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La campaña del odio en Cataluña: un sedimento de odio y asco tras el 'procés'

RAFA LATORRE

@rlatorreg

Actualizado Martes, 16 abril 2019 - 02:06

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Una ruta por los enclaves míticos del independentismo como Vic, Berga o Amer, donde el
nacionalismo ha derivado en los últimos tiempos en una biosfera de complicada coexistencia que se
acrecenta en cuanto comparece el discrepante.

Cartel de Carles Puigdemont, en la plaza de la Villa de Amer (Gerona)

Cartel de Carles Puigdemont, en la plaza de la Villa de Amer (Gerona) J. LUENGO

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Cayetana Álvarez de Toledo llega tarde al restaurante y, después de tranquilizar a los presentes, le
echa una vistazo a las noticias que informan del boicot violento que acaba de sufrir en la Universidad
Autónoma de Barcelona. Se ríe con algunos enfoques locales. "Mira este titular: Un acto de Álvarez
de Toledo provoca tensión en la UAB. Provoca, dicen". El PP es un partido tan estigmatizado que tras
lo ocurrido hay decenas de expresiones de solidaridad que terminan descarrilando. Es una
solidaridad envenenada. Enfatizan que todos los partidos se merecen respeto, con lo que es
inevitable completar la frase mentalmente: "Incluso" el PP se merece la libertad de expresión. La
campaña de su candidata por Barcelona está provocando un gran desconcierto, precisamente
porque no se resigna a jugar el papel de exotismo que el nacionalismo hegemónico le concede a su
opción política. Al día siguiente, la portada de La Vanguardia ventila lo ocurrido en el campus de
Bellaterra en un subtítulo y El Periódico de Catalunya ni siquiera lo lleva en su primera. Son sucesos
inscritos en una cierta normalidad.

El nacionalismo ha sido durante décadas el árbitro de la convivencia en Cataluña y ha construido una


biosfera tan delicada que todo se trastorna en cuanto comparece el discrepante. A eso lo llaman
provocar. La ex consejera de Cultura y actual número dos de la candidatura en Barcelona de Junts
per Catalunya, Laura Borràs, le pondrá rúbrica oficial a la teoría de la provocación un día después,
cuando resume las agresiones a Álvarez de Toledo, Mayte Pagazaurtundúa y Josep Bou con la
sabiduría del refranero: "Hay gente que busca problemas y, cuando buscas problemas, los
encuentras".
Una ruta por la Gerona interior permite apreciar el paisaje que deja la segregación cuando se
convierte en política consistorial. En pueblos como Anglés o La Cellera de Ter, la campaña es
inapreciable precisamente porque viven durante todo el año en campaña. Son pueblos plastificados
de amarillo, donde los niños juegan en parques donde todos los bolardos están pintados del negro
estrellado de la bandera que conmemora el tricentenario de la Guerra de Sucesión. La vista no
encuentra un punto de descanso entre tanto impacto propagandístico, ni siquiera en la carretera
entre pueblo y pueblo. En los arcenes y las rotondas se alterna la propaganda de pretecnología con
carteles de tipografía y maquetación cuidada financiados por la Òmnium Cultural, la organización
independentista que preside Jordi Cuixart y vicepresidió Joaquim Torra.

Hay una diferencia paisajística entre la comarca de Osona, donde se encuentran algunos de los
enclaves míticos del independentismo como Vic o Berga, y la comarca de La Selva. En la segunda, el
fervor independentista ha ido deslizándose hacia el culto a la personalidad, una especie de
mesianismo que se va haciendo más evidente según te vas acercando a Amer. Allí nació Puigdemont
-"Hombre, aquí todos conocemos al Carles"- y desde hace semanas una lona gigante con su rostro
domina la plaza del pueblo. Provoca un efecto distópico. No es fácil encontrar otra plaza en toda
España -ni tampoco en toda Europa- bajo la permanente mirada de un rostro flotante. Allí quiso
celebrar Ciudadanos un acto. Carina Mejías, concejala en Barcelona, explica lo que ocurre cuando
quieren hacer política en un pueblo como éste: "En Vic o en Amer se produjo la viva imagen de la
fractura social que se vive en Cataluña, de un lado unas personas que tratan de hacer política y
gritan 'Libertad, libertad' y del otro un grupo de gente insultando, increpando y exigiéndote que te
vayas. En Vilanova se nos acercó una señora y nos dijo: 'No os queremos aquí, largaos'. ¡Y encima allí
30% del voto es constitucionalista! Yo he roto amistades de años por culpa del procés pero esto es
más fácil de explicar fuera de Cataluña que lo que se vive en estos pueblos". Cuando Inés Arrimadas
y sus compañeros se fueron de Amer, uno de los paisanos de este pueblo de 2000 habitantes y
apariencia unánime pasó una fregona con lejía para desinfectar el suelo donde pisaron los
constitucionalistas. A la presencia de Ciudadanos en Amer también lo llamaron provocación, aun hoy
muchos insisten en que lo fue y no sólo los radicales.

En una de las calles que sale de la plaza de Amer está la Pastisseria Puigdemont, una pequeña
repostería adornada con un cartel con letras art decó y estanterías rebosantes de monas de Pascua.
Detrás del mostrador está la hermana de Carles Puigdemont, que recibe sonriente al visitante y le
invita a poner algo en el libro de firmas que ha colocado en un altarcito dedicado al president.
"Viene mucha gente a visitarnos", dice sonriente, "de hecho ya hemos llenado tres libros con
dedicatorias de los que vienen". En los mostradores hay algunos cohetes del Tintín de Objetivo: la
Luna hechos de chocolate. Es la única concesión alimenticia a la propaganda, el resto está en la
decoración.

En Amer hay ajetreo en torno a la iglesia. Al visitante lo convocan los propios parroquianos a la
procesión del Viernes de Dolores. Dicen que es un verdadero acontecimiento. Una jubilada está
coordinando la convocatoria, debe de llevar una decena de lazos amarillos entre la pechera y el
bolso. Los agita y dice: "Aquí nos toca mucho lo del Carles". De los presentes en el templo sólo una
mujer va sin lazo. Mientras enseña algunas de las ruinas de la iglesia, que encontraron en unas obras
y ahora almacenan en una de las naves laterales, suelta un par de comentarios sarcásticos
levemente reveladores. "Aquí ahora andamos todo el día a la independencia". A ella no le gusta el
ambiente porque no le gusta que "la gente se pelee". Es difícil concretar, habla en circunloquios.
Cuando se le pregunta por el horrendo paño amarillo que hay en el atrio del templo, se atreve a
precisar: "Uy, aquí el cura no se encarga de salvar las almas, más bien lo contrario. Menudas
homilías, merece la pena que os quedéis a escucharlo. Él hace la campaña desde el púlpito".

Todos estos pueblos de la comarca de La Selva tienen mucho en común. Una elevada tasa de
inmigración, una vida parroquial muy activa, pertenecen al AMI (Asociación de Municipios por la
Independencia), tienen un pasado carlista y es muy probable que hayan declarado a Enric
Millopersona non grata. Más de 100 municipios catalanes lo han hecho, entre ellos la ciudad de
Gerona. Su ciudad durante muchos años.

Falta un par de horas para que la campaña arranque oficialmente. Millo va a acompañar a los
compañeros del PP de Gerona a pesar de que no va en las listas y de que las perspectivas para el
partido en la provincia son peor que aciagas. Deprimentes. Al independentista gerundense le gusta
decir que su provincia es la única de las cuatro catalanas que no toca con España y más le gusta
saber que en caso de un referéndum separatista sería también la única en la que está claro que
ganaría el sí a la independencia. Millo llega escoltado al encuentro en un hotel situado en lo alto,
desde el que se divisa toda la ciudad, y habla con una sorprendente serenidad de una cotidianeidad
atroz. "No hay un sólo día que yo no salga a la calle y alguien no se dirija directamente a mí para
insultarme". Cuando dejó la delegación del Gobierno en Cataluña, tras la moción de censura que
llevó a Pedro Sánchez a la Presidencia de España, la distancia que impone la institución desapareció
y el acoso se hizo constante. Aun habría de agravarse cuando le tocó testificar en el juicio a los
líderes independentistas del 1 de octubre. Ningún otro testimonio despertó semejante ira. "A mí lo
que me sorprendió fue la reacción de algunas personas que yo consideraba moderadas y que han
salido de una forma hostil y violenta contra mí, cuando yo me limité a decir la verdad. Yo no tengo
ningún interés personal en perjudicar a nadie. Los procesados sabían perfectamente, cuando
tomaron sus decisiones, que esto podía tener consecuencias. Entre otras cosas, porque lo habíamos
hablado", continúa. Aquella declaración, de la que la cacareada trampa del Fairy fue apenas un
detalle marginal, le trajo muchos disgustos a él y también a su familia. Eso es lo que le ha llevado a
pensar en mudarse. Pero no se arrepiente: "El juicio es una clara muestra de transparencia y de
correcto funcionamiento del Estado de Derecho. No suma ni un voto para los radicales, al revés, yo
creo que hay gente a la que le hace ver algo que antes no veía. Tanto en un extremo como en el
otro".

La decisión del presidente del tribunal Manuel Marchena de no interrumpir el calendario previsto
para la vista por la convocatoria de elecciones ha provocado que inevitablemente se viva en
Cataluña como si hubiera dos campañas. La tradicional, con sus mítines y sus carteles, y la que
irradia sus mensajes desde Las Salesas de Madrid, si acaso más descarnadamente sincera. Varios
medios independentistas se han volcado en el minutado del juicio. Basta un vistazo a ese flujo
ininterrumpido de información para advertir una cesura en el proceso. Las declaraciones de los
acusados, que pudieron renunciar a contestar las preguntas de la Fiscalía e incluso podían mentir
para defenderse, provocaron un estallido de euforia que, por su apariencia sincera, revelaba un
notable desconocimiento acerca de cómo funciona un juicio. Las pruebas testificales enfriaron los
ánimos de inmediato, porque el relato de los testigos hizo aflorar una realidad tan comprometedora
para los procesados como preocupante para la sociedad en general.

Ante los siete magistrados, decenas de agentes han ido describiendo bajo juramento el acoso que
sufrieron en los días más dramáticos del procés. En pueblos como el leridano de La Seu d'Urgell, las
ceremonias de repudio a los agentes eran constantes y se produjeron episodios de violencia que
bordearon la tragedia. Como lo que relató el oficial de policía 091126 de lo ocurrido con su convoy
policial el 2 de octubre en Gerona: "Estábamos prestando un servicio de reserva en dicha localidad
por si fuera necesaria nuestra intervención en cualquier punto. Teníamos que estar cambiando de
posición constantemente cada vez que los ciudadanos se percataban de nuestra presencia. Cuando
el servicio finaliza, el convoy se desplaza hasta el lugar de pernoctación. Al vernos pasar, era normal
que hicieran gestos despectivos, pero un conductor intentó cortar el convoy. El tercer vehículo no
pudo rebasarlo y se produjo una colisión". Hay decenas de testimonios que componen eso que el
jefe de la policía judicial de la Guardia Civil de Cataluña, el teniente coronel Daniel Baena, describió
como "clima insurreccional" y que ha dejado un sedimento de odio y asco en Cataluña. La elección
de Jordi Sànchez como cabeza de lista de Junts per Catalunya para estas generales sólo contribuyó a
cronificar la anomalía, pues es lo que permite a la intelligentsia nacionalista sostener la idea de una
campaña justamente trastornada y de que es imposible aspirar a la normalidad cuando uno de los
candidatos duerme cada noche en la cárcel. Que la razón es que existan graves indicios de que
contribuyó decisivamente a quebrar la convivencia es algo que no arredra al independentismo, cuya
capacidad por sustituir unas ficciones por otras para que el desafío no cese sigue intacta. Pronto se
verá si también la credulidad de una parte de su ciudadanía.

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Comentarios

agasicarlos

16/04/2019 05:13 horas

Por desgracia es un relato ciert

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