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Chile y Perú.

Historia de sus relaciones diplomáticas


entre 1879 y 1929

Juan José Fernandez Valdés

CAPÍTULO I
EL INICIO DE LA GUERRA DEL PACÍFICO
1. BOLIVIA VIOLA EL TRATADO DE 1874
2. CHILE DECLARA LA GUERRA A PERÚ Y BOLIVIA
3. PRIMERAS REACCIONES DE LOS NEUTRALES
4. GESTIÓN ESPONTÁNEA DEL MINISTRO NORTEAMERICANO EN LA PAZ
5. LAS CONFERENCIAS DE ARICA
6. LA OCUPACIÓN DE LIMA Y LA INSTALACIÓN DEL GOBIERNO PROVISORIO DE GARCÍA CALDERÓN
7. BOTÍN DE GUERRA. LIBROS PERUANOS A CHILE
8. EL DEPARTAMENTO DE ESTADO Y EL PRESIDENTE GARCÍA CALDERÓN
9. EL CRÉDITO INDUSTRIAL Y LA COMPAÑÍA PERUANA
10. ESTADOS UNIDOS DESIGNA NUEVOS AGENTES EN LIMA Y SANTIAGO
11. HULBURT EN ACCIÓN. ENFERMEDAD Y MUERTE DE KILPATRICK

1. BOLIVIA VIOLA EL TRATADO DE 1874


Las primeras Constituciones señalaron que el territorio nacional se extendía desde el
desierto de Atacama hasta el Cabo de Hornos. Diferentes estudiosos han sostenido que
incluiría todo el despoblado1. Por su parte, el internacionalista y diplomático peruano Víctor
Maúrtua, en su alegato por cuestiones limítrofes con Bolivia, expresó que la Audiencia de
Lima limitaba con el reino de Chile, o sea, el deslinde se encontraba en el paralelo 21º, en
la desembocadura del río Loa2. Empero, historiadores bolivianos afirman que la de Charcas,
antecesora de su patria, poseía costas en el Océano Pacífico, a partir de dicho río y hasta el
límite con Chile, en el paralelo 26º 3. Entre otros antecedentes, se apoyan en un mapa de la
provincia de Potosí, dibujado por Hilario Malaver, en 1787, que demostraba que la
Capitanía General de Chile limitaba con la Audiencia de Charcas en el río Salado, cerca del
paralelo 26º15’, a corta distancia de Copiapó. Charcas accedería, pues, al Océano Pacífico 4.
En el diferendo limítrofe chileno-argentino que se sometió al arbitraje del Gobierno
británico, en 1896, La Moneda consignó que la República de Bolivia —heredera de Charcas
— llegaba hasta el mar Pacífico en el territorio de Atacama, “al norte de los límites de

1
1 Jaime Eyzaguirre: “Breve historia de las fronteras de Chile”. Editorial. Universitaria. 20ª edición. Santiago. 1991.
2
2 Víctor Maúrtua: “Juicios de límites entre el Perú y Bolivia”. Barcelona, 1906. Tomo 3º, págs. 145 y 146. Citado por Raúl
Bazán Dávila en “El patrimonio territorial que recibimos del Reino de Chile”. Pág. 283.
3
3 Santiago Benadava: “Historia de las fronteras de Chile”. Editorial Universitaria. Santiago. 1993. Pág. 17.
4
4 William Jefferson Dennis: “Documentary history of the Tacna-Arica dispute”. Kennikat Press. Washington. 1927. Pág. 30.
Chile”5. Se apoyó en la demarcación establecida en la reputada cartografía de Cano y
Olmedilla, de 1775. Según esta, Charcas tuvo mar desde la época colonial 6.
Como consecuencia de la guerra con España, en que Santiago y La Paz fueron aliados,
juntos con Perú y Ecuador, estas controvertidas apreciaciones se zanjaron finalmente por el
pacto de 1866, que estableció la frontera en el paralelo 24º, y luego el de 1874 confirmó
aquella, así como dio término al condominio económico que se estableció en el del ‘66. A
cambio de esto, por un período de veinticinco años, Bolivia se comprometió a que “las
personas, industrias y capitales chilenos” situados en la zona que Chile renunció al norte
del paralelo 24º, no quedarían “sujetas a más contribuciones de cualquiera clase que sean,
que a las que al presente existan”. Se acordó, también, el arbitraje, en el caso de que
surgiesen cuestiones provenientes de la inteligencia y ejecución de aquel instrumento.
La historiografía peruano-boliviana ha intentado demostrar que Chile era una nación sin
destino económico. Por esta causa, habría buscado su expansión hacia Bolivia y Perú 7, y
ocupado tierras que nunca le pertenecieron.
Pero, es oportuno indicar que esta no fue una política de Estado, sino que correspondió a
la acción privada de sus hombres de empresa y de sus trabajadores.
Los hechos tampoco coinciden con esta aseveración acerca de la pobreza chilena. Por el
contrario, en 1832, fue descubierto el rico mineral de plata en Chañarcillo, cerca de
Copiapó. Poco después, José Tomás Urmeneta explotó una valiosa veta de cobre en
Tamaya, que le significó pasar a ser el primer productor de ese mineral a nivel mundial.
Más al sur, Matías Cousiño desarrolló el carbón, que mutatis mutandi podría equipararse
con lo que actualmente es el petróleo. Tampoco podemos olvidar la agricultura de la zona
central. Pero, más importante aún, fue la estabilidad institucional que reinó por varias
décadas, a la par que la existencia de una elite que supo respetarla.
Apoyados por estos factores, como ya señalamos, nuestros empresarios se establecieron
en el despoblado de Atacama, a partir de 1830, prácticamente deshabitado y en apariencia
sin valor. Descubrieron grandes riquezas que convirtieron pronto en una fuente de
considerables recursos. Junto con nuestros obreros, pasaron a constituir allí la presencia
humana más importante.
La boliviana no pasaba de unos cuantos funcionarios. Atraídos por aquéllas —plata, guano
y salitre— se crearon cuantiosas fortunas en Chile, así como se pagaron mejores salarios a
los trabajadores, por lo general, mal remunerados en las haciendas de la zona central. La
situación de la provincia peruana de Tarapacá era un tanto diferente. Recientes
investigaciones señalan que previamente a la Guerra del Pacífico, pertenecía a sus
nacionales un poco más de la mitad de las empresas salitreras y alrededor de un quinto a
chilenos.

5
5 “Exposición que por parte de Chile y en respuesta de la Exposición Argentina se somete al Tribunal que constituyó el
Gobierno de S.M. británica en su carácter de Árbitro nombrado por el Acuerdo de 17 de abril de 1896”. París. 1902.
6
6 El Mercurio, Santiago, 19-1-2004. Carta del Académico José Miguel Barros a dicho periódico.
7
7 Sergio Villalobos E.: “Chile y Perú. La historia que nos une y nos separa 1535-1883”. Editorial Universitaria. Santiago.
2002. Pág. 86 y ss. Contradice al historiador boliviano, Valentín Abecia, que en “Historia de las relaciones diplomáticas de
Bolivia”, sostiene que Chile se expandió hacia el norte a causa de la paralización de su desarrollo económico.
Los británicos poseían cerca de un 13.5% y los alemanes un 8% 8.
En 1876, el Presidente de Bolivia, Tomás Frías, fue depuesto por una asonada militar,
encabezada por su ministro de guerra, el general Hilarión Daza. Su compatriota, el
historiador Alcides Arguedas ha descrito a este último como “de temperamento ardiente,
glotón, sensual y libre de todo escrúpulo moral” 9. Estableció arbitrariamente un impuesto
de diez centavos por quintal de salitre exportado a la Compañía de Salitres y Ferrocarril de
Antofagasta, que vulneraba lo preceptuado en el tratado de 1874. Ella estaba constituida
por Agustín Edwards y Francisco Puelma, con 848 acciones cada uno, y el británico
Guillermo Gibbs, con 804.
Los socios se sintieron afectados por esta disposición y temieron que el gobierno chileno
se inhibiera de tomar acción. “Como Chile tiene o pretende tener, terrenos salitreros
propios —escribía Hicks, gerente general de la casa Gibbs a su matriz de Valparaíso— su
oposición, me temo, será débil”10.
¿Qué actitud adoptaría La Moneda? Desde luego, Chile atravesaba por una situación
económica difícil, mientras en el frente externo afrontaba importantes problemas limítrofes
con Argentina. Es cierto que se había aprobado en Buenos Aires el pacto Fierro-Sarratea,
mas su ratificación por el legislativo argentino estaba aún pendiente. Si los gobernantes
del palacio de Toesca hubiesen recordado el tratado secreto peruano-boliviano de 1873,
habrían comprendido que tendrían entonces dos adversarios en vez de uno, y acaso un
tercero si el Plata hubiese suscrito aquel.
Un historiador chileno, de ideología marxista, ha estimado que la aplicación de dicho
impuesto no fue causa suficiente para que después se iniciara un conflicto bélico, como
queriendo indicar que fueron los intereses de estos capitalistas el verdadero origen del
problema. Según él, más bien sirvió de pretexto, porque el gravamen era tan bajo que
después de la Guerra del Pacífico el Estado chileno fijó un arancel aduanero dieciséis veces
superior11.
Empero, el investigador británico Harold Blakemore, estimó que los diez centavos habrían
tornado antieconómica la operación de la compañía, frente a la competencia de los
nitratos de Tarapacá12. Se puede pensar, entonces, que la intención del general Daza iba
más allá que la de simplemente recaudar aquellos centavos.
El barón d’Avril, ministro francés en Santiago, afirma que Perú indujo a Bolivia a destruir la
competencia que le hacía el salitre chileno. Con este motivo convenció al general Daza de
gravarlo13. Según el historiador chileno Sergio Villalobos, el canciller peruano Irigoyen fue
uno de los que impulsó a Bolivia a crear este tributo, y para hacerlo tolerable recomendó
8
8 Carmen Cariola y Osvaldo Sunkel: “Un siglo de historia económica de Chile. 1830-1930”. Editorial Universitaria. Santiago.
1990. Pág. 85.
9
9 Francisco A. Encina: “Historia de Chile”. Editorial Nascimento. Santiago. 1950. Tomo XVI. Pág. 251.
10
10 John Mayo: “La Compañía de Salitre de Antofagasta y la Guerra del Pacífico”. “Historia”. Instituto de Historia. Pontificia
Universidad Católica. Santiago. 1979. Pág. 77.
11
11 Luis Vitale: “Interpretación marxista de la historia de Chile. Ascenso y declinación de la burguesía minera”. Vol. IV.
Frankfurt 1975. Lo reproduce Enrique Amaro en “La política británica en la guerra del Pacífico”. Editorial Horizonte. Lima.
1988. Pág.191.
12
12 Harold Blakemore: “From the Pacific to La Paz. The Antofagasta (Chili) and Bolivia Railway Company. 1888-1988”.
Antofagasta Holding PLC. London. 1990. Pág. 16.
que se fijara inicialmente en diez centavos. La idea era llegar a cincuenta, a través de
aumentos graduales14.
Gravada la empresa y embargados sus bienes, en febrero de 1878, Daza se manifestó muy
complacido y escribió al prefecto de Antofagasta:
“He fregado a los gringos y espero que Chile no intervendrá en este asunto empleando la
fuerza; su conducta con Argentina revela de una manera inequívoca su debilidad e
impotencia; pero si nos declaran la guerra, podemos contar con el apoyo del Perú, a quien
exigiremos el cumplimiento del tratado secreto”15.
El propósito que animaba al General “era preferir en la explotación de sus salitres del litoral
a su hermana y aliada, la República del Perú, con el objeto de evitar la competencia
[chilena] en la explotación”, según confidenció su Ministro de Relaciones Exteriores de
Bolivia al ministro peruano, José Luis Quiñones16.
Los acontecimientos posteriores demostraron que este militar cometió un grave error,
pues fue Bolivia la que se “fregó”, pero también Perú.
¿A qué instrumento aludió Daza?
Se refería al muy debatido tratado de alianza defensiva, suscrito en Lima por Perú y Bolivia,
el 6 de febrero de 1873, con carácter secreto17. Al parecer, si bien sería de inspiración
boliviana, el gobernante peruano Manuel Pardo le prestó sin demora favorable acogida 18.
Este pacto como informó aquel a Brasil perseguía reprimir únicamente la ambición
territorial de Chile, que buscaba apoderarse de las riquezas de Antofagasta, Tarapacá e
incluso Arica, llave del comercio alto-peruano 19.
La pretensión atribuida a Chile se fundaba, principalmente, en una expedición de exiliados
bolivianos organizada en Valparaíso, en 1872. Ella contaría —según fuentes peruano-
bolivianas— al menos con la tolerancia del Presidente Federico Errázuriz Zañartu, a fin de
instalar en La Paz un gobierno favorable a Chile. El objeto era lograr un presunto trueque
territorial: Antofagasta y Tarapacá para Chile, y desde Iquique hasta Arica para Bolivia 20.
Pardo observaba, también, con recelo la decisión de Errázuriz de ordenar la construcción
de dos poderosos blindados en Inglaterra. Veía en ellos una amenaza y el modo de
13
13 “Informes inéditos de diplomáticos extranjeros durante la Guerra del Pacífico”. Editorial Andrés Bello. Santiago. 1980.
Pág. 325. Trascribe nota del barón d’Avril, Ministro de Francia en Chile, al Ministro de Negocios Extranjeros de Francia.
14
14 Sergio Villalobos R.: op. cit. Pág.130. Reproduce un párrafo de una carta de Rafael Vial, desde Lima, a Domingo Santa
María.
15
15 Roberto Querejazu: “Guano, Salitre, Sangre”. La Paz-Cochabamba. 1979. Bolivia. Pág. 31.
16
16 Ibídem. Pág. 220. (Reproduce oficio N°11, La Paz, 5-2-1879, de José Luis Quiñones, Ministro de Perú en Bolivia, al
Ministro de RR.EE. de Perú).
17
17 Algunos historiadores, principalmente peruanos, tuvieron la idea de que Chile conoció, desde el primer momento, la
existencia del tratado secreto de alianza, de 1873, y que Godoy conocía hasta su articulado. Curiosamente, J.L. Quiñones,
Ministro de Perú en Bolivia, envió sendos oficios a su Cancillería afirmando que él no lo conocía (12 y 28-2-1879). Ver
Pascual Ahumada: “Guerra del Pacífico”. Editorial Andrés Bello. 1982. Tomo II. Págs. 8 y 9. Respecto de J. Godoy, ver Juan
José Fernández Valdés: “Chile-Perú. Historia de sus relaciones diplomáticas entre 1819 y 1879”. Editorial Cal y Canto. Pág.
489.
18
18 Juan José Fernández Valdés, op. cit. Págs. 410 y siguientes.
19
19 Archivo Histórico de Itamaraty. Libro Nº212/2/14. Correspondencia enviada por la Legación Imperial en Perú. Oficio Nº2,
Lima, 20-12-1873.
20
20 Jorge Basadre: “Historia de la República del Perú”. Editorial Universitaria. Lima. 1983. Tomo VI. Pág. 3.
fortalecer aquellos intentos expansionistas.
Detrás del tratado secreto existían los designios económicos del gobernante del Rímac,
que recibió las finanzas públicas en bancarrota y que buscaba crear el estanco del salitre,
tanto peruano como boliviano. En un principio, comulgó con ideas liberales en materia
económica, pero paulatinamente se orientó hacia una política proteccionista. Un juicio
similar formuló su adversario, el político peruano Alberto Ulloa Cisneros, en sus Escritos
históricos21. Antes de la guerra, Perú tenía el monopolio mundial del guano y con Bolivia el
del salitre. A partir de 1860, disminuyeron los depósitos del primero. Las autoridades
peruanas entonces dirigieron su mirada al salitre, que empezaba a hacer una dura
competencia al otro fertilizante. Empero, como ya anotamos, cerca del 41% del nitrato se
hallaba en manos de grupos privados, principalmente chilenos, británicos y alemanes, sin
contar con el que Chile explotaba en Bolivia. Además, Valparaíso era el centro financiero
de estos últimos productores.
El pacto de 1873 sería, pues, el instrumento que defendería esta política.
En los momentos en que se negociaba, el Canciller peruano, Manuel Irigoyen, instruyó a su
agente en el Plata, Aníbal de la Torre, para que obtuviese que Buenos Aires se adhiriera a
él. Al precio de que Tarija fuese boliviana, La Paz le concedería a Argentina “sus territorios
del grado 24 al 27”, de tal modo que el Plata accediera al Océano Pacífico 22. Sin embargo,
la diplomacia del Rímac a pesar de sus gestiones iniciales no obtuvo la adhesión de la
República Argentina.
Los historiadores peruanos han sostenido que el Pacto de 1873 carecía de un carácter
ofensivo. En cambio, Thomas A. Osborn, ministro norteamericano en Santiago, estimó que
aunque no mencionaba a una tercera república, estuvo claramente “dirigido contra Chile”23.
Una percepción análoga se advierte en la correspondencia de los representantes de
Alemania, Francia e Italia en Santiago24.
El ministro francés en Lima, Charles de Vorges, informa que sus cláusulas resultarían sin
sentido si no fuesen aplicables a la república del sur25.
En 1873, Pardo resolvió crear el estanco del salitre y optó por una política expoliadora del
capital privado extranjero26. De tal manera que el gobierno peruano pasaba a ser el único
exportador de ese fertilizante. Conforme a estos lineamientos, solicitó a Bolivia que
armonizara los suyos con Lima. El estanco fracasó, sin embargo. El mandatario optó,
21
21 Alberto Ulloa: “Escritos Históricos”. No tiene pie de imprenta. Se trata de una colección de artículos escritos en “La
Prensa” de Lima, entre el 2 de enero y el 24 de abril de 1908.
22
22 MINREL. NEGOCIACIONES CHILE-PERÚ. 1922-23. Oficio, Buenos Aires, 24-4-1872, de Aníbal V. de la Torre, Ministro
de Perú en Argentina, a Manuel Irigoyen, Ministro de RR.EE. de Perú. El original fue entregado a La Moneda por el Senador
Gonzalo Bulnes, junto con varios más.
23
23 NATIONAL ARCHIVES OF THE U.S.A. (en adelante N.A.U.S.A). 10-30. Oficio Nº 98, Santiago, 10-5-1879, de Thomas
A. Osborn, Ministro de EE.UU. en Chile, a William M. Evarts, Secretario de Estado.
24
24 Ricardo Abós-Padilla: “El tratado secreto Perú-boliviano visto por diplomáticos de terceros países”. Texto mimeografiado.
Concepción. 14-7-1988.
25
25 A.H. de RR.EE. (en adelante MINREL). Informe sobre “La Guerra del Pacífico vista por un diplomático francés en Lima”
por Enrique Bernstein. No se logró ubicar el oficio con que el autor envió este trabajo, pero el texto incompleto se conserva
en la Academia Chilena de la Historia.
26
26 Pascual Ahumada: op. cit. Tomo VI. Pág. 347. Reproduce oficio circular de José Manuel Balmaceda, Ministro de RR.EE
de Chile, a los agentes diplomáticos chilenos en el exterior, Santiago, 24-12-1881.
entonces, por elevar el impuesto sobre cada quintal de salitre que se exportaba, a fin de
lograr el mismo resultado que perseguía con aquel. Tampoco tuvo éxito. En 1875,
finalmente expropió a los capitalistas, a quienes pagaría con certificados que las
autoridades peruanas rescatarían dentro de dos años y que devengarían un interés anual
del 8%. Sin embargo, Perú no consiguió en el exterior el préstamo de 7.000.000 de libras
esterlinas, que necesitaba para tal rescate. Entre los salitreros de Tarapacá el efecto fue
pésimo27.
Un autor norteamericano, al examinar estos hechos, ha considerado que el impuesto
boliviano violó incuestionablemente el pacto de 1874 28. El agente de Francia en Perú, ya
citado, coincidió con esta afirmación. Agregó también que los representantes europeos en
Lima demostraban preferencia por Chile, “país organizado, trabajador y que paga sus
deudas”. Para el corresponsal de The Daily Telegraph, en Lima, este gravamen claramente
vulneró el Tratado de 1874, “obra de la pobreza y avidez de los gobernantes de aquella
República [Bolivia]”. “Le Temps” estima que, desde 1876, la política peruana ha empujado a
La Paz en tal sentido29.
De acuerdo con órdenes impartidas desde Santiago, el encargado de negocios chileno en
La Paz, tan pronto conoció la decisión adoptada por Daza, reclamó oficialmente por nota y
expresó que su gobierno se vería obligado a declarar nulo el convenio de 1874. Bolivia
invocó el arbitraje. Chile lo aceptó, a condición de que antes se suspendiese la aplicación
de la ley del 14 de febrero de 1878. En caso contrario, el diplomático regresaría a su patria.
Al mismo tiempo, declararía, como consecuencia de la ruptura, que renacerían para Chile
todos los derechos que legítimamente hacía valer con antelación al Tratado de 1866, sobre
el territorio a que este se refería. Bolivia mantuvo su posición y no hubo arbitraje en la
forma indicada, mientras La Moneda persistió en la suya.
Ya hemos observado que el Presidente Aníbal Pinto asumió el mando en medio de una
severa crisis económica. A fin de paliarla, olvidó los informes de Guillermo Blest Gana y del
representante brasileño, e intentó vender los dos blindados al gobierno de Su Majestad
británica. Uno de ellos se encontraba temporalmente en los astilleros de esa nación, y fue
ofrecido al Reino Unido30. Inglaterra se desinteresó. Esta decisión puso al desnudo que los
gobernantes del Mapocho no se preparaban para dar zarpazos a sus vecinos.
La decisión del Presidente Daza promovió en Santiago protestas en los sectores populares,
donde existía mucho resentimiento, en particular contra los peruanos, pues la emigración a
esa república dejó malos recuerdos entre los chilenos que fueron a trabajar en los
ferrocarriles. Es por eso que el ministro del interior Antonio Varas expresó a Pinto: “Ahora
tenemos que ocupar toda Antofagasta o nos matan a ti y a mí”31.
Por otra parte, Edwards y Puelma —socios mayoritarios de la empresa mencionada—
presionaron al gobierno en defensa de sus intereses. También existían otros accionistas
27
27 Harold Blakemore, “Gobierno chileno y salitre inglés 1886-1896: Balmaceda y North”. Ed. A. Bello. 1978. Pág. 28.
28
28 Herbert Millington: “American diplomacy and the war of the Pacific”. NY. Columbia University Press. 1948. Pág. 29.
29
29 P. Ahumada, op. cit. Tomo 1. Pág. 282.
30
30 Sergio Villalobos, op. cit. Pág. 121
31
31 Mario Barros: “Historia diplomática de Chile”. Barcelona. Ediciones Ariel. 1970. Pág. 332.
que se hallaban relacionados con el establishment político, tales como los ministros de
Guerra y Marina, Manuel García de la Huerta, y Hacienda, Julio Zegers; y los diputados Luis
Pereira y Marcial Martínez, por ejemplo. El papel que jugó la firma inglesa Anthony Gibbs
& Sons fue menor32, no obstante que se le ha atribuido un rol exagerado.
Conforme las investigaciones del historiador Manuel Ravest en los archivos de esa
compañía, los intereses privados no torcieron la voluntad del Presidente, pues este se negó
“categóricamente” a impedir la subasta de los bienes de aquella empresa, como deseaban
sus propietarios. Incluso les recomendó que pagasen el impuesto bajo protesta. El
gobierno actuaría tan pronto se verificase el remate, “hecho jurídico que materializaría la
infracción boliviana al Tratado de Límites de 1874” 33. Por otra parte, la interpretación
marxista ha olvidado que el naciente capitalismo chileno se hallaba dividido.
De un lado, Edwards y Puelma, que presionaban en contra de Bolivia, y del otro, Melchor
Concha y Toro, presidente de la Cámara de Diputados, y, Jerónimo Urmeneta, con
importantes intereses en el altiplano, que aspiraban a mantener buenas relaciones con esa
república.
En consecuencia, el conflicto bélico que se desató entre Chile, por un lado, y Perú y Bolivia,
por el otro, encuentra su causa inmediata cuando esta última incumplió el pacto de 1874.
Sin embargo, no podemos olvidar que hubo causas mediatas. Acaso una de las más
gravitantes fueron las riquezas que se escondían debajo de las arenas del desierto de
Atacama, porque sin ellas no se habría vulnerado un tratado internacional. Tampoco se
puede desconocer el histórico desacuerdo que existía en Perú en contra de Chile, y
también de este último respecto del primero.
Aunque nos parece opinable, el historiador australiano John Mayo ha lucubrado que estas
infracciones al pacto de 1874 perjudicaron a una empresa chilena asentada en suelo
boliviano, pero proporcionaron a Chile un “pretexto” para intervenir, de la misma manera
que otras empresas encabezaron la expansión europea en África y el Pacífico 34.
Una vez violado el Tratado, el Presidente ordenó que las fuerzas nacionales ocupasen y
reivindicasen “los territorios que Chile poseía antes de ajustar con Bolivia los Tratados de
Límites de 1866 y 1874”. El general Daza había dispuesto que, el 14 de febrero de 1879, se
remataran o vendieran los bienes de la citada compañía. Esta decisión no se realizó porque
las fuerzas chilenas ya habían tomado posesión de Antofagasta.
El canciller, Alejandro Fierro, informó al cuerpo diplomático residente que roto el pacto de
1874, “renacen para Chile los derechos que legítimamente hacía valer antes del Tratado de
1866 sobre el territorio a que ese tratado se refiere [paralelos 23 a 25]” y “ reivindicaba
todos los derechos que poseía antes del pacto de 1866”35.
2. CHILE DECLARA LA GUERRA A PERÚ

32
32 Mariano Baptista Gumucio: “Chile-Bolivia. La agenda inconclusa”. LOM ediciones. Santiago. 1999. Págs. 160 y
siguientes. Ver “Los empresarios, la política y los orígenes de la Guerra del Pacífico” por Luis Ortega.
33
33 Manuel Ravest Mora: “La Compañía Salitrera y la ocupación de Antofagasta 1878-1879”. Editorial Andrés Bello.
Santiago. 1983. Pág. 17.
34
34 John Mayo, op. cit. Pág. 71.
35
35 Pascual Ahumada op. cit. Tomo I. Págs. 64 y siguientes.
El Presidente peruano —general Mariano Ignacio Prado— vio la lucha muy próxima. Su
actitud frente a Chile fue cordial, durante el conflicto con España en 1865. Conocida era su
amistad con Domingo Santa María. La situación económica la veía muy crítica y el Estado
no estaba en condiciones de afrontar los gastos de una guerra. Ante las exigencias de Daza
de poner en acción el instrumento de 1873, intentó resucitar la fracasada gestión de su
antecesor Manuel Pardo para lograr que la Confederación Argentina adhiriese a él, de
modo que la alianza adquiriese el peso de que carecía 36.
Las relaciones chileno-argentinas se advertían tensas por la discusión de la Patagonia. Era
posible, pues, que el Plata se tentase. Chile tendría que enfrentar, entonces, tres
adversarios en vez de dos, una opción que ha merodeado, más de alguna vez, en su
panorama internacional.
El canciller peruano Manuel Irigoyen comunicó a su agente diplomático en Buenos Aires,
Aníbal V. de la Torre, que Bolivia consideraba ofrecer a Argentina, bajo ciertas condiciones,
el territorio que se extendía desde el grado 24 hasta su “verdadera” frontera con Chile, el
grado 27. De tal forma, Buenos Aires accedería cómodamente al Océano Pacífico 37.
Su contraparte, el ministro Manuel Montes de Oca, prefirió continuar negociando con José
Manuel Balmaceda. Por medios diplomáticos pudo consolidar su posición en la
Patagonia38, sin correr el riesgo de una guerra para la cual la Confederación Argentina no
parecía preparada. Es posible que, si hubiese aceptado este ofrecimiento, otras naciones se
habrían involucrado en el conflicto. Por ejemplo, el Imperio de Brasil, que tenía
desacuerdos limítrofes con su vecino del Plata y con Perú.
De la Torre tampoco se entusiasmó con esas instrucciones, aunque las cumplió. A su juicio,
la cesión territorial propuesta dejaría a Argentina tan poderosa que rompería el equilibrio
continental. Perú necesitaría adquirir los departamentos de La Paz, Oruro y Cochabamba,
en el sur, y Guayaquil, en el norte, para mantenerlo39.
Los hechos posteriores demostrarían que una entente peruano-boliviana, sin el apoyo del
Plata, resultaría ineficaz para doblegar a Chile e implementar los planes del Presidente
Pardo40.
Ante las presiones de Daza, Perú intentó mediar entre Bolivia y Chile.
Con este motivo, suscribió un memorándum con el ministro Eulogio Doria Medina, que
estableció las bases para un arreglo, claramente favorable a Bolivia. Prado acreditó en
Santiago a José Antonio de Lavalle, en calidad de ministro plenipotenciario en misión
especial, a fin de lograr un arreglo.

36
36 Pascual Ahumada op. cit. Tomo IV. Pág. 36. Reproduce nota, del 4-7-1879, de Manuel Irigoyen, Ministro de RR.EE de
Perú, al Ministro de Perú en Argentina.
37
37 MINREL A AGENTES EN WASHINGTON. Telegrama N°20, Santiago, 7-2-1924, Roberto Sánchez, Ministro de RR.EE.
de Chile a Agentes en Washington. Se refiere a documentos oficiales peruanos que entregó a ese Ministerio el senador
Gonzalo Bulnes.
38
38 Alberto Ulloa Sotomayor: “Para la historia internacional y diplomática del Perú. Chile”. Editorial Atlántida. Lima. 1987.
Pág. 76.
39
39 MINREL. NEGOCIACIONES CHILE-PERÚ. 1922-23. Oficio, Buenos Aires, 24-4-1872, de Aníbal V. de la Torre, Ministro
de Perú en Argentina, a Manuel Irigoyen, Ministro de RR.EE. de Perú.
40
40 Alberto Ulloa Sotomayor: “Para la historia internacional y diplomática del Perú”. Editorial Atlántida. Lima. 1987. Pág. 112.
Según relata en su obra Mi misión en Chile en 1879, este agente partió al sur sin conocer la
existencia del Tratado41. Se habría impuesto de él durante la navegación, cuando leyó los
documentos que, de modo apresurado, le entregó el canciller Irigoyen antes de viajar. Sin
embargo, un autor chileno alega que lo conocía desde 1876, pues fue presidente de la
comisión diplomática del Congreso peruano hasta 1878, cuando se trató el tema 42.
La tarea de Lavalle se hallaba condenada al fracaso, desde el momento en que debió
comunicar oficialmente al gobierno chileno que el suyo se encontraba ligado a Bolivia por
el Tratado de Alianza de 1873 43. En consecuencia, Perú no sería neutral. Según un
historiador estadounidense, estos esfuerzos no prosperaron, además, porque la diplomacia
del Rímac se convenció de que necesitaba apoyar a Bolivia. De lo contrario, esta podría
rápidamente entenderse con Chile, a fin de despojar ambos a Perú de Tarapacá con sus
valiosos recursos salitreros44, obviamente a cambio de territorios más al norte, como Arica,
por ejemplo, que durante el Virreinato fue la salida natural del Alto Perú [esto es de
Charcas] al Océano Pacífico.
El ministro chileno en Lima, Joaquín Godoy, informó a Pinto de la alianza.
Prado, preocupado, se la dio a conocer en el último momento y le rogó que pidiese al
Presidente chileno que aceptase sus buenos oficios, a través de Lavalle.
En vista de la declaración del diplomático en misión especial y del tardío mensaje de
Godoy, el Primer Mandatario tomó la decisión de declarar la guerra a Perú, ya que —
conforme al derecho internacional— la presunta neutralidad peruana le permitía hacer
adquisiciones de carácter bélico en Europa, en perjuicio de Chile.
Con la autorización del Consejo de Estado y del Congreso, la guerra fue declarada el 2 de
abril de 1879 y se comunicó por bando el 5, aniversario de la batalla de Maipú. Bolivia ya lo
había hecho el 1 de marzo, a la par que confiscó los bienes de los chilenos residentes 45.
Fierro trasmitió esta decisión a las potencias amigas. Recordó que antes del pacto de 1866,
los territorios comprendidos entre los paralelos 23º y 24º, pertenecían a Chile. Pero, en
virtud del Tratado de 1874, quedó confirmado el límite en el paralelo 24º y los “derechos
de exportación que se impongan sobre los minerales explotados en la zona de terreno de
que hablan los artículos precedentes, no excederán la cuota de la que actualmente se
cobra; y las personas, industrias y capitales de chilenos no quedarán sujetos a más
contribuciones de cualquier clase que sean que a las que al presente existen”.
Esta estipulación durará por el término de veinticinco años, en beneficio de las industrias y
capitales chilenos allí establecidos. Daza violó abiertamente dicha estipulación. La Moneda
ocupó Antofagasta y aludió a la alianza secreta peruano-boliviana. Igualmente, expresó

41
41 José Antonio de Lavalle: “Mi misión en Chile en 1879” y anexos. Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú.
Lima. 1994.
42
42 Alejandro Ríos Valdivia: “La misión Lavalle”. Imprenta y Litografía Universo. Santiago. 1924. Págs. 70 y 71.
43
43 Juan José Fernández Valdés, op. cit.
44
44 Frederick B. Pike: “Modern History of Perú”. Frederick A. Praeger. New York-Washington. 1967. Pág. 142.
45
45 “Informes inéditos de diplomáticos extranjeros durante la Guerra del Pacífico”, op. cit. Pág. 146. Trascribe oficio Nº86,
Santiago, 3-4-1879, de Thomas A. Osborn, Ministro de EE.UU. en Chile, a W.M. Evarts, Secretario de Estado.
que Chile no se proponía alterar los límites geográficos de sus adversarios 46.
Según lo expresado por Fierro, Chile deseaba restablecer el imperio del Tratado de 1874 y
lograr una indemnización pecuniaria por los gastos de guerra.
Esta última declaración le fue recordada posteriormente por los aliados y, en especial, por
Estados Unidos, desde el momento en que La Moneda exigió cesiones territoriales. Dos
años más tarde, el Canciller Balmaceda expuso la razón del cambio:
“Devolver al enemigo el dominio de la causa misma de la contienda, después de nuestros
triunfos y de la posesión de aquellos territorios, habría sido una imprevisión injustificable y
una falta absoluta del conocimiento que suponen las cuestiones de Estado” 47.
Subyacía el temor de una guerra de revancha, financiada desde el Rímac con el salitre.
Irigoyen, por su parte, expuso al poder legislativo el origen del problema.
Su verdadera causa, dijo, debe encontrarse en la ambición ilimitada de Chile, en el deseo
de lograr el control del litoral boliviano, que contiene abundantes riquezas. Mencionó
asímismo los esfuerzos de su gobierno por solucionarlo pacíficamente. Declaró que el
Tratado de Alianza Defensiva, de 1873, era un instrumento “abstracto y puramente
defensivo”, que no justificaba la decisión de Chile 48. Defensivo y tal vez ofensivo, como lo
calificó el canciller argentino Tejedor, pero estimamos que abstracto en ningún caso. Por el
contrario, muy concreto.
En el Consejo de Ministros en Santiago, se dejó constancia de que el objeto de la guerra
era conservar la posesión del territorio comprendido entre los paralelos 23º y 24º de
latitud sur, y, con respecto a Perú, la abrogación del tratado secreto de 1873 49. Sin
embargo, el Consejo juzgó también que estos propósitos quedarían sujetos a futuras
eventualidades... Un golpe a la armada peruana, el alejamiento de Bolivia de su aliado para
ponerse del lado de Chile, serían causas que podrían modificar los propósitos iniciales del
gobierno, “poniéndole, quizás, en el caso de perseguir, como resultado de la guerra,
alteraciones en las líneas que hace al Perú...”50.
Conforme este nuevo criterio, se estaría produciendo, pues, un cambio de política. Este ha
dado pie a la historiografía peruana y boliviana para sostener que el alegato sobre el
impuesto de los 10 centavos fue un pretexto para apoderarse de territorios que
pertenecían a la Alianza.
Estas expresiones que se vertieron en el citado Consejo de Gabinete, marcaron también el
principio de lo que en Chile se llamó la “política boliviana”, preconizada por Domingo
Santa María. Ella buscaba separar a los aliados en favor de un entendimiento entre
Santiago y La Paz, que daría a Bolivia una “puerta” de salida al Pacífico.
46
46 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo I. Págs. 254 al 258.
47
47 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Pág. 349.
48
48 “Memoria que el Ministro de RR.EE. [del Perú] presenta al Congreso Extraordinrio de 1879”. Lima. 1879. Imprenta del
Estado. 1879.
49
49 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo 1. Pág. 255. Trascribe “Manifiesto que el Gobierno de Chile dirige a las potencias
amigas con motivo del estado de guerra con el Gobierno del Perú”, Santiago, 12-4-1879.
50
50 MINREL. Documentos Reservados de las Actas del Consejo de Ministros Referentes a la Guerra con Perú y Bolivia.
Santiago, 19-4-1879.
Dos días más tarde, se informó que el general Daza negociaría con Chile.
Las condiciones del gobierno de Santiago eran el dominio absoluto del territorio que se
extendía hasta Tarapacá inclusive, al mismo tiempo que ayudaría a Bolivia para que
ocupase las provincias peruanas de Tacna, Arica y Moquegua 51.
En la junta de guerra, de 28 de junio, que tuvo lugar en Antofagasta, el auditor José
Francisco Vergara sostuvo, entre otras razones, que se debía ocupar Tarapacá, antes que
Lima y Callao, porque Chile tendría en su mano una prenda valiosa [el salitre] para acordar
la paz, que nadie podría obligarlo a devolver 52. Esta posición realista —desde el punto de
vista chileno— contó con la aprobación del Presidente Pinto y de todos sus ministros 53.
En materia demográfica, la situación era la siguiente: Perú y Bolivia sumaban una población
de 4.602.226 habitantes, mientras que la de Chile alcanzaba a 2.440.000 54.
Aproximadamente, los dos primeros poseían un ejército en pie de guerra de 30.000
hombres, y Chile de 16.000 55. Perú disponía de 9 buques, entre ellos los acorazados
Huáscar e Independencia, y Chile de 7, entre los cuales estaban los blindados Cochrane y
Blanco Encalada .
Financieramente, la situación peruana era muy mala, debido a las enormes deudas
contraídas en Europa. Chile también atravesaba por una crisis, que afectaba gravemente su
comercio exterior y su producción agrícola, mas tenía sus cuentas ordenadas.
3. PRIMERAS REACCIONES DE LOS NEUTRALES
¿Cómo apreciaron estos hechos algunos extranjeros?
El periódico Nation de Nueva York estimó que el origen de la guerra se debía rastrear en la
envidia y disgusto que naciones mal gobernadas experimentaban al contemplar el éxito de
Chile, que desarrollaba recursos que ellas, teniendo el mismo acceso, eran incapaces de
utilizar en provecho propio56.
Para el New York Herald, la cartografía adjudicaba sin duda el territorio en disputa a
Bolivia. Empero, la capacidad empresarial y las facilidades marítimas fueron las que
proporcionaron a Chile la posibilidad de establecerse en territorios que tradicionalmente
pertenecían al Altiplano. Agregaba que Perú quería detentar el monopolio del salitre y que
“la verdadera pelea de Chile era contra Perú, no contra Bolivia”57.
El barón Gülich, representante alemán en Santiago, se expresaba así:
“El asunto del salitre dio ciertamente el último impulso exterior a la actual guerra entre Chile
y Bolivia, pero la causa verdadera de la guerra actual es, sin embargo, mucho más profunda;
es la amarga envidia, el odio vivo que impera contra Chile desde hace muchos años en Perú

51
51 MINREL. Documento antes citado. Santiago, 21-4-1879.
52
52 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo I. Págs. 83 y 84.
53
53 Gonzalo Bulnes: “Guerra del Pacífico” Edit. del Pacífico S.A. Santiago de Chile. 1955. Vol. I. Pág. 293.
54
54 P. Ahumada, op. cit. Tomo 1º, Pág. 146.
55
55 P. Ahumada, op. cit. Tomo 1°, Pág. 146.
56
56 Herbert Millington. Págs. 28 y 29.
57
57 Herbert Millington, op. cit. Pág. 29.
y Bolivia.
Estos desgraciados países, continuamente destrozados por las revoluciones y con mala
administración, envidian a Chile la prosperidad material alcanzada hasta ahora, su
ordenada vida política, no perturbada por las revoluciones y su no interrumpido crecimiento.
El hecho de que Chile, a principios de este año, estuviera completamente desarmado en
tierra y en mar, el ejército permanente limitado al mínimo, la guardia nacional licenciada y
sus buques de guerra sin alistar y aún ofrecidos en venta demuestran, a mi juicio, que no
pensaba ni remotamente en una guerra con el Perú y Bolivia; la guerra la hizo necesaria el
proceder del gobierno boliviano con los dueños chilenos de las salitreras. Por el otro lado, el
Tratado Secreto de 1873 entre Perú y Bolivia, que solo se dio a conocer al declararse la
guerra, demuestra que existían intenciones hostiles contra Chile. Los chilenos que vivían en
el Perú y en Bolivia eran hostilizados por las autoridades y por los nacionales, mientras los
peruanos y bolivianos vivían en Chile y siguen viviendo sin que nadie los moleste”58.
El Emperador de Brasil juzgó que La Paz obró mal al imponer un impuesto a una empresa
chilena que estaba protegida por un tratado, así como Chile procedió bien al rescindirlo y
ocupar el territorio en disputa. Dado que había suscrito un pacto secreto con Bolivia, Perú
—a su juicio— debió esforzarse para que esa república evitase una guerra 59.
Los países europeos —en particular Gran Bretaña, Francia e Italia— tenían una marcada
preocupación por la situación financiera del antiguo Virreinato.
La deuda externa peruana, contraída casi exclusivamente con ellos, alcanzaba a
281.340.000 de dólares, según fuentes estadounidenses. Los tenedores de bonos o
bondholders eran súbditos o ciudadanos de naciones del Viejo Continente. Ellos acudían a
sus cancillerías, a sus parlamentos y a la prensa, en demanda de amparo. Perú, al borde de
la bancarrota, en 1876 suspendió el pago de los intereses y el del principal, en 1878 60.
Esta fue la causa de que se comenzara a hablar de intervenciones, algunas amistosas y
otras menos, a fin de poner término a la guerra.
Iniciada aquella, el Secretario de Estado Asistente, F. W. Seward, declaró que la Unión
Americana sería neutral61. Ofreció sus servicios, solo en caso de que le fuesen solicitados.
En verdad, no demostró preocupación cuando Chile ocupó Antofagasta. Al parecer, no
existían intereses económicos estadounidenses comprometidos. Empero, pronto
comenzarían sus temores por eventuales ingerencias europeas en el hemisferio occidental.
De acuerdo con las declaraciones del Presidente estadounidense Monroe, formuladas en
1823, que con el tiempo se conocieron con el nombre de la doctrina Monroe 62, sólo
competía actuar a los americanos y no a los europeos. Washington se manifestó en contra

58
58 “Informes inéditos de diplomáticos...”, op. cit. Pág. 31. Oficio Nº225, Santiago, 23-9-1879, del barón Gülich, Ministro del
Imperio Alemán en Chile, al Ministro de Estado von Bülow. Ver “Historia de Chile” por F.A. Encina. Tomo XVII.
59
59 Gonzalo Bulnes, op. cit. “Guerra del Pacífico”. Vol. II. Págs. 229 y 230. Reproduce oficio de J.A. de Lavalle a su
Gobierno, 4-XI-1879.
60
60 Herbert Millington, op. cit. Pág. 21. Cita el “American Almanac, Spofford” de 1882. Según el “Statesman’s Year Book”,
del mismo año, la deuda chilena ascendía a 63.000.000 de dólares.
61
61 “Message from the President of the United States about the war in South America, op. cit. Pág. 5.
62
62 Alejandro Alvarez: “The Monroe Doctrine”. Oxford University Press. New York. 1924. Págs. 6 y 7.
de toda intervención armada extracontinental 63.
El Reino Unido ofreció sus buenos oficios en Lima. Los representantes de Inglaterra e Italia
invitaron al de Francia para cooperar a este respecto.
Estos no prosperaron, pues Perú los rehusó 64, si bien Pinto los aceptó, según consta del
mensaje que dirigió al Congreso Nacional 65.
Gran Bretaña reforzó su presencia naval y recabó el apoyo de Alemania.
Bismarck conversó con el ministro estadounidense en Berlín, para ofrecer a los beligerantes
una mediación conjunta, a fin de proteger el comercio neutral (el de ellos por supuesto). El
Secretario de Estado, William M. Evarts, se pronunció inmediatamente en contra. Dio como
explicación que Estados Unidos no adoptaría medidas que pareciesen coercitivas y en
menosprecio de los derechos de los beligerantes 66. Obviamente, subyacía la mencionada
doctrina.
El 17 de abril, el ministro plenipotenciario estadounidense en Lima, Isaac P. Christiancy,
junto con sus colegas de Gran Bretaña, Francia e Italia, y el encargado de negocios alemán,
enviaron un memorándum al almirante chileno Juan Williams Rebolledo, en que solicitaban
el respeto de la vida y propiedad de los neutrales. Evarts lo apoyó y rechazó los métodos
no humanitarios en la guerra67.
Las primeras semanas del conflicto evidenciaron que Chile carecía de preparación para
acometer una operación de tamaña envergadura. El desempeño de Williams Rebolledo no
era comparable con el del peruano Miguel Grau. El Huáscar, temible monitor blindado
peruano, que “podría contarse entre los mejores y más útiles del mundo”, según fuentes
británicas, recorría sin oposición las costas chilenas 68. La opinión pública, desorientada e
irritada, se dedicó a su deporte favorito: la crítica de las autoridades, en este caso
merecida, por lo demás.
El 21 de mayo de 1879, un capitán de corbeta, a bordo de la Esmeralda, encendió la fibra
patriótica que dormía en el fondo del ser nacional. El talento y el sacrificio, en grado
heroico, de Arturo Prat y de sus compañeros, despertaron a Chile. Por otra parte, el genio
de Condell, al mando de la Covadonga, logró varar a la Independencia. Perú perdió, pues, a
uno de los dos buques más poderosos de su flota y Chile un añoso barco. No obstante,
ganó la admiración universal. TheTimes de Londres lo calificó así:
“Este es uno de los combates más gloriosos que jamás haya tenido lugar.
Un viejo buque de madera casi cayéndose a pedazos sostuvo la acción durante tres horas y
media contra una batería de tierra y un poderoso acorazado, y concluyó con su bandera al
63
63 N.A.U.S.A. /52-32. Oficio Nº53, Lima, 10-9-1879, de Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú, a William M.
Evarts, Secretario de Estado.
64
64 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo I. Trascribe notas de Spencer St. John, Ministro británico en Perú, 24-4-1879, y la
respuesta de Manuel Irigoyen, Ministro de RR.EE. de Perú, de 28-4-1879.
65
65 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo I. Pág. 407.
66
66 Herbert Millington, op. cit. Pág. 55.
67
67 Herbert Millington op. cit. Pág. 39.
68
68 “Informes inéditos...”, op. cit. Oficio Nº53, Santiago, 12-7-1879, del barón von Gülich, Ministro del Imperio Alemán, al
Ministro de Estado von Bülow. Pág. 19.
tope”69.
De ahora en adelante, la consigna fue “luchar hasta la muerte sin tomar en cuenta el poder
del adversario”70.
Con posterioridad a estos hechos, el gobierno peruano ordenó la compra de torpedos Lay,
a fin de hundir a uno de los blindados enemigos e intimar la rendición de Antofagasta. La
operación fue encargada al comandante Grau, quien zarpó desde Arica el 22 de agosto de
1879. Sin embargo, mientras el Huáscar se deslizaba por la bahía, fue descubierto por una
lancha chilena de vigilancia. Desde ese momento, la operación fracasó y se salvó del
ataque uno de los blindados, cuyo hundimiento habría tenido funestas consecuencias para
Chile71.
4. GESTIÓN ESPONTÁNEA DEL REPRESENTANTE
NORTEAMERICANO EN LA PAZ
El juez Newton Pettis, antes de asumir sus funciones en Bolivia como ministro residente,
tuvo un encuentro informal con el Presidente de Estados Unidos en los primeros días de
abril de 1879, en que el gobernante, sin mayores precisiones, expresó su deseo de que
cesase el conflicto.
Pettis dio como pretexto motivos de salud y se trasladó a la costa del Pacífico, desde
Bolivia, a fin de llevar a cabo una misión sin autorización del Departamento de Estado. Este
no estaba dispuesto a dictar la paz ni a intervenir, aunque si las partes solicitaban sus
buenos oficios sobre la base de un arbitraje, el Presidente de la Unión los emplearía en
favor de ella72. Pettis, carente de instrucciones, pretendía que un arbitraje estadounidense
pusiera término a la guerra. Los árbitros podrían ser el Presidente de la Unión Americana o
el de la Corte Suprema, o un tribunal ad hoc integrado por los ministros acreditados en La
Paz, Santiago y Lima.
Osborn se desempeñaba en Chile, como plenipotenciario, y tenía mayor rango que Pettis.
No compartió este curso de acción. Desde luego, se encontraba sin instrucciones. Además,
consideraba que los aliados pretendían el statu quo ante bellum previo a iniciar
negociaciones, y Chile simplemente el statu quo, esto es, que se mantuviera la ocupación
del territorio boliviano mientras tuviese lugar el arbitraje 73.
En cambio, el candoroso y espontáneo juez creía que bastaba negociar para encontrar
fórmulas de conciliación. Hombre bien intencionado, no avizoraba los escollos con que
tropezaría. Se ilusionaba con unas insinuaciones que escuchó al ministro de Hacienda,
Eulogio Doria Medina, uno de los instigadores de la guerra 74.
En vista de ello, Pettis se trasladó a Lima, donde creyó encontrar buena acogida en el
69
69 Gonzalo Bulnes, op. cit. Tomo I. Pág. 191.
70
70 Gonzalo Bulnes, op. cit. Tomo I. Pág. 190.
71
71 Pedro Sapunar Peric, miembro correspondiente de la Academia de Historia Naval y Marítima de Chile: “La verdadera
historia del torpedo del ‘Huáscar’ en Antofagasta”.
72
72 William L. Krieg: “Legacy of the war of the Pacific”. Estudio para el Departamento de Estado. Pág. 1.
73
73 N.A.U.S.A. Vol. 10-30. Oficio Nº110, Santiago, 9-8-1879, de Thomas A. Osborn, Ministro de EE.UU. en Chile, a William
M. Evarts, Secretario de Estado.
74
74 Gonzalo Bulnes, op. cit. Volumen I. Pág. 249.
canciller Irigoyen. En Arica se entrevistó con los Presidentes Prado y Daza.
Jorge Huneeus, ministro subrogante de relaciones exteriores, animado por el ánimo
pacifista del Presidente de la República, y con una buena dosis de candor también, se
interesó porque Pettis viajara a Santiago. Pensaba que el diplomático tendría el aval del
Departamento de Estado. Chile retendría la posesión del territorio comprendido entre los
paralelos 23º y 24º de latitud sur, dado que la población era casi exclusivamente chilena.
En retribución, concedería a Bolivia una compensación en dinero, a cambio de sus
“cuestionables” derechos75.
Con respecto a Perú, abrogaría el Tratado de 1873 y daría seguridades de que no firmaría
otro similar. Pagaría también una indemnización por los gastos y perjuicios causados a
Chile, por su conducta “falaz e insidiosa” al ofrecerse como mediador, en circunstancias de
que estaba secretamente aliado con Bolivia.
Para mayor seguridad, Huneeus solicitó un memorándum a Pettis76.
El juez estipuló que, a partir de una fecha predeterminada, cesarían las hostilidades; Chile
desocuparía todo el territorio al norte del paralelo 23º y
retiraría sus fuerzas, y dejaría libre a Bolivia la costa diez
minutos al sur de ese paralelo. En todo lo demás, se
mantendría el statu quo77.
Huneeus le expresó que el Gobierno convenía en someter las
cuestiones existentes con Bolivia al arbitraje estadounidense,
según las bases propuestas. Mas, en cuanto a Perú, recordó el
Tratado de 1873 y la mediación que este ofreció. Antes de
aceptar, el Presidente consultaría al Congreso Nacional y
auscultaría el sentir de la opinión pública78.
El Mercurio, de 14 de agosto, atacó con vehemencia la
Newton Pettis pretensión norteamericana de imponer un arbitraje e intimó
al Presidente Pinto a actuar con firmeza79.
Osborn observó con escepticismo la intervención de su colega, al igual que la ingenuidad
de Pinto y Huneeus. Estimaba que entre Chile y Perú existía un sentimiento arraigado de
enemistad y antagonismo por lograr la supremacía en el Pacífico 80. El Callao fue el principal
puerto hasta la Independencia, y los peruanos miraban con recelo que Valparaíso le
disputara el cetro.
75
75 Minrel. Documentos Reservados de las Actas del Consejo de Ministros Referentes a la Guerra con Perú y Bolivia.
Sesión del 9-8-1879.
76
76 Minrel. Documentos Reservados de las Actas del Consejo de Ministros Referentes a la Guerra con Perú y Bolivia.
Sesión de 9-8-1879.
77
77 Minrel. Documentos Reservados de las Actas del Consejo de Ministros Referentes a la Guerra con Perú y Bolivia.
Sesión de 9-8-1879.
78
78.A.U.S.A. Vol. 10-30. Oficio Nº112, Santiago, 16-8-1879, de Thomas A. Osborn, Ministro de EE.UU. en Chile, a William M.
Evarts, Secretario de Estado.
79
79 N.A.U.S.A. T 52-32. Oficio Nº49, Lima, 2-9-1879, de Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú, a William M.
Evarts, Secretario de Estado.
80
80 N.A.U.S.A. Vol. 10-30. Oficio Nº110, Lima, 9-8-1879, de Thomas A. Osborn, Ministro de EE.UU. en Chile, a William M.
Evarts, Secretario de Estado.
Desde Lima, el plenipotenciario norteamericano Christiancy informaba que la intervención
diplomática solo tendría éxito cuando Chile o los aliados hubiesen sufrido un serio revés 81.
Como observaremos más adelante, la diplomacia de la Unión se caracterizó al principio por
el desinterés de Washington, así como por las posiciones contradictorias de sus
representantes en las tres capitales. Hubo la tendencia de simpatizar con el gobierno ante
el cual se estaba acreditado. Otro factor que trabó la acción estadounidense fue su lejanía
del teatro de los acontecimientos.
5. LAS CONFERENCIAS DE ARICA
El 8 de octubre de 1879, se enfrentaron cerca de las costas de Angamos los acorazados
chilenos Blanco y Cochrane y el monitor peruano Huáscar. La corbeta Unión, “infiel
consorte” de este último, según la llamó Vicuña Mackenna, se habría escurrido 82. Sin
embargo, fuentes peruanas indican que —conforme a sus instrucciones— no le
correspondía participar en la batalla83.
Después de una dura lucha, murió el almirante Miguel Grau —figura gloriosa de la marina
peruana— vencido por Latorre y Riveros 84. El Huáscar, capturado, quedó incorporado a la
Armada nacional.
“El triunfo de Chile no es más que cuestión de tiempo” comentó la publicación francesa
L’Année Militaire85. El ministro francés en Lima juzgaba que la guerra marítima había
concluido y llegado el momento de firmar la paz. Sin embargo, no se hace ilusiones
porque en Perú “la pasión es más fuerte que la razón” 86. Un juicio similar emite el barón
Gülich87. Christiancy, desde Lima, trasmite a Washington que la captura del Huáscar
destruye, por el momento, toda posibilidad de iniciar una negociación de paz.
En su opinión, esta debe lograrse por medio de compensaciones pecuniarias, perturbando
las fronteras lo menos posible88.
El autor peruano Víctor Andrés Belaúnde, estima que la guerra debió concluir después de
esta batalla. Si Chile realmente hubiese tenido propósitos pacíficos, era el momento para
proponer la paz. Pero, agrega, su verdadera intención era la “apropiación ilegal” de
Tarapacá89.

81
81 N.A.U.S.A. T 52-32. Oficio Nº47, Lima, 26-8-1879, de Isaac P. Christiancy, Ministro en Chile, a William M. Evarts.
82
82 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VII. Pág. 85. Reproduce carta de un oficial de la Unión que juzga acremente la
conducta de su comandante.
83
83 José Agustín de la Puente Candamo: “Miguel Grau”. Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú. Lima. 2003. Pág.
385.
84
84 Grau fue condecorado por Piérola, menguadamente, con la Cruz de Acero de segunda clase, mientras Elías Aguirre y
Enrique Palacios con la de primera clase. Ver obra citada de Pascual Ahumada. Tomo II. Pág. 630 y José Agustín de la
Puente Candamo, op. cit. Pág. 443.
85
85 Jorge Basadre, op. cit. Tomo VI Pág. 77.
86
86 A Ch H. Ver trabajo de Enrique Bernstein antes citado.
87
87 “Informes inéditos de diplomáticos extranjeros...”, op.cit. Oficio Nº22, Santiago, 7-XI-1879, del barón Gülich, Ministro de
Alemania en Chile, al Ministro de Estado von Bülow.
88
88 N.A.U.S.A. T 52-32. Oficio Nº64, Lima, 14-10-1879, de Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú, a William M.
Evarts, Secretario de Estado.
89
89 Víctor Andrés Belaúnde: “The Treaty of Ancon in the light of International Law”. Washington, D.C. Pág. 7.
En Santiago hubo discusiones acerca de qué rumbos tomar en adelante.
Como ya hemos anotado, Pinto quería asumir el control de aquella provincia.
Otros se inclinaban por ir a Lima. Finalmente, se impuso la primera alternativa. Si antes se
hubiese ocupado la capital, es posible que las intervenciones extranjeras hubiesen
obligado a la república a firmar la paz, sin tener en sus manos la valiosa posesión de
Tarapacá. La tesis chilena, discutible al menos, era que este rico territorio en poder de Perú
le permitiría rearmarse e iniciar una guerra de revancha. Los empresarios chilenos que
constituían un importante lobby en Santiago y Valparaíso no podrían, en consecuencia,
regresar a esa provincia y sus inversiones se verían sacrificadas.
Pinto resolvió seguir adelante y ocupar desde Moquegua hacia el sur. El 7 de junio de
1880, a las órdenes del general Baquedano, las fuerzas chilenas capturaron el Morro de
Arica, en menos de una hora. Antes, se ofreció al adversario que se rindiera, pero este
comandado por el coronel Bolognesi resistió hasta “quemar el último cartucho” y alcanzar
la gloria, junto con sus oficiales y soldados.
El conflicto del Pacífico empezó a preocupar a orillas del Potomac, desde el momento en
que se observó que potencias del Viejo Mundo podrían intentar ponerle término, a fin de
defender sus intereses económicos y comerciales.
Por este motivo, el Presidente de Estados Unidos, Rutherford B. Hayes, en su tercer
mensaje anual al Congreso, el 1º de diciembre de 1879, se decidió a ofrecer sus buenos
oficios a los beligerantes, con el objeto de restablecer la paz, conforme a bases honorables
y evitar intervenciones extracontinentales90.
En este cuadro, se gestan otras interposiciones extranjeras. El Primer Ministro inglés,
Gladstone, en enero de 1880, solicitó a los gobiernos europeos y al de la Unión Americana
que interviniesen. Bismarck se negó a participar.
El Secretario de Estado, Evarts, intranquilo, informa a sus agentes en el sur, que Europa
pretende ejercer presión sobre los aliados. Si esta tuviese un carácter coercitivo, la Unión
debía lograr antes, sin pérdida de tiempo, que los beligerantes aceptasen sus buenos
oficios91. Se imponía actuar conforme a la doctrina Monroe.
Una semana después, José Carlos Tracy, ministro peruano en Washington, conferenció con
el Secretario de Estado, con el propósito de que lograra la neutralidad del Imperio de
Brasil. Mientras tanto, los aliados invitarían a la Confederación Argentina a unirse en contra
de Chile. Evarts descalificó de inmediato esa temeraria propuesta e indicó el peligro de una
intervención europea, que convenía evitar 92. La alianza confiaba en Estados Unidos, no así
en las naciones europeas, preocupadas preferentemente de defender los crecidos intereses
de los bondholders de la deuda peruana.
Osborn comunicó a Christiancy, en Lima, y al general Adams, en La Paz, el rumor que corría
en Santiago de que si la batalla de Tacna favorecía a Chile, el Presidente Pinto iniciaría

90
90 Herbert Millington op. cit. Pág. 64
91
91 N.A.U.S.A. T 77-36. Telegrama, Washington, 29-7-1880, de William M. Evarts, Secretario de Estado, a Thomas A.
Osborn, Ministro de EE.UU. en Chile.
92
92 Herbert Millington, op. cit. Pág. 67.
conversaciones con los enemigos. La base de cualquier arreglo sería la cesión incondicional
de Tarapacá y del litoral boliviano93.
Los agentes de Italia, Francia y Gran Bretaña conversaron con Nicolás de Piérola, el Jefe
Supremo de facto de Perú. Este se había apoderado del poder y remplazó al general Prado,
ausente temporalmente94, privado de los derechos de la ciudadanía y condenado a la
degradación95. Las murmuraciones limeñas le acusaban de haberse fugado a Europa con
dinero del Estado y de particulares, que emplearía en adquisiciones militares y navales. En
opinión del historiador Basadre, aquellos cargos carecían de fundamentos 96. En todo caso,
la suya fue una decisión desafortunada para su imagen.
Los diplomáticos europeos encontraron una actitud reticente en Piérola, quien expresó
“claramente que creía inoportuno hacer la paz y que prefería que el cuerpo diplomático se
abstuviera de intervenir” 97. Informaron de la reunión a sus colegas en Santiago. Estos se
entrevistaron con Pinto. Chile mantenía sus condiciones: cesión de Tarapacá, hasta el río
Camarones, y el respeto de los derechos de los particulares conforme al derecho
internacional.
Osborn comentó a Evarts: Tarapacá ha sido la “perdición” de Perú, “así como temo que
también lo será de Chile”98. Un concepto semejante expresó, más tarde, Lavalle al
Presidente Santa María y al Emperador Pedro II 99.
Enterado Piérola de que Pinto enviaría un agente a Lima para negociar la paz, respondió
ahora a los diplomáticos que designaría un plenipotenciario; mas con la condición de que
no hubiese cercenamiento territorial, sobre todo a título definitivo. Los representantes
europeos le entregaron un documento con la posición chilena. Lo recibió en silencio, lo
que les permitió anticipar el fracaso de la mediación europea 100.
Nuevas gestiones; esta vez estadounidenses. En vista de las acciones de la diplomacia del
Viejo Mundo, el 6 de agosto Evarts instruyó a Osborn, a fin de que presionase a La
Moneda para lograr la paz sobre bases honorables, las cuales no definió 101. El agente se
entrevistó con el Presidente de la República y con el canciller Valderrama. A pesar de la
notoria hostilidad de la opinión pública, le agradecieron la mediación, pero señalaron que

93
93 N.A.U.S.A. Vol.10-30. Carta, Santiago, 14-5-1880, de Thomas A. Osborn, Ministro de EE.UU. en Chile, a Isaac P.
Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú.
94
94 Pascual Ahumada op. cit. Tomo II. Pág.265.
95
95 Pascual Ahumada, op.cit. Tomo II. Pág. 551.
96
96 Jorge Basadre , op. cit. Tomo VI. Pág. 145.
97
97 Boletín Academia Chilena de la Historia (BAChH). Informe citado de Enrique Bernstein.
98
98 N.A.U.S.A. Vol. 10-30. Oficio Nº155, Santiago, 4-8-1880, de Thomas A. Osborn, Ministro de EE.UU. en Chile, a William
M. Evarts, Secretario de Estado. Contiene carta adjunta de I.P. Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú.
99
99 BACh. H Nº 6, 1935, 2º semestre. Págs. 371 y 372. Después del tratado de Ancón, Lavalle habría escrito al Presidente
Santa María: “Quedamos nosotros casi deshechos; Uds. se llevan gran extensión del territorio conquistado junto con su oro,
pero, al llevarse lo uno y lo otro, se llevan la corrupción que mató al Perú”. Al Emperador del Brasil: “El triunfo de Chile
significa su derrota. El guano y el salitre corrompieron al Perú, y nosotros no hemos hecho otra cosa que pasarle a ese país
la fuente de nuestras desdichas y vicios”.
100
100 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. II. Págs. 238 y 239.
101
101 N.A.U.S.A. T 77-36. Telegrama, Washington, 29-7-1880, de William M. Evarts, Secretario de Estado, a Thomas A.
Osborn, Ministro de EE.UU. en Chile.
la entendían en forma de buenos oficios 102. Se llevaría a cabo en un buque de guerra
estadounidense, en algún punto “de la costa”, y Evarts designaría embajadores que lo
representasen. Pinto, que no quería desagradar “a la gran república del norte” aceptó, pero
agregó: “el gobierno no renunciará a Tarapacá103, el trofeo más codiciado del conflicto”.
El Departamento de Estado aprobó el desempeño de Osborn 104. Por correo trasmitió a
Lima y La Paz el resultado de su gestión, aunque omitió decirles que la cesión territorial
constituía un requisito previo. Esta inadvertencia —si es que lo fue— representó un
tremendo error, ya que Christiancy y Pettis sabían que Perú y Bolivia se oponían a que
Chile retuviese Tarapacá y Atacama105.
Sin aguardar nuevas orientaciones de su colega en Santiago, Christiancy resolvió actuar
por su cuenta. Conoció una carta del Presidente Pinto al almirante Riveros, que fue
interceptada. En ella, el mandatario se mostraba deseoso de ofrecer condiciones de paz, a
través de un Estado amigo. Con este motivo, dicho agente se trasladó a Santiago motu
proprio. Según creyeron en Lima, iba a pedir que no se realizaran conquistas territoriales,
porque alterarían el equilibrio sudamericano. Sorprendió al diplomático francés Vorges
que Estados Unidos pudiese sostener tal lenguaje, “una potencia que se ha apoderado de
los dos tercios de México”106.
La presencia de Christiancy en Santiago fue contraproducente, pues evidenció los pasos
del Secretario Evarts. Dio lugar a una discusión en la Cámara de Diputados en torno a los
buenos oficios, que el gobierno mantenía en reserva. Se presentó una moción de censura.
El Ejecutivo negó la existencia de ellos. El grito popular era “a Lima”. Osborn, molesto,
trasmitió a Evarts su esperanza de “que no tendremos más de estas visitas”, un deseo que
se suele escuchar entre los diplomáticos residentes 107.
Christiancy cometió otra equivocación. Expresó que, a las tres horas de su regreso a Lima,
Piérola admitiría la mediación, según las condiciones convenidas con Pinto. Sin embargo,
no debería imponérsele previamente la cesión de Tarapacá para no humillar al adversario.
Christiancy la conseguiría siguiendo un camino más “elástico...”108.
Una vez en su sede, informó a Manuel Barinaga, ministro interino de relaciones exteriores,
el resultado de su viaje al sur. Le entregó copia del memorándum de las conversaciones
con Pinto y Valderrama. Omitió cualquiera referencia a Tarapacá e inició así el camino
“elástico”, que tuvo tan penoso resultado para su gobierno y los aliados.
Barinaga aceptó la mediación, por deferencia a Estados Unidos. Reprochó las operaciones
chilenas iniciadas en el norte, a más de cien leguas del ejército peruano y de todo objetivo
102
102 Ver “Informes diplomáticos...”, op. cit. Pág. 176. Memorándum de las conferencias. Santiago, 10-8-1880. Ver obra
citada de Pascual Ahumada. Tomo III. Pág. 494. Trascribe nota de Melquíades Valderrama a Thomas Osborn, de 7-10-1880.
103
103 Herbert Millington, op. cit. Pág. 71. Cita oficio de Thomas Osborn a William M. Evarts.
104
104 Herbert Millington, op. cit. Pág. 70.
105
105 William F. Sater: United States-Latin American relations. 1850-1903. Editado por Thomas M. Leonard (Tuscaloosa,
Habana, 1999). Pág. 178.
106
106 A Ch H. Informe citado de Enrique Bernstein.
107
107 N.A.U.S.A. Vol. 10-30. Oficio Nº163, Santiago, 2-9-1880, de Thomas A. Osborn, Ministro de EE.UU. en Chile, a William
M. Evarts, Secretario de Estado.
108
108 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. II. Pág. 241.
militar, después que Chile prestó su consentimiento a la interposición de Osborn 109.
Esta expedición fue propuesta por el comandante Lynch al Presidente Pinto 110. Perseguía
distraer las fuerzas concentradas en la capital e imponer contribuciones a los ricos
hacendados azucareros, muy influyentes en Lima111. El gobierno autorizó a Lynch para
fijarlas y hacerlas efectivas con todo rigor, destruyendo —si era necesario— las
propiedades para obligar a sus dueños a cubrir las cantidades exigidas. El comandante
obró en consecuencia112, y aplicó el derecho internacional de la época. Según la obra de
Andrés Bello, Principios de derecho internacional, “el derecho estricto de la guerra nos
autoriza para quitar al enemigo no solamente las armas y los demás medios que tenga de
ofendernos, sino las propiedades públicas y particulares, ya como satisfacción de lo que
nos debe, ya como indemnización de la guerra, y para obligarle a una paz equitativa, ya en
fin de escarmentarle y retraerle a él y a otros de injuriarnos” 113.
El general Adams también recibió el despacho de Osborn y se reunió con el Canciller
Carrillo. Este último le preguntó si, de no producirse acuerdo entre los beligerantes como
era de esperar, debía estimarse que ya no habría solución alguna. Y ¿si el propósito era
dejar la decisión de todas las cuestiones y las condiciones de paz, al arbitraje y fallo de los
Estados Unidos? Adams respondió afirmativamente: si los plenipotenciarios no se
entendían, “deberían tener instrucciones y plenos poderes de sus gobiernos para librar la
resolución de todas las cuestiones y las condiciones de paz al arbitraje, por decirlo así, del
Gobierno de los Estados” (cursivas nuestras). Además, Washington “no ha ofrecido su
mediación simplemente por cumplimiento, sino con el deseo de terminar la guerra; por
eso es que, en cualquier caso, la decisión debía ser final y absoluta” 114. Asimismo —agregó
— la Unión Americana no reconocería una “paz parcial”, es decir, la que Chile hiciese con
uno de los beligerantes y no con ambos115. Una alusión a lo que señalaremos enseguida.
Esto último creó un nuevo tropiezo para Chile, que ansiaba un entendimiento directo con
La Paz, al margen de Lima. El Primer Vice-Presidente de Bolivia, Aniceto Arce, había
trasmitido a Santiago un mensaje en tal sentido, por intermedio de Luis Salinas Vega. Pinto
le respondió que las condiciones serían la renuncia de Antofagasta y del litoral hasta el río
Loa. En compensación, Chile cedería a Bolivia los departamentos de Tacna y Moquegua
que ocupaba, así como la libertad de comercio desde Antofagasta hasta Camarones 116.
109
109 N.A.U.S.A. T 52-34. Oficio Nº194, Lima, 17-9-1880, de Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú, a William M.
Evarts, Secretario de Estado.
110
110 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo IV. Pág. 141.
111
111 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo IV. Pág. 141 y siguientes.
112
112 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo IV. Pág. 219. Ver también Mariano Felipe Paz Soldán: “Narración histórica de la guerra
de Chile contra el Perú y Bolivia”. Editorial Milla Batres. Lima. 1979. Tomo II. Págs. 227 y siguientes. Relata cómo fueron
arrasadas las haciendas azucareras, entre ellas la de Palo Seco, de propiedad de Dionisio Derteano, quien figurará más
adelante en esta obra. Esta hacienda valdría más de un millón de libras esterlinas, según la obra citada de Basadre, Tomo
VI. Pág. 214. El dictador Piérola amenazó a Derteano con la confiscación de sus bienes si satisfacía las exigencias de
Lynch. ¡Pobre Derteano! No era del partido del dictador, sino que civilista.
113
113 Andrés Bello: “Principios de de derecho internacional”. 2ª Edición. París. 1864. Librería de Garnier Hnos. Pág.160.
114
114 Alberto Ulloa, op. cit. Pág. 214. Trascribe textos de una conferencia protocolizada entre Adams y Carrillo, en La Paz,
del 1-9-1880.
115
115 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo III. Pág. 488.
116
116 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. II. Pags. 246 a 248.
Pero, Carrillo y Mariano Baptista —próximos representantes en Arica— prefirieron
conservar la alianza, pues recordaban las expresiones del general Adams y consideraban
que la Unión impondría el arbitraje. No habría, pues, cercenamiento territorial.
La conducta de Adams perturbó el juicio de los aliados y preludió la inutilidad de las
conferencias, que por su naturaleza estuvieron condenadas de antemano al fracaso. La de
Christiancy, menos explícita, tampoco cooperó para su éxito.
A su vez, Piérola protestó por las operaciones de Lynch, juzgando que las exigencias
chilenas eran tan exorbitantes que no se lograría ningún acuerdo117.
Después del voto de censura de los diputados, Osborn buscó un momento de cooling off
para ofrecer formalmente a Valderrama su interposición amistosa, quien la aceptó en
forma de buenos oficios. En derecho internacional, quien presta buenos oficios no ofrece
soluciones propias y se limita únicamente a servir de intermediario para que las partes
intercambien sus puntos de vista. Empero, en la mediación, el tercero que actúa entre las
partes, interviene en la negociación y propone una solución 118.
Perú y Bolivia ya la habían aceptado e hicieron presente que preferían el arbitraje junto con
un armisticio, durante las conferencias.
Después de algunas controversias acerca del lugar donde estas se celebrarían (Perú se
oponía a Arica), el 22 de octubre de 1880 se efectuaron en la bahía de ese puerto, en la
corbeta Lackawanna, de la Armada de Estados Unidos.
La Unión estuvo representada por los ministros Osborn, Christiancy y Adams. El primero,
por ser el de mayor jerarquía, presidió las reuniones.
Chile, por Eulogio Altamirano, Eusebio Lillo y José Francisco Vergara. Perú por Antonio
Arenas y Aurelio García y García. Y Bolivia, por Juan Crisóstomo Carrillo y Mariano Baptista.
¿Cuál era la personalidad de estos negociadores?
Altamirano, quien presidió la delegación chilena, había sido ministro del Interior durante el
gobierno de Federico Errázuriz Zañartu. Concurrió a Arica sin ningún entusiasmo, pero
Pinto buscaba la paz y no quería negarse al ofrecimiento de Evarts. Lillo, célebre por haber
compuesto la letra del Himno Nacional, durante la guerra fue secretario general de la
Escuadra. En mayo de 1880, se desempeñó como plenipotenciario para acordar las bases
de una paz separada con Bolivia. Su presencia tenía por objeto alejar a ésta de su aliado.
Vergara, muy cercano al Presidente, actuó en la campaña de Tarapacá. A la muerte de
Rafael Sotomayor fue nombrado ministro de guerra en campaña. Su única intervención en
Arica fue tajante: no al arbitraje y sí a la cesión territorial.
Arenas actuó de hecho como presidente de la delegación peruana. Había ocupado el
decanato del Colegio de Abogados. En la segunda Presidencia del general Castilla, fue
Canciller durante un tiempo breve. Presidió el congreso americano de jurisconsultos que
sesionó en Lima, desde 1877. El marino Aurelio García y García desempeñó una misión

117
117 N.A.U.S.A. T 52-35. Oficio Nº197, Lima, 30-9-1880, de Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú, a William M.
Evarts, Secretario de Estado.
118
118 Hugo Llanos Mansilla: “Teoría y práctica del Derecho Internacional Público”. Editorial Jurídica de Chile. Santiago 1980.
Tomo II. Págs. 556 y 558.
diplomática en Japón y luego fue ministro de gobierno119.
Carrillo era ministro de relaciones exteriores de Bolivia y tenía amistad con Lillo. Baptista
había firmado el Pacto de Límites de 1874.
La primera reunión se celebró el 22 de octubre. El Canciller boliviano se excusó de asistir
“por la seria indisposición que le hacía sufrir su permanencia en el mar” 120. Osborn expresó
que sus colegas y él no se inmiscuirían en la negociación, ya que su papel terminaba desde
que se reunieran los plenipotenciarios121.
Altamirano, a través de una minuta, señaló las condiciones esenciales que Chile exigía para
llegar a la paz, a saber:
1º cesión perpetua e incondicional de los territorios al sur del río Camarones, o sea, al sur de Arica;
2º pago solidario de $20 millones, de los cuales una quinta parte al contado;
3º devolución de las propiedades de que fueron despojados los ciudadanos chilenos en Perú y
Bolivia;
4º reintegro del trasporte Rímac;
5º abrogación del Tratado Secreto peruano-boliviano de 1873;
6º Chile retendría los territorios de Moquegua, Tacna y Arica hasta el cumplimiento de los
compromisos anteriores, y
7º el puerto de Arica permanecería desartillado para siempre, en caso de ser devuelto a Perú 122.
Piérola, de acuerdo con Bolivia, trasmitió a sus delegados las siguientes:
1º Desocupación inmediata del territorio boliviano y peruano, y el regreso a la situación existente
antes de la ocupación de Antofagasta;
2º Devolución del Huáscar y de la Pilcomayo a Perú. Y,
3º Chile pagaría una indemnización por los gastos de guerra efectuados por los aliados. 123

En el caso de que La Moneda no aceptase desalojar los territorios o formulase cualquiera


otra exigencia, Perú y Bolivia las declararían inaceptables y solicitarían el arbitraje 124. Perú
tomaría la iniciativa. Si Chile rehusase, “no haría sino poner de relieve nuestra respectiva
posición [la de Chile y de los aliados] en la guerra” y agregaba ingenuamente: “con
verdadero daño suyo”. El árbitro tendría que ser la “gran república del norte” 125.
El 25 tuvo lugar la segunda reunión. Altamirano dio a conocer la posición de su gobierno.
Los aliados la impugnaron. Arenas con mayor fuerza, porque Tarapacá, Arica, Tacna y
Moquegua fueron siempre peruanos.
Vinculó las exigencias chilenas con el derecho de conquista, ajeno a las tradiciones

119
119 Revista Histórica (órgano de la Academia Nacional de Historia de Perú), op. cit. Pág. 81.
120
120 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo III. Pág. 496.
121
121 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo III. Pág. 494.
122
122 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo III. Pág. 497.
123
123 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Pág. 349. Trascribe circular de José Manuel Balmaceda, Ministro de RR.EE. de
Chile, a los agentes diplomáticos de la República, Santiago, 24-XII-1881.
124
124 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. II. Pág. 249.
125
125 Alberto Ulloa, op. cit. Pág. 216.
hispano-americanas y solicitó el arbitraje de los Estados Unidos.
Altamirano, en contestación, expresó que en América los casos de rectificación de
fronteras eran numerosos y que, en la pretendida conquista chilena, “solo hay una
novedad y es la de tratarse de territorios que deben lo que son al esfuerzo y al trabajo
chilenos”126.
Osborn debió escuchar con sorpresa el categórico rechazo de Arenas.
En efecto, cuando Christiancy conferenció en Santiago con Valderrama, expresó que Perú
cedería Tarapacá127.
Vergara declaró inadmisible el arbitraje. “Chile busca una paz estable —argumentó— que
consulte sus intereses presentes y futuros”. “Y no hay motivo ninguno que lo obligara a
entregar a otras manos, por muy honorables y seguras que sean, la decisión de sus
destinos”128.
Antes de invitar para una próxima reunión que se celebraría el 27, Osborn —ante la
incomodidad de Adams y de Christiancy— dijo que tanto sus colegas como él dejaban
constancia de que su gobierno no buscaba los medios de hacerse árbitro. “El cumplimiento
estricto de los deberes inherentes a tal cargo —adujo— le ocasionaría mucho trabajo y
molestia, y aunque no duda de que su gobierno consentiría en asumir el cargo, en caso
que le fuese debidamente ofrecido, sin embargo conviene se entienda que sus
representantes no solicitan tal deferencia”129.
En la última reunión no hubo modificación alguna. La acción estadounidense contrarió a La
Moneda, que nunca confió mucho en ella, y Osborn quedó indignado, pues creyó haber
llegado a un entendimiento con Christiancy130.
Tal vez el mayor interés de Chile fue dar una oportunidad a Lillo para que conversara con
Carrillo y Baptista, empresa en la que fracasó.
Un historiador peruano, el jesuita Rubén Vargas Ugarte, vislumbró una posibilidad de paz
en Arica, si su Gobierno hubiese aceptado la cesión de Tarapacá junto con la protección de
los derechos de los regnícolas131.
En vista de que las principales condiciones presentadas por Altamirano se recogieron en el
Tratado de Ancón, de 1883, con Perú, y en el de 1904 con Bolivia, habría sido mejor para la
causa aliada haberlas aceptado en Arica. De esta forma, el conflicto hubiese concluido en
dieciocho meses y no en cuatro años. Estas conferencias representaron, además, un fracaso
para Washington. Evarts eludió transmitir instrucciones en debida forma a sus
representantes. Estos actuaron motu propio.
El New York Herald, del 31 de enero de 1881, comentó que el tibio esfuerzo de los Estados
126
126 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo III. Pág. 499.
127
127 N.A.U.S.A. Vol-30. Oficio Nº173, Arica, 28-X-1880, de Thomas A. Osborn, Ministro de EE.UU. en Chile, a William M.
Evarts, Secretario de Estado.
128
128 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo III. Pág. 501.
129
129 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo III. Pág. 502.
130
130 William F. Sater: op. cit. Pág. 178.
131
131 Revista Histórica, op. cit. Artículo de Percy Cayo. Pág. 95.
Unidos por lograr la paz en 1879 [la gestión del juez Pettis], convirtió a la diplomacia
norteamericana en el centro de la risa del continente sudamericano, y las recientes
conferencias de Arica estuvieron predestinadas al fracaso desde el comienzo. Ninguna
mediación que no envuelva una intervención vale lo que el valor de los pasajes de los
diplomáticos enviados, agregó132.
El Secretario de Estado quedó descontento con la última declaración de Osborn, y así se lo
expresó. Si bien Evarts no estaba decidido a imponer el arbitraje, tampoco quería rehuir
esfuerzos en pro del término del conflicto133.
El camino intermedio lo llevó al fracaso. Osborn le replicó que en Chile la cesión de
Tarapacá era una condición insoslayable. Esa sería la posición de sus delegados 134,
especialmente después de sus éxitos militares.
Como se aprecia, los empeños de Evarts resultaron inutiles. Desde luego, llegaron tarde.
Tal vez debieron acometerse antes de que empezaran las hostilidades bélicas y Perú no
hubiese perdido el Huáscar ni la Independencia.
James G. Blaine, futuro Secretario de Estado, dijo que si él hubiese desempeñado tal cargo
en ese momento, habría encontrado los medios para imponer la paz a los beligerantes 135.
¿Cómo, nos preguntamos a tanta distancia de los hechos y sin tener una marina adecuada?
Evarts manifestó al ministro peruano en Washington que el Presidente de la Unión
Americana, sin embargo, no se había desanimado. Aprovecharía cualquiera oportunidad
para promover el restablecimiento de la paz. Con este motivo, planteó al gobierno de
Buenos Aires que estimulara al Brasil para realizar una gestión conjunta ante los
beligerantes. Ella fracasó porque el Imperio no quiso perturbar a Chile.
El canciller Valderrama envió una circular al cuerpo diplomático residente.
Allí intentó demostrar que el gobierno no patrocinaba el derecho de conquista.
Solo retenía los territorios antes mencionados a título de indemnización, ya que los aliados
carecían de recursos para satisfacer una compensación pecuniaria adecuada. Esta
afirmación fue utilizada posteriormente en contra de Chile, cuando Perú —con el apoyo
del Secretario Blaine— sostuvo que podría pagar una indemnización pecuniaria y evitar el
cercenamiento territorial. Por otra parte, Valderrama erró al afirmar que la cesión
importaba para la nación vencedora el “reconocimiento de todos los gravámenes
hipotecarios constituidos sobre el Gobierno del Perú a favor de los acreedores extranjeros 136.
Esta declaración mereció censuras en el Congreso y en la prensa. No se aceptaba tal
doctrina, que significaba representar a Perú en sus elevadas deudas.

132
132 Herbert Millington , op. cit. Pág. 79.
133
133 N.A.U.S.A. T 77-36. Oficio Nº115, Washington, 27-XII-1880, de William M. Evarts, Secretrio de Estado, a Thomas A.
Osborn, Ministro de EE.UU. en Chile.
134
134 N.A.U.S.A. Vol. 10-31. Oficio Nº195, Santiago, 24-2-1881, de Thomas A. Osborn, Ministro de EE.UU. en Chile, a
William M. Evarts, Secretario de Estado.
135
135 Minrel. Correspondencia Enviada por la Legación de Chile en los Ee.uu. de Norte America, 1881. Oficio, 6-XI-1881, de
Marcial Martínez, Ministro de Chile en EE.UU., al Ministro de RR.EE. de Chile.
136
136 Minrel. Correspondencia Enviada a los Agentes Diplomaticos Extranjeros en Chile. 1880. Nota, Santiago, 10-XI-1880,
de Melquíades Valderrama, Ministro de RR.EE. de Chile a los agentes diplomáticos extranjeros en Chile.
Naturalmente, estimuló a los tenedores de títulos peruanos, que hasta ese momento
habían perdido la esperanza de recuperar su dinero. Como consecuencia de su faux pas,
Valderrama debió, pues, enviar una nueva circular explicativa. Allí manifestó que una vez
que se celebrase el tratado de paz, estos derechos serían resueltos con arreglo al derecho
internacional...137, frase un tanto vaga que no decía mucho, pero que le permitía salir del
paso.
6. OCUPACIÓN DE LIMA E INSTALACIÓN DEL GOBIERNO PROVISORIO DE GARCÍA
CALDERÓN
Ya se avecinaba la captura de Lima. El Secretario de Estado instruyó a Osborn para que
apoyase los acuerdos adoptados por los diplomáticos residentes en esa capital y
“presionase” a Chile. Estos agentes buscaban seguridades para la vida y las propiedades de
los neutrales, cuando los chilenos atacasen la ciudad 138.
Osborn se abstuvo. El tema ya había sido debatido por los europeos, y Valderrama les dio,
en su oportunidad, las garantías que solicitaban 139.
Después de una conversación informal con Valderrama, el ministro estadounidense
telegrafió a Washington que el gobierno adoptaría severas medidas para proteger a los
neutrales, pero no aceptaría más presiones europeas.
Asimismo, le comunicó que Vergara —ministro de guerra en campaña— y Altamirano irán
a aquella capital, en orden a evitar atropellos 140.
Como decíamos, el próximo paso fue la ocupación de Lima y lograr la paz. Ocurrió lo
primero, mas no lo segundo.
Después de los combates de Chorrillos, Barranco y Miraflores, el ingreso a la capital parecía
inminente. Se presentían terribles hechos de sangre, saqueos y destrucciones en la antigua
sede de los virreyes. Los representantes extranjeros recibían escalofriantes informaciones
de sus cónsules y compatriotas, que luego trasmitían a sus capitales, acerca del violento
comportamiento de los soldados chilenos, en el sur141.
Al Presidente no se le encontraba.
“Hasta aquí no se constituye gobierno ninguno —Vergara escribió a su hijo— ni ha cesado
Piérola en el suyo, aunque anda errante en la sierra, seguido solo de cincuenta soldados y
otros tantos oficiales y jefes. Este hombrecito es tan insensato en sus pretensiones como
ambicioso de poder y pequeño de cuerpo; así que no habrá medio de entenderse con él y
habrá que obligar a las personas a formar otro gobierno” 142.
137
137 N.A.U.S.A. Vol. 10-31. Oficio Nº187, Santiago, 3-Y-1881, de Thomas A. Osborn, Ministro de EE.UU. en Chile, a William
M. Evarts, Secretario de Estado.
138
138 N.A.U.S.A. Vol. 10-30. Oficio Nº182, Santiago, 30-XI-1880, de Thomas A. Osborn, Ministro de EE.UU. en Chile, a
William M. Evarts.
139
139 MINREL. Nota, Santiago, 5-X-1880, de Melquíades Valderrama, Ministro de RR.EE. de Chile, a Francisco Pakenham,
Ministro de Gran Bretaña.
140
140 N.A.U.S.A. Vol. 10-30. Oficio Nº182, Santiago, 30-XI-1880, de Thomas A. Osborn, Ministro de EE.UU. en Chile, a
William M. Evarts, Secretario de Estado.
141
141 A ch H. “La guerra del Pacífico vista por un diplomático francés en Lima” por Enrique Bernstein.
142
142 Municipalidad de Viña del Mar. Comodato 1881/02/ Nº60. Tomo III. Carta, Lima, 1-2-1881, de J.F. Vergara a su hijo
Salvador Vergara.
Entonces, los miembros del cuerpo diplomático se acercaron al alcalde de la ciudad,
Joaquín Torrico, para que obtuviera del general Manuel Baquedano que se posesionase de
ella cuanto antes, a fin de evitar cruentas ocurrencias 143.
El 16 de enero se presentó Torrico en el cuartel general chileno, junto con los ministros de
Inglaterra y Francia, y los almirantes Stirling y Petit Thouars y el capitán italiano Sabrano. La
historiografía peruana ha puesto mucho énfasis en la acción de Petit Thouars y del ministro
francés de Vorges. Sin embargo, nos parece más decisiva la intermediación británica, como
lo demuestran estudios recientes144. A raíz de estas conversaciones, se convino la rendición
incondicional de la ciudad en el plazo de veinticuatro horas, que solicitó el alcalde para
poder desarmar las fuerzas peruanas que quedaban aún organizadas 145.
Se temía que esta tropa, sin jefes, después de la batalla de Miraflores, se trabara en lucha
con los chilenos y la población civil, se dedicara al pillaje e incendiara la ciudad 146. Se
dispuso que las guardias urbanas, compuestas por miembros de las colonias extranjeras,
establecieran el orden, antes del ingreso del ejército enemigo 147, lo que lograron a
cabalidad.
El 17 de enero de 1881, a las 4 de la tarde, entró a Lima el general Cornelio Saavedra, al
mando de 3 mil soldados, bien disciplinados. A pesar de las terribles predicciones, “Lima se
salvó de la destrucción” anota el Ministro norteamericano 148. El resto del ejército, al día
siguiente, y por la tarde Baquedano, acompañado de su ayudante y dos oficiales. Los
peruanos que observaron a este gallardo destacamento exclamaron: “Ahora podemos
entender nuestra derrota”149. Al llegar a la plaza mayor, el general se apeó de su caballo
frente al palacio de los virreyes y lo eligió para su residencia 150.
Por desgracia, la victoria de Baquedano fue tan incompleta como la de San Martín, ya que
no consiguió rodear totalmente el campo enemigo. Efectivamente, el Presidente Piérola y
parte del ejército peruano se escaparon a la sierra 151.
Chile buscaría ansiosamente el término del conflicto. El gobierno designó con este objetivo
a los plenipotenciarios José Francisco Vergara y Eulogio Altamirano. Sus instrucciones eran
semejantes a las de Arica, si bien con algunas adiciones. La indemnización de 20.000.000
de pesos que debían pagar los aliados se aumentaba en 100.000 diarios, desde que
concluyó la conferencia a bordo de la Lackawanna. Se agregaba ahora la entrega de El
Callao; garantías que pusieran al ejército a cubierto de todo peligro, y la cesión de lo que
143
143 Gonzalo Bulnes, ob. cit. Vol. II. Pág. 350.
144
144 Celia Wu Brading: “Testimonios británicos de la ocupación chilena de Lima”. Editorial Milla Batres. Lima, 1986. Págs.
43 y 44.
145
145 F.A. Encina, op. cit. Tomo XVII. Pág. 356,
146
146 N.A.U.S.A. T 52-35. Oficio Nº237, Lima, 2-2-1881, de Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú, a William M.
Evarts, Secretario de Estado.
147
147 N.A.U.S.A. T 52-35. Oficio Nº237, Lima, 2-2-1881, de Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú, a William M.
Evarts, Secretario de Estado.
148
148 N.A.U.S.A. T 52-35. Oficio Nº237 de I.P. Christiancy antes citado.
149
149 Celia Wu Brading, op. cit. Reproduce informe del Ministro de Su Majestad Británica en Perú. Pág.147.
150
150 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. II. Pág. 350.
151
151 William F. Sater: op. cit. Pág. 178.
quedaba de la escuadra peruana. Podrían sugerir la trasferencia de Tacna y Arica a Bolivia.
Si advirtiesen ambiente para aceptarla, la formularían en calidad de indeclinable 152.
Los vecinos más prominentes y adinerados enviaron representantes para conversar con el
Jefe Supremo, Nicolás de Piérola. Después de Miraflores, este huyó a Tarma y a Jauja, en
busca de un refugio seguro en la sierra. Los emisarios intentaban negociar la paz con
Altamirano y Vergara, a fin de eludir los apremios de una ocupación militar, que se
anticipaba dura. El Jefe Supremo aceptó, a condición de que participara el cuerpo
diplomático y que las bases de arreglo fuesen tolerables153.
Mas, con anterioridad, Aurelio García, el secretario general de Piérola, remitió una nota a
los jefes de misión, en que acusaba al ejército chileno de haber incumplido el armisticio de
Miraflores, previo a la ocupación de Lima 154. En vista de ella, Vergara y Altamirano cortaron
toda relación con el Jefe Supremo, por razones de dignidad nacional 155. Según Víctor
Andrés Belaúnde, una decisión discutible frente al derecho internacional, porque el
dictador ejercía el poder ejecutivo de facto, lo reconocían las potencias extranjeras y era
con quien Chile debería negociar la paz156.
Los civilistas (el partido del ex-Presidente Manuel Pardo) resolvieron, en consecuencia,
abandonarlo y establecer un nuevo gobierno en favor de un entendimiento internacional.
¿Cuál paz? Los notables no podían ignorarla, pues el adversario la planteó a bordo de la
corbeta Lackawanna157. Empero, se desentendieron de esas bases, porque escucharon que
Washington no toleraría ninguna desmembración territorial, en cambio propiciaría una
indemnización pecuniaria. El 22 de febrero de 1881, eligieron Presidente provisorio de Perú
al Dr. Francisco García Calderón. Recibió 114 votos, en un selecto aunque muy reducido
cónclave, integrado principalmente por civilistas.
El elegido era un distinguido abogado arequipeño, con importante actuación pública y
miembro del partido del extinto Presidente Pardo158.
La equivocada resolución de Vergara y Altamirano de ignorar al Presidente de facto tuvo
graves consecuencias. Piérola contaba efectivamente con el pueblo, aunque es probable
que no aceptase el cercenamiento del territorio patrio, pues ya conocemos las
instrucciones que dio a sus representantes en las conferencias de Arica. Pero, García
Calderón, investido Presidente por los notables de Lima, con la condescendencia de Chile,
carecía de todo respaldo popular. Muy pronto buscaría el apoyo del general Stephen A.
Hurbult, designado ministro de Estados Unidos en Perú.
152
152 MINREL CONFIDENCIAL. PRELIMINARES DE PAZ CON PERÚ. 1880-82. Oficio, Santiago, 22-12-1880, de
Melquíades Valderrama, Ministro de RR.EE. de Chile, a los plenipotenciarios José Francisco Vergara y Eulogio Altamirano.
153
153 N.A.U.S.A. T 77-131. Oficio Nº123 (Urgente), Washington, 10-2-1881, de William M. Evarts, Secretario de Estado, a
Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú.
154
154 Message from the President from the United States transmitting papers relating to the war in South America.
Washington, op. cit. Pág. 452 y ss. Nota Nº307, Lima, 19-2-1881, de Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú, a
Evarts, Secretario de Estado de EE.UU. Trascribe mensaje de Aurelio García, Secretario General Gob. de Piérola.
155
155 MINREL CONFIDENCIAL. PRELIMINARES DE PAZ CON EL PERÚ. 1880-82. De los Sres. José Francisco Vergara y
Eulogio Altamirano a los Sres. Antonio Arenas y Lino Alarco.
156
156 Víctor Andrés Belaunde, op. cit. Pág. 9.
157
157 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. III. Pág. 34.
158
158 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo V. Págs. 251 al 259.
El Presidente provisorio, sin reconocimiento formal de Chile, aunque bajo sus “auspicios”
como diría más tarde Hurlbut 159, se instaló en La Magdalena, un caserío a unos cinco
kilómetros de Lima. Las autoridades chilenas lo declararon territorio neutral y concedieron
a García Calderón ciertas atribuciones.
El 1 y 2 de marzo, el presidente del consejo de ministros, Aurelio Denegri, y el Canciller,
Manuel María Gálvez, se reunieron con los plenipotenciarios chilenos y les propusieron
previamente acordar un pacto de tregua; concertar la paz, y disponer la evacuación de la
capital por las fuerzas ocupantes.
Los chilenos respondieron que la tarea inicial de García Calderón era conseguir el apoyo de
la nación. Una vez logrado, se negociaría el tratado de paz y se retirarían las fuerzas
chilenas. Este planteamiento respondía al deseo de finalizar la guerra. Christiancy no lo
entendió así. Para el diplomático se trataba de un juego para apoderarse de todo el
territorio, incluido el que Piérola y otros caudillos controlaban 160.
Vergara y Altamirano quedaron con la impresión de que Denegri y Gálvez temían las
estipulaciones que Chile impondría, sin haber preparado antes el ánimo de sus
compatriotas161. Por otra parte, se enredaron en cuestiones previas y no se tocó la de
fondo: las condiciones que Chile planteó en Arica.
Frustrada la tarea, Altamirano regresó a Chile y Vergara renunció al cargo.
García Calderón inauguró el 12 de marzo su gobierno, si es que así se le podía calificar.
Partió de Lima al caserío de La Magdalena con la banda ceñida al pecho y sus ministros
“vestidos con traje de corte”. Juró respetar la Constitución que Piérola derogó y comunicó
su elección al general Cornelio Saavedra 162.
7. BOTÍN DE GUERRA. LIBROS PERUANOS A CHILE
Pocas semanas después de que García Calderón se instalara en La Magdalena, Christiancy
recibió quejas de funcionarios peruanos. Los ocupantes trasladaban a Chile bibliotecas,
incunables, un cuadro histórico, diversas pinturas, archivos, laboratorios, gabinetes de física
o anatómicos, etc163.
Un periódico que publicaba la autoridad chilena quiso justificar estas acciones, en virtud
del “derecho incontrovertible que todas las naciones del mundo acuerdan al vencedor
cuando este tiene que indemnizarse de los gastos de la guerra. Mañana —agregaba—
podrán hacerlo con todos los edificios públicos, etc. Este es el derecho del vencedor y
callar el deber del vencido cuando no ha buscado a tiempo el remedio que evite los males
de que se queja”164. Una clara alusión, aunque expresada con rudeza, a las conferencias de
Arica, donde se pudo terminar la conflagración si las exigencias chilenas hubiesen sido
159
159 N.A.U.S.A. T 52-35. Oficio Nº257, Lima, 16-3-1881, de Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú, a William M.
Evarts, Secretario de Estado.
160
160 N.A.U.S.A. T 77-131. Oficio Nº319, Lima, 16-6-1881, de Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú, a James G.
Blaine, Secretario de Estado.
161
161 MINREL CONFIDENCIAL. PRELIMINARES DE PAZ CON EL PERÚ. 1880-82. Oficio, Lima, 2-3-1881, de los Sres.
José Francisco Vergara y Eulogio Altamirano al Ministro de RR.EE. de Chile.
162
162 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. III. Págs. 11 y 12.
163
163 N.A.U.S.A. T 52-35. Oficio Nº263, Lima, 22-3-1881, de Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú, a William M.
Evarts, Secretario de Estado.
aceptadas.
Finalizado el conflicto, el Presidente Domingo Santa María devolvió al director de la
Biblioteca Nacional de Lima, Ricardo Palma, los libros que pudo encontrar, pues muchos se
extraviaron. “A Dios gracias le agregaba los tiempos bonancibles vuelven, y usted dejará de
andar con una espada al cinto, y volverá a tomar la pluma para escribir como siempre,
sabrosos y bien aliñados artículos”165.
Un par de años después, El Comercio de Lima publicó una carta de Rafael de la Cruz,
gobernador civil de esa capital, dirigida a la municipalidad de Talca. En ella le comunica
que ha despachado trece cajones, que contienen nueve “obras de arte” que pertenecieron
a una exposición que se realizó en Lima. Simbolizarán los hechos de armas que
protagonizó el regimiento Talca en Chorrillos, y deberán adornar la plaza de aquella
ciudad166.
8. EL DEPARTAMENTO DE ESTADO Y EL PRESIDENTE GARCÍA CALDERÓN
Los miembros del cuerpo diplomático residente recibieron una nota del Canciller Manuel
Gálvez, en la que les comunicaba la instalación del gobierno provisorio 167. De tal modo,
este pretendía, por caminos indirectos, lograr que se reconociera a la nueva
administración. Mas la respuesta de los representantes extranjeros fue evasiva. Todos
estaban acreditados ante el dictador Piérola, en su calidad de gobernante de facto, y no
podían reconocer dos gobiernos a la vez, administrando un mismo Estado.
Gálvez visitó posteriormente al agente estadounidense. Christiancy le recordó que la
posición del Departamento de Estado era de neutralidad estricta.
Siempre llano a ofrecer su mediación en forma de buenos oficios o a actuar como árbitro,
pero a pedido de los tres beligerantes. Sabía que Chile rechazaba la intervención extranjera
en la controversia. Por lo mismo, pues, no podía asegurarle que el Departamento se
apartaría de esa norma168.
Gálvez, entonces, le consultó acerca de la designación de un enviado peruano en
Washington. El agente, sin pronunciarse, vio en ello una objeción: su gobierno tenía
relaciones con Piérola, y el de La Magdalena no era el gobierno de Perú 169.
Christiancy, prudente, conversó con Patricio Lynch, comandante de las fuerzas chilenas de
ocupación, y con el plenipotenciario Joaquín Godoy, a cargo de los asuntos políticos y
diplomáticos. Ambos le manifestaron que demorase el reconocimiento hasta que Chile lo

164
164 N.A.U.S.A. T 52-36. Oficio Nº265, Lima, 23-3-1881, de Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú, a William M.
Evarts, Secretario de Estado.
165
165 Mariano F. Paz Soldán, op. cit: Pág. 266.
166
166 N.A.U.S.A. T 52-38. Oficio Nº79, Lima, 12-1-1883, de James R. Partridge, Ministro de EE.UU. en Perú, a F.
Frelinghuysen, Secretario de Estado. Hay referencia también a obras que se enviaron a Valparaíso, como una estatua de
fierro que representa al dios Mercurio. Se menciona el Diario Oficial del 11-1-1883.
167
167 N.A.U.S.A. T 52-36. Oficio Nº310, Lima, 27-5-1881, de Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú, a James G.
Blaine, Secretario de Estado.
168
168 N.A.U.S.A. T 52-36. Oficio Nº264, Lima, 23-3-1881, de Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú, a William M.
Evarts, Secretario de Estado.
169
169 N.A.U.S.A. T 52-35. Oficio Nº264, Lima, 23-3-1881, de Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú, a William M.
Evarts, Secretario de Estado.
hiciera primero170. Se limitó a entregar a José Francisco Vergara copia de una parte de sus
instrucciones, en las que constaba el deseo de su gobierno de que se ajustara la paz, sin
demoras innecesarias y —nuevamente— sobre bases razonables171. Si bien Christiancy
evitó entrar en mayores detalles, sabemos que “razonables” significaba no al
cercenamiento territorial y sí al pago de una indemnización pecuniaria, también razonable.
El 7 de marzo de 1881 se produciría un cambio en Estados Unidos que tendría importantes
consecuencias para las repúblicas contendientes. El Presidente Garfield designó como
Secretario de Estado, en lugar de Evarts, a James G. Blaine, a quien un historiador de la
misma nacionalidad describe como “el Empenachado Caballero de Maine” 172.
Blaine había perdido por poco, en 1876, la Presidencia de Estados Unidos.
Aunque carecía de experiencia diplomática, era un político ambicioso.
Vio en los acontecimientos del Pacífico la posibilidad de engrandecer su imagen e imponer
su visión panamericana173. Su actuación no resultó enaltecedora, y solo contribuyó a
prolongar el conflicto. Como veremos más adelante, se interesó también por obtener
concesiones salitreras en Tarapacá, en favor de capitalistas estadounidenses 174. Ocultó
estas pretensiones —dice el historiador norteamericano F. B. Pike— al proclamar que no se
podía aceptar la trasferencia de territorios fundada en el derecho de conquista y en la
fuerza, en el hemisferio occidental175.
La preocupación de Evarts habría sido impedir sobre todo la intromisión europea, mas su
actuación se demostró cautelosa, “casi desinteresada” 176.
Ante los beligerantes quiso mantener una posición más bien equidistante. En cambio, el
nuevo secretario abandonó la moderación de su predecesor y practicó una política
agresiva, que el New York Herald motejó de “pugilística” 177.
Ella volvió a confundir a los peruanos, que creyeron que Estados Unidos inclinaría la
balanza en favor suyo.
Calificaba a Chile de agresor, con el respaldo de Gran Bretaña, su bête noire. Le disgustaba
la influencia británica en el hemisferio occidental, “en un campo que legítimamente
pertenece a Estados Unidos y que podía dominar fácilmente si lo quisiera. El triunfo de
Chile entrega todos los negocios peruanos a manos de los ingleses”178.
Blaine no se hallaba solitario en su pensamiento entre sus compatriotas, cada vez más
170
170 N.A.U.S.A. T 53-36. Oficio Nº319, Lima, 16-6-1881, de Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú, a James G.
Blaine, Secretario de Estado.
171
171 N.A.U.S.A. T 53-35. Oficio Nº261, Lima, 21-3-1881, de Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú, a William M.
Evarts, Secretario de Estado.
172
172 William F. Sater: “Chile. Clash of global visions II. United States-Latin American Relations, 1850-1903”. Editado por
Thomas M. Leonard (Tuscaloosa, Habana). 1999. Pág. 179.
173
173 William L. Krieg, “Legacy of the war of the Pacific”. Estudio para el Departamento de Estado de EE.UU. Pág. 5.
174
174 F.B. Pike: “The modern history of Perú”. Frederick A. Praeger, Publishers. New York-Washington. 1967. Pág. 148.
175
175 F.B. Pike, op. cit. Pág. 148.
176
176 William L. Krieg, op. cit. Pág. 6.
177
177 Herbert Millington, op. cit. Pág. 82.
178
178 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Pág. 451. Reproduce entrevista a J. G. Blaine hecha por el “New York Herald”.
deseosos de consolidar un lugar predominante en el hemisferio occidental. Después de
incorporar California, Texas y Nuevo México a su soberanía, mediante el artificioso recurso
de la compra de tales territorios, conviene recordar cuánto influyó Estados Unidos en favor
de Benito Juárez para poner término a la injerencia francesa en México, la que se oponía a
sus intereses.
El “empenachado caballero de Maine” había representado al partido republicano en el
Congreso y su vehemencia como leader de la minoría le valió acusaciones relativas a su
integridad personal. No obstante, el Presidente Garfield lo designó Secretario de Estado y
le prestó todo su apoyo179. Este gobernante fue asesinado el 2 de julio de 1881, y a su
muerte advino Chester Arthur. La influencia de Blaine disminuyó, en perjuicio de la causa
de los aliados del sur. El 9 de diciembre, el secretario renunció, después de una minuciosa
investigación en la cámara de representantes, que terminó por absolverlo. Empero, su
reputación sufrió menoscabo y sus constantes ambiciones presidenciales se vieron
frustradas.
El 9 de mayo, Blaine envía un despacho a Christiancy en que contesta uno del agente 180. En
este último, el diplomático le comunica que Chile desconoce a Piérola como representante
de la autoridad civil en Perú, y que García Calderón está al frente de un gobierno
provisional. Lo anterior le abre el camino al Secretario para ordenar al plenipotenciario
que:
“si el Gobierno de [García] Calderón es sostenido por los hombres de valer e inteligencia del
Perú y está realmente inclinado a restaurar el gobierno constitucional con intención de
negociar la paz con Chile, puede V.S. reconocerle como Gobierno provisorio y prestarle la
ayuda que pueda, ya sea por consejos o por buenos oficios para alcanzar este fin” 181.
El 14 de mayo Christiancy conoció sorpresivamente por El Orden, periódico limeño oficial
de García Calderón, que el 12 de marzo —cinco días después que asumió Blaine— el
Presidente Garfield había reconocido al Presidente provisorio 182.
Este inusual proceder se explica porque Blaine advirtió que con la colaboración de ciertos
financistas europeos y estadounidenses sería posible entenderse con García Calderón y
alcanzar la paz con Chile. Aquellos proporcionarían los recursos económicos para
indemnizar al Mapocho de sus gastos militares, mientras Perú conservaría el suelo de
Tarapacá.
El agente se encontró en una situación incómoda. Grande debió ser su sorpresa, pues nada
se le había informado oficialmente, situación que suele acontecer en la vida diplomática,
máxime en aquellos años en que las comunicaciones eran difíciles y onerosas. Sus colegas
en Lima le apremiaban para saber cuán veraz era la noticia. Por desgracia, carecía de clave
para comunicarse con Washington. En cuestión de tanta importancia —consideraba— le

179
179 Pascual Ahumada, op.cit. Tomo VII. Pág. 333.
180
180 Message from the President of the United States, op. cit. Pág. 495. Trascribe oficio Nº143, Washington, 9-5-1881, de
James G. Blaine, Secretario de Estado, a Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú.
181
181 Pascual Ahumada op. cit. Tomo VI. Pág. 326.
182
182 Message from the President of the United States..., op. cit. 1882. Págs. 495 y 496. Trascribe oficio Nº301, Lima, 17-5-
1881, del Ministro Isaac P. Christiancy a James G. Blaine, Secretario de Estado.
correspondía al Departamento de Estado informarle. Además ignoraba si García Calderón
tuviese un adecuado respaldo de la nación. Por lo mismo —comunicaba a Washington—
que se abstendría de dar paso alguno, hasta recibir instrucciones.
Blaine, al parecer presuroso y antes de escuchar a Christiancy, recibe el 4 de mayo a
Federico Elmore, el agente enviado por García Calderón. No le reconoció formalmente,
pero sí oficiosamente.
A Christiancy se le presentaba una situación compleja y, por lo mismo, siguió dudando,
más la cuestión parecía zanjada en el Departamento de Estado. Responde a Blaine que, a
juicio suyo, si se trata de la clase pudiente —los ricos propietarios azucareros de la costa y
los adinerados comerciantes— sin duda que ellos desean la paz a “cualquier precio y bajo
cualquiera condición”, y respaldan a García Calderón. En cambio, desde un ángulo político,
el gobierno provisorio carece del mismo sustento. El pueblo lo ve como una prolongación
de la ocupación chilena y apoya a Piérola. Acerca de la intención de restaurar el régimen
constitucional y acordar la paz, sin tener más antecedentes que las declaraciones de García
Calderón y sus ministros, termina por inclinarse en favor de los hombres de La Magdalena.
También conoce la opinión de Lynch y Godoy, quienes prefieren que los diplomáticos
residentes demoren su decisión hasta que Chile adopte la suya 183.
El diplomático sabía que Blaine le tenía un sucesor, que llegaría a Lima tan pronto fuese
reconocido García Calderón, y que a Elmore se le recibió en Washington, el 4 de mayo 184.
Por este motivo, se adelantó el 26 de junio a reconocer a los hombres de La Magdalena, a
fin de que no se pensase que se aferraba al cargo. Mas, si hubiese seguido su propia
convicción, solo habría dado este paso tan pronto tuviera el convencimiento de que el
gobierno de La Magdalena representaba una autoridad de facto, aceptada por la mayoría
de los peruanos185, convencimiento que no tenía.
9. EL CRÉDITO INDUSTRIAL Y LA COMPAÑÍA PERUANA
En tiempos del Secretario Evarts, aparecen unos ávidos especuladores franceses y
estadounidenses que persiguen adueñarse, en sustitución de la nación victoriosa, del
guano y del salitre. La forma de anular a Chile, en cuyo poder ya se encontraban estas
riquezas, era obtener que Estados Unidos presionase a La Moneda para que solo exigiese
del Perú una indemnización pecuniaria, en vez de la cesión de Tarapacá 186. Se trataba del
Crédito Industrial, de Francia, y de la Compañía Peruana, de Estados Unidos. Esta última
amparaba las quiméricas reclamaciones de los franceses Alejandro Cochet y Jean Téophile
Landreau.
Antes de referirnos al Crédito Industrial, nos ocuparemos del desempeño de la firma
francesa, Dreyfus Hermanos, que actuaba desde 1869 como agente financiero del
gobierno peruano, en el que a la sazón Nicolás de Piérola se desempeñaba como ministro

183
183 N.A.U.S.A. T 52-36. Oficio Nº319, Lima, 16-6-1881, de Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú, a James G.
Blaine, Secretario de Estado.
184
184 Herbert Millingon, op. cit. Pág. 83.
185
185 N.A.U.S.A. T 52-36. Oficio Nº322, Lima, 28-6-1881, de Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.U. en Perú, a James G.
Blaine, Secretario de Estado.
186
186 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. III. Pág. 32.
de Hacienda. En agosto de ese año, suscribió con el ejecutivo uno de los contratos más
controvertidos que Perú pudo convenir hasta ese momento. En virtud de él, se entregó a
Dreyfus el monopolio de la venta del guano, en reemplazo de los consignatarios que lo
habían tenido hasta esa fecha. Aquí surge un problema político: los consignatarios estaban
vinculados con lo que después se conoció con el nombre de partido civil o civilismo.
Dreyfus, en cambio, tenía relaciones con Nicolás de Piérola y su partido democrático,
claramente antagonista del primero, que representaba a otro sector de la sociedad
peruana.
Esta firma celebró un contrato de liquidación el 7 de enero de 1881, cuando en plena
guerra Piérola asumió la jefafura suprema. Allí Perú reconoció deberle aproximadamente
4.000.000 de libras esterlinas. El contrato luego fue traspasado a una sociedad francesa, en
la que figuraba el Crédito Industrial187.
Este último operaba en París. Lo integraban europeos. El 7 de enero de 1880 firmó un
convenio con el Presidente Mariano Ignacio Prado, antecesor de Piérola 188. Su capital se
encontraba constituido por acreedores de la deuda peruana, agrupados en organizaciones
nacionales, tales como el “comité de tenedores de bonos peruanos en Francia”. El reclamo
individual más importante era el de Dreyfus. Los bondholders —como ya indicamos— se
encontraban en pésima situación aún antes de 1879, porque Perú no les cancelaba los
intereses ni el capital. Por consiguiente, los bonos perdieron gran parte de su valor.
Posteriormente, los adquirieron especuladores que pretendían efectuar una fuerte
ganancia a costa de Chile. Confiaban en que esta república los rescatase como resultado
de la presión internacional.
Los representantes del Crédito —el conde de Montferrand y el cubano Francisco de Paula
Suárez (este último asociado en otro tiempo a Henry Meiggs)— llegaron a Washington y le
presentaron al Secretario William M. Evarts, el 21 de enero de 1881, su “programa”. En
representación de los tenedores de bonos en Francia, Bélgica y Holanda, y en menor
cuantía en Gran Bretaña, la compañía asume la obligación de pagar el total de la deuda
peruana, que ascendía aproximadamente a 45.000.000 de libras esterlinas 189.
Conforme a una declaración del Crédito, se entregarían anualmente 550.000 libras a Chile,
una suma más que suficiente para levantar un préstamo de 4 o 5.000.000 de libras, y a
Perú 550.000 libras al año, que era más de lo que obtenía el fisco de esa república. Los
tenedores de bonos recibirían 1.200.000 libras190.
Lo que la contraparte requería era que Tarapacá retornase a Perú y que el salitre quedase
entregado al monopolio de este consorcio. Así se aseguraría la libre exportación, sin
cortapisas, de este producto y del guano, por un plazo que se acordaría. Cumplidas dichas
condiciones, el Crédito traspasaría 60.000 libras anuales a la Compañía Americana del
Cable, que operaba entre Lima y Panamá191.
187
187 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. III. Pág. 38.
188
188 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Pág. 104.
189
189 Esta suma debe equivaler, más o menos, a los US$281.340.000 que señala el Almanaque Spofford, 1882, pág.121.
190
190 Herbert Millington,op. cit. Pág. 98.
191
191 Herbert Millington, op.cit. Pág. 98.
Este es “nuestro objeto y nuestra inteligencia de los intereses financieros de aquellas
repúblicas, —escribía Suárez al Secretario Evarts, el 7 de febrero— y la ejecución del
esquema propuesto, tal como lo presenta el Crédito Industrial, significará una garantía
segura para el mantenimiento de la paz, así como creará un interés común entre esas
naciones, al colocar el origen de su riqueza bajo la administración de una institución de
mucho nombre y reputación en el mundo”192.
Como observamos, lo que aquella corporación pretendía era que la Unión Americana
interviniera en el conflicto bélico. Esa entidad buscaba que Perú conservara la provincia de
Tarapacá, una acción claramente contradictoria con la política chilena. Sin ella, los bonos
no tendrían ningún valor y el crédito peruano quedaría aún más por el suelo, ya que
poseían antecedentes de que La Moneda no asumiría la deuda peruana. A pesar de sus
líricas declaraciones en favor de la doctrina Monroe y sus deseos en pro de la amistad
latinoamericana, sus propósitos eran “enteramente mercenarios”, según anota el autor
estadounidense Herbert Millington. La ayuda presuntamente benévola que prestaría a
Perú, significaría que dicha nación solo retendría el suelo de Tarapacá. La Compañía se
quedaría con el salitre y otras materias primas, y se pagaría con mucha generosidad193.
Evarts comunicó a Suárez que Estados Unidos se encontraba disponible para presionar en
favor de una paz pronta y honorable. Las facilidades financieras que esa empresa
concediera podrían ayudar al establecimiento de ella 194. Sin embargo, con mayor cautela
que el cubano Suárez, por escrito expresó a su representante en Lima que el gobierno
intervendría solo cuando los beligerantes se lo solicitaren. Le instruyó para que así lo
trasmitiese a los ministros en Santiago y La Paz195.
Christiancy estimaba que Chile, envalentonado con sus éxitos militares, consideraría
inadmisible la propuesta de Suárez. Únicamente la intervención armada de Estados Unidos,
Francia e Inglaterra lo obligaría a aceptarla 196.
Por estas razones, se abstuvo de iniciar gestión alguna, con lo cual se ganó el desagrado
de estos mercaderes que aceleró su salida del Rímac 197.
Este plenipotenciario advertía dos caminos para que la Unión controlase el comercio de
Perú, en detrimento de los intereses de Gran Bretaña: presionar en pro de la paz, conforme
a bases razonables, o controlar a esa nación a través de un protectorado o bien que fuese
anexada por Estados Unidos. Cualquiera de estas tres fórmulas sería popular en Lima,
agregaba, tanto en el mundo oficial como entre la gente adinerada, que observaban con
animadversión la influencia británica y sus vínculos con Chile. En cambio, la Iglesia se
opondría porque significaría la intromisión del protestantismo.
192
192 Ver obra citada anteriormente y N.A.U.S.A. T 77-131. Oficio Nº129 Confidencial, Washington, 17-2-1881, de William M.
Evarts, Secretario de Estado.
193
193 Herbert Milligton, op. cit. Pág. 99
194
194 Herbert Millington, op. cit. Pág. 100.
195
195 N.A.U.S.A. T 77-131. Oficio Nº129, Washington, 17-2-1883, de William M. Evarts, Secretario de Estado, a Isaac P.
Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú.
196
196 N.A.U.S.A. T 52-35. Oficio Nº 262 Confidencial, Lima, 22-3-1881, de Isaac P. Christiancy, Ministro de EE.UU en Perú, a
William M. Evarts, Secretario de Estado.
197
197 Gonzalo Bulnes, op. cit., Vol. III. Pág. 41.
Aunque el ministro juzgaba que a él no le tocaba adoptar una decisión, adelantaba que se
oponía a la anexión, salvo que después de un programa de diez años, el ex-virreinato fuese
admitido como un estado más de la Unión198.
Tal vez el equivalente de Puerto Rico...
Suárez interesó a García Calderón y le ofreció sin más el apoyo de Evarts.
El Presidente provisorio firmó, pues, dos convenios con el Crédito Industrial.
A su vez, James G. Blaine manifestó un interés mayor que Evarts en el asunto. Es posible
que haya apreciado, detrás de este “programa”, la posibilidad de impedir la cesión
territorial, mientras él lograba imponerse como una figura visionaria del futuro
panamericanismo. El Secretario resolvió, además, nombrar nuevos ministros en Lima y
Santiago.
En Nueva York, surge entonces la Compañía Peruana, aún más turbia que la anterior. La
componen importantes figuras políticas, como el ex Presidente Grant y el Senador Blair,
con influencia en el gobierno y en el Congreso 199. La preside el abogado Jacob Shipherd,
un aventurero rapaz y de pésima calaña. Pretende que si Perú cede Tarapacá a Chile, en el
Tratado de Paz se estipule “que ese territorio respondía preferentemente antes que de
ninguna otra deuda, incluso de la de Chile por la guerra, de las de Cochet y Landreau” 200. La
Compañía reclamaba novecientos millones de dólares o, al menos, trescientos más
intereses acumulados del 6%, a nombre de Alejandro Cochet, representado por su hijo
natural, y por John Landreau, nacionalizado estadounidense 201.
Alejandro Cochet alegó en vida ser el descubridor de la importancia del comercio del
guano, en circunstancias de que los nativos lo conocían y empleaban desde mucho antes.
Reclamaba novecientos millones de dólares.
Aducía el premio que otorgaba la legislación peruana a los descubridores de bienes
fiscales perdidos o ignorados. Mas su pretensión fue vana. Murió en la indigencia y se le
sepultó en la fosa común. Shipherd adquirió por un dólar una parte de estos novelescos
derechos.
Jean T. Landreau, a su vez, denunció unos depósitos de guano, ya conocidos.
La justicia peruana no acogió su demanda. Por esta razón, recurrió a su hermano
nacionalizado estadounidense, a fin de invocar el amparo del gobierno de la Unión.
Shipherd le compró sus derechos y los avaluó en trescientos millones de dólares.
Blaine informa al general Hurlbut, nuevo ministro en Lima, y deja a su criterio el caso de
Cochet. Empero, con relación al de Landreau, le instruye para que lleve a la atención del
ministerio de Relaciones Exteriores del Rímac, que la Corte Suprema peruana dejó en la
indefensión a un ciudadano estadounidense. El gobierno de Washington confía en que se
198
198 Mensaje del Presidente de los Estados Unidos... op. cit. Carta confidencial, Lima, 4-5-1881, de Isaac P.
Christiancy, Ministro de EE.UU. en Perú, a James G. Blaine, Secretario de Estado. Pág. 185 y ss.
199
199 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Pág. 171.
200
200 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. III. Pág. 62.
201
201 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Págs. 324 y 325. Contiene nota del Secretario de Estado, James Blaine, de 4-
8-1881, a Stephen. Hurlbut, Ministro de EE.UU. en Perú. Apoya la reclamación de Landreau y dice que en el tratado de
paz que suscriban Chile y Perú, Perú debe estipular el pago a Landreau.
tomarán medidas, a fin de que el afectado logre una decisión judicial que proteja sus
derechos202.
En opinión de Hurlbut, el caso Cochet no se presta para una acción judicial.
No así el de Landreau, pues existen pruebas suficientes que apoyan esa reclamación 203.
El Secretario de Estado coincide con el ministro en que no debe presentar una demanda
oficial, pero sí empeñarse en obtener una rápida y justa consideración del caso 204. Blaine
declaró al New York Herald , después de dejar su cargo, que había ordenado a Hurlbut que
emplease sus buenos oficios para que Perú designase a algún tribunal, frente al cual
pudiese comparecer Landreau y se estudiase la justicia de su reclamación 205.
Shipherd intenta que el Secretario de Estado ordene a Hurlbut que apoye sus pretensiones.
El asesinato del Presidente Garfield y su reemplazo por Arthur habría aminorado la
influencia de Blaine, lo que pudo aconsejarle prudencia206.
Aún así, casi al término de su gestión, el 16 de diciembre, escribió al general:
“Un tratado de paz que ceda territorio a Chile no debería hacerse descuidando los derechos
que puedan pertenecer al señor Landreau, después de una investigación judicial
imparcial”207.
Olvidó que los tribunales peruanos negaron jurisdicción al representante de este
ciudadano. Al propio tiempo, Landreau carecía de derechos para impetrar la protección
diplomática de otro Estado que no fuera el suyo.
Esta decisión de Blaine —cuando se la conoció— dejó una mala impresión en la opinión
pública estadounidense.
En Europa, el guano y el salitre tenían mucha importancia en su desarrollo, de tal modo
que existía una seria preocupación si estos productos llegasen a faltar. Por lo mismo, los
agricultores y los navieros empiezan a promover acciones ante las autoridades para
acelerar el término del conflicto, ya sea a través de los gobiernos del Viejo Continente o de
Estados Unidos.
Si bien sus simpatías se inclinaban en favor de Chile, como consecuencia del “descrédito
en que ha caído el Perú a causa de sus desaciertos financieros”, lo que realmente les
preocupaba era el término de la guerra 208.

202
202 N.A.U.S.A. T 77-131. Oficio Nº7, Washington, 4-8-1881, de James G. Blaine, Secretario de Estado, a Stephen A.
Hurlbut, Ministro de EE.UU. en Perú.
203
203 N.A.U.S.A. T 52-36. Oficio Nº12, Lima, 14-9-1881, de Stephen A. Hurlbut, Ministro de EE.UU. en Perú, a James G.
Blaine, Secretario de Estado.
204
204 N.A.U.S.A. T 77-131. Oficio Nº7, Washington, 4-8-1881, de James G. Blaine, Secretario de Estado, a Stephen A.
Hurlbut, Ministro de EE.UU. en Perú.
205
205 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Pág. 450.
206
206 N.A.U.S.A. T 77-131. Oficio Nº17, Washington, 17-XI-1881, de James G. Blaine, Secretario de Estado, a Stephen A.
Hurlbut, Ministro de EE.UU. en Perú.
207
207 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Pág. 325. Reproduce oficio de James G. Blaine, Secretario de Estado,
Washington, 16-12-1881, a William Henry Trescott, Ministro de EE.UU. en Misión Especial.
208
208 Celia Wu Brading: “Santiago Sierra, Diplomacia mexicana en América del Sur y la Guerra del Pacífico 1878-79”.
Trascribe oficio del ministro de México en Bélgica, Bruselas, 4-4-1880, al Ministro de RR.EE. de México. Pág. 110 y ss.
10. ESTADOS UNIDOS DESIGNA NUEVOS AGENTES EN LIMA Y SANTIAGO
Como hemos adelantado, Blaine —apenas asumió su cargo— introdujo cambios en las
legaciones en Lima y Santiago. Christiancy fue sucedido por el general Stephen A. Hurlbut;
y Osborn por el general Hugh Judson Kilpatrick.
En Bolivia continuó el general Charles Adams.
El historiador estadounidense William F. Sater sostiene que la política del Departamento de
Estado fue miope en la elección de estos plenipotenciarios.
Blaine demostró una absoluta ceguera respecto de Hurlbut, que era un adicto al alcohol,
cuyos vapores ya perturbaban su juicio antes de viajar a Santiago. Y Kilpatrick —por su
matrimonio con una chilena— parecía más chileno que estadounidense. Además estaba
enfermo209.
El primero militaba en el partido republicano y gozaba de la confianza del Secretario de
Estado. Se desempeñó como ministro en Colombia, desde 1869 hasta 1872. Tuvo una
actuación destacada durante la guerra de secesión, si bien empañada por cargos de
corrupción. En Illinois, en su calidad de leader de esa colectividad política, se le acusó
nuevamente del mismo delito y también de ebriedad210.
Kilpatrick participó destacadamente en aquel conflicto. Apenas fue nombrado teniente
segundo de artillería, recibió su bautismo de fuego en el campo de batalla 211. Al finalizar, se
le designó ministro en Chile, entre 1865 y 1868. Allí contrajo matrimonio con Luisa
Valdivieso Araoz. Derrotado en una elección política, volvió a ser acreditado en Santiago.
Ambos generales no se entendieron. Ya hemos advertido una situación similar entre
Osborn, Christiancy y Pettis.
Blaine dio instrucciones escritas a los dos plenipotenciarios. Sus textos se conocen.
Además, a Hurlbut se las dió verbales 212. Kilpatrick fue autorizado para mostrar las suya al
gobierno chileno. Hurlbut conoció igualmente las de su colega, pero a Kilpatrick se le dejó
en una situación menoscabada.
No se le impuso de las que recibió aquel. En cambio, ambas le fueron enseñadas a Marcial
Martínez, nuestro representante en Washington, por el Secretario de Estado. Blaine
sostenía, pues, que Chile estaba enterado de ellas, aunque de las verbales solo las conocía
el agente en Lima.
El Secretario expresa a Hurlbut que La Moneda parece inclinarse por reconocer al gobierno
provisional de García Calderón 213. Luego agrega: “si es así, V.S. debe hacer cuanto pueda
para animar a los peruanos a que acepten cualesquiera condiciones razonables y las
restricciones con que se acompañe esta concesión”. Este gobierno nacional es de vital

209
209 William F. Sater: op. cit. Pág. 179.
210
210 Herbert Millington, op. cit. Pág. 85.
211
211 “Informes indéditos de diplomáticos extranjeros...”, op. cit. Pág. 192.
212
212 N.A.U.S.A. T 52-36. Oficio Nº2, Lima, 10-8-188, de Stephen A. Hurlbut, Ministro de EE.UU. en Perú, a James G. Blaine,
Secretario de Estado.
213
213 N.A.U.S.A. T 77-131. Oficio Nº2, Washington, 15-6-1881, de James G. Blaine, Secretario de Estado, a Stephen A.
Hurlbut, Ministro de EE.UU. en Perú. P. Ahumada las reproduce en obra citada,Tomo V, pág. 496.
importancia —agrega— porque permitirá a Perú iniciar negociaciones de paz. Es preferible
aceptar condiciones que “pudieran ser duras e importunas”, antes que exigir demasiado y
que continúe la ocupación militar chilena.
Los Estados Unidos, comenta Blaine:
“no pueden negarse a reconocer los derechos que el gobierno de Chile ha adquirido... y
puede ser que una cesión de territorio sea el precio necesario que deba pagarse por la paz”.
Perú —dice— no debería declarar, en ningún caso, que aceptaría la pérdida de territorio,
como resultado de la negociación.
El objetivo de García Calderón sería la formación de un gobierno constitucional y luego
entablar aquella negociación, “sin la declaración de condiciones preliminares, como un
ultimatum por cada parte”. Dice Blaine, enseguida, que como Chile ha declarado que esta
no es una guerra de conquista, Perú podría buscar la oportunidad de ofrecer el pago de
una indemnización pecuniaria antes que aceptar un cercenamiento territorial. Estados
Unidos ejercería su influencia para lograr que La Moneda consintiera en que “la cuestión
de la cesión de territorio sea objeto de una negociación y no la condición previa sobre la
cual únicamente podrían principiar las negociaciones”.
Enseguida alude a un punto muy interesante, esto es, que García Calderón intentaría
conseguir ayuda externa para financiar una indemnización pecuniaria en favor de Chile,
que evitará desprenderse de Tarapacá.
“Como V. S. lo sabe —anota el Secretario de Estado— más de una proposición se ha
sometido a la consideración de este Gobierno, referente a una intervención amistosa que
pudiera permitir al Perú hacer frente a las condiciones que probablemente se impondrán...
sin sacrificar la integridad del territorio peruano. El Gobierno de los Estados Unidos —
concluye— tendría voluntad para ofrecer sus buenos oficios para la ejecución de un proyecto
semejante”.
Este oficio parece trasparente, si no fuese porque se refiere a que “más de una proposición
se ha sometido a este Gobierno” (el de Estados Unidos), la que permitiría a Perú evitar el
desmembramiento de Tarapacá. De acuerdo con el testimonio ante el Congreso de la
Unión de William Henry Trescot, secretario adjunto del Departamento de Estado, se refería
al Crédito Industrial de París. Empero, en su opinión, las instrucciones, tanto escritas como
verbales, no imponían a Perú el programa de ese consorcio ni tampoco el de la Compañía
Peruana214. Es decir, lo sugerían...
Aquella cuestión mereció una investigación del poder legislativo. Blaine negó que hubiese
apoyado la idea de establecer un protectorado norteamericano en Perú, o que tuviese algo
que ver con el Crédito Industrial. En cambio, el abogado de esa sociedad, Robert E. Randall
(curiosamente hermano del presidente de la Cámara de Representantes), expresó que el
Secretario le manifestó que la proposición del consorcio le era “enteramente satisfactoria”
y que el gobierno utilizaría su “programa”. Aún más, Blaine dio su aprobación al viaje de
Randall a Europa, en el verano de 1881, junto con Federico Elmore, ministro peruano en

214
214 Herbert Millington, op. cit. Pág. 103. La declaración de Trescot fue hecha ante el Comité del Congreso. H.R. 1790, 47
Congreso, primera sesión, pág. 350.
Washington, para promover los intereses de este grupo215.
El secretario de Estado desmintió tales alegaciones. Sin embargo, el autor estadounidense
Herbert Millington, cuyo libro sobre la materia se publicó en 1947, revisó la
documentación relativa a este caso y consideró difícil que las declaraciones juradas de
tantas personas que incriminaron a aquel funcionario fuesen todas falsas y todos hayan
cometido perjurio. A su juicio, la explicación se encuentra en que el interés inicial de Blaine
por esa entidad decayó cuando se presentó la Compañía Peruana, con un proyecto aún
más ambicioso216.
Jacob Shipherd, presidente de esta última compañía, intercambió numerosas cartas con
Hurlbut. Buscaba el apoyo del diplomático. Antes de viajar, se entrevistó con él, y luego le
escribió: “Le reservaré doscientos cincuenta mil dólares del fondo accionario sujeto a su
decisión”217. El abogado declaró después, ante la comisión de la Cámara de
Representantes, que creía que este diplomático era comprable, un lenguaje de por sí
revelador de la corrupción que prevalecía a orillas del Potomac.
El Presidente Garfield fue asesinado el 2 de julio de 1881. Su sucesor, Chester Arthur,
confirmó a Blaine, mas este perdió el poder que antes disfrutaba.
Blaine habría intentado entonces desligarse de toda responsabilidad.
Ordenó, en consecuencia, a Hurlbut que “la influencia que le da su posición no debe ser
usada en ayuda del Crédito Industrial ni de cualquier otro consorcio financiero o
especulativo”218.
El Crédito Industrial —agrega Blaine— es una corporación extranjera, responsable ante la
legislación francesa y le corresponde buscar el amparo de esa potencia 219. La Compañía
Peruana es una entidad estadounidense, integrada por ciudadanos respetables. Sin
embargo, —concluye— no se deben utilizar los buenos oficios del gobierno con el fin de
defender intereses personales220.
El agente le responde escuetamente: “No ha sido, no será”. Aclara que el contrato entre el
Crédito Industrial y el Perú fue suscrito en París, el 17 de enero de 1880, y modificado en
marzo del año siguiente, antes de que él asumiera sus funciones en Lima. Mencionó
asimismo su enérgico rechazo a las cartas de Shipherd 221. Hurlbut puso fin a esta
correspondencia, el 17 de diciembre de 1881. Si es que tuvo algún interés en tales

215
215 Herbert Millington, op. cit. Pág. 104
216
216 Herbert Millington, op. cit. Págs. 104 y 105.
217
217 Herbert Millington, op. cit. Pág. 107. La correspondencia de Hurlbut y Shipherd se encuentra publicada en la obra
citada de Pascual Ahumada y también en los informes de la Cámara de Representantes de EE.UU.
218
218 N.A.U.S.A. T 77-131. Telegrama, Washington, 27-10-1881, de James G. Blaine, Secretario de Estado, a Stephen A.
Hurlbut, Ministro de EE.UU. en Perú.
219
219 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. III. Pág. 39. Dreyfus Hnos. y Cía --el archipillo de Perú como lo llamó J. A. de Lavalle-- era
el alma del Crédito Industrial y gozaba de la protección de Jules Grévy, Presidente de Francia, que tomó una participación
poco enaltecedora si se considera su alta jerarquía.
220
220 N.A.U.S.A. T 77-131. Oficio Nº18, Washington, 19-XI-1881, de James G. Blaine, Secretario de Estado, a Stephen A.
Hurlbut, Ministro de EE.UU. en Perú.
221
221 N.A.U.S.A. T 52-37. Oficio Nº 25, Lima, 2-XI-1881, de Stephen A. Hurlbut, Ministro de EE.UU. en Perú, a James G.
Blaine, Secretario de Estado.
proposiciones, finalmente aparece perdiéndolo.
Como ya indicamos, la cámara joven absolvió a Blaine y a Hurlbut. De la lectura que hemos
hecho de la correspondencia del Secretario de Estado, se desprende una conducta
oscilante. Al principio, a favor del Crédito Industrial y luego de la Compañía Peruana.
Después que Chester Arthur sucede al Presidente Garfield, se demuestra inclinado por
probar su desinterés respecto de ambas corporaciones. Finalmente, no le queda más que
renunciar y le sucede Frederick J. Frelinghuysen. Una impresión similar fluye de los
despachos de Hurlbut, quien pidió su traslado a Washington para presentar su renuncia en
esa capital. Un fulminante ataque cardíaco en Lima dio término a su existencia 222, y se
perdió la oportunidad de promover una investigación más a fondo.
Ahora examinaremos las instrucciones que recibió Kilpatrick. Estas reconocen las
dificultades que ha enfrentado la diplomacia estadounidense, después de su fracasada
iniciativa en Arica, en octubre de 1880. Allí Chile fue a dictar y no a discutir los términos de
paz223.
Blaine le recuerda que esta república, al iniciarse el conflicto, declara que esta no era de
conquista, “sino para la solución de las diferencias que la diplomacia no ha podido
arreglar”. En consecuencia, “hacer de la adquisición de territorio una condición sine qua
non de paz es calculado para sugerir sospechas sobre la declaración que se hizo cuando
principió la guerra”.
Como se sostuvo que la contienda no era de conquista, “debería ser el resultado de una
negociación y no la condición preliminar y absoluta sobre la cual solamente el vencedor
consiente en negociar”.
Según Blaine, el Presidente Garfield cree:
“que sería más honroso para el Gobierno de Chile, más conducente a la necesidad de una
paz permanente y más en consonancia con los principios que se profesan por todas las
repúblicas de América, que se eviten, en cuanto sea posible, esos cambios territoriales; que
ellos no sean nunca el mero resultado de la fuerza; pero, si es necesario, ellos deben ser
decididos y arreglados por discusiones amplias e iguales entre las potencias cuyos pueblos y
cuyos intereses nacionales están comprometidos” 224.
Si Perú y Bolivia:
“no ofrecen lo que es razonablemente una indemnización y garantía suficiente, entonces —
continúa Blaine— se hace un asunto muy digno de consideración, si ese territorio debe ser
tomado como el precio de la paz”.
Como consecuencia de la completa victoria de Chile, señala que en Perú dejó de existir un
gobierno responsable, lo que torna imposible una discusión diplomática entre los
beligerantes. Por esta razón, los Estados Unidos:

222
222 N.A.U.S.A. T 52-37. Oficio s/nº, Lima, 28-3-1882, al Departamento de Estado. Contiene certificado de defunción de
Stephen A. Hurlbut.
223
223 N.A.U.S.A. T 77-36. Oficio Nº2, Washington, 15-6-1881, de James G. Blaine, Secretario de Estado, a H. J. Kilpatrick,
Ministro de EE.UU. en Chile. Ver obra citada de Pascual Ahumada. Tomo V. Págs. 497 y 498.
224
224 Message from the President of the United States, op. cit. Págs 157 a 159. Trascribe oficio Nº2, 15-6-1881, de James G.
Blaine, Secretario de Estado, a Judson Kilpatrick, Ministro de EE.UU. en Chile.
“han sabido con placer, por su Ministro en Chile [Osborn], a quien V.S. [Kilpatrick] ha
sucedido, que las autoridades chilenas han decidido prestar su ayuda a los esfuerzos del
señor [García] Calderón para establecer sobre un pie firme un Gobierno provisional en el
Perú”.
El Departamento de Estado confía en que Kilpatrick sea el instrumento que induzca a
Santiago para que persevere en el camino de restaurar un gobierno constitucional; como
también que se entregue a las negociaciones diplomáticas, el arreglo final de las
cuestiones de la anexión territorial, sin que las partes soliciten la ayuda de una potencia
europea.
El objetivo central de estas instrucciones es lograr que Chile dé su apoyo a García Calderón
y que negocie la paz sin requisitos previos. A diferencia de las de Hurlbut, no contienen
alusiones veladas al Crédito Industrial. Mas, en el fondo lo que se pretende es que los
beligerantes negocien y que Chile no dicte un ultimátum... Al final, Perú contentará al
adversario con una indemnización pecuniaria, cuya única forma de financiar sería el
programa del Crédito Industrial. Como veremos más adelante, estos propósitos fracasaron
porque Chile se mantuvo fiel a la política que siguió en Arica, casi la misma que se
reflejaría en el Pacto de Ancón, en 1883.
11. HURLBUT EN ACCIÓN. ENFERMEDAD Y MUERTE DE KILPATRICK
A iniciarse la guerra, el Departamento de Estado dispuso que su representante en
Santiago, Thomas A. Osborn, desempeñara un rol de mayor preponderancia en el área del
conflicto, en relación con sus colegas de Lima y La Paz. Con James G. Blaine, dicha norma
se alteró y, en consecuencia, le correspondió asumir tal rol al agente en Perú, el general
Stephen A. Hurlbut, por su proximidad política con él y acaso por su identificación acerca
de la forma en que se debería resolver la guerra. En vista de su anterior misión en
Santiago, se reputaba a Kilpatrick proclive a Chile. Tal vez se pensaba que podría ablandar
a los dirigentes de esta nación, por su predisposición hacia ella, a través de su matrimonio,
que lo hacía casi un chileno.
Al presentar credenciales en Lima, el 2 de agosto de 1881, el general Hurlbut pronunció
frases alejadas de la circunspección propia de un diplomático.
Expresó, por ejemplo, que “el abuso de la victoria se convierte las más veces en anatema
para el conquistador”225. A juicio de Godoy, que en ese momento conversaba con García
Calderón respecto de las condiciones que normarían la paz, esas expresiones
comprometían la imparcialidad de Estados Unidos 226 y robustecían los anhelos del
gobierno provisorio.
El primer informe de Hurlbut traza un cuadro deprimente de la situación peruana: un país
conquistado en lo militar, cuya marina ha sido destruida; Chile ocupa la costa y explota las
riquezas de Tarapacá, imponiendo severas exacciones a sus habitantes 227.

225
225 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Págs. 144 y 145.
226
226 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1881-82. Oficio Nº7, Lima, 4-8-1881, de Joaquín Godoy, Ministro de Chile
en Perú, a Melquíades Valderrama, Ministro de EE.UU. de Chile.
227
227 N.A.U.S.A. T 52-36. Oficio Nº2, Lima, 10-8-1881, de Stephen A. Hurlbut, Ministro de EE.UU. en Perú, a James G.
Blaine, Secretario de Estado.
Juzga que Christiancy obró bien al reconocer el gobierno de La Magdalena.
Aunque no sea constitucional, —dice— lo es bastante más que la ominosa dictadura de
Piérola. Agrega que García Calderón ha convocado a un congreso que estima
legítimamente elegido, aunque nos parece que tiene más apariencia de designado que de
elegido. Ricardo Palma, el célebre tradicionista peruano y pierolista, vaticina que “va a ser
un bodrio, un puchero, un zurcido de retazos, una especie de caballito de siete colores” y
agrega “será todo lo que se quiera menos reunión de representantes elegidos por el
pueblo”
. Desde julio de 1881, sesiona en Chorrillos, en lo que fue un hospital para heridos
228

chilenos. Allí el abogado arequipeño fue proclamado Presidente provisional. Si bien el


diplomático no lo trasmite, el Congreso encontró tropiezos para formarse. El pueblo
favorece a Piérola y grita ¡Abajo los achilenados!
¡Viva Piérola! Este último no se quedó atrás: instaló otro gobierno en Ayacucho, con
parecido origen229.
Las autoridades chilenas no tratan oficialmente con García Calderón —Hurlbut escribe a
Washington— y tampoco aceptan entrar en negociaciones formales, que equivaldrían a
reconocerlo. Chile exige como condición sine qua non la cesión territorial, desde
Moquegua hacia el sur. Ningún gobierno —expresa el diplomático— sobreviviría si acatase
tales términos. El Presidente no los aceptará. En cambio, pagará una indemnización de
hasta cuarenta millones de dólares. ¿Cómo podría financiarla si la nación está en
bancarrota?
No se explaya, pero indudablemente debió pensar en el “programa” del Crédito Industrial,
que Blaine apoyaba hasta ese momento.
Sin recordar las enormes extensiones territoriales que México se vio eufemísticamente
obligado a “vender” a Estados Unidos, Hurlbut considera que no se puede aceptar el
derecho de conquista.
“Toda Sudamérica —dice— excepto Brasil, se muestra opuesta a las pretensiones de Chile, y
toda ella, sin excepción, mira a los Estados Unidos, como la sola esperanza para el futuro del
Perú y como el poder capaz de controlar la codicia de la conquista. Hay que proceder con
celeridad, [agrega].
Ganaríamos prestigio en Sudamérica”230.
Casi un mes antes de que Hurlbut se reuniera oficialmente con García Calderón, el 6 de
julio el ministro chileno, Joaquín Godoy, conversó con el Presidente, en la residencia del
primero. García Calderón quiere que esa reunión esté precedida por su presentación de
credenciales. “El propósito de los peruanos —escribe Hurlbut a Blaine— es insistir en el
reconocimiento y prolongar la discusión todo lo posible” 231. Pero el plenipotenciario
228
228 Ricardo Palma: “Crónicas de la guerra con Chile”. Mosca azul editores. Lima. 1984. Pág. 38.
229
229 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. III. Pág. 29.
230
230 N.A.U.S.A. T 52-36. Oficio Nº2. Lima, 10-8-1881, de Stephen A. Hurlbut, Ministro de EE.UU. en Perú, a James G.
Blaine, Secretario de Estado.
231
231 N.A.U.S.A. T 52-36. Oficio Nº2, Lima, 10-8-1881, de Stephen A. Hurlbut, Ministro de EE.UU. en Perú, a James G.
Blaine, Secretario de Estado.
chileno le manifiesta que, en cambio, el objetivo es convenir la paz 232. Godoy le manifiesta
que lo considerará como jefe de gobierno, después que suscribiese un tratado preliminar,
que incluyese la cesión territorial y el pago de una indemnización pecuniaria. García
Calderón, sin rechazar esas bases que conocía desde Arica, pidió tiempo para consultar a
los congresales. Además, solicitó que Bolivia participase, en virtud del Tratado de Alianza.
Godoy le responde que está autorizado para conversar únicamente con él. Chile no
reconoce esa alianza. Bolivia tampoco acepta a García Calderón. En definitiva, el Presidente
queda de comunicarse con los miembros del Congreso.
La nueva entrevista debía celebrarse el 17 de julio, mas no tuvo lugar.
Continuaron las dilaciones. Trascurrieron varios días sin respuesta. La explicación o la
excusa: los diputados siguen discutiendo en Chorrillos. García Calderón pide un plazo final
de siete días, que se cumplía el 24 de julio.
Desde Washington, Elmore ya le ha informado de la misión de Hurlbut en Lima y de la
posición del Secretario de Estado. También se refiere a las combinaciones con el Crédito
Industrial, en que él se involucró. El Presidente provisorio se siente en mejor pie ante las
exigencias chilenas. Esta es la causa de sus demoras.
Finalmente, o sea casi un mes después del primer encuentro, el 4 conversan García
Calderón y Godoy. El primero sostiene que el acuerdo preliminar lo firmarán sus
plenipotenciarios con Godoy. Esa fue la opinión del consejo de ministros y se abstuvo de
discutir el fondo del asunto. Godoy no aceptó y regresó a Chile. Solo trajo consigo
importantes papeles diplomáticos del archivo peruano, que al parecer algunos de sus
descendientes guardarían celosamente233. Este fracaso de Godoy fue el resultado de la
acción del ministro de Estados Unidos, quien respaldó decididamente a García Calderón en
su oposición a La Moneda. En conformidad con sus instrucciones, Hurlbut comunicó a
Washington que no se inmiscuiría en estas negociaciones, a menos que Chile persiguiera
aplastar a Perú como Estado independiente.
A fin de evitarlo, comunicaba al secretario de Estado:
“Puede Ud. estar seguro que yo no he de precipitar la materia, pero procuraré por todos los
medios prolongar las negociaciones preliminares hasta que haya tenido Ud. suficiente
tiempo para considerar y transmitir sus instrucciones, tanto a Lima como Santiago” 234.
232
232 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ.1881-82. Oficio Nº2, Lima, 8-7-1881, de Joaquín Godoy, Ministro de Chile
en Perú, al Sr. Melquíades Valderrama, Ministro de RR.EE. de Chile.
233
233 Según nuestros conocimientos, estos papeles de Godoy, como los llama Gonzalo Bulnes en la Historia de la Guerra
del Pacífico, se encontrarían dispersos o aun perdidos. Fuera de los que guarda la familia Ugarte Godoy, una parte sin
mucha trascendencia se conserva en una bóveda del Archivo Nacional de Santiago, que ignoramos como llegaron allí; otra
estuvo en la sección de historia del Estado Mayor General del Ejército de Chile, al que no conseguimos acceder, que sirvió
a Alejandro Ríos Valdivia para escribir “La Misión Lavalle”, Soc. Imp. y Litografía Universo, Santiago, 1924; y los oficios
peruanos que Gonzalo Bulnes los facilitó para la defensa de Chile en el arbitraje ante el Presidente de EE.UU. Ellos son, a
saber: los oficios reservados Nº73, 88 y 89, de 26 de abril y 24 de mayo de 1872, dirigidos por el ministro peruano en
Buenos Aires, Aníbal de la Torre, a la Cancillería de Lima. Sin embargo, parece que fueron ocho en total. (ver MINREL.
MINISTRO DE RR. EE. DE CHILE A AGENTES EN WASHINGTON telegrama N°20, Santiago 7-2-1924, de R. Sánchez
García de la Huerta, Ministro de RR.EE., a Beltrán Mathieu, Embajador de Chile en EE.UU.). Pero, el grueso del archivo de
Bulnes, que permanecía en el fundo Panquegue, cerca de San Felipe, en ese entonces de propiedad del senador Francisco
Bulnes Sanfuentes, se habría quemado cuando la hacienda fue reformada durante el gobierno del Dr. Salvador Allende
Gossens.
234
234 N.A.U.S.A. T 52-36. Oficio Nº2, Lima, 10-8-1881, de Stephen A. Hurlbut, Ministro de EE.UU. en Perú, a James G.
Blaine, Secretario de Estado.
Y tanto consiguió prolongarlas que no prosperaron, y Godoy regresó a Santiago.
Como se advierte, Hurlbut se había convertido en el mentor del gobierno provisional.
Lynch, preocupado con la actuación del diplomático, dio cuenta a Santiago de que el
general había afirmado que Estados Unidos no permitiría que Chile se apoderara de
territorio peruano. Esta declaración —decía— se comenta en Lima y pone en dificultades la
ocupación235.
Kilpatrick, sorprendido por la actuación de su colega en el Rímac, manifiesta en Santiago
que los despachos que se le entregaron no se concilian con este desempeño. Informó a su
gobierno que si tales expresiones fuesen verídicas —lo que no podía creer—
comprometerían su acción236. A su juicio, Hurlbut se apartaría de las órdenes de
Washington.
Desde París, el ministro Alberto Blest Gana sugiere que se investigue si estos agentes
obran con instrucciones diferentes. El ministro de relaciones exteriores no perdió el tiempo
para solicitar al enviado chileno en Washington, que indagase cuál era la verdad. Blaine le
asegura que el documento de Hurlbut no representa la posición de la Casa Blanca.
Empero, Martínez, que en un comienzo confió en la sinceridad del Secretario de Estado y
en la mucha consideración que le guardaba, terminó por darse cuenta de que le estaba
dorando la píldora y no le revelaba toda la verdad 237. El punto flaco de don Marcial, siendo
muy inteligente, fue siempre la vanidad. Por ahí se le podía engatusar 238, y Blaine se dio
cuenta de ello tempranamente.
Esta controversia fue por fin conocida por la opinión pública en Estados Unidos, a la que
poco interesaba el conflicto del Pacífico. Mas el conocimiento de ella marcó el comienzo
del fin de la gestión del secretario de Estado.
Lynch tomó el toro por las astas y visitó a Hurlbut, el 24 de agosto. En respuesta a este
encuentro, el ministro le envió un curioso memorándum, por decir lo menos, con la
posición de su gobierno, que acompañó con una no menos curiosa carta, en que afirmó
que “no trata, por supuesto, de asuntos diplomáticos” 239. En verdad, solo trataba de ellos...
Allí sostiene que Estados Unidos desaprueba las guerras con el propósito de
engrandecimiento territorial (conforme rezan muchos escritos estadounidenses, una
desgracia que ha convulsionado al Viejo Mundo y que se debe alejar de la América
republicana). En vista de que no ha existido un problema de fronteras entre Chile y Perú, la
anexión de territorios no se avendría con la buena fe y dignidad de este último. Sería,
además, desastroso para la tranquilidad futura de las dos naciones. Chile tiene derecho a
una indemnización completa por los gastos de guerra y a pedir seguridades para el pago;
Perú deberá pagarla cuando esta se convenga entre las partes o la determine un árbitro.
235
235 N.A.U.S.A. Vol. 10-31. Oficio Nº3, Santiago, 15-8-1881, de H. Judson Kilpatrick, Ministro de EE.UU. en Chile, a James
G.Blaine, Secretario de Estado.
236
236 N.A.U.S.A. Vol. 10-31. Oficio Nº3, Santiago, 15-8-1881, de H. Judson Kilpatrick, Ministro de EE.UU. en Chile, a James
G. Blaine, Secretario de Estado.
237
237 Frederick B. Pike: “Chile and the United States. 1880-196”. University of Notre Dame Press, Indiana. 1962. Pág. 51.
238
238 Juan José Fernández Valdés,.op. cit. Pág. 309.
239
239 Memoria del Ministerio de RR.EE. y Colonización presentada al Congreso Nacional de 1882. Imprenta Nacional. Pág.
4.
Empero, debe tener oportunidad para discutir las condiciones de paz, a fin de ofrecer la
indemnización que estime satisfactoria. Desde luego, es inaceptable exigir como una base
sine qua non la trasferencia de suelo peruano a Chile. Primero debe manifestarse la
inhabilidad o falta de voluntad para pagar una indemnización en alguna u otra forma. “Un
proceder así de Chile —según Hurlbut— hallará una desaprobación decidida de Estados
Unidos”.
El ministro considera que la anexión de territorio constituiría una prueba de que Chile ha
entrado por el camino de la agresión y de la conquista, con miras al engrandecimiento
territorial240.
Hurlbut alude a un discurso de Balmaceda, en el Congreso Nacional, en que aquel se
pregunta si Chile debe regresar a sus fronteras antiguas o extenderse sobre “la mitad del
Continente”. No conviene al interés de Estados Unidos —comenta el general— que haya
en Sudamérica una potencia demasiado preponderante. El único remedio —agrega— es la
intervención directa de la Unión Americana 241. Mas una intervención directa envolvería
presencia castrense.
El documento de Hurlbut se conoció en las postrimerías de la administración Pinto, y causó
alarma. Días después, se inició la Presidencia de Domingo Santa María (18-9-1881/18-9-
1886). José Manuel Balmaceda, designado ministro de relaciones exteriores, instruyó a
Marcial Martínez para que informara a Blaine del desempeño de su representante en Lima
y de las consecuencias de sus actos. También citó a Kilpatrick, a fin de transmitirle su
molestia por la actuación de Hurlbut. Le expresó que Chile llevaría la guerra hasta obligar
al vencido a aceptar la paz que le ofrecía. Ejercitaría el derecho que autoriza a la nación
para garantizar su existencia. “Derecho confirmado incesantemente —añadía— por la
práctica de las potencias europeas y de los mismos Estados Unidos en América” (las cursivas
son nuestras)242.
La salud de Kilpatrick se torna cada vez más delicada y su posición más difícil. Trata de
responder a Balmaceda lo mejor que puede. Reprueba el memorándum y cita párrafos
textuales de sus instrucciones, en donde se establece la interposición estadounidense en el
conflicto, siempre que sea solicitada por los beligerantes. Asimismo, comunica a
Washington que ha recibido seguridades de que Chile se esforzará por fortalecer el
gobierno de La Magdalena, otorgándole la más completa libertad de acción, habida
consideración de la ocupación243. Esto último complica aún más el panorama, porque no
refleja el pensamiento chileno.
Blaine desaprueba las explicaciones que Kilpatrick da a Balmaceda. A su juicio, esta
cuestión debe tratarse en Washington, entre Marcial Martínez y él. Tampoco advierte
240
240 N.A.U.S.A. T 52-36. Oficio Nº8, Lima, 27-8-1881, de Stephen A. Hurlbut. Ministro de EE.UU. en Perú, a James G.
Blaine, Secretario de Estado.
241
241 N.A.U.S.A. T 52-36. Oficio Nº14, Lima, 21-9-1881, de Stephen A. Hurlbut, Ministro de EE.UU. en Perú, a James G.
Blaine, Secretario de Estado.
242
242 MINREL. CORRESPONDENCIA ENVIADA A LOS AGENTES DIPLOMATICOS EXTRANJEROS EN CHILE. 1880-83.
Nota, Santiago, 8-10-1881, del Sr. José Manuel Balmaceda, Ministro de RR.EE de Chile, a H.J. Kilpatrick, Ministro de
EE.UU. en Chile.
243
243 N.A.U.S.A. Vol. 10-31. Oficio Nº9, Santiago, 2-12-1881, de H.J. Kilpatrick, Ministro de EE.UU. en Chile, a James G.
Blaine, Secretario de Estado.
contradicción entre ambas instrucciones. Desde luego, las que recibió el agente en
Santiago, Chile, las conoció por Kilpatrick; y las de Hurlbut por Martínez 244.
El 27 de septiembre, el Secretario de Estado recibió el memorándum que Hurlbut entregó
a Lynch, así como los recortes de prensa que le enseñó Martínez. Lo que sí nos causa
extrañeza es que Blaine solo reprendiera el 22 de noviembre a su representante en Lima 245.
Por esas fechas, pasó por Santiago un ciudadano norteamericano muy calificado, George
Earl Church. Trasmitió los siguientes comentarios a Blaine:
“Si el general Hurlbut tiene razón, Perú luchará por obtener condiciones favorables; si la nota
oficial del general Kilpatrick al Gobierno de Chile es endosada por Washington, Perú
renunciará a sus esperanzas y si la de Chile es endosada por Washington, Perú renunciará a
sus esperanzas y en Atacama y Tarapacá ondeará la bandera chilena, en el futuro” 246.
El agente yanqui prosiguió su acción intervencionista. En nota encendida a Aurelio García y
García, ministro de Piérola, condenó la dictadura de este último y expresó su apoyo
entusiasta a García Calderón. Le aseguró que el gobierno provisorio no cedería territorio
para obtener la paz, cargo que le imputaba Piérola.
El general informó a Blaine que negoció privadamente un protocolo con el Canciller
Gálvez, el 20 de septiembre247. En virtud de dicho instrumento, el gobierno provisorio
otorgó al de Estados Unidos la facultad de establecer un depósito de carbón en el puerto
de Chimbote. Igualmente, todas las facilidades que necesitase para que sus naves, tanto de
guerra como mercantes, puedan aprovisionarse de ese artículo y estacionarse en dicho
puerto. Esta concesión será de duración indefinida. Perú no podrá retirarla sin previa
notificación a Estados Unidos, al menos con un año de antelación.
El plenipotenciario concluyó, también, otro arreglo con el Ministro Gálvez.
Conforme a este, se entregó a Hurlbut la línea férrea aún inconclusa, que conectaba el
yacimiento carbonífero con el puerto. El agente deberá completarla y trabajarla, y luego
podrá trasferirla a una empresa estadounidense.
Así será fácil para esta compañía limitar el precio que impondría a Estados Unidos por el
carbón. Este no podría exceder de cinco pesos por tonelada y dejaría un gran provecho.
Esta concesión incluirá la parte completa e incompleta del ferrocarril, en el que Perú ya ha
gastado nueve millones de pesos. Con diez millones más quedará la obra terminada. La
condición principal sería el pago que haría a Perú de un millón de pesos en plata y una
cantidad igual en fondos públicos, por cuyas sumas conceden a los norteamericanos el
derecho de construir y trabajar el ferrocarril durante veinticinco años, después de
finiquitado, sin gravamen alguno. Al finalizar ese período, Perú tiene derecho para
adquirirlo, pagando a la compañía su costo, o cederlo a esta por veinticinco años más
entregando un 25% sobre las ganancias líquidas248.

244
244 N.A.U.S.A. T 77-36. Oficio Nº13, Washington, 22-XI-1881, de James G. Blaine, Secretario de Estado, a H.J. Kilpatrick,
Ministro de EE.UU. en Chile. Pascual Ahumada, ob. Cit. TOMO 6º. Págs. 325 y 326.
245
245 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Págs. 177 y 178.
246
246 Herbert Millington, op. cit. Págs. 88 y 89.
247
247 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Pág. 272.
El protocolo se podía divulgar. Era perfectamente claro. En cambio, el segundo contrato —
como razona el historiador Gonzalo Bulnes— establecía una sociedad tan importante que
destruía las dos limitaciones del instrumento público. De hecho, otorgaba a la empresa
norteamericana la exclusividad, mientras el plazo de un año pasaba a ser nominal, toda vez
que el dueño del mineral y el propietario de la línea del férrocarril gozaban de un plazo
mínimo de veinticinco años. En vista de que la concesión de esta última era personal para
Hurlbut, el general podría obtener una fuerte utilidad cuando la traspasase a la entidad
que se formase. Como se advierte, se hicieron dos contratos.
El primero trasparente, mas la sustancia estaba en el otro, que no lo era 249.
Chile y la prensa internacional conocieron estos acuerdos. Se comentó entonces que el
apoyo de Hurlbut a García Calderón aparecía también teñido por intereses monetarios.
Lynch comprendió que la acción del representante estadounidense creaba serias
dificultades a su labor. El 28 de septiembre emitió un bando que prohibió el ejercicio de
toda autoridad extraña en el territorio de su jurisdicción.
Se lo comunicó por escrito a García Calderón y le solicitó una relación de todos los
documentos, archivos y demás efectos que tuviera en su poder250.
El Presidente provisorio se consultó con el diplomático estadounidense, sin pérdida de
tiempo. Este le aconsejó que nombrase un sucesor legal, por si fuese arrestado. Algunos
miembros del Congreso de Chorrillos se encontraban en Lima. Se reunieron privadamente
y designaron al almirante Lizardo Montero, en calidad de primer vice-Presidente, quien ya
dirigía las fuerzas militares que estaban fuera del control de Chile. La sucesión quedaba así
normalizada, en apariencia.
El plenipotenciario informa a Washington que Chile al fin se quita la máscara. Agrega que
ahora entabla negociaciones secretas con Piérola, y que continúa empeñado en lograr la
cesión territorial. Acota que la verdadera causa de la guerra, desde un comienzo, es la
adquisición del guano y del salitre, ambos situados en Perú y Bolivia 251.
En realidad, no existió tal máscara, pues el fin que persiguió Pinto y después Santa María
era conocido desde las conferencias de Arica: cesión de Tarapacá y la entrega en prenda
de los territorios al norte de la quebrada de Camarones hasta Moquegua, inclusive.
También es evidente que el Departamento de Estado, desde un principio, se opone a una
paz basada en la desmembración de Perú, porque significa legitimar el derecho de
conquista.
Prefiere cubrirlo con el manto de la compra.
Chile controla la costa. El interior está en manos de diferentes caudillos.
La zona marítima permite al primero percibir los derechos de aduana de los productos que
entran y salen de la república. Esta ocupación, sin embargo, no basta para inducir al
248
248 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Pág. 319.
249
249 Gonzalo Bulnes. op. cit. Vol. III. Pág. 74.
250
250 Pascual Ahumada, op. cit. Vol. VI. Págs. 191 al 196.
251
251 N.A.U.S.A. T 52-37. Oficio Nº16, Lima, 4-10-1881, de Stephen A. Hurlbut, Ministro de EE.UU. en Perú, a James G.
Blaine, Secretario de Estado.
adversario a suscribir un tratado de paz como el que Chile persigue. Con este motivo, el
Canciller Balmaceda instruye a los plenipotenciarios Jovino Novoa y Eulogio Altamirano
para que viajen a la antigua capital virreinal 252. Llegaron a Lima el 26 de octubre,
portadores de las siguientes bases:
1ª Anexión definitiva de todos los territorios peruanos desde la quebrada de Camarones hasta el río
Loa, exentos de los gravámenes que procedan de las deudas públicas peruanas.
2ª Perú pagará a Chile veinticinco millones de pesos de plata. En abono de esa cantidad, se
aplicarán los productos líquidos que capte Chile de los guanos de Tarapacá y de las islas de Lobos,
cuya posesión y administración conservará.
3ª Si el producto de los guanos alcanzare a cubrir la suma anterior, Tacna y Arica regresarán a poder
de Perú253.
A juicio de Balmaceda, la anexión de Tarapacá era prenda de seguridad de que las riquezas
de esa provincia no se convertirían en buques, cañones y rifles, que permitirían a Perú
emprender una guerra de revancha. Este territorio, poblado principalmente por chilenos, se
sostenía por el capital y el trabajo de estos. El salitre jugaba, pues, un papel preponderante
en el conflicto.
Los plenipotenciarios comprobaron que el ministro de Estados Unidos controlaba la
situación. Arequipa, Puno y Moquegua se pronuncian en favor del Presidente provisorio y
rechazan un tratado de paz que cercene el solar patrio. Se habían alineado tras el
documento ya conocido. Hurlbut informó a Blaine que había trabajado “mucho” para
lograr este resultado254.
Novoa y Altamirano creían que el gobierno de La Magdalena intentaría salir de Lima para
establecerse lejos del alcance de las fuerzas chilenas.
Manuel María Gálvez, que se desempeñaba como ministro de Relaciones Exteriores de
Calderón, informó por nota al cuerpo diplomático acerca de las adhesiones recibidas por
García Calderón, que lo convertían en gobernante de facto. Santa María y Balmaceda
temían que, en cualquier momento, fuese reconocido por algunas legaciones residentes en
Lima. Estos actos violaban el decreto de Lynch, que desconocía la autoridad de García
Calderón255.
Mientras tanto, Hurlbut comunica a Blaine que el norte, el sur y el centro ya han
proclamado al Presidente provisorio 256. Es decir, ha pasado a reunir las calidades para ser
un jefe de Estado de hecho, una de las condiciones que Chile le ha exigido para negociar la
paz.

252
252 Gonzalo Bulnes, op. cit. Tomo III. Pág. 86.
253
253 MINREL. CONFIDENCIAL. PRELIMINARES DE PAZ CON PERÚ. Oficio Nº4, Santiago, 12-10-1881, de José Manuel
Balmaceda, Ministro de RR.EE. de Chile, a Jovino Novoa y Eulogio Altamirano, Ministros Plenipotenciarios de Chile,
encargados de negociar la paz con Perú.
254
254 N.A.U.S.A. T 52-37. Oficio Nº20, Lima, 13-10-1881, de Stephen A. Hurlbut, Ministro de Estados Unidos en Perú, a
James G. Blaine, Secretario de Estado.
255
255 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1881-82. Oficio Nº1, Lima, 8-XI-1881, de Eulogio Altamirano y Jovino
Novoa, Ministros Plenipotenciarios de Chile, a José Manuel Balmaceda, Ministro de RR.EE. de Chile.
256
256 N.A.U.S.A. T 52-37. Telegrama, Lima, 1-XI-1881, de Stephen A. Hurlbut, Ministro de EE.UU. en Perú, a James G.
Blaine, Secretario de Estado.
Novoa y Altamirano tuvieron conocimiento de que el Presidente proyectaba conferenciar
con ellos. Estaban ya impuestos de que su poder se afianzaba, pues alrededor suyo se
agrupaba un vasto sector, mientras Piérola se encontraba anulado. Conocidas sus
condiciones —no a la cesión territorial y sí a la indemnización pecuniaria— respaldado
abiertamente por Hurlbut, se abstuvieron de celebrar tal reunión 257.
Autorizados por Balmaceda, en un gesto sin duda audaz, los plenipotenciarios y Lynch
acuerdan que el coronel Samuel Valdivieso se encuentre el domingo 6 de noviembre, a la
salida de misa, con García Calderón y su esposa, y les lleven hasta su residencia. Luego el
Presidente fue acompañado hasta el palacio de Pizarro. Al ministro Gálvez se le detuvo en
su morada por el comandante de policía. Acto seguido, se les destierra a Chile. García
Calderón dijo, en sus Memorias del cautiverio, que para proceder así fue acusado de haber
practicado actos de autoridad, como la circular que su Canciller dirigió al cuerpo
diplomático258. Agrega: “Ridículo, en verdad, era este motivo”. Lynch le confirmó la razón 259
o el pretexto.
Sin demora, ambos personajes son trasladados a El Callao, con un plazo de veinticuatro
horas para arreglar sus negocios, y se les embarca en el Cochrane hasta Pisco. Luego, de
un buque bien cuidado, fueron trasladados a un “transporte sucio, en el que había
enfermos, delincuentes, oficiales destituidos, y todo lo que acompaña a esa clase de
viajeros”, relata el Presidente provisorio 260. De este modo, comenzaron su largo y azaroso
cautiverio, junto con muchos otros peruanos connotados.
Balmaceda comisionó posteriormente a Altamirano y Novoa para imponer una
contribución extraordinaria de guerra. Como los plenipotenciarios explicaran sus
dificultades para obedecer, Balmaceda les expresó: “Es una obra benéfica a mi juicio,
imponer una contribución de guerra que moleste a todo el mundo...”. Sin duda, la finalidad
era acelerar la suscripción del tratado de paz, que incluyera la cesión de Tarapacá y,
posiblemente, la de Tacna y Arica 261. Tal actuación, por dura que parezca, guardaba
conformidad con el derecho internacional vigente.
La negociación confiada a Altamirano y Novoa no se materializó. El primero regresó a
Santiago y el segundo permaneció en Lima como responsable político y diplomático por
varios años. Antes de finalizar su tarea, dejaron constancia de que Hurlbut había asumido
un rol preponderante en la política peruana262.
Después del asesinato del Presidente Garfield, Blaine desaprobó las acciones del general,
entre ellas una gestión suya para que la Confederación Argentina enviase un agente
diplomático a Lima. Se trataba de poner tropiezos a Chile, que negociaba importantes
257
257 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1881-82. Oficio Nº4, Lima, 23-XI-1881, de Eulogio Altamirano y Jovino
Novoa, Ministros Plenipotenciarios de Chile, a José Manuel Balmaceda, Ministro de RR.EE. de Chile.
258
258 Ver oficio anterior. Los plenipotenciarios dicen que este fue un arbitrio para tratar de lograr el reconocimiento de su
gobierno, aunque fuese indirectamente.
259
259 F. García Calderón: Memorias del Cautiverio. Librería Internacional del Perú. Lima. 1949. Pág. 91.
260
260 F. García Calderón, op. cit. Pág. 93.
261
261 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Pág. 308.
262
262 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1881-82. Oficio Nº6, 24-XII-1881, de Eulogio Altamirano y Jovino Novoa,
Ministros de Chile en Perú, a José Manuel, Ministro de RR.EE. de Chile.
cuestiones limítrofes con Buenos Aires, que felizmente culminaron con el conocido tratado
que se firmó en el Plata, en 1881263.
La misión de Kilpatrick se vio ensombrecida por su prolongada enfermedad.
Falleció en Santiago, el 2 de diciembre de 1881.
En su desafortunada labor, cometió la equivocación de comunicar a Washington que Chile
se proponía fortalecer el gobierno de García Calderón, así como otorgarle la más perfecta
libertad de acción. Asimismo, agregaba que no se exigirá de Perú la cesión de ningún
territorio, si se lograba una indemnización completa y justa 264.
El Gobierno de la Unión manifestó sorpresa cuando conoció el apresamiento del
gobernante provisorio. Y expresó que fueron las seguridades que dieron Osborn, primero,
y después Kilpatrick, las que inclinaron al Departamento de Estado para reconocer a García
Calderón. Por este motivo, su apresamiento fue considerado ofensivo para Estados Unidos.
Balmaceda desautorizó rotundamente las expresiones que Kilpatrick puso en boca del
exCanciller Valderrama, las que atribuyó al mal estado de salud del general 265.
Conviene recordar que Christiancy, en Lima, reconoció renuentemente al Presidente
provisorio, el 26 de junio de 1881. Sin embargo, Blaine lo hizo casi dos meses antes, sin
esperar informes del ministro, y en los momentos en que el gobierno estadounidense
escuchaba al Crédito Industrial. El secretario de Estado se apresuró a recibir a Elmore como
agente de García Calderón, antes de que Christiancy cursara la nota de estilo. Blaine tenía
resuelto —con o sin el consejo de su agente— aceptar la legitimidad de las autoridades de
La Magdalena y acreditar a Hurlbut. Todo ello formaba parte de una diplomacia en que la
política y las finanzas, como suele ocurrir, se mezclaban.

CAPÍTULO II
ELTRATADO DE ANCÓN
1. LA MISIÓN TRESCOT Y EL PROTOCOLO DE VIÑA DEL MAR
2. NUEVAS GESTIONES DE EE.UU. LOS MINISTROS PARTRIDGE Y LOGAN
3. SURGE LA PAZ. PRIMERAS REUNIONES DIPLOMÁTICAS
5. LA FIRMA DEL TRATADO DE PAZ Y AMISTAD
6. REPARACIONES A CHILENOS CON MOTIVO DE LA GUERRA DEL PACÍFICO
7. CREACIÓN DE LOS TRIBUNALES ARBITRALES O COMISIONES INTERNACIONALES
8. LUIS ALDUNATE CARRERA ES DESIGNADO PARA ATENDER LAS RECLAMACIONES DE CIUDADANOS EXTRANJEROS EN CONTRA DEL
GOBIERNO CHILENO
9. ORGANIZACIÓN DE LOS TRIBUNALES ARBITRALES
10. REACCIONES FRENTE AL REGLAMENTO DEL TRIBUNAL ANGLO-CHILENO
11. REGLAMENTO DEL TRIBUNAL ÍTALO-CHILENO
12. NÚMERO Y SIGNIFICACIÓN DE LAS RECLAMACIONES PRESENTADAS
13. LAS SENTENCIAS DURANTE LA PRESIDENCIA DE LOPES NETTO

263
263 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Págs. 323 y 324.
264
264 N.A.U.S.A. Vol. 10-31. Oficio Nº3, Santiago, 15-8-1881, de H. Judson Kilpatrick, Ministro de EE.UU. en Chile, a James
G. Blaine, Secretario de Estado.
265
265 N.A.U.S.A. Vol. 10-31. Oficio Nº10, Viña del Mar, 3-2-1882, de William Henry Trescot, Ministro de EE.UU. en Misión
Especial, a Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado. Trae como anexo Nota confidencial, Viña del Mar, 27-1-1882,
de J.M. Balmaceda, Ministro de RR.EE. de Chile, a William Henry Trescot.
14. LAS SENTENCIAS DURANTE LA PRESIDENCIA DE RODRIGUES PEREIRA
15. EL TÉRMINO DE LAS COMISIONES MIXTAS INTERNACIONALES

1. LA MISIÓN TRESCOT Y EL PROTOCOLO DE VIÑA DEL MAR


La inexplicable situación en que se encontraban los representantes estadounidenses en el
Pacífico sur terminó por inquietar a la opinión pública estadounidense, que poco o nada
sabía de lo que acontecía en esa región.
Con el propósito de resolverla, el Presidente Arthur designó al Secretario Asistente del
Departamento de Estado, William Henry Trescot, como ministro plenipotenciario en misión
especial, y al secretario Walker Blaine para que viajasen a Perú, Chile y Bolivia, así como
posiblemente a Buenos Aires y Río de Janeiro.
Inesperadamente, El Comercio informó en Lima que la conducta de Hurlbut fue
desaprobada por su gobierno, y anunció el viaje de Trescot. Este estudiaría la situación y
armonizaría la acción de los diplomáticos, “sin hostilidad hacia Chile” 266.
Para sorpresa de Hurlbut, la noticia era cierta. El 1 de diciembre, Trescot recibe
instrucciones de trasladarse al sur 267. Esta decisión pretende evitar la interposición europea.
El Presidente de Francia, Jules Grévy, insta a la Unión Americana para que intervenga, y
señala que ciudadanos franceses sufren por las exigencias de Chile. Este gobernante fue
abogado de Dreyfus, firma que asumió la representación de un grupo de tenedores de
bonos de la deuda peruana. Ella tenía vínculos con la Compañía del Crédito Industrial, de
París. Grévy respaldaba a Dreyfus y, al parecer, tomó un interés sospechoso por estos
negocios268.
Trescot exhibía un historial de servicios distinguidos. Se desempeñó como secretario de la
legación de Estados Unidos en Gran Bretaña. Participó en la Guerra de Secesión. En 1877,
se reincorporó al servicio diplomático.
El Presidente Hayes le envió a China, a fin de revisar el tratado de inmigración.
Evarts lo escogió para negociar un protocolo con Colombia relativo al itsmo de Panamá. A
fines de 1881, inició su misión en el Pacífico sur 269.
Las instrucciones que recibió ignoraban los triunfos de Chile 270. Fueron redactadas por
Blaine, con algunas modificaciones que le introdujo Trescot.
El Presidente Arthur las conoció e hizo sugerencias 271. El otro miembro de la misión, Walker
Blaine, era hijo de James G. Blaine272.
El 18 de noviembre, el Departamento de Estado tuvo conocimiento por Elmore de que

266
1 N.A.U.S.A. T 52-37. Oficio Nº35, Lima, 15-12- 1881, de Stephen A. Hurlbut, Ministro de EE.UU. en Perú, a James G.
Blaine, Secretario de Estado.
267
2 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Págs. 326 a 329.
268
3 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. III. Pág. 39.
269
4 Herbert Millington, op. cit. Págs. 95 y 96.
270
5 Pascual Ahumada: op. cit. Vol. VI. Págs. 326 a 329. Ver también William L. Krieg, op. cit. Pág. 7.
271
6 Herbert Millington, op. cit. Pág. 96.
272
7 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. III. Pág. 111. Reproduce telegrama de Marcial Martínez, desde Washington: “Motivos
fundados para creer que Blaine hijo, interesado Perúvian”.
García Calderón ya había sido relegado a Chile 273. Aquellas instrucciones antes señaladas
resumieron la historia del conflicto, desde la ocupación de Lima por el general Baquedano.
Censuraron acremente el proceder de La Moneda. El Presidente provisorio representaba la
posibilidad de un gobierno constitucional de unidad nacional con el cual negociar la paz.
Además, porque había sido reconocido formalmente por Estados Unidos.
“... Este hecho será considerado por mi gobierno —expresaba Blaine— como un acto tan
poco amistoso que requerirá la inmediata suspensión de toda relación diplomática”.
Tampoco admitía que La Moneda resolviese a su amaño el conflicto bélico o con una
autoridad que aceptase previamente sus exigencias. Recordaba que el Congreso de
Chorrillos prestó su asentimiento para que García Calderón suscribiese un tratado, pero
siempre que no envolviese cercenamiento territorial. La Constitución de 1860 lo prohibía 274.
La preocupación del secretario de Estado era recuperar la iniciativa para alcanzar la paz
entre los beligerantes, pues de lo contrario algún Estado del Viejo Continente se sentirá
obligado a hacerlo para proteger sus intereses. Y si la Unión no puede actuar —comentaba
Blaine— tendrá que cederle el paso a la acción de gobiernos extranjeros que quieran
asumir esa tarea filantrópica275.
“Dirá —rezaba el oficio del Secretario de Estado a Trescot— que este Gobierno reconoce
sin reserva el derecho de Chile para exigir una indemnización adecuada por los gastos de
la guerra y una garantía suficiente de que otra vez no será perturbado por demostraciones
hostiles de parte del Perú; y aún más, que si el Perú no pudiera o no quisiera pagar esta
indemnización, el derecho de conquista estaba en el poder de Chile para proporcionársela,
y el ejercicio de este derecho, por más lamentable que sea su necesidad, no sería motivo
de legítima queja por parte de ninguna potencia”276.
La misión pretendía:
1º Concertar medidas que permitiesen a Perú establecer un gobierno regular. Aunque no lo
explicitaba, debía ser el de García Calderón o uno parecido, e iniciar negociaciones de paz.
2º Inducir a Chile a que eliminase la cesión territorial como condición previa de esos acuerdos.
3º Conceder a Perú la oportunidad de pagar, en cambio, una indemnización razonable. 4º Si Chile
rehusase los buenos oficios de la Unión e insistiese en adquirir Tarapacá, Washington se encontraría
en libertad para solicitar el concurso de las demás repúblicas americanas, a fin de evitar tal
desmembramiento.
El 16 de diciembre, el secretario le manifestó que la reclamación de Landreau era la única
que apoyaba el Departamento de Estado. Anteriormente había instruido a Hurlbut en favor
de ella, como ya lo hemos indicado.
Ahora insta a Trescot a que se esfuerce por asegurar a Landreau un pago equitativo 277.

273
8 Message from the President of the United States relating... Pág. 563. Trascribe nota, Washington, de 18-XI-1881, de J.F.
Elmore, Ministro de Perú en E.UU., a James G. Blaine, Secretario de Estado.
274
9 Pascual Ahumada: op. cit. Vol. VI. Págs. 326 a 329.
275
10 James Wilson Pierce: Life of James G. Blaine. Baltimore. 1893. Págs. 440 y 441.
276
11 Pascual Ahumada, op. cit. Pág. 328.
277
12 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Págs. 324 y 325.
Posteriormente, se justificó recordando que años atrás la Cámara de Representantes
resolvió, por unanimidad, solicitar que esa reclamación fuese apoyada. En consecuencia,
arguye que mal podía desentenderse de tal acuerdo 278.
El Presidente Chester Arthur, en su mensaje anual al poder legislativo, trasmitió la
inquietud que le merecía la continuación del conflicto en el Pacífico.
Mencionó los graves recelos que se han tejido en torno a la conducta de Estados Unidos.
Se refirió a los malos entendidos surgidos entre sus representantes, en esa región. Con
tales motivos, había resuelto el viaje de un enviado especial acreditado ante los tres
beligerantes, con instrucciones especiales para que se empeñe en pacificarlos 279.
Detrás de estas declaraciones, jugaban un rol las reclamaciones de ciudadanos de la Unión.
Algunas tenían seriedad, en cambio otras parecían dudosas. Es difícil determinar si Blaine
las atendió de un modo “propio de un estadista”, como anota un compatriota suyo 280.
Mientras el ministro en misión especial y el secretario se trasladaban al sur, el Presidente
Arthur solicitó a Blaine su renuncia. Como lo hemos expresado antes, una comisión de la
Cámara de Representantes enjuició su desempeño. Aunque no quedó acreditada su
venalidad ni la de Hurlbut, tampoco pudo seguir ejerciendo esa alta función frente a la
seguidilla de rumores que lo acosaban. Incluso más adelante abandonó sus aspiraciones
presidenciales.
Después de dejar su cargo, hizo intentos para limpiar su nombre. Negó toda participación
dolosa en los delitos que se le imputaban, en particular con el Crédito Industrial y la
Compañía Peruana281.
Le sucedió el abogado y ex-senador Frederick J. Frelinghuysen. Este nombramiento fue
bien acogido en Washington, por cuanto se trataba de un prestigioso servidor público.
Igual o mejor reacción produjo en Chile.
Frelinghuysen modificó las instrucciones de Blaine, en el momento en que el
plenipotenciario viajaba hacia Sudamérica 282. Se le trasmitió esta alteración por un
telegrama a Panamá, que desde ahí debía despachársele por correo a Santiago. Para mala
suerte suya no le llegó oportunamente. Trescot conoció el cambio después de haber
conferenciado con Balmaceda. En tanto, esta correspondencia fue dada a conocer al
Congreso de Washington y la publicó la prensa estadounidense. Rápidamente, nuestra
legación en Estados Unidos informó al Canciller Balmaceda. En diplomacia, la situación de
Trescot no podía ser más difícil, a la vez que probablemente inédita.
De haberse cumplido las órdenes iniciales, el resultado pudo eventualmente desembocar
en una guerra entre ambas naciones 283. O en la aplicación de una política que obtuviese
que todos los Estados del hemisferio occidental sometiesen a La Moneda a una presión

278
13 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Pág. 450.
279
14 Francisco García Calderón, op. cit. Pág. 40.
280
15 Herbert Millington, op. cit. Pág. 97.
281
16 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Págs. al 452.
282
17 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Pág. 329.
283
18 Herbert Millington, op. cit. Pág. 121.
que tal vez no hubiese resistido.
Ahora, el Secretario declaró a través de un nuevo lenguaje que el Presidente no deseaba
imponerse ante Perú ni Chile, ya que se trataba de dos repúblicas soberanas 284.
Frelinghuysen revocó la orden de cortar relaciones diplomáticas con Chile, en el caso de
comprobarse el destierro de García Calderón. Este hecho, por lo demás, ya era conocido en
Washington. Así mismo se instruye a Trescot para que cancele su viaje a Buenos Aires y Río
de Janeiro.
Antes de conocer esta nueva realidad, Balmaceda fija la posición oficial en una célebre
circular que dirigió a los agentes de Chile en el extranjero285.
Recordó las causas del conflicto; el origen del gobierno de García Calderón y cómo tuerce
su camino impulsado por Estados Unidos, y el derecho de Chile de indemnizarse con
Tarapacá, en defensa de su seguridad futura y “como medio inevitable de pago”.
Frelinghuysen cablegrafía a Trescot, instrucción que le llega tarde. Allí le comunica el
cambio de las órdenes originales y que los buenos oficios del Presidente Arthur se ofrecen
imparcialmente, tanto a Chile como a Perú. Le agrega que la influencia estadounidense es
de carácter pacífico y que la supresión del gobierno provisorio deberá tratarse en
Washington, con el ministro de Chile286.
El 13 de enero, Trescot presentó sus credenciales al Presidente Santa María. El discurso del
primero se consideró tranquilizador en el palacio de Toesca, y la respuesta del segundo
tuvo el mismo tono 287. Por su parte, el enviado dio a conocer a Frelinghuysen que esta
ceremonia descargó los ánimos.
Agregó que más difícil será “subsanar la extravagante esperanza que existe en Lima acerca
de una intervención inmediata e incluso enérgica de Estados Unidos para asegurar la paz
evitando la cesión de territorio peruano”288.
Para el colmo de Trescot, ya Santa María y Balmaceda —como hemos visto— estaban
enterados de las nuevas instrucciones, antes que aquel las conociera.
De tal modo que el Canciller chileno trasmitió a Novoa, en Lima, que el incidente
promovido por el apresamiento de García Calderón y la mediación de Estados Unidos eran
puntos finalizados. Las primitivas órdenes de Blaine fueron modificadas. “Nuestra situación
—concluía entusiastamente Balmaceda— es favorable y firme”289.
Trescot daba la impresión de ser un hombre bien intencionado y sin malicia, que se
enfrentó a un momento inédito en el arte de negociar. Su contraparte, que se hallaba
enterada de sus instrucciones antes que él, poseía talento y defendía la causa de Chile con
284
19 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Pág. 329.
285
20 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Págs. 347 a 351.
286
21 N.A.U.S.A. T 77-36. Telegrama, Washington, 4-1-1882, de Fred. Frelinghuysen, Secretario de Estado, a William Henry
Trescot, Ministro de EE.UU. en Misión Especial.
287
22 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Pág. 351.
288
23 N.A.U.S.A. Vol. 10-31. Oficio Nº2, Santiago, 13-1-1882, de William Henry Trescot, Ministro de EE.UU. en Misión
Especial, a Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado.
289
24 MINREL. CORRESPONDENCIA. 1881-82. Oficio reservado, Santiago. 2-2-1882, de José Manuel Balmaceda, Ministro
de RR.EE. de Chile, a Jovino Novoa, Ministro de Chile en Perú.
toda la habilidad y firmeza propia de su recia personalidad.
En la primera conversación con el representante especial, Balmaceda se da el gusto de
comunicarle que sus instrucciones han sido remplazadas por otras y que el gobierno de la
Unión Americana se ha desistido de convocar a un congreso interamericano, que Chile
combatía tenazmente.
Trescot, por su parte, se refiere al ya mencionado despacho de Kilpatrick.
De acuerdo con este, el Presidente Garfield reconoció al gobierno provisional y, de ese
modo, advirtió la posibilidad de alcanzar la paz. De allí su sorpresa cuando Chile destierra a
García Calderón, decisión que estimó ofensiva para su gobierno.
Balmaceda desmintió las equivocadas afirmaciones de Kilpatrick —explicables por su
avanzada enfermedad— y agregó que en la supresión de aquel gobierno, solo influyó el
interés nacional y no el deseo de agraviar a Estados Unidos.
Trescot no tuvo más que aceptar las explicaciones de Balmaceda. Empero, reiteró que
también fueron las presuntas expresiones del ex-Canciller Valderrama, previas a las de
Kilpatrick, las que empezaron a desorientar la acción del Departamento de Estado 290.
Balmaceda precisó las bases para lograr la paz, a saber:
1ª cesión absoluta de Tarapacá; 2ª el pago de una indemnización de veinte millones de pesos, en
un plazo de diez años; 3ª retención de Tacna y Arica por diez años. Si la indemnización no se
cancelaba, esos territorios quedarán definitivamente en poder de Chile, y 4ª Chile continuará
explotando el guano de las islas de Lobos ( Tarapacá a los acreedores de Perú 291 Chile, además,
facilitará a Trescot una entrevista en Huaraz con el almirante Lizardo Montero.
El Canciller deseaba que las conclusiones alcanzadas se concretasen en un protocolo.
Trescot le replicó que sería prematuro suscribirlo hasta que no fuese aceptado por el
Departamento de Estado. Ante la tenaz insistencia del Ministro y para no ahondar las
tensiones, se avino a que se redactara uno.
Una vez que se acordó el texto, no satisfecho con ello, Balmaceda exigió que se firmase y
se lo sellase. Trescot, sorprendido, lo consideraba solo un registro de las conversaciones y
sin validez, por el momento. En él se establecía que los buenos oficios de Estados Unidos
serían aceptados, siempre que fuesen ofrecidos bajo las condiciones que Chile indicaba.
Sin embargo, antes que romper el diálogo, Trescot terminó por acoger las peticiones de su
contraparte292.
El 11 de febrero, el protocolo fue rubricado en Viña del Mar. Contenía los puntos
siguientes:
1º Trescot declaró que el destierro de García Calderón se prestaba para juzgársele como un acto
ofensivo hacia Estados Unidos. Balmaceda le negó ese carácter y sostuvo que Chile procedió en uso
de sus legítimos derechos de beligerante.

290
25 En el primer capítulo, nos referimos a los erróneos conceptos que el Ministro Kilpatrick atribuyó al Ministro Valderrama.
Según la interpretación de este agente de las expresiones de este Canciller, Chile intentaba fortalecer el gobierno de
García Calderón y abstenerse de exigir cesiones territoriales.
291
26 Memoria de RR.EE. y Colonización. Pág. 26.
292
27 N.A.U.S.A. Vol. 10-31. Oficio Nº13, Viña del Mar, 4-3-1882, de William Henry Trescot, Ministro de EE.UU. en Misión
Especial, a F.T. Frelinghuysen, Secretario de Estado.
2º La intervención armada de la Unión Americana, en la guerra chileno-peruana, no sería un
procedimiento diplomático, como el que ahora se ejercita, y no correspondería a la gestión
amistosa de Trescot. Estados Unidos elimina la posibilidad de una acción armada. La mediación no
es aconsejada por la conveniencia de los beligerantes ni es solicitada por Chile. La Unión la ofrecería
siempre que los beligerantes manifestasen su deseo de lograrla y cuando su aceptación condujera a
resultados satisfactorios.
3º El incidente de García Calderón y el uso de la fuerza por Estados Unidos son cuestiones
terminadas. En testimonio de confianza y amistad, Chile acogería los buenos oficios toda vez que se
aceptasen las condiciones de paz que Chile estaría dispuesto a otorgar al enemigo. Lo anterior, en
el entendido de que si Washington no obtuviese el consentimiento de Perú para las condiciones de
paz que servirían de fundamento a los buenos oficios, terminaría la acción estadounidense entre
ambos beligerantes.
4º Si estos buenos oficios fuesen ofrecidos y aceptados en la forma expresada anteriormente, Chile
daría todas las facilidades para que Trescot se comunique con cualquiera autoridad o personas
calificadas para ofrecerlos, con excepción de García Calderón, que es prisionero de guerra.
5º Las bases que permitirían a Chile celebrar la paz, reservándose su derecho y libertad de acción
para el futuro, en el caso de que no fuesen aceptadas por Perú, serían las siguientes:
1ª Cesión de todos los territorios peruanos situados al sur de la quebrada de Camarones (sur de
Arica).
2ª Ocupación de la región de Tacna y Arica por diez años, debiendo Perú pagar veinte millones de
pesos a la conclusión de este plazo. Si expirado éste, no pagase tal suma, el referido territorio
quedaría de inmediato cedido e incorporado a la soberanía chilena. Perú podrá fijar, en el tratado
de paz, un plazo mayor de diez años, conforme a la misma base anterior. Si Arica volviese al
dominio peruano, permanecerá desartillado para siempre. Y 3ª Chile ocupará las islas de Lobos
mientras hubiese guanos en ellas. Tanto el producto líquido de estos guanos como el de las
covaderas conocidas y en explotación de Tarapacá, se dividirá por mitad entre Chile y los
acreedores de Perú 293 Frelinghuysen, descontento con el giro de la negociación mas deseoso
de no romperla, comunicó a Trescot que Estados Unidos se excluirá de participar en
conversaciones que contemplen la entrega de Tarapacá e, igualmente, el pago de una
indemnización de 20.000.000 de pesos. Esas exigencias las estimó exorbitantes 294.
El Presidente Arthur, insatisfecho por la terquedad chilena, consiente en una indemnización
pecuniaria liberal. Sin embargo, se excusa de ofrecer sus buenos oficios sobre la base de la
cesión de Tarapacá, junto con una fuerte reparación en dinero. El gobernante “urge
moderación de parte de Chile”295.
Trescot solicita que se modifiquen las condiciones anteriores 296. Balmaceda le replica
secamente que se mantienen, porque son necesarias a causa de los gastos y daños de la
guerra, la seguridad de la república y su futura estabilidad.
El canciller teme que Tarapacá, de nuevo en poder del enemigo, proporcione los recursos
293
28 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Págs. 434 y 435.
294
29 N.A.U.S.A. T 77-36. Telegrama, Washington, 4-2-1882, de Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado, a William
Henry Trescot, Ministro de EE.UU en Misión Especial.
295
30 N.A.U.S.A. T 77-36. Telegrama, Washington, 21-2-1882, de Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado, a William
Henry Trescot, Ministro de EE.UU. en Misión Especial.
296
31 N.A.U.S.A. Vol. 10-31. Nota, Viña del Mar, 14-2-1881, de William Henry Trescot, Ministro de EE.UU. en Misión Especial,
a José Manuel Balmaceda, Ministro de RR.EE. de Chile.
para iniciar una guerra de revancha. La paz, así negociada, se torna irrisoria. Historiadores
extranjeros ven en ello nada más que un pretexto para arrebatar el salitre al antiguo
virreinato. Aun así, los estadistas chilenos tuvieron razones para desconfiar de unos vecinos
que, en secreto, negociaron un tratado de alianza que, a juicio de observadores
extranjeros, no tenía sentido si no estaba dirigido en contra de Chile. La elite empresarial,
por su lado, aspiraba a conservar esa tonificante riqueza.
En una última conferencia, el Canciller chileno lo exhorta para que retire su nota y la
sustituya por otra. Las estipulaciones del protocolo —arguyeson más favorables que las
ofrecidas a Perú en Arica y Lima 297. En una nueva comunicación, la Unión Americana afirma
que no puede ofrecer sus buenos oficios bajo estas condiciones, y consulta si se
modificarían. Balmaceda, hábilmente, se vale para recordar al ministro que, en el protocolo
de Viña del Mar, quedaron consignadas las bases que le permitirán a Chile aceptar esos
buenos oficios. “Quedo ahora instruido —expresa el Canciller— de que el Gobierno de los
Estados Unidos no ofrece sus buenos oficios, con lo cual V.
S. da a mi gobierno la contestación que quedó pendiente en el expresado Protocolo” 298.
Según el Ministro informó a Trescot, Estados Unidos se ha desistido de llevar adelante la
iniciativa de Blaine de citar a una conferencia interamericana. La finalidad de ella era
“discutir y adoptar sistemas convencionales para prevenir las calamidades de la guerra
entre las naciones de América.
Este sería el objetivo a que habrían de encaminarse los esfuerzos del futuro congreso” 299.
Mas, en Santiago se la combatió tenazmente. Constituía una presión en contra de Chile, en
el peor momento.
Trescot, antes de abandonar Santiago, celebró nuevas conversaciones.
En ellas, Balmaceda modificó su posición anterior y le propuso lo siguiente 300:
1º Se mantendría la cesión de Tarapacá.
2º Se eliminaría la apropiación del 50% del guano de las islas de Lobos. Y 3º Chile compraría Tacna
y Arica, en vez de recibir una indemnización pecuniaria, idea que seguiría encontrando seguidores,
entre ellos el Dr. Logan, ministro estadounidense en Santiago.
Como indicamos en el capítulo precedente, la incorporación de Tacna y Arica a Chile para
luego traspasarlos a Bolivia representó una conocida aspiración de Santa María, desde el
inicio del conflicto: era la muy mentada “puerta” que remplazaría la pérdida de
Antofagasta.
Trescot se comprometió a transmitir estos planteamientos al almirante Montero. En su
correspondencia a Washington, comentó que la absorción de Tarapacá no presentaría
problemas. En cambio, Arica sí, por su valor estratégico: fortificada por Chile, sería un

297
32 N.A.U.S.A. Vol. 10-31. Telegrama cifrado, Santiago, 24-2-1882, de William Henry Trescot, Ministro de EE.UU. en Misión
Especial, a Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado.
298
33 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Pág. 436. Trascribe nota de José Manuel Balmaceda, Ministro de RR.EE. de Chile,
Viña del Mar, 24-2-1882, a William Henry Trescot, Ministro de EE.UU. en Misión Especial.
299
34 Mario Barros van Buren: “Historia diplomática de Chile”. Ediciones Ariel. Barcelona. 1970. Pág. 416.
300
35 N.A.U.S.A. Vol. 10-31. Oficio confidencial Nº19, Lima, 5-4-1882, Wiulliam Henry Trescot, Ministro de EE.UU. en Misión
Especial, a Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado.
peligro para Perú, mientras Bolivia pasaría a depender de su adversario del sur 301.
El desenlace de la misión favoreció ampliamente a Chile. En el fondo, tanto el Presidente
Arthur como Frelinghuysen, no querían inmiscuirse en las negociaciones chileno-peruanas.
Influía en ello el clima un tanto escandaloso que originaban las rivalidades entre grupos
vinculados al salitre y al guano, relativas a las reclamaciones de los bondholders de la
deuda peruana.
La acción de La Moneda —en particular durante la presidencia de Santa María— se
encaminó constantemente a impedir la intervención de terceros, en un conflicto que
pretendía que se resolviera únicamente por los beligerantes, de acuerdo con las
condiciones que esta impuso desde las conferencias de Arica 302.
Blaine, alejado ya del gobierno, estimó un fracaso el resultado de la misión encargada a
Trescot. Según declaró a The New York Herald:
“...Chile quiere y acepta la mediación de los Estados Unidos si ella puede emplearse para
inducir al Perú a someterse tranquilamente a su destrucción; pero si el enviado especial de
los Estados Unidos no hace eso, Chile no tiene nada más que ver con él, y este puede hacer
sus maletas y venirse a su país con toda la humildad propia de tal regreso” 303.
En otro párrafo comenta que, en virtud del Protocolo de Viña del Mar, Chile —además de
Tarapacá— “se apropia la provincia de Arica...” 304.
El secretario de Estado resolvió que el discutido general Hurlbut regresara a la Unión y
presentara su renuncia. Empero, el 27 de marzo se produjo el inesperado fallecimiento del
diplomático, como anotamos en el capítulo anterior 305.
Trescot llegó al día siguiente de tal deceso. Su presencia alentó a los civilistas, que vivían
de ilusiones. Volvieron a concebir que Estados Unidos intervendría en favor de ellos 306.
El enviado concertó con el almirante Lynch los detalles de su viaje a la cordillera. Le
acompañarían “cinco caballeros muy distinguidos”, consejeros de Montero (cuatro de ellos,
José Antonio García, Ramón Ribeyro, Carlos Elías y Francisco Canevaro, el quinto podría ser
Dionisio Derteano, propietario de la hacienda Palo Seco, que fue arrasada por órdenes de
Lynch)307.
En Lima, Trescot se relacionó con peruanos influyentes, generalmente vinculados al partido
civil. Al escucharlos, quedó con la impresión de que Montero representaba al verdadero
gobierno, reconocido y obedecido por todo el pueblo. Con él se podría pactar la paz,

301
36 N.A.U.S.A. Vol. 10-31. Oficio Confidencial Nº19, Lima, 5-4-1882, de William Henry Trescot, Ministro de EE.UU. en Misión
Especial, Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado.
302
37 Con razón medio siglo después, el Presidente Arturo Alessandri exclamaría: “la energía de Balmaceda en las
conferencias de Viña del Mar, produjo el Tratado de Ancón, que marcó el fin de la guerra”.
303
38 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Pág. 451.
304
39 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VI. Pág. 451.
305
40 N.A.U.S.A. T 52-37. Lima, 28-3-1882. Certificado de defunción del general Stephen A. Hurlbut.
306
41 A.N. Fondos Varios. Vol. 413. Carta, Lima, 1-4-1883, de Jovino Novoa, Ministro de Chile en Perú, al Presidente Santa
María.
307
42 N.A.U.S.A. Vol. 10-31. Oficio confidencial Nº19, Lima, 5-4-1882, de William Henry Trescot, Ministro de EE.UU. en Misión
Especial, a Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado.
sobre la base de ceder Tarapacá, si bien estimaba que la venta de Tacna y Arica no
prosperaría. En todo caso, la reservó para discutirla con Montero.
Zarpó en el Lackawanna rumbo a Casma. Luego siguió a lomo de mula hasta Huaraz,
situado a mucha altura, entre la cordillera negra y la cordillera nevada. Agotado por los
tropezones propios de la abrupta ruta, se dice que en algunos tramos viajó en parihuela,
con la ayuda de incansables angarilleros.
Se presentó como “Enviado Especial y Extraordinario y Ministro Plenipotenciario del
Presidente de Estados Unidos cerca del Gobierno de Montero”. Al acreditarse con aquellos
títulos ante una autoridad que La Moneda desconocía, Montero, envalentonado, condenó
a Chile. Recordó que en el manifiesto de guerra a los Estados neutrales, esta república
declaró que no se modificarían los límites geográficos de las naciones aliadas. Ahora
procedía de distinto modo. “La cuestión —manifestó en síntesis— es de conquista” 308.
Este exordio parecía sobre todo dirigido a entusiasmar la lealtad de sus subordinados. No
obstante, en la reunión privada con el diplomático, reconoció que la paz era indispensable
y que debía alcanzarse a través de grandes sacrificios. Empero, carecía de poder para que
se aceptaran los términos del Protocolo de Viña del Mar. El resultado de esta visita —
informaba el enviado a Frelinghuysen— dependerá de la presión que ejerza Estados
Unidos para decir claramente a Perú “hasta qué punto está preparado para actuar
prácticamente en el camino de una intervención”309.
Montero propuso dos condiciones preliminares: que Chile lo reconociera como el titular
del gobierno provisorio, y que el tratado que se suscribiera tuviese la aprobación del
Congreso reunido en Arequipa. De lo contrario, no valdría nada. Tampoco podría
comprometerse por adelantado, en cuanto a las cláusulas de ese instrumento.
Estas proposiciones favorecían al almirante, que dejaba de ser un gobernante en la
sombra. En cambio, el Mapocho iniciaba oficialmente con él una negociación, sin duda
incierta y sometida a no pocas presiones.
Las instrucciones que La Moneda impartió a Jovino Novoa tuvieron el carácter de un
ultimátum: Chile no reconocería a ningún gobierno, hasta que aceptase previamente sus
condiciones y firmase un tratado310.
El desempeño de Trescot en Huaraz causó irritación en Santiago. Se creía que actuaría de
acuerdo con las ideas discutidas con Balmaceda. En cambio, se separaba de ellas,
oficialmente aceptaba a Montero y afirmaba que Estados Unidos veía con simpatía los
esfuerzos del almirante en favor de la paz.
En Chile, hubo un cambio en el gabinete a raíz de la renuncia de José Francisco Vergara,
ministro del interior. Le sucedió José Manuel Balmaceda.
En la cartera de Relaciones Exteriores ingresó Luis Aldunate Carrera, quien hasta ese

308
43 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1881-82. Oficio Nº55, Lima, 6-5-1882, de Jovino Novoa, Ministro de Chile
en Perú, a Luis Aldunate, Ministro de RR.EE. de Chile.
309
44 N.A.U.S.A. Vol. 10-31. Oficio Nº24, Lima, 3-5-1882, de William Henry Trescot, Ministro de EE.UU. en Misión Especial, a
Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado.
310
45 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1881-82. Oficio Nº49, Lima, 3-5-1882, de Jovino Novoa, Ministro de Chile
en Perú, a Luis Aldunate, Ministro de RR.EE. de Chile.
momento ocupaba la de hacienda. A Aldunate le correspondió orientar la negociación de
paz con Perú y redactar el instrumento definitivo, conocido también con el nombre de
Tratado de Ancón311, así como el Pacto de Tregua con Bolivia.
Trescot informó por escrito a Aldunate de su entrevista con Montero. Le consultó, con
carácter oficioso, si Chile convendría en un armisticio que permitiera al almirante reunirse
con el Congreso, en Arequipa312. No conocemos la contestación del Canciller, pero sí
sabemos que ya antes de esa reunión desconfiaba de ella y sus resultados.
“Sabe usted, como nosotros —escribía a Novoa— que aquel diplomático se encuentra en
la más falsa de las situaciones y que ha de querer a toda costa justificar y legitimar la
desairada intervención que hasta ahora ha tenido en los asuntos del Pacífico” 313.
Ignoramos si Aldunate replicó directamente a Trescot, pero sabemos que expresó a Novoa
que este quedaría desligado de toda futura intervención en la situación del Pacífico. En
todo caso, le reitera las instrucciones que, desde algún tiempo atrás, Novoa recibió de
Santiago. Según estas, podría encontrarse informalmente con Montero y reconocerlo en el
momento que firme el tratado de paz. Si el congreso lo desaprobase, retirará el
reconocimiento.
La tregua tampoco era necesaria, pues las operaciones militares se hallaban suspendidas 314.
Fue otro balde de agua fría para el desafortunado enviado estadounidense.
Trescot creó lazos de amistad en Lima con algunos civilistas, tales como Dionisio
Derteano315. A fin de conquistar su apoyo, le rodearon con la clásica amabilidad limeña, con
el propósito de salir de la angustiosa situación en que se encontraban.
Trescot regresó directamente a Washington, después de su fracaso 316.
Aldunate instruyó al representante chileno ante la Casa Blanca para que reclamara
secamente por la conducta del plenipotenciario. Este se había comprometido en Santiago
a instar a Montero para que aceptase los términos de paz expresados por Balmaceda. Al
mismo tiempo, causó desagrado que lo reputase como gobernante legítimo.
Martínez agravó la orden, pues la trasmitió por nota al Departamento de Estado. A su
sucesor, Joaquín Godoy, le tocó el bochorno de retirarla317.
La misión de Trescot fue acremente criticada en Estados Unidos.
El resultado del desempeño de este plenipotenciario fue conocido en Lima. El célebre
perúanista Ricardo Palma, pierolista a ultranza y adversario de García Calderón con la
311
46 Luis Aldunate: “Los tratados de 1883-84”. Centro Editorial La Prensa. Santiago. 1900. Pág. 37.
312
47 N.A.U.S.A. Vol. 10-31. Oficio Nº24, Lima, 3-5-1882, de William Henry Trescot, Ministro de EE.UU. en Misión Especial, a
Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado. Anexo nota de W. H. Trescot a Luis Aldunate.
313
48 Archivo de Luis Aldunate (copia a máquina que pertenece a Jaime Antúnez Aldunate): Carta, Santiago, 2-5-1892, de
Luis Aldunate a Jovino Novoa, Ministro de Chile en Perú.
314
49 N.A.U.S.A. Vol. 10-31. Oficio Nº26, Washington, 5-6-1882, de William Henry Trescot, Ministro de EE.UU. en Misión
Especial, a Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado.
315
50 Rico propietario azucarero. Dueño de la hacienda Palo Seco. Ver nota 77.
316
51 Archivo de Luis Aldunate. Copia dactilográfica que pertenece a don Jaime Antúnez Aldunate Carta, Santiago, 5-5-1882,
de Luis Aldunate a Jovino Novoa.
317
52 Francisco A. Encina, op. cit. Tomo XVIII. Pág. 44.
misma pasión, lo comentó en los siguientes términos:
“Así, gracias a la tortuosa diplomacia de los Estados Unidos, al negociado Landreau, que fue
el anzuelo para ciertos políticos mercaderes, y a Mr.
Hurlbut, que supo sembrar la semilla de la deslealtad en terreno fértil para la traición,
llegamos a encontrarnos hoy desarmados y a merced de Chile.
La misión Trescot vino a rematar la crucifixión de este nuevo Cristo llamado Perú. Los
Estados Unidos deben estar orgullosos de su obra. En conclusión, la hermanita mayor nos ha
servido para partirnos por el eje”318.
De regreso en su patria, el plenipotenciario presentó un informe a Frelinghuysen.
También, testimonió ante la citada comisión de la Cámara de Representantes, que se
ocupaba de investigar aspectos aparentemente oscuros de la diplomacia yanqui en la
Guerra del Pacífico.
En dicho informe, Trescot resumió del modo siguiente su juicio acerca de cuál debería ser
la posición estadounidense:
“Si los Estados Unidos intentan intervenir efectivamente para impedir la desintegración del
Perú, ha llegado el momento de declararlo abiertamente.
Si no tiene la intención de hacerlo, es aún más urgente la necesidad de que Chile y Perú
entiendan exactamente dónde termina la acción de los Estados Unidos. Estaría
completamente fuera de mi deber discutir el carácter o las consecuencias de cualesquiera de
estas líneas de conducta, pero confío que Ud. no juzgará que me estoy sobrepasando en mi
deber, al expresar al Gobierno que la posición actual de los Estados Unidos es embarazosa
para todos los beligerantes y que debería ser resuelta lo más pronto posible.
Tengo otra convicción que es mi deber expresar claramente. Creo que cuando los Estados
Unidos renuncien formalmente a nuevas intervenciones, Perú recurrirá a las potencias
europeas, y que una intervención conjunta de dos o más es probable” 319.
2. NUEVAS GESTIONES DE ESTADOS UNIDOS. LOS MINISTROS
PARTRIDGE Y LOGAN
La legación en Perú quedó vacante después del fallecimiento de Hurlbut.
Le sucedió James R. Partridge, quien antes se desempeñó en Venezuela y Brasil.
Por otra parte, a raíz de la muerte de Kilpatrick, Frelinghuysen nombra al antes
mencionado Dr. Cornelius A. Logan. Había desempeñado el mismo cargo previamente. En
la época en que Chile y Bolivia discutían el convenio Lindsay-Corral, prestó su colaboración
para suavizar las asperezas entre ambas repúblicas. Se trataba de un diplomático muy
estimado en Santiago, como lo reconoció El Ferrocarril320. Además, hablaba con fluidez el
castellano.
El secretario de Estado decidió que asumiese la coordinación de las tres misiones. Por
318
53 Ricardo Palma: “Crónicas de la guerra con Chile (1881-1883)”. Mosca Azul Editores. Lima. 1984. Pág. 145.
319
54 N.A.U.S.A. Vol. 10-31. Oficio Nº26, Washington, 5-6-1882, de William Henry Trescot, Ministro de EE.UU. en Misión
Especial, a F.J. Frelinghuysen, Secretario de Estado.
320
55 El Ferrocarril , Santiago, 8-9-1882.
tercera vez, la Unión emprende la tarea de que los beligerantes logren la paz. Nuevamente,
se producirán antagonismos entre los agentes.
Es posible que la ausencia de comunicaciones expeditas con Washington ejerciera cierta
influencia perjudicial.
Sin conocer la respuesta de Novoa a Trescot, Frelinghuysen instruye a Partridge para que
deje constancia de que la Unión reconoce a Montero como cabeza de la república
peruana, después del viaje de aquel enviado a Huaraz, lo que también trasmitió a Maney,
el ministro en La Paz, y a Logan.
A este último le tocará lograr que Chile acepte a Montero, al menos con carácter
provisional321.
Partridge recibe órdenes de comunicarse personalmente con el almirante; pero, con la
excusa de que todavía carece de instrucciones más específicas, dilata el viaje, que nunca
realiza. El Vice-Presidente cuenta en Lima con dos representantes, los civilistas Manuel
Candamo y Carlos Elías, y el estadounidense prefiere entenderse con ellos y eludir el
fatigoso periplo por las montañas.
En estas conversaciones, les expresa que Estados Unidos se abstiene de impedir la cesión
de Tarapacá. Aquello les causó gran desaliento, ya que recordaban que Hurlbut era
contrario al cercenamiento territorial y proclive a la causa peruana 322.
Relata Partridge, en uno de sus informes, que el 10 de diciembre Montero retornó de un
viaje a La Paz. Allá ofreció la cesión o venta de Tacna y Arica a Bolivia, o bien facilidades de
tránsito, como una manera de impedir que Perú se viese obligado a entregárselos a Chile.
Informa también que los comisionados bolivianos, Baptista y Salinas, solo aceptan suscribir
un pacto de tregua con Chile si participan los peruanos Valcárcel y Armas. Con este
motivo, agrega, los chilenos se indignaron 323.
Sin conocer la respuesta de Novoa a Trescot, Frelinghuysen instruye a Partridge para que
deje constancia de que la Unión reconoce a Montero como cabeza de la república
peruana, después del viaje de aquel enviado a Huaraz, lo que también trasmite a Maney, el
ministro en La Paz, y a Logan.
A este último le corresponderá lograr que Chile acepte a Montero, al menos con carácter
provisional324.
Partridge recibe órdenes de comunicarse personalmente con el Almirante.
Mas, con la excusa de que todavía carecía de instrucciones más específicas, dilató el viaje,
que nunca realizó. El Vice-Presidente cuenta en Lima con dos representantes, los civilistas
Manuel Candamo y Carlos Elías. Prefiere entenderse con ellos y eludir el fatigoso periplo

321
56 N.A.U.S.A.T 77-131. Oficio N°5, Washington, 26-6-1882, de Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado, a James
R. Partridge, Minisgtro de EE.UU. En Perú.
322
57 N.A.U.S.A. T 52-37. Oficio N°4, Lima, 14-6-1882, de James R. Partridge, Ministro de EE.UU. en Perú, a Frederick J.
Frelinghuysen, Secretario de Estado.
323
58 N.A.U.S.A. T 52-38. Oficio N°74, 27-12-1882, de James R. Partridge, Ministro de EE.UU. en Perú, a Frederick J.
Frelinghuysen, Secretario de Estado.
324
59 N.A.U.S.A. T 77-131. Oficio Nº5, Washington, 26-6-1882, de Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado, a James
R. Partridge, Ministro de EE.UU. en Perú.
por las montañas.
En estas conversaciones, les expresa que Estados Unidos se abstiene de impedir la cesión
de Tarapacá. Aquello les causó gran desaliento, ya que recordaban que Hurlbut era
contrario al cercenamiento territorial y proclive a la causa peruana 325.
Relata Partridge, en uno de sus informes, que el 10 de diciembre Montero retornó de un
viaje a La Paz. Allá ofreció la cesión o venta de Tacna y Arica a Bolivia, o bien facilidades de
tránsito, como una manera de impedir que Perú se viese obligado a entregárselos a Chile.
Informa también que los comisionados bolivianos, Baptista y Salinas, solo aceptan suscribir
un pacto de tregua con Chile si participan los peruanos Valcárcel y Armas. Con este
motivo, agrega, los chilenos se indignaron 326.
Después de mucha tardanza, Partridge decide ir a Arequipa, en donde ahora Montero ha
establecido su cuartel general, a fin de lograr la paz 327.
Con anterioridad, Frelinghuysen le comunica que Estados Unidos propicia una
indemnización pecuniaria, como fundamento para un arreglo entre Chile y Perú. Sin
embargo, si La Moneda continúa rechazándola e insiste en la trasferencia de territorio,
Estados Unidos no se interpondrá entre los dos beligerantes, pues carece de los medios
para imponerse. Ahora, si Perú consiente negociar sobre esta última base, Logan queda
autorizado para tratar de conseguir en Santiago las mejores condiciones que la Unión
pueda obtener.
En otras palabras, que Perú se desprenda solo de Tarapacá y no de Tacna y Arica 328.
Partridge —delicado de salud— se desiste finalmente del viaje a Arequipa, la hermosa
ciudad del Misti, y prefiere conversar con Novoa en Lima. Acaso influido por las
proposiciones de Montero en La Paz, sugiere al ministro, a título personal, la trasferencia
de Tarapacá a Chile y la cesión, venta o traspaso de Tacna y Arica a Bolivia. De ser ello
imposible, la neutralización de este puerto, mas con la condición de que no pueda ser
fortificado.
Estas bases se negociarían entre los tres contendientes, sin participación de extraños 329.
Dado que se encontraban avanzadas las gestiones para un pacto de tregua entre Chile y
Bolivia, esas sugerencias cayeron en el vacío.
Partridge, que hasta ese momento se demostraba alejado de la posición peruana,
comenzó a sentir el influjo limeño. En un giro inesperado, reunió en su casa a los agentes
de Francia, Gran Bretaña e Italia. Alemania declinó participar. Todos los asistentes
clamaban por el término de la ocupación chilena y porque se lograra la paz. El marqués de
325
60 N.A.U.S.A. T 52-37. Oficio Nº4, Lima, 14-6-1882, de James R. Partridge, Ministro de EE.UU. en Perú, a Frederick J.
Frelinghuysen, Secretario de Estado.
326
61 N.A.U.S.A. T 52-38. Oficio Nº74, Lima, 27-12-1882, de James R. Partridge, Ministro de EE.UU. en Perú, a Frederick J.
Frelinghuysen, Secretario de Estado.
327
62 N.A.U.S.A. T 52-38. Telegrama cifrado, Lima, 1-1-1883, de James R. Partridge, Ministro de EE.UU. en Perú, a Frederick
J. Frelinghuysen, Secretario de Estado.
328
63 N.A.U.S.A. T 77-131. Oficio Nº5,Washington, 26-6-1882, de Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado, a James
R. Partridge, Ministro de EE.UU. en Perú.
329
64 MINREL LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1883-84. Telegrama, Lima, 12-1-1883, de Jovino Novoa, Ministro de Chile en
Perú, a Luis Aldunate, Ministro de RR.EE. de Chile.
Tallenay, ministro francés, elaboró un memorándum que fue remitido a los cuatro
gobiernos. A los diplomáticos les preocupaba la extremada dureza de la ocupación, así
como la ruina total e irremediable del comercio extranjero 330. Como siempre, detrás de los
sentimientos humanitarios, se advertían los intereses financieros y comerciales
principalmente europeos golpeados por la guerra. Empero, el error de Partridge frente al
Departamento de Estado era mayúsculo. Aparecía amparando una intervención de
naciones del Viejo Mundo en asuntos americanos, en clara oposición con la doctrina
Monroe.
Lógicamente, Frelinghuysen reprobó la conducta de su agente. Le pidió, pues, que
trasmitiera a sus colegas que la Unión Americana se desentendía de esa gestión 331. Le
concedió, de inmediato, el feriado que había solicitado. El pretexto fue una inclemente
diarrea palúdica que le aquejaba 332. Al llegar a Washington, Partridge presentó su renuncia,
viajó por su cuenta a Europa y en Alicante se suicidó 333. Un fin trágico y, por lo inesperado,
semejante al de Hurlbut y Kilpatrick, aunque las causas serían de naturaleza diferente.
Ahora nos ocuparemos del desempeño de Logan en Chile. Pero, antes aludiremos a una
conferencia de Frelinghuysen con el agente chileno en Washington, Joaquín Godoy.
En esta oportunidad, el Secretario de Estado se refiere a la preocupación que agita a las
Cancillerías europeas por la prolongación de la guerra.
A fin de evitar su intromisión, atemoriza al representante de La Moneda con una
intervención —armada ¿tal vez?— que a la Unión no le agradaría. Por lo mismo, insta a
Chile para que ajuste la paz con cualquiera de los caudillos peruanos. La base sería la
cesión del territorio que pretende como compensación y seguridad. De lo contrario, si no
puede convenir un tratado con alguno de ellos que simplemente se adjudique esos
territorios y deje el resto de Perú a su propia suerte. Según entendió Godoy, el secretario
quiso significarle que, además de Tarapacá, Chile incorporase Tacna y Arica. Aunque
Godoy observa que no fue lo bastante explícito, en conversaciones anteriores ya le había
expresado que de no suscribirse un tratado, la fijación de la frontera será la que Chile
estime conveniente334.
Sin embargo, en las instrucciones que el secretario de Estado envió a Logan, cuatro días
después de conversar con Godoy, este instruyó a su agente para que Perú logre conservar
Tacna y Arica, junto con Tarata.
Estados Unidos comienza a flexibilizar su posición y a acercarse a la chilena. Desde luego,
considera que a los aliados más les habría convenido aceptar las bases señaladas en Arica,
a bordo de la corbeta Lackawanna.
330
65 N.A.U.S.A. T 52-38. Oficio Nº83, Lima, 23-1-1883, de James R. Partridge, Ministro de EE.UU. en Perú, a Frederick
J.Frelinghuysen, Secretario de Estado.
331
66 N.A.U.S.A. T 52-38. Oficio Nº92, Lima, 22-2-1883, de James R. Partridge, Ministro de EE.UU. en Perú, a Frederick J.
Frelinghuysen, Secretario de Estado.
332
67 N.A.U.S.A. T 77-131. Telegrama, Washington, 19-2-1883, de Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado, a James
R. Partridge, Ministro de EE.UU. en Perú.
333
68 Herbert Millington, op. cit. Pág. 134.
334
69 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE.
1881-84. Oficio circular, Santiago, 1-5-1883, de Luis Aldunate, Ministro de RR.EE. de Chile, a Jovino Novoa, Ministro de
Chile en Perú. Trascribe oficio de Joaquín Godoy, Ministro de Chile en EE.UU. Washington, 19-3-1883.
Habrían concertado la paz y en mejores condiciones que ahora 335.
La recepción de Logan tuvo lugar el 7 de septiembre de 1882. En el discurso que
pronunció el Presidente de la República, el ministro percibió que Santa María podría
aceptar sus servicios para negociar la paz. El mandatario, informado por Godoy, temía una
acción europea. Tal vez por esta causa, prefería a Estados Unidos y aspiraba a alcanzarla de
una vez por todas.
El diplomático considera que el escollo radica en cuáles son las condiciones para lograrla.
Chile persiste en el Protocolo de Viña del Mar. Estados Unidos no lo acepta. Además, si
Tarapacá queda en poder de Chile, existe el problema de Bolivia, que permanecerá privada
de acceso soberano al Océano Pacífico. Logan reflexiona que la salida natural del altiplano
es por Arica.
Por otra parte, Tacna y Arica, en tiempos de guerra, son puntos estratégicos para defender
Tarapacá. Por lo mismo, estima que la cuestión es compleja.
Entretanto, sabe que Santa María y Aldunate piensan en Piérola, quien reside en París y
prepara su regreso a Sudamérica. El agente chileno en Francia, Alberto Blest Gana, ha
celebrado conversaciones oficiosas con el ex-dictador. El banquero Dreyfus, que lo apoya,
alega que Perú le debe 20 millones de dólares. Piérola le reconocerá esta deuda. Sin
embargo, para Logan el único gobierno que tiene una sombra de legalidad es el de García
Calderón336.
El agente estadounidense recibe sus instrucciones con atraso, varias semanas después de
la ceremonia de presentación de sus cartas credenciales.
El primer paso fue un intercambio de notas con el Canciller, que tuvo el mérito de resolver
el punto muerto a que llegaron las conversaciones Balmaceda-Trescot, donde eludió
hábilmente pronunciarse sobre el fondo de ellas 337. Así inició una serie de reuniones con
Aldunate, al término de las cuales obtuvo las siguientes condiciones:
1º Chile reconocerá el gobierno de García Calderón.
2º Renunciará a los 20 millones de dólares, como indemnización monetaria.
3º Abandonará su reclamo del 50% del producto del guano, en las islas de Lobos, y se lo dejará
íntegramente a Perú.
4º Perú venderá a Chile el territorio al sur del río Sama (o sea Tarata, Tacna y Arica), en 9 millones de
dólares, que se pagarán en cuotas anuales, en un período de importación y exportación por Arica.
5º Tan pronto se concluya este acuerdo, se autorizará el regreso a su patria de todos los peruanos
prisioneros en Chile338.
Según Logan, estas condiciones otorgan Tarapacá al gobierno de Chile, como
indemnización de sus gastos de guerra. A Frelinghuysen y Logan no les satisfacía la
335
70 N.A.U.S.A. T 77-37. Oficio Nº41, Washington, 23-3-1882, de Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado, al Dr.
Cornelius A. Logan, Ministro de EE.UU. en Chile.
336
71 N.A.U.S.A. Vol.10-32. Oficio Nº6, Santiago, 8-9-1882, del Dr. Cornelius A. Logan, Ministro de EE.UU.en Chile, a
Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado.
337
72 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VII. Págs. 325 y 326.
338
73 N.A.U.S.A. T 77-32. Oficio Nº7, Santiago, 22-9-1882, del Dr. Cornelius A. Logan, Ministro de EE.UU. en Chile, al Sr.
Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado.
cláusula prendaria sobre Tacna y Arica con un rescate de 20 millones de pesos, que Chile
ofreció a bordo del Lackawanna y en Viña del Mar. Preferían que se hablara de compra y
no de conquista, o sea, la misma fórmula que adoptó Estados Unidos en el caso de México.
Así se eludía el derecho de conquista, en el hemisferio occidental, tan empleado por las
viejas monarquías europeas: un maquillaje que tranquilizaba los escrúpulos de la Casa
Blanca.
Santa María le escribió a Novoa:
“Yo le he dicho a Logan que celebro la paz con quien primero se presente a ajustarla, pues
bien mirada la cosa, tanto vale un caudillo como otro. Así se ha creado un estímulo más,
pues los civilistas piensan, antes que en la patria, en cómo exterminar a sus contrarios, cosa
que ocupa también a los pierolistas”339.
Con el asentimiento chileno, Logan se entrevistó con García Calderón, en Santiago, y le dio
a conocer las condiciones anteriores.
El Presidente provisorio solicitó una tregua de tres años para educar a los peruanos en la
idea de la paz. Aldunate alegó que sería ruinoso mantener un ejército por tan largo plazo.
Empero, el gobernante de La Magdalena replicó que solo suscribirá estas condiciones
después de consultar a sus amigos. Logan le acompaña a Angol, en donde se hallan
confinados unos veinte patricios prominentes. “¡Qué cuadro presentaban los prisioneros...
hacinados! —exclama García Calderón— en cuatro pequeñas habitaciones” 340.
Hicieron el viaje el 14 de septiembre de 1882. Chile concedió el permiso sin ninguna
esperanza, pues estimaba que el Presidente era un hombre débil.
García Calderón manifestó a sus compatriotas que la cesión de Tarapacá era inevitable, a
condición de exigir a Chile el reconocimiento de las hipotecas a que estaban afectos el
guano y el salitre. Pero rechazaba toda estipulación sobre Tacna y Arica 341.
Los desterrados coincidieron con él342. Así consta en las “Memorias del Cautiverio” del
Presidente provisorio. Sin embargo, Logan informa a Frelinghuysen que después de mucho
empeño suyo, los desterrados acuerdan aceptar la venta de Tacna y Arica, siempre que sea
indispensable para asegurar la paz. Esta información se esparce por Santiago. Al regresar a
la capital, García Calderón se habría sentido en libertad para suscribirla, pero en esos
momentos —dice el representante estadounidense— recibe cartas de Perú que le hacen
comprender que su conducta será desaprobada 343. El 17 de septiembre, el Presidente
provisorio le entregó un documento que estaba dispuesto a aceptar, y que contenía los
puntos siguientes:
1º Chile pagará todas las deudas legítimas de Tarapacá y hará arreglos conducentes al cumplimiento
de los contratos de los acreedores peruanos.
339
74 Revista Chilena de Historia y Geografía. Nº49. Santiago. 1923. Ignacio Santa María: “Antes del Tratado de Ancón”.
340
75 Francico García Calderón, op. cit. Lima. 1949. Pág.172.
341
76 Francisco García Calderón, op. cit. Pág. 22.
342
77 N.A.U.S.A. Vol. 10-32, Oficio Nº7, Santiago, 22-9-1882, del Dr. Cornelius A. Logan, Ministro de EE.UU. en Chile, a
Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado.
343
78 N.A.U.S.A. Vol. 10-32. Oficio Nº11, Santiago, 19-10-1882, del Dr. Cornelius A. Logan, Ministro de EE.UU. en Perú, a
Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado.
2º Logan y él suscribirán un protocolo en que se consignarán los fundamentos del tratado. Después
García Calderón sería puesto en libertad y viajará a Arequipa, donde asumirá la Presidencia del
gobierno y nombrará un plenipotenciario que, en Lima, firmará con el representante chileno una
tregua por seis meses.
3º Una vez suscrita esta, se efectuará la elección de los miembros del nuevo Congreso. Tendrá por
tarea deliberar sobre las condiciones propuestas. Tan pronto sancionadas, formarán parte de un
tratado formal de paz, que se firmará en Lima, por plenipotenciarios autorizados.
4º En caso de que el Congreso no apruebe este instrumento, se le comunicará a Chile que podrá
emprender de nuevo las hostilidades 344 El ministro estadounidense, en carta personal al
Secretario de Estado, sostiene que el cumplimiento de estos “contratos de los acreedores
peruanos”, tenía por único fin atender las pretensiones de la Compañía de Salitres, cuyo
presidente y accionista era García Calderón 345. Según Logan, la estipulación propuesta por
el Presidente provisorio aludía a sus intereses personales y a los de sus amigos civilistas,
antes que a los bondholders europeos que decía proteger. El mandatario hizo hincapié en
que Chile debía cumplir estos contratos.
Logan asevera a Frelinghuysen que aquella fue la verdadera causa del fracaso de la
negociación346. García Calderón se defendió después de este cargo en carta al agente
estadounidense. Sostuvo que esta deuda fue legítimamente contraída, con la garantía del
salitre de Tarapacá347.
La mezcla de intereses públicos y privados continuaba. Parecía más correcto y aconsejable
desentenderse de estos últimos, en momentos de tanta trascendencia.
El representante de la casa Grace, en Santiago, cuya oficina principal radicaba en Lima,
comentó al diplomático que García Calderón informó a sus socios “que no haría ningún
tratado que no obligara a los chilenos a comprarlos a ellos en una cantidad elevada” 348.
Aldunate declinó las proposiciones del ex-mandatario por las razones siguientes:
1ª Que no había necesidad de establecer en el tratado ninguna estipulación relativa a la deuda
peruana. La responsabilidad de Chile estaba consignada en el decreto que llevaba su firma sobre
guanos, de 9 de febrero último, mediante el cual 240 millones de esa deuda habían sido arreglados
con los tenedores de bonos.
2ª Que el señor García Calderón, en vez de dirigirse a Arequipa, debería ir a Lima, a firmar un
tratado preliminar, convocar el Congreso de La Magdalena y en el plazo de 45 días confirmar o
rechazar el tratado. Aldunate propuso desplazar temporalmente las tropas chilenas al Callao, a fin
de dejar a Lima en libertad para que los legisladores deliberaran sin coacciones de ninguna clase.
3ª Aldunate declinó la tregua de seis meses, por cuanto con ella Chile perdería las ventajas de su
actual situación y sus tropas quedarían expuestas a los ataques de los montoneros, que no la

344
79 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VIII. Pág. 423.
345
80 Enrique Amaro, op. cit. Pág. 153. Señala que su capital está constituido por 8.000 acciones. Francisco García Calderón
posee 800 y figuran varios civilistas, entre ellos Dionisio Derteano. El 60% eran accionistas peruanos y el otro 40%
pertenecía al Banco Nacional, que configuraba una alianza con el capital extranjero representado por la Casa Dreyfus.
346
81 N.A.U.S.A. Vol. 10-30. Oficio Nº70, Confidencial, Valparaíso, 8-3-1883, del Dr. Cornelius A. Logan, Ministro de EE.UU.
en Chile, a Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado.
347
82 Jorge Basadre, op. cit. Tomo VI. Pág. 307.
348
83 N.A.U.S.A. Vol.10-30.Oficio Nº70, Confidencial, Valparaíso, 8-3-1833, del Dr. Cornelius A. Logan, Ministro de EE.UU. en
Chile. a Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado.
respetarían En entrevistas posteriores, Logan sugirió como alternativa que Chile ocupe
349

militarmente Tacna y Arica durante cinco años, al término de los cuales un plebiscito
determine si estos territorios se anexarán a Chile o a Perú.
Santa María ha sostenido que esta idea la sugirió La Moneda al diplomático, pues el
plebiscito serviría para cubrir un traspaso disimulado a Chile 350. Efectivamente, en el archivo
de Aldunate, existe una carta de este a Novoa en que afirma que le ha hecho esa
propuesta al agente estadounidense, antes de su nueva entrevista con García Calderón.
Logan 351 creía que sería aceptada por Perú. Sin embargo, García Calderón la desahució. En
otra oportunidad, el agente estadounidense le ofreció que Tacna y Arica fuesen
entregados a Bolivia, pues pensaba que Chile lo aceptaría. También respondió
negativamente. 352
El diplomático le habló de someter la suerte de esos territorios al arbitraje de una
personalidad amiga. García Calderón y Aldunate lo impugnaron.
El agente, en un último esfuerzo, presentó la proposición siguiente: cesión de Tarapacá y
posesión chilena de Tacna y Arica por quince años, si un árbitro decidiese que Chile no
debe quedarse ahí a firme, mediante compra de 10.000.000 de pesos 353. Santa María la
rechazó:
“ 1º Porque hacer paz —le trasmite a Novoa— constituyendo un arbitraje, es confesar, hasta
cierto punto, impotencia de nuestra parte, puesto que, vencedores, no hemos podido dictar
las condiciones de la paz sino con la ayuda de terceros; y 2º Que si nuestra posesión hubiera
de ser solo de quince años y el tratado hubiera de cumplirse en este sentido, como se
cumpliría por nosotros, era seguro que la devolución de esos territorios sería materia de otra
contienda, porque es evidente que la población chilena, el capital chileno y la industria
chilena, desarrollada y aclimatada durante quince años, no habrían de querer ser peruanos y
vivir en colisión perpetua con el interés y la odiosidad peruana”. 354
En las conversaciones posteriores, ninguna de las partes cedió, alejándose la paz. Marcó el
postrer fracaso de la diplomacia estadounidense en el conflicto del Pacífico, en
circunstancias de que los términos logrados por Logan con Aldunate eran mejores para
Perú que los del tratado definitivo de paz.
Santa María puso término a las conversaciones. “Los notables de Angol —juzgaba el
gobernante— retratan con toda fidelidad al Perú. Unos quieren paz y otros no, unos cesión
territorial y otros indemnización en dinero, unos confían en García Calderón y otros en
Iglesias, unos acusan de ladrón, farsante y malvado a este último y otros designan en la
misma forma a García Calderón”355. “No conozco —decía Santa María— gente de mejor
A

349
84 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VIII. Pág. 423.
350
85 N.A.U.S.A. Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VIII. Pág. 423.
351
86 Archivo de Luis Aldunate Carrera. Carta, Santiago, 25-9-1882, de Aldunate a Novoa.
352
87 N.A.U.S.A. Vol. 10-32. Oficio Nº8, Santiago, 26-9-1882, del Dr. Cornelius. Logan, Ministro de EE.UU. en Chile, a
Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado.
353
88 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. III. Páginas 118 y 119.
354
89 Ignacio Santa María, op. cit. Pág. 26.
355
90 Ignacio Santa María, op. cit. Pág. 27 y 28.
talla para la zamacueca política. Por eso han pasado divertidos con las revoluciones”356.
La opinión pública chilena, impaciente, reclama una nueva campaña militar. El objetivo es
someter a Montero y obligar a los peruanos a aceptar lo que Chile les ofrece, esto es, un
pacto con cesiones territoriales y sin asumir el total de la deuda peruana.
El representante estadounidense trasmitió por nota a Aldunate sus infructuosos
esfuerzos357.
Sin embargo, conservaba algunas esperanzas. Dirige ahora una carta al Vice-Presidente
Montero, radicado en Arequipa. El propósito que le anima es saber si este concuerda con
las bases que le propondrá, pues en caso afirmativo Logan se acercará a las autoridades
chilenas para que reconozcan al Almirante, como cabeza del gobierno peruano. A raíz de
su empeño, Chile ha abandonado las demandas contenidas en el Protocolo de Viña del
Mar y ha aceptado los siguientes términos para lograr la paz 358:
1º Cesión absoluta de Tarapacá, por parte de Perú, como indemnización de guerra.
Chile pagará todas las deudas de la provincia, conforme al derecho internacional, pero rechaza que
el tratado contenga disposiciones al respecto, ya que está comprometido por diversas declaraciones
anteriores359.
2º Adquisición de Tacna y Arica en 10 millones de dólares, que se pagarán en tres cuotas anuales.
Logan expresa a Montero, al referirse a estos dos departamentos:
“Los Estados Unidos estipularon pagar a México por el rico y extenso territorio que abraza
California, Texas y Nuevo México, la suma de 15 millones de pesos. El distrito de Tacna y
Arica apenas tiene un valor intrínseco; sin guano y sin nitratos, solo puede servir para la
agricultura.
Tampoco es importante para el Perú como línea estratégica para la defensa de su territorio.
Con todo, Chile ofrece pagar por él dos tercios de lo que pagó Estados Unidos por un
territorio incomparablemente más grande y más abundante en recursos que Tacna y
Arica”360.
Montero ha convocado a elecciones para un nuevo Congreso. A juicio de Chile —le refiere
Logan— García Calderón ya no tiene autoridad para negociar la paz y esa facultad recae en
el poder legislativo.
Esta carta sacudió al almirante. Ignoraba el nuevo giro de la diplomacia estadounidense. En
contestación, le responde que García Calderón continúa siendo el Presidente provisorio.

356
91 Ignacio Santa María, op. cit. Pág. 33.
357
92 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VIII. Págs. 422 a 424.
358
93 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VII. Págs. 447 al 448.
359
94 MINREL. LEGACION DE CHILE EN PERÚ. OFICIOS RECIBIDOS DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE. 1881-84.
Oficio, Santiago, 15-1-1883, de Luis Aldunate, Ministro de RR.EE. de Chile, a Jovino Novoa, Ministro de Chile en Perú.
Corrige la afirmación de Logan, en clara contradicción con la posición del Gobierno. Los decretos de 9 de febrero y 28 de
marzo de 1882, el primero relativo a los guanos y el segundo a los salitres de Tarapacá, “han establecido de antemano -dice
Aldunate- la línea de conducta que en nuestra doble condición de acreedores y ocupantes bélicos nos hemos trazado, de
acuerdo con la legislación universalmente consagrada, y en relación a los compromisos que puedan imponer al Estado los
gravámenes anteriores que afecten al mencionado territorio o a las riquezas naturales de su suelo”.
360
95 N.A.U.S.A. T 52-38. Oficio Nº75, Lima, 3-1-1883, de James R. Partridge, Ministro de EE.UU. en Perú, a Frederick J.
Frelinghuysen, Secretario de Estado. Trae como anexo carta de Logan a Montero, del 13-XI-1882.
Por lo tanto, será con él con quien deberá negociarse el tratado, y el Congreso que se
reunirá, el 15 de marzo próximo, no menoscabará la autoridad de aquel 361.
Montero dirigió un mensaje al poder legislativo, que trasunta claramente su desilusión.
“Uds. pueden medir —comenta con ironía— cuánta gratitud le debemos al Gobierno
americano por sus interferencias en favor nuestro”362.
El ministro de relaciones exteriores del Almirante reprobó la conducta de Logan. Subrayó,
además, que el Vicepresidente recibió aquella carta después que la publicó el Star and
New York Herald de Panamá363. Elmore, por su lado, considera que los manejos de Logan
son injustificables, y lo responsabiliza por la divulgación de esta misiva. “Su conducta —
escribe— es la de un abogado de Chile”364.
Frelinghuysen trasmitió a su legación en Santiago que el Presidente de Estados Unidos, en
su último mensaje anual al Congreso, aborda el conflicto del Pacífico sur. Lamenta que
Chile no haya acogido la recomendación de su gobierno, en orden a aceptar una
indemnización pecuniaria en vez de una cesión territorial. Reconoce que para implementar
tal recomendación, Estados Unidos se halla impedido de recurrir a medidas que estén en
desacuerdo con el espíritu nacional y el de sus instituciones, en otras palabras, que no
podrá aplicar la fuerza. Deplora profundamente que Chile rechace someter a arbitraje las
condiciones de un arreglo amistoso. Ninguno, que no sea suficientemente equitativo y
justo, podrá lograr la aprobación de otras naciones365.
Estas expresiones terminaron por demostrar la absoluta ineficacia de la diplomacia de
Estados Unidos, en la solución del conflicto.
En este mismo despacho, el Secretario alude a sus intercambios de ideas con los
representantes de Chile y Perú en Washington. Dice que con ellos ha debatido posibles
soluciones. Estas consisten en que el Gobierno peruano —probablemente el de García
Calderón— entregue Tarapacá a Chile y someta a un arbitraje, previamente convenido, la
cesión de otros territorios (Tacna y Arica), cuántos y en qué condiciones 366. Esta base, o una
parecida, fue rechazada por Santa María y Aldunate cuando Logan la planteó.
El mensaje de Arthur terminó por convencer a los peruanos de que Estados Unidos se
mantendría en el terreno de las exhortaciones verbales y no pasaría de ellas. La verdad es
que la Unión —que no podía hacer mucho más— carecía de medios navales suficientes
para trasladar un ejército al Pacífico sur. Los desterrados en Chile calificaron duramente
estos conceptos.
Anunciaron también su propósito, hijo de la desesperación, de lograr el apoyo de cualquier
gobierno que desee intervenir.

361
96 Pascual Ahumada. op. cit. Tomo VII. Pág. 449.
362
97 Herbert Millington, op. cit. Pág. 135. Cita publicación del Herald de Nueva York, del 6-X-1883.
363
98 Jorge Basadre , op. cit. Tomo VI. Pág. 309.
364
99 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VIII. Pág. 87.
365
100 N.A.U.S.A. T 77-37. Oficio Nº41, Washington, 23-3-1883, de Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado, al Dr.
Cornelius A. Logan, Ministro de EE.UU. en Perú.
366
101 N.A.U.S.A. T 77-37. Oficio Nº41, Washington, 23-3-1883, de Frederick J. Frelighuysen Secretario de Estado, al Dr.
Cornelius A. Logan, Ministro de EE.UU. en Perú.
En sus “Memorias del Cautiverio”, García Calderón relata que La Moneda trata
simultáneamente con él y con el coronel Iglesias. Juzga que las esperanzas puestas por
Chile, en las negociaciones de Logan, se fundan en que el Gobierno provisorio se
“doblegaría ante todas sus exigencias”. Pero, no tuvo éxito en este empeño, pues según se
lee en aquellas “Memorias”, buscó otro caudillo, “en cuyo favor no dio paso alguno
ostensible para evitar un nuevo fracaso, sino después de lanzado el manifiesto de Montán,
el 31 de agosto de 1882...”367.
3. SURGE LA PAZ
A pesar de los éxitos militares, el panorama se presentaba incierto. Por un lado, la fiebre
amarilla y la tifoidea diezmaban las tropas estacionadas en territorio enemigo. Por el otro,
el temor de que Estados Unidos emprendiese una nueva acción. Como hemos visto, las
negociaciones con García Calderón no prosperaron. El único que se resistía con sus
montoneros era el general Andrés Avelino Cáceres.
Santa María se desanimó. No lograba concertar entendimientos que indujeran a los
caudillos peruanos a concertar la paz. “Por más que me duela, —escribe a Domingo Gana,
ministro en México— me he convencido de que lo que no se consiga por el chicote, no se
alcanzará por la razón”368.
En esos momentos, emerge en el escenario la figura del coronel Miguel Iglesias,
acaudalado propietario norteño, con una limpia hoja de servicios militares. Se destacó por
su valor en la lucha contra las fuerzas chilenas, en el Morro Solar. Actuó como
parlamentario en víspera de la batalla de Miraflores.
Puesto en libertad, se retiró a sus tierras de Cajamarca.
Sin embargo, se decía que no tenía ni 400 hombres alrededor suyo y que, a falta de otros
recursos, les pagaba con su propio peculio, a punto de agotarse. Su fin parecía próximo.
Tampoco le apoyaban las fuerzas políticas del pierolismo369. Aún así, el 31 de agosto de
1882, dio el Grito de Montán , en que planteó escoger entre la ocupación militar indefinida
o el reconocimiento de la derrota. Para este militar “la paz posible”, “la paz inmediata” era
el único camino370.
Sin demora, el ministro Novoa expresó a Santa María que “...está en nuestras manos hacer
o no gobierno a Iglesias, quien por supuesto no tendrá alas para volar sino cuando en
forma conveniente hubiese aceptado las bases de Chile” 371. Solicita al primer mandatario
que le confirme si estas deben ser: cesión de Tarapacá y adquisición de Tacna y Arica por 9
o 10.000.000 de pesos372.
Sin embargo, la opinión del diplomático chileno ya la conocemos, en lo que se refiere a

367
102 Francisco García Calderón, op. cit. Pág.24.
368
103 BA Ch H. Año XXI Primer semestre de 1954. Nº50. Pág. 143. Carta publicada por Jaime Eyzaguirre del Presidente
Santa María, Santiago, Valparaíso, 12-3-1883, a Domingo Gana, Ministro de Chile en México.
369
104 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. III. Pág. 209.
370
105 Jorge Basadre, op. cit. Tomo VI. Págs. 313 a 314.
371
106 Gonzalo Bulnes, op. cit. Tomo III. Pág. 210.
372
107 Ignacio Santa María, op. cit. Pág. 31.
estas últimas: Chile solo debía llegar hasta la quebrada de Camarones y olvidarse de Tacna
y Arica. Si se trataba de vincular el altiplano con el océano Pacífico, pensaba que algún día
se construiría un ferrocarril que uniría a Iquique con Oruro. Al mismo tiempo, juzgaba que
resultaría difícil administrar territorios a tanta distancia de Santiago 373. No participa de la
“política boliviana” del Presidente, que tantos engorros causaría a la diplomacia chilena.
Pero, como era un soldado disciplinado, cumplió las órdenes que se le impartieron desde
la capital.
Santa María, entusiasmado, le trasmitió las condiciones:
1º Cesión incondicional de Tarapacá; 2º venta de Tacna y Arica en 10 millones de pesos; 3º
declaración de que los territorios cedidos o vendidos no reconocen deuda exterior; y 4º arreglos
comerciales e indemnización a los chilenos de los daños sufridos por las medidas adoptadas contra
ellos por el Gobierno del Perú 374 El punto 3º motiva serias discusiones en Europa, pues los
tenedores de bonos de la deuda externa peruana sostenían que tenían el respaldo del
guano y del salitre; lo mismo alegaban sus gobiernos.
Aunque no existen cifras concordantes, sabemos que la deuda pública peruana estaba
conformada por los préstamos que el Presidente Balta obtuvo entre 1869, 1870 y 1872 375.
Tuvo por finalidad la construcción de una extensa red ferroviaria, que según un autor
culminaba en las nubes...376. Ya en 1876, o sea, antes de la guerra, Perú suspendió el pago
de los intereses y en 1878, el del capital.
Existían también otras deudas. Por ejemplo, el crédito cercano a los 4 millones de libras
esterlinas concedido a Piérola por Dreyfus, el archipillo de Perú, como lo denomina
Lavalle377. Según la liquidación hecha, el 31 de agosto de 1878, por los comisionados
fiscales que nombró el gobierno del general Prado, Dreyfus —en vez de acreedor—
resultaba deudor del fisco peruano378.
Esta deuda ascendería a 657.387.600 de soles de 45 5/8 de peniques.
Cuando Piérola se apoderó del mando supremo, al producirse la extraña ausencia de Prado
al extranjero en plena guerra, ordenó que se hiciera la liquidación. Así, aquel banquero
pasó a ser acreedor de Perú por 21 millones de soles de plata, y dio origen a una
reclamación que perduró cincuenta años.
Durante el conflicto, el 9 de febrero de 1882, Chile dictó el decreto supremo anteriormente
mencionado, en que dispuso la enajenación de 1.000.000 de toneladas de guano de los
depósitos que el gobierno designaba, y suspendió la exportación desde Tarapacá. La
utilidad se repartiría por mitades, entre el Estado chileno y los acreedores de Perú, cuyos
títulos de créditos aparecieren sustentados con la garantía de esa sustancia. Reservó para

373
108 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. III. Pág. 119. Trascribe telegrama, Lima, 22-3-1882, de Jovino Novoa a José Manuel
Balmaceda.
374
109 Gonzalo Bulnes, op. cit. Tomo III. Pág. 213.
375
110 Bernardo Vicuña: “Solución en la Guerra del Pacífico”. Julio Real y Prado. Imprenta, Encuadernación, Librería y
Almacén de Música. Valparaíso. 1881. Págs. 4 y 5. Allí se señalan préstamos contraídos a partir de 1849.
376
111 Jorge Basadre, op. cit. Tomo V. Pág. 135.
377
112 J.A. de Lavalle, op. cit. Carta Nº27 de Lavalle a Iglesias. Pág. 218.
378
113 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo I. Págs. 588 y 589.
sí la mitad del importe de esa venta y depositó en el Banco de Inglaterra la otra mitad, que
destinó al pago de los créditos que contrajo Perú con la mencionada garantía. Los
acreedores que se acogieron a este decreto representaban 25.838.270 de libras
esterlinas379. Chile no calificaría la legitimidad de los cupones, ni el derecho preferente de
los empréstitos, ni la deuda de Dreyfus, ni cualquiera otra. A fin de tener opción a las
utilidades del guano, los interesados nombrarían un tribunal europeo de árbitros, que
resolvería toda alegación, y el 50% de la utilidad del guano se depositaría en el Banco de
Inglaterra, consignado a dicho tribunal. Los acreedores franceses no se conformaron con
este procedimiento, particularmente Dreyfus.
El ministro inglés ante La Moneda consideró este decreto como un “arreglo”, esto es, un
asunto de conveniencia para Chile, sin fundamento jurídico 380. Indudablemente, fue un
acomodo ante una situación internacional muy compleja, desde el punto de vista del
Mapocho. Dada la secuela que tuvo, pudo ser mejor desentenderse de estos acreedores y
evitar futuras complicaciones.
La Moneda reconocía, de este modo, el derecho de los tenedores de bonos al guano
existente o ya descubierto, y pagará hasta donde alcance la utilidad de la venta, desligando
su responsabilidad del posible saldo insoluto.
Estimaba que adoptaba una posición de equidad. No asumía la responsabilidad del total
de la deuda peruana, pues no tenía por qué aceptarla. Ella pesaba sobre toda la nación y
no solo sobre aquella parte del territorio que los triunfadores recibirían a título de
indemnización de guerra. Esta fue la condición impuesta a Iglesias, al decir que los
territorios cedidos no reconocían deuda. Chile radicaba su compromiso en las obligaciones
contraídas en el decreto de 9 de febrero de 1882. Devolvería las islas de Lobos al término
de la entrega del guano, y traspasaría a Perú la utilidad que le correspondiera por ese
negocio381.
En cuanto al salitre, Chile no admitía otra deuda que la proveniente del intento de compra
de los establecimientos salitreros que hizo el Presidente Pardo, en 1873. Con tal motivo,
Perú emitió obligaciones hipotecarias referentes a las mismas propiedades, que se
conocían con el nombre de certificados.
Según el decreto de 28 de marzo de 1882, Chile se allanaba a devolver las propiedades a
los dueños de esos títulos o a pagarles su valor con el producto del remate de las salitreras
hipotecadas.
La resolución de respaldar a Iglesias fue una medida que demostró coraje y visión. No
obstante, motivó una acalorada interpelación en el Senado, capitaneada por Vicuña
379
114 N.A.U.S.A. T 52-37. Oficio Nº45, Lima, 18-1-1882, de Stephen A. Hurlbut, Ministro de EE.UU. en Perú, a Frederick J.
Frelinghuysen. Dice que ese decreto, próximo a dictarse, representa la alianza de los intereses chilenos con los ingleses, en
detrimento de los del estadounidense John C. Landreau. (Ver Enrique Amayo: “La política británica en la Guerra del
Pacífico”. Ed. Horizonte. Lima. 1988.) Pág.183. Informa que el almirante Lynch ya había cedido 40.000 toneladas de guano
a la casa británica de North y Cía., “a precio de ocasión”. North ganó 4.000.000 de francos. Con este dinero, compró
certificados salitreros en 25 libras cada uno, en circunstancias de que su valor nominal era de 183 libras, y así empezó a
construír su fortuna que le hizo acreedor al título de Rey del Salitre. (Ver obra citada de Harold Blakemore. Pág. 37. Dice
que Lynch hizo este favor a North en agradecimiento por la ayuda que el empresario británico prestó a las fuerzas chilenas
durante la guerra).
380
115 Carlos Palacios Moreyra: “La deuda anglo-peruana”. Librería Studium. Lima. 1983. Pág. 265.
381
116 Gonzalo Bulnes, op. cit. Tomo III. Págs. 213 y 214.
Mackenna y José Francisco Vergara. Se acusó al gobierno de entrometerse en la política
interna peruana “para levantar a costa de la sangre y de los tesoros de Chile a un caudillo
político... que no cuenta, ni reunirá jamás opinión y prestigio bastantes para sostenerse en
el puesto en que nosotros pretendemos violenta e inútilmente colocarlo” 382.
Aldunate defendió con calor la posición del Ejecutivo y obtuvo que ella se impusiera.
El 16 de septiembre, Iglesias convocó a una asamblea que elegirían los departamentos de
Piura, Cajamarca, Amazonas, Loreto, Lambayeque, La Libertad y Ancash. Se reuniría en
Cajamarca, a fines de noviembre. Esta asamblea nombró a Iglesias, Presidente
Regenerador, y fue autorizado para “ajustar inmediatamente la paz posible”.
Esta decisión de Iglesias inspiró el repudio de Cáceres y García Calderón.
Montero dictó un decreto que borró al primero del escalafón militar y dispuso que, tan
pronto fuese habido, sea juzgado por el delito de traición a la patria 383.
Iglesias designó, en calidad de ministros plenipotenciarios ad hoc, a Mariano Castro
Saldívar, su cuñado y rico propietario 384, y a José Antonio de Lavalle, antiguo pierolista,
desterrado en Chillán hasta ese momento. La tarea de ellos era entenderse con Jovino
Novoa, en Lima. El general quiso que se incorporara otro exiliado, el civilista José Antonio
García y García.
Como este rehusara, Lavalle recomendó al periodista Andrés Avelino Aramburú, quien
aceptó. Así, las principales tendencias políticas estarían representadas.
Lavalle formuló irónicos reparos al calificativo de regenerador del nuevo Presidente:
“...pacificará Ud. el Perú, le dice en carta de 30 de mayo de 1883: en cuanto a regenerarlo, ni
piense Ud. ni hable de ello. A los pueblos no los regenera nadie: se regenerarán ellos mismos,
y esa es la obra de años y aún de siglos, cuando tienen condiciones para regenerarse. ¿Las
tiene Perú? No a mi ver, mientras la base de su población sea la confusa mezcla de razas
híbridas que la constituyen. No hay que pensar pues en regeneración, ni hablar de ella”385.
4. PRIMERAS REUNIONES DIPLOMÁTICAS
Lavalle se reunió preliminarmente con García Calderón, en Santiago.
Existía el antecedente de un intercambio epistolar entre el Presidente Iglesias, ya
proclamado como tal, y el Presidente provisorio. El desacuerdo entre ambas
personalidades consistía en que el Regenerador Iglesias afirmaba que Chile buscaba
sinceramente la paz; en cambio, el mandatario de La Magdalena sostenía que pretendía
prolongar la ocupación386.
Lavalle conferenció con Santa María, el 26 de febrero 387. El Presidente le dio a conocer el
382
117 Archivo de Luis Aldunate. Carta de Luis Aldunate, Santiago, 13-7-1883, a Jovino Novoa, Ministro de Chile en Perú.
383
118 Jorge Basadre, op. cit. Tomo VI. Pág. 316.
384
119 Julio C. Guerrero: “1879-1883. La guerra de las ocasiones perdidas”. Editorial Milla Batres. Lima. 1975. Págs. 33 y 37.
385
120 José Antonio de Lavalle, op. cit. Pág. 193.
386
121 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VIII. Págs. 122 a 125.
387
122 Archivo del Académico José Miguel Barros. Copia de una carta, Lima, 10-4-1883, de José Antonio de Lavalle al
Presidente Domingo Santa María. Laméntase que de regreso en Lima, hace un mes, las negociaciones de paz no avanzan.
Ha tenido conversaciones con Jovino Novoa, pero no se ha llegado a nada práctico. Mientras el tiempo trascurre, dice que
motivo del fracaso de las gestiones de Logan con García Calderón. Chile no aceptaba
entregar a un arbitraje el dominio de Tacna y Arica.
Don José Antonio agradeció a Iglesias el nombramiento y le expresó que su acción se
fundaría en la “paz posible”, como el único medio de salvar lo que quedaba de patria388.
Iglesias trasmite al ministro ad hoc las bases que presentará Novoa:
“Mucho recomiendo a Ud. que tenga en cuenta la condición en que queda Bolivia, después
de ajustadas las paces por el Perú. Es preciso prevenirse contra ella: tiempo ha que el instinto
natural la impele a salvarse sola con sacrificio nuestro. Creo indispensable que tratemos de
obtener una cláusula secreta de tratado, o tratado complementario secreto, por el cual Chile
nos garantice la integridad del territorio que nos deja, cuando menos por diez años” 389.
En una tercera carta, le expresa:
“Convencido estoy, amigo mío; íntimamente convencido, de que, nada, nada absolutamente
ventajoso podemos esperar de la resistencia: es, pues, necesario, suscribir la paz. Si,
demorando nuestra firma, algo, una esperanza siquiera, vislumbráramos de mejorar las
condiciones que la victoria decisiva impone yo vacilaría, más aún, me negaría rotundamente
a aceptarlas.
Pero, como cada día, cada hora que trascurra la estúpida resistencia da a Chile pretexto para
reduplicar sus imposiciones, creo sinceramente honrado, patriótico, valeroso y noble, aceptar
inmediatamente sus tratados.
Comprendo la mala impresión de que Ud. se siente poseído, no esperando nada razonable
de parte de Chile. Yo, a nombre del Perú, encomiendo a la diplomacia desvelarse, agotar sus
recursos, para suavizar siquiera en la forma nuestra desventura, pero créalo Ud. resuelto
estoy a no demorar un minuto, sean cuales fueren los sacrificios, la devolución de la paz a
nuestra Patria que agoniza. Queda Ud. especialmente autorizado, para firmar a mi nombre
lo que Chile imponga en ultimátum, porque la salvación del Perú así lo exige”390.
Este era pues, el espíritu con que Iglesias se proponía concertar la paz, o sea, la aceptación
de las condiciones impuestas, solo suavizando las formas.
Lavalle y Castro Saldívar se acercaron a Novoa. El ministro les declaró que no podía
aceptarlos como plenipotenciarios, pues aparecería reconociéndoles como representantes
legales de Perú. Empero, solicitaría al Presidente Regenerador que le firmara un
documento, en donde se comprometiera solemnemente a suscribir un tratado de paz con
arreglo a las condiciones que pactaran, en el caso de que llegara a formarse gobierno y
que fuese reconocido por Chile391.
corre el rumor de que el gobierno chileno no busca la paz, sino prolongar indefinidamente el estado actual de cosas. La
continuación de esta situación puede concluir con la disolución del gobierno de Iglesias, agrega. Esta carta revela -fuera del
apremio del negociador peruano- el grado de amistad que conserva con Santa María, no obstante la guerra.
388
123 Ver obra citada de José Antonio de Lavalle. Reproduce la carta Nº3 de Iglesias a Lavalle, 3-3-1883. Las cursivas de
Iglesias.
389
124 José Antonio de Lavalle, “Misión en Chile en 1879 y anexos”. Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú. Lima.
1994. Reproduce la carta Nº3 de Iglesias a Lavalle, 3-3-1883.
390
125 José Antonio de Lavalle, op. cit. Carta Nº6 de Iglesias a Lavalle, 24-3-1883. Las cursivas de Iglesias.
391
126 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1883-84. Oficio Nº134, Lima, 6-6-1883, de Jovino Novoa, Ministro de
Chile en Perú, a Luis Aldunate, Ministro de RR.EE. de Chile.
El 28 de marzo de 1883, Lavalle acudió a una conferencia con Novoa, imbuido de la idea
de que recibiría un ultimátum. Abordó dos puntos: la deuda externa peruana y Tacna y
Arica. En cuanto al primero, sostuvo que prefería que su patria pereciese antes que salvarse
abandonando los derechos de quienes confiaron en su honor. Acerca del segundo, le
“horrorizaba” el sacrificio de esos territorios, pues “no podía vender ni ceder a sus
hermanos”.
Aún así, “le demostré [a Novoa] que para todo podían admitirse fórmulas, que sin alterar la
esencia de las cosas, salvasen todas las susceptibilidades” 392.
Lavalle, astutamente, propuso la del plebiscito a diez años, como una fórmula para salvar la
negociación.
“Se manifiestan persuadidos [Lavalle y Castro Saldívar —escribe Novoa a Santa María-] de
que Tacna y Arica más tarde o más temprano están perdidas para el Perú, pero no se
atreven a declarar que ceden esos territorios y mucho menos que los venden porque el
pueblo no toleraría a un gobierno que tal hiciese. Entretanto, me agregaba Lavalle, las
masas se fascinarían con la idea de que aquellos parajes, no estaban cedidos y podían
reputarse peruanos, sin advertir que el plebiscito dentro de diez años diría lo que el
gobierno de Chile quisiera que dijese. [cursivas nuestras]”393.
Así nacieron los engorros que finalmente se buscó resolverlos en 1929:
Tacna para Perú y Arica para Chile, sin plebiscito.
Una segunda entrevista tuvo lugar el 9 de abril.
Los peruanos no se desistieron de sus puntos de vista respecto de la deuda.
Al propio tiempo, declararon que Chile pagaría a Perú 10.000.000 de pesos después del
voto plebiscitario de Tacna y Arica, cualquiera que fuese su resultado. La reunión concluyó
sin acuerdo, y Novoa quedó de consultar a Santiago.
Para la tercera, Novoa recibió de Santa María el siguiente telegrama:
“Las indicaciones de Iglesias son inaceptables con respecto a la segunda parte deuda
pública”.
“La primera parte (el plebiscito) fue aquí idea nuestra sugerida a Logan cuando se entendía
con García Calderón, y rechazada por este por motivos que no recuerdo en este momento. Si
ahora se nos presenta como idea peruana la acogemos en el acto en la forma que
telegráficamente te he expresado, porque es evidente que después de una posesión de diez o
quince años apenas habría en Tacna cosa alguna que no fuera chilena. El plebiscito sería
casi innecesario; el resultado estaría escrito muy claramente en las murallas” 394.
Agregaba más adelante:
“Ellos pueden decirnos: ‘ inventamos un plebiscito en las condiciones propuestas, para salvar,
únicamente, las asperezas de la venta, y para lograr por este medio que sea aceptado’. Pues
392
127 José Antonio de Lavalle, op. cit. Carta Nº5 de Lavalle a Iglesias, Lima, 28-3-1883.
393
128 A.N. Archivo Domingo Santa María González. Pieza C 1810, Carta, Chorrrillos, 28-3-1883, de Jovino Novoa, Ministro
de Chile en Perú, al Presidente Domingo Santa María.
394
129 MINREL. VOL. 485. COMISION PLEBISCITARIA. DOCS. DE TRABAJO. 1925-26. Telegrama, Santiago, 3-4-1883, del
Presidente Domingo Santa María a Jovino Novoa, Ministro de Chile en Perú.
bien, si el plebiscito no es más que un rodeo, una invención para disimular la venta, no hay
razón para que se excuse el pago de la cantidad ofrecida, desde que es seguro que el
plebiscito efectuado en diez años, va a dar a Chile los lugares en disputa. Esta observación es
exacta, no lo neguemos. El plebiscito es arbitrio para disimular una cesión o una compra que
desnuda y franca embarazaría hoy la paz”395.
En sus instrucciones sobre este punto, Aldunate se refirió a la propuesta de Lavalle y Castro
Saldívar de sustituir la cláusula de compra por la del plebiscito a diez años 396. Este último
tuvo, pues, muchos padres: Logan, Santa María y Lavalle; pero, es evidente que a todas
luces benefició a los negociadores peruanos, que así eludieron la venta inmediata, que
horrorizaba a Lavalle, y la dejaron diferida. Con ello, se crearon grandes dificultades que,
durante casi medio siglo, impidieron el establecimiento de una auténtica paz entre los dos
contendientes.
Chile sostenía que el ganador en el plebiscito entregaba al perdedor 10.000.000 de pesos.
Sin embargo, los peruanos objetaban tal reciprocidad, ya que Perú no debía pagar por un
territorio que le pertenecía 397. Finalmente, Lavalle y Castro Saldívar aceptaron el punto de
vista chileno.
El Presidente Santa María despachó a Novoa un telegrama que contenía los términos del
tratado de paz, cuya redacción confió a Aldunate. La cuarta y última conferencia de los
plenipotenciarios se llevó a efecto el 10 de mayo.
En ella se aprobó el texto de un protocolo preliminar —conforme la comunicación de
Santiago— que fue presentado a Iglesias. Este lo aprobó y se comprometió, formal y
solemnemente, a suscribir un pacto que contuviese las siguientes bases, tan pronto su
gobierno fuese reconocido oficialmente por Chile:
“1ª Cesión a favor de Chile, perpetua e incondicional del departamento de Tarapacá, esto es,
por el norte hasta la quebrada de Camarones, pasando en consecuencia, este territorio al
dominio y soberanía absolutos de Chile.
2ª Los territorios de Tacna y Arica continuarán poseídos por Chile y sujetos en todo a la
legislación y autoridades chilenas por el término de diez años, contados desde que se
ratifique el tratado de paz. Expirado ese plazo, se convocará a un plebiscito que decida, por
votación popular, si dichos territorios quedan del dominio y soberanía de Chile o si vuelven
al Perú398.
Aquel de los dos países a cuyo favor queden anexados definitivamente los mencionados
territorios, pagará al otro diez millones de pesos moneda chilena de plata o soles peruanos
de igual ley y peso de aquella. Un protocolo especial establecerá la forma en que el plebiscito

395
130 MINREL. NEGOCIACIONES CHILE-PERÚ. 1922-23. Carta, Santiago, 13-4-1883, del Presidente D. Santa María a
Jovino Novoa, Ministro de Chile en Perú.
396
131 MINREL. Telégrafos. 1883. Telegrama, Santiago, 15-4-1883, de Luis Aldunate, Ministro de RR.EE. de Chile, a Jovino
Novoa, Ministro de Chile en Perú.
397
132 MINREL. Telegrama, Lima, 25-4-1883, de Jovino Novoa, Ministro de Chile en Perú, a Luis Aldunate, Ministro de
RR.EE. de Chile.
398
133 MINREL. Sesiones secretas del Senado para discutir el Protocolo de Washington de 1922. Sesión XIII extraordinaria,
14-X-1922. Luis Claro Solar interviene para señalar el valor interpretativo de la declaración “si vuelven [Tacna y Arica] al
Perú”, que quería decir que esos territorios ya estaban incluidos en la soberanía chilena.
deba tener lugar y la forma y época en que hayan de pagarse los diez millones por el país
que quede dueño de Tacna y Arica.
3ª El Gobierno de Chile dará fiel cumplimiento al contrato celebrado sobre guano y a los
decretos que tiene dictados, sobre este abono, en 9 de febrero de 1882, y sobre salitre, en 28
de marzo del mismo año, haciéndose las siguientes declaraciones. El dicho decreto de 9 de
febrero de 1882 ordenó la venta de un millón de toneladas de guano, y en el artículo 13 se
estableció que el precio líquido de guano, deducidos los gastos de extracción, ensaye, peso,
embarque, sueldos de empleados que vigilan diversas operaciones y los demás que se causen
hasta dejar la especie al costado del buque cargador, se distribuirá por partes iguales entre el
gobierno de Chile y aquellos acreedores del Perú cuyos títulos de crédito aparecieren
sustentados con la garantía de esa sustancia. El Gobierno de Chile declara ahora, que
terminada la venta y entrega del millón de toneladas, seguirá entregando a los acreedores
del Perú el 50% del producto líquido, tal como se establece en el artículo 13 antes
mencionado, hasta que se extinga la deuda o se agoten las covaderas o yacimientos.
Es entendido que se trata de las covaderas o yacimientos en actual explotación, porque los
que se descubriesen o explotasen más tarde en los territorios cedidos, son del exclusivo
dominio de Chile, quien, como tal, tomará para sí todos los productos o dispondrá de ellos
como quiera.
Queda también entendido que los acreedores del Perú a quienes se concede este beneficio,
tendrán que someterse, para la calificación de sus títulos y demás procedimientos, a las
reglas fijadas en el decreto de 9 de febrero de 1882.
Fuera de las declaraciones consignadas en este artículo, Chile no reconoce, ni por motivo de
guano ni por ningún otro, acreencia alguna que afecte al Perú cualquiera que sea su
naturaleza.
4ª Las islas de Lobos del Norte continuarán administradas por Chile hasta que se dé término
al contrato de venta de un millón de toneladas de guano. Llegado este caso, se devolverán al
Perú.
Chile declara que el 50% que del producto líquido del guano le corresponde en las islas de
Lobos, en conformidad al decreto de 9 de febrero ya citado, lo cede al Perú y lo comenzará a
entregar a este desde que el tratado definitivo de paz se ratifique.
5ª Pactos posteriores arreglarán las relaciones comerciales y las indemnizaciones que se
deban a chilenos”399.
Aldunate informó a las misiones diplomáticas chilenas que las anteriores eran las bases
conforme a las cuales se celebraría un tratado de paz, una vez que la autoridad del general
Iglesias estuviese bien afianzada y reuniese las calidades de un gobierno de facto400.
Mariano N. Valcárcel, ministro de Relaciones Exteriores del gobierno del almirante

399
134 MINREL. Telegrama, Lima, 15-4-1883, de Luis Aldunate, Ministro de RR.EE. de Chile, a Jovino Novoa, Ministro de
Chile en Perú. Dice que en telegrama de 20-2-1883, firmado por el Presidente Santa María, se le enviaron las bases
exigidas por Chile para ajustar la paz.
400
135 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ CORRESPONDENCIA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE. 1881-84.
Oficio circular, Santiago, 21-8-1883, de Luis Aldunate, Ministro de RR.EE. de Chile, a Jovino Novoa, Ministro de Chile en
Perú.
Montero, con sede en Arequipa, sostuvo en nota dirigida al Cuerpo Diplomático, que el
artículo 2º de este instrumento preliminar:
“no conviene a la política del Perú en el continente americano. Es preciso que Bolivia tenga
libre acceso al Pacífico; y esto no puede conseguirse siempre que Chile invada el Norte de la
quebrada de Camarones. Sólo conservando el Perú las provincias de Tacna y Arica puede
tener Bolivia su comercio de ultra-mar sin comprometer su porvenir; y entregando al
enemigo esa parte del territorio peruano, se pierden las ventajas que en el otro caso
resultarían”
401
.
Esta demostración en favor del aliado de 1879 no se conciliaba con la afirmación de García
Calderón al ministro Logan, conforme a la cual rehusó entregar aquellos territorios a
Bolivia402.
Mas adelante, Valcárcel afirma que la estipulación sobre Tacna y Arica tiene el carácter de
cesión territorial. Como el Pacto de Ancón reproduce el artículo 2º del protocolo
preliminar, se puede inferir que lo que establece dicho tratado, en su artículo III, no es más
que una cesión territorial en favor de Chile 403. En ese entendido, es fácil argumentar —
junto con Santa María— que el plebiscito que resolvería la suerte de aquellos territorios no
es más que una cesión disimulada en favor del vencedor. Así lo estimó igualmente el
almirante Montero, cuando todavía ejercía gobierno en Arequipa.
En carta que dirigió a Carlos M. Elías, el 22 de agosto de 1883, al referirse al proyecto antes
mencionado, sostiene que como consecuencia de este “perdemos perpetuamente tres
provincias, porque sería una ilusión suponer que después de los diez años recuperásemos
Tacna y Arica...”404.
Estas apreciaciones se refuerzan al leer el tratado definitivo. Efectivamente, en el artículo II
del Pacto de Ancón, se estipula que Perú “cede [en singular] a la república de Chile el
territorio de la provincia litoral de Tarapacá”.
Mas, en su artículo VIII, se expresa que el gobierno de Chile “no reconoce créditos de
ninguna clase que afecten [en plural] a los nuevos territorios que adquiere por el presente
Tratado.” Es decir, se deduce que los nuevos territorios son tres: Tarapacá, Tacna y Arica,
porque el Tratado no habla de otros. Así lo entendieron, pues, dos personalidades
peruanas contemporáneas al instrumento jurídico mencionado, mas con el correr del
tiempo el Rímac se alejó de esa lectura.
En un último esfuerzo por salvar la mediación estadounidense, Logan trasmitió este
acuerdo al Presidente provisorio [García Calderón]. Le informó que Iglesias recibirá de
Chile, el 4 de junio, la totalidad del norte de Perú, incluido Lima y El Callao; los ingresos

401
136 Anselmo Blanlot Holley: CONFERENCIA INTERNACIONAL. I. Chile, Perú y Bolivia 1820-1879. II. Tratado de Ancón.
Santiago. 1919. Pág. 45.
402
137 N.A.U.S.A. Vol. 10-32. Oficio Nº9, Santiago, 5-10-1882, del Dr. Cornelius Logan, Ministro de EE.UU. en Chile, al Sr.
Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado de EE.UU.
403
138 Anselmo Blanlot Holley, op. cit. Pág. 46.
404
139 Ignacio Santa María (hijo del Presidente Domingo Santa María), op. cit. Revista Chilena de Historia y Geografía. 1923.
Nº46.
aduaneros que suman mensualmente 200.000 pesos de plata, a fin de que comience su
gobierno; además armas y municiones, y, si es necesario, un préstamo en dinero (que
recibió).
Sin embargo, el Presidente Regenerador —agrega el agente diplomáticoestá dispuesto
hidalgamente a retirarse, a fin de que García Calderón firme el tratado 405. Empero, este
último expresó a Logan que está llano a suscribirlo, siempre que sea bajo las condiciones
razonables que le ha expresado mil veces, mas no participará en la “subasta del Perú, en
concurrencia con Iglesias”.
Logan juzga que si Estados Unidos, al sostener a García Calderón, estuviese apoyando “un
principio de justicia” no aconsejaría su abandono. Pero, al hacerlo —dice— se presta para
favorecer los intereses personales de García Calderón y demorar la paz” (cursivas nuestras).
Concluye: “Iglesias ha demostrado ser el más patriota de los hombres públicos e incluso ha
estado dispuesto a hacerse a un lado si García Calderón trae la paz”.
El ministro analiza luego la legitimidad de ambas autoridades y estima que es más o
menos idéntica. Chile apoyó a García Calderón para encabezar un gobierno. Fue
seleccionado por unos notables que no tenían carácter oficial y confirmado por un
Congreso ad hoc, compuesto casi exclusivamente por miembros del partido civil. Era tan
poco legal y representativo como el que proclamó a Iglesias. Las estipulaciones que aceptó
el Presidente Regenerador dice que son severas, indudablemente, pero García Calderón
perdió la ocasión “de aceptar las condiciones que yo le conseguí”, sin duda más
favorables406.
El Presidente provisorio, en esos momentos residía en Valparaíso. Desde allí se comunicaba
con sus partidarios para frustrar estos acuerdos. Por lo mismo, se le llevó a Rancagua bajo
estricta vigilancia.
Las condiciones alcanzadas con Iglesias provocaron la indignación de García Calderón y
Montero. En un último esfuerzo, a través de Dionisio Derteano, propusieron la cesión de
Tarapacá; la trasferencia de Tacna y Arica a Bolivia; el pago a Chile de una indemnización
de 60 millones de pesos, que Perú y Bolivia cancelarían en cuotas anuales de 2 millones, y
liberaciones comerciales recíprocas entre los dos países 407.
Chile no cayó en la trampa, según Aldunate escribió a Novoa 408. Es cierto que existía el
peligro de una intervención de Estados Unidos y de países europeos, que añoraban la paz
en beneficio de sus intereses comerciales, amagados por un conflicto indefinido 409, pero La
Moneda continuó apoyando al militar cajamarquino. Y muy pronto cosecharía los frutos de
esta decisión.
5. LA FIRMA DEL TRATADO DE PAZ Y AMISTAD

405
140 N.A.U.S.A. VOL. 10-33. Oficio Nº100 Confidencial, Santiago, 29-5-1883, del Dr. Cornelius A. Logan, Ministro de
EE.UU. en Chile, a Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado.
406
141 Francisco García Calderón, op. cit. Pág. 25.
407
142 N.A.U.S.A. Vol. 10-33. Oficio Nº106, Confidencial. Santiago. 26-6-1883, del Dr. Cornelius A. Logan, Ministro de EE.UU.
en Chile, a Frederick J. Frelinghuysen, Secretario de Estado.
408
143 Archivo de Luis Aldunate. Carta, Santiago, 21-6-1883, de Luis Aldunate, Ministro de RR.EE., a Jovino Novoa.
409
144 Ignacio Santa María, op. cit. Pág. 40.
El Ministro Aldunate viajó a Lima el 15 de septiembre de 1883 410. Llevó por misión acelerar
la constitución del gobierno de Iglesias, disponer el traslado del general a esa ciudad, a fin
de que acordase con Lynch la caída de Montero, en Arequipa, y firmar el tratado de paz 411.
Recién llegado, Aldunate conversó con Phelps, el nuevo Ministro estadounidense.
En tono un tanto intimidatorio, el plenipotenciario le leyó las instrucciones que recibió de
Washington. Estas pretendían que Chile pagase, no el 50%, sino el total de la deuda
peruana relativa al guano y al salitre.
Enseguida, que aún cuando Iglesias entrase a la capital, no podría reconocerle “si antes no
se produce algún hecho que le hiciera presumir que su gobierno no era la obra exclusiva
de Chile, sino que contaba con algún apoyo en la opinión de sus conciudadanos”. Todo
este preámbulo, relata el Canciller, fue para expresarle que él (Phelps) estaba convertido en
árbitro, a fin de evaluar la situación.
“En una palabra, —resume Aldunate— el bribón del yanqui éste, con toda la larga cría
[subrayado en el original] de sus predecesores en Chile y en el Perú, persigue impúdicamente
un poco de dinero y vender sus servicios a quien mejor se los pague”412.
El agente estadounidense juzga con razón que la cláusula referente a los guanos y al salitre
provocará reclamaciones diplomáticas que entorpecerán el reconocimiento. A fin de
ablandar a Aldunate, arguye que la modificación de esta estimularía a los peruanos a
aceptar el tratado de paz, incluso los aspectos más duros de él. A su juicio, la deuda
convendrá someterla al arbitraje de una potencia amiga. No lo dijo, pero ¿habrá pensado
en Estados Unidos?
Aldunate argumenta que Chile prefiere renunciar a la indemnización por gastos de guerra
antes que asumir el servicio íntegro de la deuda peruana.
A su juicio, Perú no pagaba desde hace muchos años atrás los intereses ni cancelaba el
capital de esa obligación. Por lo tanto, los bondholders se encontrarán en mejor situación al
recibir el 50% que les aseguraba Chile, de los retornos del millón de toneladas de guano.
Phelps, después de dialogar con Aldunate, por fin se convence y comunica al
Departamento de Estado que el único camino que permite lograr la paz es a través de
Iglesias.
“...me parece claro —agregaba— que si a los peruanos se les dejase en libertad para elegir,
no podrían organizar un gobierno. Los antagonismos y rivalidades dentro de sus partidos son
muy enconados, al mismo tiempo que están influidos por sus intereses personales” 413.
Aparte de estas consideraciones, tanto Phelps como sus colegas europeos no tuvieron
otras observaciones al documento que acordaron Novoa, Lavalle y Castro Saldívar. La
soberanía definitiva de Tacna y Arica no les interesaba. Ya Estados Unidos, a través de
410
145 MINREL. TELÉGRAFOS. Telegrama, Santiago, 17-9-1883, de Eduardo Suárez Mujica, Oficial Mayor del Ministerio de
RR.EE. de Chile, a Jovino Novoa, Ministro de Chile en Perú.
411
146 A.N. Fondos Varios. Vol. 413, Carta, Santiago, 26-9-1883, del Presidente Domingo Santa María a Luis Aldunate.
412
147 A.N. Archivo de Domingo Santa María González. Pieza 1050. Carta, Lima, 29-9-1883, de Luis Aldunate al Presidente
Domingo Santa María González.
413
148 N.A.U.S.A. T 52-38. Oficio Nº9, Lima, 3-10-1883, de Seth Phelps, Ministro de EE.UU. en Perú, a Friederick J.
Frelinghuysen, Secretario de Estado.
Logan, había hecho distintas proposiciones que buscaban favorecer la pretensión chilena.
A pesar de estos avances, Aldunate comenta a Santa María que el retiro de nuestras
fuerzas despierta opiniones contradictorias. Hay peruanos que miran con temor que
desaparezca el orden que imponen. Mientras tanto, los chilenos no entienden por qué su
gobierno les priva de “sus prebendas”, en su calidad de ocupantes 414.
El 18 de octubre, Novoa reconoció oficialmente a Iglesias 415.
El próximo paso fue facilitar su traslado, desde el norte hasta Ancón, en donde se firmó el
Pacto. Sin embargo, se le hizo aparecer suscrito en Lima por Jovino Novoa, en
representación de Chile, y José Antonio de Lavalle y Mariano Castro Saldívar, de Perú. Este
instrumento reprodujo casi literalmente el que el Presidente de la República trasmitió a
Novoa, desde Santiago.
También se convino un acuerdo complementario, que normaría el modus vivendi del
ejército de ocupación hasta que abandone Perú.
Hubo dos divergencias. En el proyecto trasmitido desde La Moneda, se decía “los
territorios” de Tacna y Arica, sin indicar deslindes, y en el tratado que se presentó a los
negociadores peruanos, “el departamento de Tacna y Arica”. Empero, conforme al derecho
administrativo peruano, departamento equivale en Chile a provincia. Según nuestra
interpretación, quedarían incorporadas —entre los territorios sujetos al plebiscito— las
poblaciones situadas al norte del río Sama hasta el Locumba. Se consultó al Presidente,
quien respondió que lo acordado era el cauce del Sama en toda su prolongación, desde la
costa hasta el punto en que se bifurca y prolonga el límite hasta Bolivia, y no una división
administrativa. Una segunda cuestión refería a las relaciones comerciales. Estas quedaron
tal cual aparecían en el proyecto de tratado416.
El texto del Pacto de Ancón, que lleva el nombre de Tratado de Paz y Amistad, es el
siguiente:
“Artículo I. Restablécense las relaciones de paz y amistad entre las Repúblicas de Chile y del
Perú.
Artículo II. La República del Perú cede a la República de Chile, perpetua e
incondicionalmente, el territorio de la provincia litoral de Tarapacá, cuyos límites son, por el
norte la quebrada y río de Camarones; por el sur la quebrada y río del Loa; por el oriente la
República de Bolivia, y por el poniente el mar Pacífico.
Artículo III. El territorio de las provincias de Tacna y Arica, que limita por el norte con el río
Sama desde su nacimiento en las cordilleras limítrofes con Bolivia hasta su desembocadura
en el mar; por el sur, con la quebrada y río de Camarones, por el oriente con la República de
Bolivia, y por el poniente con el mar Pacífico, continuará poseído por Chile y sujeto a la
legislación y autoridades chilenas durante el término de diez años contados desde que se

414
149 A.N. Archivo Domingo Santa María González. Pieza C 1053. Carta, Lima, 12-X-1883, de Luis Aldunate al Presidente
Domingo Santa María.
415
150 MINREL. LEGACION DE CHILE EN PERÚ. 1883-84. Nota Nº149, Lima, 18-10-1883, de Jovino Novoa, Ministro de
Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Perú.
416
151 MINREL. TELÉGRAFOS 1883. Telegrama, Santiago, 19-X-1883, del Presidente Domingo Santa María a Luis Aldunate,
Ministro de RR.EE. en misión en Perú.
ratifique el presente Tratado de Paz. Expirado este plazo, un plebiscito decidirá en votación
popular si el territorio de las provincias referidas queda definitivamente del dominio y
soberanía de Chile, o si continúa siendo parte del territorio peruano. Aquel de los dos países
a cuyo favor queden anexadas las provincias de Tacna y Arica, pagará al otro diez millones
de pesos moneda chilena de plata, o soles peruanos de igual ley y peso que aquella.
Un Protocolo especial, que se considerará como parte integrante del presente Tratado,
establecerá la forma en que el plebiscito deba tener lugar y los términos y plazos en que
hayan de pagarse los diez millones por el país que quede dueño de las provincias de Tacna y
Arica.
Artículo IV. En conformidad a lo dispuesto en el supremo decreto de 9 de febrero de 1882,
por el cual el Gobierno de Chile ordenó la venta de un millón de toneladas de guano, el
producto líquido de esta substancia deducidos los gastos y demás desembolsos a que se
refiere el artículo 13 de dicho decreto, se distribuirá por partes iguales entre el Gobierno de
Chile y los acreedores del Perú cuyos títulos de crédito aparecieren sustentados con la
garantía del guano.
Terminada la venta del millón de toneladas a que se refiere el inciso anterior, el Gobierno de
Chile continuará entregando a los acreedores peruanos el 50 por ciento del producto líquido
del guano, tal como se establece en el mencionado artículo 13, hasta que se extinga la
deuda o se agoten las covaderas en actual explotación.
Los productos de las covaderas o yacimientos que se descubran en lo futuro en los territorios
cedidos, pertenecerán exclusivamente al Gobierno de Chile.
Artículo V. Si se descubrieren en los territorios que quedan del dominio del Perú, covaderas o
yacimientos de guano, a fin de evitar que los Gobiernos de Chile y del Perú se hagan
competencia en la venta de esa substancia, se determinarán previamente por ambos
Gobiernos, de común acuerdo, la proporción y condiciones a que cada uno de ellos deba
sujetarse en la enajenación de dicho abono.
Lo estipulado en el inciso precedente regirá asimismo con las existencias de guano ya
descubiertas que pudieran quedar en las islas de Lobos cuando llegue el evento de entregar
esas islas al Gobierno del Perú en conformidad a lo establecido en la cláusula 9ª del presente
Tratado.
Artículo VI. Los acreedores peruanos a quienes se concede el beneficio a que se refiere el
artículo 4º, deberán someterse para la calificación de sus títulos y demás procedimientos, a
las reglas fijadas en el supremo decreto de 9 de febrero de 1882.
Artículo VII. La obligación que el Gobierno de Chile acepta según el artículo 4º de entregar el
50 por ciento del producto líquido del guano de las covaderas en actual explotación,
subsistirá, sea que esta explotación se hiciere en conformidad al contrato existente sobre
venta de un millón de toneladas, sea que ella se verifique en virtud de otro contrato o por
cuenta propia del Gobierno de Chile.
Artículo VIII. Fuera de las declaraciones consignadas en los artículos precedentes, y de las
obligaciones que el Gobierno de Chile tiene espontáneamente aceptadas en el supremo
decreto de 28 de marzo de 1882 que reglamentó la propiedad salitrera de Tarapacá, el
expresado Gobierno de Chile no reconoce créditos de ninguna clase que afecten a los nuevos
territorios que adquiere por el presente Tratado, cualquiera que sea su naturaleza y
procedencia.
Artículo IX. Las islas de Lobos continuarán administradas por el Gobierno de Chile hasta que
se dé término, en las covaderas existentes, a la explotación de un millón de toneladas de
guano en conformidad a lo estipulado en los artículos 4º y 7º. Llegado este caso, se
devolverán al Perú.
Artículo X. El Gobierno de Chile declara que cederá al Perú desde el día en que el presente
Tratado sea ratificado y canjeado constitucionalmente, el cincuenta por ciento que le
corresponde en el producto del guano de las islas de Lobos.
Artículo XI. Mientras no se ajuste un Tratado especial las relaciones mercantiles entre ambos
países subsistirán en el mismo estado en que se encontraban antes del 5 de abril de 1879.
Artículo XII. Las indemnizaciones que se deban por el Perú a los chilenos que hayan sufrido
perjuicios con motivo de la guerra, se juzgarán por un tribunal arbitral o comisión mixta
internacional nombrada inmediatamente después de ratificado el presente Tratado, en la
forma establecida por convenciones recientes ajustadas entre Chile y los Gobiernos de
Inglaterra, Francia e Italia.
Artículo XIII. Los Gobiernos contratantes reconocen y aceptan la validez de todos los actos
administrativos y judiciales pasados durante la ocupación del Perú, derivados de la
jurisdicción marcial ejercida por el Gobierno de Chile.
Artículo XIV. El presente Tratado será ratificado y las ratificaciones canjeadas en la ciudad de
Lima cuanto antes sea posible o dentro de un término máximo de ciento sesenta días
contados desde esta fecha.
En fe de lo cual los respectivos Plenipotenciarios lo han firmado por duplicado y sellado con
sus sellos particulares.
Hecho en Lima a veinte de octubre del año de Nuestro Señor mil ochocientos ochenta y
tres”417.
Una vez que se firmó este pacto, Lavalle escribió una carta a Santa María, a quien le unía
una antigua amistad. Deseamos recordar uno de sus párrafos, en que le expresó unas
palabras acaso producto del despecho de la derrota, pero que trascurrido algún tiempo
resultarían premonitorias:
“Quedamos nosotros casi deshechos; Uds. se llevan una gran extensión del territorio
conquistado junto con su oro, pero, al llevarse lo uno y lo otro, se llevan la corrupción que
mató al Perú”418.
Simultáneamente, se firmó un protocolo complementario en virtud del cual Chile queda
autorizado para mantener un ejército de ocupación, mientras el poder legislativo peruano
aprueba el Tratado de Paz y Amistad.

417
152 Tratados, Convenciones y arreglos internacionales de Chile. 1810-1976. Tratados bilaterales Chile-Perú. Tomo 1. Págs.
92 a 95. Santiago de Chile. 1976.
418
153 Guillermo Feliú Cruz: “Génesis de unas palabras históricas”. B.A.ch.H. N°6. 1935. Segundo Semestre. Santiago. Pág.
371.
El 4 de abril de 1884, Chile y Bolivia firmaron en Valparaíso un pacto de tregua. Durante
esa negociación, se planteó la idea de ceder Tacna y Arica a esta última nación, tal como la
patrocinaba el Presidente Santa María.
Al parecer, Perú se demostró también interesado en traspasar esas provincias a la nación
del altiplano. El 1 de noviembre de 1883, Novoa fue visitado por el Canciller Lavalle y por
Enrique Bustamante y Salazar, próximo agente peruano en La Paz. Ambos solicitaron el
consentimiento de La Moneda para que en la negociación de tregua con Bolivia, Perú le
ofreciese aquellos territorios, mediante indemnizaciones a Chile. A juicio de Novoa, el
temor de los peruanos era que si no se ofrecía alguna compensación territorial a La Paz
por la pérdida de su litoral, abrigaría futuras pretensiones sobre Arequipa y Mollendo 419.
Santa María, en cambio, vio en la proposición de Lavalle la idea de que esos territorios
quedasen en manos débiles, para luego Perú recuperarlos algún día. En verdad, lo que nos
parece que el gobernante perseguía era que fuese Chile quien los cediese, a fin de afianzar
una estrechísima relación política y comercial con el adversario de ayer, que se interpusiese
geográficamente entre Perú y Chile. El Presidente cortó el debate y exigió sin más la
ratificación del Tratado de Ancón420.
Anteriormente, Novoa había formulado al gobernante algunas preguntas respecto del
Protocolo especial contemplado en el artículo III de ese pacto. ¿Quiénes tendrán derecho
de votar en él? ¿Será universal o deberían exigirse ciertas condiciones al sufragante? ¿Las
juntas receptoras serán designadas por el jefe político y nombrarán a su voluntad quienes
hayan de componerlas, o tendrán carácter censitario? ¿De qué nacionalidades serían sus
miembros? ¿Interviene alguna autoridad peruana?421.
El mandatario replicó que convendría esperar a que el Tratado fuese ratificado por los
Congresos de ambas repúblicas. Consideraba que no se podía dar cuerpo a estos acuerdos
antes de que aquel tuviera plena existencia.
Estos protocolos —razonaba— tienen un carácter reglamentario, no son del resorte de los
poderes legislativos sino del ejecutivo, “tienden a establecer los medios de dar sincero
cumplimiento a un pacto”. Si se fijasen, ahora, las bases “bien podría acontecer que fuesen
imposibles más tarde, o causa de odiosas reclamaciones”. No se puede calcular qué pasará
dentro de diez años. “Tal vez —concluía— comprometeríamos el éxito con acuerdos
anticipados que pueden ser materia de arrepentimiento para una u otra de las partes
contratantes”422.
Aldunate, años más tarde, al referirse a este punto juzgó que los representantes de Chile al
entregar a un acuerdo posterior de las respectivas cancillerías, “la fijación de la forma del
plebiscito, robustecían y afianzaban las expectativas del poseedor”423.
En una conversación de Phelps con Eugenio Larrabure y Unánue, poco después que dejó la
419
154 MINREL. TELÉGRAFOS. 1883. Telegrama, Lima, 2-XI-1883, de Jovino Novoa, Ministro de Chile en Perú, a Luis
Aldunate, Ministro de RR.EE. de Chile.
420
155 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. III. Pág. 308.
421
156 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. III. Pág. 281.
422
157 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. III. Pág. 281.
423
158 Luis Aldunate, op. cit. Santiago. 1900. Pág. 57.
cartera de Relaciones Exteriores, el ex-Canciller también consideró, como Novoa, que el
protocolo especial debió concertarse antes de la ratificación del Tratado 424.
El 30 de noviembre, Novoa respondió al Presidente:
“En mi carta de 27 de octubre te pedí instrucciones para el protocolo de Tacna y Arica, tanto
porque al expresarse en el artículo III del Tratado que se consideraría como parte integrante
de este me parecía que al discutirse este debería también aprobarse el protocolo, como
porque al redactarse en esos términos la estipulación 3ª, el mismo señor Aldunate me
expresó que dicho protocolo se ajustaría con oportunidad y anterioridad a la reunión de la
Asamblea [el poder legislativo peruano], a fin de que se consideraran ambas cosas a la vez.
Por lo demás el Gobierno peruano nada me ha insinuado sobre el particular, pero con
previsión de que pudiera pedírseme que nos ocupáramos de este asunto, quise estar con
anticipación prevenido de las instrucciones correspondientes. De manera que desde que
juzgas que no debe pensarse por ahora en esto, no hay más que hablar sobre el
particular”425.
Las consecuencias de postergar la negociación del Protocolo especial fueron pésimas, pues
las partes no lograron ponerse de acuerdo respecto de la celebración del plebiscito.
Durante más de cuatro décadas, aquellas pesaron negativamente en la historia de Chile y
Perú, como veremos más adelante.
Una de las razones del pensamiento de Santa María podría deberse a que creyó que la
discusión del protocolo, antes de la aprobación del tratado por la Asamblea peruana,
pondría en peligro la ratificación del Pacto por ese órgano. El gobierno de Iglesias era débil
y se sostenía gracias al apoyo chileno. Otra causa habría que buscarla en el anhelo del
gobernante de comprar esos territorios valiéndose de los problemas financieros que legó
el conflicto al antiguo virreinato, y así eludir la consulta popular. En 1885, ofreció
adquirirlos e hizo una proposición al diplomático peruano en Santiago, Carlos M. Elías, y
aumentó los 10.000.000 de pesos estipulados en Ancón.
Mas esta gestión no prosperó, igual que muchas otras posteriores 426. El gobernante debió
prever, a consecuencia de las negociaciones de Novoa con Lavalle, que no sobreviviría en
el Rímac ningún gobierno que vendiese esos territorios al enemigo de ayer. Aún así, La
Moneda insistió en él innumerables veces.
El tratado fue sometido al poder legislativo chileno, en enero de 1884.
La Cámara de Diputados lo aprobó en sesión secreta, por 34 votos a favor y uno en contra
del diputado Augusto Matte, quien objetó la indecisión en que quedaban Tacna y Arica 427.
El Senado lo discutió el 13 de enero. Francisco Puelma estimó demasiado largo el plazo
plebiscitario de diez años. “Durante ese plazo— argumentó— bien pudiera Bolivia
percibirse de que esos territorios no producían a Chile ventaja alguna, y que, por lo tanto,
424
159 N.A.U.S.A. T 52-39. Oficio s/nº, Confidencial, Lima, 2-4-1884, de S. S. Phelps, Ministro de EE.UU. en Perú, a Friederick
J. Frelinghuysen, Secretario de Estado.
425
160 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. III. Pág. 281.
426
161 MINREL. INFORMES DEL ASESOR DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE SR. LUIS ARTEAGA. 1919-27.
Negociaciones. 1885.
427
162 Gonzalo Bulnes, op. cit. Vol. III. Pág. 322.
sería conveniente realizar un canje con esa nación cuanto antes posible”.
El Ministro Aldunate respondió.
“que no estimaba tan sin importancia los territorios de Tacna y Arica, y que por la inversa,
les atribuía cierto porvenir halagüeño. Pero en todo caso debemos contar que siendo esa
zona de territorios, la suprema necesidad y la suprema aspiración de Bolivia, obtendremos
por ella condiciones tanto más ventajosas cuanto más libre y desembarazada sea la
situación de Chile al ajustar sus pactos con Bolivia, lo que se verificaría ciertamente después
de celebrado un ajuste de tregua”428.
El Senado aprobó por unanimidad el Tratado.
De acuerdo con la doctrina que sustentó el Ministro Aldunate, el inciso 2º del artículo III
del Tratado de Paz y Amistad contemplaba que dicho Protocolo “establecerá la forma en
que el plebiscito deba tener lugar y los términos y plazos en que hayan de pagarse los
10.000.000 por el país que quede dueño de las provincias de Tacna y Arica”.
Este instrumento debe, entonces, referirse a la “forma” en que tenga lugar la consulta
electoral, así como las modalidades del pago de la suma de dinero ya referida. El
internacionalista chileno Alejandro Álvarez juzga en consecuencia que:
“el acuerdo entre Chile y el Perú no debe recaer sobre la autoridad que debe presidir esta
operación, ni sobre quienes tienen derecho a voto, ni tampoco sobre los requisitos que estos
deben poseer, pues todo esto no dice relación a la forma del plebiscito, sino a las condiciones
de su celebración. Y precisamente por querer buscar el acuerdo sobre estos puntos que no
deben ser materia del convenio, han fracasado las gestiones entre Chile y Perú para la
celebración de aquel acto. No habiendo, pues, objeto de acuerdo previo de estas condiciones
ellas han de determinarse según los principios generales del derecho internacional y los
precedentes diplomáticos que existan sobre la materia [los que anotó el Ministro Aldunate en
su libro Los tratados de 1883-84].
“Aquellos principios —agrega Álvarez— nos dicen que la operación plebiscitaria debe ser
presidida y efectuada exclusivamente por la autoridad del país que ejerce la soberanía en el
territorio donde va a tener lugar la elección, así como es ella a quien corresponde resolver
todas las cuestiones que se susciten con motivo de la emisión del voto popular” 429.
Después de que el tratado fue considerado por la Asamblea peruana y el Congreso
chileno, los representantes de Francia, Inglaterra, Italia, Bélgica, los Países Bajos y España
protestaron colectivamente ante Perú y Chile. El motivo fueron las cláusulas IV, VI, VIII y X
relativas a la deuda externa peruana.
No aceptaban la validez de esos artículos respecto de sus nacionales. La base de tal
protesta sería la precaria situación en que estos quedarían 430.
El ministro Larrabure y Unánue presentó este instrumento a la Asamblea, el 1º de marzo de
428
163 MINREL. FONDO E. BARROS JARPA. PLEBISCITO DE TACNA Y ARICA. TOMO 1°. 1925-26. Sesión extraordinaria
del Senado en 13-1-1884 (segunda hora).
429
164 MINREL. ALEJANDRO ALVAREZ. CUESTIÓN DE TACNA Y ARICA. TOMO 1º. 1905. Conclusión, rumbos que se
imponen en la política de Chile para la solución del problema de Tacna y Arica y bases para esta solución.
430
165 N.A.U.S.A. T 52-39. Oficio Nº65, Lima, 27-2-1884, de Seth Phelps, Ministro de EE.UU. en Perú, a Frederick J.
Frelinghuysen, Secretario de Estado.
1884. En su mensaje, expresó que “las bases se discutieron con detención; se modificaron
las del negociador chileno hasta donde fue posible; y solo se suscribió el pacto ante el
arraigado convencimiento de no poder obtener más concesiones” 431. Fue debatido en
sesiones secretas y aprobado el 8 de marzo, por noventa votos contra seis.
Los residentes en Lima, oriundos de Tacna y Arica, elevaron un acta en la que protestaron
por el artículo III y acordaron seguir fieles a su patria432.
En la nota que el mismo Larrabure dirigió a los secretarios de la Asamblea Nacional, al
acompañar el texto del Tratado, expresó:
“El guano y el salitre están seriamente afectados a los compromisos de la República, y
constituyen la hipoteca especial dada a los tenedores de bonos, hipoteca anterior al Tratado
de 20 de octubre. Pero, los gobiernos que han tomado a su defensa aquellos intereses,
nacionalizándolos, no deben dirigirse al Perú, por la sencilla razón de que este no tiene en su
poder la cosa hipotecada, pues se ha visto obligado a despojarse de ella legalmente, cuando
también ya le habían sido arrebatados por la fuerza”433.
El 14 de marzo, Novoa protestó y mantuvo la posición de su gobierno.
Agregó, además, que Perú no fue despojado sino que se desposeyó legalmente de ese
territorio, en virtud de un tratado internacional suscrito por plenipotenciarios debidamente
autorizados por el Presidente Miguel Iglesias.
El Sun, de Nueva York, criticó la posición sostenida por los tenedores de bonos y sus
gobiernos.
“Supóngase que antes de 1870 una emisión de bonos franceses hubiese sido especialmente
garantizada con las rentas de Alsacia-Lorena, ¿puede imaginar alguna persona de sano
juicio que los tenedores británicos de esos bonos hubieran exigido de Bismarck que les
hiciese efectiva la garantía o que les entregase las provincias anexadas?” 434.
El 5 de junio de 1884, el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Aniceto Vergara
Albano, respondió la nota colectiva de los Estados europeos 435.
Expresó que el reconocimiento de los acreedores de Perú era una materia de orden interno
que no podría afectar los intereses de ningún Estado, en las relaciones de amistad que
Chile y Perú se han esforzado en mantener con todas las naciones. Si esas estipulaciones
han perjudicado los derechos de algunas personas, éstas pueden acudir a los tribunales
competentes, conforme al derecho común, pero esas facultades no les dan derecho para
imponer a Chile una carga pesada que aminore el valor de la cesión de territorios que le ha
hecho Perú y convertirla en un beneficio para los acreedores.
Esta declaración tan explícita debió desanimarlos. No obstante, fue debilitada en uno de
431
166 Nota del Ministerio de RR.EE. a la Asamblea Nacional sobre el Tratado de Paz y Amistad celebrado entre el Perú y
Chile e incidentes a que dio lugar. Imprenta del Estado. Lima. 1884.
432
167 Jorge Basadre, op. cit. Tomo VI. Pág. 348.
433
168 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1883-84. Nota, Chorrillos, 14-3-1884, de Jovino Novoa, Ministro de Chile
en Perú, al Ministro de RR.EE. de Perú.
434
169 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1883-84. Oficio Nº198, Chorrillos, 2-4-1884, de Jovino Novoa, Ministro de
Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile. Trascribe editorial del “Sun”, Nueva York, 2-3-1884.
435
170 Pascual Ahumada, op. cit. Tomo VIII. Págs. 483 y 484.Trascribe nota del Ministro A. Vergara Albano.
sus últimos párrafos, porque Vergara Albano expresó que Chile “no rehusará un acuerdo
equitativo con los acreedores de Perú que puedan tener derechos atendibles, nacidos de
actos o contratos legalmente establecidos”. Los gobiernos reclamantes la estimaron como
una promesa de iniciar negociaciones en favor de los acreedores, e invitaron a Chile a
presentar proposiciones precisas. Vergara Albano consideró que esta interpretación era
errada. Aún así, declaró que estaba dispuesto a escuchar las proposiciones que se le
formulasen. Así nació un problema que causó interminables dolores de cabeza a La
Moneda y que le significó crecidas sumas de dinero.
Los tenedores de bonos se reunieron en asamblea. Aunque de distintas nacionalidades, los
ingleses asumieron su representación. A través de Sir Henry W. Tyler se dirigieron, el 10 de
enero de 1884, al Secretario de Estado del Foreign Office, y le manifestaron que Chile
incumplió su decreto, del 9 de febrero de 1882, pues no aceptó la designación de árbitro
efectuada por los bondholders. El Gobierno de Su Majestad se hizo cargo de este reclamo y
alegó que defendía un principio antes que a aquellos436.
A juicio de nuestra Cancillería, el origen de esta cruzada se debía buscar en las gestiones
de Dreyfus, apoyado por el Presidente de Francia, Jules Grévy, junto con reclamaciones
belgas e italianas437.
El 28 de marzo de 1884 se efectuó, en Lima, el canje de las ratificaciones del Tratado de
Paz y Amistad, en una reunión que se celebró entre Jovino Novoa y Mariano Castro
Saldívar, ministro interino de relaciones exteriores.
Enseguida, el agente chileno visitó al Presidente de la República, general Miguel Iglesias,
quien después le ofreció un lunch en compañía de su familia438. A las 14.00 horas, el
Cochrane saludó la plaza del Callao, y se alternaron los disparos entre el blindado y el
fuerte de esta439.
El gobierno estadounidense reconoció oficialmente a Iglesias el 23 de abril de 1884. Le
siguieron las naciones europeas; ya antes lo habían hecho las ibero-americanas.
Aldunate explica en la Memoria que presentó al Congreso, en 1883, qué debe entenderse
por lo establecido en el artículo III del Pacto de Ancón, respecto de Tacna y Arica:
“Para obviar esta serie de dificultades que en más de una ocasión llegaron a parecer
insolubles, recurrióse al arbitrio de deferir la solución del problema a la propia voluntad de
los habitantes de las regiones cuestionadas, y se adoptó, al efecto, la estipulación que sobre
la materia consigna el Tratado de 20 de octubre de 1883. Chile retendrá durante diez años
la posesión de los territorios comprendidos entre la quebrada de Camarones y el río Sama,

436
171 Carlos Palacios Moreyra, op. cit. Págs. 230 y sgtes.
437
172 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE
CHILE. 1881-84. Oficio circular, Valparaíso, 1-3-1884, de Aniceto Vergara Albano, Ministro de RR.EE. de Chile, a Jovino
Novoa, Ministro de Chile en Perú.
438
173 MINREL. NOTAS RECIBIDAS POR LA LEGACIÓN DE CHILE DE PARTE DEL GOBIERNO DEL PERÚ.1883. Nota,
Lima, 27-3-1884, de Mariano Castro Saldívar, Ministro interino de RR.EE. de Perú, a Jovino Novoa, Ministro de Chile en
Perú. MISION JOVINO NOVOA. CORRESPONDENCIA.1884-90. Carta, Chorrillos, 28-5-1893, de Jovino Novoa, Ministro de
Chile en Perú, al General Cornelio Saavedra. En esta ocasión, se produjo una escena por rivalidades entre Novoa y Lynch,
que se relata en dicha carta. Indujo al Ministro a presentar su renuncia del cargo, la que le fue rechazada por el Gobierno.
439
174 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1883-1884. Oficio Nº195, Chorrillos, 29-3-1884, de Jovino Novoa, Ministro
de Chile en Perú, a Aniceto Vergara Albano, Ministro de RR.EE. de Chile.
sometiéndolos, desde luego, al imperio de su régimen constitucional y legal, trascurrido ese
término, un plebiscito determinará a cuál de los dos países deban pertenecer
definitivamente. El país que resulte adquirente del dominio de la región disputada pagará al
otro diez millones de pesos.
No escapará, por cierto, a la ilustrada consideración del Congreso, ni escaparía siquiera a la
observación más superficial, que el sistema ideado para resolver la dificultad tiene el
inconveniente de mantener en suspenso durante un espacio de tiempo relativamente
considerable, la determinación de la nacionalidad o soberanía definitiva de la región
territorial mencionada.
Esto, no obstante, si se medita con algún detenimiento en la cláusula del pacto que
analizamos, se vendrá en cuenta de que la irregularidad que nos anticipamos a señalar,
tiene un carácter más bien técnico que de resultados prácticos, a lo menos, en cuanto se
relaciona con los intereses de Chile.
Y a la verdad, no podría decirse que fuera dañosa a Chile la condición indefinida en que
queda el dominio de Tacna y Arica durante diez años, toda vez que esos territorios deben ser
organizados y sometidos desde luego al imperio de nuestras autoridades nacionales y de
nuestro régimen constitucional y legal. Acaso esta misma situación transitoria creada para la
región de que nos ocupamos por el pacto de 20 de octubre, preparará, por la inversa, la
asimilación paulatina, tranquila y espontáneamente elaborada de todos los elementos
extraños que en el momento actual habrían podido perturbar nuestro pacífico dominio sobre
aquellos territorios. De esta manera, si el resultado del plebiscito nos fuera favorable, si los
intereses creados durante los diez años al amparo de nuestra legislación, de nuestra
industria y capitales, intereses desarrollados a la sombra de la paz y del trabajo garantidos
por nuestra vigorosa organización política; si todas estas causas, repito, indujeran a los
habitantes de la región de Tacna y Arica a decidirse por la nacionalidad chilena, en esta
hipótesis, que debe estimarse quizá la más probable, la asimilación de nuestros nuevos
connacionales estaría operada de antemano sin violencia ni sacudimientos y sin exigir más
que una simple rectificación en el mapa geográfico de Chile.
Todavía en la hipótesis que contemplamos, Chile habría obtenido la ventaja de recoger
anticipadamente de las rentas naturales de la región a que nos referimos, una suma análoga
sino excedente de la que habría de pagar como precio de su adquisición.
Pero, si estas previsiones, que solo apuntamos como probables, no se realizaran, si el
resultado del plebiscito volviera la región territorial de Tacna y Arica al dominio del Perú,
cumpliría a la política leal y honrada de Chile acatar el fallo de aquellos
pueblos,limitándose a recibir una compensación pecuniaria de diez millones de pesos, que
unida a las rentas que nos habría procurado anticipadamente la ocupación de esos
territorios durante diez años, excedería, sin duda alguna, a la que habíamos reclamado a
este mismo título en las bases propuestas en 1880 y 1882” 440.
El internacionalista, Ernesto Barros Jarpa, consideró el calificativo de “arbitrio para obviar
las dificultades”, señalado al comienzo de esta cita, equivalente al término “fórmula” que

440
175 Memoria del Ministerio de RR.EE. y de Colonización de Chile al Congreso Nacional. Santiago. Imprenta Nacional.
1883. Pág. LXXXIX.
empleó Lavalle, en su carta a Iglesias, de 28 de marzo de 1883. Es decir, un eufemismo
para ocultar la idea de que el plebiscito ocultaría una venta simulada de ese territorio a
Chile.
Durante la negociación del Pacto de Tregua con Bolivia, los agentes de esa república
solicitaron la cesión de Tacna y Arica. Aldunate, más prudente que en la cita anterior, les
respondió:
“Chile no puede dar lo que no es suyo y que teniendo solo una expectativa de adquirir
aquellos territorios dentro de diez años, si la voluntad de sus habitantes, consultada en
plebiscito, así lo resolviese; se comprenderá sin esfuerzo que por hoy nos hallamos
absolutamente imposibilitados para satisfacer las exigencias de Bolivia a este respecto” 441.
La institución del plebiscito se puso de actualidad durante el régimen de Napoleón III, a
quien se motejaba de “aventurero plebiscitario” 442.
En su libro Los tratados de 1883-84, Aldunate daba un nuevo matiz a lo que expresó antes,
al afirmar que no se conocía un solo caso en que los cambios de soberanía confiados al
voto popular de una zona territorial no hayan concluido por la anexión del país poseedor.
Un mes —agregaba— bastó a Francia, después del tratado de 1860, para preparar un
plebiscito que le dio el dominio de Niza y Saboya, renunciando sus habitantes a su
nacionalidad italiana.
Una situación análoga decidieron los isleños suecos de la isla de San Bartolomé, en 1877 443,
y los venecianos cuando decidieron abandonar Austria para hacerse italianos 444.
El ministro señala también que:
“es fuerza, no obstante, reconocer que así en todos los casos recordados como en todos los
que se produjeron con motivo de las distintas anexiones hechas, por medio de plebiscitos, en
favor de la unidad italiana; la opinión de los pueblos anexados se encontró de ordinario
favorablemente inclinada en favor del cambio de nacionalidad...” 445.
No obstante estos distintos esclarecimientos, el artículo III incubó un gravísimo problema
que se resolvió en 1929, por medio de una transacción.
Como consecuencia de la Guerra del Pacífico, Chile incorporó a su soberanía las valiosas
provincias de Antofagasta y Tarapacá. Ello le valió adquirir una cuantiosa riqueza,
representada principalmente por el salitre, el cobre, el azufre y el bórax. Un autor boliviano
441
176 Luis Aldunate, op. cit. Pág. 190. Según Francisco A. Encina, Aldunate no fue un partidario fervoroso de la política
boliviana de Santa María. Ver “Las relaciones entre Chile y Bolivia. 1841-1963”. Editorial Nascimento. Santiago. 1963. Pág.
165.
442
177 MINREL INFORME DEL ASESOR DEL MINISTERIO DE RR.EE. LUIS ARTEAGA. 1919-27. Memorandum sobre la
cuestión de Tacna y Arica de Agustín Edwards M.C. Santiago. Enero de 1921.
443
178 Alejandro Álvarez: Observaciones a la Nota del Excmo. Sr. Seoane (Ministro de Perú en Chile). Tacna y Arica (1905 a
1910). 2a. edición. Santiago. 1912. Imprenta, Litografía y Encuadernación Barcelona. Pág.139. El artículo 1º del tratado que
celebraron Francia y Suecia, el 10 de agosto de 1877, coincide casi literalmente con el artículo III del Pacto de Ancón. En
virtud de este, “Suecia retrocedió a la Francia la isla de San Bartolomé, previa consulta de la voluntad de sus habitantes”. El
Tratado de Turín también sirvió de modelo para el citado artículo III. Luis Aldunate señala en Los tratados de 1883-84,
páginas 56 y 57: “Convínose, en efecto, en aquel tratado, después de estipular el plebiscito, que el Emperador de Francia y
el Rey de Cerdeña, se pondrían posteriormente de acuerdo para establecer los medios de comprobar la voluntad de los
habitantes de Niza y Saboya”.
444
179 Luis Aldunate, op. cit. Págs. 44 y 45.
445
180 Luis Aldunate, op. cit. Pág. 45.
estima que el cobre exportado, desde 1879 hasta nuestros días, proveniente de la región
de Antofagasta, representa aproximadamente 20 millones de toneladas 446. El salitre sumó
un total de 140 millones de toneladas, hasta 1984. Durante los cuarenta años siguientes al
conflicto, el fisco —a través de los impuestos de exportación al salitre— financió un
elevado porcentaje del presupuesto nacional. Y de este modo, emprendió un vasto plan de
obras públicas y de desarrollo educacional447.
Según Basadre, la guerra le representó a Perú sacrificar una parte valiosa de su territorio,
que incluía el salitre y el remanente del guano. Sin ellos, —agrega— debió afrontar el
servicio de una gravosa deuda externa que la paz de Ancón dejó abierta:
“una larga y penosa querella en la cual se invirtieron por largos años grandes caudales de
esfuerzo, dinero y pasión. Al amparo de ese litigio...creció, —dice— paulatinamente, la
magnitud de los problemas con Bolivia, Ecuador y Colombia...y Brasil. Así el Perú de fines del
siglo XIX y comienzos del siglo XX afrontó cinco graves cuestiones internacionales a la
vez”448.
El estadounidense, Herbert Millington, expresa que los esfuerzos de su patria por lograr
condiciones de paz satisfactorias, “terminaron en un fracaso”.
La diplomacia de Washington no solo se exhibió como ineficaz, si no se demostró tan
inconsistente y oscilante que el resultado fue un sentimiento de antagonismo hacia
Estados Unidos “en Perú, país que Blaine desatinadamente trató de amparar” 449. En cuanto
a Chile, otro historiador de la misma nacionalidad sostiene que el conflicto dejó en Chile
“una permanente desconfianza de los Estados Unidos”450.
Finalmente, en medio de tanta hostilidad y desacuerdos, nos parece digno de mencionarse
la buena relación que lograron establecer Jovino Novoa y José Antonio de Lavalle. En una
carta del negociador peruano al chileno, del 24 de mayo de 1887, Lavalle le escribe:
“No sé si el Perú me agradecerá alguna vez el servicio que le he prestado, ni se apreciará
como debe, el elevado espíritu que animó a usted, en esa tan penosa como difícil
negociación, y sin el cual vanos hubieran sido mis esfuerzos; pero me quedará la satisfacción
de haber cumplido mi deber y como testimonio de ello, la carta de usted, que quedará
agregada a mis viejas ejecutorias como el más valioso de mis pergaminos” 451.
6. REPARACIONES A CHILENOS CON MOTIVO DE LA GUERRA DEL
PACÍFICO
El artículo XII del Tratado de Paz y Amistad estableció lo siguiente:
“Las indemnizaciones que se deban por el Perú a los chilenos que hayan sufrido perjuicio con
motivo de la guerra, se juzgarán por un tribunal arbitral o comisión mixta internacional
nombrada inmediatamente después de ratificado el presente Tratado, en la forma
446
181 Jorge Gumucio Granier: “ESTADOS UNIDOS Y EL MAR BOLIVIANO. Testimonios para la Historia”. New York. 1985.
447
182 Harold Blakemore, op. cit. Pág. 24.
448
183 Jorge Basadre, op. cit. Tomo VI. Pág. 369.
449
184 Herbert Millington, op. cit. Pág. 142.
450
185 Frederick B. Pike: “Chile and the United States (1880-1962”). University of Notre Dame Press. 1963. Pág. 59.
451
186 Revista Chilena. Año XIII. setiembre-octubre de 1929. Nº113-114. Pág. 1059.
establecida por convenciones recientes ajustadas entre Chile y los Gobiernos de Inglaterra,
Francia e Italia”.
Dos años después de que se ratificó el Pacto de Ancón, el 8 de octubre de 1886 nuestro
agente en Lima recibió instrucciones de invitar a Perú, en orden a formar el tribunal
previsto en él, y propuso que se radicara en Santiago.
Benicio Álamos, ministro chileno en Perú, inició sus gestiones ante el Secretario de Estado,
Cesáreo Chacaltana. Este último ordenó a su representante en Santiago, Carlos M. Elías,
que negociase el cumplimiento del artículo XII452. Dado que Elías viajó a su patria, nuestro
Canciller Francisco Freire envió un texto de convenio a Álamos. En él se establece que
además de los representantes de ambas repúblicas, el tercer miembro será designado por
el Emperador de Brasil. A petición peruana, la comisión funcionaría en Lima 453.
Álamos formula al Secretario de Estado, Miguel Luis Amunátegui, observaciones al texto
que recibe de Santiago. Posiblemente, a causa de la revolución de 1891 en Chile, las
conversaciones que con tantas dilaciones se enhebraron se interrumpieron.
Mas, en vista de los apremiantes reclamos de nuestros compatriotas, se reanudaron. El 19
de julio de 1892, el Canciller Isidoro Errázuriz encarga al plenipotenciario en Lima, Javier
Vial Solar, que reitere al Ministro Larrabure la necesidad de perfeccionar esta obligación. Al
mismo tiempo, le expresa que el tribunal ha de establecerse en Santiago, donde se
encuentran la mayoría de los interesados454.
Antes de tomar una decisión, Larrabure quiso conocer cuáles eran esas reclamaciones y su
monto. Sin demora, Vial le respondió que ello competía al tribunal arbitral y no al gobierno
peruano. Le agrega que Chile exige que se dé cumplimiento a la estipulación antes
trascrita.
En un memorándum relativo al plebiscito de Tacna y Arica, consta que el diplomático
chileno expresó al ministro peruano de relaciones exteriores, José Mariano Jiménez, que
antes del 1 de marzo de 1894 se deberá instalar en Santiago la comisión internacional.
Jiménez adujo que no se podía mezclar la cuestión de la consulta popular con esta otra,
que debía ser motivo de un acuerdo separado455.
Esta materia siguió sin resolverse. El 5 de julio de 1895, el Ministro Luis Barros Borgoño
vuelve a solicitar a nuestro agente en Lima, ahora Máximo R. Lira, que active esta
reclamación. Le informa que las reclamaciones chilenas alcanzan a 1.329.982 de soles de
plata, a 977.375 pesos y 51.500 libras esterlinas, sin contar los intereses.
Después de arduas conferencias, el 5 de abril de 1897, Lira y el Canciller Enrique de la Riva-

452
187 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE
CHILE. 1886. Oficio Nº20, Santiago, 8-10-1886, de Joaquín Godoy, Ministro de RR.EE. de Chile, a Benicio Alamos, Ministro
de Chile en Perú.
453
188 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE
CHILE. 1887. Oficio Nº11, Santiago, 31-5-1887, de Francisco Freire, Ministro de RR.EE. de Chile, a Benicio Alamos,
Ministro de Chile en Perú.
454
189 MINREL LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1892. Oficio Nº42, Lima, 5-8-1892, de Javier Vial Solar, Ministro de Chile
en Perú, a Isidoro Errázuriz, Ministro de RR.EE. de Chile.
455
190 MINREL. OFICIOS DIRIGIDOS POR LA LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ AL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE.
1891-95. Memorándum, Lima, 9-3-1894.
Agüero firmaron una convención de arbitraje. Según esta, el tribunal estaría integrado por
tres miembros: uno nombrado por el Presidente de Chile, otro por el de Perú y el tercero
por la Reina de los Países Bajos. Riva-Agüero invoca razones jurídicas para que la comisión
funcione en Lima. A juicio suyo, debe desenvolverse en el domicilio del demandado y
donde ha de rendirse la prueba. El poder legislativo peruano —agregó— la rechazaría si su
sede no estuviese en Perú. Chile terminó por aceptar esta exigencia. El Congreso chileno
aprobó la convención. Pero el peruano no la sancionó456.
En 1922, según figura en el acta complementaria del Protocolo de Arbitraje, suscrito en
Washington, la delegación peruana —a instancias de la chilena— declara que su gobierno
está dispuesto a ratificar la mencionada convención y a cancelar la deuda que de ella
emane. Empero, hace presente que dicha materia está relacionada con la liquidación de la
deuda del guano de Lobos, por lo que las dos deben liquidarse simultáneamente 457.
En el Tratado de Lima, de 3 de junio de 1929, que acordó la partija de Tacna y Arica, se
resolvió que una deuda de 24.612.300 de pesos, contraída por el general Iglesias con Chile
y que le permitió afianzar su autoridad, se compensaría en gran parte con la de los guanos
de Lobos458.
Las indemnizaciones que se debían a los chilenos se calcularon en 40.000.000 de pesos 459.
Como el Tratado no se refirió a estas reclamaciones, a nuestros compatriotas solo les
quedó reclamar ante los tribunales ordinarios 460. No sabemos qué final tuvieron estas
reclamaciones.
7. CREACIÓN DE LOS TRIBUNALES ARBITRALES O COMISIONES
INTERNACIONALES 461
La Guerra del Pacífico colocó a Chile frente a dos clases de reclamaciones: las de los
acreedores extranjeros, apoyados por sus gobiernos, y las ocasionadas por presuntos
perjuicios causados por nuestro país a neutrales durante el conflicto. A las primeras ya nos
hemos referido. Ahora abordaremos las segundas.
En atención a que las demandas que se presentaron fueron innumerables, el gobierno
instituyó una comisión consultiva de abogados, a fin de dictaminar sobre cada una de
estas reclamaciones. Por su complejidad y el carácter contencioso de ellas, se establecieron
tribunales arbitrales462.
Esta institución no era nueva, por cierto. Baste recordar las comisiones mixtas anglo-

456
191 MINREL. INFORMES DEL ASESOR DEL MINISTERIO DE RR.EE. LUIS ARTEAGA. 1919-27. Indemnización a los
chilenos perjudicados con motivo de la Guerra del Pacífico.
457
192 Conrado Ríos Gallardo: “CHILE Y PERÚ. Los pactos de 1929”. Editorial Nascimento. Santiago. 1959. Pág.450.
458
193 Conrado Ríos Gallardo, op. cit. Pág. 370.
459
194 MINREL. DEBATE EN EL CONGRESO SOBRE EL TRATADO DE LIMA. Santiago, 25-6-1929. Discurso del senador
José Maza.
460
195 Ernesto Barros Jarpa: “El desastre”. El Diario Ilustrado , Santiago, 18-8-1931.
461
196 Alejandro Soto Cárdenas: “GUERRA DEL PACÍFICO. Los tribunales arbitrales (1882-1888)”. Universidad de Chile.
Santiago. 1950. Pág.14. Nos valdremos casi exclusivamente de esta interesante y completa obra para tratar de este tema,
basada principalmente en el archivo de Luis Aldunate Carrera.
462
197 Alejandro Soto Cárdenas, op. cit. Pág. 38.
mexicana, anglo-americana y franco-americana, que tuvieron mucha trascendencia política
durante el siglo XIX. Aplicaron la equidad y la justicia, pero esta última incorporó también
principios del derecho internacional.
Los montos que se alegaban eran elevados. En la anglo-americana, por ejemplo,
alcanzaban a casi 100.000.000 de pesos, pero el tribunal los redujo a poco menos de
2.000.000, o sea, el 2% del valor total463.
8. LUIS ALDUNATE ES DESIGNADO PARA ATENDER LAS
RECLAMACIONES DE CIUDADANOS EXTRANJEROS EN CONTRA DEL
GOBIERNO CHILENO
El Presidente Santa María nombra a Aldunate ministro de Relaciones Exteriores, el 19 de
abril de 1882. El 31 de octubre del mismo año, le solicita que negocie con Francia una
convención que se ocupe de las reclamaciones deducidas por ciudadanos franceses, en
contra de Chile. El 6 de diciembre del mismo año y el 4 de enero del siguiente, le confiere
igual encargo en relación con los súbditos italianos y británicos 464.
Carlos Wiener465, secretario de la legación francesa, así como Silvio Carcano y Frank J.
Pakenham466, ministros de Italia y Gran Bretaña, respectivamente, suscribieron las
convenciones que dieron vida a estos tribunales, junto con el Canciller 467. Hubo una cuarta
convención, chileno-alemana, cuya ratificación fue canjeada el 11 de julio de 1884.
Se desempeñó como procurador general del gobierno José Eugenio Vergara Galeas 468, un
gran abogado chileno, que estuvo asesorado por Enrique Cood y Adolfo Carrasco Albano.
Los textos de las convenciones eran por lo general idénticos. La comisión examinaría todas
las reclamaciones provenientes “de actos y operaciones ejecutados por los ejércitos y
escuadras de la República desde el 14 de febrero de 1879, fecha del rompimiento de las
hostilidades, hasta el día en que se ajustaren los tratados de paz y tregua”, o en que
hubiesen cesado las hostilidades.
El objeto era alejar una cuestión compleja de la discusión políticodiplomática, y referirla a
un tribunal arbitral.
Las normas aplicables quedaron definidas así:
“La Comisión Mixta decidirá las reclamaciones en mérito de la prueba rendida, y con arreglo
a los principios del Derecho Internacional y a las prácticas y jurisprudencia establecidas por

463
198 Alejandro Soto Cárdenas, op. cit. Pág. 38.
464
199 MINREL. LIBRO DE RECLAMACIONES (DOCUMENTOS RELATIVOS A LAS COMISIONES MIXTAS. (1883-84).
465
200 Muy ligado a la sociedad chilena. En 1884, llegó a Santiago por segunda vez, con el cargo de secretario de la legación
de Francia. Dedicó gran parte de su vida al estudio y a las exploraciones científicas. Publicó diversos libros, entre ellos
“Chile y los chilenos” (1888). En el periódico de París, El siglo XIX , defendió a Chile con ocasión de la Guerra del Pacífico.
466
201 El honorable Francis John Pakenham, 7º hijo de Lord Longford, nació en 1832, e ingresó al servicio diplomático en
1852. Fue secretario de la legación británica en Buenos Aires, Río de Janeiro, Estocolmo, Bruselas y Washington. En 1878
fue designado ministro residente en Santiago.
467
202 MINREL. LIBRO DE RECLAMACIONES (DOCUMENTOS RELATIVOS A LAS COMISIONES MIXTAS). 1883-84. Nota,
Santiago, 18-1-1884, de Aniceto Vergara Albano, Ministro de RR.EE. de Chile, al Ministro de RR.EE. de Brasil.
468
203 MINREL. LIBRO DE RECLAMACIONES (DOCUMENTOS RELATIVOS A LAS COMISIONES MIXTAS). 1883-84.
Oficio, Santiago, 7-5-1884, de Aniceto Vergara Albano, Ministro de RR.EE. de Chile, a José Eugenio Vergara.
los tribunales análogos modernos de mayor autoridad y prestigio, librando sus resoluciones
interlocutorias o definitivas por mayoría de votos. La Comisión Mixta expondrá brevemente
en cada juzgamiento definitivo los hechos y causales y los fundamentos de Derecho
Internacional que justifiquen sus resoluciones” (Artículo VI de las convenciones).
A medida que se canjearon las ratificaciones, de común acuerdo con las partes, Aldunate
solicitó al Imperio de Brasil que accediese a designar un representante suyo, en calidad de
juez dirimente.
Don Pedro II nombró al Consejero Felipe Lopes Netto en tal calidad 469.
Abogado, diputado, periodista y diplomático, este servidor público llegó a Chile con 72
años de edad. En ese momento, se desempeñaba como ministro plenipotenciario en
Washington. Se decía que su carácter se encontraba alterado, a causa de su salud y su
edad. El New York Herald afirmaba: “... ya se conoce a Lopes Netto que acostumbra a no
dar gusto a nadie”. El Consejero se autodefinía como “un hombre puesto en contacto con
muchas diferentes personas, pero que ha tenido la desgracia de no poder vivir en paz con
ninguna”
470
. Indudablemente, no era the right man in the right place.
Por su parte, Aldunate exhibía una distingida hoja de servicios públicos.
Una vez que se recibió de abogado, en 1865 acompañó a Domingo Santa María en su
misión a Perú a raíz de la guerra con España. Posteriormente, representó al partido liberal
en la Cámara de Diputados. El 18 de septiembre de 1881, el Presidente de la República lo
designó ministro de hacienda, en su primer gabinete. Resolvió importantes problemas
como la constitución de la propiedad salitrera; la liquidación de la responsabilidad de Chile
en la cuestión de los guanos de Tarapacá, y la amortización de la deuda interna. Desde el
19 de abril de 1882 hasta el 15 de enero de 1884, ocupó la cartera de relaciones exteriores.
Según señalamos anteriormente, desempeñó un rol gravitante en el Tratado de Ancón, y le
cupo redactarlo, según afirmó en su libro Los Tratados de 1883-1884.
Francisco Antonio Encina afirma que poseía “quizás el más vigoroso cerebro de su
generación”471. José Joaquín Larrain Zañartu, en Figuras contemporáneas traza una
semblanza suya, en la época en que ocupaba la cartera de Hacienda. Lo califica como el
verdadero director de la política chilena después del Presidente de la República. Lo define
como talentoso, aunque “de carácter seco, estirado, altanero y orgulloso” 472.
Santa María sintió por él una predilección entrañable y en un momento pareció que lo
postularía como su sucesor. Le correspondió a Aldunate declarar persona non grata al
delegado apostólico, Monseñor del Frate. Mas, en vista de sus acendradas convicciones
religiosas, el Secretario de Estado acompañó al gobernante sin entusiasmo en la lucha
teológica473. Buscó una salida tranquila del gabinete. Renunció, en enero de 1884, e invocó

469
204 Alejandro Soto Cárdena, op. cit. Págs. 54 y 55.
470
205 “El Honorable Sr. Lopes Netto”, Los Debates , Santiago, 1-1-1885. Reproducido en obra citada de Alejandro Soto
Cárdenas. Pág. 56.
471
206 Francisco Antonio Encina, op.cit. Tomo XVII. Pág. 571.
472
207 Alejandro Soto Cárdenas, op. cit. Pág. 56.
como causa su labor como árbitro en las referidas comisiones internacionales 474.
Figuró como precandidato a la Presidencia de la República, en 1886. Su postulación no
prosperó, principalmente a causa de su alejamiento del Presidente de la República. José
Francisco Vergara, radical y masón, representó a la oposición frente al candidato de Santa
María, José Manuel Balmaceda.
Pocos años más tarde, Aldunate viajó al Vaticano y obtuvo una audiencia con León XIII,
para explicar su posición en el conflicto teológico. El Pontífice le devolvió la tranquilidad a
su espíritu.
9. ORGANIZACIÓN DE LOS TRIBUNALES ARBITRALES
Lo primero fue dotar a las comisiones internacionales de un reglamento, asunto
directamente vinculado con la rendición de la prueba. Para Chile el éxito de sus
alegaciones dependería de estas reglas.
Al discutirse el de la comisión anglo-chilena, Pakenham presentó un proyecto que no
satisfizo a Aldunate, quien sometió un contra-proyecto suyo. En respuesta, el ministro
inglés propuso que este fuese elaborado por los agentes de las partes y luego se
presentara al tribunal. Aldunate rechazó esa indicación, en virtud del artículo 5º de la
convención que autorizaba a la comisión para crear su propio reglamento.
A fin de resolver la dificultad, Lopes Netto les reunió en su casa. Como no hubo acuerdo
entre el juez británico y el chileno, Pakenham solicitó al dirimente que se pronunciara en
favor de uno de los dos proyectos en discusión.
Aldunate estimó exagerada tal sugerencia. En vista de que ya existía consenso acerca de
una parte del reglamento, dijo que aquella debía darse por aprobada y, en una próxima
sesión, se estudiarían los puntos en desacuerdo.
Pakenham respondió negativamente.
Reanudada la discusión en el tribunal, Aldunate captó que estaba en minoría. Conforme al
citado artículo 5º, recordó que las reglas de procedimiento de la comisión debían
aprobarse por la unanimidad de sus integrantes, no así las sentencias. Empero, su
indicación fue rechazada.
En esa misma sesión, el presidente consultó —como cuestión previa— qué forma debía
seguirse en la discusión, si debía hacerse en general o artículo por artículo. El juez chileno
expresó su parecer contrario a la primera alternativa.
Una discusión general —dijo— solo podría referirse a los caracteres abstractos del
reglamento. Un detalle concreto, en cambio, sería la forma de recibir la prueba. Pakenham
estuvo en favor del primer camino y Lopes Netto consideró impracticable el segundo, pues
se perdería mucho tiempo y se perjudicaría a los reclamantes, que corrían el riesgo de
quedar fuera de plazo. Se aprobó la proposición británica con el voto del juez brasileño.

473
208 Francisco Antonio Encina, op. cit. Tomo XVIII. Págs. 142 y 216.
474
209 Francisco Antonio Encina, op. cit. Tomo XVIII. Pág. 143. Ver “Las relaciones entre Chile y Bolivia. 1841-1963” por el
mismo autor. Editorial Nascimento. Chile. 1963. Pág. 165. Aldunate estaría en desacuerdo con Santa María respecto de la
“política boliviana” del Presidente, y su nombramiento en las Comisiones Mixtas habría sido el pretexto del gobernante para
desprenderse del Canciller.
Aldunate pidió que se insertaran sus opiniones en el acta. Después de leerlas, Lopes Netto
expresó “que consideraba la redacción del señor árbitro como un discurso escrito sobre
materia ya fallada por el tribunal y que, en tales condiciones, creía inadmisible su inserción
en el acta”475. Pakenham lo apoyó, con lo cual estas quedaron excluidas. El miembro
chileno, ostensiblemente molesto, solicitó que se consignara su protesta frente a la
declaración de Lopes Netto y a la resolución adoptada.
El Presidente Santa María le comunicó al juez chileno que, de seguirse actuando así,
debería abandonar la comisión.
En la próxima sesión, Pakenham presentó un proyecto distinto.
Aldunate observó, de inmediato, que a los reclamantes, en el anterior, se les otorgaba la
facultad de modificar o remplazar el memorial. En el nuevo, aquello se cambiaba
sustancialmente, al establecer que no podían verificarse sin el consentimiento previo de la
comisión476.
El juez chileno no profundizó sus objeciones, ya que requería de más tiempo para estudiar
la materia.
En la sexta sesión, de 17 de marzo, hizo presente que el sistema probatorio presentaba
inequidades. A su juicio, los términos para la prueba deben ser comunes y señalados por el
tribunal, en consideración a la naturaleza de cada situación. La prueba debe ser servida
ante el tribunal y, si no es posible, ante magistrados señalados por este, en cada caso.
Demostró que el texto británico no contenía ninguno de estos requisitos. Dice que se
manda rendir la prueba antes de estar trabado el juicio. Su contestación podría eliminarla.
El plazo igual y único de un mes no debe ser parejo, en todos los casos. No se establece
ante quién se rendirá la prueba, ni si será pública o secreta, ni cuándo la conocerán las
partes. Se ignora en qué condiciones ni por qué medios debe rendírsela. No se dispone
que el testigo preste juramento. No se le compele a declarar sobre su interés en la causa ni
hay tampoco pruebas de tachas. Y, por último, una vez rendida la prueba, solo puede ser
analizada y examinada por los reclamantes. El gobierno reclamado no puede defenderse,
pues hay plazos para unos y no para otros.
En conclusión, expresa: “Llegaríamos a hacer fácil el camino de las reclamaciones, pero
haríamos imposible el camino de la verdad y de la justicia” 477.
El representante chileno no se contentó con las observaciones trascritas precedentemente.
Presentó un contra-proyecto de treinta y un artículos, que fue rechazado por Pakenham y
Lopes Netto. Siguió, en gran parte, las reglas de procedimiento adoptadas por la comisión
mixta anglo-americana, de 1871, y franco-americana, de 1880, que habían sentado
jurisprudencia sobre la materia.
La prueba constituyó la preocupación predominante del juez chileno, pues iba a ser

475
210 Alejandro Soto , op. cit. Pág. 62.
476
211 Alejandro Soto Cárdenas, op. cit. Pág. 64. Acta de la 5a. sesión.
477
212 Alejandro Soto Cárdenas, op. cit. Pág. 67. Ha utilizado el “Resumen de las consideraciones expuestas por el infrascrito
[Aldunate], Árbitro de Chile, en apoyo de sus ideas sobre el procedimiento”. Carpeta de tribunales de don Luis Aldunate.
Una parte de la documentación utilizada en el libro de Soto pertenece al archivo del profesor Guillermo Feliú y la otra estuvo
en poder de Luis Aldunate Eguiguren (nieto de Luis Aldunate Carrera).
fundamental, tanto para el reclamante como para el reclamado.
En vista de lo que ocurrió con su contra-proyecto, presentó sus apreciaciones bajo el título
de “Enmiendas presentadas por el señor Árbitro de Chile al proyecto de Reglamento del
señor Árbitro de Gran Bretaña”. Estas indicaciones se rechazaron, sin que se dieran
razones. En consecuencia, el texto que se adoptó fue el documento íntegro de Pakenham.
En síntesis, el reglamento del tribunal anglo-chileno ofrecía dos oportunidades al
reclamante para presentar sus quejas, mientras la defensa chilena tenía una sola.
10. REACCIONES FRENTE AL REGLAMENTO DEL TRIBUNAL
ANGLO-CHILENO
El 6 de mayo de 1884, el Canciller Aniceto Vergara Albano responde a dos oficios de Luis
Aldunate, relativos al funcionamiento de las comisiones con Gran Bretaña e Italia.
Concuerda plenamente con las reclamaciones del árbitro chileno respecto de la primera.
Sin embargo, considera que gracias a los cambios introducidos en el tribunal ítalo-chileno,
“se han salvado muchas irregularidades y se ha conseguido establecer garantías efectivas
de defensa en el ejercicio de los derechos de Chile” 478.
Declaraciones más expresivas se publicaron en la memoria del Ministerio de Relaciones
Exteriores. Allí se afirma que Pakenham y Lopes Netto, con el afán de actuar con presteza,
no contemplaron en el reglamento las observaciones chilenas.
No obstante que el juez dirimente había obsequiado café brasileño al Presidente de la
República, y este le retribuyó con unos duraznos descocados y pasas de Huasco, Santa
María, en carta privada a Ambrosio Montt, le expresa sin rodeos que el reglamento en
cuestión.
“está calculado para desnudar a Chile y amparar toda temeridad e injusticia.
Inútil fue que Aldunate apurase la lógica y la razón... Lopes Netto, decidiendo, nos pegó en la
cabeza en todo, sin perjuicio de frotarse las manos vendiendo amor a Chile. Nos odia de
corazón este viejo cínico, que sí ama locamente el dinero, no sirve apasionadamente la
justicia... He pensado y pienso todavía lo que se deba hacer. Alguna vez he querido
denunciar al Emperador la conducta de su representante, pero la cosa es tan grave que bien
pudiera venirnos un conflicto más serio, puesto que la contraparte es la Inglaterra” 479.
El mandatario comunicó a su agente en Río de Janeiro que esperará la primera sentencia
negativa para escribir al Emperador, a fin de ponerle en la pista. Y le encargó que ilustrase
a las autoridades brasileñas, mientras tanto, sobre estas anormalidades de su
representante judicial. De este modo, comienza el fin de Lopes Netto en Chile 480.
A pesar de las órdenes de Santa María, Aldunate no se retiró del tribunal, en señal de
respeto a la institución que contribuyó a crear.
El juez dirimente impuso a su gobierno de esta situación. Atribuyó a Chile el propósito de
478
213 MINREL. LIBRO DE RECLAMACIONES (DOCUMENTOS RELATIVOS A LAS COMISIONES MIXTAS). 1883-84.
Oficio, Santiago, 6-5-1884, de Aniceto Vergara Albano, Ministro de RR.EE. de Chile, a Luis Aldunate, Árbitro de Chile en los
tribunales arbitrales.
479
214 Alejandro Soto Cárdenas, op. cit. Pág. 73.
480
215 Jaime Eyzaguirre publica carta, Santiago, 31-7-1884, del Presidente Domingo Santa María a Domingo Gana, Ministro
de Chile en Brasil. BA.Ch.H. Año XXI, Primer semestre de 1954. Nº50. Pág. 146 y ss.
evitar sentencias adversas, mediante un reglamento que dilatase el proceso de las
reclamaciones e impidiese a los afectados defender sus derechos. Acusaba al Presidente de
la República y al árbitro chileno de ser los inspiradores de los artículos de prensa en que se
le atacaba.
Consideraba al gobernante como un hombre “acostumado a mandar a tudos, em tudo”. Al
ex-canciller lo tildaba de individuo “imperioso e brusco”, según escuchó a su sucesor,
Aniceto Vergara Albano481.
La campaña periodística y las instrucciones impartidas al ministro Domingo Gana, en Río
de Janeiro, surtieron su efecto. En la sesión del 14 de junio, el tribunal por unanimidad
modificó el reglamento. Al agente chileno se le otorgó un plazo de treinta días para
responder a las razones finales de los reclamantes. Aldunate recibió con satisfacción
aquella decisión. Sin embargo, consideró que la reforma era incompleta, pues dejaba el
sistema probatorio con todas las demás incorrecciones de fondo. Esperaba que la
experiencia obligase a modificarlo.
11. REGLAMENTO DEL TRIBUNAL ÍTALO-CHILENO
Este reglamento se estimó más equitativo. A la defensa se le otorgaba el derecho a la
dúplica. La recepción de la prueba y la veracidad de los testigos quedaba mejor
establecida.
La opinión pública reaccionó favorablemente.
El tribunal franco-chileno aceptó en su totalidad aquel reglamento. Otro tanto sucedió con
el germano-chileno, que acogió el contra-proyecto que Aldunate había presentado en la
primera de estas comisiones.
En suma, las comisiones mixtas fueron tribunales de derecho. La prueba quedó a la
discreción del tribunal, empero confiriéndole ciertas normas en el reglamento del tribunal
ítalo-chileno para resguardar su seriedad.
Según expresó el juez chileno, “los reglamentos de las Comisiones Mixtas han esquivado el
rigorismo de las fórmulas del enjuiciamiento ordinario y autorizado cierta latitud de acción
en orden a las pruebas, hasta donde esa libertad pueda ser compatible con los preceptos
de una crítica racional y el más seguro descubrimiento de la verdad”482.
12. NÚMERO Y SIGNIFICACIÓN DE LAS RECLAMACIONES QUE
CONOCIERON LAS COMISIONES MIXTAS
Se presentaron 759, correspondientes a los cuatro tribunales. Las más numerosas fueron
las italianas (440), las inglesas (118) y las francesas (89).
En dinero, incluyendo un interés del 6%, el total de ellas alcanzó a 46,498.810,25 de pesos
de 25 peniques. Las inglesas sumaron $23.381.121,38, las italianas $14.394.457,74 y las
francesas $7.164.276,91.
Los reclamantes presentaron generalmente certificados de un comité que se organizó en

481
216 Alejandro Soto Cárdenas, op. cit. Págs. 74 y 75.
482
217 Alejandro Soto Cárdenas, op. cit. Págs. 81 y 82. Trascribe Memorándum del agente chileno ante las comisiones mixtas
internacionales de Santiago.
Lima, en 1880. Esta previsión sorprendió al agente chileno José Eugenio Vergara Galeas.
Observó que aquellos se proveyeron de pruebas pre-constituidas antes de la llegada de las
tropas chilenas a la capital peruana, cuando su obligación habría sido tratar de evitar tales
perjuicios, mediante el traslado por lo menos de sus bienes muebles. Hubo otras
situaciones peculiares que advirtió Vergara.
El gobierno de La Moneda se inquietó y la indignación de Santa María se aprecia en su
correspondencia privada. Acusó a los reclamantes extranjeros de estar protegiendo
intereses peruanos con su nacionalidad.
La defensa chilena quedó a cargo de una comisión presidida por Vergara e integrada por
Adolfo Carrasco Albano, Enrique Cood y Enrique Mac Iver.
Hubo abogados chilenos que alegaron en favor de los reclamantes. Soto Cárdenas señala a
Adolfo Ibáñez, Bernardo Lira, Carlos Llausas y Juan Valdivieso Amor.
13. LAS SENTENCIAS DURANTE LA PRESIDENCIA DE LOPES
NETTO.
Se dictaron treinta y dos sentencias hasta el 2 de febrero de 1885. En esta misma fecha,
aquel comunicó al gobierno de Chile que, a partir de ese día, comenzará a hacer uso de
licencia por motivos de salud483.
Luis Aldunate, en su calidad de árbitro, cada vez que estuvo en desacuerdo con la mayoría,
expresó su disconformidad en “votos especiales”. Alejandro Soto Cárdenas afirma que ellos
estaban mucho mejor fundados que las sentencias a que se referían 484. El chileno emitió
ocho de estos votos.
Las sentencias tampoco agradaron a los reclamantes. El 26 de octubre de 1884, se verificó
en Lima una reunión de unas 300 personas extranjeras.
Se dio lectura a un memorándum de protesta enviado al Canciller británico, en que los
ingleses expresaron su indignación por las sentencias del tribunal anglo-chileno y —entre
otros cargos— su disconformidad con el árbitro brasileño :
“que tiene poco conocimiento del idioma español, y por su edad avanzada y padecimiento
paralítico bien se puede dudar que tenga el vigor mental que requiere esta misión;
igualmente es súbdito de una nación que solamente no es neutral sino el reconocido aliado
de Chile”.
Vergara Albano se dirigió a los representantes diplomáticos chilenos, a fin de informarles
minuciosamente acerca de cómo Chile apreciaba estos hechos. Considera que los autores
de tales reclamaciones deben creer que pueden repartir con Chile las riquezas que la
guerra ha procurado a esta nación. Y estima curioso que, mientras en nuestro país se
expresan aprensiones sobre el criterio y la imparcialidad con que se dictan los fallos,
fuesen los “mismos reclamantes, favorecidos por ellos, los que protestan públicamente

483
218 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE
CHILE. 1885. Oficio, Valparaíso, 7-2-1885, de José Manuel Balmaceda, Ministro encargado del despacho de RR.EE., a
Jovino Novoa, Ministro de Chile en Perú.
484
219 Alejandro Soto Cárdena, op. cit. Pág. 151.
contra tales procedimientos”485.
Santa María, en carta a Domingo Gana, advertía una farsa para confundir el juicio del
Emperador del Brasil:
“Hay ardid en todo esto. Las reclamaciones deducidas —juzgaba el Presidente— son materia
de especulación, no lo dude Ud., para mucha gente que cree hacer un buen negocio con
ellas. No se imagine Ud. que los diplomáticos andan sacudidos de todo polvo y paja. Es de
admirar la violencia que emplean en sus notas y la mancomunidad de intereses que han
formado todos ellos. Creo que no me engaño: hay una sola mano que dirige el pandero” 486.
Todos los dardos iban dirigidos en contra del juez dirimente. El gobierno alemán, que
demoraba la constitución del tribunal que vería los reclamos de sus conciudadanos,
estimaba que Lopes Netto por “su edad avanzada, casado con señora chilena, sometido en
absoluto a la influencia chilena y muy inferior en todo al árbitro chileno don Luis Aldunate,
no ofrecía garantía a sus intereses”487.
En la segunda etapa, se dictaron once sentencias que se referían a reclamos ingleses e
italianos. Solo cuatro condenaron a Chile. Aún así, hubo protestas en Santiago porque se
alegaba que aquellas no tuvieran fundamentos visibles y que el lenguaje era ofensivo.
Además, se establecían principios y acusaciones de hecho que podrían servir de
precedentes negativos respecto de otras reclamaciones.
La prensa se hizo eco de estas manifestaciones. También el Congreso.
El 3 de enero de 1885, el diputado Rafael Berazarte planteó cuatro preguntas al ministro
Correa Albano, que reflejaban el malestar general en contra de los tribunales arbitrales y
del juez brasileño. El canciller eludió entrar al fondo del asunto, y se limitó a expresar que
estos tribunales se esforzarán para actuar con justicia.
Los periódicos informaron que dentro de pocos días se iba a verificar un meeting de
protesta, en contra de Lopes Netto. Esta asamblea no tuvo lugar, pues el gobierno habría
disuadido a sus organizadores. Pero, bajo cuerda, trabajaban el Presidente Santa María y el
ministro Domingo Gana para desembarazarse de este árbitro, que agraviaba a moros y
cristianos.
El Emperador aceptó la renuncia del juez y nombró, en su lugar, a Lafayette Rodrigues
Pereira, Consejero de Estado y Senador vitalicio por el Estado de Minas Geraes. Se trataba
de un perito en jurisprudencia con excelentes antecedentes488.
Una vez en Santiago, se reunieron los tres tribunales arbitrales y eligieron a Rodrigues
Pereira como presidente de cada una de estas comisiones.
En el tribunal ítalo-chileno, en la sesión del 21 de agosto de 1885, se discutió el valor que
debía concederse a las pruebas presentadas respecto de una serie de reclamaciones. A
485
220 MINREL. LIBRO DE RECLAMACIONES (DOCUMENTOS RELATIVOS A LAS COMISIONES MIXTAS). 1883-84.
Santiago, 31-X-1884, de Aniceto Vergara Albano a los agentes diplomáticos de Chile en el exterior.
486
221 Alejandro Soto Cárdenas, op. cit. Pág.160.
487
222 Alejandro Soto Cárdenas, op. cit. Pág. 162.
488
223 MINREL. LEGACIÓN DE PERÚ. CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR. EE. DE CHILE. 1885.
Oficio circular, Santiago, 28-5-1885, de Aniceto Vergara Albano, Ministro de RR.EE. de Chile, a Jovino Novoa, Ministro de
Chile en Perú.
juicio del procurador, José Eugenio Vergara, el agente italiano presentó pruebas relativas a
los saqueos en Tacna y Arica, que no se avenían con lo acordado en el reglamento. Solicitó
que en trece casos fuesen declaradas nulas y que no podían revalidarse si no se
conformaban con el reglamento. Para ello, el tribunal establecería un plazo probatorio
suficiente y Chile podría presentar prueba testimonial ante un funcionario nombrado por el
tribunal.
Rodrigues Pereira presentó una proposición que la comisión aprobó.
Según aquella, se considerarían inválidos los testimonios producidos irregularmente en
juicio. Ello no impediría que puedan tomarse o no en consideración esos documentos así
como el valor que puedan tener; que siendo la capacidad intelectual y la honorabilidad del
declarante las bases en que reposa la validez de su testimonio, podría considerarse que las
declaraciones testimoniales a que se refieren son simples declaraciones de un particular.
Éstas tendrían o no fuerza moral para influir en el ánimo del tribunal, según sean las
condiciones de capacidad, honorabilidad, etc., de la persona que la presta. Con los votos
de Rodrigues Pereira y Aldunate, se acordó proveer las solicitudes en discusión y se
declaró no ha lugar a lo solicitado en ellas.
El árbitro italiano declaró que el tribunal debía limitarse a desechar las peticiones de
Vergara489.
Dicha decisión del tribunal significó, además, que este podía apoyarse en declaraciones
que no siendo reglamentarias, produjeran convencimiento moral, conforme al artículo 4º
de la convención, “pues estos tribunales no eran de estricta ley”. Este acuerdo habría de
tener importancia en los hechos que se produjeran después.
El 26 de agosto, el tribunal ítalo-chileno modificó el artículo 11 de su reglamento; el anglo-
chileno alteró el artículo 12, e igual cambio se produjo en el franco-chileno. En
consecuencia, después de verificada la dúplica, la comisión queda facultada para
sentenciar u ordenar nuevas indagaciones.
Puede convocar a una audiencia si lo juzga necesario para que se escuchen las alegaciones
verbales de las partes, una vez recogidas estas nuevas pruebas.
Se trata de otorgar un mismo término prudencial a ellas, de modo que tengan la facultad
de alegar por escrito sobre cualquiera de los puntos de hecho o de derecho que se
diluciden en la reclamación.
14. LAS SENTENCIAS DURANTE LA PRESIDENCIA DE RODRIGUES
PEREIRA
Hubo dos grupos de sentencias.
El primero comprendía a aquellas que originaron las protestas extranjeras, que dieron
motivo a que sus representantes se retiraran de las comisiones mixtas. El resultado fue que
se produjo una prolongada suspensión de sus sesiones.
El tribunal ítalo-chileno dictó once sentencias, y en ellas se rechazaron todas las
reclamaciones. En dos casos Chile fue absuelto por unanimidad.
489
224 Alejandro Soto Cárdenas, op. cit. Pág. 195. Acta de la 37ª sesión.
Se observó, pues, la diferencia de criterio entre Lopes Netto y Rodrigues Pereira.
El agente italiano Roberto Magliano presentó una reclamación escrita a la comisión mixta,
redactada en lenguaje un tanto intemperante. Alegó que se estaba dando un “bill de
inmunidad” a Chile por la manera en que había llevado a cabo la guerra. Sostuvo que el
origen de los desmanes que atribuía a las fuerzas chilenas se debía a que esta nación
reclutó a la ligera a sus soldados, pues carecía de servicio militar obligatorio. Así como se
había logrado la salida de Lopes Netto, ahora —dijo— se trataría de alejar a los árbitros
europeos490.
Estas sentencias se adecuaban a las convenciones suscritas con los gobiernos de Italia,
Francia y Gran Bretaña, y en ellas se aplicaron los principios del derecho internacional. Se
produjo, en ese momento, un pequeño incidente entre el secretario chileno de la citada
comisión mixta y el árbitro italiano, Silvio Carcano, que los otros dos jueces procuraron
reparar, pues carecía de importancia. Empero, Carcano pidió una suspensión por ocho días
del tribunal, ya que necesitaba instrucciones de Roma.
Los jueces europeos se valieron de esta circunstancia para provocar la suspensión de los
tribunales. Los agentes respectivos reclamaron al canciller, Aníbal Zañartu, por la
interpretación restrictiva que, bajo la presidencia de Rodrigues Pereira, dieron los
tribunales al artículo 4º de las respectivas convenciones 491. Carcano alegó que se había
producido una innovación inesperada, en contradicción con las teorías sancionadas y
aplicadas por el mismo tribunal, bajo la presidencia de Lopes Netto. A su vez, el agente
británico concluía su nota afirmando que el tribunal anglo-chileno dejaría de funcionar
hasta que estas cuestiones fuesen definidas 492. Lo que buscaban era una mayor liberalidad
en la estimación de las pruebas, a fin de proteger a sus compatriotas.
Zañartu respondió que los gobiernos carecían de competencia para corregir la
interpretación que un tribunal arbitral pueda dar a las convenciones, en la aplicación de
cualquiera de sus artículos. Proceder, así, sería una irregularidad. Agregó que Chile no está
por encima de los tribunales arbitrales, como juez superior 493.
El gobierno brasileño, por su parte, se quejó ante los de Italia, Francia e Inglaterra de estos
procedimientos y les pidió que manifestasen cuáles eran sus intenciones 494.
Los árbitros europeos, como fracasasen en sus empeños, dejaron de concurrir a las
comisiones. El tribunal germano-chileno se debía constituir el 25 de septiembre, mas el
representante alemán —el barón Schenk— se excusó de asistir, por razones de salud.
490
225 Alejandro Soto Cárdenas, op. cit. Pág. 200.
491
226 Conforme al artículo IV se establecía que cada una de las comisiones debía dar acogida a los “medios probatorios o de
investigación que, según el criterio y recto discernimiento de sus miembros fuesen conducentes al mejor esclarecimiento de
los hechos controvertidos, y especialmente a la calificación del estado o carácter neutral del reclamante”.
492
227 A.H. de RR.EE. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE
CHILE. 1885. Oficio circular, Santiago, 16-X-1885, de Aníbal Zañartu, Ministro de RR.EE. de Chile, a Jovino Novoa, Ministro
de Chile en Perú. Trascribe notas intercambiadas con Ministros de Francia, Italia y Gran Bretaña.
493
228 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE
CHILE. 1885. Nota, Santiago, 15-X-1885, de Aníbal Zañartu, Ministro de RR.EE. de Chile, a Silvio Carcano, Ministro de
Italia en Chile.
494
229 MINREL. OFICIOS ENVIADOS POR EL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE A LOS DIPLOMATICOS DE CHILE. 1885-
86. Oficio, Santiago, 19-2-1886, de Aníbal Zañartu, Ministro de RR.EE. de Chile, a los Ministros de Chile en Francia,
Alemania e Italia.
Enseguida, expresó a Lafayette Rodrigues Pereira que antes que entrara a operar, sería
necesario hacer modificaciones relativas a la prueba. El juez brasileño y el chileno le
insistieron inútilmente que para considerar sus proposiciones era indispensable establecer
primero el tribunal.
Aldunate renunció a su cargo. Se acercaba la elección presidencial y él era uno de los
aspirantes. Fue designado, en su lugar, Belisario Prats.
La Cancillería chilena instruyó a sus representantes en el Viejo Mundo para que
representaran la conducta de los agentes europeos en la comisiones mixtas, y obtuvieran
la reanudación de las sesiones495.
Estas gestiones no encontraron buena acogida. Los gobiernos de Francia, Gran Bretaña e
Italia veían con preocupación el criterio jurídico que aplicaba Rodrigues Pereira, que
perjudicaba las pretensiones de sus compatriotas.
El pandero lo llevaba Francia. Empero, esta posición se ablandó, gracias a la del Imperio
Alemán.
Guillermo Matta informó a Zañartu que Alemania deseaba mantener su tradicional amistad
con Chile. A cambio de una equitativa benevolencia en favor de los reclamantes germanos,
el Subsecretario conde Herbert de Bismarck se comprometió a instruir enérgicamente al
baron Schenk —a quien le pondrá “los puntos sobre las íes”— a fin de que no se asocie a
ninguna acción colectiva en contra de Chile496.
Sin embargo, la instalación de la comisión mixta alemana demoró algunos meses todavía,
pues hubo que retirar al intransigente Schenk y acreditar al barón Seldeneck, el 28 de julio
de 1886. Se llegó a una fórmula de arreglo que propuso Chile. Los agentes de ambas
naciones efectuarían un estudio de los reclamos alemanes, clasificando los que
consideraban aceptables o dignos de transacción, de los que estimaban dudosos. Los
primeros debían ser fallados por el tribunal, y los segundos desecharse por carecer de
fundamento.
La política alemana abrió el camino para que los tribunales franco-ítaloanglo-chilenos
prorrogasen por seis meses sus funciones. En una reunión con los británicos, se llegó a un
acuerdo según el cual la comisión estimó que sus facultades para apreciar la prueba son
las mismas que tienen los jurados ingleses en materia criminal.
Este acuerdo constituyó un éxito para La Moneda, pues los europeos no consiguieron que
se adoptara un protocolo que aclarase el sentido de los artículos IV y VI de las
convenciones. La posición chilena era contraria a este protocolo, porque las comisiones
mixtas debían obrar con entera independencia de los gobiernos 497. El Presidente Santa
María juzga que la cuestión es grave, ya que existen precedentes de que las naciones
europeas atropellan el derecho de las repúblicas latinoamericanas cuando así conviene a
495
230 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE
CHILE. 1885. Oficio, Santiago, 16-X-1885, de Aníbal Zañartu, Ministro de RR.EE. de Chile, a los Ministros de Chile en
Francia, Gran Bretaña, Alemania e Italia.
496
231 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE
CHILE. 1885. Oficios Nº182 y s/n, Berlín, 30-9-1885 y 3-X-1885, respectivamente, de Guillermo Matta, Ministro de Chile en
Alemania, a Aníbal Zañartu, Ministro de RR.EE. de Chile.
497
232 Alejandro Soto Cárdenas, op. cit. Pág.14. Alejandro Soto Cárdenas, op. cit. Pág. 38.
sus intereses.
A pesar de los esfuerzos del ministro Alberto Blest Gana en París, la comisión franco-
chilena no volvió a reunirse. La ítalo-chilena comenzó a sesionar de nuevo el 5 de
septiembre 1887.
En el segundo grupo de sentencias integrado por 31 reclamaciones, el árbitro británico
solo estuvo en desacuerdo con la mayoría del tribunal en ocho casos.
Cuando las comisiones empezaron a reanudar su trabajo, Rodrigues Pereira presentó su
renuncia, el 15 de octubre de 1886. Sus motivos eran de carácter familiar y de salud. “El
clima de Chile —expresó al barón de Cotegipepor ser sumamente frío y sujeto a
variaciones rápidas, es muy perjudicial a mi organismo”.
15. EL TÉRMINO DE LAS COMISIONES MIXTAS
INTERNACIONALES.
El barón Aguiar d’Andrada sucedió a Rodrigues Pereira. Representó al Imperio en Chile,
entre 1866 y 1873, y dejó un gratísimo recuerdo de amistad.
Asumió su nuevo cargo el 8 de junio de 1887.
Durante su presidencia, se continuaron aplicando los mismos principios que en tiempos de
su predecesor inmediato. Al término de su labor, se suscribieron protocolos que pusieron
fin a las reclamaciones que no alcanzaron a ser falladas.
El resultado de estos tribunales fue ampliamente favorable para el gobierno chileno. Al
inicio de ellos, se le cobraban 46.498.810 de pesos de 25d., incluido los intereses.
Finalmente, se pagaron 1.680.562.11, o sea, el 3,6% de la suma inicial. Aquel porcentaje se
avenía con el de Estados Unidos en su diferendo con el Reino Unido.
Hay una conclusión —históricamente la más significativa— que también se puede deducir
de dicho resultado. Hubo exageración en los cargos de vandalismo que se imputaron a
Chile por la manera de conducir la guerra. La historiografía extranjera —particularmente
peruana— puso mucho énfasis en estas acusaciones, que cotejadas con lo establecido en
los tribunales arbitrales nos parecen exageradas.
CAPÍTULO III
LA DEUDA EXTERNA PERUANA
1. INSURGENCIA DE CÁCERES Y EL FIN DE IGLESIAS
2. DEMARCACIÓN DEL DEPARTAMENTO DE TACNA
3. TACNA Y ARICA
4. LA REPATRIACIÓN DE LOS RESTOS DE GRAU
5. PRIMERA PIEDRA DEL MONUMENTO AL LIBERTADOR SAN MARTÍN, EN LIMA
6. REVOLUCIÓN EN CHILE
7. LA DEUDA ANGLO-PERUANA
8. MISIÓN DE AUGUSTO MATTE EN LIMA
9. RECLAMACIONES PECUNIARIAS FRANCESAS

1. INSURGENCIA DE CÁCERES Y EL FIN DE IGLESIAS


Iglesias intentó encabezar una administración de progreso y unidad.
Restauró la Biblioteca Nacional, bajo la dirección del célebre perúanista Ricardo Palma.
Recuérdese que esta fue despojada de valiosas colecciones durante la ocupación chilena,
como lo reconoció el Presidente Santa María, quien devolvió cajones con los libros que
logró encontrar498. El general se interesó también por el renacimiento de la Universidad y
del Colegio de Guadalupe, entre otras medidas de adelanto espiritual. Sin embargo, le
resultó imposible reunir a su alrededor a civilistas, piérolistas y caceristas, que unificados
entorno de sí traerían tranquilidad a la exangüe república. Como no lo logró, aplicó mano
dura. Así nació el segundo militarismo, al decir de Basadre 499.
El general Cáceres regresa a la escena política, de la que nunca estuvo ausente, por lo
demás, y se propone derribar al hombre del grito de Montán.
Le rodea la aureola de los éxitos que cosecharon sus montoneros en las luchas con el
ejército chileno. Sus seguidores forman el partido constitucional, con el fin de restablecer
la carta de 1860 y llevarle a la Presidencia de la República.
Muy a su pesar, reconoció el Tratado de Ancón, “pero se mantuvo en armas contra
Iglesias”500.
El secretario de Patricio Lynch se reúne con Cáceres, y soslaya maliciosamente a Novoa,
que representa la vía diplomática. A raíz de ello, conversa también con Ignacio de Osma,
ministro de Iglesias. Los fines que persigue el héroe de la Breña están expresados en una
carta que su canciller, Francisco Flores Chinarro, dirige a Osma. Allí solicita que el Jefe de
Estado dimita; que se llame a nuevas elecciones de Presidente y vice-Presidentes, y que se
elija una asamblea constituyente. El general está dispuesto a salvar a la nación y reclama
que las fuerzas chilenas abandonen Perú, pues encarnan un “manifiesto protectorado” 501.
498
1 INSTITUTO NACIONAL DE CULTURA. Revista del Archivo General de la Nación. Tomo 1. Lima. 1972. Ricardo Palma
acusa recibo de 12 cajones con libros enviados desde Chile.
499
2 Jorge Basadre: “Historia de la República del Perú. 1822-1933” 7ª edición. Editorial Universitaria. Lima. 1983. Tomo VII.
Pág. 1.
500
3 Jorge Basadre, op. cit. Tomo VII. Pág. 6.
501
4 MINREL. MISION NOVOA. CORRESPONDENCIA. Carta, Huancayo, 19-6-1884, del General Andrés A. Cáceres a
Ignacio de Osma, en Lima.
Empero, es necesario precisar que ya el Presidente Santa María había dispuesto su regreso
a Chile y, efectivamente, el 4 de agosto de 1884 el almirante Lynch se embarcó rumbo al
sur con lo que quedaba de ellas502.
Flores Chinarro, que se denomina ministro de relaciones exteriores, desde Tarma comunica
a Jovino Novoa que Cáceres ha formado en Huancayo un nuevo gobierno. Un mes
después, sus partidarios casi penetran en el palacio de Pizarro, pero son rechazados por
Iglesias. Ha estallado la guerra civil. Flores Chinarro solicita a Novoa que Chile reconozca al
gobierno de Cáceres en su carácter de beligerante, conforme al derecho internacional 503.
“Naturalmente —informa nuestro agente a Santiago— dicha circular no tendrá
contestación alguna”504.
El 29 de noviembre de 1885, Cáceres está a las puertas de Lima. El cuerpo diplomático
ofrece sus buenos oficios, en vista de la posibilidad de un combate sangriento en la capital.
Se encarga a los ministros Villegas, Braun y Gubernatis, de Argentina, Bolivia e Italia,
respectivamente, que entreguen este acuerdo a Flores Chinarro 505.
Cáceres ingresa a Lima y dialoga con los diplomáticos extranjeros. El objeto de la reunión
es alcanzar un avenimiento que finalice la contienda. En representación de sus colegas,
Novoa conversa con Iglesias. Este le comunica que se encuentra listo para hallar una
solución. Mas, sobre la base de que ambos militares renuncien el poder que ejercen y que
una tercera entidad convoque a elecciones de las nuevas autoridades. Los colegas del
ministro chileno dieron su apoyo a esta fórmula, mientras Cáceres, por su parte, la aceptó.
Según él, guardaba conformidad con los planteamientos que venía haciendo desde tiempo
atrás506.
Los comisionados de ambos militares se encontraron con el cuerpo diplomático, en casa
del agente español. Se dejó constancia de la renuncia de Iglesias y Cáceres, y se acordó
restablecer la vigencia de la Constitución de 1860. Hubo acuerdo para celebrar elecciones
al tercer día de creada la entidad previamente convenida. La presidencia del Consejo de
Ministros y el cargo de canciller recayeron en el distinguido abogado y político Antonio
Arenas, el mismo que participó en las conferencias de Arica 507. Su primera nota a Novoa
fue darle a conocer oficialmente la constitución del gobierno temporal y su empeño por
mantener las mejores relaciones con el de Chile508.
Los civilistas, que representaban a los sectores más pudientes de la sociedad limeña, se
502
5 Mario Barros: “Historia Diplomática de Chile. 1541-1938”. Editorial Ariel. Barcelona. 1970. Pág. 437.
503
6 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1885. Nota, Tarma, 15-9-1885, de Francisco Flores Chinarro, Ministro de
RR.EE del Gobierno del General Cáceres, a Jovino Novoa, Ministro de Chile en Perú.
504
7 MINREL LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1885. Oficio Nº544, Lima, 1-10-1885, de Jovino Novoa, Ministro de Chile en
Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
505
8 MINREL. LEGACION DE CHILE EN PERÚ. 1885. Lima, 29-XI-1885, reunión del cuerpo diplomático residente.
506
9 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1885. Acuerdo Nº4, Lima, 2-12-1885, adoptado por el cuerpo diplomático
residente.
507
10 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1885. Acuerdo Nº5, Lima, 2-12-1885, adoptado por el cuerpo diplomático
residente.
508
11 MINREL. LEGACION DE CHILE CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR. EE. DE PERÚ. 1883-86.
Nota Nº50, Lima, 4-12-1885, de Antonio Arenas, Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de RR.EE. de Perú, a
Jovino Novoa, Ministro de Chile.
unieron a los constitucionalistas para apoyar a la nueva administración.
Cáceres, sin opositores en los comicios, triunfó con una gran mayoría de votos. Piérola y
sus seguidores se abstuvieron de participar, antes que juntarse con el partido civil 509. Desde
ese momento, se empeñan en dividir a los sectores que apoyan a Cáceres.
2. DEMARCACIÓN DEL DEPARTAMENTO DE TACNA
Como consecuencia del canje de ratificaciones del Pacto de Ancón, por decreto de 21 de
mayo de 1884, el gobierno chileno organizó los servicios públicos y normalizó las
condiciones en Tacna y Arica, anteriormente sujetos a las autoridades militares. En virtud
de la ley de 31 de octubre del mismo año, se les consideró como una provincia del
territorio nacional, con el nombre de Tacna y con los límites que indica el Tratado de Paz y
Amistad. A su vez, fue dividida en dos departamentos —Tacna y Arica— y ocho
subdelegaciones, entre ellas Tarata y Sama510.
Conforme al artículo III de aquel tratado, “el territorio de las provincias de Tacna y Arica,
que limita por el norte, con el río Sama, desde su nacimiento en las cordilleras limítrofes con
Bolivia hasta su desembocadura en el mar... continuará poseído por Chile, y sujeto a la
legislación y autoridades chilenas...”.
Según se entendía en Santiago, Tarata quedaba al sur de la línea del Sama, o sea, formaba
parte de los territorios sujetos al plebiscito.
Es menester recordar que en la redacción de este artículo, el Ministro Aldunate consultó al
Presidente Santa María511, pues se presentó una confusión de carácter administrativo, entre
la legislación peruana y la chilena.
Con motivo de la división administrativa referida, el canciller García Urrutia pasó una nota a
Novoa, el 16 de febrero de 1885512. En ella reclama que se hayan incorporado distritos que
no estaban comprendidos en las provincias de Tacna y Arica, en el momento en que se
firmó la paz. Según García Urrutia, Tacna y Arica formaban una sola provincia, y Tarata otra
distinta, que el artículo III no mencionaba. Los peruanos sostenían que se incurría en un
error al tomar como origen del río Sama el de Tarata, que solo es uno de sus afluentes 513.
Asimismo protesta porque las autoridades chilenas gravan con contribuciones municipales
a los habitantes de ciertos pueblos de la provincia de Tarata.
El Comercio, al analizar esta medida, la impugna y critica a Chile 514. Aparte de razones
jurídico-geográficas, El Bien Público aduce que perjudica la exportación de los alcoholes y

509
12 Frederick B. Pike: “Modern History of Perú”. Frederick A. Praeger, Publishers. New York-Washington. 1967. Pág. 152.
510
13 MINREL. INFORMES DEL ASESOR DEL MINISTERIO DE RR.EE., LUIS ARTEAGA. 1912-27. Circular S/Nº, Santiago,
20-12-1921, del Ministro de RR.EE a las misiones de Chile en el exterior.
511
14 Gonzalo Bulnes: “Guerra del Pacífico”. Editorial del Pacífico S.A. 1955. Vol. III. Transcibe intercambio telegráfico entre el
Presidente Santa María y el Ministro Aldunate. Págs. 276 y 277.
512
15 MINREL LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. CORRESPONDENCIA CON EL MINISTERIO DE RR.EE. DE PERÚ. 1883-
86. Nota Nº6, Lima, 16-2-1885, de B. García Urrutia, Ministro de RR.EE. de Perú, a Jovino Novoa, Ministro de Chile en
Perú.
513
16 MINREL. GOBIERNO Y AGENTES DIPLOMÁTICOS DE PERÚ EN CHILE. 1887-89. Nota, Santiago, 5-3-1887, de
Carlos M. Elías, Ministro de Perú en Chile, al Ministro de RR.EE. de Chile.
514
17 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1886. Oficio Nº677, Lima, 27-2-1886, de Jovino Novoa, Ministro de Chile en
Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile. Reproduce artículo de “El Comercio”, de Lima.
azúcares que se producen en el valle de Sama, cuyo destino último es Bolivia. Cerrada la
vía de Tarata, se tendrá que recurrir a una más larga y costosa, a fin de eludir los impuestos
que cobra Chile al atravesar el territorio a que se refiere el artículo III 515.
Para entender mejor la cuestión, es preciso recordar que la ruta entre Tacna y Bolivia
pasaba por Tarata. O sea, el Estado que controlase este punto tendría un acceso expedito
en su comercio con el Altiplano. Indudablemente, lo que a Chile le interesaba era este
último punto516. Además, aquel villorrio poseía, además, un valor estratégico. El valle de
Tacna no podría ser invadido por un ejército enemigo si una división chilena ocupaba
Tarata.
En respuesta, Novoa expresó que las subdelegaciones creadas se hallaban dentro de la
jurisdicción asignada a Chile. El Pacto de Ancón consideraba al río Sama como el límite
norte de tales territorios. Como una demostración del espíritu que inspiraba a La Moneda,
propuso que una comisión binacional de peritos se abocase a resolver la cuestión 517.
El ministro de relaciones exteriores peruano descartó este ofrecimiento.
El límite consignado en el artículo III carecía de exactitud. Dio como razón para no aceptar
la comisión sugerida, que podría evacuar un informe que careciese de uniformidad.
Insistió, además, en que Perú solo cedió transitoriamente Tacna y Arica, y que Tarata
estaba excluido de la estipulación anterior 518.
El agente peruano en Santiago, Carlos M. Elías reiteró esta misma posición 519.
En 1889, el representante chileno en Lima sugirió que el problema se considerase en el
momento en que se resolviese la cuestión principal, esto es, la del plebiscito 520. Ella se
mantuvo en la agenda, hasta que el Laudo Arbitral del Presidente de Estados Unidos, en
1925, dio satisfacción a Perú e instruyó a Chile para que devolviese Tarata, antes del
plebiscito.
En la misma época que se originó este diferendo, el Diario Oficial de Perú, del 14 de
octubre de 1886, publicó el texto de una ley que facultó al poder ejecutivo para nombrar
prefecto del departamento de Tacna y subprefecto y jueces de primera instancia para las
provincias de Tacna y Tarata521.
Esta ley causó inquietud en Santiago. El canciller Joaquín Godoy, del recién instalado
515
18 MINREL. LEGACION DE CHILE EN PERÚ. 1886. Oficio Nº636, Lima, 15-1-1886, de Jovino Novoa, Ministro de Chile en
Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile. Reproduce artículo de “El Bien Público”, de Lima.
516
19 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1889. Oficio Nº89, Lima, 6-6-1889, de Benicio Álamos, Ministro de Chile en
Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
517
20 MINREL. OFICIOS DIRIGIDOS POR LA LEGACIÓN DE CHILE AL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE Y A DIVERSAS
AUTORIDADES. 1885-86. Nota Nº693, Lima, 17-3-1886, de Jovino Novoa, Ministro de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE.
de Perú.
518
21 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. CORRESPONDENCIA CON EL MINISTRO DE RR. EE. DE PERÚ. 1883-
86. Nota Nº30, Lima, 3-4-1886, de Antonio Arenas, Ministro de RR.EE. de Perú, a Jovino Novoa, Ministro de Chile en Perú.
519
22 MINREL. GOBIERNO Y LEGACIÓN DE PERÚ. 1890-92. Nota, Santiago, 1-10-1890, de Carlos M. Elías, Ministro de
Perú en Chile, a José Tocornal, Ministro de RR.EE. de Chile.
520
23 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1889. Oficio Nº89, Lima, 6-6-1889, de Benicio Álamos, Ministro de Chile en
Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
521
24 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1886. Oficio Nº58, Lima, 29-X-1886, de Benicio Álamos, Ministro de Chile
en Perú, a Ramón Ribeyro, Ministro de RR.EE. de Perú.
gobierno del Presidente Balmaceda, instruyó a Benicio Álamos para que aclarase el efecto
de tal legislación, porque aparentemente podría menoscabar el Tratado de Paz y Amistad.
Mas el ministro de Relaciones Exteriores, Ramón Ribeyro, declaró que dicha ley solo busca:
“regularizar la situación administrativa y judicial de la parte del departamento de Tacna que
no está comprendido en la posesión que tiene Chile, por diez años, de cierta porción de ese
territorio que la República de Chile ocupa por el plazo y con la extensión que se determina
en el artículo III del Tratado de Paz, ya recordado, de 20 de octubre de 1883” 522.
Esta nota tranquilizó a los espíritus en Santiago y se dio por terminado el asunto.
3. TACNA Y ARICA
En 1885, el Presidente Santa María —como sabemos— planteó al ministro peruano en
Santiago, Carlos M. Elías, la cesión inmediata de esos territorios, a cambio de aumentar el
rescate de 10.000.000 de pesos contemplado en el Tratado de Paz y Amistad, de 1883 523.
Este ofrecimiento tuvo lugar en circunstancias económicas y financieras
extraordinariamente difíciles para Perú, pues aparte de los desastres de la guerra,
enfrentaba el insistente apremio de los tenedores de bonos de su deuda externa.
Aquella gestión se llevó a cabo verbalmente y no existen antecedentes escritos. Sin
embargo, Elías habría dicho, en carta a amigos suyos, que varias veces trató de esta
materia con el gobernante y luego con Balmaceda, su sucesor. El primero habría expresado
a Aniceto Arce, ministro boliviano en Santiago, que su propósito era transferir esa
provincia a su patria. Balmaceda contradijo la política de Santa María. Deseaba retener
esos territorios524, dado su valor estratégico.
En julio de 1886, nuestro agente en Lima, Benicio Álamos, se acercó al Presidente Cáceres
para lograr un arreglo directo mediante una fuerte indemnización pecuniaria, que Chile
entregaría por la cesión definitiva de aquellos 525. Cáceres prestó oídos sordos a este
avance.
El 4 de diciembre, el agente chileno comenta a La Moneda que, tanto en la tribuna como
en la prensa, Bolivia expone activamente su deseo de obtener a toda costa Tacna y Arica,
lo que inspira el repudio de la opinión pública peruana 526.
El 12 de diciembre, Benicio Álamos escucha al Ministro peruano rechazar de plano la
pretensión de aquella república, la que —agrega— no tiene precedentes ni títulos de
ninguna especie para reclamar Tacna y Arica. Enseguida le pregunta al plenipotenciario
cuál sería la opinión de su gobierno, quien responde sibilinamente que carece de
instrucciones y que lo más probable es que no exista una idea definida, “fuera del
cumplimiento religioso del Pacto de Ancón”... Olvidó, pues, sus deliberaciones con Cáceres.
522
25 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. Nota, Lima, 30-X-1886, de Ramón Ribeyro, Ministro de RR.EE. de Perú, a
Benicio Álamos, Ministro de Chile en Perú.
523
26 MINREL. INFORMES DEL ASESOR DEL MINISTERIO DE RR. EE. DE CHILE, 1919-27. Tratados, protocolos,
negociaciones y misiones confidenciales. Chile y Perú.
524
27 Javier Vial Solar: “Páginas diplomáticas”. Imprenta, Litografía y Encuadernación Barcelona. Santiago. 1900. Pág. 116 y
ss.
525
28 MINREL. INFORMES DEL ASESOR DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE, 1919-27.
526
29 Alejandro Álvarez: “ Resumen histórico de las negociaciones diplomáticas entre Chile y el Perú sobre celebración del
plebiscito relativo a Tacna y Arica”, conocido como el Libro rojo. Mecanografiado, 1905.
El canciller argumenta entonces que es conveniente ponerse de acuerdo acerca de las
condiciones del plebiscito, con el propósito de que esta cuestión se resuelva antes de que
llegue el momento de proceder a la consulta electoral. Álamos eludió la respuesta, en vista
del “mucho tiempo que aún faltaba para que se llevara a efecto la operación plebiscitaria”.
Conforme a este secretario de Estado, la posición de Perú no responde a un sentimiento
“de odio” hacia Bolivia, sino más a un clamor de la opinión pública que reclama el
reintegro de Tacna y Arica. También señala que si pasasen al dominio de esa nación, el
efecto sería ruinoso para la vía de Mollendo, puerto desde donde se abastece el comercio
del Altiplano, así como para el sur de Perú.
4. REPATRIACIÓN DE LOS RESTOS DE GRAU
Once años después del combate naval de Angamos regresaron a su patria los restos del
almirante Miguel Grau, que reposaban en Santiago en la cripta de su cuñado, el Almirante
Oscar Viel, así como el de los de varios oficiales, soldados y marinos peruanos que
murieron durante la Guerra del Pacífico527. El 11 de julio de 1890, el trasporte Santa Rosa de
Lima y el crucero Lima, acompañados por el crucero chileno Esmeralda, atracaron en El
Callao.
Antes se trasladó al sur una comisión peruana para cumplir esta tarea.
En el momento de la entrega en Santiago, se rindieron honores a Grau y a sus
compañeros, en presencia del Presidente José Manuel Balmaceda y de sus ministros de
Estado. Al llegar el convoy a Valparaíso, la Esmeralda disparó un cañonazo y cada cinco
minutos otro, hasta que las urnas fueron depositadas en los buques peruanos. Viajó con
ellos una comisión oficial, que presidió el Obispo de la Serena, Monseñor Florencio
Fontecilla528.
La comisión designada por el gobierno peruano los recibió el día 15. El 16 hubo un servicio
fúnebre en la iglesia de La Merced, en presencia del Presidente de la República, del cuerpo
diplomático, funcionarios de gobierno, la delegación chilena y de muchas otras
personalidades. Los días 15 y 16 de julio fueron declarados días de duelo nacional.
Benicio Álamos concluye que estos actos han ayudado a “robustecer la simpatía que
comienza a nacer en uno y otro país y que están destinados a borrar odios y pasiones que
engendra la guerra”529. Una apreciación laudable, aunque más que prematura.
5. PRIMERA PIEDRA DEL MONUMENTO AL LIBERTADOR SAN
MARTÍN, EN LIMA
El 28 de julio de 1890, con motivo de conmemorarse el día nacional, se colocó en Lima la
primera piedra de un monumento en memoria del Libertador José de San Martín. Este
ilustre argentino ha sido y es una figura reverenciada en Perú por su rol inicial en la obra
de la emancipación nacional, que luego concluyeran Bolívar y Sucre.
527
30 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1889. Oficio Nº89, Lima, 12-7-1890, de Benicio Álamos, Ministro de Chile
en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile. Álamos menciona entre los restos los del Coronel Francisco Bolognesi. Sin
embargo, Basadre los omite.
528
31 Jorge Basadre, op. cit. Tomo VII. Págs. 192 a 194.
529
32 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1889. Oficio Nº89, Lima, 12-7-1890, de Benicio Álamos, Ministro de Chile
en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
En esta oportunidad, el director de la Biblioteca Nacional, el famoso escritor y poeta
Ricardo Palma, leyó unos versos. En ellos, acusó a Chile de haber provocado en América la
guerra fratricida de Caín y Abel.
A la ceremonia concurrieron el Presidente de la República, los miembros del gabinete, el
cuerpo diplomático y numerosas personalidades.
Asistió por cierto Benicio Álamos. Después hubo una recepción en el palacio de Pizarro.
Allí, el Jefe del Estado y otras personalidades expresaron al diplomático el desagrado que
le causaron aquellos inesperados versos. Se empeñaron en asegurarle, también, que esta
intervención carecía de carácter oficial (no obstante la función pública que desempeñaba
el célebre perúanista) y que ya se solicitó a la prensa que no publicase aquellas estrofas 530.
Aún así, Álamos envió una nota al ministro de relaciones exteriores, Manuel Irigoyen, quien
—en su respuesta— le reiteró el carácter no oficial de este discurso y le expresó:
“Séame permitido agregar que el Perú reconoce siempre que la expedición libertadora
enviada por Chile y capitaneada por el General San Martín, inició eficazmente la
independencia peruana y contribuyó a evitar que se prolongase indefinidamente la guerra
entre las antiguas colonias y la Madre Patria”531.
6. REVOLUCIÓN EN CHILE
No nos detendremos a analizar las causas de la revolución que derrocó al Presidente
Balmaceda, pues no corresponde a la naturaleza de esta obra.
Sí recordaremos que, el 1 de enero de 1891, un grupo numeroso de senadores y diputados
suscribió la llamada Acta del Congreso Nacional. En ella se buscó demostrar que el
mandatario violó el orden constitucional y, por consiguiente, se hallaba imposibilitado para
continuar ejerciendo sus funciones.
Asimismo se designó al capitán de navío Jorge Montt para que “coadyuve a la acción del
Congreso a fin de restablecer el imperio de la Constitución”.
Desde el momento en que se observó que el ejército no se plegaría a este movimiento, la
escuadra se sublevó con Montt a la cabeza, el 6 de enero, y zarpó rumbo al norte. A partir
de ese hecho, Balmaceda asume la totalidad del poder. Así se interrumpieron más de cinco
décadas de normalidad constitucional, que distinguieron a la vida política chilena.
El ministro Álamos recibió en Lima un telegrama de La Moneda donde se le comunicaron
estos hechos. Inmediatamente se acercó al Presidente de la República, coronel Remigio
Morales Bermúdez, y a su ministro de relaciones exteriores, Alberto Elmore. Ambos le
expresaron que el gobierno guardará la más completa neutralidad, de acuerdo con la
Constitución y los principios del derecho internacional. La prensa limeña comentó
extensamente lo ocurrido y deploró la interrupción del orden constitucional 532.
Algunas semanas después, al mando del coronel Arrate, desembarcan en territorio

530
33 MINREL. LEGACION DE CHILE EN PERÚ. 1889. Oficio Nº101, Lima, 30-7-1890, de Benicio Álamos, Ministro de Chile
en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
531
34 MINREL. Oficio Nº101, Lima, 30-7-1890, de Benicio Álamos, Ministro de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
532
35 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1890. Oficio Nº5, Lima, 10-1-1891, de Benicio Álamos, Ministro de Chile en
Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
peruano tropas armadas chilenas con el ánimo de dirigirse a Tacna. Ello produjo en Lima
cierto revuelo en la opinión pública 533. Según comunicó el Canciller chileno Ricardo Cruzat,
dicha expedición se vio obligada a ese desembarco por una descompostura del vapor en
que viajaban las tropas. Cruzat confiaba en que quedaría establecido que no hubo ánimo
de ofender la soberanía peruana y que la neutralidad sería mantenida 534.
El agente diplomático informa a Santiago que estas fuerzas fueron trasladadas a Arequipa.
El gobierno de Morales Bermúdez sostiene que la neutralidad obliga a internarlas. Álamos
expresa, en cambio, que Lima no ha reconocido la beligerancia de los revolucionarios y
que para Perú solo existe el gobierno de Balmaceda, al que no le puede limitar el uso de
sus elementos bélicos535. La administración peruana se manifiesta descontenta porque no
se le ha dado una satisfacción por esta incursión en su suelo536.
En mayo de 1891, llegó a Lima, con el título de enviado extraordinario y ministro
plenipotenciario de la Junta de Iquique, Javier Vial Solar. Le acompañaban Lorenzo Montt,
en calidad de secretario, y el oficial de ejército Juan García Valdivieso. Después de tomar
contacto con la prensa, Vial se dirigió al Ministro Elmore, pidiendo que se le indicase el día
en que podría presentar sus credenciales al Presidente. Elmore le manifestó que
transmitiría al Jefe del Estado su petición. Empero, le agregó que según los principios del
derecho internacional y dado que la junta revolucionaria carecía de título legal, su deseo
no podía ser aceptado. Vial alegó en favor de su pretensión según relata Álamos— que los
revolucionarios contaban con las rentas de Tarapacá, superiores a las del resto de la
república, que Francia prohibió la salida de unos cruceros para Balmaceda y que los
banqueros europeos se negaban a entregarle los fondos que tenía en Hamburgo. Al
parecer, Elmore dio poco crédito a estas últimas dos afirmaciones. La alusión a las rentas
de Tarapacá no debió ser grata, tanto a él como al Presidente Morales Bermúdez.
Este último, además, nació en esa provincia537.
Derrotado el Presidente Balmaceda por las fuerzas revolucionarias, el 23 de diciembre de
1891 asumió el mando supremo el capitán Jorge Montt.
Fue designado ministro en Perú Javier Vial Solar. Su misión se prolongó hasta el 14 de
septiembre de 1894, fecha en que debió ponerle término por las razones que explicaremos
más adelante.
En 1893, el ministro de relaciones exteriores Ramón Ribeyro comunicó a Vial que el
armamento de la división Arrate fue entregado al cónsul de Chile en El Callao, a fin de que
lo devolviera a su patria de origen538.

533
36 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1890. Oficio Nº9, Lima, 21-2-1891, de Benicio Álamos, Ministro de Chile en
Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
534
37 MINREL. OFICIOS DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE A LA LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1891-92. Oficio
Nº3452, Santiago, 13-3-1891, de Ricardo Cruzat, Ministro de RR.EE. de Chile, a Benicio Álamos, Ministro de Chile en Perú.
535
38 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1890. Oficio Nº30, Lima, 4-5-1891, de Benicio Álamos, Ministro de Chile en
Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
536
39 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1890. Oficio Nº35, Lima, 25-5-1891, de Benicio Álamos, Ministro de Chile
en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
537
40 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1890. Oficio Nº30, Lima, 4-5-1891, de Benicio Álamos, Ministro de Chile en
Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
7. LA DEUDA ANGLO-PERUANA
El Presidente Cáceres enfrentó el difícil problema de la deuda externa, que se arrastraba
desde antes de la Guerra del Pacífico, y a la que nos hemos referido precedentemente.
A partir de 1867, el Estado quiso independizarse de la avidez de los consignatarios del
guano, quienes proporcionaban los ingresos con que se financiaba el presupuesto fiscal.
En 1869, se modificó aquella política, mas la nación cayó en manos del banquero galo
Auguste Dreyfus, tanto o más codicioso que los anteriores, y muy relacionado con Nicolás
de Piérola, en ese momento ministro de Hacienda539.
Un decreto de 1880, mientras don Nicolás se desempeñaba como dictador durante la
conflagración bélica, dispuso que los acreedores extranjeros perdieron el derecho de
cobrar a Perú, pues el territorio que producía esta riqueza se hallaba ahora en poder del
enemigo.
Los acreedores empezaron a sostener que Chile debía responder, ya que poseía la rica
provincia de Tarapacá, que habría servido de hipoteca para tales préstamos, esto es, como
una garantía real que continuaba gravando el bien quien quiera que fuese el dueño. La
Cancillería de Santiago rechazó tal exigencia, pues en el Tratado de Ancón se estableció
que Perú entregó Tarapacá a Chile soberanamente, para compensarle de los perjuicios que
le causó el conflicto. Así lo reconoció Europa, cuando Turquía indemnizó de sus gastos al
vencedor cediéndole territorio a Rusia540. Aplicarle un derecho internacional distinto a esta
república sudamericana, querría decir que habría uno para los pueblos civilizados y otro
para los pueblos “berberiscos”541, o subdesarrollados, como diríamos hoy.
Durante la presencia de sus fuerzas armadas en Perú, Chile permitió a los consignatarios
extranjeros seguir exportando guano del territorio ocupado.
Posteriormente, a raíz de la visita del inglés John Procter, que representaba al comité de
bondholders de Londres, Chile regularizó esta situación. Por medio del decreto tantas veces
aludido del ministro de Hacienda, del 9 de febrero de 1882, se autorizó a los acreedores de
Perú que tuvieran títulos de créditos emitidos por los guanos, la venta de un millón de
toneladas de esa sustancia, cuyo producto se distribuiría por partes iguales entre el Estado
chileno y aquellos acreedores.
En el Tratado de Paz y Amistad, ambos contendientes ratificaron lo anterior.
Y en su cláusula X, Chile se impuso la obligación de ceder a Perú el 50% del guano de las
Islas de Lobos. Perseguía frenar las pretensiones europeas.
“El 1º de enero de 1876, —escribe Jonathan Levin— cuando la deuda exterior era de
31.840.220 libras esterlinas, el gobierno de Perú suspendió el pago de sus títulos de la

538
41 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1893-95. Oficio Nº2, Lima, 16-1-1893, de Javier Vial Solar, Ministro de
Chile en Perú, al Isidoro Errázuriz, Ministro de RR.EE. de Chile.
539
42 Frederick B. Pike: “Modern history of Perú”. Frederick A. Praeger, Publishers. New York-Washington. 1967. Pág. 124.
540
43 El tratado de San Stefano, del 3-3-1878, consignó esta doctrina, que fue reiterada en el Congreso de Berlín, del 13-6 al
13-7-1878.
541
44 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1887-1889. Oficio Nº124, Lima, 7-9-1888, de Benicio Álamos, Ministro de
Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
deuda pública y quedó en mora. El gobierno peruano estaba en bancarrota” 542. Después
estos bonos, tan depreciados, pasaron a manos de especuladores que buscaban jugosas
ganancias a costa del triunfador en la guerra, con el apoyo de gobiernos del Viejo
Mundo543.
En 1886, Miguel P. Grace se presentó en Lima. Era hermano de William R. Grace, jefe de la
casa norteamericana del mismo nombre, firmemente establecida en esa ciudad. Este
visitante venía en representación de los bonistas del comité de Londres, cuyas acreencias
—hasta octubre de 1888— el ministro de relaciones exteriores de Chile estimaba en 32
millones de libras esterlinas, aproximadamente. Se distribuían así: en favor de los súbditos
británicos, 26 millones de libras, o sea, el 80% del total, y el 20% restante para ciudadanos
franceses y súbditos holandeses y belgas544. Las acreencias francesas registradas en
Londres alcanzaban a 1.681.940 de libras esterlinas.
Dicho grupo pretendía la reanudación del servicio de los bonos emitidos a fines de 1860 y
durante la década de 1870, que avaluaba entre 40 y 50 millones de libras esterlinas, valor
nominal como hemos indicado, pues su valor real era bastante menor, por no decir ínfimo.
Los créditos concedidos a Perú, entre 1869, 1870 y 1872, fueron obtenidos con garantía del
guano, de los ferrocarriles que se construirían y de las rentas aduaneras. “Además —
recuerda el historiador Basadre— se les acordó la garantía general de los bienes y rentas
de la nación”545.
La negociación que se entabló, en 1886, se conoció con el nombre del “contrato Grace”.
Después se denominó “contrato Tyler-Araníbar”. Muchos la calificaron como un simple
“volador de luces”, que solo intentaba valorizar los bonos existentes 546.
Según informó Benicio Álamos, Grace presentó un proyecto leonino para relevar a Perú de
toda responsabilidad de los citados empréstitos, “sin que esto perjudique las reclamaciones
de los tenedores de bonos contra quien corresponde la otra mitad de la deuda” 547. Grace
pedía, a cambio de ello, la entrega de los ferrocarriles, el privilegio de operar ciertas minas,
la explotación del petróleo, la liberación de todo impuesto de exportación para el carbón
de Chimbote, el derecho de exportar guano, etc.
El contrato mereció variadas e importantes críticas en Perú. José María Químper lo objetó y
vio, extrañamente en él, la mano oscura de Chile548.
Grace presentó el 14 de diciembre de 1886 un nuevo proyecto, que suavizó las

542
45 Enrique Amayo: “La política británica en la Guerra del Pacífico”. Editorial Horizonte. Lima. 1988. Pág. 87. Trascribe cita
de Jonathan Levin, autor de “The export economies. Their pattern of development in historical perspective”. Cambridge,
Harvard University Press, 1960.
543
46 Gonzalo Vial: “Historia de Chile (1891-1973)”. Editorial Santillana. Santiago. 1981 Pág.311.
544
47 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE.
1889-90. Oficio circular Nº564, Santiago, 27-9-1889, de Eduardo Matte, Ministro de RR.EE. de Chile, a Benicio Álamos,
Ministro de Chile en Perú.
545
48 Jorge Basadre, op. cit. Vol. VII. Pág. 68.
546
49 Gonzalo Vial, op. cit. Tomo I. Pág. 314.
547
50 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1886. Oficio Nº80, Lima, 4-12-1886, de Benicio Álamos, Ministro de Chile
en Perú, a Francisco Freire, Ministro de RR.EE de Chile.
548
51 Jorge Basadre, op. cit. Vol. VII. Pág. 72.
condiciones del primero. Las autoridades del Rímac lo aceptaron.
En vista de que Grace no tenía facultades para suscribirlo en su totalidad, el fiscal de la
nación, José Araníbar, viajó a Europa. Allá firmó, el 26 de mayo de 1887, un convenio con
Sir Henry W. Tyler, presidente del comité de bondholders, y con Miguel P. Grace y Gerald
Augustus Ollard549. El Presidente Cáceres sometió este acuerdo —denominado Tyler-
Araníbar— al Congreso, el 28 de julio del mismo año.
Su primera cláusula estipula la entrega por sesenta y seis años de las líneas férreas del
Estado y de todo el guano descubierto y por descubrir, a cambio de eximirle de sus
responsabilidades por los empréstitos suscritos por el Presidente Balta. A su vez, el comité
se obliga a entregar la mitad de los bonos cancelados con sus respectivos cupones
vencidos y no pagados. La cláusula décimoquinta le concede el derecho de exportar
guano, debiendo respetar las condiciones del Pacto de Ancón, pero solo “en cuanto se
refiere a la explotación”. Y la décimonovena agrega: “El comité declara también que él
conservará la posesión de la otra mitad de bonos para cobrarla de quien corresponda...”
. Indudablemente, se refería a Chile. Además, el comité sostuvo que tenía un derecho
perfecto, no solo de los guanos peruanos, sino también un título hipotecario que afectaba
a la provincia de Tarapacá550.
El ministro Álamos observó con recelo que se entregase a especuladores extranjeros,
súbditos o ciudadanos de naciones poderosas una parte de la soberanía peruana. No le
correspondía, por cierto, ni era prudente que iniciara gestión alguna. Empero —y sin
autorización oficial— la hizo en nombre propio ante el Canciller peruano, a fin de
disuadirle de aceptar esas disposiciones. De todo ello informó a Santiago 551. Para colmo, La
Moneda la hizo suya, mezclándose equivocadamente en una ácida discusión con el
Gobierno de Su Majestad Británica, que apoyaba el proyecto y los intereses de los bonistas
de Londres552. Esta intromisión chilena también irritó a la opinión pública peruana.
Las autoridades de Santiago juzgaron que la cláusula décimoquinta de este nuevo contrato
vulneraba los derechos que se reservó para impedir que se le hiciera competencia, en la
venta de aquella sustancia. La décimonovena la estimó abiertamente contraria al artículo
VIII del Tratado de Paz y Amistad, que consignaba que Chile “no reconoce créditos de
ninguna clase que afecten a los nuevos territorios que adquiere por el presente Tratado,
cualquiera que sea su naturaleza y procedencia”. El ministro Miguel Luis Amunátegui
ordena a Álamos que “exija inmediatamente” que se dilate cualquiera resolución sobre el
particular553.
El canciller Chacaltana tranquilizó al agente diplomático. Le expuso que su gobierno ya
549
52 Jorge Basadre, op. cit. Vol. VII. Pág. 75.
550
53 Memoria del Ministro de RR.EE. presentada al Congreso Nacional en 1892. Santiago. Pág. XXXIII.
551
54 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ CORRESPONDENCIA DIRIGIDA AL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE.
1886-87. Oficio Nº92, Lima, 30-7-1887, de Benicio Álamos, Ministro de Chile en Perú, a Miguel Luis Amunátegui, Ministro de
RR.EE. de Chile.
552
55 Memoria de Ministro de RR.EE., Culto y Colonización presentada al Congreso Nacional en 1890. Pág. 209. Nota del
Ministro inglés W.H. Newman a Demetrio Lastarria, Ministro de RR.EE. de Chile.
553
56 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ CORRESPONDENCIA DIRIGIDA AL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE.
1886-87. Oficio Nº99, Lima, 5-8-1887, de Benicio Álamos, Ministro de Chile en Perú, a Miguel Luis Amunátegui, Ministro de
RR.EE. de Chile.
había suprimido del primer proyecto la parte que mencionaba la eventual responsabilidad
chilena.
Álamos le replicó que la referencia a un tercero en el pago de la deuda, contenida en el
segundo contrato, tácitamente afectaba a su patria mientras no se hiciese una declaración
explícita en contrario. En vista de que dos de los signatarios residían en Londres,
Chacaltana sostuvo, entonces, que el camino más expedito sería que su gobierno enviase
una nota aclaratoria al Congreso, en donde haría constar que se respetarían todas las
condiciones del Pacto de Ancón.
Amunátegui, insatisfecho con ese ofrecimiento que no comprometía a los británicos,
ordena al ministro que reanude sus conversaciones: aquella estipulación viola el Tratado
de 1883. Al mismo tiempo, comunica a los gobiernos americanos —innecesariamente— el
peligro que corría la soberanía peruana, recordando acaso los infelices tiempos de la
ocupación de las islas Chincha por España, en 1864 554. Expresó que estas concesiones
serían peligrosas para los Estados vecinos 555. Ellas “revestían caracteres alarmantes para la
política comercial de la costa del Pacífico” 556.
El agente conversó de nuevo con el canciller, quien para mala suerte del primero ya
conocía el texto del mensaje chileno, debido a que el empleado del telégrafo que lo
recibió estaba emparentado con el ministro Manuel Irigoyen.
Visto lo cual, el diplomático optó por imponerle de todo su contenido.
Chacaltana le contestó que no tenía inconveniente en acoger la primera parte, pero “que
las observaciones relacionadas con el fondo del contrato le parecían ofensivas a la
soberanía del Perú”. Las rechazaba y le agregó que eran contraproducentes. Impulsarían
por ese solo hecho —los resquemores antichilenos— a que el poder legislativo aprobase
un contrato que no se sabía si contaba con mayoría en las Cámaras 557.
A continuación, se produjo un intercambio de notas entre Álamos y el nuevo secretario de
Estado, Carlos M. Elías. El 7 de septiembre, el diplomático le pide una réplica escrita relativa
a sus conversaciones con Chacaltana.
Elías, dos días después, le responde:
“...en vista de las dificultades a que había dado origen las observaciones hechas por V.E., mi
Gobierno había resuelto no someter a la consideración del Congreso Nacional dicho
proyecto de contrato, habiendo desaparecido de este modo el fundamento de las
observaciones de V.E.”558.

554
57 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE.
1887. Nota, Santiago, 4-8-1887, de Miguel Luis Amunátegui, Ministro de RR.EE. de Chile, a los miembros del Cuerpo
Diplomático americano residente en Santiago.
555
58 MINFREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ CORRESPONDENCIA DIRIGIDA AL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE.
1886-87. Oficio Nº100, Lima, 13-8-1887, de Benicio Álamos, Ministro de Chile en Perú, a Miguel Luis Amunátegui, Ministro
de RR.EE. de Chile.
556
59 Memoria del Ministro de RR.EE., Culto y Colonización al Congreso Nacional en 1890. Contiene oficio circular a los
diplomáticos chilenos, de 28-3-1889.
557
60 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ CORRESPONDENCIA DIRIGIDA AL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE.
1886-87. Oficio Nº100, Lima, 13-8-1887, de Benicio Álamos, Ministro de Chile en Perú, a Miguel Luis Amunátegui, Ministro
de RR.EE. de Chile.
El 22 de septiembre de 1887, el agente de La Moneda le escribe una segunda
comunicación que, en sus partes más sustanciales, reza así:
“Mi Gobierno tomando nota de esta resolución de V.E. de no llevar a efecto aquel proyecto
de contrato, me encarga dejar constancia permanente, en resguardo de sus derechos, de las
observaciones que, apoyado en el Tratado de Paz de 1883, hice, en su nombre, sobre las
cláusulas 15 y 19, observaciones que el Gobierno de V.E., como me ha sido grato
comunicarlo al mío, me manifestó siempre dispuesto a satisfacer.
En consecuencia, tengo la honra de consignarlas en la presente nota”.
Más adelante agrega:
“La cláusula 15 del referido proyecto era contraria al Tratado de Paz, por cuanto en ella solo
se reservaban los derechos del Gobierno de Chile a la explotación del guano y no igualmente
a la venta de dicha sustancia, conforme a lo estipulado en los artículos IV, V y IX de aquel
Tratado.
Respecto de esta cláusula era indispensable que se hablase en ellos no solo de explotación
sino también de venta del guano, en conformidad estricta con aquellos artículos.
La cláusula 19 era contraria al mismo referido Tratado de Paz, por cuanto en ella se
pretendía atribuir a Chile en la deuda del Perú una responsabilidad en oposición a su
artículo VIII.
Manifesté, en consecuencia, con relación a esta cláusula, al de V.E., que mi Gobierno exigía
que en cualquier convenio entre el Gobierno del Perú y los tenedores de bonos de su deuda
externa quedase claramente establecido que Chile no tiene más responsabilidad por la
deuda del Perú que las expresamente mencionadas en los artículos IV, VII y VIII del Tratado
de Paz; y que, por lo tanto, era inadmisible que se declarase respecto del Perú, cancelada
sólo una parte de la deuda, dando a entender de esa manera que el resto de ella pretendía
exigirse a Chile.
Tales fueron, fielmente extractadas, las observaciones que sobre las cláusulas 15 y 19 del
contrato Araníbar, tuve el honor de hacer verbalmente al Gobierno del Perú, en
representación del Gobierno de Chile, y que, en cumplimiento de mis instrucciones, dejo
confirmadas en la presente comunicación”
559
.
Elías prestó su conformidad a estos planteamientos. Sin embargo, no desperdició la
oportunidad para recordarle que rechazaba cualquiera observación que “pudiese envolver
el desconocimiento de los derechos inalienables de la República como nación soberana e
independiente”560. Un reproche por la inoportuna intromisión chilena.
La Cámara censuró al gabinete y circuló el rumor de que la “exigencia” chilena fue la causa
de este voto, pues tornaba irrealizable el contrato. Se presentaba al vecino del sur como el

558
61 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1887. Nota Nº4, Lima, 9-9-1887, de Carlos M. Elías, Ministro de RR.EE. de
Perú, a Benicio Álamos, Ministro de Chile en Perú. Ver Oficio Nº129 citado más abajo.
559
62 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1887. Oficio Nº129, Lima, 1-X-1887, de Benicio Álamos, Ministro de Chile
en Perú, a Miguel Luis Amunátegui, Ministro de RR.EE. de Chile.
560
63 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1887. Oficio Nº129 antes citado.
obstáculo para la recuperación financiera y económica de la nación. Elías se defendió y se
limitó a reiterar las estipulaciones del Tratado de Ancón: Chile no podía más que atenerse
a sus artículos IV, VII y VIII561.
El 28 de septiembre, Cáceres dispuso el retiro del convenio Tyler-Araníbar. Comenzó una
nueva gestión con el conde de Donoughmore, que también representaba al comité de
Londres y que llegó a Lima por esa fecha562.
Este hábil negociador deseaba lograr un arreglo según las bases del firmado el 26 de mayo
de 1887 por Araníbar y Tyler, “con o sin las modificaciones, alteraciones, cambios,
agregados y artículos suplementarios que las exigencias del tiempo, lugar y circunstancias
lo requieran”. Cáceres envía al Congreso el nuevo contrato, en que se establezca la
irresponsabilidad chilena.
El 12 de octubre de 1888, Álamos recibió instrucciones para obtener una declaración en
que se explicitase que la responsabilidad peruana era por el total de la deuda. En otras
palabras, que no existía un saldo insoluto imputable a Chile. La Moneda ya tenía
conocimiento de que el gobierno británico aconsejaba a los bondholders que aceptaran
una redacción de la cláusula diecinueve que consignara la extinción de la responsabilidad
peruana, mas comprometiéndose eso sí el gabinete de Su Majestad para sostener
diplomáticamente las pretensiones de los tenedores en Santiago.
Mientras tanto, la Cámara de Diputados rechazó el contrato. Propuesto por una segunda
vez, las comisiones de hacienda y obras públicas le agregaron una cláusula que esta vez
salvaba a Chile de nuevas responsabilidades, y que decía así:
“Este contrato no se opone al derecho que los tenedores de bonos tienen contra el Gobierno
de Chile, cuya responsabilidad, respecto de la deuda del Perú, está limitada a lo
expresamente mencionado en las cláusulas primera, séptima y octava del tratado de
Ancón”563.
Donoughmore la rechazó porque exime a Chile de asumir nuevos compromisos.
Sus activos cabildeos fructifican. El convenio definitivo no incorpora dicha cláusula
adicional, aunque el poder ejecutivo estaría facultado para reponerla siempre que quedase
eliminada toda responsabilidad peruana. Ello significaba que la cláusula podría sobrevivir si
los bondholders la aceptasen y liberasen de obligaciones a los peruanos. Donoughmore
puso su precio: cuatro millones de libras esterlinas más para los tenedores, que pagaría
Chile, que solo estaba pensando en 300.000 libras 564. Y, peor aún para La Moneda,
quedaban excluidos los restantes bonistas que no formaban parte del comité de Londres,
especialmente la poderosa casa Dreyfus.
La Cámara de Diputados desautorizó tanto el convenio como el protocolo adicional. El

561
64 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ CORRESPONDENCIA DIRIGIDA AL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE.
1886-87. Oficio Nº135, Lima, 8-X-1887, de Benicio Álamos, Ministro de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
562
65 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. I887-89. Oficio Nº117, Lima, 28-8-1888, de Benicio Álamos, Ministro de
Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
563
66 Memoria del Ministro de Relaciones Exteriores, Culto y Colonización presentada al Congreso Nacional en 1890. Pág.
239.
564
67 Gonzalo Vial, op. cit. Vol. 1 Tomo 1. Pág. 315.
ministro de hacienda los retiró 565. Días más tarde, Cáceres clausuró el Congreso. Convocó a
elecciones y se deshizo de los opositores más virulentos, que remplazó por representantes
dóciles566. El procedimiento empleado evidentemente violó la Constitución. Sin embargo,
permitió al Presidente la aprobación de la negociación Donoughmore-Aspíllaga, el 25 de
octubre de 1889. En respuesta a las solicitudes chilenas, ese mismo día, el ejecutivo hizo
aprobar una ley, según la cual se le autorizó para incorporar en la escritura del contrato
con los tenedores de bonos, una cláusula que establecía que la responsabilidad de Chile se
limitaba a lo expresamente mencionado en los artículos tantas veces aludidos del Tratado
de Ancón. Con todo, quedó pendiente la reclamación francesa y la presión sobre Chile.
Frente a las exigencias del incesante Donoughmore y de Lima, Chile equivocadamente se
doblega y suscribe, el 8 de enero de 1890, con el ministro peruano en Santiago, el llamado
protocolo Castellón-Elías, cuyo beneficiado es el comité de Londres. A fin de allanar las
dificultades que le generaron a Perú los empréstitos de 1869, 1870 y 72, La Moneda cedió
a aquella nación, en virtud del artículo 1º de ese instrumento, gratuita y espontáneamente,
aun aquella parte que anteriormente le había correspondido a Chile, en la venta y
explotación de las guaneras:
“A. El cincuenta por ciento del producto líquido de los guanos vendidos desde el 9 de febrero
de 1882, hasta la fecha en que se liquide la explotación de este abono por cuenta del
Gobierno de Chile y sea transferida, así como las covaderas de que más adelante se hablará,
al comité que representa a los tenedores de bonos de aquellos empréstitos. El producto de
esta explotación, o sea el cincuenta por ciento, se ha depositado por Chile y seguirá
depositándose hasta la indicada liquidación en el Banco de Inglaterra; y deberá ser
distribuido en conformidad a los artículos IV, VII y VIII del Tratado de Paz de 1883.
B. Todos los depósitos de guano que existan o puedan existir en las covaderas de Guanillos,
Pabellón de Pica, Punta de Lobos e Islas de Lobos, o sean únicamente aquellos que por el
Tratado de Paz tienen participación los acreedores del Perú, debiendo hacerse la explotación,
por lo que respecta a Tarapacá, dentro de un plazo máximo de ocho años, después del cual
Chile recobrará dichas covaderas en el estado en que se encuentren, si es que nos las hubiere
recobrado antes por agotamiento de los guanos.
Trascurrido cuatro años desde esta fecha, Chile podrá explotar libremente las covaderas de
su pertenencia no comprendidas en el presente Convenio, sin perjuicio de que en todo
tiempo y sin limitación alguna, pueda hacerlo para satisfacer las necesidades de su consumo
interno.
C. El ochenta por ciento de todo el producto líquido que Chile ha percibido desde el 9 de
febrero de 1882, hasta la fecha y el que le corresponda percibir por los guanos exportados
que están en vía de realización y por los que se exporten y vendan hasta el día en que el
Perú transfiera al Comité que representa a los tenedores de sus bonos la posesión de las
covaderas mencionadas en el inciso anterior. Esta suma la pagará Chile con bonos del cuatro
y medio por ciento y medio por ciento de amortización acumulativa y a la par; o con el valor
equivalente en bonos del cuatro por ciento y uno por ciento de amortización acumulativa”.

565
68 Jorge Basadre, op. cit. Vol. VII. Pág. 79.
566
69 Frederick B. Pike, op. cit. Pág. 154.
Más adelante, Perú se compromete a obtener de Donoughmore la completa cancelación
de los bonos que corresponden a los préstamos de 1869, 1870 y 1872, así como “el
reconocimiento de la absoluta irresponsabilidad de Chile” 567.
Promulgado en Santiago el protocolo Castellón-Elías como ley de la república, Perú dio
curso al convenio Aspíllaga-Donoughmore, y suscribió un contrato de trasferencia de las
concesiones chilenas al grupo que dirigía el infatigable Lord. Inmediatamente, el
encargado de negocios de Francia cursó una nota a Irigoyen, con el fin de reiterarle las
más terminantes reservas en favor de los acreedores hipotecarios franceses 568. Irigoyen le
responde que los únicos acreedores que tenían créditos fundados con la garantía del
guano eran los bonistas que representaba Lord Donoughmore 569, entre los que había
también franceses (pero no Dreyfus).
El protocolo Castellón-Elías suscitó interpretaciones contrapuestas. Perú juzgaba que no
solo los valores detallados en las cláusula B y C debían ser entregados al comité de
Londres, sino que también el 50% del producto neto del guano depositado en el Banco de
Inglaterra. Según los términos de la cláusula A, esta suma correspondía distribuirla
conforme a los artículos IV, VII y VIII del Pacto de Ancón. Lamentablemente, el olvidadizo
Castellón no citó el VI, que estableció el arbitraje. Esta omisión —entendía Perú—
derogaba el Tratado de Paz y Amistad y le cedía el depósito del Banco de Inglaterra, sin las
formalidades de un juicio arbitral.
Chile considera, en cambio, que el depósito de Londres —conforme el artículo 13 del
decreto de 1882 y el artículo IV del Pacto de Ancón— pertenece a todos los acreedores
que tengan créditos garantidos con el guano (así participarán los franceses vinculados a
Dreyfus). Después de varias conferencias entre el Canciller chileno y el plenipotenciario
peruano, se suscribió el protocolo Tocornal-Elías, del 7 de octubre de 1890, que no resolvió
enteramente las complejas cuestiones que se suscitaban en torno a las acreencias del
comité de Londres y de Francia.
8. MISIÓN DE AUGUSTO MATTE EN LIMA
El 11 de febrero de 1888, Álamos recibe instrucciones de proponer la solución inmediata
de la cuestión de Tacna y Arica. Para este efecto, se le señalan cuatro bases, que permiten
igualmente deshacerse de las reclamaciones de los bonistas ingleses 570.
En virtud de la primera, Chile pagaría a Perú los 10.000.000 por el rescate de esos
territorios: 6.000.000 al contado y el saldo en anualidades de 1.000.000 de pesos en plata.
Conforme a la segunda, Chile entregaría los actuales depósitos de guano de Tarapacá y los

567
70 Ver “Tratados, Convenciones y Arreglos Internacionales de Chile. 1810-1976”. Ley que aprueba un protocolo celebrado
entre Chile y Perú, destinado a fijar las cantidades y efectos que se ceden a Perú para el arreglo de su deuda externa. Ley
promulgada el 20-3-1890. Págs. 97 y 98.
568
71 MINREL. LEGACION DE CHILE EN PERÚ. 1890 Bis. Oficio Nº12, Lima, 23-1-1890, de Benicio Álamos, Ministro de
Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile. Trascribe nota de Enrique Bailly, Encargado de Negocios de Francia en Perú,
de 20-1-1890, al Ministro Irigoyen.
569
72 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1890 Bis. Oficio Nº116, Lima, 30-1-1890, de Benicio Álamos, Ministro de
Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile. Trascribe Nota del Encargado de Negocios de Francia en Perú, Lima, 25-1-
1890, del Ministro Irigoyen.
570
73 MINREL. CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE, 1888. Oficio Nº3, 11-2-1888,
Valparaíso, de Augusto Matte, Ministro de RR.EE. de Chile, a Benicio Álamos, Ministro de Chile en Perú.
que se descubrieren. De acuerdo con la tercera, Chile cubriría los 10.000.000 en la forma
siguiente: entregaría 1.000.000 de libras esterlinas en bonos de su deuda de 4,5%
estimados a la par, bajo la condición de que fuesen entregados a los acreedores de Perú,
cuyos títulos aparecieren sustentados con la garantía de esa sustancia.
El resto, hasta completar los 10.000.000, se cancelaría al contado por el gobierno de La
Moneda. Y según la cuarta, Chile cedería los depósitos de guano en actual explotación, con
la obligación de que Lima cumpliera con las obligaciones contraídas con los acreedores de
Perú, conforme lo estipulado en el Pacto de Ancón.
El 12 de marzo, el agente comunica que se acercó a él Emilio Althaus, conocida
personalidad política y activo promotor del contrato con los bondholders.
Althaus le plantea la posibilidad de que Tacna y Arica pasen definitivamente a Chile, sin
plebiscito y antes de los diez años. Detrás de aquella sugerencia, obviamente convivía el
deseo de acelerar la entrega de los 10.000.000 del rescate, y de esta manera resolver la
acuciante cuestión de la deuda externa, que a este personaje le interesaba solucionar.
Entre tanto, como telón de fondo, las relaciones entre Lima y La Paz pasaban por uno de
sus frecuentes vaivenes571.
Álamos, impuesto de que a Althaus le fue ofrecida la legación en Santiago, juzgó que esa
podría ser la razón de su interés. Sin embargo, al saber que tal arreglo era inviable, este
presunto candidato renunció a ella.
El Canciller Augusto Matte recuerda al plenipotenciario una sugerencia que le hizo su
predecesor al ministro peruano en Santiago, Carlos M. Elías.
Es obvio suponer —decía— que ambas se encuentran “conexionadas”. Por cierto, acogió
las palabras de Althaus con el mayor interés, así como la posibilidad de evitar que se siga
señalando a Chile como deudor frente a los bonistas572.
Mas, como el asunto reviste gravedad, sin aparentar interés, el agente debe tratarlo
confidencialmente con el Presidente Cáceres, en primer lugar, y después con la Cancillería.
Observamos aquí una nueva equivocación de La Moneda. La elite chilena olvidaba que, a
consecuencia de la Guerra del Pacífico, se había robustecido el vínculo patriótico que
ligaba a Perú con Tacna y Arica. Este error originó innumerables empeños fallidos, así
como alimentó la irritación que causaba en el Rímac que esta provincia pudiese ser
trasferida a su aliado boliviano del 79. Cortésmente, Perú respondía que no era el
momento todavía, al paso que mencionaba la existencia de un tratado vigente que se
debía cumplir.
Álamos, en audiencia con el gobernante, le escuchó decir que Perú en caso de resultar
victorioso en el plebiscito, carecía de recursos para pagar el rescate de Tacna y Arica.
Aquellos medios que se le ofrecían lo ayudarían a resolver sus problemas económicos 573.

571
74 Jorge Basadre, op. cit. Vol. VII. 1983. Pág. 209.
572
75 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR. EE. DE CHILE. 1888.
Oficio Nº 3, Valparaíso, 11-2-1888, de Augusto Matte, Ministro de RR.RR. de Chile, a Benicio Álamos, Ministro de Chile en
Perú.
573
76 MINREL. LEGACIONES DE CHILE EN PERÚ. 1887-89. Oficio Nº32, Lima, 12-3-1888, de Benicio Álamos, Ministro de
Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
Mientras él miraba con simpatía el proyecto, insistía en que la opinión pública lo
rechazaría. Además, ningún gabinete se atrevería a suscribirlo y, probablemente, no
contaría con mayoría en el Congreso. Esto último tenía aires de pretexto, ya que el General
poseía medios para fabricársela, como ya hemos visto...
Cáceres le enseñó un documento suscrito por los candidatos a la presidencia boliviana —
Arce y Camacho— donde se comprometían a trabajar para adquirir Tacna y Arica, tanto
por medios diplomáticos como por la fuerza574.
El Presidente aparentó alarmarse. El diplomático le sugirió que entregase a los periódicos
dicha acta e hiciese ver a sus amigos que más convenía entenderse con Chile.
Por desgracia, acaso alertada desde Perú, la prensa de Santiago tocó el tema con pésimo
efecto en Lima575.
Entonces, el Presidente Balmaceda estimó que Augusto Matte, que había cesado en el
cargo de ministro de Estado y que viajaba al extranjero, sería la personalidad para
encomendarle que resolviese lo que no solucionaba Álamos, y se detuviese en esa
capital576.
El 6 de mayo de 1889, Matte se entrevista con Cáceres 577, cuando aún no se ha
perfeccionado el contrato Aspíllaga-Donoughmore. La misión del ex-Canciller contempla
tres puntos. El primero, lograr de inmediato la incorporación de Tacna y Arica a la
soberanía chilena. El segundo, que el indicado contrato consagre la irresponsabilidad de
Chile respecto de la deuda peruana, conforme a lo estatuido en Ancón. Y, tercero, que
abarque a todos los acreedores peruanos en los arreglos pendientes, inclusive a Dreyfus.
Cáceres le comenta que Tacna y Arica están “definitiva e irrevocablemente” perdidos para
su patria y que la incorporación a Chile vendrá tarde o temprano. Repite, pues, las mismas
expresiones que Lavalle y Castro Saldívar formularon a Novoa, en 1883. Mas, dada la
situación interna, el gobernante reflexiona que nadie se atreverá a dar ese paso. Chile, por
lo tanto, debe dejar “al tiempo su acción”, un tiempo que parcialmente llegaría... en 1929.
Don Augusto se refirió enseguida a los sucesivos contratos suscritos por Perú con los
bonistas de Londres. A pesar de que en Ancón ambas partes pactaron que Chile se hallaba
exento de obligación alguna respecto de la deuda externa peruana, salvo las que se
autoimpuso, en estos nuevos acuerdos se pretendía comprometerlo aún más. Recordemos
la circular de Valderrama de 1880, rápida y vagamente rectificada, y después el faux pas de
Vergara Albano que entreabrió el camino a la codicia de los bondholders, en 1884. A juicio
de este agente oficioso, el único arreglo que cabía sería uno general con todos los
acreedores, en que se estipulase expresamente la irresponsabilidad chilena.

574
77 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1887-89. Oficio Nº32, Lima, 12-3-1888, de Benicio Álamos, Ministro de
Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
575
78 MINREL. LEGACIONES DE CHILE EN PERÚ. 1887-89. Oficio Nº58, Lima, 15-5-1888, de Benicio Álamos, Ministro de
Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
576
79 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE. 1888.
Oficio Nº522, Santiago, Lima, 18-4-1888, de Demetrio Lastarria, Ministro de RR.EE. de Chile, a Benicio Álamos, Ministo de
Chile en Perú.
577
80 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1889. Oficio s/nº, Lima, 8.5.1889, de Augusto Matte al Ministro de RR.EE.
de Chile.
El Presidente sostiene que su propósito es también llegar a uno con todos, pero estos le
han dificultado el camino, al igual que los partidos de oposición. Añade que la deuda de
Dreyfus es ilegítima, pues los actos del dictador Piérola fueron desautorizados por el poder
legislativo. Por esta razón, el banquero galo debe discutir sus cuentas ante el poder judicial
peruano, recomendación que este rehuye, pues prefiere presionar a través del gobierno de
Francia, y este al de Chile, y por medio de personalidades tan influyentes como el
Presidente Grévy...
Matte le ofrece un préstamo para que pueda resolver estos problemas.
El gobernante queda de meditarlo. Mas teme que la prensa y la opinión pública lo
considere un adelanto del rescate de Tacna y Arica.
Así concluye la primera conversación.
El ministro de relaciones exteriores, Mariano Sánchez Fontecilla, informado de la entrevista,
comunica a Matte que ofrezca a Perú y al conjunto de sus acreedores el 50% del producto
del guano que corresponde a Chile, según los artículos IV y IX del Tratado de Ancón. Así se
saldarían definitivamente todas las acreencias europeas. La situación que se ha creado
empieza a afectar a Chile, en los mercados financieros del Viejo Mundo, donde comienza a
encontrar dificultades para la emisión de nuevos bonos de su deuda externa 578. Sánchez
también quiere saber si Matte estima útil insistir en la gestión sobre Tacna y Arica.
En vista de las seguridades que le dio Cáceres de que no se aprobaría el contrato
Aspíllaga-Donoughmore “sin que expresamente se introdujera una cláusula en que se
dijese, con absoluta claridad, que Chile no tendría sobre sí más responsabilidades que las
determinadas en el Tratado de Ancón”, se acercó al ministro de relaciones exteriores,
Manuel Irigoyen579.
Matte repitió al secretario de Estado íntegramente los conceptos que expresó al
Presidente, relativos a Tacna y Arica y a la totalidad de la deuda peruana.
Irigoyen ratificó las afirmaciones del General y le manifestó asimismo que se procedería en
“todo a satisfacción del gobierno de Chile” y que consultaría a Álamos, llegado el
momento, sobre la redacción de la cláusula pertinente. Además, “lo que no fuera
entenderse amistosamente con Chile —sostuvo— era un yerro seriamente dañoso para el
Perú”.
Sin embargo, su gobierno —le expresó— se ha comprometido con Donoughmore, y al
desandar el camino ya hecho se entraría en un campo de incertidumbres. En suma,
después de las palabras de cortesía, el canciller respondía negativamente a dos de los tres
puntos planteados por Matte.
En cuanto a Tacna y Arica, reiteró los dichos del Presidente. Acaso, después de aprobado el
contrato Donoughmore se podría abordar...
Los intercambios verbales del agente oficioso llegaron rápidamente a los oídos de los

578
81 Memoria del Ministro de RR.EE., Culto y Colonización presentada al Congreso Nacional. 1890. Santiago de Chile.
579
82 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1889. Oficio Nº2, Lima, 11-5-1889, de Augusto Matte al Ministro de RR.EE.
de Chile.
diplomáticos ingleses y franceses en Lima580.
Álamos se entera de que el ministro de Francia celebra por esos días una reunión con
Irigoyen. El conde de Piná de Saint-Didier carece de instrucciones y no conoce las
gestiones que pueda haber hecho su colega, M. de Bacourt, en Santiago. En conversación
con el agente chileno, le expresa que sabe que Perú ha trasmitido al Secretario de Estado,
James G. Blaine, las démarches de Bacourt. Álamos juzga que Piná no quiere entrometerse
en esta cuestión litigiosa, porque desataría una ola de impopularidad en contra de Francia.
Prefiere que Matte le resuelva el problema, sin comprometer al Quai d’Orsay 581.
El Reino Unido ya se hallaba enterado de la misión del enviado chileno, portador de
nuevas concesiones de La Moneda. El Secretario de Negocios Extranjeros, el marqués de
Salisbury, opta por abstenerse de intervenir, sobre todo tratándose de cesiones
territoriales. No le importa que los bonistas se entiendan con Perú o Chile, aunque prefiere
a este último, que le da mayor seguridad jurídica. En efecto, el plenipotenciario británico,
Charles Mansfield, interpretó tal preferencia a causa de la dudosa constitucionalidad del
decreto de Cáceres que canceló los poderes de la minoría, en la Cámara de Diputados, y
que dispuso nuevas elecciones para remplazar a los parlamentarios indóciles. Tampoco
quiere tropiezos con otras naciones —alusión sin duda a Francia— con las cuales Gran
Bretaña aspira a marchar de acuerdo582.
Sánchez Fontecilla continúa inquieto. A pesar de las seguridades ofrecidas, busca saber si
tendrá la facultad de pronunciarse y aprobar previamente el texto del acuerdo que firmen
Aspíllaga y Donoughmore583. En una última reunión con Cáceres e Irigoyen, el agente
oficioso chileno vuelve a tocar el punto. Ambos le responden que omitirán firmar un
acuerdo en que ambas partes no dejen claramente establecida la situación de Chile. De lo
contrario, “no habría contrato alguno”. De este modo, concluyó la misión de Augusto
Matte. Al precio de ceder los guanos, quedar pendiente la deuda francesa y la nacionalidad
definitiva de Tacna y Arica, Matte dejó como saldo de su gestión que se reconociera la
llamada “irresponsabilidad” chilena en la cuestión de la deuda, ya consagrada en Ancón.
Constantemente, Perú ha afirmado que Chile tenía una política sistemática de postergar o
eludir el plebiscito, a que se refería la cláusula 3ª de dicho Pacto. En una carta a su
gobierno, Carlos M. Elías, agente peruano en Santiago, menciona peticiones chilenas para
resolver este litigio, pero al margen de la consulta popular, a cambio de la entrega de un
rescate mayor del acordado en 1883. Después de referirse a la misión de Augusto Matte,
Elías dice:
“Insistí en manifestar a S.E. [el Presidente Balmaceda] que lo relativo a Tacna y Arica hería
profundamente y con razón el sentimiento patriótico de nuestro país, que no se resignaría a

580
83 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1889. Oficio Nº3, Lima, 15-5-1889, de Augusto Matte al Ministro de RR.EE.
de Chile.
581
84 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1889. Oficio Nº79, Lima, 20-5-1889, de Benicio Álamos, Ministro de Chile
en Perú, al Ministro de RR.EE de Chile.
582
85 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1889. Oficio Nº7, Lima, 15-5-1889, de Benicio Álamos, Ministro de Chile en
Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
583
86 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1889. Oficio Nº4, Lima, 20-5-1889, de Augusto Matte al Ministro de RR.EE.
de Chile.
la pérdida de esas provincias; que así, mi Gobierno deseaba mantener estrictamente las
estipulaciones del tratado de paz, y reservar para la época en él fijada la solución de
problema tan grave como trascendental...”584.
Esta era y sería la posición permanente del Rímac, en lo relativo a dicha provincia, mientras
la chilena fue la inversa hasta 1921.
9. RECLAMACIONES PECUNIARIAS FRANCESAS
Francia protestó, formuló reservas y se opuso a la ejecución de las estipulaciones pactadas
en el protocolo suscrito por el ministro de relaciones exteriores de Chile, Juan Castellón, y
el plenipotenciario peruano, Carlos M.
Elías. Solicitó a La Moneda que retuviese las sumas que entregará, a través de Perú, a la
Perúvian Corporation Ltd., sucesora del comité Donoughmore 585.
En Lima, Álamos conversó con Bailly, el encargado de negocios francés.
Según este último, el Quai d’Orsay argumenta que Dreyfus tiene una hipoteca
internacional sobre los guanos586. A juicio del Quai, los gobiernos no necesitan llenar los
requisitos de escritura pública y de inscripción en registro, que son indispensables a los
particulares para constituir su derecho.
Nuestro agente, adelantándose a los acontecimientos, le expresa que el ministro en misión
especial, François Jules Harmand, que irá a Santiago, no conseguirá nada si formula tales
argumentos. Las hipotecas del banquero galo no son internacionales, pues aquéllas solo se
constituyen de Estado a Estado. Al propio tiempo, le agrega que el pacto de 1883 se
inspiró, a este respecto, en el Tratado de San Stefano, sancionado posteriormente en el
Congreso de Berlín.
El gobierno chileno, deseoso de facilitar sus operaciones crediticias en la Bolsa de París,
que estaban trabadas a causa de los manejos de Dreyfus, consideró aumentar en 4.000.000
de pesos el rescate de Tacna y Arica. El Rímac traspasaría esa cantidad adicional al Estado
francés, toda vez que Tacna y Arica quedasen definitivamente en poder de Chile 587.
Álamos puso esta sugerencia en conocimiento de las autoridades del Rímac. La respuesta
del ministro Irigoyen fue negativa, una vez más 588. Pero, la Cancillería chilena continuó
dándole vueltas a la idea de despejar la situación de sus bonos en Europa y, de paso,
adquirir los departamentos tantas veces mencionados, que después se conocerían, en
Perú, con el nombre de “las cautivas”589.
584
87 Circular [Osma] sobre la cuestión Tacna y Arica. Imprenta Torres Aguirre. Lima. 1901. Pág. 72.
585
88 Memoria del Ministro de RR.EE. y Colonización presentada al Congreso Nacional en 1890. Trascribe nota del Ministro
Henri de Bacourt a Juan Mackenna, Ministro de RR.EE. de Chile. Págs. VII y VIII.
586
89 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1890. Oficio Nº147, Lima, 24-10-1890, de Benicio Álamos, Ministro de Chile
en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
587
90 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE.
1889-90. Oficio reservado Nº1302, Santiago, 12-4-1890, de Juan E. Mackenna, Ministro de RR.EE. de Chile, a Benicio
Álamos, Ministro de Chile en Perú.
588
91 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1889. Oficios Nº54 y 59, Lima, 7-3- 1890, y 7-3-1890, respectivamente, de
Benicio Álamos, Ministro de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
589
92 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE. Oficio
Nº1752, Santiago, 15-7-1890, de Juan E. Mackenna, Ministro de RR.EE. de Chile, a Benicio Álamos, Ministro de Chile en
El Comercio, de Lima, recoge este tema en un artículo. “La aspiración universal en este país
—comenta— es que Tacna y Arica vuelvan a ser peruanos; nadie duda de que si el pacto
de 1883 se cumple honradamente, volverán a serlo... Las negociaciones diplomáticas nada
valdrían a este respecto... No se encontraría en el Perú a ningún gobierno dispuesto a
escucharlas”590.
Como se observa, yacen en el olvido las declaraciones verbales de Lavalle y Castro Saldívar
de que esos territorios serán inexorablemente chilenos, según el artículo III del Tratado de
1883. Igualmente, las del almirante Montero que comentó, en la misma época, en carta a
Carlos M. Elías que su patria en Ancón perdió tres provincias (Tarapacá, Tacna-Arica y
Tarata)591.
La fórmula de La Moneda fue trasmitida también a Hugh Fraser, el agente inglés en
Santiago, quien la acogió. Empero, el marqués de Salisbury la desechó por incorrecta e
irregular, y desaprobó la conducta de Fraser 592.
Repitió, una vez más, que estas cuestiones territoriales son ajenas a los bonistas y solo
conciernen a Chile y Perú.
Como hemos anotado más arriba, el gobierno de París buscó presionar a La Moneda
mediante el envío de un “plenipotenciario en misión especial y temporal”, en la persona
del ya referido François Jules Harmand, hombre de negocios que gozaba de mucho crédito
en su patria, por la facilidad con que arregló los asuntos de Cochinchina 593.
José Miguel Valdés Carrera, ministro de Hacienda durante el gobierno de Balmaceda,
cuenta que hubo chilenos “traidores” que viajaron expresamente a Francia para estimular
las reclamaciones pecuniarias francesas, y que la misión Harmand fue la consecuencia de
esos empeños594. Parecía que el perfume del guano, que enrareció el aire de varios salones
peruanos, ahora inundaba el de ciertas mansiones chilenas, como predijo Lavalle...
El Nacional, de Lima, condena esta acción que solo buscaba el lucro de algunos personajes
de Santiago por intermedio de Dreyfus, y que comprometía las relaciones chileno-
peruanas. De paso aludía a Balmaceda, quien buscaba, a toda costa, la incorporación de
Tacna y Arica, porque sostenía que aseguraba militarmente a Tarapacá 595.
A fines de 1890, Harmand plantea por nota al Canciller Joaquín Godoy que Chile pague
“directamente” a Francia los 56.000.000 de francos que La Moneda ha negociado con Lima.
Se funda —recordemos la conversación de Bailly con Álamos— en que Chile ahora posee
Tarapacá, que Perú dio en hipoteca por esa deuda. Por lo tanto, es el principal deudor.

Perú.
590
93 “El Comercio”, Lima, 28-4-1890.
591
94 Ignacio Santa María: “Antes del Tratado de Ancón”. Revista Chilena de Historia y Geografía. Nº49. Santiago. 1923.
Pág.46.
592
95 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1888. Oficio Nº106, Lima, 7-8-1888, de Benicio Álamos, Ministro de Chile
en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile. Trascribe comunicación del Foreign Office, de 26-6-1888, apareció en “El
Comercio”, de Lima, de 4-8-1888.
593
96 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1890. Oficio Nº147, Lima, 24-10-1890, de Benicio Álamos, Ministro de Chile
en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
594
97 José Miguel Valdés Carrera. “La condenación del Ministerio Vicuña”, París, 1893. Pág. 79.
595
98 “El Nacional”, Lima, 8-XI-1890.
Godoy le responde que se entienda con Perú, con quien se ha comprometido la república
a entregarle la suma indicada 596. Por cierto, ello produjo un “cortocircuito” instantáneo con
el Presidente Balmaceda. No acompañó a Harmand la misma suerte que tuvo en
Cochinchina. Sin demora, fue llamado de regreso a París por telégrafo 597.
Chile enfrenta una disyuntiva, aparentemente sin salida: Perú y el Reino Unido reclaman el
pago convenido por Castellón y Elías, y Francia su incumplimiento en beneficio suyo.
La Moneda, un tanto desmemoriada, finalmente se recuerda del arbitraje que contempla el
decreto del Ministro Aldunate de 1882 y también el Tratado de Ancón. El árbitro sería el
presidente de la Corte Federal de la Confederación Suiza. Empero, Gran Bretaña y Perú
rechazan el arbitraje. En el Protocolo Castellón-Elías no hubo referencia a él, ni tampoco al
artículo VI del Tratado de 1883, que vinculaba este recurso judicial con las disposiciones de
aquel decreto. Francia, en cambio, sí lo apoya.
En 1891 se produjo en Chile la revolución contra Balmaceda. Hasta ese momento, los
sacrificios pecuniarios chilenos no le sirvieron a la república, ni a Perú ni a nadie 598.
Una vez instalado en el poder ejecutivo el almirante Jorge Montt, regresa Bacourt a
Santiago, nuevamente como plenipotenciario francés. Celebra conversaciones con Isidoro
Errázuriz, ministro de relaciones exteriores, que culminan con la firma de un protocolo el
23 de julio de 1892. Este instrumento cayó en Lima como una bomba, según relató el
nuevo ministro de Chile, Javier Vial Solar, pero luego la opinión pública se convenció de
que no le quedaba más recurso que conformarse 599.
Allí se acordó la constitución del tribunal arbitral previsto por Aldunate en el decreto de
1882, que presidiría el juez suizo antes nombrado. Se ocuparía de distribuir los fondos
depositados en el Banco de Inglaterra, referidos en la cláusula A del convenio de 1890. Se
estipulaba que Chile cedería en favor de los acreedores franceses, conforme la sentencia
del árbitro, el 20% del producto líquido de la venta del guano que Chile ha percibido
desde 1882 hasta 1890. Reitera las ofertas hechas a Francia, en diversas ocasiones, de
elevar el rescate de Tacna y Arica en 4.000.000 de pesos plata que habrá de recibir Perú,
“dado caso que queden definitivamente incorporados al dominio y soberanía de Chile”,
sumas que pasarían a poder de Francia (digamos de Dreyfus). Queda establecido, también,
que el gobierno chileno “solo responderá del pago de las acreencias reconocidas hasta la
concurrencia de las cantidades que espontáneamente ha cedido u ofrecido en este
Protocolo”
600
.
El 4 de agosto de 1892, Errázuriz y Bacourt firman un segundo protocolo, esta vez secreto.
Chile se compromete a que los 10.000.000 de pesos plata para el rescate de Tacna y Arica,
más los 4.000.000 adicionales, los entregará directamente al gobierno francés o al árbitro,
596
99 MINREL. Antecedentes del Protocolo Errázuriz-Bacourt y los créditos franceses. Memorándum de Luis Arteaga García.
597
100 Gonzalo Vial, op. cit. Tomo 1. Pág. 317.
598
101 Gonzalo Vial, op. cit. Tomo 1. Pág. 318.
599
102 MINREL. CORRESPONDENCIA EPISTOLAR A DIVERSAS LEGACIONES DE CHILE. 1892-93. Carta, Lima, 27-8-
1892, de Javier Vial Solar, Ministro de Chile en Perú, a Isidoro Errázuriz, Ministro de RR.EE. de Chile.
600
103 Memoria del Ministro de RR.EE. presentada al Congreso Nacional. Santiago. 1892.
de acuerdo con el gobierno peruano, sea por la entrega a esa república de títulos, valores
y documentos que representen esas sumas, que pertenecen a los acreedores franceses,
sea, finalmente, en caso de desacuerdo entre Francia y Perú, aceptando, desde luego, toda
opción al pago que le dirija el gobierno francés 601.
El Quai d’Orsay, acicateado por Dreyfus, pretende la entrega inmediata de esos 14.000.000
de pesos plata en manos del tribunal suizo. El plenipotenciario chileno en Francia, nuestro
conocido Augusto Matte, rechazó este y otros planteamientos similares. El documento
secreto antes mencionado —según expresó a Waldeck-Rousseau, Presidente del Consejo
de Ministros— lo ignoraba el Presidente de la República y menos todavía fue aprobado
por el Congreso. No puede ser invocado como fuente de derecho ni de obligaciones.
Además, el propio Matte se impuso de él casi al término de su misión en París 602.
Durante varios años, impulsada por Dreyfus y sus banqueros, Francia acusó a Chile de
incumplir el protocolo secreto. Desde luego, la cuestión de Tacna y Arica continuaba
pendiente. Por lo mismo, no correspondía desembolsar el rescate de 10.000.000 de pesos
ni los 4.000.000 que Isidoro Errázuriz agregó espontáneamente, a modo de sobreprecio.
No existía, pues, tal incumplimiento. A causa de la interpretación que se dio, en el trascurso
de décadas, los valores chilenos no pudieron cotizarse en la Bolsa de París, con evidente
perjuicio para el buen nombre de Chile, ante la comunidad financiera internacional 603.
Una publicación de La Unión de Valparaíso complicó la situación. Afirmaba que en el
acuerdo Errázuriz-Bacourt (se refiere al primero), La Moneda trasfirió a los acreedores
franceses “el 50% del valor del guano vendido por Chile, que constituye el depósito de
Londres”604.
El encargado de Negocios ad interim de Perú, Manuel A. San Juan, por nota de 7 de agosto
de ese año, sin conocer el texto del documento, protesta porque Chile ha contraído un
compromiso que afecta los intereses de su patria, sin habérselo comunicado. Los franceses
—alega— no tienen por qué recurrir a la vía diplomática en circunstancias de que Perú
tampoco les niega el derecho de pleitear ante los tribunales nacionales 605.
Errázuriz, sin desmentir la existencia del documento, descarta el fondo de la información
de prensa. Le resta jerarquía a San Juan para tratar asuntos de esta clase, pues era un
encargado de negocios interino. En vista de ello, el ministerio de relaciones exteriores de
Perú le envía cartas de gabinete.
San Juan vuelve a la carga y sostiene que Chile está traspasando ahora a los acreedores
franceses lo que ya fue objeto de una cesión gratuita y espontánea a favor del gobierno
peruano. Y advierte que el protocolo que Errázuriz ha firmado con Bacourt se contradice

601
104 MINREL. Memorándum reservado de Luis Arteaga.
602
105 MINREL. Memorándum reservado de Luis Arteaga.
603
106 MINREL. Vol. N º257. Oficio confidencial Nº2, Santiago, 14-2-1914. de Federico Puga, Ministro de RR.EE. de Chile, al
Ministro de Chile en Francia.
604
107 MINREL. GOBIERNO Y LEGACIÓN DEL PERÚ. 1890-92. Nota, Santiago, 7-8-1892, de Manuel A. San Juan,
Encargado de Negocios interino del Perú en Chile, al Sr. Isidoro Errázuriz, Ministro de RR.EE. de Chile.
605
108 MINREL. GOBIERNO Y LEGACIÓN DEL PERÚ. 1890-92. Nota N°9, Santiago, 10-8-1892, de Manuel A. San Juan,
Encargado de Negocios interino del Perú en Chile, al Sr. Isidoro Errázuriz, Ministro de RR.EE. de Chile.
con el de Castellón-Elías. Le recuerda la nota de Godoy a Harmand, en que el primero le
expresa que siendo este un negocio que afecta a intereses peruanos, Chile está impedido
de entrar en negociaciones directas con Francia, ni responder por deudas que no le fueron
impuestas en Ancón606.
Según San Juan, la controversia queda planteada en torno al 20% de los guanos. En
conformidad con el artículo 5º del protocolo Errázuriz-Bacourt, Chile cede el 20% a Francia
de todo el producto líquido de la venta de esa sustancia que ha percibido desde 1882
hasta 1890. En cambio, al suscribirse el Protocolo Castellón-Elías, ese 20% sería entregado
gratuitamente a Perú para que lo aplique al pago de acreedores no comprendidos en el
arreglo con Donoughmore, o sea, Dreyfus607.
Por otra parte, impugna la oferta sobre Tacna y Arica, que estimula la codicia de los
“titulados acreedores franceses”, con la consiguiente violación del Tratado de Paz.
Asimismo, recuerda que su Cancillería manifestó al Quai d’Orsay, el 17 de mayo de 1889,
cuán irregular consideraba el procedimiento francés de dirigirse a Chile para que le
entregara directamente el rescate de esas provincias, y contrastaba esa conducta con la del
marqués de Salisbury.
Subraya que la actitud de Chile:
“sienta un precedente funesto en la historia de las repúblicas hispanoamericanas, que con
harta frecuencia han tenido que protestar contra las arbitrariedades y desvaríos de las
fuerzas ostentadas por naciones mucho más poderosas” 608.
Premunido ya de sus cartas de gabinete, San Juan dirige una nueva nota al Canciller 609. En
ella solicita que le precise cuáles son las razones que justifican el arreglo que ha negociado
con Bacourt acerca de las tituladas deudas francesas, sin la anuencia peruana. Parecería
que el fin que perseguiría Bacourt fuera alcanzar el reconocimiento de saldos de Dreyfus
rechazados por Lima. Solo Perú —dice— tiene el derecho de reconocer y liquidar sus
deudas, sobre todo las que proceden de contratos celebrados con particulares,
enteramente ajenos a la acción diplomática y máxime si no hay denegación de justicia.
Acerca de la estipulación del protocolo Castellón-Elías, relativa al depósito en el Banco de
Inglaterra del guano vendido desde 1882, sostiene que no debió procederse sin el parecer
previo de Perú. En lo que se refiere al 20% del producto de esta sustancia trasferida a los
franceses, agrega que fue objeto mucho antes de una cesión que Chile hizo
espontáneamente a Perú.
Y, por último, la cláusula del artículo 5º relativa a Tacna y Arica, su gobierno no la entiende,
es equívoca y contiene graves errores que espera que el Secretario de Estado rectifique.
Por nota del 6 de septiembre, Errázuriz le asevera que la conducta chilena es muy clara,
pues entrega esta cuestión a la decisión de un fallo arbitral (el que Chile olvidó al firmar el
606
109 MINREL. GOBIERNO Y LEGACIÓN DEL PERÚ. 1890-92. Nota Nº9 antes citada.
607
110 MINREL. GOBIERNO Y LEGACIÓN DEL PERÚ. 1890-92. Nota Nº10, Santiago, 17-8-1892, de Manuel A. San Juan,
Encargado de Negocios del Perú en Chile, al Sr. Isidoro Errázuriz, Ministro de RR.EE. de Chile.
608
111 MINREL. GOBIERNO Y LEGACIÓN DEL PERÚ. 1890-92. Nota Nº10 antes citada.
609
112 MINREL. GOBIERNO Y LEGACIÓN DEL PERÚ. 1890-92. Nota Nº11, Santiago, 24-8-1892, de Manuel A. San Juan,
Encargado de Negocios de Perú en Chile, a Isidoro Errázuriz, Ministro de RR.EE. de Chile.
protocolo Castellón-Elías)610. Además, le recuerda que La Moneda, en numerosas
oportunidades, expresó a Lima que las concesiones que otorgaría deberían servir para un
arreglo general de la deuda, mas Perú siempre se opuso. Respecto al pago adelantado del
rescate de Tacna y Arica, al que se agregaría una cantidad adicional, esta oferta fue hecha
al Rímac en varias oportunidades, y sometida a su aceptación o rechazo.
La decisión chilena de suspender la ejecución del protocolo Castellón-Elías mientras no se
resuelva la oposición francesa a sus estipulaciones, indujo a Gran Bretaña a terciar en el
debate, pues estaba de por medio el interés de la Perúvian Corporation Limited, sucesora
del comité Donoughmore.
El encargado de negocios británico —conforme instrucciones del Foreign Office— solicitó
a Errázuriz la pronta entrega de los depósitos de guano aludidos en el protocolo Castellón-
Elías, y, en caso de no tener éxito en el arbitraje, el derecho de explotar los de Chipana y
los que se descubrieren en Tarapacá e islas adyacentes, además de otras exigencias que
fueron rechazadas por el Ministro. El plenipotenciario del Reino Unido en Lima comunicó a
Perú que su agente en Santiago se había limitado a informar a Errázuriz qué condiciones
aceptaría la Perúvian Corporation Limited, en caso de modificarse el protocolo de 1890.
Había llegado, pues, el momento de que Lima solicitara a Chile la ejecución de ese
instrumento611.
Dos semanas más tarde, el Ministro Larrabure comunicó a Santiago que viajará a esa
ciudad, como agente confidencial, el secretario general del ministerio de relaciones
exteriores, Carlos Wiesse, en calidad de plenipotenciario ad hoc. Tiene plenos poderes para
realizar los arreglos que requiere la ejecución de los protocolos Castellón-Elías y Tocornal-
Elías, de 1890612, así como la desaprobación o el retiro del acuerdo Errázuriz-Bacourt 613.
Larrabure aspiraba ir él a Santiago como plenipotenciario ante La Moneda. Según el
agente de Chile en Lima, puso toda clase de entorpecimientos a la gestión de Wiesse 614.
Después de prolongadas negociaciones, Errázuriz y Wiesse suscribieron un protocolo, el 4
de octubre de 1892. En él se estipulaba que tendrían opción al depósito del millón de
toneladas de guano, a que se refiere el decreto de Aldunate, del 9 de febrero de 1882,
todos los acreedores de Perú, cualquiera que fuere su nacionalidad, cuyos créditos se
encuentren sustentados con la garantía del guano; debería procederse a la constitución del
tribunal de árbitros, que distribuiría los fondos depositados en el Banco de Inglaterra; y
respecto de los créditos franceses, su legitimidad o validez, sería resuelta conforme al
protocolo Errázuriz-Bacourt y a los convenios que se celebren entre Francia y Perú.
Además, el 20% del producto líquido del guano que Chile percibió desde 1882 hasta 1890
y que cedió a Perú, se aplicaría al pago de los créditos franceses, cuyos títulos obtuviesen

610
113 Memoria del Ministro de RR.EE. de Chile al Congreso Nacional. Santiago. 1892.
611
114 Memoria del Ministro de RR.EE. de Chile al Congreso Nacional. Santiago. 1892.
612
115 MINREL. GOBIERNO Y LEGACIÓN DE PERÚ. 1890-92. NOTA, LIMA, 5-9-1892, DE EUGENIO LARRABURE Y
UNÁNUE, MINISTRO DE RR.EE. de Perú, a Isidoro Errázuriz, Ministro de RR.EE. de Chile.
613
116 Memoria del Ministro de RR.EE. de Chile al Congreso Nacional. Santiago. 1892.
614
117 MINREL. CORRESPONDENCIA EPISTOLAR DE DIVERSAS LEGACIONES. 1892-93. Carta, Lima, 29-XI-1892, de
Javier Vial Solar, Ministro de Chile en Perú, a Isidoro Errázuriz, Ministro de RR.EE. de Chile.
un fallo favorable del tribunal de árbitros615.
Este triunfo chileno fue mal recibido por la opinión pública limeña. Una seguidilla de
artículos de prensa censuró la política “agresiva” del gobierno del Mapocho y lo amenazó
con que quedaría solo en el concierto sudamericano 616.
El epílogo fue la renuncia de Larrabure, el traslado de San Juan y el retiro del Protocolo
Errázuriz-Wiesse617. Se nombró un nuevo ministro de relaciones exteriores. La comisión
pertinente de la Cámara desaprobó la actuación de Larrabure; lamentó que este hubiese
torpedeado la de Wiesse, y resolvió reanudar gestiones con Chile, aunque para ello se
tuviera que reconocer al tribunal de Berna618. En 1894, aceptó el arbitraje conforme lo
propuso el Consejo Federal suizo619.
Quedó en pie el instrumento que el canciller chileno suscribió con Bacourt.
Errázuriz pudo llevar a buen término una negociación que, desde el comienzo, tuvo un giro
desafortunado para Chile. Su primer éxito fue someter los reclamos franceses al tribunal
suizo, a cambio de entregarles en compensación el 10% del guano, todavía en poder de
Chile. El Congreso ratificó el protocolo suscrito con Bacourt 620.
Con relación a las acreencias del comité Donoughmore, ahora remplazado por la Perúvian
Corporation Limited, se sucedieron numerosas gestiones con el encargado de negocios
británico en Santiago, hasta que se firmó una convención el 18 de diciembre de 1892. En
ella la Corporación reconoció que las cláusulas del pacto de Ancón debían ser cumplidas y
logró que concurriera ante el árbitro por el 40% de los fondos. El convenio quedaría
incorporado en una ley, a contar de 1893. Esta entidad recibió:
— el pago inmediato, con bonos chilenos, del 50% no discutido, esto es, 630 mil libras
esterlinas, y— la garantía chilena de que, en el restante 50%, cualquiera que fuese el fallo
arbitral, no le correspondería una cuota inferior a 300 mil libras esterlinas.
El arbitraje se formalizó ese año y el fallo se dictó el 5 de julio de 1901.
La demora se debió a las constantes presiones peruanas en contra de él.
El guano fue vendido por dos sociedades: la Compañía Financiera y Comercial del Pacífico
y la Compañía Comercial Francesa. Esta última, según la cuenta elaborada por el gobierno
de Chile, debía al fisco 100 mil libras esterlinas.
El guano produjo 1.245.384 de libras esterlinas, 11 chelines y 9 peniques.
Los acreedores franceses quedaron íntegramente pagados, y la Perúvian recibió 70 mil
libras esterlinas en exceso.
615
118 “Tratados, Convenciones y Arreglos Internacionales de Chile. 1810-1976. Tratados bilaterales Chile-Perú. Tomo 1”.
Santiago de Chile. 1976. Págs. 102 y 103.
616
119 MINREL. CORRESPONDENCIA EPISTOLAR DE DIVERSAS LEGACIONES.1892-93 Carta, Lima, 23-12-1892, de
Javier Vial Solar, Ministro de Chile en Perú, a Isidoro Errázuriz, Ministro de RR.EE. de Chile.
617
120 MINREL. CORRESPONDENCIA EPISTOLAR DE DIVERSAS LEGACIONES 1892-93. Carta, Lima, 9-1-1893, de Javier
Vial Solar, Ministro de Chile en Perú, a Isidoro Errázuriz, Ministro de RR.EE. de Chile.
618
121 MINREL. CORRESPONDENCIA EPISTOLAR DE DIVERSAS LEGACIONES. 1892-93. Carta, Lima, 25-1-1893, de
Javier Vial Solar , Ministro de Chile en Perú, a Isidoro Errázuriz, Ministro de RR.EE. de Chile.
619
122 Jorge Basadre, op. cit. Tomo VII. Pág. 199.
620
123 Gonzalo Vial, op. cit. Vol. II. Pág. 195 y 196.
El único que quedó descontento fue Perú, “por el prestigio de cuyo crédito externo
habíamos desembolsado montos tan respetables”. No perdonaba que hubiésemos llevado
ante el árbitro las deudas contraídas por Piérola con Dreyfus, cuya legitimidad
desconocía621.

CAPÍTULO IV
PRIMERAS NEGOCIACIONES SOBRE TACNA Y ARICA
1. TACNA Y ARICA. NEGOCIACIONES VIAL SOLAR-JIMÉNEZ
2. NEGOCIACIONES LIRA-CANDAMO
3. NEGOCIACIONES LIRA-PORRAS
4. NEGOCIACIONES LIRA-ORTÍZ DE ZEVALLOS
5 MELITÓN PORRAS EN SANTIAGO. TÉRMINO DE LA MISIÓN DE MÁXIMO R. LIRA
6. VICENTE SANTA CRUZ, MINISTRO DE CHILE EN PERÚ
7. EL VICE-PRESIDENTE DE PERÚ EN CHILE
8. EL PROTOCOLO BILLINGHURST-LATORRE
9. EVENTUAL POSICIÓN DEL ÁRBITRO
10. LA ENTREVISTA DEL ESTRECHO

1. TACNA Y ARICA. NEGOCIACIONES VIAL SOLAR-JIMÉNEZ


El almirante Jorge Montt designó en calidad de ministro plenipotenciario en Perú a Javier
Vial Solar. Abogado, militante del partido conservador y revolucionario el ‘91, este fue su
primer desempeño diplomático. Se hallaba unido por lazos de matrimonio con una
distinguida señora de la sociedad limeña, lo que pudo influir en su nombramiento y tal vez
inspiró el giro que dio a su labor.
Después de su misión escribió Páginas Diplomáticas622, acaso con el fin de explicarla. Allí
relata que mantuvo prolongadas conversaciones con Juan Federico Elmore, ministro de
relaciones exteriores del gobierno del coronel Remigio Morales Bermúdez. En ellas
exteriorizó que la nacionalización definitiva de Tacna y Arica se podría abordar conforme a
“una interpretación de la cláusula tercera del tratado [de Ancón], menos restringida o más
liberal”. Estas ideas buscaban una transacción, a cambio de concesiones recíprocas en
otros campos, particularmente en el comercial. Chile era un mercado natural para los
azúcares peruanos y estos podrían ser —en el pensamiento del plenipotenciario— el arma
de negociación para resolver la cuestión, una estrategia que inspiraría algunas décadas
más tarde a los Cancilleres Eliodoro Yáñez y Ríos Gallardo. Veremos enseguida que el
gobierno del Rímac la compartió, pero le dio un sentido distinto. El acuerdo comercial
pasaba a ser un elemento que jugaba en favor de Perú.
Tales disquisiciones adquirieron el siguiente rumbo cuando pasó a ocupar nuevamente esa
Secretaría de Estado Eugenio Larrabure y Unánue.
El 10 de agosto de 1892, se dirige por nota al agente chileno para expresarle que:
“con arreglo al artículo III del Tratado de Paz firmado entre el Perú y Chile el año de 1883, el
territorio de las provincias de Tacna y Arica debería continuar poseído por Chile y sujeto a la
legislación y autoridades chilenas durante el término de diez años, contados desde que se
ratificara el referido tratado. Expirado este plazo, un plebiscito decidiría en votación popular
621
124 Gonzalo Vial, op. cit. Vol. III. Pág. 197.
622
1 Javier Vial Solar: “Páginas diplomáticas”. Imprenta, Litografía y Encuadernación Barcelona. Santiago. 1900. Pág. 143 y
ss.
si dicho territorio quedaría definitivamente del dominio de Chile, o si continúa siendo parte
del territorio peruano. Un protocolo especial establecería la forma en que el plebiscito debe
tener lugar y los términos y plazos en que hayan de pagarse los diez millones estipulados
por el rescate de ambas provincias.
Los negociadores de dicho tratado no ajustaron el protocolo; encontrándose próxima la fecha
en que expirará el plazo de los diez años, contados desde la ratificación realizada el 28 de
marzo de 1884, el Gobierno peruano considera indispensable proceder a la negociación del
expresado protocolo, con cuyo objeto invito a V.E. esperando que me indique el día en que
nuestras conferencias podrían comenzar”623.
No obstante el propósito tan claro de esta invitación, por carta del 5 de septiembre,
Larrabure propuso —en un memorándum— bases de arreglo extrañas al Tratado de
1883624.
La tercera de ellas dice así:
“El Gobierno de Chile desocupa el territorio de las provincias de Tacna y Arica, las cuales
continuarán bajo la soberanía y el dominio del Perú”625.
El resto del documento es ajeno al pacto de Ancón, pues aborda la posibilidad de
concertar acuerdos comerciales. Esta última idea también la compartía el agente.
Según Larrabure, a cambio de esos territorios, Perú otorgaría a su vecino del sur
concesiones comerciales626. Además, daría a Bolivia una aduana en el puerto de Arica
donde se aplicarían los aranceles peruanos, que se repartirían así: 1º un tercio para Bolivia;
un tercio para reducir la deuda chilenoboliviana, y un tercio lo utilizaría Perú para extinguir
los créditos originados por su deuda externa, según lo estipulado en el Tratado de Paz y
Amistad, y 2º el otorgamiento de facilidades para la construcción de una o más líneas
férreas y de telégrafos para unir Tacna y Arica con Tarapacá o hasta la frontera con Bolivia.
En Santiago se tenía una visión diferente.
Previas instrucciones de La Moneda, Vial Solar responde a Larrabure el 8 de abril de
1893627:
“...la misma importancia y naturaleza de esta materia [arreglos comerciales] aconsejan, a
juicio de mi Gobierno, el que ella no sea tratada fuera de su terreno natural ni se le
complique con un negocio de tan distinto carácter, cual es el que se relaciona con la
nacionalidad definitiva de Tacna y Arica”.
Agrega más adelante:
“Obedeciendo a un sentimiento de lealtad, debo manifestar a V.E. que no entra en los
623
2 MINREL. CORRESPONDENCIA ENVIADA POR EL MINISTERIO DE RR.EE. DE PERÚ A LA LEGACIÓN DE CHILE.
1889-92. Nota, Lima, 3-8-1892, de Eugenio Larrabure y Unánue, Ministro de RR.EE. de Perú, a Javier Vial, Ministro de Chile
en Perú.
624
3 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. Memorándum, Lima, 5-9-1892, de Eugenio Larrabure y Unánue, Ministro de
RR.EE. de Perú, a Javier Vial, Ministro de Chile en Perú.
625
4 Apuntes del Prof. Ernesto Barros Jarpa. Refiérese al memorándum del Ministro Larrabure, memorándum del 5-9-1892.
626
5 Jorge Basadre: “Historia de la República del Perú. 1822-1933”. Editorial Universitaria. Lima. 1983. Tomo VII. Página 190.
627
6 MINREL. NOTAS DIRIGIDAS POR LA LEGACIÓN DE CHILE AL MINISTERIO DE RR.EE. DE PERÚ. 1891-94. Nota
Nº11, Lima, 8-4-1893, de Javier Vial, Ministro de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Perú.
propósitos de la política de mi Gobierno el renunciar a las expectativas que aseguró a Chile
el Tratado de Ancón en cuanto a la adquisición de los departamentos mencionados” .
Vial escribió a Santiago que el Presidente peruano y los círculos gobernantes se inclinaban
por retrasar el plebiscito. A juicio del plenipotenciario, a Chile le convenía conservar Tacna
y Arica porque era la vía natural del comercio del norte de Bolivia, así como Antofagasta la
del sur. Pensaba, también, que un buen acuerdo comercial con Perú dejaría a Chile en
condiciones de ejercer una influencia preponderante, en toda la costa del Pacífico.
Juzgaba, además, que la cuestión del plebiscito era una “brasa de fuego” que afectaría la
estabilidad del gobierno limeño, ya que —a juicio de los peruanos— La Moneda no
abandonaría fácilmente su presa. Convendría, pues, diferirlo hasta 1903 628.
Las conjeturas de Vial resultaron equivocadas. El ministro de relaciones exteriores, ahora
Cesáreo Chacaltana, le invitó a abordar de inmediato este tema 629.
Hubo seis conferencias, desde el 18 de abril de 1893 hasta el 19 de enero de 1894. La
primera tuvo lugar entre Vial y Chacaltana, y las cinco siguientes entre el primero y el
nuevo Secretario de Estado, el ariqueño y vocal de la Corte Suprema de Justicia, José
Mariano Jiménez. Para mayor claridad, nos atendremos casi textualmente a cada uno de
los documentos que suscribieron ambos funcionarios.
Vial expresó —en la primera— que Chile no renunciaría a las expectativas que le ofrecía el
Tratado de Paz y Amistad, en orden a la adquisición definitiva de estos territorios. Por lo
mismo, señala que ahora se tendría que elaborar un documento que reglamentase el
plebiscito. Pero, como lo indica el artículo III, el protocolo a que éste se refiere debe versar
sobre las condiciones del acto electoral y no debe recaer sobre la autoridad que lo dirigirá,
ni sobre quienes tienen derecho a voto. En cuanto al convenio de comercio, formaría parte
de una negociación separada630.
La segunda se verificó el 19 de junio. Jiménez expresó que el primer artículo del protocolo
determinaría bajo qué autoridad habría de realizarse la consulta popular. Como estaba
pactado que la ocupación chilena duraría diez años, propuso que, a la expiración de ese
plazo, se devolviese a Perú la posesión de las provincias temporalmente ocupadas, en
virtud de su condición de soberano directo. Vial desconoció este concepto, pues no se
desprendía así del Tratado. Como ambos negociadores no se pusieron de acuerdo, la
reunión fue suspendida.
El 30 de junio tuvo lugar la tercera conferencia. Dado que Chile no devolvería los territorios
al cumplirse el plazo de diez años estipulado en Ancón, Jiménez propuso —a modo de
transacción— que estos fuesen entregados en esa fecha a una tercera potencia, bajo cuyos
auspicios se realizaría el plebiscito.
Conforme el resultado, quedarían definitivamente en poder de Chile o de Perú. Vial lo
628
7 MINREL. CORRESPONDENCIA EPISTOLAR DE LAS LEGACIONES DE CHILE EN PERÚ ETC. 1892-93. Carta, Lima,
10-3-1892, de Javier Vial Solar, Ministro de Chile en Perú, a Gaspar Toro, Santiago.
629
8 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE PERÚ.
1893-97. Nota Nº70, Lima, 12-4-1893, de Cesáreo Chacaltana, Ministro de RR.EE. de Perú, a Javier Vial Solar, Ministro de
Chile en Perú.
630
9 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE PERÚ.
1893-97.
refutó, pues su país tenía derecho a ocupar Tacna y Arica antes y después de la consulta, y
hasta que Perú cumpliera con todas las obligaciones contenidas en él, esto es, el pago de
los 10.000.000 de pesos o soles631.
El 19 de agosto de 1893, Jiménez trasmitió a Vial un memorándum, en virtud del cual Perú
poseería durante dicha consulta la zona comprendida entre el río Sama y la quebrada de
Vítor, y Chile continuaría “en la tenencia” de la zona comprendida entre esta última y la de
Camarones.
Por nota de 26 de septiembre, Vial le comunicó que:
“algunas de sus disposiciones concretas, sin consultar esa justa reciprocidad, serían de difícil
aplicación en la práctica y origen tal vez de dificultades que deben preverse en una
negociación como esta”.
El 28 de marzo de 1894, Perú recibiría la parte que le correspondería y dentro de treinta
días cada país dictaría el reglamento de procedimientos para la votación en sus respectivas
zonas, y ambos quedarían en libertad de señalar los requisitos de los votantes. La consulta
se verificaría antes del 1 de octubre de 1894.
Si Perú resultase ganador en ambas secciones, entregaría a Chile la indemnización pactada
en 1883, en la siguiente forma: los productos chilenos se introducirían libres de derechos
de importación en Perú, durante veinticinco años. Y si solo en la zona del Sama a Vítor, se
compensaría del mismo modo la indemnización proporcional, mas reduciendo el término
de la liberación a veinte años632.
Vial se opuso porque no quedaban claramente establecidos los derechos de Chile en los
territorios litigiosos, a que nos hemos referido antes, mientras tuviese lugar la consulta
popular.
La cuarta reunión se efectuó el 16 de septiembre. Jiménez recordó que había procurado
convencer a su contraparte de que solo tenían derecho a sufragio los peruanos nacidos y
domiciliados en Tacna y Arica, mayores de 21 años. Por otra parte, el secretario de Estado
prefería no continuar las negociaciones si no se llegaba a acuerdo respecto de la autoridad
que regiría durante el plebiscito en dichos territorios.
Una vez más, se discutió quiénes podían considerarse ciudadanos con derecho a voto. Vial
planteó que todos los habitantes tenían derecho a expresar su voluntad. No había razón
para excluir a los extranjeros, menos a los chilenos que no podían estimarse como tales en
Tacna y Arica, conforme a los antecedentes de derecho y a la praxis internacional. También
debían ser las autoridades chilenas las que rigieran durante la consulta.
De acuerdo con el Tratado de Paz y Amistad, Jiménez apreció que en la votación popular
solo podían participar los ciudadanos peruanos, calidad de que carecían los demás
habitantes.
En cambio, el agente chileno replicó que en el Pacto de Ancón se hablaba de votación
631
10 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE PERÚ.
1893-97.
632
11 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE PERÚ.
1893-97. Nota Nº19, Lima, 19-8-1893, de José Mariano Jiménez, Ministro de RR.EE. de PERÚ, a Javier Vial Solar, Ministro
de Chile en Perú.
popular plebiscitaria, o sea, le eran aplicables los antecedentes internacionales relativos a
esta clase de elecciones.
Una nueva conferencia se celebró el 10 de noviembre. Al recapitular las declaraciones
anteriores, Vial declaró que las proposiciones de Jiménez “no consultaban en todas sus
partes, la reciprocidad de los derechos de ambos países sobre la base del Tratado de
Ancón”. Asimismo, apartándose de la letra de aquel, exigían la desocupación de casi la
totalidad del departamento de Arica y del de Tacna, desocupación que Chile no podía
aceptar porque equivaldría a perder anticipadamente el plebiscito. El derecho de Perú de
dictar —sin intervención de Chile— los reglamentos que establecerían los requisitos para
sufragar, en la zona comprendida entre Sama y Vítor, le aseguraría de antemano la
reincorporación de los territorios disputados. Vial no podía negociar sobre estas bases.
El 7 de diciembre tuvo lugar la última conferencia. No se llegó a acuerdo.
Jiménez sugirió que se sometiese a un gobierno amigo la resolución inmediata de las dos
cuestiones siguientes: 1ª ¿A cuál de las dos partes corresponde la posesión de los
territorios después del 28 de marzo de 1894? y 2ª ¿El derecho de votar corresponde
solamente a los individuos cuya nacionalidad resulte afectada por la definitiva
incorporación a Chile o también a otros habitantes? Según el resultado del fallo arbitral, se
discutiría el reglamento para la inscripción de los votantes.
Vial no aceptó el arbitraje. Esta fórmula significaba que la posesión de Tacna y Arica de
que su patria gozaba en virtud de un convenio internacional, parecía materia discutible o
de dudoso derecho. Eso no se podía admitir. Agregó que el gobierno peruano debía tener
fe en la honradez y lealtad de los procedimientos del de Chile. Como prueba de ello,
pactaría aquellas garantías que se estimaran oportunas para la libre y espontánea emisión
del voto.
El ministro de relaciones exteriores le preguntó si estaba facultado para incorporar, entre
esas garantías, la intervención de funcionarios peruanos en el acto del plebiscito, y la
determinación de los requisitos que los votantes deberán reunir.
Vial replicó que si el ministro llevaba la discusión a ese terreno y formulaba proposiciones
concretas, se podría alcanzar un acuerdo aceptable para ambos países.
Conforme la historia del artículo III y los precedentes internacionales 633, nuestro
representante debió rechazar de plano las proposiciones del Canciller Jiménez y dar por
terminada la conferencia. Aceptar la intervención de funcionarios peruanos en la operación
plebiscitaria —a juicio del internacionalista y asesor letrado de nuestro ministerio de
relaciones exteriores, Alejandro Álvarez— tenía el grave inconveniente de entregarla a la
apreciación de estos634. Ellas se alejaban del sentido que dio a dicha estipulación el
Canciller Aldunate, gestor del Tratado de Paz y Amistad de 1883 y que no habrían
objetado los negociadores Lavalle y Castro Saldívar.
Después de estas conferencias, el secretario de Estado peruano dirigió una nota a Vial, que

633
12 Luis Aldunate: Los tratados de 1883-84. Centro Editorial La Prensa. Santiago. 1900.
634
13 MINREL. ALEJANDRO ÁLVAREZ. CUESTION DE TACNA Y ARICA. TOMO 1º. 1905.
el segundo respondió en la misma fecha635.
Jiménez expresó que no habiendo acuerdo respecto a la interpretación del artículo III del
Tratado de Paz, el 26 de enero de 1894 propuso las siguientes bases para redactar el
protocolo:
1. El plebiscito se verificará en las condiciones de reciprocidad (recoge el mismo vocablo empleado
antes por el agente chileno) que ambos gobiernos estimen necesarias para tener una votación
honrada y que sea la expresión fiel de la voluntad popular en las dos provincias.
2. El país que gane el plebiscito pagará al otro los 10.000.000 de soles consignados en el artículo III,
en bonos de la deuda pública del 4,5% de interés y 1% de amortización.
3. Los cupones por intereses vencidos y bonos amortizados serán recibidos en pago de los derechos
de aduana del país que los emita.
4. Si Chile triunfa en el plebiscito, Perú podrá rectificar su frontera del Sama avanzando hacia la
ribera sur de la Quebrada de Chero. Si Perú fuese favorecido, Chile podrá modificar la suya en
Camarones, avanzando hacia la quebrada de Vítor o Chaca. El que haga uso de este derecho pagará
al otro la suma de 3.000.000 de soles que se descontará del monto total de la indemnización.
En este documento, no se habla de la nación que ocupará el territorio durante la consulta
popular. La razón de esta omisión la dio Jiménez en un pro-memoria que el secretario
general del ministerio de Relaciones Exteriores (Carlos Wiesse) entregó confidencialmente
a Vial, el 9 de marzo de 1894, y que dice así:
“El señor Vial Solar pretendió que se incluyese en las bases una que contuviera la idea de
que los territorios permanecerían, durante el plebiscito, en el mismo estado en que hoy se
encuentran. Le manifesté que no era necesario decirlo, pues solo cambiar la persona del
ocupante sería necesario una declaración expresa. El señor Vial Solar encontró justa mi
manera de apreciar”636.
El Canciller chileno, Ventura Blanco Viel, rechazó el concepto de reciprocidad que
estableció la base primera. Reflexionó así: esta no tiene otro significado que el de igualdad
en la correspondencia, lo que no se aviene con la situación de Tacna y Arica, ocupada por
Chile antes de suscribir el tratado de 1883. Propone, en cambio, la redacción siguiente:
“El plebiscito deberá verificarse en la situación en que se encuentran hoy las provincias
[departamentos] de Tacna y Arica.
En las bases del plebiscito se consultarán cuantas garantías se estimen necesarias para
obtener una votación honrada y que sea la expresión fiel y exacta de la voluntad de todos los
habitantes de dichas provincias”.
Blanco argumenta: ¿podría Perú estar hoy en posesión de Tacna y Arica al mismo tiempo
que Chile, en conformidad con el Pacto de Ancón? ¿Cabe reciprocidad en esa condición
que contiene la base primera? 637
635
14 MINREL. Nota, Lima, 26-1-1894, de José Mariano Jiménez, Ministro de RR.EE. de Perú, a Javier Vial, Ministro de Chile
en Perú, y nota de la misma fecha de Javier Vial a José Mariano Jiménez.
636
15 MINREL. OFICIOS DIRIGIDOS POR LA LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ AL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE.
1891-95. Memorándum entregado por Carlos Wiesse, Secretario General del Ministerio de RR.EE. de Perú, Lima, 9-3-
1894.
637
16 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE.
Oficio Nº361, Santiago, 20-2-1894, de Ventura Blanco, Ministro de RR.EE. de Chile, a Javier Vial, Ministro de Chile en
Por nota de 26 de enero de 1894, sin consultar a Santiago, Vial Solar prestó su
conformidad a las proposiciones de Jiménez, a fin de dar una nueva prueba del espíritu de
cordialidad que inspiraba a su gobierno. En carta a Ventura Blanco, en que procura explicar
su conducta, afirma que Jiménez pretendió que se estampasen condiciones de igualdad
que él rechazó, y aceptó reciprocidad. “Me parece —concluye— que no he extralimitado
mis instruc-ciones...”
638
.
En Páginas diplomáticas, el plenipotenciario explica que el acuerdo que logró con Jiménez
era muy ventajoso para Chile. Según él, su patria confirmaba su dominio definitivo de las
quebradas y terrenos de cultivo al norte del curso principal del río Camarones, que el Pacto
de Ancón.
“olvidó incorporar al territorio chileno, sin embargo de ser la única zona de regadío apta
para sostener una guarnición fronteriza, y ya que también así Chile extendía su dominación
sobre un desierto de muchas leguas de extensión, que lo aislaba de Perú” 639.
Menciona que solo hubo una disidencia pasajera con La Moneda, pero no una
desautorización y menos un rechazo Sin embargo, aquella no lo consideró así 640, y unos
meses después Blanco Viel retiró discretamente de Lima a su correligionario (los dos eran
conservadores).
En vista de lo anterior, se optó por trasladar la negociación a Santiago.
El 23 de febrero de 1894 el representante peruano en esta capital, Ramón Ribeyro, celebra
una conferencia con el Ministro Blanco. Por medio de un detallado memorándum, renueva
las propuestas anteriores de Jiménez, que La Moneda mayormente rechaza. Sin embargo,
el 18 de octubre manifiesta que en vista de que Perú ha propuesto que cada una de estas
naciones se reserve el derecho de alterar sus fronteras —que Chile avance hasta Vítor y
Perú retroceda a Chero— propone que lo hagan de inmediato. Así el plebiscito queda
circunscrito a la faja comprendida entre Chero, al norte, y Vítor, al sur.
Un día antes de que se cumplan diez años de la ratificación del Tratado de Paz y Amistad,
el 27 de marzo de 1894, Ribeyro dirige una nota a Ventura Blanco. En ella trasmite la
disconformidad de su gobierno porque no se ha llegado a la conclusión del protocolo Vial-
Jiménez, y señala que:
“el hecho de prolongarse la ocupación de las provincias mencionadas más allá del término
estipulado, sin haberse llegado a acordar las condiciones del plebiscito, no puede entenderse
para el Perú sino con la reserva de su derecho tal como lo ha sostenido, sin perjuicio de
buscar, con el espíritu más leal y sincero un medio honorable y práctico de arribar a la
solución de asunto tan interesante para consolidar la amistosa inteligencia que felizmente
existe entre ambos gobiernos”641.

Perú.
638
17 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1893-95. Carta, Lima, 20-1-1894, de Javier Vial, Ministro de Chile en Perú,
a Ventura Blanco Viel, Ministro de RR.EE. de Chile.
639
18 Javier Vial Solar, Pág. 210 y ss.
640
19 MINREL. ALEJANDRO ÁLVAREZ. CUESTIÓN DE ARICA Y TACNA. TOMO 1º. 1905.
Blanco sostiene que Chile ocupa legítimamente Tacna y Arica desde antes de firmarse el
Tratado de Paz y Amistad. Mientras no se cumplan las condiciones previstas en aquel
instrumento, la ocupación debe continuar invariablemente mantenida por Chile. Aún más,
alude al pro-memoria ya citado de Carlos Wiesse, secretario general del ministerio de
relaciones exteriores, que confirma la tesis chilena en lo tocante a la ocupación de esos
territorios. En cuanto al documento que suscribió Vial Solar con Jiménez, el 26 de enero
último, Blanco trata de justificarse en el sentido de que la crisis ministerial le ha impedido
concentrarse en él, pero no duda que lo hará su sucesor 642. Sin embargo, como explicación
—o excusa— nos parece pobre, pues el Estado permanece aunque exista una crisis de
gabinete.
En el hecho, este Secretario de Estado —sucesor de Sánchez Fontecilla— se apartó de la
línea de su antecesor643, lo que pasaría a ser frecuente. Chile había empezado a buscar
afanosamente un entendimiento secreto con Bolivia, a causa de que las discusiones
limítrofes con la República Argentina —así como la cuestión de la Puna de Atacama— se
presentaban muy inciertas para La Moneda. Sin embargo, el 10 de mayo de 1889, Bolivia y
Argentina firmaron el Tratado Vaca Guzmán-Quirno Costa, por el cual la primera república
cedió al Plata sus derechos respecto de la Puna de Atacama, tratado que se mantuvo
secreto644. Se pensó que Sucre —unido a Buenos Aires por este acuerdo— intentaría
recuperar el litoral de Antofagasta con la ayuda de Argentina.
Hilando más fino, eventualmente se llegaría a resucitar el virreinato río platense con
Bolivia, y así Buenos Aires tendría salida al Pacífico.
Mientras tanto, la situación interna peruana se vio ensombrecida por acontecimientos que
anotaremos enseguida.
El 28 de marzo de 1894, falleció el Presidente, coronel Remigio Morales Bermúdez. Su
inesperado deceso, en pleno año electoral, causó un serio trastorno institucional. Accedió
de hecho al poder el segundo Vicepresidente, coronel Justiniano Borgoño, y luego Andrés
Avelino Cáceres, en calidad de Presidente Constitucional. El gobierno de este último se
desenvolvió en medio de una guerra civil. Su administración expiró más rápido de lo que el
gobernante habría deseado y dio paso a Nicolás de Piérola, elegido el 8 de septiembre de
1895. Así comenzó el período denominado la “república aristocrática”.
Algunos de los protagonistas principales de aquellas turbulencias se refugiaron en Chile y
desde allí organizaron el regreso a su patria. Tales hechos crearon situaciones difíciles al
gobierno de Santiago, que intentó mantenerse neutral. Piérola regresó a Lima en 1895,
desde Iquique645.
2. NEGOCIACIONES LIRA-CANDAMO
641
20 MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES DEL PERÚ. Circular sobre la cuestión Tacna y Arica. Lima -Imprenta
Torres Aguirre, Unión 150- 1901. Págs. 192 y 193.
642
21 MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES DEL PERÚ. Circular sobre la cuestión Tacna y Arica. op. cit. Págs. 193 a
la 198.
643
22 El Ferrocarril , Santiago, 21-X-1900, “Una circular diplomática” firmada por XX. Trascribe juicios del historiador Gonzalo
Bulnes.
644
23 Sergio Carrasco D.: Historia de las relaciones chileno-bolivianas. Editorial Universitaria. Santiago. 1990. Pág. 105.
645
24 Jorge Basadre, op.cit. Tomo VII. Pág. 303.
En Chile también hubo cambios. Como ya indicamos, Vial Solar cesó en su cargo en el
Rímac, el 14 de setiembre de 1894. En el hecho, se le retiró discretamente, aunque
posteriormente se le designó en Brasil con igual carácter.
Lo reemplazó Máximo R. Lira Donoso. En Santiago, Ventura Blanco Viel fue sucedido por
su antecesor Mariano Sánchez Fontecilla. En el telón de fondo, se jugaban los preliminares
de la sucesión del Presidente Jorge Montt.
El 21 de agosto de 1894, Sánchez Fontecilla imparte a Lira, recién designado ministro en
Perú646, instrucciones que serían objeto de severas críticas del internacionalista Alejandro
Álvarez, porque no respetaban el sentido y el tenor del artículo 3° del Tratado de Paz y
Amistad647.
En lo que se refiere al protocolo que reglamentará el plebiscito, Sánchez Fontecilla comete
el error de sugerir a Lira que se negocie una prolongación del plazo señalado en Ancón.
Esta equivocación significaba modificar el artículo 3°, en detrimento de los derechos de
Chile. Esa postergación no sería menor de cuatro años o tal vez algo mayor. Sin perjuicio
de ello, si se presentase una ocasión propicia, inducirá al gobierno del Rímac a ceder
aquellos territorios, eludiendo las formalidades electorales.
Lira Donoso, poseía un variado currículum vitae. Participó en la Guerra del Pacífico. Dejó
una interesante y amena correspondencia privada desde el sitio de los acontecimientos, en
donde puso de relieve la influencia del “general pililo” en nuestros éxitos militares 648.
Integró la Cámara joven por varios lustros y se caracterizó por su combativa oratoria; fue
secretario del intendente del ejército y, además de su misión en Perú, posteriormente se
desempeñó en Brasil, Uruguay y Paraguay. Colaboró en la defensa chilena en el arbitraje
británico de 1898-1903 y finalizó su distinguida carrera como intendente de Tacna, en
donde falleció cuando ejercía ese cargo 649. Lira pertenecía al grupo de individuos que se
inspiraban en la llamada política boliviana de Domingo Santa María650.
Por esa época, la diplomacia oficial de Santiago se empeñaba porque Bolivia cediera a
Perú un territorio en la región amazónica, entre los ríos Inanbari y Madre de Dios, con una
superficie equivalente a Tacna y Arica, amén de ser esta una región rica en caucho, quinas
y yacimientos auríferos651.
Aquella región estuvo por largo tiempo en disputa, así es que la propuesta chilena pareció
prematura. Formaba parte de la llamada cuestión del Acre, que provocó una álgida

646
25 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE. 1894-95.
Oficio Nº1680, Santiago, 21-8-1894, de Mariano Sánchez Fontecilla, Ministro de RR.EE. de Chile, a Máximo R. Lira, Ministro
de Chile en Perú.
647
26 Alejandro Álvarez: “Resumen histórico de las negociaciones diplomáticas entre Chile y el Perú sobre celebración del
plebiscito relativo a Tacna y Arica”. (Documento mecanografiado, Santiago, 1905. Biblioteca San Joaquín de la Universidad
Católica Nº 327.83085).
648
27 Regina Claro Tocornal: “Cartas de don Máximo R. Lira a doña Isabel Errázuriz desde los campamentos chilenos durante
la Guerra del Pacífico (1879-1881)”. Revista “Historia” N°36. Año 2003.
649
28 Virgilio Figueroa: “Diccionario Histórico y Biográfico de Chile”. Impr. La Ilustración. Santiago. 1925. Tomo IV. Pág. 73.
650
29 MINREL. Carta confidencial, Valparaíso, 29-2-1896, de Adolfo Guerrero, Ministro de RR.EE. de Chile, a Máximo R. Lira,
Ministro de Chile en Perú.
651
30 MINREL. Carta confidencial, Valparaíso, 29-2-1896, de Adolfo Guerrero, Ministro de RR.EE. de Chile, a Máximo R. Lira,
Ministro de Chile en Perú.
controversia entre Brasil, Bolivia y Perú, y el Bolivian Sindicate.
Algún tiempo después de presentar Lira sus credenciales, se produjeron en Lima actos de
violencia para desalojar al Presidente Cáceres del poder.
En esa oportunidad, actuó una comisión del Cuerpo Diplomático, integrada por el Nuncio
Apostólico y los ministros de Chile y Francia, a la que se agregaron los de Inglaterra e Italia.
La misión de estos diplomáticos tuvo por objeto evitar la continuación de los hechos de
sangre, al mismo tiempo que lograr sepultar los cadáveres que obstruían las calles de Lima.
Pero la tarea principal fue ayudar el traspaso del gobierno de Cáceres a Piérola. Tuvieron
pleno éxito en aquellos cometidos652.
Dado los problemas internos que sacudieron la vida política peruana, La Moneda resolvió
que la negociación continuase en Santiago. Hubo varias notas y conferencias entre
Sánchez Fontecilla y el ministro peruano, Ribeyro, en el curso de 1894 653. En el archivo del
ministerio de relaciones exteriores de Chile, no existen más antecedentes que una del 4 de
octubre de ese año. Alejandro Álvarez escuchó decir que entre Sánchez Fontecilla y dicho
agente se trató de la prórroga del plazo de diez años, y que los documentos respectivos se
extraviaron o “se hicieron desaparecer”654.
Para la diplomacia del Rímac la posesión chilena —como lo expresábamos— expiró el 28
de marzo de 1894. En la Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores de Perú, se
reproducen algunas comunicaciones de Ribeyro655.
Por ejemplo, en el oficio Nº53 que este dirigió a Lima, de 6 de julio, da cuenta de que
manifestó al Canciller chileno que ahora se debían:
“discutir y acordar las condiciones del plebiscito sobre las bases fijadas de común acuerdo
por el Ministro de Relaciones Exteriores del Perú y el plenipotenciario de Chile, señor Javier
Vial Solar, en 26 de enero del año corriente”.
Según esta, Sánchez Fontecilla le habría replicado verbalmente que procedía:
“discutir los términos de un protocolo que determinase la condición de las provincias de
Tacna y Arica, que habían quedado en situación irregular después del 28 de marzo de este
año, en que terminaron los diez años de ocupación estipulados en el tratado de Ancón;
agregando que él entendía que ese protocolo debía contener la prórroga de la ocupación
durante algunos años a fin de preparar durante ellos los medios de llegar al acuerdo sobre
el plebiscito, aprovechando la ocasión más propicia en ambos países para llevarlo a cabo; y
que esto me lo proponía, como idea personal suya (cursiva nuestras).
El Secretario de Estado chileno afirmaba, también, que las bases acordadas entre Jiménez y
Vial fueron desaprobadas, “en razón de que [Vial] se había separado de las instrucciones
que se le dieron para negociarlas,” causa de su alejamiento del Rímac.
652
31 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. CORRESPONDENCIA DIRIGIDA AL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE.
1895-97. Oficio Nº78, Lima, 22-3-1895, de Máximo R. Lira, Ministro de Chile en Perú, a Luis Barros Borgoño, Ministro de
RR.EE. de Chile.
653
32 MINREL. DIPLOMÁTICOS EXTRANJEROS. 1893-95. Nota Nº2057, Santiago, 4-X-1894, de Mariano Sánchez
Fontecilla, Ministro de RR.EE. de Chile, a Ramón Ribeyro, Ministro de Perú en Chile.
654
33 MINREL. ALEJANDRO ÁLVAREZ. CUESTIÓN DE TACNA Y ARICA. TOMO 1º. 1905.Quinto período.
655
34 Memoria del Ministerio de RR.EE. 1896. Op. cit. Págs. 104 a 109.
Ribeyro manifestó extrañeza. Le hizo presente la plenipotencia con que Vial estaba
investido, aparte de que pudo comunicarse instantáneamente por telégrafo con Santiago.
Dijo que cuando él empezó a discutir este tema con el Ministro Blanco —antecesor de
Sánchez Fontecilla— el Canciller no repudió las bases, ni hizo observación alguna en ese
sentido. Simplemente le expresó que la negociación se interrumpió solo por la renuncia
del gabinete chileno.
Se desconoce que Chile haya protestado cuando se publicaron estos asertos, como debió
hacerlo, en el caso de que no correspondiesen a la verdad656.
La Cancillería del Rímac tampoco aceptó la prórroga, ya que de este modo pretendió
colocar a Chile como detentador ilegal de Tacna y Arica, después de los diez años. Perú,
por cierto, periódicamente se encargó de recordar el error de Mariano Sánchez Fontecilla.
Cesáreo Chacaltana, ministro peruano en Santiago, en nota enviada seis años después al
Canciller Emilio Bello, sostuvo que el Ministro Sánchez lo que intentó fue legitimar la
autoridad de Chile en esos territorios, después de 1894, al reconocer que habría caído en
la ilegalidad657. Empero, en 1903, el ministro de relaciones exteriores de Chile, Luis A.
Vergara, esclareció por escrito al canciller Prado Ugarteche que:
“el plazo de diez años que establece el Tratado de Ancón no tuvo otro objeto que asegurar a
Chile un mínimum de tiempo en el ejercicio de la soberanía; pero en manera alguna,
significa que dentro de él haya debido hacerse necesariamente la consulta popular” 658.
Esta materia la resolvió, finalmente, el fallo del Presidente de los Estados Unidos, Calvin
Coolidge, el 4 de marzo de 1925. El Árbitro dio la razón a la tesis de Vergara y dictaminó
que, conforme al artículo III acordado en Ancón, se estableció un plebiscito y que este
debía realizarse. Esa parte del Pacto de Ancón continuaba vigente, aunque ese acto no se
hubiese celebrado antes de expirar el término señalado en 1884.
Después de que Lira conoció las instrucciones de Sánchez Fontecilla, recibió otras de Luis
Barros Borgoño, ministro subrogante de relaciones exteriores, fechadas el 3 de julio de
1895659. Le fueron trasmitidas con posterioridad a un Tratado Especial de Transferencia de
Territorio que La Moneda suscribiría secretamente con Bolivia ese año. Conforme a este
acuerdo, Chile se comprometía sub conditionae a traspasar Tacna y Arica a la nación del
altiplano, siempre que adquiriese el dominio y soberanía sobre ellos. A pesar de que el
ofrecimiento quedaba subordinado al éxito del plebiscito, Chile se obligaba a “empeñar
todos sus esfuerzos, ya sea separado o conjuntamente con Bolivia, para obtener en
propiedad definitiva los territorios de Tacna y Arica”. Y si no lo lograba, se obligaba “a
ceder a Bolivia la caleta Vítor hasta la quebrada de Camarones u otra análoga” 660, aunque
esa caleta se encuentra dentro del territorio litigioso que contempla el artículo III del pacto
656
35 MINREL. GOBIERNO Y LEGACIÓN DE PERÚ. 1898-1900. Nota Nº25, Santiago, 14-XI-1900, de Cesáreo Chacaltana,
Ministro de Perú en Chile, a Emilio Bello Codesido, Ministro de RR.EE. de Chile.
657
36 MINREL. GOBIERNO Y LEGACIÓN DE PERÚ. 1898-1900. Nota Nº25, Santiago, 14-XI-1900, de Cesáreo Chacaltana,
Ministro de Perú en Chile, a Emilio Bello, Ministro de RR.EE. de Chile.
658
37 Memoria del Ministerio de Relaciones Exteriores. Santiago 1907. Imprenta Cervantes. Pág. 59. Trascribe nota de Luis A.
Vergara, Ministro de RR.EE. de Chile, Santiago, 15-3-1905, a Javier Prado Ugarteche, Ministro de RR.EE. de Perú.
659
38 MINREL. ALEJANDRO ÁLVAREZ. CUESTIÓN DE TACNA Y ARICA. TOMO 1º. 1905.
660
39 Sergio Carrasco D., “Historia de las relaciones chileno-bolivianas”. Editorial Universitaria. Santiago. 1991. Pág. 444.
de Ancón. En consecuencia, a fin de perfeccionar tal entrega, se necesitaría la conformidad
del Rímac, posibilidad que solo quedó esbozada en los diálogos entre Blanco y Ribeyro.
Barros Borgoño estimababa que el éxito de la negociación con Bolivia dependía de tal
adquisición. En caso de no lograr un acuerdo directo con Perú, sería menester lograr bases
favorables en el protocolo que normare el acto electoral.
Tal acuerdo consistiría en que Lima cediera a Bolivia las dos provincias, y Chile pagara a
Perú los 10.000.000 de soles acordados en Ancón, o, aún, una indemnización mayor.
Fracasada esa negociación, habría de acordarse el plebiscito, pero en condiciones que
aseguraren el triunfo a Chile.
Lira celebró cuatro reuniones con Candamo: el 5, 9, 20 y 23 de agosto de 1895.
En la primera, este último se desempeña como Presidente Provisional y ministro de
relaciones exteriores. El representante chileno le invita a dar cumplimiento al artículo III.
Aquel se excusa dado el carácter transitorio de la Junta, mas Lira le recuerda que ya se ha
designado un ministro en Bolivia mientras se intenta acreditar uno en Chile, hechos que
demuestran que la Junta se ha trazado una línea de conducta en materia de política
exterior661.
En la segunda, el diplomático propone la cesión directa de Tacna y Arica a Chile. Mas, a fin
de no menoscabar la dignidad peruana, le plantea un plebiscito “arreglado” que arroje un
resultado en favor de Chile. En compensación, se concederían ventajas superiores a las
establecidas en Ancón.
“Eso sí que podría hacerse” replicó el Presidente, pero “omitiéndose toda referencia a
cesión territorial”, y quedó de conversarlo con sus colegas 662. Sin embargo, en el
documento oficial que suscribieron, consta que Candamo fue contrario —seguramente
después de consultarse con la Junta— a toda solución que frustrara el derecho peruano, y
que las proposiciones que busquen entendimientos directos se eliminen de la discusión 663.
En la tercera, Candamo informa que aquella rechaza una consulta popular ad hoc.
Enseguida le expresa que toca definir a quién corresponderá ejercer la presidencia del
plebiscito, a sabiendas de que La Moneda entiende que es a Chile, según la historia del
artículo III, el derecho internacional vigente y los precedentes.
El agente, sagazmente, le hace presente las dificultades que enfrentará Perú si tiene que
cumplir con todas las condiciones del Tratado: la entrega de los 10.000.000 y además
garantizar dicho pago. Un autor limeño ha acusado a Lira de escribir una de las páginas
más bochornosas de la diplomacia chilena 664, no obstante que el agente lo que hizo fue
mantenerse fiel a lo estipulado en el texto de la cláusula 3ª.
Lira ofrece al Presidente que un mes después de promulgado el fallo plebiscitario, Chile
devolverá Tacna y Arica si este le es adverso, y Perú cancelará al primero la suma indicada.
661
40 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1893-95. Oficio Nº114, Lima, 7-8-1895, de Máximo R. Lira, Ministro de
Chile en Perú, a Claudio Matte, Ministro de RR.EE. de Chile.
662
41 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1893-95. Oficio confidencial Nº117, Lima, 10-8-1895, de Máximo R. Lira,
Ministro de Chile en Perú, a Claudio Matte, Ministro de RR.EE. de Chile.
663
42 MINISTERIO DE RR.EE. DE PERÚ. Circular sobre la cuestión de Tacna y Arica. Op. cit. Pág. 237.
664
43 Alfonso Benavides Correa: “Una difícil vecindad”. Editorial Universidad de San Marcos de Lima. 1988. Pág. 31.
A su vez, Chile contraerá una obligación idéntica en caso de ganar.
Candamo quedó de conversar con sus colegas665.
En la cuarta reunión, la discusión giró alrededor de los 10.000.000 y la dificultad que tiene
Perú para sufragarla dentro del mes indicado. No se llegó a ningún resultado y se
suspendió666.
En un encuentro informal, Candamo propuso a Lira que en el caso de que Perú no pudiera
pagar la indemnización, Tacna y Arica podrían quedar anexadas definitivamente a Chile. El
diplomático le replicó que valdría la pena discutirlo. Pero, de inmediato, Candamo agregó
con viveza: “Pero yo no se la hago oficialmente... porque eso sería muy peligroso” 667.
El agente fue autorizado para que exigiese la anexión absoluta, si el pago no se hiciese en
un plazo de hasta cuatro meses. Pero, según le expresa el Canciller Matte, el punto
principal y que no se debe perder de vista, es “que hay suma conveniencia para nosotros
en que no salgamos de un terreno de mutua conciliación, tanto con Bolivia como con el
Perú”668. En este consejo, subyacía el temor de un entendimiento Lima-Buenos Aires o, peor
aún, Lima-La Paz-Buenos Aires, ya que estaba en discusión la aplicación en el terreno del
Tratado de Límites con el Plata.
Chile y Bolivia suscribieron diversos tratados y dos protocolos complementarios, el 18 de
mayo de 1895. Una vez que se conocieron por la prensa de Argentina y Bolivia, Perú
protestó enérgicamente en Santiago y La Paz669.
Mereció especial reprobación la cláusula según la cual Chile asumía el compromiso de
transferir a Bolivia la caleta de Vítor, u otra análoga, en caso de no poder traspasarle Tacna
y Arica in totum. No obstante que en gestiones anteriores, Lima estuvo conforme en
recíprocas modificaciones de frontera, ahora al saber de un pacto chileno-boliviano que se
mantenía en reserva, su posición fue rotunda, y alegó que el Tratado de Ancón no
establecía tales distingos respecto de los territorios litigiosos.
Baste decir que la situación se tornaba inquietante para Chile. Por esta razón, la Cancillería
reiteró a Lira —una vez más— que “al continuar gestiones Tacna y Arica, evite producir
situación difícil o molesta respecto de ese gobierno [peruano] con el cual no debemos
alterar nuestras relaciones amistosas”
. La tenacidad y el celo del plenipotenciario irritaba a la Junta e inquietaba también en
670

Santiago.
Mientras estos instrumentos se discutían reservadamente con los doctores de Chuquisaca,

665
44 MINISTERIO DE RR.EE. DE PERÚ. Ver Circular sobre la cuestión de Tacna y Arica. Págs. 238 y 239.
666
45 MINISTERIO DE RR.EE. DE PERÚ. Ver Circular sobre la cuestión de Tacna y Arica. Págs. 20 y 21.
667
46 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1893-95. Oficio confidencial Nº127, Lima, 24-8-1895, de Máximo R. Lira,
Ministro de Chile en Perú, a Claudio Matte, Ministro de RR.EE. de Chile.
668
47 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE.
1894-95. Oficio reservado s/nº, Santiago, 27-9-1895, de Claudio Matte, Ministro de RR.EE. de Chile, a Máximo R. Lira,
Ministro de Chile en Perú.
669
48 MINREL. ALEJANDRO ÁLVAREZ. CUESTIÓN DE TACNA Y ARICA. TOMO 1º. 1905.
670
49 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1893-95. Oficio confidencial Nº127, Lima, 24-8-1895, de Máximo R. Lira,
Ministro de Chile en Perú, a Claudio Matte, Ministro de RR.EE. de Chile.
Bolivia firmó, el 12 de diciembre de 1895, un tratado con el Plata que confirmaba la
entrega incondicional a la República Argentina de la Puna de Atacama, que Chile
reclamaba como propia.
Gonzalo Bulnes intenta explicar cómo y por qué varió la política chilena al respecto: el
cómo lo atribuye a las debilidades del sistema parlamentario imperante desde 1891, en
que cada ministro de relaciones exteriores era “dueño de empujar el carro, con la misma
soltura de cuerpo y la misma impunidad, hacia un camino real o hacia un pantano”.
El por qué dice, requiere una explicación más lata:
Porque Bolivia, a fuerza de amenazas y conspiraciones, consiguió inspirar miedo a nuestro
Gobierno; porque a impulsos de este miedo el señor Barros Borgoño no tuvo otro anhelo ni
otra preocupación que segregarla de la Argentina, sin fijarse que por huir de un peligro caía
en otro mayor, pues por evitar que Bolivia le proporcionase algunas llamas y algunos
arrieros al ejército argentino, le ofrecía de hecho a este la alianza del Perú, un pedazo de
mar, que es nuestra espalda, el secreto de nuestra unidad y nuestro poder.
Se vio la posibilidad de una alianza argentino-boliviana, y bajo la inspiración del miedo, que
siempre fue mal consejero, se varió el rumbo, sin fijarse que el peligro que desaparecía por
aquí aparecía por allá, porque colocábamos al Perú en el caso de pedir consejos a la
desesperación.
Bajo la impresión del miedo se empezó a hablar de la necesidad de tranquilizar a Bolivia; se
vino a notar por primera vez que los pulmones de la niña necesitaban oxígeno de mar;
médicos hubo que salieron a la calle gritando: ‘¡Bolivia se asfixia!’ y para que no se asfixiara,
se encontró lo más natural que hacer que Chile le ofreciera un puerto fortificado en el
Pacífico, sin acordarse que la niña tiene un galán a quien no le disgustaría respirar las brisas
del mar desde los balcones de granito del Morro de Arica...” 671.
Bulnes cultivaba la “política peruana”, cuyo discípulo más notorio sería Conrado Ríos
Gallardo, en 1929.
Nos parece que habría sido mejor que la elite se hubiese unificado en torno a una sola
política, una “política chilena”, que habría dado mayor solidez y coherencia a nuestra
acción internacional. Mas la génesis de estas distintas combinaciones tendría que buscarse
en la dificultad de dar aplicación al artículo 3º del Tratado de Ancón.
Otros historiadores, como Francisco Antonio Encina, juzgaron que fue un grave traspié de
Santiago reconocer a Bolivia el derecho de tener un puerto en el Pacífico. Y los bolivianos
vieron en ello una simple maniobra de Chile, que afrontaba una situación extremadamente
tensa con Argentina672.
3. NEGOCIACIONES CON EL DR. MELITÓN PORRAS
El 8 de septiembre de 1895, Piérola asumió el mando constitucional.
Designó a Melitón Porras como ministro de Relaciones Exteriores, quien celebró cuatro
reuniones con el plenipotenciario chileno, el 4, 8, 24 y 28 de octubre.
671
50 José María Barreto: El problema peruano-chileno (1883-1911). Escuela Nacional de Artes y Oficios. Lima. 1912. Págs.
96 y 97. Trascribe artículo de G. Bulnes publicado en El Ferrocarril de Santiago, a fines de 1897.
672
51 Sergio Carrasco D., op. cit. Pág. 116.
Lira volvió a orientar estas conferencias en torno al pago del rescate.
Nada nuevo se adelantó, ya que el gobierno de Piérola carecía de los fondos para entregar
los 10.000.000 de pesos o soles en caso de ganar el plebiscito.
Porras argumentó que el artículo III mencionaba “términos y plazos”.
A su juicio, ello conllevó la idea de amplitud en la ejecución del pago, incompatible con el
de un mes. El agente le expuso que los plazos pueden ser breves o largos, puesto que
nada se estableció en Ancón. Sin embargo, Chile tiene razones para que la cuestión se
resuelva inmediatamente una vez que se conozca el resultado de la consulta electoral. Si
favorece a Perú, Chile desea desocupar sin demora los territorios para retirar a sus
empleados.
Pero, no puede movilizarlos antes de recibir la indemnización, porque quiere regir su
conducta por el Tratado y evitar encontrarse en una situación irregular.
Porras cortó el debate con una idea nueva: que el plebiscito tuviera lugar después que las
partes renunciaran a los 10.000.000. Sin pronunciarse sobre el fondo, Lira astutamente le
expresó que se tendría que suscribir un nuevo tratado, con todas las demoras
consiguientes. Aún así, el Secretario de Estado le solicitó que consultara a Santiago 673.
El agente comentó a Claudio Matte que tal propuesta causaría buen efecto en América y
muy mala si Chile la rechazase perentoriamente. “Perú no tiene esperanzas de reunir el
dinero”, agrega674. A su juicio, el gobierno del Rímac prefiriría evitar el plebiscito. Si lo
perdiese, la opinión pública condenaría a Piérola y le recordaría responsabilidades
anteriores. Y si lo ganase, se encontraría impedido de cancelar el rescate. Entonces, se le
culparía de no recuperar las cautivas.
Matte le responde que la proposición antes referida de Porras es absolutamente
“inadmisible”675.
Lira estima que Chile debe demostrar que está interesado en que se cumpla el artículo III, y
que es Perú el que pone pretextos 676. Juzga que por ese medio Lima pretende también
hacer fracasar las negociaciones chileno-bolivianas relativas al tratado de 1895 677.
En la última conversación, el plenipotenciario trasmitió a Porras la contestación negativa de
Matte. El Secretario de Estado le manifestó que aceptaba el plazo de un mes, aunque lo
juzgaba muy duro. Lira le replicó que no se trataba de una imposición. Por lo mismo, se
podía extender hasta tres. Hubo acuerdo al respecto.
En cuanto a la garantía, el canciller estima que Chile debe confiar en la palabra de Perú. El
673
52 MINISTERIO DE RR.EE. DE PERÚ. Circular sobre la cuestión de Tacna y Arica. Lima. Imprenta Torres Aguirre, Unión
150. 1901. Págs. 241 a 243.
674
53 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1893-95. Oficio confidencial Nº149, Lima, 5-X-1895, de Máximo R. Lira,
Ministro de Chile en Perú, a Claudio Matte, Ministro de RR.EE. de Chile.
675
54 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. CORRESPONDENCIA RECIBIDA DEL MINISTERIO DE RR. EE. DE
CHILE. 1894-95. Oficio confidencial s/nº, Santiago, 31-X-1895, de Claudio Matte, Ministro de RR.EE. de Chile, a Máximo R.
Lira, Ministro de Chile en Perú.
676
55 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1893-95. Oficio Nº162, Lima, 19-X-1895, de Máximo R. Lira, Ministro de
Chile en Perú, a Claudio Matte, Ministro de RR.EE. de Chile en Perú.
677
56 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1893-95. Oficio confidencial Nº154, Lima, 12-X-1895, de Máximo R. Lira,
Ministro de Chile en Perú, a Claudio Matte, Ministro de RR.EE. de Chile.
plenipotenciario considera que si no puede establecer una garantía, por lo menos se
acuerde una sanción en caso de incumplimiento.
Porras podrá proponer que la pena por incumplimiento sería que Tacna y Arica queden
definitivamente anexados a Chile. Por cierto, el ministro no lo aceptó, sería preferible una
sanción pecuniaria. Finalmente, tuvo que declarar que “Perú no tiene dinero en depósito y
le era preciso obtener un empréstito y señalar los medios de servirlo, para todo lo cual se
necesita tiempo”678.
Después de estos últimos intercambios de ideas, pasaron veinte días.
Lira se dirigió por nota a fin de conocer si la discusión habrá de continuar, o el gobierno
peruano adoptará otra resolución679.
El Presidente Piérola ha enviado al Congreso un proyecto de ley para obtener recursos, a
fin de pagar el rescate. Se crea el estanco de la sal y el nuevo impuesto se aplicará al
consumo de ese producto680.
4. NEGOCIACIONES LIRA-ORTÍZ DE ZEVALLOS
La comunicación despachada por el agente chileno al ministro de relaciones exteriores
quedó sin respuesta. En esos momentos, se produjo en Perú una crisis de gabinete. El
sucesor de Porras, Ricardo Ortíz de Zevallos, envió a Lira el 15 de diciembre una nota
verbal, en que lo invitó a tratar la cuestión.
Dos días después, el Secretario de Estado celebró su primera reunión con el agente y quiso
conocer su opinión sobre el punto pendiente de la garantía 681. Este le replicó que
correspondía a las autoridades peruanas pronunciarse.
Ortíz de Zevallos propuso concentrarse en las bases del plebiscito, que se verificaría una
vez constituida la garantía, en forma satisfactoria para La Moneda. Lira le respondió que
Santiago ya había encontrado inaceptable lo expresado al respecto. En consecuencia, si
Perú no tenía ninguna nueva sugerencia que hacer, entonces que lo expresara por escrito.
Ortíz de Zevallos pidió un plazo de tres días682.
La segunda reunión se realizó el 27 de diciembre 683. El Secretario de Estado insistió en que
Chile concretase las condiciones que debía reunir la garantía. Lira, a su vez, mantuvo su
punto de vista: correspondía a Perú indicarlas.
En vista de ello, se aplazó la conferencia hasta el 31 del mismo mes.
En esa oportunidad, el canciller habría de designar las que su gobierno estuviese dispuesto
a otorgar.

678
57 MINISTERIO DE RR. EE. DE PERÚ. Circular sobre la cuestión de Tacna y Arica. Op. cit. Pág. 247.
679
58 MINISTERIO DE RR.EE. DE PERÚ. Circular sobre la cuestión de Tacna y Arica. Op. cit. Págs. 249 a 250.
680
59 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1893-95. Oficio Nº178, Lima, 23-XI-1895, de Máximo R. Lira, Ministro de
Chile en Perú, a Claudio Matte, Ministro de RR.EE. de Chile.
681
60 MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES DEL PERÚ. Circular sobre la cuestión Tacna y Arica. Op. cit. Págs. 250
y 251.
682
61 MINREL LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1893-95. Oficio Nº193, Lima, 18-XII-1893-95, de Máximo R. Lira, Ministro de
Chile en Perú, a Luis Barros Borgoño, Ministro de RR.EE. de Chile.
683
62 MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES DEL PERÚ. Circular sobre la cuestión Tacna y Arica. Op. cit. Pág. 251.
La tercera y última conversación se celebró aquel mismo día 684. El Secretario de Estado le
repitió que las Cámaras habrían autorizado al poder ejecutivo para levantar un empréstito
de 10.000.000 de soles. Se financiaría con el impuesto al consumo de la sal y “afectando a
ese servicio si era necesario los productos de la aduana del Callao”. Es lo que Perú puede
ofrecer, mientras se coloca el préstamo, y “esto sin perjuicio de que Chile retenga los
territorios ocupados y perciba las rentas de esas aduanas”. De esta manera, dijo el ministro
se podría abordar la discusión acerca de las bases del plebiscito.
Lira estimó que los procedimientos escogidos no daban seguridades de que Perú
obtendría los recursos necesarios. Si los capitalistas a quienes se acudiese considerasen
insuficiente la garantía del estanco de la sal y el Rímac se viese en la imposibilidad de
efectuar el pago, el fallo plebiscitario quedaría sin efecto. Esto es precisamente lo que Chile
quisiera evitar. Insistió en que era tiempo que se efectuase el cambio de notas convenido
con su antecesor para resumir el resultado de las conferencias.
El diplomático comunicó a Santiago que la entrevista concluyó con el compromiso de Ortíz
de Zevallos de consultar a su gobierno la fórmula siguiente: si Perú no paga la
indemnización dentro de tres meses después de la consulta, se prorrogaría por diez años
la vigencia del Tratado de 1883685.
El Secretario de Estado peruano respondió finalmente, el 3 de febrero de 1896 686. A su
juicio, la nacionalidad de Tacna y Arica estaba sujeta “única y exclusivamente” al resultado
de la consulta popular, y en “nada subordinada al pago del rescate”:
“Mas lo que no acepta ni puede aceptar es que se subordine la nacionalidad futura de las
provincias de Tacna y Arica, y hasta el protocolo en que deban fijarse las bases del plebiscito,
parte principal y necesaria del tratado, al pago del rescate, condición accesoria que
constituye obligación distinta y en nada subordinada a aquella”.
El gobierno chileno —afirmaba Ortíz de Zevallos— no tiene por qué considerar que
quedaría privado de este pago una vez efectuado el plebiscito, “porque, además de
conservar... la prenda, tendría la garantía moral mayor que un pueblo puede dar a otro, o
sea el sentimiento nacional, ejerciéndose en toda su plenitud para reincorporar las provincias
que por voto popular hayan manifestado su deseo de volver al regazo de la patria común”.
El canciller se batió con inteligencia, mas su contraparte también. Lira refutó que el artículo
III hubiera subordinado la nacionalidad futura de Tacna y Arica, única y exclusivamente al
voto popular y excluyese el pago de los 10.000.000 de soles 687.
El agente recordaba la doctrina sustentada por distinguidos tratadistas, tales como Grotius,
Calvo, Blunschli y Wheaton, conforme a la cual:
“todos los artículos de un solo y mismo tratado están comprendidos los unos en los otros en
684
63 MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES DEL PERÚ. Circular sobre la cuestión Tacna y Arica. Op. cit. Págs. 252 a
la 253.
685
64 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1895-97. Oficio Nº200, Lima, 1-1-1896, de Máximo R. Lira, Ministro de
Chile en Perú, a Luis Barros Borgoño, Ministro de RR.EE. de Chile.
686
65 MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES DEL PERÚ. Circular sobre la cuestión Tacna y Arica. Op. cit. Págs. 253 a
la 260.
687
66 MINREL. NOTAS DIRIGIDAS AL MINISTERIO DE RR.EE. DE PERÚ. 1894-97. Nota Nº203, Lima, 10-2-1896, de
Máximo R. Lira, Ministro de Chile en Perú, a Ricardo Ortíz de Zevallos, Ministro de RR.EE. de Perú.
forma de condición. [El artículo III ha dicho a Chile y a Perú, en consecuencia], será dueño
del territorio de Tacna y Arica aquel de vosotros a quien lo adjudique un plebiscito con tal
que pague al no favorecido con el voto popular diez millones de pesos”.
Según la tesis de Ortíz de Zevallos, si el plebiscito favoreciese a su patria, Chile devolvería
los territorios y Perú se limitaría a recibirlos. El primero habría cumplido con la obligación
que contrajo y el segundo dejaría aplazada la suya ¿hasta cuándo?
La conclusión —dice Lira— es que Perú, en los doce años que van desde la firma del
Tratado de Paz y Amistad, nada ha hecho para que el vencimiento del plazo lo sorprenda
desprovisto de medios para cumplirlo. La responsabilidad —concluye— no será de Chile.
Algún tiempo después, se publicaron en Lima los documentos relativos a esta negociación
y causaron dolorosa impresión en la opinión pública. La prensa acusó a Chile de frustrar el
plebiscito, pero asimismo de humillar a Perú, a raíz de su insolvencia, la que atribuyó a que
el vecino del sur le despojó de sus riquezas. Mayores críticas recibió el gobierno limeño,
que se dejó burlar por el ministro de Chile. Dicen que este invirtió “el orden natural de la
discusión”, al plantearla en torno al pago de los 10.000.000 de soles, a sabiendas de la
carencia de recursos del fisco peruano688. Por cierto, la tenacidad de Lira se armonizaba con
el espíritu de los negociadores chilenos de 1883. En efecto, lo que buscaba —al igual que
aquellos— era que Tacna y Arica quedasen definitivamente en poder de Chile, y así
cumplir sus compromisos con Bolivia. No obstante, en Santiago hubo críticos del camino
seguido por Lira. Por ejemplo, Gonzalo Bulnes sostuvo que Chile apareció como un feroz
Shylock, que apremiaba a una nación vencida y exangüe, exigiéndole garantías sin que
ninguna le bastara y “con la repugnante satisfacción del que oprime diciendo: ‘¡yo soy rico,
tú eres pobre!’`”689.
Era probable que el tema fuese debatido en el Congreso. Con este motivo, Ortíz de
Zevallos invitó a Lira a conversar el 25 de julio. Le interrogó acerca de qué proposiciones
habría traído de su reciente viaje a Santiago, a fin de continuar la negociación que —según
él— quedó interrumpida el 31 de diciembre. El diplomático le replicó que asistía a la
reunión para escuchar proposiciones y no a formularlas, puesto que la iniciativa de la
reunión fue del Secretario de Estado. Dada la situación difícil que el canciller enfrentaba,
Lira consintió por fin en que respondiera a los congresales que el tema se encontraba
reabierto.
Estas gestiones no llegaron a ningún resultado. Melitón Porras pasó a desempeñarse como
ministro en Santiago y allí le planteó al canciller Guerrero reanudar la conversaciones. No
tenía esperanza de que en Lima se llegase a algún resultado, conocidas las comunicaciones
cambiadas entre Ortíz de Zevallos y Lira, y en especial por la inflexibilidad de este último;
mas no pudo adelantarlas, pues La Moneda estaba dedicada a la cuestión limítrofe con
Argentina.

688
67 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. CORRESPONDENCIA ENVIADA AL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE.
1895-97. Oficio Nº264, Lima, 30-7-1896, de Máximo R. Lira, Ministro de Chile en Perú, a Adolfo Guerrero, Ministro de
RR.EE. de Chile.
689
68 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. CORRESPONDENCIA ENVIADA AL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE.
1895-97. Oficio N°264, Lima, 30-7-1896, de Máximo R. Lira, Ministro de Chile en Perú, a Adolfo Guerrero, Ministro de
RR.EE. de Chile.
Chile vivía momentos de aguda tensión con el Plata, los que amainaron desde el momento
en que se acordó en Buenos Aires designar al gobierno británico como árbitro para dirimir
la contienda limítrofe, el 17 de abril de 1896.
El Secretario de Estado, Adolfo Guerrero, escribió el 20 de julio de 1896 a Carlos Morla
Vicuña, ministro de Chile en Buenos Aires 690. Le comunicó que instruyó a Máximo Lira para
que procure llegar a acuerdo con Perú. El propósito era convenir las bases para organizar
un plebiscito que favoreciera las aspiraciones de La Moneda. A cambio de ello, se
empeñaría porque Bolivia cediese a Lima un territorio que le resultase de interés. Además,
“estaríamos dispuestos —agrega Guerrero— a devolverle el monitor Huáscar y la cañonera
Pilcomayo”, así como asegurarle la indemnización pecuniaria. Si Perú continúa empeñado
en “retardar indefinidamente” la solución —expresa Guerrero— habrá llegado el momento
de que Chile opte por otros caminos, como sería ceder sus derechos sobre Tacna y Arica:
¿a Bolivia? No lo dice, aunque así parece entenderse.
Semanas más tarde, el agente chileno solicitó una entrevista con el Presidente Piérola, el
14 de agosto de 1896 691. Había regresado de Santiago, de donde trajo instrucciones para
acordar las condiciones del plebiscito que diesen seguridades a La Moneda de ganarlo,
suavizando así el forcejeo del pago de la indemnización y de la garantía. Le expresó que
Perú nada perdería con tal resultado; en cambio eliminaría un factor de conflicto
internacional que le dificultaba su acceso al crédito externo. Además, Chile se empeñaría
por obtener de parte de Bolivia una compensación territorial; alusión al territorio
presuntamente valioso de Madre de Dios.
El gobierno pretendía regularizar la posesión precaria que detentaba respecto del litoral
boliviano, a través de un tratado de paz que la tornase definitiva, consolidando lo que
aseguró en la tregua ajustada en 1884. El atractivo era conceder a esta nación una salida al
Pacífico. Piérola obviamente sugirió Pisagua, porque a Chile no le resultaba indispensable.
“Esa solución era inadmisible” replicó Lira. La opinión pública consideraba chilenas las
cautivas. Si ahora se le planteaba además la entrega de Pisagua, la rechazaría
vigorosamente. Piérola no insistió. Aparentó poco o ningún interés por Madre de Dios.
Perú —dijo— se siente ahogado por el desierto.
Luego discutieron las modalidades de la consulta popular. El Presidente hizo hincapié en
que debían ser “razonables y decorosas”, y solicitó al plenipotenciario que se las diese a
conocer, ya que la iniciativa fue suya. Este sostuvo que bastaba con que se constituyera en
Tacna un jurado ad-hoc que presidiese y reglamentase el plebiscito, según las reglas que
fijase el protocolo que lo estableciera, esto es, quiénes votarían, cómo se acreditaría el
derecho del elector y la fecha de la elección. El jurado se compondría de tres o cinco
miembros, uno o dos chilenos, uno o dos peruanos y un extranjero.
Piérola estuvo conforme con estas ideas. Luego Lira añadió que tendrían derecho a voto
todos los habitantes de esos territorios, que supiesen leer y escribir y que tuvieran un
cierto tiempo de residencia en ellos.
690
69 MINREL. Carta a Carlos Morla Vicuña, Ministro de Chile en Argentina.
691
70 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ CORRESPONDENCIA DIRIGIDA AL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE.
1895-97. Oficio Nº273, Lima, 15-8-1896, de Máximo R. Lira, Ministro de Chile en Perú, a Adolfo Guerrero, Ministro de
RR.EE. de Chile.
El gobernante replicó que no existía motivo para dar a los extranjeros tal posibilidad, así
como era inaceptable que la tuviesen los bolivianos que estaban comprometidos por las
promesas chilenas de trasferencia de territorio.
Lira lo rebatió porque el tratado de 1883 se refería a “votación popular”.
En consecuencia, todos los hombres domiciliados tendrían ese derecho.
Acerca de la residencia, Piérola alegó que se aplicase la legislación civil.
Como se trataba de un acto político, Lira manifestó que se debía ajustar a lo dispuesto en
las constituciones, leyes electorales, etc. Esta interpretación se fundaba en que los
extranjeros favorecerían la causa chilena, al dar Chile más garantías de orden y tranquilidad
que si Perú fuera el soberano definitivo.
El mandatario no insistió demasiado. Lo que le interesaba saber era sí Chile someterá este
protocolo al poder legislativo. La contestación de Lira fue negativa, pues se trataba de
reglamentar la ejecución de un tratado ya aprobado por los Congresos. “Nosotros, sí —
replicó Piérola— y de ahí surge una dificultad que debemos allanar”.
El Presidente juzgaba que lo mejor sería acudir previamente al legislativo a fin de que le
diese instrucciones para negociar, y obtener “las que correspondan mejor a nuestros
propósitos”.
El diplomático cree más conveniente desistirse de la negociación. Los congresistas
apoyarían proposiciones tan desmedidas para demostrar su fervor patriótico, que
inducirían a La Moneda a resolver por sí sola la cuestión.
Según Piérola, sería peor aún llevar un texto que el legislativo rechazase.
Para salvar tamaño escollo convendría acudir al arbitraje respecto del punto o los puntos
en que no hubiese acuerdo. En realidad, este fue siempre el fin que persiguió: en caso de
un fracaso, él no tendría que asumirlo tan crudamente.
Lira comunica a Santiago que el arbitraje —que cuenta con muchos adeptos en Perú—
podría ser un camino, una vez que Chile tuviese la facultad de elegir el árbitro y en el
entendido de que confirmaría lo ya establecido en el protocolo. Aquello se pactaría
tácitamente entre las partes junto con el dirimente.
A juicio del plenipotenciario, Piérola aspiraba sinceramente a solucionar el problema. De
este modo, despejaría el camino para obtener créditos e inversiones extranjeras, que le
permitirían llevar adelante su programa de desarrollo.
El gobierno del almirante Montt llegaba a su término, así es que las conversaciones se
suspendieron. Con posterioridad, solo hubo una entre Lira y el canciller peruano, Enrique
de la Riva-Agüero, el 14 de septiembre. En ella, se limitó el Secretario de Estado a reiterar
primero la intención de conservar las cautivas y luego conceder a Bolivia facilidades de
libre tránsito y arancelarias por Arica 692. En consecuencia, ¿estos intercambios de ideas con
Piérola habrían sido solo divagaciones fruto de la versatilidad del gobernante? ¿O meras
lucubraciones de Lira que intuía ya el próximo fin de su misión, que tenía entusiastas
692
71 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. CORRESPONDENCIA ENVIADA AL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE.
1895-97. Oficio Nº283 bis, Lima, 13-9-1896, de Máximo R. Lira, Ministro de Chile en Perú, a Adolfo Guerrero, Ministro de
RR.EE. de Chile.
partidarios en Santiago y también adversarios? No encontramos una respuesta.
El plenipotenciario contó en Santiago con el completo apoyo del Canciller Guerrero; pero
su situación cambiaría con la llegada de Enrique de Putrón, quien al parecer trabó
intimidad con Porras y pareció muy bien dispuesto hacia la república del norte. “No le he
conocido iguales sentimientos por Bolivia” escribe Guerrero.
Lira abandonó Perú a mediados de 1897. Fue destinado con igual cargo al Uruguay. Su
gestión fue altamente impopular en Lima. Al decir de un futuro canciller, Javier Prado
Ugarteche, la sociedad peruana es asequible cuando la tratan personalidades como Carlos
Concha Subercaseaux, Agustín Edwards Mac Clure o Federico Puga Borne, “pero no
cuando se la quiere manejar con hombres de bota gruesa y voz bronca, como don Máximo
Lira”693.
En la clase política chilena, sin embargo, Lira contó con importantes partidarios. Según el
subsecretario de relaciones exteriores, era el hombre que se necesitaba, al que “en mala
hora sacaron de Lima”694. Este mismo funcionario dudaba de que Vicente Santa Cruz, su
sucesor, “tomara al toro por las astas”, pues su temperamento le llevaría a no aislarse
socialmente. Mas, en ciertos círculos de Santiago había preocupación por la inflexibilidad
de Lira, que agravaba la situación. Lo que en el fondo estaba en juego era la “política
boliviana” del ex-Presidente Santa María y las relaciones con el Plata. Balmaceda descartó
esa política, en tanto que el Presidente Montt se hallaba sometido al laisser faire de las
mayorías parlamentarias. La embarcación diplomática parecía navegar, pues, sin timón y
sin brújula.
La permanencia de Putrón en la Cancillería fue breve. Porras tocó el tema de las cautivas
con su sucesor Carlos Morla Vicuña, el 5 de febrero de 1897 695.
Morla coincidió con Lira y Guerrero, y expresó que “no firmaría ningún protocolo en que
no se hiciese constar la garantía que Perú debía ofrecer”.
Agregó, también, que la forma de obviar dificultades era entrar en arreglos directos. Indicó
primero la división del territorio en tres zonas limitadas por la quebrada de Chero al norte,
y al sur por la de Vítor, moviendo Chile y Perú sus fronteras hasta esos límites y
sometiendo a plebiscito la zona central, por cuya posesión se pagaría 4.000.000 de soles,
un planteamiento similar al formulado por José Mariano Jiménez a Vial Solar, en 1894. Su
segunda proposición consistía en una segregación territorial: la provincia de Tacna se
adjudicaría de inmediato a Perú y la de Arica, a Chile; quedaría anulada la indemnización.
Porras rechazó estas propuestas, “porque el Perú estaba decidido a no aceptar bajo forma
alguna la partición del territorio cuya recuperación anhelaba y que, por lo tanto, era inútil
la consulta”. Así finalizaron las gestiones del agente peruano.
6. VICENTE SANTA CRUZ, MINISTRO DE CHILE EN PERÚ

693
72 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1902-1905. Oficio Confidencial Nº2/2, Lima, 7-1-1905, de Víctor Vidaurre-
Leal, Secretario de la Legación de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
694
73 MINREL. CORRESPONDENCIA DE MÁXIMO R. LIRA. 1892-98. Carta, Santiago, 30-7-1897, de Eduardo Phillips,
Subsecretario de RR.EE., a Máximo R. Lira, Ministro de Chile en Uruguay.
695
74 MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES DEL PERÚ. Circular sobre la cuestión Tacna y Arica. Lima-Imp. Torres
Aguirre, Unión 150-1901. Pág. 279.
Vicente Santa Cruz fue diputado liberal por Chillán, Valdivia y Quillota.
Después se desempeñó como Ministro en Brasil, Alemania, Italia, Paraguay y Uruguay 696. En
julio de 1897, presentó credenciales ante el Presidente Piérola.
“En cuarenta días de residencia que llevo en este país —comentaba a Errázuriz Echaurren—
no he podido ver sino lo que salta al ojo, lo que resalta, y esta es la profunda y mal
encubierta antipatía que se nos tiene como nación y como individuos” 697. A los tres meses,
relata que ha encontrado como herencia “recelos, desconfianza, mala voluntad y hasta
marcada irritación contra la legación de Chile” 698. Era una alusión muy directa a su
predecesor, Máximo R. Lira.
El canciller Carlos Morla Vicuña le remite instrucciones, en donde le señala que el objeto
principal de su misión es procurar el cumplimiento definitivo del Tratado de Ancón, en el
plazo de dos años y cuanto antes mejor699.
Para entender tales instrucciones es menester tener presente que ya eran conocidos los
convenios en virtud de los cuales Bolivia entregó a Argentina la Puna de Atacama.
Morla le expresó que era menester completar la demarcación de nuestros límites, desde la
quebrada de Camarones, por el norte, hasta el Cabo de Hornos, por el sur. Y era
indispensable adquirir también el dominio y soberanía del territorio denominado litoral
boliviano, desde el referido paralelo 23º, territorio que Chile poseía actualmente en calidad
de ocupante provisorio.
Bolivia, después de aprobar con La Moneda el Pacto de Tregua, del 4 de abril de 1884,
expresó sin embargo que la jurisdicción chilena se extendía solo hasta el paralelo 24º y no
hasta el 23º.
“Esta circunstancia —afirma el Secretario de Estado— puede llegar a complicar gravemente
nuestra demarcación de límites con la República Argentina entre los paralelos 24º y 23º,
pues el tratado boliviano-argentino de 1893, establece que la Argentina delimita al
occidente con Bolivia por las más elevadas cumbres de los Andes, donde termina al norte el
límite de Chile con la República Argentina hasta el paralelo 23º, lo que equivale a establecer
expresamente que la República Argentina reconoce que Bolivia es dueño y soberano de una
parte del litoral al sur del paralelo 23º. Este reconocimiento puede dar lugar a un conflicto,
sobre todo si se tiene en cuenta que Bolivia ha sido invitada por Chile y Argentina, en virtud
del artículo 1º del acuerdo de 7 de abril de 1896, entre estos dos países, a concurrir a la
demarcación de sus límites en estas latitudes”.
Santa Cruz debía esmerarse en concertar el protocolo especial del artículo III del Pacto de
Ancón: negociar las modalidades de la consulta popular, así como fijar los términos y
plazos de la indemnización que deberá pagar el ganador. Asimismo, expresar la
conveniencia “de asegurar de antemano” la constitución de garantías previas. Podría
696
75 Virgilio Figueroa, Op. cit: Tomos IV y V. Pág. 776.
697
76 A.Ch.H. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Carta, Lima, 25-8-1897, de Vicente Santa Cruz, Ministro
de Chile en Perú, al Sr. Federico Errázuriz Echaurren, Presidente de Chile.
698
77 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1897-98. Oficio reservado Nº18, Lima, 8-XI-1897, de Vicente Santa Cruz,
Ministro de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
699
78 MINREL. ALEJANDRO ÁLVAREZ. CUESTION DE TACNA Y ARICA. TOMO 1º. 1905.
ofrecer a Lima 4.000.000 de pesos —que es el monto de su crédito actual sobre Perú— y el
depósito de una suma equivalente del saldo, en un banco de Londres, y dejaría al palacio
de Pizarro que propusiera la garantía que estuviera dispuesto a constituir. En el caso de
que Chile continuase en la posesión provisoria de estas provincias hasta el pago de la
indemnización, el ministro la aceptaría, pero con la condición de que se designase un plazo
fijo dentro del que se efectuaría dicho pago, que no podría exceder de un año, a contar del
fallo. De no llenarse estos requisitos, quedarían de hecho reconocidos la soberanía y el
dominio definitivo de Chile sobre Tacna y Arica. La urgencia está relacionada —aclaró
Morla— con el Tratado Especial de Transferencia de Territorio suscrito con Bolivia, que de
perfeccionarse entregaría aquellos al gobierno de La Paz.
Resueltos estos puntos, el agente negociaría las condiciones de un plebiscito que
permitiesen anticipar el éxito de Chile, como consecuencia de lo que se supone habrían
conversado Piérola y Lira. Se podrían someter a los Congresos de ambas repúblicas —
según la fórmula que planteó el mandatario a ese plenipotenciario chileno— y obtener la
autorización de aquellos para someter a arbitraje las que fuesen objetadas por los
respectivos poderes legislativos.
Durante el plebiscito los territorios continuarían poseídos por Chile y sujetos a la
legislación y autoridades nacionales.
Reiteraría el ofrecimiento de los buenos oficios de La Moneda para que La Paz cediese a
Perú una extensión de territorio entre los ríos Irambay y Madre de Dios, actualmente en
litigio con Bolivia y Brasil. Consideraba Morla que había sido una estratagema de Piérola,
en su conversación con Lira, demostrar desinterés por aquel. Reanudaría el ofrecimiento de
devolver el Huáscar y la cañonera Pilcomayo, “porciones del territorio del Perú que
segregaron de él los azares de la guerra”.
En la eventualidad de que Chile tuviera éxito, entregaría a Perú directamente los
10.000.000 de pesos o soles pactados en Ancón. Dado el curso que sigue la causa a la que
está abocado el tribunal de Berna, Morla estimaba —ilusiones a nuestro juicio— que
Francia no recabaría el pago de las sumas reservadas para Dreyfus. Chile —señalaba— no
traspasaría suma alguna a gobiernos y acreedores extranjeros, sin la anuencia peruana. En
el peor de los casos, La Moneda indemnizaría directamente a Lima si Chile perdiera el
plebiscito. Le niega toda legitimidad al protocolo secreto Errázuriz-Bacourt, firmado sin el
conocimiento del Presidente de la República ni del Congreso Nacional.
Propondría a Perú el avance de su frontera del río Sama a la ribera sur de la quebrada de
Chero y trataría de obtener una estipulación equivalente que asegurase a Chile, de
producírsele un fallo adverso, el avance de la suya hasta la ribera norte de la quebrada de
Vítor.
De no avenirse a celebrar la consulta popular, en los términos indicados anteriormente,
Santa Cruz le expresaría que su gobierno cedería a Bolivia sus derechos sobre Tacna y
Arica.
Los convenios que se firmaron con esta última república, en 1895, fracasaron.
Historiadores chilenos afirman que Bolivia nunca estuvo tan cerca del mar, como en esa
oportunidad; pero que los doctores de Chuquisaca habrían estirado la cuerda en demasía,
tratando de ganarse “a Chile sin que lo supiera Perú”, y en el tema Puna, “ganándose a
Argentina sin que Chile lo supiera” 700. Es claro que estos raciocinios se basaban en que La
Moneda ganase en el plebiscito —suposición improbable— o que, en todo caso, Perú
conviniese en los cambios de frontera señalados. Sin embargo, cabe tener presente que en
Vítor la costa es brava, al parecer casi inabordable. En consecuencia, la aspiración portuaria
de los doctores se habría frustrado, pues entre la quebrada de Sama y la de Camarones —o
sea en todo Tacna y Aricasólo existe un puerto útil: la bahía de Arica, como quedaría en
evidencia en la negociación de 1929.
Santa Cruz, antes de posesionarse de su cargo, recibió una carta de su colega chileno en
Sucre, Manuel Salinas, quien le comunicó que ha hallado buena disposición para ceder a
Perú, en Madre de Dios, una porción de tierra con la misma extensión de Tacna y Arica o,
en su defecto, otra compensación, caso de perder el arbitraje a que ese territorio estaba
sometido701.
El agente inició el 14 de agosto conversaciones con el secretario de Estado, Enrique de la
Riva-Agüero. De inmediato, este planteó la devolución de las cautivas, como en Perú
pasaron a llamarse estos territorios, después de 1894. El agente le replicó que no estaba
contemplada en sus instrucciones.
Le recordó que en las conversaciones entre Lira y Candamo, el primer acuerdo fue
renunciar a los entendimientos directos. No obstante, inquirió si aceptaría que él hiciera la
misma proposición aunque en sentido inverso. En tal caso, solicitaría instrucciones a
Santiago. Agregó igualmente que Chile tenía el propósito de cumplir sus acuerdos con
Bolivia702. El canciller prefirió que en el acta solo se dejase constancia de los dichos suyos y
no de la sugerencia de Santa Cruz.
Durante la conversación, el diplomático le manifestó que podrían estudiar la división del
territorio en disputa. Riva-Agüero, confrontado ante la alternativa de entregar una parte a
Bolivia, respondió que su patria se oponía a que ni siquiera un “jirón” pudiese quedar en
manos de aquella república, “del país que fue su aliado en la guerra que hoy se liquida”.
Chile —agregó— podría entregarle Pisagua o Mejillones.
En carta al Presidente Errázuriz, Santa Cruz sostiene que la prisa del canciller descansa en la
idea de que ganarán el plebiscito, a pesar de los trabajos de chilenización de última hora.
Ni Piérola ni Riva-Aguero se han referido a los planes a que hizo mención Lira en su
correspondencia oficial con Santiago. Por el contrario, el Presidente Piérola no le ha
ofrecido ninguna oportunidad para que Santa Cruz toque el punto, a pesar de ser viejos
amigos703.
En la segunda conferencia, el canciller solicitó que se eliminasen de la consulta popular los
distritos de Tarata, Estique y Taracoche. El agente estimó que esta concesión no
700
79 Gonzalo Vial, op. cit. Vol. II. Págs. 190 y 191.
701
80 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1881-1895. Carta, Sucre, 23-6-1897, de Manuel Salinas, Ministro de Chile
en Bolivia, a Vicente Santa Cruz.
702
81 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1897-98. Oficio Nº7, Lima, 17-8-1897, de Vicente Santa Cruz, Ministro de
Chile, al Ministro de RR.EE. de Chile.
703
82 A.Ch.H. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Carta, Lima, 20-8-1897, de Vicente Santa Cruz, Ministro
de Chile en Perú, a Federico Errázuriz Echaurren, Presidente de Chile.
perjudicaría a Chile, porque los habitantes de esas localidades, todos peruanos, apoyarían
en la votación a la madre patria. En cambio, se podría pedir una compensación. Santa Cruz
le planteó que Perú avanzara su frontera hasta la quebrada de Chero y Chile hasta la de
Vítor, empero aquel la rechazó por segunda vez. Ni siquiera un pedazo de suelo, por
insignificante que fuese, debería pasar a manos del aliado del ’79.
Finalmente, el diplomático chileno conversó con Piérola. Aludió a artículos periodísticos,
probablemente de origen peruano, publicados en La Paz, que señalaban a Pisagua como la
solución del problema. Por lo mismo, se esforzó por convencer al gobernante del peligro
de que en el Rímac se alentase a Bolivia en sus pretensiones sobre Pisagua, como una
manera de enfriar sus aspiraciones respecto de Tacna y Arica. El resultado sería convertir el
plebiscito en una lucha entre Arica y Pisagua. Esta última Chile la defendería con mayor
ahínco, como si se tratase de Coquimbo o Valparaíso.
Mejor inducir a La Paz —agregó— a que acepte Vítor. Le sugiere que Lima y Santiago
trabajen en esa dirección, pues, de prosperar Chile perdería interés en ganar el
plebiscito704.
Según una sexta misiva al Presidente Errázuriz, le asusta la calma que advierte en el
gobierno, así como el gran número de sesiones secretas que celebran las Cámaras
legislativas. En la del 28 de septiembre, se refiere a que el Secretario de Estado dio cuenta
verbal de entendimientos con Argentina.
En la Memoria del ministerio de relaciones exteriores de Perú, se afirma que la solución de
las cautivas ha tardado, “pero como lo explicará reservadamente, no se ha perdido el
tiempo” (subrayado en el original). Después se habla de memoria reservada. Se pregunta
Santa Cruz “¿será tal vez alguna inteligencia con los argentinos?” Está absolutamente solo
en la legación y da a entender que requiere un informante. Pregunta al Presidente:
“¿Serviría aquel amigo de Isidoro que estuvo en Buenos Aires?” 705.
Varias semanas más tarde, el 6 de diciembre, trasmite a Santiago la copia de lo que dice
ser un acuerdo secreto entre Lima y el Plata, de 21 de julio de 1897, con carácter ofensivo y
defensivo, así como de la discusión de que fue objeto en el Congreso. Su objetivo es exigir
a Chile el cumplimiento estricto del Pacto de Ancón. En los anexos respectivos, se insertó el
texto de tal instrumento y el acta del Congreso peruano, en donde se trató si se aplazaba
la consideración parlamentaria de dicho acuerdo 706. Conforme a esta documentación,
Argentina se comprometía a entregar a Lima cincuenta mil rifles Mauser, mientras este
pondría ochenta mil hombres en pie de guerra para invadir los territorios conquistados por
Chile. Argentina enviaría una escuadrilla a las costas peruanas.
El primer mandatario chileno, inquieto y desconfiado, encargó al Presidente de la Corte
Suprema, Máximo Flórez Zamudio, quien al parecer viajaría a Lima por asuntos personales,

704
83 A.cH.h. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Carta, Lima, 8-9-1897, de Vicente Santa Cruz, Ministro de
Chile en Perú, a Federico Errázuriz Echaurren, Presidente de Chile.
705
84 A.cH.h. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Carta, Lima, 24-9-1897, de Vicente Santa Cruz, Ministro
de Chile en Perú, a Federico Errázuriz Echaurren, Presidente de Chile.
706
85 MINREL. ALEJANDRO ÁLVAREZ. CUESTIÓN DE TACNA Y ARICA. TOMO 1º. 1905. Copiador B. Págs. 283-292. Ver
también del mismo autor el “Resumen histórico de las relaciones diplomáticas entre Chile y el Perú sobre celebración del
plebiscito relativo a Tacna y Arica”. Biblioteca San Joaquín y Biblioteca de Humanidades de la Universidad Católica de Chile.
que obtuviera mayores antecedentes al respecto. Los que recogió descartaron toda
verosimilitud acerca del presunto tratado. Pero, por lo demás, ¿cuánto podría valer lo que
obtuviese un magistrado que aparentemente andaba de paso, en una ciudad y en un
ambiente que desconocía?
El historiador peruano Basadre disiente de Santa Cruz. Afirma que en el archivo de Piérola
se conserva una carta del Vicepresidente de la República, Billinghurst, al jefe de Estado,
según la cual ese acuerdo secreto fue una intriga de Pinilla, ministro boliviano en Lima: ella
confundió a Santa Cruz quien desinformó a Santiago, con perjuicio de su prestigio 707.
Empero, copias de esos documentos, presuntamente falsos o inexistentes, se guardan
junto con los anexos del Libro rojo que escribió Alejandro Álvarez. Éste hizo la reflexión
siguiente al estudiarlos: “...es muy útil tener siempre presente los vínculos políticos que han
existido y pueden existir entre el Perú y la República Argentina” 708.
Así concluyó el año ’97. Las conferencias de Santa Cruz con Riva-Agüero quedaron en
suspenso; el agente esperaba nuevas instrucciones para proseguirlas.
Las recibió a fines de noviembre. Mas el Secretario de Estado no demostró interés en
continuarlas, hasta conocer la resolución del Congreso chileno respecto de los Protocolos
pendientes con Bolivia. De su aprobación o rechazo dependería el rumbo de las nuevas
conversaciones709. Por su lado, Santa Cruz escucha que agentes oficiosos se empeñan por
resolver la cuestión pendiente, y entre ellos nombra a Guillermo Billinghurst,
Vicepresidente de Perú. El canciller Silva Cruz procura tranquilizarlo, asegurándole que el
Gobierno sigue favoreciéndole con su confianza 710. Sin embargo, Santa Cruz no andaba tan
perdido en sus sospechas. Ya queda escamado con la misión asignada al Presidente de la
Corte Suprema.
La política exterior de Santiago empieza a alejarse de La Paz. El Congreso boliviano
aprueba los tratados de 1895, pero con una reserva. Aquella consistía en que no pudiendo
Chile obtener Tacna y Arica, tocaba a ese poder legislativo “pronunciarse sobre si el puerto
y zona que ofrezca Chile en sustitución del puerto y territorio de Tacna y Arica, reúne o no
las condiciones establecidas en las estipulaciones celebradas entre las dos Repúblicas”.
Esta reserva concedía a Bolivia un amplio derecho de elección. Aparentemente, no le
satisfacía la caleta Vítor, cuyas malas condiciones portuarias indicamos anteriormente. El
Presidente Errázuriz la objetó de inmediato711.
El desenlace de los tratados de 1895 y sus protocolos fortaleció en Santiago al sector
perúanista. La preocupación predominante eran las tensiones con el Plata y la alternativa
de una guerra. Santa Cruz comunicó a Silva Cruz que en Lima se entendía que la política
internacional chilena era la consecuencia de la presión que ejercían las relaciones con

707
86 Jorge Basadre, op. cit. Pág. 471.
708
87 Alejandro Álvarez: Resumen histórico..., op. cit.
709
88 Jaime Eyzaguirre: op. cit. “Historia de las relaciones chileno-bolivianas”. Editorial Universitaria. Santiago. 1991. Págs.
144 y 145.
710
89 A.cH.h. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Carta, Lima, 15-12-1897, de Vícente Santa Cruz, Ministro
de Chile en Perú, a Federico Errázuriz Echaurren, Presidente de Chile.
711
90 Sergio Carrasco D.: op. cit. Pág. 114.
Argentina, “cuya pacífica solución era mirada aquí como un verdadero fracaso para Perú,
que se vería obligado a esperar la solución del problema de Tacna y Arica tan solo de la
equidad o de la benevolencia de Chile”712.
7. EL VICE-PRESIDENTE DE PERÚ EN CHILE
En conocimiento de la nueva realidad, Perú resolvió entonces dar otro giro al asunto.
Piérola solicitó al vice-Presidente, Guillermo E. Billinghurst, que se trasladase a Santiago
para conversar con el Gobierno713. Según Silva Cruz, la iniciativa no habría partido del
Presidente Errázuriz ni de él714, mas en Lima se aseguró lo contrario. Por su lado, el ex-
canciller Adolfo Guerrero indica que fue una carta del primer mandatario la que lo indujo a
venir715.
Lo más posible es que la idea naciera de acciones espontáneas de chilenos y peruanos
prominentes, en vista de los momentos tan apremiantes que se vivían.
Dado que la negociación se radicaría a orillas del Mapocho, Santa Cruz renunció y solicitó
que se le autorizara para regresar a fines de febrero de 1898. Aún así su retorno tardó
algunos meses.
Billinghurst acostumbraba a pasar largos períodos en Iquique. Desde allí manejaba sus
intereses. Había escrito libros sobre el salitre y poseía valiosas relaciones en Chile. Se sirvió
de estas para procurar el fracaso de los convenios chileno-bolivianos de 1895. Se escribía
con Antonio Valdés Cuevas, ministro del Interior, y con Gonzalo Bulnes, entre otras
personalidades.
También cultivaba la amistad del Presidente de la República. Mas quien le ayudaba en el
sur, con gran habilidad, era un compatriota, el industrial salitrero Wenceslao Graña.
El vice-Presidente sedujo a Gonzalo Bulnes, quien ya era el peor cuchillo de la “política
boliviana”. A este respecto, comentaba el historiador y político:
“Es difícil que nos entendamos con Bolivia, más por culpa de ellos que de nosotros”, y
aseguraba que dicha nación había sido funesta para Chile 716.
Se produjo, pues, una confluencia de intereses entre La Moneda y el palacio de Pizarro,
alimentada por cuestiones tanto antiguas como nuevas, que enturbiaban las relaciones
entre los aliados de 1879. A su vez, Chile aspiraba a lograr la neutralidad peruana en caso
de un conflicto que parecía inminente con el Plata; y por el otro lado, Perú pretendía
desempeñarse frente a Bolivia con las manos libres. Cobraba bríos lo que desde antiguo se
dio en llamar la polonización de la antigua Audiencia de Charcas717, a la que nos
referiremos más adelante.
712
91 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1897-98. Oficio Nº5, Lima, 16-2-1898, de Vicente Santa Cruz, Ministro de
Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
713
92 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1897-98. Telegrama Nº5, Lima, 5-1-1898, de Vicente Santa Cruz, Ministro
de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
714
93 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1897-98. Oficio Nº5, Lima, 16-2-1898, de Vicente Santa Cruz, Ministro de
Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile. Trascribe telegrama desde Santiago.
715
94 MINREL. CORRESPONDENCIA DE MAXIMO R. LIRA. 1892-98. Carta, Santiago, 24-3-1898, de Adolfo Guerrero al Sr.
Máximo R. Lira, Ministro de Chile en Uruguay.
716
95 Gonzalo Vial: “Historia de Chile (1891-1973)”. Editorial Santillana del Pacífico S.A. de Ediciones. Santiago. 1983. Págs.
268 y 269.
Antes de partir al sur, Billinghurst escribió al Presidente:
“La cuestión con Argentina arrecia. Llegando a Santiago se me va a presentar la siguiente
cuestión: Chile devolverá al Perú Tacna y Arica íntegramente (debo suponerlo, dadas mis
exigencias); pero ¿cuál será la actitud del Perú si Bolivia, despechada por esto, se une a la
Argentina? Los chilenos eminentes están de acuerdo conmigo en que nosotros no podemos
ni tenemos por qué enemistarnos con la Argentina; pero ¿y si Bolivia tercia en la cuestión
viéndose desairada por Chile a causa de habernos devuelto Tacna y Arica?
Espero que usted, estudiando la cuestión, me dará sus instrucciones al respecto.
En la partida vamos jugando no solo Tacna y Arica, sino la suerte del Perú...” 718

El vice-Presidente conversó oficiosamente con el Primer Mandatario chileno y con el


Secretario de Estado, Raimundo Silva Cruz, en las primera semanas de 1898. Como hemos
manifestado, La Moneda estaba movida por el temor de un eje Lima-Buenos Aires; empero
se sentía obligada a atender las peticiones portuarias de Bolivia, según el Tratado Especial
de Trasferencia de Territorio, de 1895. Poco después de aquellas entrevistas, Silva Cruz
supo oficialmente por el plenipotenciario boliviano que el Congreso de su patria había
aprobado los pactos de 1895, pero con la reserva a que aludimos precedentemente. El
cuadro se modificaba así radicalmente.
8. EL PROTOCOLO BILLINGHURST-LATORRE
Silva Cruz solicitó al vice-Presidente que exhibiera credenciales, a fin de iniciar
negociaciones. El palacio de Pizarro se las concedió y fue acreditado como ministro
plenipotenciario, en misión especial y con plenos poderes.
Desde Lima, nuestro agente comunicó al gobierno que la prensa y la opinión pública en
Lima estimaban inevitable una confrontación bélica chileno-argentina. El pésimo efecto
que produjo en Santiago un libro del perito río platense Francisco P. Moreno, en contra de
nuestra tesis relativa al divortium acquarum, al igual que las noticias vinculadas al
armamentismo creciente entre ambas naciones, robustecían esa convicción 719.
Piérola y Billinghurst miraban lejos. Al estar el Presidente Errázuriz en situación difícil por la
proximidad de un conflicto con el vecino oriental, el momento no podía ser más oportuno
para lograr una solución satisfactoria sobre las cautivas, en orden a dejar las manos libres
para ajustar después cuentas con Sucre720.
Las conferencias entre Silva Cruz y Billinghurst fueron protocolizadas el 9 de abril de
1898721.
El primero planteó la adquisición total, sin plebiscito, de los territorios de Tacna y Arica,
con una indemnización en favor de Perú superior a la indicada en Ancón. En segundo
717
96 Anexos del alegato de la República de Chile presentado al Presidente de los EE.UU. como árbitro. Santiago. 1924. Pág.
471.
718
97 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Pág. 175.
719
98 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1897-98. Oficio Nº8, Lima, 12-3-1898, de Vicente Santa Cruz, Ministro de
Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
720
99 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Pág. 177.
721
100 Memoria del Ministro de Relaciones Exteriores, Culto y Colonización de Chile. Imprenta Nacional. Santiago, 1898. Pág.
XLVIII.
lugar, en subsidio de lo anterior, Chile le entregaría la provincia de Tacna y retendría la de
Arica, dándose por compensada la indemnización 722. Y por último, la división en tres zonas,
como ya lo propuso el Secretario de Estado peruano, José Mariano Jiménez, en 1894,
desde la quebrada de Sama hasta Chero para Perú, y desde Vítor hasta Camarones para
Chile. Y la parte central se sometería a plebiscito, reduciéndose la indemnización
proporcionalmente. La Moneda pretendía cumplir así los compromisos contraídos en
Sucre.
Billinghurst rechazó la primera alternativa y afirmó que si bien Perú:
“pudo pactar, como consecuencia del desenlace de la guerra de 1879 y para desprenderse de
la ocupación extranjera que amagaba hasta su soberanía, la cesión perpetua e incondicional
de Tarapacá, hoy que se halla en pleno ejercicio de sus derechos soberanos, con un Gobierno
que ha sabido captarse el respeto de propios y extraños y con los elementos necesarios para
afrontar las obligaciones que el rescate de esas provincias impone, lejos de poder consentir
en la desmembración del territorio nacional, hollando los principios más sagrados de su
Carta Fundamental, la reincorporación de esos territorios, aspiración que toca al alma del
pueblo peruano, ha llegado a constituirse en objetivo nacional, al cual se halla vinculada la
existencia misma del Perú como nación soberana”723.
Con relación a la construcción de un ferrocarril desde Arica u otro punto cercano —
previsto en los acuerdos chileno-bolivianos de 1895— dijo que afectarían el desarrollo
económico de Puno y Arequipa, así como el rendimiento de la aduana de Mollendo 724.
Tampoco acogió la división de los territorios, Tacna para Perú y Arica para Chile. Adujo que
los pueblos al norte de aquel puerto languidecerían y morirían. Asimismo declaró “que no
habría en el Perú gobernante alguno que se atreviera a ceder, fuera del caso contemplado
en el Tratado de Paz de 1883, ni una pulgada de los territorios de Tacna y Arica” 725.
El enviado respondió al canciller que era imposible llegar a acuerdo acerca de la tercera
base. El vice-Presidente negociaba a sabiendas de la debilidad internacional chilena.
Silva Cruz, después de escuchar las objeciones de su contraparte, le rogó que meditase
algunos días. Billinghurst accedió por educación.
En una próxima conferencia, el plenipotenciario se negó redondamente a aceptar aquellos
planteamientos. Comenzó la discusión de las bases del plebiscito, a saber:
1º Quiénes tienen derecho a votar;
2º si el voto debe ser público o secreto;
3º quién debe presidir las operaciones del acto y resolver las dificultades que en él pudieren ocurrir;
4º los términos y plazos en que haya de pagarse la indemnización que el país que quede dueño del
territorio debe pagar al otro, y
5º qué garantía se establece respecto del pago.

722
101 Esta fórmula anticipa la que se convino en 1929, pero que habría dejado hipotéticamente a Chile con las manos libres
para dar a Bolivia una salida al mar con soberanía.
723
102 Memoria, op. cit. Pág. LI y LII.
724
103 Memoria, op. cit. Págs. LI y LII.
725
104 Memoria, op. cit. Pág. LIV.
Silva Cruz sustentó las posiciones de Máximo R. Lira ante el Presidente Piérola. Se
considerarían aptos para votar todos los habitantes de los territorios que reuniesen ciertos
requisitos de edad, residencia, estado civil, etc. O sea, participarían los bolivianos, con
quienes Chile creía contar.
Billinghurst sostuvo que solo sufragarían los peruanos naturales de Tacna y Arica o
avecindados en esos departamentos, con tal que reunieran determinadas condiciones
personales. Aunque se señalaron algunos de estos requisitos, se discutió si podrían
participar los habitantes con ciertas condiciones de tiempo de residencia y otras, o solo los
naturales del territorio y los peruanos, aunque no nacidos, pero avecindados en él,
dejándose para más adelante la determinación de las demás exigencias.
No se logró acuerdo y se resolvió someter la cuestión al fallo arbitral del soberano de una
nación amiga. Se decidió recurrir al gobierno de S.M. la Reina Regente de España.
El 16 de abril de 1898 se suscribió el llamado Protocolo Billinghurst-Latorre. En
representación de Chile lo firmó el almirante en retiro Juan José Latorre, que sucedió a
Silva Cruz, a raíz de una crisis de gabinete.
Quedaron sujetos a este fallo los dos puntos siguientes: 1º quiénes tienen derecho a votar,
determinando los requisitos de nacionalidad, sexo, edad, estado civil, residencia o
cualesquiera otros; y 2º si el voto debe ser público o secreto.
Se estableció una junta directiva integrada por representantes de los tres gobiernos, que
sería presidida por el español.
La indemnización de 10.000.000 de pesos y la garantía del pago quedan abordados en el
artículo XV de dicho protocolo. La nación que resultase dueña de estas dos provincias
pagaría la indemnización en la forma siguiente:
1.000.000 dentro de diez días desde que se proclame el resultado del plebiscito; otro
1.000.000 un año después, y 2.000.000 al fin de cada uno de los cuatro años siguientes. El
pago del rescate quedará garantizado con los productos totales de la aduana de Arica.
Se observa la debilidad de nuestras autoridades. Indudablemente, obraban afectadas por
la tensa situación que caracterizaba, hasta ese momento, nuestras relaciones con Buenos
Aires.
Este mismo espíritu se advierte, por ejemplo, en la elección del árbitro, que era el menos
conveniente para Chile. España acababa de sostener una guerra con Estados Unidos, en la
que sufrió desmembraciones territoriales.
Por lo tanto, miraría estas con desagrado y podría serle más afín la causa de Perú. Por otra
parte, Chile siempre alegó que según el derecho internacional vigente y los precedentes, la
operación plebiscitaria se haría bajo su exclusiva dirección. Conforme al Protocolo, estaba
representado nada más que por un miembro. En el tema relativo a los 10.000.000 de pesos
—que mereció todo el interés del ministro Lira— se resolvió de acuerdo con la
conveniencia de Lima. Respecto de la garantía, el ofrecimiento de la aduana de Arica era
poco significativo726.
Aunque las partes acordaron mantener en reserva el texto del Protocolo hasta que lo
726
105 MINREL. ALEJANDRO ÁLVAREZ. CUESTION DE ARICA Y TACNA. TOMO 1º. 1905.
conociera el legislativo en el Rímac, en Perú hubo inmensa satisfacción con sus
lineamientos generales. Se descontó que las cautivas regresarían muy pronto a poder suyo.
El 13 de julio dicho protocolo recibió la sanción del Congreso, antes de que se pronunciara
el de Chile. Sin embargo, el civilista Manuel Candamo, Presidente del Senado, con un dejo
sibilino, dejó constancia de que fue suscrito “a mérito de transitorias circunstancias” 727.
Desagradado con su gobierno por los hechos señalados previamente, Santa Cruz observó
con espíritu crítico las exigencias de Billinghurst. A juicio suyo, el arreglo que propuso no
significó ventaja alguna para Chile. Era preferible demorarlo hasta solucionar la cuestión
con Argentina. “...éste litigio —comunicaba a Errázuriz— es el imán oculto que perturba las
corrientes naturales tanto en Chile como en el Perú y Bolivia” 728. No le faltaba razón. El 21
de septiembre, Chile y Argentina firmaron cuatro actas que descomprimieron la situación,
y luego sendos pactos sobre la Puna de Atacama. Trajeron momentánea tranquilidad y
enfriaron el apasionamiento bélico. De este modo, La Moneda tendría mejores
posibilidades para enfrentar sus problemas con Perú y Bolivia, y el acuerdo perdería
urgencia.
Nuestro representante en el Rímac trasmitió a algunos de sus compatriotas las críticas que
le mereció el Protocolo Billinghurst-Latorre. Los adversarios de la política de Errázuriz las
utilizaron para escribir artículos en la prensa. Todo ello produjo un enfriamiento entre el
diplomático y el gobernante, e hizo difícil además su situación en Perú:
“Yo no vine aquí —le dijo en carta a Domingo de Toro— por la novedad de los honores, ni
por darme aires, ni por guardar dinero, sino por algo que los acontecimientos me han
arrebatado, como era la satisfacción de cooperar en los arreglos. La intromisión de
Billinghurst me ha dejado mirando la luna. No tengo para qué quedarme aquí...” 729.
Regresó en agosto a Chile y se alejó para siempre del servicio público.
El sucesor de Santa Cruz en Perú fue Domingo Amunátegui Rivera. Se había desempeñado
como oficial de la aduana de El Callao durante la Guerra del Pacífico; en 1889 inició su
carrera diplomática como secretario de la legación en Madrid y después ante la Santa
Sede; fue ministro plenipotenciario en Uruguay; en el transcurso de la administración
Errázuriz Echaurren ocupó dos veces la cartera de Justicia y después la de Interior 730.
Presentó credenciales en Lima el 1º de septiembre de 1898. Piérola, en su discurso de
respuesta, se refirió al pacto recientemente suscrito, ya aprobado por el poder legislativo
peruano y por el Senado chileno, en los siguientes términos:
“La reincorporación de nuestras provincias, Tacna y Arica, al territorio nacional, satisfaciendo
nuestros legítimos anhelos, despeja con viva luz el horizonte sudamericano, trayendo bienes
inestimables a los pueblos del Continente”731.
El mandatario dio por sentado que Perú ganaría el plebiscito. Una apreciación hasta cierto
727
106 Jorge Basadre, op. cit. Vo. VII. Pág. 471.
728
107 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Pág. 181.
729
108 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Págs. 182 a 183.
730
109 Virgilio Figueroa, op. cit. Tomo 1º. Págs. 489-490.
731
110 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1898-1899. Oficio Nº27, Lima, 3-9-1898, de Domingo Amunátegui Rivera,
Ministro de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
punto correcta, pero que la prudencia habría recomendado reservar para más adelante.
Ella fue conocida en Chile con los resultados que luego veremos.
En Santiago, el Senado había iniciado el estudio del Protocolo, el 19 de julio de 1898. La
defensa gubernativa estuvo a cargo de Carlos Walker Martínez, ministro del Interior.
Expresó este que de producirse una ruptura con el Plata, dicho acuerdo impediría que Lima
se alineara con Argentina en contra de Chile. A su juicio, estos antecedentes permitían
aprobar un pacto que “por lo demás, siendo como era el fiel cumplimiento del Tratado de
Ancón, revestía un fundamento justiciero”732.
El Protocolo fue aprobado por dieciséis votos contra seis.
En la Cámara joven el acuerdo tuvo un estreno difícil, por lo que el almirante Latorre
solicitó que se debatiese en sesión secreta. Esta petición fue aceptada, pero antes hubo
diputados, tales como Abraham König y Maximiliano Ibáñez, que acusaron al gobierno de
defender los intereses peruanos, agregando que el Canciller carecía de experiencia
diplomática. Ibáñez dijo que debíamos satisfacer las aspiraciones portuarias de Bolivia, que
quedaban diferidas con este instrumento, ya que perderíamos el plebiscito 733.
Enrique Mac Iver e Ibáñez también afirmaron además que en los territorios en disputa
existía salitre, que de pasar a manos peruanas pondría en peligro nuestro monopolio de
esa sustancia. Sin embargo, el tiempo se encargaría de demostrar la inexistencia de aquel,
así como evidenciaría que se trataba de una maniobra para que naufragara el Protocolo.
El Presidente Errázuriz, preocupado, telegrafió a Amunátegui a fin de que Perú no fijase
impuestos inferiores a los chilenos, y que comunicase a Piérola que en Santiago ganaba
terreno la oposición a dicho instrumento.
“Ese temor infundado —le dice— lo explotan aquí políticamente”734.
A raíz de estas declaraciones, el almirante Latorre celebró una conferencia con Manuel F.
Benavides, encargado de negocios peruano. Autorizado por el canciller Porras, el agente le
expresó que su gobierno tenía la convicción de que no existían tales depósitos,
susceptibles de explotación industrial. En el caso hipotético de haberlos, Perú se abstendría
de gravarlos con impuestos menores de los que rijan en Chile. Además, estaba dispuesto a
celebrar un pacto especial a este respecto, si fuese necesario 735.
El 14 de septiembre, Amunátegui suscribió con Porras una declaración en el sentido
anterior, donde ambos Gobiernos resolverían, en adelante, proceder de acuerdo en esta
materia736.
En cumplimiento de instrucciones, el 1 de octubre nuestro representante vuelve a dirigirse
al Canciller peruano, para solicitarle una declaración protocolizada al respecto 737. Porras le
732
111 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Pág. 183.
733
112 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Pág. 184.
734
113 A.cH.h. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Telegrama, Santiago, 29-8-1898, del Presidente Federico
Errázuriz Echaurren a Domingo Amunátegui, Ministro de Chile en Perú.
735
114 MINREL. GOBIERNO Y LEGACIÓN DE PERÚ. 1898-99. Nota Nº12, Santiago, 30-8-1898, de Manuel J. Benavides,
Encargado de Negocios de Perú en Chile, al Almte. Juan José Latorre.
736
115 Ministerio de RR.EE. del Perú. “Circular sobre...” op. cit. Pág. 311.
737
116 Ministerio de RR.EE. del Perú. “Circular sobre...” op. cit. Págs. 312 y 313.
responde por nota, secamente, que tenía derecho a esperar de Chile que aprobase el
convenio Billinghurst-Latorre sin exigencias extrañas a ese pacto, que limitasen la
soberanía nacional738. La opinión pública en Lima —informa Amunátegui— teme que en
Santiago exista un juego para aplazar definitivamente la aprobación del Protocolo 739.
Por lo mismo, Benavides recibe instrucciones de pasar una nueva comunicación.
Reclama en ella que se dé término al estado de expectativa que existe sin motivo
justificado. Dice que tales aplazamientos hieren los sentimientos de una de las partes
interesadas740. A su vez, Porras —urgido por Amunátegui— le envía una nota cuyos
términos envolverían una verdadera amenaza para Chile 741.
El 24 de diciembre, el ministro de relaciones exteriores, Ventura Blanco Viel, justifica la
demora por el hecho de que la Cámara estima que el Protocolo pueda comprometer la
“situación fiscal” de la nación, en relación con la eventual explotación de yacimientos
salitrales en Tacna y Arica. Aludió también al recargo de trabajo, especialmente en materias
constitucionales, que sufría dicha corporación 742. Pero el Presidente de la República —
agregórecomendará su despacho en el discurso que pronunciará, en el mes de junio
próximo, al inaugurar el período ordinario de sesiones. Benavides se limitó a manifestar
que había trasmitido a su gobierno estas informaciones 743, que auguraban nuevas
dilaciones.
También circulaba en Chile una presunta carta de Piérola al Presidente electo de la
República Argentina, el general Julio Argentino Roca, que publicó el diario Los Andes de
Mendoza. Allí el gobernante desmentía que estuviera haciendo política pro chilena y, en
cambio, reiteraba su gran amistad por la nación trasandina: las negociaciones confiadas al
vice-Presidente buscaban únicamente recuperar las cautivas:
“Todo, en mi corazón, me aleja de Chile —habría escrito el mandatario-.
Para conservar mi Gobierno, para resguardar al Perú, que está indefenso; para robustecer el
porvenir, es preciso seguir con Chile una política de cautela y de disimulo. Si mañana la
República Argentina y Chile fueran a la guerra, mi Gobierno no permanecerá estático y su
rumbo... es inútil que se lo marque”.
Benavides restó veracidad a esta carta, mas el gobernador civil de Mendoza declaró que
existía y que se encontraba en sus manos. Todo ello acrecentó la oposición al Protocolo 744.
Piérola confidenció al nuevo ministro de Chile en Lima, Ángel Custodio Vicuña, que a su
patria le convenía la neutralidad, en el caso de una guerra chileno-argentina. La república

738
117 Ministerio de RR.EE. del Perú. “Circular sobre...” op. cit. Págs. 313 a 316.
739
118 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1898-1900. Oficio, Lima, 4-10-1898, de Domingo Amunátegui, Ministro de
Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
740
119 MINREL. GOBIERNO Y LEGACIÓN DE PERÚ. 1898-99. Nota Nº16, Santiago, 24-XI-1898, de Manuel F. Benavides,
Encargado de Negocios de Perú, al almirante Juan José Latorre, Ministro de RR.EE. de Chile.
741
120 MINREL. ALEJANDRO ÁLVAREZ. CUESTIÓN DE TACNA Y ARICA. TOMO 1º. 1905.
742
121 MINREL. ALEJANDRO ÁLVAREZ. CUESTIÓN DE TACNA Y ARICA. TOMO 1º. 1905.
743
122 MINREL. GOBIERNO Y LEGACIÓN DE PERÚ. 1898-99. Nota Nº1, Santiago, 5-1-1899, de Manuel F. Benavides,
Encargado de Negocios interino de Perú, a Ventura Blanco Viel, Ministro de RR.EE. de Chile.
744
123 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Pág. 190.
del sur podía destrozar todo el litoral, inclusive Lima, y estas pérdidas no las compensaría
el triunfo ni la alianza ríoplatense745.
Aunque aceptásemos que esta apreciación fuese sincera, era difícil que el gobierno
peruano pudiera sustraerse del peso de la opinión pública nacional. Ella estaba siempre
bien dispuesta en favor de la República Argentina. Atribuía a esta nación su emancipación
de España, olvidando, acaso deliberadamente que el Libertador llegó al virreinato en naves
chilenas, dotadas de un importante contingente de marinos y soldados de esa misma
nacionalidad.
9. EVENTUAL POSICIÓN DEL ÁRBITRO
Matías Errázuriz, encargado de negocios de Chile en Madrid, visitó a la Reina Regente —al
unísono con su colega peruano— para ofrecerle el cargo de arbitro. Su Majestad lo aceptó
complacida.
Errázuriz después se acercó al ministro de Estado, marqués de Vega de Armijo, y le informó
de los distintos aspectos de la cuestión. Aprovechó la ocasión para sondear cuál sería su
opinión acerca de quiénes tendrían derecho a sufragar en el plebiscito 746.
Vega pidió a ambos diplomáticos las leyes electorales de Chile y Perú.
A juicio del marqués la solución emergía muy clara de estos textos, que eran coincidentes:
tenían ese derecho los nacidos en Tacna y Arica. Si así sucedía, Chile perdería el plebiscito.
Este criterio se conoció en Santiago, pero ya la Cámara de Diputados había clausurado el
período ordinario de sesiones, quedando postergada la aprobación del Protocolo. Matías
Errázuriz expresaría posteriormente que los diputados alcanzaron a conocer la opinión del
Secretario de Estado español; pero, su intercambio epistolar con el Presidente de la
República deja en evidencia que esta información fue conocida después de aquella
clausura. En todo caso, debió ejercer algún influjo posteriormente para que el Protocolo
durmiera en la Cámara 747 y “quedase remitido a las calendas griegas”, según un autor
peruano748.
10. LA ENTREVISTA DEL ESTRECHO
A fines de noviembre de 1898, el Presidente de la nación transandina, general Julio
Argentino Roca, transmitió a Federico Errázuriz Echaurren el deseo de entrevistarse con él
en el verano próximo749. El general estimaba que un encuentro con su colega acercaría a
ambas repúblicas, después de los momentos tan inciertos que acababan de vivir. Tenía el
pensamiento de que, como resultado de estas conversaciones, se lograse un arreglo
directo en la cuestión limítrofe, y así se eludiese el arbitraje británico, al que se allanaba
como una imposición del momento.
El representante brasileño en el Plata, Henrique de Barros Cavalcanti, comunicó a su

745
124 Jorge Basadre, op. cit. Pág. 472.
746
125 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Pág. 191.
747
126 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Pág. 191.
748
127 Félix C. Calderón: El Tratado de 1929. La otra historia. Fondo Editorial del Congreso del Perú. Lima. 2000. Pág.62.
749
128 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Pág. 268. Nos atendremos, en el curso de este relato, a la descripción muy completa que
debemos agradecer a la pluma de Eyzaguirre.
Cancillería que consideraba que el proyecto de Roca se relacionaba “con el plan de una
liga de tres naciones, a fin de defenderse de posibles agresiones”. Planteaba una
concertación en el cono sur americano, entre Argentina, Brasil y Chile, que tras muchas
dilaciones habría de culminar en el Pacto del A. B. C.
En prosecución de este anhelo, el 3 de agosto de 1899, el mandatario argentino se dirige a
Río de Janeiro para celebrar análoga conversación con el Presidente Campos Salles 750. No
es aventurado sostener que la paz armada a que estaban abocadas estas tres repúblicas,
por diferentes causas, las tenía agobiadas, al propio tiempo que las alejaba de las urgentes
necesidades del desarrollo económico y social. Un entendimiento entre los tres Estados
calmaría estas tensiones.
Errázuriz aceptó aquella sugerencia con agrado. Mas instruyó a su ministro en Buenos
Aires que comunicara a Roca que en este encuentro, “no convendría tratar de arreglar
directamente los negocios que hoy están entregados al fallo arbitral de S. M. Británica”.
Roca prestó su beneplácito a dicha indicación, aunque es posible que sin mucho
entusiasmo. De este modo, se acordó una reunión de carácter simbólica, en la bahía de
Punta Arenas. El 12 de febrero de 1899 llegó el acorazado O’Higgins, escoltado por el
Zenteno y el Angamos, con el Presidente Errázuriz a bordo. La escuadra argentina lo hizo
tres días después.
La opinión pública, tanto en Chile como en Argentina, miró con satisfacción esta cita y la
consideró como un paso importante en el camino de la reconciliación, después de tantos
años de costoso armamentismo. Por medio del acercamiento al Plata, que luego se
consolidó gracias a los Pactos de Mayo, de 1902, emergería un nuevo equilibrio
sudamericano que permitiría a La Moneda enfrentar con más tranquilidad la cuestión del
Pacífico751.
En Perú y Bolivia observaron que el cerco diplomático que sus tres vecinos habían tendido
a Chile desaparecía o, al menos, se atenuaba. No es necesario un espíritu zahorí para
entender que este nuevo equilibrio perjudicaba los intereses peruanos, en su propósito de
concretar el plebiscito contemplado en el Protocolo Billinghurst-Latorre, y de tener sus
manos libres para tratar con Bolivia. Ni, además, interferir en los planes de esta última que
luchaba por un acceso soberano al Pacífico, que comenzaba a alejarse.
El ministro chileno en Perú comunicó a su gobierno que, según despachos telegráficos
procedentes de Santiago y Buenos Aires, Errázuriz pretendió lograr en Punta Arenas la
abstención de la República Argentina en los asuntos políticos del Pacífico. Estos telegramas
fueron reproducidos por El Comercio y El Tiempo de Lima y dieron pábulo a comentarios
desfavorables en contra de Chile, tanto en la prensa como en la opinión pública. La Nueva
República y El Porvenir, ambos de Santiago, alimentaron los recelos limeños con artículos
semejantes.
Un autor peruano, probablemente bajo la influencia de estas crónicas, atribuye a Roca
haber expresado a Errázuriz, al oído, que “se encogería de hombros ante todo lo que
750
129 La Nación, Buenos Aires, 7-8-1999, “A un siglo de la visita de Roca a Brasil” por Rosendo Fraga, director del Centro
de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.
751
130 Robert N. Burr: “By reason or force”. University of California Press. Berkeley and Los Angeles. 1965. Pág.226-227.
hiciera Chile para liquidar sus cuestiones derivadas de la guerra del 79” 752.
Con el propósito de contrarrestar tales opiniones de la prensa limeña, Amunátegui solicitó
autorización para desmentirlas. Escribió, pues, una carta a José Antonio Miró Quesada,
director del primero de esos periódicos, que la publicó en El Comercio. El Tiempo, aunque
reputado como órgano semioficial, hizo comentarios tendenciosos 753.
Según Jaime Eyzaguirre, de acuerdo con la documentación conocida, la prensa limeña hizo
deducciones erradas respecto del encuentro de los dos gobernantes. Pero, “para muchos
fue signo confirmatorio de la misma actitud resuelta que adoptó Chile al año siguiente
para urgir a sus vecinos del norte a llegar con él a un entendimiento definitivo” 754.

CAPÍTULO V
PERÚ ROMPE SUS RELACIONES DIPLOMÁTICAS CON CHILE
1. LA POLONIZACIÓN DE BOLIVIA
2. ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA ES DESIGNADO MINISTRO DE CHILE EN PERÚ
3. INTRIGAS EN CONTRA DE VICUÑA 4. LA POLICÍA ESPÍA AL MINISTRO CHILENO
5. CONVERSACIONES CON EL PRESIDENTE EDUARDO LÓPEZ DE ROMAÑA
6. CONDUCTA DEL SECRETARIO HÜBNER
7. RIVA-AGÜERO RECIBE UN VOTO DE DESCONFIANZA EN EL SENADO
8. EL EPÍLOGO DE LA MISIÓN VICUÑA
9. EL RESQUIESCAT IN PACE DEL PROTOCOLO BILLINGHURST-LATORRE
10. LA MISIÓN CHACALTANA. PERÚ CORTA SUS RELACIONES DIPLOMÁTICAS CON CHILE
11. RENUNCIA DE VICUÑA
12. LAS CIRCULARES DE LOS MINISTROS RAFAEL ERRÁZURIZ URMENETA Y FELIPE DE OSMA Y PARDO
13. LA CONFERENCIA INTERNACIONAL AMERICANA DE MÉXICO

1. LA POLONIZACIÓN DE BOLIVIA.
El reparto de esta república se planteó en el pasado, acaso por su origen un tanto artificial.
La audiencia de Charcas —su antecesora histórica— formó parte del Virreinato de Perú, y
se la conocía como el Alto Perú. Desde que se creó el del Plata, en 1776, pasó a integrar
este nuevo núcleo. En 1810, al producirse el proceso de la emancipación americana, una
asamblea constituyente que se celebró en Chuquisaca y que convocó el mariscal Sucre,
acordó proclamar su independencia y autonomía. Pero esta determinación por sí sola no
resolvió uno de los principales problemas de la nueva nación, en lo que se refiere al
altiplano (un tercio de ella), esto es, un acceso directo al Océano Pacífico, del que en el
hecho estaba aislado geográficamente.
Durante el período virreinal, este se efectuaba por Arica, que constituía la salida y entrada
natural del comercio del Alto Perú, y durante la subordinación de Charcas a Buenos Aires,
este mismo puerto continuó atendiendo las necesidades comerciales de las regiones
andinas del virreinato del Plata.
Sin embargo, la idea del reparto o polonización —por analogía con los que sufrió Polonia
752
131 José María Barreto: op. cit. Pág. 115.
753
132 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1898-1900. Oficio Nº11, Lima, 22-2-1899, de Domingo Amunátegui Rivera,
Ministro de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile. 133 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Pág. 274.
754
133 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Pág. 274.
— se presentó en otras regiones de nuestro sub-continente, como consecuencia del
complejo legado que nos dejó España en materia de límites.
El Presidente de Ecuador, general Juan José Flores, que accedió al poder por segunda vez
en 1839, intentó acrecentar el territorio de esta pequeña república. Con este motivo,
trasmitió al gobierno de Chile la idea de incorporar un pedazo del suelo peruano a la
soberanía de su patria y que el resto formase dos Estados independientes. El fracaso de tal
proyecto —a juicio del caudillo— significaría el cercenamiento del territorio ecuatoriano.
Tras ella estaba su idea de que una distribución territorial más equitativa propendería a un
clima de estabilidad. Ventura Lavalle, que en ese momento se desempeñaba como agente
diplomático chileno en Quito, miró con interés la sugerencia y la trasmitió a Santiago.
Pudo pesar en su mente el temor de que reviviese la Confederación Perú-boliviana, ya sea
alentada por Santa Cruz o por Gamarra.
Sin embargo, el ministro de relaciones exteriores, Ramón Cavareda, le contestó que el
principio fundamental de la política exterior de La Moneda era la conservación del statu
quo de 1835. Una vez aceptado el principio de la desmembración —agregó— se abriría la
puerta para otros planes igualmente ambiciosos que debilitarían el sistema político del
continente755.
Posteriormente, el general neo-granadino, Tomás Cipriano de Mosquera, pretendió aplicar
el mismo procedimiento a Ecuador. Empero, el general Castilla, Presidente de Perú,
rechazó esta propuesta756.
Nuestro gobernante, Domingo Santa María, expuso el reparto de Bolivia al ministro
peruano, Carlos Elías, en 1886. Pero quedó apenas como una sugerencia. No se discutió y
menos se concretó, aunque “era el único —comentó Elías a Ángel Custodio Vicuña— que
podría dar una solución cumplida y duradera a los conflictos del Pacífico” 757.
El representante chileno en Lima, Benicio Álamos, significó en un despacho a Santiago, del
11 de marzo de 1888, que en muchos dirigentes peruanos prevalecía la idea de repartir
Bolivia entre Chile, Perú y Argentina.
Cesáreo Chacaltana, que fue designado ministro en Buenos Aires, tenía por una de sus
tareas promover tal idea. Mas no sabemos cuál pudo ser su desenlace 758.
En 1894, se verificó en Valparaíso una manifestación pública de los amigos del Califa —
como sus partidarios apodaban a Piérola— en que proclamaron su intención de derrocar al
Presidente Cáceres. En ésta y en otras reuniones, se habría ideado una extraña entente
chileno-peruana, en caso de triunfar Piérola, para lanzarse sobre Bolivia. La Estrella de
Panamá informó al respecto y también El Comercio de Lima, el 11 de junio. Piérola

755
1 Robert N. Burr: “By reason or force. Chile and the Balancing of Power in South America, 1830-1905”. University of
California Press. Berkeley and Los Ángeles. 1965. Págs. 64 y 65.
756
2 Félix Denegri Luna: Perú y Ecuador. Apuntes para la historia de una frontera. Instituto Riva-Agüero, Pontificia
Universidad Católica del Perú. Lima. 1996. Pág. 178.
757
3 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Oficio Nº72, Lima, 1-9-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro
de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
758
4 Alejandro Álvarez: “Resumen histórico de las negociaciones diplomáticas entre Chile y el Perú sobre celebración del
plebiscito relativo a Tacna y Arica. Resumen histórico”. (Mecanografiado, Santiago, 1905). Biblioteca San Joaquín,
Universidad Católica de Chile.
suscribiría una alianza en contra de Ecuador y Argentina, “a condición de que Chile —
manifiesta Jorge Dulanto Pinillos— evacue Tacna y Arica y ayude al Perú a dividirse
Bolivia”759.
En el momento que este caudillo accedió al poder, Perú tenía incontables diferencias con
esta última república, derivadas de deudas insolutas, de la demarcación fronteriza y sobre
todo a consecuencia del temor del Presidente de que allí se apoyaran las tentativas
revoltosas de su enemigo, el general Andrés Avelino Cáceres. Fue una de las razones
porque prestó atención al esquema de Billinghurst respecto de las cautivas, para irse sobre
aquella nación, una vez asegurada la neutralidad chilena 760.
El 23 de diciembre de 1898, Piérola conversó con el plenipotenciario chileno en Perú,
Domingo Amunátegui:
“Usted no ignora lo que ocurre en Bolivia: la revolución, iniciada con el pretexto de haberse
declarado a Sucre la capital definitiva de Bolivia, lleva fines más lejanos y seguramente los
revolucionarios los lograrán, porque la idea federal, que han alzado como bandera, tiene en
aquel país, que yo conozco mucho, profundas raíces. Y con razón: los departamentos
actuales no tienen casi relación alguna entre sí y prefieren mantenerse con lo que cada cual
puede producir, a estar dando su dinero al gobierno central. Ahora bien, la revolución es
simpática, va progresando y su triunfo es casi seguro.
En esta lucha interna boliviana, temo mucho que sufran los intereses del Perú, precisamente
por el estrecho contacto en que nos encontramos con la ciudad de La Paz, foco del
movimiento. Por el momento, podemos nosotros prescindir; pero si se nos lastima en algo,
habremos de tomar actitud enérgica.
Hemos tenido ya bastantes guerras y soportado sufrimientos por causa de Bolivia y no
queremos tener más. Es un país que se encuentra en condiciones apropiadas para molestia
de sus vecinos. Yo no quiero proceder en nada de lo que a estos asuntos se refiere sino de
acuerdo con Chile. Si Chile permanece indiferente, nosotros seguiremos esa conducta hasta
donde el movimiento boliviano no hiera nuestros intereses. Pero, ante todo, no deseo seguir
distinto rumbo del que siga Chile, y por ese motivo le ruego obtenga la opinión del señor
Errázuriz y de su Gobierno a este respecto.
Y ojalá esto sea por telégrafo, porque el miércoles (28 de diciembre) llega un agente
confidencial de la revolución y yo no quiero adoptar medida alguna sin conocer la opinión
de Chile sobre el particular, pues pudiera llegar a encontrarse el Perú en diversa condición de
la que en que desee encontrarse Chile en frente de la actual situación de Bolivia.
Señor —le replicó Amunátegui— las noticias que publican los diarios de Lima y las que
circulan por todas partes dejan ver que es poderoso el movimiento favorable a la revolución
en Bolivia. Yo no tengo antecedente alguno para manifestar a V. E. la opinión de mi
gobierno acerca del actual estado de cosas de ese país, pero con mucho gusto dirigiré el
telegrama que V. E. me pide para el señor Errázuriz” (cursivas nuestras).
En respuesta a una pregunta del plenipotenciario, Piérola le contestó:
759
5 Jaime Eyzaguirre: “Chile durante el Gobierno de Errázuriz Echaurren. 1896-1901”. Empresa Editora Zig-Zag. Santiago.
1957. Pág. 174. Cita: “Nicolás de Piérola” por Jorge Dulanto Pinillos. Lima. 1947.
760
6 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Pág. 173. Transcribe carta de Guillermo Billinghurst a Nicolás de Piérola, 21-5-1897.
“La federación se establecerá; pero con este resultado: los departamentos del sur, se lo
aseguro a V., declararán inmediatamente que, como estados federales, pertenecen a la
Confederación Argentina, porque no les liga ningún vínculo, ni de política interna ni
comercial, con el Gobierno central de Bolivia. En cuanto a los otros departamentos, V. sabe lo
que pasa: son elementos chilenos los que imperan en los de Potosí y Oruro, salvo en el de
Potosí, la sección de Tupiza, que tiene relaciones argentinas; el de La Paz y aun el de Beni
tienen todas las relaciones de comercio con el Perú. No necesito sino estampar la anterior
declaración para que V. comprenda su alcance...
Y ¿que piensa usted —le preguntó Amunátegui— del viaje del general Cáceres?
Como lo dicen por ahí —respondió— obedece a planes argentinos; pero no dirigidos contra
el Perú. Y a propósito ¿tiene Ud. algún antecedente sobre la actitud de la Argentina con
relación a la actual situación de Bolivia?
Ninguna, señor”761, replicó Amunátegui.
En otra misiva de “confiancé”, anterior a los diálogos precedentes, el plenipotenciario
informa al Presidente Errázuriz que los periódicos de Lima publicaron la noticia —que
tomaron de un diario de Santiago— que Chile y Argentina habían acordado repartirse
Bolivia, dando a Perú un “buen pedazo”.
De seguro que estos comentarios despertaron el interés del gobernante peruano. “En tres
guerras nos ha metido Bolivia —exclamó ante el ministro-. Y si no hacemos algo nos
meterá en una cuarta y una quinta”762.
El 26 de diciembre, Amunátegui se trasladó al palacio de Pizarro, a fin de confiar al
Presidente el resultado de su indagación, en los precisos momentos que este conversaba
con el ministro argentino:
“Señor —le comunicó a Piérola— tengo respuesta del señor Errázuriz, quien me manifiesta
que la actitud del gobierno de Chile respecto de la revolución boliviana será completamente
indiferente mientras no sean lesionados intereses de Chile o de súbditos chilenos. Para evitar
que sufran estos intereses, mi gobierno ha tomado medidas que los resguarden, y, en cuanto
a la posible violación del territorio, se han dado también las órdenes del caso para evitarla.
Por lo demás, será en todo caso muy grato para el señor Errázuriz y para mi gobierno
proceder en completa inteligencia con el gobierno del Perú en esta emergencia” 763.
Agradezco mucho la respuesta —replicó el señor Piérola-; pero existen puntos de especial
contemplación para nosotros que quizás nos obliguen a observar una actitud particular, y en
esto quisiera proceder sin molestia para Chile. Tengo noticias de que el Presidente Alonso ha
permitido que Cáceres, quien se encuentra siempre en Uyuni, reciba armas ahí. Este
procedimiento, y las consecuencias que pueda acarrear el triunfo de la revolución, que se
desarrolla en nuestra propia frontera, nos pueda arrastrar a prestar a esta algún auxilio. Es

761
7 A.cH.h. Archivo del Presidente Federico Errázuriz. Carta confidencial, Lima, 23-12-1898, de Domingo Amunátegui,
Ministro de Chile en Perú, a Federico Errázuriz, Presidente de Chile.
762
8 A.cH.h. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Carta, Lima, 24-12-1898, de Domingo Amunátegui, Ministro
de Chile en Perú, a Federico Errázuriz Echaurren, Presidente de Chile.
763
9 A.cH.h. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Carta, Lima, 28-12-1898, de Domingo Amunátegui, Ministro
de Chile en Perú, a Federico Errázuriz, Presidente de Chile.
de importancia para mí saber si Chile no miraría mal este auxilio que pudiéramos prestar
nosotros al movimiento de La Paz.
Estos son puntos de mucha gravedad —le manifestó Amunátegui— y requieren delicada
atención. Por eso he escrito al señor Errázuriz con detalles que no pueden contenerse en un
telegrama. En mi carta le doy cuenta de nuestra entrevista anterior y creo haber interpretado
bien las ideas de V. al decir al señor Errázuriz que V. teme que el fin de la revolución
boliviana sea la desmembración de Bolivia.
Exactamente —expresó el mandatario peruano-.
Y a este propósito, le agregué —informa Amunátegui a Errázuriz— que ayer estuvo a verme
Pinilla, creyéndolo o no, me expresó una idea análoga.
Por nuestra parte —prosiguió Piérola— estamos hartos de Bolivia, país que nos molesta
hasta con su moneda feble. Es inmenso el comercio menudo que hacen nuestros indios
fronterizos con el departamento de La Paz, y resulta, en su ignorancia, que nos invaden de
mala moneda los departamentos peruanos vecinos a aquel. Ya le he dicho a Ud. que los
intereses del sur de Bolivia son argentinos y los de Oruro, Potosí, etc. chilenos. La situación es
clara y los acontecimientos empujan a una nueva situación”.
Indudablemente, la respuesta de Errázuriz no fue la que Piérola buscaba.
Con todo, reiteró sus ideas y el peligro que representaba para Perú el apoyo que el
gobierno boliviano prestaba a su rival Cáceres, una de las preocupaciones dominantes del
primer mandatario.
Finalizada esta conferencia, Amunátegui se dirigió a Errázuriz Echaurren y le acompañó un
recorte de El Tiempo, periódico que dirigían funcionarios superiores del ministerio de
relaciones exteriores. Ahí también se trataba de la desmembración de Bolivia.
La revolución triunfó y Chile mantuvo su política de no intervención.
Tras esta cuestión existía, entre Santiago y Lima, asimismo un trasfondo comercial. El
consumo de azúcar peruano en Chile iba en aumento: 9.179.780 kilógramos en 1875,
14.753.865 en 1885 y 21.954.263 en 1895. Estas importaciones se deseaban compensar con
la venta de productos chilenos764.
2. ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA ES DESIGNADO MINISTRO DE CHILE EN PERÚ
El 12 de enero de 1900 se reúne el Consejo de Ministros bajo la presidencia de Federico
Errázuriz Echaurren765. En esa oportunidad, antes de partir a sus respectivas misiones, el
canciller Rafael Errázuriz Urmeneta les entrega instrucciones escritas a los nuevos
plenipotenciarios en Lima y La Paz, Ángel Custodio Vicuña y Abraham König,
respectivamente.
Al primero se le expresa que si bien en otras épocas se aceptaron proyectos dilatorios:
“hoy han cambiado completamente las circunstancias,— dice el Secretario de Estado— y no
es aceptable, a juicio de este Departamento, ninguna solución que pueda importar directa o
764
10 Valentín Abecia Valdivieso: Las relaciones internacionales en la historia de Bolivia. Editorial Los amigos del libro. La Paz
- Cochabamba. Academia Nacional de Ciencias de Bolivia. 1979. Tomo 2º. Pág. 281.
765
11 A.cH.h. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Enero-Julio 1900. Santiago. 12-1-1900. Contiene
instrucciones impartidas a A.C. Vicuña y A. König.
indirectamente la devolución al Perú de las provincias de Tacna y Arica” .
A la luz de lo anterior, el agente estudiará la posibilidad de celebrar acuerdos directos,
mediante los cuales dichos departamentos queden incorporados definitivamente a Chile,
gracias a una indemnización en dinero como estipula el Pacto de Ancón.
Eliminada esa posibilidad, verá la manera de concertar un plebiscito que establezca bases
reglamentarias que aseguren a Chile el dominio de tales territorios.
Una vez que se persuada de la imposibilidad de concretar algunas de las dos alternativas
ya señaladas:
“habrá llegado el momento —expresa el Ministro— de hacer uso de las instrucciones
verbales que V.S. recibió del infrascrito”.
Y agrega: “Desea el infrascrito que estas gestiones revistan al principio carácter oficioso y
reservado, y que en ningún caso, sin previa autorización de este Departamento, se avance
V.S. a suscribir documentos de cualquiera naturaleza que dejen constancia de nuestros
propósitos y comprometan la palabra de mi Gobierno” .
Se le proporciona también una copia de las que llevará König, que no son definitivas, pues
revisten un carácter condicional. El gobierno se reserva ponerlas en ejecución o
suspenderlas, de acuerdo con las informaciones que reciba de Vicuña.
El despacho entregado a nuestro representante en Bolivia establece que La Moneda
rechazará cualquier pacto en que se estipule la cesión de un puerto a esa república, en el
litoral chileno. A cambio de ello ofrece diversas compensaciones, que más tarde
encontraremos en el Tratado de Paz y Amistad de 1904.
El 27 de enero de 1900 766, Vicuña llega a orillas del Rímac y se establece en el Hotel de
Francia e Inglaterra. El período constitucional de Piérola había cesado y ocupaba la
Presidencia de la República, el ingeniero Eduardo López de Romaña. La prensa ya había
reproducido telegramas recibidos desde Santiago y Buenos Aires. Según esta, el objeto de
su misión era incorporar definitivamente las cautivas a la soberanía de Chile767.
Al segundo día, pasó a saludarle Melitón Porras, en nombre del ex-Presidente.
Pero, no habían trascurrido algunos minutos cuando se presentó el Califa, como llamaban
sus partidarios a Piérola, ahora presidente del partido demócrata. Tocaron puntos
generales y ambos acordaron volver a reunirse el 2 de febrero. Sin embargo, el Califa pudo
comprender, según refiere Vicuña, que Chile estaba animado por planes de trascendencia
que trataba de llevar a cabo con firmeza. Sin duda, los debió conocer a causa de la
locuacidad del agente chileno.
El 2 de febrero, el diplomático celebró una segunda reunión en el escritorio de trabajo de
Piérola. Impongámonos de la versión que da de ella:
“No me fue difícil abordar el asunto, —escribe Vicuña al Presidente— pues el señor Piérola,
tal vez calculadamente, usó de inusitada franqueza desde el comienzo de nuestra
conversación. Se adelantó a tocar la cuestión internacional con una espontaneidad aparente,
766
12 Jaime Eyzaguirre: op. cit. Pág. 230.
767
13 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Documentos Reservados. Carta, Lima, 7-2-1900, de Ángel
Custodio Vicuña, Ministro de Chile en Perú, a Federico Errázuriz Echaurren, Presidente de Chile.
y calculada también para disipar toda desconfianza en mi espíritu para obtener las
revelaciones que deseaba.
‘Yo creo, me dijo, que el gobierno de Chile no consentirá en cedernos Tacna y Arica, pues no
está dentro de las conveniencias de su país, y vendría a contrariar con ello el sentimiento
público de los chilenos’.
Llegó mi turno —dice Vicuña— y pude con estudiada tranquilidad y llaneza, sin
pronunciarme sobre el asunto de Tacna y Arica, explicarle mis propósitos y significarle que
era posible encaminar los acontecimientos a la solución enunciada”.
“Esa es una solución radical —le contestó el ex gobernante— que se acomoda con mi
temperamento; ella lo concilia todo y la cuestión de Tacna y Arica pasa a segundo término.
Bolivia ha sido, es y será una perturbación eterna para Uds. y nosotros”.
Según el plenipotenciario, el Califa se preguntó a sí mismo:
“¿Y nos dejarán hacer la Argentina y el Brasil? No temo —agregó— por el lado argentino,
ese país tiene miedo a Chile, y lo tendrá mayor si lo ve unido al Perú y Bolivia. Digo Bolivia,
ocupado ese país por Uds. y nosotros, podemos determinar y usar sus fuerzas vivas en
nuestro común provecho.
Propiamente este plan viene a reunir las fuerzas de los tres países para el caso de una
intromisión extraña”.
A Vicuña le fue fácil, dado su conocimiento de Brasil —nación ante la cual se desempeñó
como ministro— convencerle “del ningún temor que podíamos abrigar por ese lado”. Ya
comulgaba, pues, con las ideas de Piérola. En este momento, el agente quiso conocer qué
influencia conservaba este frente al Presidente de la República, Eduardo López de Romaña,
y ante el Congreso:
“Ese es el aspecto difícil de la cuestión —le replicó Piérola-. La empresa necesitaría aquí un
hombre de estado, un caudillo, y tenemos solo una especie de reina Victoria como
Presidente. El Ministerio sería absolutamente incapaz de comprender siquiera la
trascendencia del problema. Por otra parte no tiene representación alguna en la opinión;
vive de prestado, merced a la tolerancia de los partidos demócrata y civilista, que esta vez
han dejado hacer al Presidente. Riva-Aguero me es personalmente hostil, y últimamente me
he visto obligado a ponerle atajo a nombramientos de caceristas que estaba haciendo; pero
es posible que esto pueda arreglarse.
Déme un poco de tiempo, déjeme reflexionar y tirar mis líneas: el asunto me toma de
sorpresa. Lo tendré al corriente de todo lo que ocurra”.
El ministro encontró al ex-gobernante irritable y despechado. Se le salieron expresiones
como “ingrato y semi imbécil” relativas a su sucesor. El plenipotenciario cree que el plan
propuesto le ha halagado, “más que por lo que sí importa y significa como solución
internacional, como un medio de recuperar su preponderancia interna”. Advierte
igualmente sus decepciones o bien que los 62 años de edad le tienen decaído, y a menudo
se extravía en la conversación.
Vicuña trasmite a Errázuriz también el juicio que él se ha formado de Romaña:
“Es un hombre bueno a carta cabal, —dice— con una fisonomía mística...
sin mayor inteligencia y un desconocimiento absoluto de la política internacional... No
quedará al señor Piérola para moverlo y dirigirlo en otro sentido más que moverlo de la
Presidencia y dirigirlo a su casa, lo que es posible un tanto más tarde, pero que hoy no sería
hacedero”.
Concluye su carta al Presidente Errázuriz diciéndole que espera los resultados de la obra de
Piérola. Lo está siguiendo en sus movimientos, pues cree contar con la confianza de su
antiguo colega en Bolivia, Enrique Bustamante y Salazar, “naturaleza espontánea e
indiscreta”, diríamos que tal vez tanto como el agente chileno.
Impuesto el Presidente Errázuriz por Vicuña, de sus primeros pasos en Lima, según los
trasunta en su carta de 7 de febrero, le escribe el 21 del mismo mes, después de expresarle
que aguardaba con interés sus noticias:
“Si Piérola nada intenta o nada puede mover en el Gobierno, o la opinión, habrá llegado el
caso de que abandones la idea de que él coopera a tu acción y tendrás que pensar en otra
cosa.
Nos felicitamos, pues, de que hayas resuelto mantenerte en la más absoluta reserva hasta
ver lo que ocurra y no necesito recomendarte que, utilizándolos en lo posible, desconfíes
mucho de Bustamante y Salazar y de todos los otros que te den informes” 768.
El agente se entrevistó igualmente con el Presidente del Consejo de Ministros y ministro
de relaciones exteriores, Enrique de la Riva-Agüero, con quien fijó la fecha para la entrega
de sus cartas credenciales. Aunque trató de sondearlo acerca del alcance de su misión,
Vicuña se limitó a generalidades.
“Era menester —le escribe a Errázuriz Echaurren— dar tiempo al tiempo, y esperar el
resultado de mi conferencia con el señor Piérola”. En todo caso, Riva-Agüero se demostró
inclaudicable en la defensa del retorno de los territorios litigiosos 769.
Vicuña celebró una nueva conferencia con el caudillo 770. Empieza por comunicar al
Presidente Errázuriz que después del “extenso memorial” que le dirigió por el correo
anterior, ahora le dará cuenta de las dos últimas entrevistas que ha tenido con Piérola.
Agrega que está citado para una tercera, a la que no atribuye mayor importancia, pues
cree “contar ya con todos los antecedentes que me habilitan para formarme un juicio cabal
sobre el resultado de las primeras negociaciones que se me han encomendado”.
En esta segunda epístola describe que el Califa ha encontrado “obstáculos, por de pronto
insubsanables, para la realización de nuestros planes”. Se declara sin poder suficiente para
emprenderlos. “Es verdad —acota— que la empresa que V. [Vicuña] me propone es de alta
trascendencia y magnitud, pero no es una bandera que yo pudiera exhibir en público para

768
14 A.cH.h. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Carta, Valparaíso, 21-2-1900, de Federico Errázuriz
Echaurren, Presidente de Chile, a Ángel Custodio Vicuña, Ministro de Chile en Perú.
769
15 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Documentos Reservados. Carta, Lima, 23-3-1900, de Ángel
Custodio Vicuña, Ministro de Chile, a Rafael Errázuriz Urmeneta, Ministro de RR.EE. de Chile.
770
16 MINREL. MISION ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Documentos Reservados. Carta, Lima, 14-2-1900, de Ángel
Custodio Vicuña, Ministro de Chile en Perú, a Federico Errázuriz Echaurren, Presidente de la República de Chile.
cohonestar mi actitud...”771.
El agente analiza enseguida la posición del Presidente peruano frente a estos planes:
“Como lo temíamos en Santiago, el señor Romaña, emancipado de toda tutela, no es un
político que se atreva a embarcarse en empresa que requiera carácter, preparación y todas
las condiciones del hombre de Estado. Al frente de un gobierno débil que vive a merced de
las complacencias de los partidos, no podrá el actual Presidente, sin efectuar un cambio
radical en el personal de su ministerio y en los rumbos de su política, pretender dirigir una
empresa que ha menester de una vigorosa acción y de hombres que tengan la
representación de todos los partidos y de la opinión. En cambio no lo desea, pues ve que no
podría ser otro que el de entregarse incondicionalmente al señor Piérola”.
Sin embargo, Vicuña no abandona la idea, y quiere arriesgarse a tantear a Riva-Agüero,
que ya una vez puso su mirada en la jefatura del Estado. Fue ministro en Bolivia, país que
desprecia. El agente cree que no le será difícil tentarlo, “tomando las más exquisitas
precauciones”. Mas estará presente el escollo de Piérola, que no aceptaría que otro
realizase sus proyectos.
Con todo, se propone conversar con el canciller. Así verá más claro, y “la proposición que
voy a hacerle importa en el fondo una notificación indirecta al Ministro de que ya no debe
pensar en seguir gestionando la recuperación de Tacna y Arica”.
El Presidente Errázuriz, al recibir esta carta, le ordena:
“Sírvase suspender toda gestión, mientras le llega respuesta mía que consultaré con
Ministerio”772.
El Canciller, por su parte, le instruye por telégrafo:
“De sus tres comunicaciones al Presidente US. suspenderá toda negociación hasta nuevo
aviso. Ministro Sr. König dice por telegrama que ha encontrado la mejor disposición y que
conviene darle autorización para proceder desde luego porque noticias inciertas del Perú
pueden cerrarle las puertas. Mandaré nota”773.
Vicuña envía un tercer despacho a don Federico. En éste último, observa que el Califa —
ante la negativa de Romaña— está impotente e irritado para emprender el plan. Sin
embargo, en subsiguientes conferencias, Piérola vuelve atrás y lo describe en detalle:
“Oruro, Potosí para Chile, también Cochabamba, que como región agrícola es su
complemento. La Paz, el Beni, el Acre para el Perú quedando el resto como hijuela pagadora
de las resultas [luego agrega] La empresa solo ha sido difícil en su concepción y lo será en su
organización; pero para realizarla no habrá mayores dificultades: será un paseo militar que
no costará sangre”.
Enseguida se explaya en proyectos más grandiosos y, por cierto, quiméricos.

771
17 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VIUÑA. 1900. Carta, Lima, 14-2-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro de
Chile en Perú, a Federico Errázuriz, Presidente de Chile.
772
18 A.cH.h. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Telegrama, 24-2-1900, de Federico Errázuriz Echaurren,
Presidente de Chile, a Ángel Custodio Vicuña, Ministro de Chile en Perú.
773
19 A.cH.h. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Telegrama, Valparaíso, 11-3-1900, de Rafael Errázuriz
Urmeneta, Ministro de RR.EE., a Ángel Custodio Vicuña, Ministro de Chile en Perú.
Se trataría de crear una federación entre Perú y Chile, a la que se agregaría Ecuador, a fin
de equilibrar el crecimiento de Argentina y Brasil.
A estas alturas, el diplomático resume el resultado de sus conversaciones:
1º Toda gestión dirigida a adquirir Tacna y Arica mediante compensaciones en dinero, “tendrá un
inmediato y absoluto rechazo”. Lo mismo un plebiscito que anticipe un resultado favorable a Chile;
y 2º Romaña desestimará cualquiera combinación que no sea cumplir el Pacto de Ancón con un
reglamento plebiscitario que le sea favorable, y el “plan de nuestro gobierno —agrega Vicuña—
solo sería viable si Piérola asume la dirección de los negocios públicos”, lo que estima “del todo
improbable”.
Vicuña concluye: “He observado la más exquisita reserva, sin dejar huella de nada”.
Desgraciadamente, esta “exquisita reserva” no impidió que el establishment del Rímac se
impusiera de los proyectos que acariciaba el ministro de Chile. Felizmente, añade que
resolvió abstenerse de abordar a Riva-Agüero, aunque más tarde conoceremos una
apreciación distinta hecha por el gobierno peruano.
Desde La Paz, Abraham König se dirige al Presidente de la República 774.
Se siente inhibido en su acción porque Vicuña le telegrafió que sospecha que “nuestro
plan ha sido comunicado al gobierno de Bolivia”. König teme una indiscreción de alguien
de la legación en Lima. “Yo creo —le expresa al gobernante— que aquí estoy en terreno
firme y que sería una desgracia, a la vez que una chambonada, abandonar el campo”.
Luego agrega:
“El Presidente Romaña es casi un puritano, nunca, en ningún caso, firmará arreglos para la
entrega de Tacna y Arica sin plebiscito previo, porque la opinión repugna esta solución y
nunca entrará en arreglos que signifiquen permuta, guerra, etc., porque esto repugna a su
conciencia”.
En vista de que König ha encontrado en La Paz “la mejor disposición”, el Secretario de
Estado opta por instruir a este agente para que proceda sin demora 775.
El 23 de marzo, el plenipotenciario se dirige al canciller, por carta. Atribuye la insistencia
del Gobierno peruano en perfeccionar la negociación del ex-vice-Presidente Billinghurst a
un clamor unánime de la opinión pública, alimentado por la prensa bonaerense, aunque
no por las autoridades del Plata. Argumenta que el Presidente Romaña y Riva-Agüero,
políticamente débiles, se apoyan en este problema para fortalecerse. Frente a estas
circunstancias, Vicuña ha estimado contraproducente tratar de plantear la primera parte de
sus instrucciones. En cuanto a la segunda, esto es, las verbales, el canciller podrá enterarse
de su cumplimiento en los despachos confidenciales que ha enviado al Presidente de la
República776.
El 15 de mayo de 1900, escribe nuevamente al jefe de Estado 777. Le informa que las últimas
medidas del gobierno chileno en Tacna y Arica han terminado por abatir los espíritus. La
774
20 A.cH.h. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Carta, La Paz, 8-3-1900, de Abraham König, Ministro de
Chile en Bolivia, a Federico Errázuriz Echaurren, Presidente de Chile.
775
21 A.cH.h. Rafael Errázuriz Urmeneta, Ministro de RR.EE. de Chile, a Abraham König, Ministro de Chile en Bolivia.
Telegrama, Valparaíso, 11-3-1900.
776
22 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Carta. Lima, 23-3-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro de
Chile en Perú, a Rafael Errázuriz Urmeneta, Ministro de RR.EE. de Chile.
opinión pública da por perdidos aquellos territorios. El Comercio lo sintetiza así: “Chile nos
vuelve locos”, y advierte, además, que Perú no contará esta vez con el apoyo de la “gran
república del norte”, como sucedió en los tiempos del secretario de Estado Blaine.
El agente inicia, en esta última misiva, una divagación de cómo ve el futuro sudamericano:
Argentina en constante crecimiento y las influencias chilenas relegadas a segundo plano.
Dentro de veinte años —vaticina— el salitre se habrá agotado o se encontrará en vías de
extinción (no se extinguió, mas apareció el sintético a menor precio). Por esta razón
agrega:
“la solución primitiva, el plan cuya ejecución se me confió en la misma o en otra forma, se
impondrá siempre como una necesidad de existencia para Chile. Hoy la situación aquí es
más favorable para hacer una nueva exploración”
778
.
El diplomático terminó seducido por la fórmula del Califa, que ya el propio autor carecía
de poder para concretarla. Pero no abandona sus desbocadas lucubraciones, porque el 24
de junio, en un despacho al ministro de relaciones exteriores, afirma que la sola presencia
de la escuadra nacional en El Callao determinaría en Perú un cambio radical que llevaría a
Piérola al poder. Una inteligencia previa con el caudillo, permitiría “realizar el plan primitivo
de dividir a Bolivia, plan que iniciado en esta forma encontraría aquí general aceptación” 779.
3. INTRIGAS EN CONTRA DE VICUÑA
El ministro fue visitado algún tiempo después por el diputado peruano Amézaga, joven
independiente y muy bien calificado 780. Venía a exponerle una idea para reconciliar a Perú y
Chile. Se trataba de acordar un plebiscito “calculado”, en virtud del cual el primero le cedía
Tacna y Arica al segundo a cambio de la desmembración de Bolivia, que compensaba al
antiguo virreinato de la pérdida de las cautivas. Si el agente participase de tal proyecto,
Amézaga conversaría con Riva-Agüero. El plenipotenciario informó a Santiago que se
abstuvo de pronunciarse acerca de un proyecto tan grave. Aún así, se ofreció para
transmitirlo a su gobierno. Amézaga no habría quedado del todo satisfecho con esta
contestación, “pero —afirma Vicuña— pude comprender que ella no le desalentaba y que
seguiría adelante en su empeño”.
Dos días después, el ministro se enteró de que el objeto de la visita de Amézaga era enviar
una comunicación telegráfica al The New York Herald.
En ella se daría cuenta de un plan secreto de Chile para repartir Bolivia.
Como considerase muy peligroso el asunto, conversó con el corresponsal de ese periódico,
Gepp. Este le confirmó que había estado a verle con ese propósito el diputado Jerónimo

777
23 MINREL. MISION ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Carta, Lima, Chorrillos y Lima, 15-5-1900, de Ángel Custodio
Vicuña, Ministro de Chile en Perú, a Federico Errázuriz Echaurren, Presidente de Chile.
778
24 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Carta, Lima, 15-5-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro de
Chile en Perú, a Federico Errázuriz Echaurren, Presidente de Chile.
779
25 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Oficio Nº42, Lima, 24-6-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro
de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
780
26 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900 Oficio s/nº, Lima, 30-5-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro
de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
Lama y Ossa, secretario de la Cámara de Diputados, e íntimo amigo de Riva-Agüero. Este
último afirmaba que descubrió las instrucciones reservadas de que era portador el ministro
de Chile.
Ellas consistían en hacer desaparecer del mapa a Bolivia y dividirla en tres zonas, una para
Brasil y las otras dos para Chile y Perú, respectivamente, con exclusión de Argentina.
Vicuña obtuvo que el periodista se desistiera de transmitir esta noticia, pues se trataba de
una superchería, que lo convertiría en una víctima inocente.
Otra maniobra parecida de Riva-Agüero consistió en apoyar y repartir un folleto del
civilista Alejandro Garland, del que se imprimieron cien ejemplares.
Vicuña se consiguió uno y lo remitió a Santiago. Allí se expone una política de hostilidad
hacia Chile y se preconiza una alianza peruano-estadounidense, en vista de que Argentina
estaría en entendimientos con La Moneda. El Comercio llega a sostener que Lima debe
solicitar el protectorado de Estados Unidos 781. El Ferrocarril publicó en Santiago el texto
íntegro del folleto, lo que provocó una violenta reacción a orillas del Mapocho 782.
Consultado por su colega chileno, el ministro estadounidense en Perú, Irving B. Dudley, le
expresó: “Este no es nuestro negocio y toda injerencia de los Estados Unidos en
Sudamérica no haría sino aumentar hoy los recelos infundados que, tanto aquí como en
Europa, despierta nuestra política exterior” 783. El Secretario de Estado, Hay, dio la misma
respuesta al plenipotenciario chileno en Washington, Carlos Morla Vicuña. La Casa Blanca
solo prestaría sus buenos oficios a petición de las partes 784.
Este folleto indujo a Perú a promover inútilmente la mediación amistosa de Argentina,
Brasil y Estados Unidos en el litigio de Tacna y Arica.
4. LA POLICÍA ESPÍA AL MINISTRO CHILENO
Muy pronto advirtió nuestro representante que se le seguía. Al parecer, los promotores de
esta vigilancia eran Riva-Agüero y el propio Presidente Romaña. El Canciller —a la vez
Presidente del Consejo de Ministros— se manifestaba molesto por el desenlace adverso de
su intento de buscar el apoyo estadounidense. Igualmente le irritaba la diligencia que
gastó el plenipotenciario en descubrir el folleto reservado de Garland. La frustrada intriga
relativa al The New York Herald también le contrarió. Conocía además sus movimientos
cerca de Piérola y de otros políticos que buscaban su caída 785. Resolvió someter a un
seguimiento policial a la legación y a todos sus miembros.
Vicuña protestó por nota786. El secretario de Estado se excusó pobremente.

781
27 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Telegrama, Lima, 3-5-1900, de Ángel Custodio Vicña, Ministro de
Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
782
28 Jorge Basadre: op. cit. Tomo VIII. Pág. 240.
783
29 AChH Carta, Lima, 15-5-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro de Chile en Perú, a Federico Errázuriz Echaurren,
Presidente de la República de Chile.
784
30 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Telegrama, Lima, 18-5-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro
de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile
785
31 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Pág. 338.
786
32 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Nota Nº33, Lima, 6-6-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro
de Chile a Enrique de la Riva-Agüero, Ministro de RR.EE. de Perú.
Solo perseguía evitar un “descomedimiento” de los transeúntes o de los que no conocen al
ministro ni a los miembros de la misión, que diera motivo a incidentes penosos. Ha sido
posible —agrega— que estas instrucciones hayan sido mal interpretadas o desvirtuadas. La
Cancillería lo deplora787.
En sesiones secretas del Senado, se leyeron las notas intercambiadas entre Vicuña y Riva-
Agüero. El canciller fue atacado. Sin embargo, como este hecho trascendió a la opinión
pública, la prensa retrucó que Chile mantenía un activo espionaje en Lima 788. Esta
presunción poseería algún fundamento, pues Vicuña después de comunicar a Santiago el
contenido de una reunión confidencial de notables, estimaba que se le deberían enviar
unas veinticinco libras esterlinas mensuales para pagar servicios... 789.
El secretario de Estado trató de suavizar este episodio. Visitó al plenipotenciario en dos
ocasiones. Vicuña adoptó deliberadamente una actitud de frialdad frente a él 790. Así
concluyó el incidente, pero luego se producirán otros, aunque de diferente naturaleza.
Vicuña —en carta a Errázuriz Echaurren— afirma que el espionaje fue ejecutado por
“orden” de Romaña791.
5. CONVERSACIONES CON EL PRESIDENTE EDUARDO LÓPEZ DE ROMAÑA
Este mandatario fue elegido en 1899. Pertenecía a una prominente familia arequipeña. Se
educó en Inglaterra en Stonyhurst, prestigioso colegio jesuita, y luego en el King’s College
de Londres. Recibió el título de ingeniero.
Accedió al poder apoyado por la alianza civilista-democrática. Se ha dicho que obtuvo la
presidencia gracias al influjo de su predecesor, Piérola; pero si así fuera pronto se
independizó de él792.
El primer contacto de Vicuña con el gobernante se produjo con motivo de la ceremonia de
presentación de sus credenciales, donde el gobernante insistió en la recuperación de las
cautivas.
En vista de los hechos anteriores, el plenipotenciario visitó al Presidente de la República,
quien encontrándose mal de salud lo recibió en sus aposentos privados 793.
Romaña empezó por quejarse de la fronda política que dificultaba su tarea.
“Estoy aquí —le expresó— como Dreyfus en la isla del Diablo. Yo no estaba preparado para
este puesto; he sido solo un hombre modesto de trabajo, un regular ingeniero que ha hecho
787
33 MINREL MISION ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Telegrama, Lima, 6-6-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro de
Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
788
34 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Telegrama, 21-8-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro de
Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
789
35 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Telegrama, Lima, 21-4-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro
de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
790
36 MINREL MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Oficio Nº24, Lima, 24-6-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro
de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
791
37 A.cH.h. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Carta, Santiago, 22-1-1901, de Ángel Custodio Vicuña,
Ministro de Chile en Perú, a Federico Errázuriz Echaurren, Presidente de Chile.
792
38 Jorge Basadre: op. cit. Pág. 15.
793
39 MINREL MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Oficio s/nº, Lima, 30-5-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro
de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
algunas buenas obras en su ciudad natal y ahora me tiene V. en la Presidencia”.
El agente le relató las revelaciones que le hizo Gepp. Sorprendido y contrariado, el
gobernante le respondió:
“Esas son intrigas de Billinghurst que es mi enemigo. Gepp está a sueldo de él y tratará de
poner toda clase de dificultades a mi gobierno. No crea V.
que Riva-Agüero tenga participación en ese acto indigno; es todo un caballero y me lo
habría consultado”.
Vicuña se abstuvo de insistir y enseguida aludió a un préstamo belga de 14.000.000 de
soles que se emplearía para cancelar el rescate de Tacna y Arica, en caso de que Perú
ganase el plebiscito. Romaña creía que aquella operación se realizaría, más llegaría tarde
por la actitud adoptada por Chile.
“No tendremos que dar —le expresó sonriente— sino recibir dinero; yo ya he rayado del
mapa del Perú las provincias de Tacna y Arica; y esto que se lo digo a V. es el resultado de
un convencimiento profundo. Si lo repitiera fuera de esta pieza me fusilarían; ya ve que sí le
hablo con el corazón en la mano. Chile es hoy muy fuerte y el Perú está desarmado e
indefenso. Nuestra fuerza consiste en esta misma debilidad. La costa del Perú está a merced
de ustedes y si algún aparato de defensa existiera en El Callao o en algún puerto le haría
retirar. Nuestro ejército efectivo no alcanza hoy a 2.600 plazas, repartidas en todo el país, y
es el que estrictamente necesitamos para el servicio interno. No tenemos recursos para
más...”.
Después de esta conferencia, en que Romaña habría exhibido una increíble sinceridad, más
bien propia de su profesión que de un político o un diplomático, Vicuña fue invitado por el
canciller para celebrar una entrevista.
El propósito aparente era referirse a una nota de protesta que le dirigiría por la clausura de
escuelas peruanas en Tacna. El suspicaz agente creyó que la verdadera finalidad sería
aludir a la proposición de Amézaga, mas ninguno de los dos tocó el tema. Empero, según
una nota de Chacaltana, Vicuña habría aludido al reparto de Bolivia.
El epílogo de este asunto fue una visita del diputado Lama y Ossa a Gepp. El primero
increpó al segundo por su conducta infidente. En todo caso, Vicuña logró que el canciller
se enterase de que estaba impuesto de la intriga y de su origen.
Meses después, el plenipotenciario tuvo una segunda reunión con el Presidente Romaña 794.
El motivo fue agradecer sus saludos con motivo del día nacional de Chile, así como
acceder a los deseos del gobernante de conversar con el diplomático.
El mandatario comenzó por criticar la nota de König en La Paz, cuyo tenor le causó una
penosa impresión. Luego manifestó:
“Desearía con toda el alma que una precipitada solución los dejara a ustedes, cuanto antes,
en posesión de Tacna y Arica. Creo esto inevitable y toda demora no hace sino que perturbar
mi administración y estorbarla y seguir tranquilamente en esta era de saludable reacción en
sus finanzas, para el desarrollo de sus industrias y para la organización de su política
794
40 MINREL MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Oficio Nº79, Lima, 25-9-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro
de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
interna, que con tanto ahínco persigo”795.
En ese momento, el plenipotenciario le interrumpe para decirle que si ese es su objetivo,
nada mejor que buscar compensaciones monetarias en vez de seguir adelante con
discusiones estériles.
“Esa es mi manera de pensar —contestó— y lo que todo buen administrador haría en el
presente caso; pero vaya V. hacerlo consentir a la opinión. Esta es una idea que ni siquiera
puede proponerse, porque el que la iniciara, correría, de seguro, mala suerte. Ningún
gobierno del Perú tendrá bastante fuerza para adoptar este temperamento, pues sería en
pocas horas barrido del poder. Hay, pues, que dejar a un lado toda posibilidad de solución en
este sentido, y es, sin embargo, la que mejor consulta, si no la justicia, nuestras
conveniencias como nación débil y pobre que necesita solo consagrarse al trabajo” 796.
El diplomático le consultó si no pensaba en otro medio que proporcionara una solución.
“Ninguno —replicó-. Entrar en nuevos protocolos después de rechazar el de Billinghurst-
Latorre, lo estimo inútil y ocasionado a crear más irritaciones entre los dos países. Aceptar
los planes de su secretario, señor Hübner, de dividir a Bolivia, para quedarnos con el
departamento de La Paz y el Beni, me parece un absurdo. Sería esta el colmo de las
inconsecuencias y de la injusticia. Convertir al Perú, nación conquistada, en conquistadora es
algo que no cabe en la imaginación. Yo sé que existe una corriente que acaricia estos
propósitos y que no faltan hombres de importancia que los patrocinen [alusión a Piérola];
pero mientras yo esté en el gobierno, no consentiré jamás esta iniquidad. Si me la llegaran a
imponer, tomaría el teodolito [referencia a su profesión de ingeniero] y me marcharía a
Arequipa”
797
.
Esta alusión a Hübner debió estremecer a Vicuña, quien calificó de infundadas las
opiniones que achacaban al primer secretario de la legación.
“Nó— le respondió el Presidente-. Cuatro o cinco personas y una de ellas no hace muchos
días, han venido a referirme las conversaciones de su Secretario y a manifestarme que los
planes de que en ella ha hecho mérito, son de arriba. Aún ha llegado el señor Hübner a
significar que usted estaba encargado de proponérmelos y que para el efecto debía pedirme
una conferencia.
Su silencio hasta hoy me ha significado o que no ha habido tales propósitos, o que de ellos
se ha desistido. Pero yo quiero adelantarle mis opiniones a este respecto. La idea de
repartirse a Bolivia, a más de injusta, no consulta la conveniencia del Perú. La adquisición
del departamento de La Paz, sería para nosotros un semillero de revoluciones, y
probablemente en el porvenir, la posibilidad de una nueva segregación del Perú. De antiguo
hubo el propósito de constituir con parte de Bolivia, Puno, Cuzco, Arequipa, Moquegua y

795
41 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Oficio N°79, Lima, 25-9-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro
de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE de Chile.
796
42 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Oficio N°79, Lima, 25-9-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro
de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
797
43 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTIO VICUÑA. 1900. Oficio N°79, Lima, 25-9-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro de
Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
Mollendo, una nueva nacionalidad con el nombre de República del Sur. Esta intentona que
tuvo características de seriedad, podría nuevamente renovarse. Por otra parte, el Perú no
tiene armas, recursos, ni siquiera aliento para una empresa que ofrecería grandes
dificultades”
798
.
Su gobierno —según estas declaraciones— marchará solo, apoyado en el derecho, pues
toda combinación con Bolivia y con Argentina le parece impracticable.
Tampoco permitirá que se gaste dinero en compras de armas.
Desea que Chile lo sepa.
No obstante lo que Romaña habría manifestado a Vicuña, en la intimidad de la entrevista,
en el tradicional Mensaje que presentó al Congreso Nacional, el 28 de julio, reiteró la
necesidad de resolver el problema pendiente de Tacna y Arica. Solicitó a Chile la definitiva
ratificación del Protocolo Billinghurst-Latorre 799.
6. CONDUCTA DEL PRIMER SECRETARIO CARLOS LUIS HÜBNER
Antes de ingresar a la diplomacia, fue periodista y escritor. En las charlas de club era
“eximio e inimitable”800. En la diplomacia conservó esa personalidad y ciertos hábitos
propios de la bohemia. Ello movió al ministro Domingo Amunátegui a comunicar a
Santiago que este funcionario no cumplía con los horarios de trabajo de la legación, dado
su modo de vivir, que no se presentaba en la oficina antes de la 5 de la tarde. “Que se lo
saque” escribía a su compadre el Presidente Errázuriz, y le agregaba “¡Qué bien me vendría
Víctor Vidaurre!”801. El sucesor de Amunátegui observó, además, que la locuacidad de
Hübner le impedía guardar la discreción debida, pues participaba a personas ajenas
asuntos de carácter reservado. Le amonestó verbalmente en más de una ocasión, sin
resultado. Por ese motivo, Vicuña escribió al Canciller Blanco Viel. Este procedimiento
tampoco surtió efecto, ya que luego “una nueva y más seria indiscreción” colocó al
plenipotenciario en una situación embarazosa, que pudo tener graves consecuencias para
la legación802. A raíz de un viaje a Chile, el ministro dejó a cargo del archivo al segundo
secretario, Francisco Donoso Carballo y no al primer secretario.
Hübner leyó en la prensa que había sido destituido. Solicitó regresar a Santiago para
desvanecer los cargos que se le imputaban 803. Sin demora, el 11 de octubre dirigió también
una carta al Presidente Romaña, en que consignó por escrito lo que le manifestó

798
44 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Oficio N°79, Lima, 25-9-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro
de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
799
45 MINREL MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Telegrama, Lima, 28-7-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro
de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
800
46 Virgilio Figueroa: “Diccionario Histórico y Biográfico de Chile”. Imprenta y Litografía “La Ilustración”. Santiago. 1925. Vol.
III. Pág. 473.
801
47 A.cH.h. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Carta, Lima, 11-8-1899, de Domingo Amunátegui, Ministro
de Chile en Perú, a Federico Errázuriz Echaurren, Presidente de Chile.
802
48 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Oficio Nº79, Lima, 25-9-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro
de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
803
49 MINREL MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Telegrama, Lima, 12-10-1900, de Carlos L. Hübner al Ministro de
RR.EE.
verbalmente, esto es, que el gobernante “jamás había dicho ni oído decir a nadie que yo
[Hübner] diese noticias de las instrucciones del señor Vicuña” acerca del reparto de Bolivia,
y que era este último quien aludió a tal proyecto. Además, le recuerda que el gobernante
lo tenía por “un cumplido caballero”.
El 17 de octubre Hübner regresó a su patria, en el vapor Mapocho.
7. RIVA-AGÜERO RECIBE UN VOTO DE DESCONFIANZA EN EL SENADO
El canciller expuso su política exterior en la cámara alta, en sesión secreta. Planteó la
aproximación con Argentina y Bolivia, sin duda para cercar a Chile, dice Vicuña. Fue
escuchado con frialdad. Las sesiones se prolongaron y el resultado final fue la caída del
ministro. Por treinta y tres votos contra cuatro se aprobó la siguiente moción:
“El Senado, hecha abstracción de todo asunto internacional, declara: que el Presidente del
Consejo de Ministros, Dr. Enrique de la Riva-Agüero, no goza de la confianza de la
Cámara”804.
El Primer Ministro efectuó gestiones para revertir la situación, sin éxito.
Calificó el voto de una aberración jurídica, porque el cargo de Presidente era más que todo
honorífico. La no confianza decía relación con su desempeño como canciller, mas su suerte
estaba echada. Solo contaba con el apoyo de Romaña.
La curiosa redacción de este texto —argumenta Vicuña— se originó porque Riva-Agüero
logró que las agencias de noticias transmitiesen numerosos cables, desde Buenos Aires y
otras capitales, en que aplaudían su gestión internacional 805.
Además, como defensor de las cautivas, no contribuiría a la popularidad de los treinta y
tres senadores que lo depusieron, si la razón de dicha votación se debiese a que no
comulgaban con sus ideas en cuanto a Tacna y Arica.
Basadre da otras causas de esta curiosa moción, menos plausibles a nuestro juicio.
Sostiene que “se enrostraba a Riva-Agüero una supuesta desidia ante la conferencia
panamericana de México y por haber radicado en Chile las negociaciones sobre Tacna y
Arica”806.
El Presidente organizó un nuevo gabinete. Designó en la cartera de relaciones exteriores a
Felipe de Osma y Pardo. Aunque carecía de actuación política previa, era sobrino del
fundador del civilismo, el Presidente Manuel Pardo. Por estirpe pertenecía a la aristocracia
limeña807.
La caída de Riva-Agüero fue interpretada por algunos como una aproximación a Chile.
Empero, Vicuña no lo veía así. Esta creencia se inspiraba en un discurso del senador
demócrata Manuel Rodulfo, en el que combatió al canciller y proclamó la necesidad de
alcanzar una inteligencia con Santiago.

804
50 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Telegrama, Lima, 22-8-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro
de Chil en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
805
51 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Oficio Nº67, Lima, 24-8-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro
de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
806
52 Jorge Basadre, op. cit. Tomo VIII. Pág. 19.
807
53 No había ejercido hasta ese momento ningún cargo público.
En un acápite de su intervención, preguntó al Ministro:
“¿El Gobierno abriga el propósito de llevarnos a la guerra con Chile? En ningún caso —le
replicó Riva-Agüero— jamás hemos pensado en tan desatinado propósito. Pues entonces —
contestó Rodulfo— persigue una política dementada. Todos los planes expuestos por el
señor Ministro llevan claramente envuelto el principio de una provocación a Chile. Aceptados
por la República Argentina ellos importan el rompimiento de hostilidades.
Imaginarse que Chile pueda aceptar una mediación simplemente amistosa de la Cancillería
de Buenos Aires es imaginarse un absurdo. Esa mediación tiene que ser impuesta, y su
imposición es la guerra, de la cual el Perú sería la primera víctima”808.
8. EL EPÍLOGO DE LA MISIÓN VICUÑA
Como hemos indicado, las instrucciones impartidas al agente en Perú tenían dos
componentes, uno escrito, perfectamente claro, y otro verbal del que no quedó huella
precisa. Aunque si observamos las expresiones de Vicuña, en sus cartas y oficios al
gobierno, así como la ya citada misiva de König al Presidente Errázuriz, se ve que
efectivamente hubo un plan reservado que no se describió por escrito. Sin embargo, a los
agentes se les expuso verbalmente.
Nos parece que, en vista de que no se conseguía “chilenizar” Tacna y Arica, Errázuriz
Echaurren se interesó en que el gobierno chileno prestase oídos al programa de
polonización de Bolivia, que Piérola había esbozado a Amunátegui. En consecuencia,
acordó ordenar al nuevo ministro en Lima que explorase oficiosamente su viabilidad. La
suya era una misión “de estudio”, como la calificaría Bello Codesido. El agente fue más que
imprudente en sus conversaciones. Con antelación al segundo diálogo con el Califa, pudo
apreciar cuán poco poder conservaba este. Correspondía, pues, que el silencio hubiese
sellado sus labios y que se hubiese abstenido de participar en parlamentos indiscretos,
máxime cuando todavía el horizonte trasandino se apreciaba algo nublado y la paz con
Bolivia se presentaba incierta.
El 9 de octubre de 1900, Vicuña viajó a Santiago por razones personales.
Su ausencia debía ser momentánea, pero se transformó en permanente.
El gobierno aceptó su renuncia el 22 de febrero de 1901, último día del desempeño del
canciller Bello Codesido. Una vez en su patria, se alejó para siempre del servicio público y
“pasó silenciosamente sus últimos años en su residencia de Viña del Mar” 809, tal vez
acompañado por el inquietante recuerdo de sus peripecias diplomáticas a orillas del
Rímac.
Según relata el historiador Jaime Eyzaguirre, existe copia de una nota del 12 de octubre en
el archivo de nuestra Cancillería, que no hemos encontrado, según la cual el
plenipotenciario peruano, Cesáreo Chacaltana, se entrevistó con el Presidente Errázuriz y el
Ministro Bello Codesido, a quienes solo les leyó la referida comunicación 810. Allí alude a la

808
54 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Oficio Nº72, Lima, 1-9-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro
de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
809
55 Virgilio Figueroa, op. cit. Vol. IV y V. Pág. 1055.
810
56 Jaime Eyzaguirre, op. Cit. Págs. 333 a 346.
visita de Hübner en que solicita a Romaña que sostenga por escrito que es inocente de los
cargos de infidencia que se le atribuyen. El Presidente —dice— se abstuvo de inmiscuirse
en un asunto personal, pero tampoco tenía quejas contra la conducta del primer
secretario. En cambio, se deducía que sí las tenía contra Vicuña por su proposición de
repartir Bolivia; por el incidente que provocó acerca de la vigilancia policial de la legación;
su jactancia de poseer un servicio de espionaje que le permitía conocer las discusiones y
acuerdos confidenciales del gobierno y del senado, y el estímulo que con sus informes
hostiles a Perú “había dado a las medidas de violenta chilenización de Tacna y Arica”
¿Cómo conocía esos informes Romaña? ¿Tendría también un servicio de espionaje? La
verdad es que Vicuña no escribió tales informes y las medidas se tomaron en Santiago.
Hemos leído, en fotocopia, el oficio que el canciller peruano, Felipe de Osma, dirigió a
Chacaltana, el 1 de diciembre 811. Allí —junto con transcribir un telegrama del Secretario de
Estado del 30 relativo a una presunta insistencia chilena de ordenar a Vicuña que regrese a
Lima— le insta para que, sin provocar un conflicto, obtenga que no vuelva a Perú.
El Ministro se consultó con Errázuriz. Advirtió que Chacaltana tenía prisa por recibir una
respuesta e impedir el retorno del agente. El Canciller estima urgente replicarle “para dejar
terminado el incidente en forma satisfactoria para el Gobierno, para Vicuña y aun para
Hübner”812.
Bello escribe a Chacaltana, el 30 de noviembre, a fin de transmitirle su pesar porque:
“una idea equivocada por parte del señor Hübner de los cargos que sobre su conducta
funcionaria había formulado ante este Departamento el Ministro señor Vicuña, lo hubiera
arrastrado, en un momento de exaltación, a buscar en una declaración del Excmo. Señor
Presidente del Perú el medio de vindicarse de una inculpación que hería sus sentimientos de
caballero y su rectitud como primer empleado de la Legación. El Departamento ha podido
comprobar que no existe en las comunicaciones del señor Vicuña el cargo de infidencia en
contra del señor Hübner, ni que este cargo haya podido referirse a un plan internacional que
el Gobierno de Chile no ha propuesto al de V.E.”813.
Y después de otras consideraciones, Bello concluye así:
“Espera confiadamente el infrascrito que la explicación a que ha dado lugar el incidente
referido borrará la mala impresión que él ha podido causar en el Gobierno de V.E. y alejará
toda duda respecto del buen espíritu que ha guiado en todo momento al representante de
Chile en sus relaciones con ese Gobierno”814.
Mas Chacaltana se obstinó en decir a Bello la última palabra. Creemos que recibió una
segunda instrucción de Osma, más acentuada que la del 1 de diciembre. En nota del 26 de
811
57 Archivo del Ministerio de RR.EE. de Perú. Oficio reservado Nº260, Lima, 1-XII-1900, del Sr. Felipe de Osma, Ministro de
RR.EE. de Perú, al Sr. Cesáreo Chacaltana, Ministro de Perú en Chile (gentileza del Embajador Miguel Bákula).
812
58 A.cH.h. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Carta reservada, Valparaíso, 29-XI-1900, de Emilio Bello,
Ministro de RR.EE., a Federico Errázuriz Echaurren, Presidente de Chile.
813
59 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Oficio Nº79, Lima, 25-9-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro
de Chile, al Ministro de RR.EE. de Chile. En este oficio Vicuña se refiere a su entrevista con el Presidente Romaña y la
urgencia que existe de “adoptar la medida a que he hecho referencia en la presente nota”, esto es, removerlo de su función.
814
60 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN BOLIVIA. CORRESPONDENCIA RECIBIDA. 1900-1901. Nota reservada,
Santiago, 30-XI-1900, de Emilio Bello Codesido, Ministro de RR.EE. de Chile, al Sr. Cesáreo Chacaltana, Ministro de Perú
en Chile.
enero de 1901, alude a la conferencia del agente chileno con Romaña, del 21 de
septiembre. Allí Vicuña le habló al Presidente de la necesidad de suprimir “el obstáculo
generador de las dificultades”, o sea, Bolivia, “la cual estorbaba a Chile, Brasil, Argentina,
Paraguay y Perú, los mismos que podían participar de su desmembramiento” 815.
Chacaltana recordó que Romaña le manifestó al diplomático que esa idea repugnaba al
sentimiento nacional peruano, que él se sublevaba en contra de ella y prefería dejar la
Presidencia y retornar a su hogar, antes que contribuir en tal injusticia.
A pesar de esta respuesta —continúa Chacaltana— Vicuña se presentó después ante el
Canciller Osma para hablarle en el mismo sentido. Por los interlocutores escogidos,
“pareció empeñado en dar a sus gestiones un carácter oficial”.
La nota de Bello permite deducir —acota Chacaltana— que el agente procedió “por su
propia cuenta y responsabilidad y sin las debidas instrucciones”.
Mas, aún así, no aminora la gravedad de los hechos y no duda “que ellos serán tomados
en cuenta al reorganizarse el personal de la Legación de Chile en el Perú”. Estos despachos
llevan explícito el mensaje de que Vicuña se ausente de Lima para siempre, lo que —como
ya expresamos— sucedió.
El Canciller Bello se esforzó en ilustrar al cuerpo diplomático chileno del accionar de su
ministro en Lima, en lo que se refiere al reparto de Bolivia 816.
A principios de 1900, —dice— se confió a Vicuña la tarea de estudiar en Lima alguna
solución que resolviese la cuestión de Tacna y Arica. En virtud de instrucciones verbales,
“que daban cierta amplitud a su acción” (cursivas nuestras), Vicuña se empeñaría en
alcanzar un nuevo arreglo directo, fundado en bases diversas de las que inspiraron el
Protocolo Billinghurst-Latorre.
Antes de que diese forma concreta a su acción —agrega el secretario de Estado— tuvo
lugar “un incidente deplorable, de carácter personal”, con el secretario Hübner, a que se
refiere la nota de Chacaltana, del 12 de octubre.
“La misión del señor Vicuña —según Bello Codesido— era simplemente de estudio y
obedecía a los propósitos de paz y de armonía que guían al Gobierno de Chile en sus
relaciones con los demás países. Sobre sus resultados debía nuestro representante informar
al Departamento a fin de recibir las instrucciones que le permitieran proponer una solución a
la Cancillería peruana.
Ese momento no había llegado aún y, por consiguiente, no puede aceptarse la suposición de
que Chile estaba empeñado en realizar el plan del reparto de Bolivia”.
Perú, no obstante lo dicho en la circular de 26 de mayo de 1901 del Ministro Osma, a que
nos referiremos posteriormente, reiteró por nota a la Cancillería boliviana, de 18 de agosto
de 1901, la existencia de gestiones chilenas orientadas a desmembrar Bolivia. La Moneda,
en conocimiento de esta, dirigió el siguiente telegrama al encargado de negocios en La

815
61 MINREL. LEGACIÓN DEL PERÚ EN CHILE. 1900-1909. Nota s/nº, Santiago, 26-1-1901, de Cesáreo Chacaltana,
Ministro de Perú en Chile, a Emilio Bello Codesido, Ministro de RR.EE. de Chile.
816
62 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN BOLIVIA. 1900-1901. Oficio nº14, Santiago, 27-8-1901, de Luis Rodríguez,
ministro de Relaciones Exteriores de Chile a Manuel Vega, encargado de Negocios de Chile en Bolivia.
Paz, Manuel Vega:
“Desmienta categóricamente especie de que gobierno haya propuesto al Perú repartición de
Bolivia. Ni este gobierno ni ninguno de sus representantes ha podido pensar jamás en
semejante felonía. Esta Cancillería cuidará de dejar los hechos en claro, impidiendo que esta
superchería se propague”817.
Dicho telegrama fue dado a conocer al Presidente Pando y al Ministro Díez de Medina.
Vega les expresó que se hallaba dispuesto a emitir una declaración pública al respecto.
Empero, estos personeros no la estimaron necesaria y les bastó con darla a conocer al
Congreso Pleno, aunque en sesión secreta818.
Posteriormente, el 27 de agosto, el canciller Luis Martiniano Rodríguez ordena nuevamente
a Vega que desvanezca por completo la mala impresión que debió causar en el gobierno
boliviano la “fementida” circular Osma, del 26 de mayo de ese mismo año. Sin duda, el
propósito de esta —agrega Rodríguez— “es predisponer el ánimo de Bolivia en contra
nuestra, ya que quizás haya comprendido que nuestras actuales relaciones con este país
llevan seguramente al camino de un pronto arreglo”819.
No obstante las explicaciones anteriores, ellas no logran disuadirnos de que Vicuña fue
indiscreto, por lo menos, en sus conversaciones con Piérola.
Dado que la suya era una misión “de estudio” como la calificó Bello Codesido, debió —
según le expresó el 21 de enero de 1900 el Presidente Errázuriz— abandonar el plan, en
vista de que el ex-gobernante había perdido la influencia que antes detentaba. Mas siguió
reuniéndose con el Califa... 820
Un conocido humorista chileno, Vicente Grez, en su libro Viaje de destierro, se refiere a
Ángel Custodio mientras se desempeñó como ministro en La Paz, durante los días de la
revolución en contra del Presidente Balmaceda.
“El señor Vicuña— dice— inventa una intriga por minuto”821.
9. EL RESQUIESCAT IN PACE DEL PROTOCOLO BILLINGHURSTLATORRE
A fines de 1899 la subsistencia de este convenio, que vulneraba los derechos que concedió
el Pacto de Ancón al triunfador en la Guerra del Pacífico, a juicio de los negociadores
817
63 MINREL. Legación de Chile en Bolivia. Circular confidencial Nº4, Valparaíso, 22-2-1901, de Emilio Bello Codesido,
Ministro de RR.EE. de Chile, a los agentes diplomáticos de Chile en el exterior.
818
64 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Pág. 351.
819
65 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN BOLIVIA. CORRESPONDENCIA RECIBIDA. 1900-1901. Oficio Nº14, Santiago,
27-8-1901, de Luis Rodríguez, Ministro de RR.EE. de Chile, a Manuel Vega, Encargado de Negocios de Chile en Bolivia.
820
66 Intentaremos hacer un alcance acerca a ciertas afirmaciones del historiador Jaime Eyzaguirre, que aparecen en la obra
citada. En ella se desmiente la existencia de un plan oficial de Chile de desmembrar Bolivia y se sostiene que Piérola fue
quien patrocinó la polonización, lo que es efectivo. Cuando Eyzaguirre cita las instrucciones impartidas a Ángel Custodio
Vicuña por Errázuriz Urmeneta, en presencia del Presidente de la República, omite que también las hubo de carácter verbal.
Es igualmente útil tener presente la reacción de Errázuriz Echaurren después de la primera entrevista de Vicuña con
Piérola. Todavía más, las órdenes a König son de marchar de acuerdo con su colega con las de naturaleza verbal. Estas
instrucciones verbales no nos fue posible conocerlas. Sin embargo, si recordamos los diálogos de nuestro agente en Perú
con Piérola y los consejos de cautela del Presidente Errázuriz, es difícil sostener que las proposiciones que Piérola había
formulado en 189, a Amunátegui, La Moneda las hubiese descartado del todo. Es obvio que tan pronto como se apreció su
inviabilidad, se desestimaron con la mayor firmeza. Así lo reflejarían sendos telegramas del Primer Mandatario y del Ministro
de Relaciones Exteriores, en que se le conminó a Vicuña a suspender “toda negociación”. Pero, el daño ya estaba hecho
por el exceso de celo e imprudencia del plenipotenciario.
821
67 Jorge Basadre, op. cit. Vol. VIII. Pág. 238.
chilenos, se presentó más que dudosa en la Cámara de Diputados chilena. Diversos hechos
lo vendrían a confirmar.
Desde luego, el ministro de relaciones exteriores, Federico Puga Borne, que ejerció esas
funciones entre junio y septiembre de aquel año, dirigió una comunicación reservada a la
comisión de relaciones exteriores del Senado, del tenor siguiente:
“El Ministro... desea manifestar a los honorables miembros de la comisión de relaciones
exteriores del Senado las ideas generales en que el Gobierno se propone basar el arreglo de
las cuestiones que tiene aún pendientes la República de Chile con las de Bolivia y el Perú.
El Ministro desea conocer la opinión que ellas merezcan a los señores miembros de la
Comisión con el propósito de que el plan internacional cuya ejecución adopte, cuente de
antemano con el valioso concurso de sus miembros.
Ante todo el Gobierno opina que la solución de estas cuestiones debe ser lo más rápida
posible, pues el estado de incertidumbre actual no ofrece para Chile sino inconvenientes y
peligros.
Enseguida, cree el Gobierno que la solución buscada debe ofrecer el carácter de definitiva.
Los fines que deben perseguirse son esencialmente dos, el de asegurar para Chile el dominio
perpetuo e incondicional de los territorios que por consecuencia de la Guerra del Pacífico
ocupa hoy a título precario, a saber, el litoral de Antofagasta, la provincia de Tacna; y
segundo, el de satisfacer todas las reclamaciones por daños causados a particulares por
aquella guerra, a saber: indemnizaciones de los damnificados en la guerra con Bolivia cuyos
créditos en parte están liquidados y servidos con las rentas de la aduana de Arica, en virtud
del Pacto de Tregua, y en parte, aquellos que se refieren a obligaciones que pesaban sobre el
litoral, no están liquidados sino solamente reconocidos por el Protocolo de 28 de mayo de
1895, protocolo aún no aprobado por el Congreso.
Para realizar este plan convendría proceder para con cada una de las repúblicas de Bolivia y
del Perú en la forma siguiente:
Bolivia.
En lo que se refiere a Bolivia solamente cito el punto 3c: nada de concesión de puerto en el
Pacífico para Bolivia.
Perú.
1º Adopción de todas las medidas tendentes a desarrollar en el territorio de Tacna y Arica
interés por la nacionalización chilena, y como uno de los medios más adecuados para el
objeto, conceder representación parlamentaria a sus habitantes en el Senado y en la Cámara
de Diputados.
2º Negociación de convenios que modifiquen el Protocolo Billinghurst-Latorre en
condiciones que aseguren el éxito de Chile en el plebiscito, y en caso de no obtenerse estas
modificaciones, rechazo del Protocolo por la Cámara de Diputados.
3º Constitución del Tribunal Arbitral que debe fallar las reclamaciones de los chilenos
damnificados por la guerra del Perú en conformidad con el artículo XII del Tratado de
Ancón”822.
Es útil anotar que ya en 1898, tanto Chile como Argentina obtuvieron la constitución del
arbitraje británico en el diferendo limítrofe que mantenían ambas naciones. Como
sabemos, un año después, se verificó la entrevista en el Estrecho de Magallanes, entre
Errázuriz y Roca, que significó para La Moneda un principio de arreglo con su importante
vecino trasandino. Chile podría, pues, resolver ahora sus problemas con Perú y Bolivia sin
la interferencias del Plata. El trascrito oficio de Puga Borne se vincula con esta realidad.
Algunos meses más tarde, las autoridades chilenas empiezan a aplicar en los territorios del
norte medidas que guardan consonancia con los planes precedentes y que preparan el
terreno para ganar el plebiscito. Se reanuda así una política de chilenización que llevó a
cabo el Presidente Balmaceda, pero que mayormente cayó en el olvido durante la
Administración del almirante Jorge Montt y en los primeros años de la de Errázuriz
Echaurren.
Según datos del intendente de Tacna, conviene subrayar que la población en la provincia,
en 1901, ascendía a 24.125 personas, en 1901. De estas 1.676 eran chilenos y 21.750
peruanos. Los extranjeros sumaban 719823. La población que sabía leer y escribir con
derecho a voto, siempre que se exigiese un mínimo de 18 años, era de 4.169 varones: 748
eran chilenos, 2.702 peruanos, 326 bolivianos y 393 extranjeros. Si se estableciese como
requisito un mínimo de 21 a 24 años, las expectativas de La Moneda mejoraban, pero no
hasta el punto de ganar.
El 27 de septiembre de 1899 el ministerio de Industria y Obras Públicas recibió
instrucciones de la Cancillería para estudiar un plan de colonización en Tacna y Arica,
conjuntamente con uno de irrigación que apoyase el primero; el 9 de febrero la
Intendencia de la provincia de Tacna resuelve que los directores de los establecimientos
particulares de instrucción primaria comprueben haber cumplido con las exigencias
legales, sin cuyo requisito no se permitirá hacer matrículas, ni menos que funcionen
aquellos establecimientos; el 24 del mismo mes la Gobernación de Arica solo renovará los
permisos de los establecimientos particulares de instrucción primaria que comprueben
cumplir con las leyes existentes. Conforme a la legislación vigente, ninguna persona podrá
ejercer como preceptor de instrucción primaria sin acreditar buena vida y costumbres. Si se
comprueba que no se cumple con dicha norma, la escuela será cerrada inmediatamente; el
24 de febrero de 1900, la gobernación de Arica queda facultada para cerrar los
establecimientos particulares de instrucción primaria que no hayan solicitado el permiso
correspondiente ni hayan acreditado poseer las condiciones requeridas; el 27 de marzo la
plana mayor de la primera zona militar tendrá su residencia en la capital de la provincia de
Tacna; el 23 de abril se traslada la corte de apelaciones desde Iquique a Tacna; y el 26 de
abril la dirección general de la Armada ordena que el blindado Almirante Cochrane pase el
invierno en Arica, acompañado de la torpedera Ingeniero Mutila.
El poder ejecutivo, como consecuencia de las constantes solicitudes de la legación
peruana, requirió a la Cámara de Diputados a que se abocase al Protocolo Billinghurst-

822
68 MINREL. ALEJANDRO ÁLVAREZ. CUESTION DE TACNA Y ARICA. TOMO 1º. 1905.
823
69 A.N. Archivo del Presidente Germán Riesco.
Latorre824. El 14 de enero de 1901, ella adoptó la siguiente resolución:
“Teniendo presente las diversas observaciones formuladas en el debate y en especial la
conveniencia de que sean resueltos directamente por los gobiernos de Chile y del Perú los
puntos que el Protocolo de 16 de abril de 1898 entrega a la resolución de un árbitro, la
Cámara acuerda que se envíen los antecedentes al Ejecutivo a fin de que inicie nuevas
gestiones diplomáticas para dar cumplimiento a la cláusula III del Tratado de Ancón” 825.
Como se aprecia, tanto la comunicación de Puga Borne como la política adoptada en la
zona litigiosa, sepultaron el Protocolo que negoció con tanto ahínco el vice-Presidente de
Perú, en momentos tan complejos y de tanta tensión en el escenario internacional chileno.
Empero, tampoco reinaba uniformidad de criterio en Lima en esta materia, según se
conoció en Santiago.
El propio Billinghurst lo reveló en una carta publicada en Iquique, que envió el 1 de mayo
de 1900 al ex-gobernante Piérola, cuyo mandato había cesado en 1899, que trascribimos
parcialmente a continuación:
“En contestación al telegrama que le dirigí de Santiago el 3 de febrero [de 1898] pidiéndole
la remisión de mis credenciales, me dijo usted en la misma fecha:
El tratado firmado por usted será combatido por todos los que teman su candidatura, antes
que pueda ser apreciado por el país.
Prosigue después:
En el orden exterior: hemos proporcionado a Chile un espectáculo que nos daña
enormemente. Los políticos de ese país han visto al Presidente de la República [Piérola], al
jefe del partido demócrata, al caudillo de las libertades públicas, desatentado y furioso
atropellar la ley, olvidar las conveniencias del propio respeto y combatir la candidatura de
uno de sus amigos de un cuarto de siglo, de un partidario desinteresado, entusiasta y leal,
del defensor perseverante de los intereses de Tacna y Arica, del negociador del Protocolo de
16 de abril de 1898; de un amigo para quien no fueron indiferentes sus penurias y
necesidades.
¿Qué deducción podía sacar el Gobierno de Chile de esta actitud del Presidente Piérola, que
no tiene causa ostensible que la justifique?
Agregue usted a esto las interpretaciones que se han dado en Santiago a la confidencia que
imprudentemente hizo usted al Ministro Amunátegui Rivera de que se alegraba que la
Cámara de Diputados [de Chile] no hubiese aprobado el protocolo porque ello prestigiaría a
Billinghurst, confidencia que hoy es del dominio de todos los hombres públicos de Chile, y se
explicará usted por qué ha cambiado tan bruscamente el rumbo de la diplomacia de La
Moneda, colocando nuestras relaciones con Chile en el pie en que se hallaban antes.
...
Hay en Chile en el día, el convencimiento de que es fácil, dada la situación del Perú,
824
70 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN BOLIVIA. CORRESPONDENCIA RECIBIDA. Oficio circular confidencial Nº4,
Valparaíso, 22-2-1901, de Emilio Bello Codesido, Ministro de RR.EE. de Chile, a los agentes diplomáticos chilenos en el
exterior.
825
71 MINREL. ALEJANDRO ÁLVAREZ. LA CUESTIÓN DE TACNA Y ARICA. TOMO 1º. 1905.
solucionar la cuestión de Tacna y Arica mediante el desembolso de unos cuantos millones, y
entendiéndose directamente con usted.
El Ministro Vicuña llevaba instrucciones para investigar si es efectivo el dominio de usted
sobre el Presidente Romaña, y caso de serlo, ‘discutir y acordar con usted la venta de esas
dos provincias que Chile quiere a todo trance retener’.
¡Verá usted cuánto han decaído el Perú, y usted mismo en el concepto de esta gente en
pocos meses!
...
En todo caso, usted no puede ignorar el sesgo que Riva-Agüero ha principiado a dar a
nuestra diplomacia, utópicas y peligrosas aproximaciones a la Argentina, provocando
alarmas y resistencias en Chile.
Esa política es insensata y ocasionada a causarnos daños irreparables” 826.
Esta carta nos demuestra las contradicciones reinantes, en el medio político peruano, para
apreciar el Protocolo Billinghurst-Latorre. Las intrigas políticas en contra del ex-
Vicepresidente, en parte alimentadas por el amigo de ayer, así como el interés por
consolidar una trasnochada coalición peruano-argentina que permitiera recuperar
Tarapacá inclusive, indujeron al grupo dirigente chileno a suponer que allá tampoco había
demasiado interés en perfeccionar aquel instrumento.
10. LA MISIÓN CHACALTANA. PERÚ CORTA SUS RELACIONES DIPLOMÁTICAS CON
CHILE
En abril de 1900, llega a Santiago Cesáreo Chacaltana, diplomático peruano de vasta
actuación, de quien hemos hablado anteriormente.
El 17 de ese mes comunica al ministro de relaciones exteriores, Rafael Errázuriz Urmeneta,
su designación como ministro de Perú en Chile. Al presentar sus credenciales, destaca que
conforme con un “alto espíritu de cordialidad, de armonía y de justicia”, se ocupará de
lograr un acuerdo para la solución del problema relativo a la nacionalidad definitiva de
Tacna y Arica. El Presidente Errázuriz, a su vez, le replica que tan elevados conceptos son
“segura prenda de que puede llegarse a la tranquila solución del único problema que
existe pendiente entre nuestras Cancillerías”827.
No obstante estas aparentemente conciliadoras manifestaciones, el nuevo enviado situó la
discusión en un terreno áspero. Resulta evidente que sus objetivos, según sus
instrucciones, fueron el perfeccionamiento a todo trance del Protocolo Billinghurst-Latorre,
ya pendiente en la Cámara de Diputados, y protestar reiteradamente por los actos de
chilenización en Tacna y Arica, desplegados por las autoridades nacionales. Se le previno
que por ese camino no alcanzaría una solución. Empero, el plenipotenciario persistió en él,
que culminó con una virtual ruptura de relaciones diplomáticas con Chile.
Algunos peruanos la atribuyen al empecinamiento del ministro, que la bautizaron como el

826
72 MINREL. Comisión Arbitral Tacna y Arica. Antecedentes para la defensa de Chile. 1923. Carta política de Guillermo
Billinghurst a Piérola. ¡Lo que va de tiempo a tiempo!
827
73 MINREL. GOBIERNO Y LEGACIÓN DEL PERÚ. 1898-99. Oficio Nº 1, Santiago, 17-4-1900, de Cesáreo Chacaltana,
Ministro de Perú en Chile, a Rafael Errázuriz Urmeneta, Ministro de RR.EE. de Chile.
“entuerto Chacaltana”828. Lo más posible es que lo que intentó, por encima de todo, fue
situar a La Moneda en un terreno difícil, frente a la próxima Conferencia Internacional
Americana que patrocinaba Estados Unidos, en donde se buscaría aprobar el arbitraje
retroactivo.
Tal como indicamos antes, a comienzos del año 1900 la situación vecinal chilena es de
entendimiento con la República Argentina. La cuestión de la Puna de Atacama ha
encontrado una solución y las divergencias sobre la demarcación fronteriza, se encuentran
en manos del árbitro británico. Pero, a comienzos de mayo, soldados argentinos
incursionan en el valle Lacar, que Chile considera propio. Este hecho origina un agitado
debate que convulsiona al Congreso Nacional por más de un mes. Ello inspiró la siguiente
observación de Jaime Eyzaguirre: “Los efectos de la entrevista del Estrecho comenzaban a
perderse”829.
En cuanto a Bolivia, el 7 de marzo presentó sus credenciales en La Paz el ministro Abraham
König, que traía una nueva fórmula de arreglo. La Moneda concedía compensaciones
importantes a Bolivia, a cambio del abandono de sus aspiraciones a un acceso soberano al
Pacífico.
El Presidente Pando y el canciller Villazón acogieron con gran cordialidad a König, como se
trasluce del telegrama que dirigió al Presidente Errázuriz, ya citado. Ellos concordaron con
varias de las proposiciones chilenas, menos con esta última, e hicieron una
contraproposición: Chile cedería a Bolivia el dominio perpetuo de “una zona de territorio
que comprenda uno de los puertos actualmente conocidos, la cual zona, situada al norte
de aquellas posesiones se extenderá hasta la frontera boliviana” 830.
Esto alteraba los planteamientos expresados por el agente chileno. El general Pando, en su
Mensaje Presidencial, del 10 de agosto, declaró que había rechazado categóricamente los
planes de paz presentados por Chile831.
Al parecer, sorprendido y disgustado por estas expresiones, sin consultar a Santiago, König
envía a Villazón una nota el 13 de agosto que comprende las cuestiones no resueltas 832. De
ella, se destacan los párrafos del tenor siguiente que dieron la vuelta de las Cancillerías y
de los periódicos del continente americano:
“Es un error muy esparcido y que se repite diariamente en la prensa y en la calle, el opinar
que Bolivia tiene derecho de exigir un puerto en compensación de su litoral.
No hay tal cosa. Chile ha ocupado el litoral y se ha apoderado de él con el mismo título con
que Alemania anexó al imperio la Alsacia y la Lorena, con el mismo título con que los
Estados Unidos de la América del Norte han tomado a Puerto Rico. Nuestros derechos nacen
de la victoria, la ley suprema de las naciones833.

828
74 A.N. Archivo del Presidente Germán Riesco. Carta, a bordo del Palena, 6-3-1904, de Agustín Edwards a Germán
Riesco, Presidente de Chile.
829
75 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Pág. 361.
830
76 Sergio Carrasco D.: op. cit. Pág. 120.
831
77 Sergio Carrasco D.: op. cit. Pág. 120.
832
78 Abraham König: “Memorias íntimas, políticas y diplomáticas”. Imprenta Cervantes. Santiago. 1924. Págs. 75 a 84.
Que el litoral es rico y que vale muchos millones, eso ya lo sabíamos. Lo guardamos porque
vale; que si nada valiera, no habría interés en su conservación.
Terminada la guerra, la nación vencedora impone sus condiciones y exige el pago de los
gastos ocasionados. Bolivia fue vencida, no tenía con qué pagar y entregó el litoral.
Esta entrega es indefinida, por tiempo indefinido, así lo dice el Pacto de Tregua: fue una
entrega absoluta, incondicional, perpetua.
En consecuencia, Chile no debe nada, no está obligado a nada, mucho menos a la cesión de
una zona de terreno y de un puerto.
En consecuencia, también, las bases de paz propuestas y aceptadas por mi país y que
importan grandes concesiones a Bolivia, deben ser consideradas no solo como equitativas,
sino como generosas”.
En Santiago, este brulote provocó un fuerte impacto, porque el lenguaje empleado se
alejaba de la terminología oficial, así como olvidaba que Bolivia al violar el tratado de 1874,
renacieron los derechos que Chile alegaba sobre los territorios desde el paralelo 23º al sur.
El ministro Errázuriz Urmeneta se declaró sorprendido. Si bien la nota se ajustaba a la
política del gobierno, “contenía declaraciones imprudentes y frases poco ajustadas al
lenguaje diplomático”834. Varios políticos —Joaquín Walker entre ellos— y la prensa la
criticaron. La Unión de Santiago —vocero conservador— trató al agente (radical y masón)
de “vulgar payaso de la diplomacia” 835. Empero, König —sin saberlo— se podría decir que
enterró por más de medio siglo la “política boliviana” de Santa María 836.
En La Paz se consideró que la comunicación de König constituyó un ultimátum. Pero,
Villazón demoró tranquilamente dos meses en contestarla.
Lo hizo con franqueza, pero sin hostilidad. Recurrió a la interposición de la “gran república
del norte”, sin ningún resultado. Poco a poco, Bolivia terminó por aceptar las
compensaciones chilenas y, finalmente, firmó con La Moneda el Tratado de Paz y Amistad
de 1904, anhelado por Chile desde el fin de la Guerra del Pacífico. Lo suscribió conforme a
los planteamientos hechos por König. Entre otras obligaciones, Chile se comprometió a
unir Arica con el Alto de La Paz por medio de un ferrocarril. Cabe subrayar que todavía se
desconocía quién sería el soberano definitivo de este puerto. Un nudo gordiano que el
Presidente Ibáñez y su ministro Ríos Gallardo cortarían en 1929, en la medida de lo posible.
El iniciador de las gestiones de paz, por el lado boliviano, Félix Avelino Aramayo, comentó
años después: “Don Abraham König nos dijo con mucha crudeza ciertas verdades que
chocaron a la América sentimental, y las simpatías estuvieron con nosotros. Pero las
833
79 Conforme la nota de Pedro Nolasco Videla, Encargado de Negocios de Chile en Bolivia, del 12-2-1879, al romper Bolivia
el Tratado de 1874, renacieron para Chile “los derechos que legítimamente hacía valer antes del Tratado de 1866 sobre el
territorio a que ese Tratado se refiere [paralelos 23º a 25º]. Por lo tanto, la República no habría ocupado el litoral boliviano a
título bélico, como afirma König. Según títulos históricos, se habría limitado a reivindicar la zona que poseía desde la época
colonial.
834
80 A.cH.h. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Carta, Santiago, 26-9-1900, de Rafael Errázuriz Urmeneta,
Ministro de RR.EE., a Federico Errázuriz Echaurren, Presidente de Chile.
835
81 Gonzalo Vial: op. cit. Vol. II. Pág. 290.
836
82 Decimos hasta cierto punto, pues la “ofensiva diplomática” del Presidente Arturo Alessandri y del Canciller Ernesto
Barros Jarpa, en 1921, intentó revivirla, al buscar un acceso soberano en el Océano Pacífico para Bolivia a través de Tacna
y Arica, si estos territorios fuesen definitivamente chilenos, después del plebiscito.
verdades quedaron”837.
König abandonó La Paz el 1 de diciembre de 1900, después de una despedida en casa de
Lucía.., un amor otoñal con el que pensó finalizar su celibato, sentimiento que en algún
momento le disputó un... peruano838. Ya de regreso, recibió un escueto telegrama:
“Compromiso Lucía con Elguera acabó”, mas era tarde para él 839. En Santiago, tampoco
encontró un ambiente receptivo, pues el Presidente Errázuriz le prometió una nueva
legación que nunca se le concedió840.
El ministro de Relaciones Exteriores, Rafael Errázuriz Urmeneta, en una circular al cuerpo
diplomático chileno, a la que aludiremos más adelante, quiso suavizar las expresiones de
su agente, aunque mantuvo el fondo.
Este era el inquietante cuadro internacional con que Chacaltana se encontró al llegar a
Santiago. En lo que atañe al campo bilateral, un regreso a la chilenización de las cautivas y
el entierro del Protocolo Billinghurst-Latorre.
Es de suponer que pudo conocer la comunicación de Puga Borne al Senado, del año
anterior, y quien sabe si las instrucciones a Ángel Custodio Vicuña (el medio político
chileno era tan locuaz como el peruano). Durante su desempeño no mejoró las relaciones,
por el contrario, las enconó. Acaso creyó que las cuestiones limítrofes chileno-argentinas
se agravarían y que La Paz, después de la nota de König, sería un aliado útil y confiable. Si
así reflexionó, se equivocó. Dos años más tarde, La Moneda suscribió con la Casa Rosada
los pactos de mayo, que mejoraron las relaciones por más de medio siglo, y por otro lado
el tratado ya señalado con Bolivia.
El ministro peruano cursó siete notas a la Cancillería chilena, entre el 14 de noviembre de
1900 y el 7 de marzo de 1901. Recibió tres respuestas escritas del ministro Emilio Bello
Codesido y una del ministro Raimundo Silva Cruz, entre el 18 de diciembre de 1900 y el 13
de marzo de 1901841.
En la primera, Chacaltana recuerda las negociaciones iniciadas el 28 de marzo de 1894,
entre Perú y Chile, al cumplirse los diez años estipulados en el artículo III del Tratado de
Ancón. A juicio de su gobierno, después de esa fecha Chile perdió los derechos que
aseguraba tener.
Censura las diversas medidas adoptadas recientemente por las autoridades porque
vulneran los derechos de su patria e incluso la legislación chilena.
Alude explícitamente a la clausura de establecimientos educacionales peruanos en Tacna y
Arica; a la fijación unilateral de una línea divisoria entre Arica y Pisagua, en circunstancias
de que ella tiene carácter internacional y, por lo mismo, se debe consultar a Perú; a ciertos

837
83 Gonzalo Vial, op. cit. Vol. II. Pág. 291.
838
84 Abraham König, op. cit. Pág. 147.
839
85 Abraham König, op. cit. Pág. 179.
840
86 Gonzalo Vial, op. cit. Vol. II. Pág. 291.
841
87 Varias de esta notas se encuentran en el MINREL. y en la Memoria del Ministerio de RR.EE. de Chile, de 1901,
presentada al Congreso Nacional. También se encuentran reunidas en el libro Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú.
Circular sobre la cuestión Tacna y Arica. Lima. Imprenta Torres Aguirre, Unión 150. 1901 (Biblioteca de José Miguel Barros
F.).
proyectos de colonización e irrigación, que por tratarse de una acción a largo plazo solo
debe efectuarse por el soberano del territorio, “mas no por Chile simple ocupante de
ellos”; menciona la concentración de tropas en Tacna y el desplazamiento a Arica del
blindado Almirante Cochrane y de la torpedera Ingeniero Mutila; el proyecto de
independizar el servicio eclesiástico de Tacna y Arica de la diócesis de Arequipa; el traslado
de la corte de apelaciones desde Iquique a Tacna, y la indebida ocupación de la provincia
de Tarata. El modo de subsanar estas divergencias —dice— es “ir resueltamente al
plebiscito, en la forma pactada en el Protocolo Billinghurst-Latorre”.
El 3 de diciembre dirige una segunda nota a Bello, relativa a la comisión designada para
establecer los límites entre Pisagua y Arica. Insiste en el carácter internacional de estos.
Bello le contesta el 14. Atribuye su retardo en responder a causas internas en el gabinete.
Tan pronto se normalice la situación, le enviará una información detallada. El ejecutivo
soporta las consecuencias del parlamentarismo.
El 15 del mismo mes, en una tercera comunicación, el plenipotenciario reclama por la falta
de una contestación adecuada y menciona nuevas disposiciones que evidencian el
propósito de prolongar por tiempo indefinido “una ocupación que legalmente terminó en
1894”.
La cuarta nota de Chacaltana es del 24 de diciembre. Expresa que sus reclamaciones “datan
de fechas muy anteladas”. Ahora agrega otras, así como recaba que la Cámara de
Diputados, que celebra sesiones en esos momentos, se ocupe del Protocolo.
El 19 de enero Bello le escribe detalladamente:
A) Las veinte y tres escuelas peruanas se clausuraron porque no se enseñaba historia ni geografía de
Chile, materias que son obligatorias, en cambio se inculcaba a los alumnos sentimientos de
hostilidad hacia esta república. Se han creado nuevos establecimientos, se han enviado preceptores
bien preparados y se ha abierto un liceo de niñas.
B) La línea divisoria entre los departamentos de Arica y Pisagua busca resolver dificultades de orden
interno. Se aviene al Tratado de Ancón, que es ley de la República, pues allí se fijaron los límites de
las provincias de Tarapacá, Tacna y Arica.
C) El traslado del asiento de la primera zona militar y de la corte de apelaciones responde a medidas
de buen servicio, según las facultades constitucionales que posee el poder ejecutivo. La presencia
de tropas no involucra ningún peligro para el ejercicio de la libertad del sufragio, pues será como
siempre una garantía del orden y tranquilidad públicas. Lo que está prohibido es el reclutamiento o
acuartelamiento de la guardia nacional o de los conscriptos en período electoral.
D) Según el Pacto de Ancón, que colocó dichos territorios bajo el imperio de las leyes chilenas, el
Presidente de la República tiene derecho a ejercer las atribuciones del patronato. Por lo tanto, no
constituye una pretensión excesiva el proyecto de separar el servicio religioso de Tacna y Arica de la
diócesis de Arequipa. Afirma que los funcionarios eclesiásticos peruanos se han convertido en
activos propagandistas en contra de la presencia chilena.
E) Por último, el acuerdo de la Cámara de Diputados, del 14 de enero, ha puesto fin a “una situación
incierta que entorpecía y retardaba las gestiones que ambos gobiernos deben llevar adelante para
resolver el problema relacionado con los territorios de Tacna y Arica”.
Posteriormente, Chacaltana le envió sendas notas del 19 y 30 de enero, respectivamente,
en que repite la argumentación precedente.
Bello le contesta el 18 de febrero. Reitera su argumentación previa y refuta las
apreciaciones del agente peruano.
El 7 de marzo Chacaltana envía su última comunicación, esta vez al Canciller Silva Cruz:
“Antes de concluir, —dice— debo declarar que no he abrigado, como el antecesor de V.E. lo
supone, el propósito de colocar esta discusión en un terreno áspero y odioso. Me he limitado
a impugnar con verdad y firmeza, pero en forma conveniente, las medidas ilegales
adoptadas en Tacna y Arica y el propósito ostensible de ellas, así como pedir su derogatoria.
Si en esto puede haber algo de aspereza u odiosidad, se debe indudablemente, no a los
justos pedidos formulados a nombre de mi gobierno sino al carácter de los hechos que los
han motivado.
Subsistiendo estos, mantengo, a nombre de mi gobierno, las declaraciones consignadas en
mis notas anteriores”.
El 13 de marzo Silva Cruz expresa a Chacaltana que lamenta que haya resuelto poner
término al intercambio de notas, así como su próximo alejamiento de Chile 842.
El Presidente Romaña comunica esta decisión al Presidente Errázuriz 843, pero sin indicar que
el fin de aquella misión responde al propósito de interrumpir sus relaciones diplomáticas
con Chile. Así ocurre, sin embargo. Con el agente partió todo el personal de la legación. La
virtual ruptura del palacio de Pizarro con La Moneda incrementó las dificultades que esta
enfrentó al iniciarse el siglo veinte, empero por corto tiempo.
La legación chilena en Lima quedó a cargo por varios años del secretario Víctor Vidaurre-
Leal, el mismo que el plenipotenciario Domingo Amunátegui instaba a su compadre, el
Presidente de la República, que fuese adscrito a la legación en vez de Hübner.
11. RENUNCIA DE VICUÑA
Es interesante traer a luz la dimisión que este agente presentó al Presidente de la
República, el 22 de enero de 1901, que se encuentra en el archivo del mandatario que
conoció también el historiador Jaime Eyzaguirre, como muchos de los demás documentos
ya mencionados844.
En ella alude a las instrucciones que debía llevar el ministro de Chile en el Perú, y que
“eran las de mayor responsabilidad que se han confiado hoy a un diplomático chileno...
Conoces tú [Federico] el modo y forma como inicié mis difíciles gestiones, la prudencia y
discreción con que se llevaron a cabo, sin comprometer un asunto, de suyo tan complicado y
escabroso, la responsabilidad de nuestra Cancillería. Sabes que pudo llegarse al completo
convencimiento de la suerte que aguardaba a los planes del Gobierno de Chile sin que de
ello quedara constancia ni huella alguna... El secreto de estas negociaciones ha sido
absoluto, hasta mi partida de Lima y estimo que esta reserva sobre asuntos de esta
naturaleza es un caso excepcional y tal vez único de nuestra historia diplomática” (cursivas
nuestras).

842
88 Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, op. cit. Págs. 498 y 499.
843
89 Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, op. cit. Pág. 501.
844
90 A.cH.h. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Carta, Santiago, 22-1-1901, de Ángel Custodio Vicuña,
Ministro de Chile en Perú, a Federico Errázuriz Echaurren, Presidente de Chile.
Relata enseguida el “disentimiento” de Hübner con él.
El ministro, antes de viajar temporalmente a Santiago, le comunicó “que no consideraba
discreto” dejarlo como encargado de negocios. Este hecho coincidió, además, porque —al
revisar los libros del consulado— descubrió que Hübner estuvo cobrando dos sueldos, el
de cónsul y el de primer secretario.
Le reprochó este procedimiento incorrecto e ilegal, que estaba en el deber de transmitir a
Santiago. Aquellas serían las únicas causas —según el ministro— que llevaron al primer
secretario a cometer actos punibles, “no ya solo en contra de su jefe, sino en daño del
Gobierno, del país y hasta de su propio honor”.
Una vez en Chile, el agente recibió una carta del segundo secretario. En ella le informa que
Hübner se presentó en la misión, después de que el plenipotenciario zarpó en el
Guatemala. Le expresó que si él perdía su puesto, el ministro tampoco regresaría a Lima.
“Le declaraba [a Vicuña] la guerra con bandera negra”.
“Conocedor de los secretos de la legación —expresa el ministro— no le fue difícil al
secretario, escogitar los medios para su proyectada venganza”. Habría aprovechado “un
secreto resentimiento” del Presidente Romaña en contra del plenipotenciario, a causa de
haber debelado el espionaje a que fue sometida la representación diplomática chilena, que
traería como consecuencia el voto de desconfianza que recibió el Canciller Riva-Agüero. En
la opinión de Vicuña, lo que pretendió el gobernante fue vigilar las relaciones del agente
chileno con el Califa y otras personalidades peruanas del partido demócrata.
Hübner, conocedor de esta animadversión de Romaña en contra del agente, se valió de
ella para pedirle una audiencia y delatar a su jefe “y traicionar el secreto de comunicaciones
que la ley y el honor habían confiado a su guarda”.
El ministro juzga hasta inverosímil que Romaña no haya apreciado:
“que se encontraba frente a un hombre enfermo, desequilibrado, trabajado por el insomnio,
despechado por la acusación que pesaba sobre su conducta; que diera entero crédito a sus
declaraciones y que basara sobre ellas una extraña cuanto desgraciada comunicación que
debía dirigir poco después, por conducto de la Cancillería de Lima, al señor don Cesáreo
Chacaltana, su Ministro en Chile, para que este pusiera, verbalmente su contenido en
conocimiento de nuestro Gobierno”.
Esta comunicación estaba calculada —sostiene Vicuña— para transmitir a la Moneda que
él no era persona grata ante el gobierno peruano.
Se interroga: ¿cómo pudo Romaña imponerse del secreto de una comunicación reservada?
La nota que leyó Chacaltana al Presidente Errázuriz y al Ministro Bello —juzga Vicuña—
nos descubren al autor de la infidencia.
Agrega que interrogado por el Canciller chileno, Hübner reconoció su culpabilidad.
Observa el asombro que le causan las aseveraciones contenidas en la comunicación que el
agente envió el 25 de septiembre al secretario de Estado, Errázuriz Urmeneta, pues
resultan idénticas con las que Chacaltana leyó en el texto del 12 de octubre 845. Existe en
845
91 MINREL. MISIÓN ÁNGEL CUSTODIO VICUÑA. 1900. Oficio Nº79, Lima, 25-9-1900, de Ángel Custodio Vicuña, Ministro
de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
esta nota una grave afirmación —expresa el plenipotenciario— que el gobierno del Rímac
le imputa. En efecto, Vicuña no formuló al mandatario peruano ningún plan de reparto de
Bolivia.
Este —dice el diplomático— solo existió en la mente del secretario.
Sabe por el secretario de Estado que el Consejo de Ministros acordó unánimemente, como
medida de decoro, que el plenipotenciario regresara a Lima a reasumir su cargo, lo antes
posible. Ha leído las declaraciones de Bello en la Cámara de Diputados, en que manifiesta
que Vicuña explicó satisfactoriamente su conducta.
Aun así, ha resuelto presentar al Presidente su renuncia indeclinable. La nota de Bello la
estima muy lejos “de consultar la conveniencia del cargo que invisto y el decoro de la
legación de Chile en Perú”. A pesar de que en ella se ha acentuado la verdad, “esta pieza
—dice— estaba muy distante de consultar la tradicional firmeza y dignidad de nuestra
Cancillería”. Como se observa, Bello no es santo de la devoción de Ángel Custodio y,
recíprocamente, el agente del Canciller.
Pero, antes de concluir su epístola, lanza un mandoble al mandatario:
“Así se explica, mi querido Federico, que se haya sustraído a tu conocimiento documentos de
nuestra Cancillería que como la circular dirigida al cuerpo diplomático, con motivo de
nuestros últimos incidentes con Bolivia, solo la has conocido por la lectura de los diarios”.
El primer mandatario le contesta con toda serenidad que durante su administración ha
atendido con especial interés las relaciones exteriores de la nación, salvo durante los
cuatro meses que tomó un descanso por motivo de salud. Ahora restablecido, las atiende
con la dedicación de siempre846.
“Tú has desempeñado tu cargo —le expresa el Presidente— en la forma que tus
antecedentes y tus condiciones hacían esperar y créeme que me preocupo mucho de la
situación que se crea con tu renuncia”.
Antes del transcurso de una semana, Vicuña se dirige nuevamente al gobernante para
comunicarle que ha recibido una misiva de un alto personaje político peruano. Este último
le asegura que no regresará a Lima porque el canciller Bello Codesido es enemigo suyo y
aun de la chilenización de Tacna y Arica, que en gran parte la atribuye a Vicuña 847.
El decreto en que se acepta la renuncia del ministro lleva fecha 22 de febrero de 1901.
Junto con la firma del Presidente, está la del canciller Bello Codesido, este último también
cesó en su alto cargo ese mismo día para ser sucedido por Raimundo Silva Cruz.
Vicuña concedió una extensa entrevista a El Mercurio, de Santiago, en la que procuró
demostrar los errores en que incurrió el Ministro Osma en la circular que dirigió a los
gobiernos extranjeros, acerca de su gestión en Lima. Se esforzó por dar a conocer que no
había hecho proposiciones relativas al reparto de Bolivia, ni al Presidente Romaña ni al
Canciller. Con este objeto reprodujo fragmentos de sus comunicaciones al ministerio de

846
92 A.cH.h. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Carta, Valparaíso, 25-1-1901, de Federico Errázuriz,
Presidente de Chile, a Ángel Custodio Vicuña, Ministro de Chile en Perú.
847
93 A.cH.h. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Carta, Santiago, Carta, Santiago, 30-1-1901, de Ángel
Custodio Vicuña, Ministro de Chile en Perú, a Federico Errázuriz Echaurren, Presidente de Chile.
Relaciones Exteriores848.
Nos cabe comentar que Romaña no compartió el cargo que se hizo a Hübner de revelarle
las instrucciones impartidas desde Santiago a Vicuña.
En este punto, el plenipotenciario se aleja de la verdad en su afán de censurar a su
colaborador.
12. LAS CIRCULARES DE LOS MINISTROS RAFAEL ERRÁZURIZ URMENETA Y FELIPE DE
OSMA Y PARDO
El 30 de septiembre de 1900, el primero dirigió un oficio circular a los agentes
diplomáticos chilenos en el extranjero. Quiso aminorar el áspero lenguaje de la nota de
Abraham König, del 13 de agosto de 1900, aunque sin apartarse del fondo de ella 849.
Errázuriz Urmeneta no consultó al Presidente de la República antes de cursar aquella
circular, ya que el jefe del Estado se encontraba fuera de la capital por motivos de salud;
tampoco la enseñó a sus colegas de gabinete.
Tanto el mandatario como los ministros lamentaron no haberla conocido previamente,
pues se perdió la oportunidad de hacerle “ciertas modificaciones de importancia” 850.
Errázuriz Urmeneta aludió a la cuestión pendiente de las cautivas y a las reiteradas
propuestas peruanas de ceder Vítor a Chile, o sea la faja austral de la provincia de Arica, y
conservar para sí la faja norte, mientras en el sector intermedio se celebraría la consulta
popular. Entonces, en ese momento —agrega— Bolivia renueva su pretensión marítima,
que parecía eliminada del debate. Chile negoció secretamente con ella el Tratado Especial
de Transferencia de Territorio, según el cual le cedía Tacna y Arica o la parte que obtuviese
en el plebiscito o bien mediante arreglos directos. Al tener conocimiento de este convenio,
argumenta que Perú suspendió la discusión del Protocolo plebiscitario hasta saber si el
poder legislativo chileno sancionaba dicho tratado. Bolivia postergó el arreglo definitivo
con La Moneda, en espera de conocer el resultado del plebiscito, que le permitiría saber si
contaba o no con la adquisición de aquellos territorios.
Si bien Chile —afirma Errázuriz Urmeneta— habría podido conservar indefinidamente
Tacna y Arica y el litoral boliviano, optó por alcanzar una solución permanente. Con ese
objeto instruyó a sus agentes en Lima y La Paz. Al primero:
“que Chile haría uso de la amplitud del derecho que le otorgaba el Pacto de Ancón, y que
entendía reservarse para sí el dominio de Tacna y Arica, en caso de serle favorable el
plebiscito, [y al segundo] que estaba dispuesto a compensarle generosamente el litoral
ocupado a título de indemnización, en cambio de acordar cuanto antes las bases de una paz
definitiva; pero eliminando de esas bases sus exigencias sobre Tacna y Arica, por cuanto ese
territorio no pertenecía a Chile, y por cuanto no podía este subordinar su tranquilidad a una
condición eventual y de plazo indefinido”.

848
94 Se reprodujo en un folleto de la Imprenta Centro Editorial La Prensa. Bandera esq. Moneda. Santiago. 1901.
849
95 MINREL. MINISTERIO DE RR.EE. OFICIOS DIRIGIDOS. Oficio circular N°16, Santiago, 30-8-1900, de Rafael Errázuriz
Urmeneta, Ministro de RR.EE. de Chile, a los agentes diplomáticos chilenos en el exterior.
850
96 A.cH.h. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Carta, Santiago, 23-10-1900, de Manuel Salinas, Ministro
de RR.EE., a Federico Errázuriz Echaurren, Presidente de Chile.
La nota de König —declara el Ministro— propone condiciones de paz y no es un
ultimátum. Dice que no hay tal en el acto de discutir unas proposiciones, aceptar unas y
rechazar otras con fundados argumentos, y dejar abierta la discusión.
Hay personas —continúa— que alegan que Chile está obligado por equidad a entregar
Tacna y Arica a Bolivia, en caso de favorecerle el plebiscito o por negociación directa con
Perú, una parte de él u otro territorio análogo.
El propósito sería dotarla de una zona litoral, que Chile posee en abundancia y que Bolivia
carece, desde que esta república la desposeyó “por hecho de conquista”.
El secretario de Estado rechaza que su patria haya adquirido el litoral a título de conquista
o como consecuencia de la victoria. Recuerda que el límite norte, según “antiguos y
autorizados historiadores”, fue el paralelo 23º y que nunca fue controvertido antes de
1842. Al descubrirse en esa zona riquezas minerales y orgánicas, gracias a la iniciativa de
empresarios y obreros chilenos, Bolivia se presentó a disputarle a Chile su soberanía y
dominio.
Deseoso este último de no alterar las buenas relaciones con Bolivia, suscribió el Tratado de
Límites, de 10 de agosto de 1866. En virtud de este instrumento, “le cedió una parte del
territorio disputado, hasta el paralelo 24º de latitud sur, en cambio de compensaciones
políticas y comerciales otorgadas por aquél [Bolivia] a nuestros numerosos con
nacionales...” Esta nación —acota— “no respetó jamás ninguna de las estipulaciones que a
ello le obligaban, después de ver cumplidas por Chile todas las que le favorecían”.
El 6 de agosto de 1874, ambos Estados negociaron un nuevo pacto. Se volvió a estipular
que el paralelo 24º seguirá siendo el límite entre ambas repúblicas. Eso sí que con nuevas
modalidades respecto de la explotación, administración y venta del guano existente en esa
zona. Empero, La Paz incrementó unilateralmente los impuestos a una empresa chilena —
la Compañía de Salitres y Ferrocarril de Antofagasta— a la que este instrumento protegía
por veinticinco años. La situación se tornó todavía más grave cuando Perú y Bolivia
firmaron un tratado secreto de alianza ofensiva que parecía dirigido contra Chile, según lo
apreciaron varios diplomáticos extranjeros.
Como consecuencia de la Guerra del Pacífico, expresa Errázuriz Urmeneta, Perú cedió a
Chile —a título de indemnización bélica— el departamento de Tarapacá.
El canciller expresa que suele reprocharse a nuestro país que la indemnización de guerra
que ha exigido “excede varias veces al valor efectivo de los sacrificios que ella le impuso”.
Aquella —concluye— “no alcanzó a cubrir a la república de los gastos y sacrificios que sus
adversarios la obligaron”. El estado en que recibió el departamento de Tarapacá, “no
alcanzaba a importar el dinero efectivo gastado en la guerra. Lo que ese territorio ha
producido después y lo que puede valer hoy, no ha sido dado por el Perú, sino que es el
producto natural y remunerador del trabajo y del capital chilenos allí invertidos”.
“Y, en cuanto al escaso litoral boliviano, —añade el Secretario de Estadopudiendo Chile
conservarlo como una módica y aún deficiente indemnización de guerra, ha ofrecido siempre
y sigue ofreciendo todavía a Bolivia, en cambio de él, compensaciones pecuniarias y ventajas
materiales que importan muchísimo más para ella que el valor de su territorio. Los estadistas
mismos de Bolivia lo reconocen así; y si no fuera por la aspiración de amor propio de tener
puertos en el Pacífico, aceptarían sin vacilar lo que Chile ofrece, como un generoso precio del
litoral ocupado. Las más subidas avaluaciones pecuniarias que pudieran hacerse de ese
territorio, no llegarían a la cifra que importan las ofertas de Chile”.
El oficio circular del Ministro Errázuriz Urmeneta buscará suavizar el lenguaje brutal de
König, mas reafirma que Chile no entregará puerto ni litoral conexo a Bolivia. La única
diferencia apreciable es que el litoral es muy valioso, según König, y, por esta razón, Chile
lo retiene. En cambio, para el canciller dista de serlo, pues entiende como tal el sector que
se extiende —según el Pacto de Tregua— desde el paralelo 23º hasta el paralelo 21º 851, en
la desembocadura del río Loa, una zona pequeña y pobre que pasaron a ocupar las armas
chilenas. El territorio que corre del paralelo 23º al sur, el gobierno de Chile lo ha
reivindicado como suyo, desde el momento en que Bolivia violó el Tratado de 1874.
No obstante las expresiones del Ministro, es un hecho —según Luis Aldunate Carrera—
que después de la Guerra del Pacífico, se duplicaron exactamente las rentas del Estado 852.
La base de ellas fueron las exportaciones de salitre, que contribuyeron contundentemente
al desarrollo nacional. Además, las riquezas reales y potenciales del litoral boliviano
reivindicado, colaboraron también para que Chile llegase a ser el primer productor mundial
de cobre, desde la Guerra del Pacífico hasta nuestros días, esto es, una exportación que se
calcula en 20.000.000 de toneladas de dicho mineral 853. Tarapacá le dio el monopolio del
salitre, mientras no se descubriese el sintético, con una producción de 141.000.000 de
toneladas (1880-1984)854. Las ventas de este producto significaron, anualmente, no menos
del 50% del total de las exportaciones chilenas, lo que explica una balanza comercial
siempre positiva855.
En las referencias a las negociaciones Jiménez-Vial Solar y Ribeyro-Sánchez Fontecilla, este
último ministro modificó la política exterior que La Moneda había seguido hasta ese
momento. Ella se entendió secretamente con Bolivia, nación a la que le ofreció el territorio
litigioso, en caso de ganar el plebiscito, y le pidió su apoyo en el plebiscito. Perú protestó,
si bien esta oferta era subconditionae.
Felipe de Osma se hizo cargo del despacho del Canciller chileno y envió una circular al
cuerpo diplomático peruano, de fecha 3 de noviembre de 1900, que se hizo pública 856.
Allí hace un recuento y contradice las afirmaciones de Errázuriz Urmeneta.
Al referirse a las proposiciones de división del territorio de Tacna y Arica en tres zonas, de
modo que La Moneda pudiese conservar la faja austral para entregársela a Bolivia, expresa

851
97 El río Loa desemboca en el paralelo 21°28’ y no en el 21º como afirma Errázuriz Urmeneta.
852
98 Aníbal Pinto Santa Cruz: Chile, un caso de desarrollo frustrado. Editorial Universitaria, S.A. Santiago. 1962. Pág. 52. Se
refiere artículo de Luis Aldunate en “Estudios de actualidad”.
853
99 Jorge Gumucio Granier: United States and the Bolivian Seacoast. La Paz. Ministerio de RR.EE. de Bolivia.
854
100 Datos de Ronald D. Crozier, desde 1930, desde 1880 a 1909 de Yunge Pág. 48; de 1910 a 1914 AERCH 1914 Vol. 2;
de 1915 y 1919 AERCH; de 1916 y 20-22, de Mamalakis. Chilean Nitrate Sector; y de 1927 a 1929 Cuevas. La industria
salitrera, Pág. 81.
855
101 Juan Miguel Bákula: Perú: Entre la Realidad y la Utopía. 180 años de Política Exterior. Fondo de Cultura Económica.
PERÚ. 2002. Pág. 409.
856
102 Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú. “Circular sobre la cuestión Tacna y Arica”. Lima Imprenta Torres Aguirre.
Unión 150. Lima. 1901. Págs. 385 a 408.
que Chile —cuando suscribió con Bolivia el Tratado Especial de Trasferencia de Territorio
de 1895— ya había rechazado aquellas proposiciones peruanas “por entero”, como vimos
en el Capítulo VI.
A este respecto, recuerda las tres oportunidades en que se debatieron.
En la primera, el ministro Vial Solar la desautorizó por nota de 26 de septiembre de 1893;
en la segunda, la rechazó el ministro de Relaciones Exteriores, Mariano Sánchez Fontecilla,
en conferencia celebrada con el plenipotenciario peruano, Ramón Ribeyro, el 5 de julio del
mismo año, y en la tercera, no se llegó a ningún resultado. “¿De qué base partía, pues, ese
gobierno —comenta Osma— al pactar en 1895 con la cancillería de Bolivia la entrega del
territorio o la caleta de Vítor, si él mismo había rehusado ultimar un arreglo con el Perú?”.
Después de evocar diversos antecedentes, el ministro niega que La Paz carezca de acceso
soberano al Océano Pacífico por culpa de Perú, y lo atribuye a la “resolución persistente de
Chile de negar a Bolivia el puerto o costa que reclama como condición esencial de
existencia, y al Perú la inmediata y correcta ejecución del plebiscito que pondrá término a
la situación irregular de Tacna y Arica”.
El secretario estima que esta cuestión tiene una solución fácil, que Chile entregue a Bolivia
un pedazo de costa al norte de Iquique, donde no se perturbará la “invocada solución de
continuidad del territorio chileno”.
“Toca a Bolivia —dice Osma— levantar los cargos y las afirmaciones que la circular del
señor Errázuriz Urmeneta contiene sobre las razones que asisten a Chile para rechazar las
exigencias bolivianas de puerto y territorio adyacente. El Perú se limita hoy, como siempre, a
declarar que no formó nunca parte de su programa internacional con los otros pueblos el
título de la reivindicación, que sin la sanción del derecho, es la conquista”.
El Canciller Osma aborda el tema del tratado de alianza de 1873 y niega que “fue un plan
concebido aquí [en Perú] en daño de Chile, y... que establecía una liga ofensiva tendente a
destruir el poder militar de Chile”. Y señala de paso —a su juicio— el origen “real y
verdadero” de este instrumento: una ley dictada por el Congreso boliviano el 11 de
noviembre de 1872. Según el Secretario de Estado, su patria “fue allí el mero garante de la
integridad boliviana”.
Afirma que Perú, en aquella época, no tenía controversia alguna con Chile “y, por
consiguiente, su conducta era la que le dictaban únicamente los principios que han
informado siempre su política internacional”. El ministro olvidaba, sin embargo, —es difícil
que no la conociera— la conversación del Presidente Pardo con el representante brasileño.
En ella le explicó que el objeto de dicho convenio era reprimir la ambición territorial de
Chile, que pretendía apoderarse del litoral boliviano y de parte del peruano857. También
parecía ignorar que hubo en Bolivia estadistas que sostuvieron que fue Perú quien empujó
a aquella república al conflicto con Chile. El Rímac estaba guiado por el propósito de
armonizar la industria salitrera de Antofagasta y Taltal, de modo que no compitiese con el
monopolio fiscal salitrero que el Rímac constituía en Tarapacá. A este plan nos parece que
obedeció el tratado secreto de 1873858.

857
103 Juan José Fernández: La república de Chile y el imperio del Brasil. Editorial Andrés Bello. Santiago. 1959. Pág. 72.
Alude Osma al artículo III del Tratado de Paz y Amistad, de 1883 y, en particular, al derecho
que había adquirido Chile de ocupar “solo hasta el 28 de marzo de 1894” los territorios de
Tacna y Arica. “Ambos Estados —continúa— quedaron obligados a celebrar aquel
protocolo [parte integrante de dicho artículo] antes de 1894, para que el plebiscito se
llevara a efecto en aquella época”. Menciona nuevamente las negociaciones entre el
plenipotenciario chileno, Vial Solar, y los ministros de Relaciones Exteriores de Perú,
Chacaltana y Jiménez. Expresa que allí constan las diversas proposiciones formuladas por
estos últimos, que Chile no aceptó, negativa que esta república mantuvo.
Dedica un largo párrafo a la gestión de Máximo R. Lira, quien empezó proponiendo un
arreglo directo para que Chile recibiera los territorios litigiosos sin plebiscito, y concluyó
exigiendo garantías “innecesarias e insólitas” respecto de la entrega de la suma pactada en
Ancón. Afirma que dicha gestión finalizó en una nueva paralización, sin que “Santiago se
esforzara en ninguna forma por impedir ese resultado”. Sin embargo, omite las
conversaciones entre este agente y el Presidente Piérola, en que se esbozó un principio de
solución, de las que se desentendió el canciller Riva-Agüero.
Evoca el Protocolo Billinghurst-Latorre, de 1898, así como su aplazamiento indefinido en la
Cámara de Diputados.
A juicio de Osma, resulta difícil entender cómo el gobierno de Chile puede mantener la
cuestión de Tacna y Arica y la general del Pacífico en el estado en que se encuentra. Y
luego expresa que Perú y Bolivia son exclusivamente responsables de la actitud de Chile,
“hasta haber hecho necesaria la línea de conducta expuesta en la nota del plenipotenciario
señor König, que la cancillería de Santiago tiene el propósito de mantener con indeclinable
firmeza hasta llegar al desenlace final de este litigio”.
Dicho secretario dirigió una nueva circular, esta vez a los gobiernos extranjeros, el 26 de
mayo de 1901859. En ella explica las razones que movieron a su gobierno a cortar sus
relaciones diplomáticas con Chile.
Comienza por revelar los propósitos de La Moneda, durante la negociación del Tratado de
Ancón, para obtener la cesión de Tacna y Arica como condición sine qua non de la paz.
Aborda también los esfuerzos desplegados por Lima para que se realizase un plebiscito en
condiciones de reciprocidad.
Exige “que cese la autoridad de Chile en las provincias de Tacna y Arica” y “que voten en el
plebiscito solo los peruanos naturales de esas provincias que tengan allí su domicilio”. Y
agrega que la consulta deberá realizarse bajo la autoridad de una potencia amiga.
Pero, el propósito principal de esta circular es denunciar un plan chileno de polonizar a
Bolivia. A este respecto, alude a la presunta conversación del ministro Vicuña con el
Presidente Romaña, en que le habría insinuado “la idea de un concierto internacional para
operar la conquista de Bolivia”.
A nuestro juicio, el propósito de esta segunda circular fue crearle a Chile un ambiente
adverso poco antes de la celebración de la Conferencia Internacional Americana de
858
104 A.N. FONDO EMILIO BELLO CODESIDO. Vol. 6. Instrucciones de Carlos Morla Vicuña, Ministro de RR.EE. de Chile, a
Vicente Santa Cruz, Ministro de Chile en Perú.
859
105 Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú, op. cit. Págs. V a XXIX.
México, y lograr que allí se aprobase el arbitraje aún para las cuestiones pendientes.
Este documento agitó la atmósfera en el Senado peruano. Osma fue interpelado por el
representante demócrata Hernández. El Ministro se defendió exhibiendo una carta del
secretario de la legación chilena, Carlos L.
Hübner, al Presidente Romaña. En ella, dicho funcionario se habría referido a los planes de
La Moneda de repartir Bolivia. Aunque la circular fue aprobada en el Senado por un voto,
Osma dimitió860. Ulteriormente, Romaña le nombró ministro en Bolivia y le sucedió
Chacaltana, en la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Conforme a antecedentes recogidos por el secretario de nuestra misión en Lima, Víctor
Vidaurre-Leal, posteriormente se impugnó una moción que presentó Chacaltana, en sesión
secreta, según la cual las futuras negociaciones con Chile se ceñirían a las bases
contempladas en el Protocolo Billinghurst-Latorre. El Secretario de Estado fue tan
duramente atacado “que me aseguran —comenta aquel funcionario— que el señor
Chacaltana no pudo contestar... prorrumpiendo en abierto llanto” 861.
La posición que prevaleció en el Senado peruano es la que refleja la Memoria que
Chacaltana dirigió en 1902 al Congreso Nacional. Allí se afirma:
“Es de esperarse que la Cancillería de Santiago, de acuerdo con esta resolución [la del 14 de
enero de 1901 que adoptó la Cámara de Diputados] presente nuevas bases de arreglo, en
sustitución de las que han sido desechadas.
...
El Gobierno peruano ha estado y está resuelto a concurrir al plebiscito que se concierte con
arreglo al tratado de paz, con garantías eficaces en favor de la libre acción de los votantes.
Pero no está dispuesto a autorizar ni tomar parte en un plebiscito contrario a dicho pacto y
en condiciones no convenidas por ambas naciones”862.
13. LA CONFERENCIA INTERNACIONAL AMERICANA DE MÉXICO
El gobierno estadounidense propició una segunda reunión americana.
Correspondía que su sede quedase radicada en México. La primera, de carácter consultivo,
se había verificado en Washington en 1889. Su promotor, el Secretario de Estado, James G.
Blaine, de ingrata memoria en Chile, fue un precoz entusiasta del panamericanismo. El
propósito de este nuevo encuentro era tratar “las numerosas cuestiones de interés general
y beneficio común para todas las repúblicas de América” 863.
Con este motivo, el 18 de marzo de 1900, el ministro estadounidense en Santiago, Henry L.
Wilson, invitó al Gobierno a participar en ella.
Esta iniciativa causó preocupación en el ministerio de relaciones exteriores.
Era sabido el esfuerzo que desplegaban Perú y Bolivia para lograr por ese camino que
860
106 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1901-1902. Oficio confidencial Nº28, Lima, 16-X-1901, de Víctor Vidaurre-
Leal, Secretario de la Legación de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
861
107 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1901-1902. Oficio Nº39, Lima, 29-XII-1901, de Víctor Vidaurre-Leal,
Secretario de la Legación de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
862
108 Memoria del Ministro de RR.EE. del Perú dirigida al Congreso Nacional el año 1902. Págs. XXVII, XXVIII y XXIX.
863
109 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Pág. 371. En esta materia, nos apoyaremos en el capítulo que le dedica este autor.
Chile perdiera los frutos alcanzados durante la Guerra del Pacífico. Algunas naciones
hermanas les acompañaban, desde el comienzo del conflicto. En la conferencia de 1889 se
aprobaron resoluciones relativas al arbitraje obligatorio, no solo para las cuestiones futuras
sino que incluso para las que estaban pendientes. Léase las del artículo III del Tratado de
Ancón con Perú y del Pacto de Tregua con Bolivia.
El 21 de mayo, el secretario de Estado, Rafael Errázuriz Urmeneta, agradeció la invitación
de Wilson. Asimismo evocó que Chile asistió con mucho interés a la de 1889, pero allí se
adoptaron algunos acuerdos de trascendencia que no estaban incluidos en la orden del
día de la reunión. Por lo mismo, su Gobierno requería conocer con mayor precisión el
programa.
“Si satisficiere los anhelos de los Estados americanos, no se prestare a suscitar entre ellos
cuestiones enojosas y no pretendiere tomar resoluciones de carácter retroactivo, avocándose
al conocimiento de asuntos actuales o pasados en que tengan interés cualesquiera de estos
Estados, mi Gobierno aceptará gustoso la invitación que se le hace y se apresurará a solicitar
del Congreso Nacional la autorización necesaria para enviar al lugar que se acuerde como
asiento de la Conferencia la delegación que lo represente” 864.
El 14 de abril, en la sala de reuniones del comité ejecutivo de la Unión de las Repúblicas
Americanas, convocados por el Departamento de Estado, sesionaron los representantes de
los gobiernos americanos acreditados ante la Casa Blanca. Ese comité estaba integrado por
diplomáticos de Argentina, Costa Rica, Colombia y Guatemala. El objeto era preparar los
trabajos del Congreso. Se le encargó que redactase un proyecto de programa, con el
encargo de someterlo a los Estados miembros, a fin de que hiciesen sus observaciones 865.
Tan pronto se conoció la noticia, Chile solicitó mayores precisiones acerca de tres asuntos
que le parecían vagos, a saber: 1º Puntos estudiados por la conferencia anterior, que la
nueva decida reconsiderar; 2º Arbitramento, y 3º Corte Internacional de Reclamaciones. El
4º, referente a medios de protección a la industria, agricultura y comercio, y el 5º,
reorganización de la Oficina Internacional de las Repúblicas Americanas, no ofrecían
problemas.
El ministro río-platense Eduardo Wilde logró incorporar el arbitraje en la forma más
amplia, con el propósito de apoyar los puntos de vista de Perú y Bolivia. Además promovió
a Buenos Aires como sede de la reunión, en circunstancias de que antes se había hablado
de que fuera México866.
El ministro chileno en Washington, Carlos Morla Vicuña, escribió al Presidente Errázuriz:
“Temo que el Congreso americano convocado por el tranquilo Presidente MacKinley, que no
está animado sino de buenos y fraternales propósitos para las tres Américas, se vuelva el
Congreso que propone y con que sueña Alejandro Garland, arma ofensiva en manos de los
que complotan contra Chile”867.
864
110 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Pág. 371.
865
111 Emilio Bello C., op. cit. Pág. 52.
866
112 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Pág. 372.
867
113 A.cH.h. Archivo del Presidente Federico Errázuriz Echaurren. Carta, Washington, 28-5-1900, de Carlos Morla Vicuña,
Ministro de Chile en EE.UU., a Federico Errázuriz Echaurren, Presidente de Chile.
El agente estadounidense reclamó a Errázuriz Urmeneta una respuesta cablegráfica de su
nota del 18 de marzo. Este apremio parecía extraño cuando aún no se había aclarado el
alcance de la orden del día, ni siquiera la sede definitiva. El Canciller le expresó su sorpresa,
y pronto tuvo conocimiento de que la urgencia provenía de una petición formulada por
Wilde, en el comité ejecutivo868.
Morla Vicuña —conforme a las instrucciones que recibió de Santiagoconversó con el
Secretario de Estado, Hay, a fin de ratificarle lo dicho por su gobierno al ministro
estadounidense en Chile. Este concordó con las observaciones chilenas e invitó a una
reunión general de plenipotenciarios, en orden a discutir el lugar y la fecha del Congreso.
Nuestro representante solicitó que se prorrogase la segunda hasta que todas las repúblicas
conocieran el programa y hubiesen dado respuesta a la invitación. En cuanto a la sede,
expresó que habiéndose propuesto México, “le parecería una falta de atención no
designarla ahora”. Wilde —como ya hemos señalado— postulaba a Buenos Aires. Obtuvo
dos votos, el suyo y el de su colega peruano. Al establecerse que sesionarían en México, se
solicitó al gobierno de esa nación y al de Estados Unidos que acordasen la fecha de su
celebración.
Errázuriz Urmeneta, sorprendido por la amplitud y vaguedad del temario en los asuntos
que le preocupaban, escribió a Morla Vicuña, el 1 de octubre. Le expresó que las naciones
americanas, casi sin excepción, tenían entre sí “cuestiones de límites o de otra naturaleza,
cuyos medios de arreglo no podrían ser discutidos ni directa ni indirectamente en una
asamblea como la de que se trata, sin menoscabo de la integridad perfecta de su soberanía”.
El arbitraje internacional es una bella aspiración —dice el Ministro— pero :
“dado el estado actual de las relaciones internacionales en el mundo entero, la idea de llegar
al arbitraje universal, absoluto, sin restricciones, parece una simple utopía, destinada a
discutirse en las academias, pero prematura aún y a veces inoportuna en los Congresos
internacionales, mucho más si llegara a pretenderse, como sucedió en la Conferencia de
Washington, adoptar resoluciones de carácter retroactivo, lo que llega a ser de todo punto
inadmisible y hasta irritante”869.
A estas alturas, México —como país sede— invitó oficialmente a Chile para que
concurriese a la reunión, que tendría lugar en la capital azteca, en el mes de octubre de
1901. En abril del mismo año, Morla Vicuña comunicó las observaciones de Chile al
programa, tanto a la Secretaría de Estado de Washington como al Comité Ejecutivo de la
Unión.
“El Gobierno de Chile declara expresamente —según la nota de Morla al Director de la
Unión— que después de ver cómo se hayan recibido sus indicaciones sobre el proyecto de
programa, podrá dar una respuesta definitiva a la invitación a la segunda Conferencia
americana que se le ha dirigido”870.
El 6 de mayo de 1901 el comité ejecutivo prestó su aprobación unánime a la solicitud

868
114 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Págs. 373.
869
115 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Págs. 374 a 375.
870
116 Jaime Eyzaguirre, op. cit. Pág. 374.
chilena871. En lo que atañe al primer punto, se acordó que no hubo ninguno que suscitase
discusiones enojosas en la conferencia anterior, a excepción del arbitraje internacional, que
pertenece al segundo tema; con relación a este, se dejó constancia de que el arbitraje era
prospectivo, o sea, para el futuro y “para las diferencias que surjan entre las Repúblicas
americanas en una fecha posterior al canje de las ratificaciones del tratado de arbitraje que
la Conferencia adopte”. Acerca de la Corte Internacional de Reclamaciones, se esclareció
que era de la misma naturaleza de las comisiones internacionales creadas por
convenciones, con jurisdicción para considerar y decidir las reclamaciones presentadas por
ciudadanos de una República en contra del gobierno de otra república por injurias a las
personas o perjuicios a su propiedad, debidos a la acción de las autoridades civiles o
militares del gobierno demandado.
El sucesor de Errázuriz Urmeneta, Luis Martiniano Rodríguez, comunicó a Morla Vicuña que
aceptaba el programa. En cambio, los ministros de Perú y Bolivia protestaron y
amenazaron con retirarse del Congreso, junto con el de Argentina.
Empero, los problemas continuaban. El embajador de Estados Unidos en México transmitió
el texto de este acuerdo al gobierno de ese país, a fin de que lo enviase a las demás
naciones americanas. México expresó que no podía circularlo, porque ya les había remitido
el programa junto con la invitación, y como invitante no le estaba permitido mezclarse en
problemas surgidos a raíz de la interpretación de él. Es evidente que aquella Cancillería
estaba en conocimiento de que Argentina solo concurriría si ella se inhibiera de comunicar
la declaración citada.
El recién acreditado ministro de Chile en México, Emilio Bello Codesido, debió emplearse
para subsanar esta nueva dificultad. En efecto, logró que el ministro de Relaciones
Exteriores mexicano comunicara al embajador de Estados Unidos que no se oponía a que
este último lo hiciera, como nacido de un acuerdo del comité ejecutivo. Cumplido este
requisito, Bello Codesido se dirigió por nota del 27 de septiembre a la Cancillería mexicana,
a fin de hacerle saber que su gobierno asistiría al Congreso y que lo representarían
Augusto Matte, Alberto Blest Gana, Joaquín Walker y el propio Bello.
La delegación peruana estuvo compuesta por Isaac Alzamora, vice-Presidente de la
República; Federico Elmore, ministro de la Corte Suprema y ex ministro de relaciones
exteriores, y Manuel Álvarez Calderón.
La conferencia, no obstante los logros anteriores, fue escenario de numerosas discusiones
en torno al arbitraje. Por un lado estaban Argentina, Bolivia y Perú, en favor del arbitraje
obligatorio retroactivo y lo más amplio posible. Les acompañaban Paraguay y Uruguay, así
como Guatemala y Santo Domingo, que tenían conflictos con México y Haití. Por el otro,
Chile y Ecuador instaban a que la conferencia se adhiriese a la Convención sobre Arbitraje
[facultativo] de La Haya (1899). México y Estados Unidos compartían una posición parecida
a la chilena, pero estaban presionados por hallar una fórmula intermedia que salvase el
Congreso. Los demás miembros giraban alrededor de estas dos posiciones 872.

871
117 Argentina cesó de pertenecer al Comité Ejecutivo desde el 1º de enero de 1901. Por turno le correspondió a Ecuador
sucederlo.
872
118 Gonzalo Vial, op. cit. Pág. Vol. II. Pág. 348.
En definitiva, en esta reunión no se aprobó ni se recomendó el sistema de arbitraje
obligatorio, y sí —unánimemente— el voluntario sugerido en La Haya.
Mas este resultado demostró lo difícil de la posición internacional de La Moneda, a causa
de las cuestiones que la agitaban. Dos por lo menos se resolverían próximamente: con
Argentina, en 1902, y con Bolivia, en 1904.
Las cautivas deberían esperar casi treinta años más para que se les encontrase una
solución.
Al comentar el resultado del Congreso de México, la diplomacia chilena —asevera el
historiador peruano Jorge Basadre— se debió considerar victoriosa: habría impedido la
aprobación del arbitraje obligatorio. Además, Estados Unidos solo mediaría, en la cuestión
de Tacna y Arica, a petición de las dos partes, lo que en buen castellano significaba que no
intervendría873.
El secretario de la legación chilena en Lima apreció el desencanto que produjo tal
resultado en esa capital. Después de tanto esfuerzo y dinero gastado, se consideró que no
se obtuvo ningún beneficio. Piérola, en conversación con Javier Vial Solar, le expresó que la
política del gobierno fue “absurda y hasta ridícula”. El Presidente Romaña le había
solicitado que asistiera a la reunión, pero se negó porque creía que a Perú no le convenía
sostener el principio del arbitraje obligatorio 874.

CAPÍTULO VI
PERÚ RESTABLECE SU LEGACIÓN EN CHILE
1. CHILE Y PERÚ EN EL CAMBIO DE SIGLO
2. LA MISIÓN DIPLOMÁTICA CHILENA EN LIMA
3. EL MENSAJE PRESIDENCIAL ALUDE EXPLÍCITAMENTE A LA CUESTIÓN DE TACNA Y ARICA
4. EL TRATADO DE PAZ Y AMISTAD DE 1904
5. PERÚ RESTABLECE SU LEGACIÓN EN CHILE
6. MEMORÁNDUM DE LAS CONVERSACIONES HUNEEUS-ÁLVAREZ CALDERÓN
7. MEMORÁNDUM DE LAS CONVERSACIONES OFICIOSAS ENTRE MARCIAL MARTÍNEZ Y MANUEL ÁLVAREZ CALDERÓN
8. LA MISIÓN DE J. RAFAEL BALMACEDA
9. GUILLERMO A. SEOANE ES DESIGNADO MINISTRO EN CHILE
10. CHILE INFORMA A LOS GOBIERNOS EXTRANJEROS ACERCA DE SU VOLUNTAD DE CUMPLIR EL TRATADO DE PAZ Y AMISTAD DE 1883
11. JOSÉ MIGUEL ECHENIQUE ASUME COMO MINISTRO CHILENO EN LIMA
12. EL ASUNTO “DE LA CORONA”
13. EL ASUNTO DEL “ESCUDO” Y EL INCIDENTE DE LA BANDERA

1. CHILE Y PERÚ EN EL CAMBIO DE SIGLO


La Guerra del Pacífico modificó radicalmente la situación de Chile, a consecuencia de la
total incorporación del salitre al solar patrio y el incremento de la producción de cobre.
Asimismo, el ejemplo de valor y organización que la república demostró al derrotar a dos
adversarios más extensos y poblados, aumentó la confianza de los chilenos en sus propias
capacidades, a la par que sorprendió al mundo internacional. Tras haber sido una apartada
873
119 Jorge Basadre, op. cit. Vol. VIII. Pág. 245.
874
120 MINREL LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1900-1903. Oficio Nº10, Lima, 28-2-1902, de Víctor Vidaurre-Leal,
Secretario de la Legación de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
capitanía del imperio español y luego una república frugal, Chile había pasado a consolidar
una posición relevante en el Pacífico sur.
La marina mercante chilena absorbió una porción considerable del comercio regional.
Detrás de ella, existía una escuadra que demostró su eficacia durante el conflicto del ’79.
En 1885, a nivel latinoamericano, la marina de guerra brasileña ocupaba el primer lugar y la
chilena el segundo. Por otra parte, el ejército en 1884 ascendía a 12.410 hombres. Y la
población se estimaba en 2.527.320 personas, más o menos equivalente a la peruana,
mientras la de Argentina alcanzaba solo a 2.880.111. En el Plata, el aluvión inmigratorio
recién comenzaba 875 .
El comercio exterior aventajaba al de cualquiera de sus vecinos, y su balanza comercial se
presentaba muy favorable. Chile vendía a Alemania por valor de 25.428.170 pesos, en tanto
que Argentina por 16.891.175. A continuación de Estados Unidos y las Indias Orientales,
Chile comerciaba por el puerto de Hamburgo más que ninguna otra potencia 876 .
En 1891, La Moneda ampliaba sus misiones diplomáticas. Pasó a tener 23 funcionarios y
cinco adictos militares, más 184 consulados honorarios y 24 rentados. Estas cifras se
incrementarían en 1900: 69 funcionarios diplomáticos, 14 adictos militares y una misión de
adquisiciones; 38 cónsules rentados y 206 honorarios. Un autor peruano comenta
irónicamente: “las exportaciones de salitre habían financiado toda esta realidad” 877, si bien
ignoraba que antes de la guerra Chile poseía también otras riquezas, como señalamos en
el primer capítulo.
Este cuadro debió permitir a la república resolver sus problemas vecinales a corto plazo,
esto es, la liquidación de la Guerra del Pacífico y la delimitación fronteriza con la República
Argentina.
Pero, en el primer caso, el artículo 3° del Tratado de Ancón dejó sujeta la nacionalidad
definitiva de Tacna y Arica a una consulta popular. El Presidente Santa María —como
sabemos— postergó la negociación del protocolo que normaría el plebiscito contemplado
en dicha estipulación. Acaso convenido en 1883, al unísono con el Tratado, tal vez nos
hubiese asegurado el dominio definitivo de esos territorios. Pero, ante una consulta que
solo favoreciese abiertamente a una de las partes, Perú no la habría tolerado y sus
resultados no habrían creado un clima de paz. La postergación de este instrumento y de
aquella consulta engendró un pleito que se prolongó por cerca de cuatro décadas. La
“política boliviana” de Santa María, que marcó el inicio de estos problemas, finalmente no
prosperó.
Así se entregó a la República Argentina la capacidad de influir en nuestra cuestión
limítrofe, alentando a Perú y Bolivia en sus aspiraciones, y con ello se nos produjo la
sensación de acorralamiento, después de alcanzar la victoria. Sin duda, hoy parece más
sabio el consejo de Jovino Novoa de establecer el límite norte en la quebrada de
Camarones y dejar Tacna y Arica en poder de Perú 878 . Bolivia habría podido acceder al
875
1 Robert N. Burr: “By reason or force”. University of California Press. Berkeley and Los Angeles. 1965. Pág. 286.
876
2 Mario Barros: “Historia diplomática de Chile. 1541-1938”. Ediciones Ariel. Barcelona. 1970. Pág. 515.
877
3 Juan Miguel Bákula: “La política internacional entre el Perú y Colombia”. Editorial Temis S.A. Bogotá. 1988. Pág. 175.
878
4 Gonzalo Bulnes: “Guerra del Pacífico”. Editorial del Pacífico. Santiago. 1955. Vol. III. Pág.118.
Océano Pacífico por un corredor que desembocase en el puerto de Pisagua.
En los últimos años del siglo XIX, Santiago y Buenos Aires vivieron, en consecuencia, una
dispendiosa y a la postre innecesaria paz armada. Varias veces estuvieron al borde de la
guerra. La constitución del arbitraje británico, en 1898, permitió resolver casi en su
integridad el problema de la frontera entre las dos naciones. Luego, los intereses
económicos y comerciales del Reino Unido, tanto en Chile como en el Plata, contribuyeron
decisivamente a que se firmaran los llamados pactos de mayo, suscritos el 28 del mismo
mes en 1902, que suministraron a las partes más de medio siglo de tranquilidad y
diluyeron paulatinamente el aislamiento chileno, antes aludido.
Como resultado de este clima de distensión, La Moneda logró finalmente suscribir el
Tratado de Paz y Amistad con Bolivia, en 1904. Conforme a este instrumento, quedaron
reconocidos “del dominio absoluto y perpetuo de Chile los territorios ocupados por este
en virtud del artículo 2º del Pacto de Tregua, de 4 de abril de 1884”. Así fue sepultada por
algunos lustros, por lo menos, la aspiración boliviana de un puerto propio en el Pacífico, a
cambio de valiosas concesiones que otorgó Chile al país del altiplano.
El litigio relativo a las cautivas siguió pendiente, sin embargo. Nunca antes y después, se
encontró Perú tan cerca de lograr su objetivo como al suscribir el antes mencionado
Protocolo Billinghurst-Latorre. Estimamos que el plebiscito podría haberlo ganado,
especialmente por la forma en que quedó consignado en este documento. Mas nos parece
que al buscar la República Argentina una inteligencia con Chile —como lo demuestra la
reunión de los Presidentes Roca y Errázuriz, en el estrecho de Magallanesese
entendimiento alentó su rechazo en la Cámara de Diputados.
Un vínculo impregnado de desconfianzas fue el de las relaciones con Washington. La
conducta del secretario de Estado Blaine e incluso de su predecesor, durante el conflicto
del Pacífico, dejó una huella de recelos en Chile. Aunque Frelinghuysen, su sucesor,
observó una mayor equidistancia respecto de los contendientes, las conferencias
interamericanas que se celebraron en Washington, en 1889 y 1890, también a instancias de
Blaine, revivieron tales sospechas. Subyacía el tema del arbitraje que ponía en jaque
nuestra política acerca de Tacna y Arica. Afortunadamente, no se adoptaron acuerdos que
nos perjudicaran.
Una disputa en suburbios de Valparaíso, el 16 de octubre de 1891, entre chilenos y
marineros del Baltimore, nave de guerra estadounidense, afectó de nuevo las relaciones
con la nación del norte 879 . Más allá de una riña que es frecuente en los puertos, existía una
atmósfera de desconfianza de parte del gobierno surgido en Chile después de la
revolución de 1891, en contra del ministro de los Estados Unidos, Patrick Egan, a quien se
consideraba balmacedista y contrario a la administración del almirante Montt 880 . La prensa
chilena, irritada, dio al asunto un carácter mayor del que merecía, y la estadounidense
presentó a Chile como una república poco seria. Estos hechos acrecentaron el sentimiento
anti yanqui existente, y permitió que personalidades como Gonzalo Bulnes expresaran:

879
5 José Miguel Barros: Apuntes para la historia diplomática de Chile. El caso del Baltimore. Imprenta Escuela de Derecho de
la Universidad de Chile. Santiago. 1910.
880
6 Frederick B. Pike: “Chile and the United States. 1880-1962”. University of Notre Dame Press. Indiana. 1963. Pág. 67.
“Ahora que Chile ha escapado de la intervención de los Estados Unidos gracias a la política
de conciliación, debe edificar su futuro vigor fortaleciendo sus lazos con Europa” 881.
Felizmente, la posición de Washington en la reunión interamericana de México, de 1901,
en cuanto al arbitraje obligatorio, fue más comprensiva del punto de vista de Chile. En la
cuestión del norte, el Departamento de Estado declaró asimismo que la mediación
estadounidense se ofrecería solo a solicitud de las dos partes, esto es, de Chile y Perú, lo
que en el hecho concedía a Santiago un derecho de veto.
No obstante que despejábamos nuestros quebrantos internacionales, en 1900 empezó a
penetrar en Chile la idea de que la nación perdía el rumbo.
¿De quien es la culpa? se preguntaba el diputado Julio Zegers. Sin embargo, la más
importante voz de alerta la dio el líder radical Enrique Mac Iver, en su histórico Discurso
sobre la crisis moral de la república. “Estamos más ricos que en el pasado —exclamaba—
¿pero estamos progresando?” Su respuesta era un rotundo no. El origen lo descubría en la
pérdida de la iniciativa y en la decadencia moral que cruzaba todos los estamentos de la
sociedad. Una elite trabajadora y austera empezaba a ser remplazada por una clase
glotona y sin visión del porvenir, a juicio de Luis Orrego Luco, el autor de Casa Grande 882 .
En el trasfondo, la riqueza abundante que produjo el salitre enervaba el espíritu de
empresa y alentaba el de disipación. Tal vez se cumplía el vaticinio del negociador
peruano, José Antonio de Lavalle, al anunciar que esta nueva afluencia de riqueza nos
traería los mismos problemas que el guano a Perú.
La apreciación anterior estaría incompleta si no mencionásemos la permanente
inestabilidad que creaba en Chile el mal llamado régimen parlamentario, que privaba de
solidez al poder ejecutivo, sometido a las veleidades de los partidos y de los caciques
políticos.
Después de la guerra, por una parte, la situación peruana no podía ser peor. A todas luces,
la derrota postró hasta lo indecible al antiguo virreinato.
Basadre habló de un Perú yacente. En el campo político, surge el segundo militarismo
acompañado de un caos institucional y económico. La miseria pública y privada fue
notoria. Hasta las familias más encumbradas solían pasar hambre. Solo quedaron cuatro
millonarios: Sevilla, Candamo, Oyagüe y Barreda 883 .
Con la llegada de Piérola, en 1895, se inicia el período denominado “la república
aristocrática”. La nación consigue ordenarse. Gracias a sus grandes riquezas naturales, las
finanzas del Estado y de los particulares empiezan a florecer. Cuantiosas inversiones
yanquis en Cerro de Pasco inducen a pensar a nuestro ex-ministro en Buenos Aires, Carlos
Concha Subercaseaux, de paso en Lima, que Perú prospera velozmente y con ello se
acrecienta el interés de Estados Unidos por esta república 884 . En cambio, Agustín Edwards
881
7 Frederick B. Pike, op. cit. Pág. 85.
882
8 Frederick B. Pike, op. cit. Pág. 97. Cita a Luis Orrego Luco y a Julio Valdés Cange,
883
9 Jorge Basadre: “Historia de la República del Perú. 1822-1933”. Séptima Edición. Editorial Universitaria. Lima. 1983. Vol.
VII. Pág. 20.
884
10 A.N. Archivo del Presidente Germán Riesco. Carta, a bordo del Palena, antes de llegar a Panamá, 16-1-1904, de Carlos
Concha Subercaseaux a Germán Riesco, Presidente de la República.
sostiene que la riqueza nacional procede de su rica agricultura y que la única inversión
estadounidense es la ya citada 885 .
Mas, en el escenario internacional, a la llegada del cambio de siglo, Perú enfrenta
importantes controversias con sus vecinos —Bolivia, Brasil, Colombia y Ecuador— que se
entremezclan con el tema candente de las cautivas, que entraban su diplomacia.
Durante una parte considerable del siglo XIX, entre Lima y La Paz hubo encuentros y
desencuentros. Gracias al instrumento firmado el 30 de diciembre de 1902, Perú y Bolivia
sometieron sus litigios territoriales al arbitraje del Presidente argentino. Esta controversia
motivó un enjundioso alegato histórico. El Presidente José Figueroa Alcorta dictó su
sentencia en 1909.
Bolivia protestó por el fallo, pero tras diversas y enconadas gestiones, la cuestión quedó
resuelta y normalizada la relación con el Alto Perú.
El conflicto peruano-brasileño radicó sobre los afluentes septentrionales y meridionales del
río Amazonas, en su parte territorial. Empero, en cuanto al río, la discusión versó sobre su
libre navegación, que fue establecida a fines del siglo XIX. La materia quedó finalmente
normada por el tratado de Petrópolis, que en 1909 solucionó igualmente las cuestiones
territoriales en los afluentes 886 .
Un factor preponderante en las relaciones peruano-colombianas dimana de la obra del
Libertador Bolívar, quien quiso organizar bajo su cetro las llamadas repúblicas
“bolivarianas” y —según Ulloa Cisneros— “gobernar indefinidamente al Perú en la forma
monárquica de la Constitución Vitalicia” 887.
Podríamos también agregar a Charcas, que fue liberada por el mariscal Sucre,
lugarteniente del gran venezolano. Este y otros autores del mismo origen le atribuyen al
Libertador intenciones de desmembrar el antiguo virreinato, en beneficio de la Gran
Colombia.
Después del paso de Bolívar, la pugna entre Lima y Bogotá se concentró en la hoya
amazónica. En virtud del tratado de 1922, esta última obtuvo una ribera en el inmenso río,
conocida con el nombre del Trapecio Amazónico, lo que constituyó un triunfo para la
diplomacia colombiana 888 .
El pleito limítrofe entre Perú y Colombia —enseguida que Ecuador se constituyó en Estado
soberano en 1830— derivó en un conflicto militar con esta última nación en 1941. Sin
duda, fue el problema más grave que enfrentó el palacio de Pizarro, después de la
contienda de 1879 y sus secuelas.
En todo caso, a comienzos del siglo XX, en su propósito de resolver favorablemente el
destino último de Tacna y Arica, Chile asignó un lugar de preeminencia a sus misiones en

885
11 A.N. Archivo del Presidente Germán Riesco. Carta a bordo del Palena, 6-3-1904, de Agustín Edwards a Germán Riesco,
Presidente de la República.
886
12 Alberto Ulloa Sotomayor: “Para la historia internacional y diplomática del Perú. Chile”. Editorial Atlántida. Lima. 1987.
Págs. 29 y 30.
887
13 Alberto Ulloa Sotomayor, op. cit. Pág. 24.
888
14 Alberto Ulloa Sotomayor, op. cit. Pág. 25.
Bogotá y Quito 889 , y por cierto en Río de Janeiro. A juicio de Vicente Santa Cruz, ex-
ministro en Lima, al que se consideraba como un “florentino de buena escuela”, la cuestión
peruana solo se arreglará por medio de “cuñas”. Llamó así a las disidencias de Lima con
sus otros vecinos, en donde La Moneda podría encontrar apoyo 890 . En cambio, Buenos
Aires fue la “cuña” de que se valieron las diplomacias de Lima y Sucre. Las diferencias
peruano-ecuatorianas y el aprovechamiento del Amazonas, pasaban por Bogotá 891 .
Con motivo de la importancia que en el Mapocho se dio a esta capital, se designó a
Francisco J. Herboso, en calidad de plenipotenciario en Colombia.
El ministro de relaciones exteriores, Emilio Bello Codesido, le envió las correspondientes
instrucciones, el 14 de febrero de 1901 892 .
En esos momentos, la preocupación de la Cancillería estaba centrada en la antes aludida
segunda Conferencia Interamericana. Existía el temor-como anotábamos— de que se
aprobase el arbitraje con carácter retroactivo y amplio, con la intención de incluir las
materias pendientes con Perú y aun con Bolivia. La ausencia de un agente diplomático en
Colombia dejaba el camino libre a nuestro vecino del norte para defender su posición, sin
el contrapeso chileno.
El nuevo ministro presentó sus credenciales a fines de 1901. Al poco tiempo de llegar, el 29
de septiembre suscribió un acta con el canciller de esa república, Miguel Abadía Méndez.
Según la historiografía peruana, su importancia radicaba en que tornaba todavía más
difíciles las relaciones del palacio de Pizarro con Quito. La firma de este documento —
según la lectura que se hacía de él en Lima— correspondía a una acción chilena para poner
tropiezos a Perú y enfriar las buenas relaciones que tenía con Colombia, en ese momento.
Herboso debería conseguir el voto colombiano en México, así como negociaría diversos
acuerdos. Igualmente, recibió instrucciones verbales del Presidente de la República para
ofrecer en venta a esa nación un crucero chileno de segunda clase, como el Presidente
Pinto o el Presidente Errázuriz 893 .
Al llegar a Bogotá, el plenipotenciario observó que se discutía una proposición de alianza
colombo-peruana, que se empeñó exitosamente en frustrar. Firmó con el secretario de
Estado, Abadía Méndez, en la fecha ya señalada, la referida acta con carácter secreto. Los
dos Estados concertarían tratados de amistad, comercio y navegación, extradición, ejercicio
de profesiones liberales y canje de publicaciones. El primero, que es el importante,
estipularía la íntima y perpetua unión de las dos repúblicas, así como la neutralidad
colombiana en los conflictos internos de Ecuador, a fin de que este último pudiese dar
concreción práctica a la simpatía que siempre había manifestado a Chile. Para ello deberían

889
15 MINREL. Oficio confidencial (circular) N°3, Santiago, 25-4-1902, de Eliodoro Yáñez, Ministro de RR.EE. de Chile a las
Legaciones de Chile en el exterior.
890
16 MINREL. F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. 1907-1908. Memorándum sobre la intervención
que debe pedirse a Bolivia y a Ecuador para llegar a solución con Perú. Abril de 1908.
891
17 Juan Miguel Bákula, op. cit. Pág. 192.
892
18 Archivo del Académico José Miguel Barros. Oficio, Valparaíso, 14-2-1901, de Emilio Bello Codesido, Ministro de
RR.EE., a Francisco J. Herboso, designado Ministro de Chile en Colombia.
893
19 Archivo del Académico José Miguel Barros. Oficio Nº61, Bogotá, 2-10-1901, de Francisco J. Herboso, Ministro de Chile
en Colombia, al Ministro de RR.EE. de Chile.
permanecer —Colombia y Ecuadorrecíprocamente neutrales en sus propias dificultades
con terceros Estados o en sus querellas internas. En su calidad de amigo común, Chile
prestaría su apoyo a fin de que superasen tales diferencias 894 . Se dispuso de que fuese
aprobado primero por Ecuador y luego sometido a la ratificación chilena 895 .
Posteriormente, Herboso y Abadía Méndez firmaron el 17 y 18 de enero de 1902, los
protocolos y acuerdos a que se refería el acta de 29 de septiembre.
El 22 de octubre de 1901 abrió sus sesiones la Conferencia de México, antes estudiada.
Como resultado de las gestiones de Herboso, Chile contó, efectivamente, con el voto
colombiano en la capital azteca.
Alberto Ulloa Cisneros, colega peruano de Herboso, habría descubierto estos protocolos.
Conforme a historiadores de esa nacionalidad, Lima restó importancia al asunto y censuró
a su agente. Ulloa renunció y se marchó a Europa. En el periódico inglés The Sun consiguió
que viesen la luz. “Al producirse esta publicidad, —dice el historiador Basadre— la
negociación quedó frustrada”. Según Herboso, en cambio, Ulloa presentó su carta de retiro
al conocer que Colombia favorecería con su voto a Chile en México. Su posición —expresó
Ulloa al Canciller de aquella nación— se tornaba “ridícula”, puesto que había comunicado a
Lima que podría contar con el apoyo de Colombia 896 .
El embajador Juan Miguel Bákula, acucioso historiador, reproduce textualmente dichos
instrumentos 897 .
2. LA MISIÓN DIPLOMÁTICA CHILENA EN LIMA
Al regreso de Ángel Custodio Vicuña a Santiago, que resultó ser definitivo, como hemos
dicho, la legación quedó confiada al joven diplomático Víctor Vidaurre-Leal. A través de
Vial Solar, recibió órdenes de sondear qué ambiente existiría para acreditar como ministro
plenipotenciario a Beltrán Mathieu. Se encontró con Vial en Iquique, quien le manifestó
que la situación era muy mala para los chilenos y que Perú quería que las relaciones
continuasen interrumpidas. Lo mejor sería que Vidaurre permaneciese en Iquique, sobre
todo si no iba premunido de una adecuada acreditación 898 .
Vidaurre resolvió, en cambio, que su deber le imponía seguir a El Callao, en el próximo
barco. En Lima se encontró con el segundo secretario, Francisco Donoso Carvallo. Recién
instalado en la ciudad de los reyes, los periódicos dieron la noticia de que pasaría Beltrán
Mathieu, en viaje al sur. La cortesía peruana dispuso que un edecán del ministerio de
relaciones exteriores le recibiese a bordo, y el Canciller devolvió personalmente la visita
que este agente le hizo en el Ministerio. Mathieu se confundió con ese gesto de
894
20 Archivo del Académico José Miguel Barros. Oficio N°61, Bogotá, 2-10-1901, de Francisco J. Herboso, Ministro de Chile
en Colombia.
895
21 A.N. Cablegrama Nº2, Bogotá, 25-2-1902, de Francisco J. Herboso, Ministro de Chile en Colombia, al Ministro de
RR.EE. de Chile.
896
22 Archivo del Académico José Miguel Barros. Oficio Nº86, Bogotá, 3-XI-1901, de Francisco J. Herboso, Ministro de Chile
en Colombia, al Ministro de RR.EE. de Chile.
897
23 Juan Miguel Bákula, op. cit. Págs. 203 a 298. Sin embargo, en la Cancillería chilena no se registran antecedentes al
respecto ni que tales instrumentos hayan sido firmados. El Académico José Miguel Barros conoció sus originales gracias a
la familia del funcionario diplomático chileno, Álvaro Droguett del Fierro.
898
24 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1900-1903. Oficio Nº10, Lima, 23-7-1901, de Víctor Vidaurre-Leal, Primer
Secretario de la Legación de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
amabilidad y pensó que existiría ambiente para que presentara sus credenciales.
Podría entonces dejar a su familia en Lima mientras él viajaba a su patria.
Mas desde Santiago le instruyeron que todo el grupo continuase a Valparaíso.
En vista de que este plenipotenciario figuró después como candidato a ministro en
Uruguay, Vidaurre consultó a Santiago si él se podría presentar oficialmente, aunque el
Rímac no tenía representación en Santiago.
Premunido de la autorización pertinente, el 7 de abril de 1902 el primer secretario visitó al
ministro de relaciones exteriores 899 . La entrevista fue cordial, pero no se tocó ningún
punto de carácter político. Vidaurre —que ya demostraba habilidad— le manifestó al
Ministro Chacaltana que le agradaría saludar al Presidente Romaña.
Pocos días más tarde, Romaña recibió al diplomático chileno. Tampoco hablaron de temas
contingentes. Al saber que el secretario estaba acompañado de su esposa, el Presidente le
invitó a que estableciera relaciones de amistad con su familia, compuesta de “personas
ajenas al boato y estiramiento de la etiqueta oficial” 900. Vidaurre —juzgando por la
fisonomía e inflexión de la voz de Romaña— se formó la opinión de que el gobernante era
un individuo apacible, inseguro de sí mismo y tal vez, por consiguiente, manejable.
Basadre lo describe también como un hombre “tranquilo, sin pretensiones” y “dueño de
una cultura exenta de alardes públicos” 901aunque, en otros capítulos de su inmensa obra
relativos al affaire Vicuña, lo define como “cazurro”.
3. EL MENSAJE PRESIDENCIAL PERUANO ALUDE EXPLÍCITAMENTE A LA CUESTIÓN
DE TACNA Y ARICA
El 28 de julio de 1902 —en el mensaje que tradicionalmente dirige el jefe del Estado al
Congreso Nacional— Romaña solicita a Chile que exprese las bases —no formuladas hasta
entonces— sobre las cuales piensa que se debe resolver dicha cuestión. “El Perú —agrega
— solo ha rehusado y rehusará siempre suscribir voluntariamente su propia
desmembración”. No tomará nuevas iniciativas —dice— si no adquiere la convicción de
que se puede lograr una solución satisfactoria y equitativa para ambos Estados, “sin
detrimento de la dignidad de ninguno de ellos” 902.
Poco perspicaz, el Presidente del Congreso peruano, en su respuesta al Presidente, alude a
los recientes pactos de mayo, entre Chile y Argentina, y espera con optimismo que
ayudarán a estimular a La Moneda para que alcance también una solución justa “para las
cuestiones pendientes sobre nuestra provincias de Tacna y Arica”, de acuerdo con el
Tratado de Paz y Amistad de 1883.
4. EL TRATADO DE PAZ Y AMISTAD DE 1904

899
25 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1900-1903. Oficio Nº14, Lima, 7-4-1902, de Víctor Vidaurre-Leal, Primer
Secretario de la Legación de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
900
26 MINREL. LEGACION DE CHILE EN PERÚ. 1900-1903. Oficio Nº16, Lima, 12-4-1902, de Víctor Vidaurre-Leal, primer
secretario de la Legación de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
901
27 Jorge Basadre: op. cit. Séptima edición. Vol. VIII. Pág. 15.
902
28 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1900-1903. Telegrama Nº19, Lima, 29-7-1902, de Víctor Vidaurre-Leal,
primer secretario de la Legación de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
En enero de ese año, Carlos Concha Subercaseaux, ex-ministro de Chile en Buenos Aires, se
detuvo en El Callao en viaje a Estados Unidos 903 .
Aunque no llevaba misión oficial, el Presidente de la República, Manuel Candamo, y el
ministro de relaciones exteriores, José Pardo y Barreda (hijo de Manuel Pardo), le enviaron
saludos con un edecán al barco.
Al bajar a tierra, Concha les visitó. Candamo le expresó que el gobierno anhelaba “con
vehemencia” resolver la cuestión de Tacna y Arica. Propuso la formación, en cada nación,
de un núcleo reducido de “hombres representativos” que afrontaran la cuestión 904 .
Concha aplaudió la idea, mas sobre la base de que no se mantuviesen en su integridad las
aspiraciones de las partes, pues en ese caso no se llegaría a acuerdo. El mandatario creía
que un tratado de Chile con Bolivia entorpecería el arreglo chileno-peruano, y antes de
firmarse sería menester solucionar la dificultad con Perú.
Concha —en carta al Presidente Germán Riesco— expresó que una transacción sería “la
salida de este barullo, ya que en veintidós años no hemos logrado echar raíces en los
territorios del norte”. Observó que Perú se reponía aceleradamente de los desastres del ’79
y que pronto alcanzaría un gran desarrollo económico.
Dos meses después, también pasó por Perú rumbo al norte el ex-ministro de relaciones
exteriores Agustín Edwards, propietario de El Mercurio.
Procedió a informar a Riesco que las autoridades peruanas estaban “deseosísimas” de
reanudar relaciones diplomáticas con Chile y deshacer el “entuerto Chacaltana”, como se
denominaba el retiro precipitado de aquel plenipotenciario y el cierre de la legación. A
cada chileno que se detenía en Lima le creían portador de una misión confidencial.
Edwards responsabilizó a Javier Vial. En sus frecuentes idas a Perú —a causa de su
matrimonio con una señora peruana—, este último habla con frecuencia de gestiones
privadas “que él no juzga oportuno iniciar”... 905.
En una entrevista de Edwards con José Pardo, en presencia de Vidaurre-Leal, el Ministro
demostró complacencia por la forma en que Chile y Argentina terminaron felizmente su
controversia, y agregó ¿por qué no aplicar este mismo criterio al tema pendiente con Perú?
El visitante —relata Vidaurre-Leal— le replicó con una frase corta, pero muy sutil: “no
puede hacerse porque el criterio a que se refiere el Canciller lo formaron antecedentes
distintos a los que obran en este caso...” 906. No obstante, Pardo propuso el arbitraje, pero
con un resultado convenido previamente (análogo a la fórmula que el Presidente Piérola
discutió con el ministro Máximo R. Lira, pero que el mandatario eludió tocar con su
sucesor, Vicente Santa Cruz). Enseguida, el Secretario de Estado consultó a Edwards si la
actual situación política en su patria sería propicia para enviar un agente confidencial. El

903
29 A.N. Archivo del Presidente Germán Riesco. Carta, a bordo del Palena, 16-1-1904, de Carlos Concha S. al Presidente
Germán Riesco.
904
30 Esta misma idea la plantearía algún tiempo después Marcial Martínez Cuadros, distinguido jurisconsulto y ex-
diplomático chileno.
905
31 A.N. Archivo del Presidente Germán Riesco. Carta, a bordo del Palena, 6-3-1904, de Agustín Edwards Mac Clure al
Presidente Germán Riesco.
906
32 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1902-1905. Oficio Nº8, Lima, 7-3-1904, de Víctor Vidaurre-Leal, Primer
Secretario de la Legación de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
viajero le pidió paciencia hasta que hubiese mayor estabilidad ministerial.
Javier Prado Ugarteche, presente durante el diálogo anterior, conversó después con
Edwards y le manifestó que Pardo entendía que para llegar a un resultado Perú tenía que
“hacer algún sacrificio”, así como también Chile.
Edwards comprobó, al igual que Carlos Concha, el rápido progreso de esa república, que
contrastaba con la “triste decadencia” de Chile.
Después de estas conversaciones, Javier Prado, recién designado ministro en Argentina,
pasó por Santiago, en agosto de 1904. Llevaba la misión de impedir los arreglos chileno-
bolivianos, en proceso de negociación, a fin de que se finiquitasen después que el palacio
de Pizarro acreditase un agente diplomático ante La Moneda, que consiguiese plantear sus
puntos de vista respecto de ellos. El Canciller Emilio Bello Codesido, en conocimiento de
tales propósitos, resolvió concederle solo una entrevista privada, en su domicilio particular,
pues si lo recibía oficialmente se convertiría en el nuevo plenipotenciario del Rímac en
Chile 907 .
En esa conversación, el agente abordó el anhelo de su gobierno de resolver prontamente
el problema de Tacna y Arica, a través de una fórmula pragmática que eludiera las
“prevenciones del sentimiento nacional del Perú”.
Bello no escuchó el “canto de sirena” y le replicó con tacto, pero con firmeza, que el
momento era inapropiado, pues se finalizaban los acuerdos con Bolivia y no se quería
perturbarlos. Sin embargo, cuando estos se materializaran, su gobierno tendría el mayor
interés en aceptar su invitación.
Enseguida Prado se refirió a la construcción del ferrocarril de Arica a La Paz, contemplada
en el futuro pacto. Esta vía férrea —a juicio del plenipotenciario— no debía partir de Arica,
“sino de un punto indeterminado de la costa”... 908¿Estaría pensando en los arenales que
circundan a la caleta Vítor?
El secretario de Estado replicó que no estaba en su mano acceder, porque esa era una
“exigencia primordial de Bolivia, desde que la construcción del ferrocarril reemplazaba su
antigua exigencia de un puerto en el Pacífico”
909
, que debía ser Arica, el mismo que utilizó por siglos la audiencia de Charcas.
El diplomático declaró a Bello que si el gobierno le daba la oportunidad de expresar
oficialmente la posición peruana, presentaría de inmediato sus credenciales como ministro
en Chile. Bello le retrucó que tan pronto se suscribiera el Tratado, le recibirá en tal calidad.
Visto lo cual, el visitante prestamente se dirigió a la república trasandina.
En una carta de Bello al plenipotenciario chileno en Buenos Aires, el Secretario de Estado le
expresa la preocupación de que Perú pretenda radicar allí esta cuestión, a fin de buscar el
amparo rioplatense. Instruye a J. Francisco Vergara Donoso para que transmita, según el
espíritu de los pactos de mayo y las declaraciones que los complementan, su confianza de

907
33 Emilio Bello Codesido: “Anotaciones para la historia de las negociaciones diplomáticas con el Perú y Bolivia. 1900-
1904”. Imprenta La Ilustración. Santiago. 1919. Págs. 197 y siguientes.
908
34 Emilio Bello Codesido: op. cit. Pág. 199.
909
35 Emilio Bello Codesido: op. cit. Pág. 199.
que Argentina se abstendrá “en absoluto” de toda intervención, directa o indirecta, en esta
materia 910 .
Desde algún tiempo atrás, nuestra Cancillería tenía conocimiento de que los
representantes argentinos en Lima captaban la frialdad con que los peruanos acogían los
entendimientos del 28 de mayo. Mientras el año anterior, la prensa —con evidente
exageración— calculó en diez mil las personas que pasaron a presentar sus homenajes al
ministro Arroyo, con ocasión del día nacional, esta vez concurrieron poquísimas. Para
calmar los ánimos, un secretario de la legación explicó que su patria quiso afianzar con La
Moneda la institución del arbitraje y obligar a Chile a entregar el asunto pendiente a una
fórmula similar 911 . Un arbitrio poco convincente, mas los diplomáticos tienen a veces que
echar mano a estos recursos.
Por encargo de su gobierno, el agente peruano en Argentina solicitó a la Cancillería
bonaerense que aclarara el sentido de unas declaraciones que el ministro de relaciones
exteriores hizo ante la comisión diplomática del Senado.
Al parecer, este alto funcionario le confirmó en su respuesta que su gobierno conservaba
su libertad de acción en los asuntos del Pacífico, conforme sus propios intereses, las
conveniencias del continente sudamericano y las manifestaciones de la opinión pública en
su patria. Estas palabras debieron tranquilizar a sus destinatarios, pues el Ministro
Chacaltana asistió al banquete que Arroyo ofreció para celebrar los pactos de mayo 912 . Aun
así, el interés argentino respecto de las cautivas se atenuaría con el tiempo.
En Chile, ya existían antecedentes de que Tacna y Arica decaían comercialmente porque
Perú daba a Bolivia toda clase de facilidades a través de Mollendo, no obstante las
dificultades de carácter geográfico que planteaba esa ruta. Al establecerse una
comunicación ferroviaria a través de Arica, mucho más expedita, todo el comercio del
norte y del centro de dicha república se efectuaría por este puerto, mientras el del sur ya
utilizaba Antofagasta, o sea, Chile pasaba a ser la principal vía —si no la única— del
comercio del altiplano.
El 20 de octubre de 1904, finalmente se suscribió en Santiago el Tratado chileno-boliviano
de Paz y Amistad, que puso término jurídicamente al conflicto armado de 1879. Junto con
él se firmaron sendos protocolos, uno aclaratorio y el otro confidencial. En el segundo, se
acordó que Bolivia apoyara a Chile en su propósito de lograr el dominio definitivo de las
cautivas.
Uno de los efectos prácticos sería que los nacionales de aquella república residentes en
estos departamentos votasen en favor de su incorporación a Chile, en el plebiscito previsto
en 1883.
Este instrumento confidencial se guardó celosamente en el archivo de nuestra Cancillería.
No obstante que circuló el rumor de que aquél se extravió, en 1922 Barros Borgoño
910
36 MINREL. ALEJANDRO ALVAREZ. CUESTIÓN DE TACNA Y ARICA. TOMO 1º. 1905. Decimotercer período. Estado
actual de la cuestión.
911
37 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1900-1903. Oficio Nº26, Lima, 16-6-1902, de Víctor Vidaurre-Leal, Primer
Secretario de la Legación de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
912
38 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1900-1903. Oficio Nº33, 3-7-1902, de Víctor Vidaurre-Leal, Primer
Secretario de la Legación de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
sostuvo que no fue robado y que se conservaba en el Ministerio. Aún así, varios
documentos reservados habrían sido sustraídos en un momento de gran tensión en las
relaciones chileno-peruanas, cuando se avecinaba una nueva ruptura diplomática 913 . El
Comercio de Lima los publicó a comienzos de 1910, con el atrayente título “Secretos de la
Cancillería chilena”, causando el impacto que era previsible en Lima y Santiago 914 .
En los anexos del contra-alegato que presentó Chile al Presidente de Estados Unidos,
como Árbitro en la cuestión de Tacna y Arica, en 1924, se insertan comunicaciones que
desmentirían la veracidad de algunas de esas publicaciones de El Comercio 915 .
En el Mapocho, hubo una investigación. Las sospechas se orientaron a Gumecindo
Navarrete, secretario particular del entonces ministro de relaciones exteriores, Federico
Puga Borne. Después de un proceso, se declaró a Navarrete y a su cónyuge, Blanca Isolina
Cifuentes, inocentes del delito de traición a la patria 916 .
Según Carlos Morla Lynch, este Cacaseno le sustrajo a él el “diario” donde anotaba sus
impresiones sobre los funcionarios de la Cancillería, una costumbre que nunca abandonó.
Morla lo buscó afanosamente hasta que Navarrete se lo devolvió: “Mi retrato está igual”, le
confidenció cínicamente 917 .
Gumecindo o Gumercindo efectivamente llevaba documentos oficiales a su casa para
seguir trabajando en ellos. A su muerte, Blanca Isolina los vendió —según declaró— sin
conocer su contenido. Otra fuente explica que fueron encontrados en la habitación del
finado y que unas amigas temucanas los comerciaron 918 .
En el curso del proceso, se descubrió que existía en Chile una red de espionaje peruano
siempre lista para encontrar y adquirir esta clase de papeles. Entre los espías, figuraban el
tacneño Enrique G. Hurtado y Arias, antiguo director de El Heraldo de Valparaíso y
corresponsal de El Comercio en Santiago, y Enrique Castro Oyanguren, ex-cónsul general
peruano en Chile.
Como consecuencia de este escándalo, una vez más, se planteó la urgencia de reorganizar
la Cancillería. Agustín Edwards, ministro del ramo, introdujo todos los cambios que pudo,
de acuerdo con sus facultades, pero además envió un proyecto de ley al Congreso que era
la esencia de la reforma, pero que quedó sepultado allí.
Una vez suscrito el Tratado con Bolivia, el 20 de octubre de 1904, Prado Ugarteche —ahora
canciller del nuevo Presidente, José Pardo y Barreda— protestó mediante dos notas. Hizo
reserva, en primer lugar, de la demarcación de fronteras que en él se señalaba; y en
segundo lugar, por la construcción del ferrocarril ya mencionado. Reiteró que Chile era un

913
39 Emilio Bello Codesido: op. cit. Págs. 202 y 203. Ver Gonzalo Vial: “Historia de Chile (1891-1973)”. Editorial Santillana.
Santiago. 1983. Vol. II. Pág. 489. Ver.
914
40 Andrés Irarrázaval Gomién: “La gestión diplomática del doctor Federico Puga Borne”. Memoria de Prueba para optar al
grado de Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad de Concepción. 1999. Inédita. Pág. 76.
915
41 Anexos del Contra-Alegato de la República de Chile. Imprenta Cervantes. Santiago. 1924. Págs. 801 a 815 inclusive.
916
42 Andrés Irarrázaval Gomién: op. cit. Pág. 76.
917
43 Gonzalo Vial: op. cit. Vol. II. Pág. 489.
918
44 Gonzalo Vial: op. cit. Vol. II. Pág. 490.
mero ocupante y tenedor en Tacna y Arica; y Perú, señor y dueño 919
.
Al entregar la primera a Vidaurre-Leal, le expresó que estaba escrita en términos
mesurados y su propósito continuaba siendo el de arreglar con Chile las diferencias
subsistentes 920 .
El ministro Luis Antonio Vergara recordó en su respuesta a Prado, el 15 de marzo de 1905,
los precedentes internacionales que, en su oportunidad, inspiraron a los negociadores
chilenos respecto del sentido de la consulta popular establecida en el Tratado de 1883.
Conforme el artículo III, Vergara sostuvo que “Perú cedió a Chile la plena y absoluta
soberanía sobre esas provincias, sin limitación alguna en cuanto a su ejercicio y solo
limitada en cuanto a su duración por el evento de que un plebiscito, que debe convocarse
después de trascurridos diez años, a contar desde la ratificación de aquel Tratado, así lo
declare”.
En una nueva nota, del 5 de junio, en que contestó la última de Prado, le dice:
“Por lo demás, mi Gobierno se felicita de que el de V.E. haya aceptado la invitación que me
permití hacerle en mi indicada nota, con el fin de procurar un acuerdo basado en los
intereses y conveniencias de ambas repúblicas, e inspirado en los mismos propósitos con que
Chile ha puesto término a todas las cuestiones con los demás Estados limítrofes” 921.
De la lectura de estos conceptos nacieron dos interpretaciones: una en Chile y otra en
Perú. La primera la veremos reflejada en la nota que Puga pasó al agente peruano el 25 de
marzo de 1908. Allí propone cinco convenios que se podrían ajustar entre ambas
repúblicas. El cuarto se refiere a la cuestión de Tacna y Arica. Perú entendió, en cambio,
que la invitación era para resolver, antes que ninguna otra materia, esa cuestión. Este
desacuerdo presidirá toda la negociación. “El Perú —dice El Comercio de Lima— se halla
perfectamente dispuesto a abordar todos esos temas y cualesquiera otros en provecho
común; pero no ahora, sino cuando se cumpla el Tratado de Ancón” 922.
No obstante el equívoco, Prado Ugarteche aceptó la invitación de Vergara, por nota de 25
de abril. Ambas comunicaciones permitieron que Chile y Perú acreditaran a J. Rafael
Balmaceda en Lima y a Manuel Álvarez Calderón en Santiago.
5. PERÚ RESTABLECE SU LEGACIÓN EN CHILE
Eduardo Lembcke, encargado de negocios peruano en el Reino Unido, visitó dos veces
Santiago, al ir y regresar de Londres 923 . Dialogó con el Presidente de la República, Germán
Riesco y, en Lima, informó que el gobernante le presentó las siguientes proposiciones: 1°
que no se lleve a efecto el plebiscito; 2° que la ciudad de Tacna volverá a Perú, y el puerto
de Arica quedará definitivamente en poder de Chile; 3° que ambas naciones se
compensarán recíprocamente la suma de 10.000.000 de pesos; 4° que Chile condonará en
919
45 Memoria del Ministerio de RR.EE. de Chile. Imprenta Cervantes. Santiago. 1907. Pág. 52.
920
46 MINREL. Vidaurre Leal, Primer Secretario de la Legación de Chile, al Ministro de RR.EE. de Chile.
921
47 Memoria del Ministerio de RR.EE. de Chile. 1903-1905, Santiago, Imprenta Cervantes, 1907. Pág. 58.
922
48 MINREL. Oficio Nº58, Lima, 17-6-1908, de Julio Pérez Canto, Encargado de Negocios de Chile, al Ministro de RR.EE.
de Chile. Reproduce artículo de El Comercio , que responde a uno de El Mercurio.
923
49 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1902-1905. Oficio Nº7, Lima, 24-2-1904, de Víctor Vidaurre-Leal, Primer
Secretario de la Legación de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
favor de su vecino del norte la deuda contraída por el general Iglesias, y 5° que Chile
pagará las reclamaciones francesas en contra de Perú, en virtud de la sentencia arbitral de
Lausanne.
Según consta de una declaración del senador Luis Claro Solar, el mandatario —en tono
campechano— preguntó a Lembcke qué le parecería una solución salomónica. El peruano
le replicó: “acepto”. “¿Entonces —le expresó el Presidente— dividamos el territorio dejando
Tacna para el Perú y Arica para Chile?” “¡Ah! No —exclamó Lembcke— El niño entero para
mi país” 924. Esta fórmula trascendió en Santiago y mereció una protesta ardorosa de la
opinión pública chilena 925 .
Este presunto planteamiento fue debatido en Lima, en una reunión a la que asistieron los
miembros de la comisión de relaciones exteriores de ambas cámaras del Congreso y
algunos notables. El canciller expuso el estado de las relaciones políticas con Chile, con
motivo del rechazo del Protocolo Billinghurst-Latorre y luego del retiro de la legación en
Santiago. Enseguida, aludió al paso por Lima de personalidades del país sureño. Por
último, dio a conocer las indicaciones de Riesco a Lembcke. Todos los asistentes, incluido
el Secretario de Estado, las encontraron inaceptables.
Empero, la reapertura de las respectivas representaciones diplomáticas ya flotaba en el
ambiente, sobre todo después de la nota del Canciller Luis A.
Vergara. Conviene precisar que Chile nunca cerró oficialmente su misión en Lima, pues
Ángel Custodio Vicuña partió a Santiago por un período indeterminado, y no presentó su
carta de retiro.
El Presidente de la República, Serapio Calderón (Candamo había fallecido), en su mensaje
tradicional al Congreso, anunció que se habían dado los pasos para restablecer
simultáneamente las legaciones en Santiago y Lima.
Como hemos indicado, la persona escogida fue el ministro de primera clase en Estados
Unidos, México y Cuba, Manuel Álvarez Calderón, quien era cuñado del difunto Presidente
Candamo. Pertenecía a una aristocrática familia limeña. Viajó a Chile a fines de septiembre
de 1905, sin aguardar que La Moneda acreditase simultáneamente a su nuevo
plenipotenciario. Este último —José Rafael Balmaceda Fernández— llegó un año después,
principalmente a causa de sus obligaciones particulares.
El primer secretario Vidaurre-Leal escuchó decir que al nuevo representante no le
entusiasmaba ir a Chile, que prefería una legación en Europa.
Álvarez Calderón, antes de embarcarse, lo visitó. Riéndose le dijo: “estoy
encomendándome a Dios para que me vaya bien en su tierra...”. Los hechos posteriores
demostrarían que el Todopoderoso desoyó estas rogativas.
El nuevo plenipotenciario era el candidato seleccionado por el Ministro Javier Prado
Ugarteche, ese amigo de Agustín Edwards a quien ya hemos mencionado. El 3 de enero de
1905, Prado expresó en sesión pública del Congreso la idea de que Perú, en último
924
50 MINREL. Sesiones secretas del senado para discutir el Protocolo de Washington. 1922. Sesión XIII extraordinaria. 14-X-
1922. Parte Secreta.
925
51 MINREL. DOCUMENTOS VARIOS 1902-1911 (tomo 1). Memorándum de las conversaciones celebradas ante el
Ministro de RR.EE. de Chile y el Ministro de Perú. 14 de julio de 1906.
término, podría llegar hasta a ceder territorio despoblado al sur de Arica ¿pensaría en
Vítor? “Si así fuere preciso”
926
, con tal de conservar Tacna y el puerto de Arica 927. La Voz del Sur, de Tacna, comentó
elogiosamente los conceptos del Ministro y dijo “del mal, el menos” 928. Empero, durante el
desempeño de Álvarez Calderón, Prado dimitió el 13 de diciembre de 1906.
6. MEMORÁNDUM DE LAS CONVERSACIONES HUNEEUS-ÁLVAREZ CALDERÓN
El nuevo plenipotenciario peruano fue recibido con grandes manifestaciones de simpatía y
muy pronto su casa se convirtió en el centro de la vida social santiaguina.
Entre mayo y julio de 1906, siendo todavía Canciller Javier Prado, Álvarez Calderón celebró
conversaciones oficiales primeramente con Federico Puga Borne, a la sazón ministro de
relaciones exteriores, y luego con su sucesor Antonio Huneeus Gana 929 .
El Presidente Riesco estimaba inoportuno el momento para emprender negociaciones de
tanto aliento, como las del artículo III, dado que su administración expiraba el 18 de
septiembre. Prefería que solo se escuchara al enviado, sin perjuicio de iniciar el estudio de
un tratado de comercio y navegación.
El agente concordó con el proyecto de convenio comercial sugerido por Riesco, pero
insinuó incidentalmente, también, que la negociación relativa al plebiscito se inspirase en
el instrumento que Billinghurst firmó con el almirante Latorre. Sin vacilar, Huneeus le
respondió que no podría servir como referencia. Este instrumento —le manifestó sin
ambages— fue el resultado de una de las crisis internacionales más agudas que vivió Chile
con Argentina y con Bolivia, simultáneamente. Hoy que la situación está despejada —
agregó— esa fórmula no sacaría ni un voto en el Congreso. El arbitraje es inadmisible —
añadió— porque pondría en duda los derechos que el Tratado reconoció a Chile. En suma,
expresó deberán votar los chilenos, los peruanos y los extranjeros residentes, e integrarán
las mesas electorales “autoridades exclusivamente chilenas”. Como advertimos, se
regresaba al espíritu primigenio de 1883. El enviado comentó que estas materias eran
propias de la negociación del plebiscito, pero que haría “todo cuanto pueda para que se
acepte la fórmula que ustedes desean”. Nos parece que lo afirmaba con sinceridad, pues
su superior —Prado Ugarteche— alentaba una transacción, si bien de otra naturaleza.
El ministro solicitó igualmente que se estudiasen otros dos protocolos: uno que eximiese a
los hijos de peruanos nacidos en Chile del servicio militar obligatorio, y recíprocamente a
los chilenos en Perú; y el segundo, en que constara la voluntad de Chile de cumplir el
Pacto de 1883. ¿Es cierto —preguntó— que se piensa fortificar el puerto de Arica? Esta
información la dio la prensa chilena —dijo— y ha causado gran agitación en Lima.
El Presidente aceptó solamente el primer protocolo, o sea, el del servicio militar. Empero,
antes de negociar el cumplimiento del artículo III, se tenía que consultar a los miembros
926
52 Referíase a Vítor incluido Camarones, una idea que Chile prohijó en otra época para facilitar a Bolivia una salida al mar.
927
53 Jorge Basadre: op. cit. Séptima edición. Vol. VIII. Pág. 247.
928
54 José María Barreto: “El problema peruano-chileno (1883-1911)”. Imprenta Nacional de Artes Gráficos. Lima. 1912.
Pág.138.
929
55 MINREL. DOCUMENTOS VARIOS 1902-1911 (tomo 1). Memorándum de las conversaciones celebradas entre el
Ministro de RR.EE. y el Ministro de Perú. 14 de julio de 1906.
del Gabinete y a los candidatos presidenciales.
En cuanto al fuerte, su construcción se avenía con los derechos que concedía a Chile el
Tratado de Paz y Amistad.
Riesco y Huneeus acordaron el siguiente plan: 1º negociación directa sobre la base de la
anexión inmediata de Tacna y Arica a Chile, sin plebiscito y con compensaciones acordadas
con Perú; y 2º una consulta popular que asegurara el éxito de Chile.
Se aprobó ajustar, desde luego, un tratado de comercio y navegación.
Consultados Fernando Lazcano y Pedro Montt, los dos candidatos que postulaban a la
Presidencia de la República, prestaron su asentimiento a estas ideas.
El 13 de junio, Huneeus y Álvarez Calderón se reunieron para conferenciar.
El agente reiteró que poseía instrucciones para celebrar el “tratado” sobre el plebiscito, así
como debatir las bases de él. Huneeus expuso que previamente convendría analizar la
anexión definitiva de esos territorios a Chile, mediante un acuerdo directo y con
compensaciones que Perú propondría, respecto de las cuales su gobierno sería “liberal”.
Ese fue —señaló— el espíritu del Pacto de 1883: la cesión definitiva a Chile de aquellos dos
departamentos.
Agregó que era el mismo que aparecía consignado en la nota de Vergara a Prado, y que
inspiró el restablecimiento de las relaciones diplomáticas.
Según Álvarez Calderón, esa solución se salía del marco de Ancón; Perú no la aceptaría.
Para su gobierno lo principal era que se realizara un plebiscito; el resultado no le
preocuparía tanto...
El plenipotenciario volvió a tocar la cuestión del fuerte en Arica y pidió una respuesta.
Huneeus le reiteró la argumentación anterior. Álvarez Calderón resolvió que se abstendría
de presentar una nota por ahora, hasta que se iniciaran los trabajos. Deseaba saberlo
cuando viajara Balmaceda a Lima.
Lo antes posible —le manifestó Huneeus— porque de esa manera “van a trabajar entre el
señor Balmaceda y usted, por ambos flancos”.
La segunda conferencia se verificó el 5 de julio. Fue breve. Tuvo lugar después de un
banquete que Álvarez Calderón ofreció al Secretario de Estado.
Allí le ratificó la negativa peruana de la cesión de las cautivas sin consulta popular. Insistió
en que Balmaceda llegara antes de la fiesta nacional, el 28 de julio, porque algo calmaría
los ataques virulentos de la prensa de oposición en contra suyo.
Huneeus se percató de que el ministro ahora procedía con menos apremio que antes. Le
manifestó que deseaba regresar en diciembre a su patria y retirarse del servicio
diplomático.
La tercera conversación tuvo lugar el 5 de julio.
Álvarez Calderón solicitó antecedentes acerca de un conflicto entre el intendente de Tacna,
Máximo R. Lira, y “un cura párroco”, de nacionalidad peruana. El intendente había
condicionado el desempeño de los párrocos peruanos al logro de un pase emitido por la
autoridad política. Fueron estos los primeros atisbos de un problema que llegó hasta el
Vaticano, con graves consecuencias en el plano trilateral, al que nos referiremos más
adelante.
El agente solicitó al Ministro que se anunciase en la tercera Conferencia Interamericana de
Río de Janeiro que Perú y Chile se encontraban negociando.
Esta solicitud fue aceptada. Se debía a las complicaciones de la situación internacional
peruana, en ese momento. Como indicáramos anteriormente, Lima tenía contenciosos
limítrofes con todos sus vecinos.
El agente volvió sobre la idea de que un árbitro designara la presidencia de las mesas
electorales plebiscitarias.
El 7 de julio se reanudaron las conversaciones.
El problema de los conscriptos decidieron abordarlo por medio de un cambio de notas.
En cuanto al plebiscito, Huneeus le propuso que trataran las materias en el siguiente
orden: 1º el plazo; 2º las indemnizaciones; 3º los votantes; 4º la forma del voto, y 5º la
autoridad electoral. Así quedó convenido.
El Secretario indicó que la consulta no podría tener lugar antes de cinco años. Chile estaba
resuelto a entregar el ferrocarril de Arica a La Paz, mientras se encontrase el territorio bajo
la jurisdicción chilena. A este respecto, mencionó el incremento de la indemnización más
allá de los 10.000.000 pactados en Ancón. Álvarez Calderón se abstuvo de objetar el plazo,
salvo que su extensión fuese utilizada para “aglomerar” población chilena con fines
electorales. Respecto del aumento del rescate, le parecía irrelevante, pues su gobierno
carecía de interés en ello.
El diplomático planteó la cuestión de quiénes votarían, y propuso que se sometiese a
arbitraje. La respuesta de Huneeus fue negativa: debían votar todos los estantes y
habitantes chilenos, peruanos y extranjeros, sin más condición que un corto domicilio de
algunos meses, de acuerdo con el derecho internacional. Conforme el plenipotenciario,
Chile aceptaba el arbitraje con todos los Estados, menos con Perú. Según Huneeus, era
porque no existía materia arbitral, y recordó la intención de los negociadores chilenos, que
no fueron refutadas por Lavalle ni Castro Saldívar.
En resumen, anotó el Canciller, en el registro de estas conversaciones, existe contradicción
por parte de Álvarez Calderón respecto de sus declaraciones del 13 de junio. Luego
agrega:
“Me deja la impresión de que no nos entendemos porque el gobierno del Perú no se siente
con autoridad para acordar un plebiscito que le signifique la incorporación definitiva de
Tacna y Arica al territorio de Chile”.
El 11 de julio se verificó la última conversación.
Se volvieron a barajar las mismas alternativas precedentes. Por parte de Huneeus, un
plebiscito después que estuviera construido el ferrocarril y que asegurare claramente el
triunfo de Chile; y por parte de Álvarez Calderón, su postergación hasta que se concluyera
el ferrocarril, bajo el compromiso de que si en ese plazo no se efectuaba el plebiscito,
aquellos puntos en que subsistiesen desacuerdos se someterían a arbitraje. El Canciller no
aceptó porque importaba la adopción del arbitraje a plazo.
El resultado de estas entrevistas —creyó alegremente el Ministro Huneeusrobusteció
nuestra posición jurídica y contribuyó a que no se acusase a Chile como infractor del Pacto
de Ancón, en la venidera conferencia de Río de Janeiro.
La Cámara de Diputados, en sus sesiones secretas del 25, 26 y 27 de julio, aprobó por
unanimidad la conducta del gobierno.
Nos parece que estos diálogos nacieron condenados al fracaso. Por una parte, la
administración Riesco se encontraba en sus postrimerías y no tenía la intención ni el
tiempo para atreverse a discurrir fórmulas más flexibles. Y por la otra, Álvarez Calderón
parecía temeroso de desatar una tormenta en su patria, la que de todos modos se desató
meses después cuando renunció el Ministro Prado Ugarteche.
Con posterioridad a las conversaciones anteriores, Thomas Cleland Dawson, ministro de
Estados Unidos en Chile, se reunió con Huneeus 930 . Le expresó que, a su juicio, Perú no
intentaba hostilizar bélicamente a Chile, aunque estuviera concentrando tropas en el sur. A
su paso por Lima, vio caricaturas en que aparecía Chile y a sus espaldas el uncle Sam
amenazándole.
En esa república —agregó— se cuenta con una intervención diplomática estadounidense;
pero, lo único que el Departamento de Estado acepta es la mediación, en los dos casos
siguientes: 1º cuando le fuere solicitada por ambas partes, y 2º cuando estime que al
ofrecer sus buenos oficios puede evitar una guerra.
Esta declaración, que se había escuchado antes, siempre daba tranquilidad oírla.
7. MEMORÁNDUM DE LAS CONVERSACIONES OFICIOSAS ENTRE
MARCIAL MARTÍNEZ Y MANUEL ÁLVAREZ CALDERÓN
Las reuniones del agente del Rímac con Huneeus finalizaron casi al mismo tiempo que
expiraba el mandato presidencial de Riesco.
A título personal, Martínez Cuadros —nuestro antiguo ministro en Washington, un
serenense de amplia trayectoria diplomática y forense— intentó alcanzar un arreglo del
problema del norte, en febrero de 1907, al parecer con la anuencia del nuevo Presidente,
Pedro Montt.
Como primera medida, buscó el apoyo del plenipotenciario argentino, Lorenzo Anadón,
con quien Álvarez Calderón mantenía estrecho contacto, en especial durante las
infructuosas reuniones que sostuvo con Huneeus. Se trataba de transmitir al agente
peruano, a través de su colega rioplatense, la idea de una reunión privada y confidencial de
“tres caballeros altamente colocados”, quienes plantearían la proposición de la partija de
Tacna y Arica. Algo semejante a lo que expuso el Presidente Candamo a Carlos Concha.
Don Marcial dio, por ejemplo, los nombres de Luis Pereira, Luis Aldunate y Francisco
Valdés Vergara. Anadón agregó el del propio Martínez.
El palacio de Pizarro designaría, a su vez, otros “tres caballeros altamente colocados” con

930
56 MINREL. DOCUMENTOS VARIOS. 1902-1911. (Tomo 1).
análogo fin 931 .
Martínez debatió esta idea con el representante del Rímac, quien la escuchó sin rechazarla.
No se alejaba del todo de la idea de una transacción expresada en el Congreso por Prado
Ugarteche. Empero, posteriormente, le comunicó que, consultado su gobierno e
importantes personalidades políticas, fue rechazada. Interrogado por el chileno, le
manifestó que solo había un camino: el plebiscito, conforme a las bases peruanas
conocidas, bases que tanto La Moneda como el Parlamento y la opinión pública estimaban
inaceptables, desde que la posición internacional chilena se había aclarado y robustecido.
Asimismo la fortaleza política de Prado empezaba a declinar y, por consiguiente, la de
Álvarez Calderón.
Martínez se declaró convencido de que sin partija no habría solución por muchísimos años,
y no le faltó razón.
En un segundo memorándum, vuelve sobre su proyecto e indica que se invite a los
gobiernos de Argentina, Paraguay, Uruguay, Brasil y Bolivia para que armen colectivamente
“la iniciativa de una transacción que consistiría en la partición del territorio”. Una solución
así, ofrecida por estos interlocutores, le sería a Perú muy difícil descartarla.
De tal modo, concluyeron sin resultado las gestiones oficiosas de este amigable
componedor, que indudablemente contó con el apoyo del Presidente Montt. Empero,
nuevamente, quedó sembrada la idea de la partición.
8. LA MISIÓN DE J. RAFAEL BALMACEDA
El 24 de noviembre de 1906, Balmaceda presentó sus credenciales ante el Presidente José
Pardo y Barreda, como ministro plenipotenciario de Chile.
Pocos días después, a fin de tranquilizar a La Moneda sobre presuntos aprestos bélicos en
Perú, el agente conversa con el Canciller. Aquellas noticias son del todo inexactas, le
asegura este. Poco después, anclaron en el Callao los cruceros Almirante Grau y Coronel
Bolognesi, procedentes de los astilleros británicos de Vickers Hermanos, con instrucciones
de evitar recalar en puerto chileno. Mas, por un mal cálculo en el aprovisionamiento del
carbón y del agua, no llegaron para la conmemoración del aniversario patrio, como estaba
previsto, y debieron asimismo detenerse en Corral. En Perú hubo tanto entusiasmo popular
que se organizaron comisiones para recaudar fondos, a fin de adquirir un buque escuela 932
.
Uno de los logros de este agente —aunque poco significativos— fue la concertación de un
protocolo relativo a la vigencia de la convención consular de 1870; un tratado sobre el
ejercicio de profesiones liberales, y un convenio sobre canje de publicaciones, convenios
“menudos” como los bautizó La Prensa de Lima 933 .

931
57 MINREL. MEMORANDA SOBRE ASUNTOS DE PERÚ. 1907. Elaborados por Marcial Martínez Cuadros.
932
58 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1906 Oficio Nº89, Lima, 20-8-1907, de J. Rafael Balmaceda, Ministro de
Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
933
59 MINREL. F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. 1907-1908. Carta reservada de Eduardo
Cisternas, Secretario de la Intendencia de Tacna, a Elías Fernández Albano. Comenta que la convención sobre libertad de
profesiones ha alarmado a los profesionales chilenos de Tacna y Arica, que temen perder clientela por la competencia de
sus colegas peruanos, a quienes beneficiaría directamente esta convención. Uno de los beneficiados por dicha convención,
el recientemente titulado médico en Santiago, Santos Parodi, desarrolla una activa campaña anti-chilena.
Antes de que Balmaceda se radicase en Lima, el intendente de Tacna, Máximo R. Lira había
comunicado al gobierno que la conducta de los párrocos peruanos en esa provincia era
notoriamente anti-chilena, a más de que exhibían una vida privada “reprensible”. Lira
recibió instrucciones de Puga Borne de impedirles que ejercieran su ministerio si no
contaban con el pase gubernativo, conforme el derecho de patronato. Sin embargo, había
un problema no menor: esos sacerdotes dependían jurídicamente del Obispo de Arequipa,
quien no estaba dispuesto a renunciar a la facultad de designarlos, a su leal saber y
entender. Además, era furiosamente adverso a Chile. El problema tendría que llevarse a
Roma 934 .
Balmaceda —durante su desempeño— recibió la visita del célebre orador sagrado chileno,
Monseñor Ramón Angel Jara, Obispo de Ancud 935 .
El gobierno chileno ideó, junto con Lira, que este conocido prelado viajase a Tacna para
bendecir la primera piedra de la capilla del hospital que Chile construyó allí. Una vez
cumplida esta misión, el Obispo hizo lo mismo en la capilla del cementerio de esa ciudad,
en un gesto de cordialidad hacia los peruanos. Desde ella, Monseñor envió con toda
intención un telegrama al superior de la congregación de los Sagrados Corazones en Lima,
a fin de que le invitara a esa capital, y le informó acerca de su amistoso desempeño en
Tacna. Ello bastó para que fuese convidado a pasar unos días junto con sus antiguos
maestros 936 .
Sin embargo, la misión principal de Jara —como se programó desde La Moneda— iba más
allá de estas demostraciones de fervor. Debía imponer al Delegado Apostólico, Monseñor
Dolci, recientemente llegado a Lima, del punto de vista nacional en el asunto de la
jurisdicción eclesiástica de Tacna y Arica, así como lograr que influyera en el Vaticano y
ante las autoridades del Rímac, en la misma dirección.
Como sabemos, el Tratado de Ancón había dejado bajo soberanía chilena las antiguas
provincias peruanas de Tacna y Arica. No había habido mayores problemas en el aspecto
civil y administrativo, pero quedó sin aclararse la situación eclesiástica. El Gobierno
reclamaba el derecho de aplicar en esa provincia el régimen de patronato, que comprendía
el conjunto de atribuciones que el Estado ejercía sobre las iglesias. Si bien nuestras
relaciones con la Santa Sede se interrumpieron desde la expulsión de monseñor del Frate,
en tiempos del Presidente Santa María, el Estado conservaba tales derechos; pero la
ruptura de relaciones hacía difícil plantear la cuestión en Roma. Las cautivas siguieron
sujetas, pues, a la autoridad del referido Padre franciscano Mariano Holguín, Obispo de
Arequipa 937 . Los problemas se tornaron agudos cuando se avecinó el plebiscito, a raíz del
Protocolo Billinghurst-Latorre, y la acelerada política de chilenización emprendida por
Errázuriz Echaurren.
934
60 MINREL. F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. CUESTIÓN ECLESIÁSTICA. 1907-1908. Oficio
Nº694, Santiago, 12-4-1907, del Dr. Federico Puga Borne, Ministro de RR.EE. de Chile, a Máximo R. Lira, intentendente de
Tacna.
935
61 MINREL. F. PUGA BORNE. CUESTIÓN ECLESIÁSTICA. 1907-1908. Carta confidencial, Santiago, 15-X-1907, del Dr.
Federico Puga Borne, Ministro de RR.EE. de Chile, al Sr. José. Rafael Balmaceda, Ministro de Chile en Perú.
936
62 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1906. Oficio Nº115, Lima, 1-XI-1907, de José Rafael Balmaceda, Ministro
de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
937
63 Memoria del Ministro de RR.EE., Culto y Colonización. Santiago. 1910. Primera parte, II, págs. 145 a 183.
Antes que Monseñor Jara arribase a su punto de destino, El Comercio publicó un telegrama
desde Tacna. Decía que el chileno Juan José Julio Elizalde, apodado el pope Julio, activo
promotor de la devolución de aquellos territorios a Perú, había revelado el verdadero
carácter de la misión del Obispo: la anexión de estos, en lo eclesiástico, a Tarapacá. Y
agregaba que el Vaticano había recibido una fuerte suma de dinero del gobierno de
Santiago para convenir en esta fórmula, al propio tiempo que el Congreso aprobaba la
anexión de la autoridad religiosa a la de Tarapacá 938 . Los hechos demostraron que esas
afirmaciones no pasaban de ser una invención de Julio.
No obstante las expresiones del pope, el prelado llegó al Callao el 7 de noviembre y fue
recibido por representantes del ministro de relaciones exteriores, del delegado apostólico
y decano del cuerpo diplomático, y del vicario capitular. El Obispo saludó al Presidente de
la República y al Canciller.
Celebró además una entrevista con Augusto B. Leguía, futuro jefe del Estado.
El domingo 10 ofició una misa en el templo de San Francisco, ocasión en que su brillante
oratoria conmovió hasta las lágrimas a las señoras de la sociedad que le escucharon.
El Ministro Solón Polo le ofreció un banquete en el Club Nacional, en que pronunciaron
discursos el Secretario de Estado, el decano del cuerpo diplomático, monseñor Dolci, y el
ministro Balmaceda. Lo que más impresionó a este último fue que se escuchó, de pie y en
gran silencio, el himno nacional chileno, que no resonaba en Lima desde hacía varios
lustros 939 .
Nuestro representante tuvo oportunidad de dejar una semblanza del próximo gobernante
civilista, Augusto B. Leguía. Advirtió que en la cuestión religioso querría complacer a la
Santa Sede y evitarle problemas a Dolci 940 .
Lo describió como un político con un concepto práctico, que en materia internacional
trataría de buscar soluciones posibles, en cuanto se lo permitiese el estado de la opinión
pública, antes que dar satisfacción al amor propio o al sentimentalismo. En la cuestión del
sur, prefería el arbitraje, pero dejaba la puerta abierta para otras fórmulas 941 .
Después que Monseñor Jara regresa a Chile, Balmaceda conversa con Dolci. La última
proposición del delegado apostólico a Solón Polo consistió en que el Obispo de Arequipa
nombrase como gobernador eclesiástico a un sacerdote extranjero; mas encontró la
resistencia del Presidente Pardo.
La visita del prelado chileno fue favorablemente advertida en Washington por el Secretario
de Estado, Elihu Root: a su juicio, creaba un clima propicio para resolver el tema del norte
942
.

938
64 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1906. Oficio Nº115, Lima, 1-XI-1907, de José Rafael Balmaceda, Ministro
de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
939
65 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1904-1907. Oficio Nº118, Lima, 13-XI-1907, de José Rafael Balmaceda,
Ministro de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
940
66 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1906. Oficio confidencial Nº133, Lima, 12-XII-1907, de José Rafael
Balmaceda, Ministro de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
941
67 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1906. Oficio Nº104, Lima, 26-9-1907, de José Rafael Balmaceda, Ministro
de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
El 27 de diciembre de 1907, Balmaceda hizo uso de licencia y se embarcó con destino a
Valparaíso. Una vez en Santiago, por razones de carácter personal, el 19 de mayo de 1908
presentó su renuncia al cargo que ejerció por poco más de un año. La legación quedó en
manos del secretario Julio Pérez Canto, con el carácter de encargado de negocios. Este
funcionario se había desempeñado como cónsul general de Chile a orillas del Támesis,
hasta el momento de su traslado al Rímac 943 .
9. GUILLERMO A. SEOANE ES DESIGNADO MINISTRO EN CHILE
Álvarez Calderón viajó con licencia a Lima, en marzo de 1907, y renunció en septiembre. Su
estada en Chile no habría pasado de los dos años. A pesar de las innumerables atenciones
que recibió de la sociedad de Santiago, el escaso progreso en su labor —en lo tocante a
Tacna y Arica— le impulsó a renunciar. Ya en Lima, ante reiterados ruegos de su gobierno,
habría justificado su resolución en los siguientes términos:
“He hecho cuanto me ha sido posible para llegar a una solución de las cuestiones pendientes
entre el Perú y Chile, sin lograr alcanzarlo. Al volver hoy a Santiago, volvería sin prestigio
para continuar mis gestiones. No diviso la posibilidad inmediata de un arreglo. Solo por
llenar mis deberes patrióticos acepté esa misión y deseo ocuparme ahora de mis propios
negocios”
944
.
Su determinación mereció críticas en su patria. En circunstancias de que Álvarez Calderón
había pasado de Washington a Santiago —decía el editor de La Prensa de Lima, el
pierolista Alberto Ulloa Cisneros— se esperaba que su nueva misión tendría un carácter de
mayor permanencia. Si bien el Canciller Prado Ugarteche dimitió el 13 de diciembre de
1906, entre otras causas por su posición relativamente transaccional acerca de las cautivas,
el Presidente de la República seguía siendo el mismo que lo honró con su confianza y, por
ende, se suponía que continuaba la misma política. Empero, el tema de Tacna y Arica
engendraba múltiples polémicas. Hacía falta mucho poder y mucho coraje para siquiera
ceder desde la caleta Vítor hasta la quebrada de Camarones.
“El Perú —comentaba ese diario— había ya padecido bastante con esa torpe suspensión
de relaciones durante cinco años, para que existieran personas que cerrasen los ojos”.
Agregaba que las autoridades peruanas al castigar al gobierno y al poder legislativo
chilenos por la desaprobación del Protocolo Billinghurst-Latorre, con el retiro de su
legación en Santiago, se habían castigado a sí mismas y “a las desventuradas provincias
cuya liberación parecía asegurar aquel pacto”. Señala enseguida una serie de hechos que
marcaban claramente la política de La Moneda de los últimos años, tales como la
chilenización de Tacna y Arica y los convenios de 1904 con Bolivia.
Añadía además los efectos de los pactos de mayo. “Era, pues, necesario estar loco —
afirmaba— para suponer que en presencia de aquellos antecedentes, se podría ir a Chile, a
942
68 MINREL. F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. CUESTIÓN ECLESIÁSTICA. Telegrama,
Washington, 14-12-1907, de Elihu Root, Secretario de Estado de EE.UU.
943
69 Julio Pérez Canto: El conflicto después de la victoria. Edición de la Empresa Zig-Zag. Santiago. 1918. Pág. 7.
944
70 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1904-1907. Oficio N°95, Lima, 13-9-1907, de José Rafael Balmaceda,
Ministro de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile. Cita trascribe artículo de La Prensa de Lima, “Que no vaya a lo
mismo”, del 13-9-1907.
llegar, a ver y a vencer” 945, parodiando a Julio César.
Mientras ocupaba la cartera de relaciones exteriores Solón Polo, se nombró como sucesor
de Álvarez Calderón, al fiscal de la Corte Suprema, Guillermo A. Seoane. Militaba en el
partido constitucional, cuyo jefe era el general Andrés A. Cáceres, el héroe de la Breña
durante la Guerra del Pacífico.
Anteriormente, había ocupado el cargo de ministro en Brasil y, según la legación chilena,
su nueva designación fue recibida con frialdad en Lima. Algunos lo describieron como un
“Chacaltana chico” 946.
El 16 de noviembre, Seoane presentó sus credenciales al Presidente Pedro Montt 947 . En el
discurso de estilo, se refirió directamente al cumplimiento del artículo III y a la realización
del plebiscito. Esa era la misión que se le encomendó, la única, y para ella se había
escogido a un abogado y fiscal de prestigio, antes que a un diplomático o a un político.
El Presidente contestó:
“La dificultad que aún nos divide, un problema territorial, nació y subsiste por no haberse
establecido en el pacto de paz fecha determinada para la celebración del plebiscito y
procedimiento para su ejecución [un cargo directo al extinto Presidente Santa María y al
Ministro Aldunate, aún vivo].
Para solucionarla es menester buscar una fórmula que, basándose en los tratados, consulte
las legítimas expectativas de ambos pueblos.
En la obra de allanar la vía que conduce a ese fin, el intercambio de sentimientos benévolos
es el primer agente”.
En la conversación inicial que celebró el ministro de relaciones exteriores, Federico Puga
Borne, con el nuevo enviado, le hizo presente que el amable discurso del jefe del Estado no
se avenía con la aspereza de la Memoria que presentó el Canciller Polo al Congreso de su
patria. Tenía, pues, instrucciones de representárselo. Las palabras de Montt habrían tenido
un tono diferente si se hubiese conocido con antelación ese documento 948 .
Puga se refirió enseguida a la cordial atmósfera reinante en Chile a raíz del buen
recibimiento que Perú otorgaba al Obispo Monseñor Ángel Jara, que en esos momentos
visitaba dicha república. Este buen ambiente —expresó— se podría aprovechar para
acometer la negociación de un conjunto de convenios que englobaran la definición de la
nacionalidad definitiva de los departamentos de Tacna y Arica 949 .
Al parecer casi sin escuchar, Seoane expresó su propósito de abordar solo la cuestión
pendiente, valiéndose de que el Congreso sesionaba. Tal vez creía que ello permitiría
aprobar sin tardanza el protocolo que se firmaría.

945
71 La Prensa, “Que no vaya a lo mismo”, Lima, 13-9-1907.
946
72 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1906. Oficio Nº101, Lima, 20-9-1907, de Rafael Balmaceda, Ministro de
Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
947
73 MINREL. F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA (Cuestión política). 1907-1908.
948
74 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR. EE. DEL PERÚ. Ediciones Gráficas de “La Opinión Nacional”. Lima. 1908. Pág.
25.
949
75 MINREL. F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA (Cuestión política). 1907-1908. 7-XII-1907.
Es decir, lo que llevaba años pendiente, creía resolverlo en semanas...
El Secretario de Estado le propuso comenzar “por convenios menudos”, como indicaría un
diario limeño, dado que el gobierno peruano ya había firmado algunos con Balmaceda.
Seoane descartaba que La Prensa representara a la opinión pública y deseaba entrar en
materia, sosteniendo que el arbitraje era el medio idóneo para resolver la dificultad.
Puga le replicó que esta era una cuestión de seguridad nacional para Chile. Su dilatada
costa de Coquimbo al norte —afirmó— desprovista de recursos naturales para la vida,
“exige la posesión en la extremidad norte de un puerto seguro para su escuadra y de un
suelo adecuado para un cantón militar, por estar provisto de los recursos necesarios para
la vida” 950. Apuntaba una razón más: la construcción del ferrocarril de Arica a La Paz debía
concluirse mientras Arica estuviera en poder de Chile, como consecuencia de la obligación
contraída con Bolivia en 1904.
A fin de que Seoane transmitiera al Rímac un planteamiento único e indivisible, el
Secretario de Estado le propuso por nota de 25 de mayo de 1908 que la cuestión se
abordara en el marco de una negociación amplia, que contemplare:
1º un tratado comercial que concediera franquicias aduaneras a ciertos productos; 2º un convenio
para el fomento de la marina mercante y el establecimiento de una línea costeada o subvencionada
por los dos gobiernos; 3º asociación de ambas naciones para la construcción de un ferrocarril que
uniera Santiago con Lima; 4º ajuste de un protocolo que estableciera la determinación de la
nacionalidad definitiva de Tacna y Arica, y 5º un convenio que fijare de 2 a 3.000.000 de libras
esterlinas el monto de la indemnización a que se refiere el artículo III del Tratado de Ancón 951
Enseguida sostuvo que los negociadores del Pacto de 1883 entendieron que el plebiscito
“no podía ser otro que el de los incorporados en la historia del derecho internacional”. Ello
significaba que podrían votar los nacionales de ambos Estados, así como los extranjeros
que hubiesen constituido domicilio en los dos departamentos. Igualmente, Chile dirigiría
las distintas etapas del acto electoral, por ejercer soberanía en el momento de la votación.
Con el ánimo de acercarse a la posición peruana, expresaba que las mesas electorales
podrían además dar “representación a ciudadanos de nacionalidad peruana y a ciudadanos
de otras nacionalidades”.
Las bases que escogió el Canciller para negociar diluían la cuestión principal, en medio de
una serie de otros convenios. Debilitaban, pues, la fuente principal del derecho que asistía
a Chile: el Tratado de 1883 952 .
Puga Borne solicitó a un amigo común —José Miguel Echenique— que explicara al
diplomático peruano que estas proposiciones constituían bases de deliberación y no un
“ultimátum”, como este pensaba.
Seoane replicó por escrito el 8 de mayo 953 .
950
76 MINREL. F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA (Cuestión política). 1907-1908.
951
77 “Comunicaciones cambiadas entre las Cancillerías de Chile y el Perú sobre la cuestión de Tacna y Arica (1905 a 1908)”.
Litografía Barcelona. Santiago. 1912. Págs. 48 a 66. Nota confidencial Nº3, Santiago, 25-3-1908, del Dr. Federico Puga
Borne, Ministro de RR.EE de Chile, al Sr. Guillermo A. Seoane, Ministro de Perú en Chile.
952
78 Ernesto Barros Jarpa: “Hacia una solución”. Imprenta Universitaria. Chile. 1922. Pág. 45 y ss.
953
79 Comunicaciones cambiadas op. cit. Págs. 67 a 117.
Expresó que su gobierno deseaba resolver, antes que nada, la cuestión de Tacna y Arica. En
cuanto al precio del rescate de esos territorios, debían mantenerse inalterables los
10.000.000 de pesos o soles. Los otros tres puntos, “inconexos e independientes”, podrían
negociarse después. Recordaba al respecto que el ministro Vial Solar había recibido
proposiciones peruanas similares a las que ahora formulaba Puga Borne, las mismas que
Chile había desestimado, a fin de no mezclar temas tan disímiles. Señalaba que la
invitación del Secretario de Estado, Luis A. Vergara, para reanudar las relaciones
diplomáticas, no había impuesto a Perú un arreglo directo ni liberado a Chile de la
obligación plebiscitaria.
Enfatizó asimismo que el objeto de estas consultas, de acuerdo con el principio de libertad
que proclamó la Revolución Francesa, era asegurar la autodeterminación de los pueblos,
negando que el artículo III envolviera una cesión simulada de las cautivas. Afirmó además
que en los plebiscitos del Viejo Mundo —se refería a los mismos citados por Luis Aldunate
en su libro Los Tratados de 1883-84— sus propietarios habían cedido la soberanía.
No era el caso de Perú, que no la había cedido. Sostuvo, también, que:
“en la práctica no pocas veces se produjo el escarnio, ni dejó de sufrir el voto emitido el
efecto de la coacción brutal y manejos fraudulentos. De ahí el reiterado triunfo del anexante.
Pero la extorsión no es factor legal sino causa anulativa... Sólo los naturales de Tacna y Arica
tienen derecho al voto plebiscitario. Los ciudadanos chilenos residentes en ellas son en
ambas tan extranjeros como los demás”.
Como se aprecia, el desacuerdo fue total en puntos fundamentales.
El consultor letrado del ministerio de relaciones exteriores, Alejandro Álvarez, elaboró
después un informe titulado “Observaciones a la nota del Excmo. Sr. Seoane” 954. Allí
examina cada una de las afirmaciones que contiene aquella.
Expresa cuál fue el verdadero alcance de la comunicación de Luis A.
Vergara a Javier Prado, respecto de la reanudación de relaciones diplomáticas.
Efectivamente, Chile reiteró su posición en lo referente al artículo III, mas buscó con Perú
“un acuerdo basado en los intereses y conveniencias de ambas Repúblicas e inspirado en
los mismos propósitos con que Chile ha puesto término a todas las cuestiones con los
demás Estados limítrofes” 955, es decir, tenía un espectro más amplio que la simple cuestión
de las cautivas.
En cuanto al plebiscito, reitera la tesis del Ministro Aldunate, inspirada en el derecho de
gentes y en casos similares en Europa. Aldunate escribió, sobre el particular, que “el
precedente de mayor notoriedad y relieve en esta materia, o sea, el tratado de Turín de
1860, contiene una disposición idéntica a la consignada en la cláusula III del pacto de
Ancón” 956. Como es sabido, este instrumento sirvió para que los habitantes de Niza y
Saboya, después de la ocupación por las tropas francesas, optaran por esta última

954
80 Comunicaciones cambiadas..., op. cit Págs. 121 a 222,
955
81 Tacna y Arica: “Observaciones a la Nota del Excmo. Sr. Seoane de 8 de mayo de 1908”. Imprenta, Litografía y
Encuadernación Barcelona. Santiago. 1908. Págs. 31 y 32.
956
82 Luis Aldunate: “Los tratados de 1883-84”. Centro Editorial La Prensa. Santiago. 1900. Pág. 56.
nacionalidad.
En la Memoria de la Cancillería peruana quedó consignada la contestación a Puga. En ella
se desestima la discusión conjunta de estos acuerdos, al mismo tiempo que se negocia el
cumplimiento del artículo III 957 . “...Es obvio —agrega— que complicado el plebiscito con
convenios de naturaleza tan compleja como los propuestos, y con los cuales debía formar
un todo indivisible, no podría llegarse a solución alguna”.
La misión de Seoane fracasó, pues él patrocinó el arbitraje para resolver las divergencias,
mientras su contraparte afirmaba que no se podía recurrir a este método, ya que
modificaba el Tratado 958 .
El diplomático peruano consideró que este juicio lo confirmaba en su opinión de que se
iba a un aplazamiento indefinido de la cuestión, un juicio más que acertado, ya que eso
nos parece que envolvía la proposición de Puga. El plenipotenciario juzga que es
irreprochable la forma de la nota de 25 de marzo, “pero el fondo de ella quiere decir: Chile
da tantos millones por Tacna y Arica” 959.
Algunas semanas más tarde, Seoane pasó a despedirse del Presidente Montt 960
. Le dice
que sin cambios de importancia es probable que no regrese.
En forma confidencial, el gobernante le insinúa que considere la posibilidad de una
partición, Tacna para Perú y Arica para Chile. Seoane ya se la había escuchado a Puga, en
una de sus primeras conversaciones, y no le prestó acogida.
Empero, en Chile hubo otros criterios para apreciar la nota del Canciller.
El original Marcial Martínez declaró que Puga Borne había ofrecido al plenipotenciario un
pastel de tutti frutti “que implicaba una verdadera novación de contrato”. Y “el otro
[Seoane], en una nota muy larga y de redacción poco correcta, le dio las gracias y se fue”
961
.
Otro tema que abordó este diplomático con el Secretario de Estado fue la cuestión
religiosa. Perú desestimó la designación de un gobernador eclesiástico en Tacna así como
el nombramiento de curas alternados, un peruano y un chileno, que sugirió el Secretario
de Estado.
El 15 de junio de 1908, Seoane viajó a Lima por razones de salud. El mes entrante llegaría a
Santiago un funcionario que se desempeñaría como encargado de negocios. El ministro no
regresó y su sucesor tardó en arribar: efectivamente, solo el 5 de octubre de 1928, César A.
Elguera asumirá como jefe de misión en Chile, con el rango de embajador. Durante cerca
de veinte años, no había habido legación peruana en Santiago, ni chilena en Lima.
10. CHILE INFORMA A LOS GOBIERNOS EXTRANJEROS ACERCA DE SU VOLUNTAD DE
CUMPLIR EL TRATADO DE PAZ Y AMISTAD DE 1883
957
83 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR. EE. DEL PERÚ. Lima. 1908. Ediciones Gráficas “La Opinión Nacional”. Pág. 25.
958
84 MINREL F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. 1907-1908. Conferencia con Seoane en el
Ministerio, Santiago, 13-5-1908.
959
85 Julio Pérez Canto: op. cit. Pág. 148.
960
86 MINREL. F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. 1907-1908. Santiago, 9-6-1908
961
87 El Diario Ilustrado, Santiago, 25-3-1910, entrevista a Marcial Martínez Cuadros.
En el mensaje presidencial que el Presidente Montt presentó al Congreso el 1 de junio de
1908, se refirió al restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Chile y Perú, como
un signo del espíritu amistoso que inspiraba a su gobierno, y aludió explícitamente a las
negociaciones dirigidas a solucionar la cuestión del norte 962 . Por otra parte, La Moneda se
dirige con idéntico propósito a las Cancillerías de Estados Unidos, Argentina y Brasil, e
incluso Alemania, para contrarrestar la intensa actividad diplomática del Rímac, que
perseguía colocar a Chile en posición de permanente incumplimiento del Pacto de Ancón.
Puga Borne telegrafía al ministro chileno en Washington para que dé a conocer al
Departamento de Estado las cinco bases de arreglo que propuso a Seoane, que juzga que
se avienen con el espíritu que anima al Secretario Elihu Root. Le encarga que “trate de
ganar delantera [de la] legación peruana”
963
. Nuestro agente procuró cumplir su cometido y, al parecer, Root halló satisfactorias
esas bases y reiteró que su gobierno no pretendía intervenir en este asunto. Más adelante
veremos que se inclinaba, más bien, en pro de la posición de Lima; pero en ese momento
expresa que si estas conversaciones no prosperaran, se podría considerar la partija, la
misma que Montt insinuó al ministro peruano 964 .
Puga Borne ordena repetir los mismo pasos en Buenos Aires. Instruye al ministro Miguel
Cruchaga para que dé cuenta de las negociaciones en que Chile está empeñado. Se refiere,
además, a los intentos de Zeballos para promover una acción de países amigos (Argentina
desde luego, Estados Unidos y Brasil). Estos tratarán de inducir a Chile —más bien
comprometerlo— a que acepte una gestión de buenos oficios, al gusto de don Estanislao,
que puede incluir el arbitraje 965 .
Cruchaga debe conseguir que Zeballos se desista de su mediación y, aún más, que influya
en favor de las propuestas de Puga Borne ante Perú, Brasil y Estados Unidos. Estima
nuestro canciller que al crearse un ambiente internacional propicio a estas, se puede lograr
que los peruanos las acepten.
El plenipotenciario estadounidense en Santiago, Hicks, tiene noticias de que esta
mediación argentina ya estaría pactada. Perú habría aceptado el arbitraje 966 .
Cruchaga responde el 5 de junio 967. Zeballos está interesado en una coalición con Chile,
que ve como un apoyo en su política ante Brasil. Por lo mismo, tendría una posición de
mayor apertura en favor de la nota chilena, en la que cree percibir una señal de llegar al
plebiscito. Recomienda a Portela, su ministro en el Rímac, que aconseje prudencia a Perú.

962
88 MINREL F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. 1907-1908.
963
89 MINREL. F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. 1907-1908. Telegrama, Santiago, 31-3-1908, de
F. Puga Borne, Ministro de RR.EE de Chile, a Aníbal Cruz, Ministro de Chile en EE.UU.
964
90 MINREL. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. 1907-1908. Telegrama Nº9, Washington, 7-5-1908, de Aníbal Cruz,
Ministro de Chile en EE.UU., a Federico Puga Borne, Ministro de RR.EE. de Chile.
965
91 MINREL. F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. 1907-1908. Oficio Nº16, Santiago, 7-4-1908, de
Federico Puga Borne, Ministro de RR.EE. de Chile, al Ministro de Chile en la República Argentina.
966
92 MINREL. F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. 1907-1908. Conferencia con Hicks, Ministro de
EE.UU. en Chile. Santiago, 7-4-1908.
967
93 MINREL. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. 1907-1908. Telegrama Nº43, Buenos Aires, 5-6-1908, de Miguel
Cruchaga, Ministro de Chile en Argentina, al Ministro de RR.EE. de Chile.
El secretario de Estado chileno impone también al agente brasileño de su nota del 25 de
marzo. El ministro Lisboa sabe que Seoane rechaza la exigencia de que Chile presida la
consulta popular. Sugiere a Puga que adopte una postura flexible, aunque sea más de
forma que de fondo, pues le favorecerá internacionalmente. Sostiene que las naciones
extranjeras miran el problema con disgusto. “Aun en mi propia tierra —argumenta Lisboa
— se suelen oír cargos contra Chile por esta causa; y hay brasileros que dicen: todo lo de
Chile está muy bien, pero en lo de Tacna y Arica no” 968. A petición del Secretario de Estado,
Lisboa se acerca a Seoane a fin de indicarle que no debe dar por fracasada la negociación,
porque es posible seguir discutiendo 969 .
Estas expresiones de Lisboa demuestran que la causa chilena es generalmente impopular
en el hemisferio occidental y en ciertos Estados europeos.
Lo más grave es que Brasil, el amigo tradicional, se demuestre reticente.
El ministro chileno en Río de Janeiro, Francisco J. Herboso, instruido desde Santiago,
aborda esta materia detenidamente con el Canciller. Se trata nada menos que de José
María da Silva Paranhos, el célebre barón de Río Branco, quien desde 1902 hasta su muerte
en 1912, se desempeñó como ministro de relaciones exteriores, bajo cuatro Presidentes
sucesivos. Siguió así las huellas de su ilustre padre —el Vizconde— que lo fue durante el
Imperio 970 .
Como resultado de esta entrevista, Río Branco estimó que la solución propuesta en la nota
del 25 de marzo era “satisfactoria”, si bien todavía no conocía la contestación negativa de
Perú, que Seoane transmitirá el 8 de mayo. En cuanto a que los “regionales” serían los
únicos con derecho a votar en la consulta, según le comunicó la Cancillería del Rímac, el
barón advierte después la equivocación cuando lee el Tratado. Perú —exclama— debe
pensar que se halla frente a una situación similar a la de Alsacia y Lorena, y se compromete
a telegrafiar al Embajador Joaquín Nabuco para que convenza a Washington de que Lima
acepte la proposición chilena.
Herboso, tras de recibir sendos telegramas de Puga Borne, vuelve a conferenciar con Río
Branco 971 . Ya el encargado de negocios peruano había comunicado a Paranhos que su
gobierno rechazaba toda fórmula que no fuese “el estricto cumplimiento del Tratado de
Ancón”. El Secretario de Estado juzga, pues, que Perú está convencido de ganar el
plebiscito y por esta causa no acepta la indemnización de tres millones de libras esterlinas
propuesta en la nota del 25 de marzo.
El agente chileno empieza a entrever una actitud menos firme del Ministro y le solicita cuál
será la actitud de Brasil, en el caso de que Perú responda negativamente a aquella nota. El
barón le asegura que trataría de ayudar a Chile en lo que pudiera... Herboso, yendo al

968
94 Este párrafo fue reproducido por El Comercio de Lima conforme los documentos sustraídos al Ministro Puga Borne, a
que nos referimos anteriormente, al mencionar el affaire Gumercindo.
969
95 MINREL. F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. 1907-1908. Conferencia con el Ministro Lisboa.
Santiago, 13-4-1908.
970
96 MINREL. F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. 1907-1908. Oficio confidencial Nº3, Petrópolis,
25-4-1908, de Francisco J. Herboso, Ministro de Chile en Brasil, al Ministro de RR.EE. de Chile.
971
97 MINREL. F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. 1907-1908. Oficio confidencial Nº5, Petrópolis,
6-5-1908, de Francisco J. Herboso, Ministro de Chile en Brasil, al Ministro de RR.EE. de Chile.
fondo de la cuestión, le consulta qué actitud tomarían los estadounidenses. Río Branco
sospecha que Zeballos continúa en campaña en pro de Perú. Por otra parte, sabe que
hasta el año anterior Root simpatizaba con esta república. Siempre recordaba la
hospitalidad que recibió de la madre del Presidente José Pardo, cuando estuvo en Lima 972 .
Por esta razón, Lima acreditó como ministro en Washington al hijo de esa señora, a su vez
hermano del gobernante.
Herboso considera que “nuestro éxito [el de Chile] en la solución propuesta dependerá de
la actitud de Estados Unidos... Ningún país —ni siquiera el Brasil— nos ayudará de modo
directo y eficaz si la Cancillería de Washington nos fuese adversa”.
La inquietud de nuestro agente crece al saber que llega a Río, a comienzos de julio, Víctor
Maúrtua, como plenipotenciario peruano, y su perspicacia no le ha abandonado 973 . Al
tratar de nuevo el tema de las cautivas, advierte que el “astuto y oportunista” barón no
solo coincide con este diplomático, sino que pretende obtener ciertas concesiones y
ventajas en la solución de la cuestión del Acre, todavía pendiente entre las dos repúblicas.
Río Branco consulta si habría inconveniente en que, a título personal, sugiriese algunas
modificaciones a los planteamientos de Puga Borne.
El Presidente Montt, que ya sabía de las continuas diligencias peruanas en Buenos Aires y
de la posición de Root, resuelve acoger el ofrecimiento disimulado de buenos oficios de
Brasil, y tentar así un arreglo con Perú bajo el paraguas de un gobierno al que todavía se
continúa considerando amigo.
En un oficio de 4 de agosto, Puga trasmite a Herboso la respuesta que debe dar a
Paranhos 974 :
“El Gobierno de Chile agradece al Barón de Río Branco el interés que le ha manifestado para
ayudarle a buscar una solución definitiva al problema de Tacna y Arica.
Después de las recientes tentativas, sobre todo después de la respuesta dada por el Ministro
señor Seoane a la nota que le dirigió este Departamento, los gobernantes del Perú han
revelado una disposición de espíritu que nos hace presumir que un acuerdo directo entre los
dos Gobiernos es difícil de alcanzar.
Deseando poner término a esta situación por medio de un procedimiento que permita al
Gobierno del Perú salir sin desmedro de la actitud que ha mantenido hasta el presente, sin
que Chile sufra menoscabo en sus derechos y expectativas, cree este Ministerio que el mejor
medio de conseguirlo es provocar la reunión de una conferencia de delegados constituida
por las personas más caracterizadas de ambos países. Esta idea insinuada al señor Seoane
antes de su partida a Lima ha sido acogida por él con interés.
La circunstancia de que pronto se iniciará en el Perú una nueva administración es favorable
para dar éxito a este proyecto.

972
98 MINREL. F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. 1907-1908. Oficio confidencial Nº5, Petrópolis,
6-5-1908, de Francisco J. Herboso, Ministro de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
973
99 MINREL. Oficio confidencial Nº7, Petrópolis, 20-7-1908, de Francisco J. Herboso, Ministro de Chile en Brasil, al Ministro
de RR.EE. de Chile.
974
100 MINREL. F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. 1907-1908. Oficio Nº15, Santiago, 4-8-1908, de
F. Puga Borne, Ministro de RR.EE. de Chile, a Francisco J. Herboso, Ministro de Chile en Brasil.
El Gobierno de Chile estima que el del Brasil es el más naturalmente indicado para insinuar
al Gobierno del Perú la idea de que se procure resolver el problema de Tacna y Arica en una
conferencia de delegados chilenos y peruanos, los cuales propondrían una solución ad
referendum a los gobiernos.
Estima a su vez que el mismo Gobierno del Brasil debe ser, a petición de esos delegados, el
mediador amistoso, si ellos no pudieran ponerse de acuerdo en una fórmula de arreglo”.
Junto con el texto de la nota anterior, Puga Borne instruye al plenipotenciario para que
exprese que el carácter de ad referendum es un requisito indispensable; que descarte
además el arbitraje; que la conferencia llegue a resultados prácticos, tales como
condiciones para el plebiscito que fuesen aceptables para el gobierno, que permita
cumplirlos sin necesidad de aprobación del Congreso. Los detalles los deja al arbitrio del
barón, quien podría desempeñar un papel similar al de Estados Unidos entre Rusia y Japón.
En espera de que asuma el Presidente Augusto B. Leguía en Lima, Río Branco acepta. Mas
la intervención de Brasil demoró porque Chile tardó en responder dos consultas: una,
acerca de la conveniencia de establecer una junta de notables, y la otra respecto de la
presidencia del plebiscito por una tercera potencia. Luego la cuestión se dilató a
consecuencia del llamado incidente “de la corona”, en 1909, a que nos referiremos más
adelante, el cual anticipó la ruptura de relaciones diplomáticas chileno-peruanas, al año
siguiente.
Preocupado Herboso por las informaciones que trasmite la prensa, quiso asegurarse de
que el Secretario de Estado mantenía sus expresiones favorables.
Río Branco fue más directo esta vez. A su juicio, la forma insolente que empleó Lima en el
asunto “de la corona” lo hacía acreedor a un castigo.
Brasil —dice— vería con agrado que Santiago anexase definitivamente las cautivas, y
expresará a Lima que se olvide de la mediación amistosa. Sin perjuicio de tener cuestiones
pendientes con Perú, Brasil apoyará a Chile en todo lo que no envuelva una cooperación
armada. Aconsejó un ultimátum a Perú y que lo invite, por última vez, a realizar la consulta
sobre las bases que La Moneda siempre ha planteado. Cree que Perú terminará por
aceptar esta fórmula. Además transmitirá al Embajador Nabuco que prepare el terreno en
Washington, en favor de Chile.
Las instrucciones que recibió Lisboa —representante brasileño en Santiago no eran
exactamente las mismas que Herboso escuchó a Río Branco.
Chile— expresó el plenipotenciario al Canciller Rafael Balmaceda cuenta con toda nuestra
simpatía, “pero no podríamos ahora intervenir en el caso sin incurrir en la censura general,
no habiéndonos provocado el Perú y habiéndonos dado esperanza de poder resolver
satisfactoriamente con él, nuestra cuestión pendiente de frontera” 975.

¿Entendió mal Herboso o Río Branco fue más cauto en sus instrucciones a su agente ante
La Moneda? No tenemos antecedentes para resolver estas diferencias, aunque la respuesta
deberíamos buscarla en la primacía que Paranhos concedía a la solución de las

975
101 MINREL. Oficio confidencial Nº20, Santiago, 20-3-1909, de José Rafael Balmaceda, Ministro de RR.EE. de Chile, a
Francisco José Herboso, Ministro de Chile en Perú.
controversias limítrofes brasileño-peruanas.
Designado ministro en Francia, Puga Borne se detiene en Río de Janeiro, a fin de formalizar
una entente con la República Argentina y Brasil 976 .
Asimismo informa al Presidente de Brasil y al ministro de negocios extranjeros que el
Presidente Montt tiene plena fe en los procedimientos fluminenses respecto de Tacna y
Arica. Sin embargo, el ex-canciller estuvo en contradicción con su gobierno, pues Santiago
ahora no acepta ninguna mediación. Luego Herboso aclara que las gestiones de Puga
Borne no tuvieron más alcance que “sondear la opinión y disposiciones” del gobierno
brasileño 977 .
11. JOSÉ MIGUEL ECHENIQUE ASUME COMO MINISTRO CHILENO EN LIMA
En vista de la renuncia de Balmaceda y sin perjuicio de la nota de Seoane y su retorno a
Lima, La Moneda resuelve acreditar un nuevo agente. Actúa así con el propósito de
evidenciar, ante las naciones extranjeras, que tiene relaciones normales con su vecino del
norte y que ambiciona resolver la cuestión pendiente.
Al principio circularon diferentes nombres. Sin embargo, el Presidente de la República se
inclinó por José Miguel Echenique Gandarillas, aristocrático miembro del partido
conservador, aunque distante del ajetreo partidista.
En un comienzo, su nombre despertó sospechas en Lima porque le supondrían vínculos de
mucha amistad con el pierolista Alberto Ulloa Cisneros, periodista opositor del Presidente
Pardo, y también una relación de parentesco con el general Juan Martín Echenique 978 .
Empero, estos temores carecían de fundamento. El nuevo representante los achacaba a sus
adversarios en Santiago, que aspiraban a ocupar su puesto.
La designación del nuevo agente mereció la aprobación del Senado y de la opinión
pública, pero El Mercurio estimó —con no poca sagacidad— que antes de activarla sería
preferible saber si la partida de Seoane a su patria era transitoria o definitiva. “Así se retiró,
no ha mucho, —agrega— el señor Álvarez Calderón, que no volvió, y así se había retirado
antes Chacaltana” 979.
Previo a su viaje, Echenique recibió instrucciones escritas 980 . Deberá prestar atención
preferente a todo lo que desarrollase sentimientos amistosos entre los dos países, un
punto al que el plenipotenciario dio atención inmediata, como apreciaremos
posteriormente. Acerca de Tacna y Arica, Puga le expresaba:
1º que lograra la aprobación de las bases a que se refería la nota del Secretario de Estado, de 25 de
marzo; 2º que manifestaría que Chile aceptaba discutirlas en orden a introducir modificaciones que
las hagan mutuamente aceptables; 3º que si Perú difería de las sugerencias anteriores, Chile
976
102 MINREL. Oficio confidencial Nº14, Petrópolis, 26-2-1909, de Francisco José Herboso, Ministro de Chile en Brasil, al
Ministro de RR.EE. de Chile.
977
103 MINREL. Oficio confidencial N°8, Santiago, 26-4-1909, de José Rafael Balmaceda, Ministro de RR.EE. de Chile, a
Francisco José Herboso, Ministro de Chile en Brasil.
978
104 MINREL. F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. 1907-1908. Carta, Lima, 16-6-1908, de Julio
Pérez Canto, Encargado de Negocios de Chile en Perú, a Federico Puga Borne, Ministro de RR.EE. de Chile.
979
105 Julio Pérez Canto: op. cit. Pág. 136.
980
106 MINREL. F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. 1907-1908. Oficio confidencial Nº14, Santiago,
4-8-1908, de Federico Puga Borne, Ministro de RR.EE. de Chile, a José Miguel Echenique, Ministro de Chile en Perú.
aguardaría las proposiciones que esa república deseare hacerle; 4º que transmitiera la importancia
que para Chile tenía la aceptación de las propuestas relativas al punto 1º, y 5º que las negociaciones
continuarían radicadas en Santiago.
Se le entregó también, privadamente, un memorándum que contenía el procedimiento
para lograr la aceptación de las proposiciones chilenas 981 .
Entre ellas: quiénes votan; quién preside en Tacna antes de la votación; cómo se determina
la residencia de los sufragantes; quién preside la votación; y la cuantía y forma de la
indemnización.
El plenipotenciario y su esposa, Mercedes Correa Errázuriz, llegaron al Rímac el 16 de
agosto de 1908. Julia Cossío de Salinas les alojó “galantemente” en su mansión 982 . Algún
tiempo después, entre el numeroso grupo de limeños que pasaron a saludarles, Echenique
recibió la visita de Leguía, candidato victorioso a la Presidencia de la República 983 . Allí se
abordaron asuntos de interés recíproco, con el compromiso de conversar posteriormente.
Echenique planteó la fórmula de una reunión de personalidades de ambas repúblicas, en
orden a estudiar una solución respecto de las cautivas.
Según el diplomático, el peruano aceptó “con entusiasmo la idea”.
El 22 de agosto, el Congreso proclamó a Leguía como Presidente electo.
Echenique le visitó en su casa, “una vieja y vasta residencia con gran patio florido”. Fue
recibido en el salón principal, “ni suntuoso ni mezquino” 984.
El nuevo gobernante, nacido en Lambayeque, era ajeno a la oligarquía limeña, pero su
militancia en el civilismo y su matrimonio con Julia Swayne y Mariátegui lo acercarían a
ella. Por su madre, Carmen Salcedo y Taforó, era sobrino del casi Arzobispo de Santiago,
Monseñor Francisco de Paula Taforó; así emparentaría aunque lejanamente con los
Balmaceda de Chile. A los trece años, fue matriculado en Valparaíso en el Colegio Inglés de
Goldfinch y Bluhm. “Hay en ti —le expresaba Monseñor Taforó— fuerza de voluntad para
penetrar en el campo de las conciencias y para curar los males del alma. No has nacido
para que te dominen sino para dominar y si te inicias en la carrera eclesiástica, Dios y los
hombres te lo agradecerán” 985. Acertó el sacerdote en su juicio psicológico, mas erró en el
vaticinio acerca de un porvenir eclesiástico. Como muchos hombres de su época, fue
masón y alcanzó el grado 33 986 .
El agente presentó sus credenciales al Presidente José Pardo, que muy pronto entregaría el
mando. En su discurso, trasmitió el mensaje de amistad de Montt, en orden a lograr “una
cordialidad completa, sin nubes, sin recelos y sin reticencias”. Abordó también la cuestión

981
107 BA.cH.h. Nº6 Año III. Santiago. Segundo semestre. 1935. “La negociación Puga Borne” por José Miguel Echenique.
982
108 Julio Pérez Canto: op. cit. Pág. 145.
983
109 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1908. Oficio confidencial Nº5, Lima, 22-8-1908, de José Miguel Echenique,
Ministro de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
984
110 Julio Pérez Canto, op. cit. Pág. 170.
985
111 Jorge Basadre, op. cit. Pág. 269.
986
112 Luis Alberto Sánchez: Los burgueses. Mosca Azul editores. Lima. 1983. Pág. 81
pendiente, según el camino trazado por Puga Borne 987
.
La respuesta del mandatario fue cordial, pero sin compromisos. Empero, aludió a las
instrucciones que habría recibido el agente, en que propondría la división del territorio
litigioso. El ministro le manifestó que ello no formaba parte de estas, y que se las enseñaría
al canciller, porque su misión “era tan franca como amistosa” 988.
A los cinco días, Seoane presentó su renuncia, pretextando razones de índole privada.
Nuestro agente consideró propicio el cambio, pues el sucesor llevaría otro ánimo 989 . En su
opinión, la memoria del ministerio de Relaciones Exteriores de Perú indicaría que, dentro
del espíritu que inspiró las propuestas del 25 de marzo, sería posible “llegar al acuerdo
reclamado por las conveniencias políticas y económicas de los países interesados” 990. Una
frase ambigua, que Echenique entendió equivocadamente, pues estimó que Perú había
terminado por aceptar la negociación de convenios “inconexos e independientes”, como
fueron calificados en Lima los de Puga Borne.
El ministro celebró una segunda reunión con Leguía, ya Presidente 991
.
El diplomático aprovechó para aludir al reciente discurso de Puga, en el Congreso,
referente a la política de expansión comercial que animaba a Montt, con la intención de
tentar al mandatario, que era hombre de comercio y de cifras. Tocó el punto sobre los
azúcares, tan importante para los influyentes hacendados peruanos. Acotó que existían
extensas posibilidades de beneficios recíprocos; mas si La Moneda no encontraba
facilidades en esta nación, debería volcarse hacia el Atlántico, particularmente a Brasil, gran
productor del mismo artículo.
Leguía celebró la idea de ajustar un convenio comercial, en el que podría buscarse una
compensación en favor de los arreglos de carácter político.
Consultó cuál sería el procedimiento. Echenique señaló que Puga Borne había mencionado
a Seoane la idea de que ambas partes designarían a un grupo de personas destacadas, a
las que tocaría proponer una solución a los gobiernos. Leguía quería saber si tendrían el
carácter de árbitros, a lo que el agente respondió negativamente. En todo caso, —expresó
Echenique— la negociación continuaría radicada en Santiago.
En un momento, el gobernante le pasó el Libro rojo escrito por Alejandro Álvarez, y le
preguntó “¿Este libro es una publicación oficial de su Cancillería?”.
Echenique contestó:
“En este libro veo notas oficiales, de Cancillería; pero noto que hay en ella un estudio del
profesor Álvarez, que no pertenece a la planta de empleados de ese servicio; es en verdad,
Consultor del Ministerio, pero tiene su oficina de abogado fuera de La Moneda. Cuando yo
salí de Santiago no tenía ese cargo de Consultor que aparece al lado de su firma en esa
987
113 Julio Pérez Canto: op. cit. Pág. 171.
988
114 “La negociación Puga Borne” por José Miguel Echenique. Op. cit.
989
115 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE. 1908. Oficio Nº112, Lima, 3-9-1908, de José Miguel Echenique, Ministro de Chile en
Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
990
116 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. Oficio Nº144, Lima, 1-12-1908, de José Miguel Echenique, Ministro de
Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
991
117 Julio Pérez Canto: op. cit Pág. 181 y siguientes.
publicación” 992.
Leguía, deseoso de ir al fondo, le preguntó:
“De modo que usted, señor Ministro, cree que esa publicación del señor Álvarez carece del
valor de una publicación oficial?” 993
El diplomático le replicó que mientras no tuviera una comunicación en contrario de su
gobierno, estimaba que se trataba de un documento particular.
“Si es así, esa publicación carece de importancia” comentó el primer mandatario.
Cinco lustros más tarde, Álvarez juzgó los hechos de distinto modo 994
.
En una polémica que sostuvo por escrito con Echenique, señaló que fue llamado en 1905
para ocupar el cargo, creado entonces, de consultor letrado del ministerio de relaciones
exteriores. En vista de que las relaciones diplomáticas con Perú se hallaban interrumpidas,
ocupó su tiempo en ordenar la documentación pertinente. Sus ideas —dice— fueron
acogidas por el Ministro Luis A. Vergara, en su nota de 15 de marzo del mismo año,
dirigida al canciller peruano, que dio pie a la reanudación de relaciones.
En 1908, se hizo la primera edición del Libro Rojo, equivalente a libros similares que
publican los ministerios de relaciones exteriores europeos, con carácter oficial. Es por esta
causa que se sorprendió por la contestación de Echenique a Leguía; cuando el agente
regresó de Lima, después del incidente “de la corona”, insistió en el ministerio que se
hiciera una segunda publicación de este trabajo oficial.
Las primeras comunicaciones de Echenique las recibió J. Rafael Balmaceda, sucesor de
Puga Borne, a consecuencia de un cambio de gabinete y de que este último fuese
nombrado ministro en Francia. Ahora prevalecía la alianza liberal. Varias décadas después,
Echenique culpa a esa coalición del mal resultado de su gestión 995 .
En carta al agente, Balmaceda se aleja de la proposición de su antecesor y del propio
Presidente Montt, relativa a la reunión de personalidades. Como estima esta idea:
“sumamente peligrosa, le agradecería a usted que se sirviera decirme qué plan o programa
de discusión tomaría la Conferencia como base de sus deliberaciones... ¿Se buscaría la
solución dentro del pacto de 1883 o se prescindiría de él para llegar a acuerdos de diversa
índole? Es seguro que los delegados plantearían la discusión exigiendo el cumplimiento liso y
llano del tratado de Ancón, y en este terreno la controversia sería sumamente peligrosa,
pues, a falta de acuerdo entre las partes sobre la base de la celebración del plebiscito, los
peruanos propondrían el arbitraje o la mediación de una tercera potencia” 996.
Echenique —relata en el citado artículo que publicó el año 1935— que advierte en ese y
otros párrafos una mano extraña. Esa mano nos es ya conocida: es la de Alejandro Álvarez,

992
118 Dúplica de José Miguel Echenique al artículo de Alejandro Álvarez sobre “La negociación Puga Borne”. BACh.H. Año IV
Nº7. Primero y segundo semestre. 1936.
993
119 Dúplica del Sr. Echenique... Op. cit.
994
120 Réplica de Alejandro Álvarez del artículo “La negociación Puga Borne” de José Miguel Echenique. BA.cH.h. Año IV
Nº7. Primero y segundo semestre. 1936.
995
121 La negociación Puga Borne por José Miguel Echenique. Op. cit.
996
122 La negociación Puga Borne por José Miguel Echenique. Op. cit.
autor del Libro Rojo, en el que se hace un análisis de todas las gestiones sobre la materia y
se recoge el pensamiento de Luis Aldunate sobre el plebiscito simulado 997 .
Una vez más, la política internacional sufría los efectos del régimen parlamentario, que
impedía marcar una senda coherente en asuntos de la mayor gravitación. También faltaba
la influencia de una mano segura —como la de Bello— que durante varias décadas orientó
la diplomacia nacional.
12. EL ASUNTO “DE LA CORONA”
El gobierno del Presidente José Pardo decidió que los restos de militares que participaron
en el conflicto bélico con Chile, en 1879, fuesen enterrados solemnemente, en una cripta
monumental, construida en el cementerio de Lima.
Recién llegado, el ministro chileno apreció —equivocadamente— que esta era la
oportunidad para dar cumplimiento al espíritu de cordialidad que animaba al Presidente
Montt, reflejado en las instrucciones impartidas por Puga Borne 998 .
Al informarse de que el cuerpo diplomático sería invitado a la ceremonia, el
plenipotenciario propuso a su Cancillería la idea de colocar una corona de bronce, a
nombre de La Moneda, como un homenaje a los soldados muertos en combate con los
nuestros. En ella se grabaría: “El Gobierno de Chile a los que murieron en defensa de su
patria”.
Autorizado por el Canciller Balmaceda, sondeó el ambiente. Advirtió que la iniciativa fue
recibida con general beneplácito, de modo que la formalizó por nota el 16 de septiembre,
dirigida al Ministro Solón Polo, en la que solicitó se le señalara el día en que podría cumplir
esta “piadosa misión” 999.
Polo agradeció el ofrecimiento y le manifestó que la ceremonia tendría lugar después de la
inauguración oficial del monumento. Tan pronto se repararan algunos desperfectos
existentes en él, se le indicaría la fecha para llevar a efecto este homenaje.
A juicio del secretario de la legación, Julio Pérez Canto, todo lo que se afirmó después en
el sentido de que hubo reticencias en el gobierno peruano [el de Pardo y su Ministro Solón
Polo], frente a esta iniciativa “es inexacto” 1000.
Es claro que cuando debía formalizarse, Pardo ya había entregado el mando a su sucesor.
Tal vez Echenique, con más prudencia y sagacidad, debió reiniciar desde el comienzo la
gestión que presentó a Polo, esta vez frente a su sucesor.
El 24 de septiembre, Leguía asumió el mando y nombró a Melitón F.
Porras como Canciller.
Tan pronto la corona estuvo en condiciones de instalarse, Echenique pasó una nota a don
Melitón, en la que pedía fecha y hora para colocarla en la cripta.
997
123 BA.cH.h. Año IV Nº7. Primero y Segundo semestre 1936. Respuesta de Alejandro Álvarez al artículo “La negociación
Puga Borne” de José Miguel Echenique.
998
124 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE. 1908. Oficio Nº118, Lima, 23-9-1908, de José Miguel Echenique, Ministro de Chile
en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
999
125 Julio Pérez Canto: Op. cit. Pág. 189.
1000
126 Julio Pérez Canto: Op. cit. Pág. 192.
Se afirmaba que el retardo en recibir la “corona” se debía a ciertas imperfecciones en la
estructura de aquella. Mas, según el arquitecto que la construyó, los desperfectos eran
superficiales, unas simples grietas. Así lo comprobaron igualmente funcionarios de la
misión chilena. Comenzó, pues, a sospecharse de que la demora era intencionada. Al
mismo tiempo, la posición del plenipotenciario se volvía incómoda, dado su carácter de
autor de la iniciativa 1001 .
Cuando pasaron tres meses, el plenipotenciario visitó al Presidente Leguía.
Entre otras materias, lo impuso de lo que sucedía con la corona. El gobernante se
demostró muy sorprendido porque este asunto no estuviese resuelto, y le pidió que
hablase francamente con el Canciller. Echenique rehusó preguntarle a Porras si el desaire
duraría tres o quince días más. Si esta materia no se solucionaba, solicitaría una licencia o
renunciaría, y el próximo ministro —agregó— es probable que no vendrá con la misión de
“cordialidad” que a él se le confió. Leguía, al tomarle el peso al asunto, prometió hablar
con el Secretario de Estado, y consultó al agente en qué forma deseaba que se hiciera la
recepción. Dados los hechos, “en la forma más sencilla” replicó Echenique 1002 .
Un semanario limeño —El Porvenir— publicó una crónica sobre esta demora y dio las
razones de ella. Esta seguramente fue una infidencia deliberada de Porras.
Echenique despachó una comunicación a su gobierno, el 21 de diciembre 1003
.
Puso de relieve las razones que le movieron a rendir este homenaje a los soldados
peruanos e hizo una relación circunstanciada de los acontecimientos posteriores, así como
recordó la nota de aceptación del Ministro Solón Polo. Agregó que en una nueva
conversación con Leguía, el Presidente le prometió arreglar el asunto. Hizo igualmente
referencia al rumor que circulaba de que Porras se resistía al cumplimiento de lo acordado
por el Gobierno anterior.
En el mencionado artículo que publicó en 1935 en el Boletín de la Academia Chilena de la
Historia, Echenique afirmaba que Porras recibía informaciones de Santiago, además de las
de carácter oficial, las que le trasmitía el periodista tacneño Enrique Hurtado y Arias, que le
alentaban a tomar un camino erróneo.
El agente telegrafió el 28 de diciembre al Canciller chileno J. Rafael Balmaceda, y le
comunicó que Porras le había contestado que consideraba “inoportuno practicar actos que
atestigüen reconciliaciones definitivas mientras no se convierta en realidad la expectativa del
cumplimiento fiel del Tratado de Ancón y se ponga término a la triste situación de los
peruanos de Tacna y Arica”.
Un grupo de peruanos, así como los hombres de negocios, José Payan y Santiago Grace,
propusieron la devolución de las notas de Porras y de Echenique.
El 9 de enero de 1909, Balmaceda —seguramente con la intención de exhibir ante las
cancillerías extranjeras la buena disposición de Chile hacia Perú— le instruyó que no

1001
127 Julio Pérez Canto: Op. cit. Pág. 239.
1002
128 Julio Pérez Canto: Op. cit. Pág. 241.
1003
129 Julio Pérez Canto: Op. cit. Pág. 242.
coadyuvara a esas gestiones 1004 . Debía comunicar al Canciller, por escrito, cuáles eran los
hechos y destacarle que los buenos propósitos de mantener cordiales relaciones con Perú
no encontraban reciprocidad en esta última nación. Le ordenó que conversara con el
Presidente Leguía para expresarle que su misión de cordialidad había sufrido un revés con
la nota de Porras y que había pedido a su gobierno que lo llamara a Santiago.
El 23 de enero, el ministro informó oficialmente que regresaba a su patria con licencia de
su gobierno y acreditó, como encargado de negocios, al secretario Julio Pérez Canto 1005 .
Este último relata en su obra El conflicto después de la victoria, que Echenique, atribulado
por un desenlace que nunca imaginó, examinó todos sus actos desde que llegó a Lima y
pensó que todo era obra personal del Ministro, al que no secundaban ni el Presidente
Leguía ni sus compañeros de gabinete.
Incluso creyó que la renuncia o la caída de Porras remediaría la situación... 1006

En cambio, en el artículo antes citado que publicó en 1935, Echenique atribuyó el fracaso
de su misión a una intriga política de la alianza liberal en Santiago, y, detrás de ella, vio las
manos de Alejandro Álvarez y Máximo R.
Lira, que no compartían las bases de la negociación Puga Borne y propugnaban volver a la
tesis de Luis Aldunate. Por otra parte, señaló dos tendencias en Lima: una que buscaba el
arreglo con Chile para que La Moneda ayudara a Perú o no le pusiera tropiezos, en sus
gestiones ante Brasil, Ecuador, Colombia y Bolivia, repúblicas con las que tiene conflictos
limítrofes de mayor importancia; y la otra, que intentaba entenderse primero con Brasil y
luego con las demás naciones, aislando a Chile e imponiéndole una “solución de justicia”,
esto es, la entrega de Tacna y Arica o el arbitraje. Echenique juzgaba que había prevalecido
la última.
Según dicho artículo, en la única conversación que sostuvo con Porras durante su misión,
el Ministro expresó al plenipotenciario que Perú no aceptaba otra solución que el arbitraje
y que la reunión de plenipotenciarios será un “trámite inútil” 1007.
Tras el fin de su plenipotencia, el agente se embarcó en el Imperial, el 23 de enero, rumbo
a su patria, la que había dejado cinco meses antes, con tantas ilusiones. Fue despedido por
el Ministro Porras, los miembros del cuerpo diplomático y numerosos amigos particulares
1008
. Su sucesor —Emiliano Figueroa— llegaría al Rímac en 1928, casi veinte años después,
como el primer Embajador de Chile en Perú.
En Santiago, el conocido novelista y hombre público Luis Orrego Luco, comentó estos
hechos:
“El señor José Miguel Echenique, Ministro de Chile en el Perú, caía como don Carlos de
Borbón por una corona, sólo que don Carlos la pretendía para sí, en tanto que a Echenique
1004
130 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1908. Oficio Nº2, Lima, 14-1-1909, de José Miguel Echenique, Ministro de
Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
1005
131 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1908. Nota, Lima, 23-1-1904, de José Miguel Echenique, Ministro de Chile
en Perú, a Melitón F. Porras, Ministro de RR.EE. de Perú.
1006
132 Julio Pérez Canto: op. cit. Pág. 252.
1007
133 “La negociación Puga Borne”, op. cit.
1008
134 Julio Pérez Canto: op. cit. Pág. 263.
no querían recibírsela... El nuevo Ministro de Relaciones Exteriores [don Rafael Balmaceda] y
el Presidente Montt lo abandonaban...” 1009.
En Arica y Tacna, los chilenos le recibieron con sus casas embanderadas.
El intendente Máximo R. Lira pronunció unas palabras cargadas de pasión:
“Haré un discurso —dijo— tan breve como ha sido la misión del señor Echenique.
Efectivamente, su misión ha sido breve y la más feliz, al mismo tiempo, de cuantas nuestro
Gobierno ha mandado al Perú.
Hace cinco meses que pasaba el señor Echenique por este mismo puerto cargado de
ilusiones generosas. Hoy le tenemos nuevamente aquí, de regreso a la patria, habiéndolas
perdido todas. En su bagaje diplomático no trae el señor Echenique tampoco ningún tratado,
ningún protocolo, ninguna proposición siquiera.
Y llamo al regreso del señor Echenique misión feliz, porque habiendo perdido las ilusiones
propias, nadie mejor que él podrá contribuir a que las pierdan también otros, si es que
todavía quedan ilusos en Chile, logrando además que el Gobierno peruano se vea obligado a
reconocer que es el odio al vencedor del ’79 el regulador de su política y el que le ha quitado
la máscara, haciendo caer también la venda de los ojos a muchos de nuestros compatriotas
que tenían el candor de creer que podíamos reconciliarnos con el Perú de una manera
definitiva y sincera.
Mientras Tarapacá sea provincia chilena, [mas correcto habría sido decir Tacna y Arica]
mejores éxitos no será dable alcanzar, y yo felicito cordialmente al ministro Echenique por
ellos” 1010.
En Pisagua, Iquique y Antofagasta hubo nuevas manifestaciones. Después de las espinudas
expresiones del intendente, Echenique, discretamente se abstuvo de hablar. El Comercio,
de Lima, calculó que ascendieron a cuatro mil las personas que se acercaron al muelle en
este último puerto. “La manifestación fue imponente” agregaba el redactor de dicho
periódico.
En Valparaíso, el 2 de febrero, lo aguardó una gigantesca muchedumbre.
Según este mismo periódico, habría manifestado, desde uno de los balcones del cuartel de
la bomba:
“Hemos errado el camino; hemos querido conducir por la blanca senda de la paz las
negociaciones de amistad con un pueblo que vive encerrado en la oscura caverna de los
odios eternos”.
Este diario reprobó las expresiones anteriores y señaló que ahora que la calma había vuelto
a los chilenos, esperaba que se juzgarán con más ecuanimidad los asuntos peruanos.
El Mercurio escribió que carecían de fundamento las noticias de que el gobierno chileno
había adoptado rumbos o medidas extremas o dispuesto la movilización del ejército y de
la armada 1011 .
1009
135 La Mañana, Santiago, 1-1-1910.
1010
136 Julio Pérez Canto: op. cit. Págs. 265 y 266.
1011
137 Julio Pérez Canto: op. cit. Pág. 268.
Conforme trascribe el historiador peruano, Jorge Basadre, en una polémica pública entre
Porras y el ex-Presidente José Pardo, del 12 de enero de 1920, don Melitón se expresó así:
“Hay que observar que este ofrecimiento [el de la corona] no fue una simple consecuencia
sino un acto perfectamente meditado que se derivó de la política que había iniciado antes en
Chile el Ministro Puga Borne y de las instrucciones impartidas a la legación aquí. Esa política
estaba basada en el propósito de obtener la renuncia del Perú a la reincorporación de Tacna
y Arica mediante la oferta de ciertas ventajas de orden económico y en el de descartar la
intervención oficiosa posible de los Estados Unidos por la impresión que se deseaba producir
en el ánimo de sus hombres de Estado, reiterando ante ellos la afirmación y las pruebas de
este hecho supuesto: ‘El Perú está ya resignado a perder sus provincias y la cordialidad entre
los dos países ha comenzado a establecerse de una manera definitiva’. El agente diplomático
señor Echenique se aprovechó de las circunstancias para contribuir por su parte a ese plan.
He allí el secreto de su actitud. Esa situación fue la que yo encontré. El incidente que
sobrevino, no provocado por mí, sirvió, con todo, para contrariar la política chilena y
demostrar que no había tal resignación ni se habría iniciado tampoco una corriente de
cordialidad definitiva” 1012.
Nos parece que el gesto de la corona no debió realizarse, principalmente por las
circunstancias en que se encontraban las cautivas. Su fracaso se debe atribuir también a la
terquedad de Porras, el nuevo Canciller, así como a los malos recuerdos que este guardaba
de Máximo R. Lira e igualmente de su presencia en Santiago, durante la negociación del
Protocolo Billinghurst-Latorre.
En la decisión del agente chileno, no advertimos el maquiavelismo que le imputa Porras.
Las instrucciones que recibió de profundizar las relaciones chileno-peruanas son las que
normalmente se imparten a un jefe de misión, sobre todo ante el gobierno de una nación
limítrofe con tanta historia detrás...
Es probable que un diplomático con experiencia se hubiese abstenido de dar este paso.
Empero, juzgamos que ahí cupo una buena cuota de responsabilidad al gobierno y al
sistema político imperante en nuestra patria. Se prefería conceder tales cargos a
distinguidas personalidades de la confianza y amistad del gobernante de turno, —
entregado a su vez a los vaivenes del parlamentarismo— antes que a individuos fogueados
en la diplomacia. Por lo demás, la política que adoptó Porras resultó perjudicial para las
cautivas, pues postergó la solución del asunto por veinte años más.
13. EL ASUNTO DEL “ESCUDO” Y EL INCIDENTE DE LA BANDERA
Al día siguiente de embarcarse el plenipotenciario, el encargado de negocios Pérez Canto
fue informado por el cónsul general en el Callao, Enrique Paut Vergara, de que el escudo
que adornaba el edificio del consulado general en ese puerto, había desaparecido durante
la noche 1013 . Se informó a la policía. Pérez Canto, sin dar mayor importancia al hecho, lo
comunicó al Canciller Porras, quien le aseguró que se esclarecería y se castigaría al

1012
138 Jorge Basadre: op. cit. Vol. VII.Págs. 283 y 284.
1013
139 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1908. Oficio Nº9, Lima, 26-1-1909, de Julio Pérez Canto, Encargado de
Negocios de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
culpable 1014 .
Lamentablemente, las averiguaciones no arrojaron ningún resultado.
Tanto la legación como la Cancillería en Santiago no le dieron mayor trascendencia.
Grande sería, sin embargo, la sorpresa de Pérez Canto cuando se enteró de que nuestro
conocido, Enrique Castro Oyanguren, encargado de negocios peruano en Santiago, había
informado a la Chancillería chilena que según las investigaciones practicadas, era el propio
cónsul general quien había sustraído el escudo; el gobierno peruano pensaba solicitar el
retiro de ese funcionario por considerarle persona non grata. Esta acusación se basaba en
un sumario policial que daba cuenta de que un empleado de la aduana y una señora que
habitaba la casa en donde funcionaba el consulado le vieron entrar el 24 de enero,
después de la partida de Echenique, a las cuatro de la mañana, y retirar subrepticiamente
el emblema... 1015, cual vulgar ratero.
Pérez Canto rechazó estas alegaciones, por ser moral y prácticamente absurdas. Dijo que,
tanto Paut como él, tomaron el tren expreso para regresar directamente a la capital, la
noche del día de la partida del ministro Echenique.
La prensa en Santiago se ocupó detenidamente de este “nuevo incidente peruano”. Vio en
él otra provocación.
El 27 de abril, nuestra Secretaría de Estado comunicó a la legación en Lima que Oyanguren
se desistía de la acusación y se limitaba a afirmar que Paut Vergara “no es persona grata”.
La Moneda le destinó a Panamá, con el mismo rango.
Pérez Canto atribuye el origen de esta situación a un despacho del cónsul general a su
gobierno, en que llamaba la atención a las autoridades de Santiago por la falta de
protección en que se encontraban los intereses chilenos en Perú, expuestos a cualquiera
represalia, si se produjera una ruptura de relaciones. Recomendaba, pues, mantener de
estación un buque de guerra en aguas peruanas.
Esta correspondencia la entregó personalmente Echenique en el ministerio de relaciones
exteriores, mas se extravió. Probablemente cayó en las diestras manos de Castro
Oyanguren y Hurtado Arias, que ya tenían experiencia en la sustracción de esta clase de
documentos.
“Esta petición irritó sobremanera al Dr. Porras —dice Pérez Canto— y ella fue la causa
única del retiro de Paut y el verdadero origen de la historia del robo del escudo, asunto
dejado de la mano por su escasa importancia y luego resucitado cuando el documento
substraído llegó al conocimiento del señor Porras” 1016.
Otro hecho que agitó las aguas ya turbias, aunque sin mayores consecuencias que atizar
la sensibilidad de algunos periodistas locales, fue el izamiento de la bandera chilena el 20
de mayo, con motivo del día nacional de Cuba, en la sede de dicho consulado. Esta se

1014
140 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1908. Oficio Nº9, Lima, 26-1-1909, de Julio Pérez Canto, Encargado de
Negocios de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
1015
141 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1908. Oficio N°61, Lima, 17-4-1909, de Julio Pérez Canto, Encargado de
Negocios de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
1016
142 Julio Pérez Canto: op cit. Págs. 319 y 320.
bajó en la madrugada del viernes 21. Aquello dio motivo a que los medios de información
comentaran que se estaba celebrando un hecho de guerra: el combate naval de Iquique.
Felizmente, ahí terminó la guerra de los símbolos.
CAPÍTULO VII
PERÚ ROMPE NUEVAMENTE SUS
RELACIONES DIPLOMÁTICAS CON CHILE
1. ARMAMENTISMO PERUANO
2. JOSÉ FRANCISCO VERGARA DONOSO EN LIMA
3. EL RETIRO DE ENRIQUE CASTRO OYANGUREN, ENCARGADO DE NEGOCIOS DE PERÚ EN SANTIAGO
4. LA GESTIÓN DE PAULINO ALFONSO
5. LA CUESTIÓN ECLESIÁSTICA
6. PROPOSICIONES RELATIVAS AL ARTÍCULO III. PERÚ ROMPE RELACIONES CON CHILE
7. GESTIONES DE RÍO BRANCO
8. DISCURSO DE LEGUÍA
9. LA NEGOCIACIÓN HUNEEUS-VALERA
10. CONVERSACIONES VILLEGAS-ELÉSPURU
11. GESTIONES CHILENAS EN RÍO DE JANEIRO
12. PERÚ ROMPE RELACIONES CONSULARES CON CHILE
13. MISIÓN DE PUGA BORNE EN LIMA
14. LA MOVILIZACIÓN MILITAR DE 1920
15. CHILE Y PERÚ EN LA SOCIEDAD DE LAS NACIONES

1. ARMAMENTISMO PERUANO
La legación chilena en Lima informó a Santiago que Perú intentaba adquirir en Gran
Bretaña un crucero de diez mil toneladas, por valor de 150.000 libras esterlinas 1017. Con este
motivo, llegó un representante de la casa Vickers al Rímac; mas la operación tendría que
ser al contado y se requería contratar un empréstito externo La dificultad radicaba en la
situación financiera del Estado.
Si bien Perú enfrentaba problemas limítrofes con sus cinco vecinos, el destino de este
buque no podía ser otro que la república del sur.
A principio de 1909, el Congreso peruano aprobó una ley para realizar la conversión del
saldo de un empréstito vigente por 600.000 libras esterlinas.
De esta suma, se deducirían 200.000 para el pago de créditos insolutos y el saldo de
400.000 para la adquisición de armamentos 1018.
El incidente referido “de la corona” agravó, aún más, el entorno vecinal e inspiró
desconfianza en los círculos financieros europeos, en cuanto a la capacidad del Rímac de
pago de nuevos préstamos. El ministro Echenique —en su artículo de 1935— relata que el
Presidente Montt, como consecuencia de los avisos que él despachó desde Lima, logró
paralizar un crédito que Perú destinaría a la compra de material bélico 1019.
Por otra parte, Vickers no autorizó esta compra, que tampoco apoyaba el gobierno

1017
1 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1907. Oficio confidencial Nº1, Lima, 4-1-1909, de José Miguel Echenique,
Ministro de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
1018
2 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1908. Oficio Nº43, Lima, 30-3-1909, de Julio Pérez Canto, Encargado de
Negocios de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
1019
3 “La negociación Puga Borne” por José Miguel Echenique. BA.cH.h. Año III. Nº6. Segundo semestre. Santiago 1935.
Págs. 121 y 122.
británico1020. Sus astilleros se hallaban copados por las numerosas órdenes recibidas y no
se interesaban por adquisiciones a plazo.
Las dificultades políticas internas, asimismo, parecían alejar la adquisición de nuevos
buques de guerra. Sin embargo, al año siguiente, se iniciaron negociaciones para
incorporar a la flota peruana el crucero acorazado Dupuy de Lôme, de fabricación francesa,
lo que desató una gran polémica de prensa.
Los periódicos proclives al gobierno sostenían que sería un elemento poderoso frente a la
escuadra chilena, y los de oposición juzgaban que no reunía esas condiciones. Finalmente,
el contrato de compra fue rescindido por el Presidente Billinghurst, en 1913, por no haber
dinero con qué pagarlo1021.
2. JOSÉ FRANCISCO VERGARA DONOSO EN LIMA
Este distinguido servidor público chileno fue Canciller y también plenipotenciario en
Argentina. Firmó en representación de Chile los pactos de mayo. Desembarcó en el Callao
el 30 de noviembre de 1908. Era portador de un mensaje confidencial del Presidente Montt
y del Ministro Balmaceda, para intentar lograr una solución de la demorada cuestión de
Tacna y Arica1022.
Conversó con Echenique. Le escuchó repetir la idea de Puga Borne de una reunión de
notables, que tomaran la responsabilidad de buscar una solución.
Le pareció interesante. Al mismo tiempo, culpó a Máximo R. Lira de las dificultades en la
provincia de Tacna. A su juicio, la legación “de conciliación” y ese intendente eran
incompatibles. “Uno de los dos será sacrificado” comentó Vergara Donoso 1023.
El 15 de diciembre, celebró una entrevista con Leguía. El Presidente —conforme la
estimación de Vergara— parecía proclive a lograr un arreglo con Chile, que se fundaría en
una partición del territorio1024. Se esforzó asimismo por indagar si Porras compartía esos
anhelos, pero no logró saberlo1025. En verdad, el Secretario de Estado —influido por
experiencias anteriores— lo que perseguía era recuperar las cautivas, y consideraba que el
gobernante no conocía a fondo el problema. El Ministro constituyó el escollo para una
mejoría de la situación.
Un cambio de política en Santiago contribuyó —o sirvió de excusa— para que no
prosperase la gestión de Vergara, tan altamente patrocinada.
3. EL RETIRO DE ENRIQUE CASTRO OYANGUREN,
ENCARGADO DE NEGOCIOS DE PERÚ EN SANTIAGO
De acuerdo con las atribuciones que le otorgaba el artículo III, Chile sancionó una ley, el 9
1020
4 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1908. Oficio confidencial Nº23, Lima, 18-6-1909, de Julio Pérez Canto,
Encargado de Negocios de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
1021
5 Jorge Basadre: op. cit. Séptima Edición. Vol. IX. Pág. 19.
1022
6 Julio Pérez Canto: “El conflicto después de la Victoria”. Santiago. 1918. Empresa Zig-Zag. Pág. 435.
1023
7 “La negociación Puga Borne” por José Miguel Echenique. BACh.H. Santiago. Año III. Nº6. Segundo semestre 1935.
1024
8 José María Barreto: “El problema peruano-chileno (1883-1911)”. Escuela Nacional de Artes y Oficios. Lima. 1912. Pág.
180.
1025
9 Julio Pérez Canto: op. cit. Pág. 238.
de septiembre de 1909, que fomentaba el desarrollo agrícola e industrial en la provincia de
Tacna, así como extendía la de colonización a las cautivas. Igualmente, se confeccionó un
plan para radicar colonos (chilenos), a los que se concederían diferentes beneficios 1026. En
suma, un nuevo paso en el programa de chilenización, que concitaba tanta irritación entre
los peruanos. Aprobada dicha norma legal, el encargado de negocios en Santiago, Enrique
Castro Oyanguren, presentó una nota de protesta, en que también reclamó por la clausura
de algunas iglesias en dicha provincia (las de Estique, Belén, Codpa y Arica) así como por la
proyectada creación del departamento de Tarata.
Desde el 15 de junio de ese año, la Cancillería —a cargo de Agustín Edwards, sucesor de
Rafael Balmaceda— estimó que la nota de Castro estaba “concebida en términos
altamente inconvenientes y hasta ahora desusados en las comunicaciones diplomáticas” 1027.
El autor peruano José María Barreto atribuye la inflexibilidad de Edwards a la influencia que
ejercían sobre él Alejandro Álvarez, Máximo R. Lira y Carlos Silva Vildósola. La inclusión de
Tacna y Arica en la ley de colonización agrícola sería obra de sus “mentores”. Esta iniciativa
—a juicio de aquel escritor— buscaría el fracaso de la misión Vergara Donoso 1028. Pero, la
verdad es diferente. Edwards comenzaba a correr como candidato presidencial, a los 30
años de edad. Esta política le hizo muy popular, porque el tema del norte encendía
fácilmente el “patriotismo” en muchos chilenos.
Aquí estaría el origen de su postulación 1029. Los “mentores” se limitaron solo a dar forma a
sus intenciones. El Presidente Montt, enfermo, no tenía energías suficientes para frenar al
joven colaborador que le impuso la mayoría parlamentaria.
El 2 de abril, antes de ingresar al gabinete ministerial, Edwards concedió una entrevista al
periódico El Mercurio (de su propiedad). Declaró que el sentimiento nacional reclamaba la
anexión definitiva de Tacna y Arica.
Recordó igualmente que el Tratado de Paz con Bolivia aseguraba a esta república el libre
tránsito por este último puerto. Al estar Arica en poder peruano —agregaba— este podría
tornarse aleatorio y dejar a Chile como incumplidor del Pacto de 1904. En cuanto a Bolivia,
quedaría privada de acceso al mar por el puerto que siempre constituyó su salida natural.
La afirmación anterior nos parece discutible, puesto que Perú expresó, en ocasiones, que
daría facilidades a esa república por Arica. Lo que subyacía, en el fondo, era la “política
boliviana” de Santa María: el altiplano estrechamente unido a Chile y alejado de su antiguo
aliado.
En vista de que resultaba imposible llegar a acuerdo con Perú, —comentaba este joven y
enérgico político— no quedaba otro camino que convocar unilateralmente el plebiscito.
Edwards pretendía deshacer así el nudo gordiano, por años insoluto.
Volviendo a la nota de protesta, La Moneda pidió explicaciones al gobierno de Lima, así
1026
10 Memoria de Ministro de RR.EE., Culto y Colonización.1910. Primera parte, XII. Págs. 119 y siguientes.
1027
11 Tacna y Arica (1905 a 1910). 2º edición. Santiago de Chile. Imprenta, Litografía y Encuadernación Barcelona. 1912. Pág.
279 y siguientes.
1028
12 José María Barreto: op. cit. Págs. 181 y 182.
1029
13 Gonzalo Vial: “Historia de Chile (1891-1973).” Vol. II. Editorial Santillana del Pacífico S.A. Ediciones. Santiago de Chile.
1983. Pág. 480.
como el retiro de Castro Oyanguren. Mientras se consideraba esta solicitud, horas después,
una segunda comunicaba su ascenso como ministro plenipotenciario en Ecuador, y el
nombramiento de Arturo García Salazar en calidad de encargado de negocios en Santiago.
De ese modo, se soslayaba la petición de Edwards, que tenía los visos de una declaración
de persona non grata.
El Ministro Porras declaró al agente de La Moneda que solo indicó a su representante los
puntos que contendría ese despacho, y le había recomendado que emplease términos
moderados. Agregó que lo desautorizaría, si una vez impuesto de él, coincidía con las
apreciaciones chilenas. “Deben ser exageraciones. Yo no conozco la nota” dijo a Pérez
Canto1030. Agregó que el traslado de ese funcionario, con catorce años en Chile, era asunto
acordado desde tiempo atrás, en vista de sus quejas por los ataques que le prodigaba la
prensa chilena. “Esos cargos son injustos —acotó Porras— no nos ha proporcionado otra
clase de informaciones que las que los diplomáticos pueden mandar a sus gobiernos” 1031.
(Esto, por cierto, haciendo abstracción de la adquisición subrepticia de algunos
documentos oficiales sustraídos al Canciller Puga Borne, con la ayuda del periodista
tacneño Enrique Hurtado y Arias, asunto al que ya nos hemos referido).
Porras se dirigió por escrito a Pérez Canto para desautorizar el texto de su representante.
Oportunamente, transmitirá las observaciones que le merecerán las medidas adoptadas en
Chile1032.
La renuncia de Castro Oyanguren dejó satisfecho a Edwards y dio por terminado el
incidente.
Pérez Canto, más tranquilo después de estos sobresaltos, se aprontó a celebrar el 18 de
septiembre, en su casa de Barranco, a donde acudieron a felicitarle, además del cuerpo
diplomático, el Ministro Porras, la señora Oquendo de Subercaseaux, la familia Lavalle, etc.
1033

4. LA GESTIÓN DE PAULINO ALFONSO.


Este diputado relata que, en agosto de 1909, el ministro de relaciones exteriores, Agustín
Edwards, conversó con él y le refirió que tenía antecedentes de que el Presidente Leguía
propiciaría una partición de Tacna y Arica.
Al consultarle cuál era su opinión, el parlamentario respondió que tal posibilidad le
“llenaba de alegría”1034. Así habría de iniciarse una misión oficiosa de una de las figuras de
mayor prestigio moral e intelectual que ilustraron la vida pública nacional.
El Canciller solicitó su ayuda en la Cámara joven y expresó que le apoyaría.
No sucedió así. El Ministro solo se limitó a declarar que el gobierno tendría en cuenta las
1030
14 Pérez Canto afirma que se trataría de un coup monté por el propio Secretario de Estado, quien sí habría redactado la
nota.
1031
15 MINREL. MISIONES ECHENIQUE Y PÉREZ CANTO. 1909. Oficio Confidencial Nº55, Lima, 11-9-1909, de Julio Pérez
Canto, Encargado de Negocios de Chile, al Ministro de RR.EE. de Chile.
1032
16 MINREL. MISIONES ECHENIQUE Y PÉREZ CANTO. 1909. Oficio confidencial Nº56, Lima, 11-9-1909, de Julio Pérez
Canto, Encargado de Negocios de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
1033
17 Julio Pérez Canto: op. cit. Pág. 440.
1034
18 Paulino Alfonso: “La gestión de don Paulino Alfonso ante el problema de Tacna y Arica. Memorándum póstumo”.
Santiago. 1929. Imprenta Nascimento. Pág. 5.
ideas expresadas por el diputado. Por el momento, el Secretario de Estado activaba la ley
de colonización en las cautivas. “Parece que, poco a poco, —expresa Alfonso— fue
desviándose de una solución conciliatoria con el Perú”. Al mismo tiempo, surgía la
candidatura presidencial de Edwards, ya muy agravada la salud del Presidente Montt 1035.
Después de estos hechos, falleció el gobernante y asumió la vice-presidencia de la
República Emiliano Figueroa Larrain. Luis Izquierdo Fredes ocupó la cartera de Relaciones
Exteriores y varió el rumbo de su predecesor.
En estas circunstancias, Alfonso se acercó a Figueroa. Le comunicó que, por razones de
salud, tenía que viajar al extranjero. Podría visitar Perú y, de este modo, averiguaría cuál era
la opinión allá respecto de una partija. El Vice-Presidente prestó de inmediato su apoyo a
esta iniciativa, muy de acuerdo con su carácter conciliador.
El emisario oficioso comenzó por explorar la zona en litigio y concluyó que el límite, entre
los dos departamentos, tendría que trazarse a través de la quebrada de Hospicio. Seguía
una línea geográfica que, por cierto, dejaba en territorio chileno el sector correspondiente
del ferrocarril de Arica a La Paz, y que se asemejaba a la que establecería el Tratado de
1929.
Alfonso llegó a Lima después de la segunda ruptura de relaciones con Chile. En este clima,
se entrevistó en noviembre de 1910 con el Presidente de la República, quien le trató “con
distancia reservada”1036. El diputado le manifestó que su visita obedecía al propósito de
“desempeorar” las relaciones entre las dos naciones. Ese era el espíritu de Figueroa y de los
que ahora dirigían la política exterior, alejados de las posiciones de Edwards y sus
consejeros.
Leguía le respondió que también pretendía una solución de paz en Tacna y Arica, así como
la concertación de un tratado de comercio. Recordó su educación en Valparaíso, como
dijimos, y que conocía a no pocos de los políticos de la república sureña.
Alfonso conferenció después con Porras. El Secretario de Estado pidió que le entregara el
mapa, en donde dibujó la frontera, y un plazo de diez días para darle una respuesta.
Expirado este, el Ministro le comunicó que Perú aceptaba, en general, la idea; que la línea
de demarcación debía ser, de oriente a poniente, por la quebrada de Escritos, antiguo
límite entre Tacna y Arica; que el arreglo se facilitaría con la intervención de alguna nación
extranjera (Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Brasil o Argentina), y deseaba saber hasta
qué punto el emisario tenía el respaldo de su gobierno.
Alfonso le manifestó que contaba con el del vice-Presidente de la República.
Ahora necesitaba informarle de lo obrado.
Una vez en Santiago, conversó con Emiliano Figueroa. Empero, este le dijo que, dado que
ya estaba elegido Ramón Barros Luco, le recomendaría al mandatario que lo invitara a
conversar con él.
Pasó el tiempo y nadie le llamaba. Mientras tanto, aparecieron informaciones en La Prensa
de Buenos Aires que agitaron las aguas en Chile.
1035
19 Paulino Alfonso: op. cit. Pág. 8.
1036
20 Paulino Alfonso: op. cit. Pág. 19.
Finalmente, el 9 y 10 de marzo de 1911, el diputado celebró dos entrevistas con el ministro
de Relaciones Exteriores, Enrique A. Rodríguez, quien le expresó que el nuevo gobernante
estimaba que se debía mantener la situación tal como estaba, mientras Perú no pidiese
modificarla, temperamento que se acomodaba con la sicología de Barros Luco. Además, tal
solicitud tendría que venir acompañada de “las explicaciones consiguientes al agravio que
nos importó la interrupción de las comunicaciones diplomáticas”, junto con las bases sobre
las que descansarían nuestras futuras relaciones.
Agregó que el plan del Presidente era mantener el statu quo, sin perjuicio de llevar
adelante el plan de fortificaciones de Arica, ya acordado 1037.
Alfonso hizo un segundo viaje al exterior. Esta vez a la costa atlántica de América del Sur.
En conversación con nuestro ministro en Río de Janeiro, se enteró de que el agente
brasileño en Santiago, Gomes Ferreira, había hecho dos preguntas a La Moneda: ¿aceptaría
ella la partición de Tacna y Arica? y ¿aceptaría la reanudación de relaciones con Perú? El
gobierno respondió negativamente a la primera y sí a la segunda, toda vez que fuera sobre
bases que permitirían la celebración de un plebiscito.
En la sesión de la Cámara de Diputados del 19 de agosto de 1911, en respuesta a cargos
que se le hicieron por su misión, Alfonso expresó:
“¿Es obra de idealista visionario la del diputado que, en sesión secreta, cuyas deliberaciones
no debieron traspasar los muros de este recinto, insinuó, nada más que insinuó, una solución
internacional, cuyos verdaderos términos y circunstancias desconoce el público, y sobre cuya
oportunidad acaso se pronunciará la historia, que no será la mejor de las deseables, pero que
quien sabe si era la mejor de las practicables, y que, en todo caso, era ‘una solución’, para un
problema que desde largos años no la tiene?
Quienes me tildaron de idealista, ¿propusieron alguna solución? ¡Que digan la solución que
proponen!
A lo que debemos aspirar es a una solución que, consultando la fe de la palabra empeñada y
los precedentes diplomáticos del caso, y obteniéndose las mayores ventajas para el país,
permita el desenvolvimiento ulterior, tranquilo y fecundo, de la república.
Nadie niega, porque esto no puede negarse, que este problema es un tumor que está en el
corazón de la América”.
Así concluyó una inteligente gestión. Las incoherencias del sistema político imperante y el
laissez faire del Presidente Ramón Barros, impidieron que se resolviera entonces el
conflicto.
5. LA CUESTIÓN ECLESIÁSTICA
En páginas anteriores, hemos aludido al problema religioso en la provincia de Tacna. Como
anticipamos, en materia administrativa, no hubo mayores problemas. Pero, en lo
eclesiástico, la situación fue diferente. Las autoridades invocaron el régimen de patronato,
como herederos de la corona castellana, en vista de que, si bien temporalmente, Tacna y
Arica se hallaban bajo soberanía chilena, se estimó válido invocarlo. Se buscaba entrabar la
acción política del Obispo de Arequipa, de quien tradicionalmente dependía la cura de
1037
21 Paulino Alfonso: op cit. Pág. 30.
almas en esos territorios, como igualmente los sacerdotes peruanos en dicha provincia.
Estas gestiones se toparon con la negativa del Presidente José Pardo. La Moneda se
propuso entonces llevar la cuestión al conocimiento del Sumo Pontífice.
Con el propósito de facilitar la gestión, el Ministro Puga Borne encargó al intendente que
le suministrase una lista de párrocos que observasen una conducta “reprensible”.
Nuestro plenipotenciario cerca de la Santa Sede, Rafael Errázuriz Urmeneta, la recibió e
hizo uso de ella1038.
Este empeño no iba dirigido a moralizar a los sacerdotes, tarea que correspondía al
diocesano. Lo que el gobierno perseguía era neutralizar su acción, en el campo político
internacional. El meollo de la cuestión radicaba en que actuaban como ardorosos
propagandistas mientras se oponían a la política chilenizadora. El Obispo de Arequipa
enviaba encendidos telegramas que los párrocos leían durante la misa. Los chilenos
abandonaban indignados el oficio. La hostilidad —dice Puga Borne— ha llegado hasta
impedir que los sacerdotes chilenos atiendan a sus compatriotas. Si no se encuentra un
remedio a esta situación, —agrega— se tendrá que suprimir todo servicio eclesiástico en la
provincia, lo que obviamente envolvía una amenaza muy grave para la Santa Sede. Varios
miles de almas quedarían desamparadas.
Según la nómina citada, estos curas escandalizaban a los feligreses. Se citaban tres casos:
el de un Neira, que se robó a una joven y fue obligado por los padres de ella a casarse
civilmente. Estos lo persiguieron y ahora se encontraría en Arequipa, al parecer
rehabilitado. El de un Tocafondi que convivía con su concubina y sus hijos. Y el de un
Cevallos que se encontraba procesado por lo que hoy se definiría como acoso sexual. Por
último, la embriaguez parecía habitual en ellos 1039.
El Obispo de Arequipa ya había suspendido al párroco de Arica, señor Vitaliano Berroa, por
inmoralidad e injurias al intendente Luis Arteaga, antes de que se revelaran los casos
precedentes a la Santa Sede. La opinión pública peruana se enfureció con esta sanción. A
fin de calmarla, el prelado dio marcha atrás y confirmó a todos los párrocos 1040.
Nuestro agente cerca de la Santa Sede trató el asunto con el Secretario de Estado, el
Cardenal Merry del Val1041. Su Eminencia le expresó que había recomendado al Delegado
Apostólico en Lima la remoción inmediata de los curas “reprensibles”. Coincidió también
en que los residentes chilenos requerían de sacerdotes que les inspiraran confianza. Estuvo
de acuerdo en la creación de una autoridad eclesiástica local, bajo cuya vigilancia el clero
estuviere controlado. Empero, nuestra petición de alterar la jurisdicción episcopal de
Arequipa por otra —sea de Chile o de la Santa Sede— y la eliminación de sacerdotes
1038
22 MINREL F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. LA CUESTIÓN ECLESIÁSTICA. 1907-1908.
Telegramas, Roma, 16 y 20-12-1907, de Rafael Errázuriz Urmeneta, Ministro de Chile cerca de la Santa Sede, al Ministro de
RR.EE. de Chile.
1039
23 MINREL. F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. LA CUESTIÓN ECLESIÁSTICA. 1907-1908.
Telegrama, Santiago, 30-12-1907, de Federico Puga Borne, Ministro de RR.EE. de Chile, a Rafael Errázuriz Urmeneta,
Ministro de Chile cerca de la Santa Sede.
1040
24 Mario Barros: Historia diplomática de Chile (1541-1938). Ediciones Ariel. 1970. Barcelona. Pág. 587.
1041
25 MINREL. F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. LA CUESTIÓN ECLESIÁSTICA. 1907-1908.
Oficio Nº15, Roma, 28-1-1908, de Rafael Errázuriz Urmeneta, Ministro de Chile cerca de la Santa Sede, al Ministro de
RR.EE. de Chile.
peruanos, se resistía a adoptarla. La consideraba muy dura para Perú. La Silla Apostólica —
comenta Puga Borne a Errázuriz— antepone la voluntad de esa nación a la nuestra.
El Presidente de la República y el Secretario de Estado sostuvieron una conferencia con el
encargado de negocios de la Santa Sede, monseñor Colatey.
Montt fue muy categórico: “Si la Santa Sede no quiere arreglar el asunto por no romper
con el Perú, tendrá que romper con Chile”1042.
Como consecuencia de esta declaración y del cierre de las iglesias, cuyos párrocos se
negaron a solicitar el pase del gobierno chileno, el 2 de septiembre de 1908, Dolci
Delegado Apostólico en Lima comunicó por nota al encargado de negocios de Chile, que
“el Obispo de Arequipa nunca se había negado a conceder autorización para que
sacerdotes chilenos ejerzan su ministerio en Tacna”, o sea, puedan confesar, decir misa y
predicar1043.
Visto lo anterior, Agustín Edwards remitió a Pérez Canto las licencias concedidas por el
Arzobispo de Santiago a los presbíteros Efraín Madariaga y Elías Lizana, con el objeto de
que monseñor Dolci solicitara la autorización ofrecida para que ejercieran su ministerio.
Poco después, agregó los nombres de los sacerdotes Hugolino C. Quinzio y Rafael
Edwards.
Pérez Canto cumplió estas instrucciones. Empero, Dolci le dio cuenta del fracaso de sus
empeños:
“Le era absolutamente imposible hacer nada en el asunto y que consideraba que cualquier
gestión suya sería lo mismo que tomar en seguida el vapor y salir por fuerza del país” 1044.
Frente a una situación discriminatoria, Edwards ordenó al intendente de Tacna la expulsión
de los curas peruanos residentes en esa provincia. Se fundó en que “el derecho
internacional reconoce al soberano de un territorio para expulsar de él a los extranjeros
que menosprecian sus leyes o que son un elemento de discordia”.
El Obispo de Arequipa, por su parte, había cancelado las licencias —escasas por lo demás
— concedidas a religiosos chilenos.
El Vaticano se resolvió a acceder a un pedido de Chile y nombró un vicario castrense, sin
precisar la sede del vicariato. Mas se lee, en el Mensaje que el Presidente Montt envió al
Congreso Nacional, el 21 de mayo de 1910, que este “permitirá atender de algún modo los
servicios del culto de aquella provincia” 1045. La persona escogida fue Rafael Edwards,
virtuoso e inteligente sacerdote, quien viajó apresuradamente a Tacna y Arica, abrió bajo
inventario las iglesias clausuradas y las entregó a capellanes militares designados por él. A
pesar de que solo atenderían a los militares y sus familia, de hecho se reimplantó el

1042
26 MINREL F. PUGA BORNE. LA NEGOCIACIÓN CHILENO-PERUANA. LA CUESTIÓN ECLESIÁSTICA. 1907-1908.
Oficio confidencial Nº16, Santiago, 25-8-1908, de Federico Puga Borne, Ministro de RR.EE. de Chile, a Rafael Errázuriz
Urmeneta, Ministro de Chile cerca de la Santa Sede.
1043
27 Memoria del Ministro de RR.EE., Culto y Colonización.1910. Primera parte, XII. Págs. 145 y siguientes.
1044
28 Memoria. Pág. 155.
1045
29 MINREL. CONSULADO GENERAL DE CHILE EN PERÚ. 1910. Oficio Nº4, Lima, 8-6-1910, de Gustavo Munizaga,
Cónsul General de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
servicio religioso1046.
A estos “agravios” —comenta el historiador peruano Basadre— se añadía la acción
diplomática de La Moneda ante las repúblicas limítrofes de Perú, esto es, la política de
“cuñas” que recomendaba el “florentino” Vicente Santa Cruz. Asegura este autor que,
según versiones comprobadas, Chile estaría suministrando elementos bélicos ahora a
Ecuador, como antes a Colombia1047.
Un efecto práctico de aquella política se apreció en el Congreso Bolivariano, que se reunió
en Caracas en 1911, convocado por Venezuela para conmemorar el centenario de su
independencia. Asistieron, además, Bolivia, Colombia, Ecuador, Panamá y Perú. Porras vio
una oportunidad para que se sancionara el arbitraje amplio y retroactivo, que no prosperó
en México, y así recuperar las cautivas. Chile movió a sus agentes, Víctor Eastman en Quito;
Herboso en Bogotá, y Mathieu en La Paz. Dado que todas esas repúblicas tenían litigios
pendientes entre ellas, la tentativa de Porras fracasó 1048.
Más adelante, veremos que la decisión anterior impulsó a Perú a suspender sus relaciones
diplomáticas con Chile, en los momentos en que este último presentaba bases para la
celebración del protocolo que reglamentaría el plebiscito. El gobierno del Rímac se
aprovechó también de la ya mencionada sustracción de documentos chilenos, por Castro
Oyanguren y el periodista tacneño Hurtado, que publicó El Comercio.
La prensa peruana se agitó. Bajo el título “La expulsión de los curas de Tacna”, este
periódico calificó de inaudita la medida 1049. Con el fin de dar mayor fuerza a sus
argumentos, reprodujo algunos comentarios de El Diario Ilustrado de Santiago, —
antagonista de El Mercurio y de su dueño— que igualmente “vitupera la brutal actitud del
intendente Lira y considera que ese funcionario realiza en nuestras provincias del norte una
política de rompe y rasga, violatoria de la Constitución de Chile e inconveniente para las
relaciones de ese país con el nuestro y con la Santa Sede”.
En cambio, el Herald de Nueva York —según informa su corresponsal en Valparaíso— la
apoya y se refiere a la nacion hermana como el “turbulento Perú”.
Por esos mismos días, nuestro compatriota Marcial Martínez Cuadros —siempre original—
calificó esta expulsión como “una tontería sin objeto”.
“Naturalmente —comentó— a mí no me hacen falta ninguna los curas de Tacna ni los de
aquí [Santiago], pero yo no los hubiera expulsado. Se trata de cuatro enemigos poco
temibles”.
“Con el retiro de las legaciones... —agrega— la Cancillería peruana hizo lo que hará
siempre: sacarle el cuerpo a la negociación que no le interesa”.
El periodista le pregunta: “¿Logrará el señor Edwards terminar el asunto de Tacna y Arica?
“¡Ah! —responde Martínez— Esa es cuestión de muchos años, hay tiempo para escribir
1046
30 Gonzalo Vial: op. cit. Vol. II. Pág. 558.
1047
31 Jorge Basadre: op. cit. Séptima edición. Editorial Universitaria. 1983. Vol. VIII. Pág. 299.
1048
32 “La misión Eastman en el Ecuador” por Mario Barros. Quito. 1966.
1049
33 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1910. Oficio Nº71, Lima, 23-2-1910, de Julio Pérez Canto, Encargado de
Negocios de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile. Transcribe artículo de El Comercio de 5-3-1910.
muchas notas admirables, por su extensión, despachar muchos diplomáticos y hacer muchas
cosas mal hechas”.
El reportero conversa con el diputado Arturo Alessandri: “¿Cree usted que haya guerra?
Absolutamente —le dice este-...Ni el Perú está preparado para una guerra ni nosotros
pensamos en ella”1050.
6. PROPOSICIONES RELATIVAS AL ARTÍCULO III. PERÚ ROMPE RELACIONES CON
CHILE
En 1900, en el tradicional Mensaje del 28 de julio, el Presidente Leguía expresó:
“Trascurrido un año más sin que el problema que afecta a las provincias de Tacna y Arica
haya sido resuelto, debemos esperar que la política internacional de Chile siga, en fin, el
rumbo que la justicia le señala”.
Y más adelante agregó:
“Los estadistas del país vecino deben comprender que el mantenimiento de su prestigio
estriba hoy en cumplir fielmente las estipulaciones del Tratado de Ancón inobservado desde
1894, a pesar de nuestra decisión en ejecutarlo y de la persistencia con que hemos
gestionado su cumplimiento”1051.
Esta declaración, que no se alejaba de otras anteriores, dio motivo para que Edwards,
molesto, cursase una nota a Porras, el 11 de agosto. Objetó las expresiones presidenciales
porque contenían apreciaciones contrarias a la cortesía internacional. Igualmente, sostuvo
que todos los gobiernos chilenos habían propendido al cumplimiento del artículo III y que
la diferencia con Lima radicaba en que, conforme al derecho internacional y a los
precedentes, Chile sostenía el derecho de que sufragaran en el plebiscito todos los
habitantes del territorio en litigio. En cambio Perú, únicamente los peruanos.
Sobre este punto, —añadía el Secretario de Estado— el concepto internacional ya formado
en América no favorecía esa última interpretación1052.
Porras respondió el 9 de septiembre 1053. Recordaba que Ribeyro había admitido en 1894
que podrían votar todos los habitantes; pero que eso no bastó para lograr un acuerdo. El
mejor camino para establecer cuál es ese concepto internacional —expresaba— sería
someter el asunto al arbitraje de un juez o tribunal. El Protocolo Billinghurst-Latorre
contempló esa fórmula y Chile eludió su perfeccionamiento. Perú desea —afirmaba por
último— “estrechar sólida y cordialmente sus relaciones con Chile”, y “traer de nuevo al
seno” nacional estos territorios.
Este intercambio de notas dio la impresión de que el camino para un avenimiento seguía
cerrado. Sin embargo, Edwards transmitió a Porras el 19 de octubre cuatro bases de
arreglo, a saber:
1050
34 “El Diario Ilustrado”, Santiago, 25-3-1910. Entrevista al Sr. Marcial Martínez Cuadros.
1051
35 MINREL LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1909. Oficio Nº177, Lima, 26-10-1909, de Julio Pérez Canto, Encargado de
Negocios de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
1052
36 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1909. Oficio Nº177, Lima, 26-10-1909, de Julio Pérez Canto, Encargado de
Negocios de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
1053
37 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1909. Oficio Nº177, Lima, 26-10-1909, de Julio Pérez Canto, Encargado de
Negocios de Chile, al Ministro de RR.EE. de Chile.
1° el plebiscito tendrá lugar una vez que Chile haya construido el ferrocarril de Arica a La Paz; 2° la
votación será secreta y participarán chilenos, peruanos y extranjeros, con una residencia mínima de
seis meses; 3° la presidencia, tanto de la junta directiva como la de inscripción y recepción,
corresponderá a Chile. Estas se compondrán de tres vocales, uno chileno, uno peruano y otro
neutral. Este último será designado por los cónsules extranjeros en Tacna y Arica o por una nación
amiga, y 4° en todo lo que no sea contrario a estas bases, Chile podría aceptar —en caso de que
Perú lo prefiera— las estipulaciones del Protocolo Billinghurst-Latorre 1054
Porras comunicó a Pérez Canto que, entre las mayores dificultades del planteamiento
anterior, estaba la fecha del plebiscito, ya que Chile podría postergarlo en beneficio suyo;
igualmente, que la presidencia recayere en manos de esa nación. Empero, se proponía
debatir la materia con la Comisión Diplomática del Congreso. La Comisión, al conocer las
medidas adoptadas recientemente en el territorio litigioso, rehusó considerarlas 1055.
En respuesta Porras planteó la siguiente contrapropuesta:
1º La junta directiva comenzará a funcionar en el término de tres meses, contados a partir del día en
que se firme el protocolo plebiscitario.
2º La votación será pública. Podrán participar los peruanos y chilenos que reúnan los requisitos de
tener 21 años como mínimo y residencia en el territorio, a partir del 1 de julio de 1907. Podrán
concurrir todos los nacidos en Tacna y Arica que se hallen presentes en el momento de la votación,
si previamente se hubiesen inscrito con tal objeto. No podrán votar los empleados públicos ni los
individuos del ejército ni de la policía, que presten servicios en Tacna y Arica.
3º La junta directiva se compondrá de un peruano, un chileno y un neutral designado por una
nación amiga. La presidencia corresponderá al neutral. La junta para la inscripción y recepción de
los votos se compondrá de un peruano, un chileno y un neutral, y la presidencia corresponderá a
este último.
4º La junta directiva señalará los lugares en que deban funcionar las juntas inscriptoras y receptoras.
Y 5º En todos los demás puntos, regirá el Protocolo Billinghurst-Latorre.
Porras formuló además las observaciones siguientes:
1° Perú está dispuesto a aceptar el arbitraje para resolver las divergencias de opinión que no sean
conciliables.
2° Perú acepta el voto de los chilenos, a fin de dar prueba del deseo de llegar a un avenimiento,
pero no renuncia a la teoría que siempre ha sostenido acerca del derecho exclusivo que
corresponde a los naturales de Tacna y Arica. Si no hubiese acuerdo, por lo tanto, la concesión
actual no podrá estimarse como un reconocimiento definitivo.
3° Para juzgar la propuesta peruana, debe tenerse en cuenta el hecho de haber trascurrido dieciséis
años desde que venció el plazo de la ocupación. Y 4° Existiendo contradicción en el propósito que
anima al gobierno de Chile y el que revelan las medidas adoptadas o proyectadas contra los
residentes peruanos, que han movido las reclamaciones que verbalmente o por escrito ha
presentado Perú, este estima que esas medidas deben suspenderse, revocarse o quedar sin
ejecución1056.

1054
38 MINREL. Informe del Asesor del Ministerio de RR.EE. de Chile, de Luis Arteaga, 1912-1927.
1055
39 MINREL. LEGACIÓN DE CHILE EN PERÚ. 1909. Oficio Nº194, Lima, 20-XI-1909, de Julio Pérez Canto, Encargado de
Negocios de Chile en Perú, al Ministro de RR.EE. de Chile.
1056
40 Memoria del Ministro de RR.EE., Culto y Colonización de Chile. Primera parte, XII. 1910-1911. Págs. 145 y ss.
En nota de 3 de marzo de 1910 1057, Edwards propone al Ministro Porras que la consulta
popular se verifique seis meses después del canje de las ratificaciones del protocolo, y que
todos los actos plebiscitarios serán vigilados por una “Junta Directiva” y realizados por
“Comisiones Inscriptoras” y “Comisiones Receptoras”.
La junta directiva y las comisiones se compondrán de tres miembros, a saber: uno
nombrado por el gobierno de Chile; otro designado por el gobierno del Perú y un tercero
elegido por el cuerpo consular residente en Tacna o en Arica, por mayoría de votos.
La presidencia de la junta directiva y de las comisiones inscriptoras y receptoras
corresponderá al miembro designado por el gobierno de Chile.
Corresponderá a la junta directiva: a) Formar y publicar el registro general de todos los
sufragantes, de conformidad con los registros parciales de las juntas inscriptoras; b) practicar el
escrutinio general, proclamar el resultado del plebiscito y comunicarlo a los gobiernos de Perú y
Chile; c) decidir todas las dudas y cuestiones que se promuevan, en las inscripciones, votaciones y
demás actos plebiscitarios; d) dictar todas las medidas que aseguren la corrección y seriedad de los
procedimientos plebiscitarios, y el orden público durante su realización.
Tendrán derecho a ser inscritos los varones chilenos, peruanos y extranjeros que cumplan
con las condiciones siguientes: a) Veintiún años de edad; b) saber leer y escribir; c) residencia de
seis meses en la provincia.
Las comisiones inscriptoras entregarán a cada individuo una boleta de inscripción que este
deberá presentar después a las comisiones receptoras.
Siempre que la comisión inscriptora se niegue a inscribir a un individuo, deberá anotar en
el acta de la sesión del día el nombre del excluido y la causa de su exclusión, y este tendrá
derecho a exigir copia de la parte del acta que le concierne.
Al pie de la última inscripción, estamparán diariamente su firma los miembros de la
comisión inscriptora y antepondrán a ella, en letras, el número de individuos inscritos en el
día.
Terminado el plazo señalado para las inscripciones, la junta directiva hará publicar los
registros dentro de los ocho días siguientes en los periódicos de Tacna y Arica, y en
carteles que se fijarán en los edificios públicos.
Dentro de los 15 días siguientes a esta publicación, podrán presentarse a la junta directiva
los individuos que reclamen su exclusión, y terminado este plazo, el registro quedará
definitivamente formado con las modificaciones acordadas por ella.
Formado el registro definitivo, la junta directiva señalará, dentro de los 8 días siguientes, la
fecha en que deban funcionar las comisiones receptoras.
Estas funcionarán el día fijado desde las 8 de la mañana hasta las 6 de la tarde, y se
compondrán de los mismos miembros que hayan formado las Comisiones Inscriptoras.
Los votantes presentarán la boleta de inscripción en el momento de sufragar, y esta será
inutilizada por la comisión receptora y canjeada por un certificado en que conste que el
individuo ha votado.
Terminada la recepción de los votos, la comisión practicará un escrutinio parcial y lo
1057
41 MINREL. Informes del Asesor del Ministerio de RR.EE. de Chile, Sr. Luis Arteaga. 1912-1927.
entregará a la junta directiva al propio tiempo que las actas, registros, boletas de
inscripción inutilizadas y demás documentos que obren en su poder.
Dentro de las 24 horas siguientes, la junta directiva practicará el escrutinio general en un
solo acto hasta proclamar el resultado.
La junta directiva y las comisiones inscriptoras y receptoras gozarán de la más completa
independencia en el ejercicio de sus funciones, y el presidente de cada una de ellas tomará
las medidas necesarias al mantenimiento del orden y al resguardo de la libertad de los
votantes.
La junta directiva y las comisiones inscriptoras y receptoras solo podrán funcionar con la
mayoría de los miembros que la componen, y en el caso de inhabilidad de alguno, será
remplazado durante su impedimento por quien nombre el gobierno o la autoridad que
hubiese designado al impedido.
Todas las resoluciones se tomarán por mayoría de votos.
Un protocolo especial que se firmará simultáneamente con el que fija las condiciones del
plebiscito, determinará los actos administrativos del gobierno de Chile y los derechos
adquiridos por terceros que el Perú se compromete a respetar, en caso de serle favorable
su resultado, así como las indemnizaciones pecuniarias que se adeuden por cualquier
motivo.
Las diferencias parecían, pues, acortarse y existían bases para un eventual protocolo.
Perú deseaba que el plebiscito se realizase tan pronto como se firmase, y Chile seis meses
después. En el proyecto de Edwards, la presidencia de los tres órganos antes indicados
estaría a cargo del miembro designado por La Moneda; y en el de Porras, por un neutral.
En materia de votantes, Perú admitía que sufragaran los chilenos, empero con una
residencia más larga, desde el 1 de julio de 1907, ya que mientras se construía el ferrocarril
de Arica a La Paz, Santiago trasladaría al puerto obreros del sur que le serían favorables en
la votación. A diferencia de la propuesta de Porras, Chile incluiría a los extranjeros, en su
mayoría bolivianos (quienes juzgaba que lo favorecerían, según lo dispuesto en 1895), y
que el dirimente —en caso de diferencias— fuese un miembro del cuerpo consular, al que
consideraba proclive a su causa. Edwards señalaba también que los electores deberían
tener 21 años de edad y saber leer y escribir. Perú aspiraba a que participara la masa
analfabeta, constituida mayormente por aymarás, pues juzgaba que ese voto sería suyo. En
cambio, negaba el derecho a sufragar a los funcionarios chilenos, tanto civiles como
militares y policiales, por obvias razones.
En Lima, entre los documentos sustraídos al Canciller Puga Borne, se mencionaban unos
oficios secretos de Máximo R. Lira. El intendente auguraba el éxito en la consulta, a
condición de que la presidiese un chileno y el voto fuese secreto. Abundaba también en
consideraciones sobre la ignorancia de los indígenas y la facilidad que existía para
amedrentarlos e impedir que votaran. Indudablemente, las publicaciones de El Comercio
avivaron el sentimiento nacional. La opinión pública se burló del “plebiscito honrado” que
preparaba Edwards con sus “mentores”, Lira era el más vituperado.
Pérez Canto entregó al Ministro Porras la comunicación anterior, el 15 de marzo. El 19 el
gobierno peruano consideró “inútil el mantenimiento de su representación diplomática” en
Chile y así lo comunicó, por la siguiente nota, el encargado de negocios en Santiago,
Arturo García Salazar1058:
“Han sido infructuosas las perseverantes gestiones hechas por el Gobierno del Perú para que
el de Chile se decidiese a iniciar una acción reparadora, con motivo de las hostilidades de
que han sido víctimas los habitantes peruanos de Tacna y Arica, en armonía con la política
adoptada por el Gobierno de V. E.
Se ha realizado recientemente en forma violenta la expulsión de los sacerdotes que en dichos
territorios ejercían funciones parroquiales.
Este acto manifiesta que el Gobierno de Chile está resuelto a mantener la actitud que ha
asumido y que conduce a suprimir, sistemáticamente y por actos de fuerza, el elemento
peruano de las provincias ocupadas.
Mi Gobierno, ante semejante situación, considera inútil el mantenimiento de su
representación diplomática en esta capital, y me ha ordenado que regrese al Perú, dejando
antes constancia de su protesta por los actos a que he hecho referencia, lo que cumplo por la
presente comunicación”1059.
El Ministro Edwards, por nota del 20 de marzo, le respondió:
“No es esta la primera vez que el Gobierno del Perú toma la determinación de retirar su
representación diplomática en mi país, y menos aún la primera protesta que hace por actos
o medidas que mi Gobierno ejecuta en uso de las atribuciones soberanas que el Tratado de
Ancón le confiere en los territorios de Tacna y Arica.
Sin embargo, en esta oportunidad es doblemente sensible y grave la resolución del Gobierno
de V. S. a raíz de las proposiciones contenidas en la nota dirigida por el mío con fecha 3 de
marzo último para la celebración del plebiscito sobre bases que consultan la más amplia
equidad y que guardan armonía perfecta con las estipulaciones del Tratado de Ancón.
No esperaba mi Gobierno que el de V. S. diese respuesta a esas proposiciones retirando, una
vez más, la representación diplomática ante él acreditada.
Revela esa determinación cuán lejos están de su ánimo los sinceros propósitos de
avenimiento que animan a mi Gobierno. Declina las responsabilidades en el Gobierno del
Perú y deja constancia de sus esfuerzos, tan continuados como estériles, para llegar a un
acuerdo, fácil de alcanzar si estuviese correspondido el espíritu cordial y amistoso que lo
anima.
La situación que el Gobierno de V. S. crea, excusa, en realidad, al mío de entrar a rebatir las
afirmaciones que hace, todas ellas sin fundamento plausible.
Juzgo, sin embargo, necesario manifestar a V. S. que mi Gobierno, fundado en los principios
generales del Derecho Internacional, ha procedido a expulsar de Tacna y Arica a sacerdotes
peruanos que se pretendían párrocos —según V. S. misma expresa— sin la correspondiente
autorización suprema, contraviniendo así deliberadamente la Constitución y las leyes de la
1058
42 Fue Ministro de Relaciones Exteriores así como tres décadas después Embajador de Perú en Chile. Su hijo, Arturo
García García, fue Canciller y representó a Perú en Chile entre 1960 y 1970.
1059
43 Memoria del Ministro de RR.EE., Culto y Colonización de Chile. Primera parte, XII. Págs. 145 y ss.
República.
Su permanencia en Tacna y Arica en el ejercicio de sus funciones no habría merecido
observación alguna si a semejanza de los demás sacerdotes nacionales y extranjeros que
habitan el país, se hubiesen respetado las leyes y reconocido a las autoridades que lo
gobiernan. No cabe, pues, como V. S.
insinúa, de parte del Gobierno de Chile una acción reparadora que en realidad incumbe a
quienes violaron las leyes”.
La decisión del Canciller Porras se produjo en momentos de inquietud política en Perú. El
Presidente Leguía acababa de enfrentar un conato revolucionario, el 29 de mayo de 1909,
capitaneado por miembros de la familia de Nicolás de Piérola. El golpe fracasó y el
mandatario dio pruebas de coraje, cuando se negó a renunciar al mando. Gracias a su
porte menudo, escapó con vida de una balacera que se produjo al pie de la estatua de
Bolívar, hasta donde le arrastraron los revoltosos. Pronto, también, hubo fisuras en el
partido civil, que era el eje del gobierno. Así surgió la primera semilla de oposición a
Leguía que debilitó su poder1060.
Nos parece indudable que en vista de este ambiente el gobierno prefirió dejar de lado la
última propuesta chilena. Optó, en cambio, por romper relaciones diplomáticas y escuchar
los reclamos del nacionalismo, a pesar de que después de las últimas proposiciones, el
plebiscito parecía más cercano.
Empero, la ruptura no resolvió la impasse; más bien congeló la situación en los territorios
litigiosos, en desmedro de los regnícolas. Tal vez no le faltaba razón a Marcial Martínez,
cuando sostenía que a las autoridades de Lima no le interesaba resolver este litigio.
Mantenerlo insoluto podría constituir un arma para unir a la opinión pública alrededor del
palacio de Pizarro, agobiado por problemas internos e internacionales.
Aparentemente, el primer afectado por la ruptura pudo ser el encargado de negocios. Mas
a Pérez Canto —en el último tiempo— la vida se le hacía “penosa con tanto incidente
desagradable”, así es que añoraba el regreso a su patria. Una vez en ella, trocó el espadín
diplomático por la pluma, pues Carlos Silva Vildósola —director de El Mercurio— le dio un
cargo en este periódico1061.
Aunque interrumpidas las relaciones diplomáticas, se mantuvieron las consulares y
comerciales, a cargo de Gustavo Munizaga, con el carácter de cónsul general en El Callao.
7. GESTIONES DE RÍO BRANCO.
En el capítulo octavo, nos referiremos a los intentos del barón de Río Branco de mediar en
la cuestión de las cautivas. Después que Brasil y Perú firmaran el protocolo de 1904 y
finalmente el tratado del 8 de septiembre de 1909, que dio término a la controversia
limítrofe entre ambos, Chile vislumbró que el apoyo que le prestaba Río de Janeiro
empezaba a diluirse. El tratado de 1909 estaba suscrito, pero aún no ratificado. El barón se
interesaba, pues, por su perfeccionamiento, ya que el Rímac cedía un territorio que Brasil
anhelaba. Perú, por su parte, veía en él una manera de lograr el apoyo fluminense en el
1060
44 Jorge Basadre: op. cit. Pág. 275 y ss.
1061
45 Julio Pérez Canto: op. cit. Pág. 550.
tema de Tacna y Arica1062. Mientras tanto, Río Branco le doraba la píldora a Herboso
diciéndole que esta posición conciliatoria no sería permanente; pero el fogueado
plenipotenciario no escuchó el canto de la sirena.
Efectivamente, en marzo de 1910, el barón repitió este ofrecimiento al representante
peruano, Hernán Velarde. Porras conferenció con los ministros de Argentina y Estados
Unidos en Lima. Luego planteó cuatro alternativas:
Tacna y Arica para Perú; Tacna y Arica para Chile; división del territorio; o creación de un
Estado independiente. Abandonadas tres de ellas, permaneció la división del territorio 1063.
Únicamente Brasil se dirigió a Chile. Al día siguiente del rompimiento de relaciones
diplomáticas entre Lima y Santiago, el 6 de marzo se acercó el ministro brasileño Gomes
Ferreira al Canciller Edwards y le propuso súbitamente una mediación conjunta de su país,
Argentina y Estados Unidos para fallar la cuestión del norte, siendo el resultado la partija:
Tacna para Perú y Arica para Chile. Edwards rechazó el arbitraje triple que tenía “todas las
apariencias de una imposición”1064.
En esos momentos, las relaciones peruano-ecuatorianas se encontraban al rojo vivo. En
telegrama del 4 de abril, Porras informó al representante ecuatoriano que Velarde había
recibido un ofrecimiento chileno de dejarlo con las manos libres respecto de Ecuador, a
cambio de la cesión de Arica a Chile. La República Argentina, que en ese momento
deliberaba sobre la concertación de una entente con Chile, habría demorado su respuesta.
El barón no quiso prescindir de ella. Bolivia, informada de estas maniobras, recordó a Chile
su ofrecimiento de traspasarle Arica. Este arreglo —según comenta Basadre— quedó
postergado1065. Sin embargo, no hemos hallado confirmación de esta aseveración, la que al
parecer se contradice con la reacción de Agustín Edwards, en su entrevista con Gomes
Ferreira.
El ministro Herboso confirmó a Santiago que Río Branco preguntó a La Moneda si
aceptaría resolver el problema de las cautivas mediante la fórmula de la partija. En esa
ocasión —presidencia de Barros Luco— el gobierno solo aceptaba el cumplimiento del
Pacto de Ancón1066. Nuestro agente agregó que poseía antecedentes de que el barón
actuaba a pedido de los peruanos. Chile —dice Herboso— respondió negativamente.
Al tratar de la misión oficiosa de Paulino Alfonso, hemos aludido a la gestión del
representante brasileño en Santiago. Herboso se molestó con la intromisión de Río Branco,
pero el agente desconocía que en ese momento Paulino Alfonso, con el respaldo del vice-
Presidente Emiliano Figueroa, desarrollaba negociaciones similares en Lima.

1062
46 MINREL. RECIBIDOS DE LA EMBAJADA DE CHILE EN BRASIL. 1942. Oficio Confidencial Nº 98/52, Río de Janeiro,
22-7-1942, al Ministro de RR.EE. de Chile.
1063
47 Jorge Basadre: op.cit. Séptima edición. Lima. 1983. Pág. 299 y ss.
1064
48 MINREL. OFICIOS RECIBIDOS EMBAJADA DE CHILE EN BRASIL. 1942.Citado Oficio Confidencial NºD98/ 52, Río de
Janeiro, 22.7.1942, al Ministro de RR.EE. de Chile.
1065
49 Jorge Basadre: op cit. Séptima edición. Lima. Vol. VIII. Pág. 299. Menciona diversas comunicaciones sobre la gestión de
Río Branco que “prueba cómo [Río Branco] se convirtió en activo amigo del Perú”.
1066
50 MINREL. RECIBIDOS DE LA EMBAJADA DE CHILE EN BRASIL. 1942. Oficio confidencial Nº752/92, Río de Janeiro,
21-12-1942, de Gabriel González Videla, Embajador de Chile en Brasil, al Ministro de RR.EE. de Chile, menciona oficio
confidencial Nº7, Río de Janeiro, 20-5-1911, de Francisco José Herboso al Ministro de RR.EE. Chile.
8. DISCURSO DE LEGUÍA
En el segundo trimestre de 1911, la situación de los peruanos en Tarapacá se volvió difícil,
principalmente a causa de los comentarios de La Voz del Sur, periódico de Iquique,
subvencionado desde Lima, que publicó artículos despectivos para la marina chilena.
Masas enfurecidas destruyeron sus máquinas.
Otros grupos atacaron el consulado peruano y rompieron el escudo que adornaba el
inmueble en donde este se encontraba. El cónsul chileno, Munizaga, proporcionó
explicaciones en Lima. Chile pagó los daños y dio una satisfacción al cónsul peruano 1067. A
tales hechos, se añadió el rumor, al parecer falso, de que el consulado chileno en El Callao
habría sido objeto de vejámenes, que encendieron, aún más, el fervor de los tarapaqueños.
La Liga Patriótica —una sociedad chilena— solicitó la salida de los peruanos de la
provincia, y acompañó esta petición con actos de fuerza, en desmedro de sus personas y
propiedades1068.
Los individuos repatriados de Iquique y Tacna convocaron a un fervoroso meeting. El
Presidente Leguía pronunció las siguientes palabras, según la versión que entregó a la
prensa la secretaría de la Presidencia:
“El interés que reveláis en la defensa del país no puede ser más patriótico ni más
significativo. Vosotros sabéis mejor que nadie cuánto es necesaria y cuánta falta nos ha
hecho en tantas ocasiones, en que las ofensas recibidas no se habrían podido reparar sino
por medio de las armas. Mi gobierno se ha preocupado siempre de la defensa nacional y ha
adquirido elementos destinados a ella en mayor proporción que ninguno de sus antecesores.
De ese camino no se apartará jamás y podéis estar seguros de que cuanto dinero pueda
disponer será aplicado a este objeto, que es preferente en el corazón de todos los
peruanos”1069.
El cónsul Gustavo Munizaga informa que algunos asistentes escucharon al gobernante
declarar que todo peruano debía trabajar no solo por recuperar Tacna y Arica, sino
también Tarapacá. Según el mismo funcionario, la asistencia al meeting no pasó más allá
de unas ciento cincuenta y tantas personas, reclutadas en su mayoría por agentes de la
policía. Se buscaba presionar al poder legislativo para que aprobase el alza de impuestos
destinados a compras militares 1070, tema al que nos referimos al tratar de la adquisición del
crucero acorazado Dupuy de Dôme.
La violencia se repitió en Tacna y Arica, en donde el Club de la Unión fue el centro del
antagonismo entre chilenos y peruanos 1071. Chile hizo en Arica un despliegue importante
de carácter militar y naval.
A estos sucesos se agregó el incidente del vapor Cóndor. Algunos marinos chilenos de

1067
51 Mario Barros: “Historia diplomática de Chile.” Pág. 606.
1068
52 Jorge Basadre: op cit. Séptima edición. Vol. VIII. Pág. 329 y ss.
1069
53 MINREL. CONSULADO GENERAL DE CHILE EN PERú. Oficio confidencial, 19-X-1911, de Gustavo Munizaga, Cónsul
General de Chile en El Callao, a Ministro de RR.EE. de Chile.
1070
54 MINREL. CONSULADO GENERAL DE CHILE EN PERÚ. OFICIO CONFIDENCIAL. N°34, 21-X-1911,Gustavo
Munizaga, Cónsul General de Chile en El Callao, al Ministro de RR.EE. de Chile.
1071
55 Jorge Basadre: op cit. Séptima Edición. Vol. VIII. Pág. 330.
franco en El Callao fueron atacados por peruanos. Hubo muertos y heridos por ambos
lados, y las autoridades locales pagaron una indemnización a las familias de los fallecidos,
tanto chilenas como peruanas1072.
9. LA NEGOCIACIÓN HUNEEUS-VALERA
La oposición de los civilistas y las fricciones con Piérola, de las que da cuenta una carta que
Billinghurst publicó en Iquique, el 1º de mayo de 1901, llevaron al fracaso la candidatura
de este a la primera magistratura, en 1899 (ver capítulo VII). Mas, el 24 de septiembre de
1912, ocupó, por fin, la presidencia de la república, si bien por breve tiempo.
Nacido en Arica, el 27 de julio de 1851, inició sus estudios en su patria, pero los completó
en Chile, “con una educación de tipo británico”. Se dedicó a los negocios en su tierra natal
y luego en Tarapacá, donde fue elegido diputado en 1878. Durante la Guerra del Pacífico
se contó entre los “heroicos defensores” del Morro Solar. Fue enviado a Chile en calidad de
prisionero.
Militó en el partido demócrata, que fundó Piérola. Su proyecto político rompía los cauces
tradicionales de la república aristocrática. Traía una visión progresista del capitalismo, que
pretendía frenar los excesos de este. Era un extranjero frente a la oligarquía limeña, que
nunca lo consideró uno de los suyos, al estilo de los Pardo. El origen de su fortuna —la
minería y el comercio— difería igualmente de la de aquella: principalmente la agricultura
(el azúcar) y los bienes raíces, y anteriormente el guano 1073.
Recordemos que fue el promotor del protocolo que buscó el cumplimiento del artículo III,
y que lleva su nombre unido al del almirante Latorre.
En esa oportunidad, se valió de su amistad con Antonio Valdés Cuevas, ministro, senador y
conocido hombre de negocios (salitrero), que radicaba también largos períodos en
Iquique. Este le despejó el camino para acercarse a los círculos gobernantes chilenos,
incluso al Presidente Federico Errázuriz Echaurren.
Aunque este último había cesado como gobernante, Billinghurst golpeó de nuevo las
puertas de su amigo Valdés. Ya no era ministro ni senador, pero sí cuñado del nuevo
Presidente de la República, Ramón Barros Luco. Su interés seguía siendo el mismo: resolver
la cuestión de las cautivas, aunque no les asignaba la misma importancia que en 1898. Al
igual que Puga Borne, estimaba prioritario “un entendimiento económico más amplio y
profundo”1074, para lo cual convenía solucionar aquel problema. Chile necesitaba también
levantar esta hipoteca. Ella mediatizaba su política exterior y le impedía presentarse, en el
concierto internacional, con las manos libres para desarrollar su acción exterior.
A través de este conducto, el Presidente Billinghurst hizo saber en La Moneda que quería
entrar en arreglos. Inmediatamente, empezaron al unísono y discutidas con antelación,
negociaciones telegráficas entre los Secretarios de Estado Wenceslao Valera, peruano, y el
chileno Antonio Huneeus1075.
1072
56 Mario Barros, ob. cit. Pág. 607.
1073
57 Jorge Basadre: op cit. Séptima Edición. Vol. VIII. Pág. 401.
1074
58 Gonzalo Vial: op cit. Vol. II. Pág. 561.
1075
59 Memoria del Ministerio de RR.EE. Culto y Colonización. Octubre de 1911 a julio de 1914. Santiago. 1917. Imprenta
Litografía y Encuadernación Fiscal de la Penitenciaría. Pág. 283 y ss.
El primer telegrama intercambiado entre Valera y Huneeus es de 10 de noviembre de 1912,
y contenía las siguientes proposiciones:
1º Aplazar la consulta electoral hasta 1938; 2º celebrar el plebiscito bajo la dirección de mesas
integradas por una comisión que procedería por mayoría de votos y compuesta por cinco
delegados: dos designados por el gobierno de Chile; dos por el gobierno del Perú, y el quinto sería
el Presidente de la Corte Suprema de Justicia de Chile; 3º votarían los nacidos en Tacna y Arica, así
como los chilenos y peruanos que hubieren residido tres años en esos territorios; 4º todos los
votantes deberían saber leer y escribir; 5º se acreditarían ministros plenipotenciarios que
colaboraran en la inmediata formalización de este convenio y procuraran llevar a efecto arreglos de
comercio y navegación que contuvieren mutuas ventajas, y 6º el gobierno de Chile, deseoso de
estrechar vínculos comerciales con Perú, entregaría al de esta república 500.000 libras esterlinas,
que esta podría invertir libremente.
Valera cursó un telegrama análogo al anterior, obviamente excluyendo la cláusula sexta;
mas en uno posterior decía: “Aceptadas las 500.000 libras esterlinas en la forma propuesta
por V. E.”.
Unos días después, Huneeus solicitó a Valera que confirmase que la suma indicada se
entregaría a consecuencia del anhelo chileno de estrechar lazos comerciales, y que nada
tendría que ver con la prolongación del plazo para celebrar el plebiscito.
Entre otras razones, el Secretario de Estado peruano le replicó que su gobierno, al señalar
en los preliminares de la negociación una suma anual de 30.000 libras esterlinas, durante
los veintiún años que mediaban hasta el plebiscito, procedió así porque consideraba que
los territorios litigiosos producirían a Chile un ingreso. En vista de que no era fácil
cuantificarlo, lo equitativo es que su patria percibiera una parte de este. Por esta razón, se
había inclinado por una suma alzada de 500.000 libras, que no decía relación con la
postergación de la consulta popular.
En un nuevo intercambio, Huneeus comunicó a Valera, el 20 de noviembre, que
desestimaba que una parte de la renta de Tacna y Arica debía pertenecer a Perú, antes de
que el plebiscito resolviera la nacionalidad definitiva de ellos.
Valera propuso, entonces, eliminar la entrega de las 500.000 libras, a fin de no entorpecer
la negociación, y Chile aceptó ese predicamento. Empero, cuando el poder legislativo
tramitaba el acuerdo para llevar a término la negociación, el Presidente Billinghurst dio un
giro que sepultaría la iniciativa.
El 30 de noviembre, el gobernante envió un mensaje secreto al Congreso que justificaba
las razones para entablar estas tratativas con Chile 1076. La solución del problema se alejaba,
a su juicio, cada vez más, en desmedro de Perú. El empleo de la fuerza habría sido inútil
por la superioridad chilena.
Evocó los graves problemas pendientes con otros países vecinos, donde La Moneda ejercía
su acción perjudicial al Rímac. Además, los demás Estados se mantenían cautelosos o
indiferentes, y a lo sumo algunos apoyaban la partición preconizada por la Moneda. (En
1914, Billinghurst —ya depuesto por un movimiento militar— manifestó que tal afirmación

1076
60 Ernesto Barros Jarpa: Hacia la solución. Imprenta Universitaria. Chile. 1922. Pág. 84 y ss.
la hizo Melitón F. Porras a Brasil)1077.
La partija —agregaba— le parecía fracasada, desde que Chile estudiaba la incorporación
de esas provincias mediante una consulta electoral unilateral.
Por otra parte, juzgaba que la ruptura de relaciones creaba una situación difícil, frente a los
graves problemas que Perú mantenía con Bolivia, Colombia y Ecuador, en los que la
influencia de la diplomacia del Mapocho aparecía evidente (las “cuñas” de Vicente Santa
Cruz). Un plazo largo para celebrar el acto electoral —sostenía Billinghurst— permitiría a
Perú, en cambio, fortalecer sus instituciones y su hacienda, en suma situarse en
condiciones de enfrentar el plebiscito y ganarlo. Al mismo tiempo, los peruanos en Tacna y
Arica “disfrutarían, como en cualquier punto de Chile, de los derechos y garantías
acordados por la Constitución y demás leyes de ese país a los residentes extranjeros” 1078.
En los Congresos de las dos naciones, este instrumento encontró serias resistencias.
Su tramitación en Santiago se inició en el Senado, en donde es cierto que tuvo apoyos,
mas se levantaron también voces altisonantes que discreparon.
Estas miraban con desconfianza las 500.000 libras. Luego el telegrama del Ministro, en que
las eliminó, pareció salvar esta valla.
El Presidente Billinghurst entregó el mensaje secreto al cónsul general Munizaga. De este
modo, La Moneda lo conoció oficialmente. Si bien dicho documento, según su autor, no
estaba redactado “en términos belicosos y no hidalgos”, profundizó las desconfianzas
entre los congresistas chilenos, que sostuvieron que al enterarse el gobierno de él en esa
forma, no lo podría ignorar cuando se tuviese que interpretar el protocolo. Es indudable
que aquéllos cometieron un grueso error, pues este y su plazo de veintiún años habrían
inclinado la balanza en favor nuestro, como lo reconoció lúcidamente uno de los tres
“mosqueteros” del régimen parlamentario en Chile, Manuel Rivas Vicuña:
“El acuerdo era favorable a los intereses chilenos. Podíamos dar por definitivamente resuelto
el problema del norte y considerar como seguro nuestro triunfo en el plebiscito...” 1079.
Mas la fronda partidaria chilena se valió de esta oportunidad, en la cámara de diputados,
para atacar a Huneeus hasta hacerle caer, sin advertir que así se vulneraban los intereses
nacionales. El otro “mosquetero”, el diputado Arturo Alessandri, incluso obstaculizó la ley
de presupuesto, como una manera de atacar al Secretario de Estado 1080.
Se intentó alcanzar una fórmula para obviar el mal efecto del mensaje secreto: Perú
aclararía por nota que al transmitirlo, a través del cónsul general, no tuvo el propósito de
darle carácter oficial; Chile replicaría devolviéndolo, y agregaría que no constituiría un
antecedente que pudiese ser invocado en las futuras negociaciones. Mas estos buenos
propósitos no llegaron a tener vida por los motivos que indicaremos enseguida 1081.
En el Rímac también se escucharon estridentes protestas, sin duda más previsoras. Se
1077
61 Jorge Basadre: op.cit. Séptima edición. Vol. IX. Pág. 17 y ss.
1078
62 Jorge Basadre: op.cit. Séptima edición. Vol. IX. Pág. 18.
1079
63 Manuel Rivas Vicuña: “Historia política y parlamentaria de Chile”. Santiago. 1964 Vol.1 Pág. 330.
1080
64 Manuel Rivas Vicuña: op. cit. Vol. I. Pág. 331.
1081
65 Gonzalo Vial: op. cit. Vol. II. Pág. 563.
apreciaba que un plazo de veintiún años daba una ventaja incontrarrestable a Chile, que
ganaría la consulta. Los problemas diplomáticos propios del entorno vecinal peruano
igualmente dificultaron la tramitación del acuerdo. Es muy probable, además, que el
perfeccionamiento del protocolo no se hubiese logrado, aunque Chile lo aprobase, dada la
situación interna peruana. La oposición temía que el gobernante intentase dar un golpe de
Estado. Sus adversarios le tomaron la delantera y el Presidente fue depuesto por el que
encabezaba, entre otros, el oficial de artillería Luis Sánchez Cerro, cuyo nombre empezaría,
desde entonces, a figurar en la historia de su país. Surge un nuevo militarismo, esta vez
impulsado por civiles que no consiguen resolver por la vía constitucional los problemas
nacionales1082.
Cuando Billinghurst, preso, abandonó el palacio de Pizarro, una voz le gritó: “¡Muera
Chile!”. Habría sido la del diputado Rafael Grau, hijo del Almirante Grau 1083.
No obstante este desenlace, cabe señalar el reconocimiento que se hace en la negociación
Huneeus-Valera, de la justicia de las peticiones chilenas planteadas en las anteriores
negociaciones, tanto al cederle la presidencia del plebiscito y reconocer el voto de los
chilenos como al dar a la junta plebiscitaria la facultad de proceder en mayoría.
Corresponde también destacar que por primera vez, desde la suscripción del Tratado de
Paz y Amistad de 1883, gracias al protocolo telegráfico ya descrito, se pacta un acuerdo
reglamentario con Perú acerca de la forma en que tendrá lugar el plebiscito1084. Es el mismo
sustantivo que emplea el artículo III y se refiere a la manera como debe verificarse el acto,
conforme a la interpretación del Ministro Luis Aldunate, según vimos en el capítulo II. El
internacionalista Alejandro Álvarez aplaudió el protocolo telegráfico. Estimó que, en otras
ocasiones, en que se discutió sobre la autoridad que debía presidir la consulta electoral y
de quienes tenían derecho a voto, así como los requisitos que debían poseer los electores,
se equivocó el camino y por eso aquellas tratativas fracasaron. Observó que todos esos
actos eran atributos del soberano, esto es, de Chile, y no podrían ser negociados 1085.
Como sabemos, en la primera tratativa entre el plenipotenciario Javier Vial Solar y el
Secretario de Estado Mariano Jiménez, en 1894, se consideró que la fijación de las
condiciones se establecería después. Y en la segunda, en el Protocolo Billinghurst-Latorre,
en 1898, se entregaba al arbitraje de la Reina regente de España la facultad de
establecerlas, en calidad de árbitro.
Esta referencia explícita a la forma merecería una atención especial de la defensa chilena
en el arbitraje ante el Presidente de los Estados Unidos 1086.
La administración Barros Luco concluyó en 1915. No tuvo iniciativas en la cuestión que nos
interesa, pues el Presidente sostuvo que ellas le tocarían a Perú.

1082
66 Frederick B. Pike: “Modern history of Perú” Frederick A. Praeger, Publishers. New York-Washington. 1967. Pág. 202.
1083
67 Jorge Basadre: op. cit. Séptima edición. Vol. IX. Pág. 19.
1084
68 Ernesto Barros Jarpa: “Apuntes para facilitar la consulta de la documentación por los abogados americanos, seañores
Lansing y Woolsey”. Documento inédito en poder del Académico José Miguel Barros.
1085
69 MINREL. ALEJANDRO ÁLVAREZ. CUESTIÓN DE TACNA Y ARICA. TOMO 1º. 1905. Conclusiones. Rumbos que se
imponen en la política de Chile para la solución del problema de Tacna y Arica y bases para esta solución.
1086
70 Ernesto Barros Jarpa: “Apuntes para facilitar la consulta de la documentación por los abogados americanos y
Documento mecanografiado” en poder del Académico José Miguel Barros.
10. CONVERSACIONES VILLEGAS-ELÉSPURU
En enero de 1913, pasó por Santiago el general Eléspuru, ministro de Perú en Argentina 1087.
Visitó al Secretario de Estado, Enrique Villegas. Hablaron de las negociaciones Huneeus-
Valera, así como de la posibilidad de desentramparlas, a raíz del mensaje secreto que
Billinghurst envió al Congreso de su patria y al gobierno de Santiago.
El Secretario de Estado le hizo presente que la opinión pública reclamaba que el arreglo
pendiente se encaminara a una solución definitiva e inmediata, y que miraba como de vital
importancia para la seguridad nacional la conservación de Tacna y Arica. En esta etapa, la
“política boliviana” de Santa María pertenecía al recuerdo, un ejemplo más de las
variaciones de nuestra política exterior, en esta materia.
Eléspuru coincidió con la apreciación de Villegas, pues había observado que tal era la
tendencia de la opinión pública.
El Canciller despachó un telegrama a Munizaga que aceptaba la explicación de Billinghurst
en cuanto al mensaje secreto. Le señalaba igualmente que el gobierno chileno quería
lograr acuerdos definitivos, que consultaran los derechos creados en favor de Chile por el
Tratado de Ancón y se conciliaran con los sentimientos patrióticos peruanos, “en forma
que el arreglo haga imposible para bien de ambos pueblos, toda desinteligencia futura
respecto a su alcance y cumplimiento”1088.
Como el intercambio telegráfico entorpecía la negociación, la Cancillería alcanzó a enviar a
Lima a Javier Vial Solar, en misión confidencial. El palacio de Pizarro resolvió que Felipe
Pardo y Barreda viajase a Santiago, con el mismo carácter. Una crisis ministerial retardó la
misión de Pardo; poco después, renunció al cargo de plenipotenciario en el Plata y a su
tarea en Chile.
Esta era la situación cuando el golpe de Estado, ya descrito, derrocó a Billinghurst. El
Congreso designó Presidente Provisorio al coronel Oscar Benavides, dando así comienzo a
su carrera política. Durante la administración de este último, hubo sondeos para que Chile
aumentara la suma convenida en el artículo III del Pacto de Ancón. Villegas respondió que
esta indicación significaba modificar el Tratado y, por consiguiente, requeriría ratificación
legislativa. La impresión que había recogido era favorable, siempre que el plebiscito se
realizase en un plazo breve (por cierto, el plazo largo del protocolo Huneeus-Valera era el
que convenía más a Chile, como anotó Rivas).
Estas últimas conversaciones murieron.
11. GESTIONES CHILENAS EN RÍO DE JANEIRO
El 10 de febrero de 1912, murió José María da Silva Paranhos, barón de Río Branco. Las
relaciones del ministro chileno con este notable Canciller se habían enfriado
paulatinamente. Desde el primer momento, Herboso se dedicó a cultivar la amistad del
sucesor. Al poco tiempo, escribió a Santiago:
“Tengo fundadas esperanzas de que el señor [Lauro] Müller no continuará la política de

1087
71 MINREL. Informes del Asesor del Ministerio de RR.EE. de Chile, Luis Arteaga.
1088
72 Memoria del Ministerio de RR.EE., Culto y Colonización de Chile. Octubre de 1911 a julio de 1914. Santiago. 1917. Pág.
292. Transcribe telegrama Nº12 Santiago, 15-3-1913, de Enrique Villegas a Gustavo Munizaga.
parcialidad peruana, sostenida en los últimos tiempos por el barón de Río Branco” 1089.
No tardó en ver corroborada su opinión. Un elemento que impulsaba al nuevo Ministro
brasileño a estrechar sus lazos sin reservas con La Moneda, era su predisposición favorable
a un pacto con Chile y Argentina, que luego se conocería como el A. B. C. (Río Branco
había observado una actitud más bien distante en esta materia, porque recelaba de la
República Argentina y, tanto él como el Ministro Estanislao Zevallos no se soportaban; el
segundo guardaba viejos enconos contra el primero).
Müller manifestó a Herboso que la liquidación del problema del norte correspondía
hacerla “en la forma más conveniente para Chile y como él quisiera”. Se demostró
contrario a la partición que patrocinara Río Branco.
Frente a las negociaciones Huneeus-Valera, Müller estimó que si se prolongaban
demasiado o fracasaban, en Tacna y Arica se deberían elegir representantes al Congreso
Nacional. Estos solicitarían, entonces, la anexión definitiva de aquellos territorios. Antes de
adoptar una medida de tantas consecuencias, le agregó que sería necesario que Chile
obtuviese previamente el apoyo de Argentina y Estados Unidos.
Pocos días antes de viajar a Japón, donde asumiría una nueva misión, Herboso expresó a
su gobierno: “podemos contar con la lealtad brasileña mientras los actos de la Cancillería
no estén en pugna con los intereses o propósitos de Washington” 1090.
Su sucesor en la capital fluminense, Alfredo Irarrázaval, recibió instrucciones de comunicar
por escrito al palacio de Itamaraty que la negociación Huneeus-Valera no progresaba. A
juicio de La Moneda, debía aumentarse el plazo para efectuar el plebiscito a cincuenta o
noventa años; o bien reducirlo al mínimo, con el objeto de terminar con el problema del
Pacífico. Este mensaje perseguía, además, que el Secretario de Estado brasileño trasmitiese
a Lima aquella sugerencia.
Müller —contestó Irarrázaval— vería con agrado que un plebiscito inmediato diera
término a las dificultades pendientes, sobre todo porque los dos gobiernos estarían
próximos a un acuerdo relativo al personal que compondrían las juntas receptoras de
sufragio.
Dado el giro que tomaron las relaciones chileno-peruanas, estos contactos con Itamaraty
no progresaron.
12. PERÚ ROMPE RELACIONES CONSULARES CON CHILE
Los primeros síntomas de la crisis del salitre se sintieron alrededor de 1915. Quedaron
cesantes numerosos obreros en Tarapacá, tanto chilenos como peruanos. Estos últimos
vieron en ello una persecución en su contra, y emigraron1091.
El comandante Recaredo Amengual, intendente de Tarapacá, dio cuenta a la Cancillería de

1089
73 MINREL. OFICIOS RECIBIDOS EMBAJADA DE CHILE EN BRASIL 1942 Oficio Nº398/52, Río de Janeiro, 22-7-1942, al
Ministro de RR.EE. de Chile. Contiene oficio del Ministro Herboso.
1090
74 MINREL. OFICIOS RECIBIDOS DE LA EMBAJADA DE CHILE EN BRASIL. Oficio Nº752/92, Río de Janeiro, 21-12-
1942, de Gabriel González Videla, Embajador de Chile en Brasil, al Ministro de RR.EE. de Chile. Contiene oficio del Ministro
Herboso.
1091
75 Gonzalo Vial: ob. cit. Vol. II. Pág. 644.
una fiesta patriótica que celebraron los chilenos en ese puerto, el 2 de noviembre de
19181092. Ella tuvo lugar antes de que se conmemorara la toma de Pisagua, durante la
Guerra del Pacífico. El cónsul peruano, Santiago Llosa Argüelles, dedujo que podrían
cometerse atropellos el día del desfile en contra de sus compatriotas o de sus propiedades
y solicitó garantías.
Amengual se las dio verbalmente, “amplísimas”. Pero, Llosa —dice Amengual— no se
contentó con estas. En esa conversación, le expresó que si la manifestación proyectada era
un pretexto para conseguir que sus compatriotas abandonasen Tarapacá, sería mejor
explicitarlo francamente. Fundaba su reclamo en algunas pedradas lanzadas a dos o tres
casas de peruanos en Pisagua.
Según Amengual, a pesar de tales seguridades, Llosa dio cuenta a Lima de “atropellos
imaginarios” a la colonia peruana.
El pueblo de Iquique, impuesto de actos cometidos en contra de los consulados chilenos
en Paita y Salaverry, se enardeció. Culpó a Llosa y asaltó su casa, no obstante que la policía
trató de protegerla. Según un autor del Rímac:
“lo que exasperó a los chilenos fue una reunión de peruanos, realizada en la casa del señor
Garibaldi, a raíz del triunfo aliado, con el objeto de enviar un mensaje al Presidente Wilson
en nombre de los peruanos de Tacna y Arica adhiriéndose a los principios internacionales del
gobernante”1093.
El 25 de noviembre, alegando falta de garantías, Lima respondió con el retiro de sus
cónsules en Iquique, Antofagasta y Valparaíso. La respuesta chilena no tardó: cerró los
suyos en El Callao, Arequipa y Mollendo. De este modo, ninguna de las dos repúblicas
tendría representación consular en su congénere. Desde tiempo atrás ya no las habían
diplomáticas. Era el aislamiento completo, salvo en el campo comercial, que era muy
favorable al Rímac.
El retiro de los cónsules peruanos se realizó tranquilamente, mas no así el de Llosa. Adujo
que el día de su partida fue embarcado por la fuerza y puesto a bordo de un pequeño
vapor anclado en el puerto, en donde obligado, debió aguardar el zarpe 1094. Chile pasó los
antecedentes a la justicia. Conforme al sumario que se llevó a efecto, no se le violentó ni
hubo delito. La verdad es que este funcionario, asustado de la reacción popular en su
contra, pidió ser embarcado antes de que levara anclas el Palena.
Como una demostración del apasionamiento que provocaron estos incidentes, citaremos
un caso. El miembro del partido demócrata de Chile, Pedro Nolasco Cárdenas, 2º vice-
presidente de la Cámara de Diputados, pronunció un discurso en Santiago en que expresó
la esperanza de que las diferencias con el vecino del norte se resolviesen sin recurrir a la
fuerza. Sus colegas le gritaron “¡traidor!” y la mesa renunció. La Cámara aprobó un voto en
que se le declaró antipatriota e indigno de continuar en ella, al mismo tiempo que rehusó
1092
76 MINREL. DOCUMENTOS CONSULARES DE CHILE Y PERÚ. 1918-1919. Oficio Nº399, Iquique, 11-XI-1918, de
Recaredo Amengual, Intendente de Tarapacá, al Ministro de RR.EE. de Chile.
1093
77 Félix Calderón: “El Tratado de 1929. La otra historia”. Fondo Editorial del Congreso del Perú. Lima. 2000. Pág. 108.
1094
78 MINREL. DOCUMENTOS CONSULARES DE CHILE Y PERÚ. 1918-1919. Oficio Nº439, Iquique, 18-XII-1918, de
Recaredo Amengual, Intendente de Tarapacá, al Ministro de RR.EE. de Chile. Trascribe artículo de un periódico de Buenos
Aires, del 25-XI-1918.
aceptar las renuncias que presentaron Alejandro Rosselot y Enrique Bermúdez, miembros
de aquella1095. Pero, la carrera política de Cárdenas no concluyó, pues en 1925 volvió a ser
electo diputado y el Presidente Alessandri le designó miembro de la comisión encargada
de elaborar la reforma constitucional1096. En política no hay muertos, o bien los cadáveres
resucitan...
La presunta campaña anti-peruana y la ruptura de relaciones consulares tuvieron notoria
repercusión internacional. Hizo noticia con ribetes de escándalo en Washington, Nueva
York, Buenos Aires y otras ciudades.
Perú despachó una circular, el 29 de diciembre de 1918, con el propósito de que el mundo
se impusiera de que un puñado de enmascarados había “raptado” a Llosa. Más impactante
aún, aprovechó para describir la persecución chilena con caracteres bastante más
profundos que el secuestro de un cónsul (no el rapto). A juicio del Secretario de Estado,
Francisco Tudela, estos demostraban “la necesidad de que las provincias ocupadas
regresen a la patria a que históricamente pertenecen”. Agregaba que ellos tenían lugar
cuando en el mundo las nacionalidades oprimidas reconquistaban sus derechos y se
condenaban los abusos de la fuerza. Ellos exigen —acotaba— “el establecimiento de la
justicia en las relaciones entre los pueblos”. Con la llegada al escenario mundial de un
político moralista, el momento era propicio para efectuar estas denuncias. Ellas dieron sus
frutos1097.
Ya el Presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, —el moralista aludido— había
enunciado su posición internacional, entre otros escenarios, en el ámbito americano, ante
el Segundo Congreso Científico Panamericano, que se celebró en 1915. Abogó por la paz
en el continente, a través de una garantía mutua de absoluta independencia política e
integridad territorial. El pacto panamericano que presentó Wilson fue combatido en Chile.
Al decir del investigador estadounidense, Frederick Pike, la posición de Santiago fue una
de las más decisivas para que sucumbiera1098.
Con motivo de incidentes ocurridos en Tarapacá, el gobierno estadounidense envió sendos
telegramas a Chile y Perú para “informarles” que miraba el rompimiento de relaciones
consulares “con la mayor inquietud”. Estos hechos podían “contrariar las perspectivas de
paz permanente en el mundo” y “las personas que los provocaran cargarían con la grave
responsabilidad de sus actos”. Ofrecía la mediación estadounidense, de tan inquietante
recuerdo en Chile1099. Es conveniente recordar que, en esos momentos, se desarrollaba el
conflicto bélico mundial, en que más tarde Wilson, con sus catorce puntos, aspiraría a
delinear el mundo del futuro.
El 7 de diciembre, el Ministro Luis Barros Borgoño replicó. La atmósfera pública en Chile

1095
79 MINREL. DOCUMENTOS CONSULARES DE CHILE Y PERÚ. 1918-1919. Oficio Nº439, Iquique, 18-XII-1918, de
Recaredo Amengual, Intendente de Tarapacá, al Ministro de RR.EE. de Chile.
1096
80 Virgilio Figueroa (Virgilio Talquino): Diccionario Histórico y Bibliográfico de Chile. Establecimientos Gráficos Balcells &
Co. 1928. Tomo II. Pág. 353.
1097
81 Mario Barros, ob. cit. Pág. 647.
1098
82 Frederick B. Pike: “Chile and the United States. 1880-1962”. University of Notre Dame Press Indiana. 1963. Pág. 154 y
ss.
1099
83 Mario Barros, ob. cit. Pág. 644.
era de virulenta indignación por la “intervención de Wilson”. En tono sereno, el Ministro
expresó que agradecía:
“los amistosos sentimientos del gobierno de los Estados Unidos y confía en que la
desinteligencia que Chile tiene pendiente con el Perú —que siempre ha procurado resolver—
habrá de encontrar una solución definitiva de conformidad con los preceptos del tratado de
Ancón, que rige las relaciones de los dos países y a cuyo cumplimiento hallase vinculada la
fe de la Nación”.
Chile reiteró asimismo su posición frente al plebiscito, tal como había sostenido Alejandro
Álvarez, en sus observaciones a la nota del ministro peruano Seoane. Aceptó incluso una
consulta electoral separada, una en Tacna y la otra en Arica, pero con dos condiciones, que
se oficializaría la partija (la primera para Perú y la segunda para Chile), y que se pudiese
traspasar a Bolivia una caleta que se conectara con el ferrocarril hasta La Paz. Esta última
alternativa se trasmitió reservadamente al Departamento de Estado 1100.
Desde un comienzo, las ideas de Wilson causaron preocupación y fueron rechazadas por
los dirigentes chilenos. Ya se conocía la fuerte presión que, desde su acceso al mando
supremo en 1913, había aplicado este ideólogo a la administración Huerta, en México,
después que fue depuesto Madero, el gobernante legítimo 1101.
El Presidente Sanfuentes resolvió explicar en Europa y Estados Unidos la neutralidad de su
gobierno en la reciente guerra mundial, e indagar cómo apreciaban los aliados la solución
de nuestro problema del norte. No debemos olvidar que Chile mantenía, desde antiguo,
una relación estrecha con el imperio alemán, que cayó derrotado por aquellos, lo cual
unido a su condición de neutral en esa guerra no lo favorecía.
El mandatario acordó enviar una misión a Washington y otra a París, aparentemente con
fines comerciales, pero cuya finalidad era la anterior 1102.
Hubo reuniones preparatorias que contaron con la presencia del ministro chileno en
Bolivia, Emilio Bello Codesido, y de su colega en Gran Bretaña, Agustín Edwards. Se
redactaron las instrucciones de la misión que presidió el destacado senador liberal
Eliodoro Yáñez. Ella se proponía eludir la intervención de las naciones aliadas en el
problema ya citado.
Pronto se producirían tensiones dentro de la misión. Al parecer, Yáñez, que ambicionaba
jugar un papel predominante, se habría irritado por el que cabría al embajador en
Washington, Beltrán Mathieu. Agravó su desagrado el anuncio de que Edwards, en viaje de
Santiago a Londres, se detendría en Nueva York y se agregaría a ella. Como resultado de
estas disidencias, la misión —si bien cumplió sus propósitos comerciales— no tuvo logros
políticos.
Yáñez resolvió seguir solo a París, y los otros miembros renunciaron.
Mathieu y Edwards, sin embargo, mantuvieron interesantes entrevistas con el subsecretario

1100
84 Gonzalo Vial, ob. cit. Vol. II. Pág. 647.
1101
85 Frederick B. Pike, ob. cit. Pág. 147.
1102
86 Regina Claro Tocornal: Entretelones de las negociaciones chileno-peruanas. BAChH N°112, año LXIX. Santiago Pág. 21
y ss.
del Departamento de Estado, Henry P. Fletcher, exembajador en Santiago, y con el
Secretario de Estado, Polk.
Fletcher insistió en que Chile tomase la iniciativa de proponer pronto una solución. Tenía
conocimiento de que Wilson estaba preocupado del asunto y se empeñó en que Santiago
se involucrase en el tema, antes que lo hiciera Wilson.
En la reunión con Polk, frente a una pregunta del Secretario, los chilenos contestaron que
no consideraban a Estados Unidos, en este litigio, como árbitro ni mediador, sino como
“simple transmisor para sondear la opinión de un gobierno con el cual no teníamos
relaciones diplomáticas”. Polk replicó que la Casa Blanca no tenía intención de ser árbitro,
pues “la sentencia de ser equitativa, no podía ser satisfactoria para una de las partes, sino
tolerable para las dos”. Mathieu y Edwards sugirieron un plebiscito seccionado, esto es,
uno en Tacna y otro en Arica: creían que en el primer departamento predominaban
claramente los votos en favor de Perú y en el segundo, de Chile.
Acotó Polk que no era este el momento de plantear el tema, ya que Lima estaba
preocupada en su próxima campaña electoral. Mas adelante nos referiremos a los cambios
que se producirían en Perú.
13. MISIÓN DE PUGA BORNE EN LIMA
El Presidente Juan Luis Sanfuentes tuvo antecedentes de que su colega Leguía abrigaría el
deseo de iniciar nuevas negociaciones para solucionar el viejo problema del norte 1103.
Ignoramos el origen de su información; lo que sí sabemos es que los Cancilleres Arturo
García y Melitón F. Porras despacharon sendas circulares a las legaciones peruanas en el
exterior, con el fin de que estas informasen a los gobiernos extranjeros acerca de las
cautivas, al propio tiempo que comunicaran las arbitrariedades y excesos cometidos por
las autoridades chilenas en contra de la población peruana 1104.
Inquieto, el gobernante chileno “aprovechó” que viajaba al norte el exministro del interior,
Federico Puga Borne, para encomendarle, por medio de una carta, de 14 de agosto de
1920, que viera modo de acercarse al Presidente de Perú, a fin de tratar reservadamente
este asunto.
Según el embajador Juan Miguel Bákula, en la capital peruana no existía aprecio por la
actuación de este emisario en lo que se refiere a las cautivas, tanto por su gestión como
Canciller en los años 1899, 1905 y 1907, como por su actuación diplomática en Madrid y
Río de Janeiro. “No había dejado buena memoria en el Perú” 1105.
El Canciller Luis Aldunate Echeverría le dio breves instrucciones escritas, inspiradas en los
propósitos expresados en anteriores gestiones ante el Rímac, aludiendo a las de Vial Solar-
Jiménez, Puga Borne-Seoane y Huneeus-Valera. Si escuchase alguna propuesta que
mereciera ser considerada, debería informar a Santiago.
Una vez en Lima, ni el Presidente ni el canciller Melitón F. Porras, quisieron recibir sin más
1103
87 Andrés Irarrázaval Gomién: “La gestión diplomática del doctor Federico Puga Borne”. Memoria de Prueba para optar al
grado de Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales. Santiago. 1999. Inédita. Pág. 88 y ss.
1104
88 Appendix to the Case of Perú. Washington. 1923. Págs. 718 y 738 ss.
1105
89 Juan Miguel Bákula: Perú: “Entre la Realidad y la Utopía.180 años de Política Exterior”. Fondo de Cultura Económica.
Lima. 2002. Tomo II. Pág. 1027.
al ex-Secretario de Estado; Leguía solicitó que Puga Borne exhibiera los documentos que le
acreditaban. Éste hizo llegar la carta de Sanfuentes. El mandatario peruano negó que
tuviese el propósito de entablar negociaciones, aunque posteriormente expresó que
estaría dispuesto a ellas si Chile tomaba la iniciativa.
Aldunate consultó a la comisión de relaciones exteriores del Senado y después autorizó a
Puga para iniciarlas. Entonces, Leguía le hizo saber que para él la única solución sería el
arbitraje. Puga se negó porque sus instrucciones no lo contemplaban, y anunció su salida
de Perú, que habría sido el mejor término —acaso el más feliz— para su gestión.
Empero, quiso el destino que se encontrara con su amigo y colega —ambos eran médicos
— el senador peruano Lauro A. Curletti, quien se ofreció para ayudarle. Don Federico
solicitó al segundo que redactara un documento en que constara la opinión de Leguía
respecto de la controversia. Por su parte, Curletti pidió a Puga que elaborara un
memorándum en que anotase las fórmulas de solución que fuesen aceptables para Chile.
Puga señaló, en uno del 14 de septiembre de 1920, “que a su juicio sería aceptada en su
país una negociación que tuviera por base cualquiera de las fórmulas aceptadas alguna vez
por las dos Cancillerías y no desautorizadas por alguno de los dos Congresos” 1106.
Curletti le entregó un documento que él redactó, aunque sin duda consultado y aprobado
por Leguía. Al leerlo, Puga Borne advirtió que pretendía recuperar no solo las cautivas, sino
también Tarapacá, y, además que antes de empezar la negociación, se cumplieran las tres
condiciones siguientes: desmovilización de las fuerzas armadas chilenas; abstención de
expulsar ciudadanos peruanos de Chile, y no excluir previamente la posibilidad del
arbitraje.
Leguía, que observó sin interés el viaje de Puga Borne, comentó al representante
estadounidense en Lima, William F. Gonzales, que “estaba absolutamente convencido de
que el trato directo no daría ningún resultado”, y así se lo demostró en los hechos al
visitante1107.
Una vez en Santiago, el emisario dio cuenta de su misión al Presidente de la República y al
Ministro Aldunate. Los tres convinieron en que se debía revelar al país el resultado de ella,
y se publicaron los documentos intercambiados entre Puga Borne y Curletti.
Desde ese momento, surgió una discusión pública, en que se criticó el desempeño de
Puga. El debate llegó hasta la cámara de diputados. El parlamentario Romualdo Silva
Cortés quiso defenderle; empero quedó de manifiesto que lo que el viajero debió hacer
fue devolver a Curletti su memorándum, aunque se tratase de un documento puramente
privado que solo comprometía a su autor, pero que indudablemente contaba con el visto
bueno presidencial. Luis Izquierdo, ministro de Chile en Buenos Aires, con su habitual
ironía, calificó la aventura del doctor Puga Borne de “triste y simpática” 1108.
La Cámara, no obstante, aprobó un voto de confianza al gobierno, por 67 votos a favor, 1
en contra y 6 abstenciones.

1106
90 Andrés Irarrázaval Gomién: op. cit. Pág. 91.
1107
91 Félix Calderón: op. cit. Pág. 109.
1108
92 Ricardo Donoso: “Alessandri agitador y demoledor”. Fondo de Cultura Económica. México. 1952. Pág. 301.
14. LA MOVILIZACIÓN MILITAR DE 1920
En las postrimerías del segundo período presidencial de José Pardo y Barreda, quedó en
evidencia que la república aristocrática agonizaba. Movimientos parecidos a los de
Alessandri e Irigoyen, en Chile y Argentina, respectivamente, surgían también en Perú. El
partido civil que nació a impulsos del primer Pardo, apoyado principalmente por
consignatarios del guano, expiraba con el hijo. Un estamento mesocrático emergía como
un nuevo factor de poder y, en cierta medida, asomaban también grupos populares de la
costa1109.
Hubo elecciones presidenciales. El civilismo presentó a Ántero Aspíllaga, rico azucarero
(descendiente de familia chilena) y la oposición, a Augusto B.
Leguía, que ya había ejercido el mando supremo y que ahora, alejado del civilismo,
representaba a la naciente clase media. El resultado electoral no fue suficientemente
decisivo. Un golpe militar —al parecer más contra el legislativo que contra el gobernante
que en pocos días concluía su mandato— depuso a Pardo y proclamó a Augusto B. Leguía
como Presidente, el 4 de julio de 1919. Empezó, así, el oncenio, esto es, los once años en
que ejerció el poder en forma autoritaria, hasta que otro movimiento de fuerza lo expulsó
de él.
Nació en Perú la Patria Nueva, mientras en Chile pronto vería la luz el Chile Nuevo del
general Carlos Ibáñez.
Producido el golpe, Leguía declaró que encabezaba un gobierno provisional y convocó a
elecciones para un Congreso bicameral. Se creó una Asamblea Nacional ad hoc, con
carácter constituyente, que reformaría la Constitución, caducaría el mandato de los
miembros del Congreso y abriría el camino para la elección de Leguía a la Presidencia de la
República y de un nuevo poder legislativo.
Al término de su labor, esta Asamblea declaró que “el único cuerpo constituyente reunido
después de la guerra con Chile y que ha aprobado el Tratado de paz mundial y la Liga de
las Naciones, antes de clausurarse” consideraba un deber ineludible “declarar ante la
América y ante el Mundo, en nombre del Perú, cuya soberanía representa: 1º que la
desmembración del Departamento de Tarapacá, el territorio más rico de la América,
constituye una conquista llevada a cabo entre Naciones que no eran limítrofes, y por eso
es un acto de iniquidad y de fuerza que no tiene precedente en la historia moderna del
Mundo; 2º que el Tratado de Ancón ha sido violado por el conquistador negándose a
cumplir la cláusula que establece la celebración de un plebiscito en las provincias de Tacna
y Arica en 1893; 3º Que en esta virtud Chile no solamente ha conquistado con la agresión
durante la guerra, sino que pretende conquistar con la retención violenta durante la paz”.
“Confía que el patriotismo del Congreso y del actual Gobierno pondrán como hasta ahora
todo su empeño para que la Liga de las Naciones y la acción de las Potencias que se
interesan por la justicia, amparen las justas, legítimas e imprescriptibles reivindicaciones
del Perú”.
En consonancia con estas expresiones, podemos advertir que la demanda peruana ante la

1109
93 Jorge Basadre: op. cit. Tomo IX. Pág. 222 y ss.
primera asamblea de la Sociedad de las Naciones —organismo que emergió del conflicto
bélico entre 1914 y 1918— mencionó expresamente que el Tratado de Ancón “quitó” a esa
república por la violencia el departamento de Tarapacá. Al propio tiempo, indicó el
incumplimiento del artículo III del Pacto de Ancón. En forma más o menos simultánea,
Leguía contrataría los servicios del abogado y lobista estadounidense Joseph W. Folk, a fin
de “representar los intereses del Perú en las cuestiones de Tacna, Arica y Tarapacá” 1110.
En este cuadro, se produjo también el derrocamiento en Bolivia del Presidente liberal
Gutiérrez Guerra, con quien el agente chileno en La Paz, Emilio Bello Codesido, enhebraba
una política de acercamiento, que tenía ya tres lustros 1111.
Como se recordará, dicho plenipotenciario chileno había sido uno de los signatarios del
Tratado de Paz y Amistad con Bolivia, en 1904, en su calidad de ministro de relaciones
exteriores. Junto con este tratado se había suscrito el Protocolo Confidencial 1112, que antes
de la llegada de Bello a La Paz motivó una agitada polémica periodística. Este documento,
como otros sustraídos de nuestra Cancillería, llegó a poder del gobierno peruano, y
también lo publicó El Comercio de Lima. En dicho instrumento, el gobierno de La Paz se
había comprometido a ayudar a Chile para que se asegurara “el dominio definitivo de
Tacna y Arica”, dentro de lo que se llamaba la “política boliviana” de Santa María.
Mas al arribar Bello al altiplano, la diplomacia boliviana empezaba a orientarse en favor de
un entendimiento con Perú. Melitón F. Porras, el que frustró la “corona de bronce” (recién
nombrado nuevamente por Leguía), preguntó a su colega Carlos Gutiérrez el alcance de
sus negociaciones con La Moneda. Gutiérrez, según la prensa paceña, le habría contestado
que su gobierno trataría con Chile, pero con el consentimiento peruano. Frente a una
pregunta oficial de Bello, replicó que “el Gobierno de Bolivia no ha celebrado ni está por
celebrar pacto alguno con Chile, referente a la suerte futura de las provincias de Tacna y
Arica”, lo que venía a confirmar los rumores antedichos.
La situación se tornó todavía más definida, desde el golpe militar, del 12 de julio de 1920,
que depuso al Presidente liberal Gutiérrez Guerra. El nuevo gobernante, Juan Bautista
Saavedra, que pertenecía al partido republicano, censuró las negociaciones con Santiago y
reivindicó el litoral perdido.
Conforme a esta orientación —junto con Perú— el 1 de noviembre de 1920, ante la
primera asamblea de la Sociedad de las Naciones, Bolivia planteó la revisión del Tratado de
1904. Esa demanda y una que la seguiría no fueron debatidas por aquella entidad, como
veremos más adelante.
Según informaciones que obtuvo el gobierno de Sanfuentes, por canales castrenses y
diplomáticos, Perú y Bolivia se armaban y concentraban sus fuerzas en lugares
estratégicos, que preocuparon a nuestro ministro de guerra, Ladislao Errázuriz Lazcano.
Aunque fuera difícil establecer la seriedad que podrían revestir tales informaciones, el
escenario diplomático se presentaba inquietante, así como los criptogramas que enviaba
1110
94 Félix Calderón: op. cit. Pág. 109.
1111
95 Luis Barros Borgoño: “La cuestión del Pacífico y las nuevas orientaciones de Bolivia”. Santiago. 1922. Imprenta
Universitaria. Pág. 249 y ss.
1112
96 Luis Barros Borgoño: “La cuestión del Pacífico y las nuevas orientaciones de Bolivia” Santiago. 1922. Imprenta
Universitaria. Pág. 249 y ss.
desde Tacna, Luis Cabrera, coronel alessandrista y jefe de la primera división.
Estos hechos sucedían en momentos en que Chile enfrentaba una compleja situación
político-electoral. Se vivía una violenta campaña entre los candidatos a la Presidencia de la
República, el aliancista Arturo Alessandri Palma y el unionista Luis Barros Borgoño. En
medio de una activa intervención electoral, la polarización alcanzó su mayor
apasionamiento cuando se conocieron los resultados de la elección celebrada el 4 de julio
de 1920. De acuerdo con el sistema vigente, Alessandri ganó en electores (179 contra 175),
mas perdió levemente en votantes (82.083 contra 83.100) 1113.
Una semana después cayó en La Paz el gobierno de Guerra y lo remplazó —como ya
dijimos— Saavedra, con inclinaciones peruanas y en favor de la recuperación de
Antofagasta, en vez de la hipotética absorción de las cautivas.
A la luz de las informaciones que recibía el gobierno, Errázuriz ordenó una movilización
general de alto costo ($28 millones) 1114, que le valió el apodo del hombre caro de Chile. Los
regimientos se dirigieron al norte, en medio de inconmensurable efusión patriótica, mas
no encontraron los enemigos de que hablaba el Secretario de Estado, y los soldados
regresaron a su punto de partida, sin haber disparado un solo tiro.
Este seudo conflicto agitó a diversos sectores de la opinión pública y en una de sus
sesiones, la Federación de Estudiantes, alessandrista y de tendencia radical, acordó “pedir
al Gobierno manifieste qué razones ha tenido para decretar la movilización del Ejército”.
Después de la despedida de los reservistas que viajaban al epicentro de la presunta guerra,
un grupo de jóvenes unionistas, movidos por la indignación que les causó esta solicitud, se
dirigieron al local de la Federación de Estudiantes y al Club de la misma, y propinaron una
contundente golpiza a Santiago Labarca y Juan Gandulfo, ex-presidentes de esas
instituciones, y a otros miembros de la federación. Destruyeron todo lo que encontraron a
su paso1115, así como obras subversivas de Kropotkine, Bakunín y Gorki, y otras más
conservadoras de Cervantes, Shakespeare y Amunátegui 1116. El gobierno canceló la
personalidad jurídica de la federación. Así esta no podría reclamar por los daños y
perjuicios que sufrió1117.
En la Cámara de Diputados, estas maniobras militares encontraron defensores entre los
unionistas, mas los aliancistas se burlaron de ellas1118. El gracejo popular las recuerda “como
la guerra de don Ladislao”. No faltaron espíritus zahoríes que vieron en estas decisiones
del Ministro una manipulación del político para ocupar al ejército en otras tareas e impedir
que se levantara en favor de Alessandri, en caso de que fuese sacrificado en sus
aspiraciones presidenciales. Sin embargo, parecía poco atinado desguarnecer la capital en

1113
97 Gonzalo Vial: ob. cit. Vol. II. Pág. 672 y ss.
1114
98 La llamada movilización de 1920. Antecedentes y Documentos (sin autor). Santiago. Escuela Tipográfica “La Gratitud
Nacional”. 1923. Pág. 235.
1115
99 Revista Zig-Zag Nº805, Año XVI. Santiago. 24-VIII-1920.
1116
100 Carlos Vicuña: La tiranía en Chile. Ediciones LOM. Santiago. 2002. Pág. 127.
1117
101 Carlos Vicuña, ob. cit. Pág. 130.
1118
102 La llamada movilización de 1920. Antecedentes y Documentos. (Sin autor). Santiago. Escuela Tipográfica “La Gratitud
Nacional”. 1923. Pág. 231 y ss.
ese momento, que quedaría en manos de este caudillo y su ardorosa chusma1119.
Pero Errázuriz no quedó tranquilo. Trajo a debate en el Senado, el 10 de abril de 1922, una
carta del parlamentario Galvarino Gallardo Nieto a El Mercurio. Este mencionaba la
“calaverada ministerial de 1920”, cuando —con fines electorales— se estimó que la
seguridad nacional corría peligro1120. El exSecretario de Estado dio a conocer el acta de la
sesión secreta de la Cámara de Diputados, del 14 de julio de 1920. Allí se le pudo acusar
constitucionalmente —pues era una de las facultades de la Cámara— mas no lo fue, con lo
que quiso demostrar la buena fe y razón con que obró. En todo caso, después de la lectura
del acta, recibió un firme espaldarazo del senador Gonzalo Bulnes y el aplauso de varios
senadores conocidos por su anti-alessandrismo.
Años después, en sus Recuerdos de Gobierno, Alessandri afirmaría que no creyó en la
guerra ni en los informes que la motivaron; “pero, más tarde, con muchos antecedentes a
la vista, adquirí el convencimiento y la certeza en orden a que el Ministro de la Guerra
procedió de buena fe para prevenir lo que él creyó sinceramente un peligro, habida
consideración a los informes que se le daban” 1121. Este juicio lo escribió en 1933, cuando
recién se iniciaba su segundo gobierno, que contó con el firme apoyo de sus adversarios
del año 20.
15. CHILE Y PERÚ EN LA SOCIEDAD DE LAS NACIONES
La Primera Guerra Mundial (1914-1918) obviamente tuvo repercusiones universales, a las
que no escaparon Chile, Perú y Bolivia. Como hemos apuntado, el primero se declaró
neutral, junto con Argentina, México y Paraguay.
Los segundos, en cambio, se alinearon con los aliados y partieron rápidamente “en ayuda
del país de Mr. Blaine”1122.
El Tratado de Versalles marcó jurídicamente el fin de esa guerra. Se componía de varias
partes. La primera, el Pacto de la Sociedad de las Naciones, era un documento autónomo.
Podía ser modificado independientemente del Tratado, mas los Cinco Grandes —Estados
Unidos, el Imperio Británico, Francia, Italia y Japón— acordaron incorporarlo a aquel.
Suscribieron el Tratado las treinta y dos naciones aliadas y se adhirieron otros Estados que
fueron neutrales durante el conflicto bélico. Entre los miembros fundadores, se contaron
Bolivia y Perú; y entre los segundos, Chile, que apresuradamente, ingresó a la Sociedad de
las Naciones, el 27 de octubre de 1919 1123.
Uno de los temas que empezó a ventilarse fue el de la revisión de los tratados.
El artículo 19 del Pacto de la Sociedad de las Naciones introdujo una novedad en la
doctrina de la intangibilidad de aquellos, al estipular que:
“la Asamblea puede, de tiempo en tiempo, recomendar la reconsideración por los miembros
1119
103 Gonzalo Vial: ob. cit. Vol. II. Pág. 673 y ss.
1120
104 La llamada movilización de 1920 antes citada. Pág. 234 y ss.
1121
105 Arturo Alessandri Palma: Recuerdos de Gobierno. Tomo I. Editorial Nascimento. Santiago. 1967. Pág. 46.
1122
106 Frederick B. Pike: ob. cit. Pág. 157.
1123
107 Ernesto Barros Jarpa, en sus clases de derecho internacional público, en la Facultad de Derecho de la Universidad de
Chile, mencionó que, a petición urgente del Ejecutivo y dentro de la coyuntura diplomática, haciendo fe en el Gobierno, el
Congreso aprobó el Tratado sin conocer el texto.
de la Liga, de los tratados que se han hecho inaplicables y el estudio de situaciones
internacionales capaces por su persistencia de afectar la paz del mundo”.
A juicio de los antiguos adversarios de Chile, esta cláusula abría la posibilidad de revisar el
Pacto de Ancón, con Perú, y el de Paz y Amistad, con Bolivia. Lima buscaba recuperar las
cautivas y posiblemente —como ya hemos visto— Tarapacá, mientras La Paz resucitaba su
aspiración a un acceso soberano al Océano Pacífico a través de su antiguo litoral.
La demanda peruana fue presentada por el plenipotenciario Mariano H.
Cornejo, el 1 de noviembre de 1920, conjuntamente con la de Bolivia, a pesar de que el
plazo se encontraba ya vencido. Por alguna descoordinación interna, Cornejo ignoraría la
existencia de conversaciones entre el Presidente Leguía y el abogado y lobista
estadounidense, Joseph W. Folk, que se decía vinculado al Departamento de Estado. El
lobbista recomendó que fuese Estados Unidos el que sugiriera a La Moneda que la
controversia se sometiese al arbitraje de su país. En el caso de que Chile se negase, se
contemplaría la instancia del Tribunal de La Haya.
Los delegados chilenos, Antonio Huneeus y Manuel Rivas, respondieron la demanda
peruana el 25 de noviembre, y le restaron todo fundamento.
Fue distribuida el 7 de diciembre. Conforme lo ya expresado, Perú retiró la suya
veinticuatro horas después, aunque reservó su derecho de presentarla posteriormente.
El ministerio de relaciones exteriores de Perú desaprobó los términos del texto de la
demanda. El delegado solo debió limitarse a anunciar su presentación y esperar
instrucciones. “Ha incurrido usted —se le expresó también— en grave extralimitación al
decir que presentará usted demanda de acuerdo con Bolivia, pues no fue usted autorizado
para ello”. Se le ordenó que la retirase y que hiciera la siguiente declaración: “El Gobierno
peruano se reserva el derecho de presentar a la consideración de la Liga, si así lo
conviniera, la controversia que tiene pendiente con el Gobierno chileno”. Al día siguiente,
Lima puso término a la misión de Cornejo1124.
Los esfuerzos peruanos, en el nuevo órgano internacional, no se reanudaron, acaso por las
razones que apuntamos anteriormente.
Bolivia presentó la suya a la Primera Asamblea, el 1 de noviembre de 1920, en que solicitó
la revisión del Tratado de Paz y Amistad de 1904. Se encontraba fuera de plazo, mas —a
diferencia de Perú— la reinscribió en la orden del día de la conferencia que se realizaría al
año siguiente, donde murió.
El informe de la comisión de juristas que designó el Presidente de la Asamblea declaró
que:
“la demanda de Bolivia, tal como ha sido presentada, es inadmisible, pues la Asamblea de la
Sociedad de las Naciones no puede modificar por sí misma ningún Tratado; la modificación
de los tratados es de la sola competencia de los Estados contratantes” 1125.
Así expiró aquella iniciativa que permitió robustecer el principio de la intangibilidad de

1124
108 Félix Calderón: ob. cit. Pág. 111.
1125
109 Mario Barros: ob. cit. Págs. 254 a 276.
dichos instrumentos, así como el de la inadmisibilidad de la revisión unilateral, tan
importante para Chile.
CAPÍTULO VIII
LA OFENSIVA DIPLOMÁTICA Y SU DESENLACE
1. LA MONEDA DA COMIENZO A UNA NUEVA POLÍTICA INTERNACIONAL
2. LA OFENSIVA DIPLOMÁTICA
3. LAS CONFERENCIAS DE WASHINGTON
4. DISCUSIÓN Y APROBACIÓN EN EL CONGRESO DEL PROTOCOLO Y DEL ACTA COMPLEMENTARIA
5. EL LAUDO ARBITRAL
6. EL PLEBISCITO
7. PERSHING Y LA MOCIÓN DE “REQUISITOS PREVIOS”
8. LA IMPRACTICABILIDAD DEL PLEBISCITO
9. LOS BUENOS OFICIOS
10 LA COMISIÓN DE LÍMITES

1. LA MONEDA DA COMIENZO A UNA NUEVA POLÍTICA INTERNACIONAL


El 23 de diciembre de 1920, Arturo Alessandri Palma asumió la Presidencia de la República.
El nuevo gobernante representó un cambio profundo en la vida nacional. Sus contrincantes
lo motejaron de revolucionario. Fernando Lazcano, conocido líder a la vez que su
desencantado padre político, llegó a tildarle de bolchevique 1126. Mas el León de Tarapacá —
como le apodaban sus partidarios— fue un innovador y no un revolucionario.
En el campo internacional, su espíritu renovador imprimió un nuevo curso a la acción
externa de La Moneda. Se empeñó en una política basada en el derecho internacional y en
la cooperación hemisférica, para volver a situar a la república en el primer plano del
concierto latinoamericano. Con este objeto, buscó un acercamiento con Estados Unidos,
que le ayudase además a resolver la cuestión de Tacna y Arica, todavía pendiente.
Hasta ese momento, Inglaterra ocupaba uno de los primeros lugares —si no el primero—
dentro de las orientaciones de la política externa chilena. A su favor, una estrecha relación
financiera y comercial; cuantiosas inversiones, particularmente en el salitre; un antiguo
vínculo en el campo naval, y la participación de una selecta colonia británica. Pero, después
de la primera guerra, se pudo apreciar que la gran república del norte disputaría a Gran
Bretaña aquella primacía, a nivel mundial. Alessandri lo percibió así antes que la elite
dirigente, que conservaba —desde el conflicto del Pacífico y el incidente del Baltimore—
un bien conocido prejuicio anti-yanqui. Se inclinó, pues, por superar esos antiguos
rencores y desconfianzas.
Como señalamos precedentemente, en Perú ascendió por segunda vez al poder supremo,
el 4 de julio de 1919, Augusto B. Leguía, o sea, un año y medio antes que Alessandri.
Ambos representaron una ruptura del orden tradicional gracias a la presencia de grupos
mesocráticos en la dirección del Estado. Su llegada coincidió con nuevas definiciones en el
mundo occidental.
Leguía, también, desde un comienzo se demostró muy interesado por resolver la cuestión
de Tacna y Arica, a ratos sobre la base de recuperarlas definitivamente y en otros de la
partición del territorio litigioso. A diferencia de La Moneda, el palacio de Pizarro cultivaba,
1126
1 Gonzalo Vial: “Historia de Chile (1891-1973)”. Editorial Santillana del Pacífico S.A. Ediciones. Chile. 1983. Vol. II. Pág.
683.
desde la época de Blaine, una cordial inteligencia con la Casa Blanca, aunque más teórica
que práctica, desde el ángulo estadounidense. El nuevo gobernante intentaba apoyarse en
ella, en su afán por resolver la cuestión del sur.
Veamos ahora los primeros pasos del León, en el campo externo.
En su primer gabinete, que preside Pedro Aguirre Cerda, asume la cartera de Relaciones
Exteriores, Jorge Matte Gormaz, militante liberal, con vasta experiencia política. En la
misma fecha, el jefe de Estado nombra como subsecretario al abogado chillanejo Ernesto
Barros Jarpa, personalidad desconocida en la arena pública. Sin embargo, ya se destacaba
a la sombra del director de La Nación, Eliodoro Yáñez, como redactor de ese rotativo, con
el seudónimo de William Temple.
La memoria del nuevo subsecretario para optar al grado de licenciado llevó el título: “ Las
conferencias de paz en el convenio sobre arreglos pacíficos de los conflictos internacionales”.
Allí planteó la tesis —heterodoxa en Chile— del arbitraje, como el modo de resolver la
cuestión derivada de la cláusula 3ª del Tratado de Ancón 1127. El nuevo gobernante, que
conocía esta memoria y compartía el pensamiento de su autor, lo designó en ese elevado
cargo, a los tempranos veintiséis años de edad.
En Recuerdos de Gobierno, Alessandri refiere que el Presidente Wilson, en viaje a Europa
rumbo a la suscripción del Tratado de Versalles, telegrafió a Luis Barros Borgoño, Canciller
del Presidente Sanfuentes, para indicarle la necesidad de poner término al diferendo
chileno-peruano. A fin de lograrlo ofreció los servicios de la Unión Americana, sola o
conjuntamente con otros Estados del hemisferio 1128. Ya hemos mencionado dicho mensaje
en el capítulo anterior1129, el mismo que reveló el vigor de la campaña internacional del
Rímac a favor de su causa, pero que tuvo la virtud de incentivar al León, todavía más, para
pensar en el arbitraje, una política que rompía con la tradición diplomática del país. Este se
había definido, el 22 de octubre de 1880, por José Francisco Vergara, a bordo de la corbeta
Lackawanna (ver capítulo I), al censurar que, por este medio, se entregaban al juicio de un
tercero los logros alcanzados por la república, después de una cruenta lucha armada.
El rechazo del arbitraje —según informa Agustín Edwards, desde Londres— robustece la
campaña peruana en contra de Chile. En cambio, —argumenta— basta con equiparar las
bases que alega La Moneda relativas al plebiscito, con las del Tratado de Versalles, para
que esta propaganda cese1130.
Algunos intelectuales, como el positivista Juan Enrique Lagarrigue 1131, sobrino del
Presidente, y el profesor radical Carlos Vicuña Fuentes, preferían la amistad con el
adversario de ayer antes que la conservación de esos territorios, despegados de Chile y sin
mayor valor; un juicio que muchos años antes había expresado Jovino Novoa. Mas estos
1127
2 Ernesto Barros Jarpa: “Reminiscencias anecdóticas”. Impresora Camilo Henríquez Ltda. Chile. 1947. Pág. 18 y ss.
1128
3 Arturo Alessandri Palma: Recuerdos de Gobierno. Tomo 1. Editorial Nascimento. Chile. 1967. Pág. 82.
1129
4 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR.EE., CULTO Y COLONIZACIÓN. Diciembre 1915-noviembre de 1919 (Santiago,
1920). Págs. 314 y 315.
1130
5 MINREL. Memorándum del Ministro de Chile en Gran Bretaña, Agustín Edwards. Enero de 1921.
1131
6 La Época, Santiago, 17-8-1921. Lagarrigue declaró: “Debe resolverse el problema internacional del Norte mediante la
devolución de las provincias de Tacna y Arica y la cesión de una faja de territorio en Tarapacá para que tenga [Bolivia] una
salida al mar”. El senador conservador Francisco Huneeus se refirió a esta declaración en el Senado.
últimos, que acompañaron a Alessandri en su lucha del año “20, eran poco numerosos,
desprovistos de influencia entre los políticos y ajenos al patriotismo popular” 1132.
Sin perjuicio del pensamiento del Presidente y de las recomendaciones de Edwards, desde
la suscripción de los llamados pactos de mayo con Argentina, la situación internacional de
Chile tendía a despejarse. Empero, el tema del norte era recurrente —no olvidemos la
conferencia de México en 1902— e impedía desplegar una diplomacia activa, como
correspondía al pensamiento panamericanista del primer mandatario.
“Todos los diplomáticos y hombres políticos o escritores de los Estados Unidos —comentaba
El Mercurio en un examen retrospectivo del temaque llegaban a conversar con algún
chileno, aquí, en Europa o en América aconsejaban siempre con insistencia, con verdadera
presión moral, por el interés de Chile, (...) que saliéramos de esta pesadilla del asunto de
Tacna y Arica...”1133.
La petición peruana de revisión del Pacto de Ancón, presentada a destiempo en la Liga de
las Naciones se archivó, y la boliviana naufragó por inadmisible. Leguía, asesorado por el
abogado yanqui Folk, aspiraba a que Washington interviniera y posteriormente actuara
como Árbitro (ver capítulo IX). Con todo, el Departamento de Estado —así como rechazaba
la injerencia extra-continental en los problemas americanos— tenía como política solo
inmiscuirse a pedido de las partes interesadas. Teóricamente bastaría que La Moneda se
desistiera de aceptar esta mediación para que la gestión se diluyera, aunque en el terreno
de las realidades, es posible que los efectos de esa negativa no fuesen tan evidentes.
A las tensiones chileno-estadounidenses causadas principalmente por la actuación de
Blaine durante la Guerra del Pacífico, se habían agregado el asunto del Ithaca ; el del
Baltimore, y el reclamo de la firma Alsop y Compañía.
Mas la solicitud chilena de adquirir buques de guerra en la Unión Americana marcó el
comienzo del deshielo. Luego los intereses económicos y comerciales recíprocos hicieron
el resto1134. Tampoco podemos ignorar la obra del primer embajador estadounidense en
Santiago, Henry P. Fletcher, que hablaba fluidamente el castellano y supo crear alrededor
suyo una atmósfera de amistad, que desarmaba las prevenciones anti-americanas de sus
interlocutores.
“Sus modos aristocráticos pueden haber sido un activo —dice una autora— especialmente
en sus tratos con chilenos. Santiago poseía algo que en aquella época fue descrito como
‘una sociedad aristocrática compuesta de españoles e ingleses de pura sangre’” 1135.
Al propio tiempo que la posición internacional chilena se despejaba, la peruana no podía
ser más compleja: Perú mantenía tensas controversias limítrofes con Colombia y,
especialmente, con Ecuador. Por esta razón, buscaba la ayuda estadounidense para
1132
7 Carlos Vicuña: “La libertad de opinar y el problema de Tacna y Arica”. Imprenta, Litografía y Encuadernación Selecta.
Chile. 1921.
1133
8 Juan Miguel Bákula: Perú: “Entre la Realidad y la Utopía. 180 años de política exterior”. Fondo de Cultura Económica.
Lima. 2002. Tomo II. Págs. 1028 y 1029. (Transcribe párrafo de El Mercurio, Santiago, 26-7-192).
1134
9 BA.cH.h. Año LII Nº96. Chile. 1985. Juan Ricardo Couyoumdjian Bergamali: “En torno al Protocolo de Washington de
1922”. Pág. 100 y ss.
1135
10 Olivia Mae Frederick: Henry P. Fletcher and United States-Latin American Policy, 1910-1930. University of Kentucky, Ph.
D., U.S.A., 1997. Pág. 44.
resolver su problema del sur, que poseía una carga más emocional que práctica. A las
inclinaciones del demócrata Wilson en política externa, un tanto utópicas, sucedió la visión
más pragmática del republicano Harding, mientras el legislativo estadounidense
desaprobaba el Tratado de Versalles. Cambiaban, pues, los vientos en Washington.
Es interesante destacar que al discutirse este Pacto, en la comisión de relaciones exteriores
del Senado, el 10 de septiembre de 1919, el partido republicano dejó constancia de que:
“los Estados Unidos, que jamás han violado una obligación internacional, no pueden permitir
que sean revisados todos sus Tratados vigentes y que su conducta y su honor sean puestos
en tela de juicio por otras naciones”
1136
.
Alessandri— no obstante sus proclamas pacifistas y americanistas— pretendía consagrar
definitivamente la soberanía chilena en Tacna y Arica, de acuerdo con el pensamiento de
Santa María y los lineamientos del internacionalista Alejandro Álvarez.
A juicio del gobernante chileno, el Presidente Leguía quería mantener vivo el problema de
las cautivas1137. Le servía para galvanizar a la opinión pública en torno de sí y consolidar el
régimen autoritario o dictatorial que recién iniciaba. Sin embargo, estudios recientes del
diplomático peruano Félix Calderón —a que nos hemos referido— como también
antecedentes que recogió nuestra misión en Washington contradicen esta opinión.
Parecería que Leguía también quería resolverlo por el mecanismo del arbitraje. Buscaría
que el gobierno estadounidense lo propusiese a las partes o bien que el caso se llevase al
Tribunal de La Haya, pero dentro de un marco amplio que haría peligrar la soberanía
chilena en Tarapacá y vulneraría el Pacto de Ancón; y Chile no podría aceptarlo.
En julio de 1921, el agente peruano en Washington efectuó un sondeo ante el
Departamento de Estado, para a buscar un medio para resolver el problema del sur.
Desde la Presidencia de Sanfuentes, se desempeñaba en aquella capital como embajador
chileno Beltrán Mathieu. Alessandri, deliberadamente lo mantuvo en el cargo, a fin de
conservar el ambiente de confianza que este había generado en torno de sí. En
obedecimiento de instrucciones, este antiguo diplomático informó a Santiago de la gestión
peruana y consultó a Davis, Secretario de Estado interino, qué efectividad tendría el rumor
de que Estados Unidos estaría considerando intervenir en la cuestión del Pacífico 1138.
La respuesta fue un categórico no. Davis atribuyó su origen a informaciones equivocadas
que transmitió el embajador Federico Alfonso Pezet a Lima, a quien le representó su error.
Agregó que esta era la política de la actual administración y sería la del próximo
Presidente, el republicano Warren Harding, que se iniciaba dentro de pocos días. Su patria
solo procederá a petición de ambas partes 1139. Por lo tanto, no estarían dadas las

1136
11 “El alegato de la República de Chile presentado al señor Presidente de los Estados Unidos en su carácter de Árbitro..., y
anexos del mismo alegato”. Imprenta Cervantes. Chile. 1924. Pág. 566.
1137
12 Félix Calderón: El Tratado de 1929. La otra historia. Fondo Editorial del Congreso del Perú. Perú. 2000. Pág. 112.
1138
13 Ricardo Donoso: Alessandri, Agitador y Demoledor. Fondo de Cultura Económica. México-Buenos Aires. 1952. Vol. 1.
Pág. 301.
1139
14 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 1º. Oficio confidencial Nº1, Washington, 7-1-1921, de Beltrán Mathieu,
Embajador de Chile en EE.UU., al Ministro de RR.EE. de Chile.
condiciones para que Chile recibiera un cuadrillazo diplomático ni tampoco para que
tomara decisiones impromptu.
El Canciller Matte, en una circular confidencial a las misiones chilenas en el exterior, de
fecha 5 de abril de 1921 1140, analizó la pretensión del Rímac de obtener la revisión o
caducidad del Tratado de Paz y Amistad, a través de una demanda ante la Sociedad de las
Naciones. Con buen criterio, anticipó que una petición de esa naturaleza tendría difícil
acogida en Ginebra. Sin embargo, juzgó prudente adoptar una política que evitase una
intervención multilateral, en un asunto netamente bilateral. El medio de contrarrestarla
sería exigir a Perú el cumplimiento de la obligación contraída en la cláusula 3ª de ese
Tratado. Recurriría a algunos países amigos, a fin de que presentasen en Lima “una o varias
fórmulas de plebiscito”.
El 16 de abril, en un banquete que el embajador de Estados Unidos en Santiago ofreció al
Presidente de la República, el León exteriorizó su anhelo de resolver la cuestión del norte y
de que Washington prestase su apoyo moral a esta idea. El texto de su discurso fue
trasmitido por Mathieu al Departamento de Estado y el Secretario, Charles Evan Hughes,
demostró interés en la materia.
Hughes era un gran jurista y fue árbitro en importantes cuestiones que se plantearon en
Hispanoamérica, durante su desempeño1141.
En vista de la interrupción de toda clase de relaciones con Lima, salvo las comerciales,
Alessandri utilizó medios indirectos para abrir las conversaciones.
Con este motivo, el Ministro Matte viajó a Buenos, Montevideo y Río de Janeiro, so
pretexto de negociaciones comerciales. Después de aclarar ante la República Argentina y
Brasil lo que anhelaba, finalmente acudió al gobierno de Uruguay 1142. Las conversaciones
que se tuvieron con la República Oriental no prosperaron, pues esta quería contar
previamente con la colaboración de Estados Unidos. Alessandri y el ministro estimaron
que, en ese caso, sería preferible dirigirse directamente a Washington, sin necesidad de
intermediarios.
Matte advirtió que Estados Unidos, Argentina, Ecuador y México estaban ausentes de la
Sociedad de las Naciones. Esta parecía preocupada sólo de problemas europeos. A su
juicio, aquello obligaba a Chile a pensar en una política de vinculación americana 1143.
Agustín Edwards, después de conversar con Lord Curzon en Londres, reafirmó este
pensamiento. El agente consideraba que Chile debía dar a la nueva institución una
importancia relativa y secundaria. A su vez, Enrique Villegas, desde Roma, expresaba que,
en vista de la decisión tomada en Washington (de no ratificar el Tratado de Versalles), la
Liga había perdido toda su eficacia. (Curiosamente, durante la tercera asamblea de la
Sociedad de las Naciones, se eligió para presidirla casi por unanimidad a un sudamericano,

1140
15 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. TOMO 1º Oficio circular confidencial Nº, Santiago, 5-4-1921, de Jorge Matte
Gormaz, Ministro de RR.EE., a las misiones de Chile en el exterior.
1141
16 REVISTA CHILENA. Año X. Junio de 1926. NºLXXVI. Director: Ernesto Barros Jarpa Cosas del mes.
1142
17 Arturo Alessandri. Op. cit. Pág. 85 y ss.
1143
18 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 1º. Oficio circular confidencial Nº3, Santiago, 13-7-1921, de Jorge Matte
Gormaz, Ministro de RR.EE. de Chile, a la misiones de Chile en el exterior.
cargo que recayó nada menos que en... Agustín Edwards, el mismo personaje que le había
restado validez, después de la decisión del Capitolio).
Una conversación del ministro de Chile en Bolivia, Alberto Yoacham Varas, de paso por
Washington, con Henry P. Fletcher, ahora subsecretario del Departamento de Estado,
resultó aún más esclarecedora. Dicho funcionario creía que una intervención de la Liga de
las Naciones, en este tema, coartaría cualquiera acción estadounidense, y obviamente no la
recomendaba; es evidente que le inspiraba la doctrina Monroe. Agregó Fletcher que la
controversia debería arreglarse directamente por ambas naciones y si Chile estaba seguro
de ganar, podría presidir el plebiscito el Presidente de la Corte Suprema de Brasil o
Argentina, en vez del chileno (ver capítulo VII)1144.
En esta misma reunión, el subsecretario se refirió al antes mencionado Folk — solicitor
(procurador) del Departamento de Estado— quien tuvo algunas conferencias con Hughes
“para defender intereses peruanos”. Dice el subsecretario que él se ha negado a acogerle
hasta ese momento, porque no era:
“digno del gobierno recibir abogados americanos encargados de defender intereses de países
extranjeros, que tienen sus representantes acreditados en los Estados Unidos. Chile debería
pagar el sueldo de Pezet [el embajador de Perú)” 1145.
Matte tiene conocimiento de que Perú ya ha presentado en Washington un memorándum,
donde solicita el concurso estadounidense para resolver la cuestión del norte, lo que
corrobora que no estaría buscando la solución a través de la Liga. Conforme el libro de
Calderón, obraba así inspirado por Folk.
Por circunstancias de política interna, cae el gabinete que preside Pedro Aguirre. En lugar
de Matte, Alessandri designa como ministro de Relaciones Exteriores al subsecretario,
Ernesto Barros Jarpa, el 17 de agosto de 1921.
El Presidente logra mantenerlo un año en esta nueva función, no obstante los avatares del
sistema parlamentario1146. Al día siguiente, el Presidente —con su impulsividad
acostumbrada— se reúne con el nuevo Secretario de Estado y le expresa:
“Usted sabe lo que significa su presencia en el cargo que ha entrado a desempeñar.
Ahora desearía que no perdiéramos tiempo. Usted conoce mi resolución y yo conozco sus
puntos de vista, con los que, en términos generales, estoy de acuerdo. Tráigame, entonces,
cuanto antes, un plan completo para alcanzar la solución definitiva de nuestras divergencias
con el Perú.
Lo estudiaremos juntos y partiremos de inmediato”.
Barros Jarpa le contesta:
“Será entonces la ‘ofensiva diplomática’ llevada hasta el fin, de que tanto hemos hablado.

1144
19 MINREL. Informes de Luis Arteaga, Asesor del Ministerio de RR.EE. de Chile.
1145
20 MINREL. Informes del Asesor del Ministerio de RR.EE. de Chile, Luis Arteaga, 1919-27. Pro memoria de la conversación
de Alberto Yoacham con Heny P. Fletcher. Junio de 1921.
1146
21 Agustín Edwards nació el 17-6-1878 y fue Ministro de RR.EE. en 1903, a los veinticuatro años de edad. Ernesto Barros
Jarpa nació el 7-7-1894 y fue Canciller a los veintiséis años de edad.
Exacto, le responde Alessandri”1147.
El León busca repetir la iniciativa del Presidente Billinghurst, pero en esta oportunidad la
asume él.
El secretario presentó un estudio en que se aprecian los vaivenes que la cuestión sufrió en
el pasado. Empero, destacó como lo más actual una publicación de la Cancillería del Rímac,
de 1921, a la cual llamó el Libro Blanco1148, en que se citan los principios del Tratado de
Versalles y del Presidente Wilson.
Este Libro sostiene que Chile “ha desgarrado el Tratado de Ancón como un simple pedazo
de papel” y que lo que corresponde sería la devolución de Tarapacá, Tacna y Arica, sin
compensaciones de ninguna clase1149.
Como hemos anotado en el capítulo IV, Lima antes había alegado la caducidad del Pacto
de Ancón, pero restringida solo al artículo III, especialmente después de la infortunada
gestión de nuestro ministro de relaciones exteriores Mariano Sánchez Fontecilla; ahora es
la de todo el Tratado, incluido Tarapacá 1150. Según el historiador Basadre, “asegúrase que el
Gobierno de Washington aconsejó discretamente al de Lima no insistir en la nulidad del
tratado de Ancón”, porque en teoría significaba regresar al estado de guerra para la que
Perú no estaba preparado ni dispuesto a afrontar 1151.
Barros Jarpa recomienda invitar públicamente al Rímac a cumplir la condición pendiente
consagrada en la cláusula 3ª1152. El León concuerda con él. Desestima la política del
Presidente Barros Luco, de que el statu quo favorece al que usa y goza de la prenda. El
enérgico mandatario y el joven Ministro entendían que, conforme el Tratado de Versalles,
emergía un nuevo derecho internacional público. Consideraban —tal vez
apresuradamenteque el instrumento de 1883 corría el riesgo de ser objeto de una revisión,
en virtud del artículo 19 del Pacto de la Liga de las Naciones. Felizmente, estos temores los
desbarataría la comisión de juristas nombrada por la segunda asamblea, que declaró
inadmisible la petición boliviana (ver capítulo VII), el 22 de septiembre de 1921. Sin
embargo, esta doctrina, que impugnaba alterar los tratados, se vio afectada por el de
Locarno, de 1925, que proclamó el principio de revisión. En estas nuevas circunstancias, la
política del statu quo sí que podría haber puesto en peligro la intangibilidad del Pacto de
Ancón.
2. LA OFENSIVA DIPLOMÁTICA.
El 1 de junio de 1921, el jefe del Estado, en el Mensaje que presentó al Congreso Nacional,
reiteró la promesa que había hecho durante la campaña presidencial: cumplir con lo

1147
22 Ernesto Barros Jarpa: Reminiscencias anecdóticas. Impresora Camilo Henríquez Ltda. Santiago. 1974. Pág. 15.
1148
23 El título es: Exposición Documentada sobre el estado actual del Problema del Pacífico, Imprenta Torres Aguirre, Lima,
1921.
1149
24 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Pág. 93.
1150
25 Aparte del artículo III, también estaban pendientes el IV (sobre guanos) y el XII (indemnizaciones a chilenos), así como
la liquidación de los préstamos concedidos al gobierno del general Iglesias y los gastos convenidos en el Protocolo de 20-X-
1883, complementario del Tratado de Ancón.
1151
26 Jorge Basadre, op. cit. Vol. IX. Pág. 286.
1152
27 Ernesto Barros Jarpa, op. cit. Pág. 16.
dispuesto en el artículo 3° del Tratado de Ancón.
El 10 de diciembre reunió al consejo de gabinete para expresar que había llegado el
momento de iniciar la ofensiva diplomática. Alessandri consideraba que la república se
encontraba en condiciones de ganar la consulta electoral, —una osada aseveración, más
que discutible— pero en el caso de perderla, despejaría un factor de perturbación
continental y sanearía la reputación internacional de Chile. Incluso aceptaría un arbitraje
que estableciese si procedía o no el plebiscito 1153. Los ministros aprobaron la idea, pero —
cautamente— señalaron que el próximo paso debía resolverse después. Entretanto, Barros
Jarpa dirigiría una nota a su colega de Lima, Alberto Salomón, con el objeto antes
indicado.
Según fuentes del Rímac, el ministro de relaciones exteriores, Arturo García Salazar, con
antelación a la iniciativa de su colega chileno, envió circulares diplomáticas a las
Cancillerías extranjeras en que expuso el incumplimiento del Tratado de 1883 y denunció
los atropellos chilenos cometidos en las cautivas1154.
“Esta protesta —dicen las mismas fuentes— tuvo tan evidente importancia para el Gobierno
de Chile, deseoso de ‘salvaguardar el buen nombre de su país, su política exterior y sus
actos’, que impelió a su Ministro de Relaciones Exteriores a publicar una nota circular
explicatoria, de fecha 20 de diciembre de 1921, en que exponía su opinión” 1155.
Así en Perú se atribuyó el origen de la ofensiva a las circulares limeñas, aunque cabe
recordar que Barros Jarpa ya la consideraba en 1915, en su Memoria para optar al título de
abogado.
Con relación a los hechos precedentes, hubo un intenso accionar diplomático previo.
Alessandri confiaba en el entendimiento directo y, en todo caso, si la cuestión llegaba a
Washington, en el juicio jurídico de Charles E.
Hughes, el Secretario de Estado.
A mediados de junio de 1921, el agente peruano en esa capital visitó a Hughes y le
entregó un memorándum. De acuerdo con él, Perú deseaba una pronta solución del
problema de Tacna y Arica, con la concurrencia de Estados Unidos. Juzgaba que la Liga de
las Naciones no podría o no debería ejercer jurisdicción en asuntos americanos, y
seguramente la evitaría. El diplomático solicitó a la Casa Blanca que tomara la iniciativa
para que, al unísono con otros gobiernos americanos, mediara a fin de procurar una
solución. Eludió mencionar la consulta popular. Fletcher proporcionó esta información a
Mathieu y le expresó que su gobierno se abstendría de actuar, ya que no deseaba
contrariar los propósitos chilenos... El subsecretario estimaba que Pezet o, más bien sus
consejeros estadounidenses, procurarían promover alguna acción en el Capitolio para
forzar al Secretario de Estado.

1153
28 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Pág. 94.
1154
29 Arturo García Salazar: Historia Diplomática del Perú. Imprenta A.J. Rivas Berrío. Lima. 1930. Pág. 241. A fin de
fortalecer su acción, Perú promovió una activa campaña en Europa en defensa de su posición, y estableció en París una
oficina de propaganda, a cargo de Ventura García Calderón (ver Juan Miguel Bákula: Perú: “Entre la realidad y la Utopía.
180 años de Política Exterior”. Fondo de Cultura Económica. Lima. 2002. Tomo II. Pág. 1025.
1155
30 Réplica del Perú. “Cuestión del Pacífico”. 1924. Págs. 9 y 10.
El memorándum —creía el subsecretario— era una reproducción de las ideas sugeridas
por un “agente oficioso” (¿Folk?). De todo ello, Mathieu dio cuenta por carta a Alessandri.
Posteriormente al mensaje presidencial, el 27 de agosto viajó Carlos Castro Ruiz a Estados
Unidos, a quien se confirió, a propósito, el título de consejero de nuestra representación
diplomática. En ese momento, se desempeñaba como subgerente del Banco de Chile, pero
había sido subsecretario de Relaciones Exteriores, entre 1914 y 1916, durante los primeros
años de la Guerra Mundial. Notoriamente partidario de los aliados, había trabado amistad
con el representante estadounidense en Santiago, Henry P. Fletcher, ahora subsecretario
del Departamento de Estado1156.
Castro fue portador de una carta del gobernante para el embajador Beltrán Mathieu, así
como un oficio de Barros Jarpa, además de instrucciones verbales 1157, que suelen ser las
más interesantes.
Mathieu comunicó al Secretario de Estado que La Moneda invitaría a Perú a celebrar el
plebiscito, conforme las bases expuestas por el Canciller peruano Wenceslao Valera, en
1912 (ver capítulo VII). Como se pensaba que Leguía rehuiría tal invitación, por las razones
de carácter interno ya anotadas, el diplomático chileno tendría que lograr,
extraoficialmente, que el Departamento de Estado sugiriera “espontáneamente” a Chile y
Perú que se efectuara aquel acto, según las condiciones expresadas en el oficio chileno.
Nos parece importante indicar que La Moneda se proponía formular esta invitación:
“sin perjuicio de considerar las modificaciones que el gobierno del Perú juzgare oportuno
sugerir, que encuadren en el principio del reconocimiento de los derechos del soberano
actual del territorio, establecido en los plebiscitos contemplados en el Tratado de
Versalles”1158.
Mathieu se reunió oficiosamente con Fletcher, quien acogió con entusiasmo el proyecto de
Alessandri; aguardaba una iniciativa semejante desde los tiempos del Presidente Wilson. Le
confidenció que el Secretario de Estado se entrevistaría con el embajador peruano, en
respuesta a numerosas peticiones de audiencia de Pezet y le solicitaría que expresara si su
gobierno estaba dispuesto a celebrar el plebiscito en cumplimiento del tratado del ‘83.
Hughes estimaba necesaria esta exploración para seguir luego conversando
confidencialmente con Chile. El agente chileno expresó al subsecretario que, llegado el
momento:
“sugeriríamos a Estados Unidos que fijara las bases del plebiscito, después de conocer
previamente el pensamiento del gobierno americano sobre cuáles serían las características
generales de las bases que él fijaría”1159.

1156
31 Gonzalo Vial, op.cit. Vol. III. Pág. 270.
1157
32 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Pág. 83 y ss.
1158
33 Por ley Nº3537, de 16-9-1919, el Estado chileno resolvió adherir al Tratado de Versalles, de 27-6-1919. El 4-XI-1919, el
ministro en Londres, Agustín Edwards, conforme instrucciones del Ministerio de RR.EE. depositó por nota a James Eric
Drumond dicha adhesión al Tratado de Versalles.
1159
34 MINREL. Informes de Luis Arteaga. Memorándum. Transcribe los telegramas NºA, Washington, 5-X-1921, NºB, 10-X-
1921, NºC, 12-X-1921, NºD, 14-X-1921, NºE, 15-X-1921, NºF, 25-X-1921 y NºG, 15/16-XI-1921, de Beltrán Mathieu,
Embajador de Chile en EE.UU., al Ministro de RR.EE. de Chile.
De estas iniciativas, agregó Mathieu, no quedaría constancia en el Departamento de
Estado. Solo serían formalizadas cuando Chile invitara a Perú a celebrar la consulta
electoral tomando como fundamento la negociación Huneeus-Valera, a que se refería el
oficio confidencial de Barros Jarpa, de 27 de agosto.
En un telegrama al embajador, el Ministro le expresaba:
“creemos entender que podemos enviar la nota de invitación que Castro conoce sin aguardar
el desarrollo de las gestiones en esa y así esperamos hacerlo en el curso de este mes, si US.
no nos indica lo contrario”.
El Canciller dirigiría la invitación a su colega peruano sin subordinarla a lo que Lima
respondiere a Hughes, pues una negativa del Rímac al Secretario de Estado dejaría a Chile
sin fuerza moral para seguir. La insinuación estadounidense debería venir —dice— en la
última etapa de la negociación directa, o después de producida la invitación chilena al
plebiscito.
Nuestro embajador tranquilizó al Ministro y le informó que sus gestiones con Fletcher no
habían pasado más allá de un cambio preliminar de ideas.
En consecuencia, la acción de Santiago estaba desligada de cualquier indagación previa
del Departamento de Estado.
Por telegrama Nº D, de 14 de octubre, Mathieu comunicó a Santiago que, por insinuación
del subsecretario, había visitado a Hughes, y le entregó un aide-mémoire con carácter
privado, en que se resumia la posición chilena:
“1º El Gobierno de Chile se propone invitar al del Perú para esclarecer el plebiscito
estipulado en el Tratado de Paz con el Perú de 1883, sobre las bases ya decididas
oportunamente por ambos gobiernos en la última negociación directa de 1912. El Perú
podría todavía sugerir modificaciones que juzgue convenientes dentro de los principios y
precedentes generales para estos actos en el Tratado de Versalles.
2º Si no se llegara a un acuerdo, el Gobierno de Chile convendría a deferir a los Estados
Unidos ‘solos o asociados con otros gobiernos americanos’ la determinación de las bases que
estimare equitativas.
3º El Gobierno de los Estados Unidos nos indicaría previamente, en forma confidencial, lo
que él entiende que pueden ser bases equitativas aplicables a esta clase de actos.
4º El Gobierno de Chile no podría admitir que la cuestión con el Perú se coloque en otro
terreno que en el del cumplimiento del Tratado de Paz con el Perú en 1883, cuya cláusula 3ª
prescribe el plebiscito. No podría por consiguiente admitir discusión sino sobre
modificación del acto plebiscitario, única cuestión pendiente entre ambos países. La
negativa del Perú le impone la responsabilidad resultante de la infracción del Tratado y
podrían ser consideradas por Chile, como el abandono por parte del Perú, de las expectativas
sobre la soberanía de esas provincias, expectativas que el Tratado de 1883 creó para ambos
países. Ni los intereses de la paz, ni la conveniencia para el desarrollo de esos territorios, ni
la prosperidad de sus habitantes aconsejarían perpetuar una situación como la actual”
(destacado nuestro).
El 25 de octubre nuestro representante resume sus conversaciones con el subsecretario
Fletcher. El único punto nuevo es que este “se sentiría inclinado a recomendar que ni el
Perú ni Chile presidiesen el tribunal llamado a dirigir el plebiscito”. Como reacción ante
esta noticia, Barros Jarpa, en su respuesta, expresa que entregar a otro Estado dicha
presidencia “afecta punto para nosotros esencial y contraría nuestros propósitos invariables
sobre esta materia”
(cursivas nuestras). Sintetiza. “No conviene, por esto, precipitar la acción en Washington, ni
adelantar otras gestiones sino después de lo que hagamos aquí”. Lamentablemente, más
adelante, el Gobierno transigió en este punto: dos recios generales estadounidenses —uno
de ellos héroe de la primera Guerra Mundial— presidieron sucesivamente la comisión
plebiscitaria, con penosas consecuencias para Chile, a las que nos referiremos más
adelante.
Posteriormente, cuando se conoció esta iniciativa, a la que se llamó la “negociación de
octubre”, esta desencadenó enconadas discusiones y sospechas en el Senado en Santiago,
en el sentido de que el Presidente y el Ministro habían comprometido los derechos de
Chile, y lo peor sin consultar a la cámara alta, como si, según el régimen político chileno,
existiese para el ejecutivo el deber de negociar en conjunto con ella.
El 12 de diciembre, Barros Jarpa inició la ofensiva diplomática mediante un procedimiento
inusual en las prácticas internacionales, si se considera que las relaciones estaban rotas:
abre el fuego con un telegrama a Alberto Salomón, ministro de Relaciones Exteriores de
Perú.
El chileno envía cuatro notas telegráficas, fechadas el 12, 20, 26 y 29 de diciembre de 1922,
y el peruano le responde con otras cuatro del 17, 24, 28 y 31 del mismo mes y año.
En la primera, Barros Jarpa insta a su colega a proseguir la negociación telegráfica de
noviembre de 1912, entre los Ministros Valera y Huneeus (ver capítulo IX). Las bases
propuestas en aquella ocasión fueron las que sometió Valera a su par chileno, y son las
que ahora La Moneda intenta revivir. Estas se inspiran “en los mismos principios —si bien
menos favorables para el país que ejerce la soberanía [Chile]— que los establecidos para
los actos plebiscitarios contemplados en el tratado de Versalles, al cual el gobierno de V. E.
[el de Perú] concurrió con su firma”1160. Y en un afán de acelerar el proceso, Chile renuncia a
la fecha anteriormente prevista —1933— para que tenga lugar la consulta popular, gesto
presuntamente de buena voluntad —en el parecer del diplomático peruano Félix Calderón
— quien deja entrever asimismo que Chile cedería la presidencia del plebiscito a una
autoridad neutral1161.
El 17 de diciembre, Alessandri reunió al consejo de gabinete y a todos los jefes de los
partidos políticos: Luis Claro Solar; Tomás Ramírez Frías; Carlos Aldunate Solar; Enrique
Zañartu; Armando Quezada; Robinson Paredes y Felipe Herrera. Participaron igualmente
los miembros de las comisiones de relaciones exteriores de ambas ramas del Congreso
Nacional, integradas por los senadores Gonzalo Bulnes, Eliodoro Yáñez, Guillermo Rivera,
Alberto González Errázuriz y Silvestre Ochagavía, y los diputados Pedro Rivas Vicuña,

1160
35 Memoria del Ministerio de RR.EE., Culto y Colonización. Noviembre 1919-junio 1923. Sociedad Imprenta y Litografía
Universo. Santiago. 1924. Pág. 492 y ss.
1161
36 Félix Calderón, op. cit. Pág. 115.
Gustavo Silva Campo, Tito Lisoni, Ismael y Guillermo Pereira, Miguel Luis Irarrázaval y
Artemio Gutiérrez1162.
“Planteamos allí —dice el jefe del Estado— el problema de si aceptábamos o no el
arbitraje”. Carlos Aldunate se expresa en favor de un arbitraje que se limite a determinar
quiénes tendrían derecho a voto. En el mismo sentido, opina el senador Gonzalo Bulnes 1163.
Esta fórmula es más restrictiva que la que anotamos anteriormente y se aviene con la que,
en su época, sustentó el Canciller Aldunate.
Los senadores Rivera y Yáñez y el diputado Ismael Pereira expresaron “que debían
continuarse las negociaciones sobre la base de que Chile no rehuye el arbitraje respecto de
la forma y modo relativo al cumplimiento de la cláusula tercera del Tratado de Ancón”.
Con el consenso de estas personalidades, Barros Jarpa despachó la segunda nota
cablegráfica a su colega para celebrar el plebiscito1164.
La prensa chilena comentó elogiosamente el inicio de la ofensiva. Al día siguiente, La
Nación (de propiedad del senador liberal Eliodoro Yáñez) publicó un halagüeño artículo. El
Diario Ilustrado —órgano conservador y opositor al León— calificaba como “digna de
aplauso la valiente iniciativa del señor Ministro de Relaciones Exteriores”. Y El Mercurio
felicitaba igualmente al jefe del Estado y a su Canciller 1165.
Mathieu comunicó a las autoridades estadounidenses que Chile había propuesto
telegráficamente a Perú la solución de la cuestión pendiente.
Transmitió a Santiago, también, que el Presidente de Grace y Compañía —muy influyente
ante Leguía— había aconsejado al mandatario que no descartara la proposición chilena,
ampliamente divulgada por la prensa en Washington y en otras capitales americanas 1166.
Enseguida tuvo lugar un fluido intercambio cablegráfico, en que abundaban los reproches
a Chile, hasta el extremo de que en Santiago se creyó fracasada la iniciativa. Mas,
finalmente, con el fin de no contrariar el buen espíritu que ahora animaría al gobierno del
Presidente Alessandri, el canciller peruano replicó que:
“designaría gustoso un representante para que, a la brevedad posible, se reuniera en
Washington con el que V. E. tuviera a bien designar, a fin de discutir y acordar los detalles,
las bases y objeto del arbitraje, que serán luego sometidas a la aprobación definitiva de los
dos gobiernos para su correspondiente ejecución” 1167.
Barros Jarpa se congratuló telegráficamente con la nota peruana, aunque ella volvió a
pretender un arbitraje “amplio”, al mismo tiempo que aludió a presuntas violaciones
cometidas por Chile. La Moneda aceptó el arbitraje referido a la cuestión plebiscitaria y se

1162
37 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Pág. 116.
1163
38 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Pág. 116.
1164
39 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 1. Telegrama Nº160, Santiago, 13-12-1921, de Ernesto Barros Jarpa,
Ministro de RR.EE. de Chile, a Beltrán Mathieu, Embajador de Chile en EE.UU.
1165
40 Ernesto Barros Jarpa: “Hacia la solución”. Imprenta Universitaria. Santiago. 1922. Pág. 305 y ss.
1166
41 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 1. Telegrama Nº238, Washington, 14-12-1921, de Beltrán Mathieu,
Embajador de Chile en EE.UU., al Ministro de RR.EE. de Chile.
1167
42 Memoria del Ministerio de RR.EE., Culto y Colonización. Noviembre 1919-junio 1023. Pág. 501 y ss.
mostró dispuesta a examinar aquellas violaciones, a través de medios pacíficos 1168.
En telegrama de 26 de diciembre, concluyó por expresar a Salomón:
“... mi Gobierno constituirá en Washington una misión debidamente instruida para que, de
acuerdo con la que acredite el de V. E., procure obtener un arreglo de las dificultades
pendientes y fijar en convenciones que serían sometidas a la aprobación de los dos
Gobiernos, las bases y el objeto de un arbitraje para resolver todas aquellas diferencias que
resistan el acuerdo directo y que sean indispensables para la ejecución exacta y leal del
Tratado de 1883”.
Dos días después, Salomón se excusó de precisar el alcance del arbitraje y reiteró su
invitación de concretar uno amplio, en cuyo caso “designaría un representante para que,
reunido en Washington con el de Chile, sometiera conjunta y solemnemente nuestras
diferencias a la decisión del Arbitro”.
Proponía también dirigir un telegrama simultáneo al Secretario de Estado a fin de que:
“obtenga del señor Presidente de los Estados Unidos de América, la aceptación de las
funciones de Árbitro para decidir inapelablemente sobre todas las diferencias entre Chile y el
Perú provenientes del Tratado de Paz de 20 de octubre de 1883” 1169.
Barros Jarpa responde el 29 de diciembre. En tanto que Salomón se acercaba al plan de La
Moneda, el Ministro rechazaba claramente el arbitraje “amplio” e insistía en que las partes
debían mantenerse dentro de los términos de lo que pactaron solemnemente en Ancón.
“...Vuestra Excelencia —expresa Barros Jarpa finalmente— tendrá que convenir en que no
procede otra conclusión que la de poner fin a este cambio de ideas telegráficas...” 1170.
El Canciller peruano anota la larga historia de desavenencias en esta cuestión y los abusos
y violaciones que imputa al enemigo del ’79. Desagradado porque se ha buscado colocar a
su patria como incumpliendo la palabra empeñada en 1883, el 31 de diciembre replica
destempladamente:
“Mi Gobierno no pretende, por consiguiente, que ahora se sometan al arbitraje los resultados
de la Guerra del Pacífico que terminó hace más de treinta y siete años; lo que reclamamos es
justo y sencillo: que se resuelvan arbitralmente las infracciones cometidas por Chile del
Tratado que impuso por medio de la fuerza y que resulta ejecutado solo por el Perú 1171.
Este epílogo dejó en Santiago una evidente sensación de fracaso, que los adversarios de
Alessandri se encargaron de subrayar; pero, otros expresaron que dio a Chile un triunfo
moral. El gobernante no se contentó con esto: siguió luchando por la solución definitiva 1172,
la que no logró, como veremos, ya que la que se produjo fue distinta de la suya.
La Moneda puso así fin al intercambio telegráfico. Con todo, obtuvo un resultado positivo:
un acuerdo en principio sobre la vigencia del Tratado de 1883, que excluía a Tarapacá de la

1168
43 Memoria del Ministerio de RR.EE., Culto y Colonización. Noviembre 1919-junio 1923. Pág. 505 y ss.
1169
44 Memoria del Ministerio de RR.EE., Culto y Colonización. Noviembre 1919-junio 1923. Pág. 506 y ss.
1170
45 Ministerio de RR.EE., Culto y Colonización. Noviembre 1919-junio 1923. Pág. 508 y ss.
1171
46 Ministerio de RR.EE., Culto y Colonización. Noviembre 1919-junio 1923. Pág. 510 y ss.
1172
47 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Pág. 119.
discusión. El intento del mandatario por alcanzar un arreglo no desapareció. Además,
Mathieu informó el 28 de diciembre que, tanto Hughes como él, concluyeron en que las
bases del plebiscito constituían el asunto pendiente. En caso de desacuerdo, estas serían
las únicas materias susceptibles de arbitraje 1173.
Alessandri y Barros Jarpa, a espaldas del gabinete, en una decisión audaz propia del
temperamento impetuoso del Presidente1174, insinuaron a Hughes y Fletcher que se invitara,
espontáneamente, a ambos gobiernos para acreditar sendas misiones en Washington, con
el objeto de:
“Buscar el medio de ejecutar exactamente el Tratado de Paz con el Perú del año 1883, tanto
en la cláusula plebiscitaria pendiente, como en cualquier otro punto en que se alegue por
cualesquiera de las partes que el Tratado no se ha cumplido”1175.
El gobierno peruano —seguramente inducido por los personeros ya mencionados—
también transmitió al Departamento de Estado una indicación análoga.
Las conversaciones del embajador Mathieu con Fletcher se repiten, aunque en apariencia
sin resultado. El gobierno estadounidense está absorto en el desarrollo de la importante
Conferencia Internacional de Desarme. Mas, Mathieu no pierde las esperanzas, y pronto
verá la luz al término del túnel.
Fletcher al fin responde. Ambos gobiernos serán invitados a Washington “para el arreglo
de las dificultades provenientes de las cláusulas no cumplidas del Tratado de Ancón”. El
Departamento de Estado encargará a sus representantes en Santiago y Lima que
convoquen a Chile y Perú1176.
El 16 de enero de 1922, Barros Jarpa transmite a Mathieu las siguientes precisiones: 1º Es
indispensable una negociación directa previa, donde conste la excelente disposición
chilena, al propio tiempo que obligue a Perú a señalar sus exigencias; 2º solo conocida la
posición de la contraparte, se convendrá formalmente el arbitraje (los senadores todavía
ignoraban este punto). No se aceptará la entrega de los territorios a una potencia neutral
durante la celebración de la consulta; 3º toda fórmula justa es posible que encuentre
resistencias peruanas, porque se piensa en Santiago que rehuyen un arreglo de la cuestión
y desean mantenerla vigente; 4º La invitación a negociar en Washington, por ahora, es un
simple ofrecimiento de sede, y 5º aquella debe formularse por cable a los dos gobiernos
sin ninguna consulta, pues así se presionaría al Rímac para que la acepte 1177.
El 16 de enero, el embajador informa que el texto redactado por Fletcher ya fue aprobado
por el Secretario de Estado, con el visto bueno del Presidente Harding, y ha sido

1173
48 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-1922. Tomo 1º Telegrama Nº253, Washington, 28-12-1921, de Beltrán Mathieu,
Embajador de Chile en EE.UU., al Ministro de RR.EE. de Chile.
1174
49 Arturo Alessandri Palma, op. cit., Pág. 120.
1175
50 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 1º. Telegrama Nº1, Santiago, 3-1-1922, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Beltrán Mathieu, Embajador de Chile en EE.UU.
1176
51 MINREL. TACNA Y ARICA. Tomo 1º. Telegrama Nº6, Washington, 13-1-1922, de Beltrán Mathieu, Embajador de Chile
en EE.UU., al Ministro de RR.EE. de Chile.
1177
52 MINREL. INFORMES DEL ASESOR DEL MINISTERIO DE RR. EE. DE CHILE. SR. LUIS ARTEAGA. Memorándum.
Telegrama Nº16, Santiago, 16-1-1922, del Sr. Ernesto Barros Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile, a Beltrán Mathieu,
Embajador de Chile en EE.UU.
transmitido a sus agentes en Santiago y Lima.
En el cable a su representante en Chile, William M. Collier 1178, Estados Unidos entiende que
las conversaciones y el eventual arbitraje “en ningún caso” afectarían la vigencia del
Tratado de Paz.
Fletcher sugiere que al recibirse esta nota, Barros Jarpa entregue otra a Collier en que
establezca que, para Chile, la vigencia del Pacto de Ancón y las consecuencias de la Guerra
del Pacífico son “la norma fundamental del espíritu con que concurre a Washington”. Se
mantendrá en estricta reserva y servirá de garantía a La Moneda, ante cualquiera
emergencia en que Perú pretendiese torcer el espíritu con que Chile aceptó conversar 1179.
Collier visita a Barros Jarpa, con toda formalidad. El motivo es indagar la respuesta chilena
a una invitación de la Casa Blanca para que, junto con Perú, acredite representantes en
Washington (por cierto, la réplica la conoce de antemano, es parte de la mise en scène
diplomática). Estos buscarían la mejor forma de perfeccionar las estipulaciones no
cumplidas del Pacto de Ancón, en el entendido de que se podrían someter a arbitraje los
desacuerdos que surgieran. Invitado a precisar, Collier expresó que el papel de Estados
Unidos sería el de limitar la controversia al cumplimiento del Tratado de Paz y Amistad 1180.
El diplomático estadounidense se reúne después con el gobernante. El primer mandatario
chileno acepta el planteamiento que le hace, aunque en principio, pues —como sabemos
— ha mantenido a su Gabinete, con excepción por cierto del de relaciones exteriores, en la
ignorancia de la última gestión de Mathieu. Después de escuchar opiniones, los Ministros
consideran que no cabe otra respuesta que la aceptación. Se encarga al Canciller para que
así lo transmita al plenipotenciario.
El 18 de enero, Collier y su colega en Lima entregaron respectivamente notas idénticas a
Barros Jarpa y Salomón.
En su parte medular, la propuesta del Departamento de Estado se circunscribía a resolver
el problema de las “disposiciones no cumplidas” y “pendientes” del Pacto de Ancón, y
agregaba:
“el Presidente de los Estados Unidos se complacería en dar la bienvenida en Washington a
los representantes que los Gobiernos de Chile y el Perú crean conveniente designar para que
dichos representantes allanen, si por fortuna lo consiguen, las dificultades pendientes o
disponen su solución por medio del arbitraje...” 1181.
El 19 de enero, el Ministro chileno acepta la invitación y transmite a Collier, junto con su
agradecimiento, la oportunidad que se brinda a Chile “para entrar en conversaciones
directas con el Perú, que puedan llevarnos, por acción propia de los gobiernos, o por otros

1178
53 Antes de asumir su misión en Chile, fue rector de la George Washington University. Ver: Juan Ricardo Couyoumdjian
Bergamali, op. cit.
1179
54 MINREL. TACNA Y ARICA. TOMO 1º. Telegrama Nº7, Washington, 17-1-1922, de Beltrán Mathieu, Embajador de Chile
en EE.UU., al Ministro de RR.EE. de Chile.
1180
55 Ernesto Barros Jarpa: “Apuntes para facilitar la consulta de la documentación por los abogados americanos, señores
Lansing y Woolsey”. Pág. 26 y ss. Documento inédito en poder del Académico José Miguel Barros.
1181
56 Memoria del Ministerio de RR.EE., Culto y Colonización. Noviembre 1919-junio 1923. Pág. 514.
medios amistosos a la ejecución exacta y leal del Tratado de Ancón...” 1182.
Es indudable que la ofensiva diplomática ha culminado exitosamente para sus promotores
chilenos, en esta primera etapa. Se reanuda el diálogo con Perú interrumpido desde 1912,
se desestima la pretensión peruana sobre la caducidad del Pacto de 1883 y se rechaza el
reclamo sobre Tarapacá. Es cierto que las bases del acuerdo de 1912 —tan favorables a La
Moneda al decir de Manuel Rivas Vicuña y en su oportunidad combatidas por el León—
caen al olvido. El Presidente de la Corte Suprema de Chile será remplazado por John
Joseph Pershing, el célebre general ya mencionado, y luego por el general William Lassiter,
designaciones que, en definitiva, junto con el comisionado peruano, terminarían por llevar
al fracaso la política de Alessandri.
Conforme indica Fletcher, Barros Jarpa escribe a Collier:
“que la aceptación por Chile de esa iniciativa descansa, sobre el principio para él
fundamental, de la vigencia del Tratado de Paz con el Perú de 1883 y de la inalterabilidad
de las consecuencias de la Guerra del Pacífico, como han tenido oportunidad de expresarlo el
señor Secretario de Estado de los Estados Unidos y el embajador de Chile en Washington y a
V. E. el infrascrito”1183.
Las conversaciones y la nota anterior se mantuvieron en estricta reserva.
Dado que los adversarios políticos del Presidente esparcen rumores perjudiciales,
Alessandri solicita al Secretario de Estado que, sin vulnerar la confidencialidad debida,
conceda una entrevista a La Nación, periódico que atacó duramente la ofensiva
diplomática”1184.
El Secretario de Estado declaró a este periódico:
“Queremos la ejecución exacta y justiciera del Tratado de 1883. Nada menos, ni nada más.
Si la buena disposición de Chile y del Perú no son suficientes para alcanzar un arreglo
satisfactorio de las dificultades que la ejecución del Tratado suscite, un arbitraje jurídico
podrá indicar la forma en que el pacto debe cumplirse.
Como muy bien lo ha dicho La Nación no aceptaremos a examen, ni en Washington ni en
ninguna parte, proposiciones o argumentos que envuelvan la pretensión de nulidad parcial o
total del Tratado de Ancón”1185.
Sin embargo, la respuesta peruana tardó en conocerse, y la preocupación crecía. El Rímac
se estaba empeñando por modificar las bases de la iniciativa 1186. Finalmente, las redactó en
tal forma que Washington le solicitó que precisara los términos de ella. Después de
fracasar en su propósito de alejar al Presidente Harding del camino trazado, el palacio de

1182
57 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Pág. 121.
1183
58 MINREL. TACNA Y ARICA. Tomo 1º Telegrama Nº20, Washington, 23-1-1922, de Beltrán Mathieu, Embajador de Chile
en EE.UU., al Ministro de RR.EE. de Chile.
1184
59 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Pág. 122. El dueño de La Nación, Eliodoro Yáñez, aliancista como el León, quiso ser
candidato presidencial en 1915 y después en 1920, pero se demostró incapaz de enfrentar el temperamento apasionado de
Alessandri. Desde ese momento, el maestro, así le apodaban sus fieles, guardó distancias del gobernante.
1185
60 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Pág. 122.
1186
61 MINREL. EMBAJADA DE CHILE EN EE.UU. Telegrama n°25, de 27-1-1922, y N°36, de 5-2-1922, de Beltrán Mathieu,
Embajador de Chile en EE.UU., al Ministro de RR.EE. de Chile.
Pizarro expresó su consentimiento, el 1 de febrero de 1922. Conforme a fuentes limeñas,
en el debate telegráfico no hubo acuerdo entre Salomón y Barros Jarpa, pero se “se dieron
todos los ingredientes para la intervención de los Estados Unidos, que era justamente lo
que perseguía el Gobierno del Presidente Leguía” 1187. Mas los obstáculos ya descritos se
contradicen con tal conclusión.
El Presidente Warren G. Harding fue requerido por el mandatario boliviano, con el objeto
de que la invitación se hiciese extensiva a su gobierno.
Empero, recibió una respuesta negativa, porque como Bolivia no fue signataria de aquel
Pacto, “carece de personería —según Hughes— para pretender injerencia en la actual
controversia”. Reiteró que el objetivo de la reunión de Washington es “para alcanzar un
arreglo de las dificultades derivadas de las cláusulas no cumplidas del Tratado de
Ancón”1188.
3. LAS CONFERENCIAS DE WASHINGTON
Alessandri designó a Carlos Aldunate —conservador— y a Luis Izquierdo —liberal— como
representantes de Chile para reunirse con los plenipotenciarios peruanos. Con no poca
agudeza, seleccionó a dos personalidades que aunque no le acompañaron en la elección
presidencial, estaban vinculadas con los senadores de oposición, particularmente el
primero.
El 2 de febrero de 1922, El Mercurio —al que comúnmente se calificaba como vocero del
ejecutivo— destacó la confianza que merecían esos dos servidores públicos 1189.
El Canciller les entrega, el 7 de marzo, unas instrucciones que contienen doce puntos, más
un memorándum que complementa el décimo1190, que transcribimos enseguida:
“1º El Gobierno ha creído dejar perfectamente establecido en los documentos que sirven de
base a la reunión de plenipotenciarios chilenos y peruanos en Washington, y en los
antecedentes que precedieron a la iniciativa del Gobierno de los Estados Unidos —que deben
tomarse como parte integrante de estas instrucciones y que constan en el memorándum
adjunto— que el objetivo único y fundamental de dicha reunión es buscar un acuerdo para
llegar al cumplimiento de las partes no cumplidas del Tratado de 1883.
Todo lo que tienda a evadir, total o parcialmente, las estipulaciones de dicho convenio
internacional escapa a la acción de VV. SS. y se sale del objetivo de la reunión de
Washington.
Si los plenipotenciarios peruanos promovieren alguna cuestión fundamental en este sentido,
VV. SS. deberán requerir la intervención de nuestro Embajador en Washington, a fin de que
obtenga del Departamento de Estado una declaración en el sentido de que la invitación a
negociar en aquella capital, no comprendía la abrogación del pacto de 1883 sino que su
cumplimiento.
1187
62 Félix Calderón, op. cit. Pág. 118.
1188
63 MINREL. TACNA Y ARICA. Tomo 1º 1921-22- Telegrama Nº28, Washington, 29-1-1922, de Beltrán Mathieu, Embajador
de Chile en EE.UU., al Ministro de RR.EE. de Chile.
1189
64 Ricardo Donoso, op. cit. Volumen 1. Pág. 307.
1190
65 MINREL. Informes del Asesor Luis Arteaga. Transcribe oficio confidencial Nº1, Santiago, 7-3-1922, de Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile, a los señores Carlos Aldunate Solar y Luis Izquierdo.
2º Llamo especialmente la atención de VV. SS. acerca de que, a juicio del Gobierno, las
proposiciones que tiendan a dividir el acto plebiscitario contrarían el pacto de Ancón, lo
mismo que cualquiera otra encaminada a privar a nuestro país de la soberanía que ejerce en
esos territorios, antes de que el voto de los habitantes los sustraiga de nuestra jurisdicción.
3º En orden a la forma que debe escogitarse para el plebiscito, VV. SS.
sostendrán la conveniencia de los acuerdos Huneeus-Valera del año 1912; y sostendrán
también el carácter definitivo de dichos acuerdos o por lo menos, el hecho de que deben
servir de base para el acuerdo final en conformidad a la tesis explayada por el infrascrito en
sus ‘anotaciones al margen de la negociación Barros Jarpa-Salomón’ que VV. SS. se servirán
tener presente en el desempeño de su cometido.
Sería interesante que este punto formara parte de los que han de someterse al fallo de un
arbitro, si a ello se llega.
4º No quiere decir lo anterior que VV. SS. deberán negarse a discutir otra forma de plebiscito
que las convenidas en 1912. Eso sí que debe dejarse constancia de que esa discusión tiene un
carácter subsidiario respecto del punto precedente. Solo en el caso de que pudiera alcanzarse
un acuerdo en la negociación directa sobre bases de plebiscito, VV. SS. abandonarán la
cuestión que han debido sostener en conformidad al Nº3.
5º El Gobierno confía en el conocimiento que VV. SS. tienen de las fórmulas que antes de
ahora ha sostenido para la celebración del plebiscito previsto en la cláusula III del Tratado de
Ancón, y espera que en el desempeño de la misión, VV. SS. se ajustarán en lo posible a ellas.
El criterio con que el Gobierno de Chile concurre a la conferencia de Washington es amplio.
No desea, por consiguiente, cerrarse en determinadas fórmulas ni hacer cuestión
fundamental de simples detalles. VV. SS. se servirán informar prolijamente al Departamento,
acerca de los términos en que se planteen las exigencias peruanas, y recibirán sin demora las
instrucciones precisas que les hagan falta.
Con todo, creo del caso prevenir a VV. SS. desde luego, en contra del voto de las mujeres, que
invariablemente han sido excluidas por los Gobiernos de Chile y del Perú en todas las
proposiciones cambiadas desde 1892 hasta el presente.
A juicio del infrascrito, la inteligencia que las partes contratantes han dado al convenio en el
curso de las negociaciones pasadas, fija el alcance que en este punto tiene la cláusula 3ª del
Tratado de Ancón. No podría alterar dicho alcance la circunstancia de que el Tratado de
Versalles, que Chile no suscribió, incorpora a las mujeres en los plebiscitos, tanto por el
hecho ya mencionado, cuanto por la gran diferencia de regímenes políticos a que han
debido ceñirse aquellos plebiscitos y el pactado en el convenio de 1883.
6º Es conveniente defender con la mayor energía la presidencia chilena de la Junta Directiva
del plebiscito.
No están VV. SS. autorizados para ceder en esta cuestión, en que los antecedentes nos son
absolutamente favorables. El Gobierno considerará esta dificultad cuando ella surja e
instruirá a VV. SS. acerca de otras fórmulas que pudieran sustituirla o acerca de la forma en
que esta materia debiera ser sometida al arbitraje eventual.
7º En orden al arbitraje de que habla la invitación norteamericana, VV.
SS. se servirán tener presente que nuestro Gobierno la ha aceptado en principio, solo para
resolver acerca de las dificultades que surjan en las apreciaciones de las formalidades
plebiscitarias. Después de que la negociación directa permita conocer perfectamente los
puntos de desacuerdo, llegará el caso de buscar el Árbitro y de fijar la forma y atribuciones
con que este debe actuar.
El Gobierno desea reservar para su propia decisión estos puntos.
Si surgen otros desacuerdos extraños en las formalidades plebiscitarias, el Gobierno desea
resolver, previo informe de VV. SS., si son o no susceptibles de ser resueltos por arbitraje.
8º En la nota del Ministro de Relaciones Exteriores del Perú señor Salomón, de fecha 23 de
diciembre de 1921, se insinúa como posibles puntos de divergencia la alteración de los
límites del territorio de Tacna y Arica en el norte y en el sur.
El Gobierno admite esta reclamación exclusivamente desde el punto de vista del plebiscito.
En lo que se refiere a la región de Chilcaya, quedan VV. SS. autorizados para aceptarla
después de alguna resistencia estratégica, dejando constancia de que ella no importa
innovación sobre las situaciones jurídicas o administrativas que las leyes chilenas hayan
creado en ese territorio, y que habrá de surtir efecto en esos aspectos solo en el caso de que
el plebiscito resulte favorable al Perú.
Este procedimiento permite incorporar al plebiscito una población netamente chilena.
En lo que se refiere a Tarata, deberá sostenerse la tesis chilena y cuidar de que en ningún
caso pueda afectar esta discusión la parte oriental del territorio en donde está la boca-toma
del canal que la Compañía Industrial y Azucarera de Tacna, extrae del río Mauri. En ningún
caso, puede sostener de parte del Perú el derecho de voto en el plebiscito de las poblaciones
que, como Titicaco, aunque reclamadas por Chile como cedidas en el pacto de Ancón, están
ocupadas por Perú. El Tratado entrega a los habitantes de la región ‘ocupada por Chile’ la
determinación de la soberanía definitiva de esos territorios de modo que no puede
pretenderse que los habitantes de Titicaco y otros puntos que están en su paso, intervinieran
en el acto plebiscitario.
9º Deberán VV. SS. sostener que el Gobierno de Chile considera que la determinación de la
nacionalidad peruana para los territorios de Tacna y Arica, por razón del plebiscito, en
ningún caso afectaría las obras públicas de mejoramiento ejecutadas ahí por nuestro país,
como el ferrocarril de Arica a La Paz, respecto de cuyo destino el Gobierno de Chile, su
dueño, se reserva el derecho de resolver.
Las circunstancias de que los antecedentes del Tratado de Ancón son bien explícitos para
establecer que las formalidades a que quiso sujetar la cláusula III el dominio definitivo de
Tacna y Arica, son arbitrios para disfrazar una cesión ya acordada, indujo al Gobierno de
Chile a trabajar esos territorios como suyos.
El hecho de que con un amplio criterio de armonía americana no insista en esta
interpretación del pacto, no puede por sí solo depararle perjuicios.
No habría congruencia jurídica, por lo demás, en sostener, como lo hace el Perú, que somos
meros ocupantes de esos territorios y reclamar simultáneamente un derecho a las mejoras
de gran entidad que en ellos hemos realizado.
10. Acerca de las obligaciones pecuniarias que del Tratado se derivan, el Gobierno desea que
VV. SS. las hagan valer de acuerdo con el memorándum especial que a este respecto tengo el
agrado de adjuntar a estas instrucciones [recoge antecedentes sobre dichas obligaciones].
11º El espíritu general que debe informar a VV. SS. es el de una elevada conciliación.
El Gobierno desea que en ningún caso y por clara que sea la situación que se cree, VV. SS.
rompan las negociaciones sin consultar previamente al Departamento.
VV. SS. no dejarán de tener presente que si debemos dejar al Perú el peso de las
responsabilidades de una ruptura, habremos obtenido una gran victoria moral y habremos
dejado el camino abierto para otras soluciones más enérgicas.
12º El Gobierno estima que en las negociaciones propiamente tales, VV.
SS. deben proceder con independencia de la Embajada de Chile en Washington, reservando a
este organismo de agente ante el Gobierno de los Estados Unidos. Sin perjuicio de la
cooperación que VV. SS. quieran buscar en el personal de la Embajada, será interesante
separar en todo caso la acción oficial de la Delegación de la del Embajador. El espíritu de
esta recomendación es el de no dar al Gobierno de los Estados Unidos en la conferencia,
intervenciones oficiales que pudieran quitarle el carácter soberano e independiente que ella
debe tener.
VV. SS. conocen, por otra parte, la acción inteligente y oportuna ejercida ante el
Departamento de Estado por el Embajador señor Mathieu, podrán encontrar en él en caso de
duda un criterio autorizado con el cual cambiar ideas para el mejor éxito de la gestión.
El Gobierno entrega al patriotismo de VV. SS. esta gestión de tan señalada trascendencia y
confía en que la justicia de nuestra causa y la lealtad de nuestros procedimientos habrán de
darnos en definitiva la solución que el país espera”.
Frente a estos temas, Aldunate y Alejandro Álvarez patrocinaban la interpretación
primigenia del Pacto de Ancón, la misma que encontramos en el segundo párrafo del
punto Nº9 antes transcrito: que la cláusula 3ª representó una cesión simulada de Tacna y
Arica a Chile, con el precedente del Tratado de Turín que sirvió de modelo a ese artículo En
dicho tratado, después de estipularse la consulta popular, se convino “que el Emperador
de Francia y el Rey de Cerdeña, se pondrían posteriormente de acuerdo para establecer los
medios de comprobar la voluntad de los habitantes de Niza y Saboya” 1191. Álvarez era el
autor del Libro Rojo (ver capítulo VIII), donde defendió entusiastamente esa tesis.
Izquierdo, más político que jurista y dotado de un espíritu agudo, no compartía la posición
anterior y se burlaba del Libro Rojo. Decía que allí su autor sostenía que Chile podía
conservar Tacna y Arica “sin mayores miramientos porque el Tratado [de Paz] pactó por
pura broma el plebiscito”.
Agregaba: “Es un buen sujeto [Álvarez], un excelente sujeto, pero nada más” 1192. En cuanto
a Aldunate Solar, lo tenía por un gran abogado, aunque sin ninguna experiencia
internacional. No había salido nunca de Chile, y en Chile de su casa 1193. Pronto se revelarían
1191
66 Luis Aldunate: Los Tratados de 1883-84. Centro Editorial La Prensa. Santiago. 1900. Págs. 56 y 57.
1192
67 Ibid. Vol. 1. Pág. 310.
1193
68 Ricardo Donoso, op. cit. Vol. 1. Pág. 309.
sus opiniones contrapuestas frente a la negociación.
Perú nombró en calidad de ministros plenipotenciarios en misión especial a Hernán
Velarde y Melitón Porras, y como asesor a Solón Polo, consultor técnico y jurídico del
ministerio de Relaciones Exteriores. A estos dos últimos hemos conocido en los capítulos
anteriores y ya sabemos del antagonismo de Porras frente a la república del sur, sobre
todo después que pasó por las horcas caudinas de Máximo R. Lira, así como su actitud con
respecto al ofrecimiento de la corona.
Salomón aceptó la invitación, en la inteligencia de que al no producirse acuerdo entre las
partes, las diferencias serían resueltas por un arbitraje reglado o dirigido por Estados
Unidos. Al Departamento de Estado esta frase molestó, mas consiguió allanarla 1194.
Mientras tanto, la embajada peruana y la prensa del Rímac se encargaban de difundir las
violencias que estaban cometiendo las autoridades chilenas contra la población nativa, en
los territorios litigiosos. Según el vice-cónsul británico en Tacna, Elliot, se trataba de
alegaciones de la prensa peruana “enteramente infundadas” y “fabricadas” fuera de la
provincia. Sus colegas del cuerpo consular compartirían esta misma opinión 1195. Mathieu
entregó un comunicado para rebatir la campaña peruana; Fletcher, en cambio, la apreció
con mayor ecuanimidad y aconsejó a Chile que se desentendiera de la “política bizantina”
de Perú y no se enredara en ella, hasta obligarle en Washington a “mostrar su juego” 1196.
El 15 de mayo tuvo lugar la apertura de las reuniones, en el edificio de la Unión
Panamericana, bajo la presidencia del Secretario de Estado y con asistencia de las
delegaciones de Chile y Perú, así como del cuerpo diplomático residente. Hughes, en un
discurso mesurado, reiteró los términos de la invitación formulada el 18 de enero 1197.
A nombre de Chile y Perú replicaron Izquierdo y Porras, respectivamente.
El primero agradeció la invitación estadounidense para resolver el modo de dar
cumplimiento a la parte aún no cumplida del Tratado de Ancón. Por su parte, Porras
transmitió también el reconocimiento del suyo y expresó la confianza de que se
alcanzarían los acuerdos buscados.
En Santiago, hubo satisfacción porque el delegado peruano, en su discurso, se haya
abstenido de formular declaraciones contrarias al punto de vista chileno, en lo referente a
la ejecución del Tratado de Ancón1198, satisfacción que por desgracia duraría poco.
En la primera sesión de trabajo, Aldunate recordó que el telegrama del 12 de diciembre
ponía de manifiesto el propósito de ambas naciones de finalizar el largo contencioso sobre
la soberanía de Tacna y Arica. Era necesario, pues, encontrar el medio de resolverlo 1199.
1194
69 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 1º. Telegrama Nº36, Washington, 4-2-1922, de Beltrán Mathieu, Embajador
de Chile en EE.UU., al Ministro de RR.EE. de Chile.
1195
70 MINREL. Intendencia de Tacna. Oficio confidencial Nº207, Tacna, 13-2-1923, de Luis Barceló, Intendente de Tacna, al
Ministro de RR.EE. de Chile.
1196
71 MINREL TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 1º. Telegrama Nº48, Washington, 21-2-1922, de Beltrán Mathieu, Embajador
de Chile en EE.UU., al Ministro de RR.EE. de Chile.
1197
72 Arturo Alessandri Palma, Tomo 1° op. cit. Pág. 128 y ss.
1198
73 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. TOMO 2°. Telegrama N°4, Santiago, 15/16-5-1922, de E. Barros Jarpa, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Delchile, Washington.
1199
74 Arturo Alessandri Palma, Tomo 1° op. cit. Pág. 124.
Porras exteriorizó ideas similares, pero yendo al fondo sostuvo que el artículo III debía
aplicarse considerando “presuntivamente” cuál era la voluntad de los habitantes al
vencimiento de los diez años, o sea, en 1894 1200. La voluntad de estos no se podía poner en
duda en dicho año y, por lo tanto, aquella cláusula estaba virtualmente cumplida. Chile
debía devolver sin más las provincias 1201. A modo de quid pro quo, propuso un plebiscito en
Tarapacá, que Chile ganaría, y así se silenciaría “la gritería de los peruanos que nacieron en
Tarapacá y que hasta ahora hacen peticiones al Presidente del Perú y al Presidente
Harding”1202.
Aldunate argumentó que el plazo señalado para realizar la consulta popular no era un
plazo fatal. Además, tendría que celebrarse el plebiscito y cumplirse las demás
estipulaciones que contenía el Tratado, antes de que los territorios pudieran revertirse
eventualmente a la soberanía peruana. Izquierdo indicó que la delegación chilena no
puede salirse del mecanismo establecido en Ancón. Lo más expedito sería señalar las
divergencias para entregarlas al fallo del Árbitro1203.
El Canciller chileno tomó nota de que el delegado peruano no desconocía el Tratado, pero
veía que los plenipotenciarios parecían enredarse en las propuestas “absurdas” de Porras.
Les instó a que tomaran la ofensiva, pues los estadounidenses apreciarían a un país activo
y no pasivo. Dedujo que, aun así, Perú consideraba vigente el pacto y sugirió a los
delegados:
1º regresar a las bases transmitidas por el Ministro Wenceslao Valera, el 10 de noviembre de 1912, a
su colega Antonio Huneeus; 2º en caso negativo, revivir la propuesta del propio Porras [votan las
mujeres y los analfabetos] a Agustín Edwards en 1909, sometiéndose a arbitraje los puntos de
desacuerdo; y 3º que Chile acepta sin más trámite confiar al Árbitro la fijación del procedimiento
para llevar a cabo el plebiscito, debiendo este pronunciarse sobre los puntos en que los dos
gobiernos no hayan logrado entendimiento.
Con relación al segundo punto, el ministro daría instrucciones más completas tan pronto
fuera aceptado. Y en cuanto al tercero, aseguró que las cuestiones en que no había
acuerdo eran “insignificantes”1204.
Este telegrama creó desavenencias entre los representantes chilenos, como veremos luego.
Aldunate —como abogado— juzgaba que el pleito se tendría que ganar con todos los
elementos que favorecían la causa chilena; Izquierdo, más diplomático y político,
propugnaba que se debía negociar.
En esos momentos, Barros Jarpa recibió un telegrama de su colega boliviano, en que le
solicitaba una entrevista para tratar de sus aspiraciones portuarias. Su respuesta fue que La

1200
75 MINREL. TACNA Y ARICA. Tomo 2º Telegrama Nº8, Washington, 17-5-1922, de Aldunate e Izquierdo al Ministro de
RR.EE. de Chile.
1201
76 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. TOMO 2º Telegrama Nº10, Washington, 19-5-1922, de Aldunate e Izquierdo al
Ministro de RR.EE. de Chile.
1202
77 Regina Claro Tocornal: “Entretelones de las negociaciones chileno-peruanas en Washington en 1922 basadas en el
archivo privado de don Luis Izquierdo Fredes”. BA.cH.h. N°112, Santiago, Pág. 38.
1203
78 MINREL. TACNA Y ARICA. Tomo 2º. Telegrama Nº10, Washington, 19-5-1922, de Aldunate e Izquierdo al Ministro de
RR.EE de Chile.
1204
79 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 2º Telegrama Nº8, Santiago, 18/19-5-1922, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro
de RR.EE. de Chile a Aldunate e Izquierdo.
Moneda no podría ocuparse de ellas, mientras estuviese pendiente el perfeccionamiento
del artículo III del Tratado de 1883. Bolivia pretendió, entonces, participar en las
deliberaciones a orillas del Potomac; Barros Jarpa le expresó que si Perú aceptaba, no
opondría objeciones1205.
Aldunate comunicó a la Cancillería que había recibido nota del ministro boliviano, en que
pedía ser admitido en la conferencia, con voz y voto. Según el embajador Pezet, Velarde y
Porras recibieron una petición análoga, mas Lima rechazó la solicitud paceña 1206. Aquello
obviamente produjo satisfacción en Santiago, pues Chile no necesitaba asumir la tarea de
explicitar su negativa.
Los delegados logran que, a contar del 23 de mayo, empezaran las sesiones formales. De
las tres sugerencias de Barros Jarpa, Aldunate propone al Ministro mantenerse en los
acuerdos Huneeus-Valera (que irritan a Porras) y en lo que no haya acuerdo, se someta a
arbitraje. Por su parte, Izquierdo, dado que Perú se afirma en el plebiscito “presuntivo” de
1894, juzga que se debe salir del punto muerto y proponer el punto segundo y tercero de
las instrucciones del Canciller. A su juicio, el Árbitro resolverá libremente, sin tomar en
cuenta las negociaciones anteriores ni los argumentos de las partes.
“Si las negociaciones se rompen acota y nos encastillamos en una sola fórmula [como
recomendaba Aldunate], perderemos el efecto que haría en la opinión pública la conducta
indicada” desde Santiago1207.
Barros Jarpa despacha un telegrama felicitando a la delegación por tomar la iniciativa y
pedir sesiones públicas en lo sucesivo. En respuesta a Izquierdo, indica que se presenten
las tres fórmulas simultáneamente y con carácter opcional, como medio de salir de la
dificultad. Estas proposiciones tendrían que presentarse en sesiones formales, cuyas actas
trascendieran a la prensa. Asimismo pueden agregar que Chile “acepta que los gobiernos
de los Estados Unidos, Brasil y Argentina fijen con arreglo al Tratado de Ancón las
condiciones en que debe verificarse la conducta plebiscitaria” 1208.
Entonces la delegación peruana presentó el siguiente proyecto de acuerdo, que pasó a
conocerse como la “fórmula Porras”:
“Se sometería al arbitraje, en el punto esencial materia de nuestras discusiones, lo siguiente:
Con el objeto de determinar la manera en que debe darse cumplimiento al artículo III del
Tratado de Ancón, se somete a arbitraje, si procede o no, en las circunstancias actuales, la
realización del plebiscito.
Si no procede, a qué país corresponde el dominio definitivo de Tacna y Arica y bajo qué
condición.

1205
80 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Tomo 1. Pág. 191.
1206
81 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 2º. Telegrama Nº13, Santiago, 24-5-1922, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro
de RR.EE. de Chile, a Aldunate e Izquierdo.
1207
82 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 2º. Telegrama Nº15, Washington, 22-5-1922, de Aldunate e Izquierdo al
Ministro de RR.EE. de Chile.
1208
83 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Telegrama Nº14, Santiago, 24-5-1922, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Aldunate e Izquierdo.
Si procede, bajo qué condiciones debe realizarse el plebiscito” 1209.
Los chilenos descartaron esta fórmula que pretendía una declaración de inaplicabilidad del
artículo III, y formularon las proposiciones siguientes:
“1º Negociación Huneeus-Valera de 1912; 2º contraproposición presentada por el señor Porras,
como Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, a la Legación de Chile en Lima, con fecha 5 de
noviembre de 1909, conjuntamente con las modificaciones que propongan los delegados de Chile;
3º someter desde luego a arbitraje todas las condiciones plebiscitarias sobre las cuales no haya
habido acuerdo anterior entre los dos Gobiernos o sobre las cuales haya habido acuerdos
contradictorios; 4º entrar a discutir las bases plebiscitarias sin referencia a ninguna de las
negociaciones anteriores, sometiendo las divergencias a arbitraje; 5º el gobierno de Chile acepta la
tercera proposición de la fórmula peruana y propone al gobierno de los Estados Unidos para que
fije la forma en que debe hacerse la consulta plebiscitaria” 1210.
En comunicación conjunta a Santiago, Aldunate expuso que al proponer las bases de 1912
lo hacía como punto de partida y no tenía, por lo tanto, inconveniente para aceptar la
proposición del señor Izquierdo. Expresa asimismo que las anteriores serían opcionales,
como base de discusión para que los delegados peruanos elijan la que les agrade, sin
perjuicio, naturalmente, del derecho de Chile para solicitar del Árbitro la aceptación de las
ideas contenidas en cualesquiera de ellas. La última de Porras —agrega— no es aceptable
porque se sale de los términos del compromiso que les ha traído a Washington, esto es,
buscar la manera de consumar las partes no cumplidas del Tratado de Ancón 1211.
Recordó también que la mencionada cláusula 3ª entregó a Chile la posesión (que es la
tenencia con ánimo de señor) de las provincias y la sujetó a la legislación y a las
autoridades chilenas (lo que constituye la soberanía), disponiendo, además, que un
plebiscito decidiera si las provincias quedaban definitivamente bajo el dominio y soberanía
de Chile, lo que implicaba una posesión y soberanía anteriores al plebiscito.
Porras consideró inaceptable la fórmula chilena y expresó que no la sometería a la
consideración de Lima. Solicitó suspender las reuniones para informar a las respectivas
embajadas, a fin de que den a conocer estas divergencias al Secretario de Estado. Se había
producido la impasse a que se refiere Alessandri en sus Recuerdos de Gobierno1212. Tan
grave como la suscitada entre chilenos y peruanos —después de tanto empeño para
reunirles en Washington— fueron las disidencias que surgieron entre Aldunate e Izquierdo.
Por propia iniciativa y sin consultar a Aldunate, Izquierdo conversó privadamente con
Porras sobre la posibilidad de que aprobara la fórmula que le dio a conocer. Esta era la que
contenía el telegrama Nº24 de la delegación, de 3 de junio, enviado anteriormente a
1209
84 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 2º Telegrama Nº18, Washington, 27-5-1922, de Aldunate e Izquierdo al
Ministro de RR.EE. de Chile. La redacción primitiva de Porras decía: “Teniendo en cuenta lo estipulado en el artículo III del
Tratado de Ancón y las circunstancias del tiempo trascurrido y de los hechos realizados después del 28-3-1894, procede o
no la realización del plebiscito”. Aldunate e Izquierdo sostuvieron que esa fórmula era alegato de parte y modificaron la
redacción dejando solo “en las circunstancias actuales”. Porras la aceptó (Arch. L. Izquierdo). Alessandri -en carta a
Izquierdo- felicitó a los delegados por lograr que el delegado peruano reconociera la validez del Tratado en su proposición
de 27-5-1922.
1210
85 85 “El alegato de la República de Chile”... Imprenta Cervantes. Chile. 1924. Pág.594. Ver también MINREL. TACNA Y
ARICA. 1921-22. Tomo 2º. Telegrama Nº20, Washington, 31-5-1922, de los Sres. Aldunate e Izquierdo al Ministro de RR.EE.
de Chile.
1211
86 “El alegato de Chile”. Pág. 595 y ss.
1212
87 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Pág. 128 y ss.
Barros Jarpa y que el Ministro había aprobado. Pasó a conocerse como la “proposición
informal”; reza así:
“1º dejar establecido que las únicas dificultades pendientes entre Chile y el Perú con relación al
Tratado de Ancón son:
A) las relativas al artículo III del Tratado; B) la referente al deslinde norte de Tacna, para el evento
de que su dominio definitivo corresponda a Chile; C) la referente al deslinde sur del departamento
de Arica, para el evento de que su dominio definitivo corresponda al Perú; D) las observaciones que
tenga que formular el Perú sobre la cuenta del guano de que trata el artículo IV del Tratado [sobre
la venta de un millón de toneladas de guano, ver capítulo II], y E) las reclamaciones que tengan que
formular los chilenos con arreglo al artículo XII [reparaciones pecuniarias a chilenos, ídem].
2º nombrar árbitro para la resolución de las cuestiones expresadas en el artículo anterior al
Presidente de los Estados Unidos de América.
3º el presente acuerdo será sometido a la aprobación de los respectivos Gobiernos” 1213.
Hasta Santiago llegó el rumor de esta iniciativa personal de Izquierdo.
Aunque fue desmentida, posteriormente Aldunate Solar convertido en ministro de
relaciones exteriores reconoció su existencia en el hemiciclo 1214.
Desde ese momento, el arbitraje estadounidense sería ineludible.
Mathieu responde los telegramas 70 y 71 del Canciller 1215. Informa que se ha producido
una situación sin salida, porque Perú solo aceptará el plebiscito forzado por un Árbitro. El
embajador considera peligroso pedir la intervención estadounidense, porque podría
inclinarse por el arbitraje, a la vez que aceptar la fórmula peruana. La opinión pública de
Washington presiona para lograr un arreglo. Se estima que habiendo fracasado el
Departamento de Estado en la Conferencia General de Desarme, no puede tropezar en una
cosa menor y que concierne netamente al hemisferio occidental. En vista de que sería
oportuna una conversación con Leo Rowe, que asesora a Hughes, los delegados y Mathieu
se abstendrán por ahora de recabar la intervención del Secretario.
La cuestión fue llevada en Santiago al Consejo de Ministros 1216. Se acordó que en vez de
rechazarse la proposición peruana, se propusiera que:
“el gobierno de Chile acepta la tercera proposición de la fórmula peruana [esto es, someter a
Estados Unidos la fijación de las condiciones del plebiscito] y propone al gobierno de los
Estados Unidos para que fije la forma en que debe hacerse la consulta plebiscitaria”.
Más adelante, la oposición en el Senado chileno condenaría esta delegación de facultades
al Árbitro, el cual terminaría por designar a dos militares estadounidenses que presidirían
sucesivamente el acto electoral (los mismos que acabarían por declararlo impracticable).
Según Aldunate, solo se podía confiar al arbitraje las calidades de los votantes en que las

1213
88 88 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. TOMO 2°. Telegrama N°24, Washington, 3-6-1922, de Aldunate e Izquierdo al
Ministro de RR.EE. de Chile.
1214
89 Ricardo Donoso, op. cit. Vol. 1. Pág. 329.
1215
90 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 2º. Telegrama Nº90, Washington, 1-6-1922, de Beltrán Mathieu, Embajador
de Chile en EE.UU., al Ministro de RR.EE. de Chile.
1216
91 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 2º. Telegrama Nº20, Santiago, 3/4-6-1922, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro
de RR.EE. de Chile, a Aldunate e Izquierdo.
partes no coincidiesen, mas rechazaba someter a este procedimiento si correspondía o no
la celebración del plebiscito. Poner en discusión la procedencia de la consulta ordenada
por el Tratado de Ancón, significaba salirse de la base que se fijó para ir a las conferencias
de Washington, que buscaban la solución dentro de ese instrumento 1217. La iniciativa de
Izquierdo, antes descrita, incomodó a Aldunate.
Izquierdo analiza el problema: arbitraje restringido o amplio respecto del artículo III. Chile
patrocina el primero, limitado a las bases del plebiscito, y Perú el segundo, o sea, si
procede o no el plebiscito.
Este delegado conoce el pensamiento íntimo de Alessandri y, por ello, acepta que se
defina si procede o no, en las circunstancias actuales, la celebración del plebiscito. En
efecto, el Presidente, que obedecía a impulsos de su intuición, tenía la certeza de que el
Árbitro declararía procedente la consulta popular. “Por esta razón, —revela el gobernante
— exigí que el arbitraje fuera jurídico, porque, conociendo la alta mentalidad de Mr.
Hughes, consideraba que no podía apartarse de aquella solución” 1218.
Alessandri alude a las controversias que tuvieron lugar y se refiere a ellas en una carta a
Izquierdo, en que relata que su propósito ha sido “buscar la armonía de pensamiento y
acción en el Gobierno entre sí, en el Gobierno con los Delegados, entre Uds. y el Embajador y
armonizar también todas estas opiniones con las de la mayoría del Congreso... Con este
criterio he cedido muchas veces hasta que se ha producido el acuerdo...” 1219
Barros Jarpa instruye a Mathieu para que entregue un memorándum al Departamento de
Estado1220.
El embajador conversa oficiosamente con Porras. Le expresa sus aprensiones respecto del
fracaso de la conferencia, porque la proposición peruana es inconciliable con las
declaraciones de cumplir el Pacto de 1883 y con el compromiso tácito que significó
aceptar la invitación estadounidense. Le sugiere una salida que se limite “al último de los
términos de su proposición, es decir, ‘defiriendo al Árbitro la determinación de las bases
del plebiscito prescrito en el Tratado’”. El delegado peruano coinciden en que este debe
cumplirse a través de la consulta popular. Mas la inestabilidad de su régimen no permite al
Presidente peruano aceptar la validez del Tratado de Ancón, a menos que aparezca
obligado por Estados Unidos. En su conversación con Rowe, Mathieu le manifiesta que
Hughes se prestaría gustoso a buscar una solución, si ambas delegaciones se lo
solicitan1221.
El documento, al que se refiere el Canciller, y que se entregará a Hughes dice así:
“1º La Embajada de Chile cree llegado el caso de informar al Departamento de Estado de la situación
actual de las negociaciones chileno-peruanas, después de que la Delegación de Chile ha debido
1217
92 Ricardo Donoso, op cit. Vol. 1. Pág. 311.
1218
93 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Pág. 129.
1219
94 Beatriz de la Fuente Fuentes: “Chile y Perú. 1920-30”.Tesis para optar al grado de licenciatura en Humanidades con
mención en historia. Universidad de Chile. 1994. Pág. 31.
1220
95 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 2º. Telegrama Nº76, Santiago, 14-6-1922, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro
de RR.EE.. de Chile, a Beltrán Mathieu, Embajador de Chile en EE.UU.
1221
96 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 2º. Telegrama Nº92, Washington, 3-6-1922, de Beltrán Mathieu, Embajador
de Chile en EE.UU., al Ministro de RR.EE de Chile.
considerar agotados sus esfuerzos para alcanzar un acuerdo directo con la Delegación del Perú.
2º La Delegación de Chile ha propuesto, en el curso de las reuniones, cinco fórmulas de solución
dentro de lo que a juicio de su Gobierno, ha sido siempre la única materia de discusión entre los dos
países, a saber, las condiciones en que debe celebrarse el plebiscito estipulado en la Cláusula 3ª, aún
no cumplida, del Tratado de Ancón. Las cinco fórmulas chilenas fueron rechazadas de plano por la
Delegación del Perú. Esas fórmulas son: a) realizar el plebiscito conforme los acuerdos de la
negociación Huneeus-Valera, de 1912; b) realizarlo conforme a la contraproposición presentada por
el señor Porras como Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, a la Legación de Chile en Lima, con
fecha 5 de noviembre de 1909, conjuntamente con las modificaciones que propongan los Delegados
de Chile; c) someter, desde luego, a arbitraje todas las condiciones plebiscitarias sobre las cuales no
haya habido acuerdo anterior entre los dos Gobiernos, o sobre las cuales haya habido proposiciones
contradictorias; d) entrar a discutir las bases plebiscitarias sin referencia a ninguna de las
negociaciones anteriores, sometiendo las diferencias a arbitraje; e) coincidiendo con el propósito
manifestado por la Delegación Peruana en orden a buscar la manera de dar cumplimiento al Artículo
III del Tratado de Ancón y considerando que la proposición primera de su fórmula sujeta al evento de
una eliminación del principio jurídico de consulta a los habitantes de Tacna y Arica para resolver
sobre la soberanía definitiva de estos territorios, en circunstancias en que esa consulta está impuesta
por el derecho universal y contenida en un Tratado cuya vigencia y respeto integrales fueron la base
de la invitación americana, el Gobierno de Chile acepta la tercera proposición de la fórmula peruana y
propone al Gobierno de los Estados Unidos para que fije la forma en que debe hacerse la consulta
plebiscitaria.
[Las proposiciones a), b), c) y d) fueron ofrecidas como opcionales para la Delegación
peruana. La proposición e) fue hecha como contraproposición a la fórmula b) de la
Delegación del Perú].
3º La Delegación del Perú ha propuesto por su parte las dos fórmulas siguientes: a) que el artículo III
del Tratado se aplique de manera de establecer presuntivamente la voluntad de los habitantes de
Tacna y Arica en 1894, y que siendo conocida esa voluntad, se dé por verificado el plebiscito y se
devuelvan las provincias de Tacna y Arica al Perú.
b) con el objeto de determinar la manera en que debe darse cumplimiento a lo estipulado en el
artículo III del Tratado de Ancón, se somete a arbitraje si procede o no, en las circunstancias actuales,
la realización del plebiscito. Si no procede, a qué país corresponde el dominio definitivo de Tacna y
Arica y bajo qué condiciones. Si procede, bajo qué condiciones debe realizarse el plebiscito.
4º La Delegación de Chile deplora no haber podido aceptar ninguna de las dos fórmulas de la
Delegación Peruana, porque ha estimado que no consultan el cumplimiento del Tratado de Ancón,
apartándose ellas, además, de los términos de la invitación del Presidente Harding, aceptada por los
gobiernos y que, a juicio de la Delegación Chilena, establecen un pacto tácito sobre la materia
discutible en esta Conferencia y sobre la del arbitraje eventual contemplado en la misma invitación.
5º La Embajada de Chile, al dejar constancia de la esterilidad de los esfuerzos de la Delegación de su
país por alcanzar el acuerdo buscado, renueva, a nombre de su Gobierno, el propósito de aceptar
cualquiera fórmula de solución que guarde conformidad con el cumplimiento del Tratado y con las
condiciones de la invitación del Presidente Harding” 1222.
Por su lado, Pezet informó al Secretario de Estado que se ha producido una impasse en las
conferencias. Mathieu ha demorado comunicarse con Hughes por si las delegaciones
1222
97 97 “El alegato de la República de Chile”... Pág. 574 y ss. Ver también MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 2º.
Telegrama Nº98 confidencial, Washington, 16-6-1922, de Beltrán Mathieu, Embajador de Chile en EE.UU., al Ministro de
RR.EE. de Chile.
logran antes un arreglo entre ellas. Aldunate e Izquierdo creen que el Secretario de Estado
debe partir de la base de que Chile no rehuye discutir ante el Árbitro la procedencia de la
consulta popular, base aceptada por Barros Jarpa. Al mismo tiempo, reconocen que
existiría el peligro de que el Árbitro prive a La Moneda de la soberanía durante el
plebiscito, a lo que se resistirían enérgicamente 1223.
La situación se tornaba difícil entre los delegados, en parte por la diferencia de ideas y
también de temperamento. Izquierdo comenta en carta a un amigo que Aldunate es
“¡insoportable!”, que mira la negociación como un juicio, en que se usa toda la “chicana”
de los procedimientos judiciales.
Describe además el ambiente entre ellos y Santiago, como un campeonato de lawn-tennis:
“Desde allá nos envían como bolas las proposiciones para ceder —quieren que aparezcan
como nuestras— y nosotros las devolvemos para que nos lleguen como instrucciones del
Gobierno. Y se han cambiado veinte fórmulas y miles de palabras alrededor de una dificultad
que no se quiere abordar francamente, y que sin embargo, no se puede eludir” 1224.
Existe la sospecha —según Alessandri— de que los conservadores habrían comunicado a
Aldunate que el Presidente le estaba comprometiendo políticamente, al inducirle a aceptar
una fórmula que pusiera en duda la vigencia del artículo III del Pacto de Ancón 1225. En el
primer punto de las instruciones que Alessandri y Barros les impartieron en Santiago, se
estipulaba que la delegación debía “buscar un acuerdo para llegar a la ejecución de las
partes no cumplidas del Tratado de 1883.Todo lo que tienda a evadir, total o parcialmente,
las estipulaciones de dicho convenio internacional escapa a la acción de VV. SS. y se sale del
objetivo de la reunión de Washington”. Eso explicaría las reticencias del senador Aldunate.
Es por este motivo que el León toma el toro por las astas y les envía un mensaje personal, a
través de la Cancillería: desea evitar el fracaso de la conferencia y buscar una solución
como la descrita en el telegrama Nº24 de la delegación (que contiene la llamada
“proposición informal” que Izquierdo entregó privadamente a Porras). Quiere dejar
testimonio de que la encuentra aceptable. Le parece absolutamente imposible que Estados
Unidos dé la razón a Perú, en lo que se refiere a la caducidad del Pacto y del artículo III,
sobre todo si se recuerda la invitación que hizo a ambos gobiernos.
Él no defenderá nada “que no sea el cumplimiento del Tratado” 1226.
Después de una semana de estancamiento, Mathieu conversa con Hughes 1227.
Le explica verbalmente la situación y, conforme instrucciones del Mapocho, le entrega un
documento. El secretario le renueva la intención de su gobierno de no intervenir ni
presionar; empero le ofrece su concurso personal, enteramente oficioso. “No es el

1223
98 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 2º. Telegrama Nº30, Washington, 10-6-1922, de Aldunate e Izquierdo al
Ministro de RR.EE. de Chile.
1224
99 Ricardo Donoso, op. cit. Pág. 310.
1225
100 Archivo de Luis Izquierdo Carta, Santiago, 17-7-1922, del Presidente Arturo Alessandri a Luis Izquierdo.
1226
101 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 2º. Telegrama Nº29, Santiago, 9/10-6-1922, del Sr. Ernesto Barros Jarpa,
Ministro de RR.EE. de Chile, a los Sres. Aldunate e Izquierdo.
1227
102 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 2º. Telegrama Nº99, Washington, 18-6-1922, de Beltrán Mathieu,
Embajador de Chile en EE.UU., al Ministro de RR.EE. de Chile.
Secretario de Estado —expresa— quien habla con el Embajador de Chile, es Hughes quien
conversa con Mathieu, en el interés de que ambos contribuyan a componer una situación
que parece rota”. Esta intervención será decisiva y anticipará, sin sombra de dudas, el
arbitraje de Estados Unidos.
El 18 de junio, Hughes le sometió la siguiente proposición:
“Reunidos etc., etc., etc. con el propósito de considerar el arreglo de la larga controversia
entre los dos países relativa a las disposiciones no cumplidas (unfulfilled) del Tratado de
Ancón, acuerdan someter al arbitraje de...:
“1º A) Las cuestiones provenientes (arisen out) de las disposiciones no cumplidas del artículo
III”. Los acápites B), C) D) que pueden o no incluirse porque no constituyen dificultad, serían
los mismos de la fórmula del referido telegrama Nº 24 [de Aldunate e Izquierdo, del 3-6-
1922].
El Nº 2 que se refiere al retiro de las proposiciones chilenas y peruanas, se suprime por
innecesario, y desde el momento en que se acordase esta fórmula que por sí lo deja sin
efecto”.
Hughes patrocina además un intercambio de notas. El propósito de estas, en el caso de
que el Árbitro resuelva la improcedencia del plebiscito, es que conste que no se modificará
la condición actual de los territorios. Esta se determinaría libremente por las partes en
negociaciones que consideren o no abrir posteriormente.
Como esta fórmula dejase inquieto a Mathieu, este expresó al Secretario de Estado que, si
en el arbitraje se determinase la improcedencia del plebiscito, debería estipularse que el
territorio litigioso no quedará a disposición del Árbitro, como pretende Perú. El Secretario
le replica que no hay ningún peligro porque eso no sería jurídico.
El embajador recomienda a Santiago esta moción, pues está concebida en términos
análogos a la invitación del Presidente Harding. El resto guarda armonía con el telegrama
Nº24, o sea, la “proposición informal” de Izquierdo a Porras. Si el Árbitro resuelve en favor
de la consulta electoral, habrá ganado la tesis de Chile, y si, negativamente, Tacna y Arica
quedarán bajo soberanía del Mapocho, con un título aún más sólido que antes, piensa
Mathieu.
El Presidente y Barros Jarpa felicitan al embajador, a Aldunate y a Izquierdo, y aceptan la
propuesta de Hughes.
“Admitida la posibilidad, absolutamente remota, —reflexionan el mandatario y el ministro—
de que el Árbitro estimase que el plebiscito no procede ya, estaríamos habilitados para
sostener más tarde que ha fallado la única condición limitativa de nuestro dominio en Tacna
y Arica, y podríamos ofrecer el pago de la indemnización prevista en el Tratado”.
Estiman esencial el cambio de notas1228.
El fondo de la cuestión —como expresa Mathieu a Rowe— es que están en vigor, tanto el
Tratado como el artículo III, y que lo único pendiente es el modo de realizar el plebiscito.
Chile admite entregarlo a la entera apreciación del Árbitro, “para dejar plena garantía de la
1228
103 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 2º. Telegrama Nº78, Santiago, 20-6-1922, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro
de RR.EE. de Chile, a Beltrán Mathieu, Embajador de Chile en EE.UU.
seria verificación del acto”1229. Vemos, eso sí, que al alejarse del punto 6º de las
instrucciones acerca de la presidencia del plebiscito, La Moneda echa leña a las iras de los
parlamentarios de oposición.
Los delegados del Rímac recibieron instrucciones muy rígidas de Leguía, en orden a
obtener la caducidad del Tratado o, cuando menos, del artículo III. Por esta razón, expresan
a Hughes que, en el evento de que se estableciera la improcedencia del plebiscito, en ese
supuesto la disposición del territorio se debía resolver a través de un arbitraje. Es decir,
renovaron la llamada “fórmula Porras”, rechazada por Aldunate e Izquierdo, como consta
del telegrama Nº18, de 27 de mayo, que dirigieron a Santiago 1230.
El 28 de junio, Mathieu, Aldunate e Izquierdo conocieron el texto escrito de la proposición
de Hughes, después que el secretario se reunió con los peruanos. No les satisfizo en
absoluto. Izquierdo sostuvo que era “una nueva e inadmisible modificación del
procedimiento que se transmitió al gobierno de Chile y que este gobierno aceptó” 1231.
Según el archivo de este plenipotenciario, Aldunate se resistió a abandonar cualquier
recurso que beneficiaría la causa. Suponía que Porras tenía órdenes de Lima para limitar el
arbitraje, pero que si Chile se mantenía firme aquel cedería. Empero, Mathieu e Izquierdo
estaban impuestos de que Leguía conocía el Libro Rojo de Álvarez, donde Perú —al decir
de Izquierdo— “pactó el plebiscito por broma” y que Chile conservaba Tacna y Arica sin
más.
Izquierdo volvió a conversar oficiosamente con Porras. Se trataba de avanzar proposiciones
que permitieran acercarse a las de este último. Esta gestión fracasó. Izquierdo, en una carta
posterior a Alessandri, le comenta que la recta final estuvo rodeada de tropiezos. El más
peligroso —dice— ocurrió cuando Aldunate intentó renunciar, en el momento en que se
redactaba la cláusula que definía, en el Acta Complementaria, el status de las provincias, en
el caso de no haber plebiscito. Hubo que disuadirlo.
Después de numerosas gestiones, Hughes convenció de prestar su asentimiento a la
fórmula a los peruanos, quienes no querían indisponerse con Estados Unidos antes del
arbitraje.
El Secretario convocó a Mathieu para comunicarle que Perú aceptaba su proposición. Lima
cesó de insistir en su pretensión de arbitraje para más tarde, siempre que Santiago
declarase que “aceptaría los buenos oficios de Estados Unidos, si a ellos hubiere lugar en
las citadas negociaciones posteriores”
. Aunque en ese momento no estuvo en la mente de los tres gobiernos, un lustro
1232

después se buscaría la solución del viejo litigio a través de los buenos oficios de

1229
104 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 2º. Anexo al telegrama Nº103, Washington, 22-6-1922, de Beltrán Mathieu,
Embajador de Chile en EE.UU., al Ministro de RR.EE. de Chile. Contiene memorándum que Mathieu entregó a Leo. S.
Rowe, Director de la Unión Panamericana, y asesor de Charles Hughes, en esta materia.
1230
105 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 2º. Telegrama Nº105 bis, Washington, 25-6-1922, de Beltrán Mathieu,
Embajador de Chile en EE.UU, al Ministro de RR.EE. de Chile.
1231
106 Archivo de Luis Izquierdo.
1232
107 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 2º Telegrama Nº113, Washington, 6-7-1922, de Beltrán Mathieu, Embajador
de Chile en EE.UU., al Ministro de RR.EE. de Chile.
Washington1233.
Sin demora, Barros Jarpa autorizó al embajador para que contestara afirmativamente a
Hughes. Al propio tiempo, debía expresarle que, conforme los artículos 3º y 6º de las
Convenciones para Arreglos Pacíficos de los Conflictos Internacionales de La Haya, de 1899
y 1907, el Gobierno aceptaría los buenos oficios de Estados Unidos, si el curso de las
negociaciones posteriores entre La Moneda y el palacio de Pizarro, aconsejara a
Washington ofrecerlos. Así se llegó finalmente a un acuerdo.
El Canciller reflexionó que Estados Unidos, de sostener la improcedencia del plebiscito, no
podría prescindir de las estipulaciones del Tratado, “respecto del cual estamos de acuerdo
en que no podemos someter a juicio extraño su vigencia y respeto integral” 1234. En el
documento que se suscriba, —expresaba al embajador— deberá constar que en el caso de
declararse procedente el plebiscito, se comunicará a las partes cuáles serán las bases a que
ese acto debe ajustarse1235.
El acuerdo se produjo el 17 de julio en el despacho de Hughes. Además del Secretario de
Estado, participaron Aldunate y Porras. Sirvió de intérprete Leo Rowe, director general de
la Unión Panamericana. El ministro chileno comunicó que los plenipotenciarios convinieron
en solicitar al Presidente de Estados Unidos que se desempeñara como Árbitro. Porras
corroboró esta declaración.
Hughes se comprometió a comunicarla al Presidente Harding 1236.
Barros Jarpa expresó a Aldunate e Izquierdo que la frase propuesta por el Secretario de
Estado para salvar la última dificultad, —”organización administrativa”— había causado
mucha inquietud en el Congreso Nacional.
Se consideraba que destruía el concepto de soberanía que correspondía a Chile. Debía
explicitarse que, en el caso de declararse la improcedencia del plebiscito, no se afectaría la
organización administrativa de los territorios, pues se ajustaba más a la letra del Pacto de
Ancón. Los delegados se abstendrían de firmar hasta que Hughes les hiciera saber que esa
es la interpretación del Departamento de Estado1237.
Mathieu envió una nota al Secretario de Estado, en ese sentido. Hughes le respondió que
no podría modificar el texto, sin reabrir las conferencias; a su juicio esta concesión era más
aparente que real. Sin embargo, en el resumen que hizo Rowe de la entrevista entre
Aldunate y Porras, quedó perfectamente aclarada la duda de Santiago 1238.
La elaboración del Protocolo correspondiente tardó algunos días. Los delegados peruanos
insistieron en que las declaraciones de las notas que fijarían el alcance del arbitraje
1233
108 Conrado Ríos Gallardo: Chile y Perú. Los pactos de 1929. Editorial Nascimento. Chile. 1959. Pág. 116 y ss.
1234
109 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 2º. Telegrama Nº88, Santiago, 7-7-1922, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro
de RR.EE. de Chile, a Beltrán Mathieu, Embajador de Chile en EE.UU.
1235
110 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 2º. Telegrama Nº38, Santiago, 10-7-1922, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro
de RR.EE. de Chile.
1236
111 Ricardo Donoso, op. cit. Vol. 1. Pág. 311.
1237
112 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 2º. Telegrama Nº44, Santiago, 18/19-7-1922, de Ernesto Barros Jarpa,
Ministro de RR.EE. de Chile, a Aldunate e Izquierdo.
1238
113 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 2º. Telegrama Nº122, Washington, 18-7-1922, de Beltrán Mathieu,
Embajador de Chile en EE.UU., a Ernesto Barros Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
convenido debían incorporarse en este documento. Aldunate e Izquierdo aceptaron, como
transacción, que se redactara un Acta Complementaria, que pasó a tener mayor
importancia que el propio Protocolo1239. Este es el origen de aquella.
Mas tarde, Izquierdo, ya en Santiago, con su ironía habitual, explicó en la comisión de
relaciones exteriores del senado que no debía darse mayor importancia al Acta. “Era como
la adivinanza o acertijo que se pone a los niños —dijo— cuando se les pregunta ¿de qué
color es el caballo blanco de Napoleón?”. El senador Claro Solar recordó esta ironía del
delegado, en una de las sesiones de la cámara, y comentó:
“No me parece, sin embargo, que los señores delegados recordaran a sus colegas, señores
Porras y Velarde, el acertijo. Habría sido de ver la cara que hubieran puesto los delegados
del Perú ante el chiste que el señor Izquierdo se ha permitido decir a los senadores de su
patria”1240.
Según el acta que se firmó entre las delegaciones y el Secretario de Estado, de 17 de julio,
Hughes observó que en el Acta Complementaria se expresaría que la organización
administrativa de Tacna y Arica, “no deberá perturbarse mientras esté pendiente un
acuerdo acerca de la disposición del territorio”. Así quedó incorporado 1241. Más adelante,
observaremos cómo el general Pershing se dio maña para intervenir en la administración
de las cautivas, con el objeto de que se verificase un plebiscito correcto.
Transcribimos a continuación el Protocolo:
“Reunidos en Washington, en conformidad a la invitación del Gobierno de los Estados
Unidos de América para procurar la solución de la larga controversia relacionada con las
disposiciones no cumplidas del Tratado de Paz de 20 de octubre de 1883, los infrascritos en
representación de Chile y el Perú, a saber:
Don Carlos Aldunate y don Luis Izquierdo, Enviados Extraordinarios y Ministros
Plenipotenciarios de Chile en Misión Especial; y Don Melitón F. Porras y don Hernán Velarde,
Enviados Extraordinarios y Ministros Plenipotenciarios del Perú en Misión Especial; después
de canjear sus respectivos plenos poderes, han acordado lo siguiente:
Artículo 1º Queda constancia de que las únicas dificultades derivadas del Tratado de Paz
sobre las cuales los dos países no se han puesto de acuerdo son las cuestiones que emanan
de las estipulaciones no cumplidas del artículo tercero de dicho Tratado.
Artículo 2º Las dificultades a que se refiere el artículo anterior serán sometidas al arbitraje
del Presidente de los Estados Unidos de América, quien las resolverá sin ulterior recurso con
audiencia de las partes y en vista de las alegaciones y probanzas que estas presenten. Los
plazos y procedimientos serán determinados por el Árbitro.
Artículo 3º El presente protocolo será sometido a la aprobación de los respectivos Gobiernos
y las ratificaciones serán canjeadas en Washington por intermedio de los representantes de
Chile y del Perú dentro del plazo máximo de tres meses.
1239
114 MINREL. TACNA Y ARICA. 1921-22. Tomo 2º. Telegrama Nº37, Washington, 11-7-1922, de los Sres. Aldunate e
Izquierdo al Ministro de RR.EE de Chile.
1240
115 MINREL. Sesiones secretas del senado sobre el Protocolo de Washington. 1922. Sesión extraordinaria, 13-X-1922.
Parte secreta.
1241
116 “El alegato de la República de Chile”... op. cit. Pág. 607.
Firmado y sellado en Washington, en doble ejemplar, a 20 de julio de 1922. Melitón F.
Porras. Carlos Aldunate. Hernán Velarde. Luis Izquierdo”.
El Acta Complementaria dice así:
“A fin de precisar el alcance del arbitraje estipulado en el artículo segundo del Protocolo
suscrito en esta fecha, los infrascritos acuerdan dejar establecidos los siguientes puntos:
Primero. Está comprendida en el arbitraje la siguiente cuestión promovida por el Perú en la
reunión celebrada por la Conferencia el 27 de mayo último.
Con el objeto de determinar la manera como debe darse cumplimiento a lo estipulado en el
artículo tercero del Tratado de Ancón, se somete a arbitraje si procede o no, en las
circunstancias actuales, la realización del plebiscito.
El Gobierno de Chile puede oponer, por su parte ante el Árbitro, todas las alegaciones que
crea convenientes a su defensa.
Segundo. En caso de que se declare la procedencia del plebiscito, el Árbitro queda facultado
para determinar sus condiciones.
Tercero. Si el Árbitro decidiera la improcedencia del plebiscito, ambas partes, a
requerimiento de cualquiera de ellas, discutirán acerca de la situación creada por este fallo.
Es entendido, en el interés de la paz y del buen orden que, en este caso, y mientras esté
pendiente un acuerdo acerca de la disposición del territorio, no se perturbará la organización
administrativa de las provincias.
Cuarto. En caso de que no se pusieran de acuerdo, los dos Gobiernos solicitarán, para este
efecto, los buenos oficios del Gobierno de los Estados Unidos.
Quinto. Están igualmente comprendidas en el arbitraje las reclamaciones pendientes sobre
Tarata y Chilcaya, según lo determine la suerte definitiva del territorio a que se refiere el
artículo tercero de dicho Tratado.
Esta Acta forma parte integrante del Protocolo de su referencia.
Firmada y sellada en doble ejemplar en Washington, el 20 de julio de 1922.
Melitón F. Porras. Carlos Aldunate. Hernán Velarde. Luis Izquierdo”.
Con antelación, el 30 de junio de 1922, los plenipotenciarios habían firmado el Acta Única
sobre Tacna y Arica1242.
4. DISCUSIÓN Y APROBACIÓN EN EL CONGRESO DEL
PROTOCOLO Y DEL ACTA COMPLEMENTARIA.
Antes del intercambio telegráfico entre los Cancilleres que condujo a este acuerdo, el 25
de agosto de 1921 Barros Jarpa se habría presentado ante el Senado para explicar la
política del gobierno relativa a Tacna y Arica y a la cláusula 3ª. Esta, más que una cesión
impuesta por las circunstancias —dijorepresentó la adquisición de esos territorios por un
precio justo, según lo juzgó en 1883 el ministro estadounidense, Cornelius Logan. Empero,
—agregó— por “sentimientos de confraternidad americana”, La Moneda no insistirá en la

1242
117 “Tratados, Convenciones y Arreglos Internacionales de Chile. 1810-1976. Tratados bilaterales Chile-Perú”. Tomo 1.
Santiago de Chile. 1976. Pág. 117 y ss.
interpretación histórica y se avendrá a la consulta electoral 1243. Sin embargo, los senadores
Gonzalo Bulnes y Guillermo Rivera lo aplaudieron entusiastamente 1244. El primero reunía
sobrados títulos para terciar en la consideración del tema por sus conocimientos y claridad
de juicio. El segundo era, más que nada, un importante prohombre de Valparaíso, que lucía
continuamente unas orquídeas en el ojal de su traje 1245. Sin embargo, tales demostraciones
se extinguirían pronto, al imponerse de las deliberaciones que tuvieron lugar a orillas del
Potomac y las que precedieron a estas: la llamada “gestión de octubre” y la misión secreta
de Castro Ruiz.
Al filtrarse en Santiago los debates de Washington, tomó cuerpo la irritación entre los
adversarios del Gobierno y el asunto se transformó en un tema generalizado de
controversia, que incluso dividió a las familias. Baste citar el caso de Guillermo Edwards
Matte, gran defensor de la política acordada en Estados Unidos, mientras su padre,
Guillermo Edwards Garriga, y su hermano, Ismael Edwards Matte, votaron por el rechazo
del protocolo1246.
Con todo, hubo distinguidos hombres públicos que apoyaron en la cámara alta la posición
oficial: Ismael Tocornal, Pedro Aguirre Cerda, Héctor Arancibia Laso y Enrique y Héctor
Zañartu Prieto, y entre los diputados Tomás Ramírez Frías, José Maza, Eulogio Rojas Mery y
muchos otros1247.
Más temprano que tarde empezaría lo que jefe de Estado llamaría “la nueva y dolorosa
etapa: obtener del Congreso de Chile la aprobación del protocolo”. Fue tan tenaz que
encargó a Mathieu que negociara la prórroga del plazo para el canje de las
ratificaciones1248. Pero nunca dudó del éxito, ni en el Congreso ni en el plebiscito. Su
intuición le acompañó en el primer caso, mas no en el segundo.
El 26 de julio, el Senado conoció el Protocolo y el Acta Complementaria.
Después pasarían a la cámara de diputados. En la primera, predominaba una mayoría
adversa al Ejecutivo, empero le era muy favorable la segunda, donde la alianza liberal era
mayoritaria.
La fase inicial fue extremadamente difícil. Influyentes senadores, junto con dos órganos de
prensa —La Nación y El Diario Ilustrado— combatieron los acuerdos, porque esa era su
convicción y por el antagonismo que les inspiraba el gobernante y el joven ministro.
Barros Jarpa fue convocado al senado, el 19 de julio. Se le reprochaban las contradicciones
en que habría incurrido1249. Al día siguiente, subrayó que la negociación representaba un
éxito para Chile, en un problema que se arrastraba por cuatro décadas. Saltó al ruedo un
temible enemigo del Protocolo, el senador radical Enrique Mac Iver, acaso la figura más

1243
118 Ernesto Barros Jarpa, op. cit. Pág. 10 y ss.
1244
119 Ernesto Barros Jarpa, op. cit. Pág. 26 y ss.
1245
120 Virgilio Figueroa: “Diccionario histórico biográfico y bibliográfico de Chile”. Tomos IV y V. Pág. 664.
1246
121 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Pág. 141.
1247
122 Ernesto Barros Jarpa, op. cit. Pág. 21.
1248
123 Arturo Alessandri Palma, op.cit. Tomo I. Pág. 140.
1249
124 Ricardo Donoso, op cit. Vol. 1. Pág. 314.
descollante de la política nacional, quien no tenía ninguna admiración por el Presidente de
la República. En la discusión salió a relucir su convicción tenazmente adversa al arbitraje,
que para él representaba la ruptura de la tradición diplomática de la república. No admitía,
pues, entregar al juicio de un funcionario extranjero —aunque fuese el Presidente de
Estados Unidos— la suerte de Tacna y Arica. Empleó casi los mismos términos que José
Francisco Vergara, en las conferencias de Arica, en plena guerra, si bien las circunstancias
habían cambiado.
El senador (liberal balmacedista) Enrique Zañartu Prieto, al defender la política oficial y la
labor de Aldunate e Izquierdo, hizo ciertas alusiones veladas en relación con la expresiones
de su colega radical. Al pedírsele que las precisara, dio lectura a un documento suscrito, al
parecer, por la junta de gobierno constituida en 1891. A cambio del reconocimiento de
esta por Bolivia, los revolucionarios habrían ofrecido a esa república la entrega de Tacna y
Arica. Mac Iver, molesto por la responsabilidad que se le achacaba, respondió que el cargo
era falso; pero Zañartu leyó una entrevista de prensa donde Mac Iver favorecía aquella
cesión. La apasionada polémica debió afectar su salud ya quebrantada. Poco después,
falleció1250.
En la sesión secreta del 26 de julio, participó otro talentoso aunque encarnizado
adversario, el senador por Valdivia Eliodoro Yáñez. Repitió el alegato anterior.
En los precisos momentos que Yáñez se oponía a los acuerdos de Washington y atacaba al
gobierno, Barros Jarpa le preguntó:
“¿No tiene Su Señoría recuerdo de haber colaborado con el Ministro que habla, en la
redacción de la nota [telegráfica] dirigida el 20 de diciembre de 1921, al Gobierno del Perú?
Yo conservo escrito —agregó— de puño y letra del H. Senador por Valdivia, el borrador de
aquella parte de la nota en la cual se declara que Chile no rehuye el arbitraje sobre las
condiciones plebiscitarias”1251.
El parlamentario, cuya destreza nadie discutía, respondió que lo recordaba, que toda su
vida había sido partidario del recurso arbitral. Y agregó:
“pero no acepto arbitrajes vagos, indecisos, indefinidos, en que no se determina la materia
que va a ser sometida a la resolución de un Árbitro. No podemos rehuir el arbitraje sobre
puntos netamente jurídicos, pero debemos establecerlos y precisarlos” 1252.
Enseguida recordó que en el año 1901, siendo ministro de relaciones exteriores, se vivió
una situación de tirantez con la República Argentina y hubo intentos de discutir el derecho
pleno de jurisdicción que Chile pretendía sobre los territorios que le daban el Pacto de
Ancón y el Tratado de Tregua con Bolivia. Yáñez expresó al cuerpo diplomático en pleno,
en aquel entonces, que cualquier intento argentino de intervenir en los asuntos del
Pacífico Chile lo estimaría como un casus belli y no se dejará arrebatar los frutos de la
victoria.

1250
125 Ernesto Barros Jarpa, op. cit. Pág. 22 y ss.
1251
126 Ernesto Barros Jarpa, op. cit. Pág. 26. Ver también Boletín del Senado, 1922, pág. 717.
1252
127 Eliodoro Yáñez: “Las negociaciones chileno-peruanas de Washington”. Imprenta “La Nación”. Santiago, 1922. Pág. 23
y ss..
“Tampoco —señaló— someteremos a ajeno arbitrio el arreglo de esas cuestiones, ni
aceptaremos una extraña y no solicitada fiscalización sobre nuestra absoluta libertad para
proceder al cumplimiento de los pactos vigentes”1253.
A pesar de la ráfaga de ataques, Alessandri se mantuvo inconmovible.
Empero, sus adversarios querían sangre... por lo menos la de Barros Jarpa 1254.
El voto de censura lo presentó Ladislao Errázuriz, a fines de agosto de 1922. El Canciller
quiso evitar que su caída acarrease la del gabinete. Mas, todo fue en vano. La censura fue
aprobada y el ministerio sucumbió.
La oposición clamaba contra el gobierno. Las instrucciones iniciales se avenían con los
puntos de vista tradicionales. En cambio, los compromisos que luego se aceptaron en
Washington, por órdenes del Presidente, representaban un abandono de aquellas.
Acusaban al Secretario de Estado de haberles mantenido en la ignorancia. Buscaban una
coparticipación directa en la materia. ¿Por qué obró así el ministro? A nuestro juicio, en
una negociación tan compleja, con opositores en Chile y en Perú, habría sido riesgoso
ventilar cada paso que se daba. Además, la Constitución Política no contemplaba tal
cogobierno. Alessandri y su ministro habían aceptado, con audacia, que lo único que
tendría que resolver el Árbitro eran las “disposiciones no cumplidas” y “pendientes” del
Tratado de 1883, así como las condiciones de su ejecución, también no menos
importantes.
El 29 de agosto de 1922, Samuel Claro Lastarria sucedió a Barros Jarpa en la Cancillería. La
oposición quedó representada por tres de los seis ministros que componían el gabinete.
Aun así el combate no cesó.
El Senado en pleno conoció oficialmente el Protocolo y el Acta a través de un informe de la
comisión de relaciones exteriores de la cámara alta, del 11 de septiembre de 1922. Lo
firmaron Gonzalo Bulnes, su presidente, y Alberto González Errázuriz, Silvestre Ochagavía,
Guillermo Rivera y Eliodoro Yáñez1255.
Conforme al Protocolo, señala este documento, la soberanía chilena en Tarapacá no ha
estado ni está en discusión. Luego efectúa un análisis exhaustivo de los distintos acápites
incumplidos del Tratado de Ancón, que en Washington se omitieron, a saber: el pago de
los 10.000.000 de pesos a la nación que resulte perdedora en el plebiscito; la deuda
proveniente del guano; las indemnizaciones a los chilenos que hubiesen sufrido perjuicios
con motivo de la Guerra del Pacífico; los gastos del ejército chileno de ocupación, y los
préstamos que el Presidente Santa María hizo al general Iglesias para afianzar su gobierno
y reorganizar la república peruana. No obstante que se silenciaron tales materias, ellas no
pueden postergarse —sostiene la comisión— y deben ser objeto de un compromiso
inmediato.
Con relación al artículo III del Tratado de 1883, el informe formula, entre otras
observaciones, las siguientes:

1253
128 Eliodoro Yáñez, op. cit. Pág. 14.
1254
129 Gonzalo Vial, op. cit. Vol. III. Pág. 283.
1255
130 MINREL. Sesiones secretas del Senado en que se discutió el Protocolo de Washington. 1922.
A) No es aceptable que en el punto primero del Acta Complementaria se someta a arbitraje si procede
o no, en las circunstancias actuales, llevar a cabo el plebiscito, toda vez que no aparece de los
antecedentes que se haya indicado causal alguna que lo haga impracticable.
B) Según las normas generales, es indispensable fijar previamente los puntos susceptibles de arbitraje
y precisar la materia de la controversia a que ha de referirse el fallo. Este requisito sustancial no
aparece establecido en Washington. Por el contrario, en la cláusula segunda del Acta
Complementaria, se expresa que “en caso de declararse la procedencia del plebiscito el Árbitro queda
facultado para determinar sus condiciones”.
C) Un arbitraje amplio e indefinido en que no se precisen los puntos de solución arbitral, puede ser
fuente de perturbaciones posteriores.
D) Las cuestiones de eventuales desacuerdos que el Tratado de Paz dejó subordinadas a un Protocolo
especial, se refieren únicamente a las formalidades plebiscitarias y a la fijación de los términos y
plazos en que hayan de pagarse los 10.000.000 de pesos, al país que no quede dueño de los territorios
cuestionados.
E) Las declaraciones contenidas en el punto tercero del Acta Complementaria, respecto a que se
pueda declarar la improcedencia del plebiscito, merecen observaciones a la comisión. Revisa la
historia de la cláusula que dice que no se perturbará la organización administrativa de las provincias,
mientras esté pendiente un acuerdo acerca de la disposición del territorio, la cual resultó de la pugna
entre la delegación chilena, que sostenía la soberanía, y la peruana, la posesión. La estima muy grave,
especialmente si se tiene presente que el gobierno de Perú sostiene que Chile, después de 1894, es un
ocupante ilegal.
El inciso segundo del artículo tercero menoscaba los derechos que, a favor de Chile, emanan del
Tratado de 1883. La comisión lo cree inaceptable.
F) Juzga inoportuno admitir la posibilidad de una decisión contraria a la celebración de la consulta
popular, así como pactar —según la cláusula cuarta— anticipada y compulsivamente el
requerimiento de los buenos oficios del propio gobierno, que terminaría por declarar la
improcedencia.
G) La comisión considera que es necesario dejar claramente establecido, con antelación, que los
acuerdos del 20 de julio de 1922, no alteran las facultades soberanas que dio a Chile el Pacto de
Ancón, ni la plenitud y efectividad de su ejercicio en Tacna y Arica.
H) El actual Canciller [Claro Lastarria] ha proporcionado a los informantes suficientes antecedentes de
la negociación [reproche para Barros Jarpa]. Asimismo, estos conocieron las instrucciones que se
impartieron a los delegados antes de salir de Chile. Mas, debido al curso ulterior que el gobierno
imprimió a la negociación, los delegados no pudieron “darles aplicación”.
I) Por los documentos, debe entenderse que el Árbitro fijará las condiciones del plebiscito. Al darle
facultades tan amplias, puede disponer de la suerte del territorio.
J) Los senadores informantes se han formado la conciencia de que los instrumentos en cuestión no
“ayudarán al arreglo tranquilo y conveniente de nuestras dificultades con el Perú, y por el contrario,
pueden ser fuentes de mayores perturbaciones...” [Tal aseveración resultó ser premonitoria]” .
El informe concluye con un proyecto de acuerdo que se eleva al Senado.
En él representan los puntos que no se mencionaron en los documentos antes indicados.
Entienden enseguida que para dar cumplimiento al artículo III “deberán fijarse previamente
los puntos susceptibles de arbitraje”. Igualmente, aquellos instrumentos “no alteran las
facultades de soberanía que dio a Chile el Tratado de 20 de octubre de 1883, ni la plenitud
ni efectividad de su ejercicio en el territorio de Tacna y Arica”. Por último, los acuerdos que
el Presidente de la República celebre para dar cumplimiento al Protocolo y al Acta
Complementaria, deberán ser sometidos al Congreso Nacional para su aprobación
legislativa (una exigencia innecesaria).
En la sesión ordinaria del 21 de septiembre, después de que se dio lectura al informe, se
resolvió mantener con carácter reservado la parte expositiva de él, a fin de no entregar a
Perú elementos de defensa.
La sesión secreta se celebró de inmediato, en presencia del Ministro Claro Lastarria 1256.
El representante por Malleco, Gonzalo Bulnes, estimó que se presentaban tres caminos
respecto del Protocolo y del Acta Complementaria: el rechazo, la aprobación con reservas y
el adelantamiento de las negociaciones.
Dado que nadie se atrevería a desairar a la Casa Blanca y, particularmente, a Hughes, el
senador recomendó el último1257.
Aludió a las consultas populares que en 1883 inspiraron al Canciller Luis Aldunate, que se
fundaban en un concepto diferente del que contempló el Tratado de Versalles 1258. En las
primeras, según las ideas de Napoleón III
-que a su vez las recogió del derecho romano— el Estado que administra el territorio
organiza y preside el acto electoral. De este modo, el Presidente Santa María se permitió
aseverar que “el resultado [del plebiscito] estaría escrito muy claramente en las murallas”.
Según el Pacto de Versalles, —agrega Bulnes— en la consulta de Eupen y Malmédy,
prevalecieron los principios de libertad de la Revolución Francesa.
Con este motivo, se designó una comisión internacional que los administró hasta que tuvo
lugar la consulta. Estas comisiones se componían de cinco miembros. Los del Sarre, Alta
Silesia, Checoslovaquia y Schweslig, se ceñirían a idénticas normas. En consecuencia, Chile,
al amarrarse al Pacto de Versalles, se apartaba del de Ancón y se internaba en un mar de
incertidumbres.
Al senador le preocupaba que Arica pasase al dominio peruano, a causa de esos principios.
¿En qué situación quedaría el Tratado de 1904 con Bolivia, en virtud de cuyo artículo 3º se
convino construir un ferrocarril que uniera Arica con La Paz? Y ¿el 7º que autoriza a La Paz
a constituir agencias aduaneras en dicho puerto? Desaparecería —a su juicio— nuestro
título sobre el litoral boliviano. “¡El resultado —exclama— sería la guerra!”. Este cuadro le
horrorizaba1259. En su apasionamiento, es indudable que exageraba.
1256
131 MINREL. Sesiones secretas del Senado en que se discutió el Protocolo de Washington. 1922. Sesión 65 ordinaria. 21-
9-1922. Parte secreta.
1257
132 MINREL. Sesiones secretas del Senado en que se discutió el Protocolo de Washington. 1822. Sesión ordinaria, 22-IX-
1922. Parte secreta.
1258
133 MINREL. Sesiones secretas del Senado en que se discutió el Protocolo de Washington. 1922. Sesión 65 ordinaria. 21-
9-1922. Parte secreta.
1259
134 El artículo 31 del Tratado de Versalles dice: “Alemania reconociendo que ya no se ajusta a las circunstancias de los
tratados de 19 de abril de 1839, que establecían los estatutos de Bélgica antes de la guerra, consiente en la abrogación de
esos tratados y se compromete a reconocer y cumplir inmediatamente todo acuerdo que puedan establecer las principales
potencias aliadas y asociadas, o cualesquiera de ellas, en connivencia con los Gobiernos de Bélgica y de los Países Bajos
con el fin de sustituir el Tratado de 1839. En caso de que se exija su adhesión legal a los acuerdos o a cualesquiera de sus
estipulaciones, Alemania se compromete a darla inmediatamente”. El artículo 32 dice: “Alemania reconoce la absoluta
Según nos enseña la historia, la nación vencida (Alemania) perdió aquellos territorios y
Bulnes interpretó equivocadamente dicho Tratado. El principio fundamental de Versalles
residía en que no bastaba la sola voluntad popular para cambiar de soberanía. En Eupen y
Malmédy, se confió a Bélgica la dirección absoluta de los procedimientos plebiscitarios. El
pensamiento fue transferir un territorio alemán a esta nación, así como entregar a los
vencedores la presidencia de la consulta popular y demás aspectos inherentes a ella. Si se
compara con los conceptos que inspiraron a los negociadores del Tratado de Ancón, no
advertimos tan fundamentales diferencias.
Lo que sí se debe resaltar es que Alemania, en la cláusula 34, renuncia en favor de Bélgica
a sus derechos en Eupen y Malmédy. Diferente es el caso del artículo III del Tratado de
Ancón. Perú nunca renunció ni a Tacna ni a Arica, aunque Lavalle y Castro Saldívar —según
el testimonio de Novoa— se mostrasen persuadidos de que esos territorios estaban
perdidos para Perú y que el plebiscito era un subterfugio para que no apareciesen
vendidos (ver capítulo II).
El artículo 87 y siguientes de Versalles se refieren al plebiscito en Alta Silesia (Polonia). Aquí
Alemania reconoce “la completa independencia de Polonia y renuncia en favor de Polonia,
todos los derechos y títulos sobre los territorios limitados por el mar Báltico, etc”. Dicha
renuncia también difiere del citado artículo III. Los vencedores tendrán igualmente la
facultad de presidir y organizar el acto electoral, fijar las fechas en que han de verificarse y
determinar quiénes van a votar1260.
Los que se realizarían años más tarde, de acuerdo con otros artículos de dicho Tratado,
tendrían características diferentes. Por ejemplo, en el de Prusia Oriental, las autoridades
alemanas evacuarán la zona y una comisión internacional de cinco miembros, nombrados
por las potencias aliadas, ejercerá la administración de ella y adoptará las medidas
necesarias para asegurar la libertad, sinceridad y secreto del sufragio. Este derecho se
otorga sin distinción de sexo, a los mayores de veinte años cumplidos, a los nacidos en el
territorio sometido a plebiscito o a los que tengan su domicilio o su residencia habitual,
después de la fecha que fijará la comisión 1261.
En Hacia la solución, Barros Jarpa recuerda los hechos anteriores y contradice al senador
Bulnes. En conformidad con las reglas de Versalles —Pacto que Chile no firmó, pero que
adhirió en 1919— el acto electoral debe ser presidido, según el caso, por la “autoridad que

soberanía de Bélgica sobre todo el territorio disputado de Moresnet (llamado el Moresnet neutral)”. El artículo 34, en virtud
del cual se realizó el plebiscito de Eupeny Malmédy, dice: “Alemania renuncia, además, en favor de Bélgica de todos sus
derechos y prerrogativas sobre los territorios que comprenden por completo los círculos (Kreise) de Eupen y Malmédy.
Durante los seis meses después que haya entrado en vigor el presente Tratado, se abrirán registros por la autoridad belga
en Eupen y Malmédy en los cuales los habitantes del territorio precitado tendrán derecho de expresar por escrito su deseo
de ver que todo o una parte de dicho territorio continúe bajo la soberanía alemana. Corresponderá al gobierno belga
comunicar a la Liga de las Naciones esta libre expresión de la opinión pública, y Bélgica se compromete a acatar la
resolución que adopte la Liga”. El artículo 35 dice: “Una Comisión compuesta de siete miembros, de los cuales cinco serán
nombrados por las Principales Potencias aliadas y asociadas, uno por Alemania y uno por Bélgica, se constituirá quince
días después de la puesta en vigor del presente Tratado para establecer sobre el terreno la nueva línea de frontera entre
Bélgica y Alemania, teniendo en cuenta la situación económica y las vías de comunicación. Las decisiones se adoptarán por
mayoría de votos y serán obligatorios para las partes interesadas”.
1260
135 Louis Le Fur y Georges Chlaver Recueil de Textes de Droit International Public. 2ª. Edición. Librairie Dalloz. París
1934. Pág. 348 y ss. (Reproduce el artículo 87 y ss).
1261
136 MINREL. Memorándum sobre la cuestión de Tacna y Arica de Agustín Edwards, Ministro de Chile en Gran Bretaña, y
Luis Arteaga, Asesor del Ministerio de RR.EE., enero de 1921.
garantiza la seriedad del plebiscito” o por las naciones triunfantes en la guerra (1914-18),
que cifran expectativas de incorporarlos a su soberanía 1262. Por lo tanto, el desenlace sería
fácilmente previsible.
En esta misma intervención, Gonzalo Bulnes deja constancia de que con anterioridad
solicitó al Canciller que enviara al senado los antecedentes relativos a las instrucciones
transmitidas a Mathieu y, particularmente, de la misión de Castro Ruiz en Washington.
Según el senador, el secreto de la negociación se hallaba en esta misión confidencial, y el
ministro la ocultó al Congreso.
El 28 de agosto, día en que cesó en su cargo, Barros Jarpa contestó por escrito y desmintió
la existencia de una misión secreta. Acompañó una minuta para demostrar que Castro Ruiz
fue designado consejero de la embajada en Washington, en agosto de 1921, y regresó a
Santiago, en abril de 1922. “No ha tenido —agrega— ...en la embajada en Washington
hasta ese momento ninguna intervención en los acuerdos del 21 de julio de 1922”. Señala
también que el Presidente de la República, sin perjuicio de haber comunicado
personalmente a diversos parlamentarios las informaciones que consideraba
indispensables, en un negocio tan complejo como este se hallaba obligado a guardar
reserva.
En los Recuerdos de Gobierno que Alessandri publicó años después, se reprodujo la carta
que envió al embajador Mathieu, junto con el oficio de la Cancillería 1263. La misiva no es
más que una presentación del portador y una explicación al embajador de la trascendencia
de la nueva acción que se intenta emprender.
Después de leer los oficios y telegramas referentes a la llamada “gestión de octubre”,
queda en evidencia que fue La Moneda la que tomó la iniciativa de trasladar el
contencioso de Tacna y Arica al Departamento de Estado, y que a la cámara alta se la
mantuvo al margen del todo, de modo que la queja de Bulnes tenía fundamento. Pero
también, desde Lima, se trabajaba en un sentido parecido. En cuanto a Castro Ruiz, su
verdadera importancia radicó en sus relaciones con Fletcher, que pasaría a ser una pieza
importante en esta estrategia. Este ex funcionario sería un colaborador muy útil, dadas sus
relaciones con el subsecretario estadounidense, y reforzaría al jefe de la misión.
Cumplida esta etapa, regresó a Santiago, como anotó el Canciller. Mas, desconocer la
trascendencia de la llamada “gestión de octubre” así como el rol que desempeñó Castro
Ruiz resulta un juicio difícil de defender.
El 25 de septiembre concurre al senado el sucesor de Barros Jarpa, el diputado Samuel
Claro Lastarria1264. Adscrito a la coalición liberal-unionista, pertenecía al famoso estudio de
“Claro y Compañía”, a cuya cabeza se hallaba el presidente del Senado, el eminente
catedrático Luis Claro Solar, caballeroso adversario de Alessandri y sin la malquerencia de
Yáñez.
El nuevo Secretario de Estado analizó cada una de las observaciones del documento
1262
137 Ernesto Barros Jarpa, op. cit. Pág. 248 y ss.
1263
138 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Pág. 84 y ss. Se encuentra en el MINREL. Informes del Asesor Luis Arteaga.
1264
139 MINREL. Sesiones secretas del senado sobre el Protocolo de Washington. 1922. Sesión 67 ordinaria del 25-9-1922.
Parte secreta.
emanado de la comisión de relaciones exteriores.
Recordó el voto de la Asamblea Nacional de Perú, que reivindicó Tarapacá, además de las
cautivas, y que inquietó seriamente en Chile. Después mencionó el intento fallido de la
delegación peruana por lograr la revisión del Pacto de Ancón, en la asamblea de la Liga de
las Naciones (ver capítulo IX), así como la moción boliviana.
Estos son los antecedentes —expresó Claro Lastarria— que motivaron el artículo 1º del
Protocolo, donde se define cuáles son las únicas dificultades derivadas del Tratado de
Ancón, en que no se han puesto de acuerdo ambas naciones.
Analizó, enseguida, las observaciones de los senadores.
Expresó que Perú había planteado su tesis tradicional de la improcedencia de la consulta
electoral, porque ella no se efectuó dentro del plazo de diez años, o inmediatamente
expirado este. Mas la defensa de Chile había descansado en la letra del Pacto de Ancón,
que establecía que la votación popular era la condición para resolver la cuestión de la
soberanía definitiva de los territorios, sin fijar un plazo fatal para este acto. Por lo mismo,
restó importancia al alegato peruano, máxime si se recordaba que en la negociación
Huneeus-Valera, de 1912, el gobierno de Billinghurst se había esforzado dieciocho años
después para que se celebrara el plebiscito. En consecuencia, si se partía de la base de que
el Árbitro impondría una solución de justicia, mal se podían desatender estos
razonamientos.
Luego, dirigió su análisis a la cuestión principal, el artículo III, y afirmó que si bien existían
importantes razones en favor de los derechos de Chile, no podía ignorarse que la cesión
de Tacna y Arica fue condicional, sujeta a una consulta popular que se realizare después de
transcurridos diez años y, aún más, sin que se establecieran las condiciones en que debía
tener lugar.
“Esta cuestión —dijo Claro Lastarria— no podrá ser resuelta ni al paladar del Perú ni al de
Chile; no podemos pretender que siempre sea el criterio chileno el que impere”.
Por este motivo —sostuvo— se la ha entregado al juicio de un tercero. Las conferencias a
orillas del Potomac han conducido, pues, a ese resultado. “No hay otra fórmula, —asevera
— a no ser la de una solución violenta, que nadie patrióticamente puede desear”.
En una nueva sesión, el Secretario de Estado insistió en que fluía del artículo III el
reconocimiento de la soberanía chilena, la que únicamente podía perderse si el plebiscito
le resultaba desfavorable 1265. Pero, si se estimara su improcedencia, Chile la seguiría
conservando.
Aludió a las palabras de Gonzalo Bulnes relativas a la “gestión de octubre” y la expuso
ciñéndose a los antecedentes que se conservaban en el Ministerio.
Al tomar conocimiento de las declaraciones de la Convención Nacional de Perú (ver
capítulo IX), Claro Lastarria expresó que la Cancillería quiso establecer cuál era la situación
de Chile en América. Después de la visita del ministro Matte a las repúblicas del Atlántico,
consideró oportuno iniciar una indagación en Washington. Con ese motivo, envió a Carlos

1265
140 MINREL. Sesiones secretas del senado sobre el Protocolo de Washington. 1922. Sesión 68 ordinaria, 26-9-1922.
Parte secreta.
Castro Ruiz. Fue “al servicio de nuestra Embajada llevando instrucciones del gobierno de
Chile para el señor Embajador”. Concluida dicha misión, se redactaron las instrucciones,
fechadas el 7 de marzo de 1922, que se entregaron a Aldunate e Izquierdo.
Con el objeto de esclarecer esta cuestión, leyó el oficio de Barros Jarpa a Mathieu, de 27 de
agosto de 1921; y los telegramas de Mathieu de 14, 15 y 25 de octubre y de 15 de
noviembre; y el de 27 de octubre del ministro al embajador.
Según el telegrama de Mathieu, de 15 de octubre, Fletcher se puso en el caso de que Perú
desconociera el plebiscito estipulado en Ancón (por haber expirado el plazo de los diez
años). Entonces —dijo— debía resolverse conforme a los principios generales consagrados
en Versalles, que eran procedentes para determinar la nacionalidad definitiva de territorios
que aún no la tenían. El Departamento de Estado consideraba que el Pacto de 1883 era un
punto de partida. En cuanto a los plebiscitos que establece el Tratado de Versalles, los
consideraba primordiales como un principio de derecho internacional. Suponer que esto
último destruía la defensa de Chile, en torno al Pacto de 1833, y hacía primar el de
Versalles, “me parece que es un asunto que requiere la más serena meditación”, afirmó
Claro con fina ironía.
Analizó enseguida las observaciones de Bulnes, en cuanto a las diferencias entre los
plebiscitos del siglo XIX y los estipulados en 1919.
En medio del debate, Bulnes exclamó: “¿y cómo se podría hablar del Tratado [de Versalles]
sin haberlo leído?” 1266El ministro dio lectura a los artículos pertinentes, que hemos
reproducido anteriormente (ver nota 135).
El Secretario de Estado expresó que Versalles “consagra una transferencia o enajenación,
llámese conquista, compensación de guerra, o como se quiera”.
Reconoce al Árbitro la facultad de fijar bases plebiscitarias que no sean enteramente
favorables a Chile. Empero, un árbitro de derecho no podrá desempeñarse injustamente.
Además tendrá que escuchar los alegatos de las partes y apreciará lo que se convino en
1883.
Las disposiciones reglamentarias que se aplicaron en Eupen y Malmédy, dieron el voto a
las mujeres y a los analfabetos. Esto nos afectaría —expresa Claro Lastarria— así como
entregar a un extraño la presidencia del tribunal.
Empero, las naciones victoriosas las aplicaron para obtener un resultado predeterminado.
En el caso de Tacna y Arica, deben fijarse en armonía con el Pacto de Ancón y con las
condiciones existentes en los territorios y las leyes vigentes en ambos Estados.
La cuestión de la presidencia provocó un debate entre Bulnes y el Secretario de Estado. A
juicio del primero, fue Hughes quien indicó que debería confiársela a un individuo que no
fuese chileno ni peruano. (En verdad, habría sido Fletcher y no Hughes quien conversó
oficiosamente con el embajador Mathieu). Claro Lastarria expresa que se podría
argumentar que con el pretexto de la corrección del acto electoral desembarcasen tropas
estadounidenses y se instalase una autoridad extranjera que gobernara los territorios, pues

1266
141 El Tratado de Versalles fue rápidamente aprobado por el poder legislativo sin conocer su articulado por falta de tiempo.
El fondo de la cuestión era que Perú y Bolivia lo suscribieron desde el primer momento.
bien declara que eso nunca estuvo en la mente de los negociadores ni dentro de los
términos del Protocolo de Washington.
Pero, si aquel fuese el alcance que tendría la presidencia, Chile se sentiría autorizado para
declarar que se sale de lo pactado. El Acta Complementaria, al fijar los puntos del arbitraje,
establece que si se declara procedente la consulta el Árbitro está facultado para
determinar sus condiciones.
Mucho peor que lo anterior sería rechazar el Protocolo. Las consecuencias de una decisión
así necesitarían ser meditadas con calma, reflexionó Claro Lastarria.
En la siguiente sesión, hizo uso de la palabra el senador por Valparaíso, Guillermo
Rivera1267.
Recordó que el protocolo Jiménez-Vial Solar fracasó precisamente porque el
plenipotenciario chileno aceptó que se dijera que “el plebiscito se verificará en las
condiciones de reciprocidad...” (Vial Solar explica, en su libro Páginas Diplomáticas, que se
produjo “una disidencia de carácter pasajero” entre el ministro de Relaciones Exteriores,
Ventura Blanco, y él. Mas al poco tiempo cesó en su misión en Lima1268).
Como se advierte —continuó Rivera— bastó una sola palabra para que se desautorizara a
este agente y el protocolo, como otros después, pasara al olvido. En el criterio de Blanco,
reciprocidad equivalía a igualdad. El gobierno de Santiago no podía admitir que Perú
reuniera tales condiciones, porque Chile ocupaba militarmente el territorio desde antes del
Pacto de Ancón. En la mente de los negociadores del Tratado de Paz y Amistad, de 1883, el
plebiscito no tenía otro objeto que sancionar una anexión ya hecha.
Citó enseguida varios párrafos de la nota del Canciller chileno, Luis Antonio Vergara, al
ministro de Relaciones Exteriores peruano, Javier Prado Ugarteche, con motivo del Tratado
de Paz que Chile ajustó con Bolivia, en 1904. Dicha nota tuvo la finalidad de demostrar que
los derechos de Chile en Tacna y Arica, tal como los definió el Tratado, eran bien
diferentes: el de Chile, actual y pleno, mas no definitivo; y el de Perú meramente eventual.
Afirmó que se le ha señalado como consejero de su yerno, Ernesto Barros Jarpa.
“Yo puedo asegurar —expresa Rivera— que si tal consejo hubiera llegado oportunamente al
anterior ministro de relaciones exteriores, no estaría el país, no estaría el Senado, en estos
momentos, sumido en la honda ansiedad en que se halla por una negociación desgraciada y
que va a conducirlo a un triste desenlace”.
En las sesiones del 6 y 10 de octubre, participaron principalmente los senadores por
Malleco y Valdivia1269.
El ministro del interior, Antonio Huneeus, dio inicio a ellas informando que tenía en su
poder una nota del embajador de Estados Unidos, quien en conocimiento de las
dificultades que se presentaban para la aprobación del Protocolo, expresaba que la más

1267
142 MINREL. Sesiones secretas del senado en que se discutió el Protocolo de Washington. 1922. Sesión primera
extraordinaria, 2-X-1922.
1268
143 Javier Vial Solar: “Páginas Diplomáticas”. Imprenta, Litografía y Encuadernación Barcelona. Chile. 1900. Pág. 215.
1269
144 MINREL. Sesiones secretas del senado sobre el Protocolo de Washington. 1922. sesiones extraordinarias, 6-X-1922 y
10-X-192. Partes secretas.
leve modificación que se le hiciera, importaría su rechazo por Perú. Por lo mismo, el
diferendo continuaría insoluto.
(El Departamento de Estado, por cierto, censuró la conducta de Collier) 1270.
Huneeus defendió el Protocolo y propuso un proyecto de acuerdo aprobatorio.
Bulnes principió señalando —con no poca razón— que la importancia de la presidencia en
el acto electoral “es enorme”. Tendría la dirección de todas las operaciones plebiscitarias y
podría ordenar a las autoridades, en la práctica, que cumplieran sus resoluciones.
Por su parte, Yáñez enfatizó que los delegados partieron de Santiago para desempeñar
una misión determinada, de acuerdo con las instrucciones contenidas en el oficio
confidencial Nº1. En cambio, en Washington aquellas fueron cambiadas y, para
demostrarlo, leyó el texto completo de dicho oficio.
En los acuerdos —dijo— se aprecia una absoluta discrepancia con las órdenes iniciales,
que sí guardaban consonancia con el informe de la comisión de relaciones exteriores. El
objeto de la misión, según la invitación del Presidente Harding, fue el cumplimiento de las
cláusulas pendientes. El arbitraje, en cuanto al artículo III, solo se ocuparía de las
formalidades plebiscitarias, como lo reconoce el citado oficio.
Esta situación se alteró —indicó Yáñez— cuando se planteó la llamada “fórmula Porras”, el
27 de mayo de 1922, que provocó la primera interrupción de las negociaciones, fórmula
que Aldunate e Izquierdo rechazaron.
El poder ejecutivo —expresó el senador— citó a las comisiones de relaciones exteriores de
ambas cámaras al palacio de La Moneda. Allí hubo unanimidad en apoyar la posición de
los delegados; pero, una vez producido este hecho —anota— “vino el sistema de las
concesiones llamadas de circunstancia”. Por una parte, el “deseo vehemente” del gobierno
de llegar a una solución “cualquiera” y, por otra, la preocupación de Porras de que el
rechazo de su proposición tuviese en su patria graves consecuencias, que podrían afectar
la estabilidad del gobierno de Leguía.
Después de reproducir diferentes documentos, llegó a la misma conclusión que los
delegados, esto es, la “fórmula Porras” rescinde la vigencia del artículo III. Empero, —
sostuvo Yáñez— la cláusula primera del Acta Complementaria establece que debe
someterse a arbitraje si procede o no la celebración del plebiscito, o sea, reproduce la
proposición peruana que los delegados chilenos objetaron por ser violatoria del Pacto de
Ancón. Y no solo ellos, pues al conocerla la objetaron, también, el Presidente de Chile, el
ministro de Relaciones Exteriores, las comisiones de relaciones exteriores de las dos
cámaras y el embajador Mathieu.
“Sobre esto —comentó el senador— me parece que no necesito avanzar más porque las
cosas escritas no se pueden borrar”.
Estimaba que el gobierno debió decir: “no paso más allá y no acepto la violación del
Tratado... Los resultados serían diversos”. Perú habría cargado con la responsabilidad de la
ruptura de la conferencia. En ese caso, se habría visto obligado —agregó— a encontrar
una solución que no la rompiese.
1270
145 Ricardo Donoso, op. cit. Vol.1. Pág. 320.
El gobierno comete un error —señaló— al expresar que en las negociaciones de
Washington, se logró que Perú reconociera la vigencia del Pacto de Ancón. No se puede
citar —acota— un solo acto diplomático de esa nación que lo haya negado.
La única excepción es la declaración de la Asamblea Nacional constituyente de 1919.
Todos conocen— indicó— los antecedentes de esa Asamblea.
Ella se creó a inspiración de Leguía y de los militares que le apoyaban, sin mandato legal,
producto de una alteración del orden constitucional, con el propósito de que posteriores
elecciones legitimaran el acceso de Leguía al poder y se eligiera un nuevo congreso, adicto
al Presidente. Y esa asamblea constituyente —indica el senador— cuando no tuvo otra
cosa que hacer, a insinuación de algún patriotero y exaltado, dijo “aprovechemos para
declarar caducado el Tratado de Ancón”; pero ni el gobierno peruano la tomó en serio, ni
el chileno reclamó por ello. Concluyó: “Se proclaman triunfos de artificio”.
Sin embargo, resulta fácil, a posteriori, desentenderse de lo que, en un momento de
incertidumbre, causó mucha preocupación e inquietud.
En la sesión de la comisión de relaciones exteriores, Luis Izquierdo expresó que, por un
acto de cortesía de Chile, la presidencia del plebiscito recaería en un alto comisionado
estadounidense, que estaría acompañado de ingenieros militares.
Yáñez expresó proféticamente:
“...creo que si perdemos la presidencia del plebiscito, el resultado final cualquiera que sea la
situación plebiscitaria de las provincias, será desfavorable para el país. Habremos abdicado
de nuestra soberanía y habremos perdido el pleito”.
Más adelante dijo:
“Fuimos a Washington con un objeto determinado y, una vez allá, por exigencias o por la
tiranía de la negociación fuimos a parar donde no queríamos ir, llegamos a una solución que
se escapó a nuestra previsión”.
Vista estas consideraciones, el senador por Valdivia consideraba que el gobierno debía
transmitir al de Estados Unidos su disconformidad. Citó precedentes de la historia
diplomática estadounidense, en que esa república terminó por desligarse de convenios
que contrariaban sus intereses.
Los enemigos del Protocolo no se atrevían a impugnarlo abiertamente, ya que detrás se
encontraba el Presidente Harding, e idearon una fórmula para rechazarlo indirectamente:
aprobarlo con enmiendas, del mismo modo que el Senado estadounidense había
procedido con el Tratado de Versalles.
“Equivaldría (como en ese caso) a un rechazo”1271.
En la sesión del 11 de octubre, Yáñez expresó que aceptar el arbitraje en las condiciones
propuestas era colocar a Chile en la misma situación que a las razas semi civilizadas, sin
principios de nacionalidad.
Sentenció que en Washington se estipuló un arbitraje político. El resultado sería conceder
a Estados Unidos un rol en Sudamérica, no determinado aún, y concluyó exclamando:
1271
146 Gonzalo Vial, op. cit. Vol. III. Pág. 283.
“¡grave peligro y penosa claudicación de las facultades de conducir los destinos de un
país!”.
Al término de la sesión, el presidente del Senado, Luis Claro Solar, presentó el siguiente
proyecto de acuerdo, que contaba, de antemano, con el apoyo de la mayoría:
“Artículo único. Se aprueban el Protocolo y Acta Complementaria ajustados en Washington,
con fecha 20 de julio de 1922, entre los plenipotenciarios delegados de Chile y Perú,
debiendo, previamente a su ratificación, dejarse establecidos los puntos siguientes, que son
condiciones de su aprobación.
1º Que los acuerdos celebrados en Washington, con fecha 20 de julio de 1922, no alteran las
facultades de soberanía que dio a Chile el Tratado de 20 de octubre de 1883, ni la plenitud
ni efectividad de su ejercicio en los territorios de Tacna y Arica durante la celebración del
plebiscito; 2º que dichos acuerdos no afectan tampoco a la validez de los actos realizados
por Chile con respecto a dichos territorios, ni a la eficacia del Tratado con Bolivia, de fecha
20 de octubre de 1904, y Convenciones adicionales del mismo Tratado; y 3º que para dar
cumplimiento a la consulta plebiscitaria, deberán fijarse los puntos susceptibles de arbitraje,
de acuerdo con el texto del Tratado de 20 de octubre de 1883 y con los antecedentes y
propósitos que las Altas Partes contratantes tuvieron en vista al celebrarlo en armonía con
los principios de Derecho Público aplicables a esta clase de actos existentes a la fecha en que
la consulta plebiscitaria fue estipulada”1272.
El 13 de octubre, en la parte secreta de dicha sesión, el senador Claro Solar señaló que se
mantuvo al Senado en la más completa ignorancia de la llamada “gestión de octubre” de
1921, es decir, la misión de Castro Ruiz y la de Mathieu para que el Secretario de Estado
invitara “espontáneamente” a Chile y Perú para reunirse en aquella capital 1273. “¿Habría
debido guardarse silencio —se pregunta— ante el Congreso de mi país?” y se contesta:
“Yo no lo creo”.
En la parte secreta, correspondiente al 14 de ese mes, Claro Solar explicó con acopio de
antecedentes la historia del artículo III del Tratado de Paz (ver capítulo II) 1274. Hizo un
estudio de los artículos II, III y VIII. En el II, recordó que Perú cedió a Chile la provincia
litoral de Tarapacá; en el III dijo que el territorio de las provincias de Tacna y Arica
continuará poseído por Chile y sujeto a las autoridades chilenas, etc., y en el VIII que Chile
no reconoció créditos de ninguna clase que afectaren a los nuevos territorios que adquirió
por el presente Tratado. ¿A qué nuevos territorios —aclaró el senador— se refiere el artículo
VIII si en el II ya se habló del territorio de Tarapacá? Incuestionablemente, se trataba
también del territorio de Tacna y Arica que adquiría por este Pacto. Censuró Claro Solar
que en Washington se hubiera olvidado el artículo VIII de Ancón.
La proposición de Hughes —a su juicio— fue una sentencia salomónica, que osciló entre la
“fórmula Porras” y la “proposición informal” de Izquierdo, al margen de los artículos III y
1272
147 MINREL. Sesiones secretas del senado para discutir el Protocolo de Washington. 1922. Sesión extraordinaria, 11-X-
1922. Parte secreta.
1273
148 MINREL. Sesiones secretas del senado en que se discutió sobre el Protocolo de Washington. 1922. Sesión XI
extraordinaria. 13-X-1922. Parte secreta.
1274
149 MINREL. Sesiones secretas del senado para discutir el Protocolo de Washington. 1922. Sesión XI extraordinaria, 13-X-
1922. Parte secreta. Sesión XIII extraordinaria. 14-X-1922. Parte secreta.
VIII del Tratado de 1883.
Desde 1880 —concluyó— ocupábamos Tacna y Arica. En virtud del Pacto de Ancón, esos
territorios continuarán poseídos por Chile y sujeto a sus leyes y autoridades, y un plebiscito
decidirá si quedaban del dominio y soberanía de Chile, o si continuaban siendo parte del
territorio peruano, o “si volvían al Perú”, como se estampó en la última conferencia entre el
negociador chile El domingo 15 de octubre tuvo lugar una nueva y tensa sesión de la
cámara alta1275.
Antonio Huneeus, ministro del interior, dio cuenta de que el gobierno instruyó
confidencialmente al embajador Mathieu, a fin de que solicitara al Departamento de
Estado un esclarecimiento relativo a los documentos suscritos en Washington. Como su
intervención apareció difusa, intervino el ministro de Relaciones Exteriores.
Claro Lastarria se refirió a un telegrama de nuestro representante en Estados Unidos al jefe
del Estado. Allí Mathieu comunicó a Alessandri que, según informaciones publicadas en
Washington y transmitidas por la United Press desde Santiago, de treinta senadores, veinte
votarían en favor del Protocolo con las enmiendas propuestas el 11 de octubre. En
respuesta, se le trascribió al embajador este proyecto. Mathieu quedó encargado de
expresar a Hughes que, en la ratificación, no se innovaría respecto de la soberanía chilena
en los territorios litigiosos, ni en el caso del plebiscito, ni en el de su improcedencia.
Igualmente, las obligaciones de Chile con Bolivia, a raíz del Tratado de 1904, y de los
protocolos complementarios, no se verían afectadas por los acuerdos de Washington. Sin
embargo, como Perú ya había aprobado estos instrumentos, rechazó públicamente el
concepto que contenía el acuerdo de la mayoría de la cámara alta.
Las palabras de Claro Lastarria causaron estupor.
En el debate, surgieron dos enmiendas. La primera decía:
“A fin de dar un sello de absoluta imparcialidad al acto plebiscitario, se sentiría inclinado a
recomendar que ni el Perú ni Chile presidiesen el plebiscito”.
La segunda rezaba así:
“Es entendido que la soberanía de Chile, el país vencedor, se mantiene durante la celebración
del plebiscito”.
Ochagavía se manifestó en contra del Protocolo. Enrique Zañartu e Ismael Tocornal habían
cambiado de parecer y ahora apoyaban el proyecto de Claro Solar.
El 16 de octubre se volvió a reunir el senado 1276
y su presidente sometió la siguiente
pregunta:
“¿Se aprueban el Protocolo y el Acta Complementaria con reservas?”.
A petición del senador Alfredo Barros, la votación fue nominal.
Por la afirmativa, votaron diecinueve senadores; por la negativa, doce.

1275
150 MINREL. Sesiones secretas del senado para discutir el Protocolo de Washington. 1922. Sesión extraordinaria, 15-X-
1922. Parte secreta.
1276
151 MINREL. Sesiones secretas del senado para discutir el Protocolo de Washington. 1922. Sesión XV extraordinaria. 16-
X-1922. Parte secreta.
Se votó enseguida el antes aludido proyecto del presidente, con algunas modificaciones.
Fue aprobado por dieciocho votos contra doce, mientras las enmiendas del punto tercero
por dieciocho contra trece.
Las enmiendas decían:
“1º Que los acuerdos celebrados en Washington con fecha 20 de julio de 1922 no alteran las
facultades de soberanía que dio a Chile el Tratado de 20 de octubre de 1883, ni la plenitud ni la
efectividad de su ejercicio en los territorios de Tacna y Arica durante la celebración del plebiscito.
2º Que dichos acuerdos no afectan tampoco la eficacia del Tratado celebrado con Bolivia el 20 de
octubre de 1904, y convenciones adicionales del mismo Tratado, ni a la validez de los efectos
permanentes de los actos realizados por Chile con respecto a dichos territorios.
3º Que forman parte integrante del Tratado de Ancón los principios y costumbres que regían los
actos plebiscitarios en la fecha en que dicho Tratado se celebró”.
Con anterioridad a esta votación, renunciaron los ministros Huneeus y Claro Lastarria. El 16
de octubre fueron remplazados en Interior por Luis Izquierdo y en Relaciones Exteriores
por Carlos Aldunate, que era a la sazón el Presidente del Partido Conservador en
ejercicio1277. Una decisión inteligente del León para tranquilizar a la derecha; además llevó
al Gabinete a los dos negociadores de Washington...
Las enmiendas recién aprobadas fueron consideradas inconstitucionales.
La acción del poder legislativo solo se limita a aprobar o rechazar los tratados que le
somete el ejecutivo.
Alessandri juzga, en Recuerdos de Gobierno, que todos los cargos y temores expresados
por Eliodoro Yáñez, Gonzalo Bulnes, Guillermo Rivera, Luis Claro Solar y Ladislao Errázuriz
fueron desestimados por el Árbitro.
La sentencia —agrega— que declaró la procedencia del plebiscito y fijó las calidades de
los votantes, estaba en perfecto acuerdo con lo afirmado y previsto por el gobierno 1278. (Sin
embargo, posteriormente, los generales Pershing y Lassiter restringirían dichas calidades,
en perjuicio de Chile, y este último dispuso la impracticabilidad del acto electoral, lo que
marcó el fin del plebiscito).
El proyecto pasó a la cámara de diputados. El gobierno disponía allí de una amplia
mayoría. El debate se inició el 18 de octubre. Aldunate pronunció un extenso discurso, en
el que expresó que:
“Los delegados del Perú resistían tenazmente la discusión de bases plebiscitarias y la
delegación chilena buscaba, por todos los medios posibles, arrastrarlos a ello. El Perú se
encastillaba en sostener la improcedencia del plebiscito.
Así las cosas, llegó la respuesta del Gobierno de Chile sobre la fórmula del 27 de mayo,
confirmatoria del rechazo perentorio hecho por los Delegados, y en que se indicaba la
aceptación del inciso 3º, que contenía la idea de someter a arbitraje las condiciones en que
habría de celebrarse el plebiscito.
Ante la negativa de la Delegación peruana de aceptar este fraccionamiento de su
1277
152 Arturo Alessandri Palma op. cit. Pág. 142.
1278
153 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Pág. 142.
proposición, la suspensión de las conferencias se hizo inevitable.
En estas circunstancias fue cuando el delegado señor Izquierdo, privadamente, por propia
iniciativa, sin consentimiento del que habla y bajo su propia responsabilidad, creyó
conveniente conversar con el señor Porras sobre la probabilidad de que el Perú aceptara una
fórmula como la de nuestro telegrama Nº 24, sin adelantar que ella contaría con la
aceptación de nuestro Gobierno, como nos había sido ya comunicado.
Este fue el momento en que surgió la fórmula Hughes, que fue bien recibida en Chile y con
recelos y mal disimulada resistencia en Perú”1279.
Después de casi un mes, la cámara baja —en sesión del 14 de noviembreaprobó, por
setenta y ocho votos contra veintisiete el Protocolo y el Acta Complementaria suscritos en
Washington, el 20 de julio de 1922. El proyecto rezaba así:
“Artículo único. Se aprueban el Protocolo de Arbitraje y el Acta Complementaria ajustados
en Washington con fecha 20 de julio de 1922, entre los plenipotenciarios de Chile y el Perú.
Las ratificaciones del Protocolo y del Acta Complementaria podrán ser canjeadas en
Washington no obstante haber transcurrido el plazo que el Gobierno de Chile concierte con
el del Perú”.
Este texto regresó al Senado. El 17 de noviembre, Bulnes y Yáñez plantearon una cuestión
constitucional. Opinaron que se trataba de un asunto nuevo. El Ejecutivo estaba en su
derecho de ponerlo a votación, mas la mesa —sin un acuerdo especial de la sala— carecía
de facultades para someter a discusión las modificaciones hechas por la Cámara de
Diputados al proyecto del Senado.
El Senado careció de los dos tercios para insistir, solo tuvo 18 votos contra 16. De tal
modo, en medio de las dificultades anotadas, quedaron sancionados los acuerdos de
Washington. El 30 de noviembre se publicaron, en el Diario Oficial; el 14 de diciembre se
extendió el instrumento de ratificación, y el 15 de enero de 1923 se efectuó el canje en
Washington. El Presidente de Estados Unidos respondió aceptando el cargo de Árbitro,
con fecha 29 del mismo mes.
Alessandri, jubiloso, sin duda en demasía, expresó en el Mensaje al Congreso, el 1 de junio
de 1923, que se habían cumplido sus promesas de resolver la controversia chileno-peruana
dentro del Tratado de Ancón. Según su apreciación, el Árbitro terminaría por estimar
procedente la consulta electoral, y en caso negativo, Chile quedaría frente a Perú con un
mejor título del que tenía antes de ir a Washington. A su juicio, los buenos oficios
estadounidenses —si el Rímac los solicitaba— no serían más que “una institución de
simples consejos amigables, sin fuerza obligatoria” 1280, aunque concertados —
agregaríamos— con una de las primeras potencias mundiales. Su imperturbable confianza
le acompañó hasta el Laudo Arbitral. (Como veremos, después, comenzarían las
dificultades. Alessandri, ya alejado del mando, atribuyó el fracaso de la consulta popular al
hecho de que el gobierno del Presidente Figueroa y su Ministro de Relaciones Exteriores,
Mathieu, presentaron al Secretario Kellogg, el 9 de junio de 1926, una proposición política,

1279
154 Ricardo Donoso, op. cit. Vol. I. Pág. 329.
1280
155 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Pág. 131.
en reemplazo de la opción jurídica 1281. A su juicio, esta última nos habría dado las dos
provincias. (Volveremos sobre ello).
5. EL LAUDO ARBITRAL.
El 2 de marzo de 1923, los embajadores de Chile y Perú en Estados Unidos, Beltrán
Mathieu y Hernán Velarde, respectivamente, convinieron los plazos para presentar al
Árbitro los alegatos y respuestas que se produjeran en el proceso, e informaron al
Secretario de Estado. Dicho plazo empezó a regir desde el 13 de marzo.
El gobierno chileno designó como ministros plenipotenciarios a los exministros de
Relaciones Exteriores, Carlos Aldunate Solar y Ernesto Barros Jarpa, y en calidad de
consejeros a Robert Lansing, Secretario de Estado en el gobierno del Presidente Wilson, y
Lester H. Woolsey.
Chile presentó sucesivamente los siguientes textos (en inglés y posteriormente traducidos
al castellano):
1. Alegato de la República de Chile1282.
2. Anexos del alegato de la República de Chile 1283.
3. Anexos del Contra Alegato de la República de Chile 1284.
4. Contra alegatos de la República de Chile.
5. Notas sobre el Alegato Peruano y su Apéndice 1285.
Estas presentaciones sumaban 1.949 páginas. Se agregaron, además, cuatro volúmenes.
Los tres primeros escritos por Francisco Rivas Vicuña, con antecedentes de la Guerra del
Pacífico; las negociaciones de paz, y las reclamaciones peruanas. El cuarto, elaborado por
el asesor del Ministerio Luis Arteaga, que resume todas las negociaciones diplomáticas
relativas al cumplimiento del artículo III del Tratado de Paz, todos los cuales hemos
conocido escritos a máquina1286.
En el Alegato de Chile, la exposición de la materia de la controversia se divide así:
Parte I. El alcance del arbitraje.
Parte II. La primera cuestión ¿deberá celebrarse un plebiscito?
Parte III. Condiciones para la celebración del plebiscito.
Parte IV. La cuestión de Tarata y Chilcaya.
Al término del Alegato, se encuentran las Conclusiones.
El 16 de enero de 1923, se dictó el decreto supremo Nº25 a fin de constituir una comisión
consultiva que cooperará en la defensa ante el tribunal, compuesta por Carlos Aldunate
Solar, Luis Barros Borgoño, Manuel Foster Recabarren, Antonio Huneeus, Ricardo
1281
156 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Pág. 182.
1282
157 El alegato de la República de Chile. Imprenta Cervantes. 191 páginas. Santiago de Chile. 1924.
1283
158 Anexos del alegato de la República de Chile. Imprenta Cervantes. 728 páginas. Santiago de Chile. 1924.
1284
159 Anexos del contra alegato de la República de Chile. Imprenta Cervantes. 848 páginas. Santiago de Chile. 1924.
1285
160 Alegato peruano y su apéndice. Imprenta Cervantes. 182 páginas. Santiago de Chile. 1924.
1286
161 MINREL. Informes reservados del Asesor del Ministerio de RR.EE., Luis Arteaga. 1917-27. Memorándum reservado de
la reunión de la Comisión Consultiva para la defensa de Chile ante el Árbitro.
Montaner Bello, Fidel Muñoz Rodríguez, Manuel Rivas Vicuña, Víctor Robles y Luis Antonio
Vergara.
Esta celebró tres reuniones. La primera tuvo lugar en el palacio de La Moneda, el 15 de
mayo. La convocó Luis Izquierdo, ministro de relaciones exteriores, y contó con la
asistencia del Presidente de la República; Carlos Aldunate Solar; Luis Antonio Vergara;
Antonio Huneeus; Manuel Foster; Víctor Robles; Fidel Muñoz Rodríguez; Ricardo Montaner
Bello, y especialmente invitados por el jefe del Estado, Francisco Rivas Vicuña y Luis
Arteaga1287.
Aldunate abordó dos puntos, acerca de los cuales hubo completo acuerdo:
1º No insistir en Washington respecto de la procedencia o improcedencia del plebiscito, a fin de
que el Árbitro se percatara de que para Chile su realización era la única forma de cumplir el artículo
III; y 2º en cuanto al modo como aquel se verificare, la consulta popular debería ser dirigida por una
junta o comisión, compuesta de uno o dos chilenos, uno o dos peruanos y el Presidente de la Corte
Suprema de Justicia de Chile, que la presidiría (concepto contenido en el Protocolo Huneeus-
Valera).
Alessandri, seguro del éxito, dijo: “No es cuestión simplemente de números”, pues en sus
campañas políticas, nunca había contado los votos y cifraba su confianza en que “siempre
fue al éxito con fe inquebrantable”. Asignaba especial importancia a la poderosa corriente
patriótica que se produciría en el momento de acercarse la votación, y en las plenas
seguridades que le habrían transmitido el intendente de la provincia, Luis Barceló Lira, y el
coronel Carlos Fernández Pradel, responsable de la fuerza pública (esta parte fue
incorporada por el Presidente, de su puño y letra, en el memorándum sobre la reunión).
Algunos expresaron dudas de que durante el plebiscito el Árbitro dispusiera que otra
autoridad, que no fuera la del intendente, se ocupara del orden público. El Presidente fue
enfático en señalar que, en tal caso, desconocería una resolución de esa naturaleza,
aunque emanase de los Estados Unidos.
Daría por terminada la negociación y roto el acuerdo de arbitraje. (En su momento,
apreciaremos una situación no tan distinta a la que el mandatario rechazaba, cuando
Pershing impuso con el voto peruano su “Moción de garantías previas” y el alejamiento de
Barceló, entre otros).
Hubo otra reunión, el 17 de julio. Aldunate partía a Washington dentro de 48 horas y dio
lectura a un memorial que había redactado. Después de diversas intervenciones, se fijó una
primera línea de defensa1288.
En el primer volumen con el alegato impreso, que se presentó al representante
estadounidense, la defensa destacó que el propósito del arbitraje acordado fue poner fin a
un litigio con más de treinta años de historia. Este sistema remplazaría a las negociaciones
bilaterales; el procedimiento judicial, a la diplomacia; un fallo arbitral, al protocolo especial
prescrito por el artículo III del Tratado de Paz.

1287
162 MINREL. Informes reservados del Asesor del Ministerio de RR.EE., Luis Arteaga. 1912-27. Reunión de la Comisión
Consultiva para la defensa de Chile ante el Arbitro.
1288
163 MINREL. Memorándum de Luis Arteaga, director del departamento de Tacna y Arica del Ministrio de RR.EE., Santiago,
25-8-1928.
Según la defensa chilena, conforme el Acta Complementaria que formaba parte del
Protocolo de Washington, el arbitraje se circunscribirá a tres cuestiones específicas, a
saber:
Primera cuestión: ¿debería celebrarse el plebiscito? Una respuesta afirmativa daría término
a la controversia y permitiría el restablecimiento de relaciones cordiales entre los
gobiernos de Chile y Perú. Una respuesta negativa, no le pondría fin. En cuanto a una
negociación futura entre las partes, era problemático que concluyese en un acuerdo, dados
los antecedentes del caso. Chile pedía que se resolviera la primera cuestión
afirmativamente, y que verificara un plebiscito en las actuales circunstancias, según la
cláusula 3ª y la doctrina de “el consentimiento de los gobernados”.
Segunda cuestión: condiciones para la celebración de la consulta popular.
Chile deseaba que el Árbitro, de acuerdo con sus facultades, las ajustara conforme a las
líneas generales expuestas en la parte tercera del alegato chileno.
Tercera cuestión: Tarata y Chilcaya. Chile sugería la designación de un comisionado
especial que informara sobre las cuestiones de carácter técnico, relativas a la definición de
los límites en disputa. Asimismo que el Árbitro propusiera su resolución hasta que se
conocieran los resultados de la investigación y el informe que produjera el comisionado.
Proponía que esta cuestión se fallara cualquiera que fuera la manera como el Árbitro
contestara la primera cuestión; proponía también que la solución de la primera y segunda
cuestión no fuera diferida hasta cuando el Árbitro se encontrara en situación de decidir
acerca de la tercera cuestión.
En cuanto a Perú, se desempeñó Melitón F. Porras como representante; Solón Polo en su
calidad de consultor técnico y jurídico de la Cancillería peruana; Hernán Velarde como
embajador de Perú que sucedió a Pezet, y como consejeros Edwin M. Borchard, J. S.Cavero,
Joseph E. Davies, Wade H. Ellis y Hoke Smith.
Perú presentó los siguientes documentos:
1. The case of Perú. Question of the Pacific1289.
2. Appendix to the case of Perú1290.
3. The counter case of Perú1291.
4. Appendix to the counter case of Perú1292.
Los libros precedentes sumaron un total de 1.754 páginas.
El primer volumen peruano contiene la presentación de numerosas piezas históricas,
anteriores y posteriores a la Guerra del Pacífico.
Conforme a la interpretación peruana, el artículo III del Pacto de Ancón dispuso que el
territorio de Tacna y Arica “continuará poseído” por Chile, a contar de la ratificación del
Tratado, el 28 de marzo de 1884, por un período de diez años, o sea, hasta el 28 de marzo

1289
164 National Capital Press. 254 págs. Vol. 1. Washington D.C. 1923.
1290
165 National Capital Press. 816 págs. Vol.2. Washington D.C. 1923.
1291
166 National Capital Press. 216 págs. Washington, D.C. 1924.
1292
167 National Capital Press. 468 págs. Washington, D.C. 1924.
de 1894. En esa fecha, que estableció el término de la ocupación legal, un plebiscito
decidiría “por votación popular” si el territorio de esas provincias permanecerían
definitivamente bajo la posesión y soberanía chilena o si continuaban “siendo parte del
territorio peruano”.
Este alegato sostuvo que Tacna y Arica, durante estos diez años, continuó siendo parte de
Perú. Solo si se cumplieran dos condiciones —la celebración del plebiscito y un resultado
favorable para Chile— se iniciaría la soberanía chilena en esos territorios.
Los Anexos del “Alegato” y del “Contra Alegato” chileno contienen un conjunto de notas y
correspondencia, principalmente intercambiadas entre personeros chilenos y peruanos. Las
notas sobre el Alegato Peruano y su Apéndice hacen alcances a ciertas expresiones y
conceptos que Chile refuta.
Más adelante, señalaremos la discusión que se planteó, entre las partes, relativa a dicho
inciso segundo del artículo III. La expresión “expirado este plazo” (el de diez años), según el
embajador Solón Polo, el Laudo la tradujo incorrectamente, al decir “after the expiration”.
Perú entendía que el plazo de diez años era un plazo fatal para celebrar la consulta
popular. Sin embargo, esta línea de defensa no convenció al Árbitro, desde el momento
que Perú aceptó seguir negociando con Chile, en esta materia, hasta 1912 (protocolo
Huneeus-Valera).
Perú describió enseguida todos sus esfuerzos, desplegados desde 1892 a 1894, para
celebrar la consulta. Ella se debió realizar en este último año, porque concurrían las
condiciones adecuadas. Aún así, Perú hizo esfuerzos— reservando su derecho— para
avenirse a las pretensiones chilenas; pero, los subterfugios de La Moneda habían llegado
hasta el extremo de expresar, en 1905 y 1908, que el plebiscito no era más que una forma
para disfrazar una anexión1293.
Las condiciones se habían modificado de tal manera, en las cautivas, que las circunstancias
actuales no reflejaban las de 1894. Un plebiscito así, coronaría un acto de conquista y una
política de terrorismo, que terminaría por debilitar los fundamentos morales de América
del Sur.
Dado que era imposible llevar a cabo una consulta electoral conforme las condiciones que
prevalecían en 1894, Perú se oponía a que se realizara un plebiscito en las “circunstancias
actuales” de 1923.
A continuación, el alegato contenía los siguientes capítulos:
1. Antecedentes de la guerra del Pacífico.
2. Conducta de Chile durante la Guerra.
3. Las negociaciones de paz.
4. Las cuestiones de Tarata y Chilcaya.
5. Las negociaciones para el plebiscito.
6. La actitud chilena en los Congresos Panamericanos.
7. La interferencia de Chile en las relaciones internacionales de Perú.
1293
168 Aluden al Libro Rojo escrito por Alejandro Alvarez, en 1905, y a las Observaciones a la Nota del Excmo. Sr. Seoane, de
8-5-1908, por el Consultor Letrado del Ministerio de RR.EE. de Chile, Alejandro Alvarez.
8. Chilenización y terrorismo en contra de los residentes peruanos en Tacna y Arica.
9. Conclusiones.
Perú, al finalizar, reiteró que no era posible efectuar un plebiscito “en las circunstancias
actuales”. Por lo tanto, solicitó al Arbitro que declarara que:
“1. El Perú transfirió a Chile nada más que la posesión y el privilegio de administrar Tacna y Arica
solo por diez años, y que, por consiguiente, la soberanía peruana sobre esas provincias nunca dejó
de existir; 2. Que toda pérdida de la soberanía peruana sobre Tacna y Arica estaba subordinada a la
condición de que el plebiscito que debió realizarse en 1894, resultara favorable a Chile, y que tal
plebiscito en 1894 era condición esencial para que comenzara la soberanía chilena en Tacna y Arica.
3. Que la no realización del plebiscito en 1894, como lo contempló el Tratado de Ancón, no siendo
imputable al Perú, anula e invalida la disposición del artículo tercero para el plebiscito y pone
término automáticamente, conforme a derecho, a la ocupación y posesión temporal de Chile,
restituyendo al Perú su derecho a la plena posesión y soberanía de sus provincias.
4. Que Chile reconoció la naturaleza precaria de su posesión y su falta de soberanía, en las
negociaciones con el Perú tendientes a obtener la cesión de Tacna y Arica, y en las negociaciones
con Bolivia encaminadas a la transferencia de esas provincias a Bolivia, en el caso de que Chile
adquiriese la soberanía de ellas.
5. Que la política de Chile para obtener el dominio permanente sobre Tacna y Arica, al mismo
tiempo que evadía las disposiciones para el plebiscito, es de manifiesta evidencia en toda la historia
de esta larga controversia; y que el Perú, aunque haciendo numerosas concesiones en sus legítimos
derechos, en su afán de llegar a un arreglo, nunca renunció en principio a esos derechos.
6. Que la actitud recalcitrante de Chile, en su resistencia a convenir en el protocolo para la oportuna
realización del plebiscito, condición esencial para fundar cualquier derecho de Chile en los
territorios de las provincias después de 1894, ipso facto anula toda expectativa que pudiera haber
tenido en esos territorios, convirtiéndolo en detentador de ellos desde 1894.
7. Que la población de Tacna y Arica en 1894 era peruana aproximadamente en un ochenta por
ciento, y que un plebiscito entonces realizado habría producido abrumadora decisión por voluntad
popular para que las provincias continuaran bajo la soberanía del Perú.
8. Que el haber impedido intencionalmente Chile la realización del plebiscito en 1894 y durante los
años inmediatamente posteriores, conociendo la abrumadora preponderancia de la población
peruana, constituye una aceptación, por su parte, de que el plebiscito en 1894 habría resultado en
favor del Perú, y puede considerarse, en derecho, como equivalente a un plebiscito virtual que
hubiese resultado favorable al Perú y adverso a Chile.
9. Que al impedir la realización de la única condición sobre la cual podía fundar su título, Chile ha
renunciado a la realización de esa condición y a todo beneficio que pudiera haberle reportado, y
debe considerársele, en derecho, sujeto a cualquiera desventaja eventual, quedando inhabilitado
para derivar ningún provecho de su propia culpa.
10. Que la dispersión de la población peruana por Chile después de 1900, y la introducción
subvencionada de ciudadanos chilenos, constituye un falseamiento de las condiciones esenciales
para un plebiscito honrado en esa población según lo estipula el Tratado, y es una palpable
violación del mismo, que por sí sola hace que un plebiscito sea hoy innecesario, no deseado,
impracticable e injusto.
11. Que un plebiscito no podría realizarse ahora, y que la plena soberanía del Perú sobre Tacna y
Arica quedará confirmada por el Laudo del Honorable Árbitro” 1294.
En el “Appendix to the Case of Perú” se reproducen documentos chilenos, a los que se
atribuye carácter oficial, que son los que transcribió El Comercio de Lima, el 6 de marzo de
1910, y que se habrían sustraído del gabinete del ministro de Relaciones Exteriores,
Federico Puga Borne (ver capítulo VI).
A este respecto, en el Anexo del Contra alegato chileno, se insertan declaraciones de
Emilio Bello Codesido, Armando Jaramillo, Federico Puga Borne, Joaquín Walker Martínez,
Fermín Vergara Figueroa, Anselmo Hevia Riquelme, Víctor Manuel Prieto, Luis Antonio
Vergara y Ricardo Cox Méndez1295.
Los declarantes niegan la veracidad de tales piezas, que por lo general no revisten mayor
importancia. Luis Antonio Vergara dice que una de ellas pudo ser obra de Enrique Castro
Oyanguren, en aquel entonces encargado de negocios de Perú en Chile, o de quienes
explotaron el afán informativo de ese funcionario. A su vez, Bello Codesido desmiente lo
que se expresa en el “Appendix to the Case of Perú” (páginas 682 y 683), cuando
reproduce párrafos del libro “Anotaciones para la historia de las negociaciones diplomáticas
con el Perú y Bolivia”, cuyo autor es el propio Bello. En esta obra, el ex-Canciller dijo que el
Protocolo Confidencial chileno-boliviano había desaparecido, junto con otros documentos,
del archivo del ministerio de Relaciones Exteriores, los que, en su mayor parte —agrega—
se publicaron en la prensa limeña.
Ahora desmiente, el 4 de febrero de 1924, que se hubiera extraviado dicho Protocolo y,
mucho menos, podía acreditar la autenticidad de las publicaciones que aparecieron en los
diarios peruanos.
“The Counter Case of Perú” interpreta el Protocolo y el Acta Complementaria de
Washington, en el sentido de que si el Árbitro determina que procede la consulta popular,
deberá fijar las condiciones del plebiscito. Mas si resuelve la improcedencia, la primera
consecuencia será requerir a Chile que desocupe Tacna y Arica. La situación creada por
este fallo sería discutida por las partes y, si fuera posible, se llegaría a un arreglo amistoso.
Pero si no lo lograran, estarían obligadas —conforme a los términos del Laudo— a solicitar
los buenos oficios del gobierno de Estados Unidos, y mientras estuviera pendiente una
norma acerca de la disposición del territorio, no se perturbaría la organización
administrativa de este, “en interés de la paz y del buen orden” 1296.
Esta es una interpretación racional, agregaba el documento anterior. No acentuaba o
debilitaba una frase a costa de la otra y preservaba el arreglo de la controversia, “cuyo
objeto no llenaría la interpretación estrecha y contradictoria dada por Chile”.
El 4 de marzo de 1925 se conoció la Opinión y Fallo del Arbitro 1297. En vista de que el
Presidente Warren Harding falleció, lo reemplazó su sucesor el Presidente Calvin Coolidge.
Mas, detrás, siempre estuvo el Secretario de Estado, Charles Evans Hughes,
indudablemente el autor de la sentencia, en cuyo talento jurídico Alessandri y Barros Jarpa
1294
169 169 Juan Angulo Puente Arnao: “Historia de los límites del Perú”. Lima. 1927. Pág. 231 y ss.
1295
170 Anexo del contra-alegato de Chile. Página 801 a la 815 inclusive.
1296
171 The Counter Case of Perú. Washington 1924. Pág. 24 y ss. El texto en castellano se titula Réplica del Perú. Pág. 20.
1297
172 Tacna-Arica. Fallo Arbitral. Imprenta de Chile. Santiago de Chile. 1925. Se reproduce en inglés y castellano.
habían depositado una confianza casi absoluta.
La sentencia, al analizar conjuntamente el Protocolo y el Acta Complementaria de
Washington, determinó que además del arbitraje, se contemplara el ofrecimiento de los
buenos oficios del gobierno de los Estados Unidos; “pero estos buenos oficios eventuales
nada tienen que ver con el rol que las condiciones del arbitraje le señalan”.
Indicó que trascurrido el término de diez años, el segundo y tercer inciso del Artículo III no
prescribió la extinción de las obligaciones. Al contrario, el plebiscito debería verificarse
“después de la expiración de ese plazo” (after the expiration of that term)1298; por
consiguiente, no estableció un límite ni un plazo para convocar a la consulta, ni tampoco
para la aprobación del protocolo especial.
Según el historiador Basadre, uno de los errores “sustanciales” de la sentencia provino de
la equivocada traducción al inglés de las expresiones citadas del artículo III. Señala que las
palabras “expirado este plazo” (para el plebiscito) se tradujeron “after the expiration”
(después de expirado este plazo), en vez de “at the expiration of” o “having expired this
time limit”. Agrega que “así quedó entregada a la voluntad arbitraria de una de las partes
la celebración del plebiscito”. Sostiene también que de este modo “se reconoció la
soberanía de Chile en Tacna y Arica hasta la realización del acto electoral y se legitimó la
ocupación en los años posteriores a 1894”1299.
En el “Appendix to the Case of Perú”, señalado anteriormente y publicado por el gobierno
del Rímac, en 1923, en la página 171 se traduce dicho inciso igualmente: “After the
expiration of that term...”. Sin embargo, en “The Case of Perú”, del mismo año, y en “The
Counter Case of Perú”, de 1924, la diplomacia peruana se rectifica y escribe: “At the
expiration of that term...” y expresa que dicha cláusula expresamente limitó la posesión
chilena por diez años. Sin embargo, a la luz del “Appendix”, el Laudo entendió —al igual
que Chile— que los diez años no era un plazo fatal.
Corroboraban lo anterior las diferentes negociaciones que Perú y Chile emprendieron
después de aquel término. Perú, entonces, no lo interpretó como un plazo fatal, aunque
hiciera reserva de sus derechos.
Esta inteligencia que dio el fallo al Tratado de Ancón es muy importante, desde el punto
de vista chileno, porque significaba que todos los actos que La Moneda realizó en los
territorios, desde 1894 en adelante, habían sido enteramente legales.
En el Alegato de Chile, en las páginas 14 y 15, se transcribió en castellano el artículo III,
pero también en inglés, según la traducción que apareció en el Foreign Relations of the
United States de 1883, página 731, y que es idéntica a la del “Appendix to the Case of
Perú”.
El ministro estadounidense en Lima, Seth Phelps, envió el Tratado de Paz y Amistad y el
Protocolo Complementario en español, pero también en inglés. La primera parte del inciso
segundo del artículo III lo tradujo así:
“After the expiration of that term a plebiscitus...” Es indudable, entonces, que el Foreign
1298
173 Así figura en el laudo con “after” ennegrecido).
1299
174 Jorge Basadre, op. cit. Vol. IX. Séptima edición corregida. Pág. 311.
Relations of the United States utilizó esta versión1300.
Al respecto, dice el Laudo que “las partes... convinieron en aplazar el plebiscito lo bastante
para hacer incierto el resultado” 1301. Además, “hasta que un acuerdo especial no se hubiera
celebrado, no podía haber plebiscito”.
“...No basta el rechazo de una proposición de determinado convenio a causa de sus
términos, sino el propósito de impedir cualquier convenio razonable para un plebiscito”.
Enseguida se refiere a las diferentes negociaciones chileno-peruanas, desde 1892 hasta
1921. En el examen de ellas, el Árbitro “no ha podido encontrar base apropiada para llegar
a la conclusión de que Chile ha procedido de mala fe”, y agrega: “...Chile no solo aceptó las
invitaciones del Perú para proseguir las negociaciones, sino que las inició él mismo” 1302.
El Laudo recuerda que el territorio ha estado “sujeto a la legislación y autoridades
chilenas”. Por lo tanto, refuta la alegación de la parte contraria de que Chile careció de
facultades para organizar administrativamente estos territorios; trasladar la Corte de
Apelaciones de Iquique a Tacna; cambiar la jefatura de la División Militar de Iquique a
Tacna; concentrar las fuerzas militares en las dos provincias; clausurar las escuelas
peruanas, el cierre y supresión de diarios peruanos, etc., etc.
El Árbitro —después de analizar estos y otros hechos— aunque sin aprobar los
procedimientos de la administración chilena, considera que sí se puede celebrar un
plebiscito, al amparo de condiciones apropiadas (cursivas nuestras)1303. Estas condiciones
apropiadas, que parecían muy inocentes, habrían de dar pie al general Pershing para
restringir los derechos que el Laudo acordó a Chile.
Conforme al Tratado de 1883, el territorio plebiscitario permanecería sujeto —como ya
anotamos— a las leyes y autoridades chilenas hasta que se perfeccionasen las
estipulaciones del artículo III. En consecuencia, la creación y mantenimiento de las
condiciones apropiadas eran una obligación del gobierno de La Moneda.
Como las partes no habían conseguido ponerse de acuerdo sobre el Protocolo Especial
“para establecer la forma en que el plebiscito debe tener lugar”, el Laudo sustituye a aquel.
En consecuencia, consigna las siguientes condiciones:
Podrán votar los varones mayores de 21 años que sepan leer y escribir, y que se
encuentren en las categorías siguientes: a) oriundos de Tacna y Arica; b) chilenos y peruanos
nacidos en otra parte, pero residentes en dichos territorios al 20 de julio de 1922, con un mínimo de
dos años continuos de residencia, que la mantengan hasta el día de su inscripción como votantes,
que la conserven —por lo menos tres meses— en la subdelegación donde se inscriban, debiendo
exhibir una declaración jurada al respecto; c) tendrán derecho a voto, aunque no sepan leer y
escribir, siempre que al 20 de julio de 1922 y continuadamente desde esa fecha hasta aquella en
que soliciten su inscripción, sean propietarios de bienes raíces en dicho territorio.
d) extranjeros (no chilenos ni peruanos) que estén habilitados para nacionalizarse en cualquiera de

1300
175 N.A.U.S.A. T 52-38. Oficio Nº42, Lima, 23-12-1883, de Seth S. Phelps, Ministro de EE.UU. en Perú, a Frederick
Frelinghuysen, Secretario de Estado.
1301
176 Tacna-Arica. Fallo Arbitral, op. cit. Pág. 21 y ss.
1302
177 Tacna-Arica. Fallo Arbitral, op. cit. Pág. 39.
1303
178 Tacna-Arica. Fallo Arbitral, op. cit. Pág. 81.
los dos países; que posean las mismas calidades anteriormente enunciadas y comprometidos, bajo
juramento, a solicitar la nacionalidad del país ganador de la consulta, tan pronto se verifique.
A los militares y los empleados civiles de todas las graduaciones de ambos gobiernos,
nacidos en Tacna y Arica, se les dará la oportunidad de regresar para inscribirse y votar.
No podrá inscribirse ni votar la persona que: a) se hallare cumpliendo una sentencia de prisión
después de haber sido sentenciado por un delito no político que implique depravación, o b) que se
hallare bajo guarda por insano [non compos mentis].
El reglamento electoral que redactó uno de los asesores del general Pershing fue mas
lejos. Declaró que no tenían derecho a sufragar los simples conscriptos, por su vinculación
con el ejército.
La delegación estadounidense no se satisfizo con establecer el reino de la equidad, sino
que quiso crear a toda costa el dominio de la perfecta igualdad.
Sin embargo, jurídicamente no podía existir porque Chile, como ya lo hemos indicado,
ocupaba este territorio desde antes del Pacto de Ancón.
El acto electoral sería preparado y dirigido por una comisión plebiscitaria tripartita: un
miembro lo nombraría el Presidente de los Estados Unidos, quien la presidiría; y los otros
dos los gobiernos de Chile y Perú, respectivamente.
Este organismo determinaría la fecha del acto electoral. Se establecieron asimismo, por lo
menos, cuatro juntas de inscripción y sufragio, cuya composición también sería tripartita,
con miembros designados por cada uno de los componentes de la comisión plebiscitaria.
El presidente de ellas sería nombrado por el presidente de la comisión plebiscitaria.
Los gastos del plebiscito los sufragarían las dos naciones por partes iguales.
La comisión procedería por mayoría de votos y dictaría sus propias reglas de
procedimiento, con sujeción a las estipulaciones del Laudo.
El Árbitro —el Presidente de Estados Unidos y no el presidente de la comisión— se
reservaba la facultad y el derecho de conocer motu proprio una apelación de las decisiones
de la comisión plebiscitaria en cualquiera cuestión resuelta por esta. Se reservaba, además,
la facultad y el derecho de conocer de una apelación en el caso de que la cuestión resuelta
envolviera la interpretación del Laudo, la jurisdicción de la comisión, o cualquier asunto de
importancia general relacionado con la celebración o el resultado del plebiscito, siempre
que un miembro de la comisión hubiese emitido una opinión disidente, por escrito, y
solicitado que la cuestión fuera referida al Árbitro.
Conforme a los poderes (letra c) que el Laudo otorgaba a la comisión plebiscitaria, ella
tendría completo control sobre el plebiscito (página 99). Esta estipulación, trasladada al
terreno agitado de la consulta, llevó al general Pershing —con apoyo del delegado
peruano— a dictar la moción de “recursos previos” y luego a su sucesor —el general
Lassiter— a acordar la impracticabilidad del acto electoral. No obstante, si se revisan los
poderes que otorgó el Laudo a la comisión plebiscitaria, ésta no tenía la facultad de
declarar ltal impracticabilidad1304.
Los miembros de la comisión plebiscitaria serían nombrados dentro de los cuatro meses
1304
179 Revista Chilena, Año X Junio de 1926 NºLXXXVI. Director: E. Barros Jarpa.
siguientes a la fecha de la expedición del Laudo. La comisión se reuniría en la ciudad de
Arica para su primera sesión, dentro de los seis meses siguientes. Ella establecería la fecha
del plebiscito y la época y lugares para la inscripción y la votación. El Árbitro podía
modificar estos plazos.
Este consideraba dentro de sus atribuciones, determinar el plazo y condiciones para el
pago de los $10.000.000 dispuesto en el artículo III del Tratado de Paz y Amistad.
En los casos de Tarata y Chilcaya, se acogieron las proposiciones peruanas.
La primera sería devuelta a Perú, sin plebiscito; y la segunda seguiría la suerte de este.
La sentencia representó un éxito para Chile, en muchos de los puntos que siempre alegó,
aunque la pérdida en algunos muy importantes le trajo dificultades que, a la postre,
terminaron en que el general Lassiter y el representante peruano acordaran la
“impracticabilidad” de la consulta. Desde luego, la presidencia de la comisión plebiscitaria,
que según la interpretación correcta del artículo III del Pacto de Ancón correspondía a un
chileno, constituyó una capiti diminutio que se vería más clara cuando el Presidente de la
Unión Americana escogiera para ejercerla sucesivamente a dos militares estadounidenses.
Además la interpretación de condiciones apropiadas para realizar la consulta quedó
entregada a la mayoría de la comisión. De hecho, el general estadounidense
reiteradamente coincidió con el representante peruano en su apreciación, en términos que
fueron desfavorables para Chile. En este mismo sentido, quedaron privados de votos,
desde el 22 de julio de 1920, quienes hubiesen desempeñado cargos en las fuerzas
armadas, en los servicios civiles y en los ramos de la función política, judicial, fiscal, etc.
El Laudo se conoció cuando el principal promotor de este triunfo moral y jurídico, el
Presidente Arturo Alessandri, navegaba de regreso al país, después de un breve
alejamiento en Europa. La noticia fue recibida con júbilo en Chile, particularmente por los
alessandristas, no así por sus opositores instalados de preferencia en la cámara alta, que
como Casandra auguraban futuros obstáculos.
En cambio, en Perú se produjeron manifestaciones de protesta de los estudiantes de la
Universidad de San Marcos, que el ejército disolvió. Hubo otra muy imponente de veinte
mil señoras de la sociedad, encabezada por la viuda del almirante Grau 1305. El monumento
del coronel Bolognesi, el héroe del Morro de Arica, fue engalanado con flores.
Un tiempo después, el eminente internacionalista y diplomático peruano, Alberto Ulloa
Sotomayor, pronunció el siguiente juicio relativo a la sentencia:
“La gran injusticia, el error vertebral del fallo del Presidente Coolidge consistía en no haber
visto en el arbitraje una cuestión de Derecho. Para él solo había un problema de hecho, una
cuestión material. No le preocupaba si se debía o no realizar el plebiscito, si no se podía o no
realizar. Pero aún dentro de este punto de vista, el Árbitro no creyó necesario efectuar una
investigación de las circunstancias existentes en Tacna y Arica, por medio de comisionados
suyos. Por no haberla realizado, los Estados Unidos se encontraron más adelante con la
realidad, deprimente para su importancia y función, de que el plebiscito ordenado por el

1305
180 Frederick B. Pike: “Modern history of Perú”. Frederick B. Pike. Praeger, Publishers. New York-Washington. 1967. Pág.
231.
Presidente Coolidge no podía ejecutarse”1306.
El representante inglés en Perú, Lord Herbert Hervey, escuchó decir al ministro de
relaciones exteriores peruano que la decisión de Coolidge le tomó de sorpresa. Leguía —
según Salomón— había depositado su confianza en la justicia de la causa nacional,
considerando que la arbitraria expulsión de sus compatriotas de las provincias ocupadas,
más el largo tiempo trascurrido desde el plazo de diez años mencionado en el Tratado de
Ancón, le habría dado a Perú la razón. Salomón usó palabras fuertes respecto de Hughes.
Estaba seguro de que fue sobornado (“bribed”)1307. Además, el Ministro le confidenció que
su posición política se volvía precaria en las cámaras, con este motivo.
La personalidad de Pershing —agregó— le daba confianza, aunque dudaba de que
pudiese descubrir la verdad, en medio de evidencias distorsionadas.
Perú, antes de designar su representante —dijo Salomón— intentaría obtener las mayores
garantías de la Casa Blanca, a fin de que la votación se llevase a cabo con la mayor
libertad. Hervey estimaba que también insistiría en que los militares chilenos y ciertas
autoridades administrativas fueran trasladados al sur, a fin de ser remplazadas por
neutrales1308.
Pocos años más tarde, en circunstancias de que el representante del Árbitro en la comisión
plebiscitaria declaró inviable esta consulta popular, se apreció de distinto modo la
actuación estadounidense. Ulloa empezó a hablar del “útil y valioso” rol de la Unión
Americana, y César Antonio Ugarte, profesor de economía de la Universidad de San
Marcos, se refirió a la deuda que todo Perú debía “al espíritu de justicia y grandeza moral
del pueblo y del gobierno de los Estados Unidos” 1309.
El Presidente Leguía —que veía más lejos que sus compatriotas— aceptó sin titubeos el
Laudo. El 11 de marzo de 1925, envió el siguiente telegrama al Presidente Coolidge:
“No obstante que, a mi juicio, el Laudo de V. E. ha mejorado inmerecidamente la posición
moral de la República de Chile, culpable sin duda alguna, por más de cuarenta años, de
indescriptibles persecuciones y crímenes contra los ciudadanos peruanos de Tacna y Arica; yo
expreso a V. E.
sin reservas, mis sinceras gracias por la elevada responsabilidad que tan desinteresadamente
ha asumido de restablecer al fin, bajo el predominio de la Justicia, la paz y la tranquilidad en
esta parte del hemisferio occidental que, por culpa de Chile, ha vivido durante casi medio
siglo al borde de la guerra”1310.
A pesar de la rápida contestación de Leguía, la situación se presentaba convulsionada,
porque la sentencia de Coolidge parecía destruir los argumentos que Perú habría
1306
181 Raúl Palacios Rodríguez: La chilenización de Tacna y Arica. 1883-1929. Editorial Arica S.A. Lima. 1974. Pág. 275.
Transcribe texto que aparece en el Fallo arbitral del Presidente de Estados Unidos de América en la cuestión de Tacna y
Arica por Alberto Ulloa. Imprenta Seminario y Cía. Lima. 1925 Pág. 68.
1307
182 PUBLIC RECORD OFFICE. F.O. 371 10602. Despacho confidencial Nº1, Lima, 27-4-1925, de Lord Herbert Hervey,
Embajador de S.M. británica en Perú, al Hon. Sr. Ansten Chamberlain, Secretario de Estado.
1308
183 PUBLIC RECORD OFFICE. Foreign Office. Nº8 Archivos. [A 2182/615/51] Nº1 Sección 2. Lima, 27-3-1925, de Lord
Herbert Hervey, Ministro de Su Majestad británica en Perú, a Austen Chamberlain, Secretario de Estado del Foreign Office.
1309
184 Frederick B. Pike, op. cit. Pág. 232.
1310
185 Raúl Palacios Rodríguez, op. cit. Pág. 275.
esgrimido durante décadas. El agente británico en Lima juzgaba que, para la opinión
pública, el único resultado aceptable era el favorable a Perú. Ella responsabilizaba a la clase
dirigente por no haberle explicado el problema. En última instancia, el pueblo confiaba en
prepararse militarmente para lograr con el tiempo el retorno de las cautivas1311.
El jefe del Estado ordenó, pues, a Solón Polo, en su calidad de presidente de la Comisión
de Defensa de Perú, que transmitiera a Coolidge, por nota de 2 de abril de 1925, los
reparos que formulaba su gobierno al Laudo1312.
Polo indicó los siguientes: la traducción equivocada de la primera parte del inciso segundo
del artículo III que hemos mencionado, y las expulsiones, despojos, actos de terrorismo y
colonización fraudulenta de los chilenos en terrenos peruanos (anota que, con
posterioridad a la Opinión y Laudo de Coolidge, Chile ha seguido cometiendo nuevos
atropellos, que señala).
Solicitó seis garantías para asegurar la honestidad del sufragio:
— desocupación del territorio por las autoridades civiles y las fuerzas militares, la gendarmería y
policía de Chile, que debían ser remplazadas por estadounidenses; que se adelantara la instalación
y funcionamiento de la comisión plebiscitaria para poner atajo a los actos de violencia chilenos;—
que el plazo para la realización de la votación empezara a contarse después de la desocupación civil
y militar de las provincias (como ocurrió en el plebiscito de Silesia, conforme el Tratado de
Versalles);— que se declarara que no habían perdido la calidad de residentes los peruanos que
hubiesen tenido por cinco años y que hubiesen sido expulsados por Chile;— que el Árbitro
dispusiera que los residentes comprobaran la clase de ocupación o industria a que se dedicaban y
de la cual derivaban su subsistencia, a fin de evitar el fraude que metódicamente, desde hace años,
se realizaba en Tacna y Arica, con el fin de simular la existencia de una fuerte población chilena
residente, y— que al privarse del sufragio a un individuo que hubiere sufrido prisión por la comisión
de delitos comunes, los procesos fueran instruidos por la autoridad judicial del país que era parte
interesada en la controversia.
El Presidente Coolidge respondió el 9 de abril1313.
Solo por deferencia al gobierno del Rímac se hizo cargo de las observaciones de Polo, ya
que las cuestiones habían sido resueltas “definitivamente y sin ulterior recurso”.
1º Con relación al inciso segundo del artículo III del Pacto de Ancón (“Expirado este
plazo...”), el Árbitro expresaba “que la traducción que se impugna era la que sometió el
Perú en su Alegato”, y la consideraba correcta.
Aún más —dijo— obraba de acuerdo con la inteligencia práctica que las partes dieron al
Tratado, como se desprendía de las negociaciones que se llevaron a efecto después de
1894 hasta 1912 (Huneeus-Valera), y del protocolo suscrito en 1898 (Billinghurst-Latorre).
Acerca de los actos cometidos por Chile —expulsiones, confiscaciones de propiedades,
actos de intimidación y colonización fraudulenta— el Árbitro “no pudo encontrar evidencia
suficiente en qué fundar una decisión” que impidiese celebrar un plebiscito.
1311
186 PUBLIC RECORD OFFICE. Foreign Office 37110602. Oficio Nº20 Confidencial, Lima, 13-3-1925, de Lord Herbert
Hervey, Ministro de Su Majestad británica en Perú, a Austen Chamberlain, Secretario de Estado del Foreign Office.
1312
187 Tacna-Arica. Nota dirigida al Árbitro por la Defensa peruana sobre la ejecución del laudo 2 de abril de 1925 y respuesta
del Árbitro 9 de abril de 1925. Imprenta Cervantes. Santiago. 1925. Págs. 3 a 11.
1313
188 Tacna-Arica. Respuesta del Árbitro 9 de abril de 1925. Imprenta Cervantes. Santiago. 1925. Págs. 13 a 21.
2º Los casos concretos de expulsión y opresión deberían ponerse en conocimiento de la
comisión plebiscitaria.
3º El Árbitro carecería de facultades para obtener que las autoridades chilenas desocupen
Tacna y Arica, ya que según el acta complementaria de Washington no se podía perturbar
“la organización administrativa de las provincias”. El Laudo había resuelto que “la
interpretación imparcial (del Tratado de Ancón) es la de que Chile retendrá la posesión
mientras se verifica un plebiscito y que, por esta circunstancia, ‘su autoridad administrativa
perdurará en él’”.
No obstante lo anterior, este instrumento había conferido poderes suficientes a la
comisión plebiscitaria para garantizar la debida protección de los votantes y que el
sufragio fuera emitido con toda libertad e imparcialmente escrutado. La comisión tendría
“completo control sobre el plebiscito” (cursivas nuestras) y el presidente de ella era un
americano eminente.
Solón Polo solicitó que se apresurara la instalación de la comisión plebiscitaria.
Coolidge le respondió que Estados Unidos había nombrado al general Pershing, así como
a quien presidirá la comisión especial de límites (el general Jay Morrow, compañero de
clase de Pershing). Por su parte, Chile ya había designado a su representante en la primera.
Con un dejo de ironía agregaba: “Parece que nada impediría la constitución de la Comisión
si el Perú hiciese otro tanto”.
Perú había solicitado que los peruanos que hubieren residido en el territorio plebiscitario
por cinco años y expulsados luego por Chile no perdieran el carácter de residentes.
En vista de que el Árbitro no conoció esta petición en tiempo oportuno, se declaró
inadmisible.
Coolidge recordó que el Laudo concedía las más amplias atribuciones a la comisión
plebiscitaria para considerar todas estas cuestiones. Asimismo existen —manifestó—
amplias disposiciones para apelar ante el Arbitro de las decisiones de la comisión
plebiscitaria (cursivas nuestras).
El embajador peruano en Washington, Hernán Velarde, se dirigió al Presidente de Estados
Unidos el 18 de junio de 1925 1314. Reiteró las objeciones anteriores e insistió en la
necesidad de garantizar la pureza del acto eleccionario.
En el caso de que la administración del Estado ocupante no la proporcionara, su gobierno
confiaba en que esas autoridades serían reemplazadas por una administración “neutra”,
esto es, estadounidense, como indica la comunicación de Solón Polo. Reclamaba garantías
para los electores peruanos y recordaba los conceptos del Árbitro, en su nota al gobierno
del Rímac, de que “la comisión plebiscitaria tendrá el completo control sobre el plebiscito”,
que “impedirá la emisión de votos fraudulentos”, que “tiene plenos poderes para calificar a
los votantes impidiendo los fraudes” y, por último, que “el Árbitro no dejará sin hacer nada
que con cuidado y atención escrupulosa de su parte pueda contribuir a asegurar una
elección honrada, y justicia igual para ambas partes”.
1314
189 MINREL. CUESTIÓN DE TACNA Y ARICA. 1925. DEPARTAMENTO DE ESTADO DE ESTADOS UNIDOS. Nota,
Washington, 18-6-1925, de Hernán Velarde, Embajador de Perú en EE.UU-, a S.E. el Presidente de los Estados Unidos de
América.
Velarde comunicó finalmente a Coolidge que el Presidente Leguía había designado a
Manuel de Freyre y Santander como su delegado ante la comisión plebiscitaria.
6. EL PLEBISCITO
A orillas del Potomac, el Secretario Hughes, artífice del Laudo, presentó la renuncia a su
cargo el 5 de enero de 1925. Esta inesperada decisión fue muy lamentada en Washington.
Su sucesor, Frank B. Kellogg, se desempeñaba como embajador en Gran Bretaña. Tenía
sesenta y ocho años de edad.
Aparentemente, carecería de grados académicos, si bien hizo estudios de derecho en una
oficina de abogados1315. Ello le permitió defender intereses legales de grandes
corporaciones y hacerse de una fortuna considerable. En 1916, fue elegido senador. Asistió
a la quinta conferencia panamericana celebrada en Santiago, en 1923 1316, que presidió
Agustín Edwards. Allí conoció al Presidente Alessandri 1317. Había protegido con notorio
ahínco los intereses de su patria en México, amenazados por leyes agrarias. Patrocinó la
intervención de los marines en Nicaragua. También hizo intervenir fuerzas regulares en
Panamá para sofocar una huelga y luego ajustó un tratado para proteger el Canal, en caso
de guerra. Defendió con energía los intereses yanquis en China. Apremió a las potencias
europeas para que pagasen las deudas de la guerra en que lucharon juntos como aliados.
Por todo ello, sirvió en su patria de blanco favorito para la prensa liberal. Sin embargo, su
contribución más destacada fue la suscripción del tratado multilateral para proscribir el
recurso a la guerra, conocido como el Pacto de París o “Briand-Kellogg” 1318, valioso aporte
al derecho internacional que lamentablemente resultó ineficaz. En 1929, —tal vez
apresuradamente— fue honrado con el Premio Nobel de la Paz.
El León calificó a Kellogg como “un político corriente”, en busca de una transacción 1319.
Algunos meses después de asumir sus elevadas funciones, un periodista estadounidense,
satírico, —Henry L. Mencken— pareció compartir el juicio del Presidente. Le calificó de
“decrépito rocín político procedente del país de las vacas” 1320. Sin embargo, poseía
inteligencia, así como un núcleo de buenos asesores, entre ellos el Secretario Asistente,
Olds, political appointee, que se desempeñó como asesor legal y tuvo gran influencia en él.
Le acompañó también Francis White, diplomático de carrera, jefe del departamento
americano (1922-26) y luego subsecretario para asuntos latino-americanos. Además,
constantemente, consultaba a Hughes. Como hemos indicado, antes que el nuevo
Secretario asumiera la jefatura del Departamento de Estado, Coolidge habría dado a
conocer a las partes el Laudo Arbitral.

1315
190 L. Ethan Ellis: “Frank B. Kellogg and American Foreign Relations 1925-1929”. Rutgers University Press, New
Brunswick. 1961. Pág. 6.
1316
191 L. Ethan Ellis, op. cit. Pág. 5 y ss.
1317
192 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Pág.180. Dice que Kellogg llegó a la V Conferencia Panamericana en compañía de
Henry P. Fletcher. En el banquete que el Secretario de Estado ofreció al Presidente, aquel escuchó “de sus labios
sorprendidos y agradecidos cuánto había yo [Alessandri] hecho para transformar en amistad el encono que el pueblo de
Chile sentía ante los norteamericanos...”
1318
193 Encyclopaedia Britannica. 1949. Vol. 13. Pág. 316.
1319
194 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Tomo 1. Pág. 159.
1320
195 L. Ethan Ellis, op.cit. Pág. 6. La expresión inglesa es “doddering political hack from the cow country”.
El 23 de marzo, el gobierno de Estados Unidos designó —como ya se señaló— al citado
general John Joseph Pershing en calidad de presidente de la comisión plebiscitaria. Este
nombramiento fue muy bien visto en Perú, pues el militar había participado oficialmente
en las festividades que conmemoraron el centenario de la batalla de Ayacucho. Se trataba
de una personalidad de prestigio mundial, con destacada actuación en la Primera Guerra
(1914-18). Antes, en México, había reprimido a Pancho Villa. Alessandri estimó un error el
nombramiento de este militar para resolver acerca del cumplimiento de una sentencia
arbitral, pronunciada por “un juez de derecho y sobre bases jurídicas”. En efecto, como
general victorioso, desarrollaría un acentuado espíritu de mando, por cierto ajeno a los
matices de una negociación jurídica y diplomática 1321. Su carácter severo y disciplinario le
valió el apodo de Black Jack, juego al que era muy aficionado. Le molestaba ser
contradicho.
“Siguiéndole el amén —aprecia Gonzalo Vial— se adquiría una buena chance de
manejarlo. Freyre [el representante peruano] así lo entendió, y Agustín Edwards [el
delegado chileno] no”1322.
A bordo del Rochester, buque de guerra de la Armada de Estados Unidos, el 2 de agosto
de 1925 llegó dicho general a Arica, junto sus asesores W. C. Dennis, H. W. Dodds y el
coronel Edward A. Kreger. Le acompañaba el general Jay Morrow, presidente de la
comisión especial de límites, más terco que el primero.
Al día siguiente, en el Ucayali, arribaron Freyre, el coronel Oscar Ordóñez, delegado ante la
comisión especial de límites, con un copioso personal peruano que fijaron su residencia en
dicho transporte.
El general Pershing, a los pocos días de establecerse en Arica, empezó a emitir señales que
indicaban la dificultad de celebrar un plebiscito correcto, por culpa de Chile: según él, La
Moneda mediatizaba el accionar estadounidense y los peruanos vivían en un clima de
terror1323. Días después, comunicó a Washington que una consulta, en tales circunstancias,
pondría en ridículo a Estados Unidos. Con ello, abrió una caja de Pandora. Kellogg
comprendió que se encontraba con las manos atadas y empezó a considerar una solución
pragmática y no jurídica, como la del Laudo de Hughes.
Las observaciones de Pershing contrastaban con el informe del cónsul británico Mitchelson
al Foreign Office, quien anotó la ausencia de desórdenes en el territorio, después de
conocerse el Laudo. Un gran número de peruanos votaría por Chile —dice— si el voto
fuese secreto. Preferían a esta república porque los buques mercantes de esa nacionalidad
pagaban buenos precios por los productos que se enviaban a Tarapacá. Si la situación se
revirtiera —agregaba— se aplicarían impuestos a sus ventas y les resultaría difícil sobrevivir
comercialmente1324.
El presidente de la comisión convocó para un cambio de ideas y se acordó que la comisión

1321
196 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Tomo I. Pág. 155 y ss.
1322
197 Gonzalo Vial, op. cit. Vol. IV. Pág. 315.
1323
198 L. Ethan Ellis, op. cit. Pág. 8.
1324
199 PUBLIC RECORD OFFICE. Foreign Office 03710602. Santiago, 14-4-1925, del Ministro británico en Chile a Austen
Chamberlain, Secretario del Foreign Office.
plebiscitaria iniciase sus trabajos el 5 de agosto de 1925.
Esta funcionó hasta el 14 de junio del año siguiente, un poco más de diez meses de
continuas e infructuosas controversias.
El militar estadounidense pretendió establecer la perfecta igualdad entre las partes. Se
desentendió de la historia del Tratado de Ancón, que concedió a Chile una situación de
privilegio, por ocupar la región desde antes de aquél y por su carácter de nación victoriosa
(ver capítulo II). Ignoraría tal vez que la reiterada cláusula 3ª reprodujo las estipulaciones
del Tratado de Turín, que sirvió de inspiración a los plebiscitos que impuso Napoleón III,
los cuales serían un mero simulacro. (Es cierto que con el transcurso del tiempo, solo
recordaban este tratado el internacionalista Alejandro Álvarez y Carlos Aldunate Solar. Su
sola mención incitaba la burla de nuestro irónico delegado en Washington, Luis Izquierdo).
Por esa época, Agustín Edwards volvió a Santiago, después de haberse desempeñado
como ministro plenipotenciario en Londres, durante doce años (1912-24). Recibió, en ese
entonces, una carta del director de la Oficina Internacional del Trabajo, en que le ofreció la
presidencia de la conferencia de ese organismo.
El diplomático conversó con el Presidente de la República, quien había regresado ya de su
obligada y corta residencia en Europa. El gobernante apreció el honor que se quería
discernir a Edwards. Sin embargo, le ordenó que aceptase representar a Chile en la
comisión plebiscitaria recién instaurada por el Presidente de Estados Unidos. Tenía derecho
a pedírselo en esos términos, por la responsabilidad que cabía a don Agustín en el regreso
de Alessandri “a continuar un mandato constitucional que tantos sinsabores le había
proporcionado”1325. Edwards fue designado, pues, ministro plenipotenciario en misión
especial, con aprobación del Senado.
El agraciado prefería el cargo en Ginebra, pero su espíritu de servicio público lo condujo a
aceptar “resignado la resolución del Presidente Alessandri”. No imaginó que, más tarde,
esta misión serviría para atacarlo y desprestigiarlo. Militares y civiles vinculados al ibañismo
se hicieron presentes en la región. Se creó tal estado de desorden y arbitrariedad que
pudo dar motivo a Pershing y luego a Lassiter para dictamina la impracticabilidad de la
consulta popular. Actuaron con especial encono en contra de Edwards, Pablo Ramírez,
futuro ministro de Hacienda de Ibáñez, y el temible —por no decir siniestro— Ventura
Maturana1326.
Junto a Edwards, colaboraría un prestigioso núcleo de personalidades:
Samuel Claro Lastarria, Manuel Foster Recabarren, Manuel Antonio Maira, Galvarino
Gallardo Nieto, Víctor V. Robles, J. Guillermo Guerra, José Luis Santa María, Guillermo
Garay, Héctor Claro Salas, Antonio Planet, Salvador Allende (padre del futuro gobernante)
y Jorge Aldunate. Participaron igualmente Luis Arteaga, comisionado del gobierno en el
territorio plebiscitario, y Luis Barceló, intendente de la provincia de Tacna 1327.
El Presidente Leguía escogió a Manuel de Freyre y Santander, antes mencionado, un

1325
200 Agustín Edwards: “Recuerdos de mi persecución”. Ediciones Ercilla. Año I. N°5 Pág. 24.
1326
201 Agustín Edwards, op. cit. Pág. 24 y ss.
1327
202 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Tomo I. Pág. 151.
distinguido diplomático que, en ese momento, se desempeñaba como ministro en Buenos
Aires. En calidad de asesores jurídicos de Freyre participaron Alberto Salomón (el Canciller
de la ofensiva diplomática), Anselmo Barreto y Manuel María Forero (ambos de familia
tacneña), junto a una numerosa y distinguida delegación.
Por lazos de consanguinidad, Freyre estaba vinculado con familias avecindadas en el
territorio en disputa, lo que en Chile se ignoraba 1328. Era poco conocido en su patria, pues
partió en 1902 en misión diplomática a Colombia y solo regresó a ella en 1925. Hablaba
correctamente el inglés y un castellano “anglicista”, según el político e intelectual peruano
Luis Alberto Sánchez. De ojos fríos y claros, “prefería ironizar a discutir”. Edwards encontró
en él —según este intelectual— la horma de su zapato. De silueta menuda, “una impecable
elegancia británica la volvía más fina” 1329. En el Club Nacional, —agrega Sánchez— se criticó
al Presidente por la designación de “ese Freyre que nadie conoce”, pero cuando fracasó el
plebiscito le ofrecieron un banquete.
Se susurró que debía ser candidato presidencial. El homenajeado hizo de inmediato sus
maletas y partió al Plata. “Yo prefiero —confidenció a un amigo— ser ministro en la
Argentina que encarcelado en la isla de San Lorenzo”
1330
. Después se desempeñó como embajador en Washington durante...
veinte años.
Basadre describe así al representante chileno: “con sus millones, sus largos años en
Londres, su continuo entrenamiento en la política, [al lado de Freyre] resultaba
desorbitado, excesivo, gesticulante”1331. Es claro que cumplían roles distintos, uno buscaba
sepultar el plebiscito y el otro, que se cumpliera el Laudo y ganar la consulta.
7. PERSHING Y LA MOCIÓN DE “REQUISITOS PREVIOS”
El 2 de abril de 1925, Freyre protestó por escrito ante el Árbitro, por haber resuelto la
procedencia de la consulta. Además, —agregó— omitió considerar las pruebas ofrecidas
por Perú. Aquellas se referían “a las expulsiones, despojos de propiedad, actos de
terrorismo y colonización fraudulenta de los chilenos en los territorios peruanos”.
El 9 de abril, el Árbitro le respondió “que no encontró pruebas suficientes para establecer
la conclusión de que ‘un plebiscito honrado’, en las actuales circunstancias, no puede
realizarse en debidas condiciones, o de que no debe realizarse un plebiscito” 1332.
A pesar de estas apreciaciones, al aproximarse la consulta popular, se hizo evidente que ya
reinaba en los territorios un clima de tensión. Desde el sur, viajaban agentes “electorales”
para incentivar la causa chilena; aunque más bien la perjudicaban.
Las autoridades chilenas, por su parte, se preparaban para triunfar a como diese lugar.
Aunque el apasionamiento de Carlos Vicuña Fuentes le dificulta ser imparcial, como testigo
1328
203 Gonzalo Vial, op. cit. Vol. IV. Pág. 314.
1329
204 Jorge Basadre, op. cit. Vol. IX. Pág. 319.
1330
205 Luis Alberto Sánchez: “Los burgueses”. Mosca Azul Editores SRL. Lima. Pág.108.
1331
206 Jorge Basadre, op. cit. Vol. IX. Pág. 320.
1332
207 EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama circular Nº5, Santiago, 24-6-1926, de Beltrán Mathieu, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU.
de la época es interesante mencionar su opinión. Dice que Alessandri, seguro de que el
Árbitro mandaría practicar el plebiscito, “venía preparándose pacientemente para ganarlo a
toda costa, sin reparar en medios”1333.
El León nombró como intendente de la provincia a Luis Barceló Lira, un inteligente e
irónico abogado santiaguino que poseía un marcado sentido de la autoridad, la que
convivía con su habitual sibaritismo. Famosas serían sus elegantes reuniones en la mansión
de la intendencia de Tacna, mozos vestidos de librea, calzón corto y medias blancas 1334. Al
margen de estos refinamientos, su firme propósito fue alcanzar el éxito en el plebiscito 1335,
y nunca consideró perderlo.
Según fuentes peruanas, Barceló y el jefe del Estado chileno “no solo llevaron a las
provincias hombres y mujeres de la peor especie, sino que después se convirtieron en
verdaderos capituleros de esa orda de foragidos (sic.) y maleantes conocidos con el
nombre de mazorqueros”1336.
Aunque resulte difícil discernir la verdad, en medio de tantas exageraciones, los
procedimientos en la región parecían alejarse del fair play que, por lo general, suelen
invocar los anglosajones.
Un caso sintomático sería el de un determinado ciudadano peruano que se decía fallecido
al sur de Arica y, por ende, impedido de sufragar. Mas su presunta viuda alegó que su
cónyuge vivía en Chile. Pershing ordenó abrir la tumba. El ataúd se encontraba intacto con
una placa de metal que proporcionaba todos los datos del difunto. Empero, al abrírselo
solo se encontraron ladrillos y piedras, colocados por la casa Castagneto Hermanos,
especializada en tales envíos y con los que, se comentaba, obtenía buenas utilidades. No
se trataría de un hecho aislado. Según Vicuña, la comedia venía bien organizada desde el
registro civil de Tacna, que reconocía la defunción del nativo; en el cementerio se
archivaba el pase para la inhumación del cadáver, y, entre las tumbas, constaba que allí
descansaba el extinto1337. No sería la única persona que falleció en estas condiciones.
Tobías Barros, jefe de la oficina plebiscitaria en Santiago, relata otro episodio, más bien
pintoresco:
“Un día unos chilenos interceptaron —dice— cerca de Arica el automóvil de una dama,
agente norteamericana o periodista, que se había destacado por su odio a Chile. Exagerando
modales de salteadores de caminos, le dijeron que la raptarían para cometer con ella las
villanías que se supone... Después de pintorescas amenazas, y entre burlas, la dejaron seguir
intocada...
Se contaba después que la ira de la gringa, que carecía de todo encanto femenino, se debió
a que los ‘rotos bandidos’ no hubieran cumplido su amenaza”1338.

1333
208 Carlos Vicuña Fuentes: “La tiranía en Chile”. Ediciones LOM. Santiago. 2002. Pág. 317.
1334
209 Tobías Barros: “Recogiendo los pasos”. Planeta Espejo de Chile. Santiago. 1988. Pág. 67.
1335
210 MINREL. de Tacna, al Ministro de RR.EE. de Chile.
1336
211 Juan Angulo Puente Arnao: “Historia de los límites del Perú”. Lima. 1927. 2a. edición. Pág. 250.
1337
212 Carlos Vicuña, op. cit. Págs. 317 y 318.
1338
213 Tobías Barros, op. cit. Pág. 128.
Otro hecho, aparentemente inverso, fue el de un grupo de peruanos que arribaron a
Santiago “traídos de Tacna y Tarapacá”, según el plenipotenciario estadounidense en
Santiago1339. Solicitaron la ayuda del embajador a fin de regresar a sus respectivos
domicilios, pero Barros Jarpa explicó que el desplazamiento se originó porque la población
chilena, muy excitada en su contra, les creía confabulados con las últimas agitaciones
comunistas de Iquique.
Sin someterles a proceso, la autoridad nacional había preferido trasladarlos temporalmente
al sur, para eludir críticas de Pershing. Según el Canciller, aquellas personas tampoco
“tenían derecho a voto” en el plebiscito. A fin de evitar críticas, fueron inmediatamente
restituidas a sus domicilios.
En la sesión inaugural de la comisión, Pershing señaló que ella se desenvolvería conforme
el Laudo e interpretará su sentido, sin “alterarlo, enmendarlo ni revisarlo”. Él tenía
autoridad para aplicarlo prácticamente, en forma imparcial y judicial y no proceder así sería
violar los deberes que se le habían encomendado 1340. Entregó a las partes un proyecto de
reglas de procedimiento1341.
Por su parte, Freyre destacó que la comisión tenía la obligación de que prevaleciera un
clima de seguridad, que garantizara a los electores peruanos que su “voto será libremente
emitido y correctamente escrutado”.
Al término, el miembro chileno propuso que los asuntos que se trataren sean puestos en
conocimiento de sus integrantes un día antes, para evitar proposiciones sorpresivas. Hubo
acuerdo unánime, si bien fueron frecuentes los casos en que se ignoró esa norma 1342.
En la segunda sesión, el 6 de agosto, se aprobaron las reglas de procedimiento
patrocinadas por Pershing. Edwards se valió de esta ocasión para que se dejara constancia,
en el acta, de que la comisión tenía el carácter de tribunal de derecho (pretendía que no se
ampliasen sus facultades), y de que en materia de interpretación del Laudo se aplicarían las
reglas que se establecieron en el Tratado de Washington de 1871, entre Estados Unidos y
Gran Bretaña, las mismas que se utilizaron en el juicio arbitral de límites chilenoargentino.
La mayoría se opuso. Ello demostraría —a juicio de Edwards— que, tanto el representante
estadounidense como el peruano querían poderes amplios e imprecisos. Las reglas de
interpretación permanecieron pendientes e inspiraron una moción que presentó el
miembro chileno, el 2 de noviembre del mismo año. Aunque ya la había retirado, fue
desechada1343.
En la sesión del 10 de agosto, Pershing solicitó a las partes su opinión sobre los
reglamentos de inscripción y elección. Freyre anunció que pediría instrucciones a Lima:
dentro de 24 horas, Edwards entregó el proyecto chileno.

1339
214 MINREL. Fondo E. Barros Jarpa. Telegrama Nº200, Santiago, 13-XI-1925, de E. Barros Jarpa, Ministro de RR.EE. de
Chile, a Beltrán Mathieu, Embajador de Chile en EE.UU.
1340
215 Memoria presentada por Agustín Edwards, op. cit. Pág. 19.
1341
216 Memoria presentada por Agustín Edwards, op. cit. Pág. 18.
1342
217 Memoria representada por Agustín Edwards, op. ci t. Pág. 20.
1343
218 Memoria presentada por Agustín Edwards, op. cit. Pág. 21.
El miembro peruano solicitó la neutralización del territorio litigioso, término que aparece
por primera vez. Pronto surgirían otras versiones del mismo concepto. Freyre pretendía
desposeer a las autoridades chilenas de sus atribuciones legales, para mantener el orden y
ejercer la soberanía en la provincia, con lo cual se apartaba del Tratado de Paz. Edwards lo
rechazó porque entrañaba concertar un tratado, en circunstancias de que la comisión
carecía de esas facultades.
La cuarta sesión se verificó el 29 de agosto. Una semana antes, ocurrieron incidentes
callejeros en Arica de poca significación, según el miembro chileno. Empero, Pershing, con
solo doce días en el territorio, ya juzgaba que las garantías que Chile ofrecía a los votantes
peruanos resultaban insatisfactorias.
Reclamaba un cambio de “ambiente” con medidas de mayor trascendencia y pretendía
más atribuciones para la comisión. En cambio, Edwards se aferraba a una interpretación
estricta del Laudo.
El 18 de agosto, después de algunas conversaciones con el militar, Edwards escribió una
carta al Presidente Alessandri, que permite entender lo que ocurría entre bastidores, hasta
ese momento. En ella anotaba sus primeras impresiones, “íntimas y personales”, del
proceso1344. Las resumiremos a continuación:
— Dice que el general se siente frente a una impasse. Si rechaza la moción peruana de
neutralización, Freyre se retirará. Si la acepta, la delegación chilena declarará que el Laudo
fue violado y se abstendrá de concurrir a las sesiones. Está en un laberinto. ¿No habría otra
solución? Edwards le replica que sí, sobre la base de dos condiciones: la primera que el
plebiscito no se paralice mientras se la busca, y la segunda que esta descanse en el
reconocimiento definitivo de la soberanía chilena sobre la provincia, “pues, en estos
momentos, teníamos en la mano el triunfo”. Pershing le consulta qué compensación
ofrecería a Perú. Aumentar la indemnización en dinero, contesta Edwards. ¿Al doble?
inquiere el general. El miembro chileno le responde que piensa que su gobierno sería
generoso.
— El militar recomienda conceder un corredor y un puerto propio a Bolivia.
El comisionado le replica que desde el Tratado de 1904, esa proposición dejó de tener
acogida en Chile. En cambio, “estimaba muy viable la idea de declarar zona libre y franca los
territorios de Tacna y Arica, una vez incorporados a la soberanía chilena”. Y agrega:
“retirando nuestras aduanas a la frontera de Camarones, Bolivia no podría quejarse de no
tener libre acceso al mar...”.
— El general conversó con Freyre. “Ningún gobernante peruano —le replicó éste— se
atrevería a aceptar dinero a cambio de los territorios litigiosos”.
— Pershing propone entonces la partición: Tacna para Perú y Arica para Chile. Esa solución
—responde Edwards— es mal vista en su patria, sobre todo cuando se tiene “ virtualmente
ganado el plebiscito” (apreciación que pronto corregiría). Además, rompe la unidad
económica de la provincia.
— Para el miembro estadounidense la primera cuestión se resuelve estipulando que todo el

1344
219 Memoria presentada por Agustín Edwards, op. cit. Anexos. Pág. 16 y ss.
territorio se declare zona franca y libre. Así no se perturbarían las comunicaciones ni el
comercio. Chile agrega, aún ganando el plebiscito, no resuelve el problema. “El Perú, con
Bolivia en la trastienda, —señala— seguirá más irritado que antes, y Uds. habrán ganado
una victoria jurídica y sufrido una derrota política”.
En Chile —advierte Edwards— no existe un clima propicio para devolver Tacna. Pero, a fin
de demostrar la mayor deferencia, le manifiesta que Manuel Antonio Maira viajará a
Santiago a conversar con el Presidente de la República. Le entregará un memorándum, que
pasará a conocerse como el memorándum de la Oroya (nombre del barco en que viajará al
sur).
— Pershing considera prematuro concertar arreglos al margen del Laudo, así como el envío
de un emisario: hay que crear primero una atmósfera de tranquilidad, y sugiere la firma de
un tratado chileno-peruano que contemple gran parte de las ideas que luego se
incorporarían en el “memorándum de la Oroya”. El general indicó que los peruanos
acogerían favorablemente estas ideas. “Después de todo, —agregó— si llega a celebrarse un
tratado así ¡quién sabe si ni siquiera se llega a la materialidad del plebiscito!”. (Esta parecía
su meta, sacudirse de un problema odioso cuya solución por la vía electoral juzgaba casi
imposible).
— Edwards, al tomar nota de las propuestas del representante estadounidense, reitera que
toda gestión de arreglo mientras se discuta, supone mantener vigente el proceso
plebiscitario.
Maira se trasladó con el “memorándum”, cuyo texto era el siguiente:
“Primero. Las Altas Partes convienen en aumentar al doble la indemnización prevista en el
artículo III del Tratado de Ancón. El país que triunfe en la Consulta Plebiscitaria pagará al
otro esta indemnización en la forma y en los plazos establecidos en el Laudo Arbitral.
Segundo. Los territorios de Tacna y Arica serán declarados zona franca por el país que
adquiera en el plebiscito la soberanía definitiva, a más tardar un año después de proclamado
el resultado por el Árbitro. A la expiración de ese plazo, o antes, no podrán imponerse en los
territorios de Tacna y Arica otras limitaciones al tráfico de mercaderías o al tránsito de
pasajeros que las que exija la salubridad o la seguridad de los pasajeros.
Tercero. Para los efectos de la cláusula anterior, se entenderá por territorio de Tacna y Arica
lo que quede dentro de los límites que fije la Comisión designada por el Laudo Arbitral.
Cuarto. Las Altas Partes se comprometen, cualquiera que sea la favorecida por el plebiscito,
a dar cumplimiento estricto a las obligaciones contraídas entre Chile y Bolivia por el Tratado
de 20 de octubre de 1904 y convenciones adicionales. El país que sea dueño del Ferrocarril
de Arica a La Paz a la expiración del plazo señalado en dicho Tratado y convenciones
adicionales, o antes, se obliga a procurar la celebración de un convenio especial con Bolivia
a fin de mantener la unidad de administración y explotación de dicho ferrocarril y asegurar
su libre aprovechamiento en condiciones de absoluta igualdad para todos los países.
Quinto. Proclamado que sea por el Árbitro el resultado del plebiscito, las Altas Partes
convienen en designar Plenipotenciarios en Santiago y Lima, respectivamente, a fin de
negociar un Tratado de Amistad y Comercio, tomando como base las estipulaciones
propuestas por el Gobierno del Perú en las negociaciones Jiménez-Vial Solar, de 1893, de las
cuales se agrega una copia debidamente certificada y firmada al presente convenio.
Sexto. Un Tribunal Especial compuesto de un representante del Gobierno de Chile, otro del
Gobierno del Perú y un tercero designado por el Presidente de los Estados Unidos de
América, resolverá todas las reclamaciones pecuniarias que las Altas Partes contratantes, o
sus nacionales, tengan recíprocamente pendientes, así como aquéllas que se deriven de la
realización y resultado del plebiscito. Este Tribunal se reunirá, a más tardar, un año después
de proclamado por el Arbitro el resultado del plebiscito, en la ciudad de...”.
El 27 de agosto de 1925, el Presidente de la República y el ministro de Relaciones
Exteriores, Jorge Matte Gormaz, aprobaron “con entusiasmo” este documento y el
comisionado quedó autorizado para entregarlo al presidente de la comisión plebiscitaria.
Ese mismo día, Edwards lo depositó en manos de Pershing, quien le expresó que serviría
de base junto con otro que solicitó a Freyre.
El 1 de septiembre del año antes citado —en acatamiento del Laudo— Chile devolvió
Tarata a Perú. Freyre dejó constancia, en el acta, de que la porción que recibía solo era
“una parte de la provincia de Tarata ocupada por Chile, dejando a salvo sus derechos sobre
la otra parte...”1345.
Para resolver las dificultades relativas a la frontera norte y sur de las cautivas se creó la
comisión especial de límites, compuesta por tres miembros.
La presidencia la ejerció el general Jay Morrow. A Chile lo representó el ingeniero Ernesto
Greve, y a Perú el coronel Oscar B. Ordóñez, quien se instaló en Arica. El 7 de agosto de
1925 este último debió reembarcarse por carecer del permiso especial para circular
libremente, lo que inspiró obviamente una ácida queja de este militar ante el intendente
Barceló. La comisión suspendió temporalmente sus actividades el 29 de septiembre; las
reanudó el 3 de mayo de 1926, cuando tuvo lugar la primera sesión oficial 1346.
Después de cumplir con esta obligación, Edwards viajó a Santiago. La delegación quedó en
manos de Samuel Claro Lastarria, en el instante en que ocurrieron incidentes de cierta
violencia en Tacna. Según Pershing, las víctimas eran estadounidenses y peruanas. Se quejó
ante Claro. También telegrafió a Edwards y le reclamó la falta de voluntad o la
incompetencia de las autoridades para mantener el orden. Este último procuró calmarle y
le contestó que, en los plebiscitos tales situaciones eran frecuentes. Además, los únicos
muertos resultaron ser chilenos. Le recordó que la última sesión de la comisión acaeció un
mes atrás. Ahí se convino que un comité prepararía el reglamento electoral. Chile ya había
entregado su proyecto, con bastante anticipación.
Si Freyre hubiese hecho lo mismo, en vez de estas agitaciones, —agregó— la gente estaría
preocupada de realizar actividades electorales, que era el fin que los convocó a reunirse en
Tacna y Arica.
Don Agustín se impuso confidencialmente de que la delegación estadounidense postulaba
una interpretación diferente del Laudo. Efectivamente, Chile solo detentaba la posesión y
1345
220 “Tratados, Convenciones y Arreglos Internacionales de Chile. 1810-1976. Tratados bilaterales. Chile-Perú”. Santiago.
1976. Tomo I. Pág. 132.
1346
221 Félix Calderón, op. cit. Pág. 134.
administración precaria del territorio; que el nombramiento de una comisión presidida por
un neutral significaba una restricción del derecho de Chile de administración, y que las
autoridades chilenas han establecido un sistema para atemorizar a los peruanos con el
objeto de excluir al mayor número de participar en el plebiscito. Concluía que la comisión,
esto es, Pershing y su equipo, debía ejercitar el control completo sobre la consulta. De
todo ello informó a La Moneda.
Dichos puntos de vista anticiparon la moción de “requisitos previos” que el general
presentaría, en pocos días más. Con este motivo, el Ministro Matte despachó un cable, el
30 de septiembre, en que se confirmaban las instrucciones que recibió Edwards en su
reciente visita a Santiago 1347. El objetivo fundamental del gobierno —le recuerda— era
armonizar la correcta interpretación del Laudo con un plebiscito honrado, objetivo fácil de
enunciar, pero difícil de lograr en el clima cada vez más enrarecido de la provincia. En
cuanto a las negociaciones diplomáticas, comprendan o no a Bolivia, ellas deben
marchar paralelas a la consulta, mas no interrumpirla
(el ennegrecido es nuestro). Además, no menos importante, confirma a nuestro
comisionado como la máxima autoridad en la zona, en representación del Presidente de la
República.
Empero, Alessandri renunció al día siguiente —el 1 de octubre de 1925— tres meses antes
de expirar su mandato. Esta decisión aparecía vinculada con la sucesión presidencial. El
León buscaba un civil y su Ministro de Guerra, el teniente-coronel Carlos Ibáñez, se sentía
el llamado a sucederle1348. El mandatario creyó sortear el dilema al designar como vice-
Presidente a Luis Barros Borgoño, su contrincante del año 20. Por desgracia, este carecía
de energía para domar al Caballo o a la Mula (apodos que ya se daban al teniente coronel).
Este mensaje telegráfico, enviado veinticuatro horas antes de la renuncia de Alessandri,
refrendó débilmente la autoridad del jefe de la delegación, a causa de la dimisión del León.
Aquella se debilitaría aún más, una vez que el mandato de este gobernante expirase del
todo. Le sucedería Emiliano Figueroa Larrain, dócil instrumento en manos de Ibáñez. En ese
momento, el coronel estuvo más preocupado de su carrera política que del problema del
norte. Esto lo sabían Pershing y Freyre, así como Leguía y Kellogg. La autoridad del jefe de
la delegación nacional ya no era la misma de antes, y en un momento crítico de su historia
la nación se encontraba cruzada por diversas influencias 1349.
Aunque Barros Borgoño asumió entonces la vice-Presidencia, constitucionalmente
Alessandri siguió siendo Presidente hasta el 23 de diciembre de 1925.
El gobierno de Washington se impuso sin tardanza de lo que acaecía en Santiago, así
como en Tacna y Arica, y en conocimiento de las críticas de Pershing, Kellogg consultó al
ex-secretario Hughes. Deseaba conocer hasta dónde la comisión plebiscitaria tenía
facultades para suprimir las presuntas arbitrariedades de La Moneda. El jurista reiteró el
derecho de Chile para administrar el territorio durante la consulta, pero con la obligación

1347
222 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama reservado Nº53, Santiago, 30-9-1925, de Jorge Matte, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Plebichile Arica.
1348
223 Gonzalo Vial, op. cit. Vol. IV. Pág. 51.
1349
224 Memoria presentada por Agustín Edwards, op. cit. Pág. 47.
implícita de que lo hiciese correctamente. A juicio de Hughes, el Laudo dio al Árbitro el
“control completo” del plebiscito, en el caso de que las dos partes no se pusieran de
acuerdo acerca de las condiciones de este. Obviamente, aquel control se refería al acto
electoral, mas no a la administración del territorio.
Sugirió que el Departamento de Estado protestara en Santiago 1350.
La quinta sesión de la comisión plebiscitaria tuvo lugar el 8 de octubre para tratar:
1º la validez del decreto-ley chileno Nº451, de 14 de mayo de 1925; 2º la moción de Pershing para
sustituir la de neutralización de Freyre, y 3º discutir en forma preliminar la calificación de los
votantes, de acuerdo con el Laudo.
Este decreto-ley había instituido un tribunal especial en Arica para el cumplimiento del
fallo, que castigara los eventuales delitos de intimidación, cohecho y fraude, que tanto
atribuía la delegación peruana a las autoridades y pueblo chilenos. Al ponerse en discusión
el primer punto, el general expresó que negaba validez a la indicación peruana y que, a
menos que su autor la retirara, votaría en contra. Freyre sostuvo que esta disposición no
emanaba del Congreso chileno [en receso] y, por lo tanto, era inconstitucional.
Empero, en homenaje a Pershing aceptó la indicación, siempre dispuesto a favorecer y
congraciarse con el presidente.
Al discutirse la moción de neutralización de Freyre, Pershing dio lectura a los documentos
siguientes: a) exposición de motivos de la moción presentada; b) una en que enumeraba ciertos
requisitos previos para un plebiscito “libre y correcto”, y c) un memorándum sobre las facultades de
la comisión para exigir del gobierno de Chile, conforme al Laudo, el cumplimiento de estos
requisitos, esenciales.
Con referencia a la letra a), de acuerdo con una investigación hecha en el territorio litigioso
por sus ocho observers venidos de Panamá, al parecer únicamente angloparlantes,
resultaba imposible efectuar la consulta libre y correcta de que hablaba la sentencia, a
menos que se introdujeran reformas radicales. Solo existiría una atmósfera correcta —
según el documento— una vez que el gobierno chileno terminara con la política de
intimidación y opresión a que estaban sujetos los peruanos, resultado de la acción de
autoridades, sociedades y comités que amparaba el gobierno. Señalaba igualmente las
deportaciones y expulsiones que se habían realizado. Agregaba que los peruanos eran
trasladados a la fuerza a Iquique, Antofagasta y Valparaíso, y los chilenos obstaculizaban el
desempeño de los funcionarios estadounidenses.
A continuación, señalaremos los once “requisitos previos” de Pershing 1351, a saber:
“1º reducción de las fuerzas del Ejército a una cifra que la Comisión estime compatible con un
plebiscito correcto;
2º reemplazo de los carabineros, entonces en servicio en el territorio, por otros que no hubiesen
estado en Tacna y Arica, salvo excepciones compatibles con un plebiscito correcto;
3º reemplazo del personal de policía y servicio secreto en las mismas condiciones;
4º remoción de todos los subdelegados, inspectores de distritos, y, en general, de toda función civil

1350
225 L. Ethan Ellis, op. cit. Pág. 88.
1351
226 Memoria presentada por Agustín Edwards, op. cit. Págs. 49 y 50.
de aquellos individuos que tuvieran carácter militar, o que pertenecieran a los carabineros, a la
policía o al servicio secreto;
5º remoción, a pedido de la Comisión, de cualquier funcionario público, militar, carabinero, de
policía o del servicio secreto que, a juicio de la Comisión, estuviere usando su autoridad en forma
que reprimiese o impidiese la legítima expresión de opiniones sobre el plebiscito;
6º salida del territorio de todos los individuos removidos a pedido de la Comisión, salvo los nativos
o residentes legales en el territorio;
7º derogación de todas las restricciones de entrada y salida del territorio plebiscitario que sean
incompatibles con el libre regreso y estada o salida de personas que reclamen derecho electoral, o
se entreguen a la propaganda, publicidad u otra forma de actividad electoral;
8º derogación de todas las medidas restrictivas del tránsito dentro del territorio, y modificación de
leyes y reglamentos de hoteles y casas de huéspedes, sin perjuicio de las medidas razonables de
policía y de higiene que la Comisión estimase compatibles con un plebiscito correcto;
9º protección igual y libertad absoluta para meetings, desfiles, despliegues de banderas por
personas de ambas nacionalidades, salvo la reglamentación y supervigilancia que el Gobierno de
Chile estimase conveniente y la Comisión compatible con un plebiscito correcto;
10º suspensión de la censura postal y telegráfica;
11º regreso a Tacna y Arica, a expensas de Chile, de todo individuo dentro de la jurisdicción chilena
que directamente o por medio del Comisionado peruano reclamase derecho a voto, y estableciese
que había salido involuntariamente del territorio antes del 3 de abril de 1924” 1352.
El memorándum sobre los poderes de la comisión contenía nueve principios jurídicos,
relativos a los fundamentos del Laudo Arbitral1353.
Los once puntos del presidente menoscababan los derechos que el Tratado de Ancón
reconoció al vencedor en la Guerra del Pacífico, al propio tiempo que recortaban los que el
Laudo reconoció a Chile.
Edwards se reunió con sus asesores, así como con los dirigentes electorales y las
autoridades locales. Ignoraban esta moción porque el presidente de la comisión no la
comunicó previamente, a pesar del compromiso de evitar sorpresas. Se acordó que el
comisionado dirigiese una nota a Pershing, solicitándole que postergase la reunión fijada
para el 10 de octubre. En esos momentos, se encontraba Barros Jarpa en Arica (el 15 de
octubre de 1925 sería nuevamente designado ministro de Relaciones Exteriores). De
regreso a Santiago, llevaría sus impresiones y todos los antecedentes del caso.
El miembro chileno dirigió un telegrama a la Cancillería, en que creyó resumir el
pensamiento de los asesores y el suyo, así como el de Barros Jarpa.
Todos estimaron inaceptables, en el fondo y en la forma, los documentos leídos por
Pershing: hacían peligrar el triunfo de Chile.
Edwards envió una nota confidencial al general, en que refutó aquellos once puntos y sus
conclusiones. Le manifestó, asimismo, que no existía proporción entre los hechos reales de
1352
227 ¿Qué habrá pensado Eliodoro Yáñez desde su curul, al conocer esta moción de requisitos previos? Entre sus
intervenciones en el Senado, recordemos aquélla en que dijo: “...creo que si perdemos la presidencia del plebiscito, el
resultado final cualquiera que sea la situación plebiscitaria de las provincias, será desfavorable para el país. Habremos
abdicado de nuestra soberanía y habremos perdido el plebiscito”.
1353
228 Memoria presentada por Agustín Edwards, op. cit. Págs. 50 a 52.
violencia o intimidación y el panorama que describía. La doctrina de la “atmósfera
plebiscitaria” debía ser rechazada por vaga. Lo que correspondía era asegurar las garantías
individuales y específicas para la consulta, con el objeto de que cada sufragante pudiese
emitir su voto. Pershing replicó, en la sesión del 10 de octubre, que no tenía el propósito
de provocar en ella una votación, pero sí debatir el tema. Expresó también que su moción
excluyó implícitamente la de “neutralización” que presentó Freyre.
Las proposiciones del representante estadounidense causaron “dolorosa impresión” en
Barros Borgoño, vice-Presidente de la República. En efecto, rechazó todos los cargos y
consideró inadmisibles los “requisitos previos”, pues envolvían una intromisión en materias
que correspondían al actual dueño y poseedor de los territorios. Los descartó en vista de
que la prueba era unilateral y producida sin el conocimiento de las autoridades nacionales
competentes.
En ese momento, pudo poner fin al plebiscito, ya que se vulneraba el Laudo y el Pacto de
Ancón. Posiblemente, dado lo transitorio de su mando, optó por transigir y ofrecer una
investigación severa y amplia. Se negaba a separar en masa a todo el personal político,
administrativo y militar, pero retiraría a los que apareciesen responsables de ilícitos y les
reemplazaría por otros funcionarios. Impartió simultáneamente instrucciones al embajador
en Washington, Beltrán Mathieu, a fin de que transmitiese al Departamento de Estado la
reacción del gobierno1354.
La conversación de Mathieu con Kellogg no arrojó ningún resultado. El Secretario —como
sería su norma— respetó las resoluciones de Pershing. Estimó además que no afectaban la
soberanía chilena ni la sentencia arbitral1355.
Es conveniente releer las páginas 44 y 45 del Laudo, en donde se sostiene que Chile tiene
el pleno ejercicio del poder legislativo, ejecutivo y judicial: el Árbitro carece de la facultad
de limitar este poder, así conferido por el Pacto de Ancón.
“Si alguna limitación pudiera encontrarse —establece ese instrumento— estaría en los
términos del Tratado mismo, esto es, en la estipulación para llegar a un plebiscito. Puede
subentenderse que el ejercicio, por Chile, del Poder legislativo, ejecutivo y judicial no debe
llegar hasta frustrar la estipulación para un plebiscito. Más allá es imposible ir sin derogar
la autoridad que las Partes convinieron que Chile tuviese. La cuestión de si la
administración del territorio era prudente o imprudente, benéfica o lo contrario, no fue
sometida a revisión alguna por el Tratado y el Árbitro no puede entrar a examinarla. En
todos los países, el ejercicio del Gobierno revela, en distintos grados, las debilidades de la
naturaleza humana, y ofrece ancho campo a la controversia con respecto a la sabiduría y
justicia de las medidas; pero las Partes en su Tratado no pretendieron crear limitaciones, ni
siquiera de un carácter general” 1356(el ennegrecido es nuestro).
La sexta sesión se efectuó en Arica el 10 de octubre, a pesar de que el miembro chileno
1354
229 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama reservado Nº65, Santiago, 12-X-1925, de Luis Barros Borgoño, vice-
Presidente de la República, a Plebichile, Arica.
1355
230 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama reservado Nº133, Washington, 13-X-1925, de Beltrán Mathieu,
Embajador de Chile en EE.UU., a Ernesto Barros Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1356
231 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama reservado Nº69, Santiago, 14-X-1925, de Luis Barros Borgoño, Vice-
Presidente de la República, a Plebichile, Arica.
solicitó que se aplazara, a fin de recibir instrucciones 1357.
En ella, el general lee la nota de Edwards, a pesar de su carácter confidencial, así como su
respuesta, en presencia del miembro peruano. Da a conocer también las pesquisas secretas
realizadas por sus observers, que reflejan un cuadro de intimidación, opresiones y
expulsiones. Advierte que en estas condiciones, será imposible efectuar un plebiscito, a
menos que se implementen los “requisitos previos”. Edwards deja constancia de que la
prueba presentada es unilateral y que faltan los testimonios de la otra parte para arribar a
conclusiones justas y definitivas.
Al final de la sesión, Pershing suspendió las reuniones, con el objeto de que la comisión
especial avanzara en el estudio del proyecto de la ley electoral.
Previas las consultas de Kellogg a Hughes, el 13 de octubre de 1925 el embajador Collier
entregó en La Moneda un memorándum del Departamento de Estado, que recogía las
opiniones de Pershing. Cayó como una bomba. Enfatizaba que la autoridad administrativa
de Chile, en el territorio litigioso, debía ejercerse en favor de un plebiscito justo, al propio
tiempo que se protegiera a los votantes “contra la intimidación, el fraude y la opresión”.
El derecho de Chile se fundamentaba —agrega— “en el acuerdo para que se efectúe el
plebiscito, lo que implica necesariamente el uso de esa autoridad en forma adecuada” 1358.
Durante la consulta popular, estaba sujeta a las normas indicadas por el Árbitro y el
gobierno tenía pues que acatarlas. Kellogg juzgaba inaceptable que las usara para impedir
un acto electoral correcto.
Al mismo tiempo que Collier puso el memorándum en las manos del Canciller Matte
Gormaz, Kellogg se dirigió el 17 de octubre a Pershing. Le encareció que evitara que Chile
y Perú se retiraran del plebiscito, y que no presionara exageradamente a La Moneda,
porque el nuevo régimen en Santiago no se encontraba aún bien asentado. El testarudo
general consintió; empero confesó su creencia de que Chile se resistiría a que se celebrara
un plebiscito limpio, y solo cedería —”si es que”— bajo inequívoco apremio 1359.
El gobierno de Santiago no abdicó de los principios jurídicos que sustentaba.
Empero, aceptó las ideas contenidas en los puntos 7, 8, 9 y 11 de la moción de requisitos
previos (derogación de medidas restrictivas de entrada y salida y de tránsito, protección y
libertad absoluta para meetings , etc. y regreso al territorio de todo individuo dentro de la
jurisdicción chilena)1360.
Mientras tanto, Edwards consiguió que se postergara la sesión del 19 de octubre, para
recibir instrucciones de Santiago. Pershing tenía la certeza de que La Moneda, “por
procedimientos abusivos”, estaba eliminando a los votantes peruanos. Preferiría un arreglo
directo. Si no lo lograba, entonces un plebiscito que pudiera exhibir “como modelo de un
acto ideal”.
1357
232 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº90, Arica, 15-X-1925, de A. Edwards a Ernesto Barros Jarpa,
Ministro de RR.EE. de Chile.
1358
233 Memoria presentada por Agustín Edwards, op. cit. Pág. 64.
1359
234 L. Ethan Ellis, op. cit. Pág. 89.
1360
235 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº179, Santiago, 16-X-1925, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Beltrán Mathieu, Embajador de Chile en EE.UU.
El representante chileno —que ya había calado al general— expresa a Barros Jarpa que si
se entra por el camino de las concesiones, el gobierno tendrá que “correr el riesgo que se
celebre un plebiscito bajo la supervigilancia de Pershing” y agrega que Chile puede todavía
rehusar esas concesiones atentatorias contra su derecho. En esta alternativa, perdería las
ventajas que le dio el Laudo, pero “conservaría la posesión legal y territorial que ha tenido
hasta ahora” (párrafo 4º de su telegrama Nº92) 1361. No obstante, si el ministro estima que
sería mejor consentir, aun cuando se abra la puerta a pretensiones mayores, se tendría que
presentar una moción que sustituyera a la de Pershing.
Presenta un proyecto alternativo que reemplace la moción de requisitos previos”, si se
escoge el segundo camino (párrafo 6º del mismo telegrama).
Busca satisfacer formalmente las exigencias del general, al mismo tiempo elude toda
definición de los poderes de dicho organismo, en orden a que Pershing se disuada de
discutir doctrinas abstractas y propicie medidas concretas.
En caso de ser aceptado, ello quedaría incorporado a los reglamentos 1362.
En Santiago, se analiza la situación 1363. La posición “irreductible” que patrocina Edwards, en
primera instancia, en el párrafo 4º de su telegrama Nº92, resulta incómoda para el
Canciller. No coincide con el plan que ya ha presentado al gobierno, que contó con el
apoyo del vice-Presidente y del gabinete ministerial. Decididamente, prefiere el que se
indica en el párrafo 6º, que se asemeja al suyo.
Este plan impediría que la comisión plebiscitaria se pronunciase sobre las proposiciones de
Pershing, que subordinaban el ejercicio de la soberanía chilena al criterio de aquella
entidad. En cambio, con algunos cambios cosméticos, se podrían acoger los puntos 1), 2),
3), 4), 5), 6) y 7).
Entre tanto, Edwards reunió a sus asesores y luego transmitió un mensaje que conmocionó
al gobierno: reflejaba un cambio radical de su optimismo anterior, después de un examen
minucioso de la documentación pertinente, que le transmitieron sus abogados 1364.
Afirmaba que Chile no tenía ninguna expectativa razonable de éxito en la consulta
electoral (el ennegrecido es nuestro).
El número de votantes que se pueden presentar libres de tachas —agregaes inferior al que
Perú pueda inscribir. Señala que en Arica no hay más de ochocientos votos seguros y en
Tacna alrededor de cuatrocientos, en un universo de varios miles.
Edwards opinó el último e hizo suyo este juicio 1365. El número de votantes pro-Chile que se
pudieren presentar libres de tachas, era inferior al que Perú podía inscribir. Con el criterio
estadounidense relativo a la prueba, se corría el riesgo de quedar en “absoluta minoría”.
1361
236 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº92, Arica, 16-X-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros Jarpa,
Ministro de RR.EE. de Chile.
1362
237 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº95, Arica, 19-X-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros Jarpa,
Ministro de RR.EE. de Chile.
1363
238 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama reservado Nº73, Santiago, 17-X-1925, de Ernesto Barros Jarpa,
Ministro de RR.EE. de Chile, a Plebichile, Arica.
1364
239 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº97, Arica, 20/21-X-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1365
240 Memoria presentada por Agustín Edwards,.
Señalaba que en Arica no había más de ochocientos votos seguros y en Tacna alrededor
de cuatrocientos, en un universo de varios miles. Los participantes a esta reunión se
manifestaban unánimemente a favor de alcanzar un arreglo fuera del plebiscito, “yendo
hasta la división territorial si las circunstancias no permiten otra cosa”. Edwards opinó al
último e hizo suyo este juicio (el destacado es nuestro).
El comisionado se ofrece a renovar las conversaciones con Pershing, quien le había
planteado arreglos directos; pero ellas estaban interrumpidas porque en ese momento el
militar prefería la partija.
Al conocer este telegrama, el Canciller Barros Jarpa se demostró “abrumado con el
pesimismo” de Edwards. La división territorial sería una “capitulación”. Si la situación era
tan grave como la describe, creía que habrían oportunidades en el futuro “para romper”.
Mientras tanto —dice— se puede inducir al Departamento de Estado, mas no abiertamente,
a que proponga una solución transaccional (el destacado es nuestro).
El Ministro recordó a Edwards que se estaba en vísperas de la elección presidencial 1366. Por
lo mismo, el momento era inoportuno para prohijar la división territorial. Además, sólo se
lograría que los peruanos extremasen sus exigencias. No obstante, quedaba autorizado
para... escuchar proposiciones de arreglo, incluso la partija (el destacado es nuestro).
En el caso de que no se morigerara la moción de garantías previas, se le instruía para
declarar que Chile se reservaba sus facultades de administración y gobierno sobre la
provincia. Daría amplias garantías, pero rechazaría las que juzgara contrarias a su derecho.
Entre algodones, le disparaba “un ají confitado”: ha conseguido que el Presidente
Alessandri se traslade al norte y “levante el espíritu decaído”, mientras se encuentra una
mejor oportunidad para iniciar una gestión “extraña al plebiscito”.
En su nerviosismo, el Ministro pide la opinión de Luis Arteaga, gobernador de Arica, y de
Luis Barceló, intendente de la provincia 1367, antes de comunicar al vice-Presidente de la
República el telegrama de Edwards. “Yo confío en Uds.”, les expresa 1368. (Dentro de poco
abandonaría la Cancillería, sin haber conseguido resolver la cuestión de Tacna y Arica, en la
que tanto se había afanado, desde que escribió su memoria de prueba. Ella caería, más
adelante, en manos de su antagonista, Conrado Ríos, futuro Secretario de Estado de
Figueroa e Ibáñez. El teniente-coronel, ascendido a general, terminaría por desterrar a
Barros Jarpa, y resolvería la cuestión junto con su ministro, por medios políticos y no
jurídicos).
Arteaga y Barceló le replican que Edwards no promovió la discusión y que dio su opinión al
final de la reunión1369. Prometieron consignar la situación plebiscitaria de Chile en un
memorándun, que el primero enviaría al León. Ambos estaban convencidos de que la
actitud de la delegación estadounidense respondía a un plan anterior a la salida de

1366
241 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama reservado Nº77, Santiago, 21-X-1925, de Ernesto Barros Jarpa,
Ministro de RR.EE. de Chile a Plebichile, Arica.
1367
242 Luis Barceló Lira se desempeñó como intendente de Tacna. Era un chilenizador a ultranza.
1368
243 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama s/nº, Santiago, 20-X-1925, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Comichile, Arica.
1369
244 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama s/nº Arica, 22-X-1925, de Luis Barceló y Luis Arteaga.
Pershing de Washington, que tal vez sirvió de condición para que Perú viniera a Arica. Se
trataría de llegar a un arreglo directo. Creían que se podría dar la batalla electoral con
“expectativas de triunfo”, siempre que el General y sus colegas abandonaran su hostilidad.
Edwards, en la prisa por recibir instrucciones de Santiago, abrió y leyó el telegrama de
Barros Jarpa, sin observar que iba dirigido a Arteaga y Barceló e intentó renunciar
inmediatamente. Sus colegas lo disuadieron, pero aquél expresó que aclararía la situación.
Barros Jarpa se disculpó e intentó tranquilizarle, con la excusa un tanto feble de que ese
telegrama sólo lo conoció un empleado “de su entera confianza” 1370.
En la reunión con los asesores —explica el comisionado— sometió a estos la moción de
garantías que presentaría a Pershing, previamente aprobada en Santiago. Con este motivo,
los abogados, una vez que estudiaron las carpetas individuales de los votantes chilenos,
concluyeron que Perú resultaría victorioso en la consulta. Entonces, tan pronto escuchó la
opinión de todos los presentes, se adhirió a la de ellos: “debía aprovecharse la primera
coyuntura favorable para llegar a un arreglo”. Enseguida, transmitió tal apreciación, “que U.
S. mismo [Barros Jarpa] se había llevado a Santiago (al margen del telegrama aparece
escrito con lápiz: ‘no es cierto’) y que le movió a cambiar ideas con el Presidente Alessandri
sobre el arreglo en la primera coyuntura favorable (al margen: ‘tampoco’)”.
Edwards celebraba la visita de Alessandri, quien vería por sí mismo “que no es necesario
levantar nuestros espíritus”. “No están decaídos”, agrega.
Lo que corresponde es revisar “numéricamente” (subrayado en el original) la situación
electoral y ver si existen medios legítimos para fortalecerla.
Barros Borgoño procuró calmar el oleaje1371. Instó al comisionado a que continuase
obrando como lo había hecho hasta ahora, aunque debería recoger “cualquiera
insinuación de Pershing sobre arreglo directo”(el ennegrecido es nuestro).
Estos mensajes, de ida y vuelta, nos traen a la memoria el partido de lawn-tennis que
mencionara Luis Izquierdo, durante las negociaciones del Protocolo de Washington. El
trasfondo de la posición chilena, no exenta de ambigüedades, respondería a la debilidad
de su situación electoral, en ese momento, enfrentada al rigor estadounidense.
Obviamente, todo ello fue conocido por Estados Unidos, como veremos más adelante, y,
probablemente, por Perú.
A pedido de la Cancillería, Robert Lansing, asesor jurídico del gobierno chileno, emite su
opinión. Las proposiciones de Pershing, dice, envuelven una extralimitación de facultades,
si la comisión las aprueba. El proyecto de memorándum que le someten desde Santiago
descansa sobre una argumentación sólida, pero estima mejor no entregarlo a Kellogg. Se
trata de una cuestión judicial y su conocimiento compete al Árbitro. Cree más aconsejable
que el comisionado chileno objete fundadamente la moción y alegue la improcedencia de
ella. En caso de que el presidente de la comisión y el representante peruano la aprueben,
Edwards haría reserva de los derechos de soberanía que el Protocolo de Washington

1370
245 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama reservado, Arica, 22-X-1925, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Agustín Edwards.
1371
246 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama reservado Nº81, Santiago, 23-X-1925, de Luis Barros Borgoño, vice-
Presidente de la República, a Agustín Edwards.
excluyó del arbitraje. Si Coolidge confirmase la moción de requisitos previos, habría
llegado el momento de determinar el proceder futuro de Chile (no lo dice Lansing, pero
podría ser el que anunció Alessandri al discutir preliminarmente el tema con la comisión
consultiva, cuando expresó que rompería el proceso). Pero, si el gobierno no veía más
salida que aceptarla, —recordemos que estamos en presencia de un gobierno transitorio—
dejará constancia “de que la aceptación es voluntaria... y no un reconocimiento de derecho
de la comisión para exigirlo”1372.
Mientras tanto, la población chilena se demuestra alarmada. El rigor con que actúan los
funcionarios estadounidenses la induce a creer que están haciendo causa común con los
peruanos. La demora en dictar la ley, así como el retiro considerable de tropas y
carabineros, intensifican las sospechas.
Temen verse —ellos y sus bienes— bajo soberanía peruana...
El 24 de octubre tuvo lugar la séptima sesión de la comisión. Edwards presentó su moción
de “garantías y sanciones”, precedida de una exposición de motivos. Enfatizaba que, tanto
el Árbitro como Pershing, carecían de facultades para restringir o calificar la soberanía
chilena en el territorio. Es por esta razón que la de “requisitos previos” implicaba “la
anulación eventual y la supeditación” de ella 1373. En cuanto al cargo de que los poderes que
ejercía Chile le permitirían frustrar la consulta, carecía de sustento. El Laudo solo podía
tratar de hechos y realidades (cursivas nuestras). Los procedimientos plebiscitarios no se
habían iniciado aún. La llamada “atmósfera plebiscitaria” era una vaguedad. Las medidas
contempladas en los números 7 y 9 de la moción de “requisitos previos” eran aceptables,
excepto en las partes que desconocían la soberanía chilena. Las investigaciones relativas a
las condiciones imperantes en la provincia —a que se refirió Pershing en la sesión del 10
de octubre— se llevaron a cabo cuando Perú quiso impulsar la “neutralización” de Tacna y
Arica. Igualmente, provenían de declaraciones reservadas de testigos peruanos y a los
acusados no se les ofreció oportunidad de rebatirlas.
La justicia tampoco pudo conocerlas porque los peruanos citados se negaron a
presentarse ante ella. El comisionado sostuvo que durante los procedimientos plebiscitario
existían dos principios paralelos:
“uno, relativo al control del Gobierno chileno sobre el territorio plebiscitario, y otro, referente
al control completo de la Comisión sobre el plebiscito.
Por lo mismo que corrían paralelos no podían encontrarse jamás. No era esta una cuestión
de supeditación sino de armonía, conveniencia y cordialidad en la obra de ejecutar un Laudo
que Chile había aceptado gustoso”1374.
Enfatiza que la comisión se encuentra frente a una cuestión de interpretación del fallo.
Había llegado el momento, pues, de pronunciarse sobre las reglas de interpretación que él
presentó en la segunda sesión. Con este motivo, planteó la designación de un comité
integrado por tres personas, a fin de que las examinara e informara a la comisión. Por
1372
247 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº144, Washington, 24-X-1925, de Beltrán Mathieu, Embajador de
Chile en EE.UU., a Ernesto Barros Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1373
248 Memoria presentada por Agustín Edwards, op. cit. Pág. 75.
1374
249 Memoria presentada por Agustín Edwards, op. cit. Pág. 77.
último, entregó su moción de “garantías y sanciones” en reemplazo de la de “requisitos
previos”.
Freyre expuso sus puntos de vista. Defendió su moción de neutralización.
Alegó que sus compatriotas eran víctimas de actos de terrorismo, expulsiones injustificadas
y ausencia de garantías. El Laudo se refería a un plebiscito libre y ello no se lograba con “el
régimen de coerción establecido”.
Chile carecía de una posición privilegiada; solo tenía la obligación simple (subrayado en el
texto) de mantener el orden y las leyes, sin perturbar la consulta electoral. El único modo
de lograrlos era que todas las autoridades y tropas chilenas fueran reemplazadas por
neutrales. Según su interpretación de la letra “C. Poderes” del Laudo (página 99), la
comisión tenía facultades para acordar la neutralización. Por deferencia a Pershing, votaría
favorablemente la que él presentó. Pero, el representante peruano dejó constancia de que
las medidas que en ella se anunciaban representaban un paso preliminar para alcanzar la
necesaria atmósfera plebiscitaria; se reservaba el derecho de pedir, en su oportunidad, que
se ampliaran, si las circunstancias lo recomendaban, y esperaba que Edwards apreciara su
actitud como una expresión del deseo de su gobierno de hacer desaparecer “el espíritu de
injusticia y coerción que existe en el territorio” 1375.
Según el comisionado chileno, la impresión general es que los principios jurídicos no
varían; cada cual mantiene su interpretación. “Hay, sin embargo, —agrega— un cambio
visible de ambiente y creo que la exposición hecha por Chile fue acogida con simpatía por
los americanos” (luego veremos que erró). El debate, dice, salió del terreno amargo de las
acusaciones para situarlo en el de una divergencia jurídica. La incógnita es la actitud que
adoptará Pershing, y presenta diversas alternativas frente a lo que aquel declarará 1376.
El vice-Presidente de la República y el Ministro felicitan a Edwards.
Aprueban “punto por punto” los pasos que intenta dar en la próxima sesión.
Pershing podría solicitar al Árbitro que definiera los poderes de la comisión, en uso de la
facultad de apelación motu propio que consultaba el Laudo. De acuerdo con la opinión de
Lansing, le instruyen que la objete fundadamente y alegue incompetencia. Si fuese
aprobada por mayoría, el representante chileno haría reserva expresa de los derechos de
soberanía, que no fueron sometidos a arbitraje1377.
En la octava sesión, Freyre defendió la neutralización. Estimó que todas las medidas que se
adoptasen serían “preliminares”, a fin de crear una atmósfera que permitiera a la comisión
entrar después en los preparativos de la consulta, o sea, ésta quedaría para las calendas
griegas. Votaría en contra de la moción chilena y apoyaría la de Pershing 1378.

1375
250 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº105, Arica, 24-X-1925, de A. Edwards a Ernesto Barros Jarpa,
Ministro de RR.EE. de Chile.
1376
251 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº105, Arica, 24 y 25-x-1925, de A. Edwards a Ernesto Barros Jarpa,
Ministro de RR.EE. de Chile.
1377
252 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº83, Santiago, 25-X-1925, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Agustín Edwards.
1378
253 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº106, Arica, 26-X-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
Por su parte, el embajador Mathieu reiteraba la inutilidad de apelar ante el Árbitro y
estimaba que las decisiones de Pershing serían confirmadas. El prestigio y el poder del
General en su patria lo tornaban prácticamente invulnerable a cualquiera desautorización.
En esta misma sesión, el miembro chileno se opuso a la argumentación de Freyre de que la
presencia de tropas chilenas había hecho caducar el derecho al plebiscito que invocaba su
gobierno. A juicio de Edwards, el Árbitro había desechado esa alegación en el Laudo. Al
exponer sus puntos de vista, Pershing sostuvo que tal razonamiento del comisionado
chileno resultaba insostenible1379.
Edwards señaló que la remoción en masa de los carabineros era inaceptable y no deseable.
Pershing le retrucó que actualmente había un número cuatro veces mayor del que antes se
consideraba necesario. Propuso, en consecuencia, el traslado de los carabineros y del
personal del servicio secreto hasta llegar a un número similar al que existía el 20 de julio de
1922.
La Moneda se estremeció con la actitud estadounidense. Si accedía, provocaría tal
excitación popular en la provincia que no habría cómo contenerla.
Simultáneamente, Mathieu recibió la visita de Fletcher, el ex-embajador de Estados Unidos
en Santiago, para participarle que el Secretario de Estado se encontraba preocupado ante
un posible fracaso del plebiscito y del arbitraje 1380.
A su vez, el Washington Post se lamentaba de que el Presidente de Estados Unidos hubiese
aceptado el cargo de Árbitro. Consideraba, además, un error de la sentencia que el
territorio litigioso se mantuviese en poder de una de las partes, durante el acto electoral.
Correspondía que Pershing —agregabalo reparara dando plenas garantías a Perú.
El embajador describía una situación gravísima para Chile (y para él) si La Moneda
rompiera el proceso plebiscitario, al negarse a aceptar el plan de Pershing. Con el fin de
ganar tiempo, el Canciller comunicó a Mathieu que el comisionado sería llamado a
Santiago para celebrar conversaciones. Le encargaba que consiguiera una suspensión
momentánea de la comisión1381.
Según los telegramas de Edwards, Barros Jarpa reconoce que la posición electoral chilena
está expuesta a riesgos graves, en vista de las exigencias y planes de Pershing. Sin
embargo, el Ministro continúa creyendo que numéricamente es muy superior a la peruana.
Pero, su posición ya no es la misma de antes, cuando Edwards lo “abrumaba”. Cualquiera
que sea la verdad, reflexiona, lo cierto es que el plebiscito “no podrá resultar en un
ambiente de armonía entre Chile y el Perú (cursivas nuestras), y sin él la labor diplomática
que hoy llega a su desenlace será estéril para la paz y la cooperación americana”.
Consulta a Mathieu: “¿podría sondear al gobierno de Estados Unidos, ‘sin comprometerse’,
para lograr buenos oficios conciliatorios?”. Aceptaríamos —agregael sacrificio total de

1379
254 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº107, Arica, 27-X-1925, de Agustín Edwards a ErnestoBarros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1380
255 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº145, Washington, 27-X-1925, de Beltrán Mathieu, Embajador de
Chile en EE.UU., a Ernesto Barros Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1381
256 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama reservado Nº84, Santiago, 28-X-1925, de Ernesto Barros Jarpa,
Ministro de RR.EE. de Chile, a Plebichile, Arica.
Tacna y entregar un corredor a Bolivia, a condición de conservar Arica 1382.
Fletcher, que conoce el problema y que tiene amistad con Kellogg, aconseja a Mathieu
mantener el diálogo en Arica1383.
Carlos Castro Ruiz —a quien vimos actuar en los prolegómenos de la ofensiva diplomática
— se adelantó a conversar espontáneamente con Collier, para sugerirle que el
Departamento de Estado invitara a Chile y Perú a buscar una solución diplomática. El
embajador informó al canciller que había conversado con Castro y que Kellogg no deseaba
inmiscuirse, a menos que ambas partes se lo pidiesen. Por cierto, el Canciller le replicó que
Castro Ruiz había actuado motu proprio1384..., pero su gestión tenía las características de un
balón de ensayo.
Entre tanto, los asesores jurídicos de la delegación chilena, que experimentaban en carne
propia las asperezas del militar victorioso, coincidieron unánimemente en rechazar sus
planteamientos. Cualquiera concesión ahora —aseguraban— conllevaría la ruptura más
adelante y por causas menores.
Recomendaban insinuar al presidente de la comisión que sugiriera al Árbitro “un arreglo
directo de la cuestión”1385.
“No pensamos empecinarnos en el plebiscito” —contestaba el Ministro Barros Jarpa—
pero sí aparentar que lo hacemos. De este modo, progresaría la gestión directa ya iniciada
en Washington. Producida la ruptura, en cambio, La Moneda negociaría bajo el peso de
acusaciones morales tan graves que el resultado podría predecirse. Solicitaba, pues, a los
asesores que tuvieran “serenidad, serenidad, serenidad” 1386.
El comité cívico constituido en la provincia —integrado por ardorosos chilenos no tan
serenos— dirige entonces un telegrama a Alessandri. Los estadounidenses —dice—
“hacen creer” (subrayado en el original) al gobierno (chileno) que se está produciendo
(subrayado en el original) una situación peligrosísima “para los sagrados intereses de
nuestra patria y derechos inalterables que le han reconocido el Protocolo y el Acta
Complementaria de Washington y el fallo de Coolidge”. Manuel Araya y Francisco
Espinoza, presidente y vice-presidente de esa institución, respectivamente, suplican
anhelantes que venga el León para defender aquellos derechos1387.
Un autor estadounidense comenta que Kellogg, el 31 de octubre, expresó en Washington
que si Chile y Perú se pusiesen de acuerdo para solicitar los buenos oficios en el Potomac,
existiría una posibilidad de lograr que los dos gobiernos arribasen a un acuerdo. Empero,
1382
257 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama s/nº, estrictamente confidencial, Santiago, 27-X-1925, de Ernesto
Barros Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile, a Beltrán Mathieu, Embajador de Chile en EE.UU.
1383
258 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama s/nº, Washington, 28-X-1925, de Beltrán Mathieu, Embajador de
Chile en EE.UU., a Ernesto Barros Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1384
259 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama s/nº, Santiago, 28-X-1925, de ErnestoBarros Jarpa, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Beltrán Mathieu, Embajador de Chile en EE.UU.
1385
260 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº110, Arica, 28-X-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1386
261 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº86, Santiago, 30-X-1925, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Plebichile, Arica.
1387
262 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama s/nº, Arica, 28-X-1925, de Luis Arteaga a Ernesto Barros Jarpa,
Ministro de RR.EE. de Chile.
mientras tanto el plebiscito debía proseguir, y si fracasa se responsabilizaría a Chile 1388.
Alessandri, con gran confianza en sus capacidades, telegrafía a Galvarino Gallardo y
Manuel Antonio Maira:
“Ruégoles suspender todo juicio y opinión sobre resultados plebiscito. Tomen nota que mi
estrella aún no se eclipsa. En pocos días más me reuniré con Uds. allá y les garantizo que
pese a quien pese triunfaremos tal como me lo propuse al empezar la negociación” 1389.
Después de este mensaje, viaja en noviembre a Arica y recorre la región en compañía de
Luis Barceló, la bête noire de estadounidenses y peruanos.
Un escritor peruano ya aludido describe el clima reinante y se refiere a la visita del
Presidente Alessandri, quien “se pone al frente de los maleantes de Chile y excita con
discursos violentos y arrengas [sic.] descompuestos todos los ánimos, lanzando masorqueros
[sic.] por el camino del crimen”1390.
Pershing, por su parte, califica al León de “obstruccionista”, como todos los chilenos. Los
incidentes continúan. El general empieza a considerar la idea de regresar a su patria.
Kellogg le solicita que indague informalmente la actitud peruana respecto de un arreglo
por la vía diplomática1391.
En una de sus comunicaciones, Barros Jarpa sugiere al representante chileno que hay que
reconciliarse con la comisión americana1392.
Edwards no demora su respuesta:
“Reconciliación con americanos no cabe porque en ningún momento hemos reñido con ellos.
Hemos sostenido con energía nuestras respectivas doctrinas jurídicas sobre interpretación del
Laudo y estimo que no debemos nosotros abandonar las nuestras por vía de conciliación” 1393.
Frente a las proposiciones del presidente de la comisión, Barros Jarpa espera que Edwards
haya conseguido aplazar la sesión y, si no lo ha logrado, que exprese en ella que reitera
sus declaraciones anteriores. Asimismo, que abriga la esperanza de que al ponerse en
práctica el plan de garantía insinuado, se respetarán los derechos soberanos de Chile sobre
este territorio, en resguardo de cuya identidad formula, en el nombre de su gobierno, la
más formal reserva1394.
El 2 de noviembre, la comisión se reunió por novena vez 1395. Pershing, en términos duros,
reiteró sus acusaciones. Consideró agotado el tema y sometió a votación la moción chilena
1388
263 L. Ethan Ellis, op. cit. Pág. 89.
1389
264 MINREL. Fondo E. Barros Jarpa. Telegrama reservado, Santiago, 22-X-1925, de Arturo Alessandri a Comichile, Arica.
1390
265 Juan Angulo Puente Arnao, op.cit. Pág. 257.
1391
266 L. Ethan Ellis, op.cit. Pág. 89.
1392
267 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº91, Santiago, 3-XI-1925, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Plebichile, Arica.
1393
268 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº123, Arica, 4-XI-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1394
269 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama reservado Nº89, Santiago, 1-XI-1925, de Ernesto Barros Jarpa,
Ministro de RR.EE. de Chile, a Plebichile, Arica.
1395
270 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama reservado Nº117, Arica, 2-XI-1925, de Agustín Edwards a Ernesto
Barros Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
de garantías y sanciones, que condenó enérgicamente. Edwards la aprobó y Freyre la
rechazó. El general propuso la suya, a la que introdujo algunos cambios que no alteraban
el fondo.
Antes de votar y ser aprobada, el miembro chileno dejó constancia del punto de vista
nacional y expresó que no existían diferencias sustanciales entre ambos. Dijo que Chile
estaba llano a adoptar medidas para lograr una consulta electoral correcta. Sin embargo,
se manifestaba en desacuerdo por la forma en que se pretendía alcanzarla, especialmente
en lo relativo a la definición de los poderes de la comisión. Repitió enseguida las
instrucciones de Santiago.
El presidente pidió que se apoyase el informe del comité de investigaciones, a cargo del
coronel Kreger, subordinado de Pershing. Edwards presentó un contra-informe y expresó
que aún no se había leído el suyo. En él se rebatían las acusaciones en contra de las
autoridades chilenas, que tampoco fueron escuchadas. Por lo mismo, se abstuvo de votar.
El general resolvió postergar la cuestión, en vista de las observaciones de Edwards.
Anunció que en una nueva sesión propondría la reglamentación de su moción.
Con el propósito de suavizar las asperezas y para no aparecer doblegándose ante Pershing,
La Moneda se adelantó a retirar a Barceló de su cargo de Intendente, aunque
permanecería en Arica sin carácter oficial 1396. Otro tanto respecto del gobernador, Emiliano
Bustos, al que se designaría intendente de Tarapacá, un puesto “estratégico”. Eran arreglos
cosméticos que no engañarían al general Pershing.
En la décima reunión, el presidente sometió a votación una nueva moción, acerca de la
cual Edwards había informado previamente a Santiago1397.
Tenía por objeto poner en vigor la de “requisitos previos” dentro de los treinta días
siguientes; además la constitución de dos comisiones, ambas encargadas de conferenciar
con los funcionarios chilenos competentes para el cumplimiento de determinados
aspectos estatuidos en la de “requisitos previos”. Pershing designaría un miembro;
Edwards y Freyre los otros dos.
Como nadie intervino, el presidente preguntó al comisionado chileno si tenía algo qué
decir. Este se limitó a responder que carecía por el momento de instrucciones. Pershing, sin
más, cerró el debate y procedió a la votación.
Con la abstención de Edwards, se aprobó la moción. Enseguida, propuso que se aprobara
el informe de Kreger1398.
Convocó para el 6 de noviembre. Leyó una nueva moción, en que acusó a Barceló, Bustos y
nueve funcionarios más por haber usado o estar usando sus funciones en contra de un
plebiscito correcto, y citó casos: a la luz de las resoluciones aprobadas por la comisión,
deberían ser relevados de sus puestos.

1396
271 Barceló conservará sus mismos emolumentos. Se le aseguró también que se respetaría así mismo el ofrecimiento de
una plenipotencia, ofrecimiento ‘por desgracia para él’ que quedó en el limbo donde terminan muchas de estas.
1397
272 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº119, Arica, 3-XI-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1398
273 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº122, Arica, 4-XI-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
Como Santiago ya lo había hecho, Edwards manifestó que varios de los funcionarios que
figuraban en la lista anterior ya no lo eran más: Barceló, con fecha 22 de octubre, y Bustos
el 26. Además, el prefecto Ravioly había sido trasladado al sur y a Blanlot se le había
aceptado su dimisión en septiembre.
También el gobierno la había solicitado a Quiroz porque demostró una conducta
“reprensible”.
Pershing, insatisfecho, preguntó en qué se había fundado La Moneda para aceptar estas
renuncias. Secamente, replicó el comisionado que el gobierno de Chile no tenía por qué
dar cuenta de sus actos.
Edwards solicitó instrucciones, pero subrayó que sería importante mantener en toda su
integridad la doctrina relativa a la soberanía de Chile en Tacna y Arica. Agregó, con razón,
que si se abandonara, el país quedaría en una situación jurídica desmedrada que abriría la
puerta a toda clase de pretensiones1399.
El embajador chileno en Washington informó a Santiago que dos influyentes personajes
estadounidenses tenían en sus manos la posibilidad de un arreglo directo de la cuestión de
Tacna y Arica. La única dificultad podría emanar del Rímac, que abrigaría esperanzas de
éxito en la consulta. En cambio, fortalecida la confianza de Chile en el triunfo, los peruanos
perderían su entusiasmo y se mostrarían llanos a una negociación. Barros Jarpa sugiere
diplomáticamente al comisionado que se exhiba generoso y optimista, en la ejecución de
las garantías1400.
Barros Jarpa despachó un telegrama particular a Mathieu, cuyo texto no encontramos en el
archivo del ministerio de Relaciones Exteriores. No obstante, por la respuesta del
plenipotenciario, se infiere que el Canciller le esbozó una solución para las cautivas, que
entusiasmó a Mathieu. No la describe con exactitud; empero, considerando otros
mensajes, se deduce que se buscaría un arreglo diplomático, bajo el paraguas yanqui.
¿Cómo lograrlo?
Aquí estaba el nudo del asunto. Kellogg era muy proclive a él; mas, según la política del
Departamento de Estado, ambas partes tendrían que solicitárselo, y si le constaba que
estas lo deseaban, podría tomar la iniciativa. Así había ocurrido, por ejemplo, respecto de
las conferencias de Washington de 1922 1401.
En el frente interno prevalece, en cambio, un grupo que pretende la nacionalización de la
provincia a toda costa. Edwards abandona sus oscilaciones anteriores y ahora empuja para
que se apruebe la legislación electoral. Lo refuerza, sin duda, la presencia en la provincia
del Presidente Alessandri, quien lucha sin desmayo en pro de su proyecto inicial.
El León comunica a Barros Jarpa que es imposible que Chile sea derrotado en la consulta
popular, cualesquiera fuesen las condiciones en que se celebre: “El ambiente no lo
1399
274 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº122, Arica, 4-XI-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1400
275 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama reservado Nº99, Santiago, 6-XI-1925, de Ernesto Barros Jarpa,
Ministro de RR.EE. de Chile.
1401
276 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama s/nº, Washington, 6-XI-1925, de Beltrán Mathieu, Embajador de
Chile en EE.UU., a Ernesto Barros Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile. Para ser descifrado por el propio Secretario de
Estado.
permitiría”. Juzga como un gravísimo error reanimar las esperanzas peruanas, al insinuar
un entendimiento directo.
“Yo no sé quién sería el hombre bastante valiente que se atreviese a entregar estos territorios
por un arreglo directo... esto solo se podría hacer sobre raudales de sangre”. [esos fueron
Ibáñez y Ríos Gallardo, y no corrió sangre].
Barros Jarpa telegrafía reservadamente a Arteaga, en tono categórico:
“Ruego a U. S. transmitir al Sr. Alessandri: Celebro mucho las noticias que me ‘da sobre la
imposibilidad de perder el plebiscito cualesquiera que sean las condiciones’. Tomo nota de su
opinión adversa a un arreglo directo y puedo asegurarle que, aparte de las instrucciones que
tienen Mathieu y Edwards para oír y transmitir proposiciones que reciban sobre acuerdos
directos, no hay ninguna otra acción de nuestro gobierno. Mathieu sabe que debe abstenerse
de iniciar ninguna ‘gestión extraña al plebiscito’. Su telegrama que mucho agradezco ha sido
transmitido a Washington para información de nuestro embajador” 1402.
Este último mensaje ofendió la sensibilidad de su destinatario, en el que hasta se omitió el
título de Presidente de la República, que todavía ostentaba.
En el banquete que le ofrecieron los chilenos de Arica, Alessandri pronunció un vibrante
discurso1403. Allí trazó el origen de la cláusula 3ª, que contó con la intervención de Logan,
ministro de Estados Unidos en Santiago, durante la negociación del Tratado de Ancón. En
vista de que el Presidente peruano, coronel Miguel Iglesias, quiso aparecer respetando el
deseo de la opinión pública de conservar estos territorios, de común acuerdo los
negociadores consagraron la fórmula plebiscitaria. Ella envolvía “una cesión disimulada” de
Tacna y Arica, esto es, “disfrazada”. Por esta razón —dijo el orador— se dio la posesión de
ellos a Chile, a lo que se agregó un eventual pago de 10.000.000 de soles. La adopción de
esta fórmula —según Logan— reproduciría lo que hizo Estados Unidos respecto de Texas
en México. En suma, se trataba de una cesión disfrazada y de una compra, mientras se
soslayaba el derecho de conquista.
En el informe que presentó el abogado Henry L. Stimson, sucesor de Kellogg en la
Secretaría de Estado, comentó las expresiones de Alessandri, en los siguientes términos:
“Aparte de la falta de decoro de tal argumento, ningún método más seguro se podría haber
adoptado por uno de los políticos más poderosos en Chile [como era Alessandri] para
inflamar a la población local de Tacna-Arica y hacer imposible un plebiscito limpio” 1404.
Los sondeos que, por orden del Ministro, practicaba nuestro representante en el Potomac,
no se hallaban tan distantes de las ideas que preconizó la delegación chilena en Arica
algunas semanas atrás, las que en Santiago se refutaron casi con pesadez. Sin embargo, las
gestiones de Mathieu llegaron a los oídos de Edwards a través de Pershing, por cierto el
camino menos agradable para que un jefe de misión se impusiera de la política de su

1402
277 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama reservado Nº108, Santiago, 17-XI-1925, de Ernesto Barros Jarpa,
Ministro de RR.EE. de Chile, a Plebichile, Arica.
1403
278 El Pacífico, Arica, 16-XI-1929. (Transcribe discurso de Arturo Alessandri en Arica).
1404
279 La cita de Stimson se encuentra en Collections of the Herbert Hoover Presidential Library: Memorándum on the
Evidence Bearing on the Question Whether a Fair Plebiscite Can Now be Held in Tacna-Arica por Henry L. Stimson, Nueva
York
gobierno.
Inmediatamente, el León y el comisionado solicitaron informaciones precisas. En ese
momento, la delegación luchaba porque se aprobara la ley electoral, paso indispensable
para la realización del plebiscito1405.
El Canciller respondió que la única instrucción impartida a Mathieu era escuchar las
proposiciones que Kellogg pueda formularle 1406... Señaló asimismo que el comisionado
conocía el último telegrama de Washington. Al parecer, sin embargo, Barros Jarpa omitió
el suyo particular a Mathieu (que no se encuentra en el Archivo de la Cancillería) y la
respuesta del embajador, en que le refiere su conversación con Fletcher para lograr el
arreglo diplomático.
En Arica se reunió el comité especial para implementar algunas de las medidas
relacionadas con la moción de “requisitos previos”. De adoptarse, se invadirían las
atribuciones del Estado y se violaría la Constitución Política de Chile. Hubo acuerdo
unánime de recomendar su rechazo. Edwards despachó al canciller un telegrama que
concluye diciendo: “[El] gobierno debe meditar y resolver” 1407.
El León, por su lado dirige uno, contundente, al ministro. Consideraba inaceptables las
medidas que Pershing pretendía aprobar1408.
“Chile —dice— en defensa de sus instituciones y por dignidad nacional, no obstante
cualquiera consecuencia, no puede tolerar semejante humillación y no temo nada porque
nuestra resistencia está basada en el Tratado de Ancón, en el Laudo y en la Constitución
Política.
Arreglo directo —agrega— no es posible intentar ni patrocinarlo después de todas las
injustas e irritantes acusaciones que se nos han hecho mediante la exageración de hechos
nimios y sin importancia porque eso importaría quedarnos muy conformes con todas las
injurias y ataques injustos de que hemos sido víctimas. Considere U. S. que estamos en un
momento supremo y la salvación de la causa depende de la actividad y energía que gasten
para defendernos en Washington, Mathieu, Cruchaga y Lansing. Si nada consiguen quiere
decir que se han perdido lastimosamente sus inmensos esfuerzos [los de Barros Jarpa] y los
míos para afianzar la paz en Sudamérica y para robustecer los vínculos de amistad y
solidaridad entre Chile y los EE.UU. Estimo indispensable que U. S. instruya y oriente la
prensa por una sola línea (subrayado en el original) amparando la actitud del gobierno
porque eso les hace mucho efecto”.
Finalmente, en medio de tantas contradicciones, el vice-Presidente Barros Borgoño saca
fuerzas de flaqueza y decide dar un golpe de timón: instruye a Edwards para que dirija una

1405
280 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº132, Arica, 15-XI-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1406
281 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama reservado Nº107, Santiago, 17-XI-1925, de Ernesto Barros Jarpa,
Ministro de RR.EE. de Chile, a Plebichile, Arica.
1407
282 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº136, Arica, 20-XI-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1408
283 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama s/nº, Arica, 20-XI-1925, de Arturo Alessandri a Ernesto Barros Jarpa,
Ministro de RR.EE. de Chile.
nota al presidente de la comisión1409.
Deberá dejar constancia en ella de que no participará, en adelante, en ninguna de sus
actividades o de sus organismos derivados, si no se aprueban la reglamentación del
plebiscito y las fechas para la inscripción de los votantes.
Cumplidas estas etapas, la representación chilena cooperará para que se dicten las
medidas necesarias en orden a la celebración de una consulta correcta, compatibles con el
ejercicio de su soberanía.
Declarará igualmente que sus autoridades, en la provincia, ignorarán toda resolución que
emita la comisión y aquellos organismos, si previamente no se cumple con los requisitos
anteriores.
Edwards debería excusar su asistencia a toda sesión en que estas materias no figuren en la
agenda.
El comisionado propuso a Santiago una moción destinada a fijar la fecha de la consulta
electoral1410. Estaba seguro de que Freyre la resistiría enérgicamente y Pershing la
combatiría; mas serviría para demostrar urbi et orbe que Chile había agotado todos los
medios para celebrar el plebiscito. En su opinión, si era rechazada, debería apelar ante el
Árbitro1411.
En la decimotercera sesión del 12 de noviembre, fue aprobada la moción de Pershing, la
cual después de descartar ciertas reglas de procedimiento patrocinadas por el
comisionado chileno, dispuso que las reuniones del comité de investigaciones fuesen
públicas. En esa oportunidad, el General expresó que la administración del ex-intendente
de Tacna, Luis Barceló Lira, se había caracterizado por una larga serie de expulsiones,
deportaciones y actos criminales. Por lo mismo, no podía desempeñar ninguna función
relacionada con la consulta popular. Edwards contraatacó. Tales cargos había que
probarlos; mientras no fuesen más que alegaciones, los rechazaba 1412.
Con autorización de Santiago, el 21 de noviembre, Edwards dirigió al presidente de la
comisión su importante nota nº100, a la que acompañaba el citado proyecto, con el ruego
de que se incorporara al temario de la próxima sesión. Igualmente comunicaba que no
asistiría a ninguna reunión hasta que se incluyeran en la agenda los reglamentos de
inscripción y elección, y se determinarían las fechas para abrir los registros. El 1 de febrero
de 1926 se debería celebrar el plebiscito 1413.
El 22 sesionó la comisión, a la que Edwards inasistió deliberadamente.
Pershing leyó la carta del miembro chileno y expresó que la legislación electoral no
modificaría el ambiente de intimidación en que se desenvolvía el electorado de una de las
1409
284 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº113, Santiago, 20-XI-1925, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Plebichile, Arica.
1410
285 A.H. de RR.EE. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº140, Arica, 20-XI-1925, de Agustín Edwards a Ernesto
Barros Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1411
286 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº141, Arica, 21-XI-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1412
287 Memoria de Agustín Edwards, op.cit. Pág.100.
1413
288 Memoria de Agustín Edwards, op.cit. Pág. 104 y ss.
partes contendientes. “Mas bien parecería —agregóque se trataba de aprovecharse de ese
estado de terror para precipitar el acto electoral”. Para una elección libre y correcta —dijo
— se requiere de “una modificación muy radical” de parte de las autoridades y de la
población chilena.
Censuró el desempeño del Presidente Alessandri en la provincia 1414. (Tal vez pudo penarle
el discurso en que el León recordó la actuación del ministro Logan, en 1883).
Se aprobó la moción relativa a las entradas y salidas del territorio, la misma que Alessandri
y Edwards habían calificado de violatoria de la Constitución Política del Estado. Freyre
señaló que contribuiría a limpiar Tacna y Arica de elementos perturbadores, responsables a
la vez por tantos abusos y atropellos, y solicitó la separación de cuatro funcionarios de
rango menor1415.
Nuestro comisionado temía que se preparara un plan para presentar a Chile como
incumpliendo las decisiones de la comisión y por ello volvía a recomendar la apelación
ante el Árbitro. Se debía lograr la suspensión de las actividades de dicha entidad, a fin de
evitar que continuaran sancionándose mociones que culminaran con la neutralización del
territorio. Al mismo tiempo, deseaba impedir que el Árbitro sostuviera que, por no haberse
apelado, estas resoluciones se hallaban ejecutoriadas. Solicitaba instrucciones para
protestar ante la comisión.
Sobre estas bases, Edwards dirigió una nota a Pershing. En ella se reservaba el derecho de
objetar las resoluciones acordadas en su ausencia.
Particularmente, la de entrada y salida del territorio litigioso. Para su gobierno —expresaba
— el propósito de desplazar y sustituir a la autoridad chilena, con acuerdos como este era
un intento de violar el Tratado de Ancón y el Laudo, “cuya ejecución ha sido encomendada
a su cuidado” (el de Pershing)1416.
El presidente de la comisión dio a conocer esta nota, en la décimo cuarta sesión, del 21 de
noviembre. En su discurso, abordó los cuerpos legales en que insistía el miembro chileno, y
se preguntó maliciosamente ¿de qué modo aquellos trasformarían el ambiente de terror
imperante en el territorio y en el ánimo de uno de los contendores?
Mencionó el caso del leader de una sociedad local, organizada con fines de propaganda,
quien en una reunión pública expresó que la soberanía chilena, en la provincia, no podía
ponerse en duda por la celebración de una elección llamada plebiscito. Recordó,
igualmente, las expresiones de Alessandri, Presidente titular de la república, que calificó de
patrióticos los esfuerzos de dicho dirigente. Mientras subsista —exclamó el general—
semejante condición, habría que postergar cualquier “intento de llevar a efecto una
inscripción correcta o de celebrar una elección honrada” 1417.

1414
289 Memoria de Agustín Edwards, op.cit. Pág. 108.
1415
290 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº144, Arica, 22-XI-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1416
291 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº146, Arica, 22-XI-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1417
292 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº148, Arica, 24-XI-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
Freyre repitió análogas acusaciones y citó las deportaciones de peruanos desde Tacna y
Arica, ya en los tiempos en que se negociaba el Protocolo de Washington. En su opinión,
tales actos evidenciaban que Chile se preparaba para falsear el veredicto popular, con
antelación a la consulta.
Después de este discurso, Barros Jarpa instruyó al comisionado que presentara un
memorial que especificara los actos y hechos que vulneraban el Laudo. Revestiría el
carácter de una acusación y se remitiría al Presidente Coolidge. Lo despacharía en copia
autorizada, conforme la letra “D. Apelación al Árbitro”, del fallo presidencial, por tratarse de
un asunto de importancia general relacionado con la celebración del plebiscito. Chile
apoyaría todas las medidas de garantías que se juzgaren necesarias; mas no aceptaba las
expresiones que fluían del discurso de Pershing, ni sus actitudes 1418.
Barros Jarpa comunicó a Edwards que el primer impulso de Mathieu fue que se procediese
con tranquila firmeza (subrayado en el original) y se actuase según los mecanismos del
Laudo. Empero, pronto advirtió que la Casa Blanca confirmaría las resoluciones de
Pershing. La moción tendría que versar realmente sobre asuntos de primera importancia,
como la ley electoral y la fijación de fechas1419.
Es obvio que al Embajador le preocupaba prioritariamente que se conservaran las buenas
relaciones entre La Moneda y la Casa Blanca.
El Ministro expresó a Mathieu que las alarmas del Departamento de Estado y de la opinión
pública de Washington no tenían razón de ser. Lo que solo se exigía a la comisión
plebiscitaria era que demostrara, con hechos, la voluntad de realizar la consulta popular. Le
solicitaba también que procurara que esta discusión se radicara en Washington por un
tiempo, antes que en Arica1420.
Kellogg solicitó que se instruyera a Edwards para que “se allanen las dificultades
pendientes”, en la próxima sesión. Pershing había recibido instrucciones de aceptar la
discusión relativa a la reglamentación electoral. Esta se promulgaría a más tardar el 15 de
enero, siempre que Chile no obstaculizara la aplicación de los acuerdos ya adoptados 1421.
En Washington, la prensa reprodujo informaciones emanadas de periódicos chilenos,
generalmente vinculados a la empresa de El Mercurio, cuyo propietario no era otro que el
comisionado chileno. Allí se atacaba —a veces con denuedo— al general por violar el
Laudo; el pueblo estadounidense rechazaba esos cargos en contra del glorioso militar.
Según los medios yanquis de comunicación, aunque el gobierno chileno apelara ante el
Árbitro, Pershing mantendría su criterio mientras Chile no se aviniera a cumplir
sinceramente con las normas que él preconizaba. Si el militar decidía que una consulta
limpia era imposible sin estas medidas, el Árbitro lo apoyaría. La esencia del compromiso

1418
293 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº120, Santiago, 25-XI-1925, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Plebichile, Arica.
1419
294 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama reservado Nº125, Santiago, 26-XI-1925, de Ernesto Barros Jarpa,
Ministro de RR.EE. de Chile, a Plebichile, Arica.
1420
295 MINREL. Fondo Ernesto Barrros Jarpa. Telegrama s/nº, Santiago, 26-XI-1925, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Beltrán Mathieu, Embajador de Chile en EE.UU.
1421
296 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº163, Washington, 28-XI-1925, de Beltrán Mathieu, Embajador de
Chile en EE.UU., a Ernesto Barros Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
pactado por Chile y Perú —comentaban estos medios— es que ambos aceptarían el fallo
del Presidente de Estados Unidos y colaborarían para la realización de un plebiscito
correcto1422.
La decimoquinta sesión de la comisión tuvo lugar el 28 de noviembre.
Antes de ella, su presidente despachó una nota a Edwards: después de reprochar con
dureza su conducta, insinuó vagamente —a título personal— que se fijarían los plazos de
la consulta popular para abril o mayo, “siempre que las autoridades [chilenas] cooperaran al
cumplimiento de las medidas adoptadas o por adoptar” 1423. (Como se advierte, esta
resolución difería de la que Kellogg transmitió a Mathieu).
Impuesto el general por el comisionado chileno del sentido que daría a un discurso que se
proponía pronunciar, le instó repetidas veces a que no lo publicara. Aquel le respondió que
lo estimaba indispensable, como una manera de fundamentar la ausencia suya de las
sesiones e impedir que Chile apareciera ante la opinión pública internacional, como
oponiéndose a medidas razonables1424.
Si bien la idea de este discurso causó inquietud en La Moneda y qué decir en Mathieu,
finalmente se le dio el visto bueno 1425. Allí, Edwards planteó las acusaciones de su gobierno
por el curso estéril que había seguido, hasta ese momento, la comisión plebiscitaria.
Hábilmente, descargó gran parte del peso de la culpa en los manejos peruanos.
“El Perú, —dijo— después de haber perdido su tesis en Washington por el fallo arbitral, la
renovó en Arica y, precisamente, con la misma forma y con los mismos argumentos con que
la había mantenido en Washington para oponerse a la celebración del plebiscito en las
actuales circunstancias.
El Perú fue derrotado en Washington; aquí parece que encuentra ambiente favorable en la
tentativa de resucitar un muerto”1426.
En forma calculada, criticó el desempeño de Pershing, cuya posición puso en contraste con
la ecuanimidad del Árbitro.
Recordó que en esta clase de elecciones son inevitables los incidentes.
En la de Tacna y Arica, eran siempre los mismos hechos que se repetían.
Estas denuncias no eran más que un “camouflage” para cubrir la desnudez electoral
peruana. Al generalizarlas el presidente —señalaba— había dado la impresión —
seguramente sin quererlo— de que había fomentado la actitud obstruccionista de Perú, así
como la frustración del plebiscito. “Tengo instrucciones especiales —rubricaba— de dejar
constancia de esta declaración”.
A su juicio, el método que se estaba siguiendo conduciría al naufragio del principio del

1422
297 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº164, Washington, 28-XI-1925, de Beltrán Mathieu, Embajador de
Chile en EE.UU., a Ernesto Barros Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1423
298 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº166, Arica, 28-XI-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro deRR.EE. de Chile.
1424
299 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 114.
1425
300 Anexos a la Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 105 y ss.
1426
301 Anexo a la Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 138.
arbitraje y de la ejecución de esta clase de sentencias, no solo entre las partes
contendientes, sino que a nivel universal. Se sentaría un pésimo precedente.
Recordó que una vez que Chile obtuvo en Washington que Lima aceptase este mecanismo,
Perú intentó lograr la revisión de la sentencia. Luego esperó hasta el último minuto para
designar a su comisionado. Enseguida impugnó el decreto-ley Nº451, de 14 de mayo de
1925, anteriormente mencionado, que estableció en Arica un tribunal especial para el
cumplimiento del fallo que permitiera juzgar, conforme a derecho, los eventuales delitos
de intimidación, cohecho y fraude. Obró así con la evidente intención de diferir la labor
electoral de la comisión. Propuso la “neutralización” que el Árbitro ya había descartado.
Retuvo el proyecto peruano de reglamento para la inscripción de los electores y de
votación, que sujetó a calificaciones, condiciones y convenios que condujeran a la
neutralización de facto, ya que le resultaba imposible declararla de jure. Y, por último, las
actividades del miembro peruano han sido prácticamente nulas, en favor de la votación
plebiscitaria.
Afirmó Edwards que la provincia tiene 32.000 habitantes, dos pequeñas ciudades y tres
valles, y alrededor de 5.000 personas con derecho a sufragio.
Resulta increíble —opinaba— que no puedan ser concentradas durante el proceso de
inscripción y elección, a fin de protegerlas contra cualquier atentado que les impida ejercer
sus derechos.
El método seguido había llevado “derechamente a una ‘impasse’”. Y agregó:
“quedarán de relieve diferencias fundamentales entre la actitud y espíritu de la Comisión y la
actitud y espíritu del Árbitro”.
Tan pronto se levantó la sesión, el comisionado comunicó al general que había recibido
instrucciones de entregar el texto de su exposición a la prensa.
Pershing lo consideró una “violación directa y seria” de la inteligencia de mantener en
reserva los procedimientos de aquella entidad. Empero, Edwards cumplió con lo acordado
en Santiago1427.
Freyre rebatió la moción que presentó el miembro chileno, especialmente por los plazos
muy estrechos que señaló. Apoyó la que se refería a entradas y salidas del territorio. Dijo,
además, que según el Laudo, el deber de la comisión no era proceder a la consulta, sino
hacer todo lo posible para lograr un plebiscito correcto. El Árbitro —argumentó— no fijó
ningún plazo; este lo dejó al criterio de la comisión, que “tenía completo control” del
proceso.
La resolución que se adopte debe ser respetada y cumplida por las partes 1428.
La primera reacción favorable a este discurso provino por cierto del Presidente Alessandri,
todavía en Arica. Lo calificó como “monumental y lapidario”. “No olvidemos —dijo— que
la energía de Balmaceda en las conferencias de Viña del Mar produjo el Tratado de
Ancón”. Instó a Barros Jarpa para que le diera la mayor difusión, pues sabía que “allá” (en
Santiago) se esforzarían por ocultarlo. Sin titubeos, el Presidente ya lo había entregado a
1427
302 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 115.
1428
303 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 115 y ss.
los corresponsales de La Nación y de La Prensa de Buenos Aires1429.
El comisionado consideraba que su actitud había impresionado a los estadounidenses.
Creía que posiblemente tratarían que la delegación chilena participara en las reuniones y
accediera a cooperar con ellos en la implementación de las medidas que acordara la
comisión, a cambio de discutir la ley electoral y fijar la fecha del plebiscito. Un arreglo así
—estimaba Edwardspodría lograrse siempre que ellos fijaran de antemano los plazos
definitivos y precisos para la inscripción y votación; mas avizoraba nuevas medidas
“neutralizadoras”, que evidentemente perjudicarían las aspiraciones chilenas 1430.
A juicio de Pershing, la intervención de Edwards había pretendido eximir a Chile de toda
culpa por un eventual término de las sesiones. Kellogg pidió consejo a Hughes. En tono
desesperanzado, escribió a Collier: “No sé dónde terminará esto”. El Secretario de Estado,
ansioso de evitar la crítica chilena, estimulaba al presidente para que se desenvolviera con
mayor rapidez1431.
El Secretario de Estado convocó a Mathieu para llamarle su atención sobre de la campaña
de la prensa chilena, en contra de la delegación de su patria. Aludió a que Edwards era el
dueño de esos periódicos, los que seguramente recibían su inspiración.
Desde Santiago, un corresponsal de Chicago se refirió a la violenta campaña de los
periódicos chilenos que acusaban a Pershing de haber llegado a Arica bajo la influencia de
la diplomacia peruana y prevenido en contra de la administración chilena en la provincia.
Dedujo que La Moneda buscaría el fin del plebiscito y que las negociaciones se trasladen a
Washington; incluso algunos funcionarios chilenos considerarían la partija 1432.
Los agentes diplomáticos suelen impresionarse con el ambiente que prevalece en las
naciones en que están acreditados. Pues bien, Mathieu parecía sufrir un proceso
semejante: temía que la rigidez de Edwards junto con la fogosidad de Alessandri
arrastrasen a Chile a una grave crisis con Estados Unidos, de la que el gobierno tuviese que
salir con humillaciones. Así sucedió —señalaba— en el caso del Baltimore y en la
reclamación pecuniaria de la casa Alsop. Clamaba ¡que los acontecimientos no se
precipitan! Veía peligrar su obra de acercamiento a la Unión 1433.
Después de los ecos que tuvo su discurso, Edwards analizó la situación y señaló, a su juicio,
ciertas líneas de acción1434.
La más inmediata —sugería— era aislar (subrayado en el original) la dificultad que se
había producido, a fin de impedir que se convirtiera en un hecho internacional entre Chile

1429
304 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama s/nº, Arica, 28-XI-1925, de Arturo Alessandri a Ernesto Barros Jarpa,
Ministro de RR.EE. de Chile.
1430
305 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº168, Arica, 29-XI-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1431
306 L. Ethan Ellis, op.cit. Pág. 90.
1432
307 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº166, Washington, 30-XI-1925, de Beltrán Mathieu, Embajador de
Chile en EE.UU., a Ernesto Barros Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1433
308 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama s/nº, Washington, 30-XI-1925, de Beltrán Mathieu, Embajador de
Chile en EE.UU., personal para Ernesto Barros Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1434
309 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº170, Arica, 1-XII-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
y Estados Unidos. Con este fin, había que orientar a la prensa. Su exposición solo reflejaba
una queja justificada por la actitud de Pershing, aunque amistosa, y no hacia el Presidente
Hoover; tampoco expresaba una contraposición de intereses chilenos y estadounidenses.
El gobierno de La Moneda persigue únicamente —concluye— obtener el cumplimiento de
la sentencia arbitral que dictó el Presidente de Estados Unidos.
Barros Jarpa intentó tranquilizar a Mathieu, al expresarle que el discurso de Pershing había
sido imprudente. Barros Borgoño y Edwards patrocinaron, entonces, una acción enérgica,
que él no pudo impedir. Como calculaba que el comisionado chileno podría excederse, le
había repetido el consejo del embajador: una tranquila firmeza. Solo conoció el discurso de
Edwards cuando apareció en la prensa. Pudo ser más ecuánime, pero la opinión pública
estaba muy irritada en contra de los yanquis. El propio comisionado era de opinión de
calmar a los diarios. Señalaba el Canciller que, en el futuro, no se efectuarían publicaciones
y se disciplinaría a los diarios. Le sugería que se acercara a Kellogg para evitar una crisis
irreparable, hasta que asumiera Emiliano Figueroa, nuevo Presidente en Chile (solo faltaban
tres semanas).
“Don Emiliano [Figueroa] —sentenciaba— es extremadamente pacifista y él sabrá dar a
estas cosas otro giro” 1435(el giro que impondrían más adelante Ibáñez y Ríos Gallardo, por
cierto bien diferente del que habían promovido Alessandri y Barros Jarpa).
Al conocer las informaciones de nuestro embajador a orillas del Potomac, Edwards aseguró
que eran los asesores de Pershing quienes intentaban alejar de la provincia a todos los que
sostenían con energía la causa chilena.
Para ellos eran indeseables Barceló, Arteaga, Alessandri y él. Desmentía los cargos en
contra suya, mas ofrecía su renuncia. “Estaré no solo pronto —dicesino feliz de
eliminarme”1436.
El Washington Post publicó entonces un despacho del corresponsal Víctor Fox, desde Arica.
Estimaba que Chile se mantendría dentro del arbitraje estadounidense, aunque nuevas
acciones de Pershing anticiparán futuras dificultades. Apreciaba que el Laudo las admitía e
imponía al Árbitro la obligación de aquilatar los méritos de cada una de ellas. Incluso La
Moneda tenía el derecho de solicitar la nulidad del plebiscito 1437.
Emiliano Figueroa, próximo a asumir el mando presidencial el 23 de diciembre, ofrece a
Beltrán Mathieu la cartera de Relaciones Exteriores. Este antes de responder, conversa con
Kellogg. Junto con ofrecer toda su cooperación al nuevo ministro, el secretario le anuncia
que solicitará al indomable Pershing que fije con prontitud las fechas para aprobar la ley
electoral y el día del plebiscito. A su paso por Arica, Mathieu proyecta encontrarse con el
general y procurará restablecer una aproximación entre Edwards y él 1438.
1435
310 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama s/nº, Santiago, 2-XII-1925, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro de
RR.EE. de Chile, personal para Beltrán Mathieu, Embajador de Chile en EE.UU.
1436
311 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº171, Arica, 2-XII-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1437
312 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº169, Washington, 4-XII-1925, de Beltrán Mathieu, Embajador de
Chile en EE.UU., a Ernesto Barros Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1438
313 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama s/nº, Washington, 6-XII-1925, de Beltrán Mathieu, Embajador de
Chile en EE.UU., personal para Ernesto Barros Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
Barros Jarpa transcribe este mensaje al comisionado, quien debió sentirlo como un nuevo
reproche.
Pershing respondió la nota nº100 del miembro chileno, de 21 de noviembre 1439.
Repitió con mayor énfasis sus acusaciones. Por lo mismo, consideraba impracticable el
cuadro de fechas propuesto por Edwards, y formulaba una contraproposición que,
ciertamente, no era la misma que Kellogg informó a Mathieu.
El general declaraba que el reglamento de registro y elección podría quedar resuelto a
fines de diciembre. La comisión podría adoptar y promulgar los reglamentos hacia el 15 de
enero; las inscripciones comenzarían dentro de los treinta días siguientes y la votación
tendría lugar a mediados de abril. Pero, no era un compromiso irrevocable de su parte...
Conforme a las instrucciones que recibió de Santiago, el 7 de diciembre, Edwards cursó
una nota al general1440. Solicitaba que se reuniera inmediatamente la comisión para
considerar y votar la moción que corría anexa a su despacho nº100 antes mencionado. En
caso de que se rechazara, certificaría una apelación al Árbitro. Al mismo tiempo, preparaba
una respuesta al discurso del presidente1441.
El 9 de diciembre tuvo lugar la decimosexta sesión.
Freyre rebatió extensamente la exposición hecha por el plenipotenciario chileno, el 28 de
noviembre. Reiteró que la inscripción y la votación no eran cuestiones inmediatas. En
cambio, lo que sí urgía era que Chile dejase de coartar las actividades plebiscitarias
peruanas. Citó cuarenta y ocho ilícitos cometidos contra sus compatriotas y repitió largos
párrafos de declaraciones de Pershing, que apoyaban sus planteamientos. Por último,
solicitó que su discurso se entregara a la prensa, lo que fue aprobado de inmediato por el
miembro chileno y también por el presidente.
El general replicó a Edwards en un tono relativamente moderado, empero hubo pasajes
donde rechazó con firmeza los cargos de parcialidad que se le imputaban 1442.
Después de un debate, Pershing presentó una moción en que solicitaba al gobierno de
Santiago que respondiera si en adelante estaba dispuesto a cooperar con la comisión, y
que instruyera a sus funcionarios para que colaboraran en la ejecución de los reglamentos
y resoluciones ya adoptados o que se adopten en el futuro, “salvo siempre el derecho de
apelación ante el Árbitro”. De resultas de lo anterior, el proyecto de ley electoral se
presentaría el 16 de enero; las inscripciones comenzarían el 16 de febrero; y la votación, el
15 de abril o después. Mas estas fechas quedaban sujetas a cambios.
Tal acuerdo involucraría indirectamente el rechazo de la moción chilena, sin discutirla. Así
quedaba bloqueado el derecho de apelación ante el Árbitro, por lo cual Edwards insistió en
que su proyecto se votara sin soslayarse.
1439
314 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 119 y ss.
1440
315 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº178, Arica, 8-XII-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1441
316 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº177, Arica, 8-XII-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1442
317 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº181, Arica, 10-XII-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
Un rechazo formal —y no virtual— le permitiría ejercer este recurso.
Finalmente, para zanjar la situación, se interpretó que el voto afirmativo de la moción del
presidente significaba el voto negativo de la de Edwards.
La actuación del plenipotenciario fue aprobada en Santiago. Entregaría a la comisión todos
los documentos necesarios, a fin de certificar la apelación ante el Presidente Coolidge.
Mientras tanto, habría un período de suspensión de labores y La Moneda reduciría la
presencia de funcionarios chilenos, que tantos gastos imponían al erario. Edwards y Claro
viajarían al sur.
El 11 de diciembre, el comisionado chileno presentó al general Pershing la apelación, que
en síntesis: a) dejaba constancia de que la comisión deliberadamente había eludido pronunciarse
respecto de la nota chilena nº 100, lo que significaba una denegación de justicia y dejaba la fijación
de estos plazos a merced de la comisión; b) apelaba por el rechazo tácito de su moción en tanto
que la de Pershing se aprobaba; c) señalaba como documentos relevantes su despacho nº100, el
discurso del 28 de noviembre, sus diferentes notas, informes jurídicos y actas de la comisión; d)
acompañaba un memorándum en que refutaba todos los fundamentos de la moción del general;
e) pedía que se certificara su apelación y se enviaran copias de estos documentos al Árbitro, y f)
solicitaba al Árbitro que, al resolver respecto de la forma en que oiría la apelación y las alegaciones
verbales o escritas y peticiones que se formulasen, revocasen o modificase las resoluciones de la
comisión en la forma que ante él se solicitaría, corrigiendo los procedimientos de dicha entidad y
que se llevase a cabo el plebiscito sin tardanza y en las condiciones que actualmente existían en el
territorio, salvo el regreso de aquellos peruanos que comprobasen haber sido expulsados 1443.
En un mensaje que se cruzó con el anterior, Mathieu se refería a la moción de Pershing,
aprobada con el voto de Freyre, y preocupado de que se conservaran las buenas relaciones
con la Unión Americana la estimaba positiva. Agregaba que convendría que las puertas de
la Administración Figueroa, a la que él ingresaría, permanecieran abiertas para desarrollar
una política que significara no distanciarse de Estados Unidos ni un desconocimiento del
compromiso de realizar un plebiscito correcto1444.
El Canciller saliente calmaba a su nervioso sucesor: Chile tiene la posibilidad de desistirse
de la apelación, que puede considerarse como un recurso dilatorio. Mathieu entiende,
entonces, que si bien el plebiscito es una aspiración inmediata, existe otra: “la que Usted
[Barros Jarpa] pensaba o una semejante” (cursivas nuestras). Con esto, aludía claramente a
un arreglo diplomático, al margen del Laudo. Aquí hay buena voluntad —indicaba—
mientras “no se les exija desautorizar siquiera indirectamente a Pershing” 1445.
En la decimoséptima sesión, el 14 de diciembre, se certificó la apelación chilena 1446.
Dos días después, tuvo lugar la decimoctava reunión. Se adoptó una moción de Pershing,
en que se indicó el camino que seguiría el recurso presentado por el miembro chileno.
Introdujo, asimismo, un informe sobre las condiciones en el territorio, al que no dio lectura.
1443
318 318 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº185, Arica, 13-XII-1925, Arica, de Agustín Edwards a Ernesto
Barros Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1444
319 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº173, Washington, 14-XII-1925, de Beltrán Mathieu, Embajador de
Chile en EE.UU.
1445
320 MNIREL. Fondo E. Barros Jarpa. Telegrama s/nº, Washington, 14-XII-1925, personal y confidencial para Ernesto
Barros Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1446
321 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 133 y ss.
Edwards lo leyó al día siguiente. Advirtió que la intención del militar era impresionar al
Presidente Coolidge antes de que conociera la apelación chilena, e igualmente preparar el
terreno para postergar las fechas de inscripción y elección; solo se mantendría la de
implementación del reglamento electoral.
Repitió las acusaciones que formuló el general, en la sesión del 10 de octubre.
En ellas pintaba un cuadro casi infernal en la provincia, como consecuencia de la
cuidadosamente bien planeada campaña de “chilenización forzada” del territorio 1447.
Edwards informó de su próximo viaje a Santiago, con el objeto de entrevistarse con el
nuevo gobierno. El general entendía que el Árbitro dispondría que el trabajo prosiguiera.
Continuarían, pues, los trabajos del comité de queja, el estudio del reglamento electoral y
se aceleraría el cumplimiento de los “requisitos previos” y la de entradas y salidas del
territorio.
Barros Jarpa autorizó al comisionado para que se trasladara al sur, el 19 de diciembre. Se
mantendrían en funciones Manuel Antonio Maira, Galvarino Gallardo y Guillermo Guerra,
que atenderían el trabajo de los comités señalados.
Edwards se embarcó el 19 de diciembre, llevando el texto de la última exposición del
representante estadounidense. Dedujo que el plebiscito se tornaría imposible, a menos
que se confíara a Pershing el control absoluto del acto electoral y la administración de la
provincia1448, lo que sería intolerable para Chile.
El General recibió un telegrama de Coolidge en que le informaba que había tomado
conocimiento del recurso chileno. Al mismo tiempo, se disponía que continuara el
trabajo1449.
El consejo de ministros se reunió el 26 de diciembre, con asistencia de Agustín Edwards y
los asesores Samuel Claro Lastarria y Manuel Foster Recabarren. De acuerdo con el criterio
de Mathieu —aún en Washington— se desistiría de la apelación interpuesta en contra de
la mociones que fijaban un cuadro de fechas para el acto plebiscitario. En cambio, antes
del 15 de enero, se presentaría una exposición serena, “pero bien fundada”, acerca de los
procedimientos de investigación aplicados por la comisión plebiscitaria, así como de los
reclamos que esta merecía al gobierno chileno. Como se aprecia, se eludía una
condenación del presidente de la comisión, al propio tiempo que se justificaban las
anteriores protestas de Edwards y se preparaba el ánimo del juez dirimente, “para una
emergencia por venir”1450.
Como resultado de esta conferencia, el Ministro instruyó a sus representantes en Tacna
que cooperaran en la implementación de los prerrequisitos.

1447
322 A.H. de RR.EE. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº196, Arica, 17-XII-1925, de Agustín Edwards a Ernesto
Barros Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1448
323 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº197, Arica, 18-XII-1925, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
1449
324 MINREL. Fondo E. Barros Jarpa. Telegrama Nº201, Arica, 23-XII-1925, de Manuel Antonio Maira y Galvarino Gallardo
a Ernesto Barros Jarpa, Ministro subrogante de RR.EE. de Chile.
1450
325 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama reservado Nº228, Santiago, 26-XII-1925, de Ernesto Barros Jarpa,
Ministro subrogante de RR.EE. de Chile, a Beltrán Mathieu, Embajador de Chile en EE.UU.
Con relación a la disminución de policías y carabineros, que había sido tantas veces
reclamada por la comisión, se encargó a Maira y Gallardo que solicitaran a Pershing que
investigara la presencia de un número excesivo de tropas peruanas al norte del río Sama,
que despertaba sospechas en Santiago.
Al mismo tiempo, se le alentaba a seguir adelante con optimismo.
“Esa es la política del éxito”, acotaba don Ernesto 1451.
El Presidente Figueroa continuaría con el plebiscito “hasta el fin”, al propio tiempo que la
delegación chilena no debía oponer rebeldías irrazonables e irreductibles, en asuntos de
menor importancia1452.
Como se nota, en estos momentos se perciben nítidamente dos actitudes: la de Edwards y
sus asesores, que junto con Alessandri, defienden con estrictez la soberanía nacional en los
territorios litigiosos, basándose en la interpretación que les merece el Tratado de Ancón y
el Laudo Arbitral; y la de Mathieu, futuro Canciller, que preconiza una flexibilidad que si
bien puede o no conducir al plebiscito, en todo caso preservará la amistad con “la gran
república del norte”. (En opinión del embajador Collier, las relaciones entre Edwards y
Mathieu distarían mucho de ser estrechas, desde hace tiempo) 1453.
Pershing anunció, el 29 de diciembre, su decisión de regresar a Estados Unidos para
someterse a un tratamiento dental. Más que sus dientes, la verdadera causa debió ser el
clima difícil de la negociación. En las memorias del diplomático estadounidense Willard L.
Beaulac, este cuenta: “una vez le oí decir en broma al general Pershing que la guerra
mundial era algo fácil en comparación con el plebiscito” 1454. El 19 de enero de 1926, ya en
Washington, renunció y urgió al Secretario de Estado a poner fin a la consulta popular 1455.
Estos serían los primeros indicios de una moción de impractibilidad de la consulta.
Semanas después, Pershing fue remplazado por William Lassiter, jefe del comando sur en
Panamá, al decir de Barros Jarpa “un modesto general de gendarmerías” 1456. Sin embargo,
Henry L. Stimson, sucesor de Kellogg en la Secretaría de Estado, lo calificaba como uno de
los oficiales más capaces del ejército estadounidense, con un distinguido desempeño en la
campaña de Francia, durante la Primera Guerra 1457.
El Secretario de Estado comunicó a Lassiter que el Presidente de Estados Unidos había
resuelto designar a una persona sin ningún contacto anterior con el diferendo de Tacna y
Arica; sabía que el problema no solo era chileno-peruano, sino que entre Edwards y
1451
326 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº148, Santiago, 30-XII-1925, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro
subrogante de RR.EE., a Plebichile, Arica.
1452
327 MINREL Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama s/nº, Santiago, 30-XII-1926, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro
subrogante de RR.EE. de Chile, personal para Luis Arteaga.
1453
328 Foreign Relations, volumen 1, Pág. 266. Telegrama, Santiago, 8-1-1926, de William D. Collier, Embajador de EE.UU.
en Chile, al Secretario de Estado de EE.UU.
1454
329 Juan Miguel Bákula: “Perú: Entre la Realidad y la Utopía. 180 años de Política Exterior”. Fondo de Cultura Económica.
Lima. 2002. Tomo II. Pág. 1046.
1455
330 L. Ethan Ellis, op.cit. Pág. 90.
1456
331 Ernesto Barros Jarpa, op.cit. Pág. 36.
1457
332 Collections of the Herbert Hoover Presidential Library: Memorándum on the Evidence Bearing on the Question Whether
a Fair Plebiscite Can Now be Held in Tacna-Arica por Henry L. Stimson, Nueva York, 3-6-1926.
Pershing. Hoover había expresado a Leguía, de acuerdo con el Tratado de Ancón y el
Laudo de Washington, que el Árbitro carecía de facultades para asumir el control
administrativo del territorio, que correspondía a Chile. Por otra parte, que esta última
república tampoco tenía derecho a utilizar sus poderes administrativos para interferir o
frustrar el plebiscito. Lassiter debería mantener una actitud amistosa y equidistante.
Aunque no existiera una afirmación explícita ni menos una censura a Pershing, se insinuaba
que el nuevo representante tendría que observar una actitud más contemporizadora que
su antecesor. En caso de un fracaso, lo que sí se debía evitar a toda costa era que Estados
Unidos resultara culpable de él1458.
En medio de estas circunstancias, Kellogg, oficialmente, mantenía su apoyo a la solución
plebiscitaria; empero, advertía los tropiezos que presentaba en el terreno. En verdad, le
atraía más una transacción, como indicaremos más adelante y así lo transmitiría a Miles
Poindexter, su agente en Lima1459.
Juzgaba que Perú preferiría obtener una victoria moral sobre Chile y mantener insoluto el
problema, lo que le ayudaría en el frente interno. En el Mapocho, “el partido militar” —
señalaba— se inclinaba por que no se resolviera, y así mantener la preponderancia de las
fuerzas armadas. En cambio, el Presidente Figueroa deseaba una transacción que, además,
incluyera a Bolivia1460.
Por su lado, Poindexter juzgaba que Perú podría ganar, siempre que el plebiscito fuera
correcto; sería una victoria política para Leguía. Mas, si el presidente de la comisión
cancelara el acto electoral por culpa del gobierno de Santiago o por turbulencias
provocadas por sus nacionales, esto también constituiría un triunfo para el Presidente
peruano.
Leguía había comentado a Poindexter que, si resultaba victorioso en el plebiscito, estaba
dispuesto a pactar por escrito un acuerdo para conceder a Bolivia un puerto en la
provincia de Arica1461.
Edwards, a su regreso a Arica el 10 de enero, se impuso de unos lamentables actos de
violencia ocurridos en la provincia1462.
El 4 llegó a Tacna una comisión peruana de propaganda, encabezada por el general
Ramón Pizarro. Según la versión de este militar, fue recibida por una muchedumbre con
gritos amenazadores de “¡mátenlos!”. Al descender del tren— expresa— fueron agredidos,
aunque doce policías trataran en vano de protegerles. Indica que algunos soldados y dos
oficiales chilenos, que presenciaron los hechos se rieron impasiblemente. Varios
integrantes de su comitiva fueron golpeados, sin que —según él— la policía actuase con la

1458
333 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Washington, 11-1-1926, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de
EE.UU., al general William Lassiter, Comandante de las Fuerzas Americanas en la zona del Canal de Panamá.
1459
334 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Washington, 4-1-1926, del Secretario de Estado F.B. Kellogg al
embajador de EE.UU. en Perú, Miles Poindexter.
1460
335 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama anterior a Miles Poindexter en que transcribe telegrama a Collier.
1461
336 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Washington, 9-1-1926, de Miles Poindexter, Embajador de EE.UU. en
Perú, a Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU.
1462
337 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 146 y ss.
debida eficiencia1463.
En cambio, el agente consular británico en Arica se impresionó por las actitudes
provocativas de esta numerosa delegación. Por su conducta se veía que traía el propósito
de crear problemas, a fin de tener una excusa para impedir la votación plebiscitaria 1464.
El mismo día se produjo otro suceso, igualmente penoso y condenable, a causa del
descarrilamiento —aparentemente intencional— del autocarril que transportaba al
comandante Rotaldi, del trasporte peruano Rímac, y a otros funcionarios de esta
nacionalidad, a quienes se atacó.
El comisionado, en sus Recuerdos de mi persecución, afirma que la responsabilidad de estos
hechos delictuosos debería buscarse en ciertos funcionarios policiales ligados con el
ibañismo1465.
Edwards se apresuró a tomar medidas para obtener que se castigase a los que resultasen
culpables. Informó a Pershing que, tan pronto se reuniera la comisión plebiscitaria,
solicitaría que se requiriera al tribunal especial creado el 14 de mayo de 1925, para que se
ocupara de tales desgraciados hechos y sancionara a los que resultaren responsables.
Poco antes de la llegada del miembro chileno, también el almirante Gómez Carreño, nuevo
intendente de la provincia, fue víctima de otro accidente, aparentemente intencional. El
hijo del almirante recibió la confesión de su autor. No le nombra, mas se trataría del
temible Ventura Maturana, al que aludimos anteriormente.
Edwards se trasladó a Tacna para conversar con las autoridades. El intendente,
convaleciente todavía, no se sentía con suficiente autoridad para reprimir estos actos. El
accidente mencionado fue un acto criminal, organizado por grupos de nativos, y “todo
hace suponer —dice el comisionado— que contaron con la complicidad, por lo menos, de
la policía secreta de Tacna”1466.
Los naturales —agrega— están exaltados y se sienten amparados por la campaña de
“nuestros agentes”.
Edwards congregó, en la intendencia, a los dirigentes de los nativos y de la unión cívica.
Condenó enérgicamente la ruptura del compromiso que adquirieron con Alessandri y con
él de impedir acciones de esta naturaleza, que calificó como delitos de traición a la patria:
impedían avanzar en los trabajos electorales y harían fracasar el plebiscito.
Barceló no asistió a la reunión y dejó traslucir su resentimiento. Tenía la sensación de que
en las expresiones del comisionado y del almirante se le responsabilizaba. Su ausencia
agitó a los dirigentes, que percibieron cierta tendencia a eliminar al ex-intendente, quien
durante varios años se había ocupado de afianzar la chilenidad en la provincia 1467.
1463
338 FOREIGN RELATIONS.1926. Vol. 1. Pág. 266. Telegrama, Arica, 8-1-1926, del Cónsul de EE.UU. en Arica. Transcribe
mensaje del general Pershing.
1464
339 PUBLIC RECORD OFFICE. Foreign Office 371 1106. Consulado británico en Antofagasta, 10-3-1926.
1465
340 Agustín Edwards, op.cit. Pág. 26. En su Memoria, Pág. 146 y ss., los describe también.
1466
341 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº223, Arica, 11-1-1926, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro subrogante de RR.EE. de Chile.
1467
342 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº226, Arica, 12-1-1926, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro de RR.EE. de Chile.
El comisionado conversó con Barceló y llegó con él a un “perfecto acuerdo”. Obtuvo que
retirara su renuncia y estaba cierto de que no le cabía participación en los hechos
precedentes. La mejor manera de mantener en orden a los nativos y a la unión cívica era
con su ayuda, indispensable para controlar a algunos elementos muy exaltados, entre los
guardias. Solo le obedecían a él, en quien confiaban ampliamente. A Edwards también le
intranquilizaba que la legislación electoral que se aprobara privase a Chile de muchos
votos. En este evento, aquellos elementos presentirían una derrota, y al quedar bajo
soberanía peruana temerían por sus personas y sus bienes.
Entre tanto, el embajador Collier visitó a Barros Jarpa, en su calidad de Canciller
subrogante, el 8 de enero de 1926 1468. Con el pretexto de los sucesos acaecidos en la
provincia de Tacna, deseaba intercambiar con el Canciller ideas personales, sin carácter
oficial. Su proposición consistía en que Chile ampliase la jurisdicción conferida al Árbitro, a
fin de que este resolviese, sin ulterior recurso, el problema político del Pacífico, tomando
en cuenta aun el interés de Bolivia.
El ministro se adelantó a decirle que tenía la certeza de que Chile contaba con el apoyo
electoral para ganar; además, la fórmula del diplomático encontraba dificultades
constitucionales. El Laudo había sido aprobado por el poder legislativo y, en consecuencia,
solo podría alterarse con el consentimiento del Congreso Nacional. Sería difícil reunir los
votos para dar un paso de esta clase.
No obstante, el embajador invitó al Secretario de Estado para que le expresara su opinión
sobre el fondo de esta idea. El ministro, dado que ejercía el cargo como dimisionario y que
estaba muy próxima la llegada de su sucesor, se escabulló. Le adelantó que el Presidente
de la República y el nuevo secretario de Estado, señor Mathieu, estaban movidos por un
espíritu de conciliación. Por el momento, —le expresó— la política del gobierno consistía
en apresurar el plebiscito, lo que no excluía una eventual gestión oficiosa de naciones
amigas dirigida a solucionar el problema por otros medios.
Antes de despedirse, Collier le señaló que Estados Unidos, en todo caso, no tomaría
ninguna iniciativa para sugerir soluciones políticas, salvo que Chile y Perú se lo solicitasen.
El secretario de Estado le manifestó también que su gobierno no vería con buenos ojos
que, abortada la consulta, se encontrara una solución sin la intervención estadounidense.
“Esto significaría el fracaso total de la amistosa intervención de los Estados Unidos en las
viejas diferencias chileno-peruanas”. (Subyacían los enunciados de Monroe).
Barros Jarpa también conversó con el embajador argentino, señor Manuel Malbrán 1469. Este
agente mantenía permanentes conciliábulos con Collier y ejercía cierta influencia sobre él.
Le confidenció al canciller que el representante de Washington había consultado
previamente al Departamento de Estado la idea que a título personal transmitió al Ministro
chileno y que el Departamento le respondió que “era la única aceptable”. Tampoco su país
deseaba desprenderse del problema, pues era una cuestión de prestigio nacional.
Kellogg movía activamente sus hilos en varias capitales sudamericanas —Buenos Aires, Río

1468
343 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Memorándum de una conversación del Ministro subrogante de RR.EE. con el
Embajador de Estados Unidos. Santiago, 11-1-1926.
1469
344 L. Ethan Ellis, op. cit. Pág. 90.
de Janeiro y Montevideo— para que apoyasen una solución en que ambos contendientes
solicitasen los buenos oficios estadounidenses1470.
Barros Jarpa preguntó si esta proposición encontraría acogida en Lima.
Malbrán, aunque no se sentía autorizado para adelantar el pensamiento del Rímac, creía
que una nación amiga —como la República Argentina— podría encontrar el medio para
producir un acuerdo.
El embajador en el Potomac, Hernán Velarde, debatió con Kellogg, el 15 de enero, acerca
de los hechos ocurridos en Tacna y Arica. Le aseguró que era la policía civil chilena (la
secreta) la que promovía los desmanes y actuaba como instigadora 1471.
Kellogg repitió a Velarde lo que ya sabíamos, que el Presidente Coolidge carecía de
facultades para hacerse cargo del territorio.
Con el fin de definir responsabilidades, ladinamente Velarde preguntó al Secretario de
Estado si Chile no puede mantener el orden y la seguridad, tampoco castiga a los
eventuales autores, ¿debería asumir su responsabilidad y su culpa? El Secretario contestó
afirmativamente.
Entretanto, la decimonovena sesión de la comisión plebiscitaria se había reunido el 12 de
enero de 1926. Freyre denunció los hechos acaecidos el 6 de enero; acusó a Barceló y al
general Fernández de ser sus instigadores, por lo menos indirectamente; y expresó su
oposición a la decisión de Edwards de entregar al tribunal especial la investigación y el
proceso criminal de tales hechos. Ninguna corte de justicia chilena le inspiraba confianza
en asuntos vinculados con el plebiscito. La delegación peruana se abstendría de participar
en actos relativos a la consulta popular, a que se refería la moción de Edwards, hasta que
prevaleciera un ambiente de corrección y él no se prestaría a una farsa. El peruano
presentó dos mociones: una para designar coadjutores, es decir, interventores
estadounidenses, ante las principales autoridades de la provincia, y la otra para que no se
asignaran funciones o permanecieran en el territorio un número mayor de los ochocientos
miembros del ejército chileno, señalados en el comité de reducción de fuerzas 1472.
Edwards censuró esos incidentes y lamentó que el miembro peruano hubiera inculpado a
las autoridades nacionales antes de que se establecieran las responsabilidades. En caso de
comprobarse estas, su gobierno sería severo en el castigo de los responsables. Al final de
su exposición, propuso una moción para que el tribunal especial procediera a investigar
estos hechos.
Pershing recomendó que la indicación de Edwards se aprobara, a fin de que dicha entidad
se abocara al conocimiento del caso. Igualmente recomendó al comité electoral que diera
preferencia a la adopción de penas adicionales por los delitos de intimidación, cohecho,
fraude u otros que se relacionaren con la consulta popular. Se acordó postergar por quince
días todas las fechas relativas a la celebración del plebiscito. (Por cierto, esta última idea no
fue sugerida por Edwards).
1470
345 FOREIGN RELATIONS, Vol.1, 1926. Reproduce cables de Kellogg a sus agentes en esas capitales.
1471
346 Departamento de Estado de EE.UU. División de Asuntos Latinoamericanos.
1472
347 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº227, Arica, 13-1-1926, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro subrogante de RR.EE. de Chile. (Ver Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 150 y ss.).
El miembro chileno consideró, conforme se lee en su memoria, que bastaban dos semanas
para calmar los ánimos, frente a los únicos hechos verdaderamente graves ocurridos en el
territorio; ellos no eran un impedimento para celebrar el plebiscito.
No se tomó determinación alguna relativa a las dos mociones que presentó Freyre.
A juicio de Edwards, la actitud chilena modificó sustancialmente el ambiente que crearon
las ocurrencias ya relatadas. El comisionado comentó al ministro Barros Jarpa: “de
acusados nos hemos convertido en acusadores”1473.
Ahora la cuestión quedaba radicada en el tribunal, a cargo del ministro Anguita.
La vigésima sesión de la comisión plebiscitaria, efectuada el 15 de enero, acordó la
reducción de las fuerzas militares (hasta 810 hombres), de los carabineros (190), y de la
policía de Tacna (158) y de Arica (150).
Al día siguiente, Pershing entregó a Edwards el fallo del Árbitro sobre la tan discutida
apelación. En su parte resolutiva, el Presidente de Estados Unidos dictaminó que la
comisión plebiscitaria continuaría sus trabajos conforme al Laudo, y que esta resolución no
debía “ser interpretada en el sentido que suspende su jurisdicción”.
El Presidente apoyaba a Pershing, al declarar que no había fundamento para apelar 1474: el
Árbitro resolvía que la comisión tenía facultades para fijar y cambiar dicho plan, pero sin
sujetarlo a ninguno de los considerandos contenidos en la moción aprobada por la
comisión.
Edwards, con optimismo, interpretó este fallo —indudablemente salomónico— como un
rechazo de las condiciones a que se intentaba subordinar el procedimiento plebiscitario 1475.
El abogado Lansing estimó que la resolución del Arbitro había eludido explícitamente
considerar la apelación desde el punto de vista jurídico. Había obrado así con el objeto de
eliminar obstáculos que impidiesen la celebración del plebiscito, no porque jurídicamente
la posición chilena fuese débil1476.
El 27 de enero se llevó a cabo la vigésima primera sesión de la comisión, donde se
sancionó el régimen electoral, cuya discusión había empezado el 13 de octubre de 1925.
Vino a ser el fruto del reclamo que hizo Edwards por nota Nº100 de 20 noviembre último y
reglamentaba exhaustivamente los requisitos para tener derecho a voto. Su artículo 4º
declaraba que la residencia se adquiría por estar físicamente en la provincia con el
propósito de permanecer como habitante en ella.
Este texto —cuyo autor fue William Dennis, asesor jurídico de la delegación
estadounidense— introdujo exigencias más restrictivas que las dispuestas en la sentencia.
Por ejemplo, el Árbitro negaba el voto a los empleados en los servicios de carácter político,
judicial y fiscal, mas lo otorgaba a empleados en otras funciones públicas.

1473
348 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº227, Arica, 13-1-1926, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro subrogante de RR.EE. de Chile.
1474
349 L. Ethan Ellis, op.cit. Pág. 90.
1475
350 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 156.
1476
351 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº17, Washington, 17-1-1926, de Agacio Batres, Encargado de
Negocios de Chile en EE.UU., a Ernesto Barros Jarpa, Ministro subrogante de RR.EE. de Chile.
El Laudo había dejado sin derecho a sufragar a los que hubiesen servido en las fuerzas
armadas, a contar del 22 de julio de 1920. Mas el reglamento fue más allá: no lo tendrían
ni siquiera los simples conscriptos, por haber pertenecido al ejército. Empero, se
exceptuaban los funcionarios y empleados del ferrocarril de Arica a La Paz, los funcionarios
y empleados de empresas de naturaleza política y los secretarios, ayudantes y empleados
de ellas.
El artículo 130 de reglamento prescribía que la comisión plebiscitaria compartiría con Chile
funciones inherentes al soberano, un punto que ya había preocupado en el Senado, tanto
a Yáñez como a Bulnes.
No obstante lo acordado, casi desmedidamente, Edwards recuperó su optimismo inicial y
estimó que “la elección plebiscitaria estaba ganada por Chile”, porque este contaría con
una masa considerable de nacionales suyos residentes en el territorio 1477. Se trataba,
particularmente, de los funcionarios y empleados del ferrocarril de Arica a La Paz, que, a su
juicio, por su cantidad darían la victoria.
Después de una reunión de la comisión chilena, Edwards transmitió a La Moneda que el
triunfo de Chile sería por “una mayoría abrumadora”, tanto en Tacna como en Arica.
Freyre apeló de la resolución de la comisión y dejó constancia de que su participación en la
aprobación de la legislación electoral no significaba que reconociese que las condiciones
existentes, en el territorio, hubiesen mejorado.
Instó a que se siguiera aplicando la moción de “requisitos previos” 1478.
Pershing renunció el 19 de enero y dejó Arica el 27 del mismo mes. Su sucesor, el general
Lassiter, llegó en el crucero Cleveland, desde Panamá, y alcanzó a coincidir brevemente con
su predecesor. Antes de partir, Pershing anunció a Edwards y a Freyre que efectuaría una
declaración pública para dejar constancia de los propósitos que le animaron a fin de que
se resolviese pacíficamente el destino del territorio sujeto a plebiscito. Tanto el miembro
chileno como el peruano agradecieron a Pershing el trabajo realizado 1479.
Una vez en Washington, el general urgió a Kellogg a que se desistiera de la consulta. Tres
semanas después, su sucesor llegaría a la misma conclusión 1480.
El miembro chileno sostuvo su primera reunión con Lassiter 1481. Este, desde que pisó suelo
ariqueño, recibió numerosas denuncias de “violencias e intimidaciones” contra peruanos.
Se propuso, pues, restablecer el funcionamiento del comité de investigaciones y quejas;
después entregaría al tribunal especial las que le parecieren serias. Edwards procuró
disuadirlo, sin lograr convencerlo, aunque dedujo que el General creía que la única
solución era la consulta electoral: esas eran sus instrucciones, a menos que los incidentes
entre chilenos y peruanos se lo impidiesen.

1477
352 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 165.
1478
353 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág.166.
1479
354 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 167 y ss.
1480
355 L. Ethan Ellis, op.cit. Pág. 90.
1481
356 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama estrictamente confidencial Nº243, Arica, 28-1-1926, de Agustín
Edwards a Ernesto Barros Jarpa, Ministro subrogante de RR.EE. de Chile.
Al día siguiente, el presidente dio a conocer a Edwards la decisión del Árbitro, fechada el
15 de enero. En ella constaba el rechazo de la segunda apelación no certificada presentada
por Chile. Este recurso se refería a los procedimientos de la comisión 1482.
En esa misma sesión, el comisionado chileno introdujo cinco mociones.
En una solicitaba modificaciones del artículo 5º del reglamento de votación y en las otras,
la extensión del universo electoral, de acuerdo con principios de la legislación chilena,
peruana e incluso universal. Todas fueron rechazadas, sin que los otros dos miembros de la
comisión fundaran su voto adverso.
Edwards pidió instrucciones para apelar.
Lassiter dio cuenta a Washington y comentó que estas mociones podrían retardar el
plebiscito. Refirió también su conversación con Mathieu, de paso por Arica con destino a
Santiago, a quien había impuesto del clima que reinaba en la provincia. Expresó a Kellogg
que todos sus actos se encaminaban a la realización de la consulta; pero agrega que la
situación se tornaba cada vez más odiosa para los peruanos y los propios estadounidenses,
sometidos a constante vigilancia. Era posible —argumentaba— que uno de los
contendientes se retirara o que él llegara a la conclusión de que era imposible celebrar un
plebiscito correcto. Solicitaba, pues, orientaciones al secretario de Estado 1483.
Kellogg instó al general a que disuadiera a las partes de que presenten apelaciones, que
solo atrasarían el acto. Le recordaba que, según el Laudo, la votación debería tener lugar
aunque la comisión y el Árbitro la juzgaran carente de validez. En ese caso, el Árbitro
decretaría un nuevo plebiscito dentro de tres meses (cursivas nuestras). En la única situación
en que se justificaría eludirlo, sería que fuesen tales los obstáculos que lo hiciesen
prácticamente imposible; a modo de ejemplo, que Chile impidiese las actividades de la
comisión1484, lo que nunca sucedió.
Nuevos incidentes de no mayor importancia vinieron a enturbiar las aguas plebiscitarias. El
3 de febrero asaltaron al coronel F. N. Pyle, de la delegación estadounidense, aunque el
hechor se contentó con sustraerle una boquilla para cigarrillos... Lassiter despachó unas
notas a Edwards, en que le agregó que mientras se atendía en una peluquería, Pyle había
escuchado conversaciones ofensivas en su contra. El promotor era el trabajador Alberto
Guarachi, que se encontraba en estado de ebriedad. Por su intemperancia, fue condenado
a tres días de prisión, conmutables en cinco pesos de multa y a veintiuno de cárcel por el
hurto1485.
Posteriormente, el Obispo Rafael Edwards, que se desplazaba en ferrocarril desde Tacna a
Arica, fue ofendido por un joven estadounidense alcoholizado. Casi simultáneamente, dos
taquígrafos de la representación norteamericana profirieron injurias, en términos soeces,
contra los chilenos y la nación que les albergaba. Informado Lassiter, dio explicaciones por
1482
357 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº244, Arica, 29-1-1926, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro subrogante de RR.EE. de Chile.
1483
358 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Arica, 1-2-1926, del cónsul de EE.UU. a Frank B. Kellogg, Secretario
de Estado. Trascribe texto del general Lassiter. Pág. 284 y ss.
1484
359 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Washington, 4-2-1926, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de
EE.UU. al general William Lassiter. Pág. 286 y ss.
1485
360 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 174 y ss.
escrito y los taquígrafos fueron devueltos a Panamá.
El 9 de febrero, Edwards conferenció, por segunda vez, con el presidente de la comisión. El
General le expresó que seguían produciéndose actos contra los peruanos; sus observers
eran igualmente víctimas de desacato y espionaje.
De mantenerse esta situación, creía que sería necesario postergar la fecha del 1 de marzo
para iniciar las inscripciones. El comisionado advirtió un evidente cambio en la actitud de
Lassiter.
Efectivamente, este había recibido ese mismo día la visita de Freyre, quien le comunicó que
Perú tendría que desembolsar una cantidad apreciable de dinero para movilizar entre
3.500 y 4.000 votantes. Antes de dar ese paso, su gobierno deseaba una declaración en el
sentido de que las condiciones imperantes en el territorio permitirían un plebiscito limpio.
Actualmente, a juicio de Freyre, aquellas no existían y el tiempo era muy corto para
modificarlas.
Proponía, pues, una larga postergación; en caso de que no se la lograse, amenazaba con
que su gobierno se retiraría del plebiscito 1486.
El general —influido por las instrucciones del secretario de Estado antes mencionadas— le
replicó que era necesario empezar con el registro de sufragantes y hacer lo posible para
que se verificara la consulta. Aunque no creía que Freyre sometiera esta cuestión a voto, si
lo hiciera él se encontraría en una situación embarazosa.
En el corto período que llevaba en la provincia, sin duda bajo la influencia de su antecesor,
así como de la de Dennis y el coronel Kreger, advierte que se estaba lejos de tener
condiciones para un plebiscito limpio: existían elementos chilenos que deseaban el triunfo
a cualquier precio. Un acto realizado así sería una burla y un fraude, al que no debería
prestarse el Presidente de Estados Unidos y tampoco él, en su rol judicial.
El presidente de la comisión expresó a Freyre que continuarían los procedimientos y que
Perú debería traer a sus votantes. El comisionado peruano respondió que sus compatriotas
estaban atemorizados por las historias de horror que llegaban desde Tacna y Arica; por
otra parte, a su gobierno le desagradaba participar en un juego en que el otro jugador
tenía todas las cartas en su mano... Lassiter no se comprometió con él en ningún sentido;
empero, prestaría su apoyo solo a un plebiscito correcto, en que se respetaran los
derechos de ambas partes.
Dentro de la libertad de acción que La Moneda había otorgado a Edwards 1487, este ejercitó
el derecho de apelación según el Laudo (letra B, “Apelación al Árbitro”, página 45 del texto
oficial). El 4 de febrero solicitó por nota que se la certificase, con motivo del rechazo de la
moción a que había solicitado modificaciones del artículo 5º de la ley electoral. No apeló
de las otras decisiones referentes a los artículos 40, 44, 152 y 166 1488.
El 5 de febrero, Mathieu asumió como ministro de Relaciones Exteriores.
1486
361 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol.1. Telegrama, Arica, 10-2-1926, del general W. Lassiter a F.B. Kellogg, Secretario
de Estado de EE.UU. Pág. 288 y ss.
1487
362 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº18, Santiago, 28-1-1926, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro
subrogante de RR.EE. de Chile, a Plebichile Arica.
1488
363 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 178.
Así concluyó la importante contribución oficial de Barros Jarpa, en el arbitraje y en el
plebiscito, si bien por un corto tiempo continuó prestando servicios en la Cancillería, en
calidad de asesor jurídico. Por otra parte, Edwards viajó a Santiago por motivos particulares
y el 15 de febrero se acreditó al asesor jurídico, Samuel Claro Lastarria, en calidad de
miembro del tribunal.
Entre tanto, quedó promulgado el reglamento electoral y se fijó el 15 de marzo como
fecha para iniciar las inscripciones. La delegación chilena se notaba ya bastante optimista
del resultado final, gracias a los votos que aportarían los obreros del ferrocarril de Arica a
La Paz. Antes de trasladarse al sur, Edwards conferenció con los dirigentes de la campaña
electoral para informarles de la situación y expresarles la conveniencia de mantener un
clima de respeto hacia los peruanos, camino indispensable para que se pudiera celebrar la
consulta popular. Por desgracia, estas exhortaciones se las llevó el viento. Asimismo, lanzó
un manifiesto a los habitantes del territorio pidiéndoles tranquilidad y haciéndoles ver que
el plebiscito era una realidad próxima. Conversó también con el representante
estadounidense, quien se manifestó satisfecho con las medidas adoptadas y resuelto a
seguir adelante, a menos que ocurrieran sucesos cuya gravedad fuera abrumadora 1489.
La comisión celebró su vigésima tercera sesión el 8 de febrero. Allí se aprobó el
presupuesto de gastos y se certificaron las apelaciones chilena y peruana sobre el artículo
5º del reglamento electoral, así como la chilena sobre el artículo 159.
Luego la comisión se constituyó en comité informal. Lassiter anunció que estaría listo para
empezar las inscripciones el 2 de marzo, “pero que tal vez, no obstante sus esfuerzos,
podría suceder que no se iniciasen en esa fecha” 1490. Recomendó una resolución según la
cual se podían suspender todos los plazos, hasta que el Árbitro resolviera. (Es obvio que el
general, atemorizado, pretendía traspasar su responsabilidad a Washington). El
comisionado chileno se opuso enérgicamente, pues ello significaba dejar pendiente la
consulta.
Además, en casos anteriores, en que el comisionado peruano quiso dejar pendiente las
inscripciones, el Árbitro había declarado que el proceso arbitral debía continuar mientras
se conociesen aquellas. Freyre apoyó la sugerencia del presidente y expresó que las
inscripciones no podían comenzar sino cuando se conociese dicho reglamento electoral.
Finalmente, Lassiter retiró su indicación y dijo que esperaría el parecer del Árbitro.
Al reanudarse la sesión, el plenipotenciario peruano volvió a señalar, en un extenso
discurso, los casos de terrorismo, al propio tiempo que enfatizó la inoperancia de las
autoridades administrativas y judiciales para castigarlos.
Se trataba de fundamentar con actos que revestirían escasa importancia, la falta de la
llamada “atmósfera plebiscitaria”, que fue el caballo de batalla de Pershing casi desde que
desembarcó en el territorio litigioso y que había hecho suyo el miembro peruano.
Tres días más tarde, el Árbitro —a través de Kellogg— informó telegráficamente al
presidente de la comisión que esta debía continuar con su trabajo, mientras él estudiaba
1489
364 MINREL. Fondo Ernesto Barros Jarpa. Telegrama Nº258, Arica, 15-2-1926, de Agustín Edwards a Ernesto Barros
Jarpa, Ministro subrogante de RR.EE. de Chile.
1490
365 Memoria de Agustín Edwards, op.cit. Pág.179.
los recursos presentados el 4 de febrero por las partes, tal como había sido la práctica al
respecto1491.
En la vigésimo sexta sesión, el 1 de marzo, Freyre pronunció un largo discurso en que
manifestó:
“Mi Gobierno tendrá que pedir una prórroga para la celebración del plebiscito hasta que
exista una situación que asegure un plebiscito libre (el destacado es nuestro), para lo cual
me reservo expresamente el derecho de presentar una petición”
1492
.
El comisionado del Rímac parecía avizorar unos cómputos electorales desfavorables para
su causa.
El 5 de marzo se suscitaron nuevos incidentes en Tacna, con motivo de la llegada a la
provincia de 149 peruanos, que pertenecían a la comisión jurídica.
La presidía el doctor Ángel Gustavo Cornejo, jurisconsulto y senador por Lambayeque, y la
integraban abogados, oficiales de ejército, médicos y estudiantes universitarios. Antes de
viajar, se despidieron del Presidente Leguía y frente a las costas chilenas, el doctor Cornejo
pronunció un discurso —más bien una arenga— con recuerdos del Huáscar y su gloriosa
inmolación en Angamos, y del Morro, “altar de otro sacrificio patriótico” 1493.
Una vez en el puerto, avisaron a Tacna el arribo de la delegación. Las autoridades
dispusieron que cincuenta miembros de la policía se encargaran de custodiarla. En esta
ciudad, la esperaban trescientos compatriotas. Se formó un desfile con una banda de
músicos que viajaban en el tren, en traje de civil, y enarbolaron el lábaro patrio al
descender del ferrocarril. Ejecutaron el himno nacional, mientras un grupo de chilenos les
escucharon exclamar “¡Abajo Chile!”. Frente al cuartel del regimiento Rancagua, uno de los
que desfilaba gritaría al centinela: “¡Estos son los lacayos de Chile!”. Como es frecuente en
tales situaciones, se produjo, un intercambio de insultos y piedras. Hubo peruanos
contusos y algunos chilenos heridos de gravedad, pero la situación fue pronto
dominada1494.
Según la versión de un autor peruano, grandes masas de chilenos procuraron impedir el
paso a sus compatriotas.
“La horda chilena llegaba a miles —dice— y el horroroso crimen que cometieron tuvo tal
magnitud que casi no quedó un solo peruano que no recibiese un golpe, sin haber cometido
más delito que penetrar en territorio peruano usurpado por chilenos que querían
apropiárselo”1495.
En el informe de la delegación estadounidense, se reconocieron los esfuerzos de la policía
de Tacna por contener los desórdenes, pero también se señaló que la fuerza militar se
1491
366 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Washington, 11-2-1926, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de
EE.UU., al general William Lassiter. Págs. 295 y 296.
1492
367 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Págs. 185 y 186.
1493
368 Juan Angulo Puente Arnao, op.cit. Pág. 265 y ss.
1494
369 Memoria de Agustín Edwards, op.cit. Págs. 190 y 191.
1495
370 Juan Angulo Puente Arnao, op.cit. Pág. 267.
había abstenido de proteger realmente a los visitantes. Indicó que hubo oficiales y
soldados con uniforme, mezclados con la poblada, que simpatizaron con los agresores 1496.
Edwards escribiría años más tarde:
“En los desórdenes del 5 de marzo apareció más oculta la mano del grupo que hacía política
propia, siguiendo las inspiraciones de los conspiradores de Santiago, que según mis
informaciones, se mantenía en constante comunicación con ellos” 1497.
Como se aprecia, en este y otros episodios semejantes, se entrecruzaron, por un lado, el
encendido patriotismo de los chilenos unido a la inquietud de los nativos residentes en el
territorio, temerosos de quedar bajo soberanía peruana, con el entusiasmo provocativo,
por el otro, de los juristas y de los peruanos en general. Mas lo peor eran los ecos de la
situación interna que vivía Chile, después del golpe militar del 5 de septiembre de 1924,
que había culminado con la renuncia de Alessandri al mando supremo. Edwards, acaso sin
buscarlo, se encontró en el epicentro de la disputa entre el León y el Caballo. El Presidente
Figueroa, que fue elegido para impedir el ascenso de Ibáñez, no tenía el carácter ni la
posibilidad de imponer su autoridad en el territorio plebiscitario ni en ningún lugar de
Chile. Por otra parte, simpatizaba con la partija. En consecuencia, los que hacían política
propia disponían de bastante espacio para aplicarla.
El 8 de marzo, con los acontecimientos anteriores muy recientes, el comisionado Samuel
Claro Lastarria dio respuesta al discurso de su colega, del 3 del mismo mes. Allí Freyre
había responsabilizado a las autoridades chilenas de los atropellos en contra de sus
compatriotas y declarado, una vez más, que no existían las condiciones para celebrar un
plebiscito limpio.
Claro buscó desvanecer cada uno de los cargos, con mucha prolijidad, tanto de derecho
como de hecho1498. Freyre rebatió a su colega y sometió una moción para postergar las
fechas relacionadas con la consulta, hasta que se modificaran las condiciones en la
provincia.
Lassiter le preguntó cuál era el alcance de su moción y este le replicó: la “postergación
indefinida del plebiscito”. El general estimó que debía estudiarla antes de adoptar una
decisión y sugirió una nueva reunión para el 10 de marzo, o sea, para cinco días antes de
que se iniciaran las inscripciones.
Claro tuvo una reunión con Lassiter. Este último reconoció que la versión de Freyre
respecto de lo ocurrido el 5 de marzo era exagerada y que la policía y los carabineros se
habían comportado adecuadamente. Aun así, según informó a Washington, estos hechos
demostraron que los peruanos no podían contar “con la absoluta igualdad a que tenían
derecho en sus manifestaciones, y que cada día estaba más persuadido de que las
condiciones existentes en el territorio no permitían realizar un plebiscito libre y
correcto”1499.
1496
371 Ernesto Yepes: Un plebiscito imposible...Tacna-Arica 1925-1926. El informe Pershming-Lassiter. Ediciones Análisis.
Lima. 1999. Páginas 97 y ss. (Transcribe y parafrasea el informe estadounidense)..
1497
372 Agustín Edwards, op.cit. Pág. 27.
1498
373 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 191 y ss.
1499
374 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 200.
Informado por La Moneda de que debía oponerse a toda demora, Claro pensó que el
camino estaba despejado para seguir adelante con el plebiscito; pero en una nueva
entrevista con Lassiter, el 13 de marzo, este volvió a significarle que era imposible celebrar
la consulta, en las circunstancias actuales.
Desde Washington se le informó que existía un camino alternativo —los buenos oficios
ofrecidos por Kellogg— en vez del plebiscito, y se le pidió que demorara por diez días más
la fecha de las inscripciones.
Ese mismo día, Mathieu ordenó a Claro votar en contra de toda postergación.
La vigésimo octava sesión tuvo lugar el 14 de marzo. El comisionado chileno refutó cada
una de las imputaciones de Freyre y expresó que:
“No cabían pues, más demoras, y el Miembro Representante de Chile no podía aceptar la
moción del Miembro Peruano, ni en sus considerandos ni en sus finalidades” 1500.
Conforme a las instrucciones de su gobierno, propuso que la consulta debía efectuarse de
acuerdo con el cuadro de fechas adoptado, sin perjuicio del derecho del Árbitro para
declarar nulo el resultado del plebiscito, si consideraba justificable tal acción.
Finalmente, Lassiter propuso que el estudio de las proposiciones hechas por Claro y Freyre
se postergara hasta el 24 de marzo y las inscripciones, en principio, hasta el 27 del mismo
mes. Esta resolución no contó con el voto del representante chileno.
El Árbitro rechazó las apelaciones que presentaron Chile y Perú respecto del reglamento
electoral, el cual permaneció inmodificado 1501.
Antes de la vigésima novena sesión, del 25 de marzo, el representante del Rímac declaró al
presidente de la comisión plebiscitaria que su gobierno aceptaba sin condiciones los
buenos oficios estadounidenses.
El General comunicó a Washington que si Perú se desentendía del registro de las
inscripciones, pero no se retiraba formalmente del plebiscito, la situación sería muy difícil
para él. Recomendaba al Departamento de Estado que obtuviera que ambas partes
votaran por la postergación del proceso1502.
En la vigésimo novena reunión ya citada, el presidente sometió a votación la resolución de
Claro, presentada anteriormente, en que se establecía que el plebiscito se llevase a efecto
según el cuadro de fechas adoptado por la comisión. Freyre y Lassiter la rechazaron. Este
último, al emitir su voto, expresó que los “requisitos previos” para un plebiscito correcto
estaban lejos de darse: la comisión no podía comprometerse “irrevocablemente” para
implementar este cuadro de fechas, añadió.
Evidentemente, la iniciativa de los “buenos oficios” de Kellogg había abierto un camino de
esperanza para Lassiter, que le permitiría eludir la realización de la consulta.
El miembro peruano presentó una moción para neutralizar el territorio, tesis que su
1500
375 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Págs. 207 y 208.
1501
376 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Washington, 11-2-1926, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de
EE.UU., al general William Lassiter. Trascribe decisión del Arbitro.
1502
377 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, 25-5-1926, del general William Lassiter a Frank B. Kellogg, Secretario
de Estado de EE.UU.
gobierno había sostenido desde las conferencias de Washington, sin éxito. Contó con el
voto adverso de Claro, mientras el general se abstuvo.
Por consiguiente, la moción fue rechazada.
Freyre presentó enseguida otra indicación con cincuenta considerandos y once
resoluciones, en orden a declarar la impracticabilidad de la consulta 1503. Claro la rebatió,
pues contenía acusaciones, en su mayoría, aclaradas.
Lassiter decidió trasladar al tribunal especial solo seis de los cuarenta y tres, lo cual
demostraba que las demás carecían de importancia.
El miembro peruano alegó que 358 votantes, compatriotas suyos, no se encontraban en el
territorio, de los cuales 100 expulsados a Chile, 152 viviendo en el sur de dicha república y
127 que, siendo ciudadanos peruanos, reclamaban por habérseles incorporado en la
conscripción chilena de 1924.
Claro manifestó que muchos estaban de regreso, mientras aguardaba antecedentes de los
demás; un gran número también había negado a volver y se les aconsejó que hiciesen la
respectiva declaración en la embajada de Estados Unidos o en el consulado francés. De los
127 conscriptos, 82 se encontraban en Tacna, eran nacidos en esa ciudad y se habían
enrolado como soldados permanentes del ejército chileno.
Claro votó en contra y Freyre por la afirmativa. Lassiter se abstuvo, después de fundar su
decisión. El miembro peruano, en atención a que sus tres mociones fueron rechazadas,
decidió referir el asunto a Lima. Por lo tanto, hizo una formal reserva al respecto.
8. LA IMPRACTICABILIDAD DEL PLEBISCITO
El 26 de marzo de 1926, el Ministro Mathieu informó al comisionado chileno que Perú
había acogido favorablemente los buenos oficios estadounidenses y La Moneda, sub
conditione. Nos referiremos a esta materia en el acápite siguiente.
Se trataba de un arbitrio que el secretario de Estado había presentado a las partes para
evitar el plebiscito. La consulta nunca le satisfizo, pues colocaba a Estados Unidos en
posición de quedar mal con una de las partes mientras dejaba subsistente el antagonismo
chileno-peruano; aún más, Bolivia permanecería sin acceso soberano al mar.
Lassiter leyó al miembro chileno (en ese momento Samuel Claro), un telegrama del
secretario de Estado en que le comunicaba la respuesta favorable de Lima; pero, en el
entendido de que la comisión paralizaría “inmediatamente” los trámites electorales, sin
perjuicio de reanudarlos más adelante. El general le informó, entonces, que postergaría las
inscripciones hasta el 5 de abril. Claro argumentó que cualquier suspensión tendría
gravísimas consecuencias, especialmente entre los futuros votantes, ya excitados.
En vista de esta actitud, el presidente de la comisión, atrasó hasta las 10 de la noche la
sesión que había solicitado para las 4 de la tarde.
Claro recibió un telegrama de La Moneda y se lo enseñó a Lassiter, anunciándole que se
abstendría de concurrir a la sesión nocturna. Recordó “que cualquiera suspensión de esos
procedimientos tenía que ser fruto de un convenio unánime”, al que Chile no concurriría.

1503
378 Anexos a la Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Págs. 459 y 460.
La comisión, dijo, es una entidad legal establecida por el Árbitro en su Opinión y Laudo,
con el propósito de vigilar la ejecución de la consulta y carece de facultades para proceder
al margen del fallo1504.
Lassiter, inquieto, solicitó a Washington que lograra que los otros dos miembros se
unieran a él, para postergar los trámites 1505. Sostenía que los urgentes requerimientos del
Departamento de Estado le habían colocado en una situación imposible: correspondía
terminar con el plebiscito y, en tono moderado, culpar a Chile por su fracaso 1506.
Sin embargo, la energía de Claro permitió que las juntas inscriptoras iniciaran sus labores
el 27 de marzo, “en medio de la más completa tranquilidad”
, con asistencia de estadounidenses, chilenos y peruanos. Mas, al poco tiempo, estos
1507

últimos se retiraron. Habían recibido órdenes expresas de Freyre de abstenerse de


participar en las inscripciones. Las juntas tenían plazo hasta el 21 de mayo para efectuar su
tarea. A los ocho días, ya se encontraban inscritos cerca de dos mil personas. Empero, los
electores peruanos no se presentaron y Freyre declaró:
“se han abstenido de inscribirse y Perú no ha participado en las funciones de las mesas
inscriptoras atendiendo a una insinuación del gobierno americano”
1508
.
Esta insinuación debió ser muy contundente, pues el pequeño grupo de eventuales
electores peruanos se embarcó de inmediato, con destino a El Callao. Respecto a aquella
sugerencia, baste decir que dentro de la jurisdicción que correspondía al gobierno
estadounidense, no le cabía adoptar esa actitud, ya que el plebiscito no le fue sometido a
él sino al Presidente de Estados Unidos, en calidad de Árbitro. Lo que Kellogg perseguía
era que se presentasen nuevas situaciones, que permitiesen a Lassiter declarar la
impracticabilidad de la consulta popular y resolver la cuestión mediante los buenos oficios.
Ante un requerimiento del embajador Cruchaga, sucesor de Mathieu en Washington, el
secretario de Estado desautorizó verbalmente la antedicha declaración de Freyre y
prometió instruir al presidente de la comisión para que la rechazara oficialmente en Arica;
pero, hasta el 24 de junio de 1926, el gobierno de Santiago no tuvo conocimiento de que
los representantes estadounidenses hubiesen emitido tal declaración para restablecer la
confianza entre las partes1509. Fue un mero disparo al aire y parte de una estrategia
estadounidense para eludir la consulta popular.
Edwards reasumió su cargo el 12 de abril y rápidamente captó el juego de Kellogg. Junto
con sus asesores, transmitió a La Moneda que el registro se desarrollaba ordenadamente y

1504
379 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Págs. 219 y 220.
1505
380 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Arica, 26-3-1926, de William Lassiter a Frank B. Kellogg, Secretario
de Estado de EE.UU.
1506
381 FOREIGN RELATIONS. 1926.Vol. 1. Arica, 27-3-1926, de William Lassiter a Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de
EE.UU.
1507
382 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 221.
1508
383 Anexos a la Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 487.
1509
384 EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Circular Nº5, Santiago, 24-6-1926, de Beltrán Mathieu, Ministro de RR.EE. de
Chile, a Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU.
existía confianza en el éxito. Mencionó, también, que la prensa local había publicado que
se negociaban arreglos directos, en Washington, sobre la base de la partición del territorio.
Ello había despertado alarma en la provincia. Agregaba que la delegación toda entera
“...estimaba que el sentimiento de libre determinación... estaba ya demasiado arraigado en la
población de Tacna y Arica, para que fuese posible disponer del territorio, prescindiendo de
la voluntad de sus habitantes”.
Mathieu siempre había desconfiado de la consulta electoral y su amistad con el
comisionado se había desvanecido. Estimaba, siempre, que aquella enfriaría las relaciones
con Washington. No tardó en “tirarle las orejas”al plenipotenciario: la delegación debía
concretarse al problema plebiscitario; el aspecto político correspondía al gobierno.
Edwards le dio una respuesta que se prestaba para más de una lectura. Le manifestó que,
tanto él como sus asesores, estaban absolutamente de acuerdo. Nadie —dijo— ha tenido
conversaciones sobre arreglos directos con los representantes estadounidenses, “en el
último tiempo”. Refirió que en su única entrevista sostenida con Lassiter, tres días atrás,
este había mencionado las conversaciones del miembro chileno con Pershing, antes de
que el general regresara definitivamente a Estados Unidos, para atender su dentadura. A
su paso por Arica, Mathieu igualmente las había conocido.
La operación iniciada por el Secretario de Estado estaba en marcha.
Kellogg aseguraba que Pershing, antes de zarpar rumbo a Estados Unidos, había
escuchado a Edwards proponer la neutralización del territorio. El general escribió el
proyecto en un papel, mas el comisionado se rehusó a firmarlo.
Manifestó que Edwards también conversó con Alessandri, quien estuvo de acuerdo.
Después le repitió lo mismo a Stabler, secretario general de la comisión plebiscitaria, e
incluso conversó con Freyre.
Según Pershing, el comisionado chileno le habría insinuado que presentara esta idea a
Kellogg. Este último consultó al embajador Collier qué le parecería que Pershing diese una
conferencia de prensa al respecto, o hiciese llegar un trascendido suyo a los periódicos con
estos presuntos planteamientos de Edwards1510.
Ante la Cancillería chilena, el embajador se valió de un editorial de El Mercurio hostil a
Estados Unidos y exhibió las proposiciones de Edwards así como los ataques que se
formulaban injustamente en contra de su gobierno, tanto en el Congreso como en la
prensa. Allí se reprochaba a Washington imponer los buenos oficios, en vez de seguir
adelante con el plebiscito1511.
La Cancillería emitió una declaración. En ella dijo que Collier se había quejado por un
injusto ataque a su gobierno, en un periódico de Santiago, en que se atribuía al Secretario
de Estado haber propuesto la neutralización del territorio litigioso, en la gestiones de
Washington. Collier había declarado que el padre de esta iniciativa había sido Agustín
Edwards y solicitado que se aclarase por la prensa el cargo imputado a su gobierno.

1510
385 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Washington, 15-4-1926, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de
EE.UU., a William Collier, Embajador de EE.UU. en Chile.
1511
386 MINREL. Notas del Ministerio de RR.EE. 1926. Vol. 1062-A. Nota Nº 3652, Santiago, 20-6-1926, de Beltrán Mathieu,
Ministro de RR.EE. de Chile, a William Collier, Embajador de EE.UU. en Chile.
El ministerio —proseguiría la declaración— deploraba esta publicación, así como
desconocía “las circunstancias invocadas” por Collier. En vista de ello, había adoptado las
providencias del caso para evitar que se lanzaran “sugestiones estrictamente
personales”1512.
Sin tardanza, Edwards —claramente enjuiciado— refutó a la Cancillería el cargo que no tan
veladamente le imputaba Mathieu. A su juicio, el remitido debía completarse, en orden a
explicar que el Ministro estaba informado, desde hacía tres meses, de las conversaciones
suyas con Pershing. Ellas se referían a las distintas soluciones que se podrían dar al
problema político de Tacna y Arica, “una vez celebrado y ganado el plebiscito”. Además, en
aquella época no se habían planteado ni menos aceptado los buenos oficios. Recordaba
que en febrero, el Canciller había pedido un memorándum con bases concretas respecto
de las ideas que cambió con el militar estadounidense, mas se negó a entregárselo hasta
que se celebrase la consulta popular, ya que “estaban subordinadas al evento de que [la]
ganase Chile”.
El distanciamiento entre el Canciller y el comisionado se hizo público.
(En Recuerdos de mi persecución, al abordar la acusación de Collier, Edwards comentaría
que Mathieu prefirió guardar silencio en vez de dar a conocer la verdad y se llevó a la
tumba “el secreto de esa actitud”1513).
Como se deduce, don Agustín fue el blanco de ataques en Washington, Santiago y en las
cautivas. Los “chilenizadores” le tildaban de “entreguista” por su fórmula de neutralización,
conocida a medias, y sus conversaciones “secretas” con los yanquis.
A fin de deshacer la intriga, Alessandri, en su calidad de senador por Antofagasta, decidió
incorporarse a dicha corporación, por única vez, para defender la actuación del
plenipotenciario que él había designado y esclarecer la verdad 1514. Exhibió cómputos que
favorecían a Chile y aseguró que después de que el departamento de Tarata, cuya
población era casi exclusivamente peruana, pasó a poder de la otra parte, la situación
electoral había mejorado.
No contento con la declaración de la Cancillería, el 17 de abril Collier publicó una nota en
que reiteraba que Edwards fue el autor de la neutralización de las cautivas y que con
insistencia la patrocinó ante el general Pershing.
El ministerio la transcribió a este funcionario, reconociéndole el derecho para responder
públicamente.
El comisionado replicó que su labor no era la de polemizar con un embajador acreditado
ante La Moneda, y lamenta que El Mercurio, en artículos que desconocía, hubiera atacado a
Estados Unidos. Él no tenía mas “plan” que llevar a buen fin la consulta popular y fue
Pershing quien le invitó a conversar, y le replicó que una solución política solo sería viable
después de efectuada la consulta popular. Entonces, en ese momento, Tacna y Arica
podrían constituirse en una zona franca, no fortificada, con puerto libre y una
1512
387 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 232 y ss.
1513
388 Agustín Edwards: Recuerdos de mi persecución”. Pág. 28. (Este libro se publicó poco después del fallecimiento de
Beltrán Mathieu).
1514
389 Agustín Edwards, op.cit. Pág. 31.
administración local de elección popular, que gozara de autonomía. Agregaba don Agustín
que Collier, por su parte, patrocinaba convertir las cautivas en un Estado independiente,
con el patriótico nombre de San Martín...
La idea de Edwards parecía interesante, en teoría. Sin embargo, en la práctica, habría
convertido dicha zona en una lucha de influencias, entre Chile y Perú, junto con la
inquietante presencia boliviana: no habría traído, pues, la paz tan ansiada.
Pershing informó a don Agustín que sus “propuestas” habían sido muy bien recibidas por
el Secretario de Estado, así como por la prensa estadounidense 1515.
No tardó Edwards en responderle que los aspectos políticos, conforme se lo significó el
gobierno tiempo atrás, estaban en manos de este y que él debía abstenerse de
intercambiar ideas privadas. Esta clase de soluciones debería considerarse después de que
el plebiscito hubiere tenido lugar y cuando la nación ganadora exhibiera un “título limpio”.
Ahora, esta convicción suya era más fuerte que nunca, dado que “nuestros” votantes
inscritos habían alcanzado a 5.500 electores (en verdad 5.800 aproximadamente).
En verdad, el único “plan” era el de Kellogg, dirigido a sustituir un procedimiento jurídico,
aprobado constitucionalmente por las partes contendientes, por uno político, al gusto de
Estados Unidos y...Perú1516. Lo que el Secretario de Estado perseguía —como hemos
indicado— era que se presentasen nuevos hechos para declarar la impracticabilidad de la
consulta popular y, así, resolver la cuestión a través de la mediación. Con este fin, insinuó a
Freyre que sus compatriotas no se inscribiesen para sufragar. Simultáneamente, sugería a
Santiago que se desistiese de la fórmula jurídica y acogiese la transacción que el Secretario
de Estado presentó al embajador Cruchaga, el 9 de junio de 1926. Según ella, Chile
retendría el sector arenoso situado al sur del departamento de Arica. La Moneda
desestimó esta alternativa. Contribuyó así a enterrar la gestión amistosa. (Por su parte,
Kellogg y Lassiter se empeñaron en sepultar el plebiscito, al aducir más tarde su
impracticabilidad).
El 12 de mayo, Lassiter conversó con Edwards y le intimó que no aceptaría un plebiscito
unilateral, en que Perú dejase de registrar sus electores por falta de garantías.
Naturalmente el comisionado rechazó ese punto de vista. La expresión unilateral era
aplicable únicamente cuando una parte procedía por sí sola, pero, en este caso, habían
concurrido dos: el presidente de la junta inscriptora y el miembro chileno. Según se
estableció en las reglas de procedimiento, bastaba un quórum de dos para adoptar
resoluciones1517.
En el plebiscito de la Alta Silesia, Polonia había estado ausente por más de tres meses y las
ventajas que perdió fueron de su responsabilidad.
Tal circunstancia no fue invocada para que se cancelase la consulta 1518. Dos semanas más
tarde, el general informó a Washington que habían ocurrido nuevos hechos de violencia,

1515
390 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 243.
1516
391 A nuestro juicio, también por el Canciller Mathieu y el ex Ministro Barros Jarpa, en algunas ocasiones.
1517
392 Anexos a la Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 487.
1518
393 Ernesto Barros Jarpa: Revista Chilena. Año X. Abril de 1926. NºLXXIV. La marcha del plebiscito.
donde resultaron heridos estadounidenses y peruanos, frente a la permisividad de las
autoridades chilenas. Algunas de estas, incluso, actuarían como cómplices de los agresores.
Tales incidentes pusieron de relieve la gravedad de la situación. No podía continuar
inactivo: sería perjudicial para el prestigio de Estados Unidos y, también, de Chile y Perú 1519.
Por su lado, el Secretario —ante la inconveniencia de mantener el statu quo, tanto en
Washington como en el territorio litigioso— ordena a Collier que convenza a Mathieu de la
inconveniencia de seguir adelante con los trámites plebiscitarios 1520. Además encarga a
Lassiter que envíe la mayor cantidad de antecedentes. Stimson, ex-Secretario de Guerra, y
Dennis, exconsejero legal de la comisión plebiscitaria, trabajaban intensamente y anuncian
un próximo un informe1521.
En su análisis, Stimson llegó a tres conclusiones: la primera, que según la definición del
Árbitro, no era posible ahora celebrar un plebiscito correcto en el territorio; la segunda,
que la responsabilidad recaía, además de las autoridades locales, en el gobierno central de
Chile, y la tercera, que pretender un plebiscito a través de nuevas garantías, a menos de
hacer una completa reorganización de las autoridades locales, concluiría en un fracaso 1522.
Edwards, que no daba su brazo a torcer, obtuvo que se citara a una reunión de la comisión
el 5 de junio, a fin de establecer la fecha de la elección.
Lassiter, por su parte, presentó al Secretario de Estado un proyecto de resolución para
poner fin al plebiscito, que comprendía cuatro considerandos y dos conclusiones 1523. Con la
ayuda del ex-Secretario Hughes, se le introdujeron cambios, los que contaron también con
la aprobación de Pershing. El nuevo texto afirma, con mayor extensión, que la
responsabilidad del fracaso de la consulta es de Chile, por no haber cumplido este con sus
obligaciones, conforme el Laudo. Por lo tanto, un plebiscito libre y correcto es imposible.
En consecuencia, no debe verificarse.
Se encomienda al presidente de la comisión plebiscitaria que presente dicha resolución
intuito personae, sin notificación previa a Freyre ni a Edwards y escogiendo el momento
preciso. Mas la consulta no debería darse por terminada todavía, por si se presentase una
nueva proposición chilena, en el marco de los buenos oficios. Ella evitaría el campanazo de
la impracticabilidad, que violaba el Laudo. Mas, si nada ocurriese, habría que seguir
adelante con el plan inicial1524.
En la reunión del 5 de junio, Edwards presionó para que sin más se fijara la fecha de la
1519
394 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Arica, 26-5-1926, de WILLIAM Lassiter a Frank B. Kellogg, Secretario
de Estado de EE.UU.
1520
395 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Washington, 26-5-1926, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de
EE.UU., a William Collier, Embajador de EE.UU. en Chile.
1521
396 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Washington, 27-5-1926, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de
EE.UU., a William Lassiter, Arica. Existe en nuestro poder una copia de ese informe que llleva la firma de Henry L. Stimson,
procedente de la Herbert Hoover Presidential Library, fechado en Nueva York el 3-6-1926.
1522
397 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Washington, 1-6-1926, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de
EE.UU., a William Lassiter, Arica. Pág. 454.
1523
398 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Arica, 1-6-1926, de William Lassiter a Frank B. Kellogg, Secretario
de Estado de EE.UU. Pág. 456 y ss.
1524
399 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Washington, 3-6-1926, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de
EE.UU., a William Lassiter, Arica. Pág. 459 y ss.
votación. Con el fin de ganar tiempo, Lassiter hizo algunas proposiciones de
procedimiento, de modo que quedaran pendientes las dos mociones para una sesión
posterior, tal como le ordenó el Secretario de Estado. Se trataba de dar espacio para que
Chile presentase una nueva sugerencia.
Edwards acusó a los peruanos de insinceros y de no cooperar, y a los estadounidenses de
inconsistentes, a los que reprochó sus tardanzas. Dio a entender que su discurso podría
publicarse, con lo que desenmascararía a Kellogg, discurso que Lassiter juzgó “peligroso”...
para la Unión1525. Ante la insistencia del comisionado chileno, hubo acuerdo en reunirse el 9
de ese mes.
El 8, el embajador Collier telegrafíó a Kellogg que le parecia imposible alcanzar una
solución a través de los buenos oficios y creía que Lassiter tendría que dar, sin más
demora, el siguiente paso. Informó que El Mercurio —a todo lo ancho de la página— ha
publicado: “Solo los hijos de los héroes son dignos de guardar la sepultura de los mártires”
y debajo: “Esta es la voz de los chilenos que con su sangre compraron Tacna y Arica”.
Agregó el diplomático que fueron vencidos los que ayer luchaban por un
entendimiento1526.
¿Se referiría al Presidente Figueroa y al Ministro Mathieu, entre otros?
El presidente de la comisión plebiscitaria se reunió con Edwards el 9.
Le comunicó que el embajador Cruchaga presentaría en Washington, al día siguiente, una
proposición de arreglo. La auguraba exitosa y hacía innecesario el plebiscito (asunto al que
aludiremos en el acápite siguiente). Por lo mismo, convenía diferir la sesión hasta el 12. El
comisionado replicó que sus instrucciones nada tenían que ver con los debates en aquella
capital: sus instrucciones eran exigir que se fijase la fecha para la votación, sin más
demoras, y apelar, si su propuesta fuese rechazada. Al general no le quedó más que
suspender la sesión. La convocó para las cuatro de la tarde 1527.
Lassiter, impaciente, dio lectura entonces a los numerosos cargos que pesaban sobre Chile.
Varios se venían repitiendo desde el inicio del proceso; otros se planteaban por primera
vez. Enseguida presentó una moción que, acordada luego con el voto peruano y el suyo,
determinó la impracticabilidad de la consulta. En esta se consignó que, tanto el gobierno
de La Moneda como sus autoridades locales en el territorio, no establecieron las
condiciones para un plebiscito correcto y que la conducta chilena concluyó por frustrar la
realización del acto. Un nuevo esfuerzo sería “fútil” 1528.
Como hemos anticipado, entre los poderes que el Laudo concedió al Presidente Coolidge y
que este otorgó taxativamente a la comisión, no estaba comprendido el de declarar la
impracticabilidad de la consulta. En derecho público, tanto nacional como internacional, la
autoridad solo dispone de las facultades que le están expresamente consignadas en las

1525
400 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, 7-6-1926, de William Lassiter, Arica, a Frank B. Kellogg, Secretario
de Estado de EE.UU. Pág. 468 y ss.
1526
401 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Santiago, 8-6-1926, de William Collier, Embajador de EE.UU. en
Chile, a Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU. Pág. 473.
1527
402 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 260 y ss.
1528
403 MEMORIA DEL MINISTERIO de RR.EE. de CHILE. 1926. op.cit. Pág. 355 y ss.
leyes. Conforme la sentencia y las estipulaciones del reglamento electoral, esta declaración
sobrepasaba los poderes legítimos de la comisión 1529.
Por lo mismo, Edwards dejó constancia de que la moción había sobrepasado los poderes
de la comisión, “pues el Arbitro se reservó asimismo el derecho de proclamar el resultado
del plebiscito o de declararlo nulo”. Solicitó que se la dejase pendiente para recabar
instrucciones. El presidente convocó para una nueva sesión, el día 14.
El 13, Mathieu instruyó al miembro chileno de reclamar “de la moción de Lassiter, en
cuanto exceda facultades otorgadas Comisión, entablando una excepción de carácter previo
de atribuciones comisión, sin extenderlas al de la cuestión. Si reclamo no fuese acogido se
apelaría acerca de la competencia de la comisión” 1530.
En lo demás, le autorizó “para proceder... como estimase más conveniente”
1531
.
Edwards, Maira y Gallardo estimaron que no se debía “entablar el recurso de apelación, ni
tampoco alegar la excepción de incompetencia, sino sostener que la moción de
impracticabilidad era contraria al Protocolo y al Laudo y que, por lo tanto, ni el Árbitro
tenía jurisdicción para declarar la imposibilidad de verificar el plebiscito, pues, solamente
se había reservado la facultad de declararlo nulo, una vez realizado” 1532.
El comisionado chileno manifestó a Lassiter y a Freyre:
“Desde el momento en que VV. EE. han votado esta moción, legalmente el único miembro
que queda de la Comisión Plebiscitaria es el Miembro Chileno. VV. EE. han abandonado sus
funciones, violando el Laudo. La Comisión está incompleta y debo esperar hasta que VV. EE.
vuelvan a la legalidad o hasta que VV. EE. sean remplazados por sus respectivos Gobiernos”
1533
.
Siguió enseguida un debate estéril y hasta pintoresco, que Edwards reprodujo en el Anexo
a su Memoria, en la página 452.
La moción de impracticabilidad acordada, como se ha dicho, por el presidente de la
comisión con el voto peruano, enterró de hecho el proceso plebiscitario. Es cierto que
nuestro gobierno podría apelar ante el Árbitro.
Lansing, Woolsey, Claro y Edwards estimaban que se correría el peligro de que el
Presidente Hoover (recordemos que ya no era Coolidge) confirmase el parecer del
miembro estadounidense. En tal caso, ¿en qué situación quedarían los derechos de Chile
sobre Tacna y Arica? En vista de las sugerencias anteriores, La Moneda se abstuvo de
apelar, aunque el Árbitro —como lo hemos manifestado tanta veces— carecía de
facultades para hacer tal declaración y solo le competía anular eventualmente el plebiscito

1529
404 Ernesto Barros Jarpa: Revista Chilena. Año X, junio de 1926. Nº LXXVI. “Cosas del mes”.
1530
405 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama Nº104, Santiago, 11-6-1926, de Beltrán Mathieu, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU.
1531
406 Memoria presentada por Agustín Edwards, op. ci t. Pág. 269.
1532
407 Memoria presentada por Agustín Edwards, op.cit. Pág. 269.
1533
408 Anexos a la Memoria presentada por Agustín Edwards. Pág. 541.
después que se hubiese realizado1534.
En el marco de la posición estadounidense, el paso que dio el comisionado era el único
que cabía; pero Chile siguió ejerciendo soberanía sobre las cautivas, de acuerdo con la
cláusula 3ª del Pacto de Ancón. (Mas adelante, durante el gobierno de Ibáñez, se buscaría
una nueva solución, sobre la base de una idea antigua: la partija, si bien con nuevas
modalidades, restrictivas para Chile).
El general Lassiter se embarcó el 21 de junio, de regreso a Estados Unidos. Edwards y
Freyre partieron el 23, uno al sur y otro al norte.
El comisionado chileno fue recibido en Santiago con demostraciones de hostilidad, incluso
dos de sus mejores amigos le recomendaron que se abstuviese, por su propio bien, de
hacer circular la Memoria que había escrito acerca de su desempeño. Se llegó a acusarle de
prevaricato por utilizar en provecho propio los fondos asignados a la delegación. El único
miembro del gobierno que le agradeció el envío de este documento así como sus
servicios, —¡increíble pero cierto!— fue el coronel Ibáñez, ministro del Interior. Por su
parte, el 10 de junio, la Cancillería emitió una declaración que lo eximía de toda falta
administrativa1535.
Freyre corrió otra suerte: fue agasajado en Lima con un gran banquete en el Club Nacional,
y hubo socios que vieron en él una alternativa presidencial, en vez de Leguía. Muy
sabiamente, regresó a Buenos Aires y —como sabemos— prefirió resumir su misión
diplomática y eludir el riesgo del penal de San Lorenzo... camino que Leguía seguiría un
tiempo después.
9. LOS BUENOS OFICIOS
A comienzos de febrero de 1926, Leguía recibió al señor Duval, uno de los socios de la
Compañía Wessel Duval, firma con grandes vínculos en Perú y Chile. Le acompañó el
embajador estadounidense en Lima, Miles Poindexter.
El visitante comentó que hallaban flojos los negocios en Perú y Poindexter sugirió que
acaso se mejorarían si se solucionase la controversia del sur.
Duval consultó al Presidente: “¿no se podría resolver esto a través de alguna transacción?”.
Leguía replicó enfáticamente que ese territorio era peruano y se encontraba cautivo; la
única solución sería que Chile lo devolviera. El empresario le preguntó irónicamente: si
también, de este modo, disminuiría el antagonismo de los chilenos. El Presidente lo
ignoraba, pero sí creía que, reintegrándose a Perú su antiguo territorio, se restablecerían
de inmediato las buenas relaciones con Chile 1536. Rechazó igualmente que se cediese Arica
a Bolivia, pues el sentimiento nacional no lo aceptaría 1537.
Nos ha parecido útil destacar este intercambio de ideas, pues Leguía apareció rechazando
1534
409 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama Nº147, Washington, 11-6-1926, de Miguel Cruchaga,
Embajador de Chile en EE.UU., a Beltrán Mathieu, Ministro de RR.EE. de Chile.
1535
410 Agustín Edwards: op. cit. Pág. 31 y ss.
1536
411 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Lima, 18-2-1926, de M. Poindexter, Embajador de EE.UU. en Perú, al
Sr. F.B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU. Pág. 304
1537
412 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama Nº43, Santiago, 16-3-1926, de Beltrán Mathieu, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Miguel Cruchaga Tocornal, Embajador de Chile en EE.UU.
la entrega de Arica al antiguo aliado. (Más adelante, esa postura la asumiría Conrado Ríos
Gallardo, ministro de Relaciones Exteriores durante la administración Ibáñez).
Como sabemos, antes de esta entrevista, a pocos días de llegar a Arica el presidente de la
comisión plebiscitaria, Edwards escribió al Presidente Alessandri para informarle que el
general Pershing veía muy difícil que la consulta popular establecida en el Laudo Arbitral
pudiera resolver el contencioso entre Chile y Perú. Con este motivo, el comisionado envió
al Primer Mandatario un documento que pasó a llamarse el memorándum de La Oroya, en
el cual planteaba algunas ideas generosas y amplias, a las que nos hemos referido
anteriormente.
En respuesta a este memorándum, el ministro de Relaciones Exteriores, Jorge Matte
Gormaz, el 13 de octubre de 1925, durante la breve administración del vice-Presidente
Barros Borgoño, autorizó a Edwards para que iniciaran conversaciones diplomáticas con el
general. Empero, durante éstas no se interrumpiría el procedimiento plebiscitario. En el
curso de tales gestiones se podría considerar igualmente la aspiración marítima de
Bolivia1538.
El embajador Collier celebró el 9 de mayo una entrevista con el recientemente elegido
Presidente Figueroa, sucesor del León, en presencia del Ministro Mathieu. Ella tuvo lugar
después de un tormentoso debate en la cámara de diputados. Según el embajador, allí se
acusó a Estados Unidos de querer eludir el plebiscito e imponer a Chile los buenos oficios
para resolver el histórico litigio. Al mismo tiempo, varios diputados atacaron con saña al
Árbitro, al Secretario de Estado y a la delegación estadounidense en Arica 1539.
Con este motivo, el plenipotenciario dirigió una nota al Canciller en que protestó porque el
Ejecutivo mantuviese desinformados a los legisladores y a la opinión pública respecto de la
verdadera política que seguía Chile.
Mencionó expresamente un memorándum, del 27 de octubre de 1925, del entonces
ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Barros Jarpa, que según Collier “virtualmente
inició el movimiento de los buenos oficios”.
El documento que Barros Jarpa entregó a Collier es el siguiente:
“No nos negaríamos de tratar con el Perú sobre la posibilidad de una solución diplomática
del problema, si ella nos fuera propuesta por un Gobierno que ejercitase sus buenos oficios;
pero evitaremos tomar iniciativa alguna en esta materia porque no deseamos aparecer en
una posición débil que no corresponde a la que tenemos en Tacna y Arica. El Gobierno de
Chile favorecerá cualquiera solución de paz y hará para ello grandes sacrificios, pero en la
situación actual no puede aparecer abandonando el procedimiento plebiscitario que él desea
enfrentar en las condiciones más honrosas e imparciales” 1540.
Según Barros Jarpa, se lo confió personalmente para:

1538
413 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Pág. 443. Telegrama, Washington, 26-5-1926, de Frank B. Kellogg, Secretario
de Estado de EE.UU., a William Collier, Embajador de EE.UU. en Chile.
1539
414 FOREIGN RELATIONS, 1926. Vol. 1. Pág. 422 y ss. Ver MINREL. Misiones Residentes. 1926. Nota N°3141 m
Santiago, 11-5-1926, de Beltrán Mathieu, Ministro de RR.EE. de Chile, a William Collier.
1540
415 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Santiago, 9 y 26.5.1926, de William Collier, Embajador de EE.UU. en
Chile, a Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU. Págs. 422 y 445.
“dejar deliberadamente constancia de que era privada y extraña a todo carácter oficial una
conversación que el señor Collier había mantenido con un funcionario del Ministerio y en la
cual el Embajador creyó ver una solicitud de Chile para obtener una intervención del
Gobierno americano, en el sentido de encontrar una fórmula distinta del plebiscito para el
arreglo de las dificultades con el Perú. Se lo entregué, además, para dejar constancia escrita
de que Chile evitaría tomar en el sentido de los buenos oficios ‘cualquiera iniciativa, porque
no desea aparecer en una posición de debilidad que no corresponde a la que tenemos en
Tacna y Arica’.
Pude afirmar esto último —concluye el ex-Canciller— porque como muy bien lo recuerda el
Embajador Collier, yo venía llegando de la zona plebiscitaria” 1541.
No obstante lo anterior, el mismo día, Barros Jarpa, en su calidad de ministro de Relaciones
Exteriores, despachó un telegrama al embajador Mathieu en Washington, en que le
expresó:
“siempre he sostenido que la iniciativa de 1921 fue tras una solución jurídica que preparara
el terreno a una inevitable y necesaria solución política.
Propiciarla hoy no es sino adelantarse a los acontecimientos para evitar que se malogre. Es
evidente que nosotros no podríamos sugerir una solución distinta del plebiscito, pero
podríamos considerar la que nos fuese sugerida espontáneamente por algún gobierno
amigo...
¿Tendría Usted los medios para sondear, sin comprometerse, las disposiciones de ese
gobierno [de EE.UU.] para intentar buenos oficios conciliatorios?” (el destacado es
nuestro)1542.
En vista de las dificultades ya descritas en el desarrollo de los preliminares del acto
electoral, el Secretario Kellogg resolvió, por su parte, desentenderse de la posición
tradicional del Departamento de Estado. Efectivamente, tomó la iniciativa de presentar a
los dos gobiernos otro método para resolver la vieja controversia, al margen del Laudo.
En abril de 1926, Barros Jarpa ya no era Secretario de Estado, pero sí asesor jurídico del
Ministerio. En su calidad también de director de la Revista Chilena, expresó sorpresa de
que Kellogg estuviese destruyendo el Laudo del Presidente Coolidge, al prohijar los
buenos oficios. La nueva faz que da a la cuestión la aprecia como “extemporánea y sin
autoridad en el derecho”1543.
Cuando ya no ocupaba posición oficial alguna, al saberse aludido por Collier, sostiene en
esta misma publicación que buscar la iniciativa de los buenos oficios:
“en una conversación de octubre de 1925 cuando era vice-Presidente el señor Barros
Borgoño y Ministro el señor Barros Jarpa es un absurdo que el Canciller Mathieu ha
rechazado perentoriamente en notas oficiales. Igual absurdo es atribuir tal iniciativa al
Presidente Alessandri y a su Ministro Sr. Jorge Matte. Ambos han probado que este hecho es
1541
416 Documentos de Barros Jarpa en poder del Académico José Miguel Barros.
1542
417 MINREL. FONDO E. BARROS JARPA. Telegrama s/nº, Santiago, 27-10-1925, de Ernesto Barros Jarpa, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Beltrán Mathieu, Embajador de Chile en EE.UU. Estrictamente confidencial y personal para Beltrán
Mathieu y para ser descifrado por él mismo.
1543
418 Revista Chilena, Año X. Abril de 1926. NºLXXIV. Director: Ernesto Barros Jarpa.
inexacto... El Ministro de Relaciones Exteriores, señor Mathieu, contestando aquella nota de 3
de mayo expresó al Embajador de los Estados Unidos que, aun cuando el Gobierno de Chile
tendría mucho honor el haber sido el iniciador de la gestión amistosa de los buenos oficios,
tenía que declararle que los documentos del Ministerio y todos los antecedentes conocidos
hasta ese momento, no le permitían al Gobierno de Chile atribuirse semejante iniciativa” 1544.
No dejan de sorprendernos posiciones tan contradictorias 1545. Es indudable que convivía en
Santiago, detrás de ellas, en ese momento, el temor muy cierto de perder las cautivas en la
consulta, y es por esta causa que no se descartaba un camino ajeno al Laudo, sin declararlo
expresamente.
Al igual que Pershing y Lassiter, Kellogg estimaba que aunque se celebrase la consulta
popular, el problema no se solucionará y tampoco cesará la odiosidad entre ambas
naciones. Recomendaba, pues, la neutralización o la partición del territorio o cualquiera
otra fórmula que pudiera ser exitosa.
Como político, no soportaba una derrota en el hemisferio occidental, en un tema menor
para Estados Unidos, mientras buscaba desplazarse en el escenario mundial.
Con este motivo, envió un despacho al embajador Poindexter, el 15 de febrero de 1926, a
fin de que preguntara al gobierno del Rímac si estaría dispuesto a aprovechar la
intercesión estadounidense para lograr un arreglo amistoso de las diferencias existentes
con Chile, “entendiéndose que mientras penda la consideración de cualquier arreglo distinto
de la celebración de un plebiscito, la autoridad de la Comisión Plebiscitaria y los arreglos
generales hechos por ella para la celebración de un plebiscito, de acuerdo con lo establecido
en el Fallo Arbitral, se mantendrá inalterable”
1546
.
Análogo documento se entregó en Santiago, el 17 de febrero.
Leguía descartó la iniciativa. “La propuesta de Mr. Kellogg —comentano pone término a la
controversia; el memorándum, lejos de simplificar la cuestión, la complica” 1547.
Poindexter recibió una respuesta, el 26 de febrero, en que el gobernante agradeció el
ofrecimiento. Consideraba que la consulta popular era el método para resolver la cuestión,
en conformidad con las garantías establecidas en el Laudo, las que —añade— hasta ahora
Chile lamentablemente no respetaba.
Sin embargo, aceptaría una solución extra-plebiscitaria, siempre que la Unión Americana
fuese parte de ella. De lo contrario, Chile la violaría y buscaría motivos para provocar una
guerra1548.

1544
419 Ernesto Barros Jarpa: Revista Chilena. Año x. Junio de 1926. NºLXXVI. Cosas del mes.
1545
420 Félix Calderón, op. cit. Pág. 146. Se refiere a este memorándum y dice que Collier “puso en evidencia... el recurso
táctico del doble lenguaje que más de un rédito le había dado a la diplomacia del Mapocho en el pasado”.
1546
421 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Pág. 302 y ss. Telegrama, Washington, 16-2-1926, de Frank B. Kellogg,
Secretario de Estado, a Miles Poindexter, Embajador de EE.UU. en Perú.
1547
422 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE. 1923-26 Imprenta y Litografía “La Ilustración”. Santiago. 1928.
Pág. 38672 y ss.
1548
423 FOREIGN RELATIONS. Vol. 1. 1926. Telegrama, Lima, 26-2-1926, de Miles Poindexter, Embajador de EE.UU. en
Perú, a Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU. Pág. 316.
Kellogg lamentó esta contestación, mas declinó una respuesta condicionada.
Si después el Presidente adhiriere a su iniciativa, estaría dispuesto a continuar la
conversación. Poindexter quedaba autorizado para comunicar verbalmente que Chile ya
respondió de modo afirmativo1549.
El embajador Collier visitó a Mathieu, el 17 de febrero Le leyó una nota idéntica a la que
recibió Leguía. El Canciller lamentaba de que Kellogg hubiese llegado a esta conclusión.
Después de visitar Arica, expresó que venía optimista acerca del resultado de la consulta. El
ambiente en Chile, señalaba el ministro, es favorable al acto electoral. Por este nuevo
medio, la opinión pública advertía un intento de escamotearle su triunfo.
Aún así, el agente creía que la iniciativa de Washington podría llevarse a cabo, siempre que
se la presentase como una mediación1550.
El 19 de febrero, Mathieu rectificó su parecer inicial y respondió afirmativamente al
plenipotenciario, pero “en la inteligencia de que las tramitaciones a que ellos den lugar [los
buenos oficios] no habrán de paralizar, como lo expresa el Memorándum que V.E. [Collier]
se ha servido entregarme, el procedimiento plebiscitario dispuesto en el Laudo arbitral...”
(destacado nuestras)1551.
Si se relee el primer memorándum estadounidense se aprecia una sutil diferencia, con
relación a la lectura que Mathieu hacía de él.
El Ministro dio cuenta a su embajada en Washington que confirmó a Collier su posición
favorable al plebiscito1552, optimismo que se robusteció con una exposición de Edwards y
Arteaga ante el Presidente Figueroa. Mas esta confianza no parecía tan absoluta, ya que en
cualquiera alternativa el gobierno quería conservar Arica, tanto porque la mayoría de la
población y los intereses radicados eran chilenos, cuanto por los compromisos que le
imponía el tratado de 1904 con Bolivia. Observemos, pues, que no importaría sacrificar a
Tacna.
El 12 de marzo, Collier presenta en Santiago un segundo memorándum, sin contar todavía,
al parecer, con una respuesta favorable del Rímac. Empero, Estados Unidos consideraba
que debía considerarse que esta opción seguía abierta. Aclaraba que los “buenos oficios”
equivalían a una mediación, de tal modo que las partes tuvieran la oportunidad de llegar a
un “acuerdo esencial”1553.
Kellogg dio cuenta de ello al gobierno de Lima. Leguía, por segunda vez, replicó que la
amplitud de la interposición no era suficiente para proteger a Perú de una agresión

1549
424 FOREIGN RELATIONS. Vol. 1. 1926. Telegrama, Washington, 2-3-1926, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de
EE.UU., a Miles Poindexter, Embajador de EE.UU. en Perú. Pág. 318.
1550
425 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE. Establecimientos Gráficos Balcels & Co. Santiago. 1923-1926.
Pág. 386.
1551
426 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE. Establecimientos Gráficos Balcels & Co, Santiago. 1923-24-26.
Págs. 386 y 387.
1552
427 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama Nº26, Santiago, 20-2-1926, de Beltrán Mathieu, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Federico Agacio Batres, Encargado de Negocios de Chile en EE.UU.
1553
428 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE. Establecimientos Gráficos Balcels. Santiago. 1923-24. Págs. 387-
388.
chilena. La aceptaría si Estados Unidos se comprometiese a impedirla 1554.
A pesar de esta negativa, el 16 de marzo, en Santiago se mantuvo el deseo de aceptarla, en
la forma expresada anteriormente por Estados Unidos 1555.
El gobierno entendía que ella no interrumpirá los procedimientos plebiscitarios en el
territorio litigioso, mientras tuviesen lugar los mecanismos diplomáticos. Lo que
preocupaba a Mathieu era un fracaso en la mediación, en tanto que el proceso
plebiscitario, ya suspendido, terminase archivado, después de tantos esfuerzos.
La Casa Blanca no proporcionaba al Rímac las garantías solicitadas, esto es, la suspensión
sine die de los trámites de la consulta popular. Aunque resulte paradojal, Leguía —dentro
de su estrategia— reiteró que el plebiscito es la mejor fórmula y solicitó al gobierno
estadounidense que impusiera en el territorio litigioso un ambiente de corrección.
Lassiter y Freyre apreciaban que, tanto La Moneda como las autoridades locales, se
negaban a crear este ambiente. El desenlace sería la impracticabilidad de la consulta
popular, que cargarían a la cuenta de Chile. Esa era la meta de ambos.
El 24 de marzo, Poindexter recibió, finalmente, un tercer documento peruano. Esta vez el
palacio de Pizarro, “de acuerdo con las explicaciones” que le ha dado Washington, terminó
por aceptar los buenos oficios, no obstante que juzgaba que el ambiente empeoraba en
las provincias. Tres días después se iniciará la inscripción de los futuros votantes 1556, lo que
tornaba urgente adoptar una decisión para los que querían paralizar dichos trámites y
eludir el plebiscito.
Es difícil saber qué pretendía el astuto Leguía en este poker diplomático, en los momentos
que simultáneamente negociaba problemas limítrofes de mucha relevancia con Ecuador,
Colombia y Brasil, además de la recuperación de las cautivas. Mientras no lograse esto
último, que recayera sobre Chile toda la responsabilidad del fracaso y que su popularidad
se fortaleciera en su frente interno, donde su régimen autoritario tenía enemigos. Desde
un comienzo, demostró desánimo ante la reunión de Washington, bajo la presidencia del
Secretario Hughes. Esta misma sensación le empujó a dilatar las deliberaciones electorales.
¿Consideraba pues, el plebiscito como una trampa urdida por Alessandri, su no menos
astuto colega del Mapocho? Los buenos oficios se hallaban lejos de garantizar el éxito de
su política, hasta que no tuviese las amarras previas que eventualmente condujesen a la
cancelación de la consulta.
Mathieu conferenció con Collier y le enseñó un mensaje que había dirigido a Cruchaga,
con el propósito de averiguar qué nuevas garantías debería dar el gobierno chileno, que
no fuesen vaguedades, a fin de que cesasen las críticas en Arica. Si se declarase la
impracticabilidad de la consulta, —sentenciaba el setentón canciller, ante la sorpresa del
plenipotenciario— “que traten los peruanos de echar a los chilenos” de la provincia 1557.

1554
429 FOREIGN RELATIONS. Vol. 1. 1926. Telegrama, Lima, 12-3-1926, de Wadsworth, Encargado de Negocios de EE.UU.
en Perú, a frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU. Pág. 330.
1555
430 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR. EE. DE CHILE. Establecimientos Gráficos Balcels & Co. 1923-24. Santiago.
Págs. 388 y 389.
1556
431 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Lima, 24-3-1926, de Miles Poindexter, Embajador de EE.UU. en
Perú, a Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU. Pág. 346.
En otro documento, de 27 de marzo, Kellogg se congratulaba de que La Moneda hubiera
acogido su ofrecimiento; empero en esta comunicación se observaba un matiz distinto de
la primera, a saber que la comisión que presidía Lassiter:
“debiera tomar inmediatamente las medidas conducentes a la suspensión del proceso
plebiscitario, sin perjuicio de que sea posteriormente reanudado, si se comprobase
posteriormente que la divergencia entre ambos países no es susceptible de un arreglo que no
sea la celebración del plebiscito”1558.
Un documento idéntico entregó Poindexter en Lima.
El Secretario de Estado juzgaba que la mediación era un método al margen del Laudo. Por
esta razón, sugería a los dos gobiernos que instruyeran a sus delegados en Arica, para que
acordaran suspender tales procedimientos; pero, conforme a la sentencia, esta decisión
tendría que adoptarse por unanimidad, en el seno de la comisión. En todo caso, mientras
se esperaba la contestación chilena, se encarecía al Rímac que cooperara con los trámites
plebiscitarios1559...
Al enseñar Collier este documento a Mathieu, captaba la desazón de este último por el
propósito de paralizar, transitoriamente, la operación plebiscitaria: el canciller veía un
intento de eludir la consulta, sin tener a mano otra alternativa satisfactoria 1560.
Esta realidad creaba una tensa atmósfera entre las tres Cancillerías. La respuesta
condicionada del Rímac había colocado a Washington en una situación difícil; la actitud de
La Moneda también.
El Secretario de Estado estimó que el problema derivaba de una distinta comprensión de
su memorándum del 17 de febrero, tanto en Lima como en Santiago. Perú entendía que, al
aceptarse los buenos oficios, se imponía una inmediata suspensión de todos los trámites
electorales, incluyendo el del registro de los votantes; Chile lo contrario, esto es, que todos
los procedimientos continuarían junto con los buenos oficios.
Según Kellogg, “ninguna de estas interpretaciones corresponde a la verdadera intención y
propósito del ofrecimiento, que fue —como se expresa— que la autoridad de la Comisión y
el arreglo general para celebrar el plebiscito se mantendrían inalterables, si las
negociaciones resultasen infructuosas”1561.
Nada se dijo en el ofrecimiento —agregaba el Secretario de Estado— acerca de la

1557
432 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Santiago, 22-3-1926, de William Collier, Embajador de EE.UU. en
Chile, a Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU. Pág. 338.
1558
433 FOREIGN RELATIONS. 19267. Vol. 1. Telegrama, Washington, 25-3-1926, de Miles Poindexter, Embajador de EE.UU.
en Perú, a Frank Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU. Pág. 349.
1559
434 Colección de documentos pertenecientes a Cornelius H. van Engert. Departamento de Estado de EE.UU.
Conversación entre Francis White, Director de la División Latino-Americana, y Hernán Velarde, Embajador de Perú en
EE.UU.
1560
435 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Santiago, 26-3-1926, de William Collier, Embajador de EE.UU. en
Chile, a Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU. Pág. 351.
1561
436 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Washington, 29-3-1926, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado, a
Miles Poindexter, Embajador de EE.UU. en Perú. Pág. 362. El texto en inglés dice: “Neither interpretation corresponds to the
true intent and purpose of the offer which was, as it states, to the effect that Commission’s authority and the general
arrangement for holding plebiscite should be mantained unimpaired so that it might be held should the negotiations prove
fruitless”.
suspensión de las actividades plebiscitarias. Asumió que los procedimientos, en Tacna y
Arica, en el caso de aceptarse, se ajustarían a las necesidades de la nueva situación, a
través de un acuerdo entre los dos contendientes y Lassiter.
Es decir, se trataría de un acuerdo en dos tiempos; empero, fue el espacio intermedio el
que engendró sospechas en Santiago. ¿Se prolongaría sine die?
Esta distinción, de último momento, fue demasiado sutil como para que en el Mapocho
resultase aceptable. Lo propio habría sido aclararla en el momento preciso. Es obvio que si
así se hubiese obrado, la respuesta chilena pudo ser adversa. Esta explicación post factum
surgió con motivo de las dos negativas de Leguía.
Cruchaga, en un mensaje personal al Canciller, escudriñó el fondo del asunto y comentó
que el Departamento de Estado consiguió el sí peruano, tras halagar a Leguía con la
posibilidad de suspender la consulta popular. Y a Chile amenazándole con una declaración
de la impracticabilidad de ella1562.
En Arica —como vimos anteriormente— el general Lassiter expresaba a Washington que
se encontraba en una situación imposible. Perú asentía a los buenos oficios a condición de
que se suspendieran los trámites plebiscitarios; Chile entendía lo contrario. Proseguir con
la consulta —decía el militar— significaría que Perú se abstendría de participar. Dado que
las condiciones aquí eran “tan intolerables”, juzgaba que Freyre se retiraría. Se debía poner
término al plebiscito y, en un lenguaje moderado, responsabilizar a Chile, en un lenguaje
moderado. Como ya dijimos, Freyre le había enviado una nota para decirle que había
instruido a sus funcionarios que no colaborasen en el comité de registro. Lassiter
exclamaba que se hallaba frente a una impasse, que juzgaba era el resultado de la
indecisión del Secretario de Estado por no seguir su opinión de declarar inmediatamente
impracticable la consulta1563.
El Canciller Mathieu, a pesar de su sorpresa, respondió el 27 de marzo el antes citado
memorándum estadounidense, y reiteró su aceptación de los buenos oficios, “en la
inteligencia de que las tramitaciones a que ellos den lugar no habrán de paralizar, como lo
expresa el Memorándum que V.E. se ha servido entregarme, el procedimiento
plebiscitario”1564.
Lansing, en su calidad de asesor del gobierno chileno, halló sólida aquella argumentación y
recomendó mantenerla inalterada1565.
Por su parte, desde Lima Poindexter informó a Washington que Leguía había instruido a
Freyre para que cooperara en la suspensión inmediata de los procedimientos plebiscitarios
preliminares, los cuales permanecerían inalterados al igual que la autoridad de la comisión

1562
437 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama s/nº, Washington, 27-3-1926, de Miguel Cruchaga,
Embajador de Chile en EE.UU., a Beltrán Mathieu, Ministro de RR.EE. de Chile.
1563
438 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Arica, 27-3-1926, del general W. Lassiter, Presidente de la Comisión
Plebiscitaria, a Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU. Pág. 351.
1564
439 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE. 1926. Establecimientos Gráficos Balcells & Co. Santiago. Pág.
390 y siguiente.
1565
440 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama s/nº, personal y confidencial para Ministro Mathieu,
Washington, 30-3-1926, de Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU., al Sr. B. Mathieu, Ministro de RR.EE. de
Chile.
plebiscitaria. Asimismo informó que el embajador peruano, Hernán Velarde, participaría en
las negociaciones que presidiría el secretario de Estado 1566.
Kellogg comunicó a las partes que ejercería los buenos oficios y Chile designó a su
plenipotenciario en esa capital, Miguel Cruchaga1567, para que lo representara.
Mathieu trasmitió a Samuel Claro, su comisionado en Arica, —en ausencia de Edwards— el
texto del telegrama enviado a Cruchaga. El comisionado ya se hallaba impuesto del
memorándum de 19 de febrero.
Sabemos que Lassiter conferenció con Claro y le leyó un mensaje del Secretario de Estado,
como consecuencia del cual propondría la suspensión de las inscripciones hasta el 5 de
abril.
El 2 de abril, ya aprobados los buenos oficios —con la ambigüedad descrita— Estados
Unidos sometió a ambas partes el siguiente programa:
“1º Los Gobiernos de Chile y del Perú designarán inmediatamente sus respectivos
Plenipotenciarios para que se reúnan con el Secretario de Estado en Washington a más
tardar el 6 de abril de 1926; 2º que el Secretario de Estado someterá a dichos
Plenipotenciarios, para que las consideren, una o más bases concretas de arreglo; 3º que
inmediatamente que las Partes hayan aceptado en principio la base de arreglo sometida en
esa forma, se suspendan los actos plebiscitarios por el plazo que sea necesario para
determinar si puede alcanzarse un arreglo”.
El Ministro Mathieu desestimó el consejo de su asesor estadounidense y, el 3 de abril
expresó su conformidad con los puntos anteriores, inclusive el último 1568.
Cruchaga y Velarde concurrieron a la Casa Blanca tres días después.
Con el objeto de debatir la interposición amistosa, el secretario de Estado insinuó algunas
“bases de arreglo”.
Kellogg —en conferencia preliminar con el representante chileno— le comentó:
“Tendré que hacer sugerencias. No veo otras que la partición del territorio o la
neutralización, y si cualquiera de ellas fuese aceptada en principio, se podrían suspender los
procedimientos plebiscitarios”1569.
Acariciaba también el pensamiento de conceder a Bolivia un corredor hasta el Pacífico.
Chile se quedaría con el territorio al sur de aquel y Perú con el que se encontrare al norte
de dicha franja. A Chile se le entregaría una compensación adecuada y Bolivia pagaría en
dinero por las ventajas que recibiese 1570. Se trataba de la partija, pero con algunas

1566
441 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Lima, 28-3-1926, de Miles Poindexter, Embajador de EE.UU. en
Perú, a Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU. Pág. 361.
1567
442 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE. 1926 Establecimientos Gráficos Balcels & Co. Santiago. Pág.
391.
1568
443 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE. 1926 Establecimientos Gráficos Balcels & Co. Santiago. Pág.
392.
1569
444 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama Nº68, Washington, 1-4-1926, de Miguel Cruchaga,
Embajador de Chile en EE.UU., a Beltrán Mathieu, Ministro de RR.EE. de Chile.
1570
445 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR.EE. DE CHILE. 1926 Establecimientos Gráficos Balcels & Co. Santiago. Pág.
393.
modalidades distintas.
A Mathieu le preocupaba el rumbo que seguiría la mediación. Quería una solución rápida,
que no tardara más de ocho días y preveía en unos quince la sanción legislativa; Cruchaga,
antes de hacer indicaciones, debería ocuparse de conocer a fondo el punto de vista
estadounidense. El camino más viable para el Canciller era la partición: Tacna para Perú y
Arica para Chile, lo que se complementaría con otros acuerdos (un convenio comercial
sobre la base de aduanas libres, condonación de deudas y restablecimiento de las
relaciones diplomáticas y consulares). Tacna mantendría su aduana en Arica. (Guardaba
cierta semejanza con lo que, dos años más tarde, negociarían Emiliano Figueroa y Augusto
B. Leguía1571).
Tan pronto se lograra un entendimiento y no antes, se suspenderían los trámites
plebiscitarios. La neutralización que deslizaba el Canciller yanqui no tranquilizaba a La
Moneda, por ser una figura internacional compleja, bajo los auspicios de los dos litigantes
y con presencia boliviana: una verdadera manzana de la discordia que se convertiría en un
semillero de nuevos problemas. La división, en cambio, no presentaría tales obstáculos. Se
aprovecharía la actual delimitación, entre los dos departamentos 1572, que era favorable a
Chile.
Mathieu, acuciado por el Congreso y la opinión pública, hizo una declaración a la prensa.
Explicó que la mediación se limitaba únicamente a las diferencias entre Chile y Perú; Bolivia
solo era materia de conversaciones entre el gobierno de esta y el ministro chileno en La
Paz1573.
El agente diplomático Cruchaga fue informado entonces de estas deliberaciones.
Se habrían iniciado el 27 de mayo de 1925, con un memorándum del ministro de
Relaciones Exteriores paceño, quien expresó que su patria ambicionaba que se le
traspasaran alternativamente, Arica, Pisagua o Mejillones.
El 5 de marzo del año siguiente, Mathieu aceptó considerar la idea en principio, sin
compensaciones territoriales y a cambio de otras que se estudiarían posteriormente 1574.
Chile solicitó que se le precisara la línea geográfica que abarcaba cada una de estas
aspiraciones. Al mismo tiempo, instruyó al ministro Barros Castañón que comprometiera el

1571
446 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama s/nº, Santiago, 2-4-1926, de Beltrán Mathieu, Ministro de
RR.EE. de Chile, personal y confidencial para Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU.
1572
447 A.H. de RR.EE. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama Nº63, Santiago, 5-4-1926, de Beltrán Mathieu, Ministro
de RR.EE. de Chile, a Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU.
1573
448 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Santiago, 6-4-1926, de William Collier, Embajador de EE.UU. en
Chile, a Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU. Pág. 372.
1574
449 MINREL. Fondo C. Ríos G. Antecedentes Tratado y Protocolo con Perú. Según sostuvo Ríos Gallardo en el Senado en
1929, al defender los pactos de Lima, la razón de este ofrecimiento fue conseguir los “trescientos votos bolivianos” para el
plebiscito sobre Tacna y Arica. El telegrama Nº22, de 5-3-1926, que firmó Mathieu -agrega Ríos Gallardo- lo redactó el
asesor jurídico de la Cancillería, Ernesto Barros Jarpa (cuyo texto exhibió, escrito de puño y letra del entonces asesor),
aunque añade que días después en la Revista Chilena (NºLXXIV, abril de 1926) este atacó tal negociación. En un
memorándum, que se encuentra en el MINREL. (Telegramas cambiados con la legación de Chile en Bolivia) “Chile acepta
en principio la idea de traspasar a Bolivia un puerto en el Pacífico con arreglo a un plan de compensaciones no territoriales
que podría estudiarse más adelante”. Según el Diccionario Histórico, Biográfico y Bibliográfico de Chile por Virgilio
Figueroa, tomo 2º, página 151, Barros Jarpa renunció al cargo de asesor al patrocinar el Presidente Emiliano Figueroa y su
Ministro, Beltrán Mathieu, una fórmula transaccional respecto de Tacna y Arica. Barros Jarpa defendía la fórmula jurídica,
esto es, la del plebiscito que traería el triunfo de Chile.
voto boliviano en el plebiscito1575.
El 30 de marzo, Bolivia dio su respuesta. Respecto de Arica, esta comprendería el actual
departamento de ese nombre, y en cuanto a Pisagua y Mejillones, solicitaría una zona de
cinco o seis kilómetros de ancho que comunicara con el respectivo puerto. La Moneda —
según Mathieu— no había resuelto aún la solución que escogería, porque “en
determinadas circunstancias parecería más conveniente estudiar una por Pisagua que en
Arica”1576.
Regresemos a los buenos oficios.
En ellos, el Secretario de Estado propuso a los negociadores “una división equitativa” del
territorio. Velarde contestó que sus instrucciones se limitaban a escuchar y transmitir. El
peruano ofreció responder tan pronto su colega chileno conociera las suyas. Sagazmente,
Kellogg le advirtió que los procedimientos de Arica seguían su marcha 1577. Agregó que una
vez aceptadas las bases en principio, Lassiter suspendería los trámites plebiscitarios por el
plazo necesario para ver si se podía llegar a un arreglo. Este sentimiento —dijo Kellogg—
“no debe interpretarse como que modifica, en forma alguna, la actitud asumida por el
Perú, en armonía con la situación existente”1578.
El Secretario expresó que, en el curso de las negociaciones, se podrían presentar otras
bases. Las partes tenían entera libertad para considerarlas o no. (Obviamente, aludía a la
aspiración boliviana).
La fórmula “división equitativa del territorio” fue considerada vaga en Santiago y que no
permitía interrumpir los arreglos plebiscitarios.
El Secretario sugirió privadamente a Cruchaga que, en las conferencias, Chile hiciera un
beau geste y propugnara un “plan general” que resolviera todas las cuestiones del Pacífico
sur. Él se sentía cohibido para hacerlo. Tanto el Presidente Hoover como Kellogg
desestimaron las peticiones del ministro boliviano, por carecer de personería para
inmiscuirse en las conferencias.
Cruchaga respondió, a título personal, que la idea le satisfacía 1579.
El 8 de abril tuvo lugar la segunda reunión tripartita 1580. En respuesta, Velarde expresó que
su gobierno rechazaba el cercenamiento de sus derechos territoriales: era cuestión de
honor nacional; pero sí estaba abierto a otras sugestiones.
Para Cruchaga, el ofrecimiento de una “división equitativa del territorio” no constituía una
1575
450 MINREL. Telegramas cambiados con la Legación de Chile en Bolivia. 1926. Telegrama Nº24, Santiago, 8-3-1926, de
Beltrán Mathieu, Ministro de RR.EE. de Chile, a M. Barros Castañón, Ministro de Chile en Bolivia.
1576
451 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama Nº66, Santiago, 8-4-1926, de Beltrán Mathieu, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Miguel Cruchaga, Ministro de RR.EE. de Chile.
1577
452 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926, Telegrama Nº73, Washington, 6-4-1926, de Miguel Cruchaga,
Embajador de Chile en EE.UU., a Beltrán Mathieu, Ministro de RR.EE. de Chile.
1578
453 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama Nº74, Washington, 6-4-1926, de Miguel Cruchaga,
Embajador de Chile en EE.UU., a Beltrán Mathieu, Ministro de RR.EE. de Chile.
1579
454 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama Nº75, Washington, 8-4-1926, de Miguel Cruchaga,
Embajador de Chile en EE.UU., a Beltrán Mathieu, Ministro de RR.EE. de Chile.
1580
455 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama Nº78, Washington, 8-4-1926, de Miguel Cruchaga,
Embajador de Chile en EE.UU., a Beltrán Mathieu, Ministro de RR.EE. de Chile.
proposición concreta. Rechazaba suspender el proceso electoral, aunque la aceptaba en
términos generales.
Interrogado por el secretario, Velarde respondió que no aprobaba la primera proposición.
Los buenos oficios, acotó, han suspendido virtualmente los trámites plebiscitarios; Kellogg
lo refutó diciendo que la suspensión solo podía producirse por acuerdo de las partes. Con
todo —dijo— que tenía derecho a saber qué sugería Perú y urgió a los dos gobiernos a
adoptar una actitud más constructiva. Este problema —dijo enfáticamente— interesa a
toda América del Sur.
Después de analizar las expresiones de Velarde y sus referencias a la consulta, Mathieu
ordenó a su agente que declarara, en el momento oportuno, que la consecuencia de estas
era conservar la solución plebiscitaria. El “gran plan” que insinuaría Chile, a que aludía el
Secretario, estaría condenado al fracaso, dada la actitud peruana 1581.
En Lima, Leguía ofreció, el 9 de abril, un banquete a Abdón Saavedra, vice-Presidente y
embajador especial de Bolivia. Según la United Press, aquel expresó que “la unidad Perú-
boliviana en la historia y en la desastrosa guerra eran mantenidas aún firmemente con el
objeto de restablecer nuestra antigua frontera, sin intención de legitimar por el temor o por
el espíritu mercantil, el crimen del cual fuimos víctimas”1582.
Saavedra, en su respuesta, aceptó estas ideas.
Mathieu hizo saber a Kellogg que —de acuerdo con estos conceptos— Perú, al procurar
restablecer sus antiguas fronteras, violaba el Protocolo de Washington, donde había
declarado que la única dificultad pendiente con Chile era el cumplimiento de la cláusula 3ª
del Tratado de Ancón1583.
El Secretario de Estado comunicó a Leguía que sus expresiones podían destruir cualquiera
posibilidad de arreglo1584.
El 12 de abril, en la tercera sesión, Velarde solicitó la suspensión definitiva de la consulta
popular; el retorno de Tacna y Arica a su patria; que Perú pagare a Chile los 10.000.000 de
soles señalados por el Tratado de Paz y Amistad, incluso incrementados; y que se pactara
un acuerdo relativo a las tarifas ferroviarias en Antofagasta, Arica y Mollendo, para evitar
una competencia desleal1585.
Cruchaga rechazó tales propuestas, que no tenían cabida en los buenos oficios, e insistió
en el plebiscito, como el único medio práctico para resolver la suerte definitiva del
territorio1586.
1581
456 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama Nº69, Santiago, 10-4-1926, de Beltrán Mathieu, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU.
1582
457 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama Nº72, Santiago, 12-4-1926, de Beltrán Mathieu, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU.
1583
458 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama Nº72, Santiago, 12-4-1926, de Beltrán Mathieu, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU.
1584
459 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Washington, 13-4-1926, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de
EE.UU., a Miles Poindexter, Embajador de EE.UU. en Perú. Pág. 380.
1585
460 Papeles de la Biblioteca del Presidente Hoover. Pág. 38.
1586
461 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama estrictamente confidencial Nº85, Santiago, 12-4-1926, de
Beltrán Mathieu, Ministro de RR.EE. de Chile, a Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU.
Por su parte, Kellogg señaló la molestia que le habían causado las declaraciones de
Velarde a la prensa, en que reveló cierta correspondencia intercambiada entre Perú y
Estados Unidos, que el Departamento de Estado no había dado a conocer y que el propio
Cruchaga ignoraba1587.
Por cuarta vez se reunieron el mediador y los plenipotenciarios, el 14 de abril 1588.
Velarde declaró que para lograr una consulta correcta se requería asegurar la perfecta
igualdad entre todos los votantes. Por lo mismo, debía investirse al Árbitro de la necesaria
autoridad para neutralizar las dos provincias. Esta idea había sido rechazada en la
sentencia del Presidente Coolidge, en la nota del Árbitro de 9 de abril de 1925, y en la
sesión de la comisión plebiscitaria, del 25 de marzo, por segunda vez, así es que no pasaba
de ser una majadería.
Kellogg recordó que la sentencia de Coolidge no mencionaba la neutralización, y el Árbitro
carecía de facultades para ordenarla. Se negó a discutir la moción peruana y ofreció
presentar una nueva al día siguiente.
Cruchaga desestimó el proyecto de Velarde. El Secretario de Estado replicó que nunca
había manifestado que el plebiscito fuese imposible de realizar; solo indicó una suspensión
transitoria, toda vez que se lograse un acuerdo en principio.
El 15 de abril, por quinta vez, el Secretario de Estado se reunió con los embajadores 1589.
Planteó, en primer lugar, que el territorio litigioso se constituyese en un Estado
neutralizado, ya fuera independiente o bajo el protectorado de gobiernos sudamericanos,
o, en segundo término, que se entregase a una nación que no fuese parte en estas
negociaciones (¿Bolivia o Estados Unidos?).
Como ninguno de los contendientes estaba deseoso de transferirlo al otro, y como la
proposición de una división entre ellos fue rechazada, entonces la solución podría
encontrarse en alguna de las sugerencias anteriores o en una modificación de ellas.
Velarde aprobó la primera idea, no así la última: entrañaba entregar los habitantes de
Tacna y Arica a un soberano distinto, sin el consentimiento de ellos 1590.
Según el Secretario, la primera se lograría con una simple garantía chileno-peruana; pero
se le escapaba el sentido de las objeciones de Velarde acerca de la segunda, como
veremos más adelante.
Cruchaga aseguró que la primera alternativa no traería armonía en la región, sería fuente
de conflictos y fomentaría el armamentismo. En cuanto a la segunda, si la república
sudamericana fuese Bolivia, ya existían conversaciones entre Santiago y La Paz. Pediría
instrucciones.

1587
462 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama Nº85, Washington, 12-4-1926, de Miguel Cruchaga,
Embajador de Chile en EE.UU., a Beltrán Mathieu, Ministro de RR.EE. de Chile.
1588
463 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama Nº90, Washington, 14-4-1926, de Miguel Cruchaga,
Embajador de Chile en EE.UU., a Beltrán Mathieu, Ministro de RR.EE. de Chile.
1589
464 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama estrictamente confidencial Nº92, Washington, 15-4-1926, de
Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU., a Beltrán Mathieu, Ministro de RR.EE. de Chile.
1590
465 MINREL. 1926. Telegrama estrictamente confidencial Nº93, Washington, 15-4-1926, de Miguel Cruchaga, Embajador
de Chile en EE.UU., a Beltrán Mathieu, Ministro de RR.EE. de Chile.
Kellogg sabía de estas últimas y también de las peruano-bolivianas. Su segunda indicación
no significaba entregar la totalidad del territorio al altiplano, sino darle un acceso al
Océano Pacífico. Desde el momento que Lima y Santiago hablaban de traspasar Tacna y
Arica a Bolivia, en todo o en parte, sin consulta a sus habitantes, ¿cuál era entonces la
dificultad para desestimar su propuesta? 1591.
(El Presidente Figueroa y su Canciller —en conversación con Collierhabían desechado las
dos ideas, recordando que el Congreso Nacional y la opinión pública preferían el
plebiscito. El diplomático estadounidense insistió entonces en que se cediera territorio a
Bolivia. Como Perú había rechazado esa fórmula, Figueroa y Mathieu no veían por qué
Chile tendría que explicar su posición. Según el embajador, el mediador acaso podría
convencer a Perú. El jefe del Estado —después de los recientes discursos de Leguía y
Saavedra— advirtió la posibilidad de una unión entre los aliados de 1879.
“Chile está en una posición muy peligrosa”, comentó 1592.) Velarde manifestó ahora que su
objeción a la primera alternativa, del 15 de abril, fue de carácter personal y no oficial. El
subsecretario White se valió de ello para presionar a Cruchaga, a fin de que exhortare a
Santiago para que aceptara que el territorio en discusión se cediera a Bolivia, en todo o en
parte1593.
A su vez, el Secretario de Estado instó a Collier para que consiguiera que La Moneda
aceptara la segunda fórmula, en vista de que Perú no la había rechazado. Existiría, pues, la
posibilidad de lograr un acuerdo1594.
En la sexta reunión, de 19 de abril, el agente peruano recordó que de acuerdo con la
segunda sugerencia estadounidense, del 15 del mismo mes, el Secretario entendía que la
entrega de territorio a Bolivia no comprendía forzosamente toda la provincia sino que una
salida al mar. Reconoció que coincidía con el ofrecimiento peruano a La Paz, tan pronto las
provincias le fuesen restituidas como resultado del plebiscito. En tal caso, su gobierno
concedería esta franja y neutralizaría el resto del territorio 1595.
Sin instrucciones, Cruchaga se abstuvo de intervenir. Después, en privado, el Secretario le
refirió la excelente impresión que le causó la actitud peruana. Asimismo, le presionó para
considerarla, pues consideraba “insalvables” los obstáculos para realizar el plebiscito.
El agente chileno pidió autorización para presentar una sugerencia que contemplara la
división de Tacna y Arica, una salida al mar para Bolivia al norte de Arica, la celebración de
un tratado de comercio, la desmilitarización de la provincia, etc.
El 20 de abril, el Presidente de Bolivia, Hernán Siles, en conocimiento de lo que se discutía

1591
466 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Washington, 15-4-1926, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de
EE.UU., a Miles Poindexter, Embajador de EE.UU. en Perú. Pág.385.
1592
467 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Santiago, 18-4-1926, de William Collier, Embajador de EE.UU. en
Chile, a Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU. Pág. 387.
1593
468 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama Nº101, Washington, 18-4-1926, de Miguel Cruchaga,
Embajador de Chile en EE.UU., a Beltrán Mathieu, Ministro de RR.EE. de Chile.
1594
469 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Washington, 18-4-1926, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de
EE.UU., a William Collier, Embajador de EE.UU. en Chile. Pág. 390.
1595
470 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama estrictamente confidencial Nº102, Washington, 19-4-1926, de
Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU., a Beltrán Mathieu, Ministro de RR.EE. de Chile.
en el marco de los buenos oficios, telegrafió a su colega estadounidense exteriorizándole
su satisfacción por la proposición del Secretario de Estado. Ella se concilia con el
ofrecimiento chileno del puerto de Arica o de otro, que Bolivia compensaría con acuerdos
aduaneros o pecuniarios1596. (Más le habría convenido guardar silencio, como se apreciará
posteriormente).
La afirmación de Siles no era enteramente exacta. Chile solo se había limitado a aceptar la
idea en principio, empero se reservaba elegir el puerto, una vez que la negociación se
formalizase. En vista de esta intervención, La Moneda se opuso a que La Paz se incorporase
a los buenos oficios. Así el arreglo directo de Bolivia con Santiago murió. Según Mathieu,
Bolivia desechó un acuerdo bilateral llamado a prosperar, a cambio de una negociación
tripartita, condenada al fracaso. (Sabido es que Bolivia no aceptaba la caleta Vítor que Perú
le ofrecía).
Por su lado, Hoover repitió a Siles que los buenos oficios “fueron limitados a los dos
gobiernos, del Perú y Chile”, y que no podría incorporarse un tercero, en vista de la falta de
consentimiento de Lima y Santiago1597.
El Canciller Mathieu expuso el estado de la cuestión del norte en el Senado.
La sala aprobó, el 17 de junio, un voto salomónico, tanto en favor del plebiscito como de
los esfuerzos del gobierno para buscar una solución de armonía (léase buenos oficios).
En Chile se consideraba que la proposición presentada por Kellogg equivalía a dar “un
paso en el vacío”. No se sabía lo que se cedía ni lo que se conservaba. Chile no iría más allá
de la entrega del departamento de Tacna, guardando el de Arica con toda la ruta del
ferrocarril. Aceptaba la división por los actuales límites salvando esta ruta, pero si el
secretario insistía se daría un corredor a Bolivia tomando como eje esa línea divisoria.
Además, se oponía a que La Paz fuera parte de esta transacción: se trataba de una cuestión
entre Chile y Perú. La Moneda reconocía, eso sí, que la cuestión boliviana debía resolverse;
pero, en tratos directos suyos con Bolivia1598.
Al interior del Departamento de Estado, —comenta el biógrafo de Kelloggla situación era
más que compleja. El Secretario estaba intranquilo a la par que resentido con su antecesor,
por haberle embarcado en esta aventura. Aún así, consultaba permanentemente a Hughes,
y era este quien tomaba las decisiones del día a día, que hábilmente presentaba como
“consejos”1599.
En una reunión del 8 de mayo, —dice ese mismo autor— Olds, el segundo hombre del
Departamento de Estado, en presencia de Hughes, entregó un primer borrador de
resolución, para poner fin al plebiscito. Este último, temiendo el fracaso de la mediación,
buscaba culpar a Chile o Perú, con el objeto de preservar el buen nombre del Árbitro y, sin
1596
471 MINREL. TELEGRAMAS CAMBIADOS CON LA LEGACIÓN DE CHILE EN BOLIVIA.1926. Telegrama Nº135, LA PAZ,
20-4-1926, DE M. BARROS CASTAÑÓN, MINISTRO DE CHILE EN BOLIVIA, A BELTRÁN MATHIEU, Ministro de RR.EE.
de Chile. Transcribe texto íntegro comunicación de Siles a Hoover.
1597
472 MINREL. TELEGRAMAS CAMBIADOS CON LA LEGACIÓN DE CHILE EN BOLIVIA. 1926. Telegrama Nº140, La Paz,
29-4-1926, de Manuel Barros Castañón, Ministro de Chile en Bolivia, a Beltrán Mathieu, Ministro de RR.EE. de Chile.
1598
473 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama Nº89, Santiago, 19-5-1926, de Beltrán Mathieu, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU.
1599
474 L. Ethan Ellis, op.cit. Pág. 93.
duda, el suyo propio.
A mediados de dicho mes, —como ya anotamos— Kellogg transmitió a Lassiter un
proyecto de moción para sepultar la consulta.
El 26 de mayo, Kellogg dirigió a Mathieu un memorándum apremiante 1600.
Le recordaba que Chile solicitaba todo el departamento de Arica, conforme los límites
fijados por él1601. La única concesión que estaría dispuesto a hacer a Bolivia sería una
angosta faja de territorio que corriera a lo largo de la frontera norte de ese departamento,
pero que por ella no pasaría el ferrocarril.
Ese corredor, que no incluiría esa vía ni el puerto de Arica, pasaría a ser una mera faja de
tierra inútil. Aparentemente, —expresó el secretario de Estadolo que La Moneda buscaba
era presentar a La Paz sus propias condiciones, al margen de los buenos oficios y de Perú.
Pero, ni Santiago ni Lima —agregabapodrían lograr independientemente un arreglo con
Bolivia. El corredor debería representar un sacrificio conjunto de las aspiraciones de ambos
y la política que planteaba Chile conduciría al colapso de todos los esfuerzos para la
reconciliación.
Pidió que se le diera una respuesta que permitiera continuar con sus gestiones.
Después de un consejo de ministros, Collier entregó el memorándum a su destinatario 1602.
Este último respondió que Chile podría llegar hasta ofrecer un corredor al norte del
ferrocarril. Esta faja se ampliaría al llegar al océano, de modo que incluyese la parte norte
de la ciudad de Arica. Ello, en la inteligencia de que Bolivia seguiría utilizando el actual
ferrocarril Arica-La Paz.
El Secretario consideraba que su posición era insostenible. Poseía informaciones muy
pesimistas acerca del plebiscito y todo concluiría en un “fraude”, al que Estados Unidos no
podía prestarse. El único medio de evitarlo sería que La Moneda hiciese algunas
concesiones, en el marco de la mediación, que permitieran suspender la consulta popular
sin paralizarla1603.
Después Kellogg comunicó a Collier que Perú aceptaba la neutralización o una solución
bona fide de un corredor boliviano y, posiblemente, la transferencia de todo el territorio
litigioso a La Paz. A su vez, juzgaba que Chile desestimaba cualquiera solución que
significara dividir Tacna y Arica, sin que permaneciera la mayor parte en poder suyo.
Asimismo excluyó discutir entre tres una solución con Bolivia. Esta última posición —a
juicio del secretario— impedía una solución negociada1604.

1600
475 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Washington, 26-5-1926, de Frank B.Kellogg, Secretario de Estado de
EE.UU., a William Collier, Embajador de EE.UU. en Chile.
1601
476 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Washington, 22-5-1926, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de
EE.UU., a William Collier, Embajador de EE.UU. en Chile. (Kellogg dice que según la división de la zona litigiosa hecha por
Chile, Arica representa en superficie las 2/3 partes del total de ella).
1602
477 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Santiago, 28-5-1926, de W. Collier, Embajador de EE.UU. en Chile, a
Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU.
1603
478 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Washington, 29-5-1926, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de
EE.UU., a William Collier, Embajador de EE.UU. en Chile.
1604
479 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Washington, 1-6-1926, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de
EE.UU., a William Coollier, Embajador de EE.UU. en Chile.
El 2 de junio, Mathieu envió un memorándum al secretario 1605. Le reiteraba que la solución
más favorable para su país era el plebiscito; si participaba en los buenos oficios era para
demostrar su espíritu conciliatorio. Por lo tanto, no estaba obligado a aceptar cualquiera
fórmula. Si bien había consentido, en principio, en la partición, también había solicitado
que fuese más precisa. Según Kellogg, Chile pretendió quedarse con las dos terceras
partes del territorio y conceder a Bolivia un corredor, sin ningún valor práctico; empero,
nada era más ajeno al gobierno de Chile, expresa Mathieu. No existía ningún asunto
jurídico pendiente entre Santiago y La Paz, pero Chile aspiraba a una solución de equidad,
que no era la que patrocinaba el Secretario de Estado: dar Tacna a Perú y la parte más
importante de Arica a Bolivia, dejando a Chile con el sector desértico al sur del
departamento (Vítor), que entre paréntesis tampoco atraería a La Paz.
El pesimismo invadió al Secretario. Los buenos oficios estaban a punto de fracasar y el
plebiscito se presentaba como un rompe cabezas. Lassiter —en su rol judicial— pretendía
declarar su impracticabilidad a toda costa, con el concurso de Freyre; Edwards luchaba
vigorosamente para que se efectuara.
El 4 de junio tuvo lugar la séptima reunión tripartita de Washington.
Cruchaga se opuso a la neutralización de la provincia y a la sugerencia peruana de un
corredor para Bolivia al sur de Arica. Tanto Chile como Perú rechazaron ceder Tacna y Arica
a Bolivia.
El Secretario de Estado repitió su fórmula del 15 de abril y le introdujo modificaciones en la
parte segunda, a saber: a) delimitación de un corredor que se extendiera desde la frontera
de Bolivia hasta el océano Pacífico, que se entregaría a dicha república; y b) todo el
territorio en la región disputada, al norte del corredor, para Perú, y al sur para Chile. Las
disposiciones precedentes se efectuarían con la debida consideración al principio de justa
compensación por las mejoras públicas. No se admitiría a participar en estas negociaciones
a ningún gobierno que no fuera parte de ellas.
Velarde aceptó esta sugerencia. A Cruchaga la fórmula le pareció poco clara; quería
conocer los límites del corredor, porque así como estaba planteado no podría aceptarlo.
Kellogg, molesto, solicitó a los embajadores que explicitaran cómo dividirían el territorio y
dónde quedaría el corredor, ya que su propuesta solo era una base de discusión; mediante
rechazos no se llegaría a ninguna parte.
Preguntó entonces a Velarde si tenía alguna sugerencia y este respondió negativamente,
aunque aceptaba la del secretario en principio. Por su parte, Cruchaga manifestó que
Kellogg formulase una proposición más definida.
Poco después, el Consejo de Ministros celebró una sesión en Santiago, con asistencia de
los miembros de las comisiones de relaciones exteriores de ambas cámaras y los
presidentes de los partidos políticos. Como resultado de ella, Mathieu precisó el
planteamiento nacional: el cumplimiento del Laudo o bien el departamento de Tacna, con
sus límites actuales para Perú; el departamento de Arica, con sus límites actuales, a Chile, y
ambas partes cederían a Bolivia una faja de territorio intermedio que terminaría en la
1605
480 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama Nº95, Santiago, 2-6-1926, de Beltrán Mathieu, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU.
caleta de Palos Alto. La faja tendría un ancho aproximado de 4 kilómetros y su trazado se
efectuaría procurando, en lo posible, que la mitad del terreno permaneciese en el
departamento de Tacna y la otra mitad en el de Arica. El deslinde sur del corredor cedido a
Bolivia no podría quedar, en ningún punto, a menos de 10 kilómetros de la vía férrea de
Arica a La Paz. En otras palabras, el ferrocarril correría por suelo chileno 1606.
En la prensa de Santiago se anunció que Estados Unidos había fijado un plazo
excesivamente corto para que Chile se definiera 1607. Collier estimaba que se debía ampliar;
Mathieu, quien se había demostrado proclive a ceder todo el territorio litigioso a Bolivia,
había dimitido. Por su parte, el Ministro de Guerra (Ibáñez) predijo, en la reunión de
ministros, que la cesión de Arica desembocaría inmediatamente en una revolución;
también corrían rumores de una ruptura de relaciones con Estados Unidos.
Por esos días, después de dejar su curul senatorial, Alessandri viajó espontáneamente a
Washington para cooperar en la defensa de los derechos de Chile. Kellogg le concedió
audiencia1608. El León se empeñó por convencerle de que el Presidente Coolidge había
instituido un arbitraje jurídico para culminar en un fallo en derecho, que excluía toda
fórmula política o transaccional; pero Pershing y Lassiter se habían apartado del carácter
de esa sentencia y se concertaron para destruirla. Mas todos los razonamientos jurídicos,
políticos y hasta sentimentales de Alessandri no hicieron mella en el Secretario de
Estado1609.
Por su lado, Kellogg también comentó la conversación de más de dos horas que sostuvo
con el ex-Presidente1610. El Congreso no aprobaría una transacción, cualquiera que fuera, le
aseguró el León. El secretario le explicó que los buenos oficios y aun los detalles de la
transacción fueron sugeridos por Chile; pero el ex-Presidente aseveró que estuvo
ignorante hasta que Collier recordó a La Moneda los antecedentes de ellos. Alessandri
consideraba que los procedimientos plebiscitarios deberían proseguir y que luego el
Árbitro resolviese, después de efectuada la consulta, y según lo estipulaba el Laudo, si ella
se había realizado correctamente. En cambio, el secretario no veía cómo Lassiter podría
presidir un acto electoral, en las actuales condiciones que imperaban en el territorio, según
el general.
La octava reunión del secretario de Estado con los plenipotenciarios se verificó el 9 de
junio. Conforme a las instrucciones de Mathieu, el agente chileno expresó que su gobierno
había consultado a los órganos competentes.
A fin de contribuir a los esfuerzos de Kellogg y dado que Perú aceptaba la sugestión de
que se dividiera el territorio, La Moneda proponía el cumplimiento del Laudo o,

1606
481 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama estrictamente confidencial Nº100, Santiago, 8-6-1926, del Sr.
B. Mathieu, Ministro de RR.EE. de Chile, a Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU.
1607
482 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Santiago, 6-6-1926, de W. Collier, Embajador de EE.UU. en Chile, a
Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU.
1608
483 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama Nº136, Washington, 5-6-1926, de Miguel Cruchaga,
Embajador de Chile en EE.UU., a Beltrán Mathieu, Ministro de RR.EE. de Chile.
1609
484 Arturo Alessandri Palma, op. cit. Tomo 1. Pág. 180.
1610
485 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, Washington, 7-6-1926, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de
EE.UU., a William Collier, Embajador de EE.UU. en Chile.
alternativamente, que Tacna con sus actuales límites pasara a Perú y que Arica, también
con sus actuales límites, a Chile. Ambos países cederían a Bolivia una faja de territorio que
terminara en la caleta de Palos Mayor. Dicha faja tendría un ancho de alrededor de cuatro
kilómetros, que se repartirían, aproximadamente, entre Chile y Perú. El deslinde sur no
podría quedar, en ningún punto, a menos de diez kilómetros del ferrocarril de Arica a La
Paz1611. (Era lo que Mathieu había descrito en el Consejo de Ministros).
Velarde expresó que solicitará instrucciones a Lima, mas anticipó que esta sugerencia no se
avenía con los intereses peruanos.
Ese mismo día 9 de junio, como hemos indicado anteriormente, el general Lassiter
presentó en Arica la moción que, aprobada con el voto del comisionado peruano, dio
término a la consulta, en vista de que no existían condiciones para que se celebrase. En
esta tarea, vimos que estuvo empeñado el presidente de la comisión a los pocos días de su
llegada a Arica. Si no la concretó antes, fue porque Kellogg trabajaba en dos frentes: la
consulta popular o una mediación exitosa, ya que el fracaso de las dos sería el de su
gobierno y el suyo.
En sus Recuerdos de Gobierno, anota Alessandri que el 9 de junio el general Lassiter solicitó
la suspensión de la sesión de la comisión plebiscitaria y la postergación de la fecha para
votar, fundado en que La Moneda había ofrecido una fórmula transaccional que ya
citamos. Dijo que el corredor para Bolivia desembocaría en la caleta de Palos, “que no
pudimos encontrar en el mapa Cruchaga, Samuel Claro y yo”.
El ex-gobernante consideraba que la disposición de Santiago de aceptar el 9 de junio una
transacción, en vez de exigir el firme cumplimiento de la sentencia, “abrió un rayo de luz y
de esperanza” al Secretario de Estado para sepultar el plebiscito, mediante una solución
política1612.
En vista de la decisión adoptada por el general Lassiter, con la colaboración del delegado
peruano, de declarar la impracticabilidad del plebiscito, —indica Alessandri— “era
excusado que pudiésemos seguir negociando útilmente en Washington”.
Conforme los antecedentes que proporcionamos anteriormente, muy al principio de la
consulta Chile buscó una solución negociada, aunque sin interrumpir el proceso
plebiscitario. Sin embargo, nuestra política exterior —en buena medida producto de las
convulsiones internas de esa época— fue vacilante y hasta ambigua, lo que se advirtió en
Washington y Lima.
Mathieu, añoso y con mala salud, se interesaba sobre manera en conservar las buenas
relaciones con Estados Unidos, en las que había puesto tanto de su parte. Edwards luchaba
por su lado y era el blanco de los ataques del Congreso, de los “chilenizadores” a cualquier
precio y de los ibañistas, tal vez sin más apoyo que el de Alessandri, cuya estrella se
eclipsaba por momentos.
(Pronto se encontrarían los dos en forzosa residencia en París).

1611
486 MINREL. EMBACHILE WASINGTON. 1926. Telegrama estrictamente confidencial Nº143, Washington, 9-6-1926, de
Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU., a Beltrán Mathieu, Ministro de RR.EE. de Chile.
1612
487 Arturo Alessandri Palma, op.cit. Tomo 1. Pág. 182.
A través de la correspondencia estadounidense, se observa que la impracticabilidad del
plebiscito estuvo presente en la mente de Pershing, Kellogg y Lassiter, mucho antes de la
transacción ofrecida por el gobierno de Santiago. No nos parecen, pues, tan decisivas —
como a Alessandri— las instrucciones que el gobierno trasmitió a su agente en
Washington. Es posible que ayudaran al secretario, pero la suerte del plebiscito parecía
resuelta desde mucho antes.
El 18 de junio, Cruchaga entregó un memorándum al Secretario de Estado 1613. Recordó que
La Moneda aceptó los buenos oficios en la confianza de que mientras no se encontrase
una solución dentro de ellos, el plebiscito seguiría su curso, conforme el Laudo; si los
primeros fracasaban, continuaba el segundo. Este paralelismo —señalaba dicho
documento— “ha quedado roto” debido al acuerdo inesperado propuesto por el
representante del Árbitro en la comisión plebiscitaria. En vista de lo sucedido, el embajador
había recibido instrucciones de poner fin a los buenos oficios.
La situación se presentaba para Kellogg compleja, en todos los escenarios.
Se equilibraba entre el éxito de la mediación y la suspensión definitiva de la consulta
plebiscitaria. El fracaso de ambas era la derrota de la política estadounidense, pues —a su
juicio— el plebiscito no resolvería la cuestión. En Washington, Perú aceptó, en principio, las
bases de arreglo propuestas por Estados Unidos; en cambio, Chile no las encontró
suficientemente concretas.
Por su lado, Collier, desde Santiago, urgía que se postergase cualquiera acción en Arica por
una semana, por lo menos, para que los grupos que luchaban por un arreglo diplomático
consiguieran imponerse. El Secretario solicitó a Lassiter que no tomase una decisión, por
un tiempo, y que sugiriera una postergación, lo que logró 1614.
Al conocer el discurso de Edwards, Kellogg debió sentir que un balde de agua fría caía
sobre su cabeza, al encontrarse sin plebiscito ni apelación al Árbitro, sin buenos oficios —
como vimos antes— y con el problema del Pacífico sur “vivo, y enredado y enconado hasta
lo inverosímil...”1615. Con razón, el 17 de junio escribió a su esposa: “Este era el primer
trabajo importante que nunca antes había acometido y he hecho de él un fracaso” 1616.
Kellogg se encontraba con las manos vacías, y la prensa estadounidense culpó a Chile de
este doble fracaso.
En suspenso la cuestión, Samuel Claro se acercó ante el Árbitro, el 14 de agosto de 1926 y
por encargo de su gobierno le entregó un escrito destinado a salvaguardar los derechos
que correspondían a Chile, con motivo de la moción de Lassiter.
Sin embargo, el Departamento de Estado se mantuvo en la creencia de que Chile y Perú se
interesaban por la búsqueda de una solución amistosa al diferendo. Con tal motivo,
instruyó al encargado de negocios en Santiago que presentase a las partes un
1613
488 MINREL. EMBACHILE WASHINGTON. 1926. Telegrama Nº154, Washington, 18-6-1926, de Miguel Cruchaga,
Embajador de Chile en EE.UU., a Beltrán Mathieu, Ministro de RR.EE. de Chile.
1614
489 FOREIGN RELATIONS. 1926. Vol. 1. Telegrama, 4-6-1926, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU., a
William Lassiter, Arica. Págs. 465 y 466.
1615
490 Gonzalo Vial, op.cit. Vol. IV. Pág. 343.
1616
491 L. Ethan Ellis, op.cit. Pág. 94.
memorándum, fechado el 30 de noviembre de 1926, donde ofrecía un arreglo definitivo 1617.
Tras mencionar las distintas proposiciones ya conocidas para resolver la cuestión, Kellogg
expresó que solo quedaba la expectativa de un arreglo en que ninguna de las dos partes
contendientes entregase nada a la otra, sino que ambas cediesen a Bolivia, a perpetuidad,
los derechos que tuvieren sobre Tacna y Arica. Como parte de la transacción, se
estipularían las compensaciones que Bolivia entregaría por tal cesión, que incluirían las
mejoras hechas por Chile y Perú en el territorio. Simultáneamente, se restablecerían las
relaciones diplomáticas y consulares, así como se perfeccionarían tratados de comercio,
navegación y otros que estimularen un intercambio normal y amistoso entre Santiago y
Lima. El territorio en cuestión sería desmilitarizado y Arica, convertido en puerto libre. Por
último, el histórico Morro se pondría bajo el control y jurisdicción de una comisión
internacional, erigiéndose allí “un faro o monumento” que conmemorara el arreglo
amistoso.
Kellogg ofreció su colaboración para alcanzar esta solución.
(Recordemos que esta fórmula guardaba alguna similitud con la concebida por el
Presidente Domingo Santa María, en 1883).
El ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Jorge Matte Gormaz, respondió el 4 de
diciembre1618. Junto con rememorar la historia del diferendo, reiteró el respeto de su patria
a las cláusulas del Tratado de Ancón y a la “Opinión y Fallo” expedidos por el Presidente de
Estados Unidos. Sin abandonar los derechos que esos instrumentos le otorgaban, accedía a
estudiar en principio esta nueva proposición estadounidense. Daba primordial importancia
a la celebración previa entre las tres repúblicas, de tratados comerciales, acuerdos sobre
régimen aduanero, portuario y otros, que aseguraran la armonía y cimentaran la unión
económica de las tres naciones.
Coincide también en la desmilitarización de dicha región y, como corolario, planteaba “que
el territorio cuya cesión se propone no podría ser transferido ni en todo ni en parte a
ninguna de las naciones contratantes ni a otra potencia”.
En las negociaciones a que diesen lugar tales propuestas, Chile sometería todas las que
contemplaren sus intereses.
El ministro de Relaciones Exteriores boliviano, Alberto Gutiérrez, respondió el 2 de
diciembre el memorándum de Kellogg1619. Dijo en síntesis:
“Al asumir el Gobierno de Bolivia el rol de partícipe en esta solución internacional, quiere
manifestar a vuestro Gobierno sus agradecimientos más efusivos por haber satisfecho la
aspiración nacional, contribuyendo con tan alto espíritu a poner cimientos definitivos a la
paz y concordia del Continente”.
El 17 de enero de 1927, Velarde entregó la respuesta de su ministro de Relaciones

1617
492 MINREL. Memoranda, informes, etc. de Luis Arteaga. Santiago. 1927-30. )Transcribe el memorándum de Frank B.
Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU., entregado al gobierno chileno).
1618
493 MINREL. Memoranda, informes, etc. de Luis Arteaga. Santiago. 1927-30.
1619
494 MINREL. Memoranda, informes, etc. de Luis Arteaga. Santiago. 1927-30.
Exteriores, Pedro José Rada y Gamio 1620, (el mismo que dos años más tarde suscribiría con
Emiliano Figueroa el Tratado de Lima, que resolvió el diferendo).
Esta réplica se fundaba, entre otros razonamientos, en los siguientes: el Laudo del
Presidente Coolidge solo se refirió a Perú y Chile, y no contempló la intervención de un
tercer Estado (Bolivia). Según la declaración de impracticabilidad de la consulta popular,
Chile había perdido todo derecho a Tacna y Arica, de modo que tales territorios
continuaban siendo peruanos.
Sorprendía, pues, que la Unión Americana reconociera derechos a Chile, en circunstancias
de que el plebiscito no se podía efectuar. Perú había aceptado la internacionalización y la
partición de las provincias, otorgando un “callejón a Bolivia” hasta el mar. Por último, su
gobierno escucharía sugestiones a condición de que se le devolvieran “las poblaciones de
Tacna y Arica, y esta con su puerto y morro”, “monumento al heroísmo de Bolognesi y al
sacrificio de Alfonso Ugarte”.
La respuesta de Rada y Gamio fue estimada en el Departamento de Estado como “fuera de
toda razón y redactada en términos inusitados en documentos de este género”. Después
de estudiarla, Kellogg expresó a Cruchaga que “le parecía que el Perú cerraba el camino
para una solución”1621.
Así concluyó lo que podría calificarse como la primera etapa de la gestión diplomática de
Kellogg, en la cuestión del Pacífico sur.
10. LA COMISIÓN ESPECIAL DE LÍMITES.
Después de los hechos anteriores, del Laudo solo quedó en pie lo relativo al arbitraje de
límites que se refería a Tarata, al norte de Tacna, y Chilcaya, al sur de Arica, materia que se
había confiado a la citada comisión.
Como se recordará, la ocupación chilena de Tarata motivó una larga discusión, a la que nos
hemos referido en el capítulo II. El escaso conocimiento geográfico de la zona había
inducido a La Moneda a invocar una de las disposiciones del artículo III del Tratado de
Ancón, que en su primer párrafo decía:
“El territorio de las provincias de Tacna y Arica, que limita por el Norte con el río Sama,
desde su nacimiento en las cordilleras limítrofes con Bolivia hasta su desembocadura en el
mar... continuará poseído por Chile...”.
En consecuencia, Chile había establecido su frontera norte en las márgenes del Sama,
estimando que la verdadera fuente de este río era un tributario del norte: el Chaspaya 1622.
Se recurrió a esta interpretación geográfica, ya que el Sama no nacía en la cordillera de los
Andes, sino que había varios ríos que al juntarse lo formaban.
En virtud de este procedimiento, Chile había incorporado —según Perúuna parte de la
provincia de Tarata, que no estaba comprendida en el sector administrativo de Tacna y

1620
495 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR. EE. de Chile. 1927. Imprenta y Litografía “La Ilustración”. Santiago. 1928. Pág.72
y ss.
1621
496 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR.EE. de Chile. 1927. Imprenta y Litografía “La Ilustración”. Santiago. 1928. Pág. 9
y ss.
1622
497 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR. EE. 1927. Imprenta y Litografía “La Ilustración”. Santiago. 1928. Pág. 9.
Arica, origen del litigio.
En la negociación de Washington esta cuestión quedó incorporada en el Acta
Complementaria, con la declaración de que el arbitraje incluía las reclamaciones
pendientes sobre Tarata y Chilcaya.
El Laudo, de 4 de marzo de 1925, estableció que ninguna parte de la provincia peruana de
Tarata estaba comprendida en el territorio a que se refería la cláusula 3ª del Tratado de Paz
y Amistad, de 1883.
Con el propósito de fijar con exactitud el área sujeta a la consulta popular, el Árbitro se
había reservado la facultad de designar una comisión especial, que quedó compuesta por
las tres personas que mencionamos al comienzo.
Como consecuencia de la sentencia del Presidente Coolidge, el comisionado chileno
Agustín Edwards entregó Tarata al peruano Manuel de Freyre y Santander, el 1 de
septiembre de 1925. Este último hizo expresa reserva de los derechos que, según él,
incumbían a su patria, porque se le devolvía un territorio menor del que le correspondía.
La primera sesión de la comisión especial de límites se celebró en Tacna, el 4 de agosto de
1925, con la asistencia de Morrow, Greve y Ordóñez.
Su primera tarea fue dotarse de un reglamento relativo a la organización y procedimientos
de esa entidad. Después de muchas discusiones y tropiezos, el artículo VII estableció que
“se necesita la totalidad de los miembros para constituir quórum”.
Un sangriento incidente que se produjo en Chayavinto, el 19 de noviembre, del que fueron
víctimas carabineros chilenos, obligó a Greve a retirarse de las sesiones de la comisión. La
mayoría de ella —Morrow y Ordóñez— se inclinaban a arrogarse la competencia de
autoridad investigadora perteneciente a la justicia ordinaria. El general Morrow se
comprometió con Greve que no insistiría en esta cuestión, que originó la ruptura del
quórum y se acordó la suspensión de los trabajos. Sin embargo, el general siguió
dedicándose al asunto de Chayavinto1623.
El 2 de agosto de 1926 —después de casi un año de labores— aquella entrega una
declaración a la prensa, en que comunica que el trabajo en la zona sur de Arica se paraliza
temporalmente, en cuanto a la frontera norte “sea terminado, como lo ha sido”1624.
La segunda etapa se inició en Nueva York, por mutuo consentimiento, desde abril de 1927.
El desenlace de los trabajos de esta comisión se apreciará en el último capítulo de esta
obra.

CAPÍTULO IX
EPÍLOGO DE LA GUERRA
DEL PACÍFICO
1. CONRADO RÍOS GALLARDO ES DESIGNADO MINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES
2. UNA NUEVA POLÍTICA

1623
498 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR. EE. 1927. Imprenta y Litografía “La Ilustración”. Santiago. 1928. Págs. 16 y 17.
1624
499 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR. EE. 1927, op. cit. Pág. 35.
3. INSTRUCCIONES AL INTENDENTE DE TACNA
4. LA COMISIÓN ESPECIAL DE LÍMITES
5. EL MINISTRO VISITA TACNA Y ARICA
6. MENSAJE DEL PRESIDENTE LEGUÍA EN LA APERTURA DEL CONGRESO PERUANO Y LA RENUNCIA DE CRUCHAGA
7. LA SEXTA CONFERENCIA PANAMERICANA
8. MEDIDAS ADMINISTRATIVAS CHILENAS
9. OTRA FASE DE LA NUEVA POLÍTICA 1
10. REACCIÓN INTERNACIONAL POR EL RESTABLECIMIENTO DE RELACIONES DIPLOMÁTICAS ENTRE CHILE Y PERÚ
11. LAS NEGOCIACIONES DIRECTAS
12. UN PUERTO PARA TACNA
13. LOS PACTOS DE LIMA
14. ENTREGA A PERÚ DE TACNA Y DE LOS SEIS MILLONES DE DÓLARES

1. CONRADO RÍOS GALLARDO ES DESIGNADO MINISTRO DE RELACIONES


EXTERIORES
El 9 de febrero de 1927, juró ante el Presidente Emiliano Figueroa un nuevo gabinete, que
encabezó el coronel Carlos Ibáñez, como ministro del interior. La cartera de Relaciones
Exteriores fue encomendada a Conrado Ríos Gallardo.
Este último formaba parte, junto con Pablo Ramírez, Carlos Dávila y otros, del grupo de
hombre nuevos que rodeaban a Ibáñez. Tendrían como tarea principal construir el Chile
Nuevo, en parangón con la Patria Nueva de Leguía. El primero expiraría dentro de cuatro
años y la segunda dentro de tres.
Se dice que el nuevo canciller, con 31 años de edad, contaba con un cierto pasado político
liberal. En 1926 se había dado a conocer por su obra Después de la paz... Las relaciones
chileno-bolivianas, así como por su actividad periodística en La Nación, a la sombra de su
propietario Eliodoro Yáñez.
Acompañaría a este (apodado El Maestro) junto con Dávila, hasta que Ibáñez y Ramírez le
privaron de dicho diario1625.
El nuevo embajador estadounidense, William S. Culbertson, que cultivaría asiduamente al
Ministro durante el último año de la negociación que culminó con el Tratado de Lima, nos
ha dejado sus impresiones sobre él (incluso practicaron juntos el deporte ecuestre). Según
el plenipotenciario, no se le conocían antecedentes en materia de estudios ni de viajes; era
listo antes que docto. Sensible al adulo y “celoso de su lugar en la historia”. Culpaba a
Estados Unidos por el fracaso del arbitraje, y agregaba —Culbertsonque se encargó de que
la opinión pública ignorase la contribución de la Unión Americana en la solución del
diferendo. Nunca salió de Chile hasta que el Presidente Ibáñez “sugirió” que necesitaba
viajar. Según el plenipotenciario, sus opiniones se nutrían del crudo nacionalismo que
florecía en círculos militares y que cosechaba aplausos fáciles en el público 1626. Lo describió
como un producto del medio que lo rodeaba: las oficinas de los diarios y el ejército, que

1625
1 Conrado Ríos Gallardo: “Chile y Perú. Los pactos de 1929”. Editorial Nascimento. Santiago 1959. Pág. 173 y siguiente.
(Reproduce un telegrama al vice-Presidente Ibáñez, desde Tacna, del 7-7-1927, en que le expresa que considera perjudicial
para el gobierno y la libertad de expresión adquirir La Nación, y le insta a que postergue esta operación. En la misma fecha,
a bordo del Teno, le dirige una carta con análogos conceptos. A pesar de estas gestiones que quedaron para la historia,
Yáñez perdió el periódico).
1626
2 William S. Culbertson, The Tacna-Arica Settlement. Informe a mimeógrafo confidencial que se conserva en” The National
Archives de Estados Unidos. Pág. 101.
en esos tiempos deliberaba.
Como ministro, Ríos Gallardo se ocupó de “reformar” el servicio exterior 1627.
Se interesó por nombrar hombres jóvenes, “positivos valores de nuestra cultura y nuestra
intelectualidad, no figurones políticos y sociales”. Las viejas personalidades como Beltrán
Mathieu recibieron el sobre azul sin ninguna cortesía. “Su avanzada edad [70 años] rezaba
un comunicado del Ministerio no le permite [a Mathieu] corresponder a las actividades que
exigen las nuevas normas de gobierno”1628.
Miguel Cruchaga no fue alejado del servicio exterior por “figurón” ni por viejo.
Posteriormente, presentó su dimisión por propia iniciativa, a causa de desinteligencias
respecto de la política que el ministro seguiría frente a la cuestión del norte. Sin embargo,
hubo dificultades previas, a raíz de un artículo titulado “Otro golpe” que publicó el
Washington Post, el 10 de abril, en que se atacaba la acción de Ibáñez. Si bien el agente
remitió a la prensa una completa declaración, ella fue considerada por el ministro como
insuficiente y poco personal. Se le reprochó que no hubiese difundido antes una circular
de la Cancillería, en que se daba a conocer la realidad chilena y que habría impedido las
“gratuitas aseveraciones” de dicho diario 1629. Sorprendido por el lenguaje de esa
comunicación, Cruchaga presentó su renuncia, la que le fue rechazada 1630. Se debieron
producir tales críticas en Santiago, que el propio coronel Ibáñez, Vice-Presidente de la
República, le despachó a Cruchaga un telegrama personal, a modo de reparación, en que
le solicitó que continuase en su cargo1631. Cruchaga accedió a la petición.
2. UNA NUEVA POLÍTICA
Muy joven, Ríos Gallardo cabalgó por los diferentes lugares que luego figurarían en la
negociación de 1929. Vivió en Arica junto a su padre, quien en el ejercicio de su profesión
de médico se radicó en ese puerto desde 1905 hasta 1920. El nuevo secretario de Estado
hizo su servicio militar en el regimiento de artillería General Velásquez. Más tarde, como
teniente de reserva, recorrió toda la provincia, desde el mar hasta la frontera con Bolivia y
desde la quebrada de Camarones al río Sama. En 1920 fue movilizado —debió participar
en la guerra de don Ladislao— y cruzó esos territorios en todas las direcciones. Su principal
preocupación fue buscar una solución para el antiguo litigio. Intentaría cambiar los rumbos
de la política seguida hasta entonces, “para terminar con la más penosa jornada
diplomática que registra nuestra historia nacional”, como la calificó 1632.
A juicio suyo, perjudicaba a la República la situación en que la dejaba la “Opinión y Fallo”
1627
3 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES.1927. Santiago. Imprenta y Litografía “La Ilustración”.
1928. Págs. 391 y ss.
1628
4 Gonzalo Vial: Historia de Chile (1891-1973. Vol. IV.Editorial Fundación. Santiago. 1996. Pág. 191.
1629
5 MINREL. TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. Y COMISIÓN CHILENA DE LÍMITES. 1927.
Telegrama Nº41, Santiago, 13-4-1927, de Conrado Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE. de Chile, a MIguel Cruchaga,
Embajador de Chile en EE.UU.
1630
6 Carlos Vicuña Fuentes en “La tiranía en Chile”, LOM, Santiago, 2002, en la pág. 510 relata el hecho, pero sazonado
según su propio estilo: “Si vuelve a aparecer otro artículo del Washington Post como el de hoy, tomaré medidas”. Comenta
también que Cruchaga dispensaba su hospitalidad al “desterrado” Manuel Rivas y que fue reprendido duramente por el
ministro. Lo que sí existe, en archivos, es un telegrama en que prohíbe a los diplomáticos alternar con tales personas...
1631
7 MINREL. TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. Y COMISIÓN CHILENA DE LÍMITES. 1927.
Telegrama, Santiago, 22-4-1927, del vice-Presidente de la República, Carlos Ibáñez, a Miguel Cruchaga, Embajador de
Chile en EE.UU.
del Presidente Coolidge, al quedar Chile supeditado en alguna medida a la voluntad del
gobierno estadounidense. Además, por informaciones recibidas de Washington, se
rumoreaba que Perú adquiría para su defensa en Estados Unidos material bélico (dos
submarinos en ese momento, no quince como se creía en Santiago) 1633.
El gobierno de Santiago quería terminar con el arbitraje y lo que el Canciller llamaba los
“segundos” buenos oficios, esto es, la gestión amistosa ofrecida por el secretario de
Estado, el 30 de noviembre de 1926. Acerca de ello, se interesaba por conocer la opinión
de Cruchaga, así como saber qué repercusiones tendría allá una nueva orientación 1634.
El embajador respondió que la decisión de terminar los llamados “segundos” buenos
oficios correspondía a la nación que los ofreció. Kellogg, cuando presentó su última
sugestión de entregar Tacna y Arica a Bolivia, declaró que este era su “esfuerzo final”. Sería,
pues, cuestión de tiempo aguardar que él la abandonase; adelantarse envolvería una
descortesía al oferente y produciría mal efecto en Estados Unidos 1635.
El 8 de marzo, en un consejo de gabinete —acaso el último que presidió Figueroa— el
canciller hizo una relación del estado en que se encontraba el problema. Existían tres
alternativas: continuar con el proceso arbitral, nacionalizar Tacna y Arica, o iniciar gestiones
directas con el palacio de Pizarro.
Descartadas las dos primeras por inviables, el ministro obtuvo —mas no fácilmente— que
el gobierno se inclinase por la tercera. (En 1910, cuando Emiliano Figueroa se
desempeñaba como vice-Presidente de la República, ya había favorecido la partición del
territorio. Ver capítulo VII)1636.
Dadas las líneas de acción que se establecieron en este Consejo, la opinión del embajador
ante la Casa Blanca no encontró eco. En vista de que Chile puso fin a los “primeros”
buenos oficios, el 18 de junio de 1926, una vez que la comisión plebiscitaria aprobó la
impracticabilidad de la consulta popular ¿qué impedimento existía para explicar al
Secretario de Estado que en Santiago agradaría que concluyese el arbitraje? El ministro
necesitaba proceder, sin cortapisas, en la nueva política, acordada el 8 de marzo.
3. INSTRUCCIONES AL INTENDENTE DE TACNA
En abril de 1927, el Canciller ordenó —por oficio circular— al intendente de Tacna, general
Indalecio Téllez, que llevase a cabo una labor dirigida “a la más completa y definitiva
nacionalización de esa provincia”. Señaló a él y al gobernador de Arica que aplicasen el
rigor de la ley a los extranjeros que realizasen propaganda en contra de los intereses y de

1632
8 MINREL. TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. Y COMISIÓN CHILENA DE LÍMITES. 1927.
Telegrama Nº107, Santiago, 10-8-1927, de Conrado Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE. de Chile, a Miguel Cruchaga,
Embajador de Chile en EE.UU.
1633
9 MINREL TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. Y OMISIÓN CHILENA DE LÍMITES. 1927.
Telegrama Nº19, Washington, 21-1-1927, de Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU., al Ministro de RR.EE. de
Chile.
1634
10 MINREL TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. 1927. Telegrama Nº21, Santiago, 16-2-1927, de
Conrado Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE. de Chile, a Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU.
1635
11 MINREL. TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. 1927. Telegrama Nº36, Washington, 26/28-2-
1927, de Miguel Cruchaga, Embajador de Chile, a Conrado Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE. de Chile.
1636
12 Conrado Ríos Gallardo, op. cit. Pág. 119 y ss.
la integridad del territorio 1637.
El espíritu de esta comunicación, según su autor, era dual: invitar a Perú a buscar un
arreglo amistoso antes de que perdiese todas sus esperanzas, y al árbitro un aviso de que
no se querría permanecer amarrado indefinidamente a las obligaciones jurídicas emanadas
del Protocolo de Washington ni a la última gestión de Kellogg 1638.
Naturalmente, hubo grandes protestas en el Rímac. El 26 de abril, la embajada peruana en
el Potomac dio a conocer al Departamento de Estado una circular de su gobierno. Junto
con censurar la decisión chilena, Rada y Gamio alegó que el vecino del sur había perdido
todo derecho a seguir ocupando ese territorio; además, el arbitraje, aún vigente, prohibía
la menor alteración en él1639.
En su circular, comentó que la de Ríos Gallardo “puede ser explicada como debido a la
situación interna instable (sic.) del país [Chile]” 1640. Había cierta parte de verdad en ese
juicio. El 7 de abril —previo permiso constitucional— el Presidente Figueroa fue inducido a
solicitar licencia y el coronel Carlos Ibáñez, como ministro del Interior, asumió la vice-
Presidencia de la República. Poco después, don Emiliano renunciaría a su alta investidura y
como candidato único y sería elegido para sucederle este coronel, con el elevado
porcentaje del 82% de los votos. Esto que hemos resumido en tan pocas líneas, generó
mucha intranquilidad política e institucional.
Los funcionarios del Departamento de Estado no concedieron mayor importancia a la
circular peruana. Por otra parte, el embajador Velarde tampoco la presentó como una
protesta ante el árbitro1641.
A pesar de estas apreciaciones, Kellogg se declaró temeroso de que las instrucciones al
general-intendente Téllez serían el preludio de medidas más serias, como la anexión del
territorio litigioso u otros actos violentos. En una conferencia, a la que invitó a Cruchaga, le
habló como “amigo” y le manifestó que tal anexión sería una decisión unilateral y, durante
la vigencia del arbitraje, obligaría al Presidente de Estados Unidos a tomar alguna medida.
Mientras Chile ejercitase con equidad los derechos que le otorgó el Pacto de Ancón, no
habría lugar a dificultades.
El secretario hizo hincapié en el espíritu conciliador que Chile siempre había demostrado y
juzgaba que, con medidas como la anexión, La Moneda perdería la ventajosa situación que
se había ganado al cumplir con las obligaciones emanadas del Protocolo y del Laudo. Al
respecto, leyó a Cruchaga un telegrama de su embajador en Lima que, por contener
apreciaciones exageradas, había omitido entregárselo al Presidente.
Sin embargo, al conocer Ríos Gallardo estas amables palabras poco pudieron significar en
su ánimo. No se reflejaron, por cierto, durante la preparación del arbitraje ni en el
1637
13 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES DE CHILE. 1927, op. cit. Pág. 83 y ss.
1638
14 Conrado Ríos Gallardo, op. cit. Pág. 131 y ss.
1639
15 MINREL TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. 1927. Telegrama Nº66, Washington, 26-4-1927,
de Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE. de Chile.
1640
16 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES DE CHILE. 1927, op. cit. Pág. 85.
1641
17 MINREL. TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. 1927. Telegrama Nº72, Washington, 4-5-1927, de
Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE. de Chile.
momento de acordarse, ilegalmente, la impracticabilidad de la consulta popular.
No obstante, el ministro quedó “casi” satisfecho con las expresiones de Kellogg. Le
tranquilizó que hubiera entendido el espíritu de sus instrucciones, pero no le agradó que
pretendiese “mantenernos en su puño”. Cruchaga debería expresarle que Chile procedería
dentro del respeto al Protocolo y a la sentencia, empero haría presente que el gobierno
estaba cansado con la discusión jurídica; que el país anhelaba el fin de la gestión arbitral;
que no se aceptarían nuevas fórmulas de arreglo; que lo que se buscaba era que el árbitro
nos hiciera llegar a un punto muerto, considerando que a juicio de secretario, “Perú no
desea una solución”. Dada la inexistencia de los buenos oficios, el embajador debería
lograr una declaración de Kellogg acerca de cuál era el estado actual del arbitraje: después
de la protesta chilena del último acuerdo de la comisión plebiscitaria, Chile podría
considerarse fuera de la jurisdicción del Presidente Coolidge 1642.
Los puntos de vista expuestos por el plenipotenciario chileno fueron bien considerados.
Kellogg coincidió en que no había necesidad de nuevas acciones para producir el punto
muerto. Ya se había llegado a él y el Presidente no innovaría. En cuanto a la moción de
impracticabilidad, por el momento lo único vigente era un memorándum que se preparaba
a pedido del jefe del Estado. Lo más conveniente sería mantener el status quo sin
alteraciones, para el caso de que se presentara una oportunidad que favoreciere una
solución1643.
(Esa oportunidad llegó pronto, durante la sexta Conferencia Internacional Panamericana de
La Habana, y marcó el comienzo de la solución definitiva.
En cierta medida, fue el fruto de los pasos que daba el canciller y el restablecimiento de las
relaciones diplomáticas entre Chile y Perú).
Durante estos meses —mayo y junio de 1927— el sentimiento patriótico vinculado a las
cautivas se expresó entusiastamente, en reuniones y actos cívicos. Traducía el fastidio que
producía esta interminable cuestión, tan onerosa para el presupuesto fiscal, que, además,
servía como vaca lechera para los vivos de siempre. En esos meetings, se ensalzaba la
política oficial y los nuevos rumbos que le imponía el joven ministro. Este agradecía, a
nombre de Ibáñez, la adhesión pública “a los propósitos de nacionalizar la provincia de
Tacna”1644, pero estos objetivos resultarían ser un volador de luces más que una política.
4. LA COMISIÓN ESPECIAL DE LÍMITES
La primera etapa de ella —como sabemos— se realizó en Tacna. Por mutuo
consentimiento, se acordó que la segunda tuviera lugar en Nueva York.
Conviene recordar que se produjeron serias dificultades con Greve y más tarde con Riso
Patrón, en Nueva York, sobre todo por el carácter intransigente del general
estadounidense que la presidía1645.
La primera sesión formal tuvo lugar el 3 de mayo, en Nueva York, con asistencia de su
1642
18 MINREL. TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. 1927. Telegrama Nº83, Washington, 6/7-5-1927,
de Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE. de Chile.
1643
19 MINREL. TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. 1927. Telegrama Nº100, Washington, 8-6-1927,
de Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE. de Chile.
1644
20 MINREL. MEMORANDA, INFORMES DEL SR. LUIS ARTEAGA, etc. 1927-30.
presidente, el general Morrow, del coronel peruano Ordóñez y del geógrafo chileno Riso
Patrón1646.
En esta oportunidad, Ordóñez, propuso reformar el artículo VII sobre quórums y votos del
reglamento que la comisión se había dado el 17 de agosto de 1925 (ver capítulo VIII).
Dicho artículo establecia que se necesitaba la totalidad de los miembros para constituír
quórum. La modificación que presentó el coronel significaba que bastarían dos para
formarlo y así manejar la comisión (Morrow y Ordóñez).
Mientras Riso Patrón solicitó tiempo para considerar esa iniciativa, Morrow expresó su
completo acuerdo con el coronel. En la sesión del 17 de mayo, ese general presentó un
proyecto que disponía que con dos miembros se establecía el quorum, en lugar de tres.
El delegado chileno recordó que el reglamento estimaba que para el buen funcionamiento
de esta entidad era necesaria la presencia y concordancia de sus tres integrantes, en vista
del carácter técnico de estos asuntos.
Mientras se resolvía el punto, Ordóñez solicitó: a) que la comisión consideraría sólo el
Laudo de Coolidge, sin tomar en cuenta lo prescrito en la cláusula 3ª del Tratado de Paz y
Amistad; b) que el límite norte de Tacna era el que se estableció el 20 de octubre de 1883
(fecha de suscripción de dicho Tratado); y c) que desde Cambaya, en el Sama, la línea sería
el límite entre los distritos de Sama y Pachía, de la provincia de Tacna, y solo
subsidiariamente los distritos de Tarata y Estique, de las de Tarata 1647.
La línea divisoria que propugnaba el Coronel entre Tarata y Tacna, disminuía a este último
departamento en alrededor de 3.720 kilómetros. cuadrados, que ponía en peligro los 30
kilómetros. del ferrocarril de Arica a La Paz, las azufreras del Tacora, la boca toma del canal
Mauri, etc. De aceptarse su proposición, la superficie de Tacna quedaría disminuida. En
vista de que Ríos Gallardo ya empezaba a acariciar calladamente la partija, la solución
propuesta por Ordóñez la tornaría imposible. Reduciría la superficie del territorio para una
división razonable de este.
Morrow prestó su acuerdo a las letras a) y b). Después opinará respecto de las letras c) y d).
También preguntó si se podría adoptar la demarcación eclesiástica que rigió durante la
colonia, por ser más exacta y conocida. Esta idea quedó pendiente.
Riso Patrón preguntó a Ordóñez si acercaría su línea a la chilena, de modo que todo el
ferrocarril quedase en territorio nacional. El coronel respondió que —una vez que se
hubiese fijado el derecho de Perú— se pondrían de acuerdo en una línea que armonizara
las mejores conveniencias de ambas naciones. Pero, a juicio del miembro chileno, los
procedimientos propuestos alargarían demasiado la resolución final.
En Santiago, se rechazó la tesis de que solo prevaleciera el Laudo, porque sin el Tratado
aquel no existía. En el caso de aprobarse la letra a) sugerida por Ordóñez, tanto la
1645
21 Una información completa se encuentra en la Memoria del Ministerio de RR.EE. de Chile de 1927, así como en la
Revista Chilena (ejemplares 88-89 del mismo año). Por su parte el gobierno del Rímac publicó cuatro tomos: Documentos
de la Comisión Especial de Límites Casa editora “La Opinión Nacional”, Lima, 1926.
1646
22 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES DE CHILE. 1927, op. cit. 36 y ss.
1647
23 MINREL.TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. Y COMISIÓN DE LIMTES. 1927. Telegrama Nº90,
Washington, 28-5-1927, de Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE.
de Chile.
sentencia como la comisión dejarían de tener base jurídica de existencia. Ríos Gallardo se
sorprendió, además, de que el representante chileno insinuase una transacción. Primero,
dijo, debería defender a outrance la posición chilena y luego transar, si era inevitable 1648. Así
se esbozaba el nuevo estilo de negociar.
Riso Patrón se trasladó a Washington, después de intercambiar ideas con el embajador,
informó que aún no se habían votado las dos proposiciones —la de Ordóñez y la de
Morrow-. La primera, del 7 de junio, probablemente se aprobaría; pero, él impediría que se
discutiera y se sancionara la moción estadounidense. Antes de la sesión del 14 de junio,
enviaría una nota al General para informarle que por orden de su gobierno se abstendría
de participar en futuras reuniones, hasta que el otro delegado se desistiera de la reforma
propuesta1649.
Cruchaga aclaró a la Cancillería que Riso Patrón no había entrado en ninguna transacción.
Se limitó a preguntar a Ordóñez que, si se aprobase la línea peruana, tenía instrucciones
para introducir rectificaciones que amparasen la del ferrocarril. Lo primero que se
estudiaría era la reforma reglamentaria y seguiría el plan de acción ya transmitido a
Santiago1650.
En entrevista con el Secretario de Estado, el plenipotenciario chileno dio a conocer el
desarrollo del trabajo de la comisión, la cual amenazaba con seguir el curso que siguió de
la de Pershing y Lassiter. Kellogg se manifestó de acuerdo respecto del ningún objeto de
reformar el artículo 7º. Como le causara sorpresa la posición acerca del Laudo, a través del
Secretario Asistente Olds sugirió a Morrow no insistir en esos puntos. Adujo que no podía
ordenárselo porque (teóricamente) la comisión estaba fuera de su jurisdicción 1651, como
también (teóricamente) estuvo la del plebiscito...
El 1 de junio, Morrow y Ordóñez presentaron oficialmente y por separado un
memorándum relativo a la reforma del reglamento.
El general, una vez que expuso sus puntos de vista, amenazó por primera vez con retirarse,
si no se introducían los cambios que proponía. Reiteraba que el quórum lo daba la mayoría
en la comisión. Las decisiones aprobadas en una sesión en que un miembro estuviese
ausente, no tendrían fuerza si se depositase una objeción respecto de ella por parte del
comisionado ausente o por sus instrucciones. Si esta objeción fuese formulada
personalmente, el asunto sería vuelto a presentar y se votaría de nuevo 1652.
El documento de Ordóñez planteaba la modificación del reglamento, en el sentido
1648
24 MINREL. TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. Y COMISIÓN DE LIMTES. 1927. Telegrama
Nº67, Santiago, 1-6-1927, de Conrado Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE. de Chile, a Miguel Cruchaga, Embajador de Chile
en EE.UU.
1649
25 MINREL. TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. Y COMISIÓN DE LIMITES. 1927. Telegrama
Nº93, Washington, 2-6-1927, de Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU. a Conrado Ríos Gallardo, Ministro de
RR.EE. de Chile.
1650
26 MINREL TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. Y COMISIÓN DE LIMTES. 1927. Telegrama Nº94,
Washington, 3-6-1927, de Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU., a ConraDo Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE.
de Chile.
1651
27 MINREL. TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. Y COMISIÓN DE LIMTES. 1927. Telegrama
Nº101, Washington, 8-6-1927, de Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU., a ConraDo Ríos Gallardo, Ministro de
RR.EE. de Chile.
1652
28 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES DE CHILE. 1927, op cit. Pág. 47 y ss.
previamente indicado.
En la sesión del 7 de junio, el delegado chileno expresó que si aquel instrumento fuese
reformado en la forma ya expresada y la comisión siguiese en manos de un miembro, se
abstendría de concurrir a ella1653.
Desde ese momento, las negociaciones de arreglo enfrentaron un deadlock que quedó
radicado en la Secretaría de Estado y en las Cancillerías de Santiago y Lima.
El general Morrow no se opuso a considerar la línea patrocinada por el miembro peruano,
a pesar de que excedía el límite establecido en 1874, según la ley que creó la provincia de
Tarata. “Estos hecho —dice Ríos Gallardo— eran los que obligaban, entre otros, al
gobierno a apresurar los procedimientos ante el Departamento de Estado” 1654.
Visto lo anterior, Chile presentó tres soluciones: a) el retiro del proyecto; b) el retiro del
general Morrow, o c) el retiro de Chile1655.
(Más adelante narraremos el desarrollo de esta espinuda materia).
5.EL MINISTRO VISITA TACNA Y ARICA.
El 2 de julio, Ríos Gallardo se embarcó en Valparaíso, acompañado de Félix Nieto del Río,
director del departamento diplomático de la Cancillería, y de una comitiva castrense, con el
objeto de recorrer las provincias del norte y los departamentos de Tacna y Arica, que le
eran tan familiares1656.
En Tacna pronunció un encendido discurso, que, aunque dirigido a los habitantes de la
provincia, estaba destinado a ser oído más bien en Lima y Washington. Invitaba a sus
oyentes a luchar por el afianzamiento de la bandera nacional en estos territorios, dentro
de los tratados escritos (el ennegrecido es nuestro). Se inspiraba en las instrucciones
despachadas al intendente Téllez y contenía una advertencia a los gobernantes peruanos,
en el sentido que de no producirse un arreglo, Chile se encontraría en libertad para
proceder.
¿Lucubraba la nacionalización de aquellos territorios? ¿Se refería a un entendimiento
directo desde una posición de fuerza? (El final de esta historia nos revelará que fue más
bien lo segundo).
Gracias a este discurso, Kellogg quedaría informado de que La Moneda era adversa a una
prolongación indefinida del proceso arbitral.
Antes de abandonar Arica, el Canciller entregó a la prensa un comunicado en que
informaba que consideraba solucionada la impasse producida en la comisión especial de
límites, según la fórmula chilena de pleno respeto al Tratado de Ancón y del cumplimiento
de cada uno de los artículos por el que se regía la comisión, cuyas funciones consistían
únicamente en fijar la frontera norte de Tacna en relación con el departamento de Tarata.

1653
29 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES DE CHILE. 1927, op. cit. Pág. 50.
1654
30 Conrado Ríos Gallardo, op. cit. Pág. 150 y 151.
1655
31 MINREL TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. Y COMISIÓN DE LIMITES. 1927. Telegrama
Nº94, Santiago, 4-6-1927, de Conrado Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE de Chile, a MIguel Cruchaga, Embajador de Chile
en EE.UU.
1656
32 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES DE CHILE. 1927, op. cit. Págs. 86 y ss.
Las ideas de este discurso fueron reproducidas por El Mercurio, El Diario Ilustrado, La
Nación (aun en poder de su dueño), La Unión de Valparaíso y El Sur de Concepción.
También fueron elogiadas en el Congreso Nacional.
La prensa limeña, en cambio, las comentó con dureza y expresó que eran de una
arrogancia impropia de una nación acusada de ilícitos por la comisión plebiscitaria.
Algunos periódicos exigieron que Leguía publicase el libro que se preparaba sobre los
crímenes cometidos por los chilenos en Tacna y Arica1657.
6. MENSAJE DEL PRESIDENTE LEGUÍA EN LA APERTURA DEL
CONGRESO PERUANO Y RENUNCIA DE CRUCHAGA.
En 1927, el 21 de mayo, fecha en que tradicionalmente se inicia en Chile el período de
sesiones ordinarias del poder legislativo, el todavía Vice-Presidente de la República,
teniente-coronel Ibáñez, se refirió al problema del norte en los términos siguientes:
“Están por agotarse todos los medios que el Derecho Internacional prescribe para llegar a un
entendimiento amistoso sobre Tacna y Arica. Deseamos alcanzarlo. Si no lo conseguimos, no
será nuestra culpa y lo sentiremos lealmente”1658.
Aunque estas palabras parecían inspiradas en un ánimo conciliatorio, debajo de ellas se
apreciaba una amenaza latente, que guardaba alguna relación con la circular al intendente
en los territorios litigiosos, y con las respuestas dadas por el ministro de Relaciones
Exteriores a los chilenos, que aplaudían sus “propósitos de nacionalizar la provincia de
Tacna”1659.
En Lima, habrían de interpretarse en este sentido.
El Canciller, en sus comunicaciones a Cruchaga, definía la nueva política como alejada de
discusiones académicas, pero dirigida a realizar “pequeños actos que sumados nos den el
dominio que anhela la opinión nacional”1660.
La respuesta no demoró en producirse.
El 28 de julio, el Presidente Leguía leyó el tradicional mensaje de apertura del Congreso
Nacional y dedicó a la cuestión de Tacna y Arica algunos párrafos, que causaron irritación
en Chile1661.
Según Leguía, Perú no podía aceptar —y con razón— que La Moneda pretendiera
nacionalizar las cautivas. Ello representaba una decisión unilateral en perjuicio del derecho
peruano, y agraviaba asimismo a la persona del Presidente de Estados Unidos, en su
calidad de árbitro.
1657
33 Conrado Ríos Gallardo, op. cit. Pág.154. (Ver nota al pie nº 4 del citado libro de Rios Gallardo: “El proceso de Tacna y
Arica, 1925-1927”, obra peruana).
1658
34 Conrado Ríos Gallardo, op. cit. Pág.157.
1659
35 MINREL. MEMORANDA, INFORMES DE LUIS ARTEAGA, etc. 1927-30.
1660
36 MINREL. TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. Y COMISIÓN DE LIMITES. 1927. Telegrama
Nº50, Santiago, 28-4-1927, de Conrado Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE. de Chile, a Miguel Cruchaga, Embajador de
Chile en EE.UU.
1661
37 MINREL. TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. Y COMISIÓN DE LIMITES. 1927. Telegrama
Nº104, Santiago, 1-8-1927, de Conrado Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE. de Chile, a Miguel Cruchaga, Embajador de
Chile en EE.UU.
Sugería que el propósito de La Moneda de chilenizar Tacna y Arica era el modo que había
encontrado para consolidar en su patria “el régimen de dictadura militar” (olvidando la
propia, por lo menos tan autoritaria como la del Mapocho).
La república del sur —agregaba— proclama sus sacrificios, que consisten únicamente en
malograr el plebiscito, a causa del abuso de sus autoridades; en la difamación del general
Pershing, y en la desobediencia a la comisión plebiscitaria. Todo esto no aparece en
documentos peruanos, sino en los informes del general Lassiter: lo que Chile llamaba
sacrificio de su derecho constituía “abuso de su fuerza”.
Añadió Leguía que la conducta del miembro chileno en la comisión especial de límites no
había hecho más que reproducir la rebeldía de Agustín Edwards, que entorpeció los
trabajos de la comisión plebiscitaria.
Ríos Gallardo se valió de esta declaración para que nuestro agente en Washington dejara
constancia de los siguientes puntos de vista: que nuestro país no deseaba continuar prestando
su concurso al proceso arbitral, en vista de la actitud provocadora del primer mandatario peruano,
que ponía de manifiesto la esterilidad de los sacrificios chilenos para alcanzar la solución amistosa
del problema. Las expresiones del Presidente Leguía alejaban toda posibilidad de arreglo y tornaban
ineficaces los esfuerzos del árbitro; que Chile vería con profundo agrado “el término de la gestión y
proceso arbitral”, a menos que se obtuviese una satisfacción por parte de Perú [interpretamos que
vía Kellogg), y con cierto dejo de sorna.
— que La Moneda estaba muy reconocida y agradecida del árbitro 1662.
La momentánea ausencia del secretario de Estado impidió a Cruchaga cumplir de
inmediato estas instrucciones, mas aprovechó la pausa para hacer a Ríos Gallardo algunas
reflexiones1663, que serían el preludio de su renuncia.
Kellogg no solicitaría al gobernante peruano las satisfacciones que Leguía tendría que dar
a Chile para que este continuase en el arbitraje, —arguía el agente-. En otras
oportunidades, Santiago había efectuado reclamaciones, pero se limitó a transmitirlas a
Washington para su solo conocimiento. Sin duda, una muy enérgica protesta dirigida al
Rímac afianzaría la posición chilena en Estados Unidos; pero, si se la vinculase con la
amenaza de romper el arbitraje, el Departamento de Estado la estimaría una violación de
un pacto solemne y un agravio al árbitro.
En tono mesurado y didáctico, Cruchaga, reputado internacionalista, explicaba al canciller
la diferencia entre los “primeros” buenos oficios y el proceso arbitral: Chile ya había dado
término a aquellos el 18 de junio de 1926, y el Laudo que nos vinculaba al Protocolo de
Washington, fue registrado por Chile en la Liga de las Naciones. Seguía vigente y no se
extinguiría sino cuando el árbitro hubiese resuelto las cuestiones sometidas a su fallo y
dado entero cumplimiento a la sentencia. Al menos, era lo que debería suceder en teoría.
En conclusión, —continuaba Cruchaga— si el gobierno insistía en la ruptura del arbitraje,
tal acción no estaba de acuerdo con sus “convicciones personales”.

1662
38 38 MINREL. EMBAJADA DE CHILE EN WASHINGTON. Telegramas 1927. Telegrama Nº104, Santiago, 1-8-1927, de
Conrado Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE. de Chile, a Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU.
1663
39 MINREL TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. Y COMISIÓN DE LIMTES. 1927. Telegrama
Nº151, Washington, 6-8-1927, de Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos Gallardo, Ministro de
RR.EE. de Chile.
Por lo tanto, solicitaba al Presidente de la República que lo remplazara en esta misión.
“Una nueva política, decía, requiere nuevos agentes...”
“El jurista eclipsó por completo al político”, exclamaría Ríos Gallardo, al no admitir que la
cuestión se pudiera resolver al margen de la sentencia, por entendimiento directo 1664.
A través de los mensajes intercambiados, se advierten las divergencias entre uno y otro. El
agente era un jus-internacionalista de progenie conservadora.
El ministro, un joven astuto e imaginativo, sin mayores estudios ni ataduras con la elite
tradicional. En suma, un hombre nuevo, que no obstante finalmente favorecería la partición
del territorio litigioso, que se empezó a propiciar a comienzos del siglo veinte. Mas
Cruchaga era útil al gobierno, tanto por sus conocimientos, como por la estimación que se
había ganado en Washington. Con este motivo, Ríos Gallardo le despachó un nuevo
telegrama, el 12 de agosto1665:
“Lo que el gobierno desea —le expresaba— es llegar cuanto antes, como en el caso de los
buenos oficios, a un punto muerto en el arbitraje, que nos permita continuar en la posesión
de los territorios, como antes [de la] gestión inicial [del] año 1922, y evitar a toda costa un
nuevo plebiscito, por múltiples razones que V. S. conocerá muy pronto 1666. Para conseguir
este punto muerto, la situación de espera es contraproducente, ya que con claridad y energía
alcanzamos la terminación de los buenos oficios y en la misma forma podemos obtener el
término del arbitraje”.
El ministro no pretendía romper el proceso, solo efectuar una presentación al Presidente
de Estados Unidos. Este podía desoírla o bien aplicar alguna medida disciplinaria a Perú, si
lo juzgaba procedente. Este hecho podría constituir una razón decorosa para dar por
finalizado el arbitraje.
Cruchaga replicó de inmediato1667. Se excusaba de haber malentendido el punto recién
transcrito del telegrama Nº107; sin embargo, su redacción y las informaciones recibidas, le
inducían a darle ese alcance, que Kellogg le daría igualmente.
Aseguraba, además, que concluidos los buenos oficios y la gestión amistosa, el Presidente
de Estados Unidos mantiene el carácter de árbitro, con todas las facultades que le
concedió el Protocolo de Washington.
A juicio de Cruchaga, Coolidge no se desprendería motu proprio de este rol y tampoco lo
haría a petición de Chile; ni tampoco renunciará. Ello afectaría su prestigio y el de su
gobierno. El Presidente de Estados Unidos había aceptado el cargo “para resolver esta
cuestión”, aunque se produjesen rebeldías de las partes. Empero, hechos posteriores
demostraron que se alejaba de este rol, cuando vio que la animosidad entre los litigantes
empezaba a cesar.
1664
40 Conrado Ríos Gallardo, op. cit. Pág. 160.
1665
41 MINREL. EMBAJADA DE CHILE EN WASHINGTON. Telegramas 1927. Telegrama Nº107, Santiago, 10-8-1927, de
Conrado Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE. de Chile, a Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU.
1666
42 Ríos Gallardo hizo examinar el padrón electoral del territorio plebiscitario y llegó a la conclusión de que Chile no tenía
expectativas de triunfo.
1667
43 MINREL. TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. Y COMISIÓN DE LIMITES. 1927. Telegrama
Nº160, Washington, 12-8-1927, de Miguel Cruchaga, Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos Gallardo, Ministro de
RR.EE. de Chile.
El agente entendía que Ríos Gallardo tratara, a lo menos, de que se produjera un punto
muerto en la gestión arbitral, tal como lo hubo en la gestión amistosa. Mas él no podía
alentar esa esperanza. Los buenos oficios y la gestión amistosa tenían carácter voluntario y
cualquiera de las partes podía terminarlos, abandonarlos o postergarlos, en forma
unilateral; pero, en cambio, el árbitro no era un mediador que procurara un avenimiento
entre partes.
“Es un juez —aseguraba— que, conforme el Protocolo de Washington y la sentencia
arbitral, se pronunciará en tal carácter, acerca de la moción Lassiter de impracticabilidad de
la consulta popular y la delimitación de la frontera.
El juez podría postergar y aplazar una solución, mas no dejar las cosas en punto muerto”.
Por otra parte, tenía informaciones de que se estaban corrigiendo los informes de los
representantes estadounidenses en la comisión plebiscitaria. Dentro de algunos meses, el
gobernante dictaría una resolución al respecto.
Hasta entonces, la política de Chile había sido la de insistir en una solución jurídica,
conforme el Pacto de Ancón y los Protocolos de Washington; la que ahora se adoptaba la
modificaba. “Comprenderá US. —decía Cruchaga al Ministro— [la] dificultad [en que] me
hallo personalmente para servir esta nueva política que necesita ser representada por un
nuevo agente más genuino” (cursivasnuestras).
Más adelante, sugería que se utilizaran las expresiones del Presidente de Perú, del 28 de
julio, para emitir un enérgico reclamo, pues no correspondían a la verdad. Esta protesta —
señalaba el embajador— evitaría recabar al Presidente Coolidge que pidiese a Leguía
explicaciones que se rehusaría a solicitar.
Cruchaga sostenía que la misión que se le encomendaba estaba llamada a fracasar y que
tendría repercusiones negativas en otras áreas (financieras y económicas). “Sírvase US. —
expresaba— aceptar y transmitir a S. E. el Presidente de la República mis agradecimientos
por la confianza que me han dispensado”.
El 18 de agosto, el Presidente Ibáñez aceptó la renuncia de Cruchaga y le agradeció los
servicios prestados al país. Cinco días más tarde, dispuso que se solicitara el agrément
correspondiente para el periodista Carlos Dávila Espinoza.
Al terminar Cruchaga su misión, no podemos dejar de referirnos a la personalidad de este
distinguido funcionario que renunció a una expectable situación por sostener sus
convicciones, como jurista y diplomático.
Su curriculum vitae nos dice que se recibió tempranamente de abogado.
Ejerció la cátedra de derecho internacional y publicó un tratado sobre la materia.
Fue ministro de Hacienda e Interior durante la presidencia de Germán Riesco y prestó
servicios como plenipotenciario en la República Argentina, Uruguay, Alemania, Brasil e
Inglaterra, antes de llegar a ser Embajador en Estados Unidos. Se desempeñó como
presidente del tribunal mixto de arbitraje que dirimió los conflictos acaecidos en México, a
raíz de las guerras civiles que se produjeron a la caída del general Porfirio Díaz 1668. Más
adelante, durante el segundo mandato constitucional del Presidente Alessandri, se
1668
44 Roberto J. Sánchez Dávalos: El conflicto religioso y sus arreglos. México. 2001. Pág. 35 y ss.
desenvolvió con talento en la cartera de Relaciones Exteriores y, al final de su existencia,
ocupó una curul en el Senado. Fue presidente y uno de los fundadores de la Academia
Chilena de la Historia, e instituyó en ella un premio que hasta el día de hoy lleva su
nombre.
Dávila, su sucesor en Washington, se destacó en su juventud —cuando cursaba derecho en
la Universidad de Chile— en la Federación de Estudiantes y en el partido radical. Ingresó a
El Mercurio, como corrector de pruebas hasta ascender a subjefe de la sección cablegráfica.
Eliodoro Yáñez, a la sazón propietario de La Nación, le llevó a su lado y le hizo director de
ese periódico. Al conquistar Dávila la confianza de Ibáñez, el periódico se deslizó hacia los
ideales del Chile Nuevo. Finalmente, abandonó a El Maestro, que se vio obligado a enajenar
—con mucho dolor— este importante rotativo, sin siquiera recibir el justiprecio 1669. Con
posterioridad a su misión diplomática en Washington, desde el 16 de julio de 1932
presidiría dos Juntas de Gobierno, el 8 de julio asumió como presidente provisional de la
República (Socialista), y sería derrocado el 13 de septiembre del mismo año. Regresó al
periodismo y obtuvo en 1942 el premio Moors Cabot. En 1954 fue elegido Secretario
General de la Organización de Estados Americanos y prestó todo su concurso para la
creación del Banco Interamericano de Desarrollo, durante la conferencia interamericana de
Quitandinha (Brasil). Falleció en Estados Unidos en 1955.
Era un hombre de talento y mucho encanto personal.
Ese fue el embajador chileno que presentó credenciales al Presidente Coolidge, el 6 de
octubre de 1927.
En noviembre, avisó que el general Pershing regresaba de Europa, después de seis meses
de ausencia, y colaboraba en la preparación de unos informes sobre la cuestión de Tacna y
Arica, para el conocimiento del Árbitro.
Anunció también el retiro de Santiago del embajador Collier 1670 e informó que el
Departamento de Estado intentaba mantener el status quo en que se hallaba la cuestión
litigiosa. A su juicio, esta situación indefinida permitiría regresar al período anterior a 1921.
“Es suprimir —decía— a Barros Jarpa, Alessandri, Matte y compañía” 1671. Consideraba muy
difícil que Kellogg diera paso alguno antes de la Conferencia Internacional Panamericana,
que se celebraría próximamente, en La Habana 1672. Tampoco se pronunciaría sobre la
moción Lassiter, siempre que Chile observara una actitud discreta en el territorio 1673.
En el Departamento de Estado, por lo demás, calificaban de desacertado el manejo de los
representantes estadounidenses en el plebiscito, así como la designación de Pershing y

1669
45 Gonzalo Vial: Historia de Chile (1891-1973). Editorial Fundación. Santiago. 1996. Págs. 192 y 193.
1670
46 MINREL. TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. Y COMISIÓN DE LIMITES. 1927. Telegrama
Nº220, Washington, 24-XI-1927, de Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos Gallardo, Ministro de
RR.EE. de Chile.
1671
47 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Tomo 4º. Carta, Washington, 8-2-1928, de Carlos Dávila, Embajador de Chile
en EE.UU., a Conrado Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE. de Chile.
1672
48 MINREL. Archivo C. Ríos Gallardo. Tomo 4º. Carta, Washington, 23-XI-1927, de Carlos Dávila, Embajador de Chile en
EE.UU., a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1673
49 MINREL. MEMORANDA, INFORMES, etc. de Luis Arteaga. 1927-1930.
Lassiter1674.
Efectivamente, el tema empezaba a languidecer en Washington, como se reconoce en los
documentos sobre The Tacna-Arica Question que se conservan en la Biblioteca Presidencial
de Herbert Hoover. Ellos señalan que la circunstancia propicia para medir la temperatura
del asunto, era la próxima conferencia de los Estados americanos en Cuba, donde se
habrían de encontrarse los contendientes de 1879.
7. LA SEXTA CONFERENCIA INTERNACIONAL PANAMERICANA
Esta se inició en La Habana, el 16 de enero de 1928. Fue inaugurada por el Presidente de
Estados Unidos Calvin Coolidge, y por el de Cuba, general Gerardo Machado 1675.
Se pensó que podría encabezar la delegación nacional Emilio Bello Codesido 1676, empero
en definitiva la presidió Alejandro Lira, ex-ministro de Relaciones Exteriores y uno de los
signatarios del Tratado del A.B.C. La integraron además los delegados Carlos Silva
Vildósola, Alejandro Álvarez y Manuel Bianchi; el vice-almirante José Toribio Merino y el
general Pedro Charpín; y los secretarios Jorge Silva, Germán Vergara y el secretario
adhonorem Luis Alejandro Lira.
La comitiva zarpó rumbo a La Habana el 28 de diciembre, en el Essequibo.
Se dio la feliz casualidad de que en El Callao se embarcaran en el mismo barco los
delegados peruanos Jesús Salazar, Presidente de la Cámara de Diputados, nuestro
conocido Enrique Castro Oyanguren1677, ministro diplomático en Ecuador, y el secretario de
la Presidencia, Ernesto Denegri.
A bordo, ambos grupos establecieron relaciones muy cordiales, así como sus respectivas
familias, según se lee en las Memorias de Lira. Después se integraría en La Habana, Víctor
Maúrtua, ministro en Brasil, uno de los más reputados diplomáticos peruanos y autor de la
obra La cuestión del Pacífico.
La delegación chilena salió de Santiago con la preocupación de que en la conferencia se
planteara el diferendo de Tacna y Arica, todavía insoluto 1678, si bien no estaba incluido en el
temario. En todo caso, el gobierno dio carta blanca a Lira para que procediera a su arbitrio,
según las circunstancias.
Afortunadamente, no hubo sorpresas desagradables.
Las estrechas relaciones que se cultivaron a bordo del Essequibo se hicieron más evidentes
en la isla. En un momento, Maúrtua conversó privadamente con Lira para expresarle que la

1674
50 MINREL. Archivo C. Ríos Gallardo. Tomo 4º. Carta, Washington, 10-XII-1927, de Carlos Dávila, Embajador de Chile en
EE.UU., a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1675
51 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR. EE. 1928. Santiago. Imprenta Chile. 1929. Pág. 253 y ss.
1676
52 MINREL. TELEGRAMAS CAMBIADOS CON EMBACHILE EN EE.UU. Y COMISIÓN DE LIMITES. 1927. Telegrama
Nº76, Santiago, 14-6-1927, de Conrado Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE. de Chile, a Miguel Cruchaga, Embajador de
Chile en EE.UU. Dice que esta delegación la compondrían E. Bello, Guillermo. Subercaseaux, Alejandro Álvarez y Miguel
Cruchaga (si no tenía inconveniente).
1677
53 Castro Oyanguren, junto con el periodista tacneño, Enrique G. Hurtado Arias, participaron en la sustracción de
documentos oficiales chilenos en poder del Ministro Federico Puga (ver capítulo VI).
1678
54 Alejandro Lira: Memorias. Imprenta El Imparcial. Santiago. 1950. Págs. 162 y ss. Seguiremos el desarrollo del tema que
nos interesa a través de esta obra, los documentos de la Biblioteca Presidencial del Presidente Hoover y el libro de Conrado
Ríos G.
cuestión de Tacna y Arica había que postergarla “dejando al tiempo que cicatrice las
heridas, y, mientras tanto, hacer todo lo posible por reanudar nuestras relaciones
diplomáticas y firmar un tratado de comercio”1679.
El subsecretario Francis White —que mantuvo en La Habana relaciones de intimidad con
Maúrtua— le manifestó al jefe de la delegación chilena que su gobierno fallaría la cuestión
de Tarata y fijaría sus límites. Es muy posible —agregó— que después recomiende a
ambos países restablecer sus relaciones diplomáticas, “a fin de que ellos solucionen
directamente sus problemas”1680.
En un momento dado, aquel funcionario se acercó al presidente de la delegación chilena
para consultarle si aceptaría concurrir a una reunión, a la que asistirían el ministro Maúrtua
y él, la “que tendría por objeto buscarle alguna solución al problema de Tacna y Arica”. Lira
respondió que carecía de instrucciones oficiales, mas no veía ningún inconveniente para
reunirse y luego someter a los respectivos gobiernos lo que allí se debatiere. Maúrtua,
cuyo interés por esta materia ya hemos señalado, dijo que tampoco las tenía, pero que
estaba igualmente dispuesto a conversar.
En el curso de las entrevistas, el ministro peruano insistió en el plebiscito como la mejor
solución, no solo por estar pactado en el Tratado de Ancón, “sino porque el Árbitro
nombrado en desacuerdo de las partes ordenó haciendo uso de sus atribuciones, llevarlo a
efecto”1681.
Lira se manifestó a favor de la partición. Sus argumentos descansaban no solo en el
fracaso de la consulta y en la ninguna conveniencia de repetirla, sino en que tendría
noticias de que Bolivia se armaba y pretendía obtener una salida al mar —no por Arica u
otro puerto chileno— sino que por Mollendo, en Perú. En todo caso, se trataría solo de
una amenaza. Al parecer, quería dar un aviso al palacio de Pizarro, en el sentido de que
correría el riesgo de enfrentar un nuevo peligro.
Enseguida, Lira recordó la época cuando fue uno de los signatarios del Pacto del A. B. C.
Aludió al deseo, en ese entonces, de los ministros de Relaciones Exteriores de Argentina y
Brasil de ayudar a La Moneda para resolver el problema del norte y señaló que en esa
oportunidad aquellos le habían hablado de la pretensión boliviana y de la conveniencia de
que un nuevo tratado abordase la cuestión de Tacna y Arica, a fin de consolidar la paz en
el Pacífico sur.
De las conversaciones entre ambos delegados, según Lira, surgió el acuerdo de aceptar la
partición “como la única solución posible”.
El Presidente Coolidge les invitó a Washington, mas Lira respondió negativamente por las
razones que se indicarán más adelante. Sin embargo, viajaron a esa capital el delegado
Carlos Silva Vildósola, a la vez director de El Mercurio, y el ministro Maúrtua.
Hoover y Kellogg expresaron a estos interlocutores que había llegado el momento de
1679
55 MINREL. Archivo COnrado Ríos Gallardo. Tomo 4º. Carta, Santiago, 23-3-1928, de Conrado Ríos G., Ministro de
RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1680
56 MINREL. Archivo COnrado Ríos Gallardo. Tomo 4º. Carta, Santiago, 23-3-1928, de Conrado Ríos G., Ministro de
RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1681
57 Alejandro Lira, op. cit. Pág. 164.
solucionar la cuestión de Tacna y Arica. La mejor manera para lograrlo sería preparar a la
opinión pública, lo que conllevaría un cambio de parte de la prensa en las dos naciones 1682.
Alejandro Lira no aceptó la invitación —rezan sus Memorias— porque prefirió comunicar
rápida y personalmente a su gobierno el resultado de esta gestión extra-oficial, en vez de
recurrir al telegrama. Como consecuencia de ella —agrega— se activaron las relaciones
diplomáticas entre el Rímac y el Mapocho, “a fin de darle forma protocolar al arreglo de La
Habana, extendiendo y firmando el tratado de paz correspondiente”, sobre la base de
Tacna para Perú y Arica para Chile.
En el viaje de regreso, la delegación peruana ofreció a bordo un banquete en honor de
Lira. Hubo un brindis por la futura amistad y por el anhelo peruano de liquidar este
problema. Nuestro delegado agradeció en parecidos términos. Lira confidenció a Castro
Oyanguren que el ministro Ríos Gallardo pensaba celebrar un acuerdo comercial con Cuba.
De realizarse —señalósignificaría la pérdida del mercado chileno para el azúcar peruano.
Agregó que le daba esta información como una muestra de amistad y confianza.
Castro Oyanguren le replicó que la pondría en conocimiento del Presidente Leguía 1683.
Más tarde, Lira consideró muy sensible que en la Memoria del Ministerio de Relaciones
Exteriores se hubiese omitido toda mención a las conversaciones de La Habana. Sin
embargo, tal omisión no puede causarnos sorpresa: aquellos diálogos tuvieron carácter
oficioso y confidencial. No correspondía mencionarlos en esa Memoria, aunque esta sí
puso énfasis en las excelentes relaciones que prevalecieron entre chilenos y peruanos, lo
que en esos momentos ya era auspicioso. Igualmente se destacó allí la “brillante
actuación” de Lira1684.
Ríos Gallardo —siempre muy celoso de su primacía en el entendimiento chileno-peruano
— indirectamente negó el carácter que atribuyó a ellas el presidente de la delegación,
puesto que:
“esos cambios de ideas no podían ir más allá de las expresiones de los buenos deseos y
mejores esperanzas, ya que tanto los chilenos como los peruanos carecían de instrucciones
para abordar el problema y por tanto no estaban autorizados por sus respectivas cancillerías
para tratar la cuestión que los dividía”1685.
Lira quedó también herido porque La Nación —órgano oficial— junto con publicar un
minucioso artículo sobre la conferencia y sus asistentes, excluyó un único nombre, el suyo.
Es cierto que un alto empleado del periódico le expresó que había sido un error del
linógrafo y del corrector de pruebas; sin embargo, nunca hubo una rectificación. Empero,
dice que le quedó la satisfacción de recibir la Gran Cruz de la Orden del Sol del Perú,
“apenas firmado el Tratado del 17 de Mayo de 1928” 1686(aquí el linotipista y el corrector de
pruebas de sus Memorias también se confundieron, ya que este instrumento fue signado
1682
58 Documentos de la Biblioteca Presidencial del Presidente Herbert Hoover. Pág. 54.
1683
59 EMBAJADA DE CHILE EN EE.UU. Oficio confidencial Nº6, Santiago, 5-4-1928, de Conrado Ríos Gallardo, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1684
60 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR. EE. 1928. Santiago. Imprenta Chile. 1929. Pág. 270.
1685
61 Conrado Ríos Gallardo, op. cit. Págs. 181 y 182.
1686
62 Alejandro Lira, op. cit. Pág. 167.
en Lima, el 3 de junio de 1929...).
Como desahogo le quedó recordar la carta relativa a las conversaciones de La Habana que,
el 16 de julio de 1928, le dirigió Collier, embajador de Estados Unidos en Santiago, experto
en sembrar la cizaña:
“Ud. ha hecho por cierto una gran obra diplomática, no solo en el cumplimiento de su deber
como Delegado, sino como verdadero apóstol de la paz” 1687.
Una vez firmado el Tratado de Lima, Maúrtua también le escribió y le dijo que “su
maravillosa gestión en La Habana determinó la posibilidad y trazó el rumbo claro de los
trabajos de aproximación”1688.
Por su parte, en marzo de 1928, Dávila informó a Santiago que Hoover y Kellogg advertían
el nacimiento de una buena inteligencia entre los antiguos contendientes, y que en la
comisión de límites se trabajaba en armonía.
El embajador estimaba que el propósito del árbitro y del Departamento de Estado era no
innovar en este asunto1689.
Algunos meses más tarde, Silva Vildósola relató su visita a Washington y sus
conversaciones con Coolidge, Kellogg, Fletcher y White, en un artículo que publicó en El
Mercurio, el 19 de febrero de 1929.
Al referirse a esta materia, —tal vez pensando en su colega periodista Ríos Gallardo—
manifestó que cuando se perfeccionaren los acuerdos entre Chile y Perú, “habrá muchas
personas que reclamarán para sí el honor de haber contribuido a este resultado; como
todos negarán haber tomado una mínima parte en estas gestiones, si los arreglos
fracasaran”1690. Se adelantaba, así, a una frase muy conocida: la victoria tiene muchos
padres y la derrota es huérfana.
A nuestro juicio, el servicio que entonces prestó el caballeroso Alejandro Lira fue cooperar
en el establecimiento de un clima de amistad con la delegación del Rímac, lo que apreció
el árbitro.
8. MEDIDAS ADMINISTRATIVAS CHILENAS
Desde 1922, año en que se iniciaron las negociaciones en Washington, se principiaron a
aplicar con estrictez, en Tacna y Arica, las medidas vigentes relativas a la importación y
exportación de mercaderías por los puertos terrestres colindantes con Perú.
Más que reprimir el contrabando, el fin era impedir que ingresasen agentes de esa
nacionalidad, con el ánimo de perturbar los trabajos preparatorios en que se hallaba
activamente empeñado el Presidente Alessandri para ganar el probable plebiscito. En la
terminología del Rímac, aquello se llamaba la “chilenización forzada” de esos territorios.

1687
63 Alejandro Lira, op. cit. Pág. 166.
1688
64 Virgilio Figueroa: Diccionario Histórico Biográfico y Bibliográfico de Chile. Establecimientos Gráficos Balcells & Co.
Santiago. 1931. Tomos IV y V. Pág. 70.
1689
65 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Tomo 1º. NEGOCIACIONES CHILENO-PERUANAS. 1927. 1928. 1929.
Telegrama Nº39, Washington, 24-3-1928, de Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos, Ministro de
RR.EE. de Chile.
1690
66 Carlos Silva Vildósola: Preliminares de las nuevas relaciones chileno-peruanas. El Mercurio, Santiago, 19-2-1929.
Sin embargo, conforme el Pacto de Ancón la soberanía chilena solo se extinguiría si La
Moneda resultase perdedora en la consulta popular.
Anteriormente, existía liberalidad para el ingreso de algunos artículos de consumo, así
como se autorizaba el tránsito de lana y algodón, cuyo destino final era el mercado de
Estados Unidos.
La aplicación rigurosa de las disposiciones competentes afectó la actividad comercial de la
provincia y, por consiguiente, en definitiva de sus habitantes.
Virtualmente suspendido el plebiscito a causa de la moción Lassiter, el intendente de
Tacna transmitió a las autoridades de Santiago las quejas de los comerciantes. Además, el
ministro Ríos Gallardo, en la visita que efectuó a la región en julio de 1927, escuchó
personalmente estos reclamos.
Al producirse una distensión, el Canciller obtuvo que el ministro de hacienda flexibilizase
las normas antedichas y se aboliesen las prohibiciones vigentes. Logrado este propósito, se
comunicó al intendente que el gobierno deseaba ampliar hasta donde fuese posible las
facilidades y franquicias para fomentar el intercambio comercial de Tacna con las
poblaciones de la frontera peruana.
En los momentos en que se adoptaba esta política, el embajador Hernán Velarde presentó
un memorándum al Departamento de Estado. El propósito era reclamar porque los nativos
de Tacna y Arica, anteriormente residentes en la provincia y en la actualidad ausentes, se
encontraban amenazados de perder sus predios, por un reciente decreto chileno que
establecía que sus propiedades serían rematadas para responder a las deudas por
contribuciones si no las cancelaban en una fecha determinada1691.
Por medio de una declaración oficial, el gobierno expresó que no existía al respecto ningún
decreto, ni especial ni reciente; por el contrario, a los propietarios tacneños se les había
otorgado una prórroga en los plazos de pago. En respuesta a la última petición recibida
por el ministerio de Hacienda, de 23 de abril de 1928, se había extendido hasta el 31 de
marzo de 1929, el plazo para la declaración correspondiente de pago del impuesto a la
renta en la provincia de Tacna.
La presentación de Velarde carecía, pues, de fundamento. Con este motivo, se instruyó al
embajador Dávila para que diese conocimiento de ello al Departamento de Estado y al
propio tiempo señalase el espíritu de conciliación que animaba al gobierno del Presidente
Ibáñez en relación con su vecino del norte.
9. OTRA FASE DE LA NUEVA POLÍTICA
Desde 1894, hasta la suscripción de los Pactos de Lima, en 1929, la relaciones políticas
entre Santiago y Lima enfrentaron diferentes crisis, siempre vinculadas a aquellos
departamentos. Estas incluyeron la ruptura de relaciones diplomáticas y consulares por un
largo período; curiosamente las comerciales nunca se vieron afectadas por estos hechos.
Ríos Gallardo vio en esta área un apoyo para su política, como ya lo advirtió en 1902 el
ministro Eliodoro Yáñez1692. “Ud. comprenderá —le escribió a Dávila— que yo no puedo
buscar la solución de nuestro problema por caminos ya recorridos, una y otra vez, por
1691
67 MINREL. MEMORANDA, INFORMES DE LUIS ARTEAGA. 1927-30.
anteriores gobiernos y que a hombres nuevos se imponen procedimientos también
nuevos”. Aseveraba que la política internacional moderna se orientaba a través de las vías
económicas, y por ahí él buscaría la solución del problema 1693.
Como hemos anotado, Chile era prácticamente un mercado cautivo para el azúcar
peruano. Después de la era del guano y del salitre, este producto pasó a ser uno de los
puntales de la economía de esa república, que se explotaba con la mano de obra barata
que proporcionaban los culis procedentes de China.
Los productores de este artículo constituían uno de los principales grupos de poder 1694.
Entre ellos, se contaban los Pardo, los Aspíllaga y los Gildemeister, miembros conspicuos
del partido civil.
Leguía accedió por segunda vez a la Presidencia de la República en una posición de
ruptura con esa colectividad, en el ámbito político. En el económico, —dice Dennis L.
Gilbert— respetó sus intereses 1695. Por otra parte, su matrimonio con Julia Swayne
Mariátegui, acaudalada terrateniente, lo relacionó con la industria azucarera. Fue durante
años gerente de la British Sugar Company, una sociedad que creó con los acreedores
británicos de la testamentaría Swayne, para administrar diversas haciendas 1696.
Si se tiene en cuenta que la problemática del desarrollo era muy trascendente para la
acción modernizadora del mandatario, la agricultura de exportación —azúcar y algodón—
representaba una realidad de la mayor importancia.
El nuevo gobernante necesitaba asegurarle condiciones seguras a sus exportaciones. Por
esta razón, el mercado chileno era significativo.
Conforme a los estudios que Ríos encargó al departamento de comercio de esa Secretaría
de Estado1697, en el período 1918-1927, Chile importó productos desde Perú por valor de
$773.000.000 de 6d. y exportó a esa nación por valor de $258.000.000, lo que arrojó un
saldo favorable para Perú de $515.000.000 y de $51.500.000, calculado por anualidades.
En 1926, Chile importó desde el vecino del norte por un monto de $80.000.000. El azúcar
representó $59.600.000. Y exportó por un total de $12.630.000, siendo los cereales (trigo,
cebada, etc.) el rubro más importante que alcanzó a $7.710.000.
El ministro se hallaba informado de que el general Machado, Presidente de Cuba, quería
lograr un acercamiento comercial con Chile. Se valió de esta disposición para estudiar la
posibilidad de reemplazar el azúcar peruano por el cubano 1698. La estrategia era muy
sencilla: si Leguía se convencía de las bondades de un entendimiento directo con Santiago

1692
68 MINREL. Oficio confidencial (circular) N°3, Santiago, 25-4-1902, de Eliodoro Yáñez, Ministro de RR.EE de Chile., a las
legaciones de Chile en el exterior.
1693
69 MINREL. Carta, Santiago, 5-1-1928, de Conrado Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila,
Embajador de Chile en EE.UU.
1694
70 Dennis L. Gilbert: La oligarquía peruana: historia de tres familias. Editorial Horizonte. Lima. 1982. Pág. 26 y ss.
1695
71 Dennis L. Gilbert, op. cit. Pág. 59.
1696
72 Dennis L. Gilbert, op. cit. Pág. 40.
1697
73 MINREL. Memoranda, informes. de Luis Arteaga. 1927-1930.
1698
74 MINREL. EMBAJADA DE CHILE EN EE. UU. 1928. Oficio confidencial Nº6, Santiago, 5-4-1928, de Conrado Ríos
Gallardo, Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
respecto de las cautivas, el mercado chileno seguiría abasteciéndose en Perú; si no lo
entendía así, La Moneda buscaría nuevos proveedores. Es claro que el tema de las cautivas
era bastante más agrio y complejo que el comercio del azúcar, porque abarcaba
sentimientos nacionalistas, muy sensibles en la opinión pública peruana.
Con este fin, el Ministro conversó con el plenipotenciario caribeño, Usabiaga, y le
mencionó la posibilidad de adquirir tal producto en su patria, conviniéndose recíprocas
facilidades aduaneras y privilegios mutuos. Este agente se demostró muy interesado. En las
conversaciones, se consideró también una posible rebaja de los derechos sobre el tabaco.
Para estos efectos se nombró, en Santiago, —infaltable método— una comisión para
estudiar el asunto.
Muy pronto, la prensa difundió —seguramente inducida por La Monedala noticia de que
se contemplaba un tratado comercial con Cuba. Ella se conoció en Perú, donde su industria
azucarera recibiría 90.000.000 de pesos chilenos al año, según los últimos datos que
obraban en poder del canciller.
Por esta misma época, El Tiempo de Lima, órgano oficial, que siempre atacaba a Chile, esta
vez defendió al gobierno de Ibáñez, en sus columnas editoriales, contra los ataques de
algunos periódicos argentinos. “Hemos experimentado —expresó Ríos Gallardo— una
sorpresa poco común”, señalando que estos hechos eran sintomáticos 1699.
Liquidada la cuestión de Tarata, se pensó que el árbitro recomendase a las partes litigantes
que restableciesen sus relaciones diplomáticas y consulares. De este modo, les devolvería
la libertad para tratar directamente el problema del norte, al margen de la sentencia
arbitral y de la gestión de 1921.
De acuerdo con estas ideas, se instruyó a nuestro representante en Washington para que
obrara en consecuencia. Una solución de esta naturaleza involucraría aplazar el acuerdo
comercial con Cuba. Mientras tanto, el ministro distraería a Usabiaga.
Dávila conferenció con Kellogg y le expresó que la solución del litigio pasaba por lograr la
conciliación con el vecino del norte, antes que resolver la cuestión territorial. Agregó que la
conciliación se podría afianzar con un convenio comercial. El secretario de Estado debió
escucharlo con interés, pues estaba bastante agobiado con la herencia que le dejó
Hughes...
Tras algunas vueltas en torno al tema, Kellogg se manifestó de acuerdo.
Él propondría a los dos gobiernos que restablecieran sus relaciones diplomáticas, siempre
que contase con la seguridad previa de que ambos aceptarían.
Se comprometería a comunicar por adelantado a Chile el consentimiento peruano, que
creía lograr en pocos días. Una vez renovadas dichas relaciones, el Secretario de Estado se
limitaría a ayudar “privada y confidencialmente” a los gobiernos de Chile y Perú 1700.
El diplomático le consultó, hábilmente, de qué modo se plantearía esta cooperación “extra-

1699
75 MINREL. EMBAJADA DE CHILE EN EE. UU. 1928. Oficio confidencial Nº6, Santiago, 5-4-1928, de Conrado Ríos
Gallardo, Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1700
76 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Tomo 1º Telegrama Nº83, Washington, 29-6-1928, de Carlos Dávila,
Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE. de Chile.
oficial”, dado que la existencia de relaciones diplomáticas en la práctica pondría fin a la
gestión de 1921, a la que era tan hostil Ríos Gallardo. (Sabemos que el propósito de
nuestro ministro era que la negociación se llevase a cabo íntegramente por los gobiernos
de Santiago y Lima, y eliminar toda intervención estadounidense). El embajador no informó
qué respuesta dio Kellogg.
Como veremos, no sucedió como se pensaba en Chile. Leguía buscó constantemente el
apoyo yanqui para suavizar el impacto que generaría el sacrificio de Arica. Dávila, por su
lado, visitaba casi a diario al secretario de Estado, en busca de apoyo para vencer las
resistencias peruanas. Mas la declaración del Secretario de que ayudaría privada y
confidencialmente a ambos gobiernos, tranquilizaba hasta cierto punto la inquietud de La
Moneda.
Además, Kellogg quería que la cuestión se tramitase “íntegramente” por la embajada
chilena en Washington, vale decir, sin que participara su representante en Santiago, el
incómodo Collier, que estaba por partir. (El sucesor de aquél, William S. Culbertson, con
una personalidad bien diferente de la de su antecesor, prestó valiosos servicios).
Es interesante precisar que en febrero de 1927, antes de representar a su gobierno ante la
Casa Blanca, ya Dávila había sugerido a Collier el restablecimiento de relaciones
diplomáticas, que enterraran de hecho la gestión del
árbitro y liberaran al Presidente de la Unión de un intríngulis sin solución fácil. Nuestro
agente dedujo que esta conversación la debió conocer oportunamente el secretario. Por lo
mismo, estimaba que Chile debía adelantarse a responder afirmativamente la nota-
invitación.
El diplomático peruano Félix Calderón juzga que Kellogg acogió esta iniciativa de Santiago
porque “le calzaba muy bien”, ya que el arbitraje obligaba a Coolidge a ser imparcial y a
enfrentar nuevas situaciones embarazosas.
El Presidente Leguía aludió a ellas en el Chicago Tribune, y el embajador Velarde las
representó ante el Departamento de Estado, como relatamos precedentemente.
Se referían a “la forma abusiva como se estaba disponiendo de las propiedades inmuebles
de los peruanos en las provincias cautivas”1701.
Denuncias de esa naturaleza, desprovistas de fundamento, sirvieron a La Moneda para
aclararlas fácilmente.
Ríos Gallardo respondió al día siguiente el mensaje telegráfico en que Dávila le informó de
su entrevista con Kellogg1702.
El Presidente Ibáñez aceptó renovar las relaciones diplomáticas y consulares y quedó
agradecido del secretario por ofrecer comunicarle anticipadamente la aceptación o el
rechazo de Perú. Por otra parte, este restablecimiento de relaciones pondría fin a “toda la

1701
77 Félix C. Calderón: El Tratado de 1929. La otra historia. Fondo Editorial del Congreso del Perú. Lima. 2000. Págs. 157 y
158.
1702
78 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Tomo 1º Telegrama Nº76, Santiago, 30-6-1928, de Conrado Ríos G., Ministro
de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
gestión de 1921”1703. En consecuencia, cesaría la acción del árbitro, tanto directa como
indirectamente, con exclusión de la cuestión de límites de Tarata. La invitación se
formularía a los dos gobiernos, simultánea y públicamente, con la misma “sonoridad” con
que se ofrecieron los buenos oficios, en 1926; si era posible, con el apoyo y el aplauso de
la prensa estadounidense. De este modo, le sería difícil al Rímac escabullir una respuesta
afirmativa. En la eventualidad de que Leguía respondiera negativamente, Chile obtendría
“un triunfo moral”. “Por esta razón —decía Ríos Gallardo— creo que debe de todas
maneras formularse la proposición”.
En el caso de que Perú rechazara la sugerencia yanqui, nuestro agente prepararía el
terreno para que esta fuera la última que se sometiera a los contendientes y el árbitro
diera por concluida su tarea y, si fuera posible, dejara constancia del buen espíritu de Chile,
al aceptar las últimas fórmulas que Kellogg había patrocinado en 1926 y que Perú había
rechazado.
El secretario de Estado —en ese momento ausente en Hots Spring— recibió por telégrafo
la contestación favorable de Santiago. Con posterioridad, le llegó la respuesta afirmativa
del Rímac, tal como deseaba La Moneda1704.
Por esta causa, Calderón juzga que “no pasó de ser una mentira piadosa” la simultaneidad
de las notas que se dirigieron a Ríos Gallardo y a Rada1705.
Kellogg solicitó al subsecretario para asuntos latinoamericanos, Francis White, que
diseñara un procedimiento que permitiera iniciar la reanudación de relaciones. El
funcionario propuso una entrevista conjunta de los dos embajadores con el Secretario de
Estado, en la cual este último la planteara.
Ambos agentes aceptarían y se acordaría la fecha para solicitar los agréments respectivos
para los ministros en Santiago y Lima.
Dávila se opuso con energía. Adujo que se trataba de uno de los “acontecimientos más
importantes de la historia diplomática sudamericana y debía tener un procedimiento
adecuado a su magnitud”. Se tendría que hacer a través de una nota telegráfica
debidamente fundada, dirigida por el Secretario de Estado a cada uno de los cancilleres.
White defendió su idea, que la tenía madurada desde antes. Empero, ante los argumentos
del representante chileno, Kellogg los aceptó y manifestó al embajador que él
personalmente la redactaría. Luego se la enseñaría por si juzgaba necesario hacer alguna
observación.
El desempeño del agente fue recibido con beneplácito en Santiago. El canciller lo calificó
de “brillante”, pues su éxito radicaba en “sepultar” la acción arbitral, la moción de
impracticabilidad del plebiscito y la gestión amistosa de Washington. Mas indicó que las
representaciones diplomáticas de Chile y Perú deberían ponerse a nivel de embajadores y
restablecerse al unísono las relaciones consulares. Como fundamento de su pretensión,
1703
79 Los negociadores de 1929 hablaron con frecuencia de “los negociadores de 1921”, queriendo envolver solo a Alessandri
y Barros Jarpa, pero en verdad antes del general Ibáñez pasaron por La Moneda: Altamirano, Bello Codesido, Alessandri,
Barros Borgoño y Figueroa.
1704
80 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Tomo 1º Telegrama Nº88, Washington, 6-7-1928, de Carlos Dávila, Embajador
de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1705
81 Félix C. Calderón, op. cit. Pág. 157.
señaló que la República Argentina tenía un embajador en Lima 1706.
Kellogg enseñó a Dávila el texto de la nota que preparó 1707.
El embajador le recomendó algunas modificaciones, que aceptó. En vez de ministros, se
diría”representantes diplomáticos”, lo que abría la posibilidad para acreditar embajadores.
Sugirió además que se incorporase una frase de “expreso reconocimiento del buen espíritu
de los dos gobiernos”. Este concepto lo encontramos en el primer párrafo que dice así:
“He tenido la mayor satisfacción de observar durante los últimos meses el mutuo avance de
un sentimiento más amistoso entre Chile y Perú, lo que constituye un homenaje al alto
espíritu público de ambos Gobiernos y una prueba del deseo de los pueblos de ambos
países para establecer entre sí una base de cordial y permanente entendimiento” 1708(el
destacado es nuestro).
Desde el punto de vista de los funcionarios del palacio de Toesca, era igualmente
significativo el concepto que trasladaba a las partes “la remoción definitiva de todas las
desinteligencias existentes, conduciendo al reajuste estable de las relaciones entre los dos
países en forma mutuamente satisfactoria”.
Así terminaría el proceso arbitral y las gestiones amistosas.
El agente chileno encareció una respuesta cordial, pues creía —erróneamente— que la de
Perú lo sería en exceso. La verdad es que esta fue muy breve: en el Rímac se prefería
continuar con el arbitraje1709.
En otra entrevista, el secretario de Estado expresó a Dávila que eliminó del preámbulo la
mención relativa a las antiguas proposiciones sobre Tacna y Arica, pues no quería aparecer
continuando los buenos oficios ni interviniendo en el asunto, más allá de lo que los
gobiernos considerasen conveniente.
Nuestro agente le consultó si creía que Leguía estaba inspirado por el mismo espíritu que
Chile. En un acto de gran confianza, Kellogg le permitió leer los últimos mensajes
transmitidos por su misión en Lima. El primero era del embajador Moore en que
comunicaba que Leguía aceptaba restablecer las relaciones, si bien consideraba que
Estados Unidos estaba facultado “para resolver en cualquier momento la entera cuestión
territorial de Tacna y Arica”.
(En una ocasión posterior, el embajador Figueroa explicó a Ríos que el Presidente Leguía
aceptó el restablecimiento de relaciones fundado en la seguridad que le dio Alexander
Moore de que “los territorios de Tacna y Arica serían neutralizados” 1710.) Dávila aprovechó
esta oportunidad para esclarecer ante Kellogg que la sentencia arbitral no concedía al
Árbitro más facultades que las expresamente consignadas en el Laudo. Se equivocaba
1706
82 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Tomo 1º Telegrama Nº82, Santiago, 6-7-1928, de Conrado Ríos G., Ministro
de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1707
83 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Tomo 1º Telegrama Nº92, Washington, 7-7-1928, de Carlos Dávila, Embajador
de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1708
84 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR. EE. 1928. Imprenta Chile. Santiago. 1929. Pág. 17.
1709
85 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR. EE. 1928. Imprenta Chile. Santiago. 1929. Págs. 19 y 20.
1710
86 Conrado Ríos G., op. cit. (Reproduce telegrama Nº40, Lima, 8-XI-1928, de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en
Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile).
Leguía pues, cuando estimaba que el Presidente de Estados Unidos tenía el deber jurídico
de aceptar obligadamente la última moción del general Lassiter.
El Secretario aspiraba a una aceptación cordial e incondicional, ya que era lo que
consentiría el Presidente Coolidge, y luego repitió: “borrar de la pizarra todo lo actuado
hasta ahora”.
Según otro telegrama anterior del encargado de negocios de Estados Unidos en Lima, el
gobernante habría sugerido que la única solución aceptable para él “sería la entrega del
territorio de Tacna a Perú, la neutralización de un corredor y el puerto y la provincia de
Arica para Chile”1711. Dávila, al comentar esta idea, expresó al Secretario, jovialmente, que
tomaba nota de que Leguía se hallaba bien dispuesto a entregar Arica a Chile.
Como apreciamos, Estados Unidos se encontraba dentro de un zapato chin: si cumplía la
“Opinión y Fallo” del Presidente Coolidge, tendría que desentenderse en derecho de la
moción de impracticabilidad y proseguir con el plebiscito. Sin embargo, como los
peruanos habían omitido inscribirse por insinuación de los yanquis, con el propósito de
estos de acordar el término de la consulta, Chile ganaría ampliamente. Empero, el
plebiscito —a los ojos de la opinión pública— carecería del timbre de honradez y limpieza
que buscaron los generales Pershing y Lassiter. Las relaciones de la Unión Americana con
Perú quedarían dañadas y el prestigio estadounidense lesionado, igualmente el de Kellogg,
quien se aprestaba a firmar con Briand, el 28 de agosto de 1928, el importante —aunque
estéril— pacto multilateral de proscripción de la guerra. Por otra parte, si daba curso a la
moción de Lassiter se exponía a que los juristas —chilenos y otros— acusasen a Coolidge
de violar su propio Laudo.
En este punto conviene hacer un examen retrospectivo. Cabe entender que la ofensiva
diplomática de 1921 fue la búsqueda de un entendimiento directo con el Perú, que este
diestramente eludió. Ello condujo al arbitraje de la Casa Blanca y la confianza —casi
ilimitada— que con cierta inocencia inspiraba, tanto a Alessandri como a Barros Jarpa, el
criterio jurídico de Hughes, les llevó a enfrentar el proceso arbitral, sin ninguna vacilación
ni temor.
A juicio del Presidente y de su Ministro, el arbitraje tendría que favorecer necesariamente a
Chile, en todas las fases de la cuestión. Pero no sucedió así.
Por un lado, el nombramiento de dos militares estadounidenses —en especial Pershing— y
no un chileno como presidente de la Comisión, alimentó el clima de intolerancia que se
vivía en Tacna y Arica, como Kellogg reconoció a Dávila. Por el otro, la astucia de Leguía y
del comisionado peruano hicieron su parte para que Lassiter declarase impracticable el
plebiscito, con lo cual se violó el Laudo, dejando a Chile en situación incierta. Además, en
el Potomac se había avizorado un acto electoral diferente del que tuvieron en mente Santa
María y Aldunate, al concebir el Tratado de Ancón: en las consultas napoleónicas y en el
Tratado de Turín, el conteo de los sufragios no fue el elemento que decidía la victoria, sino
la pujanza de una de las partes. Por último, debemos considerar asimismo esas fuerzas
ocultas que rodeaban al ibañismo y que se encargaron de dificultar el desempeño del

1711
87 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Tomo 1º Telegrama Nº94, Washington, 8-7-1928, de Carlos Dávila, Embajador
de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
alessandrista Agustín Edwards.
El 9 de julio de 1928, el embajador Collier entregó al ministro Ríos Gallardo la anunciada
nota-invitación del secretario de Estado1712.
El 11 respondió el Canciller1713. Después de hacer un análisis de los conceptos expresados
por Kellogg, transmitió el reconocimiento de su gobierno por esta cordial iniciativa y el
amistoso interés que ella reflejaba, en cuanto a “proporcionar medios favorables para
facilitar la definitiva remoción de las dificultades pendientes entre Chile y Perú”. Expresó
enseguida su “plena aceptación” y su disposición a “concertar las medidas necesarias” para
reanudar las relaciones diplomáticas con la nación del norte.
El mismo día replicó Pedro José Rada y Gamio, ministro de Relaciones Exteriores peruano.
Como hemos anotado, lo hizo brevemente. En síntesis, expresaba que su gobierno estaba
“dispuesto a restablecer relaciones diplomáticas con el Gobierno de Chile y a nombrar un
representante en Santiago en la fecha que se fije de común acuerdo” 1714.
El 13 de julio, Kellogg invitó a su despacho a los embajadores Dávila y Velarde para
anunciarles que sus gobiernos habían aceptado su proposición sin condiciones; aunque
tendría mucho agrado de prestarles su ayuda en la obtención de los respectivos
agréments, era probable que ellos prefiriesen actuar por sí mismos. En esta oportunidad, se
acordó que los plenipotenciarios consultaran a sus gobiernos la fecha en que se
encontrarían listos para nombrar en ambas capitales a sus representantes. Indagarían sus
nombres con el fin de intercambiar informaciones y obtener seguridades anticipadas
acerca de los placets.
El secretario de Estado manifestó, a título personal, que le agradaría que se designasen
embajadores1715. Leguía, en un principio, deseó encargar la representación en Santiago a
un ministro plenipotenciario; empero, el 19 de julio, Velarde comunicó al secretario que el
Presidente seguiría la opinión de Kellogg.
Ante el rumor de que el primer embajador peruano fuese Velarde, Ríos Gallardo expresó a
Dávila que querría a una persona que estuviese desvinculada de las gestiones pasadas. Así
habría obrado la Casa Blanca, por lo demás, al cambiar a sus representantes en Santiago y
Lima. “Política nueva exige imperiosamente hombres nuevos” 1716.
Los gobiernos de Santiago y Lima, según lo convinieron, enviaron simultáneamente a sus
respectivos Congresos proyectos de ley relativos al restablecimiento de relaciones
diplomáticas con rango de embajadas. La Moneda propuso que para este acto se
escogiese el 28 de julio —día del aniversario nacional peruano— oportunidad en que se
iniciaba en Lima el período de sesiones del Congreso.
El Presidente Ibáñez despachó con este motivo un telegrama de saludos y felicitaciones,
1712
88 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR. EE. 1928. Imprenta Chile. Santiago. 1929. Pág. 17.
1713
89 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR. EE. 1928. Imprenta Chile. Santiago. 1929. Págs. 18 y 19.
1714
90 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR. EE. 1928. Imprenta Chile. Santiago. 1929. Págs. 19 y 20.
1715
91 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Tomo 1º Telegrama Nº102, Washington, 14-7-1929, de Carlos Dávila,
Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1716
92 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Tomo 1º Telegrama Nº95, Santiago, 20-7-1928, de Conrado Ríos G., Ministro
de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
tanto al Presidente como al pueblo peruano; el canciller envió otro a su colega Rada y
Gamio.
El 9 de agosto, Dávila recibió instrucciones de tramitar, por intermedio de Velarde, el
agreement para Emiliano Figueroa Larraín como embajador en Perú. Cuatro días después,
comunicó que Figueroa era “persona grata al gobierno del Perú” 1717.
Velarde informó a su colega que el Congreso había aprobado el mensaje presentado el 28
de julio. Sin embargo, en el Mapocho causaba extrañeza la demora en la designación del
embajador. Dávila efectuó entonces algunos sondeos en el Departamento de Estado y el
24 de agosto informó que el gobierno peruano había requerido la intervención de su
embajada ante la Casa Blanca para obtener del gobierno chileno el placet para César
Elguera.
Ese mismo día, el Canciller chileno telegrafíó: “concedemos complacidos el agreement para
señor César Elguera”.
El plenipotenciario chileno era una persona ampliamente conocida en el continente
americano. Hasta muy recientemente se había desempeñado como Presidente de la
República, cargo del que se vio alejado por hechos políticos vinculados al coronel Ibáñez;
en 1910 fue vice-Presidente de la República, durante el primer centenario de la
independencia nacional, y en esa ocasión alentó la famosa partija; varias veces ministro de
Estado; diputado, y doce años plenipotenciario en España y la República Argentina. Sin
duda, tenía la personalidad y el currículum vitae adecuados para dialogar con un
gobernante de la talla de Leguía. Ya retirado de la vida pública, seguramente jamás
imaginó Figueroa que regresaría a ella bajo el mando de dos figuras que no podrían serle
especialmente de su agrado; pero su espíritu de servicio público predominó sobre estos
resquemores personales.
César Elguera, hábil diplomático, ex-ministro de Relaciones Exteriores y senador, reunía
sobradamente los requisitos para abrir la misión diplomática de su patria, después de
dieciocho años que un agente peruano no penetraba en el palacio de Toesca. Tanto él
como sus colaboradores, fueron elegidos especialmente para establecer contactos que
crearan en Santiago una atmósfera favorable respecto de Perú 1718.
Paralelamente, el ministro Ríos Gallardo informó al secretario general de la Sociedad de las
Naciones que Chile y Perú habían reanudado sus relaciones diplomáticas y en un despacho
que envió al representante nacional, le expuso la política que se había seguido a este
respecto. Explicaba que no fue su intento romper el arbitraje, “pero sí salir del recinto
amurallado en que nos encontrábamos y abrir un nuevo camino a la solución del
conflicto”1719.
Solucionado el problema chileno-peruano, la costa del Pacífico —sostenía el canciller—
recuperaría su importancia y “nuestra política deberá desde luego inclinarse a este lado del
1717
93 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Tomo 1º Telegrama Nº124, Washington, 13-8-1928, de Carlos Dávila,
Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1718
94 William S. Culbertson, op. cit. Pág. 114. The Tacna-Arica Settlement. Informe que se conserva a mimeógrafo en el
N.A.U.S.A.
1719
95 MINREL. Sociedad de las Naciones. Tacna-Arica. Oficio confidencial Nº8, Santiago, 5-X-1928, de Conrado Ríos G.,
Ministro de RR.EE. de Chile, al Secretario Permanente de la Delegación de Chile en la Sociedad de las Naciones.
continente” y olvidarse del A. B. C.
10. REACCIÓN INTERNACIONAL POR EL RESTABLECIMIENTO DE
RELACIONES DIPLOMÁTICAS ENTRE CHILE Y PERÚ
Ríos Gallardo formula a la prensa, el 14 de julio de 1928, una declaración de acentuado
tinte político, que reflejaba el antagonismo que existía entre los hombre nuevos y los del
ancien régime1720.
A nombre del gobierno, agradece y queda profundamente reconocido por la generosa
invitación de Kellogg.
Expresa que Chile “marcha de buena fe, sin reservas, sin zigzag, rectamente” para alcanzar
un acuerdo con Perú. Se han perdido cuarenta años que han perjudicado la economía de
ambas repúblicas, porque el intercambio comercial ha sido ínfimo, “aún cuando en los
últimos diez años Chile compró a Perú por valor de 580 millones de pesos” (cursivas
nuestras).
Agrega que la “ofensiva diplomática” de 1921 (la de sus adversarios de entonces,
Alessandri y Barros Jarpa) fue “desgraciada”. El intercambio de notas solo agitó a la opinión
en ambas repúblicas. Los acuerdos de Washington y la gestión plebiscitaria los separó
mucho más de lo que estuvieran antes. Además, aquella iniciativa no mereció el apoyo de
los hombres sensatos (debió pensar en Bulnes y Yáñez, activos opositores en el Senado de
los protocolos de Washington).
La nueva situación que se ha creado es el resultado de un año de trabajo silencioso —
señala— “sin declaraciones ni circulares”. La nueva administración demostrará a los
Estados americanos cuál es “la verdadera estructura del actual Gobierno y cuál la finalidad
de su política internacional”.
El Mercurio, ya domesticado por el nuevo régimen, publicó el 14 de julio un importante
artículo editorial, en que se traslucía la rica y versátil paleta de Silva Vildósola. Allí alabó
que Estados Unidos hubiese conseguido que “se desintoxicara la atmósfera envenenada
por largas discusiones hasta ahora estériles, puesto que no lograron cosa alguna y antes
bien, alejaron las soluciones”. En otro párrafo encomiaba el logro alcanzado y la acción del
gobierno del Presidente Ibáñez, “cuyos repetidos actos...han mostrado el franco espíritu
conciliador que anima su política internacional”. “Es una honra para el Gobierno del
Presidente Ibáñez y especialmente para el Ministro de Relaciones Exteriores, don Conrado
Ríos Gallardo, haber dado en repetidas ocasiones, en forma directa o indirecta, muestras
de su ánimo conciliador”1721.
Los demás órganos nacionales recibieron con análoga satisfacción el restablecimiento de
relaciones. La prensa de todo el hemisferio lo comentó favorablemente. El Herald Tribune
publicó un despacho procedente de Santiago1722.
The New York Times, en artículo editorial, aplaudió el nuevo giro que se daba a la vieja

1720
96 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR. EE. 1928. Imprenta Chile. Santiago. 1929. Págs. 20 y 21.
1721
97 No resulta difícil imaginar la reacción del ex-Presidente Alessandri al leer algunas de estas palabras, ni la del propietario
de este rotativo, el primero exiliado y el segundo auto-exiliado.
1722
98 Félix Calderón, op. cit. Pág. 158.
cuestión. El Washington Post felicitó a Kellogg1723.
Los diarios peruanos se guiaron por los ya mencionados conceptos del Presidente Leguía.
La Prensa, en su editorial del 12 de julio, estimaba que el restablecimiento de relaciones
“facilitará grandemente la labor de Mr. Coolidge como Árbitro” 1724.
La Crónica, muy ligada a Leguía, publicó un editorial de Clemente Palma.
Decía que Perú había accedido de buen grado a la insinuación de Kellogg, “en la forma de
buenos oficios un tanto indefinidos... pero, siendo entendido que cualquiera que sea el curso
del resultado de las negociaciones, no pondrá término el Árbitro a su sagrada misión, ni por
abandono, ni por renuncia, sino por sentencia definidora de los derechos soberanos de una
de las partes sobre los territorios litigiosos”.
El Comercio —alejado del gobierno— destacó sin alabanzas el valor del paso dado, pues
ofrecía “una nueva oportunidad” para concluir un conflicto que ha enturbiado la paz de
América1725.
Leguía concedió el 13 una entrevista a la United Press, en que declaró:
“El Presidente de los Estados Unidos puede hacer todo lo que, a su juicio, sea necesario, para
solucionar la cuestión. Hasta tiene la facultad de decidirse por otro plebiscito. No comprendo
cómo podrían haber dos opiniones sobre ello; porque no solo el árbitro está en plena
existencia, sino que también los buenos oficios, y empleando estos instrumentos, el árbitro lo
puede hacer todo. Ahora, por ejemplo, ha pedido la reanudación de relaciones diplomáticas.
No podemos negar al árbitro nada de lo que estime necesario para realizar su misión” 1726.
El Mercurio publicó las declaraciones que Alexander P. Moore, embajador de Estados
Unidos en Lima, hizo a un redactor de ese diario. A su juicio, “no ha sido el mejor camino el
de someter a un arbitraje el arreglo entre ambas naciones. El acuerdo directo es, en mi
opinión dijo la única fórmula viable para restablecer la cordialidad” 1727.
La Cámara de Diputados de Chile, el 16 de julio, expresó su satisfacción por haberse
reanudado las relaciones entre ambos países. El presidente de la comisión de Relaciones
Exteriores, Tito Lisoni, intervino —junto con otros colegas— para respaldarla 1728.
El 31 del mismo mes, concurrió el ministro a la comisión de Relaciones Exteriores del
Senado, ante la cual hizo una exposición de los últimos hechos y transmitió la esperanza
de alcanzar pronto un arreglo definitivo con Perú.
El senador Silva Cortés, al término de aquella, le preguntó: “¿y Bolivia?”

1723
99 MINREL. MEMORANDA, INFORMES DE LUIS ARTEAGA, etc. 1927-30.
1724
100 MINREL. MEMORANDA, INFORMES DE LUIS ARTEAGA, etc. 1927-30.
1725
101 Conrado Ríos Gallardo, op. cit. Págs. 203 y 204.
1726
102 MINREL. MEMORANDA, INFORMES DE LUIS ARTEAGA, etc. 1927-30.
1727
103 MINREL. MEMORANDA, INFORMES DE LUIS ARTEAGA, etc. 1927-30. “Off the record” Moore expuso al periodista
una fórmula personal suya para resolver la cuestión: “La neutralización de las ciudades de Tacna y Arica. El resto bajo
soberanía chilena. La región internacionalizada quedaría bajo la autoridad de una comisión de países latinoamericanos
designados por Chile y Perú”. El tema sin duda estimulaba la imaginación de “espontáneos” como Moore, diarista de
importancia, propietario del Daily Mirror y con relaciones con periódicos de Nueva York y Washington.
1728
104 Minrel. memoranda, informes de Luis Arteaga. 1927-30.
A esa república no le cabía ninguna participación en esta materia, reaccionó el canciller. Al
mencionar ese parlamentario las gestiones de Emilio Bello en el Altiplano, los
ofrecimientos portuarios de Mathieu y los telegramas de Barros Jarpa que precisaban esas
comunicaciones, el secretario de Estado —con insolente ironía— le manifestó que el
gobierno del Presidente Ibáñez había hecho “un inventario de las pretéritas tonterías
internacionales”. Poco después, en una carta personal a Gonzalo Bulnes, embajador en
Buenos Aires, a modo de colofón, le comentaría que el servicio más grande a la paz “sería
polonizar a Bolivia”1729, una vieja idea del siglo XIX (ver capítulo V).
11. LAS NEGOCIACIONES DIRECTAS
Don Emiliano —como pasó a llamársele en Lima— llegó a una ciudad donde las antipatías
y las desconfianzas hacia Chile y sus habitantes eran más que evidentes.
Sin embargo, muy pronto, se desplazaba por esa ciudad con:
“alegría de vivir, sencillez, tenacidad y paciencia. Se le vio alternar con la aristocracia y la
gente humilde, gozar con la comida popular en las fondas del mercado central, prodigar su
ingenio y su bondad, exhibir sin ostentación su amor a las cosas bellas y agradables” 1730.
Luego se descubriría que bajo su apariencia bonachona y sencilla de bon vivant, “se
ocultaba una voluntad de acero” 1731. A juicio del embajador Culbertson, indudablemente
Figueroa —con la excepción de Leguía— fue la personalidad más interesante y notoria en
la negociación chileno-peruana.
Agrega que poseía un carácter muy atrayente con una veta propia del bohemio, y no solo
tenía la habilidad de hacerse de amigos, sino se complacía mucho en tenerlos. Causó
incuestionablemente un impacto muy favorable en la antigua sede virreinal 1732.
El 3 de octubre de 1928 presentó al Presidente de Leguía las cartas credenciales que le
acreditaban como el primer embajador chileno en Perú 1733.
El plenipotenciario se presentó vestido con uniforme diplomático y engalanado con la gran
cruz de la orden de Isabel la Católica. El acto estuvo rodeado del protocolo habitual. En las
calles por donde pasó la comitiva se agrupó un numeroso público que le hizo “gentiles
demostraciones”, según advirtió el enviado.
Figueroa leyó un corto discurso donde destacó la importancia de los últimos hechos
acaecidos entre ambas repúblicas que:
“responden al anhelo de renovar, en forma estable y definitiva, las relaciones políticas de los
dos países, que deben terminar sus diferencias a fin de colaborar al progreso del
continente”1734.

1729
105 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Tomo 4º. Carta, Santiago, 2-8-1928, de Conrado Ríos Gallardo, Ministro de
RR.EE. de Chile, a Gonzalo Bulnes, Embajador de Chile en Argentina.
1730
106 Jorge Basadre: Historia de la República del Perú. 1822-1933. Séptima edición. Lima. Editorial Universitaria. Lima.
1983. Pág. 331.
1731
107 Jorge Basadre: La vida y la historia. Talleres de INDUSTRIAL GRÁFICA S.A. Lima. 1981. Pág. 408.
1732
108 William S. Culbertson, op. cit. Pág. 115.
1733
109 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR. EE. 1928. Imprenta Chile. Santiago. 1929. Pág. 26.
1734
110 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR. EE. 1928. Imprenta Chile. Santiago. 1929 Págs. 27 y 28.
A su vez, el Presidente Leguía expresó:
“Ya era tiempo, Excmo. Señor —dice— de volver por las tradiciones del pasado, que nos
unieron fraternalmente, a la sombra de una historia forjada por héroes comunes y sobre un
suelo cuya continuidad trazó la mano de Dios1735.
(El texto que hemos destacado enfatizó el carácter bilateral que el mandatario daría
públicamente a la negociación que pronto se iniciaría; esto es, con exclusión de Bolivia 1736.)
Ambos ponderaron la feliz iniciativa del secretario de Estado de la Unión Americana, que
abrió el camino para la reconciliación.
En Santiago, el 5 de octubre, presentó sus credenciales César Elguera, primer embajador
peruano en Chile. No hubo discursos, pues el estilo castrense que imperaba los había
abolido y solo se cambiaban palabras de rigor.
Mas Ibáñez hizo una excepción y expresó el deseo de que se fortaleciera el anhelo de paz
y concordia que existía entre ambos pueblos1737.
El embajador Moore, en una corta visita a Washington, conversó con el secretario de
Estado. (Venía over optimistic, según Kellogg. Luego apreciaremos la causa de tanto
optimismo). Estimaba que Leguía quería que sin tardanza Figueroa iniciara conversaciones
“particulares” con él, a la par que Elguera con Ríos Gallardo 1738. Este último considera que si
se aceptaba la división territorial, el problema estaba resuelto; pero ello se debía
complementar con un tratado de comercio de tal modo que se asegurara el mercado
nacional para el azúcar y el petróleo peruanos, a cambio de compensaciones para
productos y barcos chilenos.
El embajador Moore, millonario y periodista antes que diplomático, captó las siguientes
ideas que le habría expuesto Leguía, las que exageró con el entusiasmo propio de un
amateur. (Luego las confió al secretario de Estado y este a Dávila, quien las transmitiría a
Santiago).
1º No quiere ninguna intervención de Bolivia. Ríos escribe al margen: “estamos en perfecto
acuerdo”.
2º Abandona la iniciativa original de neutralizar el territorio litigioso. “Inaceptable por nuestra parte”
comenta el canciller chileno, y tampoco la acoge Kellogg.
3º Leguía quiere Tacna para Perú y Arica para Chile. La división debe hacerse —según Ríos Gallardo
— dejando toda la línea del ferrocarril de Arica a La Paz en poder de Chile, a cambio de lo cual se
cederían territorios en diversos puntos, de modo que Tacna quedaría con más superficie de la que

1735
111 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR. EE. 1928.Imprenta Chile. Santiago. 1929 Págs. 27 y 28.
1736
112 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº19, Lima, 5/6-X-
1928, de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile. Dice Figueroa
que en un almuerzo con destacados senadores peruanos se comentó muy favorablemente esta frase de Leguía. Telegrama
Nº13, Santiago, 6-X-1928, de Conrado Ríos Gallardo a Emiliano Figueroa. El canciller le expresó que tomó nota de la frase.
Así se lo manifestó a Elguera y que “podía estar completamente cierto que en nada contrariábamos los propósitos del
Perú”.
1737
113 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RR. EE. 1928. Imprenta Chile. Santiago. 1929 Págs. 28 y 29.
1738
114 MINREL. Embajada de Chile en Perú. 1928. Oficio confidencial Nº1 y 2, Lima, 12 y 14-X-1928, de Emiliano Figueroa,
Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile. Trascribe oficio Nº16, estrictamente
confidencial, Santiago, 12-X-1928, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de
Chile en Perú.
tuvo antes de la guerra del ’79. El límite entre Tacna y Arica se establecería paralelamente a la línea
férrea, diez kilómetros más al norte, medidos en forma horizontal y en toda su extensión.
Esto facilitaría la demarcación —agregaba el ministro— y así se evitará una nueva comisión de
límites.
4º Leguía tendría aspiraciones sobre la soberanía del citado ferrocarril. Chile no podría discutirlas
siquiera —anotaba el canciller— pues deriva de un compromiso internacional, que La Moneda
honrará. (Aunque no lo exprese, Chile desde antes del Tratado de 1904 con La Paz, había querido
tener una relación comercial especial con Bolivia).
5º El mandatario peruano buscaba amplias facilidades para el comercio de Tacna a través del puerto
de Arica. Comenta Ríos Gallardo que le serían concedidas todas, “menos las que afecten directa o
indirectamente a nuestra soberanía.” Podríamos llegar— agrega— hasta el puerto completamente
libre, pero esta carta habría que jugarla lentamente, ya que Leguía no perseguiría tanto.
6º Aspira a la neutralización del Morro. (Ríos Gallardo: no podemos contemplarla sin mengua de
nuestra soberanía).
7º Leguía pretende que Chile conserve Arica sin fortificar y sin una presencia militar.
(No se acepta por la razón anterior. La posición chilena es más generosa: Perú recibe Tacna sin
limitaciones ni reservas y con todos los derechos del dueño y señor. Después de estas presuntas
confidencias del Presidente Leguía al diplomático yanqui, lo único que se requería era vaciarlas por
escrito en un tratado.
Empero, como se verá, fue preciso que trascurriesen ocho meses de arduas negociaciones para que
este se firmara, el 3 de junio de 19291739.
Como ideas generales, Ríos Gallardo estimaba que los puntos 6º y 7º podrían compensarse
con la entrega del Huáscar, otros trofeos y visitas, debidamente retribuidas, de las Escuelas
Militar y Naval de Chile a Lima. Esta opción —señalaba a Figueroa— hay que reservarla
para el final, sin mencionarla.
En esta etapa, Dávila conversó también con el secretario de Estado para abordar los
tropiezos que emanaban de la comisión especial de límites, en momentos en que las
partes podrían estar caminando hacia la solución del problema más importante: la
nacionalidad definitiva de las cautivas. El general Morrow había aceptado planteamientos
peruanos que lo comprometían a que quedara, en territorio chileno, la vía del ferrocarril de
Arica a La Paz1740.
Kellogg escuchó el planteamiento chileno y sugirió a ambos gobiernos la suspensión de la
comisión especial de límites por cuatro meses, como una forma de diferir la cuestión 1741. El
17 de octubre de 1928 sus tres miembros —no obstante la independencia (teórica) del
indomable Morrow— a aprobaron y a petición de Perú se extendió el plazo hasta el 17 de
abril de 1929. Aun así, frente a nuevas discusiones del Rímac, se logró que no pasase más
allá del 28 de julio del mismo año, fecha que se estimaba como muy próxima a los arreglos

1739
115 115 MINREL. Embajada de Chile en Perú. Oficio confidencial N°2, Lima, 14-10-1928, de Emiliano Figueroa,
Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE. ( reproduce telegrama N°16, Santiago, 12-10-
1928, de Ríos a Figueroa que informa sobre conversación de Dávila con Kellogg. Este último revela informaciones de su
embajador en Lima).
1740
116 Conrado Ríos Gallardo, op. cit. Págs. 150 y 151.
1741
117 MINREL. Embajada de Chile en Perú. Telegrama Nº152, Washington, 24-X-1928, de Carlos Dávila, Embajador de
Chile en EE.UU, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
finales, que efectivamente se firmarían en Lima, el 3 de junio de 1929.
La comisión representó para Chile un gasto de 247.500 dólares de esa época, sin resultado
práctico alguno, desde el momento que prevaleció la partición del territorio litigioso.
Ninguna importancia pasó a tener la suerte de una serie de caseríos, como Putina o
Londaniza, ya que en virtud de la partija de todos modos serían peruanos.
En La Paz, la cámara de diputados aprobó un proyecto para elevar el rango de la legación
boliviana en Washington. Además, La Paz pretende gestionar conjuntamente con sus dos
vecinos su aspiración portuaria. Kellogg no podía consentir en ello, pues la cuestión estaba
circunscrita únicamente a las dos partes. Bolivia seguiría esperando o tendría que discurrir
otras fórmulas que facilitaran y perfeccionaran su acceso al mar, sin soberanía.
Dávila recuerda que Leguía quería acelerar las negociaciones con Chile.
A fin de complacerle, el embajador Figueroa solicitaría audiencia, tan pronto Elguera
hubiera conversado en Santiago. En el caso de que Leguía le interrogara respecto de qué
instrucciones traía, respondería que solo una: escuchar, pues el que pide debe hablar
primero y el que concede, después.
Sería una manera de reforzar que Chile seguía en posesión legítima de las cautivas y que el
Pacto de Ancón continuaba vigente.
Figueroa pronto descubrió que el entusiasmo con que se le agasajaba respondía a la
creencia optimista de que venía a devolver el territorio litigioso.
El propio mandatario, semanas más tarde, le desengañaría acerca de estas muestras de
amistad y afirma que no provenían de esa creencia1742.
El 12 de octubre se entrevistó Figueroa con Leguía. Era la primera conversación de unas
dieciséis que sostendría con el gobernante peruano. El embajador sugirió la posibilidad de
que la negociación prosiguiera en Washington1743.
Por el contrario —replicó el gobernante— debe radicarse en Lima, en obsequio de la
rapidez. Cualquiera demora sería perjudicial. Según escribiría Elguera a Lima, a Ríos
Gallardo le costó resolverse y se dio una pausa para instruir a Figueroa. (“Solo una pose”
comenta Félix Calderón, pues Figueroa fue a Lima a negociar con Leguía) 1744. Sin duda, lo
que el ministro pudo pretender fue que el mandatario peruano se encargase de acentuar,
por una parte, el carácter bilateral de la negociación y, por la otra, la marginación del
árbitro. Con posterioridad, Ríos Gallardo minimizaría la contribución de la Gran República
del Norte en el arreglo final.
Obviamente, el gobernante le preguntó al agente cuáles eran sus instrucciones.
Don Emiliano, como ya sabemos, le contestó: solamente oír y después transmitir a
Santiago lo que haya escuchado.
En cuanto a soluciones, el Presidente entró rápidamente en materia.
1742
118 MINREL. Embajada de Chile en Perú. Carta, Lima, 11-XII-1928, de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a
Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1743
119 MINREL. Embajada de Chile en Perú. 1928. Oficios confidenciales Nº1 y 2, Lima, 12 y 15-X-1928, de Emiliano
Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1744
120 Félix Calderón, op. cit. Pág. 161.
Para él la única que vincularía sólidamente a las dos repúblicas era que Tacna y Arica
quedaran definitivamente en poder de Perú; cualquiera otra sería “una frágil soldadura”.
Los arreglos comerciales no le interesaban.
El agente le comentó que para ese resultado habría sido mejor que Chile evitara tantos
sacrificios e inversiones. Habría bastado con que se hubiesen entregado aquellos
territorios desde el primer momento.
Después de un cambio de ideas, Leguía sugirió la entrega a Perú de Tacna, la ciudad y el
puerto de Arica y el Morro. Quedaba para Chile el resto, o sea, el sector arenoso que
incluía la caleta de Vítor y que se extendía hasta la quebrada de Camarones, esto es, hasta
Tarapacá. Ante las observaciones del plenipotenciario chileno de la necesidad de mantener
el puerto y el curso de la línea férrea que llega a La Paz, juzgó que no habría inconveniente
en ceder una faja de terreno para el ferrocarril. Llegó a hablar de la internacionalización de
Arica, bajo una administración común.
Dado que una solución sobre tales bases parecía imposible, Figueroa se despidió y
transmitió a Santiago esta conversación.
El agente comprendió que el gobernante carecía todavía de planteamientos concretos y
confiaba en “una generosidad excesiva” de Chile. Pero creemos que Figueroa erraba, si
comparamos estas observaciones con las que revelaría Moore, con tanto optimismo. Era su
manera de negociar, que trasuntaba astucia y un carácter férreo. Moore describía así a
Leguía:
“Gobernante que domina completamente cada asunto que trata, que estudia
concienzudamente, hasta llegar al detalle, de cada problema, formándose enseguida
vigorosas opiniones, que defiende con extraordinario talento y brillante dialéctica. No es
influenciable y tiene el carácter más fuerte que he conocido”1745.
Después de celebrar su primera conferencia, Figueroa traza un cuadro del ambiente en que
le tocaba desempeñarse1746.
Empieza por referirse a Leguía, sus actividades comerciales y su historia política, que
hemos resumido anteriormente. No es un intelectual. No lo detienen las ideologías cuando
se propone llegar a un fin. Es un individuo de carácter audaz. Conoce a los hombres y
mejor todavía a “sus hombres”.
Disfruta excesivamente con los honores que se le tributan. En el hall de la cámara de
diputados se levanta de tamaño natural una estatua de bronce, que lo representa. Aplica
rigurosamente la censura a los diarios y revistas. Para dominarlos empezó —como su
colega de Santiago— por expropiar La Prensa.
No hace mucho que el historiador Jorge Basadre fue enviado preso a la isla de San
Lorenzo —la misma que tanto temía con no poca sorna Freyre y Santander— por un
artículo en que criticó la política económica del gobierno. Esta censura se extiende al
poder judicial y a la universidad de San Marcos. Solo existe un partido político —el
1745
121 MINREL. Archivo de Conrado Ríos Gallardo. Tomo 4º. Carta, Washington, 20-9-1928, de Carlos Dávila, Embajador de
Chile en EE.UU., a Conrado Ríos Gallardo, Ministro de RR.EE. de Chile.
1746
122 MINREL. Embajada de Chile en Perú, 1928. Oficio confidencial Nº11, Lima, 12-XI-1928, de Emiliano Figueroa,
Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
democrático reformista— integrado por partidarios del gobernante. Cuenta además con el
apoyo del ejército y de la gendarmería.
Figueroa daba por descontado que será reelegido al terminar su segundo período.
Efectivamente lo fue en 1929, pero en 1930 un golpe militar lo expulsó del poder. Así
concluyó el oncenio . El black Tuesday de Wall Street fue una de las causas principales de
su caída, pero se podría añadir —entre otras— la pérdida de Arica, que afectó su
popularidad1747. Se le encarceló en San Lorenzo, y luego fue trasladado a la penitenciaría,
donde se le trató sin ninguna consideración. Murió al poco tiempo, a consecuencia de una
operación a la próstata.
El embajador Culbertson, que sucedió en Santiago a Collier, dice que Leguía asumió
personalmente toda la responsabilidad de la negociación con Chile. Usaba todo y a todos.
Sacaba grandes ventajas cada vez que podía.
“Era agudo, inteligente, aun un poco inescrupuloso”. Utilizó al embajador estadounidense
(Moore) como a todo el mundo. Advierte este diplomático que duda que el representante
chileno haya conversado alguna vez respecto de las cautivas con el ministro de Relaciones
Exteriores, Rada y Gamio, “un enano, calvo, sin atractivo”, más preocupado de sus intrigas
políticas y de sus amantes que de los problemas de su despacho 1748.
Según Figueroa, Leguía se apoya en el viejo pleito como una palanca para explotar el
sentimentalismo nacional. Por esta razón, le asalta el temor de que se muestre intolerante
en las negociaciones con Chile y no tan asequible como lo pintó Moore.
Figueroa se reúne por segunda vez con el Presidente, el 19 de octubre 1749.
Sale de esta conferencia más descorazonado que de la primera. El gobernante le impide
albergar esperanzas en favor de un cambio sustancial. Y repite lo que ya expresó en la
primera: Tacna, Arica y el Morro para Perú, y, a modo de transacción, parte de Arica bajo
administración común, en la que participe la Unión Americana. Otra alternativa, crear con
las dos provincias un Estado independiente a medias, bajo el protectorado de Perú, Chile y
Estados Unidos, aunque reconoce que “pueden haber diversas medidas para parchar la
situación”.
La fórmula del protectorado era la más inaceptable de todas. Chile no cargaría con la
responsabilidad de introducir a Estados Unidos en el corazón de Sudamérica. El embajador
recelaba de la actitud estadounidense y observaba el propósito de Leguía de halagar a esa
república. Temía, con algo de exageración, que la Unión intentara dar salida por Arica a sus
ferrocarriles en Bolivia.
En esos días, el encargado de negocios estadounidense, Mathew Hanna, conversó con don
Emiliano, al que vio muy pesimista. Empero, este diplomático, con los nervios más
templados, comunicó a Washington que la posición del Presidente obedecía a una

1747
123 Frederick B. Pike: The modern history of Perú. Frederick A. Praeger, Publishers. New York-Washington. 1967. Pág.
232.
1748
124 William S. Culbertson, op. cit. Pág. 114.
1749
125 MINREL. Embajada de Chile en Perú. Oficio confidencial Nº7, Lima, 24-X-1928, de Emiliano Figueroa, Embajador de
Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
estrategia negociadora, a partir de la cual haría concesiones 1750.
Mientras tanto, en Washington Kellogg manifestaba enfáticamente a Dávila que Estados
Unidos jamás aceptaría participar en la soberanía, dominio o administración de Tacna y
Arica. La impresión del Secretario de Estado era que Leguía admitiría la división, lo demás
sería un “saludo a la bandera”.
Hanna vuelve a entrevistarse con el Presidente 1751. Este último lamenta que la Unión se
abstenga de participar en la administración del territorio en disputa. No acepta la
propuesta chilena porque es contraria al sentimiento nacional y asegura que podría echar
abajo su gobierno.
El 29 de octubre, Figueroa conversa con Leguía, por tercera vez 1752. Este último reiteraba las
proposiciones anteriores. Como no conducían a parte alguna, el embajador dio lectura a
un memorándum que había redactado de acuerdo con instrucciones telegráficas que
recibió de La Moneda1753. Al terminar, agregó que su gobierno no iría más lejos y, en
efecto, allí quedó consagrada la fórmula de la partición y las bases del tratado de 1929.
Estas instrucciones se fundaban en que la solución era económica más que política. No
pugnaba con el sentimiento peruano y, en cambio, generaba riqueza y prosperidad
mutuas. Chile descartaba proposiciones que involucraran la devolución total del territorio
litigioso o su neutralización, aunque fuera parcial, como asimismo la creación de un Estado
independiente o de un protectorado.
El memorándum de Figueroa fechado el 25 de octubre de 1928 contenía los siete puntos
siguientes: división del territorio, que tendrá como deslinde una línea paralela a la del ferrocarril de
Arica a La Paz, a diez kilómetros al norte de ella; amplias facilidades a Perú que no sean contrarias a
la soberanía nacional en el puerto de Arica. Incluyen el derecho de establecer una agencia aduanera
con funcionarios propios para fiscalizar la internación a su territorio de sus productos; liberación de
derechos, en ambas naciones, para los productos de la industria nacional, entendidas por tales los
que provengan en un 75% de la mano de obra o materia prima nacionales;— comercio de cabotaje
por ambas banderas, en los dos países; los productos nacionales peruanos en tránsito para Bolivia
tendrán en la sección chilena del ferrocarril iguales facilidades y rebajas que los chilenos:
— Tacna se entregaría con todas sus obras: caminos, agua potable, alcantarillado y edificios
completamente terminados, y tanto Perú como Chile, el uno en Tacna y el otro en Arica,
gozarán de la plenitud de la soberanía1754.
Después de escuchar la lectura de este documento, el Presidente pareció entristecerse; sin
embargo, solicitó el texto para estudiarlo.
1750
126 N.A.U.S.A. Telegrama, Lima, 27-X-1928, de M. Hanna, Encargado de Negocios de EE.UU. en Perú, a Frank B.
Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU.
1751
127 N.A.U.S.A. Telegrama, Lima, 1-XI-1928, de M. Hanna, Encargado de Negocios de EE.UU. en Perú, a Frank B. Kellogg,
Secretario de Estado de EE.UU.
1752
128 MINREL. Embajada de Chile en Perú. Telegrama Nº37, Lima, 29-X-1928, de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile
en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1753
129 El contenido del memorándum está reproducido en el telegrama Nº24, confidencial, de Conrado Ríos G., Ministro de
RR.EE. de Chile a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU. W.S. Culbertson, Embajador de EE.UU. en Chile. (The
Tacna-Arica settlement. Documento a mimeógrafo) quiere dar a entender que la iniciativa del memorándum fue de
Cruchaga.
1754
130 130 MINREL. Embajada de Chile en Perú. 1928. Memorándum confidencial entregado por el Embajador Figueroa al
Presidente del Perú, Augusto B. Leguía. Lima, 25 de octubre de 1928.
Figueroa deduce que la oposición de Leguía fue menos terminante esta vez.
Ríos Gallardo considera satisfactoria la situación, que confirma las apreciaciones de Kellogg
y Moore, oportunamente trascritas al agente. Alienta a don Emiliano y le dice: “Tenga fe
US. de que llegaremos a solución”1755.
El canciller comunica lo anterior a Dávila y le comenta que está en estrecho contacto con
Elguera. Las tres conferencias que ha celebrado con él confirman que Leguía hará “muchos
saludos a la bandera”; le ruega poner la entrevista de Figueroa en conocimiento del
secretario de Estado y le informa que él ya se la transmitió a Culbertson 1756.
Por su parte, este último informó a Washington que Ríos Gallardo consideraba dos puntos
adicionales que no se transmitieron a Leguía. Una vez resuelta la cuestión, Chile reduciría
su presencia militar en Arica al nivel de una guarnición, pero no aceptaría la
desmilitarización de la frontera en virtud de un tratado, además construirá a su costa un
monumento en el Morro a la memoria de los caídos de ambas naciones. El agente
estadounidense estimaba que la liberación de derechos aduaneros y la relativa al comercio
de cabotaje favorecerían más a Chile que a Perú.
A juicio de Hanna, el memorándum de Figueroa fue recibido en Lima con desaliento 1757.
El Canciller instruyó a Figueroa que se olvidara de la proyectada devolución de trofeos y de
las visitas de las Escuelas Militar y Naval.
Ansioso de que la negociación no quedara inconclusa antes de cesar en su cargo, el
secretario de Estado telegrafió a Hanna 1758. La fórmula que preconizaba podría buscarse en
la división territorial, a través de una línea que corriera al norte del ferrocarril, con igual
tratamiento para ambas repúblicas en el ferrocarril; Arica convertida posiblemente en un
puerto libre y el Morro en monumento internacional.
El encargado de negocios conferenció con el Presidente y le expresó que Estados Unidos
no aceptaba intervenir en la administración del territorio litigioso. Leguía ya sabía que
Chile lo rechazaba y juzgaba inaceptable la proposición de Figueroa, pues la línea divisoria
no solo tomaría territorio de Tacna, sino que de Tarata. Además, si entregaba Arica —dijo
— sería derrocado.
Volvió a hablar de la neutralización, esta vez bajo Uruguay o Venezuela, repúblicas con las
que Chile no tenía problemas, y expresó que Perú podría comprar el ferrocarril 1759.
Dávila, en reunión con Kellogg, explicó a este que la línea propuesta por Figueroa se
hallaba muy lejos de cercenar los territorios que recibiría Perú, en virtud de la partición: la
referencia a Tarata representaba una posición extrema, que el general Morrow estaba
dispuesto a rechazar.
1755
131 MINREL. Embajada de Chile en Perú. Telegrama Nº30, 30-X-1928, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile,
a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
1756
132 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Tomo 2º. Negociaciones chileno-peruanas. Telegrama Nº155, Santiago, 30-
X-1928, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1757
133 W.S. Culbertson, op. cit. Pág. 21.
1758
134 N.A.U.S.A de M. Hanna, Encargado de Negocios de EE.UU. en Perú.
1759
135 N.A.U.S.A. Telegrama, Washington, 29-X-1929, de M. Hanna Encargado de Negocios de EE.UU. en Perú, a Frank B.
Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU. Secretario de Estado de EE.UU.
El embajador enfatizó ante el secretario de Estado que su gobierno no aceptaría que Arica
quedase fuera de la soberanía chilena y que consideraba risible la administración neutral.
En cuanto al ferrocarril, La Moneda entendía que Perú había abandonado toda pretensión
sobre él. Kellogg, por su parte, creía que se trataba de un bluff de Leguía para impresionar,
por su intermedio, a Chile. (No tenía dinero, además, para adquirirlo). Consultó a Dávila si
estimaba que debía intervenir en el estado actual de la discusión.
Estaba siempre listo —dijo— para actuar extra-oficialmente. El agente le respondió que se
reservase para el momento en que la discusión directa se hubiese agotado.
Ríos Gallardo se demostró satisfecho con las expresiones del Secretario de Estado.
Efectivamente, su intervención debería guardarse para cuando se llegara a un punto
muerto1760. Consideraba que en Perú se aceptaba la partición y que Leguía buscaba
atemorizar con su derrocamiento si cediera Arica. Había tenido tres entrevistas con
Elguera, en que no había hecho cuestión al respecto. Advertía asimismo que no existía
armonía entre la actitud del Presidente y la de su embajador en Chile.
El 7 de noviembre, Figueroa vuelve a entrevistarse con Leguía 1761. El Presidente se refiere a
la línea de frontera descrita en el memorándum ya citado. Reitera que Perú sacrifica una
parte de Tacna e incluso de Tarata, que ya es peruana. Además, al conceder a Chile 10
kilómetros al norte del ferrocarril a La Paz, priva a Tacna de una de las principales fuentes
de agua que le dan riego.
El embajador, extrañado, aduce que la comisión especial de límites no se ha pronunciado
aún respecto del límite de Tarata. Según el gobernante, la comisión entregará a Perú el
total de Tarata, de acuerdo con los límites que fijan las antiguas leyes peruanas. Por lo
tanto, de atenerse al memorándum, recibiría las dos provincias gravemente recortadas.
Al final, llegaron a la cuestión de fondo. Leguía dijo que la única solución que el Presidente
y el pueblo peruano admitirían es la neutralización de Arica, que podría ser susceptible de
un arreglo.
“Chile jamás aceptará eso”, respondió Figueroa.
En este caso, expresó Leguía quedaremos en peor situación que antes.
“No veo por qué. Seguiríamos cultivando buenas relaciones”, contestó el agente. “Sin un
arreglo definitivo —argumentó Leguía— estas quedarán sujetas a muchas contingencias”.
Leguía resta importancia a las relaciones comerciales. Cree que Chile está forzado a
comprar azúcar peruana. Se trata de un error —le asegura el plenipotenciario— porque
puede adquirirla en Cuba: bastaría subir los derechos del producto del Rímac en un once
por ciento y bajar el del cubano en igual proporción, para que el primero no entre. Otra
exportación peruana significativa es el petróleo. Chile puede adoptar medidas para
incrementarla —agrega Figueroa— siempre que prevalezca un buen ambiente bilateral.
Después de producida esta impasse ambos personeros se despiden.

1760
136 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº161, Santiago, 6-XI-
1928, de Conrado Ríos G., a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1761
137 MINREL. Embajada de Chile en Perú. 1928. Oficio confidencial Nº12, Lima, 16-XI-1928, de Emiliano Figueroa,
Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile. (Transcribe telegrama Nº40 de Figueroa).
Por su parte, el encargado de negocios estadounidense telegrafió al secretario de Estado
para expresarle que comunicó a Leguía sus deseos, en favor de la partición y de una pronta
solución del litigio1762.
Figueroa, en un próximo encuentro con el mandatario, rechaza terminantemente la
neutralización, sea con Uruguay, Venezuela o cualquier otro Estado. En cuanto a Tarata,
Leguía planteaba una posición maximalista, en virtud de la cual pretendía 3.720 kilómetros
cuadrados, la que no contó con la aprobación del general Morrow.
Para el conocimiento de Kellogg, Ríos Gallardo describe como sigue el cuadro existente en
las cautivas1763.
Chile está dispuesto a entregar Tacna, que representa 8.700 kilómetros cuadrados, después
de ceder Tarata (980 kilómetros cuadrados). Perú se niega a transferir Arica (15.551
kilómetros cuadrados). Sin embargo, conforme el Tratado Salomón-Lozano, Perú traspasó
a Colombia alrededor de 100.000 kilómetros cuadrados, inclusive la rica región del
Putumayo. En tanto, Tacna y Arica tienen escaso valor material, como lo apreció el ministro
estadounidense Logan, en los momentos en que se negociaba el Tratado de Ancón (ver el
capítulo II).
Chile ha invertido en Tacna, desde enero de 1884 hasta el 1 de junio de 1928, la suma de
$361.172.843 de 6d. y está dispuesto a entregar terminadas las obras públicas iniciadas. En
el mismo plazo, ha invertido en Arica $379.660.644, lo que asciende a un total de
$740.433.487 de la misma moneda.
Puede renunciar a la mitad sin exigir nada (Tacna), pero no puede renunciar también a la
otra mitad (Arica). En Tacna, el Estado y los particulares han invertido $19.704.022 en
propiedades, y en Arica $154.957.017.
Estas inversiones indican que se puede entregar Tacna, mas no Arica.
Estas y otras razones —según el Canciller— demuestran que Chile hace un gran sacrificio
al desprenderse de Tacna, donde ha desembolsado cerca de $400.000.000 de 6d. “Lo cede
todo por firmar una paz definitiva”.
A la luz de estos hechos, solicita a Dávila que elabore un memorándum que “hiera la
imaginación americana”1764. Con ellos debe presionar al secretario de Estado para que siga
enterado de que Chile conservará Arica y no aceptará su neutralización. Consecuente con
sus anteriores promesas, pide que Kellogg exprese a Leguía que el arbitraje “murió” y que
la solución se encuentra en el entendimiento directo. Es preciso recordar que Figueroa
recela de la buena voluntad de Kellogg, a causa de la firmeza con que actúa el gobernante
del Rímac.
Nuestro agente en Washington agradece las informaciones anteriores.

1762
138 MINREL. Archivo COnrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama estrictamente
confidencial Nº181, Washington, 4/5-XI-1928, de Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos., Ministro
de RR.EE. de Chile.
1763
139 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Telegrama Nº166, Santiago, 13-XI-1928,
de Conrado Ríos G., a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1764
140 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Telegrama Nº167, Santiago, 14-XI-1928,
de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
Por otra parte, desecha las suspicacias de su colega en Lima 1765. Los hechos prueban todo
lo contrario, a saber: la sepultura de la moción Lassiter y del informe que Pershing firmó
hace pocos meses, con el fin de que se publicara, lo que no ha sucedido; suspensión de las
sesiones de la comisión especial de límites; desautorización de un protectorado en Tacna y
Arica, con participación estadounidense; instrucciones a Hanna en orden a que la solución
radique en la división territorial, dejando Arica y el ferrocarril bajo soberanía chilenos;
acción de Kellogg en favor del restablecimiento de relaciones diplomáticas, y su opinión de
que el Árbitro no tenía obligación de pronunciarse sobre los informes de Lassiter y
Pershing ni estaba obligado a resolver en definitiva la suerte de Tacna y Arica.
Dávila recibe instrucciones de presentar al secretario la siguiente propuesta, que reitera las
anteriores1766:
— Tacna para Perú y Arica para Chile. La división territorial dejará todo el ferrocarril a La Paz en el
departamento de Arica. Se fijaría un límite 10 kilómetros al norte de esta línea férrea, medidos
horizontalmente y en toda su extensión. Para estos efectos presenta dos alternativas que se
describen; se concede al comercio nacional peruano de internación o exportación las más
amplias facilidades en Arica, propias de un puerto libre, “en el más amplio sentido de esta
palabra”. (Debe recordarle los artículos 6º y 7º del Tratado de Paz y Amistad con Bolivia, de
1904, que son pertinentes en este caso. Conforme al primero, se reconoció a esa república “el
más amplio y libre derecho de tránsito comercial por su territorio y puertos del Pacífico” y por el
segundo, “tendrá el derecho de constituir agencias aduaneras en los puertos que designe”, etc.).
Estas disposiciones se aplicarían a Perú, en Arica;
— Chile entregaría Tacna con las obras públicas que se señalan, terminadas o por terminar, por un
costo de $600.000 de 6d. como mínimo.
— los productos nacionales peruanos en tránsito a Bolivia por la sección chilena del ferrocarril
a La Paz gozarían del mismo tratamiento que los chilenos, pero con una rebaja de 25% en las
tarifas y de un 40 hasta un 60% de todo gasto de puerto, lo cual significaría un 10% del valor
total de fletes de Arica a La Paz. Esta concesión es de mucha importancia, pues favorece el
incremento del comercio peruano hacia Bolivia (actualmente coloca en esa nación el 60% del
consumo total de gasolina y parafina). Ahora utiliza el puerto de Mollendo, lo cual le significa
una merma de 8%, mientras en Arica es solo de 1%, según afirman los exportadores peruanos;
como demostración de paz y conciliación, Chile construiría en el Morro de Arica un monumento
que perpetúe la memoria de los oficiales y soldados caídos en la batalla, de ambas partes.
Retiraría también los cañones de las baterías existentes, y tanto Perú en Tacna como Chile en
Arica ejercerían los derechos inherentes a la soberanía, en toda su plenitud.
Se reserva la devolución de trofeos, inclusive el Huáscar, la entrevista de los dos
Presidentes y el viaje de las Escuelas Militar y Naval de Chile a Lima.
Conviene evitar un modus vivendi militar, porque todo acuerdo previo constituye una
limitación de soberanía, que caería mal en la opinión pública.
Tampoco se hacen proposiciones comerciales porque Leguía ve en ellas un intento de
supremacía chilena, no obstante que el comercio bilateral deja a Chile un déficit de

1765
141 MINREL. Washington, 15-XI-1928, Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº163, de Carlos Dávila,
Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1766
142 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº173, Santiago, 19-
XI-1928, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
$50.000.000 anuales.
Moore conferenció con el Presidente el 27 de noviembre de 1928, y luego con Figueroa 1767.
Leguía le reiteró los mismos argumentos que había hecho e al representante de La
Moneda.
El diplomático, en su conversación con don Emiliano, le manifestó que mientras la cuestión
de Tacna y Arica continuara pendiente, ahuyentaría a sus compatriotas de hacer
inversiones e iniciar nuevos negocios en Perú, como el gerente de Wessel Duval se lo
expresó a Leguía, en 1926. Aunque consideraba razonable la posición chilena, Moore creía
que debía darse al Presidente alguna facilidad que le permitiera enfrentar a la opinión
pública, muy sensible en el tema. Sin duda, estaba transmitiendo un mensaje del propio
mandatario. Señalaba que la línea demarcatoria podría dejar en suelo peruano una parte
del extremo norte de la bahía de Arica, para que “el ferrocarril a Tacna tuviese salida al mar
por territorio propio y allí edificase su aduana y anexos”.
Figueroa dio su parecer contrario a este planteamiento. Moore le solicitó, sin embargo,
que lo transmitiese a Santiago. Sin duda confabulado con Leguía, esta proposición
involucraba el pet project del diplomático estadounidense, que tanto atrasaría la solución
final.
12. UN PUERTO PARA TACNA
En vista de que este departamento carecía de un puerto propio, desde antiguo empleó el
de Arica, situado a escasos kilómetros y al que estaba unido por un ferrocarril. En cambio,
Ilo que podía ser una alternativa, ubicado al norte en Moquegua, se hallaba a mayor
distancia y sobre todo sin conexión ferroviaria. Esto gravitó durante todo el desarrollo del
litigio y permitió hablar a los negociadores del Rímac de la mediterraneidad de la provincia
de Tacna, vinculada a Arica por fuertes lazos de sangre e históricos.
Este puerto, además, servía al comercio boliviano y en el futuro al brasileño.
La Moneda tomó nota con complacencia de que ya Leguía hubiese dejado de insistir en la
cesión de Arica y su neutralización 1768. Ahora solo pretendía un puerto en el extremo norte
de la bahía.
La petición que transmite Moore, después de escuchar al gobernante del Rímac,
demuestra ignorancia de la geografía de la bahía de Arica, que solo mide 1.575 metros de
largo. Cuenta únicamente con dos muelles y un pequeño malecón. No habría posibilidad
de extenderla hacia el norte. Según el ofrecimiento chileno, este ferrocarril ingresaría y
egresaría a través de un territorio totalmente libre, en el que Perú tendría el derecho de
establecer su aduana. Si esta alternativa no le satisface, podría construir todos los puertos
que deseare al norte de la línea divisoria, esto es, desde Escritos hasta Sama, mas tendría
que invertir mucho dinero, el mismo que desembolsaría Chile para mejorar el puerto
actual, en orden a facilitar el comercio de tránsito peruano.
Ríos Gallardo desechaba las amenazas de derrocamiento y revoluciones con que se le
1767
143 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº56, Lima, 28/29-XI-
1928, de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1768
144 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº50, Santiago, 1-XII-
1928, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
intimidaba para obtener mejores condiciones. A su juicio, Leguía se encuentra al término
de sus resistencias y antes de un mes y medio el problema estaría totalmente resuelto, en
la forma que Chile deseaba.
“Tenga fe V.S. —le escribe a Figueroa— que pasaremos el Rubicón”. Aunque la solución
demoró varios meses, Perú aceptó el malecón en la bahía de Arica.
Kellogg, en conocimiento de una fracasada entrevista de don Emiliano el 7 de noviembre,
observó que la proposición que Dávila le sugería que presentase, guardaba semejanza con
la que culminó con el estancamiento de tales conversaciones 1769. Le replicó que Moore
llevaba instrucciones de Coolidge para lograr que Leguía acelerara el paso y abandonara
sus aspiraciones a un puerto en la bahía de Arica. Empero, el secretario no esclareció cuál
sería la solución que ofrecería, que resultó ser a menos de dos kilómetros de esa bahía. Lo
que le interesaba era terminar con este viejo asunto lo antes posible.
A fin de contribuir al éxito de la gestión, Ríos Gallardo autorizó al embajador Figueroa para
que indicara al secretario de Estado la posibilidad de que Chile devolviera el Huáscar y
otros trofeos1770.
Un hecho que empezó a inquietar a Dávila era el término de la Administración
estadounidense1771. Le preocupaba que el sucesor de Kellogg tuviese otras ideas. Con este
motivo, Dávila recomendó a La Moneda que se volviera a analizar la solicitud peruana de
una caleta contigüa a Arica. Pero, desde Santiago se le recordó que el reducido tamaño de
la bahía lo impedía, así como la cercanía de la futura frontera 1772.
Esta era la realidad geográfica. No se entendería que el Departamento de Estado
presionase a Chile para que cediera la mitad de la bahía, en circunstancias de que desde el
límite hacia el norte Perú poseía 38 kilómetros, donde podría construir a su entera libertad
el puerto que quisiera.
Ríos Gallardo considera que, con el mapa en la mano, Dávila podría convencer al secretario
de que la pretensión peruana era irrealizable. El tiempo corre —decía— pronto termina el
receso de la comisión de límites y se acerca el fin administrativo del actual secretario de
Estado.
Moore visitó su patria en 1928, durante el otoño del hemisferio norte, oportunidad en que
conversó con el Presidente y el Secretario 1773. Indudablemente, allí se le dio libertad para
buscar una solución, que permitiera a Estados Unidos desembarazarse de un asunto que
ya el general Pershing —en tono jocoso— consideraba más difícil que la Primera Guerra
Mundial...
Sin embargo, en una nueva conferencia, el secretario —tal vez evasivamente— exteriorizó
1769
145 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº212, Washington,
2/3-XII-1928, de Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1770
146 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº190. Santiago, 6-
XII-1928, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1771
147 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº218, Washington,
10-XII-1925, de Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos, Ministro de RR.EE de Chile.
1772
148 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº194, Santiago, 14-
XII-1928 de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1773
149 William S. Culbertson, op. cit. Pág. 22.
a Dávila que carecía de informaciones concretas del accionar reciente de su representante
en Lima. Acaso para dorarle la píldora, comentó que Moore creía “desempeñar el cargo por
y para Coolidge”: cuando fue embajador en Madrid, acostumbraba a entenderse
directamente con el Rey de España y con el Presidente de Estados Unidos, al margen de
los ministros.
Figueroa comunicó al Mapocho que su colega estadounidense, ya de regreso de
Washington, celebraba conferencias diarias con Leguía con buenas expectativas, según
Moore. Mientras tanto, no informaría al Departamento de Estado ni “a nadie” hasta
transmitir algo concreto, porque las “nerviosidades de Washington y Santiago” podrían
perjudicar su gestión, que iba muy bien encaminada.
Con razón, el Canciller se preocupó y le encareció a Dávila que intensificase sus contactos
en el Departamento de Estado; y a Figueroa que expresase al embajador yanqui que
rechazaría in limine cualquiera fórmula que se apartase de sus propuestas 1774.
Tal vez ingenuamente, Figueroa creía normal que el secretario de Estado careciese de
noticias, ya que al decir de su colega las mantenía en reserva hasta de sus jefes. Solo lo
enteraba a él de que celebraba entrevistas diarias con el Presidente peruano, y únicamente
le comentaba: “Va bien, jefe”1775. Sin embargo, una de esas noches, sorpresivamente,
Moore le preguntó: “¿se opondría el gobierno de Santiago a que un ingeniero
estadounidense inspeccionase la costa situada al norte de Arica?”. Aunque agregó, “no
consulte todavía, le avisaré dentro de seis o siete días más”. Naturalmente, Figueroa quiso
una explicación. En respuesta, el diplomático se refirió a que anteriormente el agente de La
Moneda había expresado que se podría construir un puerto en alguna pequeña caleta al
norte de Arica; entonces, podría llegar el momento de tratar la cuestión 1776.
A fines de diciembre, el secretario de Estado —sin duda en conocimiento de los pasos que
daba su representante en Lima— analizó con Dávila esta cuestión 1777. Como resultado de
tales reuniones, Kellogg apoyó la petición del gobernante del Rímac para que el ingeniero
“Ralph Phillips” de la Frederick Snare Corporation —que trabajaba en Perú— estudiase el
sitio donde pudiese situarse este puerto. Junto con acceder a transmitirla, Dávila insistió en
que no se debían estimular las pretensiones peruanas, relativas a uno entre la línea
divisoria y la bahía de Arica.
La Moneda prestó su asentimiento a la visita del ingeniero 1778. Se llamaba Ralph Cady y no
Phillips, era uno de los jefes de las obras del puerto de El Callao y viajaba acompañado de
un ayudante peruano (íntimo del Presidente Leguía).
Con buen juicio, el agente chileno hizo presente al secretario de Estado la necesidad de
1774
150 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº207, Santiago, 20-
XII-1928, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1775
151 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº82, Lima, 27/28-XII-
1928, de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1776
152 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº86, Lima, 29-XII-
1928, de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1777
153 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº252, Washington,
31-XII-1928, de Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE de Chile.
1778
154 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº2, Santiago, 2-1-
1929, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
vigilar la acción de estos técnicos, a fin de que no alentaran pretensiones que condujeren a
un nuevo deadlock1779.
En estos momentos, la comisión especial de límites continuaba en receso, hasta el 17 de
febrero. El delegado chileno, Risopatrón, temía que el general Morrow pudiese anunciar la
reanudación de sus sesiones. Por ello, nuestro embajador recibió instrucciones de sugerir
al secretario la prórroga indefinida o, por lo menos, por otros cuatro meses, mientras se
resolvía el problema principal 1780. Kellogg accedió e indicó a Morrow que se inhibiese de
dar paso alguno sin comunicarse antes con él. Sin embargo, Perú solicitó al Departamento
de Estado que le especificara por nota las condiciones de esta suspensión, indicando que
debería establecerse que las reuniones se reanudarán automáticamente al expirar el plazo
de dos meses (no cuatro). Dávila expresó a Kellogg que la nota peruana tendría que
limitarse a aceptar la prórroga, sin condiciones de ninguna clase. El secretario apoyó este
predicamento1781.
En este ambiente de inquietud, La Nación de Santiago reprodujo un cable de la United
Press, procedente de Washington. Según este, el diferendo chileno-peruano iba bien
encaminado y con seguridad quedará resuelto el 26 de marzo de 1929, fecha en que
expirará el mandato de Coolidge. Pero, si la negociación fracasase —y aquí viene el peligro
— el (nuevo) Presidente de Estados Unidos heredará automáticamente el rol de Árbitro y
eventualmente se publicarán los informes de Pershing y Lassiter, así como se reanudarán
los trabajos de la comisión especial de límites 1782.
En verdad, si abortaba el entendimiento directo, Perú tenía la opción de apelar ante el
Presidente de la Unión y revivir el proceso anterior. Ello habría significado el entierro de la
política emprendida por el Presidente Ibáñez y su ministro, así como también una derrota
para el secretario de Estado, al término de su gestión.
La información de la United Press fue obra de un periodista que causó molestias en Chile
durante el plebiscito, y Kellogg se demostró desagradado por esta publicación. Mas Dávila
le hizo ver que lo peligroso del caso no radicaba tanto en la noticia, sino en que hubiese
una mano peruana, acaso cercana a Leguía, que buscaba frustrar la negociación directa.
Ello se podría contrarrestar —a juicio suyo— si el gobernante tuviese la certeza de que no
se produciría una nueva intervención arbitral. Obviamente, Kellogg no podía comprometer
a la próxima administración, sin embargo tenía la certidumbre de que no habría más
arbitraje. Se ofreció a conversar con el nuevo Presidente, Hoover, antes de su viaje a
América del Sur, e instruyó a Moore para que presionase a Leguía y le preguntase
derechamente si deseaba o no llegar a un arreglo 1783. No sabemos si celebró tal

1779
155 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº11, Washington, 10-
1-1929, de Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1780
156 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº14, Santiago, 9-1-
1929, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1781
157 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama confidencial Nº38,
Washington, 3/4-2-1929, de Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1782
158 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº24, Santiago, 16-1-
1929, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1783
159 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº22, Washington,
19/21-1-1929, de Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU., a ConraDo Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
conversación ni si despachó aquella instrucción ni cuál pudo ser la contestación de Lima.
Según Dávila, abandonada su estrategia inicial, Leguía ahora lo que intentaba era obtener
un puerto soberano en Arica, tesis inaceptable en el Mapocho. Por esta razón, el
Presidente concentraba su acción en la inspección de los técnicos estadounidenses. Para el
29 de enero aguardaba el regreso de Cady y su colaborador peruano, y estimaba que no
habría solución si Tacna careciese de tal puerto propio en Arica 1784.
Dado que el 26 de marzo finalizaba la administración Coolidge, Ríos Gallardo urgió a
Dávila para que el Departamento de Estado reiterara a Leguía que fracasada la negociación
directa quedarían inválidos los compromisos jurídicos anteriores. “Estoy aburrido —
exclamaba el Canciller— y empieza a sentirse el desaliento nacional” 1785.
Leguía finalmente aceptó la prórroga de la comisión especial de límites hasta el 17 de abril.
Ello trajo una dosis de optimismo que contrarrestó el desaliento del ministro 1786.
En una carta personal, del 27 de febrero de 1929, en vista de que la negociación se
encontraba en una impasse, Moore informó a su colega Culbertson que la construcción de
un puerto para Perú al norte de Arica y entre este y la línea demarcatoria resolvería
definitivamente la controversia1787.
Con este motivo, había sugerido al Presidente Leguía que lograse que unos ingenieros que
trabajaban en El Callao para la Frederick Snare Corporation visitasen la zona. (Aquí nació el
embrollo que complicó a los gobiernos).
A su regreso, presentaron un informe, que complacería al embajador yanqui y al
gobernante, mas no a los negociadores chilenos.
Según Moore, el Presidente se avino a este esquema que pasó a ser el pet project del
plenipotenciario. Hay que recordar que el millonario periodista había renunciado a la
embajada en Madrid con el único propósito de venir a Perú a aliviar la carga de su amigo
Coolidge.
Cady informó que se podría construir un puerto en el lugar denominado San José, a dos
mil doscientos metros del ferrocarril Arica-La Paz, al norte de la ciudad de Arica. Serviría,
además, de terminal para el pequeño tren procedente de Tacna 1788.
Según un memorándum que envió a Culbertson el director diplomático del ministerio de
Relaciones Exteriores, Félix Nieto, la Cancillería estimó imprudente, en esta etapa, rechazar
esta alternativa de San José. Resultaba inaceptable para Ibáñez, debido a la vecindad en
que se encontraría un puerto extranjero de uno chileno; pero, antes que discutir la
localización precisa del puerto, se juzgó que era previo asegurar, en ese momento, el

1784
160 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº23, Washington, 22-
1-1929, de Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1785
161 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº30, Santiago, 23-1-
1929, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1786
162 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nºl6, Santiago, 30-1-
1929, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
1787
163 William S. Culbertson, op. cit. Pág. 22.
1788
164 N.A.U.S.A. 748-40. Telegrama Nº19, Lima, 21-2-1929, de Alexandre Moore, Embajador de EE.UU. en Perú, a Frank B.
Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU.
consentimiento tácito del mandatario del Rímac en favor de la división del territorio, así
como también que la línea férrea con destino a Bolivia quedase en suelo nacional 1789.
Culbertson consideró que aquella fue una decisión equivocada, pues complicó y atrasó el
debate subsiguiente. Sin embargo, existía constancia de que, en varias oportunidades,
Chile había insistido en que el puerto se emplazase al norte de la desembocadura del río
Lluta, o sea, en el departamento de Tacna. A nuestro juicio, fue Moore quien complicó la
situación con su pet proyect.
Kellogg recibió informaciones de su agente. Este último creía que la proposición de Leguía
se basaría en una línea divisoria a 10 kilómetros al norte del ferrocarril, pero en algunas
partes se acercaría a un cuarto de kilómetro de este 1790. El Secretario la consideraba
razonable y debía inducirse a Chile a que la aceptase 1791.
Moore expresó a Figueroa que el informe de Cady será entregado al Presidente tan pronto
se hubiera traducido al castellano. La solución definitiva no vendría antes del 2 de marzo;
pero si se demoraba en el curso del mes (el 26 se producía la trasmisión del mando en
Washington) Leguía no se molestaría porque prefería deber el servicio “al que se levanta
[Hoover] y no al que ya desaparece [Coolidge]”. Por otra parte, tampoco simpatizaba con
Kellogg, desde que en su gestión amistosa intentó entregar las cautivas a Bolivia, dejando
al Rímac en una posición incómoda.
El mandatario habría puesto el ojo en Chacalluta, que está en el límite norte de la bahía de
Arica, frente a una curva que hace el ferrocarril a La Paz, a mil quinientos metros de la
ciudad1792.
El agente estadounidense finalmente comunicó a su colega chileno que el puerto se podría
ubicar en la ribera norte del río San José, a un kilómetro y medio del muelle de Arica. El
tren procedente de Tacna llegaría hasta ese punto. Moore creía, sin embargo, que este
quedaría sin construirse, pues su costo —4 millones de dólares— no guardaba proporción
con el escaso movimiento que tendría. Se refirió asimismo a la construcción de un
monumento en el Morro, dedicado a la paz, bajo los auspicios y vigilancia de la Unión
Panamericana1793, organismo que hasta ese momento carecía de administración para
cumplir tal cometido.
A su vez, Dávila comunicó que Leguía sometería a Figueroa, el 28 de febrero, el informe de
Cady, no como proposición sino que como una base de estudio 1794. El Presidente
consideraba aceptable que:
— el territorio se dividiera en la línea fijada, Tacna para Perú y Arica para Chile;— el ferrocarril Arica-
1789
165 William S. Culbertson, op. cit. Pág. 24.
1790
166 N.A.U.S.A. 748-40. Telegrama Nº12, Lima, 12-2-1929, de Alexandre Moore, Embajador de EE.UU. en Perú, a Frank B.
Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU.
1791
167 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama confidencial Nº53,
14/15-2-1929, de Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE de Chile.
1792
168 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº27, Lima, 17-2-
1929, de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1793
169 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº34, Lima, 25/26-2-
1929, de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1794
170 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama confidencial Nº72,
26/27-2-1929, de Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU., a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
La Paz quedaría íntegramente en suelo chileno y la línea divisoria no lo tocaría en parte alguna;—
Perú construiría un nuevo puerto a un kilómetro y medio al norte del muelle, lo más al norte que se
pudiese dentro de la provincia de Arica;— en él estarían la estación de término del tren de Tacna a
Arica y una parte de este; la que entraba a la ciudad será abandonada;— las maestranzas y
almacenes de aduana del puerto se construirían en un nuevo territorio, que se formaría con los
materiales que se extrajeren en la construcción de aquel;— Leguía deseaba que el Morro fuera
desmilitarizado y entregado a la Unión Panamericana, la que vigilaría la construcción de un
monumento a la paz que ahí se erigiría, y— pediría, además, que Chile entregara a Perú 3.500.000
de dólares, que se destinarían a la construcción del puerto, en reemplazo de las indemnizaciones a
que tenían derecho determinados ciudadanos peruanos.
Ríos Gallardo comunicó lo anterior a Figueroa 1795. Debía aparentar ignorancia, aunque haría
amistosas observaciones acerca de los puntos siguientes: el profundo sentimiento de su
gobierno si a 2 kilómetros del puerto de Arica se construía otro, dado que el anhelo era que Chile y
Perú estuviesen juntos: el primero como soberano mientras el segundo gozaría de todas las
prerrogativas del más amplio puerto libre. Para este efecto, se le construiría un buen malecón frente
a la actual estación del ferrocarril de Tacna y se le daría el sitio necesario para que construyera su
aduana, que Chile podría pagar; evitar un nuevo puerto, sobre todo a 2 kilómetros de Arica.
Aunque Moore creía que no se construirá jamás, Chile permanecería siempre con la amenaza. Ello
no era satisfactorio ni comercial ni militarmente. Dado que Leguía reclamaba 3.500.000 de dólares
para construirlo, Moore podría estar equivocado o bien ocultaba el verdadero propósito peruano;—
la nueva instalación portuaria era una bandera que el Presidente Leguía quería agitar ante la
opinión pública de su patria, a fin de satisfacer anhelos nacionalistas y románticos. Esta idea había
que combatirla hasta el último: no se costearía, su existencia sería mísera, el comercio de Tacna era
muy pequeño, pero importaba sobre todo una falta de confianza en Chile, que deseaba brindar a su
adversario de ayer una amistad generosa y efectiva, y— el mandatario exigía la desmilitarización del
Morro. Chile, al rechazarla, la llevaría a cabo sin que se le pidiera. Leguía quería que se transfiriera a
la Unión Panamericana, lo que atentaba contra sus derechos soberanos. El monumento se
construiría por iniciativa de Chile y se inauguraría conjuntamente. Si Leguía lo deseaba, los dos
Presidentes podrían presidir esta ceremonia.
Ríos Gallardo concluía instando al diplomático a que hablara con firmeza al mandatario,
“quien se encuentra ya en sus últimos reductos de defensa”.
Si se lograba sellar un acuerdo en estos términos —le expresaba— “US. habrá coronado su
brillante vida pública en forma que comprometerá la gratitud del porvenir”.
Como sabemos, la última conferencia de Figueroa con el Presidente se verificó el 7 de
noviembre de 1928, y culminó en el estancamiento de las negociaciones. Después de tres
meses en que aquellas durmieron, finalmente ambos volvieron a reunirse, a comienzos de
febrero1796.
El agente —en cumplimiento de perentorias instrucciones de Santiagotransmitió a Leguía
una conversación que Ríos Gallardo sostuvo con el plenipotenciario de Bolivia en Santiago,
Enrique Finot1797. Este último deseaba saber si en el arreglo chileno-peruano se
contemplaba la entrega de territorio a su patria, como en la fórmula de 1926 que Kellogg
1795
171 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama estrictamente
confidencial Nº276, Santiago, 27-2-1929, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador
de Chile en Perú.
1796
172 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº22, Lima, 10-2-
1929, de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
había presentado a las partes. La respuesta que el Canciller dio a Finot fue una categórica
negativa:
Bolivia no tenía ninguna intervención en este negocio, que concernía solo a Santiago y
Lima, y cuya solución ya avizoraba. Ríos informaba a Leguía, a través de Figueroa, y
esperaba que Perú contestara del mismo modo a La Paz. Participaba asimismo al
embajador que, según los antecedentes que poseía, las actividades del ministro Díez de
Medina, en Washington, respondían a esperanzas procedentes del Rímac... Ríos Gallardo se
intranquilizaba porque fracasase su política, a causa de los pasos que daba la diplomacia
paceña en diversos frentes y que la peruana ponía de relieve.
Leguía coincidió con esta negativa y aplaudió la contestación de Ríos Gallardo al
representante de Bolivia: no permitiría que dicha nación se inmiscuyera.
Después pasaron el asunto de Tacna y Arica: “¡Qué lastima que en esto no se haya
producido el franco acuerdo a que hemos llegado en los asuntos que acabamos de
tratar!”, le expresó el gobernante. “¿Y por qué no llegar desde luego?” le replicó el
plenipotenciario. El Presidente le dijo: “Porque nosotros no podemos y Uds. no quieren”.
“Ni lo uno ni lo otro —exclamó Figueroa-. “Nosotros —explicó el mandatario— hemos
cedido cuanto podíamos y Uds. se han encastillado en Arica”. En todo caso, dijo, debemos
encontrar una solución. “Para mí no hay otra —agregó don Emiliano— que Ud.
construya su puerto al norte de Arica”. El mandatario, a diferencia de otras oportunidades,
no rechazó la idea y se limitó a expresarle: “Pero si no hay dónde hacerlo”. “Esto lo dirán
los ingenieros”, comentó Figueroa. Según el mandatario, ellos creían que solo cabría en un
punto casi pegado al ferrocarril Arica-La Paz.
Figueroa expresó a su gobierno: “Leguía se bate en retirada”; pero, paso a paso, como
buen negociador.
El Presidente convocó al agente el 28 de febrero, solo para entregarle el informe del
ingeniero1798. Hábilmente, le manifestó que este documento no le sugería a él bases para
una propuesta concreta. Por este motivo, prefería que el agente lo estudiase, y que en dos
o tres días más lo examinasen juntos.
Figueroa dedujo que el Presidente eludía formular todavía un planteamiento.
Siguieron conversando y, cuando le enseñó el plano, el embajador aprovechó para
repetirle los argumentos de La Moneda, y concluyó con esta reflexión:
“Presidente, no hagamos el ridículo. El mundo se va a reír de nosotros cuando se sepa que
nuestros dos países han acordado que uno de ellos invierta 3.500.000 de dólares en un
puerto para recibir 45.000 toneladas de carga, aún problemáticas.
Leguía contestó:
Y qué quiere si Ud. me estrecha hasta el punto de no dejarme algo que satisfaga a medias la
opinión pública y se empeña en echármela encima, y es esto lo que quiero evitar.

1797
173 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº20, Santiago, 6-2-
1929, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
1798
174 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº37, Lima, 28/29-2-
1929, de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
En fin, —concluye el gobernante estudie el informe y volveremos a hablar”.
Ríos Gallardo se demostró muy satisfecho, tanto con la reunión como con la
argumentación del plenipotenciario1799. A más tardar, el martes próximo debería renovar el
ataque. Si creía que para satisfacer a la opinión pública de Perú sería útil hacer gestos
adicionales, como ya se ha apuntado, el Presidente Ibáñez estaría dispuesto a devolver el
Huáscar y algunos trofeos de guerra.
El Secretario de Estado —en conocimiento de esta reunión— estimaba que la proposición
que Leguía presentaría a Figueroa ofrecería bases para un arreglo equitativo 1800. Esperaba
que ni la elección del puerto ni la erección del monumento impidieran el arreglo
definitivo1801. El tiempo corría y Kellogg estaba urgido.
Culbertson, en ausencia de Ríos Gallardo, conversó con el Presidente de la República.
Quedó convencido de que a juicio de Ibáñez la propuesta contenía las bases para una
solución del problema1802. Pero, en un memorándum de Félix Nieto, dicho funcionario
sostenía ante este embajador que Perú podía construir el puerto en Escritos, Las Yaradas o
la caleta de Sama, esto es, por lo menos a dieciséis kilómetros al norte del límite, mas no
en San José según lo había indicado Cady. Esta proposición tenía un carácter político y no
técnico, y era el resultado de lo que Leguía —apoyado por Moorehabía solicitado al
ingeniero1803.
En una carta secreta del 25 de febrero, el representante de la United Press en Lima, Mr.
Folger, que estaba bajo el control del diplomático estadounidense, estimó que la cuestión
portuaria se hallaba detenida y solo comenzó a moverse cuando Moore ideó la fórmula de
San José. Dice Folger que ahora todo giraba en torno a dos serios obstáculos: ¿Permitiría
Chile un puerto al lado del suyo, al que probablemente Leguía llamaría Arica? Y ¿estaría
dispuesto a entregar a la Unión Panamericana “ese montón de tierra sucia” que tiene tanto
valor sentimental para Chile... el Morro?”1804.
A comienzos de marzo, Figueroa transmitió al canciller una reseña completa del proyecto
del ingeniero estadounidense1805.
En la entrevista que celebró con el representante de La Moneda, Leguía le expresó que
dado que Chile se empecinaba en conservar Arica, no veía otra solución que la de Cady. La
llamará solución americana porque será presentada a las partes por Estados Unidos. No se
financiará jamás y representará una carga para su patria, mas deseaba complacer a su

1799
175 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº37, Santiago, 1-3-
1929, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
1800
176 N.A.U.S.A. 748-40. Telegrama Nº18, Washington, 1-3-1929, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU., a
William S. Culbertson, Embajador de EE.UU. en Chile.
1801
177 N.A.U.S.A. Telegrama Nº21, Washington, 6-3-1929, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU., a William S.
Culbertson, Embajador de EE.UU. en Chile.
1802
178 N.A.U.S.A. 748-40. Telegrama Nº27, Santiago, 3-3-1929, de William S. Culbertson, Embajador de EE.UU. en Chile, a
Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU.
1803
179 William S. Culbertson, op. cit. Pág. 26.
1804
180 William S. Culbertson, op. cit. Págs. 26 y 27.
1805
181 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº40, Lima, 5-3-1929,
de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
opinión pública.
Bien podía Chile desembolsar 3.500.000 de dólares para cortar el “nudo gordiano”. En
cuanto a la prolongación del ferrocarril de Tacna a La Paz, la consideraba utópica y se
mostraba dispuesto a suscribir una declaración al respecto. Moore le aconsejó a Figueroa
que aceptase la fórmula de San José, pues el Presidente no llegará más lejos. Si fracasaba
por culpa de Chile, los Estados Unidos —le observó— “se desentenderían definitivamente
de resolver el problema y Uds. no quedarían satisfechos”1806.
El 9 de marzo, Ibáñez con decisión unánime del consejo de ministros, rechazó oficialmente
la ubicación en San José1807. En el palacio de Pizarro, Figueroa explicará que la oposición
radicaba en que quedaría a veinte metros de la línea del ferrocarril de Arica a La Paz, a los
pies de la maestranza del Chinchorro, casi al frente del regimiento Velásquez, a mil
quinientos metros del primer malecón de la bahía, además limitaría el desarrollo de la
ciudad hacia el norte.
Ofrecerá como contraproposiciones las siguientes:
“1º Se concedería al Perú dentro de los 1.575 metros de la bahía de Arica un malecón, un
edificio para su aduana y una moderna estación para el ferrocarril de Arica a Tacna. Todo
construido por nuestra cuenta y además se le entregarían $2.000.000 de dólares. La línea
divisoria entre Tacna y Arica partiría del punto denominado Escritos en la costa, distante a
16 kilómetros de Arica y continuaría desde allí en la forma ya aceptada, o sea, 10 kilómetros
al norte en línea paralela en toda su extensión a la del ferrocarril de Arica a La Paz. Esta
fórmula es la única a mi juicio que nos llevaría a una amistad y unión efectiva con el Perú.
“2º Aceptaríamos el puerto que el Presidente Leguía desee construir al norte de la
desembocadura del río Lluta, o sea, a diez kilómetros de la bahía de Arica. Daríamos para
ello los mismos 3.500.000 de dólares. Se establecería en el tratado que el puerto no podría
cederse a un tercero y que no se construiría ningún ferrocarril a Bolivia. De acuerdo con el
sentimiento nacional este es el máximum de nuestros sacrificios y en ningún caso podemos
ir más allá”.
El monumento en el Morro lo construiría Chile, si bien participarían obreros chilenos y
peruanos, y la construcción sería controlada por ingenieros de ambas nacionalidades.
Chile solicitó a Kellogg que apoyara la fórmula de un malecón para el servicio de Perú, o
bien un puerto al norte de la desembocadura del río Lluta1808.
El Presidente Leguía anunció a Moore que aceptaba este último, si Chile garantizaba que
podía construirse allí por la suma indicada, aunque sabía por los ingenieros
estadounidenses que su ejecución era imposible en ese lugar1809.

1806
182 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº45, Lima, 8/9-3-
1929, de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1807
183 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº43, Santiago, 9-3-
1929, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
1808
184 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº74, Santiago, 9-3-
1929, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1809
185 N.A.U.S.A. 748-40. Telegrama Nº30, Lima, 12-3-1929, de Alexandre Moore, Embajador de EE.UU. en Perú, a Frank B.
Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU.
A su vez, Ríos Gallardo conferenció con Culbertson, a quien explicó las razones que
tornaban inadmisible San José, al propio tiempo que Perú (aparentemente) no se opondría
a uno vecino a Lluta, en el punto denominado Escritos1810.
Entonces, Culbertson telegrafió a Washington que Perú aceptaba Escritos.
Ahora —dice el agente— todo depende de que sea factible. Si no lo fuese —asevera—
Estados Unidos estaría en condiciones de presionar a Santiago para que aceptara San José.
No obstante, estimaba que la localización propuesta por Moore y Cady carecía de
“hinterland” y, por lo mismo, chocaría con intereses chilenos vitales.
Señalaba que era “una locura sentimental, un puerto sin comercio”. Pero si no existía otra
salida, había que aceptarla para terminar con el problema.
Este agente proponía que, antes de que el Secretario de Estado cese en sus funciones (el
26 de marzo), Santiago y Lima emitieran una declaración conjunta que comprendiera los
puntos esenciales del arreglo. Ríos Gallardo concordaba con esta idea 1811.
El Ministro informó a Dávila que el embajador estadounidense telegrafió a Washington
“reforzando nuestros argumentos”. Era verdad, pero a medias 1812.
Por instrucciones de Ríos Gallardo, Dávila se entrevistó con Kellogg 1813.
Aunque el Secretario estaba en antecedentes por Culbertson de la situación, en tono
admonitorio reprochó al embajador: “Su gobierno ha rechazado la proposición de Leguía”.
“Mis noticias son otras”, respondió el diplomático.
Efectivamente, Chile había formulado dos proposiciones alternativas, y se las enseñó en el
mapa. Hizo hincapié en las ventajas que obtendría Perú de la oferta de un malecón y
edificios en la bahía de Arica y le demostró el esfuerzo de La Moneda al entregarle
3.500.000 de dólares para la construcción de un puerto que era innecesario vecino a Lluta,
mientras en Arica, además recibiría 2.000.000 de la misma moneda. Kellogg prometió llevar
estos antecedentes al conocimiento del Presidente Coolidge, a fin de buscar una salida.
El Secretario de Estado discutió con Cady, que había viajado a Washington, la información
de Culbertson. El ingeniero alegó que no existían lugares apropiados al norte de San José.
En los que indicaba Chile, no podrían atracar barcos y no eran comparables a lo que
ofrecía el lugar señalado por él1814.
El Canciller chileno instruyó a Figueroa para que desvirtuara las razones que alegaban
Moore y el técnico. Añadiría ante el Presidente que en el tratado que suscribirían Chile y
Perú se estipularía que ninguno de los dos contratantes, sin previo acuerdo entre ellos,

1810
186 N.A.U.S.A. 748-40. Telegrama Nº39, Santiago, 15-3-1929, de William S. Culbertson, Embajador de EE.UU. en Chile, a
Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU.
1811
187 N.AU.S.A. 748-40. Telegrama Nº33, Santiago, 13-3-1929, de William S. Culbertson, Embajador de EE.UU. en Chile, a
Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU.
1812
188 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº75, Santiago, ll-3-
1929, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1813
189 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama confidencial Nº80,
Washington, l2-3-1929, de Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU. a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1814
190 N.A.U.S.A. 748-40. Telegrama Nº33, Washington, 15-3-1929, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU., a
William S. Culbertson, Embajador de EE.UU. en Chile.
podría conceder a un tercero el territorio o una parte de aquel al que se referiría dicho
instrumento jurídico.
“En esta forma, —agregaba Ríos Gallardo— Bolivia queda entregada por igual a los dos
países y liquidamos su vieja política de lanzar al uno contra el otro. Quedamos asimismo
unidos por un pacto de entendimiento político no escrito pero cierto y ambos pueblos
pasan de hecho a presentar un solo frente a Bolivia. Hay que dejar, además, claramente
establecido que el Perú no construirá caminos ni ferrocarriles de Tacna o del nuevo puerto
a Bolivia”1815.
En el hecho, esta fórmula terminó por poner un candado a las aspiraciones del altiplano y
entregó la llave a Perú, según el comentario del ex Presidente boliviano, Daniel Salamanca.
El frente único, a que se refirió nuestro Ministro, sufrió un quebranto en la década del 50.
Hasta ese año, La Moneda había sostenido que el Tratado suscrito con Bolivia, en 1904,
había resuelto definitivamente la cuestión portuaria con aquella república. Empero, a raíz
de una visita oficial del Presidente González Videla a su colega de Estados Unidos, Truman,
al parecer a instancias de este último, el ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Horacio
Walker, en contestación a una nota del Embajador boliviano en Santiago, Alberto Ostria
Gutiérrez, declaró que el gobierno de Santiago estaba “llano a entrar, formalmente, en una
negociación directa para buscar la fórmula que pueda hacer posible dar a Bolivia una salida
propia y soberana al Océano Pacífico”.
También señalaba que sería necesario consultar a Perú, en virtud del artículo 1º del
Protocolo Complementario de 1929.
En conocimiento de esas gestiones, el general Manuel Apolinario Odría, Presidente de
Perú, declaró que no había sido informado por los gobiernos respectivos de ninguna
gestión sobre la salida al mar de Bolivia (por Arica) y que el status de su frontera con Chile
estaba determinado por los Pactos de Lima de 1929. Esta declaración cerró con llave el
candado de que antes hablábamos, y frustró la precipitada gestión de la Administración
González Videla.
Lima, sin demora, remachó la situación que surgió de esta iniciativa, pues convino con La
Paz que tanto Perú como Bolivia no tenían ningún problema pendiente entre ellos, ni
político ni territorial1816. En otras palabras, de ahora en adelante, la hipoteca de la
mediterraneidad boliviana pesaría únicamente sobre Chile, sin posibilidad para este de
resolverla. Indudablemente, habría sido más prudente eludir la eventual insinuación del
Presidente Truman y que Walker se hubiese abstenido de cursar a Ostria Gutiérrez la nota
referida.
Regresemos a las negociaciones con el Presidente de Perú.
Leguía desestimó la oferta de un malecón en la bahía de Arica, junto con 2.000.000 de
dólares1817. La opinión pública no la aceptaría y el dinero caería “como una bofetada”.
1815
191 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº48, Santiago, 13-3-
1929, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
1816
192 Juan Miguel Bákula, op. cit. Tomo I. Pág. 545.
1817
193 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº48, Lima,14-3-1929,
de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
Concuerda con los ingenieros estadounidenses que no era posible encontrar un sitio
adecuado al norte del río San José; sin embargo, en vista de que en Santiago se
mencionarían las vecindades de la desembocadura del río Lluta, las aceptaría, si se
demostraba la factibilidad del proyecto.
Por su parte, en Santiago se necesitaba saber qué obras se proyectaban en San José.
Según el embajador Figueroa, lo que pretendía Leguía era un puerto completamente
abrigado, que comprendiera una superficie de cien hectáreas con sus malecones de
atraque, edificios para la administración y almacenes 1818.
La Moneda recabó, entonces, el concurso de dos ingenieros chilenos —Rubén Dávila y
Jorge Lira— quienes fueron los constructores de los puertos de Antofagasta, San Antonio y
Constitución1819. Estos se sorprendieron de que obras análogas se pudieran construir en
San José solo por 3.500.000 de dólares, ya que era el lugar donde resultarían más
onerosas: era menester internarse a 1.600 metros mar adentro para poder alcanzar una
profundidad de 10 metros. Juzgaban que el informe de Cady era político y no técnico.
Ríos Gallardo ofreció dos puertos, uno al norte de la desembocadura del río Lluta, en
Escritos, a 14.000 metros, más o menos, de la bahía de Arica; y el otro, al norte de la
desembocadura del río Molles, en Las Yaradas, a 29.730 metros de Arica.
Figueroa, después de reunirse con el Presidente, comunicó que este último aceptaría un
puerto al norte del río Lluta, tan pronto se convenciera de que se podía realizar. Los
técnicos chilenos consideraban que la obra debería efectuarse en Escritos.
El informe técnico sería enviado a Lima por telegrama, y los planos por vía marítima.
Culbertson comunicó a Kellogg que Chile entregaría 3.500.000 de dólares a Perú para que
construyera un puerto al norte del límite 1820. Voluntariamente —pero no por un tratado—
devolvería algunos trofeos de guerra.
Removería del Morro las fortificaciones y construiría un monumento. Se concertaría un
tratado comercial y otro de arbitraje obligatorio. El embajador tenía una razonable certeza
de que La Moneda desestimaría cualquier puerto al sur del Lluta; también estaba dispuesta
a entregar la suma mencionada para que Leguía ordenara su construcción. El agente,
conforme las instrucciones de Washington, haría lo posible para que esta cuestión se
resolviera y no se prestara a interminables negociaciones.
El canciller chileno poseía la seguridad de que el verdadero autor de la idea del puerto en
la desembocadura del río San José era el representante estadounidense en Lima, apoyado
por el Presidente peruano y también por el secretario de Estado, que deseaba el fin del
diferendo. El propio agente estadounidense ante La Moneda le confirmó que la paternidad
correspondía a su colega de Lima. Por lo mismo, el ministro se quejó frente a Culbertson
de que Moore estuviese dando publicidad a su fórmula y defendiéndola ante Leguía y el

1818
194 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº49, Lima,14-3-1929,
de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1819
195 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº53, Santiago, 14-3-
1929, de Conrado Ríos G. Ministro de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
1820
196 N.A.U.S.A. 748-40. Telegrama Nº37, Santiago, 15-3-1929, de William S. Culbertson, Embajador de EE.UU. en Chile, a
Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU.
embajador Figueroa. Ríos Gallardo, molesto y con el propósito de incitar al secretario de
Estado a que disuadiera a dicho funcionario, instruyó a Dávila para que expresara su
desaprobación por esta conducta: ella impedía que la negociación terminara antes del
retiro de Kellogg1821.
Dávila conferenció largamente, el 15 de marzo, con el Secretario de Estado, en presencia
de Francis White y Ralph Cady. Este último, que se trasladó al Potomac con el propósito de
explicar y defender el puerto en San José, insistió en que un puerto en Escritos significaría
un desembolso de dinero mucho mayor. Reconocía que la fórmula más razonable y
económica era un malecón de atraque dentro de la bahía de Arica, desestimaba, desde un
punto de vista técnico, las objeciones de La Moneda respecto de San José.
Juzgaba que eran factores políticos los que inducían al Presidente Ibáñez a rechazar San
José, y diríamos nosotros que también era “políticos” los que impulsaban a Leguía.
El secretario estaba dolido por la negativa chilena de aceptar la proposición de Cady, que
impedía finalizar rápidamente la negociación. Estas discusiones solo servirían para sepultar
un trabajo suyo de cinco años, sin dejar resuelto el asunto (dentro de once días
abandonaría el cargo). Creía que mientras vinieran de Santiago los informes técnicos,
habrá concluido el mes de marzo. A su juicio, la discusión de los expertos “será más que
suficiente para enredar y malograr la negociación”. “Creo que no me resta sino abandonar
este asunto”, exclamó apesadumbrado1822.
El agente chileno le recordó que su gobierno no había vetado la propuesta peruana, y
presentó alternativas. Conforme un telegrama de Moore, recién llegado, Leguía “habría
aceptado nuevo puerto en Lluta”. El único punto en discordia parece ahora resuelto —
expresó Dávila— gracias a que Leguía elige Lluta. Nuestro deber y el de los ingeniero —
agregó— es que se lleve a cabo ahí.
Empero, Dávila pidió al Secretario de Estado que siguiera prestando su colaboración que
había sido tan útil. Kellogg —ya a solas con él— prometió luchar mientras ejerciera su
cargo. Había sugerido al Presidente de la Unión que se elaborara el texto conjunto chileno-
peruano de que se ha hablado antes, propuesto por el plenipotenciario en Santiago.
En una nueva entrevista, llegó un mensaje de Culbertson, que cayó como un balde de agua
fría. Daba cuenta de que el Canciller chileno había informado que Lluta no servía
técnicamente. Con este motivo, Dávila sugirió al secretario que se entregaran a Leguía los
3.500.000 de dólares y que este escogiera un sitio al norte de Lluta, donde y cuando
quisiere1823.
Al comentar al Secretario de Estado que el Canciller chileno pertenecía a esa clase de
personas que buscan toda la gloria para sí, Culbertson le sugería que aconsejara a Moore
tranquilidad respecto de su pet project. Después de todo, —agregaba— cualquier puerto

1821
197 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº79, Santiago, 14-3-
1929, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1822
198 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama confidencial Nº86,
Washington, 15-3-1929, de Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU. a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1823
199 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama confidencial Nº88,
Washington, 16-3-1929, de Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU. a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
es satisfactorio para Estados Unidos1824.
El Secretario retransmitió este telegrama a Moore. Al hacerlo, le encareció que se
abstuviera de dar publicidad a la proposición de San José, sin autorización suya, y que
tampoco urgiera a Leguía para que la aceptara. En cambio, si el Presidente se avenía a una
transacción, la apoyaría gustoso1825.
Moore, irritado con Culbertson, afirmó que estas informaciones procedían de Santiago. La
única declaración que había hecho a la prensa fue para negarlas. “No tengo pets” (alude al
pet port). Estimaba que cualquiera solución, sería conveniente para ambas partes. Era
ridículo pensar —añadía— que alguien podía torcer el juicio de Leguía, en un asunto tan
vital para él. Personalmente, agregaba, la proposición chilena de un puerto libre era la
mejor para Perú y desde luego, la más económica. Solo una cuestión de orgullo era la que
llevaba al gobernante a insistir en un puerto separado. Así se lo había expresado —dice—
en repetidas oportunidades. En cuanto a sus conversaciones con don Emiliano, se trataba
de una tontería. Figueroa no hablaba inglés y las que sostenían, por lo mismo, eran muy
breves1826.
Moore informaba que Leguía se mantenía firme en su propósito: Tacna debía contar con
un puerto propio. Si no lo tenía, tampoco habría arreglo.
Los lugares indicados por Chile no permitían efectuar aquellas obras. Sin embargo, se
demostraba conforme con enviar a los ingenieros estadounidenses para que investigaran.
Si creían que se podía construir uno en alguno de esos lugares que indicaba La Moneda, lo
aceptaba, siempre que le sirviera a Perú y que Chile lo financiara, como también la
conexión con el ferrocarril.
Pero, sería el Presidente estadounidense quien presentaría este acuerdo a los dos
gobiernos, como propio. De otra manera, temía la reacción popular en su patria.
Igualmente, prestaba su consentimiento a la idea de un breve memorándum, en que se
diera cuenta de que se había llegado a un arreglo, destacando los principales puntos de él,
aunque el lugar exacto quedara para más tarde1827.
Después de las conferencias entre Dávila y Kellogg, así como los telegramas que Moore
envió a Culbertson, el ministro consideró excluido el planteamiento de Leguía de disponer
de un puerto entre los ríos Lluta y San José.
Como era inminente el término del mandato de Coolidge, Dávila debía expresarle que su
gobierno estaría en condiciones de suscribir una declaración que estableciera: 1º Tacna
para Perú y Arica para Chile; 2º el puerto peruano se construiría entre Escritos y Sama; 3º
Chile entregaría 3.500.000 de dólares con este objeto; 4º la frontera correría paralela diez
kilómetros al norte de la línea del ferrocarril de Arica a La Paz hasta su penetración en
1824
200 N.A.U.S.A. 748-40. Telegrama Nº38, Santiago, 15-3-1929, de William S. Culbertson, Embajador de EE.UU. en Chile, a
Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU.
1825
201 N.A.U.S.A. 748-40. Telegrama Nº26, Washington, 15-3-1929, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU., a
Alexandre Moore, Embajador de EE.UU. en Perú.
1826
202 N.A.U.S.A. 748-40. Telegrama personal y estrictamente confidencial Nº34, Lima, 16-3-1929, de Alexandre Moore,
Embajador de EE.UU. en Perú, a Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU.
1827
203 N.A.U.S.A. 748-40. Telegrama Nº33, Lima, 15-3-1929, de Alexandre Moore, Embajador de EE.UU. en Perú, a Frank B.
Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU.
Bolivia. El punto de partida se fijaría cuando se definiera la ubicación del puerto; y 5º en el
Morro se construiría un monumento a la paz y amistad entre las dos naciones 1828. Lo
anterior fue transmitido también a Figueroa, en donde constaba que a Chile no le
preocupaba el sitio que escogiera el Rímac para su puerto, siempre que fuera desde
Escritos al norte. Al día siguiente, Ríos Gallardo agregó dos puntos adicionales: Chile y Perú
acordaban no extender ni cambiar el curso de sus líneas ferroviarias en el territorio de
Tacna y Arica, y ambas repúblicas se comprometen a no ceder, sin previo acuerdo, este
territorio a un tercer Estado1829.
A su vez, Culbertson sugirió oficiosamente a Washington los puntos siguientes, que
podrían contemplarse en la proyectada declaración conjunta chileno-peruana 1830:
1º La frontera se establecerá paralela al ferrocarril de Arica a La Paz, aproximadamente a diez
kilómetros hacia el norte de él.
2º Toda propiedad situada al norte del límite, tanto estatal como municipal, se entregará a Perú, sin
costo alguno.
3º Chile pagará a Perú 3.500.000 dólares, que Perú empleará a su arbitrio, para construir un puerto
en cualquier lugar que escojan sus ingenieros, en Escritos o al norte de este, y que se conecte con el
ferrocarril de Tacna.
4º Con excepción de lo propuesto en el tratado de solución, Chile y Perú convienen no extender el
curso de los ferrocarriles bajo sus jurisdicciones respectivas, en las provincias de Tacna y Arica.
5º Chile y Perú acuerdan no entregar nunca a un tercer Estado, el total o una porción de las
provincias de Tacna y Arica, sin el consentimiento y aprobación de las dos naciones.
6º En el caso de que Perú desee mantener la conexión ferroviaria entre Tacna y Arica, Chile le
concederá los privilegios de un puerto libre en Arica y libre tránsito sin depósito, para las
mercaderías peruanas con destino a Bolivia por el ferrocarril de Arica a La Paz.
7º Se suprimirán las fortificaciones en el promontorio del Morro y ahí se construirá un monumento
en conmemoración de la paz permanente que se establezca entre los dos países, y el promontorio
se convertirá en un parque al que se accederá libremente.
8º Chile y Perú convendrán garantías recíprocas para los derechos personales y comerciales en las
provincias de Tacna y Arica. Y 9º Chile y Perú, en el tratado final de arreglo, incorporarán
estipulaciones específicas y detalladas relativas al arbitraje obligatorio, en relación con todas las
disputas sobrevivientes de la interpretación de los artículos del tratado.
Como una alternativa al punto 3º, Culbertson indicaba la siguiente, que podría ser más
aceptable a Perú:
3º Chile y Perú convendrán en designar ingenieros que estudiarán el lugar adecuado para un puerto
peruano, en o al norte de Escritos, y en el establecimiento de conexiones ferroviarias entre este
puerto y Tacna. Siempre y cuando se acuerde la ubicación de tal puerto, Chile pagará a Perú el
costo de su construcción y el establecimiento de líneas férreas entre este y Tacna, que no excedan
de 3.500.000 dólares. En el caso de que las investigaciones fracasen y no convenzan a Perú de que

1828
204 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº80, Santiago, 16-3-
1929, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1829
205 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº82, Santiago, 17-3-
1929, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1830
206 N.A.U.S.A. 748-40. Telegrama Nº43, Santiago, 17-3-1929, de WILliam S. Culbertson, Embajador de EE.UU. en Chile, a
Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU.
un puerto adecuado se puede construir en o al norte de Escritos, el actual arreglo subsistirá y Perú
aceptará en lugar del dicho puerto la suma 3.500.000 dólares. El gobierno de Chile ha sido
consultado y prestará su asentimiento a todos los puntos mencionados más arriba. Aceptará tanto
el punto 3º así como el alternativo.
Leguía persistió en el puerto para Tacna 1831. Recordaba que, con autorización de Chile,
había enviado ingenieros para reconocer la costa e informar si era posible establecerlo al
norte de Arica. Los técnicos estadounidenses —después de una exhaustiva investigación
en terreno— habían concluido que el único lugar para llevarlo a cabo por 3.500.000 era en
San José. Leguía presentó a Figueroa este resultado.
La Moneda contestó que otorgaría a Perú un malecón, una aduana, un almacén y una
estación ferroviaria en Arica y que la frontera llegaría hasta Escritos; o bien concedería
3.500.000 dólares para emplazarlo en Lluta.
Según el Secretario de Estado, Chile no tenía estudios que demostraran la posibilidad de
instalar tal puerto en ese lugar. A su vez, el Presidente peruano poseía información de que
era imposible construirlo en Lluta; pero si Chile demostraba que se podía y por la suma
indicada, aceptaba, y quería conocer los planos de los técnicos chilenos. Posteriormente,
estos admitieron —dice Kellogg— que Lluta no servía aunque sí Escritos, pero hasta el
momento no habían enseñado un estudio serio.
En un memorándum a Culbertson, Ríos Gallardo expresó categóricamente que su gobierno
no aceptaría un puerto peruano al sur del río Lluta.
Esta sería la primera evidencia formal de que tal era la posición de Chile. Al dar permiso a
los ingenieros para visitar Arica, Chile no había aclarado cuál era su posición. A juicio de
Culbertson, el hecho de que no objetase el trabajo de los ingenieros parecía indicar que
estaba dispuesto a discutir que se construyera un puerto al sur del Lluta, no obstante lo
que se ha expresado precedentemente.
El Secretario de Estado instruye entonces a su agente que manifieste a Ríos Gallardo que
tal es la situación: por un lado, existe la posibilidad de un arreglo en San José y, por la otra,
una más remota al norte, donde La Moneda desembolsaría mucho más dinero.
A juicio de Culbertson, Chile no admitiría que en San José se instalara un puerto superior a
Arica. Por lo demás, el comercio de Tacna no lo justificaría.
El intento peruano de competir con Chile por el comercio boliviano, —decía Culbertson—
impedía crear el clima de paz por el que se estaba trabajando 1832.
A pesar de lo anterior, extrañamente, el 20 de marzo, el embajador estadounidense “urgió”
1833
al ministro de Relaciones Exteriores —según expresó a Kellogg— para que concediera a
1831
207 N.A.U.S.A. 748-40. Telegrama Nº32, Washington, 18-3-1929, de Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU., a
William S. Culbertson, Embajador de EE.UU. en Chile.
1832
208 N.A.U.S.A. 748-40. Telegrama Nº42, Santiago, 17-3-1929, de WILliam S. Culbertson, Embajador de EE.UU. en Chile, a
Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU.
1833
209 Dávila celebra una conversación con el subsecretario White, en que este último procura aclarar el telegrama de
Kellogg, del 20 de marzo, a Culbertson, y la respuesta que dio el agente. White expresa que nunca se ordenó al embajador
en Santiago que “urja” a Chile a aceptar el puerto en San José. El ánimo del departamento fue aclarar conceptos -dice- y
preparar el camino para soluciones futuras. Efectivamente, el mensaje del secretario -que hemos reproducido antes- no
utiliza ese lenguaje, si bien trata de demostrar que Santiago no fue preciso en la autorización que dio a los ingenieros
estadounidenses para inspeccionar la costa de las cautivas.
Perú el puerto en la desembocadura del río San José, y le presentó el siguiente
cuestionario, que Ríos Gallardo respondió inmediatamente, en la forma que se transcribe
enseguida1834.
“1º ¿Está Chile dispuesto a reconsiderar la petición de un puerto bajo soberanía peruana en
el río San José?
Nunca. No se puede conceder por las razones ya conocidas por Mr. Kellogg, no solo por su
Embajador en Santiago, pero también a través del embajador chileno en Washington.
2º ¿Cuándo podrá entregar pruebas detalladas de que se puede construir un puerto en
Escritos o al norte de ese lugar?
Fueron presentadas el sábado 16 de marzo al Presidente Leguía y han estado en posesión
del embajador chileno en Washington desde ayer 19 de marzo, a fin de que las comunique
al Secretario de Estado. Los mapas están listos y también los planos de los trabajos.
3º ¿Se encuentra Chile dispuesto a pagar por este puerto y su conexión con el ferrocarril de
Tacna, aun si excede 3.500.000 dólares?
El momento para plantear esta cuestión no se ha presentado y no le convendría a Chile
todavía expresar una opinión antes del informe final que aguarda”.
El Canciller quiso aclarar ante el Departamento de Estado que la autorización otorgada a
los ingenieros estadounidenses se refería al norte de la línea de demarcación, que
separaba a Tacna de Arica, esto es, en Escritos o en Las Yaradas, y no al sur 1835.
Anteriormente ya nos referimos al memorándum de Félix Nieto, en que este funcionario
explicaba la posición chilena.
En cambio, el palacio de Pizarro la interpretó en el sentido de que los técnicos estudiarían
el territorio al sur de esta línea, o sea, en las vecindades inmediatas de la bahía de Arica.
Ríos Gallardo sostiene que dio su autorización en la primera inteligencia. Por esta razón,
Dávila recibió instrucciones de expresar al Secretario que hiciera presente a Leguía que el
límite no podría entrar en el puerto de Arica, pues Chile no lo aceptaría. El secretario
asintió, mas suponía que en Santiago no se objetaría la misión de información, que serviría
para adelantar las negociaciones. Estas contradicciones demoraron la negociación y hubo
momentos en que parecía que su fracaso era inminente.
Ríos Gallardo explicita que su gobierno siempre habló de un puerto al norte del río Lluta,
ya que en la desembocadura existían problemas de drenaje.
Es por tal razón que sugirió Escritos, que, si señaló aquel río fue solo para fijar un punto de
referencia. Aun así, los técnicos que asesoraban al Presidente Leguía consideraban que
Escritos no cumplía con las condiciones requeridas. Mas, desde el 16 de marzo, obraba en
poder de este jefe de Estado el informe de los ingenieros chilenos, que demostraba que la
construcción en Escritos era fácil y más fácil todavía en Las Yaradas. En una conferencia
entre este gobernante y el embajador Figueroa, el 16 de marzo, Leguía acordó enviar dos

1834
210 N.A.U.S.A. 748-40. Telegrama Nº45, Santiago, 20-3-1929, de WILliam S. Culbertson, Embajador de EE.UU. en Chile, a
Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU.
1835
211 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº87, Santiago, 20-3-
1929, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
ingenieros para que junto con sus pares chilenos los examinaran. Lo que resulta difícil de
entender es que antes de realizar los estudios necesarios, los técnicos estadounidenses
establecieran la impracticabilidad de esos lugares,. Ello permite suponer que su relación
con el Presidente de Perú era más política que técnica.
El 20 de marzo, Dávila leyó a Kellogg el informe de los ingenieros chilenos.
Después de conocer dichos antecedentes, sería fácil para Leguía aceptar los lugares
indicados por Chile. Consecuentemente, podría desentenderse de San José.
Sin embargo, el secretario dice que, según un telegrama de Moore 1836, Figueroa ha
comunicado a Leguía que vienen en camino planos adicionales y un informe más
detallado. Kellogg vio en ello una nueva demora y que él ya no tendría nada más que
hacer (dentro de seis días asumiría Hoover como Presidente y Stimson como secretario de
Estado). Por lo mismo, emocionado, recababa de La Moneda que impulse la redacción y
publicación de la declaración conjunta antes mencionada. En ella quedaría constancia de
que el diferendo estaba prácticamente resuelto. No extendía esta solicitud a Perú, pues —a
su juicio— había perdido el favor de Leguía por haber apoyado los intereses chilenos 1837.
Nuestro ministro se hizo eco de esta petición y solicitó a Figueroa que plantease, en el
Rímac, un proyecto declaración con los tres puntos siguientes: la frontera chileno-peruana
se establecería paralela al ferrocarril de Arica a La Paz, a más o menos diez kilómetros al
norte de esta; las fortificaciones que actualmente existen en el Morro serían eliminadas y
se erigirá un monumento que conmemorará la paz permanente entre estas dos naciones, y
el promontorio se convertirá en un parque público. A expensas de Chile se construiría un
puerto para Tacna en Escritos o al norte de este. (Ingenieros de ambas repúblicas
estudiaban su ubicación exacta y el costo). Una vez que Chile y Perú llegaran a un acuerdo,
el convenio l se convertirá en un tratado y los presidentes de las dos naciones se reunirían
para dedicar el monumento a la paz1838.
Indicaba al agente que de inmediato se acercara a Leguía para pedirle su opinión. Si
estimaba que debían hacerse modificaciones, que las diera a conocer. Para Santiago esta
declaración conjunta tendría la virtud de consignar que la idea de un puerto en San José
habría dejado de existir y que la solución estaba al norte del río Lluta. “Así queda Leguía
amarrado —expresa Ríos Gallardo— y nosotros seguros”.
Por estos días, se vuelve a producir un cortacircuito entre Culbertson y Moore 1839. El
primero reconoce que ha mantenido buenas relaciones con su colega, hasta que el 19 de
marzo recibe un telegrama “grotesco e insultante” de este último 1840. Allí Moore le expresa
que es innecesario que le envíe copia de los telegramas que dirige al Departamento de
1836
212 N.A.U.S.A.748-40. Telegrama Nº39, Lima, 19-3-1929, de Alexandre Moore, Embajador de EE.UU. en Perú, a Frank B.
Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU.
1837
213 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama confidencial Nº95,
Washington, 20/21-3-1929, de Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU. a ConraDo Ríos G., Ministro de RR.EE. de
Chile.
1838
214 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº63, Santiago, 22-3-
1929, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
1839
215 N.A.U.S.A. 748-40. Telegrama Nº44, Santiago, 20-3-1929, de William S. Culbertson, Embajador de EE.UU. en Chile, a
Frank B. Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU.
1840
216 William S. Culbertson, op. cit. Pág. 106 y ss.
Estado, ya que Figueroa es perfectamente capaz de defender la causa chilena. Además,
está en conocimiento de lo que realmente sucede en Lima. Este es un debate de
profesionales, —agrega— en donde los amateurs solo interfieren.
Culbertson se abstuvo de replicar a su colega, pues con ello no contribuiría a la solución
del problema de Tacna y Arica. Excepcionalmente había dirigido mensajes directos a
Moore, limitándose por lo general a pedir que desde Washington se remitieran copias de
los suyos a Lima. A menos de que el secretario dispusiera lo contrario mantendría esta
conducta.
Kellogg aprobó el procedimiento de su agente en Santiago, ya que su comportamiento se
avenía a la práctica del Departamento de Estado, en orden a que el embajador en Perú
estuviese informado de lo que sucedía en Chile1841.
En su trabajo inédito antes citado, Culbertson comenta que estuvo tentado de responder a
su colega que si bien podría no ser un profesional, al menos era un caballero. Mas se
desistió porque se trataba de un hombre enfermo (poco después falleció). Otro de los
motivos que llevaron a Moore a tener esta conducta hay que buscarlo, dice Culbertson, en
su molestia porque Chile rechazó su pet project en San José. Resolvió pasar por alto estos
hechos, pero no perdonó a Moore su actitud con el Secretario de Estado: en algunos casos
había obrado con deslealtad hacia este. (En realidad, Culbertson era un caballero y no un
amateur).
Para regresar a la negociación que estudiamos, señalaremos que Ríos Gallardo expresó a
Dávila que tanto el Presidente Ibáñez como él estaban dispuestos a satisfacer los “justos
deseos” del Secretario de Estado1842. El escollo radicaba en que Leguía no quería conceder
honores a Kellogg. Ello se había visto confirmado, una vez más, cuando postergó por
cuatro días el viaje de los ingenieros a Escritos y Las Yaradas, aguardando que aquel
hubiese cesado en su alto cargo.
El 26 de marzo asume el mando constitucional el Presidente Hoover y designa secretario
de Estado al prestigioso abogado Henry L. Stimson. Dado que la negociación chileno-
peruana permanecía inconclusa, el mandatario resolvió que Frank B. Kellogg asesorara
durante dos meses al nuevo secretario, con la esperanza de que tal plazo fuese suficiente
para dar término a la cuestión. (Aun así, esta prórroga no bastó, pues el Tratado de Lima y
el Protocolo Complementario se suscribirían el 3 de junio). En todo caso, tal decisión del
mandatario significó un reconocimiento del empeño que gastó Kellogg —un político
“corriente” al decir de Alessandri— para contribuir a solucionar el antiguo diferendo
sudamericano.
Ríos Gallardo, preocupado por la opinión de Cady y sus asesores, solicitó entonces a Dávila
que se acercara a los dirigentes de la Frederick Snare Corporation. Se trataba de encontrar
una solución que uniera y no separara a las dos naciones. Esta empresa se hallaba
interesada en firmar contratos con el gobierno chileno y era necesario que entendiera que
si continuaban sus informes desfavorables, “se cierran las puertas para nuestras futuras e

1841
217 William S. Culbertson, op. cit. Pág. 107.
1842
218 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº88, Santiago, 21-3-
1929, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
importantes obras portuarias”1843.
El 13 de marzo, el embajador Moore informó a Leguía que los ingenieros estadounidenses
partirían, dentro de dos o tres días, a examinar la costa desde San José hasta el Sama,
junto con los técnicos chilenos. Posteriormente, después de esta inspección, aquellos
ingenieros concluyeron que sería imposible construir un puerto al norte del Lluta 1844. Los
chilenos también reconocieron esas dificultades, aunque expresaron que por 8 o 9.000.000
de dólares la construcción portuaria podría realizarse en Escritos o en Las Yaradas, si bien
estaría desprotegida frente a tormentas que procedieren del norte o del noroeste. George
Seely informó el 1 de abril al Presidente Leguía que su compañía no asumiría esa
responsabilidad.
Los informes presentados por los chilenos —expresaba el vice-Presidentese basaban en
mapas del Ministerio de Marina y en declaraciones que los ingenieros habían escuchado a
terceras personas. No exhibieron un estudio por escrito.
Leguía se demostró muy decepcionado con este resultado.
Pocos días después, Figueroa recibió desde Santiago antecedentes de que el informe de
Seely se contradecía con el de Rubén Dávila y Jorge Lira, quienes aseguraban que se podía
hacer un puerto en Las Yaradas 1845, y que la diferencia de costo la estimaban pequeña. Por
otra parte, Seely les habría expresado que aún San José carecía de suficientes condiciones
naturales y que resultaba más fácil encontrarlas en el puerto de Ilo. Ríos Gallardo
expresaba a Figueroa que Chile estaba dispuesto a asumir por entero la responsabilidad de
construirlo en Las Yaradas y pagar la diferencia. San José era muy impopular entre los
chilenos. Esta misma información fue transmitida por el embajador Dávila a Stimson y por
este último a Moore1846.
A fin de zanjar el debate técnico, el Canciller hizo comunicar a Leguía que Chile deseaba
solucionarlo sin demora1847. Si no tenía inconvenientes, sus ingenieros podrían llevarle
personalmente los estudios. El gobierno de Santiago no tendría dificultad para entregar
para su construcción por anticipado la suma alzada de 6.000.000 de dólares, que aquellos
técnicos la calculaban en 5.783.163.
Seely —a juicio del Canciller chileno— había presentado un texto político al gusto del
gobernante peruano absteniéndose de participarle sus observaciones, que en cambio
había dado a conocer a los ingenieros chilenos cuando les habló con entusiasmo de Ilo.
Ríos Gallardo creía que Leguía no construiría el puerto y se conformaría con que se le
reconociera el derecho a hacerlo, optando por recibir el dinero. Convenía que don Emiliano
1843
219 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama muy confidencial
Nº94, Santiago, 27-3-1929, de ConrAdo Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en
EE.UU.
1844
220 N.A.U.S.A.748-40. Telegrama Nº36, Lima, 17-3-1929, de Alexandre Moore, Embajador de EE.UU. en Perú, a Frank B.
Kellogg, Secretario de Estado de EE.UU.
1845
221 MINREL. Archivo Conrado Ríos G. Tomo 2º. 1929. Telegrama Nº76, Santiago, 8-4-1929, de Conrado Ríos G., Ministro
de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
1846
222 N.A.U.S.A. 748-40. Tel. Nº41, Washington, 8-4-1929, de Henry L. Stimson, Secretario de Estado de EE.UU. a
Alexandre Moore, Embajador de EE.UU. en Perú.
1847
223 MINREL. Archivo Conrado Ríos G. Tomo 2º. 1929. Telegrama Nº77, Santiago, 9-4-1929, de Conrado Ríos G., Ministro
de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
no insistiera demasiado y más bien dejara al mandatario en libertad para que él decidiera.
“Lo colocamos así —decía— en una situación sin salida, salvo la salida por Yaradas”.
El embajador se reunió con Leguía1848. Hábil y desconfiado, este último mantuvo su opinión
de que si el puerto en Las Yaradas era factible y Chile resolvía acometerlo, lo aceptaría.
Empero, los 6.000.000 se tendrían que transferir a una firma estadounidense de prestigio
que La Moneda seleccionara, con el objeto de eludir discusiones posteriores sobre la
calidad de la obra. Figueroa, en cambio, trató de traspasar el peso de la responsabilidad al
gobernante: le insistió que resultaba mejor que el dinero lo recibiera su gobierno y
dispusiera la construcción del puerto en territorio sometido a dominio peruano, en donde
fuere más conveniente (¿Ilo?), o simplemente no lo hiciera construir. Así evitaba un crimen
comercial cuya existencia jamás se justificaría.
Como siempre, el Presidente replicó que no era cuestión de dinero: buscaba satisfacer el
clamor de la opinión pública que quería un puerto propio para la provincia de Tacna.
Abordada aquella cuestión, Leguía regresó a un punto que parecía superado.
Trajo a colación los diez kilómetros al norte del ferrocarril a La Paz que quedarían para
Chile y señaló que, dado el ancho de esta faja de territorio, se incluirían poblaciones que
corresponderían a su patria. Figueroa, irritado, exclamó que en Washington ambas partes
habían dado por resuelta esta materia. Sus palabras venían a confirmarle la sospecha de
que el Presidente deseaba postergar el arreglo hasta el inicio de su tercer período
presidencial.
¡Que lo dijera francamente!1849. El Presidente le rogó que apartara eso de su mente: sus
propósitos coincidían con los del plenipotenciario.
“Póngase en mi lugar —expresó Leguía-. Yo soy el que hasta aquí he ido cediendo hasta
llegar a donde estamos que es la delimitación fijada por Ud.
desde el primer momento y que yo rechacé entonces con firmeza. Necesito dar alguna
satisfacción a la opinión que de buen o mal grado se ha ido conformando y evitar protestas
que podrían venir”.
Estas expresiones eran el canto del cisne de un gobernante que no tenía, aparentemente,
otra alternativa a que recurrir.
Por su parte, Moore comunicó a Stimson que un puerto en Las Yaradas era imposible de
ejecutar, porque, si lo fuera, Seely se habría interesado en llevarse el trabajo 1850. Agregaba
que el territorio de las cautivas no tenía valor alguno. A él le recordaban el caso de dos
calvos disputándose por una peineta...
Añadía que desde un punto de vista comercial, excepto los pequeños valles que rodean a
Tacna y Arica, lo que más convenía era aceptar el malecón y el puerto libre en Arica,
1848
224 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº79, Lima,11/12-4-
1929, de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1849
225 Jorge Basadre, op.cit. Vol. X. Pág. 42. El 12 octubre de 1929 se inició el tercer período presidencial de Leguía. Con
este motivo, el Congreso reformó la Constitución para que pudiera ser reelecto. Sin embargo, no concluyó este período
porque fue depuesto por un golpe militar al año siguiente.
1850
226 N.A.U.S.A.748-40. Telegrama Nº72, Lima, 12-4-1929, de Alexandre Moore, Embajador de EE.UU. en Perú, a Henry L.
Stimson, Secretario de Estado de EE.UU.
además de la aduana y la estación para el ferrocarril, junto con los 6.000.000 que Chile le
ofrecía.
La prensa de Santiago reveló que Figueroa se había entrevistado con su colega
estadounidense y el vice-Presidente de la Frederick Snare Corporation; Ríos Gallardo, con
brusquedad le llamó la atención por aceptar como interlocutores válidos a estas personas,
que “debemos —le decía— considerar fallecidos en nombre de nuestros propios
intereses”1851. La intervención de Moore le irritaba. Además de su pet project, lo hacía
aparecer presionado por este embajador y el gobierno estadounidense, cuando la verdad
era que la solución “la hemos encontrado solos y sin ayuda”. Un juicio más que exagerado,
si tenemos presente las numerosas gestiones de Dávila en Washington.
Figueroa se molestó con el ministro. Su última visita a Moore no había tenido importancia
y solo trataba de cumplir sus instrucciones lo mejor posible, ya que el propio Canciller le
había ordenado el 6 de febrero, que era “indispensable no perder en estos momentos tan
culminantes y definitivos para terminar negociaciones contactos con Moore”. Su encuentro
con Seely había sido ocasional. También la prensa en Lima da cuenta de conferencias
diarias entre el Canciller chileno y Culbertson, en circunstancias de que el primero le
aseguraba que excepcionalmente hablaba con este diplomático.
Ríos Gallardo le respondió que “hace muy mal V. S. en tomar mi telegrama Nº82 como una
reprensión, fue solo para hacer presente a V. S. la inconveniencia de darle mayor entrada a
Moore, a quien considero falto de sinceridad y amistad para Chile.
No es procedente [la] cita que V. S. hace en mi despacho de 6 de febrero porque no tiene en
los momentos actuales y desde hace tiempo aplicación...
Deploro mucho que V. S. se haya sentido dolorido por términos de mi telegrama Nº82 y si a
pesar de esta explicación aún mantuviera vivo ese sentimiento, ruego olvidarlo en nombre
de la necesaria armonía y unión que debe existir en todo momento entre los dos” 1852.
Como resumen, el canciller planteaba el problema de este modo: si Chile asume la
construcción, la somete a propuestas públicas o se la entrega a J. G. White Engineering
Corp., firma estadounidense de reputación internacional; y, si se hace cargo Perú, se le
transfieren los 6.000.000 de dólares.
En el primer caso, quedaría eliminado Snare.
Figueroa debía presentárselo así al gobernante. Resuelto de ese modo los planos saldrían
en el avión español Jesús del Gran Poder, al mando de los aviadores Jiménez e Iglesias1853.
El 16 de abril, don Emiliano dio cuenta de una entrevista histórica con el Presidente en que
comenzó por entregarle el memorándum que contenía los puntos enunciados por La
Moneda. El gobernante expresó sus dudas acerca de la eficacia de un puerto en Las
Yaradas, que a la larga o a la corta se prestaría para recriminaciones, pues el informe

1851
227 MINREL. Archivo Conrado Ríos G. Tomo 2º. 1929. Telegrama Nº82, Santiago, 13-4-1929, de Conrado Ríos G., Ministro
de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
1852
228 MINREL. Archivo Conrado Ríos G. Tomo 2º. 1929. Telegrama Nº89, Santiago, 16-4-1929, de Conrado Ríos G., Ministro
de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
1853
229 MINREL. Archivo Conrado Ríos G. Tomo 2º. 1929. Telegrama Nº88, Santiago, 15-4-1929, de Conrado Ríos G., Ministro
de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
adverso de Seely le hacía fuerza.
Estas se deben evitar, dijo. Como Figueroa captó nuevas indecisiones y aplazamientos, le
pidió que expusiera su opinión definitiva.
“Sea —contestó Leguía— como no estoy de acuerdo con Ud. sobre la posibilidad de construir
un puerto eficiente y seguro en Yaradas, y tomando en consideración la observación que me
ha hecho sobre la desproporción que existía entre el costo de ese puerto y su rendimiento y
sobre los comentarios hechos por Bolivia sobre lo que se va a gastar en dar salida a una
provincia cuando se le niega a una nación, he creído más conveniente volver sobre una de
las proposiciones que Ud. me ha hecho en el curso de esta negociación y le propongo en
definitiva lo siguiente:
Acepto lo contenido en la proposición primera del memorándum que Ud.
me hizo en días pasados [el 29 de octubre de 1928], o sea, la concesión al Perú, dentro de los
1.575 metros de la bahía de Arica, de un malecón, un edificio para su aduana y una estación
para el ferrocarril de Arica a Tacna, todo construido por cuenta de Chile y donde gozaría de
la más completa independencia dentro del más amplio puerto libre, y además la entrega de
6.000.000 en vez de 2.000.000 de dólares.
La línea divisoria partiría de un punto en la costa distante de diez kilómetros de Arica y en
línea paralela en la extensión de la línea del ferrocarril de Arica a La Paz hasta el kilómetro
160. Desde el kilómetro 160 hasta el 190 la línea se estrecharía en forma que quedara en
territorio peruano el curso de los canales Uchusuma y Aguada y Laguna Blanca que forman
la dotación de aguas de Tacna”1854.
Enseguida, como Tacna saldría por Arica —expresó el gobernante— sería innecesaria la
declaración sobre un nuevo ferrocarril, evitándose así una declaración que podría
considerarse como una limitación de soberanía. En cuanto a que ninguna de las partes
contratantes puedan ceder parte del territorio en cuestión a otro país, Leguía “prefería
que no se consignase para evitar suspicacias de Bolivia, pero si nosotros [Chile]
insistíamos, él se sometería”. Era prueba de la habilidad diplomática de Leguía, ya que
tantas veces había expresado que no aceptaría la presencia de Bolivia en Tacna y Arica. De
este modo, lograba traspasar el peso de la responsabilidad a Chile y a su canciller, que lo
asumía con agrado. (En opinión de Culbertson, Leguía nunca estuvo interesado en obtener
un puerto propio en
Tacna, pues su aparente pretensión la veía “como un medio para extender la soberanía
peruana hasta la bahía de Arica” 1855.) Finalmente, puso como condición que este arreglo lo
propusiera Estados Unidos. Solicitó al agente que todo se mantuviera en reserva hasta que
estuviese totalmente resuelto.
Sin tardanza, el ministro Ríos Gallardo felicitó a Figueroa —a nombre del general Ibáñez y
en el suyo propio— por “la forma brillante en que V. S. corona su misión en Lima” 1856.
Calificó la solución como honrosa y conveniente para Chile; al día siguiente, enviaría el

1854
230 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 2º. Telegrama Nº90, Lima, 16-4-
1929, de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1855
231 N.A.U.S.A. 748-41. Carta, Santiago, 7-5-1929, de William S. Culbertson, Embajador de EE.UU. en Chile, a Henry L.
Stimson, Secretario de Estado de EE.UU.
acuerdo al Presidente Hoover, a fin de que lo sometiera a las partes.
Moore comunicó a Stimson el tenor de la entrevista entre el Presidente y Figueroa 1857.
Coincidía con la versión del representante chileno, salvo que Leguía había expresado a
Moore que los 6.000.000 servirían para conectar por ferrocarril a Tacna con otras partes del
territorio peruano. Figueroa manifestó a Moore que consultaría a La Moneda respecto de
la intervención de Hoover, en el sentido de proponer la solución. También confidenció a su
colega que Ríos Gallardo podría ser el único obstáculo, pues pretendía que todo el crédito
del arreglo recayese en él.
Con el propósito de finalizar la negociación, el ministro chileno encargó a su embajador en
el Rímac que presentara a Leguía el documento que elevarían al Presidente de Estados
Unidos, a fin de que este lo sometiera a los dos gobiernos. En general, el texto definitivo
guardó, a la postre, semejanza con él, pero la Casa Blanca no aceptó que se incluyera la
frase de que “-sin previo acuerdo entre ellos— no podrían conceder a un tercero parte del
territorio y construir nuevas líneas férreas internacionales”.
En un nuevo telegrama a Figueroa, Ríos Gallardo comentaba cada uno de los puntos de su
memorándum original, a fin de que aquel los pusiera en conocimiento del mandatario
peruano. Le decía:
“1º Lamenta profundamente que el gobernante del Rímac nos obligue a realizar un acto
humillante, haciendo aparecer la solución como obra del Presidente de los Estados Unidos,
cuando habría sido mucho más honroso para la historia de ambos pueblos y el prestigio de
América Latina, haber notificado al mundo que llegábamos a sellar la paz mediante nuestros
propios esfuerzos. Y además este acto no resistirá en el porvenir el lente del historiador y
quedará en claro que fuimos a Washington a realizar una comedia impropia de pueblos
grandes y de gobernantes serios [nuestro lente, en todo caso, ha aportado suficientes
pruebas para demostrar que, tanto Chile como Perú, recurrieron reiteradamente a la
intervención estadounidense]. El Gobierno del Excmo. Sr. Ibáñez acepta su insinuación para
no dificultar el arreglo, pero cumple con el deber de salvar en este punto la dignidad y
altivez chilena. Por esta razón, al aceptar la insinuación, lo hace estableciendo siquiera que
han existido negociaciones cordiales y acuerdos previos que permiten al Presidente de los
Estados Unidos hacer una proposición definitiva a las partes. En este punto V. S. debe
mantenerse inflexible, porque si a Leguía le conviene hacer aparecer por razones de política
interna la solución como impuesta por el Gobierno de los Estados Unidos, a Chile con mucho
más personalidad internacional no le conviene por razones internas ni externas”.
2º Dado que La Moneda desembolsará más de 1.000.000 de dólares en las obras que
efectuará en Arica en beneficio de la nación del norte, considera justo que Leguía se
conforme con 5.000.000 en vez de los 6.000.000 ofrecidos, que es más de lo estipulado en el
Tratado de Ancón para la nación que se quede con todo el territorio.
3º Es preciso subrayar que para el servicio de Perú, Chile construirá un verdadero malecón
de atraque para buques de calado de 200 metros de largo por 50 de ancho, con tres vías
1856
232 MINREL. Archivo Conrado Ríos G. Tomo 2º. 1929. Telegrama Nº91, Santiago, 16/17-4-1929, de Conrado Ríos G.,
Ministro de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
1857
233 N.A.U.S.A.748-40. Telegrama Nº48, Lima, 16-4-1929, de Alexandre Moore, Embajador de EE.UU. en Perú, a Henry L.
Stimson, Secretario de Estado de EE.UU.
férreas sobre la explanada, doble vía de unión con el ferrocarril de Tacna. El malecón tendrá
dos grúas eléctricas de 3 toneladas y enseguida se harán los edificios para aduana y
estación. Y 4º Tanto la cesión de territorio a un tercero como la construcción de un ferrocarril
internacional podría envolver la ruptura de la paz que se quiere lograr. “No hay que dejar
ninguna bomba en el camino de mañana” y mucho menos, agrega Ríos Gallardo, “orificios
en el Tratado por el cual se nos entre la diplomacia boliviana con todo el cortejo infinito de
sus artes y dobleces. Debemos, en consecuencia, como garantía de la amistad que nace,
cerrar a Bolivia todos los caminos por los cuales pueda continuar con su vieja diplomacia de
dividir a Chile y el Perú. Por estas razones que coloco en el plano superior de los intereses de
ambos países, insisto especialmente en este punto. No tiene razón Leguía al expresar que
este acuerdo puede ser considerado como una limitación de la soberanía, pues son los dos
países en este caso los que limitan su soberanía en sus respectivos territorios y lo hacen por
razones de defensa y seguridad en el porvenir. Más razón tendríamos nosotros para estimar
que nuestra soberanía está resentida, ya que desartillamos el Morro y no volveremos a
fortificarlo. Existe además una poderosa razón de orden político y económico para Chile
insistir en este punto. De orden político, porque Bolivia queda tapiada al Pacífico por obra de
Chile y del Perú y, en consecuencia, ambos países responden a un solo frente a las
aspiraciones portuarias de Bolivia, y de orden económico porque el Perú puede construir un
ferrocarril a La Paz y herir de muerte el nuestro. No hay que olvidar que Perú pide en su
malecón de Arica la más amplia independencia dentro del más amplio puerto libre, y no hay
que olvidar tampoco las facilidades con que puede construir un ferrocarril de Tacna a La
Paz” .
(Casi seis decenios después, interrogado por el abogado y periodista Rafael Valdivieso
Ariztía acerca de quién exigió el establecimiento del concepto de la no cesión a “una
tercera potencia”, el ex-ministro respondió tajantemente: “No fue exigencia. Jamás el
Gobierno de Lima pidió nada en ese sentido. Fue una idea mía para marchar siempre
unidos con el Perú en lo relativo a nuestra frontera norte, y harto me costó convencer al
Presidente Ibáñez de que era lo mejor que podía hacerse” 1858.) Regresemos al
memorándum. Ríos Gallardo subraya la conveniencia de que se mantenga en reserva, en
particular la letra H (la no cesión), que daría motivo a una “gran gritería de parte de los
doctores de Charcas”1859.
Por lo mismo, este asunto debería tratarse con mucho sigilo. No obstante, más tarde se
supo que fue Alexander Moore quien cometió la “infidencia” de dárselo a conocer a Ostria
Gutiérrez, el ágil e inteligente agente boliviano en el Rímac 1860.
El ministro boliviano en Washington, Eduardo Díez de Medina, reclamó con pasión ante el
subsecretario White porque, con el aval de Estados Unidos, se intentase condenar
perpetuamente a su patria a que continuase sin acceso soberano al Océano Pacífico 1861.
Agregó que ella deseaba extender también su línea férrea desde el sur del lago Titicaca
1858
234 Rafael Valdivieso Aríztia: Testigos de la Historia. Editorial Andrés Bello. Santiago. 1985. Pág. 93.
1859
235 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 3º. Nº114, Santiago, 28-4-1929, de
Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1860
236 William S. Culbertson, op. cit. Pág. 93.
1861
237 N.A.U.S.A. 748-40. Conversación de Eduardo Díaz de Medina, Ministro de Bolivia en EE.UU., Washington, 26-4-1929.
hasta Puno. La estipulación chilena impediría a Perú que circulara este ferrocarril hasta la
costa peruana, causándole un perjuicio comercial que también afectaría su soberanía.
Stimson resolvió que en el documento que presentaría el Presidente Hoover, se eludiera
toda referencia, aún de modo indirecto, a un tercer Estado (Bolivia) con el que la Casa
Blanca mantuviera relaciones cordiales y que, además, no participare en esta negociación.
En esta oportunidad, la no cesión de territorio a un tercero quedó eliminada, si bien Chile
logró que perdurase en el artículo 1º del Protocolo Complementario del Tratado de Lima,
ya fuera de la acción diplomática estadounidense.
A su vez, Culbertson comentó a Stimson que cualquier esfuerzo para introducir ahora el
tema boliviano, solo demoraría la solución del diferendo entre La Moneda y el palacio de
Pizarro, si es que no lo conduciría a un fracaso. Acotó que Ríos Gallardo era notoriamente
anti-boliviano. El agente estimaba que, solucionada la controversia principal, es probable
que, de cambiar la actual situación política en Chile, era posible enhebrar una discusión
constructiva acerca de dicha cuestión 1862. (Un pensamiento análogo leemos en una carta de
Kellogg al secretario Stimson1863.) Después de una reunión que tuvo lugar el dos de mayo,
Figueroa tomó nota de que ahora Leguía pretendía que en el memorándum que se
elevaría al Presidente Hoover se incluyese la no cesión de Tacna y Arica a un tercer
Estado1864. A juicio del plenipotenciario, el objetivo que perseguía sería que el gobernante
estadounidense lo rechazase —como efectivamente sucedió— y así quedara excluido del
Tratado y del Protocolo. Don Emiliano le expresó que estos continuos cambios estaban
produciendo cansancio en la opinión.
“Dejemos el memorándum como viene redactado” y sin esperar la respuesta del
gobernante pasó a otro punto. Muy satisfecho, el canciller chileno comentó al agente: “V.
S. lo embotelló admirablemente”1865. ¿Qué perseguía Leguía con estos cambios? Nos queda
la impresión de que evitaba aparecer él contrayendo el compromiso a que lo empujaba
Ríos Gallardo, y prefería que toda la responsabilidad recayese en Chile.
Las gestiones de Díez de Medina, en el Potomac, causaron revuelo e irritación en la
opinión pública chilena: Esta consideraba que el acceso de Bolivia al comercio marítimo del
Pacífico quedaba resuelto a través de sus puertos, conforme el tratado chileno-boliviano
suscrito en Santiago, en 19041866. No obstante, la diplomacia paceña divulgó en Lima, a
través del ministro Ostria Gutiérrez, que Chile estaba “secretamente comprometido a
entregarle Arica [al Altiplano] una vez solucionado el problema con el Perú, y que
pretendemos salvar la supuesta obligación sirviéndonos del Perú”. 1867
1862
238 N.A.U.S.A. 748-40. Telegrama Nº71, Santiago, 2-5-1929, de William S. Culbertson, Embajador de EE.UU. en Chile, a
Henry L. Stimson, Secretario de Estado de EE.UU.
1863
239 N.A.U.S.A. 748-41. Carta, 5-7-1929, de Frank B. Kellogg a Henry L. Stimson, Secretario de Estado de EE.UU.
1864
240 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 3º. Telegrama Nº123, Lima, 3-5-
1929, de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1865
241 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 3º. Telegrama Nº125, Lima, 3-5-
1929, Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
1866
242 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 3º. Telegrama Nº117, Santiago, 4-5-
1929, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1867
243 MINREL. Archivo Conrado Ríos G. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 3º. Telegrama Nº125, Santiago, 3-5-1929,
de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
La Moneda instruyó a su ministro en Bolivia para que transmitiera al Presidente Siles que si
insistía en perturbar la negociación con el Rímac, Chile declararía públicamente que jamás
concedería puerto a Bolivia. Siles respondió tercamente, y exteriorizó su insatisfacción en
Washington y Lima.
“Nuestra política con Bolivia —afirma Ríos Gallardo— queda así definida”.
Figueroa se lo expresó a Leguía, y le enseñó la comunicación dirigida a Siles.
De ese modo, advertiría que ella era franca.
El Presidente Siles ordenó, entonces, presentar un memorándum ante la Secretaría General
de la Sociedad de las Naciones, en que renovó su aspiración portuaria y criticó el arreglo
entre Chile y Perú, que no contemplaba aquElla 1868. Al parecer, concentraba tropas en
Uyuni. A su vez, Chile reunió grupos de aviación en la región salitrera, con el pretexto de
realizar grandes maniobras1869.
Diversos desencuentros entre Chile y Perú demoraron la elaboración del texto. Por
ejemplo, Leguía hizo hincapié en que se mencionara el puerto en Las Yaradas y que
Hoover actuaba en ejercio de “buenos oficios” a secas, pues Ríos Gallardo los deseaba
“extra-oficiales e informales”, a fin de borrar toda similitud con la negociación iniciada en
1921.
Finalmente, el memorándum provisional sobre la fórmula alcanzada se redactó en
Santiago, de acuerdo con Perú, y se remitió a Lima, como ya hemos señalado, en el avión
español Jesús del Gran Poder. Después de introducírsele nuevos cambios, se transmitió por
telégrafo a los respectivos embajadores ante la Casa Blanca. El 3 de mayo lo entregaron en
idioma castellano, a la Secretaría de Estado. Al día siguiente, lo conoció el Presidente
Hoover, “no en calidad de Árbitro, sino de agente amigable”, en orden a dar curso a lo
estipulado por las partes.
El 11 de mayo los embajadores estadounidenses en Santiago y Lima lo sometieron
traducido al inglés, para su revisión y conformidad a las respectivas Cancillerías. El ministro
Ríos Gallardo aprobó el 11 la versión inglesa y, dos días después, lo hizo el ministro Rada y
Gamio1870.
Este texto dice así, en castellano:
“Impuesto el Presidente de los Estados Unidos de la marcha cordial que han seguido las
negociaciones entre los Gobiernos de Chile y del Perú, en relación con los acuerdos directos a
que se ha llegado en casi todos los puntos para dar término al problema de Tacna y Arica y
en conocimiento, también, de la resolución de ambos de someterle la única dificultad
surgida con motivo de las apreciaciones encontradas respecto al proyectado puerto en Las
Yaradas, el Presidente de los Estados Unidos, en ejercicio de buenos oficios, propone a las
partes, resumiendo a la vez todo lo acordado, como bases definitivas de solución, las

1868
244 MINREL.Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 3º. Nº121, Santiago, 8-5-1929, de
Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1869
245 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 3º. Nº123, Santiago, 9-5-1929, de
Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile, a Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU.
1870
246 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES correspondiente al año 1929. Santiago. Imprenta Chile.
1930. Pág. 10.
siguientes estipulaciones:
1) El territorio será dividido en dos partes: Tacna para el Perú, y Arica para Chile. La línea
divisoria partirá de un punto que se denominará ‘Concordia’, distante 1O kilómetros al norte
del puente del río Lluta, para continuar en línea paralela a la vía del Ferrocarril de Arica a La
Paz, siguiendo tanto como se pueda los accidentes geográficos que hagan más fácil la
demarcación.
Las azufreras del Tacora quedarán en territorio chileno y los Canales Huchusuma y Mauri,
llamado también Azucarero, quedarán como propiedad del Perú, gozando en la parte que
atraviesan territorio chileno del derecho más amplio de servidumbre a perpetuidad en favor
del Perú. Esta servidumbre comprende el derecho de ampliar los canales actuales, modificar
el curso de ellos, y captar todas las aguas colectables en su trayecto por territorio chileno. La
línea divisoria pasará por el centro de la Laguna Blanca, dividiéndola en dos partes iguales.
Tanto el Perú como Chile designarán un ingeniero y los ayudantes necesarios para proceder
a demarcar la nueva frontera, de acuerdo con los puntos de referencia citados,
determinándola por hitos. En caso de desacuerdo, este será resuelto por un tercero que
designará el Presidente de los Estados Unidos, cuyo fallo será inapelable.
2) El Gobierno de Chile concederá al del Perú dentro de los 1.575 metros de la bahía de
Arica, un malecón, un edificio para su Aduana y una estación para el Ferrocarril de Arica a
Tacna, donde el Perú gozará de independencia dentro del más amplio puerto libre. Todas las
obras en cuestión serán construidas por el Gobierno de Chile.
3) El Gobierno de Chile entregará al del Perú la suma de 6.000. 000 de dólares.
4) El Gobierno de Chile entregará sin costo alguno para el Perú, todas las obras fiscales ya
ejecutadas y bienes raíces de propiedad fiscal del departamento de Tacna.
5) El Gobierno de Chile mantendrá, en el departamento de Arica, la concesión otorgada por
el Gobierno del Perú a la Empresa del Ferrocarril de Arica a Tacna en el año 1852.
6) El Gobierno de Chile procederá a hacer entrega del departamento de Tacna treinta días
después del canje de las ratificaciones del tratado.
7) Los Gobiernos de Chile y del Perú respetarán los derechos privados legalmente adquiridos
en los territorios que quedan bajo sus respectivas soberanías.
8) Los Gobiernos de Chile y del Perú, para conmemorar la consolidación de sus relaciones de
amistad, acuerdan erigir en el Morro de Arica un monumento sobre cuyo proyecto se
pondrán de acuerdo.
9) Los hijos de peruanos nacidos en Arica, se considerarán peruanos hasta los 21 años, edad
en que podrán optar por su nacionalidad definitiva; y los hijos de chilenos nacidos en Tacna,
tendrán el mismo derecho.
10) Chile y Perú condonarán recíprocamente toda obligación, compromiso o deuda entre
ambos países, ya que se deriven o no del Tratado de Ancón” 1871.
El ministro de Relaciones Exteriores de Chile acusó recibo por escrito, al embajador
Culbertson, de la nota que le hizo llegar, junto con las estipulaciones precedentes,
1871
247 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES correspondiente al año 1929. Santiago. Imprenta Chile.
1930. Págs. 11 y 12.
manifestándole:
“Mi Gobierno estima, en esta virtud, que el Tratado que se ajuste entre Chile y el Perú
conforme a dichas bases, resolverá total y definitivamente la única cuestión pendiente
derivada de la guerra del Pacífico y, con ella, el último de los problemas fronterizos de la
República”1872.
José Rada y Gamio, ministro de Relaciones Exteriores de Perú, el 16 de mayo se dirigió por
nota a Alexandre Moore, embajador de Estados Unidos1873.
El primero, en nombre de su gobierno, agradeció el documento que el Presidente Hoover,
“no en su calidad de árbitro, sino en ejercicio de buenos oficios, y a pedido de ambas partes,
propone a los Gobiernos del Perú y Chile, como bases definitivas para la solución del
problema de Tacna y Arica”.
Expresa asimismo el Canciller peruano que “el señor Presidente de los Estados Unidos de
América se ha guiado por acuerdos a que han llegado directamente el Perú y Chile sobre
los puntos comprendidos por ellos en la solución” de este problema.
Agrega Moore que esta propuesta:
“no debe interpretarse como indicatoria de que, ni el señor Presidente ni el Gobierno de los
Estados Unidos de América, expresan opinión o punto de vista, o hacen alguna sugestión en
un sentido cualquiera respecto de cualquiera disposición futura que adopte cualquiera de las
partes de aquella porción del territorio en disputa que quedará en poder de ellas, dado el
caso de que la propuesta incluida en la atenta nota de V. E. fuese aceptada por los Gobierno
del Perú y Chile” (alusión a la no cesión de territorio a un tercer Estado, entiéndase Bolivia).
En razón de conveniencias políticas locales, Leguía solicitó que el Presidente de la Unión
Americana anunciara el acuerdo. El 17 de mayo, Hoover lo dio a conocer oficialmente 1874.
En Lima fue recibido sin entusiasmo. La Prensa, El Tiempo, La Crónica y El Mundo lo
consideraron como un sacrificio inevitable. El Comercio, que guardaba distancias de
Leguía, se limitó a publicar los documentos, sin comentarios. La Noche fue el único que lo
censuró abiertamente. Adicionalmente, grupos de estudiantes protagonizaron
manifestaciones de protestas, que la policía disolvió.
El cuerpo diplomático, con excepción del representante de Bolivia, se presentó en el
Ministerio de Relaciones Exteriores para felicitar al Presidente Leguía; pero, las
manifestaciones estudiantiles prosiguieron. Se apoderaron de un retrato del mandatario y
rompieron los vidrios de La Prensa1875.
Por su parte, el embajador Figueroa dio una comida en honor del Presidente Leguía, con
asistencia de todo su gabinete ministerial, actual y pasado; los presidentes de ambas
cámaras legislativas y de la corte suprema; los jefes de las instituciones armadas, y los
1872
248 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES correspondiente al año 1929. Santiago. Imprenta Chile.
1930. Págs. 12 y 13.
1873
249 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES correspondiente al año 1929. Santiago. Imprenta Chile.
1930. Págs. 13 y 14.
1874
250 William S. Culbertson, op. cit. Pág. 77.
1875
251 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 3º. Telegrama Nº156, Lima, 21-5-
1929, de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
prefectos y alcaldes de Lima y El Callao1876.
Stimson ofreció el 18 de mayo, en Washington, su conferencia semanal de prensa. Un
periodista le preguntó si la nota que el Departamento de Estado recibió de la legación
boliviana ponía término a la intervención de dicha misión en las negociaciones relativas a
Tacna y Arica1877. El Secretario señaló que el arreglo de la cuestión chileno-peruana podría
abrir el camino para resolver el reclamo marítimo de aquella república.
Sorprendido, Dávila conversó con White, en ausencia del secretario.
Este último ordenó retener la información, a fin de revisarla e intentar que se publicase en
la forma más inofensiva posible.
Stimson dirigió un extenso telegrama a su representante en Santiago, con el fin de explicar
lo ocurrido1878. Según una declaración periodística, la legación boliviana había expresado
que el arreglo entre Santiago y Lima podría interferir en las amistosas relaciones de estas
naciones. Stimson aclaró que durante la conferencia no se hicieron más comentarios sobre
el tema.
Pero, al ser presionado, leyó el último párrafo de la nota con que se transmitió a los
Presidentes de Chile y Perú el memorándum de Hoover. Después de leerla, señaló que los
dos gobiernos quedaban en libertad de tomar cualquiera disposición. En lo que se refiere a
Estados Unidos —agregó— estaba en manos de Chile y Perú entregar a Bolivia un puerto,
si lo deseaban. Recordó que esta última república protestó al comienzo, empero el
Departamento de Estado no dio respuesta alguna, dado que la publicación de esta nota
constituía la mejor contestación.
Esta explicación concebida en el mejor estilo de Poncio Pilato, sin duda molestó a nuestro
canciller, porque además la recogió la United Press y fue publicada en Santiago. En una
entrevista con Culbertson, Ríos Gallardo le comentó que observaba que su política no era
apreciada en Washington, pero aun así y bajo ninguna circunstancia entregaría un puerto
con soberanía a Bolivia. Estimaba que el Tratado de 1904 había dejado definitivamente
finiquitada esta materia, aunque se podrían mejorar las condiciones que se otorgaban a
esa república en Arica. No obstante, al encontrarse el ministro en el último Paper Chase
con el embajador, le expresó que estaba poniendo toda su atención en esta cuestión y que
esperaba darle una solución satisfactoria 1879...
Esta negociación se fundamentó en:
— que tanto Chile como Perú no cederán el territorio de Tacna y Arica o parte de él a una tercera
nación (Bolivia), sin el consentimiento del otro Estado, y— que igualmente Chile y Perú, sin el
requisito anterior, podrán “construir, al través de ellos, nuevas líneas férreas internacionales” 1880.
13. LOS PACTOS DE LIMA.
1876
252 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 3º. Telegrama Nº151, Washington,
19-5-1929, de Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU. a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1877
253 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 3º. Telegrama Nº152, Washington,
15-5-1929, de Carlos Dávila, Embajador de Chile en EE.UU. a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1878
254 N.AU.S.A. 748-41. Tel. Nº82, Santiago, 24-5-1929, de William S. Culbertson, Embajador de EE.UU. en Chile, a Henry
L. Stimson, Secretario de Estado de EE.UU.
1879
255 N.A.U.S.A. 748-41. Tel. Nº58, Washington, 22-5-1929, de Henry L. Stimson, Secretario de Estado de EE.UU., a William
S. Culbertson, Embajador de EE.UU. en Chile.
El 18 de mayo de 1929, La Moneda envió a Figueroa el texto de lo que podría ser el futuro
tratado chileno-peruano1881.
La primera reacción de Leguía fue que este instrumento debía reflejar, sin cambios, el
memorándum estadounidense; pero, a juicio de La Moneda, allí se encontraban las bases
del tratado, pero no el tratado mismo. A este respecto, Ríos Gallardo evocó las dificultades
que creó el artículo 3º del Pacto de Ancón. “Esta dolorosa experiencia —escribió a
Figueroa— nos obliga a ser sumamente prevenidos y claros, a fin de no dejar ningún
motivo de mal entendimiento para el futuro” 1882. Enseguida, explicaba y defendía algunas
de las ideas de su proyecto.
Si se coteja este con el definitivo, se observan algunas modificaciones.
Efectivamente, consigna que la servidumbre que Chile cede a Perú a perpetuidad, respecto
de los canales del Uchusuma y del Mauri, llamado también Azucarero, comprende el
derecho de ampliar los canales, modificar el curso de ellos y recoger todas las aguas
captables en su trayecto por territorio chileno, con sujeción a las disposiciones que rigen
tales trabajos, salvo los derechos de terceros.
Perú excluyó la parte en cursivas, como se aprecia al leer el Tratado y continuó así: “las
aguas que actualmente caen al río Lluta y las que sirven a las azufreras del Tacora”.
El artículo cuarto dice relación con el territorio que quedará en poder de Perú. En el
proyecto chileno, se subordina la entrega de este a que “estuviere concluida la
delimitación a que se refiere el artículo tercero y, si no lo estuviere, tan pronto como
quedare terminada”. Esta última frase desaparece.
El artículo quinto del proyecto chileno expresa que “para el servicio del comercio peruano”
el gobierno de Chile construirá “un molo”, etc. En el Tratado se expresa “para el servicio del
Perú” y “un malecón de atraque para vapores de calado”. Chile no aceptó la expresión
“grandes vapores”, “pues no podría pretenderse que atracaran barcos como el Mauretania
o el Leviatán1883.
Como se advierte, las modificaciones tendían a precisar con mayor amplitud los derechos
peruanos, que abarcan inclusive la introducción de armamentos.
En el artículo séptimo del proyecto de La Moneda se establecía que en el momento que
expirase la concesión que Perú concedió a la empresa británica del ferrocarril de Tacna,
serían “propiedad de los Gobiernos de Chile y del Perú las secciones de dicho ferrocarril
que queden en sus respectivos territorios”. El señor Elliot, gerente de esa empresa, al visitar
a Ríos Gallardo, le comunicó que aquella concesión tenía un plazo de 99 años y que
expirará en 1952, cuando Tacna fuera peruana y Arica chilena. Este empleado tenía
instrucciones de manifestar que se entregarían a Chile los 26 kilómetros que atraviesan su
1880
256 N.A.U.S.A. Carta, Santiago, 7-5-1929, de William S. Culbertson, Embajador de EE.UU. en Perú, a Henry L. Stimson,
Secretario de Estado de EE.UU.
1881
257 MINREL. Archivo Conrado Ríos G. Tomo 3º. 1929. Telegrama Nº156, Santiago, 18-5-1929, de Conrado Ríos G.,
Ministro de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
1882
258 MINREL. Archivo Conrado Ríos G. Tomo 3º. 1929. Telegrama Nº159, Santiago, 20-5-1929, de Conrado Ríos G.,
Ministro de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
1883
259 MINREL. Archivo Conrado Ríos G. Tomo 3º. 1929. Telegrama Nº175, Santiago, 28-5-1929, de Conrado Ríos G.,
Ministro de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
territorio, y el resto a Perú. Se planteó aquí un problema de soberanía. Leguía logró que en
el Tratado la llamada “sección chilena”, también pasara a ser propiedad de su patria, o sea,
una nueva prestación en favor de ella. Ríos Gallardo terminó por aceptar, pues temía que
las manifestaciones estudiantiles tomasen mayores proporciones y que la suscripción del
Tratado quedase diferida.
El artículo 12 se mantiene inalterable, pero toma el número 13. En el nuevo 12, se designa
al Presidente de los Estado Unidos de América para que resuelva los conflictos en que las
partes no logren ponerse de acuerdo.
Figueroa comunicó a La Moneda que llegó a un avenimiento con el Presidente acerca de la
forma definitiva del Tratado.
El 19 de mayo se despachó a este mismo agente el texto del Protocolo Complementario
del Tratado1884. Resultó casi idéntico al que se firmó posteriormente.
Su artículo 1º se refiere a la no cesión del territorio o de una porción de él a una tercera
potencia y refleja uno de los dos objetivos principales de la política de Ríos Gallardo.
Se ha dicho que esta fórmula pudo inspirarse en el artículo sexto del Tratado de Límites
chileno-boliviano, de 1866, en virtud del cual “las Repúblicas contratantes se obligan a no
enajenar sus derechos a la posesión o dominio del territorio que se dividen entre sí por el
presente Tratado, a favor de otro Estado, sociedad o individuo particular”.
El artículo 3º del Protocolo se refería al Morro de Arica, que sería desartillado y en el cual
Chile construiría un monumento. El negociador del Rímac solicitó que sobre el monumento
flameasen las banderas de ambas repúblicas, pero el agente chileno le explicó que en Chile
podría entenderse que ello iría en desmedro de la soberanía nacional. En definitiva, ambos
pabellones quedarán unidos y esculpidos en bronce1885.
El embajador Figueroa comunicó que el Presidente Leguía había quedado conforme con
las modificaciones hechas al proyecto de Tratado.
Frente a las expresiones del secretario Stimson relativas a Bolivia en la reunión de prensa
en Washington, ante una pregunta de nuestro agente, Leguía respondió “¿Qué más
definido quiere que suscribir el Protocolo que, en el fondo, encierra una franca y abierta
alianza entre Chile y el Perú en defensa de Bolivia?” 1886. A este respecto, cuando se
discutían algunas palabras del Tratado y del Protocolo Complementario, el mandatario del
Rímac reiteró el concepto precedente: “Estamos trabajando una verdadera alianza entre el
Perú y Chile y a estrechar más y más los lazos que deben unirnos he de concretar mi
acción”1887.
En relación con estos conceptos, indudablemente desentonaron las declaraciones del

1884
260 MINREL. Archivo Conrado Ríos G. Tomo 3º. 1929. Telegrama Nº158, Santiago, 19-5-1929, de Conrado Ríos G.,
Ministro de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
1885
261 MINREL. Archivo Conrado Ríos G. Tomo 3º. 1929. Telegrama Nº177, Santiago, 29-5-1929, de Conrado Ríos G.,
Ministro de RR.EE. de Chile, a Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú.
1886
262 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 3º. Telegrama Nº159, Lima, 22-5-
1929, de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1887
263 MINREL. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 3º. Telegrama Nº171, Lima, 28-5-
1929, de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
plenipotenciario peruano en Costa Rica, nuestro conocido Enrique Castro Oyanguren. En la
prensa de esa nación, aparecieron las siguientes expresiones del ministro peruano:
“El Perú que mantiene muy buenas relaciones de amistad con Bolivia y que puede alegar en
todo el curso de su historia, testimonios vivos de afecto para con esa república, desea que se
satisfagan las aspiraciones bolivianas de asomarse al océano; pero no encuentra ningún
interés en complicar sus propios problemas con una intervención anómala y extraña. Si
Bolivia no tiene hoy puerto no es culpa del Perú. Si Bolivia aspira a salir de su
enclaustramiento no es justo que sea a expensas del Perú” 1888.
Al publicarse, el Presidente no los habría conocido. Las atribuyó al exceso “de labia de los
literatos” y aseguró que enviaría una circular al cuerpo diplomático peruano, para que
midiesen sus palabras. Al representante chileno le dijo:
“Dígale a su gobierno, en la forma más categórica, que la política de Chile es la política del
Perú; que el Perú tiene con Chile un frente único y que apoyará, en todo momento, su
actitud y asume una igual; que en esto Chile y Perú son uno desde el momento de la firma
del Tratado”1889.
Finalmente, el 3 de junio de 1929, se suscribieron ambos instrumentos en Lima. En
representación de Chile, lo suscribió el embajador Emiliano Figueroa; y por el Perú, el
ministro de Relaciones Exteriores Pedro José Rada y Gamio 1890. La ceremonia se realizó en
el salón de honor de la Cancillería, estrictamente en privado. Solo concurrieron el ministro,
el oficial mayor Samuel Barrenechea y los introductores de embajadores Carlos Solari y
Luis Cúneo; en representación de Chile, el plenipotenciario Figueroa y los secretarios Jorge
Saavedra y Fernando Zañartu. La reserva obedeció al deseo del Presidente de mantener
confidencial el Protocolo Complementario1891.
Una semana después, en uso de licencia, don Emiliano viajó a Chile, después de ocho
meses de incesante y fructífero trabajo. Muchos amigos se acercaron al Teno para
despedirlo. Lamentablemente, también se embarcó un equipo de foot-ball chileno, que
había tenido dificultades deportivas en Lima. Un grupo de 4 o 5 mil personas se reunieron

1888
264 MINREL. Embachile Perú. Telegrama Nº247, Santiago, 1-8-1929, de Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE de Chile, a
Jorge Saavedra, Encargado de Negocios de Chile en Perú.
1889
265 MINREL. Embachile Perú. Telegrama Nº251, Lima, 2/3-8-1929, de Jorge Saavedra, Encargado de Negocios de Chile
en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1890
266 J.M. Bákula, Op. cit. Tomo II. Pág. 1068, dice lo siguiente: “En cuanto a la participación del ministro de relaciones
exteriores, Pedro José Rada y Gamio, lo más revelador es la ausencia de su nombre en los despachos de Figueroa Larrain
y de Moore, tratándose de cuestiones de fondo. Tampoco hay constancia acerca de los contactos mantenidos por estos dos
personajes con los altos funcionarios de la cancillería peruana. Por último, para confirmar el primer párrafo, voy a dar paso a
una versión recogida en los patios de Torre Tagle cinco o seis años más tarde. Uno de los porteros del viejo palacio, era un
‘cholo’ astuto - ‘cunda’, en el lenguaje criollo - bajo, grueso, de cuello corto como para que la cabeza brotara entre los
hombros ; y con largos años en la importante función de estar asignado al servicio directo del ministro. Esperaba al jefe del
portafolio en la puerta y le acompañaba a subir o bajar las escaleras, llevando sus papeles y legajos. Era oriundo de Ica y
se dijo que había sido compañero en la escuela primaria de José Matías Manzanilla, a quien trataba de tú, si las
circunstancias lo permitían. Muy posesionado de su cargo, adquiría muy pronto el papel de guardián de Dios sabe qué
secretos del ministro; y después de haber tratado a muchos de ellos, debió perder gran parte del respeto debido a la
investidura del funcionario. Recogí entonces, la versión imaginada que el 3 de junio de 1929, Aparicio -apellido del portero
en cuestión- esperaba ansioso, en la puerta de Torre Tagle, la llegada de Rada y Gamio; y, al ayudarle a descender del
auto, le aclaró: ‘Oiga usted, apúrese... Le están esperando, debe ser muy urgente porque están llamando de Palacio...
Suba, suba! Tiene usted que firmar un tratado o algo por el estilo’”.
1891
267 MINRELACIONES. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 3º. Telegrama Nº177,
Lima, 3-6-1929, de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE de Chile.
en la vecindad de este buque para enrostrar a los jugadores y de paso gritaron a Figueroa:
“Que devuelva Arica”1892. (Un grito que perduraría esporádicamente en el tiempo: en la
década del ’70, el Presidente de la Junta de Gobierno de Perú, el general Velasco Alvarado,
quiso pasar del grito a la acción, pero sus colegas de armas se lo impidieron).
Un día antes de embarcarse pasó don Emiliano a saludar a Leguía, y Este le comunicó que
el embajador peruano en Santiago le entregará la Gran Cruz de la Orden del Sol; que
idéntica condecoración se conferirá al ministro de Relaciones Exteriores 1893.
Leguía ordenó que los tratados con Chile se enviasen a los respectivos poderes legislativos
cuanto antes, ya que en Perú se efectuarían elecciones para el nuevo congreso, el 6 de
julio1894. Personalmente, el gobernante concurrió ante ambas cámaras el día 26, con el fin
de presentarlos, y pronunció un elocuente discurso. Quiso asumir “resueltamente ante la
historia la responsabilidad de su celebración” 1895.
El Tratado y el Protocolo fueron aprobados en Lima por 28 senadores y 97 diputados. El
senador Enrique de la Piedra, después de fundamentar su posición, votó en contra 1896. En el
Senado chileno recibieron 27 votos a favor, dos en contra y dos abstenciones; y en la
cámara de diputados 71 votos a favor, 8 en contra y una abstención.
Las ratificaciones fueron canjeadas en Santiago, el 28 de julio de 1929 1897.
El texto del Tratado es el siguiente:
“Los Gobiernos de las Repúblicas de Chile y el Perú, deseosos de remover toda dificultad
entre ambos países y de asegurar así su amistad y buena inteligencia, han resuelto celebrar
un Tratado conforme a las bases que el Presidente de los Estados Unidos de América, en
ejercicio de buenos oficios, solicitados por las Partes, y guiándose por los arreglos directos
concertados entre ellas, ha propuesto como bases finales para resolver el problema de Tacna
y Arica, y al efecto han nombrado sus Plenipotenciarios, a saber: Su Excelencia el Presidente
de la República de Chile, al Excelentísimo señor Emiliano Figueroa Larraín, su Embajador
Extraordinario y Plenipotenciario en el Perú, y Su Excelencia el Presidente del Perú, al
Excelentísimo señor Doctor Pedro José Rada y Gamio, su Ministro de Relaciones Exteriores,
quienes, después de canjear sus Plenos Poderes y encontrándolos en debida forma, han
convenido en los artículos siguientes:
Artículo primero. Queda definitivamente resuelta la controversia originada por el artículo
tercero del Tratado de Paz y Amistad de veinte de octubre de 1883, que era la única
dificultad pendiente entre los Gobiernos signatarios.
Artículo segundo. El territorio de Tacna y Arica será dividido en dos partes, Tacna para el

1892
268 MINRELACIONES. Debate en el Senado de la República sobre el Tratado de Lima. Discurso de José Maza.
1893
269 Conrado Ríos Gallardo, op. cit. Pág. 359.
1894
270 MINRELACIONES. Archivo Conrado Ríos Gallardo. Negociaciones chileno-peruanas. Tomo 3º. TelegramaNº182, Lima,
6-6-1929, de Emiliano Figueroa, Embajador de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1895
271 MINRELACIONES EMBACHILE PERÚ. Oficio confidencial Nº15, Lima, 28-6-1929, de Jorge Saavedra, Encargado de
Negocios de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1896
272 Félix Calderón, op. cit. Pág. 273.
1897
273 Tratados, Convenciones y Arreglos Internacionales de Chile. 1810-1976. Tratados bilaterales Chile-Perú. Tomo I.
Santiago de Chile. 1976. Pág. 133 y 134.
Perú y Arica para Chile. La línea divisoria entre dichas dos partes, y, en consecuencia, la
frontera entre los territorios de Chile y el Perú, partirá de un punto de la costa que se
denominará “Concordia”, distante diez kilómetros al norte del puente del río Lluta, para
seguir hacia el oriente paralela a la vía de la Sección chilena del ferrocarril de Arica a La Paz
y distante diez kilómetros de ella, con las inflexiones necesarias para utilizar, en la
demarcación, los accidentes geográficos cercanos que permitan dejar en territorio chileno las
azufreras del Tacora y sus dependencias, pasando luego por el centro de la Laguna Blanca,
en forma que una de sus partes quede en Chile y la otra en el Perú. Chile cede a perpetuidad
a favor del Perú, todos sus derechos sobre los canales del Uchusuma y del Mauri, llamado
también Azucarero, sin perjuicio de la soberanía que le corresponderá ejercer sobre la parte
de dichos acueductos que queden en territorio chileno después de trazada la línea divisoria a
que se refiere el presente artículo.
Respecto de ambos canales, Chile constituye en la parte que atraviesan su territorio, el más
amplio derecho de servidumbre a perpetuidad a favor del Perú. Tal servidumbre comprende
el derecho de ampliar los canales actuales, modificar el curso de ellos y recoger todas las
aguas captables en su trayecto por territorio chileno, salvo las aguas que actualmente caen
al río Lluta y las que sirven a las azufreras del Tacora.
Artículo tercero. La línea fronteriza a que se refiere el inciso primero del artículo segundo,
será fijada y señalada en el territorio con hitos, por una comisión mixta de un miembro
designado por cada uno de los Gobiernos signatarios, los que costearán, por mitad, los
gastos comunes que esta operación requiera. Si se produjera algún desacuerdo en la
comisión, será resuelto con el voto dirimente de un tercer miembro designado por el
Presidente de los Estados Unidos de América, cuyo fallo será inapelable.
Artículo cuarto. El Gobierno de Chile entregará al Gobierno del Perú treinta días después del
canje de las ratificaciones del presente Tratado, los territorios que, según él, deben quedar en
poder del Perú. Se firmará por los Plenipotenciarios de las citadas Partes contratantes, una
acta de entrega que contendrá la relación detallada de la ubicación y características
definitivas de los hitos fronterizos.
Artículo quinto. Para el servicio del Perú, el Gobierno de Chile construirá a su costo, dentro
de los mil quinientos setenta y cinco metros de la bahía de Arica, un malecón de atraque
para vapores de calado, un edificio para la agencia aduanera peruana y una estación
terminal para el ferrocarril a Tacna, establecimientos y zonas donde el comercio de tránsito
del Perú gozará de la independencia propia del más amplio puerto libre.
Artículo sexto. El Gobierno de Chile entregará al del Perú, simultáneamente al canje de las
ratificaciones, seis millones de dólares, y además, sin costo alguno para este último
Gobierno, todas las obras públicas ya ejecutadas o en construcción y bienes raíces de
propiedad fiscal ubicados en los territorios que, conforme al presente Tratado, quedarán bajo
la soberanía peruana.
Artículo séptimo. Los Gobierno de Chile y del Perú respetarán los derechos privados
legalmente adquiridos en los territorios que quedan bajo sus respectivas soberanías entre los
que figura la concesión otorgada por el Gobierno del Perú a la empresa del ferrocarril de
Arica a Tacna en 1852, conforme a la cual, dicho ferrocarril, al término del contrato, pasará
a ser propiedad del Perú. Sin perjuicio de la soberanía que le corresponde ejercer, Chile
constituye a perpetuidad en la parte que la línea atraviesa su territorio el derecho más
amplio de servidumbre a favor del Perú.
Artículo octavo. Los Gobiernos de Chile y Perú condonarán recíprocamente toda obligación
pecuniaria pendiente entre ellos, ya sea que se derive o no del Tratado de Ancón.
Artículo noveno. Las Altas Partes Contratantes celebrarán un convenio de policía fronteriza
para la seguridad pública de los respectivos territorios adyacentes a la línea divisoria. Este
convenio deberá entrar en vigencia tan pronto como la provincia de Tacna pase a la
soberanía del Perú.
Artículo décimo. Los hijos de los peruanos nacidos en Arica, se considerarán peruanos hasta
los veintiún años, edad en que podrán optar por su nacionalidad definitiva; y los hijos de
chilenos nacidos en Tacna, tendrán el mismo derecho.
Artículo undécimo. Los Gobiernos de Chile y el Perú, para conmemorar la consolidación de
sus relaciones de amistad, resuelven erigir en el Morro de Arica un monumento simbólico
sobre cuyo proyecto se pondrán de acuerdo.
Artículo duodécimo. Para el caso en que los Gobiernos de Chile y el Perú no estuvieren de
acuerdo en la interpretación que den a cada una de las diferentes disposiciones de este
Tratado, y en que, a pesar de su buena voluntad, no pudieren ponerse de acuerdo, decidirá el
Presidente de los Estados Unidos de América la controversia.
Artículo décimo tercero. El presente Tratado será ratificado y sus ratificaciones serán
canjeadas en Santiago tan pronto como sea posible.
En fe de lo cual, los infrascritos Plenipoteciarios firman y sellan el presente Tratado en doble
ejemplar, en Lima, a los tres días del mes de junio de mil novecientos veintinueve”.
El Protocolo Complementario dice lo siguiente:
“Los Gobiernos de Chile y del Perú han acordado suscribir un Protocolo Complementario del
Tratado que se firma con esta misma fecha, y sus respectivos Plenipotenciarios, debidamente
autorizados, han convenido al efecto en lo siguiente:
Artículo primero. Los Gobiernos de Chile y del Perú no podrán, sin previo acuerdo entre ellos,
ceder a una tercera potencia la totalidad o parte de los territorios que, en conformidad al
Tratado de esta misma fecha, quedan bajo sus respectivas soberanías, ni podrán, sin ese
requisito, construir, al través de ellos, nuevas líneas férreas internacionales.
Artículo segundo. Las facilidades de puerto que el Tratado, en su artículo quinto acuerda al
Perú, consistirán en el más absoluto libre tránsito de personas, mercaderías y armamentos al
territorio peruano, y desde éste a través del territorio chileno. Las operaciones de embarque y
desembarque se efectuarán mientras se construyen y terminan las obras indicadas en el
artículo quinto del Tratado, por el recinto del muelle del ferrocarril de Arica a La Paz,
reservado al servicio del ferrocarril de Arica a Tacna.
Artículo tercero. El Morro de Arica será desartillado, y el Gobierno de Chile construirá a su
costo el monumento convenido por el artículo undécimo del Tratado.
El presente Protocolo forma parte integral del Tratado de esta misma fecha y, en
consecuencia, será ratificado y sus ratificaciones se canjearán en Santiago de Chile tan
pronto como sea posible.
“En fe de lo cual, los infrascritos Plenipotenciarios firman y sellan el presente Protocolo
Complementario en doble ejemplar en Lima, a los tres días del mes de junio de mil
novecientos veintinueve”.
Inicialmente, el gobierno peruano pretendió mantener en reserva el Protocolo. Le
inquietaba la posible reacción estadounidense, así como las gestiones bolivianas ante
diversas Cancillerías latinoamericanas y organismos internacionales. Sin embargo, al saber
por el encargado de negocios de Chile, Jorge Saavedra, que la Casa Blanca no tenía
reparos que formular al respecto y que la misma posición adoptaban otros Estados
americanos, Leguía accedió a que se publicase conjuntamente con el Tratado 1898.
Consecuentemente, envió circulares a sus misiones diplomáticas con el objeto de que
informasen que no existía protocolo secreto.
Los Pactos en cuestión establecieron servidumbres que conviene analizar.
El internacionalista y embajador peruano, Alberto Ulloa Sotomayor, señala y analiza las que
se expresan en los artículos segundo y séptimo1899.
En cuanto al ejercicio del derecho que recae en el Estado peruano, respecto del artículo
segundo, lo subdivide en dieciocho acciones en beneficio de su patria. Las anota con tanta
prolijidad que incluso considera que siete “no se apoyan en el texto expreso”, si bien —en
su opinión— son inseparables del establecimiento del “derecho más amplio de
servidumbre”.
A este respecto, cabe recordar, por otra parte, que P. Fauchille, en su obra Traité de Droit
International Publique-Tome I première partie1900, expresa que “las servidumbres
convencionales, establecidas por voluntad expresa o tácita de los Estados, pueden ser
negativas o in non faciendo (no hacer) y positivas o in patiendo (permitir), atribuibles en
ambos casos al Estado que se obliga a no ejercer su poder territorial en toda su extensión
o que acepta tolerar sobre su propio territorio la acción de otro u otros Estados” 1901.
Según el artículo 2º del Tratado suscrito en Lima, las servidumbres que Chile otorga a Perú
son “sin perjuicio de la soberanía que le corresponde ejercer sobre la parte de dichos
acueductos que queden en territorio chileno después de trazada la línea divisoria a que se
refiere el presente artículo”.
En cuanto a la que consigna el artículo 7º, relativa a la línea del ferrocarril de Tacna a Arica,
en la parte que atraviesa nuestro territorio, también es “sin perjuicio de la soberanía que [a
Chile] le corresponde ejercer”.
Como el Tratado cumplió con todos los trámites constitucionales, en las dos naciones, es
1898
274 MINRELACIONES. EMBACHILE PERÚ. 1929. Telegrama Nº226, Lima, 17/18-7-1929, de Jorge Saavedra, Encargado
de Negocios de Chile en Perú, a Conrado Ríos G., Ministro de RR.EE. de Chile.
1899
275 Alberto Ulloa Sotomayor: Para la historia internacional y diplomática del Perú. Editorial Atlántida. Lima. 1987. Pág. 371
y ss.
1900
276 Pierre Fauchille: Traité du Droit International Publique. Tomo I, primera parte. Rousseau et éditeurs. París. 1922 Pág.
678.
1901
277 Félix Calderón, op. cit. Pág. 282 y ss. Reproduce tomo-I de P. Fauchille sobre servidumbres.
ley en ambas repúblicas.
El 24 de junio de 1929, Ríos Gallardo asistió a la comisión de Relaciones Exteriores del
Senado de la República y al día siguiente a la corporación en pleno 1902.
Explicó detalladamente, en sesión secreta, la gestación del Tratado y del Protocolo
Complementario, así como las negociaciones iniciadas en 1921.
Puso estas últimas en contraste con las que terminaron en 1929.
Empezó por aludir al telegrama que envió Agustín Edwards, presidente de nuestra
delegación plebiscitaria, el 21 de octubre de 1925. Por este medio, el comisionado
comunicó a La Moneda que en la consulta popular Chile resultaría perdedor,
inevitablemente. Por lo tanto, habría que buscar un arreglo fuera del plebiscito, “yendo
hasta la división del territorio”1903.
Como reacción, el ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Barros Jarpa resolvió pedir al
Presidente Alessandri, ya dimisionario, que se trasladase a la provincia para levantar “el
espíritu decaído”. Al mismo tiempo, Edwards quedó autorizado para escuchar
proposiciones, entre ellas la partija, que pudiere hacerle el general Pershing, presidente de
la comisión plebiscitaria. Sin embargo, se guardaría de demostrar interés, ya que en esos
momentos progresaba una negociación directa ante el Secretario de Estado de los Estados
Unidos, a cargo de Beltrán Mathieu, embajador de Chile en Washington.
En el caso de que el acto electoral resultase viciado, el Árbitro podría declararlo nulo,
según manifestó el embajador de Estados Unidos, el 20 de abril de 1926, a nuestro
ministro de Relaciones Exteriores. Ríos Gallardo señaló que dicho diplomático expresó
también que una posible declaración de impracticabilidad envolvería la caducidad del
artículo 3º del Tratado de Ancón y pondría término a la ocupación legítima que Chile
ejercía en Tacna y Arica, y, según él, hasta pondría en peligro nuestra soberanía sobre
Tarapacá.
En su discurso, el ministro reconoció que el gobierno chileno obtuvo un triunfo jurídico
indiscutible con el fallo arbitral de 1925; pero —agregó— carecía de los votos para ganar
la consulta electoral. (Veremos más adelante que el senador Maza lo refutó a este
respecto).
En consecuencia —dijo Ríos Gallardo— el gobierno del Presidente Ibáñez al heredar “los
despojos de las negociaciones de 1921”, solo le restaba elegir entre dos caminos, a saber:
nacionalizar Tacna y Arica o lograr el término de la gestión arbitral. La Moneda optó por lo
segundo. Aunque Ríos no lo explicitó, ello habría significado retornar a una solución que
guardaba semejanza con la vieja fórmula de la partija del territorio disputado, y resumió
como sigue los alcances del tratado.
Conforme a los planteamientos que presentó el embajador Emiliano Figueroa al Presidente
Leguía, Tacna sería peruano y Arica chileno. Dicha división permitió que el ferrocarril de

1902
278 MINREL. Fondo Conrado Ríos G. Antecedentes del plebiscito. Tratado y Protocolo ante el Senado. Contiene discurso
del Ministro Ríos Gallardo.
1903
279 En un memorándum de 1921, Agustín Edwards recomendó un plebiscito seccionado: uno en Tacna y otro en Arica, que
permitiría a Chile conservar este último, ya que en Tacna los votos en favor de Perú eran bastante más que los que
favorecían a Chile.
Arica a La Paz corriese enteramente por territorio chileno.
Explicó que Chile se había comprometido a construir a su costo, en la bahía de Arica, para
el servicio de Perú, “un malecón de atraque para vapores de calado, un edificio para la
agencia aduanera peruana y una estación terminal para el ferrocarril a Tacna,
establecimientos y zonas donde el comercio de tránsito del Perú gozará de la independencia
propia del más amplio puerto libre.
Y conforme el Protocolo Complementario, estas facilidades de puerto consistirán en el más
absoluto libre tránsito de personas, mercaderías y armamentos al territorio peruano, y desde
este a través del territorio chileno”.
Asimismo, abordó las servidumbres perpetuas que el Tratado reconoció a Perú, en los
canales del Uchusuma y del Mauri. A cambio de ellas, Chile retuvo las azufreras del Tacora,
que avaluó en $30.000.000 de 6d.
El canciller manifestó que se acusaba al gobierno de estipular servidumbres de agua y de
tránsito en favor del adversario de 1879, sin que se acordase ninguna en beneficio de
Chile; pero La Moneda las había concedido para evitar el arbitraje. Si hubiese continuado,
el fallo de la comisión especial de límites habría dejado en territorio peruano parte del
ferrocarril de Arica a La Paz, así como las azufreras del Tacora.
También se ha sostenido —dijo— que estos pactos significaron al erario nacional una
pérdida de $200.000.000 de 6d. Después de una serie de guarismos, afirmó que esta cifra
se reducía a solo $86.312.267.
Frente a las críticas que merecía el Protocolo Complementario, el Ministro lo defendió con
entusiasmo porque constituía “el verdadero pacto político” entre los dos beligerantes de
1879, e importaba además liquidar la política tradicional de Bolivia en sus relaciones con
Chile y Perú1904.
Por último, tal vez para acallar la crítica, actual y futura, describió estos instrumentos
jurídicos como el resultado de una transacción, en la larga historia de Tacna y Arica.
Varios senadores analizaron los pactos de Lima, pero quien lo hizo con mayor extensión y
vehemencia fue José Maza, en varias sesiones secretas 1905.
Empezó por enfatizar que la situación del país era “clara y definitiva”, antes de iniciarse las
llamadas “negociaciones directas”, a diferencia de lo que había dicho el ministro de
Relaciones Exteriores.
Aludió al telegrama de Agustín Edwards según el cual Chile tenía perdido el plebiscito. Sin
embargo, poco después el general Pershing reconoció que La Moneda estaba facultada

1904
280 El 21 de marzo de 1967, Conrado Ríos celebró una conversación con el Ministro de RR.EE. de Chile, D. Gabriel
Valdés, de la cual se hizo un memorándum, que lleva las iniciales de los funcionarios Álvaro Droguett y Oscar Pinochet (no
lo hemos hallado en el Archivo de la Chancillería, pero hay una copia en poder del Académico José Miguel Barros, quien
nos la facilitó). Ahí expresó el ex canciller que don Gonzalo Bulnes, Embajador de Chile en Argentina, en respuesta a una
consulta del Ministro, -en carta que Ríos conserva- había sugerido que solicitase al Árbitro que exigiera a Chile y Perú la
seguridad de que los territorios en disputa no serían entregados a un tercero. Revisamos el archivo de Ríos, en el Ministerio
de RR.EE., que guarda su correspondencia con Gonzalo Bulnes, sin encontrar esa carta. En cambio, existe una de Ríos a
Bulnes, de 2-8-1928, en que el ministro le dice: “El acuerdo que llegue a suscribirse entre Chile y el Perú para liquidar en
forma total la cuestión de Tacna y Arica tiene, irremediablemente, que dejar a Bolivia de espaldas del mar”.
1905
281 MINREL. fondo Conrado Ríos G. Antecedentes del plebiscito. Tratado y Protocolo ante el Senado. Contiene discurso
del senador José Maza.
para inscribir a los obreros y empleados chilenos que trabajaban en el ferrocarril de Arica a
La Paz. De este modo, la situación electoral se había modificado radicalmente, a favor de
Chile. Así lo transmitió a Santiago nuestro comisionado, después de sacudirse de su
pesimismo inicial, acotando que las inscripciones efectuadas permitían confiar en el triunfo
por abrumadora mayoría. La junta en donde se inscribían los sufragios inició dicha fase.
Chile llegó a registrar más de cinco mil electores y Perú —después de haber anotado a un
centenar— se abstuvo de seguir haciéndolo, por instrucciones estadounidenses. (Ver
capítulo VIII de este trabajo).
Citó, enseguida, un folleto del internacionalista peruano Alberto Ulloa —De cuerpo entero
— en que este afirmaba que Chile tenía todas las posibilidades de triunfar en la consulta
electoral y su patria ninguna.
A juicio de Maza, el general Lassiter, presidente de la comisión plebiscitaria, careció de
atribuciones, según el Laudo Arbitral, para declarar la impracticabilidad del acto electoral
en el territorio litigioso. Procedió así —dice Maza— inspirado por el secretario de Estado,
Francis Kellogg, quien apreciaba que el plebiscito no era una fórmula de paz. En ese
momento, las inscripciones de los votantes estaban virtualmente realizadas y el triunfo
chileno “asegurado”. Recordó que Chile conforme el Acta Complementaria de Washington,
tenía derecho a retener la posesión del territorio, aunque el presidente de la comisión
plebiscitaria estimara que el acto electoral hubiese estado viciado. En tal caso, se repetiría.
Solo un plebiscito adverso —dijo— “podía privarnos” de la posesión de estos territorios.
Consideraba Maza que la fórmula recién consagrada era mucho peor que la de la partija,
tan repudiada por sectores de la opinión pública. Esta nos mantenía en Arica sin entregar
6.000.000 de dólares, sin ceder soberanía ni renunciar a las indemnizaciones anteriormente
convenidas ni desmilitarizar el puerto ni la provincia. En cambio ahora el Rímac podía
militarizar y fortificar Tacna. Y todo esto ¿a trueque de qué? Ni siquiera de la tranquilidad
—argumentó el senador— porque seguiremos con el problema boliviano, que ahora se
transformaba en un problema serio.
Juzgaba que la estipulación más peligrosa y humillante era la que consignaba el artículo
quinto del Tratado: el Presidente Ibáñez, después de haberse opuesto a que la república
vecina estableciera un puerto a kilómetro y medio de Arica, ahora se lo daba dentro de
este. A juicio del senador, “la independencia del más amplio puerto libre” significaba que
Perú ejercería “la más amplia soberanía” en esa sección. ¿Podría tener funcionarios
propios?
¿Establecería impuestos? ¿Cobraría derechos a los buques mercantes, aun a los chilenos?
¿Mantendría el orden con policía propia? ¿Estacionaría ahí sus buques de guerra? “Basta
insinuar lo anterior —decía— para que se comprendiera el peligro permanente a que nos
arrastraba el tratado”.
El pacto obligaba a La Moneda a pagar 6.000.000 de dólares a Perú, o sea, 49.500.000
pesos. En Chile —aseveraba el senador— no se ha proporcionado una explicación al
respecto, en cambio sí la dio La Prensa de Lima, el 21 de mayo último, órgano proclive al
Presidente Leguía. Allí se afirmó que esta suma de dinero derivaba de los 10.000.000 de
dólares en que se calculó la construcción de un puerto en Las Yaradas, y de los 4.000.000
de dólares que se desembolsarían a favor de Perú en la bahía de Arica. En vista de que
Chile había reconocido la necesidad de dar un puerto a Tacna, Perú recibiría la diferencia
entre esas dos cantidades, esto es, 6.000.000. (Aunque Maza lo omitió, desde mucho antes
La Moneda contemplaba desembolsar una suma para modernizar la bahía de Arica, que
hasta ese momento era poco más que una caleta de pescadores).
La indemnización real —según el senador— era de 10.000.000 de dólares, o sea,
$82.500.000, que Chile pagaba por haber reconocido la necesidad de que Tacna poseyera
un puerto. Jamás —dice— se escuchó hablar antes de que una extensión de 8.000
kilómetros cuadrados, que representa la superficie aproximada de esa provincia, necesitase
de un puerto propio ni menos que tuviese un costo tan elevado.
El senador consideraba que si hubiésemos perdido el plebiscito, nuestra situación habría
sido preferible a la que nos acarrearía el Tratado: habríamos recibido los 10.000.000 de
soles de plata contemplados en el artículo 3º del Tratado de Ancón, o sea, $50.000.000,
junto con el pago de todas las propiedades y obras ejecutadas en las cautivas. Pero, más
que eso, habríamos quedado exentos de lo que ahora se llama el “problema boliviano”.
El Protocolo Complementario que se había presentado como un instrumento secreto
rompía —a juicio de Maza— nuestra tradición secular de no aceptar convenios reservados.
Vulneraba también el artículo 18 del Pacto de la Liga de las Naciones. Le parecía
inaceptable, además, que allí se estipulara que el monumento que se construiría en el
Morro corriera por cuenta de Chile. “Aparece como una estipulación impuesta por un
vencedor”, dijo.
Este protocolo —prosiguió— impide a Chile ceder territorio a Bolivia en Arica o construir
otro ferrocarril. Estas restricciones, en su concepto, impedirían obtener compensaciones
que acaso serían muy valiosas. El mercado boliviano era natural y complementario del
chileno, en cambio no sucedía lo mismo respecto del peruano: Perú podía encontrar en
otras naciones los productos que exportamos al Rímac, los que recibamos de nuestro
vecino del norte eran irremplazables.
Maza concluyó su extensa intervención, exaltada por la emoción patriótica tan frecuente
en las actuaciones de este distinguido hombre público. Al referirse a las palabras de Ríos
Gallardo, en el sentido de que los pactos recién suscritos eran lo menos malo que se pudo
lograr, Maza estimó que no pudieron ser peores.
A pesar del juicio de dicho senador, teñido por la pasión anti-ibañista y pro-alessandrista,
los pactos de Lima fueron ampliamente aprobados por el Congreso, un poder legislativo
que, a juicio de muchos, no representaba genuinamente la voluntad popular.
Mientras se sancionaban estos instrumentos, Ernesto Barros Jarpa se encontraba en el
extranjero. La suya fue una ausencia forzada por su antagonismo con el régimen. Tan
pronto se derrumbó el gobierno del general Ibáñez, regresó y logró tener acceso a la
prensa. Escribió en El Diario Ilustrado de Santiago, el 19 de agosto de 1931, un artículo de
dos columnas relativo a estos acuerdos, bajo el título “El desastre”.
Su análisis abordaba principalmente aspectos políticos y económicos.
Su critica principal se refiere al artículo primero del Protocolo Complementario.
Como se recuerda, este impide a los pactantes, “sin previo acuerdo entre ellos, ceder a una
tercera potencia la totalidad o parte de los territorios” de Tacna y Arica. A juicio del ex-
ministro, se había subordinado a la voluntad de Perú la posibilidad de Chile de conceder a
Bolivia una salida soberana al mar, paralela a la frontera chileno-peruana. En otras
palabras, La Moneda había asumido la responsabilidad de que aquella república careciera
definitivamente de esa “puerta” al Océano Pacífico, a que se refería el Presidente Domingo
Santa María. En el pensamiento de Barros Jarpa, Chile había mediatizado su libertad en
este campo.
Censuraba que se hubiera desarmado Arica y que se permitiera a Perú, en cambio, armar el
pedazo que le quedó en esta provincia y, a través del malecón, internar armamento a
Tacna, lo que podría poner en peligro nuestras salitreras.
Criticó asimismo el artículo quinto del Tratado porque “reconoció al Perú el derecho de
tener un puerto peruano” en Arica, por el cual quedaba autorizado para internar armas y
municiones y ser una estación naval.
Económicamente, el Tratado era “un desastre”. Venía con la promesa de un convenio
comercial que hasta ese momento no llegaba y que “no podrá venir” (el comercio
recíproco estaba en una proporción de 90 a 10% en contra de Chile). Agregaba que nos
había separado de Bolivia, que era el “gran mercado de expansión” para los productos
chilenos.
Este instrumento —decía— además le costaba al erario nacional $184.504.000 de 6d., que
detallaba.
En este cuadro que tildaba de “doloroso”, felizmente se economizó la “humillación” de
entregar el Huáscar y los trofeos de la Guerra del Pacífico.
En estos análisis, exacerbados por la pasión política como en el caso de Maza, lo más
permanente es lo que se refiere al artículo primero del Protocolo Complementario. Sin
embargo, al evocar los escollos con que se tropezó durante la gestión Figueroa-Leguía
para dotar a Tacna de un puerto propio, nos resulta evidente que la geografía de Arica no
se prestaba para construir otro y vecino a la frontera. (En la negociación Pinochet-Banzer
de 1976, Bolivia tendría un puerto entre la Línea de la Concordia y el límite del radio
urbano de la ciudad de Arica. Una ubicación similar fue rehusada por Ibáñez cuando se
discutió con Leguía el puerto en San José, en 1928. La “fórmula boliviana” de 1976 repetiría
aquella y —a nuestro juicio— se habrían vuelto a plantear los mismos problemas de
soberanía y de orden práctico que en 1929. Es probable que hubiese significado también la
pauperización del puerto chileno, que solo pasaría a atender la carga nacional y la muy
pequeña de Perú, y eventualmente de Brasil; empero Arica perdería además la más
importante del Altiplano que se manejaría por el puerto boliviano unido al corredor).
Más ecuánime respecto de los Pactos de 1929 se demostró Miguel Cruchaga Tocornal,
quien se alejó voluntariamente del cargo de embajador en Washington, como hemos
narrado, por disentir de la política del gobierno del Presidente Ibáñez. Sin embargo,
diecisiete años más tarde escribió que:
“pocos acuerdos internacionales han producido una cooperación de hombres y de intereses
tan honda como este Tratado de 1929, que vinculó sólidamente a Chile y al Perú, creando
‘un desarme espiritual’, leal y caballeroso, que reemplazó, sin transición, a un largo período
de desconfianza y recelos”1906.
El ex-Presidente Alessandri, luchador incansable por resolver la vieja cuestión del norte,
también terminó por aprobar estos acuerdos. En sus Recuerdos de Gobierno escribió: “...se
había tomado otro camino que, felizmente, nos dio la paz definitiva y la finalización de un
problema arrastrado por tantos años”1907.
14. ENTREGA A PERÚ DE TACNA Y DE LOS SEIS MILLONES DE DÓLARES
En cumplimiento del artículo sexto del Tratado de Lima, el 28 de julio del mismo año, se
entregó al Embajador de Perú, don César Elguera, un cheque a la vista por la cantidad de
seis millones de dólares contra The National City Bank de Nueva York1908.
El 28 de agosto de 1929, se levantó un Acta en que se dejó constancia de que don Gonzalo
Robles, en representación de Chile, había hecho entrega de la ciudad de Tacna y de los
territorios referidos en el citado Tratado, a los delegados de Perú doctor Pedro José Rada y
Gamio, general José Ramón Pizarro, doctor Ángel Gustavo Cornejo e Ilustrísimo Monseñor
Fray Mariano Holguín1909.
CONCLUSIÓN
Hemos señalado que la causa inmediata de la Guerra del Pacífico fue el impuesto de diez
centavos que Bolivia impuso arbitrariamente a una empresa chilena, al violar el general
Hilarión Daza el Tratado de 1874, que esa república suscribió con Chile. Mas, también
hubo otras que se han anotado, en el curso de estas páginas, como el acuerdo secreto
entre Perú y Bolivia de 1873; la política salitrera del Presidente Manuel Pardo; la atracción
por las riquezas de Tarapacá y del litoral boliviano que sintieron los empresarios y
trabajadores chilenos, e igualmente viejas rivalidades cuyo origen se encuentra en el
pasado colonial y en las primeras décadas de la vida republicana.
Pocos días después de que La Moneda declaró la guerra a Perú y Bolivia, el 17 de abril de
1879, el Presidente de la República, Aníbal Pinto, designó ministro de Relaciones Exteriores
al distinguido político liberal Domingo Santa María, quien no obstante que desempeñó
brevemente esa función, dejó la huella de su fuerte personalidad.
Más tarde llegó a la Presidencia de la República y, en todo momento, se empeñó por llevar
adelante lo que se conoció con el nombre de “política boliviana”. Al principio, su propósito
fue quebrar la alianza del ’79. Luego, deseó que en un futuro tratado de paz se estableciera
una “puerta” para que esta última nación accediera soberanamente al Océano Pacífico, tras
perder su litoral, a causa del conflicto. Según Santa María, Chile retendría Tarapacá, el
territorio boliviano, además de Tacna y Arica, a fin de entregar estos dos últimos
departamentos a la república del altiplano. Debió influir en el estadista que, desde el

1906
282 Miguel Cruchaga Tocornal (en colaboración con Carlos Castro Ruíz y Alberto Cruchaga Ossa): Derecho Internacional.
Tomo 1, Págs. 666 y 667. Editorial Nascimento. Santiago. 1944.
1907
283 Arturo Alessandri Palma: Recuerdos de Gobierno. Editorial Nascimento. Santiago. Tomo 1. Pág. 187 y 188.
1908
284 MEMORIA DEL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES correspondiente al año 1929. Imprenta de Chile.
Santiago. 1930. Pág. 20.
1909
285 Tratados, Convenciones y Arreglos Internacionales de Chile. Año 1810-1976. Tratados bilaterales Chile-Perú. Tomo 1.
Santiago. 1976. Pág. 136.
período virreinal, Arica sirvió de entrada y salida para el comercio boliviano.
Esta política perdió apoyo durante la presidencia de José Manuel Balmaceda, quien vio en
esos departamentos peruanos una posición estratégica para defender militarmente el
salitre de Tarapacá, en caso de una agresión.
Sin embargo, como señalábamos precedentemente, el control de Tacna hasta cierto punto
perdió alguna importancia desde que Chile tuvo que devolver Tarata a Perú, el 1 de
septiembre de 1925, en acatamiento del Laudo Arbitral estadounidense. En el contexto
militar de entonces, una división chilena en ese punto habría impedido la invasión de
Tacna y Arica por un ejército enemigo; pero el argumento de Balmaceda a la larga perdería
vigencia. En todo caso, la “política boliviana” de Santa María nunca desapareció del todo
del escenario diplomático chileno, con excepción de la negociación Ibáñez-Leguía en 1929.
Santa María, elegido Presidente de la República, y Luis Aldunate, su ministro de Relaciones
Exteriores, buscaron modo de conciliarla en el tantas veces aludido artículo 3º del Pacto de
Ancón de 1883.
Esta cláusula determinó que el territorio de Tacna y Arica continuará “poseído por Chile y
sujeto a la legislación y autoridades chilenas durante el término de diez años contados desde
que se ratifique el presente Tratado de Paz”. Al término de ese plazo, un plebiscito decidiría
“en votación popular si el territorio de las provincias referidas queda definitivamente del
dominio y soberanía de Chile, o si continúa siendo parte del territorio peruano”.
Al concertarse ese instrumento, hubo una omisión que muchos historiadores han
lamentado, esto es, que no se negociara, al unísono con el Tratado, un Protocolo especial
que estableciera “la forma en que el plebiscito deba tener lugar”.
La idea que coexistía detrás de este instrumento era que se fijasen condiciones tan
favorables que asegurasen nuestro éxito en la proyectada consulta electoral, que pasaría a
ser el medio para efectuar una cesión simulada a Chile. Para este fin sirvió de inspiración
una estipulación semejante del Tratado de Turín, de 1860.
Al término de los diez años, se intentó negociar el Protocolo y efectuar el plebiscito, más
no se logró ni lo uno ni lo otro. Sin embargo, estimamos que si este Protocolo concebido
en 1883 se hubiese alejado del principio de equidad, lo más probable es que Perú hubiese
repudiado el resultado de la consulta electoral y, por lo tanto, no se habría instaurado una
paz auténtica y duradera. Por ejemplo, tras varios lustros de chilenización de esos
departamentos y después de treinta y cuatro años de presencia chilena, en 1917 Agustín
Edwards propuso un plebiscito seccionado, pues en Tacna la población
predominantemente peruana se impondría sobre la chilena; distinto podría ser el caso en
Arica.
La idea de que Chile ganase el plebiscito y después entregase el territorio a Bolivia, total o
parcialmente, se podía manejar desde un escritorio, pero en el terreno parecía más bien
una utopía. Así lo demostraron los hechos.
Tacna y Arica querían mantener el cordón umbilical que las unía con su madre patria:
fuertes lazos históricos las vinculaban con Perú. Indudablemente, no se consiguió borrar la
presencia ni la influencia peruana —al menos en Tacna— a pesar del transcurso del tiempo
y el empeño por nacionalizar aquellos territorios.
Hubo personalidades como Jovino Novoa que no compartieron la opción que propiciaba
Santa María, pues pensaban que resultaría más fácil y económico fijar la frontera en la
quebrada de Camarones, y allí establecer un corredor para Bolivia, sin interrumpir la
continuidad geográfica de Chile.
Este largo e infructuoso proceso, que se prolongó casi medio siglo, impidió que se creara
con los beligerantes de 1879 una verdadera relación de paz. Esta solo vino a establecerse
política y jurídicamente en 1929, cuando al decir de Leguía y Ríos Gallardo se forjó una
alianza política chileno-peruana.
Es obvio que este entendimiento ha pasado por altibajos. ¡Es tarea de las actuales y futuras
generaciones convertirla en una auténtica política de paz e integración!
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Mencionado abreviadamente MINREL.
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Contiene el archivo Santa María, el Archivo de Sergio Fernández Larrain y Fondos Varios ,
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Este libro se terminó de imprimir en los talleres digitales de RIL® editores Teléfono: 225-
4269 / ril@rileditores.com Santiago de Chile, diciembre de 2004 Juan José Fernández
Valdés nació en Santiago de Chile. Realizó sus estudios en el Instituto Nacional y en la
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de Chile. Ingresó al Ministerio de
Relaciones Exteriores en 1945 en el último grado del escalafón. Ha sido secretario de las
Embajadas de Chile en Madrid (1947-1949), Londres (1949-1952), Río de Janeiro (1953-
1956) y Londres (1959-1965). Fue Ministro Consejero de la Embajada de Chile en México
(1967-1972) y fue Designado Director de Organismos Internacionales (1972-1973) y
Director de Política Bilateral (1973-1975). Ha sido Embajador Delegado Permanente ante la
UNESCO, Vicepresidente de la delegación chilena a las Conferencias Generales de la
Unesco en Nairobi y París, en 1976 y 1978, respectivamente.
Delegado a la Conferencia sobre Políticas Culturales para América Latina, en el marco de la
UNESCO, que se celebró en Bogotá en 1978.
Presidió la delegación chilena a la Conferencia sobre Políticas Educacionales para América
Latina, que se efectuó en México en 1979. Y también encabezó la delegación chilena a las
Conferencias de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental en 1976 y 1978. En enero
de 1980 fue designado Embajador de Chile en Francia, cargo que desempeñó hasta el 31
de enero de 1983. En febrero de ese año fue designado miembro del Consejo Asesor del
Ministro de RR.EE.
En agosto de 1983 fue designado Embajador de Chile en Perú, cargo que desempeñó
hasta el 30 de abril de 1990. En mayo de 1990 se acogió voluntariamente a retiro. Ha
publicado diversos trabajos de carácter histórico en el Boletín de la Academia Chilena de la
Historia. Es autor, entre otros, del libro Chile-Perú. Historia de sus relaciones diplomáticas
entre 1819 y 1879, del cual este volumen es su continuación.

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