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FINANCIAMEINTO DE PARTIDOS PLITICOS

El involucramiento económico de terceros en las campañas no es en sí un problema; un


elemento importante del proceso democrático está en el derecho que tiene cada ciudadano
para participar en una campaña, ya sea dedicando tiempo como voluntario o apoyando
económicamente. El problema está cuando un contribuyente llega a adquirir un grado
excesivo de influencia sobre la campaña y sobre el candidato, a tal punto que merma la
independencia del último una vez que es elegido585. Esto tiene una mayor probabilidad de
suceder cuando un candidato, en vez de tener a varias personas que aportan montos
relativamente menores, recurre a unos pocos «mecenas» para financiar su campaña. Para
ilustrar este punto de manera más clara, veamos el siguiente cuadro que muestra un caso
hipotético:

Candidatos Fondos N o de Aporte por Grado de Influencia


contribuyentes persona como porcentaje
tota
A S/1 000 000 2 S/500 000 50%
B S/1 000 000 1 000 S/1 000 0.1%

En este ejemplo, tenemos a dos candidatos que compiten en un mismo distrito electoral y que
cuentan con el mismo presupuesto, conseguido a través de aportes de terceros. Al tener la
misma cantidad de dinero, ambos tendrán más o menos los mismos recursos para disputar las
elecciones. La diferencia está en el que el candidato A solo tiene dos contribuyentes, mientras
que el candidato B cuenta con 1 000 personas que apoyaron económicamente a su campaña.
Para efectos de este ejemplo, supongamos que los contribuyentes de cada candidato
aportaron cantidades idénticas; en ese sentido, podemos apreciar que, pese a que los dos
candidatos cuentan con el mismo presupuesto para sus campañas, el candidato A recurrió a
dos «mecenas», que aportaron S/500 000 cada uno. El candidato B, en cambio, logró obtener
el apoyo de 1 000 personas, cada uno aportando S/1 000. Si convertimos el aporte de cada
persona en un porcentaje que refleja el grado de influencia, nos damos cuenta de que cada
una de las dos personas que apoya la campaña del candidato A tiene un grado de influencia de
50 %, mientras que cada persona que apoyó al candidato B tiene un grado de influencia de 0.1
%. Historia, política y el Perú: Lecciones del pasado para una reforma política hoy 267 Esto no
es más que una explicación gráfica de una situación evidente. El candidato A depende
económicamente de dos personas para financiar su campaña. En ese sentido, se ha generado
una mayor dependencia de candidato a contribuyente y, por lo tanto, hay una mayor
probabilidad de que el dinero que reciba sea condicionado a cumplir con ciertas demandas
incluso mucho antes de ser desembolsado. Y si los contribuyentes tienen algún interés en
particular con fines económicos, claro está, hay una mayor probabilidad que el candidato
A esté dispuesto al menos a escuchar lo que tienen que decir. En el mejor de los casos, su
gestión estaría marcada por un discurso favorable a los intereses de sus «mecenas»
protegiendo el statu quo; en el peor de los casos, estaría comprometido a utilizar su cargo
público para beneficio exclusivo de ellos. De otro lado, el candidato B, al tener 1 000
contribuyentes, cuenta con una base amplia de personas que apoyan su candidatura por las
propuestas hechas durante la campaña, sin que ellos tengan el grado de influencia suficiente
que pueda comprometer su independencia. Si uno de ellos decidiera no apoyar más al
candidato B, el financiamiento no se vería afectado de manera tan drástica, debido a que cada
aporte representa menos del 1 % del total. En esta situación, el candidato B mantiene un
mayor grado de independencia que el candidato A. Este ejemplo un tanto exagerado tiene el
objetivo de demostrar el poder que tiene el dinero sobre las campañas electorales. Es una
realidad que, lamentablemente, compromete seriamente los ideales del proceso democrático
y en muchos casos se convierte en corrupción por parte de políticos y contribuyentes, no solo
en el Perú, sino en todos los países.

Inevitablemente, al ser plurinominales, los distritos electorales son más grandes


geográficamente que los distritos uninominales; por lo tanto, los costos de campaña para
cubrir todo el distrito y llegar a toda la población, serán mayores también. Esto aumenta aún
más en la medida que existen decenas de otras opciones, ya que cada una tiene que Historia,
política y el Perú: Lecciones del pasado para una reforma política hoy 268 hacer un mayor
esfuerzo para distinguirse de las demás y conseguir el apoyo del electorado. Al estar
bombardeado con tanta publicidad, mítines, afiches y demás parafernalia asociada con las
campañas electorales de decenas de agrupaciones, el elector eventualmente deja de prestar
atención a los mensajes políticos, creando curiosamente una mayor presión para gastar
aún más y así intentar penetrar la conciencia del elector.

Proliferación de movimientos regionales y camaleones políticos

Como se ha señalado, una característica de la democracia es la capacidad del electorado de


castigar o premiar a sus políticos a través del voto. Un Gobierno eficaz, honesto y profesional,
que vela por los intereses de todos en la medida que sea posible, en teoría debería ser
premiado por los electores con otro mandato; mientras que un Gobierno mediocre, sin logros
substanciales y enfrascado en escándalos de corrupción debería ser reemplazado en las
siguientes elecciones. Para ello, es necesario contar con partidos políticos que sean fácilmente
identificables. El debilitamiento de los partidos en el Perú ha traído consecuencias también
para la democracia a nivel regional y municipal, en donde empezando en 2002 y
continuando en 2006, 2010 y 2014 han aparecido en la escena un gran número de
movimientos independientes a nivel regional, sin vínculo alguno con los partidos nacionales,
que se crean y se disuelven con cada ciclo electoral, lo que presenta un problema adicional
para el fortalecimiento de la democracia en el país. La proliferación de dichos movimientos, de
cierto modo, es un síntoma de un problema mayor, pero a las finales es un síntoma que ha
exacerbado el problema. Y es que, con cada elección, son más los movimientos regionales que
se presentan y luego desaparecen. Dichos movimientos hicieron su primera gran aparición en
las elecciones de 2002, aunque no fueron adecuadamente normados hasta la promulgación de
la Ley de Organizaciones Políticas de 2003, la cual estableció los procedimientos para su
inscripción y funcionamiento. De acuerdo a dicha Ley, un movimiento es simplemente una
organización política de alcance regional o departamental; en ese sentido, representa los
intereses locales de una población y no tiene vínculo formal con algún partido nacional. La
proliferación de estas agrupaciones ha sido realmente notable. En las elecciones regionales de
2002, se presentaron un total de 52 movimientos en todo el Perú; en 2006, este número
ascendió a 80; en 2010, se inscribieron 155 y para 2014, se presentaron 156, un incremento de
200 % (ver anexo). El problema, sin embargo, no se limita solamente al incremento en el
número de agrupaciones que se presentan en cada elección; aparte de ello, se observa poca
continuidad de los movimientos regionales de una elección a otra. Por ejemplo, de los 52
movimientos regionales que participaron en las contiendas electorales de 2002, Historia,
política y el Perú: Lecciones del pasado para una reforma política hoy 273 apenas 16
sobrevivieron para las elecciones de 2006; asimismo, de los 80 que participaron ese año, solo
41 figuraron en 2010; y de los 155 registrados en 2010, apenas 62 compitieron en 2014.
Increíblemente, de los 52 movimientos que participaron en 2002, solamente ocho participaron
en todas las elecciones regionales hasta 2014. Lamentablemente, esta proliferación de nuevos
movimientos en cada ciclo electoral no ha significado necesariamente el ingreso de nuevos
cuadros a la escena política nacional. Al contrario, debido a la relativa facilidad con la que
movimientos regionales se pueden crear y disolver, políticos veteranos o desacreditados se
presentan una y otra vez bajo distintos símbolos sin mayores consecuencias. Entre 2002 y
2014, un total de 189 candidatos postularon más de una vez a la gobernación (anteriormente
presidencia) de sus regiones; de este total, 123 equivalente al 65.1 % cambiaron de
agrupación al menos una vez (ver anexo)589 . Estos son los políticos camaleones, que por lo
general no cuentan con ideologías claras ni planes de Gobierno concretos, siendo su objetivo
supremo simplemente llegar al poder. En ese sentido, se aprovechan de la creación constante
de movimientos regionales para pasar de una agrupación a otra, confundiendo al elector. Más
que cualquier otro fenómeno, la proliferación de los movimientos regionales ha facilitado la
aparición de estos políticos que cambian de colores con cada elección590 .

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