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Hume
Christian García Andreu
Teoría del conocimiento II 2018/2019
Tras esta distinción, plantea que la naturaleza sobre nuestros razonamientos de las
cuestiones de hecho no es otra que la relación causa-efecto, siendo el fundamento de esta
última relación la misma experiencia. Pero a esto último, le surge la nueva pregunta sobre
cuál es el fundamento sobre nuestras conclusiones de la experiencia. A partir de ahí,
plantea como tesis central el que no podemos tener certeza sobre el futuro, ya que las
conclusiones derivadas de la experiencia en la relación causa-efecto no están
fundamentadas en razonamiento o proceso alguno del entendimiento humano.
Y es que, según Hume, solo podemos observar las cualidades superficiales de los objetos,
la naturaleza nos oculta lo que hume llama poderes y principios ocultos de los que
dependen el influjo que pueden tener estos objetos. Nuestros sensaciones o sentimientos
nos dan información sobre las cualidades sensibles de las cosas, como puede ser el color,
1
Hume, D. (1981). Investigaciones sobre el conocimiento humano. Madrid: Alianza. Pg. 47-48
tacto, movimiento, etc., pero somos totalmente ignorantes de esos poderes ocultos, que
solo experimentamos al ser comunicados de un objeto a otro. Podemos poner como
ejemplo el cómo al nutrirnos con cualquier alimento, como un pan o un tomate, podemos
experimentar que nos alimenten de igual forma, que tengan esos mismos poderes ocultos,
pero estos nunca son iguales, sino similares. A partir de la experiencia es de lo que
derivamos esto, que de objetos con cualidades sensibles similares obtengamos poderes
ocultos también similares.
A partir de lo anterior Hume expone lo que le interesa, es decir, que no hay conexión
conocida entre cualidades sensibles y poderes ocultos, sino que es a partir de la
experiencia pasada que inferimos sobre la experiencia futura, o lo que es lo mismo, que
de causas que parecen semejantes esperamos efectos semejantes, partiendo del supuesto
de que el futuro será como ha sido en el pasado.
Para el empirista inglés, que no concibe ya la metafísica, que concebía como posible el
conocimiento universal y necesario de lo real o empírico, entenderá este último solo como
probable, es decir, particular y contingente, rebajando el conocimiento de las ciencias de
la naturaleza, basado en las cuestiones de hecho, a la mera probabilidad. Para ello criticará
fuertemente el razonamiento inductivo, el cual, usando a la experiencia como guía para
conocer el futuro como anteriormente hemos expuesto, solo puede justificarse
recurriendo a la inducción misma, o lo que es lo mismo, se justifica que el futuro es como
ha sido en el pasado porque el futuro siempre ha sido como en el pasado, lo que nos lleva
a un razonamiento circular.
De ahí intentará buscar el cómo inferimos esa conexión necesaria entre objetos u
proposiciones, y tratará de buscar esa conexión necesaria o paso intermedio en proceso
alguno del entendimiento humano, por lo que buscará en los dos tipos de razonamiento,
el a priori, demostrativo, mediante relaciones de ideas o el a posteriori, relativo a
cuestiones de hecho, de la experiencia. A priori no lo encuentra, porque necesitamos
múltiples experiencias para inferir entre un objeto y otro, y a posteriori tampoco lo
encontrará, porque como bien dice, si hay tal razonamiento, sencillo no es, porque lo
habríamos encontrado y por tanto ha de ser abstruso, ¿pero entonces como lo usa todo el
mundo? Hasta los niños y los campesinos más ignorantes lo usan, por lo que concluye
que no existe. Aún con todo esto, alegará que la inducción mediante la experiencia tiene
una “justificación” pragmática, que, aunque no tenga justificación racional, nos es útil y
funciona en la mayoría de los casos. ¿Pero entonces, si no existe tal razonamiento que es
lo que nos hace inferir A de B? ¿Pasado de futuro? ¿Es una especie de instinto?