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EL INMORTAL

 Siguiendo a Genette, el cuento presenta al menos dos niveles narrativos:

 En el primero, un narrador en tercera persona describe el proceso mediante el cual se encuentra un


manuscrito. Corresponde al nivel diegético, el narrador es heterodiegético y su focalización es externa.
 El segundo nivel es la transcripción, contada en primera persona por un narrador-protagonista.
Corresponde al nivel metadiegético y la focalización es interna.

El cuento está concebido según la estructura «en abismo», es decir, con distintos niveles narrativos
(un relato dentro de otro). Tres niveles lo componen:

 En el primero, un narrador describe el proceso mediante el cual se encuentra un manuscrito.


 El segundo nivel es la transcripción, contada en primera persona por el narrador-protagonista.
 En el tercero, otro narrador que lee el manuscrito refuta una teoría que proclama su falsedad.

 Marco:

En el primer nivel aparecen dos personajes: el anticuario Joseph Cartaphilus y la princesa de Lucinge, el
primero ofrece los seis volúmenes en cuarto menor de la Ilíada de Pope a la princesa. Esta historia es relatada
por un narrador omnisciente. A su vez, en este nivel hay precisiones respecto del tiempo y lugar en que
suceden los hechos: “En Londres, a principios del mes de junio de 1929…”

En el segundo nivel, que corresponde a la transcripción del manuscrito, los personajes principales son:
Marco Flaminio Rufo (un tribuno militar romano que, fascinado por la historia que un jinete desconocido le
revela antes de morir, sale en busca de un río que da la inmortalidad a quien bebe de él), los doscientos
soldados y mercenarios que lo acompañan (que luego se pierden en el desierto) y los trogloditas (los
inmortales). En cuanto al lugar y tiempo en que transcurren los hechos narrados se encuentran varias
alusiones que permiten inferir que la historia comienza en Tebas, luego emergen a la Ciudad de los Inmortales
y finalmente llegan al mar de la mortalidad que se halla ubicado al norte de África: “…mis trabajos
empezaron en un jardín de Tebas Hekatómpylos, cuando Diocleciano era emperador… “(siglo III después de
Cristo), “Al despertarme por fin de esa pesadilla, me vi tirado y maniatado en un oblongo nicho de piedra (…)
superficialmente excavado en el agrio declive de una montaña (…). Al pie de la montaña se dilataba sin
rumor un arroyo impuro (…) la evidente Ciudad de los Inmortales”; “El cuatro de octubre de 1921, el Patna,
que me conducía a Bombay, tuvo que fondear en un puerto de la costa eritrea. Bajé; recordé otras montañas
muy antiguas, también frente al Mar Rojo…”.
Argumento

El primer narrador da cuenta del hallazgo de un manuscrito dentro de un ejemplar de la versión de Alexander
Pope de la Ilíada de Homero. Los seis volúmenes de la obra habían sido adquiridos por una aristócrata
francesa, la princesa de Lucinge, a un anticuario turco, Joseph Cartaphilus, en 1929. La transcripción del
manuscrito, escrito en primera persona, ocupa la segunda y principal parte del cuento.
Marco Flaminio Rufo es un tribuno militar romano que, fascinado por la historia que un jinete desconocido le
revela antes de morir, sale en busca de un río que da la inmortalidad a quien bebe de él. Lo acompañan
doscientos soldados cedidos por el procónsul de Getulia junto con algunos mercenarios reclutados por él
mismo. Tras perder a sus hombres en el desierto, encuentra un río de agua arenosa del que bebe sin saber que
aquel era el río que buscaba, y que los trogloditas que vivían cerca de él eran los inmortales.
Después de atravesar un laberinto subterráneo casi interminable, emerge a la Ciudad de los Inmortales. A
diferencia de aquel, cuya arquitectura respetaba las simetrías, la ciudad era una serie caótica de construcciones
carentes de sentido. Cuando consigue salir, descubre que afuera lo espera uno de los trogloditas, al que decide
llamar Argos, como el perro de Ulises en la Odisea. Más adelante, el troglodita le confiesa que él,
Argos, es Homero.
Marco Flaminio descubre que la inmortalidad es una especie de condena. La muerte da sentido a cada acto
ante la posibilidad de ser el último; la inmortalidad se lo arrebata.
Sabía [la república de hombres inmortales] que en un plazo infinito le ocurren a todo hombre todas las cosas.
[…] Encarados así, todos nuestros actos son justos, pero también son indiferentes. No hay méritos morales o
intelectuales. Homero compuso la Odisea; postulado un plazo infinito, con infinitas circunstancias y cambios,
lo imposible es no componer, siquiera una vez, la Odisea.

Resueltos a salir de esa situación, hacia el siglo X él y los demás inmortales se dispersan por la faz de la tierra
para encontrar ese otro río (que por fuerza debe de existir en alguna parte) que «borraría» la inmortalidad. En
1921, viajando por el norte de África, al fin lo encuentra y descubre con júbilo que vuelve a ser mortal.
La tercera y última parte es una breve «posdata» a modo de epílogo, de estilo típicamente borgiano, que
combina alusiones literarias verosímiles con referencias ficticias.

En el cuento “El inmortal” de Jorge Luis Borges, convergen, además de una historia épica fascinante sobre un
viaje en busca de la inmortalidad y posteriormente uno para cancelar la misma, un postulado filosófico, que
oculto en la estructura de Abismo en la que está narrada la historia, insinúa el panteísmo y redefine el concepto
de eternidad. El cuento comienza con un narrador implícito, que bien podría ser el mismo Borges, o tal vez el
anticuario, Joseph Carthapilus. Este hace entrega de seis volúmenes en cuarto menor (1715- 1720), de la Ilíada
de Pope, a la princesa Lucigne. En el último de los volúmenes entregados por Carthapilus, cuenta el narrador,
se encontraba un manuscrito, donde se desarrolla la parte principal del cuento, la historia de un tribuno militar
al que un jinete en vísperas de su muerte le confiesa la existencia de un rio secreto, Este convierte a cualquier
hombre que lo beba en inmortal. A lo largo de la próxima explicación trataremos de exponer aquellas
insinuaciones a las que refiero y denotar el carácter fantástico de la historia, los recursos y matices con las que
el autor genera una constante atmosfera de confusión temporal.

El relato comienza, como ya he mencionado, con la entrega de seis volúmenes de la Ilíada de Pope a la
princesa Lucigne. El dueño de tales volúmenes es Joseph Carthapilus, oriundo de Esmirna, de donde proviene
también Homero, Autor de la Ilíada (posteriormente traducida por el poeta británico Pope). Joseph, nace en
Esmirna y muere en el mar tratando de volver allí, lo que parece ser un indicio de lo que posteriormente el
relato vuelve a sugerir una y otra vez, dado que en la estructura filosófica del cuento, la originalidad, la autoría
son meras construcciones simbólicas de los mortales. Como expone el texto, toda novedad no es más que un
recuerdo.

En el principio del relato donde nos cuentan sobre el anticuario también se mencionan otras características
particulares, como su apariencia: “un hombre consumido y terroso, de ojos grises y barba gris, de rasgos
singularmente vagos”. Y también su forma de hablar: “Se manejaba con fluidez e ignorancia en diversas
lenguas; en muy pocos minutos pasó del francés al inglés y del inglés a una conjunción enigmática del español
de Salónica y de portugués de Macao”.

La atmosfera confusa con respecto al tiempo, los hechos y los nombres comienza desde la primera frase del
manuscrito, que según el narrador del primer párrafo está redactado en ingles y abunda en latinismos, dando
conciencia otra vez de lo difuso de su origen o de la naturaleza de su autor.

 Ideolecto de Borges según Ana María Berenechea:


- La vastedad del tiempo y del espacio:
La proyección de horizontes borrosos y de metas inalcanzables contribuye a crear una
atmosfera de inquietud y ensoñación que envuelve al relato, por eso abundan adjetivos que
son como un vago ademán en el tiempo y en el espacio: vasto e infinito son las palabras que
más se repiten en el cuento, infinito, por ejemplo, insinúa de manera indirecta la aventura de
Rufo en el desierto (el color de ensueño de la arena provoca la infinitud): “Me levanté poco
antes del alba; mis esclavos dormían, la luna tenía el mismo color de la infinita arena”
(página 10); “Homero compuso la Odisea; postulado un plazo infinito con infinitas
circunstancias y cambios…” (Página 21), “En el desierto los perdí, entre los remolinos de
arena y la vasta noche” (página 12); “Bajé; por un caos de sórdidas galerías llegué a una
vasta cámara circular…” (Página 15).
- Las multiplicaciones infinitas:
Observamos en el cuento un vocabulario que abunda en las manifestaciones de lo múltiple
así como la estructura misma del relato a manera de “caja china” que alude a la
multiplicidad, bajo la forma de inclusión: “Ignoro el número total de las cámaras; mi
desventura y mi ansiedad las multiplicaron” (página 15); “Varios días erré sin encontrar
agua, o un solo enorme día multiplicado por el sol, por la sed y por el temor de la sed”
(página 12).
- Las postergaciones infinitas y el tiempo cíclico:
Borges introduce alusiones pasajeras al tiempo cíclico: “Más razonable me parece la rueda
de ciertas religiones del Indostán; en esa rueda que no tiene principio ni fin, cada vida es
efecto de la anterior y engendra la siguiente, pero ninguna determina el conjunto” (página
21).
- Los laberintos:
En el cuento se observan alusiones al desierto infinito y los protagonistas tienen la
sensación de hallarse perdidos en su red inextricable durante una pesadilla o una
alucinación: “A la impresión de enorme antigüedad se agregaron otras: la de lo
interminable, la de lo atroz, la de lo complejamente insensato. Yo había cruzado un
laberinto pero la nítida Ciudad de los Inmortales me atemorizó y repugnó” (página 16) , así
también el laberinto sin salida donde el hombre vaga extraviado se convierte en el doble
símbolo del infinito y del caos, aquí el sueño del tribuno Rufo dibuja con precisión
angustiosa el camino hacia una meta que se divisa pero se sabe inalcanzable: “En el alba la
lejanía se erizó de pirámides y de torres. Insoportablemente soñé con un exiguo y nítido
laberinto: en el centro había un cántaro; mis manos casi lo tocaban, mis ojos lo veían, pero
tan intrincadas y perplejas eran las curvas que yo sabía que iba a morir antes de alcanzarlo”
(página 12), el camino de pozos y galerías y la estructura misma del laberinto: “Un laberinto
es una casa labrada para confundir a los hombres; su arquitectura, pródiga en simetrías, está
subordinada a ese fin. En el palacio que imperfectamente exploré, la arquitectura carecía de
fin” (página 16).
- El panteísmo y la anulación de la individualidad:
Se da el proceso de desintegración del yo, a través de una vida sin fin que ofrece al
protagonista la posibilidad de experimentar todas las aventuras, de agotarlas y d repetirlas
hasta el cansancio. Además en el cuento una experiencia infinitamente prolongada aniquila
la individualidad de Homero, por ello reúne dos tipos de formulas para comunicar su
nihilismo: una es las enumeraciones heterogéneas que le brinda el panteísmo y también la
creencia en la transmigración de las almas “Nadie es alguien, un solo hombre inmortal es
todos los hombres. Como Cornelio Agrippa, soy dios, soy héroe, soy filósofo, soy demonio
y soy mundo, lo cual es una fatigosa manera de decir que no soy “(página 22), otra la que
enfrenta el ser todos y el ser nadie “Yo he sido Homero; en breve, seré Nadie, como Ulises;
en breve, seré todos: estaré muerto”(página 26). En los pasajes del cuento se ve un esquema
de contraste entre expresiones que aluden a lo intenso frente a las de lo inane.
- Disolución del individuo:
El cuento se cierra con palabras doblemente desoladas porque se aplican a un hombre que si
es símbolo de todos los hombres, es además por esencia un escritor:”Palabras, palabras
desplazadas y mutiladas, palabras de otros, fue la pobre limosna que le dejaron las horas y
los siglos” (página 27)
- Los colores irrecuperables:
Constantemente vuelve a sus páginas la idea de que cualquier restitución del pasado está
condenada al fracaso. Toda la angustia de las horas que aniquilan al hombre y a los
recuerdos del hombre, toda la poesía que encierra la ensoñación de la humana fugacidad se
ve en el siguiente pasaje “La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los hombres.
Éstos conmueven por su condición de fantasmas; cada acto que ejecutan pueden ser último;
no hay rostro que no esté por desdibujarse como el rostro de un sueño. Todo, entre los
mortales, tiene el valor de lo irrecuperable y de lo azaroso” (página 23).
- Planos de la realidad y de la ficción:
Dentro de las zonas de existencia y ficción, este cuento empieza como real y termina
mostrando las fuentes literarias que lo originaron o la estructura artística previamente ideada
para escribirlo. Por eso lleva un penúltimo capítulo que aclara el plan del relato, historia
contada por boca de un personaje con indicios que permiten descubrir al final la verdadera
personalidad del protagonista que es Homero.
- Los paréntesis:
Este cuento como muchos otros de Borges incluye la duda y la conjetura en una aclaración
parentética que encierra varios valores, es como si Borges estuviera expresando una línea de
pensamiento y al mismo tiempo quisiera manifestar paralelamente a ella una acotación, una
corrección, un subrayado, etc. Todo paréntesis, al cortar la línea del relato para intercalar un
comentario, es un llamado de atención al lector como si se subrayase el texto para
destacarlo. “Yo había militado (sin gloria) en las recientes guerras egipcias”, “Era (como los
otros de ese linaje) de menguada estatura…”, “… la novena (a través de otro laberinto) daba
a una segunda cámara circular…”, “Sin embargo, tan grande era el alivio que me inundaba
(o tan grande y medrosa mi soledad) que di en pensar que ese rudimental troglodita, que me
miraba desde el suelo de la caverna, había estado esperándome”.
Análisis de La Lluvia

Dijo Borges alguna vez que su padre le descubrió el poder de la poesía, de las palabras, no
solo como forma cotidiana de comunicación, sino como llaves que iluminan el misterio, como
símbolos de lo eterno, como signos musicales cargados de secretos.

“La lluvia” es un poema que Borge dedica a su padre, como es evidente tras la lectura de su
último verso. Es una pieza íntima, frágil que funciona como una larga introducción para ese
cierre final en el que se ilumina la emoción del poeta al escribir estos versos.

¿Por qué la lluvia, por qué ese título?


Muchas veces caemos en la tentación de analizar al milímetro cualquier propuesta artística de
un gran creador. Borges fue uno de los más grandes de la literatura del siglo XX y su obra ha
sido analizado una y mil veces. Pero no hay que olvidar que el arte en general y la poesía en
particular parten de una inspiración íntima.

A cada lector, la lluvia le supondrá unos recuerdos y emociones diversas


Porque este poema va de recuerdos, algo muy habitual en la obra de Borges, del quien se
dice era un hombre que vivía en el pasado, en la memoria, tal fue su apasionamiento por los
libros. El primer verso nos sitúa en una tarde, pero rápidamente Borges lleva el poema a su
terreno. Llega la reflexión filosófica sobre la naturaleza del tiempo.

El escritor argentino utiliza la lluvia como elemento que nos transporta al pasado. La lluvia
despierta emociones melancólicas, recuerdos tras la ventana empapada. Pero también el
agua es un símbolo de lo infinito del eterno devenir, del tiempo circular.

En la segunda estrofa, Borges va concretando el espacio en el que se desarrollo su


pensamiento o su recuerdo, nos vamos a un patio, tal vez de su niñez. Y llega el final en el
que el poeta abre su corazón.

Un cierre donde se expresa el sentido del poema


Ya lo decíamos más arriba, todo en este poema es una introducción que envuelve el último
verso. Es la voz del padre, que no ha muerto. Borges no se anda por las ramas en este último
verso. Su padre vive en el recuerdo, en su poesía, en su amor por la literatura.

Borges dijo también en su día que uno de los mejores recuerdos de su infancia era la
biblioteca de su padre, de la que no recordaba haber salido. Jorge Guillermo Borges fue
durante muchos años una figura en segundo plano, oculta por la poderosa personalidad de la
madre del escritor. Pero ya en el otoño de su vida, Borges se reencuentra con él en este
poema de El hacedor (1960). Le oye en la lluvia, en el patio. Su voz nunca se fue.

... Fuente https://www.poemas.de/lluvia/

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