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El Papa señaló que “en ese punto, los dos discípulos advirtieron una
extraordinaria atracción hacia aquel hombre misterioso, y lo invitaron a
quedarse con ellos esa noche. Jesús aceptó y entró en su casa. Y cuando
estando en la mesa bendijo el pan y lo partió, ellos lo reconocieron, pero Él
desapareció de su vista, dejándolos llenos de estupor”.
Sin embargo, una vez en Misa “nos acoge la Liturgia de la Palabra: Jesús nos
explica las Escrituras y reenciende en nuestros corazones el fuego de la fe y de
la esperanza y en la comunión nos da fuerza”.
“Palabra de Dios y Eucaristía: leer cada día una parte del Evangelio,
recuérdenlo bien, leer cada día una parte del Evangelio y los domingos ir a
hacer la comunión, a recibir a Jesús. Así sucedió con los discípulos de Emaús,
han recibido la Palabra, han compartido la fracción del pan, y de tristes y
derrotados que se sentían, se sintieron alegres”.
El Santo Padre pidió que “por intercesión de María Santísima, roguemos para
que todo cristiano, reviviendo la experiencia de los discípulos de Emaús,
especialmente en la Misa dominical, redescubra la gracia del encuentro
transformante con el Señor, con el Señor resucitado, que está con nosotros
siempre”.
“Hay siempre una Palabra de Dios que nos guía en nuestra desorientación; y a
través de nuestros cansancios y desilusiones, hay siempre un Pan partido que
nos hace seguir adelante en el camino”, concluyó.