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E L A R T E D E TO CARTE

Fran Fe rnánd e z

E L A R T E D E TO CARTE

{COLECCIÓN ETCÉTERA}
Cuarta edición, septiembre 2017

© Fran Fernández, 2017


© Esdrújula Ediciones, 2017

ESDRÚJULA EDICIONES
Calle Martín Bohórquez 23. Local 5, 18005 Granada
www.esdrujula.es
info@esdrujula.es

Edición a cargo de
Víctor Miguel Gallardo Barragán y Mariana Lozano Ortiz
Diseño de cubierta: PerroRaro
Fotografía de solapa: Noa Pérez
Impresión: Ulzama

«Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el


Código Penal vigente del Estado Español, podrán ser castigados con penas
de multa y privación de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo
o en parte, una obra literaria, artística, o científica, fijada en cualquier
tipo de soporte sin la preceptiva autorización.»

Depósito legal: GR 1168-2017


ISBN: 978-84-17042-34-9

Impreso en España· Printed in Spain


A Paco y María del Carmen,
por mirarme con orgullo
a pesar de las inclemencias cotidianas.
Fá b rica s a b a nd o na d a s
p o r R o d o lf o Serra no

Fran Fernández es un poeta que canta. Es un músico


poeta. Tanto da. Leo a Fran Fernández, su libro que me llega
como lluvia bendita. Lejos —ay— de modas genitales, cercano
como el pan de cada día. Limpio y terso como el cuerpo soñado
en las tardes tranquilas.
Fran Fernández tiene esa poesía limpia del hombre que
guarda entre sus dedos el corazón abierto, la sed de las pre-
guntas, el suave dolor de la nostalgia. Fran Fernández nos
cuenta sus esperanzas, la añoranza de los cuerpos que viven
en nosotros, los recuerdos amados, la noche infinita que nos
hace reinventar la vida.
Escribe de amores y deseos, de fábricas abandonadas en la
periferia de las ciudades. Establece ese diálogo con ella, con
la mujer perdida o encontrada. Y sube, tierno y duro, hasta
los labios ardientes, hacia los cuerpos que un día fueron
nuestros.

Escribe:

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Es entre desolador y romántico
mirar por la ventana del tren
y ver esas fábricas abandonadas,
esas construcciones ya deshabitadas.
Son como lugares muertos
con un halo de belleza pasada inquebrantable
pero con el color ocre de lo que fue,
un periódico antiguo.

Mi corazón leído por el tuyo.

Y me parece a mí que esos versos, perfectos, sugerentes,


teñidos de la añoranza de los días, resumen, mejor que cual-
quier otro, la profundidad de una poesía que encuentra en lo
cotidiano, en la ruina de la civilización, en el mismo fracaso,
en la antropología del sueño su mejor expresión.
Poesía de cuerpos ésta que, sin embargo, trasciende del
puro discurso amoroso, se rebela contra cualquier encasilla-
miento, rebota por los labios que arden, que buscan, que
tienen en el hombre su único futuro. Poesía para disfrutar
despacio, leída una y otra vez, recreada en cada cita y en cada
palabra que adquiere aquí un sentido distinto.
No puedo dejar de mencionar las citas que adornan los
versos. Parte también de su propio discurso poético. Reflejo de
la cultura de un hombre que ha leído buscando ese maravi-
lloso acercamiento a los grandes poetas. Homenaje a amigos,
a quienes nos han traído al corazón la brisa del mundo.
Fran Fernández canta, con voz nueva, el sentimiento. El
miedo a la soledad, el alegre temblor de la carne, cuando, en

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la madrugada, en esa soledad de los amantes, los cuerpos son
ajenos y, al mismo tiempo, parte de la misma piel.
Siempre he creído que la verdadera poesía está en esa
capacidad de hacer de las palabras imágenes deslumbrantes.
Fran Fernández tiene esa capacidad. Sus imágenes son peda-
zos de belleza, destellos de un sol imaginado, de un mundo
hecho de ternura, de rabia a veces, de esa serenidad que da la
vida cuando, al final, entre las manos hay lluvia de colores.
Y ella, siempre ella, como recurso poético, como referencia
ineludible. Escribe:

para llegar a ti
en algún punto de la historia del mundo.

Porque está en estos versos la historia de un mundo


mínimo y ancho, construido y amasado suave y amo-
rosamente. Tiene Fran Fernández la historia cercana y
compartida de los amores que, inútilmente, todos hemos que-
rido retener en lo profundo del pecho. Es nuestra historia, la
suya, la de ella, la que nos cuenta Fran Fernández cuando
nos habla del café compartido, de las calles de un Madrid
hostil y deseado, tan nuestro como la palabra pronunciada.
Estos versos de los días, este libro de horas, pasión abierta.
El amor de un cuerpo que sabemos conocido. Poesía de estre-
mecedora belleza cuando le habla a ella y le dice:

No te hablo de sexo, te hablo del mar,


de hablarte en la cena,
de confundir el sabor del vino
con el de tu boca.

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Corre por sus versos la alegría, porque Fran Fernández nos
habla del amor como un hecho gozoso, aún en las despedidas
que tienen la grandeza del deseo nunca poseído, aunque sigan
los cuerpos otros caminos que nunca hubiéramos deseado.
Está aquí, leed, gozad de un corazón que, como fábrica
abandonada, mantiene el recuerdo de la belleza inquebranta-
ble, de lo que un día fue —y será otra vez— la gloria de los
amores que fueron eternos. Leed su corazón.

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PENUMBRA

Quedan el hombre y su alma.


Vivo entre formas luminosas y vagas
que no son aún la tiniebla
JORGE LUIS BORGES
A veces

Às vezes no silêncio da noite

eu fico imaginando nós dois.

PENINHA

A veces
te pienso y te dibujo.
Apareces ahí delante,
ya sabes, como caída del cielo,
como invitándome al arte de tocarte.
Después te desvaneces
y recuerdo que siempre tuve la impresión
de que pasaste por mi vida y yo no me detuve.
Despierto, y recuerdo que siempre fui incapaz de dibujar.
Solo hice canciones, pero eso sí, eran tú,
juraría que al cantarlas la gente te ve, o se ven a ellos,
ven a la que tú serías en su vida y entonces
todos sabemos dibujar.
Ya sabes,
todos tenemos poemas dentro,
porque todos los poemas que entran en nosotros
son nuestro propio punto de artista.
Una luz que lanza destellos, un faro.
Quizá eso sea también la poesía, un faro, una guía.
Mejor tenerla cerca entonces y ver por dónde vas,
al menos en lo que dura el haz de luz.

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Te confieso que entre luces,
me gusta la incertidumbre,
la penumbra,
así puedo volver a dibujarte y verte ahí,
ya sabes, como caída del cielo,
como invitándome al arte de tocarte.

{ 18 }
¿Dónde estamos?

Estaba pensando en ti,


pero solo un poco.
Apareciste así,
desde un lado de mis ojos.
Cuando quise darme cuenta
te desvaneciste.
O quizá fui yo.
El que era contigo.
Ese que era feliz.
Por eso te busco de nuevo,
y ya no estás,
o no estoy yo,
el que era contigo.
Ahora, ¿dónde estamos?

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Vamos a arder

Por estos campos hubo un amor de fuego

ANTONIO MACHADO

Entonces llega,
te arranca el corazón,
se lo lleva a casa y lo pone encima de la chimenea.
Lo que ella no sabe es que aún es mío.
A ella le gusta controlar la situación.
Siempre la han querido,
nunca le han roto el corazón.
Despierto,
la veo,
está escuchando música con los ojos cerrados,
con su pequeña sonrisa de saberse amada.
Meto la mano en su pecho,
aprieto su corazón,
tiro de él
y lo pongo junto al mío,
encima de la chimenea.
Nos abrazamos
y rodamos hacia el fuego.
Ahora sí, cariño,
vamos a arder,
nadie tiene el control.

{ 20 }
Presentes de un amor imposible

Si me invitas al pan, te complico la vida

JOSé ANTONIO DELGADO

Ahí está ella,


con su sonrisa impecable e inalcanzable.
—¿Sabes? Eres de lo más genial que me he tropezado en
la vida.
—No me digas eso. Me haces pensar que todo es posible.
Espera, sí, dilo ¿Quién puede predecir el futuro?

{ 21 }
Del aire

Qué bonito sería desdoblarse.


Imagino que hay lugares dentro de ti
que solo puede ocupar una persona.
Existe un solo espacio
en el que me gustaría estar
y aunque al parecer no es el mío,
igualmente quiero quedarme.
Ahora eres una ventana;
y yo, como siempre,
soy del aire.

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