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Depresión maníaca: síntomas, causas y

tratamientos
Un ejemplo de que los síntomas de los trastornos mentales pueden
fluctuar a lo largo del tiempo.
por Oscar Castillero Mimenza

Depresión maníaca: este concepto, apenas utilizado hoy en día, hace referencia a
uno de los trastornos del estado del ánimo más comunes y conocidos después de
la depresión.

Se trata de una de las antiguas denominaciones que tiene el actualmente


conocido como trastorno bipolar. Aunque para algunos esta denominación pueda
tener connotaciones incluso románticas, lo cierto es que se trata de un trastorno
que genera un elevado sufrimiento y que puede provocar graves alteraciones en
la vida diaria de quien lo padece, siendo imprescindible su tratamiento.

En este artículo veremos qué es la depresión maníaca, qué causas se le atribuyen


y algunos de los principales tratamientos aplicados.

¿Qué es la depresión maníaca?


La depresión maníaca, la psicosis maníaco-depresiva o el trastorno bipolar. Estas
distintas denominaciones han surgido en contextos históricos diferentes en los
que también prevalecían orientaciones y corrientes de pensamiento distintas, si
bien en la práctica hacen referencia al mismo trastorno.

Concretamente, en todos los casos se está haciendo referencia a un trastorno


mental categorizado dentro de los trastornos del estado del ánimo y que se
caracteriza por la presencia de uno o más episodios de manía y/o hipomanía en
alternancia o en ausencia de episodios depresivos.
Así, en este trastorno el estado de ánimo puede pasar de episodio de máxima
exaltación y aumento de la actividad y la energía a un estado de profunda tristeza,
desesperanza y pasividad. Dicha fluctuación puede darse seguida o separada por
un período asintomático, y el paso de uno a otro polo puede darse en cortos
períodos de tiempo.

Tipos de trastorno bipolar o depresión maníaca


Existen dos tipos básicos de trastorno bipolar: en el tipo 1 se presenta como
mínimo un episodio maníaco o mixto, que puede producirse venir precedido o
seguido por un episodio depresivo mayor. Sin embargo, esto último no es
imprescindible para el diagnóstico. En lo que respecta al trastorno bipolar tipo 2,
se exige para su diagnóstico la presencia de uno o más episodios depresivos
mayores junto con al menos un episodio hipomaníaco, sin que se dé en ningún
caso un episodio maníaco o mixto.

En los episodios maníacos aparece un estado de ánimo expansivo, eufórico o


incluso irritable en que se da un gran nivel de agitación y actividad durante casi
todo el día durante al menos una semana. En este estado suele aparecer
sensación de grandiosidad (pudiendo llegar al delirio), logorrea, fuga de ideas o
sensación de que se pierde el hilo del pensamiento, taquipsiquia, distraibilidad,
desinhibición, agresividad, alucinaciones y tendencia al riesgo y a no valorar las
consecuencias de los propios actos. Los síntomas hipomaníacos son semejantes,
pero no tienen tanta gravedad, no pueden darse síntomas como alucinaciones y
delirios y se dan durante al menos cuatro días.

En los episodios depresivos se da un estado de ánimo bajo y/o pérdida de interés


y de la capacidad de sentir placer junto a otros síntomas como desesperanza, falta
de energía y pasividad, alteraciones de la alimentación y el sueño, fatiga o
pensamientos de muerte o suicidio durante al menos dos semanas.
Efectos de los síntomas
Los síntomas antes referidos, se alternen o no episodios maníacos y depresivos,
generan una gran cantidad de repercusiones en el sujeto que pueden alterar y
limitar una gran variedad de elementos y dominios vitales.

A nivel académico y laboral la existencia de episodios puede afectar a la


capacidad de elaborar y seguir planes, disminuir el rendimiento o generar
conductas conflictivas o improductivas, así como disminuir la capacidad de
concentración del sujeto. También es posible que tenga dificultades a la hora de
valorar aspectos como el valor y uso del dinero debido a la extrema
impulsividad que puede llegar a presentarse.

La esfera social también puede verse afectada. En fase maníaca el sujeto puede
mostrar una sexualidad desinhibida y/o ser irritable e incluso agresivo, presentar
delirios de grandeza y conductas antisociales, a la par que en fases depresivas es
posible que pierda el interés por relacionarse.

En cualquier caso, uno de los aspectos con los que mayor cuidado debe tenerse es
con la posibilidad de suicidio. De hecho, la depresión maníaca es uno de los
trastornos mentales en los que se presenta un mayor riesgo de suicidio.

Posibles causas
Si bien el origen de la depresión maníaca no está totalmente claro, las
explicaciones propuestas parten por lo general de factores de origen biológico
muy semejantes a los de la depresión. Se propone la existencia de desequilibrios
en la síntesis y recaptación de neurotransmisores.

Concretamente se ha observado que los niveles de noradrenalina disminuyen


durante los episodios depresivos y aumenta en los maníacos. Ocurre lo mismo
con la dopamina. En lo que respecta a la serotonina se encuentra en
proporciones más bajas de lo habitual en ambos tipos de episodios.
Estructuras como la amígdala se encuentran alteradas, y también se observa una
hipoperfusión en diferentes áreas cerebrales en los distintos tipos de episodios
(llega menos sangre de la que debería al frontotemporal en manía y al prefrontal
izquierdo en la depresión). Asimismo, se ha propuesto que la sintomatología
bipolar o maníaco-depresiva puede estar relacionada con problemas en el
transporte de la señal nerviosa.

El ambiente también participa en su génesis, desestabilizando los acontecimientos


estresantes el ritmo biológico. Además, también se propone al igual que en la
depresión la existencia e influencia de distorsiones cognitivas que generan
esquemas disfuncionales. La tríada cognitiva de pensamientos respecto a uno
mismo, el mundo y el propio futuro oscilaría entre los pensamientos negativos
depresógenos y otros expansivos y glorificados.

Tratamientos
El tratamiento de la depresión maníaca o trastorno bipolar exige un enfoque
multidisciplinar. El principal objetivo del tratamiento es conseguir mantener
estable el ánimo. Para ello a nivel farmacológico se usan estabilizadores del
ánimo, siendo el principal de ellos las sales de litio. Esta sustancia tiene un
mecanismo de acción poco conocido, pero por norma general de gran eficacia,
basado en su modulación de la transmisión sináptica. Una vez estabilizado el
sujeto es necesario establecer una dosis de mantenimiento que permite prevenir
nuevas crisis.

Sin embargo, el tratamiento farmacológico puede conllevar efectos secundarios


molestos. Es por ello necesario aplicar estrategias como la psicoeducación de cara
favorecer la adherencia. También se puede enseñar estrategias de autoevaluación
del estado y los síntomas que pueden avisar de la llegada de una crisis y evitar que
estas se produzcan.

El trabajo con el entorno también es esencial, de cara a que los familiares del
afectado conozcan el porqué de determinadas actitudes y conductas, se resuelvan
problemas relacionales y puedan contribuir a ayudar al afectado y que sepan
identificar posibles síntomas. El sujeto con depresión maníaca puede beneficiarse
de otros tratamientos psicológicos empleados en la depresión, como la terapia
cognitiva de Beck.

Asimismo, existe la terapia interpersonal y del ritmo social como un tratamiento


basado en la regulación de los biorritmos y las relaciones personales que puede
resultar de ayuda para los sujetos con este trastorno.

En algunos casos especialmente graves, y especialmente en los casos en que


existen síntomas maníacos severos, síntomas psicóticos o riesgo de suicidio
inminente, se ha aplicado con éxito la terapia electro convulsiva (que en la
actualidad se aplica de forma controlada, con sedación y monitorización).

Referencias bibliográficas:
American Psychiatric Association. (2013). Manual diagnóstico y estadístico de los
trastornos mentales. Quinta edición. DSM-V. Masson, Barcelona.
Belloch, Sandín y Ramos (2008). Manual de Psicopatología. McGraw-Hill. Madrid.
Santos, J.L. ; García, L.I. ; Calderón, M.A. ; Sanz, L.J.; de los Ríos, P.; Izquierdo, S.;
Román, P.; Hernangómez, L.; Navas, E.; Ladrón, A y Álvarez-Cienfuegos, L. (2012).
Psicología Clínica. Manual CEDE de Preparación PIR, 02. CEDE. Madrid.
Welch, C.A. (2016). Electroconvulsive therapy. In: Stern TA, Fava M, Wilens TE,
Rosenbaum JF, eds. Massachusetts General Hospital Comprehensive Clinical
Psychiatry. 2nd ed. Philadelphia, PA: Elsevier

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