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JORGE FRASCARA.
"Diseño Gráfico para la gente".
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Toda situación humana de comunicación cae en el campo de la ética. Una comunicación puede
ser ética o no-ética, pero no puede ser a-ética El principio fundamental de lo ético en la
comunicación es el reconocimiento del OTRO (el receptor de la comunicación) como SUJETO
(una persona) y no como objeto. Reconociendo al OTRO como SUJETO, uno reconoce al otro
como persona independiente y pensante, con una manera específica de entender, evaluar e
integrar experiencia e información.
En las comunicaciones éticas uno se comunica con alguien acerca de algo: uno no comunica algo
a alguien. Las comunicaciones éticas presuponen una similitud entre los sujetos comunicantes, a
diferencia de las comunicaciones militares, donde un superior comunica algo a un inferior. Los
mensajes militares se transmiten para ser recibidos pasivamente, codificados para evitar
interpretaciones diferentes.
En las comunicaciones éticas la terminología popular de Shannon, heredada de la electrónica y la
ciencia de la información, que define a los polos de la comunicación como emisor y receptor, es
inadecuada. En un universo de personas, de gente envuelta en intercambios comunicacionales, es
más justo hablar de PRODUCTORES E INTÉRPRETES que de emisores y receptores, vocablos
que no denotan contexto, historia, expectativas, deseos, valores, prioridades sentimientos,
preferencias o niveles de inteligencia. La terminología de Shannon promueve una mentalidad
colonial, es decir, un modelo comunicacional donde los receptores miran a los emisores con
pasividad y reverencia, y donde la comunicación se transforma en un evento unidireccional
controlado "desde arriba".
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Las comunicaciones genéricas que intentan !legar a todos !legan sólo a unos pocos,
particularmente cuando se intenta afectar las actitudes y el comportamiento de la gente.
La experiencia muestra que al no tratar de relacionarse con motivaciones específicas de diversos
grupos del público, carecen de resultados mensurables, tal como es el caso de las típicas
campañas de “Semana de la Seguridad Vial", por ejemplo, que hablan de un tema, pero no le
hablan a ninguno. La maestría en el diseño de comunicación visual
-tradicionalmente definida como el conocimiento del lenguaje de la visión- debe extenderse para
incluir el conocimiento de los lenguajes, las necesidades, las percepciones y los valores culturales
del público al que se dirige.
Hoy es usual comenzar todo estudio de mercado con la elaboración e implementación de
CRITERIOS DE SEGMENTACIÓN. Los parámetros de segmentación varían, pero es común
hablar de criterios geográficos, demográficos y socioeconómicos.
Los criterios geográficos dividen al mercado en áreas físicas y diferencian entre poblaciones
urbanas y rurales, y en tantas subcategorías como sea necesario.
La segmentación demográfica considera el sexo, la edad, la raza, la nacionalidad, la religión, el
estado civil y cualquier otra dimensión pertinente a calificadores nativos o adquiridos que afectan
la tipificación del individuo y de la familia.
La segmentación socioeconómica divide al público de acuerdo con salarios, ocupación y
educación y, en general, clase social.
Otras dimensiones menos cuantitativas u objetivas usadas en las técnicas de segmentación del
mercado incluyen características psicológicas y culturales, tales como temperamentos, valores
culturales, apetitos y expectativas. Estas dimensiones menos cuantitativas consideran las maneras
en que diferentes grupos conciben las nociones de economía, lujo, eficiencia, seguridad, belleza,
etc. y temperamentos típicos tales como los de los líderes, los seguidores, los conservadores y los
aventureros. Por último, el problema específico que se va a tratar en una campaña puede crear su
propia segmentación de mercado, como puede ser el caso de un partido político, o temas como la
ecología, la pobreza, el sida, el feminismo o la homosexualidad (Chakrapan y Deal; Michman).
No es posible aplicar ciegamente sistemas prefabricados de segmentación de mercado a cualquier
problema comunicacional.
La definición de los criterios de segmentación adoptados debe resultar de un análisis del
problema tratado y de una definición del grupo crítico que debe ser alcanzado y afectado.
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Un mensaje debe ser comprensible. La percepción, que en el campo del diseño se relaciona
tradicionalmente con la estructura de la forma, es, básicamente, una herramienta para sobrevivir.
No percibimos el mundo para gozarlo: lo percibimos para entenderlo; y necesitamos entenderlo en
función de la supervivencia.
La teoría de la Gestalt se refiere a las estrategias usadas por el sistema perceptivo para crear
"todos" coherentes interpretables. La función organizativa del sistema perceptivo está orientada a
un fin; y el fin es encontrar significado. Dada la conexión entre percepción, significado y
supervivencia, es fácil comprender que tengamos una necesidad emocional de entender lo que
vemos. Cuando percibimos sin entender sentimos desasosiego, aburrimiento, fatiga o miedo,
según las circunstancias. La percepción no es un acto sin urgencia. Vemos para entender.
Necesitamos entender para poder reaccionar. El diseño gráfico le debe al público la creación de
mensajes comprensibles. No pretendo decir con esto que todo puede transformarse en fácil y
claro, pero la creación de mensajes con la expresa intención de hacerlos ambiguos o confusos es
abusivo. Los diseñadores que gozan con estos juegos parecen querer flirtear con el caos mientras,
al mismo tiempo, trabajan parasíticamente en un marco de orden creado por los demás.
Esto no es un ataque a la complejidad en diseño. Muchos mensajes complejos no pueden ser
simplificados. Las instrucciones para la operación de maquinarias, la plataforma de un partido
político o las cláusulas de una póliza de seguros, con frecuencia no pueden ser presentadas en
forma simple.
«Has explicado lo complejo en términos de lo simple, y lo simple es precisamente lo que lo
complejo no es.» (Burke, citado por Wilden, 1987, 313)
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FRANCOISE ENEL
"El Cartel. Lenguaje, Funciones y Retórica.”
El cartel comercial
Es el tipo de cartel más repetido, el que nos encontramos con más frecuencia en nuestro recorrido
cotidiano. Su función es la de acelerar el proceso socioeconómico de la venta. Debilita la
resistencia a la compra del consumidor potencial, con la promesa de una mejora en sus
condiciones de vida gracias a la adquisición de productos. No se limita a informar al individuo de la
existencia de tal o cual producto, sino que intenta modificar su comportamiento de compra,
promover algunas actitudes mentales ligadas a factores psicológicos (deseo de seguridad,
conformismo, costumbre) y económicos (ingresos percibidos) a fin de conducirle progresivamente
al acto de compra. Apoyándose en sentimientos complejos como el deseo de prestigio, de
respetabilidad; el cartel comercial crea algunas tensiones en el individuo y simultáneamente, indica
el medio de suprimir dichas tensiones al igualar el producto dado y satisfacción de la necesidad.
Su acción está completamente polarizada por la dinámica comercial y la preocupación de
rendimiento. Su eficacia se mide finalmente tras la campana publicitaria Sus medios de acción son
relativamente simples: consisten principalmente en grandes carteles compuestos de una imagen
en color y de un texto muy breve. Su deseo de eficacia y de ser accesible al mayor número de
individuos le obliga a utilizar formas simples y directas realzadas por colores vivos, a fin de
imponer el mensaje publicitario compuesto casi siempre de un único argumento dotado de un
fuerte poder de impacto. Grafismo y argumentación complicados se deben evitar siempre, pues
limitan la inteligibilidad del mensaje a un número muy restringido de personas, y aumentan su
tiempo de desciframiento.
El cartel de propaganda
Hablaremos de propaganda siempre que exista transmisión de un mensaje entre un organismo
(Estado, partido político, liga, etc.) y la masa, que tenga por objeto no la adquisición de bienes de
consumo sino de ideas.
Esta categoría comprende a todos los carteles políticos, pero también carteles que se podrían
calificar "de interés público" en la medida en que no venden un producto, sino en cuanto suponen
una forma de protección del individuo contra el alcohol, la degradación del medio ambiente natural,
etc.
Generalmente, estos carteles tienen un carácter más excepcional que el cartel comercial.
Habitualmente, surgen en las paredes de una ciudad como consecuencia de acontecimientos
importantes en la vida política del país (elecciones, guerra, etc.).
De un modo general, los medios de acción del cartel propagandístico no difieren sensiblemente de
los empleados por el cartel comercial. Sus componentes básicos son la imagen, que debe
caracterizarse por su poder de impacto (un dedo o una metralleta apuntada sobre el receptor, por
ejemplo), y un texto o slogan convincente y fácilmente memorizable.
Así pues, la diferencia entre estas dos formas de carteles no se sitúa tanto al nivel de los medios
de expresión, como al nivel de los sentimientos provocados por un organismo en el receptor, y al
de las «pulsiones» sobre las que reposa la acción. En lo que concierne al texto, todo su poder de
choque reside en su concisión, y la elección de los términos susceptibles de provocar reacciones
inmediatas en el receptor, en razón de su fuerte carga emotiva.
El cartel cultural
Se trata, por lo general, de los carteles orientados hacia actividades intelectuales y artísticas.
Es un cartel de micromedio, que se dirige a aficionados a la música culta, al teatro, investigadores,
etc.
Hemos visto que el proyecto del cartel comercial consistía en desalojar la realidad gracias a
procedimientos gráficos y retóricas, para sustituirla por una seudo realidad, profundamente
impregnada de contenidos míticos y de fragmentos de ideología, que van a despertar en el
receptor el deseo de suprimir la tensión provocada por la confrontación entre su situación real y la
situación propuesta. En el caso del cartel cultural, el problema se planifica de un modo diferente.
No se trata de oponer un sentimiento de frustración en el individuo, para después indicarle el
camino que le pone fin. No se erige en un modelo, con el que el individuo debe compararse Se
trata de acontecimientos culturales: concierto, exposición, congreso etc. En el mejor de los casos,
apunta a la “obra de arte”, tiende hacía lo universal. Notemos, sin embargo, que esta noción de
cartel cultural resulta bastante ambigua.
Si incluimos los carteles de espectáculos, hemos de constatar que éstos están lejos de poder
aspirar al calificativo de obras de arte. Esto es particularmente cierto en los carteles de cine, en los
que, muy a menudo, el diseñador se contenta con reproducir una imagen seductora del film,
generalmente erótica, para atraer al público. Hablar de cartel de micromedio es más propio, pero
no basta, en la medida en que algunos de ellos recurren a procedimientos de persuasión de
macro-medio. ¿Puede decirse que se trata de una forma de ideal hacia el que debería tender todo
cartel? No necesariamente. Sabemos que la dimensión estética esta siempre subordinada a
problemas de rendimiento. El publicista no exige belleza al cartel, quiere en primer lugar que todo
el mundo pueda comprenderlo y que sea eficaz.
Finalmente, el cartel cultural sería un cartel generalmente de micromedio en el que la función de
información aventajaría la función económica pura, y en el que la dimensión estética superaría las
otras condiciones sin eliminarlas.
Bibliografía: MOLES, Abraham. "El afiche en la sociedad urbana". Editorial Paidós. Bs. As.
MUllER BROKMAN, Josef. "Historia del afiche".
Hacia 1890 queda establecida la técnica y el estilo de los afiches toma el aspecto de un cuadro
cristalizado por las palabras más importantes de un texto. De este modo el afiche se transforma en
signo permanente del desarrollo social, a la vez que se relaciona íntimamente con la vida cotidiana
y la vida política. Manifiesta las influencias históricas o económicas sufridas por un país. Los
afiches son barómetros de los eventos sociales, políticos y culturales de una sociedad.
El afiche debe transmitir un mensaje: publicitar un producto, invitar a manifestaciones
o proclamar campañas. Para lograr este objetivo, debe ser visto por mucha gente, exhibido lo más
posible. Esto requiere gran cantidad de copias.
Según Max Bense, los afiches con sus objetos y argumentos, son redes destinadas a capturar al
hombre y sus deseos. Los artículos presentados aparecen en un entorno irreal o un punto de vista
más allá de la realidad. Así el afiche glorifica los objetos e intenta manipular nuestro
comportamiento. El afiche aporta soluciones a nuestros problemas y se enfrenta a formas
abstractas o concretas, surrealistas o simbólicas neobjetivas o clásicas, barrocas, románticas o
dóricas. Siempre establece una escala de valores para sus afirmaciones, confiere un acento
específico a los eventos, pone de relieve los valores de nuestro mundo. Su fuerza es muy vívida
pero su carácter efímero.
El afiche no debe limitar su rol a la comunicación entre productor y consumidor; debe también
contribuir al desarrollo de una sensibilidad estética y cultural más consciente de nuestro tiempo.
Así se explica el crecimiento de la imagen, más incisiva y de mejor asimilación que el texto.
La percepción de la imagen en el afiche es casi instantánea. De hecho la visión se hace totalmente
clara en un quinto de segundo aproximadamente. Se presenta así:
1/10 seg. : Fenómeno de ENGANCHE, el tiempo no basta para "comprender"
1/5 seg. : Plena VISIÓN de un texto simple
1 seg. a 2 seg.: Término de EXPLORACIÓN de un afiche
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Vida útil
El afiche tiene una vida útil en la sociedad: llega un momento en que ha perdido toda su fuerza y
su sentido se ha expresado por completo, como un limón exprimido.
Pero aún es posible que subsista materialmente; en general manchado, roto, sucio, olvidado,
constituye un nuevo elemento del medio urbano, adquiere una poesía de situación, llama la
atención en tanto existente y no en tanto contenido.
La agencia publicitaria tendría por finalidad reducir la vida real del afiche (hasta que es cubierto o
destruido) a su vida útil, y por consiguiente hacer una estimación de esta vida útil que, en principio,
lograría mediante el estudio en condiciones aisladas de las respuestas publicitarias (ventas de
productos) en diversas épocas, después de la difusión. Cabe agregar que la vida útil de un afiche
oscila entre algunas semanas y unos meses.
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Mensaje denotativo y mensaje connotativo
Todo mensaje aparece como la superposición de dos mensajes diferentes.
El primero es el denotativo, explícito o explicitable, íntegramente traducible, que se apoya en un
repertorio de signos cuyos elementos son enunciables por el emisor y el receptor; y conocidos
antes del acto de comunicación.
El segundo, superpuesto al anterior; el connotativo, se apoya en un conjunto de elementos de
percepción, enumerables y pasibles de ser ordenados en un repertorio por el observador, pero
inconscientes, subconscientes o implícitos, tanto en el receptor como en el emisor. Durante el
proceso de comunicación son ignorados por el receptor en tanto que "signos"; representan una
sobrecarga del acto de comunicación, un aumento afectivo que interviene directamente en la
percepción. En general dependen de la sensualidad de la imagen, de su color, de sus
implicaciones.
El mensaje connotativo, es inestable.
El mensaje denotativo es consciente, el connotativo está en un nivel inconsciente.
El mensaje connotativo se va empobreciendo constantemente en beneficio del mensaje
denotativo, al menos en cuanto a su repertorio. De ahí la necesidad, permanente de renovar.
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