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Título: Acerca del “Anatocismo”

Autor: Bruno, Rafael F.


País: Argentina
Revista de Derecho Bancario y Financiero - Número 15 - Febrero
Publicación:
2014
Fecha: 18-02-2014 Cita: IJ-LXX-682
Voces Citados Relacionados
Relacionados
R., F. G. y Otros c/Estado Nacional Ministerio de Economía s/Proceso de
Ejecución
05-02-2018 (Posterior) - Cám. Nac. de Apelaciones en lo Civil y Comercial
Federal - Sala II (Argentina)

Anatocismo e intereses (Naveiras Scotti, Juan E.)

Anatocismo en cuenta corriente bancaria. Comentario fallo “Banco de la


Provincia de Buenos Aires c/Cohen, Rafael y Otro s/Ejecutivo” (Gatto, Elián)

Acerca del Anatocismo

Rafael F. Bruno

Se llama anatocismo a la capitalización de intereses, de modo que sumándose tales


intereses al capital originario, pasan a redituar nuevos intereses. Es denominado
también interés compuesto (José A. Garrone, “Diccionario jurídico”, T. I, pág. 258,
edit. Lexis Nexis, 2005). De la misma manera, se ha dicho que existe anatocismo
cuando se produce la capitalización de intereses, de modo que los ya devengados se
suman al capital produciendo nuevos intereses (Cazeaux – Trigo Represas, “Derecho
de las obligaciones”, T. I, pág. 604, edit. Platense, 1969).

Asimismo, se ha señalado que desde antiguo existen dos formas de anatocismo: el


llamado “anatocismus conjuntus”, que importa acumulación del interés ordinario al
capital para hacerlo producir otros intereses, y el “anatocismus separatus”, o sea la
formación de un capital con los intereses devengados, para a su vez hacerlos producir
nuevos intereses (Eduardo B. Busso, “Código civil anotado”, T. IV, pág. 324, edit.
Ediar, 1951).
En la mayoría de las legislaciones el anatocismo se encuentra prohibido (Cód. Civ.
Alemán, arts. 248 y 289; Cód. Federal Suizo de las Obligaciones, art. 314; Código de
Chile, art. 2210, Cód. Civ. de México de 1928, art. 2937; Cód. Civ. de Colombia, art.
2235 –citados por Luis de Gasperi, “Tratado de Derecho Civil”, T. II “Obligaciones en
General”, pág. 664, edit. Tea, 1964-); y lo propio ocurría con la ley argentina.

El Código de Vélez Sarfield, en su art. 623, establecía que: “No se deben intereses de
los intereses, sino por obligación posterior, convenida entre deudor y acreedor, que
autorice la acumulación de ellos al capital, o cuando liquidada la deuda judicialmente
con los intereses, el juez mandase pagar la suma que resultare, y el deudor fuese
moroso en hacerlo” (Fuentes: Código civil. Esboco. Art. 945, García Goyena,
Concordancias, motivos y comentarios del código civil español, art. 1652; Aubry et
Rau, Tours de droit civil francaise. D´Apres l´ouvrage allemand de C.S. Zachariae).

Se ha señalado como fundamento de la prohibición que el anatocismo aumenta


extraordinariamente la productividad del capital, y en esa medida, importa un despojo
al deudor y da ganancias desmedidas, destacándose también, y con mayor énfasis, el
riesgo de que se constituya en manos de los acreedores un medio para sorprender a los
deudores o para extorsionarlos con anterioridad a la entrega del dinero, de tal modo, se
ha resaltado que hay una presunción firme de que el deudor que ha consentido la
cláusula de anatocismo, o bien no ha previsto sus ulteriores consecuencias, o bien ha
tenido que obrar bajo un angustioso apremio. En cualquiera de esos casos la ley hace
bien en disponer la nulidad, ya que se ha explotado su ignorancia o su necesidad
(Eduardo B. Busso, op.cit., pág. 325).

Del mismo modo, el fundamento de tal prohibición esta dado por el hecho de que
históricamente quedó comprobado que, mediante dicha acumulación de capital e
intereses, en escaso tiempo se llevaría al deudor a la ruina al obligársele a pagar una
suma excesiva, ocultando en forma refinada un supuesto de usura, todo lo cual sería
pactado aprovechando el acreedor la situación de necesidad o de ignorancia en la que
se encuentra el deudor. Dicho pacto atenta contra la moral y las buenas costumbres,
contrariando el orden público, por lo que da lugar a la nulidad absoluta de la cláusula,
sin que de ello se derive la invalidez total del contrato (Belluscio – Zannoni, “Código
civil comentado, anotado y concordado”, T. III, pág. 133, edit. Astrea, 1981).

No obstante, parece claro que la reforma del citado art. 623 por la ley 23.968 atemperó
el rigorismo prohibitivo que, sobre la materia que nos ocupa, contenía el código de
Vélez Sarfield; en la medida de que, a diferencia de su antecesora, esta disposición
autoriza a convenir, por pacto previo que debe ser expreso, la capitalización de
intereses futuros.

“No se deben intereses de los intereses, sino por convención expresa que autorice su
acumulación al capital con la periodicidad que acuerden las partes; o cuando liquidada
la deuda judicialmente con lo intereses, el juez mandase pagar la suma que resultare y
el deudor fuere moroso en hacerlo. Serán válidos los acuerdos de capitalización de
intereses que se basen en la evolución periódica de la tasa de interés en plaza”.

Ya desde antaño, se había anotado a favor del anatocismo que si se aceptaba la


legalidad de pacto de intereses, no había ninguna razón para impedir que los intereses
devengados y vencidos constituyeran un nuevo capital y devengasen nuevos intereses,
conceptos éstos que fueron ampliados al discutirse el Código Italiano de 1865: si el
deudor paga puntualmente los intereses, el acreedor podría obtener provecho de esa
suma facilitándosela a un tercero: ¿por qué razón no se ha de admitir que se la facilite
en préstamo al mismo deudor? (Eduardo B. Busso, op.cit., pág. 325).

De otro lado, se destacó también que por intermedio de la referida reforma el


legislador no ha hecho otra cosa que hacerse eco de los reclamos de una uniforme
corriente doctrinaria que venía señalando lo anacrónico de la prohibición –Palacio,
“Hacia el fin del anatocismo, LL, 1989-B-784; Borda “Anatocismo (hasta la palabra es
vieja)”, LL, 1992-B-1021; Villegas – Schujman “Intereses y tasas”, 1990, p. 157-; sin
que deba olvidarse, en esta ponderación de antecedentes, el importante proyecto
legislativo de unificación de los códigos civil y de comercio de 1987, el cual también
autorizaba el convenio de anatocismo de los intereses a devengarse, y aun sin pacto
permitía la capitalización cuando se hubiere demandado judicialmente el cobro del
capital (Alberto J. Bueres – Elena I. Higthon, “Código civil. Análisis doctrinal y
jurisprudencial”, T. II.A, pág. 491, edit. Hammurabi, 2006).

Y en ese mismo sentido la Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial


in re “Uzal SA c/Moreno, Enrique” del 02/10/1991 estableció como doctrina plenaria
que: Además de los supuestos establecidos en el texto legal positivo, existen otros en
los que cabe la capitalización del interés devengado por un crédito cuyo obligado se
encuentre en mora, y así cuando la decisión judicial remita al “interés cobrado por los
bancos públicos” –o concepto equivalente- y ello se refiera a una tasa a corto plazo –
menor que el lapso de la mora-, el acreedor esta habilitado para liquidar el interés del
modo en que lo haría la banca tomada como referencia esa tasa.

No obstante, puede decirse que en la actualidad, esa corriente pro capitalización de


intereses no sólo ha perdido impulso, sino que se encuentra en franco retroceso.

Por lo pronto, ha sido la CSJN quien en diversas oportunidades descalificó la


constitucionalidad de la recordada sentencia plenaria.

Uno de esos primeros fallos recayó en los autos “García Vázquez Héctor c/Sud
Atlántica Cía. de Seguros” con fecha 22/12/92, donde se expresó que la sentencia
dictada por la Alzada con remisión a la mencionada doctrina plenaria, lleva a una
consecuencia patrimonial equivalente a un despojo del deudor, cuya obligación no
puede exceder el crédito actualizado con un interés que no trascienda los límites de la
moral y las buenas costumbres (arg. arts. 953 y 1071 del Cód. Civ.).

Asimismo, en la causa “Okretich, Raúl Albino c/ Editorial Atlántida S.A.”, del


15/07/97, el Máximo Tribunal descalificó la constitucionalidad del referido fallo
plenario, precisamente, por haber sido dictado en violación a lo dispuesto en el
referido art. 623 del Cód. Civil. Ese temperamento, como se señaló, ha sido reiterado
por ese Tribunal Cimero en otros antecedentes: "Fabiani, Esteban Mario c/Pierrestegui,
Jorge Alberto" del 16/09/93; "Sequieros, Eduardo Ricardo c/ Miranda, Héctor
Alejandro y otro" del 14/12/93; “Caja de Crédito Flores Sud Sociedad Cooperativa
Limitada c/Coelho José y otra” del 08/02/94; "Quadrum S.A. c/ Ciccone Calcográfica
S.A." del 06/07/04; e incluso, ha sido mantenido en su actual composición in re
“Mulleady Juan C. c/ SA del Tenis Argentino” del 25/11/08.

Varios de esos precedentes, entre otros, fueron tenidos en cuenta por la mayoría
integrante de la Excma. Cámara de Apelaciones en lo Comercial en oportunidad de
revisar la doctrina sentada por el referido plenario “Uzal”. Dicha revisión llevó a
establecer una nueva doctrina plenaria –opuesta a su antecesora-, a resultas de la cual
se dejó sentado que: Además de los supuestos establecidos explícitamente en el texto
positivo de la ley, no corresponde en otros la capitalización de intereses devengados
por un crédito cuyo obligado se encuentra en mora (CNCom, en pleno, “Calle
Guevara, Raúl”, del 25/08/03).

Ahora bien, es claro que nuestro ordenamiento legal permite –en ciertos supuestos- el
anatocismo (no sólo a través de las excepciones que taxativamente enuncia el art. 623
del Cód. Civ., sino también para el régimen de la cuenta corriente bancaria según art.
795 del código de comercio; para la cuenta corriente mercantil cuando medie
convención al respecto –art. 788 del Cód. Com.-; y en el mutuo mercantil –art. 569
código de comercio-).

No obstante, corresponde efectuar ciertas precisiones.

Por lo pronto, el anatocismo no puede aplicarse a supuestos o situaciones diversas de


aquellas que, taxativamente se encuentran previstas legalmente, un temperamento
contrario importaría soslayar el principio general sentado por el ya citado art. 623 del
Cód. Civ. que veda el anatocismo. Y que ese es el principio no existe duda, a poco que
se repare en que la referida norma –manteniendo en este punto el espíritu y redacción
de su antecesora-, comienza con una locución negativa rechazando la posibilidad de
adeudar intereses de los intereses, siguiendo luego con las excepciones a tal
principio.Es un criterio pacífico en la hermenéutica jurídica que cuando una directiva
legal ha sido formulado como regla tiene un alcance residual; de modo que abarca
todas aquellas hipótesis que no hubiesen sido específicamente sustraídas de ella, lo que
requiere una indicación expresa del legislador (del voto de la mayoría in re “Calle
Guevara”). En ese mismo sentido, ha sido criterio de la Excma. Corte en materia
interpretativa y desde tiempos inveterados, que todas las excepciones a reglas
generales deben ser con criterio restrictivo (Fallos: 302:1284; 305:538; 316:2940;
321:3313; entre otros).

No obstante resulta necesario aclarar que, aún en los supuestos en los que el
anatocismo es permitido, si la percepción de réditos por esa vía conlleva a usura, es
decir, a la percepción de un interés desproporcionado con las circunstancias del caso,
la capitalización de intereses es igualmente inviable.

Es decir, del mismo modo en que puede tacharse la validez de una determinada
cláusula continente de una tasa de interés por resultar violatoria de la moral y las
buenas costumbres (art. 953 Cód. Civ.), puede también impugnarse la capitalización de
acrecidos en la medida de que la aplicación de tal mecanismo resulte refractario de
aquellos principios.

En esa inteligencia, la viabilidad de la capitalización de intereses –capitalización sólo


aplicable a los supuestos previstos legalmente-, es asunto que deberá ser juzgado
teniendo en cuenta no solo las circunstancias particulares intrínsecas que se verifiquen
en cada caso, sino también las extrínsecas.
Ha sido considerado que aun cuando las tasas de interés aplicables surjan de un pacto
celebrado libremente en los términos del art. 1197 del Cód. Civ., ello no impide su
modificación por los jueces, quienes tienen la facultad de corregir de oficio las
convenciones pactadas por los particulares cuando las mismas resultan lesivas a la
moral y a las buenas costumbres. Ello así, con mayor razón, si se atiende a que la
determinación de los intereses es esencialmente provisional, pues responde a las
fluctuantes condiciones de la economía del país, en donde dichas tasas no permanecen
estáticas, sino que con el transcurso del tiempo y por influjo de distintos factores
varían considerablemente (C.N.Civ. Sala M, “Mobilio Juan Carlos c/ L y L S.R.L. y
otros s/ ejecución especial ley 24.441, del 11/10/05).

En este sentido, se ha destacado que el aumento tan notable de la deuda a consecuencia


de la capitalización de acrecidos, puede encubrir una forma de usura en épocas de
estabilidad económica y de moneda fuerte (Alberto J. Bueres – Elena I. Higthon,
“Código civil. Análisis doctrinal y jurisprudencial”, T. II.A, pág. 487, edit.
Hammurabi, 2006).

Este temperamento no es refractario de aquel otro según el cual el anatocismo


encuentra sustento en el principio de reparación integral o reparación adecuada,
derivado del régimen de responsabilidad civil, es decir, no se trata de negar toda
posibilidad de capitalizar intereses, sino de limitar la aplicación de tal mecanismo
cuando de ello se derive una consecuencia patrimonial equivalente a un despojo del
deudor y que no guarde ningún tipo de relación –por desproporcionada-, con la
obligación asumida otrora por éste.

Nótese que, como ha sido destacado por autorizada doctrina, existe una sustancial
semejanza entre el anatocismo y determinados procedimientos indexatorios que fueron
avalados por la jurisprudencia constante de nuestro país durante muchos años –hasta su
prohibición por la Ley N° 23.928-, pues no puede dudarse que, en los hechos, indexar
una suma de dinero por vía de aplicar al capital debido los índices de depreciación
monetaria, mes a mes y acumulativamente, tanto importa como capitalizar los intereses
mensualmente, para que éstos devenguen, a su vez, nuevos intereses (Alberto J. Bueres
– Elena I. Higthon, op.cit., pág. 487).

Tales procedimiento –se reitera, hoy prohibidos-, venían en épocas de alta inflación a
mantener estable el valor real de la prestación dineraria debida. Es que la llamada
indexación de la deuda no la vuelve mas onerosa que en su origen, ya que solo
representa un mecanismo para expresar en distinta cantidad de numerario un idéntico
valor (CNCom, Sala C, en autos “Rocha Ramón c/Puente Osvaldo”, del 14/06/88).

Del mismo modo entonces, el anatocismo puede ser admitido cuando tenga por
finalidad resarcir el perjuicio provocado por la mora y no encubra una forma de usura,
puesto que su convalidación en el último supuesto importaría soslayar la Convención
Americana de los Derechos Humanos (Pacto San José de Costa Rica), cuyo art. 21 –
tercero- declara que “…tanto la usura, como cualquier otra forma de explotación del
hombre por el hombre deben ser prohibidas por la ley” (CN, art. 75, inc. 22).

Cabe tener presente siempre en este asunto, que la desestimación o rechazo –en ciertos
casos- por parte de los Tribunales del mecanismo de capitalización de intereses, no es
sino consecuencia del ejercicio de la facultad de morigerar los acrecidos que les
reconoce expresamente el ordenamiento sustantivo, en tanto pesa sobre ellos el control
de los réditos excesivos.

Finalmente, a modo de conclusión y de principio, cabe dejar establecido que el


anatocismo sólo puede ser admitido en aquellos casos que expresamente ha admitido el
legislador; y aún en esos supuestos, la capitalización de intereses puede resultar
inadmisible cuando a consecuencia de ella se configure un supuesto de usura,
quedando en cabeza de los jueces verificar el acaecimiento de tal extremo.

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