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1) Derechos y deberes de las partes: elementos que rigen la ejecución del contrato de trabajo.
Concepto y alcance: Son las prestaciones recíprocas y las facultades que surgen del contrato de
trabajo; obligaciones recíprocas, ya que el trabajador y el empleador, según las circunstancias,
actúan como acreedores o deudores, a cada obligación de una parte le corresponde un
derecho de la otra. Regulados en la L.C.T. (arts. 62 a 89).
La esencia del contrato de trabajo la constituyen dos obligaciones fundamentales que tienen
cada una de las partes:
- el trabajador debe “trabajar”, es decir, prestar el trabajo prometido, el que puede consistir
en la prestación concreta de las tareas o en la disposición de la fuerza de trabajo en favor del
empleador; se trata de una obligación de hacer;
Clasificación: La que divide los derechos y obligaciones: 1) según los intereses protegidos sean
los del empleador (empresa) o los del trabajador; y 2) según quién es el titular de los derechos
y las obligaciones.
1) Según los intereses protegidos sean los del empleador o del trabajador.
Por otro lado, establece deberes del trabajador como el de diligencia y colaboración, debiendo
prestar el servicio con puntualidad, asistencia regular y dedicación adecuada a las
características de su empleo y a los medios instrumentales que se provean (art. 84), de
fidelidad (art.85), el cumplimiento de las órdenes e instrucciones que se le impartan sobre el
modo de ejecución del contrato (art. 86), la responsabilidad por los daños causados a los
elementos de trabajo o a los intereses de la empresa (art. 87), el deber de no concurrencia, es
decir, de abstenerse de ejecutar negociaciones por cuenta propia o ajena que pudieran afectar
los intereses del empleador (art. 88), y la obligación de prestar los auxilios o ayudas
extraordinarias que se le requieran en caso de peligro grave e inminente para las personas o
para las cosas incorporadas a la empresa (arts. 89 y 203).
b) Protección del trabajador: La L.C.T., limita las potestades del empleador al imponer la
obligación de ejercer las facultades de dirección y organización con carácter funcional,
atendiendo a los fines de la empresa (arts. 64, 65 y 66) y disponiendo que deberá ejercer todas
las facultades conferidas respetando su dignidad y sus derechos patrimoniales, excluyendo
toda forma de abuso de derecho (art. 68).
Por otro lado, establece distintos deberes del empleador, como el pago de la remuneración en
tiempo y forma (art. 74), el deber de seguridad y protección, amparando la salud psicofísica del
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trabajador y sus bienes (arts. 75 a 77), el deber de otorgar ocupación efectiva (art. 78), cumplir
con las obligaciones frente a los organismos sindicales y de la seguridad social y entregar
certificados de trabajo (art. 80), y la obligación de dispensar igualdad de trato y no efectuar
discriminaciones (art. 81).
- Derechos y deberes comunes del empleador y del trabajador: son los llamados deberes de
conducta: de colaboración, solidaridad y buena fe (arts. 62 y 63).
1) Empleador.
2) Trabajador.
149), ejercicio de las facultades de dirección y organización del empleador con carácter
funcional, atendiendo a los fines de la empresa (arts. 64, 65 y 66) y de las demás facultades,
respetando su dignidad y sus derechos patrimoniales (art. 68), seguridad a su salud psicofísica
y protección de sus bienes (arts. 75 a 77), exigir ocupación efectiva (art. 78), el cumplimiento
de las obligaciones previsionales y sindicales del empleador y la entrega de certificado de
trabajo (art. 80), igualdad de trato y que no se hagan discriminaciones (art. 81).
b) Deberes: diligencia y colaboración en la prestación del trabajo (art. 84), fidelidad (art. 85),
cumplimiento de las órdenes e instrucciones (art. 86), responder por los daños causados a los
elementos de trabajo o a los intereses de la empresa (art. 87), no concurrencia (art. 88),
prestar los auxilios o ayudas extraordinarias que se le requieran en caso de peligro grave (arts.
89 y 203).
El art. 62 de la L.C.T. expresa que “las partes están obligadas activa y pasivamente, no sólo a lo
que resulta expresamente de los términos del contrato, sino a todos aquellos
comportamientos que sean consecuencia del mismo, resulten de esta ley, de los estatutos
profesionales o convenciones colectivas de trabajo, apreciados con criterio de colaboración y
solidaridad”.
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La norma describe la actitud que deben asumir las partes durante la relación laboral, haciendo
referencia a las conductas recíprocas esperables de cada una de ellas y resaltando los
principios de colaboración y solidaridad que deben primar aun cuando no sean expresamente
requeridos por el derecho positivo.
El art. 63 de la L.C.T. establece que “las partes están obligadas a obrar de buena fe, ajustando
su conducta a lo que es propio de un buen empleador y de un buen trabajador, tanto al
celebrar, ejecutar o extinguir el contrato o la relación de trabajo”. Comprende el deber de
actuar con fidelidad en cuanto a la conducta de las partes en sus obligaciones y resulta
aplicable en distintos momentos de la relación laboral.
Se relaciona con la mutua confianza que debe existir entre ellos para que las relaciones se
desarrollen armónicamente. El principio de la buena fe es una pauta que rige la conducta de
las partes; la norma exige que adopten conductas debidas, a un “buen empleador” y a un
“buen trabajador”, se trata de conductas que la ley espera que las partes asuman. Requiere
una recíproca lealtad de conducta, la que será valorada en cada caso particular, ya que no se
puede establecer normas rígidas.
Sin embargo, es posible fijar algunas conductas que violan el deber de buena fe, como el
aprovechamiento abusivo de situaciones: por ejemplo, no dar cumplimiento a la obligación de
explicarse (guardar silencio a intimaciones), asumir una actitud desleal al no brindar la
oportunidad a la otra parte de satisfacer el reclamo (oportunidad de rectificarse), el
aprovechamiento de requisitos legales por medio del engaño, no expresar claramente la causal
de despido o efectuarla en forma ambigua.
Para que la empresa pueda cumplir con su finalidad de producción de bienes o prestación de
servicios, el empresario (empleador) tiene distintas atribuciones o poderes que están
enumerados en la L.C.T. Se trata de la facultad de organización, el poder de dirección, el poder
reglamentario, la facultad de modificar las formas y modalidades del contrato (“ius variandi”),
la facultad de control y el poder disciplinario.
El art. 64 de la L.C.T. refiere que “el empleador tiene facultades suficientes para organizar
económica y técnicamente la empresa, explotación o establecimiento”.
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profesional (salvo en forma transitoria y por necesidad urgente) ni inmiscuirse en la conducta
del trabajador fuera de su trabajo.
Se trata del derecho del empresario de disponer, según su criterio y conocimiento, de los
bienes de producción y de los recursos humanos de la empresa (con las limitaciones impuestas
por la ley). Es decir, que el empleador, como conductor y en virtud del poder jerárquico, puede
ordenar en concreto la prestación laboral; pero deben ser ejercidas con carácter funcional y en
beneficio del interés colectivo de la empresa. Es aplicable la misma limitación que para la
facultad de dirección contenida en el art. 65 de la L.C.T.
-Facultad de dirección.
El art. 65 de la L.C.T. expresa que “las facultades de dirección que asisten al empleador
deberán ejercitarse con carácter funcional, atendiendo a los fines de la empresa, a las
exigencias de la producción, sin perjuicio de la preservación y mejora de los derechos
personales y patrimoniales del trabajador”.
El contenido del poder de dirección es amplio, ya que comprende tanto funciones ordenadoras
(instrucciones) funciones de control y vigilancia y de decisión sobre la organización de la
empresa (por ejemplo, establecer turnos de trabajo y distribución de la plantilla). Las funciones
directivas abarcan distintos aspectos de la organización del trabajo e incluyen desde la
ordenación de los puestos de trabajo (fijación del sistema de ingresos y ascensos, calificación
del personal, etc.) hasta el control de la disciplina de los trabajadores (controles de salida,
prohibición de hablar o de fumar, obligación de llevar uniforme, etc.).
- Facultad de control.
Surge como consecuencia del poder de dirección, ya que el empleador que tiene el poder de
emitir directivas al trabajador, necesariamente debe tener la posibilidad de controlar la debida
ejecución de las órdenes impartidas. La facultad de control se realiza sobre la prestación del
trabajo, verificando la producción y el modo de efectuarlo, y sobre la asistencia y puntualidad
del trabajador, por ejemplo, mediante registros y tarjetas-reloj.
También está referida al control de salida que el empleador puede ejercer para custodiar y
proteger los bienes de la empresa por medio de la realización de controles personales; la
violación de este control constituye justa causa de despido.
El control de salida es una facultad del empleador que tiene efectos disuasivos, ya que tiene
por finalidad evitar sustracciones de bienes de la empresa. El control de entrada puede
utilizarse para impedir que ingresen en el establecimiento elementos peligrosos o prohibidos.
Si bien el trabajador tiene la obligación de dejarse registrar al salir de la empresa, esta facultad
está limitada. El primer párrafo del art. 70 de la L.C.T. establece que “los sistemas de controles
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personales del trabajador, destinados a la protección de los bienes del empleador, deberán
siempre salvaguardar la dignidad del trabajador y deberán practicarse con discreción y se
harán por medios de selección automática destinados a la totalidad del personal”.
Este último aspecto es reiterado en el art. 72, al disponer que “la autoridad de aplicación está
facultada para verificar que los sistemas de control empleados por la empresa no afecten en
forma manifiesta y discriminada la dignidad del trabajador”. Por su parte, el art. 71 expresa
que “los sistemas, en todos los casos, deberán ser puestos en conocimiento de la autoridad de
aplicación”, mientras que el segundo párrafo del art. 70 establece que “los controles del
personal femenino deberán estar reservados exclusivamente a personas de su mismo sexo”.
El control de salida debe ser discreto, general y automático; además, debe ser conocido por la
autoridad de aplicación. Por tanto, se debe respetar la dignidad del trabajador, evitando
humillarlo o menoscabarlo.
Otra expresión de esta facultad es el derecho del empleador de realizar al trabajador controles
médicos y exámenes periódicos, además del examen pre-ocupacional, y de efectuar un control
médico cuando el trabajador falta al trabajo aduciendo que padece alguna enfermedad (art.
210 de la L.C.T.).
- Poder reglamentario:
Las directivas respecto a la forma de prestar las distintas tareas, la organización del trabajo, las
conductas a asumir en determinadas ocasiones, pueden manifestarse verbalmente, o por
escrito en un reglamento interno, también llamado reglamento de empresa o de taller.
Las disposiciones del reglamento son exigibles y deben ser acatadas por los trabajadores
(presentes y futuros) en tanto no violen las normas imperativas de la L.C.T. (orden público
laboral), el convenio colectivo aplicable a la actividad o a la empresa, los estatutos
profesionales ni los contratos individuales de trabajo. Tampoco pueden contener cláusulas que
afecten la moral o las buenas costumbres y deben tener carácter funcional y respetar la
dignidad del trabajador.
El art. 66 de la L.C.T. dispone que “el empleador está facultado para introducir todos aquellos
cambios relativos a la forma y modalidades de la prestación del trabajo, en tanto esos cambios
no importen un ejercicio irrazonable de esa facultad, ni alteren modalidades esenciales del
contrato, ni causen perjuicio material ni moral al trabajador. Cuando el empleador disponga
medidas vedadas por este artículo, al trabajador le asistirá la posibilidad de considerarse
despedido sin causa”.
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Sin embargo, la alteración de las condiciones del contrato puede referirse sólo a aspectos no
esenciales, debe estar justificada en las necesidades funcionales de la empresa y no causar
perjuicio material o moral al trabajador. Con esto queda claro que no se trata de un derecho
discrecional sino de una facultad del empleador, fundada en su poder de dirección— que debe
ser ejercida con prudencia y razonablemente, y está limitada por el cumplimiento de
determinados requisitos.
Estos requisitos resultan esenciales para que su ejercicio sea válido; si el empleador se excede
en sus facultades de modificar las formas y modalidades del contrato, la consecuencia es que
el trabajador puede considerarse despedido sin causa.
Sin embargo, conforme al principio de buena fe, debe previamente intimar en forma
fehaciente al empleador (por telegrama o carta documento) explicando en qué lo afecta el
cambio decidido, a fin de brindarle la oportunidad de rever la medida adoptada. El empleador
podrá dejar sin efecto la modificación, continuando en tal caso la relación laboral, o mantener
su decisión, lo que justifica que el trabajador se considere despedido por culpa del empleador.
Requisitos:
- Razonabilidad: la medida debe ser razonable, tiene que ser funcional, responder a
necesidades de la empresa y estar vinculada a la producción de bienes o de servicios. Se puede
alterar el contrato para efectuar una reorganización, para modernizar la producción o
informatizar un área determinada. Lo que está prohibido es el uso arbitrario, aquel que no se
basa en necesidades funcionales o en el interés colectivo de la empresa.
Para modificar aspectos esenciales, es decir, exceder el ius variandi y producir una novación
objetiva, se requiere el consentimiento del trabajador. De todos modos resulta válida siempre
que la aceptación del trabajador no viole el principio de irrenunciabilidad de los derechos (art.
12 de la L.C.T.).
Sin embargo, si aceptó durante un tiempo determinado (algunos meses) el cambio operado en
su contrato (por ejemplo, desempeñando nuevas tareas o percibiendo remuneraciones
calculadas según un criterio distinto), no podrá reclamar por los perjuicios que le haya
producido la modificación, ya que existió una conformidad tácita.
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- Poder disciplinario: Como consecuencia de la facultad de dirección, del poder reglamentario y
de la facultad de control, surge el poder disciplinario del empleador, cuya función principal, es
corregir la mala conducta del trabajador, materializada en faltas o incumplimientos a las
obligaciones contractuales emergentes de la L.C.T., del convenio colectivo, del estatuto
profesional, del reglamento de empresa o del contrato individual de trabajo.
De su lectura surge una clara limitación respecto al ejercicio del poder disciplinario, al imponer
una necesaria proporcionalidad entre falta y sanción, lo que excluye la aplicación de medidas
disciplinarias irrazonables o arbitrarias en relación al incumplimiento del trabajador. Asimismo,
como las demás facultades del empleador, su ejercicio está sujeto a las modalidades previstas
en el art. 68 de la L.C.T., aplicándose en forma y tiempo útil a los fines de la empresa pero
respetando la dignidad del trabajador (art. 68 LC.T.).
Las sanciones disciplinarias aplicables según nuestro régimen legal, son: el apercibimiento, las
suspensiones (entre 1 y 30 días en un año) y el despido con justa causa. Está prohibido
“sancionar” al trabajador modificando el contrato (art. 69 de la L.C.T.), ni como consecuencia
de una falta aplicarle multas ni deducirle o retenerle el monto de su remuneración (art. 131 de
la L.C.T.).
La L.C.T no exige que se aplique ninguna forma en particular; pero las sanciones deben ser
comunicadas por escrito por medio del superior jerárquico a fin de permitir el descargo del
trabajador.
El trabajador tiene 30 días para cuestionar la sanción aplicada por el empleador, ya sea
respecto a su procedencia o a su extensión; la consecuencia de no hacerlo es que se considera
consentida y pierde el derecho a reclamar en lo sucesivo: se trata de un plazo de caducidad.
Esto surge claramente del segundo párrafo del art. 67 de la L.C.T., el cual dispone que “dentro
de los treinta días corridos de notificada la medida, el trabajador podrá cuestionar su
procedencia y el tipo o extensión de la misma, para que se la suprima, sustituya por otra o
limite según los casos. Vencido dicho término se tendrá por consentida la sanción
disciplinaria”.
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verbalmente a un compañero de trabajo en presencia del supervisor, resulta extemporáneo
sancionarlo por esa falta el 10 de abril.
- Proporcionalidad: La sanción debe ser proporcional a la falta cometida por el trabajador. Para
efectuar una correcta graduación de la sanción a aplicar no sólo se debe tener en cuenta la
gravedad del incumplimiento del trabajador, sino también sus antecedentes (sanciones
anteriores) y su antigüedad, como también si la falta cometida ha sido reiterada.
Otros requisitos:
- Se debe expresar la causa de la sanción en forma clara; lo que implica que la causa de la
sanción sea justa y que se determinen los hechos que la motivaron y la fecha en que
ocurrieron.
- El empleador debe comunicar la sanción por escrito, ya sea un telegrama, carta documento o
nota firmada por el trabajador.
- Las sanciones aplicadas por el empleador deben ser medidas disciplinarias legalmente
admisibles.
La mayoría de los derechos del trabajador son la contrapartida de las obligaciones del
empleador, por lo cual, nos remitimos a lo allí referido. Los principales derechos del trabajador
son: la percepción del salario en tiempo y forma (arts. 103 a 149), el ejercicio de las facultades
de dirección y organización del empleador con carácter funcional, atendiendo a los fines de la
empresa (arts. 64, 65 y 66) y de las facultades, respetando su dignidad y sus derechos
patrimoniales (art. 68), la seguridad a su salud psicofísica y protección de sus bienes (arts. 75 a
77), exigir ocupación efectiva (art. 78), el cumplimiento de las obligaciones previsionales y
sindicales del empleador y la entrega de certificado de trabajo (art. 80) y que se le dispense
igualdad de trato y no se efectúen discriminaciones (art. 81).
Asimismo, cabe agregar dos derechos que no serán tratados al hacer referencia a los deberes
del empleador:
-Las invenciones o descubrimientos del trabajador: El principio que fija el primer párrafo del
art. 82 de la L.C.T. es que “las invenciones o descubrimientos personales del trabajador son
propiedad de éste, aun cuando se haya valido de instrumentos que no le pertenecen”.
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Se trata de las llamadas invenciones libres que son el resultado de la aptitud del trabajador,
independientemente del trabajo que ejecuta en la empresa. Esta norma se vincula con lo
dispuesto en el art. 83, que dispone la preferencia del empleador a los terceros, en igualdad de
condiciones, si el trabajador decidiese la cesión de sus derechos.
En cambio, son de propiedad del empleador, constituyen una excepción al principio del art. 82
de la L.C.T., las invenciones o descubrimientos que se deriven de los procedimientos
industriales, métodos o instalaciones del establecimiento, o de experimentaciones,
investigaciones, mejoras o perfeccionamiento de los ya empleados. Se trata de las llamadas
invenciones de explotación que son producto de la cooperación entre distintos elementos.
Este tema ha sido modificado en su alcance por la ley 24481 y el decreto reglamentario
260/96, recomendándose su lectura.
-Deber de formación profesional en las Pymes. Está contemplado en el art. 96 de la ley 24467,
que establece que “la capacitación profesional es un derecho y un deber fundamental de los
trabajadores de las pequeñas empresas, quienes tendrán acceso preferente a los programas
de formación continua financiados con fondos públicos. El trabajador que asista a cursos de
formación profesional, relacionados con la actividad de la pequeña empresa en la que preste
servicios, podrá solicitar a su empleador la adecuación de su jornada laboral a las exigencias de
dichos cursos. Los convenios colectivos para pequeñas empresas deberán contener un capítulo
especial dedicado al desarrollo del deber y del derecho a la capacitación profesional”.
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producción de accidentes y enfermedades, por lo que también se lo denomina deber de
prevención o de previsión.
I- Deber de seguridad personal, salud psicofísica: tomar las medidas necesarias para que las
tareas se presten en condiciones de seguridad adecuadas, evitando la producción de daños
evitables. Para ello, debe adoptar medidas de seguridad, obligación de hacer, y abstenerse de
realizar cualquier acto que resulte perjudicial para su salud psicofísica, obligación de no hacer.
Mientras el empleador no cumpla con las medidas de seguridad, el trabajador podría
abstenerse de prestar el trabajo o, considerarse despedido indirectamente, invocando como
justa causa el incumplimiento del deber de seguridad.
La ley 19587 regula las condiciones de seguridad e higiene en todos los establecimientos y
explotaciones del territorio nacional. El dec. 351/79 reglamentó la ley y detalla, entre otros
aspectos, el funcionamiento de los servicios de medicina y de higiene y seguridad de las
empresas.
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Está contemplado en el art. 77 de la L.C.T., al disponer que “el empleador debe prestar
protección a la vida y bienes del trabajador cuando éste habite en el establecimiento. Si se le
proveyese de alimentación y vivienda, aquélla deberá ser sana y suficiente, y la última,
adecuada a las necesidades del trabajador y su familia. Debe efectuar a su costa las
reparaciones y refacciones indispensables, conforme a las exigencias del medio y confort”.
La dispensa al deber de ocupación también puede surgir de una causa funcional; por ejemplo,
la rotura de una máquina, la caída del sistema informático, un motivo de fuerza mayor (un
incendio, una inundación) puede provocar que transitoriamente no se cumpla con el deber de
ocupación efectiva, pero, de todos modos, el empleador tiene la obligación de pagar la
remuneración.
La segunda parte del art. 78 dispone que “se reputarán las nuevas tareas o funciones como
definitivas si desaparecieran las causas que dieron lugar a la suplencia y el trabajador
continuase en su desempeño o trascurrieran los plazos que se fijen al efecto en los estatutos
profesionales o en las convenciones colectivas de trabajo”.
El art. 79 de la L.C.T. dispone que “el empleador deberá cumplir con las obligaciones que
resulten de esta ley, de los estatutos profesionales, convenciones colectivas de trabajo y de los
sistemas de seguridad social, de modo de posibilitar al trabajador el goce íntegro y oportuno
de los beneficios que tales disposiciones le acuerden. No podrá invocar, en ningún caso, el
incumplimiento por parte del trabajador de las obligaciones que le están asignadas y del que
se derive la pérdida total o parcial de aquellos beneficios, si la observancia de las obligaciones
dependiese de la iniciativa del empleador y no probase el haber cumplido oportunamente de
su parte las que estuviese en su cargo como agente de retención contribuyente u otra
condición similar”.
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Negligencia, del empleador, será responsable del pago de la prestación. Por ejemplo: sistemas
de seguro, asignaciones familiares, retenciones y aportes para la obra social.
-Deber de observar las obligaciones frente a los organismos sindicales y de la seguridad social.
Entrega del certificado de trabajo.
La primera parte del art. 80 de la L.C.T. considera una obligación contractual “ingresar los
fondos de seguridad social por parte del empleador y los sindicales a su cargo, ya sea como
obligado directo o como agente de retención, configurará asimismo una obligación
contractual”.
Por tanto, el empleador está obligado, por un lado, a retener de la remuneración de los
trabajadores determinadas sumas y a efectuar los pagos pertinentes a la orden del ente
recaudador (actuando como agente de retención) y, por otro lado, a depositar los montos que
resulten legalmente exigibles cuando es deudor directo; dichas sumas son las
correspondientes a las contribuciones para el sindicato al que estén afiliados (ley 23551), para
el sistema integrado de jubilaciones y pensiones (ley 24241 ) y para el de obras sociales (leyes
23660 y 23661 ); también debe aportar al régimen de asignaciones familiares (ley 24714 ).
El incumplimiento de esta obligación puede justificar que el trabajador, previa intimación para
regularizar su situación, decida disolver el contrato de trabajo por culpa del empleador. El
empleador también está obligado a demostrar al trabajador, mediante constancias
documentadas, que ha efectuado dichos aportes. Al respecto, el art. 80 expresa que el
empleador “deberá dar al trabajador, cuando éste lo requiriese a la época de la extinción de la
relación, constancia documentada de ello. Durante el tiempo de la relación deberá otorgar tal
constancia cuando medien causas razonables”.
El segundo párrafo del art. 80 establece la obligación del empleador, al extinguirse por
cualquier causa el contrato de trabajo, de entregar al trabajador un certificado de trabajo y fija
su contenido al consignar que debe contener “las indicaciones sobre el tiempo de prestación
de servicios, naturaleza de éstos, constancia de los sueldos percibidos y de los aportes y
contribuciones efectuados con destino a los organismos de seguridad social”.
En caso de negativa del empleador de otorgar estos certificados, el trabajador puede exigirlos
judicialmente y el juez podrá aplicar a la empresa astreintes (art. 666 bis del Código Civil) por
cada día de demora.
-Deber de no discriminar e igualdad de trato: Hay que partir del principio de igualdad ante la
ley, consagrado en el art. 16 de la Constitución nacional y de la interpretación que ha
efectuado la C.S.J.N. al establecer que debe dispensarse igualdad de trato a los iguales en
igualdad de circunstancias (“Fallos”, t. 270, p. 374; t. 271, p. 320; t. 273, p. 211; t.
274, p. 334). También la Constitución nacional ha reflejado, desde el punto de vista del salario,
este deber al establecer el principio de igual remuneración por igual tarea (art. 14 bis). Por su
parte, la ley 23592 prohíbe todo tipo de discriminación. Está consagrado en los arts. 17 y 81 de
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la L.C.T. El art. 17 dispone que “se prohíbe cualquier tipo de discriminación entre los
trabajadores por motivos de sexo, raza, nacionalidad, por motivos religiosos, políticos,
gremiales y de edad”. El art. 81 reitera que “el empleador debe dispensar a todos los
trabajadores igual trato en identidad de situaciones. Se considerará que existe trato desigual
cuando se produzcan discriminaciones arbitrarias fundadas en razones de sexo, religión o raza,
pero no cuando el diferente tratamiento responda a principios de bien común, como el que se
sustente en la mayor eficacia, laboriosidad o contracción a sus tareas por parte del
trabajador”.
Es importante destacar la última parte de la norma, de la que surge que debe brindarse
igualdad de trato entre dos o más trabajadores cuando se verifica que existe identidad de
situaciones. La ley prohíbe las discriminaciones arbitrarias pero no impide que el empleador
otorgue un trato distinto en situaciones diferentes, es decir, que justifica el trato distinto
cuando responde a causas objetivas.
-Deber de llevar libros. Todo empleador está obligado a llevar un libro especial, registrado y
rubricado, en las mismas condiciones que se exigen para los libros principales de comercio,
(art. 52, L.C.T.). El tema ha sido desarrollado en el capítulo Contrato de trabajo.
El trabajador tendrá derecho a una cantidad de horas del tiempo total anual del trabajo,
conforme a lo que se establezca en el convenio colectivo, para realizar, fuera de su lugar de
trabajo, actividades de formación o capacitación que él juzgue de su propio interés.
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dedicación adecuada a las características de su empleo y a los medios instrumentales que se le
provean”. Su incumplimiento hace incurrir al trabajador no sólo en el incumplimiento
específico al deber de diligencia, sino en el cumplimiento defectuoso de la prestación laboral.
Debe cumplir la prestación de las tareas con responsabilidad, actuando como un buen
trabajador, produciendo conforme a las pautas de rendimiento normal; estos estándares de
rendimiento surgen tanto de sus posibilidades personales, aptitud física y técnica, como de los
elementos de trabajo provistos por el empleador, eficacia de los medios instrumentales,
aunque es posible fijar pautas medias según el tipo de la labor comprometida.
Es más común establecer pautas medias de rendimiento en los sectores de producción, por
ejemplo, en los trabajos de línea, en función de las máquinas empleadas, el tipo de tareas y la
experiencia. También pueden fijarse pautas de rendimiento específicas vinculando el factor
tiempo (jornada) con el factor producción (cantidad de trabajo): “tantas piezas en tanto
tiempo”; tal es el caso del trabajo a destajo, en el cual la remuneración se paga según la
producción.
La ley 24766 (“B.O.”, 30/12/96), de confidencialidad sobre información y productos que estén
legítimamente bajo control de una persona, tiene por finalidad evitar que se divulguen
indebidamente y de manera contraria a los usos comerciales honestos. Establece que las
personas físicas o jurídicas podrán impedir que dicha información se divulgue a terceros o sea
adquirida por terceros sin su consentimiento. Se aplica a la información que conste en
documentos, medios electrónicos o magnéticos, discos ópticos, microfilmes, películas u otros
elementos similares.
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Jurisprudencialmente se ha resuelto que viola el deber de fidelidad: el trabajador que asiste
impasible a la realización de actos delictuosos de sus compañeros, el encargado de oficina que
silencia las faltas de los subordinados, el jefe de sección que retiene piezas fabricadas en forma
defectuosa sin comunicarlo a su superior, el trabajador que marca la tarjeta de entrada y salida
de un compañero de tareas que no concurrió a trabajar, el trabajador que efectuó una
denuncia maliciosa ante la policía del trabajo.
-Deber de obediencia. Es la contrapartida del poder de dirección del empleador, que implica la
facultad de emitir directivas y se manifiesta en la subordinación jerárquica del trabajador. La
primera parte del art. 86 de la L.C.T. determina que “el trabajador debe observar las órdenes e
instrucciones que se le impartan sobre el modo de ejecución del trabajo, ya sea por el
empleador o sus representantes”.
Esto significa que debe cumplirlas si resultan legítimas y funcionales, aunque las considere
improcedentes desde el punto de vista de la organización de la empresa o de los
procedimientos técnicos aplicables. En cambio, no debe obedecer la orden que comprometa o
perjudique su patrimonio, su dignidad personal o su integridad psicofísica, ni la orden de quien
no está legitimado para darla, ni aquella que pueda entrañar un ilícito penal que excede el
marco de la obediencia debida (por ejemplo, cometer un fraude fiscal).
-Custodia de los instrumentos de trabajo. La segunda parte del art. 86 de la L.C.T. dispone que
el trabajador “debe conservar los instrumentos o útiles que se le provean para la realización
del trabajo, sin que asuma responsabilidad por el deterioro que los mismos sufran derivados
del uso”. El deber de custodiar los elementos de trabajo abarca tanto las maquinarias como las
herramientas de que se sirve el trabajador para efectuar sus tareas, pero, lógicamente, no
debe responder por su desgaste.
-Responsabilidad por daños. El art. 87 de la L.C.T. establece que “el trabajador es responsable
ante el empleador de los daños que cause respecto a los intereses de éste por dolo o culpa
grave en el ejercicio de sus funciones”. Es decir, que debe responder ante el empleador
solamente cuando el daño ha sido producido por dolo o culpa grave, lo que excluye los daños
no culposos y los que se causen en el incumplimiento de la diligencia normalmente exigible.
Estos casos de culpa simple o leve resultan excusables, ya que el daño es provocado por
desatención, ignorancia o por el comportamiento habitual en la realización de la tarea.
La culpa grave se configura cuando el trabajador tiene conocimiento de los peligros que
entraña el acto u omisión que produce el daño, pero su voluntad no está dirigida
concretamente a producirlo. El dolo se configura cuando existe el propósito deliberado de
causar daño; son los casos de sabotaje a los medios de producción: por ejemplo, cuando se
deteriora intencionalmente una máquina para detener la producción o se provoca una rotura
en un elemento de trabajo.
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también si la actividad desarrollada tiene entidad para producirlo: lo que importa no es la
existencia de un daño ni su magnitud, sino la actitud potencialmente perjudicial para el
empleador; eso es lo que genera el incumplimiento.
Una negociación resulta incompatible y viola el deber de no concurrencia cuando se hace con
un comercio de rango análogo, es decir, cuando el trabajador por cuenta propia, autónomo, o
ajena, dependiente, realiza actos con otra empresa de la misma actividad, produciéndose una
trasferencia de datos comerciales o técnicos.
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