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El Rio Sinú.

Aumentado con una relación histórica, geográfica y


comercial de las poblaciones del Alto y Bajo Sinú, por Eugenio Quintero
Acosta.
Striffler, Luis.
Cartagena, Tip. de El Anunciador, 1922.

http://hdl.handle.net/2027/wu.89100049444

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RANSFERRED TO
U OF W LBRARY
LUIS STRIFFLER

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EL RIO SINU

Tipografía de El Anunciudor
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ELRIO SINU POR DON

Luis Striffler
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Aumentado con una relación
histórica, geográfica y comercial
de las poblaciones del Alto y
Bajo Sinú, por

Eugenio Ouintero Acosta

1. S) 22

Tipogrufíu de El Anunciudor

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DON LUISSRIFFLER
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EEE=SOE = EEESCEEE
EE.

DOS PA ABRAS
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Damos hoy a la luz pública la importante obra EL
ALTO SlNU de que es autor el sabio francés Dn. LUIS
STRIFFLER, oriundo de STRASBURGO, capital de
la Alsacia y profundo físico y geólogo, escritor ameno
y pulcro, quien estudió de cerca varias regiones de la
costa Atlántica, estudios que dejó compilados en las o
bras «San Jorge», «El Alto Sinú» «La Sierra Nevada
y El Río César», y que son hoy por hoy, lo único cien
tífico que tenemos de nuestras abandonadas y descono
cidas regiones.
Vino don Luis Striffler a Colombia, muy joven
aun, el año de 1841, cuando todavía la Prusia no había
arrebatado a Francia ese pedazo de tierra que se llama
Alsacia y sus habitantes podían tender al aire el hermo
so pabellón que flameó en media Europa, glorioso y
triunfal.
Casó en Colombia con una señora de apellido Gat
tiker, de origen francés y residió largos años en una
retirada aldea que besa y arrulla una ciénaga del San
Jorge: San Marcos.
Allí en su humilde morada—algo retirada de la po
blación y sobre una colina desde donde se divisa el pla
teado del río besando la verde primavera de los yerba
les--en la pared de la sala se leía un letrero en gran—
des caracteres que decía:
«Conocí a los hombres y me retiré a la Selva».
II -
Con el advenimiento del Dr. Núñez al poder en
1886, don Luis Striffler fue nombrado Cónsul de Stras
- burgo, su ciudad natal, y fue entonces cuando abando
nó el país para dar su último suspiro en la tierra que
acarició su cuna.
Tuvo una hija que llamó Elisa y ésta como r" º
tambien casó y tuvo descendencia, pero al mormº
Luis, ya ella le había precedido en la jornada de la vi
da, con sus hijos. -

Dejó don Luis Striffler muchos originales tier,


cos inéditos, pero la ignorancia capital de la región ,
donde vivió dejó perder esos importantes escr s que
fueron víctimas de la polilla y de las llamas de , sir
cendios, en una de nuestras últimas guerras c es
La narración del Alto Sinú en forma novevsca, vo.
recerá a muchos de poca importancia, por que efectiva
mente hay en ellas detalles que no tienen hoy ningun
valor intrinseco, pero la parte científica, inmutable,
como es, hace esta obra de un interés capital y de gran
des trascendencias para el futuro.
A ella hemos agregado nosotros una parte históri
ca, geográfica y comercial de todos los pueblos del Si
nú, a fin de armonizar el pasado lejano, con el presen
te risueño y venturoso que le espera a la Mesopotania
colombiana, como muy bien puede llamarse la región
que baña el sinuoso río que rinde su tributo al mar de
las Antillas, en la hermosa y profunda bahía de Cispata.
El deseo solo de hacer conocer nuestras regiones
abandonadas y desconocidas, nos ha hecho emprender
este trabajo en el cual hemos gastado mas de catorce
meses, venciendo grandes dificultades pecuniarias, sal
vando inconvenientes insuperables y lo que es más, tra
tando de obtener mejores datos que nos han negado los
mismos habitantes de la región que se describe.
Pero a pesar de todo, creemos que hemos hecho, sino
un trabajo completo, por lo menos, algo tal vez digno
de apreciar, siquiera por los esfuerzos y la buena vo —
luntad que hemos tenido para ello. -

E. Q. A.
Cartagena, Junio de 1922.
1 º SI

Dr. FERNANDO A. GOMEZ PEREZ, - Montería


Actual Gobernador del Departamento de Bolívar
-------------------------------------------------

EL ALTO SINU.
POR LUISSTRIFFLER.
e« D-e

storia del primer establecimiento para la extracción de


oro en 1844.

- I. — EFECTO DE UN PROVERBIO.

Desgraciado del Perú . -


Sí se descubre el Sinú. (Dicho antiguo)

ee De«E---
Desde mi llegada a Cartagena en 1841, oía en varias oca
siones sonar las misteriosas palabras que me sirven de epígra
fe. Muchos cartageneros las citaban como una esperanza, como
un consuelo, del mismo modo que los profetas hebráicos habían
consolado al pueblo de Dios con el anuncio de la próxima veni
da de un Mesías. Es que entónces Cartagena ya no era la opu
lenta ciudad, orgullo de las colonias españolas en la Costa fir
me; sus riquezas se habían agotado en un largo sitio, resultado
de las discordias intestinas; sus edificios estaban perforados por
las balas de los cañones de la Popa; su comercio estaba aniqui
lado; la población menguada. El descubrimiento de la Califor
nia todavía no se había revelado al mundo. El coronel Sutter
explotaba todavía solo, sin saberlo nadie, las riquezas fabulosas
de aquella región desconocida de nuestro globo.
El cartagenero, al lamentar tal estado de postración, se es
forzaba en vano por descubrir un secreto para mejorar una si
tuación tan triste. Nada se presentaba. Solo un dicho muy anti
guo lo consolaba de tanta miseria. Cada uno lo formulaba y
lo interpretaba a su manera; cada uno lo analizaba en el labo
6 EL RIO SINU

ratorio de su inteligencia según su mayor o menor capacidad.


El Sinú, rio poco caudaloso que desemboca en el mar por el
golfo de Morrosquillo, casi enfrente del antiguo Tolú, después
de haber bañado una comarca populosa, comparada a los demas
puntos de la América del Sur, era entónces (y lo es todavía) la
única vena de que afluíah víveres al mercado de Cartagena.
Pero sus productos agrícolas no le merecían de seguro el honor,
de ser comparado al riquísimo Perú. Si el Perú que desde siglos
pasados suena en el mundo entero como la región priviles ºa º
que el Sol, en recompensa del culto que le rendían los n. es
reunió todo lo que puede embellecer la efimera existe
mana ¿qué podia ofrecer el modesto Sinú que fuera a az de
anonadar tantas riquezas y tanta fama? Se me habló e a
en que el oro se encontraba por montones, de cerros a dºs
-
de piedras preciosas como la dama mas engalanada en
baile. En resúmen, era el dorado tan buscado; y yo, fiado en la
veracidad de tantos cuentos orientales, me extrañaba de que
ningun nuevo argonauta se hubiera atrevido a la conquista de
ese nuevo vellocino de oro. Entónces se me objetaba las dificul
tades del viaje, los peligros de la navegación, sobre todo la fero.
cidad de los indios bravos que, propietarios por derecho divino
de tantas riquezas, las custodiaban eon la ansia de la avaricia
que no quiere disfrutar ni quiere que otro disfrute. No se de
bía, pues, pensar en poseer tantas riquezas antes de haber con
cluído el trabajo de la conquista, empezado desde tres siglos
atras por los primeros descubridores del Nuevo mundo y toda
vía muy poco adelantado en ciertas partes.

II. = EFECTOS DE UNA IDEA.

Si entre los hijos de Cartagena ninguno quiso formar el


proyecto de penetrar en el depósito de tantos tesoros, esa idea que
es la encarnación primera de toda empresa, esa idea primordial
que grita al hombre: adelante! esa idea nació en el cerebro de
un hijo de la Francia. Existía entónces en Cartagena un hom
bre que, arribado al suelo americano desde algunos años, con
pocos recursos pecuniarios, pero con el propósito firme de ha
cer fortuna, había conquistado con su actividad una posición
comercial y hasta científica, que lo puso en buen camino para
realizar su primer intento. Este hombre era Víctor Dujardin,
de quien muchos deben acordarse todavía, de genio activo y
atrevido, a que se unía una perseverancia a toda prueba y una
grande propensión a lanzarse a cuerpo perdido sobre la primera
empresa que le ofreciese una esperanza de ganar dinero.
La actividad humana se ejerce de un modo muy diferente
en los hechos de los hombres segun la organización de cada
uno. Los unos, al concebir una idea que los induzca a empren
der, se dejan detener por la perspectiva de las dificultades
EL RIO SINU ---- 7

que pueden mas tarde reducir a la nada todos los esfuerzos y


sacrificios ya hechos. Otros, aunque convencidos de que no hay
empresa segura, saben perseverar, pero toman sus precaucio
nes de antemano y disponen el modo de sacar siempre algun
provecho que la empresa tenga mal éxito; resueltos, en ca
so de pis aller, a sacrificar a sus socios, como aquellos genera
le que viendo la batalla perdida, sacrifican sin piedad un cuer
I o entero del ejército para cubrir la retirada.
Dujardin, después de haber realizado una fortuna algo im
portante, aspirando a acrecentarla mucho más, se habia visto
de golpe arruinado por sus especulaciones mal calculadas. Pero
eso no era nada para adquirir una

él.
Rehacer una fortuna

y
juego parte

de
después,

de
celosal era un un hombre como él.
Lº única dificultad era encontrar un sujeto sobre quien

de
sula
apoyarse para emplear actividad echar los cimientos de su

y
fortuna futura.

se .
deja arras
en

de

no
¿Quién silencio
el

una calma noche


trar por una corriente de proyectos propios crearnos un hala

en a
güeño porvenir? Tenemos tanta confianza ese espíritu que
ofrece tantos recursos.- Una idea mañana seré un gran

y
hombre!» grita cada uno. «Una ocasión, mañana seré millo—

y
nario!» grita riqueza da ta
un

siglo en que
en

ambicioso
el

la
lento, honor, grandeza poder.
y

Dujardin
de

es de
Quién puede decir que modo vino

la
idea a

Lo
un

fundar una nueva fºrtuna sobre dicho popular? cierto


que
te

encarnación que supo dar cuerpo, tuvo


la

esta idea
a

que nadie puede medir todavía los límites, pesar


de

resultados

a
ya

de que hace treinta años que todo eso pasó.


en

aplace dice mecánica celeste: Tous les événéments


su

mes qui parrur petitesse, pas tenir aua;


me

Cell semblent
2C

slois nae,
sontune suite assi necessaire que
de

en
dula

sol courbe, décrite par une simple


La

utions
airou de peºr estreglée d'une maniére aussi cer.
d"

planétaires. n'y
de

diference entre
Il

manotre ignorance.
y

filósofo parilustrar mismo pensamiento, dice que


el

polécula cuese mueve espacio refluye (reagit)


en
el

los

shace sentir hasta


en

de

masa confines
la

de

esencia pensar
la

nuestro modo común


el

Creer
d

de
no

no

nos libertad
q”

hacer hacer, hay efecto


d

y
o

aplicando caso presente misma ley de causa—


la
e

lidad, ve ahora que laea


Dujardin desvió primero muchas
de de

"¿
su,

existencias capitalesº, destino primitivo, perturbó


y

laslas

momento antiguo silecio soledades del alto Sinú en


si y

presentes líneas que


to

este mom me hace eribir no


la las

hubierando escritas, nºsº habrían colocado


en

columnas
de publi idad no oc ºººººº este momento
la

atención
y
8 EL RIO SINU

del que las lee. ¡Y quién sabe que resultados subsecuentes ten
drán en el porvenir!.... Y todo eso consecuencia de una idea
sobrevenida una noche a un hombre que se dijo a sí mismo:
«¿Qué haré para ganar bastante dinero?»

III.-MANos A LA oBRA.

Víctor Dujardin comunicó su idea a unos amigos, los cin


siasmó al punto de tomar un interés directo en la empresa 11
zo una escursión en el alto Sinú con toda la presteza de un
hombre que trata de negocios y no de descubrimientos. Ree gió
sobre las playas del rio unos sacos de arena, los llevó a Pi y
entregó el todo a Gay-Lussac. El ilustre químico examinó s-
arenas y descubrió en ellas esmeraldas microscópicas; sos
la presencia de diamantes y reparó también particulas mu
pables de oro. Un análisis minucioso determinó la propo e
en que se hallaba el precioso metal en una cantidad dada ue
arena. Todo eso era del mas exacto positivismo, nada de ficti
cio. El número de toneladas de arena esparcida sobre la pla
yas del alto Sinú puede representarse por todo los guarismos que
uno quiera establecer: ninguna estadística tiene más elastici
dad. El número de toneladas de arena que se puede elaborar
en un espacio de tiempo dado, depende del número de brazos y
de la potencia de las máquinas que se apliquen a dicho trabajo.
Sobre este particular los cálculos de Dujardin podian tomar to
da la extensión que uno quisiera darles. -

El primer paso consistía en hacer lo que se expresa en tér


minos técnicos: faire mousser une affaire. El secreto de crear
un mundo sacándolo de la nada, data del tiempo de la creación:
Nihil novum sub sole. En el siglo pasado el holandes Law sacó
una fortuna colosal del fondo del Mississipi sin haber salido de
su gabinete situado a tres mil leguas de dicho rio. En nuestra
época el ansia de adquirir, el progreso de las luces intelectuales
y la acumulación de los capitales, hacen surgir diariamente em
presas de toda clase, basadas sobre cosas del todo imaginarias.
Es el reino de los «faiseurs d'affaires».

La empresa de Dujardin encontró accionistas en Cartagena


y en Europa. Se despachó un jóven ingeniero recien salido de
la escuela politécnica a Rusia a estudiar el método de extraer el
oro en los montes Urales; se reclutaron otros jóvenes que cono
cían prácticamente los oficios necesarios para la explotación: se
procedió a la adquisición de un inmenso material y se me encar
gó de los trabajos preparatorios, cargándome de instrucciones
muy detalladas y de planos elaborados en París por el fundador
del futuro establecimiento. -

=== - ====
-
EL RIO SINU 9
-
IV.— PREPARATIVOS.

Mientras que Dujardin habia recorrido con su velocidad


acostumbrada las regiones del alto Sinú, él me había mandado
reconocer las minas del alto San Jorge. De modo que nos ha
biamos hallado a la misma latitud, únicamente separados por
el espacio intransitable que média entre los dos rios. En aque
er en 3 yo había explorado las minas de Uré, y después,
. ..., esado las selvas enfrente de Ayapel, visitado en el Cau
ca a rana de Santa Lucía entonces muy productiva.
Mis normes, redactados con toda la frialdad alemana, pa
-eier poco favorables a los proyectos de Dujardin que quería
agro de babilónico para entusiasmar y hacer afluír los capitales.
dó a preferencia al lugar que él mismo habia recorrido, de
lo que realegré mucho, pues que así se me proporcionaba la
de conocer también rio Sinú.
el
...

Lou Oujardin hacía en París tuve que hacerlo yo en Car


tagena: organizar un personal para establecimiento de los tra
el
bajos preparatorios recoger un material conveniente.
y

El alto Sinú desde Montería hasta población india de


Nain, estaba entónces completamente inhabitado, fertili la

su
y
dad natural no producía ninguna clase de alimentos, no ser

el
a
pescado verano. Las grandes manadas de puer
y

ésto solo en
el

cos salvajes que pueblo llama manados, las dantas, muy


el

numerosas tambien, no son objetos que viajero puede conse


el

guir de paso. Por otra parte, los comestibles vegetales que solo
produce aquellas
en
sudor del hombre, no encontraban
se
el

comarcas. Las pequeñas tribus de indios en su vida semi-erran


te, cultivaban apénas suficiente para su propia subsistencia.
lo

Serias preocupaciones me rodeaban pues, teniendo que llevar


conmigo como doscientos hombres por un camino que debia du
rar cerca de un mes.
preparaba todo para expedición yo tenía que
se

Mientras
la

ocupaciones. entusiasmo por las minas había


El

atender otras
a a

llegado colmo. De todas partes


su

se

mandaban muestras de
minerales. Desde partida de Dujardin yo quedaba solo para
la

analizarlas. En espacioso edificio de Cartagena conocido con


el

nombre de Consulado que habitaba entonces Sr. Pavageau


el

el

compañía del Sinú,


se

director de habia instalado un labora


la

torio de química para los ensayos. Allí, en pieza mas alta


la

de co
se

del mirador habían colocado los hornos de fundición


y

pelación. señor Pastor Ospina, entonces Gobernador de Car


El

tagena, iba verme allí muchas muchas veces tomaba mas


el
y
a

vivo interes en buen éxito de empresa. Analicé mues


el

la

tras de galena (súlfuro de plomo) argentífera que contenía


mas de 30 por ciento de plata pura mas de 50 de plomo, sin
y

mina;
es

haber podido saber sitio de ahora poco que he


el

la

adquirido algunos indicios. Se me enviaron igualmente muestras


10 EL RIO SINU

de minerales de cobre riquísimos, pero los mismos que me los


enviaban, por una especie de desconfianza, siempre han hecho
un misterio de los lugares en que se habían encontrado dichas
muestras. Esta desconfianza es verdad se puede justificar con
el recuerdo de crueles antecedentes. La América es la tierra
clásica de los engaños respecto a descubrimientos: Américo
Vespuccio sustituyó con fraude su propio nombre al de Colón;
Orellano robó el descubrimiento del rio de las Amazonas; Her
nán Cortés engañó a su superior para conquistar a Méjico.
Mis alistamientos para la expedición y mis trabajos de la
boratorio fueron un día interrumpidos por un incidente semicó
mico que me hizo conocer despues que el arte de crear empre
sas en en el aire había ya invadido la América del Sur. Desde
entonces he presenciado entre los mismos salvajes golpes de
in
filibustería (coups de filouterie) dignos de los caballeros de
dustria de París. La civilización marcha.

- V.—UN PUFF.

El puff, como se sabe, es una palabra inglesa, pero la cosa


que representa es de origen francés: es una de esas ponde
raciónes de que se sirven ciertos hombres de imaginación inven
tiva para hacerse a dinero, explotando en los otros la misma an
sia. El puff que me empujó a hacer de golpe un viaje de dos
semanas, fué el siguiente: un día recibí de Lorica un paquete
de tierra negra que me pareció a la primera vista un peróxido
de manganeso igual a una muestra que me habían enviado del
Istmo pocos días ántes; pero con la diferencia de que en la
muestra de Lorica, a la simple vista, se distinguían perfecta
mente numerosas partículas de oro, mientras que en la mues
tra del Istmo no se veia nada tan seductor. Pero como el ojo
engaña, procedí a la vitrificación de la tierra y obtuve por me
dio de la copelación un botón que daba en proporción mucho
mas de un diez por ciento de oro puro. La operación había sido
hecha en presencia de los accionistas de la compañía del Sinú a
quienes su resultado hizo volar al séptimo cielo. Todos me re
procharon mi incredulidad viendo que no quería tomar parte
en los brincos que daban, para manifestar su alegría con la ex
pectativa de una de esas brillantes y súbitas fortunas de que
--- ------ hay tantos ejemplos. Todos, olvidando su gravedad de capita
listas, habían trasformado el laboratorio en sala de baile. Al
fin me hicieron dejar todo negocio pendiente y correr a Lorica
a explorar una mina tan rica para denunciarla antes que fuera
mas conocida. Obedecí, y un temporal que sobrevino en el ca
mino, por poco me hace concluir la existencia sobre la frágil
barquetona en que me había embarcado.
Llegado al Zapote en la boca del rio Sinú, salté a tierra y
me fuí acaballo a Lorica, donde mi presencia inesperada causó
EL RIO SINU 11

grande sorpresa al cura que lo era el Dr. Casas, (1) también


aceionista de la compañía. Le expliqué el objeto de mi viaje y
la sorpresa aumentó, porque el individuo que habia mandado la
muestra de tierra negra tenia ideas tan extravagantes que se
le tenía por loco. Pero como un loco puede encontrar por casua
lidad una mina con la misma facilidad que un cuerdo, el cura
no pudo dudar un momento de la efectibilidad del fabuloso des
cº" ento, y olvidando también la gravedad de su carácter
- a iba a abandonarse a un baile de los mas excéntricos,
aba hecho el Rey David delante del arca de la alianza,
ace aistas de Cartagena delante de los hornos del labora
rºto se me presentó el descubridor de la mina, y éste,
carario de los otros remitentes de muestras de mine.
e reció en el acto llevarme al lugar en que se hallaba
cra. Este no tenía ninguna desconfianza de verse arreba
Lado el descubrimiento de la mina, y como se verá pronto, no
tenía motivo tampoco.
La mina adonde me llevó el hombre era un hoyo de poco
mas de un metro de profundidad, hecho cerca del pueblecito
indio de San Nicolás de Urabá. El agua estagnante que había
en el fondo, emitía constantemente burbujas de gas, y la su -
perficie presentaba una nata de petróleo; pero el precioso metal
que me había hecho venir no se dejó ver por ninguna parte.
Solicité por la tierra negra y el hombre me mostró la tierra bi
tuminosa que se había extraido al cavar el pozo. Cuando le hice
observar que no se parecía en nada a la tierra de la muestra
que él habia mandado a Cartagena, quemó, para explicarme la
diferencia, un poco de aquella tierra, y en efecto obtuvo un
polvo negro semejante a la muestra, pero sin particulas de oro
visibles. Desde entonces empecé a desconfiar; pero mas preocu
pado de la parte científica que de la industrial, toda sospecha de
engaño desapareció de mi espíritu con las distracciones que me
proporcionaban otras observaciones; entre ellas reparé que,
unos fragmentos de piedra blanquizca que quemados parecían
cal, se hallaban revueltos eon la tierra bituminosa; sinembargo,
su peso era mucho mayor. Pronto ya no me quedó otra cosa
que hacer que recoger las muestras y volverme a Cartagena
para repetir los ensayos en el laboratorio. Hice, pues, llenar de
tierra bruta dos sacos que podían contener dos quintales. El
descubridor de la mina me ayudó muy voluntariamente, y de
mi parte no le manifesté ninguna desconfianza. Sinembargo,
ya tenía lugar para sospechar algun engaño en la primera
muestra; pero como esta última no había sido mas que una me
dia libra de tierra, en la suposición que se hubiera mezclado en
ella un castellano de oro en polvo, hora llevando mas de un
quintal de la misma tierra, la superschería habría sido algo cos
tosa para el engañador y provechosa para mí; pues que para
producir la misma proporción habría tenido que sacrificar lo
— 12 EL RIó SINU

menos dos libras de oro. Parece que el engañador lo compren.


dió muy bien y no quiso seguir engañando a tanto costo.
A mi vuelta a Cartagena analicé la tierra que habia traido
e hice ver el resultado a los accionistas que habian presenciado
la operación con el interes mas palpitante. Ni un átomo de oro
en el fondo del crisol!.... Pero cosa singular si yo habia tenido
desconfianza del descubridor, por una justa represalia, los ac
cionistas desconfiaron de mí. Les costó tanta pena renunciar a
tan bellas esperanzas, que se dejaron llevar por la suposición
de que yo tenia intención de guardar para mí solo el descubri
miento. Así resulta cuando hay hombres que no quieren ser
desengañados.
En los experimentos que hice de las piedras blancas de que
he hablado, conseguí por medio de la fusión un vidrio de un
verde hermosísimo y muy límpido. Sospecho que estas piedras,
bastante homogéneas despues de calcinadas, deben ser de barita
(protóxido) muy pura. \
Desde entonces nunca me he aproximado mas al pueblo de
Urabá, para evitar el dar a pensar a muchos que los inmensos
tesoros que posee el pozo de petróleo, los quiero para mi solo.
Algun día, sin duda, Cartagena se alumbrará de sus productos,
y lo que se pensaba sacar en metal se sacará en gas. (2)

VI.-ITINERARIO DE CARTAGENA A NAIN.

En el més de Diciembre del año de 1843 salí de Cartagena


en una embarcación de-Lorica de las que llegan cargadas de
víveres del Sinú y generalmente tienen que volverse vacías,
porque a no ser algunos bultos de mercancías o frutos del inte
rior, nada tienen que trasportar al Sinú; por cuya razón se ha
establecido una costumbre muy antigua de abandonar a los bo
gas el flete de regreso.
Llevaba conmigo únicamente un sirviente y lo que pensaba
que sería muy estrictamente necesario para el viaje y perma
nencia en un país desierto.
Habia concertado un maestro carpintero con dos oficiales
y un albañil, pero en aquel tiempo costaba mucho trabajo el
arrancar a un cartagenero de su suelo natal: ni Colón ni Chá
gres existían todavía. Así es que cansado de esperar la conve
niencia de los que me debían acompañar, me puse en camino y
llegué al Zapote, donde el doctor Cassas me tenía bestias listas
para trasporte, a fin de evitarme el fastidio de seguir embarca
do por todo el rio. En efecto, un pasajero que salta a tierra en
el Zapote y atraviesa por tierra, llega a las tres horas a Lorica,
mientras que por agua se necesitan tres días, en medio de una
multitud de mosquitos que abundan en el bajo Sinú mas que en
ninguna otra parte. Ya en todo el Sinú se tenía conocimiento
de esta expedición. Bogas y peones se presentaban en gran

-º - =
-º-, - º -
PUERTO DE CISPATA
Fábrica de láctina, queso y mantequilla
EL RIO SINU 13

- número. Ninguna otra empresa se hallaba entonces en planta,


y los trabajadores no tenían en qué ocuparse. En menos de un
mes todo estuvo listo. Muy cerca de doscientos hombres debian
acompañarme: es casi un ejército en la despoblada América.
Fuera de Lorica, punto céntrico, las riberas del Sinú cuen
tan muchas poblaciones importantes y haciendas productivas.
No solamente Cartagena se abastece de sus productos, sino
tambien el Chocó. A pesar de aquella concurrencia, los víveres
se hallaban entonces en abundancia y a bajos precios. El cien
to de plátanos no costaba mas que un medio real, una gallina.
un real, una res vaeuna gorda siete a nueve pesos sencillos. (3)
Nuestra caravana, bien provista zarpó del puerto de Lorica en
una de las lindas mañanas que preceden al verano. Nuestra
primera escala fué en Cereté, pueblo de indios que está defen
dido de las inundaciones del rio por una albarrada de tierra.
Allí vivía un hombre que debia servirnos de guía en nuestra
expedición, Este era uno de esos fabricantes de piraguas, lla
mados barqueteros, que recorren el río en las partes mas mon
tañosas en pos de esos robustos árboles de inmensos troncos,
producciones de la vegetación tropical, para excavarlos a golpe
de hacha y transformarlos en piraguas. En cualquiera parte en
que encuentran cierto número de esos palos, establecen una
ranchería llamada astillero, un pueblo improvisado, en que pa
san el verano labrando las canoas, y a las primeras crecientes
del invierno echan sus obras al agua y bajan al rio para ven
derlas. El viejo Flórez era uno de esos empresarios de los mas
Todas las revueltas del rio le eran muy fami
13 perimentados.
reS.
De pequeña estatura, pero robusto y cuadrado, él pertene
cía a esa raza mestiza en que predomina la sangre europea. A
la edad de mas de cincuenta años, él conservaba toda la agili
dad de un jóven. Sus maneras eran pulidas por una instrucción
algo limitada y el roce con personas de educación. Muy comuni
cativo, siempre dispuesto a poner su experiencia la disposición
del primero que la solicitara, él habia acompañado a Lujardin
en su primera excursión. A la formación de la compañia del
Sinú, el Dr. Casas le encargó el plantío de un gran platanar en
las inmediaciones del lugar que se suponía propio para el esta
blecimiento central.
Los peones que Flórez llevaba, habitualmente en sus ex
cursiones, debían servir de cuadros como tropa veterana en la
presente expedición.
De Cereté nos trasladamos a Montería, último punto habi
tado. Este pueblo igualmente abrigado por una albarrada arti
ficial, presenta una vista mas pintoresca que los demas pueblos
de la costa, que en general no se revelan al viajero mas que por
una aglomeración confusa de techos pajizos en que ninguna a
verdura alegra la pinta blanquizca o cenizosa. En Montería, lo
14 EL RIO SINU
menos, cada casa se encuentra colocada a la sombra de un bosque
de naranjos. Existen tantos de éstos últimos, que las frutas de
ellos solos abastecen el mercado de Cartagena. En el tiempo de
la cosecha se ven grandes embarcaciones cargadas solamente
de naranjas que llegan al Zapote para de allí ponerse a la vela
y seguir la costa hasta Cartagena. Y muchas veces resulta tam
bien que dichas embarcaciones, detenidas muchos días por los
vientos contrarios, se ven en la necesidad de echar al agua su
carga, que se ha podrido por causa de la demora, y volverse
- vacías a procurar compensar la pérdida con un nuevº rº. -
mento.
La España, el Portugal, la Italia, principalmente
Malta, hacen en Europa el mismo comercio, en gran
sin correr el mismo riesgo, aunque buques cargados
tículo sigan hasta San Petersburgo. Pero debemos t la
cer la diferencia entre el clima, el modo de empaqu ..

frutas, que cogidas verdes del árbol se envuelven en papel ue


estraza y se encajonan, para venderse después en Londres o en
París a cinco centavos cada una; mientras que en Cartagena, de
las de Montería, se da un ciento por el mismo precio. Otra di
ferencia: en Italia principalmente en Niza, hay particulares
que recogen al año mas de trescientas mil naranjas y mas de
ciento cincuenta mil limones, y en Cartagena dos barquetonas
cargadas reducen los precios del artículo a la nada.

VII. — EL DESIERTO VERDE Y SUSPLAGAS.

Al salir de Montería tuvimos que decir


adios a la civiliza
ción.De allí en adelante ya no había esperanza de encontrar
una casa para dormir. Una región inculta, inhabitada, se abrió
para nosotros, triste perspectiva para un hombre habituado a
las comodidades de la vida. De allí en adelante, antes de pen
sar en lo confortable había que proveerse de lo mas necesario y
ésto en la proporción en que se podía conseguir. -

Como nuestra salida de Montería se efectuó estando el día


ya muy avanzado, tuvimos que pernoctar en los Alquitranes,
lugar muy poco distante de Montería y en que se hallan unos
pozos de petróleo. Allí perdimos un día para dar tiempo a todos
los miembros de la expedición de arreglar nuestra escuadrilla
compuesta de unas veinte canoas medianas y una gran barque
tona cargada de víveres y de materiales los mas necesarios.
Dejé un servicio organizado para que una canoa por lo menos,
saliese todas las semanas a traernos víveres y la correspon
-
dencia.
La barquetona que venía con nosotros llevaba sobre sus ta
blas sueltas y mal unidas, como se forma la cubierta de esas em
barcaciones, una cubierta de encauchados fabricados por mí mis
EL RIO SINU - 15

mo. Entonces el caucho no se extraía para la exportación. En


cargué la leche fresca del árbol, conforme sale de los cortes
que se le hacen y me la trajeron en unos calabazos. Extendí
esta leche, blanca y espesa, sobre lienzos de coleta que puse al
sol. En menos de media hora esta primera capa de leche se ha
bía puesto negra y seca; en seguida repetí la operación dos ve.
ces más y conseguí así un encauchado del grueso de un cuero,
transparente como la gelatina, a la que asemeja tambien por
el color. Estas telas tienen el inconveniente de pegarse las
unas con otras con tanta fuerza, que ya no se pueden separar
sin que se rompan. Pero su duración puede considerarse como
indefinida: es una preparación mucho mas ventajosa que las te
las cubiertas de goma disuelta químicamente, que pronto pier
de su elasticidad y se descompone al aire. Por desgracia ya no
se puede tratar de caucho bajo ningun aspecto. Esta riqueza
ha desaparecido casi completamente del país y está desapare
ciendo de toda la América del Sur, a pesar de la inmensa exten
sión de este continente. Si ciertas prohibicione han sido impro
badas por algunos economistas, en la explotación del caucho,
que se ha dejado ejercer en plena libertad, podemos ver el re
sultado funesto de la falta de previsión. En pocos años la fuen
te de tanta riqueza ha sido destruída desde las Antillas hasta

Volvamos a nuestra expedición del alto Sinú, emprendida


nó en busca de goma elástica, sino de un metal que a pesar de
todos los esfuerzos humanos no se agotará tan pronto; a no ser
que se inventen máquinas de la fuerza de diez mil caballos,
capaces de levantar a la vez toda el agua de un rio y de preci
pitarla sobre los cerros para disolverlos y hacer por medio de
corrientes proporcionadas la separación del oro de la tierra con
que se halla revuelto, como en el día del juicio final se hará la
separación de buenos y malos. -

El cuadro que presentan las riberas del Sinú en las partes


inhabitadas es un vivo y brillante testimonio de la fertilidad
del valle que riegan sus aguas. La vegetación trópical se ha
complacido en producir allí fantasías que el arte nunca llegará
a igualar. Los frondosos árboles inclinados sobre las aguas y
apenas sujetos con algunas raíces contra el suelo minado por la
corriente, dejan colgar de todas sus ramas cortinajes y festo
nes de lianas de un verde oscuro esmaltado de flores de vivos
colores. Sobre los bordes bambolean al menor viento esas in -
mensas hojas de aquellas plantas acuáticas que crecen con tan
to vigor y adquieren proporciones tan gigantescas a pesar de no
tener mas que una consistencia acuosa. Por todas partes se
halla la tierra completamente cubierta de la aglomeración de
vegetales que se disputan el espacio y se oprimen mutuamente
apoyándose los unos sobre los otros. Los bogas para dirigir las
embarcaciones contra la corriente, tienen que apoyar la hor
16 EL RIO SINU

queta de sus palancas sobre aquel tejido movible de ramas ves


tidas de bejucos, y muchas veces al sacudimiento se alborota
un avispero, o bien alguna culebra, perturbada en su sueño, se
desenvuelve de golpe como el cable de un buque y presenta su
cabeza amenazante. Es en medio de tantos peligros, de tantas
espinas, de tantas incomodidades, que la frágil embarcación se
adelanta poco a poco en el cauce sinuoso del rio, que, como una
inmensa sierpe, se tuerce en todas direcciones, irreconciliable
enemigo de la línea recta que solo la luz y el hombre tienden a
seguir con perseverancia.
De ese modo habia que pasar muchos días de march le
A las diez de la mañana se arribaba a alguna playa o
sombra de algunos árboles. Los bogas tenían que salta a :
rra y cortar las ramas y plantas bajas que obstruían .
Hecho el espacio precisamente necesario para acampar, en
cendía candela y se cocinaba el almuerzo. Una vez con erua io
el cuerpo, se seguía la ruta bajo los rayos ardientes de sol
medio día, hasta que llegada la tarde había que escoger
lugar para pasar la noche. Entonces el trabajo se com, ...c...

...
preparación de
se

mientras unos ocupaban en comida,

la

la
otros cortaban hojas de bijao varas para fabricar una casa

la o
enramada. Formado techo que nos pusiera cubierto de
el

a
lluvia, había que improvisar camas para preservarnos de hu

la
medad del suelo. Concluidos estos preparativos armados los

y
toldos, formaban aquellas tertulias en que hombre pasa
se

el
las primeras horas de noche antes de conciliar sueño, co
la

el
municando sus recuerdos sus pensamientos. Estas conversa
y

ciones, páginas volantes, sueltas, de historia de aquella co


la
se

marca, que mezelaban las voces naturales inherentes


a

el a
e
aquella soledad,
se

iban aplacando poco poco medida que


a

a
sueño iba apoderándose de los viajeros. Entonces cada uno re
tirado debajo dé
su

toldo, ya no oía mas que sordo murmullo


el el

de las aguas interrumpido por momentos por súbito estrépito


de un caimán echándose sobre algun pez que nadaba descuida
do, bien por grito lúgubre del tigre llamando su compa
el
o

ñera, ruido sordo lejano de un árbol secular que derri se


el

y
y o

baba caía contra suelo, anunciando mismo término de


el

él

el

su larga existencia.
Los desiertos animados del Nuevo Mundo nunca quedan
callados. La vida siempre tiene algo que confiar sonoridad
la
a

del aire. Cada ola del espacio encierra acentos de dolor de


y

placer, de duelo de alegría. Esas voces de tantos seres tan


y

diversos que nacen, que aman, que mueren confundiéndose en


un solo coro, forman himno universal que naturaleza ento
el

la
q”

creación, espacio
en

nó día de acorde final sonará


el
la
el

el
y

cuando globo haya apurado todos los gérmenes vitales que


el

cuando un nuevo cataclismo venga poner


su

contiene seno,
a
o

fin era presente para proceder cristalización de un


la

la
a

*,
EL RIO SINU 17
7r r

nuevo Universo. Un hombre acostado de noche en la playa de


sierta de un rio, siente surgir en su espíritu pensamientos muy
diferentes de los que inspira a la misma hora el espectáculo
móvil del vasto océano que surca el buque en que se halla, muy
diferentes de los que nacen en la calma de una eiudad que ha
suspendido el murmullo vital de sus habitantes. El sér así en
tregado a todas las eventualidades de la naturaleza, olvida
pronto su situación presente y su espíritu boga caprichosamen
te en la fluctuación confusa de todos los recuerdos. Cada hom
a en a consigo los restos mutilados de su pasado.
: hijo de Europa al verse así aislado, siente revivir en su
espírict, las imágenes de otro hemisferio. Todo se remueve en
º. Frilo de su vida pasada desde aquel tiempo de la primera
en que el infante empieza a conocer, todo vuelve de nuevo
a ro o presente. Los muertos resucitan... ..... iYo nacido
en la Alsacia, encontrarme en aquel lugar. Yo, que al nacer
ten. y a trazado un dulce y quieto porvenir a la sombra del ho
- rno, en el seno de la familia ¿qué móvil tan poderoso
ue inauia hecho renunciar tantas delicias para exponerme a
tantas penas? En la profusión de mis recuerdos, en las tinieblas
de mi inteligencia, no encontraba nada palpable capaz de ha
berme hecho abandonar el suelo patrio y atravesar el Océano,
sino un capricho, una idea, una determinación sin motivo.
Es la suerte de la hoja que se desprende del árbol en que
nació y no sabe adonde le llevará el viento.

«De la tige detachée .


ou vas tu, feulli dessechée?»

Tal vez la lectura apasionada de los libros que tratan de


viajes lejanos, es lo que causa todo eso... ... Al fin de tántas
suposiciones mis pensamientos venían siempre a comentarse en
una sola convicción profunda, inalterable, como el centro de un
círculo que queda fijo, inmóvil, cuando todo gira al rededor. Es
ta convicción era que algo de desconocido, de incomprensible,
me había conducido hasta el punto en que me hallaba, y el mis
mo Sér ya me tenía fijados todos los pasos que me faltaban to
davía. Entónces, fortalecido por tan saludable pensamiento,
una calma imperturbable me hacía arrostrar sin temor ese por
venir invisible que me atraía a Entonces desaparecía cai
sí.

el

mán que mi lado, tigre que rugía algunos pasos,


se

movía
el
a

había escondido debajo de mi cama. To


q”

culebra tal vez


se
la

dos estos peligros fundían en una sola confianza,


se

sueño
el
y

me alzaba en los aires me colocaba bien lejos de aquella sole


y

en Opera de París, bajo catedral de Stras


¿?
es

la

la
o
º
-
-
-

urg.O.
Al alba los gallos cantaban mismo que hubieramos pa
lo

si

centro de una población; barquetona


la

sado noche en en
el

la
18 EL RIO SINU

se hallaban todos los animales domésticos necesarios a la colo


nización.
Con las claras del día renacía el movimiento. Había que
doblar los toldos y las camas, embarcar todo de nuevo, y pronto
cada embarcación seguía la ribera que le parecía más propia pa
ra prestar un punto de apoyo a las palancas de los bogas.
Ya habíamos entrado en las región de la plaga diurna, mu
cho más molesta que la nocturna, de la que nos puede preser
var a lo menos un toldo de lienzo tupido. Pero de día, nubes de
una pequeña mosca nos rodeaban, y estos insectos de tan pe
queño tamaño venian por millones a pegarse sobre el cutis de
la cara y las manos, perforándolo con su dardo casi invisible.
Así nos sustraían esos vampiros una gota de sangre que en par
te se quedaba en la misma herida. En pocos días todas las des
cubiertas de nuestros cuerpos se hallaban salpicadas de man
chitas negras, origen de una rasquiña incesante. El hombre en
vano se debate para alejar un azote tan cruel; el perseverante
roedor aprovecha el más corto momento en que uno se quede
quieto para extraer su tributo de sangre. El único preservati
vo es una untura de sustancia grasosa, pero el remedio tiene
muchos inconvenientes, siendo el principal el de q” se tapan los
poros, impidiendo la traspiración cutánea, lo que causa una
hinchazón peligrosa. -

La única distracción que nos ofrecía un viaje tan monótono


por su misma variedad, pues que siempre era la misma, la pro
porcionaba le viejo Flórez, que conocía todas las vueltas del río,
muy numerosas en la parte baja. Por eso en ciertas partes, nos
convidaba a saltar a tierra para internarnos en la- montaña en
persecución de animales silvestres. Las canoas seguían su ca
mino, y nosotros, atravesando los bosques, ibamos a esperarlas
del otro lado de la circunvalación del río. Muchas veces pasá
bamos medio día en esas distracciones que al mismo tiempo nos
sumistraban carne fresca. Nuestros perros pronto descubrían
el rastro de los manados que únicos dueños de aquella comarca,
han hecho verdaderos caminos en el espesor de la selva. Esos
puercos salvajes andan en tropas tan numerosas que hasta el
tigre, que se alimenta de sus carnes, tiene que subir en un ár
bol para dejar pasar el ejército, y después se conforma con
atacar uno de los últimos que pasan. Nuestros perros tenían el
mismo cuidado, apartándose a un lado; y se me aseguró que el
perro inexperto que los ataca de frente, es despedazado en un
momento por esas fieras, y lo mismo sucede al hombre. Sólo la
detonación de un arma de fuego hace generalmente que se dis
persen; por cuya razón los cazadores a quienes perjudica esa
fuga precipitada, prefieren usar la lanza en esta clase de cace
ría, muy peligrosa, pero que en poco tiempo produce mucha
carre. Un ejército de esas fieras no se deja detener por ningún
obstáculo; como las tropas humanas, ellas tienen sus jefes que

------ — --- - -
EL RIO SINU 19

los hombres llaman caciques. Estos tienen sus gritos particula


res para dirigir los movimientos, y la bandada precipita o de
mora su marcha, según las circunstancias.
La misma naturaleza ha dado a estos animales un arma pa
ra sustraerse a la persecución de sus enemigos. Es una fístula
sobre el espinazo del lado de los riñones; este órgano, que tam
bién posee el zahino, secreta un líquido que por su olor pervier
te el olfato de los perros al punto que pierden su rastro. Mu
chas sustancias aromáticas tienen el mismo origen, como el
almizcle, la civeta; el mapurito tiene la fetidez de su
a pa a defenderse; los monos tienen un modo aun más as
ros, pues q” de arriba de los árboles tiran sus cxcrementos
cºn con las manos. Así, cada sértiene sus armas natura
decto de la facultad de inventar armas artificiales; a
- espinas, al tigre uñas, y al hombre la facultad de
..------ -rmas de todo lo que encuentra.
Fué en medio de esas diversiones y plagas, que, al cabo de
unos siete días, llegamos a las inmediaciones del cerro llamado
Murrucucú, del que ya de léjos habiamos oido los truenos sordos
y repetidos. Al fin pudimos ver más de cerca el mónstruo con
su corona de peñascos blancos, interrumpiendo a distancia el
fondo verde de la vegetación que cubre sus flancos. Aunque si
tuado a una larga distancia del cauce del río, se deja distinguir
perfectamente del lado del oriente. La quebrada de Juí sale del
pié del monte y conduce sus aguas al Sinú. Es a la boca de es
ta quebrada que se nota una primera modificación en la corrien
te que se hace más rápida; allí también las playas, primero te
rrosas, después arenosas, empiezan a presentar piedras roda
das. Fué a la altura del Juí que la barquetona empezó a que
darse atras apesar bogas
de los esfuerzos de los - que querían se
guir a todo trance con nosotros.
Arriba de la quebrada del Juí, pudimos observar otro fenó
meno. Allí se ve que el río abandonó su antiguo cauce y cortó
por derecho ahorrando así una vuelta a los navegantes. El le
cho abandonado se reconoce todavía perfectamente, pues sin
duda hacía poco tiempo que la transformación tuvo lugar. Se
puede suponer que fué ocasionado por alguna avenida muy
fuerte y que las aguas, que allí bajan muy visiblemente, de una
planicie mucho más alta, tuvieron fuerza suficiente para efec
tuar la excavación. En aquel punto todo cambia de aspecto; es
el primer escalón de los Andes. Allí empieza el oro.

VIII.—TERRENOS AURIFEROS.

Bien hizo Humboldt en inventar un instrumento que llamó


Cyanómetro, para medir la intensidad del azul del fondo del
cielo y de allí deducir la altura del lugar sobre el nivel del mar.
Desde que pasamos del punto denominado «Rio nuevo», vimos
20 EL RIO SINU

un nuevo cielo arriba de nosotros y sentimos una temperatura


algo diferente. Las aguas empezaban ya a precipitarse en vez
de correr como lo hacían más abajo. El río deja de estar enca
jonado entre sus dos bordes y se hace más ancho y por consi
guiente menos profundo. Por todas partes se ven puntas de
peñascos asomar su frente negra y lustrosa fuera de la blanca
espuma de las aguas. Montones de troncos desconchados for
man isletas hasta en el centro del cauce. Una naturaleza áspe
ra, tempestuosa, reemplaza a aquellas alfonbras de brillante ve
getación que cubren la tierra más abajo. El horizonte había
cambiado también de aspecto. Mientras que en la costa del la
do del occidente, nada se presentaba más allá de la línea de ár
boles que bordan la ribera, del lado opuesto, desde el Murrucu
cú, sigue al Sur una pequeña cordillera de colinas que se va a
cercando al cauce del río a medida que este se extiende más al
SUlr".

Ya en frente de Río nuevo, una de esas colinas llega hasta el


mismo río, mientras que la línea principal sigue siempre al sur
hasta pegarse a un cerro muy alto que presenta de lejos su ma
sa azul. Me dijeron que era el cerro de Higuerón; cerro que ya
se oía contestar con su voz sonora de truenos a los profundos
rugidos del Murrucucú. Esos dos picos se hallan así en conver
sación contínua mientras que las alturas pequeñas que ocu
pan el espacio que media entre estos dos gigantes, se mantie
nen en un silencio respetuoso. "

El trueno en país desierto tiene un tono de solemnidad,


que hace callar a todos los seres que lo oyen. Los ecos sólo se
atreven a repetirlo en voz baja. En el alto Sinú esos fenóme
nos de la electricidad tienen un sentido misterioso. La voz del
Murrucucú es para los indios un aviso seguro de que una canoa
sube por el río. Nosotros las excépticos nos reímos de las ideas
supersticiosas, y sinembargo creemos en cosas más inexplica
bles. Es que nuestra razón o sentido común se haya constituído
de tal manera, que sólo admite causas que tengan una relación
palpable con los efectos que se supone han producido, y al mis
mo tiempo la conciencia de la imperfección de nuestros senti
dos nos convence de la existencia de efectos de que nó podemos
conocer las causas. Pero la tendencia de buscar una explicación
cualquiera de todo lo que percibimos, es tan inherente a nues
tro espíritu, que salvajes y filósofos, todos de mancomun reco
nocen la ley de causalidad que aplican en sus investigaciones,
a fuerza de suponer que no hay efecto sin causa, todos se enca
minan al sofisma.
-
-
«Post hoc ergo propter hoc.» En la inculta inteligencia de
los indios del alto Sinú, debía aparecer como muy natural que
dos hechos tan comunes sean consecuencia inmediata el uno del
OtrO.
----- esa
irrincca o r-º a
yogua a. a na ca-,
ae la nacienda
a ra
cie
-
don Lázaro r r
a órcz U.

PALACIO MIUNICIPAL.—Lorica.
EL RIO SINU - 21

Es en nuestra época en que el fluído eléctrico se conduce


por medio de un alambre sobre toda la superficie de nuestra es
fera planetaria, pueden encontrarse físicos dispuestos a admitir
una correlación entre el pasaje de una canoa sobre un río y los
truenos de un cerro situado a dos o tres leguas de distancia, Me
acuerdo de haber leído en una obra muy seria que trata de la
segunda vista, que los habitantes de las islas Shetland, al norte
de la Gran Bretaña, sienten, en cualquiera parte que se hallen,
cuando un extranjero ha desembarcado en su suelo.
Singularidad digna de notarse que la razón ilustrada por
todas las luces de la ciencia, y la inteligencia bruta q” solo alum
bra la razón natural, sienten ámbas debajo de las cosas visibles
toda una creación de cosas invisibles que nos dirigen por una
influencia oculta! Es bajo la influencia de esta idea que anoto,
sir juzgarla, una opinión ridícula que he encontrado en las no
ciones groseras de unos salvajes. El objeto no parece merecer
tanta atención; más la importancia que se dá generalmente a
las cosas humanas, depende de puros caprichos. La mitología
griega que ha sido elevada por la literatura clásica a tal altura
que su poesía saca de ella todos sus adornos y perfumes, reposa
sobre hechos no menos triviales, que solo la moda y la costum
bre han hecho respetables.
Durante los largos días de nuestra subida por el Sinú, mis
observaciones propias hechas de paso sobre todo lo que podía
distinguir desde a bordo de la pequeña embarcación en que me
hallaba, fueron de continuo mezcladas con lo que podía recoger
los

de la conversación de bogas, hombres familiarizados por


viajes anteriores con todas las particularidades de ,
localidad
la

que estábamos atravesando. Los cicerones por muy ignorantes


que sean, son por todas partes personajes muy útiles: ellos sa
ben llamar atención del visitador sobre los puntos que me
la
la

recen en concepto de generalidad de los hombres. Yo tenía


la

tanta más necesidad de valerme de experiencia adquirida


de la

por otros, porque desde principio mi viaje una preocupa


el

ción respecto posición topográfica del alto Sinú había


se
la
a

mi espíritu, siguiente. La configuración


de

apoderado fué
y

la

yo
de

física costa del Atlántico me era conocida; sabía que


la

corre casi del Norte Sur desde Zapote boca del Atrato
el
al

la
a

El río que subíamos tiene misma dirección con poca diferen


la

cia, aunque parezca más distante de costa en cabecera


la

la

que parte baja. Pero esta diferencia me parecía ser pura.


en
la

mente un efecto de altura del valle en que nace Sinú,


el
la

pues que, por inclinación del terreno, había que suponer si


la

tuada cumbre una distancia más grande de orilla del


la

la
a

mar. Con estas suposiciones fundadas en punto de vista ge


el

yo debía considerarme situado poca distancia del lito


a
al,

ra
l.

Poseído de esta idea, yo no dejaba de inspeccionar, par


la
22 EL RIO SINU

te del occidente para ver si descubría algun indicio que apoya


ra mi conjetura.
En efecto, de aquel lado del terreno, lejos de elevarse, pa
recía al contrario efrecer una depresión, mientras que el lado
opuesto se extendía una cordillera en la dirección del sur, y
desde que llegamos a la altiplanicie que empieza en el punto de
Rionuevo, observé que nacía al horizonte una cintura azul de
alturas, de modo que pronto solo el norte y el oeste quedaron
perfectamente descubiertos. Por desgracia la vista de "n ob
servador embarcado no puede extenderse muy lejos;
esperaba saber algo más con los informes de los que aco,
pañaban. Muchos de ellos, algunos años antes, habían or
do la selva en todas direcciones, como explotadores t
del bálsamo de copaiba y de la zarzaparrilla, que eran
cos artículos que han sido extraídos de aquellas soledas .
estos hombres debían haberse internado a una grande -
del río; porque los barquetoneros, teniendo que aten
de todo a la comodidad de echar sus piraguas al agua
dían alejarse mucho en busca de troncos propios para -
tria.
Pero mi esperanza de conseguir algunos datos sobre d
posición de los terrenos que se extienden del lado del occid.
fué frustrada. Ninguno de dichos hombres podía darme indica
ciones sobre el particular. Las excursiones se habían hecho
principalmente del lado del rio San Jorge, y muchos me asegu
raron haber llegado a quebradas que evidentemente arrojaban
sus aguas en aquel río. Otros me dijeron que habían hablado
con indios venidos del Chocó al través de las selvas del sur. Lo
único que pude saber con seguridad sin haberlo visto, fué que
el río Sinú, para llegar a la planicie en que nos hallábamos,
atraviesa la cordillera que veíamos al sur, pasando por una an
gostura de la que se me ponderaban las maravillas. Así fué que
a pesar de todos los datos y de mis observaciones oculares, yo
no conocía todavía mayor cosa del lugar. -

Todas las noches las pasábamos entonces sobre playas muy


extensas, o en isletas arenosas en el centro del río, que allí cre
ce y baja en pocas horas: pero en su estado normal, principal
mente en tiempo de verano, ofrece muy pocas aguas, lo que
hace la navegación más dificultuosa que peligrosa. En las par
tes que llaman chorros se ven las aguas esparcidas sobre un
plano muy inclinado, precipitánse abriéndose paso por entre un
laberinto de peñascos movedizos. En esas partes muchas ve
ces tenían los bogas que echarse al agua poco profunda, para
sujetar la canoa con las manos, y empujarla por los parajes
más abiertos y más profundos. Una embarcación que por algún
descuido de los bogas, llega a presentar el costado a la corrien
te se voltea irremediablemente, y si no hay pérdida de vidas se
pierde la carga, o por lo menos, se moja, así como los pasaje
EL RIO SINU - - - -
93
-
ros. Este accidente sucedió precisamente en nuestro viaje, a la
canoa que llevaba el viejo Flórez, que iba a la vanguardia. El
patriarca del alto Sinú cargaba consigo todas las provisiones
que pensaba necesitar, y entre ellas dos jóvenes indias de Ce
reté para su servicio ecclusivo. Todo recibió el bautismo forza
do del caso, mujeres y equipaje, suceso que provocó entre nos
otros más hilaridad que terror.

Ya se aproximaba el término de nuestro viaje. Si bien me


acia como diez y ocho días de nuestra salida de Lori
a imposible calcular de un modo aproximativo la dis -
... corrida. Las circunvalaciones del río son infinitas de

y
...
-

parte baja; desde que llegamos


en

Lensión toda
la

a
º
º

superior fuerza de corriente nos impedía hacer


la

la
-

argas. Pero en fin estábamos llegando, esto nos


...

y
,

Ya cerro de Higuerón presentaba de cerca su ma


-o

el
a.
a

se ºvada. La pequeña cordillera, que de allí se desprende

y
se
S., ya veía también poca dis
().
E.

velando todo
el

a
e
i

extendía casi hasta nuestra derecha. Me hicieron


se
y

una pequeña quebrada llamada de Quimarí que decían


e:

playa de Higue
la en

mucho oro. Casi frente existe


la
,

Dujardin cogió muestra de arena que dió en Pa


ºe
º

ultado más brillante, parte de arriba de es


es

en
la
y

playa que mis instrucciones me prescribían sentar


ta

estable
cimiento provisorio. el

IX.— HIGUERON.
;
El río, para alcanzar pié del cerro de Higuerón, describe
el

cuarta parte de una circunferencia; pero no hace más q”tocarlo


la

por un costado después aleja de completando semicír


se

él

el
el y

culo. Es sobre espacio de terreno, casi todo rodeado de agua


situado sobre ribera opuesta del cerro, que viejo Fló
la

el
y

la
a

rez había comenzado platanar de once fanegas, contratado


el

compañía del Sinú. Allí existía un rancherío bastante


la

con
capaz que debía abrigarnos mientras construyeran casas más
la se

cómodas. Flórez había escogido para plantación esa vuelta


del río formada de tierra de aluvión cubierta de guarumos,
y

árbol fácil de derribar, porque ofrecía una ventaja muy gran


le

de respecto economía del desmonte. Otra ventaja ofre


le
la
a

cía, porque allí existía ya desde mucho tiempo, un pequeño


platanar cuyos retoños debían servir para sembrar grande.
el

Esa planta aquella región en estado silvestre.


en
se

encuentra
Por todas partes los barrancos presentan grupos de ellas. Has
en las numerosas palizadas amontonadas por las corrientes
se ta

ven pies de ella que enraizado fructifican mien


se

han
y

tras que una nueva corriente vuelve arrancarlos para trans


a

portarlo más abajo.


EL RIO SINU 25

tes. En estas circunstancias, por fortuna, no tuve que luchar


contra ninguna clase de idea supersticiosas, como había suce
dido en otros tiempos a Julio César cuyos soldados no quisieron
cortar las selvas druídicas de la Galia temiendo el castigo de los
dioses que los druídas adoraban bajo su sombra. Para animar
a sus legionarios, tuvo César que tomar el hacha en sus manos
y dar el ejemplo. Mis peones sin temer la ira de los dioses del
alto Sinú, acometieron a hachazos, con mucha alegría, a esos
troncos seculares, que sin la idea de Dujardin, sugerida por un
dicho cartagenero, estuvieran todavía parados.
Había un entusiasmo extraordinario entre toda esa gente
llamada a fundar una colonia que se suponía de un inmenso por
venir; todo se haeía con el ardor de la esperanza. Los hacheros
cantaban y trabajaban; otros recogían materiales para las ca
sas; , un carpintero y su oficial que había enganchado en Lori
ca mientras vinieron los de Cartagena, habían instalado su ta
ller bajo una enramada en el puerto. De lejos se oían a los ase
rradores, montando trozas y empezando a sacar tablas.
Los jóvenes que me acompañaron recorrían la montaña ha
ciendo sus descubrimientos en las inmediaciones. Uno de ellos
vino corriendo a participarme que había descubierto una que
brada detras del cerro y me pidió en recompensa el permiso de
darle su nombre. Otro al verme bosquejar el plano del estable
cimiento y del platanar de enfrente, hizo la observación de que
el río en este lugar formaba una S mayúscula de que la parte
cóncava superior encierra el platanar y la parte cóncava infe
rior, el establecimiento con la playa, y como la inicial de mi
apellido es una S, la coincidencia apareció como un horóscopo
-
seguro de prosperidad.
La viveza conque se procedió causó algunos accidentes. La
primera casa estaba ya armada en esqueleto, cuando un árbol
muy grande que estaban hachando cayó sobre ella y la descom
puso en parte. Lo mismo sucedió con otro árbol en la enramada
de los carpinteros, quienes no tuvieron más tiempo que tirarse
al río por el barranco para escapar de una muerte inevitable.
Las ramazones tiradas sobre el suelo húmedo, había que
despedazarlas a golpe de hacha y de machete para tirarlas al
río y dejar la tierra descubierta, pues no había esperanza de
que se secara pronto, y aún secas, no se habrían podido quemar
por la proximidad de las casas.
Fué por medio de todas estas labores precipitadas que al
fin la superficie de la tierra pudo recibir los rayos del sol que no
había sentido desde el fin del diluvio.
Era necesario tambien mandar las canoas pequeñas para
trasbordar y subir el cargamento de le barquetona que había
quedado en la boca del Juí. Había que habrir un camino de
tierra hasta Montería para traer el ganado vacuno que debía
multiplicarse y engordar en potreros que todavía no existían.
26 EL RIO SINU

Pero había ciento cincuenta trabajadores a la obra y pronto de


bían llegar otros tantos. Todo era posible.
viejo Flórez con sus peones trabaja

río
De otro lado del

el

no
también con ardor. Allí

ba
vegetación era tan corpulenta,

la
porque terreno era de nueva formación. El sol calentaba allí

el

a no
Higuerón, más distante,

de
con más fuerza porque cerro

el

de
obstruye con masa, mientras que del lado nosotros,

su
lo
las diez del día apenas empezaba disco del astro,

...s as lo
verse

el
a
que nos mantenía en un estado de húmedad relativan
grande. Se podía, pues, presumir que terreno destir

el
de
plantaciones llegaría pronto estado quemarse, era

lo
al

e
muy importante para producción de los alimentos.

la

se
Entre los árboles que derribaban había muchos

u
cho. Ese artículo no tenía todavía aceptación

en
nºrcio.

el
un
desperdiciando por esta causa valor considerable,

es
con

y
mayor molestia, porque hachar estos palos tan

al
ros
la

,
los trabajadores ropa con
se
ensuciaban cara

la

la
la

y
que saltaba que produce manchas indelebles.
y

as,
Teníamos amplias provisiones; los alimentos


al

º
Con dos pescadores sobraba pescado. En una sola ce: se
el

en
se
sesenta puercos manados, que
de

mataron más ahu en

a
parte.
Cuantas brillantes utopías no alumbraban con los

d s
engañadores! Toda esa soledad debía pronto mudar
Grandes poblaciones debían pronto utilizar tantas riquezas na
turales. Cada uno de nosotros ya tenía escogido un punto pro
pio para fundar una hacienda en
q”

solo mandaría como dueño


él
señor. En sueños de esta naturaleza se deslizaban las horas
y

de noche cuando volvíamos rancherío de Flórez, que toda


al
la

abrigaba
se

vía nos mientras que empalmara una casa de las


del establecimiento.
Para engañarnos más, toda plaga había desaparecido.
Ya no roedor de día, mosquito de noche; sola
ni

ni
se

sentía
mente un murciélago sangraba algunas veces los que acos se
a

suelo. Este vampiro tan grande que


en
de

es

taban noche
el

mata los perros, por cuya razón los cazadores advertidos dor.
vespertilio existe
El

mían con sus perros dentro de los toldos.


en todas partes del mundo, en algunas un manjar delicio
es
y

so. Allí además del pequeño Vespectrum tan numeroso Car


en

tagena, hay una variedad muy grande que habita en los tron
cos huecos.

X. LOS INDIOS BRAVOS


OTROS.
Y

Habíamos tomado posesión de una parte de tierra, nues


la

tra madre común, únicamente por que nos convenía, sustituyen


derecho. Es verdad que pocos meses antes
el

do así hecho
al
el

Alcalde de Montería pasó por allí dió posesión en forma de


y
- EL RIO SINU 27

un inmenso terreno a un comisionado de la compañía. Era poco


más o menos una toma de posesión como la que efectuó Núñez
de Balboa cuando tomó posesión de todo el gran Océano Pacifico
en nombre del Rey de España. -

J.
J. Rousseau dice en su contrato social: En general pour
autoriser sur un terrain quelconque le droit de premier ocupant, il
faut les conditions suívantes: premierment que ce terrain ne soit
encore habité par personne; secondement, q'o} n’en ocupe que la
ité dont a bosoin pour subsister; en troisione lieu, q’on
ac possesión non par une vaine formalité, mais par le tra
la culture —*.
econociendo, pues, a Rousseau como legislador universal,
teníannos adquirido el derecho de propiedad. Nos faltaba venti
ar cuestión política para saber qué potencia tenía derecho a
o rarnos.
absoluto como el Czar de todas las Rusias, rei
Un soberano
., a en el alto Sinú bajo el título de Cacique. Los anales de
su reino no mencionaban ninguna clase de revolución que hu
base cambiado en algún tiempo el órden establecido. La corona
cecil hereditaria había sido trasmitida siempre de padre a hi
o. Así, hay fundamentos para creer que la dinastía de los Ca
nis, hoy reinante todavía, había sido fundada por uno de
os de Noé que el Génesis omitió anotar. Este hijo, sin
pasó el estrecho de Bering y se apoderó de la América co
-
mo nosotros lo habiamos hecho de Higuerón,
El Cacique del alto Sinú nunca fué vencido por ningún ejér
cito español. El tampoco tomó parte en la guerra de la indepen
dencia. Sus relaciones con las demás naciones del orbe siempre
se han limitado a unas cortas entrevistas con los barqueteros
del bajo Sinú que le traían un poco de sal y unos anzuelos que
se cambiaban por cacao. En estas entrevistas siempre reinaba
el tono de la más perfecta cordialidad, y la buena armonia se
cimentaba con abundantes libaciones de aguardiente de parte
de los barqueteros, y de chicha de parte de los indios.
En vista de tantos antecedentes pacíficos abrigamos la es
peranza de que nuestra invasión sobre un territorio desocupado
no tendría ningún mal resultado. Como los indios viven en el
lugar denominado Nain, situado mucho más allá de la angostu
ra, y bajan muy raras veces por causa de la molestia de la pla
ga tanto más molesta para ellos, porque todos se abstienen de
vestidos, presumimos que nuestra llegada les quedaría mucho
tiempo ignorada. Pero no fué así; apenas hacía cuatro dias que
nos hallábamos en Higuerón, cuando se nos aparecieron dos ca
noas del lado arriba. El ojo experimentado del viejo Flórez los
reconoció de lejos por ser familias de un tal Román y del brujo
de la tribu. Efectivamente cada canoa contenía una familia

*—Du Contrat social. C, IX— Du domaine réel.


28 EL RIO SINU

completa: es que los indios, como verdaderos hijos de Noé,


siempre llevan en su arca sus mujeres, sus hijos y sus animales
domésticos, sus penates, en fin, como dicen los paganos.
Los indios que tambien habían reconocido al viejo Flórez,
arrimaron y se acercaron sin la menor desconfianza. Las mú
tuas presentaciones se hicieron con todo el estilo de la política
europea.
Román era un indio viajero, explorador. El me dió pronto
explicaciones muy interesantes sobre la situación topográfica
del alto Sinú. En todas las condiciones humanas se encuentran
de esos genios inquietos que gastan su existencia en la locomo
ción, lo que es muy útil al movimiento de la civilización. El
hombre civilizado corre en wagones y vapores; el salvaje mar
cha a pié con su familia, como Abraham lo hacía en otros
tiempos.
El indio Román había atravesado hasta el río San Jorge y
puéstose en comunicación con los indígenas de la Soledad. El
me aseguró que tuvo que emplear doce días para la travesía;
pero esto tuvo lugar con mujer e hijos, cazando y pescando
por todo el camino; así, se podía suponer que apenas caminaban
una o dos leguas por día y siguiendo sin duda una línea muy
agena de la recta. -

El compañero del indio Román que los de abajo designaban


bajo el nombre de brujo, era sacerdote de un pueblo deshere
dado, triste resquicio de una nación floreciente en otros tiem
pos. El Aarón del desierto verde no tenía ni templo ni taber
náculo. Se podía considerar de la orden de Melquisidec; pues
es probable que no hubo cónclave ni superior para nombrarlo e
investirlo, Tal vez salió hecho sacerdote por elección popular.
Tampoco he podido saber que Ente supremo invocaba, ni
por medio de que ceremonias él sabía atraer la benevolencia
sobre los creyentes. Menos he podido saber de qué clase de
emolumentos y privilegios disfrutaba; más todo me induce a sos
pechar que la profesión de sacerdote en el alto Sinú es un car
go oneroso y muy poco honorífico. Todos esos datos hubiera de
seado adquirirlos por los mismos indios; pero éstos tienen la
conciencia de su estado de atraso respecto de nosotros, y saben
que si se les pregunta algo es con el propósito de reirse de la
contestación; por cuyo motivo contestan siempre de un modo
oblícuo.
El sacerdote del alto Sinú, por otra parte, ostentaba mu
cha importancia y no podía disimular cierto sentimiento de celo
por su esposa, jóven india de muy buen parecer y que por con
siguiente atraía las miradas a toda la concurrencia. El marido
léjos de enorgullecerse de tantos homenajes mudos, procuraba
interponerse entre nuestras miradas indiscretas y el cuerpo
muy bien formado que las provocaba. La precaución era supér
flua, porque las indias se mostraban muy tímidas y tal vez por
EL RIO SINU 29

pudor instintivo, se escondían detrás de sus maridos respecti


vos, no teniendo otro modo más adecuado para cubrir su pinto
resca desnudez. Los hombres, por una medida muy prudente, les
prohiben aprender la lengua española, y según se me aseguró, no
había habido todavía infracción notable de este mandamiento.
Después de dos horas de entrevista, me quedaban todavía
muchos puntos oscuros que aclarar. El primero era saber de
qué modo supieron ellos nuestra aparición. Yo sospechaba al
guna indiscreción del Murrucucú y quería saber si debía des.
confiar de aquel cerro tan gritón; pero los indios, lejos de fa
miliarizarse, se mostraron gradualmente menos comunicativos.
Nos pidieron aguardiente para celebrar nuestra bienvenida. La
beodez es de poca consecuencia para un indio bravo; él siempre
sabe lo que hace y lo que dice; pero a su sombra se permite ac
ciones y dichos que después hallan su excusa en una situación
moral que les es más útil que perjudicial. -
Nuestros visitantes tomaron el aguardiente que se les pre
sentó, lo hicieron probar a sus mujeres, y estas dieron del licor
puro hasta sus niños de pecho.
Después las dos familias muy alegres se retiraron a una
playa apartada en que construyeron un ranchito para pasar la
noche, pues nunca duermen bajo un techo que no sea de su pro
pia fábrica y ocupado por ellos solos.
Para hacer la monografía de los indios del alto Sinú bajo el
punto de vista etnológico, diré que pertenecen a la raza mongó
lica, de tez cobriza, natural a toda la costa desde el Darién has
ta la Goajira. Por una singularidad notable, los hombres usan el
pelo largo mientras las mujeres lo usan corto.
Esta anomalía es sin duda una consecuencia del estado de
inferioridad social en que mantienen a la mujer. Solo en el
Oriente se puede ver el sexo femenino tan sumiso, y si la poli
gamia no ha derivado de este estado es porque probablemente
la produccion equilibrada de los dos sexos no lo ha permitido.
Todo el lujo q” pueden conseguir, el hombre se lo pone; a la mu
jer no usa ninguna clase de alhajas. Es verdad q” el hombre no
tiene para adornarse más que unos collares de cuentas de vi
drio, avalorios de que se carga con profusión, cuando sus recur
sos lo permiten. Cosa extraña, no he visto nada de oro entre
ellos. Su principal lujo, y este es común a los dos sexos, es una
pintura colorada de que se cubren la cara y algunas veces lo re
finan realzándolo con dibujos negros.
Esa raza desgraciada se va disminuyendo rápidamente,
sin duda por sus costumbres, que, por falta de precaución, se
exponen a todas las intemperies. Su estado social primero la
degradó al estado de tribu, de allí se disolvió al estado primiti
vo que es el de familia. Cada familia vive apartada: aunque en
Nain cada una posee un pequeño rancho o tambo expuesto a
todos los vientos, poco permanecen en este lugar. La necesidad
30 EL RIO SINU

de ir a buscar el alimento a donde calculan encontrarlo, hace


que siempre anden errantes, cargando consigo en una pequeña
canoa, sus instrumentos que se reducen a un cuchillo: muchos
no tienen ni hacha ni machete.
Algunos se sirven, para apoderarse de los animales, de una
bodoquera de más de tres metros de largo y de una construc
ción que recuerda la paciencia chinesca. En efecto, para for
mar ese tubo, tienen primero que labrar dos pedazos de una ma
dera dura y susceptible de pulirse. Para eso escogen la
exterior del palmero llamado pijiguai, o de otro llamado cr, ...
Como se sabe, el tronco de esos vegetales, al contaric de t.
otros árboles, tiene la parte más dura al exterior y el centro
del palo no es más que una médula fibrosa sin consis. ....
mientras que en otros palos, la parte más dura o corazón

...,

a
parte central del tronco. Los troncos de los palmeros me io
nados presentan una madera formada de fibras negras otras

y
blanquizcas entretejidas, que produce un veteado jas: eado

lo

o
agradable susceptible de un pulimento muy brillante como

si
y

fuera piedra, como se puede ver en los bastones de paraguas


hechos de esa madera.
Después de labrados estos dos pedazos en forma de media
decir formando cada lado un medio cilindro, hay que
es

caña,
tallar un canal perfectamente parejo en toda longitud de

la

la
parte plana, de modo que reunidas las dos medias cañas, for
interior un tubo parejo
en

de

en
calibre liso

la
man toda
el

y
longitud. Los pobres indios, para efectuar todo ese trabajo tan
minucioso, no tienen generalmente más que un cuchillo de pa
hallan perfectamen
se
cotilla. Cuando los dos medios cilindros
listos, hay que proceder juntarlos hasta ponerlos de modo
te

que aire no pueda pasar por los intersticios. Para eso, pudie
el

ran hacer uso de alguna sustancia glutinosa como cola; pero


ellos no hacen así, sino que envuelven las dos piezas en una
lo

se

cinta de una concha muy flexible. Como vé, mucho traba


es
jo

para conseguir un efecto tan mínimo. Me acuerdo que en

el
tiempo de mi infancia, los torneros de Strasburgo fabricaban
muchas de esas bodoqueras de madera de una sola pieza; eran
juguete favorito
de

entonces los niños. Para eso no había


el

más que perforar un palo redondo barrenándolo con una mecha


de berbiquí adaptada una vara de hierro del largo necesario.
a

La fabricación de tubos de madera de todo calibre muy im


es

portante en Alsacia; usan esos tubos para elevar las aguas


se

de los pozos para conducirlas largas distancias, aunque tu


y

bos metálicos fueran más baratos


fa la

más duraderos. Como


y

pudiera
se

bodoquera usa todavía mucho entre los indios,


se

cilitarles los utensilios necesarios para fabricarlas con más


perfección facilidad.
y

de

Ahora describiré modo servirse del instrumento. Los


el

indios usan unas espinas de unos treinta centímetros de largo


y
EL RIO SINU 31

del grueso de un lápiz ordinario, formadas de la misma madera


ue el tubo y con una punta aguda de un lado. Estas espinas
as ensartan cada una en una pelota de algodón del calibre del
tubo. La punta se envenena mojándola en una sustancia que
ellos saben componer por tradición. Introduciendo esta especie
de flecha en el interior de la bodoquera, con el impulso del so
plo se dirige contra el animal que se trata de matar. La pelota
de algodón, en este caso, desempeña el papel de taco para comº
primir el aire. El animal así traspasado o simplemente herido,
pudiera escaparse si el veneno no hiciese su efecto con mucha
oidez. Un mono así herido, en menos de tres minutos se in
y cae privado al suelo. El cazador, para impedir que el ve
nero se riegue en todo el cuerpo de la presa y envenene las car
ies, corta en el acto todas las partes tocadas por la espina.

Con esta precausión el animal se puede comer sin peligro.


muy probable que ya una parte del veneno haya sido absor
vida, pero el veneno debe descomponerse al cocinarse la carne.
El uso de proyectiles envenenados es muy comun entre los
salvajes. Es una imitación de las armas naturales de muchos rep
tiles e insectos. En el Africa los bochimanos saben también pro
veerse de una arma tan mortífera, aunque estos seres sean ex
cluídos de la especie humana por muchos naturalistas.--*
No he podido conocer el secreto de preparar el veneno de
que se sirven los indios del Sinú. Los que han escrito sobre los
curares, como Salvadore Gily, Oviedo y Humboldt, se limitan a
suposiciones de que yo pudiera aumentar fácilmente el número,
si quisiera exponer aquí todo lo que me han dicho sobre el parti
-cular. Se supone que los bochimanos extraen las ponzoñas de
ciertas culebras y que con ellas envenenan sus flechas, lo que
puede admitirse, pues que dicho veneno puede conservarse mu
cho tiempo sin que pierda su energía,

*—Lo que induce a los naturalistas a privar a los bochimanos de perte


necer al género humano, es el mismo orgullo que en los tiempos del descu
brimiento del Nuevo Mundo, hizo considerar a los índigenas de América
como animales. Fuera de eso, nuestro modo de clasificar nos hace cometer
el mísmo abuso. La ciencia, en sus clasificaciones, quiere que la naturale
za haya dividido todos los géneros por medio de líneas de demarcación bien
determinadas, lo que en realidad no existe. Todos los tipos de erganiza
ciones bien al contrario se confunden en un solo tipo primordial y se dis
tinguen por modificaciones graduales y poco sensibles, de modo de presen
tar la unidad en la diversidad, como define este estado Leibnitz. La degra
dación progresiva de todas las especies del reino animal, se vé muy paten
te en el cuadro de las especies animales desde el hombre hasta la esponja,
por Mr. de Blainville. Si Cuvier sostiene que hay un hiatus intransitable
entre los vertebrados y los articulados o insectos, es que no quiso reparar que
la creaciór ya la vemos muy incompleta por la falta de muchas especies
¿ han desaparecido en seguida de las revoluciones que ha sufrido nuestro
planeta.
32 EL RIO SINU

XI.- EL CACIQUE CACHICHí.

Los dos indios que me sirvieron de espécimen para desgri


bir la raza, no habían aun desaparecido de los con tornos de Hi
gueron, cuando se nos apareció el Soberano en persona, rodeado
de toda su corte, y de su pueblo también. Aquí mi narración
pudiera alzarse a las proporciones grandiosas de la epopeya.
Todo depende del modo de pintar las cosas. Lo vulgar se hace
noble, y también lo sublime se hace ridículo, si así le conviene
al escritor. La revolución francesa de 1830 ha perdido para mí
todo su brillo desde que he leído las memorias de ultratumba
de Chateaubriand; y sinembargo, al leer dicha obra, yo debía
sentir en cada línea la influencia de las pasiones y del espíritu
de partido que seguramente habían impulsado al gran prosador
poético a presentar como una farsa mezquina y ridícula un
acontecimiento tan contrario a sus disposiciones aristocráticas.
Lo mismo se puede decir de todas las grandes escenas históricas
que la descripción engrandece o apoca con los artificios del es
tilo. Las imponentes entrevistas de Hernán Cortés con el em
perador de Méjico, de Napoleón con Alejandro en las aguas de
Tilsit, todos esos grandes espectáculos que inician o concluyen
grandes acontecimientos, tienen rasgos triviales que los vulga
rizarían si el historiador no tuviera el cuidado de cubrirlos con
los prestigios de la pintura y con la importancia del objeto
principal. La imaginación con su prisma mágico sabe sacar los
más brillantes colores de los rayos pálidos del Sol.
Girardin decía que desde que había leído a Homero, los
hombres le parecían tener diez pies de altura. Ilusión y vani
dad! Los hombres son cien veces menos que una hormiga cuan
do se les repara sobre el globo en general.
El descendiente de los soberanos del alto Sinú visitando al
representante de una compañía de mineros, era acto que perso
nificaba por sí solo la índole de nuestra época en que el poder
del capital sobrepuja a todas las distin ciones humanas. El mo
narca de un pueblo que se había disueto en su propia inercia,
en presencia del ejecutor de una idea, que primero simple pen
samiento volante, ya había puesto en movimiento centenares de
hombres y podía ser más tarde el alma, el gérmen vital de una
obra capaz de interesar al mundo entero, este era el cuadro im
ponente que presentaba en aquel día la playa de Higuerón.
Otros podían ver en el mismo espectáculo la simple manifesta
ción de un movimiento parcial del desarrollo general de la ci
vilización moderna. s

Pero nada de todo esto ocupaba en aquel momento nues


tros pensamientos. Todos agrupados sobre la altura del barran
co, ños divertíamos con la vista de aquella multitud de piragüi
tas que venían volando sobre las aguas rápidas del río, teniendo
cada embarcación una india de piloto, un indio a la proa para
sujetarla al momento de tocar a tierra y unos niños en el medio.
Parque de Montería y Casa de Antonio María Martínez & Cía.
EL RIO SINU ---- 33

Los indios, al desembarcar, solo se ocupaban en reparar esa


turba de hombres vestidos que, parados en tierra, se comuni
caban sus observaciones con un aire chistoso. Al fin todas las
canoitas arrimaron enfrente de nosotros, y cada indio aseguró
la suya clavando contra el suelo un palo pasado por el agujero
de la proa. Los hombres saltaron a tierra buscando sus conoci
dos entre nosotros. Todos, hombres, mujeres y niños tenían la
cara pintada de rojo, moda muy comun en la América. Los in
dios hablaban entre sí en su propia lengua, y con nosotros en
ol para cambiar esas palabras vanas de política que son de
ración entre gente que se encuentra.
n indio de unos cincuenta años, de poca corpulencia, el
ºco vestido, y esto de una camisa de listado que usaba fuera
su calzón de brin aplomado, se dirigió a mí con un aire muy
de y político y me saludó con mucha cortesía; era el caci
chichí de quien se me había hablado tanto.
Además de su vestido, lo que lo distinguía también de los
otros indios, era el pelo que usaba corto como la gente de abajo.
Venía acompañado de su hijo primogénito Yapé, príncipe impe
rial, joven de unos diez y seis años, y de su hija Onomá, de
menos edad que su hermano. Esta, en su calidad de princesa
de la sangre real, había seguido a su padre, mientras que las
otras mujeres se quedaron en las canoas.
La joven india, desnuda como las demás hasta la cintura,
no tenía nada de tímida. La conciencia de su alto rango le
daba maneras francas y despejadas. Sin el menor embarazo ella
me presentó la mano y me preguntó mi parecer sobre el lugar.
La joven salvaje, bella y graciosa, no tenía adorno distintivo,
sino que sus pechos muy bien formados y su cara rellena, lle
vaban una pintura de fondo colorado con flores y otros dibujos
muy negros, Este modo de perfeccionar la belleza natural, no
podía producir sensación agradable en ojos europeos; pero com
prendí que era menester habituarme a esto, y ayudado de mis
veinticinco años y de mis ideas románticas, ví en Onomá, rea
lizado en mi mente todo lo que había leído en las relaciones de
viajes en las regiones equinocciales. Su padre me habló de mi
nería como hombre versado en la materia. Al contrario de los
otros indios, que no piensan en extraer oro de sus playas, él se
había ocupado del asunto y se mostró dispuesto, a darme indica
ciones sobre la localidad. En pocos momentos eramos amigos ín
timos. La cacica viéndonos en tan buenos términos, se acercó
también y fue presentada. Era una india con facciones ya dese
chas como sucede a esa raza, en que las mujeres, con el cutis
siempre expuesto a todas las intemperies, pierden muy pronto
su primera frescura. De todas las mujere de la tribu, ella y su
hija eran las únicas que se permitían hablar español y aproxi
marse a un hombre extraño.
Cachichí me contó cómo había sido educado por un extran
34 EL RIO SINU.

jero que permaneció mucho tiempo en Naín, extrayendo oro de


una mina que había abierto en un cerro. Este extranjero, de
quien me dijo el nombre, sin poder asegurar si era francés o
italiano, se había ido hacía muchos años y no supo más de él.
Considerando la edad probable del Cacique, eso debía haber te
nido lugar más de treinta años antes de nuestra entrevista.
Ya perfectamente familiarizado con este buen amigo que
siempre se me mostró fiel y devoto en todo el tiempo que perma
necí en el alto Sinú, me atreví a preguntarle de qué modo él ha
bía sabido de nuestra llegada, porque siempre lo que mis tra
bajadores habían dicho de la vigía eléctrica del Murrucucú, me
preocupaba y me tenía en el mayor deseo de profundizar el
misterio.
El cacique me explicó franca y naturalmente de qué modo
pasó la cosa. Primero, Flórez en un viaje anterior le había in
formado de la creación de la compañía del alto Sinu; después
el viaje del Alcalde de Montería dando posesión al comisiona
do de dicha compañía, y en última un negro nombrado Evange
lista Trespalacios, que se cree esclavo cimarrón, que venido del
lado del río San Jorge con su mujer, una hermana y dos hijos,
se había establecido cerca de Naín desde hace algunos años, ha
bía pasado por casualidad de la angostura y oído los gritos,
de los bogas cerca de Higuerón. O y en d o estos gritos el
negro se había apresurado a pasar de nuevo por la angostura e
ido a darle aviso. Que fué por estos indicios que el indio Ro
mán y el sacerdote habían bajado, y como no volvieron, se con
sideraba que habían quedado probando el aguardiente de los ba
jeros; «pues solo un motivo tan poderoso como éste podía ha
berlos hecho quedar, » añadió el buen cacique sonriendose.
La explicación era clara y satisfactoria, pero poco de mi
gusto: porque me despojaba la imaginación de muchas cosas
sobrenaturales con que la iba ya amueblando. El hombre siempre
ama lo que sale del orden común. La fábula se prefiere a la rea
lidad. La verdad pura es una mujer desnuda que se admira pe
ro que no seduce. Todo adorno es una elegante mentira; pero el
hombre quiere ser engañado, con tal que sea con gracia. La
palabra cantada es menos clara y explícita que la prosa; pero
ella ilumina el pensamiento con sonidos que encantan. El espí
ritu humano, desde los tiempos más remotos, siempre ha busca
do su deleite en el mundo de las ficciones, como si su instinto
le revelara que fuera de lo que nuestros cinco sentidos pueden
abrazar, hay todavía un mundo de seres desconocidos. La creen
cia en lo sobrenatural es una tentativa para penetrar por tanteo
en la creación invisible que, ella sola, contiene todos los resortes
ocultos que completan el conjunto de todo lo existente. Lo que
el ojo natural no puede percibir, lo percibe el espíritu por in
duccion. El vacío de la atmósfera se puebla entonces y aparece
como una masa compacta en que nos hallamos incrustados. Es

.
EL RIo sINU 35

la concha exterior del globo, sólida y densa, comparada a la


masa del éter en que se halla sumergida.
En esta primera visita el cacique me dió también una idea
general de la altiplanicie situada en el otro lado de la angos—
tura. Allí el río se divide en varios brazos, o por mejor decir,
recibe el tributo de las aguas de otros ríos, unos de los cuales
se llama río Sucio, otro la Esmeralda; los otros nombres se me
han olvidado. La temperatura de allí es mucho más fresca.
Así se puede suponer que la planicie superior que encierra la
cordillera de la angostura es mucho más alta que la inferior en
que nos hallabámos establecido, y a su turno, tendrá otra que
la domina, hasta alcanzar el punto culminante a donde nacen
el Sinú y el San Jorge, cuyas aguas adyacentes dirigen sus
aguas al Atrato y a la costa del mar. De dicha cima no he po
dido conseguir dato algnuo, ni entonces ni durante mi larga
permanecia en San Marcos, situado sobre el río San Jorge. Solo
una observación meteorológica me permite creer que la parte
más elevada del alto Sinú es una nevada. La observación de
que hablo es una nubecita blanca que se ve en el sur de San
Marcos en todos los veranos. Todos me aseguran que es un
efecto de la reverberación de las nieves.
En esta primera visita quedó igualmente cimentada y con
solidada nuestra paz con los indios bravos, que desde entonces
venían muy a menudo a visitarnos. Sus relaciones nos eran de
poco provecho, en verdad; a no ser unas - pequeñas cantidades
de cacao que nos vendían en cambio de anzuelos y de cuentas de
vidrio; porque el aguardiente, que apreciaban mucho lo bebían
de balde como tributo obligatorio de nuevos ocupantes.
El cacique Cachichí poco faltaba con su hija Onomá, muy dis
puesta a civilizarse. A la primera observación que le hice sobre
las pinturas de su cuerpo, ella abandonó aquella moda tan inve
terada y tan económica. Las indias del viejo Flórez le enseña
ron el arte de vestirse un poco más que lo que hacía antes.
El padre, por su parte, se familiarizó pronto con nuestra
cocina. La glotonería siempre ha sido la debilidad dominante
de los reyes en estado de decadencia. Luis XVI, el 10 de agosto
de 1793, comió un buen pastel mientras que el pueblo saqueaba
su palacio, asesinaba su guardia y la Asamblea le despojaba de
SUl COITOI13.

XII. — OTROS.
La explicación tan terminante que el cacique me dió me
induce adar una igual al lector sobre la parte final del título
que he puesto al parágrafo X: Los indios bravos y otros. Con
esta última palabra quiero decir que, fuera de los indios existía
todavía en el alto Sinú una clase de gente que hasta entonces
no había podido designármelos con mas claridad. Por fortuna
36 EL RIO SINU
estas existencias misteriosas resolvieron al fin revelarse ellas
mismas, y fué del modo siguiente:
En la segunda visita general que recibí de los indios, repa
ré que el personal de ellos había aumentado. En la primera no
se habían presentado más que unas doce familias y en la segun
da ví ademas unos hombres, niños y mujeres negros y un blan
co barbon. Pero lo que me sosprendió más fué un indio pintado
y desnudo como los demás, que me habló en francés muy puro.
Pronto supe su historia: era un oficial de buque ballenero que
había naufragado en el Pacífico cerca de las islas Galápagos,
quien en lugar de trasladarse a Panamá, para que lo reapat 5.
ra el Cónsul de su nación el pobre joven había querido tenar
la fortuna buscando oro en la cordillera. Por todas partes n
contró oro, pero las cantidades del precioso metal que pudo re
coger apenas le alcanzaba para sus primeras necesidades. Fl
minero nunca se desanima; lo que no encuentra en un lugar
piensa encontrarlo en otro. Así fué que de cordillera en cordi
llera y de quebrada en quebrada, el pobre vino a parar en Nan
tan pobre como antes. Lo que lo había atraído al alto S...

...,
dicho que había puesto imagi

en
fué tambiem movimiento
el

la
nación de Dujardin.
Apenas tenía veinte cinco años; había recibido una buena
y

educación todo eso para verse confundido en una tribu de in


lo y

dios que trataban de flojo ignorante porque no sabía con


e

seguir alimento tan fácilmente como ellos. Su superioridad


el

de hombre civilizado era perjudicial, porque no dejaba su


le

lo
altura de un salvaje. Todo hombre salido de

su
bir esfera
la
a

expone encontrarse en misma situación.


se

la
a

presunción

de
Nosotros los europeos tenemos ereer que
la

nos podemos hacer admirar de los salvajes con exhibición de

la
nuestra sabiduría: un profundo engaño. Una civilización re
es

punto que todos los medios natura


al

finada nos ha modificado


les de vivir han sido reemplazados por medios artificiales. Nos
complacemos así en complicar que de suyo está ya muy com
lo

plicado. Para hacer eso palpable, basta considerar que ani


málculo espermático, punto de partida de el
que está destinado
lo

ser un hombre, cubre naturalmente de muchas capas so


se
a

su

brepuesta, asemejándose así planeta que encierra alma de


al

fuego bajo muchas cáscaras sólidas con sustancia acuosa inter


superficie sólida supe
su

puesta. mismo que éste adorna


lo
Y

partícula de
su

rior con una rica vegetación, así hombre, con


el

inteligencia suprema, exalta su forma exterior con accesorios


creados por mismo; así resulta, que nuestros miembros, para
él

accionar, necesitan de instrumentos. vestido nos da un cutis


el El

artificial; calzado, callos artificiales; anteojo, una vista ar


el

tificial. Acostumbrados ver las horas por medio un reloj, ya


a

no observamos curso del sol las estrellas. Hasta memo


la
el

y
se

ria natural borra con costumbre de poner todo por escrito.


la
Antigüedades indígenas del Alto Sinú
EL RIO SINU 37

Así nos sucede que cuando nos faltan esos medios artificiales
de que nos servimos, habiendo ya perdido la costumbre del uso
de los naturales, nos vemos en un estado de inferioridad respec
to al hombre primitivo, que no teniendo a su disposición mas
que el uso de sus órganos sin ningun intermedio, se ha ejerci
tado en sacar de ellos todo el partido posible.
Siempre me causa admiración ver a un natural correr des
nudo a las selvas, sin camino trazado, llenas de espinas, con
suelº obstruido; de verlo correr franqueando todos los obstá
llos, estivando con la agilidad de sus movimientos el con
tacto de lºs espinas; echándose contra el suelo sin molestarse,
d-sz ái, dose como la culebra o trepándose arriba de las paliza
las ro o el mono, Divisando desde lejos lo que puede dañarle,
r, conociendo con el olfato la presencia de la culebra, en la es
uma del agua el paso del caimán, en el grito de un pájaro la
presencia de una fiera, descubriendo en el vuelo de una mosca
el depósito de miel silvestre. Leyendo sobre el suelo mejor que
en un libro, las huellas impresas en él y comprendiendo este
lenguaje vive mejor que el anticuario, descifra los mudos gero
glíficos de una inscripción. Un hombre civilizado que quisiera
seguir a uno de esos salvajes, aunque vestido y calzado, pron
to se vería enredado en un tejido de bejucos, despedazado por
las espinas, herido por las avispas, sorprendido indefenso por
los animales dañinos. Un hombre civilizado, al menor acciden
te no encuentra los medios de curarse si no hay una farmacia
en la cercanía, y el salvaje en el acto encuentra sus medicinas.
La naturaleza le ha enseñado las virtudes de las plantas; él las
conoce a la simple vista. Sobreviene una lluvia, el hombre civi
lizado siente la falta de un paraguas, el natural sabe fabricarse
uno con las hojas verdes que encuentra. Se presenta"un arroyo
el hombre civilizado ve la falta de un puente y el natural lo
hace.
Un hijo de Europa, con sus nociones de geografía aprendi
das en los libros, siempre pasará por un bruto a los ojos de un
salvaje que no conoce mas que la tierra en que nació, pero que
la conoce práctica y completamente. Nuestra literatura nos
quiere hacer ver lo contrario. Nuestras novelas describen con
complacencia las hazañas de algun europeo entre los salvajes.
Leemos con entusiasmo que un francés ha matado un tigre me
jor que los indígenas que lo consideraron desde entonces como
un ser sobrenatural. Es muy fácil imaginar historias y perso
najes, sobre relaciones escritas por hombres que han visto un
país de paso o que nunca ha salido del círculo de los ferrocarri
les, ni perdido de vista el humo de los vapores.
Sí; el hombre civilizado es grande y sobrepuja al hombre
primitivo, como la altura de una torre comparada con una enci
na; pero es en el centro de la civilización. Allí si su capacidad
ejecutiva efectúa prodigios que asombran y dejan a pérdida de
38 EL RIo sINU
\ .
vista los impotentes medios de acción del hombre primitivo;
pero para que ésto sea, se necesita el conjunto de todo el arse
nal de la civilización; es preciso que cada cosa encuentre sus
coadyuvantes, que todo se halle organizado para que todo coope
re al mismo fin.
El movimiento civilizador es tan decidido en su ascenso
progresivo, que el mas escéptico ya tiene que convenir que es
tán cercanos los tiempos en que toda la superficie de nuestra
esfera planetaria será sometida a la industria humana y modi
ficada por su actividad extensiva.
Ciencias y artes, todo marcha en perfecta armonía para al
canzar el fin providencial. Así se efectuará en la humanidad
una nueva transformación como sucedió cuando desapareció la
generación preadanista, generación cuya existencia ha sido
puesta fuera de duda por la erudición moderna. Tal vez será la
primera vez que toda la especie humana marchará de acuerdo
en una sola dirección. Mientras tanto, tenemos que excusar los
extravíos de esos pobres séres, que arrebatados en demasía por
el espíritu del siglo, quieren tomar por instinto las delanteras
sobre el movimiento generalizador, sin haber calculado primero
el alcance de sus fuerzas y la potencia da sus medios. Muchos
caerán víctimas de su temeridad. Ellos serán vituperados y, lo
que es peor, ridiculizados por aquellos hombres rutineros que
no creen mas que en lo hecho; hijos del siglo y nó del porvenir,
que profesan el estacionarismo, como si toda la creación no pro
testara contra semejante dogma. Así resultó al pobre oficial de
marina. Fíado en los recursos de su inteligencia cultivada, en
gañado sobre la capacidad de su fuerza moral, contando tam
bien con la fortuna, él se había lanzado en una empresa que le
pareció realizable. Pero cada paso que dió con este propósito
fué del todo desacertado. Sus ideas traidas del suelo natal le
jos de guiarle, se interponían como un velo, no dejándole ver
las cosas como eran. Es que nuestro sistema de enseñanza, tan
perfecto al parecer, tiene muchas lagunas todavía. La juventud
formada bajo su sombra, al lanzarse en la sociedad, se pierde
en el campo de las ilusiones. Los Mentores de nuestros Telé
macos les hacen conocer un mundo imaginario y nó el en que
han de entrar. Mejor que todos los autores clásicos sería un ma
nual de vida práctica para el uso de los modernos, y la parte
mas importante de esta obra, el arte de proyectar seguido del
arte de emprender. El perfeccionamiento de todo ha metodiza
do todo. Hoy tenemos que aprender todo por principios si nó
nada sabemos. Nuestro espíritu se halla en idéntico caso que
nuestro cuerpo: éste necesita de instrumentos para accionar,
aquel sin reglas prescritas no puede funcionar. Este estado es
un inconveniente preñado de muchas ventajas. El pulimento de
las instituciones sociales trae consigo, como última consecuen,
cia, que la individualidad tiene que disolverse en la sociabilidad
EL RIO SINU Q9)

Nuestra organización social exige que se apodere del hombre


desde su nacimiento y se le coloque en su órbita trazada de mo
do que no pueda desviarse nunca; así solo se logrará el bienes
tar general en su mayor suma.
Lejos de eso la juventud entregada a la inexperiencia y
enorgullecida de sus conocimientos, se cree propia para todo y
abandona su nave a la tempestad, sin las precauciones necesa
rias. El desengaño sobreviene, pero muy tarde, y el extraviado
sin esperanzas, se hace pronto sinvergüenza, y con un paso
más, sin honor. El oficial de marina se hallaba todavía en el pri
mer caso. Cuando se me presentó en Higuerón ya había abdi
cado toda esperanza; ya no contaba más con su saber, ni con
los hombres ni con la suerte: el instinto de la conservación solo
le quedaba, El comía lo que encontraba para vivir, pensaba pa
ra distraerse y caminaba para hacer uso de su facultad locomo
tiva para algo. El comprendía que cada paso dado así a lo loco
lo acercaba siempre un tanto a su tumba, que suponía prepara
da en alguna playa desierta.
Lejos de suministrarme algunos datos sobre las localidades
que había atravesado, lo que me hubiera sido de mas interes
que su historia, me hablaba de su suerte. Este modo de presen
tarse como un hombre oprimido de la fatalidad, era efecto de
sus reminiscencias literarias. Es una manía general entre nues
tros escritores, el de pintar hombres sumamente desgraciados.
Chateaubriand exhibió su Rene y en seguida toda la turba lite
raria se esmeró en crear héroes de ámbos sexos, todos sufriendo
males vagos e indescifrables. La sociedad imbuida de estas ideas
se ha poblado de pensadores melancólicos e inútiles que se que
jan eternamente de verse privados de bienes que no quieren
contribuir a producir.
Mientras que esta víctima de una supuesta fatalidad me
contaba su historia con el firme propósito de hacerse interesan
te, otro personaje estudiaba a nuestro lado su papel para en
trar en escena tan luego que hubiese acabado el primero. Este
personaje era el blanco barbudo que ya se había reconocido por
extranjero. En efecto, era un italiano y tenía razón de prepa
rarse de antemano, porque sus aventuras contenían episodios q”
deseaba pasar en silencio. Por desgracia los tipos modernos son
tan conocidos, que hoy se juzga a los hombres mas por lo que
callan que por lo que dicen. Todos los artificios han sido clasi
ficados como si fueran objetos de historia natural. A las prime
ras palabras que me dirigió el nuevo actor, adiviné que era uno
de esos comerciantes que habían hecho malos negocios, un pa
cotillero en fin, que había conseguido un crédito y por malas
especulaciones se había visto en la imposibilidad de pagar a sus
acreedores. Pero él contaba mejorar pronto de fortuna con
el descubrimiento del Sinú.
Bien al contrario del oficial de marina, él rebozaba en es
40 EL RIO SINU

peranzas, me hablaba de las inmensas riquezas encerradas en


las playas, citándome con énfasis el famoso dicho vulgar, y me
ponderaba mas que todo las capacidades de su socio y de sus
hijos. Este socio era el negro Evangelista ya señalado como es
clavo cimarron. Es verdad que nadie lo aseguraba, pero el hom
bre en cuestion lo dejaba sospechar por la desconfianza que
manifestaba con todos, poniéndose siempre a cierta distancia y
no soltando nunca de las manos su fusil. El fué el que hallán
dose cerca de Higuerón el día que llegamos, lejos de presentar
se a nosotros, había pasado la angostura para dar el aviso a los
indios.
El italiano, reconociendo que los indíjenas no tenían
na disposición para trabajar y viendo la misma disposiu -
el oficial don Juan, se había unido en interes con Evange
que tenía consigo su mujer, su hermana y dos hijos ya grand s.
Esta gente había aceptado la asociación con mucho gusto .
puéstose a disposición del italiano a quien trataban con mucho
respeto y llamaban don Francisco. Este pronto fué el cuñado
de su consocio uniéndose extracivilmente con su hermana a
asociación había prosperado según pareció, pues que me vendie
ron una cantidad regular de oro.

Los socios de don Francisco mostraban en sus maneras que


habían sido criados en alguna casa grande, y se podía suponer
que era verdad lo que se decía de ellos. La esclavitud todavía
no había sido abolida y ellos no fueron los únicos que encontra
ron la libertad en las soledades del alto Sinú; a los pocos días
se me presentó una negra sola y me sirvió de cocinera. Esta
era de Medellín; entendía perfectamente todos los arcanos del
arte culinario y tenía hasta cierto genio inventivo para suplir
lo que faltaba en nuestras provisiones. Fuera de los ya mencio
nados, el alto Sinú contaba todavía con otros nómades que se
me presentaban por tiempo. Eran mineros antioqueños y cau
canos. Todos venian atraídos por el mágico dicho o proverbio.
El alto Sinú tan desconocido en la geografía, ha sido ex
plorado por mucha gente; pero de tantos exploradores ninguno
ha publicado su topografía según parece.

XIII. — EL CAMINO DE TIERRA.

En ménos de veinte días se había edificado una casa capaz


con dos largos edificios para almacén, en ángulo recto por los
costados. En el fondo del rectángulo que servía de patio, se ha
llaba la cocina. El cargamento de la barquetona había sido traí
do y almacenado. Los animales domésticos introducidos ya, ha.
bían obedecido a la voz del Eterno, que al formarlos había di
cho: creced y multiplicaos. Teníamos cerdos, gallinas, patos, pa
vos, palomas, chivos, todo lo que se podía traer en embarcacio
Casa y Tienda de la Hacienda Campanito— San Carlos.
EL RIO SINU 41

nes chicas. Pero faltaba el ganado mayor que solo se podía traer
por tierra. -

Una trocha , abierta desde Montería hasta Higuerón por


toda la ribera oriental del río, era un proyecto que me preocu
paba entonces. Mi intención era dirigirla en línea recta al nor
te, cortando en derechura todas las sinuosidades del Sinú, y pa
ra esto seguir por la falda de la pequeña cordillera entre el ce
rro de Higuerón y el Murrucucú. La primera dificultad era en
contrar un director. El oficial de marina hubiera sido un ha
llazgo precioso para una obra que requería un hombre acostum
º, a o a guiarse por medio de una brújula, pero el infeliz estaba
º teramente sumergido en la indolencia de los indios. La
dencia me presentó el hombre que necesitaba. En una de
oas me que traían nuevos trabajadores, se encontraba un
vuo de color claro, que aunque vestido como los demás,
a atención de los jóvenes cartageneros que se hallaban
conmigo. Ellos lo trataron con una especie de deferencia que
me sorprendió. El exterior del hombre no ostentaba nada que
mereciese tanto honor. Oí llamarle Eugenio Gómez y se me di
jo era de Cartagena. -
Todos hablaban de la brillante posición social que había
ocupado en otros tiempos. Yo oía todas esas exclamaciones sobre
los cambios de fortuna, sobre la instabilidad de las cosas humanas
sin comprender el motivo: todo se refería a sucesos pasados an
tes de mi llegada a Cartagena. Pero sinembargo, comprendí
que la Providencia me presentaba modelos propios para estu
diar las grandezas y decadencias sociales en el suelo surameri
cano. Ya habia visto al Jefe hereditario de un gran pueblo caí
do al punto de tener que gobernar muy mal doce familias mise
rables, y en un país que sobreponía al Perú; había visto a un
oficial de marina transformado en indio bravo; a un negociante
italiano reducido a ser el marido de una negra cimarrona; me fal
taba todavía conocer la caída de un rico cartagenero pasado al es
tado de boga. De cierto que no es raro ver esas tergiversaciones de
la fortuna; hay hombres que bajan y hombres que suben: el mo
vimiento fortunario como todo movimiento, tiene que efectuarse
en todas direcciones. -

Pronto pude convencerme que el espécimen que se me ha


bía presentado salía del círculo de las vulgaridades de la espe
cie. Era un gran carácter que sabía quedar siempre superior
a los golpes de la adversidad. Todos los hombres no saben acep
tar su degradación con el estoicismo con que la soportaba Eu
gerio Gómez. En su buen tiempo el había sido capitán propie
tario de una goleta: hacía viajes a Jamaica, traía negocios por
su cuenta, tenía almacén abierto, una casa cómoda y lujosa,
daba convites y bailes, era un hombre considerable y conside
rado; más un día se le apareció la mano de fuego que en otros
tiempos había escrito en la pared del palacio de Baltazar unas
º.
42 EL RIO SINU

palabras misteriosas. Eugenio Gómez no necesitó de intérprete


para comprender que eran numerosos plazos cumplidos que se
le cobraban, y que no había dinero en caja. El hubiera podido,
como otros tantos, pedir arreglos, moratorias, etc. Pero una
desgracia nunca sobreviene sola: su esposa, a quien idolatraba,
lejos de consolarle en tal emergencia, lo abandonó para me
terse con un compadre. Era la última gota que faltaba para ha
cer rebosar el cáliz de amarguras; el pobre no pudo resistir a
tan tremendo golpe, El abdicó su condición sin terror, sin ver
güenza, y tomó su puesto en la última grada de la escala social.
El probó entonces que sabía obedecer lo mismo que había sabi:
do mandar, consolándose con la seguridad que ya no tenía mas
caída que temer. Un poco de aguardiente alegraba su corazón
mejor que los licores finos con que obsequiaba a sus amigos an
tiguos. Así lo ví en Higuerón sumiso, dispuesto a ganar su jor
nal de buena fé, apto para todos los oficios menos el de despen
Ser"O.
Yo lo escogí para dirigir la apertura del camino de tierra,
le trazé un plano de las localidades como podía conocerlas de
lejos, Le dí mi aguja marina, diez hombres y raciones. El par
tió con su gente del lado del norte, empezando la trocha desde
el pié del cerro de Higuerón. Una o dos semanas despues vol
vió, participándome que la trocha se hallaba abierta hasta la
boca de la quebrada del Juí. El había seguido siempre la falda
de la cordillera, como se le había prescrito; tuvo así que atrave
sar unas treinta quebradas que guarneció de puentes proviso
rios, echándoles un tronco al traves. Para volver por el camino
abierto él no necesitó mas que dos días y algunas horas mien
tras que por agua habíamos empleados como ocho días. Era.
pues, de presumir que la comunicación con el bajo Sinú por me
dio de un camino de tierra nos proporcionaría un gran ahorro
de tiempo. Entonces era verano, estación muy favorable para
una obra de esa naturaleza.
Yo quise que Eugenio Gómez siguiese prolongando el cami
no hasta Montería; pero el ex-capitán de goleta se me resistió
por redondo, objetándome con todas las malas noches que había
pasado, teniendo que dormir en el monte, a donde los cogía la
noche y siempre expuestos a las fieras. Quise insistir haciéndo
le ver que no tenía otro empleo que darle pena inútil! el hom
bre no quería privarse de nuevo de las delicias que le propor
cionaba el ron del establecimiento. Para reducirlo probé hasta
con el hambre, privándole de la ración diaria; mas el hombre
que había doblado su humilde, frente a la inmutable voz del
Destino, supo perfectamente eludir el castigo que quise infligir
le,

por un subterfugio, probó que había estudiado bien fon


y

do nuestra situación.
En efecto parecía al
se

vió que nuestro establecimiento


el

había mujeres
en

de

no

go Roma los tiempos Rómulo, que


y
a
EL RIO SINU 43

que tampoco podíamos poner en práctica la estratagema de


que se sirvieron los romanos para allanar el inconveniente, por
que las mujeres de los indios bravos no se hallaban en número
suficiente para renovar la escena del rapto de las Sabinas. Ha
bía así en el establecimiento de Higuerón cerca de doscientos
hombres reducidos a cocinar, a lavar y a coser o remendar ellos
mismos su ropa; otros pilaban y molían maíz, Eugenio Gómez
comprendió el partido que podía sacar de la ausencia del bello
sexo, y el antiguo negociante y capitán de goleta se improvisó
lavandera y costurera mediante una pequeña retribución de vi
veres que le hacían los trabajadores de sus raciones y una bue
na cantidad de ron que compraban a buena cuenta de lo que
estaban ganando. Un día, pasando del lado del puerto a donde
se hallaba la ranchería de los peones, lo ví ejerciendo muy ale
gremente sus nuevas funciones. No pude menos que inclinar
me ante esa gran existencia que sabía hacerse superior a todos
los eventos. Yo estaba vencido y el camino de tierra suspendi
do indefinidamente,

XIV. — EL ORO DE LAS PLAYAs.

Mis instrucciones se limitaban a preparar un alojamiento


cuanto mas confortable se pudiera para los ingenieros de Euro
pa que se esperaban. Sinembargo, Dujardin me había recomen
dado mucho que estudiara todas las capas geológicas del terre
no, así como la manera natural de renovarse el oro en las pla
yas, pues se sabía que una playa explotada vuelve a enrique
cerse a la primera avenida del río que la cubra algunas ho.
ras. La recomendación no fue olvidada y me apresuré a enviar
a París un informe circunstanciado de mis experimentos y - ob
servaciones, todo hecho en las mismas localidades.
Ya antes de llegar a Higuerón y desde nuestra entrada en
los terrenos auríferos, había tenido el cuidado, mientras se co
cinaba en una playa, de tantearla en toda su superficie, lavando
pequeñas cantidades de arena en una batea. Pronto adquirí la
seguridad de que el oro solo se hallaba en cantidades notables
en los cabecerones o partes superiores de las playas en donde
la corriente acciona con la mayor energía; mientras que en el
resto de la playa formado de la arena depositada en los reman
sos, no hay oro ninguno.
La parte rica de los cabecerones se reduce a una pequeña
capa de arenilla negra compuesta de fierro oxidulado. Allí se
ve esparcido un gran número de escamitas muy menudas de
oro que se pueden comparar a la raspadura que se consigue de
cualquier pieza sobredorada. Esas escamitas, simples partícu
las de oro, son tan livianas que, cuando se deja secar la arena que
las contiene y se deja después correr el agua con algún cuida
do, todo el oro nada sobre la superficie del líquido, fenómeno
44 EL RIO SINU

que me sorprendió mucho al principio, pues no podía compren


der como era que un metal tan pesado podía nadar; pero pronto
reparé que eso resulta mientras la parte superior de la escami
ta tiene tiempo de empaparse. Así se comprende como partí
culas de oro tan menudas sean arrastradas por las corrientes,
del mismo modo que el polvo de los cuerpos mas pesados se le
vanta en el aire con el impulso del viento, y después se van de
positando entre las asperosidades de las piedras grandes que
forman las cabeceras de las playas.
Muchos ríos en Europa, como el Tajo y el Rhin, hacen re
voletear en su corriente iguales particulas de oro, y la indus
tria humana desde hace siglos, se apodera de ellas por medio
de mantas de lana, de pieles y otros objetos propios a atajar
esos cuerpos menudos en su paso por entre las aguas. Así el
hombre utiliza el movimiento natural de los ríos y consigue sir
mayor costo una pequeña cantidad de metal.
Un sistema tan atrasado da resultados muy exiguos par
que sea aplicado en nuestros días. Pero como todo ingenio e
susceptible de perfeccionamiento, es de esperarse que en ma
nos de un ingeniero moderno suceda con eso lo que con el ara
do actual movido por vapor, que tuvo por punto de partida el
aparato tosco inventado por Tripolemo en la Grecia primitiva.
Hoy que el espíritu humano se esmera en dar una direc
ción útil a todos los movimientos naturales, basta saber que
existen ríos caudalosos corriendo sobre un plano inclinado, pa
ra comprender la inmensa ventaja que se puede sacar de un
concurso de circunstancias tan favorables. Un químico de Pa
rís me escribió desde entonces indicando como un medio que se
podía probar, el uso de planchas de zinc amalgamadas con azo
gue que se expusieran en el fondo del río, dejándolas así el
tiempo necesario hasta que el mercurio hubiese disuelto con
completa saturación, todo el oro que hubiese llegado a su con
tacto, El trabajo del explotador consistiría así en operar la fu
sión de esas planchas, en destilar el azogue y en separar el oro
del zinc que reducido de nuevo al estado metálico, pudiera po
nerse otra vez en estado de láminas, Todo ésto me parece
muy complicado y tal vez el resultado no compensaría tantas
faénas.
peyº Lo cierto es que hay en el cauce superior del río Sinú.
cantidades de oro que valen sin erageración muchos millonee de
pesos, oro que está en movimiento incesante desde la última re
volución del globo, que sin duda fué el diluvio bíblico. Por lo
tanto, hay el metal que cada uno codicia, y además un motor
económico que un explotador ingenioso pudiera aplicar del mo
do mas conveniente para conseguir la mayor suma de efecto.
La reflexión nos puede también hacer suponer que esa in
mensa masa de oro rodante que el río maneja durante tantos
siglos desde la altiplanicie que empieza en la angostura y ter
mina en Río nuevo, no pasa de aquel punto a donde por consi—
y

--- -- - - - - - --- - --- - - -


Don Rafael Franco.—Ciénaga de Oro
-----------4.------------------. EL RIO SINU 45

guiente, va acumulándose de un modo natural. Deben existir,


pues, depósitos naturales en las partes mas profundas del cau
ce del río. Tal vez debajo de los fragmentos de peñascos espar
cidos por todas partes hay tesoros de incalculable cuantía. Aquí
conviene decir algo sobre el método tan atrasado que hasta hoy
se ha seguido para apoderarse de lo que se encuentra debajo
del agua.
En el Cauca existen igualmente depósitos de oro en el
fondo del río, y allí muchos individuos se aplican a extraer el
se bajando a una gran profundidad con una batea que llenan
de arena, recogiéndola con las manos, y eso en el corto tiempo
pueden pasar sin respirar. Estos buzos apénas pueden sa
car una pequeña cantidad en un día y sufren mucho, porque la
se ensión de la respiración les hace echar sangre por la boca:
a ni es de poder recoger la arena, ellos tienen que apartar los
mascales. Todo eso tienen que hacerlo sumergidos en una co
..ente muy fuerte que trata de arrastrarlos; pero como es un
trabajo muy productivo ellos afrontan tantos inconvenientes.
Ninguno de esos trabajadores ha pensado nunca en perfeccio
nar un método tan bruto. La rutina es lo que se sigue. Aquí el
hombre está acostumbrado todavía a hacer todo con sus manos.
El uso de los instrumentos es en lo que menos se piensa.
Para dar una idea del grado de paralización en que el espí
ritu de rutina tiene al progreso, referiré lo que he visto en el
Cauca en una de las partes mas ricas. En dicho río existe una
playa formada de una peña horizontal perfectamente lisa, que
las aguas bañan en las grandes avenidas y despues la dejan
completamente seca. Entonces dicha peña sirve de lugar de
campamento a los mineros buzos, y las mujeres han labrado
varios morteros en la misma peña para reducir el maíz al esta
do de masa. Estos hoyos, despues de cada avenida, se hallan
conteniendo una gran cantidad de oro casi limpio y son causa de
muchos pleitos; porque los primeros que llegan los vacian, sin .
observar que cada uno de ellos tiene su dueño. Y bien, un he
cho tan palpable nunca ha inspirado a nadie la idea de multi
plicar esos hoyos o bien la de labrar grandes piedras planas con
iguales cavidades, que se pudieran depositar en el fondo del
rl O.
Por otra parte, para sacar fuera del agua la arena aurífe
ra, sería muy fácil sustituir a un trabajo tan penoso, un méto
do tan exento de todos los inconvenientes. Todos los hombres
instruidos saben con que facilidad se operan las excavaciones
debajo del agua, bien sea por medio de trabajo manual, bien
sea por medio de máquinas. El instrumento llamado en francés
Drague, se maneja con la mayor facilidad y no obliga al traba
jador a mojarse. Es verdad que en esos ríos hubiera que apar
tar primero las piedras grandes, lo que se pudiera hacer por me
dio de rastrillos de fierro o ganchos. Así en los chorros, que son
46 EL RIO SINU

aquellas partes en que las aguas pasan sobre las ondulaciones


del terreno, apartando los peñascos mas voluminosos, despues
progresivamente los mas pequeños, por medio de rastrillos mas
tupidos hasta no dejar al fin más que la arena menuda, luego
se podría sacar con la Drague ésta última, para extraer el oro.
Es indudable que las arenas depositadas en el fondo del río son
muy ricas y contienen un oro mas grueso. Tal vez en un espa
cio así desembarazado se pudieran tender planchas de hierro
con pequeños bordes que sujetaran el oro y dejaran pasar por
encima las arenas. Ia corriente es, de todos modos, un motor
muy cómodo que se debe procurar utilizar. Un ingeniero con
su taller en el lugar mismo de la explotación, sin duda encon
traría aparatos combinados para conseguir el metal con la ma
yor economía. El río es un obrero de mucha fuerza, incansa
ble, que trabaja de día y de noche, sin exceptuar tiempos de
fiesta y sin pedir salario; él no necesita otra cosa que la inteli
gencia del hombre que lo dirija. La corriente es suficiente para
mover ruedas de agua y por este medio, aparatos movibles se
pudieran trasportar adonde se juzgara mas coveniente. En la
estación del verano las aguas tienen muy poca profundidad.
Las avenidas en el resto del año sujetan a algunas precaucio
nes que la práctica pronto harían eficaces.
El método usado por los agricultores para separar los gra
nos de las peluzas, por medio del venteo, dejándolos caer de
cierta altura, de modo que tengan que atravesar una corriente
de aire, es perfectamente extensible sustituyendo al aire una
corriente de agua bien calculada. Un chorro continuo de arena
aurífera, atravesando así una corriente de agua, haría una se
paración completa de todas sus partes componentes, distribu.
yéndolas segun su peso específico, de modo que las más pesa
*.
das quedarían mas inmediatas a la vertical. -

Los resultados prodigiosos que en California han dado hoy


las minas trabajadas por sistemas hidráulicos y con los monito
res, infunden la esperanza mas halagüeña, lo que pueden tentar

¿
se en el alto Sinú. Ya no es un problema por resolver; no es
que una rutina que hay que seguir; pero rutina de nuestro
SlgIO.

XV.-EL ORO DE LOS CERROS.

Para estudiar el estado del oro esparcido en las playas me


bastó observar el mecanismo de las corrientes del río; pero

¿
para adivinar la disposición de los yacimientos en las alturas,
me vi obligado a estudios mas complicados y forzosamente a
hipotéticas, como resulta de todo lo referente a la geog
00Sla. º.
Ver lo que hay en el interior de la tierra secreto que
es un
el minero persigue mucho; y no hay uno de ellos que no tenga
EL RIO SINU 47

su sistema conjuntado a las observaciones hechas en la prácti


ca de la profesión, como tambien de ideas comunicadas, y por
fin, de todo lo que puede sugerir una imaginación excitada por
la expectativa del lucro.
Los mineros que se quedan encerrados en los límites de la
racionabilidad y de lo palpable, consideran como un indicio se
guro de la presencia del oro una veta de arenilla negra que for
ma ciertos filones en el espesor de los barros: es lo que ellos lla
man la cinta. Esa cinta se puede suponer producida por unas co
rrientes rápidas de arena que sobrevinieron despues que la ma
sa argilosa ya se había compactado por la estagnación de las
aguas que la habían depositado. Pero aunque la masa estuviese
bastante dura para resistir a la corriente del agua, , no obstante
muchos granos de oro, en razón de su peso específico, penetra
ron hasta el centro de dicha masa. Así se explica la presencia
de un metal tan pesado en un cuerpo que precisamente estaba
enteramente desleido en el agua en el tiempo en que se formó
el depósito. Mas trabajgsó es explicar de qué modo tantos gra
nos de que algunos muy gruesos se encuentran en el cuarzo
que seguramente se hallaba en perfecto estado de fusión ígnea
cuando se efectuó esta incrustación, puesto que el metal hu-.
biera debido haber atravesado toda la masa licuada, mayor
mente cuando todo el oro presenta el aspecto de un metal que
estaba fundido.
Como la debilidad de nuestro espíritu es buscar una expli
cación de todos los fenómenos naturales deducida de los vesti
gios que han dejado, me permitiré exponer una teoría fundada
sobre lo poco que he podido observar; para eso tomaré las co
sas desde su principio.
Nuestro planeta representa hoy una esfera comprimida en
los polos, de una superficie cubierta de asperosidades que aun
que poco prominentes en un punto de vista general, no dejan
de formar arrugas notables y que lo fueran mucho más si las
partes profundas no se hallasen niveladas por la inmensa masa
de elemento líquido que llena los intersticios. Sobre esta masa
compacta se extiende, para acabar de formar una superficie
completamente unida, una capa de atmósfera que cubre el todo
como un barniz transparente perfectamente lustroso. El aire
atmosférico, en efecto, debe considerarse como la superficie
verdadera del planeta; porque nuestro globo no puede ofrecer
al ojo que lo viera a alguna distancia de algun punto del espa
cio, mas que una esfera brillante, como resulta al espectador
colocado en la orilla del mar, que no ve mas que la superficie
de las aguas, sin ver el fondo. Sobre nuestra "esfera apenas
aparecerán como manchas negras, las partes mas elevadas de
las nevadas, porque la blancura de la nieve debe parecer negra
comparada a la blancura imaginaria del espacio etéreo que rei
na afuera de la última capa de atmósfera terrestre; así como el
48 EL Rio SINU •

día más brillante que admiramos sobre la tierra debe parecer


una noche oscura si se le compara con el día perenne que brilla
arriba de la atmósfera; y eso no es un ensueño o suposición de
poeta: no hay cosa mas verídica. La prueba es que en las cum
bres mas elevadas de los montes cubiertas de nieves perpetuas
como el Mont-blanc en la Suiza, el ojo humano no puede sopor
tar la claridad que allí se experimenta, y es necesario cubrirse
la cara con un velo verde; lo que se atribuye al resplandor de
las nieves, lo que no puede ser, pues que las latitudes altas, en
tiempo de invierno en que toda la tierra se halla cubierta de
ve, nada semejante sucede al ojo, sino solo en las alturas
que el hombre se va aproximando a la superficie superior de
atmósfera. Me veo precisado a insistir tanto mas sobre este p n
to, para que el lector tenga siempre presente el papel impar
tante que desempeña la atmósfera en todos los fenómenos na
turales. - .
Pero al mismo tiempo debemos convencernos de que el s"o
bo no ha existido siempre en su estado actual. El ha pasado
por muchos trances. La geología es libro irrefutable en que se
halla estampada con letras indelebles toda su historia. Allí se
encuentra enumerada la serie de cataclismos que vinieron sucesi
vamente a modificar su statu quo. Allí cada página describe
una de las edades que ha pasado desde las épocas primordiales
en que el planeta, simple masa de sustancia ígnea, giraba en
el vacío del éter con su cuerpo en completa fusión, encerrado
solo en una atmósfera muy densa formada de toda la materia
volátil. Entónces muchos cuerpos sólidos hoy, se encontraban
en estado gaseoso. Las aguas hoy recogidas en la cuenca de los
dos oceanos, disueltas al estado de vapores, se alejaban de la
masa incandescente, y proyectadas en las partes mas exteriores a
cierta altura, se condensaban para caer en cataratas sobre la su
perficie ardiente que vaporizándolas en el acto las suspendía de
nuevo. Por medio de esos dos movimientos contrarios, centrífu
go y centrípeto, una parte del calor se esparció en el espacio y
la tierra pudo formar su primera costra que la geología designa
bajo el nombre de formacióu plutónica.
La masa en fusión se encontró así presa bajo una corteza
solidificada, que muy delgada todavía para resistir a la fuerza
de espansión que obraba del interior, pronto se quebrantó y se
infló dando principio a las primeras desigualdades. En el tu
multo de las sublevaciones se abrieron en muchas partes bocas
de volcanes que dieron salida a la materia en fusion comprimi
da. Primero la superficie de la tierra, horizontal y cubierta por
parejo de las aguas, no había presentado otro movimiento que
inmensas mareas; pero a las primeras sublevaciones se forma
ron corrientes diferentes. Así sucedió que a las cataratas del
cielo que caían verticalmente, se unieron corrientes oblícuas
que arrastraban en su curso impetuoso todo lo que podían
Casa de don Eusebio J. Pineda.—Montería.
~**
EL RIO SINU 49

arrancar de la cáscara cálida que se iba engruesando progresi


vamente. La atmósfera, de su lado, empezó a soltar una parte
de la materia que tenía en suspensión. El oxígeno y el azufre
formaron sales que disueltas en las aguas, se cristalizaron por
la evaporación rápida de éstas, formando inmensos depósitos.
Con esa primera mezcla se formó la primera materia orgánica
y el principio vital encontró en ella la sustancia propia para
constituír los primeros seres animados bajo una forma visible y
palpable. Así comenzó la época neptuniana. La tierra, toda -
inundada de seres acuáticos aglomerados, que apenas for
mados perecían por miriadas. La naturaleza, en el torbellino
con ulsivo de todos los elementos que se combatían, no podía
tras que ensayarse. Sobrecargada de sustancia orgánica dispo
rible, ella creaba monstruos y llenaba el espacio de átomos

vi.
* -N
ahogaban mutuamente por

su
se

*os que muchedumbre. Las


aguas precipitaban sin cesar, tierra temblaba bajo los es
se

la
fuerzos del fuego interior. soplo vital rodaba por todas par
El

tes, tratando de animar materia inerte solo agitada por


la

y
agentes exteriores. Así continuó todo hasta que atmósfera

la
hecha mas pura, dejó descubrir cielo través de sus vapo
el

res mas transparentes. Entonces cada cuerpo empezó al ocu

a
par su lugar desempeñar su papel sin contrariar los otros.
y
a

El órden, armonía, llegaron consolidarse. La creación adá


la

mica empezó su era. De las convulsiones pasadas quedaron co


mo vivos testimonios esas alturas de todas formas dimensio
nes que hoy vemos todavía, modificándose bajo acción conti y
la

nuada de los agentes: pié de estas rocas graníticas


se
extien
al
*

depósitos despojos de seres animados


de

y de
den inmensos los
reinos vegetal animal. Los primeros forman carbón los
el
y
Y

últimos los terrenos calcáreos.


La atmósfera apaciguada de hoy desprende sus aguas pu
ras con mas regularidad. Ellas bajan de las alturas, ruedan
a

los mares de allí, reducidas vapores, vuelven condensarse


y

de nuevo en las alturas, suministrando su contingente de acti


perpetúan sobre
se

vidad todos los actos tan complicados que


a

superficie sólida de tierra.


la

la

¿Quién puede dudar de violencia de las tormentas de


la
la

materia sólida en aquellas edades de convulsiones, contem


al

plar las ruinas que han dejado? Las piedras rodadas que cubren
hoy todas las localidades fueron fragmentos angulosos arranca
dos de las rocas primitivas arrastrados inmensas distancias
y

El frote mútuo de las unas con las otras produjo polvo que
el
se

es barro que depositó en las concavidades. Pero esos mis


el

mos depósitos una vez consolidados, fueron su turno subleva


a

dos por convulsiones posteriores. Así


es

que vemos terrenos de


sedimento cuyas capas sucesivas formadas sobre un plano hori
zontal, ondulados, constituyendo las
se

hallan hoy inclinados


u

colinas de segunda formación.


50 EL RIO SINU

Para comprender la presencia de los metales, bien sea in


crustado en las rocas ígneas, bien sea en los sedimentos, hay
que observar que el mismo movimiento que opera el revolvi
miento tambien es apto a producir la separación y la clasifica
ción, según su grado de intensidad o energía. Pero fuera del
movimiento hay un agente mas enérgico que es la presión. Sa
bemos que la que podemos obtener por medio de nuestras pren
sas hidráulicas es casi nada comparada a las presiones espontá
neas de la materia en general, y sin embargo, vemos operarse
por un medio tan debil la separación de cuerpos químicamente
combinados, como por ejemplo, la de la estearina de la oleina.
Sabemos igualmente que todas las tierras son óxidos de va
rios metales. Ahora, si con los medios de acción de nuestros
laboratorios, tan débiles, comparados a las grandes operaciones
que se hacen por medio del calórico y de la ponderación que
animan la masa ígnea del centro del globo, producimos efectos
tan sorprendentes, nos es permitido deducir que toda la sustan
cia móvil que forma la masa ígnea interna no se compone mas
que de metales puros, y las partes de éstos que han llegado al
contacto del aire atmosférico, solo se han combinado con el
oxígeno de éste. Dichos metales, por medio de la presión y de
la ponderación universal, deben hallarse distribuídos en capas
concéntricas superpuestas segun su pesantez específica; masa
móvil que debe obedecer a la atracción planetaria con mucha
mas docilidad que la capa sólida exterior. Así no mencionando
mas que los metales conocidos, debemos suponer que una masa
de platino ocupa el centro, como el metal mas pesado; sobre
ésta el oro, despues el plomo, la plata, el cobre, el hierro, etc.
En las primeras sublevaciones hubo sin duda proyecciones de
los metales del centro qu9 pudieron atravesar las otras capas
incandescentes. Los metáles menos oxidables conservaron su
pureza, mientras que los otros se combinaron con el oxígeno y
el azufre, porque en aquellos tiempos éste último se hallaba en
estado gaseoso, como lo está todavía el oxígeno y lo estará has
ta que se solidifique toda la atmósfera, lo que ya resultó en la
luna, hoy sin atmósfera
De este modo se puede explicar la presencia del oro repar
tido en granos de varios tamaños en la roca ígnea, y dicho
metal ha tenido que seguir la suerte de la peña en que se halla
ba, cuando con los grandes movimientos y la fuerza de las
aguas ella fue molida y reducida al estado arcilloso o arenoso,
segun la intensidad de las fuerzas que obraban sobre ella.
El sublevamiento de la inmensa cordillera que ocupa todo
el continente americano del norte al sur, ha sido causa y efecto
sin duda, de un gran cataclismo que trastornó el mundo entero,
amenazando abrirlo en dos tapas. Entonces probablemente se
efectuó la erupción que inundó de oro la California y el Perú.
Hoy la fuerza de espansión interna, ya muy debilitada, no
EL RIO SINU 51

alcanza mas que a proyectar por la boca de los volcanes las es


corias de las sustancia en fusión que forman la parte mas exte
rior. Por otra parte el aire atmosférico despojado de la parte
de carbono ya precipitada y solidificada, no alcanza mas que a
formar los seres ténues de la naturaleza contemporánea. Ya no
nos queda mas que el espectáculo asombroso de los inmensos
huesos de aquellos seres desarrollados bajo la influencia de una
atmósfera rica de sustancia asimilable; seres de que una sola
muela sobrepuja en magnitud a los elefantes de hoy. Y si que
remos pasar al otro extremo de la escala de los tamaños, pode
mos perdernos en el infinito pequeño, calculando el número de
conchas marinas que forma cada partícula de piedra de cal,
conchas de que muchos miles pueden apenas constituir un solo
grano de polvo. Así nos sucede que con nuestros ojos, aun ayu
dados del microscopio mas poderoso, no podemos alcanzar los
límites del infinitamente pequeño de la materia animada, como
con los mismos ojos ayudados del telescopio mas perfecto, no
podemos divisar los límites del espacio en el infinitamente
grande. -

Solo el espíritu de suposición, lanzándose en la inmensidad,


puede presentarnos el Universo entero con su infinidad de so
les como la partícula de un ser a ni m a d o; pero no juz
S3 go a propósito dar tanto largo a mis investigaciones y estu
dios geognósticos. Mi intención ahora no es aumentar con una
unidad el número de sistemas del mundo que se han combinado
desde que los hombres pretenden ver mas allá de los sentidos
e
corporales.
Muy sabido es que tan luego como salimos de la órbita de
lo palpable, la imaginación se constituye a la observación, y la
ficción a la realidad. No obstante, en la fluctuación de tantas
opiniones, la ciencia siempre ha marchado tanto teórica com
-
prácticamente.
El espíritu de hipótesis siempre ha dirigido la sonda mate
rial ha penetrado mas lejos q” ellas y muchas veces con acierto.
y
Cada ciencia se ha enriquecido con una parte filosófica que se
aplica a confrontar y ordenar las observaciones aisladas y a sa
car de su conjunto las últimas consecuencias. Con este modo
de proceder se ha hecho mucho, y mucho más se haría si pu
diéramos ejercer nuestra intelectualidad abrazando un mayor
número de objetos de una sola ojeada; mas nuestro espíritu en
su estrechez, no puede considerar a un mismo tiempo varias
cosas, olvidando que todo depende de una sola unidad y que la
diversidad no existe sino en el que observa.
Es con el objeto de ampliar algo mas el campo de las con
sideraciones simultáneas, que en lo que precede me he esmera
do en hacer siempre palpable la presencia de agentes ocultos
en todos los actos que han producido el estado actual de lo
existente. Muy sabido es tambien que el hombre se entrega
52__ EL RIO SINU

ciegamente a las percepciones de sus sentidos corporales. Las


palabras «ver y creer» siempre son de mucho valor aunque se
pamos que la vista engaña y hace conocer muy poca cosa; así
como es muy palpable que la razón humana, no es infalible ni
de mayor alcance. Es tambien con la convicción de que toda
descripción depende de las disposiciones del que describe, que
me he extendido tanto exponiendo las ideas que me dominaban
al examinar un terreno del cual se trataba de extraer un metal
no solamente precioso como adorno, sino que tendrá muchas
aplicaciones muy útiles, hasta en la medicina, cuando las canti
dades conseguidas sean mas que suficiente para satisfa la

"¿:
caprichosa vanidad de los hombres.

Nuestra lógica, con las reglas que nos hemos presu. to, ha
rodeado nuestras investigaciones de un círculo
infinitos: eso lo sabemos, pero debíamos tambien persuadirnos
de que los infinitos solo existen en nuestro entendimiento y no
en absoluto; así es que no debemos admitir nuestra lógica como
un non plus ultra. Esperemos. El Verbo encarnado, es decir.
la sabiduría humana, no ha dicho su última palabra.
Hasta entonces mis continuas ocupaciones no me habían
dejado tiempo para excursiones distantes del sitio del estable
cimiento. La cordillera de la angostura, tan cercana de Higue
rón y tan interesante por lo que me contaban, solo he podido co
nocerla despues de mi bajada a Cartagena y de mi regreso. Así
nos resulta muchas veces, que nos hallamos muy a manos de
un objeto interesante sin acertar a verlo. Así me había resulta
do en los cuatro años que pasé en París, en que dejé muchas
cosas por ver, cosas desaparecidas ahora en su mayor parte,
gracias a la guerra franco-prusiana. Tenemos que moderarnos

¿
en todo, hasta en las exigencias de nuestra curiosidad. En ma

Cl 0Ie.
de deseos el uno por ciento es un dividendo muy apete

En el alto Sinú pueden pues encontrarse cerros que encie


rren grandes cantidades de oro, sin que yo pueda denunciarlos
a la atención del público. El cerro de Higuerón que tenía mas
a mano, puesto que a sus piés pasé unos meses de mi existen
cia, lo registré solamente de un lado, él me pareció formado en
su mayor parte de una masa de ocre rojo; en otras partes pre
senta vetas informes y voluminosas de otra tierra aluminosa de
un amarillo muy intenso, sin duda procedente de una edad pos
terior. Esos ocres son de un grano sumamente fino, homogé
neo, muy compactos y tenaces, o como se diee, grasos. En el
colorado encontré mas tarde los corindones de que hablaré en
su lugar. Fuera de esas masas principales, el cerro presenta
tambien en un plano inclinado lo que geología se llama poudin
gue, masa arenosa mezclada de piedras rodadas repartidas en
filas paralelas. Todos estos sedimentos de la época neptuniana
Dr. J. Ramírez Arjona.—Montería.
e
EL RIO SINU 53

son sin duda, de una formación anterior a la elevación del ce


rro, pues su estratificación se halla muy desviada de la posición
horizontal.
Las tierras arcillosas forman la mayor parte de las mils
que se explotan en el Estado de Bolívar y en sus inmediaciones.
Para eso se emplea un sistema costoso y de poco efecto: a fuer
za de brazos armados de barras pesadas se desbarranca la tie
rra de modo que caiga en una corriente de agua que la despoja
de la parte arcillosa y solo lo que queda en el fondo de la co
rriente es la arenilla con el oro. Hay mineros de bastante capi
al para costear dos años seguidos un gran número de peones y
lo despues de tan largo lapso de tiempo proceden a separar
e mesal de la arenilla. La explotación de esa clase de mineral
expone a grandes decepciones, porque sucede algunas veces
que se desbaratan cerros enteros que no tienen oro en cantidad
suficiente. La falta de nociones hidrostáticas es tambien mu
chas veces causa de gastos inoficiosos para conducir las aguas a
donde se necesitan. La falta de prevision, por otra parte, inu
tiliza tambien muy pronto minas muy ricas, dejándolas obs
truír, y despues su dueño tiene que abandonarlas por temor o
por desconfianza en emprender grandes gastos para ponerlos
de nuevo en estado de explotación. No obstante todos estos in
convenientes, dichas minas son las que producen la mayor parte
-
del oro que se encuentra en el comercio.
En el alto Sinú la gran fama de las playas ha distraído de
la explotación de los cerros. Según me informó el cacique, el
extranjero que lo educó fué el único que se había aplicado a es
ta clase de trabajo. Para dar un informe circunstanciado de las
riquezas de la localidad tuve así que probar yo mismo la sus
tancia componente de las alturas, aunque convencido que esos
ensayos no podían ser muy concluyentes, a no ser que hubiese
probado todas las tierras, lo que no era posible.
Empecé por el barro colorado, porque en mi excursión por
el río San Jorge había visto a los negros de Uré extraer de una
tierra muy semejante el oro de aquel lugar que a mas de ser
muy alto de quilate, se encuentra en pepitas que algúnas han
pesado hasta una libra. Mis ensayos no abogaron en favor de
los barros de Higuerón.
Despues de haber desleído con mucho trabajo una gran
cantidad de aquel barro tan pegajoso, apenas conseguí unos
granos de oro. Solo he podido convencerme por su inspección
de que dichos granos son muy diferentes del oro en escamitas
de las playas; son pedazos angulosos contorneados y muchos de
ellos tienen agarrados partículas de la roca en que se habían
hallado incrustados. Despues desbaraté del poudingue, que di
fiere algo de la sustancia propiamente llamada así, puesto que
se desgrana sin mayor fuerza, Allí sí encontré notables canti
dades de oro grueso, y es probable que el de las playas provenga
54 EL RIO SINU

en parte de la descomposición de estas peñas que asoman en va


rias partes de las orillas del río y de las quebradas afluentes de él.
La explotación de los cerros, para que sea económica, no
pudiera hacerse sino por medio de máquinas de vapor. Tal vez
con una bomba hidráulica movida por vapor, proyectando con
tra la vertiente casi perpendicular un chorro continuo de agua,
se desbarataría muy pronto una gran cantidad de tierra y con
la misma agua se pudiera hacer la separación del metal.
En mi primer viaje, que es el que me hallo narrando en es
te momento, no tuve ocasión de explorar mas que las alturas
formadas de tierra de aluvión, y todo me convenció de que me
hallaba todavía muy lejos de la fuente del oro, es decir, del pun
to en que el metal hizo irrupción del centro de la tierra.
-
XVI.—EL ORO DE LOS LLANOS.

Una observación muy senciilla hecha de paso al subir el
río, me condujo al descubrimiento del oro esparcido sobre toda
la superficie de la altiplanicie de Higuerón. Había reparado
que en todos los barrancos la parte superior del corte era com
puesta de una capa de tierra vegetal de algo mas de un me
tro de espesor, y que debajo de ésta se encuentra una arena
idéntica a la de las playas. Era muy natural sospechar que el
oro de éstas sea procedente de los derrumbamientos muy fre
cuentes por la violencia de las corrientes. -
Para cerciorarme de la justicia de la observación, arran
qué de la tierra de un barranco en la parte que el corte se ha
llaba avivado por la caída reciente de una porción de la tierra,
y encontré en ella el mismo oro de escamitas de las playas con
unos granos mas gruesos. Para mas seguridad hice excavacio.
nes a varias distancias del río y por todas partes encontré lo
mismo. Lo que me convenció que ninguna urgencia había de
trabajar las playas. El río no traía el oro de la parte superior
de lugares desconocidos como se suponía; él no hacía mas que
moverlo, arrastrándolo en las partes de mucha corriente y de
positándolo en otras. Separando a veces una parte de las are
nas y aumentando así la proporción del metal echando mas lejos
las partes heterogéneas.
El oro ciertamente había sido trasportado de predios domi.
nantes; pero eso había sucedido bajo el impulso de las grandes
revoluciones del globo y nó con el movimiento de las aguas en
las condiciones actuales.
Observando minuciosamente el efecto de las corrientes so
bre las arenas auríferas, se convence uno muy pronto de todo
el partido que pudiera sacarse de la mera acción de las aguas.
Así se repara q” una corriente muy violenta se lleva toda la are
na con el oro; pero no obstante el movimiento de traslación se
opera una especie de triaje que tiende a juntar las partes
EL RIO SINU 55

similares. Estas partes esparcidas en un estado de confusión o


desorden, pronto forman capas separadas en que cada cosa bus
ca su pareja. En estas capas sobrepuestas en razón de la pesan
tez específica, las partes mas pesadas ocupan la parte inferior
y las livianas quedan arriba. Así resulta que una masa de are
na aurífera arrastrada apenas al espacio de un metro, presenta
la división hecha con tanta perfección que ya no se encuentra
ni una sola partícula de oro en toda la masa superior, sino todo
en la parte de abajo. Si la operación se hace sobre una superfi
cie unida y perfectamente horizontal en que se puede graduar
la fuerza de la corriente, ésta puede graduarse de modo q” solo
la arena siga moviéndose quedando inmóviles todas las partícu
las de oro.
Las corrientes naturales del río son muy variables segun la
º seltura de las aguas. Es por causa de esta irregularidad que la
separación perfecta del oro de los otros cuerpos heterogéneos
pocas veces se opera espontáneamente. Aunque esta separa
ción se haga por casualidad en algunas partes, pronto la varia
ción de las corrientes produce un nuevo revolvimiento confuso.
De esta manera las arenas van rodando insensiblemente por
movimientos caprichosos. El ingenio del hombre aplicándose
a regularizar la fuerza motriz de las aguas, llegaría bien pron
to a combinar un sistema que redujera todo el trabajo al cuida
do de recoger cómodamente la rica cosecha natural que así se
presentaría ella misma. Como el terreno de sedimento reposa
sin duda sobre la roca granítica primitiva, es muy probable que
sobre esta roca se encuentre una gran cantidad de oro, preci
pitado en los diferentes movimientos de trasporte que agitaron
en varias épocas las tierras superiores; lo que tuvo lugar en Ca
lifornia: cada gran movimiento de la tierra precipitó cantidades
de oro que ya no pudieron revolverse de nuevo en los movi
mientos subsecuentes. (*) -
En el acto que descubrí el oro de los llanos, me apresuré a
redactar un informe muy circunstanciado. El asunto tenía una
grande importancia, porque muchos temían que se agotaran
pronto las arenas de las playas. Al mismo tiempo mi descubri
miento era una refutación a la opinión vulgar y muy antigua de
que el oro de dichas playas venía de muy lejos; error que pudo
fundamentarse tanto mas en aquellos tiempos en que nadie se
atrevía a pasar la angostura, por temor de los indios bravos.
Así se suponía que en la parte superior había depósitos de una
riqueza fabulosa y que solo lo que traían las aguas era la espu
ma del metal. De allí, sin duda, el origen del famoso dicho que
nos hizo visitar la comarca como a tantos otros. El dicho toda
.
(*) Cuvier cuenta ocho revoluciones, que sobrevenidas de repente
han trastornado completamente el estado del globo. Todas, menos la últi
ma, anteriores a la aparición del género humano.
56 EL RIO SINU

vía no ha perdido nada su valor; pero tampoco ha ganado en


certeza. Aunque hoy no haya nada que temer de parte de los
indios, nadie que yo sepa, ha subido hasta la parte mas alta.
Tal vez muchos lo han hecho, pero esas exploraciones de hom
bres ignorantes no han llegado al dominio de la publicidad.
En mi concepto la formación del depósito de las arenas au
ríferas se hizo como sigue: despues de compactadas y subleva
das las tierras de sedimento ocráseo, la planicie se cubrió de
una rica vegetación; pero un día sobrevino de repente un gran
cataclismo, probablemente el diluvio bíblico arrastró todos los
sedimentos horizontales con vegetales y los trasportó al bajo
Sinú en la dirección del norte, con parte del oro que conteran
y llegó hasta Ciénaga de Oro, y el agua revuelta con el bar o v
piedrecitas livianas, corrió sobre toda la superficie de las -.

nas entonces sin sublevar todavía, y por consiguiente al nive


del mar o tal vez del fondo del oceano; porque se puede creer
que dicho fondo es la superficie del globo en su estado de esfe ,

ra perfecta y q” todo lo q” hoy forma lo seco ha sido sublevado.


Despues de este trastorno la roca granítica de los planos
horizontales quedó desnuda. En seguida llegaron progresiva
mente las arenas sueltas del otro lado de la angostura y se de
positaron sobre toda la altiplanicie en que se hallan todavía.
Ultimamente la vegetación produjo el humus superior de la
época actual.
El estado de soltura en que se hallan esas arenas convida a
dar la preferencia a la explotación del oro en los llanos que
pudiera hacerse de un modo muy fácil, principiando el trabajo
sobre el mismo barranco del río y provocando los derrumba
mientos ya muy frecuentes naturalmente. Al descuajar los
montes, pronto las aguas se llevarían las tierras que no estarían
entonces sujetas por las raíces. Pronto se llegaría a la roca gra
nítica del fondo, puesto que todas las sustancias que hoy las
cubren serían llevadas por las aguas mas abajo.
Lo que hace abandonar la mayor parte de los trabajos de
mina en este país, es la obstrucción resultante de la acumula
ción de los materiales que por falta de previsión se dejan en
lugares donde haeen estorbo mas tarde. Ese inconveniente se
ría facil de evitar en un terreno fuertemente inclinado, en que
las aguas bien dirigidas son capaces de llevar las tierras ya la
vadas a inmensas distancias. Se puede esperar que a medida
que se llegue mas abajo se encuentren yacimientos mas ricos.
Es muy probable, como ya lo he dicho, que la roca plana
de orígen ígneo, tenga en su superficie una capa de oro casi
limpio. Semejantes hallazgos se hacen por tiempos en las tie-,
rras de mina. En 1846, hallándome en Zaragoza, he presen
ciado el fasto oriental exhibido por un pobre minero que en me
nos de una semana había extraído oro por valor de mas de mil
pesos, que supo gastar en mucho menos tiempo todavía.
EL RIO SINU 57

Los mismos aparatos se pudieran usar en la explotación de


las playas y en el cause del río, serían tambien aplicables en
los trabajo de lºs llanos. Con unos cortes que se hicieran para
acortar los numerosos contornos del Sinú, se traspondría en muy
poco tiempo una inmensa cantidadd de arena. Pocºs lugares
en el orbe presentan tal vez una reunión mas completa de cir
cunstancias favorables para la prosperidad de una empresa, y
si nuestro establecimiento de Higuerón tuvo tan mal éxito fué
por causas enteramente excepcionales como se verá mas tarde.
La fertilidad del suelo, la benignidad del clima, la facili
dad del acceso, la proximidad del litoral, todo se presentaba en
nuestro favor. A los recursos financieros ya conseguidos no
faltaba mas que la anexión de la perseverancia, y los obstácu
s pronto hubieran sido vencidos. Pero una idea había produ
lo todo; una idea debía deshacer todo. Digo «una idea» para
servirme de los terminos que se acostumbran en semejantes
ocasiones; pero en mi mente y principalmente hoy que veo las
cosas a la distancia de treinta años, busco a mayor altura los
motores del mecanismo de los hechos de este mundo. Así veo
nuestra corta aparición en aquel desierto como un episodio de
la historia propia del lugar. Y quién sabe desde la creación
cuantos hechos mas notables habían interrumpido la monotonía
de aquellas soledades, sin haber dejado mas rastro que noso
tros mismos. Estas páginas que escribo son tal vez hoy el úni
co monumento que quedará de un episodio cuyos actores ya han
desaparecido casi todos.
Cada átomo tiene su historia particular y cada planeta pu
diera escribir sus memorias. Cada hormiguero pudiera tener
sus anales tan interesantes como los reyes de Babilonia; pero
todos no gozan del privilegio de sobrevivir a sí mismos en la
memoria de los hombres. En todo hay favorecidos, en la rique
za, en el poder, en la felicidad, en la calamidad. Con el limita
do alcance de nuestro intelecto creemos que todo tendrá su úl
tima conclusión en la nada, porque así nos lo hace creer nues
tro espíritu obstruído por las ideas dominantes: solo para los
que saben ver algo mas allá de lo percibido, solo en éstos vive
la convicción de que la existencia verdadera es muy diferente
de lo que podemos abrazar con nuestros sentidos y comprender
con nuestra inteligencia.
El alto Sinú, opino, ha vuelto desde entonces a su estado
primitivo en que lo habíamos encontrado. Perturbado un mo
mento por nuestros trabajos, él habrá sabido ya, con sus fuer
zas vegetativas, borrar las huellas de nuestro pasaje. Su exis
tencia ha tomado de nuevo su asiento uniforme de los tiempos
pasados. Los seres que allí pasan su existencia, aunque nazcan,
vivan y mueran, parecen eternos, porque las generaciones se
suceden sin variacion alguna y la individualidad no puede pe
recer en esa sucesión no interrumpida de existencias.
58 EL RIO SINU

Todas esas congeturas y mis experimentos en ipso loco los


consigné en un memorial muy largo que mandé a Dujardin. La
obrita cayó en manos que sabían aprovechar todas las ocasiones
como se verá mas tarde.

XVII.—HISTORIA NATURAL.

De los seres del reino orgánico que nos rodeaban, pocos ha


bían fijado mi atención en medio de tantas preocupaciones me
talúrgicas. En primer lugar no debía fijarla mas que en aque
llos que suponía existir exclusivamente en la localidad, o por
mejor decir en aquellos seres que me eran desconocidos toda
vía. Todo impresiona fuertemente a primera vista, así y resulta
que el viajero hace observaciones que no ha hecho el que ha
nacido en el lugar. Lo mas interesante para mí al llegar fué
conocer la raza de hombres que se hallaba allí, y ya he dicho
respecto a antropología lo que pude observar. Al lado de la
raza humana propiamente dicha, pudiera agruparse una espe
cie que me designaron bajo el nombre de salvajines; pero estos
últimos no los conozco mas que por lo que me han dicho de ellos
y sospecho que hay en esas relaciones muchas fábulas o exage
raciones mezcladas con la verdad. Solo se me ha podido pre
sentar el cuero de uno de esos salvajines; tenía pelos negros
muy largos y lustrosos. Muchos me los han pintado como oran
gutanes y otros como osos, y es probable que estos últimos ten
gan razón. Se dice que el animal marcha derecho como el hom
bre y que al contrario de los otros animales, lejos de huír de
los de la especie humana, camina hacia ellos y trata de abra
zarlo abriendo los brazos.
Existen muchas dantas; pero como estos elefantes menores
se encuentran por todas partes en el Estado de Bolívar, no se
gen
lm Ul.
mencionar como de las producciones propias del alto :

Fuera de estos seres de una realidad irrefutable, la imagi


nación puebla las selvas de una multitud de seres fabulosos;
como la madre del monte que se pinta como un animal mons
truoso y deforme, el pata sola, de que muchos pretenden haber
encontrado las huellas..Otro bípido que anda con las plantas
puestas atras, de modo que el que ignora esa particularidad lo
busca siempre del lado opuesto al en que se halla. Es probable
mente una derivación de la fábula del Dios Pan, de los sátiros,
faunos y otros tantos personajes mitológicos.
El terror pánico que se apodera de todo hombre que se ve
aislado en inmensas soledades, oyendo ruidos de los que no pue
de determinar las causas, es un estimulante poderoso para la
imaginación, y así sucede que cada localidad tiene su mitología
propia que sustituye a la sociedad humana con una creación
fantástica. Todas esas mitologías se quedan generalmente en
EL RIO SINU 59

cerradas en el círculo de los lugares donde nacieron; solo la


griega tuvo la gloria de eternizarse y ha entrado como adorno
en la literatura moderna.
Las soledades del alto Sinú no necesitan de la imaginación
humana para poblarse. El fenómeno de la vida acciona allí ba
jo todas las formas de organización. Los seres movibles palpi
tan en grupos eontiguos en la masa del aire, sobre la superficie
del suelo y en la profundidad de las aguas. La fermentación
vital parece haber formado de todo lo vivo un solo cuerpo y de
tantos seres animados un ente único. Teníamos que andar con
mucho cuidado por las numerosas culebras coral que se encuen
tran a cada paso sinembargo ninguno fué mordido por un rep
tan peligroso. Muchos de ellos venían
til

visitarnos hasta en

a
nuestras casas. Había igualmente muchos tigres tigrillos, pe

y
nunca sufrimos daños en los animales domésticos de parte
ro

de ellos. Hasta las fieras necesitan cierta educación respecto


de las diferentes maneras de alimentarse, los tigres del alto

de y
Sinú no habían aprendido ganado, las zo

ni
comer carne
a

tigrillos habían probado las de las aves domésticas;

es
rras
y

verdad que solo fué así principio, porque mas tarde, por
se al

nuestra desgracia, ellos civilizaron mas pronto que los mis


mos indios.
materia orgánica tan abundante que forma co
es

Donde
la

mo una masa única,


se

ferocidad poco nota en los carnívoros


la

sus víctimas parecen someterse de buena gana necesidad la la


y

de servirles de alimento. Las vírgenes selvas de América


del Sur ofrecen numerosos manjares naturales, alimento de los
incontable número viven bajo
su

animales que sombra. La


en

materia orgánica, en continuo movimiento, circula de un ser


otro. Los vegetales con sus restos alimentan sus sucesores, al
a

apropian vivos;
se

mismo tiempo que los herbívoros los


al

la

suerte de los herbívoros es servir de alimento los carnívoros,


a

éstos mismos desmenuzar las earnes palpitantes de sus víc


al
y

timas, no son tributarios, sino víctimas,


su

turno, de multitud
a

apropian
de
su
se

que furtivamente las partes cuer,


pode

insectos
que puedan alcanzar. Así espíritu
de

materia unida
la

al

vida, siempre
en

de
se

manifiesta infinidad formas agotando


la

todas las modificaciones combinaciones posibles. Cada indi


y

espíritu
de

su

viduo mientras que vida anima, atrae lado


el

lo

propio
su

que constitución de cuerpo.


es
lo

todo
la
a

Los vegetales
en
su

fecundidad inagotable, producen con


profusión semillas que son verdaderos hijos,
de

éstos par
la
y

ser los sucesores de sus padres, tienen mayor parte que


en
la

servir de alimento otros seres. nutrición


Si

fenómeno de
a el

la
a

ya

algu
no

fuera un hecho que presenciamos cada momento,


na luz se hubiera sacado de ese movimiento de materia que
la
un

otro; pero
de

emigra constantemente cuerpo mas palpa"


lo
a
ble

no
ha
es

se

que menos Por eso podido


la

observa. ciencia
lo
60 EL RIO SINU

todavía penetrar en los misterios que envuelve ese fenómeno;


no podemos saber por qué tantos cuerpos de todo tamaño y de
toda forma, se disputan las partículas de la tierra y del aire pa
ra combinarse con ellos, ejecutar una serie de movimientos y
despues disolverse devolviendo a cada elemento lo que había
recibido de él. Nuestra sabiduría en vano se fija sobre un objeto
tan interesante. Vemos el Universo obediente a todas las ma
nifestaciones del movimiento. Cada átomo y eada cuerpo tiene
su modo propio de accionar; pero el fin de tanta agitación siem
pre queda imperceptible o impenetrable.
Nosotros mismos, arrastrados por la misma corriente invi
sible, ejecutamos todos nuestros movimientos sin ver la dire
ción ni el término de nuestra marcha. No obstante nuesta
completa ignorancia sobre este respecto, no podemos menos
observar la diferencia entre los modos de someterse a la dura
necesidad de servir de alimento a los otros seres. Mientras
que los animales defienden su cuerpo con violencia contra todo
ataque y resisten hasta el fin a la obligación de sacrificarse a
la prolongación de la vida de otros, los dóciles vegetales ofre
cen sus frutos ah primero que se presenta. Ellos comprenden
que han nacido para el bienestar de otro y se sacrifican sin
murnº Ulrar.
En esas selvas se encuentra el suelo cubierto de montones
de frutas olorosas de los inmensos racimos que cuelgan de los
palmeros como el pijiguai. Otro palmero llamado «Chonta, »
presenta una particularidad en su tronco, y es que lejos de ele
var su columna desde el suelo, ésta se halla suspendida sobre
un pedestal de raíces perfectamente rectas que se abren como
la armadura de un paragua. Estos dos palmeros tienen una
madera fina, veteada y muy pesada que seguramente tendría
algun valor en Europa. La palma de Urabá o vulgarmente de
«mil pesos, » produce el aceite mas límpido y mas puro que ver
se puede, y eso en gran abundancia. Ademas de ésto sus fru
tas bien maduras producen una especie de horchata muy agra
dable y muy nutritiva, puesto que no es mas que la emulsión
de la parte oleajinosa. Para fabricar esta horchata se echa
agua caliente sobre las frutas, que deben estar bien maduras,
y cuando la temperatura del agua permita introducir las manos
se malazan las frutas frotándolas entre los dedos y así se con
sigue una agua lechosa más o menos espesa, según la cantidad
de frutas empleadas.
Las féculas y las grasas son las sustancias alimenticias por
excelencia que proporciona el reino vegetal. Esas dos sustan
cias se encuentran muchas veces combinadas en el mismo vege
tal, y la naturaleza, atenta a todo lo que puede embellecer nues
tra efímera existencia, agrega casi siempre a esa combinación
algun perfume para unir lo agradable a lo útil: «Mis cuit utile
dulci.» Esa triple combinación se encuentra principalmente en
A

Ad

-(-)
EL RIO SINU 61

el cacao; por esto Linneo, en su entusiasmo, le dió el nombre


de Theobroma, manjar de los dioses. En efecto, no le falta
mas que el dulce para que nos dé una idea de la fabulosa am
brosía que junto con el néctar servía de alimento a los inmorta.
les de la Mitología. *,
El cacao es originario de la América tropical, pero ha sido
aclimatado en toda la zona tórrida. La especie cultivada es la
única que se conoce generalmente, pero hay muchas variedades
silvestres, y el q” encontré en el alto Sinú merece muchas aten
es por el tamaño y la abundancia de sus frutas y la mayor
ºrción en ellas de sustancia grasa. Esta es tan grande,
uº a pasta queda casi líquida y no se puede formar pelotas
º .a. Así es que podía preferirse esa clase para la extrac
.. del aceite.

El árbol es mucho mas grande que el cultivado y tal vez


sembrado en un lugar escampado su producción sería todavía
mayor que en las selvas, donde se halla oprimido por la multitud
de otros vegetales que se elevan a su lado, como tambien de las
,
inmensas lianas que lo arropan.

y
Otra fruta abundante útil es la almendra. El árbol que
la produce es uno de los mas gigantescos que se observan en
esas selvas en donde todo presenta proporciones desmedidas.
Los viajeros describen un gran número de almendrones, al pun
to que hay alguna confusión, y puede ser que la misma especie
haya sido descrita de manera que se crea que son varias no sien
mas que una, lo que es muy comun respecto a otros vege
tales.
- Humboldt (Plant. aequinoct. I36) describe bajo el nombre
vulgar de almendrón un gigante de la familia de las mirtáceas,
a que dió el nombre de Bertholletia excelsa. El gran natura
lista lo había conocido por sus frutas solamente cerca de la em
bocadura del Orinoco. Sus frutas son angulares, y encerradas
en número de 40 poco más o menos en una especie de cápsula
del tamaño de una cabeza humana. Eso no puede referirse al
almendrón del Sinú, cuya fruta tiene la configuración exterior
y la estructura interior de la almendra de Europa (amygdalus
comunis).
Sin ocuparme de lo que han observado los naturalistas, di
ré que he visto y probado dos clases de almendras, ámbas pro
cedentes de árboles muy grandes de las selvas vírgenes. La del
Sinú se parece poco a la del San Jorge, puesto que ésta última
tiene una semilla que despojada de su concha es larga, aguda
en sus dos extremidades y con una ranura longitudinal como el
grano del café. Dicha fruta no se puede comer cruda, porque
en este estado ofrece al gusto el sabor de un frisol crudo; pero
cocida o tostada tiene algo del maní; la sustancia grasa es abun
dantísima tanto en la semilla interior como en la carne exterior
que se abre en dos velvas en su estado de madurez. Se dice que
------62
--------- EL RIO SINU ---.-----------------------s--

el pájaro nombrado paugil abre dichas almendras con el calor


de su cuerpo, echándose encima de ellas; que así la fruta hace
explosión, fenómeno que Mungo Parck había observado ya en
el interior del Africa con las semillas de un Pandanus, que ha
cen explosión al calentarse a los rayos del sol, con tanta violen
-
cia que causan muchas veces accidentes.
La flor de este almendrón es de un bello morado claro, olo
rosa y de una estructura de papillonáceas de las mas elegantes,
pero por las frutas no puede pertenecer a la familia de las legu
minosas, sino a las terminalias, denominación adoptada por la
configuración general de la planta, mas que por la disposición
de los órganos sexuales. Efectivamente dicho árbol presenta
en la punta de cada rama una corona de hojas como la parte
terminal de un palmero.
Pero mas que todo, la particularidad de sus hojas alejan
este vegetal de todos los demas. En efecto, el árbol, que se des
poja completamente en el verano, antes de devestirse de nuevo,
brota por las extremidades de sus ramas menudas unos petiolos
largos y encorbados como anzuelos; ellos son del grueso de un
dedo en la parte adherente a la rama y disminuyen progresiva
mente hasta la punta muy aguda. El petiolo tiene 45 centíme
tros de largo, y se abre en un sentido longitudinal en los pri
meros días de Marzo. Esta erupción que se opera en pocas ho
ras hace brotar afuera hojas de veinte centímetros de largo y
cinco centímetros en su mayor ancho, con hordes no dentados,
ya todas formadas y enrolladas sobre sí mismas en número de
seis pares sin impar. Ese movimiento se efectúa con tanta rá
pidez que por aquella circunstancia el vegetal parece partici
par de la vida animal como las sensitivas cuando se retraen a
la menor impresión que reciben de afuera; una vez de-s
sarrolladas las hojas, el árbol vuelve a su inmovilidad de vege
tal, a los pocos días se cubre de sus elegantes flores reunidas
en racimos como el syringa vulgaris de Europa, al que se ase
meja por el color. A las flores suceden las almendras muy nu
merosas que solo se maduran en el mes de Febrero. En aquel
tiempo el murciélago (vespertitio spectrum), las arranca y les
come la carne exterior, llevándolas por los aires a largas distan
cias, lo que puede haber contribuido a multiplicarlos tanto. Es
te árbol en pocos años adquiere proporciones tales que el tron
co sirve para piraguas inmensas hechas de una sola pieza. Su
madera de poca dureza y menor duración aún, tiene la particu
laridad de calentar el hacha que lo labra al punto que cada diez
minutos hay que dejarla enfriar para que no se destemple,
Este árbol no se ha observado en el Sinú, y me veo preci
sado a describirlo tan minuciosamente, solo para hacer ver que
el almendrón que allí se encuentra es muy diferente. Desgra
ciadamente yo no he podido ver mas que las frutas de este úl
timo, de las que mandé notables cantidades a Europa y a Bo
EL RIO SINU 63
-
gotá, sin haber visto el palo que las producía, aunque perma—
neciendo muehos meses casi debajo de

no
él.
Eso tiene nada
extraño; naturaleza tiene tantas fojas, que
se de

de

no
libro

el

la
puede fijar

en
la
ateneión cada una de ellas.
número algo no

en
Las almendras del Sinú comidas erudas
table, son laxantes; efecto probablemente solo de

es
que

y la
lo
aceite que contienen. Las del rio San Jorge
de
abundancia
las del Cauca, tostadas revueltas con cacao, dan un choco

el
y
late mas agradable que puro; tambien sirven para hacer dul

el
ces muy puros. La extracción del aceite sería muy ventajosa

,
pudieran recoger sin ma

se
por las inmensas cantidades que
-yor costo. -

Despues de haber tratado del cacao silvestre del almen—

y
-

on de que solo he visto las frutas, me resta hablar de otro


...

mas particular

es
árbol de que solo he probado savia, si la

lo
y
que no he podide determinar árbol bejuco.
es Fué del mo

o
do siguiente que hice este último descubrimiento.
Un día sucedió que me quejaba de falta de leche; ya te
estómago mal dispuesto desgana me hizo desear ali la
el

nía
la
y

hallaba pre

q”
se
mentos que sabia no podía conseguir. Onomá
sente siempre me sostenía que alto Sinú en su estado
el
y

agreste reunía todos los recursos de las regiones civilizadas,


queriendo sin duda probarme que era con razón que hablaba
hermano Yapé.
de

en
su

su
se

así, apartó mí habló lengua


y

Este llamó dos indios que salieron con llevándose un calabazo


él

le
vacío.-Yo adiviné que joven india preten día conseguirme
la

esperé resultado con alguna impaciencia, deseando ver


y

che
el

como harían para conseguir leche en un lugar donde no había


a.CaS.
V

Yo había leido muchas veces que los salvajes saben orde


ñar animales silvestres esperaba que me presentaran leche
y

de alguna danta tal vez de alguna marimonda.


o

Al cabo de unas horas volvieron los indios con calabazo


el
2

lleno, Onomá con aire de triunfo, llenó del contenido una to


y

presentó. líquido era blanco espeso como


El

tuma me
la

y
y

verdadera leehe de vaca. La probé, aunque de un gusto agra


y

dable, bien descubrí que no tenía aquel olor sui géneris que ca
racteriza las secreciones animales.
Siempre me hicieron un misterio del vegetal que produce
indio bravo persuadido de que nosotros
El

esa sustancia.
lo

menospreciamos por su ignorancia, aprovecha todas las ocasio


nes para hacernos ver que también conoce cosas que noso
él

tros ignoramos. De los trabajadores los unos pretendían cono


cer palo; pero entre ellos había contradicción: los unos soste
el

nían que era un árbol otros que era un bejuco, Los primeros
y

aseguraban que leche del bejuco un veneno, que hizo


la es
la

lo

que siempre prefiriera servirme de leche que me traían los


indíos, puesto que ya tenía experimentada. Siempre me reser
la
64 EL RIO SINU

vaba conocer mas tarde el vegetal, y las circunstancias dispu


sieron que hasta la fecha no lo haya podido ver. -
Humboldt encontró un palo de vaca cerca de nueva Valen
cia y escribió un memorial sobre este respecto. Kunth preten
de que es una urticea que llama galaeto dendrun utile. De Ca
racas se han mandado individuos vivos a la Holanda, donde se
vendieron a muy alto precio sin que se sepa se han aclimatado.
En el rio Demecari, Jones Smith tambien descubrió un árbol
de la misma clase. Así es que se puede presumir que el Nuevo
Mundo posee muchos vegetales de una savia que puede susti
tuir la leche.
Existe otro palo en la localidad que solo he podido conocer
por unos pedazos de concha gruesa, amarilla, el exterior liso
como raspado, muy aromático, que me daban los indios. Puede
ser algun sasafras, y es el perfume favorito de los salvajes,
que se lo cuelgan en el pescuezo.
Me hicieron conocer una planta pequeña, cuyas hojas algo
espesas, segun me acuerdo, cuando se mascan, producen sobre
la lengua un efecto casi instantáneo; esta se aduerme al punto
que uno queda privado de la facultad de hablar por el espacio
de media hora. La planta sirve así de juguete, pero una virtud
tan decidida puede tener aplicaciones mas serias y útiles en la
medicina. Una sustancia propia para producir una paralización
nervosa, debe ser un antipasmódico de los mas enérgicos. Hoy
que la medicina racional consiste principalmente en producir
efectos bien determinados para llegar por medio de una per
turbación artificial a dominar la perturbación fisiológica que
constituye cada enfermedad, un medio seguro de producir una
anestesia local fuera mucho mas importante que el cloroformo
que ataca siempre directamente el centro nervioso.

XVIII. — FIEBRE Y POESIA.

Mi narración ha seguido hasta aquí exponiendo lo visto y


lo hecho segun los recuerdos que me han quedado impresos en
la memoria. Ningun trabajo me ha costado el evocar tantas
imágenes de un episodio de mi juventud. Es la estación de la
vida que se recuerda con mas placer. Puede ser que se me ha
yan ya olvidado muchas cosas de aquellos tiempos. La memoria
es infiel y defectuosa. Tambien he omitido intencionalmente
muchos detalles como inconducentes al objeto principal de mi
trabajo que tiende a hacer conocer, por medio de la palabra, al
alto.Sinú eomo yo lo conozco de vista. ¿Habré acertado con mi
intento? Hay tantos modos de contar y de describir, que no
puedo menos de decir algo sobre mis ideas relativas al modo de
escribir la historia.
La facultad que tenemos de comunicar entre nosotros por
medio de la palabra, poco se ha estudiado y profundizado bajo
º

-
-

d
EL RIO SINU 65

ciertos aspectos. Aquí solo me ocuparé de esa facultad con


relación al uso que de ella hace el historiador. Describir las
situaciones y los objetos y narrar los aeontecimientos, debe ser
la base de su tarea. Ahí ya presentan dificultades que lo obli
gan a buscar el equilibrio entre dos extremos: exponer con de
masiada minuciosidad produce el fastidio en el espíritu del lec
tor; exponer los nudos hechos meramente en el curso de una
narración, es lo mismo que exhibir un cuadro en que las figu—
ras no se hallan mas que representadas por líneas, sin sombras
ni colores. Hay una dificultad mas culminante que es la de
sºver en qué órden conviene disponer los sujetos que hay que
tra ar. Sobre todo ésto Aristóteles prescribe reglas que el jui
natura) ya tiene inculcadas en nuestro entendimiento, sin que
a!a os podido ensanchar por eso el campo de nuestras con—
ºpciones. Siempre nuestro lenguaje obliga a presentar al es
píritu cada objeto aislado, cuando en el estado natural todo es
uno y todo marcha junto. Cada objeto indiviso solo lo es para noso
tros. Por otra parte no hay nada aislado en lo absoluto. Lo
creado solo a nosotros aparece infinito y el analizarlo tomando
cada cuerpo aparte, no es más que una operación de nuestro es
píritu. Lo existente es, pues, un solo cuerpo indivisible por su
esencia; nosotros solo vemos diferencia y variedad en lo que
eonsideramos como partes que lo componen. Lo que vemos no
es precisamente lo que existe y lo que existe no lo podemos ver
en su estado verdadero. Muy diferente fuera este mundo de
lo que nos parece, si pudiéramos contemplarlo sin el intermedio
de nuestros sentidos. Ningún objeto debe considerarse aisla
do, porque no lo puede ser. La relación es universal como lo
es el movimiento que la produce. Pero de io existente solo te
nemos nociones imperfectas, y eso solo de una parte de las co
sas y la mayor parte pertenece a lo desconocido para nosotros.
Así el órden universal se efectúa bajo la concurrencia de agentes
que son uno solo sí mismo y nos parecen muchos de cualquier
modo que lo estudiemos. Lo que nos hace ver así la variedad
o la pluralidad es justamente la impotencia de adquirir nocio
nes perfectas de lo existente. Los vacíos que reparamos por
todas partes son los lugares ocupados por cuerpos invisibles.
Ahora pasando de los objetos abstractos a los objetos que
podemos abrazar con nuestros sentidos, creemos ver en cada
acontecimiento ocurrido en nuestra presencia, una infinidad de
agentes gravitar y concurrir para producir un mismo efecto.
Reparamos que dos cosas no se pueden encontrar sin haber tro
pezado en su camino con una infinidad de otras. Así resultan
para nosotros los acontecimientos. Pero todos esos encuentros
se preparan de tan lejos, que incapaces de ver todo, supone-s
mos que son obra de la casualidad. ¿Cómo describir en efecto
tantas cosas que toman parte en un solo suceso, y en que pun
to del espacio tomarlas para de ahí describir el camino que han
66 EL RIO SINU

seguido para cooperar al suceso que se describe? Así en la im


posibilidad de ofrecer al lector tantos objetos diferentes que
accionan a la vez, no le hacemos ver más que lo que nos pare
ce esencial. La historia que escribimos así es un drama repre
sentado en una sala oscura, se oyen voces y no se ven los acto
res. La historia pierde así su mérito principal, que consiste en
pintar los hechos con todas las circunstancias que han influído
sobre ellos. Si queriendo ser puntuales al extremo, procura —
mos abrazar todo el conjunto de dichas circunstancias y de los
agentes desconocidos, la atención del lector se cansa y se pier
de en tanta complicación; es entonces un drama representado
en una sala tan alumbrada, que no se puede distinguir nada
por la profusión de las luces.
El que escribe sus propias memorias tiene siempre algo del
avaro que no quisiera perder una partícula de lo adquirido. El
quisiera imponer exactamente de todos los pormenores y hacer
ver bajo qué disposiciones ha observado lo que describe. Bien
se sabe que cada hombre acciona bajo el impulso de sus pro
pias ideas; ideas que en cada individuo se diferencian más o
menos de la generalmente admitidas en la época en que vive,
El espíritu de cada uno al contemplar el Universo y al estudiar
se a sí mismo, se ha hecho un modo aparte de ver y de sentir.
Es lo que constituye la individualidad, y el lector que no está
del natural del autor, no puede justipreciar lo que
mpuesto
ee.
-

Generalmente el que escribe, considerándose como un hom


bre que habla a los otros hombres, trata de poner sus ideas al
nivel de las ideas de su tiempo; sinembargo, hay autores mas
inspirados que se adelantan hacia lo que se describirá mas tar
de. Hallamos un ejemplo del primer caso en la relación de la
toma de Jericó, en que el historiador, para decir que Josué hi
pa
zo durar el día mas de lo natural, dice que el profeta hizo
rar el sol, milagro que un historiador de nuestra época hubiera
descrito diciendo, que el profeta suspendió el movimiento de
rotación de la tierra. El ejemplo inverso se encuentra en el
libro de Job (XXVI. 7.) en que el autor representa ya
la tierra suspendida en el vacío, lo que es adelantarse hacia las
ideas futuras sobre el mecanismo del sistema planetario, ha—
llazgo o inspiración que sorprende cuando se considera que ha
sido hecho en una época en que los sabios creían todavía que el
mundo tenía sus límites a alguna distancia de las riberas del
mediterráneo, y que el sol se acostaba todas las tardes en el
océano para refrescar los cabellos de su carro y empleaba toda
la noche en nadar del lado del oriente para de allá elevarse de
nuevo sobre la tierra que se suponía una superficie plana.
Pero ni la debilidad de nuestra atención que no puede fi—
jarse sobre muchas cosas a la vez, ni las ilusiones de nuestros
sentidos que nos engañan haciéndonos ver las cosas diferentes
de lo que son; ni la multiplicidad de las circunstancias que mo

º
EL RIO SINU 67

difican la marcha primordial de los sucesos; ni el estado infan


de nuestros conocimientos, que aunque adelantados, todavía
notil

última palabra ciencia; nada de eso influye

de
han dicho

la
tanto sobre nuestros medios de hacernos entender con toda
claridad, como las disposiciones físicas morales de nuestro

y
propio ser.
El estado normal de nuestro intelecto raras veces goza de
una integridad perfecta. Hoy vemos concebimos todo con

y
toda claridad, mañana tenemos distracciones algun malestar

o
cuerpo. que escribe siente un día las expresiones pin
El

en
el

torescas acompañar los pensamientos; mañana, contrario,

- la
al
imaginación entorpe
se

cubre de un velo, pensamiento

se
el
ce, las palabras propias no presentan para expresar las

se
ideas. Lo mismo sucede lector, que un día lee con placer
al

lo
que otro día causa disgusto fastidio. Así nos vemos siendo
la le

o
juguetes de fluctuación contínua de los eventos, así nos sen
timos subordinados los movimientos fisiológicos de nuestro
a

cuerpo. ... ...;... Así pensamos, sin acatar que este modo pen

de
otra ilusión de nuestro espíritu, qué
es

sar nuestra manera

es
natural (pero no absoluta) de ver las cosas todas las veces que
las ponemos nivel de nuestra altura humana; pero tan luego
al

como nos elevamos mas arriba de nuestras miras estrechas

y
alcanzamos contemplar las cosas de un punto de vista gene
a

ral, entonces todo cambia de aspecto. Entonces vemos lite

la
ratura, en cuanto medio de comunicarnos nuestro pensamien
a

tos, adelantar humanidad en trabajo de su unificación fu


el
la

tura. Estrechar las relaciones entre todos los pueblos para


canjear sus productos sus luces intelectuales hoy una ten
es
y

dencia general de ella depende bienestar comun. Para ci


el
y

miento de esa intimidad circulación de las cosas espirituales


la

de mas sublime urgencia que Si; in


es

de las materiales.
la

la

teligencia suprema cada hombre carga una partícula,


de

se

perfección hasta obser


su

constituirá de este modo con toda


var marcha general de todas las cosas del siglo, para con
la

que ningún excepticismo puede hacer vacilar.


El

cebir esa
trabajo colectivo de todos los hombres de todos los tiempos
y

agrega algo
su

tiene objeto. Cada generación, pasar, los


al

materiales ya listos para edificación del templo del porvenir


la

progreso marcha seguirá ruta providencial. acto


su

Los
El

su

res del siglo, así como sus antecesores, cumplen misión cada
uno mucho de ellos sin comprender naturaleza de tarea
la

la
y

que una mano invisible les ha medido.


Todo concurre un mismo fin.
el a

Mientras que telégrafo proporciona los medios comu


de

superficie del globo,


el

nicarse en un momento sobre toda


la

arte de comunicarse con mas claridad entre va perfeccio


se

Lo que piensa cada uno


se

completa con
lo

nando también.
que piensan los demas. La capacidad conmemorativa en
se
de

sancha con aplicación estudio difusión las ciencias


al

la
y

y
68 • EL RIO SINU

de las artes con los métodos de enseñanza. El hombre, ávido


de todos los goces, a la par de aspirar a los bienes materiales
que lo hacen vivir con comodidad, atesora en el fondo de su
memoria todo lo que pasa a su alcance, para poder participar
igualmente de los bienes que proporcionan la ilustración y la
erudición. En el seno del bienestar la curiosidad se despierta.
El misterio de su ser y el de todo lo creado es el velo que qui
siera rasgar. Si hasta ahora él nada ha alcanzado a este res
pecto sino la compresión de que existimos, sin saber cómo, so
bre un planeta que no es mas que un átomo del Universo,
esto solo es una prueba de que el hombre de hoy ya sabe algo
mas que sus antecesores que no podían concebir que la tierra era
redonda y giraba en el espacio.
Mientras que el filósofo trata de penetrar en los misterios
del Universo, el socialista ardiente trata de generalizar el amor
del prójimo. El instinto social exaltado al estado de principio
hace comprender que el bienestar individual necesita por base
el bienestar general, y bajo esa creencia evidenciada se conti
tuyó el espíritu del siglo proclamando la intimidad humanitaria
Así los hombres más y más estrechados por el principio de aso
ciación, ya no pueden existir sino con una existencia colectiva
El mundo se convierte en una patria única. Todo se espera
hoy de la reunión de todos los esfuerzos, de todas las luces, pa.
ra dar la última mano a la obra magna, que es constituir la so
ciedad de manera que se proporcione la mayor suma de bienes
tar con la menor suma de males. Para alcanzar este fin
todos somos obreros del porvenir. Cada movimiento es un pa
so; todos marchamos guiados por lo invisible y obedeciendo a
una voz secreta. La creencia en esa marcha providencial es el
último rayo que ha venido a alumbrar nuestra inteligencia. La
fe en un porvenir inmutable, el fatalismo de las pensadores del
siglo se ha generalizado por la abjuraeión de todas las creencias
pasadas. A este dogma vino a reunirse la fe en la inspiración:
el hombre reconociéndose criatura espera todo de su Creador.
Es bajo el impulso de una convicción tan íntima y tan firme
que hoy los hombres accionan con tanta fe sin medir los obstá
culos. Cada uno piensa adivinar su misión y acepta la victoria
o la muerte, la gloria o la ignominia, con la calma que da la se
guridad de que lo predispuesto se cumple por todas partes.
Con la misma calma marchaban al combate y al suplieio los pri
meros soldados y los mártires del cristianismo.
Hoy el Mesías que se espera es una de esas inspiraciones
supremas, manifestación del Verbo que baja por tiempos al es
píritu de los predestinados. Una sola idea y todo se transfor
ma: una nueva era principia. Ya nos hemos convencido de
que nuestro juicio dirigido por las reglas de la lógica, y de que
nuestra aplicación al estudio no valen una de esas inspiracio
nes súbitas que arrebatan. -
A

NOOI OESOT OSITIVNIŅOJL troq orpº zeſ? regiºnuoW-ouºoeyſ


*
EL RIO SINU 69

Es bajo el mismo impulso y sin preocuparme de la suerte


que tendrán mis escritos, que sigo siempre mi intento de hacer
conocer el Alto Sinú, según la imágen que me ha quedado im—
presa en la memoria que remonta al espacio de treinta años el
curso de mi vida. Esos recuerdos sepultados desde tanto tiem
po, a medida q” van reviviendo en la lontananza del pasado, los
veo revestidos de esos tintes vaporosos que velan todo objeto
que se contempla desde cierta distancia; pero ese pasado se me
forma entero. Impresiones y observaciones se me resucitan
con todos los accesorios que las rodeaban en aquellos tiempos;
y por temor de descomponer, al tocarlas, figuras tan fu
ritivas, las voy copiando con todas las circunstancias que han
quedado adheridas a ellas, como el naturalista q” al formar sus
colecciones, teme muchas veces desfigurar las raíces del vege—
tal que quiere conservar, al separar la tierra que la adhiere,
-
y
guarda el madréporo con la peña en que nació.
Otro temor que me hace recoger a toda prisa todo lo que
me ha quedado de aquellos tiempos, me inspira la esperanza de
ver pronto otra vez el mismo lugar y entonces esos queridos
recuerdos de mi juventud, si los conservara únicamente en la
memoria, se confundirían con las observaciones nuevas. Sí,
querido, lector, entre las muchas miras, que como todo, hombre,
lanzo hácia las tinieblas del porvenir, me parece ver venir un
tiempo en que volveré a visitar esas regiones tan retiradas pa=
ra tener oeasión de confrontar lo visto a la edad de veinticinco
años con lo que observaré a la edad de cincuenta y seis. Aun
que esa esperanza pueda ser una pura ilusión, como me ha re
sultado de tantas otras, siempre esa primera exploración nota.
da como lo hago, aunque muy incompleta, aunque superficial,
puede reportar alguna utilidad, en cuanto a guía, a los explora
dores futuros, y me atrevo a creer que con mi experiencia aho
rraré a los otros muchos inconvenientes y extravíos. Aun a
los que no tengan intención de explorar el lugar, la lectura de
la presente obrita puede serles muy provechosa, puesto que la
superioridad siempre creciente de nuestra época sobre las an
teriores, dimana de la facilidad, siempre creciente, que tienen
los hombres por medio de lo escrito, de comunicarse sus actos,
sus observaciones, sus reflexiones, sus impresiones, en fin, to
do lo que pasa en todas las partes del mundo. Para que seme
jante comunicacion surta todos sus efectos, conviene que
el lector esté impuesto de todas las particularidades y de las
circunstancias que dominaban al escritor, puesto que el hombre
nunca puede despojarse del ser sensible ni sustraerse a la in
fluencia de todo lo que puede perturbar sus intenciones y hasta
limitar su facultad de pensar libremente. Impresiones pasa
das y circunstancias presentes ocurren a cada paso, y se puede
decir que el hombre es una colmena de recuerdos que se albo
rota al menor evento. Por otra parte, la acción intelectual se
70 EL RIO SINU

por el estado fisiológico del cuerpo y to


¿ dºminada
Ull.
O a
Hay
eso no es

en nosotros un ser que nos arrebata a cada momento


y nos trasporta a un mundo desconocido: esa deidad es la ima
ginación. Hoy mas que nunca la abundancia de las produccio
nes literarias ha acumulado en nosotros tantas ficciones, que la
vida real casi desaparece bajo una existencia imaginaria. La
novela es uno de los medios de interrumpir la monotonía de la
vida privada en el seno de una civilización perfeccionada.
Se suple la escasez de venturas con la creación artificial de una
multitud de aventuras ficticias. Las novelas, los teatros, son
los grandes medios de producir emociones sobre una generación
que el bienestar social abriga toda especie de sorpresas.
Como hijo de la civilizada Europa, yo cargaba conmigo mi
surtido de recuerdos, resto de lecturas apasionadas. Antes de
abordar a las playas del Nuevo Mundo, ya lo conocía por lo que
los otros habían escrito de las regiones tropicales. Es verdad
que hay mucha diferencia entre lo que se conoce por descripcio
nes y lo que se inspecciona con los propios sentidos, aunque sea
un mismo objeto. No obstante qué inmensa utilidad reporta
el viajero que visita un país por la primera vez, la circunstan
cia de conocerlo ya por las relaciones de otros! Yo consideré
como una buena fortuna la ocasión que se me presentó de
plorar el alto Sinú, puesto que abrigaba la esperanza de adqui
ex
rir la gloria de pintar a mi turno un país inédito.
En las primeras semanas de nuestra llegada a Higueron,
consagrado a mis ocupaciones materiales de fundador, y distrai
do por la multiplicidad de objetos nuevos que se me presenta
ban a menudo, no tuve lugar de evocar mis recuerdos para ha
cer comparaciones. Por otra parte, la facultad sensitiva no se
podía ejercer por la diversidad y las distracciones del espectá
culo que contemplaba por la primera vez. Todo se pa
saba en impresiones fugitivas y mis impresiones propias diferían
enteramente de las que experimentaban los jóvenes cartagene
ros, mis compañeros, en presencia de los mismos objetos. En
esto se hacia ya palpable que cada hombre carga consigo las
memorias de su vida pasada, que desde su primera infancia ca
da cosa ha dejado en él un recuerdo más o menos vivo, y que
cada vez que se le presenta un objeto nuevo, él lo compara, lo
confronta, lo clasifica, se puede decir, en la colección de los ya
conservados en el fondo de su memoria. -

El bagaje conmemorativo del hombre que ha leido poco, se


reduce a lo qúe palpablemente ha conocido y a uno u otro cuento
o historia q” ha oido referir; pero él desde suprimera juventud no
se ha conformado con lo que pasaba materialmente al alcance
de su vista y empujado por una ardiente curiosidad, se ha im—
puesto de lo que los hombres han recordado o imaginado desde
Striffler.
EL RIO SINU 71

que se sabe leer y escribir, aquel hombre tiene una carga mu


cho mas voluminosa. En nuestra época en que la producción
literaria es tan abundante, solamente para estar al corriente
de las producciones notables del día, hay que cargarse la me
moria de acontecimientos que en la vida real necesitarían mu
chos miles de años para efectuarse. En el alto Sinú teníamos
poco que temer de la actividad de la prensa; pocas publicacio
nes nos llegaban. Leíamos solo en el gran libro de la natura
leza y pronto me tocó en suerte de que lo que había visto en
mi estado normal. debía también verlo con los sentidos -
per
turbados por la enfermedad.
Mas de dos meses habían ya pasado de nuestra llegada y
apesar del suelo y de continuos desarreglos en un lugar despro
visto de comodidades, ninguno había caido enfermo todavía. La
situación dei establecimiento no era muy ventajosa, puesto que
está probado que en las regiones tropicales los sitios mas salu
dables son los que reciben los primeros rayos del sol salente,
como en las regiones del norte son los expuestos al sur. En
nuestro establecimiento, el cerro de Higueron nos velaba el sol
hasta las diez del día y despues de las doce el astro alumbrador
y calentador reponía la falta de sus rayos en las primeras ho
ras del día, multiplicándolos con exceso sobre la superficie ver
tical del cerro, concentrando toda su fuerza calorífica sobre el
suelo recien descuajado en que se levantaba el establecimiento
Así a la frescura humedísima de la mañana, sucedía sin transi
ción alguna un calor de los mas sofocantes, hasta la tarde, en
que las alturas empezaban infaliblemente a desprender sus
chispas eléctricas para condensar los vapores de la atmósfera.
Aun en la estación del verano pocas veces nos faltaban lluvias
por la noche; por cuya razón los troncos gruesos yacentes en el
suelo no se habían podido reducir a cenizas apesar del cuidado
que teníamos de pegarles fuego cada vez que lo permitía el
tiempo. Esos troncos, ya sin ramas, servían de asientos en
las tertulias que se improvisaban por la tarde. Allí se forma
ban grupos de jugadores de baraja. En otro el señor Eugenio
Gómez reunía un numeroso auditorio muy atento a su palabra
cuando contaba sus viajes sobre el mar, las costumbres de los
pueblos de las Antillas, las grandezas de Cartagena. El públi
co agradecido y admirado de tanta elocuencia, lo gratificaba
con algunos vasos de aguardiente, y en seguida, bajo la influen
cia del licor traieionero, el orador, transformándose en menes.
trel, cantaba canciones más o menos lúbricas, que dadas en su
memoria como últimos restos de las orgías de buen tono, notas
moduladas en los salones o sobre la cubierta de los buques, de
que debían extrañarse los ecos de un país salvaje.
. Tales eran las diversiones nocturnas de la sociedad higuero
nera. Mientras que la turba er contraba así modo, de olvidar
su aislamiento con las pinturas y los acentos de otros lugares,
72 EL RIO SINU
yo tenía que retirarme a mi gabinete para arreglar la contabi
lidad y la correspondencia. Durante todo el día otras ocupacio
nes no me dejaban lugar para ocuparme de eso.
Hasta entonces mi salud no había sufrido ninguna clase de
disturbios. La agitación tampoco me dejaba reparar algún
cambio en el semblante que solo los otros notaban y me que
rían hacer observar; pero confiado en mi juventud no hice caso
alguno de eso. Así sucedió que una mañana, queriendo levan
tarme de mi cama, sentí con mucha sorpresa que mi cuerpo
quedaba insensible al impulso de la voluntad. Ningún esfuerz
me valió. Sin dolor me ví reducido a la cama.
¿Quién de nosotros no se acuerda haber pasado esos días
tan largos y mas interminables noches, tendido en un leci.
imposiblitado por la enfermedad? Entonces, separado de la
vida activa, al pobre cautivo no le queda otro recurso que el de
apelar a los recuerdos de la vida pasada para olvidar las pena
lidades del presente, Nuestra existencia en el intervalo de
tantos momentos de placeres, tiene episodios tristes y peno
sos, pero que se olvidan mey pronto, una vez pasada la enfe
medad.
El cacique Cachichí poco faltaba de la casa con su familia,
y para distinguirse sin duda del vulgo de su pueblo, dormía ba
jo nuestro techo. El sacerdote hubiera probablemente hecho
lo mismo; pero su esposa había atraído mucho la atención de
los jóvenes cartageneros, que pretendían que una india mona y
graciosa como ella, haría mucho efecto en la tierra baja. Esas
atenciones no podían ser apreciadas por un marido.
La joven Onomá, aunque dotada de poca sensibilidad como
todas las indias, salvajes o nó, apenas tuvo noticia de mi enfer
medad se instaló a mi cabecera. Como se sabe, la mujer toma
siempre mas interés por los hombres enfermos que por los que
gozan de buena salud. Para el hombre errante lejos de su fa
milia, siempre la Providencia ha dispuesto alguna mujer ca
ritativa que le hace olvidar su aislamiento. Hasta en el centro
del Africa el viajero inglés Mungo-Parck, abatido por las fie
bres, había encontrado dos mujeres que le cantaban, como en
su infancia había hecho su nodriza en Londres. Lo mismo me
fué reservado en mi soledad del Sinú, y el solo hecho de ver
junto de mi cama a una joven salvaje que me fijaba con sus
grandes ojos negros, esta sola vista despertó en mí una multi
tud de reminiscencias literarias que el estado febril de mi cuer
-po rodeaba de reflejos mágicos, al punto que por momentos a
la realidad se mezclaba lo fantástico. Dudaba del tiempo pre
sente y lo que no había sido mas que ficciones en mi infancia,
se revestía en aquellas circunstancias de formas palpables, Mi
-
vida retrocedía a diez años.
Me veía de nuevo en nuestra Alsacia, en el seno de mi fa
milia. Entonces ya una joven india del Orinoco, bella y encan
de

Oro
A.

de
J.

P.
Dr. Ramón Hoyos.—Montería. Dr. don Gómez Recuero.—Ciénaga
EL RIO SINU 73

tadora como todo lo imaginado, venía a sentarse a mi lado y me


hacía ver con indiferencia las caras rubicundas de nuestras jó
venes alsacianas. . Cosa admirable! gracias a la literatura, so—
bre los bordes del Rhin, me venía un reflejo de los seres del
Orinoco por medio de un libro que me tenía encantado. Sí! en
nuestra casa de campo, debajo de un vergel de lonícera capri
folium cubierto de masos de flores olorosas, ya pasaba días en=
teros leyendo el ermitaño de la Guayana (l'hermite de la Guia
ne) de Mr. de Joui, de la Academia francesa. Mr. de Joui, sin
caminar tan lejos como yo, sin salir de su asiento de académi
co, se había transformado en un caballero francés de la corte
de Luis XVI, que salido joven de su patria se había confundido
con los indios del Orinoco, había encontrado allí una joven
Amioia a quien amó, de quien tuvo una hija encantadora como
el Fausto de Goethe, había encontrado una Margarita con ayu
da de su Mefistófeles. Despues el tiempo rodó insensiblemente
y desvaneció todo y el joven francés de los tiempos pasados
volvió a su patria cargado de años y de recuerdos: esto fué todo
lo que pudo guardar de su vida pasada sobre los bordes del Ori
noco. Con qué tristeza el pobre francés, sintiéndose entonces
como desterrado en su propia patria, recordaba a cada paso su
vida de salvaje de que todos los encantos del centro de la civi
lización no podían consolarle
Mr. de Jouí al escribir esta obra no tenía otro objeto que
el de hacer mas patente la diferencia entre las costumbre de
los franceses al fin del siglo pasado, con las del principio del
nuestro, despues que el abismo de la Revolución hubo borrado.
anonadado tradiciones y costumbres, y que de este caos surgió
una creación nueva: la sociedad francesa bajo el primer
perio.
Im
Ciertamente que el cuadro imaginado por el autor era el
mas apropósito para dramatizar tantos contrastes. En efecto,
para un francés salido de la corte de Luis XVI en 1782 y vuel
to a Francia en 1812, sin saber lo que había pasado en su au
sencia, era lo mismo que entregarse al sueño en la corte de fie
rro de Carlo Magno, y despertar en la corte engalada de Luis
XIV. Pero nada de esto pudo penetrar en el entendimiento de
un joven de quince años. Yo no veía mas en esa historia que
un hombre que había hecho un sueño de treinta años en q” vivió
con una existencia muy diferente de escenas que habían alum
brado su infancia, y terminado el sueño había despertado de
golpe, envejecido, en su país natal, y por lo tanto obligado,
para llenar el inmenso vacío de su vida de Europa, de apelar a
los recuerdos de su vida de América, para comprender por qué
transición había llegado de los treinta años a los sesenta.
No hay duda que «l'hermite de la Guayane» haya sido el
Mefistófeles que se apoderó del joven alsaciano de quince años
y lo hizo minero en Higueron a los veinte y cinco. La Atala de
*
74 — EL RIO SINU

la índole que caracteriza la juventud moderna.


continuas nos distraen de la vida material.
-
Chateaubriand y otras tantas heroinas, han tenido tal vez igual
mente parte en la transformación. La influencia de la litera—
tura, con respecto a novelas, se hace sentir principalmente en
Las lecturas
La marcha natural
de los acontecimientos poco se observa por el interés que se to
ma por acontecimientos ficticios. Las personas con quienes
vivimos no nos ocupan tanto como los personajes imaginarios
de los libros, y mas tarde, el joven al tomar asiento en la vida
activa, confunde como Don Quijote la verdad con la fábula.
En nuestra Europa el abuso de las lecturas y las distrac
ciones de los teatros, se han generalizado mas que por otras
partes, por la facilidad ingeniosa qúe ofrece la especulación
para que todos puedan satisfacer sus deseos a este respecto.
Los largos inviernos en que la naturaleza duerme, obligan
igualmente a distracciones artificiales. Mediante estas pueri
lidades, la iuventud, ávida de placeres y de emociones, abdica
la existencia natural para lanzarse en mundo fantástico. De
ésto nacen ideas extravagantes y errores funestos. Se cree
conocer el mundo por haber leido descripciones de un mundo
que no existe. Pero pronto a esas primeras impresiones reci—
bidas en una imaginación vírgen todavía, suceden otras muy di
ferentes.
El espíritu de imitación y la ambición de inventar cosas
nuevas se apoderaron del hombre desde la cuna: cada edad, ca
da sexo tiene sus aspiraciones que se comunican por las fre
cuentes reuniones. . El cándido niño que sale del Colegio para
abrazar la vida de estudiante, al tocar el árbol de la vida, reco
noce su desnudez, y entonees para disimular su inocencia de
que se ruboriza, copia sin discernimiento las maneras que en —
cuentra en la nueva sociedad en que se ve admitido. Así re
sultó al colegial de Strasburgo cuando se vió estudiante en Pa
rís. El reparó pronto que las obras de Mr. de Jouí que tanto
lo habían hecho llorar, se ridiculizaban en la sociedad de los
principiantes literatos y por tanto se vió precisado a hacer co
mo los demás. I a reputación de rídiculo que había ganado Mr
de Jouí no fué causada sinembargo por «l'hermite de la Gua
yane», sino por otra obra en que el autor se le había escapado
la máxima siguiente que el genio burlesco de los franceses nun
ca le perdonó: «Quand on fut toujours vertueux, ou aime a voir
leverº l'aurore.» El pobre académico emitió este concepto como
arriesgamos muchas ideas y expresiones sin poder adivinar su
suerte futura. Shakespeare lanzó al viento de la fortuna mu
chas palabras que hoy se consideran sublimes. Víctor Hugo
es el mas atrevido en esa lotería del pensamiento. En este juego
Mr. de Jouí que quiso ser autor serio y sentimental (y tal vez
por ésto) ganó su reputación de rídiculo. La excéptica juven
tud moderna que ha adoptado por sistema no creer en la vir
EL RIO SINU -
75

tud de los hombres, encontró en esa máxima de moral pinto


resca un motivo de risa y de ridiculés, Hoy los tiempos han
transcurrido, muchas otras cosas han venido a ocupar sucesi
vamente la atención del público. Hasta Mr, de Jouí está casi
olvidado y pocos se acordarán todavía de la reputación ridícula
que le dió una sola frase. Yo mismo me extraño de verme re
ducido a recordar esta anécdota literaria que se me ha presen
tado a la memoria, En esta incidencia no puedo ver otra cosa
sino ese lazo misterioso que liga entre sí
- todas las cosas de es
te mundo.
Si el Cacique Cachichí no hubiera tenido una hija, ningun
motivo habría tenido para mencionar las obras de Mr. de Jouí.
Sin el deseo perseverante que siempre me ocupa de profundi
zar el misterio de la vida, no hubiera buscado en este momento
por qué declive me vi arrastrado desde el suelo natal hasta el
alto Sinú. El movimiento universal que produce todo y arre
bata a cada uno en un torbellino, es tan incomprensible para
nuestro pobre entendimiento, que a todo me agarro en busca
de la solución del gran problema, para la adivinanza del gran
enlgma.
iTantos pensamientos! tantos proyectos! tantos deseos!
tantos esfuerzos! y al fin nos convencemos de que todo marcha
de modo que nuestra pequeña partícula de voluntad no puede
nada contra el movimiento general! Nuestro mismo sér físico
y moral, no es mas que una cosa en que nos sentimos formados
sin saber cómo. Nuestra capacidad, nuestra sagacidad nos han
sido dadas en el estado en que se hallan. La fragilidad de
nuestro cuerpo y la fluctuación intratable de nuestros pensa
mientos, los vemos como escollos que solo el viento de la Pro
videncia, dirigiendo nuestro esquife, puede hacernos evitar.
Sentimos un mundo invisible que gira en el vacío dascono
cido. Allí pueden encontrarse obstáculos invencibles, y es sin
embargo, con la convicción de que todo se cumplirá fatalmente
a despecho de todos nuestros esfuerzos, que siempre andamos
fiados en nuestra estrella, contando con la fortuna y un largo
porvenir. Sí; sabemos todos que cada uno de nuestros pasos
puede ser el último y por eso no dejamos de andar. La espe
ranza nos sostiene; nuestro destino nos impulsa.
El hombre, fiado en las luces de su inteligencia, marcha
tembloroso, con desconfianza. El que se ha persuadido que el
porvenir ya existe formado, marcha con confianza aceptando
todo lo que puede sobrevenir como inevitable.
El sentimiento de la predestinación es la creencia domi
nante de la generación presente; es el efecto del trabajo intelec,
tual. Es a fuerza de profundizar el mecanismo del mundo,
hasta donde podemos extendernos, que los pensadores han

¿dº
62
el método fácil de
la Cla.
dejar ir las cosas, sin inquietarse
76 EL RIO SINU
e
Meditaciones y recuerdos como los que acabo de exponer
fueron los primeros tópicos de mi enfermedad. Veíame redu
cido a la inactividad y solo entonces pude comprender mi aisla
miento. Todos mis recuerdos fueron evocados para utilizar el
tiempo en algò; pero ni los recursos de mi imaginación, ni las
medicinas de mi botiquin, ni los cuidados afectuosos de Onomá,
mi Amioia de Higueron, pudieron vencer la enfermedad. Por
otra parte, las comunicaciones con Lorica se hacían mas dila
tadas. Nada se sabía de los ingenieros de Europa que debían
llegar. Esa confianzá que hace lanzar sin reserva en las vías
del porvenir se iba menguando en mi mente. Ese dulce nº —
suelo que nos penetra al sentirse rodeado de la tierna vig
-

cia de una persona amada y que nos ama, no podía soster , no


en un lugar donde no encontraba mas que personas extr s.
El temor de morir en esas soledades, en ese aislar.:
vino pronto a alucinarme. La inevitable muerte debe sorprender
al hombre en circunstancias muy diversas. Los unos, mueren
lejos de sus semejantes en la profundidad de las selvas o aban
donados en las olas del océano; los unos, perecen sobre un cam
po de batalla adonde llegaron ufanos y con la esperanza de glo
riosa victoria; otros en los palacios dorados, rodeados de
todos los recursos que no pueden librarlos; otros, miserables en
una triste bohardilla, privados de todas las comodidades, a no
ser la de expirar cuando venga la hora. Todos los seres animados
y dotados de la facultad locomotiva, van en busca del lugar de
su sepultura futura, alegres o tristes, burlones o serios. Pero
siempre el hombre tiene sus aprehensiones y hasta en la muer
te desea lo confortable.
poderarses de mí.
La misma debilidad pronto vino a
Ideas que nunca me hubieran sobrevenido
a
en estado de salud, vinieron pronto a hacerme considerar con
espanto la soledad en que me hallaba. Pronto la determina
ción de alejarme y volver a Cartagena se fijó en mi. La dis
tancia era larga; pero había una grande esperanza. La facili
dad de la bajada debía pronto ponerme en la boca del río, y
con una noche de viento favorable estar al lado de mi familia.
Mi mayor pesar era abandonar un país entrevisto y no es
tudiado como había pensado hacerlo. Pero la decadencia con
tinuada de mi constitución, pronto acabó de vencer la obstina
cíón moral. Mi partida se fijó irrevocablemente. Cruel
cepción! ni en materia de etimología había tenido lugar de re
de
coger algunos insectos para obsequiarlos a mis amigos de Euro
pa! Una esperanza me alumbraba por el momento: restable
cerme pronto y volver,

XIX.—DESPEDIDA.

Ya hacía muchos días que las calenturas no me dejaban.


El cacique me traia las yerbas que se usan entre los indios en
*7

eſ
ºp

uoCI oļuonuv ej-reſºſ zrujnueſAl – uænuoJAI LIOCI IonueſAI ezopu3JAI e3eu9!O—“GI o.IO
EL RIO SINU 77

semejante caso. El me ponderó principalmente la eficacia del


canime o bálsamo de copaiba tomado por gotas en un poco de
caldo. Este método curativo me sorprendió mucho por la sin—
gularidad de que desde muchos años había sido preconizado en
Europa. (*) Hay una correspondencia oculta en la circulación
de las ideas: un pueblo enteramente aislado usa un remedio
del mismo modo que está prescrito en Europa! y lo mas singu
lar es que el secreto no es ni conocido por los médicos de Car—
tagena.
Pero ningún remedio me podía curar. Ya se había fijado
en mi mente la resolucion de bajar. Las canoas de abajo, co
mo lo he dicho, ya no se presentaban; no se sabía nada de los
ingenieros. El establecimiento estaba formado; había mucha
madera lista y almacenada; la plantación de enfrente próxima
a producir. El viejo Flórez me ofreció tomar todo a su cargo
mientras la dirección tomará alguna medida.
Una mañana hice alistar una canoa y me dirijí al puerto.
El pobre cacique desesperado me acompañó hasta allí con la
aprehensión de no volver a verme mas nunca. La amistad en
tre dos seres en un desierto se vincula con mas estrechez y
prontitud que en las distracciones del mundo habitado.
Onomá, desde que me vió resuelto a partir no había mani
festado nada sobre el particular; sinembrgo, el día de la despe
dida la joven salvaje me quiso probar que aunque salvaje, ella
sabía sentir, y lo mostuó de una manera digna de las mujeres
civilizadas que se han formado con la lectura de las romans in
tume. Jorge Sand, por no haber sabido de ella, no hizo de la
pobre una segunda indiana.
La princesa, aunque india brava, tenía su grano de vani
dad femenina, y tomó mi resolución como un desprecio a sus
servicios tan desinteresados. Humillación muy grande para
una persona de su rango y de su sexo.
Desde nuestra llegada ella había adoptado el vestido de las
mujeres de las tierras bajas; para eso no tuvo mas que ponerse
una pollera y algunas veces una camisola. El día que me em
barqué ella se presentó en el puerto vestida de nuevo a lo sal
vaje. Séria como de costumbre, se plantó derecha contra el
barranco cerca de la canoa en que me iba a embarcar. Allí se
quedó derecha, inmóvil como una estatua, sin hablar, recor
dándome la inmobilidad lucrativa de aquellas mujeres modelos
»

¿?
(*) El
Padre Labat ya en el año de 1740 preconizó esta aplicación, ase
que en 1719 se habían hecho en Francia ensayos muy acertados.
Hoy el uso exclusivo de la quinina se haya tan generalizado, que toda otra
sustancia ha sido abandonada, lo que es una falta, pues queda averiguado
que en la sucesión periódica de las constituciones etiológicas, se presentan
epidemias febriles en que la quinina se muestra del todo ineficaz.
78 EL RIO SINU

que nos servían de tal en los talleres artísticos de París. La


joven inculta, en su lenguaje mímico y expresivo, quiso estam
par así su imágen en la memoria del extranjero que pensaba
ver por última vez. Una mujer civilizada hubiera dado su
retrato. - La hija de la naturaleza se hizo fotografiar en mis
Ojos,
Los bogas despegaron la canoa que rápidamente se alejó
con la corriente. Pronto llegamos a la playa extrema de la pe
nínsula y de allí volvimos al otro lado del cerro de Higueron
describiendo un semicírculo. Entonces la embarcación siguió
al norte alejándose a toda carrera del sitio del establecimiento.
Apenas había dado esta vuelta cuando sentí en mí un cam
bio completo: toda sensación de fiebre había desaparecido. Des
de que me alejé del cerro de Higueron, me parecía haber mu—
dado de atmósfera. Y en efecto, al pié de aquella altura me
hallaba sumergido en una capa de aire condensado y rico en
humedad. La atmósfera tiene muchas capas sobrepuestas, lo
mismo que las capas de la tierra en la concha sólida del globo.
Esta diversidad de capas, aunque generalmente invisibles, se
hacen muchas veees sensibles al ojo, como lo había ya reparado
en el puerto de La Guaira. Allí, hallándome embarcado en la ba
bía, había reparado sobre el fondo verde de las alturas del lado
de Carácas, una línea perfectamente horizontal que se me pa—
reció como a los peces del fondo del océano, parece probable
mente la superficie del mar vista desde abajo. Quise observar
el fenómeno mas de cerca, salte a tierra y trepé el cerro hasta
llegar a la altura en que había notado la línea. Efectivamente,
llegado a aquella altura pude ver una superficie plana como la
superficie del mar. Era un océano aéreo sobre el océano acuá
tico. De allí pude deducir que existian todavía muchas capas
superiores invisibles que constituyen todas las zonas de tempe
ratura, desde la zona tórrida hasta la glacial. Tenemos, pues,
arriba de nuestra cabeza todas las temperaturas. Esas son co
sas tan conocidas que es una trivialidad el referirlas; mas me
precisa hacerlo, porque reparo que hasta ahora los hombres no
han sacado partido de un conocimiento tan común.
Sin embargo de todas las sustancias que influyen sobre el
ejercicio de la vida, el aire atmosférico es la mas importante;
es nuestro alimento de todos los minutos, es pan constante que
tenemos que ingerir a cada inspiración y expulsar despues de
dirigido, a cada espiración. Esta observación indujo a los fi—
siologistas desde que se descubrió la composición del aire, o
mejor decir, la existencia de la materia al estado gaseoso, in—
dujo, decimos, a inventar una medicina pneumática que tuvo
pocas aplicaciones, porque pronto se reparó la dificultad de pro
ducir un aire artificial más o menos rico de sustancias asimila
bles por causa del inmenso volúmen de este cuerpo que el hom
bre consume en poco tiempo. El enfermo inmergido en un aire
EL RIO SINU 79

artificial pronto lo viciaba mezclando con el que respiraba el


que ya había respirado. Lo que no sucede a los séres que se
apropian directamente el aire atmosférico, puesto que éste, por
su continua agitación se renueva y presenta sin cesar al apara
to respiratorio y a la superficie cutánea del cuerpo, nuevas olas
de aire reconstituido por los agentes naturales, siempre empe
ñades en suministrar a los cuerpos animados un aire propio a
sostener íntegro el brillante fenómeno de la vida. Esto no im
pide que las corrientes de los vientos dejen siempre aire estag
nante en las rinconadas de las alturas y en las partes bajas,
como nos resultaba en Higueron, El menor obstáculo impide
esa circulación tan necesario.
Debemos comprender que la misión providencial del hom
bre, es completar lo que la naturaleza puede producir. Vemos
así todo lo que se puede obtener al dirigir sagazmente la acción
espontánea de la tierra que produce ciegamente buenas y ma
las yerbas. El cultivo multiplica y mejora los frutos naturales,
los alimentos se hacen mas digestibles por medio de una sabia
preparación, el calor se regula, se subsana la falta de luz solar
y se sabe igualmente disminuir ésta cuando es excesiva.
El genio industrioso del hombre ha producido lo confortable
para exaltar el bienestar de la vida material, como la ilustra
ción embellecer la vida moral. Pero para que el progreso siga
en su marcha ascendente, hay que apoderarse de todo lo acce
cible, y resulta generalmente que lo mas presente es lo que
menos se repara. Así nos sucede con el aire que es el motor
invisible de la materia, que de por sí inerte, se ha hecho ani
mada por él.
La ausencia del aire interrumpe en el acto toda acción
tal; hasta la fermentación se suspende, hasta las propiedades
vi
físicas de los cuerpos se pierden, puesto que en el vacío una
pluma pesa tanto como un pedazo de oro. Todo esto es muy
conocido hoy de todos los que posean algunas nociones científi
cas. No obstantes el impulso del genio investigador que siem
pre ha dominado al hombre, cuántos siglos han pasado antes
que el filósofo haya visto un cuerpo en lo que consideraba como
el vacío del aire. De esa deficiencia emanó la imperfección de
las explicaciones de todos los fenómenos naturales, porque se
hacía abstracción del agente mas poderoso.
Sinembargo, Sócrates había dicho ya: «La tierra se haya
en el medio del cielo que la rodea por todas partes. Creemos
habitar el alto de la tierra, como resultaría a alguno que ocu
pando los abismos del océano, viendo el sol y las estrellas, pen
sara que no hay nada en el medio; pero si el pudiera elevarse
y pasar la cabeza fuera de este aire grueso, vería el verdadero
cielo, la verdadera luz y la verdadera tierra.» Así el filósofo
guiado solo por el resplandor de su sublime inteligencia, pudo
adelantar el curso de nuestros conocimientos. Pero esas ideas
80 EL RIO SINU ,

nacidas antes de tiempo, no podían germinar en el espíritu de


los demas hombres, y bien al contrario, la escolástica sutiliza
dora de la edad media, se vaporizó en fútiles disputas sobre el
pleno y el vacío del espacio. Solamente al fin del siglo próxi
mo pasado Lavoisier sometió la materia gaseosa a los experi
mentos del análisis química, a la par que la líquida y sólida.
La guillotina revolucionaria interrumpió el curso de sus traba
jos, como la cicuta ateniense lo había hecho con Sócrates. Los
sabios perecieron, mas la ciencia siguió su carrera.
Hoy la química ha analizado el aire atmosférico en el esta
do normal, y el microscópio ha descubierto los séres que van
fluctuando en sus olas lo mismo que los nómades fosforescentes
que iluminan las olas del océano. Se conocen las proporciones
fijas de sus gases componentes; pero poco se ha estudiado toda
vía como vehículo de infinidad de otras sustancias que se disuel
ven en él y que en el análisis producen sin duda una parte de
la cantidad del ácido carbónico que siempre en él se encuen
tra.
Se dice que en la gran China hay comerciantes que se ocu
pan en exportar el aire de las alturas, que recojen en vejigas, y
y lo expenden despues en las calles de las ciudades. Los com
pradores de este artículo lo consumen aspirándolo como noso
tros ingerimos una botella de cerveza. No se dice qué efecto
puede producir esa clase de alimento que a nosotros puede pa
recer extraño como toda cosa inusitada. Sinembargo, si el co
mercio continúa en la gran China, es una prueba que algún
efecto surte, a no ser que la fe en la eficacia del remedio haya
producido en los chinos el efecto que produce respecto a los
fieles católicos el agua bendita, que sin una fe absoluta no pro
duce efecto. En todo caso, un modo tan particular de conse
guir aire de buena clase, puede perfeccionarse, y no fuera ex
traño que los europeos perfeccionando esa idea primordial, lla
men un día a sus aposentos el aire puro de las regiones altas
de la atmósfera, por medio de un tubo de caucho sostenido por
un globo aerostático y tal vez se elevarán del mismo modo bo
tellas de agua hasta la altura de las nevadas para conseguir he
lado natural. Todo eso es tan practicable como los ferrocarri
les los telégrafos eléctricos y mil otras invenciones modernas.
Entre nosotros tambien, en el lenguaje vulgar, tratamos
ya mucho de la influencia del aire que procuramos renovar con
abanicos y mejorar especiándolo por medio de perfumes; pero
generalmente no vemos en ese cuerpo tan ténue mas que un es
pacio vacío. sin acatar que ese aire atmosférico ténue compa
rado a la masa exterior del éter, debe ser un cuerpo stan denso
como para nosotros el cristal de roca comparado a los otros só
lidos. Es verdad que nos movemos en el aire como los peces
entre el agua, lo que no puede hacerse en los cuerpos duros que
ningun cuerpo igual pueden atravesar sin desagregarlos, a no
NOCI nf NV nº SOÐèſ —'A 10^I 'eº'ſ
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op

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EL RIO SINU 81

ser el calórico que los atraviesa como lo hace el agua en un co


lador. Algunos cuerpos dejan tambien pasar la luz. Es que
con nuestros sentidos adquirimos nociones de todas las cosas
hasta cierto grado solamente; mas la materia en su estado ab
soluto, no la podemos conocer por medio de nuestro aparato
impresionable. Un poco de ideas deducidas de conocimientos
imperfectos componen todo el bagaje de la humana sabiduría,
Con el espíritu ocupado de estas reflexiones que se seguían
libremente, yo veía la canoa correr sobre el río. Tan lenta que
había sido nuestra subida y tan rápida que era la bajada. En
pocas horas ganamos los límites de la altiplanicie de Higuerón.
iQué diferencia tan grande ofrece un río cuando se le baja des
pués de haberlo subido!, Nuestras tan despaciosas jornadas de
subida las recorríamos al bajar en menos de tres horas. Sin
embargo la corriente era la única fuerza motriz que nos empu
jaba; porque el boga al bajar, compensa las faenas que tuvo a
la subida, abandonándose al mas voluptuoso reposo, recogido
en las extremidades de la canoa. El piloto apenas se ocupa un
poco en enderezar el esquife; ésto, si el sueño no lo ha sorpren
dido, porque en este último caso la canoa puede tomar todas las
posiciones que le da la corriente; nadie se preocupa de eso: el
agua siempre sigue su curso natural. Así sucede principalmen
te en todo el curso de la noche. Nadie vela entónces, a no ser
la divina Providencia a que se abandona con toda confianza el
navegante. Por motivo de tal descuido o fe, por la mañana
amanecíamos al despertar, en parajes que trabajo nos costaba
reconocerlos. Solamente los más familiarizados con la locali
dad sabían orientarse reconociendo algun objeto característico
que habían observado en los viajes anteriores. Este objeto era
casi siempre algun árbol frondoso o bien algún barranco for
mado de tierra o peñas diferentes de lo demás.
La bajada en un río angosto y bordado de una hilera sin
fin de árboles altos de ámbos lados, ofrece un espectáculo muy
singular en la semi-oscuridad de una noche calma y estrellada.
Ese callejón tortuoso cuyo suelo es agua corriente y los costa
dos una muralla desigual de árboles arropados de lianas, me
parecía de noche una de las largas calles de una gran ciudad.
La masa confusa de las orillas me parecían edificios que en la
oscuridad exhibían todos los géneros de arquitectura. Se veían
palacios coronados de estatuas colosales; en otros tremolaban
banderas. Brillantes luces irradiaban de las ventanas. Mu
chas veces el liviano cocuyo con su brillo fosforescente y su
volar caprichoso, aparecía como una lamparita que una bella
remecía furtivamente en el aire desde arriba de un balcón, pa
ra dar un aviso a un amante escondido. Doblábamos una es
quina y parecía que estábamos entrando en una grande plaza.
Tan pronto era un cementero todo poblado de monumentos fú
nebres: todo era espantoso y silencioso. Tan pronto parecía un
82 EL RIO SINU

mercado con multitud de barracas; pero todo inmóvil y silen—


cuoso: todo parecía dormido o muerto. Entónces, de golpe, un
pájaro acuático, despertado por el ruido de nuestra canoa, lle—
naba el aire de mil clamores de espanto y del ruido de sus alas
al huir. Sobre estas escenas terrestres el cielo encumbraba
con el cuadro fantástico de sus luces centellantes. El rápido
meteoro por momentos perturbaba su brillante inmovilidad.
Al fin de todo, el toque del alba vibraba en los aires anun
ciando un nuevo día. El oriente enarbolando su velo blanco,
hacía tomar una nueva entonación al himno nocturno. Nuevos
cantores entraban en caro de la naturaleza, que sin cesar un
momento, tomaba entónces un tono festivo y animado para sa
ludar la aurora a su primera sonrisa.
Nada envejece en el templo universal. Cada día se presen
ta con la mísma solemnidad que cuando empezó el primer día
de la creación. Las mismas voces lo saludan, las mismas flores
abren a su entrada. La vida individual cuenta sus olas de ge
neraciones que siguen renovándose en el espacio de pocos años;
la vida universal solo opera sus renovaciones al cabo de miles
de siglos. La muerte individual es solo una transformación, el
paso de una vida a otra, una espiga que se desgrana para pro
ceder a la formación de nuevos séres: la muerte del universo
es un paso hacia la eternidad: Nuestro entendimiento nos
muestra la muerte en el renacimiento, como esa sucesión de
días que creemos contar no es mas que la parte inflnitesimal
del único día que empezó desde que se encendió el sol y alum—
brará sin cesar, puesto que el día nunca cesa en el Universo;
solo para nosotros, fijados en un punto de este mundo, los días
parecen presentarse en número plural.
Mientras que yo pensaba así el río me llevaba dulcemente
de un modo insensible, como las horas de mi existencia. Pasá
bamos creyendo ver andar los árboles. Los días y las noches
se sucedían así a nuestro parecer. El río, con sus siglos de
existencia era siempre el mismo; y sinembargo un río tan viejo
que al parecer humano es eterno, se compone únicamente de
aguas acabadas de nacer y que se van: brillante emblema de
la humanidad que prosigue siempre con sus olas de
genera
C1One.S.
Al cabo de algunos días de semejante navegación alcanza
mos a las tierras habitadas. Ya el Murrucucú nos había dado
su último adios. Habiamos pasado por enfrente a la boca de
la ciénaga de Betancí, ciénaga rica de tesoros que no pueden
hallarse, como de tradiciones sin origen conocido, que pueblan
la imaginación de los habitantes del Sinú.
Pronto vimos las primeras labranzas de los agricultores de
Montería. Pronto la albarrada del mismo pueblo nos hizo ver
que al fin habíamos salido del desierto verde.
Las primeras poblaciones que se encuentran al bajar el Si
EL RIO SINU 83

nú, presentan un aspecto muy particular por la circunstancia


de que las casas no se dejan ver del lado del río. Una albarra
da alta de tierra se eleva sobre la ribera para preservarlas de
las avenidas, de modo que solo se adivina su proximidad por
las embarcaciones amarradas en el puerto. Montería dejaba
ver ademas sobre el mismo barranco unos pilones colosales de
madera en que se elaboraba en aquel tiempo el aceite de coro
zo. Es con dicha grasa que, como se sabe, se alumbran toda
vía las mayor parte de las casas de Cartagena; pero el método
de extracción ha variado algo desde entonces. Hoy se usan
para eso molinos de madera casi tan imperfectos como los pilo
nes anteriores r
Tales eran entónces las únicas señales que denunciaban un
país habitado. Poco movimiento se nota generalmente en esas
poblaciones. La vida criolla corre como el río, en un silencio
monótono. De día los hombres van a sus labranzas y las muje
res y los niños lo pasan retirados debajo de sus casas. La fal
pre
ta de industria se nota en esa calma. Muy diferentes se
sentan las poblaciones de los países industriosos. Allí el ruido
de los talleres aturde a todas horas. En la zona tórrida la na
turaleza sola es bullera en las soledades. El calórico excesivo
que enerva la constitución humana, es al contrario un poderoso
estimulante para los vegetales y los animales de sangre fria.
Mi primer cuidado al arribar a Montería fué disponer la
continuación del camino por tierra, empezando ahora una tro
cha desde abajo para alcanzar la de Eugenio Gómez interrum
pida en Juí. En seguida bajé a Lorica, y supe al llegar que un
bote con destino a Cartagena, había salido unas dos horas an
oca
¿,
tes. Para no perder tiempo resolví aprovechar aquella

e
y me eché río abajo en una pequeña canoa para alcanzar
te,
Una vez salido de Lorica ya no tenía mas poblaciones que
atravesar. La canoa que me llevaba pronto alcanzó el bote
que bajaba el río abandonándose a la corriente casi insensible
de las aguas.
En el bote en que entré como pasajero para hacer la tra
vesía del Sinú a Cartagena, encontré una sociedad numerosa y
poco agradable. La embarcación estaba cargada de toda clase
de producciones del país: era un verdadero arca de Noé, La
carga interior compuesta de carne salada en paquetes de arro
ba, de manteca de cerdo y corozo en botijuelas, de maíz, de
arroz, de cuero, etc., exhalaba emanaciones muy poco agrada
bles al olfato. Sobre la cubierta había jaulas de aves, unos
marranos gordos se recostaban sobre ellas y hacían gritar las
gallinas. Había en fin tantos animales, que no se podía dar
un paso o hacer un movimiento sin recibir un mordisco o un
picotazo,
El modo de empaquetar los comestibles para trasportarlos
84 EL RIO SINU

al lugar de consumo, puede ser económico, pero seguramente


es sin delicadeza ni aseo: todo está expuesto a ensuciarse. Es
verdad que el criollo pretende que con el agua se hace desapa
rece toda inundica; así las carnes, solamente secadas al aire y
despues empaquetadas sin envoltorio alguno, se evaporizan, se
cubren de moscas y pierden de este modo sus partes mas volá
tiles que son justamente las mas propias para la asimilación
que se opera despues de la digestión. Hay ciertamente múcho
que probar y ver sobre este punto de higiene; pero el espíritu
de rutina deja todas las cosas en el estado en que las hallado.
Con la noche, nuestra triste situación a bordo vino a com
plicarse con una nube de mosquitos que el río produce en ma
yor profusión cerca de su embocadura. Había la espectactiva
de una mala noche, pues no quedaba lugar para armar un toldo
Lo que daba mas tristeza o impaciencia, era la lentitud con que
bajaba la embarcnción. Los bogas, indiferentes a tantas inco
modidades, la dejaban rodar, bien de costado, bien de culo, sin
pensar en activar algo la casi inmovilidad de las aguas. Pron
to oimos el zumbido de las olas del mar y creí que mis tormen
tos iban a minorarse al fin, pues era de esperarse que en la cos
ta las brisas alejaran un poco los mosquitos.
Por momentos se oía el ruido de las olas tan cerca que me
parecía que habiamos llegado a la misma boca; lo que podía ex
trañarme, puesto que sabía que el río desembocaba en el fondo
de una bahía muy calma; pero la impaciencia de llegar me ha
cía creer que tal vez el río se había abierto camino directamen
te al mar, prodigio que me hubiera sido muy agradable en aque
llos momentos. Por desgracia mis ilusiones duraban poco. El
ruído se debaja oir de mas lejos, lo que hacía comprender que
en sus circunvalaciones el río llegaba por trechos casi a la pla
ya sonora y despues se torcia en sentido contrario. Deben exis
tr muchas de esas vueltas, pues la cosa se renovó varias veces
y no fué sino con las claras del día que al fin llegamos a la bo
ca. Esta presenta un aspecto extraordinario de desolación y
de confusión. Por todas partes se ven palizadas. Allí duer—
men inmensos caimanes con la boca abierta. Se dice que este
animal de una voracidad tan temible usa de esa postura para
aprender las moscas; prueba que su apetito insaciable lo impul
sa a aprovechar todo lo que puede aicanzar.
Yerbas de todas clases crecen igualmente sobre esas islas
móviles, El río que allí se obstruye por todos los objetos flo—
tantes que arrastra desde su cabecara y que tiere que deposi—
tar ahí donde cesa toda corriente; el río, decimos presenta un
laberinto de canales estrechos que se obstruyen de improviso,
de modo que las embarcaciones tienen que buscar un paso, y
muchas vece abrirse uno con el hacha, Así fué que despues de
mil trabajos y demoras salimos al fin sobre el espejo calmo da
la bahía del Zapote, que ofrece un puerto de los mas seguros y
Dos aspectos de la Avenida 2o de Julio—Montería.
EL RIO SINU 85
º,
espaciosos; pero de poca profundidad. Allí nos pusimos a la ve
la para atravesar con el soplo de las brisas las tres leguas que

río
distan desde la boca del boca del puerto del Zapote que

la
a
un lado del golfo de Morrosquillo.
su
tiene entrada Este

a
puede considerarse así como una bahía exterior, mucho más

a
bierto, por mejor decir, rada del puerto. ¡Qué contraste

la
o

para viajero que acaba de salir de los callejones angostos del


el

rio Sinú, verse ahora sobre una llanura plana sin límites!

A
el

las noches fantásticas calmas pasadas bajar río, sucedió

el
al
y
una noche convulsiva pasada sobre las olas movedizas. La em
barcación crugía con sus velas hinchadas, las aguas golpeaban
espuma fosforescente; cielo extendía so
su

casco echando
el

el
manto bordado de estrellas. Esos largos callejo
su

bre nosotros
nes que seguiamos en río habían desaparecido con su hilera
el

de edificios sombríos Un espacio sin fin nos rodeaba por todas


partes. No había perfumes embriagantes, pero las exhala

si
ciones ásperas fortificantes de marea. ¡Qué variedad de
la
y

cuadros exhibe exposición universal de naturaleza! El


la

la
globo un palacio de cristal que
es

hombre nunca acabará de


el

recorrer en todas sus partes.


En fondo del golfo de Morrosquillo yacen las ruinas de
el

Tolú, primer establecimiento de los españoles, cual tuvieron


el
que abandonar por los inconvenientes del puerto. En efecto,
allí existe casi en todo tiempo una marea espantosa. Inmensas
estrellan sobre orilla despedazan de un
se

olas arena de
la

la

solo golpe embarcación que deja encallar,


se
la

Al inspeccionar esas localidades siempre me he extrañado


que los conquistadores no cogieran pacífico puerto del
de

el

Zapote para fundar una ciudad importante; puesto que allí hay
una ventaja muy grande sobre puerto de Cartagena por
el

la

facilidad de conseguir agua dulce. agua ofrece en aquel


El

puerto una particularidad digna de ser notada. agua del


El

río nada sobre agua salada sin mezclarse con ella en toda
el

la

superficie calma del Zapote. Recogiendo agua con alguna


el

precaución, ella perfectamente potable; puede decir que


es

se

una nata de agua dulce que cubre No


es

es

salada. sino
la

cierta distancia afuera de boca del Zapote que


se

hace una
la

conoce por un hilo de


se

revoltura completa de ámbas. Eso


olas que van rodando las unas sobre las otras con mucha vio
lencia. Allí una espuma blanca chispea en los aires: ese fenó
de

probablemente un efecto de diferencia pesantez


es

meno
la

específica de los dos líquedos.


Para atravesar golfo de Morrosquillo, las embarciones
el

te
-

venidas del Sinú necesitan viento del Sur, porque no


el

quilla,
no

fa
niendo pueden resistir derribo cuando reciben
el
al

viento de medio lado. La casualidad estación nos fué


la
o

vorable: llegar boca exterior recibimos por detras una


al

la
a

brisa sostenida que nos hizo atravesar con ligereza las ocho le
86 EL RIO SINU

guas del golfo y la misma brisa siguió soplando toda la noche,


de modo que a las primeras horas del día ya entrábamos en el
caño del Estero, canal natural abierto entre dos manglares tu-.
pidos que bordean de un lado la isla de Barú y del otro la costa
firme de Cartagena, y conduce directamente las embarcaciones
medianas al interior de la bahía enfrente de un pueblo denomi
nado Pasacaballos. Desde aquel punto se divisa un panorama
de lo mas pintoresco: a la izquierda la entrada de la bahía en
Bocachica, con sus fortificaciones tan macizas que contruyó la
España en el tiempo en que cría ejercer una dominación per
petúa sobre el Nuevo Mundo. En el fondo, del lado del norte,
Cartagena con sus murallas, sus torres, sus miradores. Del la
do oriente, el cerro de la Popa con su convento y su pabellón
de vigía que domina en todas direcciones.
Sin la impaciencia de llegar, ese cuadro tan variado me
hubiera distraido mucho. ¡Qué impresión tan dulce recibe el
hombre que sale de entre los salvajes, al contemplar la anima
ción de las regiones en que florece la civilización!, ¡qué contras
te! Pero tambien qué placer, cuando despues de una larga au
sencia se vislumbra el hogar de la familia!
Cartagena, con su puerto en que solo se agitan al soplo de
la brisa las velas blancas y los pabellones de varios buques, en
su bahía solo animada de algunas lanchas livianas que la reco
rren, aparece siempre como la reina de las Antillas. Su comer
cio, tan reducido hoy, ya no provoca la reunión de numerosas
escuadras. Pero siempre un cierto movimiento se dejar ver en
sus playas, bordadas de espesos bosques de mangles. El arte y
la naturaleza siempre los adornan; por todas partes la blancura
de sus murallas interrumpe la verdura de la vegetación. El
zumbido de las olas siempre modula su eterno ritmo. El soplo
armonioso de las brisas hace siempre arrugar las brillantes
guas de la bahía.
a
El horizonte traza siempre su línea azul so
bre el fondo azul del cielo.
La opulencia pasada de Cartagena, producida por el movi
miento de tránsito de riqueza del interior a la Metrópoli y por
la actividad forzada de los esclavos, tuvo que desvanecerse con
las causas que le habían producido. Su nuevo ser, al conquis--
tar su independencia y al proclamar la abolición de la esclavi
tud, agotó la fuente primitiva de sus riquezas sin poder propor
cionar en en el acto las ventajas inherentes a su nueva existen
cia. De allí ese malestar pasajero que trae consigo todo cam—
bio de situación. Hoy una nueva era de prosperidad puede re
sultar de la consalidación de las instituciones y principalmente
de la adopción de los medios de acción de nuestra época. Así es
q” todo se puede esperar de una agricultura mas perfecta, y de
vías de comunicación que economicen y faciliten los medios de
porte. Hay, pues, que las nuevas instituciones se han fijado,
la nueva era de prosperidad que debe ser obra de la generación
EL RIO SINU 87

presente, es de suma urgencia. Generosos esfuerzos se hacen.


Todos van comprendiendo que una agricultura practicada con
los últimos perfeccionamientos y el establecimiento de ferroca
rriles, son los primeros medios que se deben adoptar para salir
a todo trance de la situación actual.

XX. — NOTICIAS DE EUROPA.

Al llegar mis primeros momentos fueron distribuidos entre


dos exigencias contradictorias: satisfacer la curiosidad agena, y
al mismo tiempo la mía propia. Pronto me encontré en pre
cencia de los accionistas de la compañía que querían saber lo
que se había hecho y lo que podían esperar de la empresa. Por
otra parte me encontré rodeado de una voluminosa correspon
dencia de Europa. Para conseguir un momento de..libertad hi
ce la narración mas suscinta posible de mi exploración y de los
trabajos emprendidos; infundí grandes esperanzas que debían
tener muy poca duración. Al fin me fué permitido imponerme
a mi turno de lo que había pasado durante mi ausencia. Los
ingenieros todavía no habían llegado, pero no podían dilatar
mucho. Las acciones de la compañía del Sinú habían subido
en París de quinientos francos a mil setecientos. Una alza tan
brillante fué efecto de mi informe sobre el descubrimiento del
oro en los llanos. En aquellos tiempos la California todavía
pertenecía exclusivamente al coronel Sutter que la explotaba
in petto. Este, lejos de publicar informes, tuvo el mayor cui
dado de no divulgar nada de su hallazgo. Pero es cosa muy
notada que los grandes descubrimientos son precedidos de con=
fusos presentimientos que giran en los aires sin saber cómo.
Ya en aquel tiempo la atención del mundo entero se dirigía ha
cia las minas de oro. Así resulta en todo. Desde los tiempos
mas remotos el espíritu humano, aunque poco capaz de la per
cepción clara del porvenir, divisa algo de aquel lado.
La historia refiere mil hechos conducentes al caso. El ad
venimiento del Cristianismo se hizo sentir hasta entre los paga
nos. Plutarco, en la época de la aparición del Predestinado en
Jerusalen, escribió por presentimiento la Cesación de los orácu
los. Este tratado fué como el testamento del paganismo que
se sentía morir.
El mismo autor asegura que del lado de la Siria se había
oido una voz anunciar la muerte del Dios Pan y los llantos de
las ninfas de los bosques. -
Suetonio, escribiendo la historia de la misma época, refiere
que había una voz que proclamaba que había nacido el Domi
nador del mundo entero: «Prodigium Romae factum publice
quo denunciabatur regem populo naturam parturire. . . . P. Ni
gídium afirmaste, dominum terrarum orbi natum (C. Suetonii
Octavius Augustus. XCIV. ») Lo que en el sentido de los ro—
88 EL RIO SINU

manos parecía un anuncio de la grandeza futura de los Césa


res, hoy tiene que ser una alusión al advenimiento de. Cristo, y
fué en razón del mismo presentimiento que nuestra empresa
del Sinú tuvo una buena aceptación en el mundo, Mi prosa,
sin ser profética, produjo su efecto; nó en la academia france

¿ º
OSa.
nunca tuvo ocasión de juzgarla, sino en el palacio de la

Mr. de Jouí y Chateaubriand, existentes todavía en aquel


tiempo, hubiera podido atribuirse una parte de mi triunfo in
dustrial (no literario), puesto que debo considerarlos como los
motores aparentes que me dirigieron al Nuevo Mundo. Mi opús
culo sin duda nunca fué apreciado respecto a pureza de estilo o
propiedad de los términos. Su único mérito consistía en des
cripciones, no poéticas, pero sí metálicas. La pluma del litera
to desapareció bajo la sonda del minero. La cuestión oro era
la única palpitante entonces.
En una comedia de Chamfort titulada «El mercader de Es
mirna», se ve un vendedor de esclavos ofrecer de venta a un
precio muy bajo los cautivos cristianos que eran doctores, y va
lorar, al contrario, a un precio muy subido aquellos ignorantes
que la naturaleza ha dotado de mucha fuerza muscular; las bol
sas mercantiles se asemejan en algo al mercader de esclavos
del Oriente. Lo aparente y lo inmediato es lo que vale.
En nuestro siglo que es el de los esfuerzos colectivos, el
principio de asociación debiera hacer comprender a tpdos que
el buen éxito depende de la inteligencia que dirige las esfuer
zas materiales. Hoy lo que los déspotas de la antigüedad po
dían efectuar con el concurso forzado de millares de esclavos,
eso mismo se efectúa hoy con el atractivo de un dividendo.
El hombre que sabe crear empresas que prometen grandes
ganancias, es el verdadero gran hombre de nuestro siglo. El
capitalista con la espectativa de una ganancia fabulosa se deja
seducir por él y expone muy voluntariamente lo que tiene, en
cambio de la esperanza de verlo aumentar. De este naodo nues
tro siglo ha producido unas fortunas colosales adquiridas en
muy poco tiempo, y tambien puede r e g is tra r inmen
sas ruinas consumadas en menos tiempo aún. Pero no obstan
te, el siglo marcha, el globo se transforma, la humanidad se
refina, la existencia humana se reviste de todos los accesorios
propios a embellecerla. La especie humana ha entrado con
mo
decisión en la vía de la perfección y del bienestar físico y
ral. El punto de vista general es halagüeño. Si hay hombres
que sostienen que queda todavía mucho que hacer, eso mismo
prueba que el espíritu humano mas alumbrado, alcanza a com
prender lo que falta. Las fuerzas se multiplican, Cada día
tiene su destino en la gran elaboración. Podemos marchar con
toda confianza porque el movimiento ascendente está muy ca
racterizado. ¡Qué importan unos pasos mal acertados entre
DOCTOR DIEGO MARTINEZ CAMARGO.
Lorica
EL RIO SINU 89

tantas empresas que terminarán felizmente, y cuando hasta las


malogradas siempre ayudan al progreso!
Si algunos pensadores con sus miras parciales suponen que
el mundo marcha hacia el materialismo, es porque no quieren
ver que la perfección material sirve de punto de apoyo a la mo
ral. Cada una opera en su órbita de actividad. El materialis
mo y el espiritualismo han tomado la misma dirección. La
losofía opera sus prodigios lo mismo que la mecánica. Las cien
fi
cias y las artes obran de concierto. Con los perfeccionamien
tos del sistema financiero, mejor que con la fuerza brutal, se
consiguen los medios necesarios para llevar a efecto - todo lo
ideado.
¡Qué resultados tan ingentes tenemos ya alcanzados. Deje
mos hacer pues.... Por tanto, yo sigo mi narración reanudandó
la en el punto que me distraje de ella.
Los capitalistas de Europa ofrecian, pues, de muy buena
gana, sus capitales para proveer a los medios de reeoger tantos
tesoros esparcidos en el alto Sinú. Una superficie de mas de 10

y
-
leguas de radio, cubierta por una capa de arena aurífera de
mas de un metro de grueso, formaba la parte palpable descu
bierta en nuestra exploración, y debía de suponer que no se co
cía tadavía mas que el primer escalón de las alturas del Sinú.
Del otro lado de la angostura principiaba otra altiplanicie, y
así se debía subir gradualmente hasta llegar a la parte culmi—
nante que debe dominar dominar de muy cerca el Atlántico del
lado del norte, el Cauca al oriente, el Atrato al occidente, y las
planicies del Estado de "Antioquia al sur, Así, al lado de lo efec
tivo, venían a agruparse esperanzas indefinidas. Todo depen
día ahora de las capacidades del génio del ingeniero que se es
peraba para empezar la explotación. Las últimas cartas del
Havre daban por muy próxima la partida del buque que traía
el personal de Europa. Solamente se esperaba la conclusión
los

de unos aparatos que se mandaron hacer a imitación de usa


dos en las explotaciones
de

los montes Urales.


se

Como he dicho mi, salud había restablecido dede mo


la el

mento en que me alejé del cerro de Higueron. En toda tra


vesía no había sentido ninguna novedad. aire puro de Car
El

tagena en pocos días me fortaleció tanto, que de mis achaques


pasados no me quedó vestigio alguno.
Era de suponer que dirección de compañía mandaría
la
la

mas pronto un director en reemplazo mío, para entregar


el
lo

los ingenieros europeos. mos


se

establecimiento Pero nadie


a

dispuesto afrontar todas las incomodidades, un viaje


de

tró
a

tan largo. En aquellos tiempos, toda parte culta


de

socie
la
la

cartagenera nunca pasaba


en

de

sus correrías las inmediaciones


de Turbaco, espíritu cosmopolitismo tan comun hoy en
de
El

jóvenes cartageneros, había hecho todavía prosélitos.


no

tre los
parte,
de

no

Por otra temor los indios bravos había desva


se
el
90 EL RIO SINU

necido, y bien al contrario, mi llegada le prestó un nuevo in


centivo. Mas de una vieja sostuvo que los indios nos habían
matado con sus flechas envenenadas y que solo yo pude esea
parme. Las noticias falsas se perfeccionan con la mayor lige
reza. Las novelas escritas, aunque tan multiplicadas en nuestra
época, no son nada en comparación de las que diariamente se
publican por la tradición oral. Es una cosa muy particular el
atractivo que los hechos imaginarios tiene para nosotros. El
mecanismo de la imaginación engendra muchos mas pensamien
tos, que los hechos positivos que la naturaleza puede producir
en su desarrollo. Por otra parte, la manía de conversar obliga
a ampliar los acontecimientos naturales con un sin número de
hechos puramente imaginarios. Nuestra vida se desliza así en
un encadenamiento de sueños y de realidades. La sociedad hu
mana aspira el humo de las fábulas con mas gusto que los bo
cados de los hechos históricos. Se comprende, como es muy
natural, que los pueblos y los hombres mas inactivos respecto a
lo material, son los mas industriosos, a lar par que fecundos,
para fabricar mentiras. El número de momentos destinados a
cada existencia tiene que emplearse en alguna ocupación. El
¿re
IT1301O.
tiene su fermentación como el lodo de que fué for
El mero hecho de haberme visto volver solo, yó que había
ido tan acompañado, sirvió de tema o prólogo a mas de una his
toria horrorosa. Los artesanos que habían sido contrados para
seguir conmigo en mi ida, se habían quedado, y a mi vuelta se
mostraron poco dispuestos a marchar si yo no seguia con ellos;
así fué que poco a poco me dejé comprométer para un segundo
Vla Je.
A mí, el fundador del establecimiento, me debía tocar
siempre el entregarlo a quienes estaba destinado. Mis miras
personales en ésto iban de acuerdo con las circunstancias, pues
to que mi curiosidad solamente había sido excitada y no satis
fecha en el primer viaje.
Nada de completo había visto apesar de mi larga perma
nencia; por desgracía hoy todavía tengo que confesar que en
mi segundo viaje me quedé con igual gana de hacer un tercero
que probablemente me dejaría sentir la oportunidad de hacer
un cuarto. Sí; aunque en este segundo viaje me había qúeda
do otra vez mas de dos meses en el lugar, tengo que confesar
que me falta todavía una multitud de cosas que mi ansia es de
conocer mas perfectamente. Cuántas otras habrá que no he
podido ni entrever y cuantas otras tantas habré olvidado!... ...
Nunca hacemos las cosas como intentamos. En todo sentimos
la imperfección de nuestros medios de accionar y nunca lo he—
cho puede corresponder a lo intentado. Este modo de pensar
ha sido comun entre los hombres de todos los tiempos de todos
Striffler.
FL RIO SINU 91

los lugares. La variedad de nuestros esfuerzos y la instabilidad


de todo, constituyen la flaqueza de nuestro espíritu.
Hace mas de dos mil años que se oyó sonar en el aire de
Jerusalén: Nihil novum sub sole! Sobre la lira de Horacio vi
bró el Moriamur nos nostraque.... Mortalia facta peribunt!... .
Sinembargo, el hombre nunca se ha desalentado, nunca ha de
jado de accionar. Cada momento del tiempo ha producido algo
de nuevo. La historia de cada lugar ha tenido a cada momen
to algo que registrar. Hasta el firmamento inmóvil para nos
otros, ha tenido sus cambios. Los pueblos mas apáticos han
modificado por momentos su sér y sin sentirlo.
En aquellas horas en que nos creemos inmóviles, el mundo
en que nos hallamos embarcados atraviesa volando inmensos
espacios, y adelanta en miles de leguas el camino que nos arras
tra hacia lo desconocido. Todo eso se hace sin que lo sospeche
mos, sin que alcancemos a atender a la marcha incesante , de
tantos objetos diversos que en todas direcciones y ya de lejos,
van maniobrando para producir en su tiempo su efecto sobre
nuestra existencia en los profundos campos del porvenir. Cuán
tos hombres ilustres de los tiempos venideros se hallan en este
momento en el seno de niñas infantes, y los hombres que de
ben engendrarlos, a largas distancias de ellas, infantes como
ellas! Todo eso lo comprendemos sin poder profundizar el meca
nismo de las cosas visibles e invisibles, sin poder ver más allá.
Con las ilusiones de nuestra inteligencia suponemos a veces que
todo depende de circunstancias fortuítas, o bien llevando el acto
de pensar mas adelante, sospechamos que todo lo que sucede ha
sido dispuesto por una vía providencial. Esto lo sabe, lo cree y lo
comprende el mas ignorante; y sinembargo, nunca lo tenemos
presente en los momentos en que arrebatados en la fluctuación
de los eventos, pensamos dirigirnos con nuestra sabiduría y
alumbrarnos con las luces falsas de nuestro intelecto. Cuán
tas contradiciones en nuestro juicio! Nos vemos los jueguetes
de la suerte, y nos fiamos en nuestros recursos! Creemos en
nuestro destino y nos apoyamos en nuestra sabiduría. Pero
mientras que tomemos las tinieblas de nuestra ignorancia por
guía en nuestra carrera, nuestra tarea se hace, el mundo mar
cha. El porvenir se va acercando. -
Cada uno de nosotros, sin saberlo, sin pensarlo, sin desear
contribuye trabajo común. inepto meti
lo,

El

algo
en

el
al

culoso obran como activo atrevido. La inspiración de


el

el
y

las ideas grandes que debe dominar, baja momento dado so


al

bre los que fueron formados para producirlas ár


El

mundo.
lo al

bol malo bueno han dado sus frutos; así comprendemos


el
y

todos cuando reflexionamos sobre marcha de las cosas en ge


la

neral; así olvidamos bien pronto cada vez que nos sobrevie
lo

algo que nos echa En todo hay


ne

en

torbellino movedizo.
el

tempestades bonanzas, agitacion calma. menos, eso


lo
y

A
y
92 EL RIO SINU

es lo que aparece en nuestro sér, mas desconocido para, noso,


más léjos
de
tros mismos, que todo lo que existe, y lo que está
nOSOtros.
Las reflexiones tan vulgares que acabo de exponep, son pa
ra mí el pan cuotidiano que debemos pedir a nuestro Padre.

helos

de
vida.

la
Ellas me han ayudado a atravesar todos senderos
podido evitar, sin

no
sin sufrir mucho con las espinas que
aspirar los perfumes que han llegado mi alcance.

de
privarme

a
ha
he
presentado, cºn

he se
Siempre me prestado todo que me

lo
a
dirigido del lado

he
halago; siempre me

hade
alguna apariencia
algo los

en
llamado; siempre empleado
de

voz que me
la

tiempo que arrebata, esperando menor

la
momentos del me con
impaciencia posible, privándome por necesidad, sufriendo

lo
que deseo alcanzar, prº
no

que que puedo evitar. ayudando

y lo
a
superior malo que van mi

lo
curando hacerme bueno

lo

a
no a
mia

de
lado; así fué que resolví regreso, viendo nada mas

un
conveniencia por entónces. Era segundo círculo que iba

al a
me pareció algo semejante

El
en

principiar
lo

desconocido.
que había acabado de completar, mis presentimientos en po

y
engañado. Sinembargo, sin esta segunda tarea,
co

me han
cuántos vacíos hubiera en mi existencia!
Mis preparativos los hice con toda confianza. Lo pasado

de
aseguré que
de

me había hecho

lo
me servía norma. Me

en
de

falta, me proveí que suponía poder serme necesario,

y
lo

Abril zarpé nuevo del puerto animado


de
de

los primeros días

y de
Cartagena, para volver las soledades del alto
de

calma
la

in
a

Sinú. Seguían conmigo un carpintero un albañil. Con los


genieros de Europa debían llegar un carpitero un herrero me

y
cánico, con todas las herramientas propias de sus talleres segun
los últimos adelantos,

XXI.—REGRESO.

Cartagena siguiendo
de
en

bahía
y
Una vez embarcado
la

costa para ganar de nuevo embocadura del río Sinú, vis


la
la
ta la

de esta costa ya recorrida tantas veces tomó un interés ente


ramente nuevo para mis ojos, por circunstancia de que ahora
la

podía corroborar todo observado por partes, en mi excursión en


lo

alto Sinú con aquellas tierras que tenía vista que, aun
la

y
el

que muy distantes, presentaban una estrecha conexion con las


altas regiones que había visitado. Todo creado forma un so
lo

cás
su

sistema nuestro planeta que forma una esfera con


y
lo

su

cara sólida formada de una sustancia única, ha conseguido


constitución actual despues de alteraciones sucesivas produci
das por varios agentes. Esta superficie esférica perfectamen
estado primitivo despues de edad plutónica
su
te

la

unida en
y

ígnea, cubierta de una capa de agua de poca profundidad,


o

sujeta precisamete muy violentas bajo influen


la

fué mareas
a
s

acienda “Berástegui” de Manuel Burgos & Cía.

Banco del Sinú.—Montería


FL RIO SINU 93
º

cia planetaria. La violencia de esas aguas generales, violencia


que pasaba en energía todo lo que podemos observar en las cir
cunstancias actuales, fué solamente capaz de pulverizar tan me
nudo y pulir los fragmentos de roca primitiva al punto de for
mar los ocres, las piedras rodadas, las arenas y todas las demas
sustancias que pertenecen a aquella época.
A los primeros movimientos de sublevación se formó lo se
co, fenómeno admirablemente bien explicado en el Génesis cuan
do dice: « (I. 2.) El espíritu de Dios era llevado sobre las aguas»,
y (ibid. 9) «Dijo tambien Dios: júntense las aguas que existen
debajo del cielo en un lugar y descúbrase lo seco. Y fué hecho
así, » No considerando, pues, mas que la parte de terreno en
cerrada por el mar desde la embocadura del Magdalena hasta
la del Atrato, y en el interior por este último, el Cauca y el San
Jorge, se observa que todo pertenece a un sistema único que
llegó a su máximo de elevación en el alto Sinú muy inmediato
a la costa y del valle inferior del Atrato. De aquella altura re
cien formada bajaron las tierras sueltas en la dirección del Nor
te. Despues de la edad neptuniana se sublevaron a su turno
estas tierras ocraceas ya compactadas, dando lugar a la cerra
nías de segunda formación.
Cuando la tierra se infló en la formación de los montes pri
mitivos (sublevamiento que fué sin duda contemporáneo del
que formó toda la cordillera de los Andes), la explosión que del
Ecuador obró sobre toda la costa del Pacífico atravesando el Ist
mo, formó un ramal o bifurcación a la latitud en que se haya
hoy Medellín, y este retoño siguió en una dirección paralela a
la cordillera principal, formando así el valle del Atrato. Aque
lla sublevacion siguió hasta la costa en que formó un punto cul
minante: allí murió la fuerza de expansión.
En aquella época, todo el territorio que ocupa hoy Cartage
na y las Sabanas, se hallaba sumergido por las aguas que, con
densadas y extraídas de la masa atmosférica vinieron a cubrir
la superficie humeante de la tierra y que para encontrar una
cuenca adonde recogerse, tuvieron que seguir el plano inclina
do del terreno, arrastrando consigo todas las partes de tierras
sueltas. Fué bajo la influencia de esas aguas correntonas que
se formaron los inmensos depósitos calcáreos que extienden des
de Toluviejo hasta Cartagena, del lado de la costa.
La observación demuestra que hubo épocas en que las tie—
rras corrían con la misma velocidad que las aguas, puesto que
partidas de las alturas, atravesaron todo un continente. Así hay
tierras de aiuvión y piedras rodadas q”han atravesado una cuarta
parte de la superficie del globo antes de haber encontrado donde
J
fiiarse.
La violencia de las aguas pulverizando y quebrantando las
rocas ígneas del alto Sinú, hicieron rodar así de aquella altura
todos los sedimentos que se acumularon en las partes bajas.
94 EL RIO SINU

Estas, a su turno, bajo la acción espansiva subsecuente, fueron


sublevadas, pero eon menos energía y formaron la altiplanicie
de las sabanas. Entónces las aguas, corriendo en medio de tan
tas ondulaciones del terreno, tuvieron que repartirse en dos
cauces principales, los valles del San Jorge y del Sinú, que ám
bos derivados de la misma altura, siguen en una dirección pa
relela hasta que encontrando las primeras ondulaciones de las
sabanas, el Sinu tuvo que desviarse al oeste y vaciarse en el
mar; mientras que el San Jorge, impulsado en una dirección
opuesta, fué desviado del lado del Cauca en que derrama sus
aguas, que reunidas y costeando la altura de las sabanas,, en
cuentran las del Magdalena para perderse juntas en el Atlánti
co. Así sucedió que dos ríos hermanos, nacidos juntos en la
misma cuna, tienen que terminar de un modo tan diferente, lo
que resulta con muchos hermanos que no son ríos.
Al salir de Cartagena, la primera ondulación que se obser=
va es la de las tierras calcáreas de Turbaco; éstas, dirigidas del
lado de Villanueva, terminan en Galera Zamba, donde la fuer
za sublevante llegada a su colmo, traspasó la costra terrenal e
hizo explosión, formando un volcan submarino que por tiempos
se eleva fuera de las aguas y hace explosión. -
Ese sistema de sublevación se presenta completamente ais
lado y rodea el territorio de Cartagena de un semi círculo de
alturas en que cada punta asoma a la costa. Saliendo de este
trecho tan claramente limitado se observa otra sistema idéntico
que circunscribe al primero. Este segundo sistema empieza
del lado del sur y sobre la misma costa con un cerro redondo
denominado «el Comisario». Allí se conoce que la fuerza de su
blevación obró hasta alguna distancia en el mar, puesto que se
encuentran afuera algunas isletas. De «el Comisario» sigue
una línea de colinas hasta la Paloma, que es punto culminante,
y corre al Magdalena, atravesándolo en Tenerife y parece aliar
se al sistema de la Sierra Nevada de Santa Marta. En el intér
valo de los sistemas paralelos de Turbaco y el de la Paloma, se
extiende el valle ancho y bajo que hoy atraviesa el Dique, obra
en parte de la naturaleza y en parte del ingenio humano.
Desde la bahía de Cartagena hasta el Comisario, los terre=
nos de la costa son tan bajos, q”la mayor parte de ellos se hallan,
casi en todo tiempo, cubiertos de las aguas del mar. Espesos
manglares bordan estas grandes ciénagas o playas desnudas en
que cristaliza la sal marina. Pero desde el Comisario en la di
rección del sur, la tierra firme de la costa se va elevando y se
halla cubierta de hileras de palmeras de coco. Las alturas de
la planicie de las sabanas se ven retiradas a una distancia de
tres leguas de la costa, que en este trecho profundo presenta
un llano parejo de una feracidad extraordinaria. Allí todas las
plantas tropicales adquieren proporciones admirables, y la hu—
medad constante del suelo produce naturalmente todas las ven
EL RIO SINU 95

tajas que en otras partes se consiguen por medio, de la irriga


ción artificial. En esta parte tan interesante de la costa exis
tían en el siglo pasado haciendas muy productivas que eran pro
piedades de las principales familias de Cartagena. La guerra
de la independencia y la abolición de la esclavitud inutilizaron
todo. Los propietarios, distraidos de los trabajos agrícolas por
de la política, no pensaron en reemplazar las
las preocupaciones
fuerzas vivas de la esclavitud con las fuerzas poderosas de la
maquinaria.
Mas al sur, la costa se abre de repente y forma el golfo de
Morrosquillo. Es sin duda en el fondo de este golfo formado por
la depresión de la planicie de las sabanas, que el río Sinú hubie
ra podido abrirse camino al mar; mas desviado por alguna
guna altura, él se lo abrió por un costado, encontrando el pací
al
fico puerto del Zapote que presenta una abertura espaciosa en
el mismo golfo.
. La sublevación del terreno de las sabanas ha sido muy pos
terior al cataclismo que barrió con toda la rica vegetación anti
diluviana del Sinú y la acumuló en los Alquitranes, San Sebas
tián de Urabá y San Andrés; puesto que este último punto, hoy
uno de los mas elevados de las sabanas, ofrece un amontona
miento de sustancia lígnea cuya descomposición lenta formó
todas las materias bituminosas de origen vegetal, amontona
miento que no ha podido efectuarse mas que en el tiempo en
que aquel suelo se hallaba al nivel del mar o tal vez mas abajo.
Es muy probable que fuera tambien inmediatamente des
pues de la edad carbonífera que se hincharan los terrenos cal
cáreos de la costa. Estos inmensos depósitos, todos desleidos
al elevarse, se secaron de repente y la retracción produjo las
profundas grutas de los cerros de Toluviejo, de que nadie
porque nada se ha publicado acerca de esos prodigios natu
ha
¿?
TaleS.
Mas al sur del Zapote la costa se va elevando gradualmen
te,

de

nó porque haya sido sublevada. sino porque los depósitos


trasporte fueron mas abundante
de

en

las tierras aquella parte.


Solo en un lugar denominado «Puerto Escondido», una on
ve
se

dulación del terreno sobre misma costa, tal vez, como del
la

lado del Comisario, acción espansiva siguió hasta abajo del


la

eleva
en

mar, pues frente


se

encuentra «Isla fuerte», que


se

cierta altura fuera del nivel de las aguas. Eso debe conexio
narse con sistema parcial que comprende Murrucucú por
el

el

tanto pertenece ramal de cordillera que comprende


lo

al

la

el
de

alto Sinú. Partiendo allí hasta boca del Atrato,


la

costa
la

sigue elevándose siempre, muchos ríos medianos, pero nave


y
de

gables, descienden
se

las alturas derraman Toda


al

mar.
y
deno

esta parte desde Zapote, conozco mas que por informes,


el

la

de

en
se

mismo que que una mina


la

dice oro situada


lo
lo

de

misma costa del lado Puerto Escondido. La presencia del


96 EL RIO SINU

oro en esta parte puede explicarse considerando que a la mis


ma altura el río Sinú empieza a pintar oro en sus arenas y es
probable que los terrenos auríferos se extiendan allí en una lí
nea paralela a las latitudes del globo. (*) - -
Es en frente de Isla fuerte que principia la línea semi cir
cular de las primeras sublevaciones de la cordillera que pasan
por el Sinú, el San Jorge, el Cauca y el Magdalena para unirse
a la Sierra Nevada de Santa Marta, encerrando un llano espa
cioso de que el Estado de Bolívar ocupa la mayor parte. Allí
encumbran en el centro, como islas, las sabanas y las alturas
de Turbaco y sus adyacentes. Es sobre las vertientes de todas
aquellas alturas que se encuentra el oro, miéntras que en las
del centro del llano no se encuentra partícula alguna del pre
cioso metal. Prueba evidente de que las tierras despojadas de
todo cuerpo pesado fueron las únicas traidas de las alturas en
que las aguas dejaron el oro, no pudiendo arrastrar sino los
cuerpos mas livianos.
diá
-
Pero en ese llano semicircular que tiene la costa por
metro y la parte baja de cuatro ríos por radios, la naturaleza
ha reunido inmensas riquezas vegetales de una utilidad mas di
rectà que las metálicas. Allí se ven esas grandes ciénagas,
mares de agua dulce que son alternativamente pasto para los
herbívoros y mamiferos en el verano, y en el invierno para los
peces y los anfibios. Allí el clíma ha hecho tanto que el hombre
cree que a él no le queda mas nada que hacer para su felicidad;

(*) No teniendo otro objeto que el de publicar mis observaciones per


sonales, trataré muy poco de la parte de la costa entre el Sinú y el Atrato.
Parte, sinembargo, muy interesante, pero que no conozco mas que por las
relacianes de unos amigos que me ponderaron mucho la fertilidad y las cu
riosidades de aquel punto todavía muy poco conocido. Hace pocos días que
recibí de Nueva York, de parte del Doctor Schumacher, Ministro del impe
rio alemán, residente en Bogotá, un número de la Hansa de Hamburgo del
23 de Agosto de 1874, en que se haya un artículo muy interesante sobre las
bocas del Atrato. En dicho artículo se haya descrita muy minuciosamen
te aquella localidad, descripción que debe ser muy exacta si la juzgo por lo
que he sabido por otros. El interés que manifiesta el doctor Schumacher
por aquella parte, tiene por motivo un asunto de los mas sobrelientes para
el mundo entero y que en su realización reportaría sobre Colombia una
prosperidad sin igual. Bien sabido es que al principio de nuestro siglo el
gran Hamboldt había ya dado algunas indicaciones sobre un canal inter—

¿
océanieo por medio del Atrato y de dos ríos afluentes el uno en este último
y el otro en el Pacífico: dichos ríos tienen sus cabeceras tan cercanas la una
de la otra, q'los indígenas para pasar del uno al otro y atravesar así el istmo
en el mismo esquife, arrastran sus canoas un pequeño trecho por tierra, cir
cunstancia que es la prueba mas evidente de una depresión en la cordillera.
El doctor Schumacher, ya conocido en el mundo científico por sus conoci
muchos trabajos muy importantes, está muy empeñado en reali
zar las ideas de Humboldt. y por ésto solo se ha hechó acreedor a la gra
titud de Colombia que debía agotar todos los medios posibles para que esta
obra magna se efectuase sobre su territorio.
-
EL RIO SINU 97
-
de esta idea emana la indolencia que la costumbre de vivir de
cualquier modo ha radicado, y tales costumbres diezman la po
blación lejos de acrecentarla.
En mi viaje de regreso atravesé en línea recta todo el gol
fo de Morrosquillo, para ganar la entrada del puerto del Zapo
te. La punta extrema del golfo del lado de Cartagena se com.
pone de unas tierras bajas pantanosas, denominadas «Los Bo
querones". Allí las piraguas tienen que esperar un viento favo
rable para hacer la travesía que puede ser de ocho leguas. Una
vez lanzadas en ese espacio algo tumultuoso, el viajero puede
admirar desde su bordo, en el fondo del golfo, la antigua Tolú
que ya no ofrece más que un grupo de techos pajizos al lado de
las ruinas de sus edificios de piedra de talla. Estas ruinas da
tan puramente de los tiempos posteriores a la conquista; se
puede creer que la playa de Tolú era antes tan desierta, pues
to que «Tolú Viejo», el Tolú de los indios, se haya retirado en
el interior sobre la entrada de la altiplanicie de las sabanas.
Todas las otras poblaciones del litoral se hallan lejos de la cos—
ta y por consiguiente son invisibles para los que pasan embar
cados. Los habitantes tuvieron que privarse de las comodida
des que proporciona la proximidad del mar en cuanto a navega
ción y pesquería, para librarse de la plaga del jejen que moles
ta mucho en dichos parajes. Hubiera sido más conveniente
adoptar el modo de construír habitaciones cómodas y capaces
de proporcionar un abrigo seguro contra los insectos, como nos
precisa a nosotros hacerlo en Europa para preservarnos del
frío; pero el hombre aquí se abandona descuidadamente a to
das las influencias atmosféricas. Las comodidades refinadas
que constituyen el confortable son objetos que no llaman su so
licitud. El aire libre es lo que prefiere antes de todo. Todo
lo que puede estorbar la circulación del aire lo considera per
nicioso. Es siempre una consecuencia de ese hábito innato,
de preferir lo natural a lo artificial. El hombre de la zona tó
rrida teme profanar el templo de la naturaleza al introducirle
algo de su factura, y todo espíritu de perfeccionamiento lo ana
tematiza: todo su anhelo es cubrirse la piel con telas pintadas,
en reemplazo de la moda de pintarse el cutis que usaba antes.
Al atravesar el golfo de Morrosquillo se observa en el fon
do, extendiéndose en la dirección del Este, una muy notable
depresión de terreno. Es que el suelo ya va buscando el nivel
del valle de Sincé. Pero la misma depresión se prolonga hasta
el San Jorge formando así , un anchuroso espacio de terrenos
bajos cubiertos de selvas frondosas. En ellas habitan los quee
se llaman “Montañeros de Sahagún y de Ciénaga de Oro”. Del
lado de la vertiente que corresponde a las alturas de Sincé, se
encuentran revueltas con las tierras de aluvión partículas de
oro. En la misma profundidad se extienden numerosas ciéna
gas de las cuales la principal es Betancí. Ese valle transver
98 EL RIO SINU

sal sigue no solo hasta el San Jorge, sino hasta el Cauca, Arro
yos casi navegables conducen las aguas que se recogen de am
bos lados en uno y otro río y fuera muy fácil cavar un segundo
dique en el centro, puesto que la comunicación existe ya casi
naturalmente. La prosperidad de Sahagún saca su origen de
ese suelo tan privilegiado. Es, como acabo de decirlo, un valle
muy semejante y paralelo al que atraviesa el dique de Maha
tes. Este último desempeña al norte de las sabanas, lo que
efectúa aquel al sur de la misma altura, poniéndola en comple
to aislamiento con la cordillera de los Andes, Las sabanas for
man, como se sabe, la fuente principal de las riquezas del Es
tado de Bolívar. Ellas se hallan rodeadas de centros de pro
ducción muy variados, y solo les faltan vías de eomunicación
cómodas y económicas para hacer abundar en ellas y exportar
afuera rodas las cosas neceearias. Del lado del poniente, los
terrenos bajos de la costa, desde Tolú hasta Sincerín, las po
nen en comunicación con el mar; y del lado diametralmente o
puesto, están las ciénagas que reciben las aguas del San Jor
ge. Esas planicies, únicamente compuestas de tierras de alu
vión, arenosas en la mayor parte, y algo compactadas en otras
presentan derrumbamientos profundos producidos por las aguas
sobre un suelo de tan poca consistencia. Antes de ser subleva
das esas alturas formaban pantanos cubiertos de una rica vege
tación y poblados de mammuth, de cuyos mónstruos se encuen
tran todavía los esqueletos.
Como se ve, la prosperidad y la riqueza de las sabanas
provienen de su situación tan cómoda para la ganadería, ofre
ciendo a los herbívoros un refugio muy seco en la estación de
invierno, y después en la estación seca, un pasto abundantísi
mo en todos los terrenos bajos adyacentes.
Al llegar al Zapote, yo dejé la embarcación seguir las si
nuosidades del río, y atravesé a caballo las tierras hasta Lori
ca. Las noticias que me esperaban allí de Higuerón, eran sa
tisfactorias, Hice todas las adquisiciones necesarias, cargué
nuevas embarcaciones, y seguí mi viaje. En Montería fleté
una barquetona que se cargó de animales domésticos, entre
ellos dos vacas paridas, para no tener que apelar de nuevo a la
leche vegetal. La trocha había sido empezada desde abajo, y
se esperaba que los peones llegaran en poco tiempo a Juí. Ya
había ganado vacuno listo para el primer viaje.
Provisto de todo lo necesario, volví a internarme en el de
sierto verde que ya no era una tierra desconocida para mí. El
verano había escaseado mucho las aguas del río. Por todas
partes se encontraban playas espaciosas muy cómodas para pa
sar las noches. El viaje se abrevió mueho, porque los bogas
encontraban por todas partes tierra firme y resistente para a
poyar sus palancas.
Un solo incidente marcó ese nuevo viaje, y nos anuneió que
EL RIO SINU 99

el invierno iba a empezar su período. Ya habíamos pasado la


boca de Juí, cuando una noche me hallaba acostado debajo de
mitoldo, sobre una playa perfectamente seca, cuyas arenas
habían sido calentadas por los rayos perpendiculares del sol.
Al acostarme, yo había sentido mi estera pronto calentada por
el calor del suelo; pero al despertar del primer sueño, la impre
sión fue muy diferente. Me parecía que estaba tomando un
baño algo más fresco de lo necesario para ser agradable. El
sentimiento confuso que suspende en parte las funciones vita
les en el hombre que acaba de despertar, me hizo atribuír todo
al efecto de un sueño; pero la realidad se hizo pronto mas pal
pable. Al voltearme, me sentí realmente en el agua, y
me incorporé muy sorprendido. Al salir del toldo, un espec—
táculo aterrador se presentó a mi vista. Toda la playa estaba
anegada, y la canoa suelta giraba en el centro del río. Nuestro
único refugio en aquella soledad se nos desapareció. La fortu
na fue que habíamos arrimado en un remolino, y la contraco
rriente la trajo otra vez a nuestro alcance. Los bogas, des
piertos con mis gritos de alarma, pudieron sujetarla, Un mo
mento más, y nos hubiéramos encontrado aislados, sin medio
de seguir nuestra ruta ni de volver atrás; entonces ¿quién sabe
lo que hubiera sido de nosotros? Ya sin eso, nuestra situación
era bastante molesta en aquella noche oscura. Había que es
perar las claras del día. Mientras tanto, teníamos que sujetar
nuestro esquife agarrándonos a las ramas de la orilla, rodea
dos de una nube zumbante de mosquitos, y amenazados por
grandes palizadas que arrastraba la creciente. Era la primera
que botaba el Sinú en aquel año, simplemente para anunciar
la entrada del invierno, que en aquellos parajes se hace sentir
generalmente a fines de Abril. Las avenidas, por fortuna, du
ran poco en las partes altas del río, que en pocas horas vuelve
a su nivel anterior.
pleZO.
Así fué que pudimos seguir sin más tro
A los pocos días, el cerro de Higuerón se destacó al hori
zonte. El término de nuestra carrera se hacía visible. Mucho
antes de llegar al establecimiento, ya sentimos la presencia del
hombre civilízado en aquellas soledades tan salvajes a nuestra
primera llegada. El humo, que guiaba a los hebreos en su
peregrinación de cuarenta años, levantaba también para nos
otros su columna móvil. En ambos lados de la ribera se repa
raban trochas y cortes de madera. El machete y el hacha ha
bían formado brechas en los bosques, que antes no tenían más
destructores que los elementos y el tiempo.
Al arribar a esa playa de Higuerón no pude menos que re
cordar lo que había sido pocos meses anteriores, cuando árbo
les gigantescos cubrían de un techo impenetrable a los rayos
del sol, toda la superficie de la tierra. Entonces las riberas
apenas se dejaban adivinar abajo del ropaje tupido de lianas
100 EL RIO SINU -
cuyos festones floreados tambaleaban en la corriente rápida
de las aguas. Bajo la espesura crepuscular de aquella selva
frondosa, los animales silvestres habían trazado unos senderos
fugitivos. Ahora todo había cambiado: una planicie explana
da dejaba ver ahora unas casas espaciosas rodeadas de un gru.
po de tejados más reducidos. Mujeres y hombres andaban a
fanados en sus quehaceres; niños de varias edades jugaban y
hacían resonar el aire con sus voces juveniles. Muchos de los
trabajadores, inspirados de confianza en el porvenir del nuevo
establecimiento, habían traído sus familias con el objeto de es
tablecerse fijamente. Los indios bravos, de su lado, compren
diendo ahora todo lo que su existencia de salvaje tenía de
precario, se iban ya familiarizando con nuestro modo de vivir,
y se hacían útiles para tener un pretexto de permanecer más
tiempo entre nosotros. Podía lisonjearme de que la obra de la
civilización había penetrado con nosotros hasta el Sinú. Esta
comarca desconocida hasta entonces, iba también a dar su con
tingente en el trabajo común. Cada día producía una mejora
notable bajo el impulso combinado de ciento cincuenta traba
jadores. Cada día desarrollaba las plantas cultivadas que
nuestra industria había puesto en reemplazo de la vegetación
espontánea. En pocos meses, muchos troncos seculares habían
sido transformados en tablas y vigas. Los carpinteros ya ha
bían fabricado puertas, ventanas y muebles de toda clase. El
albañil que vino conmigo se puso a formar ladrillos para un
horno. Teníamos harina de trigo, y había esperanza de pan
dentro de pocos días,
Con respecto a harinas, haré una observación sobre la con
servación de esta sustancia alimenticia, para evitar que
a otros pase lo que me sucedió por haber querido inventar un
modo de conservación que me pareció infalible, y que me dió
un resultado muy diferente de lo que esperaba. Bien se sabe
lo difícil que es conservar sustancias orgánicas bajo la zona tó
rrida. El calórico es el principal estimulante de la putrefac
ción, aunque se crea generalmente que, con su facultad secan
te, él conserve indefinidamente, con tal que no le acompañe la
humedad. Pero en las féculas hay una tendencia a la descom
posición pútrida que no se ha discernido hasta ahora. Sin em
bargo, muchos han observado ya, que una fécula, aunque per
fectamente seca, conservada en un vaso herméticamente cerra
do, se ponía negra en muy poco tiempo. Esto mismo me su—
cedió con la harina del Norte que me vino en barriles, como se
acostumbra, y que creí conservar mejor en damajuanas bien ta
padas y solacreadas. Un fenómeno tan extraño me sorprendió
primero en extremo, considerando que se han encontrado gra
nos de cereales conservados intactos y propios para la germina
ción, en los sarcófagos de las momias de Egipto. Estos gra
nos tenían así más de cuatro mil años; y las harinas de trigo no
*
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;
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ſae
×
ſºſ

IGLESIAS DE CERE los esa


y
E
EL RIO SINU 101

se pudieron conservar intactas un mes en el clima de


guerón! Para explicar una anomalía tan grande tuve que con
Hi
siderar la diferencia que debe existir precisamente entre una
fécula conservada todavía sin maltrato alguno en los tejidos de
la semilla en que se había formado, y la misma sustancia mo
lida, es decir, arrancada de dichos tejidos y separada del em
brión destinado a formar una planta nueva. La observación
microscópica ha probado que las féculas, en estado natural,
son cuerpos perfectamente organizados; pero el trigo reducido
al estado de harina es una mezcla informe de esos mismos
cuerpos organizados, quebrantados o despedazados. El espí
ritu de vida tiene una tendencia tan decidida para animar todo
lo que la naturaleza le ofrece de materia orgánica, que todo
cuerpo, al volverse impropio al ejercicio de la vida, se apresura
a disolverse para alimentar lo más pronto las partes componen
tes de sus nuevas organizaciones. No es extraño pues que las
féculas puras, conteniendo los elementos de agua, el oxígeno
y el hidrógeno, puedan formarla sin absorver la humedad de la
atmósfera. Así resulta, pues, que féculas desorganizadas, aún
sin el contacto del aire y perfectamente secas, pueden produ
cir por sí mismas el agua necesaria para la putrefacción.
Para entrar en consideraciones más extensas, haré obser
var que nuestros sistemas modernos de reducir los cereales al
estado de harina, son muy económicos y expeditivos y dan
productos bien elaborados; pero esas harinas destinadas a una
larga conservación antes de ser reducidas al estado de pan,
pueden sufrir alteraciones nocivas a la salud. Ilos antiguos,
en este respecto, eran más avisados, pues formaban solo la
harina en el tiempo que la necesitaban para panificación.
Así vemos en las ruinas de Herculano, que en los cuarteles,
los soldados tenían sus molinos a mano para hacer ellos mismos
la harina. Pero hoy los perfeccionamientos de las industrias
hacen que se ofrezcan los artículos de consumo ya preparados,
lo cual es muy cómodo para la práctica del arte culinario, pero
puede tener inconvenientes para la facilidad del trabajo de la
digestión.
A pesar de tantas investigaciones científicas en todos los
ramos del saber humano, nuestras nociones en materia de bro
matología, son muy poco adelantadas, y sin embargo, en ellas
reposa la salud de los hombres. Un método racional de pre
parar los alimentos contribuiría, más que todo, a darnos una
buena constitución y una larga vida exenta de padecimientos.
Es, pues, un punto de la más excelsa utilidad, llamar toda la
atención en general sobre un punto que puede perfeccionar
nuestra naturaleza, mucho más que todas las perfecciones mo
rales. Para formar el hombre material con toda la perfección
posible, con vendría estudiar: 19 la clase de sustancias más
propias a la alimentación; 29 el modo de prepararlas para la
102 EL RIO SINU

digestión y la asimilación; y 39 el modo de conservarlas en


buen estado para tenerlas siempre listas para ingerirlas cuan
do sea necesario. Ia importancia de este último modo se com
prenderá muy bien si se considera que toda sustancia orgánica
al descomponerse produce en su superficie cantidades de fon
gos microscópicos, y que entre estos criptógamos se encuentran
los venenos vegetales más enérgicos.
En ninguna parte es más premioso el modificar la alimen
tación como en el Estado de Bolívar. El decrecimiento de la
población, las contínuas enfermedades que en él se notan, son
una prueba suficiente de que las costumbres higiénicas actua
les son más nocivas que provechosas. Se puede atribuír la
causa principal de las frecuentes alteraciones de salud de la
que se observan aquí al régimen animal casi exclusivo que for
zosamente se ha entronizado por el abandono en que se halla
la agricultura. En efecto, en ninguna parte la capacidad pro
ductiva del suelo se halla tan reducida a las fuerzas ciegas de
la naturaleza. El agricultor ignora la ventaja de desagregar
las partículas de la parte superior de la tierra para facilitar el
trabajo del enraizamiento. Un cultivador de Europa considera
ría como un disparate el sembrar una tierra que no haya sido
previamente surcada por el arado. Aquí ninguno comprende
lo fácil que sería el eeonomizar los grandes costos que anual
mente se erogan en el descuaje de los montes a fuerza de bra
zos; ninguno comprende que con un buen sistema de cultivo se
obtendrían resultados muy diferentes de los tan mezquinos
que, después de contínuas ocupaciones, apenas suministran lo
necesario para el consumo interior. Además, los vegetales que
con el modo actual de cultivar se producen, como maíz, arroz. *
yuca, batatas, forman alimentos indigestos. Los árboles fru
tales, por otra parte, se levantan en una escala tan reducida,
que las frutas tan suculentas y tan voluminosas de las regiones
tropicales, apenas figuran aquí como muestras, y no como ali
mento sustancial. Bajo este respecto, el criollo es ingenioso
para legitimar su indolencia: él cree que las frutas enferman;
no comprende que casí todas las medicinas proceden de los ve
getales, y que hay frutas en que los ácidos son los mejores re
medios para enfermedades muy graves. Basta citar la pulpa
del mamón tan eficaz en la disentería. Cuántas víctimas se
arrebatarían a esta cruel enfermedad, si se aplicara con más
constancia o frecuencia una sustancia tan común! Licha sus
tancia pudiera confeccionarse y conservarse del mismo modo
que la jalea del tamarindo cuya aplicación, en la misma enfer
medad, dió en el siglo pasado tanta fama a Zimmermann.
En general, todo viajero que ha admirado los campos cul
tivados de los países civilizados, experimenta la más penosa
impresión al ver los campos descuidados e incultos del Estado
de Bolívar. En ellos no hay nada de notable, ni bajo el punto
- EL RIO SINU 103

de vista utilitario ni artístico. En vano, bajo un cielo benéfi


co, se busca el espectáculo encantador de campiñas cultivadas,
de jardines en que innumerables vegetales exhiben en líneas
cimétricas la variedad de sus formas y colores. Todo es des
orden y discordancia. La naturaleza está abandonada así mis
ma. Los habitantes de un país tan favorecido parece que ig
noran que el verdadero modo de manifestar la ilustración de la
inteligencia, consiste en adornar y coordinar el templo de la
existencia humana. El estudio y el instinto de imitación han
producido hasta ahora un pueblo de varios teoristas, de los
cuales ninguno ha pensado en transformarse en hombre prác
tico. Los ensayos intimidan, las empresas no se acometen.
Se ven las dificultades para desanimarse, y nó para alentarse.
Ninguno quiere arriesgar. Así resulta que el resto del mundo
marcha con sus pasos agigantados bajo el soplo del espíritu del
siglo, mientras que aquí nada se hace.... Pero en el día, hay
una nueva generación, y tal vez. . . . Esperemos, pues. Confia
do en el porvenir seguiré exponiendo mis muy reducidos ensa
yos respecto a la horticultura, ensayos hechos hace más de
treinta años.
s A
XXII.—ACLIMATACIÓN DE PLANTAS EXóTICAS.

El establecimiento de Higuerón, bajo la dirección del viejo


Flórez, había seguido su marcha progresiva. Una casa inmen
sa había sido eonstruída con materiales duraderos. En ella ya
se encontraban grandes cantidades de madera labrada y de
frutos de la plantación. La cultura bien dirigida y efectuada
por tantos brazos había ya dado resultados tales, que, sin exa
geración, con los alimentos vegetales que se perdían por falta
de consumo, había más de lo necesario para alimentar toda la
población de Cartagena. Los plátanos se maduraban en tan
gran número, que los animales domésticos los despreciaban ya.
Así resulta con nuestras instituciones sociales y la poca racio
nalidad del vulgo. El instinto social tiene sus extravíos y sus
excesos. Los hombres tienen gusto en aglomerarse en dema
sía en los grandes centros de población. Allí el pobre, priva
do de lo necesario, tiene además el tormento del espectáculo del
lujo y de la abundancia, patrimonio exclusivo del rico. De allí
se derivan los crímenes y las inmoralidades. Un gobierno que
dispusiera la formación de colonias agrícolas, sacando de las
poblaciones tantos hombres vagos y perjudiciales, haría mucho
para el bienestar general y hasta para el bienestar de los mis
mos que se creyeran castigados. ¿Acaso hay que esperar el
juicio final para separar los buenos de los malos?.... Las partes
incultas de este Estado ofrecen localidades propias para pro
porcionar a los hombres todos los elementos del bienestar a
poco costo; pero estos, en su mayor número, no saben escoger
104 EL RIO SINU

el camino más directo para alcanzar ese bienestar que todos


deseamos. Las ideas de los criollos en general, son muy ad
versas a los trabajos campestres. El lazzaronismo es el defecto
dominante de los países naturalmente fértiles. Los cuidados
para asegurar un porvenir cómodo parecen un exceso de pru
dencia. El clima hace tanto, que al hombre le parece que su
ayuda es supérflua. Las razas meridionales han tenido y tie
nen siempre ese mismo defecto; y sin embargo, fue en los climas
más enervantes que la actividad humana efectuó prodigios más
sorprendentes. Por eso, siempre ha bastado una voluntad
enérgica para concentrar y coordinar todos los movimientos
disparatados de un pueblo numeroso hácia un objeto determi
nado. Así se elevaron las pirámides de Egipto y los templos
de la India. El instinto de la moralidad existe en la especie
humana, como la facultad instintiva de pensar, y más que todo,
el instinto de imitación. El genio inventivo es el premio ex
clusivo de pocos; él solo sabe animar y dirigir las masas y for
mar instituciones sociales que obligan a los pueblos a ser gran
des y felices. Pero el efecto de los movimientos de las masas,
depende de la solidez de éstas, y esta consistencia depende de
las costumbres íntimas del pueblo, como la dureza de los cuer
pos físicos depende de la fuerza de cohesión de los átomos.
¿Qué esperar pues de un hombre que desde su infancia ha vis
to a su padre establecer su fondo de labranza a tres leguas de
distancia de su habitación, de modo que tenga que hacer seis
leguas de mal camino para poner diariamente en su casa lo ne
cesario para la mantención de su familia? ¿Qué esperar de
una mujer que desde su infancia ha visto a su madre agotar
todos los recursos de su casa para cubrir su cuerpo de unos
trapos pintados, sin pensar siquiera en el aseo de su interior?
Una miseria inveterada se hace una segunda naturaleza. El
hombre se cree condenado a la pobreza sin remisión, y luego
considera la honradez como un modo decente de morir de ham
bre. El hecho de abandonar todos sus quehaceres para asistir
a una fiesta en un lugar distante, es para él cosa muy natu
ral; y la necesidad de adquirir lo necesario de cualquier modo,
es para él un principio de moral práctica. El hecho de con
traer deudas, que prevee no pagar nunca, se excusa con las ne
cesidades naturales. Todo eso se observa en un pueblo que
vive de poco, pero que produce menos aún, y en un país donde
hay campos inmensos propios para esparcir toda esa población
que se amontona para perjudicarse mútuamente. Se habla de es
casez de brazos, y las dos terceras partes de la población se com
pone de vagos! Vagos, entre los indigentes; vagos, entre la
clase culta; vagos entre las mujeres; vagos, entre las mujeres
de toda clase. Vagos en un país cubierto de terrenos incultos!
Vagos en un país donde los objetos de primera necesidad nun
ca sobran! Los gobiernos modernos ejercen el derecho de cas
-
CASAS DE DIEGO MARTINEZ & C 13l.
Lorica
______
--
EL RIO SINU 105

tigar el crimen: mejor fuera evitar la reproducción de los cri


minales. El bienestar general puede conseguirse obligando a
cada hombre a dar su parte en el trabajo común bien distri
buído. El bienestar es la verdadera base de la moralidad. La
libertad individual no debe dejarse en manos de un hombre
que ella perjudica, y tampoco pertenece a los que perjudican
con ella a los demás. Dejar libre a un hombre perjudicial es
poner un arma de fuego en manos de un loco: todo hombre
que no trabaja perjudica. Hacer que el hombre tenga siem
pre lo necesario, enseñarle a no codiciar lo supérfluo y lo inú
til; así la sociedad quedará constituída de un modo tal que sa
tisfaga todas las necesidades y prevendrá todos los vicios.
Ciento cincuenta hombres puestos en un país desierto ha
bían en cinco meses producido frutos para alimentar más de
mil. No obstante que la mayor parte de ellos habían estado
constantemente ocupados en construír casas, aserrar maderas
y abrir trochas.
Durante rni permanencia en Cartagena me hice a todas las
semillas y plantas que suponía podían alimentar en aquel suelo
tan rico de sustancia orgánica, estimulado además por una hu
medad continua y un temperamento apropiado para el desarro
llo de las producciones de la zona templada, Yo había recibi
do de Nueva York un surtido de semillas de legumbres y de
plantas medicinales, como también de plantas trasponibles. A
mi regreso no perdi tiempo y sembré todo en un pequeño jar
dín improvisado al lado de la casa principal. Ya en mi primer
viaje había principiado la cultura de las plantas usuales e indí
genas, y todos esos ensayos dieron resultados sorprendentes.
Bajo los agentes poderosos de aquella comarca, todo se había
desarrollado en proporción asombrosa. Las malvas se habían
transformado en árboles. Las cucurbitáceas habíanse extendi
do a distancias increíbles y lleno de frutas desproporcionadas.
Logré igualmente aclimatar una de las plantas que en
nuestra Europa constituye una legumbre a la par que una me
dicina profiláctica de las más eficaces para facilitar la orina.
Una legumbre que los gastrónomos cartageneros, y tal vez los
de toda la América latina, no han tenido lugar de apreciar.
Una legumbre que en París se vende a peso de oro en ciertas
estaciones y que se exhibe con pompa en los grandes estable
cimientos de los marchands de comestibles. Manjar aristocrá
tico que ejercita desde hace siglos el genio de los horticultores
y que en el suelo privilegiado del Estado de Bolívar se desarro
lla con mucha facilidad, hasta en el salitroso de Cartagena,
donde figura en algunos arriates como planta de ornamento, nó
por sus flores poco visibles, sino por el fino labor de sus hoji
tas muy menudas.
Esta planta de tanto aprecio y, tan poco conocida en el Es
tado de Bolívar, es el espárrago (asparagus officinalis), que

A
106 EL RIO SINU

ya en el tiempo de Plinio se cultivaba de una manera tan per


feccionada, que el gran naturalista asegura (Lib. XIX) haber
visto en Rávena, espárragos tan grandes, que tres pesaban
una libra, lo que los escéptícos modernos consideran como
una exageración; pero yo tengo motivos para creer que en Alto
Sinú la legumbre hubiera llegado a tal magnitud; por desgra
cia el establecimiento no duró el tiempo necesario, puesto que
una esparraguera, como es sabido, no llega a su máximo sino
a los cinco años. No obstante, los retoños de esa planta, úni
ca parte comestible, llegaron pronto a una altura de veinte cen
tímetros fuera de la tierra, y brotaban en tal abundancia, que
de la misma mata se podían cortar diariamente, presentándose
siempre más gruesos. Lo mismo me había sucedido ya en Car
tagena. La tierra en que se siembra esta legumbre, necesita
de abonos ricos, y ser surcada a una gran profundidad.
El uso en nuestras mesas de una legumbre de producción
tan fácil y tan rápida, produciría un verdadero cambio benéfi
co en el estado higiénico. Ningún manjar, a la par de ser muy
agradable al paladar, es tan benéfico para todas las constitu
ciones.
Una alimentación casi exclusivamente animal, como ya lo
he dicho, mantiene entre los habitantes de la costa esa multi
tud de enfermedades que suspenden tan a menudo las ocupa
ciones de cada uno. e impiden el aumento de la población. To
da modificación que llegara a introducirse en los hábitos, sobre
este respecto, reportaría un grande e inmediato beneficio. Por
desgracia los pueblos son tenaces en sus hábitos y se necesita
alguna perseverancia para lograr algún efecto. Lo mismo se
puede decir de nuestra Europa, y se sabe lo que costó a Par
mentier introducir allá el cultivo y el uso de las papas. Hubo
hasta víctimas, como sucede en muchas innovaciones; pues es
un hecho histórico que el pueblo de París, con movido por las
ideas revolucionarias. despedazó con la última barbarie al rico
Reveillón, porque éste se había permitido decir que el pueblo
menesteroso debía mantenerse de papas, lo que se consideró
entonces uu ultraje a la humanidad.
El espárrago, es verdad, no proporcionaría nunca un ali
mento sustancial a pesar de las grandes cantidades que el cul
tivo pudiera producir; pero su uso habitual modificaría pronto
el organismo, y tal vez haría desaparecer muchas enfermedades
endémicas. Como la horticultura se halla aquí casi únicamen
te en manos del bello sexo, que se dedica a ella como una dis
tracción y un medio de hacerse a adornos elegantes y baratos,
es a las señoras a quienes convidaré para que, cada una en su
hogar doméstico, se aplique a un cultivo de tanto porvenir.
Aunque los espárragos ya aclimatados se hayan degenerado
por su mal cultivo, pronto aumentan de volúmen cuando se
trasponen a una tierra bien abonada. Por otra parte, los es
EL RIO SINU 107

tablecimientos de semillas de Nueva York, expenden muy bue


nas semillas de dicha planta, a precios muy equitativos. Con
unas libras de ellas se pudiera propagar ese cultivo en todo el
Estado como las de una infinidad de otros vegetales útiles y
agradables.
Entre las plantas de segura aclimatación he escogido
tencionalmente la más significante al parecer, porque sé que
in
tendré todavía que predicar en desierto por mucho tiempo; pe
ro sí sé también que es rendir un servicio el hacer presente a
todos el estado de atraso de la agricultura en todos sus ramos.
Es de sorprenderse que los hijos ilustrados de la costa no ha—
yan comprendido que es de suprema necesidad el estimular el
progreso en este respecto, antes de acometer toda otra empre
sa; y repetiré siempre que ninguna ilustración puede ser pro
vechosa en el estado en que se halla el país respecto de la agri
cultura. La civilización siempre se negará a implantarse en un
suelo no cultivado. Más extraño es todavía que nadie quiera
comprender que es cosa muy fácil cultivar la tierrra de un mo
do menos primitivos que ahora, y que cualquiera mejora pro
duciría inmediatamente resultados muy sensibles y apreciables.
Sófocles dice que «la vista de un campo florido, la dulce
impresión de las brisas, el aspecto resplandeciente del sol, el
agua del cielo, lejos de manchar la pureza virginal del alma,
llenan de una dulce alegría el palacio cristalino de la vida». ¿Y
qué hay de más agradable, en efecto, para la vista, sino una
hortaliza con legumbres tan necesarias a la salud, con flores
tan agradables a la vista y al olfato? Pero aquí no hay nada
de eso: la arboricultura no existe; hasta se ignora que, por
medio del ingerto, los árboles frutales pueden producir frutas
mucho más exquisitas de las que producen espontáneamente.
Los primeros europeos que se establecieron en la América del
Sur trajeron consigo una turba de estúpidos etiopes, y a éstos
abandonaron sin dirección todos los trabajos de los campos. Así
sé ha seguido. La rutina, la más fatal, se ha inveterado; y
hoy el cinismo de las costumbres ha complicado todo a tal pun
to que ya no se puede seguir cultivando como antes por falta
de brazos disponibles o dispuestos, y sinembargo, el país abun
da en individuos ociosos y otros ocupados en trabajos impro
ductivos por su mala disposición y falta de luces. El empresa
rio se ve a merced de la mala fe de jornaleros que le piden el
salario adelantado para después burlarse de él. Por otra par
la
te,

ve

hombre que trabaja con sus propias manos sus


el

branzas saqueadas por vagos que hayan más cómodo robar que
trabajar,
.

XXIII.— LA CRECIENTE DE LA CRUZ.

los primeros días Mayo,


de

Ya habíamos llegado
el
y
a

viejo Flórez, con experiencia adquirida, me había prevenido


su
108 EL RIO SINU

que teníamos que esperar la gran creciente de la Cruz, que


todos los años se presenta de repente, ocho días antes u ocho
después del 3 de Mayo. La avenida es muy variable en inten
sidad; pero nunca falta. Muchas veces toda la tierra horizon
tal se ve barrida por las corrientes; otras solo se inundan las
partes bajas; pero en todo caso, la inundación no dura más de
un día, circunstancia algo tranquilizante. Solamente con el
temor de vernos sorprendidos, teníamos el cuidado de asegurar
todos los trastos movibles y los animales domésticos a la en
trada de la noche. Los pronósticos de un invierno riguroso ya
se habían hecho sentir: siempre a las tres de la tarde el cielo
se ponía de un negro oscuro. Chaparrones con gotas gruesas
de agua y muy abundantes, venían por horas a pasar sobre
nosotros como verdaderas avalanchas. El cerro de Higuerón
sostenía una fusilería continua en toda la noche. Era un fue
go graneado tan nutrido, que era imposible sostener una con
versación dentro de las casas. Los tiros menudos se veían do
minados a cada momento por explosiones espantosas parecidas
a unos tantos cañonazos. La función de armas duraba indis
pensablemente toda la noche, y seguía hasta casi las nueve del
día. Entonces la nube fulminante se elevaba de golpe y se
disolvía en los aires. Venía un día resplandeciente. Había
así seis horas de suspensión de armas. Entonces las exhala
ciones sofocantes de la zona tórrida hacían tremolar el aire de
los ámbitos del cerro, como si un fuego interior calentase la
tierra.
Bajo el impulso de tantos movimientos atmosféricos, el río
amanecía siempre lleno hasta arriba; pero pronto bajaba de

nuevº e los utensilios de Europa ya me había llegado un gran


número de carretillas de mano, y me serví de ellas para calzar
el suelo de las casas con el barro muy encendido de colorado
del pie del cerro. Así, en pocos días alcancé a alzar el piso
a una altura de cerca de media vara sobre el nivel del terreno
en que se hallaban colocadas las casas.
Un día en que tenía la gente empeñada en este trabajo, el
cielo del Sur se tiñó de golpe de un matiz negro más fúnebre
que nunca. Todo era silencioso y despejado en el aire. El sol
alumbraba de nuestro lado y desprendía más ardor que nunca;
pero el río empezó a traer de arriba un gran número de paliza
das secas y de árboles recién desbarrancados, y pronto no se
vieron más las aguas que rugían bajo aquella capa móvil. Las
ramas flotantes se agarraban con los árboles inclinados de la
orilla, y los arrancaban, obligándolos a seguir con ellas río aba
jo. Por todas partes tronaban los barrancos al desplomarse.
Sobre aquella masa agitada de movimientos convulsivos, se
veían caimanes haciendo esfuerzos desesperados para llegar a
tierra. Un episodio trágico vino a complicar la situación. Dos
‘OOZORIO

ºf
ucq oțqøsnºſ regu&quojÅ!----’epºuſeſ NOCI NGHINGITO GIJ NONIJLVdI
I

retuſsį.in.
EL RIO SINU 109

de los trabajadores que habían atravesado el río por la maña


na para cortar plátanos, no quisieron quedarse en la casa de
Flórez, como este se lo había aconsejado, y se pusieron a atra
vesar el río con su canoa cargada. Su temeridad les fue favo
rable en el principio; pero llegados ya cerca de nuestro puerto,
dos palizadas apretaron la canoa con tanta violencia, que esta
se partió en dos. Los hombres desaparecieron en el conflicto
de las maderas. Uno de ellos llegó a tierra, y fue cogido a
tienn po por los espectadores de este naufragio; pero el otro des
apareció completamente, Las mujeres, en el acto, se pusieron
a rodear con velas encendidas una virgen que una de ellas po
seía, y rezaron por el alma del difunto Raimundo Pérez, de
Barranquilla; así se llamaba el ahogado. Toda la población de
Higuerón, hasta los indios, menos el sacerdote de ellos, bajo la
ennoción causada por la catástrofe, doblaron la rodilla bajo la
imagen protectora. En el momento en que todos los asisten
tes estaban más empeñados en su oración, apareció el difunto
a la puerta del oratorio, e hizo correr a todos muy espantados.
Nunca milagro más patente recibió peor acogida. Al fin los
más animados se atrevieron a palpar al difunto, y pudieron
convencerse de que todavía había calor natural en él. El po
bre náufrago contó entonces cómo había podido trepar sobre
las palizadas que lo tenían apresado, y saltar más abajo a la
playa. Así fue que vino por tierra con su canalete que nunca
había soltado de sus manos. Ese fue el primer milagro de la
virgen nueva de Higuerón. El brujo de los indios bravos fue
el único que sostuvo siempre que en eso no había más que una
casualidad. Casualidad o milagro, siempre el destino del po
bre Raimundo, fue el de dejar su cuerpo en las aguas del alto
Sinú. El hijo del Magdalena nunca volvió a ver a su Barran
quilla, lugar de su nacimiento, como se verá más tarde.
El incidente del naufragio no fue más que el primer acto
del gran drama de aquel día. Las aguas tan cristalinas del
río se habían puesto turbias, y exhalaban un olor a azufre.
Pronto el río derramó. Primero, pequeñas corrientes se for
maron en las partes más bajas. Una eañada, hasta entonces
seca, del pie del cerro, fue la primera que se llenó e interrum
pió el trabajo de las carretillas. Todavía no eran más que las
tres de la tarde, y ya el agua corría alrededor de las casas: pero
en razón del declive del terreno, no se detenía. Las pequeñas
cañadas formaban sin duda por las corrientes de los años ante
riores la conducían del otro lado del hemiciclo de tierra que
habitábamos. Así, esas aguas ahorraban el trabajo de dar
la vuelta a toda la sinuosidad, y llegaban directamente de nue
vo al cauce principal, cortando por derecho el pie del cerro.
Todavía había partes del suelo bajo que las aguas no
brían; allí se habían reunido los animales domésticos que no
cu
tuvieron tiempo de refugiarse en las casas. En estas últimas,
110 EL RIO SINU

fuera del barro que se había echado para realzar el piso, se ha


bían construído numerosas trojas y zarsos para preservar los
objetos de la humedad. Nos abrigaba, pues, la esperanza de
conservarnos en lo seco, sin tener que treparnos en los techos.
Pero las aguas crecían siempre. Nuestra vista se extendía del
lado de las casas de Flórez. Allí el terreno, más bajo, se ha
llaba todo cubierto de agua a la profundidad de más de una
vara. La violencia de la corriente hacía visiblemente bambo
lear los techos, que parecían nadar sobre el agua.
El sol bajaba con rapidez sobre el horizonte. El rio seguía
hinchándose. Todos veían con terror la noche que se acerca
ba. Eugenio Gómez, indiferente a todo eso, porque nada te
nía que perder, a no ser la vida que poco estimaba, y familia
rizado con el elemento líquido, como antiguo capitan de mari
na, tuvo entonces una idea luminosa que sirvió para distraer
un poco la gente. Se puso desnudo, llamó a todos los hombres,
y en medio de la risa y como jugando, hizo empujar al rio to
dos los troncos que había en la explanada que quedó así per
fectamente desobstruída y limpia. Pero, mientras que todos se
divertían en ese trabajo de policía, estimulados por unos tra
gos de ron que hice distribuír, el agua invadió el interior de las
casas. Ya no nos quedó más refugio que las trojas dispuestas
a más de una vara de altura. Para más desolación, el disco
del sol había desaparecido detrás de las lomas de Quimarí. La
gente de Flórez se veía siempre del otro lado del rio, arriba de
los techos, Los indios bravos de nuestro lado, muy impávidos,
se habían trepado arriba de unos palos, y tenían sus canoas a.
marradas al pie. La raza india parece más propia para la
existencia anfibia que todas las otras razas; así parece indicar
lo la escasez de vellos sobre la superficie de su cuerpo, y el
grueso de sus cabellos. Los indios poco sufren por la hume
dad. Sobre los bordes del Orinoco, en donde inmensas selvas
quedan la mayor parte del año debajo del agua, ellos fabrican
casas colgantes suspendidas entre los troncos de palmeras, y
viven perfectamente en esos edificios aéreos. Nó solamente
los vivos se complacen en esta posición elevada, sino tam
hién los muertos descansan en su último sueño hamaqueados
en sepulcros colgados tan entretejidos de substancias textiles,
que ni las aves de rapiña pueden aprovechar sus carnes.
Así fué que los indios de Naín pasaron una noche muy
cómoda sobre sus árboles, mientras que nosotros los civiliza
dos nos retirábamos muy tristes hacia nuestras trojas, sin sa
ber si a media noche tendríamos que trepar a los techos como
la gente de Flórez, que la noche ya no nos dejaba ver, y que
podíamos creer muerta, puesto que las aguas no cesaban de
subir más y más. Un chorro copioso tronaba bajo mi cama.
Nuestra situación no era tan crítica como la de los hombres
náufragos en alta mar, pues todavía había lugares donde refu
EL RIO SINU 111

giarse en último caso. El cerro de Higuerón siempre nos pre


sentaba sus flancos secos. En fin, podíamos todavía disputar
nuestra vida a los elementos, y no cederla más que paso a paso.
Como a las diez de la noche, cesó el ruido de las corrientes
en el interior de las casas; pronto sucedió lo mismo afuera.
La creciente había terminado su período. A las primeras lu
ces del día, salimos a ver los efectos del diluvio, como Noé sa.
lió del arca. Los indios tenían sus canoas otra vez amarradas
en el rio, que ya presentaba barrancos, Flórez vino a visitar
nos con su gente, para contar las peripecias de la noche. El
nos aseguró que fue una de las crecientes más fuertes que ha
bía experimentado durante su larga existencia. Las corrien
tes, en muchas partes, habian transformado el terreno; pero
mi inspección para observar todos los estragos de las olas,
fue de golpe concentrada sobre un objeto, y fué sobre ... ..

XXIV. —LOS CORINDONES.

En la sala de la casa grande, habían quedado muchas


pilas del barro colorado sin pisar, cuando nos sorprendió la
creciente de la Cruz. Las corrientes que se habían estable
cido alli, obraron con tanta violencia, que este barro, aunque
muy compacto y dificil de desleir, fué arrastrado en parte y
regado por el suelo. Pronto reparé un objeto brillante, como
pedazo vidrio, y creí que procederia de algún vaso ro
un de
to; pero, al cogerlo, vi que era un cristal perfectamente
coloro.
in
Ahora, ya no es de memoria que escribo: tengo los obje
tos palpablemente en la mano; son los pocos restos de aquel
episodio de mi vida, y los conservo por tanto, con mucho
mor. Solo cuatro me han quedado: dos chicos y dos grandes.
a
Los dos chicos, del tamaño de un garbanzo, y los dos gran
des, casi del de una almendra. La cristalización es muy
irregular. Todo parece inclinar hacia un pentaédromo, ter
minado por ambas extremidades con una pirámide del mismo
número de lados. Ilos ángulos presentan un corte de los
más perfectos, como si hubiesen pasado por el mollejón de un
lapidario. Pero de las quince faces que presenta cada piedra,
no hay dos que se parezcan. Hay faces triangulares de la ma
yor regularidad, y otras cuadrangulares. En los dos grandes,
las faces más anchas presentan un grabado que se juraría ser
obra del arte. En una de ellas hay una bordadura de dientes
piramidales, muy iguales, y en el centro otras figuras tan con
fusas, que uno las cree imitadas del natural, sin adivinar lo
que representan. El brillo engaña al mismo tiempo, y hace
ver a cada momento objetos muy diferentes. En el centro, en
una de las grandes faees de ellas, se ve un corte muy profun
do, que representa como un edificio trazado a líneas rectas. Un
112 EL RIO SINU

filete rodea toda la figura, como se ve en cierto selios. El in


.terior de la masa cristalina tiene partes límpidas, otras negrus
cas como ahumadas; en otras, hay puntos blancos como fisuras
o bolas de aire. Estas piedras deben encontrarse en alguna
abundancia en el barro colorado del cerro, porque después su
pe que los trabajadores habían encontrado muchas de ellas, y
las creían diamantes, porque cortan perfectamente el vidrio y
hasta el acero templado. ha
Así fué que la que cada uno se
llaba la escondía con mucho cuidado, suponiéndole mucho va
lor. El cacique me aseguró que en una quebrada del otro lado
de la angostura, las había en abundancia.
En mi viaje a Uré, los negros me habían señalado igual
mente unas muestras de cristal de roca muy hermoso; pero no
quisieron vendérmelo, creyendo también que se habían encon
trado diamantes. El poco aprecio que los mineros hacen de
todo lo que no es oro, o no se le parece, hace que nada se co
nozca de las riquezas mineralógicas del país.
Creo que un museo de mineralogía establecido en Cartage
na, sería de una grande utilidad para el mundo entero. Carta
gena como puerto de mar, visitado diariamente por extrange.
ros de todas partes, sería el lugar a propósito para un museo
de esa clase, y podría enriquecerse sin mayor costo, sin nece
sitar mayores cuidados para su conservación. Un museo de
zoología y de botánica solo se conservaría a fuerza de conti
nuas precauciones.

XXV.-LLEGADA DE LOS INGENIEROS.

La creciente de la Cruz había sido el anuncio directo y


bien caracterizado de un invierno rigoroso, El cerro redoblaba
desde entonces las detonaciones de su artillería de truenos.
Las lluvias se presentaban con más frecuencia. Los peces,
del río desaparecieron; hasta los pájaros del aire cesaron sus
cantos.
Por otra parte, los insectos con alas, ávidos de sangre, se
multiplicaron a tal punto, que ni de día ni de noche había des
canso afuera de los toldos. Los roedores formaban nubes es
pesas que venían a batirse sobre nosotros. Mosquitos de todas
clases se relevaban: cada clase tenía sus horas señaladas en que
venía a molestarnos. Más fatales aún, se presentaban multi
tud de especies de tábanos, desde el tabanos bovinus, que nos
dejaba picaduras ensangrentadas, hasta los más pequeños del
orden de los dípteros. Era un concurso tan tumultuoso, que
nos causaba desesperación en todos momentos. Nunca habia
mos creído vernos expuestos a tantas molestias. Todo se ha
llaba cambiado: El Elíseo del alto Sinú se había vuelto un
verdadero infierno. Se sentía que el clima tan adverso del
Chocó, alli inmediato, se habia extendido hasta nosotros.

Srita, doña Dominga Lacharme
Altamiranda Las niñitas Ana
y

Montería Modesta Soledad Pérez.


Montería
EL RIO SINU 113

La humedad, tan contraria a la salud humana, cuando es


excesiva, nos tenía rodeados de una atmósfera densa, poblada
de la creación invisible de los miasmas. Nuestra ignorancia
de los inconvenientes de la localidad, había producido respecto
de nosotros, lo que el genio apático de los indios desde hace
siglos: los infelices prefieren, por costumbre, sufrir todo, me
jor que ingeniar algo para abrigarse contra la intemperie, y
así mejorar en lo posible su triste condición.
Fué en una temporada tan desagradable cuando nos llegó
por fin la vanguardia de la escuadrilla que traía Dujardín, con
todo su personal de Europa. No podía llegar en un tiempo más
inoportuno. Para unos europeos, acabados de llegar al suelo
Sur-americano, los agréments de Higueron presentaban una
fisonomía poco seductora. Llegaron, y fuí a recibirlos al des
embarcar en el puerto. Las mútuas presentaciones se hicieron:
mis compatriotas me fueron presentados por Dujardin; y de
mi lado, presenté al oficial de marina, entonces en un traje
ménos exótico que cuando se me había presentado él mismo.
Las primeras horas de nuestsa entrevista se pasaron en rela
ciones de viaje, La demora me fué explicada: antes de llegar
a Cartagena, ellos hicieron una excursión en Santa Marta.
Dujardin, con sus sueños de millonario, ya no limitaba sus
deseos a la explotación del alto Sinú. El entusiasmo faiseur d”
affaires, en ningún tiempo había podido enfrenar sus ideas am
biciosas, y esperar la realización de una de ellas, ántes de pa
sar a las otras. Él siempre se abandonaba sin reserva a una
serie indefinida de nuevos proyectos, que engendraba a cada
paso su imaginación convulsiva. Como Alejandro Magno, él
no aspiraba a más que a emprender nuevas conquistas, sin
euparse de la conservación de las ya hechas.
o
Como negocian
te, él había abrazado en el círculo de sus operaciones mercan
tiles, toda la costa firme desde el Orinoco hasta el Itsmo. Su
casa central de París tenía sucursales en Angostura, Barcelo
na, La Guaira, Maracaibo, Rio Hacha, Barranquilla y Panamá.
Una vez minero, aplicó el mismo método extensivo a su nueva
industria, e hizo saltar sus ingenieros en Santa Marta, para
reconocer la mina de Tucurinca, situada en la Sierra Nevada,
tan conocida por su riqueza y la buena calidad de su oro, muy
afamado en todos los puertos comerciales de las Antillas. Allí
no había nada que descubrir. La mina existía y se hallaba en
estado de explotación por pequeños trabajos individuales.
Los ingenieros franceses vieron el sitio de la mina, y sin
ocuparse de la riqueza del yacimiento aurífero, declararon que
no se debia pensar en explotarla con hombres de Europa, por
que la plaga que alli se encontraba, era insoportable. La plaga
que tanto los habia desanimado, era ese mismo roedor, que de
bían encontrar, con la misma abundancia, en el alto Sinú.
Razón tienen las almas religiosas para comparar este mun
114 EL RIO SINU

do con un valle de lágrimas. El paraiso terrenal es definitiva


mente perdido hasta sus cercanías. No hay un punto sobre la
superficie del globo que no tenga sus molestias locales. Solo
resulta que los individuos sienten poco las plagas de su patria,
y si mucho las de los otros países. I a costumbre es una
gunda naturaleza: el hombre se acostumbra a todo. Solo los
se
tormentos nuevos le repugnan. Es verdad, también, que lo
confortable llega a eliminar muchas plagas. Basta ingeniar el
modo más propio para hacerlo con más o menos perfección.
Por desgracia, bajo la zona tórrida es una preocupación muy
agena de la especie humana. La indolencia, efecto del clima,
convida a preferir la fuerza de la inercia que soporta todo, a la
fuerza activa, que vence todo. Para legitimar ese sistema ne
gativo, se pretextan los gastos de dinero y la pena, que se su
pone mayor que la comodidad que proporciona. Al mismo
tiempo, el hombre descuidado de toda medida de comodidad,
sin que le duela, hace gastos excesivos para satisfacer vanos
caprichos, que lo dejan en peor estado que antes.
Las plagas volátiles, como mosquitos, jejenes y roedores,
son ciertamente las más remediables, y nadie piensa en eso.
Un toldo, de la capacidad de una sala, se conseguiría con la ad
quisición de unas piezas de género común, y duraría muchos
años; pero el infeliz, que pudiera de este modo conservar la
salud y darse comodidad, prefiere gastar el dinero que pudiera
invertir en eso, en la adquisición de un traje de muselina para
su mujer, traje que se acaba en una sola noche de baile. Por
otra parte, el extrangero que se ve expuesto a una plaga inhe
rente a la localidad en que se encuentra, lejos de procurar me
dios para preservarse de ella, haya más expedito el desocupar
el lugar. La inconsecuencia humana germina en todas las
condiciones y en todas las razas.
En los climas más rígidos, se encuentran igualmente pue
blos poseídos de un genio de abandono tal, que prefieren sufrir
todos los tormentos del frío, mejor que crearse comodidades
suficientes para librarse de él. Sería tarea interminable el re
latar todas las irracionalidades del hombre, que, no obstante,
se califica de animal racional.
Nuestros franceses, ya muy mal impresionados por el mo
do tan lento de viajar en el país, con el cuerpo muy maltrata
do por los insectos, se presentaron con disposiciones muyad
versas al nuevo establecimiento. Dujardin, que para mante
nerlos alegres en las largas jornadas de la travesía, les había
hablado de todas las delicias del país, no sabía cómo explicar
la diferencia entre sus descripciones y la triste realidad.
Todavía no he dicho nada de los nuevos huéspedes, y es
tiempo de presentarlos a mi turno al lector, Presentación tar.
día! Treinta años han pasado; ya muchos de ellos han salido
de su costra carnal, para volver al mundo invisible de donde
EL RIO SINU 115

habian salido por un tiempo; los demás, han sido dispersados


por las olas del Destino, que nos habia recogido un momento
en Higuerón!
El personal se componia de tres ingenieros, un herrero
mecánico, un carpintero, un ..... y un cocinero. Dujardin ya
me había escrito, que su mayor cuidado había sido el de esco
ger jóvenes de buena educación, de buen genio y de buenas
costumbres. Teniendo a la vista los escogidos, yo podia juzgar
de su buen tino. Todos eran jóvenes y de modales muy conve
nientes.
Empezaré por los inferiores en gerarquía; por lo tanto,
presentaré primero al cocinero: a éste nadie había pensado en
presentármelo, considerándolo como un personaje muy subal
terno: tampoco hubo necesidad de hacerlo. No hice más que
divisarlo, adiviné su profesión en el cuidado que tenía en hacer
desembarcar el material de la cocina que habia servido en el
viaje. Era un cocinero parisiense; sus estudios fueron hechos
en un restaurant du palais royal. Hombre especialista y ex
clusivo, no conocía otra cosa que su arte. Cargándose de lo
más fragil, cargando los bogas lo más pesado, él se encaminó a
la casa grande, y supo encontrar la cocina sin que nadie se la
designara. Allí encontró a la negra antioqueña ejerciendo sus
funciones y la saludó, preguntándole en francés si ella era la
cocinera de la maison (casa), a lo que la negra le contestó,
creyendo que pedía un mesón, mostrándole una mesa grande;
a lo que el cocinero francés replicó que no necesitaba de table
(mesa). Entonces la negra le presentó una tabla, y el fran
cés le dijo que no quería ninguna planche (tabla), La negra,
creyendo que quería componer su ropa, le presentó un par de
planchas. El quid pro quo poliglótico hubiera tal vez seguido
hasta lo infinito, si Eugenio Gómez no se hubiera ofrecido de
intérprete. El cocinero, muy contento de encontrar alguien
para explicarse claramente, se desahogó entonces a su gusto,
quejándose amargamente de todos los trabajos que pasaba en
un país en donde la gente habla de un modo tan absurdo, lla
mando a una casa, meson: a una mesa, tabla; a una tabla,
plancha: a una chandelle, vela &. El pobre hombre aseguró
que nunca se haría a tantos disparates. El Capitan, negocian
te de Cartagena, le ofreció sus servicios sobre el particular; lo
que le proporcionó un puesto fijo y permanente en la cocina del
establecimiento, que aficionaba ya mucho el cacique Cachichí.
Así fué que la despensa de la compañía sirvió de refugio a dos
grandes existencias, degradadas por las vicisitudes humanas.
El segundo personaje que describiré ahora, es el carpinte
ro. Sus maneras lo ponían de nivel con el cocinero. Era el
artesano bruto de Francia; sabía lo que había aprendido y na
da más. Tono brusco, ninguna educación, espíritu de contra
dicción, activo para censurar, era lo que se llama en frances
116
—r EL RIO SINU - -- -- --
un ours. Sin embargo, él sabía tomar un tono respetuoso ha
cia sus superiores, lo que no se conoce entre los criollos de la
costa, en quienes la familiaridad ha borrado todo vestigio de
distinción social.
El carpitero poco se mezclaba en la conversación con los
ingenieros; pero sabía desahogarse después con su igual el
herrero. Ambos comían en la misma mesa con los superio
res, y como el vino estaba a discreción, y no a ración, como en
las tabernas de artesanos de París, el buen carpintero siempre
se levantaba algo ébrio, lo que lo hacía estar más comunicativo
que en el estado normal.
El que sufría más con las groserías del carpintero, era
el herrero mecánico. Este, por razón de su arte, debía colo
carse a nivel con el carpintero; más por su propia desgracia, el
pobre joven era muy superior a este último por su nacimiento,
su educación, y sus maneras refinadas. Este artesano de buen
tono habria sido una anomalía en el siglo pasado, antes que
J. J. Rousseau escribiera su Emilio, En efecto, se podía con
siderar como un tipo peculiar de nuestra época, en que la no
bleza misma ha comprendido que las distinciones hereditarias
no dispensan de la obligación de tomar parte en el trabajo co
mún. El gran Royer-Colard, ha dicho: «L'esprit du siécle est
contre les distinctions héreditaires». Hoy tenemos nobles que
han sabido distinguirse por su mérito personal, más que por
vanos títulos. Las máximas filosóficas han producido un mila
gro semejante. Voltaire dice:
Il est de ces mortels favorisés des cieux
Quisont tout par eux mémes et rien par leurs aleux.
... . Le premier qui fut roi fut un soldat heureux;
Qui ser bien son pays n”a pas besoin d'aieux,
El herrero mecánico, era, pues, un joven de buena educa
ción, que ejercia su profesión como un artista. Era de extrac
ción noble; todos motivos propios para atraerle el mal humor
del carpintero, quien en toda ocasión hacia sentir a su compa
ñero aristocrático, que ambos eran artesanos y en todo iguales.
Después de los tres subalternos, me falta presentar los tres
superiores. El tercer ingeniero era un Mr, Lamotte, bon vivant
de genio jovial, que hablaba a todos con franqueza; vivo con
exceso, como todo francés; haciendo, antes de saber lo que
conviene hacer; hablando, antes de saber lo que debia decir;
burlándose de todo el mundo, sin herir el amor propio de nadie;
haciendo observaciones chistosas sobre todo lo que le parecía.
Era, en una palabra, uno de estos personajes que la Divina
Providencia coloca en todas las sociedades para divertir, des—
empeñando gratis el papel de gracioso.
Muy diferente era el segundo ingeniero, Mr. Barilhier. Ya
en la travesía, sus compañeros le habian dado el nombre de
"Padre Eterno», que merecía por su gravedad imperturbable y
EL RIO SINU

Don Carlos Vello jín Burgos —Cereté


---
EL RIO SINU 117

la innnensa barba que le cubría todo el pecho. Era una de esas


existencias internas, poco comunicativas, inaccesibles a la ale
gría y a la tristeza. Magnifica estatua de carne, el º Padre
Eterno» oía hablar sin contradecir a ninguno, se mezclaba a la
conversación solo por condescendencia, y jamás para hacer a
larde de su saber. Nada le chocaba; nada le conmovía; com
-
prendía todas las debilidades humanas, y las excusaba en los
otros; aunque hallándose muy ajeno de ellas por su natural
poco impresionable, y su barba que le servía de máscara.
El primer ingeniero, el Júpiter de nuestro Olimpo, era el
Sr. Malinvase. Aquí mi pincel se hace meticuloso, mi mano se
alza y no sabe qué líneas trazar, para bosquejar esta persona
lidad impenetrable. La fotografía no puede ayudarme. El mi
croscopio no penetra bastante en el fondo de la materia. Es una
debilidad peculiar a nuestro espíritu, suponer que debemos es
culpirnos una fisonomía adecuada a nuestro rango. Queremos
formarnos un ademán. y nos estropeamos. El genio natural de
cada uno, no puede doblarse al capricho que distribuye las po.
siciones sociales. Un rango superior nos inspira siempre la
tentación de hacerlo sentir en todos nuestros movimientos. El
mero hecho de mandar inclina al despotismo, y el despotismo
quiere que se adoren sus caprichos. Los Nerones nunca faltan
en la humanidad; solo falta el poder serlo con toda amplitud.
Nuestro primer ingeniero era joven, el más instruído de nos
otros; y como jefe, se creía obligado a una gravedad que le pe
saba, como todo lo que impide los movimientos naturales. Por
otra parte, de complexión más impresionable que los demás, el
clima equinoccial ya le había quitado parte de su actividad eu
ropea. El far niente de la hamaca iba enervándolo. Lo mo
ral debía espirar en él antes que lo corporal.
Ahora me falta describir otro personaje muy característi
co, que hacía parte de la comitiva: tipo común bajo todas las
zonas civilizadas; pero que en vano se buscaría en las socieda
des primitivas, cuya falta de organización social obliga a cada
uno a proveer personalmente a sus propias necesidades, so pe
na de morir de hambre, Casi en todas las familias compues
tas de cierto número de hijos, se puede observar uno pródigo,
a quien el lenguaje vulgar designa como «hijo que salió de ma
la cabeza». Criaturas rebeldes a toda clase de dirección, esos
seres malhadados, en su carrera desviada, se ven muy a menu
do vegetar tristemente. Se encuentran en uno y otro sexo con
la misma frecuencia. Hay, efectivamente, niñas dotadas de
todas las gracias seductoras de la mujer, y nacidas en el seno
de una familia honrada, que demuestran desde la primera in
fancia, una inclinación fatal a la perversidad, Sean mujeres o
varones, nada puede preservarlos del precipicio de vicios a que
se dirijen. Así era nuestro compatriota Carand a quien los
ingenieros habían traido consigo. Habían hecho un favor a
118 EL RIO SINU

una familia honrada, librándola de las molestias que causa la


conducta insólita de uno de sus miembros. Desde el momento
de su llegada, se me impuso del particular en un rápido a parte,
sin que lo notara el personaje en cuestión.
El pobre Carand había sido hijo de un rico fabricante de
sedería de Lyon; perdió su padre, y recibió, como parte de he
rencia, unos cien mil francos, que malbarató en menos de dos
años, Entónces quedó a cargo de sus hermanos, quienes, de
sesperando de encontrarle una colocación en Europa, y temien
do sufrir por culpa de él las funestas consecuencias de la mi
seria, se resolvieron a hacer un sacrificio para alejarlo de ellos
lo más que pudieran. Así fué agregado al personal de la com
pañía del Sinú, creyéndose con un empleo; pero, en realidad,
pensionado por sus hermanos. El infeliz, al dilapidar supa
trimonio, se había destruido física y moralmente, a un mismo
tiempo. Era un cadáver que se movía maquinalmente; poco
quedaba en él del sér racional. Las enfermedades, consecuen=
cia de una vida desordenada, los vicios contraídos por el con
tacto de la mala sociedad, lo tenían cancerado. Incapaz para
toda ocupación, incapaz de pensar, fumaba, comía y dormía,
dejando a los otros moverse, sin ocuparse de lo que pasaba al
alcance de sus sentidos. Ni la burla, ni la reprehen
sión, ni el desprecio, podían hacer vibrar fibra alguna de
esa constitución ya apagada. Como en este mundo, cada ove
ja busca su pareja, y cada molécula su similar, el oficial de
marino y él se ligaron, al encontrarse, por un lazo simpático
que debía sobrevivir hasta en nuestro efímero establecimiento.
Los personajes que acabo de retratar, me traían un reflejo
vivo de la patria ausente. Cada uno me pareció ser un tipo
specimen de los numerosos tipos que caracterizan al pueblo
francés. Como se sabe, la clasificación es aplicable a todo. La
humanidad se divide en razas que hasta ahora se han conser
vado distintas, aunque en continuas relaciones que tienden a
formar un solo pueblo de tantas nacionalidades diferentes. Los
tipos generales de cada raza se dividen luego ellos mismos; y a
las diferencias de genealogía, vienen después a agregarse las
diferencias del lugar natal. Los menores accidentes del terre
no, producen particularidades en el organismo. Los llanos,
forman hombres distintos de los que nacen, en las alturas. E
sas mismas diferencias se notan en Colombia, como en todas
partes: hay gran diferencia entre el hombre del interior y el
de la costa.
Las diferencias de raza y de localidad se complican de
nuevo con las que causan la educación y la profesión. Final
mente, la organización de cada individuo, produce aptitudes e
inclinaciones que impulsan a eada uno en la carrera que ha de
recorrer en la fluctuación de todas las circunstancias, de las
cuales, la más insignificante al parecer, puede trastornar de un
119
EL RIO SINU

todo las intenciones y las previsiones. En la futura Repúbli


ca universal, sueño de la madurez de nuestro siglo, las diferen
cias de aptitudes servirán para colocar a cada cual en la posición
social más adecuada para su felicidad individual a la par que
para la utilidad general. Ya hoy la frenología sirve de base
para discernir la especialidad que a cada uno conviene.
Los franceses ofrecen diferencias geográficas que ya ha
bía determinado Julio César en sus comentarios de bello gallico:
«Gallia est omnis divisa in partes tres etc.». (C. Gaesaris co
mentariorum de bello gallico, liber primus). Después de la
dominación romana, los pueblos del norte formaron otros esta
blecimientos, contribuyendo así a formar nuevas complicacio
nes. Sin embargo, de tantos pueblos de origen diferente, el
tiempo formó una sola nación que la Revolución acabó de ci
mentar con el patriotismo. No obstante, cada parte ha con
servado algo de su origen, hasta en el idioma. Dos franceses
que se encuentran en el extrangero, adivinan con mucha fa
cilidad la parte de la Francia en que cada uno de ellos ha naci
do; así como un cartagenero reconoce en el acto a un antioque
ño, en el compatriota que encuentra por casualidad en Londres
o en París. Al verse, ambos se sienten conmovidos de esa
simpatía mútua de dos hermanos que vuelven a verse después
de una larga ausencia.
Fué con ese mismo sentimiento que yo me ví de nuevo ro
deado de compatriotas, y en un país tan distinto de nuestra
Patria. Todos ellos venían de París, de donde yo mismo había
salido tres años antes. Ellos venían a ponerme al corriente de
lo que había pasado desde mi partida. Cuántas preguntas!
¡cuánto interés en las contestaciones. Los periódicos no tratan
más que de interés general; las cartas no comunican nunca to
do lo que uno quisiera saber. Una entrevista con un hombre
que ha visto las mismas cosas que uno mismo, y que sabe con
testar a todas las preguntas, nos satisface más en un momento
que la lectura de gacetas que dicen lo que uno no desea saber,
y callan lo que interesa.
Además, la suerte dispuso todo de manera que ya encon
trara en los nuevamente llegados, los tipos más familiares.
Toda mi vida de estudiante se reprodujo a lo vivo. Si los in
genieros me recordaron aquellos amigos momentáneos que se
consiguen en París en los cafés y en los teatros, en el carpin
tero y en el cocinero vi de nuevo el pueblo que se codea en las
calles. Solo mi pobre patria, la Alsacia, no tenía representan
te en aquella reunión. Solo ella dejó mis más dulces recuerdos
sin eco alguno. Así es que nuestros deseos, aunque se realicen
más allá de nuestras esperanzas, siempre nos dejan algo im
perfecto. El hombre aspira a lo imposible. Sin embargo, el muy
fausto día de la llegada de los franceses, me proporcionó uno
de esos episodios que marcan rastro en el curso de la vida. A to
120 EL RIO SINU

dos ellos los veía por la primera vez, exceptuando a Dujardin;


y sin embargo, la única circunstancia de la patria común, pro
dujo en el acto la intimidad. Con qué gusto nos sentamos a
la mesa cuando el cocinero nos avisó con la serviileta bajo del
brazo, que el diner estaba servido! Mis compañeros estaban
alegres por verse al fin otra vez bajo un techo (aunque pajizo),
después de tantos días pasados a la intemperie; yo también lo
estaba por tener con quien conversar sobre los tiempos pasa
dos,
En aquella comida, que se prolongó por espacio de muchas
horas, lo primero que nos ocupó fué un episodio del viaje, que
al principio todos parecían haber olvidado. No obstante, el
episodio tenía algún interés, pues había privado a la comitiva
de uno de sus miembros, y este miembro era un compatriota.
Sí, además del hijo pródigo, había también un aficionado, un
francés que, por puro placer. había resuelto acompañarlos al
Alto Sinú. Los viajes de agrément no son comunes en la Amé
rica del Sur. Puede ser que con los ferrocarries la moda pe
netre también en esta parte del mundo. Mientras, tendré
tiempo más que suficiente para contar el accidente que he a
puntado,
Es cosa digna de notarse, que no hay como los franceses
para regar gente en cualquiera expedición que emprenden. Lo
más sorprendente era que el perdido no era un recién llegado
como los otros. Era, al contrario, un personaje conocido desde
muchos años en Cartagena y en Bogotá. Aunque trato de he
chos pasados hace treinta años, muchos lectores pueden acor
darse todavía del boticario Mr. Goudot, que, profesó en la ca
pital de la República, e hizo allí fortuna, l tenía unos cin
cuenta mil pesos disponibles; y deseaba hallar colocación a
aquella pequeña fortuna. Adquirir y después conservar, exi
ge un doble talento de que Dujardin no poseía más que la pri
mera parte. Ya en tiempo de Augusto César, uno de los ínti
mos del emperador romano había recordado en presencia de
éste, las palabras de Alejandro Magno, de que temía no tener
pronte más nada que hacer después de conquistado el mundo
conocido entonces; a lo que Augusto objetó, que el temor de
Alejandro era muy infundado, puesto que más trabajoso era
conservar conquistas que efectuarlas. Se puede creer que Mr.
Goudot, sin ser emperador romano, profesaba la misma opi
nión; y antes de exponer sus fondos en la empresa del Alto
Sinú, quiso, como Santo Tomás, primer o ver para después
creer. Por tanto, él resolvió acompañar a los ingenieros como
simple amateur. Un viaje en el Alto Sinú no le parecía más
incómodo que el camino del Magdalena. La excursión no tuvo
malos principios; pero una vez pasado de Montería y llegado a
los Alquitranes a donde fué menester esperar a los atrazados
para entrar juntos en el desierto verde, Goudot, cazador for
EL RIO SINU

-
General don Francisco Burgos Rubio.
Ciénaga de Oro
EL RIO SINU 121

zudo como lo había sido Neromd, se internó en el bosque, a


compañado de solo un peón, y no pareció más. La expedición
no podía demorarse. Los compañeros del extraviado espera—
ron un día más, demora que estimaron los perjudicaba segura
mente, por lo ménos, en un millón, en atención a la importan
cia de lo que iban a buscar. Pero, viendo que el ex-boticario
no parecía, a pesar de los continuos tiros de escopeta que ha
cían para orientarlo, dispusieron continuar, dejando en el puer
to una canoita con víveres y la cama del perdido. Con eso, la
escuadrilla se puso otra vez en camino, dejando al pobre Gou
dot como un nuevo Filoctétes, abandonado a su suerte.
Esta desaparición tan extraña nos preocupó mucho. Cada
uno emitía sus conjeturas. Había, efectivamente. de qué ex
trañarse, puesto que el perdido era el único de los extranjeros
ya aclimatado y acostumbrado a recorrer las selvas vírgenes
del Nuevo Mundo. Muy enorgullecido de su consumada expe
riencia, él pretendía servir de Mentor a sus compatriotas y esa
presunción lo perdió. El episodio podía llamarse trágico, pues
to que todavia no podía saberse el destino del pobre Goudot. Se
le podía suponer muerto en el fondo de las selvas; suposición,
empero, que poco alteró el humor de la compañía sentada a la
mesa. Así es el hombre: después de una acción sangrienta
los militares quedados con vida y sin heridas, se recogían jun
tos, hablando sin la mayor sensibilidad, y casi con una indife
rencia afectada, de los compañeros muertos o moribundos, con
quienes se habían divertido la víspera, y que tal vez seguirán
el día de mañana. ¿Quién de nosotros puede preveer lo que lo
espera dentro de pocos momentos? , Nuestros ingenieros se
consideraban en campaña, y a Goudot como a quien tocó la
suerte de la primera bala. Se conversaba de eso alegremente.
El gran cacique Cachichí, sentado sobre un banquito de
trás de nosotros, comía con mucha humildad las migajas que
cada uno de nosotros le echaba; haciendo recordar aquellos re
yes vencidos de la antigüedad a quienes sus vencedores obliga
ban a comer debajo de la mesa. El pobre soberano del Sinú,
sin sentir la menor humillación, saboreaba los bocados y se di
vertía con las palabras chistosas que se dirigían a su hija, pa
rada cerca de la mesa.
Los otros indios bravos, y las mujeres de los trabajadores,
reunidos en la puerta de la sala, formaban un grupo muy aten
to a las palabras que oían, sin entenderlas. Se reían sin saber
el motivo, a menos que Eugenio Gómez, o bien el oficial de
marina, les tradujeran nuestras palabras. El cacique, tamba
leándose sobre su banquito, para hacer creer a sus súbditos que
nos entendía, reía a nuestra risa, y por momentos arriesgaba
en gama descendente una serie de oui! oui oui! Al fin, Mr.
Lamotte, como verdadero sirviente de amore de la beldad, dis
tinguió a la esposa del sacerdote, y pretendió que era una se
gunda edición de la famosa Jenny Colon, a quien había dejado
en la ópera comique de París, El sacerdote, que nunca. hasta
entónces, había oído mentar a Jenny Colon, pero que sospecha
ba, con la sagacidad de un marido celoso, que la conversación
iba girando sobre los atractivos de su esposa, sostuvo al oficial
de marina que los blancos eran peores que los animales, en an
dar así viajando sin mujeres y ocupándose de las agenas; y pa
ra dar una prueba de su ascendiente sobre sus feligreses, ame
nazó con invocar contra nosotros a los dioses de Higueron; ce
rro que, sin esperar la orden de su Moisés privado, retumbaba
ya cual otro Sinaí. Una amenaza fulmrinada por un personaje
como el brujo, hizo correr a los indios bravos al lado del puer
to, ménos el cacique, porque el poder eclesiástico le debía obe
diencia, lo mismo que todos los demás, y no podía fulminar
excomunión de ninguna clase, sin su previo consentimiento, El
conflicto de los poderes fue seguido de canciones dramáticas
ejecutadas por Mr. Lamotte. El recuerdo de Jenny Colon, ha
bía despertado en él todo el repertorio de la Opera. Por fortu
na, la función fue interrumpida por la voz del director de la
compañía, quien para entrar en el ejercicio de sus funciones,
hizo observar que estábamos allí para sacar oro, y no para
fundar una sociedad filarmónica. Así se concluyó esta prime.
ra soirée, cuyos detalles todos me quedaron impresos en la
memoria.
El mundo, teatro de las agitaciones tumultuosas de la hu
manidad, presenta una mezcla que cada uno puede juzgar
según sus disposiciones morales del momento. El cerebro hu—

Los objetos más serios se revisten por momentos de tintes ri


mano, teatro de los pensamientos, presenta la misma confusión,

dículos, Todo nos aparece sujeto a cambios y variaciones, Los


hombres que se creen ocupados en asuntos muy importantes,
se ven también poseídos por momentos de ideas locas que ocul
tan con mucho cuidado. Pero mientras tanto, todo marcha en
su orden determinado, Lo que debe hacerse se hace. El porve
nir se vuelve presente; lo presente marcha a ser pasado. El
viento de las sublimidades y de las locuras pasa sobre nuestras
frentes que, como flóres, se van inclinando hacia el sepulcro.
Otros nacen y pasan a su turno. La inmóvil eternidad recoge
en su seno todas esas olas que fluctúan movidas por una fuerza
invisible.
Ese día, un encantador me había arrebatado y trasportado
de golpe a París. Habia recorrido rápidamente todos sus lu
gares notables, los boulevards, los teatros, las bibliotecas, los
museos. Todo me había inundado de sus luces. Había oido los
acentos de los cantores célebres. Las soledades de Higueron
me parecían haber cambiado de aspecto. La civilización me
parecía ya trasplantada allí con todas sus maravillas. El por
venir me hacía, ya a la América del Sur en el estado en que
ver
/
EL RIO SINU 123

se haya la Euopa. Ciertamente hubo un tiempo en que el suelo


de París no valía lo que el de Higueron. Algún día se dirá de
esas soledades, lo que Voltaire hace decir a Mahoma de su
país: «Le temps de l'Arabie está la fin venu!» -

Pronto otros pensamientos me dominaron. Aquellos jóve


nes, seducidos por las palabras de oro de Dujardin, se creían
predestinados para operar la transformación del Sinú Un por
venir confuso no dejaba penetrar nada en contrario.
Un sueño dorado nos dominaba a todos. La corta realidad
que constituye lo palpable de la vida humana, guardaba sus
secretos para sí sola. Hoy, cuando el tiempo ha barrido todas
esas ilusiones, puedo reirme del tiempo de entonces, Hoy una
nueva generación funda las mismas esperanzas, sobre el mis
mo suelo. . . . Puede ser que al fin el fundador del Alto Sinú.
haya nacido.
-,

XXVI, -UN PERSONAL DE EUROPA EN AMÉRICA.


á
Napoleón primero dijo en Santa Elena, que todo el secreto
de gobernar consistía en saber escoger las personás aptas para
cada destino. El mismo precepto puede aplicarse a toda clase
de empresas. Entre concebir un proyecto, y ejecutar la obra,
hay muchos intermedios. El poder humano tiene sus límites
fatales, El Omnipotente se ha reservado la facultad de sacar
las cosas de la nada. El hombre solamente puede trasponer lo
existente, y ésto, si puede encontrar los medios de moverlo.

¿
Los hombres del cuerpo humano obedecen a la voluntad, y
ésta es hija de un motor desconocido. pre
El proscrito, Sila
tendía que no hay acción humana que no sea obra de la fortu
na, y por esta razón sustituyó el epíteto de Felic al de Magnus
que el pueblo quiso agregar a su nombre. Así es que, para pe
netrar un tanto más adelante en el misterio de la actividad
humana, podemos suponer que el buen o mal éxito de toda em
presa, depende directamente de las ideas, buenas o malas, que
alumbren al empresario, y de las circustancias más o ménos
buenas que lo favorezcan en la prosecución y realización de la
empresa. En la compañía del Sinú, el empresario, para ser
consecuente, se había cerciorado en primer lugar de la exis
tencia del oro en las regiones superiores; en segundo, se había
asegurado los recursos pecuniarios; y, en último, se puso a
buscar hombres capaces de ejecutar lo proyectado. Todo de
pendía ahora de su tino en esta última operación. El genio,
ilustrado por los y prácticos, teniendo a
su disposición todo lo necesario para accionar, puede hacer mi
lagros. Mas, como dice Jesucristo (San Mateo XXIV. 13), «él
que perseverare hasta el fin, éste será salvo».
Una de las primeras condiciones para poder perseverar, es
hallarse bien acomodado en el lugar en que se debe accionar:
124 EL RIO SINU

el resto depende del carácter más o menos tenaz de cada indi


viduo, de su actividad o amor al trabajo, y de la buena consti
tución física que sabe resistir a los inconvenientes inherentes
a cada lugar.
El hombre que abandona su patria para buscar fortuna en
otra parte, se arrepiente muchas veces de su temeridad. «El
suelo de la patria no se puede llevar pegado a la planta del
pie», decía el enérgico Danton, que prefirió la guillotina a la
expatriación. En el curso de mi narración, me he esmerado
siempre, lo más que he podido, en hacer comprender al lector
ese sentimiento que a cada momento comprime el corazón del
hombre que se haya lejos de su patria, por muy bien que se
encuentre. Es bajo la preocupación de un objeto tan impor
tante, que me he expuesto, a sabiendas, al inconveniente de
dar la figura de una novela a una obra escrita en vista de uti
lidad y nó de recreo. Pero se debe siempre tener presente que
el hombre, por mucho que observe y piense, nunca puede des
prenderse del sér sensible. Los recuerdos de la familia y de
la patria, lo persiguen por donde quiera que vaya. No obstan
te, el Nuevo Mundo se ha poblado de aventureros venidos de
todas partes, que se han establecido con la firme resolución de
concluír su carrera en su patria adoptiva. Es un fenómeno
histórico común a todos los puntos del mundo, V
En todos los tiempos, las emigraciones de los pueblos han
tenido lugar. Los que se llaman los bárbaros del Norte, inva

él,
dieron el imperio romano, y muchos se fijaron en sus des

y
cendientes son los nobles del día. La pequeña nación espa
ñola pudo también extenderse sobre las tres cuartas partes del
Hoy las inmigraciones
de
se

globo. hacen un modo diferente.


espíritu divino inspiraba
En los tiempos pasados, un
e
el

a
Atila, un Colón, que, para cumplir
su

misión, levantaban
a

jércitos, armaban escuadras, derramaban un pueblo sobre


y
o

Hoy, espíritu impulso, por medio de pren


de
su

de otro.
el

la
de Guttenberg, misión marcada lejos de
y su
su sa

los que tienen


y

patria, obedecen esa voz oculta, van donde los llama


el
a

se

destino. Son conquistas pacificas. Los pueblos confunden


ayudan mutuamente par que oprimen.
se

pacto
El
se
a la
y

en
social, que antes contribuía separación de los hombres
la

pueblos exclusivistas, hoy está


en

de

camino volverse pacto


universal, Las doctrinas humanitarias han dado esa nueva
dirección los espíritus,
a

Las dificultades de conquistar una posición social ventajo


poblada Europa, espíritu de cosmopolitismo
de

nues
sa

en
el
la

trasporte, cumplen
de

de

tra época, las facilidades los medios


los ocultos decretos del Destino, que mueve lentamente cen
el

tro de civilización hácia lado del Nuevo Mundo. Multitud


el
la

de jóvenes abandonan hogar paterno, entregándose


el

la
a

fortuna, que hace víctimas; pero


de

ellos, favoritos mo
el
o

o
EL RIO SINU

•A
Casa de Espinosa & Luján.-Cereté
• EL RIO SINU 125

vimiento de trasmisión sigue siempre, a despecho de nume


rosas decepciones. -
Por desgracia, entre tantos hombres dispuestos a perseguir
una posición social hasta en países lejanos, muy pocos reunen
las cualidades necesarias para el buen éxito de una empresa
como la de que tratamos. Los conocimientos teóricos y prácti
cos adquiridos en Europa, son muchas veces un obstáculo, me
jor que una ventaja, para el que debe accionar en la América.
Hay tanta diferencia entre los dos continentes, que el mas sa
bio, al pasar del uno al otro, tiene que empezar nuevos estu
dios, y muchas veces olvidar lo aprendido, para hacerse un
hombre nuevo.
En el viejo continente, todo nació y se desarrolló progresi
vamente con el curso lento de los tiempos; en el nuevo, se
quiere trasplantar todo, en el estado en que los últimos adelan
tos han puesto las cosas, salvando de un solo salto todo el es
pacio que cada industria ha recorrido en sus perfeccionamien
tos graduales; y el suelo no está preparado para eso. Pero hay
un antecedente seductor: este sistema atrevido puso de golpe
al pueblo recien nacido de los Estados Unidos del Norte, a la
vanguardia de la civilización moderna. El gigante nació adul
to, sin haber experimentado la debilidad de la infancia. En es
te prodigio, el clíma tomó más parte que el genio inventor de
la raza sajona.
El malestar que siente el extranjero recien llegado, hace
que se llene de impaciencia, y entonces él quiere buscar todo, y
todo aborta en sus manos. Es bajo la impresión que me han
causado tantas empresas malogradas, que me atrevo a aconse
jar el método tímido, pero cómodo, de las mejoras progresivas,
tomando siempre las cosas en el estado en que se hallen actual
mente en el país. Sé muy bien que así me pongo en oposición
con las ideas del siglo. El consejo repugna a mi propia impa
ciencia; pero la experiencia me ha hecho reservado. Por otra
parte, oigo tantos hombres oponerse con violencia a toda clase
de reformas, y ponderar tanto el statu quo, que me vuelvo
mido, para no ponerme, al hablar en favor de obras magnas,

en contravención con las doctrinas de los antiprogresistas, que
hallan mas prudente dejar las cosas como están. Por fortuna,
la República cuenta con un buen número de hombres que com
prenden las aspiraciones, o por mejor decir, las necesidades de
la actualidad; hombres persuadidos de que quedarse estaciona
rio, es atrasarse, aniquilarse. A estos últimos me dirigiré ofre
ciéndoles mi cooperación, exponiendo mis ideas. Ahora, pués,
discutiremos el partido que se puede sacar de directores ex
tranjeros, cuando éstos tienen que servirse de los obreros del
Oal S.
En este respecto hay mucho que ver. Primero, se presenta
una incompatibilidad completa entre el jefe y el subordinado:
126 EL RIO SINU

el primero tiene que formular sus órdenes y hacerse entender


en una lengua que no le es familiar; y el segundo, está mas dis
puesto a reirse del acento exótico del director, que a obedecer
o dejarse dirigir. Esta primera dificultad es un inconveniente
de poco porte; pero se presentan otras. En nuestra Europa, el
tono del que manda es brusco y absoluto, y el subordinado obe
dece por tradición con una obediencia pasiva y muy rápida.
El maestro y el oficial comprenden que ambos están empe
ñados en una o b r a comun, en que ámbos son igual
mente necesarios, y en que cada uno tiene su parte bien deter
minada. Hay una diferencia enorme entre los dos modos de
mandar y de obedecer, cuando se compara lo que pasa, en igual
circunstancia en uno y otro hemisferio. A los criollos no choca
la familiaridad de los inferiores. En las razas meridionales to.
do es excesivo: o la igualdad de trato, que nivela todas laspo
siciones sociales y anonada toda clase de respeto, o el despo
tismo oriental, que erige el mas humillante servilismo. No es
raro oir estas palabras en boca de un sirviente que recibe una
órden del amo de un trabajo: «el que manda, manda; pero no
“me conviene hacer eso». El amo criollo no se ofende; por el
contrario, acaricia al desobediente, y lo reduce a fuerza de ca
riño. El extranjero no puede acostumbrarse a semejantes ma
neras, que le parecen ajenas a la dignidad personal: de ahí la
antipatía.
Estos son defectos inherentes al país: aplicación, buena o
mala, del régimen republicano, resultado tal vez de la abolición
de la esclavitud. Ahora pasaremos en revista los defectos na
turales del extranjero recien llegado. Primero, todo le choca.
Cada uno pondera lo de su país: debilidad excusable. Lo que
perjudica, es que el que apenas ha tocado el suelo extranjero
quiere servirse de objetos desconocidos que acaba de ver por
primera vez, y presume que puede usarlos mejor que los que
los manejan desde la infancia.
Se puede decir que la manía de criticar, censurar, contra
decir, es comun a todos los hombres. Hoy, cuando el espíritu
da asociación convida a esfuerzos colectivos, la discusión de
genera casi siempre en oposición sistemática; y se puede decir
también, que la debilidad de hallar malo todo lo que se encuen
tra diferente de lo que existe en el país natal, es una crítica
sistemática, o mejor dicho, una inconsecuencia, He visto un
francés residente en Cartagena, tratar de salvaje a una mo
dista de París, porque esta le declaró que no podía imitar un
bordado de una cartagenera.
Hay hombres superiores que caen en la misma debilidad;
y es un hecho histórico, que en Francia del tiempo del Directo
rio, el Abad Sieyes, este espíritu de conceptos tan profundos, que
repúblicas y monarquías han adoptado muchas de sus ideas; es
te hombre tan grande, cuando volvió de su embajada en Prusia,
EL RIO SINU 127

desesperaba a sus colegas con la continua observación de que


«así no se hacía en Prusia». Lo que reveló con mucha gracia
y buen sentido el satírico cancionero Berenger, cuando dice:
Si l’on est prussien en Prusse.
En France soyons francais.
De estos se puede decir, que hay hombres que siempre ala
ban lo que han visto en el país de donde vienen, y creen malo
todo lo que ven en el país en que se hallar.
Creo que, en la actualidad, solo hay una nación que suminis
tra al mundo entero sujetos q” saben observar sin desaprobar, ver
sin criticar, y aprovechar todas las ocasiones sin comparar las co
sas con las que han visto en otras parte. Ellos no dicen nunca:
«aquí no hay nada que hacer!» Y así, saben sacar perlas de la
putrefacción, y diamantes del lodo. Toman el mundo como lo
hallan, y se burlan de las dificultades. Hombres titánicos que
amontonan cerros sobre cerros, y perforan el centro de la tie
rra, sin pensar en el peligro de quedar sepultados debajo de su
propia obra. Elevan torres de Babel sin temer alzarse al punto
de no entenderse unos a otros. Esos hombres privilegiados son
los norte-americanos. Para ellos, nada es imposible, a no ser
la inactividad o el statu quo, tan ponderado por otros. Para
ellos, todo soplo es progreso, todo movimiento es realizable. E
llos no necesitan ser animados, alentados, excitados; el acome
ter todo lo que emprenderse puede, les es natural, como el ins
tinto lo es en los otros séres animados. En ellos, hacer es vivir.
El tino para emprender y llevar a buen fin todo lo empren
dido, les es tan inherente, que pocas empresas se malogran en
sus manos. Por desgracia, en ellos se nota el mismo inconve
niente que en los demás extranjeros en la aclimatación, la cual
es siempre trabajosa respecto de hombres nacidos en una zona
mas templada. En ésto, la influencia de los miasmas de la at
mósfera es tal vez menor que el cambio de alimentos y que las
dificultades de proporcionarse las comodidades de la vida para
sustraerse de la intemperie.
A pesar de todos los obstáculos que hay para obtener la
mayor eficacia del concurso de los extrajeros, se puede obser
var la utilidad que resulta para la humanidad en general, de
que ciertos hombres exporten sus capacidades individuales pa
ra hacerlas valer en otros países. Tal vez es por una mira pro
videncial que ésto se hace; y vemos muchos hijos de la Amé
rica latina, figurar entre las celebridades de Europa. Así, to
dos debemos convenir en que es ventajoso que ciertas empre
sas sean dirigidas por hombres nacidos en otro hemisferio. Las
relaciones entre los pueblos van estrechándose; y los hombres
del orbe entero van acostumbrándose a considerar el mundo
como una patria comun.
Cuando en 1844, se presentaron aquellos jóvenes en
gueron, ningún hombre de carne podía prever si entre ellos
Hi
128 EL RIO SINU

el predestinado del alto Sinú. El empresario


E
existía esperaba
de ellos. Los accionistas contaban con beneficios fabulosos.
llos mismos no parecían dudar del buen éxito, Habia motivos
racionales para fundar grandes empresas. Los elementos de
prosperidad existen todavía, como en las regiones mejor dota
das. Los medios de acción no podían faltar. Una resolución in
vencible parecía animar a todos. Pero eran franceses; pertene
cían a una nación de extremada viveza y de imaginación exu
berante de brillo, que produce hombres capaces de hacer en un
día aquello para lo cual otros necesitan una semana; pero, por
desgracia, incapaces de acabar lo que necesita más de una se
mana de aplicación constante. El francés es siempre el símbolo
de la ligereza. Las ideas se suceden en su cabeza con una rápi
dez vertiginosa; pero pasan sin dejar rastro. Todo lo que se
puede ejecutar de paso, el francés lo ejecuta; más detenerse so
bre algo, le es antipático. Dios hizo el mundo en seis, a pesar de
ser Todopoderoso. El francés procede todas las mañanas a una
creación nueva. El grita también: Fiat luac, y la luz se produ
ce, para alumbrar la nada. Su viveza lo hace pasar a otra crea
ción, y no se acuerda más de la primera. Apurarse con despa
cio, ese consejo dado por un sabio de la antigüedad, le da cris
paturas de nervios.
A mucho; pensadores parecerá paradojal el apreciar la ca
pacidad de fuerza emprendedora, introduciendo en el juicio co.
mo considerando la nacionalidad del individuo; y es cierto, en
efecto, que apesar de que los individuos de cada pueblo se dis
tinguen de los demás por peculiaridades físicas y morales bien
determinadas y genéricas, es cierto también que por todas par
tes se encuentran hombres excepcionales y organizados
modo extraordinario. Estos hombres no pertenecen propia
mente a ninguna nación. No es temeridad, no obstante, supo
-
de un

ner que si el promotor de la compañía del Sinú, hubiera tenido


la buena idea de buscar hombres menos semejantes a él mismo,
el establecimiento hubiera tenido una suerte muy diferente.
Pero el Sinú no se ha perdido. Hoy más que nunca, hay un
gran presentimiento que predomina por toda la República. Tar
de o temprano, los esfuerzos de tantos hombres que tienen fe
en el porvenir, producirán el efecto deseado. La brillante pro
fesión de fe sobre este respecto, formulada por el señor Juan
B. Londoño en su carta al señor doctor Agustín Núñez, públi
cada en el Diario de Cundinamarca púmero 1.505, es un testi
monio muy consolador, que me dice que no predico en desierto.
Hoy considero los sacrificios pecuniarios de los accionistas
y la pérdida de nuestro tiempo en aquellas regiones, como un
primer reconocimiento hecho. En todo se necesita un principio,
y espero que ahora, con estos datos, un segundo reconocimien
to de la actualidad, será suficiente para abrir un camino acer
tado a empresas dignas de nuestra época.
EL RIO SINU

Srita. doña Elena Lacharme y Rita Ruiz.


EL RIO SINU 129

XXVII.- Los APARATos DE Los MONTEs URALEs.

En mi relato, hasta ahora no he tratado de otra cosa sino


de los preparativos para aparejar los caminos a la futura ex -
plotación. Esta debe formar el punto culminante de mi his
toria. Por lo tanto, concluída la primera parte de mi tarea,
puedo gritar, como hacer los grandes capitanes en sus pro
clamas, la víspera de una batalla decisiva: “aquí teneis la
jornada que esperábais desde hace tiempo!”
El empresario, embuído en la opinión general de que en
la Rusia las minas de oro producen más que por otra parte,
había mandado al señor Malinvau a estudiar el método en uso
en aquellas localidades. Mr. Malinvau visitó todo; hizo despues
construír en París los mismos aparatos, y se presentó con
ellos en las playas fabulosas del alto Sinú. La compañía pa -
recía convencida de que, con la aplicación de los aparatos u
sados en Rusia, el famoso dicho cartagenero iba al fin vol
verse una realidad axiomática.
Respecto a la superioridad del método de explotación de
los rusos, se incurría tal vez en un yerro: las grandes rique
zas de la aristocracia rusa, pueden muy bien tener una fuen
te diferente.
Vemos los príncipes rusos desparramar en París el oro
con tanta profusión, que se puede suponer que lo sacan de
una fuente abundante e inagotable. La munificencia de los
Demidoff es proverbial. Pero, a este respecto, podemos ha"
cer observar, que, en un tiempo, los criollos que iban a visi
tar la Europa, ostentaban también un lujo extraordinario; y,
si embargo, las haciendas y las minas de las Antillas se tra
bajaban entonces como se trabajan todavía hoy. Solamente
los criollos no tienen ya modo de exhibir tanto lujo, Un solo
cambio se hizo desde entonces. Había esclavos; y hoy los
jornaleros libres no producen lo que producían trabajadores
vitalicios y forzados. Pues bien: lo que ya no existe en la A
mérica existe todavía en la autocrática Rusia. La riqueza
colonial, producida por algunos miles de negros traídos del
Africa, era poca cosa comparada con la que producen la con
dición abatida del pueblo en Rusia; servilismo que data de
muchos millones de siervos, tratados con más rigor que los
esclavos africanos en la América del Sur. Estas considera
ciones no se presentaron al espíritu del empresario del Sinú;
al contrario, él creyó que, como la munificencia del Gobierno
ruso atrae constantemente los mejores ingenieros del mundo.
los aparatos usados en los montes Urales, debían presentar
grandes ventajas por su perfección. Mr. Malinvau trajo dos
de ellos perfectamente imitados.
El primero, muy semejante en sus efectos al trabajo por
medio de la batea, es conocido en Europa, desde hace mucho
130 EL RIO SINU

tiempo, bajo el nombre de mesa de lavar. Es puramente una


superficie perfectamente plana, a que se da la posición mas
horizontal que se puede. Se echa cierta cantidad de arena au
rífera sobre esta superficie, que tiene bordos de una pulgada
apenas de elevación en los dos lados mas largos. Una peque:
ña capa de agua corre por sobre toda la mesa, de modo que
se puede aumentar o disminuír la corriente. Por medios de
palas, varios hombres montados sobre la mesa, menean cons
tantemente las arenas; las aguas arrastran con ella, y dejan
el oro sobre la superficie de la mesa. Se construyen esas
mesas de suficiente extensión, para que doce hombres puedan
trabajar juntos en ellas. Por esta suscinta descripción, ya se
puede comprender que este método es incomparablemente
mas expeditivo que el de la batea, usado por aquí; puesto
que esta última no carga más que una pequeña cantidad de
arenas que, por muy pequeña que sea, cansa mucho al traba
jador, quien tiene que soportar todo el peso del aparato car
gados con sus dos brazos, e imprimirle un movimiento
de rotación y oscilación aun mismo tiempo. Mientras que
efectúa esa maniobra tan penosa, tiene el cuerpo doblado en
dos, y la cabeza agachada; cuya postura fatiga demasiado.
Solamente el espíritu rutinario de los naturales ha podido
continuar con un método tan molesto. Por medio de la mesa,
el trabajador, al contrario, no tiene que sublevar a pulso la
arena y el agua; le basta menearla con una, pala; y así, con
los mismos esfuerzos, y en una postura mucho más cómoda,
puede elaborar por lo menos diez veces mas arena que por
medio de batea.
El segundo aparato en que se fundaban las mayores es -
peranzas, era un cernidor mecánico, como de plancha de hie.
rro, de algo más de un metro de largo, troncado, con unos
treinta centímetros de diámetro, por una punta, y cuarenta
del lado mas ancho, éste con un bordo circular interno. El
cono estaba atravesado por un eje de hierro con una manivela
que lo hacía jirar horizontalmente. Las planchas de hierro
perforadas por un gran número de agujeros tan menudos,
que no podía pasar más que la arena fina que se introducía
por la parte mas angosta, al mismo tiempo que una bomba
introducía del mismo lado un chorro continuo de agua. Las
piedras que no podían pasar por los agujeros, iban rodando
por medio del movimiento de rotación que les imprimía el
aparato, hasta la parte mas ancha del cono, y pasaban por
arriba del bordo para caer al suelo. La arena fina, revuelta
con el agua, atravesaba los agujeros, y de allí caía sobre un
plano inclinado, que como embudo, conducía el todo sobre
una escalera angosta cortada en una sola pieza de madera.
Cada peldaño de la escalera tenía una excavación profunda
en forma de auje. Allí había un baño de azogue. El chorro
EL RIO SINU 131

de agua arenosa iba precipitándose de cascada en cascada,


pasando sobre el azogue que se apoderaba de oro, y al fin se
perdía en el suelo.
El servicio de esa máquina necesitaba un hombre que
imprimiera el movimiento de rotación al cono; otro para la
maniobra de la bomba, y dos para introducir la arena por
medio de palas en la parte angosta del cono. Había primero
que recojer la arena en la playa, y amontonarla para tenerla
lista para el laboreo.
Uno de esos conos se montó en la playa de la punta de
terreno en que se hallaba al establecimiento. Esta playa te.
nía fama de ser una de las mas ricas del Sinú. Muchas veces
la habían agotado mineros venidos de Antioquia o del Chocó;
pero al primer desborde del río volvía a cargarse nuevamente
de oro. Esos trabajos solo eran practicables en el verano; y
el oro solo se encontraba en la parta alta, en que la playa
recibe toda violencia del choque de las aguas. Había que apar
tar grandes piedras para recoger la arena: así, solo se traba
jaba la parte seca de la playa; la cubierta por las aguas nun
ca había sido tocada, aunque en verano el río tenga poca
profundidad.
Para la comodidad del laboreo, los ingenieros formaron un
tablado sobre una palizada que se encontraba allí naturalmente.
Una bomba de madera inclinada aspiraba las aguas del río,
elevándose hasta el cono. Al pié de éste se amontonó la can
tidad de arena que se juzgó suficiente para el trabajo de toda
la noche. Se dispusieron faroles para el trabajo nocturno.
Al ponerse el sol, empezó a funcionar el aparato. El Director
había distribuido el personal, de modo que algunos de nosotros
teníamos, a nuestro turno, que asistir al trabajo de noche, que
dándonos libre la noche siguiente para descansar. A mí me to
có el turno de la primera noche, con el herrero que había mon
tado el cono e instalado la bomba. Su presencia era muy nece
saria aquella noche de primer ensayo; pues se temía que algu
na pieza del aparato se descompusiera en el curso de la noche.
Pero nada de eso sucedió. Todo funcionó perfectamente, has
ta el amanecer. El montón de arena pasó poco a poco por la
máquina, y siguió el camino que le había trazado el ingeniero.
Al principiar el día, se presentó una nueva cuadrilla de traba
jadores con sus directores. La máquina, con la ayuda de esas
manos nuevas, siguió funcionando. Así debían relevarse sin
interrupción las cuadrillas de día y de noche. Antes de empe
zar el trabajo del día, se sacó el azogue de los aujes para reem
plazarlo con otro nuevo. En la casa lo pasábamos por un cue.
ro de gamuza, y se consiguió una masa de amalgama bastante
voluminosa. Se puso aparte para al cabo de la semana, des
tilar todo lo que hubiera producido el laboreo.
Los mismos operarios que habían trabajado toda la noche,
----------
132

toda una semana.


EL RIO SINU - --
debían volver a principiar su tarea al ponerse el sol, durante
En la semana siguiente, la cuadrilla de no
che tendría el trabajo del día, y la de día habría tenido a su
turno el trabajo de la noche. En esto no había nada de exhor
bitante, pues les quedaba el día libre para dormir; así hacen
todos los artesanos que ejercen una profesión nocturna, como
los panaderos. etc. Más los peones del Sinú, que sabían muy
bien perder una noche entera en una fiesta, pasando después
durmiendo el día siguiente, no quisieron someterse al mismo
régimen por un trabajo útil. Pasaron el día que se les dejó
libre, sin hacer oficio, y también sin dormir; y, llegada la no.
che, cuando se les llamó al trabajo, alegaban que, como trasno
chados, no podían trabajar otra noche, y que había otros que
podían pasar igualmente una noche sin dormir. Como todos
lo sabemos, el genio de insubordinación supo aquí muy pronto
sustituirse a la obediencia pasiva de los esclavos. Un espíritu
de inconsecuencia impulsa al vulgo a salir de su esfera de ae
ción y a dar disposiciones, cuando su parte en el trabajo colec
tivo debe concretarse a prestar la fuerza material, para hacer
efectivo lo combinado por otros.
Las observaciones intempestivas de los obreros excitaron
el genio de los directores. Los primeros síntomas de la confu
sión que puso fin a la edificación de la torre de Babel, se hi
cieron sentir. Nuestro jefe, que tenía todavía presente el mo
do de tratar los súbditos rusos, quiso introducir, con los apara
tos, el mismo sistema en Higuerón. Los más recalcitrantes
fueron expulsados, los otros se sometieron; y el director juzgó
necesario, para mantener el orden, asistir al trabajo en perso
na, unido a Dujardin. Ambos se embarcaron con los trabaja
dores, para bajar a la playa, sin tener que humedecerse los piés
en el camino que se habia abierto desde el sitio del estableci.
miento hasta la playa de los aparatos. La cuadrilla que había
trabajado de día, ya había vuelto hacia las casas, sin esperar el
relevo de la cuadrilla nocturna; lo cual era una falta de disci
plina que aumentó considerablemente el mal humor de los in
genieros, acostumbrados a los trabajos organizados de Europa.
Los que quedaron en las casas, también tuvieron que sub
sanar una falta, o mejor dicho, una contravención del orden
establecido; y élla no había procedido de un hombre dal pais.
Uno de esos extranjeros tan perfectos había tenido su extravío,
como para probar que, en uno y otro hemisferio, la humanidad
adolece siempre de algo de incompleto. El pobre Mr. Carand
había recibido en la repartición de los empleos, el de despen
sero; lo que fué una condescendencia para hacerle creer que
efectivamente hacía parte de la compañia. La principal tarea
del despensero era preparar las raciones, para distribuirlas por
la tarde a cada trabajador. El trabajo era muy fácil y senci
llo: no exigía un talento sobrepujante; pero el pobre hombre
EL RIO SINU

Personal de la Alcaldía de Lorica


DON JUAN MARTELO, Alcalde. -
EL ALTO SINU 133

era tan inepto, que pasó el día en su FAR NIENTE acostumbrado;


y a la noche no había nada listo. Tuvimos todos que ayudarlo.
Ya era muy tarde, cuando pude entregarme al sueño, tanto más
necesario, cuanto que en todo el día no tuve lugar para eso. La
noche, corno de costumbre, había empezado con sus torrentes de
lluvia después de la partida de la cuadrilla nocturna.
Era como media noche, cuando oí un tumulto insólito a la
puerta y las voces del director y de su compañero. Ambos for
mulaban mil maldiciones contra el lugar. Ambos entraron y
fueron derecho a mi cama para contarme que una avenida sú
bita había interrumpido el trabajo. El ruido formidable del
cono girando con las píedras que había por dentro. no había
dejado oir el estrépito de las aguas" del rio en su desborde.
Cuando advirtieron la novedad. la creciente había llegado ya
al nivel del tablado. Las canoas mal amarradas habían des
aparecido. No les quedó más recurso que tirarse al agua, y
venirse por el camino de tierra que habían despreciado por la
tarde, y que ya se encontraba inundado cuando apelaron a él.
El taller del lahoreo quedó abandonado a la violencia de las
corrientes. Solamente salvaron los faroles que les sirvieron
para alumbrarse. El accidente fué considerado como muy trá
gico, por los franceses, poco acostumbrados a semejantes tras.
tornos. Ellos hubieran podido muy bien ahorrarse este dis
gusto. Antes de embarcarse para ir a la playa, los habitantes
de la localidad les hicieron la advertencia caritativa de que
había que esperar una avenida por la noche; pero éllos creye
ron que eso era pretexto para no trabajar aquella noche.
Todos los franceses, hasta el mismo Dujardin inclusive,
declararon unánimes que el pais no era explotable. Todos los
inconvenientes, todos los obstáculos, fueron enumerados con
mucha prolijidad, mientras que los mojados se frotaban espíri
tu de vino alcanforado por todo el cuerpo. Entretanto, el
desborde del rio llegó hasta las casas: por fortuna, no hizo más
que bañarlas circularmente sin penetrar en éllas.
El día siguiente, yo esperé con mucha paciencia las nue
vas disposiciones de la Dirección. Los franceses se levantaron
tarde, y solo se mandó reconocer el estado de la playa. Todo
había desaparecido, menos el cono, cuyo peso no dejó arras
trarlo. Pero de las canoas no pareció más nada. Como, cuando
el río derrama, se establecen corrientes anormales en el inte
rior de las selvas, es probable que fueran dispersadas en lo
más espeso del bosque. Estas canoas fueron las primeras
que se perdieron; y si se puede creer que no se hubieran per
dido, si se hubiesen dejado al cuidado de lo trabajadores ya
acostumbrados a semejantes trastornos. Pero los ingenieros,
con su presunción de hombres que saben todo mejor que los
134 EL RIO SINU

demás, habían dado sus órdenes absoluta a los bogas, quienes


tuvieron cuidado de no hacer objeción alguna, quedando in
rresponsables de todo accidente que sobreviniera en la noche.
De todos modos, esa pérdida no era un motivo para desespe.
rar de una vez de la empresa. No obstante, desde entonces
todas las medidas que se tomaron dejaban sospechar una re
solución firme, aunque ninguno de los directores la expresa
ran claramente. -

La mayor parte del material se hallaba todavía en Juí;


se mandó órden de no subír más nada hasta nueva órden. Se
despachó para abajo una parte de los obrercs, so pretesto que
eran indóciles. Oí en varias ocasiones a Dujardín, pronunciar
la palabra «liquidación». Tpdos esos hechos semi-misterioso,
no podían ser más que prónosticos de una próxima disolución.
Sin embargo, con mucha pena pude resolverme a creerlo.
i Abandonar un establecimiento como el de Higueron, por un
mero trastorno que hubo en la segunda noche de la instalación
de los trabajos!... . . . No pude creer, al principio, en un partido
decisivo: suponía que todo lo que observaba era efecto de un
momento de mal humor. Me permití observar al director su
primiera los trabajos nocturnos hasta la entrada del verano.
Hice también tímidas observaciones sobre los aparatos, que de
jaban perder el azogue, y no recojían todo el oro: se me con
testó. que, «así se trabajan en Rusia las minas de oro».
Ya había llegado mucho ganado vacuno por el camino de
tierra. El establecimiento se hallaba provisto de todo. Había
una casa colosal sobre doscientos estantes de madera de naza
reno labrada, llena de bigas y de tablas con un depósito de
maiz y de arroz que llegaba hasta el caballete, y pensar en
abandonar todo eso !
Desde aquel día, todo se volvió misterio de parte de nues
tros superiores. Entre el director y Dujardin hubo frecuentes
conciliábulos, de los cuales nadie podía adivinar los resultados,
Se conocía que procuraban mucho no dejar penetrar nada de
sus intenciones; sin duda para que no llegase noticia alguna
abajo. Para eso se tomaban disposiciones fútiles, hasta ridí
culas. Así fué que a Mr. Carand, juzgado inhábil para el des
tino de despensero, se le confió la misión de hacer el cemente
rio. Para ésto fué designada una loma que existía a un costado
del cerro. El pobre Carand, con toda la sencillez de un hom
bre brutalizado, se puso a limpiar con una cuadrilla este suelo
que debía quedar virgen de toda sepultura. El oficial de mari
na que se había vuelto su compañero inseparable, por analogía
de carácter, le ayudó mucho en los afanes de esta sinecuria.
El lugar designado era muy adecuado para su destino futuro.
Los flancos casi perpendiculares del cerro, que lo encerraban
por tres costados, le daban un aspecto sepulcral. Todo inspi.
raba la melancolía en aquella gorja estrecha y profunda, en
- EL RIO SINU 135

donde solo reinaba el silencio y un eterno sombrío. Carand, al


dirigir esa obra fúnebre, hacía mil suposiciones para adivinar a
quién de nosotros tocaría la suerte de extrenar el campo santo
de Higuerón. Hasta en ésto el malhadado francés careció de
acierto, aplicando su espíritu a perforar las tinieblas del por
venir, puesto que la parte necrológica de nuestro establecimien.
to debía reducirse a un solo individuo, cuyo cuerpo no tuvo la
suerte de disolverse debajo de la tierra.
Ya que hablo de muerte probable, debo avisar al lector, que
ya nos había llegado la feliz noticia de la reaparición del señor
Guodot, el ex boticario de Bogotá. Después de dos noches
pasadas en la selva de los Alquitranes, había al fin encontrado
el rio, y en la ranchería las provisiones y una carta que sus
compañeros habían dejado allí, para el caso de que volviera.
Con el único peón que le acompañaba, él no pudo seguir detrás
de la expedición, y no le quedó más recurso que bajar a Mon
tería y de allí a Cartagena. Así, su pérdida le evitó la pena
de presenciar el fracaso de la compañía.
Mientras que Mr. Carand tenía su ocupación, nosotros
nos hallábamos completamente en la ociosidad forzada en que
nos había puesto la suspensión de los trabajos. Algo teníamos
que hacer para pasar el tiempo, ya que no había modo de utili
zarlo. La actividad humana tiene que ejercitarse siempre en
algo. Ha habido prisioneros que, reducidos a la inactividad,
se han puesto a domesticar arañas. Después de satisfechas las
necesidades de la vida material, el hombre se aplica al cultivo
de las artes, o se divierte locamente, para agotar el sobrante de
aptitud a la movilidad. A nosotros, pobres desterrados en una
soledad, nos quedaban pocos medios de sustraernos al fastidio.
Mr. Lamotte se puso a escribir un itinerario de Cartagena a
Naín, a imitación del itinerario de París a Jerusalén, por Cha
teaubriand. Fué esta idea la que me inspiró la de dar ese
mismo título a uno de los párrafos de esta producción. Por
desgracia, el estilo largo y pomposo del gran prosador poético,
no pudo ser imitado por el ingeniero de Higuerón. El jocoso y
vivo Lamotte, aunque hijo de la Bretaña como Chateaubriand,
abundaba solo en excentricidades, y ésto hasta el punto de que
nunca se podía saber si hablaba serio o si chusqueaba. Este mé
todo tan cómodo que adoptan muchos hombres para decir ver
dades que pudieran chocar bajo otra forma, les evita al mismo
tiempo el peligro de pasar por ridículos. Su primera origina
lidad fué la de declararse en panegirista de los indios salvajes.
El no cesaba de admirar la condición felicísima de ese pueblo,
comparándolo con lo que había visto de las costumbres de los
civilizados sean del bajo Sinú, sean de otras partes.
Por medio de largos discursos, él trataba de persuadir a
los indios se cuidasen mucho de todo contagio de civilización, y
les aconsejaba conservasen en toda su integridad sus hábitos
136 EL RIO SINU

primordiales. El orador se formaba así un auditorio, como


lo hacía Eugenio Gómez, que hablaba en un sentido opuesto,
sin entrar, sin embargo, en controversia con su eompetidor.
Mr. Lamotte, como admirador decidido del bello sexo.
hubiera querido dirigirse especialmente a las mujeres; pero
ésto no lo pudo conseguir de ninguna manera de los maridos
que se mostraban más celosos que nunca. Así al orador solo
quedaba el recurso de dirigirse a Onomá, cuyo nombre griego
admiraba; y le sostenía que por ese nombre quedaba demos
trado que los indios del alto Sinú eran descendientes de los des.
tructores de Troya,
Como Onomá no tenía marido que la celara, él se aplicaba
con mucha frecuencia en aclarar con élla ese punto de historia
antigua. y se hacía traducir por la princesa todas las palabras
usuales de su idioma natal, y las escribía con el propósito de
componer una gramática india. Onomá se prestaba de muy bue
na gana a esas lecciones de filología; pero la amable india diver
gía en opiniones con el francés, cuando éste se permitía vilipen
diar la civilización. La hija del cacique había recibido del
cielo esa misión misteriosa que, en ambas Américas, había he
cho personajes históricos, de pobres hijos de la naturaleza.
Una india apareció a Hernán Cortés y le abrió el camino de la
conquista de Méjico. En la de Nueva Orleans, la hija de un
cacique desempeñó un papel tan importante, que la magestuosa
y muy seria nación norteamericana, juzgó digno de la gravedad
de la historia, cousignar aquella particularidad. Pero nuestro
modo de tratar los objetos graves es tan estrecho, juzgamos los
hechos históricos con una severidad tan irracional, que creo ne.
cesario valerme de esos antecedentes, para que se me perdone
la libertad de haber introducido en mi historia hechos y acto
res tan insignificantes; al parecer, indignos de figurar en una
-
obra seria.
Ya he expuesto mis ideas por lo que toca al arte de es
cribir la historia; pero a cada paso que doy en mi tarea, se me
presenta de frente el fantasma de la crítica; y por instinto, me
pongo a la defensiva. Ahora, con esta advertencie preliminar,
me permitiré conservar los discursos que Mr. Lamotte dirigía a
la pobre india, o bien a los salvajes en general.
“Oh, Onomá, no se cansaba él de decirle, quédate siempre
princesa de salvajes, y no pienses en imitar a tus hermanas de
la tierra baja, que han abandonado locamente la sabia costum
bre de pintarse el cuerpo, para cubrirlo de telas pintadas de
fábrica inglesa, Vestirse en un clima que nunca baja de diez
y ocho grados qué disparate Vestirse de géneros venidos
del extranjero, es a la par una imprudencia y un crimen : im
prudencia, porque multiplica vuestras necesidades; crimen,
porque compromete el porvenir de vuestra independencia. Sí,
Circo Teatro Montería y una corrida de toros
EL Rio SINU 137

los indios salvajes deben cuidarse de su independencia y de su


libertad nacional; porque si abren los brazos a la civilización
del antiguo mundo, envejecerán antes de tiempo; como resulta
a la joven virgen que se une a un hombre viejo. —
"Indios salvajes! ¿ qué podéis desear, que la naturaleza no
esté pronta a suministraros ? Madre pródiga, esta buena tie
rra que os dió el sér, os mantiene al mismo tiempo de todo lo
que necesitáis. En nuestro mundo civilizado se muere de
hambre y se vive a gobiado de trabajos. Onomá, noble hija de
la Grecia, como me lo prueba tu nombre, enseña a tu pueblo a
conservarse como es para que no se acabe su felicidad. Nada
tiene que codiciar porque todo le sobra. El alto Sinú es el
último resto del Edén sobre la tierra; por todas partes los
hombres van probando del fruto prohibido del árbol de la cien.
cia y en el acto se ven desnudos y tratan de cubrirse. Conser
vaos inocentes como en el día de la creación. La vida es muy
corta para que merezca los afanes de la civilización. Indios
salvajes que andáis con una compañera inseparable en este va
lle que no tiene lágrimas, gracias a vuestro salvajismo, reparad
la diferencia de trato entre vuestras mujeres y las de los hom
bres de la tierra baja !; estos últimos se matan trabajando,
pierden honor y vergüenza, para proporcionar un lujo perjudi
cial a sus mujeres, y vosotros dejáis desnudas las vuestras y os
son fieles, porque tenéis la precaución de no perderlas de vista.
""Tú, Onomá, puedes dar gracias al Gran Sér, que sin du
da adoras algunas veces, de haberte hecho salvaje y nó princesa,
del mundo civilizado. A lo menos, si no brillas con ornamentos
de mucho valor, has conservado intacta y pura la joya de tu
libertad individual. Puedes unirte con el hombre que te con
venga, a pesar de tu alto rango, y las princesas del viejo mun
do se ven, por conveniencias de trono, forzadas a unirse a prín
cipes o reyes de edad más que madura. ¿Y qué te hubiera
pasado si hubieras nacido sirviente ? Si supieras todos los
sinsabores y penas que pasan las pobres criaturas, solamente
para conseguir lo que a ustedes se ofrece en abundancia a cada
paso Para convencerte de la excelencia de tu suerte, sabe que
hasta en nuestra civilizada Europa comprendemos todo lo se
ductora que es la condición de salvaje; puesto que, en nuestros
teatros, admiramos cómicas vestidas de salvajes, y leemos histo
rias muy seductoras de salvajes. Todo eso nos place porque
sabemos que ese es el estado primitivo e ideal de nuestra espe
cie, que por desgracia hemos perdido por degeneración. Sí; el
estado civilizado es el Infierno, el estado salvaje, la Gloria.”
INuestro jefe, que tenía otras preocupaciones bien distintas

-
de las de Mr. Lamotte, trataba de llamarlo al orden, diciéndole:
«Señor sermonero o predicador, Ud. debía acordarse que
estamos aquí para sacar oro, y no para inventar paradojas a lo
Rouseau».
138 EL RIO SINU

Y el incorregible Lamotte le contestaba con un tono im


perturbable:
- « Mi superior tengo tan presente que nuestro objeto es
extraer oro, que le referiré una anécdota magnífica de Alejan

-
dro Magno».
«Dejémonos de historia antigua, por Dios!».
—«Mi superior, la verdad es de todos los tiempos. Ale
jandro Magno tenía una corte compuesta de una juventud muy
florida. Muchos jóvenes vestidos de túnicas y mantos de ricas
telas cubiertas de ornamentos de oro. Sólo Antipater vestía
con mucha sencillez. Un embajador extranjero notando esta
particularidad, se permitió decir al rey de Macedonia: “reparo
que de tantos jóvenes elegantes que te acompañan, no haces
caso de ninguno de éllos, y si te veo conferenciar muy a mentdº
con este Antipater, que no usa oro ninguno en su vestido.”
A ésto, Alejandro contestó sonriendo: “es que Antipater
todo es oro.” Así es, mi superior, que Ud. no debe extrañar
ni incomodarse, porque yo, viendo que dejamos intacto en las
playas el oro visible del alto Siuú, procuro sacar el oro invisible
de los pellejos pintados de estos indios».
Me he tomado el trabajo de apuntar todas las escenas cómi
cas que pasaban en la situación penosa que atravesábamos, por
que esas bufonadas semiserias, hacen parte del genio peculiar
de los franceses; quienes encuentran siempre el secreto de reir
se hasta de sus desgracias. Como se ve, la compañía iba, física
y moralmente, extraviándose de su objeto. Sólo el padre eter
no, Mr. Barilhier, observaba todo con un ojo impasible, sin pro
ferir una palabra. Pero aunque callaba, había formulado su
opinión sobre el porvenir del establecimiento. Yo lo ví acondi
cionando sus efectos de uso en sus baules, como alistándose pa
ra marchar de nuevo. Sus raras palabras indicaban que espe
raba volver a ver dentro de poco a su bella Francia.
Los pocos obreros que quedaban se emplearon en arrear
tierra para formar un embutido al rededor de las casas para
preservarnos de las inundaciones. Ya todo respiraba decaden
cia y abandono. Los Jóvenes que me habían acompañado, no
pudiendo entenderse con los recién llegados, habían bajado
haeía días. Las familias de los obreros iban disminuyendo.
Los hombres, como séres sociales, siguen siempre la dirección
de los que van adelante. La humanidad tiene sus corrientes
como el agua. Los espíritus obedecen a una gravitación secre
ta. Toda la masa se precipita hacia donde las primeras olas
han pasado.
Aunque todavía la dirección no había dispuesto nada
abiertamente; aunque se tomaron precauciones para no dejar
adivinar la intención de abandonar la empresa, todos com
prendían que todo era cosa concluída. Todos hablaban ya de
partir de cualquier modo. Pronto empezaron las deserciones.
EL RIO SINU 139

Los naturales de los ríos tienen una destreza muy grande para
improvisar embarcaciones. Hubo entre éllos algunos que en
una sola noche calaban el tronco de una balsa con la punta de
una lanza. Esta embarcación presentaba el aspecto de una
canoa bien labrada y formada, aunque su cuerpo no tenía más
consistencia que la carne de una yuca o de un rábano. En una
cáscara tan blanda, éllos afrontaban las corrientes del alto Sinú.
Otros componían las balsas propiamente dichas, uniendo varios
troncos flotantes por medio de bejucos. En una de éstas quiso
huirse con otro, el tal Raimundo Pérez, el escapado milagrosa
mente cuando la creciente de la Cruz. La virgen de Higuerón,
sin duda disgustada también por razón de lo que pasaba, no se
prestó a hacer otro milagro como la primera vez. La balsa se
*º"volteó en un chorro, y el pobre Raimundo desapareció para siem.
pre; su compañero pudo ganar a nado una isleta cubierta de
palizadas. Allí, desnudo como Robinson, tuvo que fabricarse
un toldo, amontonando muchas hojas secas en que se enterraba
todo para dormir y preservarse de los mosquitos. Así pasó
diez o doce días hasta que una canoa lo recogió y lo llevó a
Higuerón.

XXVIII.-LA ANGOSTURA.

En todo el tiempo que estuve dirigiendo los trabajos prepa


ratorios, no pude lograr ocasión para visitar la famosa angostu
ra, distante apenas una legua do nosotros; pero me prometí no
volver más a Cartagena sin haber conocido por mí mismo esta
maravilla de la naturaleza. Así fué que un domingo dispuse
hacer una excursión por aquel lado. Varios me acompañaron.
Onomá, que me había oido hablar de mi intento, se acercó a
mí y me dijo a media voz, que entrara en el primer callejón a
mano derecha. El tono de la india era muy misterioso y no
pude sacar de élla explicación alguna. Partimos cuando el sol
todavía no había alzado su disco sobre la cumbre de Higuerón.
El rio estaba bajo, casi como en el verano. Dimos vuelta a
la plantación dirigiéndonos aguas arriba hacia el sur. En
menos de dos horas llegamos a la parte de la cordillera que da
salida al rio. Entonces, a medida que avanzaba la embarca
ción, se veía dibujarse en los flancos de la cordillera una raja
perpendicular, como si con un cuchillo monstruo se hubiese cor
tado allí una brecha. Cuando llegamos a la entrada, pudimos
admirar dos paredes de granito perfectamente lisas que forma
ban una calle profunda que en el fondo se torcía. Una semi
oscuridad daba un matiz metálico a las aguas cristalinas del
rio que afuera se movían con reflejos plateados. La vista de
las dos paredes era muy singular, y una peña con vetas horizon
tales formadas de cintas alternativas blancas y negras, daba al
interior un aspecto monumental. Las bandas alternativas
140 E, Rio sINU

tenían tanta regularidad, que no se podía creer que fueran


obra de la naturaleza. Las obras naturales presentan siempre
una especie de desorden que constituyen lo pintorezco. Pero
allí todo hacía suponer que el compás y la regla de un arqui
tecto, habían procedido a formar y disponer las bandas con tar:
ta regularidad.
Una vez internado en los flancos del cerro, reparé que las
aguas de una limpidez perfecta se extendían a una inmensa
profundidad. Las líneas blancas y negras se dejaban ver de
bajo de las aguas a vista perdida.
Vista por afuera, la cordillera parecía tener menos de dos
cientos metros de altura; y vista por el interior, de abajo para
arriba, las dos paredes parecían perderse en el cielo. Las ban
das blancas y negras parecían tener unos treinta centímetros de
ancho, En la parte más alta, una hilera de árboles inclinados
sobre el precipicio, formaban una franja verde oscuro.
Caminamos un buen trecho, y todavía no había desapareci.
do enteramente la vista de la entrada, cuando en la acera de
recha se nos presentó un callejón cortado a ángulo recto. Me
acordé de la recomendación de la hija del cacique, e hice entrar
la embarcación en el boquete. Allí las aguas no denotaban
movimiento, y la profundidad parecía la misma que en la calle
principal. Las mismas bandas horizontales dividían las pare
des; pero los circuitos se presentaron bien pronto con ángulos
tan agudos, que la embarcación era muy larga para dar vuelta.
Fué menester volver atrás. Con las piragüitas de los indios
se hubiera podido seguir más adelante. No había tampoco
posibilidad de tirarse a nado; puesto que la roca, perfectamen
te lisa, no presentaba punto de apoyo en que hubiera podido
agarrarse para descansar.
Me dijeron que la angostura tenía más de dos leguas de
largo; que después el rio corría sobre otra planicie. La admi
ración abrevia mucho las horas. El tiempo ha borrado mu
chas particularidades, y no me acuerdo más que del punto de
vista general, que es lo que acabo de anotar.
Se dice que estando el rio crecido no se puede pasar por
la angostura; porque la bajada es entonces tan peligrosa como
la subida. Lo que se comprende, considerando que todas las
aguas de la parte alta del Sinú, teniendo que precipitarse por
aquella brecha, forman precisamente una corriente torrentosa.
Las embarcaciones se despedazarían al primer -
choque contra
las paredes.
La superposición tan simétrica de tantas capas, alternando
de colores, fué lo que me causó más admiración. Es verdád
que ya del lado de Higuerón, yo había observado muchos frag
mentos de peña con líneas paralelas, y éstas se encontraban de
varias dimensiones.
Estas piedras, llamadas en latín Oryse, eran muy aprecia
EL RIO SINU
EL RIO SINU . 14l

das, por la particularidad de sus capas de distintos colores, en


el arte de la escultura; con las que se producían efectos muy
singulares. La antigüedad nos ha legado muchas obras muy
extraordinarias ejecutadas sobre dicha materia. Entre éllas
una apoteósis de Augusto César de cierto tamaño. Las demás
que podemos admirar en las colecciones, son camas y mosáicos.
Rocas como las de Angostura y Naín, podían emplearse para for
mar curiosos bajos relieves, y que las figuras abultadas fuesen
de un color diferente del fondo. Sería fácil transportar las del
mayor tamaño, y se podría fabricar con éllas un famoso pedes
tal para un monumento público, como una estatua del Liberta
dor. Puede ser que la misma sustancia se encuentre igual
mente en otras localidades. Se me aseguró que en el alto San
Jorge existe una angostura igual, abierta en la misma roca, lo
que puede ser cierto, puesto que en aquella altura los dos rios
corren muy cerca el uno del otro, y es probable que la misma
cordillera se extienda del un valle al otro, y talvez sigue hasta
el Cauca. -
Aquí se puede arriesgar una explicación jeognóstica sobre
la formación de esas angosturas, muy numerosas en esta parte
del mundo.
A la simple inspección, por muy superficial que se haga,
se convence uno que no son excavaciones causadas por las aguas.
Es necesario admitir que el cerro se abrió de golpe de arriba a
abajo, y que en seguida las aguas que estaban acumuladas en la
parte alta, formando algún lago superior, se precipitaron por
aquella fisura y cavaron el cauce del rio. Existen todavía mu
chos lagos en las regiones superiores del globo, porque no se ha
formado hasta ahora abertura para dirigir esas masas de mate
ria líquida hasta que encuentren su equilibrio con el nivel del
Ina".
Se puede creer que dichas angosturas se han formado por
una fuerza interna que ha sublevado el terreno. Tal vez fue
ron efecto del aplanamiento de los polos producido por la fuer
za centrífuga. La nuez ígnea del planeta debe obedecer a un
movimiento de baloteo que dirige la atracción de los otros cuer
pos celestes, y la roca granítica, privada de elasticidad, tuvo
precisamente que quebrantarse cuando la tierra se modificó en
su forma exterior y sólida. Es muy probable que esas angos
turas hayan tenido al principio una profundidad inconmensura
ble que poco a poco se ha ido rellenando con las sustancias sóli.
das que arrastraban las corrientes.
Mi visita a esta maravilla del mundo fué muy corta. La
admiración abrevia las horas; y por otra parte, el tiempo ha
borrado muchos pormenores. Un recuerdo confuso es todo lo
que me queda. Solamente me acuerdo todavía perfectamente,
que por la tarde cuando volvimos a Higuerón, encontramos
como siempre, al director y al empresario en conferencia secre
142 EL RIO SINU
ta; y al padre eterno, que no quiso acompañarnos, paseándose
silenciosamente. Pero Mr. Lamotte, poco afecto a las medita
ciones solitarias, con su movilidad natural, había entrado a la
cocina, donde encontró al cacique oliendo con mucha sensuali
dad las preparaciones culinarias. Parecía que el soberano del
alto Sinú quería ya pasar de los goces del olfato a placeres más
sustanciales, y para conciliarse la benevolencia del cocinero, ol.
vidó su dignidad hasta ofrecer su hija al marmiton. Es una
costumbre muy clásica entre los índios, salvajes o nó salvajes,
ofrecer sus hijas; pero se debe también convenir que, general
mente, él los hacen el ofrecimiento con la misma malicia que
usaba Judith con el lujurioso Holofernes; pues lo hacen igual
mente con el propósito de perder una cabeza o de trastornar un
sentido. Así se puede suponer en loor de la dignidad del caci:
que, que su ofrecimiento fué meramente un medio de seducción.
Por otra parte, no es seguro que el cocinero, todavía poco ins
truído en el idioma español, lo hubiera comprendido.
Por desgracia, Mr. Lamotte había oído, y la cosa le escan
dalizó hasta el punto de no haber podido menos que exclamar,
como buen francés, amigo del juego de vocablos que llamamos
calembour: “oh, no más cacique un cacique proponer su hija
a un cocinero esto pasa ya las reglas de la gastronomía.”. La
exclamación excitó una risa homérica en toda la casa. Onomá,
que había oído gritar su nombre, sin eomprender el equívoco,
acudió para convencerse si élla era la causa inocente de tanta
hilaridad. Semejante falta de respeto la enojó, porque la po
bre salvaje tenía el instinto de las conveniencias. Como élla
había notado que sólo yo la trataba con la deferencia debida a
su alto rango, se me acercó diciéndome que tenía que hablarme
a solas. La seguí, y de este modo la pobre princesa humillada,
pudo sustraerse a una escena tan indigna, -

- Las cosas más fútiles del mundo engendran muchas veces


consecuencias incalculables, y puedo decir que fué el chiste de
Mr. Lamotte, que debí la revelación de un secreto; porque es
probable que la joven india, a pesar de su recomendación miste
riosa cuando fuí a ver la angostura, nunca me lo hubiera reve
lado. Las indias son criaturas muy pacíficas y reservadas; éllas
poco pecan por la boca, y se puede creer que si Eva hubiese
sido india pura, y no la madre de todo el género humano, nues
tr6 primer padre nunca hubiera probado de la fruta del árbol
prohibido.
Cuando nos hallamos fuera, Onomá me preguntó si había
penetrado en el callejón de la angostura, y le contesté exponién
dole los motivos por qué no lo había hecho. Al mismo tiempo
le manifesté el deseo de saber lo que había de particular en di
cho callejón. Entonces ví a la princesa animarse de una reso
lución súbita. Nos hallábamos sentados a alguna distancia de
las casas. La noche estaba extraordinariamente clara; la luna
--
de la joven.
EL RIO SINU

\
Onomátomó la palabra en estos términos:
143

resplandecía y alumbraba de reflejos plateados la graciosa cara

La recomendación que le hice de registrar el primer calle


jón a mano derecha de la entrada de la angostura del lado de
Higuerón. me fué inspirada por lo que me había comunicado en
otros tiempos mi abuela paterna. A ningún hombre de mi raza
pudiera decirlo, porque los indios son tan sumisos a sus caci
ques, que en el acto impondrán a mi padre, y él cree ser el úni
co poseedor del secreto que le voy a comunicar.
Nuestro pueblo tiene con que elevarse de nuevo a su pri
mitivo estado; pero esos indios han degenerado de un todo.
Nunca mi pobre raza volverá a ser lo que era: tenemos que
desaparecer; pronto no habrá más indios. Así es que tarde o
temprano, las riquezas que nuestros padres nos han guardado
para el porvenir, tienen que caer en manos de ustedes. Oye,
pues, lo que se dice del callejón de la angostura.
La madre de mi padre era una anciana que me quería
mucho. Ella no pensaba como las otras, que no reconocían a
los hijos de sus hijos varones, diciendo que no pudiendo el hom
bre parir, no puede tener hijos. Mi abuela no era una india
tosca como las de su pueblo; élla había bajado varias veces a
Montería y a Lorica, y le gustaba mucho el modo de vivir de
la gente de abajo; de esto puede usted deducir que la pobre de
testaba del modo de vivir de los indios de aquí. El extranjero
que educó a mi padre era muy amigo de élla, y muchas veces
se ventilaba entre élla y su marido el proyecto de irse con el
extranjero a su tierra. Pero éste bajó una vez para volver y
no volvió más.
N
Ahora lo que le voy a contar se refiere a un tiempo muy
remoto. Mi abuela me contó la cosa del misino modo que élla
la había oído de la madre de su marido.
Esos indios de Naín, tan miserables hoy, formaban anti
guamente un gran pueblo, gobernado por un cacique muy po
deroso; quien tenía mando sobre muchas poblaciones, algunas
de las cuales se extendían hasta el mar, muy lejos de aquí, hacia
el lado donde se pone el sol. Hombres, mujeres y niños se
vestían con mucho lujo; todos andaban cubiertos de ornamen
tos de oro... Hasta las vasijas de las casas eran de oro fundido.
Habian también templos en donde se adoraban ídolos formados
de barro, y todos cubiertos de oro labrado. El cacique de
aquel tiempo recibía meñisajes de los caciques que gobernaban
en otros lugares distantes. Uno de éstos reinaba en Betancí,
ciénaga tan grande como el mar. El cacique Uré, que residía
del otro lado del rio que corre hacia el oriente, también le man
daba regalos. Esas comunicaciones se hacían a muy largos
intervalos. Los indios caminan poco; éllos no, hacen como
ustedes, que van siempre buscando las riquezas de las otras

a
144 EL RIO SINU

tierras: se conforman con lo que la suya produce, y no codi


cian lo ajeno. Por esto se extrañaron mucho los indios de

y rio
Naín, cuando un dia vieron todo el

de

y de
cubierto golpe
canoas conducidas por indios armados, cargadas de mujeres

de

de
niños. Era toda población Betancí que venía huyendo.

la
abajo impuso

de

de

de
cacique

El
del Sinú arriba...

dedeal

él,lo
que había sucedido: una tropa hombres blancos, dijo

ya

de
habían saqueado los pueblos los países más allá Be
tancí, aparecido igualmente

en
habían rio Sinú con muchas

el
y

de
Todos los indios más abajo, verlos, hu

al
embarcaciones.
yeron hacia Betancí, trayendo de allí que los espa

de
noticia

la
ñoles, que hasta entonces sólo recorrían país por tierra, ve

el
nían ahora embarcados por rio, quitando todo oro los

el
el

a
indios amarrándolos para llevarlos prisioneros. Los indros
y

de Betanci trataron de librarse primero de esos ladrones,

y
formaron una estacada de postes de guayacán; pero después vi
nieron otros indios de partes más distantes, los desanimaron,

y
asegurándoles que nadie podía resistir esos hombres blancos.

a
un
lugar situado
de
Que una cacica muy rica,

en
llanos escam
pados, había queridó librarse de éllos con engañifa, haciéndoles
buena acogida saliendo recibirlos cargada por sus súbditos
y

en una hamaca de oro. La vista de tanta opulencia sedujo

a
los hombres blancos que pensaban apoderarse pronto

a de
todo;
pero cacica tenía su hecho pensado los hizo matar todos
la

y
por noche. Así pensaba haber conjurado peligro; pero
la

el
mayor número,

se
más tarde aparecieron pusieron
en

otros

y
furiosos por que había sucedido los primeros. Ellos si
lo

guieron en busca del famoso cacique Yapel, que reinaba en

la
parte baja del otro río. Este último no quiso usar de astucia.
como había hecho cacica de Chinú; pero tampoco quiso de
la

jarse quitar sus riquezas. Reunió, pues, todos sus hombres,


en

de

muy diestros lanzar piedras bolas barro cocido con sus


y

cacique Yapel salió encuentro de los blancos;


El

hondas.
al

éstos tenían armas de fuego, los indios huyeron los primeros


y

la se a

tiros que oyeron. Otros, más cobardes todavía, dejaron es


clavizar sirvieron los blancos, para conservar vida.
y

los de Betancí, oyendo eso, ya no pensaron en defenderse;


ciénaga para librarse de
y,
su

éllos echaron todo oro en


a la
la

muerte de esclavitud, vinieron alto Sinú, asegurando


al
la
o

los de allá que los españoles tenían ya noticias de las grandes


cantidades de oro que poseían los indios del alto Sinú, estaban
y

preparándose para venir despojarlos de un todo.


a

Naín, comprendiendo también que de nada


de

cacique
El

serviría resistir, imaginó un modo quitar


de
le

esos hombres
se a
de

malos, todo motivo subir buscar oro. acogió ejem.


El

al
a

plo que daban los de Betancí, mandó recoger todo oro


le

el
y

despojaron en
se

que poseían sus súbditos. Todos acto de


el

sus adornos. Los templos también fueron despojados de todo


Don VICENTE MARTINEZ R..-Lorica.
EL RIO SINU - --
145

aquello que apreciaban los españoles. Todo se entregó al caci


que como así lo había mandado. Este escondió todas estas ri
quezas sin decir el lugar donde las había puesto. Dicen que de
noche bajaba del lado de la angostura con unas canoas carga.
das, acompañado solamente de su hijo mayor. Desde entonces
ya no se vió más oro entre los indios de Naín. Ninguno de
éllos lavó oro en las playas de allí hasta ahora. Cada familia
iba errante, viajando en su canoa con todos sus bienes, y dur
miendo en la playa que encontraban al anochecer.
Sólo el cacique y su hijo mayor sabían lo que se había he
cho de tantos valores. Los españoles no vinieron; pero los
indios, con su desconfianza nativa, siempre los temían y se reti
raban lo más lejos que podían de éllos. El cacique murió y su
hijo quedo solo sabedor del depósito de los indios. Este comu
nicó el secreto a su heredero antes de morir, y así pasó de uno
a otro hasta el cacique de hoy. Cada cacique solo lo revelaba
a su heredero en la hora de morir. Ellos tenían, sobre todo,
mucho cuidado de no imponer a las mujeres de su familia; por
que un oráculo había profetizado que el tesoro de Naín caería
en las manos de los hombres blancos, por la indiscreción de una
india de la estirpe real.
Mi abuela fué la primera mujer que adquirió el secreto;
ésto no sucedió por la indiscreción de un cacique, como se pu
diera suponer. Los caciques siempre han guardado el secreto
entre éllos, trasmitiéndolo del muerto al vivo. Pero un día
vino aquí un indio de Antioquia atraído por la fama que tenían
las tierras de Naín de contener mucho oro. Este indio tenía
un modo de descubrir los terrenos ricos, que aquí no se conocía.
El comía de una semilla que se llama tonga; luego caía en un
sueño profundo o desmayo, y en este estado, contestaba a todas
las preguntas qus se le hacían. Pero él mismo, después de
haber salido de ese estado de sopor, no sabía lo que había con
testado; solamente la persona que le había dirigido la palabra
lo sabía. Así era, que antes de comer las semillas de tonga,
tenía que instruir a una persona de su confianza, para que le hi
ciese las preguntas del caso, y esta misma persona tenía después
que contarle fielmente lo que él había contestado.
Mi abuela era en aquel tiempo una jovencita muy callada,
y el indio de las tongas la escogió para su confidente. Ella se
prestó de muy buena gana a eso; pero aunque muy callada, con
cibió la idea de sacar a su turno algún provecho del tonguismo
que el indio quería explotar para sí solo. Así fué que mi abue
la se atrevió un día a pasar sus instrucciones, y a preguntar al
indio dormido en qué parte se encontraba el tesoro de Naín, y
el indio le contestó nombrándole el callejón de la angostura.
Como puede presumirse, mi abuela esta vez se cuidó mucho de
comunicar al indio lo que él mismo le había dicho por medio
del tonguismo. Ella siempre guardó el secreto con la esperan
--
146 EL RIO sINU

za de encontrar algún día un compañero para conquistar la más


brillante posición entre la gente civilizada. Pero la pobre en
vejeció y el tesoro quedó en su lugar. Al fin, viéndose muy
vieja y cerca de la muerte, élla me lo comunicó. Desde que
soy poseedora de este secreto, muchas veces he hablado a mi
padre de esc, pero sin decirle que yo conozco el lugar, aconse
jándole que fuéramos con él a las tierras bajas, pues aquí no
hay esperanza de componer este pueblo. Mi padre siempre me
contesta que no hay tal tesoro, que esos son cuentos. Así no
me ha quedado otro recurso que revelar todo a un hombre
blanco para que se cumpla la profesía. Dicen que con la agu
ja marea se puede descubrir todo el oro que hay debajo la tie
rra. El tesoro debe encontrarse debajo del agua, es verdad.
Cuando pienso que con lo que hay votado en el agua, yo podía
conseguir más ropa que la más rica de la tierra baja, me qui
siera echar al agua y buscar para abarcar lo que pudiera, e ir
me con la primera canoa que se presentara.
Aquí Onomá cesó de hablar y le prometí tomar en la pri
mera ocasión todas las medidas propias a alcanzar el objeto
de su ambición. Sin embargo, me preocupé con cierta duda
sobre la existencia de tantas riquezas y en seguida pregunté a
la princesa si no sospechaba que su abuela hubiera revelado al
go al extranjero su amigo, y que éste lo hubiera sacado y viaja
do con él. Onomá me manifestó que no lo creía, porque su a
buela pensaba siempre servirse del tesoro pnra establecerse en
las tierras bajas, y desconfiaba mucho de los hombre blan
cos, porque sabía que eran amigos del oro y siempre estaban
dispuestos a arrebatarlo a su verdadero dueño.
Me faltaba todavía discutir la veracidad de la historia
que acababa de oir. Me pareció verídica por cuanto en élla se
encontraban episodios históricos que la india no podía conocer
más que por medio de la tradición oral. No obstante, siempre
me quedó una ingente suma de dudas, por la razón de que exis
ten tántas historietas análogas, de las cuales necesariamente de
be haber muchas que serán falsas. Los entierros llaman, en todas
las partes del mundo, la atención de los hombres. No hay un lu
garcito que no tenga su leyenda, y en realidad, si lo que se dice
de tesoros escondidos fuera todo verdad, hubiera más oro ocul
to que patente. Es verdad que diariamente corren noticias
respecto a tesoros encontrados, y siempre queda una infinidad
por encontrar; lo que presta grandes esperanzas a los echado
res de varillas, a los que aplican el tonguismo con el mismo fin.
La tonga reemplaza entre los indios el magnetismo tan afama
do entre la raza blanca. El tonguismo con sus efectos mate
riales, tiene hasta un grado más de probabilidad que el mag
netismo con su mecanismo oculto. Los efectos del narcótico
siempre han sido explotados gracias a la credulidad india. Las
sacerdotizas del templo de Sogamoso, empleaban la misma
EL RIO SINU 147

semilla para adquirir el dón de profetizar. En nuestra época


de positivismo, el arte de saber el porvenir, es de menos apre
cio que el secreto de descubrir oro. Por eso se traga la semi
lla venenosa para encontrar entierros, minas, cauchales. Pue
de ser que algunos de mis lectores se sirva del mismo medio
para descubrir definitivamente el famoso tesoro de la angostura.
En tal caso, es decir, si encuentra algo, exijo que se dé una
parte a la indiscreta Onomá, en caso que exista todavía, o a sus
herederos en caso que los haya dejado. Por mi parte, a título
de segundo o tercer indiscreto, no pido más por haber divul
gado un secreto de Estado, que el perdón del cacique y la abso
lución del brujo de Naín.

XXIX.—EL CERRO DE HIGUERON.

Después de la angostura, lo que mas deseaba conocer era la


vista del panorama que pensaba encontrar en la cúspide del
cerro de Higueron. De aquella altura que domina todas las
demás hasta una inmensa extensión, esperaba poder formarme
una idea topográfica de todo el terreno alto comprendido entre la
costa, el valle del Atrato y el del alto del San Jorge. El suelo
montado de aquella parte de la República presenta un obstáculo
insuperable al ojo del explorador por motivo de su misma fera
cidad. Por otra parte, todo paso que uno quiere dar en aque
llas selvas frondosas, en donde reina una eterna sombra cre
puscular, obliga al hombre a abrirse un camino, con el machete
en la mano, al traves de un tejido inextrincable de tupidas ra
mas y bejucos; lo que impide toda marcha rápida y muchas
veces oculta objetos muy interesantes en los pliegue del la
berinto.
Para obviar tantos inconvenientes, tomé conmigo dos tra
bajadores en una brillante mañana y empezamos a abrirnos
una trocha sobre el flanco casi perpendicular del cerro. En
nuestra carrera ascensional, las manos nos fueron casi siempre
mas necesarias que los pies. El suelo acráceo, es verdad, nos
ofrecía pocos peñascos que franquear; todos los obstáculos pro
cedían de los vejetales. Las raíees nos ayudaban a sujetarnos,
y de obstáculos, se volvían muchas veces en una ayuda muy
preciosa. Nuestros movimientos multiplicados no alcanzaban
a mas que procurarnos una locomoción muy lenta; pero al fin
adelántabamos aunque poco a poco. -

Este terreno, aunque casi inaccesible, había sido, sinem


bargo, hollado en años anteriores por pies humanos. Algunos
de los que iban en busca del bálsamo de canime, habían subido
ya a aquella altura, y se sabía que en la parte más encumbrada
existe una planicie. En efecto, al cabo de una o dos horas de
pena alcanzamos a un plano horizontal: ya de lejos se veía un
claro al traves del bosque. Era como una parte de terreno
148 EL RIO SINU

labrado, como el fondo de las labranzas que se encuentran en


el centro de los bosques. Llegamos a la orilla de aquel espa
cio escapnado y vimos allí un fenómeno singular en la estrue
tura de los vejetales. Inmensos troncos torcidos como por la
mano de un gigante, yacían enroscados contra el suelo, seme.
jantes a serpientes mostruosas. Todo se veía como pisoteado.
Una fuerza irresistible tenía todo aplastado contra el suelo.
Se podía observar en ciertas partes los efectos del fuego sobre
aquellos cuerpos húmedos. Hasta ramas verdes aparecían con
hojas como pasadas por la candela. Eran indudablemente los
efectos de los truenos que en todas las noches producían en
aquella altura, como una lluvia eléctrica. La vejetación así
expuesta, mientras duraba el invierno, a continuas descargas
del fluído eléctrico, había tomado formas anormales. Le había
pasado lo que pasa a ciertos artesanos sometidos desde la
fancia a ciertos movimientos y posturas, que ofrccen miembros
in
desviados del tipo genérico y ejecutan movimientos diferentes
de los que ejecutan los otros hombres.
Después de haber observado las desvastaciones del trueno
sobre aquel foco de electricidad, quise ver el panorama que su
ponía encontrar en un punto tan dominante, observatorio natu
ral de aquella comarca. Pero, aunque toda la planicie superior
tuviese bastante extensión, las orillas tenían árboles muy ele
vados que impedían extender la vista sobre el inmenso hori
zonte. Solo por algunos intersticios pude admirar la comarca
de un modo muy imperfecto. Para rasgar ese velo verde tendi
do alrededor de mí, hubiera necesitado de todas las cuadrillas
de trabajadores del establecimiento con hachas y machetes.
En la parte del norte pude divisar algo de la pequeña cié
naga de Jaraguai situada a poca distancia, la que nos suminis
traba abundante pescado. Mas allá se veía la inmensa ciánaga
de Betancí. En la parte del Este las selvas presentaban pocas
ondulaciones de terreno de lo que se podía deducir que el espa
cio que media del San Jorge al Sinú, es un llano parejo. Los
otros dos puntos cardinales eran obstruidos por pequeñas cordi
lleras. Asi nada de particular me fué revelado por medio de
una ascensión tan fatigosa. No pude divisar a lo lejos ninguna
nevada. La altura donde nacen los dos ríos tampoco se hizo
adivinar en la parte del sur en que debe existir. Mas allá su
pongo que se encuentra un terreno, limitado de un lado por la
vertiente del valle del Cauca, y del lado opuesto por la parte
superior del Atrato. En el centro debe existir Medellín. Así
es que figurando una línea recta del norte al sur desde la costa
cerca del Darien hasta la capital del Estado de Antioquia, esta
línea pasaría sobre la parte mas encumbrada del alto Sinú y
seguiría de allí al valle del Atrato. Supongamos la referida
línea transformada en una vía de comunicación, y tendremos un
camino terrestre que pone en comunicación directa a Medellín
"TIGI OIRI ONIS

-
NuoCI Ienue eged IN-IN uo "EI-Ieº
EL RIO SINU 149

con el Atlántico, sin tener que pasar por las ondulaciones sin
fin del camino de Nare, y sin tener que seguir los circuitos
numerosos del Atrato.
Poner en comunicación el centro del Estado de Antioquia
con la costa por medio del Atrato, es un objeto que ha ocupado
la atención del Congreso de este año (1875). Se piensa mino
rar los gastos de un camino terrestre aprovechando toda la
parte navegable del río. Tal vez fuera mas ventajoso para la
prosperidad futura de la localidad un camino sobre toda la par
te alta de la cordillera en que las aguas se dividen para reunirse
en los bajos, puesto que un camino atravesando un terreno
fértil, bajo una temperatura amena, pronto atraería un gran
número de pobladores que vendría de todas partes a posesio
narse de terrenos vírgenes, situados en la inmediación de una
vía que facilite el trasporte de las producciones del suelo.
Todos los hombres que aspiran con ímpetu al progreso,
comprenden que lo primero que se debe acometer es crear, mul
tiplicar y mejorar las vías de comunicación. La facilidad de
trasporte es una condición sine qua non de toda marcha civili
zadora. Por desgracia hay en este respecto un atraso que deses:
pera. Se quiere objetar las dificultades que, por razón de la
accidentación del suelo, impiden el tránsito a carros.
Obje
los
ción quimérica porque aquí existen comarcas enteras dispuestas
naturalmente sobre superficies perfectamente planas, pesar
y
a
de esa ventaja natural, por ninguna parte ven carreteras. Es
se

que casi toda población nunca ha visto vehículos rodantes.


la

Solamente los que han ido extranjero han popido convencer


al

palpablemente de inmensa ventaja del transporte por me


se

la

dio de carros. Los hijos de Colombia que han ido Europa,


a

han visto las carreteras hechas en tráfico desde hace siglos


se y

no quieren creer que mismo puede hacer aquí. La cosa les


lo

parece impracticable porque Es verdad que en Eu


no

existe.
ropa
se de
se

usan carros desde tiempo los romanos solamente


el

el y

en ciertas localidades excepcionales usa todavía transporte


lomo de bestias como aquí. Es una mera cuestión de costum.
a

Los norte-americanos arriesgan carros terrenos pri


en

bres.
aquí
en

vados todavía de caminos carreteros las localidades


y

mas favorables, nadie piensa en usarlos. En los Pirineos


se

ven ruedas toscas, fabricadas cualquier modo, rodar por


de

montes fragosos sin caminos abiertos. Así que puede su


es

se

poner que
de

Bogotá Honda fuesen ocupados por hombres


si

prácticas diferentes
de

ideas los que los ocupan, desde mucho


y

tiempo, espacio comprendido entre estos dos puntos estuvie


el

ran recorrido por carros, ómnibus coches de toda clase.


y

Hoy, quiere empezar con ferrocarriles escojen para


se

se
y

una innovación semejante, localidades que ofrecen las mayores


dificultades. Pasar de una trocha ferrocarril saltar sin
es
al

transición alguna de un extremo otro; atreverse acometer


a

a
I50 EL RIO SINU

una empresa de ferrocarril y no pensar en establecer una ca


rretera primero!
La misma anomalía se nota en la construcción de puentes.
Generalmente para atravesar una corriente de agua se echa al
traves un tronco bruto. Es un árbol nacido sobre la orilla que
se corta y se deja caer. Es una puente que permite al hombre
pasar sin mojarse, mediante que sea buen equilibrista. Los ba
gajes y las bestias se pasan como se puede. Ahora que cada
uno comprende que este modo de pasar el agua es muy penoso,
se supone que la única mejora consiste en construír una obra
costosa de material, sin acatar que fuera mas natural estable
cer una obra sólida formada de bigas labradas y tablazón. Con
maderas buenas se pudiera fabricar un puente que duraría
-
veinte años.
En Magangué, desde hace medio siglo, se proyecta la cons
trucción de una puente sobre un caño y todavía está por ha
cer. A los inquilinos eso parece un trabajo de Hércules. En
Europa he visto caños mas dificultosos atravesados por puentes
costeados por particulares, como objeto de recreo aquí vemos
a todo el comercio de Magangué titubear en presencia de una
obra de utilidad pública.
¿Por qué esa tendencia de proyectar obras colosales de
difícil ejecucion y esa aversión para proceder a obras practica
bles que satisfagan las necesidades del momento? Es probable
que sea el sistema de enseñanza adoptado, causa de una contra
dicción semejante. Se forman teorístas y no hombres prácti
cos; se combinan proyectos y planes sin acatar la manera de
realizarlos. -

Para principiar la éra de las carreteras se debía pensar en


la fabricación de los vehículos. Con una suma insignificante
se establecería un taller para toda clase de carruajes. No creo
que nadie lo haya pensado todavía, puesto que nada se ha he
cho. Con coches y carruajes se podría atravesar todas las sa
banas desde las márgenes del Sinú hasta Magangué. A lo menos
poco habría que hacer para disponer los caminos a este servi
cio que cambiaría bien pronto la faz del país. No obstante,
entre tantos hombres ilustrados y pudientes que habitan la sa
bana, a nadie hasta ahora ha venido la idea de una tentativa
siquiera. Se prefiere siempre seguír la antigua rutina de las
bestias de carga. Este modo de viajar que me desespera siem
pre, a pesar de mi larga permanencia en el país, no parece o
fender en nada a los hijos del Estado de Bolívar. En este res
pecto no puedo menos que admirar el poder de la costumbre.
Ya desde la cima de Higueron, con el entusiasmo de la juven
tud, yo trazaba mil caminos en el aire sobre aquella región de
sierta. Me parecía que el alto Sinú era mas propio para ini
ciar la construcción de carreteras. La nivelación natural del
suelo me lo hacía ver mas practicable que en las partes habiº
tadas.
EL RIO SINU - 151

Ellas podían servir inmediatamente para conducir a las


vías acuáticas las numerosas producciones espontáneas del sue
lo y mas tardes los productos de la agricultura.
Del lado de la costa hay un gran número de riachuelos que
bajan de la antiplanicie y derraman sus aguas en el Atlántico,
Fácil fuera extender las carreteras hasta la parte navegable de
esos ríos. La planicie de Higueron presenta un plano tan ni
velado como las sabanas de Corozal.
La comarca, cuando yo la contemplé de arriba a bajo me
pareció en su aspecto general como un eden predestinado. No
faltaba más que el sudor vivificador del hombre para transfor
marla en una mansión de perenne facilidad. Mi imaginación,
atravesando los siglos del porvenir, me presentaba esos te—
rrenos cultivados por los brazos de una numerosa población
centuplicados por la ayuda de máquinas poderosas. Vapores
surcaban las rápidas aguas del río. Palacios magestuosos cons
truídos con piedras de talla extraídas de la angostura, se ele
vaban por todas partes. Había caminos en que las locomotoras
iban y venían de la orilla del mar a los llanos de Medellín, can.
jeando las producciones de una y otra región. En la costa,
buques de todas las naciones del orbe pasaban atravesando el
Itsirio, perforado por el atrevimiento humano. La civilización
venidera, civilización agigantada de que la presente no puede
dar una idea, aun imperfecta, exhibía por todas partes sus ma
ravillas. Todas las obras humanas esparcidas denotaban aquel
órden armonioso, resultado de un plan combinado para hacer
converger todo a un mismo fin de excelsa utilidad. La humani
dad había llegado al apogeo de su engrandecimiento.
Todo esto, creaciones de una imaginación de veinte y cinco
años, ensueño de un joven sin experiencia y que cree todo po
sible. Así pueden juzgarse los rutineros del siglo; pues nada
se ha realizado todavía.... nada en el alto del Sinú; pero en el
mismo año en que me había dejado arrastrar a tantas ideas
exageradas, en aquel año (1844) en el centro del continente
norte-americano pasaba un fenómeno digno de asombrar la
generación siguiente, mas que si se hubiesen realizado todos
mis castillos en el aire. Si, en aquel mismo año algunos secta
rios fanáticos se internaron en los vastos desiertos verdes de
los montes rocallosos, se aislaron completamente del mundo ci
vilizado, se establecieron en una región mas apartada, mas sal
vaje entonces que lo que es el alto Sinú. Y mientras que nues
tro naciente establecimiento, fué abandonado, mientras que
Higueron volvió a su estado primitivo, en otra región se efectuó
lo que nosotros pensábamos efectuar.
Los mormones, desaparecidos en 1844, se han revelado al
mundo rodeados de todas las maravillas realizables en un país
que han hecho pasar del estado del desierto al zenit de la civi
lización moderna. ¿Con qué encantamientos operaron estos
- ---
152
— —

resto.
-- -— — -— -— - ---- - - --- -
EL RIO- SINU -

hombres aquellos prodigios? Estos hombres habían llevado


-
consigos algunas herramientas, y sabían la manera de sacar de
éstas todo el partido posible. El tiempo bien empleado hizo el
Así se puede suponer que si algunos mormones nos hu
biesen acompañado, hoy esa parte de la costa, tan insignifican.
te, fuera una de las régiones mas adelantadas del mundo.
-
En
muchos años anteriores las misiones de los jesuítas iban a pro:
ducir un efecto igual en la América del Sur; pero las preocupa
ciones de la política anteponen siempre intereses momentáneos
a las especulaciones que abrazan el inmenso porvenir,
Lo arriba expuesto es todo lo que puedo decir con respec
to a mi ascensión al cerro de Higueron. Son pensamientos con
signados en un manuscrito sepultado desde hace muchos años
en un montón de notas de aquel episodio de mi vida pasada:
pensamientos aumentados con las reflexiones sugeridas al po.
ner en limpio esta obra que puede reportar alguna utilidad, hoy
principalmente que la atención pública parece animarse de
nuevo a favor de aquella parte del Estado. Muchos años han
transcurrido; muchas otras comarcas he estudiado detenida
mente: no obstante, jamás ha vacilado en mi mente la fé en
un espléndido porvenir reservado al alto de Sinú. Su posición
topográfica, su proximidad del futuro canal interoceánico que
tarde o temprano se efectuará. Sus riquezas naturales y las que
pueden surgir, por medio del ingenio humano, de su suelo vír
gen y todo palpitante de vitalidad, todo me ha convidado a re
velar al mundo la historia de ensayos infructuosos en cuanto a
resultados inmediatos, pero siempre provechosos por los datos
que pueden suministrar sobre la localidad. Mis últimas ilusio
nes entonces, solo podían brillar al extender la vista sobre un
horizonte lejano; al bajar de aquella altura me encontré de
nuevo sumergido en la triste actualidad.

XXX. — DECEPCIONES

Ya no había esperanza de ver adelante el establecimiento.


Primeramente se había despachado una parte de los obreros por
su espíritu de insubordinación. Mas tarde se despacharon a casi
todos so pretestos de supender los trabajos hasta la entrada
del verano. Todo movimiento vital cesó. Las obras comen -
zadas fueron súbitamente abandonadas. Ya no quedaban más
que los hombres indispensables para el servicio de las casas.
Las fieras, alejadas por el ruído de un gentío numeroso, perdie
ron pronto el miedo y se fueron aproximando. Animales do
mésticos cayeron víctimas de ellas. Las maias yerbas empe
zaron a brotar por todas partes, y nadie las arrancaba. Toda
animación se había extinguído: un silencio monótomo reinaba
al pie del cerro que, sin preocuparse de nuesta retirada, re
tumbaba de noche como siempre, La naturaleza incansable y
EL RIO SINU

Casa de don Daniel Gómez Casseres.


. Ciénaga de Oro
EL RIO SINU 153

porfiada iba reconquistando el terreno que por un momento


había perdido.
Ahora la soledad nos inspiraba mas tristeza que la mala es
tación; y no cbstante, arrostré con una pena profunda mi pró
xima partida de un lugar que contaba antes dejar en un estado
floreciente. Aunque nunca había tenido la intención de esta
blecerme en el alto Sinú, contaba dejar en él un recuerdo du
radero de mi permanencia. Mi aspiración había sido la de fi
gurar como fundador. El soldado en campaña no desea otra
cosa sino regresar a su patria, pero no vencido.
Penn fundó la Pensilvania, y después fué a morir a su pa
tria. Smith agregó una brillante joya a la diadema estrellada de
la Gran República, y después regresó a tomar su sepultura en
el suelo natal. Tan ilustres ejemplos habían seducido mi juven
ventud y formaban mis ensueños. Tiempo perdido ahora una
sepultura solitaria en el cementerio, que siempre con el mismo
desprendimiento continuaba el flemático Mr. Carand, me hu
biera sido preferible a tantas decepciones.
El cielo de Higueron se había puesto melancólico como
mis pensamientos. Un velo fúnebre interceptaba los rayos del
sol. Los días inspiraban una tristeza mas profunda aun que
las noches. Las ruinas recuerdan la vanidad de las obras hu
manas. Higueron ya era una ruina. La actividad humana,
aplicada un momento sobre aquella selva vírgen, ya iba reti
rándose de nuevo. Me parecía ya ver el silencio animado de las
soledades reinar solo en aquella comarca abandonada. Pronto
las aguas del Sinú iban, como antes, a ver solo en sus corrientes
impestuosas las frágiles piraguas de los indios salvajes. Hasta
nuestro recuerdo debía borrarse de la memoria de los mo
radores.
La inacción produjo pronto el mismo efecto que antes ha
bía producido la actividad excesiva. Unas calenturas mucho
mas fuertes que las primeras, me asaltaron. Esta vez lo mo
ral se hallaba afectado de un modo muy diferente: ya no era
la pena de dejar inacabada una obra empezada con tanto entu"
siasmo, la que me hacía titubear en regresar a Cartagena: era
la humillación de tener que confesar el desvanecimiento de es
peranzas tan pomposamente proclamadas. Por momentos, al
considerar la fatal terminación. sentía asumírseme una horri.
ble responsabilidad. Veíame citado a la vez ante dos formida
bles tribunales: el de la opinión y el de la conciencia. Las em -
presas, según su buen o mal éxito, tienen siempre pretendientes
que se quieren atribuír todo el mérito de la obra, o bien derivar
sobre los otros toda la culpabilidad del inal éxito,
Por otra parte, el juicio humano con sus infinitas versati
lidades, tiene muchos modos de accionar. El amor, propio es
muy pronto en disculpar a cada eual; una conciencia meticu
losa, al contrario, condena sin remisión. Mi proceso interno se
154 EL Rio sINU
desplegaba en una serie de argumentos opuestos. Mi coopera
ción en la empresa había sido circunscrita con instrucciones es
plícitas. En ésto, lejos de haberme excedido, no había podido
llevar a cabo todo lo prescrito. El empresario, temiendo la mala
impresión que debían experimentar los europeos al verse aisla
do lejos de su patria, en un país salvaje, había querido que en
contrase un pequeño Versalles en Higueron. Pero semejante
transformación no puede ser obra de algunos meses; como prue
ba, ahí está Cartagena que tiene cosa de tres centurias de exis.
tencia, y no obstante, parece un lugar desprovisto de muchas
comodidades para los extranjeros que quieren encontrar en todas
parte el confort europeo. Prosiguiendo mis pensamientos en
este sentido, llegué a hacerme cargos, tal vez imaginarios, y el
amor propio, acudiendo en defensa mía, supo pronto objetar que
de ningún modo estaba en mí el poder de evitar las avenidas del
río y menos el impedir a éstas que desanimaran a extranjeros
expuestos a ellas por la primera vez. Como se ve, mis fiebres, a
la par que mas intensas habín cambiado de carácter moral. Ya
los recuerdos literarios de la infancia no podían deslumbrar con
sus matices poéticos el malestar físico. Fué menester apelar a
la filosofía; me refugié en el dogma cómodo y consolador del
fatalismo. Considerando las cosas desde aquella altura, toda
idea de culpabilidad desapareció.
Me remonté hasta la idea primera que había caído como
chispa eléctrica sobre la imaginación fulgurante de Dujardin.
Este incentivo bastó para producir lo ocurrido. El alto Sinú
había sido escogido por dicho popular. La existencia del
oro fué verificada; los capitales necesarios a la explotación
afluyeron; una solución final faltaba al problema propuesto:
"¿se cubrirían los gastos de la explotación con el valor del oro
que se puede extrar con los medios más perfectos?” En esta
cuestión estribaba todo el buen éxito de la empresa; solución
compleja que solo un principio de ejecución material y perse.
verantes ensayos, podían aclarar. Muchos sistemas hay, mu
chos se pueden inventar todavía. Los ingenieros llamados
cortaron el nudo gordiano en una sola noche. El porvenir pro
nunciará su fallo sobre la justicia de esta apreciación. El alto
Sinú queda siempre allí como un vasto teatro, propio a ejercer
el genio de empresarios futuros. Sus arenas ruedan siempre el
mismo oro. Solo me es permitido dar una idea superficial de
tantas riquezas. Me he aplicado principalmente a hacer cono
cer los inconvenientes que debe esperar el explorador.
El oro del alto Sinú no debía de ser todavía extraído en
aquella época, ¿lo será mas tarde? Solución futura todavía hoy
que han transcurrido treinta años.
Así fué que aconsejado por mi modo de pensar y por la
enfermedad, resolví alejarme, y alejarme para siempre. Pedi
una embarcación y bogas; pero en esto también los tiempos
-
EL RIO SINU 155

habían cambiado: yo no era ya el que mandaba. Mi bajada


pareció no convenir a los directores. Se juzgó mi enfermedad
como poca gravedad. Debo suponer que los que mandaban
en Higueron no querían dejarme bajar, por que mi llegada a
Cartagena debía precisamente revelar a los accionistas el fraca
so de la empresa. Pero mi estado se iba agravando cada día
mas, y al fin se dispuso una canoa. Una fiebre tan fuerte me
tenía abatido, y me sentía tan débil, que no me atreví a
guir de Lorica antes de reponerme algunos días. En la casa del
se
Doctor Casas recibí una asistencia tan afectuosa, que me creí ya
en el seno de mi familia. Allí me mejoré algo.
Un día el Doctor que, viéndome tan débil no me había di
rigido pregunta alguna, sin duda para no ser indiscreto, se
presentó en mi aposento con un aire muy embarazoso. El venía
a darme parte que le habían asegurado que Dujardin, el señor
Malinvau y otro de los franceses, habían pasado embarcados
por enfrente de Lorica, sin arrimar a tierra. La noticia parecía
poco creíble; pero varias personas los habían reconocido y
pronto se supo también que los mismos habían llegado primero
a Montería, donde fletaron una embarcación grande para Car
tagena, sin detenerse más que el tiempo necesario. Todo eso
nos pareció misterioso e inexplicable.
Pocos días después yo mismo me embarqué y llegué a Car
tagena, en donde efectivamente encontré a los referidos señores,
El tercer francés que la gente de Lorica no conocía bastante
para designarle por su nombre, era el Padre eterno, Mr. Bari
hier. Este, a mi llegada, ya había arreglado su pasaje a bordo
de un buque mercante, para volver a Francia. El gran positi
vista, había abdicado toda esperanza de hacer fortuna en Amé
rica. Sus compañeros en vano quisieron detenerlo: él partió,
Cuando se me impuso de las últimas disposiciones toma
das por los accionistas de la compañía, pude convencerme que
el empresario había dado la prueba más completa de su buen
tino al lanzarse detrás de mí para prevenir toda mala impresión.
Un hombre como él sabía perfectamente manejar empresas co
mo la que tenía entre manos. Seguramente si yo hubiese lle
gado primero a Cartagena, le hubiera perjudicado en el espíri
tu de los accionistas.
Dujardin era de escs hombres organizados para dominar con
su ascendiente a los demás en general, y espiar el momento fa
vorable para acertar. El había nacido con el genio propio para
hacer cosas grandes. Tode en él respiraba el saber hacer.
Hay hombres raros que tienen el secreto de apoderarse del
espíritu de los otros, de subyugarlos y dirigirlos, sin que éstos
sospechen lo más mínimo. La explotación del hombre por el
hombre, es el fondo del mecanismo social; pero pocos poseen el
talento necesario para hacerlo con acierto. Casi siempre se
adivina la intención, y el intento no se alcanza por la descon=
1öo LL Rio SNU

fianza que inspiran tales hombres, que el vulgo califica de peli


grosos. Dujardin fue calificado así por muchos de sus amigos;
pero todos convenían en que era el hombre emprendedor por

él,
dejaban seducir

se
excelencia, y, aunque desconfiando de
prodigiosa actitud para crear proyectos,

su

su
por incansable

y
se
actividad que reía de todos los obstáculos allanaba todas

y
Es verdad que con propósito de servirse

de
su
las dificultades.
los otros para llegar turno víc

su
sus fines, siempre caía

él
a

a
su
tima de propia imaginación. Tratando de seducir los otros,

a
su
los ensueños de imaginación siempre en efervescencia,

a lo
arrojaban más allá de prudencial. Dispuesto sacrificar

lo

se a
los otros, Apenas hallaba re.

se
sacrificaba mismo.
él


a
lacionado con un hombre, cuando ya contaba con como ins.

él
trumento para algunos de sus innumerables proyectos.

El
hombres que no saben como hacer para

de
mundo está lleno
conquistar una posición social:

a se
estos hombres presentaba

a
como un angel guardián mostrándose dispuesto

un
abrirles
él

camino cómodo ventajoso. Pero no reflexionaba que estos


y

hombres son generalmente pobres hombres, incapaces de ma


nejarse indóciles para dejarse dirigir por otro, que, lar.

la
y

a
e

ga vuelven una carga pesada inútil para que los toma


se

el
e

a
su cargo. Así resultaba que Dujardin pensando explotar, era
en realidad explotado.
el

En nuestra época necesidad de hacer negocios atormen


la

todos. Todo reboza en hombres capitales sin colocación.


ta

y
a

La fiebre de actividad reina en estado endémico. Todos as


piran
su

extender esfera de acción hasta donde puedan.


a

Dujardin había sabido introducirse por doquiera que pensaba


poder hacer algo. En las altas regiones del Poder, supo

él
abrirse puertas reservadas. Los que presiden

de
suerte
la
los
pueblos necesitan siempre agentes ocultos, más necesarios que
los declarados. Dujardin había sabido muchas veces atraerse
misiones confidenciales; pero con su rabia perenne de apoderar
que podía abarcar, sus manejos muchas veces tu
se

de todo
lo

vieron solo por fin sacrificar los intereses de los que creían
le
el

beneficio de los que pensaba explotar. Así,


en

formar
él

al

la
compañía del Sinú, su misma impaciencia en realizar inmensos
beneficios sin pérdida alguna de tiempo,
en
hizo embarcar
lo

una multitud de gastos, que manejándose con prudencia, hubie.


podido ahorrar muy bien. No había necesidad de formar
ra

un establecimiento como de Higuerón, antes que llegasen los


el

ingenieros. Es verdad que temía con razón, que extranjeros


él

acabados de llegar
de

suelo de América introducidos


la
al

golpe un país enteramente desierto, sin habitaciones, sín


en

co

modidades, debían acobardarse muy pronto. Para evitar esto


me hizo preparar buenas casas trajo consigo una numerosa
y

biblioteca, muebles adornos para salones. Todo eso llegó


y

hasta Juí de allí regresó Cartagena. Una mala noche


el

a
C —º—————
FL RIO S INU

Sr ita. doña Juanita Espinosa .—Ceret é.


EL RIO SINU 157

bastó para hacer abandonar el alto Sinú. El mismo que en sus


viajes siempre se rodeaba de las comodidades de un negocian
te acomodado, que había visitado el alto Sinú en tiempo de
verano, se disgustó como los demás. Pero su genio inventivo
le hizo comprender en el acto que para no quedar desacredita
do era necesario buscarlo todo. Si se hubiera empezado una
explotación formal sin alcanzar después los resultados espera
dos, la impresión hubiera sido más perjudicial e irremediable
que el partido de abandonar todo desde el principio. El com
prendió que era necesario sorprender a los accionistas en el
momento que éstos debían tener esperañzas más firmes, en el
momento en que creían a los ingenieros empezando el laboreo.
Así lo hizo : se presentó de improviso en Cartagena. Declaró
a los accionistas, estupefactos de su llegada, "que la compañía
del Sinú tenía que liquidarse, porque había que utilizar la pre
sencia de los ingenieros y la posesión de un excelente material
en una empresa menos dificultosa. Les ofreció conducir al se
ñor Malinvau a la mina de Malpaso, cerea de Honda: mina ya
en explotación desde hace siglos; que allí los ingenieros podían
entrar a trabajar inmediatamente, sin tener que perder tiempo
en ensayos problemáticos, ni pasar por las dificultades inheren
tes a la creación de un establecimiento nuevo. La miña de
Malpaso, a despecho de su nombre de mal agüero, tenía todas
las ventajas de que carecía el alto Sinú : estaba situada en un
país habitado, en un clima ameno, a la proximidad de la capital
de la República.” -

Los accionistas, antes de haber salido de la sorpresa que


les causó esta proposición tan inopinada, ya habían convenido
en dar al incansable empresario los recursos para hacer lo que
quería. Cuando llegué a Cartagena, la compañía del Sinú ya
se estaba transformando en compañía de Malpaso. Dujardin,
como muchos hombres políticos, se había salvado él y la situa
ción, por medio-de un golpe de estado. El padre eterno, junto
con el herrero mecánico y yo, fuimos los únicos que no quisimos
adherirnos al cambio de nombre y de lugar.
El pobre establecimiento de Higuerón fué pronto abando.
nado completamente. Todo el humor jovial de Mr. Lamotte
no pudo resistir a tanta soledad. Lo que no se pudo trasportar
fué dejado a la disposición de los moradores. El resto del per
sonal de la compañía se trasladó a Ciénaga de Oro, en donde
permanecieron todavía muchos meses, hasta que se arregló la
nueva compañía de Malpaso, cerca de Honda.

EPILOGO
A Q U I FU E TR O Y A
(Dicho muy conocido)
Así concluyó el primer establecimiento de minas en el alto
Sinú. Grandiosas esperanzas que en un instante se evapora
158 EL RIO SINU

ron en el aire. Un cuantioso capital fué sepultadó en aquellas


soledades. La compañía había contado con beneficios fabulo
sos; pero los tesoros del fabuloso Sinú quedaron en su lugar
esperando que un empresario más feliz vaya a incorporarlos en
el cúmulo de riquezas metálicas que ruedan entre los hombres,
pasando del más diestro al más afortunado.
Desde que sucedieron los hechos que acabo de relatar, han
transcurrido treinta años. Muchos acontecimientos grandes y
pequeños han venido esparciéndose sobre la línea indefinida del
tiempo. Una California ha surgido de las olas del Pacífico,
como Venus nació en otros tiempos de la espuma del mar. La
Francia ha sacudido el yugo dei último de sus reyes, para des
pués sufrir un segundo imperio de que la libertó el cañón pru
siano. La Nueva Granada se ha vuelto Estados Unidos de
Colombia. El istmo de Panamá se ha hecho transitable por
medio de un ferrocarril. El dique de Cartagena, navegable por
vapores. Un ferrocarril monstruoso a traviesa el anchuroso
continente norteamericano desde Nueva York hasta el Pacífi
co. El Itsmo de Suez comunica por agua con el mar rojo. El
alto Sinú solo, lejos de progresar, ha vuelto a su sér primor
dial. Sus indios han disminuído en número. La pequeña po
blación de Tucurá es la única tentativa que hizo la civilización
de aquel lado. ¿ Después de las obras gigantescas que acabo
de enumerar acaso citaré el camino de tierra que une hoy el
Sinú con el San Jorge ? Es la única vía de comunicación em
prendida y llevada a buen fin, es obra de un particular, de un
pobre cauchero. Merced a los esfuerzos de este nombre, el
espacio que al indio Román costó en 1844 doce días de marcha
para atravesarlo, se puede transitar hoy cómodamente en menos
de dos días. Ningún auxilio recibió el pobre empresario en la
prosecución de su obra; ninguna recompensa alcanzó después
de haber tenido la gran fortuna de acabarla. Ni siquiera su
nombre vivirá en la historia local. Que estas lineas sean, pues
su epitafio y su biografía. Ayer nada más murió y ya está ol
vidado. El tiempo pasado no tiene culto por aquí. Esta indi.
vidualidad tenía por nombre Madera. Lo conocí personalmen
te y me pareció el prototipo de esa raza de hombres constante
mente empeñados en recorrer las vírgenes selvas del Nuevo
Mundo en persecución de sus riquezas naturales, como el na
vegante que adopta por patria el inmenso piélago de los mares,
esos nómades apenas gozan unos cortos dias del año los calmos
regocijos del hogar doméstico. Todo su tiempo lo dedican a
correrias en comarcas distantes y desconocidas, entregados a
todas las intemperies, sufriendo todas las privaciones, expues
tos a todos los peligros, cargando siempre en sus hombros el
pesado fard º de víveres y bagajes y además las voluminosas
producciones del suelo que han podido recoger. Pasando con
estas cargas tan incómodas por todas las accidentaciones de un
EL RIO SINU 159

terreno obstruido sin camino trazado; al fin, después de una


larga ausencia, aparecen en los puntos habitados, versan en el
comercio sus penosas cosechas. Entonces, con su sudor con
vertido en dinero, éllos piden a su turno a la sociedad su parte
de placeres de que habían sido privados desde tanto tiempo.
Como el marinero después de una larga navegación éllos tam
bién gastan en una semana el producto del trabajo de un año.
Madera, hombre de la raza india, joven, bien parecido, sin
instrución, pero dotado de una elocuencia natural que le daba
cierto prestigio, se distinguía entre esos exploradores atrevidos
y porfiados por una reunión más completa y superioridad de ap
titudes necesarias al ejercicio de su profesión. La cuadrilla
de peones que él tenía a su sueldo era más numerosa. En este
país ya es un talento apreciable el saber enganchar mucha
gente. 4. -
Madera tenía el secreto de fascinar a los hombres; era fa
miliar y generoso con sus inferiores. Muchos le debían sumas
considerables, Como Dujardin, él cogía a los grandes para re
partir entre los pequeños. En los centros del comercio, teatros
de sus operaciones mercantiles, él se cargaba de cuantas mer
cancías y dinero se le fiaba, se vestía con un lujo extraordinario,
mantenía con mucho lujo unas veinte queridas, arriesgaba
fuertes sumas en el juego; sus peones hacían, en pequeña esca
la, todo lo que le veían hacer. Esas delicias de Capua se pro
longaban lo más que podían. Los acreedores de Madera recla
maban, se desesperaban viéndole gastar locamente todo el di
nero sin pensar en volver a la montaña; pero él sabía tranqui.
lizarlos con su brillante elocuencia, asegurándoles que pronto
volvería trayendo el doble de los que le debía. Al fin, después
de malbaratado todo, de agotado todos los créditos, daba la
orden de marcha a sus peones que, siguiendo siempre su ejem
plo, procuraban engañarle, escondiéndose, como él mismo había
engañado a sus acreedores. Entonces Madera, a su turno, se
incomodaba, reclamaba, se valía de la justicia para obligar a
su gente a seguirlo. Las mismas escenas se repetían así a cada
viaje. -
Madera había empezado ese modo de vivir en el Sinú su
país natal. Más tarde, cuando los especuladores de aquel río se
mostraron algo difíciles con él por razón de las grandes sumas
que les debía y que iban siempre acrecentándose, mudó de do
micilio con su cuadrilla y pasó al San Jorge. Allí las ferias de
Magangué le presentaron un mayor teatro para sus operaciones
complicadas. Entonces fué que imaginó abrir el camino que lo
puso a caballo sobre los dos ríos. En una de sus travesías se
enfermó en el tránsito, murió y fué sepultado en el mismo cami
no. Hasta su muerte salió del orden común, puesto que es de
notar que esos aventureros que se arriesgan tan lejos de los
poblados, tienen generalmente la fortuna de morir en su domi
160 EL RIO SINU - - -- s

cilio, rodeados de su familia. La mortuoria fué arreglada co


mo siempre sucede en semejante caso. Los acreedores perdie
ron lo fiado, los peones no pagaron lo debido, las queridas bus
caron otros enlaces iguales. l camino quedó a beneficio de
los raros transeuntes.
Madera, apenas nacido cuando la compañía del Sinú ya
concluyó su existencia. ¿Qué diremos de los personajes que fi
guran en esta historia ? Muchos han desaparecido sin que yo
sepa de su destino. El viejo Flórez murió y su hijo sigue con
la misma industria, que prácticamente le enseñó su padre. El
cacique Cachichí murió y su hijo le sucedió. La dinastía de
los Cachichis es más firme que la de los Napoleones. No he
podido saber si Onomá existe todavía, y consultando bien mis
recuerdos de aquel tiempo, temo que no haya existido jamás,
aunque sea muy positivo que el cacique haya tenido una hija.
Pero esta hija talvez se diferenciaba mucho de la que conservo
en la memoria. Hay en la vida una edad en que es preciso
realizar a todo trance el ideal de la mujer que se desea encon
trar. Es tan imperiosa esa necesidad que a falta de realidad
hay que adornar con las cualidades imaginadas la primera que
se encuentra. Por otra parte, nuestra galantería moderna
prescribe imperiosamente la presencia de una mujer seductora
en los acontecimientos más serios. Hasta los templos del aus
tero catolicismo, sin la imagen de la virgen, fueran menos con
curridos. Se puede, pues, creer muy bien que la hija del caci
que del alto Sinú no haya sido tal como se me apareció. Pig
maleón animó bien del fuego celeste una estatua de mármol.
Muy bien puedo haber alumbrado una india vulgar con los
cambiantes del prisma de la poesía, En todo caso debo suponer
que si vive todavía, el tiempo. con su despiadada guadaña ha
brá seguramente hecho de la pobre Onomá una figura muy dife.
rente de lo que era en aquella época. Por cuyo motivo me
inclino a suponer que la inevitable muerte ha concluído ya con
aquella existencia, como hizo con tantos otros que mi historia
pinta llenos de vida, de sensibilidad y de movimientos a pesar
de que ya desde hace muchos años, esos cuerpos que yo he vis
to respirar, sentir, moverse, se han disuelto en la masa elemen
tal, de que un momento fueron distraídos para hacer un efímero
papel en este mundo.
Seguiré, pues, con mi obituario: Eugenio Gómez murió po
bre como había vivido sus últimos tiempos. El doctor Casas
murió hace cosa de un año, cura de un pobre retiro de las Sa
banas. Hombre superior y modesto, él también constituye un
tipo que se puede describir para dar una idea de esos curas de
campaña de la América latina, personajes muy diferentes de los
que desempeñan las mismas funciones en la envejecida Europa.
Un sacerdote que se ocupa de cosas materiales no extraña más
aquí entre los civilizados que un brujo que cela a su esposa en

*.
Gómez Socorro del María doña Srita,
EL RIO SINU 161

tre los salvajes. -

El personal de Europa sufrió también sus cambios y peri


pecias. El pobre cocinero francés, que nunca pudo aprender el
castellano, se ahogó al bajar el río en una barquetona en una
noche oscura. El parisiense se había acostado sobre la cubierta
de la embarcación, y al voltearse medio dormido, cayó al agua
y desapareció.
DuJardin, el promotor de todo, siguió sus especulaciones
mercantiles, pasando alternativamete de uno a otro hemisferio,

¿
gastando su inquieta actividad en la persecución de una fortu
por muy grande que la obtenga, nunca satisfará su am
¿lC1OT).
El Padre eterno, Mr. Barihiel, ha vuelto a su patria y
reintegrado a su anterior destino que había dejado seducido

¿
por las palabras de oro de Dujardin. Hoy el gran positivista
limitar su ambición y se conforma con su posición mo
esta. \
El señor Malinvau, después de la liquidación de la compañía
del Sinú. fué director de la compañía de Malpaso. No he po
dido saber si ésta ha tenido mejor suerte que aquélla, y si los
accionistas han conseguido al fin algún dividendo apetecible.
El jocoso Mr. Lamotte y el carpintero fueron los que si
guieron al nuevo establecimiento. Espero que el primero ha
brá encontrado allí otras qcasiones de desarrollar sus ideas so
bre civilización y salvajismo, -

El flemático Mr. Carand hubiera seguido con sus compa


ñeros de muy buena gana; pero éstos le dieron las gracias pre
testando que el establecimiento de Malpaso hallándose situado
en una comarca habitada, no necesitaba de cementerio especial.
Así se le entregaron dos mil francos que sus hermanos habían
depositado en poder de Dujardin para el caso que resultara ser
imposible utilizar en algo los servicios del pobre hombre. Este
supo así la verdad respecto a su posición en la compañía y la
estratagema de sus hermanos para desembarazarse de él. El
procedimiento le chocó; mas admitió los dos mil francos, pro
metiéndose que con este fondo pronto llegaría a conquistarse
una posición independiente. El oficial de marina, su amigo
desde su llegada, le ofreció sus servicios para alcanzar tan loa
ble fin. El le hizo ver todo lo que se podía ganar llevando una
pacotilla al Chocó, país que él conocía perfectamente. Mr.
Carand, aceptó y se entregó sin reserva al Mentor que la Pro
videncia le hizo encontrar. Los dos mil francos fueron inver
tidos en tabacos doblados y aguardiente, dos artículos de gene
ral consumo. Los dos artículos se embarcaron en un bote con
dirección al Chocó. En la atravesía el oficial de marina impuso
a su Telémaco de las particularidades del país que iban a re
correr. Como se sabe, el Chocó es la tierra clásica de las ca
lenturas tercianas; apenas se respira su atmósfera húmeda, las
162 EL RIO SINU

fiebres se apoderan del cuerpo. El oficial de marina pretendió


haber encontrado la causa de su enfermedad endémica, y un
preservativo muy seguro. El remedio no tenía nada del mal
sabor de la quinina: bien al contrario su administración no era
de las mas desagradables. El médico improvisado sostuvo con
la mayor seriedad, que las calenturas del Chocó no tenía otro
origen que el mal modo de vivir de los habitantes, que se rehu.
san a toda clase de diversiones, no hacen ninguna clase de ejer
cicio, viviendo retirados en sus casas. Así para preservarse
de las calenturas, no había otra cosa que hacer sino pasar todas
las noches en baile.
Semejante preservativo agradó a Mr. Carand y principal
mente a los bogas. En cada población de las riberas del
Atrato en que se paraban para pernoctar, se improvisaba un
baile, sacando de la embarcación suficiente cantidad de tabacos
y de aguardiente que se obsequiaban a los que se convidaban
ellos mismos. Toda la población, hombres, mujeres y niños,
acudían como se puede presumir. Los bailes seguían así de
estadía en estadía, hasta el punto de que cuando llegaron a
Quibdó la pacotilla se halló reducida a la nada; pero el oficial de
marina estaba triunfante, puesto que el preservativo de su inº
vención había alejado toda calentura. Viendo a su compañero
sin recursos, se despidió de él pretendiendo que iba a volverse
de nuevo minero, y es probable que habrá vuelto a Nain para
volverse de nuevo indio salvaje, con la esperanza de ver formar
se una nueva compañía del Sinú y con ella un nuevo Carand.
Este último regresó a Cartagena como pudo. De allí síguió la
corriente humana que pronto jiró del lado del Itsmo, Finalmen
te murió en Cruces, entre Panamá y Chágres, mas pobre que
Job, puesto que ni un amigo le quedó.
Aquí se ofrece una nueva ocasión de formar un paralelo
entre los respectivos modos de manejarse los nativos y los ex
tranjeros para encontrar medios de subsitir, cuando no de enri
quecerse. El indio Madera encontraba por todas partes hasta
cinco y seis mil pesos que los especuladores le entregaban de
muy buen grado, mientras que los dos franceses no supieron
hacer otra cosa sino gastar el dinero de Europa. El indio Ma
dera, sin instrucción, sin letras, gozó hasta el último día de su
vida, una opulencia relativa, gastando el dinero a puñados: y
Carand, con todo su saber europeo, no pudo conquistar una po
sición medio acomodada. El indio Madera no pagaba nunca a
sus acreedores la mitad de lo que debía y se conservaba siempre
un crédito abierto; y los dos franceses, una vez sin recursos,
inspiraron risa y no confianza, al exponer sus proyectos relati
vos a especulaciones futuras. Es que el indio Madera nadaba
con mucha facilidad en su elemento, y los franceses entraban.
En esto la ignorancia del idioma les era menos pejudicial que
sus ideas de que los nativos no podían profundisar el sentido
EL RIO SINU 163

por hallarse en oposición con la rutina.


El Doctor Agustin Núñez, tratando de una de mis publica
ciones, pronuncia estas palabras muy bien pensadas (1): “El
vulgo de nuestra sociedad los reputa (a los extranjeros) aven
tureros y locos maniáticos, y los que parecen sobresalir de esa
capa social por alguna figura que hacen o han hecho en la esce
na política, no quieren acercarse a los sabios, o los desdeñan,
sea por el temor de descubrir la más crasa ignorancia, o porque
para ellos esas investigaciones de la ciencia no valen lo que los
asuntos eleccionarios o las tinterilladas de su pueblo”. Es que
el Doctor Agustín Núñez ha vivido mucho tiempo en Europa,
no como transeunte, sino bien confundido con los europeos,
viviendo como verdadero pariense, y así ha podido comprender
lo trabajoso que es toda clase de aclimatación, principalmente
el amoldarse a las costumbres, opiniones e ideas de un país que
se observa con sentidos formados en otro. En sentido inverso
sucede cuando un hombre que siempre ha vivido en el aire na.
tal, observa hombres trasplantados, y lejos de admirar la infini
ta variedad de ideas y de costumbres, condena a priori todo lo
que no es de su país. Hay así una reciprocidad de desden que
solo la ignorancia puede excusar. El criollo y el extranjero
son igualmente injustos en juicios recíprocos.
La capacidad intelectual del hombre es necesariamente
limitada, y el extranjero, al pasar a un país extraño, ya lleva
su carga de ideas adquiridas en el lugar natal, de modo que
las nuevas impresiones que recibe no pueden colocarse sino en
los intersticios, y por consiguiente resultan deformadas; lo que
no sucede con las impresiones recibidas en un organismo vacío
todavía. Jesucristo hace referencia a las dificultades de colo
car ideas nuevas en un cerebro ocupado por otras, cuando dice
(San Lucas v. 39): “ninguno echa vino nuevo en odres viejos,
porque de otra manera el vino nuevo romperá los odres, el
vino se derramará y se perderán los odres”. Lo que acabo de
expresar es para mí de tal importancia, que ha sido mi preo
cupación constante en todo el tiempo que he empleado en escri
bir la presente obra como ya se habrá observado. Es uno de
los inconvenientes capitales que impiden la fusión de los pue"
blos, fusión que es hoy del caso para la prosecución de la mar
cha progresiva. El espíritu de asociación tiene, por último fin,
que abrazar la universidad.
Suponiendo siempre que el lector se interesa por la suerte
subsiguiente de los que figuran directa o indirectamente en esta
historia, diré que el ex-boticario Mr. Goudot, el extraviado de
los Alquitranes, llegó por fin a poner su fortuna en seguridad
comprando un ingenio en la Isla de Cuba. No se si existe to
davía; si así fuere, es de temer que su capital, adquirido en

(1) Diario de Cundinamarca número 1114.


164 EL RIO SINU

Bogotá, no corra el mismo riesgo que si lo hubiese colocado en la


-
empresa del alto Sinú.
El único de los franceses que quedó fiel al Sinú, fue el
herrero mecánico, Mr. Luis Lacharme, que se encuentra toda
vía hoy establecido sobre sus márgenes.
No concluiré sin hablar del venerable director de la ex—
compañía del Sinú. en Cartagena, señor Juan Pavageau. Otra
existencia concluída desde hace mas de veinte años, Este, a
lo ménos, no será olvidado y su nombre pasará a la posteridad,
no por la circunstancia de haber figurado en la empresa de que
se trata, sino porque su nombre se halla estampado en el testa
mento del Libertador.
Juan Pavageau nació en la isla de Santo Domingo, hoy
Haití. Cuando ésta se sublevó contra la Metrópoli, éi inmigró
a Jamaica, en donde adquirió una fortuna de varios millones,
que llegó a perder en seguida de los grandes acontecimientos
políticos del principio de este siglo.
Establecido después en Cartagena conoció a Simón Bolí
var, quien le honró con su amnistad y confianza. El señor Pava
geau fué el confidente de aquel héroe, digno de la lira de Ho.
mero. Entre el hombre que recibió por misión providencial la
fundación de la independencia en las colonias españolas basadas
sobre la abolición de la esclavitud, y el criollo de Santo Domin
go que había sido expulsado de su patria y de sus propiedades
por el levantamiento de los esclavos, se estableció un vínculo
de amistad íntima que la muerte no pudo disolver. El señor
Pavageau siempre conservó un culto tierno y afectuoso para la
memoria de su ilustre amigo. El deleite de su vejez era contar
pormenores de su vida privada y pública. Su constante anhelo
fué hacer conocer a fondo aquel grande carácter que pudo
arrancar un mundo entero a una nación poderosa, sacando todos
sus recursos de la nada, y siempre superior a los reveses y cir.
cunstancias desfavorables. *

Por otra parte, el señor Pavageau supo conciliar los senti


mientos patrios que por su nacimiento debía a la Francia, con
la gratitud que le inspiró la generosa hospitalidad que había re.
cibido en su último asilo. En el funesto año de 1848, en que
sobre Cartagena se batió el horrible azote del cólera expiró de
repente aquel hombre de bien., sin que la epidemia reinante hu
biera tenido parte en su pérdida. El término natural de su exi
tencia en este mundo había sido alcanzado,
Hasta ahora he dicho lo que sé del alto Sinú y de los que
cooperaron en algo a su primer establecimiento.
El lector habrá reparado que mi historia no comprende mas
que la entrada de aquella región tan interesante, y no abraza
mas que un muy reducido espacio de terreno. Mi destino no
quiso dejarme ver mas, y puedo suponer que no he visto otra
cosa sino la mas insignificante. Con seguridad existe un punto
DÑA. CONCHITA MENDOZA

Ciénaga de Oro. Srita. doña Carlina


Pineda. —Montería.
-

==
EL RIO SINU 165

culminante en que cesan las tierras de aluvión y de transporte,


dejando, a descubierto la capa ignea primitiva del globo. Allí
se dividen las aguas para repartirse en los valles circunvecinos.
Hasta aquel punto deben extenderse las explotaciones para
adquirir un conocimiento de la localidad.
La compañía había obtenido una concesión de terreno
inmensa, que aun en caso de prosperar nunca hubiera podido
explotar; tal es la insaciablidad de la ambición humana, que el
continente vacío de la América, casi todo se halla apropiado y
casi nada cultivado. Este estado es un estorbo para el desa
rrollo futuro de las industrias. La política de los propietarios
actuales de terrenos, es la de no trabajar e impedir a otro que
trabajen, a no ser por medio de arreglos en que se hacen las
partes del León. Así se establecen los privilegios exclusivos
hasta que las revoluciones obligan a la remuneración de fueros
y privilegios y dan la tierra a la disposición del que se propone
hacerla producir con su sudor. Una mera revolución de aguas
hizo renunciar a la compañía del Sinú a sus pretensiones
exorbitantes.

L. UIS STRI FFLER.

-se cº-———-45sée
EL RIO SINU

HACIENDA DE SANTA FELISA -


de D 1ego Mart ínez & C 13l.
Corra erci en 1, G e- c»greáfic el e
Histc6rica di eI

ALTO Y BAJO SINU


E==Sot=2EE==s E==úl
Eje==985—HDEEE=905-== E

EL RIO SINU
-—--se ve º «e-—
El Río Sinú nace en el cerro de Tresmorros en el
Departamento de Antioquia.
Su curso que se enreda y desenreda alternativa
mente es de 46 miriámetros. Comunica con las ciéna
gas de Betancí y Fúnera. Es navegable por vapores
hasta Montería y por lanchas de 5 pies de calado, hasta
la Hacienda de Belén, 25 kilómetros arriba de la ciu—
dad mencionada. Arriba de Belén se encuentra el
puerto de Naín que tuvo en otro tiempo mucha impor
tancia porque de allí había comunicación por el río Ver
de y MURRI, hasta el Río Atrato.
45 kilómetros al sur de la hacienda de Belén se en
cuentra la boca del río Jaraguay que desemboca en el
Sinú y navegando un día en canoa, aguas arriba, se en
cuentra a media jornada de la orilla, el pueblo de Juáre
gui, que se comunica por el río Mulato con el caserío
de Caimán en el Golfo de Urabá y, como el Mulato de
semboca en la ciénaga de Dainaeuiel en la Costa, al
Nordeste de la Punta de Caribana, se hace fácil una
comunicación directa entre el Sinú y el Atrato.
El primer español que conoció las cabeceras del Río
Sinú, partiendo del Atrato, hasta el puerto de Naín fué
don Antonio de Latorre y Miranda el año 1793. Empre
sa verdaderamente colosal si se tiene en cuenta que hoy
en día esa travesía está llena de inconvenientes insu
perables y peligrosos.
EL RIO SINU

y desde la desembocadura de la quebrada de


bajo es de donde se hace manso y navegable. En el
¿
El río en sus cabeceras es de corriente impetuosa
para

punto denominado Río Nuevo las aguas se precipitan.


El río deja de estar encajonado y se hace más ancho y
por consiguiente menos profundo. Por todas partes se
ven asomar puntas de peñascos fuera de las niveas es
pumas de las turbulentas aguas.
El Río Sinú recibe el tributo occidental de los ríos
Esmeralda, Verde, Naín, Tucurá y Jaraguay
¿
ríos Charudosa y Manso por la banda oriental. Las Que
bradas de Múcura, Caimán, Mutatá, La Cruz, Crucita,
los

Gaita, Urrá, Chivagodó, Taí, Toro, Los Pollos, Piedre.

¿
cita, Lorenzo, Carrizola, Mochila y Juí aumentan su
curso por el oriente y las de Culebra, La Palma, Qui
Guarumal, Pirú y Quebrada Honda por el occi
ente.
Abajo de la poblacion de Mateo Gómez, a un kiló
metro de Cereté, el río se divide en dos brazos denomi
mados Aguas Blancas y Aguas Prietas. El primero es
el verdadero cause del río hoy en día, pues antes lo era
el segundo que hoy está casi perdido. En Lorica se u
nen estos dos brazos después, que el caño de Aguas
Prietas ha sido aumentado con el caudal de muchos
arroyos y quebradas que bajan de las montañas de San
Carlos de Colosiná, pasa por Ciénaga de Oro con el
nombre del Caño del Floral y se une más abajo al ver
dadero Caño de Aguas Prietas. -

En la Bahía de Cispata desemboca el río Sinú por


cuatro bocas diferentes y cuyas dos principales se deno
minan Boca Vieja y Boca Nueva, por donde con algu
na dificultad, por la formación de la barra consiguiente,
pasan las embarcaciones que hacen el tráfico de Car—
tagena a Montería todas las semanas.
Arriba del Cerro de Higurón, lugar en que se fundó
el establecimiento de la Compañía Minera del Sinú el
año de 1843, hay un paraje que se llama La Angostura.
El río hendió la roca viva y se abrió paso por medio de
dos altas paredes. Este punto lo describe diestramente
don Luis Striffler en una de las páginas de este libro.
E. Ro SINU -

En las márgenes del Río Sinú existen grandes ha


ciendas de ganado y valiosas fincas de cacao, caucho y
eafé; en sus bosques vírgenes abundan las maderas fi
nas y de tintes; plantas medicinales como la zarzaparri
lla y la ipecacuana. La fertilidad del terreno hace de es
ta región un emporio de riquezas para el porvenir. To
do en ella es grande y ubérrimo.
La temperatura se hace más baja o menudo que se
sube el río. En Tucurá en los meses de Diciembre y E
mero el termómetro marca 159. En la planicie de la se
rranía de Murrucucú la temperatura baja a 100 y mun
ca pasa de 209. En la misma cabecera del Río según
refiere don Antonio de Latorre y Miranda la tempera
tura es tan fría que se hace insoportable. Ya don Luis
Striffler en su obra el Río San Jorge, por un fenómeno
metereológico observado desde San Marcos, había adi
vinado que el nacimiento del Sinú era una nevada.
La planicie del Murrucucú, amplia y pareja, es el
punto ideal para la fundación de una gran ciudad en
el Alto Sinú, que vendría a ocupar un espléndida posi
ción geográfica, puesto que estaría cerca de la Costa

Sus ellestas.
-
Atlántica y dos ríos - el San Jorge y el Sinú besarían
-

Las minas de carbón, los grandes yacimientos de


petróleo, las arenas auríferas en un porcientaje asom
broso. la8 minas de oro y de platino en las vertien
tes de los ríos Verde y León, auguran a la región que
baña al río Sinú--que es como la Mesopotamia Colom
-
biana, una era de prosperidad y de engrandecimiento
en su futuro próximo.
las facilidades de la salida al mar de sus produc
tos, la comunicación directa con la región del Chocó
(Atrato), su vecindad al río San Jorge y todo, todo es
tá pregonando el risueño porvenir que le espera a esta
comarca ubérrima y grandiosa.

EUGENIO QUINTERo ACOSTA,

Cartagena, Junio de 1922.


GAMFANTG)
La hacienda de Campanito, situada en
el Distrito de San Carlos, a diez y seis
millas de la cabecera del mismo nom
bre y que consta de unos tres mil qui
nientos hectareas, es propiedad del se—
ñor Horace C. Coleman, de Norristown,
Pensilvania, EE. UU., quien posee títu
lo propio del Gobierno Nacional por di
chos terrenos.
Consiste de plantaciones de caucho,
Castilloa Elástica) y pastos artificiales,
principalmente de yerba de guinea. La
hacienda es famosa por su gran cría de
cerdos y por la calidad de manteca ob
tenida de ellos.
Los terrenos están muy quebrados
y bien regados por arroyos que los cru
zan en todas direcciones, y hacen posi
ble la mantención de un número creci
do de ganado y bestias para los cuales
jamás les falta agua aun en el verano
más prolongado.
Campanito dista de Cereté veinte y seis
millas y están conectados por teléfono. En Ce
reté está situada la oficina principal, regenta
da por el señor A. S. Thelwell.
La casa de Campanito, estando provista de
su propio acueducto, tiene todas las comodida
des modernas. El agua lluvia está recogida en
grandes tanques y ésta es lo que se bebe por
todo el año.
Campanito tiene fábrica de cal y ladrillos.
-
-----------------------++ --------------k -----
+ ---------------------------------+ -----------4-+++-+-+24 x 4 %

3fc6fa unca eminencica


Cortagena, Enero 27 de 1922.
Señor doctor F. E. Trinchero. — Pte.
Estimado amigo:
Con el mayor gusto contesto su atenta car
ta del 23 de Enero corriente, certificando que
he usado el BIOSTENOEL que usted prepara,
en muchos pacientes afectados de astenia y
debilidad general y siempre he obtenido resul
tados completamente satisfactorios. En lo ge.
neral no acostumbro dar esta clase de certifi
cados por razones que usted comprende, pero
en el presente caso no puedo excusarme de ha
cer justicia a un preparado que satisface com
pletamente.
Sin más, soy de Ud. atento S.S. y amigo,
DR. RAFAEL CALVO C.
Médico Cirujano. — Presidente de la Facultad de Medicina de
Cartagena. Presidente del Nuevo Hospital de Cartagena.

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cuentos- Depósitos a la orden Depósitos a término -
fijo-Negocio de Cambio - Cuentas Corrientes-Comi
SIO ne.S.

SECCION ESPECIAL DE CAJA DE AHORROS

Recibo de Depósitos de $ 1.00 oro americano pa


ra arriba, con abono de 6% anual, “rsa
Toda solicitud debe ser dirigida al GERENTE DEI,
BANCO, quien la someterá, para su consideración,
a la JUNTA DIRECTIVA.
Dirección telegráfica: E3AINCO SINU
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Provincia del Bajo Sinú


a«iº e« amº-—-—

Distrito de Lorica
Situación Geográfica.- La ciudad de Lorica, capital de la
Provincia del mismo nombre, está situada sobre la margen de
recha del río Sinú, entre 99-14”-50” de latitud norte y 19.35”-30”
de latitud occidental del meridiano de Bogotá. Dista 7 leguas
de la orilla del mar Caribe.
Clima.- Su clima es cálido y su temperatura media es de
379 centigrados.
Superficie.- La superficie del Municipio es de cerca de 60.
000 hectáreas de las cuales hay 40.000 cultivadas y 20.000 en
ciénagas y baldíos.
Límites.—Por el Norte con el Golfo de Morrosquillo; por el
Oeste con el mar Caribe; por el Este con los Distritos de Tolú y
Purísima y por el Sur con los de San Pelayo y Cereté.
Yacimientos de petróleo. — En jurisdicción del Municipio hay
en San Bernardo del Viento, San Antero, San Sebastián de U.
rabá, Moñitos y Puerto Escondido, manifestaciones palpables
de petróleo.
Población. — El censo de 1918 le dió a Lorica 18.124 ha
bitantes.
Altura.-Sobre el nivel del mar 5 metros.
Puertos, -Los principales son: Lorica, San Bernardo, San
Sebastián en el río Sinú y Cispata en el mar Caribe.
Presupuestos.- El de rentas y gastos del año de 1920, as
cendió a la suma de $36,000 oro legal.
Edificios. — Sus principales son: El Palacio de Instrucción
Pública en donde funciona la Escuela Pública de Varones; el
Consejo Municipal y la Escuela de Niñas; el Palacio Municipal,
edificio de mampostería de elegante aspecto y en donde funcio
nan las siguientes oficinas: el Juzgado Municipal, Notaría del
Circuito; Alcaldía del Distrito, Juzgado del Circuito, la Alcaidía,
la Cárcel pública y la Junta de Canalización; la Iglesia Pa:
- t. Ris 1NU -

rroquial, de construcción española, pero con modificaciones mo


dernas, en cuya torre se ha colocado el reloj público, obsequio
de la colonia siria, y el mercado que da frente al Puerto.
()tras obras públicas de importancia son el Puente 20 de
Julio que une la ciudad con el barrio del Arsenal, el Parque
Fraternidad u Once de Noviembre en la Plaza de Bolívar. El
Cementerio Católico y la Albarrada, recién construída, gracias
a los esfuerzos titánicos del progresita Alcalde señor don Juan
B. Martelo.
Telégrafo. -
Hay oficina telegráfica que se comunica con
Cereté y Cispata. De desear sería que se comunicara nuevamente
a Lorica con Chimá, pasando la línea, e instalándose sendas ofi
cinas telegráficas en Purísima y Momil.
('orreos. - Hay 4 lineas de correos así: La de Cartagena que
llega los viernes y se despacha los lunes; la de Sincelejo
que lleva el correo de Sabanas y eí del interior de la República y
llega y se despacha todos los jueves; la de Montería que llega
el sábado y se despacha el miércoles y la línea municipal a Puer.
to Escondido, pasando por San Bernado y Moñitos y que se des
pacha el 19 de cada mes.
Instrucción Pública.— Hay escuelas de ambos sexos en
la cabecera, en San Antero, y San Bernardo del Viento. Existen
además en la cabecera dos escuelas privadas: de Varones re
gentadas por don Antonio María Zapata y la de niñas por la
señora Sofía S. de Camacho.
Categoría Oficia l.-Lorica es la Capital de la Provincia del
mismo nombre, compuesta de los Municipios de Lorica, Purísi
ma, Chimá y San Pelayo. También se le denomina Provincia
del Bajo Sinú.
-

El Distrito de Lorica tiene por cabecera a la ciudad de


mismo nombre y está compuesta de 7 corregimientos así:
Corregimiento de San Antero con los caseríos de Santa Cruz,
Villero, Las Tijeretas, Amaya, Cispata y Bonaparte, Este - corre
gimiento tiene 4.327 habitantes.
Corregimiento de San Bernardo del Viento, (su cabecera)
con los caserios de Playa del Viento, Paso Nuevo, José Manuel
Pajonal, Chiquí, las Cañas, Montero y Río Ciego. Con 3.534
habitantes. v.
('orregimiento de Moñitos, (que es su cabecera) con los ca
seríos de San Blas, la Rada, No te Cebes, Cacagual, Broqueles,
Playa de Culebras, la Cruz y Río Cedro. Este corregimiento
tiene 1.572 habitantes
Corregimiento de Puerto Escondido, (su cabecera) y los
caseríos de Mangles. El Cainpamento, Las Flores Yuca y Las
Palmitas. Este corregimiento tiene 1.253 habitantes.
Estos 4 corregimientos pudieran llamarse marítimos por
que ocupan lugar en la costa.
Corregimiento de Sarm Sebastián de Urabá, (su cabecera) y
E1. ICIC) Sl Nl

Peinada y Roberto que tienen 579 habitantes.


los caseríos de*la
Corregimiento de Gallinazo, (su cabecera) con los caseríos
de El Recreo. La Palma, El Playón, Los Canales y El Campano.
Con 1.278 habitantes.
Corregimiento de Palo de Agua, (su cabecera) con los ca
seríos de Cotocá Arriba, Boca de Guamal, Sarandelo, y Mata
de Caña con 1.481 habitantes,
Estos tres corregimientos están en el interior del Distrito.
Los Caseríos que administra directamente Lorica son los
siguientes: Cotorra, El Canto, Los Monos. El Bongo. Los Gó
mez, Los Morales, Culebra Aguacate, Tierra Alta, Tierra Al
tica, La Subida, Susúa, Recula, Basura, Cotocá Abajo, Caño
Viejo, San Nicolás de Bari, La Doctrina y Trementino.
Lorica hace parte de la Circunscripción Electoral de Carta
gena y del Círculo Electoral de Montería. Tiene Circuito Ju
dicial, Notaría y Registro. En lo esclesiástico pertenece a la
Arquidiócesis de Cartagena y su Parroquia la administra el
-
Presbítero ácides Bersal.
Industrma. -
La principal industria es la Ganadería y se cal.
cula que hay en la Provincia cerca de 150.000 reses de ganado
vacuno, de los cuales corresponden al IDistrito de Lorica unas
70.000 cabezas. -

Fábricas.- Cuenta Lorica con las siguientes fábricas: de


mantequilla, queso y lactina y la fábrica de hielo de Diego Mar
tínez & Cia.; 3 de jabón de Jathin Hermanos, de Dechamp y
Benedetti y de Guillermo Benedetti G.; de aguardiente de Pe
dro M. Porras: 3 de cal y ladrillo de Manuel Cassas, de Pedro
M. Porras M., y de José Ma. Burgos López; de bujías esteáricas
de Lucindo Posso & Co; de curtiembre de Chesey S. Fayad:
de bebidas gaseosas de Pedro M. Porras M.
Cuenta además la ciudad con una buena Planta Eléctrica.
Imprentas.—Hay en la ciudad dos imprentas regularmente
servidas que son la tipografía del Sinú, y la tipografía de la
Señorita Berenice Montoya. En la primera se edita el semana
rio liberal intitulado « Rojas Garrido», del cual es director y fun.
dador el señor don Antonio Zapata y en la segunda se edita el
semanario «El Comercio» órgano de propaganda de los señores
Montoya Hemanos.
También se editaron en lorica los periódicos intitulados
«El Esfuerzo» que fué el primero y " El Sinuano dirigido por
G. Porras Troconis.
La primera imprenta la introdujeron los señores G. Porras
Troconis, José Torralbo y T. Makey en 1905.
Bancos. —La única casa bancaria que existe en la ciudad es
la de los señores Diego Martínez & Cia.
Farmacias. — Las principales son la de Arrázola Díaz &
Cia.; Montoya Hermanos: Julio Pérez; doctor José Tuñón
I).

Francisco Aparicio Pérez.


EL RIO SINU

Comerciantes.--Entre los principales se cuentan: Diego


Martínez & Cia., Máximo Martelo T.., Chesey S. Fayad. Jathin
Hnos., Felfle Hnos., Esteban Vargas, Maizar Hnos., Antonio
Demette hijo, Miguel Amin, Salerne Hnos., Pedro M. Porras
M., Angel María González, Francisco Sauria, Manuel A. de
- León & Cia, , Domingo Balune, Navarro Hnos., Rafael Bernett
y Córdoba, H. Santos B., Olivares Hnos., Emperatriz Tirado.,
Elías Klele., Flora P. de Nieves, Aníbal S. Ríos, Jorge Fajan,
Juan Jathin, Federico Sanut, Alejandro Demette. Lucinda C.
de Olivares, Julio Fabruoy, Pedro Feria. Cruz Sierra, Fernando
Manrique y Andres Pernett.
Haciendas y fincas. — Se encuentran en el Municipio las si
guientes: «Carbonero» de Tatis Hermanos; «Amaya» de Diego
Martínez & Cía.; º Palermo» de la Compañía Agraria del Caribe;
«Soledad» de Martelo Hermanos; «Bonaparte» de Diego Martí
nez & Cía.; «Buena Fé» de Guillermo Benedetti; «Babilla º de
Camilo Vargas; «No te cebes» de Alejandro Naar; º Mangle» de
Manuel D. Mendoza; «La Caridad» de Vicente Arteaga Negre
te; «Tortuguilla» de Isaías Barrios y «Tronconal» de Teófilo Bar.
boza.
Entre las Haciendas figuran: «Arroyo Arena», «Santa
Cruz», «Santa Felisa», «Santa María», «Dos Hermanas», «Cu
binca» y «San Blas» de los señores Diego Martínez & Cía.; «El
Banco», «La Palma», «La Muestra» de Vicente Arteaga Negrete;
«Miraflores», «La Gloria» y «El Cielo» de Pedro M. Porras, «La
Pizarra» de Miguel Mariano Torralbo, «Regino» y «Galápago º
de Juan Negrete, «Climaceto» de Francisco López, «Santa Ele
na» de Jattin Hermanos, «Campoalegre» y «Pajonal» de Checry
S. Fayad.
Propiedad raiz.- La propiedad raíz asciende a la suma de
$ 1.891, 130,00 ol.
Incendio. — El 19 de Enero de 1920, un devastador incendio
acabó con gran parte de la ciudad; pero sus habitantes laborio
sos y activos, de energías de titanes, comenzaron al día siguien
te la reconstrucción con casas de hierro, mampostería y cemen.
to, con cuyos edificios se hará más bella y menos expuestos a los
estragos del fuego, la ciudad.
Hoteles. — Solamente hay el “Bremen” de la señora Emig
dia del C. Carvajal y el “Central Bar” de Juan Safar.
Teatro. -Solo existe el salón de Cine de que es propietario
el señor Juan Safar.
Historia.- La primera fundación que hicieron los españoles
en el año de 1739 fué San José de Gaita, al Norte del pantano
de Lorica. Lo reducido del terreno en que estaba la población y
lo anegadizo que era por las avenidas del río, decidieron al Te
niente don Antonio de Latorre y Miranda reunir 858 familias que
componían 5.358 almas y fundar la población sobre la isla que
hoy ocupa, con el nombre de Santa Cruz de Lorica en 1772.
++++++++ + + + + + + + + +++. 髺 «»º «
(l\ó 1

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fundado en 1893 y competamente re


formado fog.

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mente desinfectados.
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Fué capitanía a guerra desde 1739 por la decadencia del


Partido de Tolú.
En 1742 fueron construídos en Lorica un bergantín y una
tartana que prestaron mucho tiempo sus servicios.
Lorica fué la primera parroquia libre erigida en cabeza del
29 partido del Sinú el año de 1740.
En Lorica se reunen los brazos del Sinú, denominados
guas Prietas y Aguas Blancas.
A
A siete leguas de la ciudad, por tierra, está la bahía de Cis
t
pata.
Las periódicas avenidas del río, inundan la población duran
te los meses de invierno, de suerte que hay que andar embar
cado por sus calles principales y muchos vecinos tienen que
abandonar sus casas hasta que pasa la inundación. Esto hace
que la ciudad sea bastante enfermiza y que el Paludismo tropi
cal reine en élla.
En la jurisdicción del Distrito de Lorica están los grandes
baldíos de la Nación que fueron cedidos por ésta al extingui
do Estado de Bolívar en el año de 1883. En esos baldíos el te

¿
rreno es fértil y su situación topográfica admirable y se les es
pera un brillante y próspero porvenir, pues están comprendidos
la costa del Golfo de Urabá y la márgen meridional del
IIn Ul. -

Lorica tomó un gran incremento comercial desde el año de


1740, en que se trasladaron a élla muchos propietarios que le
dieron impulso.
En su suelo se producen abundamente todos los produetos
de la Agricultura y es el lugar del Departamento de Bolívar,
en donde más baratos se venden los víveres. -
El comercio es activo y poderoso y sus habitantes son in
cansables laboradores del trabajo y de las industrias, que cada
día crecen y multiplican en la ciudad.
San Bernardo del Viento.—Está situada esta población en
la margen izquierda del río Sinú, a cuatro leguas de su desem
bocadura. Fué fundada por el Teniente Latorre Miranda, con
229 familias que componían 1.368 almas el año de 1794, recibien
do el nembre de San Bernardo Abad.
El número de sus habitantes asciende a 2.000. Su tempera
tura media es de 379.
Por su ventajosa situación geográfica y por sus grandes
yacimientos de petróleos en sus egidos (6 caballerías), como por
la índole hospitalaria de sus pobladores que viven dedicados a
la agricultura y a la industria pecuaria, se puede predecir que
San Bernardo del Viento tiene muy cerca de si un magnífico
porvenir y que se le espera una era de prosperidad y de verda"
dero engradecimiento comercial.
San Sebastián de Urabá,— A media legua de Lorica, fundada
con indios conquistados y recogidos en Mocarí, a orillas del caño
EL RIO SINU

de Aguas Prietas. Tiene templo católico, administrado por el


cura de Lorica. Su principal comercio consiste en cacharros de
barros. Los egidos de esta población, concedidos a los índigenas
por la Corona de España, han pasado al municipio de Lorica,
por haberse extinguido completamente la raza aborigen.
Puerto de Cispata. — Rodrigo de Bastidas fué el primer es
pañol que entró a la bahía de Cispata y descubrió la desembo”
cadura del río Sinú, el año de 1.500.
Dista una milla y dos décimos de la Punta Horadada, bien
marcada la dirección nordeste en el Fronton de Zapote. En
1806, con motivo de la guerra con Inglaterra, el gobierno espa
ñol, mandó construír dos baterías provisionales en la parte S.
O. del Fronton de Zapote, una contra el canal de entrada al
puerto y la otra en la ensenada misma. Este puerto está resguar.
dado de los vientos por las puntas de Balandros y Navíos y en
sus inmediaciones están situados los cerros de San Antero y Cis.
pata. Tiene bastante profundidad y es uno de los mas hermosos
y amplios puertos de Colombia en el mar de las Antillas. Hay en
él Resguardo Nacional.
El puerto de Cispata está entre 1 y 2 de longitud occidental
y 9 y 10 de latitud Norte del meridiano de Bogota.
San Antero. -Esta es uno de los corregimientos más impor
tantes del Distrito de Lorica. Fué fundado por don Diego Cor
vella en 1689, en tierra firme, al pie del cerro del mismo nom
bre y a una legua de la hermosa y amplia bahia de Cispata.
Tiene 3.000 habitantes que se dedican a la agricultura y
sostienen un activo comercio con Cartagena y Colón; con Lori
ca y los pueblos de Sabanas,
San Antero fué destruído por un incendio en la última gue.
civil, pero ha sido reconstruído por sus altruistas hijos con más
elegante aspecto. Muy cerca de su territorio existen grandes
yacimientos de petróleo y si a esto se agrega la facilidad de la
salida por la bahía de Cispata, cuando ellos sean explotados, hay
que convenir que la población de San Antero, está muy cerca
de una era de prosperidad y de engradecimiento.
La temperatura media del lugar es de 379 centígrados.
Posición Geográfica.-Está situado entre 19 y 29 de longi
tud occidental y entre 9 y 10 de latitud norte. Dista de Carta:
gena 16 miriámetros y de Lorica 3 leguas.
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Distrito de Purísima.
Posición Geográfica—Sobre la banda occidental del Ca
ño de Aguas Prietas y en un terreno plano y arenoso, está
situada esta población, entre 19—20 de longitud occidental
y entre 9 y 10 de latitud Norte.
Clima - Su clima es completamente sano y su tempe
ratura media es de 369 grados centígrados,
Superficie— El distrito tiene de extensión de Norte a
-
Sur, 25 kilometros y de Este a Oeste 22 y medio.
Limites— Confina al Norte con los Distritos de Lorica
y Tolú, por el Sur con las Ciénagas de Chimá; Por el Orien.
te con los Distritos de Chimá, San Andrés y Palmito y por
el occidente con el Distrito de Lorica.
Puertos--Sus principales puertos son Purísima y Mo
mil. Este último sirve a la vez de puerto al municipio de
Palmito (Provincia del Morrosquillo)
Ciénagas—Entre sus principales y navegables se
cuenta “Las Marotas”, Guartinaja”, Zapal, y Playón Grande.
Población—Según el último censo de 1918 el distrito
tiene 7.251 habitantes.
Presupuesto—El de Rentas y Gastos, correspondiente
al año de 1920, asciende a $ 4.733,00 oro.
Edificios— La Iglesia parroquial en construcción; Es
cuela de Varones y de niñas en la cabecera; y un hermoso
templo en Momil.
Telégrafo—No existe Oficina Telegráfica,
Correos— Hay dos lineas de Correo; una que sale de
Lorica todos los miércoles, y la que parte de Chinú pasando
por Chimá hasta Lorica, quincenalmente.
EL RIO SINU

I Pública — En la cabecera funcionan dos escuelas de


ambos sexos; en Momil dos escuelas de ambos sexos; y u
na alternada en Sabaneta.
Categoría Oficial— Purísima es capital del Distrito del
mismo nombre y está compuesto de los corregimientos de
Momil y Sabaneta y de los Caseríos de Babilla, Los Corra
les; Arenal, Malena, Aserradero, Guaymaral, Arroyo Hon
do y Trementino.
Hace parte de la Provincia de Lorica y en lo judicial
al Circuito de Lorica; pertenece a la circunscripcion Electo
ral de Cartagena y al circuito Electoral de Montería.
La Ordenanza NQ 19 dee 1918 creó el Distrito Notarial de
Purísima.
En lo Eclesiástico pertenece a la Arquidiócesis de Car—
tagena y es administrado por el Cura de Lorica.
Industrias— Los habitantes se dedican a la Industria
pecuaria y a la Agricultura y en el distrito se produce maíz,
arroz, plátano, yuca, cacao, caña de azucar, algodón etc.
-
Comercio Los principales comerciantes se surten de
mercaderías de Lorica y Cartagena y las transacciones loca
les giran al rededor del ganado vacuno y de los productos
agrícolas,
Comerciantes —Entre los principales se cuentan: José
Joaquín Caraballo; López Hermanos, Saúl Nieves y José
Stif.
Haciendas y Potreros—Los más importantes son: San
Jacinto, Atollado, Arroyo Hondo, Santa Bárbara, Vista de
París, Marotas, El Corozo, Florida, Bohío, Níspero, Palo de
Flor, Aserradero, Amansaguapo, La Sierra, Vijao, Arroyo
Negro, Purgatorio, Mantas, Providencia, Campo Amalia,
Túnica, Calle Larga, Arena, Patico, Bajo de las Palomas,
Chocó, Juega la Cabeza, Aguadita, Florizal, Pereira, Sole
dad, Carmelo, Porquera, Cerro Grande, Turbo, Cañaveral.
Florizan, Noble, Peluca, Carcel, Pataca, Umbral, Barrial
Grande, Nieto, Torrente, Sierra Chiquita, Santiago, Bocón
y Puente Grande. -

Hacendados— Entre los más ricos y principales figuran


los señores José Francisco Nieves, Anibal Herrera, Daniel
Nieves Polo, Miguel López, José Joaquín Caraballo P.,
Andrés Mendoza, Manuel López, Lorenzo Cafrel, Angel
Gonzalez, Juan Olea, José A. Mogollón, Miguel Díaz, Julio
C. Villadiego, Mariano Moatiel, Eligio Pestana, Salomón
Amin, Rufín Baleta, Toribio Calao, Abraham Ayud, José
EL RIO SINU

María Mendoza, Pedro Ortiz, Ambrosio Vergara, Suarez


Herrmanos, Antonio Carrascal, Miguel Safar, Vicente Beni
tez, Domingo Oviedo, Luís Benitez, Felipe Llorente, Carlos
Mercado, Luís Llorente, Fidel España, José D. Arismendi,
Joaquín Montoya, Genaro Mestra, Miguel Padilla, Lorenzo
Pestana, y Catalino Luna.
Historia—En 1509 fué fundada esta población por uno
de los primeros conquistadores del nuevo mundo, por don
Alonso de Heredia, con 998 habitantes. Su primer nombre
fué “San Nicolas de la Paz” que no subsistió. Después se
llamó “Cochinera”. Pero diseminados sus habitantes,
fueron recogidos por el Teniente don Antonio de Latorre y
Miranda en 1793, quien llevó al lugar 306 familias con 1437
almas y le puso el nombre de Purísima Concepcción, si
guiendo el consejo del Ilustrisimo Obispo de Cartagena
Fray José Díaz de Lamadrid. Este Prelado hizo muchas
donaciones a su Iglesia y siempre tuvo para Purísima pre
ferencia especial,
Corregimiento de Momil— Este corregimiento del Dis
trito tiene por cabecera a Momil, población antigua de gran
comercio y situada a orillas de amplias ciénagas que la bor
dean. Momil fué encomienda de don Francisco de Abad
Ceballo, y erigióse en Parroquia en 1693. Tocó al Teniente
Latorre Miranda recoger sus habitantes dispersos en 1794
y conservarlo en el mismo lugar con el nombre de San
Antonio de Momil.
Por Momil se hace la entrada a las poblaciones de Sa
banas y tiene regular comercio con Palmito y Sincelejo, que
queda a 8 leguas de distancia. Momil tuvo categoría de
Distrito.
Si el Gobierno, o el Comercio se empeñara en hacer
tráfico de Navegación por el caño de Aguas Prietas, que
tiene suficiente profundidad para los barcos que suben a
Montería, el porvenir de Purísima y Momil, como el de Chimá
y Punta de Yanes, sería de grandes y hermosas perspectivas.
Tambien se hace necesario las Oficinas Telegráficas de
Purisíma y Momil que enlacen con las de Chimá y Lorica,
para dejar así enlazadas las comunicaciones telegráficas
del Departamento.
Vias de Comunicación — Purísima tiene cuatro vías de
comunicación por tierra: Con Lorica, San Antonio, Tolú
y Momil — y dos vías por agua la que va de Momil y
la que conduce a Lorica.
Distrito de Chir)ó
Posición Geográfica— La población de Chinmá está si
tuada sobre las Ciénagas de Aguas Prietas y entre 90 y 100
de latitud Norte y 19 y 29 de longitud occidental del me
ridiano de Bogotá.
Clima —Su clima es sano y la temperatura media
de 369.
Superficie—El Distrito de Chimá mide aproximada
mente de Este a Oeste 4 leguas; de Norte a Sur cinco, y
de Nordeste a Suroeste seis.
Limites— límita por el Norte con el Distrito de Purí
sima; Por el Norte, Este y Sudeste con el Distrito de
San Andrés de Sotavento. Por el Sudeste con los Distri
to de Cereté y San Pelayo y por el Oeste con el de Lorica.
Puertos—Los principales son Chimá, Sitio Viejo, Ara
che, Corozalito, sobre la ribera oriental del caño de Aguas
Prietas, los cuales sirven a la vez de puertos a las poblacio
nes de San Andrés, Sampués y Chinú,
Ciénagas-Las principales ciénagas del Distrito son
navegables desde los meses de Mayo a Diciembre y entre
ellas se cuentan Rabón, Miel, Chorrillo, Espuela, Tiesto,
Quemados, Román, en dirección a Lorica. Las de Rabón y
Malembá en dirección a Purísima y las nombradas de Jobo,
Pacho y Avispa en dirección a Ciénaga de Oro.
Población—El censo de 1918, le da una población de
4817 habitantes,
IIIIIIl
(II
CFICI:
LCNDRES
CENTRAL: 9,5 conscre, LONDRES
A

Afiliado BANCO ANGLO SUD AMERI


al

CANO, Ldo. --

de
(Cuyo Capital Reservas exceden 12.500,000
y

BANCO BRITANICO DE
al
y

AMERICA DEL SUR.


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Inglaterra, Francia, España, Estados Unidos


de Norte América, Argentina, Brasil, Cnile,

-
Colombia, Ecuador, Guatemala. Méjico,
Nicaragua, Perú, Salvador, Uruguay,
Venezuela; corresponsales
y

partas cerrºtzado.
en tocas
—«» e
º

de

fVegocios 5ancarios toda ctase.


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En cuenta corriente,
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oro iegal 2% anual
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4
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L.
- EL RIO SINU

Presupuesto —El de Rentas y Gastos del año de 1921,


asciende 6317 pesos.
Edificios— El Distrito tiene los siguientes edificios en
su cabecera: Uno de gran capacidad donde funcionan las
siguientes Oficinas: el de sesiones del Concejo, cedido
transitoriamente al culto católico, mientras se termina el
templo de concreto y arquitectura moderna que está en
construcción; ei de la Biblioteca Municipal “Ricaurte” que
sirve también para las sesiones del Consejo; la Alcaldía y
la escuela de niñas. En otro edificio funcionan la Telegra
fía, el Juzgado Municipal y la escuela de Varones y el que
sirve de cárcel Municipal que es de techo metálico.
El Distrito ha comprado un solar para construir el e
edificio de la Escuela de Niñas.
Telégrafo —Existe una Oficina terminal, servida por un
telegrafista y que se comunica directamente con las Ofici
nas de San Andrés y las de Chinú, que le sirve de repetido
ra para las eomunicaciones con el resto de la República,
Correos—Las lineas de Correo son las de Lorica que
llega todos los miércoles y se despacha los Jueves y la de
Chinú que llega cada quince días pasando por San Andrés,
Hay también un correo departamental que funciona quin
cenalmente.
Categoría Oficial—Chimá es la cabecera del Distrito
del mismo nombre y está compuesto del corregimiento de
Arache y de los caseríos de Carolina, Punta Verde y Cule
bra, Corozalito v Sabanacosta, Burro muerto y el Banco de
la Banda. En lo judicial Chimá es uno de los cuatro dis
trito que integran la Provincia de Lorica; en lo judicial y
notarial pertenece al circuito de Lorica; hace parte del
círcuito electoral de Montería y a la Circunscripción Elec
toral de Cartagena para la elección de Diputado a la A
samblea y Representantes al Congreso respectivamente.
Pertenece en lo eclesiástico a la Arquidiócesis de Car
tagena y es administrado por el Cura de Lorica.
- Vias de Comunicación—Chimá tiere cuatro vías acuá
ticas y tres terrestres, Las primeras son: la de Cereté,
por el Caño de Bugre, el cañito de la Purísima que comu
nica con este Distrito y las que van a Lorica y Ciénaga de
Oro directamente. Las terrestres son: La de San Andrés,
la de Ciénaga de Oro y la de Palmito.
Industrvas — Su principal industria, es la pecuaria y la
Agricultura que crece cada día más en su territorio por
la fácil salida que tienen los víveres para las poblaciones
de Sabanas, Lorica y Cartagena.
Altura —13 metros sobre el nivel del mar.
Instrucción Pública—- Funcionan en la cabecera una es—
cuela de Varones y otra de niñas.
Hidrografía—El Caño de Aguas Prietas y la Ciénagas
citadas antes, riegan el territorio del Distrito.
Comercio Interior—El comercio se hace principalmente
con la ciudad de Lorica y Cartagena de donde se surten de
mercancías sus principales comerciantes y con los pueblos
de Sabanas que se surten de víveres y pescado del Distrito.
Fábricas de Cal—NHay dos en el Municipio: Una de
Dn. Teófilo López, en su hacienda de Popó y otra del Sr.
Benito Guerrero en el cerro “Todos véanme.”
Comerciantes--Solo ejercen el comercio con artículos
extranjeros los Sres. Antonio y Pedro Dumet, Petrona Jo
sefa Bader y José Agaz (sirios) y Herrera & Negrete, Hor
tensio López, Guerrero Hermanos y Gabriela Pineda, colom
-
bianos.
Haciendas y Hacendados—Entre los principales se
cuentan las siguientes: Termópila y Pensilvania del Sr.
Cleto Ibañez; Cocuelo, No te veo, No te apures, Lechería,
Las perdices y Rosa Vieja, del Sr. Eustaquio Gonzalez;
Popó, Sabanacosta, Buenaventura é Islandia del Sr. Teófilo
López; Margarita, Piénsalo Bien, Nueva Granada y Santa
Rosa del Sr. Joaquín Montoya; “Cauca, Mosquito. Porvenir,
Trinchera, Torin y Buen Negocio del Sr. Juan Paternina;
Isla Fuerte y Carolina de Diego Martínez & Compañía y
Tolerancia de los Sres. Vergara Hermanos.
Entre sus principales potreros se cuentan los siguientes:
Guáymaro, de Daniel Villadiego; La Gloria, de José Manuel
Ortíz; Miel, de Manuel Arrieta; La Esmeralda, de Pedro A.
Hernández, Jiracal, de José de la C. Montaño; Buena Suerte,
de Marcelino Fuente; Sabana de Padilla, de Ambrosio Luna.
Mapurinsé, de Benjamín Fabra; Tambor, de Agustín Villal
va; Costa Rica, de Patricio Fuente y Antonio Olivero, Pre
sidio de Javier Banda; Santa María, de Carlos Sibaja y Juan
Mercado; Las Avispas, de Elías Agaz; Polo Norte, Patio Lin
do, Pagustá, de Fernando Pérez; El Guamal y Caño Viejo
de Joaquín Martínez; Tres Bocas, de Juan de la Cruz Angu
lo; Guayacán de Esteban Díaz; Cerro y Caño Grande, de Ro
gelio Muñoz; La Compañía, de José Posada; La Huerta, de
Higinio Sibaja; Arrecuesta, de Herrera & Negrete; La Po—
pa, de Hortensio López; La Borrachera y Arcia, de Francis.
co Acosta; Sentencia, de Ruiz Hermanos; Casa Vieja, de Al”
manza Hermanos; La Tigra y Sincerín, de Salvador Gon—,
¿
zalez; La Unión y Mosquito, de Coronado Hermanos; Can—,
delaria, de Manuel Pérez; Caña Dulce, de Miguel Quiroz;
El Brujo, de Manuel Rodriguez; Boca Covada, de Carlos Si
baja; Trapiche, de Domingo Sibaja; Bajo de Bongo, de Lu"
cas Hermanos; Flecha, del Sr. Romero; Paraiso, Sabaneta, La
Francia y Pagagusto. de Paternina é Hijos.
Fundación—Chimá es una de las poblaciones que per—
tenecen a la época de la Conquista. Fué de Don
Diego Gutiérrez Espinosa y fué erigido en Parroquia el 20
de Abril de 1573 con 1581 habitantes.
Su nombre se debe al apellido de su Cacique Chimá,
Jefe supremo de los aborígenes de aquella región.
En el año de 1798 el Teniente Latorre Miranda hizo
trasladar a Chimá los moradores de la antigua población
denominada Pinchorroy (encomienda de Don. Nicolás
Beltrán y Mari — Gutierrez) compuesta de naturales y mes"
tizos y cuya población estaba situada a una legua de la ban
da oriental del Caño de Aguas Prietas. Con esta agregación
de los moradores de Pinchorroy, se le dio el nombre de San
Emigdio a la población de Chimá, pero no fué acogido por
sus habitantes.
Chimá fué encomienda de Don. Diego de Gutiérrez Es"
pinosa y de sn mujer Doña. Catalina de Córdova, quien ca”
só en segunda nupcias con Don Bartolomé Campusano y Gar"
cía a cuyo favor se declaró el título el 20 de Abril de 1573.
La pequeña ermita construida por sus fundadores fué
destruida por un incendio el año de 1849. Se edificó un
hermoso templo en medio de la hermosa plaza de la pobla=
ción y también fué destruído el 14 de Marzo de 1874, por
un nuevo incendio.
Sus habitantes resolvieron construir un templo de manº
postería y cuya primera piedra puso el muy digno y virtuo
so Prelado Monseñor Eugenio Biffi, quien llegó a Chimá en
el vapor “Goenaga”, fletado expresamente por sus habitan”
tes, acompañado de varios sacerdotes; el Prefecto de la Pro
vincla, un gran número de personas connotadas y de la
filarmónica de Lorica, -

Feria—Desde tiempos inmemoriales se viene celebran


do una en Chimá y que tiene lugar el día 2 de Marzo.
En esa feria se hacían grandes transacciones comercia”
les; pero como todas las ferias, ha decaido ésta, debido a
los modernos métodos de comercio que se usan hoy en día.
Así pasó con las de San Benito Abad y Magangué.
Antes de 1899 hubo una imprenta en Chimá y se publica
ron varios periódicos que se terminaron con motivo de la
guerra de 1899, que todo lo destruyó.
es=REuez se ºrsza

Distrito de San Pelayo


Situación Geográfica —Esta situada esta población en
la banda oriental del Caño Aguila (hoy San Pelayo), entre
19 -- 29 de longitud occidental y 89 y 99 de latitud Norte.
Clima—Su clima es sano y su temperatura media es de
269 centigrados. Tiene la particularidad, que a pesar de
estar en el mismo grado de temperatura de toda la región,
su medio ambiente es fresco, particularmente en las noches.
Superficie - La superficie del Municipio de Este a Oes.
te es de 55 kilómetros hasta el mar y de Norte a Sur de 22
kilómetros aproximadamente.
Limites— Por el Norte limita este Municipio con el de
Lorica; por el Sur con el de Cereté; por el Este con los de
Chimá y Ciénaga de Oro; y por el Oeste con baldíos de la
Nación. -

Puertos—Sus puertos son: Carrillo, a orillas del Río


Sinú y la Encañada a un kilómetro de distancia y comunica
da con Pelayo por medio de una carretera.
Altura—9 metros sobre el nivel del mar.
Ciénagas—Ia de Juncal y de Pérez que en la actuali
dad se secan por haberse tapado las bocas de Chuchurubí
y Panamá, de conformidad con una ordenanza de 1913, y
por convenir así al mayor cause del Río; la Cacuchera, ca
si perdida por haberse secado el Caño de Bugre. Charco
de Hoyo de León, Charcos Grande de la jurisdicción tam
bién de Lorica y Chimá; Charcos de Jacobo y Cormillo, a
bundantes en pesca y navegables en la estación del invierno,
y los Charcos de Chiquí, y Chengal.
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merado y despachos rápidos.

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EL RIO SINU

Población —El Censo Oficial dc 1918 le da 7253 habi—


tantes.
Presupuesto —El de 1920 asciende a la suma de $ 10,490
oro legal.
Edificios—El Municipio tiene 4 edificios: dos pajizos y
dos de Zinc. Uno de ellos hace de Casa Consisto
rial. La Iglesia Parroquial está en Construcción.
Telégrafo—Existe una oficina telegráfica que se co—
munica con Lorica y Cereté.
Correos—Llega el Correo Nacional, por vía de Carrillo
todos los jueves en una de las Lanchas que hacen el trá—º
fico entre Cartagena y Montería,
Instrucción Pública —Funcionan dos escuelas de ambos
-
sexos en la cabecera del Distrito.
Categoría Oficial— San Pelayo es la cabecera del Dis
trito del mismo nombre y está compuesto de los Corregi—
mientos de Carrillo con los Caseríos de La Majagua, Los
Guamos, La Encañada y María.
Corregimiento de San Isidro con los caseríos de Pro—,
videncia, Las Lauras y Pompeya.
Corregimiento de las Guamas con los caseríos de Chic
quí, Pradera (antes Los Borrachos) La chamarra, Caimán,
La Estancia, Punta Verde, Tierra Seca, Tambora y Corozo.
Corregimiento de la Madera con los Caseríos de Quib—
dó, La Cansona, Loma Colorada, Chunchunal, El Diluvio,
y El Cerro.
Corregimiento de Valparaiso (antes Caño viejo arriba)
con los caseríos de Caño Viejo abajo, El Cerrito y el Naran
J0.
Corregimiento de BuenosAires con los caseríos de
las Margaritas, Soledad, Los Palmitos, Punta Amalia,
San Bernardo, Centro América, Bogotá, Santa Fé, Montón,
El Congreso, Palonegro, Peralonso, (hoy las Flores) A
gua Dulce, La Trinidad, Santa Rosa y La Manuelita.
Corregimiento de Severá con los caseríos de: El Deseo,
Si te gusta, Las Flores, Lo Veremos. La Victoria, Arroyo
Arena, Cartagena, Los Tablones, La China, Pantano de la
Orilla, Juan Pablo, Ninguno lo que quiere, Cuero Curtido,
Las Panelas, la Almagra, Ei Cerro, Tú lo Sabes, Dios te Sal
ve, Galeras y La Gloria.
Ila cabecera de San Pelayo administra directamente
EL RIO SINU

los caseríos de los Porrocos. Sabana Nueva, Boca de López,


Caño Grande, Bongo, Lara, El Banco, Obligado, Los Cañitos,
Pelayito, Belén, Japón y Puerto Nuevo.
San Pelayo pertenece en lo administrativo a la Provincia de
Lorica; en lo judicial al Circuito de Lorica. Hace parte de
la Circunscripcion Eloctoral de Cartagena y al Circuito
En lo Notarial pertenece a Cereté.

¿
Electoral de Montería.
En lo eclesiástico es parte integrante de la Arquidió—
de Cartagena y, administra la Parroquia el Cura de
OrlCa.

Industrias —Los habitantes se dedican a la Ganadería


y a la Agricultura, y en el Municipio se producen todos
los productos de nuestra zona tropical.
Comercio—El comercio se hace generalmente con Lo—,
rica, Cereté, Montería y Cartagena.
Comerciantes—Sus principales son: Antonio Abad, Ma
nuel Francisco Reyes, Rhénals Hermanos, Cecilio Abdala,
Federico Asís, José Román y otros. -
Haciendas, Potreros y Hacendados—Entre estos se cuen
tan: Palonegro y la Pulla, de Francisco Esteban Durango;
Las Flores, de Joaquín Galván; Puerto de Dios, de Fidel
y Javier López; La Majagua, de los sucesores de Reyes Ar
teaga; La Cansona y la Majagua, de Juan Antonio Espitia,
Boticarios—Miguel Galván y Pedro Escudero, quienes
tienen sus farmacias surtidas.
Fábricas— Existen dos de Licores de los señores Anaya
Hermanos y Samuel Herrera.
Minas y Yacimientos de Petróleo—Hay en el Municipio
tres de petróleo conocidas denominadas La Manuelita y El
Gas, de Burgos & Cía; y El Cerro, en Terrenos Baldíos de
la Nación. En el Corregimiento
- de Buenos Aires se encuen
tra carbón de Piedra.
Historia—San Pelayo se llamó antiguamente Cacagual
y fué fundado por el Teniente Latorre Miranda en 1794 con
276 familias de 1475 almas, con el nombre que hoy lleva.
En su tránsito que es de 3 leguas, forma con el río una isla
llamada “OBLIGADO”. El Caño de San Pelayo se seca en
el y entonces le sirven de puertos Carrillo y la Enca
Ill Cla.
erano
Vías de Comunicación—La vía acuática es el río Sinú,
EL RIO SINU

aguas arriba hasta Vilches Distrito de Cereté) y aguas a


bajo hasta Lorica. Las vías terrestres son las de Cereté,
Montería y Lorica. Esta última por todas la orilla del río.
Los habitantes de este Municipio son activos laborio
sos, y como dijimos ya se dedican a la industria pecuaria y
a la Agricultura. Las grandes crecientes de 1892 y I910 inun
daron la población y sus habitantes tuvieron que emigrar a
los caseríos de Valparaiso, Los Cañitos y Corocito, después
de sufrir pérdidas de consideración.
HEastEzz ese HeS a HE

Provincia del Alto Sir)ú.


-—-sº- º« º «EEn----

Distrito de Montería.
Situación Geográfica — La ciudad de Montería está

45 si:
89
margen oriental del Río Siaú entre los
en

tuada
la


longitud occiden.
de

de
30’ latitud norte 19—39'—15’
y
a
Bogotá.
de

tal del meridiano


superficie del municipio ki

de
es
Superficie—NLa 9120
lómetros cuadrados aproximadamente de las cuales hay
cultivados cerca de 90.000 con yerba del Pará, Guinea,

y
Yáraguá Azucar, plátano, cacao,
de

con cultivos Caña de


y

ñame, arroz, tabaco, yuca, maíz, otras plantas

de
cultivo
y
90

periódico. Las 000 hectáreas cultivadas una tres cuar.


tas partes tienen títulos propiedad
de

resto (845.000
el
y
Nación; bosques vrígenes
de

a en
hectáreas) son baldíos
la

encuentran magnificos cedros


se

donde todavía caobas


y
40
pesar explotación
de

de
una continua durante años estas
maderas por compañías americanas francesas. Tam—
y

esos bosques planta medicinales como


en
se

bién encuentran
zarzaparrilla ipecacuana (Raicilla)
la
y

Clima —La temperatura media


de
es

299.
Altura—55 metros sobre nivel del mar.
el

Población--El censo de 1918 dió 23.268 habitantes.


le

municipio Cereté;
de

Limites— Limita norte con


al

el

por Carlos; por


de

nordeste con San sureste con los


el
el

y el

San Carlos, Ciénaga Oro, Sahagún Ayapel; por


de

de

el

Departamento Antioquia, por


de

suroeste con
el

el
y

oeste
Departamento
de

en

con mismo ensenada Arboletes


la
el

mar Caribe.
el
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Supera por su ef
cacia y rapidez a
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- se han salvado con
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y
gún hogar.
los

Hay que salvar a


ni

nos que son porvenir.


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hierro, último estilo, an


de

Camas
chas angostas. Victrolas para recrear
y

hogar las haciendas. Máquinas


el

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y

cendados por
de

facilidad llevarlas
la

de una parte otra. Pinturas prepara


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en

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EL RIO SINU

Puertos—Los puertos principales son Los Garzones,


Montería y Belén
Presupuesto—En el de rentas y gastos de 1920 ascendió
a $37.889 oro.
Telégrafo—Hay una oficina telegráfica terminal servi
da por tres empleados.
Correos —El Municipio tiene dos líneas de correo im
portantes: la de Cartagena dos veces en la semana en las
Lanchas que hacen el tráfico costanero, y la que va a Sin—
celejo, dos veces al mes,
Instrucción Pública—Existe en la ciudad una Escuela
de Varones primaria y otra de Niñas. Superior de Varo
nes y Superior de Niñas y una nocturna para Varones. En
Los Garzones hay una primaria de Varones y otra de Ni
ñas. En Tres Piedras una alternada. En el Cerrito una de
Varones y en Mocarí una alternada. En Montería funcio
na también el Colegio Privado intitulado San Jerónimo con
profesores competentes y con todos los elementos modernos
que lo ponen a la altura de cualquier Colegio del País. Tam
bién funcionan cuatro escuelas privadas para niñas muy
bién organizadas.
Industrias—La principal industria de los vecinos del
municipio es la pecuaria a que se dedican con gran entu—
siasmo. Las 75.000 hectáreas de terrenos cultivados con
pastos inmejorables sostienen una 110.000 reses vacunag de
las cuales se venden anualmente para Antioquia y Santan
der unos diez mil novillos gordos y también varios centena
res de vacas.
Empresas e Industrias Fabriles—En el Municipio exis.
te la empresa de Energía Eléctrica de la cual es propietario
don Lázaro María Pérez U. Hay dos fábricas de Hielo, una
con capacidad para media tonelada y otra de tres toneladas
diarias.
Un acueducto que presta importante servicio a la ciudad,
de propiedad hoy de los señores Eusebio J. Pineda y Antonino
Lacharme. Esta empresa fué iniciada e instalada por los
señores Gómez Hermanos de Cartagena. Una planta tele .
fónica que presta servicio en la ciudad y con algunas im
portantes haciendas del Municipio.
Un aserrío mecánico, instalado por una compañía fran

EL RIO SINU
EL RIO SINU

cesa y de propiedad hoy de los señores Vélez Danies, de Car


tagena.
Tres fábricas de Ladrillos, una alfarería, una cafetería
a vapor, dos fábricas de bebidas gaseosas, dos de jabón, dos
de aguardiente y un magnífico taller mecánico.
Hoteles - Existen los siguientes Club Hotel Español,
Hotel Club Monteriano, el de Angela Ruíz C, el Restauran
te Antioquia y el de la Sra Gerónima Buelvas.
Munas—La principal riqueza natural de este municipio
está fincada en los grandes yacimientos de petróleo ubicados
en su territorio y descubiertos en su mayor parte por el Sr.
Gral Don Prisciliano Cabrales. Existen igualmente grandes
depósitos de carbón mineral. Minas de oro de aluvión en
el Alto Sinú y entre las vertientes del Rio Verde y el Rio
León, se encuentra platino tan fino como el del Chocó.
Edificios Importantes—Entre los Edificios sebresale la
Iglesia Parroquial, de mampostería y concreto armado y cu”
yo costo fué de $ 80.000 oro. El plano fué hecho por el
Gral. Priciliano Cabrales, quién construyó los primeros ci—
mientos. El templo tiene un bello y artistico altar de mar—
mol, el mejor de la República.
Sigue despues la Casa de Gobierno, de mampostería,
con amplias y suficientes piezas para todas las oficinas pú—
blicas del servicio provincial y municipal. La carcel públi
ca tambien es de mampostería. El mercado, de propiedad del
municipio a lo largo del río, un circo teatro construido por
el Sr Don. Raúl Piñeres, un teatro de propiedad del Gral
Henrique Gómez Pérez, y muchos edificios particulares que
con el hermoso parque, inaugurado el 19 de Enero de 1921,
hacen de Montería una verdadera ciudad que le da honra y
gloria a la región sinuana.
Haciendas y Hacendados—Las principales haciendas de
la jurisdición del municipio son: El Otro Lado de Luis Be—
rrocal, Belén de Eusebio J. Pineda, La Unión y La Tenería
de Pineda Hermanos; El Prado de Lázaro María Pérez U,
Patio bonito de Buelvas Hermanos; Misiguay de Antonino
Lacharme; El Torno y Pasatiempo de O L & Dereix; El Re
creo de Lilí Méndez; No te cebes del Dr. Miguel R. Men—
dez; Berlín de Antonio María Martínez & Co; El Naranjo
de Prisciliano Cabrales; Puerto de Jobo de Cabrales Gonza—
lez Hermanos; Tuminá de Adrian Vega; El Purgatorio de
Fernando del Rio; La Lechería de Vicente Arteaga; Ana—

EL RIO SINU
EL RIO SINU

poima de Enrique Gómez Pérez; Los Araujos de Luis La—


charme; El Tigre de Giraldo Hermanos; Marta Magdalena
de la Compañía Marta Magdalena; Nuevo mundo de la Comº
pañía Echeverri: Sierra Chiquita de José M. Gómez B, Las
Flores de Ubaldo Hoyos; La Torpeza de Kerguelen Hnos;
Loma grande de Alcides Brú.
Ademas de los hacendados dichos arriba siguen tam=
bien los señores Felipe Escobar, Rafael Grandet, Alberto
Grandet, Abel Brunal, Farah Hermanos, José Flores, An—
tonio Sofán, Miguel Flores, Juan H. Hawasly, Francisco An
gulo, La Mona Altamiranda (Viuda de Jimenez,) Viuda de
Rodriguez, Antonio Ayub, Germán Lalinde, Marco Salazar,
Pastrana Hnos, Manuel Gómez M., Ciriaco Pastrana, Hector
Lorduy, Pedro Benitez, Presbítero Miranda, Ricardo Marru
go, Andres Gómez P., Gómez Hoyos Hnos, Dr, Lorenzo
Castro, Eligio del Castillo, Alejandro Elías, Cesar Malluk,
L. C. Sliger y algunos otros quienes tambien tienen grandes
haciendas en la jurisdicción de Montería.
Comerciantes—Los principales son;
Fernando del Río, Amadeo Puche, Lilí Mendez, Si—
món Gómez Lavalle, Puche Hnos, Antonio Sofán, Antonio
Ayud, Nicolás Zakzuk, e hijos, Viuda de Rodriguez, José
Angel Santana, Roque Zumaqué, José Flores, Rumié Hnos;
Mendoza C. Hnos y otros.
-

Boticarios—Gilberto Rios & Cia, Dr. Miguel R. Mendez


& Cia, Jorge Ramirez Arjona, Ricardo Marrugo, Dr. Pupo
Villa, Dr. Tomás T. Caraballo.
Fotografías— De Justo L. Triviño
Bancos--El principal banco de Montería es el BAN
CO SINU y la casa de O & L Dereix que también hace
operaciones bancarias. El Banco dei Sinú se fundó el año
de 1916 con capital de $ 100.000 oro americano y la casa
Dereix se fundó en 1908
Categoría Oficial—Montería es la capital de la Provin—
cia del mismo nombre compuesta de los municipios de Mon
tería, Cereté, Ciénaga de Oro y San Carlos. Esta Provincia
se llama también del Alto Sinú y fué creada por la Asam—"
blea de 1911, merced a los esfuerzos del Diputado Don
Prisciliano Cabrales. Se inauguró la Provincia el 9 de E—
nero del año de 1912. Montería hace parte de Circuns—,
cripción Electoral de Cartagena y es capital del Circulo E—

EL RIO SINU
EL RIO SINU

lectoral de Montería. Tiene Circuito Judicial, Notaría y


Registro. Pertenece a la Arquidiócesis de Cartagena en lo
eclesiástico y su Parroquia la administra el Presbítero A—
ristides Mendoza,
El Distrito de Montería tiene por cabecera la ciudad
del mismo nombre y está compuesta para su administración
interna de los siguientes Corregimientos:

Garzones. Con los caseríos de Las Babillas, Buenaven


tura y la Estancia.
El Cerrito. Con los caseríos de Trementino, El Man
guito, Las Tinas, Vueltoso, El Peñoso, El Silencio, El Sala
do y Loma del Diablo.
Tres Palmas. Con los caseríos de Tres Palmas, La La
ta, El Bongo, Bautista, Bohorques, Junquillo, Maracayo,
Los Indios, Desengaño, Betancí, San Salvador, El Naranjo,
El Limón, Medrano, Ana—Modesta, La Chocoa, Burgos, Ne
grete, Alemania, El Mamón, El Campano, Hatachicá, Pino,
Las Hurtadas, Las Palomas, Molinillo, Macuá, Guacamayo,
Guáimaro, Currayado, El Tigre, El Chiquero, Los Cacaos,
Sobrelasolas, El Torno, La Puente, Matamoros y otros.
La Manta. Con los caseríos de Vijagual, Los Cone—
jos, Los Limones, Los Arrepentidos, El Cucaro, Higuito,
Algarrobillo, La Vara, Bongomocho, Campano, La Iguana,
El Corozo, Cama de Lata, Campamento, Sará, Nuevo Mun
do, y otros.
Tierra Alta. Con los caseríos de La Esperanza, Mo—
rrocoquiel, Jaraguay, Volador, La Caimanera, Barú, Los
Tigres, Hoyo Oscuro, El Progreso, Gramalote, El Paraiso,
Marsella, Los Morales, El Socorro, Santa Crúz, Los Bongos,
Barroblanco, Las Flores, El Cabrero, Guamal, Bocas del Li
món, Campoalegre, Boca del Toro, Las Loqueras, Carrizola,
El Manguito, Mochila, Las Balsas. Guarumal, Dos Marias,
Pirú y otros.
Tucurá. Con los caseríos de Mazamorra, Tay, Pineda,
Boca del Horno, Pasacaballo, Caño nuevo, Quimarí, Santa
Ana, Higuerón, La Angostura, Urrá, Chibogadó, Frasquillo,
El Coco, Bellavista, La Unión, Nay, Gallo, Boca del río Ver
de, Pichincha, La Esmeralda, Mutatá, Candelaria, Yupe y
otrOS,
Administrados directamente por Montería: Mocarí,
El La Ceiba, El Vidrial, Arenal, Los Cedros, El
Descanso,
Interés, La Mora, Casarrubia, Cojo Torres, Guerra, Las Pa—
----- tºº #-s-
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ribito, La Magdalena, El Floral, Leiva, Gallocrudo, Las Tor
tugas, Sabanal, Las Lamas, Purgatorio, Las Chispas, El
Charcón, La Querencia, Caño- viejo, Hueso, El Chiquero,
Frasquito, Abarcas, Cordocito, Juan de Dios, Palo-seco,
Loma de los Cedros, El Prado, Las Palmeras, y otros.
Historia, Sucesos Importantes — La ciudad de Monte—
ría, capital de la Provincia y Municipio del mismo nombre,
fué fundado por Dn Antonio de la Torre Miranda en 1774.
En 1779, los indios Darienenses y Caledonios, bajaron por
el rio Nain, afuente del Sinú, e invadieron estas regiones;
hasta Montería, cometiendo toda clase de depredaciones y
robos, inclusive los ornamentos y vasos sagrados, El pri
mer sacerdote que administró esta Parroquia, fué el Dr.
Juan José Fabra. Durante la guerra de la Independencia, se
se citan como hechos notables acaecidos en esta sección
ios siguientes: En 1812 fusilaron los Españoles al Alcalde
ordinario de Montería Don Cruz Gómez, porque proveía de
carnes y otros y víveres las fuerzas de los Patriotas acan -
tonadas en Cartagena, y su cabeza fué expuesta al públi
co clavada en una lanza, para aterrorizar a los que intenta
ban seguir la causa de la Patria. En 1815, durante el sitio
de Cartagena por Morillo, conducian para dicha ciudad,
procedente de Mompox, y conducidos por los patriotas Mar -
tín Amador, Pantaleón Germán Ribón y otros, los fondos
públicos que ascedían a $ 80.000 de plata, que el Poder Eje
cutivo de la Confederación destinaba para socorrer el ejér
cito republicano que defendia a Cartagena. Amador y sus
compañeros no pudieron entrar en la ciudad por estar ya
bloqueada por la Escuadra Española, y perseguidos por una
escuadriila enemiga, penetraron por las bocas del Sinú en
un Champan. El Coronel Español Sánchez Lima, que
mandaba la escuadrilla enemiga, les dió alcance en un lugar
que entonces llamaron los Españoles matamoros, y que hoy
se denomina Isla de los Muertos. Allí fueron asesinados
todos los que conducia el champan y un subteniente de ape"
llido Patiño. Germán Ribón y Amador fueron hechos pri=
sioneros, junto con el Coronel Feliciano Otero, el Capitán
Juan Antonio Fernández Madrid (hermano del célebre José
Fernández Madrid) y el Teniente Juan Nepomuceno Jingo
EL RIO SINU

y fueron conducidos a donde fueron fusilados los tres úl


timos el 27 de Septiembre de 1815, gloriosa suerte que
también corrieron en Cartagena, Martín Amador y Panta
león Germán Ribón el 24 de Febrero de 1816. Venida la
libertad y la paz, pasó el tiempo por estas regiones sin que
haya nada digno de contarse.
Incendios— Inundaciones— En 1885 tuvo lugar un gran
incendio en el centro de la ciudad de Montería. En 1896
otro de mayores proporciones que arrasó todo lo principal
de la ciudad. Las reconstrucciones posteriores que han
cambiado en su mayor parte las antiguas casas de techo de
palma por buenos edificios de maderas y techo de hierro
y de mampostería, han beneficiado y hermoseado mucho la
población. Actualmente no hay mes que no se concluya
una casa de techo de hierro o de mampostería.
La inundación más grande que se registra en los últimos
cuarenta años, fué la de 1910. que ocasionó grandes pér
didas en las plantaciones y ganados aun cuando esta ciudad
no sufrió nada, debido a su situación. El Sr. Prisciliano Ca
brales solamente perdió en la gran innundación de 1910, una
finca de caucho de 40.000 árboles y otras de cacao casi en
producción de 10.000 matas. Pero esta inundacción ha si
do considerada por viejos de 90 años como cosa nunca suce
dída en el Sinú. Después de 1910 no ha habido inundacio
nes de consideración
Montería está llamada a ser un emporio de riquezas en
no lejanos dias. Su situación geógrafica, sus grandes ri—
quezas naturales, virgenes e inexplotadas todavía, sus ya
cimientos de petroleo, sus riquezas minerales, sus facilidades
para sacar sus productos y la laboriosidad incansable de sus
hijos, la harán una de las mas importantes ciudades de la
República.
Les Crzadº Ez s"Fies Nzalº

Distrito de San
Carlos de Colosinó
Posisión Geográfica —Está situada esta importante po
blación a orilla derecha del Caño de Aguas Prietas y al pie
de la montaña de Colosiná, entre 0 I9 de longitud occiden
tal y 8-99 latitud Norte.
Clima—Su clima es cálido y su temperatura media es
de 379.
Superficie—La extensión superficiaria del Municipio es
aproximadamente de 600 kilómetro, cuadrados de los cua
les hay cultivados dos terceras partes.
Limites — Limita por el Norte con el Distrito de Cié
naga de Oro, por el Sur con los de Montería y Sahagún; por
el Este con los de Sahagún y Ciénaga de Oro, y por el Oeste
con los de Cereté y Montería.
Puertos—Sus puertos principales son: San Carlos y
Guayabal. En el verano le sirve de puerto la Bodega de
Vilches (Distrito de Cereté).
Ciénagas— Navegables, entre otras, se cuentan la de La
Coroza, Playa Rica y Palmitas que tienen alguna profundi
dad y conservan agua en casi todas las estaciones.
El Caño de Aguas Prietas es navegable desde el Case
río de Guayabal de esta cabecera, hasta su desembocadura
en el Sinú, cerca de Lorica.
Población —Según el censo de 1918 tiene el Distrito
5.682 habitantes.
Presupuesto El de Rentas y Gastos asciende a $ 9.160.
EL RIO SINU

Edificios—Sslo existe la Iglesia Parroquial, una casa


Consistorial en donde funcionan varias oficinas públicas,
una casa de escuela y otra en construcción.
Telegráfo—No hay Oficina Telegrafica en la actualidad;
pero parece que el Director del Ramo ha ordenado su ins
talación.
Teléfono —El único medio de comunicación que tiene
el Municipio con los demás de la Provincia y especialmente
con Cereté, es el del Teléfono privado de la Casa H. C.
Coleman, que ha puesto bondadosamente a disposición del
Municipio el representante de dicha casa el Dr A. S.
Thewell.
Correos—Este servicio es muy irregular por falta de
itinerario que regularice las llegadas y salidas.
Instrucción Pública— Funcionan dos Escuelas de ambos
sexos en la localidad.
Industrias —Las principales son la Ganadería, la Agri
cultura y la fabricación de esteras tejidas con lo cual hacen
un activo comercio. Hay varias estancias productoras de
panelas.
Vías de Comunicación — Además de vía acuática del
Caño de Aguas Prietas, el Municipio tiene vías terrestres
que lo comunican con Cereté, Montería, Ciénaga de Oro y la
montaña. En estos caminos, se han fabricado puentes y te
rraplenes, sobre todo en los que comunica con Montería y
Cereté a fin de facilitar el tráfico automoviliario. Debe ha
cerce especial mención del Puente Bolivar.
Minas—Solo se tiene noticia de una de Carbón de Pie—
dra, al Sur del Municipio.
Categoría Oficial—San Carlos es la Cabecera del Dis—
trito del mismo nombre y está compuesto de los corregi—
mientos de Campanito y Carrizal. El primero está forma
do con los caseríos de Campanito, El Castillo, Flechas, Ca
riseca, San Miguel, Carolina, Los Loranos y Trementino;
y el segundo con los caseríos de Carrizal, Ciéneguita, El
Pozón, Guacharacal, Los Caños, Tina del Guamo, Bangaño
y el Manguito.
La cabecera del Distrito administra directamente los
siguientes caseríos: Guayabal, El Campano, Cazabal, Caño
Viejo, Hormiga, Hato Arriba, Hato Abajo, Remedia Pobre,
Santa Rosa y la Barra. San Carlos hace parte de la Pro—
vincia de Montería. En lo judicial pertenece a Cereté.
Hace parte del Circuito Electoral de Montería y de la
Circunscripción Electoral de Cartagena; en lo notarial per—
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tenece a Ciénaga de Oro y en lo eclesiástico a la Arquidió


cesis de Cartagena.
Comercio—El Comercio lo hace con Cereté, Montería,
Lorica y Cartagena.
Hacienda y Hacendados- Sus prineipales haciendas son:
Damasco, Las Panelas, La Palma, El Recreo, El Paraiso, y
Arroyo Negro de Carlos Zarrur & Cía; El Delirio, La Costa,
y Arroyo Grande, de Teófilo I. Gómez; La Punta, Arroyo
Negro, San Miguel, Morrocoy, Santa Bárbara y Campanito
de H. C. Coleman; El Castillo de Gómez Patron Hnos: La
Burra de Daniel Gómez Cásseres; Cuchillo de Marcelino Pi
nedo; La Sorpresa de Adel Angel Meza; Las Cejas, Santa I
sabel, Nuevo Mundo y Remedia Pobre de Mario J. Gamero;
Corozital y Miraflores de Julio Navarro; El Tapón y el
món de Carlos Espinosa; La Perseverancia de Abraham Ho
Li
yos: Tiempo perdido y Playa Rica de Manuel Ramos; Can—S
tarranas de Elías y Juvenal Otero H.
Potreros y Fincas—Margarita, de Alarcón Hermanos;
La Unión de Pineda Vélez Hermanos; Caño Viejo de Heleo.
doro Gómez; Hormiga de Diego y María Otero H; Cazabal
de la Sra. Viuda de Contreras; Tequendama de Jorge Na
jart; San Pablo de Ricardo Marrugo; La Laguna de Isaac A
yazo; La Palma y Negro de Norberto Montes; El Aumento
de Emigdio Polo: Bonaparte y el Tun—Tun de José María
Negrete Gonzalez; Caño Viejo de Joaquín Negrete; Man—
chego de Juan Burgos; El Paseo Sirio de Julio Majul; Tre—
mentinito de José María Negrete Gómez; La Costa de Ma—
nuel Galindo; La Costa de Pedro Gómez; El Pital y la Gran
ja de Andrés y Pablo Montes; Carrizal de Cesar Bula; “Irás
y no volverás” de Manuel Plazas N; Remedia Pobre de A
nastasio Tobías; Jay al de Juan Vergara M; Perico de Juan
Vergara B; La Unión de Manuel Marzola; Lamedero del Sr.
Guarne; Trementino de la Viuda de Canchila; Prusia de Jo -
sé Pacheco; El Recreo de Vicente Arango, Los Zanjones y
Cañito de Nicanor Otero; La Lata y Balsilla de Antonio Po
lo; La Cruz, Esperanza, Aguas Claras y Flechas, de Adán
Barrera; Las Chalinas de Marcelino Díaz; Arroyo Grande de
Pedro y Juan Pérez G; La Lata y el Porvenir de Félix So"
to G; Hato y Arroyo Grande de David Pérez; Hato de Fran
cisco Pérez; Hato de Andrés Gómez S; Dos Hermanos y Des
velos de Pedro A. Plaza.
San José, de Adán Núñez P; El Edén, de la Sra Viuda
de Vidal: Buenos Aires y potreros adyacentes de la sucesión º
EL RIO SINU

de José María Durante S; La Palma de Manuel S. Rivera;


Retobado de Vicente García; La Unión de Javier Argumedo;
Trementinito de Ramón Sánchez; Trementino de José Jara
millo; Las Marías de José A. Laza Burgos; La Convalescen
cia de José Antonio Coronado; Remedia Pobre y Raizal, de
Tirado Hermanos. La Ensenada de Manuel F. Sánchez: La
Costa de Benito Sánchez; Boca del Bongo de Abel Sierra
y Díaz Hermanos; La Consulta de Jerónimo Arcia, la Costa
de Narciso Mass; Cabulla de Juan Mestra; Barranquilla de
Rafael Mejia; Cartagena de Juan Lucas; Arroyo Negro de
Rogelio Otero; Ponsón de José María Martínez; Ponsón de
Andrea de Martínez; Ciénaguita de la Viuda de Pastrana;
Las Babillas de Gertrudis de Gómez; El Mamón de Gertru
dis de Pico; Cantarrana de Eusebio Gómez; Guayabal de
David y Francisco Pérez; Buenavista de Pablo y José Ma:
ría Rodriguez; Guayabal de David Negrete; La Ciénaga de
Leonardo Gómez y muchas otras más de menor importancia.
Comerciantes — Entre estos figuran los señores Mario J.
Gamero; Carlos Zarrur & Cía. Teófilo I. Gómez; H. C. Cole
man; Adel Angel Mesa; Luisa P. de Mesa; Gómez Patrón
Hermanos; Julio Majul; Julio Sejin; Anastasio Tobías; Mi
guel Chaljub; José A. Laza B.; Vicente García; Pedro A.
Plaza; Salomón Zarrur; Gabriel Cantero H.; Otero Hoyos
Hnos.; Miguel María Mesa; Lorenzo Gómez; Pedro Dager:
Gómez Tarón Hnos; Willians Ermis; Carlos Chica; Pablo Jiº
ménez: David y Serafín Tegín; Alfredo y Prisciliano Hoyos:
José María Negrete G; Sofanor Padilla y Julio J. Llanes.
Botncarios—José Laza B., Vicente García, Sofanor Padi
lla, Digna F. de Vellojín y Carlos Chica.
Historia - —San Carlos fué fundado por el Teniente An -
tonio de Latorre y Miranda el año de 1775 con 180 familias
que componían a 480 almas, al pie de un cerro de la montaña
de Colosiná, en cuyo cerro celebraban sus moradores la fies:
ta patronal, que era muy concurrida en sus principios.
La Canalización del Caño del Floral, hará de este lugar
un emporio de riquezas, pues así tendrá fácil comunicación
con los demás pueblos del Sinú, y próspero y efectivo como
en otros tiempos, será su comercio.

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Distrito de Cereté
Situación geográfica. — Está situado sobre el Caño de Bu
gre, a un kilómetro del Río Sinú, a los 8º —9º de latitud norte
y 1º—2º de longitud occidental. -

Superficie. — El Municipio forma un trapecio de 110 kilóme


tros de largo por 35 de ancho y tiene una extensión superficiaria
de 400 kilómetros cuadradros.
Clima. - Su temperatura media es de 37º centigrados.
Población.- El último censo de 1918 le dió 9.240 habitantes.
Presupuesto.-El de rentas y gastos de 1920 está calculado
en 22.312.43 oro legal.
- Cereté limita al norte con San Pelayo; al sur con

¿ía
Límites.
al oriente con Ciénaga de Oro y al oeste con el mar
a rl Oe.
Puerto.- El puerto del Municipio es la Bodega de Vilches.
En antes lo era el mismo puerto de Cereté, pero la variación del
curso del río por Vilches ha dejado casi en seco el Caño de Bu
gres sobre el cual está Cereté, salvándolo así de las constantes
amenazas de inundación. Tiene además un puerto marítimo:
Puerto Rey en el mar Caribe.
Edificios.- La Iglesia Parroquial, de mampostería. La
Casa Consistorial, en construcción, el edificio de la Escuela de
Varones, el edificio de la carnicería en construcción y otros.
Tiene un hermoso parque y el puente "Venus” que atraviesa
el río en el camino de San Pelayo.
Telégrafos.- Hay una oficina telegráfica de traslación, ser
vida por dos empleados,
Correos.-Dos líneas de correo tiene el municipio: la de
Cartagena que llega los viernes y la de Sabanas que lleva el co
rreo del interior de la República.
-
I. Pública. Existen dos escuelas de ambos sexos en la ca
becera del Distrito, dos en Mateo Gómez y sendas en Severá,
Retiro, Martínez y el Cedro.
Yacimientos de petróleo.—Se han descubierto varios yaci
mientos en jurisdición del Municipio.
EL RIO SINU

Industria..-La principal es la pecuaria y la agricultura.


Comercio.—Este se hace con Cartagena en su mayor parte
y hay algunos comerciantes que introducen directamente sus
mercaderías de los E.E.U.U. de Norte América y Europa.
Comerciantes. — Entre los principales figuran : Lázaro Gar
cía, Viuda del Dr. Francisco Padrón, José Angel Rodríguez, M.
R. Méndez & Cía., Padrón Rada Hermanos, Espinosa & Luján,
Rafael Milanés, José Saibis, Chagüi Hermanos, José Chaar,
Luis Sarruf, Diego León García, Evangelista y Bernardo Mila.
nés, José María Rada, José María Padrón, Carlos Zarrur, Abdo
Bóez, Lucila Dueñas de Padrón, Francisca de Issa e hijos, José
Assís, Dager Hermanos, etc., etc.
Categoría oficial. — Cereté es la cabecera del Distrito del
mismo nombre, compuesto de los Corregimientos de Mateo Gó
mez, El Cedro, Los Córdovas, Abarca y Severá (estos dos Co.
rregimientos pertenecían antes a San Pelayo) y de los caseríos
de Rabo Largo, Martínez, Vilches, La Esmeralda, Quemado,
Retiro de los Indios, Corozales, Ceibita, Caracas, Manguelito,
San Antonio, Caño de los Sábalos, Los Cachitos, Retiro de los
Pérez, Loma del Medio, El Totumo, Los Venados, Providencia,
El Japón, Los Borrachos, El Corozo, El Higal, El Campano,
Champurriado, Pescuezo, Boca Grande, Arboletes (mar de las
Antillas), Canalete, Venezuela, Rosavieja, Palmira, El Socorro,
La Palma, Boca sin nombre, El Chiquero, Las Panelas, Morro
coy, Macho, Rodeo de los Perros, Calderón, Puya, La Peña,
Ebano, Bajo del Muerto, Quebrada Seca, Seibo, Santa Clara,
Marralú, Tablones, Aguaviva, Gatún, La Esperanza, Panamá,
Las Cañas, Aguas Prietas, Bahía del Rey, Victoria, Zapal, San
Juan, Tierra Seca, Chuchurubí, Las Lauras, Las Margaritas,
El Deseo (antes de San Pelayo), Montón y San
OS62.Flores.

Cereté es uno de los cuatro municipios que integran la Pro


vincia de Montería; tiene Circuito Judicial y Notaría y Registro;
pertenece al Círculo Electoral de Montería y a la Circunscrip
ción Electoral de Cartagena. En lo eclesiástico hace parte de
la Arquidiócesis de Cartagena.
Haciendas y Hacendados. — Entre los principales se cuen
tan : «El Higal» de Hijos de Celedonio Piñeres; «El Cedro» de
Manuel Burgos & Cía...; «El Chengal» de José Saibis; «El Chen -
gal» de Jose A. Rodríguez; «Panamá» de Joaquín Pablo García;
«Las Flores» de Francisco López; º La Estrategia» de Manuel
Espinosa; º La Habana» de Joaquín Sánchez; «La Granja» y
«Flor de María» de Miguel García S.: “El Obispado” de Juan
Burgos; “El Socorro” de Rosa Viuda de Francisco Padrón: “El
Engaño’ de Isaac Ayazo; "Panamá” de Padilla Hermanos; "Chu
churubí” de Pedro Augusto Padilla; “La Esperanza” de Padilla
Hermanos; “El Sanitario” de Rodolfo Pérez; “El Cabrero" de An.
tonio Martínez: "La Concepción” de Emiliano García; “San An
E L RIO SINU

Doctor". MIGUEL A. LENGUA.


EL RIO SINU

tonio, de Amílcar Rodríguez P, ; “Nuevo Rumbo” de Evangelista


Milanés; “Garrapata” de Juan Burgos V.; “La Posada” de Narci
sa Mass viuda de Lora; “La Ceibita” de Manuel Burgos & Cía.;
“Martínez” de Fernán Pernett; “Vilches” de Miguel Camacho;
“Marbella” de Eugenio Milanés; “Retiro” de Gerónimo Guerra;
“Quemado” de Leticia Padilla viuda de Jiménez; “Vilches” de
Eva viuda de Padilla; “Sur América” de Lázaro García; “Puya”
de Oscar García y otros más.
Hustoria.—Cereté fué fundado, con 60 familias de indios de
los Alquitranes y Mocarí, el año de 1721, por los señores Juan Ra
mos, Cristóbal de León y Francisco Velásquez, según lo confir
ma el documento que se inserta en seguida y que es una certi
ficación protocolizada de Matías Benedeti, como protector de
Naturales y que está fechado el 19 de agosto de 1749.
«También certifico: que en aquella visita comprometí al
dicho Juan Ramos y al dicho Cristóbal de León y Francisco
Velásquez a que fundaran pueblo del número de indios que te
nían, que por todos juntos les pasaba de sesenta familias, lo
que así se efectuó el año de (21) veintiuno con la venia del
Excimo señor Virrey don Jorge de Villalonga, que es el pueblo
hoy de Cereté, que en un principio se fundó en Mocarí en seis
caballerías que el Juan Ramos compró de los bienes de Vicente
Bolaños y otras diez que compró abajo Francisco Velásquez
para dichos indios y León dió las dos de Puchaca para arriba y
obtuvo merced de ella en la vera del caño de Cereté de un lado
y otro del caño, caño abajo, que todas dichas mercedes están
en los autos que tampoco he podido encontrar y está todo apro
bado por el Real y Superior Concejo de las Indias; y para que
conste donde convenga lo certifico y juro a Dios y a esta Señal
de la Cruz ser cierto y de pedimento de dicho Francisco Javier
Torralbo, doy la presente en Cartagena a primero de agosto
de mil seteciento cuarenta y nueve años.
presentado con petición —Oliva».
- Matías Benedetti

Cereté fué erigido en Parroquia en el año de 1740.


Los Córdovas.-Este corregimiento en su mayor parte está
sobre la Costa Atlántica y es por eso el más importante del
Distrito. A poca distancia de los Códovas y al Sur del Cabo
Arboletes, se encuentra la Bahía de Puerto Rey, una de las
mejores del litoral por su amplitud, profundidad y la quietud
de sus aguas. Córdova queda en la margen derecha del río de
su nombre.
De Puerto Rey a Colón sólo hay cien (100) millas de dis
tancias y hay un tráfico constante de embarcaciones menores
entre el primero y los puertos de las Costa y Colón.
En este importante corregimiento, en donde existen impor.
portantes baldíos de la Nación se están fomentando grandes
fincas y hacienda pues su terreno bajo es muy apropiado
para la ganadería. Entre las propiedades existentes se cuentan
EL RIO SINU

La Ceiba, de los señores Navarro, potrero de Adrián Vega, y


potreros de Oscar García y Manuel Espinosa; Mangle de Lázaro
García y potrero de Olivares Hermanos y mucho más cultivados,
de que no hemos podido obtener datos.
La región tiene cerca de 3.000 habitantes, en su mayor par.
te entre negros y mestizos.
Límites con Antioquia. — El río de Arboletes que nace
en la Serranía de Abibe y desemboca en la Ciénaga del mismo
nombre y que se halla situado a 29-9” de longitud occidental y
89 52' de latitud norte, sirve de línea divisoria con el Departa
mento del Cauca (hoy con Antioquia) y la Ciénaga está pre
cisamente situada en el punto en que se deslindan los dos De.
partamentos.
Definida claramente la línea divisoria entre los Departa
mentos, nunca se había suscitado divergencia alguna sobre
jurisdicción; pero en 1917 el Alcalde de San Juan de Urabá
nombró arbitrariamente un Corregidor en Arboletes. Esto
motivó una serie de notas entre el Prefecto de Montería y el de
Turbo, quien reconoció el derecho del Departamento de Bolívar
sobre la región discutida.
Ultimamente pretenden los antioqueños una línea divisoria
que atraviese por tierra el Cabo de Arboletes, desviándose ha
cia el Sur para formar un ángulo que encierre la hermosa Bahía
de Puerto Rey.
Hasta ahora parece que no se ha definido la cuestión; pero
Bolívar ejerce jurisdicción en Arboletes.
El límite que fija la ley es una línea recta imaginaria que
parte desde la Punta del Cabo Arboletes, atraviesa la bahía de
Puerto Rey y va hacia la Serranía de los Abibes (morro de las
palomas) y con cuyo límite queda Bolívar en posesión de la ba
hía. La importancia del Distrito de Cereté y su hermosa
situación geográfica, exije que se haga conocer más
del país y del Exterior, pero desgraciadamente los datos que
hemos obtenido de este municipio son tomados en su mayor par
te de las dos Guías del Sinú que publicó Ayres Nascimento,
guías incompletas y deficientes; de los textos de Historia y
Geografía del país y de algún conocimiento personal que tenemos
sobre él; a pesar de nuestros esfuerzos y súplicas no pudimos
obtener de los amigos de Cereté, datos sobre su existencia polí
tica y comercial.
Mateo Gómez. — Este es otro Corregimiento importante de
Cereté. Tiene cerca de 2.000 habitantes. Queda sobre la már.
gen derecha del Río Sinú y sus habitantes son laboriosos y tra
bajadores. Se dedican a la Ganadería y a la Agricultura.
Tiene dos escuelas de ambos sexos.
Entre sus necesidades públicas es de notar la falta de una
oficina telegráfica, que es fácil instalar, puesto que la línea que
comunica Cereté con Montería pasa por esta población y la
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Según el pluviónmetro del doctor A.
S. Thewell, quien nos ha suministrado los datos, las caídas de
agua en Cereté y Campanito, fueron las siguientes :

Cereté Campanito
Año de 1916 47.10 68.31
Año de 1917 54.07 69.35
Año de 1918 42.54 52. 68
Año de 1919 56.44 72.74
Año de 1920 36.75 51.94

Las cantidades están en pulgadas y centésimas de pulgadas.


Fábricas.- Hay tres de aguardiente a saber: Manuel Bur
gos & Cía., Lázaro García y González Piñeres Hermanos; una
fábrica de jabón de Joaquín Pablo García y Félix Padrón.
Hoteles. -
«El Colombia» de Padrón Rada Hermanos, situa
do en la parte más céntrica del lugar y de servicio esmerado y,
el «San Francisco» de Antonia Padrón de Milanés.
Hay luz eléctrica y fábrica de hielo.
Hospital.-Ultimamente se ha fundado en la ciudad un hos
pital bajo la dirección del eminente médico Dr. Miguel A. Len
gua, que está dando muy buenos resultados y que promete mu
cho para el porvenir, dada la competencia y la buena voluntad
de su fundador.
Urbanización.-Se ha formado una compañía para urbanizar
la parte Sur de la población, lo que la mejorará notablemente y
hará de Cereté una verdadera ciudad moderna.

--- -- e«I Dº «
EHEEa Sile SzafE=HFSZa

Distrito de Ciénaga de Oro


-—-- e«e De e —
Situación geográfica. — Está situada a orillas del Caño del
Floral, que es el principio del de Aguas Prietas, en medio de

¿ Clima.-
cerros y entre 0-19 de longitud occidental y 8 y 9 de latitud
Orte.
Su clima es cálido y ardiente. Su temperatura me
d ia 389
Superficie. -El distrito mide 900 kilómetros cuadrados
aproximadamente.
Límites.—Por Norte con los distritos de Chinú y Chimá;
el
por el Sur con el de San Carlos; por el Noroeste con el de Sa
hagún y por el Este con Cereté.
Población. — El censo de 1918 le dió 12.420 habitantes.
Yacimientos de petróleos. — En su territorio hay algunos ya
cimientos que serán explotados muy en breve debido al interés
que tiene para ello el Gral. Francisco Burgos Rubio, de la Casa
Manuel Burgos & Cía.
Presupuesto.-El de Rentas y Gastos de 1920, asciende a
$ 16,724 oro legal.
Edificios.-El Palacio Municipal, hermoso y sólido edificio
de mampostería; la escuela públiea (en construcción) y la Igle
sia parroquial,
Fábricas. -Existe una de hielo y otra de ladrillo.
Telégrafo.- Hay Oficina telegráfica que se comunica con
las oficinas de Sahagún y Cereté.

do
Correos.
por Chinú
-
y
Hay dos líneas: la que parte de Sincelejo pasan
Sahagún hasta Montería y la que parte de Le
rica a Ciénaga de Oro y San Carlos.
I. pública.- Existen dos escuelas públicas de ambos sexos
y una particular de varones.
Puertos. — Sus puertos son Ciénaga de Oro y Punta de Ya
nes en tiempo de invierno. En el verano se habilita como tal la
Bodega de Vilches en el Distrito de Cereté.
Ciénagas navegables.- Las más navegables por pequeñas
embarcaciones son el Charco Ají y la Ciénaga de Faisán.
y - -

-
-
-"
* -- -
EL RIO SINU

Categoría Oficial. —Ciénaga de Oro es la cabecera del Dttº


del mismo nombre y está compuesta de los corregimientos de
Punta de Yanes, Laguneta, Santa Rosa y Berástegui y de los case
ríos de Las palmitas, Rosa Vieja, San Miguel, Arena del Sur, Puerto
de la Cruz, Las Balsas, Pijiguayal, Templo, Chupachupa, Siglo,
Las Palmas, San Antonio del Táchira, Bugre, La Draga, Pie
dras, Venado, Higal, Mimbres, Salguero, El Coco, Campo Ale
gre, Mochalito, Cucalito, República, Puerto Segunda, Roble,
Rastrojos, Santiago, Zapote, Charcón, Arco, La Loma Colora.
da, Guayabal, Boca de Catabre, Barol y Salado.
En lo administrativo hace parte de la Provincia de Monte
ría; en lo judicial pertenece al circuito de Cereté, hace parte
del círculo Electoral de Montería y a la Circunscripción electo
ral de Cartagena. Tiene Notaría y Registro.
En lo eclesiástico hace parte de la Arquidiócesis de Carta
gena y tiene cura propio.
Comercio.—Lo hace directamente con Cartagena, Cereté,
Lorica y Montería.
Industria.-Prevalece sobre todas la pecuaria y la Agri
cultura.
Comerciantes.- Entre los principales se cuentan: Domingo
A. de Ieón P., Francisco Caparroso F., Adel Vallejo, Apolinar
Franco C., Rafael A. Franco, Puente & Lominet, Francisco de
León R., Yance & Burgos, Manuel Mendoza Mendoza, G. Pine
do Caparroso, Jorge Usta, Salomón Gloria, Angel D. Hernán
dez, Corrales Hermanos y otros.
Haciendas.—Sus principales son: Berástegui, que tiene al
go más de 1.000 fanegadas de yerba y capacidad para la ceba
de 30.000 reses. Es propiedad de los señores Manuel Burgos ó:
Cía...; siguen: Salguero, Porvenir, Tolerancia, Mochalito, Boca
de Palmito, República, Roble, Chupachupa, Tigre, Flojera, Sole
dad, la Rosita y otras más.
Hacendados.— Manuel Burgos & Cía., Manuel Romero,
Carlos y José Arturo Durango, Daniel Gomes Cásseres. Duran
go P. Hermanos, Vergara Hnos., M. A. Mendoza E., Domingo
A. de León P., Orosmán Soto, Saturnino Argumedo, José María
Paternina, Gregorio Flóres e Hijos.
Vías de comunicación. —Vías terrestres que tiene el Muni
cipio: la que conduce a Sahagún; la de Bajo Grande y Lagune
ta; la de Punta de Yanes; la de San Carlos y la de Chinú por
vía de Chupachupa.
Acuáticas: La de San Carlos, la de Lorica y la del Caño de
Martínez que lo comunica con Cereté, pero esta vía está total"
mente perdida hoy.
Historia.— Fué fundada esta población con 150 familias
compuestas de 824 almas, por don Antonio Latorre y Miranda,
de San Antonio de Ciénaga de Oro, en el año
e º1776.pombre
- - -- - -- - - - - - EL RIO SINU

Su nombre lo debe a la gran cantidad de oro que hay en su


suelo y quebradas. Cuando llueve se recoje oro en las corrien"
tes de la calle en cantidades asombrosas.
Hay la particularidad que cuando matan gallinas, las fa —
milias registran con cuidado la mollera porque tienen la se—
guridad de encontrar partículas de oro.
Ciénaga de Oro fué erigida en Parroquia el año de 1783.
Tiene buenos y elegantes edificios particulares y públicos. Una
buena planta eléctrica, fábrica de hielo y sus moradores se
proponen la construcción de un acueducto muy en breve, y
es la cuna de muchos hombres públicos.

NOTA.—Queremos dejar constancia que el cuadro de Distancias y


la lista de los barcos que han surcado las aguas del Sinú que publicamos en
este libro, fueron tomad os de un brillante estudio sobre LOS ZENUES (pu
blicados en el Boletín historial) de nuestro dilecto amigo y eminente histo
riógrafo don Francisco García Carbonell, quien nos ha faciIitado tanto para
este libro, como para el SAN JORGE, otros datos muy importantes y en-,
teramente desconocidos. Que conste así.
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De Pasacaballos a Tolú... .. ... 80 48 95 57
De Tolú a Cispata... . . . . . . . . . 31% 19 126 76
De Cispata a San Bernardo del
Viento. . . . . . ... . . . . . . . . .
50 30 1763 a 106
De San Bernardo a la Doctrina. 25 15 2013 3121
De la Doctrina a Lorica. . . . . . .25 15 226, 136
De Lorica a Gallinazo. . . . . . . .. 15 9 241 145
De Gallinazo a Carrillo. . . . . . . . 40 24 281, 169

4 15
...

De Carrillo a Wilches. . .25 306 184


.
.
.

De Wilches Mateo Gómez. 7% 314 188%


a

.
.
.

De Mateo Gómez Garzones, 316, 190


...

23%
a

De Garzones Montería. 15 331. 199


9
a

.
.
.
.

vapor
en

óucues Sinú.
et

ácasofinca
y
ca

de

de

Zubiría, trajo
de

En año 1870 don Nicolás New


el

vapor Bolívar,
de

Orleans 120 toneladas


a el

ruedas los costados para navegar hasta


y

Montería.
de

En 1878 con motivo guerra civil que duró hasta


la

trajo Barranquilla por las


de

1877, gobierno
de el

bocas Ceniza, los vapores General Santos


Gutierrez Tequendama —antiguo Vengoe
y

de

chea.--Concluída contienda, primero


la

el

éstos quedó navegando con nombre de Sinú.


el
en

perdió
se

San Nicolas de Barí.


y

vapor Albión,
en

perdió
se

En 1878 Barbacoas.
el
— —— — EL RIO SINU

En 1880 el vapor María de don Nicolás de Zubiría.


En 1898 vapores Maria Hanaberg y Mercedes, de pro
piedad de don Augusto Hanaberg.
En 1899 vapores Goenaga y Libertador; este último se
quemó en Isla Fuerte. -

En vapor Nelly Gazzan.


1899
En 1902 El Condor de 70 toneladas Propiedad de
Mar—

L.,
En 1905 Diego Martínez 110 tndas.
En 1907 Santa Bárbara 120 toneladas tínez Cº

&
)
60
Lancha Búffalo• toneladas
44
1912 Propi
piedad
Lancha Sin 100
úº
1917
Scharberg.

A.
F.
44
Paloma Blanca 20 1911

C,
44
Sinuama 25 1918 de Cristhiasen
1913 de Julián Patrón

%
Santiago 10)

4
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Mercedes 10 1915 Andrés Gómez
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Quo Vadis 17 1914 Standard Co.
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Record 20 1915 Andrés Guerra
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II

12 Es— E.

la
- de
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(priella
1916 John Caffi
44
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1917 Olivares Hermanos
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No queremos cerrar este libro sin dejar es


tampado en él el nombre de uno de sus más
eminentes hijos, por sus virtudes cívicas, por
su amor ingente a la patria y por el oro de su
corazón que regaba a manos llenas por el am
plio territorio de los necesitados.
En la memoria de los hijos del Sinú, no
puede apagarse nunca el nombre venerando
del General
-
Don 4osé I(aría 32rástegui,
quien supo siempre, como ciudadanó ejemplar
y hombre amante del trabajo honrado, señalar
con el índice del altruismo, toda mejora útil
y toda obra generosa y grande para la región
en donde se meció su cuna.
Sentimos no publicar aquí su fotograbado,
pero habiendo resultado inútiles nuestros es
fuerzos por conseguir su fotografía, dejamos
en estas líneas cortas, pero expresivas, todo
el tributo y todo el cariño de amigo que se
mereció este distinguido hijo del Sinú que se
durmió en la paz del señor el día 31 de Agos
to de 1921 en la de Cereté.
ciudad
>: :k
Aparecen en este libro los fotograbados de
los doctores don José Ulises Osorio, docto.
Ramón P. de Hoyos, doctor Miguel A. Len
gua algunos otros caballeros que no han
d en la región del Sinú, pero que están
nacido
unidos a ella por los lazos del afecto y del ca
riño, que son tan estrechos y tan fuertes como
las ligaduras de la cuna.
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b89100.049444a

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