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Advocaciones Marianas
Introducción:
La palabra “advocación” provine del latín advocare, y hace referencia a la invocación y al
mismo tiempo al hecho de dirigirse hacia un objeto específico que en la práctica histórica, varía de
forma pero en el fondo es la misma esencia. Esto ocurre con la imagen de la Virgen María, quien
es diferente en cada región pero que es la misma Virgen María, la Madre de Jesucristo y de la
Iglesia, y cuando el fiel se dirige con amor a esa imagen específica, se está dirigiendo en realidad
a la Virgen María que vive en el reino de Dios. El amor que experimenta es el mismo amor a María
y todos los creyentes, aunque amen a diversas advocaciones viven un único amor a Dios y a
María, y están unidos en ese amor.
La religiosidad popular es una experiencia universal: en el corazón de toda persona, como
en la cultura de todo pueblo y en sus manifestaciones colectivas, está siempre presente una
dimensión religiosa. Esta manifestación común de la fe devocional se puede encontrar en todos
los estratos del pueblo de Dios, y en la medida que se vive, logra preservar la fe de manera
sencilla, ligada a la vida simple, cotidiana y elemental de la vida familiar y social. Se habla de un
catolicismo popular sobre todo presente en los ámbitos rurales, sub-urbanos y periféricos, pero sin
exclusión de otros sectores sociales. Esta realidad de la religiosidad popular, por sus actos
privados y públicos que la caracterizan: signos, palabras, cantos y danzas, actos, celebraciones,
ropaje, colores, costumbres y tradiciones, promueve no solo lo individual, sino la conciencia
comunitaria de la fe cristiana y su compromiso, y se relaciona profundamente con la vitalidad de
su historia, de su cultura, de sus raíces religiosas.
Por eso es posible desarrollar la fe en una advocación mariana específica, que representa
un valor común para todo un pueblo, por estar inscrita dentro de su historia precisa, dentro de
acontecimientos en lugares con fechas que ocurrieron y tienen que ver con la búsqueda de la
salvación espiritual y general como pueblo.
La verdadera devoción a María, en sus diversas advocaciones, está centrada en Cristo y
en comunión con la Iglesia, no es algo superficial y banal, ni es manipulable para otros fines; es
algo profundo, libre y liberador, con implicaciones absolutamente trascendentales para los pueblos
y las personas, debido a la dinámica integradora cristiana que posee. Al mismo tiempo, al ser
parte innegable de la historia, cultura y acontecimiento de salvación para cada uno y para todos.
La presencia de la figura femenina de María se relaciona con los contenidos evangélicos y
se expresa con los términos culturales. Por eso se le puede entender como el encuentro entre
palabra, cultura y situación humana. Podemos entender mejor ahora lo que es la inculturación de
la figura de B.V. María en los diversos pueblos de la tierra. Inculturación significa entrar en la
cultura, in culturare, ponerse dentro de la cultura de un pueblo. María se adapta a cada lugar en
su lenguaje, su raza, su vestidura; en todo, menos en el pecado. Ella hace entender lo que quiere
transmitir en el lenguaje y mentalidad de cada pueblo donde interviene.
La inculturación de lo mariano tiene por lo tanto una importancia fundamental; está ligado a
lo profundo de las raíces de nuestro pueblo, a sus raíces ancestrales, no solamente las raíces que
vinieron de Europa, sino también y sobre todo las que provienen de aquí, de las culturas indígenas
autóctonas, mayoritariamente matriarcales, además de las africanas que se les unieron, que
también son muchas veces matriarcales.
La inculturación de María representa algo central y fundamental en la historia de salvación
de nuestros pueblos, que está ligado a su origen bíblico y donde la figura femenina está ayudando
en la obra de la redención, la nueva creación, al nuevo Adán en el nacimiento, el crecimiento y la
maduración de la Iglesia hacia su pleroma definitivo.
Podemos encontrar de esta manera diversas advocaciones, diversas imágenes de la
Virgen María a lo largo y ancho de toda la historia y geografía humanas. Este fenómeno ocurre
prácticamente únicamente con la Virgen María, y refleja la profunda e irrenunciable realidad de su
maternidad divina y espiritual.
Durante la historia de la Iglesia se han ido acumulando una cantidad enorme de diversas
advocaciones marianas. El motivo o el origen de cada advocación varía en cada una de ellas;
siempre se trata de hechos extraordinarios, milagrosos, donde el pueblo de Dios, la Iglesia en su
conjunto, reconoce la intervención de la Madre de Jesús en su favor. Después el pueblo se
encarga de “encarnar”, hacer suya, esta realidad, esta intervención especial de la Virgen y se va
creando la advocación correspondiente hasta consolidarse definitivamente en un título, en una
forma específica. En general cada intervención de María tiene que ver con una realidad histórica
precisa, con una necesidad particular del pueblo de Dios, lo cual una vez más demuestra la labor
maternal de María, que se tomó muy en serio el mandato de su Hijo en la cruz. Podemos
encontrar en cada advocación mariana una historia subyacente, que tiene un gran significado para
cada pueblo y nación que la practica; incluso en sus procesos de independencia nacional.
Los hechos que se sucedieron en torno a ella y que determinaron su permanencia en las
cercanías del rio Luján en el siglo XVII fueron interpretados como providenciales por lo fieles
católicos. Desde las primeras marchas obreras hacia la basílica de Nuestra Señora de Luján a
fines del siglo XIX, hasta las multitudinarias peregrinaciones anuales en el presente, que han
superado largamente el millón de personas, Nuestra Señora de Luján se ha convertido en una
imagen emblemática, que convoca las mayores manifestaciones de fe de la Argentina. Hoy se la
considera uno de los símbolos de la cultura de ese país.
Al día siguiente llegaron a las orillas del río Luján y se instalaron en un paraje llamado “La
estancia de Rosendo”. Al otro día, cuando quisieron cruzar el río, la carreta que llevaba los dos
paquetes no pudo ser removida, los bueyes no consiguieron mover la carreta. Se unieron otras
yuntas, se descargó la mercancía, pero todo fue en vano.
Alguien se fijó en los dos cajoncitos y el carretero explicó que eran dos Virgencitas.
Retiraron un cajoncito y la carreta no se movió, volvieron a colocarlo y bajaron el otro, entonces
probaron a reanudar el viaje y los bueyes caminaron sin dificultad. Intrigados por el contenido del
cajón, encontraron al abrirlo una imagen pequeña (38 cm de altura) de arcilla cocida que
representaba la Inmaculada Concepción. Los viajeros comprendieron que la Virgen quería
quedarse en ese lugar. Los creyentes interpretaron el hecho como providencial y entregaron la
imagen para su custodia a don Rosendo de Oramas. Colocada en el mejor lugar, los vecinos
comenzaron a rendirle culto. Enterados del hecho en Buenos Aires, muchos vecinos acudieron a
venerar la imagen y, al crecer la concurrencia, don Rosendo le hizo construir una ermita donde
permaneció desde 1630 hasta 1674. Ese fue el primer santuario de la Virgen de Luján. La
segunda imagen, que representaba a María con el niño en sus brazos, llegó a destino, y en 1670
se le construyó un santuario donde se la veneró bajo la advocación de Nuestra Señora de la
Consolación de Sumampa.
Hoy existe en aquel emplazamiento (donde fue el primer santuario), conocido como Lugar
del milagro, un convento y una pequeña capilla de adobe y piso de tierra, que puede visitarse, que
recuerda a aquella ermita que se erigiera como primer santuario.
Se la llamó la Virgen Estanciera y la Patroncita Morena. Manuel, un pequeño esclavo que
venía con la caravana, fue testigo de lo sucedido. Viendo su patrón el amor que demostraba a la
Virgen, lo destinó al exclusivo cuidado de la imagen, lo que hizo hasta su muerte. Se encargaba
del orden en la ermita y de los vestidos de la Virgen, dirigiendo los rezos de los peregrinos. Al
fallecer don Rosendo, su estancia quedó abandonada, pero Manuel continuó, con constancia, el
servicio que se había impuesto.
Muy preocupada con la “soledad de la Virgen” en ese paraje que hoy es Zelaya, la señora
Ana de Matos, viuda del capitán español Marcos de Sequeira y propietaria de una estancia muy
bien defendida ubicada sobre la margen derecha del río Luján, no viendo ningún interés por parte
de las autoridades civiles y eclesiásticas, le solicitó al administrador de la estancia del fallecido
don Rosendo la cesión de la imagen de la Virgen de Luján. Ella le aseguró el cuidado y la
construcción de una capilla “digna y cómoda”, facilitando la estadía de los peregrinos. Juan de
Oramas, el apoderado, aceptó la oferta y doña Ana de Matos le pagó por la cesión de la imagen.
Ello ocurrió varias veces hasta que enterado del hecho, considerado milagroso por los católicos, el
obispo de Buenos Aires fray Cristóbal de Mancha y Velazco, y el gobernador del Río de la Plata,
don José Martínez de Salazar, organizaron el traslado de la imagen, acompañada por doña Ana y
Manuel.
En 1904, Juan Nepomuceno Terrero, Obispo de La Plata, Diócesis a la que por ese
entonces pertenecía Luján, ante el evidente deterioro de la imagen a causa de la desintegración
de la arcilla con la que fuera construida, mandó hacerle una cubierta de plata, que dejó a la vista
solo el rostro y las manos.
Dicha cubierta, de autor anónimo, es de perfil cónico y está compuesta de dos piezas que
se unen en el costado de la imagen. La frontal remeda túnica y manto. Ambas están repujadas y
cinceladas imitando telas con roleos vegetales y un galón en el borde del manto.
La cubierta de plata sólo se hizo para preservar la figura de María, porque se la siguió
vistiendo con trajes de tela. Desde esa época se le superpone el cuarto creciente por delante del
manto con que se la viste. Es ya tradición que dicho manto se le cambie una vez al año, en fecha
cercana al 8 de mayo, día de la Coronación.
En 1886, el padre Salvaire presentó al papa León XIII la petición del episcopado y de los
fieles del Río de la Plata para la coronación de la Virgen. León XIII bendijo la corona y le otorgó
Oficio y Misa propios para su festividad, que quedó establecida en el sábado anterior al IV
domingo después de Pascua. La coronación se realizó en mayo de 1887.
El 5 de octubre, el mismo obispo platense (en ausencia del arzobispo de Buenos Aires,
monseñor Bottaro, postrado por la enfermedad), asumió la representación de todos los arzobispos
y obispos de las tres naciones y proclamó (por bula de Pío XI, del 8 de Septiembre de 1930)
patrona de la Argentina, Uruguay y Paraguay a la Virgen de Luján.
En 1944 fue declarada patrona de las rutas argentinas y en 1948 de los Ferrocarriles
Argentinos, en cuyas estaciones se multiplicaron las imágenes entronizadas de la Virgen. El 3 de
junio de 1946 fue declarada patrona de la Policía Federal Argentina. También era patrona del ex-
Consejo Nacional de Educación (Argentina).
El Santuario de Luján es de estilo neogotico ojival del siglo XIX. Está construido en piedra
labrada y cuenta con dos torres de más de 100m de altura. El 8 de Diciembre de 1930, el Papa
Pío XI, le otorgó oficialmente el título de Basílica.
Fue el padre Federico Grote, fundador de los Círculos Católicos de Obreros, el primero en
organizar peregrinaciones al Santuario de Nuestra Señora de Luján. En la primera peregrinación,
realizada el 29 de Octubre de 1893, fue acompañado por unos 400 hombres con banderas
argentinas quienes prometieron concurrir todos los años a pedir a la Virgen protección para la
obra. Tres años después, los peregrinos sumaban 3000. Esta peregrinación se ha realizado
ininterrumpidamente hasta nuestros días.
Milagro en Mendoza:
En 1832 un malón de 2000 indios se había propuesto llegar a la ciudad de Mendoza.
Cuando los indios se encontraban a la orilla del río Mendoza a las dos de la mañana esperando la
hora oportuna para atacar, se enfermó la esposa del Juez del lugar. Ante la gravedad del
estado de la señora fue necesario buscar a una mujer médica que vivía en la orilla del río. Por
este motivo, el gendarme que fue a la casa de la médica vio a los indios y dio parte
inmediatamente a su jefe, quien en el acto mandó avisar a todos los vecinos. Muchos huyeron a la
Ciudad, pero el resto (principalmente mujeres y niños) se concentraron en la Iglesia del lugar,
dedicada a Nuestra Señora de Luján. El pobre vecindario clamó a la compasiva Señora del Cielo y
Ella los atendió.
Los indios huyeron despavoridos: jamás se supo cuál fue la causa de su fuga. Lo cierto es
que desapareció el peligro y el pueblo reconoció en su Patrona a la autora del prodigio y salió del
templo confesando a voces, entre lágrimas y sollozos, que la Virgen de Luján los había salvado.
La Virgen había salvado en esta ocasión a la incipiente Villa que se formaba alrededor de
su Capilla y también de manera tan oportuna a la ciudad capital de Mendoza.
"Todos nosotros llevamos un poco de incredulidad dentro. Es necesaria una oración fuerte, y esta
oración humilde y fuerte hace que Jesús pueda obrar el milagro"", dijo el papa argentino en la
homilía de la celebración de ayer, de la que participaron empleados de Radio Vaticana, informó
ese mismo medio.
"¿Por qué, esta incredulidad? Creo que es justamente el corazón que no se abre, el corazón
cerrado, el corazón que quiere tener todo bajo control", dijo Francisco.
En ese marco, compartió el relato de un episodio ocurrido en Argentina. Ante la grave enfermedad
que padecía su pequeña hija de 7 años, los médicos le daban pocas horas de vida, el papá de la
niña, "un electricista, hombre de fe", "enloqueció y en aquella locura" tomó un micro para ir al
santuario mariano de Luján, contó el papa.
"Llegó pasadas las 9 de la noche, cuando todo estaba cerrado, y comenzó a rezar a la Virgen, con
las manos aferradas a la reja de fierro. Y rezaba y rezaba, y lloraba, y rezaba y así, permaneció
toda la noche", expresó.
"El hombre luchaba con Dios, junto a Dios por la sanación de su hija. A las 6 de la mañana, fue a
la terminal, tomó el micro y llegó al hospital. Encontró a su esposa llorando y se imaginó lo peor.
"Han venido los doctores y dijeron que la fiebre ha pasado, que respira bien, que no tiene nada",
concluyó su relato. El papa sostuvo: "¡Esto todavía sucede, ¿eh?, los milagros existen!"" y agregó
que para ello es necesario "una oración valiente, que lucha por llegar a aquel milagro".
Su devoción también había sido noticia anteriormente cuando el 8 de mayo el Santo Padre había
depositado un ramo de flores blancas ante una imagen de la Virgen de Luján.
"En este día en el que se celebra Nuestra Señora de Luján, celestial Patrona de Argentina, deseo
hacer llegar a todos los hijos de esas queridas tierras mi sincero afecto, a la vez que pongo en
manos de la Santísima Virgen todas sus alegrías y preocupaciones", afirmó el papa Bergoglio
hablando en español.
Bibliografía:
• Centro de Estudios Marianos. Las advocaciones marianas.
• Guérault, Juan Antonio (1961). La virgen de Luján y su santuario. Síntesis histórica.
Evocaciones. 90 páginas (1a. edición). Buenos Aires: Editorial Baraga.
• Presas, Juan Antonio (2002). Anales de Nuestra Señora de Luján: trabajo histórico-
documental, 1630-2002. 478 páginas (4a edición). Buenos Aires: Editorial Dunken.
• http://www.reinadelcielo.org/virgen-de-lujan
• (21 de Mayo de 2013). La Virgen de Luján y un milagro que salvó una vida. Diario La
Prensa.