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PRIMER CONTROL

DERECHO CONSTITUCIONAL III


PROFESOR: David Ibaceta Medina
NOMBRE: Laura Rojas González

1.- Hamilton, Madison y Jay. El Federalista: Para los autores, ¿Qué rol cumple la
justicia?

En una república no solo es importante resguardar a la sociedad contra la opresión de sus


gobernantes, sino también proteger a una parte de la sociedad contra las injusticias de la otra
parte, y acá la Justicia cumple un rol fundamental. Según el autor, en las diferentes clases de
ciudadanos existen por fuerza distintos intereses. Si una mayoría se une por un interés común,
los derechos de la minoría estarán en peligro. Sólo hay dos maneras de precaverse contra estos
males: primero, creando en la comunidad una voluntad independiente de la mayoría, y segundo,
incluyendo en la sociedad muchas categorías de ciudadanos, de forma tal que los proyectos
injustos de la mayoría resulten irrealizable.

El primer método prevalece en todo gobierno que posee una autoridad hereditaria o que se
designa a sí misma, pero es precaria, puesto que un poder independiente puede hacer suyos los
designios injustos del partido minoritario. En el segundo método, si bien en ella toda autoridad
procederá de la sociedad y dependerá de ella, estará dividida en tantas partes e intereses que
los derechos de los individuos o de la minoría no correrán grandes riesgos.

En este sentido, los autores proponen que la justicia es la finalidad del gobierno, así como de
la sociedad civil. Ha existido un continuo esfuerzo por alcanzarla, y este debiera continuar
hasta establecerla. En una sociedad cuya organización deja al partido más fuerte en aptitud de
unirse al más débil, se puede decir que reina la anarquía tan ciertamente como en el estado de
naturaleza, en que el individuo más débil carece de protección contra la violencia de los más
fuertes. Incluso estos últimos se ven inducidos por lo inseguro de su situación a someterse a un
gobierno que proteja igualmente a unos y otros. Hasta el partido o facción más poderoso se
encontraría arrastrado, por el mismo motivo, a desear un gobierno que protegiese a todos los
partidos, fuertes o débiles.

2.- Marian Ahumada. Marbury versus Madison doscientos años (y más) después: Refiérase
a los hechos relevantes del gran caso “Marbury vs. Madison” ¿Cuál es su legado?

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Es importante precisar que la autora advierte que los hechos relevantes de Marbury no están
recogidos en la sentencia, o al menos, no los más significativos. De todas formas, es posible
establecer un relato que logre otorgar perspectiva al análisis del caso y su importancia. Todo
comienza cuando William Marbury es nombrado por el presidente Adams juez de paz para el
distrito de Columbia, pero su nombramiento, aunque formalizado, no fue enviado. Además, el
nuevo secretario de Estado, Madison, no ha mostrado voluntad de hacerlo. Ante este hecho,
Marbury acude al Tribunal Supremo, solicitando la emisión de un writ of mandamus, que
ordene al secretario el envío de la comisión a la que tiene derecho, para ocupar finalmente su
puesto.

Hay que poner sobre la mesa algunos elementos que permitan comprender mejor el contexto
en el que se desarrollan los hechos. En primer lugar, el nombramiento de Marbury se realizó
por el gobierno de Adams a último momento. Cuando el litigio es iniciado, Jefferson, el nuevo
presidente, ha confirmado a algunos jueces de paz, nombrado nuevos y suprimido otros. En
segundo lugar, el secretario de Estado a cargo era John Marshall, juez del caso y quien se
presume es autor de la decisión. En tercer lugar, si bien la demanda se interpone en diciembre
de 1801, el proceso queda interrumpido hasta febrero de 1803, cuando se reanudan las sesiones
del Tribunal. Finalmente, en el Tribunal Supremo se está pendiente, al mismo tiempo que la
demanda de Marbury, del caso Stuart v. Laird, en el que se plantea directamente el problema
de la constitucionalidad de la ley de 1802 que suprime el sistema de Tribunales de Circuito con
jueces titulares.

Marbury debe entenderse en el marco de la contienda política por la presidencia durante las
elecciones de 1800, que saldaron con la gran derrota de los federalistas, produciéndose un
difícil tránsito hacia el sistema bipartidista. Cómo ya se ha mencionado, el caso Stuart v. Laird
fue el que jugó un papel central en la discusión sobre control de constitucionalidad y
competencia judicial, donde los federalistas apoyaban la noción de la supremacía judicial en la
interpretación de la Constitución, mientras algunos republicanos defienden la teoría de la
independencia.

Muchos autores presentan a Marbury como un caso estratégico, pero porque forma parte de
una estrategia más amplia. La cuestión delicada del caso Marbury v. Madison no era la de una
potencial declaración de inconstitucionalidad, sino la de si un tribunal podía controlar el uso
del poder presidencial en materia de nombramiento de cargos públicos, y si podía obligar a un
presidente republicano confirmar el nombramiento hecho por un federalista al fin de su
gobierno. Por ende, nunca fue un caso de control de constitucionalidad de las leyes, sino de
control de actos del ejecutivo y agregación, de separación de poderes. Lo relevante, y lo que
explica el gigantesco debate suscitado por el, es la brillante capacidad estratégica de Marshall,
quien utiliza como argumento vertebral de la sentencia que la función de los jueces es decidir
casos conforme a derecho y que no les corresponde decidir cuestiones por su naturaleza
políticas.

La velada amenaza aparece en la sentencia cuando, habiéndose reconocido el derecho


adquirido de Marbury, Marshall plantea que si el gobierno de Estados Unidos es un gobierno

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de leyes y no de hombres, dejaría de merecer ese calificativo si no se proporcionan remedios
para la violación de un derecho adquirido. Esto indica que, desde el principio, el asunto estaba
pensado para lanzar un mensaje a Jefferson y explorar su actitud hacia el Tribunal Supremo en
un momento de enorme tensión. Marshall logró, de manera inesperada, afirmar un enorme
poder para los jueces sin provocar rechazo en uno de los momentos más críticos de la historia
del Tribunal.

Aún con las presiones que hace la autora sobre rol más bien secundario del caso Marbury en
su momento, no hay duda de su tremendo legado, no solo para Estados Unidos, sino para la
tradición y el debate constitucionalista en todo el mundo. Marbury es un símbolo, y como todos
los símbolos, tiene una importante función educativa y legitimadora. El descubrimiento de su
potencial no es sino hasta el final del S. XIX, en un marco constitucional muy diferente a su
época, ya que sienta las bases para el tan vigente -no por eso menos discutido- judicial review.
El tribunal, mediante Marbury, afirmaba que sus pronunciamientos constitucionales eran parte
misma del derecho de la Constitución. Sin embargo, algunos autores critican que desde el punto
de vista técnico, Marbury es una decisión judicial atroz, con poca congruencia entre la teoría y
la práctica. Igualmente, Marbury es también el último gran argumento de los disidentes en el
seno del Tribunal Supremo, denunciando sus excesos y desvíos. Con todo y sus múltiples
matices, Marbury es un caso atemporal, y en buena medida, universal.

3.- Richard Bellamy. Constitucionalismo Político: ¿Cuál es el mayor peligro asociado al


gobierno de las personas y cómo se manifiesta? Elabore.

Bellamy plantea que es imposible evitar por completo que haya personas que gobiernen, pero
sin duda que esto trae consigo algunas complejidades. El mayor peligro asociado al gobierno
de las personas es la posibilidad de decisiones arbitrarias. Por arbitrariedad entenderemos la
capacidad que tienen los gobernantes de obstruir, impedir, manipular o llevar a cabo cualquier
acción que afecte a los gobernados sin consultar sus puntos de vistas o intereses y sin
considerarlos como dignos de igual trato. Tal arbitrariedad se manifiesta de tres maneras, las
que revisaremos a continuación.

En primer lugar, las normas arbitrarias pueden suponer decisiones intencionadas o caprichosas.
Esto tendrá como resultado la ausencia de coherencia o consistencia en las políticas, con lo que
la gente no sabrá a qué atenerse. Este tipo de arbitrariedad se origina normalmente cuando no
existen limitaciones al juzgar la situación. Incluso una buena decisión para reformar una
práctica injusta o ineficaz puede ser a su vez causa de injusticia si se ejecuta a voluntad y sin
ningún tipo de consulta o consejo. En segundo lugar, la arbitrariedad puede ser consecuencia
de la opresión, como ocurre cuando las necesidades y las expectativas legítimas de la gente se
ignoran o invalidan por pura malicia o porque median otros intereses egoístas. En tercer lugar,
la presencia de un gobernante capaz de actuar sistemáticamente de modo arbitrario implica
dominación. La capacidad de interferencia arbitraria no es nunca absoluta. Ningún agente
puede elegir siempre dónde, cómo, cuándo y con quién interferir. Pero nos encontraremos
dominados por el gobernante siempre que exista la posibilidad de que éste interfiera total o
parcialmente.

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Aunque relacionadas entre sí, cada tipo de arbitrariedad puede hacer acto de presencia sin que
necesariamente lo hagan las otras. Se presentan aisladas o combinadas, las tres clases de
arbitrariedad tienen el efecto de eliminar la capacidad de los gobernados para actuar como
ciudadanos libres e iguales, y los reducen por tanto a meros esclavos del gobernante. ¿Hasta
qué punto la ley per se mitiga la arbitrariedad? Lon Fuller propone el concepto de “moralidad
interna de la ley”, un conjunto de condiciones para diferenciar un sistema legal de un conjunto
de normativas. Con respecto a las características de forma de la ley, los criterios deben ser
generales y aplicarse a todos por igual. Con respecto a las relacionadas con el sistema legal en
sí, las leyes deben ser consistentes unas con las otras, y su promulgación, ejecución y discusión
debe estar guiadas por reglas generales, públicas y relativamente estables.

4.- José Luis Cea. Los principios de reserva legal y complementaria en la Constitución
chilena: Refiérase al concepto de reserva legal. ¿Qué principios destaca el autor al tratar
este concepto?

Situándonos desde el Derecho Positivo y sujetos al propósito político buscado con el cambio
respectivo, el reemplazo del dominio mínimo legal por la reserva máxima o taxativa de las
materias cuya regulación incumbe al legislador, es una diferencia notable entre la Carta
Fundamental vigente y su antecesora de 1925.

Sin embargo, aunque la doctrina y jurisprudencia han uniformado, tras largos estudios y
numerosos pronunciamientos, su concordancia en el significado del dominio máximo y mínimo
legal, el autor advierte una falta de preocupación por reconocer que, simultáneamente, existe
una reserva constitucional establecida en favor de la potestad reglamentaria, en especial la que
corresponde ejercer al Presidente de la República, desprendiendo las consecuencias
pertinentes.

Es importante señalar que la Carta Fundamental de 1980, a diferencia de su antecesora,


contempla en el artículo 60º un catálogo cerrado, taxativo o no excedible de las únicas materias
que deben ser objeto de regulación por la ley. De ello resulta que el Poder Constituyente ha
trazado una prohibición cuyo destinatario, como se explicará, es doble: Por una parte, respecto
de la ley para que se abstenga el legislador de regular materias no previstas en dicho artículo;
y por otra, aunque ahora con relación a las demás normas jurídicas, o sea, a todas las que son
diversas de la ley e inferiores a esta en jerarquía, para que los órganos respectivos no se ocupen
de materias reservadas sólo a aquella

La reserva legal consiste, según el autor, en que el legislador intervenga con antelación al
órgano encargado de ejecutar su obra; como asimismo, que lo haga con respecto a las materias
que, por su importancia, el Poder Constituyente ha incluido en el catálogo respectivo; y, por
último, que desempeñe el mandato constitucional formulando principios y normas expresas,
caracterizados por la claridad y densidad sustantiva, suficientes como para cumplir las
exigencias de la certeza o seguridad jurídica, encuadrando o marcando, ojalá de modo
inequívoco, la intervención que cabe desempeñar a la potestad reglamentaria.

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De igual forma, por intenso que sea el Principio de Reserva Legal, nunca excluirá del todo o
por completo la intervención de los órganos administrativos. Imaginar lo contrario equivale a
convertir la ley en reglamento y a concentrar en el órgano legislativo las dos potestades
aludidas, quebrantando el Principio de Separación de Órganos y lesionando la eficiencia que
se gana, con sujeción al mismo Principio, en la división de las funciones estatales. Es por esto
que uno de los principios que utiliza el autor para abordar el concepto de reserva legal es el
Principio de Separación de Órganos y Funciones Estatales, resultando indispensable su
regimiento con sujeción al cual incumbe a los entes gubernativos y administrativos dictar las
normas.

De manera adicional, el autor menciona otro principio relevante: el respeto del Principio de
Legalidad, pero hace la prevención de la necesidad de flexibilización en el medida que así lo
decida el legislador al regular, con mayor o menor detalle, las directrices con arreglo a las
cuales tendrá que desenvolverse el Poder Ejecutivo. Esa es, en definitiva, una determinación
discrecional del legislador, aunque el sentido lógico de las locuciones mencionadas es otorgar
una zona extensa a la potestad reglamentaria subordinada.

5.- Carlos Carmona. Un nuevo estado en la relación Ley-Reglamento: el ámbito del


reglamento: Respecto de los reglamentos, explique las dos tesis en pugna.

Hasta el momento, la disputa entre el reglamento y la ley, tanto en la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional como de las Cortes de Apelaciones era un asunto de legitimidad. Se discutía si
el reglamento podía o no participar en la regulación de actividades económicas. Para unos, un
reglamento nunca podría regular derechos. Para otros, el reglamento está llamado a colaborar
con la ley inevitablemente. Sin embargo, últimamente ha surgido una nueva disputa, donde la
discusión no es si puede o no regular, sino cuánta regulación le es posible sin exceder o
contravenir la ley que ejecuta. En torno a esto, el Tribunal Constitucional y los tribunales han
tenido dos posiciones respecto de la manera en que se armoniza la relación entre la ley y el
reglamento. Una denominada la tesis de la “reserva absoluta” y la otra tesis de la “reserva
relativa. Pasemos a revisar en detalle los argumentos de cada una de ellas.

I. Argumentos para la reserva absoluta:

a) La regulación es propia del legislador: La facultad de regular no le corresponde


al administrador, pues sus atribuciones están entregadas expresamente al
legislador, al disponer el constituyente que el derecho a desarrollar una
actividad económica. Las limitaciones y restricciones al ejercicio de un derecho
deben ordenarse por ley y no mediante normas de carácter administrativo.

b) Las limitaciones las impone la ley: A propósito de las limitaciones al dominio,


sostuvo que limitar importa acortar, cerrar, restringir. Las limitaciones suponen
el establecimiento de determinadas cargas al ejercicio de un derecho, dejándolo

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subsistente en sus facultades esenciales. La privación, en cambio, despoja a uno
de una cosa que poseía.

c) Las leyes de bases no son la regla general: Las leyes de bases dan más más
amplitud a la potestad reglamentario del Presidente de la República. En las
materias que no son de bases, el legislador debe regular integralmente. Aquí
están todas aquellas que la Constitución exige que sean reguladas por una ley y
que sean de iniciativa exclusiva del Presidente de la República.

d) El reglamento no puede invadir la reserva legal: Los artículos 6° y 7° de la


misma Carta consagra el principio básico de jerarquía normativa subyacente en
nuestro ordenamiento constitucional. Este, por una parte, no autoriza a
modificar normas de carácter legal por medio de decretos supremos.

II. Argumentos para la reserva relativa:

a) Dominio máximo legal: El dominio máximo o el dominio reservado implica que


la ley debe contener solamente aquellas normas destinadas a resolver los
problemas más importantes de la Nación, esto es, limitado sólo a las bases
esenciales sobre el ordenamiento jurídico que establece, pero sin penetrar al
ámbito exclusivo de la potestad reglamentaria propia del órgano ejecutivo.

b) Hay distintas reservas legales en la Constitución: No todas las reservas legales


tienen la misma amplitud y profundidad. Hay reservas absolutas y relativas. En
el caso de las reservas relativas, incumple un mayor campo de acción a la
potestad reglamentaria subordinada. Cuando una ley es marco, corresponde al
Ejecutivo o al órgano administrativo detallar su ejecución.

c) La naturaleza del reglamento: Mediante la potestad reglamentaria, el Presidente


de la República se limita a dictar las normas tendientes a poner en ejecución un
precepto legal con estricta sujeción a lo éste dispone. Reglamento de ejecución
y ley conforman un solo todo jurídicamente armónico e indisolublemente
unidos.

6.- Peter Häberle. El Estado Constitucional: ¿Para que se realiza la modificación


constitucional? Refiérase a la crítica efectuada por el autor a la interpretación
constitucional en cuanto a sus participantes. ¿Cómo considera Haberle que debería ser la
interpretación de la Carta Magna?

La institución clásica para formalizar lo nuevo y darle entrada directa en la Constitución es la


modificación constitucional, a través de determinados procedimientos y mediante una mayoría
casi siempre calificada que amplíe la base del consenso. Estas modificaciones pueden servir

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para adaptarse a procesos evolutivos que ya se han producido en los hechos, pero también
pueden pretender inducir tales procesos.

Por razones derivadas el principio del Estado democrático de Derecho, dicha modificación sólo
es parcialmente sustituible o intercambiable con la mutación constitucional, es decir, con la
modificación del contenido constitucional sin cambio del texto constitucional. La modificación
constitucional es expresión de los procesos normales de crecimiento y desarrollo de una
Constitución y en algunos casos incluso puede ser necesaria a favor de la idea de Constitución
misma.

Existen ámbitos problemáticos que el constituyente de la actualidad tiene que tomar en cuenta
al momento de normativizar los procesos de modificación constitucional. Algunos de estos son
los siguientes: En primer lugar, está la cuestión de quién es sujeto de la competencia o de la
función modificatoria de la Constitución. En segundo lugar, lo relativo a la naturaleza y el
alcance de los obstáculos procesales a las modificaciones constitucionales. En tercer lugar, la
cuestión de si existen disposiciones formales adicionales u otros límites impuestos al
procedimiento. Finalmente, desde la política constitucional se plantea el problema de la
“ubicación” de la regulación de la modificación.

Con respecto a la interpretación constitucional, Haberle plantea la cuestión de los participantes,


es decir, la cuestión de quienes intervienen en las interpretación de la Constitución bajo la
siguiente fórmula clave: de la sociedad cerrada de los intérpretes constitucionales hacia la
interpretación por y para la sociedad abierta. Su tesis es la siguiente: en los procesos de la
interpretación constitucional están incluidos potencialmente todos los órganos del Estado,
todos los poderes públicos, todos los ciudadanos y los grupos.

El autor considera que en el panorama actual de la interpretación constitucional queda de


manifiesto que el proceso no es de naturaleza exclusivamente estatal, sino que potencialmente
tienen acceso a él todas las fuerzas de la comunidad política. Hasta ahora ha dominado un
estrechamiento demasiado fuerte de la interpretación constitucional en los órganos estatales o
en los participantes procesales inmediatos. El proceso político no es un espacio exento de la
Constitución, este proceso formula criterios, inicia procesos que también son
constitucionalmente relevantes allá, cuando el juez constitucional dice que es asunto del
legislador decidir así o de otro modo.

Haberle postula que una teoría de la interpretación constitucional que reúna en un contexto
sistemático la cuestión de los objetivos y métodos con la cuestión de los participantes, debe
sacar de ahí conclusiones concretas para el método de interpretación constitucional. Un tribunal
cómo el TCFA, el cual revisa la interpretación constitucional de otros órganos, debe emplear
métodos diversos, según quien haya intervenido en la primera interpretación.

Asimismo, los instrumentos de información del juez constitucional deben ampliarse y refinarse,
no a pesar sino en razón de la sujeción a la ley, en especial a las formas y posibilidades
escalonadas de participación en el proceso constitucional mismo. En todo caso, la comparación

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jurídica debe ser incorporada de manera decidida y abierta en la interpretación de los derechos
fundamentales. En todo caso, la comparación constitucional es la vía mediante la cual pueden
comunicarse entre sí las diversas Constituciones. En la comparación, los receptores laboran en
parte en la política jurídica, en parte en manera interpretativa.

7.- Sebastián Soto. Materias de iniciativa exclusiva del Presidente de la República: ¿Cuáles
son las críticas a la existencia de materias de iniciativa exclusiva presidencial y cuál es el
fundamento de esta atribución exclusiva?

Las materias de iniciativa exclusiva del Presidente de la República son aquellos que solo
pueden iniciar el trámite legislativo cuando el presidente lo determina sin que los
parlamentarios estén autorizados a introducir mociones o proponer modificaciones. Estas
materias tienen un ámbito de aplicación exclusivamente legislativo, están circunscritos a la
tramitación de los proyectos de ley.

En Chile, en los incisos terceros y siguientes del artículo 65 de la Constitución se contienen las
disposiciones centrales acerca del tema. Algunas de las materias de iniciativa exclusiva del
Presidente de la República son:

a) Proyectos de ley que tengan relación con la alteración de la división política o


administrativa del país.
b) Materias vinculadas con la administración financiera o presupuestaria del Estado.
c) Imponer, suprimir, reducir o condonar tributos de cualquier clase o naturaleza,
determinar su forma, proporcionalidad o progresión.
d) Crear nuevos servicios públicos o empleos rentados, sean fiscales, semifiscales,
autónomos o de las empresas del Estado.
e) Contratar empréstitos o celebrar cualquier otra clase de operaciones que puedan
comprometer el crédito o la responsabilidad financiera del Estado.
f) Establecer las modalidades y procedimientos de la negociación colectiva y determinar
los casos en los que no se podrá negociar.
g) Establecer o modificar las normas sobre seguridad social o que inciden en ella.
h) Las que fijen las fuerzas de aire, mar y tierra que han de mantenerse en pie en tiempo
de paz y de guerra, normas para permitir la entrada de tropas extranjeras y de salida de
tropas nacionales fuera del territorio de la República.

Estas materias de iniciativa exclusiva del Presidente de la República nos acompañan en nuestro
ordenamiento desde la Carta Fundamental de 1833, teniendo una larga tradición en la historia
política de Chile. La justificación de la iniciativa exclusiva se puede abordar desde dos visiones
destacadas:

I. Desde el análisis económico del derecho público: Para esta corriente, su justificación
está en que los políticos no podrían ofrecer, a cambio de votos, regulaciones o
beneficios que se encuentran dentro de la materia de iniciativa exclusiva del Presidente
de la República. Un gran promotor de esta visión fue el Presidente Jorge Alessandri,

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quien era un convencido de la inconveniencia de entregar a los legisladores el manejo
de los asuntos económicos. Esta perspectiva postula que mantener como materias de
iniciativa exclusiva el gasto público y la seguridad social terminaron por desterrar de
Chile las prácticas y tentaciones populistas, puesto que los parlamentarios, acosados
por las legítimas demandas de sus electores y grupos sociales afines, no podrán resistir
dicha presión.

II. Desde la institucionalidad económica: Se plantea una necesidad de mantener la


disciplina fiscal y promover la prosperidad económica. Esto en base al aumento en los
gastos que experimentaban los proyectos de la ley del Ejecutivo durante su tramitación
en el Congreso, así como los costos que importaban la aprobación de leyes de origen
parlamentario. Desde esta perspectiva, el Ejecutivo, por su estructura y la asistencia
técnica que dispone, está en situación de actuar con la coherencia y la continuidad que
el Congreso no puede dar.

Sin embargo, también se han suscitado algunas críticas. La pura existencia de materias de
iniciativa exclusiva presidencial es un asunto que suele mencionarse entre los aspectos
integrantes del Presidencialismo consagrado en la Carta Fundamental de 1980. Muchos abogan
por un Congreso más activo, que tenga más atribuciones y que se constituya en un espacio
donde se discutan leyes y se mejore el contenido de las iniciativas de Ley, mediante fortalecer
las competencias técnicas del Poder Legislativo y al manejo de urgencias. Francisco Devillaine
ha hecho la propuesta más radical, que es eliminar la iniciativa exclusiva del Ejecutivo en
materias relativas a la negociación colectiva y a la seguridad social, así como también los
numerales que reservar al Presidente la iniciativa de la creación de servicios y empleos
públicos.

Lo cierto, según el autor, es que no hay un consenso claro en cuanto a la necesidad de reforma.
Si parece haber, en cambio, cierto acuerdo en las bondades de una institucionalidad que tiende
a evitar el desorden fiscal y limita en algún grado la venta de favores políticos a cambio de voto
por parte de los legisladores. Es interesante constatar que desde hace más de siete décadas, las
respuestas institucionales que en Chile hemos dado a los enfrentamientos de poder en materias
económicas entre el Congreso y el Presidente han sido principalmente a través de aumentar las
materias de iniciativa exclusiva.

A juicio del autor, el listado no debe ser reducido, pues la gran mayoría de las materias tienen
una justificación constitucional e histórica que las torna razonables. Con todo, considera
necesario introducir una modificación más radical a fin de balancear, tanto en abstracto como
en el ejercicio de la potestad legislativa, la regulación de la iniciativa. Para ello, una reforma
que debe explorarse es considerar que todas aquellas materias que no son de iniciativa exclusiva
del Presidente de la República, son de iniciativa exclusiva de los Parlamentarios

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