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Si bien no hay una línea uniforme en materia de técnicas, el fenómeno del surgimiento de
instituciones que habían desaparecido, permiten afirmar que, si bien el Estado del siglo XIX
heredó y aplicó normas típicas del Estado Absoluto, este conservó numerosas instituciones
anteriores al mismo.
Entre los doctrinarios del Derecho Administrativo, es casi mayoría el criterio de que el origen y
análisis histórico del Derecho Administrativo surge a partir de la Revolución Francesa, lo que
evidentemente es un punto de vista parcial y relativo.
Giannini, en su obra “DIRITTO AMMINISTRATIVO”, editada en Milán en el año 1970 señala que
el Derecho Administrativo tiene sus orígenes en la organización militar del imperio.
El Derecho Administrativo está muy vinculado a la concepción filosófica que se tenga del
Estado y, por lo tanto, la doctrina, la legislación y la jurisprudencia varían según se trate de un
estado liberal o estatista.
Es por ello que resulta difícil hablar de la evolución histórica del Derecho Administrativo en
general y más aún, cuando algunos autores señalan que se trata de un Derecho
eminentemente local, que incluso puede haber variado dentro de cada región o provincia de
un Estado, tal lo que acontece actualmente en nuestro País.
En definitiva si uno efectúa un análisis de los criterios sostenidos por los distintos autores
sobre el origen del Derecho Administrativo, lo uniforme es buscar el origen del mismo a
partir de la sanción de la ley francesa de organización administrativa en el año 1800, con una
obra central en materia de Derecho Administrativo intitulada “PRINCIPII FONDAMENTALI DI
DIRITTO AMMINISTRATIVO”, publicada en Parma en el año 1814.
La primera obra de derecho administrativo italiano que se cita por los administrativistas es
del año 1814 y fue escrita por el profesor Doménico Romagnosi. Se tituló “Principi
Fondamentale di Diritto Amministrativo”. Ella fue seguida, en 1840, por el Diritto
Amministrativo de le Due Sicile, del profesor Giovanni Manna, de la Universidad de Nápoles.
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CHILE
Siglo XVIII:
Artículo 82. Son atribuciones especiales del Presidente: Nº 2. Expedir los decretos,
reglamentos e instrucciones que crea convenientes para la ejecución de las leyes.
Para la bibliografía chilena, la primera obra española de derecho administrativo fue el célebre
Derecho Administrativo Español, del profesor Manuel Colmeiro, cuya primera edición data de
1850, y que según anota el profesor Fernando Garrido Falla, “se publicó simultáneamente en
Madrid, Santiago y Lima”.11 Esta obra sirvió de base y modelo a la que se publicara en forma
anónima en Chile el año 1859 con el título de Principios Elementales de Derecho
Administrativo Chileno, la primera obra nacional en la materia, que tuvo por autor a don
Santiago Prado, profesor y luego rector del Instituto Nacional. En la memoria de la Universidad
de Chile correspondiente al año 1859, presentada por el rector Bello, se destacan los Principios
Elementales como un esfuerzo doctrinal que “ha procurado dar a la ley positiva el realce de
una teoría científica”.
Pese a que los planes de estudio de la Escuela de Leyes incorporaron el derecho administrativo
a la cátedra de derecho público y administrativo, primero, y de derecho constitucional y
administrativo, después, precisamente desde aquel año 1853, en verdad la asignatura nunca
fue impartida en las aulas superiores del Instituto Nacional, pues el profesor que se hizo cargo
de aquella cátedra, don Jorge Huneeus, desarrolló sólo el derecho constitucional. De esta
manera, el derecho administrativo en cuanto tal vino a impartirse únicamente el año 1888, al
crearse la primera cátedra de derecho administrativo como una asignatura independiente.
Esta cátedra se abrió el año lectivo 1889 y estuvo a cargo de don Valentín Letelier, ilustre
intelectual chileno que iluminó el foro nacional e inspiró grandes cambios pedagógicos en el
país, en su doble carácter de abogado y profesor de Estado.
De 1859 data, entonces, el cultivo del derecho administrativo científico en Chile, disciplina que
ha tenido el honor de contar entre sus profesores a ilustres juristas,12 entre los cuales no
puede dejar de citarse en la actualidad al señor Patricio Aylwin Azócar, quien fuera exaltado
por la ciudadanía a la Presidencia de la República durante el período de transición a la
democracia (1990-1994), cumpliendo una brillante labor de estadista y de jurista, y a don
Enrique Silva Cimma, quien, en su carácter de Contralor General de la República durante los
años 1959-1967, dio un decisivo impulso al derecho administrativo chileno, modernizándolo y
proyectándolo al concierto internacional.
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Artículo 72. Son atribuciones especiales del Presidente: Nº 2. Dictar los decretos,
reglamentos e instrucciones que crea convenientes para la ejecución de las leyes.
Sería el impacto de un factor social de cambio que se dio en la Administración chilena desde
1920 en adelante, el que haría surgir en el ámbito de la organización administrativa una serie
de servicios con personalidad jurídica creados para cumplir fines de seguridad social o para
desarrollar actividades de carácter económico, y que pasaron a caracterizarse por no estar
bajo la potestad jerárquica del Presidente de la República, sino sólo bajo su supervigilancia, y
por administrarse en forma independiente del poder central, el que sólo ejerció respecto de
ellos facultades de orientación, de autorización o aprobación, y de nombramiento de algunos
cargos superiores, desde luego, el de jefe superior de servicio.
Estos organismos administrativos con personalidad jurídica surgieron, por ende, por obra del
legislador. De allí que en 1943, a propósito de una serie de reformas que se introdujeron a la
Carta Política por la Ley Nº 7.727. Para ello incluyó una modificación al artículo 45 original de la
Constitución de 1925, disponiendo que la potestad de iniciativa exclusiva del Jefe de Estado en
asuntos legales respecto de ciertas materias, se extendía también a la “Administración
Pública”, a las “empresas fiscales” y a las “instituciones semifiscales”, constitucionalizando, por
medio de este precepto, la terminología de servicios aceptada hasta entonces por la realidad
organizacional que el legislador había impuesto en el país.
Por consiguiente, las Cartas de 1833 y de 1925 radicaron en el Presidente de la República una
función de ejecución de las leyes, pero única y exclusivamente a título de una facultad
especial, entre otras de este carácter que establecieron en sus artículos 82 y 72,
respectivamente, en el entendido, claro está, que el Primer Mandatario no tenía un campo de
acción circunscrito sólo a la ejecución de la ley, ya que históricamente proyectaba su presencia
institucional, como lo consagraban de modo explícito los artículos 81 y 71 de esos textos
constitucionales, a todo cuanto tuviera por objeto la seguridad del orden público en el interior;
y la seguridad exterior de la República, guardando y haciendo guardar –“de acuerdo” preferirá
decir la Constitución de 1925– la Constitución y las leyes.
Gobernar y administrar, según las ideas contenidas en estos preceptos, es asegurar la paz
social.
Por eso, en Chile, hoy día, las expresiones Administración Pública y Administración del Estado
deben ser consideradas como sinónimas desde el punto de vista constitucional, aunque
jurisprudencial y doctrinalmente se utilice con mucha frecuencia la primera para referirse a la
Administración desde el punto de vista funcional, y la segunda para aludir a la Administración
desde una perspectiva orgánica. Por supuesto, tanto en uno como en el otro caso, esto es,
tratándose de una u otra expresión, ella comprende a toda la actividad o a la organización
administrativa in toto, en una visión global y omnicomprensiva que comprende todos sus
matices y modalidades, y desde luego los dos grandes sectores reconocidamente constitutivos
de lo administrativo: el sector de la Administración central, constituido por los servicios
dependientes o fiscales, y el de la Administración descentralizada, formado por los servicios
públicos descentralizados, esto es, por todos aquellos que tienen personalidad jurídica, como
lo establece la Ley Orgánica Constitucional de Bases Generales de la Administración del Estado.
Su autoridad se extiende a todo cuanto tiene por objeto la conservación del orden
público en el interior y la seguridad externa de la República, de acuerdo con la
Constitución y las leyes.
Estas referencias explícitas a ciertos organismos reflejan una vez más aquella convicción que se
ha desarrollado con anterioridad, respecto de que la Administración es esencialmente y ante
todo la actividad ejercida por ciertos órganos o que está radicada en organismos estructurados
de cierta forma, dentro de un complejo orgánico compuesto por organizaciones que tienen
determinada afinidad entre sí, antes que una actividad o función caracterizable por su
contenido y al margen de los órganos que la ejerzan, de modo que indistintamente pueda
localizarse en órganos legislativos, administrativos o jurisdiccionales.
Las características del derecho administrativo chileno. El derecho administrativo chileno es
tributario de toda una tradición jurídica que ha venido acuñándose en el país a lo largo del
tiempo.