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Lacan insistió en que el psicoanálisis debía seguir el camino del análisis del discurso. Si para
Freud la diferencia entre las categorías psicopatológicas neurosis de transferencia y neurosis de
defensa se define de acuerdo a la capacidad de transferencia del analizante, para Lacan el
discurso será el objeto sobre el que se realizaran las inferencias diagnosticas de acuerdo al modo
en que el mismo se haya estructurado: neurosis, perversión o psicosis.
El psicoanalista debería trabajar sobre el análisis del discurso de acuerdo a la lógica del
significante, infiriendo los términos en los que se entrama la lógica del inconsciente (lógica
propia del registro simbólico). La lógica del significante dicta el modo en que se estructura el
inconsciente (neurótica, perversa o psicótica), el significante introduce la ausencia en tanto
representa algo que no está. Estas posibilidades de estructura clínica encontraran su definición
de acuerdo a lo propuesto por Lacan como posición subjetiva frente a la castración.
Cada estructura se organizara de acuerdo a la posición que el sujeto del inconsciente asuma
frente a la castración: en la neurosis el mecanismo fundante es la represión; en la perversión el
mecanismo constitutivo es la desmentida o renegacion; y en la psicosis se trata de la forclusion
o rechazo.
Para que haya forclusion debe haber una precondición dada: que en la constitución del yo se
hubiera dado una falla del registro simbólico. De acuerdo a esto, no se llega al complejo de
castración en igualdad de condiciones.
La estructura psicótica encontrara en el complejo de castración una instancia de ratificación más
que una instancia de definición.
Esto quiere decir que el estadio del espejo como instancia en la que se forma el yo resulta
esencial al momento de plantear la problemática de la castración: de acuerdo al modo en que el
yo se estructure, la posición que se vaya a tomar frente a la castración estará predeterminada de
acuerdo al tránsito por el estadio del espejo.
Veamos como para entender la psicosis juega más la formación del yo que el complejo de
castración: la superposición de lo simbólico sobre lo imaginario lleva a la supresión de las
relaciones imaginarias caracterizadas por la rivalidad y la agresividad a las relaciones
simbólicas, dominadas por cuestiones tales como los ideales, las figuras de autoridad, la ley, la
culpa, etc. En la psicosis, esta superposición no se produce, ello se debe a la falla del
establecimiento del ideal del yo, al no funcionamiento de la metáfora paterna, a que no se pone
en marcha el complejo de castración, y a una serie de otros factores. El punto aquí es que lo
imaginario predomina en la psicosis, y lo simbólico queda imaginarizado.
En el primer tiempo del complejo de Edipo, el modo en que el niño sea libidinizado por sus
padres resultara decisivo para entender si la madre del niño se priva o no, cuestión que motivara
o no la forclusion del significante: nombre del padre. Si la madre no le da lugar al padre, al niño
le quedara únicamente la opción de identificarse con lo que le falta a la madre, el niño tendera a
identificarse con el falo de la madre, y esta posición quedara cristalizada como estructura
psicótica.
Conclusiones
El concepto de estructura clínica en Lacan se entiende desde los aportes estructuralistas (Levi-
Strauss) y la lingüística (Saussure). Lacan desarrollo una concepción psicopatológica peculiar
en la que se destacan el estadio del espejo y el complejo de castración para entender las
diferentes estructuras clínicas.
El estadio del espejo (instancia formadora del yo) y el complejo de castración (instancia que
define las estructuras) son concebidos como dos encrucijadas simbólicas, que deben ser tenidas
en cuenta a la hora de considerar un diagnostico de estructura clínica en el psicoanálisis
lacaniano.
La función fálica supone cuatro protagonistas: madre, padre, niño, y falo. Este último es el
elemento que se inscribe fuera de la serie de los deseos, puesto que solo con relación a él puede
constituirse una serie de deseo; pero al mismo tiempo es el elemento que ordena la posibilidad
de tal serie, ya que fuera de su presencia, el deseo no se desembaraza de su anclaje inaugural.
Desde el punto de vista de la estructura, el primer momento decisivo es aquel que se esboza el
cuestionamiento de la identificación fálica. En cada tiempo del complejo de Edipo el falo juega
un rol.
Lacan establece a la forclusion del nombre del padre como operación propia de la psicosis.
Precisamente porque en esta lógica el padre no opera, nos lleva a plantear la pregunta por
aquello que si opera, y que es lo que hace que la función paterna no funcione. Aquí entra en
escena la madre. La operatoria de la forclusion presupone a una madre que no se priva del falo,
esta ultima seria quien no otorga la posibilidad de intervención de otro que no sea ella,
imposibilita el ingreso de un tercero en la diada madre hijo. Freudianamente podemos decir que
se trata de un modo en que la madre libidiniza a su hijo como objeto fálico para sí (madre fálica
que no se priva de su castración)
En la psicosis la privación materna no se produce, cuestión que imposibilita que el niño se
introduzca en la dialéctica del deseo, quedando identificado con el objeto fálico; él se convierte
en el falo de su madre. Por eso decimos que el psicótico se encuentra en posición de objeto y no
de sujeto.
Que la función paterna se encuentre forcluida no significa que el padre no exista en la realidad,
sino que el mismo esta velado, no funciona como tal porque no tiene lugar.
¿Qué es lo que hace que un sujeto se ubique en esta posición? La segunda encrucijada
simbolica. Frente al complejo de castración. Se produce un acto de negación o desmentida de la
castración.
Tercer tiempo del complejo de Edipo: más allá del complejo de castración
Se llega al tercer tiempo solo una vez que se ha producido la encrucijada del cuestionamiento de
la premisa fálica (todos tienen pene) mediante la confrontación de la diferencia anatómica de
sexos (algunos tienen y otros están castrados). Pero a diferencia del segundo tiempo, no opera la
desmentida, sino que, el sujeto es liberado de la tarea de ser falo, cuando comprende que el
padre lo tiene: el falo, el padre interviene en el tercer tiempo como el que tiene el falo y no
como el que lo es, y por eso puede producirse el giro que reinstaura la instancia del falo como
objeto deseado por la madre, y no ya solamente como objeto del que el padre puede privar.
Esta salida del complejo de Edipo es favorable si la identificación con el padre se produce en
este tercer tiempo, en el que interviene como quien lo tiene. A esta identificación se la llama
ideal del yo (el polo materno será realidad y el paterno superyó).