado, de un mundo
hecho de ternura, de rabia a veces, de esa serenidad que da la
vida cuando, al final, entre las manos hay lluvia de colores.
Y ella, siempre ella, como recurso poético, como referencia
ineludible. Escribe:
para llegar a ti
en algún punto de la historia del mundo.
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Corre por sus versos la alegría, porque Fran Fernández nos
habla del amor como un hecho gozoso, aún en las despedidas
que tienen la grandeza del deseo nunca poseído, aunque sigan
los cuerpos otros caminos que nunca hubiéramos deseado.
Está aquí, leed, gozad de un corazón que, como fábrica
abandonada, mantiene el recuerdo de la belleza inquebranta-
ble, de lo que un día fue —y será otra vez— la gloria de los
amores que fueron eternos. Leed su corazón.
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PENUMBRA
PENINHA
A veces
te pienso y te dibujo.
Apareces ahí delante,
ya sabes, como caída del cielo,
como invitándome al arte de tocarte.
Después te desvaneces
y recuerdo que siempre tuve la impresión
de que pasaste por mi vida y yo no me detuve.
Despierto, y recuerdo que siempre fui incapaz de dibujar.
Solo hice canciones, pero eso sí, eran tú,
juraría que al cantarlas la gente te ve, o se ven a ellos,
ven a la que tú serías en su vida y entonces
todos sabemos dibujar.
Ya sabes,
todos tenemos poemas dentro,
porque todos los poemas que entran en nosotros
son nuestro propio punto de artista.
Una luz que lanza destellos, un faro.
Quizá eso sea también la poesía, un faro, una guía.
Mejor tenerla cerca entonces y ver por dónde vas,
al menos en lo que dura el haz de luz.
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Te confieso que entre luces,
me gusta la incertidumbre,
la penumbra,
así puedo volver a dibujarte y verte ahí,
ya sabes, como caída del cielo,
como invitándome al arte de tocarte.
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¿Dónde estamos?
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Vamos a arder
ANTONIO MACHADO
Entonces llega,
te arranca el corazón,
se lo lleva a casa y lo pone encima de la chimenea.
Lo que ella no sabe es que aún es mío.
A ella le gusta controlar la situación.
Siempre la han querido,
nunca le han roto el corazón.
Despierto,
la veo,
está escuchando música con los ojos cerrados,
con su pequeña sonrisa de saberse amada.
Meto la mano en su pecho,
aprieto su corazón,
tiro de él
y lo pongo junto al mío,
encima de la chimenea.
Nos abrazamos
y rodamos hacia el fuego.
Ahora sí, cariño,
vamos a arder,
nadie tiene el control.
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Presentes de un amor imposible
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Del aire
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