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los artículos son de Jaime Conde-Salazar

01 LA DANZA DEL FUTURO NO TIENE UNA FORMA

20 de Julio de 2014

La danza del futuro no tiene una forma concreta. O lo que es lo mismo, puede tener
cualquier forma. En ese sentido, elude la clasificación clásica según estilos,
movimientos, metodologías, géneros o escuelas que resulta a todas luces insuficiente
para referirse a la realidad multiforme de la danza del futuro. Quien intente reconocer
la danza del futuro buscando una apariencia específica, acabará hecho un lío.

La forma es una herramienta. En cada ocasión, dependiendo de la naturaleza de cada


proyecto se recure a unas soluciones u otras. En cualquier caso, no se le concede a la
forma un valor esencial capaz de justificar por sí misma una propuesta. Lo que se
persigue no es la forma en sí, sino lo que la forma deja ver, lo que emerge tras las
realizaciones concretas que adquiere un trabajo.

Por ello, hay que estar muy atentos y no confiar demasiado en las categorías formales
clásicas. El afán clasificatorio propio de la subjetividad occidental postcapitalista en la
que vivimos, nos ha hecho creer que realmente es posible nombrar y ordenar todo
según su forma. Pero, por muchos nombres que nos inventemos, por muchos intentos
de nomenclatura que hagamos, si solo atendemos a la forma, seremos incapaces de
referirnos a lo que, en realidad, sucede. La danza del futuro puede aparecer en
contextos muy diversos y de maneras muy variadas. Exige que traspasemos lo que ya
sabemos que vayamos más allá. Si no lo hacemos, es muy posible, que no nos demos
cuenta de lo que está mostrándose ante a nosotros.

Al liberar la forma de toda responsabilidad ontológica, ésta adquiere una importancia


nueva. Para la danza del futuro, la forma no es una realización concreta sino el flujo
que conecta una forma con la siguiente o anterior. Así, la forma, lejos de ser una
apariencia, es la corriente común que pone en relación cualquier manifestación
artística. La danza del futuro sabe que la forma es hija de la incertidumbre y, por eso,
no se empeña nunca en imponer soluciones: las formas, llegan.

02 LA DANZA DEL FUTURO NO PRODUCE OBRAS

20 de Julio de 2014

Tradicionalmente hemos pensado que una obra de arte era un objeto físico que se
distinguía de otros objetos ordinarios por su valor estético. La obra de arte no se
confundía con su entorno, se erigía como excepción. Marcos, pedestales,
iluminaciones, teatros y museos pueden entenderse como dispositivos que recortan la
obra y la separan del mundo estableciendo unos límites que nos aseguran que todo
permanecerá contenido dentro de los mismos. Así, hemos llegado a identificar el
hecho artístico con un objeto único o singular aislado del mundo al que le atribuimos
un valor de cambio que lo convierte en una mercancía que, eventualmente, puede
participar de la lógica del mercado.

Frente a la idea de obra única y aislada, la danza del futuro genera procesos continuos.
Eventualmente, dichos procesos emergen a la superficie de lo público y generan un
evento en el que participan lo que normalmente llamamos espectadores, es decir,
personas que hasta entonces no han participado del proceso. Estas “emergencias” no
deben confundirse con una obra-objeto: aunque puedan llegar a tener unos límites
definidos, aunque respeten las convenciones teatrales clásicas, aunque
aparentemente sean transportables a distintos sitios, aunque se parezcan a una
mercancía y participen de la economía de mercado, las obras de la danza del futuro
forman un todo con los procesos dentro de los que se han generado. Así, aunque se
muestren a las espectadoras como obras acabadas y cerradas en sí mismas, son
siempre parte de una dimensión más grande que conecta fenómenos muy distintos
entre sí y que no siempre se muestran o son visibles para las espectadoras.

La danza del futuro tiene que ver con la idea de proyecto, es decir, con una
investigación que se desarrolla en el tiempo y que asume la incertidumbre propia de
todo proceso de producción de conocimiento. La danza del futuro se compone como
una red de sucesos, cuestiones, experiencias y contextos interconectados que forman
una especie de organismo que vive y se transforma constantemente. Por eso, cada vez
más, la danza del futuro se refiere y se nutre de las circunstancias concretas en las que
tiene lugar y de cómo la vida y el mundo se concretan en un sitio a lo largo de un
tiempo. Así, la danza expande sus límites más allá de los dispositivos tradicionales de
representación, más allá de los ámbitos de trabajo autorizados y más allá de los
espacios asignados al arte y la cultura en las culturas burguesas capitalistas.

03 LA DANZA DEL FUTURO NO ES UNA DISCIPLINA

21 de julio de 2014

A lo largo de los siglos, nos hemos acostumbrado a clasificar y organizar las artes por
disciplinas. Hemos llegado a creer incluso que, en efecto, dependiendo del medio en el
que trabaje, un artista puede ser distinguido de otro recibiendo incluso un nombre
profesional específico. Así, atendiendo al medio de expresión, decimos que un pintor
es distinto que un músico, o que una escultura no es lo mismo que una
coreografía. Este sistema de disciplinas está tan arraigado en nuestras consciencias
que ha llegado a parecernos normal que las obras existan casi exclusivamente para
legitimarlo. Una obra de danza convencional, no tiene que hablar del mundo: lo que
tiene que hacer es referirse y reforzar la propia disciplina de la danza. Para rematar, el
rebrote neokantiano que protagonizó la crítica formalista estadounidense tras la
Segunda Guerra mundial, acabó de cerrar los límites de un sistema que necesita aislar
y separar para crear la ilusión de un mundo ordenado y bajo control.

Las disciplinas artísticas se han convertido en algo así como instituciones que, por si
fuera poco, controlan todas las enseñanzas artísticas imponiendo su modelo de
disciplinas cerradas sobre sí mismas y de estudios segregados. Así, ni siquiera nos
extraña que todavía hoy, al salir de un teatro, escuchemos a alguien decir airadamente
“esto no es danza” como si el hecho de que una obra no se ajuste a los límites
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convencionales establecidos para una disciplina, fuera una suerte de traición o un


sacrilegio.

Al contrario de lo que dicta la Institución de la Danza, la danza del futuro no es una


disciplina y no depende de la definición esencialista a partir de su supuesto medio
específico de expresión. Ni siquiera necesita confrontar o comentar el sistema de las
disciplinas porque eso volvería a atraparla en los cajoncitos y las etiquetas. La danza
del futuro sucede de muy distintas maneras: puede ser cine, o algo que sucede en un
escenario, o una fotografía, o una carta, o una instalación, o un libro, o un plato de
comida, o un vestido, etc. sin dejar de ser nunca danza. En el futuro, el ser es algo
borroso y liberador.

Por ello, de nuevo como espectadoras, debemos prestar mucha atención para que la
danza del futuro no pase desapercibida ante nosotras. Debemos ser conscientes de
que nuestra mirada es capaz de desactivar todo el sistema de disciplinas: no hace falta
pedir permiso ni esperar a que ninguna institución (museo, teatro, conservatorio,
festival, consejería, ministerio, instituto, etc.) encarnada en un señor con sueldo fijo,
vacaciones pagadas y pagas extraordinarias, autorice su existencia. La danza del
futuro puede suceder en cualquier contexto, situación, momento o relación. La danza
del futuro no atiende a ningún tipo de definición esencialista: se escapa de los cajones
y su único fin es producir revelaciones, es decir, posibilidades de ampliar nuestras
capacidades de conocer. Una obra clásica de la danza del futuro (que cualquier
persona interesada puede realizar) consiste en pasarse un día entero a la playa,
bañándose mucho, abandonándose mucho, volviendo a bañarse mucho y después
cuando una ya esté lista para volver a casa con todo preparado y recogido, exclamar
con convicción “¡ qué bonita es la danza del futuro!”.

04 LA DANZA DEL FUTURO ES NECESARIA

14 de agosto de 2014

Ada Salas comienza sus notas sobre la escritura poética con la siguiente afirmación:

“Quien escribe lanza una piedra a la superficie mansa y lacustre del silencio”(Alguien
aquí, 2005)

El silencio es perfecto. Su superficie en equilibrio absoluto lo contiene todo, nada


sobra y nada falta. El silencio es el principio. La danza del futuro reconoce esa
perfección y sabe que su propia existencia produce, cada vez, una interrupción, una
grieta en el silencio. Por eso, asume que siempre, cada obra, es un error, es decir, algo
que amplia los límites posibles de la perfección arruinando la estabilidad del silencio.

Para la danza del futuro, el silencio y la realidad son la misma cosa. Así, la realidad, al
igual que el silencio, es siempre perfecta y nunca le falta nada. Hacer una obra es
actuar sobre la realidad, es “lanzar una piedra contra el silencio”. Y una no debería
nunca lanzar una piedra si no está segura de la necesidad de ese gesto de violencia.

Estamos rodeadas de ruido, de un ruido cada vez más intenso y sofisticado. Tanto, que
incluso, a veces, consigue suplantar a la realidad, al silencio. Este Régimen capitalista
postindustrial que estamos viendo desmoronarse, nos hizo creer que hacer tenía que
ver con producir (ruido): “una artista, hace obras constantemente, estrena y vuelve a
estrenar alimentando sin pausa el hambre de objetos nuevos, respondiendo sin chistar
a la exigencia moderna de producción sin fin”…así suena el mandato. Y, como
consecuencia, hemos acabado acostumbrándonos a la sordera que nos impide
aprovecharnos y apoyarnos en el silencio.

Sin embargo, la danza del futuro tiene los oídos bien abiertos y por eso siempre ofrece
una resistencia subversiva a las exigencias del Régimen: permanece callada la mayoría
del tiempo. Consciente de su responsabilidad con el silencio y la realidad, la danza del
futuro sólo se realiza cuando es estrictamente necesario. No existe nunca para
reafirmar y alimentar instituciones (como la autoría, la cultura, el arte,
etc.) y disciplinas ( Danza, Trabajo etc.), esto es, no hace ruido simplemente por
alimentar al Régimen. La danza del futuro siempre lanza un tiro certero porque sabe
que su acción violenta sobre la perfección del silencio, sobre la plenitud de la realidad,
producirá una catástrofe. Semejante gesto solo tiene sentido si abre una posibilidad de
conocimiento. Por eso, la danza del futuro, está atada a cierta economía (que nada
tiene que ver con la producción y el trabajo) basada en un profundo sentido de lo
necesario: haz algo solo si eres capaz de asumir la responsabilidad de la fractura que tu
gesto va a producir en la realidad. Si no estás dispuesta a ello, entonces es mejor
callarse, es mejor permanecer en la plenitud del silencio, escuchando aquello que el
ruido del Régimen pretende tapar.

05 LA DANZA DEL FUTURO TAMBIÉN ESTÁ EN EL PASADO

26 de agosto de 2014

La historia oficial de la danza ha establecido un relato en forma de evolución lineal,


positiva y, supuestamente, infinita. Esta narración nos ha hecho pensar que los
fenómenos que han sucedido en la danza a lo largo del tiempo están unidos por
relaciones sucesivas de causa y efecto: después de un movimiento/estilo/escuela
viene otro que lo supera, y luego otro y luego otro…de tal manera que el último
movimiento/estilo/escuela es siempre más perfecto que el anterior. Así, en el relato
oficial los movimientos/estilos/escuelas se disponen como acciones y reacciones a lo
largo del tiempo: frente al ballet, la modern dance; frente a la modern dance la
postmodern dance; frente a la postmodern dance, la danza contemporánea; frente a la
danza contemporánea, la nueva danza; etc. Está claro que esta estructura tiene muy
poco que ver con la realidad. Nada se agota porque aparezca otra aproximación
distinta al hecho de bailar o a la danza. En todo caso suceden de manera simultánea y
se acumulan. Esto es muy evidente en el caso de la danza, porque las obras sólo
existen cuando se hacen y “hacer” es algo que solo tiene lugar en el presente donde
todo se superpone y mezcla.

Pensemos, por ejemplo , en el año 1990. En aquel momento Martha Graham, Merce
Cunningham e Yvonne Rainer estaban vivas y creando. Por mucho que la historia oficial
las tuviera aisladas en su movimiento/estilo/escuela todas estaban creando a la vez y
sería absurdo pensar que, por haberles sido asignadas distintas “celdas” cronológicas,
no forman parte del mismo tiempo, de la misma realidad.

A pesar de esta evidencia, el Régimen y sus instituciones y disciplinas, viven aferrados


al relato de la historia de la danza oficial. Por eso su apetito de carne fresca es voraz e
insaciable: todas hemos sido testigos de la ansiedad ridícula que agita a festivales,
teatros y demás , y que les impulsa a perseguir incansablemente lo último, a pelearse
por el estreno absoluto, a descubrir al artista revelación, a inventarse nuevos
movimientos y nombres… Pero ya sabemos que lo nuevo, la posibilidad de que
aparezca algo que nunca nadie ha imaginado antes, no es otra cosa que una estrategia
narrativa que el relato oficial utiliza para autolegitimarse.

La danza del futuro no participa de esta estructura narrativa lineal, positiva e


insaciable. La danza del futuro no viene después de nada, no viene a mejorar nada, ni a
dar de comer a ninguna bestia moderna adicta al consumo de novedad. Porque hace
mucho que sabemos que todo está todo el tiempo.

La danza y el archivo nunca se han llevado bien. Recientemente, con el acelerón de los
medios audiovisuales, han aparecido intentos de crear archivos de artes escénicas en
los que se acumulan y ordenan grabaciones de obras. Todas sabemos que esos
registros que se reproducen en pantallas pueden ser útiles para ciertas labores de
estudio, pero que de ninguna manera podrían sustituir a la obra que reproducen. La
danza sólo se puede transmitir de cuerpo a cuerpo por eso en vez de archivo, se habla
de repertorio; en vez de clasificar obras encajándolas en una estructura estática creada
a priori, las obras se encarnan y rehacen.

La danza del futuro existe en muchos tiempos distintos. No es una cosa reciente, ni
siquiera novedosa. Lleva pasando desde hace mucho. La danza del futuro sabe que las
obras no se limitan al momento de su presentación sino que se dispersan y extienden
transformándose hasta límites de los que no siempre podemos ser conscientes. La
danza, al igual que cualquier acción viva, desaparece y al desaparecer se convierte en
memoria y, como sugirió Peggy Phelan, la memoria es una parte del inconsciente que
“elude cualquier tipo de control” (Unmarked, 1996:146). Una vez bailada, la danza se
queda pegada a las carnes, es decir, a las consciencias de quienes participaron en el
suceso. Esto significa por un lado que la danza cambia de estado al tiempo que sucede;
y por otro, que se multiplica, se transforma, invade otros medios (foto, escritura,
video) y cuerpos, diseminándose sin control. La danza no se agota en su propia
ejecución: su desaparición lejos de ser una condena, es lo que le permite permanecer
pegada al cuerpo, es decir, no dejar nunca de estar viva.

Por eso, la danza del futuro no deja nunca de observar, buscar, investigar y
preguntarse por los hechos y obras que han sucedido a lo largo del tiempo, sin prestar
demasiados oídos a los argumentos y estrategias narrativas de la historia oficial. La
danza del futuro sabe que las obras necesitan tiempo para desplegarse y adquirir
significados y dimensiones que quizás no eran evidentes al principio. Por esta razón, la
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danza del futuro, agitada por la admiración, imagina sin parar relaciones familiares
posibles (y a veces caprichosas) y establece vínculos que serían “incorrectos” dentro de
la narración de la historia oficial de la danza. Así, aunque ya hayan muerto y sus obras
solo existan en la memoria, las compañeras de viaje de la danza del futuro siguen
siendo (entre muchísimas otras que aquí no caben o que ni siquiera recordamos su
nombre) Marie Taglioni, Fanny Cerrito, Michel Fokine, Marius Petipa, Josephine Baker,
Vaslav Nizhinski, Martha Graham, Valeska Gert, Katherine Dunham, Merce Cunninham,
Pina Bausch, etc. Nos queda tanto que aprender de la danza del futuro con ellas…


06 LA DANZA DEL FUTURO PRODUCE CONOCIMIENTO

8 de octubre de 2014

La danza del futuro produce conocimiento no solo porque propone cuestiones y
reflexiones acerca del mundo sino, y sobre todo, porque nos enfrenta a aquello que no
conocemos. La danza del futuro nace del reconocimiento de una ignorancia profunda.
En este sentido, podemos entender los procesos de creación como intentos de forzar,
empujar y cuestionar los límites de lo que somos capaces de entender. La danza del
futuro produce conocimiento porque mira de cara a lo desconocido y esto le permite
formular las preguntas pertinentes en cada momento y en cada lugar, por muy
incómodas o difíciles que puedan resultarnos.

En nuestras sociedades actuales la danza permanece atrapada en esa categoría que se
ha dado en llamar "cultura". A estas alturas sabemos que la "cultura" es una
estrategia, una especie de fosa séptica en la que se mete todo aquello que, si no
estuviera sometido a control, podría llegar a ser peligroso para el Régimen. Allí dentro,
la danza está condenada y obligada a producir "arte". Despojada de su capacidad de
producir conocimiento, la danza aparece como una extraña labor que consiste en algo
así como combinar juegos de luces, sonidos, vestuarios, textos y cuerpos que se
desplazan de forma diversa y esforzada por un escenario. Alienada de su misión
profunda, la danza autorizada y oficial, no tiene más remedio que esconder y reprimir
su poder de hacer preguntas y de poner en cuestión lo que somos capaces de
entender.

La danza del futuro no es cultura, no necesita las pequeñas recompensas prometidas
por el Régimen, no necesita ser protegida, ni apoyada por entidades que ignoran
deliberadamente su naturaleza. La danza del futuro no necesita pedir permiso a
ninguna instancia patriarcal para existir y realizarse. Por eso, la danza del futuro
siempre pone su capacidad de producir conocimiento al servicio del mundo. Liberada
de la retórica romántica y burguesa de lo sublime y de los límites disciplinarios clásicos,
la danza del futuro se disuelve en la realidad. Integrada en la vida como una
herramienta de uso cotidiano, la danza del futuro sirve principalmente para compartir
conocimiento libremente, para generar posibilidades de entender lo que somos y
hacemos, para descubrir realidades que se despliegan en nuestros cuerpos y para
ampliar nuestras capacidades de imaginar y hacer. La danza del futuro está pegada al

mundo y nos muestra los límites de todo aquello que quizás todavía ni siquiera somos
capaces de enunciar.

07 LA DANZA DEL FUTURO ES CUESTIÓN DE FE

9 de diciembre de 2014

La tercera negación del “No Manifesto” de Yvonne Rainer dice: “no a las
transformaciones y a la magia y al hacer creer” (no to transformations and magic and
make believe). En 1965, esta enunciación negativa se refería posiblemente a la
convención teatral clásica según la cual las espectadoras deben hacer como que no
existe la representación y como que los dispositivos que la producen son invisibles. El
make believe es la decisión de creernos que lo que se muestra en escena es un suceso
real que ocurre en el mismo tiempo que lo estamos viendo. Evidentemente, una parte
de lo que vemos sucede, en efecto, mientras lo vemos. Pero sabemos perfectamente
que en la danza convencional todo está ensayado, todo está concebido y preparado
mucho antes de que llegáramos nosotros. Sabemos perfectamente que aquello es una
representación y que como tal nos remite a un referente que ni está ni estará nunca
dentro del teatro. Estamos en un presente fingido y las transformaciones (de espacio,
de tiempo y de encarnación), la magia y el make believe no son otra cosa que las
estrategias convencionales que nos permiten superar la profunda rareza de ese ritual
que, desde hace poco menos de dos siglos, hace que nos metamos en unas salas sin
ventanas a mirar desde la oscuridad a unas personas que hacen como que no nos ven
mientras ejecutan movimientos tan maravillosos como inverosímiles, vestidos,
además, de formas muy extrañas.

En 1965, sin duda, era pertinente negar el make believe y plantarse frente a la
máquina teatral burguesa que había llevado a la danza a un callejón sin salida, a una
deriva autorreferencial infinita. Era una manera de dejar las cosas claras. Para el
bailarín era una forma de decir “Yo no estoy aquí para hacerte creer nada, ni para
convencerte de nada, ni para explicarte nada. Lo que tú seas capaz de pensar, sentir,
imaginar o intuir es tu responsabilidad, es tu trabajo. En todo caso, nuestras
consciencias pueden colaborar para producir una experiencia compartida. Pero eso es
un trabajo que solo podemos hacer juntas: yo no estoy aquí para obedecer al deseo
hegemónico, no voy a seguir chupándote la polla por defecto cada vez que te sientes
en la butaca (…al menos no como parte del show…)”

La danza del futuro no necesita el make believe tal y como se emplea aún hoy en día
en la danza convencional. La danza del futuro se liberó hace tiempo de la exigencia de
seducción impuesta por las instancias patriarcales y heteronormativas. Aún así, la
danza del futuro sabe que hay algo muy valioso en el make believe y no está dispuesta
a prescindir de ello aunque nuestras amadas madres postmodernas se echen las
manos a la cabeza.

La danza del futuro sabe que es necesario creer para que algunas cosas importantes
sucedan. Estamos acostumbrados a manejarnos en formas de conocimiento basadas
en las ideas de verdad y certeza. Pero tanto la verdad como la certeza son solo aquello
que se establece como tal en el discurso. Sabemos que hay partes de lo que podemos
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llegar a conocer que exceden enormemente los límites del discurso y que van mucho
más allá de la idea de “verdad”. La danza del futuro sabe que, en realidad, no podemos
hablar de las cosas importantes ya que el lenguaje es en sí mismo insuficiente,
traicionero y demasiado pequeño para tratar ciertos fenómenos, para explorar ciertas
posibilidades cognoscitivas humanas.

Por ello la danza del futuro, no sólo se apoya en lo cierto sino que, sobre todo, se nutre
de lo posible. Y lo posible solo existe a través de la creencia que lo reconoce como
realidad. El make believe teatral despojado de la exigencia de seducir es un mecanismo
que crea condiciones de posibilidad. La danza del futuro utiliza la máquina del teatro
para que aquello que sólo podemos intuir o imaginar se convierta en un suceso vivo,
en una experiencia con la que podemos establecer una relación real. No se trata de
creer en una ficción, no se trata de creernos a estas alturas que la bailarina que hace el
papel de Giselle es, en efecto, el personaje Giselle. No es eso. De lo que se trata es de
creer que eso que se presenta ante nosotros (tenga la forma que tenga) es cierto y
revela algo que es posible. En ese sentido, la danza del futuro amplia los límites de la
realidad no reproduciendo lo ya conocido sino añadiendo a lo que sabemos, lo que
solo podemos creer. La danza del futuro está anclada en el lugar y en el tiempo
concreto en el que sucede y esto es lo que evita que se convierta en un delirio estéril y
fantasioso. Lo que muestra, no es una línea de fuga sino una afirmación de todo lo que
está presente. La danza del futuro requiere de nosotros que hagamos un salto de fe y
pongamos en cuestión todas y cada una de nuestras convicciones. Porque el mundo es
mucho más de lo que conocemos y pueden pasar muchas más cosas de lo que
alcanzamos a saber, desear, imaginar o intuir.

08 LA DANZA DEL FUTURO ES MARICA


4 de febrero de 2015

AVISO IMPORTANTE: En esta ocasión la palabra MARICA NO sirve para definir ningún
tipo concreto de sexualidad, género, identidad o posición. Lo que cada una haga con
las distintas partes de su cuerpo, cómo cada una gestione su placer en cada momento
son cuestiones totalmente irrelevantes para el tema que nos ocupa.

MARICA es la manera de nombrar todas aquellas subjetividades posibles ignoradas,


excluidas o reprimidas por la subjetividad patriarcal hegemónica que gobierna
nuestras sociedades capitalistas.

Toda danza produce subjetividad. En ese sentido preciso podemos decir que la danza
es performativa, es decir, crea o propicia maneras posibles de ser en el mundo.
Sabemos perfectamente que la danza teatral convencional tiende a afirmar la
subjetividad heteronormativa burguesa. La historia se ha encargado de producir las
narraciones que nos hicieran creer que la danza ha cambiado sustancialmente a lo
largo del tiempo. Pero más allá de los estilos, escuelas, modernidades y
requetemodernidades con los que la historia se empeña en taladrarnos, lo esencial ha
cambiado muy poco. Al igual que se hacía desde comienzos del s.XIX, el espectador de
hoy se sigue sentando en la oscuridad a ver cómo aparecen en el escenario (es decir,
bien lejos de él, bien separado de su propio cuerpo) cuerpos-otros, sin voz y en
movimiento. Y este espectador convencional sigue encarnando inevitablemente el
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deseo de ese sujeto hegemónico que podemos imaginar como un señor blanco,
heterosexual, burgués, etc.

Por fortuna, el Régimen aunque sólido, tiene grietas y no siempre las cosas salen bien
o, en nuestro caso, la danza no siempre es tan obediente como se espera. El poder
performativo de la danza esto es, el poder de producir maneras posibles de estar vivo,
puede funcionar en otras direcciones que no son las conocidas. Y la danza del futuro lo
sabe.

Por ello la danza del futuro es marica y existe como un compromiso con la posibilidad.
La danza del futuro propone, produce, imagina, realiza y construye subjetividades que
se escapan y cuestionan los límites establecidos y autorizados del ser. La danza del
futuro expande nuestras capacidades de concebir la realidad más allá de lo que ya
conocemos. Y, en ese sentido, no reconoce mandatos, ni autoridades, ni intereses
ajenos e impuestos.

La danza del futuro sabe que la clave para producir otras subjetividades posibles está
en la utilización, alteración o subversión de los medios de representación. El teatro
seguramente sea la máquina de producir representaciones más íntimamente ligada a
la danza. Por ello, la danza del futuro se pregunta sistemáticamente por su
funcionamiento y nunca tiene miedo de probar disposiciones y dispositivos no
autorizados o no convencionales.

La danza del futuro es, en definitiva, una invitación a explorar los infinitos estratos del
ser y a poner en cuestión cualquier definición identitaria que se presente como algo
sólido, estable y cerrado sobre sí mismo. En ese sentido, la danza del futuro es marica
porque hunde sus raíces en lo posible y porque no acepta ninguna limitación
disciplinar o de control.

Y que el Régimen se haga cargo de sus propias ansiedades y miedos…

09 LA DANZA DEL FUTURO SE PRONUNCIA


20 de marzo de 2015

El Régimen se nutre también, entre otras cosas, de las obras que hacen las artistas. La
Cultura es el nombre que le han puesto a ese sistema que utiliza las obras para
legitimar algunos aspectos del propio Régimen. Por supuesto, colaborar con los
distintos programas de propaganda (también a veces denominados “políticas
culturales”) tiene premio. Y está bien que así sea. Y los artistas lo saben y
legítimamente buscan la manera de negociar con el Régimen el precio de la
colaboración: “yo te doy una obra para llenar tus teatros/festivales/museos/noches en
blanco/ ocurrencias peregrinas/etc. y a cambio tú me das dinerito”. Se trata de una
operación comercial ordinaria en la que dos partes se ponen de acuerdo para
intercambiar recursos. Pero hay que llevar cuidado: para el Régimen una obra es

siempre mercancía (algo con lo que se comercia y se utiliza para sacar beneficio) y
aunque, el sistema de la Cultura facilite en algunas ocasiones que las artistas hagan su
trabajo, nunca es cómplice y rara vez entiende qué es eso que las artistas hacen.

La danza del futuro sabe que una obra excede el sistema en el que dicha obra ha sido
producida. Por muchos mecanismos de control y límites que se impongan a la labor de
las artistas, las obras de la danza del futuro son siempre libres y van mucho más allá
del horizonte convencional de la Cultura. En este sentido, las obras del futuro siempre
asumen la responsabilidad de ofrecerse como un exceso que sobrepasa con creces las
condiciones de su propia existencia y que abre posibilidades de entender y de hacer.

Una obra es un pronunciamiento, es algo que se dice, algo que se manifiesta a través
de la acción viva. La danza del futuro se hace cargo de su capacidad de decir. No
importa que lo que se tenga que decir no sea una novedad, o que haya sido dicho por
otros antes, o que sea una repetición machacona. En estos tiempos, hay que
aprovechar cualquier oportunidad para decir las cosas importantes. Por supuesto no se
trata, de ninguna manera, de expresarse como individuos que necesitan dar noticia de
su vida interior: todo lo contrario, hay que decir las cosas solamente para que suenen
como parte de los fenómenos del mundo, esto es, para que puedan ser escuchadas.

Por eso, la danza del futuro no pide permiso para decir y aprovecha todas las
oportunidades. No hace falta esperar a que un agente del Régimen decida incluir en tal
o cual “contexto” el trabajo de un artista. Las obras de la danza del futuro se hacen
siempre que es necesario y encuentran los medios y las maneras para realizarse
recurriendo solo a aquellos recursos disponibles. Cuando se da el impulso de decir
algo, para la danza del futuro el entorno real y específico es siempre perfecto,
cómplice e infinitamente rico. Cuando hace falta hacer una obra, no hay nada que
frene al artista: va y la hace.

La danza del futuro sabe que su gran poder es la enunciación y, por tanto, asume por
completo su responsabilidad de decir. Las obras son algo que se dice/hace/baila y,
como ya sabemos todas, eso que se dice/hace/baila produce realidad, revela
posibilidades de existir y hace que se desplieguen los infinitos estratos del ser. Una
obra que se pronuncia es, ante todo, una acción que sale hacia afuera, que se
devuelve al mundo como contribución a todos los procesos de producción de
conocimiento que suceden constantemente. En este sentido, la danza del futuro se
dice y al decirse se apodera, pone en cuestión y penetra las condiciones en las que
sucede la realidad.

10 LA DANZA DEL FUTURO ES UN ACTO DE AMOR

6 de agosto de 2015

Hagamos el esfuerzo de pensar el Amor más allá de las narrativas heteronormativas


hegemónicas que nos condenan y nos limitan a una especie de romanticismo absoluto,
sin escapatoria. Intentemos dejar a un lado las princesas y los príncipes, la eternidad,
los pisos unifamiliares, las lógicas de la propiedad privada, la fidelidad, los contratos

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reguladores y todos esos gérmenes de insatisfacción y desgracia que no hacen más


que complicarnos la vida y alejarnos estratégicamente del poder de lo amoroso.

Tomemos el Amor como algo parecido a un principio físico según el cual la materia
busca constantemente formas de organización transitorias que trasciendan los límites
del cuerpo individual. Así, lo que hace un acto de Amor es reunir estructuras,
entidades, organismos y cuerpos que antes permanecían separados dando lugar a
seres efímeros, únicos y desconocidos hasta entonces. Esos seres transitorios que se
producen en el Amor revelan dimensiones de la realidad que permanecían ocultas y
muestran posibilidades infinitas de transformación del mundo. En este sentido, el
Amor sería ese principio que atraviesa los cuerpos a los que afecta disolviéndolos de
manera gozosa haciendo que dejen de ser o que se conviertan en otra cosa.

El Amor es una labor pero no tiene nada que ver con el trabajo ni con nada relacionado
con la productividad, los horarios, los programas o los proyectos. En ese sentido, el
Amor es siempre y radicalmente antieconómico e ignora por completo cualquier
norma o patrón. La labor amorosa tiene siempre algo de accidental, incomprensible y
sorprendente y exige que, cada vez, dependiendo de la situación concreta, se revisen y
actualicen valores, herramientas y objetivos.

Un acto de Amor se manifiesta siempre a través de la excitación, es decir, a través de


un proceso que hace que el cuerpo “salga de sí”. Un cuerpo atravesado por el Amor es
un cuerpo entregado al mundo, es un cuerpo que pone a disposición sus límites
individuales y se desborda hacia lo que está y viene de fuera. Por ello, muy
frecuentemente, el Amor tiene forma de pregunta: es una acción que se lanza hacia
fuera, como una búsqueda o exploración de lo que es posible pero desconocido.

La danza del futuro solo existe como acto de Amor. Y, por si acaso, insistimos: aquí no
se está hablando de romanticismo ni de nada que se pueda parecer esos relatos al
servicio de la propaganda del Régimen. La danza del futuro es un acto de Amor
porque se realiza como un volcarse radical hacia el mundo. Frente a los límites
disciplinares al uso, la danza del futuro sale de sí misma en busca de otros cuerpos con
los que producir organizaciones desconocidas, compromisos sorprendentes y
conocimiento carnal. Por ello, la danza del futuro solo puede ser un reto para los
cuerpos que participan en ella.

La naturaleza efímera de la danza viene determinada por su carácter amoroso: no hay


nada que retener, no hay nada que se pueda guardar. Al igual que sucede con el Amor,
la danza sólo se puede detectar por las marcas que deja en los cuerpos a su paso. En
tanto acto amoroso, la danza del futuro sucede como una liberación de potentia
gaudendi, de poder de goce que pone en cuestión los límites establecidos de los
cuerpos desvelando posibilidades desconocidas de ser y estar. La danza del futuro
produce encarnaciones insólitas que redefinen constante y radicalmente la acción

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amorosa. En ese sentido, aunque la danza del futuro sabe que nada acaba nunca del
todo, a menudo, el rastro que deja en los cuerpos con los que se compromete, es
parecido a la sensación de un final feliz.

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